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Roberto Innocenti

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Roberto Innocenti

Biografía
“Es verdaderamente difícil saber exactamente lo que hay dentro
de uno mismo, más difícil aún es escribirlo, pero todavía lo es más
dibujarlo.”Roberto Innocenti
Roberto Innocenti nació en 1940 en Bagno a Ripoli, una pequeña localidad cercana a
Florencia. Durante su adolescencia fue obrero en una fundición de acero. Sin haber
cursado estudios artísticos a los dieciocho años se estableció en Roma donde trabajó
en un estudio de animación y como cartelista. Algunos carteles de Innocenti
realizados para la Giunta Regionale Toscana fueron publicados en Graphic Annual.
En 1979 Innocenti ilustró su primer libro: 1905: Bagliori ad Oriente, de Olivo Bin,
una relectura de la guerra ruso-japonesa. Sin embargo puede decirse que su carrera
como ilustrador de libros infantiles se inició a partir de su encuentro con el editor y
gran ilustrador suizo Étienne Delessert. Innocenti realizó para Delessert los dibujos de
La Cenicienta (1983). En esa misma entrevista y de manera casual el artista italiano le
mostró a Delessert algunas de las ilustraciones de Rosa Blanca (1985), obra realizada
en coautoría con Christophe Gallaz, que el autor había dejado casi en el olvido debido
a las dificultades que encontraba en su búsqueda de un editor para publicarla.
Aún hoy, veintitrés años después de su aparición, Rosa Blanca sorprende a más de un
adulto. Lo que allí se cuenta -la historia de los campos de concentración y el
exterminio nazi-, y el modo en que se lo cuenta, resultan todavía trasgresores en un
libro para niños. Uno de los aspectos interesantes de la obra consiste en observar el
modo en el que se regula la información entre la voz que narra, los significados que
brinda la imagen y los conocimientos históricos del lector. “Por todas partes
colgaban banderas de colores y los niños saludaban”, dice una voz que no termina de
comprender el significado de los acontecimientos que presencia. Los lectores, por el
contrario, reconocemos en las banderas y los uniformes la insignia nazi. Cuando el
narrador relata la muerte de la niña sólo sabemos que “se movieron sombras entre los
árboles. Eran soldados… De pronto, sonó un disparo” y nada más. Una síntesis y
ambigüedad excepcionales en las que descansa el impacto emocional y estético de
esta obra. La ilustración responde al estilo realista de Innocenti, con los colores ocres
y grises acentuando el carácter opresivo y dramático de las escenas. La proximidad al
documento histórico, frecuente en la obra de este ilustrador, se hace explícita en la
imagen correspondiente a un momento clave de la narración: el apresamiento del niño
judío que ha intentado huir. En esta escena Innocenti recrea una famosa fotografía del
gueto de Varsovia (1943).
Rosa Blanca es un libro “poco protector” respecto a su destinatario infantil. No es
casual que tuviera que esperar la mirada artística y desprejuiciada de Delessert para
ser publicado. Sobre estos prejuicios adultos acerca de cómo debe ser un libro para
niños Innocenti reflexiona: “Los adultos, padres, maestros, los protectores de los
niños quieren para éstos las cosas que no hacen daño. Piensan que es mejor que el
niño viva en un mundo dulce, mórbido, etéreo, infantilizado, reducido y protegido.
Esto ha dado como resultado en el mundo editorial una preferencia por un tipo de
ilustración con estereotipos infantilizados, que parece que les da buenos resultados.
Así, no corren riesgos. Los niños lo aceptan quizás porque se les ofrece como
adecuado a ellos, infantil, pero llega un momento en que se aburren de todo esto
porque es siempre lo mismo. Este modo de educar es artificial y al creador le exige
poco. Creo que los niños son más inteligentes y valientes. De todas maneras, es
difícil decir quién se equivoca y quién tiene razón.” (1)
En La Cenicienta Innocenti se permitió recrear el texto clásico de Perrault situando la
historia en la ciudad de Londres de los años ‘20. Como sucede en otros libros
ilustrados por este artista, la arquitectura, los objetos, el mobiliario, el vestuario de los
personajes… todo responde a un minucioso trabajo de documentación de época. Este
cambio temporal y espacial en las ilustraciones de La Cenicienta sin duda modifica
las formas habituales de leer el clásico de Perrault, a lo que se suma una infinidad de
detalles algunos de ellos no exentos de humor, como por ejemplo, los rostros de los
lacayos/lagartijas y del cochero/rata que trasladan a la bella al baile; la imagen poco
agraciada del príncipe, que nos recuerda a personajes de la nobleza europea actuales y
el triste final de la madrastra, ya anticipado en imágenes anteriores, donde la dama
demostraba su afinidad a la bebida.

También en la línea de relatos clásicos Innocenti realizó las ilustraciones de Las


aventuras de Pinocho de Carlo Collodi (1988), Cuento de Navidad de Charles
Dickens (1990) y El Cascanueces de E.T.A. Hoffmann (1996).
La Toscana de Collodi adquiere en las imágenes de Pinocho un rol protagónico.
Vistas panorámicas permiten disfrutar de las callejuelas y viejos edificios habitados
por una multitud de personajes donde el muñeco se extravía en su pequeñez. La
imagen del protagonista es respetuosa de la tradición y se remonta a la definida por
Carlo Chiostri en la edición del libro en 1901 (2).
En las ilustraciones de Innocenti todos los personajes son delineados con detalle. Las
escenas están pobladas por multitud de personajes secundarios y objetos que
adquieren la misma importancia que los protagonistas de la historia. Los detalles no
sólo están a merced de la función descriptiva de la imagen, sino que se sitúan en el
mismo nivel de representación que lo narrado por el texto. De este modo, las
imágenes de Innocenti narran más allá (pero sin apartarse) de lo contado por Collodi.
Así cuando Pinocho decide vender su abecedario para ingresar al teatro de títeres, la
vista del lector se pierde en una doble página donde cada uno de los personajes vive
su instante de protagonismo en la escena.

Esto dice Innocenti de sus personajes en Las aventuras de Pinocho: “No provienen de
mi mundo de sueños o de fantasía. Los personajes de Pinocho son gente normal que
se encontraba en la calle hace cincuenta años. Gente que había visto de pequeño…
He mirado fotos del ochocientos y son muy parecidos a los jóvenes de cuando era
pequeño,… entonces eran más viejos, eran diferentes de ahora” (3)
Estas vistas panorámicas habitadas por multitud de objetos y personajes
inevitablemente nos remontan a Brueghel el Viejo (1525-1569). Especialmente el
paisaje nevado a doble página en el que Pinocho es interceptado por el Zorro y el
Gato. Aquí Innocenti se aleja del realismo y se aproxima a formas medievales de
representación donde en un mismo espacio se yuxtaponen sucesos ocurridos en
temporalidades distintas. Mientras la doble página compone un único paisaje, los
personajes de la escena narrada: Pinocho, el Zorro y el Gato, se repiten en ambas
páginas dando cuenta de dos momentos diferentes del encuentro.
Si bien el estilo de Innocenti podría definirse como documental, el artista se vale de
recursos que, como ya vimos, trasgreden la representación realista, y que le permiten
una mayor expresividad. En ocasiones, al modo romántico, Innocenti traslada al
paisaje el dramatismo de lo vivido por el personaje. La distorsión, el punto de vista
sitúan al observador respecto a lo narrado por la imagen de una manera subjetiva.
Magníficos ejemplos de esto son las escenas de Pinocho cuando es colgado en las
ramas del Roble grande, y en el momento en que arrestado por los guardias.

En realidad -explica Innocenti-, no lo hago a propósito (la distorsión).


Posteriormente he buscado la razón,… una puede ser hacer entrar al espectador en
el libro. Especialmente si es un niño, quiero hacerlo sentir pequeño, como Pinocho
que es muy pequeño. Quiero que el niño se sienta Igual. Es para que el niño que lee
se sienta dentro de esta historia… La perspectiva no existe, es una invención del ojo,
o mejor, una interpretación del ojo. Mirando de un modo impersonal, la perspectiva
se desvanece, desde un punto de vista subjetivo puede dilatarse y deformar el
espacio, desde un punto de vista objetivo se hace amplia y serena, descriptiva.” (4)
En El Último Refugio (2002), libro realizado en coautoría con J. Patrick Lewis,
Innocenti se asume como el principal protagonista del libro. Un pintor que ha perdido
su imaginación y de manera azarosa se hospeda en un extraño hotel junto al mar. Allí
confluirán una multitud de personajes que refieren a grandes clásicos de la literatura
para niños y adultos: Huckleberry Finn; Long John Silver; La Sirenita; Antoine de
Saint-Exupéry; el Barón Rampante; Moby Dick, pero también Emily Dickinson, Don
Quijote y Sancho Panza, Peter Lorre y el Inspector Maigret. La propia actividad
creadora y la referencia a los clásicos se transforman en la materia prima a partir de la
cual se construye la historia.
En La historia de Erika (2003), el último libro ilustrado por Innocenti traducido al
español, con texto de Ruth Vander Zee, el artista retoma el doloroso tema de Rosa
Blanca. El libro trata sobre una historia real narrada por una sobreviviente del
Holocausto a Vander Zee en Alemania en 1995. Nuevamente se trata de una niña
protagonista, sólo que esta vez es ella misma quien cuenta su historia, la de una
pequeña bebé arrojada por sus padres de uno de los trenes enviados por los nazis a los
campos de exterminio. En este libro las imágenes de la Segunda Guerra Mundial
recurren al blanco y negro, a la manera de viejas fotografías, mientras las figuras
humanas, tanto de las víctimas como de los soldados, cortadas por la cintura o bien de
espaldas, carecen de rostro. Sólo la manta que envuelve al bebé arrojado del tren y las
ilustraciones que abren y cierran la historia fuera de la temporalidad de la guerra, son
mostradas en colores. Erika ha sobrevivido al Holocausto pero también ha perdido
muchas cosas: ella no sabe quiénes fueron sus padres, cuál es el día de su nacimiento,
en qué ciudad ha nacido, ni cuál era su nombre original. En las ilustraciones a todo
color de Erika ya crecida y fuera del horror de la guerra, la niña tampoco nos muestra
su rostro.

Los libros ilustrados por Innocenti fueron traducidos a varios idiomas, entre ellos: el
español, el alemán, el francés, el japonés y el chino.
Roberto Innocenti ha recibido numerosos premios, como el American Library
Association Notable Children’s Book; el Horn Book Honor List y el Bratislava
Golden Apple Award. Es el reciente ganador del Premio Hans Christian Andersen
2008, en la categoría ilustración, por la totalidad de su obra.

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