La Musica en El Tolima
La Musica en El Tolima
La Musica en El Tolima
Guillermo Abadía escribió que los documentos más valiosos para descubrir el
carácter de una música fósil son los instrumentos que producían y la fonación
lingüística con que se hacían los cantos. Una primera prueba de los instrumentos
musicales de nuestra cultura Tolima es la figurilla del flautista, encontrada en el
caserío de Mesuno, cerca de la ciudad de Honda. Fue localizada en una tumba y
es una pieza de cerámica que representa en forma perfecta un hombre sentado en
cuclillas en actitud de tocar una flauta. La flauta es de forma cónica y el extremo
agudo está colocado sobre la boca y con los labios en actitud de soplar. En
muchas de las culturas precolombinas vemos frecuentemente silbatos
ornitomorfos de gran fidelidad, cuyo sonido, modulado con los dedos colocados
sobre una serie de orificios, reproducen el sonido deseado y veraz del animal
evocado en la figura de arcilla. Son estos instrumentos aerófonos los que dieron
luz a nuestros albores musicales, pero sería el proceso de mestizaje cultural el
que daría forma a nuestra melodía, a nuestra cadencia y a nuestra armonía. Los
otros instrumentos indígenas: idiófonos o autófonos (instrumentos que producen el
sonido por sacudimiento o vibraciones en su misma materia) como maracas o
sonajeros constituidos por conchas, piedras y semillas secas, cascabeles y
campanillas de diversas formas y materiales que aún subsisten en nuestra cultura
actual, y los membranófonos (instrumentos que producen el sonido por vibración
de una membrana sobre una estructura hueca) como atambores, atabales, cajas y
bombos de los que nos dejaron numerosas noticias los cronistas españoles,
conformarían la otra mitad de nuestra cultura musical: el ritmo.
En su Historia de la Música en el Tolima, Helio Fabio González Pacheco dice:
“Aires hispánicos, junto con danzas y cantos aborígenes, conformaron en el
Tolima lo que hoy es su música folclórica. Antes de la conquista española,
Coyaimas, Aipes, Natagaimas y demás pueblos Pijaos acompañaban sus danzas
con ruidos disonantes producidos por bombos, sonajas, palos… Uno de sus bailes
preferidos era el del Palo Parao, típico de las tribus asentadas en lo que más tarde
fueron los límites del Tolima y el Huila. Ejecutaban dicha danza en torno a la
legendaria piedra del dios Aipe, los días que intercambiaban productos, o para
celebrar acontecimientos especiales”.
Pero sin lugar a la duda, el único ritmo por esencia tolimense y que viene de
nuestros indígenas es La Caña. Un ritmo que rescatara Cantalicio Rojas y que por
su sonoridad parece no haber sufrido de la “alienación” cultural española. Es un
ritmo difícil de ejecutar pero que al escucharse trae consigo los pasos de los
bailarines.
Es claro que durante este período, las culturas indígena, española y, en menor
medida, la negra, iniciaron un proceso de mestizaje en toda la zona de cordillera
dejando como tonada tipo, de acuerdo a la clasificación de Guillermo Abadía
Morales, el bambuco que no ha tenido cambios significativos a lo largo del tiempo.
El aspecto indígena de las melodías del bambuco es fácil de descubrir, de manera
especial, en el Huila, Nariño y Cauca. “Al grupo del bambuco corresponden el
torbellino, las guabinas, los rajaleñas y sanjuaneros, y el pasillo y la danza”.1
1
ABADIA, Guillermo. COMPENDIO GENERAL DEL FLOKLORES COLOMBIANO. Instituto
Colombiano de Antropología. 1970
aparece anónima y cuenta con la “repetición de varios versos pentasílabos que
son sin duda secuelas del antiguo estribillo pentasílabo español”.2
“Ay, si la guabina
dulce cantar de mi Tolima,
del Tolima soy, del Tolima soy
soy tolimense,
soy, soy, soy del Tolima
soy, soy, soy tolimense”.
Mientras que los bambucos daban prueba del predominio indígena en el proceso
de mestizaje, es en el pasillo donde sobrevive la influencia del viejo mundo. Esta
tonada, variante del vals europeo, tuvo gran acogida por parte de las clases
sociales alta y media, que consideraban como plebeyos a los demás aires
populares.
2
AÑEZ, Jorge. CANCIONES Y RECUERDOS. Ediciones mundial. 1968
“Uno de los hechos más curiosos de nuestra historia tanto política como musical,
ocurrió hacia 1860 cuando el general Tomás Cipriano de Mosquera, militar radical
del estado del Cauca, se levantó contra el gobierno de Mariano Ospina Rodríguez
quien había sido elegido en 1857. En 1861, cuando Mosquera se dirigía a Bogotá
con el fin de tomarse el gobierno se encontró con el ejército de la confederación
granadina en Honda. Ninguno de los dos ejércitos se atrevía a dar el primer paso.
Diego Fallon, quien nació en 1835 en Santa Ana, Tolima, hoy Falan en su honor, y
murió en 1905 en Bogotá, escribió su libro Arte de leer, escribir y dictar música,
publicado en 1885 bajo el distintivo de Imprenta Musical.
Otro tolimense destacado durante este período fue Vicente Azuero quien escribió
un método para tocar la bandola.
En el Tolima, para la segunda mitad del siglo XIX, la banda del Batallón Bárbula
ejecutaba retretas en la ciudad con obras de los clásicos dos veces por semana.
Fue el origen de la Banda Militar de Música que se institucionalizó en 1889 por el
gobernador de entonces, general Manuel Casablanca, quien mediante decreto
número 144 del 28 de agosto de aquel año, establecía: “Se organizará una banda
militar de música que sirva para los actos públicos en que la necesite el
departamento, y que a la vez sea una escuela destinada a propagar el arte en el
Tolima”. Más adelante agrega, “En la banda se enseñará gratuitamente a quien lo
solicite, siempre que se sujete a las obligaciones impuestas en el reglamento para
este caso” y “… a los músicos que vengan de los pueblos se les abonará como
gastos de viaje seis pesos por cada uno, a voluntad del gobernador”. El primer
director de la banda fue el señor Ricardo Ferro B., con un personal de catorce
músicos.
Fue esta banda la que se institucionalizó años más tarde como Banda
Departamental, desde 1919, en agosto 10, con el decreto 81 de ese año por el
cual se creaba con 27 integrantes, anexa a la Guardia Civil del Tolima.
Por esa misma época, en 1886, se funda una Escuela de Música de Cuerda y
Piano, compuesta esencialmente por las familias Sicard y Melendro; sin embargo,
esta escuela fue absorbida por la clase de música que se creara en el colegio
Nacional de San Simón en 1891, dirigida por el maestro Temístocles Vargas quien
fundó igualmente la Escuela Femenina de Canto que sería el primer embrión de
los coros que funcionarían seis años más tarde y que se convertirían en eje central
del futuro conservatorio del Tolima.
La academia fue cerrada en 1895 debido a la guerra civil de ese año. Al despertar
del siglo, un clima de paz y progreso comienza a respirarse en la ciudad y un
grupo de compositores e intelectuales como Guillermo Quevedo Zornosa, Alberto
Castilla, José Eustasio Rivera, Eduardo y Roberto Torres Vargas y Andrés Rocha,
entre otros, crean la atmósfera necesaria para un clima espiritual de convivencia
en donde la música es protagonista esencial.
Sin embargo, pese a su muerte, sus sueños persisten. Alguna vez dijo del
Conservatorio: “Es un centro cultural, pedagógico, educativo, amplio y
democrático, abierto a todas las urgencias espirituales, cualquiera que sea la
mente en que residan y lugar cuyo ambiente artístico sea tan grato y sutil que
nadie pueda dejar de respirarlo. Porque es mi anhelo que el Conservatorio llegue
a ser una pequeña gran república del arte”.
Sin embargo, sería injusto afirmar que fueron estas influencias “de paso” las que
marcaron nuestra identidad musical. El trabajo que generaciones de tolimenses y
de extranjeros realizaron alrededor del Conservatorio de Música del Tolima, en
cabeza de Alberto Castilla y Amina Melendro de Pulecio son, sin lugar a la duda,
el más importante aporte de nuestro departamento a la música colombiana. No
sólo por la democratización y la entrega de centenares de músicos al concierto
nacional sino también por el amor a música y la construcción de una forma de ser
alrededor de ella que enseñaron nuevos valores a todo un departamento.
Los coros
Desde principios del siglo hay noticias de Los Coros del Tolima. Sus integrantes,
32 por entonces, no imaginaron que estaban dando el primer paso a una de las
épocas musicales más brillantes del Tolima, aunque muy seguramente, tampoco
pensaron que 86 años después de sus primeros intentos, las masas corales, luego
de haber recorrido el mundo entero recogiendo aplausos y vivas, debieran detener
su trabajo por falta de un director.
Los coros masculino, femenino e infantil -conocido este último como “el
muñequero”- fueron institucionalizados en la década del 30 y tuvieron su primer
gran momento cuando se presentaron en Medellín en el marco del II Congreso
Nacional de la Música, bajo la batuta de Alfredo Squarcetta, luego de la muerte del
maestro Alberto Castilla en 1937. Arrancaron vivas y aplausos y colocaron, por
primera vez en el oído de los colombianos, las voces de hombres y mujeres que
vivían por y para la música.
Al finalizar ese año, los coros vuelven a Bogotá al Teatro Colón. En esta visita se
rompieron todas las tradiciones de serenidad, de compostura, de ambiente
cortesano y se dio campo a los pañuelos blancos, a los gritos de bis, y a las
aclamaciones entusiastas: los coros se habían convertido en la gran vedette de la
época.
A comienzos del año 1949, las masas corales dan inicio a su primera gira
internacional. Seis aviones Douglas de la empresa Lansa, los habrían de conducir
a La Habana, realizando una escala en Barranquilla para ofrecer un concierto en
un teatro local donde fueron ovacionados hasta el cansancio. En Cuba recibieron
los mejores elogios de la prensa y la crítica. La gira incluía una visita a Nueva York
y luego a Washington donde realizaron un concierto especial para el presidente
Truman. Se presentaron al aire libre en los bajos del posteriormente famoso
Watergate, en los jardines aztecas de la Unión Panamericana y en el Reed Army
Hospital. Nadie imaginó, cuando se presentaron 12 años atrás en Medellín en el
Congreso nacional de la Música, que los coros se convertirían en la manera más
bella de hacer patria en el exterior.
En 1953 y con la dirección de Nino Bonavolonta, se presentaron en Manizales con
obras de Perosi y Palestrina, que, según los diarios locales, arrancaron lágrimas a
los espectadores. En 1955, Quarto Testa, nuevo director de los coros, seguiría su
racha de éxitos en Buga, Cali y Neiva.
En 1966 se presentaron ante el papa Paulo VI quien les otorgó la medalla Concilio
Vaticano II. El mismo papa pediría la repetición de La guabina tolimense.
Fue entonces cuando el Coro del Tolima se convirtió en uno de los pocos grupos
latinoamericanos invitados al XVII Concurso Polifónico Internacional de Guido D
´Arezzo en Italia. Había modalidad femenina y masculina en lo clásico y lo
folclórico y coral mixta folclórica. Ganaron el segundo premio en la sección B de la
competencia de coros de voces mixtas, el 30 de agosto de 1969.
El último director de los coros, Paul Dury, terminó su labor en 1996. Las masas
corales interrumpieron su labor, pero aún esperan, partituras en mano, el
momento indicado para volver a llenar de notas y de gloria al Tolima.
Desafortunadamente los políticos y gobernantes de turno no dan importancia a
aquello que nos hace realmente grandes, a lo que nos llena de orgullo y nos hace
creer en un proyecto regional.
Así pues, el Conservatorio, su bachillerato musical, y sus coros, serían el semillero
de cientos de músicos a lo largo de nuestra historia. Todos tienen un cuento que
contar, una partitura que interpretar y son ellos los reales causantes de que
seamos llamados “Ciudad musical de Colombia”. Del trabajo del conservatorio y
de todos los hombres y mujeres que pasaron por sus aulas o se dejaron tocar por
el manto de su influencia, nace nuestra vocación musical ante el país y el mundo.
Es cierto que hay cierta proclividad en nuestra sociedad hacia la música, pero ésta
no nació con nosotros, nos fue enseñada por músicos que caminaron por nuestras
tierras, de otras regiones del país y de Europa, cuyos maestros, especialmente
italianos, entregaron sus sueños musicales en la villa de San Bonifacio de Ibagué.
Una mujer es el alma viva de este periplo: Amina Melendro de Pulecio. Juan
Lozano y Lozano escribiría: “la obra iluminada y apostólica del maestro Castilla,
pareció a muchos que probablemente terminaría en una u otra suerte de
burocratización, al extinguirse la llama del maestro. Pero no fue así, sino todo lo
contrario. Conservatorio y coros han conservado tal vitalidad, tal iniciativa, tal
capacidad de expansión y progreso, que Castilla tiene que sentirse no sólo
recompensado sino lisonjeado y aún más enaltecido… Sus discípulas Luz
Caicedo, Leonor Buenaventura, Amelia Melendro y tantas otras, encabezadas por
Amina Melendro, hicieron el voto tácito de seguir adelante”.
Las Bandas
Otras bandas importantes pero más recientes son la de Saldaña, creada en 1982
y dirigida por Nepo Barreto, la de Venadillo, fundada por el César Augusto
Zambrano en 1984 y la de Coyaima en 1989 bajo la dirección de José Arnoldo
Romero.
Los duetos
Especial importancia cobran para la historia musical del Tolima y del país los
duetos de música colombiana que crecieron en nuestra tierra para dar gloria a
nuestras raíces. Sin lugar a la duda, Garzón y Collazos son los pioneros de esta
corriente.
Ellos vencieron la muerte porque siguen vivos en el alma de los colombianos que
continúan escuchando su música y sintiendo el orgullo de la patria gracias a las
canciones que los llevaron a traspasar la barrera del tiempo y de las modas, por lo
que fueron llamados los Príncipes de la Canción.
Especial atención dentro de este aparte de los duetos tiene también Los
tolimenses, Emeterio y Felipe, quienes no solamente difundieron la música
colombiana sino toda nuestra cultura a través de sus trajes típicos, su hablar
cancino y los comentarios graciosos que mostraban la esencia de lo que somos.
Conformado por Jorge Ramírez (Emeterio) y Lizardo Díaz (Felipe), Los tolimenses
inauguraron oficialmente las transmisiones de la televisión en Colombia y llevaron
obras como Agachate el sombrerito por América y Europa.
Viejo Tolima, los hermanos Casallas y Los inolvidables también hacen parte de la
historia de los duetos de música colombiana, alumbrando ahora el camino para
nuevos duetos como Lara y Acosta, Oscar y David, Raíces, Víctor y Daniel, entre
otros.
Y si los hermanos lograron imponerse en las primeras décadas del siglo, las
mujeres no se quedaron atrás. A partir de 1940, el trío de las hermanas Garavito
iniciarían un viaje que las llevó a grabar tres LP de música folclórica colombiana
además de muchos sencillos. Fueron estrellas de La voz de la Víctor, Radio
Cristal, Ecos del Tequendama y Radio Nacional de Colombia.
César Zambrano: Compositor, cellista y arreglista, Zambrano es, solo, una fuerza
viva de la música en el Tolima. A él se debe la existencia de la sala de música en
la Universidad del Tolima y de todo el trabajo que alrededor de este bello arte se
realiza en la principal alma mater de los tolimenses. Su labor como director de la
orquesta y los coros de la universidad, le han permitido a los tolimenses saborear
parte del gusto que en el pasado, el país y el mundo probaron con nuestras masas
corales. Es una labor titánica, llena de amor por la música y nuestra tierra.
Epílogo
*Periodista y escritor.