Fuentes Lopez, Carlos - El Racionalismo Juridico
Fuentes Lopez, Carlos - El Racionalismo Juridico
Fuentes Lopez, Carlos - El Racionalismo Juridico
El racionalismo
jurídico
universidad@nacional@autúnoma@de@mðxico
EL RACIONALISMO JURÍDICO
INSTITUTO DE INVESTIGACIONES JURÍDICAS
Serie DOCTRINA JURÍDICA, Núm. 141
EL RACIONALISMO
JURÍDICO
ISBN 970-32-0656-5
A mi madre, por la Historia
Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 13
CAPÍTULO PRIMERO
EL PENSAMIENTO MEDIEVAL
CAPÍTULO SEGUNDO
ANTECEDENTES HISTÓRICOS DEL RACIONALISMO
I. El humanismo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 63
1. Los humanistas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 68
2. Nicolás Maquiavelo: la teoría moderna del Estado . . . . 70
3. El Estado moderno . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 75
9
10 CONTENIDO
CAPÍTULO TERCERO
ANTECEDENTES JURÍDICOS DEL IUSNATURALISMO
RACIONALISTA
CAPÍTULO CUARTO
EL RACIONALISMO
I. Generalidades . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 127
II. La ciencia universal de Renato Descartes . . . . . . . . . . . . 131
CAPÍTULO QUINTO
EL RACIONALISMO JURÍDICO: “ LA ESCUELA DEL DERECHO
NATURAL RACIONALISTA”
CAPÍTULO SEXTO
LA CODIFICACIÓN RACIONALISTA
17
18 CARLOS FUENTES LÓPEZ
...la religión de los que creen que Jesucristo es el hijo de Dios, muerto y
resucitado, que vino a anunciar a los hombres la buena nueva de la salva-
ción. Tiene su fundamento en las palabras, la enseñanza, los gestos y la
vida de un hombre-Dios, reconocido como “ camino, verdad y vida” . A di-
EL PENSAMIENTO MEDIEVAL 19
2 R. Santidrián, Pedro, Diccionario básico de las religiones, Navarra, Editorial Verbo Divino,
1993, pp. 111 y 112.
20 CARLOS FUENTES LÓPEZ
La Iglesia era, ante todo, una sociedad sobrenatural que elevaba el concep-
to de la ciudadanía —fundamento de la cultura clásica— al plano espiri-
tual: los cristianos son verdaderos “ peregrinos” , cuya auténtica ciudadanía
se ubica en el Reino de Dios y cuya relación social más importante radica
en ser miembros de la Iglesia y no de la ciudad o del Imperio. Por el bautis-
mo, los hombres se integran al cuerpo místico de Cristo, quien se encarnó,
padeció, murió y resucitó por todos, sin distinción de clase, ni de posición
social o económica, ni de lengua o de raza. Con ello, se daba por terminada
la exclusividad inherente a cada ciudad o región, para inaugurar un orden
ecuménico, en el cual todos los hombres son iguales, en tanto que miem-
bros de ese corpus, cuya cabeza es Cristo.4
desde sus inicios hasta la patrística del siglo IV. El problema central era
resolver si la fe cristiana era compatible con la cultura antigua. El proble-
ma se plantea por primera vez a Clemente de Alejandría:
Esta solución no fue vista por todo el mundo cristiano con los mis-
mos ojos. Durante mucho tiempo el Imperio romano había sido enemigo
de la cristiandad; de hecho, a los cristianos les quedaba prohibido partici-
par de ningún rito romano, ni siquiera desempeñar alguna función dentro
del Estado romano. Hacia el siglo IV fue San Agustín quien se ocupó más
intensamente de esta cuestión. En un primer momento negó la compatibi-
lidad del paganismo y el cristianismo, pero después los relacionó:
9 Maier, Franz Georg, “ Las transformaciones del mundo mediterráneo” , Historia Universal
Siglo XXI, 13a. ed., México, Siglo Veintiuno Editores, 1989, vol. IX, p. 168.
EL PENSAMIENTO MEDIEVAL 25
Es verdad que santo Tomás no intentó apartar las mentes de los hombres
del mundo espiritual para dirigirlas al estudio de los entes particulares y
contingentes. Su ideal filosófico, como lo expone el padre Rousselot, es
primordialmente intelectualista, y él considera la ciencia del mundo sensi-
ble como el peldaño más bajo de la escala que conduce a la mente de ma-
nera gradual a la contemplación de la verdad eterna. Sin embargo, el nuevo
aprecio y valoración de los Derechos de la naturaleza y de la razón que él
establece en su filosofía señalan un momento crucial en la historia del pen-
samiento europeo. La mente humana ya no tendría como fin único de su
actividad la contemplación de objetos eternos e inmutables, sino que fue
puesta en libertad para asumir una vez más su tarea natural de ordenar el
mundo material por medio de las ciencias y las leyes.13
Realmente durante la Baja Edad Media nadie entendió al modo actual los
problemas relacionados con el ius naturale. Los juristas, en general, nunca
han sido muy proclives a ocuparse de él, excepto cuando tropiezan con un
problema moral grave. En aquella época no hubo enfrentamientos por posi-
ciones morales enfrentadas: la moral vigente era la cristiana. Además, tam-
poco existía, al menos lo suficientemente generalizada, una conciencia re-
volucionaria del tipo de la que estalla a finales de la Edad Moderna. Indico
esto porque Henri de Page ya captó, hace casi un siglo, que la idea del de-
recho natural es el recurso del que echan mano los descontentos con el or-
den presente. Hubo que esperar a que Europa se convulsionara y, en cierto
modo se rebelara contra ella misma, cosa que comienza a suceder en el si-
glo XVI, para que algunos juristas mostraran interés por las nociones del
derecho natural que hemos estudiado.20
Pelagio del peligro que la tesis de éste comportaba para el cristianismo, cayó en la cuenta de que el
iusnaturalismo puede conducir, efectivamente, a posturas pelagianas, ya que llega a negar la corrup-
ción, inherente al pecado original, de la naturaleza humana, y, por tanto, la necesidad de la gracia
para obrar bien y alcanzar la salvación. Es por ello, justamente, por lo que en las obras agustinianas
relacionadas con la polémica con Pelagio o posteriores a ella, el iusnaturalismo aparece abandonado.
...La fuente de la ley de la conducta humana no es, en definitiva, la naturaleza-razón común a todos
los hombres en cuanto tales, sino la fe, que opera a través del amor, que no existe por naturaleza y
mucho menos por razón, sino exclusivamente por la gracia, ‘misericordia para con el género humano
de Cristo Jesús, Señor nuestro’” , Fassò, Guido, Historia de la filosofía del ferecho, 3a. ed., Madrid,
Ediciones Pirámide, 1982, t. I, p. 141.
20 Carpintero, Francisco, Historia del derecho natural, México, UNAM, 1999, p. 44.
32 CARLOS FUENTES LÓPEZ
Efectivamente, los juristas del ius commune identificaron la noción del de-
recho natural con una libertad genérica, anterior a cualquier obligación o
vínculo jurídico, de la que los hombres habrían disfrutado en el status natu-
rae. La idea del derecho natural-libertad, hecha posible mediante la ficción
del “ estado de naturaleza-libertad” , fueron los elementos clave y posibili-
tantes del iusnaturalismo que estalla en la Edad Moderna.22
21 Ibidem, p. 329.
22 Ibidem, p. 35.
EL PENSAMIENTO MEDIEVAL 33
2. La sociedad medieval
Ese ideal teocrático, llevado a ultranza, domina todos y cada uno de los
aspectos del nuevo Imperio franco, que será en mucho mayor grado que el
bizantino, un estado eclesiástico en el cual lo secular y lo espiritual se en-
23 Ibidem, p. 330.
34 CARLOS FUENTES LÓPEZ
B. El orden social
lunes por la mañana y durante las épocas de abstinencia y purificación que preceden a las tres grandes
fiestas cristianas, Pascua, Navidad y Pentecostés. En estos periodos ningún hombre que viva en la
diócesis o que la atraviese podrá hacer uso de un arma, salvo el rey cuando conduzca sus huestes. A
los que transgredan a sabiendas la prohibición el obispo les aplicará penas eclesiásticas: serán exco-
mulgados, encerrados durante siete o treinta años en el ordo de los penitentes, aislados del mundo,
excluidos, desarmados, condenados a la abstinencia sexual” , Duby, op. cit., p. 59.
34 Ibidem, pp. 67 y 68.
40 CARLOS FUENTES LÓPEZ
Existen diferencias entre los hombres, una desigualdad esencial que sólo
pueden equilibrar la caridad, la misericordia y aquellos servicios que cada
uno ofrece a los otros y que cada uno espera en contrapartida de los otros.
Intercambio de servicios ad alter utrum. Ayuda mutua de la que proviene
en la tierra la concordia. Se nos habla del cielo. Aquí ocurre lo mismo. Nu-
merosas moradas existen en la casa del Padre. Dios ha querido que incluso
en el paraíso reine una inequalitas, anulada sólo por la caridad, por la co-
C. El orden jurídico
45 Ibidem, p. 132.
46 Ibidem, p. 146.
EL PENSAMIENTO MEDIEVAL 45
49 Molitor, Erich y Schlosser, Hans, Perfiles de la nueva historia del derecho privado, Barcelo-
na, Bosch, 1980, p. 25.
48 CARLOS FUENTES LÓPEZ
El renacimiento del siglo XII es, ante todo, un renacimiento científico. To-
davía ciertamente nos hallamos muy lejos en esta época, de los métodos
empírico-críticos propios de un estadio más progresivo. Todavía se rinde
respetuoso obsequio al criterio de autoridad tan arraigado en toda la Edad
Media. En tal criterio se basa el método escolástico propio de este período
y que tan intensa aplicación recibe en la Teología. Parte la escolástica, de
ciertas reglas y verdades dadas, sobre todo de la verdad de la revelación
divina, la cual es objeto primero y fundamental de la fe. La novedad con-
siste en el esfuerzo por conseguir hacer accesibles a la razón estas verda-
des. De estas reglas o principios fundamentales, derivan lógicamente otras
y todas ellas constituyen un sistema compacto y homogéneo.51
50 Tomás y Valiente, Francisco, Manual de historia del derecho español, 4a. ed., Madrid, Edi-
torial Tecnos, 1992, p. 186.
51 Koschaker, Paul, Europa y el derecho romano, Madrid, Revista de Derecho Privado, 1955,
p. 109.
EL PENSAMIENTO MEDIEVAL 49
para ésta el imperio tiene validez como forma por antonomasia, perdurable
hasta el fin de los tiempos, de la comunidad jurídica humana.
Estos desdoblamientos de la idea de Roma confirman que el Derecho
romano fue adoptado por todas partes como el Derecho por antonomasia de
la comunidad jurídica humana: es decir, tenía para ésta fuerza, autoridad y
tradición de Derecho natural, y ocupó también el plano total del pensa-
miento del medievo el lugar de una ética jurídica autoritaria. En efecto, al
Derecho romano apela no sólo la jurisprudencia medieval, sino también la
teología moral y la “ Escolástica” , desde que los decretalistas derivaron
precisamente de las Instituciones y de las Pandectas la idea de un ius natu-
rale originariamente extraño a la Teología. A la inversa, también la imagen
que del Derecho tenían los fundadores de la ciencia medieval no era la pro-
pia de la especialidad jurídica, sino que estaba firmemente fundamentada
en ideas medievales de Derecho natural en las que estaban contenidas las
tradiciones de la filosofía griega de la justicia. Con otras palabras: las ten-
dencias y los incalculables efectos del descubrimiento del Corpus Iuris
consisten no sólo en un mero interés científico especializado, sino en el
descubrimiento de una autoridad segura para la ética jurídica general y la
ética política.
b) Autoridad y tradición solamente no engendran aún ciencia alguna.
Esa más bien brota sólo de las metódicas operaciones intelectuales sobre el
texto canónico, como si se tratara de un texto teológico, filosófico o jurídi-
co. Tales operaciones culminan en la construcción de una teoría obligatoria
de la Teología, de la Filosofía (“ Escolástica” ), de la Dogmática jurídica.
Los grados requeridos por ese proceso son, sobre todo, en una cultura se-
cundaria como la europea, la crítica y el establecimiento del texto mismo,
su exégesis y comentario, esto es, el esclarecimiento de una verdad eterna-
mente valedera para la inteligencia temporal del estudioso y, finalmente,
erigir la edificación de una construcción doctrinal (summa Glosas) exenta
de contradicción con medios lógico-formales.52
52 Wieacker, Franz, Historia del derecho privado de la Edad Moderna, Madrid, Aguilar, 1957,
pp. 33-36.
EL PENSAMIENTO MEDIEVAL 51
como Derecho del imperium romanum y como Derecho del sucesor de este
imperium, esto es, del sacrum imperium encarnado en el emperador Ale-
mán.54
Por otra parte, la sociedad europea de los siglos XI y XII era contemplada
tanto bajo el concepto de Imperio como bajo el de Cristiandad como un
todo unitario. El Imperio (reconstruido por Carlomagno en el año 800
como Sacro Imperio Romano Germánico) se concibe como la sociedad en
que se integran todos los cristianos, clérigos o laicos, bajo una organiza-
ción jerárquica de poderes inspirada por los principios evangélicos y regida
por el Papa y por el Emperador. Esta visión teocrática de la sociedad pro-
vocó largas querellas entre papas y emperadores, disputándose entre sí el
dominium mundi, el poder supremo sobre la cristiandad. Pero al mismo
tiempo esa concepción unitaria de la sociedad impulsó a dotarla de un solo
Derecho. O al menos de un solo y renovado Derecho canónico (lex eccle-
siastica) y de un solo Derecho civil (lex mundana). Se sentaban así las ba-
ses del sistema del utrumque ius, de utraque lex. Uno y otro Derecho, el
civil y el canónico, que debían completarse y no contraponerse. Partiendo
de estas premisas, pronto la lex romana, el Derecho romano ganó terreno
en virtud de su fuerza intrínseca y se manifestó como la lex mundana por
excelencia, como el ordenamiento objetivo in temporalibus (es decir, en las
cuestiones temporales, seculares o civiles) del Sacro Imperio.56
Desde las últimas décadas del siglo XIII los juristas del mos italicus
comienzan a manifestar algunas diferencias respecto a los métodos que apli-
caba la escuela de los glosadores, fundamentalmente su interés en la aplica-
ción del derecho romano para resolver la problemática práctica que se
presentaba en la vida jurídica. Así surge la escuela de los posglosadores,
a los que también se conoce como “ comentaristas” , por cultivar especial-
mente el comentario como género literario, y que constituyen la segunda
etapa del mos italicus. Su influencia se extenderá hasta el siglo XVII, y su
auge se verificará en el siglo XIV. El centro de la escuela continúa siendo
la Universidad de Bolonia. Además de la intencionalidad práctica, los co-
mentaristas se distinguen de los glosadores, en que los comentaristas son
ya juristas, y, por lo tanto, el análisis de las instituciones y de las catego-
rías jurídicas contenidas en los textos romanos ya no son tan limitadas,
gracias, desde luego, a la labor realizada por sus antecesores.
Al igual que los glosadores, esta escuela es autoritaria, en el sentido
de que ninguna de las dos rompen o critican al texto. Sin embargo, en su
afán de aplicar las soluciones romanas a la problemática práctica, los co-
mentaristas no se limitarán exclusivamente al texto, sino que, en caso de
necesitarlo, por no encontrar una solución aplicable en los textos romanos
o porque éstos no contemplen el problema a resolver, irán más allá del
texto y aportarán sus propias soluciones. Se liberarán y separarán del tex-
to cuando la solución del caso concreto así lo exija. Cuando la analogía
no era posible, forzaban el texto, a diferencia del glosador, que está atado
al texto; el posglosador se sale del texto e inventa una nueva dogmática
jurídica, pero sin romper con la autoridad del texto.
El comentario fue el género literario que en más abundancia practicó
la escuela, pero a diferencia de sus antecesores, no se conforman con sólo
aclarar y explicar el significado literal del texto, labor propia de la exége-
EL PENSAMIENTO MEDIEVAL 55
sis filológica, sino que buscaron el sentido o la razón del texto. Esto era
necesario en virtud de su interés de llevar a la práctica las soluciones e
instituciones de la jurisprudencia romana. El texto, entonces, sirve en mu-
chas ocasiones de punto de partida o referencia para estudiar problemas
prácticos reales o imaginarios. El comentario no se limita exclusivamente
al texto, sino que se realiza sobre el análisis de los problemas prácticos a
que se enfrentaron.
Pareciera que se rompe con el sentido de autoritarismo, derivado de
la posibilidad de ir más allá de los textos que gozan del privilegio de la
autoridad; sin embargo, se sigue reverenciando a los textos romanos y se
les sigue considerando como la razón escrita. El sentido de la siguiente
afirmación del maestro Tomás y Valiente explica la actitud ante la posibi-
lidad de aportar soluciones propias frente a los textos romanos: “ Los tex-
tos romanos no son ídolos a los que se deba adoración o reverencia, sino
instrumentos de los que hay que servirse para resolver equitativamente
casos prácticos reales” .58 Esto explica la diferencia de actitud respecto a
los glosadores, incapaces de salir de los textos, pero indica también que
no existe una actitud crítica respecto a la posibilidad de su utilización
práctica y a la posibilidad de intentar una solución propia. Esto es uno de
los efectos del camino de secularización iniciado por los glosadores, y que
significó un lento desarrollo de un pensamiento distinto al medieval, que en-
contrará el inicio de la crítica con el humanismo, como saber autónomo y
distinto del pensamiento típico medieval.
Así pues, el prestigio del derecho romano, su intrínseca racionalidad,
le ha dotado de autoridad, dentro de una sociedad que requiere, en el
mundo civil, de un cimiento fuerte, de un asidero que aporte la seguridad
de contar con la verdad. Los juristas de la escuela de los posglosadores
continúan reverenciando el derecho romano, y su actitud de buscar solu-
ciones prácticas que puedan ser realizadas por sus propios medios no melló
esta consideración autoritaria del derecho romano; más aún, la concep-
ción autoritaria del conocimiento llevó a que los comentarios realizados
por los posglosadores se convirtieran, a su vez, en derecho sabio, en co-
nocimiento dotado de autoridad. Esto puede ser fácilmente demostrado a
través de la literatura que generaron. Además del comentario, que se con-
vierte en autoridad, cultivaron otro género, que por su utilización en la
práctica jurisdiccional tuvo importantes consecuencias en la dogmática
58 Ibidem, p. 182.
56 CARLOS FUENTES LÓPEZ
Los concilia fueron un medio eficacísimo en los siglos XIV y XV para que
los juristas pudieran conseguir la penetración del Derecho romano en la
práctica. Como el juez que era lego estaba obligado a obedecer el consi-
lium sapientis, esto es, el dictamen del jurista, los comentaristas lograron
por esta vía imponer poco a poco, caso a caso, soluciones del Derecho ro-
mano en la práctica, introduciendo también entre las partes litigantes cier-
tos principios consuetudinarios acordes con el Derecho romano.59
59 Ibidem, p. 182.
EL PENSAMIENTO MEDIEVAL 57
romanos, es para ellos la verdad segura. Pero como todo texto necesita ser
interpretado, para obtener la intervención válida y convincente hay que uti-
lizar razones y autoridades.
El razonamiento de los comentaristas suele ser casi siempre inductivo.
Parten de lo singular (un texto, un supuesto de hecho) para llegar hasta la
elaboración de conceptos jurídicos de validez general, a base de analizar y
comparar las situaciones o casos concretos.
Para elaborar las propias razones, las soluciones justas o los conceptos
generales se utilizan argumentos de equidad, tópicos generalmente admiti-
dos como lugares comunes (loci ordinarii) de la jurisprudencia, y concep-
tos tomados de la lógica aristotélica-escolástica.
Pero también acuden con frecuencia al argumento de autoridad. Aun-
que la opinión de un jurista famoso sólo tenía un valor relativo y no decisi-
vo en favor de una determinada solución, lo cierto es que con el recurso a
la opinión ajena prestigiosa se evitó en más de una ocasión el riesgo de
pensar por cuenta propia. La cita de opiniones ajenas se convirtió pronto en
un abuso. Por otro lado, cuando sobre una cuestión debatida se formaba
una communis opinio por coincidencia de las opiniones de varios juristas
notables, era muy difícil conseguir que en la práctica prevaleciesen contra
ella opiniones nuevas por muy razonables que fuesen. Ahí residió desde la
segunda mitad del siglo XV el principal peligro de fosilización de la doctri-
na de los comentaristas.60
Las opiniones de los doctores llegaron así a prevalecer sobre el mismo Cor-
pus iuris y los comentarios degeneraron llenándose de disquisiciones sobre
las controversias entabladas entre los juristas. Las opiniones de los docto-
res tenían una singular autoridad cuando se manifestaban concordes res-
pectivamente a un punto cualquiera del Derecho. Cosa distinta ocurre en la
práctica. Para ésta las decisiones autoritarias constituyen un modelo o ar-
quetipo jurídicos. Las relaciones políticas en estos tiempos a que nos esta-
mos refiriendo, excluyen la posibilidad de una jurisdicción central ejercida
por un Tribunal superior, y consiguientemente la formación de prejuicios o
precedentes que tengan relevante importancia en el desarrollo de un Dere-
cho judicial y de juristas. El juez que seguía la communis opinio no tenía
que temer ser objeto de una censura en el proceso de residencia por desco-
nocimiento de la materia.61
Pues aun donde la autoridad espiritual del Derecho romano era indiscuti-
ble, la concepción jurídica medieval en todas partes de Europa hacía ante-
ceder la ordenación personal o local a la de ámbito jurídico más general, o
hasta al Derecho universal. En Bolonia se aprendió, en primer lugar, un
método, como quien dice un idioma de jurisprudencia, mas no el derecho
que realmente rigiera en un determinado ámbito jurídico; precisamente por
eso impusieron los glosadores el convencimiento de lo iusnaturalísticamen-
te justo del derecho romano y de su universal validez subsidiaria, cuando
no general.65
aparece como el derecho principal— que debe ser aplicado por los jueces
a falta de un derecho local que contemple la solución a los casos plantea-
dos. Su fuerza vinculante deriva de la obligación impuesta a los jueces,
en muchas ocasiones, de resolver conforme a las consilia de los juristas y
a la doctrina por ellos elaborada y a la fuerza que algunos monarcas otor-
gan al derecho común. El jurista o letrado se había convertido, para la
época de los comentaristas, en un aliado del poder, que legitimaba sus
facultades y administraba al Estado. Esto contribuyó en gran medida a la
autoridad y a la fuerza vinculante con que se dotó a su doctrina. Tomás y
Valiente apunta lo siguiente:
67 Ibidem, p. 201.
CAPÍTULO SEGUNDO
ANTECEDENTES HISTÓRICOS DEL RACIONALISMO
I. El humanismo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 63
1. Los humanistas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 68
2. Nicolás Maquiavelo: la teoría moderna del Estado . . . . 70
3. El Estado moderno . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 75
II. Los descubrimientos geográficos . . . . . . . . . . . . . . . . 79
III. La Reforma protestante . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 84
1. Antecedentes de la Reforma . . . . . . . . . . . . . . . . 87
2. Martín Lutero . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 89
3. La teología protestante: Ulrico Zuinglio y Juan Calvino . 95
4. La contrarreforma . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 100
5. El Estado y la Reforma . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 102
CAPÍTULO SEGUNDO
ANTECEDENTES HISTÓRICOS DEL RACIONALISMO
I. EL HUMANISMO
alcanzó una libertad que fomentó el nuevo espíritu, que unido a una ideo-
logía burguesa precapitalista, generará una nueva cultura. En segundo tér-
mino, Italia disfruta desde hace más de dos siglos de la educación univer-
sitaria, que encuentra ya anquilosada a la escolástica y que ha contribuido
a la difusión del conocimiento. A este factor se unirá otro histórico, desti-
nado a enriquecer el intelecto italiano; precisamente, la caída de Bizancio
a manos de los turcos, que propició la llegada de sabios bizantinos que
llevaron sus enseñanzas a las ciudades italianas, pero sobre todo un im-
portante número de textos desconocidos, gran parte de ellos del pasado
grecolatino.
El viraje humanista surge como un movimiento de tendencia univer-
sal que pone al hombre como centro del cosmos; el hombre se convierte
en el ideal humanista, que ahora se considera capaz de crear obras tan
perfectas como las de la propia naturaleza. El humanismo es una celebra-
ción de la humanidad y un intento deliberado de secularización que per-
mitía al hombre el desarrollo de todas sus capacidades. El humanismo se
presenta como una cultura abierta que aspira, como lo indican Romano y
Tenenti, a: “ ...una visión unitaria del saber... a una concordia universal, a
un atesoramiento de la verdad en todas sus formas, en un plano de gene-
rosa y amplísima comprensión humana” .68
Podemos caracterizar al humanismo como un movimiento que consi-
deró al hombre como centro del mundo, como la primera posición histori-
cista fundamentada en la recuperación del pasado grecolatino y como una
posición crítica que cuestiona a la autoridad y pretende la secularización
de la cultura.
Antes de exponer las características del humanismo es importante ex-
plicar que éste no fue una filosofía ni constituyó una línea unitaria de
pensamiento. De hecho, careció de un sistema filosófico que orientara su
actividad. En este sentido, el humanismo es más bien una actitud de vida
y un modelo de comportamiento, que llevó al hombre a valorar su propia
capacidad y sus propias obras. La sustitución mental que pretendió hacer
el humanismo, y que le llevó a iniciar el camino de la secularización, no
encontró entre las nuevas premisas y las anteriores, medievales, contra-
dicción insalvable. De hecho, la evocación que hicieron de la antigüedad
grecolatina no constituyó obstáculo para continuar con las creencias cris-
tianas, ni pretexto para crear sistemas filosóficos nuevos:
69 Idem.
70 Ibidem, p. 132.
66 CARLOS FUENTES LÓPEZ
una fase de la cultura europea. Por otra parte, debe reconocerse también
que los humanistas mantuvieron una prolongada lucha por la belleza y por
la poesía, por una libertad cultural que era fundamento y condición de la
recuperada autonomía del juicio individual.71
71 Ibidem, p. 142.
72 Fassò, Guido, Historia de la filosofía del derecho, 3a. ed., Madrid, Pirámide, t. II, 1982, p. 21.
ANTECEDENTES HISTÓRICOS DEL RACIONALISMO 67
Y continúa afirmando:
Es cierto que el humanismo sólo en parte fue una cultura funcional y con-
creta. Quiso responder a necesidades terrenas y socialmente precisas. Sin
embargo, a causa de su referencia a los antiguos o por las fuertes sugestio-
nes trascendentales ejercidas por la tradición cristiana, los humanistas se
entregaron a reivindicar principalmente valores ahistóricos y válidos para
el “ hombre en sí” . La que fue su mayor fuerza —y también la de los artis-
tas que como ellos sintieron y concibieron—, es decir, la idealización de lo
humano, fue también su principal debilidad. En su visión del mundo, que
ellos persiguieron mucho menos que en el plano práctico que en el teórico,
precisamente su tendencia a lo perfecto y a lo excelente, en general, no
pudo traducirse, socialmente, más que a dimensiones aristocráticas y nobi-
liarias. También por esto su cultura no representó una verdadera revolución
mental, y el humanismo fue tan laico como cristiano, tan conservador
como de vanguardia. Esto nos lleva a afirmar, por último, que este gran
movimiento —por reflejo de su desigual aceptación en la sociedad, sin
duda— llegó a resultados muy valiosos, pero frecuentemente inorgánicos,
tanto entre una forma y otra de la cultura, como en el seno de cada una de
ellas.76
1. Los humanistas
...está el hecho de que la utopía del canciller-mártir inglés ejerciese una no-
table influencia en la colonización del Nuevo Mundo. Vasco de Quiroga
(1470-1565), obispo de Michoacán en el virreinato de Nueva España, se
acordó de ella en el favorable entorno de un mundo virgen de cuyos habi-
tantes decía que eran blandos como la cera y excepcionalmente aptos, en
esta su condición, para recibir el cristianismo y renovarlo con el espíritu de
los tiempos apostólicos. Quiroga había alcanzado fama como letrado en la
Chancillería de Valladolid y oidor en la segunda Audiencia de Méjico.
Después de actuar en el lugar que denominó Santa Fe, en las inmediaciones
de Méjico, logró pacificar Michoacán. Allí y aquí fundó comunidades indí-
genas según el modelo de la Utopía de Moro, con trabajo manual generali-
zado y diversificado de seis horas diarias, propiedad comunal de las tierras,
vida sencilla y atención debida a la dimensión espiritual, así como hospita-
les semejantes a los que describiera el humanista inglés. Había conseguido
además de Carlos V para los indios de sus asentamientos la supresión del
pago de tributos.78
Acaso por primera vez en Europa se comienza a contraponer, con estos es-
critos, un conjunto de juicios éticos laicos a los cristianos. Pero al leer las
ágiles páginas del Elogio de la locura se siente en el aire el restallar de
algunos latigazos que fustigan la moral establecida y cristianamente consa-
grada. Por encima de la veloz nube de flechas erasmianas hay un modo de
ver que no coincide ya con la tradición: el de un moralista laico, tras varios
siglos de moral religiosa.79
83 Ibidem, p. 15.
ANTECEDENTES HISTÓRICOS DEL RACIONALISMO 73
lidad de adquirir el poder por violencia, es decir, por maldad, que se legi-
tima perfectamente si el Príncipe logra, posteriormente, mantener el po-
der. Norberto Bobbio explica al respecto:
tos fueran buenos, pero como no lo son, las buenas armas se convierten
en la herramienta más eficaz para ordenar al Estado.
3. El Estado moderno
La idea medieval de la Tierra era la de que la Tierra era redonda, sin duda;
pero conocida en un solo hemisferio, el de la ecumene o de la Tierra habi-
tada —y ni siquiera éste conocido tanto, ni tan bien, que sus confines no
fueran países más o menos fabulosos. Los antípodas, que debían habitar el
otro hemisferio, eran negados, con razones como ésta, de San Agustín: que
la Sagrada Escritura dice que, cuando Cristo descienda de los cielos para
juzgar a los vivos y a los muertos, será visto desde toda la faz de la Tierra...
En todo caso, hemisferio tan desconocido, que Dante, con toda su cultura,
pudo fantasear su isla y monte del Purgatorio y Paraíso Terrenal en el cen-
tro de su océano.95
das. Así se bautizaron algunos territorios con los nombres de las leyendas,
y su búsqueda incentivó la exploración: Antilla o la isla perdida, buscada
por el mismo Colón, era “ el prototipo del paraíso natural y una especie de
teocracia, que eludía a los navegantes tornándose invisible” ;97 California,
isla de amazonas, bautizada por Cortés; Brazil, isla célebre por su riqueza
en palo de tinte rojo.
Efectuada la primera circunnavegación del globo por las naves de
Magallanes en 1522, se disipó toda duda: Europa había descubierto un
continente. La autoridad geográfica quedaba devastada y por doquier sur-
gían ilusiones de restaurarla y preguntas, sobre todas las cosas, muchas
preguntas.
En un intento por salvar la autoridad, los europeos tratarán de encon-
trar en América todas las leyendas grecolatinas: el edén perdido y la fuen-
te de la eterna juventud, son las más famosas. A Ponce de León, la fuente
de Juvencio, le llevaría hasta la Florida, y le costaría la vida.
Asimismo, buscarán en los nuevos territorios, criaturas imaginarias,
primero en las islas, que estaban habitadas: “ Éste, el océano, que debía
rodear el continente de la Tierra habitada, a más o menos distancia de las
costas conocidas, ignoto e infranqueable; la línea del Ecuador no podía
cruzarse; en el océano estaba sumergida la Atlántida; había tierras, islas,
pobladas de monstruos; había monstruos marinos...” .98 Y, después de
Magallanes, a lo largo del continente:
Los monstruos y otras criaturas creadas por la imaginación que han queda-
do estilizados en piedra, como las gárgolas de las iglesias góticas y los que
pueblan los capiteles románicos, serían buscados por los exploradores ibé-
ricos del siglo XVI en muchos rincones de América y, entre ellos, en no
pocos de la Nueva España. La historia de la conquista de América —dice
Enrique de Gandía— es la historia de sus mitos. Aunque el arte indígena
creó a monstruos mediante formas visuales y la estatutaria dio apariencia
monstruosa a muchos dioses, los que aquí trataremos son de origen clásico
y medieval, y han existido en la imaginación sin grandes modificaciones a
través de varios milenios. Encarnaron temores primigenios y el hombre, al
darles forma con su fantasía, los sustrajo a la hostil realidad cósmica para
colocarlos en su propio nivel, lo que equivale a decir que los hizo mortales.
Llegaron del Oriente, a través del mundo grecorromano o de pueblos que
97 Ibidem, p. 40.
98 Gaos, op. cit., p. 130.
82 CARLOS FUENTES LÓPEZ
habían sido nómadas como los celtas; luego el Cristianismo medieval, con-
virtiéndolos a veces en demonios, los conservó para la época moderna.99
Y así se sucedieron las preguntas, una tras otra: ¿existía una justifica-
ción para la conquista de los americanos?, ¿la evangelización era sufi-
ciente motivo?, ¿el indígena americano tenía capacidad moral? más aún,
¿el salvaje americano tenía alma? Y a las preguntas llegaron las respues-
tas, algunas afortunadas, otras no tanto, y algunas desastrosas. Dentro de
la polémica fue brillante en sus respuestas la segunda escolástica española,
que sirvió a la historia del derecho como puente entre el pensamiento me-
dieval y el moderno.
El saber geográfico tuvo variadas y múltiples consecuencias y, desde
luego, contribuyó a cambiar la forma de entender el mundo, que afrontó
vacilante el europeo del siglo XVI.
101 Hazard, Paul, La crisis de la conciencia europea, Madrid, Alianza Editorial, 1988, p. 24.
102 Romano y Tenenti, op. cit., p. 179.
84 CARLOS FUENTES LÓPEZ
der, para constituirse sobre una sólida base territorial en Italia y para con-
solidar su potencia financiera. Esto les permitió más fácilmente el volver a
ser centro y guía de una organización eclesiástica restaurada, extremada-
mente caracterizada en el plano político y social, reaccionaria y asfixiante
en el cultural y espiritual, pero duradera y poderosa.105
105 Romano y Tenenti, op. cit., pp. 197, 198, 204 y 205.
106 Truyol y Serra, op. cit., p. 4.
ANTECEDENTES HISTÓRICOS DEL RACIONALISMO 87
Este movimiento cultural puede llamarse, pues, con justísima razón, huma-
nismo cristiano. La técnica y el espíritu humanístico desempeñaron, sin
duda, una función indispensable, pero la empresa mayor consistió en apli-
car a la propia Biblia —al libro sagrado por excelencia— los mismos pro-
cedimientos a que habían estado sometidas, hasta entonces, las obras hu-
manas de los autores antiguos. Aunque este trabajo no suponía ni la menor
dosis de irreverencia explícita, era la afirmación de una capacidad de juicio
que tendría enormes consecuencias. El deseo de leer la escritura en su más
genuina forma era, sin duda, piadoso; considerada depositaria de la revela-
ción divina, parecía un deber cristiano el de saborearla en su expresión más
pura. Pero tras este deseo se ocultaba la exigencia de encontrar la confirma-
ción a una espiritualidad nueva, todavía no estructurada, pero claramente
opuesta a la tradicional, y, en especial, a la de los últimos siglos de la Edad
Media. No es extraño ciertamente, que la sanción que se necesitaba fuese
encontrada en seguida, proclamada progresivamente y de un modo cada
vez más decidido.108
1. Antecedentes de la Reforma
2. Martín Lutero
La Iglesia enseñaba que los pecadores contritos podían pagar la pena tem-
poral de sus faltas por medio de satisfacciones sacramentales o no, pero
también con indulgencias que ella podía otorgar, sacándolas del tesoro de
los méritos que constituyen las obras supererogatorias de los santos. Esta
enseñanza, en sí difícil, resultaba peor comprendida por el pueblo de lo que
el papado pretendía (sin encontrar el asentimiento de los doctores), o sea
que las indulgencias que él otorgaba liberaban al pecador de la pena y de la
culpa, es decir, del pecado mismo.111
nen las principales tesis protestantes: “ Los argumentos que esgrimía Lu-
tero eran éstos: había que desvanecer el error de creer en el papa, los
obispos y los eclesiásticos formaban un imperio espiritual opuesto al tem-
poral de los estados. El verdadero Estado espiritual es la Iglesia, formado
por el cuerpo de todos los creyentes... El papa no tiene Derecho exclusivo
a convocar un concilio” .114 A estos argumentos se sumaban las tesis de
que la naturaleza humana está corrompida y que las obras hechas por los
hombres son insuficientes para alcanzar la salvación, que se puede alcan-
zar por la fe únicamente. Para explicar más claramente lo anterior, sirva
esta cita sobre el Manifiesto:
La Reforma resultaba, pues, un buen negocio para los príncipes; era una
confiscación deseada por los mismos expropiados; en cambio, estos reli-
giosos, libres de sus votos, aumentaban el número de la población y los
humildes empezaron a agitarse, pidiendo su parte en la distribución de tie-
rras. Como consecuencia de la Reforma, los príncipes protestantes viéronse
amenazados de una revolución agraria y social, simultánea de la protesta
religiosa. Pero, en esta ocasión, Lutero faltó a lo que de él podía esperarse:
salido del pueblo, puesto que era hijo de un minero, se puso de parte de los
Pero Calvino se aleja del catolicismo, por cuanto el principio del sacerdo-
cio universal borra toda diferencia entre clero y seglares, y su Iglesia se
apoya en el principio corporativo, edificándose de abajo arriba a partir de
las comunidades particulares de fieles. El régimen de estas comunidades es
un régimen representativo de carácter aristocrático-oligárquico, parecido al
que en lo político predominaba en las ciudades libres de la época en Suiza
y los Países Bajos. El consistorio, integrado por predicadores y decanos o
ancianos, actuaba en ellas en nombre de la comunidad de los fieles. Así
adquirieron las iglesias calvinistas autonomía con respecto al poder civil, y
cuando no pudieron sometérselo, como había conseguido Calvino en Gine-
bra, o lograr su cooperación, pudieron vivir, a diferencia de las luteranas,
independientes y separadas del Estado, con medios propios de asociación
social y política. Por otra parte, el principio federativo permitió a estas igle-
sias superar divisiones territoriales, adoptando la forma de asociaciones si-
nodales.127
Calvino fue más allá que Lutero en el sentido de que impulsó a los cristia-
nos para que sirvieran a Dios mediante su “ destino” . Sus seguidores parti-
ciparon activamente en la vida política, social y económica. El éxito en los
negocios era contemplado como la evidencia de la abnegación y del trabajo
dedicado a la mayor gloria de Dios. Los calvinistas sólo pudieron difundir
ampliamente su doctrina en Escocia, Nueva Inglaterra (Estados Unidos) y
Holanda. Calvino estuvo desde el comienzo profundamente ligado al pro-
greso de la Reforma en su país natal. Los hugonotes, tal como fueron lla-
mados los calvinistas franceses —el origen de tal denominación no se co-
noce con certeza—, se organizaron en pequeños grupos y fueron objeto de
una feroz persecución.129
4. La contrarreforma
5. El Estado y la Reforma
los moros. Francia, tras las violentas luchas contra los hugonotes, perma-
necerá católica, mientras que los países bajos resuelven sus problemas na-
cionales junto con la fe, y al igual que Suiza se constituirán en Estados
calvinistas. Un número importante de príncipes alemanes adoptarán el lu-
teranismo que se expande hasta los países escandinavos.
Inglaterra se separa de la catolicidad y entra a la Reforma en un claro
ejemplo de reciprocidad de servicios e intercambio de funciones entre el
poder temporal y el espiritual, que aspirando a la renovación eclesiástica
se une con la necesidad centralizadora del reino inglés, que llegó a la afir-
mación de la supremacía legislativa del monarca en materia religiosa.
Otras doctrinas consideradas sectas también florecen e incluso son
exportadas:
Los reyes aparecen aquí como vicarios de Dios en el sentido más estricto y
literal, siendo la consecuencia de ello un deber incondicional de obediencia
de los súbditos. Como ocurrirá tantas veces en las apologías del poder ab-
soluto, la única alternativa que se presenta frente a la obediencia incondi-
cional es la anarquía. El rey fija la ley, pero no está vinculado por ella. No
es que el rey sea irresponsable, pues está sometido a la ley de Dios y a la
ley natural, pero del cumplimiento de ambas y de su gestión debe sólo
cuenta a Dios, quedando sustraído a cualquier control jurídico o político de
una instancia humana.136
I. HUMANISMO JURÍDICO
1. Que por falta de cultura filológica no lograban con frecuencia leer y enten-
der correctamente los textos romanos o griegos que estudiaban y citaban.
2. Que la ausencia de cultura histórica les impedía captar el genuino
sentido de muchos textos y la finalidad o función de muchas instituciones.
3. Que los juristas del “ mos italicus” cada vez se desentendían más de
los textos clásicos y se dedicaban ya no a estudiar el Derecho de Roma,
sino a glosar o comentar las obras de glosadores y comentaristas.
4. Que por el mal latín que escribían y por su afán exagerado de amon-
tonar citas sobre citas y opiniones sobre opiniones, su estilo literario care-
cía de elegancia y de elocuencia y era por el contrario farragoso y plúmbeo.
En gran parte estas críticas eran fundadas. Los juristas, dejándose llevar de
su pragmatismo y de la necesidad de resolver problemas inmediatos, se ha-
bían ido alejando poco a poco de las fuentes originales sobre las cuales había
comenzado a trabajar, siglos antes, el monje Irnerio. Lo que los humanistas
pedían era una vuelta a las fuentes, una renovación del estudio de las mis-
mas con las nuevas técnicas filológicas, con un mejor conocimiento de la
historia de Roma y, esto es fundamental, con la curiosidad abierta hacia
toda la cultura clásica.141
dían. De esta labor resultó una clara predilección por el derecho clásico
sobre el justinianeo, al que se empieza a considerar como vulgar y co-
rrupto. El resultado final fue la edición de textos originales, entre las que
destacan las ediciones del Corpus Iuris Civilis efectuadas por Haoloander
de 1529-1531 y la de Dionisio Godofredo de 1583, que fue reimpresa en
los siglos XVII, XVIII y XIX como la mejor edición hasta las ediciones
alemanas del siglo XIX.
El mos gallicus, congruente con la crítica histórica que propugnaba,
rechazó la posibilidad de la aplicación del derecho romano; reconocía la
grandeza y profundidad del derecho romano, pero le interesaba el estudio
del mismo sólo por el simple hecho de conocerlo con un afán científico
en el sentido moderno de la expresión. Ésta es, sin duda, una de las gran-
des diferencias entre el mos gallicus y el mos italicus, que redundará en
una fuerte crítica de este último, que sin duda contribuyó a debilitar la
autoridad del mos italicus.
prudencia del ius commune, y que no agotan sus esfuerzos en los análisis
filológico-históricos sobre las fuentes romanas, renovaron la ciencia del de-
recho mediante la inclusión en el razonamiento jurídico de ideas y concep-
tos que tomaron de la literatura, de la historia y de la filosofía grecolatina.
Por este camino, los fundamentos del razonamiento jurídico rompieron los
moldes, que ya resultaban estrechos, del derecho romano y del ius commu-
ne, y el jurista recabó para sí un campo de acción cada vez más amplio que
progresivamente fue tomando un corte filosófico”.147 Carpintero apunta a la
pérdida de vigencia del derecho romano y señala que entre la fecha de publica-
ción de la obra de Vázquez de Menchaca, Controversias ilustres de 1559 y el
De Jure Belli ac Pacis de Hugo Grocio de 1640, transcurre casi un siglo que
sirvió de autorreflexión a los romanistas sobre su método, reflexión tardía que
abrirá paso por el camino del llamado por Carpintero racionalismo humanista
al derecho natural del siglo XVII: “ En la primera etapa de su vida, durante el
siglo XVII, el ius naturale se identificó ante todo con el método que he desig-
nado como humanismo jurídico, y que también podría ser llamado racionalis-
mo humanista. La segunda nota que lo caracterizaba era partir desde las no-
ciones romanistas del status naturae, en el que contemplaban únicamente a
un individuo solitario, sin ningún tipo de jurisdictiones. Aún Grocio, autor en
realidad de transición, reconoció tres formas de subjeción: la voluntaria, la
paterna y la originada por la guerra. Pero este residuo, más propio de la
literatura prudencial, desapareció poco después, y sólo quedaron los pacta
como las únicas instituciones jurídicas ‘reconocidas’ o fundamentadas direc-
tamente en el derecho natural” .148
de los Teólogos Juristas Españoles del siglo XVI, que toma este nombre
por diversas razones. En primer lugar, porque sus representantes, salvo
alguna excepción, son teólogos, que en su vasta labor van a resolver un
número importante de problemas jurídicos basados en el pensamiento es-
colástico. En segundo lugar, porque su trabajo se desarrolló únicamente
en España y no se extendió al resto de Europa y, finalmente, porque este
trabajo se realizó a lo largo del siglo XVI, respondiendo a necesidades
muy concretas de la época.
El renacimiento de la escolástica, caracterizado doctrinalmente por
ser una vuelta al pensamiento de Santo Tomás, sólo sucedió en Castilla, y
casi todos sus representantes son españoles. Las razones de este renaci-
miento se deben fundamentalmente a la gran expansión castellana en
América y a que España, en el siglo XVI, se convierte en el más moderno
de los Estados europeos, la gran potencia absolutista, que lograba su ple-
na unidad e independencia después de la expulsión final de los árabes del
reino de Granada en 1492. Lograda la unidad nacional después de siglos
de lucha en nombre de la fe católica, España emprenderá la defensa del
catolicismo contra la reforma protestante, encabezando Carlos V la con-
tienda contra los príncipes alemanes y el pueblo de los Países Bajos. La
segunda escolástica, como también se conoce a la Escuela, debe ser com-
prendida dentro del marco de la contrarreforma, que lleva a los teólogos
españoles a interesarse por problemas filosófico-jurídicos. Hay que aña-
dir dentro de este contexto el hecho de que España es también una gran
potencia marítima con pretensiones coloniales, lo que conducirá al plan-
teamiento de problemas nuevos de derecho, cuyo tratamiento dependerá
en buena medida de estos teólogos y que después se conocerá como dere-
cho internacional.
Así, el problema más concreto que motivó a la Escuela fue la legiti-
midad de la presencia española en América, a la que se unieron otros pro-
blemas derivados de la contrarreforma, del propio Estado español y su
poderío marítimo, que llevaron a los teólogos juristas a interesarse por
problemas como la propiedad privada, la usura, la legitimidad del poder,
el tiranicidio, la pena de muerte, el derecho a castigar, la guerra, la comu-
nidad internacional, la soberanía, la libertad de los mares, el Estado y los
recursos naturales y otros muchos.
La respuesta al porqué los teólogos resuelven problemas jurídicos,
debe entenderse tomando en cuenta las características de la ciencia y el
pensamiento medieval.
116 CARLOS FUENTES LÓPEZ
¿Por qué habían de ocuparse de estos temas los teólogos? La teología, tal
como la entendían los escolásticos medievales y también los miembros de
esta “ segunda Escolástica” , no sólo era la ciencia de Dios, sino de todo lo
humano. La misión y el oficio de la teología son tan amplios (escribió en
una de sus Relectiones Francisco de Vitoria) que no hay asunto, investiga-
ción, ni materia alguna que sean ajenos a la profesión e incumbencia de los
teólogos. Varios decenios después, Francisco Suárez repetía la misma idea
y la afirmaba diciendo además que los teólogos se ocupan de las leyes, su
naturaleza, sus clases y su fuerza de obligar desde un punto de vista más
elevado que el de los jurisconsultos, porque la teología “ contempla el De-
recho natural en cuanto está subordinado al orden sobrenatural y recibe de
éste su mayor fundamentación, y estudia las leyes civiles solamente para
juzgar de su bondad y rectitud según normas más altas” . Es decir, los teó-
logos, desde la superioridad de su saber, juzgan, valoran y teorizan a pro-
pósito del Derecho positivo, porque afirman que hay un orden jurídico su-
perior, el Derecho natural, desde el cual se puede valorar el Derecho
positivo, y sostienen además que esa ley natural deriva de la ley eterna, del
orden instituido por Dios desde la eternidad sobre todas las cosas del uni-
verso. Esta es, quizá, la síntesis última del iusnaturalismo tomista.149
Para solucionar los problemas que se les presentaron, los teólogos re-
currieron al derecho natural, cuando los textos romanos y en general el
derecho de juristas no les aportaban nada nuevo. Su gran mérito queda
apuntado por el maestro Truyol y Serra:
El derecho de gentes así definido es parte del derecho natural; pero la vo-
luntad humana, expresa o tácita, da lugar además a un derecho de gentes
positivo, porque el orbe todo (totus orbis), que en cierta manera (aliquo
modo) forma una sola república (una respublica), tiene el poder de dar le-
yes justas y a todos convenientes; y ningún reino (uti regno) puede creerse
menos obligado al derecho de gentes, porque está dado por la autoridad de
todo el orbe (est enim latum totius orbis). Este texto capital (que por cierto
es de la reelección sobre el poder civil) caracteriza lo que hoy se entiende
por derecho internacional común o general, y resulta tentador relacionarlo
con la noción del ius cogens, referido a la comunidad internacional consi-
derada como un todo.
Consecuencia de la idea del orbe y de un derecho de gentes natural y
positivo de alcance universal, es el reconocimiento de la personalidad jurí-
dico-internacional de las comunidades políticas no-cristianas y de su igual-
152 Verdross, Alfred, La filosofía del derecho del mundo occidental, 2a. ed., México, UNAM,
1983, p. 147.
ANTECEDENTES JURÍDICOS DEL IUSNATURALISMO 119
El subjetivismo tal como es pensado por los filósofos modernos, hace del
hombre el constructor de su propia subjetividad y de su propio mundo. Po-
dríamos decir que la filosofía moderna le permitió al hombre realizar el
mandato divino expresado en el libro del Génesis: “ Hagamos al hombre a
nuestra imagen y semejanza, que domine sobre las aves del cielo, los peces
del mar, las bestias del campo y todo ser que repta sobre la tierra”
(Gn.1:26). Los europeos modernos —tanto católicos como protestantes—
realizaron el mandato divino más allá de lo que el autor sagrado permite:
ellos dominaron no sólo a las criaturas, sino también a otros hombres. Sólo
algunos, lograron abrirse a la otredad. La mayoría se cerró al otro e hizo de
él un objeto. Este es el mayor pecado de la Modernidad. Quizá el mayor
crítico de la Modernidad sea Fr. Bartolomé de las Casas contemporáneo de
los grandes reformadores del siglo XVI.156
rismo que es consecuencia del valor atribuido a los actos libres de las cau-
sae secundae racionales (H. Rommen).157
Tras los estudios de Ernst Reibstein parecía que fue un jurista español, Fer-
nando Vázquez de Menchaca, quien en 1559 publicó sus Controversias
ilustres, el que sentó las bases fundamentales del ius naturale moderno.
Tras cinco años de estudio pude convencerme de que, efectivamente, Fer-
nando Vázquez de Menchaca fue el primero que expuso claramente la nue-
va ciencia jurídica. Pero también tuve ocasión de comprobar lo mucho que
dependía Fernando Vázquez de las nociones romanistas sobre el ius natu-
rale.162
I. Generalidades . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 127
II. La ciencia universal de Renato Descartes . . . . . . . . . . . . 131
CAPÍTULO CUARTO
EL RACIONALISMO
I. GENERALIDADES
127
128 CARLOS FUENTES LÓPEZ
nar no sólo a Aristóteles, sino a todo el que había pensado, a todo el que
había escrito; pretendía hacer tabla rasa de todos los errores pasados y
volver a empezar la vida. No era una desconocida, puesto que siempre se
la había invocado en todos los tiempos; pero se presentaba con una faz
nueva” .169 El método cartesiano erige a la razón como irrefutable diosa,
como único vehículo de conocimiento verdadero, como única fuente de
luz. Portadora de la nueva verdad, la razón se erige, en su aspecto más
oscuro, en juez implacable de lo no demostrable, e inicia una crítica de-
vastadora, especialmente de las verdades religiosas y, después, de los po-
deres monárquicos. Se abrirá paso al deísmo y al ateísmo, al poder del
pueblo y a la democracia.
El racionalismo supuso una revolución cultural fundamentada en la
ciencia moderna, que transformó de manera total la antigua visión del
mundo. El movimiento científico se nutrió de grandes intelectos que de-
sarrollaron y aportaron, en sus áreas de conocimiento, nuevos métodos y
procedimientos que alcanzarían gran éxito, especialmente en las ciencias
naturales.
172 Descartes no pretendió enfrentar al pensamiento religioso. Sus Meditaciones metafísicas fue-
ron enviadas al padre jesuita Mersenne para que sometiese a la obra al análisis de los mayores filóso-
fos y teólogos de su tiempo. De hecho muestra una muy particular preocupación por no molestar con
sus ideas a los teólogos y religiosos en general. A los primeros dirige una carta antes de la publica-
ción de las Meditaciones metafísicas cuyo final es interesante transcribir: “ La verdad hará que los
doctos y personas de talento, se adhieran al juicio de vuestra innegable autoridad; que los ateos, que
por lo general son más arrogantes que cultos y reflexivos, prescindan de su manía contradictoria o
temerosos de aparecer como ignorantes, al ver cómo aceptan por demostración los hombres de talento
aquellas verdades, tal vez se sientan inclinados a defenderlas: y, finalmente, todos se rendirán a la
vista de tantos testimonios y nadie se atreverá a dudar de la existencia de Dios y de la distinción real
y verdadera entre el alma humana y el cuerpo” . “ Vosotros que ven los desórdenes que acarrea la
duda podréis juzgar de los efectos que la fe, en dos cuestiones tan importantes, habría de producir en
el mundo cristiano. Pero no debo recomendar más la causa de Dios y de la religión a los que han sido
siempre sus más firmes columnas” . La cita es de la Carta a los decanos y doctores de la sagrada
facultad de Teología de París. Descartes, Renato, Meditaciones metafísicas, 9a. ed., México, Porrúa,
1984, pp. 47 y 48. Al respecto, Trevor-Roper llega a afirmar: “ El racionalismo secularizado de Des-
cartes podía usarse —y él lo formuló con este propósito— para defender la ortodoxia católica. Debía
ser el equivalente moderno del tomismo: un sistema intelectual autosuficiente e irrefutable, que daría
razón a la vez del mundo natural y del sobrenatural” . Trevor-Roper, Hugh, op. cit., p. 43. Sobre el
tema, Paul Hazard no deja de subrayar que, a pesar de que Descartes no pretendió alterar las verdades
cristianas, su método y su filosofía lo hicieron y, en muy poco tiempo, se convirtieron en el funda-
mento de la crítica al pensamiento religioso cristiano: “ La filosofía cartesiana trae primero un apoyo
preciosísimo a la religión; pero esta misma filosofía contiene en sí un principio de irreligión, que
aparece con el tiempo, que actúa, que trabaja y que se utiliza para minar las bases de la fe” . Hazard,
Paul, op. cit., p. 117.
132 CARLOS FUENTES LÓPEZ
178 Descartes, Renato, Discurso del método, 9a. ed., México, Porrúa, 1984, p. 16.
179 Hazard, op. cit., pp. 115 y 116.
CAPÍTULO QUINTO
EL RACIONALISMO JURÍDICO: “ LA ESCUELA DEL DERECHO
NATURAL RACIONALISTA”
135
136 CARLOS FUENTES LÓPEZ
faire) que entran al servicio del príncipe (Hobbes, Pufendorf, Leibniz, Tho-
masio). Esta élite se atrajo las cortes con la fundación de academias y so-
ciedades científicas, que tuvieron participación decisiva desde el siglo
XVII por toda la Europa absolutista (Italia, sobre todo, Francia, Prusia,
Suecia, Rusia) en las grandes investigaciones y en la Filosofía.187
En otras palabras, la filosofía original y creadora del primer período de la
Edad Moderna se desarrolló fuera de las universidades. Fue creación de
unas mentes frescas y originales, no de tradicionalistas. Y ésa es, sin duda,
una razón para que los escritos filosóficos tomasen la forma de tratados
independientes, no de comentarios. Porque los escritores se interesaban por el
desarrollo de sus propias ideas, en libertad respecto de los grandes nombres
del pasado y de las opiniones de los pensadores medievales o griegos.188
persticioso. Se buscará hacer tabla rasa de ese pasado para edificar, sobre
la razón, un nuevo mundo.
Se creyó factible la fundamentación de un orden jurídico, que al igual
que la razón humana, permanezca idéntico, de carácter universal y per-
manente: “ todos los hombres en todas las épocas” . Pero sólo conseguirán
la fundamentación de pocos conceptos y principios de carácter muy abs-
tracto.
En cuanto a las aportaciones de la Escuela del Derecho Natural racio-
nalista al derecho occidental y, concretamente al derecho privado, Wieac-
ker señala:
Con esto queda ya expuesta una reseña de la aportación del Derecho racio-
nalista a nuestra cultura de Derecho privado. Fueron los rasgos nuevos, es
decir, los sistemáticos y metódicos del Derecho racional, y su emancipa-
ción de la Teología moral, los que determinaron su influjo sobre la ciencia
jurídica especializada del continente europeo. El supuesto previo de tal in-
flujo consistía en que la positividad del Derecho común había perdido su
fundamentación espiritual al desaparecer la metafísica idea del Imperio y la
disgregación del metafísico Corpus Christianum por la reforma; el entu-
siasmo humanístico no había restituido a las fuentes jurídicas romanas la
suficiente autoridad política y ética. Mas con esa fundamentación perdié-
ronse también las normas morales y la seguridad del método ante los que
tiene que justificarse la rutina de una jurisprudencia científica si no quiere
naufragar: una situación que se corresponde exactamente con la de la cien-
cia europea en vísperas de la revolución metódica originada por Galileo y
Descartes.
El Derecho natural dio los nuevos fundamentos: Como teoría liberó
para siempre a la jurisprudencia especializada de las autoridades medievales,
la dotó de un sistema y de un nuevo método dogmático: la construcción de
conceptos. Como exigencia práctica dio primero a la crítica jurídica y más
tarde a la legislación de la Ilustración reglas éticas definidas y unívocas.189
naturaleza, sino obra humana y, por ello, historia, una ciencia de aquél, si
de ciencia del Derecho se puede hablar, nunca podrá tener los caracteres de
la física, cuyo objeto no es historia.
El defecto capital de los autores de la Escuela del Derecho Natural está
en su abstractismo y, consiguientemente, antihistoricismo. La fuente del
Derecho natural se entiende como una esencia inmutable de la naturaleza
humana, perfecta y fuera de tiempo. Las normas que ella dicta ignoran el
devenir de la historia y la multiplicidad de los objetos, considerados váli-
dos universal y eternamente; no se detienen en la individualidad de los as-
pectos singulares de la realidad humana, ni en su modificarse y envolverse
en el tiempo. Los autores de la “ Escuela del Derecho Natural” carecen, en
suma, de sentido histórico, y mientras, de un lado, no advierten que las pro-
posiciones en torno al Derecho natural, por ellos enunciadas como univer-
sales, corresponden en realidad a exigencias, éticas, políticas y económicas
de su tiempo, de otro, están inducidos a dar a su abstracta teoría una justifi-
cación pseudohistórica, al reconocer al Derecho natural como Derecho que
tuvo efectivo vigor en los orígenes de la Humanidad.190
Cabe hacer una mención sobre las nuevas metodologías. Junto con
Galileo, destacan Copérnico y Kepler. Todos ellos logran asombrosas de-
mostraciones aplicando métodos científicos, físicos y matemáticos, cuya
influencia y resultados en el campo de la aplicación refuerzan con todo
vigor la posibilidad de una ciencia universal, tal como la describió Des-
cartes, basada en la luz de la razón que hizo que todas las áreas del cono-
cimiento humano se subordinaran tanto a sus aspiraciones como al segui-
miento de sus métodos: la razón es una y siempre la misma. A Descartes
consagramos un capítulo especial, pero conviene recordar las aportacio-
nes de Copérnico, Kepler y Galileo, aunque sea en líneas muy generales:
Nicolás Copérnico (1473-1543) escribe De revolutionibus orbium coeles-
tium libri VI, publicada después de su muerte, obra donde se expone su
teoría astronómica, destinada a revolucionar la concepción del mundo es-
tablecida desde los antiguos y aceptada por la sociedad medieval. Demostró
que la Tierra gira en torno a sí misma y alrededor del Sol, desmoronando
la teoría geocéntrica del universo. Juan Kepler (1571-1630) continúa la
teoría heliocéntrica de Copérnico describiendo ahora las órbitas de los
planetas, atribuyendo exclusivamente a leyes físicas el movimiento del
universo entero afirmando un orden geométrico del mismo. Formuló las
leyes de los movimientos de los planetas que “ confirmaba definitivamen-
te el valor del procedimiento que reconoce en la proporción matemática
la verdadera objetividad natural” .193 Galileo Galilei (1564-1642), autor de
192 Fassò, op. cit., p. 83.
193 Abbagnano, op. cit., p. 147.
144 CARLOS FUENTES LÓPEZ
3. Ética laica
Quizá la línea divisoria decisiva entre uno y otro iusnaturalismo sea de ín-
dole teológica: la teoría del derecho natural más antigua (así como la de
todos los que hoy afirman que los derechos humanos inhieren en la digni-
dad especial de la persona) arranca desde un dato teológico: los primeros
principios prácticos, que son justos y han de ser obedecidos porque consti-
tuyen una manifestación de la luz de Dios, como dice el salmista. Los mo-
dernos, en cambio, prescinden de cualquier dato teológico: el postulado de
la igual libertad y la necesidad de salvaguardar los “ derechos fundamenta-
les” constituyen la palanca omnipresente en todos sus razonamientos. Por
lo demás, desde el momento en que sólo admiten como derecho las leyes
dictadas por el poder parlamentario, y niegan expresamente la posibilidad
de cualquier ciencia del derecho, es patente que el suyo fue ante todo un
empeño de naturaleza política: quisieron hacer realidad el “ Estado” , es de-
cir, la forma de convivencia y dominación específica de la Edad Contem-
poránea.203
202 Villoro Toranzo, Miguel, Lecciones de filosofía del derecho, México, Porrúa, 1984, p. 488.
203 Carpintero, Francisco, op. cit., p. 340.
EL RACIONALISMO JURÍDICO 149
5. Clasificacion histórica
En el tránsito del siglo XVI al XVII, las nuevas orientaciones abiertas por
el Renacimiento, la Reforma, el capitalismo, etcétera, habían definido ya
una serie de manifestaciones sumamente características que irían afinándo-
se a lo largo del siglo XVII: individualismo, espíritu de empresa, afán de
investigación, nuevas inquietudes científicas, refinamiento progresivo del
gusto y de la inteligencia, subjetivismo, criticismo, afán racionalista, etcé-
tera, las cuales, a veces casi paradójicamente, irían afirmándose paralela-
mente a la consolidación del nuevo sistema de estado, la monarquía abso-
luta, o para ser más exactos, al absolutismo, ya que para algunos teóricos el
fenómeno del absolutismo no se vinculará necesariamente a la forma mo-
nárquica.216
entre Francia y los Habsburgo y entre España y los Países Bajos. La gue-
rra se desencadenó en Bohemia por un problema en torno a la edificación
de Iglesias protestantes, que fue resuelta a favor de los católicos con la
intervención imperial. Esto suscitó un violento levantamiento de los pro-
testantes. Al principio sólo se trataba de un conflicto que afectaba a los
dominios de la casa de Austria; sin embargo, la revuelta se expandió, pri-
mero a los Estados alemanes protestantes que apoyaron la rebelión de Bo-
hemia y después a Polonia, la Liga Católica alemana y España, a quienes
los Austrias solicitaron ayuda y que terminaron invadiendo Bohemia. La
casa de Austria, ante algunas victorias, decide atacar a los príncipes ale-
manes del norte y llega hasta el mar Báltico, lo que origina la interven-
ción de Dinamarca y Suecia, que apoyan a los protestantes alemanes. La
intención imperialista era lograr una Alemania unida sometida a Austria,
lo que no convenía a los intereses franceses, quienes emprenden con Ri-
chelieu una campaña diplomática dirigida a entorpecer los intereses de
Fernando II. Para el año de 1635 todo el occidente europeo se ve involu-
crado en la guerra y el territorio donde se disputa se amplía de Alemania
a los Países Bajos, Italia del norte, Cataluña y Portugal. Francia dirige la
coalición contra los Habsburgo. El conflicto terminó con la firma de la paz
de Westfalia, de innumerables consecuencias para Europa:
Una vez que todo terminó, ¿quién había ganado, y quién había perdido?
Desde un punto de vista político, es fácil sacar las cuentas. El imperio es-
pañol en Europa estaba deshecho. El trono Habsburgo era sólo una sombra
de sí mismo. Sajonia y Baviera constituían poderes independientes en Ale-
mania. La gran potencia del Báltico era Suecia. Sobre todo, Francia tenía
ción de la alta nobleza contra el poder real absoluto, ya que éste le adjudi-
caba solamente un papel secundario, conspiración que sin el apoyo del
pueblo y la burguesía no habría alcanzado el efecto que consiguió. 221
tractualismo consecuente, que movía a los Niveladores a propugnar una Constitución escrita (no otra
cosa hubiera sido el Agreement of the People) que fijase expresamente los derechos fundamentales
inviolables y en consecuencia los límites del poder, incluido el del Parlamento, que también habría de
respetarlos. Esta idea, opuesta a la tradición inglesa, no triunfaría en Inglaterra, pero actuaría en cambio
poderosamente en Norteamérica a raíz del acceso a la independencia de las Trece Colonias, de las que
pasaría a las de la América española a la hora de su emancipación” . Truyol y Serra, op. cit., p. 243.
226 Jutglar, op. cit., p. 158.
166 CARLOS FUENTES LÓPEZ
obras más famosas son De iure belli ac pacis (1625), obra donde expone
su filosofía jurídica, y Mare Liberum (1609), por la que se le reconoce
como un gran internacionalista.
Influenciado todavía por la escolástica, Grocio inicia el camino de la
secularización del derecho natural (muchos autores consideran a los teó-
logos juristas españoles como iniciadores de la corriente del derecho na-
tural, en particular a Fernando Vásquez de Menchaca) separándolo de la
teología.227 Truyol y Serra entiende a Grocio como un autor de “ transi-
ción” que personificó el espíritu de su época, que, agobiada por las lu-
chas de religión, busca escapar de la intransigencia de los dogmatismos,
busca la tolerancia y se rinde ante la razón natural. De esta manera, Gro-
cio afirma la posibilidad de encontrar normas dictadas por la razón que
sean válidas para cualquier hombre, con independencia de su religión o
país de origen. Afirma así la existencia del derecho natural como un or-
den de principios absolutos que Dios no puede alterar. En palabras del
propio Grocio, que se han hecho célebres: “ subsistiría [el Derecho natu-
ral] de cualquier modo incluso si admitiéramos —cosa que no puede ha-
cerse sin impiedad gravísima— que Dios no existiese o no se ocupase de
la humanidad” .228 En Grocio aparece claramente perceptible la caracterís-
tica racionalista, en el sentido de que aspira a la construcción de “ siste-
mas” jurídicos que ordenen la vida social del hombre, formulados por la
razón, de validez universal y fundados en los métodos matemáticos. Afir-
ma que los principios del derecho natural se deducen a priori, con preci-
sión matemática, de verdades axiomáticas evidentes por sí mismas. La
determinación del contenido concreto del derecho natural se deduce de la
historia y las sentencias de los jueces, de los filósofos, historiadores, poe-
tas y oradores; y sostiene que la uniformidad de opiniones es prueba sufi-
ciente de que se descansa sobre los principios del derecho natural.
Respecto al “ modelo iusnaturalista” , afirma la existencia de un “ es-
tado de naturaleza” en que todo es común; posteriormente, al corromper-
se el hombre, surge la sociedad política y la propiedad. Considera que el
origen del cuerpo social es un contrato, pero no determina a qué forma de
gobierno debe dar legitimidad. El fin del Estado es garantizar a cada uno
el goce pacífico de sus bienes.
227 Guido Fassò explica que De iure belli ac pacis fue condenado por la Iglesia católica, lo que
llevó a autores como Pufendorf y Tomasio, a considerar a Grocio como fundador de la teoría moder-
na del derecho natural.
228 Hugo Grocio, Prolegomena, 11, según cita de Guido Fassò, op. cit., p. 71.
EL RACIONALISMO JURÍDICO 167
Son la razón y los apetitos del hombre los que lo llevan a tratar de
salir del estado de naturaleza mediante la celebración de un pacto donde
los hombres ceden sus derechos a una autoridad superior. El contrato so-
cial consiste en una cesión de derechos, de los individuos que pactan, en
favor de una autoridad superior, que no tiene obligación de garantizar el
ejercicio de esos derechos, sino que tiene la posibilidad de utilizar su po-
der en forma ilimitada para asegurar la paz. El pacto origina la sociedad
civil, que Hobbes asemeja a un hombre artificial al que llama Leviatán,
destinada a proporcionar paz y seguridad a los individuos. El poder del
Estado es absoluto y no tiene límites, afirmando Hobbes que la forma de
gobierno óptima es la monarquía, por ser la que muestra mejores posibili-
dades de asegurar la paz a los hombres por el mayor tiempo. La peor es la
democracia. La expresión máxima del poder político consiste en la facul-
tad de otorgar leyes.
237 Fassò, op. cit., pp. 102 y 103. Las citas interiores corresponden a Leviatán, I,14.
EL RACIONALISMO JURÍDICO 171
Derecho surge propiamente del Estado y pende del Estado. No hay injusti-
cia donde no hay ley, y no hay ley donde no hay una voluntad superior que
se impone. Es la voluntad del soberano la que crea artificialmente lo justo y
lo injusto.238
Las pasiones que inclinan a los hombres a la paz son el temor a la muerte,
el deseo de las cosas que son necesarias para una vida confortable, y la
esperanza de obtenerlas por medio del trabajo. La razón sugiere adecuadas
normas de paz, a las cuales pueden llegar los hombres por mutuo consenso.
Estas normas son las que, por otra parte, se llaman leyes de naturaleza.239
...un precepto o regla general de razón, en virtud del cual, cada hombre
debe esforzarse por la paz, mientras tiene la esperanza de lograrla, y cuan-
do no puede obtenerla, debe buscar y utilizar todas las ayudas y ventajas de
la guerra. La primera fase de esta regla contiene la ley primera y funda-
mental de naturaleza, a saber: buscar la paz y seguirla. La segunda, la suma
del Derecho de naturaleza, es decir: defendernos a nosotros mismos, por
todos los medios posibles.240
esfuerce en lograr que quien lo hizo no tenga motivo razonable para arrepentirse voluntariamente de
ello; 5o. que cada uno se esfuerce por acomodarse a los demás; 6o. que, dando garantía del tiempo
futuro, deben ser perdonadas las ofensas pasadas de quienes, arrepintiéndose, deseen perdonarlos; 7o.
que en las venganzas, los hombres no consideren la magnitud del mal pasado, sino la grandeza del
bien venidero; 8o. ningún hombre, por medio de actos, palabras, continente o gesto manifieste odio o
desprecio a otro; 9o. que cada uno reconozca a los demás como iguales suyos por naturaleza; 10o.
que al iniciarse condiciones de paz, nadie exija reservarse algún derecho que él mismo no se avendría
haber reservado por cualquier otro; 11o. si a un hombre se le encomienda juzgar entre otros dos, que
proceda con equidad entre ellos; 12o. que aquellas cosas que no pueden ser divididas se disfruten en
común, si pueden serlo; y si la cantidad de la cosa lo permite, sin límite; en otro caso, proporcional-
mente al número de quienes tienen derecho a ello; 13o. derecho absoluto, o bien (siendo el uso alter-
no) la primera posesión, sea determinada por la suerte; 14o. de la primogenitura y el primer estableci-
miento; 15o. a todos los hombres que sirven de mediadores en la paz se les otorgue salvoconducto;
16o. que quienes están en controversia, sometan su derecho al juicio de su árbitro; 17o. que nadie es
juez de sí propio; 18o. que nadie sea juez, cuando tiene una causa natural de parcialidad; 19o. dar
credibilidad a los testigos. Leviatán, op. cit., pp. 106-129.
242 Hobbes, op. cit., cap. 15, p. 119.
243 Fassò, op. cit., p. 102.
244 Truyol y Serra, op. cit., p. 223.
EL RACIONALISMO JURÍDICO 173
derecho de cada uno se extiende sólo hasta allí donde llega su determinado
poder.250
Así coincide con Hobbes al afirmar que la ley natural no es una ley
impresa en la razón humana, sino una ley necesaria que determina la exis-
tencia del hombre: “ Consecuentemente, siempre que el hombre actúa de
acuerdo a las leyes de su naturaleza, obra conforme al derecho” .251
Sobre el “ modelo iusnaturalista” , Spinoza dedica su propia teoría. Al
igual que Hobbes, piensa que el estado de naturaleza es un estado de inse-
guridad, donde los hombres están sometidos a la ley del más fuerte y do-
minados por las pasiones. Ya que la ley natural es una ley que aplica a
cada ser según su propia determinación, en el estado de naturaleza todo
está permitido o, si se quiere, nada está prohibido. Ante este estado de co-
sas se revela la razón y busca, mediante el pacto, la creación de un poder
capaz de subordinar a todos los individuos. El poder surge de la conven-
ción, por lo que no tiene límites más allá de su poder efectivo. Así surge la
sociedad civil y el Estado, como una necesidad racional de regular las pa-
siones del hombre y como un afán de buscar la utilidad: “ nada es más útil
al hombre que el hombre” .252 Sin embargo, como indica Guido Fassò, el
utilitarismo no es de carácter absoluto, por lo que el Estado, con un pro-
fundo motivo ético, debe, por una parte, garantizar la paz y la seguridad,
pero, por la otra, debe actuar e instaurar un “ orden ético realizador de la
verdadera naturaleza del hombre, que es la racionalidad y, por ello, la li-
bertad” .253 El Estado ético hace posible el pleno ejercicio de la libertad del
hombre. Así, se puede justificar a la monarquía, pero a diferencia de la
teoría de Hobbes, los derechos a la libertad no podrían cederse y, en todo
caso, se requeriría de un consejo que vigile al monarca. Afirma, más bien,
que la libertad no es compatible con el gobierno de un solo hombre, y afir-
ma que en orden a dicha libertad, la democracia sería la forma más natural.
Por eso pudo el propio Espinosa subrayar en una de sus cartas que, contra-
riamente a Hobbes, él mantenía intacto el derecho natural, de tal manera que
el Poder Supremo en un Estado no tiene más poder sobre un súbdito que en
proporción al poder por el cual es superior al súbdito, y esto es lo que ocurre
250 Baruch Spinoza, Tractatus theologico-politicus, XVI, según cita de Guido Fassò, op. cit., p. 116.
251 Baruch Spinoza, Tractatus politicus, II, según cita de Alfred Verdross, op. cit., p. 187.
252 Baruch Spinoza, Ethica ordine geometrico demostrata, IV, según cita de Guido Fassò, op.
cit., p. 118.
253 Fassò, op. cit., p. 119.
176 CARLOS FUENTES LÓPEZ
256 Pufendorf tomó de su maestro E. Weigel esta idea de hacer extensivo el método matemático
a la ética. Weigel, como indica Wieacker, pensaba que: “ ...se trasladan las formas matemáticas de
conocimiento y de argumentación al mundo moral de la libertad, se explican los preceptos morales y
de Derecho natural como leyes naturales y, ciertamente, no como causas (psicológicas) en el sentido de
la ley general de la causalidad, sino en el modo lógico de validez de las reglas matemáticas. De este
modo, pues, se hizo realmente posible una ‘aritmética’ (esto es, matemática) ‘descripción del saber
moral’” . Wieacker, op. cit., p. 270.
257 Verdross, op. cit., p. 206.
258 Fassò, op. cit., p. 123. La cita interior corresponde a Pufendorf, De iure naturae et gentium.
178 CARLOS FUENTES LÓPEZ
Habla en primer término del pacto unión que sirve para superar la di-
versidad de opiniones de los individuos que pactan, hecho lo cual se hace
otro pacto por el que se crea el Estado. A diferencia de Hobbes, que sos-
tiene que todos los hombres renuncian a sus derechos, que ceden a un
soberano, lo que legitima cualquier forma de gobierno despótico (para
Hobbes es válida la injusticia, se cede todo en favor del Leviatán), Pufen-
dorf afirma que el fin del Estado es la protección de los derechos natura-
les, haciéndose partidario de la democracia como forma de gobierno. De
hecho, justifica el tiranicidio cuando el soberano transgrede los derechos
naturales que no desaparecen al formarse el cuerpo social, como argu-
mentaba Hobbes, sino que se confirman.
Ejerció una gran influencia sobre la ciencia del derecho privado, toda
vez que sus obras se convirtieron en libro de texto. Wieacker le reconoce
el mérito principal de su labor sistematizadora:
Este sistema perdura hasta hoy en los grandes códigos de la Europa central
y puede decirse que en toda Europa, pues éstos estriban sin excepción algu-
na, en la sistematización de la ciencia del Derecho por el Derecho natural;
especialmente las partes “ partes generales” de algunos de esos códigos no
serían imaginables sin el trabajo de Pufendorf. Algunas muestras de la tras-
cendental creación sistemática y problemática de su obra fundamental pro-
fundizan la comprensión del Derecho privado actual de Europa. Resaltare-
mos el contrato y la promesa, la propiedad, así como el contenido y la
estructura del Derecho de obligaciones.260
263 Locke, Essays on the Law of Nature, VII, según cita de Guido Fassò, op. cit., p. 137.
264 Locke, Two Treatises of Goverment, II, según cita de Guido Fassò, op. cit., p. 139.
182 CARLOS FUENTES LÓPEZ
función del Estado es, luego de suprimirlos, garantizar y asegurar los dere-
chos poseídos por el individuo en el estado de naturaleza.265
Al dilema de Hobbes, que creyó poder escoger sólo entre un poder fuerte y
la anarquía, Locke opone una tercera alternativa: un poder razonablemente
fuerte pero limitado. Así nació, en la historia de las ideas políticas, la que
probablemente es la más de ellas: la idea del gobierno constitucional. La
Edad Media había hablado de una limitación moral al poder; desde Locke
esa limitación se institucionaliza jurídicamente y el régimen de Derecho
pasa a ser un dogma jurídico de todos los países civilizados. El Derecho es
el “ sumo instrumento y medio” para el “ fin sumo de los hombres, al entrar
en sociedad” .270
268 Locke, John, Ensayo sobre el gobierno civil, 2a. ed., México, Gernika, 1996, pp. 126, 128,
130, 131 y 133.
269 Fassò, op. cit., p. 144.
270 Villoro, op. cit., p. 181.
184 CARLOS FUENTES LÓPEZ
1. La Ilustración
Y puesto que se trató durante esta misma crisis de salir de los dominios
reservados a los pensadores para ir hacia la muchedumbre, para llegar a
ella y convencerla; puesto que se tocó a los principios de los gobiernos y a la
noción misma del Derecho, puesto que se proclamó la igualdad y la liber-
tad racionales del individuo; puesto que se habló solemnemente de los de-
rechos del hombre y del ciudadano, reconozcamos que casi todas las actitu-
des mentales cuyo conjunto llevará a la Revolución francesa fueron
tomadas antes del final del reinado de Luis XIV. El pacto social, la delega-
ción del poder, el derecho de rebelión de los súbditos contra el príncipe:
¡historias viejas hacia 1760! Hacía tres cuartos de siglo, y aún más, que se
las discutía a plena luz.272
Pero desde 1715 se ha producido un fenómeno de difusión sin igual. Lo
que vegetaba en la sombra se ha desarrollado a plena luz; lo que era tímido
se ha vuelto provocador. Herederos recargados, la Antigüedad, la Edad
Media, el Renacimiento pesan sobre nosotros; pero somos los descendien-
tes directos del siglo XVIII.273
de los europeos del siglo XVIII, siglo al que se denomina “ De las Lu-
ces” . El término “ Ilustración” se utiliza como una categoría historiográ-
fica para designar precisamente al siglo XVIII, pero cabe decir que en su
acepción general la Ilustración designa una actitud cultural predominante-
mente racionalista
Pero obsérvese que esta razón es muy distinta a la del siglo anterior. En el
XVII, en efecto, la razón era algo así como la estructura central de la exis-
tencia; de ella —de la razón— había que sacar todo lo demás (innatismo de
las ideas). En el XVIII, la razón es analítica de la realidad y constructora,
es decir, que trabaja a partir de la sensación; por eso si se quiere señalar la
tendencia dominante de la filosofía de la Ilustración, hay que hablar de “ ra-
cionalismo empirista.276
274 Gran Enciclopedia Rialp, Madrid, Ediciones Rialp, t. XII, 1989, p. 483.
275 Cobban, Alfred, El siglo XVIII. Europa en la época de la ilustración, México, Alianza Edito-
rial Mexicana, t. 9, p. 326.
276 Rialp, op. cit., p. 483.
186 CARLOS FUENTES LÓPEZ
durante el medievo; con sus telares, sus molinos de viento, sus estribos y
cabestros, su pólvora; sin embargo, es sólo hasta el siglo XVIII cuando se
puede hablar propiamente de “ tecnología” , entendiendo a ésta como la
implementación práctica de los avances científicos promovidos por los
nuevos métodos racionalistas. Como tal, el origen de los nuevos avances
tecnológicos se remonta al siglo XVII, siendo el siglo XVIII el de su di-
fusión. La difusión de las ideas y avances científicos y tecnológicos se
debió en primer término a la labor de las sociedades científicas, que expe-
rimentan un gran auge en el siglo XVIII, desde la fundación en el siglo
XVII de la Royal Society de Londres y la Académie Royale des Sciences
de París entre 1660 y 1670, prácticamente todas las capitales y grandes
ciudades de Europa cuentan con alguna sociedad científica. Por otra parte,
la imprenta cumple una destacada función divulgadora, especialmente, a
través de la inclusión de temas tecnológicos y científicos en las enciclope-
dias, grandes proyectos de divulgación del conocimiento y de las ideologías
ilustradas. La enciclopedia francesa, dirigida por Diderot y D’Alambert, se
publicó entre 1751 y 1780, mientras que la Enciclopedia Británica se co-
menzó a publicar en 1768.281 Así, los grandes descubrimientos y avances
científicos del siglo XVII se difundirían y alcanzarían más resultados en
el siglo XVIII. Esto trajo un cambio de mentalidad para la gente educada
del nuevo siglo, el hombre ilustrado desarrolló una especial confianza por
la ciencia:
281 La Enciclopedia o Diccionario razonado de las artes y los oficios, proyectada por Denis
Diderot (m. 1784) y por Jean Baptiste Le Rond d’Alambert (m. 1783) publica su primer tomo en
1751; en seguida tiene la desaprobación y oposición de la autoridad eclesiástica de París; no obstante,
aparecen otros cinco tomos en años sucesivos; en 1758 es nuevamente prohibida, ahora por el papa y
por un decreto del rey; a pesar de ello, sigue saliendo, y los últimos diez tomos aparecen en 1766.
Constituyó uno de los grandes éxitos de la época y expresa en sus consultas el espíritu ilustrado: la fe
en el progreso y la razón. Se convirtió en uno de los logros más característicos de la Ilustración y en
un medio fundamental de difusión de las ideas. “ En un sentido general puede decirse que en la con-
cepción de la Encyclopédie está implícita la teoría del progreso intelectual, la creencia de que el saber
en sí mismo es una fuerza libertadora, y de que su difusión proporciona, sin ninguna duda, la felici-
dad y el bienestar a la raza humana” . Cobban, op. cit., p. 353.
190 CARLOS FUENTES LÓPEZ
los hombres para la construcción del nuevo mundo que advendría con las
luces de la razón. Rechazada la vieja religión, la vieja moral, el derecho y
la política, se confiaba a la razón la misión de crear todo nuevamente; se
hablaría, entonces, de la religión natural, de la moral natural, del derecho
natural, de la política natural. Sin embargo, el concepto de naturaleza era
heterogéneo y ambiguo; es más, de hecho era confuso, a pesar de lo cual
se impuso como la fuente inagotable de la que bebía la razón.
dad debe ser buscada a toda costa, incluso por la fuerza. El derecho toma
para sí parte de la misión, y, según Thomasius: “ Hay que hacer lo que
convierte la vida de los hombres en larga y feliz, y evitar todo aquello
que acelera la muerte y hace la vida poco feliz” .295
El criterio eudemonista, sin embargo, no persiste durante todo el si-
glo, y para la segunda mitad del mismo, la influencia de las tesis revolu-
cionarias profesadas por Rousseau se convertirán en la nueva bandera: de
ahora en adelante será la voluntad general la que exprese las aspiraciones
y deseos de todos los ciudadanos.
b) La reducción del derecho a ley y la concepción imperativista de
ésta. La ley es una de las aspiraciones fundamentales del iusnaturalismo.
Con la Ilustración aparece como un mandato emanado de la voluntad del
poder, que debe consagrarse como la única fuente del derecho. Con las
tesis revolucionarias la ley se convierte en la expresión de las aspiraciones
de todos los ciudadanos, que son representados en las asambleas legislati-
vas. La voluntad general concretará en leyes positivas los principios del
derecho natural. Se abre paso el positivismo jurídico, característico del si-
glo XIX. Carpintero señala, además, la radical separación entre derecho
natural y positivo, que supone la supremacía de la ley: “ ...el derecho natu-
ral queda como un simple límite extrínseco del derecho humano, como
una barrera cuya legitimación no está clara, destinada a desaparecer cuan-
do el derecho de origen humano alcance su máximo prestigio” .296
c) La consideración de la ciencia jurídica en el iusnaturalismo ilustra-
do. Entre las causas que llevaron a la exaltación de la ley positiva encon-
tramos, de acuerdo con Francisco Carpintero, las siguientes:
295 Thomasius, Fundamenta iuris naturae et gentium ex sensu communi deducta, cap. V, 27,
según cita de Carpintero, op. cit., p. 90.
296 Ibidem, p. 93.
EL RACIONALISMO JURÍDICO 197
tiende como un prejuicio. La razón se erige como única fuente posible del
derecho natural, al que entiende en dos sentidos:
El fin universal del obrar, que para Tomasio, como se ha dicho, es una vida
lo más larga y feliz posible, exige que se viva de modo “ honesto, decoroso
y justo” y, si ninguno de estos tres modos de comportarse deben excluirse
mutuamente, cabe aún distinguirlos unos de otros. Tomasio los distingue
según el principio de cada uno: el honestum es “ hazte a ti mismo lo que
quieras que los demás se hicieran a sí mismos” ; el decorum “ haz a los de-
más lo que quieras que los demás te hagan a ti” ; el justum “ no hacer a los
demás lo que no quieras que te sea hecho” .299
298 Fassò, op. cit., p. 170. La cita en latín corresponde a la obra de Tomasio, Fundamenta natu-
rae et gentium, I, V, 30.
299 Idem. Las citas del párrafo transcrito corresponden a la obra de Tomasio, Fundamenta natu-
rae et gentium, I, VI, 40, 41, 42.
EL RACIONALISMO JURÍDICO 199
práctico y político, que era lo que más interesaba a Tomasio como ilumi-
nista. Si solamente los deberes jurídicos son coercibles, y si únicamente el
comportamiento jurídico, es decir, el externo, es relevante a los fines de la
paz social, ya que la moral no se refiere más que a lo interno del individuo,
y si sólo las acciones externas, jurídicas, pueden ser objeto de coacción,
toda aquella parte de la vida del hombre que tiene su raíz y su causa en el
interior de la conciencia no podrá, por ende, ser sujeta a coacción por parte
del poder político o eclesiástico; viene así afirmada la libertad de pensa-
miento y de religión.300
sus súbditos por las normas de la ley natural y el contrato social. Se con-
sidera a Wolff como el máximo teórico del despotismo ilustrado.
La “ naturaleza de las cosas” , que estudia y que es, pues, la naturaleza del
hombre, es para él en definitiva, historia; “ el gobierno más conforme a la
naturaleza es aquel cuyas disposiciones particulares mejor correspondan a
las disposiciones del pueblo por el que ha sido constituido” ; y lo que cons-
tituye el “ espíritu de las leyes” , que da título a esta obra, consta de las
relaciones entre las leyes y una serie de elementos que Montesquieu llama
naturaleza, pero que en su mayor parte son de orden histórico: ellos son,
aparte del clima, la calidad, situación y extensión del terreno y el número
de habitantes —que son efectivamente datos naturales—, el género, la vida de
los pueblos, el grado de libertad que la constitución es capaz de soportar, la
religión, la riqueza, el comercio, las maneras, las demás leyes, su origen, el
fin del legislador, el orden de las cosas sobre las que han sido establecidas.
Y a todos estos elementos de carácter histórico, no menos que a los de ca-
rácter físico, se refiere Montesquieu a lo largo de la obra, dedican-do a cada
uno de ellos uno o más libros, en los que la obra está dividida.310
...al que se referirán los teóricos y políticos liberales de finales de los siglos
XVIII y XIX, inspirando las cartas constitucionales de los Estados que
vendrían a poner término y sustituir al absolutismo; y donde el principio de
la división de poderes, versión moderna y jurídicamente precisada de la an-
tigua teoría del Estado mixto, la cual miraba igualmente a lograr el equili-
brio entre los distintos elementos del Estado para evitar el predominio de
uno de ellos, fue asumido, a veces con una confianza excesiva acerca de la
posibilidad efectiva de actuación, como el principio esencial del Estado
constitucional.318
...de este conjunto de sentimientos surge el “ sentido moral” , por virtud del
cual las cualidades se valoran según resulten útiles o agradables tanto para
quienes las poseen cuanto para los demás. La moral de Hume resulta así hedo-
nística, pero no en sentido individualista, por cuanto el sujeto busca también
la felicidad de los demás, actuando la simpatía en sentido altruista.322
Con Hume se llega al empirismo extremo. Villoro señala que esta co-
rriente filosófica tendrá un influyente futuro:
misión. A través del contrato social el hombre puede fundar una sociedad
cuya finalidad primordial sea acercar al hombre a su naturaleza origina-
ria. Rousseau lo enuncia de esta manera : “ Cómo encontrar una forma de
asociación que defienda y proteja, con la fuerza común, la persona y los
bienes de cada asociado, y por la cual cada uno, uniéndose a todos los de-
más, no obedezca más que a sí mismo y permanezca, por tanto, libre
como antes. He aquí el problema fundamental cuya solución proporciona
el contrato social” .331
Rousseau utiliza el esquema del modelo iusnaturalista, afirmando
como hipótesis central el estado de naturaleza, y coincide con el iusnatu-
ralismo en que el Estado es una creación libre del hombre que depende de
la celebración de un pacto social. A diferencia de la mayoría de los iusna-
turalistas que ubican al contrato social como fundacional de algún tipo de
gobierno ajustado a la época que vivieron, por ejemplo, en Hobbes y Loc-
ke, la monarquía; Rousseau, en un arranque revolucionario, declaró con-
trarias al derecho natural todas las formas de Estado, queriendo expresar
una de sus tesis centrales: el objetivo del contrato es la creación de una
nueva sociedad que devuelva y garantice el ejercicio de la libertad y la
igualdad. “Mediante este contrato social, cuya celebración requiere la una-
nimidad de todos los hombres, nace un cuerpo político que recibe los
nombres de “ Estado” en su aspecto positivo, “ soberano” en su condición
activa y “ poder” en sus relaciones con otros Estados” .332 Por el “ contrato
social” el hombre no se somete a una voluntad superior; para asegurar la
igualdad y la libertad naturales cada miembro del cuerpo social en forma-
ción debe resignar sus derechos naturales en la voluntad general para re-
cibirlos inmediatamente después como derechos civiles.
La “ voluntad general” es el concepto clave par entender la filosofía
política del autor ginebrino. La resignación de los derechos individuales a
favor del Estado no sólo debe garantizar su inmediata restitución, sino
además debe garantizar el ejercicio pleno del poder a los asociados. Esto
se logra por la voluntad general. “ Por fundirse en la voluntad general las
voluntades particulares, no puede nunca oponerse aquélla a sus intereses
genuinos. En la sumisión a la voluntad general consiste la libertad civil; y
cuando en nombre de la voluntad general se emplea la fuerza contra un
individuo recalcitrante, no se hace, paradójicamente, sino obligarle a ser
331 Rousseau, Jean Jacques, El contrato social, Madrid, Sarpe, 1983, p. 41.
332 Verdross, op. cit., p. 198.
214 CARLOS FUENTES LÓPEZ
335 Fassò, op. cit., pp. 247 y 248. Las citas interiores corresponden a Rousseau, El contrato so-
cial, I, 4.
CAPÍTULO SEXTO
LA CODIFICACIÓN RACIONALISTA
340 El puritanismo fue la religión que aportó más a la ideología política de la Independencia
norteamericana. El puritanismo surgió en Nueva Inglaterra como una corriente calvinista que se opo-
ne a los católicos y los anglicanos y que se caracteriza por su intolerancia, basada en la creencia de
que los puritanos son el pueblo elegido de Dios, y por la estricta observancia de la Sagrada Escritura.
Esta confianza les dotó de una extraordinaria iniciativa para defender ideales de libertad política, lo
que por otra parte es comprensible porque la mayoría de los puritanos pertenecen a la burguesía. Al
fundar la colonia de Nueva Inglaterra, los puritanos, henchidos de religiosidad, crearon una sociedad
cuya concepción partía del voluntarismo propio de los calvinistas y abierta a una importante influen-
cia del iusnaturalismo. De hecho, la fundación de las colonias parte de un pacto al que se considera el
fundamento de la organización social. Al pacto que se suscribió antes del desembarco de los purita-
nos en costas norteamericanas se le llamó Mayflower, como el barco que los transportaba, y es un
contrato fundacional de la sociedad política de Massachusetts: “ Los presentes, solemne y recíproca-
mente, en presencia de Dios y de cada uno de nosotros, nos constituimos y unimos en un cuerpo
político civil para nuestro mayor orden y seguridad. En virtud de esto actuaremos, estableceremos y
constituiremos poco a poco leyes, decretos, normas, estatutos y funciones justas e iguales, tales que
sean consideradas las más idóneas y convenientes para el bien general de la colonia y a la que prome-
temos todos debida sumisión y obediencia” . Documents of American History, I, según cita de Fassò,
op. cit., p. 206.
LA CODIFICACIÓN RACIONALISTA 221
341 Estas influencias no se dan de forma sistemática: “ ...la doctrina política americana de la re-
volución no sólo carece del sistema, sino que tampoco existe como teoría propiamente dicha; más
que de una doctrina debe hablarse de una atmósfera político-cultural, de un clima de pensamiento que
es común a un pueblo” . Fassò, op. cit., p. 208.
342 Peces-Barba, Gregorio et al., Derecho positivo de los derechos humanos, Madrid, Debate,
1987, p. 107.
222 CARLOS FUENTES LÓPEZ
2. La Revolución francesa
car a una asamblea de notables para que votase el tributo territorial. Los
notables se reunieron el 22 de febrero de 1787 en Versalles y, como era
de esperarse, rechazaron el impuesto, afirmando que sólo los Estados ge-
nerales (Asamblea similar a los parlamentos ingleses) podían votar seme-
jante contribución.
Los Estados generales no habían sido convocados en más de dos si-
glos, hasta su primera reunión el 5 de mayo de 1789, cuando se instalaron
integrados por representantes de la nobleza, el clero y el Estado llano.
Desde la primera reunión se debatió sobre la pretensión de que la nobleza
y el clero deliberaran por separado, para evitar la mayoría numérica del
brazo popular, con el resultado final de la separación de tercer Estado en
franca rebeldía. El 17 de junio los rebeldes se constituyen en Asamblea
Nacional haciendo un solemne juramento de no separarse hasta lograr la
elaboración de una Constitución (este hecho recibe el nombre del jura-
mento del Juego de Pelota, pues la reunión se celebró en el trinquete de
Versalles). El efecto producido por la rebeldía fue, dada la influencia de la
filosofía de las Luces, la adhesión de buena parte de la nobleza y el clero,
que aspiraban a un pacto que diera origen a una Constitución. Fue tal el
entusiasmo, que Luis XVI tuvo que reconocer a la Asamblea Nacional.
El 9 de julio la Asamblea cambiaba su nombre de “ Nacional” a “ Consti-
tuyente” .
Hasta este momento los dos actores principales del drama revolucio-
nario son la aristocracia y la burguesía. Esta última tiene aspiraciones
muy concretas, que expresa en los cahiers, memorias en que se denuncia-
ban los abusos y se proponían mejoras que se presentaba a los Estados
generales. En las cláusulas de estos cahiers se encuentran establecidas las
nuevas ideas y aspiraciones de la clase burguesa.
ción de poderes, no por razones abstractas, sino para evitar abusos tales
como la injerencia del ejecutivo en la justicia, o los obstáculos que los Par-
lements habían levantado constantemente en el camino de las reformas le-
gislativas. La idea de “ nada de impuestos sin representación” suele apare-
cer, a menudo con estas mismas palabras. Se pedía una constitución, de
modo que todo el mundo pudiera saber cuáles eran sus derechos. Sobre
todo, predominaba la idea de la soberanía del pueblo o nación. Este era el
principio fundamental y el más difícil de definir. No se trataba de una so-
beranía en el sentido rousseauniano de la soberanía legislativa de la Volun-
tad General de todo el pueblo. Significaba la transferencia de los poderes
legislativos del rey in toto a los representantes del pueblo; pero el pueblo
no quería decir todo el mundo, ni tan siquiera todos los varones adultos,
sino que se limitaba a la clase de propietarios contribuyentes.346
de que los actos del poder legislativo y los del poder ejecutivo, al poder ser
comparados a cada instante con la meta de toda institución política, sean
más respetados; con el fin de que las reclamaciones de los ciudadanos, fun-
dadas desde ahora en principios simples e incontestables se dirijan siempre
al mantenimiento de la constitución y a la felicidad de todos.
En consecuencia, la Asamblea Nacional reconoce y declara, en presen-
cia y bajo los auspicios del Ser Supremo, los siguientes derechos del hom-
bre y del ciudadano.
Artículo 1o. Los hombres nacen y permanecen libres e iguales en dere-
chos. Las distinciones sociales sólo pueden fundarse en la utilidad común.
Artículo 2o. La meta de toda asociación política es la conservación de
los derechos naturales e imprescriptibles del hombre. Estos derechos son:
la libertad, la propiedad, la seguridad y la resistencia a la opresión.
Artículo 3o. El origen de toda soberanía reside esencialmente en la na-
ción. Ningún órgano ni ningún individuo pueden ejercer autoridad que no
emane expresamente de ella.
Artículo 4o. La libertad consiste en poder hacer todo lo que no daña a
los demás. Así, el ejercicio de los derechos naturales de cada hombre no
tiene más límites que los que aseguran a los demás miembros de la socie-
dad el goce de estos mismos derechos. Estos límites sólo pueden ser deter-
minados por ley.
Artículo 5o. La ley no puede prohibir más que las acciones dañosas
para la sociedad. Todo lo que no es prohibido por la ley no puede ser impe-
dido, y nadie puede ser obligado a hacer lo que ésta no ordena.
Artículo 6o. La ley es la expresión de la voluntad general. Todos los
ciudadanos tienen el derecho de participar personalmente o por medio de
sus representantes en su formación. Debe ser la misma para todos, tanto si
protege como si castiga. Todos los ciudadanos, al ser iguales ante ella, son
igualmente admisibles a todas las dignidades, puestos y empleos públicos,
según su capacidad y sin otra distinción que la de sus virtudes y la de sus
talentos.
Artículo 16. Toda sociedad en la cual la garantía de los derechos no está
asegurada ni la separación de poderes establecida, no tiene Constitución.
Artículo 17. Siendo la propiedad un derecho inviolable y sagrado, na-
die puede ser privado de ella sino cuando la necesidad pública, legalmente
constatada, lo exige claramente y con la condición de una indemnización
justa y previa.348
Fue jurada por el rey en el Campo Marte. Consagraba los principios funda-
mentales del nuevo orden. La soberanía se convertía en uno de sus dogmas
indiscutibles: residía inalienablemente en la nación, que a su vez la dele-
gaba a un cuerpo legislativo. La Constitución abolió los títulos de la no-
bleza, prohibió la venta de cargos públicos, impedía los votos religiosos,
declaraba al matrimonio como un contrato civil y establecía un registro
civil para tomar cuenta de los nacimientos y las defunciones.
A los miembros de la Asamblea Constituyente les quedó prohibido
conformar la Asamblea Legislativa encargada de aplicar la Constitución.
En la nueva Asamblea predominaban dos grupos de la izquierda radical,
defensores a ultranza de la República: los girondinos, que era un grupo de
diputados compuesto por jóvenes abogados y periodistas originarios de la
Gironda, y los jacobinos, lidereados por Danton y Robespierre, que a la sa-
zón habían quedado fuera de la Asamblea por haber sido constituyentes.
Ambos grupos deseaban la abolición de la monarquía.349 Tras el veto del
rey de dos leyes, que castigaban a los nobles emigrados y al clero que no
había jurado la Constitución, girondinos y jacobinos declararon al rey
enemigo de la nación. Danton y Robespierre, al quedar fuera de la Asam-
blea Legislativa, habían pasado a formar parte del consejo municipal de
París, llamado la Commune. Desde ahí conspiraron impunemente hasta
que provocaron diversos disturbios populares que culminaron con la des-
titución del rey y la convocatoria para redactar una nueva Constitución.
Una Convención heredaría los poderes de la Asamblea Legislativa y se
encargaría de preparar la nueva Constitución. Danton y Robespierre, jun-
to a una mayoría de sus correligionarios jacobinos, fueron elegidos para
formar parte de la Convención. Se avecinaba el “ Terror” . La Convención
se reunió el 21 de septiembre de 1792, y declaró abolida la monarquía. El
rey fue guillotinado el 21 de enero de 1793; la reina, seis meses después.
Desaparecida la monarquía, se acrecentaron las diferencias entre gi-
rondinos y jacobinos, que terminaron con la caída de los primeros, que
fueron guillotinados. Después vendría la caída de los jacobinos, la ejecu-
ción de Robespierre, la disolución de la Communa de París y el cierre del
349 Los girondinos, llamados así por provenir del departamento de la Gironda, en la región de
Burdeos, fueron los defensores de la gran burguesía de los negocios, partidarios del federalismo y se
les considera como la parte conservadora de la Asamblea Legislativa. Al Club de Amigos de la Cons-
titución se le nombró después como el Club de los Jacobinos, que son llamados así porque se reunían
en un convento de la orden jacobina. Fueron los representantes de la pequeña burguesía y los profe-
sionistas liberales y afirman el centralismo parisino y se les ha considerado como extremistas y pre-
cursores del socialismo.
228 CARLOS FUENTES LÓPEZ
354 Nicolo Lipari caracteriza con dos notas al Estado liberal burgués: “ De esta forma el garantis-
mo y el estatalismo han sido considerados como dos aspectos de la organización burguesa tendentes a
tutelar los intereses de la clase recién llegada al poder, revolucionaria primero pero inclinada en se-
guida a la conservación del orden establecido. El Estado se presentaba sobre todo, en la nueva organi-
zación política, como el garante de una esfera de libertades de las que se establecían sólo los límites
externos dejándose en cambio indeterminados los contenidos y las modalidades posibles de las accio-
nes para permitir así que el particular pudiera perseguir libremente sus fines egoístas. Pero al mismo
tiempo el Estado reestructurado sobre la base de la separación de poderes y de la representación po-
pular (aunque el derecho al voto se reconocía tan sólo a los propietarios), venía a considerarse como
la única fuente de derecho y por lo tanto como el único legitimado a legislar” . Lipari, Nicolo. Dere-
cho privado. Un ensayo para la eneñanza, Bolonia; Real Colegio de España, 1980. p. 53
232 CARLOS FUENTES LÓPEZ
Tomás y Valiente añade una cita de Rousseau que nos parece espe-
cialmente pertinente:
Desde finales del siglo III o comienzos del IV el término “ codex” se aplica
a compilaciones jurídicas, públicas o privadas, de las “ leges” imperiales.
El Codex era en este sentido no una ley, sino una compilación de leyes y
eso fueron el Codex Gregoriano, el Hermogeniano, el Teodosiano o, des-
pués, el de Justiniano. Como los materiales jurídicos reunidos en un Codex
poseían una cierta homogeneidad, si no en razón de su contenido, sí por su
procedencia; y como por otra parte tales materiales aparecían dentro del
3. La codificación napoleónica
y pérdida de la propiedad común: 5, propiedad común; 6, Derechos reales y personales sobre las
cosas. II: Agrupaciones (la consociatio de Grocio): I, “ Derechos de los diversos estamentos en el
Estado” ; 3, “ Derechos y obligaciones del Estado para con sus ciudadanos” (derecho constitucional y
administrativo). bb) La predominante Etica jurídica material, que organizó en nueva forma espiritual
la materia del derecho común. Aceptó especialmente la doctrina (material, prekantiana) de los debe-
res de Cristian Wolff...” , op. cit., pp. 303 y 304.
371 Ibidem, pp. 305 y 306.
242 CARLOS FUENTES LÓPEZ
ius quod ad personas pertinet, ius quod ad res petinet y ius quod actiones
pertinet, que los juristas del Derecho natural conocían a través de las Insti-
tuciones de Justiniano (I. 1,2,12) que la habían adoptado. Esa actitud, que
era fruto no sólo de las exigencias doctrinales y filosóficas de los juristas
del Derecho natural sino también de las preocupaciones prácticas con vis-
tas a garantizar la seguridad jurídica, puede por tanto resumirse en estas
palabras: el Derecho romano es la más rica reserva de Derecho natural; sus
colecciones (Corpus iuris) adolecen de orden y necesitan una sistematiza-
ción para poder ser utilizadas. Fue adoptada por dos de los más grandes
juristas franceses de los siglos XVII y XVIII, que más que ningún otro in-
fluyeron en la codificación francesa y, a través de ellas, en las principales
codificaciones europeas (incluido, parcialmente, el código alemán): se tra-
ta, claro está, de JEAN DOMAT y de JOSEPH POTHIER.373
373 Cannata, Carlo Augusto, Historia de la ciencia jurídica europea, Madrid, Tecnos, 1996, p.
178.
244 CARLOS FUENTES LÓPEZ
I. EL PENSAMIENTO AUTORITARIO
pa Moderna hasta 1648, fecha que marca el fin de las guerras de religión”
(Gonzalo Balderas).
Los antecedentes jurídicos del racionalismo son el humanismo jurídico
o mos galicus y la Escuela de los teólogos juristas españoles del siglo XVI.
El humanismo jurídico constituyó, a través del mos galicus, un enor-
me progreso para la ciencia del derecho por la revisión científica que rea-
lizó a los textos romanos. Aportó una nueva forma de entender lo jurídico
con perspectiva histórica y visión crítica. El mos galicus, congruente con
la crítica histórica que propugnaba, rechazó la posibilidad de la aplicación
del derecho romano, de nuevo en oposición al mos italicus. El mos gali-
cus reconocía la grandeza y profundidad del derecho romano y le intere-
saba el estudio del derecho romano por el simple hecho de conocerlo con
un afán científico en el sentido moderno de la expresión. Ésta es, sin
duda, una de las grandes diferencias entre el mos galicus y el mos itali-
cus, y, en consecuencia, de la nueva perspectiva de los humanistas partirá
una crítica que contribuirá a debilitar la autoridad del mos italicus.
La crítica humanista desde una perspectiva histórica, no sólo signifi-
có un golpe al autoritarismo jurídico medieval, sino que constituyó un
cambio de perspectiva total en cuanto a la cultura jurídica, y en este senti-
do, un claro antecedente del racionalismo de los siglos por venir. Sus crí-
ticas contribuyeron a la secularización y racionalización de la ciencia ju-
rídica mediante la adopción de criterios más liberales en cuanto a la
interpretación y el análisis de las instituciones civiles y propiciando posi-
ciones regalistas frente al derecho común de dotar al monarca de dere-
chos y facultades que le corresponden como tal y que comenzarán a exal-
tar el valor superior de la ley sobre la doctrina, lo que se convertirá en
una de las mayores aspiraciones racionalistas. El afán por la sistematiza-
ción y su deseo de contar con sistemas jurídicos ordenados son elementos
que manifiestan claramente la fuerza racionalista que comienza a despla-
zarse a partir del humanismo.
Los teólogos juristas del siglo XVI son un antecedente claro del ra-
cionalismo, por cuanto buscaron en el derecho natural, derivado de la razón,
las soluciones que no se encontraban en el derecho común.
Si nos preguntamos en qué consiste la aportación esencial de los teólo-
gos y juristas españoles clásicos a la filosofía jurídica y política, cabe
contestar que ha de buscarse en la aplicación de los principios generales
de la moral cristiana y del Derecho natural, heredados del pensamiento an-
tiguo y medieval, a la situación cambiante de su tiempo (Tomás y Valiente).
262 CONCLUSIONES
IV. EL RACIONALISMO
Para acercarse a la verdad, o dicho de otro modo, para llegar a pensar algo
que esté conforme a la realidad, el ser humano no se sirve únicamente de
su razón, sino que emplea todas sus facultades y no en forma aislada sino
integradas en la unidad de su personalidad. El pensamiento es el resultado
final no sólo de procesos lógicos sino de la experiencia total y vital del
sujeto pensante. Puesto que se da una unidad radical en la integridad del ser
humano, existe una estrecha relación entre todas las facultades y operacio-
nes del hombre. Conocimiento sensorial y conocimiento racional (o pensa-
miento), proceso discursivo y proceso intuitivo (ambos racionales), con-
ciencia y subconciencia, vida activa y vida teórica, afectos y pensamientos,
se entrelazan por influencias recíprocas, aunque sin llegar a confundirse, y
forman la unidad integral del ser humano. Y esta unidad no debe ser conce-
bida aislada del mundo, sino inmersa en las relaciones humanas y profun-
damente influenciada por los datos y hechos sociales de las estructuras
muy concretas que le circundan. Sólo se puede entender al hombre como
ser-en-el-mundo, o si se prefiere, como conciencia y pensamiento libre,
presente e inmersa activamente en lo existente. Es éste el ser que se acerca
a la verdad, y no un cogito puro, autónomo y aislado de la realidad. “ Yo
soy yo y mi mundo” , repetía con razón Ortega y Gasset.
———, Reglas para la dirección del espíritu, 9a. ed., México, Porrúa,
1984.
DUBY, Georges, Los tres órdenes o lo imaginario del feudalismo, Ma-
drid, Taurus, 1992.
ECHEAGARAY, J. Ignacio, Compendio de historia general del derecho,
México, Porrúa, 1994.
FASSÒ, Guido, Historia de la filosofía del derecho, 3a. ed., Madrid, Pirá-
mide, ts. I, II y III, 1982.
FEBVRE, Lucien, Martín Lutero: un destino, México, Fondo de Cultura
Económica, 1983.
GARCÍA PELAYO, Manuel, Del mito y de la razón, Madrid, Revista de
Occidente, 1968.
GAOS, José, Historia de nuestra idea del mundo, México, Fondo de Cul-
tura Económica, 1983.
GRAN ENCICLOPEDIA RIALP, Madrid, Ediciones Rialp, t. XII, 1989.
GROSSI, Paolo, El orden jurídico medieval, Madrid, Marcial Pons, 1996.
HAZARD, Paul, La crisis de la conciencia europea, Madrid, Alianza Edi-
torial, 1988.
———, El pensamiento europeo en el siglo XVIII, Madrid, Alianza Edi-
torial, 1985.
HESSEN, Juan, Teoría del conocimiento, 21a. ed., México, Espasa-Calpe
Mexicana, 1988.
HOBBES, Thomas, Leviatán, o la materia, forma y poder de una repúbli-
ca eclesiástica y civil, 2a. ed., México, Fondo de Cultura Económica
1998.
KOSCHAKER, Paul, Europa y el derecho romano, Madrid, Revista de De-
recho Privado, 1955.
LIPARI, Nicolo, Derecho privado. Un ensayo para la enseñanza, Bolonia,
Real Colegio de España, 1980.
LEFEBVRE, Georges, La Revolución francesa y el imperio, México, Fon-
do de Cultura Económica, 1995.
LOCKE, John, Ensayo sobre el gobierno civil, 2a. ed., México, Gernika,
1996.
MAIER, Franz Georg, “ Las transformaciones del mundo mediterráneo” ,
Historia Universal Siglo XXI, 13a. ed., México, Siglo Veintiuno Edi-
tores, vol. IX, 1989.
MAQUIAVELO, Nicolás, El príncipe, 3a. ed., México, Gernika, 1997.
BIBLIOGRAFÍA 273