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AD GranObra

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LA GRAN OBRA

ANNIMO

MEDITACION PRIMERA
EL SUBJECTU MARTIS

Nicholas Valois, el Alquimista, dijo: "La Ciencia de los Filsofos es el conocimiento de la potencia universal de las cosas". En la noche obscura de t alma, has aspirado a veces, Discpulo mo, a una Luz inconmensurable que vendra, en un da lejano e indefinido, a iluminar t miseria. Has soado, visin confusa de jbilos, de armonas sobrehumanas, de omnisciencia, de potencia ilimitada. Has presentido, detrs de las tinieblas y de la sombra tristeza del caos donde confusamente te debates, el esplendor. Y he aqu que la lnea de horizonte de t vida se tie de prpura y te deja entrever algo de mejor y ms perfecto. Apresrate a dirigirte hacia ese resplandor an impreciso. Sguelo; es la estrella de los Magos que se levanta para ti y que va a conducirte, si no la pierdes de vista, hacia el Hacedor del Mundo. Entregado a ti mismo, te has caracterizado por el desorden de las ideas y el desorden de los actos. El remedio a ese desorden es la penetracin en ti mismo. La concentracin en ti mismo exige un esfuerzo de voluntad continuo y duradero. El esfuerzo de voluntad continuo y duradero necesita una regla de vida. La regla de vida comporta una serie de actos espirituales que es preciso cumplir escrupulosamente. La primera norma, que resume todas las dems, es el desinters por los decires y los actos de los hombres. Cbrete de indiferencia como con un manto; he aqu la clave de la vida mgica. Librate de las contingencias. Lbrate de toda "hilofilia". Encirrate en t pensamiento y en t ciencia. S el solitario, el verdadero Moriac; constryete una celda en t propio corazn.

Aceptar una vida oscura cuando se tiene fama y gloria es el summum de la perfeccin alqumica; as, rigurosamente, los Santos han cumplido la Gran Obra. El ideal que t te has creado es un reino en el cual t reinas como soberano dueo; qu ms puedes desear? Eres Rey en el momento en que los tronos se derrumban. Eres Sacerdote en el momento en que los hierofantes se tambalean. Desprecia la multitud; desprecia al pueblo; desprecia las masas; huye de las caras patibularias. El ser excepcional slo es digno de t inters. La expansin popular no es considerable sino jerarquizada. Una multitud disciplinada construy el monumento oculto por excelencia, el monumento que no proyecta sombra: la Pirmide; las multitudes indisciplinadas nunca han sabido sino dar gritos y pillar, lo que est al alcance de todos; y quieres t, simple unidad, unirte a ellas? Renuncia entonces a la Gran Obra; el Sendero del Absoluto no se abrir nunca para ti. Querer poseer la Sapiencia y al mismo tiempo la aprobacin popular, es irrisorio. "Actuar consiste tambin en no actuar", dijo Lao-Tsen; acurdate. Cuando la multitud alla y batalla afuera, t, Discpulo mo, vela sobre el atanor de t alma y no te inmiscuyas en las vicisitudes y las luchas. Si no experimentas ningn pesar por ignorar lo que se piensa y lo que se dice de ti, coraje! Ya has progresado en el Sendero del Absoluto. La reputacin no es nada; slo el testimonio de la conciencia importa. De que te sirve pasar por santo si no tienes la paz hermtica en t corazn? Es preciso, pues, segn la Scala Philosophorum, comenzar la Obra cuando el Sol est en Aries y la Luna en Taurus. Riple y Le Rosaire nos aseguran que es preciso un ao para obtener la Piedra Filosofal en toda su estabilidad y su firmeza; y Bernard le Trevisan le agrega siete das. Comprende y medita esas palabras. Esfurzate en desarrollar las fuerzas latentes que subsisten en ti. Ordena t vida segn las normas ocultas. T eres la materia misma de la Gran Obra; albifcate, espiritualzate, purifica t astralidad, despjate de las sombras Cimmerianas.

Pero si prefieres abandonarte al azar de los acontecimientos, llora


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entonces sin esperanza: t no conocers sino el fracaso y las desilusiones y no entrars jams en la Asamblea de los Filsofos.

MEDITACION II
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PREPARACION Y PURIFICACION

Philatth dijo: "De cualquier manera que se trate el mercurio vulgar, nunca podr hacerse de l el mercurio filosfico". Si t alma es la de un palurdo, es en vano que pretendas el Magisterio. Has sentido ya la necesidad de elevarte hacia el cielo, de salir de t ganga, de romper t crislida? Si t no posees esa levadura, ese fermento de eleccin, persudete de que es intil emprender nada. Si eres de arcilla, te quedars de arcilla. Si has colocado tu ideal en el fango, t no puedes soar con la sublimacin, con la transmutacin definitiva, con la egresin de la gehena terrestre. Hombre vulgar, t no llegars nunca a ser Sapiente. Hay una alquimia transcendental, es la alquimia de s mismo. Esta es anticipadamente necesaria para perfeccionar la alquimia de los elementos. La nobleza de la obra requiere la nobleza del obrero. Construye el atanor; prepara el huevo filosfico; dispn el aludel, separa lo sutl de lo denso; recoge las lgrimas del guila y la sangre del len; has que lo que est oculto se haga manifiesto; estos son los preliminares de la Obra, sin los cuales no puedes tener xito. La transmutacin debe operarse en t alma. La piedra, en su estado definitivo es el Absoluto mismo; el disolvente purificativo, son las frmulas de belleza y de perfeccin con las que t adornas t vida. El Magisterio es Azufre, Sal y Mercurio; as tu alma sublimada que es el verdadero Mercurio de los Filsofos, se unir al Azufre del Amor Divino por la Sal de la mortificacin y de las pruebas. Coordina pues, todas tus acciones y todas tus impresiones a fin de formar con ellas un conjunto armnico perfecto. Esfurzate por adquirir la extrema lucidez de t entendimiento. Desvate de lo que ensucia la vista. No oigas lo que contamine el odo. Exalta en ti el sentimiento de la personalidad para esforzarte enseguida en absorberla en el seno del Absoluto. Abraza t alma con el fuego alqumico, con el fuego que no quema. Yo te ensear a recogerlo; y l formar alrededor de ti un crculo protector que te aislar de las Influencias Malsanas.

No digas - Oh! La extraa paradoja -: "La voz es demasiado rida y para triunfar de las dificultades del Sendero es preciso ser un Santo". Pero, al contrario, los Santos no han llegado a ser tales sino porque han sabido primero triunfar de esas dificultades. Ellos debutaron como t, en la nada; escalaron como t la escala filosfica comenzando por el primer peldao. No pidas, pues, la fe para poder rezar enseguida. Reza primero, y la fe inundar t alma. Pero ya he dicho demasiado al respecto para que sepas que en adelante debes formarte un cuerpo mstico, que substituir en todos tus actos a tu cuerpo visible para emplear tilmente tus fuerzas inmateriales. Y as vivirs en el supra-fsico y all est El Sendero.

MEDITACION III

IGNIS PHILOSOPHICUS FUEGO FILOSFICO

El presidente dEspagnet dijo: "La regeneracin del mundo se hace mediante un espritu de fuego que desciende en forma de una agua que limpia la mancha original de la materia". Es de arriba que t debes hacer descender el fuego filosfico que purificar tus conceptos y absterger t alma. Hay aqu un gran misterio. Ese fuego enigmtico t no lo obtendrs sino por un esfuerzo maravilloso de voluntad y por una ardiente efflagitation. Esas cosa estn en la misericordia de Dios, como dice Basile Valentn. Pontanus confiesa haber errado ms de doscientas veces, a pesar de que trabaja sobre la materia verdadera - porque ignoraba la naturaleza del fuego filosfico. Que tus manos y tus intenciones sean puras; de lo contrario ese auxilio celestial te ser rehusado totalmente. El es el influjo astral, la chispa celgena brotando de la nube sobre el atanor, el nexo que une el macrocosmos con el microcosmos. Sin l no puedes realizar nada y con l eres fuente de toda fortaleza. Zaratustra lo llamaba Berezesengh, el fuego que se mantiene ante Ormuz. Mosch lo llam ; y los Magos lo expresaron as sobre los ladrillos Caldeos; contempla esta efgie: Es el Espritu mismo de Dios que desciende impetuosamente al Filsofo y que, combinndose con el fuego central, es decir la propensin interna de su alma hacia el Misterio, lo hace vaticinar y le da el poder de realizar milagros. Recgete, Discpulo mo; t debes ser el templo de ese Espritu ardiente que opera grandes cosas. Acurdate que las cenizas de los Filsofos contienen la diadema de su Rey. Cierra t alma a las impresiones externas. Llena t atanor con el luten de la Sapiencia. No mires hacia afuera a las tinieblas; permanece en el centro; acrcate lo ms posible a la ignicin, por temor de que seas arrastrado, en la circunversin, por el torbellino glacial del Maldito que ruge (querens quem devoret) y devora cuanto est a su paso. Ten cuidado con los lmures mortferos, con los espritus catablicos que
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vagan a t alrededor. Mira las abyecciones que te acechan; invoca los agresores; brinda todo el calor posible en t seno al pjaro de Hermes. El Alcin va a nacer, Discpulo mo, algrate; y si t sabes provocar esa corriente magntica que debe establecerse entre t y las esferas superiores, ya posees el Magisterio y el resto no es ms que un juego de nios. Ves, esculpido sobre el frontn derecho de Notre Dame de Pars, el Obispo montado sobre el altar en donde se sublima, encadenado en los limbos, el Mercurio Filosofal. El te ensea de donde proviene el fuego sagrado; y el Captulo, dejando cerrada esta puerta todo el ao, por una tradicin secular, te indica que est all la va, no ordinaria, desconocida para el vulgo y reservada al escaso nmero de los elegidos, de los elegidos de la Sapiencia. Pero no est permitido decir nada ms sobre este particular.

MEDITACION IV
DISOLUCION
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Roger Bacon dijo: " Es preciso que el cuerpo se convierta en espritu y que el espritu se convierta en cuerpo". Es la solucin de la Obra. Para realizarla, todo cuerpo natural, abrazado por el fuego filosfico, corrodo por el agua ardiente de las contriciones, debe alcanzar tal grado de pureza que se inmaterialice verdaderamente. Entonces, transfigurndose como en el Tabor, llegar a ser inalterable; ya no constituir un impedimento a la vida espiritual, sino que al contrario, al igual que los cuerpos gloriosos, participar de ella y contribuir l mismo, - Oh Prodigio! - a la Obra. Corporifica enseguida tu espritu, es decir, proyecta una mirada escrutadora sobre esta impalpable substancia de ti, cuya misteriosa naturaleza no has soado siquiera en conocer quizs, aunque ella acompaa constantemente a tu cuerpo. Estudia minuciosamente todos sus engranajes ocultos a fin de que sepas dirigirla, de poder manejar su potencia y sustentarla con el alimento intelectual que le conviene. T posees, Discpulo mo, un tesoro inmenso de fuerzas ocultas que ignoras, fuerzas considerables e invencibles, replegadas en ti y que sobrepasan a todas las fuerzas corporales; aprende a servirte de ellas, a hacerlas obedecer a tu voluntad y a convertirte en su dueo absoluto. Y para ello debes primero suprimir de tu intelecto todo cuanto es superfluo y obsoleto. Poda vigorosamente la fronda de tus pensamientos vulgares. Corta osadamente en esa maraa de los lugares comunes y de las banalidades que todava pueden ocuparte. Limpia todo lo que no represente vigor y fuerza, es una vegetacin malsana que no produce sino desperdicio de energa espiritual. El pensamiento, es una substancia de naturaleza casi fludica. Una vez emitido existe.

El pensamiento es inmutable. Este provoca en la esfera de la existencia pura un eco que resuena en la eternidad. Gurdate, pues, de premeditaciones infernales que podras crear y que se volveran a ti para tu condenacin.

S puro, pues es tu propia virtud la que debes proyectar sobre el atanor para avivarlo. Evita los actos indiferentes en s mismos. Que tu mirada no pueda errar nunca sobre los objetos que no valen un instante de tu atencin; es una partcula de tu ser que perderas sin poder recuperarla jams. Luego liberado entonces del fardo de las inutilidades recoge preciosamente lo que quieres conservar de fuerzas vivas y dirgelas hacia la obra con vehemencia. Observa con atencin los colores del Magisterio y has converger hacia el objeto final hasta el menor de tus actos. Algunos te dirn que la potencia milagrosa se adquiere y se transmite por un hlito, una palabra murmurada al odo kabalsticamente, una lectura de algunas pginas en un libro de magia o por la confeccin de una varita. Aprende, al contrario, que un poder tal no te ser conferido sino por una laboriosa y lecta cultura de las fuerzas psquicas subsistentes en ti en estado latente. Es preciso abstraerse en la vida superior exaltando poderosamente tu voluntad, operar una verdadera segregacin de ti mismo para con el mundo fsico y exterior. Levanta en torno tuyo como una muralla que retenga lo que emana de ti hacia las cosas sensibles, encirrate as en la ciudadela hermtica de donde saldrs un da, invulnerable. Sin duda, tu ves ya despuntar vagamente la luz que yo te he prometido, y te alegras por eso. Paciencia! Piensa en tu impericia! No ests sino en el IV grado del Sendero del Absoluto. Te falta por recorrer ms de la mitad del camino y an puedes tropezar en la va y caer. Ms hbiles que t, han cado y que ya casi alcanzaban la meta. Un dedo sobre los labios, como Hipcrates, y ora, Discpulo mo, en el silencio de tu alma.

MEDITACIN V
CONJUNCION
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El Hermano Basile Valentn dijo: "Y la voz melodiosa de la reina agradar inmensamente los odos del rey gneo; l la besar amigablemente por el gran afecto que por ella siente y estar tan unido a ella hasta que los dos desaparezcan y de ellos no se haya hecho sino un cuerpo". La Gran Obra es una tica trascendental. Es, pues, fcil al adepto eliminar de su existencia los impedimentos de los pensamientos superfluos y de los seres importunos. Pero encontrar serias dificultades si quiere, obedeciendo a la norma de actividad y de pasividad, segn la cual est construido el macrocosmos, reconstruir en s mismo el androginado ednico por la asimilacin de otra vida a la suya. All est el obstculo, el verdadero ofendculum (Obstculo). En vano ser, Discpulo mo, que cumplas con las abluciones preparatorias y que revistas la vestidura sagrada de lino. Si tu corazn no est puro, no ser la vestidura quien lo modificar ni quien te oculte al ojo de la Divinidad. No hay desperdicio de fuerzas psquicas comparable al que provocar en ti la multitud de codicias. Es un hechizo al cual el mismo Schelomoh no pudo resistir. Es Paracelso quien te lo ensea y la palabra de ese maestro es preciosa. No camines en las voluptuosidades innombrables. No cias tu pierna con la jarretera de piel de lobo. Gurdate de encender el cirio verde que dirige a la mujer hacia las tenebrosas lujurias. Teme los encantamientos y los filtros de amor y lleva en el dedo el topacio que refrena la lubricidad y rechaza los fantasmas de la noche. Desconfa del sapo de la hechicera y no te duermas como Merlin el Encantador en la selva de Brocelianda, en donde Viviana la prfida te encadenar por los siglos. Si escoges una compaera, el nexo que te ata a ella debe ser indisoluble, puesto que los dos un da contemplareis el Absoluto faz a faz.

Con ella debes compartir los gozos eternos. Sus pensamientos, como los tuyos, deben converger todos hacia la posesin del Absoluto. No puedes vivir sino cerca de la que camina contigo, su mano en tu mano, por el Sendero; que contigo va en la bsqueda de la cosa de tres ngulos, y es tu ayudante, en la Gran Obra.
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La esposa del alquimista es discreta y sabia, que lleva en el dedo el anillo del soberano lazo, que refleja todos los pensamientos del dueo y vela a su vez sobre el atanor cuando la hora lo exige. Si has escogido mal, dirige tu ltima mirada sobre este misterio que no te estaba dado, llena tus ojos con su claridad y cierra este libro. Puedes alejarte del Sendero del Absoluto, al cual t no llegars jams. Desciende hacia el fango, infeliz, con el ser intil que has atado a tu carne, con la corteza vaca que arrastra contigo y entra en el sendero de la mediocridad, que es el tuyo en adelante y de donde no deberas haber salido nunca. Pero si tu compaera adorna verdaderamente tu vida, contina con ella la progresin contemplativa hacia el Absoluto. Ella debe sacar - la maravillosa! - el mismo fruto que t de las presentes meditaciones. Pero no olvides que su va de perfectibilidad, a pesar de la homeomera del objeto final, es diferente a la tuya, lo que conocers estudiando con cuidado su constitucin microcsmica. Paracelso la ensea expresamente: Archoeus alius in vivo, alius in femina. Es de ti de quien ella debe recibir la iniciacin, como tu mismo la recibes de la Divinidad. Reten ese punto esencial y gurdate de orientarla por un sendero que no es el suyo. Coloca la manzana de oro en una de sus manos y la antorcha encendida en la otra. El fueto y el menstruo disolvente, he aqu la clave del Arte Mayor. Si t los conoces, entonces ests en el Sendero Real y vers pronto el da eterno, el da que no termina nunca, qui nescit occasum dies! (El da que no tiene ocaso).

MEDITACION VI
PUTREFACCIN
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El Cosmopolita dijo: "Aquel que no desciende no subir". He ah, Discpulo mo, la prueba de las pruebas, aquella donde te esperan, burlonas y encubiertas, las Malas Influencias; con la esperanza de verte tropezar y caer de nuevo en las tinieblas exteriores. Si t resistes su influjo, el venir, sucediendo al Alcin va a nacer para ti. El mundo no tiene conciencia de las superioridades nacientes. Toma, pues, el santo hbito de sufrir y superar el desprecio de los que valen menos que t. Pentrate de esta verdad: que nunca se te har justicia sino luego de tu advenimiento a la Luz. Es preciso que llegues a ser completamente indiferente a la opinin de los hombres, lo cual es ms fcil expresar que realizar. Qu te importa pasar entre la multitud por una vaga unidad cuando t tienes conciencia de tu Realeza intelectual? Obra segn tu conciencia sin preocuparte por el resultado. Acepta la gloria como una carga y no la desees, sino la gloria eterna, la de los Filsofos, el Absoluto. Si persigues el asentimiento humano, caminas hacia las tinieblas; ests fuera del Sendero. Si deseas ser un Santo para que se te reconozca como tal, es cierto que no llegars a serlo jams. La potencia milagrosa se hiperconcentrar en ti cuando no la codicies ms, cuando hayas matado en ti la ambicin de poseerla. Entonces, usando de ese Poder que maravillar a los hombres, tu corazn, vuelto insensible, no se enorgullecer. Pero, cunto camino a recorrer para obtener ese resultado! Anondate, Discpulo mo, en un abismo de humildad. S nfimo entre los nfimos. Opcate - Ocltate como ese discpulo de Khoung-Tsen que le arrancaba lgrimas de admiracin a su maestro y le haca decir: "Oh! Cun sabio era Hoci! Moraba en un reducto en el fondo de una calle

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estrecha y abandonada y sin embargo, eso no alteraba la serenidad de Hoci. Oh! Cun sabio era Hoci!" Recuerda estas palabras: "La paciencia es la escala de los Filsofos y la humildad es la puerta de su jardn". Rebjate y te transfigurars un da, y te despertars con brillo radiante en la amplexin del Rey de Gloria, del Rey Oriental que sienta sobre un trono, como dicen los viejos maestros; y entrars en el Mar Purpreo que es el Magisterio de los Filsofos. Pero tu no eres todava sino el Mercurio leproso que hizo morir al Sol de Justicia sobre la efigie del cuaternario, acurdate de eso!

MEDITACIN VII
SUBLIMACIN-DESTILACIN

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Nicols Flamee dijo: "Esta operacin es verdaderamente un laberinto, porque aqu se presentan mil caminos al mismo instante, adems, hay que llegar al final de aquel, justamente al revs de lo que fue al comienzo". La afliccin es la semilla de la perfeccin. Es verdaderamente el menstruo de los sabios, es el Len verde de los filsofos, el Agua Pntica que no moja las manos, el aceitum acerrimum o vinagre muy agrio por medio del cual se extrae de la cabeza de cuervo la verdadera leche de la Virgen y el Elixir para la multiplicacin. Tu debes hacer converger hacia el fin supremo cada circunstancia de tu vida, pero principalmente las penas y los sufrimientos cotidianos; y te llegarn muchos al comienzo, pues "los discpulos de los Sapientes no encuentran reposo en este mundo", dice Rabbi Yssacha Bar. Tu puedes sacar de stos un maravilloso partido, obteniendo de all el agua deleitosa que correr todas las impurezas. Saber extraer de las dificultades mismas de la vida un fermento de perfeccin y trasmutarlas en otras tantas fuerzas vivas en el plano suprafsico, es la alquimia mayor contra la cual nada prevalece, es la de albacin magnfica el aurum de stercore de Virgilio, el morbus quilibet purgatorium de Paracelso. No profieras, pues, ni un murmullo cuando alguno de tus proyectos no est coronado por el xito. T no tardars en comprender que era preciso que fuera as y que las decepciones momentneas haban de prepararte ventajas inesperadas ms tarde. Geber ensea que es casi obligatorio que el alquimista cometa errores varias veces. Contntate, pues, en la adversidad, con pensar, sin exacerbacin, que tu visin intelectual se encuentra obscurecida en ese momento y que la va de donde fuiste apartado y que tu creas excelente no lo era. Pronto adquirirs la certeza de ello y reconocers el siempre admirable encadenamiento de los efectos y las causas. Gurdate sobre todo de sentir envidia por los triunfantes del da y de la hora. T los oirs, Discpulo mo, ridiculizar tu asenso y despreciar tu esfuerzo.

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"No rezamos, dicen ellos - los inanlocuos! Nosotros no oramos y, sin embargo, nuestros asuntos prosperan! Blasfemamos a Dios y Dios nos paraliza nuestra lengua!" Pero, qu prueba eso? Que su Padre Celestial es bueno y que ellos son malos, nada ms. En cuanto a ti, Discpulo mo, prosigue con perseverancia tu penetracin en el Sendero. No desfallezcas. Los propios maestros han recomenzado varias veces la Obra. No ser sino despus de largos aos que empezar a despuntar para ti la luz. Entonces, en los textos en donde el profano no ve sino materia de rosas, tu percibirs ya relaciones sutiles, jalones que te guan entre las obscuridades del Camino. La alquimia no es una hemeresia; es la obra de la vida entera, ella forma un cuerpo con la existencia del Adepto. La posesin de la Gran Obra es la coronacin de la vida. Tu no la obtendrs sino una vez, lo mismo que no vivirs sino una vez sobre la tierra. Alcanzar el Absoluto a los veinte o treinta aos es, pues, ilusorio; a esa edad tu ests solamente en el Sendero y no puedes abandonarlo sin perder al mismo tiempo la esperanza de no volver a penetrar en l jams. Es pues, progresivamente que descubrirs la verdad en la palabra de los maestros, no pidas estar al final del viaje antes de haber recorrido el camino necesario para llegar all. Si ests algo adelantado en el Sendero, reconocers que es imposible hablar ms claro. Pero, ms tarde, las palabras ahora obscuras e incomprensibles, cun luminosas te parecern, si no has cesado de trabajar siguiendo las prescripciones de los maestros! Sonreirs entonces, conociendo tan sencillas las nociones que te parecan tan abstrusas cuando no eras sino un profano, y confesars que no haba explicacin posible antes de la investigacin personal destinada a preparar tu espritu a recibir la semilla de la verdad. Y es en ese sentido que se ha dicho que nadie puede ser Iniciado sino por s mismo.

MEDITACIN VIII
COAGULACIN
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El Bienaventurado Raymonel Sulle dijo: "T tendrs un perpetuo tesoro que podrs aumentar indefinidamente y por el cual realizars la Obra hasta el infinito". Y ahora, he aqu la gran pgina mstica, la que no deben leer y que no comprendern los que no estn totalmente desprendidos de la preocupacin de las contingencias y del estrpito de las opiniones humanas. Has apartado de tu alma todas las sensaciones que podran introducir en ella el desequilibrio, turbar la serenidad astral? Ests lo suficientemente apto para comenzar a actuar eficazmente en lo inmortal? Entonces, ejerctate en reunir tus fuerzas anmicas y psquicas. Coaglalas. Dale cuerpo a cada uno de tus pensamientos. Afrmalos precisndolos con cuidado y concretzalos en tu espritu. Ellos son numerosos, pero se te escapan porque t no sabes cmo manejarlos. Gurdate de asirte a ninguno, de dejar fluir esta potencia preciosa, de diseminarla sobre nociones intiles y vanas. Al contrario, determina exactamente aquellos sobre los cuales t quieres fijar tu atencin: elimina y rechaza todos los dems. Luego rene, como un manojo, tus pensamientos voluntariamente emitidos y consgralos profirindolos verbalmente con energa y voluntad, y as realizars grandes cosas. Arnauld de Villeneuve llama a esto El ngulo de la Obra. Recoge, pues, con cuidado el agua Pelidor que es de un verde naciente, tierno, trasmuta las Aguas Muertas en Aguas Vivas. Prepara la resurreccin del Pjaro de Hermes. Aqu sobre todo, es preciso purificar tus intenciones y tu corazn. Que solo hacia el bien se oriente tu volicin. Ten cuidado, Discpulo mo, t corres en esta fase un gran peligro. Todo mal querer emitido por ti se volvera contra ti mismo. No busques apartar los impedimentos profiriendo contra aquellos por los que stos te vienen la frmula de maldicin. Esta es irrecuperable en su voto siniestro, una

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vez formulada, se cumple siempre. No es para la venganza que el poder te ha sido dado. No te descarres. Es el Camino Real, el Sendero del Absoluto, el que tu sigues y no la va tenebrosa. Yugula los brotes malsanos de tu pensamiento turbado. No pactes con el maldito. Rechaza las consonancias infernales y las cogitaciones mrbidas. Es el Azufre de los Filsofos, el Azufre que ilumina todo cuerpo porque l mismo es luz y tinte y que tu buscas con avidez; teme encontrar en su lugar al Asmodeo que sedujo a Aischa. Pero he dicho. Yo no puedo, Discpulo mo, revelarte el conjunto de los arcanos hermticos; es suficiente que te indique el Sendero que conduce a esos arcanos. Son tu voluntad y tu inteligencia quienes, con la ayuda de Dios, terminarn la Obra.

MEDITACIN IX
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FIJACIN

Messire Jehan de Meung, en su Mironr d'Alquimie, dice: -"Nuestra ciencia es ciencia corporal, simplemente compuesta de uno y por uno". nica, en efecto, la modalidad segn la cual se busca y se conquista el Absoluto. Aqul que se encamina hacia la perfeccin verdadera, se eleva por encima de la naturaleza. Es as como t podrs hacer milagros y trasmutar los metales y las gemas. Has comprendido aqu Discpulo mo, la sutil dificultad de la Obra? T no obtendrs la Piedra sino cuando te hayas hecho perfecto. Y no sers perfecto jams si persigues la Pierda a causa de las riquezas que contiene. As pues, cuando llegues a poseerla, fatalmente ya no tendrs, por tu perfeccin misma, sino un soberano desprecio por las ventajas materiales que ella puede proporcionarte. Pues estars entonces en el xtasis; podrs hacerte invisible, evocar a los muertos y franquear instantneamente las mayores distancias; vivirs de una vida superexaltada que se alimentar de si misma y subsistir por si misma, dejndote indemne de toda necesidad y de todo deseo. Mira, pues, al vulgar acantonarse detrs de extraos sofismas: "Si poseyerais la Piedra seras poderosamente rico, dicen ellos, - escomticos - y exaltaras en la dicha y el jbilo!" Y otros, sin fe en su alma y sin pureza en su corazn, han abierto los libros de los alquimistas. Han manipulado substancias, soplado en los atanores, calcinado mixtos, sin comprender que es preciso haber hecho una larga extasis en el Oratorio antes de osar entrar en el laboratorio. Y ante el fracaso fatal, inflados de vanidad, han declarado engaosa e ilusoria la palabra de los maestros, antes que confesar que se habas engaado a s mismos. Deja all las obstinaciones escurridizas de esos censores ignorantes y vanos. Ellos ridiculizan a los Alquimistas que han muerto indigentes, inopes, pero has de saber, Discpulo mo, que cuando poseas la Piedra, desdears literalmente el hacer oro fsico. Pues t sers un santo y gobernars a los elementos.
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Qu emocin cuando llegues al dintel del Infinito, perdido en la contemplacin suprema del Absoluto! Podrs t todava sentir algo a la vista de las riquezas temporales? Seras t perfecto si estuvieras sujeto todava a las necesidades vitales y si no hubieras matado en ti todo deseo humano? Es por lo que Ujrospariny afirma que: "Nunca se ha hecho memoria de que un avariento poseyera la Piedra". Es la evidencia misma. La prctica de la Piedra y el deseo del oro son incompatibles. Emprender la Gran Obra para enriquecerse sera penetrar a la inversa en el Sendero del Absoluto. T obedeceras entonces a un instinto malfico y en ti no debe encontrarse ni uno solo. Cmo podras gobernar a la naturaleza si no te hubieras gobernado antes a ti mismo? No es que no puedas un da, por algn motivo superior, tentar la Obra en el plano fsico y trasmutar materialmente los metales. Muchos adeptos, Nicols Flamel, Johan Sannier, Zachaire y otros, lo han hecho; y tal vez te veas obligado a ello, aunque desengaado del mundo, por obligaciones trascendentes. Pero, acurdate que otro y no t usar entonces de las riquezas as producidas que brotarn con profusin de tu atanor. Y ese ser, dotado de una vida ardiente y salvaje, brillante e impetuoso como el animal de las selvas, pero como l cruel y sin alma sembrar por todas partes el desorden, el espanto y la desgracia, hasta el da en que sucumba bajo los golpes invisibles de uno de tus hermanos en Sapiencia, que habr reconocido en l una encarnacin del Maldito!

MEDITACIN XI
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MULTIPLICACIN
Bernard, Conde la Marche Trevisane dijo: "El Mercurio de los Filsofos se sublima a veces en un cuerpo resplandeciente y coagulado". T puedes ya, Discpulo mo, recoger los frutos del Magisterio, si has ejercido hbilmente y poderosamente tu voluntad, segn las normas que te he enseado. Las ditesis de tu espritu y de tu alma te indicarn manifiestamente ese resultado. Cuando todas las circunstancias de tu vida comiencen a encadenarse segn la expresin de tus deseos, cuando las dificultades se aplanen milagrosamente ante ti, cuando veas que todas las voluntades se pliegan a la tuya y que tus enemigos mismos concurren inconscientemente al cumplimiento de tus proyectos y a la realizacin de tu destino, podrs tener la certeza entonces de haber avanzado muy adentro en el Sendero. Y he aqu la operacin ltima de la Filosofa hermtica, reservada a los que han llegado al apogeo de la Sapiencia y que yo confo a tu prudencia y a tu discrecin. Las fuerzas que t has adquirido subsisten en ti en estado latente como un tesoro escondido. Es la piedra en su blancura, que has obtenido por el Mercurio, el Fuego y el Elixir. Es preciso, pues, para poner en obra esas fuerzas secretas, conocer y practicar la Multiplicacin de los sabios. Cuando ests en medio de tus hermanos, unidos por la oracin, estando sus corazones perfectamente contritos y sus almas sublimadas, cuando juzgues que la atmsfera astral est saturada de intenciones rectas y de voluntades ardientes, acapara con calidez y energa esas irradiaciones dispersas y renelas en una corriente nica que t dirigirs a tu antojo y por medio de la cual t conducirs la expresin de tu deseo especialmente formulado.

Elevars as entre la tierra y el cielo y toda cargada de tu potencia volitiva, una especie de columna fludica que se animar con un violento movimiento giratorio, produciendo el ruido de un torrente o de un viento impetuoso y que a veces podr hacerse visible abrazndose repentinamente de una luz resplandeciente.
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Y entonces vers grandes cosas cumplirse por ti mismo y sin que los hombres conozcan tu potencia ni calculen el esplendor de tu alma. Regocjate, pues, Oh! Hijo mo, de ser, en t oscuridad, uno de los elegidos Uno de los que saben! Hte aqu llamado a recoger la herencia, a continuar en tu siglo la tradicin de esos maestros ilustres que te precedieron en el Absoluto. Mira, Discpulo mo, a los Geber y los Raymond Lulle, mira a Arnauld de Villanueve y Morien y Artlcptinos y Schelomoh y Mara la Profetisa que te contemplan en su gloria. T posees su secreto, el arcano supremo preciosamente a lo vulgar y a la multitud. que ellos ocultaron

Sabe, pues, mostrarte digno de esas magnificencias y de esas grandezas. Que ellos puedan saludar con el beso aditial tu entrada en el Absoluto y que nunca te rechacen como perjuro hacia las tinieblas exteriores.

MEDITACIN XII
AUMENTO Y
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PROYECCIN

Hermes Trimegisto dijo: "Venid, hijo de los sabios; regocijmonos todos juntos; hagamos estallar nuestra alegra con gritos de jbilo, pues la muerte est consumida. Nuestro Hijo reina y est revestido y adornado con su prpura!" Hosannah! Discpulo mo, has alcanzado el ltimo peldao de la escala de perfeccin. Reviste la Piedra con su manto real. Exulta; rubifcate! He aqu que ests investido con un poder esplndido. Tu ests en la anagoga, en el Pards. Puedes a tu antojo entrar en el xtasis, inundar tus ojos con la Luz celestial, abstraerte lejos de aqu abajo en la contemplacin del Absoluto. La ostencin de todos los misterios se ha efectuado ante tus ojos. Tu potencia es verdaderamente ilimitada. Alcanzada esta cima de la perfeccin has sometido enteramente tus energas fsicas a las fuerzas de tu alma. Tu posees la paraclasa para todos los males, universal! Tu vida se sustentar en ella misma, pues tu sabrs extraer directamente de la fuente de la vitalidad. La distancia y los obstculos ya no existirn para ti; tu mandaras a la naturaleza y a los elementos, tu veras en el porvenir y leers en las conciencias. Y habrs reconstituido as el estado ednico primordial, y esta vida supraelevada ser semejante para ti a la inmortalidad, en la cual entraras sin solucin de continuidad ni xtasis transitorio. Esto, Discpulo mo, es la Resurreccin de nuestro Rey de Gloria, que viene a ti, radiante de esplendor. Acurdate de los Maestros; ellos han cumplido todos la transmutacin del el da de Pascua, al son de las campanas y de los cnticos Gozosos de la Allelua, es decir, al salir de la larga noche durante la cual nuestro Rey, la vctima pascual, muri y sufri. Algrate por ese Don Divino que se te ha hecho en este da. Es el carbnculo (Rub) verdadero, el vitriolo rubificado, el blsamo de vida triangular, el balsamun perfectum que te ofrece la propia mano de Dios; es el roco de la maana, la quintaesencia noblemente destilada, el

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pez sin huesos que nada en el mar filosfico, lo que los alquimistas nombran con una palabra nica: Lo Universal! Y ahora, hete aqu convertido en el guila cuya mirada fija al Sol. As pues, he cumplido mi promesa y te he conducido de la mano hasta el dintel del Absoluto.

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