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Zerwick Efesios

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CARTA A LOS Efesios

Max Zerwick
Introduccin EL MISTERIO DE LA IGLESIA La llamada carta a los Efesios pertenece al grupo de las cartas de la cautividad. El estrecho parentesco, en el contenido y en la forma, con la carta a los Colosenses permite suponer que fue escrita muy poco despus de sta, probablemente durante la primera cautividad romana (61-63). El Apstol se dirige a unos cristianos que no lo conocen personalmente; por eso los destinatarios de la carta no pueden ser los fieles de feso, donde Pablo haba actuado a lo largo de tres aos, sino algunas comunidades de las proximidades de feso, sobre todo en el valle del Lico, donde, junto a Colosas, tenemos noticias de iglesias en Hierpolis y Laodicea. La ocasin de la carta fueron ciertas corrientes espirituales, de talante judaico y pregnstico, que ya apuntan en la carta a los Colosenses. Un culto exagerado de las potencias o ngeles pona all en peligro la primaca peculiar de Cristo, tanto en la obra de la creacin como en la obra de la redencin, y dio al Apstol la oportunidad de destacar con nuevas luces esa primaca incondicionada de Cristo. Esto es igualmente vlido para la carta a los Colosenses, pero este pensamiento fundamental alcanza mayor profundidad en la carta a los Efesios y se concentra principalmente en este crculo de ideas: Cristo, cabeza de su Iglesia, la nica Iglesia compuesta de judos y paganos, que l mismo se construye como cuerpo suyo, a la que se une como a su esposa, y llena con toda la plenitud de su vida divina, con la cual y a travs de la cual inicia su seoro, no slo sobre la humanidad, sino sobre el conjunto de la creacin. Con razn a la carta a los Efesios se la ha llamado la carta de la Iglesia. En ella el pensamiento teolgico de san Pablo alcanza su apogeo y su ms rico desarrollo. La carta a los Efesios es una nueva visin panormica de la realidad de la revelacin cristiana, y as representa, para la poca tarda de su redaccin, lo que la carta a los Romanos supuso en los primeros tiempos de la actividad teolgica del Apstol Pero, al lado de estas ideas madres que sobresalen, la carta a los Efesios nos ofrece la posibilidad de penetrar en el interior de la vida de fe del Apstol. Si queremos articular de alguna manera esta vida de fe, nos encontramos, por parte de Dios, ante la comn obra trinitaria del Padre, del Hijo y del Espritu Santo, y, por parte del hombre, ante la respuesta a esta accin divina en la fe, la esperanza y el amor. Ser til realizar un breve vuelo de reconocimiento sobre esta panormica. Con esta triple expresin: Padre, Hijo y Espritu Santo empieza ya el primer versculo del himno introductorio: Bendito el.. Padre.., que nos ha bendecido con toda bendicin espiritual en los cielos en Cristo* Todava ms explcita es la expresin de esta accin trinitaria de Dios en este versculo: Por medio de l (Cristo) los unos y los otros tenemos acceso, en un solo Espritu, al Padre (2, 18), y ms adelante, refirindose a la idea central de la Iglesia: En el cual (Cristo) tambin vosotros sois coedificados hasta formar el edificio de Dios en el Espritu (2, 22). En estos versculos se pone adems de manifiesto cmo san Pablo no trata de la igualdad esencial de las divinas personas desde una

perspectiva teolgica, sino desde una visin historico-soteriolgica, refirindose a su posicin en la obra salvadora de Dios en pro de la humanidad. En este aspecto el Padre tiene una primaca. l, desde la eternidad, ha planeado amorosamente la obra de salvacin, y su propia gloria, la alabanza del seoro de su gracia, es el objetivo final de esta obra en toda la eternidad (1, 612.14; 2, 7). Pero unido estrechamente a l est el centro de toda esta planificacin, actuacin y realizacin: Cristo, el Seor, el mediador. A ambos se hace alusin, por ejemplo, en la gran visin panormica del himno introductorio, donde con ocho versculos densos y llenos (1, 3-10) se presenta al Padre solo como sujeto operante, al cual le corresponde una actuacin octodimensional, mientras que al mismo tiempo se nombra expresamente seis veces al Hijo, por quien y en el cual acontece todo esto. Ante el Padre y el Hijo parece que el Espritu Santo quede en segundo lugar. Sin embargo, en nuestra carta se habla de l quiz con ms insistencia que en el resto de las cartas paulinas, de suerte que se puede decir con razn que un soplo de pentecosts recorre toda la carta. Al final del himno aparece el Espritu Santo como el sello de Dios en los creyentes, prenda de nuestra herencia, el gran don del tiempo mesinico, como lo haban proclamado los profetas (1, 13-14). Conforme va avanzando la carta, el Espritu Santo se nos muestra como aqul, por quien el Padre enva el don del conocimiento de la fe y de la revelacin (1, 17; 3, 5) l es el que rene los miembros de Cristo en un solo cuerpo (2, 18); l es el alma en este cuerpo (4, 4); l, el principio impulsor de la construccin del templo de Dios (2, 2); l, la potencia fontal del crecimiento espiritual (3, 16); l tambin, como propiedad personal, es el husped del alma, que hay que procurar no disgustar (4, 30); de l deben los creyentes llenarse, an ms, embriagarse (5, 18); l es el que de la palabra de Dios hace una espada en la lucha espiritual (6, 17). As se realiza la construccin trinitaria de la realidad de la fe, en la que vivimos, y a la que respondemos en la fe, en la esperanza y en el amor. Por la fe nos salvamos (2, 8), por la fe habita Cristo en nosotros (3, 17). Esto pertenece al patrimonio paulino comn. Pero lo peculiar de la carta a los Efesios (como en el resto de las cartas de la cautividad) es la particular insistencia de Pablo en un conocimiento de la fe cada vez ms profundo. As ya en el himno introductorio (1, 8-9), donde entre las bendiciones de Dios se nombra en primera lnea -juntamente con la eleccin, la filiacin divina, la redencin y la remisin de los pecados- la gracia que se nos da en forma de sabidura y comprensin: Dios nos ha ungido con la idea de recapitular todas las cosas en Cristo como cabeza. Dos veces ora Pablo, en la carta, por sus fieles, y las dos pide para ellos el conocimiento: un espritu de sabidura y de revelacin implora para ellos -iluminados los ojos de vuestro corazn-, para que puedan saber en qu consiste nuestra esperanza (1, 17-19). Lo mismo al principio. Y posteriormente en 3, 16-19, donde los bienes superiores, como la fuerza del Espritu, la inhabitacin de Cristo, el amor perfecto, slo se imploran como presupuestos para un conocimiento perfecto del misterio de Cristo y de su amor. De este conocimiento espera Pablo que los fieles se llenen de toda la plenitud de Dios. Entre los objetos del conocimiento de fe, cuya posesin se implora, ocupa el primer lugar en la carta a los Efesios -mucho ms que en el resto de los escritos paulinos- el bien de la esperanza, que el Padre ha preparado a sus hijos como herencia (1, 18), que ya poseemos en Cristo, nuestra cabeza glorificada, y cuyo anticipo y garanta lleva ya en s cada bautizado en su calidad de templo del Espritu Santo (1, 14). Es la bienaventuranza en la presencia de Dios; bienaventuranza cuyo rasgo caracterstico en san Pablo es la

propiedad de ser gustada comunitariamente (1, 18), del mismo modo que nosotros, en una pregustacin comn, la vamos conociendo cada vez ms aqu en la tierra (3, 18). Cuando Pablo en nuestra carta habla de la vocacin del cristiano, siempre aparece en el trasfondo esta idea fija sobre la riqueza de la gloria de su herencia (1, 18; 4, 4). Y as la esperanza, junto con la Iglesia y la posesin del Espritu, da a nuestra carta su cuo caracterstico. En tercer lugar est el amor. Pablo dejara de ser el mismo de ICor 13, 4-7, si para l, en esta carta a los Efesios, el amor no fuera tambin inevitablemente por la humildad, o sea el olvido de s mismo (4, 2); renunciar de buena gana a todas las pequeas exigencias y pretensiones del yo. Ms o menos caracterstico de nuestra carta es, asimismo, la insistencia con que se recomienda el amor como la fuerza que trabaja intensamente por conservar la unidad del Espritu (4, 3) y que sabe sacrificarse por la paz, que es Cristo (4, 3; 2, 14). ste sera, por as decirlo, el lado negativo: conservar la unidad del Espritu (4, 3). Pero el amor, en su aspecto positivo, va mucho ms all: es el brote vital en el cuerpo de Cristo, a travs del cual Cristo mismo se va construyendo su propio cuerpo y va hacindolo crecer (4, 16). El amor aparece tambin como la consecuencia y exigencia lgica que resulta de la verdad central de nuestra carta: todos nosotros somos un cuerpo en Cristo, en unidad recproca, y con Cristo, y por Cristo unidos con Dios. El amor para Pablo no es ms que ajustarse a esta realidad envolvente, vivir y realizar esta verdad (4, 15). Incluso las recomendaciones particulares contenidas en la segunda parte de la carta (4, 25-32) hay que mirarlas desde este punto de vista, sobre todo lo que Pablo precisa tan cuidadosamente sobre el amor familiar (5, 21-6, 9). Comoquiera que el dbil y el fuerte tienen que actuar conjuntamente en la vida comn de cada da, es fcil llegar a fricciones que pongan en peligro la unidad en el cuerpo de Cristo. De aqu las apremiantes exhortaciones del Apstol a una amorosa sumisin por una parte, y, por otra, a una deferencia afectuosa de la mujer y el marido, de los hijos y los padres, de los esclavos y los amos... Estas breves indicaciones pueden ayudar, en la lectura reflexiva de la carta, a reconocer ya desde ahora sus rasgos fundamentales y a dejarse guiar por ellos. ENCABEZAMIENTO 1,1-2 SALUDO Y BENDICIN (1/01-02). 1 Pablo, apstol de Cristo Jess por voluntad de Dios, a los santos (en feso) y fieles en Cristo Jess: 2 gracia a vosotros y paz de parte de Dios nuestro Padre y del Seor Jesucristo. La carta tiene un remitente y unos destinatarios, pero no vemos la correspondencia que pudiera haber entre uno y otros. Remitente es Pablo, el mismo Pablo de Tarso, tal como haba crecido y madurado a lo largo de sesenta o setenta aos. Pero l se presenta como Apstol, como un enviado, detrs del cual est, como el verdadero autor de la carta, el que enva al Apstol: Jesucristo. Y detrs de Jesucristo est el Padre; por eso se llama Apstol... por voluntad

de Dios. Por voluntad de Dios se entiende siempre, en nuestra carta, el plan divino de salvacin, y la vocacin de Pablo a la funcin apostlica por voluntad de Dios quiere decir que esta vocacin forma parte del plan de salvacin. Por tanto, no nos salimos del sentido literal de la expresin paulina si vemos en ello una clara alusin al origen de este mensaje: Apstol-Cristo-Dios. Y as podemos recorrer a la inversa la ruta seguida por la palabra de Dios para desembocar finalmente, en forma de carta paulina, en el corazn humano. Los destinatarios: Pablo se dirige a los santos en feso. Pero esta expresin en fesofalta en los mejores manuscritos, y ello demuestra que no es original, como, por otra parte, se deduce por consideracin interna: a travs de toda la carta no hay ninguna alusin personal a los destinatarios; cosa inconcebible, siendo as que Pablo actu en feso durante ms de tres aos 1. Hay aqu ya desde el principio una laguna; laguna que muy bien puede ser llenada por cualquiera de nosotros: concretamente se refiere a ti, a vosotros, a nosotros. La laguna es una casualidad; pero bien pudiramos ver en su fondo una profunda verdad. Santos y fieles en Cristo Jess llama Pablo a los destinatarios. Santo tiene aqu su significado primitivo: entresacado del mundo y consagrado a Dios. ste es el efecto del bautismo que ha hecho de nosotros unos consagrados a Dios, unidos en Cristo, templos del Espritu Santo. Meras obras de Dios, que precisamente por eso se llaman santos, como hoy decimos cristianos. Y la expresin en Cristo Jess es en parte equivalente de santo: Cristo es nuestra santificacin (cf. lCor 1,30). Se los llama tambin fieles o creyentes, porque lo que los hace cristianos es la fe (juntamente con el bautismo). Para Pablo la fe es un don de Dios (2,8), y al mismo tiempo un abrirse a la accin de Dios; esto explica la alegra, llena de agradecimiento, con que el Ap6stol se dirige a los destinatarios como fieles en Cristo Jess (cf. 1,15). La bendicin es como de costumbre: gracia y paz. Es como una mutua fusin, en un plano superior, del mundo grecooccidental con el mundo semtico oriental. En todas las cartas griegas aparece en este lugar el verbo khairein, que significa alegrarse, alegra. Pablo hace derivar este mundano khairein hacia el sonido emparentado de kharis, gracia. sta es para el cristiano la nueva fuente de una nueva alegra: la conciencia del favor divino, que se ha mostrado tan extraordinariamente generoso y se sigue mostrando an en Cristo Jess. El saludo semtico oriental es paz, pero en esta expresin se contena mucho ms que lo que se expresa en nuestro concepto de paz. Comprenda todo lo que hoy significamos con salvaci6n. Salvacin significa salud y felicidad terrestre. En el pueblo judo la expresin salvacin fue enriquecida con la proyeccin hacia la era mesinica de salvacin con todos sus bienes. En san Pablo finalmente y en el cristianismo primitivo el deseo de paz se converta en deseo de participar cada vez ms en la plenitud mesinica lograda. Y sta naturalmente slo puede venir de Dios y de Cristo, y de su total consecucin es garantizador Dios como Padre nuestro y Jesucristo como el Seor. ...............
1. Parece que la designacin del lugar en feso corresponde al texto de un ejemplar de la carta, siendo as que en el texto original haba una lnea en blanco que despus haba que rellenar segn la comunidad a la que se enviaba el respectivo ejemplar. Puede pensarse en Hierpolis, Laodicea.

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Parte primera EL MISTERIO DE CRISTO Tambin los gentiles han sido llamados a la plena salvacin de Cristo 1,3-3,21 I. BENDECIDOS CON TODA BENDICIN ESPlRITUAL (1,3-14). 1. LA BENDICIN GRATUITA DE DIOS (1/03-10). a) Gracias por la bendicin de Dios (1,3). 3 Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Seor Jesucristo, que nos ha bendecido con toda bendicin espiritual en los cielos en Cristo. Inmediatamente empieza Pablo con un himno al plan divino de salvacin. Y esta obligada alabanza de Dios nos da qu pensar. Mara enton su Magnificat, y lo comprendemos; Zacaras cant su Benedictus, y sabemos por qu. Pero aqu no hay ningn pretexto visible para este himno de alabanza con que empieza nuestra carta. Todo lo contrario: Pablo escribe en calidad de prisionero. Reflexionemos sobre lo que esto significa: prescindiendo de todas las privaciones exteriores, con el impulso del Redentor en el corazn, con el encargo divino de llevar el Evangelio a todo el mundo, con la preocupacin por todas las iglesias que de l necesitan, Pablo est all detenido da tras da y ao tras ao, encajonado entre cuatro irritantes paredes que lo circundan. Y en medio de este dolor y -humanamente hablando- del fondo de la oscuridad se levanta este canto de accin de gracias a Dios. Ciertamente, le basta el pretexto de una carta a una comunidad lejana y desconocida, le basta el recuerdo de una fe comn, para que su alma se desborde en accin de gracias y en alegra radiante. As es el cristiano Pablo, y as se presenta ante sus cristianos: desbordante de alegra en la fe y de gratitud. Pero esto no es ms que el comienzo de aquella plenitud, de aquella indestructible alegra en la fe, que, descollando de la ms simple monotona y surgiendo lozana de en medio de las tribulaciones, nos aporta el testimonio deslumbrante de que nuestro cristianismo es un mensaje alegre, no slo en el nombre, sino en la realidad misma. Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Seor Jesucristo. En s cabra justificar aqu la alusin, en la alabanza, a Dios creador. Muy poderosas razones habra para ello. Pero para Pablo retrocede el Dios creador para dar paso al Dios de la revelacin, el Dios y Padre de nuestro Seor Jesucristo. Qu nombre de Dios! En el Antiguo Testamento, Dios se llam a s mismo y quiso ser llamado el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob. Ya este ttulo era una vibrante confesin de fe. Pascal narra cmo en una venturosa noche pascual se le revel por primera vez la profundidad y la alegra que llevaba consigo este nombre: el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob. Ello quiere decir que Dios no es el lejano y fro Dios de los filsofos, sino el Dios de la historia, que desde una infinita lejana se inclina sobre los hombres y que en un determinado momento de la historia, en un determinado lugar de nuestra tierra escoge a los hombres como amigos, hombres cuyos nombres conocemos: Abraham, Isaac y Jacob. Y en consecuencia este

Dios, en una movida historia de casi un milenio y medio, se ha ido siempre compadeciendo de su pueblo, a pesar de tanta infidelidad, de tanta apostasa y de tanta traicin, en atencin a aquellos antepasados, sus amigos. Necesitamos conocer este trasfondo para valorar lo que para el judo Pablo significa nombrar a Dios, no ya el Dios de Abraham, Isaac y Jacob, sino el Dios y Padre de nuestro Seor Jesucristo. Es la suma de todo el cristianismo: Jesucristo es nuestro Seor, nos pertenece. En l podemos llamar Padre nuestro a Dios, en un sentido nuevo sin precedentes. Que nos ha bendecIdo con toda bendicin espiritual en los cielos en Cristo. As resume Pablo el contenido total del don con que Dios nos ha agraciado. Extrao concepto! A quin de nosotros, requerido para ello, se le ocurrira usar una frmula semejante para describir brevemente el don divino de la salvacin? Pero, precisamente, cuando la frmula paulina nos sorprende, cuando su mentalidad religiosa difiere de la nuestra, hay que intentar acomodar la nuestra a la suya. Pablo llama a la bendicin de Dios una bendicin espiritual. Esta palabra lleva siempre consigo, en san Pablo, una actuacin del Espritu Santo, ligada a su presencia personal en nosotros. Y as tenemos en esta breve frmula de nuestra salvacin una alusin a las tres personas de la Santsima Trinidad: el Padre nos bendice con toda bendicin, al darnos su Espritu Santo, por medio de Cristo Jess. Pero a qu viene aqu la sorprendente expresin en los cielos? 2 Lo que Pablo quiere aqu decir est claro en 2,6: Dios nos ha resucitado con Cristo y nos ha hecho sentar en los cielos en Cristo Jess. Esta es la formulacin conceptual ms fuerte del pensamiento paulino: la resurreccin de Cristo es ya nuestra resurreccin, y su seoro es nuestro seoro. Porque es resurreccin y seoro de la cabeza que con sus miembros forma un cuerpo: el Cristo total. Todo esto est incluido en nuestro texto, cuando Pablo habla de toda bendicin, con la que Dios nos ha bendecido en los cielos en Cristo; todo lo que en la bendicin se nos da est en el orden de la donacin divina, que no tiene otra finalidad que introducirnos en la rbita del seoro de Cristo. Tan vitalmente segura es para Pablo su esperanza cristiana, que habla de ella como si fuera ya la posesin anticipada de lo que nos aguarda en el seoro del Padre y del Hijo. Igualmente la alegra de la fe en san Pablo, que aqu encuentra su obligada expresin, es la alegra de una esperanza desbordante, asegurada por el don del Espritu Santo (1,14) y por el seoro de Cristo, nuestra cabeza en el cielo. El contenido detallado de esta bendicin se expone en 1,4-14. En estos versculos se ve un corazn rebosante de expresiones de accin de gracias. No esperemos un discurso pulcro y ordenado. No, los pensamientos se llaman unos a otros con la fuerza misma con que unos empujan a otros. Pero esto mismo es para nosotros un valor positivo, ya que nos muestra el orden de los valores segn la escala vital de la fe del Apstol y nos describe la autntica pista de nuestro itinerario de creyentes. ...............
2. Muchos exegetas intentan superar esta dificultad traduciendo: con dones celestiales. Esta traducci6n es estrictamente correcta, pero la expresin aparece cuatro veces en esta breve carta (1,20; 2.6; 3,10; 6,12) y siempre en el mismo sentido de referencia local.

............... b) Elegidos desde la eternidad (1,4-6a). 4 Por cuanto nos ha elegido en l antes de la creacin del mundo, para ser santos e inmaculados en su presencia, en amor.

Nos ha elegido en l antes de la creacin del mundo. Quin de nosotros piensa en esta eleccin desde la eternidad? Para Pablo es el pensamiento que ms le estimula: desde la eternidad yo, cristiano, fui objeto de un amor divino. Ni pensar siquiera en algn mrito previo por nuestra parte. Aqu reside la pura liberalidad de Dios; y para poderme amar a m, no slo como criatura, sino como hijo, con amor paterno, me ha elegido desde la eternidad en Cristo Jess. Esto quiere decir: desde siempre mi vinculacin al pensamiento divino pasaba por Cristo Jess y slo por esta unin con Cristo pude ser digno del amor del Padre. Esta eleccin tiene un fin prximo y un fin ltimo. El fin prximo es una verdadera vida cristiana en este mundo. Con tajante brevedad es definido as por Pablo: para ser santos e inmaculados en su presencia. Santo significa separado de todo lo profano y consagrado definitivamente al servicio de Dios. Y precisamente por esta definitiva pertenencia a Dios, esta vida tiene que ser inmaculada; e inmaculada en presencia de Dios, o sea: no slo con conciencia de su presencia, sino con la pureza moral, que solamente es tal a los ojos del Dios tres veces santo. Pero no quiere esto decir que en la presencia de Dios ni los mismos ngeles son puros? No es acaso una exigencia extrahumana? S, extrahumana; es cristiana. O hemos olvidado ya aquello de que hemos sido escogidos a tan alta santidad en l, en Cristo? En una palabra inmaculados, no en virtud de nuestras posibilidades naturales, sino como la nueva criatura, que est ntimamente ligada con Cristo, que se ha vestido de Cristo, que vive de la vida de Cristo y por eso vive la vida de Cristo. Cmo no iba a ser santa e inmaculada aun a los ojos de Dios esta vida de Cristo en nosotros y apropiada por nosotros? Cristo hace nuestra su propia santidad (ICor 1,30). Cmo no iba a mirar el Padre con infinita complacencia a un ser humano, que se presenta a l, vestido con la santidad de su Hijo? Ciertamente la moralidad de esta vida de Cristo en nosotros queda siempre desgraciadamente imperfecta. Pero el mismo esfuerzo por la perfeccin cristiana, por muy necesario que sea, es de importancia relativamente mnima, comparado con lo que Dios obra en nosotros: Cristo en nosotros. Cristo en nosotros: ste es el objeto propio de la complacencia divina, aun antes que pudiramos pensar en las consecuencias ticas que de ah se derivan. Son muchas estas consecuencias? S y no. Segn Pablo hay una por todas, el amor: santos e inmaculados en amor. En esta breve frmula de vida cristiana aparece el amor en toda su imponente y solitaria grandeza. No es una virtud entre tantas. Es la esencia de todas ellas; es toda la ley 3, y sin l el resto no vale nada (ICor 13,1-3), y con l aun la nada se torna valiosa a los ojos de Dios; pues es amor derivado de su amor, del amor de aquel que es el amor 4. ...............
3. Mt 22,40; Rm 13,10; Ga 5,14; St 2,8. 4. Cf. 1Jn. Muchos relacionan de otra manera este final en amor, conectndolo con lo siguiente, y lo entienden del amor de Dios a nosotros. Pero esta frmula en amor aparece cinco veces en nuestra carta y significa siempre el amor de los cristianos entre si: 3,17; 4,2.15s; 5,2.

............... 5 El nos predestin a ser hijos suyos adoptivos por Jesucristo, segn el beneplcito de su voluntad...

Pablo confirma lo que ya ha dicho, repite la verdad fundamental de nuestra eleccin en Cristo, pero lo hace desde una nueva perspectiva, y nos da con ello otra vez un concepto esencial de la existencia cristiana. De una manera ms libre repite lo anterior: Nos predestin a ser hijos suyos adoptivos. En esa expresin suyos (hijos suyos) podemos rastrear algo del origen personal de nuestra nueva filiacin: Dios nos quiere poseer como hijos suyos, como si en ello tuviera alguna ganancia su corazn paternal. Y de nuevo, lo decisivo: por Jesucristo. No se trata de una filiacin en sentido traslaticio, como si furamos recogidos por compasin entre las inmundicias de la calle y llamados hijos sin serlo en realidad. No, somos hijos de Dios con toda verdad, precisamente porque lo somos por Jesucristo. O sea: no slo porque Cristo, con su redencin, nos haya hecho dignos de Dios; sino porque l mismo, el Hijo, habita en nosotros por medio de un vnculo vital misterioso y nos asume a todos nosotros para ser, juntamente con l, uno solo (Gl 3, 28), hijos en el Hijo, segn la expresin de los padres de la Iglesia. ...segn el beneplcito de su voluntad.., Como antes la palabra elegido, as ahora la expresin predestin quiere decir que de todo esto Dios solo es la fuente. Es ste un pensamiento que obsesiona a Pablo ms que ningn otro. Est constantemente acentundolo, hasta hacer expresamente este subrayado: segn el beneplcito de su voluntad o segn el benvolo designio de su voluntad (la expresin griega incluye ambas cosas: el beneplcito y la consiguiente voluntad y decisin, pero siempre un beneplcito derivado del puro favor y gracia). Pablo sigue subrayando: la gracia de Dios, soberanamente libre, es el nico fundamento de nuestra eleccin y de nuestra predestinacin, de nuestra santidad en Cristo y de nuestra filiacin en l. ...6a para alabanza de la gloria de su gracia... Dios no es solamente la fuente primordial de su actuacin gratuita, sino tambin el fin ltimo de esta actuacin. Dos veces ms todava subrayar Pablo en el mismo himno (v. 12 y 14) este pensamiento. En ninguna otra parte del NT se expresa tan claro y en tres lugares tan cercanos, que Dios acta para gloria suya. l da a conocer, a travs de la donacin, su propia gloria y, sobre todo a las criaturas espiritualmente dotadas, el esplendor de su gracia. En esta notificacin, en esta comunicacin de sus bienes consiste ya la propia glorificacin de Dios. Ahora bien, el hecho de que las criaturas agraciadas y favorecidas respondan a ello con reconocimiento, con el reconocimiento que corresponde a su ser, significa, concretamente en el caso del hombre, corresponder con alabanza de gratitud, salida del corazn, y con una vida que se ajuste a esta gratitud y no la desmienta, sino que sea profunda, autntica y verdadera. Esto es lo que se llama la gloria extrnseca de Dios, porque no puede aumentar la gloria intrnseca infinita de Dios. Sin embargo, Dios no puede renunciar a esta gloria, porque as lo exige la ntima naturaleza de sus criaturas. Esto es lo que significa: Dios crea y acta para su gloria. No obstante, hay aqu algo que choca con nuestra sensibilidad. Buscar la propia gloria; sin poderlo remediar, nos resistimos a aceptar esto, y con razn. Aqu habla nuestra ntima esencia de seres creados. Ser criatura significa no tener nada por s mismo, significa haber recibido y continuar recibiendo todo lo que uno es, posee, puede o hace. Todo. Siempre que un ser humano busca su gloria, el reconocimiento por lo que l tiene o hace, como si no lo hubiera recibido, all hay algo que en el fondo no est bien. Nuestra ntima

sensibilidad es ms consciente de lo que creemos. Y aun todo un Dios, que buscara su gloria, caera bajo el mismo juicio -y esto lo hacemos instintivamente-, si realmente lo concibiramos con categoras humanas. Aqu est el defecto, comprensible en un hombre que piensa dentro de sus dimensiones de criatura de Dios. Ahora bien, Dios es en sentido verdadero el completamente otro. Si la criatura es esencialmente un don de Dios, Dios es esencialmente por s solo. Nada tiene, pues, de extrao que para l valga todo lo contrario de lo que vale para la criatura. Para la criatura, ponerse como fin a s misma, buscar la propia gloria, es un desorden esencial. Para el Creador, buscarse a s mismo exclusivamente como ltimo fin es la ntima esencia de su santidad. A la inversa, la santidad de la criatura consiste en no buscar otra cosa que a Dios solo. Cuando leemos en nuestro himno que Dios obra para alabanza de la gloria de su gracia, tenemos que superar el momentneo malestar que este pensamiento puede producirnos en un primer instante, recordando que Dios no es un superhombre, por infinitas que sean las dimensiones con las que nos lo imaginemos, sino que es el completamente otro. Dejmonos embargar por la alegra profunda de esta realidad: este Dios inabarcable es nuestro Dios, que se inclina paternalmente a nosotros y nos otorga la gracia en su Amado. c) Agraciados en el Amado (1,6b-7). ...(para alabanza de la gloria de su gracia) 6b con la que nos ha agraciado en el Amado. Otra vez Cristo est en el centro. Toda la gracia del Padre nos ha venido por su Hijo. No solamente en el Hijo, porque es el nico mediador, el portador de la gracia, sino en un sentido profundamente ms venturoso, porque realmente Cristo mismo es la gracia en persona. Porque la gracia, de la que aqu se trata, no es otra cosa que Cristo en nosotros. Pero aqu aparece como nica excepcin la expresin en el Amado en lugar de la corriente en Cristo. Detrs de esto se esconde un doble pensamiento paulino: con respecto a Dios y con relacin a nosotros. Con respecto a Dios se subraya el alto precio del favor que -humanamente hablandonos ha concedido. Este favor le ha costado nada menos que su propio Hijo, en el sentido de aquel versculo de san Juan, tan repetido pero tan poco seriamente tomado: Tanto am Dios al mundo, que le entreg a su unignito Hijo (Jn 3,16); y lo entreg a manos humanas, que lo clavaron en la cruz. Con relacin a nosotros esta expresin agraciados en el Amado 5 significa sencillamente lo que ya repetidas veces nos ha dicho: en l como en el nico Amado somos tambin nosotros -por nuestra misteriosa vinculacin con l- objeto del infinito beneplcito de Dios, el Padre que ya en nosotros no ve sino los rasgos de su amado Hijo. Cunta confianza debe alentar en un cristiano que se sabe amado con el amor del Padre a su propio Hijo! ...7a en l tenemos la redencin por medio de su sangre... Y nuestros pecados? Quedan ahogados en este mar de gracia y amor? S, pero no como si no fueran tomados en serio; muy al contrario, son considerados con trgica

seriedad: En l tenemos la redencin por medio de su sangre. Sangre! Estamos demasiado acostumbrados a hablar y a oir hablar de la sangre de Cristo. La sangre, cuando realmente fluye, estremece profundamente a todo el hombre. Derramarse la sangre es como derramarse la vida Tenemos que aprender a tomar totalmente en serio a la sangre de Cristo. Aqu est toda la realidad de la muerte en cruz de nuestro Seor. Tan cruel debe parecernos a nosotros como realmente lo fue para aquellas santas personas que estaban al pie de la cruz y para las que el gotear de esta sangre era como un martilleo estremecedor en el alma. El secreto para renovar cosas ya hace tiempo sabidas y, por lo mismo, inoperantes, est en la fructuosa meditacin de los textos sagrados. Hay cosas que, por demasiado conocidas, no se explican. Quiz no necesiten explicacin, pero s una penetracin, cada vez ms nueva, a travs de palabras y conceptos hasta llegar a la realidad que las sostiene. Lo mismo pasa cuando aqu omos o leemos la palabra redencin. Para Pablo, como para todo judo piadoso, el concepto de redencin estaba estrechamente ligado a la gran vivencia fundamental de su pueblo: la liberacin de la esclavitud de Egipto. El mismo Dios ha recordado insistentemente en el Antiguo Testamento y le ha hecho recordar a su pueblo la hazaa salvadora de su omnipotencia, y haba una liturgia, sobre todo la fiesta de la pascua, toda ella dedicada a reproducir vivamente aquella realidad. Esta liberacin de Egipto era solamente una figuracin anticipada de la liberacin, en cuya plena realidad nos encontramos ya los cristianos. Ciertamente se impone tomar en serio la esclavitud de la que nos ha salvado la redencin por medio de su sangre. Pablo nos va a explicar su pensamiento en este sentido (2,13). ...............
5. La palabra griega traducida por nos ha agraciado es un verbo que solamente emplea otra vez en todo el NT en el pasaje en el que el ngel saluda a Mara como la llena de gracia (Lc 1,28).

............... ...7b (en l tenemos) el perdn de los pecados segn la riqueza de su gracia. Segn la riqueza de su gracia: Hay aqu como un doble pensamiento. Por una parte, este perdn de nuestros pecados es algo tan grande, que absorbe toda la riqueza de la gracia de Dios. Pero, ahondando ms en la profundidad teolgica de la expresin, resulta que este perdn de los pecados no es algo meramente negativo, sino que trae consigo primariamente la plenitud de la gracia, y tan ntimamente nos transforma que nos convertimos en objeto del beneplcito de Dios. Y esto tanto ms, cuanto que a esta riqueza de su gracia no solamente est vinculado el perdn de los pecados, sino al mismo tiempo algo completamente nuevo... d) Ordenados, en el plan divino, a recapitularlo todo en Cristo (1,8-10). ...(segn la riqueza de su gracia) 8, que ha prodigado con nosotros en toda clase de sabidura e inteligencia, 9 dndonos a conocer el misterio de su voluntad, segn el benvolo designio que en l se haba propuesto, referente a la economa de la plenitud de los tiempos: recapitular todas las cosas en Cristo, lo que est en los cielos y lo que est sobre la tierra.

Este es el nuevo favor, aadido a los ya enumerados: Dios nos ha consagrado a nosotros, sus hijos, en el misterio de su voluntad. Tenemos que saber en qu maravilloso plan divino de salvacin ha de participar nuestra pequea vida. No podemos entrar en las particularidades de estos versculos tan densos, siendo as que hay en ellos bastante oscuridad en todos los aspectos. Pero los puntos capitales son stos: Pablo vuelve sobre los tres pensamientos que han dominado hasta ahora en el himno: 1. el plan de salvacin tiene como punto de partida la sola voluntad gratuita de Dios; 2. ha sido preparado desde la eternidad; esta idea se expresa cuando se dice que Dios predestina algo, o mejor: se propone un designio; pero sobre todo 3. Cristo es tambin aqu el medio: en l ha planificado Dios, en l realizar su plan. Y con esto apunta la plenitud de los tiempos. Plenitud de los tiempos no es aqu propiamente la venida de Cristo, cuando se cumpli el tiempo (Gl 4,4), sino preferentemente todo el acontecer definitivo desde la primera venida de Cristo hasta su retorno en gloria. No solamente comienzo, sino realizacin y prosecucin de los ltimos tiempos. En estos tiempos Dios proseguir su objetivo de recapitular todas las cosas en Cristo. El verbo griego, en sentido estricto, slo significa recapitular6, pero en una carta como la nuestra, cuyo mensaje especfico es Cristo como cabeza de su Iglesia y como cabeza de toda la creacin, es lgico suponer que Pablo escogi esta palabra y le dio un nuevo sentido, ya que no podra sustraerse a las implicaciones de la palabra cabeza incluida en el mismo verbo recapitular. Lo que Pablo intenta decir con esto, lo veremos en los v. 22.23 de este mismo captulo. Lo que bajo Cristo (cabeza) tiene que reunirse se expresa bblicamente as: todo lo que hay en los cielos y en la tierra, o ms brevemente: todo, el todo. En la carta a los Colosenses destaca ms vivamente esta verdad cuando se dice de Cristo: Todo fue creado por y para l.... y todo tiene en l su subsistencia (1,16-17). Este es tambin el misterio de la voluntad de Dios, su plan eterno: Cristo tiene que ser la cabeza de todo. Tiene que darle sentido y existencia, unidad y cohesin. Dios nos ha comunicado este misterio suyo, y esto es para Pablo una gracia, que se coloca en primera lnea con la predestinacin eterna, con la filiacin divina, con la redencin y el perdn de los pecados. Con este conocimiento del sentido del mundo, Dios nos ha dado toda clase de sabidura e inteligencia. Sabidura, con la que se aclaran todas las cosas en su sentido profundo; e inteligencia, que descubre el recto camino de la vida. Tenemos que cooperar con la gran obra de Dios. Y del pequeo mundo de nuestra vida, del pequeo reino de nuestra alma y de todo lo que all acontece, hemos de hacer un trasunto de lo que debe ser el gran mundo: dejemos que Cristo sea en nuestro pequeo mundo la cabeza vitalizadora de todo, que d sentido a todo, que lo encauce todo y que sea el vnculo que a todo le d cohesin. ............... 6. La palabra recapitular corresponde etimolgicamente al original. ............................... 2. LOS CREYENTES Y SU CAMINO HACIA LA SALVACIN (1/11-14). Para Pablo, la naciente cristiandad, como en general la humanidad, se divide en dos grupos principales: nosotros, es decir, los creyentes que procedentes del pueblo

escogido han llegado a la fe, y vosotros, los creyentes venidos de la gentilidad. a) Los judeocristianos (1,11-12). 11 En l fuimos tambin agraciados con la herencia, predestinados -segn el previo decreto del que lo hace todo conforme a la decisin de su voluntad- 12 a ser nosotros alabanza de su gloria, los que antes ya tenamos puesta la esperanza en Cristo. Los judos no estn en el mismo nivel que los dems pueblos. Como pueblo escogido por Dios estn -vistos a la luz de la revelacin- por encima de todos los dems. Pablo lo sabe y lo reconoce. Pero precisamente por ello se esfuerza en subrayar, con la mayor urgencia posible, que este privilegio hay que agradecerlo nicamente a la libre eleccin realizada por la gracia de Dios. De aqu la reiteracin de las expresiones paulinas: predestinados hubiera sido ya bastante; pero no, aade an esto: segn previo decreto del que lo hace todo conforme a la decisin de su voluntad. Aqu se especifica a Dios precisamente por su incondicionada libertad, por aquello que lo manifiesta esencialmente como Dios. As como Dios es la fuente de la eleccin de su pueblo, as tambin l mismo -su gloriaes su ltimo fin. Aqu tenemos, referido solamente a Israel, el principio fundamental del Apstol: todo de Dios solo, y a Dios solo toda la gloria. Y Cristo de nuevo aparece como el mediador: el versculo empieza con la expresin en l montada al aire, indicando con ello la ligacin con la expresin en Cristo, que da sentido a todo el conjunto. La eleccin de Israel era solamente un captulo de este plan divino, en cuyo centro est Cristo. En l fue elegido Israel, en l tiene toda la razn de su existencia, hacia l ha dirigido su esperanza, como el mismo Pablo confiesa: Nosotros..., los que antes ya tenamos puesta la esperanza en Cristo. Y as Israel estaba ya en Cristo, aun en su patria espiritual, incluso antes de que l viniese a este mundo. b) Los tnicocristianos (1,13-14). 13 En l tambin vosotros, tras haber odo la palabra de la verdad, la buena nueva de vuestra salvacin; en l, repito, despus de haber credo, fuisteis sellados con el Espritu Santo de la promesa, 14 el cual es prenda de nuestra herencia para la redencin de aquellos que han llegado a ser la propiedad de Dios, para alabanza de su gloria. Pablo abruma con la exuberancia de su expresin. Pero este llamarse los pensamientos unos a otros, casi pisarse y dar vueltas alrededor de una misma frase, replegada a su vez sobre s misma, corresponde a su propia situacin de espritu. Lo que aqu Pablo quiere decir antes que nada es esto: tambin vosotros habis recibido el gran don de Dios, el Espritu Santo, cuya efusin fue prometida desde antiguo para los tiempos venideros del Mesas. Con este pensamiento central se unen estos otros dos: el recuerdo del camino, que ha llevado a recibir el sello del Espritu y que ya era una gracia de Cristo: o sea, el haber odo la palabra de la verdad y el haberla recibido con un corazn fiel; y, en segundo lugar, la alusin al final venturoso, para el que han sido sellados por el Espritu. Todo esto se apretuja en un solo versculo, tanto ms cuanto que Pablo no se dispensa de subrayar cmo todo esto -la proclamacin de la palabra, la aceptacin de la fe y la sigilacin en el

Espritu- fue un acontecimiento logrado en l. El Evangelio se llama aqu: la palabra de la verdad, la buena nueva de vuestra salvacin. Ambas palabras sonaban muy bien en el mundo de Pablo: verdad tena que ver con sabidura, y salvacin con felicidad. Entonces como hoy, ms que hoy, en todas partes se pronunciaban con elogio estas expresiones: palabras de la verdad y caminos de salvacin. Podemos imaginarnos lo que esto signific cuando en medio de esta confusin irrumpi Pablo -prejuzgado ya en la opinin pblica como judo y, como tal, de poca o ninguna representacin- con la pretensin de ser un enviado del verdadero Dios, y con una audacia y una confianza que no son de este mundo, predica sin ms la verdad y la salvacin: con su palabra, con toda su vida, que es el incienso ofrecido por Cristo a Dios, tanto para los que se salvan como para los que se pierden: para stos es un olor mortal que mata, para aqullos un olor vital que vivifica (2Cor 2,15s). De esta poderosa conciencia de la misin habla Pablo, cuando a su predicacin la llama solamente la palabra de la verdad y la buena nueva de nuestra salvacin. l mismo se reconoce como Apstol de aquellos a los que no ha predicado (como aqu), pero que oyeron el mensaje y pertenecen a la rbita de su actividad misionera. En definitiva, lo que aqu nos ensea Pablo es la conciencia de misin, conciencia cristiana que supera y sobrevive al mundo. Despus de haber credo: esto dice san Pablo, que traducido a nuestro lenguaje es: se han hecho cristianos por la fe y el bautismo. Y as han sido sellados con el Espritu Santo de la promesa. Lo que aqu choca un poco es la manera como Pablo habla de la tercera persona de la Santsima Trinidad, que es tambin Dios juntamente con el Padre y con el Hijo y que aqu se le nombra como un sello, lo cual nos sugiere ms bien una propiedad de Dios. Pablo habla del Espritu Santo, como una cosa, un instrumento de Dios: es sello por el hecho de habitar personalmente con todo su poder y magnificencia. Se han trocado los papeles? El templo es para Dios, no Dios para el templo; y aqu el husped divino es donado a lo mejor de su templo, para que lo santifique, lo conserve, lo purifique y lo haga agradable al Padre. Esto es lo maravilloso del amor divino: el hombre, esencialmente ordenado slo a Dios como ltimo fin, se convierte ahora -en el plan de salvacin- en el medio, el centro de atencin de las tres divinas personas. Y en este caso el amor aporta realmente cierta plenitud. Pablo, en su forma de hablar, toma este amor completamente en serio: como Dios acta slo el Padre; el Hijo es hombre y mediador, an ms, el precio con que Dios adquiere lo que ya era suyo; y el Espritu Santo es la garanta personal de nuestra pertenencia a Dios. Por eso Pablo no ora como nosotros: Gloria al Padre y al Hijo y al Espritu Santo, sino que usa la frmula de la antigua Iglesia (anterior al arrianismo): Gloria al Padre por el Hijo en el Espritu Santo. Las luchas sostenidas en pro de la verdadera divinidad de Cristo y del Espritu Santo nos han aportado una preciosa claridad y seguridad; pero ahora, dotados ya de esta seguridad, debemos volver a Pablo, para comprender ms profundamente la maravilla del amor, que hizo de Cristo un hombre y mediador, y del Espritu Santo un sello y garanta de nuestra salvacin. Pero este sello, el Espritu Santo, en su calidad de sello de nuestra pertenencia a Dios, no es algo que descansa y termina en s mismo, sino que es una fuerza operante. As fue prometido por los profetas para los tiempos del Mesas, y el mismo Pablo se refiere a ello, cuando lo llama el Espritu Santo de la promesa. Pedro, en su discurso de pentecosts, citaba al profeta Joel: la efusin del Espritu es el signo de la irrupcin de

la era mesinica (Act 2,17-21). Pero mucho ms significativo es el clebre texto de Ezequiel (36,26s): Os dar un nuevo corazn, y pondr en medio de vosotros un nuevo espritu, ...y pondr el espritu mo en medio de vosotros, y har que guardis mis preceptos y observis mis leyes. As pues, lo que el Espritu de la promesa como sello de nuestra pertenencia a Dios obra en nuestros corazones, no es ms que un gozoso y espiritual acceso a la voluntad y al mandato de Dios. Prenda de nuestra herencia es llamado el Espritu Santo. Su presencia, por muy digna de altsima estima que sea, no se resalta como un valor en s, sino con relacin al fin, para el que se nos da. Prenda o seal es el pago parcial que se entrega como prueba de que la suma total ser satisfecha. Esta se llama nuestra herencia y nos recuerda de nuevo nuestra filiacin divina, de la que ya se ha hablado (1,5). Y si hijos, tambin herederos: herederos de Dios, coherederos de Cristo (Rom 8,17). La herencia ser el mismo Dios en su gloria. Y como quiera que la prenda es de la misma naturaleza que la suma total, resulta que la prenda es ya Dios mismo, aunque todava encubierto: el Espritu Santo. Merece la pena penetrar un poco en la profundidad de este pensamiento: Dios adquiri para s a Israel y a la Iglesia, y, en consecuencia, nosotros nos podemos sentir seguros, agarrados a la mano protectora del Padre todopoderoso. Pero cmo se explica que aqu se hable, con tanta naturalidad, de la redencin como de algo futuro? No se nos ha dicho ya en el himno que hemos sido agraciados en el Amado, en l tenemos la redencin por medio de su sangre (v. 6.7)? He aqu la propiedad de la existencia cristiana tal como la presenta san Pablo: las grandes realidades de nuestra fe son ya presencia, fundamental y radicalmente, segn su esencia; y, sin embargo, vamos camino de su consumacin. Tenemos el cumplimiento de lo prometido, pero no la plena consumacin. Estamos redimidos, tenemos en Cristo la redencin, pero slo en el da del Seor alcanzar su mxima virtualidad. Como cristianos pertenecemos a dos mundos. Esta es la dificultad de nuestra existencia cristiana, pero al mismo tiempo es nuestro consuelo. Para alabanza de su gloria. Acabamos de ver cmo la sigilacin con el Espritu Santo tiene por finalidad nuestra redencin. Pero el hombre -como hemos visto- no puede ser al mismo tiempo el ltimo fin del hombre y ltimo objetivo propio. Por eso al terminar subraya Pablo por tercera vez la gran verdad: como Dios es la fuente de todo, tambin es el fin ltimo de todo. Y as nuestro himno no poda terminar sino con estas palabras: para alabanza de su gloria. ............................ II. GRATITUD Y PETICIN DEL APSTOL (1,15-23). 1. GRATITUD POR LA FE Y EL AMOR DE LOS DESTINATARIOS (1/15-16). 15 Por eso, por lo que a m toca, habiendo odo hablar de la fe que hay entre vosotros en el Seor Jess, y del amor a todos los santos, 16 recordndoos en mis oraciones, no ceso de dar gracias por vosotros. Aqu empieza propiamente la carta con esa caracterstica accin de gracias que encabeza casi todos los escritos de san Pablo. El hecho de que esta accin de gracias est

ligada al himno anterior con la expresin por eso aporta una nueva luz a la comprensin de la carta: mientras ms claro brilla en lo precedente la actuacin de Dios, ms hondamente deben sentir Pablo y sus lectores cun grande es aquella fe y aquel amor con que los destinatarios se entregan al plan de Dios y se muestran dignos de su gracia y bendicin. Pablo ha odo hablar de su fe en el Seor Jess. Esta expresin en el Seor Jess no es propiamente el objeto directo de la fe: creer en el Seor Jess, sino que es el fundamento en que se apoya la vida de fe: en l. El amor en segundo lugar, aunque propiamente se trata de lo mismo: La fe, que acta a travs del amor (Gl 5,6). Amor a todos los santos, o sea algo muy distinto y superior a la simple amabilidad humana. Es un amor que en cada bautizado ve a un verdadero hermano en Cristo. Es hermano, porque en el bautismo ha nacido del mismo seno materno y est unido con los que lo aman por la nica y misma vida de Cristo. Y as amar es realmente lo mismo que creer. Cierto que no todo era perfecto en aquellas comunidades, pero para Pablo cualquier demostracin de fe y de amor era ya obra de Dios. Esta caracterstica paulina, creada por el Apstol como encabezamiento de las cartas, cristaliz en una frmula habitual: Pablo ve lo bueno, siempre y primero lo bueno, aun en medio de lo imperfecto; todo esto es un don de Dios... Por eso la accin de gracias... 2. PETICIN DEL ESPRITU EN BENEFICIO DE ELLOS (1/17-23). a) Que conozcan a Dios (1,17). 17 Para que el Dios de nuestro Seor Jesucristo, el Padre de la gloria, os d espritu de sabidura y de revelacin en el pleno conocimiento de l... Pablo pide para los suyos un conocimiento creciente en la fe. El fundamento de esta especial confianza, con la que ora, se expresa en la forma como habla de Dios, del cual espera el cumplimiento de su peticin. Para l, Dios es aqu el Dios de nuestro Seor Jesucristo, el Padre de la gloria. Ya el himno introductorio haba empezado as: Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Seor Jesucristo. Muchos comentaristas creen que hay que pulir un poco la frase, quitando el artculo (el Dios) y traduciendo: Bendito sea Dios, Padre de nuestro Seor... Pero aqu, en nuestro pasaje, no evitan la presunta dureza, que para nuestra sensibilidad entraa el que Pablo hable de el Dios de Jesucristo. Por lo tanto, no hay que pulir nada, sino aprender cmo Pablo toma completamente en serio -a pesar de ser un perfecto conocedor de la divinidad de Cristo 7- su calidad de hombre y mediador. El texto medular es sin duda ITim 2,5, ya que ningn telogo occidental se hubiera atrevido a formular as: Hay un solo Dios, y hay tambin un solo mediador entre Dios y los hombres, el hombre Cristo Jess. Pablo subraya en forma tpicamente oriental la verdad parcial, que en aquel momento le interesa, con una agudeza y decisin que nos llena de asombro; y deja al lector el campo abierto para acudir a otros textos que exponen con la misma claridad la otra cara de la verdad. El Dios de nuestro Seor Jesucristo es para Pablo ante todo el Dios al que Jesucristo, como criatura y hombre, se ha dirigido y ha orado. Pero hay ms an: con esta expresin se trata de aumentar al mximo la confianza del orante. Por eso ora al Dios, en el que

Jesucristo nos ha enseado a ver nuestro Padre. Al Dios, que nos ha dado su propio Hijo: Cmo no nos va a dar, juntamente con l, todo lo dems? (Rom 8,32). Sobre todo, al Dios, ante el cual nuestro Seor Jesucristo realmente nos pertenece, y a cuyo lado est como mediador nuestro, y por eso puede decir: Cuando pidiereis algo al Padre en mi nombre, os lo conceder (Jn 16, 23; cf. 15,16). Pablo llama a Dios el Padre de la gloria. Esta expresin semtica es equivalente a esta otra: el Padre en su gloria, o aqu en este caso: el Padre por causa de su gloria. Esto quiere decir que Pablo ve aqu una garanta de que Dios est dispuesto a escuchar. El concepto hebreo bblico de gloria de Dios, al que Pablo se refiere, dice mucho ms que la simple nocin de gloria. La palabra kabod significa primeramente gravedad, peso, plenitud y, por consiguiente, riqueza. Pablo se dirige aqu al Dios rico, ya que se reconoce a s mismo como pobre e indigente. Es el creyente que se dirige a Dios, a quien considera tan soberanamente rico en su felicidad divina, que la hace desbordar como un don de amor y de gracia. Esto significa kabod, pero tambin quiere decir gloria y se refiere con ello a un Dios que busca su gloria y la encuentra en el don. Cuando el hombre del Antiguo Testamento pide que Dios glorifique o santifique su nombre, quiere decir con ello que Dios debe mostrarse, por medio de su actuacin socorredora, dador, salvador, benvolo (cf. /Ez/39/25-29). En este sentido ora Jess: glorifica tu nombre, y desde el cielo viene la respuesta: Lo he glorificado y lo glOrificar de nuevo (Jn ]2,27s). En este sentido nos ha enseado Jess a orar: Santificado sea tu nombre, o sea primero y ante todo Dios mismo. Y cuando se dirige a Dios como el Padre de la gloria, quiere con ello referirse a Dios, 1. como soberanamente rico, 2. como aquel que busca y realiza su gloria, para alabanza de su gloria (v. 6.12.14), y juntamente con esto est, 3. tcitamente incluida la promesa de que, cuando Dios se glorifica en nosotros, no debemos retener nada en nosotros, sino que en accin de gracias y alabanza debemos hacer revertir a l toda la gloria 8. Sb/Ef/01/17:El objeto de la oracin es: espritu de sabidura y de revelacin. Espritu de sabidura, o sea una sabidura como don y realizacin del Espritu. Sabidura, en la antigedad, significaba un saber vital. Y as Pablo pide que nuestra fe (y naturalmente Dios) se convierta realmente en una fuerza impulsora de nuestra vida; que domine todo nuestro pensar y nuestro hacer, nuestros mritos y nuestros deseos. Y as hay una accin recproca, pues el obrar produce un conocimiento ms profundo. Nada hace a la fe ms viva que el hecho de vivirla (cf. Jn 7,17). Y de revelacin. Igualmente se trata aqu de un don del Espritu (kharisma), que el mismo Apstol se atribuye (ICar 14,6), lo presupone en los otros (ICor 14,26) y en nuestro texto lo desea a sus fieles. Se trata aqu no de una revelacin y conocimiento de nuevas verdades, sino de un descubrimiento subjetivo de la verdad conocida ya en la fe, de una interiorizacin ms profunda y ms vital. Partiendo de la misma raz -revelar o desvelar-, es como si se levantara un velo o cayera una cortina o -por decirlo as- como si amaneciera en nuestro interior. Era ya algo sabido, y sin embargo es como si abriramos los ojos por primera vez. Ambas cosas -el espritu de sabidura y de revelacin- deben servir al conocimiento de l. Naturalmente slo puede significarse aqu un conocimiento profundo. La palabra usada es explicada una vez por el mismo Pablo en el sentido de toda la riqueza de la plenitud de la inteligencia (Col 2,2), lo que viene a significar: toda la riqueza de una inteligencia que produce una profunda plenitud interior.

CON-D:Ahora bien, en el lenguaje bblico conocer a Dios no quiere decir nunca (como entre los griegos) conocer la existencia o la esencia de Dios. Se refiere fundamentalmente a conocer la actuacin de Dios, los caminos de Dios, la voluntad de Dios. Y esto no con una concepcin fra y objetiva, sino con un conocimiento que es ms propiamente reconocimiento y comprensin amorosa 9. Y as aqu el conocimiento de Dios es solamente una frmula abreviada de todo lo que a continuacin se presenta como objeto del conocimiento: la actuacin de Dios, sobre todo respecto a nosotros. ...............
7. Cf. Flp 2,7.11; Col 1,15; 2,9; Rm 9,5. 8. Comprese cmo el pensamiento en la gloria de Dios empuja ya a Pablo en su momento de orar: 3,16; Col 1,11. 9. Cf. Jr 2,8; 9,5; 22,16.

............... b) Que conozcan la meta gloriosa de la esperanza cristiana (1,18). ...18 iluminados los ojos de vuestro corazn, para que sepIs cul es la esperanza de su llamada, cul la riqueza de la gloria de su herencia entre los santos. Iluminados los ojos de vuestro corazn: Cuando un semita habla de corazn, quiere con ello significar la sede de todas las facultades superiores, muy principalmente del conocimiento. Pero para l, mucho ms que para nosotros, conocer, sentir, querer e incluso actuar forman un todo indivisible. Y as, a travs de este rodeo, es correcta nuestra primera y espontnea manera de entender la expresin de ojos del corazn, refirindola a la verdad profunda, que realmente no se da sin una colaboracin activa del corazn, es decir, sin amor. Y qu tienen que conocer? Pablo ha odo hablar de la fe y del amor de los destinatarios de la carta, y da gracias por ello. Pero ahora pide que se les conceda el pleno conocimiento de la esperanza. La esperanza cristiana tiene en nuestra carta un papel preponderante. Ya al principio del himno introductorio, producindonos no pequea sorpresa, ha colocado en el cielo toda la bendicin espiritual con la que Dios nos ha bendecido. Y de esto mismo se trata aqu nuevamente en primer lugar y con ms detalles. Pero no se trata de las cosas que hay que conocer, y que de hecho son archisabidas por el ms simple de los creyentes; no se trata propiamente de un saber, sino de un comprender hondamente, de un juzgar y valorar en lo profundo del alma, de un dejarse aprehender por lo inefable, que se nos ha dado y que nos aguarda. Pablo habra podido decir: cul es la esperanza de nuestra llamada, cul la gloria de nuestra herencia. Sin embargo, dice: cul es la esperanza de su llamada y cul la riqueza de la gloria de su herencia. Es una pequea diferencia, pero tiene su importancia: qu esperanza no ser aquella a la que Dios mismo nos ha llamado, y qu herencia aquella que es tambin herencia de Dios! Esto equivale a tomar a Dios mismo como punto de comparacin y de medida. Obsrvese la gradacin, claramente perceptible en los dos miembros de la frase, gradacin que en el tercero se desarrolla an ms: as el pensamiento de Pablo avanza y se robustece. ...entre los santos. Para Pablo la gloria, hacia la que vamos, es una gloria esencialmente comunitaria, y en esto precisamente consiste su felicidad. Con esto se confirma maravillosamente aquello de que una alegra participada es una doble alegra. As

como en la misma vida terrena de la Iglesia, piensa Pablo menos en los individuos que en el conjunto, de la misma manera para l la felicidad del cielo es esencialmente un coro de muchas voces llenas de jbilo. c) Cristo, garanta de nuestra esperanza (1,19-23). ...19 y cul la extraordinaria grandeza de su poder con respecto a nosotros los que creemos, segn la medida de la accin de su poderosa fuerza, 20 que despleg en Cristo resucitndolo de entre los muertos y sentndolo a su derecha en los cielos, 21 por encima de todo principado, potestad, y virtud, dominacin y todo nombre que se nombre no slo en este en, sino en el venidero. La tercera cosa, cuyo conocimiento pide el Apstol, es para l tan grande, que no encuentra suficiente una insistente acumulacin de expresiones para referirse a la extraordinaria grandeza de su poder con respecto a nosotros los que creemos; grandeza que se refiere a lo que el poder omnipotente de Dios ha hecho en Jesucristo. Pero cmo se pueden unir estas cosas? Cmo es posible que la accin de Dios, realizada de una vez para siempre en su propio Hijo, sea la medida de su poder con respecto a nosotros los creyentes? Aqu recurre de nuevo el pensamiento fundamental de 2,5ss: lo que el Padre ha hecho a Cristo, lo ha hecho a nosotros los creyentes: pues al ser bautizados en la muerte y resurreccin de Cristo hemos recibido una comunidad de vida y de destino, que nicamente puede producirse por la unidad vital de la cabeza y los miembros. Slo desde esta perspectiva se comprende que Pablo mida con la glorificacin de Cristo la fuerza que Dios ha de demostrar -por no decir que ya ha demostrado- con respecto a los creyentes. Otra observacin: aqu no se nos ensea nada nuevo; slo se nos recuerda algo ya supuesto previamente. El lector podr quiz sorprenderse por la redundancia del lenguaje usado por Pablo. Pero debemos recordar que para la sensibilidad religiosa del Apstol la resurreccin del Seor y nuestra propia resurreccin -futura, pero ya fundamentalmente comenzada- era un pilar inamovible en su vida de fe. Sentarle a su derecha en el cielo es una expresin bblica para indicar con ella que Cristo, por su glorificacin, ha sido introducido en el mbito del pleno seoro divino. Algo extrao nos resulta leer aqu que la primaca de Cristo es concebida como una supremaca sobre todas las potencias anglicas. Por primera vez se nombran en la carta estas potencias, y volvern a aparecer hasta ser presentadas como potencias hostiles (6,11s). De estas potencias se habla muy frecuentemente en las dos epstolas gemelas -a los Colosenses y a los Efesios-, precisamente porque en la regin de feso se haba iniciado un falso culto a los ngeles y a las potencias, para menoscabar la validez universal de Cristo en el plano de la salvacin. Pablo habla aqu desde el punto de vista de sus adversarios, sin tomar quiz posicin respecto a la existencia de estas potencias. Mucho menos piensa en clasificarlas o en exponer una angelologa. La multiplicidad de jerarquas anglicas le viene muy bien para destacar, con una plenitud literariamente expresiva, el nico pensamiento verdaderamente importante, o sea que Jesucristo, el glorificado, en todo caso domina todo lo que hay y puede haber en la tierra y en la eternidad; lo conocido y lo desconocido, o sea todo nombre que se nombre: cualquiera que fuese el sonido pomposo que intente cubrir personalidades misteriosas: principados, potestades, virtudes, dominaciones . No creamos que, por tratarse de algo extrao y propio de aquella

poca, podamos dispensarnos de la aplicacin de este texto a nuestra condicin actual. Es realmente Cristo el nico seor en nuestra vida? No hay cosas y personas, que se interponen entre Cristo y nosotros e impiden que resulte l el primero en todo (/Col/01/18b), como le corresponde? Ciertamente nosotros no admitimos que estas potencias sean en nuestra vida ms poderosas que Cristo, pero no lo son cada vez ms en realidad? 22 Y lo puso todo debajo de sus pies, y a l lo dio, como cabeza sobre todas las cosas, a la Iglesia, 23 que es precisamente su cuerpo, la plenitud del que lo llena todo en todos (o: que lo domina todo en su plenitud). Se trata de Cristo, elevado sobre todos los cielos y potencias. Para expresar esto, nuestro pensamiento se va instintivamente a consideraciones y expresiones topogrficas. Esto tiene una consecuencia: mientras ms alto y elevado pensemos a Cristo, ms lejos se nos ir. Sin embargo, ocurre todo lo contrario: precisamente por su elevacin hace posible aquella realidad misteriosa de la unificacin corporal -en un sentido pneumtico (lCor 15,44)- de la cabeza y los miembros. As se explica que Pablo haga bajar de nuevo a Cristo desde su altura celestial a nuestro nivel y nos lo muestre -con gran sorpresa nuestrapresente en una zona definida de su universal dominio; ciertamente, en una zona vital: la Iglesia, de la que l es la cabeza. Cristo, cabeza de la Iglesia he aqu un concepto empleado ya por Pablo en sus cartas a los Corintios y a los Romanos, donde se puede ver el desarrollo sucesivo de la idea. Pero en las cartas de la cautividad (a los Colosenses y a los Efesios), escritas ms tarde, este pensamiento llega a ser dominante. La imagen de cuerpo se ha ido formando poco a poco; la Iglesia como cuerpo de Cristo, teniendo a Cristo por cabeza, es la presentacin ms perfecta de esta concepcin. As ha enseado el Apstol, a lo largo de su vida, a sentir y a ver a la Iglesia. El texto, que comentamos, es uno de los testimonios ms expresivos al respecto. La conexin con lo anterior se obtiene a travs de la cita bblica de 1,22: Y puso todo debajo de sus pies (/Sal/008/07). Literalmente el salmo se refiere a la metfora de un rey que manifiesta su victoria poniendo el pie sobre el cuello del enemigo vencido. Con esto se completa lo que en 1,19-21 se dice sobre el poder y la altura del Seor glorificado. Este seoro se expresa de una manera condensada en la pequea palabra todo. Todo, el conjunto total, en todas las zonas y regiones, sobre todo en el mundo invisible del espritu, lo ha sometido Dios a l. Es la misma expresin de la carta a los Hebreos: Dios lo ha sometido todo a l y no ha dejado nada que no se lo haya sometido (2,8). En este pasaje se ampla y se ilumina de nuevo la soberana universal de Cristo en conexin con la Iglesia. Dios lo dio como cabeza sobre todas las cosas a la Iglesia. Esto quiere decir, en primer lugar, que esta soberana sobre todas las cosas la ejerce Cristo como cabeza de la Iglesia. La Iglesia no est al margen del todo -de toda la realidad del mundo-, pero tampoco se reduce a ser una parte de este conjunto csmico, separada de l o incluida en l; sino que, por el contrario, Cristo es cabeza de toda la realidad csmica por ser cabeza de la Iglesia. Su soberana sobre todas las cosas la ejerce como cabeza de la Iglesia. Iglesia y mundo, la superioridad espiritual de Cristo y su soberana csmica, son una misma cosa. Pensamiento atrevido y robusto, en cuya profundidad hay que sumergirse para captar toda su fuerza...

Dios ha hecho a Cristo no solamente Seor del universo, sino que le ha dado esta tarea en calidad de cabeza de su cuerpo, la Iglesia. Este misterio penetra nuestra carta desde el principio hasta el fin. En esta imagen se concentra la perspectiva de una verdad que iremos considerando cuidadosamente en conexin con otros pasajes de la epstola. Con ello tambin se dice que cabeza y cuerpo, Cristo e Iglesia forman una unidad indisoluble. Los miembros de un cuerpo y su parte principal, la cabeza, son una unidad. El que est en la Iglesia y fue llamado a ella y en ella bautizado, pertenece a Cristo tan ntimamente como la mano o el corazn a su propio cuerpo. Una separacin de la Iglesia, incluso un interior alejamiento de su fuerza vital y del fuego de la gracia, es siempre tambin separacin y alejamiento de Cristo... An ms: la metfora significa que la Iglesia est sometida a Cristo como a su cabeza. La cabeza ejerce la soberana; los dems miembros obedecen. De la cabeza proceden la direccin y la gua. Y as como Dios ha dado al Seor el universo como mbito de su soberana, as tambin lo ha puesto al frente de la Iglesia. El camino hacia esta altsima gloria y dignidad pas por la humillacin. De la gloria a la humillacin y de la humillacin a la gloria: ste es el camino del Redentor. l es el Seor propio de la Iglesia, y toda la direccin que en ella se realiza en palabra y obra por parte de los obispos y el papa, no es ms que una realizacin de la cabeza invisible. A l, Seor y soberano del universo, ofrecemos nuestro acatamiento y nuestra humilde obediencia... La metfora dice todava ms: toda vida y crecimiento de la Iglesia viene de Cristo. La gracia, la vida, que circula por el cuerpo, son vida y gracia de la cabeza. All est la fuente, el origen, el sacramento primario. El que entra en el torrente circulatorio de esta vida, o sea en la Iglesia, ser constantemente alimentado, fortalecido, fecundado y vivificado por esta cabeza, para crecer en todos sentidos en servicio de los otros, para edificacin y plenificacin, cada vez mayor, de todo el cuerpo... En una palabra: la lglesia como cuerpo visible es la manifestacin de la cabeza invisible, o sea Cristo visible en este mundo. Y siendo la Iglesia el cuerpo de Cristo, tiene la misma tarea que hubo de cumplir el cuerpo fsico de Cristo en su vida terrena: ser instrumento visible para introducir en el mundo invisible. En los miembros y en el organismo visible de la Iglesia en el mundo se debe ver y experimentar lo que es su misterio ntimo, nicamente accesible a la fe. Un miembro en la Iglesia, un hombre en Cristo y la Iglesia como totalidad: he aqu la personificacin y la presencia visible del Seor invisible. Pero esta soberana de Cristo no puede vivirse en un contexto de poder o de juego de fuerzas polticas, sino como soberana sobre el mal en sus mltiples formas. Qu tarea y responsabilidad para cada miembro de la comunidad y para toda la Iglesia! Al lado de esta definicin de la Iglesia hay una segunda, que no es nada fcil de entender: (la Iglesia), que es precisamente su cuerpo, la plenitud del que lo llena todo en todos. Qu significa esto: la Iglesia es la plenitud de Cristo? Se podra entender as: la Iglesia es su plenitud, porque es llenada por Cristo, regalada y gobernada por l. Pero tambin as: la Iglesia es su plenitud, porque ella misma le da a l toda su plenitud, haciendo de Cristo un Cristo perfecto. Ambas interpretaciones dan un sentido profundo y contienen verdad. Pero la cuestin es saber lo que san Pablo quiso realmente decir. La segunda explicacin parece estar ms cerca del concepto cuerpo de Cristo: la Iglesia es llamada aqu plenitud en concepto paralelo con su cuerpo. La cabeza sin los restantes miembros no forma un todo completo e incluso necesita de ellos para alcanzar la

plenitud corporal; igualmente la lglesia, como cuerpo, forma juntamente con la cabeza el Cristo total 10. As lo han entendido muchos padres en la antigedad, y muchos comentadores modernos. La primera explicacin, no obstante, parece ms acertada: en Cristo se contiene la plenitud de la Iglesia, plenitud que se deriva de aquel que lo llena todo en todos (los miembros). Aqu resalta ms la posicin supereminente de Cristo. En la carta a los Colosenses se dice expresamente en dos pasajes que en Cristo habita la plenitud (de Dios): ...pues en l tuvo a bien recibir toda la plenitud (1,19), y ms adelante: pues en ste reside toda la plenitud de la deidad corporalmente (2,9). As aparece Cristo como cabeza de la Iglesia, lleno de toda la riqueza y fuerza vital de Dios, de una manera incomparable y nica. En calidad de tal, es l tambin la plenitud de la Iglesia, que participa de esta riqueza y es llenada por l hasta el tope; a esto se refiere Pablo cuando sigue adelante en el pasaje ltimamente citado: ...y vosotros habis sido llenados en l (Col 2,9), en l tenis la capacidad de participar en esta completa plenitud divina. Qu maravillosa visin de la Iglesia! Tres grandes crculos de ideas se entrecruzan: Cristo plenitud, Cristo cabeza de la Iglesia, Cristo cabeza del universo: su dignidad de Dios, su significacin para la Iglesia y su posicin soberana en el universo estn ntimamente ligadas entre s. De este modo, nuestra Iglesia corporal en nuestro pequeo mundo viene a ser como una plataforma, de la que parte Cristo y de la que se sirve para llevar a su plenitud a toda la creacin y realizar de ese modo el misterio de su voluntad, o sea: recapitular todas las cosas en Cristo, las que estn en los cielos y las que estn en la tierra, en l (1,10). As pues, todo el universo est proyectado hacia Cristo, pero la Iglesia es como el espacio, en el que se ejerce propiamente la soberana de Cristo, se reconoce y se proclama. Nada que signifique progreso -material, social, cientfico o cultural- puede permanecer extrao a esta misin consagradora de la Iglesia. Y ningn miembro de la Iglesia puede sustraerse a tener una parte, por modesta que sea, en esta inmensa tarea. Un cristiano no puede menos de actuar como tal en el pequeo mundo que est a su alcance: ah debe realizar la soberana de Cristo (Col 1,18). Y as cada pequeo mundo se convierte en un foco de irradiacin, y con la fuerza de irradiacin concentrada de todos estos pequeos mundos se va realizando la penetracin de Cristo en todo el universo. ............... 10. Plenitud, as entendida, impulsa a entender lo siguiente de Cristo, que en todo extremo es llenado en todo (pasivo) o que en todo extremo se llena en todo (medio). (_MENSAJE/10.Pgs. 5-53)

III. POR LA GRACIA, SALVADOS EN LA FE (2/01-10). Los diez versculos siguientes podramos llamarlos con razn la pequea carta a los Romanos. El mensaje fundamental de la carta a los Romanos puede resumirse as: 1. Extensi6n del pecado a toda la humanidad, paganos y judos; 2. la salvacin por la pura gracia de Dios en Cristo Jess; 3. atribuida por medio de la fe; 4. a la exclusiva gloria de Dios. Esto es precisamente lo que encontramos aqu condensado en los diez versculos de

los que nos vamos a ocupar inmediatamente. 1. LA SITUACIN INICIAL: ESCLAVOS DEL PECADO (2,1-3). a) Los paganos bajo el dominio de Satn y del mundo (2,1-2) . ...1 Y a vosotros, que estabais muertos por vuestras culpas y pecados, 2 en los que a la sazn caminabais segn el en de este mundo, segn el prncipe de la potestad del aire, el espritu que acta ahora entre los hijos de la desobediencia... Segn Pablo la humanidad se divide en dos grupos, por muy desiguales que sean en nmero y magnitud: judos y gentiles. No se trata de un nacionalismo de va estrecha, en el que hubiera cado el judo Pablo. Es Dios el que ve as a la humanidad, Dios para quien no cuenta el nmero y la masa. Por su eleccin especial y por el misterio de su misin este pequeo pueblo escogido por Dios sirve de contrapeso al mundo pagano, por innumerables que sean sus pueblos. Esta divisin fundamental sirve de base a Pablo para diferenciar a judos y gentiles. Pero, mientras en la carta a los Romanos, Pablo describe minuciosamente el estado de pecado entre gentiles y judos, aqu se contenta con destacar en ambos el fundamento y la fuente de su antigua esclavitud respecto al pecado. Los tnicocristianos estaban en otro tiempo al servicio de poderes enemigos de Dios. Eran, por decirlo as, ciudadanos pleno iure en el reino del prncipe de este mundo, instrumentos arbitrarios de su odio profundo hacia Dios, aspecto ste del pecado que, a pesar de olvidarse frecuentemente, merecera una reflexin muy seria. Con un lenguaje, para nosotros desacostumbrado y condicionado por la poca, se dice aqu de Satn que acta en el en de este mundo. La palabra en tiene muchas significaciones: eternidad, poca histrica, espacio histrico, espacio areo. Aqu hay que suponer una significacin especial, que no podemos explicar con plena seguridad. Con esta palabra se indica algo que nosotros llamaramos, de manera muy imperfecta, el espritu del tiempo; pues en el concepto en se contena, para el mundo de los destinatarios de la carta, algo de eterno, personal e incluso divino. Cuando aqu se trata del en del mundo o, ms bien, del mundo como en, no es el mundo como realidad visible, ni tampoco se insina una especial significacin o perspectiva del universo. Es un uso, totalmente particular, de la palabra mundo, considerado como un ser soberano por s mismo, que se basta a s mismo y que, por ello, prcticamente se enfrenta con Dios. En de este mundo quera, por tanto, decir: un poder satnico y antidivino que empuja a considerar al mundo como Dios y a adoptar ante l la actitud consiguiente. SAS/AIRE:Por debajo de l est realmente, como fuerza propiamente impulsora, Satn, el prncipe de la potestad del aire. El aire (incluso el cielo), concebido como la zona inferior de la atmsfera, era considerado como la zona residencial de los malos espritus. Esta situacin elevada los coloca en una actitud superior, y, en su calidad de invisibles e inalcanzables, los hace doblemente peligrosos. Tienen un seor que manda sobre ellos. Es Satn. Podemos podar esta concepcin del follaje mtico de la poca, y nos encontramos ante una gran verdad: Dios tiene en Satn un adversario (aunque en plano inferior), y este adversario tiene poder en el mundo, y en la guerra entre Dios y Satn se trata precisamente de los hombres. Todava queda una tercera denominacin: del espritu que acta ahora entre los hijos

de la desobediencia... Es el mismo Satn, aunque no deja de ser extrao que, por las exigencias gramaticales, haya que igualarlo con el aire, de cuyo dominio se vena hablando. El prncipe de este mundo domina y define el aire, es decir, la atmsfera en que los hombres viven. Esta atmsfera es su arma eficaz y peligrosa, y sabe muy bien servirse de ella. Es el aire, al que los hijos de la rebelin se entregan incondicionalmente. Es el aire, en el que la cristiandad de origen pagano tiene que vivir. Es esa atm_sfera, con la que el prncipe de este mundo presenta al hombre la realidad como en, como algo soberano que slo obedece a su propio mecanismo de leyes y viene finalmente a reemplazar al mismo Dios. El hombre, que incurre en ello, se pone como fin y meta de su vida a este mundo satnico, as entendido. Introduce el pecado y el mal en su propio corazn, que llegan a tomar incremento y a poner un dique al primitivo impulso del hombre hacia el bien. Y as al final viene ste a convertirse en esclavo del prncipe de las tinieblas y cosecha la muerte (que estabais muertos por vuestras culpas y pecados). ste es el pasado tenebroso que los tnicocristianos no deberan olvidar; el oscuro subsuelo, sobre el que puede proyectarse la luz de la salvacin con redoblada fuerza, fuente de una duradera y siempre renovada alegra y de un agradecimiento desbordante. b) Los judos bajo el dominio de la concupiscencia (2,3). 3 Entre los cuales (los pecados o los hijos de la rebelin?) tambin nosotros todos vivamos entonces segn las concupiscencias de nuestra carne; cumplamos los deseos de la carne y de los impulsos y ramos, por naturaleza, hijos de ira exactamente como los otros. Otra vez vuelve el Apstol a la raz del pecado. Pero aqu, como se trata de los que antes eran judos, no predomina la perspectiva del engao seductor del mundo y de los poderes satnicos que se sirven de aqul. Pues el judo conoce los caminos de Dios, conoce su voluntad expresada en la ley. Mas bien sucumbe a las fuerzas subsidiarias, que para el mundo y Satn representan las tendencias ntimas del hombre, y que aqu se llaman las concupiscencias de nuestra carne. CARNE: Pero para Pablo el concepto carne tiene mayor extensin de lo que nosotros a primera vista entendemos, cuando hablamos de los pecados de la carne. Carne es para san Pablo todo el hombre, en cuanto que -abandonado a sus propias fuerzas-, como hijo y heredero del primer padre cado, est inclinado al mal desde su juventud (Gn 6,5). Dnde est la debilidad radical de este hombre? Sencillamente en que, por su propio natural, no es consciente de su absoluta e impensable dependencia de Dios. Y as tiene siempre la tentacin de convertir al propio yo en medida, instrumento y meta de todo su pensar, su querer y su hacer. Por eso podemos definir la carne en sentido paulino como el egosmo natural del hombre cado. Y siendo esta adhesin al yo la infraestructura de todo pecado, ser bienvenido todo lo que nos pueda ayudar a buscar slo a Dios y a Cristo y a servirlos en nuestra vida. ...por naturaleza, hijos-de-ira significa aqu claramente la imposibilidad natural de evitar el pecado y escapar a la ira de Dios con las solas fuerzas de la naturaleza cada. Y si, siguiendo ms adelante, nos preguntamos cmo se ha llegado a este estado natural, tendramos que recurrir a la doctrina del pecado original. En una palabra, gentiles y judos, toda la humanidad, estn sin salvacin bajo el dominio del pecado.

Pero es correcta esta descripcin? Prescindiendo de la Inmaculada, no nos da la Escritura testimonio de la santa vida de una Isabel, de un Zacaras, de un Juan Bautista? Y el mismo Pablo no escribe sinceramente que, cuando era fariseo, viva irreprensible en la observancia de la ley divina (Fil 3,6)? Cmo considera ahora a todos las dems hijos de ira, que han vivido segn las concupiscencias de la carne? La respuesta es sta: aqu, como ms expresamente en la carta a los Romanos, parece como si Pablo, para probar la universalidad del pecado humano, sacara un argumento de la experiencia y de la historia. Pero un argumento as no es naturalmente posible, y en el fondo Pablo no se demora mucho en ello. l parte siempre de la revelacin. Por ella sabe que slo en Cristo Jess est la salvacin para todos. No hay ningn camino, fuera de l, que lleve a la salvacin. Por eso concluye lgicamente: luego todos estn necesitados de redencin, luego todos han pecado y estn privados de la gloria de Dios (/Rm/03/23). Esta es la verdad revelada que Pablo aqu -y mucho ms en la carta a los Romanos- ampla retricamente, al describir a todos como esclavos del pecado. Aqu, como muchas veces en la Sagrada Escritura, hay que distinguir entre la verdad que el hagigrafo quiere expresar, y la manera como lo hace. Pablo ha sealado el fondo tenebroso. Esto lo hace adrede. Cree que es muy importante que a sus fieles les quede muy grabada en la conciencia su situacin inicial, una situacin humanamente sin perspectiva. Y es muy comprensible: sin conciencia de pecado no hay necesidad de salvacin, sin necesidad de salvacin no hay alegra de redencin, sin alegra de redencin no hay verdaderamente un alegre mensaje. Si con nuestra palabra y nuestra vida no traemos a los hombres alegra, paz, felicidad, le falta entonces a nuestro cristianismo y a nuestro mensaje fuerza de penetracin. Esto explica por qu san Pablo insiste tanto en nuestra situacin inicial, humanamente hablando, desesperada; y esto con razn tanto mayor cuanto que anteriormente ha hablado con entusiasmo de las vicisitudes del gran don que Dios nos ha hecho en Jesucristo. 2. SALVADOS EN CRISTO POR LA GRACIA DE Dlos (2,4-10). a) Vivificados con Cristo y colocados en el cielo (2,4-6). 4 Pero Dios, que es rico en misericordia, por el mucho amor con que nos am, 5 y muertos como estbamos por nuestros pecados, nos ha vivificado con Cristo -por gracia habis sido salvados-, 6 y nos ha resucitado con l, y nos ha hecho sentar en los cielos, en Cristo Jess. La situacin inicial de paganos y judos ha quedado descrita: perdicin sin remedio. Ahora viene el viraje repentino: Pero Dios...: s, slo l puede aqu ayudarnos y lo ha hecho realmente. Pero tngase en cuenta cmo cada palabra del Apstol subraya el carcter marcadamente gratuito de esta intervencin divina: Dios, que es rico en misericordia, por el mucho amor, muertos como estbamos. No es sta simplemente una muerte que consiste en la falta de vida; sino una muerte que consiste en la separacin de Dios, en la enemistad con l. Es la misma idea expuesta en la carta a los Romanos: Dios nos demuestra su amor en el hecho de que Cristo muri por nosotros cuando an ramos pecadores... Cuando an ramos sus enemigos, nos ha reconciliado por la muerte de su Hijo (/Rm/05/08s). A decir verdad, en nosotros no haba nada que pudiera estimular el amor de Dios. Pero as es precisamente el amor de Dios: no necesita, como el amor humano, el aliciente de la

amabilidad del objeto. El amor de Dios crea la amabilidad de su objeto. Uno no es amado por Dios porque sea amable, sino que es amable porque es amado por Dios. Nos ha vivificado con Cristo. Al pronunciar estas palabras, de tal manera se apretujan en la mente de Pablo las impensables hazaas de Dios (encarnacin, crucifixin, resurreccin y el bautismo cristiano como participacin de todo esto), que llega como a perder el hilo de su pensamiento. Tiene que interrumpirse (cosa en l frecuente), pero aqu con una llamada de atencin incidental (cosa en l muy rara): lo que bulle en su interior pugna por salir fuera, y no puede menos que sacudir la atencin de sus lectores, para empujarlos hacia el objetivo, en que para l descansa todo: por gracia habis sido salvados. Salvados. Hay que haberlo vivido. Hay que haber sido literalmente arrancado de una muerte segura, para comprender en la ms ntima fibra del propio ser lo que significa salvado, aun cuando no fuera ms que en esta pobre y corta existencia terrena. Si queremos que la palabra de Dios se convierta para nosotros en una vivencia, hemos de intentar bucear en la escuela de las experiencias de la vida, con las que los conceptos descarnados e incoloros adquirirn una nueva luz. ste es el caso de la vivencia de la propia salvacin. La vida est llena de parbolas, y Jess con su lenguaje parablico nos ha enseado a valorar la vida de cada da a la luz del mensaje de Dios. Esto por lo que se refiere a la expresin salvados. Pero el nfasis particular de la llamada incidental del Apstol no est ah, sino en la expresin por gracia. Esto es lo que preocupa a Pablo en primer plano. Es el pensamiento fundamental y orientador de su ya larga lucha por un Evangelio liberado de la ley. ...y nos ha resucitado con l y nos ha hecho sentar en los cielos, en Cristo Jess. He aqu una audaz e inaudita visin de la realidad cristiana, de la que hemos tenido ya ocasin de hablar. Nuestra cabeza est elevada sobre todos los cielos a la derecha del Padre, nuestra cabeza, cuyos miembros somos nosotros y que con ella formamos un cuerpo, an ms un hombre (uno, Gl 3,28). En ella tambin hemos sido glorificados. Hay algo que nos separa de esta realidad fundamental, siendo as que nuestra efectiva participacin en la gloria de Dios es todava una mera esperanza; pero tenemos la garanta del Espritu Santo, posedo ya por nosotros, y que es la prenda de nuestra herencia (1,14). Esto, para la fe de san Pablo, quiere decir ser cristiano. b) Para alabanza de la gloria de su gracia (2,7). ...7 para mostrar en los siglos venideros la extraordinaria riqueza de su gracia por su bondad hacia nosotros en Cristo Jess. Ya en el himno introductorio -aquella magnfica visin panormica de la bendicin con que Dios nos ha bendecido-, Pablo alude tres veces a esta idea: el ltimo objetivo de la actuacin de Dios no puede reposar en el hombre, sino que es alabanza de la gloria de su gracia. Igualmente aqu en toda misericordia, en todo amor, el ltimo objetivo slo puede ser la gloria de Dios. Durante toda la eternidad se reconocer y glorificar, con admiracin siempre nueva, la inconmensurabilidad de su gracia, manifestada en la bondad que nos ha mostrado en el Amado (1,6). c) Salvados por la gracia a travs de la fe, no por las obras (2,8-9).

8 Por la gracia habis sido salvados mediante la fe; y esto no proviene de vosotros: es don de Dios, 9 no de las obras, para que nadie se glore. Otra vez el pensamiento dominante: por la gracia. Sin embargo, aqu Pablo aade mediante la fe. Finalmente tenemos al menos algo de parte del hombre: la fe! Es verdad, pero en definitiva qu es creer sino renunciar a s mismo y dejar que entre Dios? Creer no significa propiamente hacer algo; no es una obra del hombre. Creer quiere decir recibir, aceptar, lo que Dios da; aceptar en cierto sentido con los ojos cerrados. Porque creer implica renunciar a querer ver con los propios ojos y decir que s en consecuencia; creer es ver con los ojos de otro, con los ojos de Dios que revela. An ms: si alguno pensara que esta renuncia, esta disponibilidad, pudiera concebirse como una prestacin del hombre, Pablo le sale al encuentro cortando tambin esta posibilidad de gloriarse: Y esto no proviene de vosotros; es don de Dios. Pablo se refiere sin duda a la fe. Y aade -refirindose a toda la obra de salvacin, o mejor a toda la adquisicin de la salvacin- no de las obras, para que nadie se glore. Aqu est Pablo de cuerpo entero, como aparece en las grandes epstolas: el celoso abogado del a Dios solo la gloria, el abogado de Dios frente a las pretensiones, que el hombre (el puro hombre) pudiera o quisiera hacer valer frente a Dios. Qu es este gloriarse, que hay que excluir a toda costa? Es aquella postura ntima del hombre que quiere afirmarse a s mismo, vivir no de lo que recibe, de la gracia de otro, sino de lo que l mismo crea, sabe y es. Es el hombre que tiene tendencia a la propia gloria, desde que los primeros padres quisieron ser como Dios, crear por s mismos su felicidad y no tener que deberle nada a nadie. Esto es lo que hace el judo educado en la escuela de los escribas y fariseos: se inclina meticulosamente sobre la ley, la cumple con grandes sacrificios, y as viene a ser l mismo el que gana la salvacin. Ya puede presentarse ante Dios, referirse a su palabra y hacer valer sus propios derechos. Pablo sabe todo esto muy bien; l mismo lo ha vivido intensamente. Aqu no hay lugar para la salvacin mediante otro. Este es el trasfondo que explica por qu Pablo arremete con tanta pasin contra ese gloriarse del hombre. ...no de las obras. Por obras entiende Pablo lo que el hombre hace siempre por s e independientemente de la gracia de Dios. Y por muy pequeo que fuera el paso que diera en direccin a Dios y a la salvacin, tendra ya de qu gloriarse ante Dios; pensamiento intolerable para Pablo. Sera sencillamente destruir, aunque fuera en pequea medida, la gracia de Dios y la cruz del Seor, que me ha amado y se ha entregado por m (Gl 2,20). La mejor sabidura del Apstol est inspirada por el amor, y por un amor ardiente. Y su confesin de fe es sta: Iniciativa de Dios es vuestra existencia en Cristo Jess, el cual -por iniciativa tambin de Dios- se ha convertido en nuestra sabidura, nuestra justicia, nuestra santificacin y nuestra redencin; y as, como dice la Escritura, "quien se glora, glorese en el Seor" (ICor 1,30s; cf. Rom 3,27). As pues, la fe no es una obra en el sentido paulino de la palabra, sino un don de Dios. d) Creados de nuevo en Cristo para obras buenas (2,10). 10...en efecto, de l somos hechura, creados en Cristo Jess para las buenas obras que Dios prepar de antemano para que en ellas nos ejercitsemos. Todava no hay bastante. Todo hasta ahora ha girado en torno a la idea de que slo a la

gracia de Dios podemos agradecer nuestra salvacin. Hasta aqu se trata solamente de la primera salvacin, la llamada a la fe y su realizacin en el bautismo. Pero ahora se ampla el horizonte, y el mismo principio la salvacin por la gracia se aplica a toda la vida del bautizado; y por fin se habla de las buenas obras del hombre. Pero la introduccin de este discurso sobre las buenas obras sigue la misma linea: De l somos hechura, creados para las buenas obras, que Dios prepar de antemano. Aun con toda nuestra vida cristiana somos los nuevamente creados en Cristo Jess, y nuestras buenas obras son obras de la gracia. Parece como si Pablo concibiera la vida del cristiano como un caminar a travs de unos rales previamente preparados. Detrs de esta violenta concepcin podemos rastrear quiz cierta angustia, que domina al Apstol, cuando habla de las buenas obras; angustia frente a la posibilidad de que este camino se pudiera todava convertir en aquel gloriarse del hombre, que destruye la gracia de Dios. ...que Dios prepar de antemano. Aqu tenemos una expresin singularmente fuerte, tras la cual se oculta un insondable misterio: el misterio de la concurrencia de la libre voluntad del hombre y de la accin de la gracia divina. Las escuelas teolgicas, dentro de la Iglesia, han luchado mutuamente con intencin de esclarecer el misterio; pero el resultado ha sido prcticamente nulo. Hay dos verdades seguras: 1. Dios es la causa universal; 2. el hombre es libre y responsable. Dos verdades que, dentro de la Iglesia, nadie pretende negar. Pero el acento se puede poner ms sobre una que sobre otra, como realmente acontece en las escuelas de los dominicos y de los jesuitas. El protestantismo acenta la actuacin universal de Dios hasta negar la libertad. Nosotros los catlicos nos inclinamos ms hacia lo contrario, y llegamos, al menos en la prctica (no en teologa), a la proximidad de una doctrina errnea que ha sido condenada solemnemente por la Iglesia. Hay muchos, en efecto, que presentan as la colaboracin entre la gracia y la libertad: yo pongo la buena voluntad y Dios aade su gracia; y as se llega a la buena obra. Exactamente ste es el error comn, pues en este caso tendra el hombre la iniciativa. Pero realmente la iniciativa la tiene siempre y en todas partes Dios. San Pablo escribe inequvocamente a los filipenses: Dios es el que obra entre vosotros el querer y el obrar (/Flp/02/13). Es lo mismo que se dice en nuestro texto: Creados para obras buenas a las que Dios nos preorden. Tomar en serio esta verdad sera sin duda una manera de acercarnos a nuestros hermanos protestantes, precisamente en algo que los afecta muy ntimamente. Su lema fundamental es ste: la gracia sola, y por ello la fe sola, para que toda la gloria sea para Dios solo. Nadie niega que con este lema nos encontramos en el ncleo de la revelacin cristiana (eso s, la expresin sola puede ser entendida herticamente y de hecho lo ha sido). La teologa catlica hace plena justicia a esta doctrina de la revelacin. Pero quiz queda demasiado terica; es como si tuviramos miedo del misterio de la gracia. Realmente, no podemos negar tampoco que es muy fcil entender mal esta doctrina y caer en el quietismo o fatalismo que deja que todo siga, sin hacer uno nada por ello. Pero lo admirable es que Pablo est muy lejos de pensar as. Todo lo contrario: con franca audacia, aparentemente paradjica, propone precisamente a los filipenses esta causalidad universal de Dios como motivo y aguijn para una accin marcadamente personal: Trabajad con temor y temblor en la obra de vuestra salvacin, pues Dios es el que obra en vosotros el querer y el obrar, para que podis complacerle (/Flp/02/12b-13). Para resumir podemos dejar esto por sentado: 1. Dios obra en nosotros la buena voluntad; 2. este obrar de Dios en nosotros tiene como finalidad (y resultado) el poderle agradar; 3.

esta causalidad universal de Dios puede y debe servirnos de motivo para obrar nuestra salvacin con temor y temblor, o sea con santo ahnco y al mismo tiempo con plena seguridad de estar obrando nuestra salvacin. Es como si el Apstol quisiera precavernos de una sola cosa: no frustris la obra de Dios en vosotros! Este sera, segn Pablo, el caso de los que se descuidaran en el esfuerzo moral. As pues, ya sabemos lo que significa haber sido creados en Cristo Jess para las buenas obras, que Dios prepar de antemano para que en ellas nos ejercitsemos. ....................................... IV. ANTES LEJOS Y AHORA CERCA. LOS ETNICOCRISTIANOS FORMAN, JUNTAMENTE CON LOS JUDEOCRISTIANOS, EL NICO TEMPLO DE DIOS (2,11-22). 1. Los TNICOCRISTIANOS ESTABAN REALMENTE LEJOS (2/11-12). 11 Por eso, acordaos que entonces vosotros, los gentiles en la carne, los llamados incircuncisos por la sedicente circuncisin, hecha con la mano en la carne, 12 estabais a la sazn sin Cristo, privados de la ciudadana de Israel y extraos a las alianzas de la promesa, sin tener esperanza y sin Dios en el mundo. En 2,1-10, el Apstol ha desarrollado una de sus grandes doctrinas: la donacin gratuita, por parte de Dios, de la salvacin a un mundo perdido en el pecado. Ahora pretende hacer conscientes a los tnicocristianos de la doble gratitud de que son deudores a la gracia de Dios, al poder tener entrada en la Iglesia en igualdad de derechos con los hijos del pueblo escogido. As pues, se trata aqu de la situacin, fundamentalmente diversa, en la historia de la salvacin, en la que estaban gentiles y judos cuando fueron llamados a la salvacin (la situacin ticomoral -la inmersin en el pecado- era igual para ambos, v. 2-3). Pablo empieza con una diferenciacin meramente extrnseca, que, sin embargo, era fundamental para un judo cabal: los gentiles son los incircuncisos; los judos se llaman a s mismos la circuncisin. Pero la manera como Pablo habla de esto quiere indicar que se trata de una cosa caduca, algo que en realidad carece ya de importancia. Por eso habla despectivamente de lo exterior, lo que se refiere a la carne. No es l quien llama incircuncisos a los gentiles; sino que pone este insulto en boca de los judos y no olvida subrayar que la circuncisin, de la que tanto se jactaban los judos, toca solamente a la carne y es algo hecho por mano de hombre. A continuacin Pablo se vuelve al punto fundamental, a los privilegios gratuitos de su pueblo, principalmente a aquellos de que carecieron los gentiles. Este texto merece colocarse junto a Rom 9,4, donde Pablo habla nostlgicamente de sus hermanos, por cuya conversin a Cristo est dispuesto a cualquier sacrificio: Ellos son israelitas, en posesin de la adopcin filial, de la gloria de Dios, de la alianza, de la legislacin, del culto divino, de las promesas; de ellos son los padres... Verdaderamente, era una herencia divina la eleccin y los dones gratuitos; y el mismo Pablo, el cristiano Pablo, no puede menos que recordarlo con admirado agradecimiento. En esta enumeracin palpita an algo de la riqueza y profundidad de la vida religiosa de fe de aquel judo y fariseo llamado Saulo. Bajo esta luz hemos de leer nuestro texto, para comprender qu

mova al Apstol para llegar aqu. ...sin Cristo, o sea sin esperanza de Mesas; esperanza que mantena a Pablo y a su pueblo en alegre confianza (1,12). Dios mismo era prenda de esta gran esperanza; Dios y la historia de su pueblo. ...privados de la ciudadana de Israel. La palabra politeia incluye aqu el concepto de la plena ciudadana: el derecho de ciudadana en el pueblo escogido y los consiguientes deberes en el estado teocrtico, o sea una vida segn la ley divina. De lo que para un judo significaba esto, puede ser todava un testimonio elocuente el salmo 118, que no se cansa de elogiar la felicidad que produce vivir y caminar en la voluntad de Dios, expresada en la ley. ...extraos a las alianzas de la promesa. Hubo alianza con Abraham, Isaac y Jacob; y despus con Moiss en el Sina. A esto se aadan los destellos luminosos de los profetas, y en el centro de la promesa la gran esperanza en el da del Seor, temible y glorioso al mismo tiempo. Por el contrario, los paganos, privados de objetivo y de esperanza, se encaminaban hacia un futuro desconocido. Su edad de oro se hunda en un pasado legendario. ...sin tener esperanza: qu siniestro y desolador el eco de esta expresin! Pero viene algo todava peor: ...y sin Dios en el mundo. Para los israelitas el nico Dios lo era todo: el creador, el Seor del mundo, al que le daba sentido; y adems el Dios de la alianza, que se inclina amorosamente a su pequeo pueblo, eligindolo de entre todos los pueblos de la tierra para ser su instrumento en la salvacin de este mundo. Al volver la mirada hacia esta riqueza religiosa no es que el esplendor de la gracia en Cristo Jess, tal como Pablo la ha descrito primero (2,4-10), aparezca inasequible -ni mucho menos-, una vez que en el fondo ello era tan slo el cumplimiento de lo que Israel haba ya posedo como promesa divina. Pero en la gentilidad no haba nada, absolutamente nada que la hubiera podido preparar para el gran ahora, que ha estallado de pronto para los paganos y que de golpe los ha colocado en el mismo nivel que el pueblo elegido. Desde una nada religiosa hasta la participacin en la riqueza religiosa de Israel, codo a codo, introduce Dios en su propio corazn a los gentiles, igualados totalmente con los hijos de su eleccin. Esto para muchos corazones judos era sencillamente incomprensible; era un gran escndalo. Pero para Pablo era el misterio de Dios, que no se cansa ahora de alabar. Pero todava queda una pregunta. Pablo, al referirse a la carencia de todos los valores religiosos que, en cambio, posea el judasmo (v. 13), quiere abrir una brecha en la conciencia de sus lectores. Pero para esto presupone que aquella ausencia fue profundamente experimentada por ellos. Era ste el caso? Hay que distinguir: no lo era si se trataba de ellos cuando an eran paganos; s lo era, despus de haberse hecho ya cristianos. A la luz de la realizacin, de lo ya posedo, pueden comprender la magnitud de la ausencia pretrita. Ellos ya se consideran como el nuevo Israel, y por la feliz posesin actual pueden apreciar retrospectivamente lo que Israel en un tiempo posea y ellos no. Ciertamente, puede ser que el mismo Pablo haya desteido un poco la imagen del nuevo Israel e incluso haya influido en la descripcin del viejo Israel; de otra manera no se comprendera por qu habra puesto tan en primer plano aquel grito desgarrador sin Cristo, nacido de lo hondo de la sensibilidad cristiana. Y si Pablo se permite ver y apreciar como cristiano este pasado judo e incluso presupone lo mismo espontneamente en sus lectores, lgicamente nosotros tendremos igual derecho a comprender, a la luz del Nuevo Testamento, esta descripcin de un pasado que muy bien pudiera haber sido el nuestro.

Ello nos autoriza igualmente a hacernos en serio un par de preguntas, sobre todo teniendo en cuenta que tambin este texto ha sido escrito para nosotros. Las preguntas seran stas, ms o menos: Apunta en nuestro pensamiento la simple posibilidad de tener que vivir sin Cristo, sin esperanza, sin Dios? La ley, el estilo de vida y la vida comunitaria de nuestra Iglesia, del nuevo Israel, nos resulta una afortunada posesin, una fuente de alegra, o... una carga? 2. CERCA EN CRISTO, QUE ES NUESTRA PAZ (2/13-18). a) Ha abolido con la ley la enemistad (2,13-15a). 13 Pero ahora, en Cristo Jess, vosotros, los que una vez estabais lejos, os habis puesto cerca en la sangre de Cristo. 14 Pues El es nuestra paz, el que de dos pueblos ha hecho uno solo, puesto que ha destruido el muro de separacin, la enemistad; 15a en su carne ha abolido la ley de los mandamientos formulados en ordenanzas... Lejos-cerca. Es curioso observar que Pablo no cita el punto de referencia para esta lejana y cercana, sino que simplemente dice lejos y cerca, refirindose sin duda al texto de Isaas: Paz a los que estn lejos y a los que estn cerca, dice el Seor (Is 57,19). En este pasaje del profeta se hace referencia a los miembros del pueblo escogido, tanto alejados de Dios como cercanos a l. Para Pablo aqullos son los gentiles y stos los judos. La lejana es, pues, aquella triste situacin pretrita que Pablo ha descrito, que los tnicocristianos nunca deberan olvidar (2,12): La lejana de Dios, de la esperanza, de la promesa, de la soberana de Dios como espacio vital, de Cristo, que es el que nos aporta tantos beneficios. Al tratar ahora de la cercana y de la lejana de Dios, podremos comprender lo que hay de doloroso en la palabra lejos y lo que hay de alegremente hogareo en la palabra cerca. Lo primero que salta a la vista son las derivaciones de esta lejana, sobre todo la lejana del pueblo de la eleccin concebida como separacin en una enemistad profundamente arraigada. As se comprende que la vuelta de lo lejano a lo cercano se conciba como una coalicin de gentiles y judos en un nuevo pueblo de hermanos. A esto se ha llegado por la sangre de Cristo, en Cristo Jess. Cristo es en el nuevo orden de cosas algo as como el espacio de la cercana de Dios. El congrega a los miembros de su cuerpo, ya que slo en calidad de miembros se pertenecen unos a otros y pueden formar un cuerpo vivo. Este ensamblamiento de gentiles y judos en Cristo es la abrumadora realidad que ha tocado hondamente la sensibilidad de Pablo. A partir de aqu, es como si no pudiera nunca cesar de celebrar este misterio (2,11-22) y de alabar la gracia, a l concedida, de anunciar y realizar este misterio (3,1-13). EI es nuestra paz: as resume Pablo el tema que va a desarrollar. Sigue una serie complicada de imgenes, que en parte parecen extraas al asunto, y de pensamientos, que se entrecruzan, no haciendo con ello nada fcil la explicacin. No obstante, el pensamiento principal -la paz entre judos y gentiles- prosigue siempre limpiamente su camino. En primer lugar se habla de lo que separa, o sea de lo que el pacificador tiene que quitar para de los dos separados hacer uno solo. Se habla de un muro de separacin, que, en

realidad, es una enemistad. Se habla finalmente de la ley, con sus mltiples ordenanzas, y que es considerada como el fundamento de esta enemistad, y que, por lo tanto, tiene que ser desplazada. Que esta enemistad era una realidad, lo atestiguan innumerables textos antiguos. El judo no poda experimentar sino repugnancia frente a los incircuncisos. Slo Israel haba sido escogido, y slo l se haba mantenido puro, al menos fundamentalmente, frente a las abominaciones del mundo pagano: idolatra, lujuria y derramamiento de sangre inocente. Frente a este mundo pagano, corrompido y corruptor, no haba ms que una defensa: la separacin, la separacin exterior e interior; y una parte de esta separacin era precisamente la execracin de este mundo. Para llegar aqu estaba sobre todo la expresa voluntad de Dios, la ley, que con sus innumerables ordenanzas (principalmente sobre lo puro y lo impuro) absorba de tal manera la vida del judo observante que haca imposible una convivencia con el no judo. As se comprende tambin que este desprecio, esta acentuada actitud de privilegio entre los pueblos, fuera correspondido con un fuerte odio por parte de los gentiles. En un mundo que bajo el influjo de la filosofa estoica tenda precisamente a una comn convivencia humana, el judo, en su orgullosa singularidad, fue considerado como el enemigo del gnero humano (Tcito) y tratado como tal. La ley era el baluarte que separaba. Una vez cada la ley, la separacin y la enemistad se supriman. J/LEY: Pero la ley vena de Dios y tiene como finalidad vincular al hombre con Dios por medio del amor y de la obediencia. Cmo podra suprimirse la ley, sin que en su lugar reinara la anarqua? Dios encontr el camino. Suprimi la ley, haciendo que su Hijo la cumpliera a satisfaccin una vez por todas, no ya en sus prescripciones menudas, sino en aquello que era el sentido y la intencin de la ley: la obediencia y el amor. As ocurri, hallando su mxima expresin en la crucifixin del Seor. Esto es lo que se quiere decir, cuando en nuestro texto se escribe: En su carne ha abolido la ley, o sea la ley formulada en ordenanzas y prescripciones, no su sentido ntimo y duradero. Y Cristo ha cumplido esta ley como segundo Adn, o sea para toda la humanidad. De ahora en adelante ya no hay ms que un camino para ir a Dios: entrar (por la fe y los sacramentos) en el cumplimiento de la ley de Cristo, en su obediencia y su muerte por amor, consiguientemente, en su resurreccin y gloria. Esto, por otra parte, es suprimir la ley, pero de la manera ms digna de Dios y ms feliz para la humanidad. b) Ha hecho de los dos un solo hombre, y los ha reconciliado con Dios (2,15b-16). ... 15b para crear en s mismo a los dos en un solo hombre nuevo, hacer la paz; 16 y reconciliar con Dios a unos y a otros, en un solo cuerpo, mediante la cruz, matando en s mismo la enemistad. Aqu se trata de una nueva creacin. Y esta nueva creacin se rea}iza en Cristo. l es el que rene en s los dos bandos, para hacer de ellos un solo hombre nuevo. Verdaderamente es sta una obra unificadora, que sobrepuja infinitamente a todo lo que suene a paz, reconciliacin y amor. De esta manera la paz y el amor quedan anclados en bases firmes y seguras, como solamente podra hallarlas la sabidura de Dios, efectuarlas la omnipotencia de Dios y hacerlas realidad el amor de Cristo. Los hermanos, antes enemigos, y ahora un hombre nuevo en Cristo! Qu de extrao tiene que venga la paz

a dominarlo todo? Por eso aade Pablo, como una especie de resonancia que repite el tema dominante: hacer la paz. El hombre nuevo es Cristo resucitado por el Espritu (Rom 1,4), que ha cambiado su cuerpo de carne en un cuerpo espiritual (lCor 15,46), y lo ha capacitado para permanecer l mismo y poder, no obstante, agregarse la multitud hasta formar un solo cuerpo. ...y reconciliar con Dios a unos y a otros, en un solo cuerpo mediante la cruz. Este un solo cuerpo no puede ser ms que el cuerpo crucificado de Jesucristo. En l han muerto judos y gentiles, porque el que penda de la cruz inclua como segundo Adn a toda la humanidad. En un primer momento los hombres pertenecen a Cristo, segundo Adn, slo de derecho. Para llegar a la unidad con l, la unidad que salva y que dispensa amor, basta corresponderle libre y espontneamente en la fe y en el bautismo. Pero ello es ya posible, y precisamente para todos. Esta es la buena nueva de paz que hay que proclamar en el mundo. c) Ha proclamado la paz, el acceso de todos al Padre (2,17-18). ... 17 y viniendo proclam paz a vosotros los de lejos, y paz a los de cerca; 18 porque, por medio de El, unos y otros tenemos acceso, en un solo Espritu, al Padre. Aqu uno se pregunta algo asombrado qu se quiere indicar con este venir y hasta qu punto Cristo ha proclamado la paz. Ahora bien, l, que era el autor de la obra, tambin la ha proclamado, si no ya desde el principio, al menos despus por su Espritu. Los Hechos de los apstoles narran cmo el mundo pagano empez a tener entrada en la Iglesia, sin necesidad de pasar por la ley. Esto por una parte. Pero Cristo era el mensajero del gran designio (Is 9,5) mediante sus enviados: enviados de Cristo los llama san Pablo (2Cor S,20). Es interesante observar que aqu a Cristo se le ve desde lejos en sus enviados -o mejor dicho a travs de ellos- y por este cauce se recibe su mensaje. Una vez ms resume Pablo en qu consiste la paz de la que viene hablando: porque, por medio de l unos y otros tenemos acceso, en un solo Espritu, al Padre. Esta es la paz entre judos y gentiles: el destino comn es el nico Padre, el nuevo camino comn es Cristo solo, el Seor; la fuerza comn es el Espritu Santo, que, en su calidad de amor de Dios, derramado en nuestros corazones, nos hace accesible el camino. Y qu significa esto, sino el acceso a la vida trinitaria amorosa de Dios mismo? Y esto se realiza (a base de la eterna procedencia del Hijo respecto del Padre) precisamente en esta vuelta del Hijo al Padre en el Espritu Santo; vuelta, en la que ahora la humanidad toma parte misteriosamente. Pero es muy interesante observar que aun este altsimo misterio no se trae aqu a colacin por s mismo, sino como causa de la paz entre gentiles y judos. Lo mismo pas antes con la reconciliacin del mundo con Dios, ese punto capital de todo el acontecimiento salvador; no se trataba del tema por s mismo, sino en tanto en cuanto se llevaba a feliz efecto en un cuerpo, y tena as una eficacia aglutinadora. Con mucha frecuencia las expresiones paulinas teolgicamente ms importantes se deben, no a una intencin doctrinal premeditada, sino quiz a una intencin secundaria del autor. ............................... 3. AHORA LOS GENTILES SON CIUDADANOS COMPLETOS EN EL PUEBLO DE DlOS Y MIEMBROS DEL NICO TEMPLO DE DlOS (2/19-22).

19 As pues, ya no sois extranjeros ni meros residentes, sino que sois conciudadanos de los santos y familiares de Dios, 20 edificados sobre el fundamento de los apstoles y profetas, siendo su piedra angular Cristo Jess, 21 en el cual toda construccin, bien ajustada, crece hasla formar un templo santo en el Seor, 22 en el cual tambin vosotros sois coedificados hasta formar el edificio de Dios en el Espritu. Pablo se demora, con la mejor alegra de su corazn, en la descripcin de la nueva situacin de sus hermanos procedentes del paganismo. Es el perfecto reverso del abandono religioso, de donde haban partido (2,11s). Ahora sucede todo lo contrario. Ya no sois extranjeros. En la antigedad el extranjero no tena derechos ni proteccin, e incluso haba algo de sabor a enemigo, cuando se hablaba de extranjero. Ni meros residentes, o sea los que de hecho vivan en el pas, pero solamente tolerados y sin tomar parte efectiva en Ia vida pblica. Ahora sois conciudadanos de los santos. He aqu una doble expresin. Por una parte son ciudadanos completos. Hoy no podemos hacernos una idea del orgullo con que el hombre antiguo se senta ciudadano en su pequea ciudad. Esto significaba libertad, proteccin legal, derecho de decidir en los asuntos pblicos importantes, responsabilidad frente a una gran herencia sagrada. Esto es lo que para el antiguo ciudadano haca la vida rica y digna de vivirse. Por otra parte, no son solamente ciudadanos a secas, sino conciudadanos de los santos. Aqu Pablo no est pensando sencillamente en los cristianos, sino ante todo en los que procedan del pueblo escogido. Segn l, la Iglesia de Cristo comprende tambin el cielo con sus ngeles y sus santos, llegados ya a la meta. El autor de la carta a los Hebreos nos presenta as la Iglesia, en la que entran los nuevos convertidos (en oposicin al Sina, con su ley de terror):Os habis acercado al monte Sin, a la ciudad del Dios viviente, a la Jerusaln celestial; a miradas de ngeles, reunin festiva, a la asamblea de los primognitos, inscritos en el cielo, a Dios, juez de todos, a los espritus de los justos llegados a la meta, y a Jess, mediador de la nueva alianza, cuya sangre derramada habla ms elocuentemente que la de Abel (Hebr 12,22-24). Esto es la Iglesia, que al mismo tiempo est en la tierra y se asoma al cielo, y que por eso se llama ya la Jerusaln celestial. Es la ciudad y la ciudadana, en la que han entrado los paganos como conciudadanos de los santos (cf. Fil 3,20). . . .y familiares de Dios. Aunque el concepto de ciudadanos se refiere ms bien a una estructura estatal, aqu este aspecto comunitario se presenta como casa de Dios en el sentido de una verdadera y propia familia. La palabra griega significa simplemente perteneciente a la casa. Aqu se trata de la casa, de la familia de Dios, en la que Dios mismo es el Padre y Jesucristo el Hijo. En l han sido llamados otros -muchos, todos- a entrar en esta filiacin divina (1,5), y a convertirse en hijos en la casa de Dios. Pero hay todava ms: una casa es un hogar, con todo lo que esta palabra encierra de clido y de ntimo; un hogar a ninguna otra cosa comparable, y que se estima doblemente cuando se le descubre y recibe por primera vez, como es el caso del nio expsito. Y esto eran precisamente los paganos, que ahora en la casa de Dios se han convertido en hijos: Y ser para vosotros como Padre, y vosotros seris para m como hijos e hijas, dice el Seor todopoderoso (2Cor 6,18). ...edificados sobre los fundamentos de los apstoles y profetas. De la casa pasa

Pablo a la imagen de la construccin de la casa, para resaltar una nueva dimensin de la situacin de los tnicocristianos. stos no solamente estn en la casa de Dios, sino que ellos mismos constituyen la casa, en calidad de piedras destinadas a la formacin progresiva de los diversos bloques. Naturalmente, la posibilidad primaria de la construccin la da un cimiento firme, sobre el que se puede construir slidamente. El cimiento significa solidez y arraigo, lo contrario de ese ser sacudidos por cualquier viento de doctrina, del que habla 4,14. Pero el cimiento, sobre el que nos sostenemos, es digno de toda confianza: los apstoles y los profetas Ambas palabras se suponen mutuamente. Apstoles son los enviados, tras los cuales est el que los enva, Jesucristo, que a su vez es un enviado del Padre. Son los doce, que Jess ha enviado a todo el mundo con la promesa de estar con ellos hasta el fin de los tiempos, los doce y todos los que han asumido para continuar su misin. Profetas se llaman los del segundo grupo, que constituyen el cimiento de la Iglesia. Aqu slo se refiere a los profetas del Nuevo Testamento; tambin en 3,5 y 4,31 son nombrados junto a los apstoles. Profeta es el que habla en nombre de Dios, o sea que Dios utiliza como instrumento para hablar por medio de l. En un sentido ms estricto y tcnico es profeta el que posee el carisma de hablar de Dios, el carismtico, a travs del cual el Espritu Santo se hace palabra de alguna manera; ese Espritu Santo de la formacin de la Iglesia despleg sorprendentemente sus extraordinarios dones o carismas. Apstoles y profetas son el fundamento de la Iglesia, pero slo como instrumentos visibles del que los ha enviado y los ha llenado con su Espritu. Por eso son cimiento en cuanto que son portadores del mensaje, que no es otra cosa que Cristo. Por eso no hay ninguna contradiccin con ese otro texto paulino de lCor 3,10: Nadie puede poner otro cimiento, sino el que ya est puesto, Jesucristo. Aqu se trata de que Pablo con su mensaje ha puesto precisamente este cimiento: Jesucristo. A base de este mensaje el Apstol se convierte necesariamente en cimiento para aquellos que creen en su palabra. ...siendo su piedra angular Cristo Jess. La palabra griega significa propiamente lo que constituye el vrtice de un ngulo, lo cual, referido a piedra, da realmente el sentido de piedra angular. Algunos ilustres comentaristas modernos pretenden traducir la palabra por clave de bveda. Otros entienden por piedra angular, que mantiene unidos los dos muros, la funcin de Cristo, en quien se encuentran las dos fracciones de la humanidad: judos y gentiles. Pero quiz ser mejor no tomar la expresin en un sentido arquitectnico demasiado tcnico. Pablo est citando prcticamente Is 28,16: As ha hablado el Seor: tened en cuenta que soy yo el que pongo en Sin una piedra fundamental, una piedra aquilatada, una piedra angular de alto valor, muy bien cimentada. El que cree, no ser confundido. A esto se refiere Pablo, y lo que le atribuye a Cristo como piedra angular es algo decisivo para la construccin, decisivo para su posicin y decisivo para su ntima cohesin. Y aqu, donde se trata de que los paganos pueden entrar en la casa de Dios contribuyendo ellos mismos a la construccin, lo ms importante es esto precisamente: Cristo est con todo su ser presente en esta obra constructiva, dando la direccin de una manera decisiva. El influjo de esta piedra angular penetra todo el ,conjunto. .. .en el cual toda construccin bien ajustada crece hasta formar un templo santo en el Seor. Este es el objetivo: llegar a ser un templo santo. La Iglesia, sobre todo la Iglesia local, como templo de Dios es un pensamiento frecuente y prcticamente importante para Pablo. En este sentido se entiende su amenaza a los corintios: No sabis que sois templo de Dios y que el Espritu de Dios habita en vosotros? El que destruya el templo de Dios (por la divisin y la desunin), Dios lo destruir a l; pues el templo de Dios es

sagrado, y ese templo sois vosotros (lCor 3,16s). La exhortacin imperiosa a mantener la santidad del templo, por el que Dios vigila celosamente, se refiere en nuestro texto al objetivo feliz de la vocacin; objetivo que da un nuevo contenido a la vida de los tnicocristianos: existir para Dios, para su culto, para su gloria. Merece la pena observar que aqu el pensamiento de la salvacin de los individuos pasa totalmente a segundo plano. El cristiano encuentra la dignidad y la grandeza de su existencia en la obra de conjunto, a la que tiene que servir, o sea que surja el templo de Dios y que sea digno de Dios. A esta obra sirve el cristiano no slo con todo lo que hace, sino con todo su ser, en su calidad de parte constituyente del templo de Dios, de una manera nica e insustituible. Y para subrayar que la santidad del templo y de todos los miembros que lo construyen, slo en Cristo tiene su fuente, aade precisamente la expresin en el Seor. Es como si Pablo, por un momento, hubiera perdido de vista a los tnicocristianos, completamente atrado por el contenido de lo que todo esto significa para l mismo. As ahora repite el mismo pensamiento otra vez, refirindolo expresamente a los tnicocristianos: ...en el cual, tambin vosotros sois coedificados hasta formar el edificio de Dios en el Espritu. De nuevo el eco trinitario que corona toda la exposicin anterior: por Cristo, hacia Dios, en el Espritu Santo. Volviendo hacia atrs los ojos: Pablo tiene que haber sentido todo esto muy ntimamente, cuando, desbordante de alegra, les da la bienvenida a los nefitos en la casa de Dios con esta descripcin de su nueva situacin, y llamndoles felices por ello mismo. (Pgs. 53-81)

V. EL APSTOL ELEGIDO PARA REALIZAR EL MISTERIO DE CRISTO (3/01-13). 1. INTRODUCIDO, POR REVELACIN, EN EL MISTERIO DE CRISTO (3,1-6). 1 Por este motivo, yo, Pablo, prisionero de Cristo Jess por vosotros los gentiles... 2 Si es que habis odo hablar de la economa de la gracia de Dios, a m concedida con respecto a vosotros: 3 cmo por una revelacin se me ha dado a conocer el misterio secreto (como os lo expuse antes en pocas palabras), 4 con respecto a lo cual, mientras vais leyendo, podis percataros de mi penetracin en el misterio de Cristo: 5 misterio que en otras generaciones no fue dado a conocer a los hombres, como ahora ha sido revelado a sus santos apstoles y profetas segn el Espritu: 6 que los gentiles son coherederos, miembros de un mismo cuerpo y copartcipes de la promesa en Cristo Jess... Al llegar Pablo a estas alturas de su magnfica descripcin de la obra salvfica de Dios, desemboca en una oracin por sus fieles pidiendo que puedan profundizar en el conocimiento de la grandeza de lo que Dios les ha dado a travs de Cristo. Es el mismo tema de 1,18ss. Empieza con una frmula, no muy corriente, pero cada vez ms solemne, que significa algo as como por lo cual. Este comienzo es importante, pues su reaparicin en 3,14 demuestra que all se inicia la oracin que se propona en nuestro pasaje (3,1) y que se interrumpe sbitamente con un pensamiento interpuesto al que Pablo se aplica y

desarrolla a lo largo de doce versculos. Para recalcar su proyectada oracin ante sus lectores, subraya Pablo quin es el que aqu ora: Yo, Pablo, prisionero de Cristo Jess por vosotros los gentiles. S, l es prisionero de Cristo Jess. Aunque los guardias sean soldados romanos y unas cadenas de hierro aprisionen su libertad, l sabe muy bien -y ello le consuela profundamente- que el que en realidad lo ha aprisionado y al que l le ha entregado toda su libertad, es Cristo. Y si Cristo ahora quiere que est atado y preso exteriormente, tambin sabe que esto sirve para la salvacin de los gentiles, tarea que Cristo le ha encomendado. Esto es lo que Pablo quera aadir. Se estaba hablando de la vocacin de los gentiles, pero en esta organizacin de la gracia de Dios, Pablo ocupa un lugar como ningn otro. El es el instrumento elegido, por el que Dios llama a los gentiles. Los destinatarios de la carta no conocan personalmente a Pablo, pero habran odo hablar de aquel por medio del cual les haba llegado el feliz mensaje y la salvacin. Don de la gracia es para Pablo su vocacin. Por eso no se cansa de agradecer una y otra vez lo que l subraya fuertemente como una gracia (3,7s). Gracia, o sea algo inmerecido, que procede de la libre eleccin de Dios y de su profunda misericordia. Fundamento de todo su apostolado entre los gentiles es la revelacin del misterio, que le ha sido hecha. El misterio ya lo hemos encontrado en 1,9. All se trataba del misterio de la voluntad de Dios, consistente en recapitular el universo en Cristo: Todo lo que est en los cielos y lo que est sobre la tierra, y aqu en la tierra precisamente el mundo de los gentiles. Esto para Pablo es equivalente a la bsqueda de la salvacin no por la ley de los judos, sino por la fe. Que a Pablo le haya sido dada por la revelacin una comprensin del plan salvador de Dios, lo pueden averiguar los lectores por lo que hasta ahora ha venido diciendo en elogio de este mismo plan de salvacin 13. El descubrimiento del misterio es la gran gracia de la actualidad. El misterio era desconocido por las generaciones precedentes, al menos con la claridad como ahora ha sido revelado a sus santos apstoles y profetas. Naturalmente Pablo pertenece tambin al grupo de estos santos apstoles 14. Aqu santo posee el sentido primitivo de la palabra: entresacado, escogido para una obra especial en el servicio de Dios. Ms consideracin merece el hecho de que aqu Pablo asigna, con toda naturalidad, a la pluralidad de apstoles y profetas lo que pretenda tener como un privilegio nico: o sea, el ser los receptores inmediatos de esta revelacin divina. Ahora hay muchos, y el misterio se les ha revelado, y precisamente en el Espritu. Pero un poco despus aparece como si fuera l el nico enviado para los paganos. Esta conciencia de su misin que tiene el Apstol puede parecer tanto ms extraa, cuanto que se piensa en tantos otros que juntamente con l trabajaban en la misin de los gentiles. Igualmente la revelacin del misterio no puede considerarse como una cosa especial y decisivamente nica, ya que de hecho ha sido hecha a los santos apstoles y profetas. Lo que a Pablo le da la conciencia de ser el apstol de los gentiles, es lo singular de su vocacin y el consiguiente xito, nico en su especie, con el cual Dios lo ha confirmado en esta vocacin a travs de los aos, da tras da. Como tal apstol de los gentiles, en la forma en que se ha ido haciendo sucesivamente, habla Pablo: no como el nico, sino como el que ha recibido para ello ms gracia que los dems. Pero hay ms: a partir de su segundo viaje misionero se qued totalmente solo, recorriendo el vasto itinerario bajo la direccin del Espritu. Trabajaba solamente donde ninguno antes que l haba predicado. Nuevas tierras para Cristo iba buscando con su celo incansable, con la

plena conciencia de ser realmente el enviado de Dios, el instrumento de su gracia. Aunque tras l hubieran venido muchos maestros y pedagogos, aquellos cristianos slo tenan un padre, Pablo, que por primera vez les haba transmitido la verdadera vida (ICor 4,15). Para ellos saba Pablo que era el apstol de los gentiles. En nuestro caso se extiende esta conciencia aun a aquellos que por primera vez fueron ganados para el evangelio mediante alguno de sus discpulos, como mano larga del Apstol (Col 2,1). Finalmente se dice clara y llanamente en lo que consiste el misterio, que a Pablo y a los santos apstoles y profetas se les ha revelado en el Espritu: Los gentiles son coherederos, miembros de un mismo cuerpo y copartcipes de la promesa en Cristo Jess. De esto se ha venido tratando previamente. Y tan notable es la cosa, que el Apstol se siente empujado a exponer la misma verdad en un aspecto siempre nuevo: ha quedado suprimida toda diferencia y separacin. Los antiguos judos y los antiguos paganos, al entrar en el nico cuerpo de Cristo que los comprende a ambos -la Iglesia-, han sido colocados en absoluta igualdad de derechos; idea que subraya, repitiendo, en el texto griego original, tres veces el prefijo syn (= con). Coherederos son los gentiles en su calidad de hijos del nico Padre y hermanos de Jesucristo. Igualmente participan en la promesa que fue dada al pueblo escogido (hasta tal punto, que ello constitua su propia razn de existir como tal pueblo). Y todo esto, porque ahora los gentiles son miembros de un mismo cuerpo, como los israelitas. Pablo lo expresa con el trmino griego synsoma. Tuvo que crear esta palabra: la cosa totalmente nueva que quera decir, necesitaba un nombre nuevo. ...............
13. Claramente se alude a 1,3-14; y despus, en sentido estricto, al capitulo 2. 14. En la designacin santo no hay que intentar escuchar la voz insidiosa de una segunda generacin que mira hacia atras. Poco despues el mismo Pablo se llama a si mismo el menor de todos los santos.

............... 2. ELEGIDO PARA PROCLAMAR EL MISTERIO DE CRISTO (3,7-13) ...(los gentiles son coherederos...) 7 por medio del evangelio, del cual yo he sido constituido ministro segn el don de la gracia de Dios, a m concedida segn la accin de su poder: 8 a m, el menor de todos los santos, se me ha dado esta gracia: anunciar a los gentiles la insondable riqueza de Cristo, 9 y hacer patente cul es la dispensacin del misterio escondido, desde la eternidad, en Dios, que cre todas las cosas; 10 para que se d ahora a conocer a los principados y potestades en los cielos, por medio de la Iglesia, la multiforme sabidura de Dios 11 segn el designio eterno que ha realizado en Cristo Jess, Seor nuestro, 12 en quien, mediante la fe en l, tenemos la seguridad y el acceso en confianza. 13 As que os ruego no decaigis de nimo en mis tribulaciones por vosotros, ya que sta es vuestra gloria. Ministro (del evangelio) segn el don de la gracia de Dios, a m concedida segn la accin de su poder. Pablo intenta expresar con una rara acumulacin de detalles lo que a primera vista nos parece a nosotros sencillo. Pero la manera como Pablo se expresa, demuestra que esta vocacin suya a la proclamacin del evangelio entre los gentiles significa para l algo imponderable, algo grande que apenas se puede explicar. Ve en ello primeramente un don gratuito de Dios, y al intentar valorar este don lo hace con la misma expresin prolija que en 3,2: Don de la gracia de Dios, a m concedida. A travs de estas

palabras podemos rastrear, la honda sensibilidad que las ha inspirado. ...concedida segn la accin de su poder. Siempre que en san Pablo aparece esta palabra poder (dynamis), es que est cerca la idea de la resurreccin. As ocurri en 1,l9s: debemos reconocer cul es la extraordinaria grandeza de su poder... segn la medida de la accin de su poderosa fuerza que despleg en Cristo resucitndolo de entre los muertos. Y este poder de Dios, que resucita a Cristo de entre los muertos, se llama sencillamente en aquel texto la extraordinaria grandeza de su poder con respecto de nosotros, los que creemos. La fuerza, que ha resucitado a Cristo de entre los muertos, sigue actuando al crear una vida de resurreccin en los que por la fe y el bautismo en la muerte y resurreccin de Cristo han entrado en el mbito de esa muerte y resurreccin. Y como esto se realiza por la fe -por el evangelio-, puede muy bien Pablo decir de este evangelio que es el poder (dynamis) de Dios para salvacin de todo el que cree, empezando por el judo y acabando por el gentil (Rom 1,16). As se comprende lo que Pablo quiere decir, cuando de una manera sorprendente afirma que el servicio del evangelio como gracia de Dios se le ha comunicado segn la accin de su poder. El Apstol se ve a s mismo, por su vocacin a la proclamacin del evangelio, comprometido en aquel gran movimiento de la accin poderosa de Dios, que resucit a Cristo de entre los muertos, que hizo de este mensaje una fuerza de Dios, para la salvacin de todo el que cree, y que finalmente lleva adelante esta salvacin en la gloria. Esto significa el Apstol cuando escribe que se le ha confiado la proclamacin como una participacin en la fuerza poderosa de Dios, que produce la vida de resurreccin. Ante la magnitud de esta vocacin, Pablo se siente pequeo. A m, el menor de todos los santos, se me ha dado esta gracia: anunciar a los gentiles la insondable riqueza de Cristo. Frase desligada, que es ms bien un grito de admiracin que una simple expresin. A m, el menor de todos. De nuevo a Pablo se le queda pequeo el diccionario: forma con un superlativo otro grado superior, como si dijera: a m, el ms pequeo de entre los ms pequeos de los santos. Recordemos cmo en otros pasajes Pablo, ante la extraordinaria grandeza de la gracia de Dios, experimenta su nada, su real indignidad tan profundamente, que llega a compararse con un aborto: Por ltimo, como a un aborto, se apareci a m tambin (I Cor 15,8). Su anterior condicin de perseguidor de la Iglesia pesa sobre el recuerdo de Pablo aun en pleno altamar de su actuacin apostlica. Por eso contina: pues yo soy el menor de los apstoles, y no soy digno de llamarme apstol, porque persegu a la Iglesia de Dios. Pero mientras ms bajamente piensa de s mismo, mayor es la consideracin que tiene de lo que la gracia de Dios opera en l: ...pero por la gracia de Dios soy lo que soy, y su gracia no se ha frustrado en m; antes al contrario, he trabajado ms que todos ellos, no precisamente yo, sino la gracia de Dios conmigo (ICor 15,10). As ahora tambin se siente pequeo ante la magna gracia de su vocacin, que al anciano Pablo le parece todava como recin estrenada. Cuando adems Pablo subraya con un pronombre demostrativo la gracia (esta gracia), quiere con ello subrayar su admiracin por la gracia de anunciar a los gentiles la insondable riqueza de Cristo. Dos grandes amores encuentran aqu su expresin: el amor a los gentiles y el amor a Cristo. A los gentiles, expresin subrayada que se convierte en el punto culminante de todo el prrafo. Anunciar se refiere plenamente a la proclamacin de la buena nueva, y esta buena nueva no slo tiene a Cristo como objeto, sino que es portadora de Cristo mismo, y produce la unin con l. Ahora bien, Cristo es rico y hace rico con lo que tiene y mucho

ms con lo que es, consigo mismo. Pablo sabe algo de esta riqueza, que es Cristo. La ha vivido y la contina viviendo, no como Ios dems, sino en una singular profundidad de experiencia espiritual; por eso puede salir confiadamente al paso a los corintios, que se consideraban extraordinariamente ricos en los dones del Espritu: Gracias a Dios, yo hablo en lenguas ms que todos vosotros (ICor 14,18). Pero l se sabe en posesin de los otros dones del Espritu: Supongamos, hermanos, que yo me presente entre vosotros hablando lenguas: qu provecho os aportara yo, si mi palabra no contuviera un descubrimiento, un conocimiento, una predicacin o una enseanza? (lCor 14,6). Todo esto son los dones que afirman o presuponen un conocimiento profundo e inspirado por el Espritu, especialmente el don de la revelacin, que es como una dotacin de san Pablo para la obra de su evangelizacin; podemos lgicamente calcular lo que significa para l una riqueza de Cristo insondable: algo que, por mucho que se comprenda, queda an sin comprender, sustrayndose a la experiencia. Pero dejemos estas consideraciones: lo interesante sigue siendo el hecho de que el Apstol debe llevar esta buena nueva a los gentiles. ...y hacer patente cul es la dispensacin del misterio escondido, desde la eternidad, en Dios, que cre todas las cosas. No se trata de una segunda tarea, a la que Pablo hubiera sido llamado. La conjuncin copulativa y corresponde a una expresin de equivalencia: o sea. Precisamente se manifiesta a todos este plan salvfico, porque el Apstol proclama a Cristo ante los gentiles, no de cualquier forma, sino con aquella fuerza de la gracia que produce la fe, la unin con Cristo y la salvacin. As es como se realiza el plan salvfico de Dios en el mundo pagano. Todava se aade intencionadamente que este plan salvfico ha llevado una existencia oculta desde la eternidad, o sea en Dios, que cre todas las cosas. Pablo tiene una viva sensibilidad para esta preexistencia en el pensamiento eterno de Dios. As lo hizo al principio al presentar la bendicin de Dios, diciendo que Dios nos haba escogido antes de la creacin del mundo (1,4). Y de la misma manera que coloca el plan de Dios en los fundamentos de la eternidad, igualmente lo ve realizarse en los siglos venideros: Dios ha llevado a cabo la obra, para mostrar en los siglos venideros la extraordinaria riqueza de su gracia (2,7). Y as ve el Apstol la obra de salvacin situada entre dos eternidades, que le confieren la plena validez de su posicin central. ...en Dios, que cre todas las cosas. Se ha querido ver aqu con razn un ngulo polmico contra corrientes de tipo gnstico. Aquellos movimientos espirituales dividan el mundo en dos partes: el mundo de los sentidos y el mundo de las ideas; el espritu y la materia. Y as llegaron a despreciar al Dios creador como Dios creador de la materia, oponindole el Dios bueno, el Padre de Jesucristo. Contra estos conatos de desvincular entre s la obra de la creacin y la obra de la salvacin viene esta parte adicional de la frase: el misterio de nuestra redencin estaba escondido en Dios, que cre todas las cosas. Tambin para nosotros es esto una advertencia, para que no separemos tanto cuerpo y alma, naturaleza y sobrenaturaleza, creacin y redencin, sino que, al contrario, los envolvamos en la misma mirada, tomando ante ellos la justa postura. Si esta manera de entender este pasaje es correcta, debemos en todo caso contar con que Pablo, ms de lo que pudiramos comprobar, habla en un determinado ambiente espiritual que no podemos reconstruir para nuestro uso, a no ser parcial e hipotticamente. Y, sin embargo, no podemos prescindir de conocer este ambiente espiritual, porque es precisamente el que determina el lenguaje del Apstol, y en l sus palabras encuentran pleno eco, produciendo la impresin adecuada. As, por ejemplo, es posible que, cuando

Pablo habla de eones, los primeros destinatarios de la carta hayan entendido otra cosa distinta y ms profunda de lo que nosotros decimos con el simple concepto de eternidad, o cuando lo traducimos pocas histricas. .. . para que se d ahora a conocer a los principados y potestades en los cielos, por medio de la lglesia, la multiforme sabidura de Dios, segn el designio secular que ha realizado en Cristo Jess, nuestro Seor. Los principados y potestades hicieron ya su aparicin en 1,21: Cristo ha sido puesto encima de ellos, los cuales, con todo su poder, han sido sometidos a l. Otra vez en 6,12 se habla de ellos como de potencias enemigas: Nuestra lucha no va contra carne y sangre, sino contra los principados, las potestades.... contra los espritus malos que estn en los espacios celestes. Pablo, utilizando la lengua y el estilo de su tiempo, describe lo que no est condicionado por el tiempo: existen Satn y su mundo de espritus, que con un odio irreconciliable luchan contra Dios y su ungido, Cristo, que los ha vencido en la cruz, despojndolos de su poder. As ve Pablo a estos principados y potestades. Pero entre los destinatarios de la carta en la provincia de feso dominan otros puntos de vista. Hay principados y potestades buenos o malos, pero al fin y al cabo son lo que su nombre dice, principados y potestades, con los que hay que estar bien. De aqu el culto a los ngeles y a las potestades, que toma cuerpo y deja a Cristo en la sombra, cuando no lo pone en duda. En la carta a los Colosenses, Pablo ha tomado posicin a este respecto, y debemos agradecer a aquella doctrina desviacionista acerca de Cristo, los mejores pasajes de san Pablo sobre la absoluta soberana de Cristo en la creacin. En la carta a los Efesios slo se habla de estos principados y potestad es de una manera accidental, como es el caso del pasaje que comentamos. Aqu reaparecen los principados y potestades, de los que los cristianos desviacionistas esperaban sabidura y gnosis, penetracin en los misterios del mundo celestial y en los caminos que llevan a la salvacin (Col 2,3s.8); pues bien, helos aqu desprovistos del ms leve barrunto sobre el verdadero plan de salvacin: el misterio de Dios. Ahora tienen que or la predicacin apostlica y aprender de la Iglesia, formada por la unin en Cristo de gentiles y judos como cuerpo suyo y plenitud en este mundo, y en la que siempre ser proclamado el mensaje de salvacin del evangelio. All es donde tienen que mirar para saber, aunque sea a regaadientes, lo que se llama sabidura de Dios, rica y multiforme. Multiforme se refiere a una sabidura que, al no llegar a su objetivo por un camino, emprende otro, todava mejor, para as conseguir su meta con ms brillantez. Y as fue realmente: Puesto que el mundo no reconoci a Dios en la sabidura de Dios (manifestada en la creacin), quiso l salvar a los creyentes mediante la predicacin de la locura (de la cruz) (lCor 1,21). Al esplendor de la creacin sucede la cruz, a la sabidura humana la fe. Pero esta fe une con Cristo y nos hace ser en Cristo poder de Dios y sabidura de Dios (lCor 1,24). Ciertamente aqu piensa Pablo preferentemente en Cristo que es nuestra paz. Paz de los hombres entre s, judos y gentiles hechos un cuerpo en Cristo, y en este cuerpo de Cristo la plenitud de la vida divina: as ven los principados y potestades -que como potencias espirituales carecen de toda vinculacin exterior- a la Iglesia de Cristo y en ella la multiforme sabidura de Dios. En Cristo Jess, Seor nuestro. Cmo sera posible que Pablo pudiera nombrar a Cristo sin aadir algo de lo que es para nosotros? Por eso contina: En quien, mediante la fe en l, tenemos la confianza y el libre acceso. La Iglesia es, en su calidad de cuerpo de Cristo, el mbito de la cercana de Dios. Esto significa tener acceso. Y como esto acontece en Cristo, conectando con su santidad y confiando en l solo, la actitud lgica

de los cristianos es una confianza sin lmites ante Dios y, por tanto, ante este mundo y esta vida, donde a los que aman a Dios, todo les sirve para el bien (Rm 2,28) y donde los sufrimientos slo son el camino de la gloria (2Cor 1,7; Act 14,22). Ahora Pablo se dirige a sus lectores, haciendo hincapi en su condicin de prisionero: As que os ruego no decaigis de nimo en mis tribulaciones por vosotros, ya que sta es vuestra gloria Slo le faltaba aadir lo que haba dicho en su carta a los Colosenses: Ahora me alegro de mis padecimientos por vosotros... (Col 1,24). Demos ahora una mirada retrospectiva a este ltimo pasaje: Pablo, a partir de 2,1, ha celebrado el misterio de Cristo, que en definitiva es el mismo Cristo. Es como si sorprendiramos la alegra de su corazn por la grandeza de este misterio y por ser l su proclamador; nada tiene esto de extrao, ya que se trata de la riqueza insondable de Cristo. Cristo en vosotros, la esperanza de la gloria, as ha compendiado este misterio en Col 1,27. Pero si queremos ser justos con Pablo, no debemos pasar por alto que a l el misterio se le presenta desde una perspectiva concreta y determinada, o sea: Cristo redentor tambin de los gentiles. Esta perspectiva de la obra de redencin es algo que agobia completamente a Pablo, algo que apenas puede comprender y que lo llena de asombro y de alegra sin lmites. Siente necesidad de explicar esta alegra por una cosa que a nosotros, los que nacimos despus, nos parece obvia y natural: la completa igualacin de los gentiles con el pueblo escogido. Lo que el mismo Pablo, en el mejor de los casos, sinti en un tiempo, lo podemos colegir quiz por un texto del rab Aquib, una de las ms ilustres figuras del primitivo rabinismo (muri mrtir en el ao 135 con el mandamiento del amor de Dios de Dt 6 en los labios). En una interpretacin del pasaje del Cantar de los Cantares donde se habla de mi amado, dice: Cuando los pueblos de la tierra oigan esto, dirn a los israelitas: Queremos ir con vosotros, queremos ir con vosotros en su busca. Pero los israelitas le respondern: No tenis ninguna parte con nosotros. Mi amado es para m y yo para l. Estos mismos sentimientos debi de haber tenido Pablo en su calidad de judo. Qu camino el recorrido hasta llegar al momento en que la igualdad de los gentiles con los judos constitua la alegra de su corazn! De milagro podramos calificar este cambio. Sin duda, Dios infundi en su instrumento escogido, juntamente con la vocacin al apostolado con los gentiles, una desbordante alegra en su corazn. La alegra agradecida, que a nosotros nos puede parecer tan inconcebible, es la medida de este amor. Es como una encarnacin del amor de Dios mismo a los paganos, o mejor: slo puede ser el mismo Jesucristo, que en Pablo, su instrumento, ama a estos gentiles. Pablo haba escrito una vez: Dios me es testigo de cuantos deseos tengo de estar con vosotros en las entraas de Cristo Jess (Fil 1,8). Esto, correctamente traducido, equivaldra a en el corazn de Jess, o sin metfora: en el amor de Cristo Jess. As se explica que este texto de la carta a los Efesios se utilice en la fiesta litrgica del corazn de Jess. Concretamente para nosotros significa que se trata de una gracia, por la que debemos esforzarnos y que, una vez que apunta tmidamente, la debemos cultivar: el amor al mundo pagano, que todava no sabe nada de la riqueza de Cristo. Y ojal este amor procediera tambin de un intimo agradecimiento por estar ya nosotros en posesin de l! ..................................... VI. ORACIN DEL APSTOL POR LOS CREYENTES, PARA QUE ALCANCEN LA PLENITUD DEL CONOCIMIENTO (3/14-19).

Con un solemne por este motivo reanuda Pablo la frmula de transicin de 3,1. Ya all haba querido hablar de su oracin por el conocimiento de los creyentes. Pero se interpuso la larga interrupcin sobre su participacin en el misterio de Cristo con vistas al mundo pagano. Por muy grande que sea lo que Pablo ha realizado hasta ahora, no basta con una simple exposicin; aqu se requiere mucho ms que la mera inteligencia. Para salir al encuentro de este misterio de Dios no hay ms remedio que recurrir al Espritu y a la gracia de Dios. Por eso el Apstol ora, sin acudir a la intercesin, de suerte que se tiene la impresin de que, al lado de su predicacin, ve tambin en esta intercesin orante una tarea que tambin le es propia. 14 Por este motivo, hinco mis rodillas ante el Padre del cual 15 toda paternidad en los cielos y en la tierra toma su nombre, 16 para que os conceda, segn la riqueza de su gloria, que se robustezca poderosamente en vosotros el hombre interior, por la accin de su Espritu; 17 que Cristo habite, mediante la fe, en vuestros corazones, y estis arraigados y cimentados en el amor, 18 para que podis corresponder con todos los santos, cul sea la anchura y longitud, la altura y la profundidad, 19 y conocer el amor de Cristo, que excede todo conocimiento, para que seis llenos de toda la plenitud de Dios. El comienzo es solemne: Por este motivo, hinco mis rodillas... Esto para Pablo y para cualquier judo era inusitado, puesto que el israelita oraba de pie a su Dios. Debe haber aqu una intencin ms profunda que el simple orar, para que Pablo adopte espiritualmente esta postura de postracin. 1. EL PADRE DE TODOS (3,14-15). Pablo se dirige al Padre del cual toda paternidad en los cielos y en la tierra toma su nombre. En ltimo trmino, es completamente seguro que aqu se menciona a Dios como origen de toda otra paternidad, como Padre por antonomasia. Pero la palabra griega utilizada en el Nuevo Testamento no significa paternidad en abstracto, como equivalente a la cualidad de padre, sino en concreto, como referido a una pluralidad de seres procedentes de un padre comn. Por tanto, paternidad significa aqu familia, tribu, pueblo, o sea cualquier comunidad natural de hombres. Una acepcin parecida hay que darle en el mundo de los espritus con sus mltiples jerarquas. Estas paternidades o familias de espritus en los cielos se nombran aqu primero, como rplica al falso culto de los ngeles, que amenazaba a la pureza de la fe de los lectores. Dios es el Padre a quien debe referirse tambin el origen de toda familia celestial. Pero tambin las familias de la tierra, pueblos y naciones, todos tienen en Dios el nico Padre, no slo el pueblo escogido. Y Dios se ha mostrado como Padre de los pueblos precisamente porque ha llamado a estos pueblos (en lenguaje judo, los gentiles) a la salvacin en Jesucristo. Esta idea aflora tambin cuando Pablo se dirige en su oracin al Padre, del que toda familia en el cielo y en la tierra toma su nombre, o sea -atendiendo a la expresin semtica- su existencia concreta. Finalmente se habla aqu otra vez del Dios Creador, como en 3,9. No hay por qu recriminar nada al Creador del mundo y a la obra de la creacin: es el mismo Dios el que ha creado al mundo y lo ha redimido en Jesucristo.

2. PRESUPUESTOS DEL CONOCIMIENTO PERFECTO (3,16-17). Para que os conceda segn la riqueza de su gloria... Otra vez aqu, como antes en 1,17, aparece esa llamada, llena de confianza, a la gloria de Dios. Es, como vimos ya, la llamada a la riqueza de Dios, que, por su abundancia, tiende a comunicarse. Y, en consecuencia, una llamada al Dios, que santifica su nombre precisamente porque, con su ayuda y donacin, se inclina a su pueblo, que, por su parte, lo glorifica por ello agradecido. ...que se robustezca poderosamente en vosotros el hombre interior, por la accin de su Espritu. Qu es el hombre interior? En 2Cor 4,16 se opone expresamente a hombre exterior: Aun cuando nuestro hombre exterior (en el servicio del evangelio) llegue a arruinarse, sin embargo, nuestro hombre interior se va renovando progresivamente. Es el hombre nuevamente creado en el bautismo, el hombre en Cristo, que en lPe 3,4 se designa como el hombre oculto en el fondo del corazn. Es la obra del Espritu, y as se comprende que el solicitado robustecimiento del hombre interior slo puede obtenerse por la accin de su Espritu. Pero hay ms: Pablo habla del hombre interior, no como una realidad lograda, sino como una meta hacia la que se va. El hombre interior es, en este caso, como un fruto de madurez, la edad plena de Cristo (4,13), en cuanto que se va realizando en los individuos. Este es el objetivo del hombre nuevo, tal como ha sido querido por Dios: no es precisamente el hombre fundamentalmente nuevo creado en el bautismo, sino el hombre nuevo, revestido de la verdadera justicia y santidad 16. ...que Cristo habite, mediante la fe, en vuestros corazones. Los antiguos saban muy bien qu significa habitar; y los contemporneos lo han vuelto a aprender. No es lo mismo que tener una casa, o sea pasar la vida en cualquier ambiente que lo resguarde a uno. Habitar slo se puede en un ambiente que sea adecuado al propio ser. Y tanto ms podr uno habitar realmente -o sea, sentirse a gusto en casa-, cuanto mayor sea la posibilidad de realizar los ms pequeos detalles, si no como obra propia, al menos pasados por una opcin personal. Ahora bien, cuando Cristo va a ocupar una morada, lleva consigo todo lo esencial y hace al hombre interior cristiforme. Pero esta cristificacin, fundamental y esencial, tiene que llevarse a buen trmino, por parte del hombre, aunque naturalmente con la accin del Espritu y la fuerza del divino husped. Esta reflexin pone de manifiesto que el habitar puede tener grados, hasta alcanzar la meta de perfeccin, a la que aqu se alude 17. ...arraigados y cimentados en el amor. La doble expresin y la forma verbal del perfecto (lo ya logrado) hacen pensar de nuevo en un estado de perfeccin, objeto de la oracin de Pablo: el estado perfecto en el amor, en el amor a toda costa y en toda la lnea, en el amor que es ese cimiento y tierra abonada, donde se puede uno mantener y desde donde se puede crecer. Ambas imgenes, una de la construccin y otra de la agricultura, no se corresponden mutuamente, pero Pablo tiene necesidad de ambas: de la tierra abonada y frtil y del cimiento inconmovible. ...............
16. 4,24; cf. Col 3,9s. Esta significacin se confirma por la inesperada forma temporal griega de robustecer (aoristo), que no se refiere a un acontecimiento durable, sino a una accin singular, como es sencillamente la consecucin de un objetivo. 17. Otra vez aqu sorprende la forma verbal griega de un acontecimiento ms bien instantneo. Nos hubiramos visto tentados de traducir: que Cristo tome residencia en vuestros corazones. Sin embargo, esto ya les haba acontecido a los destinatarios de la carta hace tiempo, desde el da de su bautismo. Pero la alusin

a una residencia permanente no est literalmente en la forma verbal. As pues, lo nico que nos queda es pensar en una meta final de esta inhabitacin y, por tanto, en una consumacin de la fe, que produce esta inhabitacin.

............... 3. EL CONOCIMIENTO PERFECTO (3,18-l9). Tres cosas, entre s ntimamente conectadas, ha nombrado el Apstol: robustecimiento en el Espritu, inhabitacin de Cristo, perfeccin del amor. Pero ellas no son en s mismas el objeto de la oracin, sino slo el presupuesto de lo que directamente pretende el Apstol: para que podis comprender con todos los santos... As pues, el objetivo propio es el conocimiento. Pero no es esto una concesin a los lectores, en cuyos crculos el conocimiento, la gnosis, lo es todo? Puede ser ciertamente una concesin, pero as son los caminos que recorre la revelacin y por los que lleva a sus mensajeros. Nuevas preguntas, dificultades que surgen, aun doctrinas errneas llevan a una nueva reflexin sobre el patrimonio revelado, a una nueva comprensin, de suerte que se pueda hacer frente a justas necesidades e incluso se aumente el mismo patrimonio, mientras dura el tiempo de la revelacin. ...con todos los santos... Es un conocimiento que por su misma naturaleza tiene que ser compartido con otros, con todos los llamados los santos. No se trata, pues, de una doctrina secreta celosamente custodiada, que es tanto ms preciosa cuanto ms reducido sea el crculo de los iniciados. Se trata de un conocimiento que fundamentalmente no se prohbe a nadie, y que es accesible al ltimo de los cristianos (Col 1,28)..., destinado en definitiva a transformarse en un coro jubiloso de todos los redimidos, en una alegra que, al compartirse, se multiplica. a) Objeto del conocimiento (3,18b-19a). El objeto de este conocimiento es doble: primero -de forma para nosotros enigmtica- la anchura y longitud, altura y profundidad, sin que se diga a qu o a quin pertenecen estas dimensiones. Y despus, en estrecha conexin con esta comprensin de las mencionadas dimensiones, se aade: y conocer el amor de Cristo, que excede todo conocimiento. La anchura y la longitud, la altura y la profundidad. Qu es esto que hay que comprender y con lo que est en estrecha relacin -en un plano superior- el conocimiento del amor de Cristo? Algunos han puesto en pie de igualdad ambos objetos de conocimiento, refiriendo las dimensiones al amor de Cristo. Pero esto hace violencia al texto, que claramente los distingue. Otros han pensado en el universo, pero el conocimiento del universo puede tener una significacin soteriolgica para los gnsticos, pero no para los cristianos. Ser quiz como la comprensin total del plan de salvacin? De ser as, por qu no se dice expresamente? Quiz porque se considera una cosa obvia? No obstante, lo que aparece es como si esta expresin fuera perfectamente conocida por el que escribe y por los lectores, igual que la expresin contigua el amor de Cristo. Hemos de distinguir entre lo que Pablo quiere decir y la expresin metafrica con la que lo dice. Segn todo lo anterior, lo que Pablo quiere decir no puede ser otra cosa que el misterio de Cristo, y precisamente bajo aquella perspectiva que domina toda la percopa (2,1ss): no simplemente Cristo, sino Cristo para los gentiles.

Aunque la cuestin del origen de esa frmula quede oscura, lo importante es que Pablo debi de significar con ella lo que haba escrito sobre la reconciliacin de gentiles y judos en el nico cuerpo de Cristo 18. Sera la comprensin total de esta obra de redencin, la que hallara su expresin en dicha frmula. Realmente, no tiene esta reconciliacin con el mundo pagano una anchura, ya que abarca a todo el conjunto de las naciones? No tiene una longitud, que se hunde en la eternidad, en la que estaba escondido en Dios este plan (3,9)? No tiene una profundidad sin fondo en la lejana y abandono de Dios, desde la que se salva la humanidad (2,1.2.11.12)? No tiene una altura, para la que prepara a este conjunto de pueblos? Por encima de todo principado y potestad, donde se asienta Cristo, Seor del mundo, cabeza de la Iglesia (1,20-22). Finalmente, si aqu se hace alusin a la obra unificadora de Cristo, tal como el Seor la ha realizado en la cruz, se comprende fcilmente que el Apstol, en estrecha conexin con ello, hable del amor de Cristo. Precisamente en nuestra carta este amor de Cristo aparece como el amor de la entrega de s mismo por nosotros y por la Iglesia (5,2.25). As pues, comprender el misterio de Cristo en toda su grandeza es tanto como conocer el amor de Cristo. El verbo comprender (3,18) se emplea en el sentido de poseer ntimamente una cosa. Aqu se hace equivalente de conocer. Pero esta palabra conocer, como vimos, dice a los semitas mucho ms que a nosotros. Conocer, para ellos, no se refiere slo a aquella zona superior de nuestro ser que llamamos inteligencia. Conocer es en el lenguaje de la Sagrada Escritura algo que compromete a todo el hombre y lo penetra totalmente. Finalmente, aqu se dice que este amor de Cristo excede todo conocimiento, y no obstante el Apstol ora para que tengamos de l conocimiento. Es lo mismo que si dijera: el amor de Cristo slo lo conoce el que, en la tentacin de comprenderlo, se da cuenta de que es incomprensible e insondable. Un objeto de creciente asombro, que nunca se agotar a lo largo de una eternidad. ...............
18. Solamente podemos exponer algunas hiptesis para explicar cmo Pablo ha llegado a presentar sencillamente este misterio como la anchura y longitud, altura y profundidad. San Agustn explic esta frmula aplicndola a la cruz de Cristo. H. Schlier sospecha que hay que buscar las races de esta expresin por otro camino. As en las actas de san Andrs se habla de la cruz que abarca todas las dimensiones y que une entre s al cielo y a la tierra como instrumento salvador del Altsimo. De aqu hay un paso a la presentacin de Cristo como el hombre que abarca al mundo entero en la cruz omnicomprensiva. La idea en s es muy aceptable, pero presenta el inconveniente de que en nuestra percopa 2, 14-16 el pensamiento central propio se refiere al cuerpo crucificado de Cristo que rene en un solo hombre nuevo al mundo pagano y al mundo judo y, adems, que Cristo ha reconciliado en un solo cuerpo, por la cruz, con Dios a ambas partes de la humanidad. Pero, por muy antiguos que sean los testimonios aducidos para explicar nuestro texto, tienen que ser ms antiguos que el mismo Pablo, y la idea subyacente tendra que ser suficientemente conocida en aquellas regiones de Asia Menor, cuando Pablo utilizaba una frmula que podra ser comprendida sin ms.

............... b) Realizacin de este conocimiento (3,19b). Este conocimiento del amor de Cristo tiene una finalidad: que seis llenos para toda la plenitud de Dios. As termina nuestro pasaje con un pensamiento de desconcertante magnitud. La plenitud de Dios, que reside en Cristo, tiene que penetrar en nosotros y llenarnos 19, y esto precisamente porque el amor de Cristo nos penetra. A qu viene todo

esto? Para hacernos de alguna manera comprensibles estas palabras, algunos han querido ver en la plenitud de Dios la plenitud de la edad de Cristo (4,13), en cuanto se le ha sealado por parte de Dios una medida determinada. Pero es concebible que Pablo llame a esto toda la plenitud de Dios? El pensamiento de la plena edad de Cristo puede representar aqu cierto papel, pero propiamente aqul es un estado final, en el que toda la plenitud de Dios, que habita en Cristo, se abre totalmente camino como plenitud de su Iglesia (1,23). Qu puede significar esto para los individuos? Lo que aqu quiere decir es esto ms o menos: cuando realmente nos percatamos de la dimensin de la obra salvfica de Cristo, que abarca el mundo y la eternidad, y de Ia ntima fuerza que la mueve -el amor de Cristo-, entonces comienza para nosotros la plenitud de Dios. El pensamiento no se nos va, sin querer, a san Juan? El que me ve a m, ve al Padre (Jn 14,9). El logos encarnado es la revelacin del Padre, y este Padre se revela en Cristo como amor. Percatarse de este amor personal y divino, presente en nosotros por la inhabitacin de Cristo, es lo que se quiere decir con la expresin: para que seis llenos de toda la plenitud de Dios. Y al precisarse ms concretamente: para toda la plenitud de Dios, se quiere indicar el movimiento hacia un estado final perfecto. Pero qu significa este crecer y madurar, si ya en el portador de la plenitud de Dios -en Cristo-, y por l en nosotros, habita sustancialmente esta plenitud? Lo que se subraya es que esta plenitud penetre cada vez ms viva y profundamente en nuestra conciencia y se manifieste en una vida llena de Dios. De todas formas, en esta percopa quedan todava muchas cosas oscuras. En estos ltimos versculos Pablo, planea a una altura que nos deja muy atrs, nos desconcierta y nos causa asombro, pero al mismo tiempo nos llena de una profunda alegra al hacernos creer confiadamente lo que no entendemos. No olvidemos que aqu habla el hombre de los carismas extraordinarios, que le fueron comunicados abundantemente para la proclamacin del mensaje de salvacin. Los carismas son como la anticipacin del final de los tiempos. Qu de particular tiene que Pablo parezca hablar de la actualidad y, sin embargo, describa el estado perfecto, a cuyo encuentro camina esta actualidad? l habla de lo que posee; si no, se encerrara en su oracin. Quiere a los suyos all donde l est llevado por el Espritu. ............... 19. Cf. 1,19; 2,9. ............... 4. GLORIA A DlOS (3/20-21). 20 A aquel que, por encima de todo, puede hacer mucho ms de lo que pedimos y concebimos, segn el poder con que acta en nosotros, 21 a l la gloria en la Iglesia y en Cristo Jess, por todas las generaciones de los siglos de los siglos. Amn. Con un himno de alabanza y de accin de gracias haba empezado esta tercera parte de nuestra carta, y con una solemne alabanza de Dios se termina. En doble gradacin se hace resaltar la fuerza de escuchar y atender que tiene Dios, infinita, superior a lo que pudiramos pedir o pensar. En parte porque el mismo Pablo queda anonadado por lo que

espera para sus fieles; y en parte quiz porque el Apstol tiene conciencia de haber rezado anteriormente de una forma casi paradjica, para obtener un conocimiento que no hay ni puede haber: conocer lo que excede todo conocimiento, un conocimiento que agota para nosotros, por as decirlo, toda la plenitud de Dios. As se comprende que la capacidad que atribuye a Dios de escucharnos y atender nuestra oracin la describa no menos infinita. ...segn el poder con que acta en nosotros. Es como si dijera: Por encima de todo lo que podemos imaginar apoyados en la fuerza, que experimentamos actuando en nosotros. Pero no es demasiado atrevido este pensamiento? No es quiz otra vez el carismtico Pablo el que aqu habla, usando el plural nosotros para referirse a s mismo y a sus propias experiencias? Sin embargo, lo ms probable es que la expresin segn el poder se refiera a Dios, que por encima de todo puede actuar con aquella fuerza, que ya est operando en nosotros. De este poder (dynamis) se habl ya (3,16), y con ese motivo recordbamos que dynamis en san Pablo debe entenderse de ordinario en el sentido de la vida de resurreccin bajo la accin del Espritu. En 1,19 era el poder de Dios, que ha resucitado a Cristo y que all Pablo llamaba su poder respecto a nosotros los que creemos. Y as como en 2,7 se deca que Dios nos ha resucitado juntamente con Cristo, para mostrar en los siglos venideros la extraordinaria riqueza de su gracia por su bondad hacia nosotros, as ahora tambin aqu la actuacin de su poder se presenta como motivo para la gloria eterna de Dios: A l la gloria... por todas las generaciones de los siglos de los siglos. Amn. Esta gloria a Dios se le da en la Iglesia y en Cristo Jess; o sea, en la Iglesia, que est en Cristo Jess y a l le debe su ser en Cristo. Ella debe ser para todas las generaciones venideras la gloria de Dios -irradiada a este mundo, la bandera desplegada para todos los pueblos a travs de todos los siglos de la historia. Qu comprensin de la Iglesia y qu responsabilidad para todos sus miembros! As se da un paso hacia la segunda parte de nuestra carta, parte dedicada a exhortaciones prcticas derivadas de aquella perspectiva. (_MENSAJE/10.Pgs. 81-106)

Parte segunda VIVIR LA VERDAD 4,1-6,22 Segn la costumbre paulina, a la parte doctrinal de sus cartas sigue una parte exhortativa. Pablo llega a tratar todos los temas posibles, para exhortar o para precaver: la mentira, la impureza, la avaricia, todas las obras de las tinieblas. Esto vale para todos. Despus se dirige a cada uno de los estados de vida, y tiene una palabra de exhortacin para el marido y la mujer, para padres e hijos, para esclavos y amos. La exhortacin del Apstol es variada, como lo pueden ser los diversos modos de vida cristiana, aunque relativamente corta con relacin a cada uno de ellos.

I. CONSERVAR LA UNIDAD DEL ESPRITU (4/01-06). Es extraordinariamente revelador el hecho de que Pablo seleccione por anticipado una parte de esta moral cristiana, para desarrollarla preferente e intensamente. Debe de ser algo primordial para l en el campo moral. Es la unidad de los miembros en el cuerpo de Cristo, la unidad de la Iglesia en el amor y la paz. Podemos, pues, suponer que a aquellas Iglesias orientales amenazaba un peligro especial, que haca tan urgente e importante su peticin, aun en medio de un desarrollo tan universal de la tica cristiana. Sin embargo, no es necesario pensar as, si consideramos que para el Pablo de las cartas de la cautividad esta peticin formaba parte integrante de todo su pensamiento religioso y de su preocupacin pastoral; esto slo, pues, justifica la prioridad de la apremiante peticin. Por conssiguiente, no queda ms que penetrar en la urgencia del Apstol y hacer nuestra su peticin. 1. Los PRESUPUESTOS: HUMILDAD Y MANSEDUMBRE (4,1-3). ...1 As pues, yo, prisionero en el Seor, os exhorto a portaros de una manera digna de la vocacin a que habis sido llamados, 2 con toda humildad y mansedumbre, con paciencia, soportndoos unos a otros en amor 3 esforzndoos en guardar la unidad del Espritu en el vnculo de la paz. As pues... es tambin una expresin importante, porque representa la vinculacin entre dogma y vida, entre creer y obrar. No quiere decir otra cosa sino que la vida cristiana, como Pablo la va a describir a continuacin, no es ms que una consecuencia que resulta naturalmente de lo que en la primera parte se desarroll sobre la bendicin gratuita de Dios, el misterio de Cristo, y el ser ntimo y divinizado del cristiano. La existencia cristiana es una vida divinizada, y la vida tiende a vivirse. La realidad cristiana es una fuerza, y esta fuerza tiene que desarrollarse. La realidad cristiana es una llamada de Dios, y esta llamada exige una respuesta que sea digna de tal llamada. Os exhorto. Lstima que en castellano no tengamos una palabra que pueda abarcar todo el significado de la expresin paulina parakaleo. El verbo significa exhortar, pero tambin pedir, instar, conjurar e incluso consolar. Detrs de esta palabra (en boca del Apstol) se oculta, como una fuerza impulsiva, un sentido de elevada autoridad, pero tambin de preocupacin, de amor, de comprensin, en una palabra, todo el corazn de san Pablo. Y a corazones creyentes sigue hablando el Apstol. De aqu la expresin: yo, el prisionero en el Seor. Estas ataduras del Apstol, que soporta por Cristo la impotencia del preso, la angustia del encarcelamiento, desde donde escribe, todo esto debe abrir los corazones y despertar la disponibilidad, incluso para el sacrificio. Que sepan bien que Pablo lleva estas cadenas por su predicacin a los paganos, por ellos concretamente. ...portaros de una manera digna de la vocacin a que habis sido llamados. Esta llamada obtiene su grandeza comprometedora de parte del que llama, y del objetivo al que llama. Para Pablo, sobre todo en nuestra carta, llamada y esperanza van siempre juntas (cf. 1,18; 4,4). As pues, Pablo pide que se camine de una manera digna de la esperanza, que debe ser el punto de partida y la meta de un cristiano; la gran esperanza que se basa en la

eleccin por el Padre (1,4), en la redencin por el Hijo (1,7), y que el Espritu Santo garantiza en nuestros corazones (1,14). En qu consiste para Pablo una vida digna de la vocacin? En todo lo que viene a continuacin, pero en primer lugar en la humildad, la mansedumbre, la paciencia, el perdn y la tolerancia recproca con vistas al logro de un alto objetivo: conservar en paz la unidad del Espritu. Despus de todo lo dicho sobre la Iglesia como cuerpo de Cristo, significa esto conservar la unidad operada por el Espritu Santo en el nico cuerpo de Cristo. Se trata de conservar, porque existe ya previamente como obra del Espritu. El cristiano tropieza con ella y comprende que su tarea es no estropear esta continua actuacin divina, sino conservar celosamente la obra de Dios. El camino para ello lo describe san Pablo como una vida, propiamente acompaada de toda humildad y mansedumbre. Toda quiere decir que no es una humildad ocasional, dependiente del gusto o de la circunstancia, sino una humildad en toda la linea, en todas sus formas, en todas sus manifestaciones, una humildad procedente de una ntima actitud espiritual y de una vivencia profunda. Qu significa humildad? Es la actitud del hombre, que se inclina a lo bajo, insignificantemente pequeo, a lo que los dems sin razn desprecian y evitan, pero sobre todo al servicio. La humildad es tambin la renuncia consciente a todo cuanto de ser grande e importante a los ojos de los hombres, al honor, a las apariencias, a la importancia, al poder; humildad es asimismo el esfuerzo hacia lo contrario, el buscar la ocultacin y la vida despreciada. Es la muerte del yo natural, que desde nuestros primeros padres quiere vivir cada vez ms a su antojo. Queda todava en nuestra sangre de hijos de Adn aquel seductor seris como Dios. Lo que significa la humildad, cuyo prototipo son los sentimientos de Jesucristo, se puede ver en la carta a los Filipenses, 2,5-8: Cristo no consider que deba retener como presa el ser igual a Dios, sino se humill y despoj hasta tomar forma de esclavo y llegar a una muerte de cruz. Esto, por otra parte, era una autntica bsqueda de lo profundo. ntimamente ligada con la humildad est la mansedumbre. Esa suavidad de nimo que renuncia conscientemente a la utilizacin de la violencia y de la dureza, que a los golpes recibidos no responde con otros golpes, que sabe ceder en todas las pequeas naderas de la vida comn, porque sabe que hay algo ms grande que el amor propio. La mansedumbre, sobre la que recay una bienaventuranza del Seor (Mt 5,5) y juntamente con la humildad forma una de sus ms propias caractersticas (Mt 11,29). ...la unidad del Espritu en el vnculo de la paz. Aunque la palabra paz en nuestro contexto social suena algo as como el final de una lucha o discordia, sin embargo aqu san Pablo se refiere a un concepto ms pleno: la paz de Dios, que es el Dios de la paz (Rom 15,33), en Cristo, que es nuestra paz (Ef 2,14-17), por el Espritu Santo, entre cuyos frutos enumera la paz (Gl 5,22). As pues, para Pablo la paz es un don de Dios que nos recuerda al Padre, al Hijo y al Espritu Santo. Y en esta exhortacin a la paz tenemos de nuevo la reciprocidad, tpicamente paulina, entre la actuacin de Dios y el obrar humano. 2. EL FUNDAMENTO (4,4-6). 4 Un solo cuerpo y un solo Espritu, as como tambin fuisteis llamados a una sola esperanza, la de vuestra vocacin. 5 Un solo Seor, una sola fe, un solo bautismo. 6 Un solo Dios y Padre de todos, que est sobre todos, acta a travs

de todos y habita en todos. Su inters por la unidad del Espritu lo ampla aqu Pablo con una grandiosa y ascendente plenitud retrica de pensamientos muy movidos. En tres escalas tripartitas coloca Pablo su idea sobre la unidad del cuerpo en el Espritu, pasando por la unidad del Kyrios, hasta llegar a la unidad de Dios. Ya sabemos que este cuerpo de Cristo es la Iglesia 20, que se nombra aqu en primer lugar, aun antes que el Espritu, sencillamente porque se trata de su conservacin. Quiz tambin porque la alusin a un organismo vivo pone al descubierto el contrasentido de todo aquello que puede actuar en este cuerpo para herirlo, desgarrarlo o matarlo. ...un Espritu, que es como el alma de este cuerpo, lo crea propiamente como esencia viva y lo mantiene en cohesin como fuente de vida, principio constructivo de la residencia de Dios (2,22). Es un espritu personal, al que no se puede contristar (4,30). Es el Espritu, que es la garanta de nuestra esperanza prenda de nuestra herencia (1,14). Esta es quiz la causa por la que Pablo no sigue inmediatamente as: una esperanza, sino que vincula esta esperanza al Espritu Santo: fuisteis llamados a una sola esperanza, la de vuestra vocacin. No guardar la unidad del Espritu es lo mismo que pecar contra la realidad en que el cristiano debe vivir, contra el nico cuerpo, contra el nico Espritu y contra la gran esperanza. Jesucristo es el Seor. Esta era para los primeros creyentes la jubilosa confesin que los converta en cristianos. A ello se refiere lo que san Pablo escribe a los filipenses: Por lo cual Dios... le concedi un nombre que est sobre todo nombre, para que... toda lengua confiese que... Jesucristo es el Seor (2,9-11). l es nuestro Seor, la cabeza, cuyos miembros hemos llegado a ser nosotros por una sola fe; es don de Dios (2,8) y por un solo bautismo, en el que hemos recibido el sello divino del Espritu Santo (1,13)... y hemos sido incorporados a la muerte y resurreccin de Cristo (2,5.6)..., adheridos conjuntamente a un solo cuerpo (lCor 12,13) y hechos uno (Gl 3,28) en Cristo Jess, todos nosotros. Cmo, pues, un desprecio de esta unidad no iba a ser un pecado contra ella, de la misma categora que no creer en un solo Seor y en un solo bautismo? Lo ltimo en la escala ascendente y lo primero en la jerarqua de origen es el Padre. No se le nombra aqu, en comunidad trinitaria, con el nico Seor y con el nico Espritu. Est solo, en su imponente altura y majestad. Por el contrario, el eco trinitario, que tampoco falta aqu, divide solamente las formas de su actuacin. Literalmente dice: Un Dios y Padre de todos, el sobre todos y por todos y en todos. En el texto original no se puede distinguir si es todos o todo; pero, tratndose de la unidad de los creyentes, habra que pensar preferentemente en todos. Un solo Dios no se refiere aqu primariamente a Dios en contraposicin a los otros dioses, sino ms bien a la fuerza unificadora que realiza esta unidad de Dios. Pero ahora entra aqu el nombre de Padre, que pone en la unidad de Dios como vnculo unificador la nota clida de lo personal, de la relacin vital de un Padre con sus muchos hijos. Y se trata de este Padre que ama a todos, cuando completamos el texto original as: reina sobre todos, dominando, vigilando, cuidando. Acta a travs de todos: ninguno de sus hijos vive para s, todos estn de alguna manera al servicio de su amor paternal, en calidad de instrumentos suyos. Y finalmente: habita en todos. Nuestro amor al prjimo recae en l, se vuelve a encontrar en l, de la misma manera que parti de l, derramado en nuestros

corazones por el Espritu Santo (Rom 5,5). Aqu encuentra su ltima causa el inters por conservar la unidad del Espritu; causa que igualmente comprende, como ltimo motivo, todo lo anterior; pues la inhabitacin de Dios en todos se realiza felizmente ahora en Cristo, el nico Seor, y por el nico Espritu Santo. ............... 20. 1.t3; cf. 4,12ss; 5,23.30. ...................................... II. CRISTO EN LA CONSTRUCCIN DE SU CUERPO (4,7-16) Ahora el pensamiento conduce a una tarea, que va ms all de la mera conservacin de la unidad del Espritu (v. 3). Se trata de la contribucin activa que cada miembro est llamado a prestar para la construccin del cuerpo de Cristo, segn los diversos dones con que cada cual ha sido dotado por Cristo. 1. CRISTO, DADOR DE TODOS LOS DONES DE LA GRACIA (4,7-12). a) Para esto ha recibido el seoro (4/07-10). 7 Y a cada uno de nosotros se le ha dado la gracia segn la medida del don de Cristo. 8 Por eso dice: Subiendo a la altura, llev consigo cautivos, y dio dones a los hombres. 9 Lo de que subi, qu es sino que baj primero a las regiones inferiores de la tierra? 10 El que baj es el mismo que subi por encima de todos los cielos, para llenarlo todo. Aparentemente, san Pablo desarrolla aqu un argumento sacado de la Sagrada Escritura, para demostrar que Cristo es el dador de los dones celestiales. Aparentemente slo, porque en realidad ni es el texto correcto de la Sagrada Escritura, el que cita, ni es tampoco un argumento lgicamente vlido el que utiliza para ello. Quiz sera bueno tomar tambin este pasaje por una encarnacin de la palabra de Dios. No podemos atribuir a Pablo el mdulo de nuestros actuales argumentos bblicos. Pablo perteneca a la escuela de los rabinos. Qu de extrao iba a tener que esta manera de utilizar la Escritura ejerciera un influjo en el pensamiento bblico del Apstol? En el texto original del citado pasaje de los salmos falta precisamente aquello en lo que Pablo se apoya. No se dice: dio dones a los hombres, sino al contrario: ha recibido dones entre los hombres (o quiz: a los hombres como dones). Pablo no parece aqu atenerse al propio texto de la Escritura, sino a una interpretacin rabnica, que entenda estas palabras del salmo como aplicadas a Moiss, que subi al Sina, recibi la ley y la llev como un don a los hijos de los hombres. Aqu tenemos tambin una interpretacin, vlida para nosotros, segn la cual el que subi a la altura ha dado dones a los hombres. A continuacin Pablo intenta mostrar que el bajado del cielo slo puede ser el que ha bajado del cielo a esta tierra, Jesucristo. Pero un subir presupone un bajar solamente cuando se entiende previamente del Redentor ascendido a los cielos. Si esto no se presupone, qu se habr demostrado? Pero no olvidemos que no podemos usar como mdulo nuestra mentalidad, cuando se trata de una especulacin rabnica con un texto de la Escritura. Es muy dudoso hasta qu punto estas reflexiones pudieran probar

realmente, en nuestro sentido de la palabra. Un condiscpulo de Pablo no hubiera tenido que oponer ni el ms pequeo reparo a esta manera de pensar y de utilizar la Escritura. A pesar de todo, Pablo, aun como instrumento de la inspiracin divina, sigue siendo un escritor de su tiempo, no en lo que tiene que ensear, sino en la manera como lo expone. La subida se describe como realizada por encima de todos los cielos, para llenarlo todo. En nuestra carta (junto con la dirigida a los Colosenses) se insiste en la primaca decisiva de Cristo no solamente en la Iglesia y en el plan de salvacin, sino en el mbito de toda la creacin. Por eso Pablo subraya tambin aqu este por encima de todos los cielos, como si fuera un anticipo grfico de la idea de que Cristo puede realmente llenarlo todo. Acordmonos de 1,10 y en este contexto ms an de 1,21s, donde Pablo haba descrito la elevacin de Cristo con colores tan vivos y haba escrito a continuacin: y lo puso todo debajo de sus pies, para terminar al final con este pensamiento: y a l lo dio como cabeza sobre todas las cosas a la Iglesia. Estos dos pensamientos, aparentemente tan diferentes -la soberana de Cristo sobre toda la creacin y su actuacin salvadora como cabeza de su Iglesia-, estos dos crculos de pensamiento estn para Pablo tan cerca uno de otro, que se exigen mutuamente y se compenetran. La explicacin de esta mutua interdependencia es la siguiente: para Pablo la soberana de Cristo sobre todas las cosas se llevar a cabo solamente por el hecho de que el mismo Cristo llena a su Iglesia. La elevacin de Cristo es, en primer lugar, como una mera exigencia soberana. Esta exigencia se realiza empezando por el pequeo espacio de la Iglesia, que es la plenitud de Cristo (1,23); pero en esta Iglesia y a travs de ella la plenitud de Cristo tiene que extenderse al conjunto de la creacin. Este es el fin, la plenitud de su reinado ilimitado, jubilosamente reconocido. Este es el reino, del que se dice: Y cuando se le hayan sometido todas las cosas, entonces el mismo Hijo tambin se someter al que se lo someti todo; y as Dios lo ser todo en todo (ICor 15,28). Este es el reino, por cuya llegada rezamos en el padrenuestro. Maravillosa perspectiva la de una Iglesia csmica que abarca todo el universo. Pero este universo no es solamente, segn la visin csmica de la Biblia, el mundo de esta humanidad? Puede serlo, sin duda. Pero en la era en que el hombre penetra en las profundidades del tomo y alcanza la ciencia de las lejanas, que se cuentan a millones de aos luz; en la era en que el hombre realiza la empresa gigantesca no slo de conocer, sino de alcanzar corporalmente el mbito planetario, literalmente el mundo de las estrellas; en esta era, en cuyo amanecer estamos, creo que por lo menos podemos sospechar qu puede suponer esto para una humanidad, que debe convertirse en Iglesia. Esta humanidad, en efecto, podr de una vez llevrselo todo consigo -tomo y mundo estelarpara uncirlo a la soberana de Dios, donde Dios lo es todo en todo. Quin sabe si Pablo, sin sospecharlo, nos ha hablado a nosotros los hombres de la era del tomo y de la navegacin espacial, al presentarnos tan ntimamente conectados estos dos pensamientos: Cristo, soberano del universo y Cristo, cabeza y plenitud de su Iglesia. b) Para la construccin de su cuerpo enva ministros y portadores de dones (4/11-13). Despus del parntesis 4,8-10 se reanuda la idea fundamental de 4,7, detallndose la plenitud de los dones:

11 Y l dio, por una parte, los apstoles: por otra, los profetas; por otra, los evangelistas; por otra, los pastores y 12 para la organizacin de los santos en orden a la obra del ministerio, la edificacin del cuerpo de Cristo; 13 hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a la madurez de hombre perfecto, la mayora de edad de la plenitud de Cristo. Aqu hay dos cosas que chocan un poco. Primeramente el hecho de que como dones no aparecen aqu, como se hubiera podido esperar segn 4,7, las diversas gracias, que a cada uno se le distribuyen, sino los portadores de dones: apstoles, oradores inspirados (= profetas), misioneros (= evangelistas), pastores y doctores, como si todo el hombre fuera un puro servicio y, por lo tanto, un puro don. En segundo lugar, segn aquella expresin a cada uno de nosotros (v. 7) se hubiera esperado que se trataba de todos los miembros del cuerpo de Cristo. Pero ahora aqu aparecen solamente los que en la Iglesia se llaman autoridades. Ellos son en primer lugar los dones del Cristo resucitado. En primer lugar, pues en seguida reaparecen todos, ya que estos servicios fundamentales han sido donados para la organizacin de los santos en orden a la obra del ministerio, la edificacin del cuerpo de Cristo 21. Y as tenemos ambas cosas: la clara divisin entre los que tienen cargo y dignidad en la Iglesia -ya sea por encargo ordinario o por donacin extraordinaria-, y aquellos para los cuales existen esos dones del ministerio: la Iglesia discente, la gran masa de los santos. Pero no es el individuo en s el que es objeto de este cuidado pastoral, sino que este mismo individuo por su parte debe tambin contribuir a la construccin del cuerpo de Cristo: habilitarlo para que en la Iglesia haya ministerios y servicios. Ellos preparan al miembro pleno de Cristo para la obra del ministerio, para una actuacin, y esta actuacin es una continua construccin. Todo crecimiento en la gracia, en llevar la cruz, en el trabajo y en la oracin, es construir; todo esfuerzo por la perfeccin es construir, y as debe ser considerado desde una perspectiva total. Toda formacin del ambiente es construir. Qu diferente, no obstante, entre s cada una de estas posibilidades de la vida humana! Hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios. Aqu surgen dos preguntas: 1. Qu se entiende por todos? Si se refiere a todos nosotros los creyentes, entonces no se podra pensar en un crecimiento hacia fuera. O todos comprende a los creyentes y a los que han de serlo? 2. Qu se quiere decir con la unidad de la fe y el conocimiento del Hijo de Dios como un estado final que hay que alcanzar (hasta que..)? Con la unidad de la fe hay que lograr el estado de hombre perfecto, la mayora de edad de la plenitud de Cristo. Y esto, segn se detalla en 1,14, tendr como consecuencia la firmeza en medio de un mundo lleno de tentaciones; pero, por otra parte, no tiene nada que ver con el crecimiento exterior de la Iglesia. La firmeza slo puede ser la consecuencia de una profunda vida de fe. A esto se refiere tambin la unidad en la fe, que constituye al hombre perfecto y encamina a la mayora de edad de la plenitud de Cristo. Pero por qu Pablo llama a esta profundizacin en la fe la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios? Recordemos la unidad del Espritu, cuya conservacin con tanta insistencia recomendaba el Apstol al principio de este captulo (4,3). En este caso la unidad de la fe no se referira directamente a la igualdad en la fe, sino a la comunidad, cada da ms numerosa, de los creyentes; comunidad que, cuanto ms ntima es, ms profunda es la fe y ms vivo el conocimiento. Y precisamente se trata del

conocimiento del Hijo de Dios: conocer verdaderamente al Hijo de Dios es conocerse a s mismos como hijos en el Hijo, ser conscientes de nuestra comn filiacin divina y de la consiguiente fraternidad que nos une a todos en Cristo Jess: todos nosotros, por muchos que seamos, somos uno solo en Cristo Jess (Gl 3,28). Esto ya lo somos por el bautismo, pero no en estado de hombre perfecto, ni de la mayora de edad de Cristo, que el mismo Cristo desarrollar en nosotros. As se corresponden mutuamente la unidad de la fe, ser uno en una fe profunda, y el hombre perfecto, no la perfeccin del individuo, sino de la totalidad. Finalmente, la mayora de edad de la plenitud de Cristo es la Iglesia, que Cristo rige por completo. ...............
21. Este texto, atendiendo a la relacin de las diversas proposiciones entre s, puede entenderse de manera que la tarea de construccin del cuerpo de Cristo est asignada solamente a los poseedores de un ministerio o de un don determinado. En este caso habra que leer: dio apstoles... para la organizacin de los santos, (esto es) para la obra del ministerio servicio, (o sea) para la construccin del cuerpo de Cristo. Pero si ya se trata de organizacin, lo ms obvio es entender el para siguiente como determinacin de este acoplamiento.

............... 2. FINALIDAD DE LOS DONES (4/14-15) a) Firmeza en medio de todas las tormentas (4,14). ... 14 para que ya no seamos nios, fluctuantes y llevados al retortero por cualquier viento de doctrina, en las trampas de los hombres, en la astucia ordenada de artificio del error. Al ser nosotros miembros de una Iglesia, unidos por la fe y el conocimiento amoroso, realmente penetrados por la plenitud de Cristo (con un saber verdaderamente enriquecedor), hemos, sin duda, encontrado el lugar seguro, donde poder afianzarnos inamovibles en medio de un mundo constantemente zarandeado hacia el error. Somos hombres firmes, y no nios inestables, alocados y desatinados, a cualquier nueva corriente del espritu. Pablo amontona aqu las imgenes para describir el lamentable estado de abandono de una cristiandad todava inmadura y no firmemente anclada en la vida comunitaria. Cualquier soplo doctrinal pone en peligro la fe insegura. Aqu se alude en primer lugar a lo que Pablo en la carta a los Colosenses indicaba como filosofa, vano trampantojo segn la tradicin de los hombres, segn los elementos del mundo y no segn Cristo (Col 2,8). Son las corrientes espirituales que se presentan bajo mltiples formas y cambian de apariencia; que irrumpen en la Iglesia, embisten y embaucan a sus miembros, y en todo caso quieren hacer presa en ellos (Col 2,8). Para defenderse de estos ataques mediante una operacin de calar hondo y anclar, hace falta estar arraigados y sobreedificados en el (Cristo) y asidos a la fe... prodigando la accin de gracias, como dice Pablo a los colosenses cuando los previene contra los peligros de esta sabidura mundana y doctrina humana (2,7). Pero todava ms negro pinta Pablo el ambiente espiritual en el que el cristiano tiene que vivir. Se habla de trampas de los hombres. Propiamente se trata del juego de dados, o, en general, de cualquier juego de azar, en el que con ligereza se hacen ofertas de gran

valor. Pero aqu se piensa ms bien en una trampa, ya que se trata de la astucia y del error. Ambas cosas tienen que ser consideradas: juego y engao. Aquella concepcin de la vida es como un juego, y el que la practica vive al menos al borde del fraude. Pero tras de esto viene la astucia. Etimolgicamente esta palabra pudiera significar la falta de escrpulos, que predispone para todo. Pero el uso del trmino se reduce ms estrictamente al significado de astucia. Esta astucia tiende a explotar el puro amor humano a la verdad, abusando de formas emboscadas y disfrazadas. Lgubre es esta descripcin. Nos recuerda al padre de la mentira. En un peligro tan universal, la Iglesia tiene que estar madura, firmemente constituida en s misma, y cada uno de sus miembros debe llenarse de la plenitud de Cristo. No en vano vuelve Pablo a hablar de esta plenitud. Slo el hombre (aqu considerado como individuo) que logra esta plenitud es el hombre perfecto, el hombre redondo (la redondez era para los antiguos la forma de la plenitud) en el que las corrientes y tempestades no hallan ningn punto de apoyo. b) Viviendo la verdad, llegar a ser cristiformes (4,15). ...15 sino que, viviendo segn la verdad, en amor crezcamos, en todo aspecto, con vistas a aquel que es la cabeza, Cristo. La palabra aqu decisiva significa propiamente ser verdadero o veraz, en el sentido de decir la verdad. Pero la verdad se puede decir no slo con palabras, sino que se la puede manifestar mucho ms expresivamente y se la puede proclamar cuando se vive y se realiza, ponindola as al descubierto corporal y visiblemente (cf. Jn 3,21). Esto es lo que aqu se significa al aadirse en amor. Decir la verdad con los hechos, vivir el mensaje de Cristo se dice con una sola palabra: amar (Jn 17-22s). Pero quiz con esta alusin a la proclamacin del evangelio (por amor vivido) nos alejamos de lo que Pablo quiere aqu decir en primer lugar. Se trata, en efecto, de nuestro crecer con vistas a Cristo. Y este crecer tiene que realizarse en todo aspecto; o sea, un crecer que no deje atrs ningn rasgo de la semejanza con Cristo, y al mismo tiempo un crecer, al cual todo puede y debe contribuir. El plural crezcamos se refiere primariamente a la totalidad, al individuo slo en cuanto es miembro de esta totalidad y en cuanto que creciendo cumple su tarea especial e irrepetible. Quiz podemos decir: como individuo se crece interiormente en Cristo, y como totalidad hacia la plenitud de Cristo; 3. CRISTO REALIZA EL CRECIMIENTO DE SU CUERPO (4/16). ...16 del cual todo el cuerpo recibe unidad y cohesin a travs de toda clase de junturas de sostenimiento, segn la fuerza y en la medida de cada miembro. As, Cristo realiza el crecimiento del cuerpo, para su propia edificacin en amor. Ahora Pablo, al final, subraya otra vez la idea de que Cristo, como cabeza, es la fuente de todo crecimiento en la Iglesia. Cristo es aquel del cual todo el cuerpo recibe unidad y cohesin, pero no inmediatamente, sino a travs de toda clase de junturas, articulaciones y ligamentos. Lo que aqu se designa figuradamente como junturas o ligamentos encuentra su aclaracin en el genitivo que se aade: junturas de sostenimiento (esta

ltima palabra, originariamente significaba el dinero reunido para pagar los gastos del coro en el teatro griego). Este sostenimiento recproco de miembro a miembro es el modo con que Cristo mantiene a su cuerpo en cohesin; Cristo realmente, aunque cada uno presta su ayuda. Pero el individuo lo hace segn la fuerza y en la medida de la gracia, que Cristo le suministra para ello. La adicin segn la fuerza y en la medida de cada miembro recuerda claramente 4,7 y reanuda la idea all desarrollada: A cada uno de nosotros se le ha dado la gracia segn la medida del don de Cristo. En ambos pasajes se habla de la diferente medida con que cada una tiene que contribuir a la obra total. Por esta alusin, para Pablo indudablemente importante, a 4,7, la percopa se ha alargado ms de la cuenta, de suerte que involuntariamente cambia el sujeto: al principio el sujeto era todo el cuerpo, pero ahora es Cristo: Cristo realiza el crecimiento del cuerpo para su propia edificacin en amor. Otra vez aparece aqu el amor en su singular postura, solitaria y, a pesar de ello, abarcadora. Y lo que aqu queda claro es que en el fondo es el amor de Cristo lo que opera en el amor recproco de los miembros. Incluso vuelve a hacer resaltar el Apstol que precisamente el amor es la fuerza constructiva decisiva en el cuerpo de Cristo; para ello vuelve de nuevo a la idea de 4,15: viviendo en amor segn la verdad, crezcamos, en todo aspecto, con vistas a aquel que es la cabeza, Cristo. ............................. lII. VIDA CRISTIANA FRENTE A VIDA PAGANA (4/17-24). La parte parentica empez con un apremiante ruego a guardar la unidad del Espritu, y, para fundamentar este ruego, se ha extendido hacia el trabajo de edificacin en este nico cuerpo de Cristo. La longitud de este trozo -diecisis versculos- demuestra que se trata de una exigencia fundamental del Apstol. Ahora, antes que Pablo pase a las exhortaciones particulares, sigue una seccin, que trata esencialmente de la situacin y tarea del cristiano, contraponiendo el actual estado cristiano al pasado pagano. 1. VIDA PAGANA (4,17-19). 17 Esto, pues, os digo, invocando el testimonio del Seor: que no os portis ya como se portan los paganos en la vacuidad de su pensamiento, 18 ya que estn entenebrecidos en su inteligencia y se han hecho ajenos a la vida de Dios, a causa de la ignorancia que hay en ellos, a causa del endurecimiento de su corazn; 19 los cuales, llegados ya a la insensibilidad, se entregaron al libertinaje, hasta realizar con frenes toda clase de impureza. Por la partcula de conexin pues, lo siguiente se pone tambin bajo la fuerza motriz de las reflexiones anteriores: en tamaa tarea en la Iglesia y en el mundo -en la Iglesia para el mundo-, tarea tan personalmente ligada a Cristo y a su obra, cmo no habra elevadas exigencias para la vida moral del que ha sido llamado a empresa tan grande? Ha sido, en efecto, llamado, pero de un mundo y un modo de vida que, quiz durante decenas de aos, lo ha moldeado y, aun despus del bautismo, sigue exigiendo, ofreciendo y tratando de retener. Un pasado, que sigue seduciendo y atrayendo a la nueva criatura, tanto ms cuando este pasado es todava un presente vivo en todo el mundo que lo rodea. Nada tiene

de extrao que Pablo, usando frmulas solemnes (invocando el testimonio del Seor, que es el que propiamente habla a travs del Apstol), exhorte a no vivir ya como viven los paganos. Exhortacin indiscutiblemente necesaria! A continuacin Pablo describe, corto y claro, la vida pagana en sus lineas fundamentales y en sus principales realizaciones. En la vacuidad de su pensamiento. Esto en primer lugar. Siempre que se insiste en el amor, el problema de la verdad sigue siendo decisivo. La capacidad de pensar se menciona como un sentido que se ha dado a los hombres para que comprendan la verdad, la realidad, de modo que, en su camino, esta realidad conocida les sirva de luz que d norma y direccin a su vida. Qu es, pues, la vanidad del pensamiento? El hecho inevitable de que toda esta capacidad de comprender caiga en el vaco, porque lo que intenta captar es pura nada: un engao, un espejismo. En este mundo suyo Dios no es ya principio, medio ni fin, sino un puro dolo, el propio yo. Pero dejemos que el mismo Pablo complete estos rasgos generales. En la carta a los Romanos aparece esta impresionante interpretacin: Retienen la verdad, cautiva en la injusticia (Rm 1,18). Por tanto, la raz es su mala fe. Ellos podran haber tenido una ciencia ms perfecta, pero no han querido; por eso retienen a la verdad cautiva. No tienen excusa, puesto que, habiendo conocido a Dios, no le dieron la gloria ni el reconocimiento que como a Dios le correspondan; sino que se entregaron a sus vanos razonamientos, y se entenebreci su corazn (Rom 1,20-21). Aqu tenemos, explicado claramente por el mismo Pablo, lo que en nuestro texto resume brevemente. La ltima causa del desvo de la salvacin es la mala voluntad que retiene la verdad y se impone a la inteligencia prescribindole lo que tiene que pensar. Es una operacin a contrapelo, pues la inteligencia reconoce al Creador, sabe que le es deudora y que, por tanto, le debe obediencia y acatamiento. Pero esto es lo que el hombre, que quiere ser autosuficiente, no puede soportar. Y as resulta ese lamentable estado sin Dios y sin verdad, en aquella vanidad del pensamiento. Pero lo peor es que todo esto se convierte en costumbre. Cada vez se hace ms fcil tomar el engao por verdad. La luz que hubo una vez, se ha apagado. Por eso sigue as la descripcin: entenebrecidos en su inteligencia, y, como expresin equivalente: ajenos a la vida de Dios. La vida de Dios es aqu la existencia humana tal como ha sido planeada y querida por el Creador: donada por Dios, llenada por Dios, dirigida a Dios. Esto es la verdad. Sobre esto hemos sido construidos. Solamente as estamos en casa. Pero ahora se dice de los paganos que se han hecho ajenos a este hogar espiritual, lo cual es mucho ms, mucho peor que si slo estuvieran lejos, separados. En la misma lejana se puede tener nostalgia del hogar, y esta nostalgia puede preparar el camino para una vuelta. Pero estar ajenos de la vida de Dios como del propio hogar, esto es lo terrible. Pablo aade todava esto: a causa de la ignorancia que hay en ellos. Ahora realmente es ignorancia, y no es que no quieran saber nada de la verdad. Ignorancia, es sencillamente tiniebla, pero el endurecimiento de corazn es como la muerte. ...a causa del endurecimiento de su corazn Corazn es todo el hombre en su pensar, en su sentir, en su esforzarse. Ser sensible para toda llamada de lo bueno, lo verdadero, lo bello, lo divino, lo hogareo, esto es tener un corazn blando, como Dios manda. Pero ahora ha perdido la sintona con aquello precisamente para lo que propiamente existe. Est vaco y, por tanto, hambriento, sediento, deseoso de llenarse, pero no con lo que puede llenar a este corazn. ...los cuales, llegados ya a insensibilidad, se entregaron al libertinaje, hasta realizar con

frenes toda clase de impureza. De nuevo nos encontramos frente a la descripcin paralela de la carta a los Romanos. All es indudablemente Dios el que ha entregado a los paganos a la impureza (1,24), a los vicios de su corazn. Pero ms all de la impureza en sentido estricto sigue all todo un catlogo de otros vicios (1,29ss). Todo esto detalla lo que en nuestro pasaje se llama brevemente realizar con frenes toda clase de impureza: el correr desalado intentando llenar el vaco, sin poderlo conseguir. 2. VIDA CRISTIANA (4,20-24). 20 Vosotros, en cambio, no es as como habis aprendido a Cristo; 21 Si es que le habis odo a l, y en l habis sido adoctrinados, tal como es la verdad en Jess, 22 a saber: que, por lo que se refiere a vuestro anterior gnero de vida, tenis que despojaros del hombre viejo, que se va corrompiendo el ritmo de las concupiscencias de la seduccin, 23 para renovaros en el espritu de vuestra mente, 24 y revestiros del hombre nuevo, que ha sido creado a imagen de Dios en justicia y santidad de la verdad. a) Aprender a Cristo (4,20-21). APRENDER-A-X: Vosotros no es as como habis aprendido a Cristo. Es una lstima que a veces se intente suavizar la dureza de la frase, traduciendo ms o menos as: No es eso lo que vosotros habis aprendido de Cristo. En el texto original suena la frase no menos sorprendentemente. Y cmo se podra calificar el or el mensaje, recibir la instruccin catequstica, con una expresin ms pura y autntica que esta de aprender a Cristo? Esto presupone sin duda que lo que se predica es Cristo y nada ms; que Cristo en la instruccin catequstica es la figura atrayente, en la que todo converge, y que a todo lo dems consagra y da calor personal. Slo una presentacin as de la predicacin y de la catequesis podra encerrarse en la frmula aprender a Cristo. Pero todava hay un segundo nivel de profundidad en esta sorprendente formulacin paulina. Aprender a Cristo significa para Pablo aprender una conducta vital. Pero con esto no quiere indicarse lo que ordinariamente se entiende por imitacin de Cristo, o sea mirar a la figura de Cristo en los evangelios como un modelo que imitar. No, aprender a Cristo para llegar a una conducta vital significa para Pablo, ante todo, comprender la obra de Cristo, lo que Dios ha hecho por l en nosotros, el plan de Dios -tal como al principio de la carta nos lo present y nos prepara para una eternidad en l y por l. Este motivo -Cristo- Pablo lo ha repetido quince veces en los once versculos del himno introductorio. Esto es lo que quiere decir Pablo, cuando habla de aprender a Cristo. Ya hemos odo qu pide para sus fieles: espritu de sabidura y de revelacin (1,17ss), ojos iluminados para que sepis... (1,18). Y ahora se habla otra vez de la grandeza de nuestra esperanza, de la inconcebible virtualidad de la resurreccin de Cristo y su capacidad de obrar en nosotros los creyentes, de la soberana y primaca de Cristo, que como cabeza de la Iglesia, su cuerpo, la llena con toda su plenitud de la vida divina. Esto se quiere decir con la expresin aprender a Cristo. Y que de aqu se siguen consecuencias para la conducta vital, queda claro ya por la estructura de la carta: primero la doctrina, despus la parenesis. As pues, la expresin aprender a Cristo reproduce, con magnfica brevedad, todo el cristocentrismo del mensaje paulino. Or a Cristo. Cristo como materia u objeto que se oye, porque de l se habla, o Cristo

como persona que se oye, de labios de quien se oye? Quiz aqu se intenten ambas cosas: Cristo como objeto o materia de lo que se habla, y Cristo como sujeto que en la proclamacin es el que en definitiva habla a nuestra alma. Los protestantes han construido, a este respecto, toda una teologa de la palabra, y la echan de menos entre nosotros. La palabra de Dios es para ellos como algo sacramental. As como es Cristo el que en el bautismo bautiza y en la cena se hace presente, as tambin es l el que, a travs de la proclamacin de la palabra -en la palabra del predicador, por ella y a travs de ella- se dirige a los hombres. Sin necesidad de hacer de ello una teologa, hemos de reconocer que el pensamiento es profundo y digno, capaz de llenarnos de temor y de sentido de responsabilidad en la tarea de la predicacin, trtese del que habla o del que escucha. En l habis sido adoctrinados. En castellano decimos ser adoctrinados en una materia, pero no en una persona. De nuevo nos encontramos ante una frmula tan sorprendente como la de aprender a Cristo. Ser adoctrinados en l equivale a moverse familiarmente en todo lo que Cristo es y en todo lo que tiene que ver con Cristo, dominar todo este espacio humanodivino y aprender a vivir de l. En el texto original la expresin en l (adoctrinados en l) slo se puede entender en el sentido corriente de la expresin paulina en Cristo: por la virtud y la fuerza de Cristo, an ms: por la conexin con l. Pero la oracin es condicional: si es que... en l adoctrinados, o sea: si vuestro maestro habla en Cristo, y vosotros habis recibido la palabra en vuestra calidad de hombres en Cristo. Ambas cosas son necesarias para que la verdad de la fe haya sido eficazmente recibida. Hace falta este parentesco espiritual entre el que habla y el que escucha. Se requiere el rgano sobrenatural, para poder oir espiritualmente (cf. lCor 2,13s). Pero, en este asunto de la instruccin cristiana, depende todo de la comprensin subjetiva del que habla y del que escucha? Sigamos adelante. El ser adoctrinados en l en su seguridad objetiva solo se garantiza si hacemos una ecuacin entre en Cristo y en su Iglesia. ...tal como es la verdad en Jess. El fuerte subrayado sobre l, en l suena como si los destinatarios de la carta hubieran podido or hablar de otro Cristo. Esta impresin se confirma con esta expresin: tal como es la verdad en Jess. Contra toda la costumbre se habla aqu de Jess, y no de Jesucristo. Realmente parece una alusin a la perspectiva gnstica de los adversarios, para los que Cristo no se identifica sencillamente con Jess de Nazaret. En la primera carta de san Juan tenemos explcitas las huellas de tales corrientes gnsticas primitivas. Precisamente por ser escasos los conocimientos que poseemos de esta gnosis, tenemos que recurrir a ciertas concepciones fundamentales de la gnosis posterior, que podramos resumir as: 1. mientras ms acusada es la enemiga hacia todo lo material, ms difcil es la iniciacin en una sabidura de la encarnacin de Dios; 2. mientras ms se reduce la redencin al conocimiento (gnosis), ms difcil es de comprender la obra redentora de Cristo a travs de la muerte y de la resurreccin; 3. mientras ms inmediatamente se espera de Dios esta gnosis salvadora como iluminacin personal, menos se comprende la revelacin del Hijo de Dios, acontecida en la carne histrica y en un momento determinado. Y a medida que estas corrientes espirituales van dominando, se comprende perfectamente que de la figura, rigurosamente histrica de Jess de Nazaret como redentor con su muerte expiatoria y su resurreccin por la salud del mundo, surja una idea ms o menos mitolgica.

Este peligro lo reconoci san Juan y lo atac muy agudamente. Quin es el mentiroso, sino el que niega que Jess es el Cristo? (IJn 2,22), o: todo espritu que confiesa a Jesucristo como venido en carne, es de Dios... (4,2). Con esto queda claro que ya el cristianismo primitivo conoca ciertas direcciones, para las que el pensamiento en una encarnacin del Redentor (Cristo), en el Jess de Nazaret histrico, resultaba desagradable y penoso. b) Despojarse del hombre viejo (4,22). ...que, por lo que se refiere a vuestro anterior gnero de vida, tenis que despojaros del hombre viejo. Es tan fundamentalmente nueva la vida cristiana, que Pablo puede hablar, no ya de despojarse de este o aquel vicio, sino de todo el hombre viejo, y, a su vez, de ponerse el hombre nuevo. Pero no ha acontecido esto ya en el bautismo, segn Pablo? Todos los que por el bautismo habis sido incorporados a Cristo, os habis revestido de Cristo (/Ga/03/27). Aqu tenemos una comn expresin paulina, segn la cual se presenta una cosa que tiene que acontecer como si ya hubiera acontecido. En la carta a los Colosenses se encuentran unidos ambos conceptos: Dejad a un lado, tambin vosotros, la clera, la animosidad..., despojndoos del hombre viejo con sus acciones... y revistindoos del nuevo, que se renueva... segn la imagen del que lo cre. Y ms adelante igualmente: revestos, pues..., de entraas de misericordia, lo cual se refiere a la conducta moral, que corresponde al ser segn la gracia (Col 3,8-12). Lo mismo en nuestro pasaje: lo que Dios graciosamente ha grabado en nosotros de la vida divina -la imagen de su Hijo-, eso mismo tiene que expresarse en la vida cristiana en forma de semejanza con la imagen del Hijo de Dios (Rom 8,29). El ser tiende a la participacin, la fuerza a realizarse, la vida a ser vivida. Este ser, esta fuerza, esta vida tienden a ir desarrollando la virtualidad de revestirse realmente de aquel hombre nuevo, del que ya inicialmente el cristiano se haba revestido. El despojarse del hombre viejo -dice Pablo- no debera costar demasiado, ya que ste lleva a la muerte y a la corrupcin: el hombre viejo, que se va corrompiendo al ritmo de las concupiscencias de la seduccin. Las concupiscencias son seductoras, porque parecen prometer la plenitud de vida, pero realmente su promesa es un puro espejismo, ya que al final desembocan en la muerte. c) Revestirse del hombre nuevo (4,23-24). ...para renovaros en el espritu de vuestra mente y revestiros del hombre nuevo. Aqu tambin como prembulo para el revestirse del hombre nuevo se exige una renovacin en el espritu de vuestra mente (= la facultad de pensar). Aqu hay mucha oscuridad. Se trata del Espritu Santo? En este caso, en qu sentido es el Espritu de la mente? Hay que entender este genitivo como puramente explicativo? Entonces se tratara del mismo pensar -de la mente-, pero en el lenguaje paulino el espritu -el pneuma- siempre est sometido al influjo del Espritu Santo, y, por lo tanto, se trata de un pensar cristiano, de la mentalidad del creyente. Esta es la que tiene que renovarse constantemente, abrindose al influjo del Espritu y dejndose captar por l. Aqu no tenemos ms que el reverso de lo que Pablo ha calificado de vida pagana: en

primer lugar la vacuidad de su pensamiento. Esto es lo que constituye la vida pagana como tal. As pues, al sustituir esta vida por otra cristiana, debe verificarse una autntica inversin de mentalidad. En el lugar de la vacuidad de su pensamiento tiene que entrar una mentalidad que contenga una realidad. Y como quiera que esta realidad es la misma realidad de la fe, esta renovacin de la mente slo puede realizarse en el Espritu. Es alentador observar cmo Pablo es plenamente consciente de que en la vida cristiana no se trata slo de un impulso inicial, de una conversin de una vez para siempre, sino que debemos perseverar en la decisin, en la constante vuelta hacia Dios, y que, sobre todo, nuestra mentalidad de creyentes (como fuente de nuestro obrar) necesita de una constante renovacin. Esta es la raz bblica de la necesidad de la meditacin, de la familiaridad con la palabra de Dios, de la vida consciente en una atmsfera espiritual. Aqu es donde se monta la guardia para mantener el derrotero de la nave (que por s solo no se mantiene), y tanto ms firme tiene que estar la mano sobre el timn, cuanto ms fuertes son los vientos y ms frecuentes las corrientes que combaten la direccin emprendida (cf. 4,14). Cuando ya est asegurado este fundamento de la mentalidad de la fe, se llega propiamente a revestirse del hombre nuevo. Todo esto requiere una nueva actitud; por eso resulta raro que aqu no se emplee una forma verbal de duracin y repeticin (como renovarse), sino una forma que expresa un acontecimiento nico. Esto puede tener conexin con la significacin de la metfora vestirse, o sea una actividad transitoria, cuya finalidad es el hombre vestido; lo que emerge es precisamente el resultado final. H-NUEVO: El hombre nuevo es, en el lenguaje paulino, el hombre en Cristo, nuevamente creado en Cristo para las buenas obras (2,10), el hombre interior (3,16), cuya fuerza es el Espritu de Dios, el hombre, en quien Cristo habita por la fe (3,17). Aqu se describe como creado segn Dios, o sea, con frase de la carta a los Colosenses: segn la imagen de su Creador (3,10). Pero quiz deberamos entender el verbo crear literalmente como fundar, fundamentar. De esta manera se perfila en nosotros la semejanza de Dios en Cristo, para poderla realizar en verdadera justicia y santidad, o sea en aquella justicia y santidad que corresponde a la verdad, a una existencia derivada de Dios. ................................ IV. LA NUEVA VIDA EN EL AMOR (4,25-5,2). Ahora ya, despus de haber dedicado diecisis versculos a la unidad y construccin de la Iglesia y ocho versculos a la diferencia fundamental entre el hombre pagano y el cristiano, por primera vez se detiene Pablo en exhortaciones menudas, todas ellas dirigidas ms o menos al servicio del amor y contra todo lo que no fomenta el amor y la amistosa convivencia. 1. Lo QUE NO HACE EL AMOR (4/25-31). Propiamente este ttulo no es adecuado, ya que Pablo cada vez aade lo que especficamente diferencia al amor. a) El amor no miente (4,25).

25 Por lo cual, deshacindoos de la mentira, hablad verdad cada uno con su prjimo, porque somos miembros unos de otros. Por qu se le da a la veracidad el lugar preeminente? Se pudiera creer que esto se deba a la ltima frase anterior: en justicia y santidad de la verdad. Pero que hay una motivacin ms profunda lo demuestra la exhortacin paralela en la carta a los Colosenses (3,8s). La expresin no os mintis mutuamente est en su propio lugar. No est simplemente en la lnea de clera, animosidad y otras cosas; sino que la exhortacin a dejar la mentira se presenta como algo completamente nuevo y est conectada con el despojarse del hombre viejo y el revestirse del hombre nuevo: No os mintis mutuamente: os habis revestido del hombre nuevo! La mentira en los usos y costumbres debi estar muy extendida en el ambiente oriental de la primitiva Iglesia. Pero el engao, el fraude y la falsedad sern en todas partes el signo de un tiempo y de una sociedad en que se ha perdido el sentido de la interdependencia de los hombres, la conciencia de vivir y de existir los unos para los otros. Precisamente lo que el cristianismo introduca como una motivacin, insospechadamente profunda, en un mundo individualista, era esto: no slo sois iguales, no slo sois hermanos: sois miembros de un mismo cuerpo, el sagrado cuerpo de Cristo, que os ana y os hace llegar a ser uno. Pero la mentira separa, introduce murallas, y con ello ofende no slo al hermano, sino a todo el conjunto y a Cristo, su cabeza. b) El amor no se enoja (4,26-27). 26 Enojaos, pero no pequis: el sol no se ponga sobre vuestra ira; 27 ni dis lugar al diablo. El mal humor persistente es peligroso. Se corroe a s mismo y corroe todo lo que lo rodea: todo le sirve de nueva nutricin. As es como da lugar al diablo. Es como una invitacin hecha al diablo para que se valga de los cegados por la enemistad o incluso de los perjudicados en su tranquila sensibilidad, para hacerlos servir a sus propsitos, que siempre desembocan en la divisin y en la aniquilacin. Este no dar lugar al diablo encuentra su anverso y su posibilidad salvadora en aquella otra recomendacin: dad lugar a la ira, o sea a Dios juez, y no os tomis la venganza por vuestras manos. Ma es la venganza, yo dar lo merecido, dice el Seor (Rom 12,19). La justicia es patrimonio nico del Dios omnisciente. Si quieres ser justo, s misericordioso. c) El amor no roba (4,28). 28 El que roba, que ya no robe ms; sino, por el contrario, que trabaje haciendo el bien con sus propias manos, para que tenga algo que compartir con el necesitado. Uno se admira quiz de que con tanta naturalidad se acepten como miembros de la comunidad ladrones, acostumbrados ya desde antes a vivir sin trabajar, y que, al hacerse cristianos, acepten tambin considerar esto como inmoral. Esto es ciertamente sorprendente, pero mucho ms lo es la natural confianza con que Pablo le hace al ladrn de antao esta propuesta: no slo no debe servir a nadie de carga (ITes 4,12), sino que

tiene que ganarse el sustento con sus propias manos (esto aqu no se dice expresamente), tiene que producir algo -en el orden de la posesin e incluso de la prosperidad-; y esto, no solo para que l lo pase bien, sino para poderlo compartir con los que estn necesitados. Qu optimismo! Cuntos hay entre nosotros -que nunca fueron ladronesque trabajen para esto? d) El amor evita las palabras malas (4,29). 29 Todo lo que sea palabra mala no salga de vuestra boca, sino la buena, para que pueda edificar la indigencia, y procure gracia a los que oyen. Esto es una palabra buena la que construye, la que, aun de esa manera tan oculta como se detalla en 4,16, constituye un servicio, del que Cristo se vale para construir y hacer crecer a su cuerpo. Cuando Pablo habla de la palabra buena y constructiva, como de una gracia para los oyentes, debemos descubrir en ello estos dos pensamientos: una gracia de miembro a miembro, pero que fluye del amor de Cristo. He aqu cmo una palabra buena en el solo plano humano toma proporciones ms amplias, con perspectiva cristiana, en el espacio de lo sagrado y de lo divinamente grande. e) El amor no contrista al Espritu Santo (4,30). 30 Y no contristis al Espritu Santo de Dios, en el cual fuisteis sellados para el da de la redencin. Este versculo irrumpe como un grito, que al mismo tiempo se vincula con lo antecedente y con lo siguiente. El pensamiento es sorprendente: Pablo no acude ya a la gran esperanza (1,14) -tema que tanto domina en nuestra carta-, ni siquiera a la exhortacin a guardar la unidad del Espritu en el vinculo de la paz (4,3); sino que este Espritu de Dios -el sello de nuestra esperanza- se presenta aqu por primera vez y se experimenta de una forma tan personal, que Pablo se atreve a rogar que no lo contristen, que no le hagan dao. Esto es tan nuevo y tan sorprendente, si se recuerda la forma tan instrumental como se haba hablado de l hasta ahora. Es cierto que en estricta teologa no es correcto decir que el Espritu de Dios recibe de nosotros gozo o dolor; pero Pablo no piensa en esto. l piensa y habla a la manera humana, el nico lenguaje que a nosotros, sobre todo a los simples cristianos, es asequible y comprensible. Proporcionar alegra o dar disgusto a una persona que est cerca de nosotros, y a la que inevitablemente tenemos que agradecerle mucho, es una de las ms nobles motivaciones que pueden imperar nuestra conducta. f) El amor no da lugar a la maldad (4,31). 31 Apartad de vosotros toda acritud, animosidad, clera, gritero e insulto, juntamente con toda clase de maldad. Lo que al Espritu Santo aflige es precisamente lo que rompe la paz y daa a la alegra. Todo esto pertenece al hombre viejo; que todava no ha muerto del todo; al hombre que se encastilla y se hunde en su propio yo. Se enumeran los sentimientos interiores: acritud,

animosidad, ira, y sus expresiones exteriores: gritero, insulto. Todo esto tiene una raz, que est en la maldad. De ah la exhortacin: Apartad de vosotros... juntamente con toda clase de maldad. 2. Lo QUE HACE EL AMOR (4,32-5,2). En estas exhortaciones se ha tratado de lo que es contrario al amor. Ahora, por el contrario, se habla slo del amor y se desarrolla su misma esencia. a) El amor es misericordioso y comprensivo (4/32). 32 Sed, por el contrario, unos con otros, bondadosos, comprensivos, perdonndoos mutuamente, como Dios os perdon en Cristo. De nuevo aparece el amor que soporta en primer plano, no slo porque en nuestro contexto representa el reverso de toda forma de enojo, sino porque sta es su misma esencia. El amor, segn Pablo, tiene estos efectos: en 4,2s se ponen en primer lugar la humildad, la mansedumbre, la paciencia y la mutua tolerancia. En el gran himno del amor (lCor 13, 4-7), de las quince propiedades del amor que se enumeran, hay ocho que expresamente se refieren a lo que el amor no hace (no tiene envidia, no presume...), y seis al amor que soporta (perdona sin lmites, cree sin lmites...). Sed, pues, solidarios en los bienes de la comprensin... Antes que nada el perdn. Cunto cuesta al hombre este silencio, este perdn, este olvido! Pablo pone como fundamento el perdn, que, por otra parte, cada cristiano lo ha experimentado al recibirlo de Dios, un perdn que para l significa nada menos que resurreccin de entre los muertos (2,5). Un perdn, al que le debemos, juntamente con el verdadero amor, la gran esperanza. Finalmente, un perdn, que, hablando humanamente, no le ha costado poco a Dios, ya que nos ha enviado su gracia en el Amado; en l tenemos la redencin por medio de su sangre, el perdn de los pecados (1,6s). Por eso se dice en nuestro versculo: como Dios os perdon en Cristo. Este pensamiento lo tenemos muy cerca, porque el perdn de Dios lo experimentamos da tras da, y sabemos cunta necesidad de l tenemos, e incluso, instruidos por el mismo Jess, lo pedimos en la oracin dominical. En el evangelio, el mismo Seor insisti, con harta frecuencia, en esta exigencia primordial del perdn mutuo 23. ............... 23.Mt. 6,14s; 18,21-35. (_MENSAJE/10.Pgs. 107-141)

b) Perdonando, imitis el amor de Dios y de Cristo (5/01-02), 1 Sed, pues, imitadores de Dios, como hijos amados: 2 y andad en amor, como Cristo os am y se entreg l mismo por nosotros como ofrenda y vctima a Dios en olor de suavidad.

Con nuestro perdn podemos imitar a aquel que nos ha perdonado: Dios. Y esto lo hemos de hacer como hijos queridos. Efectivamente, mirar al padre para imitarlo es lo que demuestra la buena calidad de hijo. Sin querer, nos acordamos del punto culminante del sermn de la montaa: Sed perfectos, como vuestro Padre del cielo es perfecto (Mt 5,48), y, segn Lucas, todava ms cerca de nuestro contexto: Sed misericordiosos, como es misericordioso vuestro padre (Lc 6,36). Pero sobre todo esta concepcin se expresa en el mandamiento: amad a vuestros enemigos para que os mostris verdaderos hijos de vuestro Padre del cielo (Mt 5,44s). Esta vida con la mirada puesta en el Padre es tambin la imitacin de Cristo, en un sentido que, por otra parte, practicaba tambin Jess como Hijo en una forma singular: Nada puede hacer el Hijo por s mismo, como no vea al Padre hacerlo; porque lo que ste hace, eso igualmente hace tambin el Hijo (Jn 5,19). As el hombre Jess viva lo ms profundo de la imitacin de Dios, aunque en la Sagrada Escritura apenas se habla de imitacin, sino ms bien de obediencia y de cumplimiento de la voluntad paterna. De la imitacin del Dios perdonador se extiende la consideracin a toda la anchura de la vida cristiana, que de nuevo se designa con la palabra amor y se fundamenta en el modelo de la entrega amorosa de Cristo. Que la expresin en amor realmente comprende toda la anchura de la vida cristiana, se desprende del hecho patente de que esta frmula es frecuentsima a lo largo de la carta a los Efesios. No solamente se habla de soportarse en amor (4,2), sino que se dice que la vida se vive en amor (5,15); ciertamente, el ltimo fundamento es Cristo mismo, que edifica su cuerpo en amor (4,16), en nuestro amor, en cuanto que realmente acta en amor recproco de los creyentes y por ste. Siempre nos tropezamos con el amor fraterno. As hemos entendido al principio en el mismo sentido la primera actitud y hemos visto que el fin prximo de nuestra eleccin es precisamente que seamos santos e inmaculados en amor (1,4). Prototipo de este amor es el amor del crucificado. Esto quiere decir que el amor es sacrificio, servicio, entrega de s mismo hasta la inmolacin: en este sentido es modelo y medida el sacrificio amoroso de Cristo: Amaos unos a otros, como yo os he amado (Jn 15,12). De aqu la consecuencia sencillamente contundente y de inmediata eficacia, que los discpulos sacaron del amor: l ha dado su vida por nosotros. Y nosotros debemos dar nuestra vida por los hermanos (IJn 3,16). No al azar usa Pablo para significar la muerte de Cristo en la cruz expresiones tomadas de la terminologa sacrificial del Antiguo Testamento, como entrega, sacrificio, a Dios en olor de suavidad. Y as la marcha del pensamiento en estos dos ltimos versos se reduce a esto: la imitacin de Dios es una consecuencia natural de la imitaci6n de Cristo, y sta para Pablo consiste no en esta o en aquella virtud, sino en llevar hasta el fondo la perfecta repeticin del sacrificio vital de Cristo, y de ese otro sacrificio que da tras da se renueva en las manos del sacerdote y que debe continuar en la vida de todos los que juntamente ofrecen y juntamente son ofrecidos. .................................... V. LA NUEVA VIDA EN PUREZA Y EN LUZ (5,3-14) Pablo toma ahora un nuevo rumbo. Esta vez pone en el centro el vicio capital del paganismo, la lujuria, y sigue con el tema en los prximos cinco versculos.

1. LAS OBRAS DE LAS TINIEBLAS Y SUS CONSECUENCIAS (5/03-08). a) Los vicios capitales (5,3-4). 3 Fornicacin o cualquier clase de impureza o codicia ni siquiera se nombren entre vosotros, como corresponde a santos; 4 lo mismo las groseras, estupideces y bufonadas, cosas poco convenientes; sino ms bien accin de gracias. Por fornicacin o cualquier clase de impureza se entiende todo un sector humano que puede afectar a la vida cristiana: desde el pecado de obra hasta la conversacin frvola y la concupiscencia interior, como se deduce del texto paralelo de la carta a los Colosenses: fornicacin, impureza, pasin, deseo malo (3,5). De nuevo aparece aqu la codicia al lado de la impureza, como ordinariamente ocurre en san Pablo. En el citado texto de Colosenses se contina as: y la sed de lucro, que es una idolatra. Esta condenacin de la codicia como culto idoltrico falta en nuestro texto, pero aparece inmediatamente (5,5), cuando junto al lujurioso y al impuro est el codicioso, que es un idlatra. Debido a esta estrecha vinculacin conceptual entre fornicacin y codicia, algunos han intentado ver, en la palabra griega, algn vicio que tenga que ver con la vida sexual, uniendo ambos conceptos en uno, como puede verse en 4,19; donde el trmino original que aqu traducimos por codicia, se tradujo por frenes. En ambos casos el Apstol aplica el trmino a expresar el deseo desmedido, ya de poseer riquezas, ya de gozar. Sin embargo, para ser justos con el lenguaje propio del Apstol, hay que dejar a cada vicio en lo que es: la fornicacin y la codicia; pero teniendo en cuenta que para Pablo lo decisivo entre ambos es la codicia: codicia en el gozar o codicia en el tener. sta es la que esclaviza al hombre de igual manera. El objeto de su codicia ser su dios (Fil 3,19). Y si solamente es la codicia la que se llama idolatra y no la fornicacin, esto se debe a que el codicioso es ms dueo de s mismo y realiza sus actos con ms consciente reflexin e incluso con frialdad de clculo. Estas tres cosas -fornicacin, impureza, codicia- ni siquiera se nombren entre vosotros. El ni siquiera muestra claramente que el Apstol tiene conciencia de lo exagerado de la expresin. Por ello son lcitas las traducciones con un toque de exageracin: ni por asomo..., ni una sola vez deben ser odas o ...conocidas por su nombre. Deber entenderse que tales cosas no deben ocurrir nunca entre vosotros. Como fundamento de esta exhortacin aade simplemente: como corresponde a santos. Entre los cristianos surge una honda y viva conciencia de que el bautizado en Cristo y sellado, como una propiedad sagrada, por el Espritu Santo, pertenece tan ntimamente a Dios en la esfera de lo sagrado, que todo lo que de profano y antidivino introduzca en esta esfera equivale a un robo divino y a una profanacin del templo. En la primera carta a los Corintios se hace tambin referencia a los pecados de la carne y a la profanacin del cuerpo humano, utilizando para ello un lenguaje bastante fuerte (lCor 6,12-20). Otra nueva triloga aade Pablo, y parece corresponder literalmente a la anterior. Despus de haber dicho: fornicacin, impureza o codicia, aade ahora: groseras, estupideces y bufonadas. No est claro qu se entiende por grosera: si una conducta

desarreglada o una conversacin sucia; algo anlogo ocurre con las expresiones siguientes. En todo caso, esta segunda triloga debe pertenecer al mbito de la primera, que se reanuda otra vez en el versculo siguiente (5,5): fornicario, impuro, codicioso. De las conversaciones sucias ha hablado ya Pablo en 4,29: Todo lo que sea palabra mala no salga de vuestra boca. Pero all predomina la atencin al prjimo, y as lo contrario de la mala conversacin es la buena conversacin, que aporta utilidad a los que escuchan. Aqu, por el contrario, a la conversacin sucia se opone la accin de gracias: se trata, pues, de la conducta moral del individuo. Pablo parece sentir muy hondamente el abuso de los dones divinos, como son las valiosas capacidades humanas. Esto puede valer sobre todo con respecto a la lujuria y a la codicia, y se pone aqu de relieve, al tratarse de una cosa tan grave como es el abuso del lenguaje humano, que nos capacita para la pblica alabanza divina, pudiendo realizar con ello su ms noble y alta tarea. Verdaderamente, quin hubiera imaginado poner la alabanza y la accin de gracias como reverso de las conversaciones sucias? ACCION-DE-GRACIAS: Es sorprendente que aqu surja de pronto la accin de gracias. sta es para Pablo la postura fundamental del cristiano. Comprese el texto correspondiente de la carta a los Colosenses en que habla de esta accin de gracias: los cristianos deben estar arraigados y sobreedificados en l (= Cristo) y asidos a la fe... prodigando la accin de gracias (Col 2, 7). Tomemos tambin Col 3,15 con la exhortacin ex abrupto: y poneos a dar gracias, y tantos otros pasajes 24, y con todo esto podemos realmente decir: la accin de gracias a Dios es una actitud esencial, tan importante para el Apstol, que, encaje o no, la urge constantemente. ............... 24. Cf. sobre todo 1Ts 5,18. ............... b) Consecuencias de estos vicios (5,5-7). ...5 Pues tened esto bien entendido: ningn fornicario, impuro o codicioso, que es un idlatra, tiene herencia en el reino de Cristo y de Dios. 6 Nadie os engae con palabras vanas: pues por estas cosas viene la ira de Dios sobre los hijos de la desobediencia. 7 No tengis, pues, nada comn con ellos. Aqu surge una consideracin -no muy frecuente en san Pablo, como motivacin moralsobre las consecuencias, no tomadas en serio suficientemente, de una vida inmoral: la exclusin del reino y de la herencia de Dios 25. Del reino de Dios se haba hablado ya en la carta a los Colosenses, cuando se deca: Dios nos liber del poder de las tinieblas y nos traslad al reino del Hijo de su amor (1,13). Aqu tambin aparece el reino de Dios como el mbito de la soberana de su Hijo muy amado (cf. 1,6). Pero Dios es el que nos ha redimido y nos ha trasladado a este reino de su Hijo, como es tambin Dios el que lo puso todo debajo de sus pies (Ef 1,22). En este sentido hay que entender el reino de Cristo y de Dios. En este mbito de la soberana de Cristo, tenemos parte en el reino de Dios, ahora ya de manera inicial y fundamental, aunque todava oculta (Col 3,3s). Pero lo que ahora est oculto y ms tarde se descubrir en gloria, no es otra cosa en definitiva sino la vida de Cristo en nosotros. De ambos anuncia Pablo que sern excluidos los pecadores. No heredarn el reino de Dios,

porque ya ahora no tienen tampoco ninguna participacin en l. As es como Pablo expresa la realidad de lo que en el lenguaje de la teologa (con mucha menos fuerza) se llama el estado o la prdida de la gracia santificante. Nadie os engae con palabras vanas: pues por estas cosas viene la ira de Dios sobre los hijos de la desobediencia. Hay, pues, otras voces, que proclaman que la lujuria y la codicia no tienen importancia. No la tiene en s, pues se tratara simplemente de la forma como la naturaleza del hombre se desarrolla; y tampoco la tienen por las eventuales consecuencias: Comamos y bebamos, pues maana moriremos (ICor 15,32). El mismo Pablo les da la razn a estas voces del mundo, si realmente los muertos no resucitan. Las palabras vanas son palabras detrs de las cuales no hay ninguna realidad, sino un pensamiento que se pierde en el vaco 26. Este es el pensamiento que el prncipe de la potestad del aire, el espritu que acta ahora entre los hijos de la rebelin (2,2), exige con todos los medios a su alcance; el espritu, que presenta el mundo como un ser autnomo, como si fuera un fin para s mismo, igualmente que el hombre. Nadie os engae, advierte el Apstol, pues son voces de sirena, tanto ms peligrosas cuanto ms propenso es el hombre a aceptarlas. ...estas cosas, que el mundo toma tan a la ligera, son aquellas por las cuales viene la ira de Dios sobre los hijos de la rebelda. El que endereza su vida en esta direcci6n, se desva automticamente del reino de la luz, en cuyo mbito salvador haba entrado, para caer de nuevo en el poder de las tinieblas y sufrir consiguientemente la condena que sobre estas cosas recaer. No tengis, pues, nada comn con ellos: tan grande es el peligro que los amenaza. Al mismo tiempo, esta ira de Dios no es solamente futura, sino que ya est actuando desde ahora. Pablo describe esta situacin en la carta a los Romanos: por eso Dios los ha entregado, a saber, en su propio ser y en sus concupiscencias, hasta desembocar en una esclavitud peor y ms vergonzosa (cf. Rom 1,21-32). El Apstol se est refiriendo claramente a la concepcin libertaria en asuntos morales, sobre todo en lo concerniente al sexo. Se trata del libertinaje moral 27. ste puede dar origen a una postura tanto moral como inmoral, segn como se tome. Una interpretacin gnstica de lo espiritual puede llevar a considerar a la materia como algo que marcha solo e independiente: ella puede seguir el camino que quiera; lo que cuenta es el espritu. A un resultado parecido puede llevar una falsa comprensin de la postura del Apstol frente a la ley y a las buenas obras. La justificacin por la fe sola podra ser mal entendida as: mientras menos obras, mayor es la fe (antinomismo). Lutero experiment las consecuencias de su paulinismo unilateral en la vida moral del pueblo creyente, y sufri bastante por ello. Qu reaccin produce en nosotros la insistencia incansable con que la Iglesia, a contrapelo de la incomprensin del mundo, nos predica que la lujuria, la impureza, la codicia son cosas por las que aviene la ira de Dios sobre los hijos de la rebelda? No tenemos la tentaci6n de echar en cara a la moral catlica (moral del sexo, del matrimonio) que nos propone concepciones ya anticuadas? Habr que recomendar a veces un desplazamiento del acento, pero lo que esta moral dice, debe permanecer intocable. La ira de Dios viene, y viene por estas cosas: No tengis, pues, nada comn con ellos. ............... 25. Cf. para esto tambin 1Co 6,9; 15,50; Ga 5,21. 26. Adems de 4,17.

27. Habra que comparar los vivos coloquios con esta gente en la primera a los Corintios (6,12-14: 10,23). ............... 2. VIVID COMO HIJOS DE LA LUZ (5,8-20). a) Producid frutos de luz (5/08-10). 8 Pues antao erais tinieblas; mas ahora sois luz en el Seor; andad, pues, como hijos de la luz, 9 pues el fruto de la luz consiste en toda suerte de bondad y de justicia y de verdad. 10 Discernid lo que es agradable al Seor... LUZ/HIJOS: Pocas veces amenaza Pablo con el castigo de Dios, como en el pasaje precedente; lo normal en l es que haga derivar la vida moral del cristiano del mismo ser cristiano. As tambin aqu. Empieza subrayando, por medio de un tiempo pasado (erais), que ya no son lo que eran. No solamente se ha verificado un cambio de ambiente, sino que ellos mismos, que eran tinieblas, se han convertido en luz. Ha surgido una nueva creacin: Andad, pues, como hijos de la luz... Hijos de la luz se llaman los cristianos ya en la primera de las cartas paulinas: Todos sois hijos de la luz e hijos del da (lTes 5,5). Este empleo de hijos es una expresin semtica para indicar la ntima pertenencia, y ser muy til recordar su origen: el hijo se parece al padre. Con la vida y la existencia recibe tambin una mentalidad y un estilo de vida. Su procedencia es visible. Lo mismo ocurre aqu. Proceder de la luz, ser luz uno mismo: esto impone una responsabilidad. La luz debe alumbrar, y esta iluminacin consiste en todo lo que pueda llamarse bondad y justicia y verdad. Se trata de las tres expresiones ms comunes para indicar la perfeccin moral. Cada una de ellas bastara ya para abarcar el conjunto. La verdad es la vida que corresponde a la realidad 28. Cuando esta realidad ntima, este ser del cristiano que lo impulsa a su propia afirmacin se comprende y se realiza como voluntad de Dios, como ley, entonces lo que antes se llamaba verdad, ahora se llama justicia. Finalmente, la expresin bondad se refiere de nuevo a la rectitud, con un subrayado al amor y a la misma bondad. Y as estas tres cosas son realmente, no frutos, sino, como expresamente se dice en nuestro texto, el fruto de la luz. Discernid lo que es agradable al Seor. Se trataba del fruto de la luz. Pero este fruto tiene una peculiaridad: no crece por s mismo en la bondad del rbol, que lo sostiene; sino, al contrario, tiene que intentar la forma de mantenerse, tiene que optar, tiene que discernir lo que es acepto al Seor. As pues, la medida de esta opcin no es agradarse a s mismo o a los otros, sino slo al Seor. ............... 28. Adems de 4,15. ............... b) Llevad a la luz los que estn en las tinieblas (5/11-14).

...11 y no comulguis con las obras infructuosas de las tinieblas; antes bien, ponedlas en evidencia; 12 pues las cosas que ellos realizan en oculto, resulta vergonzoso aun el decirlas; 13 pero, una vez puestas en evidencia todas ellas, por la luz quedan al descubierto: pues todo lo que queda al descubierto es luz. 14 Por eso dice: Despirtate t, que duermes, y levntate de entre los muertos, y Cristo brillar sobre ti. ...las obras infructuosas de las tinieblas. Aqu no se habla de los frutos de las tinieblas, como antes se ha hablado de los frutos de la luz, ya que sera demasiado honor el uso de esta metfora. El Apstol habla slo de obras de las tinieblas y aade que son obras infructuosas. Desde una perspectiva humana, pueden ser grandes realizaciones y proezas, pero, dado que proceden de las tinieblas, slo tinieblas propagan, y todo supuesto logro es apariencia engaosa. Que aqu se hable de obras infructuosas demuestra que, al hablarse antes del fruto de la luz, no se pensaba solamente en su procedencia de la luz, sino en su calidad de fruto beneficioso para los dems. Procediendo de la luz, l mismo difunde luz. ...una vez puestas en evidencia todas ellas, por la luz quedan al descubierto: pues todo lo que queda al descubierto es luz. Partimos del presupuesto de que esta traduccin no es muy clara y mucho menos el texto original; lo nico posible, pues, es intentar sacar el sentido general partiendo de lo que es seguro, o sea: se nos exige poner en evidencia (5,11b), y al final (5,13b) se indica expresamente la finalidad que se intentaba: pues todo lo que se pone en evidencia es luz. Y este objeto es luz precisamente porque al poner en evidencia queda al descubierto por la luz. Si esta manera de entenderlo tiene sentido, lgicamente con la expresin quedar al descubierto por la luz o llevar a la luz no se quiere decir simplemente que la conversacin convincente del cristiano abre la oculta vergenza a la luz del da, poniendo as al descubierto todo su alcance. Efectivamente, quin se atrevera a decir que la vergenza, por el hecho de haber sido interpelada, se convierta precisamente en luz? Por tanto, parece que la expresin, excesivamente abreviada, se refiere a un poner en evidencia de cuyo resultado la luz -Cristo- aparezca victorioso, conduciendo a la conversin. En esta perspectiva se presenta a Cristo como luz (5,14b). Ciertamente, todava nos resulta oscuro por qu Pablo pudo formular todo el pasaje en el sentido de que todo lo que es puesto en evidencia, por la luz queda al descubierto. En todo caso, este sentido es exigido por la explicacin que a continuacin se aade: pues todo lo que queda al descubierto es luz. Que Pablo realmente piensa en la conversin de los pecadores, queda definitivamente claro por la cita final: Por eso dice: "despirtate t, que duermes, y levntate de entre los muertos, y Cristo brillar sobre ti". Se sospecha que esta estrofa pertenece a un himno cantado en la liturgia bautismal y en el que se apostrofaba al nefito. ste saba que, con el bautismo, entraba en una vida nueva, que se diferenciaba de la existencia anterior como el claro despertar del sueo sepulcral, como la vida resucitada de la muerte, y que todo esto se viva en un nuevo mundo, a la luz de un nuevo sol, Cristo. c) Buscad en la sabidura la voluntad de Dios (5/15-17). 15 Mirad, pues, con cuidado cmo andis, no como necios, sino como sabios, 16 aprovechando el tiempo, porque los das son malos. 17 Por eso no os volvis

insensatos, sino comprended cul es la voluntad del Seor. La conjuncin pues puede muy bien referirse a la experiencia de iluminacin que trae consigo el bautismo, y de la que se acaba de hablar. Una vida nueva en una nueva luz, es verdad; pero hay que realizarla con conciencia y responsabilidad. Ya anteriormente se propona la tarea de decidirse conscientemente a lo que es acepto al Seor. Tambin aqu ahora el primer pensamiento apunta a una recta comprensin de lo que concretamente es la voluntad del Seor. De aqu la apremiante exhortacin: mirad con cuidado. La cosa no es tan simple. Hay fuerzas de dentro (2,3) y fuerzas de fuera, que estn operando para oscurecer la luz, turbar la mirada e impedir o dificultar la recta opcin. Y ya no deben vivir como necios, puesto que han dejado de serlo al recibir en s abundantemente la riqueza de la gracia de Dios como suma de toda sabidura e inteligencia a travs de la revelacin del misterio de la voluntad de Dios (1,8s). Por el contrario, deben vivir como sabios. Hay que estar atentos a esta vida, ya que en ella est la verdadera sabidura. Esta no consiste en una descuidada e irreflexiva improvisacin al da, sino en un consciente aprovechar el tiempo. La palabra griega kairos dice ms que tiempo: se refiere al contenido de este tiempo, a la situacin que este tiempo trae consigo, a las posibilidades que ofrece. Y aprovechar el tiempo quiere decir sacar ventaja de estas posibilidades con vistas al fin ltimo, entresacando de cada situacin lo mejor. Esto es sabidura, y sabidura urgente, ... pues los das son malos. En la tradicin juda y despus en el Evangelio, domina la idea de que los ltimos tiempos, en su calidad de dolores de parto de un nuevo mundo, traen consigo dolores, necesidades y angustias de toda clase. El maligno es el que con la ltima proclama de su ya decadente soberana hace que estos das sean malos. Este mal, que tan amargas consecuencias puede traer, significa para el hombre impugnacin, tentacin y peligro. Ver a todo trance la cruz en este mal, ver en esto, que lleva a la aniquilacin, el camino para la vida, no puede realizarse sin la ayuda de la sabidura. El Apstol exhorta instantemente. De aqu la repeticin: no os volvis insensatos. Slo la voluntad de Dios! Conocerla es lo contrario de la insensatez. La voluntad de Dios es decisiva para todo lo que hay que hacer, permitir o padecer. A dnde ir el cristiano por este conocimiento de la voluntad de Dios y por la disponibilidad para cumplirla, y cmo podr afianzarse en ella? d) Dejaos llenar por el Espritu (5/18-20). 18 Y no os embriaguis con vino, pues en l est la perdicin, antes bien dejaos llenar por el Espritu, 19 hablndoos mutuamente con salmos e himnos y cnticos espirituales, cantando y salmodiando al Seor en vuestros corazones; 20 dando constantemente gracias de todo, en nombre de nuestro Seor Jesucristo, a Dios Padre. La exhortacin a no embriagarse con vino no deja de ser sorprendente. Al continuarse aqu la lista, comenzada anteriormente (4,25), de exhortaciones individuales, cabra esperar que a la embriaguez se le opusiera la templanza; pero lo que se considera como su anverso es la embriaguez en el Espritu, y en los versculos siguientes se trata de comunicaciones que difcilmente encajaran sino en la comunidad reunida para celebrar el culto. Pero realmente es posible que una exhortacin a dejar la embriaguez del vino pueda

llevar a la idea de la inspiracin de la comunidad reunida? Posiblemente s. Y precisamente al tratarse de una embriaguez que iba ligada a las comidas comunitarias de los primeros cristianos. En este mismo sentido ya haba apuntado Pablo a ciertos inconvenientes en la Iglesia de Corinto: Mientras uno tiene hambre, otro se embriaga (lCor 11,21). As se explica la vinculacin entre una embriaguez corporal y una embriaguez espiritual. As se confirma la sospecha de que aqu Pablo realmente est pensando en la vida comunitaria litrgica, y precisamente -como se desprende del contexto- en su calidad de espacio en el que el individuo partiendo de la fe de la comunidad, debe renovarse en el Espritu de su mente (4,23), y en el que igualmente alcanza aquella inteligencia de la voluntad de Dios, que lo capacita para interpretar los das malos de una manera sabia, o sea realmente cristiana. De la embriaguez se dice que en ella hay asotia, que puede significar ausencia de salvacin o de salud, pero tambin libertinaje, prodigalidad. Habra que pensar en la primera significacin, teniendo en cuenta la tentacin del hombre a buscar en la embriaguez refugio y salvacin en sus necesidades y angustias. Realmente, desaparecen as por un momento las preocupaciones de cada da, proyectndolas a la vida en otro mundo. Esto es lo que ocurre verdaderamente en el mundo, del que el Espritu nos arrebata en diversas maneras y grados, como primicias de la vida en Dios, a cuyo encuentro vamos. Aqu, en la reunin cultual, el Espritu llena los corazones, pero stos tienen que abrirse a l (dejaos llenar por el Espritu), y el mismo Espritu desata las lenguas en salmos, himnos y cnticos, a travs de textos conocidos o quiz en un libre intercambio de aclamaciones y rplicas, en santa rivalidad por una alabanza divina cada vez ms alta. Esta manera de cantar se llama espiritual en el pleno sentido de su proveniencia del Espritu, del cual est lleno y cuyo objeto propio constituye. Pero Pablo no se olvida de aadir: lo que a esta alabanza divina proporciona su verdadero valor no es ni la voz ni la recitacin, ni la perfeccin de la forma. Es el cantar con el corazn, que presupone la expresin exterior y la acompaa, el cantar interior, que apunta slo al Seor: Cantando y salmodiando al Seor en vuestros corazones. Y como si se tratara de comenzar el himno y el cntico, el mismo Pablo da el tono y el tema: Dando constantemente gracias de todo, en nombre de nuestro Seor Jesucristo, a Dios Padre. Tiene que ver el verbo eukharistein (dar gracias) aqu con la gran oracin eucarstica (el prefacio de nuestra misa) y, por consiguiente, con la celebracin de la cena? Es muy posible, sobre todo tratndose, como se trata, de una reunin comunitaria y de la celebracin del culto. Sin embargo, parece que el pensamiento del Apstol vuelve aqu a la vida diaria de los cristianos y al talante fundamental de la existencia cristiana, que tan profundamente le preocupa: la postura de accin de gracias y alabanza siempre y en todas partes, y por todo. El constantemente parece referirse a que el recuerdo de la celebracin eucarstica domina y condiciona esta actitud de accin de gracias. Recurdese lo que se dice en lTes 5,16-18: Estad siempre alegres. No dejis nunca de orar, dad gracias en toda ocasin. Tambin es dudoso si en nuestro pasaje hay que traducir por todo o por todos. Ambas traducciones encierran un profundo significado. Dar gracias por todos sera la manera de expresar la conciencia de mutua pertenencia entre los cristianos: la alegre posesin de la salvacin inclina a dar gracias por la misma salvacin, que se realiza tambin en el hermano. Pero tambin la otra traduccin dar gracias por todo sera la expresin de algo profundamente cristiano: la fe en que detrs de todo est el Padre (nuestra accin de

gracias va hacia Dios Padre), y en que para aquellos que aman a Dios, todo redunda en lo mejor (Rm 8,28). ................................... VI. LA CASA CRISTIANA (5,21-6,9). De la reunin cultual pasa Pablo a hablar de la familia cristiana. Familia, segn la manera de concebir de la antigedad, comprenda la comunidad domstica de marido y mujer, hijos y esclavos. Para todos ellos vale una ley fundamental, que Pablo pone como ttulo de su exhortacin: 5/21 21 Someteos los unos a los otros en el temor de Cristo. Esta exhortacin es tan sorprendente como significativa: este epgrafe constituye literalmente el ltimo miembro de la seccin anterior. All predomina esta idea en forma imperativa: dejaos llenar por el Espritu. Esto se especifica ms: hablndoos mutuamente... cantando... dando constantemente gracias... Y ahora, en la misma lnea de pensamiento, se aade: someteos los unos a los otros. Sin darse cuenta, se pasa del culto a la vida diaria de la familia. No poda Pablo mostrar ms claramente cmo casi sin darse cuenta presupone que la vida cristiana es solamente una; que no hay dos esferas diferentes: Iglesia y casa, domingo y das laborables, liturgia y vida. Del culto parte siempre nueva la comprensin de la voluntad de Dios y la fuerza para llevarla a cabo. Y viceversa, la vida vivida -alegra y dolor, xitos y fracasos, esperanza y preocupacin- es lo que el cristiano lleva consigo, cuando juntamente con sus hermanos celebra la liturgia en la presencia de Dios. En la carta a los Colosenses tenemos un pasaje muy semejante, de suerte que ambos textos se complementan y explican mutuamente: all la mencin de un sentimiento de accin de gracias lleva igualmente a la reunin comunitaria, en la que esta actitud cristiana se exterioriza de forma especial: ensendoos mutuamente en toda sabidura y amonestndoos con salmos, himnos y cnticos inspirados, en la gracia, cantando en vuestros corazones a Dios. Y termina con una alusin, ms explcita an, a toda la anchura y longitud de la vida diaria: Y todo lo que hagis en palabra u obra, todo en el nombre del Seor Jess, dando gracias a Dios Padre por medio de l (3,16s). Para Pablo la familia cristiana se construye sobre la recta sumisin de sus miembros. Esto vale tambin para toda otra familia bien ordenada. Lo especficamente cristiano es que esta sumisin natural o, mejor, exigida por la naturaleza, debe prestarse en el temor de Cristo, o sea en el santo y respetuoso temor ante la presencia de Cristo el Seor. Este hecho da a toda la vida una nueva consagracin y hace que la sumisin, que antes les resultaba tan pesada a los hombres, parezca ms ligera. Reconcilia, adems, la sumisin con la dignidad de la persona, y da a la recta ordenacin un fundamento bsico, sobre todo all donde la cortedad de la parte poseedora del mando pondra en peligro esta ordenacin. 1. MUJER Y MARIDO (5,22-33).

a) Las mujeres somtanse a los maridos (5/22-24). (21 Someteos los unos a los otros en el temor de Cristo.) 22 Las mujeres somtanse a los propios maridos, como al Seor. 23 Porque el marido es cabeza de la mujer, como tambin Cristo es cabeza de la Iglesia, su cuerpo, del cual es tambin salvador. 24 Ahora bien, como la Iglesia se somete a Cristo, as tambin las mujeres a sus maridos en todo. Las mujeres deben estar sometidas a sus maridos, como al Seor. Esta conjuncin como -segn el uso del griego- tiene un empleo de analoga de proporcin, que aqu est condicionada por la frase en el temor del Seor: la mujer se somete al marido precisamente porque, actuando as, se somete al Seor. Porque el marido es cabeza de la mujer, como tambin Cristo es cabeza de la Iglesia, su cuerpo, del cual es tambin salvador. El matrimonio debe imitar la relacin de Cristo con su Iglesia. As como Cristo es la cabeza de su Iglesia, as tambin el marido lo debe ser de su mujer. Con la palabra cabeza se quiere indicar ante todo la postura de seor y amor. Cristo es ciertamente, en su calidad de cabeza de la Iglesia, mucho ms que eso 29: es fuente de su vida, fundamento y fin de su crecimiento, cosa que no lo es el marido con respecto a su mujer. Ciertamente Pablo quiere limar esta actitud dominadora del marido, excluyendo toda clase de egosmo y de abuso de suficiencia. Por eso aade esta sorprendente percopa: Cristo, salvador de su cuerpo. La autoridad del marido debe estar toda ella dirigida a la salvacin de la mujer, en la misma medida en que Cristo adopta esta actitud con respecto a su Iglesia 30. As ve Pablo esta relacin por parte del marido. Ahora intenta colarse en la perspectiva de la mujer. Ahora bien, como la Iglesia se somete a Cristo, as tambin las mujeres a sus maridos en todo. Indudablemente, al formularse la proposicin fundamental por partida doble, se quita la posibilidad de todo equvoco. Al marido atribuye el Apstol el papel moderador y directivo del matrimonio, mientras que a la mujer la considera como subordinada. Y esta relacin vale en todo, o sea en todas las circunstancias de la convivencia del matrimonio. Lo nuevo que hay aqu es la perspectiva religiosa. A ambas partes se exhorta a vivir esa ordenacin a partir de la fe. El marido debe entender su papel directivo como un camino para la salvacin, segn el modelo de Cristo; y la mujer debe prestar su obediencia como si fuera un servicio de sumisin hecho directamente a Cristo. Una verdad religiosa valedera y permanente debemos verla en el hecho de que la vida comn en el matrimonio se considera como realizacin de la fe y de la vida de la gracia. Pero la comparacin que Pablo toma de la relacin de los sexos y de los cnyuges, debemos entenderla en su condicionamiento histrico y temporal. Corresponde generalmente a la precaria posicin de la mujer en el mundo antiguo, y especialmente a la educacin rabnica del propio Pablo. Ciertamente en aquel tiempo se abra ya paso una ms alta e igualitaria estima de la mujer. En el mismo Jess aparecen, como podemos fcilmente reconocer, ciertas cosas francamente claras: el hombre y la mujer son, por su propia creacin, del mismo valor esencial a los ojos de Dios. Esto, sin embargo, no haba sido llevado completamente a la vida prctica en la poca apostlica. Pero los versculos

siguientes demuestran que Pablo estaba ya en esa direccin. ...............


29. Para 1,22 y 4,16. 30. As puede entenderse esta expresin (salvador del cuerpo). Pero es discutible si con ello queda suficientemente explicada esta frmula sorprendente. Pues, aunque para nosotros es tan frecuente tratar a Cristo como Salvador (soter), en el NT es muy raramente designado con este ttulo; en san Pablo, aparte de las tardas cartas pastorales, solamente aparece en Flp 3,20. All es el salvador de los fieles (como Lc 2,11) o el salvador del mundo (como Jn 4,42), resultando completamente nica la determinacin salvador de su cuerpo.

............... b) Maridos, amad a vuestras esposas (5/25-32). 25 Los maridos amad a vuestras esposas, como tambin Cristo am a su Iglesia y se entreg por ella, 26 para santificarla, purificndola con el bao de agua en la palabra, 27 para presentrsela a s mismo toda gloriosa, sin mancha, sin arruga o cosa parecida, sino, por el contrario, santa e inmaculada. As como para las mujeres Pablo solo tena una exhortacin: Estad sumisas, as para los maridos no tiene ms que una tambin, fundamental y que lo abarca todo: Amad a vuestras esposas. Y otra vez Cristo es el modelo: como Cristo am a su Iglesia y se entreg por ella. Pero aqu tambin tiene que haber algo ms que una simple comparacin. La actuacin de Cristo por su Iglesia tiene que constituir la base del amor del marido por su mujer: porque Cristo se ha entregado por su Iglesia en amor, y el matrimonio es como la reproducin de la relacin de Cristo con su Iglesia, por esto precisamente deben los maridos amar a sus mujeres, y por su parte comunicar este amor en una entrega dispuesta al sacrificio. El fin, al que debe apuntar la entrega de Cristo en la cruz, es precisamente la liberacin del poder de las tinieblas, y del juicio de la ira de Dios, o sea, en una palabra, el perdn de los pecados (Gal 1,4). Aqu se subraya fuertemente el lado positivo de esta obra redentora: la santificacin 31; y no tanto la santificacin de los individuos, cuanto la santificacin de la Iglesia en su conjunto. Esta santificacin se logra por el bautismo constante de sus miembros siempre nuevos. Es al mismo tiempo purificacin y santificacin. La expresin bao de agua en la palabra es equivalente a lo que la teologa llama sacramento: una materia, el bao de agua, a la que sobreviene la palabra -la frmula bautismal- como forma que da sentido. En la palabra significa segn la manera de hablar semtica juntamente con, acompaado de. Ahora se describen los detalles de la santificacin. Cristo se ha entregado en la cruz de la Iglesia, para presentrsela a s mismo toda gloriosa. La palabra presentar puede considerarse como expresin tcnica del acto de llevar a la novia. As lo emplea tambin san Pablo cuando se describe como padrino, que lleva a Cristo la Iglesia de Corinto como una virgen pura (2Cor 11,2). Ahora bien, este padrinazgo lleva consigo una tarea de formar, perfilar, perfeccionar y embellecer, como se pone de manifiesto en la manera como Pablo, en la carta a los Colosenses, habla de su trabajo apostlico como un presentar a todo hombre perfecto en Cristo (1,28). En nuestro pasaje se pone de relieve que Cristo es su propio padrino, o sea que l

mismo lleva a la Iglesia como novia gloriosamente. l mismo es el que prepara a la novia, el que hace que est sin mancha, sin arruga o cosa parecida, sino, por el contrario, santa e inmaculada. Pero en qu sentido es realmente la Iglesia tan gloriosa, tan pura, tan inmaculada y virginal? Se quiere indicar con ello a la Iglesia de los ltimos tiempos, completamente purificada por las bodas eternas del cordero? Ni mucho menos; por el contrario, siendo ya obra maestra de su esposo, la Iglesia es ya ahora gloriosa e inmaculada. Y lo que despus quedar manifiesto, no ser ms que la belleza, que ya ahora posee escondida. An ms: Pablo piensa en la Iglesia, tal como surge del bautismo: siempre nueva, radiante y pura. Lo que ella hace por s misma, no lo dice el Apstol aqu, ya que est tratando de la comprensin de la entrega sacrificial y del amor de Cristo. ............... 31. Purificacin y santificacin juntamente: Tit 2,14. ............... 28 As deben tambin los maridos amar a sus mujeres como a sus propios cuerpos. El que ama a su mujer, a s mismo se ama. 29 Pues nadie odi jams a su propia carne, sino que la nutre y la calienta, como hace tambin Cristo con la Iglesia, 30 porque somos miembros de su cuerpo. As deben tambin los maridos amar a sus mujeres como a sus propios cuerpos. El pensamiento no es completamente nuevo, ya que se reduce a destacar una dimensin de la actuacin ideal de Cristo, de la que se dijo algo antes al presentar a Cristo como salvador de su cuerpo, que es la Iglesia. Aqu emerge claramente la consideracin del amor de la cabeza por su propio cuerpo. Esto es lo que debe tambin valer para los maridos: el que ama a su mujer, a s mismo se ama. Esta consideracin le sirve al Apstol de motivaci6n esclarecedora, que a pesar de la brevedad de su expresin invita a ser llevada a sus ms pormenorizadas consecuencias. Nadie odi jams a su propia carne, sino que la nutre y la calienta, como hace tambin Cris?o con la Iglesia. Odiar no hay que tomarlo en el sentido fuerte que tiene la palabra en castellano: para los semitas odiar era lo mismo que amar menos a uno que a otro32. Y as uno odia en la medida en que no ama, o que descuida a alguno a quien debiera amar, tratndolo fra e indiferentemente. Ahora es cuando vendra bien, como un grado superior, lo que nosotros entendemos propiamente por odiar: aversin propiamente dicha, que desea el mal para los otros. Verdaderamente lo nico que hace falta es que el marido cultive a su mujer, como cada uno se preocupa por su propio bienestar y su propia salud, evitando el dolor, curando las heridas y eliminando toda incomodidad. Otra vez Cristo se presenta como ideal de este cultivo y cuidado de su cuerpo (que es la Iglesia). Por tercera vez se emplea la expresi6n fundamental y apremiante: como tambin Cristo. Qu quiere Pablo con ese alimentar y calentar, podemos deducirlo de lo que se dice en 4,16: ...del cual todo el cuerpo recibe unidad y cohesin... En esa obra de unificacin y de ajustamiento est l presente actuando y procurando nicamente que el cuerpo crezca y llegue a su madurez en el amor. Y al tratarse aqu de alimentar, es posible que se haga alusin al hecho de que Cristo alimenta a este cuerpo consigo mismo, con su carne y sangre eucarsticas, expresin visible y tangible de una vida en Cristo, que nos vitaliza y nos mantiene a todos, pues

somos miembros de su cuerpo. ............... 32. Cf. Lc 14,26 con eI paralelo Mt 10,37. ............... 31 Por lo cual dejar el hombre al padre y a la madre, y se unir a su mujer, y resultarn los dos una sola carne. 32 Este misterio es grande; me refiero a que se aplica a Cristo y a la Iglesia. 33 En todo caso, tambin vosotros, que cada uno ame a su mujer como a s mismo, y la mujer respete a su marido. Sin una frmula de introduccin, como es corriente cuando aduce una cita de la Escritura, Pablo pone por delante el texto del Gnesis: Por lo cual dejar el hombre al padre y a la madre... (Gn 2,24). Ordinariamente se entiende este texto del matrimonio natural. No as Pablo. l ve ah expresado un profundo misterio (este misterio es grande) y aade la razn por qu lo considera tan grande: ...se aplica a Cristo y a la Iglesia. O sea: yo entiendo esta obra de Dios como realizada en Cristo y en la Iglesia. Directamente se trata de la primera pareja humana. Pero para Pablo Adn es figura de Cristo, el segundo Adn. Lo que vale para el primer Adn, encuentra en el segundo su sublimacin y cumplimiento. As entiende Pablo el texto del Gnesis: Cristo y su matrimonio con la Iglesia, y por eso lo presenta verdaderamente como un misterio grande. El texto trata tambin, ciertamente, del matrimonio humano, aunque como dependiente de aquel fundamental matrimonio de Cristo con su Iglesia, al que se refiere esencialmente como trasunto suyo. Siendo esto as, el matrimonio humano es algo ms que una mera figura, cuando se realiza entre miembros de Cristo: debe realizar la unin amorosa de Cristo con su Iglesia. As pues, el matrimonio no es solamente figurativo, sino que es una participacin real en lo que Pablo llama el gran misterio: Cristo esposo, un solo cuerpo con su esposa la Iglesia. Esto es lo que hace que el matrimonio sea entendido como un misterio de participacin, un instrumento de la gracia y, por lo tanto, un sacramento. Y el que sea un trasunto de la unin de Cristo, el esposo, y de su esposa la Iglesia, esto es lo que diferencia este sacramento de los otros y constituye su cualidad especfica. Desde esta profunda visin del misterio del matrimonio cristiano -ya que se sita solamente en una perspectiva- vuelve Pablo finalmente a su exhortacin inicial dirigida a los casados. Lo natural sera que despus de todo lo dicho la exhortacin final empezara con un por eso o por tanto, en calidad de resultado o de consecuencia. Sin embargo, el Apstol comienza con un sorprendente en todo caso, con que se prescinde de lo que antecede, como si Pablo quisiera decir: lo hayis entendido o no, lo decisivo es que obris rectamente: En todo caso, tambin cada uno de vosotros, que ame a su mujer como a s mismo, y la mujer respete a su marido. (_MENSAJE/10.Pgs. 141-166)

2. HIJOS Y PADRES (6/01-04). a) Hijos, obedeced a vuestros padres (6,1-3).

1 Los hijos, obedeced a vuestros padres en el Seor, pues esto es lo justo. 2 Honra a tu padre y a tu madre (ste es un primer mandamiento vinculado a una promesa), 3 para que todo te vaya bien y vivas largos aos sobre la tierra. HIJOS/PADRES: La adicin en el Seor no es crticamente segura. Y precisamente cuanto ms espontnea le sale al Apstol, ms extraa es la adicin en una exhortacin dirigida a los hijos. En el lugar paralelo de la carta a los Colosenses se da una motivacin anloga, pero quiz ms acomodada a la inteligencia infantil: Pues esto es a Dios acepto en el Seor (Col 3,20), que pudiera equivaler a pues con esto causis alegra al Seor. El texto de nuestra carta a los Efesios tiene una mentalidad ms legal: pues esto es lo justo. Honra a tu padre y a tu madre. Este cuarto mandamiento no se presenta ahora simplemente en su conocida forma ni se incluye en la correspondiente formulacin mecnica. Pablo se interrumpe a s mismo, y aade: ste es el primer mandamiento vinculado a una promesa. Esto no podra entenderse en el sentido de primer mandamiento del declogo, al que se le aade una promesa. En este sentido sera mejor el nico de los diez mandamientos. Tampoco se puede entender como el primero de la llamada segunda tabla33. Es un primer mandamiento en el sentido de su rango y categora. Ya entre los rabinos el cuarto mandamiento era considerado como uno de los difciles, o sea de los importantes, an ms, como el ms difcil entre los difciles. En su calidad de primero, este cuarto mandamiento est sealado por la promesa aadida. En un texto legal, en una enumeracin de mandamientos, se puede indagar qu significa cuando el legislador, por as decirlo, se sale de su papel, como aqu, para aadir una promesa: para que te vaya bien y seas longevo sobre la tierra. A Pablo aqu no le interesa directamente la promesa como motivacin, sino que su intencin es subrayar cmo por medio de esa promesa Dios mismo le ha dado al cuarto mandamiento un vigor singular. Por eso est fuera de lugar preguntarse aqu cmo entiende Pablo aquella promesa veterotestamentaria referente a la felicidad y a la longevidad. En todo caso el Apstol estaba lleno de una esperanza completamente distinta y en pocos otros textos lo ha subrayado tanto como en nuestra carta (cf. 1,12.18). ............... 33. En ambos casos habra que esperar el artculo, que falta en el texto original (como tambin en Mc 12,28s). ............... b) Padres, educad cristianamente a vuestros hijos (6,4). 4 Y vosotros, padres, no provoquis a vuestros hijos, sino, por el contrario, formadlos en la educacin y en la admonicin del Seor. PADRES/HIJOS: En la carta a los Colosenses hay una exhortacin paralela: los padres, no exasperis a vuestros hijos, para que no se encojan de nimo (3,21). No hay ms que leer los textos relativos a la educacin, que se encuentran en el Eclesistico y que son tremendamente unilaterales, para poder medir los progresos que la pedagoga de Pablo supone en cuanto a la consideracin respetuosa del nio. All educacin era equivalente a castigo corporal, y la motivacin fundamental de una buena -o sea, dura-

educacin no era el bien del nio, sino procurar al padre una vejez tranquila y venerable 35. Desde aquello a la exhortacin paulina hay gran trecho: Los padres, no provoquis a vuestros hijos. En el campo de la educacin esto supona como la primavera de una edad nueva. El nio no tiene por qu ser el objeto de la excentricidad paterna. Esto es lo que irrita, provoca y amarga: un carcter no dominado y egosta, tras el cual no hay ms que un yo mezquino y ningn amor grande. En el nio, por el contrario, hay una fina sensibilidad para captar lo que es justo y lo que procede de un autntico amor, aunque tenga apariencias duras. Pablo pone tambin en guardia contra el comportamiento que pudiera causar en los nios un hasto del padre, predisponindolo contra l y contra todo lo que huela a padre. La prdida es ms catastrfica de lo que pudiera aparecer a primera vista. El padre debe ser para el nio no un concepto, sino un mundo, un mundo de bondad, de calor, de fuerza, de seguridad en esta fuerza. Lo que para el nio es el propio padre, lo ser tambin el Padre del cielo, cuando aprenda a rezar Padre nuestro.... De dnde sabra lo que significa padre, si no es de la propia experiencia profunda en el tiempo de la mayor sensibilidad? ...por el contrario, formadlos en la educacin y en la admonicin del Seor. Ambas expresiones tienen en el lenguaje de la Sagrada Escritura un acento particularmente fuerte. Se podra traducir en la educacin y en la reprensin, se podra pensar en educacin con mano dura y con palabras de reproche. Pero lo decisivamente nuevo est en la adicin del Seor. Esto quiere decir: educad a vuestros hijos con pedagoga cristiana, con una pedagoga, en la que Cristo, su obra, su persona sean motivo predominante, ideal decisivo y finalidad absoluta. Algunos echarn de menos que aqu no se habla de la madre. Cmo imaginar una educacin de los hijos sin que a la mujer, precisamente como madre, no le toque una gran parte? MUJER/PABLO: Efectivamente la posicin de la mujer no era para Pablo, procedente del judasmo, la misma que ha resultado despus en el curso de muchos siglos de cultura cristiana. Esta posposicin de la mujer, que, por otra parte, extraa en san Pablo, est condicionada por las circunstancias de la poca. Sin embargo, hay que reconocer que en nuestro texto no falta la madre, ni mucho menos. Al principio (v. 1) aparece bajo la denominacin comn padres: Hijos, obedeced a vuestros padres. Y cuando despus (v. 4) la palabra del texto original correspondiente a padres no incluye la madre, seguramente se hace as porque para la madre es mucho menos urgente la recomendacin de no provocar a sus hijos. Cuando al final se recomienda a estos padres un estilo cristiano de educacin, se debe sin duda al hecho de que la educacin paterna est ms dominada por la rigidez y la dureza. Por el contrario, la mujer, que en su aceptacin de la voluntad del marido se hace una cosa con l, no dejar de colaborar con su talante maternal, que es para ella un puro don. Y cunto realmente se ha ganado con ese servicio, lleno de cristiana generosidad y silenciosamente sacrificado, que la madre rinde al hijo! De esta manera la mujer garantiza la paz de la familia y es la primera en crear para los hijos un verdadero hogar. ............... 35. Eclo 30,1-13. ...............

3. ESCLAVOS Y AMOS (6/05-09). a) Esclavos, obedeced a Cristo en vuestro amo (6,5-8) 5 Los esclavos, obedeced a vuestros amos segn la carne con temor y temblor, en la sencillez de vuestro corazn, como a Cristo, 6 no con un servicio meramente para ser vistos, como quienes agradan a hombres, sino como servidores de Cristo que hacen la voluntad de Dios con toda el alma, 7 sirviendo con buena voluntad como al Seor y no como a hombres, 8 sabiendo que cada cual, conforme al bien que hiciere, recibir del Seor, sea esclavo, sea libre. Queda todava una palabra para los esclavos y los amos, y as con esto se completa el cuadro domstico, o sea la instruccin familiar (en el sentido de los antiguos). De los esclavos slo exige Pablo una comprensin de su vocacin desde una altura y profundidad equivalente al nivel desde el cual los fundadores de rdenes religiosas exigieron ms tarde a sus subordinados voluntarios con respecto a sus superiores puestos por Dios. Sin embargo, en esta situacin hay que hacer serios esfuerzos para admirar la naturalidad con que Pablo presupone un espritu de fe en aquellos cristianos, sencillos y muy poca maduros todava. As como la mujer debe ver a Cristo en su marido y slo as someterse a l, as tambin el esclavo debe obedecer a Cristo en su amo, no solamente en lo bueno. sino en las contrariedades (cf. lPe 2,18). El apstol pide un santo respeto. Esto es lo que quiere decir en el lenguaje bblico la expresin con temor y temblor, y la adicin en la sencillez de vuestro corazn 36. Esta sencillez hay que tomarla en el sentido estricto de la palabra. Es la postura del hombre interior, que solamente conoce un nico objetivo, al que sirve sin segundas intenciones con toda su fuerza y con plena entrega. As tambin debe el esclavo ver en su seor slo a Cristo, al que entrega todo su esfuerzo y actuacin. Deben tenerse por esclavos de Cristo y hacer la voluntad de su seor tan de corazn como nicamente se puede hacer la voluntad de Dios de lo ms profundo del alma. Lo contrario de esto sera servir para ser visto, es decir, para agradar a los hombres, servir mientras est encima el ojo vigilante del amo. Estos son los hombres dobles (lo contrario de un corazn sencillo), divididos entre el servicio ficticio y los deseos del propio corazn. No as el esclavo de Cristo. Pablo repite la idea fundamental y reconoce con ello que no es tan simple lo que l exige: con buena voluntad deben servir, porque sirven al Seor y no simplemente a los hombres. Y aqu vuelve otra vez la idea de la recompensa: en el fondo trabajan para s mismos, por mucho que parezcan ser instrumentos de una voluntad extraa. Para ellos vale igual que para los otros el mismo principio: Cada cual, conforme al bien que hiciere, recibir... ............... 36. Cf. 2Cor 7,15; Fil 2,12. ............... b) Amos, pensad en el nico amo-verdadero (6,9).

9 Y vosotros, los amos, haced lo mismo con ellos. Dejad de lado las amenazas, sabiendo que en los cielos est el Seor tanto de ellos como de vosotros, y en l no hay acepcin de personas. ...haced lo mismo con ellos. Aqu es patente la incongruencia e insuficiencia de la expresin. Los esclavos deben rendir a sus amos servicio y obediencia. Tendrn que hacer lo mismo los amos con respecto a los esclavos? De ninguna manera: Pablo no piensa en la actuacin diferencial de esclavos y amos; est obsesionado por la idea que a unos y a otros es comn: o sea, que su obrar y actuar tiene validez ante el Seor y no ante los hombres. Tan profundamente domina esta idea a san Pablo, que involuntariamente exige de ambos hacer lo mismo. Y as no debe haber entre ellos ni rias, ni amenazas, ni gritos, puesto que deben ser conscientes de que en realidad slo uno es el Seor, al cual pertenecen esclavos y amos, y de que ante su tribunal slo cuenta el bien y el mal que cada uno haya hecho, sea esclavo, sea libre. Pablo se ha dirigido a la mujer y al marido, a los hijos y a los padres, a los esclavos y a los amos. A primera vista, parece inconsecuente la ordenacin de la serie, y nos resulta difcil hablar de mujer y marido en vez de marido y mujer. Lo mismo vale para las otras dos parejas. Y es que la ordenacin de la serie no se ha hecho segn la dignidad y el rango, sino segn la mayor urgencia de la exhortacin que Pablo ha dirigido a toda la familia y que pudiera resumirse en este principio: estad sumisos. De las tres parejas, siempre se dirige el Apstol a la parte subordinada. Esto conecta con su predicacin de la nueva libertad, de la supresin de toda diferencia en Cristo, donde no hay ya circunciso ni incircunciso, brbaro, escita, esclavo, ni libre, sino solamente Cristo todo en todos (Col 3, 11). O ms todava en consonancia con nuestro texto, en la carta a los Glatas: Ya no hay judo ni griego, ya no hay esclavo ni libre; ya no hay varn ni hembra, pues todos sois uno en Cristo Jess (Gl 3,28). ................................ VII. REVESTfOS DE LA ARMADURA DE DIOS (6/10-22). 1. HACE FALTA LA ARMADURA DE DlOS (6,10-13). 10 En definitiva, fortaleceos en el Seor y en la fuerza de su poder. 11 Revestos de la armadura de Dios, para que podis resistir contra las maniobras del diablo; 12 porque no va nuestra lucha contra carne y sangre, sino contra los principados, contra las potestades, contra los dominadores de estas tinieblas, contra los espritus de maldad, que estn en los cielos. 13 Por lo cual, tomad la armadura de Dios, para que podis resistir en el da malo y, tras haberlo cumplido todo, quedar dueos del campo. FE/LUCHA LUCHA/BATALLA: Pablo empieza esta seccin con una frmula que nos sugiere el final (en definitiva). Por eso su lenguaje toma vuelo: hay que despedirse y sabe Dios hasta cundo. Fortaleceos en el Seor y en la fuerza de su poder. Con toda la fuerza de Dios quiere el Apstol que se armen sus fieles. No tienen por delante tranquilidad y seguridad, sino lucha, y para ella hay que estar armados. Pero la armadura tiene que

venir de Dios, para que todo tenga un final feliz. Si se tratara de una lucha de hombre a hombre, cabra esperar algo de las fuerzas humanas. Pero es una lucha con adversarios completamente distintos. Aqu aparecen otra vez las potestades, los principados y las dominaciones, de las que ya se hablaba al principio de nuestra carta, cuando Pablo celebraba la elevacin de Cristo, el resucitado, sobre todas las potencias anglicas (1,21). Pero all todava quedaba en duda de qu clase eran aquellas potencias anglicas. Aqu, por el contrario, se presentan claramente como potencias enemigas de Dios, que estn al servicio de Satn y por eso se llaman expresamente espritus de maldad 37. Irrumpen contra los adeptos de aquel que en la cruz las derrot radicalmente. Y tanto ms salvaje es su desesperado bramido, cuando ms corto saben que es el tiempo que les queda y mientras ms vano es su esfuerzo, ya que arremeten contra aquel que los ha dominado de una vez para siempre. Y en ltimo trmino, Cristo mismo es la armadura de Dios, como puede verse por la enumeracin detallada de sus elementos componentes: coraza, escudo, casco o espada. La armadura de Dios est preparada, pero hay que ponrsela, y esto es cosa de cada uno. Por eso se exhorta otra vez: tomad la armadura de Dios para que podis resistir en el da malo -o sea los ltimos tiempos, en los que hay que contar con un recrudecimiento de los enemigos de Dios derrotados 38- y, tras haberlo cumplido todo, quedar dueos del campo. Quiere decir: despus que hayis vencido a todos los enemigos. O tambin: despus que hayis realizado todo lo que estaba en vuestro poder. La victoria es, en definitiva, de Dios, pero l vencer una vez ms por medio de Jess y con vosotros. ............... 37. Se trata de la misma potencia anglica, que en un lenguaje metafrico de la poca se llama en 2,2 el en de este mundo, el prncipe de la potestad del aire. A esta potestad del aire se hace referencia, cuando en nuestro texto, como tambin en 3,10, se hace mencin del cielo como la residencia de estas potestades anglicas, que desde ah irrumpen sobre sus victimas. 38. Para 5,16 ............... 2. EN QU CONSISTE LA ARMADURA DE DlOS (6,14-17). 14 Manteneos firmes, ceidos con la verdad, revestidos con la coraza de la justicia, 15 calzados con la prontitud del evangelio de la paz, 16 embrazando, en todo momento, el escudo de la fe, con el que podris apagar los dardos inflamados del maligno. 17 Tomad tambin el casco de salvacin y la espada del Espritu, que es la palabra de Dios. Por tercera vez insiste Pablo en la misma exhortacin. Por ello se puede rastrear cun grande piensa l que es el peligro y cmo teme que se le eche poca cuenta. Son potencias invisibles que actan realmente; son maniobra del diablo, que hay que deshacer. Su manera de luchar se distingue por la astucia y por la insidia. Estas potencias espirituales son dominadoras de las tinieblas, que actan en lo invisible, en lo impalpable, y no hay nada que ms les guste que pasar inadvertidos, y quedar ocultos bajo mscaras de todo gnero.

No es correcto preguntarse por qu, en los siguientes versculos, se compara la verdad con el ceidor, la justicia con la coraza, la paz con el calzado, la fe con el escudo, la salvacin con el casco y la palabra de Dios con la espada. Pablo slo piensa en la metfora global de la armadura de Dios. En todo caso se trata de dones de Dios al presentar la verdad, la justicia, la paz y la fe como partes constituyentes de la armadura de Dios. ...ceidos con la verdad, se refiere a aquella verdad, de la que se trata en 1,13: En l, tambin vosotros, tras haber odo la palabra de verdad, la buena nueva de vuestra salvacin, aquella verdad, que el cristiano tiene que vivir en el amor como tarea especifica (4,15). ...revestidos con la coraza de la justicia. La misma metfora de la justicia como coraza aparece tambin en el Antiguo Testamento 39, pero all es Dios mismo el que se arma con su justicia para la lucha. En nuestro texto la referencia bblica es patente, pero la justicia significada es completamente distinta. Aqu se trata de la justicia que Dios proporciona y que es la nica que para l cuenta, no la justicia que se apoya en la propia fidelidad a la ley. Pablo hace esta distincin en la carta a los Filipenses: No reteniendo una justicia ma, que proviene de la ley, sino la justicia por la fe en Cristo, la justicia que proviene de Dios y se apoya en la fe (Fil 3,9). Y si en la primera carta a los Tesalonicenses aparece como coraza no la justicia, sino la fe y el amor (5,8), esto demuestra la libertad con que Pablo utiliza las imgenes y lo poco que hay que tomarlas al detalle. ...calzados con la prontitud del evangelio de la paz. Pablo se est refiriendo claramente a un texto de Isaas: Bienvenidos sean sobre los mentes los pies del mensajero de paz que anuncian la paz, que traen la buena nueva, que anuncian la salvacin (Is 52,7). Esta clara alusin al texto del profeta obliga a entender por prontitud del evangelio no la disposicin a comprender lo que ofrece el evangelio, sino la disposicin a proclamar el evangelio de la paz por medio de la predicacin de aquel que es nuestra paz, porque ha unido en un nuevo hombre a dos hermanos enemistados y los ha reconciliado con el Padre (2,14-17). Y tanto ms clara es la alusin de Pablo a esta bsica institucin de la paz, cuanto ms patente est en las palabras de Isaas: Y l ha proclamado paz a los que estn lejos y a los que estn cerca (Is 57,19). Esta prontitud para la proclamacin del evangelio es en toda la armadura la nica pieza que denota espritu de ataque y deseo de conquista; todas las dems se refieren ms bien a la defensa. Ello quiere decir que esta paz se considera como un recurso blico contra las potencias de las tinieblas. Su tendencia se dirige a la enemistad y a la desavenencia; cada pieza de paz y de unidad en el mundo humano es para ellos una derrota. ...embrazando en todo momento el escudo de la fe. La palabra usada para escudo no indica el pequeo escudo redondo, sino el escudo grande que cubre completamente al guerrero. Con la expresin en todo momento se piensa en la significacin universal y bsica de la fe. Ello recuerda a 2,8: Por la gracia habis sido salvados mediante la fe, y esto no proviene de vosotros: es don de Dios. Ahora viene una alusin a la eficacia de las armas: con el escudo de la fe con el que podris apagar los dardos inflamados del maligno. Uno esperara que el escudo hiciera rebotar los dardos. Sin embargo, al decir apagar, Pablo, descuidando la fidelidad a la metfora, quiere indicar dnde est el peligro: los dardos pueden estar encendidos, y hay que apagar el fuego. La salvacin, figurada en el casco de salvacin, se refiere al mismo contenido de la salvacin: la esperanza de la salvacin completa, a la cual hemos sido llamados. Esto es lo

que a Pablo le preocupa especialmente en esta carta. Recurdese cmo peda para las suyos iluminados los ojos de vuestro corazn, para que sepis cul es la esperanza de su llamada (1,18), es decir: la esperanza a que Dios mismo nos ha llamado. Y el mismo hecho de que toda la exhortacin a llevar una vida cristiana est imperada por este pasaje: Os exhorto a portaros de una manera digna de la vocacin a que habis sido llamados (4,1), demuestra que para Pablo esto significa conducirse como hombres cuya vida entera est proyectada hacia un encuentro vital con la gloria. Y as realmente la esperanza, la alegra agradecida del corazn, es una defensa contra la tentacin y el ataque, que muy bien puede compararse con un casco duro y firme. La espada es la palabra de Dios, y es el Espritu el que la convierte en un arma eficaz. l ha sido el que nos ha dado la palabra de Dios, l solo puede hacer que se convierta en una fuerza para nuestra vida. La palabra de Dios es comparada frecuentemente, tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo, con una espada 40. San Juan contempla a Cristo en una grandiosa visin: ...de su boca sala una aguda espada de dos filos (Ap 1,16), y en la carta a los Hebreos est el clebre texto: La palabra de Dios es viva y operante, y ms aguda que una espada de dos filos; penetra hasta el mismo lmite del alma y del espritu, de las articulaciones y de las junturas, y discierne las intenciones y cavilaciones del corazn (4,12). Para nosotros es palabra de Dios, ante todo, la Sagrada Escritura. Y si es una espada, hay que manejarla con la mano; por tanto, se necesita mucha resistencia y un incansable entrenamiento. La palabra de la Escritura tiene que estar a nuestro alcance, o sea tenemos que conocerla; tiene que convertirse en una ntima y vital posesin. Con ella conoceremos las artimaas de Satn, y la correspondiente receta para superar cada una de ellas. El mismo Seor nos ha dado ejemplo de ello en aquel duelo con Satn del que hablan nuestros Evangelios (Mt 4,1-11). ............... 39. Is 59,17; Sb 5,18. 40. Cf. Is 49,2; Sb 18,15s ............... 3. EXHORTACIN A ORAR CON PERSEVERANCIA (6,18-22). a) La oracin es necesaria para todos (6/18-20). 18 Con toda clase de oracin y splica, orad en toda ocasin en el Espritu y vetad unnimemente en toda reunin y splica por todos los santos; 19 y tambin por m para que Dios ponga su palabra sobre mis labios y me conceda anunciar con valenta el misterio del evangelio, 20 Cuyo embajador soy aun entre cadenas, para que pueda confiadamente hablar de l como conviene. ORA/NECESIDAD: En ntima conexin con lo precedente (no empieza una nueva percopa) llega Pablo a pedir a sus fieles ayuda de oraciones. Esta original conclusin hace suponer que para Pablo en la armadura de Dios tambin la oracin desempea un importante papel. Por otra parte, si deja por ahora la metfora militar, hay que tener en cuenta que en la exhortacin a velar queda todava un eco de ella. Pablo es exigente: el luchador cristiano debe mantenerse en la lucha como quien se entrena con toda clase de

oracin: accin de gracias, alabanza, splica; como quien en toda ocasin, en toda situacin, siempre est orando; como quien no tiene bastante con el da entero y emplea la noche para orar con perseverancia. Quizs el mismo Pablo no sepa el alcance de su exhortacin: sencillamente urge, con la expresin toda tres veces repetida, a que el cristiano quede totalmente comprometido: todo su tiempo, toda su fuerza, toda su capacidad. Pablo subraya frecuentemente en sus cartas la necesidad de esta oracin insistente. l mismo la practica: ...orando insistentemente da y noche (lTes 3,10). Velar por la noche lo une al esforzarse y al ayunar (2Cor 6,5). Insistentemente se acuerda de Timoteo da y noche en sus oraciones (2Tim 1,3). Y no es ciertamente una frmula vaca cuando tan frecuentemente encabeza as sus cartas: No ceso de dar gracias por vosotros haciendo mencin en mis oraciones (1,16). Esto mismo desea l del cristiano: Estad siempre alegres, no dejis nunca de orar. En toda circunstancia celebrad la accin de gracias: esto es lo que de vosotros quiere Dios en Jesucristo (ITes 5,16-18). As ocurre tambin en nuestro texto. ORA/COMO: Cmo hay que orar? En el Espritu, dice Pablo, y en la carta a los Romanos se explica en qu consiste esto: El Espritu viene en ayuda de nuestra incapacidad: pues nosotros no sabemos qu hay que hacer para orar como Dios manda; sino que es el Espritu mismo el que aboga por nosotros con clamores inexpresables; y el que sondea los corazones sabe muy bien cul es la tendencia del Espritu, ya que aboga por los santos segn las exigencias de Dios (8,26-27). Se trata de una oracin, que no procede de la propia iniciativa, una oracin que penetra en las mismas intenciones de Dios, una oracin que escucha hacia dentro, que sigue todas las exigencias del Espritu y que, por tanto, pone su confianza en esta divina oracin que se realiza en nosotros, pero que no renuncia a nuestra propia oracin. El objeto de esta oracin debe ser todos los santos y el mismo Apstol. Por todos los santos, o sea por el pueblo de Dios, por la Iglesia, el cuerpo de Cristo, para que crezca hacia fuera y hacia dentro hasta llegar a su madurez. Este crecimiento, como hemos visto (4,16), procede de la cabeza, de Cristo; pero l construye su cuerpo a travs de la aportacin de cada miembro en beneficio de los otros y del conjunto. Pablo est convencido de que esta aportacin consiste, en gran parte, en la oracin intercesora. l mismo sabe que necesita de ella. Podra parecer extrao que a pesar de la gracia apostlica, que se le ha concedido, tenga que acudir a la oracin de los fieles; pero es as, sin duda: aqu como en otras partes se dirige a los fieles, como si se sintiera indefenso sin sus oraciones, como si de sus oraciones dependiera que a l se le conceda la palabra justa en la proclamacin del evangelio y -lo que an es ms sorprendente- que se le abra la boca para hablar como Dios y su misin le exigen (Col 4,2-4). Este temor angustioso de que le faltar nimo tendr que ver con su situacin de prisionero? No lo sabemos. En todo caso, hace mencin de esta situacin suya, pero insistiendo con orgullo en que aun entre cadenas es embajador del misterio, que es el mismo Cristo. Pero esta percopa nos demuestra ante todo lo que para Pablo significa realmente vivir con y en la Iglesia, tal como l se imagina a sus cristianos: en constante comercio de oracin con Dios, comprometidos en su pensamiento, en sus deseos, en sus preocupaciones, unificados con el gozo y el dolor de la Iglesia, con plena conciencia de ser sus miembros. Pablo presupone aqu una profunda conciencia de mutua pertenencia, una comunicacin, realmente viva, de cada uno con todo lo que en el conjunto est por encima de l, un pensamiento comunitario que debiera avergonzarnos a los actuales miembros de

la gran Iglesia. Lo que en ella contaba era: cada uno para todos y todos para cada uno; y no haba quien pensara slo en sus pequeos intereses personales. Si tan grandes son las exigencias, cmo no habra que llegar en ellas hasta el final? Todo esto hace grande e importante esta pequea vida individual: importan para este tiempo y para la eternidad que debe venir, importante para nosotros y para los otros, que son nuestros hermanos, importante -y esto es lo ms sublime- para aquel al que nosotros lo debemos todo y al que por eso pertenece todo nuestro amor. b) Tquico les llevar noticias de l (6/21-22). 21 Y para que tambin vosotros sepis lo referente a m, cmo me encuentro, de todo ello os informar Tquico, el querido hermano y fiel ministro en el Seor, 22 a quien he enviado a vosotros para eso mismo, para que sepis cmo vamos por aqu, y conforte vuestros corazones. Pablo enva a Tquico 41 no como su querido hermano, sino como el querido hermano, pues debe serlo tambin para los destinatarios. Y ser un fiel ministro en el Seor, uno de aquellos en los que Pablo puede confiar que lo arriesgarn todo por la causa del evangelio. Llevar noticias del Apstol y con ellas aliento a sus corazones, aliento del que el corazn cristiano necesita cada vez ms; aliento que consuela y exhorta, estimula y anima. El Apstol ha hecho en este sentido lo mejor que ha podido en la carta que est para terminar. l mismo no puede ir, pero uno de sus colaboradores ntimos, que estaba all cuando Pablo estaba elaborando la carta y que quiz la ha escrito al dictado del maestro, como es el caso de Tercio con la carta a los Romanos, ste aadir ahora a la palabra escrita algo de viva voz, en la que vibrar el latido del Apstol. ............... 41. Casi con las mismas palabras anuncia tambin Pablo a los colosenses a este mismo Tquico (Col 4,7s). La casi literal coincidencia de esta presentacin de Tquico es tan grande, que este hecho, juntamente con las numerosas semejanzas entre Ef y Col, hacen pensar en una casi simultaneidad de la redaccin de ambas cartas. ............... CONCLUSIN DE LA CARTA BENDICIN (6/23-24). 23 Paz a los hermanos, y amor con fe de parte de Dios Padre y del Seor Jesucristo. 24 La gracia sea con todos los que aman a nuestro Seor Jesucristo en la vida incorruptible. La carta, como todas las otras, termina con una bendicin, pero aqu hay una particularidad. Ordinariamente hay saludos personales, gestos mutuos de antiguos

conocidos. Aqu falta este conocimiento personal y el deseo de bendicin es ms bien serio y contenido, pero realmente esencial y profundo. A la comunidad le desea paz. Como hemos visto, sta es la frmula oriental de saludo. Este concepto de paz fue madurando en el judasmo a travs de la esperanza en los tiempos del Mesas, y en el lenguaje de la Iglesia primitiva esta paz de Cristo se densific como la salvacin cumplida. De esta paz de Cristo -de Cristo, que es nuestra paz (2,14)ha hablado nuestra carta expresa e insistentemente. Ahora bien, esta paz tiene que actuar en los hermanos con toda su secuela de bendiciones. Para eso desea el Apstol amor con fe. El amor es el que debe conservar la unidad del espritu en el vnculo de la paz (4,3). Un amor que debe proporcionar la fuerza para soportar y perdonar (4,2). Un amor que es, en rigor, la fuerza creadora en la construccin y remate del cuerpo de Cristo 84,16). Pero esto slo lo puede un amor que crece desde la fe y en ella encuentra siempre su apoyo; un amor que en el fondo no es otra cosa que la fe transformada en vida (4,15). Esta fe es un don de Dios (2,8) y no menos el amor, en el que solamente se realiza el amor mismo de Cristo (4,16). Por eso se dice con razn: amor con fe de parte de Dios Padre y del Seor Jesucristo. Finalmente Pablo, para abarcar de una vez todo lo que puede desear, acude a la gracia, en la que hemos sido salvados (2,8), que nos conduce en el Espritu Santo a la redencin definitiva, y que se manifestar finalmente como gloria para honra de Dios (2,7). Esto es lo que el Apstol desea para aquellos que aman a nuestro Seor Jesucristo. Esto es como un rodeo para decir cristiano. Este pensamiento final sobre el amor de los fieles a Cristo tiene un valor especial, ya que es muy raro en san Pablo. Del amor de Cristo a nosotros estn llenas sus cartas. Del amor del Apstol a Cristo numerosos pasajes de sus cartas dan testimonio, pero sin que el verbo amar se refiera expresamente a Cristo como objeto del amor (cf. Fil 1,23). Del amor de los fieles a Cristo hay en san Pablo, a ms de este pasaje, solamente el final de la primera carta a los Corintios: El que no ama al Seor sea anatema (16,22). De toda la literatura epistolar del Nuevo Testamento habra que citar solamente la primera carta de san Pedro. Es el pasaje ms cercano al nuestro: Sin haberlo visto lo amis (1,8). Ahora queda aqu todava una palabra final. Lstima que nos resulte oscura: en la vida incorruptible. La expresin equivale a vida eterna. En un primer momento, se puede aplicar a los que aman a Cristo, que segn nuestra carta tienen ya parte en la vida eterna y ...nos ha hecho sentar en los cielos en Cristo Jess, como Pablo se atreve a decir (2,6). Pero tambin se puede aplicar a Cristo, a quien los creyentes aman en su gloria. En ambos casos tendramos -muy propio para el final de la carta- un reanudamiento del comienzo, donde haba alabado a Dios porque nos ha bendecido con toda bendicin espiritual en los cielos en Cristo (1,3), a nosotros, s, pero -no lo olvidemos- para alabanza de la gloria de su gracia, con la que nos ha agraciado en el Amado (1,6). (_MENSAJE/10.Pgs. 166-186)

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