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George Steiner - El Mago Enamorado 1999 Heidegger en Castellano

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Heidegger en castellano - George Steiner

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Nietzsche en Castellano Derrida en Castellano

en castellano

El mago enamorado GEORGE STEINER


Aparecido originalmente en The Times Literary Supplement , 29 de enero de 1999. Publicado en Revista de Occidente n 220.

La correspondencia de Heidegger con Hannah Arendt y la luz que arroja sobre su filosofa y su actuacin poltica

Martin Heidegger parece dominar, si bien de un modo polmico e incluso enigmtico (an no ha concluido la edicin de sus obras completas, insatisfactoria en tantos aspectos), gran parte del espectro de la filosofa en el siglo que ahora termina y en los siglos venideros. Un reciente estudio indica que el nmero de publicaciones dedicadas a Heidegger, y que abarcan desde los comentarios tcnicos y las investigaciones monogrficas a la biografa, el debate poltico e incluso la ficcin, iguala, si no supera, el de las dedicadas a Platn o Aristteles.

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Aunque su editor general, Edward Craig, es un detractor de Heidegger, la reciente Routledge Encyclopedia of Philosophy est absolutamente llena de la presencia del filsofo alemn. Trminos clave en el idioma de ste -autenticidad, ser, esencia, ontologa, Destruktion, Geworfenheit , die Kehre - son citados y discutidos en un sinfn de contextos. Distintos artculos analizan el peso que Heidegger tiene hoy en proyectos y estudios filosficos de Europa, Norteamrica, Amrica Latina y Extremo Oriente. El papel de Heidegger en hermenutica, fenomenologa, teologa e historia rebasa, por decirlo as, los lmites de sus propios escritos para arrojar su luz y su sombra en todo el paisaje del existencialismo, la deconstruccin y la postmodernidad (movimientos que, en su origen y desarrollo, son a modo de extensas notas a pie de pgina de Sein und Zeit ). Lo ms sorprendente es la atencin que la mencionada enciclopedia presta a Heidegger en relacin con la esttica de la arquitectura, la filosofa del lenguaje, los debates sobre ciencia y tecnologa. La fascinacin, a menudo teida de repugnancia, ante Heidegger aparece en todas partes. Y ha alterado a su vez la situacin de las tradiciones metafsicas y teolgicas anteriores: tenemos la vvida sensacin de que los presocrticos son hoy posteriores a Martin Heidegger, lo mismo que el Platn del Parmnides y el Sofista, el Aristteles que medita sobre el ser o el Toms de Aquino que se ocupa de la esencia. Hay un Kant heideggeriano, un Schelling y, sobre todo, un Nietzsche y un Husserl a los que contemplamos segn las lecturas que Heidegger hace de ellos. Algn otro pensador occidental posterior a Hegel ha ejercido, para bien o para mal, un dominio tan absoluto? Inevitablemente, es imposible desvincular el trabajo y la persona de Heidegger de su implicacin con el nacionalsocialismo. Aunque quizs su compromiso no lleg al de Platn con el tirano de Siracusa, y con toda seguridad fue inferior al de Sartre con el estalinismo y el maosmo, la actuacin de Heidegger durante los diez meses que siguieron al acceso al poder de Hitler en 1933, as como su silencio despus de 1945, provocan una nusea muy especial. Son las dimensiones de la obra, el aura que envuelve a la persona lo que hace inevitable preguntarse si el pensamiento y el discurso heideggerianos no estarn contaminados hasta la raz. No podemos limitarnos a disociar la vida del gran archipilago de su Werk. Justifica esta combinacin de atraccin y repugnancia el creciente inters, en modo alguno desprovisto de obscenidad y de kitsch periodstico, que despierta la relacin entre Hannah Arendt y Martin Heidegger? La celebridad de los dos protagonistas y las circunstancias polticas y filosficas contribuyen a convertirla en un caso muy especial. Pero no estoy seguro de que esta franqueza como nunca existi antes (en la clarividente frase de Pound) no viole un legtimo derecho a. la intimidad. El affaire era bien conocido, al menos en lneas generales, por los amigos ntimos, por el pequeo crculo de personas que rodeaban en Manhattan a Arendt y su confidente, Mary McCarthy, y por testigos como Karl Jaspers y Paul Tillich. Estas res privatae se hicieron pblicas en 1982, en la en muchos aspectos reverencial biografa de Elizabeth YoungBruehl Hannah Arendt: For love of the World. El libro mencionaba una importante correspondencia conservada en el Archivo Literario de

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Marbach, que no se poda publicar y permaneca inaccesible a los investigadores. Por razones que siguen siendo desconocidas, Mary McCarthy, uno de los albaceas testamentarios del legado literario de Arendt, consinti en permitir el acceso a aquel material, aunque con la condicin de que no se citasen directamente las cartas de Heidegger. El resultado fue la publicacin, en 1995, de Hannah Arendt, Martn Heidegger, un relato desafortunado en casi todos los aspectos (vase la resea que publiqu en el Times Literary Supplement el 13 de octubre de 1995), pero al que se prest una gran atencin. Enfrentado a un ingente chismorreo, previendo productos de ficcin como Martin et Hannah, de Catherine Clement (que utilizaba los chismes con inteligencia), Hermann Heidegger, hijo y editor, ha decidido publicar ahora estas Briefe 1925-1975 mucho antes de la fecha inicialmente prevista, entrados ya en el prximo milenio. Publicadas en el formato y con la tipografa de las Obras Completas de Klostermann -un detalle que parece encarecer la importancia de estos documentos para el estudio del desarrollo intelectual y la visin del mundo de Heidegger-, las cartas han sido editadas y anotadas por Ursula Ludz. La claridad de presentacin, la discrecin, a menudo frustrante, de las notas, la escrupulosa serenidad del eplogo del editor, resultan admirables. Sin embargo, muchas preguntas siguen sin respuesta. Menos de una cuarta parte de las cartas aqu publicadas proceden de Hannah Arendt. Qu ocurri con el resto? Escribi ella mucho menos que el maestro, incluso en el apasionado inicio de su relacin? Se perdieron la mayor parte de sus Briefe ? Las destruira Heidegger en su acrrima estrategia de ocultamiento frente a su mujer, Elfriede, y frente a un medio acadmico en el que cualquier revelacin hubiese resultado enormemente perjudicial? Hizo desaparecer la misma Arendt algn. material? Se publican los textos intactos, o bien Ludz, por motivos totalmente plausibles, y desde el interior de la fortaleza heideggeriana, ha optado por omitir algunos pasajes de cariz -digamosertico? No hay puntos suspensivos, ni otras indicaciones tipogrficas de que se hayan llevado a cabo tales supresiones, pero uno no puede evitar preguntarse si existen. En algunos aspectos, estos 168 Dokumente plantean tantas preguntas como aquellas a las que responden. El primer encuentro entre ambos en noviembre de 1924, en el seminario de Heidegger en Marburg, se ha convertido en un acontecimiento legendario. Arendt haba llegado de Knigsberg, la ciudad de Kant, para estudiar con un profesor al que, ya en poca tan temprana, los rumores que circulaban por todos los ambientes acadmicos de Alemania calificaban de rey secreto del pensamiento (lo que supondra la coronacin de la propia Arendt). El chic sensual de Hannah contrastaba llamativamente con la grisura del ambiente estudiantil en el austero provincianismo del Marburgo posterior a 1918. La calculada rusticidad de Heidegger, su hipntico sistema de enseanza, aquellos famosos silencios que reducan a los alumnos ms inteligentes a un fascinado terror, hechizaron a Frulein Arendt . Si podemos fiarnos de lo que nos cuentan los testigos, fue ella la que solicit a Herr Professor -una jugada audaz que evidentemente hizo que l se sintiera halagado y excitado-. Parece ser que fue en febrero de 1925 cuando se lleg a lo concreto, por decirlo con la deliciosa expresin que utiliza Ursula Ludz. La primera y entusiasta carta de Heidegger va dirigida a Liebes Frulein Arendt! Once das ms tarde se pasa a Liebe

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Hannah! Seguirn Liebes y Liebstes . Heidegger ha sido golpeado por lo daimnico; por el rayo heraclteo que iluminar toda su obra. Prcticamente la nica manifestacin que nos ha llegado de los sentimientos de Arendt durante este amanecer exttico es una reflexin un tanto extraa, titulada Schatten (Sombras), enviada desde Knigsberg en abril de 1925. Habla de entrega y de maduracin, pero expresa tambin un malestar casi turbulento. Los arreglos de Heidegger con su joven amante -entre ellos hay una diferencia de edad de ms de diez aos- proporcionan un cuadro de clandestinidad acadmico-burguesa. Hannah sabe cundo reunirse con l -le ha rogado que la posea como y cuando quiera- segn la luz de su estudio est encendida o apagada. Cuando se encuentran en hoteles alejados del centro de las ciudades, durante las giras de conferencias de Heidegger, ella no puede tomar el tranva siguiente al de l. Por mucha que sea la pasin, hay que respetar las convenciones del modo ms estricto. Para Hannah Arendt, el deseo debi de ser estimulado y amortiguado por la humillacin. En Martin Heidegger, y esto es seguramente de la mayor importancia, debieron de liberarse grandes poderes de concentracin y de creacin. El perodo de eros , de dominio sexual, coincide con la gnesis de Sein und Zeit . Este leviatn recrea la lengua alemana. Es el ms importante hecho de habla en alemn despus de Lutero. Sus neologismos, su sintaxis paratctica, no slo responden a la naturaleza del tema tratado, sino en gran parte tambin a una voluntad de ocultamiento, ese emblemtico trmino heideggeriano. De acceso extremadamente difcil incluso para quienes tienen el alemn como lengua materna, aunque directamente relacionado con Meister Eckhardt y el ltimo Hlderlin, el lenguaje de Sein und Zeit ha producido una serie interminable de malentendidos e imitaciones vulgares, sobre todo entre los aclitos franceses, de Ltre et le nant de Sartre a los carnavales de la deconstruccin. Pero hasta una lectura inadecuada comunica una sensacin de urgencia, de presin exultante de la que en la filosofa moderna existen pocos antecedentes fuera de Nietzsche y, extraamente, del Tractatus . Me atrevo a decir que hoy se podra mostrar que en estas cartas se exploran conceptos tan fundamentales como ser, vida autntica, necesidad de huida (donde tal evasin nunca es existencialmente realizable en su totalidad, de las anonimias de la despersonalizada comunidad de la muerte moderna). Una y otra vez, el amor de Heidegger por Hannah, su evidente hambre de ella, se entrelaza con alusiones seminales a su obra en marcha:

in der Liebe sein = in die eigenste Existenz gedrngt sein. Amo heisst volo, ut sis, sagt einmal Augustinus: ich liebe Dichich will, dass Du seiest, was Du bist. (Estar en el amor lanzado a la existencia autntica. Amo significa volo, ut sis, dijo en una ocasin San Agustn -yo amo-yo quiero que t seas lo que eres.)

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El comentario de Heidegger a las palabras de San Agustn aparecer en el prximo volumen, el octavo, de las Obras Completas. La tautologa Amo/ quiero encontrar una explicacin en los seminarios sobre Nietzsche de comienzos de los aos cuarenta. La orden dada a Hannah, ese caracterstico ich will , es, por supuesto, una variante del werde was Du bist . Es muy probable que fuese esta exgesis (aunque, tambin de un modo muy caracterstico, Heidegger est antologizando a San Agustn) y este mandato de amar lo que llev a Arendt a elegir el tema de su tesis. Cuando se volvi a publicar Der Liebesbegriff bei Augustin, result imposible negar sus estrechas conexiones intertextuales con la liaison de Hannah con Martn. Slo en Kierkegaard, tal vez, encontramos algo parecido a esta fusin de espritu y sexualidad, de juego metafsico y erotismo. Con su huida del encantador, Arendt trataba de hallar un poco de independencia. Pero los encuentros se hacen cada vez ms absorbentes. Ella llega a Martin gozosa, radiante y libre. El trata de iniciarla no slo en su ontologa, que iba madurando rpidamente, sino tambin en la inspiradora bendicin de las altas colinas y de los bosques, de los paseos por el campo, de los cortafuegos (Holzwege ) y claros (Lichtungen) de la Selva Negra, que iban a convertirse en escenario de sus doctrinas. Es as como el primer Heidegger va viendo surgir su angustia (Songe ) ecolgica, reconociendo la amenaza que la tecnologa, el consumo de masas y la racionalizacin supondran para el planeta. De las cartas se desprende una especie de ternura feroz (la expresin es probablemente ingenua, pero no s de qu otra forma decirlo). En 1963, Heidegger recordara aquellos meses de Marburgo: para l seguan siendo el tiempo del poder, el medioda de su existencia en lo creador y lo existencial. A su vez, Hannah (aqu la documentacin escasea) ya insinuaba que la senda que el maestro le revelara iba a resultar ms larga y ms ardua de lo que ella haba previsto. Se necesita toda una larga vida. Fue una intuicin proftica. Recorrer ese camino le llevara medio siglo. En medio del xtasis, el egosmo de Heidegger se mantena en guardia. La prolongada presencia de Hannah en Marburgo podra plantear riesgos sociales. Slo ms tarde ella reconocera hasta qu punto l apoy y tom a mal, ambas cosas al mismo tiempo, su decisin de completar su tesis con Karl Jaspers en Heidelberg. A partir de entonces, la robusta humanidad de Jaspers, la lealtad de su corazn, desempearan un papel fundamental en la vida pblica y privada de Arendt. Pero el tringulo resultara complicado y tenso. Jaspers tal vez intuyese la verdadera naturaleza de la relacin entre Heidegger y Arendt. Heidegger, por su parte, bien pudo ser consciente de esa intuicin. En un principio, los dos filsofos mantuvieron unas relaciones cordiales, e incluso de potencial colaboracin. Jaspers recibi con alegra el ascenso meterico de Heidegger. Luego, al estar casado con una juda, tuvo que abandonar el nuevo Reich. Desde Basilea, y con evidente disgusto, fue testigo de los coqueteos de Heidegger con lo inhumano. Cuando Heidegger volvi a Jaspers en 1945-1946, pretendiendo que testimoniase a su favor, Jaspers respondi con sequedad, justa y severamente. Heidegger nunca perdon lo que para l era una traicin motivada por la envidia de un hombre muy inferior. Como por arte de encantamiento, este arrogante veredicto tuvo

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un eco en el Diario Heidegger de Jaspers. A pesar de ser una eminencia internacional, y de no estar en absoluto contaminado por el nazismo, Jaspers se dio cuenta, y no dej de repetrselo a s mismo, de que Heidegger le haba superado ampliamente como filsofo, y que su propia obra perdurara como la de un contemporneo de Martin Heidegger. Hannah Arendt desempeara un atormentado papel en toda esta trama. Jaspers luch por librarla de su esclavitud respecto a Heidegger, intent disuadirla de que despus de la guerra reanudase cualquier relacin de intimidad con ste. Hannah se esforz por que la opinin que Heidegger se haca de los trabajos de Jaspers fuese ms respetuosa y generosa. Ambos hombres eran indispensables para ella, cada uno a su manera, pero ninguno de los dos poda aceptar esa realidad evidente. En los ltimos aos, la mayor parte de las visitas al Friburgo de Heidegger se compatibilizaba con estancias con Jaspers. Los momentos culminantes de apasionada intimidad entre los amantes se prolongaron de 1924 a 1928. El 22 de abril de 1928, Arendt acababa una carta con una cita de los Sonetos de la portuguesa de Elizabeth Barrett Browning, en la traduccin de Rilke: y, si Dios lo quiere, / os amar aun ms despus de la muerte. Su matrimonio con Gnther Stern (Anders) en 1929 parecera ser un intento, pronto se vera que infructuoso, de lograr un cierto equilibrio lejos de Heidegger. Cuando la barbarie asol Alemania, corrieron muchos rumores sobre el antisemitismo del rector Heidegger. No contamos con la carta de Hannah en la que presumiblemente se planteaba con amargura una pregunta. La respuesta de Heidegger, datada en el invierno de 1932-33, tiene un extraordinario inters. Al encontrarse temporalmente liberado de sus clases, Heidegger no ha estado evidentemente en situacin de no invitar a judos a mi seminario. Quienes recurren a l para que les dirija su investigacin de doctorado son mayoritariamente judos. El ha ayudado a judos a obtener becas en el extranjero (Karl Lwith sera un destacado ejemplo de esto). La cuestin juda no ha influido para nada en sus relaciones personales con Cassirer o Husserl, por muy problemticas que stas sean. Y tampoco puede afectar a mi relacin contigo. Objetivamente, la defensa que Heidegger hace de s mismo es slida. De Arendt y Marcuse a Derrida, los discpulos de Heidegger y quienes tomaron como punto de partida sus enseanzas fueron, en una significativa medida, judos. Levinas nunca ocult su gran deuda con l. Las analogas con el wagnerismo judo son inquietantes y profundas. Adems, que yo sepa, en los voluminosos escritos de Heidegger no hay rastro de racismo biolgico. Parece que a Heidegger ese racismo, que constituye la autntica esencia del nazismo, le pareca una estupidez. La Gestapo berlinesa decidi que era totalmente intil para el movimiento, ya que en realidad era un nazi privado (formulacin de una rara perspicacia). Cuando se comport de un modo abyecto, en el asunto de la expulsin de dos colegas de Friburgo, o cuando se distanci de Husserl (cuya fenomenologa previamente haba llegado a rechazar), los motivos de Heidegger fueron los de un arribista capaz de cualquier cosa por hacer carrera, y no el odio a los judos. Nada de esto puede excusar su estridente apoyo al rgimen de Hitler en 1933-34, ni que poseyera un carnet de miembro del partido hasta 1945, ni, menos aun, su infinitamente extraa -la palabra se queda corta- utilizacin del silencio y el sofisma tras la

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cada del Tercer Reich. Este titn del pensamiento y la poesa comparara la agricultura intensiva y la produccin industrial masiva con Auschwitz. En torno al regreso de Hannah Arendt a Friburgo, todava parcialmente en ruinas, el 6 de febrero de 1950, ha surgido una pequea mitologa. Mary McCarthy proporcion algunas versiones un tanto sensacionalistas de los hechos, en los casos en que su oyente era lo suficientemente desconocedor de los hechos para creer lo que ella contaba. El contacto se haba roto durante prcticamente veinte aos. En 1940, en el transcurso de su arriesgado viaje hacia la salvacin en Norteamrica, Hannah se haba casado en Pars con el indispensable Hans Blcher. En el momento del retorno de Hannah, Heidegger sufra el interdicto de un (benigno) proceso de desnazificacin. Independientemente de cmo se desarrollasen los hechos concretos, la noche en el hotel de Arendt se convirti en una epifana. En el luminoso amanecer, Heidegger reconoci la culpa de su silencio. El contexto, sin embargo, sugiere que l se refiere, no al terrible silencio respecto a sus implicaciones con el nazismo, sino simplemente a su incapacidad para reanudar el dilogo con la amada. Ahora se le haba pedido que visitara el hogar de Martin. Se produjo alguna forma de confesin a Elfriede Heidegger, en presencia de Hannah o inmediatamente antes. A partir de entonces, y hasta el momento de la muerte de Arendt en diciembre de 1975, Heidegger construye, con extraordinaria astucia y aparentemente sin percatarse de ello, una commedia de aceptacin e incluso de afecto recproco. Elfriede recibe con alegra las visitas de Hannah, enva recuerdos en las cartas de Martin, piensa en la unin Blcher-Arendt con clidos sentimientos de admiracin. El maestro preside un sacralizado cuarteto. Esposa y amante iban a quedar para siempre en la rbita de su adoracin hacia l. La realidad era ms desagradable. Elfriede haba sido partidaria de Hitler desde comienzos de los aos veinte. La animadversin que senta hacia los judos era visceral y, en la medida en que su corta inteligencia lo permita, ideolgica. Consideraba las (moderadas) humillaciones que el profesor Heidegger sufri despus de la guerra como una tremenda injusticia. Ahora se produca la revelacin de su duradero y renovado amor hacia aquella fea y entrometida juda, venida de un detestado nuevo mundo. Las cosas llegaron a un punto crtico en mayo de 1952. Elfriede no quera a su rival en casa. Se sabe poco de lo ocurrido en el vaco que viene a continuacin, especialmente del perodo comprendido entre 1955 y 1965. Parece seguro que los amantes no volvieron a encontrarse hasta 1967, cuando, de un modo misterioso, floreci un tercer perodo de intimidad espiritual. Otoal pero intenso, durara hasta el final. En las dcadas intermedias, Hannah Arendt, a pesar de que conoca toda la verdad sobre el oportunismo de Heidegger, sobre la indiferencia pblicamente mostrada por l hacia su pasado nazi, se convirti en agente literario, traductora, y brillante y eficaz apologista del maestro. La eminente mujer, que nunca conoci el impedimento de la modestia, se comport de un modo casi obsequioso en sus servicios al mago. Sus cartas a Blcher y, con mayor cautela, a Jaspers traicionan frecuentemente su impaciencia ante el sereno despotismo de las maniobras y peticiones de Heidegger. Pero cuando volva a Friburgo y al santuario creativo de la casita de Todtnauberg, Hannah se converta de

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nuevo en la estudiante atemorizada, incluso en la colegiala postrada a los pies del genio indiscutido. Estudia detenidamente las sucesivas publicaciones de l; se esfuerza en seguir sus reinterpretaciones de Platn; Kant y Schelling se le presentan bajo una luz nueva. Como si fuese una nia, busca aclaraciones, busca una gua. En una brillante carta, fechada el 18 de junio de 1972, recuerda esos cincuenta aos en los que Heidegger le ha enseado a leer: Niemand liest oder hat je gelesen wie Du (nadie lee ni ha ledo nunca como t). Por supuesto, Hannah tena toda la razn. Su homenaje a Heidegger en el ochenta cumpleaos de ste, construido en torno a una cita de Hlderlin, ensalza a Heidegger como el hombre que ha dado un nuevo significado al pensamiento mismo, aquel que como ningn otro ha hecho sonar su unheimliche Tiefe (ese unheimlich siempre intraducible). Esta fidelidad casi ilimitada, a la que Heidegger debi una gran parte de su rehabilitacin, al menos con toda certeza en el mundo angloamericano, es ms sorprendente por su unilateralidad. Slo muy poco a poco, y con apenas disimulado disgusto, Martin Heidegger se dio cuenta del alcance de las obras de Hannah Arendt y de la celebridad internacional que la rodeaba. La condicin de estrella que ella haba alcanzado en los ambientes acadmicos, los honores que se le dispensaban, especialmente en Alemania, le parecan un poco desconcertantes, e incluso tal vez ofensivos. No le bastaba con la gloria de servirle a l? Cuando recibi Los orgenes del totalitarismo, Heidegger aleg que no saba ingls, e insinu -haba en ello una irona intencionada?- que dejara que Elfriede echase una detenida ojeada al libro. La nica obra de Arendt a la que prest alguna atencin fue Human Condition, cuyo aristotelismo recordaba al suyo propio, e incluso en este caso la respuesta fue superficial. Esta condescendencia casi despectiva, con su parte de misoginia y teutnica altanera profesoril, molest a Arendt. Ello le llev casi a sublevarse y a hacer ms profundo su afecto por Jaspers. Pero no hubo rebelin alguna. Hasta el final, Heidegger fue incomparable, y el deber de ella era hacerlo evidente y accesible a los profanos. El inters de estas cartas excede al del drama privado que reflejan. Arrojan una luz impagable sobre el ltimo Heidegger. Traicionando un toque de histeria, en los aos cincuenta Heidegger tema una inminente invasin de la Europa occidental por parte de la Unin Sovitica estalinista (su hijo, Jorg Heidegger, haba permanecido prisionero en Rusia hasta 1949). Por otra parte, Heidegger identific pronto la amenaza que los Estados Unidos suponan para el espritu y el destino de la Europa posttica con la que encarnaba la Unin Sovitica. Ambos colosos representaban el materialismo tecnocrtico, los valores de las masas. Nada hubo en el escasamente ingenuo americanismo de Arendt, en sus anlisis de la democracia norteamericana como fundamentalmente conservadora, que le hiciese pensar de otra manera. Esta visin geopoltica ayuda a explicar tambin su continuada relacin con quienes haban encontrado un espacio para sus disciplinas en el Reich de Hitler (como el clasicista Wolfgang Schadewaldt o el germanista Emil Staiger), as como la admiracin que senta hacia ellos. Como prob su clebre evocacin en 1953 de una declaracin muy anterior en la que proclamaba su admiracin por las no cumplidas verdades del nacionalsocialismo, Heidegger se aferr a la idea de que Alemania, a pesar de todos sus errores y sufrimientos,

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haba representado una primigenia verdad europea. Uno se ha preguntado durante mucho tiempo por la aparente ausencia de la msica en las ontologas del arte de Heidegger. Por encima de las otras fenomenologas, es la msica la que puede ayudarnos a entender la doctrina heideggeriana de la altheia, del encubrimiento y del desvelamiento, inmensamente significativa, inmensamente existente, pero resistente a toda parfrasis, a cualquier traduccin a la racionalidad pragmtica. La msica, efectivamente, no debe significar, sino ser. De estas cartas, sin embargo, surge la vvida presencia de la msica, especialmente de Bach y Beethoven, en la vida cotidiana de Heidegger. Responde con emocin a las grabaciones que en su suprema soledad recibe de Arendt. La Antgona de Orff, una construccin en cierta manera sospechosa, le deja maravillado. Es, sin embargo, la poesa -acaso no es ella la verdadera Kehre ?la que resulta fundamental. La correspondencia permite seguir profundizando en el dilogo con Rilke, con Trakl, a quien Heidegger extraamente sobrevalora, con el arte heracliteano de Ren Char. El primero de todos es Hlderlin, vivificante ya en los aos cuarenta, y que se convierte en el elegido acompaante de la espiritualidad de Heidegger. El gran ausente es Paul Celan, cuya obra, como se sabe, Heidegger sigui de cerca.. Exista, en ltimo trmino, una inhibicin, un sentimiento de vergenza en Heidegger que le impeda hablar del insoportablemente veraz testigo del Holocausto con aquella mujer y amante juda tan ambiguamente prxima a sus estrategias de supervivencia? En una carta a Celan recientemente descubierta, posterior a la visita -tan conocida y tan indescifrable- de ste a Todtnauberg, Heidegger utiliza el trmino Entgegenschweigen (guardar silencio ante, permanecer silencioso contra). Se trata de un neologismo? Si lo es, representa otra maniobra, inagotablemente sugestiva, de alguien capaz de someter el lenguaje a su voluntad. En una carta a Hannah escrita el 21 de abril de 1954, Heidegger le recuerda que el cuestionamiento de la naturaleza (Wesen) del lenguaje ha ocupado siempre el centro de su obra. A su vez, no puede haber espacio ni fundamento para este cuestionamiento sin una incesante reflexin sobre las relaciones entre poesa y pensamiento (Dichten und Denken). La relacin es congruente con las modalidades potico-lricas elegidas por un Parmnides o un Empdocles para exponer sus cosmologas y sus ontologas. Su afinidad primordial puede explicar los recelos de Platn ante la poesa, siendo l mismo un supremo poeta. Cuando uno se esfuerza por aceptar la visin del mundo de Heidegger, la clave empieza siendo sin duda el movimiento conjunto hacia la unidad de lo potico y lo cognitivo, del poema ,y del razonamiento filosfico. En efecto, en cierto sentido, que podramos remontar a los presocrticos, Sein und Zeit es en s mismo un prlogo a las demandas de entendimiento, de armona en el lenguaje planteadas por la poesa, y que tienen que ver ms con los himnos de Hlderlin, con las Elegas de Duino de Rilke y con los ltimos poemas de Paul Celan, en los que el idioma es norte del futuro, que con el discurso de Aristteles o, pongamos por caso, de Kant. Los poemas de Heidegger nunca han sido recopilados ni estudiados

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seriamente, al menos que yo sepa. Escribi Hegel algn poema, aparte de su conmovedora invocacin a Hlderlin? En Heidegger, la composicin de breves y densos poemas lricos parece haber asumido una importancia fundamental. Tienen una gran presencia en la relacin y en la comunicacin con Arendt. (Los poemas respuesta de ella, datados en los inicios de la relacin amorosa, son flojos.) Los poemas de Heidegger se arraciman en torno a determinados episodios, especialmente el de la segunda aurora, en el invierno de 1950. No poseen nicamente una fuerza singular, sino que son concentrados in extremis, como si fuesen, en cuanto a recursos lxicos, lo gramaticalmente opuesto a los escritos filosficos:

Gottlos der Gott allein, sonst keins der Dingeerst wieder Tod entspricht im Ringe dem Frhgedicht des Seyns. El dios sin dios slo, ninguna otra de las cosas satisface de nuevo a la muerte en la lucha del temprano poema del ser.

Los delicados y remotos ecos de Bhme y Stefan George no hacen sino realzar la singularidad de Heidegger. Considrese la heracliteana recapitulacin de Denken:

Ein Gegenblick zum Blitz des Seyns ist Denken denn, von ihm erschlagen, schlgt es in die Fuge eines Wortes: Blick und Blitz die -nie Besitz sich bersehenken aus dem Kruge eines Weins verborgener Reben. Sie entstreben einer Erde die den Hirten Himmel werde Un golpe de vista frente al destello del ser

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es pensar pues, golpeado por ella, late en la fuga de una palabra: mirada y destello nunca en posesin de escanciarse del cntaro de un vino de oculto sarmiento. Anhelan una tierra que sea pastor del Cielo.

Abelardo tambin escribi poesa. El paralelismo es obligado. Bien pudiera ocurrir que en los prximos siglos las cartas entre Abelardo y Elosa y las Briefe entre Heidegger y Arendt se comunicaran unas con otras, iluminndose recprocamente y levantando, en sus rbitas cruzadas, una cosmografa del corazn pensante. George Steiner

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