La Muerte Como Límite Antropológico
La Muerte Como Límite Antropológico
La Muerte Como Límite Antropológico
RESUMEN
La muerte es el gran proyecto y el fin totalizador. En la muerte acaba la conciencia del hombre, diluyndose en lo desconocido. La muerte es en parte metafsica, pero tambin es acontecimiento, aleatoriedad, focalizacin, accidente, la muerte es hegeliana, pero tambin es nietzscheana; es dialctica y eterno retorno de lo mismo al mismo tiempo. Es el punto cero de nuestro mundo, es el momento que no podemos aprehender. La muerte es el infinito horizonte que se nos escapa a cada instante, desorden y orden sintetizados, fragmento dislocado que se diluye en la historia, en la vida, en nuestro ser.
ABSTRACT
Death is the great project, the final ending. Death ends the consciousness of man, fading into the unknown. Death is, in part, metaphysics, but also an event, randomness, focus, accident. Death is Hegelian, but also Nietzschean; it is dialectical and eternal return at the same time. It is the zero point of our world, time that we cannot grasp. Death is the infinite horizon that escapes us at every moment, order and disorder synthesised, dislocated fragment diluted in history, in life, in our being.
PALABRAS CLAVE
La muerte es demasiado exacta; todas las razones se encue nuestros instintos, se dibuja, ante nuestra reflexin, lmpida, sin de lo desconocido. E. M. Cioran, Breviario de podredumb
1. Introduccin El hombre es el ser ms complejo y complicado de este mundo, su mundo y l, se encuentran en una constante diferenciacin y enredo. Su constitucin biolgica y la variabilidad de su medio ambiente, han conllevado al desarrollo y transformaciones fisiolgicas y neurolgicas con niveles de complejidad inconmensurables. Tal complejidad teje una red sobre todas las esferas y mbitos del hombre de la cual no escapa nada. Bajo este pathos, la muerte se ha vuelto cada vez ms complicada, ya no es un simple acontecimiento, como lo pensaban nuestros antepasados neandertales (Morin 2000: 113-115), ahora es algo que se encuentra inserto en la misma consciencia y constitucin bioontolgica del hombre. Hay un reconocimiento de la mortalidad y la trascendencia, en cualquiera de sus formas. Esto es, la vida del hombre, desde el instante en que se volvi consciente -verdadero pecado original-, ha girado en torno a la muerte, incluso, hasta afirmar, como nos dice Heidegger, que el ser-es-para-la-muerte (Heidegger 1987: 276).En este sentido, podemos decir junto con Camus, que todos los problemas fundamentales y serios de la Filosofa y la Antropologa se refieren a la muerte. Todo intento filosfico (y Antropolgico) por encontrarle sentido a la vida y al hombre recae en una reflexin sobre la muerte (1) (Camus 1996: 9). El siguiente trabajo intenta dar algunos acercamientos sobre las distintas transfiguraciones de la muerte que han acaecido hasta nuestros das. La muerte no deja de ser un fenmeno constitutivo de nuestra realidad, aunque se banalice y se la vea como el simple trmino de una vida, como una avera o
una enfermedad, tal como lo hacen nuestras sociedades de consumo. Sin embargo, las consecuencias de vivir la muerte e interpretarla bajo la lgica del consumismo y del mercantilismo hegemnico son autodestructivas, perniciosas y en muchos casos, irreversibles. La muerte se ha reducido a un hecho cientfico, un simple dato positivo sujeto a observacin y experimentacin. Estas representaciones de la muerte son intrnsecas a los movimientos subjetivos de las sociedades, nuestra era posindustrial irradia y le confiere signos y significados particulares a la muerte. La muerte se convierte en la representacin de la mquina que no funciona, que esta averiada, se convierte en el lmite y falla de la produccin y de la re-produccin del ser humano, de los sistemas sociales y de la gran maquinaria econmica. 2. El ltimo lmite antropolgico de la existencia humana
Si me mato no ser para destruirme sino reconstruirme. A. Artaud, Van Gogh: el suicidado po sociedad.
A lo largo de la historia, la muerte ha estado presente de una u otra forma en el pensamiento del hombre, ya sea como acontecimiento (social, religioso, poltico, etc.) (EvansPritchard 1973), como registro en la memoria, como abstraccin o como reflexin filosfica o cientfica. En la Antropologa convergen estas diferentes formas de pensar la muerte, en conjunto con las diferentes ciencias del hombre. En este sentido, la muerte, por ser un fenmeno pluridimensional inherente al hombre, es estudiada desde la perspectiva antropolgica. Es decir, todo fenmeno se estudia desde su unidad fundamental, y el hombre es esta unidad fundamental. Para poder comprender qu somos, tenemos que estudiar la muerte, y para poder entender la muerte, tenemos que estudiar al hombre. La muerte,
entonces, se nos presenta como objeto-sujeto de estudio, para que, de esta manera, podamos comprender todo el pathos por el cual la humanidad ha trazado su existencia. La Antropologa pretende ser la ciencia ms ambiciosa por excelencia, quiere abarcar al hombre desde todos sus ngulos, vindolo desde una infinidad de primas; pero como todo proyecto ambicioso, se qued corto. El conocimiento, la ciencia, la Antropologa, no pueden ir ms all de nuestra vida, de nuestros sentidos, de nuestro lenguaje, de nuestro mundo, y slo a travs de esta combinacin de elementos, podemos conformar cualquier sistema de pensamiento o representacin. La muerte se presenta como ese lmite del cual no podemos eludirnos. No podemos saber, conocer, ni mucho menos explicar, que hay despus de la muerte. Pregunta ancestral, bblica, prehistrica, que sigue y seguir retumbando en nuestras cabezas, revoloteando caticamente como mariposa en el fondo de nuestras mentes. Tal vez ser muerte egosta que no nos quiere revelar los secretos de la vida, o vida compleja que no quiere que sepamos los secretos de la muerte. Sin embargo, muerte inscrita en la vida, pero que adems, la desborda, que se expande tan rpidamente como el tiempo. Muerte codificada en el hombre (Morin 1999), parte del componente primordial que sustenta, fundamenta y forma la vida. Interminable ciclo fundamental del cual parten todos los ciclos. La muerte es el gran proyecto, es el fin totalizador. En la muerte acaba la conciencia del hombre, diluyndose en lo desconocido. La muerte es, en parte, metafsica, pero tambin es acontecimiento, aleatoriedad, focalizacin, accidente, la muerte es hegeliana, pero tambin es nietzscheana; es dialctica y eterno retornoa la vez. Es el punto cero de nuestro mundo, es el momento que no podemos aprehender, del que habla Ernst Bloch. La muerte
es el infinito horizonte que se nos escapa a cada instante, desorden y orden sintetizados, fragmento dislocado que se diluye en la historia, en la vida, en nuestro ser. La muerte se nos presenta como biolgica, pero tambin como cultural, es dato emprico, pero tambin simblico, es el rasgo ms humano(Morin 1999: 13) dira MORIN. Somos los nicos seres vivos en la Tierra que reflexionamos acerca de la muerte, y no slo de La muerte, sino,- y esto es ms importante-, de nuestra propia muerte, es el siguiente paso que nos lleva a una nueva madurez, saber que nos estamos muriendo y que otros tambin se van a morir. Ningn animal tiene la capacidad de hacer consciente su propia muerte, slo muere, no existe la muerte para los animales, sino aquel instinto, que igual que nosotros, esta instaurado biogenticamente: el instinto de supervivencia. Pero el animal no est consciente que se est muriendo instante a instante, que cada da que pasa se acerca inevitablemente, que en cualquier momento puede irrumpir inesperadamente en nuestra vida, irnico? o tambin la vida puede irrumpir en la muerte? La vida irrumpe en la muerte a todo momento, en el constante eterno retorno del instante y del irrepetible acto creador; as, unos mueren para que otros puedan vivir. En la antigedad, los muertos son los que tenan la vida, preceptores, consejeros y guas de lo vivos. Vivo o muerto, el hombre sirve y servir a la vida. El hombre no slo se apropia mticamente de la ley de muerte-resurreccin para fundamentar su propia inmortalidad, sino que se esfuerza tambin por utilizar mgicamente la fuerza engendradora de vida que constituye la muerte, para sus propios fines vitales (Morin 1999: 121)
La muerte que nos da vida, nos hace conscientes de nuestra finitud, de nuestro estado efmero y transitorio (2), mantiene y delimita la existencia, la muerte nos particulariza, sin ella no somos nada ni nadie. Otorga la principal caracterstica la de ser humano: nuestra dignidad. En este sentido, toda subjetividad est atravesada por la muerte, as como todas las limitaciones objetivas de la prctica del ser humano. Desde que el hombre se hizo consciente de este fenmeno, aparecieron los grandes mitos, las majestuosas leyendas que le dieron vida a la historia homnida. La muerte es, duplicacin, imagen del otro. Los muertos, en las sociedades prehistricas, poseen alimentos, armas, ropas, deseos, pensamientos, motivaciones; los muertos son dobles de los vivos y viceversa. La muerte es renacimiento, ciclo interminable, como en las religiones cristiana y budista, aunque cada una de ellas interprete la muerte-renacimiento de diferente manera, incluso de manera contradictoria. Es evidente que no se sabe acerca de la muerte, slo se sabe acerca de la actitud que se tiene ante ella. Slo sabemos acerca de dolores, agonas, procesos, fases, etapas, no de la muerte en s, sino del morirse; muerte absoluta, muerte repentina, muerte aparente, qu ms da, no sabemos nada. Entonces, la agona es la condicin mdica, psicolgica, sociolgica de las personas que se encuentran en la fase final de una enfermedad o trauma severo, es el ltimo instante de la existencia. Sabemos que pasa justo antes de que irrumpa en la conciencia y lo desvanezca todo. nicamente conocemos el dato biolgico inmanente al cuerpo material. De esta manera, debemos ver a la muerte en su completa desnudez, descontaminada de nosotros, desenmascarada; tenemos que quitarle esa personalidad, o ms bien, dejarla
de concebir como persona (mscara). Mascara construida por la sociedad y el supery. Hay que dejarla de ver fuera de nosotros, y verla dentro, no como aquel fantasma, doble, espritu o alma que refleja nuestro propio ser, sino como una realidad, como elemento constituyente de nosotros y nuestro mundo. Esta mscara nace de la imposibilidad de hacer consciente la experiencia de la propia muerte, por tanto, la conciencia tendr que adoptar una representacin de la muerte dada por la sociedad en la que el sujeto se encuentra inserto. En este sentido, slo conocemos nuestra muerte gracias a la muerte de los dems ya que la muerte aniquila los medios y los sentidos que disponen los seres humanos para verificar su existencia. Para la conciencia, la muerte es el ltimo lmite antropolgico de la existencia. 3. Dialctica y transformaciones culturales sobre la muerte
Lo finito no slo se cambia, tal como algo en general, sino posible que perezca, de modo que pudiese tambin existir ser (existir) de las cosas finitas, como tal, consiste en tene ser-dentro-de-s: la hora de su nacimiento es la hora de su m G. W. F. Hegel, Ciencia de la lgica.
Los primeros hombres que habitaron el globo terrqueo sepultaban a sus muertos con piedras, ramas y tierra, despus los enterraban con sus armas y osamentas. Otras culturas practicaban la actividad funeraria de conservacin del cadver, algo que implica la pura prolongacin de la vida (los egipcios, sumerios, andinos, son un ejemplo). As, la prctica cristiana de no abandonar a los muertos (velorio), implica tambin su supervivencia. Estas prcticas de conservacin en nuestra poca posmoderna son representadas por la ciruga plstica (Baudrillard 1980). El cirujano plstico hace el rol de embalsamador egipcio y sus pacientes juegan una suerte de rol morboso, son como
muertos en vida. De esta manera, la prolongacin de la vida se instaura en la vida misma, no ya en la muerte, sino antes de esta. La conservacin del cadver pasa a convertirse en conservacin del cuerpo y as, la creencia de inmortalidad se difunde a lo largo y ancho de nuestra cultura moderna, hacia todos los niveles societales, desde los nuevos medicamentos, que tienen como fin el antienvejecimiento, hasta los nuevos mtodos de criogenia. La vida es congelada; se perpetua la vida (en un estado de no-vida) para luego esperar el momento adecuado para vivir, la muerte transmuta en una especie de vida que se prolonga. Esto era impensable, o incluso demoniaco e infantil para las sociedades arcaicas. Para ellas, la muerte nunca es natural, la muerte no se puede dar por accidente o azar, siempre hay un culpable, un causante, un malhechor que la caus o un sujeto responsable; la muerte se da por maleficio. En este sentido, podemos ver como los intereses de los muertos y los vivos estn entrelazados unos con los otros: El vivo puede ir en ayuda del muerto, proveerlo de alimentos y de otros objetos necesarios; el muerto puede mostrarse no menos generoso dando a los vivos medicamentos dotados de virtudes mgicas, amuletos y talismanes de todas clases para ayudarles en su trabajo (Levy-Bruhl 1972: 73) . Por eso no hay accidentes, el azar no existe, siempre se quiere saber y siempre se tiene que saber, o por lo menos simular, la pesquisa del evento, ya que los muertos lo hubieran querido al igual que los vivos, a saber, que la verdad sea revelada. En este sentido, nuestros antepasados tenan una mayor relacin con sus muertos, tenan una muerte vivida, llena de vida, y vida llena de muerte. Como nos muestran las siguientes palabras de Levy-Bruhl:
Los muertos son parte integrante del grupo social, y el individuo no se siente enteramente separado de ellos. Tienen obligaciones para con los mismos, y de las que no se extraan como tampoco de las que tiene con los vivos (LevyBruhl 1972: 76). Vivan en mundos intercomunicados, indisociables; muertos y vivos convivan o trataban de convivir armnicamente, sus interese estn relacionados y mezclados (Levy-Bruhl 1972: 80) se influan los unos a los otros. Entre ellos engendran tipos de comunicacin, de rituales, de socializacin; gracias a la muerte y gracias a los muertos, los vivos se cohesionaban, se adheran socialmente. Al igual que nuestros predecesores, tenemos una conciencia realista de la muerte, ya que la muerte existe, la muerte acontece, ms no tenemos una conciencia de la esencia de la muerte, nunca se tuvo, ni se tendr, la muerte no tiene ser, solo ocurre. La muerte y la inmortalidad, que en ella se inscribe, nos ayuda a vernos como mortales. De esta manera, se dicotomiza, se le acepta y niega a la vez, se nos presenta como signo ambivalente lleno de contradicciones y sntesis. Sin embargo no debe entenderse como algo real de un sujeto o de un cuerpo solamente, la muerte es una formaen la que se pierde la determinacin del sujeto y del valor que a este se le da. La muerte, se entiende como reversibilidad. Reversibilidad no por que se pueda detenerla o pararla, sino porque se encuentra en lo ms profundo de la vida misma, se pierde en ella, se diluye y difumina, es reversible porque es indisociable. Lo opuesto a la vida entendindola de sta manera, es lo no-vivo. Fue el homo sapiens el que se hizo por primera vez consciente del hecho antropolgico de la muerte. Este primer acontecimiento traumtico fractur la mente de nuestro
antecesor llevndolo a percibir su vida, y su mundo, de una manera nueva y para siempre inquietante. Como dira el gran filsofo Voltaire: La especie humana es la nica que sabe que va a morir y no lo sabe ms que por experiencia. En este sentido, Morin nos expone de una manera brillante y reveladora la irrupcin de la muerte en la conciencia del homo sapiens: El enlace de una conciencia de transformaciones, de una conciencia de coacciones, de una conciencia del tiempo indican en el sapiens la emergencia de un grado ms complejo y de una calidad nueva del conocimiento consciente () Todo nos indica que la conciencia de la muerte que emerge en el sapiens est constituida por la interaccin de una conciencia objetiva que reconoce la mortalidad, y de una conciencia subjetiva que afirma, si no la inmortalidad, por lo menos una trasmortalidad. A la vez los ritos de la muerte expresan, reabsorben y exorcizan un trauma que provoca el aniquilamiento. Los funerales, y esto en todas las sociedades sapienciales conocidas, traducen al mismo tiempo una crisis y la superacin de tal crisis, por una parte del desgarramiento y la angustia, y por la otra la esperanza y el consuelo. Todo nos indica que el homo sapiens es atacado por la muerte como por una catstrofe irremediable, que va a llevar en l una ansiedad especfica, la angustia o el horror a la muerte, que la presencia de tal muerte se convierte en un problema vivo, es decir, que ocupa su vida. Todo nos indica igualmente que ese hombre no solamente rechaza la muerte, sino que la recusa, la supera, la resuelve en el mito y en la magia (Morin 2000). La muerte surge de la misma naturaleza como de la cultura; por tanto, la muerte es social y cultural. Los muertos servan (en algunas sociedades todava lo hacen) como medio de comunicacin y trasmisin de informacin entre los
antepasados y los descendientes, forman parte de un dialogo colectivo en forma de ritual entre los muertos y los vivos. Tenan la funcin de ayudar a mantener el poder a los responsables de ostentarlo; la muerte abarca todos los mbitos sociales, desde el ritual mgico-tcnico (Frazer 1974), hasta el poltico-econmico, pasando por el mbito teraputico, en donde el muerto, ayuda a recuperar la salud o curar algn mal. Gracias a que los muertos son investidos con poderes sobrenaturales, por su cercana y similitud con los dioses o hroes antepasados, pueden, ya sea el caso, ayudar y proteger a los vivos o, atemorizar y proferirles algn mal o inconveniente. Para la cultura del mundo capitalista-mercantil, la muerte es la nada, es slo un obstculo que atenta contra la productividad, por sustraer un medio de produccin y reproduccin del mercado laboral, es utilizada directamente para fines mercantiles (Godelier 1972). De la muerte de unas personas se saca provecho en el mercado, en este sentido, los riones, los pulmones, el corazn, la piel, el pelo, se convierten en mercancas, en valores de cambio. El cuerpo humano muerto y muchas veces vivo, entra en el mbito del consumismo, es una cosa, un objeto ms del mercado, es un producto con precio y descuentos que se atiene a las alzas y bajas de la economa y de la industria mdica. Este tipo de sociedades se beneficia de la muerte, en cuanto esta se presenta como transaccin, en prcticas en las cuales los vivos integran su conciencia consumidora. De esta manera, se deja, de ser un destino para convertirse en simple intercambio y consumo de mercanca. La muerte se convierte en estado de no-intercambio, de no-consumo, de noproduccin. Toda nuestra cultura no es ms que un inmenso esfuerzo
para disociar la vida de la muerte, conjurar la ambivalencia de la muerte en beneficio exclusivo de la produccin de la vida como valor y del tiempo como equivalente general (Baudrillard 1980: 170-171). Un ejemplo de tal disociacin, del desprecio e indiferencia hacia la muerte es el caso de los moribundos de la sala de emergencias de un hospital, es un ejemplo de este tipo de sociedad mercantilista, nihilista, llena de miedos, codicias y sordera. El moribundo no tiene palabra, no significa nada, lo que l quiera o diga no tiene ningn valor, en su lugar otros hablan por l, se aduean de lo que creen es su discurso, le inventan deseos y pensamientos, inclusive, cuando ni si quiera a formulado ningn discurso explcito. Por otro lado, los otros, doctores, mdicos, enfermeras, tcnicos, su familia y dems deciden por l, lo que ellos creen que es dignidad. De esta forma, se convierte en un objeto de una prctica medico-racional que es completamente ajena a l. El hombre mercanca es la realidad de este mundo, reducido a simple objeto de estudio, de intercambio, de productividad, de funcionalidad, su dignidad intrnseca se desaparece poco a poco, se diluye y difumina en las conciencias. Deja de ser un fin, pierde su muerte, y se convierte en un medio. 4. Muerte democrtica, muerte clasista
La muerte, en cuanto supuesto universal de la condici que hay una discriminacin social de los muertos. J. Baudrillard, El intercambio simbl
No hay igualdad (3) ante la muerte (Aguilera 2007: 15-49). En el seno de una sociedad de clases, la muerte no es democrtica, no se reparte equitativamente, al contrario, nacer en algunas partes del mundo como en Bangladesh, Palestina, Sierra Leona, Irak, entre otras localidades, significa
estar destinado a una muerte prematura y muchas de veces, horrible. Solamente cuando se est muerto, cuando se oponen dos cadveres de distinta procedencia y clase, cuando se presentan como cuerpos inertes es cuando son totalmente iguales entre s. La clase imperante (en este caso la capitalista-consumista) impone su sistema de significaciones, de lo que es la realidad. En este sentido, la muerte es usada como instrumento simblico, para persuadir, influir, intervenir, engaar a la clase oprimida para su control y consecuente dominacin. Incluso la muerte es usada como medio de dominacin, no es ms que otro instrumento utilizado por los capitalistas-mercantilistas para permanecer con el control, para seguir acumulando riquezas y obtener ms poder. Los cementerios son un ejemplo muy representativos acerca de este fenmeno, los grandes mausoleos y las lujosas lapidas estn separadas y slo son usadas por la clase dominante, por aquellos que se pueden pagar una muerte rica, una muerte dorada, como si en el cielo existieran las clases sociales y se quisiera asegurarse un estatus en el ms all. Mientras que los pobres, aquellos marginados, no tienen ni donde caerse muertos. As dicen cada vez que una persona no tiene ni una sola posesin y dinero para poder asegurarse una vida en este mundo terrenal y celestial. Frase equivoca, en verdad si tienen en donde caerse muertos, pero ese lugar no es el lugar acostumbrado y comn al que los dems van a parar. Los ricos gastan una fortuna en un ritual majestuoso, con lujos exorbitantes con los cuales se les podra asegurar una vida digna a miles de personas. En cambio, para los pobres marginados, su lugar est en las fosas comunes, los anfiteatros, las universidades o cualquier lugar; definitivamente los pobres tienes infinidad de lugares donde caerse muertos y eso es lo reprochable, que ni si quiera les dan un lugar digno donde yacer. La dignidad no es respetada
ni protegida en la muerte. Ahora, un animal cualquiera, en especial las mascotas, tienen una muerte ms digna que cualquier hijo nacido en la Sierra chiapaneca mexicana o en Sierra Leona. A los animales se les inyecta, se les aplica la eutanasia, se les entierra, incluso incinera, mientras tanto, a los desdichados sin suerte predestinados a morir cruelmente, se les deja podrir donde sea, claro, siempre y cuando, no interrumpan la vida cotidiana de aquellos que se consideran ms importantes, les causen problemas de conciencia y conflictos morales, o simplemente les parezca poco esttico. Los moribundos no tienen ya estatuto y en consecuencia no tienen dignidad. Son clandestinos, marginal men cuya angustia se empieza a adivinar (Ziegler 1976: 280-281). Hay que traer de vuelta a la muerte, quitarle toda su mscara simblica, desclasarla y hacerla universal, democrtica, que sea equitativa, que la mayora, y no slo los que se consideran ms poderosos, tengan el derecho a una vida digna y por consecuencia, a una muerte tambin digna. Se olvida que existe una identidad biolgica que une a todo ser humano, a toda persona una con otra (Bastide 1973). Esta identidad es pre-social, esto quiere decir que no est manchada y contaminada por signos o smbolos especiales predeterminados por una clase y tipo de personas. Esta identidad biolgica nos pone ante nuestros ojos una igualdad irreductible con todos los seres existentes, que perecieron y que estn por venir. Es una igualdad que es anterior a todos los procesos sociales complejos. Aduearse de nuestra propia muerte, es una de las tareas que debemos de realizar, recuperarla para nosotros y para los dems, como Scrates dira, y que despus veramos que tambin hizo coherentemente: el procedimiento de morir es una fase esencial de la vida. Si la vida es la bsqueda de la verdad, la muerte vendra a revelar esa verdad.
La muerte abre la puerta del saber absoluto. El alma, por fin liberada del cuerpo, puede llegar al conocimiento puro (Ziegler 1976: 243). Debemos de conquistar nuestra muerte, arrebatarla de la indiferencia, entrenarnos en el arte de morir y de la muerte, adquirir las libertades del espritu y de la vida misma, educarnos para la muerte como se nos educa para comer o para nuestra profesin. Debera de ser una tarea de todos para nuestra sper-vivencia. Ya que todos vamos a morir, o mejor dicho, todos debemos de morir, es urgente el aprendizaje y la instruccin del morir, de la muerte feliz. La muerte es nuestro nico destino seguro, es la nica certeza, por no decir verdad, de nuestra vida, sin la muerte el hombre no tendra un destino o un fin. La vida no tendra sentido si se la privara de la muerte. En este sentido, nuestros fines, lmites y destinos le dan significado a nuestra vida. Por lo tanto, nuestra libertad, no existira sin la presencia de la muerte. 5. A manera de conclusin: El fin de la muerte, conciencia y voluntad de vivir
Si la muerte slo tuviera facetas negativas, mor impracticable. E. M. Cioran, Del inconveniente de ha
La muerte irrumpe en nuestra consciencia de distintas maneras y formas, por lo general se nos presenta como enfermedad y consecuentemente como agona (4), es un choque para nuestro yo, el cual, se aferra a la realidad (Hegel 1966: 24) entendida como aquel mundo exterior a ella que la conforma ontolgicamente. Por tanto, en esta fase, no podemos incorporarla a la vida, la conciencia se mantiene fracturada sin poder asimilar este fenmeno. El mundo slo
de
nuestra
conciencia
como
dira
Despus de que la muerte se asienta en la conciencia, produce un cambio radical en nuestra personalidad causado por la misma radicalidad de la muerte que se inserta en contra de nuestra voluntad. De esta manera, tratamos de darle un sentido a la muerte. La muerte nos otorga un sentimiento de otredad hacia con los dems, nos sentimos distintos a todo lo exterior, y no por una cualidad subjetivada que ocasiona la muerte, sino porque la muerte misma, al hacernos conscientes de ella, nos transforma radicalmente en nuestra misma constitucin ontolgica. Al adentrarse la muerte en nuestra condicin subjetiva nos separamos de ella, el mundo del cual nos hemos separado por sentirnos diferentes y distintos se nos presenta como amenazante y peligroso, como el extrao y el enemigo, lo exterior a nosotros, gracias a la muerte consciente, nos parece aterrador (Hegel 1966: 349), inseguro y amenazador. El sentimiento de separacin, por el cual nos sabemos irretornables, nos pone en un plano de participar en el mundo; este proceso se agudiza y nos produce un sentimiento de desesperacin kierkegaardiano. Esta desesperacin es acompaada de una depresin causada por la angustia de no ser-ah-con-el-otro, lo cual produce una cada y un malestar profundos. Sin embargo, la esperanza que siempre se presenta como potencia, o dicho en otros trminos, el horizonte de la esperanzaproduce un resurgimiento de la conciencia con la propia muerte. Esta insurreccin de la conciencia trae consigo un momento de paz, a esto podra llamrsele la aceptacin, la calma y la tranquilidad del moribundo. Muerte y mundo se unen en uno solo por la esperanza o el pensamiento de trascendencia de la existencia. En este sentido, la agona, se presenta como el
progreso de la conciencia. Despus de toda una lucha y confrontacin con lo extrao, lo oculto y lo mstico, la conciencia se encuentra activa, tal vez ms activa que nunca, como si la conciencia, se viera inmersa en un mar de lucidez interminable. Esta presencia tan cercana con la muerte nos permite ver las invisibles cualidades de la vida. Todo ser humano posee una percepcin de su propia muerte, de su propia agona, nica e irreparable, as, como ya hemos visto, vida y muerte se presentan como si fueran una sola cosa. La muerte es un trauma irreparable, es una catstrofe biofisiolgica, que sin embargo, no destruye la voluntad de vivir, la conciencia se niega a concebir su propia abolicin, su propia destruccin, rechaza contundentemente su muerte. Toda conciencia nunca envejece, no se encuentra al borde de la muerte fsica, no existe para ella, se mantiene en un estado de transformacin, en un constante encuentro, como un eterno permanecer. Mientras la conciencia adquiere su mayor progreso y sus ms radicales transformaciones, el cuerpo humano se halla en una etapa de decadencia celular. As es como, en las sociedades primitivas, mientras ms se envejece ms se acerca a la muerte, a los antepasados, quienes otorgan poder y sabidura. Toda conciencia persevera como si estuviera destinada a eternizarse. As es cuando pensamos en los muertos, quienes despus de esta vida siguen actuando en la muerte. El cuerpo podr diluirse en la tierra y desaparecer en la nada, pero la conciencia tiene otro destino, un destino social que prosigue entre los vivos de las sociedades. Desde la antigua Grecia la conciencia de los hombres ha querido y ha permanecido eterna en el corpus social, la gloria de los guerreros helnicos y espartanos, las obras maestras de literatura, filosofa y ciencia han atravesado y marcado la historia del hombre. La conciencia se mantiene viva por
medio de las obras y actos que realiza. As dira Engels en una oracin fnebre el 17 de marzo de 1883 a su colega, maestro y amigo, Karl Marx: Su nombre perdurar a travs de los siglos, lo mismo que su obra (Fromm 1962: 269). En este sentido, todo hombre est dotado de un sentido social despus de haber muerto. Para la conciencia, la muerte es un asesinato, un atentado, no es una necesidad, ya que no envejece. El cuerpo, que es el nico sostn de la conciencia, cuando enferma, envejece o se acerca a la muerte, prefigura como un escndalo a la conciencia, para ella es simplemente una agresin. Para esta conciencia inmarcesible, la muerte slo se le presenta como una necesidad existencial, ya sea por el destino que le da sentido a la vida, o por la sensacin de finitud, con la cual la vida acontece como nica e irrepetible, como la nica oportunidad. En este sentido, la muerte como destino, es la que completa el proyecto inacabado del hombre (Hegel 1966: 120), el hombre no est completo si no es por el advenimiento de la muerte. Otra caracterstica de la conciencia por la cual no quiere la muerte, la niega, y se espanta de esta, es como la muerte se presenta como su lmite, es hasta ahdonde esta pueda llegar. Mientras la muerte quiere seguir conociendo, quiere seguir sabiendo, la voluntad de saber se opone a la muerte, porque es esta la interrupcin del saber, del seguir conociendo. El entendimiento, pues, ignora a la muerte, dado que slo conoce el devenir. Se encuentra as en la misma ignorancia de la muerte que caracteriza el ello, de tal forma que ignorndola, la niega, creyendo negar la cosa negando el concepto (Morin 1999: 271). Por otro lado, la muerte de uno siempre va a ser el nacimiento de otro, unos mueren para que otros puedan
vivir. Como dira Bataille: La vida es siempre producto de la descomposicin de la vida. Es tributaria, en primer lugar, de la muerte, a quien deja el lugar; despus de la corrupcin, que sigue a la muerte y vuelve a poner en circulacin las sustancias necesarias para la incesante llegada al mundo de nuevos seres (Bataille 1979: 62). La muerte, entonces, le permite a la vida continuar, realizarse una y otra vez, nacer infinitamente. La muerte es indispensable para que la vida siga, la muerte de los individuos es asegurar la permanencia de la especie. Sin la muerte de los individuos la vida de este planeta ya estuviera agotada, no habra recursos con los cuales subsistiera la especie. La muerte asegura la vida. Esto significa que la muerte es la posibilidad de vida a los que estn por llegar. Los hombres vivos se postran sobre sus antepasados muertos, en consecuencia, viven gracias a sus muertos. Es la dialctica de lo particular y universal (Hegel 1966: 299), el individuo muere o mata a otro para asegurar la universalidad de la especie (Hegel 1966: 266) (Kojeve 1972). La muerte es la semilla, lo que mantiene en movimiento a la vida.
Notas 1. El gran existencialista francs Albert Camus realiza una audaz reflexin y obra literaria magnifica sobre el tema de la muerte, el cual es central para comprender su pensamiento: No hay ms que un problema filosfico verdaderamente serio: el suicidio. Juzgar si la vida vale o no vale la pena vivirla es responder a la pregunta fundamental de la filosofa (Camus, El mito de Ssifo, Madrid, Alianza, 1996: 9).
2. A este respecto Voltaire dice en una de sus grandes obras: Se necesitan veinte aos para conducir al hombre del estado de planta en el que est dentro del vientre de su madre, y del estado de animal puro que es la suerte de su primera infancia hasta aquel en que la madurez de la razn comienza a apuntar. Se han necesitado treinta siglos para conocer un poco su estructura. Se necesitar la eternidad para conocer su alma. No se necesita sino un instante para matarlo. 3. Para una anlisis concienzudo y una panormica amplia y clara sobre la igualdad desde los mbitos normativo, axiolgico y poltico ver: Rafael Enrique Aguilera Portales, La igualdad como valor normativo, axiolgico y poltico fundamental, en ngela Figueruelo (coord.), Igualdad para qu?, Granada, Editorial Comares, 2007: 15-49. 4. La agona y el dolor se encuentran entrelazadas con la muerte, el dolor fsico, mental y emocional nos acompaa a travs de toda la vida. El dolor, la agona y la muerte se mantienen en una trada indisociable. El dolor, como la muerte son caractersticas puramente humanas, personificadas como alteridad, alteridad que unida al yo. El dolor y la muerte nos hacen saber humanos, nos confieren autoconciencia. La conciencia de estar vivos. Vase: Rafael Enrique Aguilera Portales, Apuntes sobre el dolor (una reflexin sobre Diario del dolor de Mara Luisa Puga), en Elizabeth Snchez y Roberto Snchez (coord.), Literatura, imaginacin y fantasa, Mxico, Ed. Plaza y Valds, 2007.
valor normativo, axiolgico y poltico fundamental, en ngela Figueruelo (coord.), Igualdad para qu? Granada, Editorial Comares: 15-49. 2007 Apuntes sobre el dolor (una reflexin sobre Diario del dolor de Mara Luisa Puga), en Elizabeth Snchez y Roberto Snchez (coord.), Literatura, imaginacin y fantasa, Mxico, Ed. Plaza y Valds. 2007 El horizonte poltico en el pensamiento de Nietzsche, en Antonio Castilla (coord.), Nietzsche y el espritu de ligereza, Mxico, Ed. Plaza y Valds. Bastide, R. 1970 El prjimo y el extrao. El encuentro de las civilizaciones. Buenos Aires, Amorrortu. Bataille, G. 2008 Erotismo. Barcelona, Tusquets. Baudrillard, J. 1989 El intercambio simblico y la muerte. Caracas, Monte vila Editores. Camus, A. 1996 El mito de Ssifo. Madrid, Alianza. Evans-Pritchard, E. E. 1973 Antropologa social. Buenos Aires, Nueva Visin. Frazer, J. G. 1974 La rama dorada. Mxico, Fondo de Cultura Econmica. Fromm, E. 1962 Marx y su concepto del hombre. Mxico, Fondo de Cultura Econmica. Godelier, M. 1972 Funcionalismo, marxismo. Barcelona, Anagrama. estructuralismo y
Hegel, G. W. F. 1966 Fenomenologa del espritu. Mxico, FCE. Heidegger, M. 1987 El ser y el tiempo. Mxico, FCE.
Kojeve, A. 1972 La dialctica de lo real y la idea de la muerte en Hegel. Buenos Aires, La Plyade. Kolakowski, L. 1973 La presencia del mito. Buenos Aires, Amorrortu. Levy-Bruhl, L. 1972 La mentalidad primitiva . Buenos Aires, La Plyade. Lowie, R. 1974 Amorrortu. La sociedad primitiva. Buenos Aires,
Morin, E. 1999 El hombre y la muerte. Barcelona, Kairs. 2000 El paradigma perdido. Barcelona, Kairs. Schopenhauer, A. 1987 El amor, las mujeres y la muerte. Madrid, EDAF. Voltaire 1776 Elogio fnebre a Luis XV del 25 de mayo de 1774. Neuchtel. Ziegler, J. 1976 Los vivos y la muerte. Mxico, Siglo XXI.