VELASCO: EL PENSAMIENTO VIVO DE LA REVOLUCION

rubn ramos

Agosto, 1975 Diciembre, 2009 Abril, 2012

In memoriam: Juan Velasco Alvarado Carlos Delgado Olivera

ndice Temtico Dedicatoria Prlogo a la edicin 2012 Prlogo a la edicin 1975 Explicacin necesaria I. LA REVOLUCIN PERUANA Su autonoma conceptual El nuevo ordenamiento econmico-poltico y el modelo societal Democracia, humanismo y revolucin Revolucin, moral social y conciencia poltica 2 7 9 13 17 18 20 24 26 30 31 33 34 35 36 39 40 41 43 44 45 46 47 48 50 51 53 56 57 60 61 62 64 65 66 68 72

II. LAS FUERZAS ARMADAS Y LA REVOLUCIN El Ejrcito La Marina La Fuerza Area Las Fuerzas Policiales El CAEM III. GOBIERNO, PUEBLO Y FUERZA ARMADA La Fuerza Armada, por qu? Nuestro propsito y compromiso Nuestra segunda independencia Un gobierno para los de abajo Lo que nunca antes se hizo La tarea de gobernar Lo que somos y nuestra legitimidad Un equipo Un nuevo estilo Hasta cundo? El Plan de gobierno Pueblo y Fuerza Armada Civiles y militares IV. DESARROLLO Y REVOLUCIN Desarrollo y proceso Revolucionario Desarrollo, crecimiento econmico y transformaciones estructurales Desarrollo y Estado Desarrollo y planificacin Desarrollo y financiacin Desarrollo e industrializacin Desarrollo, desocupacin y subempleo

V. REFORMA AGRARIA Autenticidad y naturaleza excepcional La Ley Su aplicacin Los bonos El tribunal agrario Una nueva fisonoma Reforma agraria y participacin Qu queda por hacer Campesinos y tcnicos La Confederacin Nacional Agraria VI. COMUNIDAD LABORAL, PROPIEDAD SOCIAL Y ESTADO La Comunidad industrial Las Empresas estatales La propiedad social VII. LA REVOLUCIN Y EL EJERCICIO DE LA POLTICA En lo econmico En lo cultural y educativo En nuestras relaciones internacionales VIII. PARTICIPACIN, MOVILIZACIN SOCIAL Y TRANSFERENCIA PODER Qu es, para qu, cmo De quines El SINAMOS 117 IX. PARTIDO, SINDICATOS Y REVOLUCIN Pluralismo, militancia y partido Partidos y Revolucin Sindicatos y Revolucin X. UNIVERSIDAD Y REVOLUCIN La construccin de la libertad Crtica y discrepancia Crisis, nueva ley y participacin real Universidad y heterodoxia XI. PRENSA Y REVOLUCIN La distorsin de la verdad Hacia una autntica libertad de expresin XII. MORALIZACIN Y MORALIDAD Una naturaleza institucional distinta Una justicia gil veraz Las autoridades

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Los servicios pblicos La Contralora General XIII. LA CONTRAREVOLUCIN Su verdadera causa, su estrategia Los argumentos para el ataque Dnde estn y quines son los enemigos de la revolucin Prensa y contrarrevolucin La SIP y el intervencionismo Oligarqua y contrarrevolucin XIV. ANTIIMPERIALISMO Y REVOLUCIN IPC, reivindicacin y dignidad 200 Millas: soberana La Cerro: voluntad antiimperialista y emancipadora Anti-imperialismo y recursos naturales Anti-imperialismo y seguridad Per, tercer mundo y antimperialismo Per, tercer mundo, antimperialismo e industrializacin XV. REVOLUCIN, INTEGRACIN Y NO ALINEAMIENTO Nuestra vocacin unionista Nuestro no alineamiento Nuestra fidelidad al legado de Ayacucho REFERENCIAS BIBLIOGRFICAS

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Prlogo a la edicin 2012

El 3 de octubre de 1968, el general Juan Velasco Alvarado y cuatro coroneles progresistas del ejrcito peruano, rescataron de manos del gobierno y los partidos polticos representantes del Imperio y de la oligarqua nacional, la dignidad que nos legara, Jos Gabriel Condorcanqui. Siete aos despus, el captulo abierto de profundas transformaciones estructurales y de participacin popular, que introdujeron al Per en la modernidad, se vio trastocado por la felona de otro general que, de la mano con el FMI y sus ensayos de ajuste de la deuda externa, revirti todo lo hecho y empez a reconstruir el presente a partir del pasado. Han transcurrido 44 aos del inicio de esa experiencia y las nuevas generaciones apenas saben lo que vivi el Per entre 1968 y 1975. La derecha peruana a travs de sus medios, de sus mensajeros del odio y del control de la institucionalidad que sirve a sus intereses, se ha encargado, sistemticamente, de estigmatizar el perodo de cambios que vivi el Per, atribuyndole eptetos que slo dan cuenta de su a-historicidad y mediocridad en la que vegetan. Este libro, rescatado de la requisa ordenada por el entonces ministro del interior del gobierno de la llamada segunda fase tras el golpe institucional contra el general Velasco, ha sobrevivido al tiempo y lo seguir haciendo, como testimonio vivo del aporte que civiles y militares de ese entonces, hicieron a la teora poltica de los procesos de cambio. Hoy, en circunstancias en que pueblos de Amrica del sur viven el hervor de su liberacin econmica, poltica, social e ideolgica, como Cuba hace ms de 50 aos, con igual vocacin antiimperialista y clara visin integracionista, este libro cobra, no slo vigencia, sino persistente actualidad. rubn ramos, marzo, 2012.

PRLOGO (1975)

Este es un libro que, sin pretender ser final ni definitivo, intenta iniciar la tarea de seguimiento y comprensin de una experiencia revolucionaria que en el campo de la teora poltica y en el de la economa se define indita. Y es que no hay forma valedera de aprehender un hecho, en esencia social, si ella se sustrae a la confrontacin entre la teora y la praxis entre la idea y la accin. No de otra forma puede convenirse la naturaleza dialctica del cambio. Mas, el grado de ajuste entre la voluntad poltica que anima a quienes conducen la Revolucin entre nosotros y los hechos en que aqulla se plasma, no podrn jams deducirse desde la perspectiva de la teora y la concepcin de otros movimientos de liberacin surgidos de realidades diferentes a la nuestra. Es decir, desde la perspectiva de voluntades polticas afincadas en maneras diferentes de concebir la relacin entre los hombres. Esto es, en maneras diferentes de concebir el derecho al ejercicio del poder. S podremos aproximarnos al entendimiento cabal de lo que entre nosotros sucede desde hace ya casi siete aos, cuando enfrentando el reto que supone eludir el facilismo y sin sustraernos al esfuerzo de reconstruir ahora nuestra realidad, aceptemos la verdad de que una revolucin se define ms cerca o ms distante de la libertad y el socialismo, crendola, hacindola. Pero una revolucin no puede ser vocacin creadora en la accin sin serlo en el pensamiento. En el Per iniciamos ese quehacer hace ya largo rato. Estamos concretando el esfuerzo de construir una nueva posicin revolucionaria, reconociendo que para lograrlo tenemos que pensar y actuar poltica y doctrinariamente con autonoma. Sin embargo, an nos queda el tiempo de vencer la distancia que separa dimensiones que se quieren consustanciales para garantizar la irreversibilidad del cambio. A su separacin contribuye, en no poca medida, el desconocimiento de lo que bien podra llamarse la filosofa de la Revolucin Peruana. Este libro aspira a tocar los lmites de ese desconocimiento. Tambin, los de la incomprensin. Pero, al mismo tiempo, quiere ser la posibilidad que nutra el debate, fecunde el dilogo y acerque a la memoria el quehacer constructor de un pueblo que empieza a decidir sobre su propio destino, animado de una slida voluntad antiimperialista y de lucha consecuente con el mandato de la historia. Aqu se resume la afirmacin vital del carcter creador de un pueblo en la palabra de quien es ya, por derecho propio, su conductor. Se recoge la voluntad que anima el sealamiento de un nuevo camino.

De l habr de cuidar el pensamiento vigilante, la palabra audaz, la crtica oportuna. A ello obliga, como mandato ineludible, la tarea de gobernar, el ejercicio
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constante de la verdad. No de otra forma se podrn advertir las equivocaciones, los errores, las desviaciones del norte sealado para la gran realizacin final de la Revolucin peruana que parti en su concepcin, y aspira a serlo en su prctica, ajena a modelos que, procesos de degradacin ideolgica, convirtieron en absolutos y dogmticos. Grave error de perspectiva histrica. Ocurrencia que incurre en despropsito. Pues si mucho an persiste con validez universal en la ms pura tradicin socialista, ello est en el mandato de la propia historia: encontrar caminos propios que conduzcan, finalmente, a un autntico ideal de justicia y liberacin. Y no se puede concebir el sealamiento de un camino propio como tarea diferible a un futuro impreciso. Suponer tal cosa esconde al ms grotesco afn de defensa del statu quo. Por tanto, al espritu conservador y reaccionario, pero al mismo tiempo, al infantilismo pequeo burgus de quienes saben de hacer una revolucin, tanto como Marx saba de la realidad de las sociedades llamadas hoy del Tercer Mundo. No nos llamemos pues, ms al engao. Reivindicar el legado de las grandes tradiciones revolucionarias que constituyen fundamento de la concepcin ideopoltica de la Revolucin peruana, es empezar en el presente la construccin del futuro que se quiere libre del dominio imperialista en una sociedad de igualdad y justicia para todos, en la que a la propiedad social de los medios de produccin se una la racionalidad de una economa que privilegie, no la maximizacin de las ganancias, sino la satisfaccin de las necesidades vitales y ms sentidas de la sociedad en su conjunto, de sus sectores marginados. Las grandes transformaciones estructurales son el inicio de este difcil trnsito. Mal haramos si supusiramos que ellas son, en s mismas, metas de arribo de la Revolucin. Pretender consolidarlas faltando mucho para hacer generalizables sus beneficios sera, por tanto, asumir la defensa de una utopa reaccionaria. Recordemos que es en el carcter participatorio de la Revolucin Peruana donde se halla implcita la nocin de ser, el nuestro, un proceso que tendr que mantenerse permanentemente como proceso creador, perfectible, en disposicin constante de enfrentar y superar renovadas exigencias. Ms an, la vocacin participatoria y abierta de nuestro proceso, no esta slo al servicio de sus realizaciones concretas. Ella trasciende el campo de las ideas, el terreno de la teora de la Revolucin. No de otra forma libertad y justicia haranse valores inseparables; ni medios y fines seran elementos que se codeterminan en la construccin de una sociedad superior centrada en el hombre como hacedor social de su historia. De all que ella implique tambin una dimensin valorativa antidogmtica y permanentemente flexible a la inteligencia de nuevos planteamientos polticotericos que respondan a la esencia ms radical de nuestra realidad.

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De todo esto quiere dar testimonio este libro como parte vital del pensamiento a la causa de la liberacin del Per, de Amrica y del Tercer Mundo. Sus pginas sealan la constancia de un pensar y un hacer indisolubles, cifrados en la conquista de un destino distinto y mejor para nuestros pueblos. Quienes repasen en sus pginas lo hecho hasta aqu y lo mucho que an nos queda por hacer, sabrn que en el Per hemos iniciado ya el duro aprendizaje de leer en nosotros mismos la historia de la dominacin y del entreguismo, y empezado a definir por nosotros mismos nuestro propio camino de liberacin. rubn ramos Agosto, 1975.

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EXPLICACIN NECESARIA

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Los textos aqu contenidos han sido estructurados en base a los discursos, mensajes, entrevistas y/o conferencias de prensa del Presidente Velasco. Significan un minucioso trabajo de recopilacin, anlisis y sistematizacin de los pronunciamientos ideopolticos ms importantes del conductor de la Revolucin Peruana, desde Octubre del 68 hasta Marzo de 1975. En el apndice de referencias bibliogrficas usted podr encontrar, de acuerdo al orden de composicin, la fecha, la ocasin y la fuente del discurso, la entrevista o el mensaje, extractado, para componer el texto al que alude cada ttulo o subttulo. La ocasin, la fuente y el nmero de pgina para todos los casos, y en este orden, van encerrados entre parntesis. En el caso de los extractos tomados de los discursos contenidos en los volmenes del libro Velasco: La voz de la Revolucin (VLVR), se indica, adems, el tomo respectivo (I II). En los casos en que no figura la fuente, los extractos fueron tomados de discursos o entrevistas, o conferencias de prensa, dados a conocer en el diario oficial El Peruano. Cmo se hizo este libro? Por tanto, cmo proceder a su lectura. En Octubre de 1968, producido el golpe hubo quienes cremos que aqul poda ser el inicio de una experiencia nueva para el Per. En ensayo reformista de Belande haba fracasado no sin antes enfeudar al poder de las grandes corporaciones transnacionales nuestras principales riquezas naturales y proponer una estrategia de industrializacin y desarrollo subsidiaria del capital monopolista. Los partidos polticos de derecha como el APRA y el Odrista y los eufemsticamente autodenominados de centro -coaligados o en alianza-, habiendo perdido vigencia por su actitud de aquiescencia y avalamiento al entreguismo del ejecutivo belaundista, no tenan alternativa vlida que oponer al pronunciamiento armado. Corno expresin subsidiaria de grupos de poder econmico a los que la Revolucin declaraba que tendra que enfrentar y derrotar, para dar paso a un nuevo ordenamiento social, la historia de aquellos partidos empezaba a concluir. La atomizada izquierda, a fuerza de divisiones y subdivisiones y sin programa, para estar en condiciones de proponer alternativas, tena an, por delante que cumplir la nada fcil tarea de, segn alguno de sus pontfices, proceder a la

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reorganizacin de sus imgenes, sus ideas, sus conocimientos, sus modos de organizacin, sus modos de comportamiento. No obstante, y dentro de este contexto, poco era lo que se tena entre manos para aventurar un juicio respecto de a dnde queran ir los militares. Sealar, como se haca en el Manifiesto del 3 de Octubre, que el movimiento de las Fuerzas Armadas marcaba el inicio de la emancipacin definitiva del Per, y anunciar el propsito de llevar a cabo bsicas reformas estructurales, era entre nosotros lenguaje desusado, si se tiene en cuenta que tales anuncios provenan de una institucin otrora guardin de los intereses de una de las oligarquas ms conservadoras de Amrica Latina. Pero haba que empezar la tarea de guardar todo aqullo que fuera escrito y dicho por los dirigentes de la Revolucin de la Fuerza Armada, y, preferentemente por su conductor. Seis das despus de aparecido el Manifiesto, y precisamente en Talara, donde se haba firmado un mes antes el Acta del entreguismo y la claudicacin del belaundismo y el apro-odriismo, el Gobierno revolucionario anunciaba la recuperacin de la Brea y Parias para el Per. Era el primer hito de una historia de fidelidad al mandato impuesto de superar nuestro estado de subdesarrollo y dependencia del poder econmico imperialista y de los grupos de dominacin interna. La Reforma agraria, la reforma de la empresa, la reversin al Estado de nuestras principales riquezas mineras y petrolferas, la estatizacin del comercio exterior, de los ferrocarriles, de la industria pesquera, de los mecanismos de financiacin, de las telecomunicaciones, la propiedad social, la socializacin de la prensa, seran, una a una, conquistas reveladoras del alto grado de coherencia entre lo dicho y lo hecho. Entre lo que se enunciaba como voluntad y lo que se realizaba como realidad. Hondas y decisivas transformaciones de nuestra estructura econmica y social a las que se aparejaba el impulso y desarrollo de un vasto movimiento participatorio desde las bases, generador de organizaciones autnomas de trabajadores, constituan una palpable demostracin de transferencia del poder a los propios creadores sociales de la riqueza. Esto deba conocerlo el pueblo. Saber que quienes conducan los destinos de la Nacin no improvisaban ni la accin ni el pensamiento. Ms an, el pueblo tena que entender que los errores, las limitaciones y el burocratismo no son parte de la voluntad que anima a la revolucin, sino expresin de condicionamientos impuestos unos, por el poder de quienes quieren un Per y una Amrica al servicio de sus intereses, y heredados, otros, de un sistema deshumanizado y egosta que tomar tiempo superar definitivamente.

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Fue por eso que se empez a poner juntas las cosas dichas por el Presidente Velasco y que fueron recogidas desde el inicio del proceso. Pero, en una tarea as, haba que pensar en algo diferente a un compendio de citas o a un libro de discursos. Cmo hacerlos un texto temtico, donde no se tuviera la sensacin de estar leyendo un discurso o una entrevista? Este era el desafo. Se empez por clasificar, en base a una gua de temas, el material escrito. Luego, se procedi al fichado. Posteriormente se juntaron todas las fichas referidas a un mismo tema y finalmente se edit la redaccin de tal manera de dar lugar a un texto que pudiera leerse sin advertir que se trataba de extractos tomados de un discurso, o una entrevista, o una conferencia de prensa. As naci este libro. Usted encontrar por ello que, por ejemplo, el texto sobre al tema Autonoma Conceptual de la Revolucin ha sido finalmente compuesto en base a extractos referidos a dicho tema, tomados de discursos dichos en fechas diferentes y para ocasiones diversas, como el Mensaje a la Nocin (del 28.7.73), el del Aniversario de la Revolucin (del 3.10.73), el pronunciado con ocasin de la visita del Excelentsimo Seor Presidente de Rumana (el 19.9.73.), el pronunciado en la Conferencia Anual de CADE 70 ( el 15.11.70), y el pronunciado en el almuerzo del Comando Conjunto de la Fuerza Armada (el 29.7.74). Igual cosa se hizo para estructurar al texto referido al tema PuebIo y Fuerza Armada. Aqu se tomaron extractos contenidos en discursos que van desde noviembre del 68 (con ocasin de la entrega del Pabelln Nacional) hasta Octubre del 74 ( con ocasin del da de la Dignidad Nacional). Y as, para cada uno de los temas. Ahora bien, como se trata de un libro que pretende acercar a la memoria el quehacer de un pueblo en revolucin, en los casos en que, por la fecha del discurso, se hablaba de 3, 4, 5 6 aos, se ha preferido referir esas fechas a la actualidad. As, se trata de un libro que recoge el pensamiento de la Revolucin a lo largo de estos siete aos de aparejar teora y accin. No debe perderse de vista, sin embargo, que los planteamientos ideolgicos y polticos que aqu se expresan, surgen en el inicio mismo del proceso revolucionario. Mas esto no quiere decir, como bien se seala en el Prlogo, que ste sea un libro final y definitivo. Otros libros seguramente habrn de seguirle. No dudamos de que en ellos mucho de lo aqu expresado se habr para entonces enriquecido y profundizado. Y lo creemos as, porque Velasco no es slo el Presidente del Per y el conductor de su revolucin; es tambin el juicio anunciador de una nueva conquista, la inteligencia de nuevos aportes a la idea, y el carcter de una serena advertencia. Por ello, un nuevo discurso, o una entrevista, o acaso una nueva conferencia de prensa, estarn haciendo a esta entrega, una entrega sin tiempo.

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I. LA REVOLUCIN PERUANA

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El Proceso Revolucionario que conduce la Fuerza Armada del Per se organiza sobre una concepcin ideo poltica, una estrategia nacional de desarrollo y un modelo final de sociedad por entero distintos a los propuestos por los sistemas capitalista y comunista. El reconocimiento de nuestra privativa historia nacional, la identificacin de nuestras propias tradiciones revolucionarias y la comprensin de nuestra especfica realidad econmico-social orientan nuestra revolucin y permiten definir su sentido esencialmente independiente. Por todo ello, el conjunto de medidas y acciones emprendidas por el pueblo peruano y su Fuerza Armada se orientan a rescatar para el Estado Peruano su perdida capacidad de decisin y a restituir a nuestro pueblo el control sobre la riqueza que su trabajo genera y sobre el poder poltico, tradicionalmente sustrado a los productores sociales por los grupos dominantes. La orientacin independiente de nuestra revolucin permite definir su carcter esencialmente anti-imperialista y participatorio. Y ello es as, porque slo es posible construir un Estado nacional enfrentando resueltamente al poder imperialista. Y porque creemos que el cuestionamiento de los sistemas sociales que el Per recusa puede lograrse a travs de un conjunto de instituciones econmicas y sociales participatorias.

El carcter anti-imperialista y participatorio de nuestra revolucin nos permite construir progresivamente una democracia social de participacin plena basada en lo transferencia del poder poltico y econmico a las organizaciones sociales de trabajadores. Esta es nuestra posicin. A ella nos debemos. Y por ella el pueblo y la Fuerza Armada del Per estn dispuestos a enfrentar todos los riesgos implicados en una revolucin independiente.

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SU AUTONOMA CONCEPTUAL La delimitacin ideo poltica del Proceso Revolucionario Peruano se basa en pronunciamientos tericos muy claros relacionados, en ltima instancia, con las ideas cardinales de la propiedad social y de la participacin plena. En ellas se funda la esencia de nuestra singularidad como proceso revolucionario diferente y autnomo con respecto a cualquier otro. Pues, sostener la necesidad de organizar la economa prioritariamente en base a la propiedad social de los medios de produccin y un sistema poltico fundado en la gradual pero creciente transferencia de poder a las organizaciones autnomas del pueblo es sostener un planteamiento absolutamente incompatible con los sistemas que privilegian tanto lo propiedad privada como la propiedad estatal. Por lo dems, el encarar la recusacin de uno y otro sistema es concorde con el enunciado normativo de seguir una lnea nacional independiente, vale decir autnoma. En este sentido, la Revolucin Peruana expres, tericamente, una alternativa al capitalismo diferente a la alternativa comunista. Y, por partir de una revolucin es, en esencia, tambin una alternativa revolucionaria. La Revolucin Peruana recusa el sistema capitalista no desde una posicin proclive al comunismo, ni recusa al comunismo desde una posicin conservadora y pro-capitalista. Por el contrario, fundamenta esta doble recusacin desde una nueva posicin de izquierda, nacional y autnoma, profundamente unida al compromiso militante de luchar por la transformacin cualitativa e integral de nuestra sociedad. Pero, el fundamento de nuestra posicin no es extrao al contenido mismo de las diversas corrientes del pensamiento revolucionario de nuestra poca. Y es en el sentido de la tendencia global de esas corrientes que nuestra revolucin se inscribe con toda su probada autonoma conceptual en la tradicin ms ilustre del pensamiento libertario socialista y humanista. Pensamiento que involucra para nosotros tres conceptos inseparables a una misma tradicin. En todo lo anterior, se afianza nuestra seguridad de representar un camino revolucionario autnomo y propio del Per. Tenemos la conviccin de nuestro propio camino. Sabemos a dnde queremos ir. Nuestra revolucin no ser ideolgicamente colonizada ni polticamente desviada por ninguna de las tendencias con las que, en realidad, est en pugna. El rumbo revolucionario del Per y sus proposiciones de finalidad responden a una nueva conceptualizacin terica, a nuevos criterios de accin, a nuevos planteamientos revolucionarios. Fuimos, desde el comienzo mismo de nuestra lucha, defensores intransigentes de uno posicin enteramente independiente de cualquier otra surgida en otras latitudes. Y en base ella construimos una alternativa
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revolucionaria profundamente nacional que nada tiene que ver con la experiencia histrica de otros pueblos que han seguido caminos en esencia diferentes al nuestro. Desde esta posicin siempre hemos respetado todas las posiciones revolucionarias, en base a la demanda muy clara y muy justa de que la nuestra sea igualmente respetada. De all que resulte imposible apelar a los ismos actuales en la esperanza de encontrar uno que refleje la exacta significacin del proceso revolucionario peruano y el contenido preciso de sus grandes propsitos y realizaciones. La terminologa en boga no permite expresar con propiedad, a nivel de concepcin poltica global, lo naturaleza y las implicaciones de la Revolucin Peruana. Algunos definen nuestro movimiento como socialista, olvidando que, por la enorme variedad significativa que ha llegado a adquirir esta apelacin, ha perdido capacidad de expresar por s sola fundamentales diferencias de concepcin y de prctica poltica concreta. En efecto, bajo lo denominacin socialista se cobijan las ms variadas formulaciones tericas y las ms plurales realidades polticosociales en el mundo contemporneo, lo cual torna nebuloso el significado real de lo palabra. Por tanto, al no permitir el trazado de lneas sustantivas de diferenciacin, no define una posicin poltica concreta y determinada sino en el ms general de los sentidos. En otras palabras, el concepto socialista no define por s solo la posicin total de la Revolucin Peruana, pero si est claramente incluido en su ms fundamental significado histrico. Otros nos adjudican un eclecticismo tercerista que muy poco agrega a la comprensin del proceso peruano. Nosotros no sostenemos una simple y banal posicin tercerista. No aspiramos a crear un sistema poltico, social y econmico que represente una suerte de mezcla entre el capitalismo y el comunismo. Nosotros nos situamos en un plano enteramente distinto de significacin poltica respecto de la esencia misma de los planteamientos capitalistas y comunistas. Y otros, nos sitan en algn punto impreciso de ese amplio espectro que va desde cualquiera de los movimientos polticos tradicionales del Per, hasta las formulaciones de la social-democracia y el social-cristianismo europeos de postguerra. Todas estas apreciaciones contienen dos comunes errores fundamentales. En primer lugar, tratan de definir la Revolucin Peruana no a partir de ella misma, sino de modelos externos que varan de acuerdo a la posicin o a la simpata poltica de cada observador. Y en segundo lugar, reflejan incapacidad para reconocer el hecho sencillo y simple de que este proceso revolucionario es por entero un fenmeno nuevo. Sin que ello implique, naturalmente, desconocer su deuda con la tradicin revolucionaria peruana, latinoamericana y mundial, cuyos verdaderos y perdurables aportes constructivos respeta y cuyo acervo enriquece, precisamente, por su declarada autonoma conceptual y poltica.

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La nuestra es una revolucin que jams encuadrar en ningn esquema tradicional. Fue desde el comienzo una experiencia enteramente atpica. Siempre represent, y siempre habr de ser, esfuerzo creador en bsqueda y en construccin de un camino propio para el Per. La ms profunda autenticidad de este proceso radica en su incuestionable originalidad, en su constante empeo de slo responder al sentido ms hondo de nuestra historia y al testimonio ms verificable de nuestra propia realidad. Esta revolucin es, pues, un planteamiento terico y prctico de plena autonoma. Y aqu se fundamenta nuestro reclamo a ser, en todos los sentidos, una autntica revolucin peruana. El objeto fundamental de la construccin revolucionaria que estamos desarrollando se orienta a crear en el Per una democracia social de participacin plena Este planteamiento basal de la revolucin peruana supone erradicar definitivamente un orden fundado en la predominante propiedad privada de los medios de produccin y en la concentracin de todas las formas de poder que ella genera. No para trasladar el poder y la riqueza monopolizados al aparato estatal que controla un partido nico, sino para transferir el poder y la propiedad de la riqueza a las instituciones autnomas del pueblo organizado. La alternativa que esta revolucin plantea supone iniciar, desde ahora, lo construccin de una democracia social de participacin. Por tanto, no hemos remitido al futuro el comienzo de esta esencial tarea. Por el contrario, la hemos iniciado gradualmente, conscientes de que el futuro se hace en el presente. E igualmente conscientes de que los medios deciden la esencia de los fines, sostenemos que la nica forma de hacer posible una sociedad de participacin liberadora demanda indispensablemente el uso de mecanismos y de medios de naturaleza tambin participacionista. Esta fundamental orientacin ideo poltica que distingue ntidamente la nuestra de otras posiciones, sirve de basamento a todas las acciones emprendidas por el Gobierno Revolucionario de la Fuerza Armada del Per.

EL NUEVO ORDENAMIENTO ECONMICO, POLTICO Y EL MODELO SOCIETAL Pluralismo econmico y Pluralismo Poltico

Los dos grandes problemas esenciales de nuestro pas, a saber subdesarrollo y dependencia, se han generado bajo la gida del capitalismo y sera por ello extremadamente ilgico pretender resolverlos conservando el sistema que les ha dado origen. Por eso nuestra revolucin se define como no capitalista en el sentido de que el ordenamiento socio-econmico que persigue no
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ser capitalista. Y por eso nos situamos frente al capitalismo como sistema en una relacin de oposicin. Esto naturalmente en forma alguna significa aceptar la alternativa comunista. La realidad concreta del comunismo como sistema poltico, econmico y social, al cabo de largas dcadas de aplicacin en otros pases, se traduce en sociedades totalitarias y burocratizadas, por entero incapaces de garantizar el desarrollo libre del hombre en todas sus dimensiones. La intolerancia, el totalitarismo y la burocratizacin son, a la luz irrecusable de la experiencia histrica, fallas estructurales de las sociedades comunistas y no simples deformaciones secundarias. Por eso, tales sociedades no pueden constituir el modelo de nuestra revolucin. Y por eso, tambin frente al comunismo nos situamos en una relacin de oposicin. El movimiento peruano se ubica revolucionariamente frente a la falsa disyuntiva capitalismo o comunismo. Estamos rechazando aquel dilema del pensamiento poltico tradicional para colocar a lo Revolucin Peruana en un campo cualitativamente diferente de conceptualizacin y de praxis revolucionarias. Esta autonoma conceptual y poltica deriva de la forma en que definimos la problemtica central de la sociedad peruana. Para nosotros el subdesarrollo constituye una compleja realidad histricamente determinada y generadora de problemas que en el ms profundo de los sentidos son peculiares de cada sociedad. No existe, pues, una sola forma universal de subdesarrollo en tanto realidad econmica, poltica y social concreta. En consecuencia, no existen sociedades subdesarrolladas idnticas. Cada cuadro peculiar de subdesarrollo es la matriz condicionante de donde parte el proceso de desarrollo que debe superarlo y que adopta, por esta razn, modalidades especficas que hacen imposible, en este caso tambin, suponer la existencia de una sola forma universal de desarrollo. En otras palabras, cada escenario histrico-social plantea una problemtica diferenciada de subdesarrollo, para cuya cancelacin es inevitable considerar un tipo de desarrollo igualmente diferenciado. Vale decir, los procesos de desarrollo se han dado histricamente de acuerdo a diversas opciones poltico-ideolgicas. Su sentido final puede orientarse hacia ordenamientos socio-econmicos capitalistas o comunistas. Pero tambin pueda orientarse, con igual fundamento de validez terica hacia ordenamientos socio-econmicos de carcter no capitalista y no comunista. Y en esta perspectiva se sita la revolucin nacionalista del Per. Queremos una sociedad donde el Estado sirva al hombre y el hombre sirva a la sociedad en condiciones que posibiliten el desarrollo efectivo de ciudadanos libres cuya ms alta responsabilidad se oriente hacia la nacin en su conjunto. Queremos un ordenamiento basado en una moral social solidaria, capaz de superar la raz profundamente egosta del individualismo, pero sin permitir que el hombre concreto desaparezca bajo el peso de puras entelequias colectivas que framente manipula la burocracia estatal de un sistema alienante y deshumanizado. Somos revolucionarios humanistas y por ello rechazamos la
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posicin de quienes en nombre de la humanidad desprecian y aplastan a los hombres. Queremos reivindicar al hombre, pero no en el sentido de exaltar un individualismo social y ticamente estril, sino en el de reivindicarlo como miembro y esencia de una sociedad humanizada por un conjunto de valores que no pueden, por todo lo anterior, ser los mismos que sirven de sustento al capitalismo y al comunismo. Nuestra revolucin, en sumo, trabaja por una sociedad solidaria de participacin plena, de libertad autntica, vale decir, con justicia social, donde la comunidad trabaja para el hombre y paro ella misma y no para el Estado o para grupos de privilegio y de poder. Vamos hacia un nuevo ordenamiento de la sociedad peruana. Porque el ordenamiento tradicional contra el cual insurgimos estuvo basado en la desigualdad, en la injusticia, en la discriminacin, en la dependencia y en el privilegio. Luchamos por reivindicar la autntica independencia de nuestro pas frente a las presiones de cualquier imperialismo, econmico o de otro tipo, venga de donde viniera. Y luchamos igualmente para cancelar por siempre los profundos desequilibrios estructurales que hacen de nuestro pas una nacin subdesarrollada. Las formas del pasado ya no pueden segur prevaleciendo porque es preciso labrar un camino distinto para un futuro distinto. Esa gran injusticia del ayer en que muchos padecieron miseria y en que pocos disfrutaron holgura, no puede continuar porque la nacin entera slo podr florecer y ser grande cuando dentro de ella la explotacin de los ms a manos de los menos haya sido desterrada para siempre; y cuando la riqueza socialmente generada no sea privilegio de unos cuantos, sino derecho y recompensa al esfuerzo de todos. Quienes forjan la riqueza de este pas no son nicamente los dueos del dinero. De bien poco valdra ese dinero sin el esfuerzo generoso de los brazos que hacen la riqueza y que deben tener acceso a ella. Esta no es una posicin de extremismo, sino de justicia. El propsito de la Revolucin Nacional no es destruir, sino construir. Pero no construir para los menos, sino para los ms. Porque construyendo para los ms estaremos en realidad construyendo para todos. Hasta hoy el signo de nuestra vida nacional ha sido: la riqueza concentrada en muy pocas manos, y la miseria cubriendo por entero el mapa de la patria. Eso ya no puede seguir as. Si el Per quiere mirar victoriosamente hacia el futuro, tiene que ser una nacin decidida a superar para siempre los moldes del pasado. Tiene que haber en su pueblo la conciencia de que es imperativo crear un nuevo y distinto ordenamiento social en el que prevalezca la justicia. Y en el Gobierno tiene que haber la inquebrantable decisin de llevar adelante un proceso de cambios que, al transformar el ordenamiento econmico y social del pas, haga posible superar definitivamente nuestra actual situacin de nacin subdesarrollada. El Per es ya un pueblo maduro para sus grandes transformaciones. Y el nuestro es un Gobierno decidido a que ese pueblo, al fin, tenga su hora de justicia. Nada debe temer. La revolucin reconoce la legitimidad de todos los derechos
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cuyo respeto no signifique perpetuar la injusticia, ni mantener intocada nuestra tradicional situacin de pas subdesarrollado y dependiente. Porque en una sociedad de grandes injusticias, respetar estos derechos significara, necesariamente, condenar a la mayora a una eterna pobreza y garantizar a la minora el disfrute de una riqueza cuyo exceso es social y moralmente injustificable. Traicionaramos el sentido ms hondo de nuestro movimiento liberador si dejramos que en el Per todo siguiera igual. La Fuerza Armada advino al Gobierno precisamente porque eso ya no era posible. Pero sta es una empresa del pueblo, una tarea de entrega ciudadana, una misin de fe. Necesita una mstica y requiere el respaldo valiente y generoso de los que quieran luchar por un Per mejor. Es por eso, tambin, una empresa de generosidad y de altruismo de autntico amor al Per. Frente a los intereses de la Patria, nada debe ni puede prevalecer. Es preciso dejar de lado para siempre los lastres del pasado. Vivimos en un mundo nuevo y distinto. Tenernos que crear una nueva imagen del Per. Es tarea grande y difcil, preada de desengaos y de riesgos. Pero es tarea ineludible. La vamos a realizar. La estamos realizando. El propsito del Gobierno Revolucionario de la Fuerza Armada es construir en el Per una economa pluralista y diferente de las economas dominadas tanto por el absolutismo de a propiedad privada cuanto por el absolutismo de la propiedad estatal. Dentro de ese pluralismo econmico existirn diversos sectores. El ms importante y prioritario ser de carcter social, donde la propiedad est en manos de todos los trabajadores de las empresas del sector. El segundo sector econmico ser el estatal. El tercero ser un sector de propiedad privada reformada por la Ley de Comunidad Laboral que habr de ser en el futuro un sector econmico de cogestin. Finalmente estos tres sectores econmicos, que no conforman realidades estticas sino que deben ser concebidos como altamente dinmicos y flexibles, se complementarn con un cuarto sector de muy diversa naturaleza integrado por todas las actividades econmicas de pequea escala en el comercio, la industria artesanal y los servicios. Esa economa pluralista ser una economa participatoria, en esencia distinta a las de los sistemas capitalista y comunista. Su contraparte poltica deber ser un ordenamiento institucional tambin participatorio, basado en la nacin de que el poder se transfiere a organizaciones sociales autnomas cuyos integrantes, por tener ya acceso a la riqueza y a la propiedad, acceden tambin al ejercicio efectivo del poder econmico y, consecuentemente, del poder poltico. De esta manera ser posible estructurar en el Per una democracia social de participacin plena, dentro de la cual la capacidad de decisin en lo econmico y en lo poltico ser ejercida por las comunidades de base. As todas las expresiones del poder surgirn de los fundamentos mismos de la sociedad, es decir, all donde piensan, actan y deciden los hombres y mujeres que con su esfuerzo fsico e intelectual crean una riqueza que debe beneficiar a todos los peruanos.
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Esta posicin participacionista del humanismo revolucionario implica respetar la divergencia de opiniones e ideas. Aqu se fundamenta el pluralismo poltico que nuestra revolucin tambin defiende. Esto significa reconocer el derecho de los dems a pensar y actuar de manera diferente a la nuestra y en consecuencia a organizarse polticamente con toda libertad dentro de una pluralidad de alternativas. Nuestra Revolucin representa una de esas alternativas. Por eso, adherir a la idea del pluralismo poltico no quiere decir en forma alguna que la posicin ideolgico y poltica de nuestra Revolucin, como conjunto de ideas y planteamientos puede ser considerada uno posicin contradictoria y heterognea, dentro de la cual puedan situarse quienes sustenten otros ideologas. Todo lo contrario. Nuestra posicin debe ser entendida como uno posicin ideo-poltica homognea, coherente, singular y, por ende distinta de todas las dems. En otras palabras, el pluralismo no significa que no nos distingamos de otros, sino que distinguindonos, sepamos respetar el derecho de los dems a escoger su propio camino poltico. La concrecin de este gran ideal participacionista, esencia misma del humanismo revolucionario que defendemos, supone el abandono gradual pero definitivo de los comportamientos manipulatorios y de los mecanismos de intermediacin que en el pasado arrebataron a los ciudadanos el derecho a intervenir y a decidir en todos los asuntos de la vida social. Y supone, asimismo, la ruptura igualmente gradual pero tambin definitiva con todos los comportamientos paternalistas autoritarios que ilegtimamente presupone condicin de inferioridad en los humildes y en los pobres. Y todo ello, para rescatar y defender la nacin fundamental de la dignidad y la preeminencia del hombre, del ser social concreto, como hacedor de la historia y la vida. Todo ello implica una nueva concepcin del Estado, del gobernar, de la poltica. El supuesto en que esto se fundamenta es el de la validez de la participacin como va a travs de la cual pueda crearse en el Per una sociedad esencialmente democrtica y, por tanto, verdaderamente humanizada. A estos criterios responde Democracia Social de Participacin Plena, modelo final de sociedad hacia el cual se enrumba nuestra revolucin. DEMOCRACIA, HUMANISMO Y REVOLUCIN Mucho suelen hablar algunos de las bondades de la democracia. Con pocas palabras se ha comerciado tanto como con esta palabra, democracia, que los politiqueros de este pas prostituyeron, hasta convertirla en una vergonzante falsedad. No hay democracia autntica sin justicia social. No hay democracia autntica cuando los ms son explotados por los menos. No hay democracia autntica cuando el pueblo contina en miseria; cuando el campesino no tiene tierra; cuando los poderosos lo dominan todo. La pura democracia formal de los
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votos peridicos con que se negocia a espaldas del pueblo no es democracia!: es el engao urdido por quienes tratan de que todo siga igual. Nosotros ciertamente estamos contra esta democracia farisea. Queremos una verdadera democracia social con justicia para el pueblo. Una democracia sin las grandes desigualdades de riqueza que este pueblo ha sufrido. Una democracia para la cual justicia y libertad sean inseparables. Una democracia para la cual la libertad slo pueda existir, de manera efectiva, cuando hayan sido canceladas para siempre la explotacin y la miseria de las grandes mayoras. Hacer posible una democracia as, genuina y con sentido para el pueblo, es el mandato de la revolucin. A ella habrn de contribuir las grandes transformaciones sociales. Su realizacin servir para la construccin de un nuevo ordenamiento social de justicia. En trminos de un humanismo revolucionario para el cual la idea del hombre como hacedor social de la historia es por entero inseparable de la justicia como valor concreto en la vida social, la Revolucin Peruana recoge el legado mejor de la tradicin cristiana, en lo que sta tiene de renovador planteamiento social, y representa la confluencia de las vertientes ms ilustres del pensamiento revolucionario de nuestra tradicin histrica, constituyendo as el punto de partida de una nueva conceptualizacin poltico-social en el Per. Nuestra revolucin surge de la tradicin histrica del Per. Esto no quiere decir que pretendamos, a todas luces ahistricamente, reconstituir una realidad poltico-social desaparecida hace siglos. Ni tampoco que la revolucin se vincule directa y sistemticamente con una determinada concepcin religiosa, que, sin embargo, la mayora de peruanos suscribe. La Revolucin Peruana coincide en sus aspiraciones de justicia, indesligables de la posicin humanista, con el mensaje moral del cristianismo. Pero nunca hemos dicho que nuestra revolucin sea cristiana, porque pensamos que sta es una calificacin religiosa y el nuestro es un movimiento poltico-social. Las transformaciones sociales, los grandes fenmenos polticos de envergadura histrica no pueden ni deben ser descritos en trminos de denominaciones religiosas. El hecho de que seamos catlicos no nos permite decir que nuestra revolucin pertenezca, como tal, a una determinada filiacin religiosa. El humanismo revolucionario que hoy surge en el Per es, pues, distinto por esencia de todos los planteamientos puramente abstractos y construye su problemtica central en torno a las cuestiones fundamentales y especficas de la justicia y la libertad de los seres humanos concretos que luchan, que sufren, que trabajan, que defienden sus ideales, que rechazan la explotacin y que viven los conflictos sociales como miembros de grupos, sectores y clases con intereses distintos dentro de la sociedad.

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REVOLUCIN, MORAL SOCIAL Y CONCIENCIA POLTICA

Nuestra ambicin mayor es contribuir al surgimiento de una nueva moral social que para siempre destierre del escenario poltico de nuestra patria la mezquindad, el egosmo, la bajeza y la falsa. Queremos por eso que esta revolucin viva en la conciencia de nuestro pueblo, a fuerza de vivir en la conciencia misma de los hombres que la estn construyendo. Y esto slo podr lograrse cuando cada uno de nosotros, en su propia vida, ofrezca el testimonio personal que hace sagrado un compromiso fidedigno con la causa del pueblo. Porque una revolucin tambin supone la capacidad de pensar, de sentir y de actuar de modo diferente a como lo hacen quienes no orientan su existencia por un ideal humano y superior. Slo con desprendimiento y con grandeza podremos los hombres de esta revolucin dejar un legado verdaderamente ejemplar a quienes maana habrn de continuar esta tarea gigantesca que hoy estamos cumpliendo para salvar a nuestra Patria. Los hombres y mujeres de esta nacin tienen ahora una responsabilidad muy grande que cumplir. Por ello los egosmos y las vacilaciones deben ser para siempre abandonados; porque est en juego el futuro de esta Patria que es de todos. Con indiferencia y con oportunismo no se hace la historia de los pueblos. Y en el sentido ms hondo y verdadero, hoy estamos haciendo la historia del Per. La Revolucin demanda pensar en el Per, motivo fundamental de su razn de ser y raz de la existencia nuestra. Demanda pensar en el Per que superando un largo abatimiento vuelve a sentir ya un aliento de confianza, un renacer de su seguridad como nacin, un nuevo destello de afirmativa esperanza en su futuro. La esencia moral de una nacin y de sus hombres se mancha sin remedio cuando desde el gobierno se trafica con su dignidad; cuando las instituciones se prostituyen y todo lo corrompe el oro de una riqueza mal habida; cuando frente a un pas engaado, en gran parte por obra de una prensa en subasta, se levanta el tinglado de una farsa de la que son actores principales quienes ostentan la representacin de los altos poderes del Estado. Todo esto ocurri en el Per. Y nadie debe olvidarlo nunca. Porque un pueblo que olvida sus pocas de oprobio difcilmente pueda construir un destino luminoso y libre para siempre de todos los estigmas con que le manejaron sus malos gobernantes, sus falsos adalides. En la medida en que prevalezcan en el Per la injusticia y la explotacin, todos somos injustos y explotados. La esencia de humanidad que vive en cada
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uno de nosotros se mancha sin remedio cuando nada hacemos por superar la vida que an viven millones de peruanos. La indiferencia frente a los males de nuestra sociedad nos hace a todos responsables de que ellos continen. Y mientras no comprendamos esta responsabilidad que a todos nos pertenece, los males profundos del Per habrn de continuar sin solucin definitiva. Tenemos que adquirir conciencia de que la vida y el destino de cada hombre y mujer del Per nos competen y afectan a todos los dems. Es la dura verdad que todos debemos conocer y que muchos quisieron que nunca fuera conocida. La verdad que permanentemente debe vivir en la conciencia de todos los peruanos. La verdad que debe instarnos a dejar para siempre de lado al egosmo de cualquier indiferencia. Porque todos somos, aunque fuere en pequea medida, responsables de la ominosa realidad que esa verdad encierra, Y porque todos debemos sentir el imperativo de superarla para siempre. El valor, el deber, la dignidad, la iniciativa, la disciplina, el honor, la solidaridad deben ser la base ms profunda en la formacin moral de todo revolucionario del Per. Esas son las virtudes que deben formar la arquitectura de nuestro patriotismo, de nuestro enraizado amor al Per, que nos impela a luchar por su pueblo, por su grandeza, por su ms elevado sentido de justicia. Un patriotismo creador, renovador y profundo. El porvenir del Per depende de la lucidez con que sepamos comprender el sentido verdadero de este gran momento de nuestra historia. Y esto, en no menor medida, depender a su vez de que seamos capaces de aprender en base a la experiencia de su construccin revolucionaria y a mantener siempre intacta la firme decisin de continuar nuestra lucha sin tregua ni descanso. La conciencia revolucionaria de un pas no se improvisa. En el Per de hoy se est formando esa conciencia. Poco a poco se comprenden mejor la esencia y la finalidad de su revolucin. Superados el escepticismo y la desconfianza de los primeros tiempos, nuestro pueblo cada vez con mayor claridad comprende que esta revolucin se ha hecho para salvarlo, para resolver sus grandes problemas, para forjar en nuestro pas uno autntica democracia social. Nada de eso podramos lograr dentro de la moral social de un individualismo egosta y estril que torna a los hombres enemigos de otros hombres y que exalta las formas ms extremas y, en verdad, menos humanas de competencia, de rivalidad, de explotacin. Pero tampoco lo podramos lograr dentro de la moral social de un sistema que hunde al hombre en la ms ominosa dominacin de un estado monopolizador de todas las formas de poder. Un gobierno revolucionario de la originalidad del nuestro no puede conducirse con los mismos criterios ni de la misma forma en que se puede conducir un rgimen conservador. Una transformacin como la que nosotros

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estamos haciendo en el Per, impone la necesidad de nuevos comportamientos y nuevas actitudes. En tiempos de alteracin profunda de los moldes y realidades tradicionales de una sociedad es preciso aceptar que todos debemos someter a honda revisin creencias y valores, formas de accin y modos de concebir los cosas. Por tanto, en el Per de hoy resulta indispensable repensar los problemas del pas, pero tambin mirar con nuevos ojos nuestra propia vida y lo que ella debe significar para una Patria en trance de ser reconstruida. Aprender a pensar y actuar de manera distinta a como solamos hacerlo en el pasado es tarea extremadamente difcil, porque envuelve una dura experiencia de reeducacin, a travs de la cual aprendemos a cuestionar algunos de los supuestos valores que un da consideramos intangibles. Pero de no lograrlo, sera virtualmente imposible alcanzar el distante propsito de forjar un nuevo hombre para una nueva sociedad en el Per. Todo esto demanda nuevos deberes y nuevas exigencias. Porque no debemos olvidar que sobre nosotros pesa el escepticismo y la desconfianza que en el pueblo peruano sembraron los malos gobernantes. Un pueblo mil veces engaado slo puede recuperar por entero su confianza y su fe cuando sus gobernantes hablan con absoluta honestidad, con franqueza total y descarnada. Slo as es posible forjar una nueva conciencia poltica. Slo as se puede reavivar la gran esperanza colectiva, la fe adormecida de una nacin postrada por el engao de innumerables dolos de barro. Sentir nuestro el deber y el compromiso con la revolucin, es velar porque ella sea siempre ejemplo de limpieza, de honradez, de eficiencia, de sacrificio, de entrega generosa. Es crear conciencia de la inmensa tarea que una revolucin entraa. Es enmendar da a da los errores que inevitablemente se cometen en el diario quehacer de la revolucin. Es asumir la responsabilidad de rectificarlos. Es tener la honestidad, la humildad, la sabidura y el valor que otros nunca tuvieron para reconocer errores y enmendarlos. Esto, lejos de debilitar a lo revolucin, le da mayor fuerza porque le da mayor autoridad moral. Pero es tambin ser supremamente exigentes con nosotros mismos, aspirar a ser cada da mejores, estimular la crtica honesta que es un aporte invalorable en toda obra de creacin Es ser, por sobre todo, siempre leales con ella. El Per est an lejos de haberse librado de aquella vieja siembra de desconfianza, de resentimiento y de desilusin que como mala herencia le dejaron muy largos aos de explotacin y desgobierno. Todos deberamos comprenderlo as. Porque de otro modo sera acaso imposible la entrega generosa de tenacidad y de esfuerzo, de perseverancia y de coraje, que todos debemos dar para poder desterrar definitivamente las lacras del pasado y construir aqu una sociedad ms justa, ms libre, ms humanizada.

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Transformar una sociedad tan compleja como la nuestra, no es tarea sencilla ni de pronta culminacin. Esta revolucin apenas ha cumplido un tramo de su existencia. Los peligros ms grandes an no han aparecido. Debemos esperar das difciles. Y crear en nuestro pueblo conciencia responsable de que tendrn inevitablemente que venir das as. A medida que la revolucin se afiance y nuevos privilegios sean abolidos para bien del pueblo, la oligarqua y sus felipillos redoblarn esfuerzos para frustrarla. Todos debemos tener la honestidad de reconocer las grandes y complejas dificultades que una revolucin enfrenta. Que nadie pida una revolucin sin errores ni fallas. Exigirlo sera mezquindad y falta de honradez. Sobre todo cuando se critico sin aportar contribucin alguna al esfuerzo ms grande de toda nuestra historia. Nadie tiene derecho o ser un simple espectador pasivo estando en juego el destino del Per. Tenemos confianza en el futuro del Per y fe profunda en la capacidad creadora de su pueblo. Habr en el porvenir das difciles que demandarn sacrificios de todos los peruanos. No existe verdadera obra de creacin exenta de peligros. Todo proceso revolucionario encierra vicisitudes y durezas. Este es el signo inescapable de todos los grandes movimientos de transformacin. Por eso, esta revolucin slo puede fracasar en la medida en que fracasen los agentes histricos de su realizacin, es decir, el pueblo y la Fuerza Armada que hoy enfrentan unidos el reto ms grande de su historia. Tal es el llamado patritico para una accin comn. Nadie deja a sus hijos ni a la posteridad una simple herencia material. Todos dejamos tambin la impalpable huella de una herencia moral, parte vital de ese legado que otros recibirn en el futuro. Que quienes vengan despus de nosotros jams puedan decir que los hombres de hoy no supimos enfrentar con valenta, con honradez, con generosidad y con sacrificio el desafo de esta difcil poca que nos ha tocado vivir. Que digan, por el contrario, que supimos dejar para siempre un pasado que no puede volver; y que supimos mirar resueltamente hacia ese futuro que forjaremos en la medida en que sepamos interpretar y comprender el signo fundamental de nuestra poca. Que digan que supimos tener la humilde grandeza de conciencia que los hombres requieren cuando van a entregar parte de su propia vida y de su propio esfuerzo a la insigne tarea de forjar una nueva nacin y un nuevo y ms humano sentido de justicia.

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II. LAS FUERZAS ARMADAS Y LA REVOLUCIN

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EL EJRCITO Desde hace algo ms de seis aos el Ejrcito, como parte de la Fuerza Armada, est cumpliendo una responsabilidad histrica de la que pende el futuro del Per y que profundamente compromete la conducta y la vida de cada uno de sus miembros. La transformacin nacional en cuya conduccin interviene es la contribucin que hace el engrandecimiento del Per. Representa el esfuerzo de una institucin que comprende con lucidez que su mejor destino es servir al pueblo; y significa el reconocimiento de que, como peruanos, sentimos nuestra la responsabilidad de luchar a fin de que el Per destierre para siempre las grandes injusticias y llegue a ser Patria de hombres libres y nacin soberana que ha roto para siempre el dominio extranjero. No todas las instituciones, ni todos los hombres, ni todas las generaciones tienen una oportunidad as. De ella se deriva, sin embargo, una inmensa responsabilidad. Enfrentarla supone el convencimiento de que no existe contradiccin alguna entre nuestra condicin de soldados y la tarea de dirigir el rumbo de una nacin que debe transformarse para de veras realizar la justicia de su pueblo. Porque la dimensin esencial del patriotismo es aquel compromiso permanente con el destino de nuestra colectividad, diario quehacer de lucha de quienes sienten, en todos los instantes de su vida, que no se deben a s mismo sino a su propio pueblo. Defender a la Patria es, por eso, defender su justicia. Y en esto se resume la esencia de propsitos de nuestra revolucin. Por tanto, al realizarla slo estamos dando contenido concreto a nuestra vocacin de patriotismo, a nuestro ms profundo amor por el Per, a nuestra ms sentida y honda lealtad con su pueblo. La obra que estamos realizando, lejos de separarnos de nuestra misin cmo soldados, nos vuelve al cauce ms profundo y verdadero de nuestra tradicin institucional como ejrcito que naci bajo el signo de la lucha por la emancipacin de nuestro pueblo. Nadie, por eso, podra decir con honradez que al volver a luchar por ideales de independencia, de libertad y de justicia, estamos abandonando nuestro rol tutelar en el pas. Todo lo contrario. Hoy ms que nunca estamos cumpliendo con un deber de patriotismo, porque estamos luchando por el pas, defendiendo sus autnticos intereses y poniendo la espada al servicio de nuestro pueblo. La causa del Per, la de su revolucin, la de su pueblo, la de su Fuerza Armada, son por eso una sola. Es la causa de la Patria. Es nuestra causa, como soldados y como peruanos. Esta es la profunda verdad que algunos quieren ocultar. Mientras seamos conscientes de ella, los enemigos de la Fuerza Armada y de su obra sern siempre derrotados. De all la decisiva importancia de que quienes integran las filas del Ejrcito comprendan claramente el significado del gran proceso revolucionario que el Per est cumpliendo bajo el unido liderazgo institucional de su gloriosa Fuerza Armada. Ellos tienen la responsabilidad de reflejar en todos los
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actos de su vida la nueva orientacin del Ejrcito; el sentido vital de compromiso con la necesidad de resolver definitivamente los grandes problemas del Per. Esto es la tarea de hoy. Y en ella seguiremos hasta cumplir los grandes objetivos que la Fuerza Armada se ha propuesto alcanzar. Donde quiera que vayan, los soldados de hoy deben ser los representantes y los mensajeros de la obra que estamos llevando a cabo en el Per. Porque como integrantes de una grande y unida institucin, todos somos parte de lo que ella realiza. Es preciso por eso que cada uno de nosotros est siempre dispuesto a cualquier sacrificio para perfeccionar el desenvolvimiento de nuestras tareas normales como miembros del Ejrcito. Tenemos de ahora en adelante que aadir una nueva cuota de esfuerzo que d palpable testimonio de solidaridad con la obra que nuestra institucin est realizando para garantizar el desarrollo efectivo y el verdadero engrandecimiento de nuestro pueblo. Inmersa en el sentido ms hondo de esos sentimientos, radica la garanta de la continuidad histrica del Ejrcito Peruano. Y all tambin radica su constante sentido de superacin institucional. Porque slo cuando se es vitalmente leal y slo cuando verdaderamente se ama a una causa o a una institucin, se les puede entregar, sin lmites de esfuerzo, esa indispensable porcin de nuestra propia vida, de nuestro propio empeo, de nuestra propia fe, que es en verdad indispensable para hacerlas mejor, para asegurar su permanente renovacin y, en fin, para lograr que ellas mantengan siempre el vigor, la ductilidad, la verdadera juventud de las causas y de las instituciones que perviven sin agotarse, conservando su significacin histrica para las sociedades y los hombres. Sentido solidario y garanta de continuidad son de este modo parte esencial de nuestra propia razn de ser. Por ser nuestra institucin una realidad viviente, no puede ser esttica. La ms alta expresin creadora de su propia existencia radica en su plasticidad, en su dinamismo, en su capacidad de mantenerse siempre alerta al rumbo y al sentido de los tiempos. La renovacin es inherente a la verdadera perennidad de las instituciones. Simplemente resistir el paso de los aos no equivale a vivir de manera valedera y autntica. Ms an, slo en la medida en que las grandes instituciones tienen la sabidura de evolucionar, es posible decir que tienen tambin la sabidura de mantenerse vigorosas y vigentes. Al fin y al cabo, slo se puede ser fiel a s mismo cuando se acepta profundamente la necesidad de desarrollarse y ser distinto a medida que el mundo y los tiempos son tambin distintos. Lo sealado fundamenta en gran parte el por qu del cambio institucional que ha hecho posible emprender en el Per la gran tarea de su transformacin. Mas, si en verdad hundiramos los ojos en nuestra propia vida comprenderamos que las enseanzas que recibimos no son ni pueden ser extraas a la inspiracin y a la raz de lo que estamos hoy haciendo para garantizar a nuestra Patria una
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realidad mejor de la que ella tuvo en el pasado. Porque esas enseanzas, al mismo tiempo que inculcaron en nosotros un acendrado patriotismo, tambin nos dieron una profunda formacin moral basada no en los valores del egosmo infecundo, sirio en los de una solidaridad para la cual los intereses de la Patria y los de la colectividad son siempre los intereses prevalentes. Nuestra dedicacin de hoy a un ideal de lucha que se libra por el Per tiene, de esta manera, vinculacin profunda con aspectos decisivos de nuestra formacin en el alma mater del Ejrcito Peruano. Formamos parte de un Gobierno cuya obra tiene como el ms radical sentido de su quehacer histrico, el haber vuelto a unir, al cabo de los aos, la accin y la enseanza, la norma y la conducta. Los soldados peruanos nunca debemos olvidar el sentido profundo de nuestro origen institucional enraizado en el origen mismo del Per como nacin independiente. Porque de ese sentido arranca la honda conviccin de un patriotismo para el cual la causa de su pueblo, vale decir, la causa de su soberana, de su justicia y de su libertad. Origen revolucionario el nuestro, hoy vuelve a ser emblema que enarbolamos con orgullo, seguros de que al luchar por la definitiva emancipacin de nuestra Patria estamos honrando el sentido ms puro de nuestra tradicin histrica y, al propio tiempo, renovando la gloria y el honor de las armas peruanas. Todo esto nos permite, por lo tanto, ser ahora los testigos maduros de nuestra juventud que hoy, de alguna forma, vuelve para el cotejo iluminante de nuestra madurez. LA MARINA La historia de la Marina de Guerra se enhebra con la historia de nuestro pas desde el momento mismo en que insurgi a la vida independiente por la accin de soldados revolucionarios que lucharon para hacer del Per un pas libre de tutelajes extranjeros. Pertenecer a una tradicin as de ilustre, representa una responsabilidad muy grande de la que todos los marinos del Per deben ser siempre claramente conscientes. Porque el legado institucional de nuestra Armada constituye paradigma que jams debe ser olvidado por quienes asumen la responsabilidad de mantener siempre viva la esencia de una tradicin que da grandeza a la Nacin Peruana. Los hombres slo tienen derecho a invocar las figuras ilustres de su historia en la medida en que en su diaria vida demuestran ser en verdad dignos de ellas. Y esas grandes figuras slo tienen genuina eternidad en la medida en que el sentido de su vida y de su sacrificio se encarna en el pensamiento y en la accin de otros hombres. Hoy no se trata solamente de que los hombres de uniforme cumplamos una misin castrense en el Per. Hemos aceptado una responsabilidad histrica con
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su pueblo y hemos asumido un compromiso que no podemos eludir. Esta responsabilidad y ese compromiso constituyen el fundamento en que se basa nuestra decisin de llevar adelante la obra que hace seis aos empezarnos a realizar en el pas. Esta obra posee el carcter unitario de un empeo que realiza toda la Fuerza Armada del Per. Por tanto, ninguno de nosotros puede ni debe mantenerse al margen de su realizacin. Unidos iniciamos la revolucin que est devolviendo a nuestro pueblo su sentido de orgullo nacional, unidos estamos conduciendo esta gran experiencia peruana que por primera vez plantea y resuelve los problemas fundamentales del pas; y unidos culminaremos este esfuerzo que habr de traducirse en el fortalecimiento y la grandeza de una nacin capaz de construir en su seno un orden de justicia fundado en la plena soberana de su destino nacional. El aporte de la Armada Peruana a la realizacin de estos grandes ideales es, desde cualquier punto de vista, fundamental, al igual que el aporte de los otros Institutos Armados del Per. LA FUERZA AREA Nuestra aviacin militar no slo representa instrumento esencial para la defensa del Pas, sino, hoy ms que nunca, herramienta insustituible en el cumplimiento de diversas tareas vinculadas al desarrollo nacional. Nuestra tarea de gobernantes es indesligable de nuestra condicin de militares. Nuestra preocupacin por la seguridad nacional y nuestra preocupacin por los problemas fundamentales de la sociedad peruana no pueden ser preocupaciones separadas. Ambas se encuentran en la base misma de nuestra conducta gobernante. Y ambas se hallan tambin en la raz de nuestra vocacin revolucionaria, es decir, de nuestra irrevocable decisin de continuar ahondando y perfeccionando el rumbo de las grandes transformaciones sociales y econmicas que por primera vez ha sido posible realizar en el Per bato el liderazgo de un Gobierno que representa la unidad institucional de las armas peruanas. Por eso es que la tarea y la responsabilidad de esta revolucin son tarea y responsabilidad de todos los hombres de uniforme, unidos en el compromiso de poner nuestras armas al servicio de un antiguo ideal siempre atesorado por un pueblo del cual formamos parte, del que hemos surgido y al cual nos debernos en la misma medida y con la misma dimensin de entrega con que, como soldados, hemos jurado debernos a la Patria. Lejos de incumplir un deber y alejarnos de la senda que nos marca nuestra condicin de militares, al haber emprendido una lucha por la verdadera salvacin de nuestra Patria, estamos siendo fieles ms que nunca al sentido ms hondo y verdadero de nuestra misin como soldados del Per. Este es el espritu patritico y revolucionario, al mismo tiempo, que norma nuestra conducta como militares y como gobernantes del Per. Y es el espritu que debe normar tambin la conducta de los soldados y oficiales de la Fuerza

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Area del Per. El destino de nuestra nacin depende del rumbo victorioso del proceso revolucionario que ella contribuye a conducir. LAS FUERZAS POLICIALES El nuevo y permanente cuadro poltico forjado por la revolucin plantea la necesidad impostergable de revalorar el papel que las Fuerzas Policiales deben cumplir en un perodo histrico como el que hoy vive nuestra Patria. Ellas son parte de los Institutos Armados. Por tanto su accin y su destino estn indisolublemente unidos a la accin y el destino de nuestra Fuerza Armada. En consecuencia, la obra transformadora de este Gobierno no puede serles extraa en forma alguna. Por estas razones, todos los integrantes de las Fuerzas Policiales deben sentirse profundamente compenetrados con la naturaleza y las finalidades del proceso revolucionario cuya conduccin es nuestra responsabilidad ante el pas Tal compenetracin es absolutamente indispensable para que puedan cumplir su responsabilidad institucional. Esto hoy, ms que nunca, depende de que sean capaces de reflejar en su comportamiento la imagen y el carcter de la nueva concepcin de lo que significa gobernar cuanto desde el gobierno se orienta y se dirige un vasto proceso de transformaciones profundas en nuestra sociedad, una de cuyas dimensiones esenciales es la lucha constante por la moralizacin de lo vida pblica y por el afianzamiento permanente de una poltica de absoluta honestidad en la conduccin de todas las instituciones del pas. En condiciones como las sealadas, el papel de las Fuerzas Policiales no puede ser el mismo que el que jugaron antes de que el Per enrumbara su destino por el camino revolucionario que la Fuerza Armada abri hace tres aos. El concepto tradicional del orden pblico tiene que ser revisado. El orden pblico de una sociedad basada en la institucionalizacin de la injusticia, no puede ser el mismo que el de una sociedad que lucha, precisamente para crear un ordenamiento de justicia social. Por tanto, la forma de concebir su defensa tiene que ser diferente. A diferencia radical del pasado, en el Per de hoy se trata que las instituciones y la ley no sean empleadas para mantener y perpetuar los atropellos, los privilegios y los abusos. Estamos, justamente, luchando para desterrar definitivamente en nuestro pas todas las formas de explotacin y de injusticia. Ahora los derechos de los humildes, de los explotados y de los pobres tienen que ser vigorosamente defendidos por las leyes, por las instituciones y por los hombres de la revolucin. Mucho de lo anterior est en la mdula misma de lo que significa un proceso revolucionario que es verdaderamente una empresa colectiva para la realizacin de la justicia en una sociedad. Nadie puede esperar que esto sea logrado sbitamente. Pero nadie puede aceptar que los cambios concretos de comportamiento se posterguen indefinidamente. Una revolucin implica alteraciones importantes en la conducta y en las actitudes de las instituciones y de los hombres. Por eso, todos los que respaldamos esta revolucin hemos
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cambiado y debemos seguir cambiando. Porque de otra manera sera imposible cumplir con la responsabilidad y con la obligacin de demostrar en nuestros propios actos que hemos hecho profundamente nuestros los grandes ideales de justicia que hace tres aos nos llevaron a poner nuestra espada al servicio del pueblo del Per. La delicada y fundamental misin que en nuestra sociedad cumplen las Fuerzas Policiales no puede dejar de obedecer a la orientacin normativa que rige la conducta de un Gobierno como el nuestro. De all la impostergable necesidad de que quienes las integran tengan plena conciencia del nuevo papel y del nuevo comportamiento que deben asumir para poder cumplir verdaderamente esa ilustre misin. Los cuadros de las Fuerzas Policiales del Per deben ser los hombres responsables de mantener los ms altos niveles de moralidad y de honradez incorruptible que el pas exige de las instituciones encargadas de garantizar el cumplimiento de las leyes con ausencia absoluta de favoritismo y deshonestidad. Ellos deben as mismo comprender la nueva y grande responsabilidad que asumen con sus instituciones, con la Fuerza Armada y con el Per. Representantes de un Gobierno sustancialmente distinto a cualquier otro del pasado, ellos deben sentir que un aspecto fundamental de su quehacer futuro ser velar por el respeto verdadero a la justicia y el derecho de los hombres y mujeres del Per. Deben tambin sentir y saber en lo ms hondo de su conciencia que el esfuerzo del Gobierno del cual son parte tiene como nico norte la decisin de luchar indesmayablemente por la grandeza, la felicidad, la justicia, la libertad autntica y la independencia soberana de nuestro pueblo. EL CAEM Hay en la historia de los pueblos y de las instituciones, momentos epocales que marcan al mismo tiempo el principio y el fin de etapas diferentes. Algunas veces se trata de episodios visibles cuya significacin es para todos, desde el primer instante, palpable y evidente su ostensible magnitud. Otras veces, sin embargo, la gravitacin de un hecho histrico pasa, en cierta manera, desapercibida, an para sus propios gestores porque la ausencia de contornos dramticamente visibles tiende a ocultar la significacin que ese hecho est llamado a tener en la vida de un pueblo o de una institucin. Slo el observador prolijo suele tener la perspicacia necesaria para, correctamente, atribuir peso de significacin histrica o los eventos que, teniendo a primera vista apenas una importancia relativa, demuestran ser o la larga los episodios fecundos de donde surgen y en donde se estimulan, con el correr del tiempo, los grandes cambios transformadores de la historia. Cuando hace ms de veinte aos se fund el Centro de Altos Estudios Militares, aconteci un hecho as, en apariencia rutinario y normal, pero en verdad
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trascendente para el Per y para sus Institutos Armados. Porque cuando eso ocurri, empez a tomar forma consciente e institucional un laborioso y necesario proceso de reformulacin del papel que, tradicionalmente, habamos desempeado los hombres de uniforme en el Per. La realidad del Per que hoy estamos viviendo, no podra explicarse satisfactoriamente con prescindencia de ese singular hecho histrico, porque l fue decisivo para el afianzamiento de una renovada y lcida conciencia de la Patria en quienes ms tarde habramos de asumir la responsabilidad de iniciar el vasto proceso de transformaciones integrales que constituyen el motivo y la esencia de esa victoriosa Revolucin Nacionalista que la nueva Fuerza Armada del Per inici el 3 de octubre de 1968. Por eso, cuando se inscriba la historia de esta poca, los historiadores del futuro sin duda sealarn la fundacin del CAEM como un punto crucial en el desenvolvimiento de la Fuerza Armada y como un hecho decisivo en el proceso de cambio institucional de nuestro Patria. En l, por primera vez en forma sistemtica, la institucin castrense dio comienzo a la impostergable tarea de estudiar realidad del Per, de manera ordenada y profunda. Y del esfuerzo as orientado no slo surgi un ms cabal conocimiento de los problemas del pas, sino tambin un sentido depurado de nuestra ms alta responsabilidad ante las grandes cuestiones nacionales. En l, por tanto, se contribuy en forma decisiva a labrar la nueva conciencia de la Fuerza Armada del Per; y, al hacerlo, se le dio a este pas la indispensable base institucional desde la cual se hizo luego posible emprender el rumbo venturoso de los grandes cambios polticos, sociales y econmicos que nuestro pueblo habr en vano demandado de sus instituciones y sus hombres considerados representativos. A lo largo de sus aos de fecunda existencia, el CAEM ha perseverado en su esfuerzo por esclarecer los aspectos fundamentales de la problemtica nacional. Pero como suele ocurrir a toda institucin de veras forjadora de rumbos, nuevas responsabilidades recaen en sus hombros, precisamente, en momentos de lucha como son los que hoy est viviendo el Per. Y en circunstancias as, cuando el Per est comprometido en las etapas iniciales de un duro batallar por su desarrollo y su cabal independencia como nacin soberana, el CAEM como institucin abocada al estudio de la problemtica nacional, tiene ante s un vasto campo de trabajo en expansin. Las medidas de cambio social que la revolucin ha trado consigo, estn creando ya y continuarn creando en el futuro, nuevos problemas que afectarn a grandes sectores de nuestro pueblo. Las alteraciones profundas que estn ocurriendo en la textura tradicional de la sociedad peruana imponen la necesidad de identificar a tiempo los factores en juego y determinar las fuerzas que, persiguiendo sus propios intereses, tratan de un lado y de otro de frustrar el rumbo de la revolucin. Estas son realidades que afectan la naturaleza de nuestro frente interno y que obligan a una radical redefinicin del papel del Estado y sus instituciones.

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Y en este esfuerzo de indagacin, de preparacin y de estudio, el aporte del CAEM es, como fue su contribucin en el pasado, de invalorable importancia para la Fuerza Armada y para el Per. Hoy ms que nunca resulta ya evidente que el papel de una gran institucin como sta no puede confinarse a los linderos del campo militar. En el mundo complejo en que vivimos ningn problema bsico puede ser unidimensional. Hoy la Fuerza Armada preside y orienta una profunda transformacin social. Tal realidad otorga un marco diferente al diario quehacer de una institucin como el CAEM, cuyas nuevas responsabilidades dimanan del hacho de que es la Fuerza Armada la que ejerce el Gobierno del Per. Ella, que contribuy a forjar nuestra nueva conciencia nacionalista, seguir contribuyendo a forjar los instrumentos de anlisis y las orientaciones que garanticen el permanente xito en la tarea que la Fuerza Armada ha emprendido por nuestra Patria y por su Pueblo. Tal la significacin del Centro de Altos Estudios Militares en la historia reciente del Per y tal su mayor y ms crtica responsabilidad.

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III. GOBIERNO, PUEBLO Y FUERZA ARMADA

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LA FUERZA ARMADA POR QU?

La Fuerza Armada de hoy tiene clara conciencia de su responsabilidad con el Per. Por eso asumimos el poder. Pare liquidar un injusto sistema sociopoltico, para terminar definitivamente con una oligarqua entreguista y rapaz, para desenmascarar o una camarilla de polticos envilecidos que a espaldas del pas se convirtieron tambin en una verdadera oligarqua partidaria al servicio de los poderosos. Nuestro propsito nunca fue sumarnos a la lista de los gobernantes que slo persiguieron su provecho personal y de grupo por encima de los intereses nacionales. Nuestro propsito es llevar a cabo una profunda y autntica revolucin social. La claudicacin y el entreguismo de las viejas dirigencias polticas nos dieron lo certeza de que la Fuerza Armada era la nica institucin capaz de emprender una accin revolucionaria en el Per. Jams debe olvidarse que quienes antes gobernaron tuvieron en sus manos el poder para solucionar los grandes problemas del pas. Sin embargo, esto nunca ocurri. Frente a una verdadera debacle nacional y frente a la traicin de quienes engaaron al Per para servir a sus viejos explotadores, la Fuerza Armada no tuvo otra alternativa que tomar en sus manos las riendas del gobierno para desde all emprender la transformacin de nuestra Patria. Haber cerrado los ojos ante la denigrante realidad en que viva el pas, habra sido eludir el ms elemental principio de lealtad para con nuestra Patria; habra sido rehuir cobardemente una responsabilidad que como peruanos y como soldados tenamos el imperativo de aceptar. Escudar a la Fuerza Armada detrs de un demaggico constitucionalismo, habra significado colaborar al desquiciamiento de nuestra Patria, comprometiendo gravemente su futuro y el de las generaciones venideras. Cmoda y agradable, pero cmplice, habra sido una posicin marginal de la Fuerza Armada frente al doloroso drama que viva la Patria; por ello, interpretando su clamar y su noble sentir, dimos el paso con serenidad y con verdadero sentido de responsabilidad cuando nos convencimos de que no haba error, si no plena conciencia del engao, fraude y traicin a los intereses del pas; cuando con vergenza conocimos que polticos corruptos pertenecientes a castas que por siglos detentaron el poder mentan premeditadamente cuando hablaban de igualdad, del derecho soberano del pueblo y de su libertad. Enfrentar de modo definitivo esta oprobiosa situacin signific asumir la responsabilidad de gobernar. No lo hicimos por causales de poltica tradicional. Lo hicimos por autntico patriotismo, por deseo de servir a nuestro pueblo, por rechazo o la corrupcin de una poltica decadente y proditora que hundi al Per en lo ms banda de sus crisis morales y econmicas.

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La Fuerza Armada ejerce hoy el liderazgo de un movimiento nacional que persigue liberar a nuestro pueblo de la dominacin extranjera y de las lacras del subdesarrollo. Este cometido constituye una irrenunciable responsabilidad institucional. La asumimos hace seis aos en el total convencimiento de que ninguna institucin poltica del antiguo sistema tena la decisin o el deseo de cumplirla. La asumimos porque no hacerlo habra significado permanecer indiferentes ante la verdadera bancarrota nacional ocasionada por los gobiernos anteriores. Y la asumimos porque el delicado estudio de los problemas nacionales a lo largo de muchos aos, nos hizo ver con claridad que nosotros, como institucin, tutelar de la Repblica, tenamos que jugar un papel radicalmente diferente al que por error habamos cumplido en el pasado. Ms que nadie nosotros, los hombres de uniforme, tenemos la responsabilidad de esta revolucin porque la hemos iniciado y la estamos conduciendo. Y es nuestro deber, para llevarla siempre por rutas de victoria, tener conciencia plena de lo que ella significa, saber que los grandes problemas del Per demandan soluciones sacrificadas y profundas, estar convencidos de que nuestro camino no puede detenerse, y tener certidumbre de que nuestra revolucin es, en final de cuentas, tan slo la expresin de un fidedigno y enraizado amor a nuestra patria. NUESTRO PROPSITO Y COMPROMISO El punto de partida principal es la propia definicin de este Gobierno como Revolucionario. Esto quiere decir que nosotros no estamos interesados simplemente en mejorar las condiciones del pas, sino en cambiarlas; que no estamos en favor de solamente modernizar las relaciones entre los distintos grupos sociales del Per, sino en transformarlas. Queremos, en una palabra, romper con el pasado y construir una sociedad que en esencia sea diferente a la sociedad tradicional que todos conocimos. Y esto supone alterar la calidad, la naturaleza de las instituciones fundamentales del pas. Sabemos que se trata de una obra penosa, lenta, difcil. Pero ya la hemos comenzado. Abandonarle significara dejar de ser lo que somos. Y esto nadie puede pedir ni esperar de nosotros. Nunca hemos dejado de expresar esta declarada y abierta posicin. Nosotros asumimos la responsabilidad de gobernar en horas muy difciles para el Per. No era una poca de bonanza. Era un momento de crisis. Al borde mismo de grandes acontecimientos epocales, el pas miraba al pasado y el gobierno mantena sin resolver los grandes problemas de lo nacin. El pueblo estaba ausente de las grandes decisiones que slo se tomaron para favorecer los viejos privilegios y las grandes injusticias. El reclamo de las mayoras nacionales continuaba desodo. Insurgimos como Gobierno Revolucionario; es decir, como, rgimen fundamentalmente orientado al logro de la transformacin integral de nuestra Patria. Esta ha sido lo orientacin central de todos nuestros actos de gobierno, en
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representacin institucional de la Fuerza Armada. Por tanto, no somos los actores de un golpe militar. Somos los gestores de una revolucin. Con nuestro movimiento se inicia una etapa nueva de la vida republicana. Un orden social injusto como el que aqu existi por largos aos, genera explotacin y crea privilegios. Esa explotacin afecta a las grandes mayoras ciudadanas. Estos privilegios siempre han sido injusta prerrogativa de unos cuantos. La gran desigualdad que esto origina hizo de nuestra sociedad, una sociedad profundamente enferma. Para algunos todo esto carece de importancia porque ellos fueron, precisamente, los privilegiados. Para otros tiene la ms grande importancia, porque ellos fueron justamente quienes siempre vivieron explotados. Cambiar a fondo una situacin as constituye la razn de ser de nuestra revolucin. Ese es nuestro propsito. Esto es todo lo que hay implcito en los grandes ideales revolucionarios que motivan y motivarn siempre la accin de este gobierno. Jams habremos de apartarnos del sentido profundamente transformador y profundamente nacionalista de esta revolucin. Porque si nos apartramos de l, fracasaramos. Y si fracasramos, nuestro Patria inevitablemente se hundira en el caos, en la violencia y en el desastre. Recordemos que al asumir el gobierno del Per, casi todas sus instituciones se encontraban en crisis. Ellas no habran sido capaces de enrumbar al pas hacia el futuro. Y con mayor razn an, no podran hoy lograrlo. Por eso, la nica alternativa verdadera que tiene nuestra Patria es continuar el camino de esta gran revolucin transformadora. La Fuerza Armada sabe que cumplir el compromiso que ella ha contrado con el pas significa, necesariamente, el definitivo abandono del sistema socioeconmico imperante hasta el 3 de Octubre de 1968. Slo as ser posible sentar las bases del nuevo ordenamiento social que la revolucin se propone construir. Somos deudores de un pueblo a quien siempre debernos respetar, a quien siempre debemos honrar, a quien siempre debernos servir por encima de todas las cosas. Aqu se funda la dimensin ms impalpable y profunda de nuestro esencial compromiso revolucionario; no se trota de un simple compromiso intelectual, sino de un compromiso que hunde sus races en lo ms hondo de nuestra propia existencia para de all surgir vigoroso y renacido como expresin de entrega verdadera. Es todo esto lo que nutre nuestra ms radical vocacin revolucionaria nica garanta de que jams abandonaremos la lucha que iniciamos hace seis aos por reivindicar poro el Per su esencia de nacin soberana y para conducir el batallar de un pueblo que quiere construir su futuro rehaciendo por completo su vida nacional y su pasado. Nadie podra, mejor que nosotros mismos, conocer lo duro y a veces solitario de este esfuerzo. Ni nadie podra conocer mejor las vicisitudes y los desengaos que ello inevitablemente encierra. Pero en esto tambin se afianza nuestra fortaleza y se vigoriza nuestra serenidad paro comprender y para superar los avatares de esta lucha.

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Creemos estar construyendo decididamente el futuro de esta nacin. Hay, detrs nuestro, la fuerza incontrastable de un pueblo que comienza o ver realizados sus ideales de justicia. POR NUESTRA SEGUNDA INDEPENDENCIA Los militantes peruanos hemos retomado el camino que hace siglo y medio abrieron otros soldados revolucionarios, cuyo esfuerzo y cuyo sacrificio hicieron posible la independencia de nuestro pueblo y la fundacin de su Repblica. La posibilidad liberadora de nuestra emancipacin nacional del coloniaje se vio, sin embargo, en gran parte frustrado en los inicios mismos de nuestra experiencia republicana. Hundieron esa posibilidad, por un lado, los intereses y la corta visin histrica de las oligarquas, herederas del poder colonial, y por otro lado, un poder econmico lanzado sobre el mundo sin respetar fronteras que clav sus garras, al igual que en pases de otros continentes, en nuestras inexpertas y dbiles repblicas De aqu deriv el carcter en gran parte ficticio de nuestra soberana y nuestra independencia. Crecientemente nuestro pueblo se convirti en vasallo de aquella oligarqua y de ese imperialismo. Herencia de todo esto fue el sistema tradicional de poder contra el cual insurgi nuestra revolucin. Por eso el propsito principal de esta revolucin es culminar aquella gesta emancipadora cuyo triunfo sell en tierras del Per la sangre generosa de hombres de nuestro Patria y de combatientes latinoamericanos unidos en el ideal comn de liberar o nuestro continente del yugo colonial. Complementar y afianzar la autntica emancipacin de nuestra Patria demandaba encarar frontalmente la solucin de sus grandes problemas y reconquistar su plena soberana nacional. Todo esto hizo indispensable romper con el pasado y emprender la transformacin sustantiva de toda la realidad social y econmica que ese pasado gener. Al adoptar esta decisin fundamental, la Fuerza Armada del Per, con el leal apoyo y la adhesin de las Fuerzas Policiales, asumi conscientemente un claro compromiso revolucionario. Transformar nuestra sociedad para liberarla del subdesarrollo en que viva y del ominoso dominio extranjero que tornaba ficticia su verdadera independencia, necesariamente implicaba luchar contra el dominio de la oligarqua y al mismo tiempo contra la dominacin imperialista. A esta doble finalidad responde todas las acciones del Gobierno Revolucionario de la Fuerza Armada. Porque siempre fuimos conscientes de que la autntica liberacin de nuestro pueblo y lo garanta real de su futuro dependan de que desapareciera aquel doble dominio que a lo largo de los aos abati a la nacin peruana. Esto supona vertebrar en el Per un nuevo ordenamiento social, econmico y poltico. Porque una revolucin existe para transformar los sistemas tradicionales y, en consecuencia, para histricamente reemplazarlos por otros que hagan posible la efectiva liberacin del hombre. En este sentido, nuestra preocupacin fundamental fue desde el primer momento organizar en el Per una

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sociedad capaz de garantizar la verdadera justicia y la verdadera libertad de todos los peruanos. Somos, pues, fieles al sentido ms hondo de nuestro historia y leales al ejemplo y al sacrificio de quienes dieron su propia vida para hacernos libres. Nuestro obra en el Per de hoy representa lo continuidad de un grande y trunco esfuerzo histrico que nosotros debemos completar. El sentido ms radical de nuestra lucha es garantizar y dar plenitud a la tarea libertadora comenzada aqu; es alcanzar la independencia econmica de nuestro pueblo es lograr el ordenamiento de justicia implcito en la libertad que nos legaron los fundadores de la Repblica; es, en suma, cimentar nuestra segunda independencia. UN GOBIERNO PARA LOS DE ABAJO Hemos empezado la gran tarea de construir la justicia social en el Per. Hemos dado inicio a las grandes reformas sociales y econmicas que todos ofrecieron al pueblo peruano y que nadie cumpli. Nosotros no estamos prometiendo una revolucin. La estamos realizando desde que asumimos la responsabilidad de gobernar. Y estamos gobernando no para unos pocos, sino para las grandes mayoras. Para los campesinos. Para los obreros. Para los empleados. Para los estudiantes. Para los profesionales. Pero antes que nada, para los de abajo. Para los pobres. Ese es el rumbo de esta revolucin. Y por defender esos intereses, es una autntica revolucin popular. La espada est hoy en el Per al servicio de los oprimidos. Este gobierno militar est haciendo lo que ningn otro gobierno hizo: transformar el pas en beneficio de los ms necesitados. Al fin los pobres y los explotados tienen un gobierno que vela por sus intereses. Que los defiende de los grandes gamonales. Que ha puesto una barrera al poder poltico de la oligarqua. Que ha roto el monopolio de los poderosos. Que ha comenzado a organizar la riqueza sobre bases de propiedad social. Y que ya empieza a transformar el sistema capitalista que nos hundi en el subdesarrollo y nos entreg a la voracidad del imperialismo. Siempre se gobern para los privilegiados y no para los pobres. En lo que va de vida republicana, el Per nunca tuvo un Gobierno tan profunda y genuinamente comprometido a realizar una poltica de transformaciones sociales y econmicas destinadas a servir a su pueblo. Ahora nadie duda del carcter verdaderamente revolucionario de nuestro movimiento y nadie puede negar el inmenso respaldo popular que lo sustent. As empieza el nuevo Per. Se est gobernando para el pueblo, no para lo oligarqua. Por primera vez en nuestra historia, los grupos que siempre manejaron al gobierno han perdido todo poder poltico. La Fuerza Armada nada
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tiene en comn con ellos. Nosotros venimos del pueblo y a su causa nos debemos. Nosotros estamos respondiendo al llamado ms noble e ilustre que un hombre pueda recibir: el de trabajar con denuedo por el desarrollo de su pas, la reconstruccin de su Patria, el autntico engrandecimiento de su pueblo. Si bien es cierto que ste es un gobierno para todos los peruanos no es menos cierto que l debe y tiene que ser, por encima de todo, un gobierno para los ms y tambin para los ms necesitados. Todo lo anterior significa que jams hemos entendido nuestra responsabilidad de gobernar en trminos de que todo continuar como antes. Hemos hecho precisamente lo contrario. Hemos actuado, justamente, para que las cosas no sigan funcionando como siempre. Porque lo acostumbrado en el Per siempre fue que todo funcionase en perjuicio del pueblo y de los pobres, pero en beneficio de los ricos y los privilegiados. LO QUE NUNCA ANTES SE HIZO Estamos transformando al Per. Estamos haciendo la revolucin que todo el pueblo siempre reclam. La seguiremos haciendo por encima de todos los obstculos. De poco servir la campaa organizada por quienes reciben paga de la oligarqua y el imperialismo. Nunca se haba siquiera intentado en el Per la obra que estamos realizando. Jams se hizo reforma agrario. Jams se atac el inters econmico de los grupos privilegiados. Jams se gobern para el hombre del pueblo. Jams se condujo al Per con sentido nacionalista y autnticamente independiente. Jams se actu con dignidad en defensa del Per frente a los grandes intereses extranjeros. Jams se reconoci al trabajador el derecho a la utilidad, lo direccin y la propiedad de las empresas. La obra del Gobierno Revolucionario de la Fuerza Armada no tiene parangn en nuestra historia. Aunque hemos cumplido slo una parte de nuestros planes de gobierno, puede ya decirse, sin temor a error, que lo hasta aqu realizado supera a todo lo que en el Per se hizo durante el perodo republicano. Tal comprobacin justifica un sentimiento de legtimo orgullo. Ms no de vanidad ni de arrogancia. En primer lugar, porque somos conscientes de que hay muchsimo por hacer en nuestro Per para conquistar su plena independencia econmica y realizar la justicia social de nuestro pueblo. Y, en segundo lugar, porque tambin somos conscientes de que nuestra obra habra sido imposible sin aliento generoso de toda una nacin cuyas aspiraciones la revolucin interpreta y cuyo lucha heroica la revolucin contina. Las ms serias dificultades de la etapa inicial de nuestra revolucin han sido superadas. Delante de nosotros queda una gran tarea por realizar. Lo conquistado hasta hoy, y la experiencia que ello nos ha permitido acumular, afirma nuestra confianza porque significa que habremos de estar mejor preparados para enfrentar victoriosamente la continuacin del proceso revolucionario de nuestra patria.
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LA TAREA DE GOBERNAR Para la Fuerza Armada del Per la tarea de gobernar no fue entendida nunca como banal ejercicio del poder, sin rumbo ni propsito; ni tampoco fue entendida jams como accin continuista encaminada a mantener un ordenamiento social bsicamente injusto, dentro del cual la mayora de nuestro pueblo siempre fue mayora explotada, mayora en miseria, mayora desposeda. Nosotros no asumimos el poder poltico para hacer de l botn y negociado, ni instrumento perpetuador de la injusticia. Todo lo contrario. Nosotros asumimos el poder poltico para hacer de l herramienta fecunda de la transformacin de nuestra Patria. No nos mueve otro propsito. Quisimos darle al Per un gobierno capaz de emprender con resolucin y con coraje la tarea salvadora de su autntico desarrollo nacional. Fuimos desde el primer momento conscientes de que una empresa as demandara de todos los peruanos sacrificios y esfuerzo; porque sabamos que en un pas como el Per, caracterizado por abismales desequilibrios sociales y econmicos, la tarea del desarrollo tena necesariamente que ser una tarea de transformacin. Estamos gobernando, vale decir, estamos decidiendo polticamente el destino del Per. Diariamente nuestros actos y nuestras decisiones estn afectando el porvenir de todos los peruanos. Este es una responsabilidad institucional y colectiva. Pero tambin una responsabilidad personal que no puede ni debe ser eludida jams por ninguno de nosotros. No estamos haciendo poltica subalterna. No estamos haciendo proselitismo poltico en el sentido peyorativo y tradicional de la palabra. Pero s estamos ejerciendo docencia poltica, elevada y en funcin de la Patria. Al asumir la responsabilidad de gobernar, asumimos tambin inevitablemente una misin poltica. : Eso est haciendo la Fuerza Armada del Per; eso es lo que estamos haciendo quienes hoy gobernamos en su nombre. Y al hacerlo, no slo estamos contribuyendo decisivamente a salvar el porvenir del Per, sino tambin, estamos honrando el recuerdo, el ejemplo y la gloria de nuestros antepasados militares que nos sealaron un rumbo y un camino. Nosotros no somos absolutos. Nos nutrimos de simiente sembrada antes de nuestro da. Somos continuadores del esfuerzo por otros desplegado. Mas an, es preciso tener siempre presente que la Fuerza Armada del Per no slo est gobernando, sino tambin dirigiendo una fundamental revolucin socio-econmica de inmensa trascendencia histrica para nuestro pas y de innegables implicaciones de carcter internacional.

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LO QUE SOMOS Y NUESTA LEGITIMIDAD La argumentacin falaz de que por ser un gobierno de la Fuerza Armada, el nuestro no puede realizar la transformacin socio-econmica del Per, ha sido absolutamente desvirtuada por las reformas de cambio estructural que hasta hoy hemos realizado. La Fuerza Armada que hoy gobierna el Per es una Fuerza Armada cuya identificacin con la causa de las reivindicaciones populares es sincera y profunda. Sabemos muy bien que en el pasado hubo gobiernos militares de muy distinta naturaleza. Pero, sabemos tambin, que jams hubo gobierno civil de polticas tradicionales que resolviera ningn problema fundamental en el Per. No renegamos de nuestra tradicin institucional. Hemos superado una etapa de esa tradicin. Como institucin hemos rescatado el sentido original de la Fuerza Armada peruana que insurgi en sus orgenes bajo la inspiracin libertaria de la lucha de nuestro pueblo contra la dominacin extranjera. Los hombres de uniforme tenemos fundamentalmente un origen popular. Ningn inters nos une a la vieja plutocracia. Iniciamos esta revolucin en el convencimiento de que la definitiva emancipacin de nuestro pueblo slo poda lograrse a travs de una obra revolucionaria que transformara las viejas estructuras con las cuales el Per vivi bajo el doble dominio del imperialismo y de un grupo privilegiado de peruanos. No nos movi a asumir la conduccin del Estado ningn apetito subalterno de poder, ni tampoco el deseo de cerrarle a nadie el paso. Nos movi el genuino y desinteresado propsito de poner la fuerza de las armas al servicio de un ideal de reivindicacin popular y nacional muchas veces traicionado. Es este convencimiento el que sustenta la firme unidad de la Fuerza Armada en torno al gobierno que institucionalmente la representa y en torno a los ideales inabdicables de la revolucin. Somos una Fuerza Armada autnticamente nacional y nacionalista por nuestro origen, por nuestra vocacin, por nuestros propsitos y por nuestros ideales. Hemos asumido un compromiso sagrado con el Per y nada ni nadie podr desviarnos del camino de su ms fidedigno cumplimiento. Por primera vez nuestro pueblo tiene un gobierno que de veras est luchando por su causa y resolviendo los agudos problemas que jams fueron encarados por ningn gobernante en el Per. Por primera vez somos a plenitud un pas soberano. Por primera vez estamos dejando de ser un pas de subdesarrollo y subordinacin al poder extranjero. Por primera vez se est haciendo justicia al campesino. Por primera vez se est gobernando para el pueblo. El nuestro es un gobierno revolucionario que defiende los intereses de las grandes mayoras y frente al cual resulta imperativa una nueva actitud constructiva y leal.

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La fuente final de nuestra inspiracin, ha sido el pueblo; este pueblo al que nos debemos por entero; este pueblo tantas veces engaado; este pueblo que tanto ha sufrido y ha luchado en espera de una justicia que sus gobernantes nunca supieron darle. Nuestra legitimidad no viene de los votos de un sistema poltico viciado de raz porque nunca sirvi para defender los autnticos intereses del pueblo peruano. Nuestra legitimidad tiene su origen en el hecho incontrovertible de que estamos haciendo la transformacin de este pas, justamente para defender e interpretar los intereses de ese pueblo al que se enga con impudicia y por un precio. Esta es la nica legitimidad de una revolucin autntica como la nuestra. Representamos una revolucin triunfante, porque la causa de un pueblo y el mandato de su historia son nuestra razn de ser, como gobierno que hoy mira seguro y firme el futuro de la Patria. Ms, somos nicamente los iniciadores de una gesta nacional que se proyectar por muchos aos en el futuro. Est lejos de nuestro nimo el reclamo a una perfeccin que nada ni nadie puede lograr. La nuestra, como toda accin humana, como toda tarea de gobierno, es obra perfectible. A perfeccionarla contribuirn la experiencia y el aporte de la crtica constructiva del pueblo. En un aspecto fundamental, somos una nueva Fuerza Armada. Y sin embargo, nunca hemos sido tan leales a la misin que justifica nuestra existencia institucional en el Per, ni tan consecuentes con la causa del pueblo del cual hemos surgido. Este convencimiento sirvi para que, con realismo y con autntico sentido de la Patria, cambiramos hondamente nuestra mentalidad y nuestra actitud. Lo hicimos conservando la continuidad de nuestra institucin. Y fuimos capaces de lograrlo manteniendo la unin que fundamenta nuestra fuerza. Pocas instituciones en el mundo podrn mostrar una ms clara prueba de madurez y de conciencia histrica. Tambin por esto nos sentimos orgullosos. Hoy la Fuerza Armada representa un slo pensamiento y una sola actitud de absoluto identificacin con una causa nacional tras de la cual est el respaldo y la solidaridad de todo el Per. UN EQUIPO Fue la Fuerza Armada la que hizo posible abrir el comino salvador del Per que hoy transita todo nuestro pueblo. Porque ante la bancarrota moral y poltica de un viejo sistema de oprobio y entreguismo, slo nuestra institucin demostr ser capaz de enrumbar a nuestra Patria paro salvarla. Todo lo realizado en el Per en estos ltimos seis aos, ha demostrado con claridad irrecusable que la nica manera de llevarlo a cabo era a travs de una accin transformadora conducida y respaldada por el unido liderazgo de la Fuerza Armada. Pero para asumir este gran papel histrico fue necesario que rescatramos los valores ms altos de
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nuestra tradicin institucional, que volviramos a nuestras fuentes originarias como el ejrcito del pueblo y de la libertad, para de all redefinir nuestra imagen institucional a fin de reconocer que los grandes problemas fundamentales de nuestro pueblo eran tambin nuestra responsabilidad. Es preciso relievar la exacta significacin que tiene para el pas este hecho Porque al Per siempre le falt una gran institucin nacional que solidariamente cumpliera la impostergable necesidad de transformar sus viejas estructuras y, solidariamente tambin, emprendiese con determinacin la difcil tarea de llevarla a cabo. Este gran vaco que caus nuestra historia ha sido llenado o partir del 3 de Octubre de 1968, por la presencia institucional de la Fuerza Armada del Per al frente del gobierno, para realizar esa transformacin profunda de las estructuras tradicionales del pas que nuestro pueblo en vano reclamara en el pasado de sus malos gobernantes. El nuestro no es un gobierno personalista. Entre nosotros no existen predestinados ni seres insustituibles; nadie tiene el monopolio de la sabidura ni del poder. Somos un equipo que est haciendo la revolucin que el Per necesita, esa revolucin que otros pregonaron slo para traicionarlo desde el poder. No constituimos, pues, un movimiento al servicio de un hombre, sino al servicio del pas. Pero comprendemos que nada de esto puedan entender quienes, en realidad, no son ms que simples caciques de nuevo cuo, extremistas del personalismo, de la vanidad, de la estafa poltica. Sabemos muy bien que pensamos de manera distinta a como pudimos hacerlo en la etapa pre-revolucionaria del Per. Esto distingue hoy a nuestra Fuerza Armada cuya esclarecida y firme posicin revolucionaria lejos de representar una contradiccin constituye la reafirmacin, la continuidad y el respeto a su origen como ejrcito del pueblo y para la libertad, y, en consecuencia, representa la ms alta expresin de lealtad profunda a la esencia misma de su ser. S, nosotros hemos cambiado. Debernos decirlo con claridad. Debemos tener de ello conciencia. Debemos declararlo con orgullo, con altivez, con certidumbre de haber actuado bien. Porque lo hicimos por el Per, por su pueblo explotado, por sus hombres y mujeres humildes a quienes jams se permiti aportar a la causa de la Patria el inmenso caudal de su potencia creadora por todos siempre despreciada y que hoy lo revolucin reivindica y respeta. Unidos iniciamos y unidos estamos conduciendo esta revolucin. Nuestra unidad es nuestra mejor defensa y la garanta mejor del futuro de la revolucin que es verdaderamente el futuro del Per. Este sentido de unidad se basa en la conviccin revolucionaria de quienes integramos la Fuerza Armada. Consecuente con lo ms ilustre y valedero de su tradicin, la nueva Fuerza Armada del Per percibe con lucidez todo lo que implica la difcil responsabilidad de conducir una revolucin.

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Esto supone no slo respaldar y defender la obra de la revolucin. Supone tambin sentir profundamente nuestra responsabilidad personal en los xitos y los fracasos de la revolucin. Supone tambin adentrarse en su sentido verdadero, conocer sus logros, comprender sus problemas, dedicarle lo mejor de nuestra propia vida. En este esfuerzo gigantesco y en el desarrollo de esta misin histrica no pueden, pues, haber ni pasividades ni indiferencias, porque est en juego el futuro del Per, motivo sustancial de todos nuestras preocupaciones y esencia misma de nuestra devocin de patriotismo. UN NUEVO ESTILO Este gobierno concibe su papel en el Per de modo muy distinto. Por tanto, sus realizaciones y su conducta no deben ni puedan confundirse con las de regmenes anteriores. Y si bien las formalidades de carcter ceremonial pueden parecer similares, su significacin ms honda tiene que ser muy diferente. Nosotros constituimos un gobierno que est transformando la realidad secular del Per. Y la transformacin de una sociedad no se expresa nicamente en las grandes reformas de su estructura econmica. Ella se manifiesta tambin en todos los niveles de la accin del Estado. Y debe traducirse en un nuevo comportamiento por parte de quienes integran el Estado en todos los niveles de la vida nacional. Una nueva realidad poltica, una nueva manera de concebir los problemas del pas y un nuevo comportamiento de los hombres que rigen los destinos de la nacin deben significar tambin un nuevo estilo de accin en todos los hombres que encarnan la actitud y el pensamiento revolucionario en el Per de hoy. No estamos para ofrecer ni para hablar. Ese es el viejo estilo de los politiqueros que jams volvern al gobierno del Per. Porque engaaron deliberadamente a nuestro pueblo. Porque se entregaron a los poderosos. Porque hipotecaron el pas a los grandes intereses extranjeros. Porque el suyo fue el gobierno de los privilegios y de la injusticia. El Gobierno Revolucionario de la Fuerza Armada representa algo esencialmente diferente. Hablamos sin demagogia y sin engaos. Le decimos al pueblo que la tarea de la revolucin es tarea de trabajo, de responsabilidad, de sacrificio, de esfuerzo, de generosidad, de lucha constante, de tesonera superacin. Ninguno de nosotros tiene ambiciones polticas. No nos interesa competir en la arena electoral. Hemos venido a hacer una revolucin. Y si para lograrlo se requiere actuar polticamente, esto no quiere decir que se nos pueda confundir con los polticos criollos que tanto dao le hicieron al pas.

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Entre nosotros no caben ni personalismo ni ambiciones. Ya lo hemos demostrado plenamente. Y quien quiera ver signo de desavenencia en la normal renovacin de un equipo gobernante, est trgicamente equivocado. Nos mantenemos unidos porque nos une la conviccin de luchar sin desmayo, sin egosmo, sin ambicin personal, por la transformacin de nuestra Patria. Y si alguien se aporta de este rumbo, queda por s mismo eliminado. Eso no mella en absoluto la unidad y la fuerza de un gobierno plenamente consciente de su misin histrica y plenamente consciente de que tiene el respaldo de la Fuerza Armada y de un pueblo que al fin ve en sus gobernantes la honradez y el coraje que antes nunca hubo para resolver sus grandes problemas. Siempre nos consideramos soldados del Per. Testimonio de una honda vinculacin humana, esta pertenencia comn nos hermana y nos aproxima por encima de cualquier diferencia secundaria. Por esto entre nosotros no puede haber trastiendas. Hemos entregado el esfuerzo de toda una existencia a la causa de nuestra Patria y a la causa de nuestra institucin. Estas son nuestras dos grandes lealtades normativas. Ante ellas deponemos todo egosmo y todo sentimiento personal. Este es para nosotros el sentido de gobernar y dirigir una revolucin. Queremos de los hombres de esta tierra una nueva actitud. Pero somos nosotros, los hombres de uniforme, quienes debemos dar el ejemplo primero en todos nuestros actos. Es preciso desarrollar, por eso, una nueva actitud hacia el pueblo que es tambin forjador de esta revolucin. HASTA CUANDO Continuamos al frente del pas y su revolucin hasta cumplir las metas que nos hemos propuesto y cuya realizacin el pueblo ha confiado en nuestras manos. Jams nos desviaremos del deber y la responsabilidad que hemos jurado honrar. Proseguiremos la obra de la revolucin sin arriar nunca sus banderas. Al hacerlo slo estaremos tornando realidad ese amor a la Patria que se nos ense como la ms sublime de las virtudes del soldado; slo estaremos cumpliendo lo que la Fuerza Armada prometi al Per en el momento de asumir la responsabilidad de gobernarlo; slo estaremos demostrando que somos capaces de luchar con abnegacin, con lealtad y con patriotismo para la verdadera causa del Per que como soldados juramos defender; slo estaremos siendo fieles al reclamo del pueblo, a nuestra propia historia y al ejemplo de nuestros hroes que, en otra dimensin de lucha, dieron tambin su vida por nuestra Patria. Hoy ms que nunca nos sentimos seguros de la justicia de nuestra causa. Hoy ms que nunca nos sentimos solidarios y optimistas. Porque hoy ms que nunca estamos convencidos de que nada ni nadie podr contra una revolucin que se sustenta en la alianza indestructible del pueblo y de la Fuerza Armada. No alentamos propsitos de eternizarnos en el poder. Ni queremos convertimos en partido poltico. Asumimos la responsabilidad de gobernar porque comprendimos que tenamos que salvar al Per del entreguismo y de la
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corrupcin, porque comprendimos que nuestro pueblo no poda continuar eternamente bajo el ltigo de la explotacin y la miseria. Permaneceremos en el poder hasta que se hayan afianzado definitivamente las conquistas fundamentales de la revolucin. Hasta que estemos seguros de que la claudicacin, la burla al pueblo, el trfico con su libertad, el entreguismo y la corrupcin al servicio de los explotadores hayan sido erradicados para siempre del Per. Mientras esos objetivos no sean logrados continuaremos desarrollando la transformacin nacional desde el gobierno. No empezamos esta revolucin para que quedara trunca. No la iniciamos para dejarla en mitad del camino a merced de sus enemigos. Y no permitiremos que nadie desnaturalice su verdadero sentido de transformacin nacionalista que busca hacer del hombre peruano un hombre libre en una sociedad libre. Esta revolucin continuar hasta la definitiva conquista de sus metas fundamentales y nada la desviar de su camino. Nada la precipitar y nada har que disminuya el ritmo de su marcha. Nosotros le prometimos al Per una autntica revolucin. Para eso tomamos el poder. No para eternizamos en l ni envilecernos en su ejercicio. Muy por lo contrario. Aceptarnos la responsabilidad de reformar profundamente nuestra Patria como tarea de lucha, como empeo sacrificado, como autntica entrega, como genuina expresin de amor a nuestro pueblo. Nosotros somos personajes transitorios del proceso histrico peruano. Lo que importa es el triunfo de una revolucin que sacar al Per de su estancamiento y su retraso. Que no se nos confunda. Nosotros vinimos a rescatar a este pas de un segundo desastre. Este no es un Gobierno de frivolidad ni de claudicacin. Nada pedimos para nosotros. Slo queremos que esta revolucin se consolide, logre sus objetivos y eche races en el alma grande y castigada de un pueblo al que el engao tom desconfiado y suspicaz, pero que hoy est viendo renacida su fe, porque tiene delante de los ojos la realizacin de sus aspiraciones de justicia. Jams ocultamos los propsitos de la Fuerza Armada del Per. Desde el primer instante proclamamos que el objetivo de esta revolucin era liquidar el subdesarrollo y la dependencia; es decir, la miseria, la ignorancia, la explotacin, las desigualdades, la injusticia social y la subordinacin de nuestro pas al poder extranjero. Nada tenemos que ocultar. Nos debemos tan slo al pueblo del Per. El es el motivo cardinal de nuestra preocupacin, de nuestro trabajo, de nuestro sacrificio. Nunca hemos hablado de slo mejorar las condiciones de nuestra Patria. Siempre hablamos de transformarlas para darle justicia, verdadera soberana, autntica grandeza, genuina libertad. Nunca hemos hablado tampoco de reemplazar el viejo orden tradicional por otro que perennizara nuevos privilegios, nuevas injusticias, nuevos monopolios de poder. Siempre hablamos,
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ms bien, de luchar por una sociedad en esencia distinta a la anterior y por tanto de veras democrtica. A ese espritu obedeci nuestra reforma agraria. A l, obedeci tambin la reforma de las empresas industriales. El est, igualmente, en la base de la concepcin de un Sector de Propiedad Social en nuestra economa., Y es ese espritu que anima todas las grandes reformas de la revolucin. Este gobierno tiene el deber de asegurar la continuidad de la revolucin. Sera pueril e indefendible, que, en el futuro, permitiramos la destruccin de la obro revolucionaria a manos de un nuevo gobierno conservador, que trabajara para restablecer ese pasado contra el cual nosotros insurgimos. EL PLAN DE GOBIERNO El Plan de Gobierno de la revolucin expresa el sentir del pueblo y de su Fuerza Armada. Su espritu fundamenta nuestra indestructible unidad institucional, garanta de la continuidad de este proceso que est salvando a nuestra Patria. Muy por encima de cualquier contingencia secundaria, propia y explicable en todo gran proceso histrico, aqu est la raz que sustenta la accin mancomunada e indivisible de la Fuerza Armada y de las Fuerzas Policiales del Per. No es un rgido conjunto de preceptos dogmticamente inalterables. Es, por el contrario, una formulacin flexible que orienta el fluido desenvolvimiento de un desarrollo revolucionario imposible de ser planificado en detalle de antemano. Por tanto, como instrumento creador de orientacin, el Plan tiene un espritu y traduce una intencin, un propsito, un determinado rumbo, para normar, sin dogmatismo ni rigidez, el desarrollo revolucionario del Per. Al contenido mismo de ese Plan responde toda lo poltica seguida hasta hoy por el gobierno. El expresa, por tanto, la naturaleza de nuestro compromiso con el pueblo del Per y define el carcter revolucionario de nuestra accin. La cuidadosa lectura de su texto habr de revelar con mucha claridad que todo cuanto hemos realizado hasta hoy fue sustantivamente ponderado y decidido como meta de la revolucin antes de que asumiramos el poder. Por ende, esa lectura mostrar hasta qu punto los hombres de la Fuerza Armada hemos sido consecuentes con lo que nos propusimos hacer por el bien de nuestra Patria. Este Plan de Gobierno, recogi los anhelos y las reivindicaciones del pueblo peruano en su larga lucha por la justicia social y la conquista de su autntica soberana. Contiene una sucinta descripcin de la realidad del pas en cada uno de sus ms importantes aspectos, los objetivos hacia los cuales orientaramos nuestra accin y las acciones mismas que daran contenido real a esa orientacin. El Plan es, por esta razn, un diagnstico de la realidad, un conjunto de metas y un cuadro de acciones especficas, todo ello destinado a encarar frontalmente los problemas bsicos del Per. Como planteamiento y como realizacin de gobierno, este plan no tiene precedente en el pas. En efecto,
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ningn rgimen anterior al nuestro present a la nacin un Plan de Gobierno que precisara su posicin ante el conjunto de los problemas fundamentales del Per, definiera su compromiso con el pueblo y sirviera de base para ejecutar una poltica global y coherente. El Gobierno Revolucionario de la Fuerza Armada que entreg ya al pueblo peruano este texto fundamental de la revolucin, lo hizo en lo conviccin de que l debe conocer precisamente el rumbo del proceso que, ms que ninguna otra experiencia poltico-social de nuestra poca, est afectando de manera profundo la realidad de su vida y su destino. El Plan de Gobierno de la revolucin constituye una formulacin de largo alcance. Su aplicacin tiene necesariamente que ser gradual, en funcin del desarrollo mismo del proceso, de la disponibilidad de recursos econmicos y humanos del pas y del comportamiento de los distintos factores que, en conjunto articulan la realidad en cada instante del actual desenvolvimiento histrico del Per. Que nadie tome, pues, ese Plan como algo que compulsivamente tiene que ser ejecutado de inmediato en todos sus aspectos. Quien estudie ese documento de veras histrico, comprender que nuestra conducta como gobernantes se ha mantenido siempre fiel o nuestra coherente posicin revolucionaria. No estamos sorprendiendo a nadie ni improvisando conductas de gobierno. Estamos declarando con absoluta honestidad los propsitos de la revolucin. Estamos sealando claramente el rumbo del proceso. Y afirmando, como siempre lo hemos hecho, la naturaleza plenamente autnoma y nacional de la revolucin peruana. El Plan de Gobierno dista an de haber sido ejecutado en su totalidad. Lo estamos desarrollando en estricto cumplimento del compromiso institucional que la Fuerza Armada asumi con el pas el 3 de octubre de 1968 y que encontr expresin en el Estatuto revolucionario, cuyo artculo tercero textualmente dice: La Fuerza Armada del Per, identificada con las aspiraciones del pueblo peruano, y representada por los Comandantes Generales del Ejrcito, Marina y Fuerza Area, constituidos en Junta Revolucionaria, asume el compromiso de cumplir y hacer cumplir decididamente el Estatuto y el Plan de Gobierno Revolucionario. No pretendemos que ese Plan constituya una formulacin perfecta. Nada en la vida tiene este atributo. Pero s sostenemos, con orgullosa conviccin, que l garantiza la transformacin profunda, y verdadera de una sociedad que segua viviendo en el pasado, sobre estructuras obsoletas e injustas que era preciso liquidar, para construir en su lugar otra distinta, justa y libre para todos sus hijos. Tal fue nuestro convencimiento al escribirlo hace seis aos. Lo sigue siendo hoy, con ms intensa firmeza todava. Porque hoy, acaso ms que en aquel ayer, estamos seguros de que la ejecucin de este Plan garantiza la real liberacin de nuestra Patria. Pero naturalmente su aplicacin demanda el esfuerzo decidido de todos los peruanos. Necesitamos incrementar nuestra produccin en todos los campos de la
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economa. EL Per tiene asegurado un futuro promisorio. No somos un pas en crisis. Por el contrario, somos un pas en pleno desarrollo. No hay, pues, justificacin para los pesimismos, ni existe base alguna para rumores alarmistas. El Per vencer todos los obstculos. Los hombres y mujeres que impulsan y desarrollan nuestra economa nada tienen que temer de esta revolucin, Ella tambin le pertenece. Porque estamos luchando para que las riquezas del Per slo sean de todos los peruanos. Porque esos hombres y mujeres son parte de nuestro pueblo y, como tal, deben ser por igual constructores del nuevo y grande Per que la Revolucin anhela. Aquel Plan de Gobierno es testimonio inapelable de nuestra sinceridad revolucionaria, de nuestro autntico deseo de hacer por el pueblo del Per lo mejor que nos pudiera permitir nuestro humano coraje y nuestro humano saber. Y es tambin testimonio del acerado propsito de luchar hasta el lmite mismo de nuestras fuerzas por un ideal revolucionario de verdadero patriotismo. Formulamos el Plan hace seis aos en completo y esencial alejamiento del modo de pensar poltico tradicional y de todas las ideologas forneas. Fue, por tanto, escrito con respeto absoluto por nuestra total autonoma ideo poltica, y en reconocimiento pleno de la sustancial diferencia que polticamente nos separa de todos las formulaciones doctrinarias no surgidas de nuestra realidad y nuestra historia. Fue escrito con nuestras propias manos, con nuestro propio pensamiento. Pero al hacerlo as nos guiaron la demanda y la esperanza de todo un pueblo, el paciente y jams escuchado reclamo de los pobres, el desinteresado y fecundo esfuerzo de los miles de peruanos que a lo largo de toda nuestra historia lucharon por la justicia y por la libertad, y tambin el sacrificio heroico de quienes por ese ideal, inmarcesible y noble, dejaron muchas veces sus huesos y su vida regados en el polvo de todos los caminos. Fue el ejemplo de aquel esfuerzo y de ese sacrificio lo que nutri nuestra voluntad de luchar por la revolucin en el Per. Fue la segura conviccin de que amar a la Patria es amar a sus hijos, la que un da nos llev a poner nuestra espada al servicio de ese justo y antiguo ideal. Mas no solamente fue el reclamo acuciante del pasado el que encendi en nosotros la fe y la conviccin de esa lucha generosa. Ni nicamente fue el por igual acuciante reclamo del presente, de ese presente castigado por todas las injusticias y todas las violencias contra un pueblo que era nuestro pueblo lo que nos hizo emprender el camino de la revolucin. No fueron, pues, tan slo el pasado y el presente, fue tambin el reclamo innombrado del futuro, el sentimiento de responsabilidad hacia quienes an no han visto la luz de la vida en esta tierra, la demanda de justicia callada y terrible que tantas veces vimos en la mirada y en el rostro de todos los nios pobres del Per. Fue todo esto lo que hizo de nosotros hombres comprometidos con un ideal
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militante de justicia hasta la fibra final de nuestro ser. A este ideal hemos hecho entrega definitiva del acto total de nuestra existencia. Por l no slo estamos dispuestos a vivir. Por l tambin estamos dispuestos a morir. Por l seguramente moriremos. PUEBLO Y FUERZA ARMADA El pronunciamiento institucional del 3 de octubre ha iniciado una revolucin que jams podr ser detenida, porque representa la inquebrantable decisin del ansiado binomio Pueblo y Fuerza Armada, para poner fin a la explotacin a la ignominia y a los privilegios de unos pocos, sustentados en los intereses colonialistas que hoy repudia el mundo entero. Hoy somos uno solo, pueblo y gobierno, pueblo y Fuerza Armada. Hoy vive el Per la experiencia grandiosa de su transformacin. Al fin, pueblo y Fuerza Armada estn unidos. Y en esta unin indestructible se basar la autntica grandeza de la Patria. En esa unin radica la mejor garanta de la continuidad revolucionaria en el Per. Mientras sepamos mantenerla, nada tenemos que temer. Pueblo y Fuerza Armada sern quienes construyan ese nuevo Per que todos anhelamos, ese nuevo Per sin oligarqua, sin dominacin imperialista, sin explotacin, sin latifundios, sin ignorancia y sin miseria. Ese nuevo Per que ser el resultado de nuestro propio esfuerzo, de nuestra tenacidad, de nuestro sacrificio y de nuestra decisin inquebrantable de vencer para siempre a un enemigo que an no comprende que la historia no puede volver atrs, que el proceso de cambios no puede detenerse, que se ha iniciado ya la obra profunda de la transformacin integral de nuestra Patria. Esta es una revolucin del pueblo y de la Fuerza Armada, porque fue la Fuerza Armada quin la inici, y le dio impulso para beneficio del pueblo peruano. Nada nos separa. Muy por el contrario, todo nos une en el propsito de luchar sin desmayo por lo grandeza de la Patria. La Revolucin que hoy vive el Per no es nicamente resultado de lo que hace su Gobierno. Ella es tambin resultado de lo que hace nuestro pueblo. En las grandes reformas revolucionarias est siempre la impalpable pero vital presencia del Per. En ellas se plasman los anhelos de grandes sectores de la nacin peruana que siempre quisieron transformar esta Patria para hacerla mejor. Estara por completo engaado quien creyese que nos sentimos vanguardia iluminada cuya nica misin es conducir. Servidores de un vasto designio colectivo, en nuestra obra queremos tan slo ver lo concrecin del afn y el

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propsito revolucionario de toda la nacin. En el ms profundo de todos los sentidos, esta Revolucin le pertenece al pueblo del Per. Somos sus servidores. En ella estn la rebelda, el reclamo de justicia, la paciente protesta, la apasionada voluntad de lucha, la vieja sabidura, el hondo, terco amor por el Per, el optimismo pertinaz y victorioso que no pudieron matar tantas injusticias, el callado dolor de los humildes, la confiada esperanza que supo vencer todos los abatimientos, la renacida fe de una nacin muchas veces engaada, el aliento annimo, sacrificado y poderoso de quienes antes de nosotros tambin lucharon por un Per mejor, el ejemplo de innumerables vidas ejemplares. Y, en fin, el estmulo igualmente poderoso de las primeras conquistas y los primeros triunfos. En suma, en esta revolucin se encuentra la esencia misma de lo mejor que somos como nacin, de lo mejor que somos como pueblo. Esto es, pues, uno obra del Per. La historia dir que en estos aos una nacin entera y su Fuerza Armada emprendieron el rumbo de su liberacin definitiva, sentaron las bases de su genuino desarrollo, doblegaron el poder de una oligarqua egosta y colonial, recuperaron su autntica soberana frente a presiones extranjeras, y dieron comienzo a la magna tarea de realizar la justicia social del Per. El propsito de nuestros enemigos es romper nuestra slida unidad y as abrir una brecha que vuelva a separar al pueblo de la Fuerza Armada. Y todo esto como manera de socavar la base de la revolucin; como medio de impedir que se afiancen las conquistas sociales de nuestro gobierno; como forma de frustrar la grande y venturosa experiencia de este proceso transformador del Per. Sin el sentimiento de liberacin que motiv los afanes y la lucha de innumerables peruanos no habramos podido emprender la gesta en la que hoy la Fuerza Armada est comprometida. Por eso, en el ms profundo y verdadero de todos los sentidos, el nuestro es ya, y con derecho pleno, un quehacer profundamente unido de Pueblo y Fuerza Armada que anan su destino para luchar por un comn ideal de justicia social y de grandeza para el Per, Patria de todos los peruanos. CIVILES Y MILITARES En un pas donde muy pocos supieron ser consecuentes con sus propios principios, donde muchos se doblegaron ante los halagos o las amenazas, los civiles militantes de esta revolucin han dado a todos un ejemplo de coraje al apoyar decididamente una revolucin que encarna los ideales nacionalistas y revolucionarios por los cuales ellos, con valor, supieron luchar en el pasado. La Fuerza Armada valora el significado de un gesto as, patritico y valiente. Y reitera a esos dignos ciudadanos su reconocimiento y su respaldo. El Per no olvidar el esforzado aporte que ellos estn dando a la causa sagrada de su liberacin.

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Las grandes conquistas do la revolucin no son mrito exclusivo de nuestra gloriosa Fuerza Armada que en hora difcil para el Per asumi la responsabilidad de conducir su destino. Esas conquistas son tambin mrito y gloria del pueblo del Per. Miles de militantes civiles de la revolucin hoy impulsan el carro victorioso de la historia que todos estarnos construyendo. Y cientos de miles de peruanos de toda condicin, y en todos los rincones de la patria, nos dan aliento y militantemente construyen tambin la nueva realidad de este pas que tanto amamos. Nada de lo que hemos hecho habra sido posible sin eso aliento, sin esa inspiracin, sin el mandato y sin la fe que surgen de esta tierra y su pasado, que se levantan del corazn bravo y plural de todos los peruanos. El gran ideal de la Fuerza Armada es organizar una nueva sociedad justa y libre en el Per. Este siempre fue tambin el verdadero ideal de nuestro pueblo el que defendieron todos los luchadores sociales del Per. Y por este ideal muchos entregaron el sacrificio de su libertad y la ofrenda de su vida. Civiles y militares, hermanados en un comn propsito, en el comn ideal de luchar con generosidad, con espritu nuevo, para construir, sin odios ni egosmos, la justicia social en el Per, afianzan da a da su unidad. Esta es la garanta principal de nuestra fuerza y del futuro de la revolucin. Nada importa que unos seamos militares y otros civiles. La Patria es una sola y es de todos. Lo que importa es que se cumpla la transformacin social y econmica de nuestro pas para hacer de l una nacin libre, justa y soberana. Queremos superar para siempre esa vieja separacin que dividi en el Per a militares de civiles. La plutocracia siempre dio aliento a esa separacin. Porque saba que mientras el pueblo y la Fuerza Armada estuvieran distantes el uno de la otra, sera virtualmente imposible cambiar el estado de cosas reinante en nuestro pas. Esos ciudadanos que enfrentan riesgos y peligros por su identificacin con el espritu revolucionario, merecen de nosotros respeto y gratitud, porque sabemos muy bien con cunto desprendimiento estn trabajando por el Per. Con ellos nos sentimos solidarios y la revolucin, de la cual son parte importante por la calidad del trabajo que realizan, nos defender contra todas las amenazas y todos los peligros. Al igual que nosotros, ellos son tambin soldados de la revolucin. En esta gesta nacional hay un lugar para todos los peruanos que sinceramente deseen un cambio profundo en nuestro pas. Slo estn excluidos de la revolucin los que de una manera u otra se sientan comprometidos con la oligarqua o con el pasado de oprobio contra el cual insurgimos. Esta es una minora del Per. La inmensa mayora, los campesinos, los obreros, los empleados, los intelectuales, los hombres de industria, los estudiantes, los profesionales, es decir, el verdadero pueblo del Per, no tiene por qu sentirse solidario con el pasado, ni por qu defender los intereses de los enemigos de la revolucin. Para ellos y con ellos queremos hacer esta revolucin. Ms, si bien es
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cierto que la obra gigantesca y venturosa de recrear nuestra Patria debe ser tarea de todos los peruanos, tambin es verdad que los responsables directos de ese ayer que la revolucin ha sepultado no pueden ni deben ser parte de la revolucin. La inmensa mayora de peruanos nada tiene que ver con esos pocos directos responsables que necesariamente tienen que quedar al margen da este gran proceso transformador del Per. Ellos no tienen cabida en nuestra revolucin. Nada tenemos que decirles. A unos, porque explotaron inicuamente a nuestro pueblo por un insaciable apetito de oro y de poder. Y a otros, porque deliberadamente traicionaron a ese pueblo y al ser traidores fueron tambin cmplices. Esto no es revanchismo ni discriminacin. Es tan slo el deber de preservar la pureza de una revolucin que no puede ni debe ser jams otro engao a un pas ya tantas veces engaado, es tan slo el legtimo rechazo al seuelo estril e inmoral de establecer contacto alguno con los verdaderos enemigos del Per, de su pueblo, de su revolucin.

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IV. DESARROLLO Y REVOLUCIN

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DESARROLLO Y PROCESO REVOLUCIONARIO El gobierno de la Fuerza Armada concibe el desarrollo como un proceso revolucionario y pluridimensional de transformaciones estructurales en las relaciones bsicas de poder econmico, poltico, social y cultural. Desarrollarse es paro nosotros transformar a fondo nuestro imagen nacional como pas. Impulsar la guerra de liberacin contra la miseria, el hambre y la ignorancia de nuestro pueblo. Supone, por tanto, anular o reducir drsticamente los desequilibrios estructurales en el frente interno y nuestra condicin dependiente en el campo internacional, porque en los dos se define la naturaleza bsica de nuestro actual ordenamiento social. Dicho proceso transformador y revolucionario no se cumple en el vaco, sino que se dan dentro de la matriz misma de la realidad social y conlleva un precio que debe ser pagado y que, en gran parte, consiste en la liquidacin de todos los privilegios que los pocos tuvieron a expensas de los muchos. Por esta razn no concebimos los problemas del desarrollo como totalmente ajenos a los puros niveles de la abstraccin y los visualizamos como parte concreta de nuestra ms concreta realidad. Esto quiero decir que tales problemas no pueden plantearse ni en el vaco poltico ni en el vaco social. Ellos, por el contrario, estn en la entraa misma de la problemtica ms crucial de nuestro pueblo. De all que, la batalla por el desarrollo slo pueda librarse victoriosamente cuando se tiene conciencia clara de sus riesgos o implicaciones polticas tanto en el frente interno cuanto en el externo. Nuestra condicin de nociones dependientes es parte bsica del cuadro global de una realidad que es imperioso transformar. Sin embargo, una estrategia global de desarrollo no debe ni puede basar su orientacin nicamente en la necesidad de incidir sobre el aspecto externo de nuestra realidad. En la medida en que seamos capaces de transformar profundamente los aspectos centrales del frente interno nacional, seremos tambin capaces de lograr una autntica poltica de desarrollo. Por ello, para nosotros, los conceptos de desarrollo , transformaciones estructurales y proceso revolucionario son, en realidad, sinnimos. Planificar el desarrollo, en estricta coherencia con esta posicin terica, es planificar el propio proceso revolucionario de nuestro pueblo. No hay, pues, desarrollo sin transformacin, sin proceso revolucionario autntico. La Fuerza Armada declar pblicamente desde un principio, su firme decisin de emprender reformas de fondo y no de forma, reformas que afectaran el sistema tradicional de poder econmico en el Per. Tambin desde el principio la Fuerza Armada se pronunci en contra de los sistemas econmicos capitalistas y comunistas. Nadie, pues, puede sorprenderse de que las medidas concretas del Gobierno Revolucionario se alejen del sistema capitalista dependiente, responsable del subdesarrollo y del sometimiento a los intereses imperialistas de las grandes potencias. Como nadie puede sorprenderse de que ninguna de las
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medidas de la revolucin pueda ser, en conciencia, calificada de inspiracin comunista. El rechazo a la alternativa de un imposible desarrollo verdadero dentro del capitalismo, se basa en su recusacin fundamental como modo de produccin y como sistema social. Por tanto, no aspiramos a un capitalismo dependiente y desarrollado, que sabemos imposible, sino a la creacin de un sistema econmico de bases totalmente diferentes. Sin embargo, como tambin hemos rechazado la alternativa comunista de centralizacin estatal, burocratizada y totalitaria, el camino de la Revolucin Peruana se orienta hacia un desarrollo econmico expresable en formas de organizacin empresarial de propiedad no exclusiva pero s predominantemente social. El nfasis fundamental del desarrollo econmico del futuro Per se pondr en empresas de propiedad social, en formas autogestionarias de produccin que respondan al carcter de una sociedad del Tercer Mundo en proceso de transformacin revolucionaria. DESARROLLO, CRECIMIENTO ESTRUCTURALES ECONMICO Y TRANSFORMACIONES

El Gobierno Revolucionario ha definido el desarrollo como un proceso de transformaciones orientado a modificar sustancialmente la estructura tradicional de poder en todas sus dimensiones esenciales. Y ha sealado que en el caso concreto del Per, desarrollo y proceso revolucionario son conceptos equivalentes. De aqu se desprende la prioridad que conferirnos a las transformaciones estructurales con respecto al crecimiento econmico, habida cuenta de que el crecimiento puede ocurrir en condiciones de mantenimiento de las estructuras tradicionales o en condiciones de transformacin cualitativa de las mismas. Y siendo lo realmente decisivo de nuestro movimiento la transformacin estructural de nuestra sociedad, lgicamente resulta inseparable de su naturaleza genuinamente revolucionaria que el crecimiento econmico, pese a su grande y no negada significacin, tenga un claro carcter subsidiario y referencial con respecto a la necesidad de lograr lo transformacin nacional como objetivo supremo de la revolucin. Implcito en lo anterior esta tambin el reconocimiento del innegable carcter transitorio de cualquier posible dificultad que para el crecimiento econmico del pas pudiera derivarse de la aplicacin de reformas sustantivas en el sistema econmico tradicional. En este sentido, es enteramente explicable que un proceso de cambios socio-poltico profundo se traduzca temporalmente en alteraciones que afecten de manera adversa al normal desenvolvimiento de algunas actividades econmicas. Tal situacin no es, como queda anotado, permanente. Por tanto, sera un error fundamental derivar de tal hecho transitorio la errada conclusin de que para garantizar la continuidad del crecimiento econmico debe sacrificarse a tal objetivo secundario la finalidad fundamental de remodelar un ordenamiento social injusto e histricamente periclitado.

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El crecimiento econmico de una sociedad slo tiene sentido cuando se admite su naturaleza instrumental, es decir, cuando se reconoce su condicin de medio al servicio de finalidades de justicia para la sociedad en su conjunto. Nadie crea riqueza en el vaco. La creacin de la riqueza es un hecho social. La sociedad lo hace posible. En consecuencia, desde un punto de vista de finalidades -que los gobernantes responsables no pueden olvidar, sin olvidar la esencia misma de su cometido histrico- la creacin do riqueza debe obedecer fundamentalmente a criterios de justicia que tiendan a garantizar el bienestar y la felicidad de todos los hombres. En otras palabras, un verdadero crecimiento econmico solo tiene sentido en la medida en que se fundamenta en una concepcin ms amplia del desarrollo como proceso indesligable de un valor de justicia para todo el conjunto de la sociedad. Desde una perspectiva de esta naturaleza, la subordinacin del crecimiento econmico al proceso de transformaciones sociales como expresin concreta de un orden de justicia, resulta irrecusable. Y resulta tambin irrecusable concluir que no existe, relacin excluyente entre transformaciones de estructura y crecimiento econmico. Si acaso en algn momento del desarrollo de la revolucin surgieron incompatibilidades o contradicciones entre las realidades de ambos fenmenos nosotros no dudaramos en dar prioridad a la primera. De lo contrario estaramos dejando de ser un gobierno surgido para realizar la transformacin del Per, vale decir, su verdadero desarrollo. Aqul no es el peligro fundamental de la revolucin. El peligro fundamental de la revolucin en el campo econmico radicara en que no tuviramos claro con conciencia de que toda revolucin verdadera conlleva privaciones y sacrificios y que al no tenerla, no supiramos enfrentarlos. Y esto nos atae directamente a nosotros, los hombres de uniforme, que somos los gestores y conductores de esta revolucin. Porque sin tal conciencia lcida correramos el peligro de no entender verdaderamente lo que hoy sucede en el Per y de caer en el engao de quienes sostienen que las dificultades y los problemas demuestran la incompatibilidad entre el desarrollo econmico y la transformacin estructural. Este es un razonamiento falaz. Las dificultades son superables, los problemas son susceptibles de ser resueltos. Si bien es cierto que ello demanda tiempo, talento, perseverancia, ductilidad de nuestra parte. Pero sobre todo, la conviccin de que esas dificultades, que tienen que existir dentro de todo proceso revolucionario, son por entero superables. Transformaciones estructurales y crecimiento econmico resumen la esencia de nuestra concepcin de desarrollo. Pero dentro de esa concepcin la prioridad corresponde claramente a la necesidad de realizar cambios sustantivos en el ordenamiento socio econmico tradicional. Se trata, pues, de un nuevo espritu para encarar los problemas del desarrollo. Nos interesa como se distribuye la riqueza producida; a quines
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beneficia el esfuerzo de los trabajadores; en provecho de quines se explotan las riquezas naturales; a quines va a beneficiar el petrleo, las minas, los bosques la riqueza de la tierra y el mar. Si todo esto va a beneficiar a un grupo de privilegiados, seguiramos igual que en el pasado. Por tanto, eso no interesa a la revolucin. Pero si todo esto va a beneficiar a la inmensa mayora de peruanos que siempre vivieron en pobreza y explotacin, y a quienes en esencia se debe la creacin de la riqueza, porque al final de cuentas es su trabajo el que lo genera, entonces esto s interesa a la revolucin. Porque ste es el autntico desarrollo, vale decir, crecimiento econmico sin explotacin, crecimiento econmico con justicia social; mayor produccin sin explotadores y, por tanto, sin explotados. DESARROLLO Y ESTADO Consideramos que para resolver nuestros problemas econmicos fundamentales, el estado debe asumir un papel directo y rector en el proceso productivo y en la orientacin y el control de la economa peruana en su conjunto. Debe entenderse con claridad, sin embargo, que no estamos proponiendo una economa estatizada ni una rgida planificacin a cargo de un todopoderoso aparato burocrtico. Aspiramos a un orden econmico en el que gradualmente la propiedad y el control de las decisiones lleguen a estar en manos de todos los que intervienen en el proceso productivo, mediante un creciente apoyo estatal a las formas de propiedad social de los medios de produccin y a la organizacin de instituciones que den a los sectores tradicionalmente marginados una verdadera autonoma econmica, cada vez, capaz de garantizar su fecunda y creadora participacin en las decisiones nacionales. Al propio tiempo que hemos concentrado poder econmico en el aparato estatal, porque ello resulta necesario para garantizar una firme y coherente conduccin nacional en la lucha contra el subdesarrollo y la dominacin econmica extranjera, somos conscientes de que tal situacin habr de ser en mucho transitoria. Y prueba de ello radica claramente en la circunstancia de que paralelamente al fortalecimiento del Estado, la Revolucin ha dado insospechado impulso a un fundamental proceso de transferencia de poder econmico a las organizaciones sociales de base, beneficiarias de las grandes reformas socioeconmicas en los campos de la agricultura y de la industria La intervencin rectora del Estado en el campo econmico se traduce en la creacin de importantes empresas pblicas que concebirnos como instrumentos de produccin econmica altamente eficiente y capaz de rendir utilidades que permitan financiar en gran parte la realizacin de las reformas estructurales que la revolucin continuar emprendiendo. Lejos de cualquier infecunda concepcin de las empresas estatales como verdaderos organismos de subvencin al consumo, nosotros sostenemos que ellos deben ser, antes que nada, eficaces instrumentos
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de financiacin interna y de desarrollo revolucionario en los campos econmico y social. Si la utilidad es el resultado cuantitativo de la actividad econmica, la no generacin de utilidades en una empresa que funciona eficientemente constituye una forma de subvencin al mercado. Pero en condiciones como las del Per, de una persistente desigualdad en la distribucin de la riqueza el mercado es, inevitablemente, un mercado de lite, de minora, inaccesible para importantes sectores de nuestra sociedad. Subvencionar un mercado as equivale, para todo propsito prctico, a intensificar los fenmenos de marginacin contra los que, precisamente, estamos luchando. Por eso es que las empresas estatales deben cumplir un papel radicalmente diferente del que les asignan los planteamientos de una ortodoxia pretendidamente revolucionaria pero para nosotros carente de sentido. En tal forma, adems, podremos garantizar mejor an la necesaria y posible compatibilidad entre transformacin estructural y crecimiento econmico y, durante un perodo crucial de nuestra actual etapa de desarrollo, complementar el aporte de otras fuentes de financiamiento para eventualmente quizs llegar a constituir la base principal, de la financiacin permanente de nuestro desarrollo revolucionario. DESARROLLO Y PLANIFICACIN Es preciso que todos comprendemos la necesidad de planificar el desarrollo del pas, a fin de utilizar mejor los limitados recursos que tenernos. Planificar significa ordenar las acciones de un gobierno, racionalizar los esfuerzos, utilizar eficientemente los recursos financieros y tcnicos, emplear mejor lo que se tiene para forjar un futuro superior. Se planifica para algo, de la misma manera que se gobierna para algo. En nuestro caso, la revolucin gobierna y planifica para construir en el Per una sociedad de justicia, donde el bienestar material sea compatible con una vida ms libre y ms humana para todos. Somos un pas pobre. Porque nuestras riquezas no han sido plenamente utilizadas. Porque nuestros principales recursos naturales fueron aprovechados en el pasado por las empresas extranjeras que vinieron al pas fundamentalmente a explotar, no a construir; a cosechar, no a sembrar. Pero somos tambin un pas pobre porque a nuestro pueblo se le sumi en la incultura y en la ignorancia y por tanto no pudo desarrollar sus grandes capacidades creadoras. Millones de peruanos an son analfabetos. Millones de peruanos an viven mal nutridos. Millones de peruanos todava padecen hambre y sufren enfermedades que debilitan su fuerza fsica y su fuerza mental. Millones de peruanos an viven en la miseria. Millones de peruanos todava no tienen vivienda ni acceso a los beneficios de la cultura. Todo esto hizo de nosotros un pas subdesarrollado. Y un pas subdesarrollado es un pas pobre. Es nuestra obligacin, por tanto, cuidar nuestros recursos mientras luchamos por desarrollarnos. Pero cuando hablarnos de recursos no nos referimos nicamente a los recursos naturales que siempre sirvieron para los extranjeros o para los peruanos privilegiados. Nos referimos tambin a los recursos humanos que representan la fuerza de trabajo, la inteligencia y la capacidad de creacin y sacrificio de los millones de peruanos.
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Todo esto constituye, en realidad, la ms grande fuente de riqueza que tiene nuestro pas y que nunca ha sido utilizada a plenitud. Porque a quienes nos dominaron, desde el extranjero y desde nuestra propia tierra, no les poda convenir que la inmensa reserva de talento y de esfuerzo creador de nuestro pueblo fuera desarrollado y llegase a ser capaz de construir una nueva vida social basada en la justicia, en la autntica libertad y en la soberana de nuestra Patria. Por todo esto, la revolucin tiene que pensar muy detenidamente cada uno de sus pasos. Porque, planificar no es solamente concebir una serie de formulaciones normativas, un conjunto de criterios, un cuadro de metas o uno relacin de proyectos especficos. Planificar es tambin un decisivo problema de aplicacin. La planificacin como resultado conjunto debe suponer el aporte de toda la comunidad, de la administracin pblica y tambin la contribucin tcnica de instituciones y personas ajenas a ella. Si nuestros recursos humanos, tcnicos y financieros son limitados, debemos emplearlos muy bien, debemos cuidarlos con esmero. No es cuestin de decir qu es necesario invertir. Debemos invertir s. Pero debemos hacerlo de acuerdo a una poltica sensata y coherente dentro de la formulacin de una poltica general de desarrollo. Planificar se opone a improvisar. Y una tarea as toma tiempo. Demanda grandes esfuerzos. Requiere trabajo. Planificar es buscar realizaciones de justicia. Es tambin una tarea educativa, porque reconstruir la realidad de una nacin implica necesariamente un vasto esfuerzo reeducativo que a todos nos debe comprender. Nuestra revolucin aspira a construir una sociedad justa y libre para todos los peruanos. Una sociedad sin privilegios y sin explotacin. Una sociedad igualitaria en la cual la solidaridad prime sobre el egosmo. Una sociedad donde los trabajadores, creadores de riqueza, sean los dueos de la riqueza que producen. Una sociedad donde no exista el gran poder econmico y la gran miseria lado a lado. En una sociedad as las ciudades no deben vivir o expensas de los campos y los pueblos pequeos, as como la capital no debe vivir o expensas del interior del pas. Planificar el desarrollo integral de nuestra sociedad es, por esto, luchar contra el centralismo escala nacional y contra los pequeos centralismos regionales. DESARROLLO Y FINANCIACIN Para el xito do su poltica econmica, el Pero descansar prioritariamente en la utilizacin de recursos internos de financiamiento. No obstante, debernos indicar que los modos financieros no son expresin privativa del sistema capitalista. Ellos no tienen signo ideolgico y son, en realidad, instrumentos cuya naturaleza y finalidad estn determinadas por la sociedad que los emplea y que sirven independientemente del contexto ideolgico y poltico en que se desenvuelven, para facilitar el funcionamiento integral del proceso productivo. Es por esta razn enteramente comprensible, que el gobierno peruano propicie la expansin del mercado do capitales y, en particular, del mercado de valores y use, para los fines de su poltica de desarrollo econmico, todos los me dios financieros posibles. En esto no hay incoherencia alguna ni alejamiento de nuestra indesviable posicin revolucionaria. Hay, por el contrario, reconocimiento
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realista de las exigencias que plantea la solucin de los problemas econmicos que el Per confronta. El Per necesita financiacin externa para sus programas de desarrollo econmico. Ms, el financiamiento externo, no podr sor utilizado como arma de presin poltica, ya que en el Per, como pas que ha decidido romper con el pasado para iniciar una poltica liberadora y nacionalista, slo aceptamos como norma y designio los propios intereses de nuestro pueblo. Tampoco podr ser concebido como acto de filantropa. Pues, si bien nuestro desarrollo necesita capitales extranjeros, a stos les conviene venir. Hay, por tanto, una conveniencia reciproca que debe ser clara y justamente normada en beneficio de ambas partes. En consecuencia, los capitales extranjeros que vengan al Per habrn de desenvolver sus actividades dentro del marco legal del Estado Revolucionario, bajo formas que garanticen la justa participacin de nuestro pueblo en la riqueza que sus hombres producen. El Per no pide regalos; ni rechaza la ayuda de otros pueblos. Slo quiere y exige se respete su derecho de pas soberano de decidir por s mismo el rumbo que desee seguir. Este es un reclamo de legtima justicia que las polticas de financiamiento de los organismos e instituciones de crdito deben advertirlo para llegar, alguna vez, a merecer nuestra completa e incuestionable confianza. Creemos tener ttulos suficientes para plantear esta demanda. El nuestro no puede ser un tiempo de polticas discriminatorias impuestas por socios mayores contra los pueblos que siguen una ruta de cambio revolucionario. Tampoco, de aqullas que ven en la ayuda financiera la expresin del ms odioso paternalismo. Las instituciones financieras deben convertirse en instituciones que de veras respalden nuestro desarrollo tal como nosotros lo entendemos y no como pretenden entenderlo los pases poderosos de otras regiones del mundo. De no ser as ellas continuarn, en lo fundamental, sirviendo a intereses que no son propiamente los nuestros como ocurre cuando en lugar de orientarse a la afirmacin de nuestro desarrollo, se orientan o brindar un campo de accin ms amplio y provechoso para las grandes empresas multinacionales de origen extra latino- americano. La misma orientacin de poltica econmica explica la decisin de que el Estado se convierta en el principal ente financiero del pas, decida y controle el manejo de los medios financieros y asuma la responsabilidad de intermediario fundamental en el mercado interno de capitales y, principalmente, en las transacciones financieras externas. La implementacin de esta poltica ha hecho indispensable iniciar en el pas una profunda, gradual y programada reforma del sistema financiero que se ha traducido hasta el momento en el fortalecimiento de la banca estatal, en la creacin de la Comisin Nacional de Valores, como mecanismo de regulacin que fundamentalmente acta a travs de una vigorizada Bolsa de Valores, y en la organizacin de la Corporacin Financiera de Desarrollo, como institucin
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promotora de inversiones o inversionistas de capital a riesgo y cuya trascendental importancia para el futuro desarrollo econmico peruano resulta difcilmente exagerable. DESARROLLO E INDUSTRIALIZACIN Dentro de la estrategia de desarrollo econmico-social del Gobierno Revolucionario, est contenida la reestructuracin de la poltica industrial del pas. Asimismo, las nuevas responsabilidades que el Per plantea para la poltica de integracin regional y subregional, demandan un vigoroso esfuerzo industrial y un decidido respaldo del Estado revolucionario al proceso de industrializacin. El estancamiento industrial imposibilitara tanto nuestra real independencia econmica. Pero igual ocurrira de proponernos un seudo desarrollo industrial dependiente del exterior. El enfoque a los problemas de la industrializacin debe encuadrarse dentro de una perspectiva para la cual la inevitabilidad de cambios profundos sea verdaderamente axiomtica. Porque ya ha pasado el momento de juzgar al proceso de industrializacin en abstracto, como uno panacea para solucionar todos nuestros problemas. Ahora es imperativo precisar qu tipo de industrializacin es la que demanda las necesidades de nuestro pueblo. No queremos una industrializacin que tienda a eternizar los defectos y las injusticias de un sistema que ha condenado a la mayora de nuestros pueblos a la ignorancia, a la miseria y al atraso. Ni tampoco queremos una industrializacin que tienda a profundizar lo condicin dependiente de nuestro pas. Queremos por el contrario una industrializacin que contribuya a liberar al hombre y que emancipe a nuestra economa de su tradicional sujecin a centros forneos de poder. Lo nueva industrializacin que el Per necesita no tiene por que ser calco y remedo de ningn esquema de procedencia extra-latinoamericano. Ni puede ser tampoco la simple prolongacin del ordenamiento econmico tradicional que, si bien ha originado, riqueza excesiva para pocos, ha originado tambin, pobreza para quienes son la mayora de nuestras nacionalidades. Queremos, pues, un industrialismo de veras nuevo y de veras justo, un industrialismo imbuido de sentido social y humanista. Y queremos tambin un industrialismo diversificado y sin monopolios. Independientemente de lo que cada quien pueda pensar sobre el significado de los cambios profundos que estn ocurriendo en nuestro pas, el hecho indubitable es que el Per ha iniciado ya el proceso irreversible de su transformacin estructural. La Revolucin Nacionalista que nosotros iniciamos hace poco ms de cinco aos, est redefiniendo los perfiles centrales de nuestra realidad. No ser ya posible desandar el camino de la revolucin. El futuro del Per se moldear indefectiblemente dentro de los cauces que marque el destino de este vasto proceso transformador.

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Nosotros prometimos modificar de manera profunda las estructuras tradicionales de la sociedad peruana. Esto no fue ni por capricho ni por azar. Ni tampoco fue solamente la respuesta a un clamor ciudadano que sabernos legtimo. Fue tambin la conviccin a que nos llev el estudio sereno y profundo de nuestra realidad. Luego de comprobar lo caducidad de un sistema institucional demostradamente orientado a perpetuar el atraso, los privilegios y la injusticia social, la Fuerza Armada admiti la responsabilidad de poner en marcha los cambios destinados a forjar una nueva imagen, e iniciamos la revolucin. Y con esa misma certeza, hoy afirmamos su estabilidad y su permanencia. Qu significa todo esto para los nuevos empresarios peruanos? Obviamente, que ellos tendrn que desarrollar sus actividades dentro del contexto de un pas en proceso de cambio. Las transformaciones profundas que la revolucin est realizando habrn de constituir el nuevo marco dentro del cual surgir y ser floreciente la nueva industria que forjen los modernos empresarios del Per. Sera iluso suponer que las cosas van a volver a su nivel prerevolucionario. Una de las grandes virtudes de la llamada mentalidad empresarial es el realismo, es decir, la capacidad de percibir la verdadera naturaleza de una determinada situacin. Sera profundamente irrealista perderse en la aoranza de los tiempos que ya pasaron definitivamente en el Per. De hoy en adelante los industriales y empresarios tendrn que comprender que a nada conduce ignorar los cambios que la revolucin est produciendo. Y su sabidura consistir en darse cuenta de que la revolucin es indispensable para lograr el desarrollo industrial de nuestra Patria. El Per careca por entero de futuro industrial dentro de los moldes tradicionales. El subdesarrollo que a este pas impusieron los grupos de poder sin sentido de lo historia, tom imposible la creacin de un verdadero aparato industrial. Los desequilibrios del subdesarrollo se tradujeron siempre en la existencia de sectores sociales compuestos por millones de nuestros compatriotas cuyo bajsimo poder adquisitivo nunca les permiti constituir el mercado interno indispensable para el afianzamiento de una industria verdaderamente peruana. Esta fue, precisamente, una de las motivaciones de la Reforma Agraria. Ella obedeci no solamente a la necesidad de transformar la desigual e injusta tenencia de la tierra sino tambin de redistribuir la riqueza para aumentar el poder adquisitivo de ese campesinado que en el futuro debe ser el consumidor de los productos manufacturados de la verdadera industria que nunca hemos tenido. Dentro de este nuevo Per que estamos construyendo, todos hemos enriquecido nuestra visin de las cosas y todos tambin hemos cambiado. La nueva realidad del Per -esa nueva realidad irreversible que la revolucin est forjando- plantea problemas cuya solucin demanda nuevas instituciones, nuevos hombres, nueva mentalidad. Una de las piedras angulares de la transformacin estructural que queremos realizar, tiene necesariamente que ser el desarrollo acelerado de la industria. Pero la industrializacin de una sociedad en proceso revolucionario de cambio no puede ser una industrializacin tradicional.
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El nuevo empresario peruano tiene que comprender la imposibilidad de ser una excepcin. Todo est transformndose en nuestro pas. Al cabo de los siglos, el Per est rompiendo los lastres tradicionales que impedan el desarrollo acelerado de su sociedad y de su economa. El vigoroso respaldo de nuestro pueblo a la tarea transformadora del gobierno, indica muy claramente hasta qu punto sta es una revolucin de Pueblo y Fuerza Armada. Dentro del contexto de una revolucin as, es imposible pensar que los empresarios puedan mantener la misma actitud que en el pasado. La tarea que tienen como virtual desafo del futuro es demasiado vasta y compleja para ser acometida de acuerdo a los patrones de comportamiento y de enfoque que un da tuvieron validez. La nueva industria y la nueva empresa tienen que desarrollarse de ahora en adelante dentro del marco de los grandes cambios de la revolucin. Con su anticuado aparato industrial, el Per nunca podra hacer frente a las responsabilidades planteadas por la integracin sub-regional andina. Una industria no es slo su equipo, su capital y su mercado. Es tambin -y centralmente- su mentalidad, su actitud, su perspectiva sicolgica. Y en el Per de hoy no slo se necesita incrementar capitales, expandir mercados y renovar equipos; sino fundamentalmente, crear una nueva mentalidad industrial. Desde este punto de vista, es indispensable descartar para siempre la idea de que slo se puede hacer industria con factores de incentivacin prohibitivos para el pas e incompatibles con su desarrollo, en un clima de asfixiante proteccionismo que esteriliza la capacidad de creacin, que da mrgenes excesivos de ganancia en base a la utilizacin de equipos obsoletos, de salarios bajos y de tcnicas monopolsticas de produccin y que saturan los mercados con productos de baja calidad y de alto precio para el consumidor. Con una industria de este tipo -que es la que predominantemente ha existido en nuestro pas no podremos jams enfrentar victoriosamente el reto que desde ya nos plantea la competencia de otras industrias latinoamericanas que nos disputarn los mercados del rea Sub-Regional Andina. Y es all donde debe mirar el nuevo industrialismo peruano. Ese nuevo industrialismo tampoco ser posible mientras se conserve el mito de una confianza basada en el orden tradicionalmente establecido en el Per, que la Revolucin ha descartado para siempre. Ese tipo de confianza basada en el privilegio, el subdesarrollo y la injusticia, no existir mientras nosotros gobernemos. Los nuevos empresarios peruanos deben comprender que las cosas han cambiado radical y permanentemente en el Per. El nuevo hombre de empresa pertenece al futuro. l debe ser tambin uno de los constructores del nuevo Per, que la revolucin est forjando. Pero quienes gobernamos este pas tenernos una responsabilidad que no podernos ni queremos eludir. Hemos respetado todas nuestras promesas. Hemos reiterado innumerables veces que nuestro deseo de impulsar al mximo posible el desarrollo industrial del pas. Sin embargo, nuestra posicin debe ser claramente
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entendida. El proceso revolucionario seguir hasta cumplir sus objetivos. La Revolucin necesita de la patritico y leal cooperacin del sector empresarial. Porque el desarrollo del Per necesita inversiones de capital. Mal hacen quienes no invierten en el pas pudiendo hacerlo. El abstencionismo en el campo de las inversiones a nada bueno conduce. EI Gobierno Revolucionario otorga todas las garantas que cualquier inversionista moderno puede necesitar como incentivo legitimo de su trabajo. No obstante, y en salvaguarda de los intereses de nuestro pueblo y de su revolucin, el Estado no puede permanecer indiferente ante la retraccin de las inversiones que el sector interno de nuestra economa puede y debe realizar en el Per, porque tiene los recursos y las garantas necesarias y porque debe honrar su reclamo a ser peruano. Este es el signo de los tiempos. No nos engaemos. Dentro de una nueva realidad permanente en el Per y dentro de esta perspectiva industrial, nueva tambin, el Gobierno Revolucionario abriga la conviccin de la necesaria cooperacin de los nuevos hombres de empresa peruanos. Esa cooperacin, decisiva para el surgimiento de la gran industria peruana del futuro, tendr que venir como un suceso inevitable del devenir histrico de nuestra patria. Tres son, acaso, los factores que permitirn acelerar el convencimiento de que esa cooperacin es inevitable y necesaria: en primer lugar, la certeza de que la revolucin ya es una realidad permanente en el Per; en segundo lugar, la conviccin de que la perniciosa confianza de viejo estilo ya no puede existir en el Per de hoy; y en tercer lugar, la seguridad de que dentro de la nueva realidad de la revolucin los nuevos empresarios tienen garantas, pueden prosperar ms que nunca en el posado y pueden contribuir al esfuerzo nacional de desarrollo. Pero tal posibilidad de entendimiento y cooperacin dejara de existir si se basara en una incorrecta apreciacin de las convicciones, deseos, expectativas y enfoques que definen nuestra posicin en el Per de hoy. En otras palabras, la garanta de una relacin duradera y leal tiene que ser la exacta comprensin de los propsitos, la indubitable certeza de que sea dicha con entera honradez la posicin real de cada quien. Slo de esta manera podremos estar siempre seguros de que no surgirn malos entendidos que ms tarde entraben una relacin que puede y debe ser fructfera para el Per. Nuestro propsito es no avasallar la actividad empresarial privada sino, por el contrario, estimularla dentro de un esquema de desarrollo no-capitalista y no-comunista, as tambin reafirmamos nuestra .declarada conviccin de que los industriales no constituirn un nuevo grupo de poder dominante en el Per. Nuestra revolucin no persigue afianzar en el futuro el poder polticoeconmico de una nueva oligarqua industrial o burguesa dependiente. Este apresurado y arbitrario razonamiento tradicional es incapaz de percibir la naturaleza procesal del fenmeno revolucionario e ignora de mala fe la declarada direccionalidad del proceso peruano hacia formas de organizacin socioeconmica distante y distinto por igual de aquellas que definen la esencia del capitalismo como sistema y del comunismo estatista como modelo histrico concreto.
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Las transformaciones societales no son fenmenos de improvisacin. Son procesos creadores de larga duracin, que generan problemticas nuevas, al por qu solucionan problemas seculares. Originan nuevas orientaciones socioeconmicas y tienden a reconstruir la totalidad del universo valorativo de los pueblos. Imponen, por eso, una nueva moral social y representan, en su conjunto, el quehacer colectivo de una nacin que enrumba su camino hacia formas inditas de estructuracin y comportamiento en los campos econmico, cultural y poltico. Si esto es as, y si una revolucin representa, por tanto, un fenmeno social total, entonces en el nuevo ordenamiento poltico-econmico hacia el cual se orienta la Revolucin Peruana ser imposible que el sector industrial, o cualquier otro, ejerza el monopolio del poder. En este sentido, de bien poco servira esta revolucin si tan slo aspira o modernizar el sistema capitalista tradicional a fin de mantenerlo y s, por actuar de este modo, pretendiera relegitimar este sistema reemplazando a la vieja oligarqua de origen agrario por un nuevo grupo de poder econmico industrial y financiero. DESARROLLO, DESOCUPACIN Y SUB-EMPLEO Las reformas estructurales del proceso revolucionario peruano deben ser entendidas, tambin como esfuerzos orientados a superar en el mediano y en el largo plazo la desocupacin y el subempleo. En la medida en que seamos capaces de construir un sistema socio-econmico cada vez ms; justo y cada vez ms distinto del sistema tradicional, nos acercamos constantemente al objetivo de solucionar esos problemas. Desde este punto de vista la Reforma Agraria, la Reforma Educacional, y la poltica de expansin de los servicios sociales y la infraestructura general del pas, estn en cierta forma encaminadas al objetivo de dar empleo a toda la poblacin econmicamente activa del pas, utilizando al mximo servicios y tcnicas de produccin y construccin con alta capacidad de absorcin de mano de obra. De lo anterior se desprende que, para nosotros, la desocupacin y el desempleo se explican fundamentalmente por la naturaleza del aparato productivo de nuestra economa y por las condiciones de subdesarrollo en que el Per siempre ha vivido. Si los problemas que estamos considerando aqu son fruto de las deformaciones estructurales que hered la revolucin, resulta obvio que slo a travs de una vigorosa poltica de desarrollo autntico podremos darles una solucin realista, integral y permanente. El desempleo y el subempleo desapareceran considerablemente a medida que se afiance el desarrollo real de nuestra economa, a medida que se eleve el nivel educacional de nuestro pueblo y a medida que se expenda el aparato productivo para crecientemente dar acceso a todos los peruanos a disfrutar de la propiedad y la riqueza que genere su trabajo. Nuestra concepcin del desarrollo econmico enfatiza principalmente el cambio social, pero al lograrlo, el esfuerzo se traslada a la elevacin de los niveles de vida, fundamentalmente mediante la creacin de nuevos empleos y la utilizacin
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de tecnologas que no desplacen mano de obra. Slo de esta manera, a nuestro juicio, la riqueza que cree la sociedad peruana en su conjunto habr de beneficiar en forma justa a todos los peruanos, y, por tanto, en primer lugar, a las mayoras an desposedas. De este modo nos acercaremos al ideal de alcanzar elevados niveles de vida para nuestro pueblo, objetivo central de la Revolucin Peruana, tal como sealara el Manifiesto Revolucionario de octubre de 1968. Cuando nos pronunciamos a favor de tecnologas que no desplacen mano de obra, sino, por el contrario, que permitan su creciente absorcin, no estamos hablando de valores absolutos. En consecuencia, es preciso reconocer una limitacin a este enunciado. Esa limitacin se refiere a la necesidad de compatibilizar esta posicin con el reconocimiento de que el factor productividad representa tambin un objetivo bsico del desarrollo que deber ser tenido en cuenta en todas las instancias del quehacer gubernamental. Ello no obstante, resulta muy claro que en pases como el nuestro es muy recuente que por inercia intelectual o profesional se tienda a preferir tcnicas, tecnologas y medios de organizacin procedentes de realidades distintas a la nuestra. Se trata de tecnologas, medios de organizacin y tcnicas productivas que tienen amplia fundamentacin dentro de la racionalidad caracterstica de sistemas distintos al nuestro y que operan en condiciones diferentes a las del Per. De all que sea preciso tener siempre presente los distingos de realidades y condicionamientos, a fin de estimular nuestra capacidad de creacin para desarrollar innovativamente tecnologas y modalidades de organizacin y produccin que, sin desmedro de la productividad, no representen el gran peligro que significaran si ellas acarreasen aumento real de la desocupacin y el subempleo y, por ende, sub-utilizacin del trabajo y la energa creadora de los hombres y mujeres del Per. Todo lo anterior requiere, a no dudarlo, el esfuerzo organizado y creador de lo nacin entera. Es dentro de un cauce as que cobrar significacin el aporte individual de cada uno de nosotros los peruanos. Porque los creaciones personales, an las ms grandes y luminosas, slo tienen sentido perdurable cuando forman porte de una tendencia o de un acontecer social y, por ende, indefinible en trminos puramente individuales. No es que desconozcamos el insigne valor de las acciones creadoras de cada hombre o de cada mujer. Lo que sostenemos es que esas acciones reciben su impulso y su inspiracin de la sociedad misma, de su tradicin y de su historia.

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V. REFORMA AGRARIA

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La Reforma Agraria no representa, en esencia, un problema administrativo. Representa por encima de todo un proceso de cambio social profundo que necesariamente significa la transferencia de poder econmico de las pocas manos de los latifundistas a las muchas manos de los trabajadores. Y esta transferencia de poder econmico de los menos a los ms significa, tambin necesariamente, una transferencia de poder poltico de la oligarqua a las clases trabajadoras. Los gobiernos tradicionales del Per no fueron nicamente gobiernos del Ejecutivo. Tambin se gobern desde el Parlamento, ese famoso Primer Poder del Estado donde se aprobaron leyes, muchas leyes, durante largos aos de democracia formal. De all sali la anterior ley de reforma agraria. Pero esa ley no dio la tierra al campesino. La reforma Agraria de la revolucin no reconoce excepciones de beneficio para los grandes hacendados y hace realidad el grito libertario del agrarismo latinoamericano: La tierra para quin la trabaja. AUTENTICIDAD Y NATURALEZA CONCEPCIONAL Aqu en el Per estarnos haciendo una reforma agraria enteramente nueva para la cual no existen ejemplos que seguir. Tenemos que encontrar solucin para problemas que no han planteados en otras partes del mundo. En todas sus partes, ella refleja una concepcin enteramente nacional y nacionalista, por completo encuadrada dentro de una perspectiva profundamente peruana del problema. Nuestra concepcin de la reforma agraria se nutri en la historia y en la realidad de este pas. No recibimos, ni tomamos, ni aceptamos recetas ni orientaciones extranjeras propias de realidades distintas a las del Per. La nuestra es una reforma Agraria avanzada y realista que ha concitado inters y respaldo en todos los pases del mundo. Orientada a lograr la abolicin de las grandes haciendas y del minifundio. Entendida como instrumento de profundos cambios sociales. Concebida como instrumento realizador de justicia social para millones de campesinos a quienes se transfiere poder econmico y poder poltico, dndoles acceso por vez primera a la posesin real de la tierra a travs de mecanismos participatorios que hacen de ellos, en cuanto seres sociales concretos, los verdaderos dueos de la riqueza que el trabajo crea, y los verdaderos forjadores de su cultura y su destino dentro de la sociedad peruana. LA LEY La Ley de la Reforma Agraria del Gobierno Revolucionario de la Fuerza Armada se orienta a la cancelacin de los sistemas de latifundio y minifundio en el agro peruano, planteando su sustitucin por un rgimen justo de tenencia de la tierra. De otro lado, por ser una ley nacional que contempla todos los problemas
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del agro y que tiende o servir a quien trabaja la tierra, la Ley de Reforma Agraria se aplicar en todo el territorio del pas, sin reconocer privilegios ni casos de excepcin que favorezcan a determinados grupos de intereses. La ley, por tanto, comprende a todo el sistema agrario en su conjunto, porque slo de esta manera, ser posible desarrollar una poltica agraria coherente y puesto al servicio del desarrollo nacional. Al plantear la sustitucin del latifundio la ley establece medidas que aseguran la no fragmentacin de la gran propiedad como unidad de produccin. Es el rgimen de tenencia lo que la ley afecta, ms no el concepto de unidad de produccin agrcola o pecuaria. As, en el caso de las empresas agro-industriales, la ley contempla la cooperativizacin en favor de sus trabajadores, garantizando el funcionamiento de la nueva empresa como una sola unidad. En este sentido, la ley considera a la tierra y a las instalaciones como un todo indivisible de produccin sujeta a la reforma agraria. La planta industrial de procesamiento primario de productos del campo est indisolublemente ligada a la tierra. Por tanto, es imposible afectar a sta y dejar intocada a aqulla. Y as como en el caso del problema petrolero el Estado expropi la totalidad del complejo, afectando los pozos y las refineras con todas sus instalaciones y servicios, as tambin en el caso de la gran propiedad agroindustrial, la Ley de Reforma Agrario tena que afectar, necesariamente, la totalidad de la negociacin. La gran propiedad no es dividida ni fragmentada, porque ello se traducira en un perjudicial descenso de los rendimientos de la tierra. La Ley contempla el mantenimiento de la unidad de produccin bajo un distinto y justo rgimen de propiedad. Y dentro de las nuevas empresas la ley garantiza estabilidad de trabajo, los niveles de remuneracin y todos los derechos sociales de la planta de direccin tcnico y administrativo y de todos los actuales servidores abriendo para ellos, adems, el acceso a los beneficios y utilidades. La inspiracin social de la nueva ley es, pues, enteramente compatible con la necesidad de garantizar la continuidad de los altos niveles de rendimiento que la tecnologa agraria ha hecho posible. Al racionalizar el uso y la propiedad de la tierra y al crear los incentivos derivados del ms amplio acceso a esa propiedad, la reforma agraria tiende a formar ms y mejores propietarios del agro, es decir, a impulsar una ms pujante produccin agropecuaria que beneficie no o unos pocos, sino a la sociedad en su conjunto. En cuanto a la sustitucin del minifundio la ley contempla lmites de inafectabilidad que salvaguardan el principio normativo de que la tierra debe ser para quien la trabaja, y no para quien derive de ella renta sin labrarla. La tierra debe ser para el campesino, para el pequeo y mediano propietario; para el hombre que hunde en ellas sus manos y crea riqueza para todos; para el hombre, en fin, que lucha y enraza su propio destino en los surcos fecundos, forjadores de vida. La pequeo y mediana propiedad est as garantizada. Pero dentro de los lmites que lo hagan compatible con la irrenunciable funcin social que ella debe cumplir. Nuestra ley de Reforma Agraria no es, por tanto, una ley de despojo, sino
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una ley de justicia. Habr por cierto, quienes se sientan afectados en sus intereses; ms estos, por respetables que sean, no pueden prevalecer ante los intereses y necesidades de millones de peruanos. Por todo ello, la Ley de Reforma Agraria, es un instrumento revolucionario de justicia social que ha modificado de raz el rgimen de propiedad de la tierra. Juntamente con su complemento indispensable, la Ley General de Aguas, que el Gobierno Revolucionario aprob para terminar con al abuso de un rgimen a cuyo amparo se desconoci el derecho de los campesinos a disponer de agua para el cultivo de sus tierras, pone fin, para siempre, a un injusto ordenamiento social que mantuvo en la pobreza y en la iniquidad a los que labraron una tierra siempre negada a millones de campesinos. Pero la ley obedeci no solamente a la necesidad de transformar la desigual e injusta tenencia de la tierra sino tambin a la de redistribuir riqueza para aumentar el poder adquisitivo de ese campesinado que en el futuro debe ser el consumidor de los productos manufacturados de la verdadera industria que nunca hemos tenido. En este sentido sus objetivos fundamentales podran resumirse: cancelar definitivamente el sistema de latifundio; favorecer decididamente el desarrollo industrial; impulsar las formas colectivas de produccin; dar la tierra a quien la trabaje; convertir a los asalariados en beneficiarios de la gran propiedad agroindustrial; contribuir a la efectiva redistribucin del ingreso en el campo; garantizar el mantenimiento de altos niveles de produccin; y a transformar radicalmente la estructura tradicional del agro peruano sentando las bases para la total reconstruccin econmica de nuestra sociedad. Sus dems Leyes Complementarias; la Ley de Promocin Agropecuaria y la Ley de Comercializacin de Productos Agrcolas y Pecuarios, les aseguran un carcter coherente e integral capaz de garantizar al sector agropecuario un ordenamiento jurdico que a la par que moderniza y simplifica los sistemas de accin, asegura la necesidad de aumentar sus ritmos productivos e incrementar los ingresos reales de quienes trabajan la tierra. A ellas se agregarn la Ley de Comunidades Nativas y de promocin agropecuaria de regiones de selva y ceja de selva. Medidas de fundamental significacin, con las que se complet el cuadro de cambios socio-econmicos esenciales en el campo. La Ley de Reforma Agraria convirtiese as en instrumento de inapelable accin jurdica, anhelo nacional de justicia por el que tanto se luch en el Per. SU APLICACIN Como proceso trascendental para todo el pas, la Reforma Agraria tena que iniciarse en el norte, en el centro de poder de los latifundistas oligrquicos. All, donde las mejores tierras fueron de muy pocos; all donde miles de campesinos vivieron siempre aplastados por quienes hicieron su fortuna con la miseria ajena; all, donde los ricos fueron demasiado ricos y los pobres demasiado pobres; donde se prometieron tantas cosas que nunca se cumplieron.

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Pero la reforma agraria en el norte siempre fue entendida como parte del gran proceso de transformacin de la clase campesina de todo el Per, porque el destino del campesinado es uno solo. Por eso quienes han trabajado las haciendas azucareras, la ms grande riqueza agrcola del pas deben estar siempre listos a extender una mano generosa a los campesinos de otras regiones menos favorecidas del Per. Sera injusto y antirrevolucionario pretender una posicin de privilegio. Por eso el campesino del norte jams debe olvidar a sus hermanos de clase y de infortunio. A esos otros campesinos del Per que han tenido una vida ms cruda y ms injusta que la suya. Esta es una posicin justa. Esta es una posicin revolucionaria, sta es una posicin constructiva. La Ley de Reforma Agraria que empez a aplicarse en el norte del pas, no se hizo contra ningn partido poltico ni contra los sindicatos, cualquiera que sea la orientacin poltica de sus dirigentes. La Ley de Reforma Agraria se dio en favor del campesino y en favor del Per. Lo Reforma Agraria empez por las haciendas azucareras porque era all donde con ms rigor se daba el problema de la asfixiante concentracin de la riqueza en perjuicio de los campesinos peruanos. A partir de all, liquidado el poder de la oligarqua azucarera, la Reformo Agraria ha ido creando relaciones de justicia social para los hombres que pueblan nuestros campos. Solo los ilusos y los mal intencionados podran haber supuesto que un cambio de tal envergadura no acusara defectos, no encontrara problemas. Siempre supimos que habra deficiencias y errores. Nunca ignoramos que habra defectos de aplicacin. En unos casos las dificultades son atribuibles a la voracidad de los terratenientes que intentan violar la ley. En otros, ellas se deben a la incomprensin de algunos de los propios funcionarios estatales impreparados para entender el sentido de un gran cambio social como el que la Reforma Agraria supone. Y en otros, a la distorsin y al revanchismo con que algunos intentan tergiversar una medida de justicia para pretender convertirla en instrumento de desquite y de venganza. Todas estas dificultades estn siendo superadas a lo largo del proceso de aplicacin de la Reforma Agraria. Pero el sealamiento de los errores jams puede hacer perder en nada la inmensa significacin histrica que en un pas como el nuestro tiene el haber atacado al fin los males profundos y ancestrales que hundieron en la miseria y la explotacin a millones de peruanos. Quienes hoy interesadamente levantan polvareda de protesta porque creen ver afectados de manera objetable los intereses de contadas personas que por aadidura jams conocieron la pobreza de los hombres del campo, haran muy bien en pensar, por un instante, en cun infinitamente mayor fue la injusticia y la miseria de millones de peruanos ante la cual guardaron el ms cmplice de todos los silencios.

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La Reforma Agraria seguir adelante en el Per. Rectificar sus yerros, cualesquiera que sean. Pero ser indesviable el propsito de acelerar su marcha para cumplir el objetivo de crear un ordenamiento de justicia dentro del cual la tierra, en todos los mbitos de nuestra patria, sea de quien efectivamente la trabaja. No desconocemos la pequea y mediana propiedad. Pero no permitiremos que a travs de subterfugios de pretendido formalismo legal se viole el espritu de la Reforma Agraria y se burle su esencia de medida justiciera. En los ltimos aos la reforma agraria ha transformado radicalmente la estructura de la tenencia de la tierra. Corrigiendo la extremada desigualdad en la distribucin de riqueza, destruyendo el poder econmico de la vieja oligarqua terrateniente costea y decretando la desaparicin definitiva del latifundio en el Per. Con esta medida hemos satisfecho la ancestral demanda de nuestro pueblo por un orden de justicia en el campo y, al hacerlo, hemos sentado las bases de nuevas relaciones de poder econmico para las grandes mayoras rurales de nuestra poblacin. Medida de tan grande envergadura, en un pas donde prcticamente el 50% de su poblacin econmicamente activa trabaja la tierra, implica necesariamente la modificacin vertebral de la sociedad en su conjunto. Y aqu, precisamente, radica el carcter ms profundamente revolucionario de la reforma agraria. LOS BONOS Otra tendencia central de la ley, ntimamente vinculada a la naturaleza de las mayores necesidades del pas en su conjunto, es el nfasis que ella pone en la reorientacin de los recursos de capital hacia la industria, como parte del esfuerzo nacional destinado a colocar al Per en condiciones ventajosas frente al reto que plantea es esfuerzo de industrializacin dentro del sistema de la integracin econmica latinoamericana. Desde este punto de vista, es muy importante que se comprenda cabalmente la significacin de la Ley de Reformo Agraria, como instrumento estimulador del proceso de industrializacin en nuestro pas. La ley, en efecto, abre muy grandes perspectivas a la inversin industrial a travs del incentivo que significan nuevas empresas forjadoras de riqueza y creadoras de trabajo. Estas nuevas y amplias perspectivas de desarrollo econmico, plantean un reto a la capacidad empresarial y al dinamismo de la joven industria peruana, cuyo futuro ser, en gran parte, el resultado del esfuerzo tesonero de quienes a ella dediquen toda su energa y su talento. La industrializacin es un aspecto central del proceso de desarrollo econmico de nuestro pas, y el esfuerzo industrial puede y debe formar parte de la tarea de transformacin de las estructuras tradicionales del Per. Luchar por la industrializacin es, por eso, luchar por el porvenir de la nacin. Y por ello, el impulso a lo industria constituye uno de los principales objetivos de la poltica de transformacin del Gobierno Revolucionario. A este fin coadyuva la Ley de Reforma Agraria, al estimular el dinamismo del sector industrial mediante la reorientacin de los recursos hacia fines de promocin de la industria nacional.
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No se trata, pues, de destruir, sino de racionalizar el empleo de los recursos nacionales en funcin de las necesidades principales de toda la sociedad peruana. La convertibilidad de los bonos de la deuda agraria en acciones de empresas industriales necesarias para el desarrollo del pas, representa un enorme paso en el proceso de industrializacin al cual el Gobierno Revolucionario brindar todas las garantas que l requiera. EL TRIBUNAL AGRARIO Para decidir los posibles interrogantes de carcter legal vinculados a la aplicacin de la reforma, funciona el Tribunal Agrario, cuya principal responsabilidad es, la de absolver esos interrogantes con la mayor celeridad de acuerdo al texto, al espritu y a la intencin revolucionaria de la reforma. Miles de causas han sido resueltas por el fuero agrario en el tiempo que lleva de intensa actividad. Incorruptible guardin de una ponderada pero inflexible aplicacin de la Ley, el Tribunal Agrario es el depositario de la fe de los campesinos en la justicia de su revolucin. Contra l jams podrn prevalecer las argucias de quienes traten de burlar la ley. UNA NUEVA FISONOMA Por encima de inevitables errores de aplicacin, por encima de ineludibles fallas secundarias, la reforma significa una conquista social de alto rango histrico a travs de la cual, sin violencia y sin sangre, los campesinos del Per han empezado, al fin, a tener en propiedad la tierra que trabajan. Pero nunca hemos sostenido ni la colectivizacin ni la estatizacin del agro. En este sentido, el impulso a las formas asociativas de propiedad y produccin de ninguna manera significa rechazo a la propiedad privada de la tierra dentro de la ley. La reforma agraria, inspirada en los principios bsicos de nuestra revolucin, estimula las formas de propiedad social de la tierra, sin desconocer la pequea y mediana propiedad. Por eso las grandes haciendas expropiadas son hoy cooperativas o SAIS donde los trabajadores gradualmente asumen a plenitud todos los derechos de propiedad y de gestin empresarial. En una sociedad as la riqueza y el poder no podrn ser privilegio de nadie y, consecuentemente, el poder de decisin, lejos de constituir el monopolio de los privilegiados o del Estado, radicar en cada uno de sus integrantes. Este es el rumbo que prefiguran las grandes transformaciones que hasta hoy hemos emprendido en el agro. Ellas, por tanto, son los medios e instrumentos de lograr un objetivo superior cuya conquista definitiva demandar largos aos de pacientes esfuerzos, de duro aprendizaje, de reeducacin verdadera de gobernantes y gobernados. Por que la significacin decisiva de la reforma agraria estriba en que ella hace indispensable nuevas actitudes y nuevos comportamientos.

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La reforma agraria que esta Revolucin est realizando crea nuevas instituciones y por primera vez en el Per introducen modificaciones sustantivas en las relaciones de propiedad y produccin en uno de los vitales sectores de nuestra economa. Todas las expropiaciones y adjudicaciones de tierras que se efectan en la actualidad se encuadran dentro de los lineamientos de los Proyectos Integrales de Asentamiento Rural (PIAR), a travs de los cuales es posible emprender un conjunto de acciones orientadas al establecimiento organizado de beneficiarios de la reforma agraria en un rea delimitada con criterio de unidad socio-econmica. Este enfoque original de la reforma agraria peruana impulsa una nueva estructura de organizacin socio-econmica en el agro, fundada bsicamente en empresas asociativas que se integran en organizaciones de grado superior, haciendo posible de este modo enfrentar en mejores condiciones el desarrollo rural como proceso que engloba ntegramente la vida de las sociedades campesinas. REFORMA AGRARIA Y PARTICIPACIN Para desarrollar todo el potencial de su verdadero carcter revolucionario, la reforma agraria debe estimular formas cada vez ms amplias de participacin campesina en todos los niveles de su aplicacin. El objetivo final de la reforma es crear condiciones de justicia social en el campo y desarrollar todas las formas posibles de participacin que hayan del campesino un hombre verdaderamente libre. En el desarrollo de este proceso, inevitablemente habr desajustes y tropiezos. Quienes tienen la responsabilidad de aplicar la reforma deben ser plenamente conscientes de que tales dificultades habrn de presentarse. El deseo de superarlas no debe ser jams excusa para continuar practicando un paternalismo de nuevo cuo que la revolucin rechaza en todas sus manifestaciones. Lo creacin de una nueva sociedad campesina en el Per debe ser quehacer y responsabilidad de los propios campesinos. Es preciso desterrar para siempre la nocin de que el hombre del campo no est preparado para resolver sus problemas y que, por tanto, alguien debe resolverlos por l. Esta fue, justamente, la excusa tras a cual se incubaron en el pasado todas las formas de dominacin. Si bien es cierto que existen problemas cuya complejidad no puede superarse sin el aporte de conocimientos tcnicos especializados que explicablemente el campesino suele no tener, tambin es cierto que, en tales casos, lo que se requiere es ayuda y cooperacin verdaderas. Y si bien es verdad que el manejo eficiente de una gran empresa agrcola indispensablemente requiere eficiente, racionalidad, tecnificacin, disciplina de trabajo y estructura organizativa por todos respetada, es igualmente verdad que todo esto debe, en ltimo anlisis, basarse en la libre, consciente y convencida aceptacin de los trabajadores. Como obra revolucionaria que es, la Reforma Agraria indispensablemente requiere la creciente y libre participacin de los campesinos. Para ellos se hizo y
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ellos deben ser los actores principales del proceso. De otra manera esta reforma fundamental de la revolucin sera bsicamente defectuosa e incompleta. No queremos nicamente que el campesino peruano mejore sus ingresos y se convierta en dueo de la tierra. Queremos tambin que sea un hombre libre cuya dignidad como ser humano se base no slo en su acceso a la propiedad que econmicamente lo libera, sino en su convencimiento de que posee un efectivo e inalienable derecho a decidir en los asuntos que ataen a l, a su familia y a su colectividad. Esta capacidad de auto realizacin verdadera slo puede desarrollarse cuando el campesino ejercita de manera libre y permanente su derecho a participar y a decidir. Y todo esto es absolutamente esencial que se respete y estimule en la aplicacin de la Reforma Agraria. Porque de otra manera ella no podr contribuir con toda su posible eficacia a la tarea de construir unasociedad y un hombre nuevo, objetivo final de la Revolucin Peruana. Mucho del destino de la revolucin depende del esfuerzo y responsabilidad de los campesinos para hacer exitosa la reforma agraria. QU QUEDA POR HACER La Reforma Agraria, el ms vital instrumento de transformacin y desarrollo fue el comienzo de un proceso irreversible que est sentando las bases de la grandeza nacional autntica, es decir, de una grandeza cimentada en la justicia social y en la participacin real del pueblo en la riqueza y en el destino de la patria. En su ms profundo significado retom el sentido profundo de un esfuerzo trunco hasta hoy; el de reivindicar al humilde campesino de nuestra Patria, respondiendo a una demanda cuya raz honda se afinca en nuestra historia y cuya imagen de justicia surge de nuestro propio e inmemorial pasado de pueblo americano. Los campesinos del Per han empezado ya a ser dueos del suelo que trabajan. Para ellos el Per ya empieza a tener significado distinto y ms real por que lejos de seguir siendo peones de una tierra ajena a merced de los grandes gamonales, a partir de la reforma agraria han empezado a ser dueos verdaderos de un pedazo concreto del Per. Esa justicia de la reforma agraria, sin embargo, no puede ser alcanzada milagrosamente de un da para otro. Los problemas campesinos no solo son problemas econmicos. Lo son tambin de educacin, de asistencia tcnica, de salud, de comunicaciones y de servicios, pero ninguno de ellos podra ser efectivamente resuelto si antes que nada no se resolviera el gran problema de la propiedad de la tierra y del agua. Por eso, la reforma agraria que devuelve la tierra al campesino, no es el nico paso que habremos de dar. Fue el primero y el fundamental. Sin embargo, otros pasos tambin tendrn que darse. Y ello ya empieza a ocurrir en todos los mbitos del Per. Al final, no tendremos un campesino desposedo, sino un campesino dueo de la riqueza que su esfuerzo produce; libre, a quien la Patria le reconoce el
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derecho a los frutos de la tierra que trabaja, y un lugar de justicia dentro de nuestra sociedad en la cual ya nunca ms ser como hasta hoy, ciudadano disminuido, hombre para ser explotado por otro hombre. Pero la modificacin profunda de la estructura tradicional de la propiedad agraria no puede completarse de la noche a la maana. Hay un proceso que la ley contempla y que debe ser respetado. Por eso resulta curioso que quienes dieron una conservadora ley de reforma agraria en favor de los latifundistas, sean quienes hoy reclaman que todo se haga con una precipitada e irrazonable velocidad que, justamente, hara fracasar esta reforma que es el comienzo de la transformacin social de nuestro pueblo. Seria un acto supremo de irresponsabilidad echar todo a perder por precipitaciones sin sentido, ahora que la reforma agraria est ya en marcha. Los campesinos hoy no tienen la promesa, sino la realidad de una reforma agraria verdadera. De una reforma agraria que devuelve la tierra a quienes realmente la trabajan; que destruye el latifundio; que da impulso a las comunidades campesinas. Los campesinos en nuestro pas, han sufrido las ms grandes injusticias en esta tierra que siempre debi ser suya. Con ellos se ensaaron los gamonales, los tinterillos, las autoridades. Se les insult y se les humill. Y todo esto mientras en el Per se hablaba de democracia y libertad. La vida en el campo ya ha empezado a cambiar. Los campesinos que murieron defendiendo su tierra no se sacrificaron en vano. Sus luchas no han sido estriles. La reforma agraria responde al clamor de justicia de todos aquellos y el derecho de los ms necesitados. La Ley de Reformo Agraria da su respaldo a esa gran masa de campesinos que forman las comunidades indgenas que, hoy abandonando un calificativo de resabios racistas y de prejuicio inaceptable se llaman Comunidades Campesinas. Hoy los campesinos deben organizarse para hacer or su voz, su protesta, sus necesidades. Luchar por lo que ya es suyo. La reforma agraria se ha hecho fundamentalmente para ellos. Nada la debe detener. Sabemos que an existen funcionarios que continan sirviendo a quienes hasta ayer fueron los nicos dueos de la tierra. Esos funcionarios, esas autoridades, engaan a los campesinos quienes deben ayudarnos a saber quines son y dnde estn. Porque ellos no tienen cabida en un gobierno que debe mantenerse siempre al servicio del pueblo y jams volver a ser instrumento de los opresores y de los poderosos.

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CAMPESINOS Y TCNICOS Un problema de fondo en el desarrollo de la reforma agraria y, por tanto, en el desarrollo mismo de la revolucin, es el que toca, especficamente, al delicado problema de las relaciones entre los campesinos y obreros agrcolas por un lado, y los administradores y tcnicos, por otro. Sobre su comportamiento suele an gravitar la forma que sus relaciones tuvieron en el pasado, cuando el papel de unos y otros tena un carcter fundamentalmente distinto al que ahora tiene. Hasta el advenimiento de la reforma agraria, los campesinos y obreros eran asalariados de una gran empresa que no les perteneca y frente a la cual, con evidente justicia, se situaban en una explicable relacin de oposicin y lucha. Los tcnicos y administradores, por su parte, eran en realidad tambin asalariados, pero ocupaban una posicin muy diferente en todas las empresas, gozaron de diversas ventajas y privilegios y, frente al campesino y al obrero, aparecan como intermediarios y representantes patronales. Todo esto explica que los campesinos y obreros tendieran a considerarlos, en el fondo errneamente, como adversarios en su lucha desigual contra el patrn. No es de extraar, por eso, que entre ambos grupos, generalmente, se dieran formas conflictivas de relacin. La situacin que explicablemente origin aquellas relaciones conflictivas, ha terminado definitivamente con la cooperativizacin de las antiguas haciendas. Pero, explicablemente tambin los comportamientos caractersticos de tales relaciones no pudieron terminar cuando sbitamente desapareci la situacin que los originaba. En el comportamiento de los grupos sealados contina gravitando, aunque en forma progresivamente ms dbil, la imagen de un conflicto que, sin tener ya base real de existencia tiende a persistir por algn tiempo, como realidad sicolgica en la conducta de tcnicos y campesinos, de obreros y administradores por igual. Slo cuando unos y otros comprenden con claridad todo el significado de la nueva situacin que ahora vive, se habr empezado verdaderamente a resolver uno de los problemas ms importantes que todava dificultan el funcionamiento de las nuevas grandes empresas agrcolas. Lo anterior significa que es falaz la nocin de que slo los campesinos y obreros deben educarse en la prctica de la reforma agraria. Tambin, y por igual, deben hacerlo los administradores y los tcnicos. Ms an, deben asimismo hacerlo los funcionarios estatales quienes tienen la responsabilidad de comprender, acaso mejor que nadie, el verdadero significado de esta reforma como cambio social profundo, constructivo y creador, orientado a remodelar la totalidad de la vida campesina, pero a partir del reconocimiento efectivo de que son los trabajadores quienes deben gradualmente asumir la responsabilidad de decisin sobre todos los problemas de sus empresas. Tal responsabilidad supone centralmente reconocer que los trabajadores tienen deberes que no pueden ignorar. En primer lugar, los trabajadores de todos
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los niveles deben comprender que su trabajo es decisivo para el xito permanente de las empresas agrcolas que ya les pertenecen. En segundo lugar, los trabajadores deben ser conscientes de que sus empresas son obra de esta revolucin porque ella las hizo posible recogiendo una demanda de justicia que nosotros hemos cumplido, pero que no quisieron cumplir quienes en el pasado, traicionaron a los campesinos, pactaron con los grandes barones del azcar y los terratenientes, y hoy, en el presente, obedeciendo a la misma actitud proditora y antirrevolucionaria, continan alentando todas las formas de entorpecimiento al proceso de la reforma agraria En tercer lugar, los trabajadores deben comprender que el destino de la Reforma Agraria est unido al destino de la revolucin que las cre. Por eso, su respaldo al proceso revolucionario es, en final de cuentas, respaldo a la Reforma, respaldo a sus propias empresas. Finalmente, en cuarto lugar, los trabajadores del agro deben reconocer con claridad todo lo que hay implcito en el hecho de ser hoy propietarios de gran parte de las tierras ms ricas de un pas, como el nuestro, en el cual viven cientos de miles de otros campesinos en medio de la ms grande e injusta pobreza y hacia quienes, por tanto, tienen un deber moral y de justicia que, como peruanos, no pueden ignorar. La reforma agraria, lejos de contribuir a la perpetuacin de las diferencias econmicas y sociales del campesinado, debe ser un medio para que desaparezcan. LA CONFEDERACIN NACIONAL AGRARIA Constituye la ms grande y representativa organizacin campesina de toda nuestra historia. Ella deber contribuir al gran esfuerzo que estamos realizando para lograr la verdadera liberacin de los sectores campesinos que han sufrido por siglos el flagelo de la expoliacin y la miseria. Por primera vez en nuestra historia surge una gran organizacin representativa de los trabajadores del campo, el sector ms numeroso de la nacin peruana y el que fuera ms profundamente explotado por el sistema injusto contra el cual insurgi nuestra revolucin. La creacin de la Confederacin Nacional Agraria tiene, por todo esto, una gran importancia histrica para el Per y su Revolucin. As nuestro pueblo descubre que puede organizarse libremente para ejercer de manera autnoma y directa su capacidad de decisin sobre problemas y situaciones que afectan su propia vida y su destino. Todos tenemos mucho que aprender en este orden de cosas. Porque ni gobernados ni gobernantes hemos estado acostumbrados nunca a que el pueblo organizado participe para ejercer el poder de decisin. Slo tenemos en este orden de cosas el ejemplo luminoso de las comunidades campesinas Ellas en efecto, supieron, por encima de la ms grande adversidad, conservar el legado inmemorial y extraordinario del viejo imperio incaico y de una ms antigua cultura comunal autnticamente democrtica y libre.

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Todo esto nos ensea que no es preciso, y que por el contrario sera pernicioso, organizar aparatos intermediarios de control o partidos oficiales que regimenten la vida ciudadana pasa seguir haciendo de la poltica el ejercicio de la intermediacin. Nuestra Revolucin aspira, como hemos sealado tantas veces, a crear un ordenamiento social participacionista. Queremos que un da el pueblo del Per hable directamente por s mismo. Aspiramos a construir una verdadera democracia social de participacin plena, alejada de cuanto han predicado los caudillos de la poltica tradicional. El mensaje fundamental de esta Revolucin es, de este modo, algo radicalmente nuevo en el Per. Estamos realizando un proyecto poltico-social de alto rango histrico. No lo manchemos con los vestigios de lo que siempre fue la poltica criolla. Elevmonos a la altura de esta gran responsabilidad histrica de hacer en el Per una sociedad en verdad nueva para un hombre nuevo. Y tengamos conciencia de que nuestra Revolucin plantea nuevos rumbos, crea nuevos ideas, origina nuevas instituciones, Porque en todo esto se encierra una tambin fundamental dimensin de grandeza de nuestra Revolucin. Ella no es, en efecto, tan slo las conquistas de sus grandes reformas sociales y econmicas. Ella es tambin el conjunto de sus definitorias formulaciones ideo polticas que representa el norte orientador de todo lo que hacemos.

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VI. COMUNIDAD LABORAL, PROPIEDAD SOCIAL Y ESTADO

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El desarrollo de una gran poltica econmica participacionista, expresada primero en la Reforma Agraria y despus en la Ley de la Comunidad Laboral, culmin con la creacin del Sector de Empresas de Propiedad Social. Aqu se expresa de manera cabal el planteamiento participacionista de la Revolucin Peruana en el campo de la economa. Histricamente, esta medida representa el paso tal vez ms decisivo de la Revolucin. Al iniciarse la organizacin de este prioritario sector econmico, surge un elemento radicalmente nuevo en nuestro pas. Por primera vez fuera de la economa agraria, empezarn a existir empresas de propiedad directa de los trabajadores socialmente organizados. As, a las formas asociativas de propiedad de la tierra y a las formas cogestionarias de propiedad de las empresas no agrcolas, se agrega ahora una nueva institucionalidad econmica, las empresas de propiedad plena de sus trabajadores. Estas tres grandes reformas estructurales obedecen a la misma orientacin de pensamiento econmico y social. Y las tres persiguen conquistar un mismo objetivo: la sustitucin de la economa capitalista por una economa de participacin. Cuando se consolide y avance ms an el desarrollo de estas medulares transformaciones de la Revolucin Peruana, la fisonoma de nuestro pas habr cambiado de manera profunda e irreversible. Para entonces, millones de peruanos tendrn lo que nunca tuvieron en el pasado y que desde ahora ya empiezan a tener el disfrute efectivo de la riqueza que su trabajo crea y el acceso al control de los medios de produccin. Todo ello ejercido a travs de formas de propiedad que estimulen comportamientos solidarios y no individualistas, de acuerdo a un esquema de organizacin econmica radicalmente distinto al que prescriben los modelos estatistas que nuestra revolucin rechaza. Como expresin culminante de esta fundamental orientacin participacionista, el desarrollo del Sector de Propiedad Social demandar readecuaciones y reajustes en todo el aparato del Estado. Desde ese punto de vista, nadie debe olvidar una verdad a todas luces evidente: el Estado tradicional se organiz para servir las necesidades del viejo sistema econmico, social y poltico que la Revolucin est transformando de raz. Es obvio que un Estado de esta naturaleza no pueda satisfacer las necesidades que plantea el reordenamiento profundo e integral de nuestra sociedad, objetivo central de la Revolucin. En consecuencia, es absolutamente indispensable reorientar y reestructurar todo el aparato del Estado, tal como fue planteado en el Manifiesto Revolucionario de 1968. Un nuevo ordenamiento socio-econmico, un nuevo cuadro de relaciones de poder, un nuevo sistema de propiedad, en suma, una nueva sociedad, requiere un nuevo tipo de estructura estatal. En el Estado se concreta y vertebra la institucionalidad surgida de la situacin social y econmica de un pas. Cuando esa situacin se transforma es indispensable que las nuevas realidades creadas por esa transformacin se
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expresen institucionalmente de manera distinta en un Estado que no puede ser el tradicional. Y todo esto requiere un nuevo orden jurdico y un nuevo derecho en los cuales tambin halle expresin la nueva realidad que surge de la Revolucin y sus grandes transformaciones. En tanto esa meta fundamental de la Revolucin no sea conquistada a plenitud, el aparato del Estado, desde ya, debe empezar a responder a las exigencias que plantea el desarrollo prioritario del Sector de Propiedad Social. Los sectores estatales vinculados a la creacin y al fortalecimiento de las empresas de Propiedad Social, deben reajustar su organizacin y reorientar sus acciones para servir a este propsito esencial. Ellos son, desde ahora, por tanto, responsables de que ese reajuste y esa reorientacin se implementen de manera inmediata. Esto tiene particular relacin con los sectores econmicos, responsables principales de impulsar el desarrollo de las empresas de Propiedad Social. Poco ganaramos con unas cuantas empresas importantes en el nuevo Sector, y poco tambin con muchsimas pequeas empresas sin gravitacin econmica. Lo esencial es crear y desarrollar el mayor nmero posible de poderosas empresas del nuevo Sector en los mbitos ms importantes de nuestra economa. Slo de esta manera el aparato econmico en su conjunto ser modificado y empezar a tener un carcter verdaderamente participatorio. No se trata, pues, de crear apariencias y desarrollar pequeos o aislados casos ejemplares. Por el contrario, se tata de forjar, con el mximo de celeridad, un poderoso sector que gravite decisivamente en toda la economa nacional. Si queremos una economa no privada ni estatista, sino de participacin, tendremos que apoyar con todo nuestro empeo a las empresas de Propiedad Social en las reas econmicas ms importantes del pas. Desde otro punto de vista, ser tambin indispensable que los sectores ms directamente comprometidos en esta tarea contribuyan con todo su esfuerzo a la preparacin intensiva de nuevos cuadros gerenciales y administrativos que garanticen la eficacia econmica de las empresas del nuevo Sector. Aqu se presentarn, sin duda, difciles problemas. El Per no cuenta con todo el personal calificado necesario para enfrentar las demandas de su desarrollo econmico. De all que, indispensablemente, una tarea prioritaria de la Administracin Pblica sea la de capacitar, con eficiencia y prontitud, al mayor nmero de elementos directivos de alto y medio nivel en las empresas del Sector de Propiedad Social.

LA COMUNIDAD INDUSTRIAL La comunidad industrial es fundamentalmente una institucin de participacin, una institucin que hace posible la intervencin directa de los trabajadores en la vida total de la empresa, en la propiedad, en las decisiones, en el futuro de la riqueza generada por todos; y tiene un significado esencial como elemento bsico de lo nueva sociedad industrial que la revolucin quiere construir en el Per.
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En efecto, el Gobierno Revolucionario considera que, en ltimo anlisis la fuente final de la riqueza es el trabajo y que, concretamente, el excedente econmico generado en el proceso productivo, se debe conjuntamente a los dos factores de la produccin. Desde este punto de vista, el sueldo o el salario representan, adems del pago de un servicio, el reconocimiento del derecho del hombre que trabaja a la satisfaccin de sus necesidades, pero no la retribucin del trabajo en cuanto factor esencial de la produccin. De este modo, la participacin del trabajo en la riqueza que el proceso productivo genera, debe necesariamente ser un medio de dar acceso, no slo a un ingreso adicional inmediato y momentneo, sino, fundamentalmente, a un patrimonio capaz de generar una riqueza adicional de carcter permanente. Por esta razn, las leyes revolucionarias en el sector industrial establecen la Participacin del trabajo en las utilidades, en lo direccin y en la propiedad de las empresas. En pases pauperizados como el Per, donde las inmensas mayoras no pueden ahorrar, desconocer este punto de vista y sostener que, el ahorro, y no el trabajo, es el generador de la riqueza, significa mantener indefinidamente la pobreza y el atraso de los grandes sectores sociales marginados y, por ende condenar al pas en su conjunto, a una eterna situacin de subdesarrollo. En consecuencia, la legislacin industrial del Gobierno Revolucionario respeta todas las conclusiones derivadas del principio de reconocer la plenitud de derecho que otorga al trabajo la circunstancia de ser uno de los factores esenciales en la produccin de riqueza. Este es el planteamiento doctrinario que sustenta la idea de la comunidad industrial. La comunidad industrial, ha de traducirse en incalculables ventajas de orden econmico y social para los trabajadores. Sin embargo, no se trata nicamente de que ellos perciben beneficios econmicos a travs de la Comunidad Industrial, ni tampoco de que participen en la direccin de la empresa para defender sus beneficios y contribuir a su desarrollo; se trata, principalmente, de estimular la forja do la nueva personalidad que el trabajador ir adquiriendo al no ser ya ms un simple asalariado, sino el verdadero creador de una comunidad humana que l pueda sentir verdaderamente suya. LAS EMPESAS ESTATALES Un campo de potenciales problemas importantes es el que se refiere a la accin de las grandes empresas estatales. Existe el peligro de que ellas se sigan conduciendo de manera totalmente tradicional. Los ministerios dentro de cuyos sectores operan estas empresas y los funcionarios que las dirigen, tienen la fundamental responsabilidad de darles una fisonoma completamente diferente. Si la Revolucin suscribe una posicin participacionista, en esa posicin debe basarse el comportamiento de las empresas del Estado. Su conduccin vertical y jerarquizada, que niega la participacin real de quienes en ellas trabajan, conduce inevitablemente a la
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excesiva concentracin de la capacidad de decidir y a la ausencia de control efectivo en el funcionamiento empresarial. Todo esto, unido a la perniciosa tendencia hacia las altas remuneraciones, contribuye necesariamente a profundizar las diferencias entre los propios trabajadores del Estado. La concentracin de poder, el carcter no participatorio y el afianzamiento del virtual privilegio de quienes ganan sueldos excesivos, todo esto propicia el surgimiento de intereses creados y refuerza el gran peligro de la burocratizacin. Al amparo de todo ello se crean condiciones favorables a la inmoralidad y al enriquecimiento de una alta burocracia que medra con grave dao para el Per. El Gobierno Revolucionario no puede permitir que cristalice una situacin de esta naturaleza. Es preciso contrarrestar las tendencias negativas. En esto se juega, en verdad, mucho del destino de nuestra Revolucin. Por todo esto, las empresas del Estado deben en nuestro pas ser ejemplo de eficiencia, de honradez, de no burocratizacin y de accin realmente participatoria. De no ser as, estaremos actuando en contra de los propios principios de la Revolucin. Tenemos, pues, que ser inflexibles en el propsito de cambiar radicalmente el carcter de las empresas estatales. E inflexibles tambin en la decisin de castigar ejemplarmente cualquier brote de inmoralidad en la administracin pblica. LA PROPIEDAD SOCIAL En la base misma del planteamiento revolucionario est la nocin fundamental de que una posicin no capitalista y no comunista debe concretarse en empresas econmicas basadas en la propiedad directa de los trabajadores y no en la pro piedad privada, propia del capitalismo, ni en la propiedad estatal, propia de los regmenes comunistas. La creacin del sector econmico de Propiedad Social nos alejar por igual da los regmenes que privilegian dichas formas de propiedad y nos alejar tambin de los sistemas polticos que se basan en ellos. En este sentido, la Propiedad Social resulta ser crticamente importante para nuestra Revolucin. Su existencia compromete la esencia misma del proceso revolucionario. Porque la mdula de un planteamiento participatorio, vale decir, verdaderamente democrtico, como el nuestro, hace indispensable lo creacin de formas econmicas que sean tambin democrticas y participatorias. Y esas formas no pueden ser otras que aqullas en las que se consagra La propiedad de las empresas por parte de sus propios trabajadores. La Propiedad Social de los medios de produccin expresa con fidelidad la opcin poltica fundamental de la Revolucin Peruana. Frente al capitalismo, no tenemos objeciones puramente adjetivas. Nuestra recusacin compromete la esencia misma de este sistema. La produccin social de la riqueza y su apropiacin individual o privada -y aqu radica esencialmente la racionalidad econmica del capitalismo- siempre habr de generar inevitablemente injusticia y desigualdad. Manteniendo un sistema as ser imposible eliminar la explotacin del hombre por el hombre. Y sera imposible tambin, en consecuencia, construir
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un ordenamiento de justicia social. El Per ha experimentado el sistema capitalista durante ms de cien aos. Y sus resultados estn a la vista: subdesarrollo y dominacin econmica extranjera; concentracin monoplica del poder econmico y poltico; marginacin de las grandes mayoras nacionales; subordinacin a los intereses imperialista. Dentro de l nuestro pas nunca podra dejar de ser lo que fue en el pasado, y lo que es an en el presente. Ms, la sustitucin de la propiedad privada por la propiedad estatal no resuelve, a nuestro juicio, los problemas fundamentales que enrostramos al capitalismo: la concentracin de poder se mantiene; la inaccesibilidad de los trabajadores al poder de decisin contina; la alienacin del hombre que no tiene control sobre la riqueza que su trabajo genera, persiste. Y, adems, el monopolio del poder econmico y poltico por parte de una burocracia partidaria que controla el Estado se traduce inevitablemente en regimentacin e intolerancia. Esto tampoco queremos para el Per. porqu prioritario? El sector de propiedad social ser prioritario en la economa peruana en el sentido de que recibir preferente atencin del Estado en el otorgamiento de apoyo tcnico y financiero. La razn de esta prioridad deriva del hecho de que ese sector econmico expresa con fidelidad la opcin poltica de nuestra revolucin. Ms no que la propiedad social represente una forma de estatismo disfrazado. Negral al futuro sector de Propiedad Social esta forma de apoyo efectivo sera, en los hechos, negarle toda posibilidad real de existencia. Sin embargo, los mecanismos financieros del Estado darn nicamente el impulso inicial al Sector de Propiedad Social. Luego las empresas del sector financiarn por si mismas sus actividades. En ningn momento esos organismos financiadores dirigirn las empresas ni sern sus dueos.

...los que se oponen Sabemos muy bien que no todos los que se oponen a la existencia del Sector de Propiedad Social son reaccionarios y enemigos de los cambios socioeconmicos en el Per. Como en el caso de toda idea nueva, hay quienes se oponen a esta iniciativa de la Revolucin simplemente porque desconocen lo que ella significa y, en consecuencia, no comprenden su extraordinario valor para nuestro pueblo. Pero esto no significa desconocer el hecho de que la oposicin poltica al Sector de Propiedad Social surge de los grupos conservadores cuyos intereses econmicos estn en juego. En nombre de esos intereses tales grupos defienden la continuidad del sistema capitalista con el mnimo posible de alteraciones. Aquello tampoco significa desconocer el hecho de que esa posicin tambin surge de los grupos comunistas que autoritaria y por lo tanto conservadoramente sostiene que toda la economa del pas debe ser controlada por el Estado.

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Lo que muchos detractores de la Propiedad Social no confiesan, es que se oponen a ella para defender sus intereses y los intereses de los grupos nacionales y forneos que siempre dominaron nuestra Patria, monopolizando sus recursos y llevndose su riqueza al extranjero. Unos y otros para encubrir esta verdad de fondo no vacilan en engaar, en deformar, en tergiversar la realidad y las intenciones del Gobierno Revolucionario. Tampoco vacilan en invocar el legado valorativo y moral del cristianismo y de occidente, como si fuera lcito invocarlo para defender la continuidad de la injusticia, del abuso, de la discriminacin; o para impedir que quienes nunca tuvieron acceso a la propiedad empiecen a tenerlo bajo formas solidarias y libres, gratas, justamente, a lo mejor y a lo ms perdurable de la tradicin histrica de occidente y al mensaje moral del cristianismo.

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VII. LA REVOLUCION Y EL EJERCICIO DE LA POLITICA

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Hacer una revolucin, transformar un pas, construir el futuro de un pueblo, reivindicar la soberana de una nacin y recobrar la autntica independencia de una patria, todo esto es poltico, en el alto e ilustre sentido del vocablo. Eso est haciendo la Fuerza Armada del Per, eso es lo que estamos haciendo quienes hoy gobernamos en su nombre. No estamos haciendo poltica subalterna. No estamos haciendo poltica partidaria. No estamos haciendo proselitismo poltico en el sentido peyorativo y tradicional del vocablo. Pero s estamos ejerciendo docencia poltica, elevada y en funcin de la Patria. Al asumir le responsabilidad inevitablemente une misin poltica. de gobernar, asumimos tambin

La poltica de una Revolucin implica tambin el uso de un nuevo lenguaje, que no es el de la simulacin, del eufemismo, del rodeo, sino, por el contrario, un lenguaje directo, limpio, accesible o todos. Que no trate de engaar ni de confundir, sino de esclarecer, de tornar indubitable la posicin revolucionaria de quienes gobiernan. Todo est siendo logrado dentro de un nuevo estilo de accin poltica que parte de nuestra filiacin humanista y libertaria. Gobernar es tambin hacer permanente docencia poltica. Muchas veces puede surgir la tentacin de actuar drsticamente imponiendo criterios y obligando a que los dems piensen como nosotros. Tal vez de actuar as se lograran muchas cosas con mayor rapidez y con menor dificultad. Pero en tal caso a la larga habramos contribuido a eternizar las formas de conducta poltica que caracterizaron a todos los regmenes conservadores del pasado. Tenemos que ser siempre pacientes y siempre tolerantes, hasta los propios lmites compatibles con la seguridad de la obra que estamos realizando. Sabemos demasiado bien que muchas veces no es posible alcanzar todo lo que querernos. Sabemos demasiado bien que a veces es necesario esperar mejores condiciones y mejores momentos para conquistar nuestros objetivos. Pero tambin sabemos demasiado bien que jams desviaremos el rumbo nacionalista de nuestra revolucin. Ella persigue como meta final de sus esfuerzos, la edificacin de un nuevo ordenamiento socio-econmico en el Per, libre de las lacras abominables del subdesarrollo y de la dominacin econmica extranjera. Y esa meta nunca ser perdida de vista por nosotros. Esa meta final es la que sirve de orientacin a la poltica general del Gobierno de la Fuerza Armada. Resulta por entero comprensible que an persistan la incredulidad y el escepticismo en este pas donde tanto se trafic con las promesas y donde la politiquera sustituy a la poltica. Aqu precisamente radica una de las grandes culpas y responsabilidades de quienes contribuyeron deliberadamente a la corrupcin de nuestras instituciones representativas y de esa democracia en cuyo nombre se comerci con las aspiraciones de un pueblo abnegado cuyo nico
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delito fue creer en quienes habran de engaarlo. Y hoy no estamos haciendo poltica en el sentido tradicional de la palabra. No estamos bajo la influencia de ningn partido. Pero gobernar y dirigir una revolucin es tarea de carcter poltico, como lo es resolver los problemas econmicos y sociales del pas y como es, en verdad, asumir una posicin valorativa frente a los grandes interrogantes de nuestra compleja realidad. Para superar la profunda crisis en que se debata nuestra patria fue indispensable asumir el poder poltico. Y un nuevo concepto respecto de su ejercicio. Conservarlo sigue siendo indispensable para garantizar que nuestros grandes postulados de transformacin nacional se realicen en forma integral e irreversible. EN LO ECONMICO Todo el conjunto de realizaciones de la revolucin descansa en la bsica solidez de nuestra economa que ya ha logrado su plena activacin una vez superados los efectos de largo alcance que produjera la devaluacin monetaria de 1967 y, en general, el carcter mismo del manejo de la economa durante toda la etapa pre-revolucionaria. Ha continuado desarrollndose con xito la firme poltica de reorganizar progresivamente la conduccin de las finanzas pblicas. El esfuerzo interno ha permitido que, paralelamente con los profundos cambios estructurales y la recomposicin gradual de la distribucin de la renta nacional, se d un crecimiento significativo del producto bruto interno. Nada de esto ha afectado la fuerte posicin de nuestras reservas internacionales que en la actualidad superan los 500 millones de dlares. Si bien los recursos financieros externos, en forma de crditos, no nos llegan de los organismos internacionales de los que somos socios, por razones polticas y por influencias alejadas de la tica de la cooperacin internacional, los pases acreedores de nuestra deuda externa se han comprometido dentro del Grupo Consultivo del Banco Mundial, organizado para el Per, a financiar parte importante del costo de proyectos ya preparados o en vas de ser terminados. A esto se suma un aporte considerable de crditos obtenidos en la Unin Sovitica, en China y en los pases de Europa Oriental que constituyen apreciable refuerzo a nuestra capacidad de desarrollo independiente. Todo el sistema financiero nacional est hoy en condiciones de cumplir su funcin de apoyo a la actividad empresarial estatal, privada, reformada y de propiedad social. A medida que se vayan definiendo los conceptos sobre los nuevos sujetos de crdito en el vasto campo de la propiedad social, nuestro sistema financiero ir cubriendo progresivamente sus necesidades de desarrollo. Una medida de trascendental importancia en el campo financiero dispuso la regulacin total por el Estado del movimiento de divisas y la obligacin de repatriar y vender las tenencias y depsitos de moneda extranjera que poseyeran las personas naturales y jurdicas en el exterior. Esta decisin se adopt en
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momentos en que la situacin de la balanza de pagos, el incremento sustancial de las reservas internacionales, el positivo desenvolvimiento de las finanzas pblicas, la liquidez de la economa y la slida estabilidad de nuestro signo monetario, era circunstancia propicia para regular el mercado de giros sin las repercusiones negativas que, bajo otras condiciones, podran haberse derivado de una medida de esta naturaleza. El Gobierno no poda expectar pasivamente la creciente especulacin observada en el mercado de giros ni la salida injustificada de capitales al exterior, porque as se privaba el pas de la riqueza generada con el esfuerzo de toda la sociedad y la utilizacin de recursos nacionales. Ni poda aceptar que parte del ahorro interno sirviera para sostener economas forneas, obligando al Per a buscar estos recursos por lo va de prstamos que muchas veces se obtienen slo en condiciones onerosas. El sistema bancario ha sido tambin modificado de manera fundamental. La banca de desarrollo estatal ahora juega un papel preponderante que antes nunca tuvo. Un paso importante en el desarrollo de la poltica de peruanizacin de la Banca se refleja en el hecho de que slo el 6% de su capital est en poder de extranjeros y en la circunstancia de que las cuatro sucursales de la banca extranjera existentes en el pas no influyen en la captacin masiva del ahorro y en cambio estn obligados a mantener lneas de crdito en monedas no peruanas, canalizndolas directamente al Banco de la Nacin. Esta medida significa, por un lado, que el movimiento de moneda extranjera no estar ya sujeto a la especulacin ni a los criterios de inters personal o de grupo. Bajo el control del Estado, l servir slo para atender las necesidades del desarrollo del pas. Y, por otro, que las transacciones internas se harn nicamente utilizando el sol peruano que de este modo ha recobrado su verdadero valor de moneda nacional. En esta forma, el Banco de la Nacin tiene fundamental importancia para nuestro desarrollo nacional, porque significa que los grandes recursos del Estado ya no continuarn siendo manejados en provecho particular por los dueos de la Banca Privado, sino servirn exclusivamente para beneficio de todos los peruanos representados por el Estado. Por otra parte, el deber de cautelar los ahorros del pblico confiados a una institucin bancaria del pas y la necesidad de evitar su absorcin por la banca extranjera, llevaron al Gobierno Revolucionario a decretar la adquisicin, por parte del Banco de la Nacin, del 85% del capital accionario del Banco Popular del Per. Este medida, concordante con la poltica del Gobierno Revolucionario, amplia y fortalece considerablemente la capacidad operativa de la Banca Estatal. Le otorga un poder mucho mayor para orientar y determinar el sentido de las actividades

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crediticias en el Per y le proporciona una extendida infraestructura de servicios que permitir a la Banca del Estado cubrir prcticamente todo el territorio nacional. La creacin de la Corporacin Financiera de Desarrollo (COFIDE) tiene vital importancia para el pas, no slo como un instrumento paro lo reactivacin econmica sino tambin para hacer frente al reto de la integracin a nivel subregional andina. Vigoriza lo accin empresarial, capta ahorros y los dirige a inversiones prioritarias, a la vez que impulsa la accin financiera empresarial del Estado y coordina las fuentes de recursos internos y externos para la inversin, Como organismo rector de la inversin, financiera participar en proyectos importantes y rentables, tanto del sector pblico como del sector privado y actuar como cogestor en el accionariado de empresas establecidas o por crearse. A menos de cuatro aos de su creacin COFIDE ya ha incursionado en el terreno de las realizaciones en minera, petroqumica, industria manufacturera y agroindustria. La comercializacin de los minerales y de la harina de pescado es ahora responsabilidad estatal. Esto da al Per gran capacidad de financiamiento externo e impide que ganancias y divisas salgan del pas en provecho de consorcios extranjeros. El Estado tiene hoy el monopolio de la refinacin del petrleo y de los minerales y tambin el monopolio de su comercializacin y de la comercializacin de casi todos los productos que el Per exporta. De esta manera es toda la Nacin la que ahora se beneficia de una riqueza que antes sirvi tan slo firmas extranjeras y a grupos nacionales de ellas dependientes. El Per entiende que la problemtica minera en el mundo de hoy se sita en el rea central de las relaciones entre los pases que luchan por su desarrollo autntico y autnomo. Nadie debe ignorar la realidad esencialmente conflictiva de tales relaciones. Porque nadie puede ignorar que ellas ponen de relieve una profunda disparidad de intereses econmicos en torno a este problema. Ser preciso una nueva visin, alta y esclarecedora, para que todos podamos comprender que slo criterios de autntica justicie pueden proporcionar el cuadro normativo que permita dar solucin integral y duradera a esa compleja problemtica que afecta de manera directa o indirecta a virtualmente todos los pases de la tierra. En nuestro caso, la minera reviste un enorme inters para el pas, porque el desarrollo nacional est ntimamente ligado al desarrollo de la minera. El sector externo de nuestra economa depender fundamentalmente de la exportacin de metales con el mayor grado de procesamiento que permita nuestro desarrollo industrial. El Gobierno Revolucionario considera indispensable apoyar de manera decidida a la pequea y mediana minera, hacia la cual estamos canalizando un crdito adecuado y para cuya promocin se dictar una importante ley. Todo esto

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sin descuidar las actividades de la Gran Minera que constituye factor de primordial importancia en la vida econmica nacional. Es preciso por tanto plantear la problemtica minera dentro de una perspectiva histrica y global que permita encararla en trminos de hoy, no del pasado. El Ministerio de Energa y Minas ha sentado las bases para una poltica petrolera nacionalista, al reemplazar el sistema de concesiones por el de contratos y al establecer que la refinacin y la comercializacin del petrleo y sus derivados son de responsabilidad del Estado; la nueva legislacin sobre hidrocarburos contiene dispositivos destinados a estimular la concurrencia del capital privado en las etapas de exploracin y explotacin. La nueva orientacin de la poltica petrolera peruana, aparte de asegurar que las ganancias de la industria del petrleo sern para el pas, ya ha empezado a dar frutos. Su slida situacin econmica ha permitido bajar el precio de la gasolina, programar ampliaciones y realizar trabajos de prospeccin y explotacin. Nuestra Empresa Petrolera se denomina PETRO-PER, contando con un capital autorizado de cinco mil millones de soles. PETRO-PER ha lanzado ya al mercado su primera lnea de lubricantes. La poltica nacionalista que en materia petrolera sign desde el primer momento la accin del gobierno, y cuyo marco normativo se fij en el Decreto Ley N -177440, de febrero de 1969, ha hecho posibles los grandes xitos que en este campo ha tenido le revolucin y que culminaron con el hallazgo de petrleo en los pozos perforados por Petroper. El hallazgo de petrleo no ha sido de ninguna manera fruto del azar, sino resultado de una bien pensada y cuidadosa poltica establecida en funcin de los intereses del Per. La nueva riqueza petrolfera encontrada en la selva abre posibilidades insospechadas para nuestra economa y para el desarrollo del nororiente peruano. La concrecin de estas posibilidades implica ejecutar la obra ambiciosa y compleja de un oleoducto que debe construirse con el esfuerzo total del pas. Encontraremos la financiacin necesaria para que ese oleoducto sea nuestro. Utilizaremos en l nuestro acero y todos los materiales que requiera la ejecucin de esta obra fundamental para el Per. Se ha previsto que hacia fines de 1976 el petrleo de la selva peruana llegar a nuestra costa para satisfacer las necesidades del mercado internacional. De esta manera, nuestra economa se fortalecer con nuevas divisas y, adems, con el ahorro que supone poner trmino a la compra de petrleo en otros pases. En el zcalo continental, frente o Tumbes, se ha terminado la perforacin de un pozo de gran rendimiento que es indicacin de la existencia de un nuevo e importante yacimiento.

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Esta poltica nacionalista no es incompatible con la celebracin de contratos para lo explotacin parcial que Petroper an no se encuentra en condiciones de financiar con sus actuales recursos. Dentro de marcos legales que garantizan la refinacin y la comercializacin exclusivas por parte del Estado, la explotacin por medio de empresas extranjeras, sin riesgo alguno de inversin para el pas, representa aporte sustantivo a nuestra economa y fuente de financiacin del desarrollo de las grandes reformas sociales y econmicas de la revolucin en el futuro. Esta poltica, basada en el realismo de una revolucin que jams se ha apartado de los principios que definen su propia esencia, conquist uno de sus principales objetivos cuando el 22 de mayo de 1972 culmin el trmite legal para la traslacin de dominio al Estado de todos los bienes que la Internacional Petroleum posea en el Per. La revolucin ha cumplido de esta manera con su compromiso de reivindicar a plenitud la soberana de nuestra Patria frente a la accin ilegal y predatoria de una empresa extranjera. Esta es una conquista de la Revolucin. Si la Revolucin no hubiera ocurrido seguramente la ingente riqueza petrolfera de nuestra amazonia estara hoy en manos de esa Internacional Petroleum a la cual ardientemente defendieron durante largos aos los mismos que hoy atacan o lo Revolucin. La explotacin de petrleo por la empresa estatal creada por el Gobierno de la Fuerza Armada da una enorme seguridad al futuro econmico de nuestro pas y garantiza la exitosa continuidad del proceso revolucionario. Esto, sin embargo, no debe conducirnos ni a la complacencia ni a la subestimacin de nuestros adversarios. Debemos, por tanto, estar constantemente alertas. La mejor seguridad es mantenerse preparados, porque una Revolucin jams deja de tener enemigos. EN LO CULTURAL Y EDUCATIVO El logro de una verdadera autonoma econmica no sera completo sin la conquista de una comparablemente importante autonoma cultural. Si el Per va a ser capaz de forjar y afianzar una personalidad definida y propia en al mundo de hoy, ser preciso desplegar un esfuerzo muy grande en el terreno de la educacin y la cultura. Reconocer la significacin de nuestros propios valores culturales, artsticos e intelectuales debe constituir el punto inicial de una poltica comprometida a reivindicar y a engrandecer los mritos y la gran potencialidad creadora del pueblo peruano. Ser autnticamente libre implica, en una dimensin fundamental, poseer una identificable y propia personalidad cultural. Y esto no se logra sin autenticidad, sin hundir las races en nuestro propia realidad, en nuestra propia historia, en nuestra propia vida, para de ellas forjar una manera de ser fidedignamente peruana, es decir, una cultura que la sintamos nuestra, ni superior ni inferior, sino diferente a la de otros pueblos que slo cuando la hayamos conquistado sabrn respetarnos plenamente.
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La inmensa complejidad de este propsito jams debe arredrarnos. Su conquista, en verdad, forma parte sustantiva de ese gran ideal de construir un mundo distinto y mejor, del cual con orgullo podamos sentirnos parte en la conviccin de que l habr de ser un mundo verdaderamente nuestro en todas las dimensiones de la vida, del espritu y de la obra del hombre de esta tierra. La poltica cultural de la Revolucin Peruana, se enraza en tal convencimiento, y tiende su decidido apoyo al estudio de nuestra realidad en sus dimensiones de presente y pasado, a la investigacin de las ciencias sociales en su sentido ms abarcador y completo, y al anlisis de los mltiples problemas que, desde la lingstica hasta la economa, ser necesario plantear y resolver para superar definitivamente la intolerable marginacin social y cultural que ha sufrido hasta hoy vastos sectores de nuestro pueblo. Todo esto ser preciso hacer, como aspecto esencial del esfuerzo por crear una nueva sociedad humanizada y justa, libre y desalienante, liberadora y culta. Todo esto demandar de nuestro pueblo un gigantesco esfuerzo creador, una nueva visin de sus problemas sociales ms profundos, una fecunda e imaginativa poltica cultural que, aparejada a los cambios estructurales hoy en marcha, refuerce la posibilidad de forjar valores de una nueva moral social y de una nueva cultura en el Per. De este modo, las ciencias y humanidades habrn de jugar un papel cada vez ms significativo en el futuro. Ellas nos ayudarn a descifrar y reivindicar el viejo mensaje de sabidura y justicia que se encierra en ese gran pasado del Per an no totalmente descubierto y de cuya savia ms iluminante queremos que se nutra nuestro quehacer de hoy para que siempre responda con autenticidad al destino y al ser ms profundo de nuestro pueblo. Concebimos la problemtica peruana cmo totalidad. Esto implica tener una visin integral e integradora de sus manifestaciones sociales, econmicas y culturales. E implica tambin reconocer que las relaciones estructurales determinan en ltima instancia la intensidad, la gravitacin y la naturaleza de las cuestiones fundamentales que encara nuestro pueblo. Dentro de una perspectiva as, resulta inevitable admitir que es la esencia estructural del ordenamiento socio-econmico la que condiciona y determina el modo de ser de los fenmenos fundamentales que afectan a la nacin peruana. Y por tanto el punto de partida es para nosotros el reconocimiento lcido de cul es el carcter definicional de nuestra sociedad. Este carcter definicional ms profundo lo encontramos en la condicin del Per tradicional como pas dependiente y subdesarrollado. Todos los problemas bsicos de nuestro pueblo estn referidos a esa doble raz estructural, cuya cancelacin es el objetivo poltico central del proceso
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revolucionario peruano. Ninguno de los problemas fundamentales del Per podra haber sido resuelto en ausencia de uno accin nacional encaminada a luchar militantemente contra el subdesarrollo y la secular subordinacin del Per a centros forneos de poder. Por eso el prerrequisito de cualquier accin solucionadora tena que ser la puesta en marcha de un proceso transformador que tuviese como objetivo central la superacin definitiva del subdesarrollo y la dependencia. Las reformas bsicas del Gobierno Revolucionario del Per estn orientadas a lograr ese objetivo fundamental. Ellas, as mismo, responden a una concepcin de conjunto. Porque estamos convencidos de que ningn problema de magnitud nacional en nuestro pas puede ser exitosamente resuelto de manera aislada, sin referencia al contexto global del que necesariamente es parte. En este sentido, precisa recordar que el modo de ser estructural de la sociedad en su conjunto se refleja, por decirlo as, en la realidad parcial de los elementos que la forman. Este carcter integral e integrador de nuestra poltica es inseparable de la naturaleza revolucionaria del gobierno que hoy rige los destinos del Per. Muchas veces hemos dicho, que no estamos interesados en una poltica de modernizacin que introduzca reformas incrementales en el ordenamiento tradicional para, en final de cuentas conservarlo. Estamos, por el contrario, hondamente comprometidos con una posicin radicalmente distinta. Nuestro objetivo es transformar las bases de sustentacin del sistema socio-econmico tradicional. Esto supone modificar sustantivamente las relaciones de poder econmico, poltico y social que prevalecieron hasta el advenimiento del rgimen revolucionario. Y supone tambin poner en marcha un proceso de vastos alcances temporales que nosotros no habremos de culminar y que ser una tarea nacional renovada y permanente a lo largo de muchos aos. Comprendemos muy bien la inmensa complejidad que conlleva el esfuerzo de rehacer la realidad total de una nacin. Conocemos sus riesgos. Reconocemos nuestras limitaciones. Pero por encima de todo esto estn la conviccin de que esta tarea debe ser realizada y la decisin de emprenderla venciendo todos los obstculos. A esta perspectiva obedecen la formulacin de la poltica educacional que hoy suscribe el Per y la orientacin de la reforma educativa que encarna esa poltica. El fenmeno educacional no se desenvuelve en el vaco; forma por el contrario, parte de la textura ms profunda y vital de nuestra sociedad. Como cualquiera otro de los sistemas institucionales del pas, el educativo reflej en su estructura y en su funcionamiento las caractersticas definitorias del orden social, econmico y poltico del Per tradicional. Tal sistema fue en esencia discriminador y selectivo, incapaz de plantear y resolver los problemas educacionales ms agudos de la inmensa mayora de peruanos. No es que careciera de mritos y aciertos, sino que tales mritos y aciertos jams alcanzaron a cubrir ni cualitativa ni cuantitativamente, las demandas reales de la nacin peruana. Y como parte integrante de un ordenamiento socio-econmico global, el
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sistema educativo tradicional estuvo diseado para contribuir al sustento y ala perpetuacin de tal ordenamiento. Por eso de l no poda esperarse la solucin de nuestros problemas educativos bsicos, ni tampoco que se alejara sustantivamente de la orientacin que necesariamente le impuso el orden global, del que formaba parte. Por ende, nuestra recusacin del sistema educativo tradicional es parte y consecuencia de la recusacin que hacemos de ese sistema total de la sociedad peruana que la revolucin ha empezado irreversiblemente a superar. La reforma educacional de la revolucin aspira o construir un sistema educativo que satisfaga las necesidades de toda la nacin, que llegue hasta las grandes masas campesinas siempre explotadas y siempre mantenidas deliberadamente en la ignorancia, que cree una nueva conciencia de los problemas bsicos de nuestro pas en todos los peruanos, y que contribuya a forjar un nuevo tipo de hombre dentro de una nueva moral social que enfatice los valores de la solidaridad, el trabajo, la creacin, de la libertad autntica y de la justicia social como quehacer, responsabilidad y derecho de todos y cada uno de los hombres y mujeres del Per. Como toda la obra que estamos realizando, la reforma educativa debe ser entendida a partir de su esencia procesal. Su xito ser resultado del empeo de toda una nacin. En ello deben participar creadoramente los estudiantes, los maestros, la sociedad toda. Porque slo de esta manera ser posible superar definitivamente un deformante y estrecho enfoque pedaggico. Los problemas cruciales de la educacin no son, en forma alguna, quehacer exclusivo de la pedagoga. No se trata nicamente de hacer enseanza, sino fundamentalmente de hacer nuevos hombres. No se trata slo de modificar las currcula y las formas de organizacin. Se trata de darle un nuevo contenido a lo educacin y de reorientarla para la conquisto de objetivos cualitativamente distintos a los que persiguiera en el pasado un ya obsoleto sistema educativo. Nuevos contenidos, nuevos valores de orientacin, nueva forma organizativa, nuevas finalidades, en sumo, nueva esencia, es lo que nuestra reforma debe crear en el Per. Y esto supone necesariamente nueva mentalidad, nuevos actitudes, nuevos comportamientos, es decir, nuevos hombres para conducir un proceso cuyo mdula misma tiene que ser su alta capacidad creadora, su flexibilidad, su realismo y el compromiso profundo con su sentido de contribucin que desde el campo educativo debe enriquecer y afianzar el proceso total de transformaciones revolucionarias en el Per de hoy. Esta reforma educativa, en extremo difcil pero esencial para el xito de la labor que estamos realizando en el Per, ya ha comenzado. Su iniciacin se inserta en el conjunto de las grandes tareas contempladas en el Plan Nacional de Desarrollo, toma en cuenta las limitaciones derivadas de la necesidad de emprender programas de crucial importancia en distintos campos del desarrollo econmico, y realistamente respeta los lmites que fija la disponibilidad de recursos financieros y humanos actualmente al alcance del pas. Por su inmensa
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significacin, la reforma educativa debe, estar rodeada de las mximas seguridades de xito. Nuestros esfuerzos deben concentrarse en la aplicacin de medidas fundamentales que tiendan a darle a la reforma una base de cimentacin slida, profunda y perdurable. Dentro de esta perspectiva las acciones que la reforma debe permanentemente enfatizar, son las que tocan a los campos de lo reestructuracin administrativa y organizacional del sistema, su modificacin funcional, en base al concepto de nuclearizacin, el entrenamiento y reentrenamiento de docentes, el desarrollo de programas experimentales en diferentes partes del pas, y la preparacin de nuevos currculos y textos educativos. La gradualidad en la aplicacin de la reforma, en manera alguna significa lentitud en su proceso. El Gobierno Revolucionario comprende muy bien la trascendencia de esta reforma para el presente y el futuro del Per. Estamos enfrentndola con un indesviable sentido de responsabilidad, con plena conciencia de que no contamos ni jams contaremos con las condiciones y elementos ideales para su cumplimiento. Nuestra formacin revolucionaria nos impide caer en el frgil terreno de las actitudes quimricas y de los comportamientos de ilusin. Sabemos muy bien cun difcil habr de ser mantenernos constantemente prximos, en los hechos, a las postulaciones tericas de la reforma. Sern inevitables las fallas y vacos. Nadie puede en conciencia exigir a esperar que este grandioso esfuerzo est libre de ellos. Pero ser indispensable tener todo esto constantemente en el plano ms alerta de nuestra conciencia para garantizar que tales fallas y vacos sean cada vez menores y menos importantes. Y sobre todo, a la vista de la real inmensidad de la obra que hemos acometido, ser preciso mantener siempre una actitud de profunda confianza en la respuesta creadora y generosa de un pueblo que, liberado de la mltiple explotacin que lo victim por centurias, ser a partir de hoy el estmulo, el vigilante, el ejecutor, el elemento fundamental de su propia transformacin. El pueblo en suma, ser el dador de la sabidura que a sus servidores y dirigentes pudiera alguna vez faltarles. Para nuestra reforma educativa reclamamos el mrito de ser una formulacin autnoma, surgida de nuestra realidad para ser una respuesta a sus ms angustiosos problemas. Y en esto ella obedece tambin al sentido profundo de la Revolucin Peruana como proceso de veras nuestro. Lo cual no significa, sin embargo, desconocer nuestro compromiso con el mundo latinoamericano del que formamos parte, ni con ese otro mundo ms vasto y problemtico, que constituyen hoy todos los pueblos que en diferentes latitudes luchan por reencontrar su destino y afirmar su plena independencia nacional; frente a la presin de las grandes potencias que compiten por la hegemona econmica y poltica del orbe. Por encima da la singularidad que, respondiendo a nuestra historia y a la naturaleza de nuestra problemtica de hoy, marca un rumbo distinto y autnomo al proceso revolucionario del Per, somos conscientes de compartir con otros hombres y otros pueblos un destino bsicamente comn en trminos de una comn oposicin a todas las formas de dominio imperialista en los inseparables campos de la economa y la poltica. En suma, esta revolucin
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tiene conciencia de la imposibilidad de ser un fenmeno en total aislamiento y comprende muy bien el significado de lo que ello puede implicar en la experiencia de otros pueblos hermanos. Esto, obvio es decirlo, es consecuencia directa del propsito nacionalista que persigue superar todas las formas de dominio extranjero en salvaguarda de una soberana por nosotros ya reconquistada e irrenunciable. Nuestro enfoque de los problemas y de la responsabilidad de la educacin en el Per no podra, por todo lo anterior; desentenderse de una estimativa ms amplia referida a problemtica educativa y cultural del continente latinoamericano. Una ptica estrechamente nacional resulta insuficiente para entender los fenmenos ms significativos de cada una de nuestras repblicas. Su comprensin cabal, en consecuencia, depende en gran medida del reconocimiento de la profunda similitud que hace del conjunto de las problemticas nacionales una grande comn problemtica continental. Quienes son responsables de conducir y orientar la poltica educacional de nuestras naciones deben contribuir a la realizacin autnoma de toda la potencialidad creadora del hombre latinoamericano y el desarrollo, autnomo tambin, de una ciencia y una tecnologa propias, capaces de eliminar el peligro que significara acentuar la creciente dependencia de nuestro continente en este campo virtualmente decisivo en el mundo contemporneo. EN NUESTRAS RELACIONES INTERNACIONALES Desde el primer instante, hemos puesto en prctica una ejemplar poltica internacional independiente. Ella ha dado a nuestra Patria un prestigio muy alto que antes le fue desconocido. Por primera vez, nuestra diplomacia se decide sin consultar a ningn pas poderoso. La prepotencia de los intereses y de los privilegios tiene ya un lmite en el Per. Nuestras relaciones internacionales continuarn incrementndose convenientemente de acuerdo con los planteamientos de nuestra poltica exterior. Los importantes avances de la revolucin en su frente interno tienen su contraparte internacional en el renovado inters que suscita la Revolucin Peruana en otras naciones como modelo poltico concreto para superar el subdesarrollo y luchar contra la dependencia. Da a da se acrecienta el prestigio del proceso revolucionario peruano, particularmente en Amrica Latina y en otras regiones del Tercer Mundo. La voz del Per se escucha ahora con atencin en todos los escenarios internacionales. Y esto, lejos de alentar en nosotros sentimientos de arrogancia, sirve como acicate para cimentar ms an el compromiso que tenemos con nuestro pueblo y nuestra Revolucin. Pero, por encima de todo nos hace conscientes de que por vez primera en nuestra historia contempornea, el Per no es un pas disminuido entre los pueblos de Amrica y del Mundo.

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La inspiracin de las reformas sociales y econmicas de la revolucin se refleja en nuestra nueva poltica internacional. Al fin el Per empieza a actuar con verdadera independencia en el campo de las relaciones exteriores. Nunca hemos vacilado en defender, ante ningn pas del mundo, los intereses del Per y su dignidad de nacin soberana. Esto tambin es algo nuevo en la experiencia de nuestro pas. La diplomacia tradicional se caracteriz siempre por su obsecuencia ante los pueblos poderosos. Pero eso ya qued atrs. Se trate de la defensa del petrleo, o de la defensa de nuestra derecho a impedir la contaminacin del ambiente por el nocivo efecto de los experimentos nucleares, nuestra actitud ser siempre de una firmeza absoluta, basada en la justicia. Y esto es una conquista de la revolucin. En el campo externo, nuestra posicin est hoy de acuerdo con la de todos nuestros hermanos de Amrica; nos acerca un sentimiento de dignidad y rebelda ante la injusticia nos une, con lazos nunca antes existentes, la esperanza de un maana promisor, basado en el pleno respeto y la igualdad poltica de nuestros pueblos. Nuestros pases son hoy soberanos y sus actitudes no causan recelos ni deudas, an cuando ellas se refieran a movimientos de tropas y ejrcitos. Fundamentalmente, hemos recobrado una posicin que siempre debi existir; de total honestidad y espritu de trabajo interno, de absoluta independencia frente al resto de pases del mundo, respetando la soberana de todos ellos y exigiendo el respeto de la propia. Una actitud de esta naturaleza tiene que ser reconocida como acertada por todos los peruanos, y el respeto y la confianza externa tienen que ser cada da mayor frente a la situacin de orden, de trabajo y honestidad que exhibe nuestro pas. Para nosotros las relaciones internacionales se rigen por el respeto inequvoco a los principios de no intervencin y de autodeterminacin. Ocultar nuestra verdadera posicin por consideraciones de poltica internacional significara un inaceptable recorte de nuestra soberana de Estado independiente. Todos podemos colaborar dentro de un marco global de respeto por las decisiones soberanas de cada pas. Amrica Latina rechaza toda forma de intervencionismo; y se interviene, o se pretende intervenir, cuando surgen contra nuestro pas amenazas de enmiendas que, rechazamos categr icamente por ser expresin de actitud imperialista. Como otros factores consustanciales a la naturaleza misma de nuestra revolucin nacionalista, la posicin internacional del Per no ser abandonada. El nuestro es un deseo de armona, de paz y de cooperacin. Pero, al mismo tiempo, de luchar por el respeto a nuestra soberana y por nuestro derecho a decidir el destino del Per de acuerdo a sus intereses dentro de un marco de justicia. Sus normas de orientacin son el reflejo de los postulados en que se basa nuestra revolucin. La invariable defensa de nuestra soberana, la consideracin de que slo los intereses del Per deben ser su gua permanente, la lucha por el reconocimiento del legtimo derecho de nuestro pas al uso pleno de sus recursos
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naturales, la cooperacin en todo los esfuerzos por el mantenimiento de la paz en el mundo, la solidaridad con los pueblos hermanos de Amrica Latina y nuestro pleno respaldo a una poltica integracionista que de veras cautela los intereses de las economas de lo regin, todo esto constituye el fundamento de nuestra poltica internacional, que permanentemente se manifiesta en todas las acciones de nuestro Cancillera. La riguroso observacin de estos principios se traduce en la posicin del Per en numerosas e importantes reuniones internacionales sobre problemas del mar en los cuales hemos reiterado la vigorosa defensa de nuestro soberana sobre las 200 millas; en el apoyo decidido que hemos dado siempre al Pacto Subregional Andino dentro del cual hicimos un aporte decisivo para la fijacin de un trato comn al capital extranjero; y en la continuada exposicin de nuestras relaciones diplomticas y comerciales con diversos pases del mundo dentro de una poltica de mutuo respeto al principio de no intervencin y en cuya virtud el Per ha empezado ya a lograr una importante ampliacin de mercados internacionales para sus productos de exportacin. La definicin de nuestra poltica internacional prescinde para sus planteamientos y su ejecucin, de la posicin de cualquier otro pas, grande o pequeo, teniendo cmo norte nicamente los intereses del Per y la orientacin principista de su movimiento revolucionario. Y es dentro de esta perspectiva de plena reivindicacin del ejercicio de nuestra soberana, que el Per plante hace poco tiempo una revisin de la poltica hasta entonces seguida en el continente frente a Cuba. Es obvio para nosotros que ya no existe ni podr existir consenso en Amrica Latina con respecto al mantenimiento de una actitud frente a Cuba que ya no puede ser a nuestro juicio mantenida en presencia de condiciones internacionales sustantivamente distintas a las que prevalecieron en el pasado. Huelga sealar, por todo lo anterior, que ningn pas del hemisferio cuya posicin difiera de la nuestra podra considerar esta actitud soberana del Per como gesto inamistoso. Las diferencias de orientacin ideolgica entre los gobiernos en forma alguna implican obstculos justificado para el mantenimiento de relaciones diplomticas. Si grandes potencias de muy distinta posicin poltica e ideolgica mantiene entre s relaciones y contactos normales, no vemos razn alguna para que algo similar no ocurra entre nuestros pases, sobretodo por ser latinoamericanos. La existencia de relaciones diplomticas con cualquier pas del mundo no significa para el Per identidad de propsitos polticos o de orientacin doctrinarios. Por esta razn el restablecimiento de relaciones con Cuba no implica compartir su posicin en trminos poltico-ideolgicos. El Gobierno Revolucionario del Per sigue un rumbo distinto al de Cuba. Las experiencias de nuestros dos pases, son experiencias revolucionarios diferentes. Respetamos la posicin de Cuba, en la misma forma en que Cuba ha respetado nuestra posicin. Y estamos
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seguros de que ese respeto recproco continuar en el futuro, como existe con otros pueblos hermanos de Amrica Latina que siguen un rumbo diferente al nuestro. Extendimos la mano fraterna del Per al pueblo de Cuba seguros de que al hacerlo contribuamos positivamente al fortalecimiento de la comunidad de pueblos latinoamericanos. Esta nueva poltica que ha ganado para el Per el respeto de todos los pases del mundo se basa en la conviccin de que ella debe responder nicamente a los intereses nacionales. Son ellos los que dictan su sentido y su rumbo; son ellos los que definen sus lmites y sus objetivos. Dentro de esta perspectiva, el Per ha ampliado sus contactos diplomticos, comerciales y culturales con pases de fisonoma poltica distinta a lo nuestra, pero cuyos mercados pueden abrirse a nuestros productos y cuya cooperacin tcnica y econmica nos puede ser muy til en las tareas del desarrollo nacional. Asimismo, el Gobierno Revolucionario ha impreso un sello distinto a su poltica exterior en el hemisferio occidental. La doctrina peruana en problemas de cooperacin econmica, se fundamenta en la necesidad de desterrar para siempre todo tipo de presiones y condicionamientos en el campo de las relaciones internacionales. Esta posicin, expuesta y defendida con brillo por nuestra Cancillera ha sido recibida con unnime aplauso por los pueblos de Amrica Latina. Muchos Gobiernos nos han respaldado. Y al hacerlo han demostrado ser solidarios con el Per en las horas difciles, hecho que justifica una expresin de reconocimiento por parte del Gobierno Revolucionario. Es preciso que la ciudadana tenga nocin cabal de la significacin histrica que para nuestro pas y para Amrica Latina tiene la nueva y definitiva posicin internacional del Gobierno Revolucionario. Sujeto siempre como furgn de cola a las decisiones de grandes potencias extranjeras, el Per hasta hace cinco aos sigui en materia internacional un rumbo dependiente, lesivo a sus intereses. Recuperando a plenitud nuestra soberana, el Gobierno Revolucionario ha roto la sujecin de otros aos y ha iniciado la gesta de la definitiva emancipacin econmica de nuestra Patria. Hoy somos dueos de decidir el rumbo de nuestra poltica exterior. Queremos mantener relaciones cordiales con todos los pases del mundo, pero dentro de un marco de respeto por la inabdicable soberana de nuestra patria. Confiamos en que quienes se puedan sentir desconcertados o incmodos ante la nueva posicin del Per, lleguen a comprenderla como la justa e irreversible posicin de un pueblo soberano. Cancelar la tradicional dependencia de nuestro pas es objetivo fundamental de la revolucin nacionalista y meta central del desarrollo pleno del Per. Esto debe ser reconocido por todos. Por que de ello depender en gran medida que las relaciones internacionales en esta parte del mundo se normalicen permanentemente en beneficio de todos los pases americanos. Nuestro movimiento tiene esta inspiracin porque comprendemos muy bien que no podemos aislarnos, ni dejar de reconocer que otros pueblos luchan por ideales nacionalistas y revolucionarios similares a los nuestros. Hoy en el mundo entero se mira con respeto la posicin del Per. Porque el nuestro es un camino
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independiente y autnomo. Esto debe llenarnos de orgullo a todos los peruanos. Y esta es tambin otra gran conquista de la revolucin. Hemos establecido relaciones con diversos pases, teniendo nicamente en cuenta los intereses del Per. Porque ya pasaron los das en que solamos pedir permiso para actuar en la vida internacional. Porque ahora sobemos en qu rumbo se encuentra nuestra Patria. El Per tiene una causa comn con los pueblos latinoamericanos. Y tambin con los pueblos del Tercer Mundo. La nueva poltica internacional independiente iniciada desde el comienzo de este rgimen se basa en los principios nacionalistas y revolucionarios que rigen la accin de este gobierno. Su poltica internacional ha contribuido decisivamente al logro de una imagen veraz del Per Revolucionario en Amrica Latina y en el resto del mundo. Independientemente de las diferencias ideolgicas que estn en la base misma de nuestras distintas orientaciones polticas, el Per suscribe la posicin de que las relaciones diplomticas deben establecerse teniendo slo en cuenta los intereses concretos de los pases. Si todos fusemos capaces de desterrar los dogmas y de mirar al mundo y a la vida sin prejuicios, comprenderamos que no hay nado ilusorio en pensar de este modo. Algunos de los grandes idealismos del pasado y algunos de sus ms deslumbrantes utopas constituyen ahora expresin de un realismo cuyo respeto es vital para la continuidad de la civilizacin y, acaso, de la especie humana. Ilusorio, por eso, podra ser pensar que los principios sobre los cuales se construy todo el sistema tradicional de relaciones internacionales pueden mantenerse intocados en medio de las hondas alteraciones que han transformado al mundo en las ltimas dcadas y que probablemente continuarn transformndolo en el porvenir. El Per es amigo de todos los pueblos del mundo y ha ampliado sus relaciones diplomticas con numerosos pases. Somos respetuosos de los tratados internacionales y la voluntad soberana de las naciones y exigimos se respete el derecho inabdicable a regir nuestro propio destino sin intromisin alguna.

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VIII. PARTICIPACIN, MOVILIZACIN SOCIAL Y TRANSFERENCIA DEL PODER

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QU ES, PARA QU, CMO Los fundamentos de nuestra opcin revolucionaria se centran en trminos polticos y econmicos, en torno a la nocin de la participacin como factor de identidad profunda, como piedra angular de toda la formulacin ideo-poltica de la Revolucin Peruana. Este es, por ende, el distingo que polticamente nos diferencia, nos individualiza, nos separa de otras posiciones. En el concepto de participacin convergen los contenidos esenciales de las tradiciones humanista, libertaria, socialista y cristiana a la que nuestra Revolucin histricamente se vincula. Aqu es donde reside la significacin ms radicalmente democrtica de nuestro movimiento y tambin su contenido liberador ms importante. En consecuencia, la teora y la praxis de la participacin constituyen el fundamento vital de nuestro humanismo revolucionario, Esta es, pues, una Revolucin para la participacin, vale decir, una Revolucin que tiene como meta construir en el Per, como lo hemos sealado desde hace varios aos, una democracia social de participacin plena. Pero, qu es lo que concretamente implica suscribir una posicin participacionista? Por definirse en torno a la participacin la esencia misma de la Revolucin Peruana como autnoma posicin ideo-poltica, resulta decisivo comprender claramente la respuesta que para nosotros debe tener esta pregunta. Participar es el ejercicio de la capacidad de decisin y, por tanto tener acceso a las expresiones reales de poder econmico, social y poltico. Se participa para tener inherencia directa y personal en las cosas que afectan nuestra vida, en los asuntos que comprometen nuestro destino individual y colectivo. Se participa para ser a plenitud ciudadano, para ser a plenitud miembro de una sociedad de hombres libres. Y as como ningn hombre puede ser libre siendo esclavo, tampoco puede serlo mientras viva explotado. As, la justicia y la libertad son, como hemos sealado muchas veces, valores que es imposible separar. Y ambos conceptos son, tambin consustanciales al de participacin. Por tanto, un primer elemento sustantivo de nuestra respuesta a aquel interrogante es el reconocimiento de la ntima vinculacin, significativa y de valor, que para nosotros existe entre los conceptos de libertad, justicia y participacin. Un segundo elemento se refiere a la imposibilidad de separar medios y fines, punto de vista cardinal del humanismo revolucionario. Para nosotros la naturaleza de los medios compromete de manera esencial la naturaleza de los fines. Esto significa que es imposible llegar a construir un ordenamiento socio econmico participatorio utilizando medios que niegan lo participacin. La lejana meta participacionista de nuestra Revolucin slo puede alcanzarse haciendo desde ahora de la participacin algo muy real que compromete nuestra diaria conducta poltica. Una sociedad participatoria se construye participando. Y participando desde ahora. Es decir, abriendo los cauces y creando las condiciones que hagan posible el acceso cada vez mayor de los ciudadanos a todos los niveles de decisin.

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Suscribir una posicin participacionista implica, en tercer lugar, reconocer que la participacin slo existe en la medida en que existen instituciones sociales de base a las cuales gradual pero crecientemente la Revolucin transfiere capacidad de decisin y acceso a todas las formas de riqueza. As, de la misma manera que la justicia, la libertad y la participacin son, inseparables, tambin lo son, para nosotros, los conceptos de organizacin, transferencia de poder y participacin. La idea de la participacin es, de este modo, el nexo que vincula los valores permanentes y normativos de la libertad y la justicia, con los valores temporales y concretos de la organizacin y el ejercicio del poder. As, la participacin resulta ser la va de concrecin de la justicia y de la libertad. Lo abstracto, lo terico, lo ideal, tiende a tornarse tangible, poltico, conductual por medio de la participacin. Ahora bien, si la transferencia de poder significa transferir capacidad de decisin, resulta muy claro que slo cuando se tiene libertad para decidir aquella capacidad puede ser en verdad ejercida. En consecuencia, slo es posible hablar de transferencia efectiva de poder cuando la capacidad de decisin se ejerce en condiciones de autonoma verdadera. De all que, desde la perspectiva ideopoltica de la Revolucin Peruana, resulte indispensable la existencia de organizaciones sociales autnomas a las que el poder se transfiera para ser ejercido con plena libertad. Lo anterior tiene consecuencias directas sobre la manera en que los militantes de la Revolucin Peruana definamos nuestro comportamiento poltico concreto. Especficamente, ello significa que debemos respetar las decisiones de las instituciones sociales surgidas de la Revolucin en tanto sean decisiones autnomas y libres. No queremos que esas instituciones sean dependencias del Gobierno Revolucionario ni tampoco dependencias de otros centros de poder poltico. Queremos que dependan de las decisiones autnticamente libres de sus propios integrantes. En el seno de tales instituciones existen y se expresan distintas tendencias polticas cuya legitimidad reconoce el pluralismo que la Revolucin respeta. Con ellas tenemos que luchar polticamente aceptando el veredicto de la mayora. Sin embargo, cuando la direccin de cualquiera de esas instituciones, independientemente de su posicin poltica, tome manipulatoriamente en nombre de su institucin decisiones contrarias a ella misma y a la Revolucin, resistiremos tales decisiones, justamente en defensa de la propia institucin y del proceso revolucionario que la ha hecho posible, pero respetando a la institucin en cuanto tal. Nadie podra pedirnos que respetramos una decisin que, de llevarse a cabo, pondra en peligro la vida misma de una organizacin popular surgida de la Revolucin. Al competir polticamente con posiciones distintas a la nuestra dentro de las instituciones sociales, debemos actuar en base a la conviccin de que nuestra Revolucin representa una alternativa claramente superior a las dems. En consecuencia, debemos aspirar a que nuestra orientacin poltica prime pero no
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se imponga autoritariamente, en las instituciones que da a da surgen del Proceso Revolucionario. Si tenemos confianza en nuestra posicin y en nuestros argumentos, debemos tambin tenerla en que prevalecern sobre otras posiciones y otros argumentos. Todo esto seguramente implica preferir soluciones polticas de mediano y largo alcance. Y est bien que as sea. Porque slo prefirindola evitaremos el gran peligro de sacrificar el futuro por el presente y los fines por los medios. Pensamos que slo actuando de este modo ser posible dar desde hoy contenido real a una praxis verdadera de la participacin. Slo as impulsaremos el surgimiento y el desarrollo de instituciones de base realmente autnomas, capaces de ejercer los derechos y cumplir los deberes que implica la transferencia del poder. Sin embargo, debemos ser conscientes de que la tarea que todo lo anterior representa es de gran complejidad. Porque se trata de afianzar en el Per no slo una nueva concepcin de la poltica sino un nuevo tipo de comportamiento que encarne los valores revolucionarios y democrticos del participacionismo militante. Todo esto constituye el fundamento normativo de una poltica nacional de apoyo a la movilizacin social va la participacin. La vital importancia que asignamos a la participacin est en el fondo mismo de algunas de las ms trascendentales reformas revolucionarias. La Reforma Agraria y la Comunidad Laboral, por ejemplo, son conquistas participacionistas de la Revolucin, porque preferencialmente abren el camino a formas asociativas de propiedad a travs de las cuales los trabajadores del campo y las ciudades acceden socialmente, no individualistamente, al poder econmico y al beneficio de la riqueza que genera su trabajo. Las Leyes de la Reforma Agraria y la Comunidad Laboral son la base indispensable de un grande y decisivo movimiento de organizacin social para la participacin. A este fin tambin contribuye, en su propio campo, la Ley de Reforma de la Educacin, a partir de la cual han empezado a organizarse centenares de Ncleos Educativos Comunales a travs de los cuales los padres de familia y la comunidad estn ya contribuyendo de manera efectiva en las tareas de la Educacin. Pero los Ncleos Educativos Comunales constituyen tan slo una expresin de ese gran movimiento participatorio. Son literalmente miles de cooperativas, sociedades agrcolas de inters social, comunidades laborales, asociaciones de pueblos jvenes, comunidades campesinas reestructuradas, ligas y federaciones agrarias las que conforman esta vasta experiencia social sin precedentes en el Per. Y son millones de compatriotas nuestros los que empiezan a dar vida e impulso a estas organizaciones populares y democrticas surgidas de la Revolucin, con el respaldo del Sistema Nacional de Apoyo a la Movilizacin Social.

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Explicablemente, no muchas personas situadas fuera del mbito de accin de estas instituciones de base parecen estar al tanto de todo esto y comprenden lo que ello representa. Pero eso en nada resta sidrificacin real a este gran proceso de organizacin popular libre y autnoma. Son los hombres y mujeres del Ande y de la Costa, son los hasta ayer desodos campesinos humildes, son los habitantes de los olvidados pueblos jvenes, son los trabajadores de las fbricas y empresas industriales, es en sumo, el Per profundo el que comienza a articular su voz para dejarse or por vez primera en la historia de nuestra Patria. La suya es una voz todava desconfiada, insegura, a veces temerosa. Pero es la voz de un pueblo que al cabo de los siglos empieza a levantarse para hacer su camino. Y esto es lo verdaderamente decisivo. Se pretenda, acaso, que un pueblo secularmente explotado pudiera de pronto organizarse y mostrar desde el comienzo madurez absoluta, ponderacin cabal, certeza a toda prueba para enfrentar los riesgos innumerables de una experiencia nueva? Los que siempre negaron educacin y justicia a los humildes tienen acaso derecho alguno para exigirles desde ya equilibrio de juicio, conocimientos y saber sobre todas los cosas? Cmo puede ahora exigrsele esto a un pueblo sobre el cual se ejercieron, con violencia, todas las formas de injusticia? Todos tendremos que pagar el alto precio que demanda rehacer por entero un mundo en el que para los pobres jams hubo la luz de la justicia y la verdad. Todos sufrimos merma en nuestro condicin de hombres al haber sido parte de un mundo en el que prevalecieron todas las formas de injusticia, de explotacin, de inhumanidad. Que as fue cmo sinti y vivi el dolor de esta Patria la inmensa mayora de sus hijos. Seamos, pues, conscientes de todo esto antes de levantar una voz de reclamo o denuncio contra un pueblo que comienza a organizarse para empezar a ser el verdadero protagonista de su historia. Este gran movimiento de organizacin popular para la participacin se basa y se origina en la modificacin estructural de las relaciones de poder derivada, precisamente, de leyes coma las de Reforma Agraria y Comunidad Laboral. Porque no hay participacin verdadera sin poder econmico, sin el acceso a la propiedad social, al control tambin social de los medios de produccin. En otras palabras, la redistribucin estructural del poder econmico hace posible la organizacin popular autnoma para la participacin. DE QUINES Somos claramente conscientes de la absoluta necesidad de que el pueblo peruano participe de modo real en el proceso de su revolucin. En este sentido, el primer paso indispensable es lograr la unidad profunda de pueblo y Fuerza Armada. Es imperativo crear los mecanismos y las instituciones que hagan posible esa participacin popular sobre bases permanentes y constructivas a fin de resolver por completo el fundamental problema de la participacin efectiva del pueblo en el proceso revolucionario en trminos de respaldo popular masivo y
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organizado y no meramente de la simpata de la mayor parte de los peruanos a nivel individual. Esto ltimo tuvimos desde el instante en que se evidenci el sentido revolucionario de las primeras medidas que ejecutamos en cumplimiento del programa de gobierno de la Fuerza Armada. A nuestra revolucin no le interesa la falsa participacin popular defendida por los polticos tradicionales del viejo sistema. Qu obtuvo el pueblo, de permanente y efectivo, con salir frecuentemente a las calles y plazas para aplaudir a unos y otros lderes cargados de palabras y promesas que nunca fueron cumplidas desde el poder? Esta no es la participacin que la Revolucin Nacionalista necesita. Nuestra revolucin, que ha sabido encontrar hasta ahora sus propias soluciones, est tambin resolviendo este crucial problema sin emplear recetarios de nadie. Esta revolucin necesita el apoyo constante y la efectiva participacin del pueblo civil, hermanado con el pueblo en armas que la inici hace seis aos. El Per ya no puede seguir siendo el pas donde el pueblo fue el gran ausente en la gestin directriz de su destino. Los legtimos derechos de obreros y campesinos recin han empezado a ser reivindicados por la obra de esta Revolucin Nacionalista y Popular, al igual que los derechos de los otros olvidados y ausentes de la gestin directriz en el Per: las mujeres, la juventud, los intelectuales, los cientficos, los artistas. Nosotros queremos y estamos haciendo que la mujer peruana participe dinmica y creadoramente en todas las tareas de la transformacin nacional. Que la mujer peruana ejercite la responsable y plena libertad a que tiene derecho. Queremos que nadie recorte sus derechos, que nadie olvide su papel decisivo como eje del hogar, que nadie las relegue a segundo plano. La juventud debe representar la vigilante y creadora conciencia de la Patria. De su energa y su idealismo esta revolucin espera un gran aporte. Queremos que nuestros jvenes, hombres y mujeres, comprendan que el proceso de cambios que hoy vive el Per debe significar para ellos la gran oportunidad de abrir nuevos caminos y de plasmar en realizaciones muy concretas sus sueos e ideales. No todo ser como ellos quieran. Pero el rumbo y el signo de esta revolucin responden claramente al sentido de sus expectativas y sus anhelos. Y esto es lo que importa en la historia. Por la naturaleza misma de su vocacin y su trabajo, los artistas, los cientficos y los intelectuales fueron, en general, los crticos por excelencia del orden tradicional en el Per. Su obra reflej la realidad del pas. Su sensibilidad los llev o denunciar las lacras del viejo sistema. Muchos de ellos por eso, estuvieron al lado del pueblo en su lucha por la justicia y demandaron la transformacin del Per. Ahora esa transformacin se est llevando a cabo. Y la revolucin necesita de los intelectuales, de los hombres de ciencia y de los artistas. Porque ellos son quienes expresan, fecundan y engrandecen la tradicin y la cultura de nuestro
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pueblo, cuya capacidad de creacin debe ser reivindicada, defendida, cultivada por la revolucin. Esta revolucin naci acaso en el momento en que muchos de nosotros supimos que no podamos ni debamos ser simples testigos indiferentes ante el dolor y la vergenza. Por eso nuestra revolucin se hizo, antes que para nadie, para los humildes y para los explotados. Esta es su esencia de justicia, su verdadera raz de perennidad y de grandeza. Poco importa que ignoren su sentido quienes no pueden comprenderla porque nunca ha vivido la ms recndita verdad del Per, esa verdad que es la vida misma de nuestro pueblo. Nuestra revolucin, por encima del escepticismo de los que saben mucho porque lo ignoran todo, apela a la sabidura de los que siempre fueron olvidados, porque su sufrimiento les enseo muy bien qu es lo que debe transformarse en nuestra Patria para hacer de ella una patria de justicia. Por eso esta revolucin se basa en el respeto al verdadero pueblo del Per. Y reconoce el legado de vida, de muerte de sus mejores hijos que antes de nosotros lucharon por un Per mejor. En el fondo mismo de los grandes procesos que hacen la historia de los pueblos, hay siempre una verdad esplendorosa y simple que mueve a los hombres y los convierte en ejecutores de un destino colectivo. Estamos en medio de un proceso revolucionario que implica rehacer toda la realidad del mundo en que nacimos. Estamos empeados en forjar un nuevo Per. Todos pueden y deben tener un lugar de accin en esta lucha del Per. Los jvenes, estudiantes y trabajadores, porque este es un nuevo y creador momento de nuestra historia que abre las puertas a todas los realizaciones de su idealismo. Las madres del Per, porque esta revolucin est labrando un mundo mejor paro sus hijos. Los campesinos y obreros, porque en el Per de hoy la justicia social al fin empieza a ser un sueo realizado. Los hombres y mujeres de la iglesia, de todas las iglesias, porque por vez primera se esta reivindicando en el Per a los desheredados, a los que siempre sufrieron hambre y sed de justicia. Los profesionales y empleados, porque no obstante, todos los errores, al fin en el Per existe la posibilidad de que una profesin y un empleo sean mucho ms que una simple manera de ganarse la vida. Los intelectuales, porque por encima de dogmas y de esquemas hoy se ve claramente que estamos ya viviendo la etapa de las transformaciones profundas que muchos de ellos preconizaron. Los nuevos hombres de empresa para quienes la ganancia no es botn, porque ellos deben ser no slo los forjadores de su riqueza sino de la riqueza de todos los peruanos. Y, en fin, los disconformes que cuestionaron siempre el orden tradicional de nuestra sociedad y los militantes de partidos polticos que sin quererlo fueron engaados, porque esta revolucin recibe el legado de su esperanza, la inquietud de su disconformidad, la simiente de su sacrificio y de su muerte para hacer de todo esto la raz de su autenticidad y de su fe.

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Nuestra misin es construir, no destruir. Nuestra finalidad es la justicia, no la venganza. Nuestra consigna es trabajar por el Per en los campos, las fbricas, las minas, los talleres, las oficinas, las universidades, las escuelas. Si queremos un nuevo Per, todos tenemos que construirlo con nuestro propio esfuerzo. Con gran sentido de responsabilidad, de disciplina, de trabajo. En esta revolucin no tienen cabida los aprovechadores ni quienes pueden creer que ha llegado la hora del desquite. Nuestra Revolucin y el revanchismo son incompatibles. Quienes de veras aman al Per deben unirse en esta gran tarea de sacrificio y de trabajo que supone nuestra revolucin. Que quienes hasta ayer gozaron de privilegios y de ventajas a expensas de un pueblo explotado, comprenden de una vez que el Per ya no puede vivir como hasta ayer lo hizo; porque la explotacin degrada no slo al explotado, sino el explotador. Que quienes antes de ahora entregaron su fe y su lealtad a los que claramente hicieron burla de ellas, comprendan que por encima de los grupos y partidos est la causa de la nacin peruana. Y que quienes en la administracin pblica sirvieron a otros gobiernos, comprendan que este es un gobierno diferente que obedece a propsitos distintos. En consecuencia, quienes trabajan en l deben ser, antes que nada, servidores del pueblo, no servidores de los poderosos. La desconfianza de los primeros momentos, el escepticismo de algunos sectores populares y la verdadera sorpresa de algunos sectores intelectuales, quienes no podran creer que ste fuera un proceso realmente revolucionario, no tienen ms sentido. Ahora ya nadie puede sensatamente tener duda alguna respecto al carcter autnticamente revolucionario de nuestro movimiento. Posiblemente no todo lo que estamos haciendo le puede parecer igualmente bueno y positivo a todo el mundo. Las revoluciones sociales no son fenmenos de unanimidad. Son procesos de grandes mayoras. Lo fundamental es que en su conjunto y en su esencia el proceso sea positivo, realista, bien orientado. EL SINAMOS Las reformas en la estructura econmica de una sociedad tienen, como es lgico, consecuencias decisivas en trminos sociales, polticos y culturales, porque grandes sectores de ella empiezan ya a tener acceso a la propiedad de los medios de produccin, lo cual ampla considerablemente sus posibilidades reales de desarrollo integral y verdadero. Un proceso as, puesto en marcha hace cinco aos por el Gobierno Revolucionario de la Fuerza Armada del Per, con la promulgacin de la reforma agraria est alterando de modo fundamental el panorama poltico de nuestro pas, vale decir, la estructura total de poder en la sociedad peruana. Por ello, las reformas econmicas de la revolucin deben ser consideradas como medidas de
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movilizacin social. Sin ellos, cualquier poltica de participacin popular habra sido infructuosa porque habra carecido de la indispensable base de soporte econmico sin la cual esa participacin es imposible. Por eso las reformas bsicas de la estructura econmica tenan que ser consideradas como prerrequisito para la iniciacin de una poltica sistemtica de apoyo y estmulo a lo participacin popular, complemento indispensable para garantizar la intervencin de todos los peruanos en los tareas del desarrollo nacional y en el desenvolvimiento del proceso revolucionario. No es nuestra intencin propiciar la formacin de un partido poltico adicto al Gobierno Revolucionario. Queremos contribuir a crear las condiciones que hagan posible y estimulen la directa, efectiva y permanente participacin de todos los peruanos en el desarrollo de la revolucin. Tal participacin encontrar sus propias modalidades organizativas y sus propios mecanismos de accin enteramente autnoma, ms all del alcance de las corruptas dirigencias polticas tradicionales que, invocando el nombre del pueblo, slo sirvieron para eternizar el poder de una envilecida oligarqua. Esta revolucin aspira a que los hombres y mujeres de todo el Per participen en las decisiones de distinto nivel que las afectan como miembros de una colectividad determinada. No queremos una participacin manipulada, ni por los politiqueros profesionales que siempre engaaron al pas, ni an por este mismo gobierno que est haciendo realidad esta revolucin. Por estas razones la creacin del Sistema Nacional de Apoyo a la Movilizacin Social no debe ser considerada como el inicio de un proceso que, en realidad, comenz desde el instante mismo en que emprendimos las grandes reformas econmico-sociales de la revolucin, sino como el comienzo de una nueva etapa del desarrollo nacional y del proceso revolucionario, cuya finalidad es estimular la intervencin del pueblo peruano, a travs de organizaciones autnomas, en todas las tareas encaminadas a resolver los diversos problemas que afectan a los hombres y mujeres del Per como miembros de una comunidad local y de una colectividad nacional. Al crear SINAMOS el Gobierno de la Fuerza Armada no tiene el propsito de formar un partido poltico. Su creacin constituye un paso fundamental, en la poltica de estimular la participacin autnoma y libre del pueblo peruano en el proceso de movilizacin social, entendido como transformacin de la estructura tradicional de poder en el Per. SINAMOS es una de las instituciones bsicas de la revolucin, porque sin la participacin de todos los peruanos en el esfuerzo creador de un nuevo ordenamiento social, econmico y poltico en el pas, la revolucin no podr culminar sus propsitos fundamentales. Por eso mismo, SINAMOS deber mantenerse siempre como un organismo gil, desburocratizado, en profundo y
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dinmico contacto con los sectores populares del pas hacia cuya organizacin no manipuladora, realmente democrtica y libre, debe orientar sus mejores esfuerzos. Todo esto representa una responsabilidad verdaderamente decisiva para el futuro de la Revolucin Peruana. Y esa responsabilidad pone sobre sus integrantes el peso de grandes deberes, de grandes obligaciones y de grandes sacrificios. Por todo ello, SINAMOS debe ser tambin una institucin con gran sentido de mstica y entrega a la causa del pueblo peruano, capaz de dar el primer ejemplo de los nuevos comportamientos que la revolucin exige de sus hombres. Esta tarea debe ser cumplida sobre la base de una ntima coordinacin de acciones y propsitos con el resto de la administracin pblica. Desde este punto de vista, SINAMOS debe representar un apoyo importante a las acciones que los distintos ministerios cumplen en todos los campos de la accin sectorial del Estado.

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IX. PARTIDO, SINDICATOS, Y REVOLUCIN

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PLURALISMO, MILITANCIA Y PARTIDO Entendemos por pluralismo ideolgico el reconocimiento del derecho que asiste a los ciudadanos de este pas de organizarse polticamente de manera discordante de nuestra revolucin. Y, por lo tanto, el reconocimiento de la legitimidad de la existencia en el Per de varias organizaciones polticas, llmense o no partidos que ataquen al proceso revolucionario. Eso no significa que, dentro de la revolucin se manifiesten diferentes posiciones ideolgicos o polticas. Representamos una posicin coherente y singular, tanto en la teora como en la prctica. Y esa posicin es diferente a la de los partidos y grupos polticos que operan libremente en el Per, atacando o apoyando a nuestra Revolucin, cualquiera que sea el grado o el sentido del ataque o de la defensa. La Revolucin Peruana es, por tanto, totalmente independiente de todas las dems posiciones polticas con las cuales inevitablemente, tienen una posicin competitiva, aunque no siempre de choque. Se desprende de ello que es necesario diferenciar con mucha claridad a aqullos que militan en nuestra Revolucin de aquellos que lo apoyan o dicen apoyarla. Los primeros asumen como suyas las posiciones ideolgicas y polticas de nuestra Revolucin y se consideran, por lo tanto, ideolgica y polticamente aparte de quienes siguen un rumbo diferente. Los segundos, partiendo de fundamentos tericos distintos y orientando tambin su accin hacia otras metas, consideran que por varias razones, tcticas o de otra ndole, les conviene expresar un determinado grado adhesin al proceso. Igualmente, para quien haya militado polticamente antes de ahora, nuestra posicin significa que convertirse en militante de nuestra Revolucin implica, necesariamente, abandonar su militancia anterior y su correspondiente ideologa. Porque militar en esta Revolucin significa no slo apoyar las reformas que estamos realizando, sino comprender y aceptar la posicin ideolgica en que ellas se sustentan. Por tanto, ser su militante implica militar en ella tambin ideolgicamente. Queda claro por esto que, para aqullos que ya militaron en cualquiera de los partidos polticos peruanos o pertenezcan a ellos en la actualidad, militar en nuestra Revolucin significar, necesariamente, la renuncia a la militancia mantenida hasta ahora, a cambio de una nueva postura ideolgica y de un nuevo comportamiento poltico. Si as no fuese, la militancia en nuestra Revolucin se convertira en un conglomerado de militancias dispares, lo que sin duda constituira una verdadera aberracin terica y prctica. En otras palabras, la militancia en nuestra Revolucin no puede ser la suma de militancias diferentes de la nuestra y deber ser una militancia diferenciable, autnoma, singular y propia.

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No se infiere de aqu, que para la Revolucin Peruana sea inevitable formar un partido o un movimiento con estructura de partido. No estamos frente a un imperativo. La esencia de una toma de posicin participatoria es incompatible con el significado real de un partido como institucin. Porque un partido poltico es un instrumento de manipulacin y concentracin de poder y no un mecanismo apto para transferir ese poder. Y, como nuestra Revolucin aspira a incentivar el proceso de transferencia del poder poltico y econmico a las organizaciones sociales de base, su aspiracin esencial contradice medularmente el sentido y la finalidad de un partido poltico, cuyo propsito es, por definicin, monopolizar el poder y ejercerlo a travs de su burocracia dirigente en nombre del pueblo. La organizacin de un partido, adems, reforzara las tendencias autoritarias y burocrticas propias de la sociedad tradicional, acostumbrada a verticalismos dogmticos que nosotros queremos transformar. No es preciso agregar que todo eso sera contrario al espritu y a la esencia de humanismo libertario y del participacionismo militante que constituye mucho del fundamento de la Revolucin Peruana. Por otro lado, un partido poltico conduce inevitablemente al fraccionamiento y a la divisin de los sectores populares, a los cuales, en su totalidad, se dirige nuestra Revolucin. Ella orienta, efectivamente su trabajo permanente en el sentido de la plena satisfaccin de todas las aspiraciones de los sectores mayoritarios y tradicionalmente marginados del Per. Un fenmeno social de tan amplia cobertura no puede expresarse adecuadamente en una organizacin poltica que rompe y separa la unidad de nuestro pueblo, en lucha por la liberacin integral que exige cohesin y no ruptura. Finalmente, si la lejana meta a que aspiramos es completar la transferencia de todas los dimensiones del poder a las organizaciones autnomas de base que los peruanos crearn para fundamentar una democracia social de participacin plena, cmo podramos perturbar tan ambicioso y todava lejano propsito mediante la estructura de poder de un partido que, inevitablemente, sera orientado en beneficio de un pequeo nmero de dirigentes? La propia meta de nuestra Revolucin es incompatible con semejante posibilidad. Por eso la Revolucin Peruana debe siempre mantenerse alerta ante el peligro que representan la accin y la palabra de quienes quieren desviarla de su ruta, su vocacin y su destino verdaderos. Esta es una Revolucin autnticamente peruana, nacional y autnoma. Y que nada ni nadie lograr modificar su esencia y su camino. En el curso de estos aos hemos realizado una tarea fundamental en dos mbitos igualmente importantes. Uno es el de la efectiva recuperacin de nuestra soberana nacional y la realizacin de las grandes transformaciones socio- econmicas. Y otro, el de la fundamentacin terica que nos separa clara y terminantemente de todas las posiciones polticas tradicionales que corresponden tanto al pro-capitalismo como
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al pro-comunismo. Siempre hemos rechazado estas dos alternativas. Y lo seguiremos haciendo, porque la verdad de nuestra Revolucin no est ni en uno ni en otro de esos campos. La Revolucin Peruana no puede hacer concesiones tericas o prcticas a esas dos posiciones incompatibles con la nuestra. Por eso siempre hemos rechazado la idea de expresar polticamente a nuestra Revolucin en un partido. Esta no es una tesis ms. Es una posicin fundamental de la Revolucin Peruana. Pero como lo hemos sealado muchas veces, esta posicin no implica rechazar la idea de una organizacin poltica en esencia distinta del partido. No somos contrarios a la idea de que el respaldo popular a la Revolucin se organice polticamente. Sin embargo, como no toda organizacin poltica es un partido, puede encontrarse la manera de estructurar una organizacin poltica de carcter no partidario. La expresin organizacin poltica puede referirse tanto a una estructura organizativa en el sentido ms restrictivo del concepto, cuanto a una constelacin de instituciones polticas surgidas desde la base y que en su conjunto constituyen una nueva forma y una nueva realidad del Estado. De lo primero hay ejemplos histricos. Y de lo segundo, no requiere la intermediacin de un partido como eje y centro del poder. Aqu, en gran parte el problema radica en que mucha gente ha sido acostumbrada a creer que la nica organizacin poltica es el partido. Este es un gran error. Por otro lado, todas las exigencias polticas de una Revolucin como la nuestra pueden ser satisfechas sin necesidad de un partido. Es posible, por lo tanto, idear formas organizativas capaces de mantener y garantizar el carcter participacionista, esto os, verdaderamente democrtico, de nuestro Movimiento; carcter sin el cual perdera su ms profunda significacin histrica. Tenemos, as que crear, que encontrar un nuevo camino para resolver ese problema capital. Que eso sea utpico, que nunca haya ocurrido en el Per ni en ninguna parte, es verdad. Pero eso nada prueba. Tampoco antes se asisti a un caso comparable: que las Fuerzas Armadas de un pas del Tercer Mundo unidas, realizaran pacficamente una gran transformacin social, econmica y poltica. Y, sin embargo, es eso lo que est ocurriendo en el Per desde hace seis aos. PARTIDOS Y REVOLUCIN As como la Revolucin Peruana representa una alternativa al capitalismo por entero distinta de la alternativa comunista, ella nada tiene en comn con los partidos polticos tradicionales del Per, a los que la tradicin de su dirigencia ha llevado a convertir en instrumentos reaccionarios al servicio de la plutocracia y del imperialismo.

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Somos algo sustantivamente nuevo en el escenario poltico peruano. Nuestra base real de apoyo, nuestra fuente verdadera de respaldo slo puede encontrarse en los sectores sociales que siempre vivieron econmicamente explotados por la derecha y polticamente explotados tambin por las oligarquas partidarias que fueron los monopolizadores del poder poltico en el Per tradicional. Nuestra Revolucin slo tiene dos bases de sustento: la Fuerza Armada del Per, heredera de una gloriosa tradicin y de un glorioso origen en el Ejrcito que nos hizo libres del dominio extranjero en el alba de nuestra vida republicana; y la inmensa mayora de peruanos que integran las clases y sectores sociales que bien poco o nada tuvieron que ver con la conduccin de los destinos del pas en el pasado. Este rumbo es claro. Esta posicin es inalterable. Sobre esta base nuestra revolucin ahondar su curso. Lejos de detenerse, avanzar. Pero jams para servir intereses polticos distintos a los suyos. Ni para verse influida o colonizada por planteamientos ideolgicos que no son los nuestros ni mucho menos para servir de paso transitorio a una supuesta revolucin en esencia distinta de la que estamos construyendo. Nuestra revolucin mantiene independencia absoluta con respecto a los partidos y las ideologas del sistema poltico tradicional. Nada tiene que ver con ninguno de esos partidos ni con ninguna de esas ideologas. La palmaria caducidad de las organizaciones polticas de viejo cuo es cada vez ms evidente; ella heralda el ocaso definitivo de un sistema poltico que en el pasado solo sirvi para mantener intocadas las races del privilegio y la desigualdad que nutrieron nuestro subdesarrollo y nuestra dependencia, y que hoy resultan en demasa estriles para enfrentar el reto del futuro. La obsolescencia de las viejas estructuras de la poltica tradicional ocurre en un clima de absoluta libertad ciudadana, tambin sin parangn en nuestra historia. Esas organizaciones polticas, que sirvieron en definitiva a los intereses de los grupos dominantes del pas, languidecen y mueren porque, en verdad, no tienen ya razn de ser; porque sus vitalicias argollas dirigentes abandonaron ideales y traicionaron a su propio pueblo; porque se unieron al carro fulgurante y efmero de los poderosos del dinero porque la incontrastable, esplendorosa y permanente realidad de la revolucin los torna inevitablemente intiles. La obra de la revolucin es en parte la que esas dirigencias jams cumplieron. Es falso que los partidos que gobernaron antes de Octubre de 1968 no pudieron realizar sus programas por interferencia de la Fuerza Armada. Si esos partidos polticos hubieran solucionado los grandes problemas sociales y econmicos del Per, no habramos intervenido. Lo hicimos para darle al Per el liderazgo revolucionario capaz de realizar las transformaciones que eran indispensables para resolver sus problemas fundamentales. Hoy se ve con claridad que esa tarea revolucionaria no poda ser realizada por dirigencias
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polticas irremediablemente entregadas a grupos tradicionales de poder. Porque en tanto se conciban las organizaciones polticas como instrumento de poder al servicio de camarillas dirigentes, en tanto esas organizaciones obedezcan a una concepcin oligrquica que monopolizan eternamente el poder de decisin en dirigentes no surgidos de las bases populares, y en tanto tales bases no participen de manera real en la conduccin y en las decisiones de los movimientos polticos organizados, stos jams podrn responder a las necesidades verdaderas del pueblo y continuarn siendo, en realidad, mecanismos de suplantacin de la voluntad popular. SINDICATOS Y REVOLUCIN Las dirigencias sindicales establecidas responden en la mayora de los casos a los dictados de dirigencias partidarias que difcilmente podran mirar con buenos ojos un proceso revolucionario que no responde ni a su orientacin ni a su influencia. Los grupos que hasta hoy dominan la estructura tradicional de los organismos sindicales no comprenden, en realidad, el sentido del proceso revolucionario peruano ni comparten su orientacin y su filosofa. Frecuentemente, por tanto, actan como verdaderos agentes provocadores y caen en el juego de los enemigos declarados de la revolucin. Son instrumentos en la campaa reaccionaria y pro-imperialista que persigue vulnerar las bases de sustentacin econmica de cuya solidez y eficiencia depende en gran parte el futuro de la revolucin. Nosotros no estamos contra los sindicatos. Estos continan y continuarn existiendo, pero a medida que avance el proceso revolucionario, las relaciones de propiedad y produccin irn modificndose de manera tan clara que los trabajadores llegarn a considerar necesaria la redefinicin y la reorientacin de los sindicatos. Este ser un fenmeno gradual pero, a nuestro juicio, inevitable que sin embargo no implica, en forma alguna, la desaparicin de las organizaciones sindicales. El sindicato tiene que convertirse en instrumento constructivo de accin de los trabajadores, en la conduccin de sus centros de trabajo. El sindicato debe canalizar la accin organizada de los trabajadores para participar responsablemente en el xito de la revolucin. El sindicato tiene que definir un nuevo tipo de existencia y asumir un nuevo papel en la vida econmica del pas. Tiene que ser instrumento director de la accin constructiva de los trabaja dores en el manejo de sus propias empresas. Esto de ninguna manera es mantener una posicin antisindical como interesadamente sostienen quienes no comprenden o aparentan no comprender la verdad de las cosas.

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X. UNIVERSIDAD Y REVOLUCIN

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LA CONSTRUCCIN DE LA LIBERTAD Nuestra obra de hoy forma parte entraable de la tradicin libertaria de nuestro pueblo, de esa tradicin a la que nunca han sido en realidad extraas la juventud y la inteligencia. La obra truncada de hace siglo y medio debe ser completada, ese es nuestro compromiso ante el pueblo peruano, por eso, nuestra voz no es la voz mediatizada de la complicidad del poder pblico con los intereses de quienes siempre nos dominaron como nacin. Es la voz alta y firme de un gobierno que ha empezado la transformacin total de nuestra sociedad. La Universidad estuvo presente en la lucha de nuestra primera independencia, que quiso ser no slo independencia de la metrpoli espaola sino tambin independencia de cualquier otra nacin extranjera, como reza el texto del Acta que suscribiera en 1821. Y ahora la Universidad no puede estar ausente en la construccin revolucionaria de una sociedad realmente emancipada. Nada hay en realidad que justifique la separacin histricamente suicida, entre quienes en el fondo buscamos un mismo destino para el Per; que llegue a ser profunda y verazmente un pueblo emancipado en todas las dimensiones de su vida. La Universidad ha sido el crisol del que surgieron algunas de las grandes inquietudes libertarias del Per que hicieron posible la conquista de su primera independencia. Y hoy ella no puede renegar de lo que est en la mdula de su propia tradicin. Mucho de la universidad supo mantener siempre fiel a esa vocacin de su destino. Pero como institucin, no pudo sustraerse el efecto de las tendencias histricas que hicieron de nuestra vida republicana un constante alejarse de los grandes ideales que signaron el primer movimiento independentista de nuestra patria. Y si bien idntico fue el sino de las dems instituciones republicanas, nadie podra con justicia decir que la inteligencia y la juventud del Per estuvieron ausentes del quehacer y el anhelo jams olvidado de nuestro pueblo por su efectiva libertad, de su constante brego en pos de lo justicia. Y esto empez a ser ms realidad que nunca cuando la universidad abandon su viejo carcter oligrquico para convertirse en centro de trabajo intelectual abierto a grupos sociales de extraccin popular, cuando llegar a ello dej en mucho de ser el privilegio de un reducido sector de nuestra juventud. Y cuando, de este modo, el perfil de su composicin social cambi radicalmente en el curso de las ltimas dcadas. Desde este punto de vista crucialmente importante, nuestra universidad ha llegado a ser ms autnticamente peruana que en ningn otro momento de su historia. Y esto explica mucho de la rebelda de su juventud. Porque hoy los universitarios, en su mayora, vienen de hogares humildes, de las clases explotadas, en una palabra: el pueblo.
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Y este fenmeno forma parte de un vasto cambio institucional en otras esferas de la vida del pas que ha contribuido a modificar de manera muy importante nuestra fisonoma como nacin. La juventud y la inteligencia no pueden permanecer al margen de una tarea as. Nuestro compromiso de luchar por la transformacin profunda del Per no es resultado de la improvisacin ni el acaso. Es razonada y genuina conviccin. Hemos iniciado un proceso que debe conducir a cancelar todas las formas de dominacin interna y la tradicional subordinacin del Per a los intereses econmicos forneos. Y no seguir las pautas de la literatura revolucionaria tradicional, en nada disminuye la autenticidad de nuestra posicin. Como proceso hondamente vital, esta revolucin habr de continuar perfeccionndose para ser cada da ms profunda y mejor. Construirn su curso quines la hagan suya, quienes pongan su vida en el diario quehacer que ella reclama y quienes estn dispuestos a muchos sacrificios por su causa. Sabemos que hoy dista mucho de ser realidad procesal, la posibilidad de su constante perfeccionamiento forma porte vital de su significado y su existencia. CRTICA Y DISCREPANCIA No requerimos ni deseamos una accin obsecuente y ciega. La crtica y la discrepancia son parte importante de este proceso revolucionario que queremos mantener alejado de todo dogmatismo. Esta revolucin quiere hacer y hace docencia poltica en el esfuerzo diario de su construccin. Hemos desenmascarado la farsa de una democracia liberal al servicio de los poderosos. Hemos abierto al pueblo, por vez primera, el cambio de su propia realizacin. Rechazamos el caudillismo y rechazamos la sectorizacin. Queremos contribuir a que sea posible en el Per la participacin autntica y el verdadero dilogo. Y para lograrlo, hemos empezado las grandes reformas estructurales que permitan afianzar la justicia social, base de la genuina libertad. Nada de esto es fcil en el terreno concreto de las realizaciones. Es decir, en la tarea misma de la construccin revolucionaria. No todo puede hacerse repentinamente, ni todo puede resolverse con palabras. El esfuerzo de conducir una revolucin y realizarla es extremadamente difcil y complejo. Por eso pedimos la comprensin, la crtica, la cooperacin de quienes sientan, al igual que nosotros, que es preciso lograr la transformacin de nuestra sociedad. Lo nico que nos parece inaceptable es el inmovilismo y la pasividad, la inaccin cmplice que enmascara el deseo soterrado de que las cosas sigan igual en el Per. Una revolucin no se hace desde los cafetines, ni a travs de la estril rencilla faccional que slo puede favorecer a sus adversarios, es decir, a quienes siempre defendieron causas antipopulares. Queremos una universidad que sea parte vital de la nacin peruana, centro de investigacin y de trabajo, que contribuya al verdadero conocimiento del Per
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y sus problemas, que forme hombres y mujeres capaces de construir el Per en las fbricas, en el campo, en la industria, en la siderrgica, en la escuela, en las minas, en el laboratorio, en el taller, y en la propia universidad. El Per necesita una universidad de esfuerzo y de trabajo, donde la inquietud poltica, derecho irrenunciable de quien quiere ser libre, jams sea entendida como sinnimo de ese verbalismo pueril detrs del cual se ocultan a menudo la ineficacia, la irresponsabilidad y el escapismo. El Per no necesita aristocracias intelectuales y mucho menos seudointelectuales. La procacidad y el insulto elevados a la categora de arma poltica, no son expresin de inteligencia sino de torpeza; no son recurso de revolucionarios, sino del oscurantismo de personalidades psicopticas o irremediablemente reaccionarias; ni son, por ltimo, manifestacin de valenta y de fortaleza, sino precisamente de todo lo contrario. Nuestro pueblo no debera perder el respeto por su universidad, pero indudablemente esto puede ocurrir si empecinadamente ella contina viviendo de espaldas al pas y creyendo que el mundo gira en su torno. Es preciso que esta revolucin sea constantemente analizada no slo por el pueblo sino por sus instituciones representativas. Como toda obra de gran aliento histrico, nuestra revolucin demanda un tesonero y valeroso esfuerzo permanente de crtica y de examen que garanticen su lozana y su vigor, su constante aptitud creadora, su librrima voluntad de mantenerse siempre abierta al anlisis y a todos los aportes y las rectificaciones que afiancen su sentido de tarea profundamente transformadora. No de otro modo podra esta revolucin ser hoy y siempre hondamente leal a nuestro pueblo, fiel a su esencia libertadora y verdaderamente democrtica. De todos los riesgos que encontraremos en el futuro ninguno ser mayor que el dejar de ser proceso perpetuamente renovado, obra perfectible de un pueblo, empeo altruista de plasmar un ideal superior de sociedad y de hombre. Los intelectuales y los estudiantes, tienen la palabra, pero frente a lo que decidan hacer, nuestro pueblo tendr tambin la suya. Y ella ser voz de nuestra historia, inapelable y clara, que a todos nos dir si fuimos capaces de comprender el significado ms profundo del momento que hoy vive nuestra patria. CRISIS, NUEVA LEY Y PARTICIPACIN REAL La crisis de la universidad forma parte de la crisis total del Per que la revolucin ha empezado a superar. Pero que nadie se oculte tras el engao de creer que la propia universidad no es paralelamente responsable de ella. Los problemas empiezan a resolverse cuando se reconoce su existencia. Y en este caso, los problemas de la universidad slo sern resueltos cuando los propios hombres que la integran acepten con madurez y valenta la responsabilidad que les atae por la continuacin de esos problemas.

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Por nuestra parte, reconocemos las limitaciones y fallas de la legislacin universitaria que dimos nosotros mismos en un momento inicial del proceso revolucionario. Por saber reconocerlo es que estamos dispuestos a superarlos. Planteada la problemtica global de la reforma educativa, todos los aspectos del fenmeno educacional estn comprendidos dentro de los alcances de la Ley General de Educacin. Esa ley normar tambin la educacin en las universidades. Mantendremos el ms amplio respeto a la autonoma de la Universidad Peruana, a la libertad de pensamiento y a la misin cientfica que la universidad debe tener en el Per. Y consecuentes con la orientacin principista de nuestra revolucin, que aspira a concretar en el Per la realidad de una democracia social de participacin plena, la nueva Ley General de Educacin consagra la participacin del estudiantado en todos los niveles de la vida universitaria. Todo esto habr de significar para los estudiantes el consciente adiestramiento de una amplia capacidad de decisin. Intervendrn en todo lo que atae a la vida de la universidad, en el planteamiento y en la solucin de todos sus problemas, en la concepcin y en la ejecucin de todas sus tareas. Que tal es el sentido verdadero de una autntica y constructiva poltica universitaria. El grito y la diatriba, la agresin infecunda y el insulto que nada construye, habrn de ceder paso el ejercicio responsable de una libertad plena para la cual el trabajo, el estudio y la dedicacin sean su verdadero fundamento, al par que el fecundo idealismo de esa inconformidad en la que siempre se han nutrido las grandes creaciones de los hombres. Todo esto es lo que nosotros proponemos como la base de una nueva relacin con la universidad y como el punto de partida para la cooperacin y el trabajo conjunto de intelectuales y soldados de la revolucin. Huelga decir que aqu no habr cabida para ninguna manifestacin de poltica represiva. No pretendemos, ni debe pretenderse nunca, que a cada quien sea preciso decirle lo que tiene que hacer. Tal domesticacin de la juventud slo es posible dentro de un totalitarismo reaccionario. Nuestra revolucin, absolutamente ajena a cuanto esa posicin puede significar, apela a la capacidad creadora, a la voluntad, al esfuerzo de los jvenes para que participen en la inmensa y difcil tarea de organizar una nueva sociedad en el Per. Queremos estudiantes capaces, preparados para contribuir al desarrollo de las transformaciones sociales y econmicas de nuestro pueblo. Jvenes comprometidos con una doble tarea impostergable: la de sentirse verdaderamente solidarios con el destino de los humildes y la de prepararse para dar a esa solidaridad una continuidad constructiva verdaderamente eficaz. No queremos por tanto ni que los estudiantes se limiten a estudiar sin interesarse por lo que pasa con el pueblo, ni que dejen de estudiar, en la conviccin pueril de que la revolucin se hace con gritos.

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Los universitarios deben de darse cuenta de la absoluta inseparabilidad de esas dos dimensiones de su compromiso con el Per, la de percibir su responsabilidad directa por la causa liberadora de nuestro pueblo y la de prepararse para asumirla. UNIVERSIDAD Y HETERODOXA Un proceso de veras revolucionario, implica centralmente la siempre renovada capacidad de creacin en todos los campos del actuar. Y esto supone, necesariamente, capacidad de repensar y cuestionar los enfoques que tuvieron alguna validez y alguna utilidad en el pasado. La revolucin recin empezada en el Per, impone la necesidad de trastocar por entero esquemas de pensamiento y formas de razonar acerca de una realidad que estamos modificando da a da. Todo esto supone, tambin necesariamente, capacidad de encontrar nueva significacin en los elementos de esta realidad que la revolucin altera de manera sustantiva y que, por lo tanto, plantea nuevos problemas para cuya solucin y respuesta las perspectivas de interpretacin heredadas del pasado resultan por dems insuficientes. Pero una revolucin como la nuestra no solamente implica permanente actitud creadora. Implica tambin ser capaz de prever y adelantarse a las exigencias y demandas que cada nuevo da traer consigo. De aqu que resulte inevitable estudiar e investigar las proyecciones y los efectos de todo cuanto la revolucin realice en el Per. Porque si de algo debemos tener conciencia, es de que cada obra de la revolucin ha de dejar su huella profunda en el porvenir. Cuando se conduce la transformacin de una sociedad, es decir, cuando realmente se est haciendo su historia, no hay neutralidad posible, no hay tampoco acciones o inacciones valorativas o histricamente neutras. Porque como en cualquier tarea del hombre, en la revolucin las posiciones se fijan por accin o por inaccin. Por eso es que cuanto hagamos o dejemos de hacer ha de tener consecuencias, buenas o malas, para el Per que heredarn nuestros hijos. Y slo teniendo profunda conciencia de esta trascendental responsabilidad de la revolucin, podremos en verdad, ser conscientes tambin de la necesidad de mirar a fondo esta cambiante realidad para encontrar en ella sus nuevas preguntas y en nosotros sus nuevas respuestas. La comprensin profunda de nuestra revolucin social, solo puede lograrse a partir del conocimiento cabal de los propsitos fundamentales de nuestro movimiento. Y slo, podremos estar seguros del rumbo que seguimos en la medida en que cada paso nuestro est basado en el conocimiento que slo puede surgir de su investigacin y de su estudio. Es esa base de conocimiento la que nos permitir otear con certidumbre el horizonte, prever y adelantarnos en la medida de lo humanamente posible a los grandes acontecimientos del futuro. No existe posibilidad de comprender lo que est ocurriendo en el Per si no es a partir del reconocimiento explcito, de que comprender un proceso revolucionario implica
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estar dispuesto a modificar sustancialmente los esquemas mentales del pasado. Porque las situaciones radicalmente nuevas slo pueden ser comprendidas desde perspectivas nuevas tambin Y esto es algo extremadamente difcil de lograr. Porque sobre cada uno de nosotros gravita la forma tradicional de pensar acerca de los hechos de la realidad y, adems, las normas de valor que antes sirvieron para orientar nuestra conducta y nuestras apreciaciones. Por eso es que ante los cambios que toda revolucin trae consigo surgen, principalmente en los grupos conservadores de la sociedad, incertidumbres que constituyen terreno propicio para la accin antirrevolucionaria. Porque sta se orienta a crear un clima de temor en base a la constante distorsin de los hechos de la realidad y de las intenciones de los gobernantes, con esa carga de malevolencia, de resentimiento, de frustracin y de cruel egosmo que va siempre unida a la defensa de los intereses personales y de grupo. Aqu es donde se nutre la accin corrosiva de los grupos reaccionarios cuyos privilegios la revolucin necesariamente tiene que afectar si quiere cumplir sus objetivos y ser fiel a s misma. El Per de hoy precisa de una Universidad y una ciencia profundamente enraizadas en la conviccin de que nuestro pueblo necesita, hoy ms que, nunca, nuevos horizontes de pensamiento para garantizar mejor los nuevos horizontes de su accin.

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XI. PRENSA Y REVOLUCIN

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LA DISTORSIN DE LA VERDAD La prdica confusionista de los enemigos de la Revolucin ha tenido hasta hoy, y habra de continuar teniendo, por algn tiempo, la ventaja de actuar en un medio caracterizado no slo por la desinformacin doctrinaria e ideolgica de grandes sectores, sino tambin, por la permanente distorsin de la verdad llevada a cabo por los rganos periodsticos que defienden los intereses econmicos de la derecha, hoy afectada por la Revolucin. Esos rganos periodsticos han trabado el desarrollo cultural del Per; han falseado fundamentales cuestiones histricas o ideolgicas; han satanizado determinadas expresiones y temticas que en pases ms cultos son libremente usadas y discutidas; y han pervertido la semntica poltica al deformar y ocultar deliberadamente el aporte de ideas y de hombres sin cuya contribucin el acervo cultural del mundo no sera tal como lo reconocen los hombres civilizados de otros pueblos. Esos rganos periodsticos son en gran parte responsables de la intolerancia, el oscurantismo y el desconocimiento que hoy campean en el trato que pblicamente se da en el Per a temas y conceptos ideolgicos y polticos cuya importancia en cruciales momentos de cambio social justificara que fuesen enfocados y tratados con mucho mayor respeto por la verdad y la honradez. Es precisamente al amparo de esta situacin que en .algunos crculos prospera la distorsin que nuestros adversarios hacen de la naturaleza y los fines del proceso revolucionario. HACIA UNA AUTNTICA LIBERTAD DE EXPRESIN La nueva legislacin sobre la prensa escrita sienta las bases permanentes de la autntica libertad de expresin en el Per. Establece un claro distingo entre los diarios de circulacin nacional y todos los otros rganos de prensa que se publican en el pas. Para estos ltimos, no introduce modificaciones sustanciales. Pero para los primeros, es decir, para los seis diarios no estatales que se editan en la capital de la Repblica, plantea una profunda alteracin de estatus y rgimen de propiedad. Obedeciendo a la letra y al espritu del Plan de Gobierno de la Fuerza Armada, todos ellos han sido expropiados y su propiedad transferida a los ms significativos sectores sociales organizados del pas. De la misma manera que dentro de un esquema pluralista, la Revolucin favorece las formas sociales de propiedad de los medios de produccin, ella favorece tambin el predominio de esas formas en la propiedad de los medios de comunicacin masiva. De otro lado, as como consideramos lesivo para el pas el monopolio privado o estatal del poder econmico, tambin consideramos lesivo un similar monopolio do ese otro poder inmenso que genera el control absoluto de los medios de informacin.

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Finalmente, del mismo modo que una sociedad de participacin slo puede construirse sobre una economa de participatoria, tambin una sociedad de participacin que es una sociedad de veras democrtica slo puede construirse cuando las formas democrticas y participatorias prevalecen en el mbito decisivo de la informacin. Esta decisiva medida de la Revolucin, al igual, que todas sus otras grandes transformaciones, forma parte del Plan de Gobierno que el pas conoce y que la Fuerza Armada, unitaria e institucionalmente, se comprometi a cumplir el 3 de Octubre de 1968. A partir de ella debe surgir un nuevo periodismo en el Per. Un periodismo de veras nacional, defensor de los intereses y la soberana de nuestra Patria; no de lucro; no de lucro, sino de servicio autnticamente independiente de todo poder que lo desnaturalice o prostituya; firme, pero responsable en su crtica y en el sealamiento de su necesaria y bienvenida discrepancia; forjador de una conciencia nacional de veras libre y culta; abierto a todas las corrientes del pensamiento, de la ciencia y del arte; consciente de su inmensa responsabilidad educacional e informativa: antidogmtico, tolerante y ajeno a todos los sectarismos; impulsor permanente del desarrollo cultural de la Nacin; constante paradigma de honradez, fiel expresin de lo que siente y piensa nuestro pueblo; defensor de todas sus causas de justicia y guardin infatigable de su verdadera libertad. Un periodismo as nunca hubo en el Per. Aqu jams existi genuina libertad de prensa. Lo que el pas conoci fue apenas libertad de empresa y voceros de familias y grupos; nunca del pueblo, jams de la Nacin. Por eso, hasta las pginas de los grandes diarios no lleg la voz autntica del pueblo para plantear sus problemas y defender sus reclamos de justicia. Ms an, esa prensa grande casi siempre defendi intereses forneos. Las causas populares y los intereses del Per casi nunca motivaron su principal preocupacin. Por eso fue uno de los baluartes del viejo poder tradicional, instrumento poltico al servicio de grupos nacionales y extranjeros empeados en detener el desarrollo real de nuestro pueblo. Puede hablarse de verdadera libertad de expresin cuando los grandes diarios slo estuvieron en manos de los poderosos, de los mismos que siempre controlaron todo en nuestra Patria? En el Per hubo diarios de banqueros. Diarios de exportadores. Diarios de los grandes comerciantes. Diarios de latifundistas. Diarios de los pesqueros. Y cada uno de ellos sirvi para defender los intereses de sus dueos y grupos dominantes. Puede ser esto libertad de expresin? Puede hablarse de libertad de expresin cuando los campesinos, los profesionales, los obreros, los educadores, los autnticos empresarios nacionales,
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los intelectuales, los artistas, los empleados, jams tuvieron manera alguna de exponer sus puntos de vista ante todo el pas? Esta fue la realidad de la prensa y de la libertad de expresin en el Per. Podemos olvidarlo? Todo esto llega ahora a su fin. Uno de los ltimos baluartes de la plutocracia reaccionaria ha sido derribado. Jams resurgir. Lo anterior de ninguna manera significa que esos diarios traten nicamente los asuntos y problemas directamente vinculados a sectores sociales a quienes se transfieren. Nuevos en su espritu fundamental, ellos deben ser instrumento de servicio informativo y cultural para toda lo sociedad. En modo alguno, peridicos cerrados a la exclusividad de intereses de ningn grupo por amplio que sea. Esta reforma estructural contribuir de manera muy importante a sentar las bases de una cultura pluralista, democrtica y creadora en el Per. Y e este sentido, somos conscientes de la enorme trascendencia que tiene para este fin el desarrollo de una verdadera libertad de expresin, fundamento vital de esa nueva cultura. Esta libertad es uno de los ideales ms altos de la humanidad y una de sus ms grandes conquistas histricas. Jams debe ser sacrificada. Por el contrario, debe ser siempre ampliada y respaldada. La nueva ley no implica en forma alguna eliminar la discrepancia y as favorecer la existencia de una prensa cautiva del poder. Sabemos muy bien que la libertad de expresin bsicamente entraa respeto por las ideas distintas a las nuestras. Este respeto es consustancial a la finalidad de la Revolucin Peruana que busca forjar una nueva conciencia colectiva participacionista y libre. Por tanto, la crtica y la discrepancia debern seguir existiendo en el nuevo ordenamiento de la prensa escrita, pero como expresin autntica de los grandes grupos sociales organizados que constituyen la Nacin Peruana. Aqu radica mucho de lo trascendental de la reforma. Ya no sern, entonces la discrepancia y la crtica de cerrados grupos de poder y privilegio, sino la de quienes son, en verdadero anlisis el pueblo mismo del Per voz y conciencia de la Patria.

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XII. MORALIZACIN Y MORALIDAD

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La moralizacin pblica es un proceso que necesariamente ha tenido que desenvolverse dentro de cauces legales no siempre propicios para la efectiva aplicacin de la justicia. Fueron innumerables los caminos por los cuales en el pasado se cometieron actos de inmoralidad en agravio del Estado. En la conciencia ciudadano est muy clara la conviccin de que antes no siempre hubo honradez en las esferas pblicas. Virtualmente imposible de ser detectadas y probadas de acuerdo al texto de la legislacin vigente, innumerables delitos, entre ellos los del contrabando, no han recibido el castigo que merecan. Slo el rechazo y la sancin moral de la ciudadana han recado, hasta el momento, sobre quienes defraudaron una confianza que jams merecieron. Pero hoy otra dimensin de la moralidad que el pas por tanto tiempo reclam: lo honradez de sus gobernantes. Este no es un gobierno de prevaricadores. Y el pueblo lo sabe. Dentro de nosotros quien delinca ser sancionado. Sabemos muy bien el gran dao que se hizo a este pas al hundirlo en una profunda crisis moral. Sin embargo, el Per se recuper para llegar a ser, por siempre, un pas orgulloso de gobernantes a quienes sienta suyos porque los sabe honrados. No por menos espectacular sta es tarea menos significativa. Seguiremos en ella porque la consideramos vital para los intereses del Per.

UNA NATURALEZA INSTITUCIONAL DISTINTA Nosotros no estamos interesados simplemente en mejorar las condiciones del pas, sino en cambiarlas; no estamos en favor de solamente modernizar las relaciones entre los distintos grupos sociales del Per, sino en transformarlas. Queremos en una palabra, romper con el pasado y construir una sociedad que en esencia sea diferente a la sociedad tradicional que todos conocimos. Y esto supone alterar la calidad, la naturaleza de las instituciones del pas. Cada da comprendemos mejor que estamos creando nuevas instituciones sociales y econmicas, que responden solamente a la inspiracin de un humanismo revolucionario surgido de las propias entraas del Per. La grandeza de las instituciones depende en gran medida de la entrega personal de los hombres que las forman, les dan continuidad y las hacen perdurables. En una situacin as la misin de instituciones se hace doblemente difcil. Toda transformacin profunda obliga a redefinir el concepto tradicional del orden
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pblico porque al reformar las viejas estructuras econmicas inevitablemente surgen tensiones y conflictos entre los grupos sociales afectados por los cambios que la revolucin introduce en la sociedad. Para el ordenamiento tradicional del Per el problema consista en mantener la condicin de privilegios de los pocos frente a la desventaja de los muchos. En un proceso de transformaciones profundas el problema consiste, por el contrario, en modificar radicalmente aquel ordenamiento para reemplazar una situacin de injusticia por otra dentro de la cual desaparezcan todos los privilegios. Si en la primera situacin los conceptos de ley, justicia y orden se definieron en provecho de quienes detentaban el monopolio de la riqueza y el poder, en la segunda tales conceptos tienen que ser reinterpretados para reivindicarlos como la esencia normativa de un nuevo tipo de relacin social. Lo anterior demanda la permanente revisin de nuestro comportamiento. Porque todas las instituciones del pas deben ahora servir a un propsito muy diferente de aqul al que sirvieron en el pasado. Ellas ya no deben ser ms los instrumentos de defensa de interesas de grupo, sino los instrumentos de garanta para mantener y perfeccionar un orden de justicia. Las leyes revolucionarias que este gobierno ha dado son leyes que, favorecen a las grandes mayoras de peruanos. En la medida en que esto es as tales leyes necesariamente afectan los intereses de quienes siempre tuvieron el control de todos los niveles de poder. Esas leyes estn determinando el surgimiento de un nuevo orden social. Y es a ese nuevo orden social que nuestras instituciones deben servir. Si esta revolucin se est haciendo para el pueblo, nuestras instituciones, por encima de todo, deben servir su causa. Lo anterior no significa que actuemos con arbitrariedad y en ignorancia de los derechos de ningn peruano. No queremos ni debemos reemplazar la discriminacin y la injusticia contra los ms por la discriminacin y la injusticia contra los menos. Se trata de comprender que un ordenamiento social verdaderamente justo supone necesariamente acabar para siempre con todos los privilegios. Porque perder un privilegio no es perder un derecho. Es restablecer el imperio de una justicia que jams debi ser violada. La aplicacin de todo lo anterior demanda de nosotros cambios radicales de comportamiento y de actitud. Sabemos muy bien cun difcil es lograrlos. En el Per todos estuvimos acostumbrados a que se pisotearan los derechos de los indefensos y los humildes. Ellos mismo estuvieron tambin acostumbrados a que eso fuera as. Por qu habramos de esperar que quienes siempre fueron maltratados comprendieran sbitamente que esto ya ha empezado a dejar de ser cierto? El descubrimiento de una nueva verdad no se improvisa. Pasar mucho tiempo antes de que el pueblo comprenda cabalmente que hay un nuevo Per en el que los derechos de los humildes empiezan a respetarse. Y pasar mucho tiempo antes de que los poderosos de ayer terminen de comprender tambin esta verdad. Pero de nosotros depende que este proceso de aprendizaje sea menos
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prolongado. Porque de nuestros actos depender en gran parte que unos y otros comprendan que las cosas han cambiado en el Per, que la justicia ya no es burla para servir a los poderosos y que la ley es una para todos los peruanos. Si nuestra revolucin aspira a crear una sociedad justa de hombres libres, es preciso que todos aprendamos a reconocer el derecho al desacuerdo y a la crtica. Y nuestras instituciones deben respetar ese derecho, an a riesgo de que algunos no comprendan esta actitud. Pero tambin debemos estar preparados para defender la obra que estamos realizando, especialmente ahora cuando frente al avance victorioso de la revolucin nuestros adversarios parecieran unirse en el propsito de entorpecer su marcha. UNA JUSTICIA GIL Y VERZ Uno de los males ms enraizados del Per fue la lenta y defectuosa administracin de justicia. El antiguo Poder Judicial fue verdaderamente el smbolo de la decrepitud y la insensibilidad de todo el orden social establecido. Por eso, y respondiendo a un verdadero clamar de la ciudadana, el Gobierno Revolucionario decidi iniciar su reforma, a fin de devolver la independencia, la majestad y la limpieza que haba perdido. Nosotros dimos al poder judicial la autonoma que antes nunca tuvo. Sin embargo, debemos advertir una dificultad. Amparados en esa autonoma, algunos magistrados, en todos los niveles de la administracin de justicia, proceden como antao. Burlan la ley al retardar su efecto. Burlan su espritu mediante un cnico y desmesurado respeto por su letra. Apelan a todos los recursos que hacen posible un procedimiento en apariencia legal, pero profundamente inmoral e injusto. El Gobierno Revolucionario no puede tolerar por ms tiempo una situacin as. Porque la poltica de moralizacin no puede avanzar mientras existan magistrados que, en los hechos, protegen la inmoralidad y la verdadera delincuencia de quienes disponen de medios econmicos para burlar la justicia. Una revolucin, no puede detenerse ante formalidades legalistas. Nuestro compromiso es con la justicia. No con la leguleyera que muchas veces permite traficar con las causas justas y proteger las injusticias. La reforma comenz por la remocin de casi la totalidad de los miembros de la antigua Corte Suprema, tribunal que una vez reconstituido procedi a la reorganizacin de los dems tribunales y juzgados de la Repblica. En el futuro la eleccin de los magistrados es responsabilidad del Consejo Nacional de Justicia independiente de los Poderes del Estado. As se podr garantizar no slo la idoneidad de quienes administren justicia. Ya no ser la influencia poltica sino la capacidad y la honradez los criterios que primen en la seleccin de los magistrados peruanos.

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La reforma del Poder Judicial debe continuar hasta lograr sus objetivos de moralizar y hacer ms eficiente le administracin de la justicia en todos sus ni veles y en todo el pas. La Corte Suprema y el Consejo Nacional de Justicia deben cooperar estrechamente para lograr un renovado Poder Judicial verdaderamente autnomo, libre por entero de todas las presiones y sujeto tan slo al compromiso de ser la ms elevada autoridad de justicia de una sociedad que ha emprendido con firmeza el camino de ser, precisamente, una sociedad justa.

LAS AUTORIDADES La transformacin de nuestra sociedad debe ser entendida como el mltiple diario quehacer de todos sus integrantes, pero en especial de quienes tienen la responsabilidad de ser autoridades. La propia concepcin de la autoridad, el propio sentido que ella debe tener, requieren ser vistos a la luz del significado total del proceso revolucionario que vive el Per. Fundamentalmente, se trata de comprender que los distintos niveles de autoridad son niveles de orientacin y de servicio a la sociedad. La legitimacin ms verdadera de una autoridad revolucionaria, debe surgir de la conviccin de que ella sirve y orienta a la colectividad porque est compenetrada de sus problemas y porque est autnticamente identificada con sus aspiraciones. Es preciso modificar la perspectiva con que siempre se trabaj en los distintos niveles de gobierno en el Per. Es preciso que se estimule la participacin de las comunidades locales en su propio gobierno. Es preciso que se contribuya a despertar la capacidad creadora de la gente de cada lugar. Es preciso contribuir a despertar la iniciativa de las organizaciones sociales de base. Porque slo de esta manera podremos empezar el camino que nos lleva a una sociedad en la cual se diversifique la capacidad de decisin y en la que los hombres y mujeres de cada lugar efectivamente intervengan en el planteamiento y la solucin de sus propios problemas. Todo esto es parte de lo que hay implcito en el significado de un autntico proceso revolucionario, como el que estamos desarrollando en el Per. Y es a esta orientacin a la que debe corresponder el quehacer de las autoridades. LOS SERVIDORES PBLICOS En al pasado el Gobierno sirvi fundamentalmente para mantener el statu quo tradicional. Y comprendemos muy bien, por eso, que la vieja administracin pblica sea inadecuada para los fines de un gobierno que ya no persigue mantener el sistema tradicional sino transformarlo. Ello explica que muchos servicios pblicos de todos los niveles, sean insensibles a los cambios de la revolucin. Ms an, por no comprender que el
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Per vive una poca nueva, muchos de ellos actan a menudo como saboteadores de la revolucin. El Gobierno Revolucionario tendr que corregir esta situacin con medidas enrgicas. La ciudadana debe tambin exigir y demandar una nueva actitud y no debe tolerar ms la insolencia, la injustificable lentitud y hasta la corrupcin de los malos funcionarios. La administracin pblica de un Estado Revolucionario debe existir para servir a la ciudadana y no para servirse de ella. LA CONTRALORA GENERAL Desde el comienzo de su gestin, el gobierno se propuso llevar a cabo una radical poltica moralizadora. Siempre supimos la enorme complejidad de una tarea de esta naturaleza, porque sabamos que los malos hbitos administrativos estaban profundamente enraizados en el Per. A lo largo de muchas dcadas ganaron carta de ciudadana formas de comportamiento que, en realidad siempre sirvieron como estmulo a la inmoralidad pblica. Si bien es cierto que la corrupcin administrativa representa un fenmeno universalizado, ello de ninguna manera debe llevarnos a condonar las formas de conducta delictuoso a travs de las cuales los dineros del Estado se usan en beneficio de funcionarios inescrupulosos causando as un grave dao, no slo al erario nacional, sino a la imagen de acrisolada honradez y honestidad que debe siempre ser la imagen de la administracin pblica. Somos un pas de recursos limitados y aqu la corrupcin y el mal uso de los dineros del Estado constituyen un crimen ms execrable que en otras partes. Consecuente con esta posicin, el gobierno dispuso la reorganizacin de la Contralora General de la Repblica como organismo encargado de supervisar la ejecucin del presupuesto y la gestin de las entidades que recauden o administren rentas o bienes del Estado. Es la primera vez que en el Per se emprende una poltica de esta naturaleza. La Contralora est realizando un diagnstico de la administracin pblica en todos sus niveles para establecer pautas y mecanismos de control que permitan reducir al mnimo la posibilidad de continuar las viejas prcticas lesivas a los intereses del pas en el manejo de los dineros del Estado. Esta labor est lejos de haber sido concluida, pero se est llevando a cabo con el celo y la energa que requiere una tarea tan delicada y necesaria para los intereses pblicos. Las primeras acciones emprendidas por la Contralora General de la Repblica han hecho posible comenzar una vigorosa accin moralizadora en diversas entidades del sector pblico, lo cual ha permitido, a su vez, que se inicien investigaciones y se impongan sanciones basadas en el criterio de que la justicia y la accin moralizadora deben ser iguales para todos los peruanos sin discriminacin de ninguna clase.

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XIII. LA CONTRAREVOLUCIN

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SU VERDADERA CAUSA, SU ESTRATEGIA En el fondo se trata de una lucha por la supervivencia de los grupos poltica y econmicamente privilegiados del pasado por mantenerse como factores de poder. Aqu entran en juego diversos elementos. Pero trtese de la Estatizacin de la Pesca, de la aceleracin de la Reforma Agraria, de la creacin de nuevas organizaciones populares, del creciente desarrollo de la conciencia poltica del pueblo, de la Ley de Propiedad Social o de cualquier otra medida que demuestre la real ampliacin de los horizontes revolucionarios del Proceso, siempre se percibir con claridad una mayor activacin poltica de nuestros adversarios. Cul es el mvil que alienta esta campaa? Quines estn detrs? Incuestionablemente se persigue la detencin del Proceso Revolucionario en beneficio de todos los sectores de poder que tuvieron vigencia antes de la Revolucin. Los directores y ejecutores de esta estrategia son, por tanto, los desplazados grupos oligrquicos, los representantes de intereses econmicos extranjeros afectados, una claudicante dirigencia partidaria y, en estrecha vinculacin con esta ltima, una equivocada izquierda dogmtica que en realidad no sabe lo que quiere. Se trata claramente, sin embargo, de grupos minoritarios. Pero su accin parece tener mayor envergadura porque la alientan, los peridicos, revistas reaccionarias que siempre se opusieron a cualquier cambio profundo en el Per. Estos peridicos constantemente magnifican la significacin de los grupos opuestos a la Revolucin, silencian los aciertos del Gobierno, ignoran los avances del proceso y destacan todo aquello que pueda ser adverso a nuestra causa. Son en la actualidad los voceros principales del extremismo contra revolucionario de derecha y sirven al juego de la llamada ultraizquierda. La insinuacin alevosa, el deshonesto silenciamiento de la verdad, la desinformacin sistemtica, el insincero halado que busca en vano retribucin poltica, el pertinaz propsito de dividir y de engaar, el alarmismo irresponsable y la permanente aunque a veces velada insinuacin de que nuestro Proceso Revolucionario est sufriendo influencia extranjera, todo esto constituye el arsenal de ataque de esos peridicos y revistas. Es posible percibir con nitidez algunos elementos centrales de esta estrategia. En primer lugar, se busca sembrar la incertidumbre y la inseguridad, apelando a una suerte de terror psicolgico que intenta movilizar en contra de la Revolucin a los grupos empresariales medios, a los profesionales, a los empleados y a los pequeos y medianos propietarios en los campos de la Agricultura, la Industria, la Minera y el Comercio En segundo lugar, se busca dividir a la Fuerza Armada y aislar a su Gobierno, apelando al estmulo de un ciego sentimiento antimilitarista, hoy a todas luces prejuicioso y ahistrico. En tercer lugar, se busca generar conflictos entre la comunidad industrial y sindicato dentro de las empresas, usando para este efecto a las dirigencias sindicales vinculadas a los grupos polticos de oposicin. En cuarto lugar, se utiliz a los
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desubicados dirigentes universitarios de ultra-izquierda y a los dirigentes ultra conservadores de algunos gremios profesionales de clase media. En quinto lugar, se sorprende a los pequeos y medianos agricultores y se les lanza contra los funcionarios de la Reforma Agraria y del SINAMOS En sexto lugar, se busca magnificar los errores del Gobierno, de la burocracia estatal y de la prensa oral y escrita vinculada al Estado. El pueblo verdadero del Per nada tiene que ver con este asunto. Se trata, ms bien, de una vasta orquestacin de grupos oligrquicos y minoritarios, nacionales y extranjeros, que luchan contra la Revolucin por defender intereses econmicos o polticos. Y aunque algunos acoso piensan que luchan por causas diferentes todos estn, en realidad luchando por lo mismo: por lograr el fin de la Revolucin y el derrocamiento de su Gobierno. Los estrategas de la contra- revolucin se ayudan mutuamente. Pero detrs est la mano poderosa de los intereses extranjeros que alientan a la derecha nacional, subordinada suya, y financian a la ultra-izquierda, aliada tctica de la reaccin dentro de la estrategia pro- imperialista.
LOS ARGUMENTOS PARA EL ATAQUE

Siete parecen ser los temas principales que la contrarrevolucin utiliza para apelar a distintos pblicos y movilizar distintos sentimientos con el claro propsito de minar el desarrollo de la Revolucin: inmediato retorno a la constitucionalidad; necesidad de librar una suerte de tradicional guerra anti-comunista; pretendida ineficacia de la Comunidad Industrial; respeto irrestricto por la libertad de prensa; denuncia de una presunta poltica gubernamental de colectivizacin en el agro; necesidad perentoria de establecer las reglas de juego en el campo econmico y reivindicacin absoluta de la libre empresa y, finalmente, presunto carcter burgus, feudal, capitalista y pro- imperialista del Gobierno. En torno a estos siete tpicos de agitacin se mueve prcticamente toda la campaa contra- revolucionaria. A nadie escapa la heterogeneidad de estos temas de ataque. Ella se debe a que, persiguiendo el mismo propsito poltico, los distintos grupos de oposicin invocan razones diferentes, en parte porque no logran ponerse de acuerdo sobre la naturaleza del proceso y su Gobierno. En efecto evidentemente no podemos ser, al mismo tiempo, cosas opuestas entre s. Y, sin embargo; esto es precisamente, lo que sostienen los voceros de la contra revolucin. No podemos ser, por ejemplo, feudal burgueses y, simultneamente, partidarios de la colectivizacin del agro. Esta gran confusin parece finalmente deberse a que para muchos conservadores todo proceso revolucionario es sinnimo de comunismo, en tanto que para muchos comunistas todo aquello que escapa a su visin dogmtica tiene que ser un fenmeno conservador. Obviamente, ni unos ni otros pueden comprendernos, toda vez que nosotros representamos una posicin que es
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revolucionaria sin ser comunista. As, curiosamente, los exponentes de posiciones de diestra y de siniestra una vez ms se dan la mano y muestran coincidencia: unos al afirmar que somos comunistas y otros, que tenemos que serlo, frente a esta maniobra de tenazas igualmente dogmtica y absurda, nosotros respondemos simplemente: ni somos comunistas ni tenemos que serlo. el retorno a la constitucionalidad. El inmediato retorno a lo constitucionalidad implicara necesariamente liquidar la Revolucin, y esto no lo aceptan ni el pueblo ni la Fuerza Armada. Frente a la intangibilidad de una Constitucin que, por lo dems, nunca fue respetado, y la urgencia de transformar a nuestra sociedad para hacerla ms justa no se nos ocurre vacilar ni un momento en el rumbo a seguir. Y esto, dndonos perfecta cuenta de que a nuestros adversarios slo les interesa invocar la Constitucin en la medida en que ello pueda servir para detener al proceso revolucionario. Vinculada al tema del retorno a la constitucionalidad figura la demanda de que la Fuerza Armada entregue el poder y vuelva a sus cuarteles. En las actuales circunstancias esto tambin significara el trmino de la Revolucin. As, en estos dos argumentos de ataque se complementan y concurren al mismo fin. A esta respecto, se debe tener muy claro lo siguiente: no se trata de un caso de sbito amor sincero por la Constitucin, toda vez que ella siempre fue violada en el pasado para defender a los poderosos y sojuzgar a los humildes, sin que quienes hoy dicen defenderla dijeran una sola palabra de censura o de protesta. Ni tampoco se trata de un sbito y sincero amor por un gobierno civil en cuanto tal, toda vez que quienes hoy reclaman la vuelta de la Fuerza Armada a sus cuarteles en nombre de la civilidad, no slo guardaron silencio frente a gobiernos militares del pasado que no fueron gobiernos revolucionarios, sino que activamente los respaldaron y, ms an, aplaudieron su ascenso al poder y contribuyeron a su sostenimiento. No es, pues; nuestro carcter militar lo que resulta intolerable a nuestros opositores. Es nuestro irrenunciable carcter revolucionario lo que ellos no pueden tolerar. Y esto se quiere mantener encubierto, oculto, innombrado. Porque se desea engaar a nuestro pueblo, manteniendo en las sombras los verdaderos propsitos de esta insincera campaa por el retorno a la Constitucin y a la civilidad . Esto no es lo que la contrarrevolucin busca y desea. Lo que busca y desea es la vuelta al pasado, el retorno a la explotacin, al entreguismo, a la injusticia, a los privilegios y al dominio oligrquico que fueron el signo del orden pre- revolucionario en el Per. La vuelta al orden constitucional, que tanto reclaman nuestros adversarios, se producir nicamente cuando se haya garantizado la permanencia de la revolucin y su continuidad; nicamente cuando en una nueva Constitucin se consagren las conquistas de la revolucin; y nicamente cuando no exista
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posibilidad de que el Per sea otra vez llevado al sistema ominoso que abolimos el 3 de Octubre de 1968. Esa nueva Constitucin tendr que reflejar las caractersticas y necesidades de nuestra realidad de hoy, y no las del Per de hace ms de treinta aos. Todos los sectores de opinin han sealado la necesidad de actualizar nuestra Carta Fundamental. El Gobierno Revolucionario se propone hacer esto, precisamente, para que quienes nos sucedan en la conduccin del pas sean elegidos por todo el pueblo del Per y no por una minora como ha ocurrido hasta hoy. Los futuros gobiernos debern desarrollar su actividad dentro de los lineamientos de una nueva Constitucin que fielmente refleje los cambios sustanciales que estn ocurriendo y que van a ocurrir en nuestra sociedad. Nuevos sectores sociales se incorporarn de manera efectiva al cuadro poltico real del pas. Este hecho trascendental debe encontrar expresin en la nueva Carta Fundamental de la Repblica. Sin ella, la Revolucin Nacional quedara trunca, y nuestro pueblo carecera del ms importante instrumento jurdico para garantizar la permanencia y la continuidad de la obra transformadora que hemos iniciado; restaurndose esa democracia formal que nuestros adversarios envilecieron hasta convertirla en la gran hipocresa que signific hablarle de libertad a un pueblo victimado por la explotacin, por la miseria, por el hambre, por la corrupcin, por el entreguismo y la venalidad. Pero los males de un pueblo no pueden ser eternos. Y los del Per tenan que acabar alguna vez. Para darles remedio fue preciso, fue indispensable, romper el orden constitucional. Lo declaramos abiertamente. Porque ese orden constitucional, que hoy tanto defienden quienes de l se aprovecharon sirvi slo para perpetuar todas las injusticias sufridas por el pueblo. la bandera del anti-comunismo. La supuesta necesidad de librar una guerra bajo las banderas del anticomunismo, es una vieja estratagema ya usada muchas veces aqu y en otras latitudes. Consiste en atribuir inspiracin comunista a toda lucha por cambiar las condiciones actuales de la sociedad. De ah se pasa a identificar toda posicin favorable a los cambios estructurales como propia del comunismo. Y de ah se sigue a definir como comunista a todo aquel que lucha por la transformacin del pas, es decir, a todo aquel que tenga una posicin revolucionaria. Emprender una ciega y cerrada poltica anti-comunista as concebida, equivale a emprender una poltica contra la propia Revolucin. Por eso es que el anti comunismo como definicin de una dogmtica posicin poltica ha sido siempre una postura derechista y reaccionaria. En esto, como en lo dems, nuestra posicin es sumamente clara. Recusamos el comunismo no desde una posicin conservadora de derecha, sino desde una posicin revolucionaria de izquierda nacional y autnoma. Sin embargo, los comunistas coinciden con nosotros e sostener la necesidad de abandonar el sistema que prevaleci en el Per hasta 1968. Pero aqu terminan nuestras coincidencias. Y empiezan nuestras insalvables
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divergencias de concepcin, de finalidad, de metodologa poltica. Por la certeza de todo lo anterior, no vamos a seguir ni una poltica pro-comunista, que desvirtuara nuestra Revolucin, ni una poltica conservadora anti- comunista que significara un camino regresivo y, por lo tanto, contrario a la Revolucin. la pretendida ineficacia de la comunidad industrial El ataque centrado en torno a la pretendida ineficacia de la Comunidad Industrial, se orienta a destruir una de las reformas bsicas del proceso revolucionario. Frente a la campaa conservadora que tilda como extremista a la Comunidad Industrial y frente al ataque de los extremistas que la tildan como conservadora, un desapasionado balance de la experiencia de la Comunidad Industrial demuestra su sustantiva validez como medio de hacer posible la participacin de los trabajadores en la propiedad y en la direccin de las empresas. el respeto irrestricto a la libertad de prensa. Cuando todos los das los peridicos de ultra derecha atacan al Gobierno, resulta poco menos que irnico escuchar alegatos en favor de una libertad de prensa que nadie ha puesto en peligro. En realidad, en nuestro pas existe abuso de esa libertad, no ausencia de ella. Hoy los peridicos y revistas reaccionarios tergiversan y ocultan la verdad, manipulan la informacin y discriminan la noticia. E incluso trasgreden las normas mnimas de respeto por la honradez que deberan tener los propietarios de esos rganos de prensa. Urge, pues, reformular todo el problema que plantean los medios de comunicacin a fin de garantizar que constituyan efectivos canales de libre, veraz y completa informacin, vehculos verdaderos de cultura y no, rganos de presin al servicio de intereses familiares o de grupo. ... la colectivizacin del agro. Ha sido uno de los instrumentos preferidos de la accin contrarrevolucionaria desde la dacin de la Ley de Reforma Agraria. No obstante existir el instrumento legal que garantiza y reconoce la pequea y mediana propiedad, la Ley no permite el reconocimiento de la propiedad: cuando los propietarios no trabajan directamente la tierra o incumplan las leyes sociales del pas. Es de acuerdo a estos principios que la Reforma Agraria se est llevando a cabo. Ello de ninguna manera detendr su marcha, pues constituye mecanismo esencial en el proceso de las transformaciones revolucionarias que la Revolucin tiene la responsabilidad de llevar hasta el final. Cualquier compaa o ataque a la Reforma Agraria, constituye por esto en lo fundamental ataques contra el Gobierno y contra la realidad de la Revolucin.

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...la definicin de las reglas del juego. El reclamo a que las reglas del juego en el campo econmico sean establecidas, hace pensar en que las muchas veces que tales reglas han sido explicadas en detalle, quienes con ms atencin debieron haber escuchado no lo han hecho. O que, en su defecto, no se quiere comprender una posicin que a todas luces resulta sumamente clara. La Revolucin respalda el desarrollo de una verdadera industria nacional. Pero si las reglas de juego esperadas son las que normaban el desenvolvimiento del aparato econmico en el Per antes de la Revolucin, la espera ser vana. Porque el restablecimiento de esas reglas de juego implicara el abandono de la Revolucin. Y esto, es imposible. Como imposible es tambin la vuelta de la llamada libre empresa que, en realidad, constituy la regla de oro del sistema contra el cual insurgi la Revolucin en el Per; o el retorno de la llamada confianza. Pues, qu confianza pueden reclamar a una Revolucin los grandes propietarios del dinero? Una confianza que les permita mantener las golloras y los privilegios que nada justifica, excepto sus malas costumbres de explotadores inveterados del pueblo peruano? Una confianza como aqulla que se creaba cuando eran los dueos del pas? Este tipo de confianza no van a tener mientras nosotros gobernemos. Y no por odio, sino porque estamos convencidos de que este tipo de confianza es la negacin total de las posibilidades de transformacin en el Per porque en este tipo de confianza se basaron las injusticias que hundieron en la miseria y en la explotacin a la gran mayora de nuestro pueblo. La Revolucin ha establecido claramente las condiciones de autntica confianza para todos aqullos que comprendan que el dinero debe tambin cumplir una constructiva responsabilidad social. Hay confianza y respaldo gubernamental para la inversin que promueve el desarrollo econmico del pas, dentro de un marco de respeto por las justas expectativas del capital y por los legtimos derechos de los trabajadores. Hay confianza, porque en el pas existe plena estabilidad poltica Hay confianza, porque no existe violencia social y porque claramente el pueblo respalda a este gobierno. Hay confianza, porque el pas est sentando las bases de su desarrollo integral en beneficio del pueblo y de todos los que intervienen en el proceso de la produccin econmica. Hay confianza, porque la inversin privada tiene todas las garantas que cualquier empresario moderno puede exigir. nuestro carcter feudal y pro- imperialista. Se dice que constituimos un rgimen de carcter burgus, feudal, capitalista y pro-imperialista. Si en realidad somos tal cosa por qu la vieja derecha nos ataca diariamente y por qu, entonces, el Per de hoy sufre el embate de la presin imperialista. Esta es una pregunta que planteamos a nuestros detractores. En tanto, el Gobierno Revolucionario llevar adelante la transformacin del Per siguiendo inalterablemente el rumbo que hasta aqu hemos seguido sin importarnos demasiado la grita interesada de unos y de otros.
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Nuestra Revolucin se encuentra en pleno camino. Debemos consolidar las conquistas logradas hasta hoy. Pero debemos tambin seguir avanzando, en parte justamente para lograr esa consolidacin. Ser, pues, indispensable profundizar el cauce de la Revolucin. No slo completando las tareas iniciadas, sino emprendiendo nuevas tareas que amplen las transformaciones hoy en desarrollo. Paro ello ser fundamental el fortalecimiento del flanco poltico de la Revolucin. Y a este fin todos debemos dedicar la mxima atencin y el mximo esfuerzo. DNDE ESTN Y QUINES SON LOS ENEMIGOS DE LA REVOLUCIN? Nuestra Revolucin tiene grandes y poderosos enemigos. El Per ha sufrido presin econmica extranjera a lo largo de estos aos. Probablemente habr de continuar sufrindola. Este es el precio que un pas debe pagar por su soberana y por su derecho a la libertad y a ser dueo de su destino. Los grandes poderes internacionales que siempre nos dominaron no miran con buenos ojos al Per. Somos un mal ejemplo para otros pases. Y temen a ese ejemplo. Por eso no pueden ayudar ni dar estmulo al Per. No imploramos su estmulo. No imploramos su ayuda. Pero demandamos respeten nuestro derecho a ser nosotros mismos y a construir nuestro propio camino. Las presiones no nos doblegarn. Sabremos hacer frente a todas las amenazas. No estamos solos en el mundo de hoy. Otras naciones tambin estn luchando por liberarse de yugos extranjeros. Entre los pases de gran desarrollo industrial ya no existe un poder hegemnico que pueda avasallarlo todo e imponer su voluntad. Nuestros enemigos extranjeros padrn dificultar nuestro camino. Pero nunca podrn impedir el triunfo final de la Revolucin Peruana. Porque su causa es la causa de nuestro pueblo y es la causa de la justicia. Los enemigos externos de la revolucin tienen agentes y tiene aliados dentro de nuestras fronteras. Son todos los que de una manera u otra se han visto afectados por la revolucin. No solo son aqullos que han perdido poder econmico. Son tambin los que han perdido poder poltico. Unos y otros estn ahora, al parecer, unidos. Y unidos luchan contra nuestra revolucin. Su objetivo central es derrocar al gobierno. Esto debemos saberlo todos con absoluta claridad. Los enemigos de la revolucin son una minora. Pero organizada y con dinero. Sus agentes azuzan descontento, esparcen rumores, difunden calumnias, crean desconciertos Agitan en las universidades. Agitan en el Magisterio. Agitan en los sindicatos. Y en este pas, donde nunca antes nadie haba hecho tanto como nosotros por el pueblo, atizan las ambiciones demaggicas y plantean grandes exigencias, sabiendo perfectamente que no pueden ser satisfechas sin poner en peligro la
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economa del pas, sobre cuya firmeza se sustenta toda la poltica revolucionaria del gobierno. Se busca de esto modo, irresponsablemente y suicidamente hacer fracasar a la revolucin, sabotear este hermoso esfuerzo de un pueblo que busca liberarse y hundir nuevamente al Per en el oprobio del control oligrquico y la dominacin imperialista. Son nuestros adversarios, quienes hasta hace seis aos disfrutaron del poder. Son ellos los que constituyen el sector antirrevolucionario, que se opone a la transformacin del Per y al afianzamiento de la justicia social en nuestra Patria. No comprenden que esta Revolucin ha echado races muy profundas y que el Per ya no puede dar paso atrs. Suean con volver a gobernar para seguir engaando y explotando a nuestro pueblo, como lo hicieron siempre en el pasado, pero ese sueo jams habr de convertirse en realidad. El grupo que ms sirve a los intereses antirrevolucionarios est constituido por las dirigencias polticas envejecidas y corruptas que estafaron al pueblo pactando con los grandes gamonales, con los grandes dueos del dinero, y con esa oligarqua a la que dijeron combatir durante treinta aos para terminar prosternados a sus pies; cual sirvientes indignos. Esos verdaderos caciques de la politiquera criolla son los principales agentes de la derecha reaccionaria, y antipopular. Luego de engaar a los peruanos que honestamente creyeron en una sinceridad que despus tuvo un precio, tratan hoy de frustrar esta revolucin con innumerables campaas de rumor y calumnia cobarde. Azuzan odios. Atizan desconfianzas. Propalan falsedades. Pero jams sacan la cara detrs de la ruindad de sus ataques. A todos sus delitos del pasado esos viejos capituleros de nuevo cuo aaden uno ms: la cobarda que en poltica de hombre es siempre un gran delito. No culpamos a quienes an les obedecen, porque salvemos que siguen engaados. Nada tenemos contra quienes todava creen en un grupo irresponsable de traidores. Pero por esto jams dialogaremos con quienes son los nicos culpables de haber engaado durante mucho tiempo a nuestro pueblo para despus servir a sus explotadores. Pero los adversarios de la obra que estamos realizando no son slo aquellos cuyos intereses se han visto y continuarn vindose afectados por el desarrollo de la revolucin. Tambin hay otros adversarios acerca de los cuales debemos ser plenamente conscientes. Son quienes miope y a voces irresponsablemente desarrollan acciones cuyo resultado objetivo es vulnerar la estabilidad del proceso revolucionario Su accin concurre a poner en peligro la base de sustento econmico del pas afectndola mediante conflictos artificialmente creados, unas veces, por las empresas y, otras, por dirigentes sindicales cuya accin no responde al inters genuino de los trabajadores, sino a las directivas partidarias
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que emanan de grupos polticos cuya posicin frente al proceso revolucionario no es de apoyo real ni de identificacin. Sabemos muy bien en qu se funda la accin antirrevolucionaria de quienes aoran la vuelta de los regmenes conservadores. A conseguir este ya imposible objetivo se orientan por igual los sectores reaccionarios, que histricamente constituyen el principal enemigo de la revolucin, y los pequeos grupos alienados de una izquierda dogmtica que viven de espaldas al pas y que polticamente funcionan como agentes provocadores de la reaccin conservadora. La inspiracin de estos grupos viene del extranjero y existen fundadas razones para sostener que su principal financiamiento tiene la misma procedencia. Su creciente debilitamiento y su cada da ms evidente prdida de significacin poltica real, los estn conduciendo a extremos de verdadero delirio ante los cuales es dable presumir la posibilidad de que adopten formas de comportamiento delictivo en determinadas instituciones. Si tal ocurriera, esos grupos sern drsticamente reprimidos como indispensable medida precautoria. No caeremos en el error de creer que nuestra revolucin debe tolerar la conducta delictiva de quienes tras la etiqueto de un fcil e irresponsable izquierdismo verbal, son en realidad instrumentos de la extrema derecha y de organizaciones internacionales antirrevolucionarias financiadas por el imperialismo. Los jerarcas de la claudicacin y del engao aoran un gobierno conservador que les devuelva un poder poltico que usaron para pactar con la oligarqua y el imperialismo, a espaldas de su propia y engaada militancia. Por su parte, los grupos del extremismo oportunista quieren entorpecer esta revolucin porque saben que jams podrn influirla y, adems, porque comprenden muy bien que su accin es prcticamente estril bajo un gobierno revolucionario como el nuestro. A ellos tambin les conviene un gobierno reaccionario enemigo del pueblo. De esta manera, ambos sectores polticos actan coaligados como agentes de la anti revolucin en el Per. Sin embargo, no debe sorprendernos que tal sea el propsito de nuestros adversarios. Tratndose de quienes se trata, lo sorprendente sera que actuaran de otro modo. Pero nada de eso nos exime de la responsabilidad de desenmascarar ante el pas a los grupos de la anti revolucin. Sus acciones a veces confunden a mucha gente. Porque actan encaramados en la direccin de diversas organizaciones cuyas bases sin embargo desconocen los verdaderos propsitos de sus propios dirigentes. Desde all sirven a los intereses antipopulares de la reaccin. Y all la revolucin tendr que combatirlos. Esto es necesario tener muy claro para contribuir a consolidar en nuestro pueblo una conciencia lcida de los riesgos que entraan toda revolucin; pues muchos de nuestros compatriotas no perciben la verdadera finalidad de las fuerzas anti-revolucionaria. Parte del xito de la revolucin depender de la madurez y la conciencia revolucionaria de nuestro pueblo. Forjar esa conciencia implica necesariamente que el pueblo del Per comprenda con claridad cul es el juego de sus enemigos. Y comprenda tambin hasta qu punto actan con
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irresponsabilidad quienes conducen a sus instituciones a un falso enfrentamiento con la revolucin. La revolucin continuar cumpliendo su programa en todos los mbitos de la vida del pas; nuestros enemigos jams encontrarn indecisin de parte de los hombres de la Fuerza Armada. Tenemos un compromiso y nunca dejaremos de cumplirlo. No permitiremos que esta grande y hermosa tarea de liberar a nuestra Patria de la dominacin extranjera y del subdesarrollo se vea frustrada por la accin torpe y suicida de unos cuantos agitadores delirantes.
PRENSA Y CONTRAREVOLUCIN

Comprender un proceso revolucionario implica estar dispuesto a modificar sustancialmente los esquemas mentales del pasado. Porque las situaciones radicalmente nuevas slo pueden ser comprendidas desde perspectivas nuevas tambin. Y esto es algo extremadamente difcil de lograr. Porque sobre cada uno de nosotros gravitan la forma tradicional de pensar acerca de los hechos de la realidad y, adems, las normas de valor que antes sirvieron para orientar nuestra conducta y nuestras apreciaciones. Por eso es que ante los cambios que toda revolucin trae consigo surgen, principalmente en los grupos conservadores de la sociedad, incertidumbres que constituyen terreno propicio para la accin antirrevolucionaria. Porque sta se orienta a crear un clima de temor en base a la constante distorsin de los hechos de la realidad, y de las intenciones de los gobernantes, con esa carga de malevolencia, de resentimiento, de frustracin y de cruel egosmo que va siempre unida a la defensa de los intereses personales y de grupo. Aqu es donde se nutre la accin corrosiva de los grupos reaccionarios cuyos privilegios la revolucin necesariamente tiene que afectar si quiere cumplir sus objetivos y ser fiel a s misma. Algo de lo que hoy ocurre en el Per, y viene ocurriendo, ilustra esto con mucha claridad. Nuestros enemigos pretenden desconocer la calidad revolucionaria de los planteamientos que permanentemente sirven de sustento a la accin del Gobierno de la Fuerza Armada. Algunos vetustos peridicos de la ultra derecha reaccionaria tratan as de ignorar lo que siempre hemos declarado y que el pas entero conoce muy bien, es decir, que nuestro propsito siempre fue realizar la profunda e irreversible transformacin estructural de nuestra sociedad. Por esto razn siempre nos definimos como Gobierno Revolucionario, es decir, como gobierno decidido a modificar de manera sustancial las relaciones fundamentales de poder que definan la esencia del sistema imperante antes de octubre de 1968. Mal podramos habernos definido as si slo hubiramos pensado introducir reformas secundarias con el fin de simplemente mejorar los niveles tradicionales de vida en el pas. Sin embargo, esos diarios de la ms pura estirpe oligrquica, y por lo tanto antipopular, fingen sentirse sorprendidos ante la calificacin del proceso peruano como proceso orientado a lograr una profunda redefinicin de la estructura tradicional de poder en el pas. No es dable suponer que quienes as escriben
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ignoren que una revolucin autntica inevitablemente altera de manera esencial la posicin de los grupos sociales en la estructura de poder, es decir, en el campo de relaciones y de inters concretos donde se adoptan las decisiones, principalmente econmicas y polticas, que afectan al conjunto de la sociedad y que fundamentalmente se refieren a la distribucin de todos las formas de riqueza entre sus miembros. La evidencia histrica que avala este punto de vista es demasiado amplia como para pensar que puede ser desconocida. En consecuencia, el aparente olvido de estos hechos por parte de los voceros de la anti revolucin, pone de manifiesto, ms que ignorancia, una clara intencin deshonesta de falsear la realidad de uno posicin oficialmente declarada por el Gobierno de la Fuerza Armada del Per. Desde otro punto de vista, aparentar sorpresa ante la definicin revolucionaria de nuestro gobierno, al cabo de seis aos de poltica transformadora virtualmente significa acusar a la Fuerza Armada de haber intentado engaar al pas cuando, desde el momento mismo que asumimos el gobierno, anunciamos nuestra decisin de emprender la transformacin revolucionaria de las estructuras socio-econmicas heredadas del pasado. Ocultar este propsito y al mismo tiempo sugerir que la Revolucin Peruana nunca ha planteado antes de ahora la necesidad de reemplazar el sistema tradicional por otro en esencia diferente, revela mala fe, deshonestidad poltica, interesada ignorancia, impudicia intelectual. En primer lugar, porque en el Estatuto del Gobierno Revolucionario, documento bsico de la Revolucin Peruana, declaramos el mismo 3 de octubre de 1968 que uno de nuestros objetivos fundamentales era el de promover a superiores niveles de vida, compatibles con la dignidad de la persona humana, a los sectores menos favorecidos de la poblacin, realizando la transformacin de las estructuras econmicas, sociales y culturales del pas. Esto significa que para nosotros la promocin de nuestro pueblo, de los sectores menos favorecidos de la poblacin, a superiores niveles de vida slo poda lograrse mediante la transformacin, es decir la alteracin cualitativa y profunda, de las estructures tradicionales del Per, En otras palabras, el Estatuto defina tal objetivo como inalcanzable mientras tales estructuras no fueran esencialmente modificadas, que ste y no otro es el significado de la palabra transformacin. Y en segundo lugar, porque en mltiples ocasiones los miembros del Gobierno Revolucionario hemos reiterado que el propsito central da la Revolucin Peruana es crear en nuestro pas un ordenamiento poltico, econmico y social cualitativamente distinto del sistema capitalista que nos llev a ser una sociedad subdesarrollada y sometida al imperialismo, es decir, al control econmico extranjero. Y sera descender al nivel de nuestros crticos reaccionarios insistir nuevamente en sealar que con igual firmeza hemos rechazado cualquier alternativa de tipo comunista para el Per, porque los documentos oficiales del Gobierno Revolucionario contienen ya una descripcin completa del modelo de sociedad no capitalista y no comunista hacia el cual se orienta nuestra revolucin.

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El confusionismo que tratan de crear los rganos de prensa de la ultraderecha conservadora no se circunscribe al ocultamiento y a la distorsin de las posiciones polticas de la Revolucin Peruana. Idntico propsito se manifiesta en la tergiversacin y en el falseamiento de las declaraciones pblicas emitidas por los miembros del Gobierno Revolucionario. Nuestros enemigos usan y abusan de una libertad de prensa que jams hemos cuestionado pero cuyo respeto no puede llevarnos a ignorar su constante pisoteamiento por parte de quienes, justamente, hablan en su defensa. Se violan la libertad de prensa cuando los peridicos y revistas de propiedad familiar o de grupos polticos imponen una poltica periodstica basada en la sistemtica distorsin de lo que ocurre en el pas. La verdadera libertad de prensa es inseparable del sentido de responsabilidad que deben tener quienes de ella hacen uso. Propalar mentiras y ocultar deliberadamente los hechos de la realidad constituye una burla flagrante de aquella libertad. Los propietarios de esos rganos de expresin familiar y de grupo an no comprenden que su opinin interesada ya no puede tener en el Per de hoy ni siquiera un paso lejanamente comparable al que tuvo cuando nuestro pas viva bajo el oprobio de los regmenes que gobernaron a espalda de la nacin. Pueden seguir, por tanto, deslizando en sus crticas, mentiras y calumnias; pueden seguir destilando veneno e insidia, costumbres en las que son maestros insuperados e insuperables; pueden seguir tratando vanamente de sembrar cizaa y rivalidad entre los hombres del gobierno; pueden seguir tratando tambin en vano de estimular la divisin en nuestra Fuerza Armada; y puede finalmente continuar en el pueril intento de separar a los militares revolucionarios de los civiles revolucionarios. Pero nada podrn lograr. Su poca ha pasado irremediablemente. Carece de toda posibilidad de volver a influir sobre el gobierno o sobre el pas. Pero si esto no fuera suficiente para persuadirlos de que no deben confundir su legtimo derecho a la discrepancia y a la crtica de nuestra revolucin con la prctica de una verdadera delincuencia moral y periodstica, entonces deben saber que nuestra paciencia y la del Per tiene un lmite. LA SIP Y EL INTERVENCIONISMO Al comprobar que la Revolucin contina indesviablemente, nuestros enemigos movilizan contra ella todos los recursos posibles. Hay una intensa campaa internacional organizada contra el Per. Quienes la mueven son quienes han visto afectados sus intereses por las reformas de la Revolucin. Algunos son peruanos, otros son extranjeros. Pero a todos los une una causa comn, comunes intereses. La Sociedad Interamericana de Prensa, el organismo que rene no a periodistas sino a propietarios de rganos de prensa escrita del continente, aparentemente dirige esta campaa. El pretexto es la expropiacin de los seis diarios de circulacin nacional para ser transferidos a las organizaciones sociales
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ms importantes del pas. Nosotros sabamos que esta compaa iba a producirse. Ms an, creamos que iba a ser ms intensa y efectiva. No ha sido as. En diversos lugares del mundo periodistas autnticos han comenzado ya a decir la verdad. Hemos invitado a quienes critican la Reforma de la Prensa escrita para que vengan al Per y comprueben que aqu existe libertad de expresin. Confiamos en que la verdad de todo esto, continuar abrindose paso. Pero all no est la raz, la causa del problema. La Sociedad Interamericana de Prensa as simplemente el vocero de inconfesables intereses econmicos que se mantienen en la sombra. Ella es apenas la marioneta movida por los hilos de manos invisibles. Detrs de la SIP estn quienes se fugaron del Per para escapar a la justicia. Pero tambin estn los consocios extranjeros afectados por la Revolucin. Ms an, detrs muy bien podra estar la accin corrosiva de tenebrosos aparatos de subversin y espionaje. Estos son los ms grandes enemigos de la Revolucin Peruana. Tienen recursos. Corrompen conciencias. Compran plumferos profesionales, peridicos, revistas. Aqu y en otras partes. Sin embargo, eso no es todo. Sus agentes se infiltran en las organizaciones populares, en los sindicatos, en las universidades, en los partidos polticos. Agentes provocadores que reciben dinero extranjero trabajan en estos campos. Constantemente difunden noticias alarmistas, manipulan a los trabajadores y a los estudiantes, atizan todos los extremismos y alientan los resentimientos y los rencores. Aprovechan inevitables problemas sociales y econmicos que la Revolucin est ya resolviendo, para enfrentar a su Gobierno con los trabajadores o con los estudiantes. Desde la sombra maniobran engaando a nuestro pueblo, azuzando descontentos, alentando demandas imposibles y jugando con la explicable irresponsabilidad de mucha gente. Todo esto est en el fondo de la insensata agitacin que persigue frustrar la aplicacin de la Reforma Agraria y paralizar la produccin de las minas. Porque a los enemigos internos y externos de la Revolucin les conviene que la Reforma Agraria tenga tropiezos y que la economa del pas sufra dificultades. Este es el objetivo central de los agentes provocadores a sueldo de la subversin que se financia desde fuera del Per. A este propsito fundamental de la derecha reaccionaria y legalista sirven, sabindolo o sin saberlo, los caudillos de una supuesta izquierda enferma de ambicin, engaada con el espejismo de posiciones imposibles, seguidora fantica de esquemas extranjeros, incapaz de comprender por su insalvable esquematismo la nueva realidad del Per, y hondamente frustrada ante el avance de una Revolucin que tampoco comprenden. Llama ciertamente a sorpresa que de todo esto algunos no quieran darse cuenta todava. En especial ahora que con evidencia se conoce en todo el mundo cules han sido las actividades de agentes extranjeros en el seno de pueblos hermanos del Per. Ahora que se sabe cmo intervienen esos agentes en los asuntos internos de pases que no son el suyo. Ahora que, se sabe cmo gastan millones tras millones para subvertir el orden pblico y las instituciones
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en tierras alejadas de la suya. Ahora que se conoce cmo pisotean todos los principios del orden internacional para intervenir criminalmente en asuntos que no les competen. Nuestro pueblo debera estar permanentemente alerta, como estamos nosotros, para frustrar el tenebroso propsito de la delincuencia internacional enemiga del Per, enemiga de los pueblos de Amrica Latina, enemiga de la de la democracia, enemiga de la justicia y enemiga de la libertad. Los hechos comprobados y admitidos en este orden de cosas tienen para nosotros, y deberan tener para el mundo una inmensa importancia de peligrosidad. Somos un pas que se esfuerza y lucha por construir una vida y un destino mejores para todos sus hijos. Tenemos plenitud de derecho para hacerlo. Y lo tenemos, sin cuestin alguna, para hacer esto de acuerdo a nuestro propio modo, por el camino que nosotros mismos escojamos. Nadie en el mundo puede irrogarse el derecho falaz de intervenir en asuntos que slo nos competen a nosotros los peruanos. Frente a la prepotencia, al abuso y a la arbitrariedad, que tienen como asidero solamente la fuerza, porque carecen de justicia y de razn, el Per levanta la voz de su protesta, la voz de su dignada dignidad. Porque somos un pas an en desarrollo, pero digno. Porque somos un pas pequeo, pero valeroso. Queremos vivir en paz. Y vamos a vivir en paz. Pero no podemos guardar silencio frente al atropello y al abuso. Aceptarlos equivaldra a entronizar en el mundo de nuevo la barbarie. Ya no somos colonia de nadie. Somos un pueblo libre. Somos un pas con dignidad y con orgullo. A ningn precio permitiremos que nada de esto sea nunca pisoteado. Ni por el oro ni por la fuerza. Nos sentimos solidarios y hermanos de todos los pueblos. Respetamos a todos los pases. Pero el precio de ese respeto es que el Per sea igualmente respetado. Y esto significa respetar nuestras instituciones, nuestras decisiones, nuestra revolucin. En esto est para nosotros de por medio nuestra honra de peruanos, nuestra dignidad de ciudadanos libres de un pas libre, nuestro orgullo de revolucionarios y soldados, y nuestro compromiso de patriotismo con el Per. OLIGARQUA Y CONTRAREVOLUCIN Sabemos que frente a la revolucin hay una conjura tenebrosa manejada por elementos externos, que persiguen detener el proceso de cambio en el Per. Sabemos que los hilos de esa conjura se mueven tambin con el dinero de la oligarqua y la complicidad cotizable de dirigentes polticos que insurgieron como revolucionarios para despus servir a la reaccin de ultra derecha. Las dos estrategias de la oligarqua se mueven al unsono, en perfecto concierto, desde aqu y desde el extranjero. Cuando el Per estuvo listo para emprender los caminos salvadores que su pueblo reclamaba, hubo quienes concertaron alianzas y coaliciones con los enemigos tradicionales de los pobres. Esas alianzas y coaliciones tuvieron por objetivo real impedir que se realizaran los
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cambios profundos que hubieran beneficiado al pueblo. Por eso se dio una solucin entreguista al problema del petrleo despus de cinco aos de inconfesables tratos con la empresa extranjera. Por eso se dio una Ley de Reforma Agraria que preserv intacto el Latifundismo y el poder econmico y poltico de la oligarqua. Por eso no se tocaron las grandes haciendas de esos seores a quienes se calificara alguna vez de barones del azcar. A ellos benefici, la reforma agraria del rgimen pasado. Esa reforma agraria no benefici al campesino, porque no le dio, ni la tierra ni el agua y porque dej todo el poder econmico en manos de los latifundistas. Quienes as actuaron fueron y son los cmplices de la oligarqua. Por eso la revolucin fue tambin contra ellos. Pero no contra el pueblo, que le sigui y puso en sus manos una fe que jams mereci ser defraudada. Nosotros no culpamos a ese pueblo, porque, sabemos muy bien que muchos fuimos engaados en el Per. Pero si estamos contra esa oligarqua, sus aliados de dentro y sus amos de fuera. Ellos son, y sern siempre nuestros adversarios implacables. A esa oligarqua empecinada en defender la sin razn de su propio egosmo y a todos sus agentes declarados o encubiertos, peruanos o extranjeros, no les tememos. La revolucin no bajar la guardia. Ella continuar su obra de transformacin nacional y seremos implacables en castigar cualquier intento de entorpecer su camino. Los adversarios irreductibles de nuestro movimiento sern siempre, quienes sienten vulnerados sus intereses y sus privilegios: la oligarqua. Entre quienes defienden a la oligarqua y al pasado y quienes defendemos la revolucin y el futuro, no hay entendimiento posible. Est es la recndita razn de sus temores y de su oposicin al Gobierno de la Fuerza Armada: no se resignan a perder el poder, los privilegios, las prebendas. Es que el imperio de la ms vieja y astuta oligarqua de Amrica Latina llega a su fin. Y esta comprobacin los perturba y los hunde en todos Ios delirios. Por eso se unen los extremos, por eso se distorsiona la realidad, por eso se ocultan los hechos, por eso se viola la verdad. Por eso se orquesta la inmensa y vil campaa de presentar a este Gobierno como sujeto a una inventada influencia comunista. As se persigue desnaturalizar y frustrar el intento ms puro y eficaz que se haya emprendido jams en el Per para salvar a su pueblo de una situacin de oprobio y de vergenza. La oligarqua y sus cmplices que gobernaron siempre a nuestra patria, son los responsables de todos los grandes problemas, las grandes injusticias y la dura miseria del Per. Nuestro economa es semi-colonial y el nuestro es un pas subdesarrollado, porque as convena a esa oligarqua entreguista y aptrida.

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Los seoritos de la oligarqua pensaban que todo estaba muy bien en el Per. Porque para ellos, efectivamente era as. La pobreza y la ignorancia de los campesinos siempre fue para ellos buen negocio. El subdesarrollo daba buenas ganancias. La oligarqua era la duea de la riqueza y de la tierra. Y el pueblo era quien produca esa riqueza y trabajaba esa tierra. La nuestra fue una economa donde a expensas de la inmensa mayora de peruanos se enriqueci una casta privilegiada que, adems, serva a los intereses de grandes consorcios extranjeros. Siempre supimos que iniciar una revolucin significara afectar esos poderosos intereses. Quienes explotaron a este pas durante casi toda su vida republicana ahora ven esos intereses en peligro. Por eso estn contra nosotros. Y por eso queran destruirnos. Ms, la oligarqua debe convencerse que su imperio sobre el Per ha terminado para siempre. Los enemigos de la Revolucin, que son los enemigos del pueblo y del Per, propagan la calumnia cotizable de que este es un gobierno influenciado por ideas extremistas. La oligarqua y sus aliados genuflexos saben muy bien que mienten al lanzar, irresponsablemente una campaa tan baja y sin sentido. En su desesperado intento por detener la transformacin necesaria en el Per y de este modo recapturar el control del pas, no han vacilado en organizar una masiva y costosa campaa que desde dentro y desde fuera del Per trata de deformar la verdadera naturaleza de esta revolucin nacionalista que jams ha importado recetas extranjeras y que busca en el Per y con los peruanos las soluciones de los grandes problemas del pas. Los enemigos de la revolucin creen que la nica manera de frustrarla es derrocando al Gobierno que la est llevando a cabo. Y pretenden lograr este objetivo dividiendo a la Fuerza Armada so pretexto de que en su seno existe influencia extremista. Esta es la esencia del gran complot reaccionario al que hoy se enfrenta la revolucin. En su increble insensatez la oligarqua no comprende que nosotros defenderemos esta revolucin en todos los terrenos y hasta las ltimas consecuencias; no comprende que si por desgracia para el pas alguna vez lograran su propsito de dividirnos, ellos significara el desastre inevitable de una guerra civil cuyas primeras vctimas tendran necesariamente que ser la propia oligarqua y sus cmplices de todos los pelajes. Ms, si la oligarqua y los caciques polticos que la sirven, quieren violencia, habr violencia en el Per. Quines la desaten no quedarn ilesos. Sobre ellos caer el castigo ejemplarizador de la revolucin. La Revolucin, nada tiene contra las ideologas renovadoras, ni contra las masas populares de cualesquiera de los partidos polticos del pas. A ellas, el Gobierno revolucionario les tiende la mano para defender en comn la causa del pueblo. Pero no a los dirigentes que fueron cmplices del gran engao que signific convertirse en defensores de los enemigos del pueblo del Per. Con esos
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dirigentes nada tenemos en comn. Con ellos no hay entendimiento posible, porque representan el brazo poltico de la oligarqua antirrevolucionaria. Hablamos sin eufemismos. Abiertamente. No es nuestro el lenguaje sibilino de los polticos criollos. Los grandes objetivos de la revolucin son superar el subdesarrollo y conquistar la independencia econmica del Per. Su fuerza viene del pueblo cuya causa defendemos y de ese nacionalismo profundo que da impulso a las grandes realizaciones colectivas y que hoy, por primera vez alientan en la conciencia y en el corazn de todos los peruanos. Esta revolucin se inici para sacar al Per de su marasmo y de su atraso. Se hizo poro modificar radicalmente el ordenamiento tradicional de nuestra sociedad. El sino histrico de toda verdadera transformacin es enfrentar a los usufructuarios del status quo contrae el cual ella insurge. La nuestra no puede ser una excepcin. Esa oligarqua, sus aliados de dentro y sus amos de fuera son, pues, y sern siempre nuestros adversarios implacables. Tengamos conciencia de que hemos sido los nicos que en este pas han afectado sus intereses. Esta es la primera vez que esa oligarqua carece de influencia poltica, la primera vez que no gobierna. Por eso, no perdona ni jams perdonar a quienes se han atrevido a desafiar su poder, su dinero, su fuerza. Ella permanecer al acecho, aguardando el momento propicio para afrontar una ofensiva frontal contra el Gobierno de la revolucin. No creemos, pues, que el adversario de la revolucin ha sido ya vencido definitivamente. Ha sufrido algunas serias derrotas, pero la guerra no ha concluido an. Terminar cuando la Revolucin Nacional haya afianzado profundamente sus races; cuando el pueblo pueda sentirse absolutamente seguro de que esa oligarqua, que, con sus cmplices lo hundi en la pobreza y en el engao, ya no puede intentar su retorno al control del pas. Nosotros no podemos cometer el grande y trgico error de creer que la revolucin ha sorteado ya todos los peligros. En realidad, ella recin est comenzando a confrontarlos. Mantengmonos vigilantes, alertas, decididos. Nuestro compromiso no es con un ordenamiento poltico tradicional, formalista, bsicamente inoperante y obsoleto. Nuestro compromiso es con el pueblo y con la revolucin que ese pueblo demanda. A nada ni a nadie debemos lealtad sino al Per, a su causa de justicia social que la revolucin encarna y representa. De la oligarqua y sus soldados, la revolucin no espera nada, as como ellos no deben esperar nada de la revolucin. Entre ellos y nosotros las lneas de separacin estn bien claras. Entre la revolucin y la anti revolucin no hay compromisos posibles. Pero, muchos critican a la revolucin sin ser miembros de esa oligarqua o de sus grupos de complicidad. Creemos que en estos casos se trata de gentes poco avisadas, que hasta hoy no saben percibir el significado profundo de lo que est aconteciendo en nuestro pas. O se trata de gentes que no pueden comprender que todos hemos cambiado en el Per, unos para bien y otros para mal. Estos son los casos de persistencia de prejuicios que deben ser
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superados de lealtades a personas por encima de lealtades a principios. Nosotros esperamos que, quienes as piensen, lleguen a modificar su posicin. Realizar la transformacin profunda de las estructuras sociales y econmicas que el pueblo siempre quiso, es la finalidad de esta revolucin nacionalista. No es cierto que ella tuviera por objeto cerrar el paso a nadie. Si hubiera sido as, no estaramos iniciando los cambios ms profundos de nuestra historia republicana. Nos habramos contentado con tomar el poder. Aqu est la mejor prueba que esta revolucin nunca fue dirigida contra partido poltico y muchsimo menos contra ninguna ideologa renovadora o contra quienes con ella simpatizan. La revolucin se hizo para emprender la transformacin socioeconmica del Per y para darle a nuestro pueblo un ordenamiento de efectiva justicia social. Nosotros estamos contra los grandes acaparadores del dinero y la riqueza, que son los integrantes de esa oligarqua que siempre domin la vida econmica y poltica del Per. Por ello, an cuando algunos de los representantes del capitalismo dependiente y tradicional declaran estar de acuerdo con la necesidad de hacer cambios fundamentales con la estructura econmica y social del Per, y en los hechos se oponen a esos cambios porque necesariamente alteran sus privilegios y afectan sus intereses, esto no debe conducirnos o confundir nuestra posicin. Esas personas que controlan poderosos intereses econmicos, casi siempre subordinados o, por lo menos, vinculados a grandes empresas extranjeras, creen poder minar la fuerzo de la revolucin. Persiguen paralizar la economa del pas, producir la desocupacin masiva, estimular la caresta de la vida y as debilitar al Gobierno de la Fuerza Armada y destruir la revolucin. Pretenden arrastrar en su maniobra a los industriales y capitalistas verdaderamente peruanos, con quienes casi nada tiene en comn. A ellos nada nos vincula. Junto a la oligarqua que siempre impidi el surgimiento del verdadero industrialismo peruano estn tambin del lado de los grandes consorcios extranjeros. Nadie los librar jams del oprobio de haber sido y ser, los explotadores del pueblo, vendedores de su soberana, virtuosos del entreguismo, traficantes de la esperanza popular, corruptores de conciencias, suma y raz de lo antipatria. Ellos representan el pasado. Nosotros estamos construyendo el futuro del Per. Con motivo de la promulgacin de la Ley de Reforma Agraria se han producido actos orientados a entorpece e impedir su aplicacin. Es evidente la campaa organizada que contra esta reforma lanzan los sectores afectados de lo oligarqua, los dirigentes de las agrupaciones polticos que a ellos defienden, y la prensa que sirve a sus intereses. No nos sorprende esta accin concertada de quienes se identifican con los privilegios y las injusticias de un ordenamiento socio-econmico ya cancelado para siempre. Lo oligarqua que ha visto afectados
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sus intereses por la Ley de Reforma Agraria, no invierte su dinero en el pas. Este es el gran complot de la derecha econmica, su gran estrategia antirrevolucionaria, su gran traicin a la causa del pueblo peruano. Se persigue de este modo crear una ficticia crisis econmica que vulnere la estabilidad del gobierno. La excusa para no invertir, es que no existe en el pa s un clima de confianza. Esta frase manida es el estribillo, pero tambin el arma sicolgica, que da a da utiliza la reaccin para cubrir con cortina de humo su verdadera, intencin antipatritica. Frente a ella reafirmamos nuestra decisin de ser inflexible en la aplicacin de la reforma. Llegar un momento en que esto oligarqua; esos dirigentes polticos y ese prensa, hoy unidos pero defender lo inconfesable, se convenzan de la inutilidad de sus esfuerzos porque en el empeo revolucionario no estamos solos; nos respaldan en esta tarea campesinos, obreros y estudiantes y la inmensa mayora de intelectuales, sacerdotes, industriales y profesionales del Per. La Revolucin proseguir con firmeza su accin transformadora. Los estorbos quedarn a lo largo del camino, como testimonios de lo que hubo que dejar de lado para realizar la justicia social en el Per. Uno de sus principales instrumentos es la sincronizada propaganda deformada de la verdad, que opera a travs de ciertas agencias noticiosas extranjeras, de algunas revistas de circulacin internacional y de algunos peridicos y revistas que se imprimen en el Per que representan y defienden los intereses de la oligarqua peruana y sus cmplices forneos. En esta insidiosa campaa de mentiras, bien poco o nado tiene que ver la inmensa mayora de los periodistas peruanos, que no son responsables de la lnea de accin que impone la mayor parte de los propietarios de los medios de prensa. En general, esa inmensa mayora de periodistas simpatiza realmente con la revolucin. Pero quienes controlan y monopolizan la propiedad de esos rganos de prensa son miembros de lo oligarqua enemiga de la transformacin que estamos realizando. Las excepciones son pocas y muy honrosas. Esos diarios y revistas sufren en carne propia las represalias econmicas de la oligarqua a quien se niegan a servir. La honradez de su posicin independiente frente al Gobierno Revolucionario los hace acreedores al respeto y a la gratitud del pueblo peruano. La oligarqua nunca fue solamente la expresin de un poder econmico y poltico centralizado en la capital del pas. Siempre hubo oligarqua en todas nuestras instituciones y en todos los niveles de la vida nacional. Al proponerse transformar la sociedad peruana, nuestra revolucin propone en realidad cancelar los distintos privilegios de todas esas pequeas oligarquas. Lo que tiene sentido de realidad concreta para los hombres y mujeres de nuestro pueblo, es la presencia oprobiosa y dominante de estas oligarquas que por generaciones han usufructuado el poder econmico y poltico en todos los niveles de la vida peruana. Por eso, la tarea de la revolucin no puede consistir nicamente en reconstruir nuestra sociedad desde arriba. Parte fundamental de
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nuestra accin revolucionaria tiene que ser una transformacin constructiva desde abajo. Nuestra accin revolucionaria es, pues, muy compleja y difcil .Porque las obras de transformacin deben realizarse en todos los campos de nuestra sociedad. En un sentido muy importante, la realidad de esta revolucin slo podra captarse a plenitud cuando los hombres y mujeres de nuestro pas directamente la perciban y realicen a nivel de cada colectividad local.

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XIV. ANTIMPERIALISMO Y REVOLUCIN

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Como pases secularmente atados al dominio econmico extranjero, el nuestro no puede dejar de ser un camino de lucha antiimperialista. Pero tal comprensin no puede oscurecer la realidad de un problema evidente: la dependencia de nuestros pases es un fenmeno multidimensional, aunque su punto de origen sea claramente el dominio de nuestra economa por centros forneos de poder. El antiimperialismo de una genuina posicin revolucionaria en los pases subdesarrollados del Tercer Mundo, tiene, por tanto, que admitir una fundamental dimensin supra-econmica. La lucha por la autntica autonoma nacional involucra tambin, a nuestro juicio, los planos de conceptualizacin de un nuevo pensamiento revolucionario y de una nueva manera de concebir los problemas de nuestra sociedad y cultura. Por esto en la esencia misma de nuestra filiacin revolucionaria hay una clara posicin anti-imperialista que no puede ser abandonada sino al precio de abandonar tambin nuestra propia razn de ser Gobierno Revolucionario del pueblo del Per.

IPC: REIVINDICACIN Y DIGNIDAD Lo expulsin de la IPC constituye el primer acto reivindicatorio de la revolucin. Con l se fij el rumbo de nuestro movimiento, se dio comienzo a un nuevo y luminoso periodo de nuestra historia republicana. El Per comenz a rescatar su orgullo nacional y a comprender el inmenso valor de ser por primera vez un pas por entero soberano. El nuevo espritu nacionalista, hoy presente en todos los rincones de nuestro Patria, se inici en Talara, junto a los pozos de petrleo, junto a los campamentos, junto a la refinera, en el corazn de los trabajadores petroleros. Ese es el mismo espritu que gua todos los actos de la revolucin. El da sentido a toda la poltica revolucionaria y a nuestra unidad y nuestra fuerza. Nuestra posicin de la batalla del petrleo ha tenido amplias repercusiones en el campo internacional. Ha ganado para nuestro pas la admiracin y el respeto de todas las naciones, inclusive del pueblo norteamericano que ya ha empezado a comprender la verdadera naturaleza del problema con la International Petroleum. La tensin inicial con el gobierno norteamericano ha disminuido, sin que el Per haya cedido en nada la defensa de una causa que sabe justa. El dilogo con los representantes del Gobierno de Estados Unidos ha servido para explicar y fundamentar ante el mundo la posicin del Per. Y esto ha contribuido de manera muy importante al xito de nuestro pas. De otro lado, la posicin nacionalista en el problema del petrleo ha servido de orientacin normativa a todas las acciones del Per en el campo internacional. La defensa de nuestra soberana y de nuestros intereses constituye los
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fundamentos de la nueva diplomacia del Gobierno Revolucionario. Trtese de la ampliacin de nuestras relaciones con los pases socialistas o trtese de la firme defensa de los derechos del Per sobre las doscientos millas, el norte de nuestra accin es siempre el mismo: velar por los intereses del Per, inspirados en una clara y rotunda posicin nacionalista. Al recuperar la Brea y Parias y al expulsar a la lnternational Petroleum, el Per recuper tambin la plenitud de su soberana y la plenitud de su dignidad como Nacin. Hemos pagado por eso el precio de amenazas y presiones. Pero no importa. Hoy somos un pas digno y soberano, dueo de su destino. Esa primera accin seal el rumbo profundamente nacionalista de nuestro movimiento. Y demostr con claridad nuestro firme propsito de romper con el pasado para siempre. La presencia de la International Petroleum en el Per simboliz una poca de oprobio. Las instituciones y los hombres que a espaldas de la ley legitimaron el despojo de un pueblo a manos de esa empresa extranjera, tendrn siempre un lugar de vergenza en nuestra historia. Porque difcilmente la infamia y el cinismo podran ser mayores de lo que fueran aqu, cuando se dieron mano y maa para defender intereses extraos al Per en perjuicio de nuestra propia Patria. Cuanto aqu se hizo para favorecer a la International Petroleum, form parte de un patrn de conducta pblica, de un estilo de vida poltica que influy hondamente en el comportamiento de los partidos gobernantes del rgimen pasado, resumen culminante de toda una poca de dominio conservador en el Per. Contra el significado total de esa poca insurgi el movimiento revolucionario de la Fuerza Armada en Octubre de 1968. Nuestro propsito no fue remediar situaciones aisladas. Siempre reconocimos el carcter integrado de los diversos aspectos de la problemtica sustantiva del Per. Por tanto, comprendimos que el pas requera soluciones de fondo que abarcaran los decisivos fundamentos sociales, econmicos y polticos de su ordenamiento tradicional. Por eso, la recuperacin de Talara no fue la meto ni el fin de nuestro proceso revolucionario, sino apenas su inicio. Aparte de su hondo sentido reivindicatorio y justiciero, quisimos que fuese el smbolo de un nuevo pensamiento y una nueva actitud en el Per. No se trot solamente de restablecer lo soberana de nuestro pas sobre sus propias riquezas, sino de que nuestro pueblo comprendiese que una poca llegaba a su fin y que otra, distinta y superior, se iniciaba bajo la advocacin de un movimiento nacionalista y revolucionario llamado a transformar profundamente todos los rdenes de nuestra sociedad. Por eso la recuperacin del petrleo constituir un hito en nuestra historia. Signific la cancelacin de un periodo ominoso de la vida nacional. Puso trmino a un estilo poltico de genuflexin ante los pases poderosos, y dio nacimiento a una
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nueva y vigorosa actitud nacional de orgullo patrio. Una nueva manera de ser en el comportamiento de los gobernantes, naci en este pas cuando se puso trmino a lo ignominia, que represent la usurpacin de la International Petroleum Company. Y ese fue el paso inicial, de la afirmacin nacionalista que constituye el fundamento de toda la accin de Gobierno Revolucionario y la nota distintiva del nuevo Per. Los peruanos nunca debemos olvidar que los llamados poderes del Estado sancionaron el entreguismo y la tradicin en Talara. Quienes actuaron saban muy bien lo que estaban haciendo. No pueden eludir su responsabilidad tras la mscara de ninguna inocencia, de ningn desconocimiento. La afrenta que se hizo a este pas al pretender consagrar en Talara, la prdida de su soberana y la admisin de derechos que la International Petroleum nunca tuvo, fue la culminacin del largo camino proditor de la oligarqua peruana y de sus cmplices. Y ahora se tiene lo osada y la desvergenza de decir que el Gobierno de la revolucin se limit a ejecutar lo que esos enemigos de la Patria haban querido hacer. No. Lo que nosotros hemos hecho no puede compararse con la traicin que ellos quisieron perpetrar. Ellos quisieron entregar el pas a la International Petroleum, y nosotros hemos arrojado a la International Petroleum del Per. No culpamos a las instituciones. Culpamos a los hombres que las dirigieron. No culpamos a los partidos ni a los militantes de esos partidos. Culpamos a sus dirigentes que son los verdaderos responsables. La complicidad, el miedo, el entreguismo y la paga que muchos recibieron de la empresa extranjera, fueron los verdaderos obstculos para defender y hacer primar los derechos del Per. De otra manera no se explican los largos aos de regateos polticos, de vacilaciones y de engaos, que culminaron con la ignominia y la vergenza de la pgina once. Es mentira que la Fuerza Armada influyera para que el Ejecutivo y el Parlamento del gobierno anterior no plantearan con rotundidad las demandas del Per. Fue precisamente para que tales demandas fuesen respetadas que la Fuerza Armada intervino y depuso un gobierno demostradamente entreguista e inepto. Los peruanos tampoco debemos olvidar la ignominia que aqu signific la usurpacin extranjera. Durante mucho tiempo Talara fue, en realidad, un pedazo de suelo extranjero hundido como espina en la tierra y en la conciencia de la Patria. Si bien las formas externas de la segregacin fueron despus en gran parte abolidas, siempre persisti el trato discriminatorio para el trabajador peruano. Pedazo del Per ajeno para todos los peruanos, cercado de alambradas, campo de discriminacin donde nosotros ramos extranjeros: Eso fue Talara! Y esto no puede borrarse con mejores salarios. La conciencia de un pueblo no puede adormecerse con dinero. La tarea de reconstruccin nacional tena que empezar donde ms grande haba sido la afrenta infligida al Per por sus malos gobernantes y por la voracidad de una empresa extranjera sin principios ni ley. Esa tarea tena que empezar por donde la corrupcin y el entreguismo haban sido ms intensos y vergonzantes
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para el Per. Por eso, nuestra primera medida fue recuperar el patrimonio petrolero del pas. Por eso, la revolucin comenz por el petrleo. Desde que el Per naciera a la vida independiente hasta nuestros das, las leyes de la Repblica reservaron para el Estado las riquezas naturales del subsuelo, no siendo por tanto otorgable en propiedad a persona natural o jurdica alguna. Sin embargo, la International Petroleum Company mantuvo de hecho la propiedad de nuestro subsuelo en los campos petroleros de la Brea y Parias amparndose en el irrito laudo de Pars, fechado el 24 de Abril de 1922, y declarado nulo, posteriormente por la ley de la Repblica. Cuantos intentos se hicieron por resolver esta inaudita situacin fueron quebrantados mediante todo subterfugio imaginable: Un recuerdo reciente te lo constituyen los acontecimientos, que culminaron en la madrugada del 12 de Agosto de 1968, con la claudicante Acta de Talara por la que, uno ve ms, se trat de engaar al pueblo peruano, al aceptarse la condonacin de una cuantiosa deuda al Estado contraria a todo principio constitucional y que condenaba a la Empresa Petrolera Fiscal a ser una simple entidad extractora de petrleo; beneficiando as a la compaa usurpadora. La Fuerza Armada desde el Gobierno cumpli el anhelo ciudadano y patritico de reivindicar una riqueza nacional que ilegtimamente explotaba una empresa extranjera. As se repar la dignidad y la soberana de nuestra patria. Este fue un paso fundamental y decisivo de la revolucin. Los irrenunciables derechos del Per han prevalecido. El petrleo es peruano. La International Petroleum Company ha desaparecido del pas. Hemos hecho frente a las presiones extranjeras no con altanera, sino con firmeza. Si el precio de defender esta causa nos convierte en blanco de abominables enmiendas que el Per y el mundo entero han rechazado, estamos dispuestos a pagarlo. Nada modificar esta situacin. Los das del entreguismo han llegado a su fin. El pueblo del Per debe prepararse para realizar todos los sacrificios imaginables antes que ceder, y borrar en esta forma la iniquidad que ha representado esta situacin. As lo han hecho otros pueblos cuya conciencia, igual que la nuestra ahora, les ense que a los pases como a los hombres puede arrebatrseles muchas cosas, menos su dignidad, su honra y la resolucin de vivir de pie, erguidos y con la frente en alto. Los pases del mundo deben tener la certeza de que mantendremos en alto nuestra bandera de la justa reivindicacin y, estoy seguro, que adems de comprendernos, harn causa comn para definir esta situacin, porque el problema del Per es el de los pases llamados subdesarrollados de Amrica Latina y del mundo. 200 MILLAS: SOBERANA La tesis de la soberana del Per sobre las doscientas millas de nuestro mar territorial, se funda en irrecusables razones de orden histrico, cientfico, econmico, social y poltico, de absoluta importancia para nuestro desarrollo nacional. La defensa de nuestro derecho al control y al uso de los inmensos

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recursos de nuestra cuarta regin natural constituye, por eso, posicin irrenunciable de la Revolucin Peruana. Otros pases latinoamericanos comparten el inters y la preocupacin del Per con referencia a la doctrina de las doscientas millas y han extendido hasta ese lmite el ejercicio de su soberana sobre el mar. Pues por encima de la singularidad que, respondiendo a nuestra historia y a la naturaleza de nuestra problemtica de hoy, marca un rumbo distintivo y autnomo al proceso revolucionario del Per, somos conscientes de compartir con otros hombres y otros pueblos un destino bsicamente comn en trminos de una comn oposicin a todas las formas de dominio imperialista en los inseparables campos de la economa y la poltica. La lucha por la soberana es la lucha contra la dominacin extranjera. Y la lucha por nuestro desarrollo es por eso tambin un esfuerzo constante por defender nuestras riquezas naturales, la riqueza de nuestro suelo y nuestro mar y el trabajo de nuestros hombres, a fin de que todo ello sirva a una causa de justicia para todos los peruanos y no al inters de quines no son nuestros. Reivindicar los derechos del Per y conquistar la plenitud de su soberana no puede, por ello, ser un simple episodio. Hoy en el pas una nueva actitud, una nuevo manera de actuar que responde a una posicin esencialmente distinta, frente a los grandes problemas de la nacin. LA CERRO: VOLUNTAD ANTIMPERIALISTA Y EMANCIPADORA La expropiacin de la Cerro de Pasco Cooper Corporation, que signific el smbolo ms fehaciente de la presencia imperialista en el Per, tal cual lo fuera la International Petroleum Company, manifiesta la voluntad libertaria y antiimperialista de la Revolucin Peruana. Serenamente, sin retroceder un slo milmetro, con la enorme fortaleza que otorga ser fiel a sus principios, ella gan as una nueva batalla moral, econmico y poltica en la guerra por nuestra segunda emancipacin. Hemos cumplido ms de seis aos como genuina y autntica Revolucin Peruana. Que somos fuertes, austeramente fuertes, lo muestra el hecho de que seguimos conquistando victorias extranjeras de filiacin, estructura y conducta imperialista. Quienes no juegan limpio con el Per y su pueblo no pueden esperar sino nuestro indignado rechazo. Con la dignidad y la soberana esgrimidas como principio esencial de nuestra filosofa poltica y de nuestra conducta internacional, el Per se yergue hoy, otra vez, armado con lo viril integridad revolucionaria de los pueblos que se respetan, que hacen honor a sus antepasados, que saben mirar con lo frente limpia hacia el futuro. Como toda autntica Revolucin la nuestra acrecienta

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su caudal, enriquece su contenido, levanta sus banderas y enrumba sus pasos con la decidida confianza en lo justicia de su causa. Por ello, con esta medida trascendental, la Revolucin Peruana se afianza y avanza. Y prueba, con la irrefutable claridad de los hechos, su meta y lmpida filiacin libertaria, dignificante y emancipadora. Es que el imperialismo y la Revolucin no caben juntos en el Per, en una hora de lucha cuya consecuencia principista con el pueblo, nos demandarn las generaciones venideras. Como puente histrico entre el pasado y el porvenir, somos una generacin que tiene la responsabilidad de cancelar un sistema y una conducta caducos para dar nacimiento a un nuevo sistema, a una nueva conducta, a una nueva manera de concebir la vida entera de los peruanos y del Per. Tenemos el derecho y el deber de hacer, pues, la Revolucin. Porque no slo es este el designio final, impalpable de la historia, sino sobre todo, lo voluntad concreta, tangible, palpable, diaria e insobornable del pueblo del Per. Con la expropiacin de la Cerro de Pasco Cooper Corporation y con la extirpacin de su dominio econmico y de su poder poltico, la Revolucin lanza la mejor respuesta a sus enemigos de la reaccin y de la ultra-izquierda. A los primeros notificndoles que no slo no hay ni habr paso atrs, sino que nuestra marcha es indetenible, cualquiera que sea el costo que haya que pagar por ello. A los segundos, dicindoles que los hechos son la verdad ms pura e irrefutable de una Revolucin. La Cerro de Pasco Corporation desaparece fsica, real y nominalmente del pas. Queremos erradicarlo para que no quede por oposicin, sino en el recuerdo de un pasado que se est borrando del Per. Por ello, la empresa que hemos recuperado est naciendo a la vida activa de la Nacin con un nuevo nombre: Empresa Minera del Centro del Per (CENTROMIN-PER). Ella, es y ser en el futuro el smbolo de la minera revolucionaria en el territorio econmicamente liberado sobre el cual ejercer sus actividades. La Revolucin y los trabajadores en esta nueva empresa hemos adquirido un serio compromiso con el pueblo del Per. Quienes hemos jurado brindar lo mejor de nuestro empeo y de nuestra existencia por la liberacin del Per, debemos ponernos de pie y renovar nuestro juramento de lucha, haciendo lo posible y lo imposible, por un Per renacido, libre, justo, digno y soberano. ANTIMPERIALISMO Y RECURSOS NATURALES Los pueblos del Tercer Mundo luchan por superar definitivamente las condiciones generales del subdesarrollo que secularmente han hecho de ellos pueblos explotados. Aqu se encierra una causa de justicia que no puede ser ignorada y menos desdeada. Tenemos plenitud de derecho para construir la realidad de un futuro mejor, ms justo y ms libre.

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En esta lucha gigantesca nuestros recursos naturales tienen una importancia decisiva. Ceder en ella equivaldra a renunciar a la posibilidad de cancelar definitivamente un pasado ominoso que nos hundi en la miseria y el atraso. Nadie puede pedirnos que actuemos de este modo. Se han abierto ya definitivamente las puertas de una nueva era. En ella no pueden tener cabida las prcticas expoliatorias del pasado. Ser poderoso ya no puede significar impunidad para oprimir a los dems, ni para basar su grandeza en la miseria de los otros. Hay un mundo insurgente en nuestra poca que ya no puede ser detenido en su camino. Es el mundo que constituyen los pueblos hasta ayer oprimidos de la tierra. Es nuestro mundo. El mundo de las naciones que han empezado a transformarse para ser libres. Ese es el mundo al cual el Per pertenece y al cual habr de pertenecer en el futuro. Para nosotros no existe posibilidad alguna de construir una sociedad de justicia si mantenemos la realidad y las normas del pasado. Su transformacin inexorablemente significa romper las ataduras que hasta ayer nos supeditaron a los centros de poder extranjero. La lucha por la soberana nacional est en el corazn mismo de todo esfuerzo revolucionario. Y esa lucha necesariamente entraa restituir a los Estados soberanos el poder de decisin sobre todos sus recursos naturales. Tal restitucin decreta el inevitable enfrentamiento con los intereses de la dominacin econmica extranjera, parte esencial de la realidad que toda revolucin nacionalista tiene que cambiar de raz. Por todo ello el nacionalismo militante que defiende nuestra soberana tiene, por necesidad que ser de clara e inabdicable naturaleza anti-imperialista. Slo comprendiendo la absoluta justificacin histrica y la plena razn de justicia de posiciones como la nuestra, podrn los pases poderosos del mundo estar dispuestos a encontrar formas de solucin real que garanticen un nuevo trato equilibrado, econmico, poltico y moralmente viable. Tal es a nuestro juicio el pre-requisito de cualquier solucin perdurable a los innegables problemas que hoy existen entre nuestros pases y aquellos que hoy detentan el poder en el mundo. Nadie crea que somos naciones desvalidas. En nuestra riqueza radica potencialmente nuestra fuerza. Pero nuestra unin es el camino para actualizar esa extraordinaria potencialidad. En la medida en que seamos capaces de implementar polticas unitarias, podremos alcanzar relaciones verdaderamente justas y durables. Una visin realista y generosa del futuro demanda el reconocimiento de que estamos proponiendo un enfoque sensato a los problemas que encierra nuestra relacin con los pases que necesitan las materias primas que nosotros producimos. El afn de justicia de los pueblos del Tercer Mundo no podr ser en adelante sofocado. No se trata, por cierto, de plantear polticas imposibles. Se trata solamente de reconocer necesidades e intereses plurales y distintos. Ello exige redefinir de manera profunda las relaciones desequilibradas e injustas que hasta hoy han prevalecido entre el sector desarrollado del mundo y los pueblos

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emergentes que estamos luchando por nuestra independencia verdadera. Nadie puede desconocer el legtimo derecho que tenemos a defender lo nuestro. Esta es la posicin del Per. Es una posicin irrenunciable. ANTI-IMPERIALISMO Y SEGURIDAD Si la Fuerza Armada tiene la responsabilidad principal de garantizar la integridad del Per como territorio, como nacin y como Estado, tenemos que ser conscientes de que tal responsabilidad no habra podido ser cumplida cabalmente si nuestro pas hubiera seguido manteniendo intocados sus grandes problemas de atraso y de miseria, de explotacin y de ignorancia, de marginacin social y de sometimiento a las presiones de un poder extranjero que ms de una vez hizo tabla rasa de nuestra soberana nacional. La efectiva defensa de la Patria slo es posible en base a la grandeza, el bienestar y la justicia de todos los peruanos. Mientras furamos un pas de privilegios, de explotacin, de ignorancia, de miseria, de subordinacin al extranjero, siempre habramos sido un pas fundamentalmente dbil, fundamentalmente vulnerable. Creernos que nuestro pas no puede alcanzar ni seguridad ni grandeza, manteniendo intocadas sus viejas estructuras de discriminacin de las mayoras nacionales. Desde este punto de vista, es preciso recordar aqu la indesligable relacin que existe entre los problemas de la seguridad nacional y los problemas del desarrollo. Al fortalecer de manera decisiva el frente interno de nuestra nacin, mediante las reformas estructurales que para siempre cancelen los desequilibrios y las injusticias que resultaron en el empobrecimiento de las grandes mayoras, el Gobierno Revolucionario de la Fuerza Armada est contribuyendo tambin de modo decisivo a dar una base de solucin permanente a los problemas de la seguridad nacional. La accin de un Gobierno de veras consciente de sus responsabilidades es siempre, de necesidad, una accin unitaria. Lo que el Gobierno Revolucionario de la Fuerza Armada est realizando habr de traducirse inevitablemente en el fortalecimiento integral de nuestro pas. Nuestra tarea de gobernantes es, de este modo, indesligable de nuestra condicin de militares. Nuestra preocupacin por la seguridad nacional y nuestra preocupacin por los problemas fundamentales de la sociedad peruana no pueden ser preocupaciones separadas. Ambas se encuentran en la base misma de nuestra conducta gobernante. Y ambas se hallan tambin en la raz de nuestra vocacin revolucionaria, es decir, de nuestra irrevocable decisin de continuar ahondando y perfeccionando el rumbo de las grandes transformaciones sociales y econmicas que por primera vez ha sido posible realizar en el Per bajo el liderazgo de un Gobierno que representa la unidad institucional de las armas peruanas.

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PER, TERCER MUNDO Y ANTI-IMPERIALISMO Las naciones del Tercer Mundo somos nociones de una antigua tradicin enriquecida a lo largo de siglos. Pero tambin naciones que a lo largo de siglos han ido acumulando fundamentales problemas irresueltos. De ellos parten las hondas corrientes de cambio que hoy empiezan a brotar con fuerza incontrastable. La Revolucin Peruana es consciente del hondo nexo histrico que une su destino al destino de los dems pases de Amrica Latina y tambin al destino delos pueblos que son, como el nuestro, parte del Tercer Mundo; de esa vasta constelacin de pases que emergen hoy al plano frontal de la realidad contempornea para reclamar vigorosamente la cancelacin definitiva de un orden internacional injusto y discriminatorio que a todos no afecta adversamente. Es tambin consciente del sentido radicalmente nuevo del momento que hoy vive la humanidad. Esto es mucho ms que una expresin retrica. Es una comprobable descripcin de la realidad. Porque todos deberamos comprender que el viejo sistema de dominacin internacional tiene que ser abandonado. Las categoras que en el pasado sirvieron para expresar la realidad poltica del mundo tienen que ser redefinidas. Los conceptos de paz, seguridad, ayuda y cooperacin internacional deben ser, entre otros, profundamente revisados. Y en el sentido ms hondo de la expresin, el orden moral que sirvi de sustento a las relaciones internacionales del pasado, tiene que ser alterado tambin de modo sustantivo. La imposibilidad virtual de dirimir profundas diferencias por la va de los enfrentamientos blicos masivos, obliga a repensar todos los planteamientos clsicos de la conducta internacional de las grandes potencias. Y esto altera de modo fundamental la perspectiva que antes sirvi para enfocar los problemas internacionales. Porque implica aceptar una considerable reduccin de las posibilidades efectivas que las grandes potencias tienen hoy para actuar en las reas frontales de conflicto; y, consecuentemente, reconocer el desplazamiento de mbitos neurlgicos de decisin real hacia las zonas del mundo hasta ayer consideradas perifricas. Esto otorga a los pueblos que habitan las reas marginales de conflictos, una posible dimensin de poder hasta ayer virtualmente desconocida. Pero ella slo podra tornarse operativa en la medida en que esos pueblos fueran capaces de comprender lo potencial gravitacin poltica que ahora poseen y el prerequisito de accin unificada que demanda. Tal situacin sugiere la necesidad de ponderar hasta qu punto podra resultar imperativa una profunda redefinicin de las relaciones de poder poltico real en el mundo de hoy. En efecto, las grandes potencias econmicas y militares deben reconocer en la actualidad muy importantes limitaciones a su ejercicio efectivo del poder, cerca y lejos de sus fronteras. Y esto inevitablemente significa un correlativo aumento del poder, real
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de pases que hasta hace poco tiempo fueron considerados, piezas menores en la estrategia global de las naciones poderosas. Desde una perspectiva como la nuestra, el futuro de los pueblos del Tercer Mundo no se aprecia en la forma excesivamente sombra que trasunta la simple enumeracin de los datos que muestran las desequilibradas e injustas relaciones entre pases desarrollados. Un enfoque esencialmente poltico, abarcador de todos los factores que constituyen la compleja trama de las relaciones internacionales, permite trazar un cuadro diferente y optimista. No es el Tercer Mundo un conjunto de pueblos irremediablemente perdidos y a merced de los pases poderosos. En un sentido fundamental, aunque a veces desapercibido para muchos, de nosotros depende en gran medida el destino final y verdadero de las naciones que hoy tienen a nuestro juicio en forma transitoria, un papel dominante en el mundo. Independientemente de cualquier otra consideracin, el futuro del mundo en gran medida depende de quienes somos la mayora de la humanidad. No es cierto que las naciones de alto desarrollo industrial nos muestren el camino de nuestro porvenir, ni que prefiguren en su realidad de hoy lo que necesariamente habr de ser nuestra futura realidad. Lo importante, lo verdaderamente decisivo, era que emprendisemos el camino de nuestra liberacin. Ya lo hemos empezado. De nosotros -no de otros- depender en lo fundamental lo que tenga que ser nuestra historia del futuro. Por eso, debemos abandonar radicalmente todas las formas de obsecuencia y subordinacin ante los pueblos y gobiernos que antes ejercieron el control indisputado del mundo. No debernos hablar mediatizadamente. Debemos hacerlo sin arrogancia, pero con firmeza, seguros de que estamos defendiendo un derecho y una razn que no son ddiva de nadie y que nos pertenecen en la medida en que somos y nos sentimos hombres libres y en la medida en que somos y nos sentimos naciones soberanas. El propio sentido de la historia se orienta hacia la creciente liberacin de los hombres y los pueblos. Las posibilidades de conquistar una autntica libertad son hoy mucho mayores de lo que nunca fueron en el pasado. Por eso, asumamos la total responsabilidad de llegar a ser plenamente libres. Nuestras miserias y nuestras injusticias son tambin obra de nosotros mismos. Y poco adelantamos al pretender que otros sean responsables absolutos de que existan. Atribuir a los dems paternidad completa de todo lo que a nosotros nos ocurra es, en el fondo, aceptar una inferioridad que realmente no existe ni jams ha existido. Sufrir dominacin por parte de los poderosos nunca ha significado en la historia del mundo demostracin de superioridad intrnseca de hombres ni de pueblos. Los dominadores de hoy fueron ayer con frecuencia dominados. Hoy surge en lo mdula ms radical de un pensamiento de veras contemporaneizado, la interrogante que profundamente cuestiona la supuesta inevitabilidad de dominio de unos pueblos sobre otros.

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Sabemos muy bien la dura realidad de la dominacin imperialista que en diferentes grados afecta a todas las naciones del Tercer Mundo y tambin sabemos todo el significado del neocolonialismo contemporneo. Pero nada de esto nos debe conducir a ignorar la posibilidad real de que un nuevo pensamiento rector de las relaciones internacionales insurgi como resultado de los cambios profundos que hoy vive la humanidad en todos los planos de su existencia. Las etapas histricas que entraan -como la nuestraruptura cualitativa del devenir del hombre, gestan su propio universo normativo, y edifican una nueva teleologa social. Por eso, en puridad, no habra razn alguna para suponer que un nuevo pensamiento y una nueva valorativa integral tendran, necesariamente, que ser similares a sus equivalentes del pasado. Si todos fusemos capaces de desterrar los dogmas y de mirar la historia sin prejuicios, comprenderamos que no hay nada ilusorio en pensar de este modo. Algunos de los grandes idealismos del pasado y algunos de sus ms deslumbrantes utopas constituyen ahora expresin de un realismo cuyo respeto es vital para la continuidad de la civilizacin y, acaso, de la especie humana. Ilusorio por eso, podra ser pensar que los principios sobre los cuales se construy todo el sistema tradicional de relaciones internacionales puedan mantenerse intocados en medio de las hondas alteraciones que han transformado al mundo en las ltimas dcadas y que probablemente continuarn transformndolo en el porvenir. La estructura poltica internacional se encuentra en proceso de recomposicin. Nuevos y vigorosos centros de poder han puesto fin a la bipolaridad surgida de la guerra y contribuyen de modo decisivo a reconstituir la realidad del mundo contemporneo. El pluralismo poltico que determinan esas nuevas reas de poder de verdadero alcance mundial, obliga a replantear la perspectiva de anlisis que imper hasta hace pocos aos. Hoy se trata de actualizar una visin del mundo que con fidelidad refleje su dinmica realidad del presente. Frente a esa realidad, las normas y valores de poltica internacional basadas en el reconocimiento de una bipolaridad que ya no existe, tienen necesariamente que ser substituidos por otros que reflejen la significacin de aquel emergente pluralismo de centro de poder que en mucho caracteriza la escena internacional de nuestros das. En este momento transicional de la humanidad y ante el conflicto profundo que entraba las relaciones de las grandes potencias que compiten por ampliar sus reas de dominacin y de influencia, los pueblos del Tercer Mundo tenemos un camino y un designio fundamentalmente comunes. Sin embargo, la propia expresin Tercer Mundo no designa, en rigor, una realidad y una alternativa de carcter poltico frente a las reas ordenadas capitalista y comunista que, encarnaron la dualidad de poder que emergi de la ltima conflagracin mundial. Esa expresin designa fundamentalmente una situacin econmico-social
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dinmica y heterognea, definida en relacin a los pases que, independientemente de su signo ideolgico, han alcanzado altos niveles de desarrollo industrial. El Tercer Mundo es, por tanto, en esencia, el sector de pueblos subdesarrollados del planeta. Sin embargo el Tercer Mundo es tambin, aparte de esto, un estado de conciencia que gradualmente a todos nos hace comprender que nuestros pueblos tienen una fundamental problemtica comn frente a las naciones de alto desarrollo. El Tercer Mundo engloba dentro de s diversos ordenamientos sociopolticos que responden a ideologas diferentes. El Tercer Mundo presenta, de este modo, acusada disparidad de tendencias y situaciones polticas basadas en una problemtica socio-econmica esencialmente similar. Pero sobre la base de esa fundamental similitud se dan entre nosotros adems, diferentes intensidades de subdesarrollo. En consecuencia, a la heterogeneidad de sistemas polticos y de orientaciones ideolgicas, es preciso aadir esta obra derivada de la distinta intensidad del subdesarrollo en nuestros pueblos. Ello no obstante, la generalizacin de peculiaridades distintivas no impide definir el perfil de un decisivo denominador comn que a todos nos acerca. Situaciones de sentido comparable tambin se dan, sin embargo, en los pases industrializados. En efecto, esos pases tampoco constituyen una realidad totalmente homognea. Hay niveles diferenciables de desarrollo industrial y tecnolgico y hay, diversidad de situaciones poltico-ideolgicas en las naciones de alto desarrollo. Ms an, algunos de sus ms importantes sectores sociales comprenden la problemtica fundamental de nuestros pueblos y, en cierta forma, se identifican con la causa nacionalista y revolucionaria del Tercer Mundo contra el sub - desarrollo y la dominacin imperialista. Lejos, por eso, de ignorar nuestras diferencias y nuestra diversidad, debemos reconocerlas. Los fundamentos y las razones de la esencial comunidad del Tercer Mundo son ms fuertes que sus diferencias y su diversidad, pero slo seremos capaces de unirnos de manera efectiva reconociendo que somos distintos y teniendo conciencia de que nicamente a partir de la realizacin de nuestra autntica unidad podremos solucionar los complejos problemas que plantea nuestra relacin con el mundo desarrollado. En consecuencia, slo el doble reconocimiento de su visible heterogeneidad poltica y de su fundamental similitud de realidad econmica, puede proporcionar al Tercer Mundo un punto de partida para estructurar una posicin coherente y comn. En un sentido capital, lo anterior implica que nuestras diferencias no deben desunirnos, porque slo la unin puede, en verdad, salvarnos. En la medida en que permanezcamos virtualmente atomizados e incapaces de vertebrar una accin de conjunto seremos igualmente incapaces de superar con xito los conflictos y presiones inevitables en toda relacin entre pueblos empobrecidos y naciones de un cada vez mayor podero econmico, tecnolgico, militar y poltico.
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La heterogeneidad de orientaciones ideolgicas que hoy se percibe en el Tercer Mundo, probablemente tender a disminuir de modo radical a medida que todos comprendamos con mayor lucidez la gravitacin incontrastable de las realidades econmicas concretas que nos separan de los pases de alto desarrollo industrial. Diferentes y conflictivas realidades econmicas, generan diferentes y conflictivos intereses. Y as como dispares situaciones frente a la economa generan intereses contrapuestos y relaciones de inevitable conflicto entre grupos y clases sociales, algo fundamentalmente similar ocurre en el plano de las relaciones internacionales. La posibilidad real de que pueblos con intereses econmicos divergentes compartan permanentemente posiciones comunes es, en el ltimo de todos los anlisis, muy limitada. Porque los intereses que surgen de situaciones econmicas de clara divergencia tienden inexorablemente a determinar posiciones distintas que tarde o temprano tendrn que ser reconocidas. Aqu est el germen de la profunda unidad que los pueblos del Tercer Mundo debemos alcanzar. El comn denominador de carcter ideolgico y poltico que en gran medida hoy no tenemos, podra surgir en base a la conciencia de esa honda comunidad de realidades e intereses econmicos concretos que deben fundamentar nuestra unin. Esa unin debe institucionalizarse para que pueda ser verdaderamente fructfera. Poltica y econmicamente, no existe otra solucin de largo alcance para nuestros ms apremiantes problemas. Comprendemos que esto implica un proceso de larga duracin. Pero, por eso mismo, debemos comenzarlo sin tardanza. La constitucin de organismos permanentes que tornen de veras efectiva una sistemtica coordinacin de las acciones que emprenden los pueblos del Tercer Mundo es el imperativo de nuestros das. La dependencia surge fundamentalmente de la naturaleza de las relaciones econmicas, financieras y comerciales de nuestros pases con las naciones desarrolladas del mundo. Tales relaciones generan desequilibrios altamente perjudiciales para los pases tercermundistas. Se deben introducir modificaciones sustantivas en reas importantes de la accin internacional. En primer lugar, los trminos del intercambio comercial con los pases desarrollados, claramente desventajosos para los pases subdesarrollados deben ser superados sin demora. En segundo lugar, la estructura del comercio internacional debe ser radicalmente modificada para reducir y cancelar las barreras arancelarias que nuestros productos manufacturados encuentran en el mercado estadounidense. Finalmente, se debe racionalizar la necesaria inversin de capitales extranjeros en nuestros pases. La inversin privada extranjera, si bien crea focos de modernizacin econmica, sirve en las actuales condiciones como mecanismo de succin de nuestras riquezas. Paradjicamente, pese a nuestra condicin de naciones en vas de desarrollo, somos en realidad exportadores de capitales y financiadores del espectacular desarrollo de los pases altamente industrializados. Con la riqueza extrada de nuestros pases se dinamiza el desarrollo de otras reas del mundo que operan como zonas de expansin del industrialismo moderno.
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No obstante todos sabemos muy bien todo esto. Todos sabemos muy bien cun justa es nuestra protesta contra un sistema de relaciones internacionales que slo beneficia a los pases desarrollados. Todos conocemos la verdadera naturaleza de una ayuda internacional que succiona nuestra riqueza y, paradjicamente, nos convierte en exportadores de capitales con los cuales estamos, en realidad, subsidiando la expansin industrial de los sistemas econmicos dominantes hacia las reas menos desarrolladas del mundo. Pero nada verdaderamente importante vamos a ganar en slo seguir denunciando lo que ya es bien sabido. Mientras los pueblos del Tercer Mundo no cambiemos radicalmente de actitud ante nosotros mismos y ante los dems, nuestros problemas fundamentales continuarn irresueltos. Debemos abandonar el tono denunciatorio y de pedido que siempre ha caracterizado nuestros pronunciamientos. Debemos convencernos de que nadie va a resolver nuestros problemas sino nosotros mismos. Debemos asumir la ms alta conciencia de nuestra propia responsabilidad en las grandes cuestiones que afectan a nuestros pueblos. Debemos encarar valerosamente nuestro indelegable papel de hacedores directos de nuestro propio futuro sin responsabilizar a los dems por aquello de lo que somos realmente responsables. Y debemos, finalmente, comprender que, por encima de nuestras inocultables diferencias, hay razones profundas que imponen la necesidad de la unin realista y efectiva de las naciones del Tercer Mundo. Si no comprendemos la radical divergencia de realidades y de intereses que nos separan de las grandes potencias dominantes; si no somos capaces de entender que para actuar con real independencia debemos pensar con plena autonoma; si no percibimos que todo esto supone una forma enteramente nueva y propia de conceptualizacin poltica y de direccionalidad valorativa, entonces tarde o temprano habremos de encarar la cruda certidumbre del fracaso. Deberemos entonces admitir que no supimos interpretar el mensaje de la historia y que, puestos en el umbral de una nueva poca, no tuvimos la sabidura de hacer inteligible nuestro camino. En tal caso, seremos abierta o disfrazadamente vasallos de otros pueblos, repetidores de frmulas forneas, seguidores de rutas que no son las nuestras y, en fin, naciones que no han sabido edificar su propia vida y elevarse al plano de eminente conciencia histrica a donde slo arriban los pueblos que hacen su destino y construyen su mundo.

PER, TERCER MUNDO: ANTI-IMPERIALISMO E INDUSTRIALIZACIN Estamos de acuerdo en considerar la industrializacin como parte indispensable del esfuerzo por alcanzar el desarrollo integral de nuestros pueblos. Pero reconocemos que en relacin con este vital asunto se plantea un problema de vastas implicaciones tericas y prcticas en trminos de una anchurosa perspectiva histrica.
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En primer lugar, qu forma de industrializacin consideramos necesaria? Negamos la necesidad de un desarrollo industrial hipotecado al extranjero. Rechazamos por falso un desarrollo industrial asentado en la accin predatoria de las grandes corporaciones transnacionales, nueva modalidad de la penetracin imperialista. Un desarrollo industrial bajo control forneo es tan slo un mecanismo de succin de nuestros recursos para favorecer la expansin de economas dominantes. Queremos, en consecuencia, un desarrollo industrial de pleno autonoma, cuya virtud principal sea beneficiar directamente a nuestros propios pases, sin que esto signifique desconocer la necesidad de relaciones econmicas que nos vinculen al resto del mundo en legtimas y justas condiciones de igualdad y respeto para todos. Negamos, asimismo, la deseabilidad de un desarrollo industrial tecnolgica y econmicamente tributario de los centros forneos de poder. Queremos un desarrollo industrial capaz de contribuir a la expansin de todo nuestro sistema econmico, a la utilizacin de todos nuestros recursos humanos y naturales y, consecuentemente, a la realizacin de todo la potencialidad global de nuestros pases. En segundo lugar, queremos los pases del Tercer Mundo alcanzar lo que hoy se conoce como status de nacin industrializada? En torno a esta posibilidad los hombres de la Revolucin Peruana planteamos un cuestionamiento fundamental. No es cierto que los grandes pases industriales sealen nuestra inexorable imagen de futuro ni que sean espejo de nuestro inevitable porvenir. Es ms. No slo recusamos la inevitabilidad de que eso sea as: sostenemos que ello sera indeseable. La evidencia emprica de que hoy todos disponemos, nos afirma en la conviccin de que las sociedades altamente desarrolladas, bajo la orientacin de diferentes sistemas ideolgicos y dentro de distintos sistemas econmicos hoy dominantes, son incapaces de proporcionar condiciones que permitan el verdadero y pleno desarrollo de los hombres. Sociedades de alienacin, en ellas perviven irresueltos fundamentales problemas que se afincan en la propia naturaleza del ordenamiento social. Nosotros no aspiramos a llegar a una situacin as. No queremos encontrarnos maana en la crtica situacin en que hoy se encuentran las naciones que pretenden sealarnos un camino. Pensamos que es necesario plantear el problema en nuevos trminos. Nuestro desarrollo industrial debe admitir una teleologa diferente. No querernos ser una nacin industrializada en el sentido convencional y concreto que esta expresin tiene en el presente. Recusamos los sistemas socio-econmicos que finalmente cosifican al hombre y lo tornan instrumento de ciegos mecanismos tecnolgicos, empresariales y polticoeconmicos frente a los cuales se encuentra por entero inerme. No queremos una sociedad deshumanizada basada en una economa de la deshumanizacin. En una sociedad as el hombre inevitablemente deviene objeto del annimo e incontrastable poder de las corporaciones, los mecanismos de
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administracin tecnolgica, las burocracias y los sistemas de produccin y distribucin que tan slo obedecen a consideraciones de eficacia estadstica, por entero alejadas de las necesidades palpitantes de los hombres, de sus decisiones, de su participacin y de sus sueos. Una sociedad donde los seres humanos sean cada vez menos y los instrumentos que aherrojan su libertad y deshumanizan su vida sean cada vez ms, no es nuestro ideal para el futuro del Per. Queremos todo lo contrario: una sociedad regida por las consideraciones supremas que hacen del hombre el referencial ms decisivo de la vida social. Y esto jams ser logrado si ilusamente seguimos el camino que marca el desenvolvimiento de las grandes potencias industriales del presente. El fin de ese camino est a la vista. Si no queremos para nosotros ese fin, no debemos tampoco querer para nosotros tal camino. En consecuencia, uno de los grandes desafos a nuestra imaginacin y al poder creador de nuestros pueblos, es el que se refiere a la necesidad de disear rumbos cualitativamente diferentes para nuestro desarrollo industrial. Industrializacin, s. Pero una industrializacin que no culmine con la creacin de una sociedad de servidumbre humana. Esto a nuestro entender significa una industrializacin de esencia y de finalidades diferentes a la de las naciones hoy desarrolladas. Desde otro punto de vista, resulta por entero pueril, a nuestro juicio, aceptar una competencia que slo puede ser resuelta en forma negativa para nosotros mismos, toda vez que se plantea en trminos que no podemos superar en un plano en el que necesariamente gravitan de modo decisivo las diferencias cada vez mayores que nos separan, y continuarn separndonos, de los pases de alto desarrollo. En efecto, el carcter acumulativo del crecimiento econmico y tecnolgico de las grandes potencias industriales, torna ilusoria la posibilidad de que alguna vez podamos suprimir las distancias que de manera constante nos alejan a unos de los otros. En esos trminos, la competencia real est perdida desde ya para los pueblos del Tercer Mundo. Por tanto, es indispensable modificar la forma en que hasta hoy concebimos aquella relacin competitiva. Es urgente, por tanto, desde nuestro punto de vista, redefinir la naturaleza de nuestra relacin y nuestra competencia con los pases poderosos del mundo. Pero no es en el terreno de la racionalidad que preside y orienta el desarrollo de los grandes pases industriales que debemos plantear este problema. Es preciso hacer un esfuerzo para escapar a la lgica, a los supuestos, a la teleologa de esa racionalidad, porque todo esto es adverso a los intereses y a la causa de los pases que conformamos el Tercer Mundo. Los trminos de referencia deben ser substantivamente modificados para poder disear con lucidez rumbos alternativos, esto es, finalidades diferentes. Es un trgico error que continuemos aceptando la definicin de nuestras relaciones y nuestra competencia con aquellos pases en el terreno y en las condiciones por ellos
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escogidas de manera virtualmente unilateral. Slo cuando comprendamos con claridad todo lo que esto significa, estaremos en condiciones de formular la nueva concepcin del desarrollo industrial que nuestros pueblos necesitan. Consecuencia directa de todo lo anterior es reconocer que se debe abandonar radicalmente y para siempre el tono y la actitud que suelen asumir nuestros pases frente a las naciones que econmicamente dominan todava en la escena del mundo. Las diversas formas de dominacin econmica y poltica no obedecen a los dictados de una tica afincada en los significados del bien y el mal. No es tampoco a la voluntad individual de nadie que tales formas de dominacin responden. Por el contrario, se trata del accionar valorativamente neutro de complejos sistemas y mecanismos que no obedecen a ninguna normatividad moral, sino ms bien a la fra necesidad de los intereses econmicos, estratgicos y polticos. Son fuerzas por entero impersonales las que se hallan en juego. Mal podemos entonces apelar a consideraciones de justicia y razn para que las demandas de nuestros pases encuentren atencin y respeto. No podemos enfrentar la lgica del inters y la ventaja con la lgica de la justicia y la moral. Es aquella y no sta la que orienta el comportamiento de los inmensos factores de poder que los sistemas y los mecanismos de dominacin internacional controlan. Debemos por ello comprender que libramos una dura y desigual batalla por nuestra integral liberacin. Tan solo reclamar, demandar, exigir un trato de razn y de justicia habr en ella de darnos siempre muy pocos resultados. En consecuencia, los avances en el camino de nuestra liberacin habrn tan slo de deberse siempre a los esfuerzos que nosotros mismos hagamos por luchar unidos y unidos defendernos en base a nuestros propios recursos econmicos, a nuestras propias posibilidades polticas, a nuestra propia capacidad de decisin. La causa de los pases del Tercer Mundo es por entero justa. Lo saben los gobiernos de las naciones demasiado bien. Y, sin embargo, muy pocas cosas han cambiado en nuestro mundo. Por tanto, debemos tratar con aquellos gobiernos, no en base a la reiteracin de la justicia de una causa que todos reconocen, sino en base a la concreta realidad de los intereses en juego. Porque jams debemos olvidar que todas las formas de explotacin se basan finalmente en el desconocimiento de los razonamientos de justicia. Por eso, la emancipacin verdadera de los pueblos no se hace al fin de cuentas tan slo con palabras. En consecuencia, emprendamos sin dilacin alguna esfuerzos concretos de unidad para enfrentar la dura y difcil tarea de nuestra liberacin verdadera, integral y definitiva.

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XV. REVOLUCIN, INTEGRACIN Y NO ALINEAMIENTO

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NUESTRA VOCACIN UNIONISTA Pacto Andino e integracin La poltica seguida hasta hoy por los pases signatarios del Acuerdo de Cartagena es expresin adelantada de una posicin que constantemente se vigoriza en todo el continente y que nos da fundamento real para esperar que en da no lejano todos los pueblos latinoamericanos emprendan una tarea similar para conjuncionar esfuerzos, para aunar voluntades, para hermanar propsitos. Y todo esto, a fin de desarrollar una poltica de integracin liberadora que lleve a los pases hermanos de Amrica Latina a consolidar su verdadera independencia y a lograr un autntico desarrollo que garantice la solucin definitiva de nuestros grandes problemas del pasado. Al margen de toda consideracin retrica, quienes en el Per luchamos por una causa salvadora de justicia social e independencia verdadera, estamos convencidos de que estos grandes ideales slo podrn afianzarse como conquistas histricas irreversibles en la medida en que por ellos se luche y se construya en las dems naciones hermanas de Amrica Latina. Nos estamos uniendo para garantizar nuestra propia libertad. Nos estamos uniendo para defender los intereses de nuestros pueblos. Nos estamos uniendo para cancelar definitivamente una poca signada por el subdesarrollo y el dominio extranjero. Y slo dentro de propsitos as podr tener efectiva validez el anhelo y la lucha por construir en nuestro suelo un ordenamiento social basado en la justicia. De este modo, luchar por la unidad de nuestros pueblos es para nosotros inseparable del duro batallar en que hoy vivimos por reestructurar de manera profunda y permanente todo el ordenamiento tradicional de nuestra sociedad. Por eso la bsqueda afanosa de formas constructivas de unin con otras repblicas hermanas representa, en esencia, dimensin inherente a nuestro quehacer revolucionario como soldados de una causa que con certeza representa la autntica y profunda verdad de nuestro pueblo. Esta es la razn por la cual el Gobierno Revolucionario del Per dio desde el primer momento su respaldo total al planteamiento integracionista que sirve de sustento a la hoy da promisora realidad del Pacto Andino. Tal posicin ha sido uno de los pilares ms firmes de la poltica internacional del nuevo Per que estamos construyendo. Nunca entendimos la integracin al margen de su profundo valor instrumental. Desde el primer momento vimos en ella un me dio de lograr el fortalecimiento integral de nuestras naciones, una forma de lucha por afianzar la independencia econmica de Amrica Latina y, por tanto, un modo de contribuir o superar la secular subordinacin de nuestras economas a los centros de decisin extra latinoamericanos. Instrumento liberador por excelencia, el Pacto Andino debe siempre por eso responder al propsito de cimentar nuestra

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autonoma econmica y la creciente capacidad de nuestros pueblos para decidir por ellos mismos su destino. Tales propsitos exceden con largueza la finalidad de un simple mejoramiento econmico, exterior e intrascendente en trminos de las grandes demandas histricas de los pueblos latinoamericanos. No queremos la vistosa irrealidad de una riqueza que en el fondo no es propia. No queremos el engao de ningn auge econmico ficticio. No queremos un crecimiento econmico de propiedad extranjera. Querernos la slida y veraz realidad de un verdadero desarrollo econmico indisolublemente unido a objetivos de autntica justicia social para los hombres de Amrica Latina. En consecuencia, si los objetivos centrales del Pacto Andino son alcanzar la mxima velocidad de un desarrollo as entendido y la superacin definitiva de la dependencia econmica que lo hace posible, resulta fundamental que nuestros pases fortalezcan polticas homogneas diseadas en funcin de estas finalidades. Desde este punto de vista, el Per reitera su decidido respaldo o un rgimen comn de tratamiento al capital extranjero como aspecto verdaderamente esencial del proceso integracionista. Slo actuando mancomunadamente en este terreno decisivo podremos aumentar de modo considerable nuestra capacidad de negociacin en todo lo referente al uso del capital y la tecnologa provenientes de otras partes del mundo. Y si bien es cierto que el objetivo de llegar a constituir una autntica comunidad econmica an no ha sido plenamente alcanzado, el Per considera que desde ya nuestros pases deberan iniciar acciones concretas destinadas a proyectar la integracin econmica a los aspectos igualmente cruciales de lo social y cultural, particularmente en el dominio de la tecnologa. En efecto concebimos el desarrollo como un proceso que indesligablemente encierra factores econmicos y socio-culturales, la integracin vinculada o tal proceso no puede ser planteada en trminos exclusivamente econmicos. Por el contrario, ella debe incorporar en su campo de realizaciones concretas los fundamentales aspectos antes mencionados. Parte importante de esta tarea es el esfuerzo de las naciones andinas para viabilizar una salvadora integracin que refuerce nuestra lucha contra los males seculares de la dependencia y el subdesarrollo. En este esfuerzo el Per cifra muy grandes esperanzas. Y aunque sabemos que ser muy difcil afianzar, ampliar y concretar todas las posibilidades liberadoras de la poltica de integracin subregional, sabemos tambin que de su xito depende una parte vital de nuestro futuro como naciones latinoamericanas. Por esta conviccin el Per seguir esforzndose para contribuir el triunfo del propsito comn que anima a los pases signatarios del Acuerdo de Cartagena. Pues, en el ms profundo de los sentidos, el problema que hoy confronta el Per es un problema latinoamericano.
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La batalla que hoy libramos, es un enfrentamiento desigual en que se juega mucho del destino de nuestro continente que hoy, ms que nunca, eleva al rango de su conciencia ms preclara la conviccin de que el camino de su unidad es el camino de su salvacin definitiva. Y mal haran quienes supusieron que el Per va a dar paso atrs en el sostenimiento de una causa cuya ms honda raz de justicia responde a un clamor americano. Sabremos prevalecer. Pero, por ser la causa del Per una expresin veraz de la causa de todo el continente, nosotros esperamos y demandamos la solidaridad de los pueblos fraternos de Amrica Latina. Si hoy cayera el Per, ningn futuro nacional tendra seguridad en esta parte del mundo. Es de aqu, de donde dimana la responsabilidad del continente latinoamericano frente a un pas hermano como el Per de hoy se juega el destino en defensa de su soberana nacional en la incruenta lucha por su emancipacin econmica. Nosotros continuaremos batallando seguros de nuestra razn que es de justicia, seguro del respaldo de nuestro pueblo que al fin ha visto restaurada su fe y recuperado su sentido de dignidad nacional, y seguros tambin de que estamos librando una lucha no slo por el Per, sino por toda Amrica Latina cuyo destino histrico hoy vuelve a jugarse en suelo del Per, como se hizo ayer en los das aurorales de nuestra vida republicana. Por eso, por tener nuestra lucha un sentido y una misin latinoamericana es que demandamos el respaldo y la solidaridad de Amrica Latina, convencidos de que ser solidarios significa mucho ms que decirlo. El reconocimiento de que somos distintos no debe perturbar en absoluto la paz en nuestro continente. Amrica Latina no puede volver a ser un universo poltico homogneo. Han insurgido ya muy poderosas fuerzas de cambio orientadas a sustituir los ordenamientos tradicionales por nuevos ordenamientos de justicia. Nuestras sociedades hoy estn en crisis. Y muy probablemente lo seguirn estando en el futuro. Nuevas formas de ordenacin econmica, poltica y social han empezado a surgir en nuestro continente al amparo de incontrastables corrientes de la historia. Nadie podr detenerlas. Nada ser capaz de interrumpir su curso definitivamente. Tales procesos son hasta hoy bastante diferentes y probablemente lo sern en el futuro. Slo tienen en comn su rechazo a los sistemas de vida poltica y econmica basados en la explotacin y en la injusticia. Pero la forma concreta de construir las posibles alternativas al pasado, son distintas. Ello obliga al abandono final de la errada nocin de la uniformidad latinoamericana. Pero todos deberamos tener la suficiente madurez para reconocer las diferencias y las peculiaridades de nuestros pases. Respetar divergencias no implica en modo alguno compartir finalidades y propsitos. Es tiempo ya de que todos nos acostumbremos a vivir en paz respetando las posiciones distintas a la nuestra. Tal reclamo es particularmente importante para el Per, porque aqu hemos iniciado hace seis aos un rumbo nuevo en la experiencia latinoamericana. Estamos luchando por reconstruir nuestra sociedad de acuerdo a principios que no
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son los principios del sistema capitalista que nos hizo pas dependiente y subdesarrollado. Sabemos que el nuestro es un rumbo distinto al escogido por otras naciones. Pero nadie, absolutamente nadie, podra jams cuestionar el derecho del Per a seguirlo con absoluta independencia. Y de la misma manera que respetamos a quienes no piensan como nosotros, exigimos que ellos tambin sepan respetar las decisiones soberanas del Per. Porque parte muy sustantiva de la lucha por la reivindicacin plena de nuestra soberana se afiance en la nocin de que el Per es enteramente libre para determinar su propio destino. interamericanismo. En esencia, los mismos ideales y propsitos que informan nuestra actitud frente a la integracin fundamentan el sentido de nuestra concepcin acerca de lo que deberan ser las relaciones interamericanas. Ya es tiempo de superar la vieja prctica del ocultamiento y el eufemismo. La retrica de la vieja diplomacia pareci preferir siempre eludir el enfoque frontal de los problemas. Tal preferencia form parte conspicua de un modo de ser y de un estilo poltico caractersticamente incompatible con la naturaleza de una posicin de veras revolucionaria que implica un nuevo lenguaje y una nueva manera de encarar situaciones y problemas. Por otra parte, nada tenemos que ocultar. Nuestra abierta y confesa posicin revolucionaria nos demanda luchar contra todo aquello que constituy parte y fundamento del orden tradicional de nuestra sociedad. Aspecto importante de este orden fue una particular manera de encarar la problemtica internacional de nuestro tiempo. Es ms, la diplomacia que hemos abandonado fue en su poca la expresin de un determinado modo de entender, de definir y de aceptar las relaciones entre otros pases y el nuestro, y en particular entre nuestros pases y los pases poderosos. Estas relaciones siempre fueron planteadas en trminos de virtual subordinacin del Per a los centros hegemnicos de poder extranjero. De esa manera se consagr a nivel internacional el predominio de las grandes empresas sobre la economa del Per. De tal suerte llegamos a ser en el pasado un pas de soberana recortada e ilusoria, justamente por el hecho de constituir una nacin de economa sujeta a la influencia de intereses econmicos forneos. Por eso la indeclinable posicin nacionalista de la Revolucin Peruana y su lucha militante por la reivindicacin total de nuestra soberana, tornan irrenunciable nuestra absoluta fidelidad al propsito de afianzar el carcter nacional de nuestra economa. Comprendemos muy bien que una posicin como la nuestra despierta la suspicacia, la crtica y el rechazo de aquellos intereses forneos que la revolucin inexorablemente tiene que afectar. Sabemos que tal posicin puede conducir a fricciones y conflictos con algunos gobiernos extranjeros. Pero sabemos tambin que esto slo puede ocurrir con los gobiernos que cometen el profundo error histrico de creer que la causa de sus pueblos y el inters de sus naciones pueden ser confundidos con la causa y los intereses de empresas cuyas finalidades especificas poco o nada tienen en comn con los intereses del Per
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como nacin y, en verdad, con los bien entendidos intereses de sus propios pases de origen. Todos reconocemos en Amrica Latina que la insurgencia de movimientos nacionalistas y revolucionarios siempre ha planteado situaciones conflictivas de intensidad variable con el Gobierno de los Estados Unidos de Norteamrica. La explicacin radica fundamentalmente en la circunstancia de que esos movimientos han enfrentado inevitablemente la dura oposicin de los intereses econmicos de aquellas empresas estadounidenses que llegaron a nuestros pases en connivencia con gobiernos conservadores y entreguistas. Todo este fue lo caracterstico de nuestra historia. Tal era el modo usual de gobernar. Comprendernos que no se trata aqu de encontrar responsabilidades unilaterales. Culpables fueron, tanto o ms que las empresas extranjeras, los gobiernos que por uno u otro motivo cedieron a sus presiones y, en condiciones lesivas a nuestros intereses nacionales, entregaron las riquezas, los recursos naturales y el trabajo de nuestras gentes. Pero todo esto pertenece al pasado. Porque por obra de la revolucin de nuestra Fuerza Armada, el Per hace tres aos y medio empez a dejar de ser un pas sometido a tutela extranjera. Nada nos apartar de continuar luchando para que la riqueza del Per sea de modo verdadero riqueza de slo los peruanos. Y los Estados Unidos deberan comprender y respetar la honda raz de justicia que hace irrenunciable nuestra causa. Lo anterior, sin embargo, no debera confundirse con una simplista posicin antinorteamericana. El Per, seguramente al igual que los dems pases de Amrica Latina, nada tiene en contra del pueblo norteamericano, cuya historia y cuya grandeza como nacin conocemos y respetamos. Mas si tenemos motivos fundados de rechazo a la accin predatoria y perniciosa de la penetracin imperialista. Y nada tenemos en contra del Gobierno de los Estados Unidos, sino en tanto ese gobierno pudiera actuar en base a la errada y anti-histrico nocin de que debe situarse al lado de los intereses de algunas empresas fundamentalmente explotadoras y no de parte de la causa de pueblos a los que se llama hermano, ni en verdad, al final de todos los anlisis, de parte de la bien entendida causa del propio pueblo norteamericano. Todos en el hemisferio deberamos comprender que hemos ya empezado a vivir una etapa distinta de nuestra historia contempornea. En esta nueva etapa ya no ser posible defender y mantener las viejas hegemonas del pasado. Es imposible ser tambin continuar justificando una presin puesta al servicio de intereses privados en desmedro de pueblos e ideales que se proclama defender y respetar. Ya en el seno mismo de la gran nacin norteamericana, las voces de sus hombres ms preclaros han comenzado a levantarse en demanda del abandono permanente de la poltica discriminatoria y estril, a todas luces opuesta al rumbo de los tiempos.
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Lo que con ms urgencia requieren las relaciones interamericanas son polticas de pueblo a pueblo, polticas de grandeza, polticas de realismo, polticas de autntico sentido histrico, situadas por encima de esa innegable pequeez que supone el definir los vnculos entre naciones en funcin de los intereses de empresas econmicas. Slo de tal manera podremos construir en esta parte del mundo un sistema internacional basado en el respeto a la soberana de los pueblos y unido al propsito comn de preservar la justicia y la paz verdaderas. Queremos vivir en paz con los pueblos y gobiernos del hemisferio del cual formamos parte. Pero en paz autntica, que para nosotros es inseparable del respeto a la justicia. Es ya centenaria la sentencia inmortal que Benito Jurez, el gran revolucionario mexicano, legara a los pueblos de Amrica Latina: El respeto al derecho ajeno es la paz. As tambin nosotros lo entendemos. Hoy ms que nunca debemos reivindicar la plenitud de ese enunciado. l significa que la paz verdadera no puede existir cuando existen relaciones de subordinacin de unos pases a otros. Ni tampoco cuando se desconoce o se cuestiona el derecho de los dems a actuar con libertad. NUESTRO NO ALINEAMIENTO Nuestra Revolucin se dirige a crear una sociedad basada en la transformacin de poder econmico y poltico a las instituciones libres y autnomas del pueblo; en la participacin plena de sus hombres y mujeres en todos los asuntos de la vida econmica, social y poltica de la nacin: en la predominante, pero no exclusiva, propiedad social de la riqueza; y en la efectiva existencia de una verdadera democracia que surja desde la base popular. Estos son criterios fundamentalmente divergentes de aquellos que constituyen la mdula misma de los planteamientos capitalistas o pro-capitalistas, comunistas o procomunistas. Por eso siempre fuimos muy claros en sealar nuestra profunda incompatibilidad final con toda forma de capitalismo y tambin con toda forma propia de los enfoques comunistas. Corolario sustancial de nuestra posicin es la consideracin del proceso peruano como una gran experiencia nacional, conceptual e ideolgicamente autnoma, propia de nuestro pueblo y por entero alejada de cualquier influencia originada en centros extranjeros de poder ideolgico, poltico, econmico o cultural. Lo que nos permite mantener en el plano internacional una poltica de veras independiente frente a los intereses de las grandes potencias en pugna. Consecuencia lgica de esta concepcin es nuestro ingreso al grupo de Pases no Alineados. En la medida en que seamos capaces de mantener la esencia nacional, autnoma, independiente y propia de nuestra Revolucin, ella continuar triunfante como hasta hoy. Y en esa medida habremos de enfrentar victoriosamente el ataque abierto o encubierto de quienes sostienen posiciones pro-capitalistas o pro-comunistas que son, en esencia contrarias a la Revolucin
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Peruana. Pero el esfuerzo que demanda este enfrentamiento decisivo es el precio que el Per debe pagar para alcanzar los objetivos de su autntica liberacin definitiva. Somos conscientes de todo lo que implica una militante actitud de lucha contra el dominio extranjero. Somos conscientes de que el destino del Per est indisolublemente unido al destino de Amrica Latina; somos conscientes de nuestra pertenencia fundamental al sector de naciones explotadas y dominadas, poro insurgentes, que integran el Tercer Mundo; y somos conscientes de que nuestros ms profundos intereses nacionales se hallan en conflicto inevitable con los intereses econmicos y polticos de las grandes potencias que pugnan por la supremaca mundial y que siguen estrategias similares y convergentes de influencia, control y dominio de los pases menos fuertes y desarrollados de la tierra. No hay, pues, un solo imperialismo, sino en el sentido de aludir al esencialmente unvoco fenmeno de dominacin de un pas sobre otro. Pero tal ocurre de manera similar a partir de varios centros de poder imperial. El No Alineamiento del Per expresa con fidelidad esta realista visin del panorama actual del mundo y nuestro rechazo a todas las formas de penetracin econmica, cultural, militar o poltica en que se manifiesta la posicin finalmente imperialista de las grandes potencias, extraa y contraria a los pueblos del Tercer Mundo. Por ende, para nosotros los peruanos, la transformacin revolucionaria de los pases pobres de la tierra, debe ser obra enteramente nuestra, resultado de un pensamiento y de una praxis totalmente independiente y totalmente autnomos. Esta revolucin continuar su marcha victoriosa, porque el Per la reclama y necesita. Hay en nosotros una sentida y profunda vocacin de patriotismo. No nos mueve la ambicin ni el apetito de poder. Nos mueve nicamente un hondo deseo irrenunciable, el de servir a nuestra Patria. Cada da que pasa, es para nosotros un da de esfuerzo, de laboriosa entrega a este alto ideal del Per. Es por ello que no vamos a dejar inconclusa esta gran obra de justicia. Sentirnos da a da, en su esforzada construccin, el propio palpitar de nuestro pueblo. Es el ancho corazn del Per el que nos alienta y nos impulsa. Poco a poco estamos dejando para siempre atrs el pasado de esta Patria hasta ayer engaada y hundida en la explotacin y en lo injusticia, en la verdadera falta de libertad para su pueblo. En esto est la esencia ms radical de nuestro compromiso poltico y humano. Y a l hemos entregado la propia razn de nuestra vida. Qu importa que algunos no puedan o no quieran comprenderlo. Lo sienten hoy, y ms lo sentirn maana, los hombres y mujeres humildes de esta nacin secularmente desgarrada por el desaliento y la pobreza, por la desesperanza y el engao, por la miseria y la ausencia de fe. A todo esto quiso y quiere responder nuestra Revolucin. Ella representa algo nuevo en la vida del Per. No la manchemos con la disensin y la violencia, con la perfidia y con la mezquindad. Sepamos todos situarnos a la altura de esta hora luminosa del Per. Estamos construyendo un futuro mejor para todos los
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hombres y mujeres de esta tierra que es nuestra vida misma. Estamos humildemente aprendiendo a ser mejores, porque muy bien sabemos que an quedan en nosotros vestigios y resabios de lo ominoso de nuestra herencia del pasado. Nunca hemos reclamado, por eso, ni perfeccin ni acierto permanente. Lo que s reclamamos es tan slo el honesto reconocimiento de que por vez primera se empieza a construir en el Per un destino ms justo. Convocamos por ello a lo mejor de nuestro pueblo para impulsar la obra que estamos realizando. Nadie tiene derecho a malograr este empeo esforzado del Per. Los hombres de la Fuerza Armada y de las Fuerzas Policiales lo seguiremos defendiendo unidos en la conviccin sentida y profunda de que la nuestra es una tarea de justicia. Se la debemos al Per, a su pueblo, a este duro presente que vivimos y a ese maana que vivirn, con ms libertad y ms justicia nuestros hijos, simiente de nuestra eternidad como nacin americana. NUESTRA FIDELIDAD AL LEGADO DE AYACUCHO Hay a lo largo de toda nuestra historia un claro mandato de unidad. El, hall en Ayacucho una alta y perdurable expresin de gloria. De rumbos distintos y lejanos, pero histricamente, prximos y comunes, vinieron hace siglo y medio, innumerables hermanos de Amrica Latina a luchar por una causa que saban suya, tan suya como nuestra, porque era la causa de la libertad latinoamericana. Los grandes Capitanes de la Gesta Emancipadora fueron con claridad conscientes del designio unitario, que vive en nuestra historia. Pero tambin sintieron as seguramente, los luchadores annimos, que combatieron a sus rdenes aquellos que, dejaron sin nombre, pero con ntida huella perdurable, la herencia de su esforzado sacrificio: que, por igual contribuy a hacernos libres. Aquella fue por eso gesta de hombres y pueblos que unidos presintieron y tuvieron conciencia, de su pertenecer comn a un solo destino colectivo; a una sola historia, a una sola causa de independencia nacional. Nuestros pueblos, insurgieron a la vida republicana bajo el signo plural de su unitaria voluntad latinoamericana, de su sentido propsito emancipador, de su clara vocacin de libertad; y de su honda adhesin a los principios de justicia. Nuestras repblicas, as, surgieron a la vida para que en ellas fuesen construidas: sociedades soberanas y justas; patrias emancipadas de hombres libres. Estos grandes ideales fueron la esencia misma de los propsitos y de la fe que alentaron en el corazn y en los sueos de los Prceres de nuestra Independencia. Ellos dieron grandeza singular a su epopeya. Ellos dieron sentido a la esperanza de los miles y miles de hombres y mujeres que recorrieron el suelo de Amrica Latina para abrir el camino de su perdurable libertad. Su lucha fue, sin pice de duda, una gran epopeya revolucionaria. Y aqu radica, la ms esclarecida significacin de su legado a nuestros pueblos. Porque esos grandes ideales conservan hoy, la plenitud de su valor. Somos consecuentes, de que es an muchsimo lo que es preciso hacer en Amrica Latina; para dar concrecin al sueo de sus libertadores. Por eso, a siglo y medio
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de iniciada la experiencia de nuestra libertad, somos an deudores de quienes entonces empezaron a labrarla. Porque sabemos, que nuestra comn historia republicana no ha conducido hasta hoy a modelar sociedades basadas en la observancia fiel de los principios y de los ideales que fueron la ms alta inspiracin de la epopeya emancipadora. Hoy nuestros pueblos sienten palpablemente esta profunda deuda con su propia historia. Brumosa o claramente el sentimiento de esta responsabilidad est en el fundamento mismo de la vasta insurgencia popular por la justicia que se percibe con nitidez en todas las latitudes de Amrica Latina. Nuevamente los viejos sueos convocan a los pueblos. Otra vez los mismos caminos de la historia llevan el mensaje de un idntico ideal de unin, de libertad y de justicia. Y la afirmacin de nuestro comn destino latinoamericano, independiente y soberano, vuelve a impulsar el sentimiento de nuestra indispensable unin. En una hora conturbada y problemtica del mundo Amrica Latina empieza a recobrar una presencia singular y autnoma. Nuestros pueblos inician el reencuentro con su historia. Y el sentido ms hondo y ms ilustre de la heroica gesto libertaria. Ilumina de nuevo el firmamento latinoamericano. Nuestras naciones slo pueden ser libres a plenitud en la medida en que sean, tambin a plenitud, dueas de su destino. Lejos de todo afn retrico, esta es una exigencia real y verdadera. Significa decidir el rumbo soberano de nuestros Estados, sin sombra de presin o interferencia extranjera, controlar sin restricciones nuestra propia riqueza, y reconocer nuestra capacidad para construir en cada uno de nuestros pases formas sociales, polticas econmicas de organizacin autnomamente decididas por nosotros de acuerdo a nuestra propia realidad y con plena conciencia de que nuestro camino en la vida y en la historia debe ser construido tan solo por nosotros, con nuestra propia inteligencia, con nuestras propias manos, con nuestro propio corazn. Es esto lo que significa ser una Patria de veras soberana. No podemos ser polticamente libres si el sustento econmico de nuestras sociedades sufre la interferencia o el dominio de cualquier poder extranjero. Porque la independencia y la soberana son interdependientes valores de totalidad. De all que nuestra autonoma nacional slo pueda ser entendida como la plena conjuncin de sus dimensiones: poltica, econmica, social y cultural. Y tampoco podremos ser jams sociedades verdaderamente libres sino en la medida en que seamos capaces de ser al mismo tiempo sociedades enteramente justas. Porque la libertad y la justicia son valores inseparables. En tanto exista injusticia social en nuestros pueblos ellos jams conocern la verdadera libertad: en tanto grupos de privilegio acaparen riqueza y poder mientras millones de compatriotas nuestros viven en la miseria y en tanto, en fin, los pocos vivan a expensas de los muchos, ser ilusorio hablar de libertad y de justicia en nuestro continente. Esas continuarn siendo simples palabras, aunque grandes palabras, desprovistas de contenido real y verdadero para los millones de hombres y mujeres que forman nuestro pueblo, esencia de la Patria
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Latinoamericana. En tales condiciones slo podramos aspirar a ser contradictorias democracias seoriales finalmente al servicio de reducidas minoras que viven de espaldas a su pueblo y a su historia. Concretar los grandes ideales de nuestra primera independencia, significa, as, luchar contra todas las formas de injusticia, contra todas las formas de discriminacin, contra todas las formas de presin extranjera, para que los hombres y mujeres de nuestros pueblos se aproximen cada vez ms a ser los forjadores y conductores de su propio destino. Libres como Estados de la dominacin fornea y libres como pueblos de la explotacin econmica y poltica, las naciones de Amrica Latina, podrn aportar al mundo la voz de una presencia autnoma, que defiende con autenticidad su propia causa y la causa de otras naciones en pugna similar por su liberacin total y definitiva. Slo de esta manera podremos articular una posicin de veras nuestra y en consecuencia, situada enteramente, al margen de las presiones y de los intereses de las grandes potencias que disputan, una efmera y pueril supremaca en nuestro mundo. Crisol de razas, de pueblos y culturas, Amrica Latina debe representar una presencia militante que proclame la indispensable necesidad de trascender lo que hasta hoy ha sido norma de la poltica y de la economa en el campo de las relaciones internacionales. La extraordinaria apertura histrica que hoy estamos viviendo nos brinda la oportunidad impar de ser los forjadores de nuevas ideas, y nuevos planteamientos. En un momento en que los grandes sistemas sociales y polticos, hasta hoy dominantes, enfrentan honda crisis en que, se opera una profunda revisin de los viejos valores y de los conocimientos que han modelado; la organizacin total de las sociedades contemporneas: y, en que, todo el conjunto de la vida humana, parece confrontar, una honda revaloracin y un hondo reajuste; Amrica Latina, debe afianzar el sentido de su propia y plural independencia para forjar, reivindicando los grandes valores de su historia y recogiendo los mltiples aportes que le brinda la experiencia mundial contempornea su propio y autnomo camino. Nada de esto podr, sin embargo, ser logrado, si olvidamos la esencia del mensaje de Ayacucho. Nuestra unin abri el camino de nuestra libertad. Al cabo de ciento cincuenta aos, nuestra unin, es lo nico que puede permitirnos consolidar y ampliar ese legado inapreciable. Nuestros destinos nacionales son interdependientes. Ninguno de nuestros pases puede, por separado, culminar, ni preservar por siempre, sus grandes ideales. nicamente, podremos prevalecer en la medida en que nos mantengamos solidarios y luchemos unidos, por la causa ms alta de nuestros pueblos. Slo de esa manera, podremos pagar, la ingente deuda histrica que nos leg el pasado. Y slo as podremos culminar la inconclusa tarea de hacer de nuestras naciones, Patrias: de libertad y de justicia. Grandes y singulares peligros nos asedian en la hora presente. Todos confrontamos fundamentales problemas irresueltos. El viejo mpetu de dominacin de las grandes potencias, que hemos conocido muy bien a lo largo de nuestra historia, adopta hoy sutiles nuevas formas. Nuestras economas sufren el impacto
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de distintos y refinados mecanismos de penetracin y de control. Nuestras ingentes riquezas naturales no son an explotadas en beneficio directo y cabal de nuestros pueblos. Formas diversas de influencia cultural distorsionan y desdibujan el sentido de nuestra propia tradicin; de nuestros valores; de nuestra personalidad histrica. Y al propio tiempo, poderosos intereses internacionales tratan de minar la paz y la unin de nuestros pueblos; estimulando el surgimiento de rivalidades que nos enfrenten a hermanos contra hermanos. El hombre latinoamericano, indaga por su propio rumbo en medio de todas estas mltiples acechanzas y problemas. Y nuestros pueblos buscan en sus Gobiernos y en sus dirigentes, la orientacin necesaria y la indispensable decisin para enfrentar resueltamente, esta compleja realidad. Nosotros no podemos desor esa demanda; ni debemos eludir esa responsabilidad. Esta es la posicin del Per y de su Gobierno Revolucionario. La entregamos, al veredicto y a la comprensin de los pueblos hermanos. Al defenderla, somos consecuentes con el antiguo, ilustre, y vigoroso ideal, de nuestros libertadores; de cuya grande, e inacabada obra, somos continuadores. Y al hacerlo, creemos rendir, el ms alto testimonio de lealtad, al ejemplo preclaro y perdurable de quienes, al culminar la epopeya que nos hizo libres, entregaron sus vidas por el mismo ideal que nosotros aqu estamos ahora defendiendo. El requisito para el desarrollo real de nuestros pases y la consecucin de los ms altos ideales de sus pueblos es, sin duda alguna, el mantenimiento de la paz. Por eso el Per propuso, como parte principal de la Declaracin de Ayacucho, dos planteamientos concordantes con la esencia misma de una posicin pacifista. El primero de ellos se refiri a la necesidad de adoptar una poltica general para limitar la adquisicin de armamentos con fines blicos que permitiera derivar la mayor cantidad posible de recursos al desarrollo econmico y social de nuestros pases. El segundo planteamiento consisti en proponer que nuestros pases, actuaran de manera conjunta, ante cualquier situacin difcil, que pudiera afectar su convivencia pacfica; y asumieran el compromiso de que, en caso de conflicto entre dos o ms de ellos, los gobiernos de las otras naciones, actuaran de manera inmediata y directa, a travs de sus Cancilleres y Ministros de Defensa, a fin de restablecer sin dilacin alguna el imperio de la paz. Nuestra profunda adhesin a los ideales de paz y amistad entre nuestros pueblos inspir estas propuestas peruanas. Las entregamos a la conciencia de Amrica Latina en la ntima conviccin de que al hacerlo servamos a la causa ms alta de sus problemas. El primero de los planteamientos del Per ha sido plenamente incorporado en la Declaracin de Ayacucho lo mismo que parte sustantiva del segundo. Los peruanos sentimos alta complacencia porque tal haya sido el resultado de nuestra gestin en torno a problemas que juzgamos fundamentales.

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El Per considera indispensable concretar lo antes posible, mediante la adopcin de medidas especficas, los planteamientos principistas contenidos en la Declaracin, particularmente en lo que se relaciona al problema crucial de la limitacin de adquisicin de armamentos con fines blicos agresivos.

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REFERENCIAS BIBLIOGRFICAS

SIGLAS Y ABREVIATURAS QUE SE USAN (por orden de aparicin)

D CADE VLVR II I E ONI CAEM EOFAP FF.AA. CEPAL BID P. del G.R. LA M. CNA CIECC CIAA SIP CIMP IPC

: Discurso : Conferencia Anual de Ejecutivos : Velasco: La voz de la Revolucin : Segundo Tomo : Primer Tomo : Entrevista : Oficina Nacional de Informacin : Centro de Altos Estudios Militares : Escuela de Oficiales de la Fuerza Area del Per : Fuerzas Armadas : Comisin Econmica para Amrica Latina : Banco Interamericano de Desarrollo : Poltica del Gobierno Revolucionario : Latino Americano : Mensaje : Confederacin Nacional Agraria : Consejo Interamericano p ara la Educacin, la Ciencia y la Cultura : Consejo Internacional de Americanistas : Sociedad Interamericana de Prensa : Centro de Instruccin Militar del Per : Internacional Petroleum Company

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I.

LA REVOLUCION PERUANA D: 21.1.74 ( Visita del General Torrijos )

Su autonoma conceptual D: 28. 7.73 D: 3.10.73 D: 19. 9.73 D: 15.11.70 D: 29.7.74 ( Mensaje a la Nacin ) ( Aniversario d la Revolucin ) ( Visita del Presidente de Rumana ) ( CADE 70VLVR. H11/12 ) ( Almuerzo Comando Conjunto )

El nuevo ordenamiento econmico poltico y el modelo societal D: 15.11.70 D: 28. 7.69 D: 5.74 ( CADE 70VLVR. H9/14 ) ( Mensaje a la Nacin VLVR. 1 76/77 ) ( Revista OGlobo Brasil )

Democracia, humanismo y revolucin D: 11.10.69 D: 3.10.73 D: 3.74 ( Manifestacin de Chiclayo VLVR. 1 142/3) ( Aniversario de la Revolucin ) ( Revista Actualidad Pastoral - Argentina )

Revolucin, moral social y conciencia poltica D: 28. 7.72 D: 17.12.70 D: 9.10.71 D: 3.10.70 D: 17.12.70 D: 21. 6.71 D: 1.10.71 D: 28.7.71 D: 9.10.71 D: 9.12.70 D: 3.10.69 D: 2.10.71 D: 3.10.69 D: 28. 7.70 D: 11.10.69 D: 26.10.69 D: 19.11.70 ( Mensaje a la Nacin. VLVR. II 369/70 ) ( Solidaridad Institucional VLVR. II 48 ) ( Da de la Dignidad VLVR. II 261 ) ( Aniversario de la Revolucin VLVR. l 274/5 ) ( Solidaridad Institucional VLVR. II 49 ) ( Da del Campesino VLVR. II 91 ) ( Manifestacin de Tacna : VLVR. II 219 ) ( Mensaje a la Nacin - VLVR. II - 109 ) ( Da de la Dignidad - VLVR. II - 267/8 ) ( Da del Ejercito - VLVR. II - 42 ) ( Aniversario de la Revolucin - VLVR. I - 105/6 ) ( Manifestacin de Moquegua - VLVR. II. 228 ) ( Aniversario do la Revolucin - VLVR. I - 105 ) ( Mensaje a la Nacin - VLVR. I - 229 ) ( Manifestacin de Trujillo - VLVR. I - 159 ) ( CADE 69 - VLVR. I - 171 ) ( Apoyo de empresario de la Revolucin - VLVR II - 34

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II.

LAS FUERZAS ARMADAS Y LA REVOLUCION El Ejrcito 21.12.71 ( Revista ONI. Pg. 53 ) La Marina 23.12.71 ( Revista ONI. Pg. 66 ) La Fuerza Area 20.12.71 ( Revista ONI. Pg. 67 ) Las Fuerzas Policiales 27.12.71 ( Revista ONI. Pg. 70 ) EL CAEM D: 19.12.69 ( Clausura CAEM - VLVR. I - 181/2 )

III.

GOBIERNO, PUEBLO Y FUERZA ARMADA La fuerza armada, por qu? D: 1.10.71 D: 7.11.68 D: 23.12.70 D: 9.10.71 D: 28. 7.70 ( Manifestacin de Tacna - VLVR. II. - 214 ) ( Entrega de Pabelln Nacional - VLVR. I - 7 ) ( Clausura EOFAP - VLVR. II. - 60 ) ( Da de la Dignidad - VLVR. 11 - 264 ) ( Mensaje a la Nacin - VLVR. 1 - 252 )

Nuestro propsito y compromiso D: 15.11.70 D: 28. 7.69 D: 24. 6.69 D: 8.10.69 D: 9.10.74 D: 29. 7.72 D: 28.7. 70 D: 28. 7.72 D: 6.4. 70 ( CADE 70 - VLVR. II - 8 ) ( Mensaje a la Nacin - VLVR. 1 - 60 ) ( Promulgacin Ley de Reformo Agraria - VLVR 1 - 44 ) ( Manifestacin de Piura - VLVR. 1 - 115 ) ( Da de la Dignidad ) ( Almuerzo a las FF.AA. - VLVR. II - 377 ) ( Mensaje e la Nacin - VLVR. I. 222) ( Mensaje a la Nacin - VLVR. II - 370 ) ( VI Congreso LA de Industriales VLVR. I - 215 )

Nuestra segunda independencia D: 29. 7. 74 D: 9.12.70 D: 8. 9. 70 ( Almuerzo a los Comandos Conjuntos de FF.AA. y P. ) ( Da del Ejercito - VLVR. II - 39 ) ( Sesquicentenario desembarco Paracas - VLVR. I. -264)

197

Un gobierno para los de abajo D: 27. 9.71 D: 30. 9.71 D: 8.10.69 D: 28. 7.70 D: 8.10.69 D: 24. 6.69 D: 3.10.71 ( Manifestacin de Cuzco - VLVR. II - 175/6 ) ( Manifestacin de Puno - VLVR. II - 207/8 ) ( Manifestacin de Piura - VLVR. I - 117 ) ( Mensaje a la Nacin - VLVR. I - 219 ) ( Manifestacin de Piura - VLVR. I. - 115 ) ( Ley de Reforma Agraria - VLVR. I. - 51 ) (Aniversario de la Revolucin - VLVR. II. - 243)

Lo que nunca antes se hizo D: 30. 9.71 D: 29. 7.72 ( Manifestacin de Puno - VLVR. II - 207 ) ( Almuerzo FF.AA.- VLVR. II - 375/6/9 )

La tarea de gobernar D: 24. 6.69 D: 9.12.70 D: 17.12.70 D: 23.12.70 ( Ley de Reforma Agraria - VLVR. I - 44 ) ( Da del Ejercito - VLVR. II. - 43/4 ) ( Solidaridad Institucional - VLVR. II - 50 ) ( Clausura de EOFAP - VLVR. II - 59 )

Lo que somos y nuestra legitimidad D: 28. 7.71 D: 21.12.70 D: 28. 7.71 D: 24. 6.69 D: 3.10.69 D: 8.10.69 D: 28. 7.69 D: 9.10.71 Un equipo D: 24. 6.71 D: 3. 4.70 D: 3.10.69 D: 9.12.70 D: 23. 7.72 ( Da del Campesino - VLVR. II - 91/2 ) ( Asociacin de Oficiales en Retiro VLVR. I - 199 ) ( Aniversario de la Revolucin VLVR. I - 91 ) ( Da del Ejercito VLVR. II - 40/1 ) ( Da de la Aviacin Militar - VLVR. II - 336 ) ( Mensaje a la Nacin - VLVR. II - 140/1 ) ( Clausura Escuela Naval - VLVR. II - 54 ) ( Mensaje a la Nacin - VLVR. II - 140 ) ( Ley de Reforma Agraria - VLVR. I - 46 ) ( Aniversario de la Revolucin - VLVR. I - 93 ) ( Manifestacin de Piura VLVR. I - 118) ( Mensaje a la Nacin - VLVR. I -70 ) ( Da de la Dignidad - VLVR. II - 264 )

Un nuevo estilo D: 28. 9.71 D: 27. 9.71 D: 3.10.70 D: 3.10.69 ( Municipalidad del Cuzco - VLVR. II - 185 ) ( Manifestacin del Cuzco - VLVR. II - 175 ) ( Aniversario de la Revolucin - VLVR. - 270 ) ( Aniversario do la Revolucin - VLVR. - 92 )
198

D: 24 .6.71 D: 17.12.70 D: 9.12.70 Hasta cundo D: 24. 6.71 D: 29. 9.71 D: 20.3.70 D: 28.7.69 D: 20.3.70 D: 29.7.74 D: 3.10.69

( Da del Campesino - VLVR. II - 103 ) ( Solidaridad Institucional - VLVR. II - 47 ) ( Da del Ejrcito - VLVR. II - 43 )

( Da del Campesino - VLVR. II - 104 ) ( Municipalidad de Juliaca - VLVR. II - 191/2 ) ( Identificacin de FF.AA. y P con el Gob. - VLVR. II- 192 ) ( Mensaje a la Nacin - VLVR. I - 180 ) ( Identificacin de FF.AA. y P con el Gob.- VLVR. I - 192 ) ( Almuerzo Comando Conjunto) ( Aniversario de la Revolucin - VLVR. I - 103 )

El Plan de Gobierno D: 29. 7.74 D: 28.7.74 D: 29. 7.74 D: 28. 7.74 ( Almuerzo, Comando Conjunto ) ( Mensaje a la Nacin ) ( Almuerzo Comando Conjunto ) ( Mensaje a la Nacin )

Pueblo y Fuerza Armada D: 7.11.68 D: 28. 7.69 D: 8.10.69 D: 30.9.71 D: 11.10.69 D: 11.10.69 D: 9.10.74 D: 28.7.69 D: 29.7.72 ( Entrega del Pabelln Nacional -VLVR. I - 9 ) ( Mensaje a la Nacin - VLVR. I - 59 ) ( Manifestacin de Piura VLVR. I - 115 ) ( Manifestacin de Puno - VLVR. II - 210 ) ( Manifestacin de Trujillo VLVR. I - 158 ) ( Manifestacin de Chiclayo - VLVR. I - 147 ) ( Aniversario de la Revolucin y Da de la Dignidad ) ( Mensaje a la Nacin - VLVR. I - 59 ) (Almuerzo a las FF.AA. VLVR. II - 376)

Civiles y Militares D: 3.10.69 D: 9.10.74 D: 1.10.71 D: 29.7.72 D: 24.6.69 D: 1.10.71 D: 3.10.69 D: 28.7.70 ( Aniversario de la Revolucin - VLVR. I - 107 ) ( Aniversario de la Revolucin y Da de la Dignidad ) ( Manifestacin de Tacna - VLVR. II - 219 ) ( Almuerzo a las FF.AA. - VLVR. II - 378 ) ( Ley de Reforma Agraria - VLVR. I - 54 ) ( Manifestacin de Tacna - VLVR. II - 213/4 ) ( Aniversario de la Revolucin - VLVR. I - 106/7 ) ( Mensaje a la Nacin - VLVR. I - 227/8 )

199

IV.

DESARROLLO Y REVOLUCIN Desarrollo y Proceso Revolucionario D: 28.10.71 D: 14. 4.69 D: 3.10.69 D: 14. 4.69 D: 3.10.69 D: 14. 4.69 D: 22.12.71 D: 3.10.70 D: 22.12.71 D: 28.7.71 ( II Reunin del Grupo de los 77 - VLVR. II - 282 ) ( XIII Sesin de la CEPAL -VLVR. I - 35 ) ( Aniversario de la Revolucin - VLVR. I - 104 ) ( XIII Sesin de la CEPAL - VLVR. I - 35 ) (Aniversario de la Revolucin - VLVR. I - 104 ) ( XIII Sesin de la CEPAL - VLVR. I - 36 ) ( Clausura CAEM - VLVR. II - 312 ) ( Aniversario de la Revolucin - VLVR. I - 278 ) ( Clausura del CAEM - VLVR. II - 311 ) ( Mensaje a la Nacin - VLVR. II - 120 )

Desarrollo Crecimiento Econmico y Transformaciones Estructurales D: 21.11.71 D: 22.12.71 D: 24.6.71 D: 10.5.71 D: 30.9.72 ( CADE 71 - VLVR. II - 294/5/6 ) ( Clausura del CAEM . VLVR. II - 312 ) ( Da del Campesino - VLVR. II - 96/7 ) ( XII Asamblea del BID - VLVR. II - 71 ) ( Manifestacin de Pucallpa -VLVR. II - 386 )

Desarrollo y Estado D: 10.5.71 ( XII Asamblea del BID - VLVR. II - 82/3

Desarrollo y Planificacin D: 30.9.72 D: 30.9.72 D: 30.9.72 ( Manifestacin de Pucallpa - VLVR. II - 388/9 ) ( Manifestacin de Pucallpa - VLVR. II - 386 ) ( Manifestacin de Pucallpa - VLVR. II - 384 )

Desarrollo y Financiacin D: 10.5.71 D: 28.7.69 D: 10.5.71 D: 10.5.71 ( XII Asamblea del BID - VLVR. II - 84/6 ) ( Mensaje a la Nacin - VLVR. I - 64/5 ) ( XII Asamblea del BID - VLVR. II - 85/6/7 ) ( XII Asamblea del BID - VLVR. II - 84 )

Desarrollo o Industrializacin D: 14. 2.69 D: 6.4.70 D: 26.10.69 D: 21.11.71 D: 21.11.71 ( II Congreso de Industrias Manufactureras, ONI. II - 84 ) ( VI Congreso L. de Industriales VLVR. 1 - 211/2 ) ( CDE 69 - VLVR. I - 163/70 ) ( CADE 71 -VLVR. II - 293 ) ( CADE 71 - VLVR. II - 292 /3 )
200

Desarrollo, Desocupacin y Subempleo D: 19.11.72 V. (CADE 72 Revista P. del G.R. ONI. X - 104/5 )

LA REFORMA AGRARIA D: 11.10.69 D: 11.10.69 D: 11.10.69 ( Manifestacin de Trujillo - VLVR. I - 155 ) ( Manifestacin de Chiclayo - VLVR. I - 138 ) ( Manifestacin do Chiclayo - VLVR. I - 137 )

Autenticidad y naturaleza concepcional D: 11.10.69 D: 28.7.69 D: 2.10.71 La Ley D: 24. 6.69 D: 24.6.69 D: 3.10.71 D: 24 6.69 D: 26.10.69 D: 28.7.69 D: 28.7.69 Su aplicacin D: 11.10.69 D: 11.10.69 D: 11.10.69 D: 11.10.69 D: 11.10.69 D: 24. 6.71 D: 28. 7.71 Los bonos D: 24. 6.69 ( Ley de Reforma Agraria - VLVR. I - 48/9 ) ( Manifestacin de Chiclayo - VLVR. I - 137/8 ) ( Manifestacin de Trujillo - VLVR. I - 157/8 ) ( Manifestacin de Chiclayo - VLVR. I - 146 ) ( Manifestacin de Chiclayo - VLVR. I - 145 ) ( Manifestacin do Trujillo - VLVR. I - 154) ( Da del Campesino - VLVR. II - 94/5/6 ) ( Mensaje a la Nacin - VLVR. II - 110/111 ) ( Ley de Reforma Agraria - VLVR. I - 46/7/8 ) ( Ley de Reforma Agraria - VLVR. I - 50 ) ( Aniversario de la Revolucin - VLVR. II - 239 ) ( Ley de Reforma Agraria - VLVR. I - 43) ( CADE 69 - VLVR. I - 165 ) ( Mensaje a la Nacin - VLVR. I - 67 ) ( Mensaje a la Nacin - VLVR. I - 82 ) ( Manifestacin de Chiclayo - VLVR. I - 143 ) ( Mensaje a la Nacin - VLVR. I - 75 ) ( Manifestacin de Moquegua VLVR. II - 226 )

El Tribunal Agrario D: 28.7.70 (Mensaje a la Nacin - VLVR. I - 237/8 )

201

Una nueva fisonoma D: 28.7.71 D: 28.7.71 D: 28.7.72 ( Mensaje a la Nacin - VLVR. II - 111 ) ( Mensaje a la Nacin - VLVR. II - 110 ) ( Mensaje a la Nacin - VLVR. II - 367 )

Reforma Agraria y Participacin D: 28.7.71 D: 28.7.70 (Mensaje a la Nacin - VLVR. II - 112/3 ) (Mensaje a la Nacin - VLVR. I - 239 )

Lo que queda por hacer D: 24.6.69 D: 24.6.69 D: 2.10.71 D: 24.6.69 D: 11.10.69 D: 27.9.71 D: 24.6.69 D: 27.9.71 ( Ley de Reforma Agraria - VLVR. I - 43 ) ( Ley de Reforma Agraria - VLVR. I - 53 ) ( Manifestacin de Moquegua - VLVR. II - 226/7 ) ( Ley de Reforma Agraria - VLVR. I - 43 ) ( Manifestacin de Trujillo - VLVR. I - 155/6 ) ( Manifestacin del Cuzco - VLVR. II - 176/7 ) ( Ley de Reforma Agraria - VLVR. I - 51/2 ) ( Manifestacin del Cuzco - VLVR. II - 176/7 )

Campesinos y Tcnicos D: 28.7.71 ( Mensaje a la Nacin - VLVR. II - 113/4/5 )

La Confederacin Nacional Agraria D: 9.10.74 M: 28. 9.74 D: 9.10.74 VI. ( Aniversario de la Revolucin y Da de la Dignidad ) ( Instalacin del Congreso de la CNA ) ( Aniversario de la Revolucin y Da de la Dignidad )

COMUNIDAD LABORAL, PROPIEDAD SOCIAL Y ESTADO D: 28.7.74 ( Mensaje a la Nacin )

La Comunidad Industrial D: 15.11.70 (CDE 70 - VLVR. II - 24 ) D: 15.11.70 (CADE 70 - VLVR. II - 22/3 ) D: 28.7.70 ( Mensaje a la Nacin - VLVR. I - 249/50 ) Las Empresas Estatales D: 9.10.74 ( Aniversario de la Revolucin y Da de la Dignidad )

202

La Propiedad Social D: 3.10.73 E: 24.12.73 0: 3.10.73 E: D: 3.10.73 VII. ( Aniversario de la Revolucin ) ( Revista Panorama Internacional - Argentina ) ( Aniversario de la Revolucin ) ( Revista Le Monde - Francia ) ( Aniversario de la Revolucin )

LA REVOLUCION Y EL EJERCICIO DE LA POLITICA D: 9.12.70 D: 9.12.70 D: 26.10.69 D: 9.10.71 D: 2.10.71 D: 3.10.69 ( Da del Ejercito - VLVR. II - 44 ) ( Da del Ejercito - VLVR. II - 43 ) ( CADE 69 - VLVR. I - 163 ) ( Da de la Dignidad - VLVR. II - 267 ) ( Manifestacin de Moquegua - VLVR. II - 226 ) ( Aniversario de la Revolucin - VLVR. I - 95/6 )

En lo Econmico D: 28.7.72 D: 28.7.70 D: 3.10.71 D: 28. 7.72 D: 28. 7.70 D: 28. 7.71 D: 3.10.70 D: 3.10.72 M: 4.11.74 D: 28. 7.69 D: 28. 7.69 D: 28. 7.72 D: 9.12 .71 ( Mensaje a la Nacin - VLVR. II - 367/8 ) ( Mensaje a la Nacin - VLVR. I - 245/6 ) ( Aniversario de la Revolucin - VLVR. II - 240 ) ( Mensaje a la Nacin - VLVR. II - 368 ) ( Mensaje a la Nacin - VLVR. I - 246/7 ) ( Mensaje a la Nacin - VLVR. II - 127) ( Aniversario de la Revolucin - VLVR. I - 284 ) ( Manifestacin de Iquitos - VLVR. II - 396 ) ( VIII Congreso Mundial de Minera ) ( Mensaje a la Nacin - VIVR. I - 72/3 ) ( Mensaje a la Nacin - VLVR. I - 71 ) ( Mensaje a la Nacin - VLVR. II - 360/1/ 2 ) ( Aniversario Batalla de Ayacucho Revista ONI. 20 )

En lo cultural y educativo D: D: D: D: 8.2.71 8.8.70 8.8.70 8.2.71 ( II Reunin del CIECC - VLVR. II - 71 ) ( Clausura del XXXIX CIAA - VLVR. I - 259 ) ( Clausura del XXXIX CIA. VLVR. I - 258/9 ) ( II Reunin del CIECC - VLVR. II - 65/71 )

En nuestras relaciones internacionales D: 3.10.72 D: 24.6.69 D: 31.1.69 D: 28.7.72 D: 3.10.71 ( Manifestacin de Iquitos - VLVR. II - 397 ) ( Ley de Reforma Agraria - VLVR. I - 53 ) ( CIMP. VLVR. I - 17 ) ( Mensaje a la Nacin - VLVR. II - 356 ) ( Aniversario de la Revolucin - VLVR. II - 242/3 )
203

D: 31.1.69 D: 28.7.72 D: 28.7.69 D: 28.7.71 D: 20.6.72 D: 28.7.69 D: 3.10.71 D: 28.7.70 D: 28.7.72 D: 28.10.71 D: 3.10.70 VIII.

( CIMP - VLVR. I - 17/8 ) ( Mensaje a la Nacin - VLVR. II - 346 ) ( Mensaje a la Nacin - VLVR. I - 65 ) ( Mensaje a la Nacin - VLVR. II - 123/4 ) ( Inauguracin del Edificio del Acuerdo de Cartagena VLVR. II - 327/8 ) ( Mensaje a la Nacin - VLVR. I - 62/3/4/ ) ( Aniversario de la Revolucin - VLVR. II - 243 ) ( Mensaje a la Nacin - VLVR. I - 232 ) ( Mensaje a la Nacin - VLVR. II 363 ) ( Sesin Inaugural del Grupo 77 - VLVR. II - 277 ) ( Aniversario de la Revolucin - VLVR. I - 285 )

PARTICIPACIN, MOVILIZACIN SOCIAL Y TRANSFERENCIA DEL PODER Qu es, para qu, cmo D: 28. 7.74 De quines D: 3.10.70 D: 3.10.70 D: 28.7.70 D: 3.10.70 D: 27.9.71 D: 3.10.70 El SINAMOS D: 28.7.71 D: 24.6.71 D: 29.9.71 D: 29.9.71 D: 28.7.71 D: 28.7.72 ( Mensaje a la Nacin - VLVR. II - 120/1 ) ( Da del Campesino - VLVR. II - 101 ) ( Municipalidad de Juliaca - VLVR. II - 200 ) ( Municipalidad de Juliaca - VLVR. II - 193 ) ( Mensaje a la Nacin - VLVR. II - 121 ) ( Mensaje a la Nacin - VLVR. II - 359/60 ) ( Aniversario de la Revolucin - VLVR. I - 280/1 ) ( Aniversario da la Revolucin - VLV. I - 276/7 ) ( Mensaje a la Nacin - VLVR. I - 250/1/2 ) ( Aniversario de la Revolucin - VLVR. - 286 ) ( Manifestacin del Cuzco - VLVR. II - 181 ) ( Aniversario de la Revolucin - VLVR. I - 279/80 ) ( Mensaje a la Nacin )

IX.

PARTIDO, SINDICATOS Y REVOLUCIN Pluralismo, militancia y partido E: 25.2.74 D: 28.7.73 E: 25.2.74 ( Revista Visao - Brasil ) ( Mensaje a la Nacin ) ( Revista Visao - Brasil )

204

Partidos y Revolucin D: 7.6.73 D: 7.10.71 D: 28.7.70 D: 3.10.71 D: 28.7.71 ( Mensaje en Reencuentro con el Pueblo ) ( Manifestacin Popular de Lima - VLVR. II - 254 ) ( Mensaje a la Nacin - VLVR. I - 219/20 ) ( Aniversario de la Revolucin - VLVR. II - 235 ) ( Mensaje a la Nacin - VLVR. II - 123 )

Sindicatos y Revolucin D: 24.6.71 D: 11.10.69 D: 28.7.71 D: 11.10.69 D: 11.10.69 X. ( Da del Campesino - VLVR. II - 97) ( Manifestacin de Chiclayo - VLVR - I - 145 ) ( Mensaje a la Nacin - VLVR. II - 117 ) ( Manifestacin do Chiclayo - VLVR. I - 145 ) ( Manifestacin de Trujillo - VLVR. I - 156 )

UNIVERSIDD Y REVOLUCIN La construccin de la libertad D: 30.7.71 ( Universidad de San Marcos- VLVR. II - 147/8/9/50)

Critica y discrepancia D: 30.7.71 D: 23.7.70 D: 30.7.71 D: 28.7.72 ( Universidad de San Marcos - VLVR. II - 150/1 ) ( Mensaje a la Nacin - VLVR. I - 221 ) ( Universidad de San Marcos - VLVR. II - 153 ) ( Mensaje a la Nacin - VLVR. II - 354 )

Crisis, nueva ley y participacin real D: 30.7.71 E: 23.2.74 ( Universidad de San Marcos - VLVR. II - 151/2 ) ( Revista Visco - Brasil )

Universidad y heterodoxia D: 19.9.69 D: 24.6.71 D: 19.9.69 D: 22.12.71 D: 8.8.70 XI. ( Clausura CAEM - VLVR. I - 183/4 ) ( Da del Campesino - VLVR. II - 91 ) ( Clausura del CAEM - VLVR. I - 185) ( Clausura del CAEM - VLVR. II - 305/6 ) ( Clausura del XXXIX Congreso CIA - VLVR. I - 257 )

PRENS Y REVOLUCIN La distorsin de la verdad D: 28.7.73 ( Mensaje a la Nacin )

Hacia una autntica libertad de expresin D: 28.7.74 D: 29.7.74 D: 28.7.74 XII. ( Mensaje a la Nacin ) ( Almuerzo Comando Conjunto ) ( Mensaje a la Nacin )

MORALIZACIN Y MORALIDAD D: 28.7.69 ( Mensaje a la Nacin - VLVR. I - 69)

Una naturaleza institucional distinta D: 15.11.70 D: 24.6.71 D: 17.12.70 D: 27.8.71 ( CADE 70 VLVR. II - 8 ) ( Da del Campesino - VLVR. II - 94 ) ( Solidaridad Institucional - VLVR. II - 47 ) ( Almuerzo, Fuerzas Policiales -VLVR. II - 158/9/60 )

Una justicia gil y veraz D: 28.7.70 D: 3.10.71 D: 28.7.70 D: 28.7.71 ( Mensaje a la Nacin - VLVR I - 240 ) ( Aniversario de la Revolucin - VLVR. II - 244 ) ( Mensaje a la Nacin - VLVR. I - 240 ) ( Mensaje a la Nacin - VLVR. II - 133)

Las autoridades D: 28.9.71 ( Municipalidad del Cuzco - VLVR. II - 185/6 ) Los servidores pblicos D: 3.10.70 ( Aniversario de la Revolucin - VLVR. I - 277/8 ) La Contralora General D: 28.7.71 ( Mensaje a la Nacin - VLVR. II - 131/2/3 ) XIII. LA CONTRAREVOLUCIN

Su verdadera causa, su estrategia D: 28.7.73 ( Mensaje a la Nacin )

Los Argumentos para el ataque D: 28.7.73 D: 3.10.69 D: 28.7.69 D: 3.10.59 D: 11.10.69 ( Mensaje a la Nacin ) ( Aniversario do la Revolucin - VLVR. I - 103/4 ) ( Mensaje a la Nacin - VLVR. I - 86 ) ( Aniversario de la Revolucin - VLVR. I - 92 ) ( Manifestacin do Chiclayo - VLVR. I - 139 )
206

D: 28.7.73 D: 3.10.69 D: 28.7.73

( Mensaje a la Nacin) ( Aniversario do la Revolucin - VLVR. I - 97/8 ) ( Mensaje a la Nacin )

Dnde estn y quines son los enemigos de la revolucin D: 3.10.72 D: 27.9.71 D: 28.7.71 D: 27.8.71 D: 30.9.71 D: 3.10.72 D: 30.9.71 ( Aniversario de la Revolucin - VLVR. II - 399/400/1 ) ( Manifestacin del Cuzco - VLVR. II - 178/9 ) ( Mensaje a la Nacin - VLVR. II- 139 ) ( Almuerzo, Fuerzas Policiales - VLVR. II - 160/1 ) ( Manifestacin de Puno - VLVR. II- 206 ) ( Manifestacin de Iquitos - VLVR. II 401/2 ) ( Manifestacin de Puno - VLVR. II 207 )

Prensa y contrarrevolucin D: 22.12.71 ( Clausura del CAEM - VLVR. II - 306/7/8/9/10 ) La SIP y el intervencionismo D: 9.10.74 ( Aniversario de la Revolucin y Da da la Dignidad ) Oligarqua y contrarrevolucin D: 3.10.69 ( Aniversario de la Revolucin - VLVR. I 101) D: 3.10.69 ( Aniversario de la Revolucin - VLVR. I 100) D: 11.10.69 ( Manifestacin de Trujillo VLVR. I 154 ) D: 3.10.69 ( Aniversario de la Revolucin - VLVR. I 102/5 ) D: 3.10.69 ( Aniversario de la Revolucin - VLVR. I 102/4 ) D: 20.3.70 ( Identificacin de FF.AA. y P. con el Gobierno - VLVR. I 192/3 ) D: 3.10.70 ( Aniversario de la Revolucin - VLVR. I 273 ) D: 11.10.69 ( Manifestacin de Trujillo VLVR. I 153 ) D: 11.10.69 ( Manifiesto de Chiclayo VLVR. I 140 ) D: 3.10.71 ( Aniversario de la Revolucin - VLVR. II 233 ) D: 8.10.69 ( Manifiesto de Piura VLVR. I 115 ) D: 3.10.70 ( Aniversario de la Revolucin - VLVR. I 269 ) D: 20.3.70 ( Identificacin de FF.AA. y P. con el Gobierno - VLVR. I 193/4 ) D: 3.10.69 ( Aniversario de la Revolucin - VLVR. I 101/2/3 ) D: 8.10.69 ( Manifiesto de Piura VLVR. I 114/5 ) D: 9.10.69 ( Da de la Dignidad, Trujillo VLVR. I 130 ) D: 3.10.70 ( Aniversario de la Revolucin - VLVR. I 278/9 ) D: 3.10.70 ( Aniversario de la Revolucin - VLVR. I 273 ) D: 8.10.69 ( Manifiesto de Piura VLVR. I 118 ) D: 28.7.69 ( Mensaje a la Nacin - VLVR. I - 67 ) D: 3.10.69 ( Aniversario de la Revolucin - VLVR. I 96/7) D: 28.7.69 ( Mensaje a la Nacin - VLVR. I 67/8 ) D: 3.10.69 ( Aniversario de la Revolucin - VLVR. I 100 ) D: 29.9.71 (Municipalidad de Juliaca VLVR. II 199/200 )
207

XIV.

ANTI-IMPERIALISMO Y REVOLUCIN (Visita, Salvador Allende VLVR. II 165/6 ) (Inauguracin del Edificio del Acuerdo de Cartagena VLVR. II 323 )

D: 1.9.71 D: 20.6.72

IPC: Reivindicacin y dignidad D: D: D: D: D: D: D: D: D: 9.10.69 9.10.69 3.10.72 9.10.71 9.10.69 9.10.69 6.2.69 28.7.69 31.1.69 (Da de la Dignidad VLVR. I 132/3 ) (Da de la Dignidad VLVR. I 132 ) (Manifestacin de Iquitos VLVR. II 396 ) (Da de la Dignidad VLVR. II 261/2 ) (Da de la Dignidad VLVR. I 125/6/7/8 ) (Da de la Dignidad VLVR. I 127 ) (Mensaje a la Nacin Cobros IPC. VLVR. I 25/6 ) (Da de la Dignidad VLVR. I 62 ) (CIMP, VLVR. I 15 )

200 Millas: Soberana D: 28.7.70 D: 8.2.71 D: 20.6.72 D: 9.10.69 (Mensaje a la Nacin VLVR. I 234 ) (II Reunin del CIECC VLVR. II 70/1 ) (Inauguracin del Edificio del Acuerdo de Cartagena VLVR. II 323 ) (Da de la Dignidad VLVR. I 125 )

La Cerro: Voluntad anti-imperialista y emancipadora M: 1.1.74 (Expropiacin de la Cerro )

Anti-imperialismo y recursos naturales D: 3.11.74 (VIII Congreso Mundial de Minera )

Anti-imperialismo y seguridad D: D: D: D: 23.12.70 9.10.70 14.4.69 20.12.71 (Clausura EOFAP - VLVR. II 60 ) (Da de la Dignidad VLVR. II 264 ) (XIII Perodo de Sesiones de la CEPAL VLVR. I 37) (Clausura EOFAP - Revista ONI 64 )

Per, Tercer Mundo y anti-imperialismo D: 28.10.71 (II Reunin del Grupo de los 77 - VLVR. II 273/4/5/6/7/8/9/280/287 )
208

D: 28.7.69 D: 28.10.71 D: 28.10.71 XV.

(Mensaje a la Nacin VLVR. I 64 ) (II Reunin del Grupo de los 77 - VLVR. II 286/7 ) (II Reunin del Grupo de los 77 - VLVR. II 281 )

REVOLUCIN, INTEGRACIN Y NO ALINEAMIENTO Nuestra vocacin unionista D: 20.6.72 (Inauguracin del Edificio del Acuerdo de Cartagena VLVR. II 319/20/1/2/8 ) D: 14.4.69 (XIII Perodo de Sesiones de la CEPAL VLVR. I 38 ) D: 20.6.72 (Inauguracin del Edificio del Acuerdo de Cartagena VLVR. II 326/7 ) D: 20.6.72 (Inauguracin del Edificio del Acuerdo de Cartagena VLVR. II 322/3/4/5 ) Nuestro no alineamiento D: 7.7.73 (Mensaje en Reencuentro con el Pueblo ) D: 20.9.73 (Visita del Presidente de Rumana ) Nuestra fidelidad al legado de Ayacucho D: 9.12.74 (Firma Declaracin de Ayacucho )

209

210