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Este material es para uso de los estudiantes de la Universidad Nacional de Quilmes, sus fines son exclusivamente didcticos.

Prohibida su reproduccin parcial o total sin permiso escrito de la editorial correspondiente.

Traduccin de LUCIANO PADILLA LA VA ITALIANA AL TOTALITARISMO Partido y estado en el rgimen fascista por Emilio Gentile

siglo veintiuno editores

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ndice
Siglo veintiuno editores Argentina s. a.
TUCUMN 1621 7 N (C1050AAG), BUENOS AIRES, REPBLICA ARGENTINA

Siglo veintiuno editores, s.a. de c.v.


CERRO DEL AGUA 248, DELEGACIN COYOACN, 04310, MXICO, D. F

Diez aos despus. Nuevas reflexiones acerca de la "va italiana al totalitarismo" 11

Prefacio a la segunda edicin Nota preliminar Una introduccin

29 31 33

Gentile, Emilio La va italiana al totalitarismo: partido y estado en el r g i m e n f a s c i s t a - la ed. - B u e n o s A i r e s : S i g l o X X I E d i t o r e s Argentina, 2005. 448 p. ; 2 1 x 1 4 c m . ( H i s t o r i a y c u l t u r a ; 1 8 - dirigida por Luis Alberto Romero) ISBN 987-1220-26-X 1. Fascismo. 2. Totalitarismo. 3. Historia Italiana. I. Ttulo CDD 320.553: 945

Primera parte: El carcter y la historia del Partido Nacional Fascista en las interpretaciones de sus contemporneos y de los historiadores 1. El Partido Fascista en el anlisis poltico de sus contemporneos La novedad del "Partido Fascista" en las interpretaciones de los aos veinte 39 52 58 73 La trayectoria del PNF segn la interpretacin de los fascistas Interpretaciones antifascistas durante los "aos del consenso" El partido nico y los orgenes de las teoras acerca del totalitarismo 2. Despus de 1945: memorialstica y primeros intentos 37 35

Ttulo original: La via italiana al totalitarismo. Il 2001, Carocci editore S.p.A., Roma Portada: Peter Tjebbes
partito e lo Stato nel regime fascista.

2005, Siglo XXI Editores Argentina S. A. ISBN 987-1220-26-X

de anlisis histrico La memorialstica fascista De la propaganda y la prensa escrita a la historiografa 3. Las investigaciones y el debate en la historiografa de los ltimos treinta aos El partido entre mussolinismo y fascismo 110 Mussolini y el estado

89 90 95

Impreso en Artes Grficas Delsur Alte. Solier 2450, Avellaneda, en el mes de octubre de 2005 Hecho el depsito que marca la ley 11.723 Impreso en la Argentina- Made in Argentina

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NDICE Un nuevo staracismo? 323

El partido en el rgimen: sugerencias para una nueva perspectiva El PNF en la definicin histrica del totalitarismo fascista Segunda parte: El cesarismo totalitario 4. Partido, estado y Duce en la mitologa y en la organizacin del fascismo Mito de la organizacin y organizacin del mito Fascismo autoritario y fascismo totalitario Fascistizar a las masas 186 El mito del Duce La va fascista al totalitarismo 5. El rol del partido en el laboratorio totalitario fascista El embrin totalitario del "partido milicia" Crisis y metamorfosis del partido en el poder Simbiosis entre partido y estado El Duce y el partido El prefecto y el secretario federal La poltica del secretario federal La "estrategia de expansin" del PNF Un pueblo de matriculados en la escuela del "Gran Pedagogo" La cantera de "verdaderos fieles" 6. El edificio inconcluso. El estado totalitario del fascismo Una nueva Constitucin para el estado fascista Teora fascista del estado totalitario El estado-partido El Duce: hroe o institucin? La incgnita del "nuevo Duce" 7. La constante revolucin. El proyecto totalitario de Adelchi Serena La agitacin institucional del Partido Fascista El partido en disgregacin Crisis del partido en la crisis del rgimen La potenciacin del partido 287 287 290 296 311 171 173 180 191 196 203 203 210 216 221 227 231 237 245 252 263 263 265 270 274 279 143 159 169

Cmo se construye una "constante revolucin" El partido de la constante revolucin Los jvenes, el partido y la moralidad totalitaria De la reforma del partido a la reforma del estado Apndice. Documentos PNF. Despacho de Estudios y Legislacin. Informe Reforma del Partido Lineamientos para una modificacin de la organizacin estatal Notas

330 338 347 363 377 379 384 396 399

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Segunda parte

El cesarismo totalitario

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4. Partido, estado y Duce en la mitologa y en la organizacin del fascismo

Partido, estado y Duce fueron los pilares fundamentales del sistema poltico fascista. Un anlisis de esos tres elementos, tomados en consideracin en referencia al problema del mito y de la organizacin en el fascismo, nos parece necesario para comprender la ndole de ese movimiento-rgimen, y para definir su ubicacin en el mbito de las experiencias del autoritarismo moderno. Hasta ahora, ese aspecto de la experiencia fascista generalmente fue soslayado por los historiadores. La mayor parte de los estudiosos del fascismo dio, precisamente, gran importancia a los intereses de clase y a los juegos de poder para explicar la gnesis y la funcin del sistema poltico fascista. Los conocimientos que hemos adquirido en ese terreno nos permiten contar con un panorama bastante claro de los vnculos entre el fascismo y los grupos dominantes en el mundo econmico y las instituciones tradicionales, as como tenemos reconstrucciones bastante profundas que dan cuenta de las condiciones sociales y las coyunturas polticas que prepararon la llegada al poder del fascismo y su sucesiva estabilizacin. Ya se conocen las situaciones "objetivas" en que madur y se desarroll la experiencia fascista. En cambio, sigue siendo un territorio casi totalmente inexplorado el mundo de los mitos y de las organizaciones del fascismo. Cmo decir que conocemos las relaciones del fascismo con las situaciones "objetivas", pero no conocemos el fascismo por lo que aquel era per se, con la consecuencia de concebirlo no como un fenmeno con una fisonoma propia sino como una resultante de relaciones. Ello deriva, segn nuestro parecer, de menospreciar los rasgos propios del fascismo, como movimiento-rgimen, y de la fallida percepcin de las relacio-

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nes entre mito y organizacin en la formacin del sistema poltico fascista. Aquel fue considerado principalmente, si no exclusivamente, un instrumento funcional a la defensa de los intereses de clase de la burguesa, una construccin hbrida, no edificada segn una concepcin de la poltica y de las masas, sino ms bien bajo el impulso de situaciones contingentes e iniciativas ocasionales, debidas sobre todo a la voluntad de poder personal de Mussolini, o bien considerado producto de la mezcla de ambos factores. Sin salir de esa perspectiva, los estudiosos generaron, por cierto, avances importantes en el conocimiento del fascismo. Con todo, nos parece que proseguir nicamente por esa vertiente solo puede llevar, ahora, a encontrar confirmaciones para lo ya conocido, y adquirido por la generalidad, sin que por ello se haya llegado a una comprensin histrica satisfactoria del fascismo en sus rasgos especficos. El anlisis de los intereses de clase, de los juegos de poder y de la poltica personal de Mussolini es fundamental, pero de por s no agota los problemas que la experiencia fascista sigue suscitando; hasta ahora, tampoco dio al respecto una respuesta de conjunto. La posibilidad de orientar la investigacin en otras direcciones requiere adoptar nuevas perspectivas. Esa posibilidad se funda, a nuestro entender, sobre una valoracin del fenmeno fascista, que tiene su fuente justamente en el avance en los conocimientos llevado a cabo en las ltimas dcadas: pensar que el fascismo fue un movimiento-rgimen con una lgica propia, que no puede identificarse por completo y resolverse con la lgica de los intereses de clase y de la poltica de Mussolini, aunque se entrelace con ella. El fascismo fue un fenmeno indito, surgido, como otros movimientos polticos de la historia contempornea, de los conflictos inherentes a la sociedad de masas moderna, que destina sus afanes a la bsqueda de soluciones para el problema de las masas y del estado, del individuo y de la colectividad, del orden y del cambio, en una poca de rpidas transformaciones. El sistema poltico fascista fue un intento novedoso de solucin, elaborado y experimentado dentro de las estructuras de la sociedad burguesas, pero concebido y llevado a cabo segn una lgica

eminentemente poltica y, en sentido estricto, totalitaria. Nuestra interpretacin del vnculo entre partido, estado y Duce tiene como punto de partida algunas consideraciones generales acerca del problema del mito y de la organizacin del fascismo. En primer trmino, la constatacin de dos hechos importantes: 1. El fascismo fue el primer partido milicia que conquist el poder en una democracia liberal europea, con la declarada intencin de destruirla, y que plante como finalidad especfica suya -prcticamente efectuada- afirmar el primado de la poltica sobre cualquier otro aspecto de la vida individual y colectiva, mediante la resolucin de lo privado e n l o pblico, para organizar de modo totalitario la sociedad, subordinndola al control de un partido nico, e integrndola al estado, concebido e impuesto como valor absoluto y dominante. 2. El fascismo fue tambin el primer movimiento poltico de nuestro siglo que llev al poder el pensamiento mtico, consagrndolo como forma superior de expresin poltica de las masas y fundamento moral para su organizacin, e institucionalizndolo en las creencias, en los ritos y en los smbolos de una religin poltica.

Mito de la organizacin y organizacin del mito Segn nos parece, mito y organizacin fueron las componentes esenciales y complementarias de la poltica de masas del fascismo y de su sistema poltico. Para los fascistas, mito y organizacin no fueron solo instrumentos artificiales de tcnica poltica, sino que fueron las categoras fundamentales por cuyo intermedio los fascistas interpretaron los problemas de la sociedad de masas moderna y definieron su sitio en esa realidad, para accionar sobre ella y para transformarla. Con un juego de palabras, puede decirse que el fascismo cont con el mito de la organizacin y de ello intent organizar un mito en la realidad,

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esto es, de traducirlo en instituciones y en formas de vida colectiva. El nexo entre mito y organizacin echaba races en una concepcin de la poltica y de las masas aparecida mucho tiempo antes del fascismo, con el desprecio de la razn como reguladora suprema del hombre y de la historia, y el descubrimiento del podero de lo irracional en los movimientos colectivos. Mito y organizacin ya haban sido examinados por Le Bon, Sorel y Michels como instrumentos fundamentales de la poltica de masas, necesarios para suscitar la energa de las masas y para transformarla en un arma poltica ordenada y eficaz. Aun antes de la guerra mundial, el movimiento nacionalista y el sindicalismo revolucionario haban adoptado y puesto en prctica esa concepcin, exaltando la funcin del mito y de la organizacin para una poltica de masas definida como "voluntad de concrecin y de podero". El fascismo integr esa concepcin con los mitos nacidos de la experiencia de la guerra y del escuadrismo, dando forma paulatinamente a una nueva ideologa antiideolgica caracterizada, ya en sus primeras formulaciones, por una orientacin totalitaria. El fascismo fue consciente, desde sus orgenes, de la importancia del mito en la poltica de masas. Los fascistas haban aprendido de Sorel y Le Bon que el mito era un poderoso factor para la movilizacin y la cohesin de las masas. As, en el Il Popolo dItalia del 5 de julio de 1922 se lee que para volverse un "incoercible movimiento propulsor" un partido poltico debe tener un mito, "por el cual parezca supremamente bello y necesario vivir y tambin morir":
El mito, por el que solo las grandes masas se mueven, siempre es la sublimacin, la simplificacin de un trabajoso y complejo proceso espiritual y moral, es la sntesis superior de toda una nueva y ms o menos orgnica concepcin de la vida y del mundo y siempre halla expresin en una palabra, en un lema, en un smbolo [...] que tienen la virtud de grabarse ntidamente en los nimos y ejercer un encanto -el que se quiera- sobre las multitudes, incapaces de meditacin y de pensamiento y dispuestas a todos los lances y entusiasmos.322

La ideologa "antiideolgica" del fascismo fue esencialmente expresin de un pensamiento mtico, elaboracin de mitos polticos ya presentes en forma embrionaria durante el primer perodo de formacin del "partido milicia", concebido como organizacin cimentada en el mito de la nacin, para hacer realidad nuevos mitos de grandeza y de podero, representados por la "romanidad", el "imperio", el "estado nuevo". La elaboracin de esos mitos no debe hacer pensar solo en una obra efectuada por fros, expertos planificadores de la manipulacin de las masas y de la propaganda. Indudablemente la conciencia del poder mtico tena un resultado instrumental; pero los propios fascistas obraron dentro de la lgica de los mitos que proponan a las masas. Incluso su concepcin de la poltica, como expresin de la voluntad de podero de una minora capaz de plasmar la realidad y al hombre, era prisionera del mito. Los fascistas conceban la poltica "como audacia, como tentativa, como emprendimiento, como insatisfaccin con la realidad, como aventura, como celebracin del rito de la accin"; para ellos la poltica era vida en el sentido pleno, absoluto, obsesionante de la palabra. En la Dottrina del fascismo, texto para los cursos de preparacin poltica del PNF durante el rgimen, se defina la poltica como "accin creadora libre y volitiva de grupos especiales de hombres que obran bajo la influencia de mitos sociales".323 Todava en junio de 1942 un joven fascista manifestaba su fe en el mito de la poltica: "Nuestras posibilidades futuras son ilimitadas, no aceptan otra frontera que no sea el que nosotros deliberemos fijarle".32 4 Giuseppe Bottai confesaba en 1944 haber sido una vctima consciente de esa concepcin de la poltica: "Fuimos llevados a confiar en nosotros; eso quiere decir en nuestra voluntad, la cual nos hizo reputar ilimitado nuestro podero creador [...] obramos como si la poltica fuera el arte de lo imposible, de lo maravilloso, de lo milagroso".325 Esa concepcin fascista encomend a la poltica la funcin de crear y concretar mitos polticos, esto es -como escribi Camillo Pellizzi en 1924-, de crear "monumentos histricos" con-

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cretando en el estado nuevas formas de organizacin de la vida colectiva.326 El nexo entre mito de la poltica y mana de organizacin haba sido fijado indisolublemente por el fascismo ya en los primeros tiempos de construccin del estado totalitario, por su parte tambin concebido mticamente como instrumento y meta de la "revolucin constante", creacin perenne y nunca agotable de una "nueva civilizacin poltica". El pensamiento mtico dio impulso al desarrollo de la organizacin totalitaria, que habra tenido que transfundirlo a las masas y transformar el carcter de las masas bajo la sugestin del mito. El totalitarismo fascista, escriba Il Popolo dItalia del 25 de noviembre de 1926, no puede admitir zonas neutras en la vida italiana: "Fascistizar las masas: he aqu el verdadero, gran problema".327 El xito de la revolucin fascista dependa de la capacidad de hacer funcionar el pensamiento mtico en la "sistematizacin de la fe", de un extremo a otro de la vida colectiva de la organizacin:
Cuando hablamos del "hombre nuevo" queda claro que pretendemos hablar de la Sociedad nueva. La ms seria y la ms verdadera ocupacin del Fascismo es, precisamente, madurar nexos sociales, un humus poltico e histrico, en que crezca el individuo y se formen las nuevas generaciones. Para ello se requiere mucha fe y poqusima teora; esto es, se requiere que sobre la vida nacional imperen mitos [...]. El mismo lenguaje del jefe, la misma praxis poltica del Rgimen funcionan en los mitos; ms que programas hay tareas, ms que frmulas hay mandatos, ms que filsofos hacen falta soldados [...]. Por lo dems, los mitos siempre acompaan la conformacin de una gran civilizacin; la ayudan a desarrollarse, la hacen triunfar, como fuerza y como idea universal [...] sistematizar la fe, remitirla a tareas precisas y determinados objetivos es el nico medio para fundar los nuevos rdenes de la sociedad.328

La tarea de "sistematizar la fe", de organizar el mito para hacerlo penetrar en el nimo de las masas fue cumplida principalmente por el Partido Fascista. Encontramos la continuidad

de una lgica entre los propsitos formulados al inicio del fascismo y el balance de la obra realizada por el Partido Fascista: plasmar en formas de vida colectiva el mito del estado totalitario, mediante la expansin de la organizacin del PNF. Es muy fcil ironizar acerca de las ambiciones fascistas y expresar fundadas dudas respecto del xito de ese experimento totalitario, pero no puede menospreciarse la prctica y el significado de la puesta en marcha de ese mismo experimento y la lgica con que fue llevado adelante durante veinte aos. El fascismo, como movimiento poltico de masas, adopt desde sus orgenes el carcter de partido milicia, organizando a sus adherentes en el escuadrismo, con una jerarqua y una disciplina militar, y transfiriendo al combate poltico la anttesis "amigo-enemigo", los mtodos y las actitudes del estado de guerra. El Partido Fascista introdujo la militarizacin de la poltica en sus formas de organizacin y de lucha y, con el paso del tiempo, en las formas de vida colectiva de los italianos, mientras que en los ritos y en los smbolos adopt desde un principio el carcter de una "milicia civil" al servicio de la "religin de la nacin", intolerante e integralista. Ese carcter originario fue, para el PNF, derivado del escuadrismo, y determin decisivamente inclusive las modalidades de organizacin del futuro estado fascista. La militarizacin del partido, formalizada de manera estable en 1922, antes de la conquista del poder, fue el primer paso hacia la prctica totalitaria de la organizacin, que el fascismo buscara extender y aplicar a todos los aspectos de la vida social. El objetivo del fascismo, tal como se fue precisando durante su desarrollo, antes y despus de la conquista del poder, fue una revolucin poltica que, dejando intactos los pilares fundamentales de la sociedad burguesa, habra de transformar la arquitectura y las funciones del estado unitario para edificar un "estado nuevo". Despus de 1922, se se volvi el mito dominante del fascismo: se imaginaba el "estado nuevo" segn los lineamientos de un proyecto indito de dominacin poltica absoluta, por parte de una "aristocracia del comando" capaz de transformar, por medio de la accin del mito y de la organiza-

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cin, el carcter de los italianos y crear una nueva civilizacin poltica en que se resolvera el problema de las masas y del estado, con la integracin de la sociedad en el estado gracias al partido nico totalitario. Despus de la conquista del poder, el fascismo sigui elaborando el mito del "estado nuevo" e intent hacerlo realidad con un experimentalismo institucional, que utiliz las estructuras del rgimen anterior, adaptndolas a sus fines totalitarios, y sumndoles sin cesar nuevas instituciones o modificando radicalmente algunas de las ya existentes. El proceso de construccin del estado fascista no se desenvolvi con una sistematicidad lineal y orgnica, sino que demostr una coherencia sustancial en su tendencia a hacer cada vez ms efectiva la politizacin, en sentido fascista, de todos los aspectos de la vida individual y colectiva. La poltica de masas del fascismo tuvo una prevalente actitud pedaggica, orientada a la socializacin fascista de la mentalidad, de las ideas y de las conductas de los italianos, para crear una comunidad amalgamada por un credo poltico y organizada en una jerarqua de funciones y de competencias. El embrin totalitario del partido milicia se desarroll, despus de la conquista del poder, con una accin simultnea de destruccin del rgimen liberal y de construccin del rgimen fascista. Por lo general, los historiadores reconocen que la construccin del rgimen fascista comenz, de manera decisiva, en 1925, y sigui gradualmente hasta los aos de la Segunda Guerra Mundial. Las bases jurdicas del rgimen fascista se echaron con la legislacin autoritaria promulgada entre 1925 y 1929, que produjo un quiebre en la continuidad del orden italiano, tal como se haba desarrollado con el rgimen liberal. El momento de quiebre -o los momentos de quiebre- todava es tema de discusin entre los estudiosos; pero hoy en da pocos niegan que el rgimen fascista fue una realidad cualitativamente distinta del rgimen anterior, aunque de este haya conservado y exasperado, en sentido autoritario y represivo, muchas estructuras. Al comienzo de los aos treinta, los rasgos esenciales del sistema poltico fascista estaban definidos y consolidados: un "rgimen cerrado", irreversible, fundado sobre

una concepcin jerrquica del poder emanado desde lo alto, con la sustancial eliminacin de la divisin de poderes y la exaltacin de la primaca del ejecutivo, ejercido formalmente en nombre del rey, pero de hecho concentrado en manos del jefe de gobierno y duce del fascismo, y definitivamente sustrado al control del parlamento. Con el estatuto de 1926, que introdujo el sistema de nombramiento desde lo alto de los cargos jerrquicos y asign al Gran Consejo la tarea de impartir las directivas al partido, consagrando la figura del duce como "gua supremo", se subordin al estado el PNF, por ms que ste conservara una posicin central y adquiriera un rol y una funcin predominantes respecto de los dems institutos y organizaciones propios del rgimen fascista. Dicho rgimen se presentaba exteriormente como una estructura monoltica, sobre la cual descollaba la figura carismtica del Duce. Como ya es sabido, por detrs de la fachada haba un conglomerado de diferentes fuerzas, que se mantenan juntas por obra del compromiso que el fascismo haba establecido con las fuerzas tradicionales; conglomerado administrado por el arte mediador y carismtico de Mussolini. Las instituciones tradicionales -como monarqua, ejrcito, magistratura, burocracia- no fueron "fascistizadas" en el sentido pretendido por los fascistas intransigentes, pero se adaptaron al nuevo rgimen, que preserv fuera de discusin el monopolio del poder poltico. En la sociedad, la Iglesia representaba el mayor obstculo para las ambiciones totalitarias del fascismo. Sobre la base de estos hechos, algunos estudiosos afirmaron que el rgimen fascista no fue un sistema totalitario sino slo una dictadura personal o un rgimen autoritario de tipo tradicional, aunque provisto de algunas estructuras modernas de control y movilizacin de masas. Adems, segn ese enfoque, el rgimen fascista debera considerarse mussoliniano antes que fascista. En consecuencia, los que sealamos como elementos propios del totalitarismo fascista se reduciran a hechos marginales, si no hasta desdeables, para comprender el sistema poltico fascista. Esa valoracin deja irresueltos muchos problemas en lo concerniente a la poltica de

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masas del fascismo, sus formas de organizacin y de movilizacin y sus objetivos. Tambin, en este enfoque, se reduce el rol del Partido Fascista a la funcin de una maquinaria de propaganda y de ceremonias, sin poder real y sometida por completo a la voluntad de Mussolini. Segn nuestro parecer, ese tipo de interpretacin encuentra su mayor lmite en la circunstancia de tomar en consideracin al fascismo de modo esttico, como si entre la dcada de 1920 y la de 1930 no se hubieran producido cambios importantes en la vida del rgimen fascista y en su evolucin, y no toma en cuenta la lgica que acompa la experiencia fascista, aun entre contradicciones e improvisaciones, que por cierto no faltaron en la dinmica del fascismo.

Fascismo autoritario y fascismo totalitario Para comprender la ndole histrica del rgimen fascista en su concreto devenir, es preciso tomar en consideracin que consisti en una realidad heterognea, en constante movimiento y en perenne cambio, bajo la accin de factores objetivos y subjetivos. Es imprescindible diferenciar entre esos factores para discernir en el sistema fascista las innovaciones adoptadas para hacer frente a los problemas que cualquier estado capitalista moderno encontr ante s en el perodo entre ambas guerras, y las innovaciones que a contrario respondan a la lgica y a la dinmica propias del fascismo, y resultaban coherentes con su concepcin de la poltica y de las masas. Otro hecho a considerar es la presencia, en el rgimen fascista, de una constante tensin, aunque nunca evidenciada como conflicto desembozado, si no a comienzos del gobierno fascista y en los meses que preceden la cada de Mussolini, entre fascismo autoritario y fascismo totalitario. Esas dos componentes concordaban en su diagnstico de la crisis de transicin de la sociedad tradicional a la sociedad de masas, que -para ambas- implicaba rechazar la democracia liberal, y aceptaban como solucin moderna para el problema de las masas

y del estado, el "rgimen cerrado" construido por Alfredo Rocco. Pero, mientras el fascismo autoritario consideraba definitivo y sustancialmente completo el sistema estatal concretado entre 1925 y 1929, para el fascismo totalitario todo consista, en cambio, slo en un primer estadio en direccin a la construccin de un estado integralmente fascista; un estadio que nicamente corresponda a la "etapa de compromiso" de la revolucin, cuando la urgencia de "perdurar" haba impuesto una detencin en las ambiciones del fascismo revolucionario, pero un estadio que precisamente por ello haba que superar para avanzar hacia la plasmacin del mito totalitario. Una vez consolidada la posesin del poder, el itinerario de la "revolucin fascista" deba pasar a la etapa de las transformaciones radicales, a la efectiva fascistizacin de la sociedad. El fascismo totalitario reclamaba nuevos experimentalismos poltico institucionales, para concretar de modo ms efectivo y capilar la integracin de las masas al estado y para crear el "estado nuevo": el "rgimen cerrado" de los aos veinte era tan solo el rudimentario esqueleto de aquel, y todava dejaba fuera de sus lmites demasiadas zonas no fascistas o afascistas. Segn creemos, en la dcada de 1930 el fascismo totalitario gan nuevo mpetu, sobre todo por iniciativa del Partido Fascista, y se desplaz en tres direcciones; hacia la definicin ideolgica del estado totalitario, hacia la ampliacin sistemtica de las formas de organizacin y movilizacin de las masas, bajo el mando del PNF, para una obra capilar de formacin en sentido fascista, y hacia la radicalizacin del proceso de concentracin del poder en el fascismo, merced a una creciente expansin de la presencia del partido en la sociedad y en el estado, con una nueva serie de reformas que cambiaron sustancialmente la antigua constitucin del reino. Lo que hoy resulta evidente a quien observa la realidad del fascismo en la segunda mitad de los aos treinta, despus del xito en la conquista de Etiopa, es la aceleracin, consciente y programada, del proceso de totalitarizacin de la sociedad y del estado. En ese perodo el PNF expandi, bajo el mando de Starace, su pre-

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sencia activa en la sociedad, multiplic la cantidad de sus instituciones y de sus tareas. En 1937, con la creacin de la GIL, el partido tom el monopolio de la formacin de las nuevas generaciones, desde la primera infancia hasta el final de sus estudios. Adems, mediante formas cada vez ms meticulosas de rituales de masas, el PNF procur intensificar la fascistizacin de los hbitos y de la conducta pblica y privada, se hizo cargo de manera cada vez ms intransigente y formalista de la funcin de institucin custodia de la "fe". Desde el punto de vista institucional, el hecho ms significativo; durante la etapa de aceleracin totalitaria, fue la creacin de la Cmara de los Fasci y de las Corporaciones, decidida por el Gran Consejo el 14 de marzo de 1938, momento en que tambin se decidi "proceder a completar la reforma constitucional con la puesta al da del Estatuto del Reino". Otro acontecimiento significativo fue que se confirieran, en1937, las funciones de ministro secretario de estado al secretario del PNF. Con el estatuto de 1938, el PNF se volva formalmente el "partido nico" y por primera vez se le asignaban como tareas especficas defender y potenciar la revolucin fascista y la educacin poltica de los italianos. En 1941 otras medidas, propuestas por el entonces secretario Adelchi Serena, buen conocedor de la maquinaria del partido y resuelto, siquiera en el breve perodo de su gestin, a imprimirle un nuevo y eficiente dinamismo, contribuyeron a reforzar la posicin del partido e nel estado. Incluso en esa etapa de aceleracin totalitaria, el partido segua formalmente subordinado al estado fascista: en ello el totalitarismo fascista se diferenciaba del nazi y del comunista. De hecho, pese a las sugestiones que podan ejercer estas dos ltimas experiencias, que haban avanzado mucho ms en el proceso de totalitarizacin, el fascismo nunca lleg a sancionar formalmente la superioridad del partido por sobre el estado, ya considerar el estado, como era por ejemplo en el nacionalsocialismo, un instrumento del partido para hacer realidad su propio mito revolucionario. El fascismo nunca abandon el mito del estado totalitario, como principio dominante e inspirador de su accionar.329 Cuando, en especial hacia el final de los aos treinta,

los fascistas hicieron ms densa su polmica acerca del rol del partido en el estado y solicitaron una mayor iniciativa autnoma del PNF, no ponan en entredicho la primaca mtica del "estado nuevo". Eso permita, sin embargo, que se incurriera en una evidente contradiccin, deliberadamente vuelta ms estridente por la prensa y la propagandstica cercana al partido y por el fervor totalitario de las nuevas generaciones, entre el mito del "estado nuevo" y la realidad del estado existente, que conservaba, en las instituciones y en los valores legitimantes, el carcter de estado tradicional "suprapartidario", y todava no se haba vuelto el estado fascista. Juristas, idelogos y hombres del partido reabrieron la querella acerca del problema del partido en el estado, y acerca de la funcin del PNF para la concrecin integral del estado fascista. Insertndose gradualmente dentro de las estructuras del estado existente, el PNF haba contribuido a transformarlo en sentido fascista; pero el resultado todava no era totalitario. Por ese motivo, los fascistas "totalitarios", entre los que se contaban las nuevas generaciones, amn de los fascistas intransigentes e integralistas de vieja data, no se sentan ligados a la conservacin del estado existente, que les pareca una construccin hbrida de elementos viejos y nuevos, y demasiado limitada y condicionada por la supervivencia de gran cantidad de "islas apartadas" que an eludan la fascistizacin. Si bajo esa ptica se toma en consideracin el vnculo entre partido y estado, puede decirse que, ms all de la subordinacin formal del PNF al estado, hubo por parte del Partido Fascista un constante, si bien discreto, afn antiestatalista, tendiente a contrarrestar el poder efectivo del estado tradicional. El antiestatalismo fascista tena una potencial carga destructiva, que el PNF, especialmente en la poca de Starace y de la breve gestin de Serena, quiso nutrir, pero intentando no provocar las reacciones de sospecha y las sanciones punitivas del Duce, que se consideraba el tutor de la integridad del estado "suprapartidario". Con todo, justamente la aceleracin totalitaria durante los aos treinta deba hacer que recobrase aliento el antiestatalismo del fascismo totalitario. En las nuevas generaciones se hallan numerosas sea-

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les de insatisfaccin por lo inamovible del compromiso con el estado tradicional, mientras que se hacan requerimientos al PNF para la accin revolucionaria. No eran pocos los fascistas que, cada vez ms explcita y abiertamente, evocaban la fase heroica del escuadrismo como momento del "estado naciente" del partido revolucionario, forzado demasiado precozmente, tras la conquista del poder, a vivir atado a un compromiso conservador, y recordaban que el impulso para transformar el estado haba provenido del partido, tambin que el PNF
... es el nico depositario de la idea revolucionaria, es el que da alimento a los restantes organismos e instituciones de la Nacin, cuyas virtudes y cuyo contenido revolucionario hallan tan solo una fuente y, lo que ms cuenta, un solo juez, adems -se sobrentiende- del mito vivo de la Revolucin, vale decir el Partido [...] el Estado fascista fue creado por la Revolucin, esto es por el Partido que de esta revolucin es depositario e intrprete y, como tal, nico y verdadera fuerza motora del Estado.33o

solucin de continuidad la idea del movimiento revolucionario en el estado, garantizando con el paso del tiempo no slo la vitalidad del movimiento sino tambin la adhesin -plena, completa y operativadel estado a sus postulados; por eso, "amn de institucional, incluso idealmente no es posible pensar el estado sin el partido y no es posible pensar que en cierto momento la funcin del partido pueda decaer". La advertencia se diriga a aquellos, todava fascistas "autoritarios", que pensaban en una transformacin del rgimen con un regreso al autoritarismo tradicional, sin un partido nico con funciones totalitarias. El partido adverta a esos fascistas que
... en un sentido genuinamente poltico el Partido es sin duda superior al Estado [porque es] el portador de ese conjunto de valores polticos que da vida y sustancia al Estado, imprimindole determinada orientacin [...] Por ende, el Partido reside en el origen del Estado [mientras que] en un sentido estrictamente jurdico el Estado se hace cargo, en cambio, del contenido poltico del Partido, encuadra al Partido en su propia estructura formal y en tanto el Partido adquiere una existencia estatal, esto es, la plenitud de sus recursos y de sus efectos, en cuanto existe en el Estado.331

La intensidad de esas seales es tal que no permite que se las considere nicamente como retrica poltica que florece sobre una realidad decadente. Precisamente por las caractersticas propias de una propaganda totalitaria, esas seales delatan situaciones, fungen de hendijas que permiten ver las tensiones y las orientaciones que tienen cabida en el seno de la realidad fascista, en el momento en que "autoritarismo" y "totalitarismo", "estatalismo" y "mito del estado nuevo" entran en una etapa de conflicto directo ante la hiptesis de un futuro del fascismo sin Mussolini, que constituy la dramtica incgnita en el "veranillo de San Martn" del fascismo en el poder. En ese contexto, cobran especial significado -siquiera, para usar trminos de Bloch, como discursos vanos que echan luz sobre realidades profundas- las afirmaciones incluidas en una publicacin oficial del PNF para celebrar el Ventennio del fascismo en el poder; el PNF tiene "la misin ms amplia y no transitoria de hacer vivir sin

Se volva a afirmar, en definitiva, el primado del pensamiento mtico en el activismo fascista, impulso genuino y nunca aplacado para la accin poltica concebida como creacin de "monumentos histricos" y concrecin de mitos. Como haba escrito Pellizzi en 1925, los fascistas ven el estado "como el instrumento social para plasmar un mito"; por lo que el estado fascista no es una realidad fija, sino un proceso en proceso de realizacin". La primaca del estado, que dominaba todo el universo ideolgico y organizativo del sistema poltico fascista, se basaba por completo sobre una cisin mtica del estado:
... el genuino fascismo tiene una divina repugnancia por cristalizarse en estado. La mentalidad burguesa se aferra a la frecuente expresin, usada por nosotros, de "estado nacional"

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o "estado tico". Y, piensan, cuando hayamos visto en qu consiste, sabremos tambin en qu confiar, sabremos dnde asestar el golpe para abrir camino a nuestras personalidades y a nuestros intereses. Sin embargo, se engaan. El estado fascista es, ms que un estado, una dnamo. El estado fijo y determinado es una necesidad de las aristocracias en declive, o de las masas annimas; en cambio, el fascismo es una aristocracia que debe afirmarse, y por naturaleza no puede cerrarse sobre s misma [...] El universo es, por intermedio de un pueblo y de un pas dados, el campo de accin de ese estado-dnamo en cuyo seno llega a constituirse el fascismo. El universo es el panorama de ese optimismo trgico y activo, materializado por completo en concrecin, fe, pasin y batalla; actitud del espritu y de la voluntad que ya en hora temprana se nos presenta como tpicamente italiana. 332

Como demostracin emblemtica de la continuidad de una actitud mental que no se modific y corrigi en la prueba de la experiencia, sino que mantuvo intacta su propia fe en el pensamiento mtico, en 1941 el propio Pellizzi volver a amonestar a los fascistas llamndolos a la perpetua puesta en prctica del mito:
A nosotros, los fascistas, no nos est permitido pensar que ese proceso de "fascistizacin del estado" pueda tener alguna vez su plasmacin plena [...]. No slo el Partido Fascista deber abstenerse en todo momento de ilusionarse con haber fascistizado definitivamente el estado, sino que como primera medida nunca deber presuponer haberse fascistizado por entero a s mismo.
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volucionaria al construir una "nueva civilizacin poltica", que deba ser civilizacin de masas organizadas e integradas en el estado. El fascismo -en palabras de Agostino Nasti, publicadas por Critica Fascista el 15 de agosto de 1933- "es la organizacin poltica de las grandes masas modernas". Su afirmacin expresaba una finalidad y un ideal antes que una realidad, pero resuma la intencin ms ntima de la poltica y de la mitologa fascistas. Segn haba afirmado Il Popolo dItalia, la educacin por impartir a las masas, en tanto "integral y totalitaria", es "el problema central, que forma un todo con el problema poltico del Fascismo".334 Organizar a las masas se torn el principal objetivo de la poltica fascista, perseguido con voluntad manaca; as, llev a que el fascismo se apropiara de las organizaciones sociales existentes, a crear algunas nuevas, a multiplicar en extensin e intensidad las estructuras en cuyo seno hacer confluir desde la primera infancia a la mayor cantidad de hombres y mujeres. Escriba el secretario federal de Roma en 1932:
Nosotros creemos en un Fascismo cuantioso, y por ello totalitario, que en el terreno poltico no deje fuera de circulacin a ningn buen italiano. La preocupacin por crear, tambin en la cantidad, un Rgimen totalitario no tiene valor de poltica interna ni es inspirada por temor alguno. Nace, dicha urgencia totalitaria, de la misma voluntad del Fascismo por reelaborar una usanza; ser una nueva manera de vivir para todos los italianos.335

Fascistizar a las masas El problema de la fascistizacin totalitaria nos reenva al nexo entre mito y organizacin en la poltica de masas del fascismo y en su sistema poltico. Desde la perspectiva del fascismo, el problema de las masas era el banco de prueba para su capacidad re

El fascismo sigui ese genuino impulso, coherente con su concepcin de la poltica y de las masas, del mito y de la organizacin, para transformar la masa en una colectividad organizada embebida de mitos fascistas y partcipe entusiasta de los emprendimientos de gran dignatario decididos por el Duce. En 1932, Mussolini dijo a Ludwig:
La masa para m no es otra cosa que un rebao de ovejas, mientras no est organizada. Bajo ningn concepto soy hos-

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til con ella. Slo niego que pueda gobernarse por s sola. Pero si se la maneja, es preciso comandarla con dos riendas; entusiasmo e inters. Quien slo se vale de uno de estos dos c o rre peligro. El perfil mstico y el poltico se condicionan uno al otro.336

vez mayor de ciudadanos, suscitando en ellos la conciencia de la funcin y de la misin del estado romano y confirindoles una actividad responsable en paz y en guerra.338

El fascismo totalitario consideraba que organizar y controlar a las masas eran la condicin para transformar el carcter, la mentalidad, la conducta de aquellas, y as producir la adhesin activa al fascismo. Los fascistas consideraban el carcter de las masas materia dctil y maleable bajo la accin de una voluntad de podero, para hacer de ellas una nueva colectividad organizada y animada por solo una fe. La concepcin fascista acerca de las masas exclua a priori la posibilidad de que las masas pudieran llegar a gobernarse por s solas y a conquistar una conciencia autorreflexiva y autnoma, pero de todas formas consideraba posible modificar su mentalidad, en pro de educarlas para vivir en el estado, mediante la accin constante y cotidiana del mito y de la organizacin: "La muchedumbre [...] necesita espiritualismo, de religiosidad, de catequismo, de rito; el hombre desea un poder espiritual afirmativo y de buena gana lo sigue y le obedece; lo siente ms adherente a su propia existencia y de aquel deriva disciplina y auxilio".337 Mito y organizacin deban promover simultneamente el "proceso de integracin" de las masas al estado, esto es, llevar a cabo "la reduccin a unidad de las multiplicidades sociales, merced a la adhesin colectiva a la frmula poltica del rgimen", por lo cual "la amorfa `poblacin' se transforma en el `organismo del pueblo. El erudito romanista Pietro De Francisci pona al servicio del totalitarismo fascista el mito de la romanidad, como exaltacin del principio de organizacin e integracin del estado; segn escriba en 1939, el desarrollo del estado aparece
... guiado por un continuo, obstinado, sabio proceso de integracin, tendiente a hacer participar en la vida de la civitas y a disciplinar dentro de sus estructuras a una cantidad cada

Con un lxico ms modesto, el texto de preparacin poltica de los jvenes fascistas sentenciaba que el estado segua a los ciudadanos "en todo su desarrollo, y aun antes de que ellos conozcan la luz del da y se formen, sin abandonarlos en ningn momento, dando a todos una conciencia y una voluntad [...] unitarias y profundamente centradas", y aseveraba que desde los ms tiernos aos la idea del estado obraba en los espritus jvenes "con la sugestin del mito".339 De ese modo, el fascismo pretenda formar una colectividad de ciudadanos que participaran en la vida del estado fascista no como individuos autnomos, sino como milicianos disciplinados y obedientes, dispuestos a sacrificar su vida en aras del podero del estado. El hombre nuevo del fascismo no era un individuo devenido consciente de s mismo y amo de su propio destino, sino el "ciudadano-soldado" que se vaciaba de individualidad para dejarse absorber por completo en la comunidad totalitaria. El fascismo intent poner en prctica ese plan por intermedio de un triple proceso de organizacin, educacin e integracin del individuo y de las masas. Todas las organizaciones populares del fascismo, desde el PNF a la OND [Organizacin Nacional Dopolavoro], deban efectuar esa constante y capilar obra de socializacin fascista, adaptando naturalmente, a los distintos estamentos sociales, cdigos de valores diferenciados, en funcin del rol asignado por el fascismo a cada una de las organizaciones y del pblico al que cada una se diriga. No hay duda de que esa "fascistizacin" de las masas nada tena en comn con el proceso de participacin en los regmenes de democracia liberal. Si se toma en consideracin la "politizacin de las masas" solo como forma de participacin libre, activa y consciente en la poltica, con la posibilidad de influenciar de modo decisivo las opciones del gobierno central, sin ms puede negarse que el fascismo haya promovido la "politizacin de

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las masas". Sin embargo, el historiador del fascismo no puede soslayar el significado que la poltica de las masas en sentido totalitario tena para los fascistas, y por lo tanto debera estudiar de qu modo desempearon las organizaciones del fascismo, y en primer lugar el partido, una obra de politizacin de las masas que, dada la concepcin que las inspiraba, no habra podido ser distinta de la que empricamente fue, sustancialmente coherente con la intuicin fundamental que el fascismo haba tenido, desde un principio, acerca del problema de las masas y del estado. Desde esa perspectiva, tambin se comprende el significado de la transformacin del PNF y su subordinacin al estado y al Duce: por sus caractersticas originarias, en vida del Duce el PNF no era una institucin que contribua a elaborar la "voluntad poltica" del estado, sino que era la herramienta para efectuar esa voluntad que resida exclusivamente en el Duce. El PNF -desde sus orgenes, "milicia civil"- deba ser el sistema nervioso por medio del cual la "voluntad poltica" del Duce permeaba y pona en movimiento el cuerpo poltico del pas. As, el PNF tomaba a cargo la funcin, preeminente en el sistema totalitario fascista, de Gran Pedagogo, que deba ser formador de la conciencia de las masas fascistas y preparar a los soldados, a los confesores y a los mrtires de la "religin fascista". Aun el culto poltico fascista adquiere una funcionalidad racional propia en el universo mtico y organizativo del fascismo, como representacin y celebracin dramtica de la integracin comunitaria, y proceso mstico de fusin de la masa con el Duce. Por su ndole totalitaria, el estado fascista deba adoptar naturalmente el carcter de una institucin laico-religiosa, cuyas estructuras englobaban por entero al hombre en cuerpo y alma. nicamente gracias a mitos, ritos y smbolos era posible implicar al individuo y a la colectividad en el "cuerpo poltico" de la comunidad, y dar la percepcin inmediata de la continua realizacin del mito del estado totalitario en la conciencia colectiva. El fascismo -haba escrito en 1930 Bottai- era "una religin poltica y civil [...] la religin de Italia".340 En ese terreno, la coherencia fascista demostr ser ms rigurosa en orientar los comportamientos prcticos; tanto es as que, por ejemplo, el fascis-

mo no vacil en volver a poner en entredicho el compromiso con la Iglesia para reivindicar y obtener el monopolio de la educacin, poltica y belicosa, de las nuevas generaciones, confinando la presencia del catolicismo a elemento moral integrador de la "religin fascista".

El mito del Duce El nexo entre mito y organizacin halla, finalmente, una verificacin concreta en la figura de Mussolini como duce del fascismo. El mito de Mussolini y su funcin de "duce del fascismo y jefe del gobierno" constituyeron el elemento ms decisivo de la caracterizacin del sistema poltico fascista. Sin embargo, hace falta recordar que la afirmacin del mito de Mussolini y de su rol de duce no fueron evidentes desde los comienzos del fascismo. En la organizacin de los Fasci di combattimento, Mussolini haba sido tan slo un integrante de la oficina de propaganda: l era el "amigo" y el "compaero" Benito, poltico y periodista excepcional, pero todava no jefe carismtico reconocido. Para los fascistas, en ese entonces el verdadero duce era D'Annunzio. Cuando propuso la transformacin del movimiento en partido, Mussolini atrajo contra s la revuelta de los jefes provinciales y su posicin de duce fue seriamente sacudida. Recin despus de la transformacin en partido, Mussolini consolid su rol de duce, no tanto por sugerencia carismtica cuanto porque de modo realista los jefes del fascismo reconocieron en l a la nica personalidad poltica capaz de conservar la unidad del fascismo. Aun despus de la conquista del poder, hubo en el fascismo muchas resistencias contra la pretensin de Mussolini de ser el duce indiscutido y obedecido. Camillo Pellizzi le record pblicamente, en 1924, que "el fascismo no se resume en usted".341 Todas las alternativas desde la marcha sobre Roma hasta 1926 fueron dominadas por la pulseada entre Mussolini y el fascismo intransigente. Con todo, precisamente esas pugnas internas en el fascista favorecieron el surgimiento y la consolidacin del mi-

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to de Mussolini y de su figura de duce. En el conflicto entre las facciones, todos terminaban por apelar a su autoridad, y as contribuan a acrecentar su prestigio y fuerza. El mito del Duce fue, a lo largo de todo el fascismo, un elemento cohesivo entre los muchos ducetti, y la nica fuente de autoridad y de poder que aquellos reconocan. A partir de ese momento, la exaltacin del Duce avanz sin lmites, tal como se intensific la concentracin de los poderes en sus manos. La posicin dominante del Duce en el sistema poltico fascista fue codificada gradualmente en los rangos del partido y del rgimen. En el estatuto del PNF del ao 1926, el Duce era colocado en el punto ms alto de la jerarqua, como "gua supremo"; en el estatuto de 1932, se erigi por encima de la jerarqua de partido y por fuera de ella; y en el estatuto de 1938 se lo defini como Jefe del PNF. La frmula ms completa que defina el carcter poltico-mtico de la figura del Duce constaba en el catecismo fascista de 1939: "El DUCE, Benito Mussolini, es el creador del Fascismo, el renovador de la sociedad civil, el jefe del pueblo italiano, el fundador del Imperio".342 Cumbre del poder y nica sede de la "voluntad poltica" que imparta directivas a la compleja maquinaria organizativa del partido y del rgimen, Mussolini era tambin un "mito viviente" que alimentaba con su podero sugestivo todo el universo fascista. Giovanni Gentile exalt a Mussolini como la personificacin de la idea fascista y su realizador. El PNF hizo un aporte decisivo a la elaboracin del mito del Duce y a la formalizacin de un culto de su figura, desde 1926, con el secretariado de Turati y, ms tarde, con el perfeccionismo manaco del estilo y de los ritos, con Starace. En 1940, la Escuela de Mstica Fascista, expresamente instituida en 1930 para nutrir el mito de Mussolini, puso en marcha cursos para maestros primarios que deseaban "vivificar su fe en los valores espirituales y en los principios de la Revolucin derivando del Mito Mussoliniano las directivas de accin pedaggica". Algn solcito adorador del mi to lleg a situar a Mussolini en el crculo de los profetas, como a nuevo Cristo delegado por Dios, cual "punto, de conjuncin entre lo divino y lo humano".343

Lo absurdo del fenmeno no mengua su importancia para el historiador deseoso de comprender el nexo entre mito y organizacin en el fascismo. El mito de Mussolini se propag y se afianz porque era coherente con la mentalidad mtica del fascismo, y contribuy a nutrirla en las masas y en el recinto de los jerarcas, que sufrieron el poder carismtico de Mussolini. En 1923, Giuriati escriba a Mussolini poniendo de manifiesto su "creencia sumamente firme de que t eres el Veltro vaticinado por Dante".344 Giuseppe Bottai, que haba dejado en 1932 su cargo de ministro de las Corporaciones, escriba al Duce diciendo que aceptaba con serenidad esa situacin: "nicamente me asaltar, de vez en vez, la nostalgia por el jefe [...] Procurar superarla con el pensamiento de que aun en mi vida privada, como hace ya tantos aos, Mussolini obrar como una fuerza incesante de mejora y perfeccionamiento".345 Esa adulacin hace perceptible el eco de su presencia en esas declaraciones de fe; pero la sinceridad de la sugestin del mito es traslcida en las anotaciones ntimas de esos hombres. En 1941, Bottai adverta desamparado, mientras en l hallaba impedimentos la fe en el Duce, el vaco que el final de esa fe dejara:
Cierta cosa, que desde hace ms de veinte aos me pulsaba en el corazn, detiene su marcha de improviso; un Amor, una fidelidad, una consagracin. Ahora estoy solo, sin mi jefe [ ... ] . Un jefe es todo en la vida de un hombre: origen y fin, causa y propsito, punto de partida y meta; si cae, parece una soledad atroz dentro de uno. Querra reencontrar a ese Jefe, volver a ponerlo en el centro de mi mundo, reordenar ese mundo mo en torno a l. Tengo miedo, miedo de que eso ya no resulte bien para m.Ahora, s qu es el miedo: un precipitar repentino de una razn de vivir.346

La exaltacin del mito acompa la exaltacin del jefe, como clmine y gua de la organizacin fascista, del cual dimana-

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ba cualquier autoridad y poder. Todo el gradual proceso de desmantelamiento del rgimen liberal y de construccin del estado totalitario estuvo marcado por la constante concentracin progresiva del poder en Mussolini. En la persona de Mussolini, como "Duce del Fascismo, jefe del Gobierno" llegaban a realizarse la sntesis y la integracin entre partido y estado, pero en una condicin tan excepcional como precaria, por estar ligada a la vida fsica de Mussolini. Eso tornaba grvido de incgnitas el futuro del fascismo, aunque el tema de la sucesin fue prohibido. El problema ms espinoso, para los fascistas, era la fusin de la figura del Duce con la de jefe del gobierno y jefe del partido. Esa fusin tambin se habra mantenido en el sucesor de Mussolini? El problema era grave no tanto por las interrogantes tericas y jurdicas que planteaba, discutidas ya en los aos treinta. Era grave porque involucraba la realidad existencial del sistema poltico fascista, el nexo entre mito y organizacin, las relaciones entre jerarcas, que durante veinte aos haban encontrado un slido eje en el mito del Duce. El poder mtico del DuceMussolini se disolvera en otro duce jerarca, desprovisto del carisma mussoliniano? Y la disolucin del nexo entre mito y organizacin, con punto de partida en la cima, involucrara a todo el sistema, provocando transformaciones imprevisibles? Pueden proponerse muchas hiptesis acerca de las transformaciones del rgimen fascista sin Mussolini. Lo evidente, en trminos histricos, es que el nexo entre mito y organizacin volva muy complicado el problema del "Jefe" en el futuro del estado totalitario fascista, tal como constat en 1938 Carlo Costamagna.
El problema del "Jefe" es el ms delicado de todos los que abri la organizacin del Estado Nuevo. No debe confundrselo con el problema del "DUCE", esto es, del fundador del rgimen, ni dejarse desviar de la circunstancia de que el Estado Nuevo, por surgir de una revolucin an en proceso de realizacin, de todas formas versa en ese proceso constitutivo que implica la dictadura por parte de aquel Hombre de excep-

cin en que la historia ha comisionado la tarea de crear el nuevo orden. Y en verdad, cesadas las razones de la dictadura, permanecen las razones de la unidad. Si el Estado Nuevo debe volverse un modo de ser permanente, es decir, un "sistema de vida", no podr dispensarse, por causa de su estructura jerrquica, de la funcin de un Jefe; aun cuando este ya no tenga las proporciones extraordinarias de Aquel que promovi la revolucin.347

La figura del jefe era inherente a la mentalidad y a la cultura fascistas, y era coherente con la concepcin totalitaria del estado, en cuanto rgimen integralista fundado sobre la concentracin de los poderes en el "mando nico" y sobre la organizacin jerrquica mstico-poltica, a la que era congenial e indispensable una personificacin carismtica del mito, como punto de referencia del culto y fuente de la autoridad. El estado -escriba Bottai en su diario el 29 de junio de 1938- requiere en su punto ms alto un organizador "un jefe que sepa organizar continuamente energas y fuerzas", "cuyo poder sea poder en acto, un hacer, un accionar, un ordenar directo, inmediato, no necesariamente atado a la letra de leyes o instituciones".348 El jefe de Bottai todava era una personalidad carismtica, necesaria para desempear una funcin extraordinaria, para hacer realidad un mito. Y el propio Bottai, mientras el sistema fascista sufra los primeros golpes de la derrota, exaltaba una vez ms la funcin del pensamiento mtico: "Compete a los polticos crear nuevos mitos, interpretando las necesidades de la poca", escribi el 15 de febrero de 1942. El drama de la cultura moderna era el conflicto entre conciencia crtica y urgencia de verdades slidas,
... esto es, la urgencia de contar con "mitos", con puntos de referencia aproximativos, con certidumbres histricas, si no con verdades absolutas, precisamente en funcin y en dependencia del multiplicarse de competencias y aspiraciones en la estructura de la sociedad, contar con la interdependencia y riqueza de factores en la vida nacional e internacional: jus-

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tamente esa enorme complejidad de la vida moderna en cierto punto produce la necesidad de simplificarla, organizarla y dirigirla de modo unitario.
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Mito y organizacin eran vueltos a presentar en su nexo, que resultaba a la vez funcional e histrico, necesario para cualquier forma de organizacin poltica de las masas en la sociedad moderna. Y esa forma de organizacin, con basamento mticototalitario, requera por intrnseca necesidad suya un jefe. Para el fascismo, cualquier solucin al problema -transmisibilidad del rango de "duce", fusin de ese rango con el de "rey", preservacin de su funcin sin el rango en la figura del `jefe del gobierno", transferencia de la funcin de jefe de un individuo a un cuerpo colegiado- habra requerido una toma de posicin frente al problema del mito y de la organizacin, esto es, habra demandado una decisin acerca de la ndole y los propsitos del sistema poltico fascista, surgido y fundado a partir del nexo entre mito y organizacin. Las soluciones posibles eran fundamentalmente dos, y son las que concretamente hallaron cauce despus del 25 de julio de 1943: o desentronizar el mito y desmantelar todas las organizaciones del sistema que eran funcionales a aquel, o la exaltacin de la primaca del mito, llevando al extremo la lgica totalitaria. Las tendencias hacia esas soluciones ya estaban en marcha antes de esa fecha, y se volvieron operantes en el momento en que se produjo la disociacin entre mito y organizacin, con el derrocamiento de Mussolini.

La va fascista al totalitarismo Como forma de completar las observaciones desarrolladas hasta ahora respecto del rol del mito y de la organizacin, vistos como aspectos complementarios esenciales de la formacin y del avance del sistema poltico fascista, nos parece contar con suficientes elementos para proponer una definicin histrica de ese sistema y de su caracterizacin como fenmeno totalitario. Tras tomar en

consideracin la posicin central y predominante adoptada por la figura del Duce-Mussolini en el conjunto de mitos y organizaciones del fascismo, de manera estricta y diferenciada, por ejemplo, de la propia del Fhrer-Hitler, somos de la opinin de que puede asignarse al sistema poltico fascista, en su realidad histrica concreta, la denominacin de cesarismo totalitario. Con ello definimos una dictadura carismtica de tipo cesariano, integrada en una estructura institucional basada sobre el partido nico y sobre la movilizacin de las masas, y en constante construccin para volverla conforme al mito del estado totalitario, conscientemente adoptado como modelo de referencia para la organizacin del sistema poltico, y que obra concretamente como cdigo fundamental de creencias y conductas para el individuo y para las masas. Poner de relieve la figura del Duce, en la definicin histrica del totalitarismo fascista, no significa reducir el sistema poltico fascista a una forma de monocracia personal. Bajo ningn aspecto coincidimos con quienes consideran que el fascismo sea reductible al mussolinismo, afirmando que el sistema poltico fascista no fue un rgimen totalitario sino una forma de dictadura personal tradicional, porque no impuso la primaca del partido por sobre el estado, porque hizo que sobrevivieran instituciones y poderes que limitaban sus pretensiones de dominio total, porque no logr hacer realidad la integracin total de la sociedad al estado. De hecho, precisamente por su ndole de rgimen originado a partir de un movimiento revolucionario de masas, organizado en partido milicia con ideologa totalitaria; por la presencia institucional del partido nico; por la organizacin de la poltica de masas, el rgimen fascista no puede ser reducido a una forma de monocracia personal. La "personalizacin del poder" que se realiz en el rgimen fascista no fue idntica al personalismo de las dictaduras autoritarias, como por ejemplo el rgimen de Salazar, que no surgen de un movimiento revolucionario y no se proponen institucionalizar dicho movimiento en partido nico con el rol principal de hacer realidad el mito totalitario mediante la organizacin, la integracin y la movilizacin permanente de las masas. En realidad, la identificacin

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del fascismo con el mussolinismo inevitablemente llevara a banalizar la funcin misma del jefe en los regmenes totalitarios, y a soslayar la importancia fundamental de la organizacin de masas en la realidad del sistema poltico fascista. Por lo dems, eso da pie para observar que sin el partido nico y la organizacin de masas, la misma figura institucional y mtica del "duce" se volvera histricamente incomprensible, ya sea por su origen como por su funcin, pues se vera aislada artificiosamente de la realidad en que haba tenido origen y sobre la que basaba su funcin. Tambin es preciso hacer notar que histricamente, aun en los regmenes reputados totalitarios, como el nacionalsocialismo y el estalinismo, porque afirmaron el primado del partido por sobre el estado, hubo una etapa de personalizacin del poder, que llev a la subordinacin del partido al dominio del Jefe, privndolo del poder como sede autnoma de elaboracin y decisin de las opciones polticas. Indudablemente, la poltica totalitaria del fascismo encontr obstculos, resistencias y lmites. Por ende, tambin se podra coincidir con una definicin del fascismo como "totalitarismo incompleto" o "totalitarismo imperfecto" -si se admite que tales expresiones tienen validez cientfica en el mbito del anlisis historiogrfico-, a condicin de tener presente que tambin los regmenes por lo general considerados "completa" o "perfectamente" totalitarios encontraron obstculos, resistencias y lmites. Asimismo, la historia de esos regmenes revela, cuando se la examina sin prejuicios ni ostensibles enfrentamientos entre mito y realidad, entre ambiciones y resultados. Por tanto, puede afirmarse que en la realidad histrica el totalitarismo es siempre un experimento continuo, vale decir, un proceso en curso de realizacin, y no una forma completa y definitiva, especialmente si se toman en consideracin las conexiones entre mito y realidad, que estn presentes, de distinta forma, en todos los experimentos totalitarios puestos en prctica en el siglo XX. Por su ndole, la integracin totalitaria de la sociedad en el estado o en el partido nico es un proceso que debe renovarse perennemente, institucionalizando el

principio de revolucin permanente, aunque slo fuera para afrontar el problema del inestable recambio generacional: una completa integracin totalitaria sera, paradjicamente, la plasmacin plena del ideal democrtico de Rousseau. Todos los regmenes totalitarios son, entonces, en uno u otro aspecto, formas de totalitarismo "incompleto" o "imperfecto", con respecto a su mito de integracin y segn las distintas etapas de desarrollo y de los distintos contextos histricos y sociales en que funcionan. Desde ese punto de vista, consideramos que insistir casi exclusivamente en la etapa del rgimen, especialmente en la construccin de modelos tericos o de "tipos ideales", es un abordaje reduccionista de la complejidad histrica de los fenmenos totalitarios: de hecho, en estos es igualmente fundamental la etapa del movimiento, concebido como accin del partido revolucionario generador del nuevo estado, que se encuentra en los orgenes del rgimen. En nuestra opinin, esa perspectiva es inadecuada, porque bsicamente da una imagen esttica del fenmeno totalitario, justo la que se corresponde con una supuesta etapa de "consumacin" o "perfeccin" que contrasta con la realidad histrica del totalitarismo como proceso en constante desarrollo mediante la dialctica entre mito y organizacin, entre ideologa y accin. "Los regmenes -observ acertadamente Raymond Aron- no se volvieron totalitarios deslizndose, por as decir, paulatinamente hacia el terreno del totalitarismo, sino bajo el empuje de una intencin original suya: la voluntad de transformar radicalmente el orden existente en funcin de una ideologa".350 A esa observacin se debe, sin embargo, que no coincidamos con Aron en excluir el fascismo de los regmenes totalitarios, aunque indudablemente, como observa tambin Aron, "la Italia fascista, rgimen de partido nico, nunca conoci una proliferacin ideolgica ni un fenmeno totalitario comparable a la gran purga sovitica o a los excesos de los ltimos aos del rgimen hitleriano". En la construccin del rgimen fascista fue activa y operante la "voluntad de transformar radicalmente el orden existente en funcin de una ideologa", aunque el proceso de transfor-

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macin sigui sendas, ritmos y tiempos distintos de los propios de otros experimentos totalitarios. En ese sentido, preferimos valernos del concepto de experimento totalitario para representar histricamente el proceso de formacin y plasmacin del dominio totalitario en sus especficas caractersticas nacionales, culturales, ideolgicas y organizativas. El fascismo fue la va italiana al totalitarismo. Una ltima observacin concierne a la legitimidad de adoptar tan slo un modelo terico de totalitarismo para definir experiencias histricas tan profundamente distintas como fascismo, comunismo y nacionalsocialismo. Tal como ya hicimos notar en otra oportunidad,351 abrigamos fuertes dudas acerca de la utilizacin historiogrfica de dicho modelo, si ello debiera llevar, como sucedi con mucha frecuencia, a atenuar -o, peor aun, a anular- esos elementos divergentes, hasta llegar a una sustancial identificacin entre comunismo, fascismo y nazismo, que reduzca las diferencias entre los fenmenos totalitarios a hechos marginales de desdeable significacin para el conocimiento del carcter y de la historia de los experimentos totalitarios. Eso no quita que pueda seguirse usando esa expresin para denominar una forma nueva y original de dominio poltico de la sociedad de masas, tal como, en otros casos, se emplea la expresin "radicalismo" para denominar movimientos contestatarios o revolucionarios, ya sean de derecha o de izquierda. Entre los experimentos totalitarios no puede no incluirse el fascismo, que inclusive fue el primero de esos experimentos puesto en prctica en una democracia liberal, volvindose modelo para otros proyectos totalitarios. Los lmites del totalitarismo fascista no son una prueba para negar su existencia y sus efectos, as como las contradicciones entre mito y plasmacin no son una prueba contra la importancia de la presencia y de la funcin del mito en la poltica del fascismo. Por ltimo, no creemos que pueda excluirse el fascismo de la calificacin de totalitario, con prescindencia de cul sea su utilizacin por fuera del contexto histrico en que surgi dicho trmino. Las palabras tienen una historia; y uno de los deberes elementales del

historiador debera ser abstenerse de cualquier uso anacrnico de los trminos y de los conceptos, que los abstraiga de la realidad histrica a la que pertenecen. Es preciso recordar que -aun cuando, segn parece, no fue el inventor del trmino "totalitarismo"352- el fascismo indudablemente fue el primer movimiento y el nico rgimen poltico, entre los que ms tarde fueron considerados totalitarios, en adoptar con orgullo ese trmino, atribuyndole un significado especfico, para definir su concepcin de la poltica y su sistema de poder. Por eso somos de la opinin de que no puede despojarse al fascismo de su calificacin de totalitarismo, por lo que esta signific y represent histricamente en el fascismo, sin mutilar a la vez el conocimiento del fenmeno en su devenir. Tarea principal de la historiografa es situar trminos y conceptos en la realidad histrica de la que emergieron, teniendo presente ante todo qu significaban para sus contemporneos, ora como smbolos de interpretacin de la realidad, segn percepciones, intuiciones, concepciones y aspiraciones -sigue siendo tarea del historiador identificarlas y comprenderlas en su lgica-, ora como expresin sinttica de mitos, ideales, valores, opciones, decisiones y acciones orientados a transformar la realidad. Al posterior desarrollo de la definicin histrica del totalitarismo fascista, en el sentido recin especificado, estn dedicados los prximos captulos, segn una metodologa que, en bsqueda de unificar anlisis terico y reconstruccin histrica, estudia el experimento totalitario fascista en su dimensin ideolgica y organizativa, mtica e institucional, cultural y poltica, sin fijar a priori mbitos privilegiados para la investigacin.

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6. El edificio inconcluso. El estado totalitario del fascismo

partido y el gigantismo de la organizacin. "Es tiempo de estudiar seriamente el problema, y de decidir si se quiere hacer vivir al Partido con vida propia o si se quiere saciar al rebao en la ilusin de que una mastodntica masa de individuos constituye una fuerza poltica y en verdad expresa una voluntad y un movimiento".435

Una nueva Constitucin para el estado fascista El debate acerca del partido se reanud con renovada vivacidad despus de la instauracin de la Cmara de los Fasci y las Corporaciones, a causa de los nuevos problemas que planteaba la reforma para el futuro del rgimen y, en s, para la configuracin constitucional del estado italiano.436 De hecho, tras la reforma an pareca impostergable llevar a cabo una revisin del Estatuto albertino [promulgado en 1848 por Carlo Alberto, rey de Cerdea] y la elaboracin de una nueva Constitucin. Era parecer ampliamente compartido por los juristas que la profunda transformacin en el orden constitucional italiano, efectuada por el fascismo mediante "progresivas innovaciones, que a modo de cua se introducen en los viejos estamentos, modificando su sistema", haba dado vida a un nuevo tipo de estado con "una fisonoma y una doctrina propias".437 "Nadie soara siquiera con decir -sealaba en 1939 Amedeo Giannini- que en Italia no ha cambiado la concepcin del estado slo porque no ha cambiado la carta constitucional. Eso se debe a que, en Italia como en otros sitios, las disposiciones no escritas tienen una vida propia, que trascienden [sic!] la vida de la carta constitucional".438 La trayectoria de las constituciones en pases europeos como la Italia fascista, la Rusia sovitica y la Alemania nazi demostraba -como observaba, una vez ms, Gianninique "estamos en un momento de mxima relevancia poltica. Vale decir que estamos en la etapa constitutiva del nuevo derecho pblico. El momento es ms poltico que jurdico", caracterizado por el surgimiento, junto a los estados liberales, de nuevos tipos de

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estado cuya constitucin pareca estar an en proceso de definicin. "En la variedad de resoluciones positivas se acentan distintas posturas, que no inciden sobre los detalles, pero chocan contra la concepcin misma del estado y de sus funciones. Cada una de las resoluciones est en pleno desarrollo, especialmente en cuanto concierne a los estados que presentan constituciones tpicamente nuevas, y cuyo sistema an no est consumado".439 Ante semejantes cambios, aun quienes seguan alimentando el culto del Estatuto albertino consideraban que la poca ya haba madurado para "promulgar la nueva carta constitucional del estado".44o Las reformas institucionales introducidas por el rgimen fascista imponan para ese entonces "una radical revisin" de la antigua Constitucin, "desde luego, ya no en procura de hacer innovaciones en el orden constitucional actual, sino de coordinar sus miembros dispersos en un solo instrumento solemne que sirva de carta constitucional de la Italia fascista, sea garanta y espejo de los derechos y de los deberes comunes, y documente fuera de Italia y con el paso de los siglos, la nueva estructura que el Rgimen imprimi al Estado" y, asimismo, enuncie los "propsitos fundamentales" que el estado fascista "se fija, merced a los cuales tanto se diferencia del estado liberal en su concepcin originaria".441 A requerir el abandono de la antigua Constitucin del reino contribua, tanto por parte de algunos juristas como por parte de los idelogos del estado fascista, cierto orgullo por la primaca, provocado por la conviccin de que la Italia fascista estaba a la vanguardia en la creacin de un nuevo y original tipo de estado, destinado a volverse prototipo y modelo del Estado Nuevo de una nueva civilizacin: "Por primera vez en la historia moderna afirmaba la revista S ta to e Diritto al iniciar su publicacin- hoy Italia se brinda instituciones originales [...] que son las de un estado que por admirables acontecimientos se encuentra en el centro de la historia del mundo".442 Segn declaraba en 1939 Bottai, el estado corporativo "con sus principios totalitarios y con sus nuevos organismos constitucionales" representaba una solucin a

la crisis del estado moderno, que la ciencia jurdica italiana haba diagnosticado a comienzos del siglo XX, detectando su causa en las "condiciones patolgicas a las que se diriga la sociedad, por la presencia de esos grandes organismos que vivan fuera de la rbita del estado y de la disciplina del derecho": de ello derivaba "la impostergable urgencia de una fuerte articulacin estatal, capaz de resumir e incluir en su organizacin las distintas asociaciones, en modo tal que reconstruya la estructura unitaria de la sociedad en el estado".443 En vsperas del nuevo conflicto mundial, cultura poltica y cultura jurdica volvieron a ocuparse con mayor atencin de las problemticas relativas a la definicin de la ndole y de las finalidades del estado totalitario, tanto en lo atinente a la identificacin de los rasgos especficos del totalitarismo fascista en comparacin con otros experimentos anlogos, por ejemplo el sovitico y el nacionalsocialista, como en lo tocante al rol destinado al partido en el estado totalitario.

Teora fascista del estado totalitario En la Italia fascista, trminos como "estado totalitario" y "totalitarismo" solan usarse para definir el sistema poltico creado por el Partido Fascista despus de la conquista del monopolio del poder. El trmino "totalitario", acuado probablemente por los antifascistas tras la "marcha sobre Roma"444 para definir las ambiciones dictatoriales del partido, fue tomado para s por el fascismo con beneplcito, con el afn de definir per se su idea de poltica y su concepcin de estado, compendiada en la frmula mussoliniana de 1923: "Todo en el estado, nada por fuera del estado, nada contra el estado".445 En 1927, el Duce sintetiz en la introduccin al volumen que compilaba las deliberaciones del Gran Consejo el proceso de construccin del rgimen fascista cuando afirm: "El Partido armado conduce al Rgimen totalitario".446 De "totalitario estado fascista" el Duce habl en 1929.447 Y aunque en la Dottrina del fascismo no aparece la expresin "estado

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totalitario", en la parte dedicada a las ideas filosficas, Mussolini, modificando el texto original, redactado por Giovanni Gentile, especific que "el fascismo es totalitario" (en vez de "se dice totalitario", como haba escrito el filsofo) porque "para el fascista, todo es en el Estado y nada humano o espiritual existe, ni mucho menos tiene valor, fuera del Estado".448 El trmino totalitarismo aparece en la prensa y en la propaganda fascista durante la segunda mitad de los aos veinte. "Deberemos ingresar en el aos 1928 con la realizacin absoluta del totalitarismo fascista: esto es, en sus nervios, msculos y huesos, en sus venas y arterias, en su carne y en su sangre, en sus vsceras e incluso en su mdula, debemos fascistizar el Rgimen Fascista".449 La frmula "estado totalitario" para definir el estado fascista, entonces ya adquirida por las publicaciones ideolgicas, se hizo ms frecuente en los aos treinta, a la par que la doctrina fascista afront tambin el problema de su definicin cientfica. En el borrador de un plan legislativo acerca de la nueva Cmara de los Fasci y las Corporaciones, presentado por Costamagna ante la Comisin Sommi, encargada de elaborar la reforma, el artculo uno predicaba: "El estado fascista italiano es un estado totalitario; 450 pero esa definicin no fue incorporada al texto definitivo. En el Dizionario di politica, editado por el PNF en 1940, las expresiones "estado totalitario" y "partido totalitario" son recurrentes, aunque no hay una "entrada" que defina esas nociones. De todas formas, precisamente en el perodo entre 1939 y 1941 -circunstancia de por s significativa- aparecen en Italia los primeros intentos de definir tericamente, tanto desde el punto de vista ideolgico como desde el jurdico, el concepto de estado totalitario, el cual, en palabras del jurista Vezio Crisafulli hacia 1941, "tras afianzarse en primer trmino en campo poltico [...] parece destinada, en la actualidad, a entrar al mbito de la ciencia jurdica insertndose precisamente en la no pacfica teora respecto de las formas de estado y de gobierno [...] al coincidir en la idea -ntese que digo idea, ya no definicin, y ni siquiera me importa ahora establecer si consiste en una figura jurdica o meramente poltica-, ms usualmente difundida y convincente de estado totalitario, como el

que efecta la completa subsuncin de todas las fuerzas, intereses y tendencias sociales en la organizacin estatal, esto es, justamente la identificacin total entre sociedad y estado". Tambin "se muestra hoy como la nica forma de orden capaz de expresar las necesidades fundamentales de la era de masas, plasmando de modo real la definitiva introduccin y participacin de las masas en toda la actividad del estado, sin comprometer, por otra parte, su unidad y solidez sino antes bien garantizando la ntima adhesin de todos los estratos de la poblacin".451 Sobre la base de esa conviccin, algunos juristas, ms o menos involucrados ideolgicamente con el fascismo, procuraron elaborar una definicin jurdica del estado totalitario, tomndolo en consideracin como una nueva forma de gobierno destinada a perpetuarse en el tiempo, a volverse la forma de estado nuevo en la sociedad de masas. La importancia de esos intentos para nuestro tema no la constituye la validez (o atisbos de validez) de los elementos de anlisis histrico incluidos en aquellos -si bien bajo ningn aspecto son desdeables en el mbito de una historia de las teoras del totalitarismo- sino el mito del estado totalitario que surge de ellos, presentndose como modelo ideal en que debera haberse inspirado la constitucin fctica del sistema poltico fascista. Los juristas consideraban el estado totalitario una forma indita de gobierno, que se haba impuesto a continuacin de la crisis del estado liberal, para resolver el problema de las masas y del estado reafirmando la soberana absoluta del estado e involucrando a las masas en la realizacin de una nueva comunidad poltica nacional. Por consiguiente, se tomaba en consideracin la gnesis y la funcin histrica del estado totalitario en estrecha relacin con los problemas de la sociedad de masas. As, el estado totalitario era antes que nada un rgimen de masas, que interpretaba y concretaba el principio democrtico segn una
... novsima frmula cercana a las frmulas de democracia directa con una participacin del pueblo ms intensa y ms

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inmediata, gracias a los instrumentos aportados por el progreso cientfico y a la posibilidad de convocar simultneamente a todo el pueblo, ya no en las formas parlamentarias usuales. El Gobierno es para l su jefe y se expresa ante el pueblo entero, no ante el parlamento. La aprobacin legislativa es superada por la aprobacin del Pueblo, el cual interviene con una fuerza que no por ser ordenada por la estructura jurdica tiene menor fuerza ni menor realidad.452

1929, a expandir sus competencias, sino que era consecuencia de una nueva forma de revolucin, cuyas expresiones se haban hecho presentes en la primera posguerra: la revolucin totalitaria, que no pretenda solo "una renovacin institucional, sino, antes bien, en primer trmino humana".458
La revolucin contempornea toca al hombre en su fuero ntimo, porque precisamente no se limita a crear institutos jurdicos y sociales que solo inciden sobre el hombre en sus relaciones externas, sino que avanza y desea que el alma del hombre le pertenezca en lo que es hbito de vida, adecuacin del pensamiento al ideal revolucionario, permanente sacrificio a la causa, etc. Por ende, el individuo pertenece por entero al estado, y l mismo se vuelve estado, porque cada pensamiento suyo, cada acto suyo tienen valor en cuanto hacen realidad el principio por el que se plantea el estado mismo. Esa perfecta inmanencia de la vida individual en la vida social constituye la esencia de la revolucin totalitaria.459

En la concepcin fascista del estado totalitario se consideraba elemento fundamental la participacin de las masas. Junto con ella se incluan los dems elementos constitutivos esenciales: la afirmacin del primado de la soberana del estado con respecto al individuo, la concentracin del poder en la persona del jefe poltico, la institucionalizacin del partido nico, la propaganda de un mito tico-poltico de carcter dogmtico.453 La suma de esos elementos otorgaba al estado totalitario carcter cualitativamente distinto del estado absoluto y a otras formas de estado autoritario o gobierno dictatorial. De hecho, para los fascistas no solo estado totalitario y estado autoritario eran "conceptos muy distintos entre s y de valor y
alcance cientfico muy dismiles",454 sino que para ellos era arbitrario, adems, asignar el rtulo de estado totalitario "a un estado cualquiera que, luchando contra la influencia de los partidos subversivos o contra el decadentismo liberal-masnico, afirme tan slo el principio de autoridad concentrando el poder en manos del jefe".455 En la teora fascista del totalitarismo era carcter original y predominante del nuevo estado la tendencia a "identificarse con la sociedad nacional".456 En efecto, para el estado totalitario "ya no existen lmites a la extensin de la soberana: debe organizar cada uno de la realidad social, y es necesariamente estado econmico, estado asistencial, estado tico, mientras que la identificacin entre estado y sociedad hace realidad un ilimitado monismo estatal".457 En definitiva, el totalitarismo no deba tomarse slo como una variante de la tendencia comn a todos los estados modernos, en especial despus de la Gran Guerra y la crisis de

Revolucionario por su origen, el estado totalitario no representaba, pues, una restauracin tcnica, por as decir, de la autoridad estatal en forma dictatorial, sino que era una construccin nueva, que naca a partir de una transformacin radical en la concepcin de la poltica y en el modo de concebir la esencia y la finalidad del estado:
El estado totalitario es el reino de la poltica integral. En l la poltica no concierne solo a determinada actividad individual, tampoco a una esfera dada de la vida colectiva, ni refleja la accin de las manifestaciones de la vida social, la que llega a regirse, orientarse y manejarse por completo en funcin de fines polticos. En primer lugar, entonces, el estado totalitario es aquel en que todo llega a ser absorbido y valorado segn el parmetro de la concepcin poltica. El sistema de todos los valores encuentra su eje y centro en la unidad misma del estado.460

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El estado-partido Artfice de la revolucin totalitaria y constructor del nuevo estado era el partido revolucionario totalitario. El partido revolucionario (explicaba uno de sus ms entusiastas tericos) "es el partido que, al llevar consigo una nueva concepcin de estado, obra y combate, una vez conquistado el poder con la insurreccin, para hacer realidad en un nuevo orden jurdico esa concepcin. Por ende, el partido revolucionario es insurreccional; dictatorial; totalitario; nico. El partido revolucionario explica y justifica el partido nico".461 Esa "ndole totalitaria", intrnseca a la esencia del partido revolucionario es transmitida por este al estado nuevo, "que es estado partido, estado creado por el partido portador de la idea revolucionaria, del credo poltico, por lo cual el partido revolucionario es ecclesia que transmite carcter de e c l e s i a lidad al estado"462 y le brinda el impulso espiritual e ideal. El Partido Fascista se apropia de la definicin del estado totalitario como estado-partido. El estado nuevo -leemos en el Dizionario di politica- est caracterizado por "la activa presencia, en aquel, de un partido totalitario, que si histricamente deriva de su spero combate y de la conquista del poder su posicin preeminente, debe agregarse que, lgicamente, es legitimado por una revolucin mucho ms profunda que se produjo en las concepciones polticas [... ] As, el partido nico expresa y plasma la sustancia poltica del estado".463 Adems, el PNF haca propia la concepcin de partido revolucionario como partido de la "constante revolucin" y, debido a ello, reivindicaba lo que podemos llamar derecho a la iniciativa revolucionaria ante el propio estado, aunque declare estar "al servicio del estado fascista" e insista acerca de la diferencia respecto del partido totalitario nacionalsocialista y del bolchevique, que del estado tenan un concepto instrumental. De todas formas, esa subordinacin al estado proclamada mostraba notorias limitaciones cuando el PNF tomaba posicin en la aeja controversia acerca de su carcter jurdico, negando, siquiera con ambiguos contorsionismos dialcticos, que pudiera considerrselo un organismo del estado -por ms que fuera una institucin constitu-

cional"- en virtud de su origen y de su ndole revolucionaria, pues el Partido Fascista "no fue creado por el estado y, aunque el estado lo haya reconocido como entidad que desarrolla una actividad de inters estatal, no puede decirse que aquel lo ha absorbido por completo, tal que se identifique con el estado mismo", sobre todo en cuanto atae al partido la "funcin de conservar el espritu de la Revolucin, que es espritu del cual est empapado el estado".464 Pese a las controversias entre las distintas interpretaciones para la naturaleza jurdica del Partido Fascista, juristas e idelogos estaban de acuerdo, sin embargo, en plantear como fundamento del estado totalitario el partido nico. La problemtica del partido tena "una importancia central en la ciencia jurdica publicista" porque incida directamente tambin "sobre la doctrina del derecho corporativo, amn de hacerlo sobre la del derecho constitucional", pero adems tena "un aspecto de ms amplia resonancia, porque se enlaza con la definicin de la forma de los estados totalitarios, en cuya direccin se desarrollan ahora las estructuras de muchos otros pueblos. Y de la posicin en ellos del partido nico".465 No haba cabida para dudas acerca de la "imposibilidad de concebir el estado fascista, en su peculiar organizacin y en su funcionamiento, sin especificar el sitio ocupado en l por el partido",466 sealaba Costantino Mortati, aunque lamentara la "deficiencia de abordajes pormenorizados acerca de ese tema", deficiencia que el jurista atribua al "escaso inters que, al menos entre una categora de juristas, est destinado a suscitar un ente como el partido, cuyas funciones no se desarrollan en un mbito especficamente reglamentado por la ley, y que por ello mismo parecen pertenecer a la esfera de lo pre- o lo metajurdico".467 En realidad, bajo ningn aspecto la literatura jurdica acerca del problema del partido era escasa, aunque no siempre resultaba satisfactoria desde el punto de vista de su rigor cientfico.468 Refirindose especialmente a los juristas, Panunzio hablaba inclusive de un "suplicio terico"469 que entraaba definir el Partido Fascista y, bajo la ptica del derecho pblico, su posicin en el estado y respecto del estado. Sin embargo, por detrs del "su-

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plicio terico" percibimos claramente un suplicio ideolgico ms vvido, que agitaba tanto a quienes deseaban poner fin a las pretensiones revolucionarias del partido nico, por considerarlo ya definitivamente inserto, y subordinado, dentro de la estructura del nuevo estado, como a aquellos que, en cambio, se hacan intrpretes y hasta fautores de dichas pretensiones, en nombre del mito de la "constante revolucin", sosteniendo que el nuevo estado edificado hasta ese momento por el fascismo an no era el "estado nuevo" totalitario. Desde luego, el partido, revolucionario y totalitario por esencia, no poda resignarse a la condicin de partido nico al "servicio del estado fascista", sino que deba proseguir su revolucin hasta completar el edificio. Con todo, dicha tarea para los fascistas no era concebible con efectivo punto de conclusin en el proceso de construccin del estado totalitario sino como meta ideal de una inagotable "constante revolucin". En la explicacin de Pellizzi, ese concepto "excluye que un estado cualquiera, como quiera que se lo adjetive, se lo anhele y desee idealmente, pueda hallar alguna vez plena plasmacin. En otros trminos, ello implica que la realizacin plena del estado f ascista ideal es un mito; nos impone obrar a cada instante en la direccin y en funcin de ese mito, pero nos impide a priori la ilusin de poderlo realizar por entero vez alguna".470 Pero tambin el mito de la "constante revolucin" se prestaba a interpretaciones opuestas en lo referente a la posicin del partido respecto del estado. De hecho, trasladando a un plano metapoltico la actividad revolucionaria del partido como constructor ideal de un mtico estado fascista, poda invocarse sin dificultad la concepcin de la "constante revolucin", propuesta por Pellizzi, para aplacar el mpetu revolucionario de los juristas totalitarios, reconvinindolos y recordndoles su deber de obediencia al estado, vuelto ahora, en la realidad de sus instituciones, una obra terminada en cuyo interior el partido deba vivir atenindose a cumplir con tareas de carcter pedaggico y asistencial, sin pretender impartir directiva alguna ni cualquier otro tipo de impulso revolucionario al estado. En ese sentido, entre los intrpretes y los sostenedores de la tesis de la consumada finalizacin del edificio del estado fascista no se contaban

solo los juristas que permanecan ligados a la tradicin del estado de derecho, y por ello resistan a cualquier radicalizacin del totalitarismo fascista, sino tambin los fascistas autoritarios, como por ejemplo Dino Grandi, quienes desde haca tiempo consideraban concluida la etapa revolucionaria. del fascismo, detestaban el staracismo y deseaban volver a llevar al partido dentro de mbitos de accin bien definidos y ms acotados, bloqueando su "estrategia expansionista" y la constante injerencia estatal.
En la vertiente opuesta, los fascistas totalitarios interpretaban la "constante revolucin" como obra ideolgica, poltica y jurdica, de radical transformacin del estado. Ellos deseaban liquidar todo cuanto en el estado fascista era an legado del viejo estado de derecho, y de esa forma acelerar la efectiva puesta en prctica, desde el punto de vista constitucional, de la revolucin totalitaria. La construccin del estado totalitario deba suplantar definitivamente en los principios y en la prctica el estado de derecho. Desde ese punto de vista -segn observaba en 1940 Costamagna, uno de los ms inquietos e intransigentes fascistas de la revolucin constitucional-, "la experiencia del estado totalitario recin est en sus inicios".471 La obra "de organizacin ideal, despus de dieciocho aos de experiencia del rgimen" todava no haba llegado a trmino, mientras que "en el entramado del sistema" segua habiendo "profundas lagunas [...] que dej abiertas el mtodo de gradualidad adoptado por la revolucin fascista en su empresa de transformacin del estado".472 Por sobre todo faltaba "la afirmacin definitiva, gracias a la cual las distintas reformas lleguen a deducirse como unidad lgica y mecnica, de modo tal que asegure la marcha rtmica sobre la que se sostiene en la prctica la legalidad. Esta, para resultar vital, debe radicarse en la costumbre y debe darse valor con tal de obtener cierta armona colectiva, casi en correspondencia con una ntima regla de proporcin arquitectnica". El juicio expresado por Costamagna como conclusin sonaba como una severa denuncia del atraso en los trabajos para construir el estado totalitario:

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El edificio del estado totalitario en Italia, aunque ms adelantado que en otros pases en vas de renovacin, todava es un edificio incompleto. En sus paredes se constatan grietas peligrosas, por entre las cuales puede volver a asomar el pasado o pueden irrumpir las turbias pasiones del presente. Falta la coronacin del edificio; falta la amalgama final. A ello debe proveer la accin postrera de los principios generales: no mera "cdula de derechos", sino tabla fundamental de la ley fascista.

cional. Ese era, por ejemplo, el parecer expresado por el redactor de la introduccin al volumen acerca de la XXIX Legislatura [perodo legislativo], publicacin a cargo del Senado y de la C mara de los Fasci y las Corporaciones:473
[La XXIX Legislatura] contribuy a una adicional consolidacin de esa preeminente funcin de direccin, de coordinacin, de propulsin de todo campo de la actividad estatal, que es propia del Duce del Fascismo, Jefe del Gobierno. Tal funcin representa cada vez ms la caracterstica saliente de la forma del Rgimen practicada en Italia, por extensin e intensidad de las atribuciones y prerrogativas que competen al Duce, en cuanto tal, amn de Jefe del Gobierno y Jefe de todas las fuerzas armadas, jefe del Partido Nacional Fascista y Presidente del Gran Consejo del Fascismo. No hay sector de la vida del estado y de la nacin en que no se constate esa cada vez ms fuerte concentracin de poderes y de responsabilidades en el Duce del Fascismo, que es simultneamente Jefe del Gobierno [...] debe contemplarse en este caso un aspecto, jurdicamente ms caracterstico, esto es, la transformacin gradual, de poltica a jurdica, de la condicin de Duce o, mejor, Duce del Fascismo, ligada a la otra de jefe del Gobierno [...] La calidad de Duce asumi completamente un carcter jurdico. Con aquella tampoco se quiere designar solo al Duce del Partido sino al duce del Fascismo, es decir, el gua, el jefe supremo del Rgimen, que en este momento se identifica indisolublemente con el estado.

Tras casi un ventenio de transformacin del estado, el edificio estatal italiano se presentaba, de hecho, como un orden hbrido, en el cual instituciones antiguas y nuevas convivan en aparente armona, mientras que en realidad vivan en una condicin jurdica confusa, peridicamente turbada por tensiones y conflictos, expuesta a avances inciertos o imprevisibles. Ello provocaba en los fascistas totalitarios preocupadas reflexiones acerca del futuro de la revolucin fascista. En el caso de improvisa ausencia de Mussolini, quin, y segn cules procedimientos, asumira el sumo cargo de "duce", jefe poltico en el estado totalitario -vale decir, jefe del partido y jefe de gobierno- para asegurar la continuidad del rgimen fascista y llevar a trmino la construccin de ese edificio?

El Duce: hroe o institucin? Mximo factor del consenso con el estado fascista, gobernador supremo e indiscutido del estado totalitario, en el doble rol de jefe del partido y jefe del gobierno central, el duce Mussolini era la bisagra sobre la que giraba y se sostena todo el conglomerado institucional y organizativo del rgimen fascista. En la ley que institua la Cmara de los Fasci y las Corporaciones apareca la expresin "El Duce del Fascismo, jefe del Gobierno": de ese modo, se confera a la figura del "Duce", segn ciertas interpretaciones autorizadas, autntico carcter instituNo era la primera vez que se presentaba esa tesis. Ya un ao antes de la entrada en vigor de la reforma de la Cmara de Diputados, precisamente en la revista del Duce, Gerarchia, Pietro Chimenti haba abordado el asunto, afirmando que el ttulo de "duce" se haba vuelto un rango constitucional en el rgimen fascista.474 Ese rango figuraba, de hecho, en gran cantidad de importantes actos legislativos, como por ejemplo en el Decreto Real nmero 1839, del 27 de octubre de 1937, que institua la GIL; adems, el 30 de marzo de 1938 ambas Cmaras haban vo-

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tado por unanimidad otorgar el grado de Primer Mariscal del Imperio al rey y a Mussolini, "Duce del Fascismo"; por ltimo, una corroboracin adicional "ya no pasible de equvocos" provena del Decreto real nmero 513, del 28 de abril de 1938, que aprobaba el nuevo estatuto del PNF. Todo eso demostraba inequvocamente, segn ese jurista, que la figura del "duce" haba adquirido carcter de derecho pblico, tambin que "la calificacin constitucional de Duce del Fascismo, en Rgimen fascista, es inescindible de la de titular del Despacho de jefe de Gobierno"; 475 por lo tanto ya no tena "un valor honorfico e histrico [...] slo personal".476 Pero, asimismo, esa tesis hallaba confirmacin -conclua el jurista- por una necesidad funcional inherente al carcter del origen fascista:
Si la poltica revolucionaria del Rgimen debe, como debe, continuar; si el Gran Consejo del Fascismo y el PNF deben permanecer con vigor para desarrollar y llevar a la prctica, dentro y al flanco del estado y bajo la direccin del jefe de Gobierno, esa poltica: es tcnicamente indispensable que exista un jefe, un Gua de todas las fuerzas morales y materiales de la Nacin, organizadas a tal fin. A esa gua, el derecho pblico fascista otorg carcter constitucional con el rango de Duce [...] Las iniciativas y directivas, necesarias para los experimentos de plasmacin de la poltica del Rgimen, quedaran sin base poltica si no tuvieran una en el estrecho vnculo constitucional entre la accin del Duce y la del Primer Ministro y Jefe de Gobierno.477

de "duce" deba conservar un carcter personal o si deba conferrsele carcter institucional, como "institucin estable en la Constitucin italiana", acordaron todos en considerar que el ttulo era personal y nicamente perteneca a Mussolini:
Bottai.- La Nacin Le confiere el ttulo de Duce perpetuo. Starace.- Estoy de acuerdo. Solmi.- Sobre la base de un voto del Gran Consejo. Presidente [Costanzo Ciano].-De acuerdo, el ttulo de Duce debe ser personal, y debe prepararse todo un sistema legislativo por cuyo intermedio nadie tomar a mal el caso de no llegar a ser Duce. Starace.- Ttulo otorgado a la persona, por ello aquel que dentro de cien aos habr de sucederle ya sabe que no tiene derecho a portar ese ttulo. Solmi.- Este debe ser un punto fundamental. La Constitucin no la hacemos para pocos aos. La Constitucin de Carlo Alberto ha durado casi cien aos, desde el '48 hasta hoy. Por ende, la Constitucin no se hace para una sola generacin, sino por lo menos para cuatro generaciones; y entonces ya no podremos decir Duce sino jefe de Gobierno. Presidente.- De ahora en ms es preciso disminuir alguna de las atribuciones que damos al Duce en cuanto es persona. Bottai.- Estamos de acuerdo, veremos cmo formularlo.479

Por ms autorizadas que fueran las sedes donde se expresaba, esa interpretacin del rango de "duce" no obtena un consenso unnime. No menos autorizados eran, de hecho, los pareceres de aquellos que consideraban ttulo personal de Mussolini el rango de "duce", como por ejemplo era el rango de "cuadrunviro" para los jefes de la "marcha sobre Roma", y por ello no transmisible, como ttulo constitucional, a un sucesor suyo en el cargo de jefe del PNF y Jefe de gobierno.478 De por s, cuando en la Comisin Solmi se abord la problemtica de si el ttulo

Aun el Partido Fascista hizo propia esa interpretacin: en la entrada "Duce" del Dizionario di politica, si bien se afirma que des de el punto de vista constitucional "el rango de `Duce del Fascismo' conjugada con el de jefe de Gobierno expresa una peculiar figura, fundamental y caracterstica del rgimen totalitario", se especificaba que la "nocin expresada por ese trmino est indisociablemente ligada a la persona de Benito Mussolini".480 Por lo dems, en el estatuto del PNF no haba mencin alguna a procedimientos para la sucesin en el cargo de jefe del partido en el caso de improviso fallecimiento del Duce. La hiptesis de que la sucesin tocaba al secretario del partido, casi como "vice-Duce", incautamente propuesta por un joven, haba

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sido fuertemente rebatida y rechazada de inmediato.481 Y en el interior del PNF nadie osaba macular la sacralidad carismtica de la figura del Duce con hiptesis de sucesin. Starace estaba dispuesto a reprender severamente a cuantos se referan al secretario del PNF llamndolo jefe del partido. Todava en 1941, dentro del partido se rechazaba la tesis de una calificacin jurdica del apelativo duce, porque era una figura de "excepcional alcance histrico y poltico, ms y mejor que poltica. La figura del DUCE, mejor que en un tratado de derecho constitucional halla ms digno sitio en Los Hroes de Carlyle".482 Sergio Panunzio se haba remitido, por intermedio de Roberto Michels, a la concepcin de tipo carismtico de Max Weber para insistir sobre el carcter excepcional y personal del rango de "duce". Deba diferenciarse -segn observaba Panunzio- entre el concepto de duce y el de jefe de gobierno, porque el duce es "una figura ideal en s [...] es un `estado de gracia' del espritu", es "la dictadura heroica, figura histrica o, si as lo preferimos, filosfica, no figura jurdica; y en cuanto tal, excepcional y sobrenatural, no ordinaria y comn, no repetible y no reproducible".483 Y que consistiera en un rango personal "por fuera y por encima del estado fascista", ligado a la persona fsica de Mussolini, quedaba demostrado -argumentaba otro sostenedor de esa tesis- por el hecho de que ninguna ley estableca su transmisibilidad, a diferencia de los otros ttulos: "Benito Mussolini es, en definitiva, el Duce perpetuo de la Italia Fascista, donativo de la Providencia al pueblo italiano".484 De todos modos, el problema no era slo jurdico, y no poda "someterse a examen con un sesgo jurdico asistido por las leyes vigentes. Acerca de este problema exquisitamente poltico, hoy del todo prematuro, aguardamos, llegado el momento oportuno, la decisin del Duce del Fascismo, Benito Mussolini".485 En realidad, con esos planteos se eluda el verdadero problema: discutir acerca del rango del "duce", problema que en s mismo, por su importancia, era crucial para el futuro del estado fascista, al verse involucrada la sucesin del jefe poltico. De hecho, como observaba el autor de un amplio estudio orgnico acerca de

la figura del Duce,486 tambin poda comprenderse la renuencia a tomar por instituto del orden constitucional del estado un ttulo tan indisolublemente ligado a la persona de Mussolini; pero tampoco poda negarse que para ese entonces el ttulo "Duce del Fascismo, jefe del Gobierno" designaba oficialmente un instituto constitucional, sobre el cual se cimentaban el sistema poltico y el orden jurdico del estado fascista. La cuestin de qu denominacin dar a ese instituto y al hombre que lo representaba era, a fin de cuentas, secundaria: "si repugnar al sentimiento nacional otorgar el ttulo de 'Duce' a otro que no sea Mussolini, perfectamente bien podr cambiarse la denominacin sin por ello cambiar la configuracin poltica y jurdica del instituto que hoy en da aquel designa".487

La incgnita del "nuevo Duce" As, en el aejo debate respecto del problema de partido y estado se abra -por lo dems, era inevitable- una nueva problemtica, que hasta entonces se haba indagado de manera ocasional, esto es, los procedimientos para designar al jefe poltico como jefe del partido y jefe del gobierno.488 La posicin central ocupada en el estado por la figura del jefe poltico derivaba, como ya hemos visto, su legitimidad poltica e ideolgica no solo de la persona de Mussolini y el nuevo orden poltico, sino del "mando nico", concepcin fascista encarnada en la figura del jefe. Los fascistas eran casi unnimes al considerar que "en el centro de la vida estatal fascista no puede haber un consenso que decide entre las distintas alternativas mediante una votacin o un acuerdo, sino un Hombre que ve, juzga y expresa su voluntad".489 El sistema jerrquico estatal totalitario completo culminaba en la figura del jefe poltico. En ese sentido, la cuestin del "duce" bajo ningn aspecto era nominalista: en la prctica incida no solo sobre la problemtica de la sucesin a Mussolini en la funcin de jefe del partido y jefe del gobierno, sino que tambin pona en entredicho las prerrogativas del rey

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en materia de nombramiento y revocacin del jefe del gobierno. Conforme al artculo 13 de la ley del Gran Consejo, en caso de quedar vacante la jefatura de gobierno, ese rgano deba presentar al rey un listado de nombres para la sucesin. Qu valor tena ese listado para la decisin del rey? En qu medida el rey estaba obligado a atenerse a las indicaciones del Gran Consejo para nombrar al nuevo jefe de gobierno? Con qu procedimientos se renovaba, en el sucesor de Mussolini, el nexo indisoluble entre jefe del PNF y jefe del gobierno? Ese era el ncleo ntimo del problema, la "parte ms delicada del delicadsimo tema",490 en tanto planteaba en conjunto los tres aspectos cruciales de la continuidad del estado-partido: la eleccin del jefe de gobierno, la eleccin del jefe del partido, el nexo entre jefe de gobierno y jefe del partido como "segundo duce". Afrontando ese problema "con la delicadeza y las reservas que conlleva el tema",491 Chimienti haba afirmado que en caso de estar vacante el puesto de jefe de gobierno, el hombre poltico convocado por el rey para cumplir esa nueva funcin deba comportarse "como el representante calificado de todas las fuerzas morales y materiales organizadas y representadas en sede parlamentaria; esto es, como Duce del Fascismo", por ende ya munido de "una posicin de derecho pblico a cuyo respecto no son admisibles equvocos" porque contaba con base jurdica "en su condicin de jefe del PNF y Presidente del Gran Consejo". Por consiguiente, el elegido por la corona, "entre los nombres sealados en la lista fijada de antemano" por el Gran Consejo, "tambin porta consigo el rango de Duce".492 As, estaba el rey obligado a seguir las indicaciones del Gran Consejo para nombrar al nuevo jefe de gobierno? La ley acerca del Gran Consejo no daba una respuesta inequvoca; y las interpretaciones de los juristas eran divergentes.493 Segn Panunzio, la decisin del rey era "libre", porque la designacin por parte del Gran Consejo no era vinculante: "En efecto, compete al Rey la prerrogativa de las prerrogativas, la decisin suprema, la decisin de las decisiones, en tanto rgano e intrprete supremo del pueblo: la facultad de nombrar al jefe de Gobierno,

conforme, segn su juicio soberano, a los supremos intereses nacionales, considerados objetiva e histricamente".494 En cambio, otros juristas consideraban que eran vinculantes para el rey las indicaciones del Gran Consejo. Segn Mortati, la lista fijada de antemano por el rgano supremo del rgimen no poda incluir ms que un nombre, el nombre del "duce del fascismo", al cual deba convocarse para el cargo de jefe de gobierno.495 De hecho, la ndole totalitaria del rgimen fascista no habra permitido al soberano realizar una eleccin que contrastara con el rumbo poltico del partido nico, no bien en el orden fascista "la potestad del jefe del Estado no consiste en modificar directivas polticas dadas, por considerarlas en desarmona con las suyas propias, y consecuentemente modificar el organismo encargado de llevarlas a la prctica, sino solo en constatar si en la accin gubernamental subsisten esas directivas fascistas, que legalmente informan el sistema instaurado por la legislacin constitucional reciente".496 El rumbo poltico del estado fascista estaba predeterminado institucionalmente tanto por el Gran Consejo -rgano constitucional del estado, con la facultad de confeccionar el listado de candidatos a suceder al jefe de gobierno- como por el Partido Fascista, "que lleva adelante una constante accin en sentido poltico precisamente con la finalidad de preservar y desarrollar en todo el pas el espritu de ese rumbo poltico. El gobierno del estado est, por tanto, organizado permanentemente en sentido fascista, y el rumbo poltico general no puede ser otro que el rumbo fascista". En consecuencia, as como el Gran Consejo al preparar la lista "est obligado por el deber de elegir los nombres de aquellos que mejor pueden plasmar los lineamientos polticos en sentido fascista", "ese mismo deber obliga al Jefe del Estado mientras cumple con ese nombramiento".497 En otras palabras, eso significaba que de todos modos el rey deba elegir, para el cargo de jefe del gobierno central, a quien designara el Gran Consejo, y reconociera el partido, como jefe del fascismo. "Por lo tanto, tambin al elegir al nuevo jefe de Gobierno, jurdicamente el jefe del Estado debe atenerse a seguir la designacin

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del Gran Consejo del Fascismo": de no ser ese el caso, "llevara a cabo un acto inconstitucional arbitrario".498 Una posicin intermedia, entre las interpretaciones contrapuestas de la libertad y de la obligacin, era adoptada por quienes, a falta de normas taxativas, consideraban prudente "en materias tan delicadas" confiarse a hiptesis que "en todo momento dejaran abierta una va por medio de la cual las necesidades, a veces repentinas e imprevisibles, de la realidad encuentran manera de afirmarse" porque, en caso contrario, una "excesiva rigidez no hara ms que poner intilmente en riesgo la vida de las instituciones y del Rgimen".499 Una de esas vas poda ser la hiptesis de que, si bien tomara en consideracin el listado del Gran Consejo, el rey estaba en libertad de realizar su eleccin incluso por fuera de aquellos candidatos; eso no obstaba para que su accin siguiera constreida a orientarse "a identificar quin es el Duce del Fascismo, para convocarlo al cargo de jefe de Gobierno". Por ello, el rey nunca habra podido convocar para ese cargo a alguien no afiliado al partido, porque eso "habra de ser un acto revolucionario ".50() Pero al mismo tiempo -siempre se discuta de forma hipottica- era prerrogativa del rey revocar al jefe de gobierno "cuando conste que Aquel ya no es Duce del Fascismo; vale decir, que ya no se halla en esa posicin poltica dominante con relacin a todas las fuerzas de la nacin, que haba determinado su llegada a las funciones constitucionales de Jefe de Gobierno".501 De todas formas, una vez postulado que conforme al derecho constitucional era facultad exclusiva del rey nombrar y revocar al jefe del gobierno, quedaba sin resolucin la problemtica de los vnculos recprocos entre ambos ttulos: jefe de gobierno y duce del fascismo. Cul de los dos tena la prioridad y daba derecho a tomar la otra? El duce del fascismo asuma el cargo de jefe de gobierno, o viceversa? Tampoco en ese caso la ley daba soluciones, y las respuestas de los juristas eran divergentes. Segn algunos, constatada la ausencia, en el "orden actual, de cualquier sistema para designar al jefe del Fascismo, mientras que se cuenta con uno especfico y com-

pleto para nombrar al jefe de Gobierno", habra de considerarse que conferir el ttulo de jefe de gobierno determinaba y condicionaba que se otorgara el ttulo de duce del fascismo, pues "Duce del Fascismo es el jefe de Gobierno y en nuestro derecho no hay cabida para la proposicin contraria".502 En cuanto a las prerrogativas del rey para nombrar al jefe de gobierno, por ms que pudiera tener en cuenta el parecer del Gran Consejo, l estaba en plena libertad, pues propio y exclusivo del rey era "la suprema compulsa y en ello reside el valor de la institucin regia- de la posesin y de la prdida de los requisitos que pueden hacer de un hombre poltico `el Duce del Fascismo .503 Sin embargo, de esa tesis se haca derivar dos corolarios, preados de potenciales efectos polticos para el futuro del estado fascista. El primero afirmaba que la subordinacin del partido a las rdenes y a las directivas del jefe de gobierno no implicaba la inevitable unificacin jurdica del cargo de jefe de gobierno con el de jefe del partido; 504 el segundo sostena que el rango de "duce del fascismo" no necesariamente se identificaba con el de jefe del Partido Fascista, pues "duce del fascismo" era ttulo ms amplio que jefe del PNF en la medida que designaba al duce de la nacin, de la cual el PNF era slo una parte.505 De ese modo, se llegaba a poner nuevamente en tela de juicio, con o sin conciencia de ello, no solo la unidad personal del cargo de duce del fascismo y jefe de gobierno en la figura del jefe poltico con funcin de "mando nico", sino tambin la posicin fundamental del partido nico. Las interpretaciones que asignaban prioridad a la figura del jefe de gobierno con respecto a la figura del duce tuvieron escasa circulacin en la literatura jurdica, y fueron decididamente rechazadas por los fautores del estado totalitario. Por ejemplo, segn el parecer de Carlo Alberto Biggini, con la instauracin de la Cmara de los Fasci y las Corporaciones no slo se afirmaba el rango jurdico del duce del fascismo sino que adems se corroboraba que "la institucin central del sistema de Gobierno es el Duce, quien tambin es el jefe del Gobierno. As, como por parte de la doctrina se generaron no pocas con-

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fusiones, el Duce es el jefe del Partido y es tambin el jefe del Gobierno: y es el jefe del Gobierno en cuanto es jefe del Partido, vale decir en cuanto es Duce del Fascismo":506
La prioridad lgico-jurdica de nuestro sistema positivo es para el Duce del Fascismo, jefe del Partido y, en cuanto tal, jefe del Gobierno, y no es cuestin de que el jefe del Gobierno sea Jefe del Partido y, por ende, Duce del Fascismo [...] Es por intermedio de la figura del Duce del Fascismo, inserta as en el orden estatal, que se efecta el enlace constitucional entre estado y partido, y por consiguiente entre estado y pueblo, y se arriba a una unidad institucional, que tiene como centro al Jefe del Gobierno como elemento representativo del pueblo y por ello otorga carcter representativo al Gobierno.507

se desarrolla dentro de aquel; en virtud de lo anterior, puede decirse que el Duce deriva del partido y lo representa: algn autor dice que el Duce "personifica el Partido".509

Entonces, la posicin de jefe del partido, se atribuyera o no a aquel el ttulo de "duce del fascismo", era el prerrequisito fundamental para otorgar el cargo de jefe de gobierno, ya que el rey estaba obligado por el orden constitucional a respetar la orientacin poltica determinada por el partido nico. Inclusive quienes aceptaban la diferenciacin entre "duce del fascismo", concebido como jefe de la nacin, y "duce del PNF" especificaban que el partido nico, "instrumento a las rdenes del Jefe poltico, es a un tiempo el fundamento de su autoridad".508 Por ende, duce y partido, elementos fundamentales y esenciales del estado totalitario, estaban ligados en un vnculo indisoluble:
En la evaluacin de los elementos que hacen de determinada personalidad el Jefe poltico nacional tiene importancia preponderante su posicin respecto del partido nico [...] No se comprende la figura del Duce si no se tiene presente su lazo con el Partido. Como jefe y representante de la Nacin entera, l tambin tiene a sus rdenes el Partido, que es una fuerza al servicio de la Nacin; pero por otra parte su poder poltico se sustenta sobre el Partido, del cual se vuelve Jefe no por un acto de mando que se impone desde el exterior al partido sino merced a un proceso sociolgico que

Lo que nos ocup hasta ahora no era una abstracta diatriba acerca de un problema jurdico; en realidad, era un problema esencialmente poltico, porque de optar por una u otra solucin en lo concerniente al nombramiento del jefe de gobierno derivaban consecuencias decisivas para el rol de la monarqua y para el rol del partido en el estado fascista. Una vez ms, por detrs de las disputas tericas vemos la competicin de tendencias ideolgicas encolumnadas en frentes contrarios: los sostenedores del potenciamiento de la "voluntad poltica" del rey, y por tanto del estado tradicional, y los sostenedores del potenciamiento de la "voluntad poltica" del partido nico y de la revolucin totalitaria, de los cuales algunos acariciaban tambin como hiptesis desembarazar de la monarqua al estado fascista.510 De la diatriba acerca del rango del "duce", se volva necesariamente a discutir sobre el problema del partido y de su posicin en el estado. Pese a todas las teorizaciones, el edificio totalitario no slo no estaba terminado, sino que la construccin efectuada todava se sostena principalmente sobre la persona de Mussolini. Los fascistas ms conscientes se daban cuenta de los graves riesgos a que estaba expuesto el sistema poltico fascista: un rgimen "que se sostuviera exclusivamente sobre las dotes personales de su jefe estara en constante peligro -observaba en 1940 un jurista-. Si a la muerte de Aquel no se encontrara a un sucesor munido de idnticas dotes excepcionales, o si por algn motivo ese sucesor no lograse imponerse, podramos llegar a colisionar con gravsimas perturbaciones de la vida nacional",511 Por cierto, ni siquiera el ms fantico entre los cultores del mito mussoliniano poda negarse a reconocer que "el destino de las naciones no puede pender de la precariedad mortal de los hombres de excepcin, dispensados a sus condottieri por la Providencia. Es preciso hacer manifiesto de entre ellos la virtud del `acto creativo', esto es, utilizar su potencia sugestiva

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para refundar el imprescindible sistema de la legalidad".512 Costamagna no vacilaba en poner indirectamente en tela de juicio la responsabilidad del Duce, valindose de una cita de Maquiavelo: "Por tanto, no es salvacin de una repblica o de un pueblo contar con un prncipe que gobierne con prudencia mientras vive, sino con uno que la regle en modo tal que, aun tras su muerte, quede preservada".513 Esa bajo ningn aspecto es tarea fcil, vista, de por s, la ndole del estado totalitario, que requera en su cumbre a un jefe poltico capaz de ejercer la funcin de "mando nico". Tal como observaba Panunzio, "no puede ni debe pensarse que existe o puede existir una forja del hombre poltico, y que este pueda producirse en serie. Al respecto, es preciso tratar con el Padre Eterno o, si uno es discpulo de Lucrecio, con la Madre Naturaleza".514 Sin embargo, el problema del nuevo jefe poltico deba encararse antes que en ningn otro en mbito partidario, y por obra del partido:
El problema de producir y formar al jefe poltico se desplaza por entero al problema del partido que lo engendra de su seno y ms que la escuela es su seminario. Varias veces se compar, al respecto, el Partido Fascista con la Iglesia Catlica. En la archisecular historia de esta se tuvo a grandes, pero tambin a mediocres y pequeos, papas. Con todo, queda fuera de duda que aun los grandes papas provinieron de la Iglesia. Por ello en el estado y en la democracia de nuestros das se dedican los mximos cuidados de modo inmediato al partido poltico totalitario.

7. La constante revolucin. El proyecto totalitario de Adelchi Serena

La agitacin institucional del Partido Fascista En vsperas de la Segunda Guerra Mundial, el Partido Fascista dominaba con su imponente organizacin la sociedad italiana, ejerciendo un poder de control virtualmente ilimitado sobre todos los sectores de la vida nacional. La omnipresencia del PNF y por sobre todo su carcter invasivo generaban creciente malhumor entre la gente, interfiriendo da tras da con la existencia pblica y privada, hasta pretender uniformar ideas, sentimientos, gestos y comportamientos de los italianos. Pese a ello, y (tal como ya hemos visto) pese a los celos suscitados por el partido staraceano en los dems potentados del rgimen, la posicin del PNF como "eje del rgimen" pareca ser muy slida. Nadie osaba ponerla en entredicho, al menos no abiertamente, ni siquiera aquellos que en su fuero ntimo despreciaban la poltica staraceana, asistiendo en silencio a la paulatina degeneracin de la conciencia y del habitus poltico segn modalidades de conformismo exterior, de cinismo encubierto con rituales profesiones colectivas de fe inquebrantable, de actitud de "mandams" ("caporalismo') exhibicionista e incompetente. Portador de gran porcin de responsabilidad de semejante degeneracin era el partido staraceano, con la anuencia del Duce; pero nadie impugnaba su funcin de "milicia civil voluntaria a las rdenes del DUCE, al servicio del Estado Fascista", a la que se confiaban "defender y potenciar la Revolucin fascista" y "educar polticamente a los italianos". La definicin oficial de los deberes del partido, incluida en el estatuto de 1938, prescribiendo una realidad de hecho con-

El futuro del estado totalitario se confiaba, pues, al Partido Fascista. Pero en simultneo con la exaltacin terica como principal pilar del rgimen, como la institucin a la cual era preciso dedicar las mayores atenciones, en procura de asegurar que se completara el edificio totalitario y el futuro del fascismo, el partido, en la realidad emprica, estaba atravesando una grave crisis interna, mientras que el pas entraba en la incertidumbre de la Segunda Guerra Mundial.

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317 d., Mussolini il fascista, Ii, cit., pp. 300-301. 318 d., Mussolini il duce, II, cit., pp. 82-84. 319 E. Gentile, Le origini dell ideologia..., cit., pp. 422-428. 320 Cf. De Felice, Goglia, Storia fotografica del fascismo, cit., p. xix; De Felice, Mussolini il duce, II, cit., pp. 66 y 82. 321 Cf. E. Gentile, "Il partito nel totalitarismo fascista", ponencia pre sentada en el simposio de la Asociacin Mediterrnea Latinoamericana (Florencia, 23-27 de noviembre de 1982); "Italian Right-wing radicalism: Myth and Organisation", en R. Bosworth y G. Cresciani (eds.), Altro Polo. Intellectuals and Their Ideas in Contemporary Italy, Sydney, 1983; "Il problema del partito nel fascismo italiano", Storia contemporanea, junio de 1984, pp. 347-370; "Partito, Stato e Duce nella mitologia e nella organizzazione del fascismo", ponencia en el convenio acerca de Fascismo e nazionalsocialismo del Istituto Italo-Germanico di Trento (10-14 de noviembre de 1984), luego incluido en Fascismo e nazionalsocialismo, volumen al cuidado de K. D. Bracher y L. Valian, Bolonia, 1986, pp. 265294; "La natura e la storia del partito nazionale fascista nelle interpretazioni dei contemporanei e degli storici", Storia contemporanea, ju nio de 1985, pp. 521-607; "Le role du parti dans le laboratoirc totalitaire italien", Annales Economie Socits Civilisations, mayo-junio de 1988, pp. 567-591; Storia del partito fascista. 1919-1922. Movimento e milizia, Ronia-Bari, 1989; I l culto del littorio, cit.

4. Partido, estado y Duce en la mitologa y en la organizacin del fascismo 322 F. di Pretoro, "II nostro `mito'. La patria e l' impero", Il Popolo dItalia, 5 de julio de 1922. 323 PNF, La dottrina del fascismo, Roma, 1936, p. 67. 324 U. Indrio, "Sull'educazione politica degli italiani", Costruire, junio de 1942. 325 Cf. E. Gentile, Il mito dello Stato nuovo, Roma-Bari, 1982, p. 266. 326 C. Pellizzi, Problemi e realt del fascismo, Florencia, 1924, p. 66. 327 G. Gamberini, "Il Popolo e lo Stato", Il Popolo dItalia, 25 de noviembre de 1926. 328 G. Gamberini, "Sistematizzare la fede", Il Popolo dItalia, 4 de abril de 1928. 329 Para algunos intentos, no siempre persuasivos, de anlisis compara-

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NOTAS CAPTULO 5 348 Bottai, Diario, cit., p. 123 (el destacado nos pertenece).

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tivo entre rgimen fascista y rgimen nacionalsocialista, cf. W. Schieder, "La Germania di Hitler e l'Italia di Mussolini. Il problema della formazione dei regimi fascisti", Passato e Presente, nm. 9, 1985, pp. 3965; Fascismo e nazionalsocialismo, volumen al cuidado de K. D. Bracher, L. Valiani, Bolonia, 1986; P. Burrin, "Les structures du pouvoir dans 1'Italie fasciste et l'Allemagne nazie", Annales Economie Socits Civilisations, mayo-junio de 1988, pp. 615-637; M. Bach, Die charismadschen Fhrerdiktaturen. Drittes Reich und italienischer Faschismus im Vergleich ihrer Herrschafisstrukturen, Baden-Baden, 1990. 330 M. Barberito, "II Partito e la Scuola", Costruire, marzo de 1940. 331 Venti anni, Roma, 1942, vol. 1, pp. 147-148. 332 Pellizzi, Problemi e realt del fascismo, cit., pp. 164-165. 333 Id., Il partito educatore, Roma, 1941, pp. 43-44. 334 Problema politico, Il Papolo d'Italia, 15 de diciembre de 1929. 335 N. D'Aroma, Il popolo nel fascismo, Roma, 1932, p. 88. 336 E. Ludwig, Colloqui con Mussolini, Miln, 1932, pp. 121-122. 337 G. Bortolotto, Lo Stato e la dottrina corporativa, Bolonia, 1930, p. 35. 338 P. De Francisci, Civilt romana, Roma, 1939, p. 42. 339 PNF, Il cittadino soldato, Roma, 1936, p. 13. 340 G. Bottai, Incontri, Verona, 1943, p. 124 (discurso del 4 de mayo de 1930). 341 Cf. E. Gentile, "II mito di Mussolini", Mondo operaio, julio-agosto de 1983, p. 123. 342 PNF, Il primo libro del fascista, Roma, 1939. 343 Cf. Gentile, Il mito di Mussolini, cit., p. 125. 344 Ibdem, p. 126. [Giuriati alude a un pasaje de interpretacin especialmente controversial entre los comentadores: Inf., i, pp. 101 y ss. El significado literal de veltro es 'lebrel'. l es quien habr de ahuyentar, vencer, a la loba, encarnacin de la cupidigia. Se propusieron -por mencionar slo las ms afines a la propuesta de Giuriati- muchas identificaciones con personajes contemporneos a la composicin del poema (Uguiccione della Faggiola, Cangrande della Scala, etc.); con Cristo, santos, nge les o arcngeles; o incluso con el propio Dante. Para mayor detalle, pueden consultarse los comentarios de Boccaccio, Vossler, Olschki o Sapegno. T.] 345 Ibdem. 346 G. Bottai, Diario 1935-1944, texto al cuidado de G. B. Guerri, Miln, 1982, pp. 246-247. 347 C. Costamagna, Storia e dottrina del fascismo, Turn, 1938, p. 419.

349 G. Bottai, "I miti moderni", Critica fascista, 15 de febrero de 1942. 350 R. Aron, Teoria dei regimi politici, trad. it., Miln, 1973, p. 239. 351 C E. Gentile, "Il fascismo fu una rivoluzione?", Prospettive Settanta, octubre-diciembre de 1979, pp. 594-595. 352 Cf. J. Petersen, "La nascita del concetto di 'Stato totalitario' in Italia", Annali dell'stituto Storico Italo-Germanico in Trento, 1975, 1, pp. 143-168.

5. El rol del partido en el laboratorio totalitario fascista 353 Il Popolo d Italia, 11 de enero de 1921. 354 M. Piazzesi, Diario di uno squadrista toscano 1919-1922, al cuidado de M. Toscano, Roma, 1980, pp. 198-199. 355 Cf. Il Papolo d Italia, 15 de diciembre de 1921. 356 I. Balbo, Diario 1922, Miln 1932, p. 43. 357 B. Mussolini, Opera omnia, al cuidado de E. y D. Susmel, 35 vols., Florencia, 1951-63, xviii, p. 437. 358 Cf. Il Popolo d'talia, 4 de octubre de 1921. 359 Cf. E. Gentile, Storia del partito fascista. 1919-1922. Movimento e milizia, Roma-Bar, 1989, pp. 494 y ss. 360 Cf. A. Aquarone, L'organizzazione dello Stato totalitario, Turn, 1965, p. 101. 361 M. Prlot, L empire fasciste, Pars, 1936, p. 220. 362 G. Salemi, "L'organizzazione nazionale del partito fascista e i suoi rapporti con lo Stato", Rivista di diritto pubblico, 1936, i, p. 325. 363 Il Gran Consiglio nei primi dieci anni dell'era fascista, Roma, 1933, p. 24. 364 El texto de los estatutos del PNF desde 1921 a 1938, con otras modificaciones distintas, ms el reglamento del PNF de 1938 y las leyes concernientes al Gran Consejo y al PNF, estn ahora compilados en el volumen de M. Missori, Gerarchie e statuti del PNF, Roma, 1987. 365 Mussolini, Opera omnia, cit., xxiv, pp. 141-142. 366 Vase el texto en Missori, Gerarchie e statuti del PAT cit., pp. 367-369. 367 Cf. P. Chimienti, "Il segretario del partito", Bibliografa Fascista, octubre de 1932, pp. 595-599. 368 O. Ranelletti, "II Partito Nazionale Fascista nello Stato italiano", Rvista di diritto pubblico, 1939, pp. 37-38.

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dos de Starace se reanudaron con mayor impetuosidad a lo largo del secretariado de Serena (ibdem, p. 481). 408 Cf. G. Ciano, Diario 19371943, al cuidado de R. De Felice, Miln 1980, p. 201. 409 Bottai, Diario 1935-1944, cit., p. 161. 410 Gerarchia, 1937, pp. 131-132, citado en P. Pombeni, Demagogia e tirannide, Bolonia 1984, p. 295. 411 Cf. F. Stramacci, "Sulla riforma della rappresentanza politica nel ventennio fascista: i lavori della Commissione Solmi (1936-38)", Clio, 1, 1986, pp. 137-156. 412 U. Bernasconi, "Vita di masse", Giovent Fascista", 1" de mayo de 1934. 413 PNF, Il cittadino soldato, Roma, 1936, pp. 23 y 13. 414 D. Detragiache, "ll fascismo femminile da San Sepolcro all'affare Matteotti (1919-1925) ", Storia contemporanea, marzo-abril de 1983, pp. 211-250; E. Gentile, Storia del partito fascista 1919-1922. Movimento e Milizia, Roma-Bar, 1989, pp. 415-418. 415 Cf. de M. Fraddosio, "Le donne e il fascismo. Ricerche e problemi di interpretazione", Storia contemporanea, febrero de 1986, pp. 95-135; d., "La donna e la guerra. Aspetti della militanza femminile nel fascismo dalla mobilizatione civile alle origini del SAF nella Repubblica Sociale Italiana", Storia contemporanea, diciembre de 1989, pp. 1105-1181; tambin E. Mondello, La nuova italiana, Roma, 1987. 416 Entrada "Giovent Italiana del Littorio" del Dizionario di poltica, publicado por el PNF, Roma 1940, p. 304. 417 ACS, PNF, Situazione politica per province, b. 13, Pavia, informe del Secretario Federal, 22 de julio de 1937. 418 C N. Chiappetti, Il Fascio di combattimento e il gruppo rionale fascista, Roma, 1937. 419 Citato en M. Palla, Firenze nel regime fascista 1929-1934, Fircnze, 1978, p.200. 420 Instituto A. Gramsci, Archivo del Partito Comunista, 1181/1, Informations sur la situation italienne el le travail du PCI, 25 de septiembre de 1934. 421 ACS, PNF, Situazione politica per province, b. 10, Nuoro, informe del Secretario Federal, 25 de junio de 1935 y 23 de enero de 1936. 422 Cf. P. Nello, L'avanguardismo giovanile alle origini del fascismo, RomaBar, 1978; C. Betti, L'Opera nazionale Balilla e l'educazione fascista, Florencia, 1984.

423 N. Zapponi, "Il partito della giovent. Le organizzazioni giovanili del fascismo 1926-1943", Storia contemporanea, octubre de 1982, pp. 569633; Tracy H. Koon, Believe Obey Fight, Chapel Hill y Londres, 1985; acerca de las relaciones entre el partido y el Ministerio de Educacin nacional, cf. M. Ostenc, La scuola italiana durante il fascismo, Roma-Bari, 1981. 424 Archivo Serena, Relazione su `1-attivit della GIL nell anno xix. 425 Cf. Zapponi, "Il partito della giovent...", cit., p. 572. 426 Turati, Una rivoluzione e un, capo, ,-_t., pp. 130-131. 427 Cf. Alti del PAF, 29 de octubre-28 de octubre xii E.F., ni, Roma s/f, pp. 80-81. 428 Cf. "I1 Centro di preparazione politica. Il Partito per i quadri dirigenti della Nazione", Libro e !Yloschetto, 6 de enero de 1939. 429 Cf. entrada "Gruppi universitari fascisti" del Dizionario di politica, cit., p. 400; M. Giuntella, "I Gruppi Universitari Fascisti nel primo decennio del regime", Il movimento di liberazione in Italia, abril junio de 1972, pp. 3-38; P. Nello, "Il Campano". Autobiografia poltica del fascismo universitario pisano (19261944), Pisa, 1983. 430 C. Marcucci, "La conquista dei giovani", Stato Operaio, agosto de 1934. 431 Discurso del 28 de marzo de 1926 incluido en Mussolini, Opera omnia, cit., vol. xxii, p. 100. 432 ACS, Segreteria particolare del Duce, Carteggio riservato, b. 41. 433 Ibdem. 434 S. Minocchi, "Mistica del Partito", Rivoluzione, 20 de enero de 1940, GUF de Florencia. 435 U. Indrio, "Idee sul partito unico", en Nuova civilt per la nuova Europa, Roma, 1941, p. 258.

6. El edificio inconcluso. El estado totalitario del fascismo 436 Acerca de la institucin de la Cmara de los Fasci y las corporaciones, cf. F. Stramacci, "Sulla riforma della rappresentanza politica nel ventennio fascista: i lavori della Commissione Solmi (1936-38) ", Clio, enero-marzo de 1986, pp. 137-156; F. Perfetti, La Camera dei fasci e delle corporazioni, Roma, 1990. 437 A. Giannini, "La fase attuale della dottrina dello Stato", en Studi giuridici in onore di Santi Romano, 1, Padua, 1939, p. 52. 438 Ibdem, p. 48.

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439 Ibdem, p. 53 440 R. Lucifredi, "In tema di principii generali dell'ordinamento giuridico fascista", Stato e diritto, septiembre-diciembre de 1940, pp. 312-340. 441 Ibdem, p. 334. 442 Stato e diritto, marzo-abril de 1940, p. 7. 443 Bottai, Introduccin a Studi giuridici in onore a S. Romano, cit., p. 3. Acerca de Bottai como idelogo del estado totalitario, cf. E. Gentile, Il mito dello Stato nuovo, Roma-Bar, 1982, pp. 205-239. 444 Cf. supra, captulo 4, n. 351. 445 B. Mussolini, Opera omnia, al cuidado de E. y D. Susmel, 35 vols., Florencia, 1951-63, xxi, p. 425 (discurso del 28 de octubre de 1925). 446 PNF, Il Gran Consiglio nei primi cinque anni dell Era Fascista, Roma, 1927, p. xi. 447 Mussolini, Opera omnia, cit., xxiv, p. 142 (discurso del 14 de septiembre de 1929). 448 B. Mussolini, "La dottrina del fascismo", en sus Opera omnia, cit., xxxiv, p. 119; el original del texto de Gentile, con las modificaciones de Mussolini se conserva en el Archivo de la Fundacin Gentile, fasc. "B. Mussolini". 449 M. Morgagni, "Il 'trittico' di Turati", Rivista illustrata del Popolo dItalia, marzo de 1927. 450 Cf. Perfetti, La camera dei fasci e delle corporazioni, cit., p. 355. El propio Costamagna, al publicar en 1939 una nueva edicin del volumen Storia e dottrina del fascismo, sustituy con la expresin "estado totalitario" la expresin usada previamente: "Estado Nuevo". . 451 Cf. V. Crisafulli, "'Regime di massa' e diritto pubblico del nostro tempo', Stato e diritto, marzo-abril de 1940, p. 54. 452 E. Crosa, "Sulla classificazione delle forme di governo", en Studi giuridici in onore di Santi Romano, cit., I, p. 460. 453 Cf. G. Lucatello, "Profilo giuridico dello Stato totalitario", en Studi giuridici in onore di Santi Romano, cit., pp. 585-586. 454 G. U. Bruni, "Sul concetto di Stato totalitario", Lo Stato, mayo de 1939, pp. 257-258. 455 Ibdem. 456 Lucatello, "Profilo giuridico...", cit., p. 580. 457 G. D'Eufemia, "Sulla equazione St.ato corporativo-Stato totalitario", Rivista del lavoro commerciale, 1, 1940, p. 505. 458 B. Brunello, "Forme ed esigenze dello Stato totalitario", Archivio della cultura italiana, 1940, p. 237.

459 Ibdem, pp. 237-238. 460 Bruni, "Sul concetto di Stato totalitario", cit., p. 261. 461 S. Panunzio, Teora generale dello Stato fascista, Padua, 1939, p. 471. 462 Ibdem, p. 560. 463 C. Curcio, "Lo Stato-partito", en la entrada "Partido" del Dizionario di politica, cit., III, p. 381. 464 S. Malvagna, "posizione costituzionale del PNF", en la entrada "Partito Nazionale Fascista" del Dizionario di politica, cit., in, p. 392. 465 U. Prosperetti, "La posizione del PNF nell'ordinamento dello Stato", Stato e diritto, enero-febrero de 1941, pp. 47-50. 466 C. Mortati, "Sulla posizione del partito nello Stato", Stato e diritto, julio-octubre de 1941, p. 279. 467 Ibdem. Acerca del problema del Partido Fascista en la interpretacin de Mortati, cf. F. Lanchester, "Il periodo formativo di Costantino Mortati", en Il pensiero giuridico di Costantino Mortati, volumen a cargo de M. Galizia y P. Grassi, Miln, 1990, pp. 205-214. 468 Para una amplia resea de esa literatura, cf. P. Pombeni, Demagogia e tirannide, Bolonia, 1984, pp. 327 y ss. 469 Panunzio, Teoria generale..., cit., p. 567. 470 C. Pellizzi, Il partito educatore, Roma, 1941, p. 43. 471 Costamagna, Storia e dottrina del fascismo, cit., p. 575. 472 C. Costamagna, "I cosiddetti 'principi generali' del diritto fascista", Lo Stato, marzo de 1940, p. 103. 473 La Legislazione Fascista nella xxix Legislatura 1934-1939 (xii-xvii), vol. I, Roma, sin pie editorial, pp. 12-13. 474 P. Chimienti, "La qualifica costituzionale di 'Duce' al Capo del Governo in Regime fascista", Gerarchia, julio de 1938, pp. 443-449. 475 Ibdem, p. 448. 476 Ibdem. 477 Ibdem, p. 449. 478 Cf. P. Biscaretti di Ruffia, "Lo Statuto del PNF dell'anno xvi", Archivio di diritto pubblico, 3, 1938, pp. 566-569. 479 "Atti della "Commissione Solmi' (1936-1938)", en Perfetti, La Camera dei fasci e delle corporazioni, cit., p. 228 (corresponde a la sesin del 2 de abril de 1937). Tambin en el borrador del informe, preparado por Solmi, se especificaba que el "Duce del Fascismo, jefe del Gobierno, formar parte con pleno derecho de la nueva Cmara: slo l, en cuanto Persona, como idelogo y sumo condottiero de la Revolucin [...] El individuo Duce del Fascismo no puede confundirse en el siste-

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ma, que impone para los restantes miembros de la Asamblea el automatismo en sus funciones" (ibdem, p. 382) 480 Pagliaro, artculo "Duce" del Dizionario di poltica, cit., I, p. 830. 481 Cf. De Felice, Mussolini il duce, I l, cit., p. 38. 482 Archivo Serena, Il PNF nello Stato, p. 5. 483 Panunzio, Teoria generale..., cit., p. 518. 484 C. P., "Il Duce del Fascismo", Il Diritto fascista, mayo-junio de 1940, p.168. 485 II Diritto Fascista, noviembre de 1939-febrero de 1940. 486 Mendozza Cesare Lineamenti giuridici dell istituto del Duce del Fascismo Capo del Governo, Padova, Cedam, 1943. 487 Ibdem, p. 57. 488 Sulla qualifica del "duce", cf. R. De Felice, Mussolini il duce, II. Lo Stato totalitario 1936-1940, Turn, 1981, pp. 36-38; Pombeni, Demagogia e tirannide, cit., pp. 308-309, 398-399, 420-421. En cuanto a la literatura fascista sobre ese tema, cf., sobre todo, Mendozza, Lineamenti giuridici, cit., con numerosas referencias bibliogrficas. 489 Pellizzi, Il partito educatore, cit., p. 30. 490 Chimienti, "La qualifica costituzionale di 'Duce'...", cit., p. 444. 491 Ibdem, p. 446. 492 Ibdem. 493 Cf. Mendozza, Lineamenti giuridici, cit., pp. 94 y ss. 494 Panunzio, Teoria generale..., cit., p. 153. Tampoco para Donati la propuesta del Gran Consejo era vinculante, cf. D. Donati, "Divisione e coordinamento dei poteri nello stato fascista", Archivio di diritto pubblico, I, 1938, p. 19. 495 C. Mortati, "Esecutivo e legislativo nell'attuale fase del diritto pubblico italiano", Rivista di diritto pubblico, I, 1940, p. 301. 496 G. Menotti de Francesco, "Il governo fascista nella classificazione delle forme di governo", Studi guiridici in onore di Santi Romano, cit., p. 485. 497 Ibdem, pp. 485-486. 498 Ibdem. 499 Mendozza, Lineamenti giuridici, cit., p. 87. 500 Ibdem. 501 Ibdem, p. 89. Resulta interesante observar que la circunstancia para una revocatoria de ese tipo, citada como ejemplo, prefiguraba la situacin del 25 de julio, pues hipotizaba precisamente el caso de una divergencia entre el Duce y el Gran Consejo: en esa circunstancia, el rey poda intervenir, entre otras maneras, sustituyendo a los miembros.

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