Regla de San Benito
Regla de San Benito
Regla de San Benito
DE NUESTRO PADRE
SAN BENITO
en concordancia
con los artculos de la Declaracin
Regla: Introduccin y comentario por el Padre Dom Garcia M. Colom-
bs. Traduccin y notas por Iaki Aranguren 3 edicin (Reimpre-
sin);Biblioteca de Autores Cristianos, 2000.
Declaracin del Captulo General del ao 2000, principios esenciales
de la vida cisterciense actual.
2
3
P PR R L LO OG GO O
P Pr r l l 1 1- -7 7
scucha, hijo, estos preceptos de un maes-
tro, aguza el odo de tu corazn, acoge
con gusto esta exhortacin de un padre
entraable y ponla en prctica,
2
para que
por tu obediencia laboriosa retornes a Dios, del que te habas
alejado por tu indolente desobediencia.
3
A ti, pues, se dirigen
estas mis palabras, quienquiera que seas, si es que te has deci-
dido a renunciar a tus propias voluntades y esgrimes las po-
tentsimas y gloriosas armas de la obediencia para servir al
verdadero rey, Cristo el Seor.
4
Ante todo, cuando te dispones a realizar cualquier obra bue-
na, pdele con oracin muy insistente y apremiante que l la
lleve a trmino,
5
para que, por haberse dignado contarnos ya
en el nmero de sus hijos, jams se vea obligado a afligirse
por nuestras malas acciones.
6
Porque, efectivamente, en todo
momento hemos de estar a punto para servirle en la obedien-
cia con los dones que ha depositado en nosotros, de manera
que no slo no llegue a desheredarnos algn da como padre
airado, a pesar de ser sus hijos,
7
sino que ni como seor temi-
ble, encolerizado por nuestras maldades, nos entregue al cas-
tigo eterno por ser unos siervos miserables empeados en no
seguirle a su gloria.
a ar rt t. . 1 1- -2 2
Art.J. Nosotros, los miembros del Captulo General, congrega-
dos para proceder a la renoacin acomodada de nuestra Orden,
odos los diersos pareceres y tras madura deliberacin, as co-
mo despus de haber examinado las relaciones de la encuesta
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23 Jun
25 Sept.
28 Dic.
4
realizada entre todos los miembros de la Orden, deseamos esta-
blecer en primer lugar los elementos principales de nuestra o-
cacin y de nuestra ida, para indicar los undamentos sobre los
cuales debe descansar toda la obra de renoacin.
Ln esta Declaracin queremos exponer sincera y noblemente
nuestros propsitos acerca de la renoacin acomodada, los i-
nes que perseguimos y los caminos a seguir para conseguirlos.
Art. 2. Con nuestra Declaracin de ninguna manera queremos
impedir ulteriores relexiones o nueas soluciones, ya que tam-
bin las uturas generaciones cistercienses tendran el derecho y
la obligacin de buscar nueas soluciones mas idneas y mejores
de ida monastica, del mismo modo que lo hicieron los lunda-
dores de Cister en el siglo XII, y las generaciones que les siguie-
ron. As pues seremos erdaderos seguidores de los Padres que
undaron el "Nueo monasterio", si no cesamos de buscar nue-
os caminos y maneras mediante los cuales podamos iir siem-
pre con mas plenitud nuestra ocacin segn la oluntad de
Dios.
P Pr r l l. . 8 8- -2 20 0
evantmonos, pues, de una vez; que
la Escritura nos espabila, diciendo:
Ya es hora de despertarnos del sue-
o.
9
y, abriendo nuestros ojos a la
luz de Dios, escuchemos atnitos lo que cada da nos advierte
la voz divina que clama:
10
Si hoy escuchis su voz, no endu-
rezcis vuestros corazones.
11
y tambin: Quien tenga odos,
oiga lo que dice el Espritu a las Iglesias.
12
Y qu es lo que
dice? Venid, hijos; escuchadme; os instruir en el temor del
Seor.
13
Daos prisa mientras tenis an la luz de la vida,
antes que os sorprendan las tinieblas de la muerte.
14
Y, buscndose el Seor un obrero entre la multitud a la que
lanza su grito de llamamiento, vuelve a decir:
15
Hay alguien
que quiera vivir y desee pasar das prsperos?
16
Si t, al or-
le, le respondes: Yo, otra vez te dice Dios:
17
Si quieres go-
L
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26 Sept.
29 Dic.
5
zar de una vida verdadera y perpetua, guarda tu lengua del
mal; tus labios, de la falsedad; obra el bien, busca la paz y co-
rre tras ella.
18
Y, cuando cumplis todo esto, tendr mis ojos
fijos sobre vosotros, mis odos atendern a vuestras splicas y
antes de que me interroguis os dir yo: Aqu estoy.
19
Hermanos amadsimos, puede haber algo ms dulce para
nosotros que esta voz del Seor, que nos invita?
20
Mirad cmo
el Seor, en su bondad, nos indica el camino de la vida.
D De ec cl la ar ra ac ci i n n a ar rt t. .1 11 1
Art. JJ. Nuestra intencin no es exponer ideales tericos y aleja-
dos de la realidad de la ida, para conserar o restaurar ormas
cadas en desuso, sino mas bien examinar nuestra ida actual,
moderna, real, pereccionarla y senalar los principios para su re-
noacin. Ls la ida monastica cisterciense del XXI que desea-
mos reisar, aquella ida genuina y eicaz que corresponde a la
ocacin concreta que Dios nos ha dado. Ln eecto, Dios nos
llama en este momento actual, nos quiere santos en esta poca,
en este nuestro tiempo, con las posibilidades de los hombres de
hoy, quiere que sigamos a Cristo estando al sericio de los hom-
bres por medio de la caridad.
Nuestra actuacin debe estar siempre undamentada en la er-
dad y en la realidad de la ida. Por esto en nuestra Declaracin
queremos tener siempre ante los ojos las posibilidades, exigen-
cias y obligaciones tanto de los indiiduos como de nuestras
comunidades, as como tambin las de la Iglesia y las de la ida
del mundo moderno.
Lste sentido de la realidad, de ninguna manera hemos de pensar
que signiica la aceptacin o aprobacin de las imperecciones y
de los icios de la situacin actual como si, satisechos con la
ulgar y corriente realidad, no quisiramos tender siempre a lo
mejor. Rechazamos con razn tal modo de pensar, como con-
trario a la misma esencia de la ida religiosa, es decir, a la bs-
queda de la ida de perecta caridad. Sabemos muy bien que los
ideales mas nobles y los propsitos mas sublimes, de nada seri-
ran si los hombres a quienes se proponen no los aceptan libre y
6
espontaneamente y los ponen en practica eicazmente.
P Pr r l l 2 21 1- -3 38 8
indonos, pues, nuestra cintura
con la fe y la observancia de las
buenas obras, sigamos por sus cami-
nos, llevando como gua el Evange-
lio, para que merezcamos ver a Aquel que nos llam a su re-
ino.
22
Si deseamos habitar en el tabernculo de este reino, hemos
de saber que nunca podremos llegar all a no ser que vayamos
corriendo con las buenas obras.
23
Pero preguntemos al Seor
como el profeta, dicindole:
24
Seor, quin puede hospedarse
en tu tienda y descansar en tu monte santo?,
25
Escuchemos,
hermanos, lo que el Seor nos responde a esta pregunta y c-
mo nos muestra el camino hacia esta morada, dicindonos:
26
Aqul que anda sin pecado y practica la justicia;
27
el que
habla con sinceridad en su corazn y no engaa con su len-
gua;
28
el que no le hace mal a su prjimo ni presta odos a in-
famias contra su semejante.
29
Aquel que, cuando el malo,
que es el diablo, le sugiere alguna cosa, inmediatamente le re-
chaza a l y a su sugerencia lejos de su corazn, los reduce a
la nada, y, agarrando sus pensamientos, los estrella contra
Cristo.
30
Los que as proceden son los temerosos del Seor, y
por eso no se inflan de soberbia por la rectitud de su compor-
tamiento, antes bien, porque saben que no pueden realizar na-
da por s mismos, sino por el Seor,
31
proclaman su grandeza,
diciendo lo mismo que el profeta: No a nosotros, Seor, no a
nosotros, sino a tu nombre, da la gloria, al igual que el aps-
tol Pablo, quien tampoco se atribuy a s mismo xito alguno
de su predicacin cuando deca: Por la gracia de Dios soy lo
que soy.
32
Y tambin afirma en otra ocasin: E1 que pre-
sume, que presuma del Seor.
33
Por eso dice el Seor en su
evangelio: Todo aquel que escucha estas palabras mas y las
pone por obra, se parece al hombre sensato, que edific su ca-
C
23 Mar
25 Jun
27 Sept.
30 Dic.
7
sa sobre la roca.
34
Cay la lluvia, vino la riada, soplaron los
vientos y arremetieron contra la casa; pero no se hundi, por-
que estaba cimentada en la roca.
35
Al terminar sus palabras,
espera el Seor que cada da le respondamos con nuestras
obras a sus santas exhortaciones.
36
Pues para eso se nos con-
ceden como tregua los das de nuestra vida, para enmendarnos
de nuestros males,
37
segn nos dice el Apstol: No te das
cuenta de que la paciencia de Dios te est empujando a la pe-
nitencia
38
Efectivamente, el Seor te dice con su inagotable
benignidad: No quiero la muerte del pecador, sino que cam-
bie de conducta y viva.
D De ec cl la ar ra ac ci i n n a ar rt t. .1 12 2
Art. J2. La renoacin de nuestra ida religiosa ha de abarcar
todos los aspectos de la ida, y por esta razn debemos tener en
cuenta todos sus elementos constitutios, y a cada una de sus
partes debemos atribuir la importancia que les es propia. Sera
completamente also alorizar algunos aspectos de nuestra ida,
como si en ellos solamente se realizase la esencia de la ida cis-
terciense, descuidando algunas otras dejandolas como suplemen-
tarias, o incluso como un obstaculo para iir realmente nuestra
ida monastica. Por tanto, somos y debemos ser erdaderamen-
te cistercienses en todos y cada uno de los momentos de nuestra
ida, no solamente cuando nos reunimos para la oracin o en el
cumplimiento de las obserancias comunitarias, sino tambin y
de una manera especial en los trabajos, en los estudios, en el mi-
nisterio sacerdotal, en la oracin priada, en el sericio de los
hombres en sus necesidades, etc.
Buscamos, pues, una isin integral que armonice y regule todas
y cada una de las partes de nuestra ida en un solo y nico seri-
cio de Dios. Puesto que algunos elementos de la ida cistercien-
se actual, no conciernen a todos los miembros de la Orden ,por
ejemplo, el sacerdocio, o no se reiere a todos los monasterios
,como la educacin de la juentud o la cura pastoral, con todo
debe examinarse la importancia de tales actiidades y reconocer
todo su alor. Los elementos de la ida monastica que en la Re-
8
gla o en los inicios de la orden apenas se conocan, por esta
misma razn no han de ser considerados, sin mas, como secun-
darios o sospechosos. La ida monastica como toda ida, en el
decurso del tiempo, crece, eoluciona.
P Pr r l l. . 3 39 9- -5 50 0
emos preguntado al Seor, herma-
nos, quin es el que podr hospe-
darse en su tienda y le hemos escu-
chado cules son las condiciones
para poder morar en ella: cumplir los compromisos de todo
morador de su casa.
40
Por tanto, debemos disponer nuestros
corazones y nuestros cuerpos para militar en el servicio de la
santa obediencia a sus preceptos.
41
Y como esto no es posible
para nuestra naturaleza sola, hemos de pedirle al Seor que se
digne concedernos la asistencia de su gracia.
42
Si, huyendo de
las penas del infierno, deseamos llegar a la vida eterna,
43
mientras todava estamos a tiempo y tenemos este cuerpo
como domicilio y podemos cumplir todas estas a cosas a luz
de la vida,
44
ahora es cuando hemos de apresurarnos y poner
en prctica lo que en la eternidad redundar en nuestro bien.
45
Vamos a instituir, pues, una escuela del servicio divino.
46
Y,
al organizarla, no esperamos disponer nada que pueda ser du-
ro, nada que pueda ser oneroso.
47
Pero si, no obstante, cuando
lo exija la recta razn, se encuentra algo un poco ms severo
con el fin de corregir los vicios o mantener la caridad,
48
no
abandones en seguida, sobrecogido de temor, el camino de la
salvacin, que forzosamente ha de iniciarse con un comienzo
estrecho.
49
Mas, al progresar en la vida monstica y en la fe,
ensanchado el corazn por la dulzura de un amor inefable,
vuela el alma por el camino de los mandamientos de Dios.
50
De esta manera, si no nos desviamos jams del magisterio
divino y perseveramos en su doctrina y en el monasterio hasta
la muerte, participaremos con nuestra paciencia en los sufri-
H
24 Mar
26 Jun
28 Sept.
31 Dic.
9
mientos de Cristo, para que podamos compartir con l tam-
bin su reino. Amn.
D De ec cl la ar ra ac ci i n n a ar rt t. . 1 13 3- -1 14 4
Art. J3. Las ormas institucionales, en las cuales hoy concreta-
mente se maniiestan las realidades de la ida cisterciense, son
las diersas comunidades ias y eicientes. Ls patente que nues-
tras comunidades, en el decurso del tiempo y segn las diersas
regiones, han adoptado ormas diersas de ida y sericios dis-
tintos. Lsta diersidad, en si misma, no ha de deslomarse como
si uera una degeneracin perersa, sino al contrario, ha de ser
reconocida no solamente como un hecho indiscutible, sino tam-
bin como un signo de italidad y como una initacin de Dios
a actuar. Porque los alores y las diersas obras que realizan ca-
da una de las congregaciones y los monasterios, si estan aalados
por la mutua conianza, por la cooperacin de las comunidades,
pueden serir al bien y al progreso de toda la Orden. Por tanto,
ale mucho mas la concordia en la diersidad, que la orzada y
discorde uniormidad. Por esto el Captulo General aprueba y
promuee la legtima autonoma de cada Congregacin y monas-
terio para establecer su orma de ida, y se propone prestarles
ayuda en esta tarea.
Por eso el trabajo de mas importancia en la renoacin consiste
en que cada comunidad conozca y reconsidere sus ines y sus
alores propios, y determine las ormas de ida mas aptas para
alcanzarlo. Ln eecto, el peso del trabajo incumbe ante todo a
cada una de las comunidades. Ll Captulo General desea pues
prestarles su ayuda, al coordinar y promoer el esuerzo de la
renoacin, pero no puede de modo alguno ni suprimir ni asu-
mir los deberes u obligaciones de los monasterios y de las Con-
gregaciones.
Art. J4 De las consideraciones precedentes nace en nosotros el
deseo de renoar la realidad de la ida cisterciense de tal manera
que sea la natural continuacin y como la organica explanacin
tanto de la tradicin monastica en general como la de la cister-
10
ciense en particular. Ciertamente, queramos conocer ,y ahora
con mas idelidad que nunca, las tradiciones monasticas y cister-
cienses, y de ellas extraer cuantos alores nos sea posible para
que nos siran de inspiracin y utilidad. Sin embargo, no quere-
mos que estas tradiciones nos restrinjan o impidan la solucin
de los problemas que la ida moderna plantea, de los cuales, por
razn de las condiciones de ida, tan distintas, los antiguos nada
o casi nada pudieron conocer. No nos esta permitido renunciar
a la responsabilidad propia al organizar nuestra ida religiosa, ni
hemos de temer el adoptar caminos o soluciones nueas. La his-
toria ha de ser para nosotros maestra de ida, no la senora o
dominadora, ha de adertirnos e inspirarnos, pero nunca ha de
ser un impedimento en nuestro camino.
C Ca ap p t tu ul lo o 1 1 : : L LA AS S C CL LA AS SE ES S D DE E M MO ON NJ JE ES S
omo todos sabemos, existen cuatro
gneros de monjes.
2
El primero es el
de los cenobitas, es decir, los que vi-
ven en un monasterio y sirven bajo
una regla y un abad.
3
El segundo gnero es el de los anacore-
tas, o, dicho de otro modo, el de los ermitaos. Son aquellos
que no por un fervor de novato en la vida monstica, sino tras
larga prueba en el monasterio,
4
aprendieron a luchar contra el
diablo ayudados por la compaa de otros,
5
y, bien formados
en las filas de sus hermanos para el combate individual del
desierto, se encuentran ya capacitados y seguros sin el socorro
ajeno, porque se bastan con el auxilio de Dios para combatir,
slo con su brazo contra los vicios de la carne y de los pensa-
mientos.
6
El tercer gnero de monjes, y psimo por cierto, es
el de los sarabatas. Estos se caracterizan, segn nos lo ensea
la experiencia, por no haber sido probados como el oro en el
crisol, por regla alguna, pues, al contrario, se han quedado
blandos como el plomo.
7
Dada su manera de proceder, siguen
todava fieles al espritu del mundo, y manifiestan claramente
C
25 Mar
27 Jun
29 Sept.
1
er
Ene.
11
que con su tonsura estn mintiendo a Dios.
8
Se agrupan de
dos en dos o de tres en tres, y a veces viven solos, encerrndo-
se sin pastor no en los apriscos del Seor, sino en los propios,
porque toda su ley se reduce a satisfacer sus deseos.
9
Cuanto
ellos piensan o deciden, lo creen santo, y aquello que no les
agrada, lo consideran ilcito.
10
El cuarto gnero de monjes es el de los llamados girva-
gos, porque su vida entera se la pasan viajando por diversos
pases, hospedndose durante tres o cuatro das en los monas-
terios.
11
Siempre errantes y nunca estables, se limitan a servir
a sus propias voluntades y a los deleites de la gula; son peores
en todo que los sarabatas.
12
Ser mucho mejor callamos y no hablar de la miserable
vida que llevan todos stos.
13
Haciendo, pues, caso omiso de
ellos, pongmonos con la ayuda del Seor a organizar la vida
del muy firme gnero de monjes que es el de los cenobitas.
D De ec cl la ar ra ac ci i n n a ar rt t. .7 79 9- -8 80 0
Art. 79. Siguiendo nuestra ocacin, entramos en un monasterio
cisterciense, escogido por nosotros libremente, para recibir all la
doctrina de la escuela del sericio del Senor, despus, al emitir
nuestra proesin, aceptamos oluntariamente los alores e idea-
les de nuestro monasterio. Por esta razn, la ida monastica no
se nos ha impuesto sino que nosotros mismos la aceptamos con
libre y oluntaria dedicacin. As pues, nuestras comunidades
estan ormadas por oluntarios, todos los cuales aspiran a los
mismos ines, que conocen y que aman, de tal manera que i-
amos bajo un mismo techo llenos de un mismo espritu, te-
niendo un solo corazn y una sola alma.
Art. 80. As pues, el undamento de la comunidad monastica es
la entrega libre y oluntaria de los monjes, los cuales estiman en
gran manera los alores y las ocupaciones del monasterio, con-
siderandolos como algo propio. Lsta libre entrega y gozosa con-
iccin son la uerza motriz de la obserancia de las leyes y de la
obediencia, y el undamento de toda estructura jurdica. Si altan,
12
la comunidad monastica, al igual que cualquier otra sociedad o-
luntaria, no podra mantener una erdadera italidad. Ls de gran
importancia que los monjes conseren ia y alegremente aque-
lla entrega que les lle a aceptar libremente la ida monastica, y
cualquier ordenacin u organizacin de la ida de comunidad ha
de tener en cuenta aquella libre disposicin y aplicacin, para
suscitara y promoerla.
C Ca ap p t tu ul lo o 2 2 : : C C M MO O D DE EB BE E S SE ER R E EL L A AB BA AD D
R RB B 2 2, ,1 1- -1 10 0
l abad que es digno de regir un mo-
nasterio debe acordarse siempre del
ttulo que se le da y cumplir con sus
propias obras su nombre de superior.
2
Porque, en efecto, la fe nos dice que hace las veces de Cristo
en el monasterio, ya que es designado con su sobrenombre,
3
segn lo que dice el Apstol: Habis recibido el espritu de
adopcin filial que nos permite gritar: Abba! Padre!
4
Por
tanto, el abad no ha de ensear, establecer o mandar cosa al-
guna que se desve de los preceptos del Seor,
5
sino que tanto
sus mandatos como su doctrina deben penetrar en los corazo-
nes como si fuera una levadura de la justicia divina,
6
Siempre
tendr presente el abad que su magisterio y la obediencia de
sus discpulos, ambas cosas a la vez, sern objeto de examen
en el tremendo juicio de Dios.
7
Y sepa el abad que el pastor
ser plenamente responsable de todas las deficiencias que el
padre de familia encuentre en sus ovejas.
8
Pero, a su vez, pue-
de tener igualmente por cierto que, si ha agotado todo su celo
de pastor con su rebao inquieto y desobediente y ha aplicado
toda suerte de remedios para sus enfermedades,
9
en ese juicio
de Dios ser absuelto como pastor, porque podr decirle al
Seor como el profeta: No me he guardado tu justicia en mi
corazn, he manifestado tu verdad y tu salvacin. Pero ellos,
E
26 Mar
28 Jun
30 Sept.
2 Ene.
13
desprecindome, me desecharon.
10
Y entonces las ovejas re-
beldes a sus cuidados vern por fin cmo triunfa la muerte so-
bre ellas como castigo.
D De ec cl la ar ra ac ci i n n a ar rt t. . 9 94 4- -9 96 6
Art. 94. Ll abad es ante todo pastor de almas, es decir, su un-
cin es en primer lugar espiritual, encaminada al bien de las al-
mas. Su autoridad es un ministerio, tiene el caracter de un
humilde sericio, de acuerdo con la doctrina y el ejemplo de
Cristo, cuyas eces hace en el monasterio. Por esta razn con-
iene que exprese y demuestre a los hermanos aquel amor pa-
terno con el cual el Padre ama a los monjes.
Art. 9S. Ll abad es ademas el mediador de la Palabra de Dios, y
ha de llear a cabo su oicio de intrprete de la Sagrada Lscritura
en las diersas circunstancias de la ida cotidiana. Nunca el abad
ha de considerarse superior a la Palabra diina, sino mas bien
cada ez mas ha de estarle sujeto.
Art. 96. No es de menor importancia aquel otro oicio que el
Apstol llama "discernimiento de espritus". Ll abad ha de apli-
carse a reconocer si cada uno de sus monjes es conducido por el
Lspritu de Dios, o bien por aspiraciones plenamente terrenas,
ruto de su propia antasa, o enganado por los espritus de la
mentira. Para que pueda distinguir la oz del Lspritu de cual-
quier otra oz, el abad debe estar ersado en doctrina y expe-
riencia de las cosas espirituales.
R RB B 2 2, , 1 11 1- -2 22 2
or tanto, cuando alguien acepta el ttu-
lo de abad, debe ensear a sus discpu-
los de dos maneras;
12
queremos decir
que mostrar todo lo que es recto y
santo mas a travs de su manera personal de proceder que con
sus palabras. De modo que a los discpulos capaces les pro-
pondr los preceptos del Seor con sus palabras, pero a los
P
27 Mar
29 Jun
1
er
Oct.
3 Ene.
14
duros de corazn y a los simples les har descubrir los man-
damientos divinos en lo conducta del mismo abad.
13
Y a la
inversa, cuanto indique a sus discpulos que es nocivo para
sus almas, mustrelo con su conducta que no deben hacerlo,
no sea que, despus de haber predicado a otros, resulte que el
mismo se condene.
14
Y que, asimismo, un da Dios tenga que
decirle a causa de sus pecados Por qu recitas mis preceptos
y tienes siempre en lo boca mi alianza, t que detestas mi co-
rreccin y te echas, a lo espalda mis mandatos?
15
Y tambin:
Por qu te fijas en la mota que tiene tu hermano en el ojo y
no reparas en la viga que llevas en el tuyo?
16
No haga en el monasterio discriminacin de personas.
17
No amar ms a uno que a otro, de no ser al que hallare mejor
en las buenas obras y en la obediencia.
18
Si uno que ha sido
esclavo entra en el monasterio, no sea pospuesto ante el que
ha sido libre, de no mediar otra causa razonable.
19
Mas cuan-
do, por exigirlo as la justicia, crea el abad que debe proceder
de otra manera, aplique el mismo criterio con cualquier otra
clase de rango. Pero, si no, conserven todos la precedencia
que les corresponde,
20
porque tanto esclavos como libres, to-
dos somos en Cristo una sola cosa y bajo un mismo Seor
todos cumplimos un mismo servicio, pues Dios no tiene fa-
voritismos.
21
Lo nico que ante l nos diferencia es que nos
encuentre mejores que los dems en buenas obras y en humil-
dad.
22
Tenga, por tanto, igual caridad para con todos y a todos
aplique la misma norma segn los mritos de cada cual.
D De ec cl la ar ra ac ci i n n a ar rt t. . 9 97 7- -9 98 8
Art. 97. Ll abad es nculo de unidad de la comunidad, que ha
de promoer el acuerdo de todos y cada uno de los hermanos en
orden a los ines comunes, y coordinar las aiciones y los traba-
jos de todos. As pues, el abad debe en gran manera estimar,
comprender y tratar con el debido respeto la personalidad de los
hermanos. Ll abad ha de tener para todos tiempo suiciente dis-
ponible, as como un espritu abierto, y sera de su incumbencia
15
procurar una actia y responsable obediencia de parte de todos
as como una cooperacin generosa de los indiiduos, de tal
manera que las cualidades de todos ructiiquen al sericio de
Dios. Lsurcese para suscitar un dialogo sincero y abierto, haga
participantes a todos los hermanos de todos los asuntos y pro-
yectos de la ida del monasterio y de todos los negocios de la
casa, ya que en el ondo es algo que les atane a todos. Asuma sin
embargo las responsabilidades que le corresponden por razn de
su cargo, si debe adoptar una decisin que, despus de un madu-
ro examen, le aparece como oluntad de Dios.
Art. 98. Ll abad como promotor de unidad debe suprimir cuan-
to pueda introducir una cierta separacin entre l y sus herma-
nos ,.gr. un uso exagerado de las insignias prelaticias, signos de
respeto anticuados, en cuyo lugar hay que obserar las leyes ac-
tuales de urbanidad, priilegios, que hoy dicilmente se com-
prenden,, llee ida comunitaria junto con los hermanos, mos-
trandose como ejemplo de idelidad y celo, restrinja en lo posi-
ble al mnimo aquellas cosas que comportan una ausencia del
monasterio. Una ez elegido abad, no por esto ha dejado de ser
monje y hermano entre los hermanos, y cual nculo de unidad y
caridad trate de entregarse por los hermanos en el amor de Cris-
to.
R RB B 2 2, , 2 23 3- -2 29 9
l abad debe imitar en su pastoral el
modelo del Apstol cuando dice:
Reprende, exhorta, amonesta.
24
Es
decir, que, adoptando diversas acti-
tudes, segn las circunstancias, amable unas veces y rgido
otras, se mostrar exigente, como un maestro inexorable, y
entraable, con el afecto de un padre bondadoso.
25
En concre-
to: que a los indisciplinados y turbulentos debe corregirlos
ms duramente; en cambio, a los obedientes, sumisos y pa-
cientes debe estimularles a que avancen ms y mas. Pero le
amonestamos a que reprenda y castigue a los negligentes y a
E
28 Mar
30 Jun
2 Oct.
4 Ene.
16
los despectivos. Y no encubra los pecados de los delincuentes,
sino que tan pronto como empiecen a brotar, arrnquelos de
raz con toda su habilidad, acordndose de la condenacin de
Hel, sacerdote de Silo.
27
A los ms virtuosos y sensatos corr-
jales de palabra, amonestndoles una o dos veces;
28
pero a los
audaces, insolentes, orgullosos y desobedientes reprmales en
cuanto se manifieste el vicio, consciente de estas palabras de
la Escritura: Slo con palabras no escarmienta el necio.
29
Y
tambin: Da unos palos a tu hijo, y lo librars de la muerte.
D De ec cl la ar ra ac ci i n n a ar rt t. . 1 11 15 5
Art. JJS. Ll Abad Presidente gobierna la Congregacin de
acuerdo con el espritu del Captulo de la misma Congregacin,
y es un signo de la unin raternal que orman los diersos mo-
nasterios. Su misin es prestar sericio para que en las diersas
amilias monasticas exista, se airme y aumente una ida monas-
tica de acuerdo con las Constituciones de la propia Congrega-
cin.
Debe omentar las relaciones entre los monasterios en orden al
bien de toda la Congregacin. Ln este campo, los abades y los
monjes de todos los monasterios han de ayudar al Abad Presi-
dente, procurando mantener entre ellos relaciones raternas, re-
cibindose los unos a los otros, colaborando en sus aanes co-
munes, participando en conerencias para tratar de temas espiri-
tuales o administratios, en una palabra para conocerse y amarse
cada ez mas.
R RB B 2 2, , 3 30 0- -4 40 0
iempre debe tener muy presente el
abad lo que es y recordar el nombre
con que le llaman, sin olvidar que a
quien mayor responsabilidad se le
confa, ms se le exige.
31
Sepa tambin cuan difcil y ardua es la tarea que em-
prende, pues se trata de almas a quienes debe dirigir y son
S
29 Mar
1
er
Jul.
3 Oct.
5 Ene.
17
muy diversos los temperamentos a los que debe servir. Por
eso tendr que halagar a unos, reprender a otros y a otros con-
vencerles;
32
y conforme al modo de ser de cada uno y segn
su grado de inteligencia, deber amoldarse a todos y lo dis-
pondr todo de tal manera que, adems de no perjudicar al re-
bao que se le ha confiado, pueda tambin alegrarse de su
crecimiento.
33
Es muy importante, sobre todo, que, por des-
atender o no valorar suficientemente la salvacin de las almas,
no se vuelque con ms intenso afn sobre las realidades tran-
sitorias, materiales y caducas,
34
sino que tendr muy presente
siempre en su espritu que su misin es la de dirigir almas de
las que tendr que rendir cuentas.
35
Y, para que no se le ocurra
poner como pretexto su posible escasez de bienes materiales,
recuerde lo que est escrito: Buscad primero el Reino de
Dios y su justicia, y todo eso se os dar por aadidura.
36
Y
en otra parte: Nada les falta a los que le temen.
37
Sepa, una vez ms, que ha tomado sobre s la responsabili-
dad de dirigir almas, y, por lo mismo, debe estar preparado
para dar razn de ellas.
38
Y tenga tambin por cierto que en el
da del juicio deber dar cuenta al Seor de todos y cada uno
de los hermanos que ha tenido bajo su cuidado; adems, por
supuesto, de su propia alma.
39
Y as, al mismo tiempo, que
teme sin cesar el futuro examen del pastor sobre las ovejas a
l confiadas y se preocupa de la cuenta ajena, se cuidar tam-
bin de la suya propia;
40
y mientras con sus exhortaciones da
ocasin a los otros para enmendarse, l mismo va corrigin-
dose de sus propios defectos.
D De ec cl la ar ra ac ci i n n a ar rt t. . 1 12 23 3
Art. J23. Llegido por el Capitulo General, el Abad General diri-
ge la Orden de acuerdo con el espritu del Captulo General y las
normas de las Constituciones, promoiendo los ines de nuestra
unin.
Ll Abad General es:
a, Promotor y nculo de la unidad raterna en la Orden,
18
en el sentido de que ha de estar dispuesto a acomodarse a genios
dierentes, abrazando con un justo e imparcial deselo, promo-
iendo y representando a todas las amilias de la Orden. Los a-
lores e ideales comunes de la Orden ha de hacrselos suyos tan-
to en su modo personal de comportarse, como en los actos oi-
ciales. la de sentir con la Orden, la cual existe de hecho en
nuestras comunidades concretas, interesandose con espritu
abierto en sus problemas, tendencias y opiniones.
b, Promotor y coordinador de los proyectos y planes
comunes, que exceden las posibilidades de las diersas comuni-
dades o congregaciones, pero que son tiles o conenientes a
muchos. Ln la concepcin y en la elaboracin de tales proyec-
tos, ha de tener una parte actia, ademas ha de suscitar las inicia-
tias de los demas, inalmente, los ha de llear a la practica con
sus consejos y actuaciones.
c, Con su autoridad rerendada por las Constituciones, y
utilizandola al sericio de todos, es el padre, y tambin el her-
mano entre los hermanos, segn el espritu de Cristo, deseoso
de aproechar mas que de senorear. Mediante sus cartas sus
sermones y las demas ormas de comunicacin con la Orden, se
comporta como cohermano, condiscpulo y consiero del Senor,
buscando junto con todos sus demas hermanos la erdad y la
oluntad de Dios. Lleno l mismo de la coniccin y de la apre-
ciacin de los alores de la ocacin religiosa, ha de procurar
mostrar a los hermanos y comunidades las nueas perspectias y
posibilidades, inundindoles as una slida esperanza del uturo.
C Ca ap p t tu ul lo o 3 3 : : C CO OM MO O S SE E H HA AN N D DE E C CO ON NV VO O- -
C CA AR R L LO OS S H HE ER RM MA AN NO OS S A A C CO ON NS SE EJ JO O
iempre que en el monasterio hayan de
tratarse asuntos de importancia, el
abad convocar toda la comunidad y
expondr l personalmente de qu se
trata.
2
Una vez odo el consejo de los hermanos, reflexione a
S
30 Mar
2 Jul
4 Oct.
6 Ene.
19
solas y haga lo que juzgue ms conveniente.
3
Y hemos dicho
intencionadamente que sean todos convocados a consejo, por-
que muchas veces el Seor revela al mis joven lo que es me-
jor.
4
Por lo dems, expongan los hermanos su criterio con toda
sumisin, y humildad y no tengan la osada de defender con
arrogancia su propio parecer,
5
sino que, por quedar reservada
la cuestin a la decisin del abad, todos le obedecern en lo
que l disponga como ms conveniente.
6
Sin embargo, as
como lo que corresponde a los discpulos es obedecer al
maestro, de la misma manera conviene que ste decida todas
las cosas con prudencia y sentido de la justicia.
7
Por tanto, sigan todos la regla como maestra en todo y
nadie se desve de ella temerariamente.
8
Nadie se deje condu-
cir en el monasterio por la voluntad de su propio corazn,
9
ni
nadie se atreva a discutir con su abad desvergonzadamente o
fuera del monasterio.
10
Y, si alguien se tomara esa libertad,
sea sometido a la disciplina regular.
11
El abad, por su parte,
actuar siempre movido por el temor de Dios y atenindose a
la observancia de la regla, con una conciencia muy clara de
que deber rendir cuentas a Dios, juez rectsimo, de todas sus
determinaciones.
12
Pero, cuando se trate de asuntos menos transcendentes,
ser suficiente que consulte solamente a los monjes ms an-
cianos,
13
conforme est escrito: Hazlo todo con consejo, y,
despus de hecho, no te arrepentirs.
D De ec cl la ar ra ac ci i n n a ar rt t. . 1 10 02 2- -1 10 07 7
Art. J02. Ll Captulo conentual participa en el gobierno de la
casa siempre que se trate de asuntos de graedad para el monas-
terio, y especialmente en los casos prescritos por las Constitu-
ciones de la Congregacin y por el derecho comn. Ll Captulo
conentual mediante un acto erdaderamente colegial, elige el
abad, y colegialmente tambin se toman decisiones relatias a la
actiidad del monasterio, a la admisin y ormacin de nueos
20
candidatos, a la administracin de los bienes.
Art.J03. Ahora bien, no ha de restringiese la uncin del Captu-
lo conentual nicamente a los casos, en los cuales los capitula-
res por derecho comn o particular han de dar su oto delibera-
tio o consultio, los hermanos deben ser reunidos a menudo
con el in de mantener un coloquio, un dialogo erdaderamente
raterno, con el in de procurar una eicaz participacin y solici-
tud de los hermanos en bien del monasterio. As el Captulo
conentual ha de ser un oro de inormacin de los asuntos del
monasterio, de la Congregacin y de la orden, y a la ez el lugar
donde los oiciales hacen una relacin de las gestiones realizadas
y los expertos exponen las cuestiones actuales.
Art. J04. Los temas a tratar en el Captulo han de escogerse, con
la ayuda del consejo del abad, teniendo en cuenta los deseos y
los problemas propuestos por cualquiera de los hermanos, han
de comunicarse a la comunidad de modo apto y con tiempo su-
iciente para el estudio y la relexin de los temas propuestos.
Ln ciertas materias sera mucho mas coneniente dar la respuesta
por escrito. La obligacin de secreto que se restrinja a aquellas
cosas que reclaman una absoluta discrecin, de cara al exterior
del monasterio, los hermanos han de usar una maxima discre-
cin siempre que se trate de asuntos de la amilia monastica.
Art. J0S. Ln todas las comunidades han de disponerse medios
aptos para que todos los hermanos, incluso los que ien uera
de la casa, puedan estar inormados de modo habitual, detalla-
damente y en el momento oportuno de los asuntos del monaste-
rio, de la Congregacin y de la Orden.
Art. J06. Ll consejo del abad, llamado comnmente de los se-
niores, ormado por un nmero mas reducido de miembros, ha
de ser conocado oportunamente en todas las necesidades de la
amilia monastica, en asuntos de mera utilidad y, especialmente,
en los casos en que ha de tratarse algo secreto. Ls costumbre
que este consejo est ormado por miembros elegidos por la
comunidad y designados por el abad, a partes iguales.
21
Art.J07. Si se llean a la practica los principios y consejos que
acabamos de exponer, las comunidades podran adquirir un nue-
o igor, seran como amilias que, llenas de caridad, habitan en
la casa de Dios, y como escuadrn raterno bien ordenado, go-
zando de una irme unidad, en la cual cada uno lleando a cabo
su propia uncin, sire a todos y se siente robustecido por los
demas.
C Ca ap p t tu ul lo o 4 4 : : C CU U L LE ES S S SO ON N L LO OS S
I IN NS ST TR RU UM ME EN NT TO OS S D DE E L LA AS S B BU UE EN NA AS S O OB BR RA AS S
nte todo, amar al Seor Dios con
todo el corazn, con toda el alma y
con todas las fuerzas,
2
y adems
al prjimo como a s mismo.
3
Y
no matar.
4
No cometer adulterio.
5
No hurtar.
6
No codiciar.
7
No levantar falso testimonio,
8
Honrar a todos los hombres.
9
y
no hacer a otro lo que uno no desea para s mismo.
10
Negarse s mismo para seguir a Cristo.
11
Castigar el
cuerpo.
12
No darse a los placeres,
13
amar el ayuno.
14
Aliviar a
los pobres,
15
vestir al desnudo,
16
visitar a los enfermos,
17
dar
sepultura a los muertos,
18
ayudar al atribulado,
19
consolar al
afligido.
20
Hacerse ajeno a la conducta del mundo,
21
no anteponer
nada al amor de Cristo.
22
No consumar los impulsos de la ira
23
ni guardar resentimiento alguno.
24
No abrigar en el corazn
doblez alguna,
25
no dar paz fingida,
26
no cejar en la caridad.
27
No jurar, por temor a hacerlo en falso;
28
decir la verdad con
el corazn y con los labios.
29
No devolver mal por mal,
30
no inferir injuria a otro e in-
cluso sobrellevar con paciencia las que a uno mismo le hagan,
31
amar a los enemigos,
32
no maldecir a los que le maldicen,
antes bien bendecirles;
33
soportar la persecucin por causa de
la justicia.
A
31 Mar
3 Jul.
5 Oct.
7 Ene.
22
34
No ser orgulloso,
35
ni dado al vino,
36
ni glotn,
37
ni dor-
miln,
38
ni perezoso,
39
ni murmurador,
40
ni detractor.
41
Poner la esperanza en Dios.
42
Cuando se viera en s
mismo algo bueno, atribuirlo a Dios y no a uno mismo;
43
el
mal, en cambio, imputrselo a s mismo, sabiendo que siem-
pre es una obra personal.
44
Temer el da del juicio,
45
sentir terror del infierno,
46
anhelar la vida eterna con toda la codicia espiritual,
47
tener
cada da presente ante los ojos a la muerte.
48
Vigilar a todas
horas la propia conducta,
49
estar cierto de que Dios nos est
mirando en todo lugar.
50
Cuando sobrevengan al corazn los
malos pensamientos, estrellarlos inmediatamente contra Cris-
to y descubrirlos al anciano espiritual.
51
Abstenerse de pala-
bras malas y deshonestas,
52
no ser amigo de hablar mucho,
53
no decir necedades o cosas que exciten la risa, 54 no gustar
de rer mucho o estrepitosamente.
55
Escuchar con gusto las lecturas santas,
56
postrarse con
frecuencia para orar,
57
confesar cada da a Dios en la oracin
con lgrimas y gemidos las culpas pasadas,
58
y de esas mis-
mas culpas corregirse en adelante.
59
No poner por obra los deseos de la carne,
60
aborrecer la
propia voluntad,
61
obedecer en todo los preceptos del abad,
aun en el caso de que l obrase de otro modo, lo cual Dios
quiera que no suceda, acordndose de aquel precepto del Se-
or: Haced todo lo que os digan, pero no hagis lo que ellos
hacen.
62
No desear que le tengan a uno por santo sin serlo, sino
llegar a serlo efectivamente, para ser as llamado con verdad.
63
Practicar con los hechos de cada da los preceptos del Seor;
64
amar la castidad,
65
no aborrecer a nadie,
66
no tener celos,
67
no obrar por envidia,
68
no ser pendenciero,
69
evitar toda alti-
vez.
70
Venerar a los ancianos,
71
amar a los jvenes.
72
Orar por
los enemigos en el amor de Cristo,
73
hacer las paces antes de
acabar el da con quien se haya tenido alguna discordia.
74
Y jams desesperar de la misericordia de Dios.
23
75
Estos son los instrumentos del arte espiritual.
76
Si los
manejamos incesantemente da y noche y los devolvemos en
el da del juicio, recibiremos del Seor la recompensa que tie-
ne prometida:
77
Ni ojo alguno vio, ni oreja oy, ni pas a
hombre por pensamiento las cosas que Dios tiene preparadas
para aquellos que le aman.
78
Pero el taller donde hemos de trabajar incansablemente
en todo esto es el recinto del monasterio y la estabilidad en la
comunidad.
D De ec cl la ar ra ac ci i n n a ar rt t. . 4 46 6- -4 47 7
Art. 46. Dios nos llama no solamente al in expuesto mas arriba,
sino tambin a que utilicemos los medios que Ll nos orece, y en
particular
los consejos eanglicos, la ida en la comunidad cisterciense, la
ida de oracin, el amor a la cruz y el sericio que debemos
prestar a la comunidad humana con nuestra actiidad.
Art. 47. Nosotros abrazamos los consejos eanglicos de un
modo especial para seguir como discpulos a Cristo, nuestro
maestro, y as estarle mas unidos, y mediante nuestra obseran-
cia monastica acercarnos a Ll cada ez mas ntimamente.
C Ca ap p t tu ul lo o 5 5 : : L LA A O OB BE ED DI IE EN NC CI IA A
l primer grado de humildad es la
obediencia sin demora.
2
Exactamente
la que corresponde a quienes nada
conciben ms amable que Cristo.
3
Estos, por razn del santo servicio que han profesado, o por
temor del infierno, o por el deseo de la vida eterna en la glo-
ria,
4
son incapaces de diferir la realizacin inmediata de una
orden tan pronto como sta emana del superior, igual que si se
lo mandara el mismo Dios.
5
De ellos dice el Seor: Nada
ms escucharme con sus odos, me obedeci.
6
Y dirigindo-
E
1
er
Abr
4 Jul
6 Oct.
8 Ene.
24
se a los maestros espirituales: Quien os escucha a vosotros,
me escucha a m.
7
Los que tienen esta disposicin prescinden al punto de
sus intereses particulares, renuncian a su propia voluntad
8
y,
desocupando sus manos, dejan sin acabar lo que estn hacien-
do por caminar con las obras tras la voz del que manda con
pasos tan giles como su obediencia.
9
Y como en un momen-
to, con la rapidez que imprime el temor de Dios, hacen coin-
cidir ambas cosas a la vez: el mandato del maestro y su total
ejecucin por parte del discpulo.
10
Es que les consume el anhelo de caminar hacia la vida
eterna,
11
y por eso eligen con toda su decisin el camino es-
trecho al que se refiere el Seor: Estrecha es la senda que
conduce a la vida.
12
Por esta razn no viven a su antojo ni
obedecen a sus deseos y apetencias, sino que, dejndose llevar
por el juicio y la voluntad de otro, pasan su vida en los ceno-
bios y desean que les gobierne un abad.
13
Ellos son, los que
indudablemente imitan al Seor, que dijo de s mismo: No he
venido para hacer mi voluntad, sino la de Aquel que me en-
vi.
14
Pero incluso este tipo de obediencia slo ser grata a
Dios y dulce para los hombres cuando se ejecute lo mandado
sin miedo, sin tardanza, sin frialdad, sin murmuracin y sin
protesta.
15
Porque la obediencia que se tributa a los superio-
res, al mismo Dios se tributa, como l mismo lo dijo: El que
a vosotros escucha, a m me escucha.
16
Y los discpulos de-
ben ofrecerla de buen grado, porque Dios ama al que da con
alegra.
17
Efectivamente, el discpulo que obedece de mala
gana y murmura, no ya con la boca, sino slo con el corazn,
18
aunque cumpla materialmente lo preceptuado, ya no ser
agradable a Dios, pues ve su corazn que murmura,
19
y no
conseguir premio alguno de esa obediencia. Es ms, cae en el
castigo correspondiente a los murmuradores, si no se corrige y
hace satisfaccin.
25
D De ec cl la ar ra ac ci i n n a ar rt t. . 5 52 2- -5 53 3
Art. S2. La obediencia signiica, ante todo, tener el corazn
abierto para recibir el estmulo del Lspritu Santo: el cual sopla
donde quiere y nos maniiesta la oluntad de Dios de diersas
maneras. \ as como el alimento de Cristo era hacer la oluntad
de Aquel que le haba eniado, y, tomando la orma de siero, se
hizo obediente hasta la muerte y muerte de cruz, as tambin no-
sotros, deseosos de seguir a Cristo muy de cerca, hemos de bus-
car la oluntad del Padre y seguirla con el espritu bien dispues-
to.
Con mucha recuencia, la oz de la Iglesia, la ensenanza y las
exhortaciones del Sumo Pontice, de la Santa Sede, de los obis-
pos y de los abades, -que no deben tan solo dirigir la actiidad
externa, sino que es necesario que ormen nuestra espiritualidad-
, nos transmiten la oz de Dios. Ademas, los moimientos ca-
rismaticos de la Iglesia contemporanea expresan de modo siem-
pre actual las intenciones del Lspritu Santo, el cual, a la ez que
rejuenece a la Iglesia, renuea tambin sin cesar nuestra ida
monastica.
Art. S3. Por esta razn, los monjes, deseosos de cumplir la o-
luntad de Dios con espritu de e y de amor, ansan ser goberna-
dos por un abad, el cual hace las eces de Cristo, a l prestan
humildemente obediencia segn las normas de la Regla y de las
Constituciones, contribuyendo con su inteligencia, su oluntad y
con los dones de la gracia, a la realizacin de sus preceptos y el
cumplimiento de las unciones que se les asignan, sabiendo que
de este modo colaboran a la ediicacin del Cuerpo de Cristo
segn los designios de Dios. De este modo la obediencia religio-
sa de ninguna manera disminuye la dignidad de la persona
humana, sino mas bien la conduce hacia la madurez con la am-
plia libertad de los hijos de Dios.
26
C Ca ap p t tu ul lo o 6 6 : : L LA A T TA AC CI IT TU UR RN NI ID DA AD D
umplamos nosotros lo que dijo el
profeta: Yo me dije: vigilar mi
proceder para no pecar con la len-
gua. Pondr una mordaza a mi boca.
Enmudec, me humill y me abstuve de hablar aun de cosas
buenas.
2
Ensea aqu el profeta que, si hay ocasiones en las
cuales debemos renunciar a las conversaciones buenas por
exigirlo as la misma taciturnidad, cunto ms deberemos abs-
tenernos de las malas conversaciones por el castigo que mere-
ce el pecado.
3
Por lo tanto, dada la importancia que tiene la
taciturnidad, raras veces recibirn los discpulos perfectos li-
cencia para hablar, incluso cuando se trate de conversaciones
honestas, santas y de edificacin, para que guarden un silencio
lleno de gravedad.
4
Porque escrito est: En mucho charlar no
faltar pecado.
5
Y en otro lugar: Muerte y vida estn en po-
der de la lengua.
6
Adems, hablar y ensear incumbe al
maestro; pero al discpulo le corresponde callar y escuchar.
7
Por eso, cuando sea necesario preguntar algo al superior, de-
be hacerse con toda humildad y respetuosa sumisin.
8
Pero las
chocarreras, las palabras ociosas y las que provocan la risa,
las condenamos en todo lugar a reclusin perpetua. Y no con-
sentimos que el discpulo abra su boca para semejantes expre-
siones.
D De ec cl la ar ra ac ci i n n a ar rt t. . 4 48 8- -4 49 9
Art. 48. La castidad oluntaria, aceptada por el Reino de Dios,
no consiste en la simple renuncia al matrimonio y a las alegras
de la amilia natural, sino que nos debe procurar una gran liber-
tad para dedicarnos las cosas de Dios y de la Iglesia con todas
nuestras uerzas sicas y psquicas. Mediante la proesin reli-
giosa queremos dar testimonio, de una manera mas directa y
prounda, de la gran esperanza cristiana del mundo uturo, en el
cual los hombres no contraen matrimonio. Por esta razn la cas-
C
2 Abr
5 Jul.
7 Oct.
9 Ene.
27
tidad es un signo escatolgico eminente de nuestra ida.
Art. 49. Lsta total consagracin de si mismo a Dios ha de ser la
base para ediicar la amilia monastica. Ln esta amilia de Dios la
caridad comn y la identidad de ocacin aseguran el amor y la
ayuda mutua de los diersos miembros. De una parte, cada uno
debe sobrellear con toda idelidad las cargas de los demas, y
por otra, todos participamos en las gracias y irtudes propias de
cada uno. As, abrazamos de modo eminente la ida comunitaria
de salacin, que Dios mismo instituy para el gnero humano
en la Iglesia. As Dios dilata nuestros corazones para que seamos
capaces de amar a todos nuestros prjimos, y en primer lugar a
nuestros hermanos,hermanas que conien en el monasterio,
con una caridad sincera y actia.
C Ca ap p t tu ul lo o 7 7 : : L LA A H HU UM MI IL LD DA AD D
R RB B 7 7, ,1 1- -9 9
a divina escritura, hermanos, nos dice
a gritos: Todo el que se ensalza ser
humillado y el que se humilla ser
ensalzado.
2
Con estas palabras nos
muestra que toda exaltacin de s mismo es una forma de so-
berbia.
3
El profeta nos indica que l la evitaba cuando nos di-
ce: Seor, mi corazn no es ambicioso, ni mis ojos altaneros;
no pretendo grandezas que superan mi capacidad.
4
Pero qu
pasar si no he sentido humildemente de m mismo, si se ha
ensoberbecido mi alma? Tratars a mi alma como al nio re-
cin destetado, que est penando en los brazos de su madre.
5
Por tanto, hermanos, si es que deseamos ascender veloz-
mente a la cumbre de la ms alta humildad y queremos llegar
a la exaltacin celestial a la que se sube a travs de la humil-
dad en la vida presente,
6
hemos de levantar con los escalones
de nuestras obras aquella misma escala que se le apareci en
sueos a Jacob, sobre la cual contempl a los ngeles que ba-
L
3 Abr
6 Jul.
8 Oct.
10 Ene.
28
jaban y suban.
7
Indudablemente, a nuestro entender, no signi-
fica otra cosa ese bajar y subir sino que por la altivez se baja y
por la humildad se sube.
8
La escala erigida representa nuestra
vida en este mundo. Pues, cuando el corazn se abaja, el Se-
or lo levanta hasta el cielo.
9
Los dos largueros de esta escala
son nuestro cuerpo y nuestra alma, en los cuales la vocacin
divina ha hecho encajar los diversos peldaos de la humildad
y de la observancia para subir por ellos.
D De ec cl la ar ra ac ci i n n, , a ar rt t 6 65 5
Art. 6S. La ida del monje ha de consistir en seguir a Cristo, que
se hizo humilde. Sinceramente arrepentidos de nuestros pecados
y conscientes de nuestras limitaciones, as como de haber sido
rehabilitados por la misericordia diina, debemos buscar la gloria
de Dios, y no la nuestra. Animados por este espritu de humil-
dad hemos de aceptar serenamente las tribulaciones y las pria-
ciones, debemos estar contentos aun cuando sean escasas las
compensaciones y los medios de subsistencia.
La ida monastica solamente puede subsistir bajo el signo de la
cruz. Dado que seguimos el amor de Cristo, y nadie puede ser
mayor que Ll, hemos de recorrer el largo camino de la renuncia,
y mortiicamos nuestros miembros para serir al Dios io,
Cristo nos llama cada da, al igual que a sus apstoles, a cargar
con la cruz.
R RB B 7 7, ,1 10 0- -3 30 0
as, el primer grado de humildad es
que el monje mantenga siempre an-
te sus ojos el temor de Dios y evite
por todos los medios echarlo en ol-
vido;
11
que recuerde siempre todo lo que Dios ha mandado y
medite constantemente en su espritu cmo el infierno abrasa
por sus pecados a los que menosprecian a Dios y que la vida
eterna est ya preparada para los que le temen.
12
Y, abstenin-
dose en todo momento de pecados y vicios, esto es, en los
Y
4 Abr
7 Jul.
9 Oct.
11 Ene.
29
pensamientos, en la lengua, en las manos, en los pies y en la
voluntad propia, y tambin en los deseos de la carne,
13
tenga
el hombre por cierto que Dios le est mirando a todas horas
desde el cielo, que esa mirada de la divinidad ve en todo lugar
sus acciones y que los ngeles le dan cuenta de ellas a cada
instante.
14
Esto es lo que el profeta quiere inculcarnos cuando nos
presenta a Dios dentro de nuestros mismos pensamientos al
decirnos: T sondeas, oh Dios!, el corazn y las entraas.
15
Y tambin: El Seor conoce los pensamientos de los hom-
bres.
16
Y vuelve a decirnos: De lejos conoces mis pensa-
mientos.
17
Y en otro lugar dice: El pensamiento del hombre
se te har manifiesto.
18
Y para vigilar alerta todos sus pen-
samientos perversos, el hermano fiel a su vocacin repite
siempre dentro de su corazn: Solamente ser puro en su
presencia si s mantenerme en guardia contra mi iniquidad.
19
En cuanto a la propia voluntad, se nos prohbe hacerla
cuando nos dice la Escritura: Refrena tus deseos.
20
Tambin
pedimos a Dios en la oracin que se haga en nosotros su vo-
luntad.
21
Pero que no hagamos nuestra propia voluntad se
nos avisa con toda la razn, pues as nos libramos de aquello
que dice la Escritura santa: Hay caminos que les parecen de-
rechos a los hombres, pero al fin van a parar a la profundidad
del infierno.
22
Y tambin por temor a que se diga de nosotros
lo que se afirma de los negligentes: Se corrompen y se hacen
abominables en sus apetitos.
23
Cuando surgen los deseos de la carne, creemos tambin
que Dios est presente en cada instante, como dice el profeta
al Seor: Todas mis ansias estn en tu presencia.
24
Por eso
mismo, hemos de precavernos de todo mal deseo, porque la
muerte est apostada al umbral mismo del deleite.
25
As que
nos dice la Escritura: No vayas tras tus concupiscencias.
26
Luego si los ojos del Seor observan a buenos y ma-
los, si el Seor mira incesantemente a todos los hombres
para ver si queda algn sensato que busque a Dios
28
y si los
ngeles que se nos han asignado anuncian siempre da y no-
30
che nuestras obras al Seor,
29
hemos de vigilar, hermanos, en
todo momento, como dice el profeta en el salmo, para que
Dios no nos descubra cmo nos inclinamos del lado del mal
y nos hacemos unos malvados;
30
y, aunque en esta vida nos
perdone, porque es bueno, esperando a que nos convirtamos a
una vida ms digna, tenga que decirnos en la otra: Esto hicis-
te, y call.
R RB B 7 7, ,3 31 1- -3 33 3
l segundo grado de humildad es que
el monje, al no amar su propia volun-
tad, no se complace en satisfacer sus
deseos,
32
sino que cumple con sus
obras aquellas palabras del Seor: No he venido para hacer
mi voluntad, sino la del que me ha enviado.
33
Y dice tambin
la Escritura: La voluntad lleva su castigo y la sumisin re-
porta una corona.
D De ec cl la ar ra ac ci i n n, , a ar rt t. . 6 66 6
Art. 66 La participacin a la cruz de Cristo, a la que hemos sido
llamados, se maniiesta muy a menudo de la orma siguiente: -
humillandonos huyendo de la anagloria y de las ambiciones
egostas, -cumpliendo exactamente el trabajo cotidiano, que ac-
tualmente impone recuentes sacriicios, que muy bien pueden
parangonarse con las austeridades de la ida monastico antigua, -
ejercitando la paciencia con la cual hemos de soportar las en-
ermedades del cuerpo y del espritu, la debilidad de nuestras a-
cultades y el peso de la ida comn, -amando a nuestros enemi-
gos, perseguidores y calumniadores, aceptando la ejez y la
muerte, de tal manera que maniestemos nuestra e y nuestra es-
peranza en la ida eterna.
E
5 Abr
8 Jul.
10 Oct.
12 Ene.
31
R RB B 7 7, ,3 34 4
l tercer grado de humildad es que el
monje se someta al superior con toda
obediencia por amor a Dios, imitan-
do al Seor, de quien dice el Apstol:
Se hizo obediente hasta la muerte.
D De ec cl la ar ra ac ci i n n, , a ar rt t. . 6 67 7
Art. 67. Del mismo modo que en el bautismo prometimos opo-
nernos y resistir a Satanas y a todas sus propuestas, mediante la
ida monastica queremos huir del mundo en la medida que esta
sujeto al diablo, deseamos rechazar los deseos de los ojos, la
concupiscencia de la carne y la soberbia de la ida. La huida del
mundo ha de entenderse sobre todo como la separacin interna
de la mentalidad de este siglo que no espera nada mas alla del
sepulcro, y en esta ida nicamente alora los placeres del cuer-
po y del alma.
La separacin externa del "mundo" -practicada de maneras muy
distintas segn los diersos monasterios-, es un signo y a la ez
un medio de esta separacin interior.
R RB B 7 7, ,3 35 5- -4 43 3
l cuarto grado de humildad consiste en
que el monje se abrace calladamente
con la paciencia en su interior en el
ejercicio de la obediencia, en las difi-
cultades y en las mayores contrariedades, e incluso ante cual-
quier clase de injurias que se le infieran,
36
y lo soporte todo
sin cansarse ni echarse para atrs, pues ya lo dice la Escritura:
Quien resiste hasta el final se salvar.
37
Y tambin: Cobre
aliento tu corazn y espera con, paciencia al Seor.
38
Y
cuando quiere mostrarnos cmo el que desea ser fiel debe so-
E
E
7 Abr
10 Jul.
12 Oct.
14 Ene.
6 Abr
9 Juil.
11 Oct.
13 Ene.
32
portarlo todo por el Seor aun en las adversidades, dice de las
personas que saben sufrir: Por ti estamos a la muerte todo el
da, nos tienen por ovejas de matanza.
39
Mas con la seguri-
dad que les da la esperanza de la recompensa divina, aaden
estas palabras: Pero todo esto lo superamos de sobra gracias
al que nos am.
40
Y en otra parte dice tambin la Escritura:
Oh Dios!; nos pusiste a prueba, nos refinaste en el fuego
como refinan la plata, nos empujaste a la trampa, nos echaste
a cuestas la tribulacin.
41
Y para convencernos de que debe-
mos vivir bajo un superior, nos dice: Nos has puesto hom-
bres que cabalgan encima de nuestras espaldas.
42
Adems
cumplen con su paciencia el precepto del Seor en las contra-
riedades e injurias, porque, cuando les golpean en una mejilla,
presentan tambin la otra; al que les quita la tnica, le dejan
tambin la capa; si le requieren para andar una milla, le acom-
paan otras dos;
43
como el apstol Pablo, soportan la persecu-
cin de los falsos hermanos y bendicen a los que les maldicen.
D De ec cl la ar ra ac ci i n n, , a ar rt t. . 6 68 8
Art. 68. Ll amor a la cruz y la decidida oposicin al espritu de
este mundo no deben hacernos indierentes a los autnticos a-
lores de este mundo que hemos de utilizar en nuestro sericio
del reino de Dios. Los alores tcnicos y econmicos, sociales y
culturales no han de ser para nosotros como algo ajeno, sino
mas bien su utilizacin enriquece nuestra ida y nos hace entrar
ntimamente en el seno de la amilia humana.
R RB B , ,4 44 4- -4 48 8
l quinto grado de humildad es que el
monje con una humilde confesin
manifieste a su abad los malos pen-
samientos que le vienen al corazn y
las malas obras realizadas ocultamente.
45
La Escritura nos ex-
horta a ello cuando nos dice: Manifiesta al Seor tus pasos y
confa en l.
46
Y tambin dice el profeta: Confesaos al Se-
E
8 Abr
11 Jul.
13 Oct.
15 Ene.
33
or, porque es bueno, porque es eterna su misericordia.
47
Y
en otro lugar dice: Te manifest mi delito y dej de ocultar
mi injusticia.
48
Confesar, dije yo, contra m mismo al Seor
mi propia injusticia, y t perdonaste la malicia de mi pecado.
D De ec cl la ar ra ac ci i n n, , a ar rt t. . 1 11 16 6
Art. JJ6. La Carta de Caridad establece una isita anual, que el
abad del monasterio undador o un delegado suyo, segn la ley
de iliacin, debe realizar. La inalidad de esta isita era para
promoer el eror, y, en caso de necesidad, para aportar una
correccin raterna en la caridad. La isita anual era el nerio de
la estructura jurdica de la Orden, y ue objeto de gran estima-
cin por parte de todos, incluso de personas ajenas a la misma.
Ciertamente, mucho se debe a esta institucin en orden a orta-
lecer y promoer la ida de los monasterios.
Ll Visitador, una ez ha realizado el escrutinio, muy a menudo
puede dar al abad local ptimos consejos, dirigir su atencin a
ciertas cuestiones y problemas que quiza el abad no ha percibi-
do, o al menos no se ha dado plena cuenta de su concatenacin
y de sus aspectos personales. Si el Visitador comprendiera que
en aquel monasterio no se obseran ciertos preceptos de nuestra
Orden, procure corregirlo caritatiamente de acuerdo con el
abad local.
La ley de la iliacin hoy da solamente esta en igor en algunos
monasterios. Ln lugar de la antigua relacin casi natural, que era
la base de la iliacin, hoy encontramos generalmente la unin
de monasterios diersos en Congregaciones, en las cuales, de
ordinario el Visitador es el Abad Presidente de la Congregacin,
a excepcin de aquellos casos en los cuales aun rige la ley de i-
liacin o cuando las Constituciones de la Congregacin dispo-
nen otra cosa.
34
R RB B 7 7, ,4 49 9- -5 50 0
l sexto grado de humildad es que el
monje se sienta contento con todo lo
que es ms vil y abyecto y que se
considere a s mismo como un obrero
malo e indigno para todo cuanto se le manda,
50
dicindose in-
teriormente con el profeta: Fui reducido a la nada sin saber
por qu; he venido a ser como un jumento en tu presencia, pe-
ro yo siempre estar contigo.
D De ec cl la ar ra ac ci i n n, , a ar rt t. . 1 11 17 7
Art. JJ7. La inalidad de la isita es la misma que la del principio,
si bien ciertos aspectos del modo de llearla a trmino han de
adaptarse a las nueas condiciones. Las isitas incluso en nues-
tros tiempos coniene que se hagan a menudo, si bien quiza no
todas sean isitas cannicas. 1ngase en cuenta para esto las ne-
cesidades de cada comunidad.
Ll Visitador no es, ciertamente, ni un legislador ni un reorma-
dor, sino mas bien debe promoer un examen de conciencia de
todos. La solucin de los problemas dicilmente puede enir de
una imposicin, sino tan solo de una interna persuasin. Como
es natural, esto requiere muchas cosas tanto de parte del isita-
dor como de parte de los isitados.
Ll Visitador, cuya uncin es ante todo un sericio de caridad,
ha de procurar ante todo comprender el estado psicolgico de la
comunidad. Para que la isita aporte al monasterio un autntico
incremento, es necesario atender debidamente a la autonoma
legtima del monasterio y a sus ines propios conenientemente
aprobados.
Los que son isitados coniene que con toda humildad y since-
ridad expongan cuanto crean coneniente, buscando en erdad
el bien de las almas y el progreso de la comunidad en el sericio
de Dios. No oliden los lmites a que esta sujeto el isitador, a
saber, el ambito limitado de materias en las cuales el Visitador
puede interenir, y las posibilidades reales de sus interenciones.
E
9 Abr
12 Jul.
14 Oct.
16 Ene.
35
Muchas eces la isita no produce ningn ruto por el hecho de
que muchos miembros de la comunidad esperaban del isitador
una actuacin inconsiderada e inundada, declarandose muy
pronto decepcionados sin comprender que el isitador no poda
realizar imposibles.
R RB B 7 7, ,5 51 1- -5 54 4
l sptimo grado de humildad es que,
no contento con reconocerse de pala-
bra como el ltimo y ms desprecia-
ble de todos, lo crea tambin as en el
fondo de su corazn,
52
humillndose y diciendo como el pro-
feta: Yo soy un gusano, no un hombre; la vergenza de la
gente, el desprecio del pueblo.
53
Me he ensalzado, y por eso
me veo humillado y abatido.
54
Y tambin: Bien me est que
me hayas humillado, para que aprenda tus justsimos precep-
tos.
R RB B 7 7, ,5 55 5
l octavo grado de humildad es que el
monje en nada se salga de la regla
comn del monasterio, ni se aparte
del ejemplo de los mayores.
R RB B 7 7, ,5 56 6- -5 58 8
l noveno grado de humildad es que el
monje domine su lengua y, mante-
nindose en la taciturnidad, espere a
que se le pregunte algo para hablar,
57
ya que la Escritura nos ensea que en el mucho hablar no
faltar pecado
58
y que el deslenguado no prospera en la tie-
rra.
E
E
E
10 Abr
13 Jul.
15 Oct.
17 Ene.
11 Abr
14 Jul.
16 Oct.
18 Ene.
12 Abr
15 Jul.
17 Oct.
19 Ene.
36
R RB B 7 7, ,5 59 9
l dcimo grado de humildad es que el
monje no se ra fcilmente y en se-
guida, porque est escrito: El necio
se re estrepitosamente.
R RB B 7 7, ,6 60 0- -6 61 1
l undcimo grado de humildad es que
el monje hable reposadamente y con
seriedad, humildad y gravedad, en
pocas palabras y juiciosamente, sin
levantar la voz,
61
tal como est escrito: Al sensato se le co-
noce por su parquedad de palabras.
R RB B 7 7, ,6 62 2- -7 70 0
l El duodcimo grado de humildad es
que el monje, adems de ser humilde
en su interior, lo manifieste siempre
con su porte exterior a cuantos le
vean;
63
es decir, que durante la obra de Dios, en el oratorio,
dentro del monasterio, en el huerto, cuando sale de viaje, en el
campo y en todo lugar, sentado, de pie o al andar, est siem-
pre con la cabeza baja y los ojos fijos en el suelo.
64
Y, creyn-
dose en todo momento reo de sus propios pecados, piensa que
se encuentra ya en el tremendo juicio de Dios,
65
diciendo sin
cesar en la intimidad de su corazn lo mismo que aquel re-
caudador de arbitrios deca con la mirada clavada en tierra:
Seor, soy tan pecador, que no soy digno de levantar mis
ojos hacia el cielo.
66
Y tambin aquello del profeta: He sido
totalmente abatido y humillado.
67
Cuando el monje haya remontado todos estos grados de
humildad, llegar pronto a ese grado de amor a Dios que, por
ser perfecto, echa fuera todo temor;
68
gracias al cual, cuanto
E
E
E
13 Abr
16 Jul.
18 Oct.
20 Ene.
14 Abr
17 Jul.
19 Oct.
21 Ene.
15 Abr
18 Jul.
20 Oct.
22 Ene.
37
cumpla antes no sin recelo, ahora comenzar a realizarlo sin
esfuerzo, como instintivamente y por costumbre;
69
no ya por
temor al infierno, sino por amor a Cristo, por cierta santa con-
naturaleza y por la satisfaccin que las virtudes producen por
s mismas.
70
Y el Seor se complacer en manifestar todo esto
por el Espritu Santo en su obrero, purificado ya de sus vicios
y pecados.
D De ec cl la ar ra ac ci i n n, , a ar rt t 1 10 0
Art. J0 La uente mas importante y ubrrima de nuestra ida es
la accin y la inspiracin del Lspritu Santo en nosotros. Cree-
mos irmemente, en eecto, que el Lspritu de Dios esta tambin
operando en nosotros, iluminando nuestros corazones para que
conozcamos mejor la oluntad de Dios y la sigamos con mas
prontitud. Nada es tan importante para nosotros como sondear
con sinceridad de corazn nuestra ida y nuestra ocacin, bajo
la luz del Lspritu Santo y responder ielmente a sus impulsos.
Lsta operacin, aunque misteriosa, se maniiesta de una manera
especial en la raternal unin de los hermanos buscando ormas
aptas y dignas del sericio de Dios, con el in de buscar sincera-
mente la oluntad de Dios. Ll dialogo digno y abierto, la sincera
y comn deliberacin, la cooperacin responsable de todos los
miembros, son, en primer lugar, los medios por los cuales se nos
maniiestan los impulsos y mociones, del Lspritu Santo.
C Ca ap p t tu ul lo o 8 8 : : E EL L O OF FI IC CI IO O D DI IV VI IN NO O P PO OR R L LA A
N NO OC CH HE E
urante el invierno, esto es, desde las
calendas de noviembre hasta Pas-
cua, se levantarn a la octava hora
de la no che conforme al cmputo
correspondiente,
2
para que reposen hasta algo ms de la me-
dia noche y puedan levantarse ya descansados.
3
El tiempo
D
16 Abr.
19 Jul.
21 Oct.
38
que resta despus de acabadas las vigilias, lo emplearn los
hermanos que as lo necesiten en el estudio de los salmos y de
las lecturas.
4
Pero desde Pascua hasta las calendas de noviembre ha de re-
gularse el horario de tal manera, que el oficio de las vigilias,
tras un cortsimo intervalo en el que los monjes puedan salir
por sus necesidades naturales, se comiencen inmediatamente
los laudes, que debern celebrarse al rayar el alba.
D De ec cl la ar ra ac ci i n n a ar rt t. . 1 18 8- -2 21 1
Art. J8. Nuestra Orden -como cualquier indiiduo y cualquier
sociedad particular, consera en si misma su pasado, llea consi-
go la herencia y la autoridad no solo de la historia propia desde
los orgenes de Cister, sino tambin de la historia del mona-
quismo en general, cuyas races se remontan a los primeros si-
glos del cristianismo. Por tanto, nos sera de gran proecho reco-
ger breemente las principales ases de la historia monastica as
como su importancia.
Art. J9. Desde los orgenes de la Iglesia existan ormas primiti-
as de ida monastica ,los conesores, las rgenes, cuya ida
llaman algunos "monaquismo domstico",. Ln el siglo III, ade-
mas de las ormas antedichas, aparecen los anacoretas y los ce-
nobitas en toda la Iglesia, y a partir del siglo IV, se redactan las
"Reglas" que tenan por misin ordenar las nueas instituciones
monasticas y transmitir a la posteridad las experiencias de los
"padres espirituales". No obstante, el Langelio continua siendo
la "Regla no regulada", a la cual todas las demas haban de estar
sometidas.
Art. 20. Sin duda alguna la Regla de san Benito sobresale entre
todas.
De las demas reglas el santo Patriarca resumi cuanto haba de
importante en su "mnima Regla de iniciacin" segn la cual el
monasterio es considerado como la "escuela del sericio diino",
en la cual la comunidad, bajo la paternidad de Cristo, del cual
hace sus eces el abad para serir a los hermanos, en el armni-
39
co equilibrio el opus Dei`, de la lectura diina, del trabajo y
otros ejercicios, a la luz del Langelio corren por el camino de
los mandamientos de Dios.
Art. 2J. La Regla, que ordena la actiidad en el interior del mo-
nasterio, en cierto modo recibe un complemento en la "Vida de
san Benito" que nos describen los "Dialogos" de san Gregorio,
aunque esta Vida no sea histricamente perecta en todas sus
partes, a pesar de todo, nos ensena como segn la tradicin este
santo Padre reciba a, los que iban al monasterio y de que mane-
ra se conduca uera del monasterio. San Gregorio nos muestra a
san Benito que "con su predicacin continua atraa a la e a las
multitudes que habitaban en los aledanos", y que tambin enia-
ba recuentemente a sus hermanos al pueblo ecino para "ex-
hortar a las almas".
C Ca ap p t tu ul lo o 9 9 : : C CU U N NT TO OS S S SA AL LM MO OS S H HA AN N D DE E
D DE EC CI IR RS SE E E EN N L LA AS S H HO OR RA AS S N NO OC CT TU UR RN NA AS S
n el mencionado tiempo de invierno
se comenzar diciendo en primer lu-
gar y por tres veces este verso: Se-
or, breme los labios, y mi boca
proclamar tu alabanza.
2
Al cual se aade el salmo 3 con el
gloria.
3
Seguidamente, el salmo 94 con su antfona, o al me-
nos cantado.
4
Luego seguir el himno ambrosiano, y a conti-
nuacin seis salmos con antfonas.
5
Acabados los salmos y di-
cho el verso, el abad da la bendicin. Y, sentndose todos en
los escaos, leern los hermanos, por su turno, tres lecturas
del libro que est en el atril, entre las cuales se cantarn tres
responsorios.
6
Dos de estos responsorios se cantan sin gloria,
y en el que sigue a la tercera lectura, el que canta dice gloria.
7
Todos se levantarn inmediatamente cuando el cantor co-
mienza el gloria, en seal de honor y reverencia a la Santsima
Trinidad.
8
En el oficio de las vigilias se leern los libros divi-
E
17 Abr.
20 Jul.
22 Oct.
40
namente inspirados, tanto del Antiguo como del Nuevo Tes-
tamento, as como los comentarios que sobre ellos han escrito
los Padres catlicos ms clebres y reconocidos como orto-
doxos.
9
Despus de estas tres lecciones con sus responsorios seguirn
otros seis salmos, que se han de cantar con aleluya.
10
Y luego
viene una lectura del Apstol, que se dir de memoria; el ver-
so, la invocacin de la letana, o sea, el Kyrie eleison,
11
y as
se terminan las vigilias de la noche.
D De ec cl la ar ra ac ci i n n a ar rt t. . 2 22 2
Art. 22 La Regla de san Benito no era la nica regla en uso, ni
tampoco gozaba de aceptacin uniersal hasta el tiempo de san
Benito de Aniano ,poca de la llamada "Regla mixta",. Pero a
partir de aquel momento lentamente se ue introduciendo en to-
dos los monasterios del Imperio Carolingio. Desde entonces en
el monaquismo occidental se maniest una cierta uniormidad
de ida, que permiti llamar a aquel monaquismo benedictino.
Los Snodos celebrados en los siglos IX-XI procuraron distin-
guir con mayor precisin las dierencias existentes entre los
monjes y los cannigos regulares, aunque con escasos resulta-
dos. De hecho, el nmero de monjes que reciban las rdenes
sagradas aumentaba cada ez mas, pasando as a ormar parte
del estado clerical, mientras que los cannigos regulares busca-
ban organizar su ida segn los usos monasticos. Ademas du-
rante los siglos X y XI, los monjes, abandonando la simplicidad
de ida, incrementaron sensiblemente la actiidad de la liturgia
en el monasterio, que pes sobre el conjunto de la ida monasti-
ca hasta hacer perder el equilibrio existente entre oracin y tra-
bajo.
41
C Ca ap p t tu ul lo o 1 10 0 : : C C M MO O H HA A D DE E C CE EL LE EB BR RA AR RS SE E
E EN N V VE ER RA AN NO O L LA A A AL LA AB BA AN NZ ZA A N NO OC CT TU UR RN NA A
esde Pascua hasta las calendas de
noviembre se mantendr el nmero
de salmos indicado anteriormente,
2
y slo se dejarn de leer las lectu-
ras del libro, porque las noches son cortas. Y en su lugar se
dir solamente una, de memoria, tomada del Antiguo Testa-
mento, seguida de un responsorio breve.
3
Todo lo dems se har tal como hemos dicho; esto es, que
nunca se digan menos de doce salmos en las vigilias de la no-
che, sin contar el 3 y el 94.
D De ec cl la ar ra ac ci i n n a ar rt t. . 2 23 3
Art. 23 Sin embargo, en el siglo XI, entre los monjes as como
entre los cannigos regulares, aparecen nueos moimientos es-
pirituales con el propsito de oler de nueo a la erdadera
pobreza eanglica, al trabajo manual, a la "pureza de la Regla" y
a las uentes autnticas del monacato antiguo.
Cister ue undado con este in. Los lundadores del "Nueo
Monasterio" restituyeron el equilibrio entre ida litrgico y el
trabajo, si bien no aplicaron a la letra todas las disposiciones de
la Regla.
Conseraron diersas unciones litrgicas ignoradas por san Be-
nito e introducidas posteriormente ,como por ejemplo la misa
conentual cotidiana,, y as qued alterado el horario de la jor-
nada monastica primitia. Ademas admitieron hermanos con-
ersos, sin los cuales, segn ellos decan, no podan obserar
noche y da los preceptos de la Regla`. As, pues, en muchos
puntos interpretaban la Regla no segn su sentido histrico del
siglo VI, sino de acuerdo con interpretaciones posteriores.
Desde los comienzos, los monasterios undados por Cister o
por sus iliales eran abadas "sui iuris", unidas entre s segn las
prescripciones de la "Carta de Caridad", y sus abades cada ano
D
18 Abr.
21 Jul.
23 Oct.
42
se reunan en Cister para celebrar el Captulo General con el in
de promoer el bien de las almas de los monjes que se les haban
coniado.
Desde los primeros decenios del siglo XIII, los abades de nues-
tra Orden promoieron undaciones de monasterios de monjas
y las ayudaros para organizar su ida. Los conentos de monjas
as como tambin los monasterios de monjes, hasta el ano 1184,
estaban bajo la jurisdiccin de los obispos. Una ez obtenida la
exencin, muchos monasterios de monjas ueron incorporados a
la Orden.
Al inicio, las abadesas undadoras hacan la isita regular a las
abadas hijas, y las iliaciones tuieron tambin sus captulos, pe-
ro por causa de la ley de la clausura, que en la Ldad Media ue
cada ez mas rigurosa para las monjas, la isita pas al Padre
Inmediato y los captulos de abadesas ya no se celebraron mas.
C Ca ap p t tu ul lo o 1 11 1 : : C C M MO O H HA AN N D DE E
C CE EL LE EB BR RA AR RS SE E L LA AS S V VI IG GI IL LI IA AS S L LO OS S
D DO OM MI IN NG GO OS S
os domingos levntense ms tempra-
no para las vigilias.
2
En estas vigilias
se mantendr ntegramente la misma
medida; es decir, cantados seis sal-
mos y el verso, tal como qued dispuesto, sentados todos
convenientemente y por orden en los escaos, se leen en el li-
bro, como ya est dicho, cuatro lecciones con sus responso-
rios.
3
Pero solamente en el cuarto responsorio dir gloria el
que lo cante; y cuando lo comience se levantarn todos con
reverencia.
4
Despus de las lecturas seguirn por orden otros seis sal-
mos con antfonas, como los anteriores, y el verso.
5
A conti-
nuacin se leen de nuevo otras cuatro lecciones con sus res-
ponsorios, de la manera como hemos dicho.
6
Despus se dirn
L
19 Abr.
22 Jul.
24 Oct.
43
tres cnticos de los libros profticos, los que el abad determi-
ne, salmodindose con aleluya.
7
Dicho tambin el verso, y
despus de la bendicin del abad, lanse otras cuatro lecturas
del Nuevo Testamento de la manera ya establecida.
8
Acabado
el cuarto responsorio, el abad entona el himno Te Deum lau-
damus.
9
Y, al terminarse, lea el mismo abad una lectura del
libro de los evangelios, estando todos de pie con respeto y re-
verencia.
10
Cuando la concluye, respondan todos Amn, e
inmediatamente entonar el abad el himno Te decet laus. Y,
una vez dada la bendicin, comienzan el oficio de laudes.
11
Esta distribucin de las vigilias del domingo debe mantener-
se en todo tiempo, sea de invierno o de verano,
12
a no ser que,
ojal no ocurra!, se levanten ms tarde, y en ese caso se acor-
tarn algo las lecturas o los responsorios.
13
Pero se pondr
sumo cuidado en que esto no suceda. Y, cuando as fuere, el
causante de esta negligencia dar digna satisfaccin a Dios en
el oratorio.
D De ec cl la ar ra ac ci i n n a ar rt t. . 2 24 4
Art. 24 Dado que la orden creca aceleradamente con la unda-
cin de centenares de abadas y con la incorporacin de arias
Congregaciones ,la congregacin de Saigny, y la de Obazine, ya
en tiempos de san Bernardo,, la "semejanza en las costumbres"
que exista al principio, lenta y gradualmente perdi su unior-
midad.
La transormacin de la ida social, intelectual, y poltica ejerci
su inlujo incluso en el desarrollo de la Orden, por esta razn, el
Captulo General procuraba adaptar la legislacin de la Orden a
las exigencias siempre nueas, e incluso en el mismo siglo XII
no dud en retocar en diersas ocasiones y no ligeramente la
"Carta de Caridad".
44
C Ca ap p t tu ul lo o 1 12 2 : : C C M MO O S SE E H HA A D DE E C CE EL LE EB BR RA AR R
E EL L O OF FI IC CI IO O D DE E L LA AU UD DE ES S
n los laudes del domingo se ha de
decir, en primer lugar, el salmo 66,
sin antfona y todo seguido.
2
Despus, el salmo 50 con aleluya.
3
A continuacin, el 117 y el 62;
4
luego, el Benedicite y los
Laudate, una lectura del Apocalipsis, de memoria, y el res-
ponsorio, el himno ambrosiano, el verso, el cntico evangli-
co, las preces litnicas, y de esta manera se concluye.
D De ec cl la ar ra ac ci i n n, , a ar rt t. . 2 25 5
Art. 2S. Mas adelante, el gran nmero de abades que tenan el
derecho de participar en el Captulo General, condujo a la crea-
cin del Deinitorio, que recibi su orma constitucional en
1265 y la conser hasta la Reolucin lrancesa. Por este moti-
o, pero tambin a causa de las guerras y de otras diicultades,
los abades comenzaron a participar en el Captulo General con
menos recuencia. Contemporaneamente en diersas regiones,
en particular en la Luropa central y en la Luropa oriental as
como en Portugal, la ida cisterciense adopt nueas ormas.
Ln los siglos sucesios, a estas razones se anadieron otras, pol-
ticas y eclesiasticas, como es la institucin de la encomienda, que
en cada regin exiga nueas soluciones. As en la Orden apare-
cieron las Congregaciones ,por disposicin de los Romanos
Pontices en el 1425 tuo origen la Congregacin de Castilla, en
149 la Congregacin de San Bernardo de Italia, en 150 la
Congregacin Portuguesa, y en el siglo XVII, con el consenti-
miento del Captulo General, se ormaron las Congregaciones de
Calabria y Lucania, la Romana, la Aragonesa y la de Alemania
Superior,.
E
20 Abr
23 Jul.
25 Oct.
45
C Ca ap p t tu ul lo o 1 13 3r ro o: : C C M MO O H HA AN N D DE E
C CE EL LE EB BR RA AR RS SE E L LA AS S L LA AU UD DE ES S E EN N L LO OS S D D A AS S
F FE ER RI IA AL LE ES S
os das de entre semana, en cambio,
el oficio de laudes se celebra de la
siguiente manera:
2
se dice sin ant-
fona, como los domingos, el salmo
66, a ritmo un poco lento con el fin de que lleguen todos para
el salmo 50, que se dir con antfona.
3
Y despus otros dos
salmos, segn costumbre; esto es,
4
el lunes, el 5 y el 35;
5
el
martes, el 42 y el 56;
6
el mircoles, el 63 y el 64;
7
el jueves,
el 87 y el 89;
8
el viernes, el 75 y el 91;
9
el sbado, el 142 y el
cntico del Deuteronomio, que se partir con dos glorias.
10
Y
los dems das de la semana debe decirse un cntico de los
profetas, en cada da el suyo, como salmodia la Iglesia roma-
na.
11
A continuacin se dicen los Laudate; luego, de memo-
ria, una lectura del Apstol, el responsorio, el himno ambro-
siano, el verso, el cntico evanglico, la letana, y as termina
el oficio.
12
Nunca deben terminarse las celebraciones de lau-
des y vsperas sin que al final recite el superior ntegramente
la oracin que nos ense el Seor, en voz alta, para que to-
dos la puedan or, a causa de las espinas de las discordias que
suelen surgir,
13
con el fin de que, amonestados por el com-
promiso a que obliga esta oracin cuando decimos: Perdna-
nos as como nosotros perdonamos, se purifiquen de ese vi-
cio.
14
Pero en las dems celebraciones solamente se dir en
alta voz la ltima parte de la oracin, para que todos respon-
dan: Mas lbranos del mal.
D De ec cl la ar ra ac ci i n n, , a ar rt t. . 2 26 6- -2 28 8
Art. 26. Durante estos siglos aumentaba cada ez mas la tenden-
cia hacia el sacerdocio en la Orden, y muchos monasterios acep-
taron diersas responsabilidades de ministerio pastoral, despus
del Concilio de 1rento en muchas partes de la Orden la cura
L
21 Abr
24 Jul.
26 Oct.
46
pastoral en las parroquias ino a ser la orma principal de trabajo
y la actiidad preerida de muchos monjes sacerdotes.
Art. 27. La instruccin de la juentud en las escuelas tiene pro-
undas y slidas races en la tradicin monastica antigua, y, si
bien los cistercienses de los comienzos de acuerdo con las cir-
cunstancias de aquellos momentos, haban renunciado a dedicar-
se a esta actiidad, mas adelante la aceptaron bajo ormas dier-
sas. La ensenanza en las escuelas de derecho pblico ue acepta-
da en muchos monasterios especialmente a partir del siglo
XVIII, cuando tuo lugar la aparicin del sistema moderno de
educacin.
Art. 28. La Orden suri graes danos en el siglo XVI a causa de
la Reorma Protestante y de sus consecuencias, pero en el siglo
XVII en muchas regiones comenz un nueo lorecimiento. La
mayor parte de las abadas que en este perodo, participaban en
los deberes y solicitud de las iglesias locales mediante la acepta-
cin de la cura pastoral y la actiidad de ensenar, procuraron
adaptar su ida a estas nueas obligaciones. La Reolucin
lrancesa, el joseinismo y las secularizaciones y, en otros pases
no slo destruyeron gran parte de los monasterios sino tambin
radicalmente la organizacin de la Orden.
Al suprimirse Cister, como que no haba unas Constituciones de
la Orden aptas para superar las diicultades, y sin posibilidad de
conocar el Capitulo General, el antiguo derecho constitucional
de la Orden se cambi. Al morir el Abad de Cister, la misma
Santa Sede se hallaba en grandes diicultades y slo de manera
proisoria pudo proeer para la Orden. Pero al regresar Po VII
de la cautiidad de Napolen a Roma, enseguida instituto cabeza
de la orden que ue, desde entonces hasta 1880, el Abad Presi-
dente de la Congregacin de San Bernardo en Italia. Sin embar-
go la jurisdiccin de este Abad Presidente General casi nica-
mente se limitaba a la conirmacin de los neolectos abades de
la Lstrecha Obserancia, pero se hizo de este modo para que, se
conserara la unidad de la Orden.
Cuando en el ano 1834 ue erigida la primera Congregacin de la
B.M.V. de la 1rapa, se deca claramente que aquella Congrega-
47
cin estaba bajo la jurisdiccin del Abad General.
Los esuerzos para conocar un Captulo General de todos los
abades no tuieron eliz xito y as el primer Captulo General,
despus, de la Reolucin lrancesa, solamente se celebr en el
ano 1880 y sus miembros ueron determinados por la Santa Se-
de.
Ln el ano 1892 en el captulo de la unin de tres Congregacio-
nes de la Lstrecha obserancia, los Padres capitulares libremente
constituyeron una orden autnoma: la orden de los Cistercienses
Reormados de la B.M.V de la 1rappa. Len XIII, ista la impo-
sibilidad de reunir las dos rdenes, en el ano 1892 habl de
"lamilia Cisterciense", concediendo a la Orden de los Cister-
cienses reormados todos los priilegios de la Orden Cistercien-
se.
C Ca ap p t tu ul lo o 1 14 4 : : C C M MO O H HA AN N D DE E
C CE EL LE EB BR RA AR RS SE E L LA AS S V VI IG GI IL LI IA AS S E EN N L LA AS S
F FI IE ES ST TA AS S D DE E L LO OS S S SA AN NT TO OS S
n las fiestas de los santos y en todas
las solemnidades, el oficio debe cele-
brarse tal como hemos dicho que se
haga en el oficio dominical,
2
slo que
los salmos, antfonas y lecturas sern los correspondientes al
propio del da. Pero se mantendr la cantidad de salmos indi-
cada anteriormente.
D De ec cl la ar ra ac ci i n n, , a ar rt t. . 2 29 9
Art. 29. \a en el siglo pasado muchas eces los abades de los
restantes monasterios se reunieron en Captulo General, y ya
dentro de nuestro siglo por tres eces se redactaron las Consti-
tuciones del Rgimen Supremo de la Orden. Contemporanea-
mente, muchos monasterios que no pertenecan a la Orden
,Phuoc-Son, Boquen, y la Congregacin de Casamari, se unieron
E
22 Abr
25 Jul.
27 Oct.
48
a ella, a la ez que tenan lugar nueas undaciones en tierras de
misin.
Despus de la segunda guerra mundial los monasterios de mon-
jas de Lspana e Italia ormaron lederaciones de derecho ponti-
icio que tienen grandes mritos tanto en el aspecto espiritual
como en el material y coniene que su trabajo, para el bien de
los monasterios y de la Orden, contine.
As se ha ido ormando nuestra Orden tal como existe hoy da,
que abraza una realidad bastante compleja. Por esta razn es
sumamente necesario que en el trabajo de renoacin las dier-
sas comunidades conozcan ante todo sus obligaciones y sus i-
nes, y que los determinen con claridad y sinceridad. Una tal cla-
riicacin ayudara a inundir italidad y comprensin recproca
en el seno de la Orden.
C Ca ap p t tu ul lo o 1 15 5 : : E EN N Q QU U T TI IE EM MP PO OS S S SE E D DI IR R
A AL LE EL LU UY YA A
esde la santa Pascua hasta Pente-
costs se dir el aleluya sin inte-
rrupcin tanto en los salmos como
en los responsorios.
2
Pero desde
Pentecosts hasta el principio de la cuaresma solamente se
dir todas las noches con los seis ltimos salmos del oficio
nocturno.
3
Mas los domingos, menos en cuaresma, han de
decirse con aleluya los cnticos, laudes, prima, tercia, sexta
y nona; las vsperas, en cambio, con antfona.
4
Los respon-
sorios nunca se dirn con aleluya, a no ser desde Pascua
hasta Pentecosts.
D De ec cl la ar ra ac ci i n n, , a ar rt t. . 5 59 9
Art. S9. Ll monje que busca a Dios imitando a Cristo y desea
serirle, se da a la oracin muy a menudo. Ll espritu y el cora-
zn se elean a la consideracin de las cosas diinas ya sea con
D
23 Abr.
26 Jul.
28 Oct.
49
la meditacin de la Palabra de Dios que se nos reela, ya sea con
la oracin comn o priada, que es como la respuesta a la Pala-
bra de Dios. De esta manera podemos hallar la uente de inspi-
racin de todos nuestros actos, y al mismo tiempo, podemos
conocer mejor y rectiicar con mas recuencia la direccin de
nuestra ida.
C Ca ap p t tu ul lo o 1 16 6 : : C C M MO O S SE E C CE EL LE EB BR RA AR RA AN N
L LO OS S O OF FI IC CI IO OS S D DI IV VI IN NO OS S D DU UR RA AN NT TE E E EL L D D A A
omo dice el profeta: Siete veces al
da te alabo.
2
Cumpliremos este
sagrado nmero de siete si realiza-
mos las obligaciones de nuestro
servicio a las horas de laudes, prima, tercia, sexta, nona,
vsperas y completas, "porque de estas horas diurnas dijo el
salmista: Siete veces al da te alabo.
3
Y, refirindose a las
vigilias nocturnas, dijo el mismo profeta: A media noche
me levanto para darte gracias.
5
Por tanto, tributemos las
alabanzas a nuestro Creador en estas horas por sus juicios
llenos de justicia, o sea, a laudes, prima, tercia, sexta, no-
na, vsperas y completas, y levantmonos a la noche para
alabarle.
D De ec cl la ar ra ac ci i n n, , a ar rt t. . 6 60 0
Art. 60. Del mismo modo que la ocacin es una gracia de Dios,
as nuestra posibilidad de orar no nos iene de nosotros mismos,
sino del Lspritu Santo, por el cual clamamos: "Abba, Padre".
Con la recuencia de los sacramentos, y de modo especial, en la
celebracin cotidiana de la Lucarista, a aumentando asidua-
mente en nosotros la ida de la gracia, y nuestra oracin se une
sacramentalmente a los actos salicos de Cristo.
1al como demuestran toda la tradicin monastica y las disposi-
ciones de la Iglesia, los monjes estan llamados de modo especial
C
24 Abr
27 Jul.
29 Oct.
50
a continuar en la Iglesia la oracin de Cristo, ya sea en la cele-
bracin de la misa y del oicio diino -que, necesariamente, han
de ocupar el primer lugar en su ida-, ya sea en las demas ormas
de oracin, la cual debe empapar toda su ida.
C Ca ap p t tu ul lo o 1 17 7 : : C CU U N NT TO OS S S SA AL LM MO OS S S SE E H HA AN N
D DE E C CA AN NT TA AR R A A D DI IC CH HA AS S H HO OR RA AS S
a hemos determinado cmo se ha
de ordenar la salmodia para los
nocturnos y laudes. Vamos a ocu-
parnos ahora de las otras horas.
2
A la hora de prima se dirn tres salmos separadamente, es-
to es, no con un solo gloria,
3
y el himno de la misma hora
despus del verso Dios mo, ven en mi auxilio.
4
Acabados los tres salmos, se recita una lectura, el verso,
Kyrie eleison y las frmulas conclusivas.
5
A tercia, sexta y nona se celebrar el oficio de la mis-
ma manera, es decir, el verso, los himnos propios de cada
tres salmos, la lectura y el verso, Kyrie eleison y las frmu-
las finales.
6
Si la comunidad es numerosa, los salmos se
cantarn con antfonas; pero, si es reducida, seguidos.
7
Mas la synaxis vespertina constar de cuatro salmos
con antfona. 8 Despus se recita una lectura; luego, el res-
ponsorio, el himno ambrosiano, el verso, el cntico evang-
lico, las preces litnicas y se concluye con la oracin domi-
nical.
9
Las completas comprendern la recitacin de tres sal-
mos. Estos salmos directneos han de decirse seguidos, sin
antfona.
10
Despus del himno correspondiente a esta hora,
una lectura, el verso, Kyrie eleison y se acaba con la bendi-
cin.
Y
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28 Jul.
30 Oct.
51
D De ec cl la ar ra ac ci i n n a ar rt t. . 6 61 1
Art. 6J. Ln la celebracin eucarstica se hace presente el sacrii-
cio de Cristo orecido una ez para siempre en la cruz diaria-
mente orecido por nosotros y las acciones humanas que son un
culto a Dios se conierten en signo eicaz de las acciones de
Cristo, y as el don y la Palabra de Dios, y la respuesta de los
hombres, mediante las alabanzas y las acciones de gracias, con-
tribuyen en el mas alto grado a la gloria de Dios y a la santiica-
cin del hombre. 1odos los ministerios eclesiasticos estan orde-
nados a la celebracin de la Lucarista, que es el erdadero cen-
tro de toda la liturgia, as como de la entera ida cristiana. Por
esta razn es necesario que ocupe el primer lugar en importancia
en nuestra ida monastica el sacramento de piedad, signo de
unidad, nculo de caridad, conite pascual, en el cual se recibe
Cristo, la mente se llena de gracia y se nos da la prenda de la glo-
ria utura. La adoracin de Cristo presente en la Lucarista es
una ayuda para que la actia participacin en el sacriicio de
Cristo se contine eicazmente todo el da.
C Ca ap p t tu ul lo o 1 18 8 : : O OR RD DE EN NA AC CI I N N D DE E L LA A
S SA AL LM MO OD DI IA A
n primer lugar se ha de comenzar
con el verso Dios mo, ven en mi
auxilio; Seor, date prisa en soco-
rrerme, gloria y el himno de cada
hora.
2
El domingo a prima se recitarn cuatro secciones del
salmo 118.
3
En las restantes horas, es decir, en tercia, sexta
y nona, otras tres secciones del mismo salmo 118.
4
En
prima del lunes se dirn otros tres salmos: el primero, el se-
gundo y el sexto.
5
Y as, cada da, hasta el domingo, se di-
cen en prima tres salmos, por su orden, hasta el 19; de suer-
te que el 9 y el 17 se dividan en dos glorias.
6
De este modo
E
26 Abr
29 Jul.
31 Oct.
52
coincidir que el domingo en las vigilias se comienza siem-
pre por el salmo 20.
7
En tercia, sexta y nona del lunes se dirn las nueve
secciones restantes del salmo 118; tres en cada hora.
8
Ter-
minado as el salmo 118 en dos das, o sea, entre el domin-
go y el lunes,
9
a partir del martes, a tercia, sexta y nona se
dicen tres salmos en cada hora, desde el 119 hasta el 127,
que son nueve salmos;
10
los cuales se repiten siempre a las
mismas horas hasta el domingo, manteniendo todos los das
una disposicin uniforme de himnos, lecturas y versos.
11
De esta manera, el domingo se comenzar siempre con el
salmo 118.
12
Las vsperas se celebrarn cada da cantando cuatro
salmos.
13
Los cuales han de comenzar por el 109 hasta el
147,
14
a excepcin de los que han de tomarse para otras
horas, que son desde el 117 hasta el 127 y desde el 133 has-
ta el 142.
15
Los restantes se dirn en vsperas.
16
Y como as
faltan tres salmos, se dividirn los ms largos, o sea, el 138,
el 143 y el 144.
17
En cambio, el 116, por ser muy corto, se
unir al 115.
18
Distribuido as el orden de la salmodia ves-
pertina, todo lo dems, esto es, la lectura, el responsorio, el
himno, el verso y el cntico evanglico, se har tal como
antes ha quedado dispuesto.
19
En completas se repetirn todos los das los mismos
salmos: el 4, el 90 y el 133.
20
Dispuesto el orden de la salmodia para los oficios
diurnos, todos los salmos restantes se distribuirn propor-
cionalmente a lo largo de las siete vigilias nocturnas,
21
di-
vidindose los ms largos de tal forma, que para cada noche
se reserven doce salmos.
22
Pero especialmente queremos dejar claro que, si a al-
guien no le agradare quiz esta distribucin del salterio, puede
distribuirlo de otra manera, si as le pareciere mejor,
23
con tal
de que en cualquier caso observe la norma de recitar ntegro el
salterio de 150 salmos durante cada una de las semanas, de
modo que se empiece siempre en las vigilias del domingo por
53
el mismo salmo.
24
Porque los monjes que en el curso de una
semana reciten menos de un salterio con los cnticos acos-
tumbrados, mostrarn muy poco fervor en el servicio a que es-
tn dedicados
25
cuando podemos leer que nuestros Padres te-
nan el coraje de hacer en un solo da lo que ojal nosotros,
por nuestra tibieza, realicemos en toda una semana.
D De ec cl la ar ra ac ci i n n a ar rt t. . 6 62 2
Art. 62. Ln la reorma del oicio diino, que ha de continuar
hasta completarse, es necesario tener presente en primer lugar la
unidad y la armona que han de existir entre liturgia y las demas
actiidades de la ida religiosa. De hecho, si bien la liturgia es "la
cima hacia la cual tiende la accin da la Iglesia, y a la ez, la
uente de donde dimana toda su uerza", sin embargo no agota
toda la accin de la Iglesia y del programa monastico. Por esta
razn la ida de la comunidad esta ordenada de tal modo que
permita una celebracin proechosa de la liturgia, y a la ez, la
estructura y las ormas litrgicas sean tales que puedan alimentar
y animar la ida cotidiana. Que el peso de la jornada no ahogue
la liturgia, ni las ormas litrgicas sean tales que, al margen de la
mentalidad moderna, hagan estril su celebracin.
C Ca ap p t tu ul lo o 1 19 9 : : N NU UE ES ST TR RA A A AC CT TI IT TU UD D
D DU UR RA AN NT TE E L LA A S SA AL LM MO OD DI IA A
reemos que Dios est presente en
todo lugar y que los ojos del Se-
or estn vigilando en todas partes
a buenos y malos;
2
pero esto de-
bemos creerlo especialmente sin la menor vacilacin cuan-
do estamos en el oficio divino.
3
Por tanto, tengamos siem-
pre presente lo que dice el profeta: Servid al Seor con
temor;
4
y tambin: Cantadle salmos sabiamente,
5
y: En
presencia de los ngeles te alabar.
6
Meditemos, pues, con
C
27 Abr
30 Jul.
1 Nov
23 Ene..
54
qu actitud debemos estar en la presencia de la divinidad y
de sus ngeles,
7
y salmodiemos de tal manera, que nuestro
pensamiento concuerde con lo que dice nuestra boca.
D De ec cl la ar ra ac ci i n n a ar rt t. . 6 63 3
Art. 63.A la ida de oracin pertenece tambin la lectura dii-
na` la cual requiere una educacin idnea y unas ciertas condi-
ciones para que pueda ser de erdad una lectura que llee a la
oracin, reposada y asidua. Adornada con estas cualidades, la
lectura diina ayuda eicazmente al monje a ser mas y mas el
hombre de Dios, y le hace sentir claramente la presencia de Dios
y le hace comprender mejor su oluntad.
Para aorecer este espritu de oracin tiene una gran importan-
cia la obserancia del silencio. Respetando con idelidad el tiem-
po de silencio, nuestros corazones se disponen para or mejor la
Palabra de Dios y para cumplirla con mas generosidad.
C Ca ap p t tu ul lo o 2 20 0 : : L LA A R RE EV VE ER RE EN NC CI IA A E EN N L LA A
O OR RA AC CI I N N
i cuando queremos pedir algo a los
hombres poderosos no nos atrevemos
a hacerlo sino con humildad y respe-
to,
2
con cunta mayor razn debere-
mos presentar nuestra splica al Seor, Dios de todos los
seres, con verdadera humildad y con el ms puro abandono.
3
Y pensemos que seremos escuchados no porque hablemos
mucho, sino por nuestra pureza de corazn y por las lgri-
mas de nuestra compuncin.
4
Por eso, la oracin ha de ser
breve y pura, a no ser que se alargue por una especial efu-
sin que nos inspire la gracia divina.
5
Mas la oracin en
comn abrviese en todo caso, y, cuando el superior haga la
seal para terminarla, levntense todos a un tiempo.
S
28 Abr
31 Jul.
2 Nov.
24 Ene.
55
D De ec cl la ar ra ac ci i n n a ar rt t. . 6 64 4
Art. 64. La unidad de ida se maniiesta en la armnica usin
de las diersas partes. Ln primer lugar, hemos de procurar que la
actiidad litrgica de nuestros monasterios sea como una luz ar-
diente y brillante que se diunda por toda la iglesia local, que
nuestras celebraciones atraigan a los cristianos de los alrededores
a una participacin actia y orezcan al pueblo cristiano una
uente abundante para su ida espiritual.
C Ca ap p t tu ul lo o 2 21 1 : : L LO OS S D DE EC CA AN NO OS S D DE EL L
M MO ON NA AS ST TE ER RI IO O
i la comunidad es numerosa, se elegi-
rn de entre sus miembros hermanos
de buena reputacin y vida santa, y
sean constituidos como decanos,
2
para que con su solicitud velen sobre sus decanas en todo,
de acuerdo con los preceptos de Dios y las disposiciones
del abad.
3
Sean elegidos decanos aquellos con quienes el
abad pueda compartir con toda garanta el peso de su res-
ponsabilidad.
4
Y no se les elegir por orden de antigedad,
sino segn el mrito de su vida y la discrecin de su doctri-
na.
5
Si alguno de estos decanos, hinchado quiz por su sober-
bia, tuviera que ser reprendido y despus de la primera, se-
gunda y tercera correccin no quiere enmendarse, ser des-
tituido,
6
y ocupar su lugar otro que sea digno.
7
Lo mismo
establecemos con relacin al prepsito.
D De ec cl la ar ra ac ci i n n a ar rt t. . 7 77 7
Art. 77. labiendo descrito los rasgos principales de nuestra Or-
den en su existencia concreta y explanados breemente los alo-
res undamentales de la ida cisterciense, resta ahora considerar
S
29 Abr.
1 Agos.
3 Nov
25 Ene.
56
la organizacin de la ida practica y las conenientes estructuras
jurdicas tanto de las diersas comunidades y congregaciones
como de toda la Orden. Ciertamente, no basta exponer la doc-
trina acerca de los ines y alores de nuestra ida, sino que tam-
bin han de buscarse las razones practicas y jurdicas mediante
las cuales iene ordenada la ida de nuestras comunidades de
modo que se alcancen los ines propuestos.
A continuacin amos a exponer nicamente aquellos elemen-
tos o principios que, a nuestro juicio, son necesarios para resol-
er los problemas de hoy da, dejando la concreta organizacin
de la ida de las comunidades a las Constituciones de la Orden,
y de las Congregaciones as como a los Lstatutos de caracter lo-
cal. Ln primer lugar, expondremos los aspectos undamentales
de cualquier organizacin jurdica, y de todo ejercicio de la auto-
ridad, despus trataremos de modo mas concreto del rgimen y
organizacin de los monasterios, de las Congregaciones y de la
Oren, y, inalmente, diremos algo de las relaciones de nuestra
Orden con las demas ordenes monasticas y con los distintos or-
ganismos de la Iglesia.
C Ca ap p t tu ul lo o 2 22 2: : C C M MO O H HA AN N D DE E D DO OR RM MI IR R L LO OS S
M MO ON NJ JE ES S
ada monje tendr su propio lecho pa-
ra dormir.
2
Segn el criterio de su
abad, recibirn todo lo necesario pa-
ra la cama en consonancia con su
gnero de vida.
3
En la medida de lo posible, dormirn todos juntos en
un mismo lugar; pero si por ser muchos resulta imposible,
dormirn en grupos de diez o de veinte, con ancianos que
velen solcitos sobre ellos.
4
Hasta el amanecer deber arder
continuamente una lmpara en la estancia.
5
Duerman vestidos y ceidos con cintos o cuerdas, de
manera que mientras descansan no tengan consigo los cu-
C
30 Abr
2 Ag
4 Nov.
26 Ene.
57
chillos, para que no se hieran entre sueos.
6
Y tambin con
el fin de que los monjes estn siempre listos para levantar-
se; as, cuando se d la seal, se pondrn en pie sin tardanza
y de prisa para acudir a la obra de Dios, adelantndose unos
a otros, pero con mucha gravedad y modestia.
7
Los herma-
nos ms jvenes no tengan contiguas sus camas, sino entre-
veradas con las de los mayores.
8
Al levantarse para la obra
de Dios, se avisarn discretamente unos a otros, para que
los somnolientos no puedan excusarse.
C Ca ap p t tu ul lo o 2 23 3: : L LA A E EX XC CO OM MU UN NI I N N P PO OR R L LA AS S
F FA AL LT TA AS S
i algn hermano recalcitrante, o des-
obediente, o soberbio, o murmura-
dor, o infractor en algo de la santa
regla y de los preceptos de los ancia-
nos demostrara con ello una actitud despectiva,
2
siguiendo
el mandato del Seor, sea amonestado por sus ancianos por
primera y segunda vez.
3
Y, si no se corrigiere, se le repren-
der pblicamente.
4
Pero, si ni an as se enmendare, incu-
rrir en excomunin, en el caso de que sea capaz de com-
prender el alcance de esta pena.
5
Pero, si es un obstinado,
se le aplicarn castigos corporales.
D De ec cl la ar ra ac ci i n n a ar rt t. . 7 78 8
Art. 78. 1odo lo que se dira a continuacin ale tambin para
los monasterios de nuestras monjas, a no ser que por su misma
naturaleza aparezca lo contrario. Las monjas de nuestra Orden
no constituyen una "segunda Orden" junto a una "primera Or-
den" ormada por los monjes, sino que todos orman parte de la
misma Orden Cisterciense. Los monasterios de monjas son, en
realidad, monasterios "sui juris", aun cuando en el oro jurisdic-
cional, dependan del Padre Inmediato o del Obispo. Ademas,
S
1 May
3 Ag
5 Nov.
27 Ene.
58
muchos de ellos son miembros de nuestras Congregaciones, go-
zando de leyes semejantes a las de los monjes. Por lo tanto, es
indudable que ha de promoerse de modo eicaz y constante, si
bien poco a poco, la participacin de las mismas monjas en to-
das las decisiones que atanen a su propia ida, e incluso en los
asuntos relatios a la propia Congregacin y al conjunto de la
Orden.
C Ca ap p t tu ul lo o 2 24 4 : : C CU U L L D DE EB BE E S SE ER R L LA A N NO OR RM MA A
D DE E L LA A E EX XC CO OM MU UN NI I N N
egn sea la gravedad de la falta, se
ha de medir en proporcin hasta
dnde debe extenderse la excomu-
nin o el castigo.
2
Pero quien tiene
que apreciar la gravedad de las culpas ser el abad, confor-
me a su criterio.
3
Cuando un hermano es culpable de faltas leves, se le ex-
cluir de su participacin en la mesa comn.
4
Y el que as
se vea privado de la comunidad durante la comida, seguir
las siguientes normas: en el oratorio no cantar ningn sal-
mo ni antfona, ni recitar lectura alguna hasta que haya
cumplido la penitencia.
5
Comer totalmente solo, despus
de que hayan comido los hermanos.
6
De manera que, si, por
ejemplo, los hermanos comen a la hora sexta, l comer a la
hora nona, y si los hermanos comen a la hora nona, l lo
har despus de vsperas
7
hasta que consiga el perdn me-
diante una satisfaccin adecuada.
D De ec cl la ar ra ac ci i n n a ar rt t. . 8 81 1
Art. 8J. Si bien la comunidad monastica ha de estar undamen-
tada en la caridad a Cristo y a los hermanos, as como en la o-
luntaria aceptacin de los ines y de los objetios del propio
monasterio, sin embargo, en cuanto es una unin estable de
S
2 May.
4 Ag.
6 Nov.
28 Ene.
59
hombres constituida para obtener un in determinado, tiene ne-
cesidad tambin de una estructura slida, es decir, de una orde-
nacin coneniente por medio de leyes y preceptos de los supe-
riores. De este modo, la estabilidad y la continuidad de la ida se
ortalecen, los esuerzos de todos los miembros se aplican mas
eicazmente al in comn, la ida y la actiidad de todos pueden
coordinarse en la paz. Ademas de las leyes y demas estatutos es-
critos, mediante los cuales ienen establecidos los aspectos mas
permanentes de la ida, es necesario tambin que exista la auto-
ridad personal del abad y de los oiciales del monasterio con el
in de que puedan disponer con responsabilidad y presteza los
modos concretos de actuacin que no pueden ser determinados
con minuciosas leyes en las presentes condiciones tan ariadas y
mutables de la ida moderna. Para establecer las leyes y las nor-
mas conenientes, tienen un papel importante los captulos,
consejos y demas rganos representatios de la comunidad, y en
ciertos casos, determinados por el derecho, incluso con oto de-
liberatio. Lstos mismos rganos deben ayudar a los superiores
y a los oiciales a tomar decisiones concretas, en aquellos casos
en que, segn el derecho, es competencia del abad o de un oi-
cial determinado del monasterio determinar. Con todo hay que
procurar que esta interencin no enga a suprimir o debilitar
los derechos y responsabilidades de los interesados.
C Ca ap p t tu ul lo o 2 25 5 : : L LA AS S C CU UL LP PA AS S G GR RA AV VE ES S
l hermano que haya cometido una
falta grave ser excluido de la mesa
comn y tambin del oratorio.
2
Y
ningn hermano se acercar a l pa-
ra hacerle compaa o entablar conversacin.
3
Que est
completamente solo mientras realiza los trabajos que se le
hayan asignado, perseverando en su llanto penitencial y
meditando en aquella terrible sentencia del Apstol que di-
ce:
4
Este hombre ha sido entregado a la perdicin de su
E
3 May.
5 Ag.
7 Nov.
29 Ene.
60
cuerpo para que su espritu se salve el da del Seor.
5
Comer a solas su comida, segn la cantidad y a la hora
que el abad juzgue convenientes.
6
Nadie que se encuentre
con l debe bendecirle, ni se bendecir tampoco la comida
que se le da.
D De ec cl la ar ra ac ci i n n a ar rt t. . 8 82 2
Art. 82. La autoridad de las leyes y de los superiores el monaste-
rio, si bien tiene mucho de comn con la legtima autoridad ciil
de la sociedad, sin embargo no pueden sin mas equipararse. Ln
primer lugar, la autoridad en el monasterio iene ejercida de tal
manera que presenta un caracter eclesial, el cual proiene de una
parte de la aprobacin de la Regla y de las Constituciones por la
Santa Sede, y de otra, de la aceptacin de nuestra proesin por
la Iglesia. De donde se sigue que el amor al monasterio procede
del amor a la Iglesia, a la cual nos unimos ntimamente por ra-
zn de nuestra proesin, y aquel amor aumentara en la medida
en que crezcamos en el amor a la Iglesia. Ademas presenta tam-
bin un caracter ntimamente religioso, por cuanto la raz de la
obediencia monastica no es la necesidad o la oportunidad
humana, sino nuestra misma ocacin y nuestra dedicacin o-
luntaria al sericio de la Voluntad de Dios. Aquellos que, en el
seno de la comunidad, detenan la acultad de legislar o de man-
dar, ienen a ser como instrumentos para llegar a conocer cual
es la oluntad concreta de Dios sobre una determinada comuni-
dad. As pues, si bien no es lcito identiicar simplemente la obe-
diencia a Dios con la obediencia prestada a un hombre, sin em-
bargo en la ida monastica en un sentido real obedecemos a los
que ocupan las eces de Cristo, y la obediencia prestada a los
mayores entra a ormar parte del sericio de Dios.
La autoridad en las comunidades monasticas posee unas races
mucho mas proundas que la autoridad en las sociedades mera-
mente ciiles, sin embargo las experiencias y los nueos mto-
dos de sta ltima no pueden despreciarse ni desatenderse, sino
mas bien examinarlos con espritu abierto. Con mucha recuen-
cia, puede hallarse algo til en las diersas mutaciones sociales o
61
en las nueas ormas de gobierno que, incluso para nosotros,
presente alores a aproechar para una mejor organizacin de la
ida monastica actual.
C Ca ap p t tu ul lo o 2 26 6 : : L LO OS S Q QU UE E S SE E R RE EL LA AC CI IO ON NA AN N
C CO ON N L LO OS S E EX XC CO OM MU UL LG GA AD DO OS S S SI IN N
A AU UT TO OR RI IZ ZA AC CI I N N
i algn hermano, sin orden del abad,
se permite relacionarse de cualquier
manera con otro hermano excomul-
gado, hablando con l o envindole
algn recado,
2
incurrir en la misma pena de excomunin.
D De ec cl la ar ra ac ci i n n a ar rt t. . 8 83 3
Art. 83. Ln la organizacin y legislacin de la ida monastica, as
como en el ejercicio de la-autoridad personal han de tenerse
muy en cuenta los principios sociolgicos, undados en el dere-
cho natural, que en estos ltimos tiempos han sido mejor cono-
cidos y proclamados con gran insistencia por el Magisterio de la
Iglesia. Lntre estos principios son de gran importancia para no-
sotros los principios correlatios de personalismo y solidariedad,
y de subsidiariedad y pluralismo legtimo dentro de una unidad
necesaria.
C Ca ap p t tu ul lo o 2 27 7 : : L LA A S SO OL LI IC CI IT TU UD D Q QU UE E E EL L A AB BA AD D
D DE EB BE E T TE EN NE ER R C CO ON N L LO OS S E EX XC CO OM MU UL LG GA AD DO OS S
l abad se preocupar con toda solici-
tud de los hermanos culpables, porque
no necesitan mdico los sanos, sino
los enfermos.
2
Por tanto, como un
S
E
4 May.
6 Ag.
8 Nov.
30 Ene.
5 May.
7 Ag.
9 Nov.
31 Ene.
62
mdico perspicaz, recurrir a todos los medios; como quien
aplica cataplasmas, esto es, envindole monjes ancianos y
prudentes,
3
quienes como a escondidas consuelen al herma-
no vacilante y le muevan a una humilde satisfaccin, ani-
mndole para que la excesiva tristeza no le haga naufra-
gar,
4
sino que, como dice tambin el Apstol, la caridad
se intensifique y oren todos por l.
5
Efectivamente, el abad debe desplegar una solicitud ex-
trema y afanarse con toda sagacidad y destreza por no per-
der ninguna de las ovejas a l confiadas.
6
No se olvide de
que acept la misin de cuidar espritus enfermizos, no la
de dominar tirnicamente a las almas sanas.
7
Y tema aque-
lla amenaza del profeta en la que dice Dios: Tomabais pa-
ra vosotros lo que os pareca pinge y lo flaco lo desecha-
bais.
8
Imite tambin el ejemplo de ternura que da el buen
pastor, quien, dejando en los montes las noventa y nueve
ovejas, se va en busca de una sola que se haba extraviado;
9
cuyo abatimiento le dio tanta lstima, que lleg a colocarla
sobre sus sagrados hombros y llevarla as consigo otra vez
al rebao.
D De ec cl la ar ra ac ci i n n a ar rt t. . 8 84 4
Art 84. Ll principio del personalismo, precepto undamental de
la doctrina social catlica, ensena que el sujeto y el in de todas
las instituciones sociales es y debe ser la persona humana. As
pues, todas las estructuras jurdicas nuestras han de estar orde-
nadas ante todo a este in, de modo que nuestros hermanos
puedan conseguir de modo mas perecto y acil su propia per-
eccin, y realizar las exigencias de su ocacin de un modo mas
coneniente. La dignidad sagrada de la persona humana, unda-
da en la naturaleza del hombre y aun mas en su ocacin sobre-
natural, as como los derechos inalienables que de ella proceden,
han de ser tenidas en cuenta y respetadas tambin en la legisla-
cin y gobierno del monasterio y de la Orden.
De donde se sigue que las prescripciones de las leyes o los man-
63
datos de los superiores no han de mantener a los monjes en una
dependencia pueril, sino mas bien han de conducirlos hacia una
madura libertad cristiana y a una responsable participacin en el
gobierno para bien de toda la comunidad, alorando en lo justo
su personal competencia y dejando un margen amplio a sus pru-
dentes iniciatias.
C Ca ap p t tu ul lo o 2 28 8 : : D DE E L LO OS S Q QU UE E C CO OR RR RE EG GI ID DO OS S
M MU UC CH HA AS S V VE EC CE ES S N NO O Q QU UI IE ER RE EN N
E EN NM ME EN ND DA AR RS SE E
i un hermano ha sido corregido fre-
cuentemente por cualquier culpa, e
incluso excomulgado, y no se en-
mienda, se le aplicar un castigo ms
duro, es decir, se le someter al castigo de los azotes.
2
Y si
ni an as se corrigiere, o si quiz, lo que Dios no permita,
hinchado de soberbia, pretendiere llegar a justificar su con-
ducta, en ese caso el abad tendr que obrar como todo m-
dico sabio.
3
Si despus de haber recurrido a las cataplasmas
y ungentos de las exhortaciones, a los medicamentos de
las Escrituras divinas y, por ltimo, al cauterio de la exco-
munin y a los golpes de los azotes,
4
aun as ve que no con-
sigue nada con sus desvelos, recurra tambin a lo que es
ms eficaz: su oracin personal por l junto con la de todos
los hermanos,
5
para que el Seor, que todo lo puede, le d
la salud al hermano enfermo.
6
Pero, si ni entonces sanase,
tome ya el abad el cuchillo de la amputacin, como dice el
Apstol: Echad de vuestro grupo al malvado.
7
Y en otro
lugar: Si el infiel quiere separarse, que se separe,
8
no sea
que una oveja enferma contamine a todo el rebao.
S
6 May.
8 Ag.
10 Nov.
1 Feb.
64
D De ec cl la ar ra ac ci i n n a ar rt t. . 8 85 5
Art. 8S. De este principio del personalismo en modo alguno se
sigue que debamos caer en el deecto del indiidualismo. A este
principio le corresponde el principio de la solidariedad. La per-
sona humana, por razn de su naturaleza necesita de la ida so-
cial, y, ademas, ha recibido una ocacin sobrenatural esencial-
mente sobrenatural. Ln eecto, el beneplacito de Dios ha sido
salar a los hombres no indiidualmente, es decir sin ninguna
conexin mutua, sino que ha querido reunirlos para ormar un
pueblo, y, mediante el nculo del Lspritu Santo, congregarlos
en el Cuerpo de Cristo. Nuestra ida cenobtica ha de expresar
de un modo especial y maniestar ante el mundo esta naturaleza
comunitaria de la salacin y de la ida cristiana.
Una apta legislacin y un rgimen monastico jugaran un papel
muy importante en el establecimiento y conseracin de esta
unin solidaria de la ida, si promueen en lo posible el acuerdo
de todos en lo que atane a los ines y alores propios, si coordi-
nan eicazmente los esuerzos en orden al in comn, y se pro-
ponen establecer unas ormas de ida amiliar aptas y adecuadas.
Lleados por este espritu de solidariedad, cada uno de los
miembros de la comunidad ha de aceptar con agrado y prontitud
los oicios que se le senalen en el. sericio de los hermanos y del
bien comn, aun cuando a eces puedan ser ingratos.
C Ca ap p t tu ul lo o 2 29 9 : : S SI I D DE EB BE EN N S SE ER R
R RE EA AD DM MI IT TI ID DO OS S L LO OS S H HE ER RM MA AN NO OS S Q QU UE E S SE E
V VA AN N D DE EL L M MO ON NA AS ST TE ER RI IO O
i un hermano que por su culpa ha sa-
lido del monasterio quiere volver
otra vez, antes debe prometer la total
enmienda de aquello que motiv su
salida,
2
y con esta condicin ser recibido en el ltimo lu-
gar, para probar as su humildad.
3
Y, si de nuevo volviere a
s
7 May.
9 Ag.
11 Nov.
2 Fbr.
65
salir, se le recibir hasta tres veces; pero sepa que en lo su-
cesivo se le denegar toda posibilidad de retorno al monas-
terio.
D De ec cl la ar ra ac ci i n n a ar rt t. . 8 86 6
Art. 86 Ll principio de la subsidiariedad ordena las relaciones
entre los indiiduos y la comunidad, y entre las comunidades
menores y las comunidades mayores. Lstablece que la autoridad
superior de una comunidad mas amplia debe dejar a los inerio-
res atender a aquellas cosas que por ellos mismos pueden hacer
no solamente bien, sino muy a menudo mejor que dicha autori-
dad superior. Ln el caso en que los ineriores no puedan o de-
muestren una negligencia en cumplir su obligacin, la autoridad
superior prestara auxilio y ayuda. De esta manera, la italidad y
la responsabilidad de los ineriores permanece y la autoridad su-
perior puede cumplir mas acilmente su misin propia, es decir,
la misin de coordinacin, y, cuando es necesario, de tomar una
decisin superior.
Ln nuestro caso esto ale tanto para las diersas comunidades
locales, como para las congregaciones y la Orden entera. Ln el
monasterio es propio del superior promoer y dirigir para el
bien comn las prudentes iniciatias y responsabilidades perso-
nales de los hermanos y de los oiciales del mismo. Las autori-
dades de las congregaciones y de la Orden cumplen de modo
ptimo su uncin, si, respetando la legtima libertad y las carac-
tersticas propias de los diersos monasterios y congregaciones,
les aseguran una ayuda practica que les permita alcanzar sus
propios ines con mayor acilidad y seguridad, mientras se pre-
ocupan tambin de elaborar y promoer proyectos y planes mu-
cho mas astos, de utilidad para todos los demas, pero que so-
brepasan las posibilidades de los mismos
66
C Ca ap p t tu ul lo o 3 30 0 : : C CO OR RR RE EC CC CI I N N D DE E L LO OS S
N NI I O OS S P PE EQ QU UE E O OS S
ada edad y cada inteligencia debe
ser tratada de una manera apropia-
da.
2
Por tanto, siempre que los ni-
os y adolescentes, o aquellos que
no llegan a comprender lo que es la excomunin, cometie-
ren una falta,
3
sern escarmentados con rigurosos ayunos o
castigados con speros azotes para que se corrijan.
D De ec cl la ar ra ac ci i n n a ar rt t. . 8 87 7
Art. 87. Ll Principio del pluralismo legtimo dentro de una uni-
dad necesaria es una consecuencia de lo que se ha dicho hasta
aqu. Ls necesario reconocer la necesidad de un pluralismo legi-
timo, es decir, la diersidad de los miembros que se unen para
ormar una sola realidad, as como no es lcito suprimir la arie-
dad de acultades y cualidades de los indiiduos en nombre de la
unidad. Incluso en el monasterio existen carismas distintos, cada
uno tiene su propio don, y a cada uno se le da una maniestacin
del Lspritu con el in de ser til a la comunidad. La diersidad
de los miembros es de utilidad para todo el cuerpo, y cada uno
de los indiiduos solamente mediante una comunin de los di-
ersos dones puede llegar a ser partcipe de la plenitud del Lsp-
ritu.
Lo mismo hay que decir de los monasterios y congregaciones de
nuestra Orden, los cuales diieren en no pocas cosas en lo que
hace reerencia a la eolucin histrica, a la ndole natural de los
hermanos, a las circunstancias sociales y culturales, y a las tareas
y obligaciones que han de atender segn las necesidades de la
Iglesia local. Las dierencias, sin embargo, no impiden que los
diersos miembros ormen una unidad ital, mas aun, la arie-
dad de dones puede proporcionar a la orden una mayor uerza y
italidad, siempre y cuando se mantenga el sentido de la comu-
nin y la oluntad de cooperacin.
C
8 May.
10 Ag.
12 Nov.
3 Febr.
67
Ll que pueda obtenerse el equilibrio entre el pluralismo y la uni-
dad, en gran parte depende de una legislacin apta y de un recto
ejercicio de la autoridad. La seguridad. de poder tender a los
propios ines mediante leyes estables, una clara determinacin
de las diersas competencias, una exposicin clara de los ines y
planes comunes, el establecimiento de ormas practicas de mu-
tua ayuda son medios, junto con otros muchos, que han de inci-
tar a todos a buscar y promoer con tesn la unidad. Del mismo
modo, es sumamente proechoso que las autoridades de la or-
den o de las congregaciones no ean con recelo y desconianza
las notas particulares o los ines propios de las comunidades, si-
no mas bien han de hacer que cuanto bueno y alido en ellas
aparezca, sea omentado lo mas posible y sea de utilidad para
todos. Al contrario, las dierentes comunidades deben esorzarse
en conocer las exigencias de unidad de la Orden, y siempre han
de estar preparadas para promoerla juntamente con las demas
comunidades de la misma Orden y con los rganos de la autori-
dad superior.
C Ca ap p t tu ul lo o 3 31 1 : : C C M MO O H HA A D DE E S SE ER R E EL L
M MA AY YO OR RD DO OM MO O D DE EL L M MO ON NA AS ST TE ER RI IO O
ara mayordomo del monasterio ser
designado de entre la comunidad
uno que sea sensato, maduro de cos-
tumbres, sobrio y no glotn, ni alti-
vo, ni perturbador, ni injurioso, ni torpe, ni derrochador,
2
sino temeroso de Dios, que sea como un padre para toda la
comunidad.
3
Estar al cuidado de todo.
4
No har nada sin
orden del abad.
5
Cumpla lo que le mandan.
6
No contriste a
los hermanos.
7
Si algn hermano le pide, quiz, algo poco
razonable, no le aflija menosprecindole, sino que se lo ne-
gar con humildad, dndole las razones de su denegacin.
8
Vigile sobre su propia alma, recordando siempre estas pa-
labras del Apstol: El que presta bien sus servicios, se ga-
P
9 May.
11 Ag.
13 Nov.
4 Fbr.
68
na una posicin distinguida.
9
Cuide con todo su desvelo de
los enfermos y de los nios, de los huspedes y de los po-
bres, como quien sabe con toda certeza que en el da del
juicio ha de dar cuenta de todos ellos.
10
Considere todos los
objetos y bienes del monasterio como si fueran los vasos
sagrados del altar.
11
Nada estime en poco.
12
No se d a la
avaricia ni sea prdigo o malgaste el patrimonio del monas-
terio. Proceda en todo con discrecin y conforme a las dis-
posiciones del abad.
13
Sea, ante todo, humilde, y, cuando no tenga lo que le
piden, d, al menos, una buena palabra por respuesta,
14
porque escrito est: Una buena palabra vale ms que el
mejor regalo.
15
Tomar bajo su responsabilidad todo aque-
llo que el abad le confe, pero no se permita entrometerse
en lo que le haya prohibido.
16
Puntualmente y sin altivez ha
de proporcionar a los hermanos la racin establecida, para
que no se escandalicen, acordndose de lo que dice la Pala-
bra de Dios sobre el castigo de los que escandalicen a uno
de esos pequeos.
17
Si la comunidad es numerosa, se le asignarn otros
monjes para que le ayuden, y as pueda desempear su ofi-
cio sin perder la paz del alma.
18
Dse lo que se deba dar y
pdase lo necesario en las horas determinadas para ello,
19
para que nadie se perturbe ni disguste en la casa de Dios.
D De ec cl la ar ra ac ci i n n a ar rt t. . 1 10 00 0
Art. J00. Ll abad, reserandose la suprema direccin e inspec-
cin, en cuanto sea posible ha de encomendar a oiciales exper-
tos y a otros hermanos merecedores de conianza los asuntos
econmicos y administratios, la organizacin cotidiana de las
actiidades y negocios ,permisos concretos, ordenacin de tra-
bajo, la correspondencia, la recepcin de los huspedes y las
demas relaciones, con el in de quedar mas libre en orden a des-
empenar su propia uncin.
69
C Ca ap p t tu ul lo o 3 32 2 : : L LA AS S H HE ER RR RA AM MI IE EN NT TA AS S Y Y
O OB BJ JE ET TO OS S D DE EL L M MO ON NA AS ST TE ER RI IO O
l abad elegir a hermanos de cuya
vida y costumbres est seguro para
encargarles de los bienes del mo-
nasterio en herramientas, vestidos y
todos los dems enseres,
2
y se los asignar como l lo juz-
gue oportuno para guardarlos y recogerlos.
3
Tenga el abad
un inventario de todos estos objetos. Porque as, cuando los
hermanos se sucedan unos a otros en sus cargos, sabr qu
es lo que entrega y lo que recibe.
4
Y, si alguien trata las cosas del monasterio suciamente
o con descuido, sea reprendido.
5
Pero, si no se corrige, se le
someter a sancin de regla.
D De ec cl la ar ra ac ci i n n a ar rt t. . 3 38 8
Art. 38. Nuestra Orden, en su existencia concreta, como hemos
expuesto mas arriba, presenta a la ez un pluralismo y una dier-
sidad bastante grandes, si bien se trata de una diersidad con-
corde y que no carece de unidad.
Lsta unidad iene dada no solo del in comn de los miembros
de la orden, sino tambin de la comunidad de medios que han
de utilizarse para obtener el in propuesto, y los medios no han
de ser considerados como elementos separados sino en sntesis
ital.
Que quede bien claro que con esta Declaracin nuestra no que-
remos elaborar una especie de tratado de la ida monastica que
hemos prometido iir en la Orden Cisterciense, exponemos so-
lamente algunos puntos que hoy pueden y deben dar inspiracin
y directia a nuestras acciones y a nuestras instituciones.
E
10 May.
12 Ag.
14 Nov.
5 Fbr.
70
C Ca ap p t tu ul lo o 3 33 3: : S SI I L LO OS S M MO ON NJ JE ES S D DE EB BE EN N
T TE EN NE ER R A AL LG GO O E EN N P PR RO OP PI IE ED DA AD D
ay un vicio que por encima de to-
do se debe arrancar de raz en el
monasterio,
2
a fin de que nadie se
atreva a dar o recibir cosa alguna
sin autorizacin del abad,
3
ni a poseer nada en propiedad,
absolutamente nada: ni un libro, ni tablillas, ni estilete; na-
da absolutamente,
4
puesto que ni siquiera les est permitido
disponer libremente ni de su propio cuerpo ni de su propia
voluntad.
5
Porque todo cuanto necesiten deben esperarlo
del padre del monasterio, y no pueden lcitamente poseer
cosa alguna que el abad no les haya dado o permitido.
6
Sean comunes todas las cosas para todos, como est escri-
to, y nadie diga o considere que algo es suyo.
7
Y, si se advierte que alguien se complace en este vicio
tan detestable, sea amonestado por primera y segunda vez;
8
pero, si no se enmienda, quedar sometido a correccin.
D De ec cl la ar ra ac ci i n n a ar rt t. . 5 50 0
Art.S0. No practicamos la pobreza como una simple priacin o
como desprecio de los bienes materiales, sino mas bien para
conseguir la libertad de los hijos de Dos, que se siren de este
mundo como si no se siriesen de l, conscientes de que pasara
la apariencia de este mundo. Por esta razn deseamos ser pobres
con Cristo pobre, renunciando a la posesin y a la adquisicin
de las riquezas. De este modo somos erdaderos discpulos de la
escuela de la primitia Iglesia, en la cual nadie deca que algo era
suyo, sino que todas las cosas eran de todos. De esta manera el
corazn esta libre de las preocupaciones materiales, para que
nuestro corazn est donde esta nuestro tesoro, que es en Cristo
y en la Iglesia.
H
11 May.
13 Ag.
15 Nov.
6 Fbr.
71
C Ca ap p t tu ul lo o 3 34 4: : S SI I T TO OD DO OS S H HA AN N D DE E R RE EC CI IB BI IR R
I IG GU UA AL LM ME EN NT TE E L LO O N NE EC CE ES SA AR RI IO O
st escrito: Se distribua segn lo
que necesitaba cada uno.
2
Pero
con esto no queremos decir que
haya discriminacin de personas,
no lo permita Dios!, sino consideracin de las flaquezas.
3
Por eso, aquel que necesite menos, d gracias a Dios y no
se entristezca;
4
pero el que necesite ms, humllese por sus
flaquezas y no se enorgullezca por las atenciones que le
prodigan.
5
As todos los miembros de la comunidad vivirn
en paz.
6
Por encima de todo es menester que no surja la
desgracia de la murmuracin en cualquiera de sus formas,
ni de palabra, ni con gestos, por motivo alguno.
7
Y, si al-
guien incurre en este vicio, ser sometido a un castigo muy
severo.
D De ec cl la ar ra ac ci i n n a ar rt t. . 1 15 5- -1 17 7
Art. JS. Nuestra Orden es, ante todo, una realidad social. Lsta
ormada, en eecto, por diersas Congregaciones, diersos mo-
nasterios y por indiiduos, unidos entre s por mltiples relacio-
nes. Cada uno de nosotros debe ormarse una erdadera imagen
de esta realidad concreta, no limitandose a conocer la estadstica
de los monjes, sino ante todo su ocacin, sus obligaciones, sus
aspiraciones y las circunstancias concretas en las cuales los
miembros de la orden ien su ocacin.
loy existen monasterios cistercienses en Luropa, en Asia, en
rica y en las dos Amricas, en condiciones culturales y eco-
nmicas muy diersas. Algunos de entre ellos estan en tierras de
misin, pero la mayor parte estan diseminados en aquella parte
de la tierra que, hasta nuestros das, ha estado impregnada de
tradiciones cristianas, y que en gran parte lo esta an. Algunos
de nuestros monjes pertenecen a la llamada Iglesia oriental ,los
monjes etopes, mientras que los demas diieren entre s por ra-
E
12 May.
14 Ag.
16 Nov.
7 Fbr.
72
zn de lengua, mentalidad as como por el tenor la ida propio
de cada regin. Dado que la Orden tiene una diersidad geogra-
ica, cultural, social y eclesiolgica constituye un estado de cosas
muy complejo. Ln muchas cuestiones, por as decirlo, cada co-
munidad tiene sus problemas y necesidades, deriadas de sus
circunstancias especiales.
La Orden Cisterciense mantiene relaciones amistosas con las
Comunidades de Amigos de nuestros actuales monasterios, con
las de los suprimidos y con las Comunidades Cistercienses que
son de la Conesin Augustana.
Art. J6. 1ambin aparece una gran ariedad en el gnero de ida
a que cada monasterio se siente llamado. Algunos de nuestros
monasterios intentan llear la ida que se conoce como contem-
platia, mientras que otros ejercen diersas obras de apostolado,
tales como la cura pastoral en las parroquias, educacin de la ju-
entud en las escuelas, arias obras propias del ministerio sacer-
dotal, trabajos cienticos y culturales, etc. La gran mayora de
nuestros hermanos, en los monasterios masculinos, no solamen-
te estan iniciados en el sacerdocio, sino que el ejercicio del sa-
cerdocio ministerial esta considerado como parte integrante de
su ocacin. La proporcin entre la oracin y el trabajo, la in-
tensidad y la orma de contacto con el mundo exterior, el alor
da la actiidad ejercida uera del recinto del monasterio, la natu-
raleza y la orma de ida comunitaria esta concebida con tal di-
ersidad, que primero aparece la ariedad antes que la unidad.
Lsta ltima puede descubrirse mejor en las aspiraciones y alo-
res de la ida monastica que en la uniorme ordenacin de la i-
da.
Art. J7. La diersidad, sin embargo, en algunos aspectos y cues-
tiones undamentales no es tanta que haga imposible para nues-
tra Orden todo trabajo comn de renoacin, o al menos, casi
superluo. Ciertamente, como ya hemos indicado, las Congrega-
ciones y los monasterios han de adoptar decisiones particulares
sobre diersos puntos. Pero dado que poseemos muchos alores
que proienen de la tradicin comn, y en todas partes tratamos
de resoler casi los mismos problemas que tiene planteados
73
nuestra Madre la Iglesia contemporanea, y que ademas no son
extranos al mundo actual, que se asocia con gran rapidez, la ela-
boracin de soluciones comunes en muchos sectores de la ida,
no slo son proechosos y posibles, sino tambin eidentemen-
te necesarios. Las necesidades comunes exigen soluciones co-
munes en los casos siguientes:
a, Ln las cuestiones reerentes a los medios undamenta-
les de la ida religiosa, como son los otos emitidos segn los
consejos eanglicos, la ida comunitaria, el trabajo, el apostola-
do, la ida litrgica y similares,
b, Ln los alores undamentales de la ida monastica
que corresponden a la tradicin espiritual de la Orden y a la ida
espiritual de la Iglesia de hoy.
c, Ln los problemas generales de la estructura jurdica de
los monasterios, Congregaciones y Ordenes, en las cuestiones
que atanen el oicio de los superiores, y la participacin respon-
sable de todos los religiosos en los asuntos del monasterio.
d, Ln las ormas de cooperacin y ayuda mutua entre las
diersas comunidades, en especial en cuanto a las decisiones
comunes y a los proyectos.
1odo cuanto establecemos de una manera general, exige la ulte-
rior aplicacin a cada una de las congregaciones y monasterios.
C Ca ap p t tu ul lo o 3 35 5: : L LO OS S S SE EM MA AN NE ER RO OS S D DE E
C CO OC CI IN NA A
os hermanos han de servirse mu-
tuamente, y nadie quedar dispen-
sado del servicio de la cocina, a no
ser por causa de enfermedad o por
otra ocupacin de mayor inters,
2
porque con ello se consi-
gue una mayor recompensa y caridad.
3
Mas a los dbiles se
les facilitar ayuda personal, para que no lo hagan con tris-
teza;
4
y todos tendrn esta ayuda segn las proporciones de
la comunidad y las circunstancias del monasterio.
5
Si la
L
13 May.
15 Ag.
17 Nov.
8 Fbr.
74
comunidad es numerosa, el mayordomo quedar dispensado
del servicio de cocina, y tambin, como hemos dicho, los
que estn ocupados en servicios de mayor inters;
6
todos
los dems srvanse mutuamente en la caridad.
7
El que va a terminar su turno de semana har la limpie-
za el sbado.
8
Se lavarn los paos con los que se secan los
hermanos las manos y los pies.
9
Lavarn tambin los pies
de todos, no slo el que termina su turno, sino tambin el
que lo comienza.
10
Devolver al mayordomo, limpios y en
buen estado, los enseres que ha usado.
11
El mayordomo, a
su vez, los entregar al que entra en el turno, para que sepa
lo que entrega y lo que recibe.
12
Cuando no haya ms que una nica comida, los sema-
neros tomarn antes, adems de su racin normal, algo de
pan y vino,
13
para que durante la comida sirvan a sus her-
manos sin murmurar ni extenuarse demasiado.
14
Pero en los
das que no se ayuna esperen hasta el final de la comida.
15
Los semaneros que terminan y comienzan la semana,
el domingo, en el oratorio, inmediatamente despus del ofi-
cio de laudes, se inclinarn ante todos pidiendo que oren
por ellos.
16
Y el que termina la semana diga este verso:
Bendito seas, Seor Dios, porque me has ayudado y con-
solado.
17
Lo dir por tres veces y despus recibir la ben-
dicin. Despus seguir el que comienza la semana con este
verso: Dios mo, ven en mi auxilio; Seor, date prisa en
socorrerme.
18
Lo repiten tambin todos tres veces, y, des-
pus de recibir la bendicin, comienza su servicio.
D De ec cl la ar ra ac ci i n n a ar rt t. . 1 10 08 8- -1 10 09 9
Art. J08. San Benito en su Regla no trata de la unin de diersos
monasterios entre s, sino tan solo se preocupa de la organiza-
cin interna del monasterio. Ln el transcurso de la historia, sin
embargo, aparecieron diersas ormas de unin de monasterios,
cuyo in era procurar que se llease una ida religiosa en los
monasterios. Ln ciertas uniones de este gnero, se eitaron los
75
peligros de un aislamiento mediante la ormacin de una con-
gregacin, en la cual, sin embargo, se conser la autonoma le-
gtima de los monasterios, en otras, en cambio, se lleg a una
orma centralizada, en la cual los diersos monasterios depend-
an de una abada central, tal como ue en Cluny, y tambin en las
undaciones de Molesmes.
Art. J09. Los lundadores de Cister, mediante los principios ex-
puestos en la Carta de Caridad, se esorzaron en asegurar la au-
tonoma legtima de los monasterios, y a la ez la unin necesa-
ria y la mutua ayuda por medio de los Captulos Generales y las
isitas anuales. Sin embargo, debido al ingente crecimiento de la
Orden, y tambin al cambio de ciertas condiciones de la ida a
lo largo de los anos, aparecieron las Congregaciones, que ya
hemos mencionado antes breemente.
As pues nuestra Orden consta de hecho segn deini este Ca-
ptulo General Lspecial de modo explcito, de las siguientes
Congregaciones monasticas:
1, Congregacin de la Regular obserancia de S. Bernardo o de
Castilla,
2, Congregacin de S. Bernardo en Italia,
3, Congregacin de la Corona de Aragn,
4, Congregacin de Mehrerau,
5, Congregacin de Mara, Medianera de todas las gracias, en
Blgica y lolanda,
6, Congregacin Austriaca,
, Congregacin de la Inmaculada Concepcin, o de Snanque,
8, Congregacin de Zirc,
9, Congregacin del Pursimo Corazn de Mara, en Bohemia,
10, Congregacin de Casamari,
11, Congregacin de Mara, Reina del cielo y de la tierra, en Po-
lonia,
12, Congregacin de la Santa Cruz, en Brasil, y
13, Congregacin de la Sagrada lamilia, en Vietnam.
Ademas existen algunos monasterios de hombres o mujeres que
no pertenecen a ninguna de las citadas congregaciones.
76
Las lederaciones de Monasterios de Monjas, que son de dere-
cho pontiicio, tienen grandes mritos y continuara su trabajo
para utilidad de los monasterios y de la Orden.
C Ca ap p t tu ul lo o 3 36 6 : : L LO OS S H HE ER RM MA AN NO OS S E EN NF FE ER RM MO OS S
nte todo y por encima de todo lo
dems, ha de cuidarse de los en-
fermos, de tal manera que se les
sirva como a Cristo en persona,
2
porque l mismo dijo: Estuve enfermo, y me visitasteis;
3
y: Lo que hicisteis a uno de estos pequeos, a m me lo
hicisteis.
4
Pero piensen tambin los enfermos, por su par-
te, que se les sirve as en honor a Dios, y no sean imperti-
nentes por sus exigencias caprichosas con los hermanos que
les asisten.
5
Aunque tambin a stos deben soportarles con
paciencia, porque con ellos se consigue un premio mayor.
6
Por eso ha de tener el abad suma atencin, para que no pa-
dezcan negligencia alguna.
7
Se destinar un lugar especial para los hermanos en-
fermos, y un enfermero temeroso de Dios, diligente y sol-
cito.
8
Cuantas veces sea necesario, se les conceder la po-
sibilidad de baarse; pero a los que estn sanos, y particu-
larmente a los jvenes, se les permitir ms raramente.
9
Asimismo, los enfermos muy dbiles podrn tomar carne,
para que se repongan; pero, cuando ya hayan convalecido,
todos deben abstenerse de comer carne, como es costumbre.
10
Ponga el abad sumo empeo en que los enfermos no
queden desatendidos por los mayordomos y enfermeros,
pues sobre l recae la responsabilidad de toda falta cometi-
da por sus discpulos.
D De ec cl la ar ra ac ci i n n a ar rt t. . 5 56 6
Art. S6. Ll monje, siguiendo su ocacin, considera la reunin
A
14 May.
16 Ag.
18 Nov.
9 Fbr.
77
de los hermanos en el monasterio como la amilia de Dios y
tambin su propia amilia. Sabe muy bien que Cristo esta pre-
sente en el monasterio de un modo especial, ya que esta presente
en cualquier lugar en el cual dos o tres personas se renen en su
nombre. Nosotros deseamos ordenar nuestra ida de tal manera
que realice una ez mas el ejemplo de la Iglesia primitia, ejem-
plo que exige unidad de corazones y de espritus, no solamente
en la oracin, en la doctrina de los Apstoles, en la comunin de
la racciono del pan y en la comn posesin de los bienes mate-
riales, sino tambin en la comunidad de ines, de obligaciones,
de responsabilidades y de accin. Al igual que el Apstol, que
deseaba alegrarse con los que estaban alegres, y llorar con los
que lloraban, as tambin es necesario que la prosperidad o la
adersidad, las alegras o las tristezas, las diicultades y las enta-
jas de cada uno de los hermanos las sintamos como propias. Pe-
ro lo que mas debe atraer la solicitud de los hermanos es la ida
espiritual del monasterio, de modo que todos se sientan respon-
sables en cierto modo de la salacin eterna y de la perseeran-
cia en la ocacin de los demas. De este modo la misma ida de
comunidad sire de direccin espiritual, en sentido amplio, en
cuanto ortiica a los dbiles, anima a los tmidos, excita el celo
de los negligentes y cada da nos recuerda a todos los alores de
nuestra ida de sericio.
C Ca ap p t tu ul lo o 3 37 7 : : L LO OS S A AN NC CI IA AN NO OS S Y Y N NI I O OS S
pesar de que la misma naturaleza
humana se inclina de por s a la
indulgencia con estas dos edades,
la de los ancianos y la de los ni-
os, debe velar tambin por ellos la autoridad de la regla.
2
Siempre se ha de tener en cuenta su debilidad, y de ningn
modo se atendrn al rigor de la regla en lo referente a la
alimentacin,
3
sino que se tendr con ellos una bondadosa
consideracin y comern antes de las horas reglamentarias.
A
15 May.
17 Ag.
19 Nov.
10 Fbr.
78
D De ec cl la ar ra ac ci i n n a ar rt t. . 3 32 2
Art. 32. loy mas que nunca somos conscientes de la dignidad y
de la libertad de la persona humana. Sabemos que Dios os atrae
hacia Ll no a la uerza, sino mediante nuestra adhesin personal.
Justamente, el hombre de nuestro tiempo rechaza las imposicio-
nes que oprimen la personalidad, ya que nadie es capaz de llear
a trmino una obra que agrade a Dios, si se e obligado sea por
la uerza, sea por el temor. La sicologa por anadidura ha demos-
trado suicientemente la gran importancia que tiene para la ente-
ra ida humana el desarrollo de la personalidad, que incluso en
nuestro ambiente ha de ser tenida en gran consideracin.
C Ca ap p t tu ul lo o 3 38 8 : : E EL L L LE EC CT TO OR R D DE E S SE EM MA AN NA A
n la mesa de los hermanos nunca
debe faltar la lectura; pero no debe
leer el que espontneamente coja el
libro, sino que ha de hacerlo uno
determinado durante toda la semana, comenzando el do-
mingo.
2
Este comenzar su servicio pidiendo a todos que
oren por l despus de la misa y de la comunin para que
Dios aparte de l la altivez de espritu.
3
Digan todos en el
oratorio por tres veces este verso, pero comenzando por el
mismo lector: Seor, breme los labios, y mi boca procla-
mar tu alabanza.
4
Y as, recibida la bendicin, comenza-
r su servicio.
5
Reinar all un silencio absoluto, de modo que no se
perciba rumor alguno ni otra voz que no sea la del lector.
6
Para ello srvanse los monjes mutuamente las cosas que ne-
cesiten para comer y beber, de suerte que nadie precise pe-
dir cosa alguna.
7
Y si algo se necesita, ha de pedirse con el
leve sonido de un signo cualquiera y no de palabra.
8
Ni
tenga all nadie el atrevimiento de preguntar nada sobre la
lectura misma o cualquier otra cosa, para no dar ocasin de
E
16 May.
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20 Nov.
11 Fbr.
79
hablar;
9
nicamente si el superior quiere, quiz, decir bre-
vemente algunas palabras de edificacin para los hermanos.
10
El hermano lector de semana puede tomar un poco de
vino con agua antes de empezar a leer por razn de la santa
comunin y para que no le resulte demasiado penoso per-
manecer en ayunas.
11
Y coma despus con los semaneros
de cocina y los servidores.
12
Nunca lean ni canten todos los hermanos por orden
estricto, sino quienes puedan edificar a los oyentes.
D De ec cl la ar ra ac ci i n n a ar rt t. . 1 11 10 0- -1 11 12 2
Art. JJ0. Los principios de subsidiariedad y de pluralismo legti-
mo tienen una gran importancia en la estructuracin de las Con-
gregaciones. 1odo aquello que cada monasterio por su parte, y
con competencia eicaz y conocimiento de las condiciones loca-
les, puede llear a cabo, debe quedar de su incumbencia. Los r-
ganos superiores de las Congregaciones tienen por misin ayu-
dar con su consejo raterno los propsitos de las diersas co-
munidades, coordinar sus esuerzos hacia los ines comunes y, si
los hubiese, corregir los abusos, as como representar dichas
comunidades ante las autoridades eclesiasticas y ciiles. De
acuerdo con el principio del pluralismo, han de ser reconocidas
las notas especicas y las ocupaciones especiales de los diersos
monasterios, y la diersidad de los carismas, todo lo cual ha de
ser orientado hacia la concordia de los ines comunes sin que es-
to ponga en peligro la unidad de la Congregacin.
Art. JJJ. A pesar del principio del pluralismo, entre los monaste-
rios existe en muchas ocasiones no solamente el nculo de una
organizacin jurdica, sino tambin un ideal comn. La descrip-
cin de este ideal y de los principales medios para alcanzarlo ha
de hacerse en las constituciones de cada Congregacin, elabora-
das por el Captulo de la propia congregacin, despus de haber
consultado las comunidades interesadas, y, inalmente, aproba-
das por la Santa Sede.
Art. JJ2. La unin de nuestros monasterios bajo la autoridad del
80
Captulo de la respectia Congregacin y bajo el Abad Presiden-
te tiene como in, principalmente, procurar que en los dichos
monasterios lorezca la ida cisterciense en todo su eror, que
la obserancia regular pueda ser mantenida mucho mas acil-
mente, que se puedan prestar sin prdida de tiempo los auxilios
de la mutua caridad en las circunstancias necesarias, que los es-
uerzos de las diersas comunidades puedan ser coordinados en
orden a un plan que exige el trabajo de todos, que se puedan
impugnar mas eicazmente los obstaculos que diicultan, la ida
de los monasterios, que puedan realizarse con mayor seguridad y
acilidad aquellas tareas que la Iglesia y la sociedad moderna es-
pera de los monasterios Ademas de este in comn, cada Con-
gregacin de la Orden puede tener un in especial, el cual ha de
ser enunciado con toda claridad en las constituciones propias.
C Ca ap p t tu ul lo o 3 39 9 : : L LA A R RA AC CI I N N D DE E C CO OM MI ID DA A
reemos que es suficiente en todas
las mesas para la comida de cada
da, tanto si es a la hora de sexta
como a la de nona, con dos manja-
res cocidos, en atencin a la salud de cada uno,
2
para que,
si alguien no puede tomar uno, coma del otro.
3
Por tanto,
todos los hermanos tendrn suficiente con dos manjares co-
cidos, y, si hubiese all fruta o legumbres tiernas, adase
un tercero.
4
Bastar para toda la jornada con una libra larga
de pan, haya una sola refeccin, o tambin comida y cena,
5
Porque, si han de cenar, guardar el mayordomo la tercera
parte de esa libra para ponerla en la cena.
6
Cuando el trabajo sea ms duro, el abad, si lo juzga
conveniente, podr aadir algo ms,
7
con tal de que, ante
todo, se excluya cualquier exceso y nunca se indigeste al-
gn monje,
8
porque nada hay tan opuesto a todo cristiano
como la glotonera,
9
como dice nuestro Seor: Andad con
cuidado para que no se embote el espritu con los excesos.
C
17 May.
19 Ag.
21 Nov.
12 Fbr.
81
10
A los nios pequeos no se les ha de dar la misma
cantidad, sino menos que a los mayores, guardando en todo
la sobriedad.
11
Por lo dems, todos han de abstenerse absolutamente de
la carne de cuadrpedos, menos los enfermos muy dbiles.
D De ec cl la ar ra ac ci i n n a ar rt t. . 1 11 13 3- -1 11 14 4, , 1 11 18 8
Art. JJ3. Ll Captulo de la Congregacin es la suprema potestad
en cada Congregacin, de acuerdo con los principios antes ex-
puestos. Lstara ormado por todos los Superiores mayores y por
delegados, con oz deliberatia, los cuales seran elegidos para
este oicio por todos los miembros de la Congregacin, de
acuerdo con las Constituciones de la propia Congregacin.
Art. JJ4. La uncin principal del Captulo de la Congregacin
es ser oro de deliberacin raterna y de legislacin, con el in de:
a, Llaborar constituciones adaptadas a nuestro tiempo,
en las cuales se determinen claramente los ines, los ideales, y las
ocupaciones comunes de la Congregacin.
b, Preparar y publicar los Usos, Declaraciones y demas
Instrucciones, mediante las cuales los principios de las Constitu-
ciones de la Congregacin se acomodan a las exigencias de los
tiempos y lugares.
c, Inestigar nueas posibilidades de ida y trabajo, co-
municar y coordinar las experiencias y los intentos de cada uno
de los monasterios para utilidad de todos.
d, Llaborar proyectos y planes a realizar con la contribu-
cin de los esuerzos esuerzos de todos, tratar de hallar solu-
cin a las diicultades mediante un empeno comn.
e, Promoer un uso mejor y mas razonable de las ener-
gas materiales y personales de todos los miembros de la Con-
gregacin.
Para proeer al maximo al bien comn, es sumamente importan-
te que el Captulo de la Congregacin se rena a menudo, y si
aparece til, sera coneniente que se celebren otras reuniones de
los miembros del Capitulo.
82
Art. JJ8. Las Congregaciones tienen una importancia ital en
nuestra Orden: ya que, de un lado, los diersos monasterios son
demasiado pequenos y dbiles para que puedan iir y trabajar
en una plena y absoluta independencia y suiciencia ,autarqua,,
de otro lado, la Orden misma contiene una diersidad y discre-
pancia tal en la obserancia, en las ormas y tareas de la ida,
que no puede ser gobernada mediante normas y mtodos uni-
ormes. As, la Congregacin es o debe ser aquella unidad de ac-
cin, ia y concreta, que ana las uerzas de diersas casas que
poseen los mismos ideales y las mismas tareas. De ah se sigue la
necesidad y la utilidad de las Congregaciones en la estructura de
nuestra Orden.
C Ca ap p t tu ul lo o 4 40 0 : : L LA A R RA AC CI I N N D DE E B BE EB BI ID DA A
ada cual tiene de Dios un don parti-
cular, uno de una manera y otro de
otra (1 Cor 7,7);
2
por eso, con algn
escrpulo fijamos para otros la me-
dida del sustento;
3
sin embargo, considerando la flaqueza de
los dbiles, creemos que basta a cada cual una hemina de vino
al da.
4
Pero aquellos a quienes da Dios el poder de abstener-
se, sepan que tendrn especial galardn.
5
Mas si la necesidad del lugar, o el trabajo, o el calor del esto
exigieren ms, est ello a la discrecin del superior, procuran-
do que jams se d lugar a la saciedad o a la embriaguez.
6
Aunque leemos que el vino es en absoluto impropio de mon-
jes, sin embargo, como en nuestros tiempos no se les puede
convencer de ello, convengamos siquiera en no beber hasta la
saciedad, sino con moderacin:
7
porque el vino hace aposta-
tar aun a los sabios (Si 19,2).
8
No obstante, donde las condiciones del lugar no permitan ad-
quirir siquiera la sobredicha medida, sino mucho menos o na-
da absolutamente, bendigan a Dios los que all viven y no
C
18 May.
20 Ag.
22 Nov.
13 Fbr.
83
murmuren;
9
advertimos sobre todo: que eviten a todo trance la
murmuracin.
D De ec cl la ar ra ac ci i n n a ar rt t. . 1 11 19 9- -1 12 20 0
Art. JJ9. Nuestras Congregaciones se unen entre s para ormar
la Orden Cisterciense, ya sea en irtud del in e ideal comn, ya
sea por razn de las estructuras comunes y de los rganos jurdi-
cos. Ll in primario de esta unin es la mutua comunicacin, la
mutua ayuda practica para el mantenimiento y pereccionamien-
to de la ida monastica.
Nuestras Congregaciones, debido a las dierencias en la eolu-
cin histrica, y en las condiciones culturales y sociales, presen-
tan dierencias notables tanto en las ormas y tradiciones monas-
ticas, como en las tareas y ocupaciones. Lstas dierencias, sin
embargo, no destruyen la unidad superior de la Orden, mas aun,
si los carismas distintos, ruto de la ariada gracia de Dios, se
distribuyen y comunican en bien de todos, esto sire para au-
mentar el igor y la italidad de la Orden. Ls sumamente nece-
sario que este pluralismo se comprenda bajo el punto de ista de
su positia signiicacin social y espiritual, y las uerzas diersas,
que se complementan, se unan para una cooperacin practica y
eicaz.
Art. J20. Ll Captulo General de la orden es el rgano central de
la deliberacin raterna, y tambin rgano legislatio y judicial,
quedando a salo la autonoma legtima que segn el derecho
comn y particular corresponde a cada Congregacin y a cada
monasterio.
La uncin del Captulo General es promoer la consecucin del
ideal comn de la orden. As pues es de su incumbencia:
a, Declarar y explicar los alores undamentales que
constituyen nuestra comn ocacin ,cristiana, religiosa, monas-
tica y cisterciense,, aun cuando estos alores no puedan ser lle-
ados a la practica por todos de la misma manera.
b, Promoer de modo eicaz la comunicacin entre las
diersas Congregaciones, la mutua ayuda y la cooperacin en las
unciones comunes.
84
C Ca ap p t tu ul lo o 4 41 1 : : A A Q QU U H HO OR RA AS S D DE EB BE EN N
C CO OM ME ER R L LO OS S M MO ON NJ JE ES S
esde la santa Pascua hasta Pente-
costs, los hermanos comern a
sexta y cenarn al atardecer.
2
A partir de Pentecosts, du-
rante el verano, ayunarn hasta nona los mircoles y vier-
nes, si es que los monjes no tienen que trabajar en el campo
o no resulta penoso por el excesivo calor.
3
Los dems das
comern a sexta.
4
Continuarn comiendo a la hora sexta, si
tienen trabajo en los campos o si es excesivo el calor del
verano, segn lo disponga el abad,
5
quien ha de regular y
disponer todas las cosas de tal modo, que las almas se sal-
ven y los hermanos hagan lo dispuesto sin justificada mur-
muracin.
6
Desde los idus de septiembre hasta el comienzo de la
cuaresma, la comida ser siempre a la hora nona.
7
Pero durante la cuaresma, hasta Pascua, ser a la hora
de vsperas.
8
Mas el oficio de vsperas ha de celebrarse de
tal manera, que no haya necesidad de encender las lmparas
para comer, sino que todo se acabe por completo con la luz
del da.
9
Y dispngase siempre as: tanto la hora de la cena
como la de la comida se ha de calcular de modo que todo se
haga con luz natural.
D De ec cl la ar ra ac ci i n n a ar rt t. . 1 12 21 1- -1 12 22 2
Art. J2J. La uncin estrictamente legislatia del Captulo Gene-
ral, aun cuando tiene su importancia, en nuestros tiempos ya no
es su uncin primaria. Debido a la diersidad de ormas y as-
pectos de la ida de nuestras comunidades, as como tambin a
la rapidsima eolucin de las condiciones de ida, una regula-
cin uniorme mediante leyes propiamente dichas aparece como
algo imposible o intil. Ln consecuencia, el Captulo General ra-
ras eces establecera leyes que obliguen a todos los monasterios
D
19 May.
21 Ag.
23 Nov.
14 Fbr.
85
y monjes de la Orden, limitandose a dar normas generales que
despus, segn las necesidades particulares de las regiones o de
las Congregaciones deberan ser adaptadas. Mientras de una parte
se restringe el campo de la uncin legislatia del Captulo Gene-
ral, de otra parte aumenta la importancia de las otras actiidades
del Captulo que ya hemos indicado ,interpretacin de los ines y
alores, deliberacin raterna de mutua ayuda en los casos co-
munes, etc.,
Art. J22. Ln los primeros siglos de la Orden, de acuerdo con las
prescripciones de la Carta de Caridad y de los Romanos Ponti-
ces, se celebraba el Captulo General todos los anos. Ln nues-
tros tiempos, debido a la recuencia de los captulos de las dier-
sas Congregaciones de una parte, y de otra a causa de los gastos
del iaje al Captulo, que son sumamente graosos para ciertos
miembros, el Captulo General se celebra mas espaciadamente,
cada cinco anos. Con mas recuencia tendra lugar la reunin del
Snodo de la Orden.
Ll Snodo de la Orden es un colegio conocado con el in de
discutir los asuntos relatios a toda la Orden para proponer al
Captulo General las cuestiones que han de decidirse, y, en el ca-
so de una cierta urgencia, de acuerdo con las Constituciones de
la Orden, tomar una determinacin preia en espera de la deci-
sin deinitia del prximo Captulo General.
Corresponde al Snodo tambin urgir la puesta en practica de las
decisiones de la Santa Sede o del Captulo General, segn las ne-
cesidades, recoger inormaciones idedignas del estado de la Or-
den, con el in de promoer mejor a su buena marcha, examinar
las relaciones que el Abad General presente del estado general
de la Orden, y los abades presidentes del estado de la propia
congregacin.
86
C Ca ap p t tu ul lo o 4 42 2 : : E EL L S SI IL LE EN NC CI IO O D DE ES SP PU U S S D DE E
C CO OM MP PL LE ET TA AS S
n todo tiempo han de cultivar los
monjes el silencio, pero muy espe-
cialmente a las horas de la noche.
2
En todo tiempo, sea o no de ayuno
3
-si se ha cenado, en cuanto se levanten de la mesa-, se re-
unirn todos sentados en un lugar en el que alguien lea las
Colaciones, o las Vidas de los Padres, o cualquier otra cosa
que edifique a los oyentes;
4
pero no el Heptateuco o los li-
bros de los Reyes, porque a los espritus dbiles no les har
bien escuchar a esas horas estas Escrituras; lanse en otro
momento.
5
Si es un da de ayuno, acabadas las vsperas, acudan
todos, despus de un breve intervalo, a la lectura de las Co-
laciones, como hemos dicho;
6
se leern cuatro o cinco
hojas, o lo que el tiempo permita,
7
para que durante esta
lectura se renan todos, si es que alguien estaba antes ocu-
pado en alguna tarea encomendada.
8
Cuando ya estn to-
dos reunidos, celebren el oficio de completas, y ya nadie
tendr autorizacin para hablar nada con nadie.
9
Y si al-
guien es sorprendido quebrantando esta regla del silencio,
ser sometido a severo castigo,
10
a no ser que lo exija la
obligacin de atender a los huspedes que se presenten o
que el abad se lo mande a alguno por otra razn;
11
en este
caso lo har con toda gravedad y con la ms delicada dis-
crecin.
D De ec cl la ar ra ac ci i n n a ar rt t. . 1 12 24 4- -1 12 25 5
Art. J24. Nuestra Orden tiene mucho de comn, como es natu-
ral, con las demas rdenes monasticas. Por tanto, es sumamente
importante la colaboracin con ellas en todos aquellos aspectos
que son comunes a todos los monjes, como por ejemplo, ao-
recer los estudios del patrimonio monastico, en la inestigacin
E
20 May.
22 Ag.
24 Nov.
15 Fbr.
87
de las cuestiones litrgicas, en la solucin de los problemas jur-
dicos, en la ormacin e instruccin de noicios y juniores, en
encontrar nueas y aptas ormas de ida comunitaria, de la dis-
tribucin del tiempo o de la manera de gobernar.
Coniene ademas que oremos los unos por los otros, que nos
prestemos con gusto y caridad una ayuda mutua, y que nos co-
muniquemos del mejor modo posible cuanto acaece en la orden,
las Congregaciones y los monasterios.
Art. J2S. Nuestra Orden, nuestras Congregaciones, nuestros
monasterios junto con todos los monjes y monjas -si bien no del
mismo modo- han sido declarados exentos de la jurisdiccin de
los ordinarios de lugar por los Romanos Pontices, en irtud de
su uncin primacial en toda la Iglesia, con el in de asegurar
mejor la pereccin de la ida monastica, segn la ndole propia
de nuestra Orden. Lsta exencin, sin embargo, no impide que
nuestros monasterios, en ciertos aspectos, segn las normas del
derecho comn y particular, estn sometidos a la jurisdiccin de
los obispos, ni tampoco que nuestros monasterios, segn su
propia ocacin, colaboren ntimamente con la iglesia local.
Deseamos honrar siempre con nuestra obediencia y reerencia
al Romano Pontice y a los obispos, como sucesores de los
Apstoles, y prestarles auxilio en la medida en que nos es posi-
ble, teniendo en cuenta nuestra ocacin. Ls de suma importan-
cia que en las obras de apostolado se d una cooperacin orde-
nada con la jerarqua, as como con todo el clero diocesano y re-
gular, tal como iene establecido y recomendado por los snodos
diocesanos y demas reuniones semejantes.
As, trabajamos en pro de aquella comunin eclesial que tanto
hemos de amar y cuyo punto algido hallamos en la celebracin
de la Lucarista, en la cual orecemos a Dios nuestras preces por
la jerarqua y por todo el pueblo de Dios.
88
C Ca ap p t tu ul lo o 4 43 3 : : L LO OS S Q QU UE E L LL LE EG GA AN N T TA AR RD DE E A A
L LA A O OB BR RA A D DE E D DI IO OS S O O A A L LA A M ME ES SA A
la hora del oficio divino, tan pron-
to como se haya odo la seal, de-
jando todo cuanto tengan entre
manos, acudan con toda prisa,
2
pero con gravedad, para no dar pie a la disipacin.
3
Nada
se anteponga, por tanto, a la obra de Dios.
4
El que llegue a las vigilias nocturnas despus del glo-
ria del salmo 94, que por esa razn queremos que se recite
con gran lentitud y demorndolo, no ocupe el lugar que le
corresponde en el coro,
5
sino el ltimo de todos o el sitio
especial que el abad haya designado para los negligentes,
con el fin de que est a su vista y ante todos los dems,
6
hasta que, al terminar la obra de Dios, haga penitencia con
una satisfaccin pblica.
7
Y nos ha parecido que deben po-
nerse en el ltimo lugar o aparte para que, vistos por todos,
se enmienden al menos ante el bochorno que han de sentir.
8
Porque, si se quedan fuera del oratorio, tal vez habr
quien vuelva a acostarse y dormir, o quien, sentndose fue-
ra, pase el tiempo charlando, y d as ocasin de ser tentado
por el maligno.
9
Es mejor que entren en el oratorio, para
que no pierdan todo y en adelante se corrijan.
10
El que en los oficios diurnos llegue tarde a la obra de
Dios, esto es, despus del verso y del gloria del primer sal-
mo que se dice despus del verso, ha de colocarse en el l-
timo lugar, segn la regla establecida,
11
y no tenga el atre-
vimiento de asociarse al coro de los que salmodian mientras
no haya dado satisfaccin, a no ser que el abad se lo autori-
ce con su perdn,
12
pero con tal de que satisfaga como cul-
pable esta falta.
13
Y el que no llegue a la mesa antes del verso, de ma-
nera que lo puedan decir todos a la vez, rezar las preces y
sentarse todos juntos a la mesa,
14
si su tardanza es debida a
A
21 May.
23 Ag.
25 Nov.
16 Fbr.
89
negligencia o a una mala costumbre, sea corregido por esta
falta hasta dos veces.
15
Si en adelante no se enmendare, no
se le permitir participar de la mesa comn,
16
sino que, se-
parado de la compaa de todos, comer a solas, privndo-
sele de su racin de vino hasta que haga satisfaccin y se
enmiende.
17
Se le impondr el mismo castigo al que no se
halle presente al recitar el verso que se dice despus de co-
mer.
18
Y nadie se atreva a tomar nada para comer o beber
antes o despus de las horas sealadas. Mas si el superior
ofreciere alguna cosa a alguien y no quiere aceptarla, cuan-
do luego l desee lo que antes rehus o cualquier otra cosa,
no recibir absolutamente nada hasta que no haya dado la
conveniente satisfaccin.
D De ec cl la ar ra ac ci i n n a ar rt t. . 8 88 8
Art. 88.Una cierta estructura jurdica y la ordenacin de la ida
mediante leyes, tal como hemos isto, son absolutamente nece-
sarias para toda comunidad monastica, sin embargo no son en
modo alguno como unos ines que han de buscarse por si mis-
mos, sino tan solo medios de gran importancia ordenados a los
ines propios de la ida monastica. La ley es para la ida y no al
res, cuanto iene establecido y prescrito por las leyes debe
promoer y ayudar la ida de los indiiduos y de las comunida-
des, as como acilitar la realizacin de los ines propios, y en
ningn caso impedir o soocar. La causa de la intranquilidad y de
la "crisis de autoridad" que se maniiesta en nuestros das, no s-
lo en la sociedad ciil, sino tambin en la Iglesia y las comunida-
des religiosas, en gran parte proiene del hecho de que las leyes
y las ormas institucionales recuentemente no responden de un
modo suiciente al actual estado de las cosas y a las justas exi-
gencias de la ida, y en consecuencia, aparecen a los sbditos
como disposiciones sin alor, inoportunas y absurdas. Corres-
ponde a los rganos competentes hacer que las leyes y las insti-
tuciones promuean y sostengan la ida actual de las comunida-
des, y no impidan a eolucin de la ida a causa de su caracter
90
desasado e incongruo. Ll Concilio Vaticano II precisamente
nos ha prescrito esto cuando ha decretado que debemos exami-
nar detenidamente las constituciones y demas reglamentos de
los monasterios, congregaciones y tambin de la misma Orden, y
las reisemos conenientemente, suprimiendo cuantas disposi-
ciones hayan perdido actualidad y alor.
C Ca ap p t tu ul lo o 4 44 4 : : C C M MO O H HA AN N D DE E S SA AT TI IS SF FA AC CE ER R
L LO OS S E EX XC CO OM MU UL LG GA AD DO OS S
l que haya sido excomulgado del
oratorio y de la mesa comn por
faltas graves, a la hora en que se ce-
lebra la obra de Dios en el oratorio
permanecer postrado ante la puerta sin decir palabra,
2
li-
mitndose a poner la cabeza pegada al suelo, echado a los
pies de todos los que salen del oratorio.
3
Y as lo seguir
haciendo hasta que el abad juzgue que ya ha satisfecho su-
ficientemente.
4
Y cuando el abad le ordene que debe com-
parecer, se arrojar a sus plantas, y luego a las de todos los
monjes, para que oren por l.
5
Entonces, si el abad as lo
dispone, se le admitir en el coro, en el lugar que el mismo
abad determine.
6
Pero no podr recitar en el oratorio nin-
gn salmo ni lectura o cualquier otra cosa mientras no se lo
mande de nuevo el abad.
7
Y en todos los oficios, al termi-
nar la obra de Dios, se postrar en el suelo en el mismo lu-
gar donde est;
8
as har satisfaccin hasta que de nuevo le
ordene el abad que cese ya en su satisfaccin.
9
Los que por faltas leves son excomulgados solamente
de la mesa, han de satisfacer en el oratorio hasta que reci-
ban orden del abad.
10
As lo seguirn haciendo hasta que
les d su bendicin y les diga: Bastante.
E
22 May.
24 Ag.
26 Nov.
17 Fbr.
91
D De ec cl la ar ra ac ci i n n a ar rt t. . 8 89 9
Art. 89. Para que la estructura de gobierno y la legislacin pue-
dan serir erdaderamente a las necesidades de la ida, importa
considerar lo que sigue:
a, a. te,e. vo bav ae vvttiticar.e ev ece.o: la libertad de ac-
cin y las iniciatias no han de restringiese mediante normas mi-
nuciosas. Solamente han de regularse mediante leyes aquellas
realidades o aspectos de la ida que exigen una cierta uniormi-
dad de accin o una coordinacin de uerzas en orden a alcanzar
los ines comunes. 1odo lo demas ha de ser dejado a la respon-
sabilidad de los superiores y de los oiciales, y a la libre y respon-
sable decisin de los hermanos.
b, a. te,e. bav ae .er aaataaa. cov.tavtevevte a ta. covaiciove.
ae ta riaa. Dado que las condiciones de la ida, las exigencias y
las actiidades constantemente cambian, y, especialmente en
nuestra poca, los cambios mucho mas proundos y rapidos, por
esta misma razn los medios que ordenan la ida, es decir las le-
yes e instituciones jurdicas, han de ser reisadas y reormadas
constantemente. Medios e instituciones que en otros tiempos
aparecan como tiles e incluso como inmejorables, con el cam-
bio de las circunstancias, han perdido la uerza y la utilidad, y
aun en ciertos casos pueden impedir la eolucin de la ida.
Medios e instituciones que en otros tiempos aparecan como ti-
les e incluso como inmejorables, con el cambio de las circuns-
tancias, han perdido la uerza y la utilidad, y aun en ciertos casos
pueden impedir la eolucin de la ida. Medios e instituciones
que en otros tiempos aparecan como tiles e incluso como in-
mejorables, con el cambio de las circunstancias, han perdido la
uerza y la utilidad, y aun en ciertos casos pueden impedir la
eolucin de la ida. Los ideales y las prescripciones de los
mismos undadores en lo que hace reerencia a la organizacin
de la ida monastica y a las estructuras jurdicas, aun cuando han
de ser tenidas en eneracin, sin embargo no son normas inm-
iles o perennes, dado que tambin ellos estaban ntimamente
conexos a las condiciones siempre mudables de su poca. Ln
consecuencia, es necesario ponderar prudentemente si respon-
92
den y en qu medida a las nueas exigencias de la ida.
Una tal reisin de las leyes y normas de ida no ha de ser pos-
puesta durante largo tiempo, con peligro de que, por razn de
normas demasiado rgidas o desasadas, se pierda la italidad de
la comunidad, y se originen tensiones peligrosas entre los her-
manos. Ln las Constituciones y Lstatutos locales han de senalar-
se los medios y las razones legtimas por las cuales las respecti-
as comunidades puedan pedir y obtener la reisin o la muta-
cin de las leyes.
c, Covtivviaaa ae ta te,: Re.eto ae ta traaiciv. La ida, aun-
que ariada y mudable, presenta sin embargo una extrana conti-
nuidad y tenacidad. Por tanto, en la ordenacin de nuestra ida
hemos de prestar atencin para no rechazar la totalidad de la
tradicin cisterciense, de la cual ya hemos hablado, interrum-
piendo as la continuidad de la ida monastica de modo iolen-
to. As como es peligroso retener ormas de organizacin anti-
cuadas y leyes inadecuadas, del mismo modo es peligroso sepa-
rarnos iolentamente de los alores de nuestra tradicin, y en
nombre de la acomodacin derribar los elementos undamenta-
les de nuestra ida. Ls necesario que en la reisin de las estruc-
turas jurdicas o en la nuea legislacin tengamos presentes las
experiencias de los siglos pasados, y que conseremos una con-
tinuidad natural y una armona con la tradicin. Sin embargo,
hay que eitar que la idelidad a la tradicin nos llee a un inmo-
ilismo o a una alsa seguridad, y tambin que no nos impida er
los nueos postulados de la ida ya en la Iglesia, ya en la socie-
dad ciil de nuestro tiempo.
d, Las leyes y los demas estatutos solamente seran tiles a la ida
en la medida en que prescriban una prudente y posible norma de
obrar. Si establecen cosas penosas o extranas al hombre de hoy,
si initan a la negligencia respecto a las leyes, o imponen respon-
sabilidades diciles de soportar, incluso los hombres bien dis-
puestos se sentiran tentados por la amargura. Que en cambio la
ley sea simple y clara, para no conturbar el curso normal de la
ida mediante exageradas complicaciones o ambigedades. 1en-
ga en cuenta siempre la realidad de nuestros monasterios y de
nuestros monjes, y no establezca nada que sea extrano o alejado
93
a las ormas de ida de los mismos, sin que ello quiera decir
aprobacin de las imperecciones o de los deectos existentes.
Que sea moderada, y que mas bien senale de una manera positi-
a el camino del bien, antes que hacerlo de modo negatio, para
que pueda ser obserada con agrado por los monjes de buena
oluntad. La misma doctrina nos hace comprender que la norma
de actuar muchas eces se establecera mucho mejor mediante
directias de gran lexibilidad, senalando las diersas posibilida-
des de accin que mediante leyes y prescripciones detalladas.
C Ca ap p t tu ul lo o 4 45 5 : : L LO OS S Q QU UE E S SE E E EQ QU UI IV VO OC CA AN N E EN N
E EL L O OR RA AT TO OR RI IO O
i alguien se equivoca al recitar un
salmo, un responsorio, una antfona
o una lectura, si all mismo y en pre-
sencia de todos no se humilla con
una satisfaccin, ser sometido a un mayor castigo
2
por no
haber querido reparar con la humildad la falta que haba
cometido por negligencia.
3
Los nios, por este gnero de
faltas, sern azotados.
D De ec cl la ar ra ac ci i n n a ar rt t. . 9 90 0
Art. 90. Las condiciones de la ida moderna as como el Conci-
lio Vaticano II exigen que en la preparacin de las leyes y en la
disposicin de determinaciones que atanen a la comunidad, to-
dos los miembros han de participar de alguna manera. Los
miembros de las comunidades no sin razn se sienten extranos a
las normas de ida y a las decisiones tomadas si todo iene dis-
puesto nicamente por los superiores o por un grupo restringido
de consejeros. Lsta participacin de todos ha de realizarse de
modo y en grado dierso ,consultas preias a los indiiduos y a
las comunidades, otaciones del captulo conentual, eleccin de
oiciales y delegados, derecho a hacer proposiciones, etc.,, te-
S
23 May.
25 Ag.
27 Nov.
18 Fbr.
94
niendo en cuenta que es absolutamente necesario en todas par-
tes y todos los nieles de la estructura de la Orden han de esta-
blecerse ormas aptas de una participacin real y actia.
C Ca ap p t tu ul lo o 4 46 6 : : L LO OS S Q QU UE E I IN NC CU UR RR RE EN N E EN N
O OT TR RA AS S F FA AL LT TA AS S
i alguien, mientras est trabajando en
cualquier ocupacin en la cocina, en
la despensa, en el servicio, en la pa-
nadera, en la huerta, en un oficio
personal o donde sea, comete alguna falta,
2
o rompe o
pierde algo, o cae en alguna otra falta,
3
y no se presenta en
seguida ante el abad y la comunidad para hacer l mismo
espontneamente una satisfaccin y confesar su falta,
4
si la
cosa se sabe por otro, ser sometido a una penitencia ms
severa.
5
Pero, si se trata de un pecado oculto del alma, lo mani-
festar solamente al abad o a los ancianos espirituales
6
que
son capaces de curar sus propias heridas y las ajenas, pero
no descubrirlas y publicarlas.
D De ec cl la ar ra ac ci i n n a ar rt t. . 9 91 1
Art. 9J. Mientras que las leyes y las demas normas escritas regu-
lan los aspectos mas generales y permanentes de la ida monas-
tica, la organizacin de la ida concreta de cada da y las decisio-
nes particulares en puntos concretos corresponden a la autori-
dad personal de los superiores y de los oiciales. Ll ejercicio de
esta autoridad en nuestros tiempos es, ciertamente, mucho mas
dicil y complicada que antes, ya sea por razn de los signos de
los tiempos, ya sea por razn del cambio de actitud del hombre
moderno con respecto a la autoridad.
De una parte, a causa de la rapidsima mutacin y eolucin de
todo, que ni puede preerse, ni puede regirse con leyes genera-
S
24 May.
26 Ag.
28 Nov.
19 Fbr.
95
les, muchos aspectos de la ida exigen una decisin personal y
rapida de los superiores, incluso en campos que son extrema-
damente complejos y requieren muchas eces una real pericia
tcnica. De otra parte, los hombres de nuestro tiempo tienen
menos reerencia al oicio de superior, y exigen de l cualidades
y perecciones no ordinarias, juzgando dura y abiertamente sus
errores y deiciencias, desean er claramente las razones por las
cuales se ha mandado algo, no prestan una obediencia acil er
claramente las razones por las cuales se ha mandado algo, no
prestan una obediencia acil si lo mandado repugna de alguna
manera el juicio personal o la coneniencia propia.
Aunque la uncin de aquellos que ejercen la autoridad en la
comunidad sea algo erdaderamente arduo, sin embargo no es
una labor intil la que se ha aceptado, mas an, si se trata de en-
contrar ormas y mtodos mas aptos para gobernar, la labor que
se haga puede ser muchsimo mas eicaz que la que se poda
hacerse en cualquier otro tiempo: los religiosos de nuestra poca
estan mucho mas bien dispuestos a una cooperacin sincera y
actia, a una participacin junto con los superiores a la solicitud
por el bien comn, e incluso estan mejor preparados para una tal
participacin.
C Ca ap p t tu ul lo o 4 47 7 : : L LA A L LL LA AM MA AD DA A P PA AR RA A L LA A
O OB BR RA A D DE E D DI IO OS S
s responsabilidad del abad que se
d a su tiempo la seal para la obra
de Dios, tanto de da como de no-
che, o bien hacindolo l personal-
mente o encargndoselo a un hermano tan diligente, que to-
do se realice a las horas correspondientes.
2
Los salmos y
antfonas se recitarn, despus del abad, por aquellos que
hayan sido designados y segn su orden de precedencia.
3
No se meter a cantar o leer sino el que sea capaz de cum-
plir este oficio con edificacin de los oyentes.
4
Y se har
E
25 May.
27 Ag.
29 Nov.
20 Fbr.
96
con humildad, gravedad y reverencia y por aquel a quien se
lo encargue el abad.
D De ec cl la ar ra ac ci i n n a ar rt t. . 9 92 2
Art.92. A este nueo modo de ejercer la autoridad corresponde:
a, Que los superiores inormen debidamente a los her-
manos de los asuntos del monasterio o de la orden, que expon-
gan sinceramente y sin misterios los problemas que se planteen,
y que busquen conocer los puntos de ista y las propuestas de
los hermanos.
b, Que no teman una crtica prudente o una censura, as
como no rehuyan las correcciones que se maniiesten necesarias.
e, Que, conscientes de la complejidad y multiplicidad de
su uncin, los superiores no crean que todo lo pueden hacer
por si solos, sino mas bien compartan sus tareas con hermanos
competentes, deseando aproecharse de su experiencia.
d, Que concedan una amplia libertad de accin a todos
los hermanos y de modo especial a los oiciales o a aquellos a los
que se les ha asignado una misin especial, y respeten su compe-
tencia en el oicio que les haya coniado, por otra parte que no
descuiden de pedir una relacin detallada de cuanto les ha con-
iado o han realizado.
C Ca ap p t tu ul lo o 4 48 8 : : E EL L T TR RA AB BA AJ JO O M MA AN NU UA AL L D DE E
C CA AD DA A D DI IA A
R RB B 4 48 8, ,1 1- -9 9
a ociosidad es enemiga del alma;
por eso han de ocuparse los herma-
nos a unas horas en el trabajo ma-
nual, y a otras, en la lectura divina.
2
En consecuencia, pensamos que estas dos ocupaciones
pueden ordenarse de la siguiente manera:
3
desde Pascua
L
26 May.
28 Ag.
30 Nov.
21 Fbr.
97
hasta las calendas de octubre, al salir del oficio de prima
trabajarn por la maana en lo que sea necesario hasta la
hora cuarta.
4
Desde la hora cuarta hasta el oficio de sexta
se dedicarn a la lectura.
5
Despus de sexta, al levantarse
de la mesa, descansarn en sus lechos con un silencio abso-
luto, o, si alguien desea leer particularmente, hgalo para s
solo, de manera que no moleste.
6
Nona se celebrar ms
temprano, mediada la hora octava, para que vuelvan a tra-
bajar hasta vsperas en lo que sea menester.
7
Si las circuns-
tancias del lugar o la pobreza exigen que ellos mismos ten-
gan que trabajar en la recoleccin, que no se disgusten,
8
porque precisamente as son verdaderos monjes cuando vi-
ven del trabajo de sus propias manos, como nuestros Padres
y los apstoles.
9
Pero, pensando en los ms dbiles, hgase
todo con moderacin.
D De ec cl la ar ra ac ci i n n, , a ar rt t. . 3 34 4, ,6 69 9
Art. 34 Ln nuestros das, incluso en la teologa se aprecia cada
ez mas el alor positio que el conjunto de las cosas creadas
tiene para la entera ida humana, as como el trabajo y el progre-
so humano, y su importancia se releja tambin en la economa
de la salacin. Por esto es necesario que crezca en nosotros el
sentido de responsabilidad, apreciando junto con toda la comu-
nidad humana los alores terrestres. Reconozcamos tambin que
nosotros debemos participar en el trabajo destinado a promoer
aquel progreso mediante el cual todo lo creado se somete mas y
mas al poder del hombre, y toda la sociedad, razonable y justa-
mente, pueda tener la parte que le corresponde de los rutos de
su trabajo. Solamente con este trabajo realizado con toda serie-
dad se obtiene la santiicacin de todas las cosas en Cristo, y el
retorno de toda criatura a su Creador.
Art. 69 Como todos los hombres, nosotros, monjes, tambin
estamos sujetos a la ley comn del trabajo, y muy seriamente,
mediante nuestro trabajo colaboramos a hacer este mundo cada
ez mas perecto, y a poner en practica los designios de Dios
98
sobre este siglo, al mismo tiempo que realizamos nuestra propia
ocacin. De hecho, es errneo airmar que la pereccin del
alma y los intereses de la ida presente se contraponen cuando
es posible obtener una perecta compatibilidad. Para alcanzar la
pereccin cristiana nadie esta obligado a alejarse necesariamente
de los asuntos de la ida normal, dado que esta ocupacin,
hecha de modo debido, no solo no pone en peligro la dignidad
del hombre y del cristiano, sino mas bien la perecciona.
Precisamente por esta razn, nuestro trabajo no es solamente un
remedio contra la ociosidad, o una ocupacin cualquiera para
llenar el tiempo, sino que es una parte constitutia de nuestro
esuerzo para adquirir la pereccin cristiana. Al mismo tiempo,
es tambin un sericio raterno a la comunidad monastica y a los
hombres que ien en el mundo, siempre y cuando realicemos
nuestro trabajo con competencia y con sentido do responsabili-
dad.
R RB B 4 48 8, , 1 10 0- -1 13 3
esde las calendas de octubre hasta
la cuaresma se dedicarn a la lec-
tura hasta el final de la segunda
hora.
11
Entonces se celebrar el
oficio de tercia y se ocuparn todos en el trabajo que se les
asigne hasta la hora de nona.
12
Al primer toque para el ofi-
cio de nona dejarn sus quehaceres para estar a punto cuan-
do suene la segunda seal.
13
Despus de comer se ocuparn
en sus lecturas o en los salmos.
D De ec cl la ar ra ac ci i n n, , a ar rt t 7 70 0
Art. 70 Dado que el alor del trabajo depende tambin del mo-
do correcto de ejecutarlo, es una obligacin grae de los supe-
riores procurar que sus colaboradores, sean clrigos o laicos, es-
tn preparados concienzudamente, incluso con preparacin tc-
nica si es necesario, para que puedan realizar del mejor modo
posible sus trabajos, teniendo presente que en nuestra poca de
D
27 May.
29 Ag.
1 Dic.
22 Fbr.
99
especializacin y en las circunstancias actuales no basta la buena
oluntad y la dedicacin personal. Los trabajos principales que
se realizan en las diersas Congregaciones y en nuestros monas-
terios cistercienses son los siguientes ,el orden de enumeracin
no signiica, de hecho, orden de preerencia o de importancia,:
educacin de la juentud, ministerio pastoral, trabajo manual,
trabajo cientico, hospitalidad.
R RB B 4 48 8, ,1 14 4- -2 25 5
urante la cuaresma dedquense a
la lectura desde por la maana
hasta finalizar la hora tercera, y
despus trabajarn en lo que se les
mandare hasta el final de la hora dcima.
15
En esos das de
cuaresma recibir cada uno su cdice de la Biblia, que lee-
rn por su orden y enteramente;
16
estos cdices se entrega-
rn al principio de la cuaresma.
17
Y es muy necesario designar a uno o dos ancianos
que recorran el monasterio durante las horas en que los
hermanos estn en la lectura.
18
Su misin es observar si al-
gn hermano, llevado de la aceda, en vez de entregarse a la
lectura, se da al ocio y a la charlatanera, con lo cual no s-
lo se perjudica a s mismo, sino que distrae a los dems.
19
Si a alguien se le encuentra de esta manera, lo que ojal no
suceda, sea reprendido una y dos veces;
20
y, si no se en-
mienda, ser sometido a la correccin que es de regla, para
que los dems escarmienten.
21
Ningn hermano trate de
nada con otro a horas indebidas.
22
Los domingos se ocuparn todos en la lectura, menos
los que estn designados para algn servicio.
23
Pero a quien sea tan negligente y perezoso que no
quiera o no pueda dedicarse a la meditatio o a la lectura, se
le asignar alguna labor para que no est desocupado.
24
A los hermanos enfermos o delicados se les enco-
mendar una clase de trabajo mediante el cual ni estn
D
28 May.
30 Ag.
2 Dic.
23 Fbr.
100
ociosos ni el esfuerzo les agote o les haga desistir.
25
El
abad tendr en cuenta su debilidad.
D De ec cl la ar ra ac ci i n n, , a ar rt t. . 7 73 3
Art. 73 Ll trabajo manual debe ser considerado por nosotros no
slo como un elemento muy til y recuentemente necesario pa-
ra la ida comn, sino como signo de solidaridad con todos los
hombres, principalmente con los pobres, que, con el trabajo co-
tidiano y humilde, procuran lo necesario para su ida y la de los
suyos. Ls tambin un instrumento eicaz de abnegacin de s y
de participacin en la cruz del Senor, de sericio al prjimo,
principalmente a los hermanos en el monasterio. Por esto nunca
sea considerado como una mera ocupacin indierente para la
ida espiritual sino que se ejerza de manera competente y eicaz
como un instrumento de caridad.
C Ca ap p t tu ul lo o 4 49 9 : : L LA A O OB BS SE ER RV VA AN NC CI IA A D DE E L LA A
C CU UA AR RE ES SM MA A
unque de suyo la vida del monje
debera ser en todo tiempo una
observancia cuaresmal,
2
no obs-
tante, ya que son pocos los que
tienen esa virtud, recomendamos que durante los das de
cuaresma todos juntos lleven una vida ntegra en toda pure-
za
3
y que en estos das santos borren las negligencias del
resto del ao.
4
Lo cual cumpliremos dignamente si repri-
mimos todos los vicios y nos entregamos a la oracin con
lgrimas, a la lectura, a la compuncin del corazn y a la
abstinencia.
5
Por eso durante estos das impongmonos
alguna cosa ms a la tarea normal de nuestra servidumbre:
oraciones especiales, abstinencia en la comida y en la bebi-
da,
6
de suerte que cada uno, segn su propia voluntad,
ofrezca a Dios, con gozo del Espritu Santo, algo por
encima de la norma que se haya impuesto;
7
es decir, que
A
29 May.
31 Ag.
3 Dic.
24 Fbr.
101
norma que se haya impuesto;
7
es decir, que prive a su
cuerpo algo de la comida, de la bebida, del sueo, de las
conversaciones y bromas y espere la santa Pascua con el
gozo de un anhelo espiritual.
8
Pero esto que cada uno ofrece debe proponrselo a su
abad para hacerlo con la ayuda de su oracin y su confor-
midad,
9
pues aquello que se realiza sin el beneplcito del
padre espiritual ser considerado como presuncin y vana-
gloria e indigno de recompensa;
10
por eso, todo debe
hacerse con el consentimiento del abad.
D De ec cl la ar ra ac ci i n n, , a ar rt t. . 3 30 0- -3 31 1
Art. 30 La historia de casi nuee siglos ha dejado huellas pro-
undas en nuestra Orden, que ha sido siempre parte integrante
de la Iglesia y del mundo, y como tal ha participado en sus cam-
bios y en sus crisis. 1ambin hoy en el interior de la Orden re-
suenan igorosamente los moimientos, las aspiraciones, las
conicciones y las angustias de nuestro tiempo, y en gran parte
determinan nuestro trabajo de renoacin. Sera demasiado pro-
lijo exponer aqu los principales moimientos de la. Iglesia y del
mundo, aunque se intentase hacerlo sumariamente. Muchos de
estos problemas de la Iglesia en el mundo contemporaneo, que
son objeto de estudio, en gran parte se encuentran en los docu-
mentos del Concilio Vaticano II y en posteriores documentos de
la Iglesia, que someten muchos problemas de la Iglesia a examen
en el mundo actual. Aqu deseamos tan solo exponer y aplicar a
nosotros mismos algunas principales preocupaciones de la ida
religiosa moderna.
Art. 3J Ln los ltimos decenios la teologa catlica se ha reno-
ado proundamente, y puede decirse que se halla aun en estado
de rapida eolucin. Ll moimiento bblico escruta la Lscritura
con mtodos nueos, el moimiento patrstico descubre tesoros
de la tradicin teolgica hasta ahora ignorados, el moimiento
litrgico ilumina con nueo esplendor la ida sacramental y la
ida de oracin de la Iglesia. La antropologa teolgica, la ecle-
102
siologa, la teologa de la ida religiosa, para citar solamente al-
gunos campos en que se trabaja intensamente, en muchos aspec-
tos presentan aspectos nueos y un conocimiento nueo de la
ida de Dios en nosotros. Los elementos principales de la ida
cisterciense actual y nuestro esuerzo de renoacin han de estar
regulados por las perspectias dignas de encomio de esta teolo-
ga contemporanea, que ya ha dado rutos importantes en el
Concilio Vaticano II.
C Ca ap p t tu ul lo o 5 50 0 : : L LO OS S H HE ER RM MA AN NO OS S Q QU UE E
T TR RA AB BA AJ JA AN N L LE EJ JO OS S D DE EL L O OR RA AT TO OR RI IO O O O
E ES ST T N N D DE E V VI IA AJ JE E
os hermanos que trabajan muy lejos
y no pueden acudir al oratorio a las
horas debidas,
2
si el abad com-
prueba que es as en realidad,
3
ce-
lebren el oficio divino en el mismo lugar donde trabajan,
arrodillndose con todo respeto delante de Dios.
4
Igualmente, los que son enviados de viaje, no omitan
el rezo de las horas prescritas, sino que las celebrarn como
les sea posible, y no sean negligentes en cumplir esta tarea
de su prestacin.
D De ec cl la ar ra ac ci i n n, , a ar rt t. . 7 71 1
Art. 7J La instruccin y la educacin de la juentud en las escue-
las y en los colegios se adapta ptimamente a la ida monastica,
y aquellos que se dedican a esta actiidad contribuyen muchsi-
mo a la diusin del reino de Dios y al pereccionamiento de la
sociedad humana. Ln eecto, tratan no solo de enriquecer el in-
telecto, sino toda la persona, demostrando la relacin ntima que
existe entre las artes, las ciencias humanas y el espritu cristiano,
y mientras comunican la erdad de las cosas creadas, conducen a
los alumnos hacia la uente de toda erdad y de toda la creacin,
L
30 May.
1 Sep.
4 Dic.
25 Fbr.
103
es decir hacia Cristo en persona. Ademas, atendiendo que cuan-
to hagamos al mas pequeno de los hermanos de Cristo, lo
hacemos a Cristo mismo, en la educacin de la juentud se sire
a Cristo de modo eminente.
C Ca ap p t tu ul lo o 5 51 1 : : L LO OS S H HE ER RM MA AN NO OS S Q QU UE E N NO O
S SA AL LE EN N M MU UY Y L LE EJ JO OS S
l hermano que sale enviado para un
encargo cualquiera y espera regre-
sar el mismo da al monasterio, que
no se atreva a comer fuera, aunque
le inviten con toda insistencia,
2
a no ser que su abad se lo
haya ordenado.
3
Y, si hiciere lo contrario, sea excomulga-
do.
D De ec cl la ar ra ac ci i n n, , a ar rt t. . 7 76 6
Art. 76 Para poder atender elizmente y con entusiasmo nuestras
diersas actiidades, hemos de apreciar en su justo alor la re-
noacin de nuestras uerzas mediante la recreacin. Al estable-
cer el horario del monasterio hemos de hacer atencin para que
se mantenga un sano equilibrio entre la ida de oracin, de tra-
bajo y la recreacin, teniendo en cuenta cuanto nos ensena la si-
cologa y la medicina a este particular. La recreacin, debida-
mente ordenada a su in, no ha de ser considerada como una
desiacin del espritu monastico, sino que es una condicin in-
dispensable para tener una ida bien ordenada. Solamente de es-
te modo podremos poner en practica el precepto del Apstol:
Dios ama al que da con alegra`.
E
31 May.
2 Sep.
5 Dic.
26 Fbr.
104
C Ca ap p t tu ul lo o 5 52 2 : : E EL L O OR RA AT TO OR RI IO O D DE EL L
M MO ON NA AS ST TE ER RI IO O
l oratorio ser siempre lo que su
mismo nombre significa y en l no
se har ni guardar ninguna otra co-
sa.
2
Una vez terminada la obra de
Dios, saldrn todos con gran silencio, guardando a Dios la
debida reverencia,
3
para que, si algn hermano desea, qui-
z, orar privadamente, no se lo impida la importunidad de
otro.
4
Y, si en otro momento quiere orar secretamente, en-
tre l solo y ore; no en voz alta, sino con lgrimas y efusin
del corazn.
5
Por consiguiente, al que no va a proceder de
esta manera, no se le permita quedarse en el oratorio cuando
termina la obra de Dios, como hemos dicho, pata que no estor-
be a los dems.
D De ec cl la ar ra ac ci i n n, , a ar rt t. . 3 36 6- -3 37 7
Art. 36 Al igual que nuestros contemporaneos, abrigamos tam-
bin nosotros el gran deseo de amar los autnticos alores, in-
cluso en la ida religiosa y monastica, y por esta razn optamos
por ormas de ida sencilla capaces de expresar sinceramente lo
que pensamos: es necesario que nuestras acciones reelen el es-
tado interno del alma. Deseamos conocer el sentido de nuestros
ritos, y queremos que nuestras ideas correspondan a nuestro
modo de expresarnos. Detestamos el ormalismo y los ritos pri-
ados de sentido, con el corazn lleno de sinceridad y con el es-
pritu abierto queremos iir para Aquel que escruta los corazo-
nes y no juzga segn las apariencias. Con el amor a la simplici-
dad nos sentimos estrechamente unidos al ideal de nuestros Pa-
dres lundadores.
Art. 37 De esta manera nuestra Orden participara en los moi-
mientos itales de la Iglesia y de la historia de este siglo, y mien-
tras acude constantemente a las uentes de la tradicin, tiene
presente tambin el uturo. No es lcito creer que toda la perec-
E
1 Jun.
3 Sep.
6 Dic.
27 Fbr.
105
cin consista en mantenerse inmil en las ormas de compor-
tarse que la Iglesia o la Orden acept en los siglos pasados o que
no nos acerquemos s no es con desconianza a las maneras co-
munes de comportarse de los hombres de hoy, estas maneras,
por el contrario, pueden experimentarse de acuerdo con la ense-
nanza de san Pablo: examinad todas las cosas, aquello que sea
bueno, retenedlo`.
Incluso nosotros, al igual que la Iglesia, tenemos el deber de ob-
serar los signos de los tiempos, y de interpretarlos a la luz del
Langelio, y as, una ez hallada la norma alida para nuestra
generacin, podremos responder a quienes nos pregunten. Ls
necesario conocer y comprender el mundo en el cual iimos, es
necesario conocer y comprender sus esperanzas, sus deseos, sus
tendencias, ya que, solamente de este modo, nuestros monaste-
rios podran ser uentes de ediicacin del pueblo cristiano.
C Ca ap p t tu ul lo o 5 53 3 : : L LA A A AC CO OG GI ID DA A D DE E L LO OS S
H HU U S SP PE ED DE ES S
todos los huspedes que se presen-
ten en el monasterio ha de acogr-
seles como a Cristo, porque l lo
dir un da: Era peregrino, y me
hospedasteis.
2
A todos se les tributar el mismo honor,
sobre todo a los hermanos en la fe y a los extranjeros
3
Una vez que ha sido anunciada la llegada de un husped,
irn a su encuentro el superior y los hermanos con todas las
delicadezas de la caridad.
4
Lo primero que harn es orar
juntos, y as darse mutuamente el abrazo de la paz.
5
Este
sculo de paz no debe darse sino despus de haber orado,
para evitar los engaos diablicos.
6
Hasta en la manera de saludarles deben mostrar la ma-
yor humildad a los huspedes que acogen y a los que despi-
dan;
7
con la cabeza inclinada, postrado el cuerpo en tierra,
adorarn en ellos a Cristo, a quien reciben.
8
Una vez aco-
A
2 Jun.
4 Sep.
7 Dic.
28/*29 Fbr.
106
gidos los huspedes, se les llevar a orar, y despus el supe-
rior o aquel a quien mandare se sentar con ellos.
9
Para su
edificacin leern ante el husped la ley divina, y luego se
le obsequiar con todos los signos de la ms humana hospi-
talidad.
10
El superior romper el ayuno para agasajar al
husped, a no ser que coincida con un da de ayuno mayor
que no puede violarse;
11
pero los hermanos proseguirn
guardando los ayunos de costumbre.
12
El abad dar agua-
manos a los huspedes,
13
y tanto l como la comunidad en-
tera lavarn los pies a todos los huspedes,
14
Al terminar
de lavrselos, dirn este verso: Hemos recibido, oh Dios!,
tu misericordia en medio de tu templo.
15
Pero, sobre todo, se les dar una acogida especial a
los pobres y extranjeros, colmndoles de atenciones, porque
en ellos se recibe a Cristo de una manera particular; pues el
respeto que imponen los ricos, ya de suyo obliga a honrar-
les.
*
16
Haya una cocina distinta para el abad y los huspe-
des, con el fin de que, cuando lleguen los huspedes, que
nunca faltan en el monasterio y pueden presentarse a cual-
quier hora, no perturben a los hermanos.
17
Cada ao se en-
cargarn de esa cocina dos hermanos que cumplan bien ese
oficio.
18
Y, cuando lo necesiten, se les proporcionar ayu-
dantes, para que presten sus servicios sin murmurar; pero,
cuando estn all menos ocupados, saldrn a trabajar en lo
que se les indique.
19
Y esta norma se ha de seguir en estos
y en todos los dems servicios del monasterio:
20
cuando
necesiten que se les ayude, se les dar ayudantes; pero,
cuando estn libres, obedecern en lo que se les mande.
21
La hospedera se le confiar a un hermano cuya alma
est poseda por el temor de Dios.
22
En ella debe haber su-
ficientes camas preparadas. Y est siempre administrada la
casa de Dios prudentemente por personas prudentes.
23
Quien no est autorizado para ello no tendr relacin
alguna con los huspedes, ni hablar con ellos.
24
Pero, si se
encuentra con ellos o les ve, saldeles con humildad, como
107
hemos dicho; pdales la bendicin y siga su camino, dicin-
doles que no le est permitido hablar con los huspedes.
D De ec cl la ar ra ac ci i n n, , a ar rt t. . 7 75 5
Art. 7S Una orma de apostolado monastico muy antigua es la
hospitalidad, que hoy no debe orecerse solamente como un ali-
io material, sino mas bien debe proporcionar un alimento espi-
ritual bajo ormas diersas y apropiadas.
1odos los huspedes sean recibidos como a Cristo, porque Ll
mismo nos ha de decir: husped ui y me recibisteis`. Lase ante
los huspedes, en cuanto sea posible, la ley diina, para que sean
ediicados, y despus se les trate humanamente. La hospedera
tenga asignado un hermano y la casa de Dios sea sabiamente ad-
ministrada por hombres sabios.
C Ca ap p t tu ul lo o 5 54 4 : : S SI I E EL L M MO ON NJ JE E H HA A D DE E R RE EC CI I- -
B BI IR R C CA AR RT TA AS S O O C CU UA AL LQ QU UI IE ER R O OT TR RA A C CO OS SA A
l monje no le est permitido de nin-
guna manera recibir, ni de sus pa-
dres, ni de cualquier otra persona,
ni de entre los monjes mismos, car-
tas, eulogias, ni otro obsequio cualquiera, sin autorizacin
del abad.
2
Y ni aunque sean sus padres quienes le envan
alguna cosa, se atrever a recibirla sin haberlo puesto antes
en conocimiento del abad. 'Pero, aun cuando disponga que
se acepte, podr el abad entregarla a quien desee.
3
No se
contriste por ello el hermano a quien haba sido dirigida,
para no dejar resquicio el diablo.
4
Y el que se atreviere a
proceder de otro modo, sea sometido a sancin de regla.
E
3 Jun.
5 Sep.
8 Dic.
1 Mar.
108
C Ca ap p t tu ul lo o 5 55 5 : : L LA A R RO OP PA A Y Y E EL L C CA AL LZ ZA AD DO O D DE E
L LO OS S H HE ER RM MA AN NO OS S
a de darse a los hermanos la ropa
que corresponda a las condiciones
y al clima del lugar en que viven,
2
pues en las regiones fras se ne-
cesita ms que en las templadas.
3
Y es el abad quien ha de
tenerlo presente.
4
Nosotros creemos que en los lugares templados les
basta a los monjes con una cogulla y una tnica para cada
uno
5
la cogulla lanosa en invierno, y delgada o gastada
en verano -, un escapulario para el trabajo, escarpines y za-
patos para calzarse.
6
No hagan problema los monjes del color o de la tos-
quedad de ninguna prenda, porque se adaptarn a lo que se
encuentre en la regin donde viven o a lo que pueda com-
prarse ms barato.
8
Pero el abad har que lleven su ropa a
la medida, que no sean cortas sus vestimentas, sino ajusta-
das a quienes las usan.
9
Cuando reciban ropa nueva devolvern siempre la vie-
ja, para guardarla en la ropera y destinarla luego a los po-
bres.
10
Cada monje puede arreglarse, efectivamente, con
dos tnica y dos cogullas, para que pueda cambiarse por la
noche y para poder lavarlas.
11
Ms de lo indicado sera su-
perfluo y ha de suprimirse.
12
Hgase lo mismo con los es-
carpines y con todo lo usado cuando reciban algo nuevo.
13
Los que van a salir de viaje recibirn calzones en la
ropera y los devolvern, una vez lavados, cuando regresen.
14
Tengan all cogullas y tnicas un poco mejores que las
que se usan de ordinario para entregarlas a los que van de
viaje y devulvanse al regreso.
15
Para las camas baste con
una estera, una cubierta, una manta y una almohada.
16
Pero los lechos deben ser inspeccionados con fre-
cuencia por el abad, no sea que se esconda en ellos alguna
H
4 Jun.
6 Sep.
9 Dic.
2 Mar.
109
cosa como propia.
17
Y, si se encuentra a alguien algo que
no haya recibido del abad, ser sometido a gravsimo casti-
go.
18
Por eso, para extirpar de raz este vicio de la propie-
dad, dar a cada monje lo que necesite;
19
o sea, cogulla,
tnica, escarpines, calzado, ceidor, cuchillo, estilete, agu-
ja, pauelo y tablillas; y as se elimina cualquier pretexto de
necesidad.
20
Sin embargo, tenga siempre muy presente el abad
aquella frase de los Hechos de los Apstoles: Se distribua
segn lo que necesitaba cada uno.
21
Por tanto, considere
tambin el abad la complexin ms dbil de los necesita-
dos, pero no la mala voluntad de los envidiosos.
22
Y en to-
das sus disposiciones piense en la retribucin de Dios.
D De ec cl la ar ra ac ci i n n, , a ar rt t. . 5 51 1
Art. SJ Mientras iamos tenemos necesidad de serirnos de las
cosas de este mundo, por esto el espritu de pobreza que dimana
del oto, ha de ordenar el uso de los bienes para utilidad nuestra
y del prjimo, obserado el debido respeto hacia las criaturas
hemos de disponer todas las cosas de tal modo que nuestra re-
nuncia proporcione ayuda a los pobres de nuestro tiempo. Por
este motio destinemos parte de nuestras ganancias para utilidad
del prjimo y de la iglesia. L igualmente, dediqumonos a aque-
llos trabajos que nos permitan satisacer nuestras necesidades, y
asimismo ayudar a los demas y a conserar la naturaleza creada
sana e intacta.
C Ca ap p t tu ul lo o 5 56 6 : :. . L LA A M ME ES SA A D DE EL L A AB BA AD D
os huspedes y extranjeros comern
siempre en la mesa del abad.
2
Pero,
cuando los huspedes sean menos
numerosos, est en su poder la fa-
cultad de llamar a los hermanos que desee.
3
Mas deje
L
5 Jun.
7 Sep.
10 Dic.
3 Mar.
110
siempre con los hermanos uno o dos ancianos que manten-
gan la observancia.
C Ca ap p t tu ul lo o 5 57 7 : : L LO OS S A AR RT TE ES SA AN NO OS S D DE EL L
M MO ON NA AS ST TE ER RI IO O
i hay artesanos en el monasterio, que
trabajen en su oficio con toda humil-
dad, si el abad se lo permite.
2
Pero
el que se envanezca de su habilidad
por creer que aporta alguna utilidad al monasterio,
3
sea
privado del ejercicio de su trabajo y no vuelva a realizarlo,
a no ser que, despus de haberse humillado, se lo ordene el
abad.
4
Si hay que vender las obras de estos artesanos, procu-
ren no cometer fraude aquellos que hayan de hacer la venta.
5
Recuerden siempre a Ananas y Safira, no vaya a suceder
que la muerte que aquellos padecieron en sus cuerpos,
6
la
sufran en sus almas ellos y todos los que cometieren algn
fraude con los bienes del monasterio.
7
Al fijar los precios no se infiltre el vicio de la avaricia,
8
antes vndase siempre un poco ms barato que lo que pue-
dan hacerlo los seglares,
9
para que en todo sea Dios glori-
ficado.
D De ec cl la ar ra ac ci i n n, , a ar rt t. . 7 74 4
Art. 74 Muchos de nuestros hermanos, en diersos monasterios,
contribuyen notablemente a la promocin de las ciencias sagra-
das y proanas, dedicandose a la inestigacin ilosica, teolgi-
ca, histrica, sociolgica, o de las ciencias naturales. Lsta actii-
dad tiene una gran importancia no slo con relacin a las dier-
sas disciplinas, sino tambin para toda la ida monastica que ad-
quiere erdaderos tesoros con el conocimiento mas proundo de
las cosas creadas y de las relatias a la e. la de darse un alor
S
6 Jun.
8 Sep.
11 Dic.
4 Mar.
111
especial a las ciencias teolgicas, de las cuales se puede obtener
un proecho mucho mas importante sea en orden a la ida espi-
ritual de los monjes, sea en orden a la direccin espiritual de las
almas, sea para el ministerio pastoral.
C Ca ap p t tu ul lo o 5 58 8 : : L LA A A AD DM MI IS SI I N N D DE E L LO OS S
H HE ER RM MA AN NO OS S
uando alguien llega por primera
vez para abrazar la vida monstica,
no debe ser admitido fcilmente.
2
Porque dice el apstol: Someted a
prueba los espritus, para ver si vienen de Dios.
3
Por eso, cuando el que ha llegado persevera llamando
y despus de cuatro o cinco das parece que soporta con pa-
ciencia las injurias que se le hacen y las dificultades que se
]e ponen para entrar y sigue insistiendo en su peticin,
4
debe concedrsele el ingreso, y pasar unos pocos das en la
hospedera.
5
Luego se le llevar al lugar de los novicios, donde han
de estudiar, comer y dormir.
6
Se les asignar un anciano
apto pata ganar las almas, que velar por ellos con la
mxima atencin.
7
Se observar cuidadosamente si de veras busca a Dios,
si pone todo su celo en la obra de Dios, en la obediencia y
en las humillaciones.
8
Dganle de antemano todas las cosas
duras y speras a travs de las cuales se llega a Dios.
9
Si
promete perseverar, al cabo de dos meses, se le debe leer
esta regla ntegramente
10
y decirle: Esta es la ley bajo la
cual pretendes servir; si eres capaz de observarla, entra; pe-
ro, si no, mrchate libremente.
11
Si todava se mantiene
firme, llvenle al noviciado y sigan probando hasta dnde
llega su paciencia.
C
7 Jun.
9 Sep.
12 Dic.
5 Mar.
112
12
Al cabo de seis meses lanle otra vez la regla, para
que se entere bien a qu entra en el monasterio.
13
Si an se
mantiene firme, pasados otros cuatro meses, vulvase a
leerle de nuevo la regla.
14
Y si, despus de haberlo delibe-
rado consigo mismo, promete cumplirlo todo y observar
cuanto se le mande, sea entonces admitido en el seno de la
comunidad;
15
pero sepa que, conforme lo establece la re-
gla, a partir de ese da ya no le es licito salir del monaste-
rio,
16
ni liberarse del yugo de una regla que, despus de tan
prolongada deliberacin, pudo rehusar o aceptar.
17
El que va a ser admitido, prometa delante de todos en el
oratorio perseverancia, conversin de costumbres y obedien-
cia
18
ante Dios y sus santos, para que, si alguna vez cambiara
de conducta, sepa que ha de ser juzgado por Aquel de quien se
burla.
19
De esta promesa redactar un documento en nombre
de los santos cuyas reliquias se encuentran all y del abad que
est presente.
20
Este documento lo escribir de su mano, y,
si no sabe escribir, pedir a otro que lo haga por l, trazan-
do el novicio una seal, y la depositar con sus propias ma-
nos sobre el altar.
21
Una vez depositado, el mismo novicio
entonar a continuacin este verso: Recbeme, Seor, se-
gn tu palabra, y vivir; no permitas que vea frustrada mi
esperanza.
22
Este verso lo repetir tres veces toda la co-
munidad, aadiendo Gloria Patri.
23
Pstrese entonces el
hermano a los pies de cada uno para que oren por l; y ya
desde ese da debe ser considerado como miembro de la
comunidad.
24
Si posee bienes, antes ha debido distribuirlos a los
pobres o, haciendo una donacin en la debida forma, ceder-
los al monasterio, sin reservarse nada para s mismo.
25
Porque sabe muy bien que, a partir de ese momento, no ha
de tener potestad alguna ni siquiera sobre su propio cuerpo.
26
Inmediatamente despus le despojarn en el oratorio
de las propias prendas que vesta y le pondrn las del mo-
nasterio.
27
La ropa que le quitaron se guardar en la rope-
ra,
28
para que, si algn da por sugestin del demonio con-
113
sintiere en salir del monasterio, Dios no lo permita, enton-
ces, despojado de las ropas del monasterio, sea despedido.
29
Pero no le entreguen el documento que el abad tom de
encima del altar, porque debe conservarse en el monasterio.
D De ec cl la ar ra ac ci i n n, , a ar rt t. . 3 39 9- -4 42 2
Art. 39 Nuestra ida no puede tener otro in ltimo que Dios, a
quien todos debemos gloriicar, y hacia quin hemos de ir, ya
que es el sumo bien y la suprema elicidad para el hombre, me-
diador y camino para llegar a Dios Padre es Cristo, que esta pre-
sente en la Iglesia, en la comunin de los hermanos en los sa-
cramentos.
lemos abrazado la ida monastica para poder alcanzar este in
mediante una consagracin especial que nos orienta en este sen-
tido directa y radicalmente, y nos dispone al mismo asidua y ei-
cazmente.
Art. 40 Los monasterios de nuestra Orden deben aorecer la
ocacin de cada uno de sus miembros, la deben conserar y
hacerla progresar. Por tanto, el in de buscar a Dios no es sola-
mente una obligacin indiidual, toda la estructura general de la
ida del monasterio, escuela del sericio diino, la autoridad y la
doctrina del abad, la leadura de la justicia diina han de serir
para omentarla. Ln esta inalidad reside la razn ltima de la
ida de nuestros monasterios. 1odos los demas bienes, ya sea la
reputacin social, la utilidad humanitaria o ciil, las entajas ma-
teriales deben estar subordinadas a este in y deben ser cone-
nientemente adaptadas al mismo y nunca deben ser preeridas al
progreso espiritual, a la correccin de las costumbres y al per-
eccionamiento de las irtudes.
Art. 4J Dado que los monasterios han de estar al sericio de las
ocaciones de cada uno de los religiosos, hemos de tener pre-
sente que, aun deseando ser tiles al monasterio, endremos a
ser extranos al mismo monasterio, y conertiremos en ana y sin
alor nuestra ida monastica si perdemos el espritu de nuestra
ocacin. La ocacin y la respuesta dada a la ocacin es lo que
114
hace al monje y nicamente de ah deria la razn de la existen-
cia de los monasterios y de la Orden.
Art. 42 Como sea que a Dios slo se llega por Cristo a tras de
la caridad, hemos entrado en la escuela de la caridad. La caridad
indiisiblemente y al mismo tiempo debe abrazar a Dios y al
prjimo, que ha sido creado a imagen de Dios y ha sido redimi-
do con la Sangre de Cristo. Por esta razn la caridad sincera se
debe maniestar en el doble sericio de Dios y del hombre, y no
es lcito separar entre s estos dos sericios como si el sericio de
Dios no uese al mismo tiempo sericio del hombre, o que el
sericio del hombre, animado por una erdadera caridad, no
uese un obsequio prestado a Dios. Ln la unidad del acto de ca-
ridad tiene su undamento la unidad de nuestra ida de oracin y
las ocupaciones materiales, nuestra solicitud en el trabajo se in-
tegra con el culto diino y el tiempo de la contemplacin se
completa con las ocupaciones tiles a la sociedad humana. \
dado que la caridad es la pereccin de las demas irtudes, inclu-
so los ejercicios de piedad y de la obserancia regular han de es-
tarle subordinados.
C Ca ap p t tu ul lo o 5 59 9 : : L LA A O OB BL LA AC CI I N N D DE E L LO OS S
H HI IJ JO OS S D DE E N NO OB BL LE ES S O O D DE E P PO OB BR RE ES S
uando algn noble ofrezca su hijo a
Dios en el monasterio, si el nio es
an pequeo, hagan sus padres el
documento del que hablamos ante-
riormente,
2
y, junto con la ofrenda eucarstica, envolvern
con el mantel del altar ese documento y la mano del nio;
de este modo le ofrecern.
3
En cuanto a sus bienes, prometan bajo juramento en el
documento escrito que ni por s mismos, ni por un procura-
dor, ni de ninguna otra manera han de darle jams algo, ni
facilitarle la ocasin de poseer un da cosa alguna.
4
O, si
C
8 Jun.
10 Sep.
13 Dic.
6 Mar.
115
no desead proceder as y quieren ofrecer algo al monasterio
como limosna en compensacin,
5
hagan donacin de los
bienes que quieren ceder al monasterio, reservndose, si lo
desean, el usufructo.
6
Porque de esta manera se le cierran
todos los caminos, y al nio no le queda ya esperanza algu-
na de poseer algo que pueda seducirle y perderle, Dios no
lo quiera; porque as lo ensea la experiencia.
7
Los que sean de condicin ms pobre procedern de la
misma manera.
8
Pero los que no poseen nada absolutamen-
te escribirn simplemente el documento y ofrezcan su hijo a
Dios con la ofrenda eucarstica en presencia de testigos.
D De ec cl la ar ra ac ci i n n, , a ar rt t. . 4 43 3
Art. 43 Buscamos a Dios no a causa de un mrito nuestro, sino
porque Ll nos ha amado en primer lugar, nos ha buscado y nos
ha initado a entrar en comunin con su misma ida. Por esta
razn nuestra ocacin, que nos ha sido dada por el cielo, me-
diante la cual incesantemente Cristo nos inita a dar una res-
puesta llena de amor, a proundizandose en el esuerzo cons-
tante de buscar a Dios en Cristo. Con nuestra proesin segn la
Regla de san Benito damos una respuesta permanente, dedican-
do toda nuestra ida al sericio de Cristo. De tal modo, nuestra
proesin constituye una consagracin particular de toda nuestra
existencia, consagracin que tiene sus races en el sacramento
del bautismo, que se ormula con mayor claridad en la proesin
y que la Iglesia asocia al sacriicio de la Misa.
C Ca ap p t tu ul lo o 6 60 0 : : L LO OS S S SA AC CE ER RD DO OT TE ES S Q QU UE E
D DE ES SE EA AN N I IN NG GR RE ES SA AR R E EN N E EL L M MO ON NA AS ST TE ER RI IO O
i alguien del orden sacerdotal pidiera
ser admitido en el monasterio, no se
condescienda en seguida a su deseo.
2
Pero, si persiste, a pesar de todo, en
S
9 Jun.
11 Sep.
14 Dic.
7 Mar.
116
su peticin, sepa que deber observar todas las prescripcio-
nes de la regla
3
y que no se le dispensar de nada, porque
est escrito: Amigo, a qu has venido?.
4
Sin embargo,
se le conceder colocarse despus del abad, bendecir y reci-
tar las plegarias de la conclusin, pero con el permiso del
abad.
5
De lo contrario, nunca se atreva a hacerlo, pues ha
de saber que en todo est sometido a las sanciones de la re-
gla; y d a todos ejemplos de mayor humildad.
6
Cuando se
trate de proveer algn cargo en el monasterio o de resolver
otro asunto cualquiera,
7
recuerde que debe ocupar el puesto
que le corresponde segn su ingreso en el monasterio y no
el que le concedieron por respeto al sacerdocio.
8
En cuanto a los clrigos, si alguno quiere incorporarse
al monasterio con el mismo deseo, se les colocar en un
grado intermedio,
9
mas con la condicin de que prometan
observar la regla y perseverar.
D De ec cl la ar ra ac ci i n n, , a ar rt t. . 4 44 4
Art. 44 Como sea que nuestra proesin ha sido recibida por la
Iglesia, nosotros estamos totalmente a su sericio. Para noso-
tros, Cristo esta presente en la Iglesia, con la cual esta insepara-
blemente unido. Por lo tanto, el sericio de Cristo es y debe ser
sericio de la Iglesia, ya sea por medio de la oracin y de la peni-
tencia, ya por diersas ormas de apostolado. As nuestra ida
sera un ejemplo de un iel cumplimiento de la ocacin cristiana,
sera testimonio de aquella ida nuea en Cristo, que ya desde
ahora es inicio y signo de la ida eterna del Reino de los cielos.
117
C Ca ap p t tu ul lo o 6 61 1 : : L LA A A AC CO OG GI ID DA A D DE E L LO OS S
M MO ON NJ JE ES S F FO OR RA AS ST TE ER RO OS S
i algn monje forastero que viene de
una regin lejana desea habitar en el
monasterio,
2
si le satisfacen las cos-
tumbres que en l encuentra y no
perturba con sus vanas exigencias al monasterio,
3
sino que
simplemente se contenta con lo que halla, sea recibido por
todo el tiempo que l quiera.
4
Y, si hace alguna crtica o
indicacin razonable con una humilde caridad, medite el
abad prudentemente si el Seor no le habr enviado preci-
samente para eso.
5
Si ms adelante desea incorporarse definitivamente al
monasterio, no se le rechace su deseo, ya que se pudo co-
nocer bien su tenor de vida durante el tiempo que permane-
ci como husped.
6
Mas si durante su estancia se vio que
es un exigente o un vicioso,
7
no solamente tendrn que de-
negarle su vinculacin a la comunidad monstica, sino que
han de invitarle amablemente a que se vaya, para que no se
corrompan los dems con sus desrdenes.
8
Mas si, por el
contrario, no merece ser despedido, no slo ha de admitr-
sele como miembro de la comunidad, si l lo pide,
9
sino
que han de convencerle para que se quede, con el fin de que
con su ejemplo edifique a los dems
10
y porque en todas
partes se sirve a un mismo Seor y se milita para el mismo
rey.
11
El abad podr incluso asignarle un grado superior, si
a su juicio lo merece.
12
Y no slo a cualquier monje, sino
tambin a los que pertenecen al orden sacerdotal y clerical,
de quienes ya hemos tratado, podr el abad ascenderlos a
un grado superior al que les corresponde por su ingreso, si
cree que su vida se lo merece.
13
Pero el abad nunca recibir a un monje de otro mo-
nasterio para vivir all sin el consentimiento de su propio
S
10 Jun.
12 Sep.
15 Dic.
8 Mar.
118
abad o sin una carta de recomendacin,
14
porque est escri-
to: No hagas a otro lo que no quieras te hagan a ti.
D De ec cl la ar ra ac ci i n n, , a ar rt t. . 4 45 5
Art. 4S Nuestra Orden goza del priilegio de la exencin, y sin
embargo, cada comunidad, tanto de derecho como de hecho,
orma parte de la iglesia local, participa plenamente tanto de sus
beneicios y de sus gracias, como de sus diicultades, de sus per-
secuciones y de sus tribulaciones. Por esta razn nuestros mo-
nasterios tienen la responsabilidad moral de socorrer, en cuanto
sea posible, las necesidades de la Iglesia. De modo particular re-
cae esta responsabilidad sobre nuestros monasterios masculinos,
por el hecho de que la mayor parte de sus miembros ha recibido
el sacerdocio. \ el sacerdocio del Nueo 1estamento esta desti-
nado al sericio ministerial en sus diersas ormas. Por esta ra-
zn hemos de procurar que nuestras comunidades monastico-
sacerdotales segn las intenciones de la Iglesia y las necesidades
locales, estn dispuestas para ejercer el ministerio pastoral con-
eniente. Lsto no signiica que podamos cambiar por motios
pastorales y segn nuestros criterios ciertos elementos de la ida
monastica como la liturgia y otros elementos de la ida comuni-
taria. Ante todo es necesario establecer las ormas de ministerio
sacerdotal que podemos orecer a la Iglesia como nuestro seri-
cio personal.
Prestando nuestro sericio a Dios y a la Iglesia, queremos per-
manecer bajo la proteccin de la Santsima Virgen Mara, Madre
de la Iglesia y Patrona de la Orden, a la cual nosotros, siguiendo
el ejemplo de nuestros Padres, eneramos con deocin ilial ya
sea implorando su intercesin, ya sea imitando su ida.
119
C Ca ap p t tu ul lo o 6 62 2 : :. . L LO OS S S SA AC CE ER RD DO OT TE ES S D DE EL L
M MO ON NA AS ST TE ER RI IO O
i algn abad desea que le ordenen un
sacerdote o un dicono, elija de entre
sus monjes a quien sea digno de
ejercer el sacerdocio.
2
Pero el que reciba ese sacramento rehuya la altivez y
la soberbia,
3
y no tenga la osada de hacer nada, sino lo
que le mande el abad, consciente de que ha de estar someti-
do mucho ms a la observancia de la regla.
4
No eche en ol-
vido la obediencia a la regla con el pretexto de su sacerdo-
cio, pues por eso mismo ha de avanzar ms y ms hacia
Dios.
5
Ocupar siempre el lugar que le corresponde por su
entrada en el monasterio,
6
a no ser cuando ejerce el minis-
terio del altar o si la deliberacin de la comunidad y la vo-
luntad del abad determinan darle un grado superior en aten-
cin a sus mritos.
7
Recuerde, sin embargo, que ha de ob-
servar lo establecido por la regla con relacin a los decanos
y a los prepsitos.
8
Pero si se atreviere a obrar de otro modo, no se le juz-
gue como sacerdote, sino como rebelde.
9
Y si advertido
muchas veces no se corrigiere, se tomar como testigo al
propio obispo.
10
En caso de que ni aun as se enmendare,
siendo cada vez ms notorias sus culpas, explsenlo del
monasterio,
11
si en realidad su contumacia es tal, que no
quiera someterse y obedecer a la regla.
D De ec cl la ar ra ac ci i n n, , a ar rt t. .7 72 2
Art. 72 Ll sacerdocio del Nueo 1estamento en su plenitud no
es un sacerdocio simplemente cultual, sino que esta ordenado al
sericio de la comunidad cristiana. Sin duda alguna, el ministerio
pastoral, sea el ordinario en el monasterio, en las parroquias, en
las misiones entre los inieles, sea el extraordinario en coneren-
cias y ejercicios espirituales, en predicaciones al pueblo cristiano,
S
11 Jun.
13 Sep.
16 Dic.
9 Mar.
120
en la administracin de los sacramentos en otros casos semejan-
tes, es de mucha eicacia en la ediicacin del Cuerpo Mstico
que es la Iglesia. Los monjes-sacerdotes de nuestra Orden me-
diante esta actiidad orecen un sericio insigne a los hombres:
obedecen a la ocacin del Lspritu Santo, siriendo con recti-
tud, como el seridor prudente y iel que distribuy el pan a sus
consieros.
C Ca ap p t tu ul lo o 6 63 3 : : L LA A P PR RE EC CE ED DE EN NC CI IA A E EN N E EL L
O OR RD DE EN N D DE E L LA A C CO OM MU UN NI ID DA AD D
entro del monasterio conserve ca-
da cual su puesto con arreglo a la
fecha de su entrada en la vida
monstica o segn lo determine el
mrito de su vida por decisin del abad.
2
Mas el abad no
debe perturbar la grey que se le ha encomendado, ni nada
debe disponer injustamente, como si tuviera el poder para
usarlo arbitrariamente.
3
Por el contrario, deber tener
siempre muy presente que de todos sus juicios y acciones
habr de dar cuenta a Dios.
4
Por tanto, cuando se acercan a
recibir la paz y la comunin, cuando recitan un salmo y al
colocarse en el coro, seguirn el orden asignado por el abad
o el que corresponde a los hermanos.
5
Y no ser la edad de
cada uno una norma para crear distinciones ni preferencias
en la designacin de los puestos,
6
porque Samuel y Daniel,
a pesar de que eran jvenes, juzgaron a los ancianos.
7
Por
eso, exceptuando, como ya dijimos, a los que el abad haya
promovido por razones superiores o haya degradado por
motivos concretos, todos los dems colquense conforme
van ingresando en la vida monstica;
8
as, por ejemplo, el
que lleg al monasterio a la segunda hora del da, se consi-
derar ms joven que quien lleg a la primera hora, cual-
D
12 Jun.
14 Sep.
17 Dic.
10 Mar.
121
quiera que sea su edad o su dignidad.
9
Pero todos y en todo
momento mantendrn a los nios en la disciplina.
10
Respeten, pues, los jvenes a los mayores y los mayo-
res amen a los jvenes.
11
En el trato mutuo, a nadie se le
permitir llamar a otro simplemente por su nombre.
12
Sino
que los mayores llamarn hermanos a los jvenes, y stos
darn a los mayores el ttulo de reverendo padre.
13
Y al
abad, por considerarle como a quien hace las veces de Cris-
to, se le dar el nombre de seor y abad; mas no por propia
atribucin, sino por honor y amor a Cristo.
14
Lo cual l de-
be meditarlo y portarse, en consecuencia, de tal manera,
que se haga digno de este honor.
15
Cada vez que se encuentren los hermanos, pida el
ms joven la bendicin al mayor.
16
Cuando se acerque uno
de los mayores, el inferior se levantar, cedindole su sitio
para que se siente, y no se tomar la libertad de sentarse
hasta que se lo indique el mayor;
17
as se cumplir lo que
est escrito Procurad anticiparos unos a otros en las sea-
les de honor.
18
Los nios pequeos y los adolescentes ocupen sus
respectivos puestos con el debido orden en el oratorio y en
el comedor.
19
Y fuera de estos lugares estn siempre bajo
vigilancia y disciplina hasta que lleguen a la edad de la re-
flexin.
C Ca ap p t tu ul lo o 6 64 4 : : L LA A I IN NS ST TI IT TU UC CI I N N D DE EL L A AB BA AD D
n la ordenacin del abad siempre ha
de seguirse como norma que sea
instituido aquel a quien toda la co-
munidad unnimemente elija inspi-
rada por el temor de Dios, o bien una parte de la comuni-
dad, aunque pequea, pero con un criterio ms recto.
2
La
eleccin se har teniendo en cuenta los mritos de vida y la
prudencia de doctrina del que ha de ser instituido, aunque
E
13 Jun.
15 Sep.
18 Dic.
11 Mar.
122
sea el ltimo por su precedencia en el orden de la comuni-
dad.
3
Pero, aun siendo toda la comunidad unnime en elegir
a una persona cmplice de sus desrdenes, Dios no lo per-
mita,
4
cuando esos desrdenes lleguen de alguna manera a
conocimiento del obispo a cuya dicesis pertenece el mo-
nasterio, o de los abades, o de los cristianos del contorno,
5
impidan que prevalezca la conspiracin de los mal inten-
cionados e instituyan en la casa de Dios un administrador
digno,
6
seguros de que recibirn por ello una buena recom-
pensa, si es que lo hacen desinteresadamente y por celo de
Dios; as como, al contrario, cometeran un pecado si son
negligentes en hacerlo.
7
El abad que ha sido instituido como tal ha de pensar
siempre en la carga que sobre s le han puesto y a quin ha
de rendir cuentas de su administracin;
8
y sepa que ms le
corresponde servir que presidir.
9
Es menester, por tanto,
que conozca perfectamente la ley divina, para que sepa y
tenga dnde sacar cosas nuevas y viejas; que sea desintere-
sado, sobrio, misericordioso,
10
y haga prevalecer siempre
la misericordia sobre el rigor de la justicia, para que a l le
traten la misma manera.
11
Aborrezca los vicios, pero ame a
los hermanos.
12
Incluso, cuando tenga que corregir algo,
proceda con prudencia y no sea extremoso en nada, no sea
que, por querer raer demasiado la herrumbre, rompa la vasi-
ja.
13
No pierda nunca de vista su propia fragilidad y re-
cuerde que no debe quebrar la caa hendida.
14
Con esto no
queremos decir que deje crecer los vicios, sino que los ex-
tirpe con prudencia y amor, para que vea lo ms convenien-
te para cada uno, como ya hemos dicho.
15
Y procure ser
ms amado que temido.
16
No sea agitado ni inquieto, no sea inmoderado ni ter-
cer no sea envidioso ni suspicaz, porque nunca estar en
paz.
17
Sea previsor y circunspecto en las rdenes que deba
dar, y, tanto cuando se relacione con las cosas divinas como
con los asuntos seculares, tome sus decisiones con discer-
123
nimiento y moderacin,
18
pensando en la discrecin de Ja-
cob cuando deca: Si fatigo a mis rebaos sacndoles de su
paso, morirn en un da.
19
Recogiendo, pues, estos testi-
monios y otros que nos recomiendan la discrecin, madre
de las virtudes, ponga moderacin en todo, de manera que
los fuertes deseen aun ms y los dbiles no se desanimen.
20
Y por encima de todo ha de observar esta regla en to-
dos sus puntos,
21
para que, despus de haber llevado bien
su administracin, pueda escuchar al Seor lo mismo que el
siervo fiel por haber suministrado a sus horas el trigo para
sus compaeros de servicio:
22
Os aseguro que le confiar
la administracin de todos sus bienes.
D De ec cl la ar ra ac ci i n n, , a ar rt t. .9 99 9
Art. 99 La imagen del abad que, siguiendo las tradiciones de la
Orden y la opinin de los hermanos, hemos tratado de presen-
tar, demuestra muy a las claras que el abad tiene tantas y tan di-
erentes misiones y unciones en la ida de comunidad, que ra-
ramente podra hallarse un hombre que pueda llearlas a cabo de
modo plenamente satisactorio. \ sin embargo, estas misiones y
unciones no pueden omitirse simplemente alegando las limita-
ciones de la persona humana. De ah se sigue que el abad pru-
dente, consciente a la ez de sus obligaciones y de sus limitacio-
nes, procurara buscarse colaboradores aptos, no solamente los
oiciales regulares del monasterio o aquellos que deben ocuparse
de los asuntos econmicos y administratios, sino tambin otros
que puedan prestarle auxilio en sus unciones pastorales, espiri-
tuales, para establecer la unidad y para coordinar las caractersti-
cas de todos y cada uno.
124
C Ca ap p t tu ul lo o 6 65 5 : : E EL L P PR RE EP P S SI IT TO O D DE EL L
M MO ON NA AS ST TE ER RI IO O
curre con frecuencia que por la
institucin del prepsito se origi-
nan graves escndalos en los mo-
nasterios. 2 Porque hay algunos
que se hinchan de un maligno espritu de soberbia, y, cre-
yndose segundos abades, usurpan el poder, fomentan con-
flictos y crean la disensin en las comunidades,
2
especial-
mente en aquellos monasterios en los que el prepsito ha
sido ordenado por el mismo obispo y por los mismos aba-
des que ordenan al abad.
4
Fcilmente se puede comprender
lo absurdo que resulta todo esto cuando desde el comienzo
su misma institucin como prepsito es la causa de su en-
greimiento,
5
porque le sugiere el pensamiento de que est
exento de la autoridad del abad,
6
dicindose a s mismo:
T tambin has sido ordenado por los mismos que ordena-
ron al abad.
7
De aqu nacen envidias, altercados, calum-
nias, rivalidades, discordias desrdenes.
8
Y as, mientras el
abad y el prepsito sostienen criterios opuestos, es inevita-
ble que peligren las almas por semejante discordia
9
y que
sus subordinados vayan hacia su perdicin, adulando a una
parte o a la otra.
10
La responsabilidad de esta peligrosa
desgracia recae, en primer trmino, sobre los que la provo-
caron, como autores de tan gran desorden.
11
Por eso, nosotros hemos credo oportuno, para man-
tener la paz y la caridad, que el abad determine con su cri-
terio la organizacin de su propio monasterio.
12
Y, si es
posible, organice por medio de los decanos, como ante-
riormente lo hemos establecido, todos los servicios del mo-
nasterio,
13
pues, siendo varios los encargados, ninguno se
engreir.
14
Si el lugar exige, y la comunidad lo pide razo-
nablemente con humildad, y el abad lo cree conveniente,
15
O
14 Jun.
16 Sep.
19 Dic.
12 Mar.
125
el mismo abad instituir a su prepsito con el consejo de los
hermanos temerosos de Dios.
16
Este prepsito, sin embargo, ejecutar respetuosa-
mente lo que el abad le ordene, y nunca har nada contra la
voluntad o el mandato del abad,
17
pues cuanto ms encum-
brado est sobre los dems, con mayor celo debe observar
las prescripciones de la regla.
18
Si el prepsito resulta ser un relajado, o se ensober-
bece alucinado por su propia hinchazn, o se comprueba
que menosprecia la regla, ser amonestado verbalmente
hasta cuatro veces.
19
Si no se enmendare, se le aplicarn
las sanciones que establece la regla.
20
Y, si no se corrige,
se le destituir de su cargo de prepsito y en su lugar se
pondr a otro que sea digno.
21
Pero, si despus no se man-
tiene dentro de la comunidad tranquilo en la obediencia, sea
incluso expulsado del monasterio.
22
Mas piense el abad que
rendir cuentas a Dios de todas sus disposiciones, no sea
que deje abrasar su alma por la pasin de la envidia o de los
celos.
D De ec cl la ar ra ac ci i n n, , a ar rt t. .1 10 01 1
Art. J0J Lntre los oiciales del monasterio, ocupa el primer lugar
el prior, el cual el abad tiene a su lado como socio y ayudante, de
tal manera que, estando el abad ausente o impedido, preside el
monasterio. Para la ormacin y preparacin de los monjes j-
enes han de demostrar su solicitud y talento el maestro de no-
icios y el maestro de proesos, el oicio de los cuales es de gran
importancia y responsabilidad por el hecho de tener entre ma-
nos la simiente de la utura cosecha. Ll maestro de la liturgia ha
de asistir al abad en la preparacin y realizacin de una digna li-
turgia eucarstica y del oicio diino. Ln la administracin de los
asuntos materiales del monasterio, ayuda al abad el cillerero, a
quien incumbe cuidar de todo cuanto atane a la amilia monasti-
ca, procurando y conserando todo lo que sea necesario a la i-
da domstica.
126
C Ca ap p t tu ul lo o 6 66 6 : : L LO OS S P PO OR RT TE ER RO OS S D DE EL L
M MO ON NA AS ST TE ER RI IO O
ngase a la puerta del monasterio un
monje de edad y discreto, que sepa
recibir un recado y transmitirlo, y
cuya madurez no le permita andar
desocupado.
2
Este portero ha de tener su celda junto a la
puerta, para que cuantos lleguen al monasterio se encuen-
tren siempre con alguien que les conteste,
3
en cuanto llame
alguno o se escuche la voz de un pobre, responda Deo gra-
tias o Benedic.
4
Y, con toda la delicadeza que inspira el
temor de Dios, cumpla prontamente el encargo con ardiente
caridad.
5
Si necesita alguien que le ayude, asgnenle un
hermano ms joven.
6
Si es posible, el monasterio ha de construirse en un lu-
gar que tenga todo lo necesario, es decir, agua, molino,
huerto y los diversos oficios que se ejercitarn dentro de su
recinto,
7
para que los monjes no tengan necesidad de andar
por fuera, pues en modo alguno les conviene a sus almas.
8
Y queremos que esta regla se lea muchas veces en co-
munidad, para que ningn hermano pueda alegar que la ig-
nora.
C Ca ap p t tu ul lo o 6 67 7 : :. . L LO OS S M MO ON NJ JE ES S E EN NV VI IA AD DO OS S D DE E
V VI IA AJ JE E
os monjes que van a salir de viaje
se encomendarn a la oracin de los
hermanos y del abad,
2
y en las pre-
ces conclusivas de la obra de Dios
se recordar siempre a todos los ausentes.
3
Al regresar del
viaje los hermanos, el mismo da que vuelvan, se postrarn
sobre el suelo del oratorio en todas las horas al terminarse
P
L
15 Jun.
17 Sep.
20 Dic.
13 Mar.
16 Jun.
18 Sep.
21 Dic.
14 Mar.
127
la obra de Dios,
4
para pedir la oracin de todos por las fal-
tas que quiz les hayan sorprendido durante el camino
viendo alguna cosa inconveniente u oyendo conversaciones
ociosas.
5
Nadie se atrever a contar a otro algo de lo que
haya visto o escuchado fuera del monasterio, porque eso
hace mucho dao.
6
Y el que se atreva a hacerlo ser some-
tido a la sancin de la regla.
7
Otro tanto ha de hacerse con el que tuviera la audacia
de salir fuera de la clausura del monasterio e ir a cualquier
parte, o hacer alguna cosa, por insignificante que sea, sin
autoridad del abad.
D De ec cl la ar ra ac ci i n n, , a ar rt t. .3 35 5
Art. 3S Ln estos ltimos anos, no slo se han multiplicado los
contactos con los cristianos no catlicos, sino que tambin se ha
renoado el espritu con el cual se desarrollan estos contactos.
loy sentimos cada ez mas la responsabilidad comn de buscar
la unidad de la Iglesia, y por esta razn sera til que incluso en
nuestros monasterios, si existen las condiciones necesarias y se-
gn sus propias posibilidades, hagan cuanto sea posible para a-
orecer y promoer la unidad de la Iglesia.
lemos de ser conscientes tambin del deber que nos incumbe
incluso a nosotros en relacin con la diusin del Langelio en
las tierras de misin, promoiendo, segn las energas disponi-
bles, la actiidad eangelizadora en la que tanto queda an por
hacer.
Sabemos ademas que la Iglesia catlica no rechaza nada de aque-
llas cosas que son santas y erdaderas en las religiones no cris-
tianas. Con respeto mutuo, pero excluido todo sincretismo,
nuestros monasterios reconozcan aquellos bienes espirituales y
morales y tambin aquellos alores socioculturales que se en-
cuentran en las religiones no cristianas y as promuean la paz de
la amilia humana.
128
C Ca ap p t tu ul lo o 6 68 8 : : S SI I A A U UN N H HE ER RM MA AN NO O L LE E
M MA AN ND DA AN N C CO OS SA AS S I IM MP PO OS SI IB BL LE ES S
uando a un hermano le manden al-
guna vez obedecer cm algo penoso
para l o imposible, acoja la orden
que le dan con toda docilidad y
obediencia.
2
Pero, si ve que el peso de lo que le han im-
puesto excede totalmente la medida de sus fuerzas exponga
al superior, con sumisin y oportunamente, las razones de
su imposibilidad,
3
excluyendo toda altivez, resistencia u
oposicin.
4
Mas si, despus de exponerlo, el superior sigue
pensando de la misma manera y mantiene la disposicin
dada, debe convencerse el inferior que as le conviene,
5
y
obedezca por caridad, confiando en el auxilio de Dios.
D De ec cl la ar ra ac ci i n n, , a ar rt t. .5 54 4- -5 55 5
Art. S4 La obediencia religiosa, aun cuando consista en la ejecu-
cin material del mandato del superior, esta siempre dirigida a
Dios, y es un acto humano libre y personal que comporta una
decisin madura y responsable. Las nueas condiciones que
nuestro tiempo presenta, requieren nueas ormas de mandar y
de obedecer y exigen nueas relaciones entre superiores y sbdi-
tos. Nuestra poca rechaza todo cuanto presenta resabios de
serilismo, de paternalismo o de eneracin por las ormas eu-
dales, y, justamente, desea que siempre y en todo lugar se tenga
en cuenta la dignidad de la persona humana. Ademas, dado que
las condiciones actuales de trabajo y las unciones de los sbdi-
tos muy recuentemente exigen conocimientos especiales, y su-
ponen la responsabilidad personal de cada uno de los monjes,
los superiores deben dejar amplio margen a la iniciatia priada,
y en sus disposiciones han de procurar mas impartir rdenes ge-
nerales de amplias miras, en lugar de disponer las cosas particu-
lares y concretas. loy mucho mas que en el pasado es necesario
que los superiores ormulen sus preceptos despus de haber o-
C
17 Jun.
19 Sep.
22 Dic.
15 Mar.
129
do el parecer de personas competentes y despus de haber con-
sultado a sus cohermanos, permaneciendo siempre dispuestos a
acoger ulteriores sugerencias. Quedando intacta la potestad de
los superiores de decidir y disponer lo que debe hacerse, stos
deben escuchar con agrado a los hermanos, stos, a su ez, que
expresen su parecer respetando la personalidad y el juicio de los
demas, exponiendo su opinin con razones alidas, sin seguir la
inclinacin de su corazn.
Art. SS Ll bien de la obediencia religiosa sera mantenido en la
ida monastica slo cuando los superiores, juntamente con los
hermanos, concordes y con sinceridad buscan la oluntad de
Dios, y recuerdan que la obediencia debe prestarse no a la auto-
ridad humana sino siempre a Dios que nos llama. Ll bien de la
comunidad exige que los preceptos sean claros, irmes y que
obliguen a los hermanos sin equoco alguno, sin embargo, el
gobierno del monasterio no puede prescindir de la colaboracin
responsable de todos para el bien del monasterio, de la Orden y
de la Iglesia. Ls precisamente en este ntimo consentimiento de
todos, que tiene por base la ocacin comn y la proesin reli-
giosa, en el que descansa el cotidiano ejercicio de la autoridad y
de la obediencia.
C Ca ap p t tu ul lo o 6 69 9 : :. . N NA AD DI IE E S SE E A AT TR RE EV VA A A A D DE E- -
F FE EN ND DE ER R A A O OT TR RO O E EN N E EL L M MO ON NA AS ST TE ER RI IO O
ebe evitarse que por ningn moti-
vo se tome un monje la libertad de
defender a otro en el monasterio o
de constituirse en su protector en
cualquier sentido,
2
ni en el caso de que les una cualquier
parentesco de consaguinidad.
3
No se permitan los monjes
hacer tal cosa en modo alguno, porque podra convertirse
en una ocasin de disputas muy graves.
4
El que no cumpla
esto ser castigado con gran severidad.
D
18 Jun.
20 Sep.
23 Dic.
16 Mar.
130
C Ca ap p t tu ul lo o 7 70 0 : : N NA AD DI IE E S SE E A AT TR RE EV VE ER R A A
P PE EG GA AR R A AR RB BI IT TR RA AR RI IA AM ME EN NT TE E A A O OT TR RO O
ebe evitarse en el monasterio toda
ocasin de iniciativa temeraria,
2
y decretamos que nadie puede ex-
comulgar o azotar a cualquiera de
sus hermanos, a no ser que haya recibido del abad potestad
para ello.
3
Los que hayan cometido una falta sern re-
prendidos en presencia de todos, para que teman los de-
ms.
4
Pero los nios, hasta la edad de quince aos, esta-
rn sometidos a una disciplina ms minuciosa y vigilada
por parte de todos,
5
aunque con mucha mesura y discre-
cin.
6
El que de alguna manera se tome cualquier libertad
contra los de ms edad sin autorizacin del abad o el que se
desfogue desmedidamente con los nios, ser sometido a la
sancin de la regla,
7
porque est escrito: No hagas a otro
lo que no quieres que hagan contigo.
C Ca ap p t tu ul lo o 7 71 1 : :. . L LA A O OB BE ED DI IE EN NC CI IA A M MU UT TU UA A
l bien de la obediencia no slo han
de prestarlo todos a la persona del
abad, porque tambin han de obe-
decerse los hermanos unos a otros,
2
seguros de que por este camino de la obediencia llegarn a
Dios.
3
Tienen preferencia los mandatos del abad o de los
prepsitos por l constituidos, mandatos a los cuales no
permitimos que se antepongan otras rdenes particulares;
4
por lo dems, obedezcan todos los inferiores a los mayores
con toda caridad y empeo.
5
Si alguno es un porfiador, sea
castigado.
D
E
19 Jun.
21 Sep.
24 Dic.
17 Mar.
20 Jun.
22 Sep.
25 Dic.
18 Mar.
131
6
Cuando un hermano es reprendido de la manera que
sea por el abad o por cualquiera de sus mayores por una ra-
zn cualquiera, aun mnima,
7
o advierte que el nimo de
alguno de ellos est ligeramente irritado contra l o desazo-
nado aunque sea levemente,
8
al instante y sin demora ir a
postrarse a sus pies y permanecer echado en tierra ante l
dndole satisfaccin, hasta que con una palabra de bendi-
cin le demuestre que a se ha pasado su enojo.
9
Y, si al-
guien se niega a hacerlo, ser sometido a un castigo corpo-
ral; si se muestra contumaz, ser expulsado del monasterio.
D De ec cl la ar ra ac ci i n n, , a ar rt t. .3 33 3
Art. 33 Ln nuestra poca, de una parte, se proesa gran estima a
las ormas comunitarias de ida en las cuales la persona estable-
ce el dialogo con los demas, y as se maniiesta y se perecciona,
de otra parte, la eclesiologa contemporanea indica con claridad
la naturaleza comunitaria de la salacin como nota esencial de
la reelacin cristiana. Moidos por estas razones, hemos de
procurar que entre aquellas personas a quienes la ida de comu-
nidad y los ines y ocupaciones tambin comunes une ntima-
mente, existan igualmente unas relaciones erdaderas y sinceras
en orden a una ida mas comunitaria.
C Ca ap p t tu ul lo o 7 72 2 : : D DE EL L B BU UE EN N C CE EL LO O Q QU UE E
D DE EB BE EN N T TE EN NE ER R L LO OS S M MO ON NJ JE ES S
i hay un celo malo y amargo que se-
para de Dios y con. doce al infierno,
2
hay tambin un celo bueno que
aparta de los vicios y conduce a Dios
y a la vida eterna.
3
Este es el celo que los monjes deben
practicar con el amor ms ardiente; es decir:
4
Se anticipa-
rn unos a otros en las seales de honor:
5
Se tolerarn con
suma paciencia sus debilidades tanto fsicas como morales.
S
21 Jun.
23 Sep.
26 Dic.
19 Mar.
132
6
Se emularn en obedecerse unos a otros.
7
Nadie buscar
lo que juzgue til para s, sino, ms bien, para los otros.
8
Se entregarn desinteresadamente al amor fraterno.
9
Teme-
rn a Dios con amor.
10
Amarn a su abad con amor sincero
y sumiso.
11
Nada absolutamente antepondrn a Cristo;
12
y
que l nos lleve a todos juntos a la vida eterna.
D De ec cl la ar ra ac ci i n n, , a ar rt t. .5 57 7- -5 58 8
Art. S7 La solicitud por la obserancia de la ida comn no es
nicamente obligacin de los superiores, si bien a ellos corres-
ponde en primer lugar suprimir los icios y los abusos mediante
la exhortacin, la admonicin y la correccin. Pero los superio-
res podran satisacer esta obligacin con mas acilidad y con mas
eicacia si la comunidad demuestra tener paciencia con los her-
manos y idelidad a los alores de la ida religiosa, y sabe man-
tener el equilibrio entre el amor que se debe al que ha altado
con el odio que ha de tenerse al pecado.
la de procurarse que la ida comn no se conierta en una car-
ga pesada o en una ocasin de altar a la caridad, es necesario
que se ia realmente como una escuela de la caridad, en la cual
nos respetamos mutuamente, y con agrado nos obedecemos los
unos a los otros. Ln esta escuela de la caridad incluso hemos de
saber sacar proecho de nuestras laquezas para progresar en el
amor, y as, con el ejemplo y la doctrina de los hermanos iremos
aanzando de modo seguro hacia el Senor.
Ls una obligacin propia del abad instruir a la comunidad en la
ida espiritual, y exhortar a la practica de las irtudes, sin embar-
go el abad puede delegar a ciertos hermanos una parte de esta
uncin que le es propia. Ls sumamente oportuno que se den a
los hermanos conerencias de espiritualidad, as como que los
hermanos se comuniquen los dones de la gracia e inteligencia
que posean.
Art. S8 Ademas, en la ida de comunidad hemos de cultiar el
patrimonio de las tradiciones monasticas para encontrar aquellas
ormas autnticas de ida monastica an alidas hoy da, y en
133
modo particular la tradicin ital de nuestros monasterios, para
conserar, hacer ructiicar y transmitir sus alores a los demas.
1ambin ha de procurarse un conocimiento exacto de las co-
munidades mayores como la propia Congregacin y el conjunto
de la Orden, lo cual sin duda sera una ayuda eicaz para iir
mejor nuestra ocacin.
C Ca ap p t tu ul lo o 7 73 3 : : N NO O Q QU UE ED DA A P PR RE ES SC CR RI IT TA A E EN N
E ES ST TA A R RE EG GL LA A T TO OD DA A L LA A P PR RA AC CT TI IC CA A D DE E L LA A
P PE ER RF FE EC CC CI I N N
emos esbozado esta regla para
que, observndola en los monaste-
rios, demos pruebas, al menos, de
alguna honestidad de costumbres
o de un principio de vida monstica.
2
Mas el que tenga pri-
sa por llegar a una perfeccin de vida, tiene a su disposi-
cin las enseanzas de los Santos Padres, que, si se ponen
en prctica, llevan al hombre hasta la perfeccin.
3
Porque
efectivamente, hay alguna pgina o palabra inspirada por
Dios en el Antiguo o en el Nuevo Testamento que no sea
una norma rectsima para la vida del hombre?
4
O es que
hay algn libro de los Santos Padres catlicos que no nos
repita constantemente que vayamos por el camino recto
hacia el Creador?
5
Ah estn las Colaciones de los Padres,
sus Instituciones y Vidas, y tambin la Regla de nuestro
Padre San Basilio.
6
Qu otra cosa son sino medios para
llegar a la virtud de los monjes obedientes y de vida santa?
7
Mas para nosotros, que somos perezosos, relajados y ne-
gligentes, son un motivo de vergenza y confusin.
8
T, pues, quienquiera que seas, que te apresuras por
llegar a la patria celestial, cumple, con la ayuda de Cristo,
esta mnima regla de iniciacin que hemos bosquejado,
9
y
as llegars finalmente, con la proteccin de Dios, a las
H
22 Jun.
24 Sep.
27 Dic.
20 Mar.
134
cumbres ms altas de doctrina y virtudes que acabamos de
recordar. Amn.
D De ec cl la ar ra ac ci i n n, , a ar rt t. .3 3- -9 9, ,1 12 26 6
Art. 3 Para poder establecer los elementos undamentales de la
ida cisterciense de hoy, es necesario, ante todo, senalar las
uentes en las cuales podamos hallar las ideas basicas y el impul-
so necesario para ordenar nuestra ida religiosa, y cmo hemos
de usar de ellas.
Art. 4 Ll Langelio, y especialmente la ida y la doctrina de
Cristo, tal como ienen expuestas en el Langelio, explicadas
por el Magisterio siempre io de la Iglesia, y relejadas en la
conciencia y la experiencia de la misma Iglesia, es la uente pri-
maria, la ley suprema y la norma a la cual debemos conormar
nuestra ida. Lntre los documentos del Magisterio de la Iglesia,
para nosotros ocupan un lugar priilegiado en estos momentos
las Constituciones y los Decretos del Concilio Vaticano II, espe-
cialmente el Decreto Perect Caritatis`, y documentos poste-
riores del Magisterio de la Iglesia que tratan de la ida monastica
y consagrada, los cuales nos urgen para realizar la renoacin de
nuestra ida.
Art. S Los principios de la ida cisterciense de hoy da descansan
sobre la tradicin monastica. Lidentemente, debemos tener
presente toaa la tradicin del monacato cristiano, es decir, de una
parte aquella que precede y aquella que sigue a san Benito, y de
otra parte la que corresponde al perodo inicial de Cister, y la
que corresponde a la ida cisterciense de los siglos posteriores.
Ln la obra de renoacin hemos de hacer lo posible para que
nuestra ida cisterciense actual sea una continuacin ecunda y
organica de los alores de la tradicin monastica. No ignoramos
en absoluto la ndole histrica de esta tradicin, que ha de ser
interpretada y juzgada segn los criterios de la ciencia histrica.
Las recientes inestigaciones tanto en historia como en teologa
del monacato demuestran claramente la multiplicidad y ariedad
de los esuerzos realizados y de las ormas del monaquismo an-
135
tiguo, y exigen la distincin entre los elementos permanente-
mente alidos y los elementos transitorios.
Por consiguiente, hemos de estudiar diligentemente las tradicio-
nes y los documentos de toda la historia monastica, y alernos
de ellos con prudente idelidad y libertad, al establecer los prin-
cipios y obligaciones de nuestra ida.
Art. 6 La Regla de san Benito, testimonio excelente de las ideas
y de las experiencias del monaquismo antiguo, ocupa y ocupara
un lugar principal entre los documentos de ida monastica. Los
monjes benedictinos y cistercienses estudiaban la Regla con me-
ditacin asidua, la interpretaban y la adaptaban sin cesar a las
necesidades del tiempo en que ian. Ln consecuencia, las ideas
principales de la Regla penetraron toda la historia de Occidente,
y todaa hoy constituyen la parte mas importante de la herencia
monastica. Para nosotros, pues, constituye no solamente una
uente permanente de inspiracin para ordenar rectamente nues-
tra ida, sino que, tanto en lo que concierne al criterio unda-
mental de la ida espiritual como en las ormas constitutias de
la ida cenobtica, la Regla de san Benito consera una plena au-
toridad en sus elementos esenciales y permanentes.
Art. 7 La Regla es tambin un documento histrico, ntimamen-
te relacionado con las condiciones de su tiempo. 1ambin su
uso y sus interpretaciones a tras de los siglos se han adaptado
a las condiciones y a la mentalidad de cada poca, con todo,
puede decirse que nunca se ha practicado ad litteram` ,al pie de
la letra,, sino segn las diersas interpretaciones o acomodacio-
nes. Ln nuestra poca, por el hecho de haberse modiicado pro-
undamente las condiciones de la ida humana mucho mas que
en cualquier perodo precedente, la Regla, escrita en el siglo VI,
mucho menos puede ordenar todos los aspectos de nuestra ida.
1al idelidad material ni siquiera responde a la intencin de San
Benito, ni a la libertad con que los monjes de las pasadas centu-
rias haban usado la Regla.
De una manera mas inmediata, la Regla se encarna en la tradi-
cin y en la ida actual de cada monasterio, que, bajo la luz del
Lspritu Santo y la autntica direccin del abad, consera la Re-
136
gla como inspiracin siempre actual y ia. Por esto, debemos
considerar y iir la Regla de modo que, abandonados aquellos
elementos que son demasiado contingentes e incluso ya supera-
dos, sea siempre para nosotros la erdadera maestra de la ida.
Ln este sentido, pues, la Regla ha de ser uente y norma de
nuestra ida, sirindonos de ella con ilial reerencia y libertad
cristianas, en orden a la renoacin de nuestra ida, de modo
que no sea una coleccin de prescripciones materiales que opri-
man e impidan encontrar las soluciones erdaderamente alidas
para nuestros problemas.
Art. 8 la de estar constantemente ante nuestro espritu todo
cuanto se reiere a la tradicin cisterciense, es decir: los docu-
mentos de los orgenes cistercienses, los escritos de los maestros
y maestras eminentes de la ida espiritual de la Orden, las idas
de nuestros santos, la historia y la experiencia de nuee siglos de
existencia. lemos de conocer todo esto diligentemente, juzgan-
dolo y repensandolo con el mismo espritu de idelidad y liber-
tad de que hemos hablado antes, en istas a nuestro trabajo de
renoacin.
La tradicin no hemos de considerarla como algo ya pasado, si-
no como una realidad ia y actual, que tiende hacia el uturo
con dinamismo y exige nueas aplicaciones correspondiendo a
las nueas condiciones de ida. A este in es necesario descubrir
la ntima uerza de la tradicin, que solo podemos hallar median-
te el estudio y la conormidad de nuestra ida con ella.
Pero la tradicin cisterciense no ha de restringirse a sus orgenes,
aun cuando la reerencia a los primeros momentos posea un a-
lor importantsimo, sino que hemos de tener en cuenta tambin
la posterior eolucin, que, por la introduccin de nueos ele-
mentos, contribuy no poco a ormar y determinar la orienta-
cin de nuestra ida, a la ez que dio origen a sanas tradiciones.
La tradicin no hemos de considerarla como algo ya pasado, si-
no como una realidad ia y actual, que tiende hacia el uturo
con dinamismo y exige nueas aplicaciones.
Art. 9 Debemos conocer tambin ntimamente las necesidades y
los deseos de la Iglesia, e instigados por ellos, hemos de procu-
137
rar ordenar nuestra ida de modo que estemos dispuestos a su
sericio, como hicieron nuestros antecesores cistercienses. La
Orden Cisterciense, siendo parte ia y actia de la Iglesia mili-
tante, debe y desea apreciar con diligencia sus normas y propsi-
tos, los cuales debe promoer y ayudar con todas sus uerzas y
posibilidades.
Como la Iglesia siente el gozo y las tristezas, las esperanzas y las
angustias del mundo de hoy, e, ntimamente unida al gnero
humano, se preocupa en prestarle ayuda, as nosotros hemos de
percibir con espritu abierto las necesidades y los aanes de la
sociedad humana, y, guardando la ndole propia y undamental
de cada Congregacin o monasterio, estar a su sericio de modo
eicaz.
Por lo tanto, en la obra de nuestra renoacin, hemos de consi-
derar todo esto de modo que las ormas y las tareas de nuestra
ida respondan a las necesidades de la sociedad moderna. De-
bemos inestigar las diersas opiniones, juicios y costumbres de
nuestros iguales, entre los que iimos, y apreciar cuanto de
bueno y de justo encontremos en ellos, con lo cual podremos
adquirir muchas entajas para nuestra propia utilidad.
Art. J26 Al poner in a esta Declaracin sobre los elementos
principales de la ida cisterciense actual no podemos pensar de
ninguna manera que con lo que acabamos de exponer ,aun
cuando todo se pusiese en practica, hemos hecho cuanto caba
en orden al trabajo de renoacin de nuestra ida. Del mismo
modo que la Iglesia militante esta llamada por el mismo Cristo a
una constante reorma, de la que tiene necesidad sin cesar en
cuanto es una institucin humana y terrena, del mismo modo
tanto la Orden, como las diersas Congregaciones, los monaste-
rios y sus monjes, estamos llamados a un trabajo semejante.
Lsta constante reorma es necesaria por el hecho de que la his-
toria humana, aanzando con ritmo cada ez mas rapido, origina
nueas circunstancias, crea nueas posiciones y nueos proble-
mas, a los cuales, incluso nuestra ida en aquellos aspectos suje-
tos a cambio, debera adaptarse. Ademas, la necesidad de este
continuo renoarse es la consecuencia del hecho de que nunca
138
realizamos plenamente nuestro ideal, tenemos pues necesidad de
una conersin continua y sincera, mediante la cual -como indi-
iduos y como comunidad- nos conormaremos a la imagen de
Cristo, lijo de Dios.
139
INDICE
PRLOGO....................................................................................... 3
Prl 1-7......................................................................................... 3
art. 1-2.......................................................................................... 3
Prl. 8-20...................................................................................... 4
Declaracin art.11........................................................................ 5
Prl 21-38..................................................................................... 6
Declaracin art.12........................................................................ 7
Prl. 39-50.................................................................................... 8
Declaracin art. 13-14.................................................................. 9
Captulo 1: LAS CLASES DE MONJES...................................... 10
Declaracin art.79-80................................................................. 11
Captulo 2: CMO DEBE SER EL ABAD.................................. 12
RB 2,1-10................................................................................... 12
Declaracin art. 94-96................................................................ 13
RB 2, 11-22................................................................................ 13
Declaracin art. 97-98................................................................ 14
RB 2, 23-29................................................................................ 15
Declaracin art. 115................................................................... 16
RB 2, 30-40................................................................................ 16
Declaracin art. 123................................................................... 17
Captulo 3: COMO SE HAN DE CONVOCAR LOS HERMANOS
A CONSEJO .................................................................................. 18
Declaracin art. 102-107............................................................ 19
Captulo 4: CULES SON LOS INSTRUMENTOS DE LAS
BUENAS OBRAS.......................................................................... 21
Declaracin art. 46-47................................................................ 23
Captulo 5: LA OBEDIENCIA..................................................... 23
Declaracin art. 52-53................................................................ 25
Captulo 6: LA TACITURNIDAD............................................... 26
Declaracin art. 48-49................................................................ 26
Captulo 7: LA HUMILDAD........................................................ 27
RB 7,1-9..................................................................................... 27
Declaracin, art 65..................................................................... 28
RB 7,10-30................................................................................. 28
RB 7,31-33................................................................................. 30
Declaracin, art. 66.................................................................... 30
RB 7,34 ...................................................................................... 31
140
Declaracin, art. 67 ....................................................................31
RB 7,35-43 .................................................................................31
Declaracin, art. 68 ....................................................................32
RB ,44-48 ...................................................................................32
Declaracin, art. 116 ..................................................................33
RB 7,49-50 .................................................................................34
Declaracin, art. 117 ..................................................................34
RB 7,51-54 .................................................................................35
RB 7,55 ......................................................................................35
RB 7,56-58 .................................................................................35
RB 7,59 ......................................................................................36
RB 7,60-61 .................................................................................36
RB 7,62-70 .................................................................................36
Declaracin, art 10 .....................................................................37
Captulo 8: EL OFICIO DIVINO POR LA NOCHE....................37
Declaracin art. 18-21................................................................38
Captulo 9: CUNTOS SALMOS HAN DE DECIRSE EN LAS
HORAS NOCTURNAS .................................................................39
Declaracin art. 22 .....................................................................40
Captulo 10: CMO HA DE CELEBRARSE EN VERANO LA
ALABANZA NOCTURNA...........................................................41
Declaracin art. 23 .....................................................................41
Captulo 11: CMO HAN DE CELEBRARSE LAS VIGILIAS
LOS DOMINGOS..........................................................................42
Declaracin art. 24 .....................................................................43
Captulo 12: CMO SE HA DE CELEBRAR EL OFICIO DE
LAUDES ........................................................................................44
Declaracin, art. 25 ....................................................................44
Captulo 13ro: CMO HAN DE CELEBRARSE LAS LAUDES
EN LOS DAS FERIALES ............................................................45
Declaracin, art. 26-28...............................................................45
Captulo 14: CMO HAN DE CELEBRARSE LAS VIGILIAS
EN LAS FIESTAS DE LOS SANTOS..........................................47
Declaracin, art. 29 ....................................................................47
Captulo 15: EN QU TIEMPOS SE DIR ALELUYA.............48
Declaracin, art. 59 ....................................................................48
Captulo 16: CMO SE CELEBRARAN LOS OFICIOS
DIVINOS DURANTE EL DA......................................................49
Declaracin, art. 60 ....................................................................49
141
Captulo 17: CUNTOS SALMOS SE HAN DE CANTAR A
DICHAS HORAS .......................................................................... 50
Declaracin art. 61..................................................................... 51
Captulo 18: ORDENACIN DE LA SALMODIA..................... 51
Declaracin art. 62..................................................................... 53
Captulo 19: NUESTRA ACTITUD DURANTE LA SALMODIA
........................................................................................................ 53
Declaracin art. 63..................................................................... 54
Captulo 20: LA REVERENCIA EN LA ORACIN .................. 54
Declaracin art. 64..................................................................... 55
Captulo 21: LOS DECANOS DEL MONASTERIO................... 55
Declaracin art. 77..................................................................... 55
Captulo 22: CMO HAN DE DORMIR LOS MONJES............. 56
Captulo 23: LA EXCOMUNIN POR LAS FALTAS................ 57
Declaracin art. 78..................................................................... 57
Captulo 24: CUL DEBE SER LA NORMA DE LA
EXCOMUNIN............................................................................. 58
Declaracin art. 81..................................................................... 58
Captulo 25: LAS CULPAS GRAVES......................................... 59
Declaracin art. 82..................................................................... 60
Captulo 26: LOS QUE SE RELACIONAN CON LOS
EXCOMULGADOS SIN AUTORIZACIN................................ 61
Declaracin art. 83..................................................................... 61
Captulo 27: LA SOLICITUD QUE EL ABAD DEBE TENER
CON LOS EXCOMULGADOS .................................................... 61
Declaracin art. 84..................................................................... 62
Captulo 28: DE LOS QUE CORREGIDOS MUCHAS VECES
NO QUIEREN ENMENDARSE ................................................... 63
Declaracin art. 85..................................................................... 64
Captulo 29: SI DEBEN SER READMITIDOS LOS HERMANOS
QUE SE VAN DEL MONASTERIO ............................................ 64
Declaracin art. 86..................................................................... 65
Captulo 30: CORRECCIN DE LOS NIOS PEQUEOS ...... 66
Declaracin art. 87..................................................................... 66
Captulo 31: CMO HA DE SER EL MAYORDOMO DEL
MONASTERIO.............................................................................. 67
Declaracin art. 100................................................................... 68
Captulo 32: LAS HERRAMIENTAS Y OBJETOS DEL
MONASTERIO.............................................................................. 69
142
Declaracin art. 38 .....................................................................69
Captulo 33: SI LOS MONJES DEBEN TENER ALGO EN
PROPIEDAD..................................................................................70
Declaracin art. 50 .....................................................................70
Captulo 34: SI TODOS HAN DE RECIBIR IGUALMENTE LO
NECESARIO..................................................................................71
Declaracin art. 15-17................................................................71
Captulo 35: LOS SEMANEROS DE COCINA............................73
Declaracin art. 108-109............................................................74
Captulo 36: LOS HERMANOS ENFERMOS.............................76
Declaracin art. 56 .....................................................................76
Captulo 37: LOS ANCIANOS Y NIOS....................................77
Declaracin art. 32 .....................................................................78
Captulo 38: EL LECTOR DE SEMANA.....................................78
Declaracin art. 110-112............................................................79
Captulo 39: LA RACIN DE COMIDA.....................................80
Declaracin art. 113-114, 118....................................................81
Captulo 40: LA RACIN DE BEBIDA......................................82
Declaracin art. 119-120............................................................83
Captulo 41: A QU HORAS DEBEN COMER LOS MONJES.84
Declaracin art. 121-122............................................................84
Captulo 42: EL SILENCIO DESPUS DE COMPLETAS.........86
Declaracin art. 124-125............................................................86
Captulo 43: LOS QUE LLEGAN TARDE A LA OBRA DE DIOS
O A LA MESA...............................................................................88
Declaracin art. 88 .....................................................................89
Captulo 44: CMO HAN DE SATISFACER LOS
EXCOMULGADOS.......................................................................90
Declaracin art. 89 .....................................................................91
Captulo 45: LOS QUE SE EQUIVOCAN EN EL ORATORIO.93
Declaracin art. 90 .....................................................................93
Captulo 46: LOS QUE INCURREN EN OTRAS FALTAS........94
Declaracin art. 91 .....................................................................94
Captulo 47: LA LLAMADA PARA LA OBRA DE DIOS .........95
Declaracin art. 92 .....................................................................96
Captulo 48: EL TRABAJO MANUAL DE CADA DIA.............96
RB 48,1-9 ...................................................................................96
Declaracin, art. 34,69 ...............................................................97
RB 48, 10-13 ..............................................................................98
143
Declaracin, art 70..................................................................... 98
RB 48,14-25............................................................................... 99
Declaracin, art. 73.................................................................. 100
Captulo 49: LA OBSERVANCIA DE LA CUARESMA......... 100
Declaracin, art. 30-31............................................................. 101
Captulo 50: LOS HERMANOS QUE TRABAJAN LEJOS DEL
ORATORIO O ESTN DE VIAJE............................................. 102
Declaracin, art. 71.................................................................. 102
Captulo 51: LOS HERMANOS QUE NO SALEN MUY LEJOS
...................................................................................................... 103
Declaracin, art. 76.................................................................. 103
Captulo 52: EL ORATORIO DEL MONASTERIO ................. 104
Declaracin, art. 36-37............................................................. 104
Captulo 53: LA ACOGIDA DE LOS HUSPEDES................. 105
Declaracin, art. 75.................................................................. 107
Captulo 54: SI EL MONJE HA DE RECIBIR CARTAS O
CUALQUIER OTRA COSA....................................................... 107
Captulo 55: LA ROPA Y EL CALZADO DE LOS HERMANOS
...................................................................................................... 108
Declaracin, art. 51.................................................................. 109
Captulo 56:. LA MESA DEL ABAD........................................ 109
Captulo 57: LOS ARTESANOS DEL MONASTERIO............ 110
Declaracin, art. 74.................................................................. 110
Captulo 58: LA ADMISIN DE LOS HERMANOS ............... 111
Declaracin, art. 39-42............................................................. 113
Captulo 59: LA OBLACIN DE LOS HIJOS DE NOBLES O DE
POBRES....................................................................................... 114
Declaracin, art. 43.................................................................. 115
Captulo 60: LOS SACERDOTES QUE DESEAN INGRESAR
EN EL MONASTERIO................................................................ 115
Declaracin, art. 44.................................................................. 116
Captulo 61: LA ACOGIDA DE LOS MONJES FORASTEROS
...................................................................................................... 117
Declaracin, art. 45.................................................................. 118
Captulo 62:. LOS SACERDOTES DEL MONASTERIO......... 119
Declaracin, art.72................................................................... 119
Captulo 63: LA PRECEDENCIA EN EL ORDEN DE LA
COMUNIDAD............................................................................. 120
Captulo 64: LA INSTITUCIN DEL ABAD........................... 121
144
Declaracin, art.99 ...................................................................123
Captulo 65: EL PREPSITO DEL MONASTERIO.................124
Declaracin, art.101 .................................................................125
Captulo 66: LOS PORTEROS DEL MONASTERIO...............126
Captulo 67:. LOS MONJES ENVIADOS DE VIAJE...............126
Declaracin, art.35 ...................................................................127
Captulo 68: SI A UN HERMANO LE MANDAN COSAS
IMPOSIBLES...............................................................................128
Declaracin, art.54-55..............................................................128
Captulo 69:. NADIE SE ATREVA A DEFENDER A OTRO EN
EL MONASTERIO......................................................................129
Captulo 70: NADIE SE ATREVER A PEGAR
ARBITRARIAMENTE A OTRO................................................130
Captulo 71:. LA OBEDIENCIA MUTUA.................................130
Declaracin, art.33 ...................................................................131
Captulo 72: DEL BUEN CELO QUE DEBEN TENER LOS
MONJES.......................................................................................131
Declaracin, art.57-58..............................................................132
Captulo 73: NO QUEDA PRESCRITA EN ESTA REGLA TODA
LA PRACTICA DE LA PERFECCIN......................................133
Declaracin, art.3-9,126...........................................................134