Poemas 50
Poemas 50
Poemas 50
en mi ciudad desolada. El humo azul brota Como arremolinadas nubes de pjaros que desaparecen. As tambin mi amor brota hacia ti, Desaparece y es renovado. Una luna de amarillo sonrosado en un plido firmamento Cuando el crepsculo es tenue bermelln Sobre la bruma entre las ramas de los rboles Eres para m.
Richard Aldington
A la muy querida, a la muy bella A la muy querida, a la muy bella Que llena mi corazn de claridad, Al ngel, al dolo inmortal, Salud en la inmortalidad! Ella se extiende en mi vida Como un aire impregnado de sal, Y en mi alma no saciada Derrama el sabor de lo eterno. Saquito siempre fresco que perfuma La atmsfera de un reducto querido, Incensario olvidado que echa humo En secreto a travs de la noche, Cmo -amor incorruptibleDefinirte con acierto? Grano de almizcle que yaces, invisible, En el fondo de mi eternidad! A la muy buena, a la muy bella, Que constituye mi alegra y mi salud, Al ngel, al dolo inmortal, Salud en la inmortalidad!
Charles Baudelaire
El ngel Sueo soado, significado? Yo era una virgen con un reinado, Un ngel bueno a m me cuidaba, (Maldito lloro a nadie encantaba!) Lloraba noche, lloraba da l mis lgrimas recoga Lloraba da, lloraba noche Yo le ocultaba muy bien mi goce. La maana se sonroj Sac l sus alas y vol. Sequ mi cara, arm el temor: Escudos, lanzas, diez mil o mayor. Pronto mi ngel ha regresado: Yo estaba armada, l vino en vano; Pues el tiempo joven ya vol Y as mi cabello encaneci.
William Blake
Vacilacin Presntame a la desconocida Que t te vuelves al momento En que el poema se insina Como un insecto entre tus dedos, Y, al repartirte con los lobos, Vuelve golondrinas tus senos. Eres ma, mujer rebelde, Que transformada en piedra veo? Mrame ahora, soy tu amo Y el infinito aqu te enseo: A cada paso que avanzamos Hay que renacer ante el verbo Que une obediencia y aventura. Reconstruyo tu brazo nuevo Y reconstruyo tu figura, Mas nos lleva este movimiento Hasta el fondo de nuestra sangre -Nios que acosa un blanco vrtigo Y cuyo sueo vale apenas La slaba que est muriendo.
Alain Bosquet
He amado flores que se marchitaron He amado flores que se marchitaron, Dentro de cuyos mgicos ptalos Ricos colores se mezclan Con olores de dulces esencias: El deleite de la luna de miel, La alegra de un amor a primera vista, Sensaciones que envejecen en una hora Mi poema es como esa flor! He amado aires que mueren Antes de que su encanto haya sido escrito A lo largo de un cielo lquido Que tiembla para recibirles. Notas que, con el pulso de fuego, Proclaman el deseo del espritu, Y entonces mueren, y se van a ninguna parte Mi poema es como ese aire! Muere, poema, muere como una exhalacin, Y marchita como una flor; No temas una muerte florida, No temas una tumba de aire! Vuela con deleite, vuela! Es este el sentido de tu amor. Para festejarlo, ahora en tu fretro La Belleza verter una lgrima.
Robert Bridges
A Rosario Esta hoja arrebatada a una corona Que la fortuna coloc en mi frente Entre el aplauso fcil e indulgente Con que el primer ensayo se perdona. Esta hoja de un laurel que an me emociona Como en aquella noche, dulcemente, Por ms que mi razn comprende y siente Que es un laurel que el mrito no abona. T la viste nacer, y dulce y buena Te estremeciste como yo al encanto Que produjo al rodar sobre la escena; Gurdala y de la ausencia en el quebranto, Que te recuerde de mis besos, llena, Al buen amigo que te quiere tanto.
Manuel Acua
Los ngeles muertos Buscad, buscadlos: En el insomnio de las caeras olvidadas, En los cauces interrumpidos por el silencio de las basuras. No lejos de los charcos incapaces de guardar una nube, Unos ojos perdidos, Una sortija rota O una estrella pisoteada. Porque yo los he visto: En esos escombros momentneos que aparecen en las neblinas. Porque yo los he tocado: En el destierro de un ladrillo difunto, Venido a la nada desde una torre o un carro. Nunca ms all de las chimeneas que se derrumban, Ni de esas hojas tenaces que se estampan en los zapatos. En todo esto. Ms en esas astillas vagabundas que se consumen sin fuego, En esas ausencias hundidas que sufren los muebles desvencijados, No a mucha distancia de los nombres y signos que se enfran en las paredes. Buscad, buscadlos: Debajo de la gota de cera que sepulta la palabra de un libro O la firma de uno de esos rincones de cartas Que trae rodando el polvo. Cerca del casco perdido de una botella, De una suela extraviada en la nieve, De una navaja de afeitar abandonada al borde de un precipicio.
Rafael Alberti
Amor de frutas
Djame que esparza Manzanas en tu sexo Nctares de mango Carne de fresas; Tu cuerpo son todas las frutas. Te abrazo y corren las mandarinas; Te beso y todas las uvas sueltan El vino oculto de su corazn Sobre mi boca. Mi lengua siente en tus brazos El zumo dulce de las naranjas Y en tus piernas el promegranate Esconde sus semillas incitantes. Djame que coseche los frutos de agua Que sudan en tus poros: Mi hombre de limones y duraznos, Dame a beber fuentes de melocotones y bananos Racimos de cerezas. Tu cuerpo es el paraso perdido Del que nunca jams ningn Dios Podr expulsarme.
Gioconda Belli
Silencio No digas nada, no preguntes nada. Cuando quieras hablar, qudate mudo: Que un silencio sin fin sea tu escudo Y al mismo tiempo tu perfecta espada. No llames si la puerta est cerrada, No llores si el dolor es ms agudo, No cantes si el camino es menos rudo, No interrogues sino con la mirada. Y en la calma profunda y transparente Que poco a poco y silenciosamente Inundar tu pecho de este modo, Sentirs el latido enamorado Con que tu corazn recuperado Te ir diciendo todo, todo, todo.
Al vino En el bronce de Homero resplandece tu nombre, Negro vino que alegras el corazn del hombre. Siglos de siglos hace que vas de mano en mano Desde el ritn del griego al cuerno del germano. En la aurora ya estabas. A las generaciones Les diste en el camino tu fuego y tus leones. Junto a aquel otro ro de noches y de das Corre el tuyo que aclaman amigos y alegras. Vino que como un ufrates patriarcal y profundo Vas fluyendo a lo largo de la historia del mundo. En tu cristal que vive nuestros ojos han visto Una roja metfora de la sangre de Cristo. En las arrebatadas estrofas del suf Eres la cimitarra, la rosa y el rub. Que otros en tu Leteo beban un triste olvido; Yo busco en ti las fiestas del fervor compartido. Ssamo con el cual antiguas noches abro Y en la dura tiniebla, ddiva y candelabro. Vino del mutuo amor o la roja pelea, Alguna vez te llamar. Que as sea.
10
Porque yo no poda detener la muerte Porque yo no poda detener la muerte, Bondadosa se detuvo ante m En el carruaje cabamos slo nosotras Y la inmortalidad. Lentamente avanzamos, sin apuro, Yo puse de lado Mi labor y mi ocio Por cortesa hacia ellas. Pasamos por la escuela, donde jugaban En el recreo del patio los nios. Pasamos por los serenos pastos del campo, Pasamos por la puesta de sol. O, ms bien, l nos pas. El roco caa trmulo y fro, Y slo de gasa era mi vestido, Mi esclavina slo de tul. Nos detuvimos ante una casa que pareca Una protuberancia de la tierra, El techo apenas visible, La cornisa casi en el suelo. Desde entonces siglos pasaron, y an Me parece ms corto que aquel da En que por vez primera intu Que las cabezas de los caballos Apuntaban a la eternidad.
Emily Dickinson
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Lamento El ser no nos ha sido dado. Somos un ro solo Y dcilmente en toda forma confluimos: Tanto la noche como el da, catedral o caverna, Todo lo atravesamos, pues nos arrastra la sed por existir. As llenamos forma tras forma sin descanso, Y ninguna llega a ser patria, ni dicha, ni necesidad, Siempre de viaje, huspedes para siempre, No nos llaman el campo ni el arado, tampoco crece el pan para nosotros. Desconocemos lo que Dios piensa de los hombres. l juega con nosotros, somos arcilla entre sus manos, Enmudecida y maleable, ni re ni solloza, Es realmente dctil, pero tampoco se calcinar. Ser convertido en piedra alguna vez! Siempre viva por ello est nuestra nostalgia, Mas tambin queda siempre un temeroso escalofro Y nunca se hace pausa en nuestro sendero.
Hermann Hesse
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A esa hora en la que todas las cosas reposan T, solitario admirador de los cielos, Alcanzas a escuchar los vientos nocturnos y los suspiros De las liras complaciendo el Amor que reabra Las plidas puertas de la aurora? Cuando todas las cosas reposan, acaso slo t Despiertas para or el sonido de las dulces liras Que anteceden el Amor y tocan para l en su camino Y el viento nocturno responde en antfona Hasta el fin de la noche? Toquen, liras invisibles, a nombre del Amor, Cuyo camino hacia la gloria brillando est A esa hora en que las tenues luces van y vienen, Suave y dulce msica en el firmamento As como aqu abajo en la tierra.
James Joyce
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Cuando tengo miedo de que yo pueda cesar de ser Cuando tengo miedo de que yo pueda cesar de ser Antes de que mi pluma haya espigado mi atestado cerebro, Antes de que altas pilas de libros, en caracteres, Guarden como ricos graneros el grano totalmente maduro; Cuando contemplo, sobre el rostro estrellado de la noche, Smbolos inmensamente confusos de un gran romance, Y pienso que puede que no viva para trazar Sus sombras, con la mano mgica del azar; Y cuando siento, encantadora criatura de una hora! Que nunca ms podr pensarte Nunca gustar del poder idlico Del amor irreflexivo; as, en la orilla Del ancho mundo quedo solo y pienso, Hasta que amor y gloria en la nada se hunden.
John Keats
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Ventanas altas Cuando veo a una pareja de jvenes Y supongo que l se la tira y que ella Toma pastillas o usa un diafragma, S que esto es el paraso. Todos los viejos lo han soado en vida: Dejar los nudos y gestos de lado Como a una vieja trilladora y todos Los jvenes en largos resbalines A la felicidad, sin fin. Pregntome Si alguien al verme hace cuarenta aos Luego pens "As ser la vida; No ms Dios ni sudar cuando est oscuro Sobre el infierno y lo dems, debiendo Guardar tu opinin sobre el cura. l Y su pandilla irn al resbaln Como malditos pjaros libres. Y de inmediato Ms que en palabras, pienso en ventanas altas: El vidrio que contiene al sol Y ms all de l, el profundo azul del aire, que muestra Nada, que est en ninguna parte y no tiene fin".
Philip Larkin
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Amor Slo la voz, la piel, la superficie Pulida de las cosas. Basta. No quiere ms la oreja, que su cuenco Rebalsara y la mano ya no alcanza A tocar ms all. Distrada, resbala, acariciando Y lentamente sabe del contorno. Se retira saciada Sin advertir el ulular intil De la cautividad de las entraas Ni el mpetu del cuajo de la sangre Que embiste la compuerta del borbotn, ni el nudo Ya para siempre ciego del sollozo. El que se va se lleva su memoria, Su modo de ser ro, de ser aire, De ser adis y nunca. Hasta que un da otro lo para, lo detiene Y lo reduce a voz, a piel, a superficie Ofrecida, entregada, mientras dentro de s La oculta soledad aguarda y tiembla.
Rosario Castellanos
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Aqu estn todas las rosas encarnadas del deseo Aqu estn todas las rosas encarnadas del deseo! All la luna, callada, Blanca y estril, mirando, Espejo vuelto a s mismo, Su perfeccin de narciso: Soledad en aguas blancas De lo blanco quieto y fro. Dura o sin sangre, tranquila, De est mirando a s misma, Mientras rosas encarnadas, Pulpa y amor, carne viva, Bajo una brisa caliente Se desmayan de delicia. Con los ojos en la luna, Bajo los pies, rosas rojas, Estoy esperando, quieto, Que t, que yo mismo venga Sigiloso por la espalda, Con la sorpresa de un beso Blanco y verde de silencio, Que t, que yo mismo venga Con un beso Muerto de puro perfecto.
Gabriel Celaya
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El verso sutil que pasa o se posa El verso sutil que pasa o se posa Sobre la mujer o sobre la rosa, Beso puede ser, o ser mariposa. En la fresca flor el verso sutil; El triunfo de amor en el mes de abril: Amor, verso y flor, la nia gentil. Amor y dolor. Halagos y enojos. Herodas re en los labios rojos. Dos verdugos hay que estn en los ojos. Oh, saber amar es saber sufrir! Amar y sufrir, sufrir y sentir, Y el hacha besar que nos ha de herir... Rosa de dolor, gracia femenina; Inocencia y luz, corola divina! Y aroma fatal y cruel espina... Lbranos, Seor, de abril y la flor Y del cielo azul y del ruiseor, De dolor y amor, lbranos, Seor.
Rubn Daro
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Amor y distancia Mi sur te imagin desde un sueo Que plcido elev su libido para buscarte... Ah, donde el azteca adora a sus dioses, Me elevo a tu norte para adorarte. Tierras aztecas de sacrificios y alabanzas, Te buscan mis ojos en la inmensidad de esas pampas Que tienen al guila en su bandera como estampa. En este espacio infinito donde las formas son letras, Y el corazn se arrasa con el poder de la palabra, Acuo esperanzas en cada charla. Te siento, te veo, te toco Marcho a tu encuentro inundado de vos Cuando cierro mis ojos, Y me elevo etreo cuando te invoco. Con el amor, suceden cosas extraas. Se derriban fronteras y se devoran distancias... Pero son los sueos los que alimentan la esperanza. Por eso, mi amada... luz lejana: Bscame en tus sueos a los flancos de tu falda, Sostnme la mano firme y no la sueltes por nada, Que si es amor esto que nos pasa, Esta fantasa que anuda nuestras almas, Unir nuestros cuerpos la maana de un da.
Marcelo D. Ferrer
19
Flores negras Oye: bajo las ruinas de mis pasiones, Y en el fondo de esta alma que ya no alegras, Entre polvo de ensueos y de ilusiones Yacen entumecidas mis flores negras. Ellas son el recuerdo de aquellas horas En que presa en mis brazos te adormecas, Mientras yo suspiraba por las auroras De tus ojos, auroras que no eran mas. Ellas son mis dolores, capullos hechos, Los intensos dolores que en mis entraas Sepultan sus races, cual los helechos En las hmedas grietas de las montaas. Ellas son tus desdenes y tus reproches Ocultos en esta alma que ya no alegras; Son, por eso, tan negras como las noches De los glidos polos, mis flores negras. Guarda, pues, este triste y dbil manojo, Que te ofrezco de aquellas flores sombras; Gurdalo, nada temas, es un despojo Del jardn de mis hondas melancolas.
Julio Flrez
20
Venus Dime, era acaso Venus Ms hermosa de lo que t eres Cuando emergi Entre las ondulantes aguas Dirigindose a la costa segura Envuelta en su ajustada coraza? Era acaso la visin de Botticelli, Ms bella que la ma? Y eran acaso los delicados pimpollos Que le pint Ms valiosos Que las palabras que yo vierto sobre ti Para describir tu gran encanto Como una seda De indefinida plata? Para m Ests de pie, sosegada, Con un aire alegre y azul Cercada por vientos brillantes Opacando al sol Y las olas que te preceden Se agitan y remueven Las olas a mis pies.
Amy Lowell
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A veces, y el sueo es triste A veces, y el sueo es triste, En mis deseos existe Lejanamente un pas Donde ser feliz consiste Solamente en ser feliz. Se vive como se nace, Sin querer y sin saber. En esa ilusin de ser, El tiempo muere y renace Sin que se sienta correr. El sentir y el desear No existen en esa tierra. Y no es el amor amar En el pas donde yerra Mi lejano divagar. Ni se suea ni se vive: Es una infancia sin fin. Y parece que revive Ese imposible jardn Que con suavidad recibe.
Fernando Pessoa
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Balada nupcial En mi dedo el anillo, La guirnalda nupcial mi sien decora; De sedas y diamantes busco el brillo, Y soy feliz ahora. Y mi seor me brinda amor seguro; Pero al decirme ayer cunto me adora, Tembl mi corazn, como al conjuro, De quien cay en la guerra, al pie del muro, Y es feliz ahora. Pero l tranquilizme, y en mi frente Bes la palidez que le enamora. Y he aqu que en un ensueo, vi presente, Al muerto D'Elormy: -suyo, en mi frente, Fue el beso; y suspir -cun dulcemente!-: "-Ah, soy feliz ahora!" Y si pude otorgar palabra nueva, As el voto jur, y aunque traidora, Y aunque un luto de amor el alma lleva, Ved brillar ese anillo que prueba Que soy feliz ahora. Ah! Ilumneme Dios aquel pasado, Pues si suea o no suea el alma ignora, Y el corazn se oprime, y conturbado Pregntase, oh Seor, si el olvidado Ser feliz ahora.
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Pensaba escribir un poema distinto Pensaba escribir un poema distinto, Pero al detenerme un momento en el jardn lleno de maleza, Capt de pronto el paraso descendiendo en el sol de la maana Que se filtraba por las hojas, Iluminando el parco suelo londinense, tocando con verde Transparencia las clulas de la vida. El mirlo baj de un salto, el petirrojo y el gorrin acudieron Y el zorzal, cuyo nido se esconde Por ah, estar, sin duda, entre los edificios invasores Cuyos muros se aproximan, Mas para los pjaros del jardn, desde una manguera, Inagotables aguas vivas llenan un piln de piedra. Pienso que pronto ser hora De volver a casa, a las labores del da. Pero aqu el tiempo no va ni viene. Los pjaros no huyen a toda prisa, su da No empieza ni acaba. Por qu no puedo quedarme? Por qu dejar El aqu, donde es siempre, Y el tiempo slo nos conduce lejos De este oculto siempre-presente sencillo lugar.
Kathleen Raine
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No creer en mi vejez, ante el espejo No creer en mi vejez, ante el espejo, Mientras la juventud tu edad comparta; Slo cuando los surcos te sealen Pensar que la muerte se aproxima. Si toda la hermosura que te cubre Es el ropaje de mi corazn, Que vive en ti, como en m vive el tuyo, Cmo puedo ser yo mayor que t? Por eso, amor, contigo s prudente, Como soy yo por ti, no por m mismo; Tu corazn tendr con el cuidado De la nodriza que al pequeo ampara. No te ufanes del tuyo, si me hieres, Pues me lo diste para no volverlo.
William Shakespeare
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La muchacha dorada La muchacha dorada Se baaba en el agua Y el agua se doraba. Las algas y las ramas En sombra la asombraban, Y el ruiseor cantaba Por la muchacha blanca. Vino la noche clara, Turbia de plata mala, Con peladas montaas Bajo la brisa parda. La muchacha mojada Era blanca en el agua Y el agua, llamara. Vino el alba sin mancha, Con mil caras de vacas, Yerta y amortajada Con heladas guirnaldas. La muchacha de lgrimas Se baaba entre llamas, Y el ruiseor lloraba Con las alas quemadas. La muchacha dorada Era una blanca garra Y el agua la doraba.
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Oracin al Cristo del Calvario En esta tarde, Cristo del Calvario, Vine a rogarte por mi carne enferma; Pero, al verte, mis ojos van y vienen De tu cuerpo a mi cuerpo con vergenza. Cmo quejarme de mis pies cansados, Cuando veo los tuyos destrozados? Cmo mostrarte mis manos vacas, Cuando las tuyas estn llenas de heridas? Cmo explicarte a ti mi soledad, Cuando en la cruz alzado y solo ests? Cmo explicarte que no tengo amor, Cuando tienes rasgado el corazn? Ahora ya no me acuerdo de nada, Huyeron de m todas mis dolencias. El mpetu del ruego que traa Se me ahoga en la boca pedigea. Y slo pido no pedirte nada, Estar aqu, junto a tu imagen muerta, Ir aprendiendo que el dolor es slo La llave santa de tu santa puerta. Amn.
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El sembrador de estrellas Y pasars, y al verte se dirn: "Qu camino Va siguiendo el sonmbulo?" Desatento al murmullo Irs, al aire suelta la tnica de lino, La tnica albeante de desdn y de orgullo. Irn acompandote apenas unas pocas Almas hechas de ensueo... Mas al fin de la selva, Al ver ante sus ojos el muralln de rocas, Dirn amedrentadas: "Esperemos que vuelva". Y trepars t solo los agrietados senderos; Vendr luego el fantstico desfile de paisajes, Y llegars t solo a descorrer celajes All donde las cumbres besan a los luceros. Bajars lentamente una noche de luna Enferma, de dolientes penumbras misteriosas, Sosteniendo tus manos y regando una a una, Con un gesto de ddiva, las lumnicas rosas. Y mirarn absortos el claror de tus huellas, Y clamar la jerga de aquel montn humano: "Es un ladrn de estrellas..." Y tu prdiga mano Seguir por la vida desparramando estrellas...
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Despecho Ah, que estoy cansada! Me he redo tanto, Tanto, que a mis ojos ha asomado el llanto; Tanto, que este rictus que contrae mi boca Es un rastro extrao de mi risa loca. Tanto, que esta intensa palidez que tengo (Como en los retratos de viejo abolengo) Es por la fatiga de la loca risa Que en todo mi cuerpo su sopor desliza. Ah, que estoy cansada! Djame que duerma; Pues, como la angustia, la alegra enferma. Qu rara ocurrencia decir que estoy triste! Cundo ms alegre que ahora me viste? Mentira! No tengo ni dudas, ni celos, Ni inquietud, ni angustias, ni penas, ni anhelos, Si brilla en mis ojos la humedad del llanto, Es por el esfuerzo de rerme tanto...
Juana de Ibarbourou
29
Ilusiones perdidas Hoja del rbol cada en infancia Hoja cada de rodillas En el centro de su olvido Dulce juguete de esperanzas y relmpagos Sangrando la cabeza malherida Como las ilusiones pticas En su palacio de muerte inolvidable Constante barco de corazn doliente Entre naufragio y sombra apresurada. Hoja del nudo cado en rbol cado en infancia Adnde te arrastran hoja de dulce corazn Y los excesos del fuego de las guilas visuales Hojas de las ramas calefaccionables Detenidas en el aire Prontas a podredumbre entre sus propios brazos Como las aguas embrujadas.
Vicente Huidobro
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Tiempo ya pasado Como el fantasma de un viejo amigo muerto Es lejano pasado, Un tono que huye ahora para siempre, Una esperanza que ya es para siempre pasado, Un amor tan dulce no poda durar, Eran tiempos pasados. Hubo dulces sueos en las noches De un tiempo ya pasado Y eran su tristeza o su encanto Cada da una sombra lanzada hacia adelante Que nos hizo desearlo y podra an hacer durar Esos tiempos ya pasados. Hay pesar, casi remordimiento, Para el tiempo ya pasado. Es como a su pequeo nio Un padre mira y cultiva al fin. La Belleza es como el recuerdo De un tiempo ya pasado.
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El reloj Medianoche: los libros familiares se muestran Afables bajo el vidrio o abiertos en la mano: Slo el reloj dice: "Has sido alguna vez feliz?" Los minutos pasan y los densos tomos dicen Que la pregunta que cada uno formula a cada uno es el modo mejor, Slo el reloj dice: "Es la respuesta veraz?" Los minutos pasan y estas lentas palabras trepan Hasta el gesto nico de una rima: Slo el reloj dice: "Tus deseos no son tan simples". Fatigados los libros y los versos, la mente entra En la paz de los sueos, el corazn inquieto se sosiega Hasta alcanzar la quietud natural del perro y de la rosa, Slo el reloj dice: "La maana no traer alivio".
Julian Symons
32
Despedida Fluye abajo, fra corriente, hacia el mar; Tu tributo en olas ser entregado: Hacia ti, mis pasos ya no corrern, Nunca ms, eternamente. Fluye, fluye suave por hierbas y campos, creciendo de corriente a ro: Para ti, mis huellas ya nunca sern, Ya no, eternamente. Pero aqu suspir tu viejo rbol, Y aqu tiemblan sus trmulas hojas, Al comps de las inquietas abejas. Para siempre, eternamente. Mil soles brillarn sobre ti, Mil lunas se estremecern, Y por tus riberas, mis pies ya no andarn, Ya no, eternamente.
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Sueo a menudo Sueo a menudo el sueo sencillo y penetrante De una mujer ignota que adoro y que me adora, Que, siendo igual, es siempre distinta a cada hora Y que las huellas sigue de mi existencia errante. Se vuelve transparente mi corazn sangrante Para ella, que comprende lo que mi mente aora; Ella me enjuga el llanto del alma cuando llora Y lo perdona todo con su sonrisa amante. Es morena ardorosa? Frgil rubia? Lo ignoro. Su nombre? Lo imagino por lo blando y sonoro, El de virgen de aquellas que adorando murieron. Como el de las estatuas es su mirar de suave Y tienen los acordes de su voz, lenta y grave, Un eco de las voces queridas que se fueron.
Paul Verlaine
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Me celebro y me canto a m mismo Me celebro y me canto a m mismo. Y lo que yo asuma t tambin habrs de asumir, Pues cada tomo mo es tambin tuyo. Vago al azar e invito a vagar a mi alma. Vago y me tumbo sobre la tierra, Para contemplar un tallo de hierba. Mi lengua, cada molcula de mi sangre formada por esta tierra y este aire. Nacido aqu de padres cuyos padres nacieron aqu y Cuyos padres tambin aqu nacieron. A los treita y siete aos de edad, gozando de perfecta salud, Comienzo y espero no detenerme hasta morir. Que se callen los credos y las escuelas, Que retrocedan un momento, conscientes de lo que son y Sin olvidarlo nunca. Me brindo al bien y al mal, me permito hablar hasta correr peligro. Naturaleza sin freno, original energa.
Walt Whitman
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Amada, el aura dice Amada, el aura dice Tu pura veste blanca... No te vern mis ojos; Mi corazn te aguarda! El viento me ha trado Tu nombre en la maana; El eco de tus pasos Repite la montaa... No te vern mis ojos; Mi corazn te aguarda! En las sombras torres Repican las campanas... No te vern mis ojos; Mi corazn te aguarda! Los golpes del martillo Dicen la negra caja; Y el sitio de la fosa, Los golpes de la azada... No te vern mis ojos; Mi corazn te aguarda!
Antonio Machado
36
El amor Qu tienes, qu tenemos, Qu nos pasa? Ay, nuestro amor es una cuerda dura Que nos amarra hirindonos Y si queremos Salir de nuestra herida, Separarnos, Nos hace un nuevo nudo y nos condena A desangramos y quemarnos juntos. Qu tienes? Yo te miro Y no hallo nada en ti sino dos ojos Como todos los ojos, una boca Perdida entre mil bocas que bes, ms hermosas, Un cuerpo igual a los que resbalaron Bajo mi cuerpo sin dejar memoria. Y qu vaca por el mundo ibas Como una jarra de color de trigo Sin aire, sin sonido, sin substancia! Yo busqu en vano en ti Profundidad para mis brazos Que excavan, sin cesar, bajo la tierra: Bajo tu piel, bajo tus ojos Nada, Bajo tu doble pecho levantado Apenas Una corriente de orden cristalino Que no sabe por qu corre cantando. Por qu, por qu, por qu, amor mo, por qu?
Pablo Neruda
37
Bienaventurados Bienaventurados, Los dignificados Por la dignidad glacial de la muerte; Los invulnerables ya para los hados, Una y misma cosa ya con el Dios fuerte! Bienaventurados! Bienaventurados los que destruyeron El muro ilusorio de espacio y guarismos; Los que a lo absoluto ya por fin volvieron; Los que ya midieron todos los abismos. Bienaventurada, dulce muerta ma, A quien he rezado como letana De fe, poesa Y amor, estas pginas... que nunca leers. Por quien he vertido, de noche y de da, Todas estas lgrimas... que no secars.
Amado Nervo
38
Este perfume intenso Este perfume intenso de tu carne No es nada ms que el mundo que desplazan y mueven los globos azules de tus ojos Y la tierra y los ros azules de las venas que aprisionan tus brazos. Hay todas las redondas naranjas en tu beso de angustia Sacrificado al borde de un huerto en que la vida se suspendi por todos los siglos de la ma. Qu remoto era el aire infinito que llen nuestros pechos. Te arranqu de la tierra por las races ebrias de tus manos Y te he bebido todo, oh fruto perfecto y delicioso! Ya siempre cuando el sol palpe mi carne He de sentir el rudo contacto de la tuya Nacida en la frescura de un alba inesperada, Nutrida en la caricia de tus ros claros y puros como tu abrazo, Vuelta dulce en el viento que en las tardes Viene de las montaas a tu aliento, Madurada en el Sol de tus dieciocho aos, Clida para m, que la esperaba.
Salvador Novo
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Agua nocturna La noche de ojos de caballo que tiemblan en la noche, La noche de ojos de agua en el campo dormido, Est en tus ojos de caballo que tiembla, Est en tus ojos de agua secreta. Ojos de agua de sombra, Ojos de agua de pozo, Ojos de agua de sueo. El silencio y la soledad, Como dos pequeos animales a quienes gua la luna, Beben en esos ojos, Beben en esas aguas. Si abres los ojos, Se abre la noche de puertas de musgo, Se abre el reino secreto del agua Que mana del centro de la noche. Y si los cierras, Un ro, una corriente dulce y silenciosa, Te inunda por dentro, avanza, te hace oscura: La noche moja riberas en tu alma.
Octavio Paz
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Las siluetas El mar est marcado con unas bandas grises, El quieto viento muerto desentona Y como hoja marchita es llevada La luna por la baha tormentosa. Grabado claramente sobre plida arena Est el bote negro: un joven marinero Sube a bordo en gozo distrado Con el rostro sonriente y mano reluciente. Y arriba los zarapitos claman Y por el pasto oscuro meseteo Van segadores mozos de cuellos brunos, Cual si fueran siluetas contra el cielo.
scar Wilde
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Por qu ests silenciosa? Por qu ests silenciosa? Acaso es tu amor Una planta tan deleznable y pequea Que el simple aire de la ausencia lo marchita? Escucha gemir la voz en mi garganta: Yo te he servido como a regia infanta. Soy mendigo que amores solicita, Oh limosna de amor! Piensa Que sin tu amor mi vida se quebranta. Hblame! No hay tormento peor que la duda: Si mi amoroso pecho te ha perdido No te conmueve esta triste imagen? No permanezcas a mis ruegos muda! Que estoy ms desolado que en su nido El ave a la que blanca nieve cubre.
William Wordsworth
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Una joven y vieja mujer Cul fue el alegre muchacho que ms me agrad De todos cuantos yacieron conmigo? Respondo que mi alma entregu Y en el dolor am, Mas gran placer me dio un muchacho Al que fsicamente am. Libre del cerco de sus brazos Rea al pensar que era tal su pasin Que l imaginaba que yo entregaba el alma Cuando slo exista el contacto de dos cuerpos, Y rea sobre su pecho al pensar Que era la misma entrega que hay entre las bestias. Di lo que otras dieron Despus de quitarse la ropa, Mas cuando este alma del cuerpo se despoje Y desnuda vaya a lo desnudo Aquel a quien hallo encontrar all dentro Lo que ningn otro conoce. Y dar lo suyo y tomar lo suyo Y regir por derecho propio; Y aunque am en el dolor Tanto se aferra y se cierra, Que ningn ave diurna Osara extinguir tal deleite.
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Encuentro nocturno El mar gris y la extensa tierra negra; La medialuna grande, baja y amarillenta; Las atemorizadas olas breves que saltan Desde su sueo en encendidos crculos, Mientras gano la cala con impulsiva proa Y sofoco su marcha en la arena fangosa. Una milla de clida playa fragante, luego; Tres campos que cruzar hasta ver una granja; Un toque en el cristal, el rpido raspado Y el borbotn azul de un fsforo encendido, Y una voz menos fuerte debido a gozo y miedo Que los dos corazones golpeando al unsono.
Robert Browning
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La belleza y la muerte son dos cosas profundas La belleza y la muerte son dos cosas profundas, Con tal parte de sombra y de azul que diranse Dos hermanas terribles a la par que fecundas, Con el mismo secreto, con idntico enigma. Oh mujeres, oh voces, oh miradas, cabellos, Trenzas rubias, brillad, yo me muero, tened Luz, amor, sed las perlas que el mar mezcla a sus aguas, Aves hechas de luz en los bosques sombros. Ms cercanos, Judith, estn nuestros destinos De lo que se supone al ver nuestros dos rostros; El abismo divino aparece en tus ojos. Y yo siento la sima estrellada en el alma; Mas del cielo los dos s que estamos muy cerca, T porque eres hermosa, yo porque soy muy viejo.
Vctor Hugo
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La luz cada de la noche Vierte esfinge Tu llanto en mi delirio Crece con flores en mi espera Porque la salvacin celebra El manar de la nada Vierte esfinge La paz de tus cabellos de piedra En mi sangre rabiosa Yo no entiendo la msica Del ltimo abismo Yo no s del sermn Del brazo de hiedra Pero quiero ser el pjaro enamorado Que arrastra a las muchachas Ebrias de misterio Quiero al pjaro sabio en amor. El nico libre.
Alejandra Pizarnik
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Djame ser Deja llevarme mi ltima aventura. Djame ser mi propio testimonio, Y dar fe de mi propia Desmemoria. Djame disear mi ltimo rostro, Apretar en mi odo los pasos de la lluvia Borrndome el adis definitivo. Djame naufragar asida A un paisaje, una nube, Al vuelo humilde de un gorrin, A un brote renaciente, O siquiera al relmpago Que abra en dos mi ltimo cielo. Sujtame los brazos. Engrilla mis tobillos, Empareda mis prpados. Pero tatuada una flor en la pupila, Crucificada un alba debajo de la frente, Acurrucado un beso en la raz de la lengua, Djame ser mi propio testimonio.
Josefina Pl
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Ayer te bes en los labios Ayer te bes en los labios. Te bes en los labios. Densos, Rojos. Fue un beso tan corto Que dur ms que un relmpago, Que un milagro, ms. El tiempo, Despus de drtelo No lo quise para nada Ya, para nada Lo haba querido antes. Se empez en l, se acab en l. Hoy estoy besando un beso; Estoy solo con mis labios. Los pongo No en tu boca, no, ya no -A dnde se me ha escapado?Los pongo En el beso que te di Ayer, en las bocas juntas Del beso que se besaron. Y dura este beso ms Que el silencio, que la luz. Porque ya no es una carne Ni una boca lo que beso, Que se escapa, que me huye. No. Te estoy besando ms lejos.
Pedro Salinas
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Carta Amada, en las palabras que te escribo Quisiera que encontraras el color De este plido cielo pensativo Que estoy mirando, al recordar tu amor. Que sintieras que ya julio se acerca -El oro est naciendo de la mies-, Y escucharas zumbar la mosca terca Que oigo volar en el calor del mes... Y pensaras: "Qu ao tan ardiente!", "Cunto sol en las bardas!"... y, quizs, Que un suspiro cerrara blandamente Tus ojos... nada ms... Para que ms?
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Hechicera No sent cuando entraste; estaba oscuro, En la penumbra de un ocaso lento, El parque antiguo de mi pensamiento Que cie la tristeza, cual un muro. Te vi llegar a m como un conjuro, Como el prodigio de un encantamiento, Como la dulce aparicin de un cuento: Blanca de nieve y blonda de oro puro. Un hlito de abril sopl en mi otoo; En cada fronda revent un retoo; En cada viejo nido hubo canciones; Y, entre las sombras de jardn -errantes Lucirnagas-, brillaron, como antes De mi postrer dolor, las ilusiones.
Luis G. Urbina
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