El Dilema de La Autoridad - Andrei Marmor
El Dilema de La Autoridad - Andrei Marmor
El Dilema de La Autoridad - Andrei Marmor
RESUMEN La forma habitual de establecer que una persona tiene autoridad sobre otra requiere una estructura normativa institucionalizada. Tener autoridad es tener poder en el sentido jurdico del trmino, y el poder slo puede ser otorgado por normas que lo constituyen. El poder de otorgar normas es esencialmente institucional y la obligacin de obedecer el mandato de una autoridad legtima es, ante todo, de naturaleza institucional. Por eso, el principal argumento de este trabajo es que una explicacin de la autoridad en su dimensin prctica es un asunto que se desenvuelve en un doble escenario: el sentido especial y efectivo de una autoridad slo puede explicarse acudiendo en ltima instancia a una estructura institucional que constituye el poder de esa autoridad y la correspondiente obligacin de obediencia. Sin embargo, esta obligacin no se considera como tal en todos los aspectos, sino que depende de la justificacin racional de su presencia en la institucin o prctica correspondiente. Una explicacin completa de las razones para considerar las decisiones procedentes de la autoridad como vinculantes debe tambin apoyarse en las razones por las que ha de existir la institucin o prctica y en el tipo de estructura autoritativa de que dispone. Este argumento se presenta aqu en el trasfondo de una crtica de dos explicaciones alternativas: la concepcin de la autoridad como servicio de Joseph Raz y el anlisis del punto de vista de la segunda persona de Stephen Darwall. Palabras clave: autoridades prcticas, razones para la accin, decisin autoritativa, obligacin poltica, obligacin jurdica.
ABSTRACT The normal way to establish that a person has authority over another requires a rulegoverned institutional setting. To have authority is to have power, in the juridical sense of the term, and power can only be conferred by norms constituting it. Power conferring norms are essentially institutional, and the obligation to comply with a legitimate authoritys decree is, first and foremost, institutional in nature. Thus, the main argument presented in this essay is that an explanation of practical authorities is a two-stage affair: the special, practical import of an authority can only be explained on the background of an institutional
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setting which constitutes the authoritys power and the corresponding obligation to comply. However, this obligation is not an all things considered obligation, it is conditioned on reasons to participate in the relevant institution or practice. A complete account of the reasons to regard authoritative decisions as binding must also rely on the reasons for having the institution or practice in question and the kind of authoritative structure that it has. This argument is presented here on the background of a critique of two alternative accounts, Joseph Razs service conception of authority and Stephen Darwalls second personal standpoint account. Key words: practical authorities, reasons for action, authoritative decision, political obligations, legal obligation.
El argumento principal que se presenta en este estudio es que el sentido especial y prctico de un mandato de la autoridad slo puede explicarse desde el presupuesto de una estructura social o institucional que constituye el poder de esa autoridad y la correspondiente obligacin de obediencia por parte de los que estn sometidos a ella. Sin embargo, esta obligacin no es incondicional, sino que depende de las razones que existan para participar en la institucin o prctica correspondientes. Una explicacin completa de las razones necesarias para considerar vinculantes las decisiones autoritativas tiene, por tanto, que basarse en las razones que haya para tener la institucin o prctica en cuestin y en el tipo de estructura autoritativa que tenga. Tal explicacin general podra basarse en la concepcin de la autoridad como servicio de Raz. Mi posicin principal consiste, sin embargo, en mostrar que debe haber algn dispositivo institucional que medie entre las razones generales de existencia del tipo de autoridad correspondiente, y la prctica que incorpora la autoridad en determinadas ocasiones.
EL DILEMA INICIAL Consideremos el tipo de exigencia que las autoridades jurdicas formulan habitualmente: cuando la ley te obliga a algo (o te obliga a no hacerlo), ello conlleva un doble mensaje: debes hacerlo, y debes hacerlo porque la ley as lo dice. Este doble mensaje muestra algunos rasgos que tendemos intuitivamente a asociar con las autoridades prcticas en general. En primer lugar, una autoridad prctica establece una diferencia con respecto a las razones para la accin que puedan tener los que estn sujetos a esa autoridad. En segundo lugar, esta diferencia consiste en general en un deber o en una obligacin, relevante en algn sentido, de hacer cualquier cosa que la autoridad prescriba. Finalmente, se presupone que esta obligacin se sigue de que la autoridad as lo dice; debes hacerlo porque la autoridad as lo dice. La vieja cuestin que aqu se suscita es por qu alguien habra de tener la obligacin de hacer algo porque as lo ha dicho otro? Sin embargo, aun cuando pongamos entre parntesis, por ahora, la naturaleza obligatoria de las razones para
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obedecer a una autoridad prctica, se hace presente un dilema: supongamos que A es una autoridad putativa respecto de B y manda a B hacer en el contexto C. Ahora bien, o B tiene razones vlidas para hacer en el contexto C, es decir, independientemente del mandato de A, o no hay tales razones 1. Si B tiene razones para hacer en el contexto C, el mandato de A no parece que establezca ninguna diferencia prctica. Tal vez la instruccin de A podra tener un valor epistmico, indicando a B que tiene razones para hacer . Pero entonces las razones para hacer no dependeran de que A lo diga 2. Por otra parte, si B no tiene razones para hacer (en el contexto C) independientemente del mandato de A, cmo puede crear tal razn lo que dice A? En otras palabras, o un mandato autoritativo identifica razones para la accin que los que estn sujetos a ella tienen en todo caso, al margen del mandato de la autoridad, o por el contrario el mandato pretende constituir tales razones. La primera opcin hace difcil explicar qu diferencia prctica introducen las autoridades, y por qu importa lo que digan. La otra opcin hace difcil explicar cmo un mandato autoritativo puede constituir una razn para la accin sin asumir de antemano, por as decirlo, que uno debera obedecer los mandatos de la autoridad. Hay que reconocer que debe haber algn punto cuestionable en este dilema. Despus de todo, hay casos habituales en donde los mandatos, peticiones o demandas tienen perfecto sentido; nos parece muchas veces que tenemos razones para hacer algo porque as lo dice otro. Mencionemos tres de estos casos para ver si pueden indicar la direccin en la que pueda resolverse el dilema de la autoridad. En primer lugar, ocurre a veces que nuestras razones para la accin son incompletas o indeterminadas, y lo que otro dice puede proporcionar el requisito necesario para completar o concretar las razones para la accin. Un ejemplo claro es el caso de un problema de coordinacin: un grupo de agentes puede tener una razn para actuar de comn acuerdo en un determinado contexto; este acuerdo puede alcanzarse, supongamos, haciendo p o q, dependiendo de la opcin que sigan los otros. En tales casos, antes de adoptar una opcin concreta, los agentes implicados tendran una razn incompleta para la accin, es decir, una razn para hacer p o q, dependiendo de opcin que se tome. Una vez que alguien ha elegido entre p y q, la razn para la accin queda completada. Por tanto, si alguien est en la posicin de aportar una decisin creble a las partes concernidas, los agentes implicados tendran ahora una razn completa para hacer q. De este modo, se entiende por qu la gente tendra una razn del todo plausible para hacer algo porque otro as lo dice. Y esto es muy relevante para el importante rol que desempean
1. Har enseguida una valoracin de esta afirmacin. 2. Algunos escritores quedan satisfechos con esta opcin, alegando que todo esto es lo que hacen las autoridades prcticas. Sin embargo, tal punto de vista conlleva que no hay una diferencia significativa entre las autoridades tericas y prcticas. Asumir aqu, sin mucho aparato argumental, que este punto de vista es equivocado. Sobre la diferencia entre autoridades tericas y prcticas, vase por ejemplo Raz; The Problem of Autority: Revisiting the Service Conception, en su Between Authority and Interpretation, cap. 5 (En adelante Revisiting...).
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las autoridades prcticas. Con frecuencia, estas autoridades tiene que solucionar problemas de accin colectiva para los que estn sometidos a ellas. Consideremos, por ejemplo, las razones para pagar impuestos. En una sociedad bien ordenada todos podemos tener una razn para pagar impuestos, es decir, al margen de cualquier exigencia que provenga de la autoridad para hacerlo; sin embargo, antes de que est determinado por la autoridad quin ha de pagar y cunto, etc., nuestras razones para la accin son incompletas. El papel de las autoridades polticas podra ser visto aqu como el de complementar o determinar la razn, al especificar cunto tiene que pagar cada uno de nosotros, bajo qu condiciones, etc. Indudablemente, el cometido de especificar o concretar las razones para la accin incompletas o indeterminadas es una de las tareas principales que las autoridades prcticas tienen que realizar, y cuando lo hacen as, de un modo apropiado, las razones para obedecer son del todo obvias. La cuestin es cunto podemos generalizar a partir de estos casos; y la respuesta es que no lo suficiente. Las autoridades prcticas, en el mbito poltico y en cualquier otro, pretenden ciertamente guiar la conducta de sus sujetos putativos en muchos aspectos y en variados contextos, en los que las razones relevantes para la accin que tienen que ver con esos sujetos no son incompletas o indeterminadas. Es, por tanto, posible sostener que, al margen del alcance del poder que las autoridades prcticas pretenden tener, su legitimidad se restringe a aquellos casos en los que su papel consiste en completar o concretar las razones para la accin en el modo aqu descrito. Pero tal conclusin sera prematura, en el mejor de los casos. Tal vez, al final del recorrido, tendremos que estar de acuerdo con eso. Pero por ahora, asumir (junto con la mayora de los que escriben sobre este tema) que las autoridades pueden legitimarse aun cuando las razones relevantes para la accin no estn incompletas o indeterminadas. Consideremos, pues, otro tipo habitual de casos en los que parece que tenemos una razn para la accin porque as lo dice otro, a saber, aquellos en los que seguimos el consejo de un experto. Consideremos, por ejemplo, el caso de un experto en finanzas que te aconseja cmo invertir tu dinero. Aqu puede apreciarse que tienes una razn para hacer algo porque el experto te dice que lo hagas. Indudablemente, sin embargo, las razones que puedes tener para seguir el consejo del experto son tanto de naturaleza condicional como epistmica: tienes en cuenta el consejo del experto como una razn para la accin, pero slo porque siguindolo se logran determinados objetivos que tienes, y en la medida en que el consejo del experto sea criterio de verdad. Es decir, la verdad sobre las razones que te conciernen en todo caso, teniendo en cuenta tus objetivos, sin considerar el papel del experto. Finalmente, consideremos el caso de un ruego de un amigo. Supongamos, por ejemplo, que pides a un amigo que te ayude en una cierta tarea, digamos mover un mueble pesado a otra habitacin. Esperaras con toda seguridad que el amigo fuera consciente de que tiene una razn para ayudarte, y que esa razn depende decisivamente del hecho de que procede de tu peticin. No ests sugiriendo a tu amigo que tenga una razn para mover el mueble independientemente de tu peticin,
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bien sea que le pidas hacerlo o no 3. Al contrario, el hecho de que t le pidas que lo haga es algo que debera estar presente en sus razones para la accin; es parte de lo que consideramos como la respuesta apropiada a tales casos. Cualquiera podra pensar ahora que ninguno de estos dos ltimos modos de actuar, porque otro as lo dice, tiene la clave de la solucin del dilema de la autoridad. Podr estar de acuerdo con eso, al menos en parte. Pero la verdad es que ambas ideas tienen proponentes influyentes en la literatura sobre la cuestin, y vale la pena examinar con algn detalle las dificultades con que se enfrentan estos modelos. Un modelo es, y ms bien algo prximo a l, es la conocida concepcin de la autoridad como servicio de Raz 4. El segundo modelo es el punto de vista de la segunda persona de Darwall sobre las razones autoritativas para la accin. Me ocupar de estos dos enfoques sucesivamente. Debera decir, sin embargo, que hay un tercer modelo, ampliamente discutido en la literatura sobre el tema, que pretende fundamentar la legitimidad de las autoridades en la idea del consentimiento o, ms bien, en cierta nocin del consentimiento hipottico. Mi discusin en este trabajo no incluye las teoras de la autoridad basadas en el consentimiento 5. Por lo menos no directamente; al final del artculo dir algo sobre la relevancia del voluntarismo en el contexto del argumento aqu sugerido.
LA CONCEPCIN DE LA AUTORIDAD COMO SERVICIO La principal intuicin de Raz es que es racional actuar segn lo que otro dice cuando hacindolo as resulta ms probable que uno se ajuste a las razones que son aplicables en las circunstancias correspondientes. Raz percibe en esta intuicin el principal fundamento racional del cumplimiento de los mandatos autoritativos, que denomina la Tesis de la Justificacin Normal (en adelante TJN): las autoridades
3. Aqu cabe hacer dos advertencias: en primer lugar, los ruegos no siempre tiene que ser, desde luego, comunicados. De hecho a veces la necesidad de comunicar un ruego es una seal de fracaso la otra parte debera haber advertido la necesidad de ayudar sin haber recibido una peticin para ello. Ni estoy tampoco sugiriendo que esa peticin constituye siempre una razn para la accin. 4. Creo que Raz se resistira a la clasificacin de su concepcin de la autoridad como servicio como un modelo epistmico. Parte de mi argumento consiste aqu, sin embargo, en que es difcil resistirse a tal caracterizacin. 5. Estoy seguro de que las teoras del consentimiento no tienen consistencia, y ello por razones bien articuladas en la literatura, por Raz y por otros. Bsicamente, el problema es este: las teoras basadas en el consentimiento deben ofrecer alguna explicacin sobre la legitimidad de las autoridades cuando se oculta el consentimiento por parte del agente responsable. Pero entonces la idea del consentimiento hipottico, o del consentimiento normativo, como recientemente lo ha denominado Estlund, debe remitirse a las razones morales para dar el consentimiento segn las circunstancias, que es lo que cuenta en definitiva. Y as, al poco tiempo, la fuerza vinculante del consentimiento, o ms generalmente, el compromiso voluntario, queda desfigurado y nos quedamos como al principio, discutiendo las razones para acceder al conocimiento de la legitimidad de la autoridad correspondiente. Vase, por ejemplo, Raz The Morality of Freedom, cap. 4. Para el intento de Estlund de reavivar la idea del consentimiento hipottico, vase su Democratic Authority, cap. 7.
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estn para proporcionar un servicio, al hacer ms probable que los sujetos acten por las razones correctas que les conciernen segn las circunstancias, siguiendo los mandatos de la autoridad antes que tratando de descubrir esas razones, o de actuar conforme a ellas, por s mismos 6. Ms an, Raz acude al fundamento racional de la TJN para asegurar que las razones para cumplir un mandato de la autoridad (asumiendo que este satisface la exigencia del TNJ son, por un lado, de carcter sustitutivo, y, por otro, constituyen razones protegidas:
El hecho de que una autoridad ordene la realizacin de una accin es una razn para su realizacin que no ha de aadirse a todas las otras razones relevantes al valorar qu hacer, pero que debera reemplazar a algunas de ellas 7.
De ah que un mandato autoritativo constituya lo que Raz denomina razones protegidas: una razn protegida para hacer es una razn de primer orden para hacer y una razn excluyente para no dejar de hacer en una cierta secuencia de razones excluidas 8. La idea es que una autoridad legtima debera considerar las razones relevantes que tienen que ver con los sujetos que estn sometidos a ella; su legitimidad depende de ponderar adecuadamente aquellas razones subyacentes (o razones dependientes, como las denomina Raz) y de que indique a los sujetos las razones para la accin que ellos deberan seguir 9. Si se cumple esta condicin general, el mandato autoritativo reemplaza las razones con las que la autoridad debera haber contado: si toda la cuestin de la conformidad con el mandato de la autoridad consiste en el hecho de que es ms probable que el sujeto acte correctamente siguiendo el mandato autoritativo que intentando descubrirlo por s mismo, entonces no tendra sentido considerar dicho mandato procedente de la autoridad como una razn adicional para la accin ofrecida al sujeto para ser ponderada frente a otras razones. El mandato autoritativo sirve para reemplazar la decisin del sujeto acerca de cmo actuar hasta un cierto punto, desde luego precisamente porque
6. Ibid., p. 53. Con los aos, Raz aadi muchas clarificaciones y algunas condiciones a su idea de TJN (Vase, por ejemplo, Ethics in the Public Domain, cap. 9, Between Authority and Interpretation, cap. 5). La tesis principal, sin embargo, y la idea bsica de la concepcin de la autoridad como servicio, no ha cambiado. 7. Raz, Ethics in the Public Domain, p. 198. 8. Hasta donde me es posible pronunciarme, Raz no ha sido del todo coherente a lo largo del tiempo sobre el uso de los trminos prioritario y razones protegidas. Yo utilizo aqu la terminologa que l emplea en su artculo ms reciente, O Respect, Authority and Neutrality: A Response, 120 Ethics (2010), 279-298. As, el modo en que entiendo estos trminos, peemptive se refiere a la idea de que un mandato autoritativo viene a reemplazar las razones que tienen los sujetos para la accin, y que supone que las razones constituidas por el mandato son razones protegidas. Para un detenido estudio del concepto de Raz sobre las razones excluyentes vase su Practical Reason and Norms, (2. ed., Princeton, 1990). 9. De hecho, no estoy seguro de que Raz requiera que las autoridades consideren las razones subyacentes, y tal vez sea suficiente que su decisin constituya esas razones. Nada de lo que sigue depende de la correcta respuesta a esta cuestin.
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es ms probable que los sujetos se comportarn de acuerdo con razones correctas si siguen el mandato de la autoridad que si intentan actuar por su cuenta. As, un mandato autoritativo constituye tanto razones sustitutivas como protegidas: el mandato viene a reemplazar las razones para la accin que los sujetos habran tenido, y la razn para la accin constituida por una prescripcin autoritativa es tanto una razn de primer orden para la accin como razn excluyente par no dejar de actuar como est prescrito por una cierta serie o categora de razones potencialmente conflictivas. (En adelante, denominar a ambos aspectos sealados la tesis del reemplazo). No tengo duda de que la concepcin de la autoridad como servicio de Raz es muy importante, y de que capta un aspecto crucial de cualquier teora plausible sobre la legitimidad de las autoridades prcticas. De hecho, defender que cualquier estudio completo de las razones de obediencia a una autoridad debera contar con algo parecido a la concepcin del servicio. Pero, como intentar mostrar aqu, la concepcin de la autoridad como servicio, por s misma, no resuelve del todo el problema del dilema de la autoridad. Consideremos, paso a paso, algunas de las dificultades. Tengamos en cuenta de nuevo el caso del experto financiero. Presumiblemente, uno tiene una razn para invertir prudentemente su dinero. Se percibe con claridad que lo nico que importa al seguir el consejo del experto de confianza es hacer ms probable que uno acte conforme a esta razn. Y esta parece ser la base racional la TJN: es ms probable que inviertas tu dinero prudentemente actuando conforme al consejo del experto financiero que tratando de descifrar la mejor estrategia de inversin por ti mismo. Pero eso, desde luego, no convierte en autoritativo en ningn sentido el consejo del experto. Ms an, la tesis del reemplazo, que se aplica aqu con claridad, no hace obligatoria la recomendacin del experto financiero. Seguramente tiene sentido que debas invertir tu dinero como sugiere el experto (asumiendo que debes invertir tu dinero con prudencia), pero este deber no engloba por completo el tipo de obligacin que normalmente asociamos con las razones para obedecer el mandato de una autoridad legtima. Tomemos otro ejemplo: supongamos que ests perdido en una ciudad extranjera, y pides la direccin para saber cmo llegar a un cierto sitio a una persona del lugar (o consultas tu GPS para este menester). Es perfectamente razonable considerar los itinerarios que has conseguido como razones sustitutivas para la accin, no como razones a aadir para la ponderacin de razones que puedas tener; despus de todo, no sabes cmo llegar a donde quieres, y la persona del lugar es probable que lo sepa. Por tanto, en la medida en que no tienes razones para sospechar que la persona del lugar te est indicando un camino equivocado, sus orientaciones constituyen tambin razones protegidas: una razn de primer orden para hacer lo que sugiere, y razones excluyentes para no dejar de actuar de acuerdo con su sugerencia por una cierta serie de posibles razones en conflicto. Sin embargo, el hecho de que las orientaciones obtenidas deberan ser consideradas como razones sustitutivas y protegidas no hace que sea obligatorio para ti seguir las instrucciones. No hay obligacin de obedecer
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el consejo de la persona del lugar, aun cuando es perfectamente racional hacer lo que aconseja. En resumen, la tesis del reemplazo no supone, por s misma, que las razones pertinentes sean obligatorias. Raz no niega esto. De hecho, Raz concede explcitamente que las razones protegidas equivalen a una obligacin slo cuando se basan en razones categricas, es decir, aquellas cuya aplicacin no est condicionada a las inclinaciones o preferencias del agente 10. En otras palabras, la distincin entre casos en los que uno podra tener razones protegidas para la accin, a saber, una combinacin de razones de primer orden y razones excluyentes, y aquellos casos en los que tales razones protegidas equivalen a una obligacin, es una distincin que pertenece al tipo de razones en juego. Las obligaciones se basan en razones que no dependen de las metas subjetivas o de las preferencias del agente. Y esto explicara por qu seguir el consejo del experto o las indicaciones de la persona del lugar sobre el mejor camino para llegar adonde quieres, no constituye una obligacin de hacer lo aconsejado. No es una obligacin porque la razn subyacente para solicitar el consejo es algo que depende decisivamente de tus propios objetivos. Aqu no hay razones categricas en juego (o eso es lo que consideramos). Como explicacin de lo que son las obligaciones, encuentro esta idea muy sugerente. Las obligaciones, de acuerdo con Raz, estn constituidas por dos elementos, uno estructural y otro sustantivo; la estructura de las obligaciones consiste en la idea de que las obligaciones son razones protegidas: una obligacin para hacer es una razn de primer orden para hacer y una razn excluyente para no dejar de hacer en una cierta serie de razones potencialmente en conflicto. El elemento sustantivo pertenece a la naturaleza de la razn para ; un conjunto de razones protectoras para equivale a una obligacin para si y slo si las razones son categricas, es decir, si no dependen de las metas subjetivas o de las preferencias del agente. O, como yo dira ms bien, las razones son tales que conciernen a los intereses legtimos de otros. Pero ahora la cuestin es si estas herramientas nos permiten explicar qu hace que los mandatos autoritativos sean obligatorios en el sentido que importa aqu, y dudo que lo hagan. La razn es simple: la base racional de la concepcin de la autoridad como servicio es suficiente para explicar por qu los mandatos autoritativos que cumplen las condiciones de la TJN son razones protegidas; si, adems, son obligaciones o no, dependera de si las razones en juego son categricas o no. Pero no hay nada en la concepcin del servicio que sugiera que un mandato autoritativo es legtimo si y slo si se basa en razones categricas. O tal vez s lo haya; en este sentido, en la respuesta a Darwall, Raz sugiere que el ejemplo de seguir el consejo del experto financiero no es un contraejemplo de su tesis porque la base racional de la directiva es del todo condicional:
10. Al respecto, Authority and Neutrality, p. 291. Esta conexin entre deberes y razones categricas puede rastrearse en escritos anteriores de Raz [vase la coleccin Hacker].
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si quieres conseguir un determinado objetivo... debes invertir tu dinero en... En otras palabras, Raz parece sugerir que un experto financiero no es una autoridad, precisamente porque las razones sobre las que el experto tiene que decidir no son razones categricas, sino que estn del todo condicionadas a las metas subjetivas de la persona que busca el consejo 11. Esto parecera sugerir una importante modificacin de la concepcin como servicio de las autoridades. Sugiere que necesitamos restringir la TJN por una condicin adicional: que se base en razones categricas. El resultado es que una autoridad es legtima si hace ms probable que los que estn sometidos a ella asuman las obligaciones (es decir, no precisamente razones, por regla general) que les son aplicables siguiendo el mandato autoritativo que tratando de descubrir esas obligaciones por si mismos y de actuar conforme a ellas. En otras palabras, obtenemos una obligacin de obedecer como conclusin porque introducimos la obligacin en las premisas; podemos llamar a esto el modelo de obligacin dentro-obligacin fuera 12. Ciertamente, esto explicara por qu el consejo del experto no es autoritativo. No hay nada en la naturaleza de la pericia que sugiera que el rol de los expertos, como tales, sea descubrir las obligaciones que corresponden a los que buscan su consejo. Por otra parte, tendra sentido sugerir que el rol de las autoridades prcticas es facilitar el cumplimiento de las obligaciones. Esto es decir que la TJN est restringida, adems, por la exigencia de que est basaba en razones categricas. Hay que admitir que esta versin modificada de la TJN s parece tener sentido. Pero todava presenta algunas dificultades. En primer lugar, consideremos, por ejemplo, un contexto en el que X tiene la obligacin (digamos que se trata de una obligacin moral, con respecto a su familia) de invertir sus ahorros de un modo prudente y responsable. Esto no significa que el experto financiero que aconseja a X sobre el modo de cumplir con sus obligaciones se convierta en una autoridad con respecto a X 13. Tal vez este contraejemplo pueda resolverse sealando que el rol del experto en este caso no consiste en descubrir si el sujeto tiene una obligacin, sino slo en guiar al sujeto para cumplir con una obligacin que ya est establecida. Pero entonces podra alguien preguntarse, no es tambin ese el caso de muchos mandatos procedentes de la autoridad? Pero es ms importante, sin embargo, sealar que la modificacin de la TJN introducida por el modelo obligacin dentro-obligacin fuera tampoco da respuesta al dilema de la autoridad. Ella inclina la respuesta con mucho empuje hacia el primer cuerno del dilema, es decir, hacia la idea de que el rol de las autoridades es descubrir las razones aplicables de todos modos a los sujetos a ellas sometidos,
11. Vase On Respect, Authority and Neutrality, pp. 300-301. Esta no es la nica razn que menciona Raz para rechazar la idea de que un experto no es una autoridad. 12. Tomo prestado este trmino de Scott Hershovitz. 13. Este ejemplo no es mo. Hasta donde yo s, fue presentado en algn borrador facilitado por Stephen Darwall hace algn tiempo, y que no he conseguido encontrar impreso.
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aunque slo una parte de tales razones, concretamente las que equivalen a una obligacin de cualquier tipo. Pero el problema sobre este cuerno del dilema permanece: si las obligaciones que ataen al sujeto lo son en cualquier caso, al margen de la autoridad, qu diferencia prctica tienen las decisiones autoritativas? En otras palabras, la versin modificada de la TJN todava mantiene una concepcin epistmica del rol de las autoridades, que hace difcil explicar por qu importa lo que digan las autoridades. Ms aun, cuanto ms se vincule la base racional del cumplimiento con los mandatos de la autoridad a consideraciones epistmicas, ms difcil se hace explicar aquellos casos en los que los sujetos tendran una obligacin de obedecer aun cuando la decisin de la autoridad est equivocada en lo que a su valor intrnseco se refiere. Se asume ampliamente, y creo que es lo adecuado, que dentro de ciertos lmites, los sujetos tienen la obligacin de cumplir el mandato de la autoridad legtima aun cuando el mandato no sea el correcto segn las circunstancias. Una orden autoritativa errnea an podra ser vinculante para los sometidos a ella. Segn el cuerno epistmico del dilema, sin embargo, una decisin autoritativa equivocada no puede ser una decisin legtima. Y esto no parece ser del todo lo adecuado. Este problema no ha escapado a la atencin de Raz. En Morality of Freedom, Raz ofreci la siguiente respuesta: si un mandato resultara ser siempre errneo...y estuviera expuesto a la recusacin como error, desaparecera la ventaja ganada por aceptar la autoridad como una gua ms fiable y con xito para la recta razn 14. Esto puede ser correcto, pero no explica del todo por qu las decisiones equivocadas deberan considerarse como vinculantes, al menos cuando el sujeto llegue a saber que esa decisin es errnea. En respuesta, quizs anticipndose a la objecin, Raz establece una distincin entre un gran error y un claro error. Raz sostiene que no todos los errores por grandes que sean, son necesariamente claros, y que slo los errores claros son compatibles con el recorte de la legitimidad de una autoridad. 15 Pero una vez ms, esto parece ser algo tangencial al asunto. Si, por cualquier razn, a un sujeto le consta que la autoridad est equivocada en lo que al valor intrnseco de la decisin se refiere y verdaderamente no importa cmo lleg el sujeto a adquirir este conocimiento entonces la concepcin del servicio no tiene herramientas a su disposicin para explicar por qu el sujeto tendra razones para obedecer 16. Permtaseme recapitular trayendo a colacin el siguiente ejemplo. El decano de nuestra Facultad ha dictado una normativa, aplicable a cada uno de los miembros de la Facultad, para presentar un informe de sus actividades investigadoras de los ltimos cinco aos, en una determinada fecha. Las instrucciones del decano contenan una detallada lista de criterios sobre lo que cuenta como actividad in14. P. 61. 15. Ibid., p. 62. 16. Raz estara dispuesto aqu a tragarse el anzuelo; tal vez piense que en tales casos, el sujeto no tiene una obligacin de obedecer, y as es como debera ser.
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vestigadora y lo que no se considera como tal. Formulemos ahora algunas suposiciones sobre este caso: en primer lugar, supondr que el requerimiento del decano no solo queda correctamente incluido en su autoridad oficial como decano, sino que tambin es legtimo. En segundo lugar, supondr que algunos de los criterios que el decano fij para lo que cuenta como actividad investigadora no estn justificados racionalmente; desde el punto de vista del contenido, son errneos. Finalmente, asumiremos que es del todo razonable considerar que nosotros, como miembros de la facultad sujetos a la autoridad del decano, estamos obligados a obedecer (obligacin pro tanto, desde luego, y no incondicional). Ahora supongamos que una de mis colegas se pregunta por las razones que pueda tener para ajustarse al requerimiento del decano. Sera la TJN una respuesta apropiada? Al menos con respecto a este mandato en concreto, parece muy poco probable que la TJN ofrezca a mi colega la base racional que est buscando. Qu razones le seran aplicables, independientemente del mandato del decano, que ella cumplira mejor siguiendo el requerimiento del decano antes que intentando descubrirlas por s misma? Podra decir correctamente que, excepto para el requerimiento del decano, no tendramos ninguna razn para hacer tal cosa. Y qu hay en lo que dice efectivamente el decano que lo hace de obligado cumplimiento? Si la TJN puede servir aqu de alguna ayuda, sea lo que sea slo puede referirse al largo plazo, sobre todo, razones para tener el tipo de autoridad en cuestin. Tal vez sobre todo, a largo plazo, dados los fines de la institucin, tenemos ms probabilidades de ajustarnos a las razones que nos conciernen teniendo un decano y siguiendo sus instrucciones sobre ciertos asuntos que tratando de descubrir las razones relevantes por nosotros mismos y actuar conforme a ellas. De este modo, la TJN podra ser una buena respuesta a la cuestin de por qu tener en definitiva esa clase de autoridad, y por qu es bueno, a largo plazo, dejar que tal autoridad tome cierta clase de decisiones por nosotros. Pero parece que la TJN no responde a la cuestin concreta de por qu obedecer esta instruccin particular en esta ocasin particular. Es posible responder diciendo que las razones para cumplir el mandato de una autoridad particular son siempre derivadas; derivan, en primer lugar, de las razones para tener el tipo correspondiente de autoridad. En algn sentido esto es verdad. Es cierto, o en esa direccin argumentar aqu, que las razones, consideradas en su totalidad, para seguir un mandato autoritativo deben incluir, para empezar, las razones para tener el tipo correspondiente de autoridad. De este modo, en cierto sentido, la NJT tendra que formar parte de cualquier relacin completa de razones que justifican el sometimiento a una autoridad. Sin embargo, como tratar de mostrar en el siguiente apartado, entre las razones generales para tener un cierto tipo de autoridad, y las razones para cumplir sus instrucciones particulares en circunstancias particulares, debe existir algn instrumento normativo, ya establecido, que constituye el poder de la autoridad. Debe haber algunas reglas o convenciones que medien entre las razones generales para tener la autoridad correspondiente y la diferencia prctica que la autoridad putativa puede establecer en ocasiones particulares. Permtaseme explicar por qu este es el caso.
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EL ESLABN PERDIDO DE LA CADENA: EL PODER DE ESTABLECER NORMAS El rasgo fundamental de cualquier autoridad prctica es que tener autoridad es tener poder, en el sentido normativo del trmino. Un poder normativo consiste en la capacidad de introducir un cambio en las relaciones normativas (por ejemplo, derechos, obligaciones et.) que rigen entre quienes estn sujetos al poder en las circunstancias correspondientes 17. Sin embargo, la existencia del poder esencialmente una cuestin institucional, o as lo justificar aqu. Solamente reglas o convenciones de una institucin, o una prctica social bien estructurada, pueden otorgar poder 18. Y por eso, las autoridades son esencialmente institucionales por su propia naturaleza, y la obligacin de ajustarse a sus mandatos son obligaciones institucionales. Consideremos, por ejemplo, el papel de un rbitro en un partido de ftbol americano. Evidentemente, este rol queda establecido por las reglas y convenciones que constituyen el ftbol como una actividad estructurada de un cierto tipo. Las reglas que constituyen el juego tambin constituyen el rol de un rbitro y los poderes otorgados a ese rol. Las reglas determinan, por ejemplo, que cuando el rbitro seala touchdown este sealamiento es constitutivo y el touchdown se punta oficialmente. O que el rbitro tiene el poder de expulsar a un jugador del juego (por determinadas razones especficas), pero no puede, digamos, expulsarlo para futuros partidos. Y as sucesivamente. Mi punto de vista es que no podemos entender el rol del rbitro como una autoridad prctica y el modo en que sus instrucciones obligan a las partes contendientes, sin este soporte institucional basado en normas. Y la tesis que quiero defender aqu es que los rasgos bsicos de este ejemplo pueden generalizarse a todos los casos. As pues, el bosquejo de esta tesis es el siguiente. Para que A tenga autoridad sobre B en el asunto C, A tiene que tener un poder normativo para alterar los derechos y obligaciones que tiene B en el asunto C. Tener autoridad, en otras palabras, es tener poder normativo. El poder, en este sentido, es esencialmente una construccin institucional: su existencia y alcance est constituido por normas o por convenciones. Esto es as porque el poder consiste en una capacidad normativa para alterar el status quo normativo que est en juego cuando se ejerce el poder. No tiene sentido hablar de poder sin alguna base normativa ya establecida, que incluye un conjunto de normas que habilitan a ciertos agentes para introducir cambios en este marco normativo. Advirtase el nfasis en la capacidad normativa. Hay diversos modos por los que un agente puede crear una situacin que obligue a otro agente a actuar de una determinada manera. Si yo pongo a alguien
17. Utilizo el trmino poder aqu como fue definido originariamente por W. Hohfeld.. y H.L.A. Hart... 18. En este artculo no voy a elaborar en detalle la naturaleza de las prcticas sociales, instituciones, y las diferencias entre ellas. He hecho esto en otro lugar. Vase mi Social Conventions, sobre todo, cp. 2.
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en peligro y t eres la nica persona que puedes ayudarle, tienes la obligacin de hacerlo. Sin embargo, esto no sera un ejercicio de poder normativo por mi parte. Lo que falta en este caso es una norma que me garantice el poder de imponerte una obligacin. El poder, en otras palabras, slo puede asignarse por normas que lo constituyen. Ms an, el poder de establecer normas debe asignar el poder ex ante, atribuyendo a ciertos individuos o grupo de individuos el derecho de modificar las obligaciones o derechos de otros. Tales normas son propias de los sistemas normativos complejos que determinan quin consigue el poder, su alcance, los diversos modos en los que el poder puede ejercerse, etc... Qu clase de normas pueden otorgar poder? Es preciso admitir que esta es la cuestin crucial. Mi respuesta es que las normas en cuestin deben apoyarse en alguna realidad social o institucional, deben ser normas sociales o deben seguirse de ellas, practicadas realmente (es decir, ampliamente seguidas) por una determinada poblacin o comunidad. La alternativa sera pensar que el poder de otorgar normas puede ser requerido o determinado por razones, esto es, al margen de la prctica (podemos denominarla Perspectiva Abstracta del Poder). Esta perspectiva abstracta no es, sin embargo, una opcin plausible. Las razones, en el mbito de la moralidad o en cualquier otro, slo pueden determinar que uno debera tener un cierto poder, no que lo tenga realmente. Las razones, yo as lo entiendo, son hechos que cuentan a favor (o en contra) de hacer (o de abstenerse de hacer) algo. Por supuesto, podra haber hechos que cuenten para otorgar un poder a alguien en determinadas circunstancias. Sera bueno, por ejemplo, (o mejor, consideradas las alternativas) que A tuviera un poder para imponer una obligacin a B en las cuestiones C; pero esto no implicara necesariamente que A tenga el poder, sino que A debera tenerlo. En otras palabras, la Perspectiva Abstracta supondra que alguien puede tener autoridad slo porque alguno debera tener esa autoridad en esas circunstancias, y ese nunca es el caso. Para tener autoridad, el agente adecuado debe ser una autoridad, de facto, al menos hasta cierto punto 19. La proposicin A debera tener autoridad sobre B en las cuestiones C no implica que A tenga una autoridad sobre B en las cuestiones C sea legtima o no. Tal vez, consideradas todas las circunstancias, yo debera tener autoridad para tomar ciertas decisiones para la Facultad en vez del decano. Pero el hecho es que yo no tengo esa autoridad aun cuando debera haberla tenido. Esto es decir que las normas que se aplican realmente en la co-
19. Vase Raz, Revisiting... p. 158. Podra ser tentador pensar que la Perspectiva Abstracta es ms plausible cuando se pone en relacin con las autoridades tericas. De forma contraria a una autoridad prctica, que debe ser una autoridad de facto, podra parecer plausible asumir que las autoridades tericas pueden reconocerse como tales sin ser una autoridad de facto. Tengo dudas sobre esto. Pienso que es necesario algn reconocimiento social de la autoridad como tal. Imaginemos que alguien dice: A es una autoridad en la fsica de partculas, aunque la verdad es que nadie es conocedor de tal cosa; sera ms bien una expresin poco afortunada. Pienso que un reconocimiento general y pblico de la autoridad es necesario para que alguien cuente como una autoridad terica en un determinado mbito.
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munidad correspondiente (mi universidad en este caso) no me otorgan ese poder a m, sino que se lo otorgan al decano. Se trata bsicamente de un asunto que tiene que ver con hechos socio-institucionales y no con la moralidad o la razn. En primer lugar, tiene que haber una autoridad, y despus surge la cuestin de su legitimidad. Y que haya una autoridad o no, depende de las normas que otorgan al agente o al rgano apropiado el poder que tiene, es decir, las normas que se practican realmente en la comunidad correspondiente. Pero todava podramos preguntarnos, no existen casos en los que las normas que otorgan un poder son esencialmente normas morales, al margen de cualquier prctica o realidad social? No tiene la gente poderes morales, digamos, para obligar a otros? Supongamos, por ejemplo, que mencionas el hecho de que necesitas llegar al aeropuerto a las 7 de la tarde, y que yo me ofrezco a llevarte. No te he otorgado yo, por tal razn, el poder de obligarme a hacer eso? Al aceptar mi oferta (o al indicar de otro modo que confas en ella), has ejercitado el poder de obligarme a hacer lo que yo suger, a saber, llevarte al aeropuerto (advirtase que dispones de una opcin porque puedes declinar, mi oferta de varias maneras, y relevarme de la obligacin de hacer aquello que ofrec). Es cierto que la gente puede estar en una posicin que le otorga la capacidad de imponer una obligacin (o atribuir un derecho) a otro, basada en las circunstancias de la situacin y en las consideraciones morales pertinentes, y en una forma que nada tiene que ver con una base institucional o con una prctica social. Pero, como mencion anteriormente, no todo caso en el que uno puede imponer una obligacin a otro es necesariamente un ejercicio de un poder normativo preexistente. Al gritar pidiendo ayuda cuando estoy a punto de caer por el acantilado, puedo ciertamente imponerte la obligacin de ayudarme; pero, de nuevo, sera ms bien equivocado sugerir que yo ejercito por eso un poder normativo para imponerte una obligacin. No hay aqu tal norma en ltima instancia. Pero entonces qu podemos decir sobre el caso de un compromiso adquirido como el del ejemplo antes mencionado? No estoy del todo seguro. Las promesas son un caso un tanto especial. Me inclino a pensar que no son esencialmente diferentes de cualquier otro caso en el que el conjunto relevante de razones aplicables constituye una obligacin moral, es decir, al margen de que todo poder en ltima instancia establezca normas. Pero, desde luego, es un asunto debatido, y los que defienden algo parecido a una teora prctica de la promesa niegan este enfoque 20. As pues, tal vez el hacer promesas es algo sui generis, pero no estoy seguro. Por otra parte, sin embargo, es difcil pensar en el poder de establecer normas que simplemente deriven de razones o de principios morales generales, o algo parecido. De la razn por s sola nicamente puede seguirse la deseabilidad de otorgar normas a alguien, no la existencia del poder como norma.
20. Advirtase, sin embargo, que la teora prctica de la promesa no est esencialmente reida con el punto de vista que defiendo aqu. Por el contrario, presupone que el poder de establecer normas debe basarse en una prctica convencional.
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De esto se extraen varias conclusiones. En primer lugar, mantener que B est sujeto a la autoridad legtima de A en las cuestiones C, es aceptar la presuncin normativa de que el mandato autoritativo de A (en las cuestiones C) que ordena a B hacer impone una obligacin a B de hacer (obligacin pro tanto, desde luego, y no consideradas todas las circunstancias, etc). Esto se sigue simplemente de la idea del poder normativo: tener poder es tener la capacidad de imponer obligaciones 21. En segundo lugar, que la estructura normativa que da a una autoridad el poder de imponer obligaciones slo tiene sentido en el contexto de algunas normas o convenciones que constituyen, inter alia, el rol autoritativo en cuestin y los poderes otorgados para l. Finalmente, se sigue que la obligacin inmediata u operativa de cumplir un mandato proveniente de la autoridad es de naturaleza institucional; la sujecin a la autoridad de otro es algo en lo que incurre un agente, por decirlo as slo como un jugador institucional, como alguien que participa en la prctica constituida por las normas o convenciones que establece la autoridad correspondiente y los roles de los que estn sujetos a ella. Advirtase que este ltimo punto podra tambin explicar por qu el poder de las autoridades prcticas est siempre limitado en su alcance: su decisin slo vincula a quienes estn sujetos a su jurisdiccin. Si Vd. vive en los Estados Unidos, por ejemplo, las normas del derecho canadiense no tienen una autoridad vinculante para Vd, aun cuando renan las condiciones de la TJN o cualesquiera otras condiciones generales de legitimidad. Las autoridades slo obligan a los que pertenecen a la prctica o institucin que les otorga el poder que tienen 22. De este argumento se sigue otra conclusin importante. Si, como he argumentado aqu, la obligacin inmediata de cumplir el mandato de una autoridad es de naturaleza esencialmente institucional, se desprende que tales obligaciones no son incondicionales. Siempre presuponen que hay razones vlidas para participar en la prctica institucional correspondiente y para ajustarse a sus normas. La obligacin institucional para cumplir las rdenes de una autoridad es siempre condicional; est condicionada por las razones para participar (de una forma cooperativa) en la
21. Las autoridades pueden introducir diferentes tipos de cambios de relaciones normativas en los que estn sujetos a su poder: una autoridad puede imponer directamente una obligacin, otorgar o quitar un derecho, dar o quitar un poder, etc. Todos estos cambios normativos son reductibles, sin embargo, a obligaciones. Cuando una autoridad otorga a X un derecho para hacer , por ejemplo, impone al mismo tiempo una obligacin sobre alguna otra parte, Y, de modo que haga posible a X hacer (en el sentido correspondiente de hacer posible) Cuando una autoridad otorga a X el poder de tomar decisiones en ciertas cuestiones, impone al mismo tiempo una obligacin sobre otros para que se ajusten a las decisiones de X. Y as sucesivamente. En resumen, tener un poder es, bsicamente, tener la capacidad normativa de imponer obligaciones. Como hace notar Raz, esto es ampliamente reconocido entre los expertos en esta materia (Revisiting..., en p. 134, nota 13). 22. Las autoridades polticas a menudo reclaman para s el poder de obligar tambin a los que no pertenecen al mbito de su autoridad; algunos sistemas jurdicos, por ejemplo, reclaman un amplio margen de autoridad extraterritorial, proponindose establecer obligaciones a una variedad de sujetos que no son miembros del sistema jurdico correspondiente. De la argumentacin aqu esgrimida se sigue que esta clase de pretensiones son rara vez legtimas, si es que alguna vez lo son.
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prctica que otorga el poder que corresponde a la autoridad. De este modo, algo como la TJN se hace presente siempre en ltima instancia; forma parte del acopio completo de razones para obedecer el mandato de una autoridad. Las razones inmediatas y obligatorias son, sin embargo, de naturaleza institucional, y dependen del poder de otorgar normas que est determinado por las reglas o convenciones de la institucin en cuestin. Esta naturaleza institucional de las autoridades prcticas debera ayudarnos a ver por qu, de una manera caracterstica, las consideraciones de imparcialidad estn tambin implicadas en los factores que determinan la legitimidad de las autoridades. La TJN no conlleva consideracin alguna acerca de la imparcialidad. De acuerdo con la concepcin de la autoridad como servicio, los aspectos procedimentales de la decisin de una autoridad no forman parte esencial de las condiciones de su legitimidad. No importa cmo lleg una autoridad a tomar su decisin o, de hecho, cmo una autoridad lleg a serlo, mientras queden satisfechas las condiciones de la NJT. En un cierto sentido, sin embargo, parece obvio que este es un resultado un tanto contraintuitivo. Hay muchos casos en los que tendemos a asumir que la decisin de una autoridad no es legtima si se consigui por procedimientos que no son imparciales. Esto es as aun cuando la decisin es correcta en su dimensin valorativa. A menudo prestamos atencin a los procedimientos tanto como lo hacemos con los resultados 23. Al advertir que el poder autoritativo es, esencialmente, una construccin institucional, se hace mucho ms fcil explicar el rol que juega la imparcialidad en las condiciones de legitimidad de las decisiones prcticas de la autoridad. La imparcialidad de las instituciones reguladas por normas y las prcticas sociales es algo de lo que normalmente tendramos buenas razones para preocuparnos. Hay, desde luego, muchos propsitos a los que atienden las prcticas sociales y las instituciones, y muchos de estos objetivos e intenciones subyacentes nada tienen que ver con la imparcialidad o el juego limpio. Sin embargo, es del todo plausible asumir que la imparcialidad es una condicin moral necesaria para la legitimidad de las instituciones y de las prcticas. Una institucin que es buena en todos los aspectos, pero falla en el umbral mnimo de imparcialidad, debera ser ilegtima 24.
23. He presentado un argumento a este efecto, aunque sobre una base un tanto diferente en mi Authority, Equality, and Democracy... Una crtica muy similar de la concepcin de la autoridad como servicio ha sido presentada por Scott Hershovitz...; advirtase que la concepcin de la autoridad como servicio puede incorporar consideraciones de imparcialidad como parte del TJN, pero slo si las razones relevantes para la accin con las que debera contar la autoridad tienen que ver con cuestiones de imparcialidad. La TJN sin embargo, es agnstica en lo que se refiere a la imparcialidad procedimental, es decir, a la imparcialidad que concierne al proceso de la toma de decisiones de carcter autoritativo. 24. La idea procede, desde luego, de A Theory of Justice de Rawls. Sin embargo, mi argumento no supone un compromiso con toda la filosofa rawlsiana. Slo me refiero aqu a la intuicin bsica de que la imparcialidad de las instituciones sociales es una condicin general de su legitimidad. En todo caso, sin embargo, si se duda de la tesis de Rawls sobre la importancia de la imparcialidad en este contexto, se puede concluir que esto no es una ventaja adicional al argumento que presento aqu.
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Como quiera que las autoridades estn constituidas por normas y convenciones de las instituciones, que determinan las relaciones de poder entre la gente implicada en la institucin, se sigue con toda claridad que las normas que establecen los poderes autoritativos deben ser acordes con algunas exigencias de imparcialidad. Por tanto, al menos de esta manera general, la imparcialidad debe ser considerada como condicin de legitimidad de las autoridades prcticas.
EL PUNTO DE VISTA DE LA SEGUNDA PERSONA Antes de tratar de responder a algunas posibles objeciones a las ideas aqu presentadas, podra ser til examinar una solucin radicalmente diferente al dilema de la autoridad, sugerida recientemente por Stephen Darwall. Recordemos el ejemplo de la peticin que nos hace un amigo. Se trata de uno de esos casos en que las razones para la accin dependen decisivamente de la identidad de la persona que la solicita; tengo una razn para cumplir lo que solicita un amigo porque es mi amigo. Nuestra relacin importa aqu, e importa precisamente en la direccin correcta; explica por qu las razones para la accin dependen de lo que otro dice. La amistad es la clase de relacin en la que valoramos, entre otras cosas, la capacidad del amigo para hacer ciertas peticiones, o a veces formular exigencias, de uno con respecto al otro, que no estn necesariamente justificadas entre extraos; ello es parte de lo que consideramos como amistad, una clase especial de relacin entre las personas. Darwall sugiere que este punto de vista de la segunda persona por el que algunas personas estn en tales relaciones con otras personas que justifican su especial capacidad de hacer determinadas demandas al otro es la clave para entender el concepto de autoridad 25. La concepcin de Darwall de este punto de vista personal de la segunda persona es ms amplio, sin embargo, que lo que el ejemplo de la amistad podra implicar. Su propio ejemplo podra darnos buena cuenta del carcter general que tiene su explicacin de las razones de segunda persona: supongamos que el pie de alguien va a parar encima del tuyo causndote dolor. Darwall sugiere que hay dos modos por los que podras dar una razn a esa persona para que dejara de causarte dao: una es la razn de agente neutral y la otra es la razn de segunda persona La razn de agente neutral apelara simplemente a tu deseo de verte libre del dao. Es una apelacin a las razones que podran ser igualmente aplicables a cualquiera que se encuentre en una posicin de dejar de causar dao, tanto si el pie que descansa sobre el tuyo es el de un compaero o no. Una apelacin a las razones de segunda persona, por el contrario, es relativa al agente en cuestin; es la clase de razn a la que apelas desde la posicin, o punto de vista, de alguien que puede formular exigencias a otra persona en virtud
25. S. Darwall, Authority and second-personal reasons for acting, in D. Sobel and S. Wall eds. Reasons for Action, Cambridge 2009, 134.
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de la relacin que tiene contigo: La razn ira dirigida a l como alguien que est causando un dolor gratuito a otra persona, y eso es algo que como personas normalmente asumimos que tenemos la autoridad de exigir que no nos hagamos dao unos a otros 26. Resulta que este punto de vista de la segunda persona, sostiene Darwall, es precisamente lo que nosotros denominamos autoritativo. Con la apelacin a una segunda persona podras decir algo que hace valer o presupone tu autoridad para pedir o exigir que mueva su pie... En otras palabras, las exigencias en segunda persona son expresiones de relaciones autoritativas entre personas, y tener autoridad con respecto a otro consiste simplemente en la validez de tales exigencias en segunda persona. Como Darwall dice:
Una razn de segunda persona es, de este modo, aquella cuya validez depende de una autoridad presupuesta y de relaciones de responsabilidad entre personas, y, por tanto, depende tambin de la posibilidad de que las razones se dirijan de persona a persona dentro de estas relaciones 27.
Hay muchos aspectos complejos que quedan implicados en esta idea de las razones de segunda persona y de la cuestin del grado de generalidad que tengan 28. No intentar dar cuenta de ninguno de ellos. Mi nico inters aqu se circunscribe a la relevancia de este punto de vista de la segunda persona para dilucidar la idea de una autoridad prctica. En particular, la cuestin es si el uso que hace Darwall de la nocin de autoridad como una expresin de una exigencia de segunda persona, es lo suficientemente prxima a nuestro concepto ordinario de autoridad prctica, tal como las autoridades polticas y otros casos similares. El presupuesto bsico de Darwall es que siempre que B es responsable de las exigencias de A, entonces A est, ipso facto, en una relacin autoritativa con respecto a B. Pero si entendemos autoridad de acuerdo con los perfiles que hemos estado discutiendo aqu desde el principio, este presupuesto es un tanto cuestionable. Por una parte, el ejemplo de la amistad que hemos utilizado podra probar este punto: los amigos estn mutuamente en un relacin especial, entre otras cosas, de forma que un amigo podra ser responsable con respecto al otro de atender sus exigencias. Querramos decir que los amigos son por eso recprocamente autoridades? (Imagnate a un amigo tuyo que dice: Yo soy tu amigo, y por eso tengo autoridad para exigir de ti no ; mi conjetura es que el principal efecto de tal afirmacin sera crearte la duda de si tu amigo entiende algo de lo que es la amistad). Tal vez Darwall quiere confinar la idea de las razones de segunda
26. Ibid, p. 136. 27. Ibid, p. 137. 28. La tesis de Darwall en su conjunto, que las razones morales son, esencialmente, de segunda persona y no de un agente neutral, es un proyecto ambicioso y de alto alcance que va mucho ms all de la clase de asuntos que discutimos aqu. Vase S. Darwall, The Second-Person Standpoint (Harvard, 2006).
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persona al mbito de las obligaciones; pero an as, es dudoso que la obligacin de cumplir la peticin de un amigo, que es algo que tenemos a menudo, ponga al amigo en una posicin autoritativa o convierta a un amigo en autoridad con respecto al otro. De una manera ms problemtica, sin embargo, tendra sentido sugerir que las relaciones autoritativas entre A y B pueden ser mutuas y simtricas? En la explicacin de Darwall, no hay nada que nos impida concluir que A es una autoridad con respecto B del mismo modo que B es una autoridad con respecto a A sobre la misma clase de cuestiones. En suma, las exigencias de segunda persona pueden ser (o de hecho tal vez lo son de manera tpica) mutuas y simtricas. Las relaciones de autoridad no lo son. Si A es una autoridad con respecto B en las cuestiones C, no puede ser el caso que B sea tambin una autoridad respecto de A en las mismas cuestiones. El nico camino para afrontar esta dificultad, hasta donde puedo ver, consiste en sugerir que necesitamos una explicacin mucho ms precisa de lo que constituye una posicin autoritativa con respecto a otro, de modo que toda exigencia individual/particular constituya una relacin autoritativa en s misma y por s misma. As tal vez t tengas autoridad para exigir que yo no pise tu pi, y yo tenga autoridad para exigir que no pises el mo, y as sucesivamente. Tal vez haya aqu algo de la perspectiva de la segunda persona con seguridad y podamos denominarlo autoridad si queremos, pero no puede ser nuestra nocin ordinaria de una autoridad prctica. Tener autoridad prctica sobre otro, en el sentido ordinario, es lograr imponer a los dems dentro de una cierta gama de asuntos cmo han de comportarse o conducirse ellos mismos, y esto es esencialmente una relacin no simtrica de poder. El profesor determina cules son los deberes asignados al estudiante, y no viceversa; una autoridad jurdica determina cul es el lmite de velocidad permitido a los conductores en las autopistas, y no viceversa; y as sucesivamente. Finalmente, la perspectiva de la segunda persona sobre las relaciones personales autoritativas para la accin parece implicar que la obligacin de obedecer un mandato de la autoridad es debida a la autoridad a la que est sujeto, como uno tendra, por ejemplo, la obligacin de cumplir la promesa a la persona a la que se hizo dicha promesa, o al amigo la obligacin de ayudar al amigo. Tal vez esto podra ser as en ciertas circunstancias especiales, pero en general, la idea de que las obligaciones de cumplir un mandato de la autoridad son debidas a la autoridad no parece ser acertada. Considrese el caso de las normas jurdicas, por ejemplo. Sera del todo equivocado sugerir que las obligaciones de los sujetos de cumplir la ley son obligaciones que deben a las autoridades jurdicas pertinentes. Por ejemplo, una refinera que est bajo la obligacin jurdica de cumplir las regulaciones de la EPA sobre los niveles permitidos de contaminacin, no debe esta obligacin, ni moral ni jurdicamente, a la EPA (o al Congreso, da igual). Incluso en el ejemplo de la instruccin del decano relativa a presentar un informe de la investigacin realizada, es cuestionable asumir que nuestra obligacin de cumplir esa exigencia es algo que debemos al decano. Es cierto, desde luego, y tiene plenamente sentido, que si no cumplimos seremos responsables ante el decano.
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(Aunque no necesariamente; ello depende en parte de la estructura institucional correspondiente y del modo en que se administre la observancia de las normas y mandatos). Pero esto no conlleva que la obligacin de obedecer sea algo que se deba al decano. En la mayora de los casos, las obligaciones de cumplir los mandatos de una autoridad no son obligaciones de segunda persona o, en general, relativas al agente. Tal vez no est del todo claro que Darwall quede circunscrito a este punto de vista; en ocasiones, sugiere que las obligaciones, al menos las de carcter moral, pueden deberse a la comunidad de agentes morales como un todo, aunque sean de segunda persona (con ello, supongo que se refiere a cada miembro de la comunidad, uno por uno. A veces Darwall habla de representantes de la comunidad moral, pero este es un concepto confuso que no entiendo bien) 29. Tal vez por eso haya algn sentido en el que Darwall pudiera oponerse a la conclusin de que si A tiene autoridad sobre B entonces B tiene el deber de obedecer a A. No estoy seguro, porque el modo en que Darwall formula el concepto de mandato autoritativo (vanse las notas precedentes) sugiere claramente que cuando A formula un mandato autoritativo legtimo dirigido a B, B le debe a A la obligacin de cumplirlo. Pero tal vez B pueda tener, tambin, este deber con respecto a cualquier otro. Aun as , mi posicin permanece: no creo que sea cierto, en general, que la obligacin de cumplir el mandado de una autoridad legtima sea una obligacin que se debe a la autoridad. Permtaseme reiterar, sin embargo, que nada de esto ha sido pensado para poner en duda la explicacin de Darwall de las razones de segunda persona para la accin y su significado moral. Las dudas que he expresado aqu tienen que ver con la cuestin acerca de si el uso por parte de Darwall del concepto de autoridad corresponde al tipo de autoridad prctica que hemos discutido aqu. Creo que no es as.
RESPUESTA A LAS OBJECIONES Hay dos problemas importantes an. En primer lugar, uno podra pensar que si la obligacin de obedecer el mandato de una autoridad es esencialmente institucional, como he argumentado aqu, entonces se podra seguir que las autoridades pueden obligar slo a aquellos sujetos que participan voluntariamente en la institucin correspondiente. Sin embargo, tal condicin de participacin voluntaria, sera una consecuencia muy problemtica. Tendemos a pensar, y de manera correcta, segn creo, que las autoridades pueden ser legtimas y pueden obligar a los sujetos, incluso en contextos en los que la participacin en la institucin social correspondiente no es voluntaria en ningn sentido significativo. En segundo lugar, uno podra pensar que la explicacin que he dado aqu se generaliza de algunos casos a todos. Algunas autoridades son esencialmente institucionales, como he
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propugnado, pero otras podran no serlo. En otras palabras, hay una dificultad y es que mi explicacin se aplica slo a un sector de las autoridades prcticas, pero podra no funcionar como explicacin general. La primera objecin se basa en una presuposicin equivocada. Asume que las razones para participar de manera cooperativa en una prctica o institucin social dada debe conllevar un compromiso voluntario por parte del agente afectado. Eso es correcto en algunos casos, pero claramente falso en otros. Hay, ciertamente, muchas clases de actividades con respecto a las que uno tiene una razn para comprometerse, y hay prcticas en las que uno tendra razn para participar, slo con la condicin de que, de hecho, uno aprecie el tipo de valores que la prctica sustenta, y decida libremente comprometerse en esa prctica. En otras palabras, las razones para participar en algunas actividades estructuradas, tales como jugar un partido, comprometerse con una forma artstica o iniciar unos estudios universitarios, dependen de los objetivos personales de cada uno, deseos, preferencias valorativas... etc. En estos casos, tendra sentido asumir que la participacin en la actividad o prctica correspondiente debe ser voluntaria. Sin embargo, es igualmente claro que no todas las prcticas o instituciones sociales son de esa naturaleza. Algunas de las instituciones y prcticas sociales que tenemos son tales que su valor se aplica a cualquiera (o a cualquiera dentro de una determinada categora objetiva, o con determinadas caractersticas, etc...) y as todos deberan reconocer su valor, tanto si lo reconocen de hecho como si no. El ejemplo ms obvio es el sistema jurdico. Tenemos razones para disponer de un orden normativo y de un buen funcionamiento del sistema jurdico al margen de si un determinado sujeto otorga valor a esto o a aquello. En tanto en cuanto tengamos razones para participar en el sistema jurdico al que pertenecemos, y actuar conforme a sus normas, tales razones no son, en general, de aquella modalidad que depende de deseos o preferencias subjetivas. El compromiso voluntario no parece que sea una condicin para las razones que tienen los ciudadanos para atenerse a la ley. El derecho, sin embargo, no es el nico ejemplo de una prctica en la que uno tiene una razn para participar sin tener en cuenta los objetivos o preferencias subjetivas. Muchas prcticas convencionales de civilidad, por ejemplo, son, de un modo similar, no voluntarias por su naturaleza. En una cultura civilizada, la gente sigue determinadas prcticas convencionales que permiten mantener unas relaciones interpersonales relativamente fluidas y agradables, que expresan el respeto a las personas, y que desempean funciones sociales y morales de similar importancia. Una vez que estas prcticas sociales se ponen en marcha y se practican de manera convencional, la participacin voluntaria no es una condicin previa de las razones para participar en ellas. Estas razones se aplican a todos, tanto si valoran esta prctica como si no 30. Advirtase que mi posicin aqu se refiere a las razones para la participacin, no a la cuestin de si, como una cuestin de hecho, la participacin es voluntaria o
30.
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no. Algunas instituciones y prcticas sociales son de tal naturaleza que necesitamos elegir (tales como jugar un partido o comprometerse en una carrera profesional), mientras que en otras nos encontramos a nosotros mismos como participantes por defecto, por as decirlo y, en el mejor de los casos, tratamos de rehusar la participacin (ser sujeto de un sistema jurdico o de algunas prcticas convencionales de civilidad). Aqu hay una cierta correlacin, pero est lejos de ser perfecta. El caso es que la clase de instituciones o prcticas que uno necesita elegir son aquellas en las que hay razones para valorar la participacin slo si es voluntaria. Y viceversa, aquellas prcticas e instituciones en las que uno participa por defecto tienden a ser aquellas en las que las razones para la participacin no requieren un compromiso voluntario. Idealmente, deberan ser correlativas, pero, desde luego, en la prctica podran no serlo. En todo caso, en lo que estamos interesados aqu es en las razones para la participacin, y mi posicin es que tales razones pueden aplicarse tanto si la participacin es voluntaria como si no lo es. Todo depende de la clase de institucin o de prctica en cuestin y de la razones para tenerla. Tener en cuenta que la participacin voluntaria no es una condicin necesaria aplicable a las obligaciones institucionales puede ayudarnos, tambin, para afrontar la segunda objecin. Dicho sencillamente, la objecin es que no todas las autoridades prcticas tienen en realidad la base institucional que reclamo aqu. Supongo que hay dos contraejemplos principales a considerar, el caso de una autoridad ad hoc, y el caso de la autoridad parental. Permtaseme considerar ambas por turno, ya que originan cuestiones un tanto distintas. Pongamos el ejemplo de una resolutiva azafata que, en un esfuerzo por coordinar la ayuda a los heridos despus de un accidente, comienza a dar instrucciones a los pasajeros supervivientes para hacer esto o aquello. As, dice a Joe, Vd! Necesito que haga lo que le digo.... 31. Admitamos que en estas circunstancias, Joe (y otros) estn obligados a obedecer. Admitamos, adems, que la obligacin de obedecer las instrucciones de la azafata no se circunscribe a instrucciones basadas en lo que resulta acertado. Aun cuando se equivoque en determinados casos, y hasta cierto punto, es mejor y tal vez obligatorio que todos hagan lo que ella dice. No sera este un caso en el que la autoridad se establece sin ninguna base institucional? Despus de todo, aqu no hay normas que otorguen un poder autoritativo a la azafata. Aqu, el poder es asumido ad hoc (por as decirlo), sobre la base de una necesidad, es decir, la urgencia de una situacin y la capacidad de ella para coordinar los esfuerzos del rescate. Mi respuesta es que este caso, aunque se trate de una noble muestra de liderazgo, no es del todo un ejemplo de autoridad prctica. En el mejor de los supuestos, se trata de un caso que bordea los lmites conceptuales. Hay muchas situaciones en las que una persona, digamos X, se encuentra en la posicin de resolver un problema de coordinacin para un cierto nmero de sujetos implicados, y bien puede suceder que los aspectos morales relevantes de la situacin hagan obligatorio solucionar
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el problema prctico de coordinacin, y hagan tambin obligatorio ajustarse a las instrucciones de X. Pero estos no son necesariamente ejemplos de una autoridad prctica. Consideremos, por ejemplo, un caso muy similar: supongamos que hay fuego en el teatro y cunde el pnico por todas partes, hasta que una persona, X, grita Que todos mantengan la calma y se dirijan hacia la salida a la derecha. Supongamos que seguir la indicacin de X sera lo correcto, e incluso tal vez sera obligatorio. Pero esto no convertira a X en una autoridad. Hablando en general, no toda solucin dada a un problema de accin colectiva aun cuando se trate de un problema de accin colectiva que las partes implicadas estn obligadas a resolver equivale a una relacin autoritativa entre el agente que se encuentra en la posicin de ofrecer una solucin y aquellos que estn obligados a obedecer. De hecho, este es el mismo problema con el que nos encontramos en el ejemplo del experto de confianza. No es precisamente el caso que siempre que B tiene una razn vlida para seguir la instruccin de A, A se convierta por ello en una autoridad respecto de B. Es cierto que no debera poner demasiado nfasis en este aspecto conceptual. Todo concepto puede tener casos dudosos, y el concepto de autoridad prctica no es una excepcin. Tal vez haya algunos casos dudosos de autoridad que surgen de manera espontnea sin una base normativa previa que les garantice ningn poder. En el mejor de los casos, sin embargo, una autoridad ad hoc es precisamente eso, ad hoc. No slo se tratara de casos excepcionales, sino que tampoco seran duraderos. A menos, desde luego, que aparezca con el tiempo un marco normativo que proporcione la base institucional que d soporte al poder autoritativo correspondiente. La autoridad paterna sera el segundo tipo de contraejemplo que uno podra tener en mente. Damos por supuesto que los padres tiene una cierta autoridad, una autoridad prctica, sobre sus hijos pequeos. Y, desde luego, tienen esta autoridad en virtud de su parentesco. La objecin es que el parentesco, y la autoridad prctica que conlleva, no es formalmente una institucin, o una prctica social, constituida por reglas o convenciones, tales como una universidad o un sistema jurdico. La paternidad es una relacin natural entre personas, determinada tpicamente (aunque no necesariamente) de una manera biolgica. No es, entonces, la autoridad paterna una clase de autoridad prctica natural (es decir, no-institucional)? La respuesta es sencillamente que no lo es. Indudablemente, la paternidad tiene algunos rasgos naturales que no dependen de reglas o de convenciones. Pero en sentido que importa, el que sustenta la idea de autoridad legtima paterna, la paternidad est social (y legalmente) construida en todos sus aspectos. El alcance, lmites, y, generalmente, la clase de autoridad prctica que los padres tienen sobre sus hijos estn determinados por las convenciones sociales y por las normas jurdicas de la sociedad en la que viven. Estas normas y convenciones varan sustancialmente entre las diferentes culturas y sistemas jurdicos. Lo mismo que el decano de la facultad o el rbitro en un partido de ftbol, las normas que otorgan a los padres el poder de tomar decisiones obligatorias sobre los hijos est constituido por las normas o por las convenciones sociales. Si aqu hay una potencial
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confusin, podra proceder del hecho de que los padres no tienen solamente poder en el sentido normativo que he estado manejando aqu, sino tambin en el sentido puro y duro del poder, entendido en concreto como la capacidad efectiva de vencer la resistencia. Los padres, como tales, tienen normalmente la capacidad de imponer sus deseos sobre sus hijos por la fuerza o, es de esperar ms habitualmente, negando beneficios tales como el halago o las manifestaciones de afecto, etc. Sin embargo, no deberamos confundir podra con tener razn. El poder puro y duro, bien sea en el caso de los padres o en el caso de las autoridades polticas, no es el fundamento de las razones para reconocer la autoridad prctica de una persona sobre otra. Las razones para obedecer a una autoridad dependen del poder en su sentido normativo, y tal poder es necesariamente institucional.
CONCLUSIN Comenzamos esta discusin con el dilema de la autoridad, y vimos que los dos cuernos del dilema suscitan algunas dificultades serias cuando se responde a la cuestin acerca de qu razones tiene la gente para contemplar los mandatos autoritativos como vinculantes en el sentido apropiado. El cuerno epistmico del dilema hace difcil explicar qu diferencia prctica introducen las autoridades, y por qu las razones para obedecer a una autoridad legtima son obligatorias; el cuerno constitutivo del dilema, por el que los mandatos autoritativos constituyen razones para la accin basadas en que la autoridad as lo decide, es difcil de explicar sin admitir por anticipado que los sujetos estn obligados a obedecer los mandatos de la autoridad. El argumento presentado aqu sugiere que la respuesta al dilema de la autoridad es una cuestin que tiene un doble escenario; el significado prctico especial de un mandato autoritativo slo puede explicarse sobre la base de un aparato institucional que constituye el poder de la autoridad y la correspondiente obligacin de obediencia. Sin embargo, esta obligacin no es incondicional, sino que depende de las razones para participar en la institucin o prctica correspondiente. Una explicacin completa de las razones para contemplar las decisiones autoritativas como vinculantes debe descansar, adems, sobre las razones para tener la institucin o prctica en cuestin y en la clase de estructura autoritativa que tiene. Es del todo plausible, aunque no ofrezco argumentos para justificarlo, que esa explicacin completa de las razones para tener una institucin autoritativa debe basarse en algo similar a la concepcin de la autoridad como servicio. En cualquier caso, mi principal tesis consiste en mostrar que debe haber algn aparato institucional que medie entre las razones generales para tener la clase apropiada de autoridad, y la diferencia prctica que introduce la autoridad en ocasiones particulares. Por tanto, en general, las razones para obedecer el mandato de la autoridad depender en parte del punto de vista del sujeto de la institucin o prctica en cuestin y de las razones para participar en ella. Creo que el punto de vista defendido aqu tiene la ventaja adicional de armonizar una divisin existente en la literatura cientfica desde hace mucho tiempo
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sobre la obligacin poltica, que muchos han considerado insatisfactoria, entre la cuestin de las condiciones de legitimidad de las autoridades prcticas, y la cuestin de la obligacin general de obediencia a la ley. Ha sido algo misterioso durante mucho tiempo el por qu dar respuesta a la primera cuestin no sera dar respuesta tambin a la segunda. Si sabemos cules son las condiciones que hacen que una autoridad prctica sea legtima, deberamos tambin saber qu hace legtima a una autoridad poltica, y en qu medida, y entonces deberamos tener la respuesta a la cuestin de la obligacin poltica, en concreto, si tenemos una obligacin moral de obedecer la ley. Los que estn familiarizados con la literatura cientfica, saben, sin embargo, que no es as como est planteado el debate. La mayor parte de la doctrina considera estos dos aspectos como factores separados. La discusin sobre la obligacin poltica se desarrolla sobre unos fundamentos que parece que tienen poco que ver con las condiciones de reconocimiento de la legitimidad de la autoridad prctica, y viceversa; la discusin sobre la base racional de las autoridades prcticas se desenvuelve independientemente del tipo de argumentos desarrollados en la literatura sobre la obligacin poltica. Aunque no puedo desarrollar aqu los detalles de mi argumento, creo que reconocer la naturaleza esencialmente institucional de las autoridades, en general, nos ayudara a ver que estas dos cuestiones estn vinculadas mucho ms estrechamente. Las razones para obedecer a una autoridad prctica, tanto si es una autoridad jurdica o no, estn estrechamente vinculadas a las razones para tener la institucin social o la prctica que constituyen a la autoridad en cuestin, y a las razones para participar en ella. No puede darse una explicacin completa de la legitimidad de una autoridad prctica dada sin tener en cuenta los rasgos especiales de la estructura institucional que otorga a la autoridad el poder que tiene. Esto es tambin verdad, desde luego, en el mbito jurdico. Las condiciones que convierten en legtima a una autoridad jurdico-poltica no pueden separarse de la clase de consideraciones que determinan nuestro punto de vista moral respecto del rgimen jurdico en el que nos encontramos, ni de las consideraciones morales que determinan el nivel de apoyo que merecen tales instituciones jurdicas.