La Persecución Penal Pública en El Derecho Anglosajón
La Persecución Penal Pública en El Derecho Anglosajón
La Persecución Penal Pública en El Derecho Anglosajón
114
Cf. Melilli, Prosecutorial Discretion in an Adversary System, cit., p. 672.
115
Cf. Melilli, Prosecutorial Discretion in an Adversary System, cit., p. 673.
116
Kress, Jack M., Progress and Prosecution, citado por Melilli, Prosecutorial Discretion in an Adversary
System, cit., p. 673.
117
Cf. Freed, Daniel J. y Miller, Marc, Plea Bargained Sentences Disparity and "Guidelines Justice", en
"Federal Sentence Reporter", 1991, vol. 3, p. 176; Freed, Daniel J., Federal Sentencing in the Wake of
Guidelines: Unacceptable Limits on the Discretion of Sentencers, en "Yale Law Journal", 1992, vol. 101,
32
, ni la legislacin que reconoci varios derechos a las vctimas
118
, lograron afectar las
facultades discrecionales reconocidas a los fiscales. En este contexto, el ejercicio
efectivo de esa discrecin parece operar como un lmite infranqueable para cualquier
reforma de la legislacin penal y procesal penal. Esta circunstancia seala, entonces,
que la discrecin ejercida por los fiscales para perseguir penalmente es un elemento
determinante y estructural de la justicia penal estadounidense.
V. 3. Lmites a la discrecin?
I. Ya hemos sealado que los tribunales estadounidenses carecen de la facultad para
obligar al fiscal a actuar activamente en favor de la persecucin. La tarea habitual de los
tribunales, en cambio, consiste en verificar la legalidad de las solicitudes presentadas
por el fiscal para decidir si impiden el inicio o la continuacin de la persecucin.
Verificado el cumplimiento de los requisitos de legalidad, el tribunal est obligado a
autorizar el inicio o la continuacin de la persecucin penal formulada contra el
imputado.
El tribunal puede rechazar la pretensin del fiscal, por ejemplo, si ste no demuestra en
las etapas iniciales del procedimiento que existe causa probable de que el imputado es
autor del hecho punible que le atribuye
119
. Del mismo modo, el tribunal puede impedir el
desarrollo de la decisin persecutoria del fiscal cuando verifique el incumplimiento de
cualquier otro requisito de legalidad considerado jurdicamente como presupuesto de la
persecucin v. gr., el hecho no era punible al momento de su comisin, el hecho ha
prescripto, etc..
II. A pesar de lo dicho, se afirma que existen dos supuestos en los cuales los tribunales
s cuentan con la facultad de controlar la decisin del fiscal, y, consecuentemente, de
limitar su discrecin. Se trata de los casos denominados persecucin selectiva
(selective prosecution) y persecucin vindicativa (vindictive prosecution).
p. 1681; Heaney, Gerald W., Revisiting Disparity: Debating Guidelines Sentencing, en "American Criminal
Law Review", 1992, vol. 29, p. 171.
118
Ver la interpretacin de la Corte Suprema en el caso Hughey v. United States, 110 S. Ct. 1979 (1990),
en donde privilegia la discrecin del fiscal por sobre los derechos legales de las vctimas.
119
El estndar de causa probable no es muy exigente, y ha sido definido como "pruebas suficientes para
determinar a una persona de prudencia y precaucin ordinarias a admitir concientemente su creencia
razonable en la culpabilidad del acusado" (Coleman v. Burnett, 477 F.2d 1187 [D.C. Cir. 1973], II, B, 5
prrafo).
33
La posibilidad de controlar una persecucin selectiva se funda en la clusula
constitucional de igualdad ante la ley (equal protection of the laws clause). La Corte
Suprema federal, en el caso Wayte v. United States
120
, estableci que la persecucin
es selectiva si se demuestra, en primer lugar, que el imputado ha sido tratado de
manera diferente a otras personas en similares circunstancias, y, en segundo trmino,
que la decisin concreta acerca de su persecucin se fund en circunstancias ilegtimas
tales como la raza, la religin o las creencias polticas.
La posibilidad de controlar judicialmente una persecucin vindicativa se funda en la
clusula constitucional del debido proceso (due process clause). La persecucin es
vindicativa si el fiscal utiliza la decisin de iniciar la persecucin para castigar a quien ha
ejercido sus legtimos derechos constitucionales o legales
121
.
En ambos supuestos, si el imputado triunfa, el tribunal ordena la clausura de la
persecucin penal ya iniciada. Es importante destacar que ambos supuestos impiden el
desarrollo de la persecucin, es decir, que ninguno de ellos roza el mbito de discrecin
del fiscal para no perseguir penalmente.
III. Si bien estas dos posibilidades de controlar judicialmente las decisiones del fiscal
pueden ser consideradas positivas como mtodo de proteccin de ciertos derechos
fundamentales y contra la persecucin penal arbitraria, ellas no parecen resultar
suficientes. Segn algunos autores, la invocacin de la persecucin selectiva es
aceptada en raras ocasiones
122
y, por otra parte, el mbito de aplicacin de la
persecucin vindicativa se ha visto reducido sustancialmente despus de la decisin de
la Corte Suprema en el caso Goodwin
123
. Se explica que una solicitud exitosa
"depende, habitualmente, de la voluntad del fiscal de admitir sus motivos ilegtimos ante
el tribunal"
124
.
120
448 US 598 (1985).
121
Ver los casos Blackledge v. Perry, 417 US 21 (1974); Bordenkircher v. Hayes, 434 US 357 (1978);
United States v. Goodwin, 102 S. Ct. 2485 (1982). La evolucin de los precedentes sobre este tema en
Garnick, Two Models of Prosecutorial Vindictiveness, cit., p. 467.
122
Cf. Kane, P. S., Why Have You Singled Me Out? The Use of Prosecutorial Discretion, en "Tulane Law
Review", 1993, vol. 67, p. 2303.
123
United States v. Goodwin, 102 S. Ct. 2485 (1982). Cf. Garnick, Two Models of Prosecutorial
Vindictiveness, cit., p. 468.
124
Cf. Garnick, Two Models of Prosecutorial Vindictiveness, cit., p. 471.
34
Los dos supuestos anteriores slo autorizan el control judicial de la decisin
persecutoria. No existe mecanismo alguno, en cambio, para controlar la decisin de no
ejercer la accin penal. La discrecin del fiscal es especialmente respetada "cuando el
fiscal decide en un caso determinado no llevar adelante la persecucin; en muy raras
oportunidades hay algn mecanismo disponible a travs del cual cualquier persona no
satisfecha pueda impugnar la decisin de no perseguir"
125
.
IV. En conclusin, slo existen dos supuestos que admiten el control judicial de la
decisin persecutoria del fiscal. Ahora bien, es posible afirmar que estos mecanismos
representan lmites a la discrecin del fiscal en el ejercicio de la accin penal? La
respuesta es afirmativa slo si aceptamos que la decisin del juez, en estos caso,
reemplaza el juicio de oportunidad discrecional del fiscal.
Sin embargo, se debe tener en cuenta que cuando los tribunales deciden estos casos
no reemplazan el juicio de oportunidad del fiscal para resolver la cuestin y, por lo tanto,
no realizan decisiones persecutorias por s mismos. El control judicial slo significa que
se clausuran aquellos casos cuya presentacin original se fund en razones que
resultan ajenas, externas, a las pautas que se deben tener en cuenta en el marco de la
discrecin del fiscal. Si el juez cierra un caso fundado en motivos discriminatorios no
reemplaza el juicio discrecional del fiscal, pues el fiscal carece de discrecin para
perseguir penalmente de manera discriminatoria. Si partimos de la base de que el
derecho positivo slo reconoce la discrecin del fiscal cuando sta se orienta por
criterios polticos-criminales legtimos, vinculados a cuestiones de oportunidad y
conveniencia referidas a la persecucin, resulta claro que este control, en realidad, no
limita la discrecin del acusador. En todo caso, ambos supuestos establecen el marco
dentro del cual esa discrecin puede ser ejercida legtimamente, sin permitir que los
tribunales analicen los legtimos criterios de oportunidad usados en los dems casos.
As, en la medida en que esos criterios de oportunidad resulten legtimos en el
sentido de no prohibidos, los tribunales no pueden, en ningn caso, reemplazar el
juicio de oportunidad del acusador para considerar su acierto o convenienencia.
Por lo tanto, este control judicial no representa interferencia judicial en las facultades del
poder ejecutivo, del mismo modo que la declaracin judicial de la inconstitucionalidad
125
Cf. Israel, Kamisar, y LaFave, Criminal Procedure and the Constitution, cit., p. 445.
35
de una ley no significa una invasin de las atribuciones del poder legislativo. El control
judicial analizado slo significa que la discrecin reconocida al fiscal debe ser ejercida
mediante decisiones fundadas en motivos legtimos.
V. 4. Las razones que justifican la discrecin
Como ya hemos visto, la justificacin constitucional de la discrecin concedida a los
fiscales deriva de la consideracin de la funcin persecutoria como atribucin exclusiva
y tpicamente ejecutiva y, tambin, del principio de divisin de poderes.
Independientemente de la justificacin jurdica, los autores y los tribunales brindan
razones adicionales, con fundamentos diversos, para justificar la conveniencia de la
discrecin concedida a los fiscales para el ejercicio de la accin penal. A continuacin
enunciamos algunas de ellas.
1. "Inflacin" penal. En este sentido, se ha afirmado que las "legislaturas han prohibido
un rango tan amplio de comportamientos que los recursos limitados del Estado resultan
insuficientes para controlar la aplicacin de todas las leyes"
126
.
Este motivo plantea el siguiente interrogante: es correcto otorgar a un funcionario del
poder ejecutivo la facultad de ignorar las leyes aprobadas por el Congreso? El problema
debera ser resuelto legislativamente, pues no parece ser una facultad del poder
ejecutivo la evaluacin de las leyes en trminos cuantitativos. La manera ms adecuada
de tratar este problema consiste en concentrarse en la actividad legislativa, antes que
en aumentar la discrecin de los fiscales.
2. Recursos limitados. Se sostiene que resultara imposible proporcionar a los fiscales
recursos suficientes para perseguir todos los delitos de los que tienen noticia. "Negar la
autoridad de recurrir a la discrecin en estas circunstancias, se dice, es 'como ordenar a
un general que ataque al enemigo en todos los frentes al mismo tiempo'"
127
.
Este argumento parece razonable, pero no explica por qu la discrecin debe ser casi
absoluta. Tampoco explica por qu no pueden establecerse pautas de persecucin
obligatorias legislativamente que reconozcan la limitacin. Por supuesto, esta
imposibilidad de perseguir todos los delitos siempre existir, y, por ello, es necesario
126
Cf. Garnick, Two Models of Prosecutorial Vindictiveness, cit., p. 469.
127
LaFave, The Prosecutor's Discretion in the United States, cit., p. 534.
36
cierto grado de discrecin. Sin embargo, ello no justifica la discrecin prcticamente
ilimitada del fiscal estadounidense, ni tampoco la ausencia de todo mecanismo de
control externo de las decisiones del fiscal. La discrecin, por otra parte, no implica
necesariamente la ausencia de todo control externo
128
.
Por otro lado, debemos tener en cuenta que, como resulta imposible perseguir todos los
delitos, eso no significa que la decisin acerca de qu hechos se perseguirn pertenece
automticamente al fiscal. Resultara mucho ms razonable que sea el Congreso quien
decida cules comportamientos van a ser efectivamente criminalizados. Algunos
autores han sostenido que la concentracin del poder discrecional en los fiscales es
innecesario, y que ha sido "producto de una omisin antes que de una decisin
legislativa conciente"
129
.
3. Justicia personalizada. En este aspecto, se concede discrecin al fiscal "para darle al
fiscal cierta flexibilidad para evaluar los hechos y circunstancias de los casos
particulares en un sistema que, de otro modo, sera de reglas preestablecidas"
130
.
Esta razn, como todas las dems, suena, en principio, convincente. Sin embargo, el
problema consiste en el hecho de que no se admite "cierta flexibilidad", sino algo similar
a una elasticidad sin lmites para operar sin reglas preestablecidas. El sistema
garantiza, en realidad, el tratamiento particular de cada caso sin consideracin a
principio general alguno de aplicacin obligatoria, esto es, abre la puerta a la
arbitrariedad. La consecuencia de este tratamiento provoca prcticas persecutorias
profundamentes discriminatorias demostradas de modo concluyente por investigaciones
empricas
131
.
Por otra parte, la tendencia actual del derecho penal estadounidense es
inquivocamente opuesta al ideal de justicia personalizada. Por ello, en el sistema
federal y de algunos Estados, prcticamente se elimin la discrecin de los jueces para
determinar la pena. En este contexto, no parece demasiado coherente restringir
128
Davis, K, Discretionary Justice: A Preliminary Inquiry, p. 210. Citado por Garnick, Two Models of
Prosecutorial Vindictiveness, cit., p. 471.
129
Cf. Melilli, Prosecutorial Discretion in an Adversary System, cit., p. 694.
130
Cf. Kane, Why Have You Singled Me Out? The Use of Prosecutorial Discretion, cit., p. 2294.
131
Cf, entre otros, Nota, Race and the Prosecutor's Charging Decision, cit.; Grossman Applegate,
Prosecutorial Discretion and Discrimination in the Decision to Charge, citado.
37
sustancialmente la discrecin judicial y, al mismo tiempo, mantener la discrecin
absoluta de los fiscales
132
.
La reforma mencionada restringi significativamente la discrecin de los jueces en el
mbito federal
133
, y elimin la discrecin administrativa al abolir la Comisin Federal de
Libertad Condicional (United State Parole Commission). Tambin se intent reducir la
discrecin de los fiscales. Sin embargo, las disposiciones se han transformado, en la
prctica, en herramientas tiles para aumentar el poder y la discrecin de los fiscales
para determinar la pena que se impondr en el caso concreto. Varios autores han
sealado que la reforma signfic, realmente, una transferencia de poder y discrecin de
los jueces a los fiscales
134
.
4. La necesidad de controlar la discrecin policial. Se sostiene que es deseable que el
fiscal realice la evaluacin particularizada de cada caso, si tenemos en consideracin
que la alternativa no es un sistema sin discrecin, sino un sistema en el cual se
renuncia a la evaluacin de los casos, tarea que se deposita completamente en manos
de la polica
135
.
Este argumento es falaz, pues asume que se puede reducir la discrecin del fiscal, pero
no la policial. El problema de la discrecin policial no exige la discrecin del fiscal y
puede ser solucionado de otro modo, pues se trata de cuestiones que pueden y deben
ser distinguidas.
Ms all an, no parece muy seguro que el control de la polica sea realizado por el
fiscal, que es otro funcionario acusador. La ficcin de que el acusador estatal puede
actuar objetivamente y en beneficio del imputado no slo es falsa, sino que, adems,
produce consecuencias peligrosas para el imputado
136
.
132
Una descripcin del nuevo rgimen de determinacin de la pena en Christie, La indutria de control del
delito, cit., cap. 8, ps. 135 y siguientes.
133
Muchos jueces han expresado su preocupacin por los efectos injustos de las nuevas reglas cuando
se aplican a casos particulares. El juez Irving explic su renuncia al poder judicial: "Si me quedo en el
tribunal, no tengo ms remedio que seguir la ley. Pero realmente no puedo, de buena fe, seguir haciendo
esto". Cf. Uelmen, Gerald F., Federal Sentencing Guidelines: A Cure Worse than the Disease, en
"American Criminal Law Review", 1992, vol. 29, p. 899.
134
Cf. Pilchen, The Federal Sentencing Guidelines and Undercover Sting Operations: A Defense
Perspective, cit., p. 115.
135
Cf. Breese, Prosecutorial Discretion, cit., p. 860.
136
Cf. los efectos de esta ficcin en Bovino, Alberto, Ingeniera de la verdad. Procedimiento penal
comparado, en "No Hay Derecho", Ed. Del Puerto, Buenos Aires, 1995, N 12, ps. 13 y siguientes.
38
En conclusin, ninguno de los cuatro argumentos enunciados justifica la amplitud de la
discrecin otorgada al fiscal estadounidense. Si bien esas razones autorizan cierto
mbito de discrecin en la funcin persecutoria, ninguna de ellas sirve para fundar la
discrecin que el ordenamiento positivo reconoce actualmente a los funcionarios
encargado de ejercer la accin penal pblica.
V. 5. Discrecin (principio de oportunidad) y plea bargaining
I. En la actualidad, el derecho estadounidense establece un rgimen de persecucin
penal pblica en el cual la accin penal es ejercida discrecionalmente por los fiscales
bajo un rgimen estructurado por el principio de oportunidad como regla general y
absoluta del sistema
137
. La discrecin de las decisiones persecutorias del fiscal es
producto directo y necesario del rgimen de oportunidad amplio que organiza la
persecucin penal pblica. En el marco de un procedimiento penal de neto corte
acusatorio formal
138
, el fiscal estadounidense tiene facultades investigativas y forenses.
Las primeras se vinculan con toda la actividad necesaria para averiguar todas las
circunstancias relevantes acerca del hecho delictivo y para obtener los elementos de
prueba; las segundas consisten en la presentacin del caso ante los tribunales en todas
las instancias procesales necesarias para obtener la solucin jurdica que se pretende.
Esta tarea forense representa el ejercicio concreto de la accin penal pblica ante los
tribunales de justicia.
Sin embargo, esta clasificacin deja de lado la principal actividad del fiscal, que no
puede ser encasillada, estrictamente, en ninguna de estas dos categoras: la
negociacin acerca de la solucin del caso con el imputado. Esta actividad negociadora
no es, estrictamente, investigativa ni forense.
137
Sobre las principales diferencias de instrumentacin del pirncipio de oportunidad en el derecho
continental y el derecho anglosajn, cf. Guariglia, Fabricio, Facultades discrecionales del ministerio
pblico e investigacin preparatoria: el principio de oportunidad, en AA.VV., El ministerio pblico en el
proceso penal, Ed. Ad-Hoc, Buenos Aires, 1993.
138
El sistema estadounidense quiz sea el modelo ms acabado de enjuiciamiento penal formalmente
acusatorio, dadas su caractersticas de procedimiento de partes. Una descripcin de sus caracteres
fundamentales en Carri, El enjuiciamiento penal en la Argentina y en los Estados Unidos, cit., cap III, ps.
43 y ss.; Ros Torres, Jorge, Procesos penales en los Estados Unidos, en AA.VV., El ministerio pblico,
Ed. Corporacin de Promocin Universitaria, Santiago de Chile, 1994, ps. 89 y ss. Un anlisis de los
presupuestos axiolgicos del modelo acusatorio formal estadounidense especialmente de la etapa del
juicio en Bovino, Ingeniera de la verdad. Procedimiento penal comparado, cit., ps. 13 y siguientes.
39
Dejando de lado el hecho de que la negociacin no puede ser considerada actividad
investigativa, se debe sealar que no se trata de una actividad forense, pues el proceso
de negociacin no slo se lleva a cabo fuera del mbito del tribunal, sino que una de
sus exigencias consiste, precisamente, en que el tribunal no intervenga en l
139
. El
requisito de que el tribunal apruebe el acuerdo alcanzado por las partes slo implica la
intervencin del juez para dar validez y efecto jurdico al resultado del trato que las
partes han acordado privadamente, antes de presentarlo ante el tribunal para su
aprobacin
140
. De hecho, el tribunal se entera del contenido del acuerdo cuando ste
ha sido consentido por ambas partes, en la audiencia en que el imputado comunica al
juez si ha decidido aceptar el trato
141
.
La facultad de negociacin del fiscal, elemento caracterstico del derecho
estadounidense, es consecuencia en primer lugar, de la herencia histrica de un
sistema de enjuiciamiento desarrollado durante la vigencia de un rgimen de
persecucin privada y, en segundo trmino, del desconocimiento del principio de
legalidad procesal. El principio de oportunidad, regla absoluta del sistema, ha sido
respetado invariablemente por los tribunales, a pesar de que algunas leyes afirman el
carcter obligatorio de la persecucin penal, en trminos similares a los de nuestro
derecho positivo
142
. La legislacin federal, por ejemplo, establece que "cada fiscal de
distrito... debe... perseguir todos los delitos contra los Estados Unidos..."
143
.
II. El amplio reconocimiento de la discrecin (principio de oportunidad) permite que los
fiscales negocien con el imputado los trminos de la imputacin. Este proceso de
139
La regla 11(e)(1) de las Federal Rules of Criminal Procedure establece que el proceso de negociacin
se debe realizar entre el fiscal y el imputado. Sin embargo, la intervencin del juez, segn la
jurisprudencia, no implica la anulacin automtica del acuerdo. En algunos casos se ha confirmado la
validez del acuerdo si la intervencin del juez no fue significativa ver, por ej., Damiano v. Gaughan, 770
F. 2d 861, 866 (9th Cir. 1986); U.S. ex rel. Rosa v. Follette, 395 F. 2d 721, 725 (2d Cir. 1968). Pero
tambin se ha advertido que la "participacin del juez es inherentemente peligrosa", a pesar de que en el
caso resuelto no se anul el acuerdo porque no se prob que la intervencin del juez hubiera causado un
perjuicio concreto al imputado U.S. v. Adams 634 F. 2d 830, 835-842 (5th Cir. 1981).
140
Los requisitos que el tribunal debe verificar antes de aprobar el acuerdo estn enunciados en la regla
11 de las Reglas Federales del Procedimiento Penal (Federal Rules of Criminal Procedure).
141
La regla 11(e)(2) de las Federal Rules of Criminal Procedure obliga al tribunal a obtener una versin
formal del acuerdo para agregar al los registros del caso, pero slo despus de que las partes han
alcanzado el acuerdo.
142
Cf. Welling, Sarah N., Victims in the Criminal Process: A Utilitarian Analysis of Victim Participation in
the Charging Decision, en "Arizona Law Review", 1988, vol. 30, p. 106.
143
28 USC 547 (1966) (destacado nuestro). En trminos similares, la legislacin de Kentucky, Ky. Rev.
Stat. 15.725(1) (1985).
40
negociacin es conocido como plea bargaining y consiste en las concesiones que el
fiscal realiza a cambio de obtener la admisin de responsabilidad penal del imputado
144
.
Existen dos tipos de plea bargaining. En el primer caso, el imputado admite su
responsabilidad a cambio de que el fiscal formule una recomendacin al juez sobre la
imposicin de una pena leve o mnima por el hecho supuestamente cometido o no
imponga penas a cumplir consecutivamente en el caso de concurso real
145
; este tipo
de acuerdos se denomina sentence bargain. En el segundo caso, el fiscal acusa por un
hecho distinto, ms leve que aqul supuestamente cometido o imputa menor cantidad
de hechos que los supuestamente cometidos, cuando se trata de la sospecha de un
concurso real. Dado que la decisin acerca del contenido de la imputacin
corresponde exclusivamente al fiscal, su decisin, en principio, no puede ser revisada
judicialmente
146
. La concesin del imputado, en cambio, es siempre la misma: la
admisin de su culpabilidad.
La admisin de culpabilidad del imputado no tiene el mismo significado que la confesin
en nuestro derecho. sta se limita a la afirmacin de que el imputado acepta su
responsabilidad por el hecho y representa una decisin de su actitud procesal, en el
sentido de que ella significa que el imputado resigna su derecho a un juicio por jurados
y, en consecuencia, el juicio no se realiza y se pasa directamente a la audiencia de
determinacin de la pena. La decisin del imputado, en ese contexto, no tiene el valor
procesal de nuestra confesin sino, en realidad, el de un veredicto condenatorio. El juez
se limita a preguntar al imputado si se declara responsable por el hecho y la respuesta
slo puede ser "culpable" (guilty) o "no culpable" (not guilty). Obtenida la respuesta, no
se pide al imputado ninguna manifestacin, explicacin o aclaracin sobre el hecho
imputado.
III. La importancia de esta peculiaridad del derecho estadounidense se refleja en el
hecho de que el 90 % del total de condenas son producto de la decisin del imputado
144
Cf. Alschuler, Albert W., Plea Bargaining and Its History, en "Columbia Law Review", 1979, vol. 79, ps.
3 y siguiente.
145
Cf. Odiaga, Ursula, The Ethics of Judicial Discretion in Plea Bargaining, en "Georgetown Journal of
Legal Ethics", 1989, vol. 2, p. 695. Este tipo de acuerdos puede presentar problemas, pues, en el sistema
de pena indeterminada, la determinacin de la pena es una facultad exclusiva del juez y, por ende, la
recomendacin del fiscal no obliga al juez. Sin embargo, en la prctica los jueces suelen aceptar la
solicitud del fiscal.
146
Cf. Odiaga, The Ethics of Judicial Discretion in Plea Bargaining, cit., ps. 695 y siguiente.
41
de admitir su responsabilidad penal y evitar la realizacin del juicio
147
. En la gran
mayora de los casos que conforman este porcentaje, la admisin de responsabilidad es
consecuencia de la prctica de plea bargaining, pues el imputado acepta la
responsabilidad penal por el hecho que se le atribuye a travs de un guilty plea, ante el
tribunal. Su decisin implica la renuncia a ejercer su derecho constitucional de ser
sometido a juicio pblico por jurados y, en consecuencia, el proceso avanza
directamente hasta la etapa de la audiencia de determinacin de la pena
148
.
Todos los actores profesionales que intervienen en el procedimiento estadounidense
presionan para llegar al acuerdo que concluye en un guilty plea. Los jueces y fiscales lo
hacen para eludir la realizacin del juicio. Los defensores de los imputados que no
cuentan con recursos econmicos suficientes tambin tienden a obtener una rpida
admisin de culpabilidad del imputado para evitar el esfuerzo que representa la
preparacin del caso cuando ste es sometido a la decisin del jurado.
La capacidad negociadora del fiscal es el rasgo principal de la actividad persecutoria
que condiciona en mayor medida la estructura del procedimiento penal. Si analizamos
desde esta perspectiva diversos precedentes de la Corte Suprema federal referidos a
modificaciones profundas del procedimiento, descubriremos que todas estas decisiones
han respetado el poder negociador de los fiscales
149
. Reconocidos el poder discrecional
y las facultades negociadoras del fiscal como rasgos esenciales de la justicia penal
estadounidense, toda transformacin del derecho positivo, aun las ms importantes, no
afectan significativamente esta caracterstica estructural del sistema. La idoneidad del
rgimen de persecucin penal para instrumentar los objetivos de la actual tendencia
represiva del derecho estadounidense obliga a respetar los poderes concedidos a los
fiscales. El alcance de toda transformacin de la legislacin penal, por sustancial que
sea, halla un lmite infranqueable cuando se trata de afectar las particulares
147
Cf. Christie, La industria del control del delito, cit., p. 142.
148
El enjuiciamiento penal estadounidense divide el juicio por jurados, en el cual se obtiene el veredicto
sobre la culpabilidad, y la audiencia de determinacin de la pena, en la cual se establece la pena
concreta a imponer al condenado (es decir que regula la cesura del debate; cf. Israel, Kamisar, y LaFave,
Criminal Procedure and the Constitution, cit., cap. 20, ps. 719 y ss.). Sobre la cesura del debate, cf.
Maier, Julio B. J., La cesura del juicio penal, en "Doctrina Penal", Ed. Depalma, Buenos Aires, 1984;
Bustos Ramrez, Juan, Medicin de la pena y proceso penal, en AA.VV., Hacia una nueva justicia penal,
Ed. Presidencia de la Nacin, Buenos Aires, 1989, t. I; Bertoni, Eduardo, La cesura del juicio penal, en
AA.VV., Determinacin judicial de la pena, Ed. Del Puerto, Buenos Aires, 1993.
42
caractersticas del sistema que regula el ejercicio discrecional e incontrolado de la
accin penal pblica a cargo de los fiscales.
IV. De esta manera, el procedimiento estadounidense se ha convertido en un sistema
de increble eficiencia para obtener condenas a un costo reducido. Ante las seversimas
penas previstas en el derecho penal sustantivo, los fiscales obtienen penas "rebajadas"
a travs de la prctica del plea bargaining que, adems de representar las penas
estadsticamente regulares del sistema, revisten significativa gravedad.
En este contexto, se puede afirmar que la "rebaja" concedida por el fiscal al imputado
que llega a un acuerdo no es tal, sino que, en realidad, se castiga con una pena mayor
segn algunos, un 40 o 50 % ms grave a quienes ejercen efectivamente su
derecho constitucional a ser juzgados por un jurado
150
. Si el 90 % de los casos de robo
merece, por ejemplo, una pena de 10 aos, y el 10 % restante de esos casos, cuando
van a juicio, reciben una pena de 14 aos, no se puede afirmar que la pena para
quienes renuncian a su derecho constitucional al juicio por jurados es "rebajada", pues,
en realidad, el sistema utiliza como pena promedio para ese delito una pena de 10 aos
de privacin de libertad y no de 14. En consecuencia, lo que realmente sucede es que
quienes son condenados en juicio reciben una pena sustancialmente mayor que
quienes renuncian al juicio a travs de un guilty plea, esto es, que su pena se agrava
slo por haber sido condenados a travs del mecanismo que la Constitucin garantiza a
todos las personas perseguidas penalmente.
Si compartimos la opinin de que el sistema obliga al imputado a pagar un aumento de
pena por ejercer un derecho constitucional el derecho a que el Estado demuestre su
culpabilidad en un juicio por jurados, parecera que estos casos se tratan de
supuestos de "persecucin vindicativa". A pesar de la razonabilidad de esta afirmacin,
149
Ver, entre otros, Hughey v. United States, 110 S. Ct. 1979 (1990); Linda R. S. v. Richard D., 410 US
614 (1973).
150
El aumento promedio en la justicia federal, con anterioridad a la reforma de 1984 en el rgimen de
determinacin de la pena, era del 40 %. Con posterioridad a la reforma, algunos autores sostienen que el
aumento es de alrededor del 20 % (Freed y Miller, Plea Bargained Sentences Disparity and "Guidelines
Justice", cit., p. 176), mientras otros autores afirman que el monto de la pena casi se duplica (Heaney,
Revisiting Disparity: Debating Guidelines Sentencing, cit., p. 775. El aumento es, probablemente, mucho
mayor al 20 % sealado en primer lugar, slo que con la reforma de 1984 la prctica del plea bargaining
ha vuelto como en sus orgenes a tornarse menos visible que en el tiempo inmediatamente anterior a
la reforma (cf. Freed, Daniel J. y Miller, Marc, Departure Visible and Invisible, en "Federal Sentence
Reporter", 1992, vol. 5, ps. 3 y ss.).
43
la Corte Suprema ha decidido que los casos de plea bargaining quedan fuera de ese
supuesto.
En Bordenkircher v. Hayes
151
, la Corte Suprema federal consider la aplicacin de la
persecucin vindicativa en un caso de plea bargaining. Hayes fue acusado por
falsificacin de cheques. En las negociaciones, el fiscal ofreci recomendar una
sentencia de cinco aos a cambio de la admisin de culpabilidad, y aclar que si no
admita su culpabilidad iba a agregar una imputacin de "delincuente habitual" que
acarreaba una pena obligatoria de prisin perpetua. Hayes fue condenado por el primer
delito y luego recibi otra condena como delincuente habitual. La Corte reconoci la
legitimidad de las estrategias de negociacin de la prctica del plea bargaining y
diferenci este tipo de casos de los supuestos de persecucin vindicativa. En sntesis,
la Corte convalid el plea bargaining y lo protegi de las impugnaciones de persecucin
vindicativa. Expresando una jerarqua axiolgica terriblemente discutible, la Corte
decidi que el derecho a recurrir la sentencia
152
tena mayor relevancia que el derecho
constitucional al juicio por jurados de las personas acusadas penalmente
153
.
V. Si bien la decisin de un imputado de aceptar el trato que el fiscal le ofrece para
admitir su responsabilidad puede resultar racional en trminos individuales pues es
altamente probable que reciba una condena ms grave si es condenado despus de un
juicio, lo cierto es que no sucede lo mismo en trminos no individuales. Ello pues si
todos los imputados ejercieran su derecho a un juicio por jurados al mismo tiempo
disminuira el nmero total de casos en los que se obtiene una decisin condenatoria y,
adems, no se castigara con un aumento de pena a quienes van a juicio.
La mejor prueba de la eficiencia del plea bargaining como elemento central del sistema
de justicia penal est dada por las estadsticas de poblacin carcelaria. Los
estadounidenses ostentan, sin lugar a dudas, el rcord mundial de personas
encarceladas, con una tasa de 504 presos por cada 100.000 habitantes (el total de
personas encarceladas es de 1.252.719). Si a esta cifra le agregamos las personas
bajo libertad condicional o cumpliendo pena de probation, arribamos a un tasa de 1.794
151
434 US 357 (1978).
152
Blackledge v. Perry, 417 US 21 (1974).
153
Bordenkircher v. Hayes, 434 US 357 (1978).
44
personas sometidas a control jurdico-penal por cada 100.000 habitantes (el total de
personas sometidas a control penal es 4.454.360
154
).
A pesar de estas consecuencias y de las crticas que ha merecido la prctica del plea
bargaining
155
, el sistema jurdico no slo admite sino que fomenta explcitamente la
realizacin de acuerdos condenatorios entre fiscales e imputados que evitan la
realizacin del juicio. Si bien esta prctica no es tan antigua como se cree
regularmente, y ha salido a la luz no hace mucho tiempo
156
, hoy es abiertamente
aceptada por los tribunales. La Corte Suprema federal ha destacado que el plea
bargaining es "inherente al derecho penal y a su administracin"
157
y que la "disposicin
de los cargos a travs de esta prctica no slo es una parte esencial del procedimiento
penal, sino tambin una prctica altamente deseable por diversas razones"
158
.
De esta manera, se podra considerar que el juicio por jurados efectivamente
contradictorio del derecho estadounidense slo susbsiste para cumplir dos funciones.
En primer lugar, el juicio por jurados desempea un importantsimo papel simblico en
el imaginario social: l es la etapa ms visible, publicitada y expuesta del procedimiento
penal. Por otra parte, el juicio desempea un papel regulador de la actividad
negociadora de las partes, pues sus reglas y exigencias determinan el poder que cada
parte tendr en la negociacin. Cuanto mayor sea el esfuerzo que el fiscal deba realizar
para obtener una condena en juicio, menor ser su fuerza negociadora para obtener un
guilty plea del imputado (su oferta deber ser ms tentadora). Lo mismo sucede con las
probabilidades de que el fiscal obtenga una condena con la prueba que podr introducir
vlidamente en el juicio (a mayor probabilidad, mayor poder negociador). Las
dificultades del fiscal, por otro lado, operan en sentido inverso respecto del poder
negociador del imputado. Las reglas que organizan el juicio especialmente aquellas
referidas a la produccin de la prueba, operan, antes que como instrumentos
realizadores del debido proceso, como determinantes de la prctica concreta del plea
bargaining y de la capacidad del fiscal para obtener condenas. La existencia de un
154
Las cifras corresponden al perodo 1990-1991. Cf. Christie, La industria del control del delito, cit., p.
82.
155
Cf., por ej., Schulhofer, Stephen J., Plea Bargaining as Disaster, en "Yale Law Journal", 1992, vol.
101, p. 1979; Langbein, Torture and Plea Bargaining, cit., p. 1.
156
Cf. Langbein, Understanding the Short History of Plea Bargaining, citado.
157
Brady v. United States, 397 US 742, 751 (1970).
45
mtodo eficiente y poco costoso para disponer gran cantidad de casos regularmente
permite que el sistema conserve un modelo de juicio efectivamente contradictorio,
respetuoso de las garantas individuales, con un altsimo valor simblico, modelo que,
en los hechos, es utilizado residualmente
159
.
V. Desde sectores crticos, se ha sealado el efecto coercitivo de la prctica del plea
bargaining. Se ha llegado, incluso, a comparar ese efecto coercitivo con la tortura:
"Existe una diferencia entre quebrar los huesos del imputado que se rehusa a confesar
y agregar algunos aos de prisin a quien se rehusa a confesar, pero la diferencia es
cuantitativa, no cualitativa. La prctica del plea bargaining, como la tortura, es
coercitiva"
160
. Frente a la sentencia ms severa que se impondr si el imputado va a
juicio, este efecto coercitivo presiona al imputado para que l admita su
responsabilidad. Segn Langbein, los estadounidenses han duplicado la experiencia de
la Europa medieval, que fundaba la atribucin de culpabilidad en un sistema de
confesiones
161
. La nica diferencia del sistema de los EE.UU. consiste en que el
sistema inquisitivo europeo concentraba el poder en la figura del juez inquisidor,
mientras que el plea bargaining concentra el poder en las manos del fiscal
162
.
Si bien el modelo inquisitivo se ha caracterizado por la persecucin pblica sumada a la
concentracin de facultades en el juez inquisidor, en un sistema como el
estadounidense se mantiene la persecucin pblica y se produce un "corrimiento" de la
concentracin de facultades del juez al fiscal, ya que este ltimo rene, a travs del
plea bargaining, la facultad acusatoria y, en cierta medida, la facultad decisoria sobre la
existencia del hecho punible y la facultad decisoria sobre la clase y el monto de la pena,
facultades que, cuando el caso va a juicio, se hallan repartidas, respectivamente, entre
el fiscal, el jurado y el juez.
VI. Conclusiones
158
Santobello v. New York, 404 US 257, 261 (1971) (destacado agregado).
159
A pesar de que la prctica del plea bargaining se halla presente en la gran mayora de los casos
penales que terminan en condena (90 % o ms), su visibilidad es escasa. Esa mnima exposicin al
escrutinio pblico se debe, entre otras razones, a las condiciones en las que las negociaciones y los
acuerdos se desarrollan, esto es, en lugares distintos de la sala de audiencias, muchas veces en oficinas
privadas o cerradas al pblico.
160
Cf. Langbein, Torture and Plea Bargaining, cit., ps. 12 y s. (destacado agregado).
161
Cf. Langbein, Torture and Plea Bargaining, cit., p. 12.
162
Cf. Langbein, Torture and Plea Bargaining, cit., p. 18.
46
I. El anlisis del desarrollo histrico del procedimiento penal ingls y estadounidense
permite sacar esbozar algunas conclusiones. Dado el carcter eminentemente
descriptivo de este trabajo, enunciaremos sintticamente algunas de ellas,
especialmente referidas al sistema de los Estados Unidos.
Tanto en el mbito anglosajn como en el continental europeo, la persecucin penal
pblica opera como un principio material del sistema de justicia penal. La adopcin de
este principio se remonta al siglo XII en el derecho continental, mientras que resulta
relativamente reciente en el mundo anglosajn que lo incorpor no antes del siglo
XVII, cinco siglos ms tarde.
En el mbito continental, la adopcin del rgimen de persecucin penal estatal aparej
la adopcin de un procedimiento profundamente distinto al modelo acusatorio que
atribua la facultad persecutoria a la vctima y a otros particulares
163
. En este sentido, se
puede afirmar con certeza que la publicidad de la accin penal actu como elemento
estructurante de todo el procedimiento, pues a partir de la irrupcin de ese principio se
configur un modelo de enjuiciamiento penal ntegramente opuesto al procedimiento
acusatorio. La persecucin penal pblica introdujo, adems, otro principio material de
influencia decisiva: la averiguacin de la verdad histrica como meta del procedimiento
penal. Los principios estructurales del procedimiento continental reflejaban
acabadamente las caractersticas propias del sistema de organizacin poltica
imperante en Europa continental el Estado-Nacin.
II. Inglaterra, aislada geogrfica, poltica y culturalmente del derecho continental,
desarroll formas jurdicas propias, inicialmente inquisitivas y ms tarde eminentemente
acusatorias en sentido material, esto es, fundadas en un rgimen de persecucin penal
privado (de accin popular). Diversas circunstancias, entre ellas el acendrado espritu
individualista del pueblo ingls con su particular desconfianza hacia la autoridad
pblica mantuvieron ese sistema hasta fines del siglo XIX. Cuando los colonos
ingleses ocuparon el actual territorio de Estados Unidos, instalaron el sistema ingls
que, con el transcurso del tiempo, sufri un desarrollo posterior propio e independiente.
163
Por ej., el sistema del derecho germnico de la Edad Media. Cf. Foucault, Michel, La verdad y las
formas jurdicas, Ed. Gedisa, Barcelona, 1992, 3 ed., Tercera Conferencia, ps. 61 y siguientes.
47
Las particulares circunstancias histricas, sociales y polticas del territorio colonial
ingls en Amrica dieron lugar a la aparicin de los primeros atisbos de persecucin
pblica a partir del siglo XVII, y a su instalacin definitiva en el siglo XVIII. A diferencia
de lo sucedido en Europa continental, el establecimiento de la persecucin pblica no
aparej una alteracin significativa de las reglas del procedimiento. El perseguidor
oficial hered el procedimiento de partes propio del acusador privado a quien sucedi.
Por esta razn, el principio de la verdad histrica no fue incorporado, y el consenso
principio propio del acusador particular subsisti como elemento central del modelo
de enjuiciamiento. Estos dos principios (persecucin pblica y consenso) estructuraron
las reglas fundamentales del procedimiento.
III. Si partimos de la base de que el criterio de legalidad procesal es consecuencia
necesaria del principio material de la verdad histrica del procedimiento continental, y,
adems, de que la discrecionalidad persecutoria absoluta (oportunidad como regla) es
producto ineludible del principio material del consenso anglosajn, resulta evidente la
importancia de ambos principios en el interior de cada sistema. Como resulta sencillo
advertir, los sistemas anglosajn y continental presentan profundas diferencias. Como
tambin es fcil advertir, ambos principios, opuestos entre s, son principios
estructurales de cada modelo de enjuiciamiento y, por lo tanto, explican sus principales
diferencias.
Resulta indudable que a pesar de que ambos sistemas se fundan en la persecucin
estatal la caracterstica ms llamativa del sistema anglosajn, desde nuestra
perspectiva, consiste en las amplias facultades discrecionales del fiscal como
funcionario estatal encargado de la persecucin penal. Esta caracterstica es tan
importante que determina los principales aspectos del rgimen de la justicia penal v.
gr., la ausencia de toda facultad inquisitiva a cargo de los tribunales. Del mismo
modo, el principio de la verdad histrica determina ntegramente el procedimiento
continental v. gr., las facultades inquisitivas del tribunal, incluso del tribunal de
juicio
164
.
164
No queremos afirmar que el principio de la verdad histrica exige necesaria y lgicamente la
atribucin de estas facultades inquisitivas al tribunal. Sin embargo, ese principio ha sido utilizado, en
nuestra tradicin jurdica, para justificar este tipo de facultades, manifiestamente impropias de un tribunal
imparcial (cf., por ejemplo, la opinin de Clara Olmedo, Jorge, Derecho procesal penal, Ed. Lerner,
Crdoba, 1985, t. III, ps. 172 y 176, respecto de la preparacin del debate). Cf. un anlisis crtico de este
48
La mejor demostracin de la importancia que revisten los principios de ambos modelos
verdad histrica/consenso (discrecin del fiscal) est contenida en la dificultad que
representa cualquier esfuerzo destinado a ingresar modificaciones o instituciones que
limiten, alteren o quiebren su vigencia e importancia como principios estructurales de la
justicia penal.
A pesar de la imposibilidad de justificar terica y empricamente el principio de legalidad
procesal de nuestro derecho, el ingreso de toda excepcin a l, por razonable que
parezca, demanda un esfuerzo desmesurado, a veces irrealizable. Lo mismo sucede
con el tratamiento mezquino de estas excepciones cuando son establecidas
legalmente, especialmente por parte de los tribunales y miembros del ministerio
pblico
165
. La aprobacin legislativa de instituciones tales como el principio de
oportunidad, la suspensin condicional de la persecucin, la conversin de la accin o
la ampliacin del catlogo de figuras de accin privada, no slo resulta una tarea
poltica difcil o imposible, sino que, adems, en aquellos casos en que se logra la
incorporacin legal, estos nuevos institutos son utilizados en escasas ocasiones y
limitados en su mbito de aplicacin recurriendo a interpretaciones arbitrariamente
restrictivas aun contra legem.
De manera similar, a pesar de las crticas tericas y de las demostraciones empricas
acerca de la arbitrariedad y del carcter discriminatorio con que ejerce la funcin
persecutoria discrecional el fiscal estadounidense, resulta extremadamente difcil, sino
imposible, alterar el contenido de este principio. Toda transformacin de la legislacin
penal sustantiva o formal, por relevante y sustantiva que resulte, tiene
probabilidades de reestructurar casi todos los elementos del rgimen de justicia penal,
con excepcin del sistema de persecucin pblica que, obviamente, incluye las
facultades discrecionales del fiscal
166
. En otros casos, los intentos legislativos
problema durante el juicio en Bovino, Alberto, El debate, en AA.VV., El nuevo Cdigo procesal penal de la
Nacin, Ed. Del Puerto, Buenos Aires, 1993, especialmente ps. 186 y siguientes.
165
Eso es lo que sucede en Argentina, por ejemplo, con la interpretacin innecesariamente restrictiva de
las reglas de la suspensin del proceso penal a prueba que hacen algunos jueces. Cf. el anlisis crtico
de Gustavo Vitale (Suspensin del proceso penal a prueba, Ed. Del Puerto, Buenos Aires, 1996).
166
Los distintos derechos reconocidos legislativamente a la vctima en los ltimos aos, por ejemplo, slo
son garantizados en la medida en que no afecten los poderes del fiscal. El poder del acusador estatal es
el lmite de esa legislacin sustancialmente transformadora y novedosa. Ver, por ejemplo, la
interpretacin de la Corte Suprema en el caso Hughey v. United States, 110 S. Ct. 1979 (1990), en donde
privilegia la discrecin del fiscal por sobre los derechos reconocidos legalmente a las vctimas.
49
realizados concientemente para restringir la discrecin del fiscal no dan resultados por
las particulares caractersticas de la organizacin de la funcin persecutoria
167
, o por la
resistencia de los fiscales y la dificultad de controlar el desempeo de sus tareas.
IV. El principio del consenso propio del procedimiento anglosajn es utilizado por el
actor procesal pblico que, a pesar de su carcter, es considerado una parte
168
. La
consideracin de parte produce consecuencias adicionales en las reglas estructurales
del procedimiento. Reconocido este carcter de parte, todo el peso investigativo,
persecutorio y requirente recae sobre l. Esta circunstancia produce efectos
configuradores del modelo de enjuiciamiento.
La etapa de investigacin previa al inicio formal de la persecucin penal es
completamente informal y desburocratizada
169
. Toda la "prueba" obtenida en esta
investigacin previa no tiene valor probatorio alguno porque slo consta en los archivos
de la fiscala y no existe un expediente o algo que se le asemeje
170
. Luego de esta
etapa preparatoria no formal, el fiscal solicita el inicio formal de la persecucin penal
la apertura del caso ante un tribunal contra un imputado en particular, con el objeto
de realizar el juicio en un plazo razonablemente breve o de obtener un guilty plea.
Iniciada formalmente la persecucin a travs de la presentacin de una acusacin
fiscal, las primeras etapas del procedimiento, tendientes a la preparacin del juicio
breves en los casos sencillos se suceden rpidamente. El juicio por jurados es la
etapa central del procedimiento penal estadounidense. En este juicio pblico se
167
As, por ejemplo, un intento por reducir las facultades negociadoras del fiscal para cerrar acuerdos por
medio de un plea bargaining puede fracasar si el fiscal oculta su informacin, sus elementos de prueba y
sus negociaciones al tribunal. Esos mecanismos ocultan al tribunal el contenido del acuerdo, o la
concesin del fiscal. Adems, el fiscal podra ocultar al tribunal la existencia del mismo acuerdo, como
suceda hasta hace treinta aos, momento a partir del cual la prctica sali a la luz y comenz a ser
objeto de decisiones judiciales (cf. Langbein, Understanding the Short History of Plea Bargaining, cit.). El
intento de reducir la discrecin del fiscal a travs del nuevo rgimen federal de determinacin de la pena,
por ejemplo, no slo fracaso, sino que, adems, aument el poder negociador del fiscal (cf. Pilchen, The
Federal Sentencing Guidelines and Undercover Sting Operations: A Defense Perspective, cit., p. 115).
168
Las razones que explican ese carcter de '"parte" del acusador oficial, en Carri, El enjuiciamiento
penal en la Argentina y en los Estados Unidos, cit., ps. 69 y siguientes.
169
La investigacin previa llevada a cabo por la polica o el fiscal no produce efecto legal alguno, pues el
procedimiento contra el imputado se abre formalmente a partir del arresto o de la acusacin del fiscal
presentada ante el tribunal. No existe regulacin legal de esta etapa de investigacin que organice la
investigacin positivamente a diferencia de la detallada regulacin legal de nuestra etapa de
instruccin. Existen, en cambio, lmites constitucionales, legales y jurisprudenciales que restringen
regulan negativamente las facultades investigativas de los rganos de persecucin (v. gr., fiscales y
policas) o los obligan a solicitar autorizacin judicial para realizar determinadas medidas que afectan
derechos fundamentales (v. gr., un allanamiento).
50
garantiza la inmediacin a travs de complejas reglas para la produccin de la
prueba
171
. Esta particularidad del fiscal estadounidense, entonces, produce el efecto
beneficioso de abreviar, simplificar, desburocratizar y desformalizar la etapa de
investigacin preparatoria efectivamente preparatoria, a diferencia de nuestra etapa
de instruccin
172
.
Otra consecuencia relevante que produce la consideracin de la figura del acusador
pblico como parte se vincula con la imparcialidad del tribunal. Dadas las funciones
investigativas, persecutorias y requirentes atribuidas al fiscal estadounidense, su
desempeo como actor del procedimiento permite la actuacin imparcial del tribunal por
dos razones diferentes. En primer lugar, el tribunal no asume ninguna tarea impropia
para su funcin judicial, pues se limita a decidir los planteos formulados por las partes,
sin intervenir activamente o de oficio en tareas requirentes, investigativas o
persecutorias en favor de la parte acusadora que impediran su actuacin imparcial
como juzgador. Esta diferenciacin clara entre las funciones decisorias y persecutorias
que algunos de nuestros tribunales no parecen capaces de comprender, por otra
parte, sumada a la consideracin del acusador estatal como una parte interesada que
interviene en el procedimiento comprometida con las necesidades de persecucin penal
como expresin de un inters definido como pblico, pero inters al fin, genera una
brecha entre el tribunal y el fiscal. Esta brecha o distancia aumenta las posibilidades de
que el tribunal realice el control de legalidad de la actividad procesal persecutoria y se
ocupe de la proteccin de los derechos fundamentales del imputado
173
.
170
Cf. Carri, El enjuiciamiento penal en la Argentina y en los Estados Unidos, cit., ps. 60 y siguiente.
171
La presencia del jurado es de gran importancia en la inmediacin respecto de la produccin de la
prueba, pues el jurado ingresa a la sala de audiencia sin tener conocimientos previos del caso.
172
En nuestro sistema esto resultara imposible pues, ante la imposibilidad de utilizar el consenso, la
investigacin preparatoria debe ser controlada necesariamente para verificar el respeto del principio de
legalidad.
173
Esta brecha entre acusador y tribunal se da en nuestro medio a pesar de la cultura judicial
eminentemente inquisitiva de la ciudad de Buenos Aires en el procedimiento por delitos de accin
privada. Posiblemente ste sea el nico supuesto en que nuestros tribunales acten por regla de modo
imparcial, sin participar activamente a favor del acusador y controlando estrictamente la legalidad de sus
solicitudes. Slo esta diferencia en la persona del acusador puede explicar que esos mismos jueces se
conviertan automticamente en inquisidores cuando se trata de delitos de accin pblica. Ello pues, en
nuestro medio, el fiscal es un funcionario slo formalmente ajeno al poder judicial, pues "tiene... [o] recibe
un status similar al de la magistratura" (cf. Carri, El enjuiciamiento penal en la Argentina y en los
Estados Unidos, cit., p. 70).
51
El consenso, en sntesis, permite que, a pesar del carcter pblico de la persecucin
penal, el modelo de enjuiciamiento estadounidense corresponda con un sistema
acusatorio formal acabado. Ello pues el fiscal acta del mismo modo que actuara una
parte acusadora privada en un procedimiento con caractersticas adecuadas para la
intervencin de particulares.
V. El principio del consenso, adems, reconoce la dimensin poltica de los criterios
rectores que guan la persecucin penal y, en consecuencia, la necesidad de atribuir
esta tarea al rgano del Estado encargado del gobierno y la aplicacin general de las
leyes: el poder ejecutivo
174
. El hecho de que el acusador pertenezca al poder ejecutivo,
por otra parte, colabora en el proceso de diferenciacin entre acusadores y tribunales
mencionado en el prrafo anterior.
El carcter ejecutivo y poltico de la tarea persecutoria tambin surge frente al
reconocimiento de la imposibilidad de perseguir todos los delitos y la necesidad de
orientar racionalmente la persecucin atendiendo a las exigencias locales del momento.
Esta necesidad, sin embargo, no implica que la discrecin del acusador no pueda ser
reglada legislativamente y sometida a criterios generales de aplicacin obligatoria, a
diferencia de lo que sucede en Estados Unidos.
En nuestra tradicin jurdica, la pertenencia del ministerio pblico al poder ejecutivo
suele provocar una inmensa desconfianza
175
. Sin embargo, debe reconocerse que no
resulta razonable que el poder ejecutivo pueda implementar con un margen
considerable de discrecin, y respetando las exigencias jurdicas impuestas por la
Constitucin y el poder legislativo, las polticas sanitaria, econmica, social, educativa,
etc., y que, al mismo tiempo, carezca de toda posibilidad de intervenir en la
implementacin de la poltica criminal de persecucin. Pinsese, por ejemplo, en un
gobierno que implementa una poltica de control y recaudacin tributarios agresivo.
Qu posibilidades de xito tiene sin poder intervenir, siquiera mnimamente, en la
174
Esta pertenencia, por supuesto, no implica la aceptacin de las consecuencias que la jurisprudencia
estadounidense deriva de ella. De hecho, en algunos pases de la tradicin continental el ministerio
pblico pertenece o depende del poder ejecutivo sin que ello suceda v. gr., Argentina, antes de la
reforma constitucional de 1994.
175
Cf., por ejemplo, Muhm, Raoul, Dependencia del Ministerio Fiscal del Ejecutivo en la Repblica
Federal de Alemania (Crisis del modelo y perspectivas de reforma), en "Jueces para la democracia", Ed.
Jueces para la democracia, Madrid, 1994, n 22.
52
formulacin de una poltica criminal de persecucin de evasores? El mismo supuesto se
puede pensar para las dems reas de la poltica del ejecutivo.
La principal crtica que nuestra tradicin jurdica plantea al ministerio pblico ejecutivo
se vincula con "la aparente incapacidad de los fiscales para ejercer la accin penal
frente a personajes influyentes del mundo poltico y econmico"
176
. Obviamente, este
tipo de casos representa un problema serio y cierto. Sin embargo, se trata de un
conjunto limitado de casos porcentualmente no significativo respecto de todos los
casos penales que presentan particularidades especiales. Por este motivo, no parece
razonable tomar una decisin general sobre la ubicacin institucional del ministerio
pblico para dar solucin a este problema particular. En todo caso, para tal decisin
debemos tomar en cuenta las caractersticas del conjunto ms significativo
numricamente, que no es precisamente el que contiene a los hechos cometidos por
polticos y empresarios. Las pautas tradicionales de organizacin de la persecucin
penal, por otra parte, han sido establecidas para delitos comunes y no resultan
adecuadas para hechos como los enunciados y otras formas complejas de criminalidad.
Frente a esta realidad, una decisin acertada exige el establecimiento de un sistema de
persecucin determinado para los casos comunes que habitualmente ingresan a la
justicia penal que en situaciones normales representan la mayor cantidad y,
adems, sistemas especiales para casos tambin especiales que presenten
dificultades, complejidades o exigencias adicionales propias
177
. En este sentido, el
derecho federal estadounidense establece, por ejemplo, un sistema particular de
persecucin para delitos cometidos por funcionarios del poder ejecutivo
178
y otro
sistema especial para defraudaciones al Estado cometida por particulares
179
.
176
Cf. Muhm, Raoul, Dependencia del Ministerio Fiscal del Ejecutivo en la Repblica Federal de
Alemania (Crisis del modelo y perspectivas de reforma), cit., p. 93.
177
Un sistema especial no depende, necesariamente, de la atribucin de la tarea persecutoria a un
rgano estatal diferente del que regularmente se ocupa de ella. La particularidad puede consistir, por ej.,
en la aplicacin de un procedimiento diferente al ordinario.
178
La Ley de tica en el Gobierno aprobada en 1978 (Ethics in Government Act) 28 USC 591-599
establece el cargo de fiscal especial independiente con plenas facultades para este tipo de delitos (cf.
Bovino, Mecanismos de control de delitos que perjudican al Estado en el derecho federal de los Estados
Unidos, cit., ps. 71 y ss.).
179
La Ley de Reclamos Falsos (False Claims Act) 31 USC 372-933 reformada en 1986 establece
un sistema de acciones (denominadas qui tam actions) para que los particulares puedan perseguir
penalmente a otros particulares que defraudan al Estado (cf. Bovino, Mecanismos de control de delitos
que perjudican al Estado en el derecho federal de los Estados Unidos, cit., ps. 63 y ss.).
53
Independientemente de las posibles crticas que merezcan estos sistemas
180
, es
importante sealar que ellos representan el reconocimiento de las dificultades
especficas para perseguir ciertos hechos punibles, y, al mismo tiempo, un intento de
establecer un sistema de persecucin eficaz diseado especialmente para tratar ese
tipo de hechos.
Finalmente, se debe sealar que aun sin demasiado convencimiento acerca de un
ministerio pblico ejecutivo, es evidente que ese rgano no puede pertenecer al poder
judicial, y resulta dudoso que pueda depender del poder legislativo. La nueva tendencia
de considerarlo un rgano autnomo extrapoder, por otra parte, es consecuencia de la
ficcin de un ministerio pblico que acta neutral y objetivamente. Esa ficcin es
peligrosa por las consecuencias que produce en el procedimiento, especialmente
respecto de los derechos del imputado
181
, y, adems, no debemos olvidar que fue esta
misma ficcin la que fund la inquisicin. La conveniencia poltica de depositar la
poltica criminal de persecucin en un rgano autnomo de los poderes polticos, por lo
dems, puede generar una situacin de autismo institucional de consecuencias
imprevisibles.
VI. Hasta aqu los efectos positivos que el principio material del consenso produce en
los elementos caractersticos del procedimiento estadounidense especialmente
cuando el caso va a juicio.
El consenso es un principio que, segn se afirma, es propio de un sistema
acusatorio
182
. En el marco de un sistema acusatorio material, este principio representa
la adopcin del par persecucin privada/consenso. En este contexto, el consenso suele
generar o, al menos, posibilitar un rgimen de justicia penal de contenido
eminentemente reparatorio
183
.
180
Un anlisis crtico del fiscal especial independiente puede leerse, por ejemplo, en Harriger, Katy J.,
Independent Justice. The Federal Special Prosecutor in American Politics, Ed. University Press of
Kansas, Lawrence (Kansas), 1992; Bovino, Mecanismos de control de delitos que perjudican al Estado en
el derecho federal de los Estados Unidos, cit., ps. 71 y siguientes.
181
Sobre las consecuencias de la ficcin de una persecucin penal objetiva, cf. Bovino, Ingeniera de la
verdad. Procedimiento penal comparado, citado.
182
As, por ejemplo, la opinin de Gustavo VIVAS (La confesin transaccional y el juicio abreviado, en
AA.VV., Estudio sobre el nuevo Cdigo procesal penal de Crdoba, Ed. Lerner, Crdoba, 1993, ps. 209 y
ss.), al hacer referencia al consenso sobre el rito (p. 228).
183
Ver, por ejemplo, el sistema acusatorio privado del derecho germnico: cf. Maier, Derecho procesal
penal, cit., t. I, ps. 264 y siguientes.
54
Cuando el sistema de persecucin penal es estatal y adopta el principio del consenso
se forma el par persecucin pblica/consenso. En este supuesto, en cambio, el
consenso opera de un modo diferente, pues el Estado no utiliza el consenso para
obtener la solucin de un conflicto al que es ajeno v. gr., la reparacin a la vctima,
sino, por el contrario, para lograr la imposicin de una sancin de contenido punitivo
184
.
Ello es lo que sucede en EE.UU. a travs de la prctica del plea bargaining en el 90 %
del total de casos en los cuales se obtiene una condena.
El ejemplo estadounidense pone de manifiesto lo que puede suceder, bajo ciertas
circunstancias, cuando el Estado, adems de apropiarse de la facultad de perseguir
penalmente, se apropia de los mecanismos de consenso: las prcticas inquisitivas
resultan consolidadas. En este sentido, las instancias consensuales, opuestas, en
principio, al modelo inquisitivo de la persecucin pblica, terminan por resultar, en
manos del Estado, funcionales al modelo al cual sirven, y por consolidar la repuesta
punitiva. Si ello es as, la inquisicin se reduce, en definitiva, al principio de la
persecucin pblica
185
, esto es, a la decisin de perseguir penalmente en manos de los
rganos del Estado. El modelo estadounidense, generalmente descripto como
formalmente acusatorio, presenta fuertes caractersticas inquisitivas, al menos en el 90
% de los casos que llegan a condena y, adems, resulta adecuado para la
implementacin de una poltica criminal altamente represiva. El grupo de casos
restantes que van a juicio, en cambio, son tratados por un procedimiento efectivamente
acusatorio en sentido formal, en un juicio que reproduce en la mayor medida posible, en
la actualidad, las formas del juicio del sistema acusatorio histrico.
Las prcticas inquisitivas en las que se utiliza el consenso generan una eficiencia
abrumadora para obtener resoluciones condenatorias. En nuestro procedimiento penal,
estructurado sobre el principio de la verdad histrica paradjicamente y a pesar del
principio de legalidad procesal la capacidad del sistema para obtener decisiones
condenatorias es, en trminos comparativos, reducida e insignificante. A pesar de la
184
Sobre las caractersticas de un sistema de justicia penal punitiva fundada en un rgimen de
persecucin pblica, y sus diferencias con un sistema de justicia reparatoria, cf. Lenman y Parker, The
State, the Community and the Criminal Law in Early Modern Europe, citado.
185
Sin ser tan contundentes, se podra decir que el principio de la persecucin penal pblica es el
principio material de mayor importancia para estructurar un sistema de rasgos inquisitivos, y que existe
una enorme distancia entre la relevancia de este principio y el de la verdad histrica.
55
vocacin abiertamente inquisitiva de nuestro derecho positivo y de muchos de nuestros
jueces principio de legalidad, principio de verdad histrica, jueces de instruccin
investigadores, jueces correccionales que instruyen y juzgan, fiscales con escasas
facultades persecutorias, etapa de investigacin como etapa principal del
procedimiento, decoloracin poltica del juicio, etc., la rigidez, formalidad y
burocratizacin del procedimiento producen la ineficiencia crnica del sistema para
obtener una tasa significativa de condenas.
VII. A pesar de que ningn pas de Europa occidental se acerca a la tasa de poblacin
carcelaria de los EE.UU.
186
, los pases que estn en los primeros puestos pertenecen a
la tradicin jurdica anglosajona Irlanda del Norte, Inglaterra y Gales, Escocia, son
tres de los cuatro primeros
187
.
Se podra arriesgar, luego de este anlisis, una conclusin tentativa. Todo sistema de
justicia penal fundado en la persecucin pblica es un sistema orientado a la imposicin
de sanciones punitivas. Los sistemas penales estructurados sobre los principios
materiales inquisitivos tradicionales (persecucin pblica/verdad histrica), a pesar de
su vocacin abiertamente inquisitiva, resultan ineficientes para realizar el objetivo de
imponer un alto nmero de condenas. Por otro lado, un sistema penal que una el
principio material inquisitivo de persecucin estatal con el principio acusatorio del
consenso puede contener rasgos profundamente inquisitivos y, al mismo tiempo,
alcanzar un nivel de eficiencia asombroso para obtener condenas a travs de la
persecucin pblica y el uso del consenso, al menos en la gran mayora de los casos.
Esto es lo que sucede, precisamente, en el procedimiento penal de los Estados Unidos.
186
La tasa para los aos 1990/1991 en EE.UU. fue de 504 presos por 100.000 habitantes (cf. Christie, La
indutria de control del delito, cit., p. 90), mientras que la tasa ms alta de Europa occidental para 1990 fue
de 109 presos por 100.000 habitantes (p. 37).
187
Cf. Christie, La indutria de control del delito, cit., p. 37.