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Setenta Veces Siete PDF

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1

Hna. Emma Amel i a Pi nel de Sosa


SETENTA VECES SIETE
2


Editorial PROMUNA
Apartado Postal 30
La Lima, Corts
Honduras, Centro Amrica
tel: (504) 668-2132
fax: (504) 668-8031
e-mail: promuna@muna.hn

IMPRESIONES ALFA
La Lima, Corts
Honduras, Centro Amrica
telfax: (504) 668-1495
e-mail: alfalalima06@yahoo.com

Portada: Elas Rodrguez
Diagramacin: Elas Rodrguez &
J orge Garay
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SETENTA VECES SIETE
Entonces se le acerc Pedro a
J ess y le dijo: Seor, cuntas veces
perdonar a mi hermano que peque
contra m? Hasta siete? J ess le dijo:
No te digo hasta siete, sino aun hasta
setenta veces siete" (Mateo 18: 21-22).
"Porque si perdonis a los hombres sus
ofensas, os perdonar tambin a
vosotros vuestro Padre celestial; mas si
no perdonis a los hombres sus
ofensas, tampoco vuestro Padre os
perdonar vuestras ofensas" (Mateo 6:
14-15). Lo anteriormente expuesto es
una ley espiritual; la Biblia (que es la
Palabra de Dios inspirada a los
hombres de Dios que la escribieron) nos
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da promesas y cada una va precedida
de una premisa; esto constituye una ley
espiritual, la cual no puede ser alterada
ni quebrantada.
La mxima expresin de amor de
nuestro Seor J esucristo por nosotros
fue cuando clavado en la cruz, con
corona de espinas en su cabeza,
sangrando de su costado, adolorido y
quebrantado, exclam: "Padre,
perdnalos, porque no saben lo que
hacen" (Lucas 23: 34).
La naturaleza de Dios es el amor y
el perdn; se necesita el amor para
ejecutar el perdn. Satans, el padre
de mentira, puede falsificar o imitar lo
que Dios hace en cuanto a poder, por
ejemplo los milagros, las sanidades, la
prosperidad econmica; pero jams
podr amar y perdonar, porque esto es
inherente a Dios y a los verdaderos
hijos de Dios. Cada vez que nos
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negamos a perdonar, estamos actuando
conforme a la naturaleza del enemigo;
cada vez que nos decidimos a
perdonar, caminamos en la naturaleza
de J esucristo.
EL PERDN: UNA DECISIN
El perdn es una decisin del
corazn; decidimos perdonar por varias
razones: 1. Por amor al Seor y
obediencia a Su Palabra 2. Por nuestro
propio beneficio y liberacin 3. Para
procurar la paz con todos y evitar que
brote una raz de amargura que puede
contaminar a los dems 4. Para no
perder (o recuperar) la comunin, as
andar en luz y obtener la limpieza de
todo pecado, a travs de la Sangre de
J esucristo (1 J uan 1:7-9). 5. Para
mantenernos en salud espiritual,
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emocional y fsica 6. Para no mantener
atada espiritualmente (incapaz para
llevar ofrenda al Seor) a la persona
contra quien tenemos algo (Mateo 5:23-
24).
Nuestra carne nunca desea
perdonar, pues a nuestra alma le gusta
sentirse vctima y despertar lstima. El
diablo se aprovecha de eso; pues l
mismo lanza un espritu de
conmiseracin que se alimenta de la
lstima, cuando alguien exclama:
"Pobrecita(o) yo, miren lo que me hizo
fulano(a); me trat muy mal, me dijo
todo lo que quiso". Recordemos que
Satans vino para matar, hurtar y
destruir (J uan 10:10). La
autoconmiseracin destruye, hasta
llevar a la persona al punto ms bajo de
la depresin, a perder su estima y su
imagen en Dios.
En cambio, el espritu sujeto a Dios,
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conduce al alma en la direccin de Dios
y Su Palabra: "No importa lo que l o
ella haya hecho, yo le perdono en el
Nombre de J ess y le bendigo; porque
el amor de Dios est en m y la Palabra
del Seor dice que paguemos con el
bien el mal y que bendigamos a los que
nos maldicen" (Mateo 5: 44, Romanos
12:14, 17-21).
CONSECUENCIAS DE NO
PERDONAR
La falta de perdn conduce al
resentimiento y este a su vez, lleva a la
amargura. La amargura produce
rencores y deseo de venganza, la cual
puede manifestarse de muchas formas.
La amargura contamina a los dems,
sobre todo a aquellos que escuchan las
confesiones negativas de una persona
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amargada (Hebreos 12: 14-15). La
amargura es la raz de muchos males,
dolencias y enfermedades; las cuales
no son curadas simplemente al orar por
sanidad, sino a travs del perdn y la
confesin (Santiago 5: 14-15).
Muchas personas endemoniadas,
han dado cabida, han abierto puerta o
dado libre acceso al enemigo, a travs
del resentimiento. Los espritus
inmundos siempre necesitan un rea de
tinieblas en la vida de la persona, a
travs de la cual alimentarse y operar;
los demonios no pueden funcionar en la
luz (producto de la Vida de J ess [J uan
1: 4]). Aunque se produzca una
liberacin de demonios, si la persona no
perdona de corazn, esos espritus
volvern y el postrer estado de esta
persona vendr a ser peor que el
primero (Mateo 12: 42-45).
Cuando alguien hace algo (aunque
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sea una mala mirada) que nos ocasiona
dao o herida, no debemos permitir que
baje de la cabeza al corazn, para que
el pensamiento no se convierta en
sentimiento y posteriormente en raz de
amargura. Por eso, inmediatamente
debemos decidir y disponernos a
perdonar y pedir al Seor que sane
nuestras memorias (Hebreos 9:14).
Muchas personas padecen de
enfermedades serias, crnicas, severas;
permanecen en continuo tratamiento
mdico, otros han recorrido todos los
especialistas, naturistas y dems,
buscando cura a su mal; pero su
sanidad vendr cuando haya perdn y
por tanto salud en su alma y por ende
en su cuerpo. La Vida de Cristo est en
el interior de todo hombre (varn o
mujer sin importar la edad) que haya
decidido reconocer a J esucristo como
salvador de su alma. Esa vida mana
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salud, restauracin, gozo, paz. Sin
embargo, si el alma est llena de
resentimiento, dolor, rechazo, heridas,
rencores, amarguras; existe un bloqueo
para que la Vida de Dios pueda
emerger desde el interior. Esto viene a
ser como un manto denso de tinieblas,
que no le permite a la Luz, a la Vida, a
la Salud, traspasar los linderos del alma
(pensamientos, sentimientos y voluntad
humana) y manifestarse hacia el cuerpo
fsico. Es necesario despojarse de ese
manto de luto, a travs del perdn, para
que venga la libertad, el gozo, la paz al
brotar la Vida que trae salud.
Las enfermedades que ms
tpicamente provienen de la falta de
perdn, son las relacionadas con los
huesos, tales como artritis, reumatismo,
osteoporosis. La uncin (la vida misma
de Dios) est en los tutanos, en el
interior de los huesos, en la mdula o
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sea donde se forman los glbulos rojos
de la sangre. La obediencia trae vigor a
los huesos y un manantial de agua viva
desde el interior (Isaas 58:11); mientras
el pecado sin confesin seca los huesos
(Salmos 31:10).
TODOS NECESITAMOS
PERDONAR
No existe una sola persona que
pueda decir "Yo no necesito perdonar";
a lo largo de nuestra existencia, todas
las personas hemos sufrido agresiones
externas que nos han afectado, muy a
menudo estos daos o heridas han sido
causados por nuestros familiares, ms
comnmente por los que estn o han
estado ms cerca de nosotros. La
razn para esto es que siempre
tenemos mayores expectativas de
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aquellos a quienes ms amamos y en
quienes hemos depositado nuestra
confianza.
La mayora de los hombres
necesitan perdonar a sus padres; pues
aunque a algunos se les dificulte
reconocerlo o confesarlo, en ms de
una ocasin nos hemos sentido
rechazados o heridos por nuestros
padres, cuando ramos nios tal vez.
Toda persona cuyo padre abandon a
su madre, necesita perdonar; aquel
cuya madre quiso abortarle cuando
estuvo en su vientre, necesita perdonar;
aquel que nunca supo quien era su
pap; el hijo de adulterio; el que naci
en un hogar en miseria; el que no fue
deseado porque ya eran muchos nios
en casa; el que naci en medio del
divorcio, o que sus padres se separaron
cuando l(ella) era un(a) nio(a)... todos
necesitan perdonar.
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El hombre que cuando nio quiso
aprender a tocar un instrumento
musical, o quizs aprender un oficio o
un deporte; pero su padre no se lo
permiti por razones econmicas o
porque pens que era una prdida de
tiempo o simplemente por machismo o
por capricho; aunque este hombre no
reconozca su frustracin o
resentimiento escondido, necesita
perdonar a su pap.
El hombre (varn o hembra) que
piensa que su madre pudo haberle dado
un hogar en paz si se hubiera separado
de su padre, quien les daba una mala
vida; necesita perdonar a ambos.
El joven que observa en su
personalidad costumbres, ataduras o
simplemente gestos heredados de su
padre o madre, los cuales l mismo
rechaza y le ocasionan problema;
necesita primeramente perdonar a su
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pap o a su mam, segn sea el caso.
EL PERDN EN EL
MATRIMONIO
Los resentimientos ms comunes y
profundos, se ven sin embargo, entre
los esposos; frecuentemente nos
encontramos con mujeres muy heridas,
muy golpeadas (a veces hasta
fsicamente), resentidas, incapaces de
perdonar; y aun cuando a veces han
perdonado, se encuentran con que la
herida ha sido tan honda, tan profunda,
que sin haber cicatrizado,
probablemente se infringi una nueva
sobre la anterior y se convierte en todo
un trauma; esto provoca temores y va
debilitando la personalidad de la mujer
herida.
Aunque en el espritu no hay varn
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ni hembra, en el alma al igual que en el
cuerpo hay caractersticas que hacen
diferencia entre lo masculino y lo
femenino; por ejemplo, es evidente que
la sensibilidad y la sensualidad son
caractersticas inherentes a la
feminidad. Estas diferencias se ven
acrecentadas por el ambiente en que
las personas crecen y se desarrollan,
por el entorno cultural y por supuesto
por la influencia de espritus, muy
comunes en nuestro medio, como el
"machismo". El machismo es realmente
la inseguridad del varn cubierta con
disfraz de "macho" (el que grita,
zapatea, emula autoridad), esto le da la
impresin al varn de que "posee" a la
mujer, como si l la hubiese comprado
para uso exclusivo suyo; l cree que
tiene derecho para utilizarla como
esclava y como objeto para saciar sus
instintos sexuales. La misma
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inseguridad provoca celos, los celos son
un sentimiento que ciega el
razonamiento y el varn puede llegar a
imaginarse y a acusarla de todo lo que
su mente enfermiza pueda concebir;
llegando al punto de maltratarla
fsicamente con argumentos
infundados, sostenidos solamente por la
dbil malla de su terrible inseguridad.
Muchas mujeres viven heridas,
daadas y resentidas por el mal trato de
sus esposos. En otras ocasiones,
quizs por la indiferencia de ellos, por la
falta de aprecio. Hay una infinidad de
mujeres que se esmeran en tener
detalles con sus esposos, respecto a su
cuidado, a su ropa, a su comida, a sus
asuntos en general; pasan los aos y
ellos jams reconocen ni agradecen los
gestos de ella. Es posible que no lo
hagan porque piensan que al hacerlo
demostrarn debilidad; o tal vez porque
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ellos creen que todo eso es obligacin
de ellas y no tienen por qu reconocerlo
ni agradecerlo; o simplemente porque
han sido inexpresivos toda su vida y
pretenden seguir sindolo, para no
mostrar sentimentalismo (segn ellos).
La indiferencia del hombre hacia su
mujer, es como un pual de madera,
que corta lentamente hasta las
entraas, poco a poco pero
constantemente; hasta el punto que ella
no puede ni identificar que ha pasado
dentro de ella o por qu ha ido
perdiendo inters por su marido. En
este caso, tambin necesita perdonar.
Es posible que el caso sea que el
esposo le ha sido infiel, cuando hace un
tiempo l mismo le haba jurado que
siempre sera slo para ella. La
feminidad de ella ha sido terriblemente
mancillada, al considerar que no
satisface a su esposo lo suficiente, se
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siente poco mujer y adems de todo, se
comienza a auto rechazar; esto le
conduce a la depresin, no quisiera ni
levantarse y mucho menos arreglarse,
la duda se ha acrecentado en su
corazn, se ha levantado la
desconfianza dentro de ella; piensa que
todos quieren hacerle dao, que cada
persona en la calle sabe su situacin y
se burlan de ella.
Cualquiera que sea la circunstancia,
si encaja con alguna de las antes
mencionadas, mujer t necesitas
perdonar. Quizs tu esposo no ha
dicho ni hecho nada, pero t sientes
que l te rebaja, aun sin palabras l te
considera poco inteligente, que no ests
a su altura, que no le atraes ni
entretienes, que no llenas sus
expectativas; y eso te ha provocado una
herida callada, silenciosa pero
sangrante. Necesitas perdonar desde lo
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profundo de tu corazn.
No estamos descartando la
posibilidad de que sea el varn el herido
y necesitado de sanidad; por supuesto
en ambos casos la receta es la misma:
Perdonar!
Entre los cnyuges, la expresin del
amor verdadero, puro, duradero (el
amor de Dios) comienza con el perdn;
tiene que ser totalmente limpiado
nuestro corazn de grietas, sanado de
heridas, para que pueda comenzar a
manifestarse el amor con sus mltiples
demostraciones afectivas, de ternura,
cuidado, cario.
PERDN A TODO NIVEL
Hay un perdn que cuesta
sobremanera y es el perdn a nosotros
mismos. La falta de auto perdn tiene
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su asiento en el auto rechazo y en la
falta de aceptacin propia. Esto abre
puerta para que tenga xito la
acusacin del enemigo (Apocalipsis 12:
10), provocando muy fcilmente que se
caiga en condenacin. La condenacin
nos saca del mbito de la gracia del
Seor.
Perdonarnos a nosotros mismos
requiere de dos acciones bsicas: 1.
Recibir conviccin plena del perdn de
Dios para con nuestras vidas; saber que
l lanz todos nuestros pecados e
iniquidades al fondo del mar para no
acordarse ms (Miqueas 7:19, Isaas
43:25). 2. Reconocer que por el mrito
de la Sangre preciosa de J esucristo
derramada en la cruz por nosotros,
fuimos hechos "aceptados por el Padre"
(Efesios 1:6).
Si Dios mismo nos ha perdonado y
nos ha aceptado Quienes somos
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nosotros para no hacerlo? Es necesario
recordar que "Ninguna condenacin hay
para los que estn en Cristo J ess"
(Romanos 8:1).
Aunque parezca absurdo, hay
personas que necesitan perdonar a
Dios; estn resentidos con Dios por
diversas razones, como 1. Creen que
Dios les quit a un ser querido 2.
Piensan que Dios no los toma en cuenta
3. Todo les sale mal porque suponen
que Dios no est con ellos 4. Han
esperado en vano que sus oraciones
sean contestadas.
Para poder perdonar a Dios de
corazn, necesitamos conocer Su
carcter: Dios es Bueno y Perdonador,
lento para la ira y Grande en
misericordia. Toda buena ddiva y todo
don perfecto proviene de Dios (Santiago
1: 17, Mateo 19: 17, Nahum 1: 3,7,
Salmos 145: 8-9). No es Dios, sino el
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diablo quien viene a matar, a hurtar, a
destruir (J uan 10:10); para ello l usa
enfermedad, accidentes, prdidas,
muerte y todo cuanto pueda, porque su
propsito es provocar infelicidad,
destruccin. Al comprender y recibir en
nuestro corazn esa gran verdad, no
vamos a atribuirle a Dios caractersticas
del diablo. Necesitamos saber que
nuestro Dios es un Padre amoroso que
tiene cuidado de Sus hijos y que quiere
lo mejor para nosotros. Aun cuando el
diablo logra meter sus garras en nuestra
vida y operar destruccin, robo o
prdida en ella (porque nosotros
mismos dejamos puertas abiertas);
nuestro Dios mete Su mano poderosa
para obrar todo para bien, para formar
el fruto del Espritu, Su propio carcter
en nosotros, en medio de la prueba
(Romanos 8:28). Con esta conviccin
clara podemos proceder a perdonar a
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Dios y a pedirle perdn por haberle
juzgado incorrectamente.
No importa la situacin o condicin,
no interesa si queremos o no perdonar,
si deseamos o sentimos hacerlo;
NECESITAMOS perdonar, por nuestro
propio beneficio. Es posible que
muchos dirn "Es que usted no sabe lo
que a m me han hecho, es algo que no
puedo perdonar". Yo le preguntar en
primer lugar Cree usted que lo que le
han hecho es ms doloroso que los
clavos, la cruz, la corona de espinas y la
lanza en el costado? Si es as, usted
tiene razn. Usted est en lo correcto al
decir que "usted no puede perdonar",
por eso escribimos este folleto, para
decirle, es Cristo en usted quien va a
perdonar, en sus fuerzas nunca podr
hacerlo; pero usted debe darse cuenta
que necesita perdonar y tiene que
hacerlo, pues es su nica opcin para
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ser libre y feliz. Usted lo decide por
amor a J esucristo que dio Su Vida por
usted, para que usted se apropiara de
ella y la dejara fluir a travs suyo, en
amor y perdn. Una vez decidida, l
pondr en usted (por su obediencia) el
querer como el hacer de Su perfecta
voluntad (Filipenses 2:13).
Usted puede decirme, "pero es que
siempre vuelve a hacerme lo mismo,
una y otra vez; siempre le estoy
perdonando y repite su comportamiento;
hasta cundo voy a perdonarle? Es
muy claro y sencillo: Hasta setenta
veces siete.

Si necesita oracin o consejo de
Dios, puede comunicarse al telfax (504)
668-2132.

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