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Memoria Larga y Derechos de Los Pueblos Indígenas PDF

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Hablar desde la Memoria Larga:


Derechos de los Pueblos Indgenas
Gabriela Bernal Carrera
Marzo 2012

La insistencia meditica sobre una amplia gama de temticas acerca de los Pueblos Indgenas,
dara la impresin de que su visibilidad es sinnimo de un adecuado debate y una correcta
canalizacin de sus demandas. Sin embargo, la realidad dista mucho de esta primera
impresin; el anlisis y las apuestas polticas que se hacen sobre los Pueblos Indgenas,
continan siendo hechos desde los imaginarios colonialistas/racistas.
En ciertas formas de enfocar las diversas situaciones que viven los Pueblos Indgenas, existe la
tendencia a realizar anlisis coyunturales, que pierden de vista el origen histrico del presente
que pretenden mirar. Se olvidan de que el continuo empobrecimiento de los Pueblos
Indgenas y sus consecuencias, es fruto de eventos histricos concretos de larga duracin. El
origen de este presente de exclusin tiene fechas en el calendario mundial.
Como bien lo seala Jean Pierre Warnier (2001), la colonizacin de las diversas poblaciones en
el mundo, se llev a cabo entre carniceras, trabajos forzados, deportaciones, torturas y
saqueos. Pese a la violencia con la que estos eventos histricos ha quedado inscrita en la
memoria de quienes la padecieron y en la de sus descendientes, no hay un relato que permita
procesar este trauma, mucho menos, hay un reconocimiento contundente de que dicha
violencia haya ocurrido. Las narraciones histricas sobre Amrica Latina, han sido realizadas
por los herederos de los conquistadores, que ni se reconocen en la historia de los Pueblos
Indgenas, mucho menos en sus problemticas. La carta que Simn Bolvar enva al Congreso
de Angostura plantea abiertamente esta situacin: No somos europeos, no somos indios, sino
una especie media entre los aborgenes y los espaoles. Americanos por nacimiento, y
europeos por derechos, nos hallamos en el conflicto de disputar a los naturales los ttulos de
posesin, y de mantenernos en el pas que nos vi [sic] nacer contra la oposicin de los
invasores; as nuestro caso es el ms extraordinario y complicado (Discurso de Bolvar en el
Congreso de Angostura -15 de febrero de 1819 en: Harrison, 1996:54. nfasis agregado). La
contradiccin planteada por Bolvar se mantiene como una constante ambigedad a lo largo
de la historia republicana de los pases de Latinoamrica.
Es esta ambigedad sobre la posesin sobre la tierra y los recursos que ella encierra, la que en
realidad impide un verdadero procesamiento de la memoria colectiva. Cundo empieza la
verdadera Historia de estos pases?, cundo empezamos a ser ecuatorianos, peruanos,
latinoamericanos?, quines son los herederos legtimos de aquellos que con fechas y
documentos existentes, fueron desvalijados con violencia y barbarie? Plantearse estas
preguntas abiertamente, en medio de los crecientes conflictos por la extraccin de recursos
naturales en territorios de Pueblos Indgenas, hoy como hace 500 aos, vuelve a poner en la
mesa una discusin siempre olvidada: la justicia de estos actos. Y son sin duda los intereses
econmicos los que hoy como ayer, impiden que exista un procesamiento colectivo del dolor,
del trauma; porque el pasado nos remite siempre al presente y ese presente sigue siendo de
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expoliacin y violencia
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. La memoria, por tanto, sigue siendo objeto de mltiples censuras, ya
que procesarla necesariamente implicara mirar el presente.
Pero precisamente porque existe de por medio un tema de justicia pendiente, es que debemos
reconocernos en la Memoria. Porque en esa Memoria, uno de los puntos de quiebre en la
Historia de la Humanidad es sin duda la conquista y colonizacin iniciada en el siglo XV. No slo
porque dio lugar a importantes sucesos econmicos y geopolticos, sino porque inici la
configuracin de un Nosotros y un Otro sobre los cuales se ha ido estructurando pensamientos
y acciones sociales, polticas, culturales y econmicas para todo el planeta. En ese Nosotros se
redujo la Humanidad a los vencedores de un sector del planeta, y en ese Otro, a los vencidos
(homogenizados bajo este singular), se los conden a demostrar eternamente su humanidad;
antes debatida a partir de la posesin del alma, hoy condenada a demostrar su hominizacin a
travs del desarrollo como paso obligatorio hacia la civilizacin occidental, es decir, hacia la
verdadera Humanidad.
Ms all de nuestra ubicacin geogrfica, sabemos que nos ubicamos y somos situados en el
Nosotros o en el Otro, dependiendo de complejos juegos de intereses pero siempre
supeditados a los intereses del capitalismo, ya que las fronteras de la ubicacin las marca este
sistema. En este sentido, la identidad necesariamente se convierte en una apuesta poltica,
desde la que se enfrenta la cotidianidad que a unos y otros en suerte o en desgracia, nos toc
vivir.
En esta apuesta poltica que es la identidad, la Memoria larga constituye la posibilidad de
reapropiarnos de nuestros pasados, de procesar la violencia y de convertirnos en opcin para
nosotros mismos. Al apostar por una identidad que se teje desde una opcin poltica concreta,
los Pueblos Indgenas, buscan una reconstitucin para s mismos de una serie de elementos
despreciados, estereotipados o exotizados. Estos factores son al mismo tiempo, el ncleo
central de la imagen que los convierte en mercanca para el etno/eco turismo: una imagen
prstina asociada a un antiguo paraso perdido; viaje al alcance del bolsillo de quien pueda
pagar un pasaje al otro lado del mundo, o de el poseedor de un tolerante espritu aventurero
que quiera experimentar un desplazamiento al pasado. Sin una apuesta poltica desde la cual
se pueda construir las identidades indgenas, la cultura (como respuesta amplia a las
necesidades de los seres humanos), termina siendo convertida en mero folklore que se vende
en cualquier mercado. Y es por ello precisamente, que la Memoria debe procesarse, porque
solo a partir de ella, se puede poner sobre el tapete la vieja discusin sobre la justicia, que
permite clarificar las opciones polticas.
En este proceso de reencontrarse en la Memoria larga, es evidente que en la historia de los
pueblos indgenas, ha existido a partir de la brutal invasin colonial, un reconocimiento formal
de su existencia. Desde las Leyes de Indias, expedidas por la Corona Espaola para proteger

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Respecto a la propiedad de la tierra, en poca de la Conquista, Bernand y Gruzinsky (1993) sealan que
Al mismo tiempo, se introduca subrepticiamente cualquier clase de triquiuelas que permitan burlar
la legislacin o pasar por alto los usos de la pennsula y los derechos reconocidos a los indios. Hoy en
da, mientras se reconoce constitucionalmente los Derechos de los Pueblos Indgenas, se contina
buscando triquiuelas legales que permitan la explotacin minera en los territorios indgenas.
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a las poblaciones indgenas, hasta las actuales constituciones de Ecuador o Bolivia,
consideradas como las ms avanzadas en cuanto a temas de derechos indgenas, existe un
reconocimiento explcito de los derechos formales de los pueblos indgenas; sin embargo, este
reconocimiento formal termina por reproducir lo que Silvia Rivera Cusicanqui (1993), llama la
doble moral criolla. Sin recurrir a los textos de historia, somos testigos presenciales de que
a lo largo de toda Amrica estn teniendo lugar diversos enfrentamientos, casi siempre
violentos entre los Pueblos Indgenas y los Estados causa de las diversas riquezas que aun
subsisten en sus territorios. Y es que bajo el reconocimiento formal de la ciudadana de los
indios, se esconde el sustrato colonial que no los considera suficientemente humanos como
para departir en igualdad condiciones con el mundo mestizo, hoy en el poder: y por ello
propona [propone] la civilizacin por el garrote: arrebatarle sus tierras y convertirlo en siervo
de las haciendas, o de las empresas extractivistas (Rivera Cusicanqui, 1993:252).El
reconocimiento formal ha sido el velo con el que se ha cubierto la exclusin real.
En la prctica, la inclusin en las formas jurdicas, obtenidas con largos aos de luchas y
movilizaciones, no ha logrado permear las capas coloniales ms profundas de las sociedades
latinoamericanas, capas que estn vinculadas a los imaginarios racistas y clasistas que pueblan
especialmente a los polticos y a los intelectuales de nuestros pases. Este hecho se traduce
hoy en da en el diseo de polticas pblicas que continan partiendo del imaginario colonial
del indio como menor de edad, en constante necesidad de tutelaje y susceptible de ser
educado (es decir modernizado) para dejar de lado su propiedad ancestral de la tierra y
convertirse en un asalariado ms.
Por otro lado, las largas batallas por el reconocimiento de los derechos de los Pueblos
Indgenas, han tenido como objetivo el reconocimiento de los Pueblos como sujetos colectivos
de derechos. Pues, como bien lo seala Floresmilo Simbaa (2009), la propiedad privada, el
reconocimiento de la ciudadana individualizada y la afirmacin de los derechos y libertades
individuales constituyen tres de los ejes ms importantes en la construccin de los Estados
modernos. Es decir, el objetivo perseguido contra la corriente homogeneizadora del Estado, es
un enfoque de los Pueblos Indgenas como sujetos colectivos y no como individuos. La
perspectiva de un reconocimiento en la Memoria colectiva de los Derechos colectivos,
permite salir de la trampa simplista que apunta a desdibujar las luchas comunitarias a partir de
opciones y/o situaciones individuales, que por otro lado, siempre estn referidas a un proceso
de prdida de identidad o aculturacin, que remiten nuevamente a la legitimidad de la
demanda de la deuda histrica de justicia. En el fondo, la bsqueda de siempre es deslegitimar
las luchas y demandas, apelando a procesos concluidos, a historias terminadas que deben ser
superadas, pues los verdaderos indios o estn en los museos etnolgicos o son sujetos
infantiles que necesitan educacin y/o tutelaje legal.
Por ello es que en los ltimos aos, una vez reconocidos formalmente los derechos colectivos
de los Pueblos Indgenas, se ha ido desarrollando una trampa sutil: la priorizacin de los
derechos. Es decir, se ha dado preeminencia a los derechos culturales, mientras que los
derechos econmicos y polticos quedan relegados a un segundo plano a discutirse con el
Estado-nacin, cuando le convenga a ste. Es decir, nunca. Con la primaca que se da a los
derechos culturales, se evidencia una lectura del concepto de cultura que la ubica como
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sinnimo de educacin en el mejor de los casos, o ms comnmente como tradiciones que
deben mantenerse como mercanca para el turismo. Evidentemente la discusin sobre el
contexto que permiti el surgimiento de expresiones culturales concretas nunca se debate,
pues se volvera al entorno socio-econmico y poltico que las produce; curiosamente son
precisamente esos, los derechos que no se quiere debatir mucho menos dar paso a las
propuestas de implementacin venidas desde los diversos mundos indgenas.
Desde el Nosotros occidental vencedor, masculino, singular, blanco, letrado, que unific
todas las diferencias en ese Otro, vencido a secas, se contina confundiendo las demandas por
la tierra, el lugar de la memoria, la posibilidad de reconquistarse a s mismos con nombres y
propuestas venidas de otra historia, con falsos esencialismos o desorientacin histrica. Al
mismo tiempo la magnitud del fracaso civilizatorio capitalista, cada vez ms evidente en
Occidente, impulsa a buscar en conceptos como el Sumak Kawsay o Buen Vivir, una esencia
terica que permita, en medio de la debacle imaginar otro mundo. Sin embargo, solo el
reconocimiento de la contemporaneidad de los Pueblos Indgenas, con todo lo que ello
implica
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, permitir que conceptos como ste, no queden como cpsulas exticas llenadas con
los mismos viejos conceptos de quien no acepta cuestionar su superioridad.

BIBLIOGRAFIA

Bernand, Carmen y Gruzinsky, Serge (1993). Historia del Nuevo Mundo. Los mestizajes, 1550-
1640. Fondo de Cultura Econmica. Mxico.
Harrison, Regina (1996). Entre el tronar pico y el llanto elegaco: simbologa indgena en la
poesa ecuatoriana de los siglos XIX y XX. Abya Yala. Quito.
Rivera Cusicanqui, Silvia (1993). Democracia liberal y democracia de ayllu. En: Miranda,
Mario (Compilador). Bolivia en la hora de su modernizacin. Universidad Nacional Autnoma
de Mxico. Mxico.
Simbaa, Floresmilo (2009). Los derechos colectivos en la Nueva Constitucin. En: Coleccin
Cuadernos de Gestin Pblica de Polticas Culturales. Cuaderno 4. Ministerio de Cultura de
Ecuador. Ecuador.

Warnier, Jean Pierre (2001). La mundializacin de la cultura. Abya Yala. Quito.


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Desmitificar al Buen Salvaje, borrar los barrotes espaciales y temporales que hemos construido para
enjaular a los y las diferentes, reconocernos en los ojos de los y las otras

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