Santiago de Las Atalayas
Santiago de Las Atalayas
Santiago de Las Atalayas
ICANH
Resumen
Este trabajo es el fruto de una investigacin doctoral sobre las misiones jesuitas
en la frontera oriental del Nuevo Reino de Granada durante los siglos XVII y
XVIII, realizada en varios archivos coloniales. Su objeto es la comprensin de
la colonizacin laica y su interaccin con la misin a travs del estudio del caso
de Santiago de las Atalayas, ciudad fronteriza erigida por los vecinos de Tunja
en 1588 en las inmediaciones del territorio de Casanare, donde se desarroll la
evangelizacin jesuita.
Palabras clave: misiones jesuitas, Nuevo Reino de Granada, frontera, llanos
orientales, siglos XVII y XVIII.
Abstract
This article is the result of a doctoral thesis research conducted in several
colonial archives about Jesuit Missions on the eastern frontier of the New
Kingdom of Granada during the 17th and 18th centuries. The objective is to
understand how the lay colonists interacted with the Missions, through the case
study of Santiago de las Atalayas, a frontier city founded by the inhabitants of
Tunja in 1588 on the foothills of the territory of Casanare where Jesuits were
actively working at the same time.
Key words: Jesuit missions, Nuevo Reino de Granada, frontiers, llanos
orientales, 17th and 18th centuries.
Introduccin
En el territorio fronterizo situado al oriente del Nuevo Reino de Granada, la
fundacin de ciudades correspondi con las empresas llamadas de pacificacin
organizadas desde finales del siglo XVI para extender el dominio espaol hacia
la Orinoqua. Sin embargo, la vastedad de los territorios y el nomadismo de los
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indios del piedemonte y el llano hicieron difcil y catico este proceso. Aunque
las tribus amigas aceptaban en un principio la convivencia, abandonaban
fcilmente sus pueblos y cambiaban de asiento con el invierno y el verano, las
crecientes de los ros, o las migraciones rituales. De ah la dificultad que
tuvieron los colonos para reducir tribus como los tunebos, guayupes, jirajaras,
guahibos y chiricoas.
Durante la primera mitad del siglo XVII, estas dichas ciudades vivieron en la
anarqua de un sistema esclavista, supeditadas al el proceso de conquista de
indios. Sus vecinos pasaban de unas ciudades a otras en funcin de las noticias
de nuevas entradas, o hacan fundaciones cuando lo requeran las
circunstancias. Adems la contribucin a la vida de la estancia fue para estos
espaoles ms importante que la efectuada en su calidad de vecino o ciudadano,
pues la jurisdiccin municipal se extenda en muchos casos por cientos de
millas, haciendo de ellos, ante todo, soldados y terratenientes. Medina de las
Torres, San Agustn de Cceres, Espinosa de las Palmas, Nuestra seora del
Cagun, San Martn del Puerto, Santa Mara de la Rosa, San Joseph de Crabo y
Gran Ciudad de Sfraga fueron algunas de estas ciudades efmeras que
aparecieron y desaparecieron a lo largo del siglo XVII en funcin de las
necesidades de conquista y las estrategias geogrficas de defensa y pacificacin.
Muchas fueron solamente puestos de avanzada, bastiones o cuarteles
pomposamente bautizados como ciudades.
La llegada de los primeros jesuitas al Casanare hacia 1655 presenta una primera
ruptura en la historia de estas conquistas de indios. La impugnacin de lo que
hasta los aos 1640 fue costumbre aceptada por los colonos, convirti poco a
poco a la institucin misional en la piedra de toque del proceso de colonizacin
llanera. Hasta finales del siglo XVII la coexistencia del espacio de coloniaje y el
misional implic luchas de poder y problemas de cohabitacin. Sin embargo, el
espacio misionan fue integrando progresivamente a los colonos y mestizos
dentro de las redes de haciendas y pueblos de indios establecidas por los
jesuitas. Ya desde 1650 el proceso econmico-espiritual de la misin implic
una mayor estabilidad en los asentamientos y ciudades.
Es este el caso de Santiago de las Atalayas, ciudad que logr consolidarse en la
segunda mitad del siglo XVII como la ms importante ciudad de espaoles,
centro econmico importante y motor de la colonizacin laica del llano. De
Santiago podemos seguir la huella desde su fundacin en 1588, hasta su
decadencia en el siglo XVIII, a travs de los documentos de visitas, peticiones,
informes, mercedes, capitulaciones, cartas y crnicas antiguas, documentos por
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los cuales sabemos que en su vida de ms de 330 aos mud por lo menos cinco
veces de lugar. Del trazo fsico de uno de estos asientos, no queda hoy ms
rastro que unas ruinas en el municipio de Agua Azul y los nombres de Pueblo
Viejo de Cusiana y Santiago de las Atalayas con que se bautizaron all mismo
dos de los ms grandes pozos petroleros de Colombia.
Uso aqu la palabra clan en su acepcin comn de grupo predominantemente familiar unido por
fuertes vnculos y tendencias exclusivistas. Sin entrar en matices etnolgicos, lo que se quiere
resaltar aqu es el nexo entre la consanguinidad, la territorialidad y el poder que la palabra clan
implica, tal y como es utilizada en Europa por la historiografa medievalista. Germn Colmenares
subraya la importancia de los linajes de las familias de conquistadores y su relacin a la
territorialidad a travs de la institucin de la encomienda.
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hijos Juan Daza Prez Godoy en 1635 (Chmeza y Cusiana) y Pedro Daza y
Olarte en 1642 (Pesca y Bombaza). El hijo de este ltimo, Pedro Daza y
Espeleta, lograba todava en 1680 hacerse adjudicar la encomienda de Chmeza
y Cusiana, que iba por su tercera vida. Este Daza gobern en nombre de su clan
la ciudad de Santiago en 1684, casi 100 aos despus del gobierno de su
bisabuelo y fundador.
El linaje de los Lpez de Alarcn se inaugura con el matrimonio de Mara Daza
de Erazo, hermana del fundador de Santiago Pedro Daza Segundo, con el
capitn Bartolom Alarcn de Ocn, conquistador de la provincia de la Grita y
teniente de gobierno de la ciudad de Altamira de Cceres (Vilar y Pascual 64).
Bartolom haba obtenido por 1591 las encomiendas de Toquech y Moquech
tambin en el corregimiento de Sogamoso por muerte del fundador de Santiago
de las Atalayas (Colmenares 27). Su hijo Pedro de Alarcn fue poblador y
cofundador de la ciudad de Medina de las Torres, antecedente de la de Santiago
de las Atalayas. Pedro de Alarcn heredaba la encomienda de su padre en 1635
(Ruiz 396). Su nieto Cristbal Lpez Navarro fue, al igual que su abuelo,
teniente de gobernador y fund junto con Adrin Surez de Vargas la ciudad de
San Martn del Puerto. Su bisnieto Pedro Lpez de Alarcn fue padre de
Bartolom de Alarcn, gobernador de Santiago hacia 1684.
El abolengo de los Surez de Vargas se origina en Diego Surez Montas,
regidor perpetuo de Tunja quien contribuy en la fundacin de Santiago con sus
indios de Tota encomendados por 1562 abriendo como veremos el camino entre
Sogamoso y Santiago (Colmenares 172). Su hijo Diego Surez Bustamante
hered en segunda vida esta encomienda y a su muerte lo sucedi su nieto
Diego Surez de Vargas en 1601. La encomienda de Tota sigui en la misma
familia pues en 1625 era adjudicada a Francisco Surez de Vargas hijo en
segundo matrimonio de Diego Surez Montas (Ruiz 396). En 1635 el
Marqus de Sfraga otorgaba por composicin esta encomienda a su nieto
Pedro Ordez y Vargas, gobernador de Santiago. A finales del siglo XVII y
ms de 100 aos despus de su fundacin el maestre de campo Pedro Surez de
Vargas, nieto del anterior, era uno de los hombres ms poderosos de Santiago.
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Medina de las Torres es mencionada por los cronistas Simn (4: 490) y Flores de Ocriz en el
siglo XVII, como cabeza de gobierno de capitulacin, aunque es probable que se trate de la
ciudad de San Martn del Puerto, que algunos autores reconocen ser la reedificacin de la antigua
Medina. San Martn fue fundado en 1585, en sitio distinto con el nombre de Medina de las
Torres, y posteriormente trasladado al lugar que hoy ocupa, a orillas del cao Camoas y en el
borde de un ligero pliegue del terreno, que, con ser tan pequeo le da un magnfico golpe de vista,
dominando la ilimitada llanura por el Oriente, por el Norte y por el Sur (Restrepo 334). Tambin
con el nombre de Medina fund por los aos 1620 el dominico fray Alonso Ronquillo un pueblo
de indios chios, mambitas y suraguos en los llanos de San Juan (Zamora 3: 169). El nombre de
Medina apareca an en los mapas de caminos de la comisin corogrfica de 1856 que situaba
esta ciudad en las cabeceras del ri Umea, ms o menos en la misma localizacin que aparece en
la descripcin de Daza (Gmez et al. 146).
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Los trminos sealados fueron desde el ro grande de Megunp, quedando todos los indios que
hay de la otra banda del dicho ro en trminos de esta ciudad, corriendo la cordillera adelante a
dar a las cordilleras altas de los Teguas y Chanza, Valle de la Sal, prosiguiendo por la misma
cordillera hasta dar en la quebrada que dicen de Agavita donde se junta el rio Avita, prosiguiendo
el ro arriba hasta el dicho de Bujia, quedando los cerros de la sal en terminos y jursidiccion de
esta ciudad y de alli siguiendo la misma cordillera de treinta leguas adelante hasta caer a los
llanos e corriendo los llanos abajo en contorno e circuito de esta dicha ciudad. Sealo asimismo,
treinta leguas hasta dar a la vuelta al ro Piare donde se junta con el dicho ro Mengup. Vase
Acta.
5
El camino bajaba de Sogamoso hasta Pueblo Viejo en la laguna de Tota y desde all se descenda
por el pramo de Toquilla hasta llegar al valle de Chmeza. De Chmeza a Santiago haba ms de
15 leguas de camino vadeando los ros Sunc, Recetor y Bujia y descendiendo luego hasta el llano
por las faldas de un macizo montaoso. Fue por estos cerros dice Codazzi en 1856 que los
conquistadores pudieron bajar al llano y fundar al pie de los cerros, la ciudad de Santiago de las
Atalayas, cuyos escombros existen aun en una lomita cerca del ro de este nombre (Gmez et al.
99).
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Zrate era encomendero de Tenza, Sutatenza, Ubeita, Chaine y Teguas y sus rentas sumaban
ms de 2.000 ducados. Vista su posicin, muy pronto deleg su conquista en el capitn Juan
Surez Cardoso, quien haba servido en Guayana y era prctico de indios de guerra (Ruiz 392).
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De estos negocios escriba Raleigh sacan bastante ganancia los espaoles, pues si
compran por tres o cuatro hachas una doncella de doce o trece aos, la revenden en Margarita de
Indias Occidentales por cincuenta o cien pesos, o sea, por tantas coronas, constantes y sonantes
(Acosta 70).
11
Une occasion assez favorable sen presenta; un Franois ayant enlev au mois dAvril de lan
1653 quelques Esclaves de la riviere de Coupenam dans la Guiane;& les ayant menez la
Martinique, pour les vendre nous iugeme que si nous les ramenions en leur pays nous y serions
favorablement receus par leur moyen: si bien quayant trouv deux femmes de la nation des
Galibis, nous les acheptmes avec une petit fille quelle avoient de lge de deux ou trois ans
(Pelleprat 16).
12
Annuas del provincial Juan Martnez Rubio de 1694 a 1698: Cansose enfn el buen soldado de
fingir bocablos y en contar disparates y hubo de atender como los indios al suyo a otro sermon
que le hizo mucho ms largo uno de ellos: de que qued tan enterado como los brbaros de lo que
el les dijo. Pero no le falt a su sermn la propina porque adems de un gran vaso de bebida que
llaman sucube le presentaron un maco. Llaman as a los cautivos que cogen unas naciones de
otras enemigas, los cuales no hacen prisioneros de guerra sino esclavos y como de tales se sirven
de ellos o los venden. Y aunque por este les haba ofrecido otro espaol bastante precio no le
haban querido vender (ARSI, NRQ 13 II, f. 473).
314
Es probable que estas guerras contra los achaguas de que habla largamente
Rivero en su Historia hayan sido toleradas, propiciadas o incitadas por los
colonos, al modo en que los holandeses y franceses propiciaron las suyas a
favor de los caribes del Orinoco. Esto ha debido ser motivo de conflictos entre
los santiagueos y lo jesuitas desde la instauracin de sus misiones en 1659. Los
padres defendieron a los achaguas de estas invasiones, razn por la cual muchos
vinieron a poblarse en las misiones desde las reas al norte del Meta (Rivero
161).
Otro medio frecuente para hacerse a los indios eran las famosas entradas o
correras para sacarlos manu militari de sus pueblos y caseros o para someter y
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castigar los que haban huido13. Una vez bautizados y reducidos a poblazones,
sus continuas ausencias, que hacan parte de su modo tradicional de vida, eran
interpretadas como traicin al rey, y a este ttulo eran perseguidos y castigados
con duros trabajos. Para organizar entrada era necesario obtener el permiso del
gobernador o alcalde por cierta cantidad de dinero simulado como ttulo
religioso, o expedicin punitiva, pues las leyes de Indias prohibieron y
restringieron desde muy temprano este tipo de actividad. La Ordenanza 67 de
Felipe III, del 10 de octubre de 1618, reglamentaba la forma de hacerse las
entradas prohibiendo a los gobernadores, tenientes y alcaldes ordinarios [...]
enviar gente armada contra Indios, ttulo de que se reduzcan, vengan hacer
mita, ni con otro pretexto, pena de privacin de oficio, y de 2.000 pesos para
nuestra Cmara (Recopilacin lib. III, tt. IV, ley X).
Con todo, la misma ley aada:
[...] pero bien permitimos, que si algunos Indios hizieren dao Espaoles,
Indios de paz, en sus personas, haziendas, puedan luego, hasta tres meses
enviar personas con armas que los castiguen, traigan presos, con que en los
presos no se execute pena en el campo, si la dilacion no causare dao irreparable,
y en ninguna forma se puedan repartir los Indios por piezas, como en algunas
Provincias se ha hecho sin nuestra orden y voluntad, pena de mil pesos al que
contrario hiziere (Recopilacin lib. III, tt. IV, ley XI).
Las capturas eran lideradas por un cabo o capitn, muchas veces por el alcalde o
gobernador en persona. Si los soldados eran espaoles, la captura era para la
doctrina a la que pertenecan y reciban una remuneracin o reparto de los que
atrapaban. Cuando los capturadores eran mestizos o indios rentados, se les
pagaba por su participacin diaria, adems del precio por los indios que tambin
capturaran. Los hombres se amarraban con lazos al cuello y por lo general las
mujeres y los nios iban sueltos.
13
En 1620 el arzobispo Arias de Ugarte sealaba la esclavitud de los indios del llano en su visita:
Han acostumbrado espaoles mestizos y mulatos a entrar a caza de estos indios con autoridad de
los gobernadores con ocasin de que son salteadores y que los traen para hacerlos cristianos y sin
constar que hayan antes dado la paz ni que sean salteadores ms de por la voz general que echan
para justificar sus crueldades los cautivan y sacan a estas provincias, matando a los que se
defienden apartando los padres de los hijos, las mujeres de sus maridos, quitndoles la miseria
que tienen que aunque es todo poco privndoles de la libertad es de gran consideracion de los que
sacan se sirven como esclavos (si ya no es que los venden como se publica) (AGI, SF 79-2-20;
FPC 52).
316
Las cifras oficiales, que corresponden a indios tiles o susceptibles de tributo, son a mi modo
de ver poco significativas y permiten difcilmente hacerse una idea de la realidad, pues no toman
en cuenta ni los tratos y contratos de macos, ni los indios rebeldes con quienes, como veremos,
los santiagueos comerciaban, ni las mujeres, ni los nios, que eran tambin forzados al trabajo de
obraje.
15
Para 1588 las nicas parcialidades que parecen corresponder a un asentamiento son las de
Caibacoa y Gobero y a partir de 1602 las de Cupiagua, Cavita, Chmeza y Cusiana. En ese ao se
anotaron los siguientes grupos tnicos: caquetios, achaguas, teguas, guesbas, guascamas, yanzuas,
vijuas, sutagaes. Vase Rueda (56).
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Segn la capitulacin de gobierno, Adrin Surez de Vargas, tena facultad para apuntarse mil
indios de demora con sus chusmas y familias y los demas a apuntarlos a los vecinos y soldados a
quienes se daran los tributos por tres vidas al ser indios de descubrimiento (AGI, SF 171-68, f.
5).
17
Hurtado de Tapia haba empezado como provincial de la santa hermandad en Santiago, donde
fue ascendido hasta el cargo de teniente del gobernador Adrin de Vargas. Su hijo Faustino de
Tapia sera, a su vez, teniente del futuro gobernador de Santiago. El gobernador Pedro Ordez le
haba adjudicado los 21 indios de la encomienda de Aguamena y Guesba que se encontraba
vacante (AGI, SF 171-68, ff. 2v-3).
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atroz cometido con palabras halageas y medios ms suaves los reduzcan todos
(AGI, SF 173-27, f. 19v).
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ms, de las cuales ninguno era realmente fugitivo. El mtodo empleado fue
siempre el mismo: instalacin de un real como campo de guardia para los
prisioneros y ataque sorpresivo a los caneyes indgenas durante la noche.
El 11 de octubre a las cinco de la tarde ya estaba toda la infantera recogida en
el puesto de Curirupapo desde donde se enviaron a un sitio llamado Pueblo
Grande dos indios ladinos para exhortar el regreso de los achaguas que se
haban fugado para que en su lenguaje con amorosos halagos y medios de paz
citen, llamen y exhorten y requieran a todos los dichos indios parezcan y vengan
ante nos. Al cabo de tres das se present el cacique Chamaraguaca con sus 44
sujetos que de muy buena gana [venan] con toda su gente para salir a poblarse
en la ciudad de Santiago y ms tarde se presentaron los caciques de los
Cumataberrenay, Chaverrenay y Maraverrenay con 48 indios que acosados de
guerras, [venan] para salirse a poblar en la parte y lugar que les sea sealado
(AGI, SF 173-27, ff. 35-36v.).
Estos 100 indios fueron despojados de sus armas y conducidos como
prisioneros con el resto de la tropa de achaguas, que sumaba en total casi 500.
El 16 de octubre los indios pasaron en canoa a la otra banda del Meta desde
donde caminaron escoltados por los soldados hasta las bocas del ro de Crabo y
de all ro arriba hasta el pueblo de Tocarimena, adonde llegaron el 6 de
noviembre de 1655, despus de 21 das de camino. El 7 de noviembre, el
capitn Francisco Surez de Vargas reparta los indios entre los soldados. Para
l se reserv 78 piezas y a su capitn Juan Fernndez Mario entreg 65, junto
con 18 rebeldes que se le entregaron en depsito y que pertenecan a Alonso
Snchez Chamorro18. En importancia siguieron 42 piezas para Esteban Snchez
Chamorro, 39 para Martn Fernndez, 34 para Alonso Prez, 27 para Hernando
Meja, 21 para Diego de Tena, 13 para Gabriel Lpez de Alarcn y 7 para Juan
de Tapia19. Las dos cabezas de la expedicin y estos 7 soldados se repartieron
18
Los 78 indios quenaven con su cacique Cariguay se mandaron poner en el sitio de Iguamena y
doctrinar por el padre Francisco de Luna Vallezilla, cura de la ciudad de San Jos de Pore. El
cacique Mauritaquenay y sus 65 sujetos de nacin curitaquen fueron dados al capitan Juan
Fernandez Mario (AGI, SF 173-27, f. 43).
19
Los 42 achaguas de la nacin Unibinay sin sujecin a espaol alguno fueron depositadas en
Esteban Snchez Chamorro. Las 39 piezas del cacique Duque tambin sin sujecin pasaron al
sargento Martn Fernndez con cargo de hacer vecindad en dicha ciudad de San Joseph de Cravo
y de dar a dichos indios doctrina. Alonso Prez de Guzmn por su parte recibi las 34 piezas del
cacique Baguamina, Hernando Mejia 27 chaverrenayes, Diego de tena 13 quenavenes y 8 indios
gandules sin mujeres ni cabeza de cacique, Gabriel Lpez de Alarcn 13 cagivanayben y Juan de
Tapia 7 cagivanayvenes (AGI, SF 173-27, ff. 44-46).
320
344 indios, mientras los 26 soldados de mayor merito recibieron cada uno una
pieza de la chusma de muchachos y chinas hurfanos sin padre ni madre y
con cargo de que las tales piezas que se les dieren sean para tan solo el servicio
de sus casas y que no puedan enajenarlas (AGI, SF 173-27, ff. 50v.).
Seis meses despus, cuando el gobernador Pedro Ordez y Vargas baj a los
llanos de su encomienda de Tota a describir y asentar los indios, se anotaron
legalmente 162, de los cuales 61 se consideraban perdidos20. En realidad slo
haba 101 indios descritos para repartir en encomienda de los 475 recogidos
inicialmente. De este ltimo nmero 102 fueron indios fugitivos que debieron
integrar sus puestos de encomienda lo que en teora disminua la cifra real de
reparto a 373 indios. Si 86 se escaparon y 25 fueron repartidos para el servicio
domestico de los soldados, la cifra real de reparto sera de 262 indios, pero de
acuerdo con las actas los indios descritos y anotados para reparto de
encomienda fueron slo 101. Qu ocurri con las otros 161? Seran acaso
estas las famosas piezas vendidas o repartidas ilegalmente?
Segn las relaciones geogrficas la ciudad de Tunja tena 300 vecinos, pero segn la
historiadora Corts Alonso, tomando en cuenta la nocin de cabeza de familia que el concepto
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De estos doce, seis correspondan al territorio llanero: San Juan de los Llanos, Medina de la
Torre, el Cagun, Arauca y Apure.
23
El soldado Snchez Chamorro fue uno de los primeros pobladores de Santiago, donde en 1588
se le repartieron los indios de nacin Yanzua y en 1596 junto con su familiar Pedro Snchez se les
encomendaron parcialidades de indios tuas. Posteriormente fue alcalde ordinario y ascendi a
teniente de Pedro Daza Meja. Sus dos hijos fueron Alonso y Juan Snchez Chamorro. El primero
fue gobernador de Tame y Arauca por 1645 y luego gobernador de San Martn donde lo mataron.
Su hermano Juan fue maestre de campo, acompa a su hermano en Arauca y San Martn y luego
fue nombrado corregidor de los llanos despus de 1650. Este ltimo tuvo tres hijos entre los
cuales se conoce el mayor Esteban Snchez Chamorro por su reputacin de cazador de indios,
aunque segn Rivero los otros dos hermanos tambin la tenan. Vase Rivero (212).
322
No es pues de extraar que los santiagueos sacaran ya para 1640 12.000 varas
de lienzo de algodn por ao, cantidad que era consecuente si tenemos en
cuenta que en 1610 los ocho obrajes de la provincia de Tunja producan cada
ao 15.000 varas de sayal (Mrner 246).
Para los hatos y estancias, al igual que en el caso de las minas, la ley era ms
permisiva en el uso de los indios pues admita su repartimiento forzado y
autorizaba el servicio personal para el pastoreo (Solrzano 1: 307). Cada hato
deba tener 2.000 cabezas de ganado, una caza de piedra y una legua en
contorno y la cantidad de ganado se limitaba a tres asientos que no superaran las
10.000 cabezas (Recopilacin lib. IV, tt. XVII, ley V). Cada indio pastor deba
tener a su cargo no ms de 800 cabezas. Hacia 1640 uno de los hatos ms ricos
24
Dentro de los argumentos a favor de los obrajes de algodn, Solrzano Pereyra seala: Aaden
a esto que la ocupacin es tal que pueden y suelen ayudar en ella muchachos de nueve o diez
aos, y stos comienzan desde entonces a ganar salarios o jornales, aunque hasta los dieciocho no
entran a tributar (1: 316, 319). Vase Recopilacin (lib. VI, tt. XII, lib. V, tt. XIX, lib. IV, tt.
XXVI, ley II). Otros, porque he sido informado, que el trabajo que los indios han padecido, y
padecen en los obrajes de paos, ingenios de azcar es muy grande, y excesivo, y contrario su
salud, y causa de que se hayan consumido, y acabado en l muchos: prohbo, y expresamente
defiendo, y mando, que de aqu en adelante en ninguna Provincia ni parte de esos Reynos puedan
trabajar, ni trabajen los Indios en los dichos obrajes de paos de Espaoles, ni en los ingenios de
azcar, lino, lana, seda o algodon, ni en cosa semejante, aunque los Espaoles tengan los dichos
obrajes, ingenios en compaia de los mismos Indios, o en otra cualquiera manera.
25
Para eso, escribe el misionero, tenan ramadas muchas y muy capaces, y en ellas, como si
fueran crceles mazmorras, de Berbera, tenan encerradas estas gentes, atareadas todo el da
en desmotar e hilar el algodn, ms oprimidos y sujetos que si fueran esclavos (32).
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Sobre las pesqueras sabemos que eran hechas por los achaguas, que segn
Rivero haban aprendido de los slivas la tcnica de pesca con cuna o barbasco
(8). Muchas eran hechas para beneficiar a sus encomenderos o misioneros. As,
en 1660 el gobernador de San Martn prestaba a este efecto cierta cantidad de
indios piezas a Esteban Snchez Chamorro (AGN, CI 25, f. 738). Un testimonio
ms tardo (1690) refiere cmo era cocinado y salado el pescado para llevarlo
luego a Tunja y Santaf y cmo los indios eran pagados por ciertos particulares
durante los dos meses que duraba la pesca valindose del corregidor y de los
padres (jesuitas) para que les den indios de aquel pueblo y otros de la misin de
los llanos para ir a pescar (AGI SF 249, f. 62v.).
Gabriel Lpez de Alarcn sirvi en la reduccin de los achaguas que se poblaron en la Sabana
Alta ms habr de treinta aos, lo que significa que Sabana Alta se pobl en el decenio de 1630,
no de 1660, como seala Ganuza. Estos indios estaban reducidos y agregados en el pueblo de San
Guillermo de Taburamena y segn la certificacin slo quedaban 17 pues la mayora haban huido
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Segn fray Pedro Fabo citado por Ganuza, este pueblo se encontraba en un cao cerca de San
Pedro de Upa cerca del cual existe un hato o hacienda llamada Santa Rosala de Dumagua,
parece ser el pueblo de Barroblanco, que hoy llaman Tauramena (189).
30
El mismo ao de 1669 se organizaba expedicin punitiva para volver a sacarlos. El cura de
Santiago Francisco de Igola y Sotomayor certifica esta huida: doy a esta certificacin a efecto de
que dicho maestre de campo solicite en competente tribunal el que den orden para volver a traer y
sacar dichos gentiles y que para ello se d avo (Ganuza 196).
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Jos Lpez pona de manifiesto que las comunicaciones entre las tierras fras y
calientes eran contraproducentes para la salud de los indios31.
Tambin hubo problemas entre jesuitas y santiagueos, esta vez con relacin a
las entradas o correras. Esteban Snchez Chamorro, que haba bajado a
Guayana con los jesuitas, haba recibido al parecer la autorizacin del padre
superior, el francs Antonio Monteverde, que se encontraba en la misin de
Aritagua, de repartir ciertos indios entre los soldados (Astrain 6: 652). Segn
escribe el propio Snchez, el padre superior le haba autorizado sacar ciertos
indios bogas para el transporte de la tropa destinada a la Guayana. Este fue el
ttulo que le permiti, cuatro aos ms tarde, cuando los misioneros volvieron al
Casanare con 200 indios reducidos, reclamar el derecho de posesin sobre una
parte de ellos y salir al paso de la expedicin para capturarlos. En febrero de
1669 el jesuita Juan Fernndez Pedroche, quien reemplazaba a Monteverde
como superior, condenaba a Snchez Chamorro a la excomunicacin si no
devolva los indios que haba sacado de las misiones32.Los jesuitas reclamaban
tambin que devolviera los indios del Palmar que se aplic y una india
llamada Mara, casada en el Puerto de Casanare, que al parecer viva con l
amancebada. Por su parte Snchez Chamorro, se defenda ante la Audiencia
acusando a los jesuitas:
[...] los amparan, defienden y relevan de trabajo, y los dejan vivir como quieren
[y] entre los dichos indios desta nacin achaguas, como se comunican unos con
otros, se recogen a esta voz los de Santiago y desta jurisdiccin [de Cravo], como
es manifiesto y pblico que se han recogido, pues la ms cantidad de los indios
31
[...] y que los unos y otros indios son de diversas naciones y sin dependencia unos de otros y
de diferentes y contrarios temples por ser los de Santiago de la Atalaya de tierra caliente y los de
Pesca y Bombasa de tierra fra, y saliendo a ella los otros cuando no sea ms que a traer los
tributos al encomendero pueden enfermar y morirse como de diferentes temples y tener de
ordinario ellos poco abrigo y ropa y as siente este testigo que deben correr separadas estas
encomiendas. AGI, SF 173-26, f. 76.
32
Una parcialidad haba sido sacada de su pueblo de Tate (cerca de Pauto, que era entonces la
procuradura de la misin jesuita). Snchez Chamorro los haba llevado a Tocara, cerca de San
Joseph de Cravo donde viva y tenia su hacienda de ganado mayor y alegaba su derecho de
encomienda diciendo que haban sido agregados por el gobernador a la jurisdiccin de San Joseph
de Pore donde eran feligreses. Vase AGN (CO 36, f. 19). En efecto, dichos indios le haban sido
repartidos en 1655 en la famosa entrada de Francisco Surez de Vargas en que, como vimos,
particip. Pero es probable que los indios huyeran a Pauto desde 1659 cuando los primeros
misioneros vinieron a instalar all su base de operaciones, pues el padre Rivero comentaba a
propsito de este pleito que Snchez no tena derecho a ellos porque la ley ordenaba que los
indios huidos que se redujeren por los misioneros quedasen definitivamente en la real corona.
Vase Rivero 241.
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que hay hoy en el puerto es de los que se han venido al reclamo de lo sobredicho,
dejando sus puestos y doctrinas, y los dichos padres no los consienten sacar del
dicho puerto, todo en gran perjuicio de vuestras ciudades y vecinos de ellas. Y
como dichos padres, con relaciones siniestras, tienen ganadas vuestras reales
provisiones para que ninguna de vuestras justicias no entren en dicho puerto,
como de antes lo hacan a cosas de vuestro real servicio, creen los dichos indios
lo referido, y dichos padres se soberanizan y engrandecen (cit. en Pacheco 2:
371).
Con todo, las asperezas entre santiagueos y jesuitas parecen haberse ido
limando con el tiempo, pues de todas formas los padres, que no eran por
entonces ms que nueve, necesitaron de la ayuda de los colonos y soldados para
sus reducciones. Eso parece desprenderse de la actitud posterior del gobernador
Pedro Ordez y Vargas, quien al reedificar nuevamente la ciudad de San Jos
de Cravo, que aos atrs haba fundado su hermano, la bautizaba con el nombre
de San Jos de Beaumont en honor del presidente projesuita muerto hacia 1665
(AGI, SF 173-27, f. 15). Al ao siguiente, los informes del gobernador al nuevo
presidente eran bastante halageo de las actividades evanglicas de la
Compaa de Jess. Adems, el gobernador nombraba a su nieto, Pedro Surez
de Vargas Murillo de Guevara, que tena por entonces 18 aos, mariscal de
campo para que, como tal, acudiera:
[...] a los reverendos padres misioneros ayudndolos y dndoles todo el favor y
ayuda [...] sin que se entienda estando como esta pendiente dicha misin camino
seguro de reduccin de dichos infieles a nuestra santa fe catlica este ni otro
ttulo a conquista por medio militar sino para lo contingente que se puede ofrecer
y seguridad de dichos misioneros reverendos padres y su ayuda en dicha misin
(AGI, SF 173-27, f. 16)
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Pedro Surez de Vargas pas luego al pueblo de Tame, donde fue nombrado a
instancia de los jesuitas justicia mayor con el encargo de poner freno a la
insolencia de los espaoles y reducir los tunebos en el nuevo pueblo de
Tacoragua que reemplazaba al antiguo de Patute (ARSI, NRQ 13 II, f. 443). No
pudimos encontrar informacin posterior sobre la relacin entre este
santiagueo y los jesuitas, pero es muy probable que a su muerte, como era
tradicin entre los amigos de la Compaa, sus bienes, o al menos una parte de
ellos, hayan pasado por voluntad testamentaria a engrosar las haciendas de la
Compaa de Jess en los llanos.
Podemos preguntarnos si la llegada de los jesuitas cambi algo en las
costumbres de los santiagueos, o si por el contrario fueron los religiosos
quienes debieron adaptarse a las prcticas de los colonos. La respuesta es
compleja, pues por un lado podemos rastrear una influencia certera de los
misioneros en los llanos orientales, donde impusieron en cierta medida los
modelos de identidad cristiana no solamente a los indios de misin, sino a los
colonos. Los padres consiguieron con el tiempo implantar sus prcticas
pastorales y de este modo influir en el comportamiento moral y dirigir las
acciones de los colonos, pero esta influencia slo se hizo perceptible ya bien
entrado el siglo XVIII cuando la perseverancia de una poltica institucional,
como la establecida por las rdenes religiosas, recoga sus frutos. Este trabajo a
largo plazo empez desde la segunda mitad del siglo XVII entre los blancos y
mestizos instalados en sus haciendas cerca de las pueblos de misin de Pauto,
Casanare, Tame, Patute y Macaguane y ms tarde, durante el siglo XVIII y
hasta la expulsin de 1767, en las ciudades de Cravo, Pore, Chire y Santiago.
Los jesuitas sirvieron el curato de Santa Rosa de Chire en varias ocasiones con
autorizacin del gobierno, aunque muchas veces la influencia vino de la
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Para posesionarse de su nuevo cargo, Enciso hacia dejacin del gobierno de la provincia de San
Faustino (cerca de Pamplona) que ejerca desde 1676 y donde haba contribuido a la pacificacin
de los motilones y a la defensa de Gibraltar y Maracaibo contra las amenazas de los piratas
franceses (AGN CO 22, f. 166v).
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9. Si saben que en las orillas del ro de Tocara tienen un hato de ganado muy cuantioso y qu
cantidad puede tener, y as mismo otra cantidad de yeguas y burros hechores en que ocupan ms
de cuarenta leguas, que hay en la jurisdiccin de Cravo, pues est reconocido, que en todos los
llanos sustentan los vecinos los ganados con sal de vigua y el ao que est en liza tiene grande
prdida por la falta de sal, y que en dicho sitio de Tocara no lo han menester porque hay salitrales
y que siendo as, que tienen ocupada toda la tierra referida en perjuicio de los moradores de
aquella parte y que sin embargo de esto han formado en las puntas de dicho ro y del de Cravo
otra hacienda con ganados y yeguas y que estas las mantienen y cuidan con indios que han sacado
del Orinoco los quales los tienen en su servicio perpetuamente sin or misa porque no hay iglesia
ninguna donde la oigan y que menos se les ensea la doctrina cristiana y los que mueren los
entierran en la sabana (AHN, CJ 123-9, ff. 2 y 5). Vase tambin Pacheco (2: 429).
35
Los vecinos blancos y mestizos que vivan en sus haciendas, acudan como feligreses de los
jesuitas en los pueblos de indios e inclusive, muchas veces los padres se desplazaban para
administrar los sacramentos, cosa que rara vez hacan los curas. En este sentido, las quejas del
gobernador encontraron odos en el arzobispo de Santaf quien trat de aplicar todo su poder en
desacreditar las misiones, hasta tal punto que en Roma, el General Tirso Gonzles escriba al
Provincial pidindole examinar la posibilidad de renunciar las misiones de Casanare. Vase la
carta del general Tirso Gonzles al provincial Martnez Rubio (APT 132, f. 130). Pese a ello, ni
las misiones fueron renunciadas, ni Enciso pudo deshacerse del poder de los padres, quienes a
fuerza de perseverancia lograron obtener su demisin en la primera dcada del siglo XVIII.
332
La informacin procede del Archivo Histrico Nacional, del padrn del gobernador Jos
Caycedo y Florez Ladrn de Guevara, hecho en Morcote el 14 de octubre 14 de 1779. Vase Loy
(244).
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Glosario
Cimarroneras: lugares donde se encuentra ganado salvaje. Se aplic tambin a
las regiones no conquistadas donde vivan indios no sometidos o
refugiados de las encomiendas.
Cofradas: congregaciones laicas de indios instituidas por la misin; eran
propietarias de hatos de ganado para el sustento de las iglesias.
Concertaje: contrato de trabajo obligatorio para los indios.
Entrada: expedicin o correra.
Maco: esclavo.
Mayorazgo: patrimonio familiar que, segn la institucin antigua, retransmite
siempre al hijo mayor.
Parcialidades: tribus o etnias indgenas; tambin puede referirse al nombre de
sus pueblos.
Pieza: indios capturados. Palabra usada en los siglos XVI y XVII por los
colonos espaoles; proviene de voz ms general con la que se
designaban las fieras o animales de caza.
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Bibliografa
Fuentes primarias
Archivo General de Indias, Sevilla, Espaa (AGI)
Audiencia de Santaf (S) 26, 51, 79, 171, 173, 177, 249, 250.
Archivo General de la Nacin, Bogot, Colombia (AGN).
Caciques e Indios (CI) 25.
Curas y Obispos (CO) 22, 36.
Encomiendas (E) 2, 12, 16.
Poblaciones de Boyac (PB), 2.
Tierras de Boyac (TB) 21.
Visitas de Boyac (VB) 1.
Archivo Histrico Nacional, Madrid, Espaa (AHN).
Clero. Jesuitas (CJ) 123.
Archivo Provincial de Toledo, Alcal de Henares, Espaa (APT)
Archivo Romano Societatis Jesu, Roma, Italia (ARSI).
Novo Regno et Quito (NRQ) 13 II.
Fondo Pastells de la Universidad de Comillas, Madrid, Espaa (FPC)
Fuentes secundarias
Acosta Saignes, Miguel. Estudios de etnologa antigua de Venezuela. Caracas:
Universidad Central de Venezuela, 1961.
Acta de fundacin de la ciudad de Santiago de las Atalayas. Revista del
Archivo Nacional 6 (1944): 46.
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