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Poemas de Garcilaso de La Vega

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Poemas de Garcilaso de la Vega

Soneto I
Cuando me paro a contemplar mi estado
y a ver los pasos por d me ha trado,
hallo, segn por do anduve perdido,
que a mayor mal pudiera haber llegado;
mas cuando del camino estoy olvidado,
a tanto mal no s por d he venido:
s que me acabo, y mas he yo sentido
ver acabar conmigo mi cuidado.
Yo acabar, que me entregu sin arte
a quien sabr perderme y acabarme,
si quisiere, y aun sabr querello:
que pues mi voluntad puede matarme,
la suya, que no es tanto de mi parte,
pudiendo, qu har sino hacello?

Soneto II
En fin, a vuestras manos he venido,
do s que he de morir tan apretado,
que aun aliviar con quejas mi cuidado,
como remedio, me es ya defendido;
mi vida no s en qu se ha sostenido,
si no es en haber sido yo guardado
para que slo en m fuese probado
cuanto corta una espada en un rendido.
Mis lgrimas han sido derramadas
donde la sequedad y la aspereza
dieron mal fruto dellas y mi suerte:
basten las que por vos tengo lloradas;
no os venguis ms de m con mi flaqueza;
all os vengad, seora, con mi muerte!

Fray Luis de Len


A NUESTRA SEORA
No viramos el rostro al padre Eterno
alegre, ni en el suelo al Hijo amado
quitar la tirana del infierno,
ni el fiero Capitn encadenado;
viviramos en llanto sempiterno,
durara la ponzoa del bocado,
serensima Virgen, si no hallara
tal Madre Dios en vos donde encarnara.
Que aunque el amor del hombre ya haba hecho
mover al padre Eterno a que enviase
el nico engendrado de su pecho,
a que encarnando en vos le reparase,
con vos se remedi nuestro derecho,
hicistes nuestro bien se acrecentase,
estuvo nuestra vida en que quisistes,
Madre digna de Dios, y ans vencistes.
No tuvo el Padre ms, Virgen, que daros,
pues quiso que de vos Cristo naciese,
ni vos tuvistes ms que desearos,
siendo el deseo tal, que en vos cupiese;
habiendo de ser Madre, contentaros
pudirades con serlo de quien fuese
menos que Dios, aunque para tal Madre,
bien estuvo ser Dios el Hijo y Padre.
Con la humildad que al cielo enriquecistes
vuestro ser sobre el cielo levantastes;
aquello que fue Dios slo no fuistes,
y cuanto no fue Dios, atrs dejastes;
alma santa del padre concebistes,
y al Verbo en vuestro vientre le cifrastes;
que lo que cielo y tierra no abrazaron,
vuestras santas entraas encerraron.
Y aunque sois Madre, sois Virgen entera,
hija de Adn, de culpa preservada,
y en orden de nacer vos sois primera,
y antes que fuese el cielo sois criada.
Piadosa sois, pues la seriente fiera
por vos vio su cabeza quebrantada;

a Dios de Dios bajis del cielo al suelo,


del hombre al hombre alzis del suelo al cielo.
Estis agora, Virgen generosa,
con la perpetua Trinidad sentada,
do el Padre os llama Hija, el Hijo Esposa,
y el Espritu Santo dulce Amada.
De all con larga mano y poderosa
nos reparts la gracia, que os es dada;
all gozis, y aqu para mi pluma,
que en la esencia de Dios est la suma.

CANCIN A LA MUERTE DEL MISMO


Quien viere el sumptuoso
tmulo al alto cielo levantado,
de luto rodeado,
de lumbres mil copioso,
si se para a mirar quin es el muerto,
ser desde hoy bien cierto
que no podr en el mundo bastar nada
para estorbar la fiera muerte airada.
Ni edad, ni gentileza,
ni sangre real antigua y generosa,
ni de la ms gloriosa
corona la belleza,
ni fuerte corazn, ni muestras claras
de altas virtudes raras,
ni tan gran padre, ni tan grande abuelo,
que llenan con su fama tierra y cielo.
Quin ha de estar seguro,
pues la fnix que sola tuvo el mundo,
y otro Carlos segundo,
nos lleva el hado duro?
Y vimos sin color su blanca cara,
a su Espaa tan cara,
como la tierna rosa delicada,
que fue sin tiempo y sin razn cortada.
Ilustre y alto mozo,
a quien el cielo dio tan corta vida,

que apenas fue sentida,


fuiste breve gozo
y ahora luengo llanto de tu Espaa,
de Flandes y Alemaa,
Italia y de aquel mundo nuevo y rico,
con quien cualquier imperio es corto y chico.
No temas que la muerte
vaya de tus despojos vitoriosa;
antes ir medrosa
de tu espritu fuerte,
las nclitas hazaas que hicieras,
los triunfos que tuvieras;
y vio que a no perderte se perda.
y ans el mismo temor le dio osada.

Santa Teresa de Jess


Para Navidad
Pues el amor
nos ha dado Dios,
ya no hay que temer,
muramos los dos.
Danos el Padre
a su nico Hijo:
hoy viene al mundo
en pobre cortijo.
Oh gran regocijo,
que ya el hombre es Dios!
no hay que temer,
muramos los dos.
Mira, Llorente
qu fuerte amoro,
viene el inocente
a padecer fro;
deja un seoro
en fin, como Dios,
ya no hay que temer,
muramos los dos.
Pues cmo, Pascual,
hizo esa franqueza,
que toma un sayal
dejando riqueza?
Mas quiere pobreza,
sigmosle nos;
pues ya viene hombre,
muramos los dos.
Pues qu le darn
por esta grandeza?
Grandes azotes
con mucha crudeza.
Oh, qu gran tristeza
ser para nos:
si esto es verdad
muramos los dos.

Pues cmo se atreven


siendo Omnipotente?
Ha de ser muerto
de una mala gente?
Pues si eso es, Llorente,
hurtmosle nos.
No ves que l lo quiere?
muramos los dos.
A la circuncisin
Vertiendo est sangre,
Dominguillo, eh!
Yo no s por qu.
Por qu, te pregunto,
hacen dl justicia,
pues es inocente
y no tiene malicia?
Tuvo gran codicia,
yo no s por qu,
de mucho amarm,
Dominguillo, eh!
Pues luego en naciendo,
le han de atormentar?
S, que est muriendo
por quitar el mal.
Oh, qu gran Zagal
ser, por mi fe!
Dominguillo, eh!
T no lo has mirado,
que es nio inocente?
Ya me lo han contado
Brasillo y Llorente.
Gran inconveniente
ser no amarl,
Dominguillo, eh!

San Juan de la Cruz


Canciones de alma
I
En una noche oscura
con ansias en amores inflamada
oh dichosa ventura!
sal sin ser notada
estando ya mi casa sosegada,
a oscuras y segura
por la secreta escala disfrazada,
oh dichosa ventura!
a oscuras y en celada
estando ya mi casa sosegada.
En la noche dichosa
en secreto que nadie me vea
ni yo miraba cosa
sin otra luz y gua
sino la que en el corazn arda.
Aquesta me guiaba
ms cierto que la luz del medioda
adonde me esperaba
quien yo bien me saba
en sitio donde nadie apareca.
Oh noche, que guiaste!
Oh noche amable ms que la alborada!
Oh noche que juntaste
amado con amada,
amada en el amado transformada!
En mi pecho florido,
que entero para l solo se guardaba
all qued dormido
y yo le regalaba
y el ventalle de cedros aire daba.
El aire de la almena
cuando yo sus cabellos esparca
con su mano serena
y en mi cuello hera
y todos mis sentidos suspenda.

Quedme y olvidme
el rostro reclin sobre el amado;
ces todo, y dejme
dejando mi cuidado
entre las azucenas olvidado.
II
Oh llama de amor viva,
que tiernamente hieres
de mi alma en el ms profundo centro!
pues ya no eres esquiva,
acaba ya si quieres;
rompe la tela de este dulce encuentro.
Oh cauterio suave!
Oh regalada llaga!
Oh mano blanda! Oh toque delicado,
que a vida eterna sabe
y toda deuda paga!,
matando muerte en vida la has trocado.
Oh lmparas de fuego
en cuyos resplandores
las profundas cavernas del sentido
que estaba oscuro y ciego
con extraos primores
calor y luz dan junto a su querido!
Cun manso y amoroso
recuerdas en mi seno
donde secretamente solo moras
y en tu aspirar sabroso
de bien y gloria lleno
cun delicadamente me enamoras!

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