La Fuerza Del Optimismo - Rojas Marcos, Luis
La Fuerza Del Optimismo - Rojas Marcos, Luis
La Fuerza Del Optimismo - Rojas Marcos, Luis
El firmamento no es menos azul porque las nubes nos lo oculten o los ciegos no
lo vean.
Antiguo proverbio dans
Visita sorpresa al hospital Coler Memorial
En nuestra vida no hay un da sin importancia.
Alexander Woollgott, Mientras Roma arde, 1934
Una maana nublada de febrero de 1996 paseaba yo nerviosamente, arriba y
abajo, por mi despacho de la Corporacin de Sanidad y Hospitales Pblicos de Nueva
York, que diriga desde haca slo seis meses. Las finanzas municipales eran realmente
precarias y llevaba unos das muy preocupado por la posibilidad de que tuviramos
que cerrar varios ambulatorios en algunas zonas pobres de la ciudad. Para colmo,
George, un colega y buen amigo de muchos aos, haba sufrido la noche anterior un
accidente de automvil en una autopista de Los Angeles y estaba ingresado en la
unidad de cuidados intensivos de un hospital californiano.
Me imaginaba lo peor. Los presentimientos ms negros inundaban mi mente y me
impedan concentrarme en el trabajo. Decid cancelar las citas que tena esa maana.
Para distraerme y aliviar el desasosiego se me ocurri hacer una visita sorpresa a
uno de los hospitales de la Corporacin. S por experiencia que las apariciones
imprevistas del jefe suelen provocar unas buenas dosis de actividad e improvisacin
saludables entre los directivos, adems de que el personal y los pacientes las
agradecen y aprovechan para airear espontneamente sus quejas y satisfacciones.
Sin pensarlo mucho ms, me dirig al hospital Coler Memorial, ubicado en la
pequea isla Roosevelt, en la bifurcacin Este del ro Hudson que separa los barrios
de Manhattan y Queens. Este espacioso sanatorio fue construido en 1949 y bautizado
con el nombre del primer director de Bienestar Social de Nueva York. Con mil y pico
camas, el Coler Memorial es uno de los mayores hospitales pblicos de Estados
Unidos dedicado al cuidado y rehabilitacin de pacientes crnicos, en su mayora
afligidos por enfermedades degenerativas neurolgicas o lesiones cerebrales graves
conseguido, con mucho esfuerzo, respirar por su cuenta durante casi dos horas al da.
Robert me coment que era consciente de la alta probabilidad que terna de
permanecer paralizado durante el resto de sus das. Sin embargo, no dud en aadir
que en el pasado haba superado retos duros, como la muerte de su padre, con quien
estaba emocionalmente muy unido, cuando l slo contaba 15 aos, y las consiguientes
dificultades econmicas. Por otra parte, se senta muy animado porque haba logrado ir
controlando poco a poco su programa cotidiano en el hospital. Estos logros le hadan
pensar que quiz en el futuro tambin vencera su invalidez, por lo menos hasta el
punto de poder vivir en casa con su familia. Le pregunt cmo era su da a da en el
hospital y me contest que bastante mejor de lo que en un principio haba anticipado.
Se haba hecho adicto -me dijo- a varias series de televisin, y siempre esperaba
con buen apetito la hora de la comida; disfrutaba de las buenas relaciones de amistad
que haba desarrollado con algunas enfermeras y fisioterapeutas del centro y, sobre
todo, se senta feliz cuando le visitaban sus hijos y su mujer.
Fascinado por la actitud positiva de Robert, en un momento de la conversacin se
me ocurri preguntarle que calculara su nivel de satisfaccin con la vida en general
desde el 0 (muy desgraciado) al 10 (muy dichoso). Despus de una breve reflexin me
respondi sonriente y con seguridad que un ocho. El notable me sorprendi. A
continuacin, le pregunt qu nmero se hubiera dado antes del accidente. Casi sin
vacilar contest: Yo dira que un ocho y medio, ms o menos. Slo medio punto
ms?, exclam en un reflejo de incredulidad. Querido doctor -me replic Robert
pausadamente como para tranquilizarme-, aunque le parezca mentira me considero un
hombre con suerte. He sobrevivido a un terrible percance y mantengo intactas mis
facultades mentales. De hecho, desde el accidente mi vida ha adquirido un significado
ms profundo. Creo que, de alguna forma, me he convertido en mejor persona. Soy ms
comprensivo con los dems, aprecio mucho ms las cosas pequeas que antes
consideraba triviales Quin sabe, quiz un da pueda ayudar a superar este problema
a otras personas que, como yo, han visto su destino torcerse de repente.
Sin decir nada, puse mi mano en su hombro y le mir intensamente, buscando en
su expresin algo que justificara mi escepticismo. Lo nico que percib fue el fulgor
del optimismo brillar en sus ojos. Sent que esa luz era la prueba ms segura de que
Robert haba superado emocionalmente su desgracia.
En el coche, de regreso al despacho, anot los detalles de la conversacin,
mientras me deca para mis adentros qu admirable!, qu sorprendente!.
Trabajando en el mundo de la enfermedad y la invalidez aprend muy pronto dos
lecciones. La primera es que el pensamiento positivo posee un inmenso poder
reparador. La segunda, que la esperanza abunda entre las personas mucho ms de lo
que nos imaginamos. A lo largo de los aos, estas dos lecciones han sido ratificadas
diariamente y, no hace mucho, fueron esculpidas en mi propia alma como secuelas de
mi experiencia personal el 11 de septiembre de 2001 en Nueva York. Con todo, aquella
charla con Robert en el hospital Coler Memorial fue la experiencia que realmente
prendi en mi mente la llama de la curiosidad por escudriar a fondo esa tendencia tan
humana de enfocar las vicisitudes de la vida a travs de una lente que acenta los
aspectos ms favorables y minimiza los negativos.
Manos a la obra
No se intentara hacer nada si antes se tuvieran que superar todas las objeciones
posibles.
Paula F. Eagle, Comunicacin personal, 2000
Seis aos despus de aquella visita sorpresa al Coler Memorial dej el puesto
que ocupaba al frente de los hospitales pblicos neoyorquinos y me incorpor al ms
sosegado ambiente acadmico de la universidad. Fue entonces cuando sent que haba
llegado el momento de profundizar en el talante optimista, investigar sus races, sus
ingredientes, sus manifestaciones y sus efectos.
Nada ms empezar me di cuenta de lo placentero de la tarea. Habituado a trabajar
en el campo de los males del cuerpo y de la mente, estudiar el optimismo entraaba
para m un grato respiro, una tregua reconfortante. Mas debo confesar que la labor
tambin me supona un reto: los profesionales de la medicina no le hemos prestado
mucha atencin a los rasgos saludables de la naturaleza humana y no estamos
acostumbrados a pensar en las actitudes positivas de las personas. Esta deficiencia se
explica en parte porque, desde que aparecieron los primeros curanderos y chamanes en
la prehistoria hasta hace poco, los hombres y las mujeres de mi gremio se han ocupado
casi en exclusiva de aliviar los padecimientos que torturan y roban la vida sin piedad a
sus semejantes. Los pocos compaeros que optaron por dedicarse a la investigacin se
concentraban, por pura necesidad, en las causas y los remedios de las enfermedades y
epidemias que dominaban implacablemente el destino de los mortales. Y la verdad es
que no daban abasto.
Al igual que sus colegas mdicos, los peritos de la mente no tuvieron ms
remedio que dedicarse durante muchas dcadas a intentar mitigar los sntomas que
arruinaban la vida de los enfermos mentales, y a menudo tambin la de sus familiares.
Era una misin que adems no resultaba nada fcil, pues el estudio del funcionamiento
del cerebro siempre ha planteado -y an plantea- un enorme desafo. Es precisamente
en esta enrevesada amalgama, compuesta de miles de millones de neuronas
entrelazadas y sumergidas en un mar de poderosas sustancias qumicas, donde se
configura la personalidad, se almacenan los recuerdos, se cuecen los pensamientos y se
fraguan las emociones, las actitudes y los comportamientos, tanto los saludables como
los malsanos.
Otro motivo por el que se ignoraron los aspectos positivos de la mente humana es
que la psicologa y la psiquiatra son ciencias relativamente nuevas, que desde su
infancia estuvieron influenciadas por el fatalismo filosfico. El nacimiento de la
psicologa como disciplina que estudia los procesos mentales de los seres vivientes se
suele fechar en 1879, cuando el bilogo de la universidad alemana de Leipzig,
Wilhelm Wundt, decidi crear un nuevo campo de la ciencia y estableci el primer
laboratorio dedicado al estudio de las funciones de la mente. Wundt y sus colegas
idearon tests psicolgicos para explorar la atencin, la memoria y el estado de nimo
de las personas. En 1890 el psiclogo neoyorquino y profesor de Harvard, William
James, public el primer manual, titulado Principios de psicologa.
Estos psiclogos pioneros se dejaron seducir por las profundas ideas pesimistas
que predicaban casi todos los filsofos de la poca, una mama que analizar con algn
detalle ms adelante. Por ejemplo, William James reconoca que haba personas que
pese a tener el alma enferma mantenan una actitud ilusionada. No obstante, para
l la utilidad de la esperanza se limitaba a posponer los inevitables desengaos de la
vida. Este psiclogo mantena que el optimismo es un velo que nos evita ver las duras
verdades de la existencia, pero dada la abundancia de fracasos y desilusiones, nadie lo
puede llevar puesto durante mucho tiempo.
Igualmente, la psiquiatra, rama de la medicina que estudia el diagnstico y el
tratamiento de los trastornos mentales, surgi hace menos de dos siglos y dio sus
primeros pasos en un ambiente cargado de prejuicios y teoras absurdas. No olvidemos
que hasta hace poco los individuos que tenan perturbadas sus facultades eran
ignorados cuando no castigados, encerrados o exorcizados por hechiceros o clrigos.
La situacin de estos enfermos mejor poco a poco con el avance de los conocimientos
psiquitricos y la progresiva sensibilizacin de la sociedad frente a las enfermedades
mentales. Con todo, durante mucho tiempo los psiquiatras mantuvieron una visin
bastante negativa de la naturaleza humana.
Un psiquiatra universal, contemporneo de William James, fue Sigmund Freud, el
inventor del psicoanlisis. Segn sus bigrafos, Freud era un hombre supersticioso,
muy preocupado por la muerte y convencido de que las personas estn destinadas a
frustrarse y sufrir, o a frustrar y hacer sufrir a otros, por lo que la ms modesta
aspiracin a la felicidad no es ms que una irracional quimera infantil. En su obra El
malestar en la cultura (1930) este genial explorador de la mente apunt con crudeza:
El hombre es una criatura dotada de tal racin de agresividad que le sera fcil
exterminarse Slo nos queda esperar que el eterno Eros -el instinto de vivirdespliegue sus fuerzas para vencer en la lucha contra su no menos inmortal adversario
Tnatos -el instinto de destruir-. Mas quin podra vaticinar el desenlace final?. Un
mensaje algo ms esperanzador se puede deducir de su respuesta, en septiembre de
1932, a una carta del fsico Albert Einstein, en la que ste le preguntaba si haba alguna
forma de salvar a la humanidad de la amenaza de la guerra. Freud le respondi: Una
cosa le puedo decir: todo lo que estimula el crecimiento de la civilizacin trabaja, al
mismo tiempo, en contra de la guerra.
El concepto preponderantemente pesimista de la naturaleza humana fue
compartido incluso por profesionales que estudiaban aspectos positivos de las
personas, como por ejemplo Erich Fromm. Este reconocido psiclogo, que explor con
lucidez el amor y la libertad, consideraba que los seres humanos, en su mayora, eran
materialistas, incapaces de amar, infelices, y proclives a la autodestruccin. En su
famoso tratado sobre el arte de amar (1956) declar: El hombre es consciente de que
nace sin su consentimiento y perece en contra de su voluntad Es consciente de su
soledad y de su impotencia ante las fuerzas de la naturaleza y de la sociedad. Todo esto
hace de su existencia una prisin insoportable.
La primera persona de mi gremio cuyas ideas optimistas tuvieron un impacto
significativo en mi formacin fue la psiquiatra de origen alemn residente en Nueva
York, Karen Horney (1885-1952). Horney, a quien nunca conoc, argument con
claridad que, en condiciones normales, todos los seres humanos desarrollamos las
capacidades que nos permiten realizarnos como individuos: la habilidad para sacar el
mximo partido a nuestros recursos personales, la fuerza de voluntad y la aptitud para
relacionamos ntimamente con los dems. Horney, quien haba sido discpula de
Sigmund Freud, rechaz abiertamente el concepto del instinto de destruccin o Tnatos
desarrollado por el maestro, lo que le supuso el boicot de muchos de sus colegas. En
su libro principal, Neurosis y crecimiento humano (1950), compar sus ideas con las
de Freud con estas palabras: Si usamos los trminos optimista o pesimista en el
sentido profundo de afirmar el valor del mundo y de la vida o negar el valor del mundo
y de la vida, la filosofa de Freud es pesimista y la ma optimista.
Con muy pocas excepciones, hasta finales del siglo XX los psiclogos y
psiquiatras le prestaron ms atencin a la psicosis que a la cordura, al miedo que a la
confianza, a la fobia que al valor, a la melancola que al entusiasmo. Por ejemplo, en
una revisin electrnica de las revistas de psicologa ms prestigiosas del mundo,
realizada entre 1967 y 1998, el profesor de Psicologa de Michigan, David Myers,
encontr 101.004 artculos sobre depresin, ansiedad o violencia, pero solamente
4.707 sobre alegra, amor o felicidad. Dicho de otra forma, por cada artculo que
trataba sobre un aspecto positivo de la persona, veintiuno lo hacan sobre alguna faceta
negativa.
Slo en los ltimos veinte aos, los avances en medicina, en psicologa y, sobre
todo, los adelantos farmacolgicos en el tratamiento de las alteraciones mentales,
permitieron que la oleada de clnicos e investigadores que hasta entonces haba
enfocado su atencin nicamente en la patologa fuese poco a poco cambiando de
rumbo, hasta concentrarse tambin en los elementos que contribuyen a la satisfaccin
de las personas con la vida.
La importancia de la investigacin de los aspectos positivos de la mente humana
fue finalmente reconocida de forma oficial en el ao 2000, cuando varias facultades de
Psicologa estadounidenses, alentadas por el profesor de la Universidad de
Pensilvania Martin E. P. Seligman, formalizaron la asignatura de Psicologa Positiva.
Esta nueva materia universitaria incluye el estudio de las experiencias y los rasgos del
carcter que ayudan a las personas a sentirse dichosas y a mantenerse mentalmente
Pensar que el futuro es de color de rosa es algo tan biolgico como las fantasas
sexuales Apostar por la esperanza ante la incertidumbre es tan natural en nuestra
especie como andar con dos patas.
Lionel Tiger, El optimismo, 1979
Que la civilizacin pueda sobrevivir o no depende en verdad de nuestra manera
de sentir. Es decir, depende de lo que queramos las personas.
Bertrand Russell, The New York Times Magazine, 19 de marzo, 1950
Aunque no es realmente posible estar seguros de cmo era el temperamento de
nuestros antepasados mis lejanos que no dejaron rastros escritos, yo me inclino a
pensar que en el momento en que adquirieron conciencia de s mismos y de su entorno,
hace unos cuatrocientos milenios, a la mayora se le ilumin la cara con una sonrisa de
regocijo. Imagino que las razones fueron varias. En primer lugar, al mirar hacia atrs
debieron de sentirse muy orgullosos de haber superado las duras pruebas a que les
haba sometido la implacable ley de seleccin natural. De acuerdo con esta fuerza
irresistible, encargada de favorecer las cualidades fsicas y mentales tiles para la
conservacin y mejora de la especie y de descartar las inservibles, slo los miembros
ms aptos de la familia de los grandes primates podan aspirar a protagonizar el papel
de seres humanos. Me figuro que nuestros ancestros percibieron especialmente su gran
logro cuando compararon su suerte con la de los chimpancs y los gorilas, sus
parientes del reino animal.
Es verdad que algunos profesionales respetables, como el profesor de
Arqueologa de la Universidad de Harvard Steven LeBlanc, o el antroplogo de la
Universidad de California Robert B. Edgerton, piensan que los seres humanos de la
prehistoria no tenan nada que celebrar. Segn ellos, vivan angustiados y deprimidos,
acosados continuamente por despiadadas enfermedades y por las caprichosas fuerzas
de la naturaleza. No obstante, yo mantengo que esta sombra valoracin del talante de
nuestros ascendientes remotos refleja puntos de vista moldeados por modernos valores
estticos y expectativas de bienestar a los que nuestros predecesores eran ajenos.
Si reflexionamos sobre la milenaria conservacin de la especie humana, tiene
sentido que la esperanza abundara entre sus miembros iniciales, aunque no fuese nada
ms que porque serva de potente incentivo para hacer el amor y reproducirse, para
buscar con ilusin y tenacidad los frutos de la naturaleza y para resistir las agresiones.
Los crticos de la utilidad del optimismo para la supervivencia argumentan que
mientras los miembros optimistas de las tribus trogloditas preferan arriesgarse ante
los terremotos y huracanes, o perdan la vida enfrentndose imprudentemente a los
tigres y bisontes que les acechaban, los agoreros eran cautelosos y se protegan en la
seguridad de las cuevas. Sin embargo, como expondr ms adelante, hoy sabemos que
el pensamiento positivo es congruente con las ganas de vivir y perfectamente
compatible con la capacidad de valorar con sensatez las ventajas y los inconvenientes
de las decisiones.
El optimismo saludable no implica un falso sentido de invulnerabilidad ni un
estado alocado de euforia. Por el contrario, es una forma de sentir y de pensar que nos
ayuda a emplear juiciosamente las habilidades propias y los recursos del entorno, y a
luchar sin desmoralizamos contra las adversidades.
La disposicin positiva de nuestros predecesores, adems de manifestarse en su
capacidad para buscar sentimientos placenteros y crear estrategias prcticas de
supervivencia, se reflej con nitidez en tres facetas muy importantes de su existencia:
en la religin, en su forma de entender y abordar las enfermedades y en su progresiva
civilizacin.
Mitos y creencias
Los seres humanos creemos en lo que queremos creer, en lo que nos gusta creer,
en lo que respalda nuestras opiniones y en lo que aviva nuestras pasiones.
Sydney J. Harris, Limpiando la tierra, 1986
Segn David Fromkin, profesor de Historia de la Universidad de Boston, nuestros
ascendientes, movidos por su ansia de explicar las fuerzas de la naturaleza, de regular
sus propios impulsos y de vencer los infortunios que les acosaban, concibieron a los
dioses mitolgicos. A estos personajes divinos les atribuan la creacin y el
funcionamiento del universo; aunque les imputaban todas las calamidades, tambin les
adornaban con algunas virtudes, incluida la esperanza. Recordemos brevemente el mito
ms antiguo que se conoce sobre los orgenes de la esperanza.
Cuenta la leyenda que Prometeo, el titn creador de la humanidad, regal
secretamente a los mortales el fuego que haba robado del Olimpo, y les transmiti los
conocimientos que haba recibido de Atenea. Al enterarse Zeus, el dios supremo, se
enfureci de tal manera que lo encaden a una columna e hizo que un buitre le comiera
las entraas durante el da, para que se regeneraran por la noche y as sufriese sin
descanso. Seguidamente, Zeus orden a su hijo Hefesto, dios del fuego, que creara a la
mujer ms hermosa posible. Hefesto obedeci y dio vida a Pandora. Zeus entonces
mand a Pandora a la Tierra para que regalara a Prometeo una bonita caja en la que
antes l haba guardado las enfermedades, la envidia, el odio, los vicios, la locura y
dems males de la humanidad. Mas Zeus estaba tan ofuscado por la furia que en un
descuido tambin introdujo en la caja la esperanza. Prometeo, intuyendo la mano
siniestra de Zeus, no acept la caja y rog a Pandora que nunca la abriese. Pandora, sin
embargo, no pudo resistir la tentacin y un da la destap. De inmediato salieron de la
caja todos los males, pero tambin escap la esperanza, y desde entonces ampar a los
mortales.
Hace unos tres mil aos, seala David Fromkin, los habitantes de la Tierra, en un
inslito empeo por canalizar mejor su perspectiva positiva de la vida, comenzaron a
sustituir a las intrigantes y arbitrarias divinidades mitolgicas por profetas ms fiables
y misericordiosos, como Abraham, Moiss, Lao Tse, Zoroastro, Buda, Confucio,
Jesucristo y Mahoma. Estos persuasivos personajes defendan la figura de un Dios
justo y compasivo, predicaban la buena convivencia en este mundo pero, sobre todo,
ofrecan caminos seguros para conseguir la dicha despus de la muerte. En realidad,
estas nuevas religiones no eran ms que argumentos en los que nuestros antepasados
reflejaban la esperanza que ya floreca en sus mentes; esperanza que les ayudaba a
neutralizar su total indefensin ante las calamidades e, indirectamente, a sobrevivir. De
hecho, el bilogo David S. Wilson opina que la religin es una herramienta del instinto
humano de conservacin.
En el fondo, los profetas no hacan ms que predicar en el campo frtil de los
conversos. Yo estoy de acuerdo con Lionel Tiger, profesor de Antropologa de la
Universidad de Rutgers, Nueva Jersey, en que la religin es una expresin del
optimismo natural del gnero humano. Este autor tambin sugiere que a travs de la
historia las instituciones religiosas han explotado esta inclinacin innata al
pensamiento positivo: El optimismo es la esencia de las bodas, de los bautizos, e
incluso de los funerales -escribe-, garantiza un empleo a los clrigos, al igual que a los
crupieres y a los loteros.
Las grandes religiones se convirtieron en poco tiempo en una especie de pantallas
en las que miles de millones de hombres y mujeres proyectaron, y an proyectan,
ideales como el triunfo final del bien sobre el mal, o ilusiones maravillosas como la
inmortalidad del alma y la felicidad perpetua en el ms all.
El campo de las enfermedades y su tratamiento tambin ha servido desde tiempos
remotos como escenario del pensamiento positivo de las personas. Los seres humanos
siempre hemos vivido bajo la amenaza o la tortura de padecimientos fsicos y
mentales. Hace decenas de miles de aos la humanidad ya era torturada por el cncer,
la artritis, las infecciones y las lesiones accidentales. Los mdicos primitivos de turno
eran chamanes brujas, magos o hechiceras que utilizaban su intuicin para inventar
remedios y sortilegios, y su poder de persuasin para estimular en sus clientes el
sentimiento teraputico de esperanza y facilitar, as, el alivio de los males del cuerpo y
del alma. Nuestros ancestros, sin embargo, no consideraban las dolencias y la muerte
sucesos naturales sino que las ponan en la categora de lo sobrenatural. Para ellos las
enfermedades eran condiciones misteriosas causadas por la ira divina o por espritus
malignos. Esto explica que se practicaran intervenciones disparatadas, como por
ejemplo trepanar o perforar el crneo del paciente para que escaparan los demonios.
En las tablas sumerias de hace unos cuatro mil aos se describen remedios como
el uso de heces humanas en forma de lociones para repeler a los malos espritus, o la
ingestin de excrementos de gatos y cerdos para purificar el cuerpo. De ah
probablemente viene el viejo dicho: Si las pcimas que nos dan los mdicos fuesen
arrojadas al fondo del mar, la humanidad estara mucho mejor y los peces mucho
peor. Est claro que la esperanza era un requisito para la supervivencia humana.
Como apunta un proverbio antiguo, la fe en el poder curativo de la cabeza de una
sardina muerta, la convierte en un poderoso remedio.
Aparte de algunas hierbas medicinales que servan para aliviar leves desarreglos,
la realidad es que hasta el siglo XIX se saba muy poco sobre las causas de las
enfermedades y an menos sobre cmo curarlas. Baste recordar que la penicilina fue
descubierta por el bacterilogo escocs Alexander Fleming, una maana de 1928, y
tard en salir al mercado ms de una docena de aos.
Todo esto sugiere que, en realidad, hasta hace poco la eficacia de la medicina
estuvo basada en el efecto placebo. Este efecto se produce cuando un enfermo mejora,
o incluso se cura, despus de ingerir una sustancia inocua o de ser sometido a una
intervencin sin ningn valor teraputico. Por ejemplo, tomarse una cpsula que
nicamente contiene unos granos de azcar para remediar una lcera de estmago. El
trmino placebo, que fue usado por primera vez por mdicos ingleses a comienzos
del siglo XEX, no es otra cosa que la primera persona del futuro del verbo latino
placere, gustar, es decir, me gustar. Es una expresin que intenta reproducir la
expectativa positiva del enfermo antes de tomar el supuesto medicamento.
Hoy est sobradamente demostrado que entre el 25 y el 50 por ciento de los
enfermos ms comunes mejora o incluso se cura despus de ingerir sustancias que no
afectan a su enfermedad. Por eso, como analizar con ms detalle en el captulo que
dedico a la relacin entre optimismo y salud, para que un nuevo medicamento salga al
mercado se tiene que demostrar que sus beneficios curativos son estadsticamente
superiores a los de una sustancia placebo. Las personas que trabajamos en el mundo de
las enfermedades no tardamos mucho en percatamos de que los pacientes ms
convencidos de que el remedio que toman aliviar su enfermedad son los que tienen
mayores probabilidades de estimular sus defensas naturales y de facultarse a s mismos
para sanar.
Desde el amanecer de la humanidad, en el terreno de las enfermedades se ha
evidenciado espectacularmente el poder de la fe para mover montaas.
Carburante del progreso
Por qu ser que quienes han destacado en filosofa y en otras artes son
individuos melanclicos, afligidos por la enfermedad de la bilis negra?
Aristteles, Problemas, 350 a.C (aprox.)
El planteamiento pesimista de la existencia es el que ha primado en el mundo de
las cavilaciones metafsicas. Como sugiere la cita de Aristteles, a este gran pensador
griego ya le llam la atencin la propensin de los intelectuales a la tristeza. Por
cierto, su referencia a la bilis negra se debe a que, conforme a la teora de su
contemporneo el insigne mdico Hipcrates de Cos, la melancola era una
enfermedad causada por el planeta Saturno que induca al bazo del paciente a segregar
grandes cantidades de bilis negra -en griego melainacole-, la cual oscureca su estado
de nimo.
En los ltimos cinco siglos, reconocidos filsofos, enamorados de la idea de que
unas pocas premisas morales elegantes eran suficientes para revelar los misterios de la
existencia, promulgaron elucubraciones profundamente deprimentes sobre el
significado de la vida, la naturaleza humana y el destino de los mortales. Aunque
advierto que no soy en absoluto experto en filosofa, entre los eruditos que a mi
parecer resaltan por su derrotismo se encuentran el ingls Thomas Hobbes (15881679), el escocs David Hume (1711-1776), los alemanes Immanuel Kant (17241804), Friedrich Nietzsche (1844-1900) y Martin Heidegger (1889-1976), el
madrileo Jos Ortega y Gasset (1883-1955), y el francs Jean-Paul Sartre (19051980). Una opinin que estos pensadores compartan mayoritariamente era que slo
quienes no reflexionan sobre la vida pueden mantenerse esperanzados. En palabras del
ttrico filsofo dans Soren Kierkegaard (1813-1855), aunque en verdad todos
estamos igualmente desesperados, las personas que estudian la vida son las que
verdaderamente experimentan la desesperanza. Quienes no estudian la vida no sienten
la desesperacin y se creen ms contentos.
Ni siquiera los contados filsofos que consideraron que el universo fue creado
como un medio acogedor y fecundo para los seres humanos pudieron evitar impregnar
su hiptesis positiva de un espritu fatalista que negaba toda posibilidad de mejora e
invitaba a la aceptacin de las injusticias y calamidades. El ms representativo de este
grupo quiz fuese el taciturno Gottfried Leibniz (1646-1716). Nacido en Alemania en
el seno de una familia luterana muy estricta, Leibniz llev una existencia plagada de
dificultades econmicas, depresiones y dolorosas enfermedades. Pese a todo, en su
tratado sobre la justicia divina argument que Dios haba utilizado sus infinitos
conocimientos para crear el mejor de todos los mundos posibles Un mundo
ptimo. Leibniz fue el primero en usar este trmino que procede del latn optimus y
significa inmejorable. Pero atencin, dado que era un mundo perfectamente equilibrado
que ofreca la mayor cantidad de bien a costa de la menor cantidad de mal, cualquier
intento de mejorarlo alterara este equilibrio y dara lugar a un mundo peor. El escritor
Observadores esperanzados
Quienes se olvidan de sus teoras del bien y del mal y se concentran en conocer
los hechos tienen ms probabilidades de encontrar el bien que aquellos que ven el
mundo a travs de la lente deformada de sus prejuicios.
Bertrand Russell, Anlisis de la mente, 1921
Tuvo que transcurrir un siglo y medio antes de que apareciesen pensadores
decididos a responder al desafo de Voltaire. En mi opinin, dos personajes
representan al grupo reducido de filsofos pioneros que se levantaron de sus
soporficas butacas y se asomaron con curiosidad a las ventanas de sus despachos,
para observar a sus semejantes en su entorno natural. Uno fue el pensador bilbano
Miguel de Unamuno (1864-1936). El matemtico ingls Bertrand Russell (1872-1970)
fue el otro.
La primera impresin de Unamuno fue conmoverse al observar a espaoles y
espaolas que no quieren
comedia sino tragedia. Segn nos cuenta en su coleccin de ensayos titulada Del
sentimiento trgico de la vida (1913), identific entre sus compatriotas a muchos
desesperados silenciosos que declaran que se debe hundir todo aunque no se hunda
nada. Para este gran intelectual, la propensin al pesimismo proviene unas veces de
una enfermedad transitoria, otras de la vanidad o del esnobismo, y en ocasiones del
carcter de la persona. Unamuno, sin embargo, lejos de descorazonarse o de
contagiarse del talante pesimista de sus paisanos, decidi explorar ms a fondo la
mente humana y termin encontrando la esperanza y apostando fuerte por la ilusin con
el ms all: La inmortalidad hay que anhelarla, por absurda que nos parezca; es ms,
hay que creer en ella, de una manera o de otra. Al mismo tiempo, se percat de que en
mucha gente el coraje constitua un potente antdoto del derrotismo. El pesimista que
protesta y se defiende no puede ser pesimista, afirm. Segn l, a las personas
optimistas les mueven las ilusiones, por eso pelean y no se rinden ante la
adversidad.
Unamuno elogi la virtud de rerse de uno mismo y aconsej que todos
deberamos aprender a ponemos en ridculo ante los dems y ante nosotros mismos.
Para ilustrar esta idea utiliz la siguiente ancdota: Muri Don Quijote y baj a los
infiernos, y entr en ellos lanza en ristre, y libert a todos los condenados, como a los
galeotes. Cerr sus puertas y quitando de ellas el rtulo que all viera el Dante Abandona todas tus ilusiones-, puso el que deca Viva la esperanza/, y escoltado por
los libertados, que de l se rean, se fue al dlo. Unamuno resalt el poder del
optimismo y el pesimismo sobre los pensamientos: No suelen ser nuestras ideas las
que nos hacen optimistas o pesimistas -seal- sino que es nuestro optimismo o nuestro
pesimismo, de origen fisiolgico o patolgico tanto el uno como el otro, el que hace
nuestras ideas.
diferentes: lo que para un nio es un simple ratoncito blanco amistoso y juguetn, para
otro representa un animal peligroso y aterrador.
El hecho de que los seres humanos nos movamos principalmente por conceptos
abstractos y figuras simblicas da al tema del significado una relevancia especial.
Basta con examinar las proezas o las atrocidades consumadas a travs de la historia
por defender unos trozos de telas de colores o banderas nacionales, o por insignias
como la cruz o la media luna, para damos cuenta del potentsimo papel que juegan los
smbolos en los asuntos humanos.
Los significados connotativos o aadidos que damos por asociacin a las cosas
casi siempre estn ms cerca de nuestras experiencias personales que de sus
significados literales, objetivos o denotativos. Por ejemplo, a una herida no le damos
el mismo sentido si ocurri durante un accidente que si fue el resultado de una
agresin. La cicatriz que deja una intervencin quirrgica no tiene el mismo
significado que la cicatriz que deja una pualada. Est ampliamente demostrado que la
violencia humana intencional provoca en la persona daos psicolgicos ms graves y
duraderos que los desastres naturales o los percances imprevistos, aunque estos
ltimos tengan peores consecuencias fsicas.
Todos necesitamos darle significado a nuestras emociones, etiquetarlas y
achacarlas a algo. Esta necesidad es tan potente que incluso cuando nuestro estado
emocional es puramente fisiolgico, es decir, est producido artificialmente por una
sustancia como la adrenalina, que se limita a inducir palpitaciones, nerviosismo y un
aumento de la presin arterial, la tendencia espontnea es atribuir nuestro estado de
tensin fsica a alguna circunstancia externa. Esto es precisamente lo que demostr en
un ingenioso experimento Stanley Schachter, psiclogo de la Universidad de Stanford.
Los participantes en la investigacin eran estudiantes voluntarios a quienes
previamente se haba informado -falsamente- de que el propsito del proyecto era
estudiar los efectos de un nuevo frmaco para mejorar la vista. En realidad, el frmaco
era adrenalina que, como he dicho, produce simplemente un estado fsico de tensin
emocional sin ningn tono o matiz positivo o negativo. Seguidamente, los
investigadores advirtieron por separado a la mitad de los participantes -los
informados- de que la medicacin les iba a provocar tensin nerviosa y taquicardia.
A la otra mitad -los ingenuos- les indicaron que el frmaco no les hara sentir nada
especial.
Todos los participantes recibieron una inyeccin de adrenalina. Despus de
esperar irnos minutos, un grupo pas a una sala en la que unos actores, representando a
investigadores, creaban un ambiente simptico y jovial, y otro grupo entr en una sala
en la que otros actores crearon un ambiente hostil y de irritacin. Al terminar el
experimento todos los sujetos completaron un cuestionario en el que describan su
estado emocional. Los participantes que haban sido informados de antemano sobre los
efectos reales de la inyeccin de adrenalina declararon que se haban sentido tensos
pero no haban experimentado ninguna emocin positiva o negativa; saban que el
frmaco y no los actores les haba producido el estado de tensin nerviosa. Sin
embargo, los participantes ingenuos se consideraban alegres o enojados de acuerdo
con la situacin ficticia a la que haban sido expuestos. As pues, la misma reaccin
fisiolgica producida por la adrenalina fue interpretada como simples efectos de este
frmaco por aquellos que ya los anticipaban, o como emociones de alegra o de enojo,
segn el ambiente social creado ficticiamente, por quienes no anticipaban los efectos
de la adrenalina. En suma, todos los participantes necesitaron interpretar su estado
emocional, y cada uno lo hizo a su manera.
La relatividad de los sentimientos que provocan las situaciones y de los
conceptos que representan los objetos y los signos explica, en parte, nuestra actitud
optimista o pesimista ante las mismas cosas. La subjetividad de nuestras percepciones
forma la base de las pruebas psicolgicas llamadas proyectivas, que se utilizan para
estudiar la personalidad. Quiz la ms antigua y mejor conocida sea la prueba de
Rorschach, inventada a principios del siglo XX por el joven psiquiatra suizo Hermann
Rorschach (1884-1922). Desde pequeo, Rorschach estaba tan interesado en los
efectos visuales de las manchas de tinta que en el colegio le apodaron Kleck -de
ttntenklecky que en alemn significa mancha de tinta. En uno de sus primeros
experimentos, seleccion diez manchas y se las mostr a cuatrocientos sujetos
voluntarios con el fin de estimular sus pensamientos y fantasas. Unos vean -o sea,
proyectaban- personas en estos perfiles ambiguos, otros identificaban animales, haba
quien perciba movimiento e intercambios, entre diferentes figuras, y muchos evocaban
experiencias pasadas importantes. En la actualidad los psiclogos clnicos utilizan la
clasificacin de las respuestas obtenidas, en decenas de miles de pruebas acumuladas
durante dcadas, para identificar rasgos del carcter, esclarecer conflictos
emocionales e incluso diagnosticar trastornos mentales.
La vieja prueba de la botella llena de agua hasta la mitad ilustra de una forma ms
simplista pero no menos reveladora cmo el temperamento de la persona moldea su
perspectiva de las cosas. Ante la botella de la vida ocurre lo mismo. Unos la ven
llena de posibilidades y se reconfortan, mientras que otros la perciben escasa en
oportunidades y se entristecen. Aunque no fuese un cientfico en el sentido estricto de
la palabra, el pensador jesuita Baltasar Gracin en su novela El criticn, escrita hace
tres siglos y medio, represent de forma dramtica la subjetividad de la percepcin.
Los personajes de esta historia son Andrenio, un joven salvaje que habitaba en
solitario una isla remota, y Critilo, un hombre muy instruido que es rescatado por
Andrenio al naufragar su barco. Seguidamente ambos emprenden juntos
un largo viaje que les obligar a superar mltiples retos. Al final del relato se
encuentran con la muerte, la suegra de la vida. Lo que sigue es la reaccin textual de
cada uno al verla:
Andrenio: Qu cosa tan fea!
Critilo: Qu cosa tan bella!
A.: Qu monstruo!
C.: Qu prodigio!
A.: De negro viene vestida.
C.: No, sino de verde esperanza.
A.: Qu desapacible!
C.: Qu agradable!
A.: Qu pobre!
C.: Qu rica!
A.: Qu triste!
C.: Qu risuea!
Es evidente que los seres humanos no se ajustan a la misma interpretacin del
mundo que les rodea. Cada persona ve las cosas que le importan a su manera o, como
sugiri el asturiano Ramn de Campoamor, segn el color del cristal con que las mira.
Resulta curioso que la subjetividad es algo que dentro del marco de la fsica
moderna se da por hecho, desde que el cientfico alemn Albert Einstein formul la
teora especial de la relatividad (1905). Esta teora transform conceptos hasta
entonces considerados exactos o absolutos -como la velocidad de la luz, el espacio y
el tiempo- en elementos cambiantes y relativos. Su base principal es el hecho de que el
punto de vista o posicionamiento del observador condiciona inevitablemente su
percepcin del suceso que observa.
Desesperanza aprendida
La esperanza tiene tantas vidas como un gato, pero no ms.
Henry W. Longfellow, Hyperion, 1839
A mediados de la dcada de los ochenta unos experimentos con conejillos de
Indias y perros hicieron otra aportacin interesante al estudio del optimismo, al
demostrar la relacin entre el sentido de controlar la suerte en circunstancias adversas
y la esperanza. Richard G. M. Morris, profesor de Neurociencia de la Universidad de
Edimburgo, interesado en la memoria de los roedores, llev a cabo en su laboratorio
un experimento que constaba de dos pruebas consecutivas. Previamente haba escogido
al azar dos docenas de conejillos de Indias o cobayas. En la primera prueba introdujo
la mitad en un estanque de agua enturbiada con un poco de leche, para que no vieran
unos cuantos montculos que haba colocado en el fondo. Estos eran los cobayas con
suerte, porque mientras braceaban para flotar se podan apoyar y descansar
temporalmente en los promontorios ocultos antes de proseguir su marcha en busca de
una salida. A la otra docena de cobayas los meti en un estanque de aspecto similar
pero sin montculos. Estos conejillos desafortunados no tenan ms remedio que
nadar sin descanso para no ahogarse. Despus de un buen rato, Morris sac a todos los
para salvar el pellejo. En el caso de los seres humanos, la habilidad para transformar
la realidad y protegemos es especialmente til a la hora de mantener nuestra autoestima
y estabilidad emocional. Sigmund Freud, a pesar de su inclinacin al fatalismo y de no
hacer ni una sola mencin al optimismo en su extensa obra, contribuy al entendimiento
de los trucos que inconscientemente utilizamos los seres humanos para escapar de la
angustia y la desesperacin. En una ocasin incluso interpret las fantasas de poder y
el humor negro que a menudo expresaban los atemorizados reos antes de ser
ajusticiados en la horca como una defensa victoriosa de su invulnerabilidad.
Freud tom nota de la habilidad humana para echar mano de poderosos
mecanismos de defensa con el fin de amortiguar los efectos dolorosos de las
desilusiones y frustraciones que atentan contra nuestra dicha. Segn l, cuando nos
sentimos afligidos por deseos insatisfechos los reprimimos sin damos cuenta en esa
parte nebulosa de la mente que llamamos inconsciente. All, o los enterramos y
olvidamos, o los reciclamos en pensamientos ms tolerables, o los sublimamos y
manifestamos en alguna actividad socialmente aceptable. Si bien el padre del
psicoanlisis adverta que la represin de ciertos impulsos sexuales o violentos puede
ocasionar ansiedad, obsesiones o fobias, tambin entenda que la principal funcin de
los mecanismos de defensa es ayudar a mantenemos emocionalmente tranquilos y
esperanzados.
Una dosis razonable de amnesia selectiva nos ayuda a sobrevivir. En los ltimos
veinte aos se han llevado a cabo muchos estudios sobre el uso de la memoria para
protegemos de experiencias desafortunadas y mantener una perspectiva optimista.
Despus de revisar decenas de experimentos, David C. Rubin, profesor de Psicologa
Experimental de la Universidad estadounidense de Duke (Carolina del Norte), lleg a
la conclusin de que, en general, los seres humanos nos acordamos de ms
experiencias positivas que negativas -naturalmente, siempre que no estemos
deprimidos-. El psiclogo Charles P. Thompson, de la Universidad de Kansas, se
propuso investigar a fondo esta hiptesis. Con este objetivo, identific un amplio grupo
de individuos que haban mantenido diarios personales durante un mnimo de quince
aos consecutivos, y seguidamente les pidi que, sin consultar sus apuntes, evocaran
los acontecimientos que consideraban ms importantes. Los resultados revelaron que la
gran mayora pasaba por alto o minimizaba el impacto de los fracasos y los rechazos
que haban sufrido a lo largo de los aos.
Las personas no slo nos protegemos de las secuelas dolorosos de los desengaos
a base de mecanismos de defensa, sino que tambin optamos por racionalizaciones
favorables que nos permiten conservar vivo el entusiasmo. Por ejemplo, todos
tendemos a responsabilizarnos ms de nuestros triunfos que de nuestros fracasos. Lo
habitual es que los deportistas se adjudiquen el mrito de la victoria y culpen al resto
del equipo o al rbitro de la derrota. Los estudiantes que suspenden una asignatura
tienden a recriminar al profesor o a las circunstancias del examen. Cuando se trata de
perspectivas futuras, si preguntamos a universitarios de primer ao de carrera sobre
***
En suma, la evidencia cientfica analizada sugiere que las personas damos nuestro
propio significado a las cosas y a los sucesos que nos afectan. Cada uno de nosotros
enfocamos, percibimos y catalogamos nuestras emociones y el mundo que nos rodea a
nuestra manera. Nuestras experiencias pasadas en situaciones comprometidas y, en
particular, nuestro sentido de control de las circunstancias moldean nuestra confianza y
nuestra forma de pensar y de actuar ante los retos futuros. Paralelamente, todos
utilizamos mecanismos psicolgicos de defensa con el fin de mantener el equilibrio
emocional ante las adversidades y resistir los efectos desagradables de las
discordancias entre nuestras expectativas y los hechos. La enorme subjetividad que
caracteriza al pensamiento humano explica, en gran medida, que a la hora de afrontar
los mismos avatares de la vida unas personas se muestren optimistas y otras
pesimistas.
El siguiente desafo es conseguir una frmula fiable y sencilla que nos permita
identificar y medir los ingredientes que forman la dimensin optimista-pesimista del
temperamento. Despus de analizar y experimentar con varios modelos, he llegado a la
conclusin de que un buen mtodo es examinar nuestra perspectiva de las cosas en los
tres contextos del tiempo: el pasado, el presente y el futuro. Concretamente me refiero
a la valoracin retrospectiva que hacemos de las experiencias del ayer, a nuestro estilo
habitual de explicar los sucesos que nos afectan en el da a da, y a la esperanza que
albergamos de alcanzar lo que deseamos.
Alzheimer- resulta casi imposible imaginar un ser humano sin conciencia de s mismo,
sin autobiografa.
Hoy sabemos que las personas que no sufren trastornos graves de la memoria
mantienen el pasado relativamente vivo y lo reflejan en mucho de lo que sienten,
piensan, dicen y hacen en el da a da. La autobiografa no espera a ser recordada sino
que influye constantemente en las decisiones presentes y en las perspectivas del futuro.
Como escribi Oscar Wilde, la memoria es el diario que llevamos con nosotros a
todas partes. Nos sirve para reconstruir nuestra historia, para definimos,
identificamos, valoramos, relacionamos con los dems y para percibir y evaluar el
maana. De hecho, tanto si estamos con amigos ntimos como si nos encontramos ante
personas que acabamos de conocer, todos hablamos continuamente sobre nuestro
pasado. Varios investigadores que han grabado y analizado las conversaciones
espontneas que se producen entre las personas han concluido que rememorar algn
aspecto del ayer es un tema de conversacin favorito universal que sale a colacin un
promedio de seis veces por cada hora de conversacin.
La memoria autobiogrfica tiene dos funciones, una personal y otra social. En el
terreno personal, la seleccin que hacemos de los recuerdos modula nuestro estado de
nimo, estimulando emociones agradables o desagradables. Adems, la forma positiva
o negativa de sopesar nuestra historia y de reconciliar lo que fue y lo que pudo haber
sido moldean el concepto que tenemos de nosotros mismos. En cuanto al aspecto
social, el significado que damos a las reminiscencias determina una parte importante
de nuestra disposicin hacia los dems. Por otra parte, contar historias autobiogrficas
nos ayuda a dar significado a nuestra vida en el contexto del mundo que nos rodea, y
contribuye a formar nuestra identidad social. El intercambio de experiencias con otras
personas tambin nos conecta con ellas, fomenta la participacin, la confianza, las
relaciones ntimas y la amistad.
Las imgenes que elegimos de las vicisitudes pasadas son cpsulas de tiempo,
documentos de un ayer irrepetible que pueden ser usados para explicar nuestra
infancia, entender el aqu y el ahora, y aprender lecciones para el maana. Por eso, los
recuerdos que guardamos revelan mucho sobre nuestro nivel de optimismo. Una visin
favorable del pasado alimenta la autoestima y nos predispone a confiar en el presente y
en el futuro. Por el contrario, una perspectiva desfavorable de nuestras experiencias
pasadas puede impregnar de lamentos y pesares nuestro da a da y baar de
inseguridad y desconfianza el maana.
Las personas de talante optimista hacen gala de su sentido pragmtico al guardar y
evocar preferentemente los buenos recuerdos, los xitos del pasado, las relaciones
enriquecedoras, los acontecimientos gratificantes. Suelen pensar: En general, las
cosas me han salido bien en la vida, o Mi experiencia me ha preparado muy bien
para superar los contratiempos de ahora, o Pienso que mis luchas del pasado me
ayudarn a resolver los problemas futuros. Estos pensamientos, a su vez, favorecen la
perspectiva positiva del presente y del futuro y sirven de proteccin contra las
desilusiones.
El filsofo espaol Femando Savater ha resaltado la importancia de nuestra
percepcin del ayer. En su obra El contenido de la felicidad (1986) afirm: Todos
somos optimistas, no por creer que vayamos a ser felices, sino por creer que lo hemos
sido. Este autor observ la tendencia natural de los nios a decir Lo estamos
pasando bien, pero te acuerdas cunto nos divertimos el ao pasado?. Para Savater
la dicha est en los recuerdos que estn a salvo. Su conclusin es que la felicidad
es una de las formas de la memoria.
La memoria autobiogrfica es selectiva y subjetiva. El reconocimiento de la
inexactitud de los recuerdos es muy antiguo. A menudo es difcil distinguir entre
historia y mito. La memoria nos permite mantener muy vivas y reales unas
experiencias, distorsionar inconscientemente otras para adaptarlas al argumento que
ms nos conviene, u olvidar sucesos pasados con el fin
de preservar nuestra armona mental. En sus Memorias del subsuelo (1864),
Fidor Dostoievski escribi: Todas las personas decentes mantenemos ocultas ciertas
cosas en alguna parte recndita de nuestra mente porque tenemos miedo de revelarlas
incluso a nosotros mismos.
La verdad es que el olvido cura muchas heridas de la vida. Es fcil entender que
olvidar alivia la tristeza de la prdida de un ser querido. Tambin nos ayuda a
perdonar los agravios y a recuperar el entusiasmo despus de sufrir alguna calamidad.
Distanciarse de un ayer penoso facilita el restablecimiento de la paz interior, y anima a
pasar pgina y abrirse de nuevo al mundo. Para las personas marcadas por fracasos
o infortunios inolvidables, el desafo es explicarlos y entenderlos desde una
perspectiva ms lejana, menos personal, ms amplia. Por ejemplo, aceptar que el
sufrimiento y la humillacin son elementos inevitables de la vida.
El fsico y escritor estadounidense Alan Lightman, en su relato de ficcin Los
sueos de Einstein comenta con sutileza: Con el tiempo, el Libro de la Vida de cada
persona se va espesando hasta que no se puede leer completamente. Entonces viene la
eleccin. Unos leen las primeras pginas para conocerse de nios, otros prefieren leer
el final para conocerse de mayores. Algunos, sin embargo, dejan de leer del todo.
Abandonan el pasado. Deciden que da igual si ayer fueron ricos o pobres, instruidos o
ignorantes, orgullosos o sencillos, amorosos o de corazn fro. Estos hombres y
mujeres caminan con el paso gil de su juventud. Han aprendido a vivir sin rencor en
un mundo sin memoria.
El problema de quienes permanecen estancados en el ayer doloroso de su
autobiografa es que viven prisioneros del miedo o del rencor, obsesionados con los
malvados que quebrantaron su vida, lo que les impide cerrar la herida. La mezcla de
culpa y resentimiento les amarra al pesado lastre que supone mantener la identidad de
vctima, un papel que debilita y paraliza. Quienes hacen las paces con el pasado, por
fatal que ste sea, se liberan, se reponen y controlan mejor su destino. Adems,
mejoran su salud fsica al fortificar su sistema inmunolgico, como demuestran los
estudios realizados hace una dcada por el psiclogo Fred Luskin y otros
investigadores de la Universidad de Stanford, California.
Al reflexionar sobre su vida pasada, los optimistas emplean una mayor dosis de
comprensin que los pesimistas, se consideran con mayor frecuencia exentos de culpa
por sus errores y tienden a pensar que bajo las circunstancias de entonces, hicieron lo
mejor que pudieron. En este sentido, una persona optimista demuestra realismo cuando
reconoce que no es justo juzgar el pasado con la ventaja que da saber los resultados de
las decisiones que se tomaron. Por el contrario, los inclinados al pesimismo tienden a
atesorar lo negativo de los recuerdos y a resentirse, sin tener en cuenta el hecho de que
ahora estn evaluando el pasado con una visin retrospectiva ventajosa.
La importancia de la memoria autobiogrfica crece con los aos. Con el paso del
tiempo, el futuro se contrae y el presente se transforma rpidamente en pasado. Las
personas mayores optimistas se caracterizan por repasar con benevolencia el ayer, por
aceptar sin resentimiento la inalterabilidad de la vida ya vivida y por reconciliarse
pacficamente con los conflictos que no pudieron resolver, con los errores que no
rectificaron y con las oportunidades perdidas.
Estilos de explicar
No hay nada que la gente no pueda ingenirselas para elogiar, reprobar o
encontrar una justificacin acorde con sus inclinaciones, prejuicios y creencias.
Moliere, El misntropo, 1666
Los seres humanos sentimos una irresistible necesidad de explicar las cosas que
nos pasan. Slo en raras ocasiones nos agarramos a la incmoda nocin de la
ignorancia o del misterio.
Segn el psiclogo Martin Seligman, nuestra forma habitual de explicar las
situaciones, tanto adversas como favorables, refleja nuestro talante optimista o
pesimista. Seligman analiz las explicaciones de acuerdo con tres valoraciones: la
permanencia o la duracin que le damos al impacto de los sucesos que nos afectan; la
penetrabilidad o la extensin que asignamos a los efectos de estos acontecimientos
sobre nosotros; y la personalizacin o el grado de responsabilidad personal que
hacemos recaer sobre nosotros por lo ocurrido.
Lo normal es que los infortunios nos hagan a todos sentimos desilusionados o
frustrados, al menos temporalmente. Sin embargo, las personas optimistas, cuando son
golpeadas por alguna adversidad, suelen pensar que se trata de una desventura pasajera
o de un contratiempo transitorio del que se recuperarn. Por el contrario, las personas
pesimistas tienden a considerar que los efectos de las calamidades son irreversibles y
los daos permanentes.
Por ejemplo, una mujer optimista limita su explicacin de la discusin que tuvo
con su pareja despus de que l llegase malhumorado e irritable a casa del trabajo a
dijo Alicia a s misma-, vamos a ver lo que me pasa con este frasco. Ojal vuelva a
crecer, porque estoy harta de ser tan chiquita.
Vaya si la hizo crecer! No haba apurado ni la mitad del frasco cuando Alicia
not que su cabeza tocaba el techo y tuvo que inclinarla para no romperse el cuello.
Lewis Carroll, Alicia en el pas de las maravillas, 1865
Hace un par de aos, en una tarde muy tormentosa del otoo neoyorquino,
caminando a casa desde la universidad me encontr con una larga cola de
esperanzados jugadores que aguardaban en la calle su tumo para comprar un billete de
lotera de la multimillonaria megaloto. Soportaban una lluvia torrencial salpicada de
rayos y truenos delante de la pequea tienda de la calle 35. Por curiosidad, me acerqu
a una pareja que esperaba al final de la cola, divertidos y empapados bajo un diminuto
paraguas, y les pregunt amablemente si saban que la probabilidad estadstica de que
les tocara el gordo era menor que la de que les cayera un rayo. Aunque un tanto
sorprendidos por mi pregunta, los dos me respondieron al unsono sonrientes que en
teora, s, pero no les preocupaba porque se sentan mucho ms cerca del golpe de
buena suerte que de la chispa elctrica. Imagino que el antroplogo Lionel Tiger capt
este comportamiento cuando dijo aquello de que calcular con optimismo las
probabilidades es una tendencia humana tan bsica como buscar comida cuando se
tiene hambre.
Los optimistas son personas que esperan que les vayan bien las cosas y se
predisponen a ello. Los pesimistas son personas que esperan que les vayan mal e,
igualmente, se predisponen a ello. Por ejemplo, si una persona confa en que
conseguir lo que se propone, probablemente lo intentar. Por el contrario, si sospecha
el fracaso, lo ms probable es que no lo intente. La duda puede incapacitamos para
llevar a cabo cualquier tarea que nos hayamos propuesto.
El filsofo espaol Julin Maras considera que la esperanza de felicidad futura
es mucho ms importante que la dicha en el presente. En su libro La felicidad humana
(1987) seala que llevamos bien el estar mal hoy si pensamos que maana vamos a
estar bien. Por el contrario, aunque nos sintamos bien, si creemos que maana nos
vamos a sentir mal, dejamos de sentimos bien. Segn l, cuando decimos soy feliz,
lo que realmente queremos decir es voy a ser feliz. Para Maras nuestra dicha es ms
que nada una espera, una ilusin. La felicidad est conectada a la expectativa de que
nuestros proyectos -la relacin con una persona, un trabajo o un viaje- nos van a causar
alegra o dicha. Este pensador ahonda en la importancia de la esperanza cuando
sugiere que las personas no slo son lo que reflejan los hechos de sus biografas sino
lo que reflejan sus expectativas y sus sueos.
Existen dos categoras de esperanza, una es general y la otra especfica. La
primera abarca las expectativas globales que albergamos del futuro, las cuales estn
basadas en creencias o valores que tenemos sobre la vida.
Por ejemplo, el significado que le damos a la existencia, el destino que prevemos
para la humanidad, o el grado de fe que tenemos en que la maldad, las injusticias o las
enfermedades que nos afligen no tendrn la ltima palabra.
Esta visin esperanzadora general es con frecuencia el resultado de genuinas
convicciones positivas. Unas veces se trata de creencias pertenecientes al reino de la
religin o de la filosofa, otras brotan de la ciencia o del mundo tangible puramente
humano. Por ejemplo, la creencia en un ms all, independientemente de su lgica,
es una forma de esperanza general que ayuda a mucha gente a tolerar situaciones
penosas. No obstante, la esperanza tambin puede nutrirse de la fe en valores humanos
como la paz, la justicia, la libertad o la bondad; o configurarse de ideas o fantasas
pertenecientes a nuestro propio mundo interior. Tambin es verdad que la esperanza no
est reida con la aceptacin de nuestra irremediable caducidad. De hecho, la creencia
en que la vida supone una nica oportunidad empuja a muchas personas a luchar con un
tesn especial con el fin de superar los inconvenientes que se cruzan en su camino, y
las estimula a apreciar con satisfaccin y agradecimiento los deleites cotidianos.
Las expectativas positivas del futuro nos ayudan a mantenemos seguros y
confiados en nuestro ir y venir. Casi todos nos emparejamos con la ilusin de que la
relacin feliz perdurar, elegimos una ocupacin con la esperanza de que nos
gratificar, y viajamos porque pensamos que llegaremos seguros a nuestros destinos.
La esperanza especfica tiene que ver con la ilusin por alcanzar un determinado
objetivo, o de conseguir metas concretas. Por ejemplo, la expectativa de lograr un
trabajo para el que nos hemos preparado, o de solucionar un conflicto con la pareja
gracias a una intervencin que nos proponemos llevar a cabo, o de dejar de fumar una
vez que hemos tomado la decisin. Esta esperanza fomenta la disposicin a creer que
las metas que uno se fija se pueden alcanzar si invertimos la energa necesaria.
Naturalmente, las personas que en el pasado han alcanzado sus objetivos con esfuerzo
y planificacin tienden a ser ms optimistas cuando se plantean metas nuevas.
La capacidad para planificar el camino a recorrer hasta lograr lo que nos
proponemos requiere identificar la meta y los pasos para conseguirla. Exige tambin
cierta flexibilidad: Si no lo puedo hacer de esta forma, buscar otra alternativa. Los
optimistas transforman, sus anhelos en desafos y confan en su capacidad para superar
las barreras que se interponen en su camino. Esta forma concreta de esperanza se
alimenta de la seguridad en uno mismo.
Investigadores como Albert Bandura, profesor de la Universidad de Stanford, y su
colega de la Universidad de Kansas, C. R. Snyder, han relacionado los pensamientos
esperanzadores con la inclinacin a creer que
encontraremos el camino que nos lleva a nuestros objetivos, y contaremos con la
motivacin para alcanzarlos. En 1986 Bandura bautiz con el nombre de autoeficacia
la conviccin de que poseemos la capacidad para ejecutar las acciones necesarias para
lograr lo que deseamos. Diez aos ms tarde, C. R. Snyder demostr en varios
experimentos que el nivel de esperanza de las personas para lograr metas concretas
consista en la suma de la confianza en su fuerza de voluntad y la certidumbre de que
posean la habilidad suficiente para identificar los pasos necesarios. Segn Snyder, la
fuerza de voluntad y las expectativas favorables configuran la determinacin que nos
impulsa a perseguir lo que deseamos y a mantener nuestro esfuerzo para conseguirlo.
Esta determinacin fomenta pensamientos como yo puedo, lo intentar, estoy
preparado para hacerlo o tengo todo lo que necesito para lograrlo.
Se podra decir que una buena racin de propsito, diligencia y motivacin nos
ayuda a resolver situaciones difciles. Como nos advierten los refranes universales
cada gusto cuesta un susto o lo que mucho vale, mucho cuesta. Porque lo
realmente valioso rara vez se consigue sin esfuerzo o riesgo. El ensayista
estadounidense Henry Thoreau apunt en este sentido al afirmar: Si construyes
castillos en el aire, tu trabajo no es en balde, es ah donde deben construirse los
castillos. Ahora, trabaja y construye los cimientos para que se sostengan.
Los individuos de talante optimista mantienen una visin positiva del futuro de la
humanidad, tienden a considerar posible lo que desean, y esperan lograr las metas que
se proponen. Suelen coincidir en afirmaciones como en tiempos de incertidumbre, por
lo general espero lo mejor, casi siempre me ilusiono cuando pienso en lo que me
depara el porvenir, en general anticipo que me ocurrirn ms cosas buenas que
malas. Los pesimistas, sin embargo, son propensos a comulgar con declaraciones
como si puedo follar en algo, estoy seguro de que fallar, casi nunca creo en
buenos finales o nunca cuento con que las cosas me salgan como yo quiero. Otros
derrotistas adoptan posturas ms despegadas como la mejor forma de no defraudarse
es no esperar nada bueno.
La perspectiva optimista del maana amortigua nuestros desengaos en el
presente y hace ms llevaderas las decepciones que nos impone la vida. Un estudio
realizado por el profesor Mark D. Litt, de la Universidad de Connecticut, sobre la
infertilidad ilustra este punto. Como saben, la infertilidad es un problema que causa
profunda desdicha a muchas parejas que anhelan tener hijos. En este estudio los
investigadores midieron el grado de esperanza de un amplio grupo de parejas infrtiles
ocho semanas antes de un intento de fecundacin in vitro (uniendo los espermatozoides
con el vulo en un tubo de ensayo en el laboratorio). Dos semanas despus de que
estas parejas fuesen informadas del resultado negativo de la prueba, analizaron el
grado de angustia y desmoralizacin que sentan. Los resultados demostraron que
cuanto ms esperanzados eran los participantes antes de la prueba, menos deprimidos y
desalentados se sentan despus de la mala noticia. La actitud esperanza- dora nos
ayuda a desdramatizar las adversidades sin quitarles su verdadera importancia, y al
mismo tiempo nos impulsa a probar de nuevo y a luchar por superarlas.
La esperanza ms til es la que nos mantiene conscientes de los riesgos reales, y
motivados para vencerlos. Porque ante circunstancias peligrosas que requieren una
accin por nuestra parte, las expectativas vanas pueden
inmovilizamos e impedir que busquemos las soluciones. En este sentido, la
perspectiva optimista ms provechosa en situaciones de riesgo es la que nos induce a
***
mil parejas de mellizos para estudiar la propensin de las personas a gozar de las
cosas buenas de la vida o a descorazonarse ante las adversidades. En otra
investigacin, el psiclogo experimental del Kings College de Londres, Robert
Plomin, analiz la perspectiva optimista y pesimista de casi trescientas parejas de
gemelos, por medio del cuestionario, ampliamente validado, conocido como Prueba
de orientacin en la vida. Este cuestionario contiene una extensa lista de preguntas que
exploran el grado de conformidad o disconformidad de los participantes con
declaraciones como siempre veo el futuro con optimismo o raramente cuento con
que me pasarn cosas buenas. El tercer estudio, llevado a cabo por Peter Schulman,
psiclogo de la Universidad de Pensilvania, compar en parejas de mellizos el estilo
optimista o pesimista de explicar los avatares de la vida.
En conjunto, los resultados de estas tres investigaciones demuestran que los
gemelos monocigticos -que poseen exactamente los mismos genes porque surgen de la
misma clula original o cigoto- se parecen estadsticamente en su disposicin optimista
o pesimista. Este mismo parecido se mantiene incluso entre los gemelos que crecen
separados desde su nacimiento, en hogares diferentes. Por el contrario, los niveles de
optimismo o pesimismo en hermanos mellizos bidgticos o genticamente desiguales,
aunque sean del mismo sexo y hayan crecido en el mismo hogar familiar, son tan
distintos entre ellos como los de personas sin ningn parentesco o elegidas al azar.
Un dato interesante en el que tambin coinciden estos estudios es que el equipaje
gentico juega un papel ms determinante en el pesimismo de la persona que en el
optimismo. Desde un punto de vista estadstico, aproximadamente el 40 por ciento del
pesimismo parece estar controlado por factores genticos, mientras que slo el 25 por
ciento del optimismo depende de los genes heredados. De estas cifras se deduce que el
entorno en el que crecemos, las experiencias que tenemos y nuestro aprendizaje tienen
un mayor impacto sobre nuestro nivel de optimismo que de pesimismo. Este dato, en la
prctica, implica que, en general, resulta ms eficaz invertir en estrategias dirigidas a
aumentar nuestra visin positiva de las cosas que en medidas destinadas a cambiar
nuestras creencias pesimistas.
Adems de estos estudios especficos, una forma indirecta de entender las
posibles conexiones entre nuestro material gentico y el talante positivo o negativo es
examinando ciertas enfermedades del estado de nimo que tienen un componente
hereditario importante, como el trastorno bipolar. Esta dolencia mental se caracteriza
por periodos de profunda tristeza y abatimiento entre los que se intercalan periodos de
excitacin y vehemencia incontroladas. Durante las fases depresivas estos pacientes
enfocan casi exclusivamente las connotaciones negativas de las cosas, miran el futuro
con desesperanza, y llegan a pensar que la vida no merece la pena. Por el contrario,
durante las fases de mana o exaltacin eufrica -lo que pudiramos llamar optimismo
patolgico- se sienten exultantes y expansivos, hasta el punto de llevar a cabo
impulsivamente todo tipo de excesos y actos de riesgo. Con un tratamiento mdico
adecuado, estos enfermos rescatan el equilibrio emocional y el raciocinio. En parejas
emociones.
Los nios son actores sociales por derecho propio. Su estado de nimo, su
apariencia fsica y sus talentos tienen un impacto en las personas de su entorno. Est
demostrado que las criaturas que manifiestan continuamente actitudes y emociones
positivas tienen ms posibilidades de ser correspondidas de la misma manera. Lo
mismo ocurre con los nios que se muestran disgustados o distantes. Las respuestas
favorables o desfavorables que los pequeos provocan en los dems durante el
proceso de desarrollo contribuyen a configurar su opinin sobre s mismos y el mundo
que les rodea. Adems, los nios imitan e incorporan a su carcter rasgos que
observan en las personas importantes de su entorno inmediato.
Un componente fundamental del carcter es la autoestima o la valoracin que
hacemos de nosotros mismos. La autoestima empieza a desarrollarse durante los
primeros dieciocho meses de la vida. Al principio se nutre sobre todo del amor
materno y del sentido de seguridad. A medida que los nios crecen se va configurando
por las experiencias que viven, por la valoracin que hacen de ellas y el mrito o
demrito que se asignan. El aprecio de las personas del entorno y la sensacin de que
controlan su cuerpo y los elementos que les rodean fomentan en ellos la confianza en s
mismos. La autoestima ms beneficiosa es la que se construye de pequeos y frecuentes
logros y de la ilusin hacia objetivos alcanzables.
Una buena autoestima estimula emociones positivas y nos protege de las
negativas. Sin una opinin positiva de uno mismo no es fcil desarrollar una
disposicin optimista. Es verdad que hay individuos que, pese a gozar de buena
autoestima, tienen una visin negativa de la vida. Pero, en general, las personas que se
valoran favorablemente se inclinan a ver el mundo a travs de un cristal ms positivo
que quienes se sienten insatisfechos consigo mismos.
A partir de los dos aos y medio, los nios empiezan a configurar el sentido del
pasado y a almacenar poco a poco los recuerdos que constituirn el sedimento de su
memoria autobiogrfica, un ingrediente esencial de su futura disposicin al optimismo
o al pesimismo. Recordar el ayer es una forma importante de confeccionar la identidad
como seres individuales. Padres e hijos hablan de experiencias que han atravesado
juntos tan pronto como los pequeos comienzan a balbucear. Y la forma en que los
padres interpretan y comparten los acontecimientos pasados va a influir sobre la
perspectiva que las criaturas crearn de su mundo.
Cuando adultos y nios pequeos recuerdan en voz alta, son los adultos quienes
establecen la estructura y el contenido de la conversacin. En el ejemplo que
seguidamente presento, obtenido de una grabacin realizada como parte de un estudio
sobre la comunicacin en el mbito familiar, una madre y su hijo de tres aos hablan
sobre un viaje en coche que hicieron para visitar a los abuelos del pequeo:
Madre: Te acuerdas de cuando Antoito (nombre del nio), mam y pap
hicimos un viaje largo en el coche para ir a ver a los abuelos?
Lo mismo que un alto cociente de inteligencia no garantiza una vida dichosa todos conocemos personas con dotes intelectuales excepcionales y lamentables
biografas-, un elevado intelecto tampoco va necesariamente acompaado de un talante
optimista. Aunque sospecho que no son pocos los sabios que se han beneficiado de
algn ingrediente optimista. Precisamente, lea hace poco que Albert Einstein, quien,
como tantos genios, siempre mantuvo una actitud curiosa y abierta frente a la vida y no
dio nada por hecho, sola responder a la constante pregunta sobre qu cualidades
personales haban contribuido ms a sus logros, diciendo: El regalo de la fantasa y la
esperanza ha significado para m mucho ms que la capacidad de absorber y retener
conocimiento.
Antes de dejar atrs el desarrollo de los rasgos del carcter, quiero hablar
brevemente sobre el cerebro, el rgano tangible donde se imprime fsicamente este
proceso. Aunque la inclinacin al optimismo o al pesimismo no se localiza en un punto
determinado del cerebro ni se reduce a una reaccin qumica concreta, muchas
investigaciones revelan que la zona prefrontal izquierda del cerebro registra mayor
actividad en los individuos optimistas que en los pesimistas. El neuropsiclogo
estadounidense Richard Davidson ha demostrado, por ejemplo, que nios de diez
meses que no lloran y se mantienen confiados cuando se separan de sus madres tienen
ms actividad en la zona prefrontral izquierda, comparados con pequeos que lloran
desesperados ante esta misma situacin. Asimismo, este investigador demostr que los
adultos con ms actividad en esa zona del cerebro expresaban ms emociones
positivas en situaciones agradables, y menos emociones negativas ante sucesos
desagradables.
Siguiendo con esa geografa del cerebro, otro dato interesante es que las personas
en las que predomina la influencia del hemisferio derecho tienden a manifestar su
optimismo o pesimismo de una forma ms global, o sea, perciben el mundo, en
conjunto, como un lugar acogedor o incmodo. Por el contrario, las personas en las que
impera el hemisferio izquierdo, responden de forma optimista o pesimista segn la
valoracin que hacen de los detalles de la situacin concreta. Curiosamente, los dos
hemisferios no siempre son coherentes. Como consecuencia, hay personas que afrontan
con pleno optimismo las adversidades generales, pero ante pequeos reveses se
frustran y desmoralizan.
Yo dira que ste es mi caso. Por un lado, pienso que las leyes de la naturaleza
casi siempre se inclinan a nuestro favor, y estoy convencido de que la humanidad
continuar evolucionando para mejor en todas sus facetas. Sin embargo, ante ciertos
percances inoportunos mi primer anlisis suele ser descorazonador. Por ejemplo, en
varias ocasiones en las que se me bloque el ordenador donde escriba este libro, mi
reaccin inmediata fue pensar que probablemente haba perdido todo el texto ya escrito
y el problema no tendra solucin. Como ltimo recurso, peda socorro a mi hijo
Joseph, de 19 aos, y en menos de cinco minutos lo que para m haban sido averas
irreparables, resultaron ser pequeos incidentes sin importancia.
Ciertas sociedades fomentan una visin de la vida ms positiva que otras. Una
extensa recopilacin de investigaciones multinacionales sobre la tasa de optimismo en
la poblacin desde 1975 a 1998, llevada a cabo por Ed Diener, profesor de Psicologa
Social de la Universidad de Illinois, revel que si bien el talante optimista abunda en
el mundo, los habitantes de pases como Dinamarca, Suecia, Suiza, Noruega, Estados
Unidos, Italia y Canad se situaban en el extremo positivo del termmetro, seguidos de
Irlanda, Francia, Espaa, Mxico y Argentina. En el polo pesimista se encontraban
Rusia, Ucrania, Georgia, Corea del Norte, Turqua, India, Pakistn, Brasil y China.
Aunque los investigadores detectaron una relacin moderada entre el nivel de
optimismo de la poblacin y su renta per cpita y tasa de empleo, la conexin ms
significativa que encontraron fue entre el optimismo y el grado de libertad o
democracia de los sistemas sociales de cada uno de los pases. Su conclusin fue que
los sistemas democrticos son un buen caldo de cultivo del optimismo. Por el
contrario, las sociedades que prescinden de instituciones o de un ordenamiento
jurdico para ejercer la autoridad, y en las que el poder se concentra en una sola
persona o una minora selecta, fomentan el derrotismo.
En otro sugestivo experimento, la psicloga alemana Gabriele Oettingen compar
el nivel de optimismo de los atletas de Alemania del Oeste y Alemania del Este
despus de los Juegos Olmpicos de invierno de 1983, cuando todava eran dos pases
separados. Con este fin, analiz el contenido de unas cuatrocientas declaraciones que
hicieron los atletas a los peridicos una vez finalizados los juegos. Esta investigadora
descubri que a pesar de que los competidores del Oeste tenan mucho menos que
celebrar -pues haban ganado slo cuatro medallas, mientras que los del Este
consiguieron veinticuatro-, sus testimonios reflejaban ms optimismo. En un estudio
posterior, esta misma psicloga pudo comprobar que los alemanes del Oeste, en
general, tenan niveles superiores de optimismo respecto a los habitantes del Este. En
cualquier comunidad una fuente segura de pesimismo es la insatisfaccin prolongada
de las necesidades esenciales de libertad, seguridad y justicia.
La buena noticia es que, por vez primera en la historia, una mayora de los
pueblos vive bajo sistemas democrticos. En tiempos tan peligrosos como los actuales
este hecho es particularmente reconfortante. Aunque existen claras excepciones, las
democracias no suelen luchar unas contra otras, ni suelen explotar en guerras civiles.
En efecto, en contra de la opinin de quienes piensan que el mundo se est
convirtiendo en un lugar cada da ms violento, la verdad es que los conflictos civiles
y tnicos han disminuido desde principios de la dcada de los noventa, como
demuestra un estudio exhaustivo del historiador de la Universidad de Maryland, Ted
Robert Gurr. Las transiciones a los sistemas democrticos pueden ser muy violentas,
como vimos en la antigua Yugoslavia o estamos viendo hoy da en Irak. Pero una vez
que se estabiliza el equilibrio entre los poderes ejecutivo, legislativo y judicial, las
democracias suelen impulsar los intereses de la mayora sin sacrificar los derechos de
las minoras.
con una gran sonrisa exclam: Finalmente he encontrado algo para volver a ser
dichosa: haber contado hasta hace poco con dos piernas, pues sin ellas no hubiera
podido caminar por el pueblo y ensearos a jugar a Vamos a estar contentos.
Un peligro de la idealizacin cultural insensata del optimismo es que puede
convertirse para muchas personas en una tirana, y producirles un estado crnico de
insatisfaccin y decepcin con ellos mismos. Durante mi carrera profesional en
Estados Unidos he observado con frecuencia este penoso efecto secundario.
La religin es un componente importante de casi todas las culturas. Numerosas
investigaciones en Europa y Estados Unidos, realizadas por expertos como Michael
Argyle y David Myers, corroboran que las personas creyentes, independientemente de
la lgica o racionalidad de sus convicciones, dicen sentirse ms positivas hacia la vida
que las que no son religiosas. Casi todas las creencias en una divinidad infunden
esperanza. Los significados de la existencia humana que proporcionan los dogmas no
son prueba de su validez cientfica, pero s ofrecen a mucha gente creyente algo
atractivo por lo que vivir y por lo que morir. La fe en una fuerza superior estimula una
perspectiva ms aceptable de las adversidades.
La cultura, pues, modula las actitudes de las personas. Ciertos valores promueven
el pensamiento positivo y la esperanza, mientras que otros los socavan. Un dato
reconfortante: si miramos hacia atrs y reflexionamos sobre los avatares de los
pueblos a lo largo de los siglos, es obvio que las corrientes que fomentan el optimismo
o el pesimismo van y vienen, pero, con el tiempo, las primeras predominan. Hoy hay
ms democracia en el mundo y se respeta ms al individuo y sus libertades, cada da
ms gente cuestiona la eficacia de las guerras para resolver desavenencias, y a
diferencia del ayer, hasta los nios se preocupan por la calidad del aire, del agua, de
los bosques, de las especies animales y del medio ambiente.
***
tambin puede ser una fuente de dolor insoportable. Es bien sabido que la funcin
natural del dolor es servir de alarma para anunciar un desarreglo fsico y motivar al
afligido a tomar medidas para corregirlo. Pero cuando el dolor es recurrente puede
convertirse en un ladrn implacable del optimismo.
Pese a que la medicina cuenta hoy con poderosos remedios analgsicos, hay
dolores desgarradores indomables que consumen la ilusin del ms entusiasta. Un
ejemplo es la tortura de la neuralgia del nervio facial trigmino. Slo un pequeo
movimiento, un suave roce del rostro o la caricia de una brisa desatan un dolor
lacerante insufrible en la cara. La vida cotidiana de estas personas se centra en los
ataques de dolor repentinos y en el pnico abrumador a la prxima pualada
inesperada.
Esto explica la frecuente tentacin de suicidio que sienten estos atormentados.
Otros ejemplos de dolores despiadados son las migraas intensas que no responden a
ningn tratamiento, algunas enfermedades musculares degenerativas y los tumores que
invaden los centros neurlgicos o los huesos.
Las alteraciones crnicas de la sangre -como la leucemia-, ciertas enfermedades
neurolgicas, los desequilibrios hormonales y las dolencias graves de los riones o
del hgado, sin ser extremadamente dolorosas, pueden destruir la energa vital, el
sentido de autocontrol y la capacidad de relacionarse con los dems. Estas
calamidades daan tambin el estado emocional, enturbian la forma de pensar,
oscurecen la visin del mundo y, al final, arrasan el optimismo del doliente.
Otro sentimiento que tiene la capacidad de envenenar el temperamento optimista
es el miedo crnico. El miedo, como el dolor, es un reflejo natural indispensable para
la supervivencia, pues nos permite detectar de antemano circunstancias peligrosas y
protegemos. Cuando nos enfrentamos a una situacin peligrosa nos invade un estado de
inquietud, zozobra y agitacin. El sistema reproductivo, el aparato digestivo y otros
rganos se paralizan y el cerebro moviliza al cuerpo para huir o luchar.
En psiquiatra, cuando el temor no es consecuencia de una amenaza objetiva, sino
que responde a un estado de angustia sin causa precisa, hablamos de ansiedad. Los
estados crnicos de ansiedad constituyen otro veneno para el optimismo. Afectan a
casi el 10 por ciento de la poblacin del mundo occidental en algn momento de su
vida, y aunque en la actualidad existen remedios efectivos, especialmente
farmacolgicos, ciertos casos son resistentes al tratamiento.
Todos conocemos personas que viven continuamente en un estado desmesurado de
aprensin y de inquietud, cuyas causas no corresponden a la peligrosidad real de las
circunstancias. Unos padecen fobias irracionales, otros experimentan tensin nerviosa
generalizada, o son atormentados por ataques de pnico, o por trastornos obsesivocompulsivos que los inmovilizan, pues la mente queda prisionera de ideas o impulsos
incontrolables. Entre los atemorizados ms indefensos destacan los hipocondracos,
que viven permanentemente angustiados, convencidos de que la menor molestia o
indisposicin pasajera, como un resfriado, una pequea infeccin o un leve mareo,
crneo, esta glndula fundamental se encarga de producir, entre otras, las hormonas
adrenocorticotrpicas que estimulan las glndulas suprarrenales segregadoras de las
sustancias que controlan nuestra capacidad de responder al estrs y a los peligros. La
aprensin o la ansiedad persistentes daan el sistema inmunolgico y alteran la
actividad de ciertas sustancias transmisoras en el cerebro -en particular la serotonina y
la dopamina- que son las encargadas de modular nuestro estado de nimo y cuyo dficit
nos predispone al desaliento y a la desesperacin. Con el tiempo esa mezcla explosiva
pero silenciosa de miedo e impotencia extingue nuestra esperanza y arruina
paulatinamente nuestra vida.
Es evidente que cuanto ms incapaces nos sentimos de controlar las aflicciones de
nuestro cuerpo, las perturbaciones de nuestra mente, y las embestidas del entorno, ms
espacio dejamos abierto para que la impotencia y la desesperanza nos invadan y
conmocionen los cimientos de nuestro talante optimista. Con todo, la intensidad del
impacto no es la misma en todos nosotros. El grado de indefensin que envenena
mortalmente el optimismo en unos, inflige un dao limitado y pasajero en otros. Cmo
se explica tal disparidad? Segn vimos en el captulo anterior, la fortaleza y la energa
de nuestro talante se forjan en una fbrica muy compleja compuesta de elementos
genticos, caracterolgicos y culturales que varan de persona a persona. Por otra
parte, no todas las vctimas del dolor, del miedo, de la ansiedad, de la violencia o del
acoso reciben los mismos cuidados mdicos y psicolgicos, ni el mismo grado de
apoyo social.
Un hecho que nadie cuestiona es que casi todos los seres humanos nacemos con la
aptitud de producir un antdoto natural de la indefensin. Este contraveneno se
compone del sentido de seguridad, de la confianza, de la esperanza y de las dems
cualidades positivas del carcter, todas la cuales se desarrollan normalmente durante
los primeros diez o doce aos de la vida. De ah la importancia de eliminar los
impedimentos que interfieren con la formacin de estos atributos, como el abandono,
los malos tratos fsicos, la crueldad mental y la explotacin sexual.
Pesimismo maligno
Para quienes han vivido en el bosque oscuro de la depresin y han conocido su
inexplicable agona, la salida del abismo es como el ascenso trabajoso del poeta que
finalmente surge de las profundidades desgarradoras del infierno y entra en un mundo
reluciente. Recuperar la capacidad de sentir serenidad y alegra es suficiente
indemnizacin por haber soportado la desesperacin ms all de la desesperacin.
WlLLIAM STYRON, La oscuridad visible, 1990
El peor veneno del optimismo es la depresin. Muchos hemos experimentado
alguna vez lo que es estar melanclicos, y somos conscientes de la capacidad de esta
dolencia para corromper nuestras vidas. La depresin destroza las races del
***
Desde que nacemos hasta que morimos todos somos vulnerables a los efectos
nocivos de la indefensin despiadada y del pesimismo maligno. Pero todos tambin
podemos tomar medidas para contrarrestar el impacto daino de estos venenos del
optimismo. Podemos reforzar los ingredientes optimistas que nos ayudan a percatamos
y a disfrutar de lo bueno que ofrece la vida, y a protegemos de los golpes bajos que
nos debilitan y nos compelen a rendimos o claudicar.
Gracias a la natural capacidad de aprender es posible moldear razonablemente la
manera de ser. La tarea no es fcil. Requiere, en primer lugar, la observacin puntual y
el cuestionamiento valiente de nuestros propios sentimientos, pensamientos,
absurdo y paralizante. A los pocos das, Roger comenz a acudir a agencias de empleo
y despus de varias semanas encontr un trabajo. Las probabilidades de acertar la
quiniela son bajsimas, pero si no jugamos, son nulas.
La historia de Ana -37 aos, una mdica muy competente y respetada en su
especialidad, segura de s misma y atractiva- ilustra tambin cmo ciertos
pensamientos que brotan de manera inmediata nos juegan una mala pasada. Durante
mucho tiempo Ana haba albergado la ilusin de formar una familia pero, al mismo
tiempo, no poda evitar sentirse profundamente pesimista con respecto a sus
posibilidades de tener una relacin sentimental estable. Cuando le ped que me
explicara sus sentimientos, me respondi: Estoy convencida de que nunca encontrar
pareja, porque ningn hombre est dispuesto a convivir con una mujer tan fuerte ni con
tanta personalidad como yo. Poco despus, aadi con contundencia: Simplemente,
los asusto! Cuando le ped un ejemplo, Ana me confi que haca poco tiempo haba
conocido en un acto social a un hombre que, de primeras, le haba cado muy bien. Tras
un par de horas de charla amigable, l dej caer con sutileza que se senta muy bien
con ella y le gustaba su manera de ser. Ana instintivamente pens: Realmente lo nico
que busca es una relacin sexual superficial; si me conociese mejor se sentira
amenazado y echara a correr. A los pocos minutos, sinti un impulso irresistible de
huir, se invent una urgencia, se disculp y desapareci apresuradamente sin dejar
rastro. Despus de recapacitar juntos sobre quin realmente haba asustado a quin,
llegamos a la conclusin de que quien se haba sentido amenazada fue ella y no a la
inversa, como apuntaba errneamente su teora. El argumento que Ana utilizaba para
justificar su visin negativa y agorera de las perspectivas de forjar una relacin, aparte
de cuestionable, era tan tajante y global que incluso en una situacin prometedora,
como la del ejemplo, no permita la ms mnima consideracin o el menor margen de
esperanza.
Paul Watzlawick, profesor de Psicologa de la Universidad de Stanford, describe
con irona en El arte de amargarse la vida las consecuencias negativas de esta forma
pesimista de pensar que practican inconscientemente algunas personas. En este
ejemplo, Watzlawick aborda la perspectiva del pasado: Casi todos podemos
conseguir ver el ayer a travs de un filtro que slo deje pasar la luz de lo bueno y lo
bello. Y si este truco no funciona, podemos recordar nuestra niez como una poca de
la que no echamos de menos ni un solo da. En cambio, los aspirantes a la vida amarga
ven nicamente lo penoso del pasado, o valoran su juventud como una edad de oro
perdida para siempre, lo que se convierte en una fuente inagotable de nostalgia y de
afliccin.
Otra faceta de nuestra forma de pensar es el estilo que utilizamos para explicar
los sucesos que nos afectan. El modelo desarrollado por Martin Seligman que describ
en el captulo sobre los ingredientes del optimismo es muy til. Seligman analizaba la
permanencia o duracin del impacto de los sucesos, la penetrabilidad o extensin que
le asignamos a sus efectos, y la personalizacin o grado de responsabilidad personal
***
Optimismo en accin
El optimismo es como una profeca que se cumple por s misma. Las personas
optimistas presagian que alcanzarn lo que desean, perseveran, y la gente responde
bien a su entusiasmo. Esta actitud les da ventaja en el campo de la salud, del amor, del
trabajo y del juego, lo que a su vez revalida su prediccin optimista.
Susan C. Vaughan, Medio vaca, medio llena, 2000
Relaciones
Con independencia de que sean jvenes o viejos, hombres o mujeres, ricos o
pobres, de Oriente o de Occidente, cuando se les pregunta qu es lo que ms les hace
felices? Cuatro de cada cinco responden que sus relaciones con las personas que
aman.
David Myers, La bsqueda de la felicidad, 1992
La vida ofrece incontables situaciones en las que encontrar la dicha, pero cientos
de investigaciones en todo el mundo demuestran que los individuos emparejados, o que
forman parte de un hogar familiar o de un grupo ntimo de amistades, expresan un nivel
de satisfaccin con la vida considerablemente superior que quienes viven solos, sean
solteros, viudos, separados o divorciados. El psiclogo Erich Fromm ya nos lo
advirti hace medio siglo en su obra El arte de amar. El ansia de relacin es el deseo
ms poderoso de los seres humanos, la fuerza fundamental que aglutina a la especie. La
solucin definitiva del problema de la existencia es la unin entre personas, la fusin
con otro ser, el amor.
La familia es la institucin humana ms bsica y resistente. Se transforma pero
nunca desaparece. La familia nuclear, reducida, autnoma y migratoria, compuesta
solamente de la pareja y uno o dos hijos, es cada da ms frecuente. Entre los nuevos
hogares en auge tambin se encuentran los matrimonios sin hijos, las parejas que
habitan juntas sin casarse, los segundos matrimonios de divorciados que agrupan a
nios de orgenes distintos, los hogares monoparentales, y las uniones homosexuales.
La sociedad se inclina cada da ms a reconocer la legitimidad de estas relaciones
diferentes, basadas en la eleccin libre, en el amor y en el compromiso sellado por sus
protagonistas. Al margen de su composicin, el hogar familiar forma tambin el
que los dems no se les acercan lo suficiente, pero en la prctica son ellos mismos
quienes los ahuyentan, con su exagerada necesidad de control o su ansia irresistible y
prematura de total seguridad.
Las uniones de amor entre las personas estn continuamente en proceso de
cambio. A travs del tiempo, adoptan formas diversas, dependiendo de la evolucin de
la personalidad de cada uno, y de los avatares de sus vidas. De hecho, el cambio de
talante en un miembro de una relacin, aunque sea positivo, a menudo requiere el
reajuste de todos los miembros del grupo. En mi trabajo he podido constatar muchas
veces cmo cuando un individuo que ha sido normalmente depresivo se convierte en
una persona alegre y vitalista se produce un desequilibrio importante en sus relaciones.
Si sus compaeros no logran encajar y adaptarse al nuevo balance, las relaciones se
ponen en peligro.
En el caso de parejas, la primera etapa de la relacin se suele caracterizar por el
romance. Este estado pasional sacude temporalmente a casi todas las personas por lo
menos una vez en la vida. Recientemente se han identificado sustancias especficas,
como la dopamina, que estimulan ciertas reas cerebrales y forman parte de la qumica
del amor, de los estados pasionales de enamoramiento. Estas parejas embelesadas
quedan absortas o colgadas de la nube de la reciprocidad mgica, donde poseen y son
posedas en exclusiva e incondicionalmente. En estas condiciones, los enamorados no
slo no cuestionan las necesidades o los hbitos de su media naranja, por
inconvenientes o irritantes que puedan parecer a un observador objetivo, sino que
afirman sentirse totalmente en perfecta armona.
Una vez amainada la tempestad del romance, en las parejas afortunadas el estado
pasional se convierte en algo ms sosegado y seguro. A medida que pasa el tiempo los
vnculos se refuerzan con el cario, la lealtad, los intereses comunes y la amistad. Con
esto no quiero sugerir que no sea importante el atractivo sexual, sino que esta pasin
disminuye su intensidad. No obstante, la expresin fsica de amor regular es casi una
garanta de continuidad de cualquier relacin de pareja.
A la hora de leer la suerte de unos enamorados es imposible predecir su destino.
Cada historia de amor es diferente, pese a que las expectativas fundamentales de los
amantes de nuestro tiempo sean muy parecidas. Casi todos reclaman el derecho a la
realizacin personal y a la calidad de vida compartida. Tambin reivindican una
convivencia que est imbuida de alegra, ilusiones, sinceridad, respeto, reciprocidad e
igualdad. Esta ltima aspiracin da por hecho la participacin de la mujer en el mundo
social, profesional o laboral y la colaboracin activa del hombre en los quehaceres del
hogar y, si viene al caso, en la crianza y educacin de los nios.
Todas las relaciones amorosas requieren alto mantenimiento. Necesitan ser
afinadas y renovadas peridicamente para responder a las demandas de la convivencia
a largo plazo, y para resolver las exigencias, tensiones y contrariedades que emergen.
Estos ajustes permiten responder oportuna y saludablemente a las vicisitudes,
esperadas e inesperadas, positivas y negativas: el nacimiento de un hijo, el xito
humana muy comn, en general las personas optimistas perdonan con ms facilidad que
las pesimistas. El problema de quienes no perdonan las provocaciones, los rechazos o
los errores cotidianos es que a menudo viven obsesionados con las pequeas ofensas
de la pareja, de familiares o de amigos, y terminan amargados, aislados y ofuscados
con los ajustes de cuentas, lo que les impide reconciliarse y recuperar la paz interior.
La esperanza constituye otro ingrediente bsico del optimismo y desempea un
papel fundamental en las relaciones entre las personas. A menudo, dos individuos se
atraen porque comparten algn inters, actividad o deseo. A medida que se conocen
mejor y se sienten* ms compenetrados sentimentalmente, tratan de programar y
compaginar sus prioridades y metas. Para las parejas que se concentran y suean con el
futuro, la esperanza es el principal carburante que mueve la relacin y la impulsa a
superar los obstculos que se interponen en el camino.
Aparte de las ilusiones globales que puedan alimentar sobre el futuro a largo
plazo, las parejas tambin mantienen una esperanza especfica que se basa en la fuerza
de voluntad que invierten para conseguir objetivos concretos, desde resolver una
desavenencia que surge en un momento dado, hasta comprarse un piso o tener un hijo.
Las parejas que programan su proyecto de vida conjuntamente y se sienten capaces de
enfrentarse y de luchar contra las circunstancias adversas perseveran con tesn ante los
problemas. Desde un punto de vista prctico, es evidente que cuanto ms se persiste en
la bsqueda de una solucin, ms altas son las probabilidades de encontrarla, en caso
de que sta exista.
La esperanza ms til en las relaciones ntimas es la que no oculta o anestesia el
dolor de las dificultades reales, no neutraliza la humildad que necesitamos para
reconocer los propios fallos, ni tampoco hace superflua la motivacin para cambiar. Es
la esperanza tambin que no nos deja ante la posibilidad de que la relacin est
afligida por una incurable enfermedad.
La inmensa mayora de las personas se casan con los depsitos de amor, de
confianza y de ilusin a tope. Con el paso del tiempo, sin embargo, no pocas relaciones
de pareja se debilitan y se hacen anmicas. Su vitalidad se apaga y es sustituida por la
indiferencia, el aburrimiento, la enemistad y el dolor. En los pases industrializados,
entre un 30 y un 50 por ciento de los matrimonios terminan en separacin, divorcio o
anulacin.
Pese a que la mayora de las personas considera una relacin de amor como paso
esencial para lograr la felicidad, esta misma creencia tambin sirve de justificacin
para que muchas parejas no soporten una relacin enferma que se ha convertido en una
fuente permanente de desdicha. Con todo, la decisin de romper no se suele tomar
precipitadamente, en un brote repentino de desesperacin, sino que es el resultado del
resentimiento crnico que crean la competitividad, los pulsos de poder, las
humillaciones y las acusaciones crueles y venenosas entre los cnyuges.
Romper una relacin en la que naci, creci, habit y muri el amor es siempre
una prueba espinosa, un trance angustioso. Las rupturas tienen muchos de los
componentes de una tragedia humana, pero gran parte del sufrimiento que ocasiona es
un signo saludable de supervivencia y de desafo a la apata y al fatalismo. Cuando
observamos de cerca la resignacin al sufrimiento que adoptan algunas parejas que son
profundamente desdichadas, casi siempre detectamos en los protagonistas una
perspectiva de la vida negativa y perdedora. Quienes ignoran o se resignan a soportar
una unin vara, aburrida, seca, fingida y sin amor terminan pagando su derrotismo con
su mejor capital, la felicidad.
Los efectos traumticos de la separacin son menos severos para las personas
optimistas que para las pesimistas. Es razonable pensar que los hombres y mujeres
separados o divorciados que tienden a no olvidar los buenos recuerdos de otras
relaciones anteriores, que se fijan en los aspectos ms favorables de sus
circunstancias, y que deciden invertir esperanzados en un futuro mejor, superan mejor
el miedo y la duda. Paralelamente, el optimismo refuerza el sistema inmunolgico de
estas personas en unos momentos bajos en los que tienen mayor predisposicin a sufrir
enfermedades fsicas y emocionales, como hipertensin, trastornos digestivos,
ansiedad y depresin.
Todas las parejas buscan explicaciones que les ayuden a entender la ruptura. Los
beneficios de este proceso van a depender en gran parte de su interpretacin de lo
sucedido. Unas personas se condenan a s mismas, otras culpan al cnyuge o a
circunstancias externas irremediables. Pero todas construyen poco a poco su propio
argumento. Tanto si la historia se ajusta a los hechos, como si se trata de meras
racionalizaciones o de excusas, este trabajo es indispensable para poder superar los
sentimientos normales de fracaso. Las personas que tienden a elaborar explicaciones
que minimizan su culpa limitan el impacto de la ruptura en sus vidas y fomentan la
ilusin en el futuro experimentan antes el deseo de volver a empezar y de explorar
nuevas relaciones. Por el contrario, quienes explican el derrumbamiento de su
matrimonio culpndose a s mismos y anticipan que los efectos de la ruptura sern
permanentes y devastadores en todas las esferas de sus vidas, acaban teniendo ms
dificultades para volver a empezar.
Por ejemplo, imaginemos a un hombre cuya prometida de varios aos ha roto con
l. Si este hombre atribuye la ruptura al miedo de su novia al compromiso matrimonial,
y deduce que la separacin no slo le ha salvado de un emparejamiento desdichado
con una mujer insegura, sino que le ha abierto las puertas para buscar una relacin ms
feliz, probablemente se mantendr esperanzado. Sin embargo, si piensa que la ruptura
es culpa suya y deduce que la separacin indica que l no vale como persona y, en
consecuencia, nunca se casar ni tendr hijos como desea, se sentir profundamente
desesperado.
No cabe duda de que la cualidad optimista de perdonar tambin ayuda a superar
las secuelas de las rupturas. El odio enquistado mantiene a muchas personas
prisioneras de por vida en el escenario del tormento pasado, amarradas al pesado
lastre que supone la identidad de vctima, e incapaces de pasar pgina y comenzar un
Son muchos los estmulos que recibe el cerebro, tanto provocados por mensajes
de nuestro cuerpo como por fuerzas del entorno que afectan al equilibrio de sustancias
neurotransmisoras. Estas sirven de mensajeras entre las neuronas encargadas de
modular nuestro estado emocional y las neuronas del sistema nervioso vegetativo, que
controla, independientemente de nuestra conciencia, el ritmo del corazn, la presin
arterial, la secrecin de hormonas, la movilidad del aparato digestivo y el
funcionamiento del sistema inmunolgico y otras funciones vitales.
En los diagnsticos mdicos hay una serie de trastornos fsicos que slo se
pueden explicar desde el marco psicolgico. Los sntomas de estas dolencias,
llamadas
psicosomticas,
incluyen
dolores
generalizados,
alteraciones
gastrointestinales y problemas neurolgicos o del sistema reproductor. La gran mayora
de las situaciones estresantes cotidianas slo nos afectan temporalmente. Pero ciertos
sucesos, como la muerte de un ser querido o la ruptura de una relacin importante, nos
hacen vulnerables a las infecciones, a los trastornos digestivos y a las enfermedades
del corazn. Una revisin reciente llevada a cabo por Redford Williams, profesor de
Medicina de la Universidad de Duke, sobre los factores psicolgicos que debilitan el
sistema inmunolgico y contribuyen a producir enfermedades cardiovasculares,
concluy que la hostilidad, la depresin, el miedo y el estrs persistentes producen en
algunas personas hipertensin y oclusin de las arterias coronarias. La razn es que
estas emociones alteran el funcionamiento de los centros cerebrales que regulan el
sistema hormonal y los rganos ms importantes del cuerpo.
Por otra parte, numerosas investigaciones muestran que situaciones que fomentan
la tranquilidad, como el desahogo emocional que produce hablar y compartir con otros
los problemas y dificultades, fortifican las defensas. Por ejemplo, la participacin
semanal en grupos teraputicos de apoyo psicolgico est relacionada con una mayor
esperanza y calidad de vida en pacientes que sufren de enfermedades crnicas y
algunos tumores malignos. Enfermos de soriasis que participan en sesiones de
relajacin o meditacin se curan ms rpidamente de sus lesiones. Incluso escribir
sobre experiencias traumticas pasadas causa una mejora sintomtica sustancial y a
largo plazo en enfermos asmticos y artrticos.
Cuando hablamos de buena salud nos referimos al sentimiento subjetivo de que
nuestro cuerpo ejerce con normalidad todas sus funciones. La Organizacin Mundial de
la Salud va incluso ms all y la define como el estado de completo bienestar fsico,
mental y social. La forma de evaluar con objetividad el funcionamiento de nuestro
cuerpo es a travs de un examen mdico. Sin embargo, la salud casi siempre pasa
desapercibida y slo la echamos de menos cuando nos sentimos mal. Por eso, la
mayora no visitamos al doctor a no ser que nos sintamos indispuestos.
Tres docenas de investigaciones sobre la percepcin subjetiva de la propia salud,
realizadas en Canad, Europa y Estados Unidos por los investigadores Idler, Kaplan,
Mossey y Veenhoven, demuestran que la respuesta a la simple pregunta de Cmo
describira su salud en general: excelente, muy buena, buena, pasable o mala?,
placebo. Los tres tipos de cpsulas tenan una apariencia externa idntica, y ni los
enfermos ni los mdicos que los evaluaban conocan su contenido, siguiendo un
modelo de investigacin que se conoce como doble ciego. Despus de cuatro
semanas de tratamiento, los pacientes volvieron a ser sometidos a otra endoscopia para
ver si la lcera haba sanado. Los resultados mostraron que el 88 por ciento de los
pacientes tratados con la nueva medicina, el 66 por ciento de los que recibieron la
medicina antigua, y el 49 por ciento de los que tomaron placebo se haban curado.
Los placebos no slo pueden ayudar al enfermo a curar una avera del cuerpo,
tambin pueden aliviar alteraciones del estado de nimo, como se ha demostrado en un
estudio reciente llevado a cabo por un grupo de investigadores de la Universidad del
Sur de California, encabezado por el doctor Lon Schneider. La mitad de los 728
pacientes que participaron, todos mayores de 60 aos y con un cuadro depresivo,
recibi tratamiento con pastillas del probado antidepresivo sertralina; la otra mitad
slo tom una sustancia inerte en forma de comprimidos de aspecto similar. A las ocho
semanas haban mejorado el 45 por ciento de los enfermos en el grupo de tratamiento
activo y el 35 por ciento de los pacientes que tomaron placebo. Especialmente
llamativo fue el hecho de que tanto los pacientes que tomaron sertralina como los que
ingirieron la sustancia inocua se quejaron, casi con la misma frecuencia, de efectos
secundarios como mareos, sequedad de boca, somnolencia, dolor de cabeza y nuseas.
El efecto placebo no se limita a los frmacos. Por ejemplo, en la dcada de 1950
se puso de moda operar a los pacientes que sufran dolor de angina de pecho
ligndoles las arterias mamarias con el fin de aumentar el flujo de sangre al corazn.
Diez aos y miles de intervenciones ms tarde, se llevaron a cabo dos estudios en los
que los doctores Grey Dimond y Leonard Cobb compararon los efectos de esta popular
intervencin con operaciones simuladas en las que los cirujanos hacan simples
incisiones superficiales en el pecho de pacientes que no saban si se les haba
sometido al procedimiento real o a otro ficticio. El resultado de esta comparacin fue
apabullante, pues revel que mientras el 67 por ciento de los 21 pacientes que fueron
sometidos a la operacin real mejoraron, el 83 por ciento de los que recibieron la
intervencin simulada mejoraron igualmente!
Por muchas vueltas que le demos al fenmeno, el denominador comn de los
enfermos que sanan por s mismos es su alto nivel de esperanza de cura. Si bien
todava se conoce muy poco sobre los mecanismos que intervienen en la conexin
esperanza-cura, a principios de 2004 un grupo de investigadores encabezado por el
neurlogo sueco Predrag Petrovic, del Instituto Karolinska
de Estocolmo, demostr que la esperanza de conseguir alivio del dolor como
respuesta a un placebo produce cambios fsicos cerebrales que son incluso visibles a
travs de resonancia magntica. Quiz este dato ayude a entender la respuesta positiva.
Como ya he dicho en otras ocasiones, todos nacemos con doble nacionalidad: la
del pas vitalista de la salud y la del estado doloroso de la invalidez. Aunque
preferimos usar slo el pasaporte bueno, tarde o temprano casi todos nos vemos
la labor y mayor resistencia a rendirse ante los rechazos de los posibles compradores.
Desde entonces el clebre optimismmetro Seligman forma parte del proceso de
seleccin de vendedores de seguros de la compaa.
Las personas optimistas que hacen frente a los avatares del mundo laboral con una
disposicin abierta y confiada tienden a dar un s! decidido y firme a las propuestas
y oportunidades que se les presentan, y funcionan muy bien en ocupaciones que
requieren relacionarse con los clientes o trabajar en equipo. Estas personas suelen
atribuir sus xitos a su propia competencia, por lo que se sienten ms orgullosos de sus
logros que quienes los atribuyen a la suerte o a la ayuda de otros. Por otra parte,
cuando fracasan, se sienten menos avergonzados porque culpan a la mala suerte o a
otros factores externos, y no a su incompetencia.
En la gran mayora de las organizaciones las actitudes derrotistas no estn bien
vistas y se consideran hasta desleales. Nunca los portadores de malas noticias son
bienvenidos por sus jefes. Por el contrario, los empleados considerados optimistas
suelen ser favorecidos por sus superiores y compaeros en el trabajo. En general, los
empleados optimistas son los ms populares en las empresas, ocupan puestos de
trabajo y cargos superiores y ganan ms dinero que los pesimistas. Pese a estos claros
beneficios, son pocas las personas que tratan activamente de estimular su talante
optimista para mejorar sus posibilidades laborales.
Las personas que esperan conseguir aquello a que aspiran tienden a trabajar ms
intensamente y ms tiempo que quienes no esperan alcanzar sus objetivos. Jonathan D.
Brown, de la Universidad de Washington, en una serie de investigaciones sobre la
confianza de las personas en su capacidad para solucionar problemas en el trabajo,
demostr que quienes albergan expectativas positivas son ms eficaces ante los
problemas, especialmente en situaciones difciles, porque se crecen ante las
dificultades.
Las expectativas optimistas estn asociadas a resultados superiores. Por el
contrario, quienes esperan fracasar tienen ms probabilidades de fracasar, ya que el
pensamiento negativo ante tareas complicadas predispone a cometer errores. Adems,
la disposicin optimista amortigua el impacto emocional del fracaso.
No se me escapa que hay crticos del optimismo que lo equiparan a la falta de
realismo. Para ellos, en situaciones de emergencia lo que hace falta en la cabina del
piloto no es una perspectiva exultante sino una visin pesimista y crudamente realista.
Asimismo, insisten en que hay situaciones en las que es preferible retirarse a tiempo o
cambiar de rumbo, a pesar de las prdidas sufridas, que esperar o insistir en avanzar
por el mismo camino, animados por vanas ilusiones. Es innegable que el director de
finanzas de una compaa o el ingeniero encargado de la seguridad de una planta
nuclear necesitan, respectivamente, tener una nocin correcta de la inversin que la
compaa puede permitirse, y conocer a fondo el nivel de peligrosidad del reactor
atmico en un momento dado. La prudencia, la cautela, la objetividad y la precisin
son cualidades importantes para su cometido. No obstante, la pregunta que cabe
ellas no asuman responsabilidad personal por los fracasos de sus polticas, sino que
los achacaban a circunstancias incontrolables, a fuerzas destructivas ajenas o a
enemigos malvolos, como el clebre eje del mal del presidente George W. Bush.
Sin embargo, ante los acontecimientos favorables, aunque fuesen fortuitos, tendan a
afirmar que los beneficios seran perdurables y moldearan muchas facetas del
bienestar econmico y social de la nacin. Tampoco dudaban en apuntarse casi todos
los mritos cuando las cosas venan bien dadas. Les bastaba proclamar que esos
hechos imprevistos eran fruto de un plan preconcebido por ellos, o su partido, lo que
les haca dignos de la recompensa de los votantes.
Animados por el descubrimiento, estos investigadores decidieron utilizar el
mismo termmetro del optimismo para pronosticar los resultados de las elecciones a la
Presidencia y al Senado de 1988. Sus predicciones, registradas dos semanas antes del
sufragio, fueron sorprendentemente correctas. No slo anunciaron de antemano los
triunfos del republicano George Bush padre sobre el demcrata Michael Dukakis, y de
veinticinco de los aspirantes que participaron en las veintinueve contiendas para el
Senado ese mismo ao, sino que tambin anticiparon con precisin la mayora de los
mrgenes de las victorias.
Los triunfos electorales de Bill Clinton en 1992 y 1996 tambin fueron
vaticinados acertadamente utilizando este mismo sistema. Por cierto, Clinton, durante
su segunda campaa contra Bob Dole, repeta constantemente que era de un pueblo
llamado esperanza, a lo que Dole le contestaba que l era el hombre ms optimista
de Amrica. En los comicios celebrados en 2000, George W. Bush y Al Gore daban
niveles de optimismo estadsticamente parecidos, lo cual coincidi con los resultados
tan ajustados como polmicos de dichas elecciones.
Segn Zullow y su equipo de expertos, las nicas excepciones de la regla general
que da ventaja electoral al candidato ms optimista fueron las tres elecciones
presidenciales consecutivas (1932,1936 y 1940) del pesimista Franklin D. Roosevelt,
quien gobern durante la Gran Depresin econmica y la Segunda Guerra Mundial, y la
victoria de Richard Nixon en 1968, en el auge de la guerra de Vietnam.
En cuanto a los protagonistas de las elecciones estadounidenses de noviembre de
2004, casi todos los expertos coincidieron en que el presidente George W. Bush
present una imagen ms optimista que el senador demcrata John Kerry, a quien
algunos cronistas llamaron el caballero de la triste figura. Bush comunic al
electorado machaconamente que esperaba que en su segundo mandato ocurrieran cosas
buenas y que l era el nico que poda conseguir que ocurrieran. Tambin opt por dar
toda suerte de promesas y explicaciones positivas que le justificaban y le favorecan,
aunque fueran tan simplistas como ficticias, como en el caso de las armas de
destruccin masiva imputadas a Irak. Esta estrategia, consciente o inconsciente, le
ayud a mantener una imagen de confianza en pblico, especialmente en momentos de
vulnerabilidad.
Bush esgrima continuamente comparaciones favorables para evaluar las
historia de los pueblos encontramos lderes electos que resultaron ser pilotos
desastrosos de sus seguidores, la realidad es que a la hora de tomar decisiones
importantes que afectan el destino de un pas todava no se ha inventado nada ms
fiable que la sabidura del pueblo. Este pensamiento me hace recordar una interesante
ancdota del cientfico ingls Francis Galton publicada en 1907 en la revista Nature.
Galton relata en este escrito la experiencia que tuvo en un concurso de peso de ganado
en la Feria de Ganadera de Plymouth. Cuenta que un buey corpulento haba sido
seleccionado para la competicin y estaba expuesto ante un numeroso grupo de
asistentes ansiosos por adivinar en una pequea apuesta el peso del animal. Unas 800
personas compraron por seis cntimos un boleto numerado en el que escriban su
nombre y las libras que calculaban que pesaba la res. Unos eran expertos en ganado
mientras que otros eran simples visitantes de la feria sin conocimiento del tema. Una
vez recogidas las papeletas, el juez anunci que el peso del buey era 1.198 libras.
Desafortunadamente no hubo premio, pues ninguno de los apostantes se haba
aproximado a esta cifra. Seguidamente Galton recogi todas las papeletas y sac la
media de los pesos que haban calculado todos los participantes. El resultado le
impresion: 1.197 libras. La opinin de la gente, en su conjunto, haba sido la ms
acertada.
Deporte
Un caballo nunca corre tan deprisa como cuando tiene otros caballos que
alcanzar y adelantar.
Ovidio,
El arte del amor, 8 d.C.
Los hombres y mujeres que son entusiastas de algn deporte suelen ser ms
optimistas que pesimistas. Lo que todava se desconoce es si esta relacin es una
coincidencia o se trata de una conexin causa-efecto. No sabemos si la aficin al
deporte estimula el pensamiento positivo en las personas, o es el talante positivo lo
que predispone a las personas a seguir de cerca algn deporte.
Entender cmo influye el optimismo en el mundo de los deportes nos puede
ayudar a moldear nuestra disposicin a enfrentarnos con situaciones competitivas y
exigentes en nuestro da a da, especialmente si requieren de nosotros una dosis
generosa de tenacidad y motivacin.
La confianza en s mismos y en sus facultades abunda entre los deportistas. Si
hacemos la prueba de sentarnos con un grupo de veinte deportistas igualmente
cualificados y pedimos a cada uno que apunte en un papel su posicin jerrquica,
calificndola del uno al veinte con respecto a su clase y talento en comparacin con
sus colegas presentes, dieciocho se posicionan entre los diez primeros puestos, o sea
el 90 por ciento se sita en la mitad superior. La mayora no es consciente de que
compiten con atletas que tambin se consideran los ms capacitados. Esto explica el
que en el mundo del deporte profesional sean muchos ms los atletas que se consideran
los mejores que los que verdaderamente lo son.
Con todo, los niveles de optimismo varan entre los atletas y entre los equipos.
Despus de leer y analizar metdicamente el contenido de varios cientos de noticias
deportivas y de otros tantos resultados de partidos, Martin Seligman y sus colegas
llegaron a tres conclusiones. La primera es que en las mismas condiciones fsicas, el
atleta de talante ms optimista gana, porque pone ms esfuerzo en vencer la
competicin, especialmente en circunstancias difciles o de desventaja. La segunda es
la misma idea aplicada al equipo. Es decir, si en preparacin y capacidad los
jugadores estn muy igualados, el equipo ms optimista gana, sobre todo en partidos
muy reidos. La tercera conclusin, o mejor dicho prediccin, es que cuando un atleta
aumenta su nivel de optimismo, tambin aumentan sus posibilidades de ganar.
Hay equipos compuestos de grandes figuras que por circunstancias diversas se
infectan de pesimismo, lo que va minando la confianza y el entusiasmo para competir
en pruebas difciles. Esto es lo que los entrenadores llaman un problema de actitud.
Manifiestan el pesimismo en la tendencia a ignorar o minimizar la importancia de sus
xitos anteriores con frases como El ao pasado ganamos la Liga porque tuvimos
suerte y el Bara nos lo puso en bandeja. Tambin lo expresan en las explicaciones
que los deportistas dan a sus fallos presentes: S que debera haber metido ese gol,
pero creo que estoy perdiendo reflejos, me cuesta concentrarme. Adems, se hace
evidente en la disposicin derrotista que demuestran hacia el futuro: Perdemos y
seguiremos perdiendo porque no marcamos. Seamos realistas qu demonios!.
El optimismo favorece la predisposicin a arriesgarse. De hecho, las noticias de
los diarios ofrecen muchos ejemplos de deportistas muy optimistas que minimizan las
posibilidades de fracaso y se marcan expectativas casi inalcanzables. Aunque esta
forma de actuar tiene sus peligros, no cabe duda de que nadie bate un rcord sin
grandes dosis de audacia y confianza. Con todo, la principal ventaja del optimismo se
refleja en la resistencia al sufrimiento fsico y al decaimiento mental, y la persistencia
para conseguir el triunfo.
Aunque la confianza optimista anima a los atletas a aceptar competiciones que
pueden ser demasiado fuertes para ellos, es una actitud muy til una vez que comienza
la prueba. La esperanza de victoria alimenta el esfuerzo, la seguridad y el tesn ante la
amenaza de derrota y, por tanto, eleva las posibilidades de xito. Los deportistas
optimistas se crecen en la desventaja, como ilustra un experimento en la universidad
californiana de Berkeley. Un grupo de nadadores fueron informados por sus
entrenadores despus de una competicin de que sus tiempos haban sido peores de lo
que realmente fueron. Ante este revs, los nadadores considerados optimistas
mejoraron su marca en la siguiente carrera. Por el contrario, los atletas pesimistas
empeoraron sus marcas.
Una caracterstica de los deportes competitivos es que los jugadores no tienen la
opcin de abandonar, incluso cuando la derrota es casi segura. En estas circunstancias,
la insistencia pertinaz contra todo pronstico slo puede ser beneficiosa. La situacin
es ms complicada cuando abandonar el campo es una alternativa y continuar la lucha
puede ser una opcin muy costosa. En estas condiciones no resulta fcil distinguir la
perseverancia justificada del empeo irracional.
Otra ventaja del optimismo en situaciones competitivas que se refleja
externamente es la intimidacin del contrincante. Es algo reconocido que la apariencia
de total confianza en uno mismo suele ser rentable, tanto en los juegos como en las
negociaciones y en los conflictos entre las personas.
Un hecho curioso es que el talante de los deportistas se contagia a sus hinchas.
Numerosos estudios demuestran que los seguidores incondicionales se conectan
psicolgicamente a sus dolos, hasta el punto de que vindolos en accin experimentan
cambios de estado de nimo similares. Esto tambin ocurre fuera del deporte. En
situaciones intensas, en las que formamos parte de un grupo solidario y nos jugamos el
triunfo y el fracaso, la autoestima, el optimismo y la confianza en uno mismo se
transmiten y sincronizan entre los miembros del grupo.
Medicina
Es mejor encender una vela que maldecir la oscuridad.
Confucio, 500 a.C.
Los problemas de salud ponen a prueba nuestra visin favorable de la vida, pero
tambin iluminan la utilidad del optimismo. Estoy convencido de que el pensamiento
positivo es un requisito fundamental para cualquiera que est interesado en la prctica
de la medicina y sus diferentes ramas.
Si bien, personalmente, no creo que haya nada ms fascinante que el
funcionamiento del cuerpo humano, la tarea de los profesionales de la salud no es tanto
admirar las maravillas del organismo lozano sino auxiliar a personas que sufren fsica
y mentalmente los efectos de sus averas. Pocas condiciones provocan en las personas
sentimientos tan profundos y desconcertantes de vulnerabilidad, indefensin y angustia
como las enfermedades. Por ello, la natural compasin hacia el dolor ajeno y la
empatia, o capacidad de ponerse en las circunstancias de los dems, hacen que los
mdicos y sus colegas sanitarios inevitablemente sean conmocionados por el
contagioso estrs de sus pacientes. Bajo estas circunstancias, la perspectiva optimista
se convierte en un protector muy til.
Como he podido comprobar, todos o casi todos los hombres y mujeres que
decidimos un da dedicamos a la medicina descubrimos muy pronto los beneficios del
optimismo. Para empezar, durante los aos de aprendices necesitamos una buena dosis
de pensamiento positivo, pues somos angustiosamente conscientes del peaje penoso
que, como consecuencia de nuestra impericia, los enfermos se ven obligados a pagar.
Si bien los efectos secundarios de la inexperiencia de los mdicos novatos ataen a
todas las especialidades, quiz se hayan cuantificado ms en ciruga. Por ejemplo, las
estadsticas demuestran que cirujanos que se embarcan en una nueva tcnica -como
colecistectoma laparoscpica o extirpacin de la vescula biliar enferma mediante un
instrumento que se introduce en el abdomen travs de una pequea abertura- necesitan
operar por lo menos a treinta pacientes antes de alcanzar un nivel aceptable de
competencia profesional y un mnimo de complicaciones. Ante este panorama, los
mecanismos psicolgicos de defensa y las racionalizaciones optimistas son
imprescindibles para el cirujano principiante, y desde luego para el enfermo si es
consciente de su riesgo.
Es preciso ponerse en guardia contra los doctores que exultan un optimismo
ilusorio acerca de su verdadera competencia o una euforia imprudente en relacin con
remedios cuya eficacia no ha sido suficientemente probada, porque pueden ser
peligrosos. No pasa mucho tiempo sin que se publique alguna noticia sobre las
consecuencias desafortunadas de decisiones mdicas tan triunfalistas como insensatas.
La premisa de que la experiencia es la madre de la ciencia no es slo vlida en
el campo de la medicina, sino que tambin se aplica a muchas otras profesiones en las
que la prctica es la base del dominio del oficio -por ejemplo, pilotos, bomberos,
ingenieros, inversionistas, farmacuticos, arquitectos, abogados, policas o
conductores de vehculos-. En todas ellas, el necesario periodo de aprendizaje implica
un riesgo para el propio profesional y sobre todo para sus confiados clientes. Bajo
estas circunstancias, una buena receta es abundante pensamiento positivo junto con una
generosa racin de prudencia.
para mantener la eficacia profesional es importante que el mdico ponga en
perspectiva el sufrimiento del paciente, con el fin de mantener la objetividad necesaria
para evaluar con lucidez su condicin. Igualmente importante es que esta perspectiva
objetiva no obstaculice la capacidad del facultativo de transmitir al doliente su
confianza y su solidaridad para derrotar juntos al enemigo comn, la enfermedad.
Cuando la expectativa positiva del enfermo se complementa con la comunicacin
implcita de confianza por parte del mdico, la posibilidad de que el paciente responda
al tratamiento aumenta considerablemente. Esto se puso de manifiesto en un interesante
experimento llevado a cabo hace unos aos por el especialista estadounidense en dolor
Richard Gracely. Este investigador seleccion sesenta pacientes voluntarios a quienes
se les iba a extraer una muela del juicio, y les advirti de que para calmar el dolor
despus de la extraccin unos recibiran al azar un placebo y otros un calmante. Los
dentistas, sin embargo, fueron informados de que a los primeros treinta pacientes
deban recetarles un calmante y a los otros treinta un placebo, aunque no deberan
revelarlo. En realidad, sin que los dentistas ni los pacientes lo supieran, los sesenta
pacientes recibieron placebo. Al final del experimento, los primeros treinta pacientes,
a quienes los dentistas pensaban que haban recetado un analgsico, se sintieron mucho
ms aliviados del dolor que los otros treinta pacientes a quienes los doctores pensaban
que haban dispensado un placebo. Cuando los mdicos estn convencidos de que sus
tcnicas son eficaces y comunican esperanza a los pacientes, se unen las expectativas
positivas del mdico y del paciente y aumentan las posibilidades de mejora incluso en
respuesta a una sustancia inerte.
En nuestra era de nfasis en la alta tecnologa mdica los factores emocionales
son con demasiada frecuencia ignorados por los profesionales, a pesar de que su
impacto puede ser de vida o muerte. No faltan mdicos que miran la relacin entre la
mente y el cuerpo con escepticismo. Son doctores que opinan que animar y esperanzar
al paciente es irrelevante para la eficacia de la intervencin. Sostienen que,
independientemente de estos apoyos emocionales, la mayora de los enfermos consigue
mejorar gracias a los adelantos de la ciencia mdica. A estas actitudes hay que aadir
la influencia derrotista del ambiente de trabajo en sistemas sanitarios saturados y
agobiantes, materializado en la tirana de los horarios apretados, en las onerosas
regulaciones burocrticas, y en el antagonismo entre proveedores y clientes. Son
demasiados los doctores que se sienten atrapados y maltratados por el sistema
sanitario. Se consideran mal retribuidos, faltos de tiempo y de energa para hablar
sosegadamente con los enfermos a su cargo y transmitirles tranquilidad y confianza.
Otro beneficio de la disposicin optimista en medicina es que alimenta la
motivacin del mdico para tratar esperanzadamente a enfermos incurables o muy
graves. El talante optimista tambin ayuda a los especialistas en enfermedades de alta
mortalidad, por ejemplo los onclogos, a no caer en la desmoralizacin cuando los
resultados de sus intervenciones son previsiblemente pobres. El optimismo de estos
mdicos los protege del reparo natural a involucrarse emocional y profesionalmente
con enfermos de alto riesgo. Esto es positivo, pues la verdadera utilidad de los
mdicos se hace especialmente evidente cuando prestan sus servicios a pacientes, con
independencia de sus posibilidades de cura.
De hecho, una de las situaciones en las que la actitud positiva del mdico se pone
ms a prueba es ante los enfermos incurables. Por ejemplo, en la ltima dcada se ha
generalizado la conciencia de que es importante evitar la conspiracin de silencio,
disimulo y engao que a menudo rodea a estos pacientes. Como consecuencia, cada da
es ms comn que el mdico informe al enfermo del diagnstico. En esta situacin la
informacin ms beneficiosa es la que explica el problema de una forma clara,
equilibrada y completa, adems de incluir las opciones para tratar la dolencia e ir
acompaada de una actitud comprensiva, compasiva y esperanzadora.
Esto me hace recordar a Manuel, un buen amigo de mi edad que durante varios
meses estuvo aquejado de una tos muy rebelde. Un da me pidi que le acompaara a
una cita con el especialista para informarse del resultado de una biopsia de pulmn que
le haban hecho. Una vez en la consulta, el mdico le invit a sentarse y con voz
tranquila y firme que transmita afecto y certeza le dijo: Manuel, es cncer. Lo siento.
Pero tenemos suerte porque el tumor es an pequeo. Tengo un plan de tratamiento que
da buenos resultados en el 50 por ciento de los casos como el tuyo. Si te parece bien,
lucharemos juntos. Mi amigo, como era de esperar, tuvo que superar un doloroso
dos datos interesantes. El primero fue que los periodistas utilizan el concepto de
optimismo mayoritariamente en las noticias de economa, de poltica y de deportes.
Estas tres actividades son muy dinmicas y pblicas, y tienen en comn la accin, el
rendimiento, el riesgo, la competitividad, la inseguridad, la vehemencia, la tenacidad,
la ambicin, los ganadores y los perdedores. Son escenarios de la vida en los que la
disposicin optimista de los protagonistas y sus seguidores juega un papel muy
importante en la situacin y en su desenlace. El segundo dato corrobor la sospecha de
que el optimismo es ms noticia en historias de contextos negativos. Concretamente,
mientras el 60 por ciento de los artculos sobre temas negativos contenan el vocablo
optimismo, slo el 40 por ciento de los que trataban eventos positivos lo incluan.
Quiz sta fuese la idea que movi a Stephen Jay Gould, profesor de
Antropologa de la Universidad de Harvard, a considerar que el optimismo es un arma
defensiva esencialmente trgica. Segn l, constituye un escudo eficaz pero de
ltimo recurso, pues solamente lo usamos cuando nos sentimos abrumados por
situaciones calamitosas que fuimos incapaces de prevenir.
Es posible que en 2004 las actitudes optimistas fueran ms noticia que las
pesimistas porque resplandecan en un planeta ensombrecido por las desgracias. Para
empezar, heredamos de 2003 una despiadada lista de calamidades: las mortferas
guerras revanchistas de Irak y Afganistn; los encarnizados ajustes de cuentas en
Oriente Prximo; el hundimiento por corrupcin de grandes empresas, como Enron,
Parmalat o WorldCom, que pulverizaron los ahorros de toda una vida de miles de
familias; las secuelas conmovedoras de los abusos sexuales perpetrados por cientos de
curas desalmados contra ms de 10.500 nios (slo en EE UU); o los efectos
devastadores del terremoto de Bam (Irn), en el que perecieron unas 30.000 personas.
Y nada ms comenzar 2004, el mundo fue convulsionado por nuevas atrocidades, como
la masacre terrorista en los trenes de cercanas de Madrid; la matanza de cientos de
almas inocentes por rebeldes en el sur de Tailandia y en Nigeria; las torturas a
prisioneros iraques indefensos por soldados estadounidenses; los asesinatos y
violaciones de cientos de miles de mujeres y nios por milicias en Sudn; los
huracanes Ivn y Charley, que desolaron los pueblos costeros de Cuba, Jamaica y
Florida; los cientos de nios asesinados por terroristas chechenos en un colegio de
Beslan; y el maremoto apocalptico en el golfo de Bengala que cinco das antes de
Nochevieja se cobr ms de 200.000 vidas en once pases del sureste de Asia.
Justamente en medio de esta abrumadora catstrofe, el 3 de enero de 2005,
periodistas en todo el mundo consideraron noticia e imprimieron el comentario que
haba hecho el da anterior Jan Egeland, coordinador de Naciones Unidas para la
ayuda a las vctimas del maremoto del ocano Indico, en relacin al progreso en los
esfuerzos
de socorro a los pases afectados: Las buenas noticias llegan cada hora. Hoy soy
ms optimista que ayer y mucho ms que anteayer respecto a que la comunidad global
ser capaz de enfrentarse a este enorme desafo.
Sospecho que las noticias de optimismo no slo sirven para iluminamos en las
tinieblas del dolor, la injusticia y la violencia, sino que constituyen el signo ms seguro
y esperanzador de que, una vez ms, la humanidad lograr superar la desventura.
Optimismo y adversidad
Pregunta: Con su extraordinaria erudicin, por qu se molesta en escribir libros
tan inteligibles sobre los misterios del universo?.
Stephen Hawking: Quiero que mis libros se vendan en los quioscos de los
aeropuertos.
P: Est usted siempre de tan buen humor?.
SH: La vida sera trgica si no fuese divertida.
P: Ahora en serio, cmo se mantiene optimista?.
SH: Mis expectativas se redujeron a cero cuando tena 21 aos. Desde entonces
todo en mi vida han sido pluses.
Deborah Solomon, Entrevista a Stephen Hawking, The New York Times, 12 de
diciembre de 2004
Nacido en Oxford, Inglaterra, en 1942, Stephen Hawking est considerado el
fsico terico ms importante de nuestro tiempo. A los 21 aos se vio afectado por
esclerosis lateral amiotrfca, una enfermedad incurable que destruye gradualmente las
neuronas motoras encargadas de controlar los msculos. Inmovilizado e incapaz de
hablar, se desplaza en una silla de ruedas y se comunica a travs de un ordenador
especial que dirige apretando un solo botn con una mano. Con este mtodo, Hawking
ha logrado dictar vanos libros de astrofsica, de fcil lectura, en los que explica las
principales leyes que gobiernan el cosmos.
La capacidad para resistir y superar calamidades se configura de atributos fsicos
y emocionales naturales. Los seres humanos tenemos una enorme aptitud para
ajustamos a las circunstancias y recuperamos emocionalmente de las derrotas. Son
muchas las vctimas de desastres que afirman que se conocen mejor como resultado de
su infortunio, se consideran mejores personas y valoran ms sus vidas. Con todo, hay
golpes ms fciles de asimilar y de poner en perspectiva que otros. Por ejemplo, es
ms sencillo encontrar sentido y aceptar la muerte de un abuelo de 86 aos que la de un
hijo de nueve.
No todas las personas gozan de la misma capacidad de recuperacin. Aparte del
papel que desempean los genes que heredamos y de nuestra manera de ser, la aptitud
para superar las desgracias depende tambin del significado que le demos a la
situacin que nos aflige y de nuestras expectativas. Por ejemplo, como consecuencia de
los espectaculares avances cientficos, tecnolgicos, sociales y polticos que han
experimentado muchos pases, especialmente de Occidente, cada da ms personas
mantienen altas perspectivas de seguridad, de controlar su entorno, de dirigir su
programa cotidiano y de vivir una vida completa y saludable. Pero precisamente por
ello tambin acusamos tanto los azotes inesperados y los sentimientos de incertidumbre
y vulnerabilidad.
Est ampliamente demostrado que las personas de temperamento optimista
superan mejor las adversidades que las pesimistas, desde dolencias graves hasta
cambios duros en sus vidas, como el divorcio, la bancarrota, el paro o la emigracin a
otro pas. La ventaja del optimismo ante la adversidad es independiente de la edad, el
sexo, la inteligencia, el nivel de formacin o los recursos econmicos. Los resultados
de cientos de estudios llevados a cabo en diferentes pases coinciden en que la
confianza en uno mismo, la capacidad de interpretar los sucesos de una forma positiva
y, sobre todo, la esperanza nos protegen de los efectos nocivos de los infortunios.
Los individuos optimistas confan ms en su capacidad para encontrar una
solucin que los pesimistas, por lo que perseveran con ms tesn. La sensacin de que
controlan las circunstancias tambin les ayuda a mantener el equilibrio emocional,
aunque en realidad el control sea muy limitado o incluso ficticio. La experta psicloga
Lisa Aspinwall ha demostrado que los hombres y mujeres optimistas se muestran ms
abiertos a buscar informacin sobre sucesos que les preocupan, y antes de tomar
decisiones importantes, sopesan tanto los aspectos positivos como los negativos,
mientras que los pesimistas se limitan a ver nicamente los aspectos negativos. Esta
tendencia es beneficiosa, porque el gran enemigo de muchas personas abrumadas por
las circunstancias no es tanto la gravedad de su situacin como sus temores aciagos
imaginarios. Como escribi el autor estadounidense Elbert Hubbard en El cuaderno de
notas (1927), Si los mayores placeres son los que nos figuramos, acurdense de que
sucede lo mismo con los peores disgustos. Adems, enterarse de qu es lo que
realmente ocurre y cul es la mejor forma de responder a la coyuntura ayuda a
mantener los pies sobre la tierra. Los peores avatares de la vida se hacen ms
llevaderos si uno cuenta con la perspectiva que da conocer sus causas, sus efectos y
sus remedios.
La extraversin es un rasgo ventajoso muy comn en las personalidades
optimistas. A travs de la palabra validamos lo que sentimos y nos desahogamos.
Conversar y expresar nuestras emociones es una forma saludable de organizar los
pensamientos y de aliviar la angustia o el miedo. Ante los retos ms penosos todos
necesitamos escuchamos en voz alta, ser escuchados, y recibir aliento de otras
personas. Las desdichas son para compartirlas. La unin y la conversacin con otros
estimulan el sentimiento de universalidad, la sensacin de que no soy el nico, y
animan a formular interpretaciones provechosas que alivian el estrs generado por las
calamidades.
La compaa amistosa nos provee adems de consuelo y seguridad y, con un poco
de suerte, saca a flote el sentido del humor. Este componente protector nos ayuda a
defendemos de la ansiedad y a resistir el abatimiento que producen las adversidades
prolongadas. Fue durante su terrible experiencia en el campo de concentracin cuando
Viktor E. Frankl se dio cuenta del efecto reparador del buen humor. El humor escribi- es una de las armas con las que el alma lucha por su supervivencia. Yo
mismo entren a un amigo que trabajaba a mi lado en el campo de concentracin a
inventarse cada da una historia divertida sobre algn incidente que pudiera suceder al
da siguiente de nuestra liberacin. Hoy est demostrado que el humor acta de
purgante con la fundn primordial de descargar la tensin emocional. Incluso el humor
negro alegra nuestra vida y la de las personas que nos rodean. Y si adems provoca en
nosotros el reflejo fascinante de la risa, nos ayuda a oxigenarnos fsica y
emocionalmente.
El ingrediente del optimismo ms eficaz en los momentos difciles es la
esperanza. En medio de privaciones y sufrimientos todos buscamos promesas de
alivio, de descanso y de curacin. Nos mantenemos animados gracias a que esperamos
que lo que nos aflige pasar. Hay personas que durante las crisis alimentan su
confianza con espiritualidad. La fe en un ms all seguro y placentero ayuda a
tolerar mejor el sufrimiento. Por eso, desde la antigedad la creencia en algo superior,
ya fuese divino, mgico, fsico o humano, ha florecido en todas las culturas,
particularmente en pocas penosas.
Tambin es verdad que la conciencia de caducidad empuja a mucha gente a luchar
por sobrevivir con una intensidad especial. En el mes de marzo de 2004, Eric
Lemarque, el famoso jugador francs de jockey sobre hielo de 34 aos, tuvo un
accidente y estuvo perdido durante una semana, malherido y con escaso abrigo en la
montaa helada Mammoth, en California. Al ser rescatado explic a los sorprendidos
socorristas: Para no rendirme soaba todas las noches que me rescataban, pensaba
una y otra vez que mi situacin era un simple juego de ordenador y en cualquier
momento alguien apretara el botn de reinicio y terminara.
La esperanza tambin es un arma que los lderes sociales pueden usar eficazmente
en coyunturas adversas. Un ejemplo es la lucha por la igualdad de derechos de la
minora de raza negra en Estados Unidos hace irnos cuarenta aos. El espritu
esperanzador de este movimiento masivo y pacfico se personific en su carismtico
lder Martin Luther King, Jr., y se propag a travs de sus conmovedoras palabras.
Quiz el discurso ms famoso fue el que pronunci el 28 de agosto de 1963, en la
manifestacin de protesta multitudinaria en Washington: Yo tengo un sueo Sueo
que un da esta nacin se levantar y vivir el verdadero significado de su credo:
Afirmamos que todos los hombres son creados iguales. Sueo que un da, en las
rojas colinas de Georgia, los hijos de los antiguos esclavos y los hijos de los antiguos
dueos de esclavos se sentarn juntos a la mesa de la hermandad. Sueo que un da mis
cuatro hijos vivirn en un pas donde no sern juzgados por el color de su piel, sino
por su carcter Esta es nuestra ilusin. Esta es la fe con la que esculpiremos la roca
de la esperanza en la montaa de la desesperacin. Con esta fe podremos trasformar el
sonido discordante de nuestra nacin en una hermosa sinfona de fraternidad.
Cinco aos ms tarde, King fue asesinado por un francotirador en el balcn de un
provecho. Son personas que disfrutan del espectculo y las alegras que ofrece el
universo, se sienten razonablemente satisfechas, y declaran con sinceridad que la vida,
en su conjunto, merece la pena.
Este hecho no debera sorprender. Despus de todo, desde el amanecer de la
humanidad la fuerza del optimismo ha impulsado a los seres humanos a ejercer con
ilusin el arte del emparejamiento, a resistir con firmeza la adversidad, y a promover
el progreso y el bien comn. Por todo esto, el optimismo es un atributo natural muy
valioso, al que los genes encargados de la supervivencia de la especie no han tenido
ms remedio que proteger y conferir el tratamiento preferencial que se merece.
Entender el temperamento optimista, sus races, sus ingredientes y sus
aplicaciones es una tarea verdaderamente relevante. Y aprender a sentir y a razonar en
positivo es, con seguridad, una inversin rentable. Pienso as porque para desarrollar
al mximo las posibilidades de vivir sanos y contentos no slo hay que ganarle la
batalla a las enfermedades, sino que tambin es importante nutrir los rasgos saludables
de nuestra naturaleza y robustecer el sistema inmunolgico, encargado de protegemos
de las agresiones fsicas y mentales que sufrimos durante nuestro paso por el mundo.
Jons E. Salk, el bilogo neoyorquino que en 1952 descubri la vacuna contra el
mortfero virus de la poliomielitis, ensalz personalmente la importancia de fortalecer
las defensas naturales que nos amparan contra la desesperanza, la indolencia y el
fatalismo cuando a sus 70 aos afirm: Si hoy fuese yo un joven cientfico, seguira
trabajando en el campo de la microbiologa. Pero en lugar de vacunar a las personas
contra las infecciones, las inmunizara psicolgicamente para que resistan mejor los
males de la mente. Si yo hubiera estado entonces en presencia del doctor Salk, le
habra dicho que la vacuna ms eficaz es la fuerza del optimismo.
Labor de muchos
Nadie puede silbar solo una sinfona. Es necesaria una orquesta.
Halford E. Luccock, 365 ventanas, 1943
De despedida, queridos lectores, quiero deciros que, a diferencia de algunos
colegas que se inspiran en la soledad y eligen anotar sus pensamientos y emociones en
un ambiente de tranquilidad y recogimiento, yo prefiero hacerlo en compaa, a poder
ser en medio del bullicio de una comunidad curiosa e indulgente. Por eso, me
complace dar las gracias a un grupo de personas muy queridas que me han ayudado con
su estmulo y mltiples sugerencias en este proyecto. Sus nombres, siguiendo el
abecedario, son Paula Eagle, Mercedes Hervs, Isabel Piquer y Gustavo Valverde.
Tambin quiero expresar mi agradecimiento a Rebeca Gonzlez y a mi hijo Bruno por
analizar cientos de noticias sobre optimismo y pesimismo en diarios de diversos
pases. Igualmente, mi sentimiento de gratitud a Santos Lpez por sus consejos
editoriales y a mis otros amigos de la editorial Aguilar,