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La Fuerza Del Optimismo - Rojas Marcos, Luis

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Annotation

Aprender a sentir y pensar en positivo es una inversin sumamente rentable para


vencer en la batalla contra el pesimismo y desarrollar al mximo las posibilidades de
vivir sanos y felices. En el dilogo con el lector que constituye este libro, el psiquiatra
Luis Rojas Marcos repasa la historia del pensamiento positivo; detalla los ingredientes
que distinguen la disposicin optimista de la pesimista; explora las fuerzas que forjan
nuestro temperamento el equipaje gentico, los rasgos del carcter y los valores
culturales-; identifica los venenos ms dainos para el optimismo la indefensin
crnica y la depresin-, describe estrategias de probada eficacia para fomentar una
disposicin optimista realista y examina la influencia del optimismo en las relaciones
con otras personas, en la salud y en el trabajo. Y finaliza con un anlisis de la cualidad
ms valiosa de nuestro optimismo: su enorme y probada utilidad a la hora de hacer
frente a la adversidad en la vida. El optimismo que se describe en este libro no es un
ejercicio mental o intelectual, sino una fuerza que nos ayuda a conquistar metas, a
resistir la desgracia, a vencer la enfermedad, a relacionarnos con los dems. Ameno,
con la sencillez expositiva que slo es posible cuando se posee un profundo y riguroso
conocimiento, Luis Rojas Marcos nos ofrece una obra mayor que nos ayuda a afrontar
la vida con ilusin y esperanza.

Luis Rojas Marcos


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Luis Rojas Marcos


La fuerza del optimismo
2005, Luis Rojas Marcos
2005, Santillana Ediciones Generales, S. L.
2007, para esta edicin, RBA Coleccionbles, S. A.
Diseo de la cubierta: Maru Godas
ISBN: 978-84-473-5364-4
Depsito legal: NA-1270-2007
Impresin y encuademacin: RODESA
Impreso en Espaa - Printed in Spain
Dedico este libro a los hombres y mujeres abiertos a la idea de que la dicha y la
desdicha no dependen tanto de los avatares de la vida como del significado que les
damos.

En busca del optimismo

El firmamento no es menos azul porque las nubes nos lo oculten o los ciegos no
lo vean.
Antiguo proverbio dans
Visita sorpresa al hospital Coler Memorial
En nuestra vida no hay un da sin importancia.
Alexander Woollgott, Mientras Roma arde, 1934
Una maana nublada de febrero de 1996 paseaba yo nerviosamente, arriba y
abajo, por mi despacho de la Corporacin de Sanidad y Hospitales Pblicos de Nueva
York, que diriga desde haca slo seis meses. Las finanzas municipales eran realmente
precarias y llevaba unos das muy preocupado por la posibilidad de que tuviramos
que cerrar varios ambulatorios en algunas zonas pobres de la ciudad. Para colmo,
George, un colega y buen amigo de muchos aos, haba sufrido la noche anterior un
accidente de automvil en una autopista de Los Angeles y estaba ingresado en la
unidad de cuidados intensivos de un hospital californiano.
Me imaginaba lo peor. Los presentimientos ms negros inundaban mi mente y me
impedan concentrarme en el trabajo. Decid cancelar las citas que tena esa maana.
Para distraerme y aliviar el desasosiego se me ocurri hacer una visita sorpresa a
uno de los hospitales de la Corporacin. S por experiencia que las apariciones
imprevistas del jefe suelen provocar unas buenas dosis de actividad e improvisacin
saludables entre los directivos, adems de que el personal y los pacientes las
agradecen y aprovechan para airear espontneamente sus quejas y satisfacciones.
Sin pensarlo mucho ms, me dirig al hospital Coler Memorial, ubicado en la
pequea isla Roosevelt, en la bifurcacin Este del ro Hudson que separa los barrios
de Manhattan y Queens. Este espacioso sanatorio fue construido en 1949 y bautizado
con el nombre del primer director de Bienestar Social de Nueva York. Con mil y pico
camas, el Coler Memorial es uno de los mayores hospitales pblicos de Estados
Unidos dedicado al cuidado y rehabilitacin de pacientes crnicos, en su mayora
afligidos por enfermedades degenerativas neurolgicas o lesiones cerebrales graves

provocadas por problemas vasculares o por accidentes.


Una vez en el centro fui directamente al despacho de Sam Lehrfeld, director
ejecutivo desde haca ms de una dcada. Sam es un hombre de cincuenta y tantos
aos, algo regordete, con cara amplia y grandes ojos azules de expresin alegre.
Aparte de ser un gran gestor sanitario, es conocido por su cordialidad, su aficin a la
gastronoma, su sentido del humor y la incombustible energa positiva que mantiene
contra viento y marea. Verdaderamente, Sam posee el temperamento idneo para
liderar una institucin dedicada a enfermos muy incapacitados y a menudo incurables.
Al verme se sorprendi por unos segundos pero enseguida se le ilumin el
semblante y me invit a que desayunramos juntos en la cafetera del hospital. Por
cierto, el Coler Memorial, con su men multitnico, goza de tan buena reputacin
culinaria que empresas del vecindario suelen encargar a su cocina la comida para sus
fiestas y recepciones, algo inslito en la industria hospitalaria. Una vez terminada la
colacin, le dije a Sam que quera darme una vuelta por la segunda planta, recin
renovada, en la que se encontraban internados pacientes tetrapljicos, paralizados de
barbilla para abajo, que requieren atenciones continuadas y respiracin asistida.
Aunque Sam insisti en acompaarme, le convenc de que prefera ir solo.
El olorcillo a desinfectante tpico de los hospitales me invadi nada ms entrar en
la unidad. El sonido rtmico de las bombas neumticas de los respiradores artificiales
que da y noche inyectan y extraen el aire de los pulmones de pacientes que han
perdido la capacidad de respirar por s mismos resonaba en el ambiente. Me
identifiqu ante la enfermera encargada y le expliqu que quera saludar a algn
paciente. Acto seguido entr al azar en una de las habitaciones.
Un hombre de aspecto joven yaca medio recostado en una cama, respirando
trabajosamente. Inmvil de brazos y piernas, tena la cabeza sujeta por unos soportes
forrados de gasa y los ojos muy abiertos y fijos en las imgenes de una pelcula que se
proyectaba en la pantalla de un pequeo televisor colgado frente a l. Not que tena
una traqueotoma -abertura que se hace artificialmente en la trquea para facilitar la
respiracin- cubierta con un tapn. Al lado de la mesilla de noche haba un respirador
automtico en punto muerto.
Cuando oy mis buenos das, gir los ojos hacia m, me ech una mirada
penetrante y sonri levemente. Me present y le dije que, si no tena inconveniente, me
gustara saber cul era el motivo de su hospitalizacin y su opinin sobre los cuidados
que reciba del personal. Hablando con dificultad en un lenguaje entrecortado, con tono
grave y spero pero comprensible, me dijo que se llamaba Robert, tena 46 aos, era
ingeniero de profesin y llevaba algo ms de cinco aos ingresado a causa del grave
accidente de trabajo que haba sufrido mientras inspeccionaba una obra. Me explic
que se lesion seriamente la mdula espinal a nivel cervical y, como consecuencia,
haba quedado totalmente paraltico. Robert estaba casado y tema un hijo de diez aos
y una hija de ocho. En cuanto a su evaluacin del hospital, elogi el trato que reciba y
se mostr especialmente animado al contarme que en los ltimos tres meses haba

conseguido, con mucho esfuerzo, respirar por su cuenta durante casi dos horas al da.
Robert me coment que era consciente de la alta probabilidad que terna de
permanecer paralizado durante el resto de sus das. Sin embargo, no dud en aadir
que en el pasado haba superado retos duros, como la muerte de su padre, con quien
estaba emocionalmente muy unido, cuando l slo contaba 15 aos, y las consiguientes
dificultades econmicas. Por otra parte, se senta muy animado porque haba logrado ir
controlando poco a poco su programa cotidiano en el hospital. Estos logros le hadan
pensar que quiz en el futuro tambin vencera su invalidez, por lo menos hasta el
punto de poder vivir en casa con su familia. Le pregunt cmo era su da a da en el
hospital y me contest que bastante mejor de lo que en un principio haba anticipado.
Se haba hecho adicto -me dijo- a varias series de televisin, y siempre esperaba
con buen apetito la hora de la comida; disfrutaba de las buenas relaciones de amistad
que haba desarrollado con algunas enfermeras y fisioterapeutas del centro y, sobre
todo, se senta feliz cuando le visitaban sus hijos y su mujer.
Fascinado por la actitud positiva de Robert, en un momento de la conversacin se
me ocurri preguntarle que calculara su nivel de satisfaccin con la vida en general
desde el 0 (muy desgraciado) al 10 (muy dichoso). Despus de una breve reflexin me
respondi sonriente y con seguridad que un ocho. El notable me sorprendi. A
continuacin, le pregunt qu nmero se hubiera dado antes del accidente. Casi sin
vacilar contest: Yo dira que un ocho y medio, ms o menos. Slo medio punto
ms?, exclam en un reflejo de incredulidad. Querido doctor -me replic Robert
pausadamente como para tranquilizarme-, aunque le parezca mentira me considero un
hombre con suerte. He sobrevivido a un terrible percance y mantengo intactas mis
facultades mentales. De hecho, desde el accidente mi vida ha adquirido un significado
ms profundo. Creo que, de alguna forma, me he convertido en mejor persona. Soy ms
comprensivo con los dems, aprecio mucho ms las cosas pequeas que antes
consideraba triviales Quin sabe, quiz un da pueda ayudar a superar este problema
a otras personas que, como yo, han visto su destino torcerse de repente.
Sin decir nada, puse mi mano en su hombro y le mir intensamente, buscando en
su expresin algo que justificara mi escepticismo. Lo nico que percib fue el fulgor
del optimismo brillar en sus ojos. Sent que esa luz era la prueba ms segura de que
Robert haba superado emocionalmente su desgracia.
En el coche, de regreso al despacho, anot los detalles de la conversacin,
mientras me deca para mis adentros qu admirable!, qu sorprendente!.
Trabajando en el mundo de la enfermedad y la invalidez aprend muy pronto dos
lecciones. La primera es que el pensamiento positivo posee un inmenso poder
reparador. La segunda, que la esperanza abunda entre las personas mucho ms de lo
que nos imaginamos. A lo largo de los aos, estas dos lecciones han sido ratificadas
diariamente y, no hace mucho, fueron esculpidas en mi propia alma como secuelas de
mi experiencia personal el 11 de septiembre de 2001 en Nueva York. Con todo, aquella
charla con Robert en el hospital Coler Memorial fue la experiencia que realmente

prendi en mi mente la llama de la curiosidad por escudriar a fondo esa tendencia tan
humana de enfocar las vicisitudes de la vida a travs de una lente que acenta los
aspectos ms favorables y minimiza los negativos.
Manos a la obra
No se intentara hacer nada si antes se tuvieran que superar todas las objeciones
posibles.
Paula F. Eagle, Comunicacin personal, 2000
Seis aos despus de aquella visita sorpresa al Coler Memorial dej el puesto
que ocupaba al frente de los hospitales pblicos neoyorquinos y me incorpor al ms
sosegado ambiente acadmico de la universidad. Fue entonces cuando sent que haba
llegado el momento de profundizar en el talante optimista, investigar sus races, sus
ingredientes, sus manifestaciones y sus efectos.
Nada ms empezar me di cuenta de lo placentero de la tarea. Habituado a trabajar
en el campo de los males del cuerpo y de la mente, estudiar el optimismo entraaba
para m un grato respiro, una tregua reconfortante. Mas debo confesar que la labor
tambin me supona un reto: los profesionales de la medicina no le hemos prestado
mucha atencin a los rasgos saludables de la naturaleza humana y no estamos
acostumbrados a pensar en las actitudes positivas de las personas. Esta deficiencia se
explica en parte porque, desde que aparecieron los primeros curanderos y chamanes en
la prehistoria hasta hace poco, los hombres y las mujeres de mi gremio se han ocupado
casi en exclusiva de aliviar los padecimientos que torturan y roban la vida sin piedad a
sus semejantes. Los pocos compaeros que optaron por dedicarse a la investigacin se
concentraban, por pura necesidad, en las causas y los remedios de las enfermedades y
epidemias que dominaban implacablemente el destino de los mortales. Y la verdad es
que no daban abasto.
Al igual que sus colegas mdicos, los peritos de la mente no tuvieron ms
remedio que dedicarse durante muchas dcadas a intentar mitigar los sntomas que
arruinaban la vida de los enfermos mentales, y a menudo tambin la de sus familiares.
Era una misin que adems no resultaba nada fcil, pues el estudio del funcionamiento
del cerebro siempre ha planteado -y an plantea- un enorme desafo. Es precisamente
en esta enrevesada amalgama, compuesta de miles de millones de neuronas
entrelazadas y sumergidas en un mar de poderosas sustancias qumicas, donde se
configura la personalidad, se almacenan los recuerdos, se cuecen los pensamientos y se
fraguan las emociones, las actitudes y los comportamientos, tanto los saludables como
los malsanos.
Otro motivo por el que se ignoraron los aspectos positivos de la mente humana es
que la psicologa y la psiquiatra son ciencias relativamente nuevas, que desde su
infancia estuvieron influenciadas por el fatalismo filosfico. El nacimiento de la

psicologa como disciplina que estudia los procesos mentales de los seres vivientes se
suele fechar en 1879, cuando el bilogo de la universidad alemana de Leipzig,
Wilhelm Wundt, decidi crear un nuevo campo de la ciencia y estableci el primer
laboratorio dedicado al estudio de las funciones de la mente. Wundt y sus colegas
idearon tests psicolgicos para explorar la atencin, la memoria y el estado de nimo
de las personas. En 1890 el psiclogo neoyorquino y profesor de Harvard, William
James, public el primer manual, titulado Principios de psicologa.
Estos psiclogos pioneros se dejaron seducir por las profundas ideas pesimistas
que predicaban casi todos los filsofos de la poca, una mama que analizar con algn
detalle ms adelante. Por ejemplo, William James reconoca que haba personas que
pese a tener el alma enferma mantenan una actitud ilusionada. No obstante, para
l la utilidad de la esperanza se limitaba a posponer los inevitables desengaos de la
vida. Este psiclogo mantena que el optimismo es un velo que nos evita ver las duras
verdades de la existencia, pero dada la abundancia de fracasos y desilusiones, nadie lo
puede llevar puesto durante mucho tiempo.
Igualmente, la psiquiatra, rama de la medicina que estudia el diagnstico y el
tratamiento de los trastornos mentales, surgi hace menos de dos siglos y dio sus
primeros pasos en un ambiente cargado de prejuicios y teoras absurdas. No olvidemos
que hasta hace poco los individuos que tenan perturbadas sus facultades eran
ignorados cuando no castigados, encerrados o exorcizados por hechiceros o clrigos.
La situacin de estos enfermos mejor poco a poco con el avance de los conocimientos
psiquitricos y la progresiva sensibilizacin de la sociedad frente a las enfermedades
mentales. Con todo, durante mucho tiempo los psiquiatras mantuvieron una visin
bastante negativa de la naturaleza humana.
Un psiquiatra universal, contemporneo de William James, fue Sigmund Freud, el
inventor del psicoanlisis. Segn sus bigrafos, Freud era un hombre supersticioso,
muy preocupado por la muerte y convencido de que las personas estn destinadas a
frustrarse y sufrir, o a frustrar y hacer sufrir a otros, por lo que la ms modesta
aspiracin a la felicidad no es ms que una irracional quimera infantil. En su obra El
malestar en la cultura (1930) este genial explorador de la mente apunt con crudeza:
El hombre es una criatura dotada de tal racin de agresividad que le sera fcil
exterminarse Slo nos queda esperar que el eterno Eros -el instinto de vivirdespliegue sus fuerzas para vencer en la lucha contra su no menos inmortal adversario
Tnatos -el instinto de destruir-. Mas quin podra vaticinar el desenlace final?. Un
mensaje algo ms esperanzador se puede deducir de su respuesta, en septiembre de
1932, a una carta del fsico Albert Einstein, en la que ste le preguntaba si haba alguna
forma de salvar a la humanidad de la amenaza de la guerra. Freud le respondi: Una
cosa le puedo decir: todo lo que estimula el crecimiento de la civilizacin trabaja, al
mismo tiempo, en contra de la guerra.
El concepto preponderantemente pesimista de la naturaleza humana fue
compartido incluso por profesionales que estudiaban aspectos positivos de las

personas, como por ejemplo Erich Fromm. Este reconocido psiclogo, que explor con
lucidez el amor y la libertad, consideraba que los seres humanos, en su mayora, eran
materialistas, incapaces de amar, infelices, y proclives a la autodestruccin. En su
famoso tratado sobre el arte de amar (1956) declar: El hombre es consciente de que
nace sin su consentimiento y perece en contra de su voluntad Es consciente de su
soledad y de su impotencia ante las fuerzas de la naturaleza y de la sociedad. Todo esto
hace de su existencia una prisin insoportable.
La primera persona de mi gremio cuyas ideas optimistas tuvieron un impacto
significativo en mi formacin fue la psiquiatra de origen alemn residente en Nueva
York, Karen Horney (1885-1952). Horney, a quien nunca conoc, argument con
claridad que, en condiciones normales, todos los seres humanos desarrollamos las
capacidades que nos permiten realizarnos como individuos: la habilidad para sacar el
mximo partido a nuestros recursos personales, la fuerza de voluntad y la aptitud para
relacionamos ntimamente con los dems. Horney, quien haba sido discpula de
Sigmund Freud, rechaz abiertamente el concepto del instinto de destruccin o Tnatos
desarrollado por el maestro, lo que le supuso el boicot de muchos de sus colegas. En
su libro principal, Neurosis y crecimiento humano (1950), compar sus ideas con las
de Freud con estas palabras: Si usamos los trminos optimista o pesimista en el
sentido profundo de afirmar el valor del mundo y de la vida o negar el valor del mundo
y de la vida, la filosofa de Freud es pesimista y la ma optimista.
Con muy pocas excepciones, hasta finales del siglo XX los psiclogos y
psiquiatras le prestaron ms atencin a la psicosis que a la cordura, al miedo que a la
confianza, a la fobia que al valor, a la melancola que al entusiasmo. Por ejemplo, en
una revisin electrnica de las revistas de psicologa ms prestigiosas del mundo,
realizada entre 1967 y 1998, el profesor de Psicologa de Michigan, David Myers,
encontr 101.004 artculos sobre depresin, ansiedad o violencia, pero solamente
4.707 sobre alegra, amor o felicidad. Dicho de otra forma, por cada artculo que
trataba sobre un aspecto positivo de la persona, veintiuno lo hacan sobre alguna faceta
negativa.
Slo en los ltimos veinte aos, los avances en medicina, en psicologa y, sobre
todo, los adelantos farmacolgicos en el tratamiento de las alteraciones mentales,
permitieron que la oleada de clnicos e investigadores que hasta entonces haba
enfocado su atencin nicamente en la patologa fuese poco a poco cambiando de
rumbo, hasta concentrarse tambin en los elementos que contribuyen a la satisfaccin
de las personas con la vida.
La importancia de la investigacin de los aspectos positivos de la mente humana
fue finalmente reconocida de forma oficial en el ao 2000, cuando varias facultades de
Psicologa estadounidenses, alentadas por el profesor de la Universidad de
Pensilvania Martin E. P. Seligman, formalizaron la asignatura de Psicologa Positiva.
Esta nueva materia universitaria incluye el estudio de las experiencias y los rasgos del
carcter que ayudan a las personas a sentirse dichosas y a mantenerse mentalmente

saludables. Como resultado, cada da contamos con un contingente mayor de


ingeniosos doctores y doctoras que investigan los ingredientes de la confianza, de la
seguridad, del placer, de las relaciones gratificantes, y de la ilusin. En palabras de
Seligman, Los cientficos de la mente del nuevo milenio no slo se preocuparn por
corregir lo peor de la condicin humana, sino que tambin se dedicarn a identificar y
promover lo mejor.
En los ocho captulos que siguen presento mis hallazgos y experiencias, as como
las ideas que he aprendido de otros. Comienzo por hacer un repaso breve y selectivo
de la historia del pensamiento positivo. Es una crnica con una dosis alta de
subjetividad en la que especulo sobre los orgenes borrosos del optimismo, destaco la
mala prensa que ha tenido y an tiene entre pensadores eruditos y profanos, y lo enfoco
a la luz de las ciencias neuropsicolgicas. Seguidamente detallo los ingredientes que
distinguen la disposicin optimista de la pesimista, y los encuadro en tres esferas:
nuestra memoria del pasado, nuestra interpretacin del presente y nuestra visin del
futuro. Exploro tambin las fuerzas que forjan nuestro temperamento: el equipaje
gentico, los rasgos del carcter y los valores culturales.
Despus de identificar los venenos ms dainos para el optimismo -la indefensin
crnica y la depresin-, describo dos estrategias de probada eficacia para fomentar
una disposicin optimista realista. A continuacin, examino la influencia del optimismo
en las relaciones con otras personas, en la salud y en el trabajo. Comento tambin su
impacto en los escenarios de la poltica, el deporte, la medicina y el periodismo.
Finalizo con un anlisis de la cualidad ms valiosa de nuestro optimismo: su enorme y
probada utilidad a la hora de hacer frente a la adversidad en la vida.

Orgenes del pensamiento positivo

Pensar que el futuro es de color de rosa es algo tan biolgico como las fantasas
sexuales Apostar por la esperanza ante la incertidumbre es tan natural en nuestra
especie como andar con dos patas.
Lionel Tiger, El optimismo, 1979
Que la civilizacin pueda sobrevivir o no depende en verdad de nuestra manera
de sentir. Es decir, depende de lo que queramos las personas.
Bertrand Russell, The New York Times Magazine, 19 de marzo, 1950
Aunque no es realmente posible estar seguros de cmo era el temperamento de
nuestros antepasados mis lejanos que no dejaron rastros escritos, yo me inclino a
pensar que en el momento en que adquirieron conciencia de s mismos y de su entorno,
hace unos cuatrocientos milenios, a la mayora se le ilumin la cara con una sonrisa de
regocijo. Imagino que las razones fueron varias. En primer lugar, al mirar hacia atrs
debieron de sentirse muy orgullosos de haber superado las duras pruebas a que les
haba sometido la implacable ley de seleccin natural. De acuerdo con esta fuerza
irresistible, encargada de favorecer las cualidades fsicas y mentales tiles para la
conservacin y mejora de la especie y de descartar las inservibles, slo los miembros
ms aptos de la familia de los grandes primates podan aspirar a protagonizar el papel
de seres humanos. Me figuro que nuestros ancestros percibieron especialmente su gran
logro cuando compararon su suerte con la de los chimpancs y los gorilas, sus
parientes del reino animal.
Es verdad que algunos profesionales respetables, como el profesor de
Arqueologa de la Universidad de Harvard Steven LeBlanc, o el antroplogo de la
Universidad de California Robert B. Edgerton, piensan que los seres humanos de la
prehistoria no tenan nada que celebrar. Segn ellos, vivan angustiados y deprimidos,
acosados continuamente por despiadadas enfermedades y por las caprichosas fuerzas
de la naturaleza. No obstante, yo mantengo que esta sombra valoracin del talante de
nuestros ascendientes remotos refleja puntos de vista moldeados por modernos valores
estticos y expectativas de bienestar a los que nuestros predecesores eran ajenos.
Si reflexionamos sobre la milenaria conservacin de la especie humana, tiene

sentido que la esperanza abundara entre sus miembros iniciales, aunque no fuese nada
ms que porque serva de potente incentivo para hacer el amor y reproducirse, para
buscar con ilusin y tenacidad los frutos de la naturaleza y para resistir las agresiones.
Los crticos de la utilidad del optimismo para la supervivencia argumentan que
mientras los miembros optimistas de las tribus trogloditas preferan arriesgarse ante
los terremotos y huracanes, o perdan la vida enfrentndose imprudentemente a los
tigres y bisontes que les acechaban, los agoreros eran cautelosos y se protegan en la
seguridad de las cuevas. Sin embargo, como expondr ms adelante, hoy sabemos que
el pensamiento positivo es congruente con las ganas de vivir y perfectamente
compatible con la capacidad de valorar con sensatez las ventajas y los inconvenientes
de las decisiones.
El optimismo saludable no implica un falso sentido de invulnerabilidad ni un
estado alocado de euforia. Por el contrario, es una forma de sentir y de pensar que nos
ayuda a emplear juiciosamente las habilidades propias y los recursos del entorno, y a
luchar sin desmoralizamos contra las adversidades.
La disposicin positiva de nuestros predecesores, adems de manifestarse en su
capacidad para buscar sentimientos placenteros y crear estrategias prcticas de
supervivencia, se reflej con nitidez en tres facetas muy importantes de su existencia:
en la religin, en su forma de entender y abordar las enfermedades y en su progresiva
civilizacin.
Mitos y creencias
Los seres humanos creemos en lo que queremos creer, en lo que nos gusta creer,
en lo que respalda nuestras opiniones y en lo que aviva nuestras pasiones.
Sydney J. Harris, Limpiando la tierra, 1986
Segn David Fromkin, profesor de Historia de la Universidad de Boston, nuestros
ascendientes, movidos por su ansia de explicar las fuerzas de la naturaleza, de regular
sus propios impulsos y de vencer los infortunios que les acosaban, concibieron a los
dioses mitolgicos. A estos personajes divinos les atribuan la creacin y el
funcionamiento del universo; aunque les imputaban todas las calamidades, tambin les
adornaban con algunas virtudes, incluida la esperanza. Recordemos brevemente el mito
ms antiguo que se conoce sobre los orgenes de la esperanza.
Cuenta la leyenda que Prometeo, el titn creador de la humanidad, regal
secretamente a los mortales el fuego que haba robado del Olimpo, y les transmiti los
conocimientos que haba recibido de Atenea. Al enterarse Zeus, el dios supremo, se
enfureci de tal manera que lo encaden a una columna e hizo que un buitre le comiera
las entraas durante el da, para que se regeneraran por la noche y as sufriese sin
descanso. Seguidamente, Zeus orden a su hijo Hefesto, dios del fuego, que creara a la
mujer ms hermosa posible. Hefesto obedeci y dio vida a Pandora. Zeus entonces

mand a Pandora a la Tierra para que regalara a Prometeo una bonita caja en la que
antes l haba guardado las enfermedades, la envidia, el odio, los vicios, la locura y
dems males de la humanidad. Mas Zeus estaba tan ofuscado por la furia que en un
descuido tambin introdujo en la caja la esperanza. Prometeo, intuyendo la mano
siniestra de Zeus, no acept la caja y rog a Pandora que nunca la abriese. Pandora, sin
embargo, no pudo resistir la tentacin y un da la destap. De inmediato salieron de la
caja todos los males, pero tambin escap la esperanza, y desde entonces ampar a los
mortales.
Hace unos tres mil aos, seala David Fromkin, los habitantes de la Tierra, en un
inslito empeo por canalizar mejor su perspectiva positiva de la vida, comenzaron a
sustituir a las intrigantes y arbitrarias divinidades mitolgicas por profetas ms fiables
y misericordiosos, como Abraham, Moiss, Lao Tse, Zoroastro, Buda, Confucio,
Jesucristo y Mahoma. Estos persuasivos personajes defendan la figura de un Dios
justo y compasivo, predicaban la buena convivencia en este mundo pero, sobre todo,
ofrecan caminos seguros para conseguir la dicha despus de la muerte. En realidad,
estas nuevas religiones no eran ms que argumentos en los que nuestros antepasados
reflejaban la esperanza que ya floreca en sus mentes; esperanza que les ayudaba a
neutralizar su total indefensin ante las calamidades e, indirectamente, a sobrevivir. De
hecho, el bilogo David S. Wilson opina que la religin es una herramienta del instinto
humano de conservacin.
En el fondo, los profetas no hacan ms que predicar en el campo frtil de los
conversos. Yo estoy de acuerdo con Lionel Tiger, profesor de Antropologa de la
Universidad de Rutgers, Nueva Jersey, en que la religin es una expresin del
optimismo natural del gnero humano. Este autor tambin sugiere que a travs de la
historia las instituciones religiosas han explotado esta inclinacin innata al
pensamiento positivo: El optimismo es la esencia de las bodas, de los bautizos, e
incluso de los funerales -escribe-, garantiza un empleo a los clrigos, al igual que a los
crupieres y a los loteros.
Las grandes religiones se convirtieron en poco tiempo en una especie de pantallas
en las que miles de millones de hombres y mujeres proyectaron, y an proyectan,
ideales como el triunfo final del bien sobre el mal, o ilusiones maravillosas como la
inmortalidad del alma y la felicidad perpetua en el ms all.
El campo de las enfermedades y su tratamiento tambin ha servido desde tiempos
remotos como escenario del pensamiento positivo de las personas. Los seres humanos
siempre hemos vivido bajo la amenaza o la tortura de padecimientos fsicos y
mentales. Hace decenas de miles de aos la humanidad ya era torturada por el cncer,
la artritis, las infecciones y las lesiones accidentales. Los mdicos primitivos de turno
eran chamanes brujas, magos o hechiceras que utilizaban su intuicin para inventar
remedios y sortilegios, y su poder de persuasin para estimular en sus clientes el
sentimiento teraputico de esperanza y facilitar, as, el alivio de los males del cuerpo y
del alma. Nuestros ancestros, sin embargo, no consideraban las dolencias y la muerte

sucesos naturales sino que las ponan en la categora de lo sobrenatural. Para ellos las
enfermedades eran condiciones misteriosas causadas por la ira divina o por espritus
malignos. Esto explica que se practicaran intervenciones disparatadas, como por
ejemplo trepanar o perforar el crneo del paciente para que escaparan los demonios.
En las tablas sumerias de hace unos cuatro mil aos se describen remedios como
el uso de heces humanas en forma de lociones para repeler a los malos espritus, o la
ingestin de excrementos de gatos y cerdos para purificar el cuerpo. De ah
probablemente viene el viejo dicho: Si las pcimas que nos dan los mdicos fuesen
arrojadas al fondo del mar, la humanidad estara mucho mejor y los peces mucho
peor. Est claro que la esperanza era un requisito para la supervivencia humana.
Como apunta un proverbio antiguo, la fe en el poder curativo de la cabeza de una
sardina muerta, la convierte en un poderoso remedio.
Aparte de algunas hierbas medicinales que servan para aliviar leves desarreglos,
la realidad es que hasta el siglo XIX se saba muy poco sobre las causas de las
enfermedades y an menos sobre cmo curarlas. Baste recordar que la penicilina fue
descubierta por el bacterilogo escocs Alexander Fleming, una maana de 1928, y
tard en salir al mercado ms de una docena de aos.
Todo esto sugiere que, en realidad, hasta hace poco la eficacia de la medicina
estuvo basada en el efecto placebo. Este efecto se produce cuando un enfermo mejora,
o incluso se cura, despus de ingerir una sustancia inocua o de ser sometido a una
intervencin sin ningn valor teraputico. Por ejemplo, tomarse una cpsula que
nicamente contiene unos granos de azcar para remediar una lcera de estmago. El
trmino placebo, que fue usado por primera vez por mdicos ingleses a comienzos
del siglo XEX, no es otra cosa que la primera persona del futuro del verbo latino
placere, gustar, es decir, me gustar. Es una expresin que intenta reproducir la
expectativa positiva del enfermo antes de tomar el supuesto medicamento.
Hoy est sobradamente demostrado que entre el 25 y el 50 por ciento de los
enfermos ms comunes mejora o incluso se cura despus de ingerir sustancias que no
afectan a su enfermedad. Por eso, como analizar con ms detalle en el captulo que
dedico a la relacin entre optimismo y salud, para que un nuevo medicamento salga al
mercado se tiene que demostrar que sus beneficios curativos son estadsticamente
superiores a los de una sustancia placebo. Las personas que trabajamos en el mundo de
las enfermedades no tardamos mucho en percatamos de que los pacientes ms
convencidos de que el remedio que toman aliviar su enfermedad son los que tienen
mayores probabilidades de estimular sus defensas naturales y de facultarse a s mismos
para sanar.
Desde el amanecer de la humanidad, en el terreno de las enfermedades se ha
evidenciado espectacularmente el poder de la fe para mover montaas.
Carburante del progreso

Ningn pesimista ha descubierto el secreto de las estrellas, ni ha navegado por


mares desconocidos, ni ha abierto una nueva puerta al espritu humano.
Helen Keller, Optimismo, 1903
El desarrollo de la civilizacin constituye otro fruto de la energa positiva
humana. Es razonable pensar que una especie como la nuestra, que apareci en frica
y en menos de cien mil aos domin el planeta, albergase la chispa del optimismo, la
vitalidad y la motivacin para buscar formas novedosas de someter a la naturaleza en
su propio beneficio y mejorar su existencia. Productos antiguos de esta energa
creativa son el descubrimiento de la agricultura y la ganadera, la edificacin de
ciudades y el invento de la escritura.
La historia de los pueblos ha seguido derroteros diferentes. Pero desde que
nuestros padres y madres antediluvianos adquirieron conciencia de s mismos y
persiguieron sin descanso la dicha propia y la de sus semejantes, la humanidad en
general se ha visto inmersa en un proceso inalterable de crecimiento. Sera irreal negar
que hoy existen pases sumidos en la pobreza, la enfermedad y la violencia ms atroz.
No obstante, si analizamos la esperanza de vida, el nivel de educacin general o el
nmero de las sociedades democrticas, nunca tantos hombres y mujeres han disfrutado
de una calidad de vida tan alta. Adems, nunca el sufrimiento de nuestros semejantes,
las injusticias sociales y el despilfarro de las riquezas naturales han provocado tanta
repulsa e indignacin.
Por todo esto, es prudente concluir que la inexorable fuerza de la seleccin
natural que regula la evolucin de nuestra especie garantiz que los genes de nuestros
antepasados remotos prefirieran la disposicin vitalista. Y como hacen los atletas en
las carreras de relevos, pasaron el testigo del optimismo de generacin en generacin.
Pese a que esta hiptesis est avalada por el sentido comn y la evidencia que nos
ofrecen los anales de la civilizacin, nunca ha gozado de apoyo unnime. Siempre me
ha llamado la atencin que tantos personajes que a lo largo de nuestra historia han
aportado ideas de gran lucidez se hayan mostrado rabiosamente adversos al optimismo
y hasta temerosos de que las perspectivas positivas de las personas se hiciesen
realidad. Recordemos, como ejemplo, el sarcstico comentario que escribi hace casi
dos siglos el filsofo germano Arthur Schopenhauer (1788- 1860): Si cada deseo
fuera satisfecho tan pronto como surgiese, cmo ocuparan los hombres su vida o
cmo pasaran el tiempo? Imagnense nuestra raza transportada a Utopa, donde todo
crece por s solo y los pavos vuelan ya asados, donde los enamorados se encuentran
sin retraso y se mantienen unidos sin dificultad. En semejante lugar, unos hombres
moriran de aburrimiento o se ahorcaran, otros pelearan y se mataran entre ellos. Al
final, estos hombres se infligiran unos a otros incluso ms sufrimiento del que la
naturaleza les inflige en este mundo.
Filsofos melanclicos

Por qu ser que quienes han destacado en filosofa y en otras artes son
individuos melanclicos, afligidos por la enfermedad de la bilis negra?
Aristteles, Problemas, 350 a.C (aprox.)
El planteamiento pesimista de la existencia es el que ha primado en el mundo de
las cavilaciones metafsicas. Como sugiere la cita de Aristteles, a este gran pensador
griego ya le llam la atencin la propensin de los intelectuales a la tristeza. Por
cierto, su referencia a la bilis negra se debe a que, conforme a la teora de su
contemporneo el insigne mdico Hipcrates de Cos, la melancola era una
enfermedad causada por el planeta Saturno que induca al bazo del paciente a segregar
grandes cantidades de bilis negra -en griego melainacole-, la cual oscureca su estado
de nimo.
En los ltimos cinco siglos, reconocidos filsofos, enamorados de la idea de que
unas pocas premisas morales elegantes eran suficientes para revelar los misterios de la
existencia, promulgaron elucubraciones profundamente deprimentes sobre el
significado de la vida, la naturaleza humana y el destino de los mortales. Aunque
advierto que no soy en absoluto experto en filosofa, entre los eruditos que a mi
parecer resaltan por su derrotismo se encuentran el ingls Thomas Hobbes (15881679), el escocs David Hume (1711-1776), los alemanes Immanuel Kant (17241804), Friedrich Nietzsche (1844-1900) y Martin Heidegger (1889-1976), el
madrileo Jos Ortega y Gasset (1883-1955), y el francs Jean-Paul Sartre (19051980). Una opinin que estos pensadores compartan mayoritariamente era que slo
quienes no reflexionan sobre la vida pueden mantenerse esperanzados. En palabras del
ttrico filsofo dans Soren Kierkegaard (1813-1855), aunque en verdad todos
estamos igualmente desesperados, las personas que estudian la vida son las que
verdaderamente experimentan la desesperanza. Quienes no estudian la vida no sienten
la desesperacin y se creen ms contentos.
Ni siquiera los contados filsofos que consideraron que el universo fue creado
como un medio acogedor y fecundo para los seres humanos pudieron evitar impregnar
su hiptesis positiva de un espritu fatalista que negaba toda posibilidad de mejora e
invitaba a la aceptacin de las injusticias y calamidades. El ms representativo de este
grupo quiz fuese el taciturno Gottfried Leibniz (1646-1716). Nacido en Alemania en
el seno de una familia luterana muy estricta, Leibniz llev una existencia plagada de
dificultades econmicas, depresiones y dolorosas enfermedades. Pese a todo, en su
tratado sobre la justicia divina argument que Dios haba utilizado sus infinitos
conocimientos para crear el mejor de todos los mundos posibles Un mundo
ptimo. Leibniz fue el primero en usar este trmino que procede del latn optimus y
significa inmejorable. Pero atencin, dado que era un mundo perfectamente equilibrado
que ofreca la mayor cantidad de bien a costa de la menor cantidad de mal, cualquier
intento de mejorarlo alterara este equilibrio y dara lugar a un mundo peor. El escritor

londinense Alexander Pope (1688-1744) ilustr as este concepto: Si agudizramos


mucho nuestro sentido del olfato, al oler una rosa podramos morir de una sobredosis
de aroma.
En 1759 el autor parisino Franois Arouet, Voltaire, molesto con la mana de
algunos de empearse en que todo est bien cuando las cosas van realmente mal,
escribi la clebre novela Cndido o el optimismo. En este ocurrente relato, Voltaire
ridiculiz agudamente la visin positiva del mundo. Recordemos brevemente la
sugestiva historia de Cndido, la ms famosa caricatura literaria del optimismo.
Cndido era un muchacho alegre, de hbitos modestos, juicio recto, y cuyo rostro
inocente siempre dejaba adivinar su pensamiento. Viva con su to, un severo y
poderoso barn, en su castillo de Westfalia. Su preceptor era el doctor Pangloss, un
filsofo que siempre aplicaba a pies juntillas el principio de que el mundo es un lugar
perfecto en el que todo va bien y todas la cosas cumplen por necesidad un fin bueno
las piedras estn para hacer castillos y los cerdos para ser comidos.
Un da el barn se enter de que Cndido se haba enamorado de su hija
Cunegunda y lo expuls violentamente del castillo. A partir de ese momento las
tragedias se sucedieron sin tregua en la vida de la pareja de enamorados y del doctor.
A los pocos das de salir del castillo, Cndido fue apresado y torturado por soldados
blgaros. Escap a Lisboa, donde sobrevivi de milagro a un fuerte terremoto. All
encontr a una atormentada Cunegunda, quien haba sido violada y apualada por un
blgaro. Mientras tanto, el profesor Pangloss, que tambin haba huido a Lisboa, fue
detenido, martirizado y casi ahorcado por los inquisidores portugueses, quienes
consideraban su idea del mundo perfecto incompatible con el dogma del pecado
original. Para salvarse, Pangloss se incorpor de remero a una galera turca.
Tras mltiples calamidades Cndido y Pangloss viajaron a Constantinopla. All se
unieron a una envejecida Cunegunda que se encontraba en un estado lamentable, tras
haber sido esclava de un cruel potentado turco. Ante tantos infortunios, los tres
decidieron instalarse en un campo a las afueras de la ciudad, donde peridicamente
Pangloss recordaba a Cndido mientras cultivaban la tierra: Lo ves?, todos los
sucesos estn encadenados y forman el mejor de los mundos posible. Porque si no
hubieses sido expulsado a patadas del castillo por amar a Cunegunda, si no hubieses
sido perseguido por la inquisicin, si no hubieses recorrido medio mundo a pie no
estaras aqu saboreando cabello de ngel y pistachos. A lo que Cndido responda
resignado, sin levantar la cabeza: Maestro todo est bien, sigamos cuidando nuestro
jardn.
Cinco aos ms tarde, Voltaire retom al tema del optimismo en su Diccionario
filosfico (1764). Esta vez fue para plantear un desafo a los crticos que no estuviesen
de acuerdo con su nocin negativa de la vida. Si se asoman a la ventana, vern
solamente personas infelices, y si de paso cogen un resfriado, tambin ustedes se
sentirn desdichados, presagi el filsofo con irona.

Observadores esperanzados
Quienes se olvidan de sus teoras del bien y del mal y se concentran en conocer
los hechos tienen ms probabilidades de encontrar el bien que aquellos que ven el
mundo a travs de la lente deformada de sus prejuicios.
Bertrand Russell, Anlisis de la mente, 1921
Tuvo que transcurrir un siglo y medio antes de que apareciesen pensadores
decididos a responder al desafo de Voltaire. En mi opinin, dos personajes
representan al grupo reducido de filsofos pioneros que se levantaron de sus
soporficas butacas y se asomaron con curiosidad a las ventanas de sus despachos,
para observar a sus semejantes en su entorno natural. Uno fue el pensador bilbano
Miguel de Unamuno (1864-1936). El matemtico ingls Bertrand Russell (1872-1970)
fue el otro.
La primera impresin de Unamuno fue conmoverse al observar a espaoles y
espaolas que no quieren
comedia sino tragedia. Segn nos cuenta en su coleccin de ensayos titulada Del
sentimiento trgico de la vida (1913), identific entre sus compatriotas a muchos
desesperados silenciosos que declaran que se debe hundir todo aunque no se hunda
nada. Para este gran intelectual, la propensin al pesimismo proviene unas veces de
una enfermedad transitoria, otras de la vanidad o del esnobismo, y en ocasiones del
carcter de la persona. Unamuno, sin embargo, lejos de descorazonarse o de
contagiarse del talante pesimista de sus paisanos, decidi explorar ms a fondo la
mente humana y termin encontrando la esperanza y apostando fuerte por la ilusin con
el ms all: La inmortalidad hay que anhelarla, por absurda que nos parezca; es ms,
hay que creer en ella, de una manera o de otra. Al mismo tiempo, se percat de que en
mucha gente el coraje constitua un potente antdoto del derrotismo. El pesimista que
protesta y se defiende no puede ser pesimista, afirm. Segn l, a las personas
optimistas les mueven las ilusiones, por eso pelean y no se rinden ante la
adversidad.
Unamuno elogi la virtud de rerse de uno mismo y aconsej que todos
deberamos aprender a ponemos en ridculo ante los dems y ante nosotros mismos.
Para ilustrar esta idea utiliz la siguiente ancdota: Muri Don Quijote y baj a los
infiernos, y entr en ellos lanza en ristre, y libert a todos los condenados, como a los
galeotes. Cerr sus puertas y quitando de ellas el rtulo que all viera el Dante Abandona todas tus ilusiones-, puso el que deca Viva la esperanza/, y escoltado por
los libertados, que de l se rean, se fue al dlo. Unamuno resalt el poder del
optimismo y el pesimismo sobre los pensamientos: No suelen ser nuestras ideas las
que nos hacen optimistas o pesimistas -seal- sino que es nuestro optimismo o nuestro
pesimismo, de origen fisiolgico o patolgico tanto el uno como el otro, el que hace
nuestras ideas.

Bertrand Russell, contemporneo de Unamuno, fue otro pensador que tambin se


asom a la ventana para ver la realidad. En su obra magistral, La conquista de la
felicidad (1930), Russell relata que vio ms individuos felices que infelices, y
enseguida se percat de que el entusiasmo era el signo que mejor distingua a los unos
de los otros. A pesar de una juventud pesarosa -En la adolescencia odiaba la vida y
estaba continuamente al borde del suicidio-, Russell llam la atencin por su
inagotable vitalidad, su sentido del humor y sus fervientes ideas pacifistas. En sus
escritos, hasta su muerte a los 98 aos, siempre hizo referencia a la atraccin por la
vida que mostraba la mayora de las personas. Advirti tambin que los individuos de
disposicin positiva y abierta llevaban vidas ms agradables y se adaptaban mejor a
las circunstancias que aquellos que manifestaban una inclinacin al negativismo o al
rechazo de todo lo que les rodeaba. Para explicamos esta observacin, Russell us las
fresas como smbolo de la vida y coment: No existe prueba objetiva de que las
fresas sean buenas o malas. Para quienes les gustan, son buenas; para quienes no les
gustan, no lo son. Pero a quienes les gustan gozan de un placer que los otros no tienen.
Unamuno y Russell son ejemplos de pensadores que buscaron y encontraron el
optimismo directamente en las personas y no en el reino de las ensoaciones y
especulaciones abstractas. A mi entender, el pesimismo de tantos ilustrados que se
dedicaron, o se dedican, a entender la vida y el porqu de las cosas se debe a que
encasillan a la fuerza supuestos morales preconcebidos en sus teoras fatalistas.
Sospecho que su perspectiva de la humanidad sera mucho ms positiva y realista si
escaparan de la clausura de sus mentes y, antes de construir sus teoras, observaran de
cerca a hombres y mujeres de carne y hueso.
Precisamente, ningn sistema de estudio ha contribuido ms a nuestro
conocimiento como el mtodo cientfico, basado en la observacin y evaluacin
cuidadosas del fenmeno en cuestin. Los practicantes de la buena ciencia no inventan
verdades sino que las descubren. A continuacin explorar la contribucin de algunos
cientficos geniales al entendimiento de las bases del optimismo.

La ciencia del optimismo

Nada es demasiado maravilloso para ser verdad.


Michael Faraday, Historia de una vela, 1861
El significado de las cosas
Cuando una pareja de enamorados se sientan juntos en el csped durante una
hora les parece un minuto. Pero que se sienten en un homo caliente durante un minuto
les parecer ms de una hora. Esto es la relatividad.
Albert Einstein, cita en su obituario, The New York Times, 19 de abril de 1955
A principios del siglo pasado, Ivn P. Pavlov, el cientfico ruso premio Nobel de
Medicina en 1904, estudiaba en su laboratorio de la Universidad de San Petersburgo el
papel de la saliva en la digestin de alimentos. Un da se sorprendi al observar que
los perros a los que llevaba una semana dando de comer comenzaban a salivar cada
vez que le vean entrar en la sala, aunque no les llevase comida. El intuitivo doctor
dedujo que los animales salivaban porque relacionaban la comida con la bata blanca
que l vesta. Para confirmar su sospecha, Pavlov dise un experimento en el que
demostr que, tras alimentar a los canes durante varios das al mismo tiempo que hada
sonar una campanilla, los animales producan jugos gstricos al or la campanilla pese
a no recibir alimento. Segn Pavlov, los perros segregaban jugos digestivos porque
haban aprendido a dar al sonido de la campana -como hicieran anteriormente con su
bata blanca- el mismo significado que a la comida. Pavlov se pas el resto de su vida
estudiando esta forma de configurar significados por asociacin, un fenmeno que en el
campo de la psicologa se conoce como condicionamiento clsico.
En 1920, el psiclogo estadounidense John B. Watson demostr en su laboratorio
de la Universidad de Johns Hopkins -por cierto, en un experimento bastante criticado
por su crudeza- que las personas tambin dan significados a las cosas segn las
circunstancias en que las perciben. Este investigador condicion a un nio pequeo
llamado Albert a reaccionar con espanto a la vista de un inofensivo ratoncito blanco,
despus de hacer coincidir repetidamente la aparicin del ratn con un ruido muy
desagradable. Hoy nadie duda de que las personas asignan significados muy subjetivos
a los mismos sucesos o situaciones, por lo que reaccionan ante ellos de formas

diferentes: lo que para un nio es un simple ratoncito blanco amistoso y juguetn, para
otro representa un animal peligroso y aterrador.
El hecho de que los seres humanos nos movamos principalmente por conceptos
abstractos y figuras simblicas da al tema del significado una relevancia especial.
Basta con examinar las proezas o las atrocidades consumadas a travs de la historia
por defender unos trozos de telas de colores o banderas nacionales, o por insignias
como la cruz o la media luna, para damos cuenta del potentsimo papel que juegan los
smbolos en los asuntos humanos.
Los significados connotativos o aadidos que damos por asociacin a las cosas
casi siempre estn ms cerca de nuestras experiencias personales que de sus
significados literales, objetivos o denotativos. Por ejemplo, a una herida no le damos
el mismo sentido si ocurri durante un accidente que si fue el resultado de una
agresin. La cicatriz que deja una intervencin quirrgica no tiene el mismo
significado que la cicatriz que deja una pualada. Est ampliamente demostrado que la
violencia humana intencional provoca en la persona daos psicolgicos ms graves y
duraderos que los desastres naturales o los percances imprevistos, aunque estos
ltimos tengan peores consecuencias fsicas.
Todos necesitamos darle significado a nuestras emociones, etiquetarlas y
achacarlas a algo. Esta necesidad es tan potente que incluso cuando nuestro estado
emocional es puramente fisiolgico, es decir, est producido artificialmente por una
sustancia como la adrenalina, que se limita a inducir palpitaciones, nerviosismo y un
aumento de la presin arterial, la tendencia espontnea es atribuir nuestro estado de
tensin fsica a alguna circunstancia externa. Esto es precisamente lo que demostr en
un ingenioso experimento Stanley Schachter, psiclogo de la Universidad de Stanford.
Los participantes en la investigacin eran estudiantes voluntarios a quienes
previamente se haba informado -falsamente- de que el propsito del proyecto era
estudiar los efectos de un nuevo frmaco para mejorar la vista. En realidad, el frmaco
era adrenalina que, como he dicho, produce simplemente un estado fsico de tensin
emocional sin ningn tono o matiz positivo o negativo. Seguidamente, los
investigadores advirtieron por separado a la mitad de los participantes -los
informados- de que la medicacin les iba a provocar tensin nerviosa y taquicardia.
A la otra mitad -los ingenuos- les indicaron que el frmaco no les hara sentir nada
especial.
Todos los participantes recibieron una inyeccin de adrenalina. Despus de
esperar irnos minutos, un grupo pas a una sala en la que unos actores, representando a
investigadores, creaban un ambiente simptico y jovial, y otro grupo entr en una sala
en la que otros actores crearon un ambiente hostil y de irritacin. Al terminar el
experimento todos los sujetos completaron un cuestionario en el que describan su
estado emocional. Los participantes que haban sido informados de antemano sobre los
efectos reales de la inyeccin de adrenalina declararon que se haban sentido tensos
pero no haban experimentado ninguna emocin positiva o negativa; saban que el

frmaco y no los actores les haba producido el estado de tensin nerviosa. Sin
embargo, los participantes ingenuos se consideraban alegres o enojados de acuerdo
con la situacin ficticia a la que haban sido expuestos. As pues, la misma reaccin
fisiolgica producida por la adrenalina fue interpretada como simples efectos de este
frmaco por aquellos que ya los anticipaban, o como emociones de alegra o de enojo,
segn el ambiente social creado ficticiamente, por quienes no anticipaban los efectos
de la adrenalina. En suma, todos los participantes necesitaron interpretar su estado
emocional, y cada uno lo hizo a su manera.
La relatividad de los sentimientos que provocan las situaciones y de los
conceptos que representan los objetos y los signos explica, en parte, nuestra actitud
optimista o pesimista ante las mismas cosas. La subjetividad de nuestras percepciones
forma la base de las pruebas psicolgicas llamadas proyectivas, que se utilizan para
estudiar la personalidad. Quiz la ms antigua y mejor conocida sea la prueba de
Rorschach, inventada a principios del siglo XX por el joven psiquiatra suizo Hermann
Rorschach (1884-1922). Desde pequeo, Rorschach estaba tan interesado en los
efectos visuales de las manchas de tinta que en el colegio le apodaron Kleck -de
ttntenklecky que en alemn significa mancha de tinta. En uno de sus primeros
experimentos, seleccion diez manchas y se las mostr a cuatrocientos sujetos
voluntarios con el fin de estimular sus pensamientos y fantasas. Unos vean -o sea,
proyectaban- personas en estos perfiles ambiguos, otros identificaban animales, haba
quien perciba movimiento e intercambios, entre diferentes figuras, y muchos evocaban
experiencias pasadas importantes. En la actualidad los psiclogos clnicos utilizan la
clasificacin de las respuestas obtenidas, en decenas de miles de pruebas acumuladas
durante dcadas, para identificar rasgos del carcter, esclarecer conflictos
emocionales e incluso diagnosticar trastornos mentales.
La vieja prueba de la botella llena de agua hasta la mitad ilustra de una forma ms
simplista pero no menos reveladora cmo el temperamento de la persona moldea su
perspectiva de las cosas. Ante la botella de la vida ocurre lo mismo. Unos la ven
llena de posibilidades y se reconfortan, mientras que otros la perciben escasa en
oportunidades y se entristecen. Aunque no fuese un cientfico en el sentido estricto de
la palabra, el pensador jesuita Baltasar Gracin en su novela El criticn, escrita hace
tres siglos y medio, represent de forma dramtica la subjetividad de la percepcin.
Los personajes de esta historia son Andrenio, un joven salvaje que habitaba en
solitario una isla remota, y Critilo, un hombre muy instruido que es rescatado por
Andrenio al naufragar su barco. Seguidamente ambos emprenden juntos
un largo viaje que les obligar a superar mltiples retos. Al final del relato se
encuentran con la muerte, la suegra de la vida. Lo que sigue es la reaccin textual de
cada uno al verla:
Andrenio: Qu cosa tan fea!
Critilo: Qu cosa tan bella!

A.: Qu monstruo!
C.: Qu prodigio!
A.: De negro viene vestida.
C.: No, sino de verde esperanza.
A.: Qu desapacible!
C.: Qu agradable!
A.: Qu pobre!
C.: Qu rica!
A.: Qu triste!
C.: Qu risuea!
Es evidente que los seres humanos no se ajustan a la misma interpretacin del
mundo que les rodea. Cada persona ve las cosas que le importan a su manera o, como
sugiri el asturiano Ramn de Campoamor, segn el color del cristal con que las mira.
Resulta curioso que la subjetividad es algo que dentro del marco de la fsica
moderna se da por hecho, desde que el cientfico alemn Albert Einstein formul la
teora especial de la relatividad (1905). Esta teora transform conceptos hasta
entonces considerados exactos o absolutos -como la velocidad de la luz, el espacio y
el tiempo- en elementos cambiantes y relativos. Su base principal es el hecho de que el
punto de vista o posicionamiento del observador condiciona inevitablemente su
percepcin del suceso que observa.
Desesperanza aprendida
La esperanza tiene tantas vidas como un gato, pero no ms.
Henry W. Longfellow, Hyperion, 1839
A mediados de la dcada de los ochenta unos experimentos con conejillos de
Indias y perros hicieron otra aportacin interesante al estudio del optimismo, al
demostrar la relacin entre el sentido de controlar la suerte en circunstancias adversas
y la esperanza. Richard G. M. Morris, profesor de Neurociencia de la Universidad de
Edimburgo, interesado en la memoria de los roedores, llev a cabo en su laboratorio
un experimento que constaba de dos pruebas consecutivas. Previamente haba escogido
al azar dos docenas de conejillos de Indias o cobayas. En la primera prueba introdujo
la mitad en un estanque de agua enturbiada con un poco de leche, para que no vieran
unos cuantos montculos que haba colocado en el fondo. Estos eran los cobayas con
suerte, porque mientras braceaban para flotar se podan apoyar y descansar
temporalmente en los promontorios ocultos antes de proseguir su marcha en busca de
una salida. A la otra docena de cobayas los meti en un estanque de aspecto similar
pero sin montculos. Estos conejillos desafortunados no tenan ms remedio que
nadar sin descanso para no ahogarse. Despus de un buen rato, Morris sac a todos los

exhaustos animalitos del agua para que se recuperaran.


A continuacin tuvo lugar la prueba definitiva: el investigador ech a los
veinticuatro cobayas a un estanque de agua, tambin enturbiada con leche, sin isletas
donde descansar. Mientras los cobayas del grupo con suerte, a los que en el primer
experimento les haba tocado el estanque con montculos en los que apoyarse, nadaban
a un ritmo tranquilo, el grupo de cobayas desafortunados chapoteaba
desesperadamente sin rumbo. Justo en el momento en que las puntiagudas narices de
los agotados conejillos de Indias desaparecan bajo el agua, Morris los rescat de uno
en uno y, despus de apuntar el tiempo que haban nadado, los devolvi a sus jaulas
extenuados y probablemente sorprendidos de estar vivos.
Cuando Morris calcul los minutos que los cobayas se haban mantenido a flote,
descubri que los del grupo con suerte haban nadado ms del doble de tiempo que
los desafortunados. Su conclusin fue que los conejillos con suerte nadaron ms
tranquilos y durante ms tiempo porque recordaban las invisibles isletas salvadoras de
la primera prueba, lo que los motivaba a buscarlas con la esperanza de encontrarlas.
Por el contrario, los cobayas que durante la primera prueba no haban encontrado
apoyo alguno, tenan menos motivacin para nadar y hasta para sobrevivir.
Mientras tanto, en un laboratorio de la Universidad de Pensilvania, el profesor
Martin Seligman estudiaba con un mtodo parecido el comportamiento de perros que
haban sido expuestos a diversas situaciones estresantes. En el experimento ms
conocido, Seligman form dos grupos de canes elegidos al azar. Acto seguido, meti a
un grupo en una jaula de metal en la que los animales reciban molestas descargas
elctricas cada pocos segundos. Estos pobres perros, hiciesen lo que hiciesen, no
podan escapar. Al otro grupo lo introdujo en una caja metlica igualmente
electrificada pero de la que los canes escapaban empujando con el morro un panel que
tenan enfrente. En un segundo experimento, puso a todos los perros juntos en una jaula
electrificada de la que podan salir saltando una pequea pared. Mientras que el grupo
de canes que en la primera prueba haba logrado controlar los calambres se liberaba
en pocos segundos, los perros que en la primera prueba fueron incapaces de escapar de
los molestos choques elctricos permanecieron inertes y no hacan esfuerzo alguno por
huir de la tortura.
Seligman calific de indefensin la reaccin de estos perros pasivos sufridores, y
pens que los animales haban aprendido en el primer experimento a sentirse
indefensos y, como consecuencia, en situaciones posteriores de adversidad no
consideraban la posibilidad de controlar su suerte. En cierta manera, se haban
convertido en perros desesperanzados, recordaban lo ocurrido en la primera prueba y
daban por hecho que sus respuestas no serviran para nada, por lo que para qu
intentarlo?, especul. Seligman tambin observ que estos canes pesimistas con el
tiempo sufran ms enfermedades fsicas y moran antes que los perros que no haban
experimentado la situacin de indefensin.
En poco tiempo, diversos cientficos en Europa y Estados Unidos lograron

demostrar que el fenmeno de indefensin aprendida tambin se poda producir


artificialmente en las personas. Por ejemplo, individuos sometidos a circunstancias
desagradables -como un ruido muy molesto- que intentaban controlar sin xito, tendan
a mantenerse pasivos en situaciones incmodas posteriores, pese a que con un poco de
esfuerzo habran podido evadirlas. Igualmente, universitarios a quienes se les peda
que resolvieran problemas que, sin ellos saberlo, no tenan solucin, mostraban en
exmenes ulteriores menos inters en resolver problemas solubles que los compaeros
que no haban participado en la frustrante prueba anterior.
Hoy est comprobado que las personas que disfrutan de un razonable sentido de
control sobre sus circunstancias, y consideran que ocupan el asiento del conductor,
aunque esto sea fantasa, se enfrentan ms positivamente a los problemas que quienes
piensan que no controlan sus decisiones o que stas no cuentan. La psiquiatra de la
Universidad de Columbia Susan C. Vaughan, basndose en numerosos casos clnicos,
concluy que personas que se imaginan que tienen control atenan mejor sus emociones
negativas, incluso en situaciones de intensa ansiedad.
En un curioso experimento llevado a cabo por William Sanderson, psiclogo de
la Universidad de Rutgers, veinte enfermos de ataques de pnico se prestaron
voluntariamente a respirar aire contaminado de dixido de carbono (un gas que
provoca los sntomas de pnico). Antes de comenzar el experimento, a la mitad de los
participantes Sanderson les hizo creer, falsamente, que activando una pequea llave
podran controlar en todo momento la cantidad de gas txico que aspiraban, mientras
que la otra mitad de voluntarios fue advertida de que no tendra control sobre la
composicin del aire. Al final de la prueba, aunque ambos grupos haban inhalado la
misma proporcin de dixido de carbono, mientras slo el 20 por ciento de los
pacientes que imaginaban que tenan control sufrieron ataques de pnico, el 80 por
ciento de los que pensaban que no controlaban el aire que respiraban experimentaron
ataques.
Como explicar en el captulo sobre los venenos para el optimismo, el
sentimiento persistente de indefensin en situaciones de adversidad socava la
esperanza, ensombrece la perspectiva de la vida y daa el optimismo de las personas.
MECANISMOS DE DEFENSA
Las personas que funcionan bien en este mundo son las que al levantarse por la
maana buscan las circunstancias que quieren, y si no las encuentran las inventan.
George Bernard Shaw, La profesin de la Sra. Warren, 1898.
La habilidad para camuflar la realidad con el fin de mejorar las posibilidades de
sobrevivir abunda en el reino animal. Por ejemplo, algunas serpientes inofensivas
exhiben la pigmentacin de culebras venenosas y reciben un respeto inmerecido por
parte de sus rivales. Los zorros en peligro simulan estar muertos para despistar al
agresor, y los chimpancs cojean visiblemente en presencia de un macho dominante

para salvar el pellejo. En el caso de los seres humanos, la habilidad para transformar
la realidad y protegemos es especialmente til a la hora de mantener nuestra autoestima
y estabilidad emocional. Sigmund Freud, a pesar de su inclinacin al fatalismo y de no
hacer ni una sola mencin al optimismo en su extensa obra, contribuy al entendimiento
de los trucos que inconscientemente utilizamos los seres humanos para escapar de la
angustia y la desesperacin. En una ocasin incluso interpret las fantasas de poder y
el humor negro que a menudo expresaban los atemorizados reos antes de ser
ajusticiados en la horca como una defensa victoriosa de su invulnerabilidad.
Freud tom nota de la habilidad humana para echar mano de poderosos
mecanismos de defensa con el fin de amortiguar los efectos dolorosos de las
desilusiones y frustraciones que atentan contra nuestra dicha. Segn l, cuando nos
sentimos afligidos por deseos insatisfechos los reprimimos sin damos cuenta en esa
parte nebulosa de la mente que llamamos inconsciente. All, o los enterramos y
olvidamos, o los reciclamos en pensamientos ms tolerables, o los sublimamos y
manifestamos en alguna actividad socialmente aceptable. Si bien el padre del
psicoanlisis adverta que la represin de ciertos impulsos sexuales o violentos puede
ocasionar ansiedad, obsesiones o fobias, tambin entenda que la principal funcin de
los mecanismos de defensa es ayudar a mantenemos emocionalmente tranquilos y
esperanzados.
Una dosis razonable de amnesia selectiva nos ayuda a sobrevivir. En los ltimos
veinte aos se han llevado a cabo muchos estudios sobre el uso de la memoria para
protegemos de experiencias desafortunadas y mantener una perspectiva optimista.
Despus de revisar decenas de experimentos, David C. Rubin, profesor de Psicologa
Experimental de la Universidad estadounidense de Duke (Carolina del Norte), lleg a
la conclusin de que, en general, los seres humanos nos acordamos de ms
experiencias positivas que negativas -naturalmente, siempre que no estemos
deprimidos-. El psiclogo Charles P. Thompson, de la Universidad de Kansas, se
propuso investigar a fondo esta hiptesis. Con este objetivo, identific un amplio grupo
de individuos que haban mantenido diarios personales durante un mnimo de quince
aos consecutivos, y seguidamente les pidi que, sin consultar sus apuntes, evocaran
los acontecimientos que consideraban ms importantes. Los resultados revelaron que la
gran mayora pasaba por alto o minimizaba el impacto de los fracasos y los rechazos
que haban sufrido a lo largo de los aos.
Las personas no slo nos protegemos de las secuelas dolorosos de los desengaos
a base de mecanismos de defensa, sino que tambin optamos por racionalizaciones
favorables que nos permiten conservar vivo el entusiasmo. Por ejemplo, todos
tendemos a responsabilizarnos ms de nuestros triunfos que de nuestros fracasos. Lo
habitual es que los deportistas se adjudiquen el mrito de la victoria y culpen al resto
del equipo o al rbitro de la derrota. Los estudiantes que suspenden una asignatura
tienden a recriminar al profesor o a las circunstancias del examen. Cuando se trata de
perspectivas futuras, si preguntamos a universitarios de primer ao de carrera sobre

sus expectativas acadmicas, la mayora predice que probablemente la acabar en los


aos asignados. Sin embargo, en el momento de la verdad slo una minora se grada
sin tener que repetir por lo menos un ao.
Estos resultados coinciden con la teora formulada en 1957 por el genial
psiclogo neoyorquino Len Festinger sobre la disonancia mental, a la hora de
explicar o justificar las cosas, las personas seleccionamos los argumentos que mejor
respaldan nuestras creencias y conductas, con el fin de evitar los sentimientos
discordantes y desagradables que nos producen las contradicciones. Por ejemplo, un
fumador habitual que aprende que el tabaco es perjudicial para su salud experimenta la
disonancia o el conflicto entre esta informacin y su hbito. Para eliminar el
sentimiento desapacible que le produce este conflicto, el fumador podra dejar de
fumar, decisin que sera consecuente con su conocimiento de que el cigarrillo es
daino. Otra alternativa sera que el fumador le quitase importancia o negara los
efectos nocivos del tabaco, o que resaltase los beneficios de la nicotina para aliviar su
estrs o evitar engordar. Tambin podra racionalizar, para tranquilizarse, que a fin de
cuentas el peligro del cigarrillo para la salud es mnimo comparado con el riesgo de
los accidentes de trfico; o por ltimo podra convencerse a s mismo de que fumar
vale la pena porque constituye un placer esencial en su vida, del que no quiere
prescindir. Este argumento fue el que utiliz el filsofo existencialista Jean-Paul Sartre
cuando afirmaba: Una vida sin fumar no vale la pena. En cualquier caso, el objetivo
es elaborar un razonamiento que evite los sentimientos negativos que produce la
discordancia o la falta de coherencia.
La disonancia mental y los mecanismos que utilizamos para neutralizarla son
conceptos tiles para entender las estrategias a las que, ms o menos conscientemente,
recurrimos para defender nuestro talante optimista o pesimista. Por ejemplo, ante la
discrepancia que crean en los optimistas los infortunios, es de esperar que traten de
neutralizar su impacto enfocando las posibles consecuencias positivas indirectas de
estos golpes, por ejemplo con un podra haber sido peor. Por el contrario, ante los
incmodos sentimientos de disonancia que crean las buenas noticias o los sucesos
afortunados en los caracteres pesimistas, stos tendern a minimizar su importancia o a
recurrir a mximas como ningn buen acto se libra de ser castigado, no hay
almuerzo gratis o la excepcin confirma la regla.
Una tpica situacin en la que a menudo se hacen evidentes los mecanismos de
defensa es ante enfermedades graves. En mi experiencia, aunque en general los
enfermos de una dolencia que pone en peligro su vida quieren saber su diagnstico y
las probabilidades que tienen de curarse, no todos quieren or malas noticias. Por eso,
si temen un mal pronstico no piden informacin especfica sobre su enfermedad, o
cuando el mdico se la da, no la oyen. De hecho, no es raro que despus de la consulta
con el onclogo algunos enfermos de cncer notifiquen a sus familiares y amigos que el
doctor les ha informado de que estn mejorando, pese a que ste les haya anunciado sin
el menor atisbo de duda ni reparo que el tumor maligno se ha extendido y su esperanza

de vida se ha acortado. Esta defensa es catalogada entre el personal sanitario como


falso optimismo.
Hay mdicos que se sienten incmodos o incluso consideran perjudicial dar
esperanzas no realistas a pacientes incurables. Opinan que la negacin interfiere con
su preparacin y la de sus familiares para la salida de este mundo y que, en
retrospectiva, se arrepentirn. Algunos doctores, especialmente insensibles, llegan a
obstinarse, casi siempre sin resultado, en que el paciente reconozca abiertamente su
condicin terminal por su propio bien. La verdad, sin embargo, es que para ciertas
personas que se enfrentan con la amenaza de la muerte, el triunfo de la esperanza sobre
la dura realidad es precisamente lo que les hace la vida soportable o incluso
agradable.
Bastantes trabajos acadmicos sobre los mecanismos de defensa se centran en
calcular los beneficios y los perjuicios psicolgicos que aporta a las personas
construir una perspectiva positiva que no corresponde necesariamente a la verdad.
Aunque en general la esperanza se considera un rasgo saludable del carcter y la
desesperanza un sntoma de hipocondra o de depresin, hay quienes advierten de los
peligros del excesivo optimismo y proponen el pesimismo defensivo como una
alternativa mejor, sobre todo para quienes sufren ansiedad o convierten pequeos
temores concretos en amenazas aterradoras intangibles. La idea la resume el dicho:
Los pesimistas slo se llevan sorpresas agradables. El pesimismo defensivo
consiste en esperar lo peor con el fin de prepararse para todas las posibilidades de
fracaso. Para ello se crean expectativas muy bajas ante situaciones difciles con el
objetivo de acondicionarse para todo lo que pueda ir mal. A mi entender, en el fondo,
el pesimismo defensivo es una tctica optimista, pues trata de estimular la fuerza
positiva del pensamiento negativo y transformar el miedo en accin.
Los mecanismos de defensa, con independencia de la forma que tomen, tienen
como objetivo principal preservar la autoestima, la integridad emocional y el perfil
social. Se elaboran en el inconsciente y favorecen la adaptacin y la supervivencia,
especialmente en situaciones muy penosas. No hay duda de que ciertos golpes atentan
contra nuestro entusiasmo vital. Las defensas psicolgicas nos permiten neutralizarlos,
disfrazarlos, minimizarlos o negarlos. La continua evolucin del ser humano hace que
cada da vivamos ms, veamos ms, conozcamos ms, sintamos ms y consideremos
ms opciones. Bajo estas condiciones una vida sin mecanismos de defensa sera
insufrible.

***

En suma, la evidencia cientfica analizada sugiere que las personas damos nuestro

propio significado a las cosas y a los sucesos que nos afectan. Cada uno de nosotros
enfocamos, percibimos y catalogamos nuestras emociones y el mundo que nos rodea a
nuestra manera. Nuestras experiencias pasadas en situaciones comprometidas y, en
particular, nuestro sentido de control de las circunstancias moldean nuestra confianza y
nuestra forma de pensar y de actuar ante los retos futuros. Paralelamente, todos
utilizamos mecanismos psicolgicos de defensa con el fin de mantener el equilibrio
emocional ante las adversidades y resistir los efectos desagradables de las
discordancias entre nuestras expectativas y los hechos. La enorme subjetividad que
caracteriza al pensamiento humano explica, en gran medida, que a la hora de afrontar
los mismos avatares de la vida unas personas se muestren optimistas y otras
pesimistas.
El siguiente desafo es conseguir una frmula fiable y sencilla que nos permita
identificar y medir los ingredientes que forman la dimensin optimista-pesimista del
temperamento. Despus de analizar y experimentar con varios modelos, he llegado a la
conclusin de que un buen mtodo es examinar nuestra perspectiva de las cosas en los
tres contextos del tiempo: el pasado, el presente y el futuro. Concretamente me refiero
a la valoracin retrospectiva que hacemos de las experiencias del ayer, a nuestro estilo
habitual de explicar los sucesos que nos afectan en el da a da, y a la esperanza que
albergamos de alcanzar lo que deseamos.

Ingredientes de la disposicin optimista

Mi vida no tiene propsito, ni direccin, ni finalidad, ni significado, y a pesar de


todo soy feliz. No lo puedo comprender. Qu estar haciendo bien?.
Charles M. Schulz, Charlie Brown, 1999
Memoria autobiogrfica
Somos criaturas forjadoras de historias que no podemos repetir, ni dejar atrs.
Wystan H. Auden, La mano del tintorero, 1962
El estudio de la memoria humana ha aportado importante informacin al
entendimiento del optimismo. Las personas poseemos dos tipos de memoria: la
memoria verbal y la memoria emocional. La memoria verbal es donde almacenamos,
por separado, los sucesos recientes y las experiencias del pasado remoto. Esto explica
que nos olvidemos de dnde pusimos ayer las llaves de casa o el paraguas, pero nos
acordemos con lucidez de sucesos que ocurrieron en la infancia. La memoria verbal es
la que utilizamos normalmente en el da a da y la que contiene nuestra autobiografa.
La memoria emocional, por el contrario, est reservada para experiencias que nos
conmocionan. En la memoria emocional se conservan, con toda su intensidad y sin
palabras, las escenas que presenciamos durante situaciones abrumadoras, los sonidos y
los olores que nos impactaron, y las sensaciones corporales -palpitaciones, sudores
fros, sequedad de boca, ahogo en el pecho- que nos invadieron. Esta es la razn por la
cual es tan importante que las vctimas de trauma emocional pongan en palabras y
relaten la experiencia vivida, porque les permite disminuir su intensidad y
transformarlas en recuerdos ms manejables bajo el control de la memoria verbal. De
esta forma, un fragmento muy penoso de la vida puede incorporarse al resto de nuestra
historia personal.
En la memoria verbal autobiogrfica, adems de guardar y ordenar mltiples
nombres, cifras y hechos, tambin anotamos las interpretaciones personales que
hacemos de los acontecimientos que nos afectan, sus connotaciones y los sentimientos
que los acompaan. Por eso, los recuerdos que evocamos tienen el poder de alegramos
y apenamos, de hacemos rer y llorar. Excepto aquellas personas que hayan cuidado o
conocido de cerca alguna vctima de atrofia cerebral avanzada -como demencia de

Alzheimer- resulta casi imposible imaginar un ser humano sin conciencia de s mismo,
sin autobiografa.
Hoy sabemos que las personas que no sufren trastornos graves de la memoria
mantienen el pasado relativamente vivo y lo reflejan en mucho de lo que sienten,
piensan, dicen y hacen en el da a da. La autobiografa no espera a ser recordada sino
que influye constantemente en las decisiones presentes y en las perspectivas del futuro.
Como escribi Oscar Wilde, la memoria es el diario que llevamos con nosotros a
todas partes. Nos sirve para reconstruir nuestra historia, para definimos,
identificamos, valoramos, relacionamos con los dems y para percibir y evaluar el
maana. De hecho, tanto si estamos con amigos ntimos como si nos encontramos ante
personas que acabamos de conocer, todos hablamos continuamente sobre nuestro
pasado. Varios investigadores que han grabado y analizado las conversaciones
espontneas que se producen entre las personas han concluido que rememorar algn
aspecto del ayer es un tema de conversacin favorito universal que sale a colacin un
promedio de seis veces por cada hora de conversacin.
La memoria autobiogrfica tiene dos funciones, una personal y otra social. En el
terreno personal, la seleccin que hacemos de los recuerdos modula nuestro estado de
nimo, estimulando emociones agradables o desagradables. Adems, la forma positiva
o negativa de sopesar nuestra historia y de reconciliar lo que fue y lo que pudo haber
sido moldean el concepto que tenemos de nosotros mismos. En cuanto al aspecto
social, el significado que damos a las reminiscencias determina una parte importante
de nuestra disposicin hacia los dems. Por otra parte, contar historias autobiogrficas
nos ayuda a dar significado a nuestra vida en el contexto del mundo que nos rodea, y
contribuye a formar nuestra identidad social. El intercambio de experiencias con otras
personas tambin nos conecta con ellas, fomenta la participacin, la confianza, las
relaciones ntimas y la amistad.
Las imgenes que elegimos de las vicisitudes pasadas son cpsulas de tiempo,
documentos de un ayer irrepetible que pueden ser usados para explicar nuestra
infancia, entender el aqu y el ahora, y aprender lecciones para el maana. Por eso, los
recuerdos que guardamos revelan mucho sobre nuestro nivel de optimismo. Una visin
favorable del pasado alimenta la autoestima y nos predispone a confiar en el presente y
en el futuro. Por el contrario, una perspectiva desfavorable de nuestras experiencias
pasadas puede impregnar de lamentos y pesares nuestro da a da y baar de
inseguridad y desconfianza el maana.
Las personas de talante optimista hacen gala de su sentido pragmtico al guardar y
evocar preferentemente los buenos recuerdos, los xitos del pasado, las relaciones
enriquecedoras, los acontecimientos gratificantes. Suelen pensar: En general, las
cosas me han salido bien en la vida, o Mi experiencia me ha preparado muy bien
para superar los contratiempos de ahora, o Pienso que mis luchas del pasado me
ayudarn a resolver los problemas futuros. Estos pensamientos, a su vez, favorecen la
perspectiva positiva del presente y del futuro y sirven de proteccin contra las

desilusiones.
El filsofo espaol Femando Savater ha resaltado la importancia de nuestra
percepcin del ayer. En su obra El contenido de la felicidad (1986) afirm: Todos
somos optimistas, no por creer que vayamos a ser felices, sino por creer que lo hemos
sido. Este autor observ la tendencia natural de los nios a decir Lo estamos
pasando bien, pero te acuerdas cunto nos divertimos el ao pasado?. Para Savater
la dicha est en los recuerdos que estn a salvo. Su conclusin es que la felicidad
es una de las formas de la memoria.
La memoria autobiogrfica es selectiva y subjetiva. El reconocimiento de la
inexactitud de los recuerdos es muy antiguo. A menudo es difcil distinguir entre
historia y mito. La memoria nos permite mantener muy vivas y reales unas
experiencias, distorsionar inconscientemente otras para adaptarlas al argumento que
ms nos conviene, u olvidar sucesos pasados con el fin
de preservar nuestra armona mental. En sus Memorias del subsuelo (1864),
Fidor Dostoievski escribi: Todas las personas decentes mantenemos ocultas ciertas
cosas en alguna parte recndita de nuestra mente porque tenemos miedo de revelarlas
incluso a nosotros mismos.
La verdad es que el olvido cura muchas heridas de la vida. Es fcil entender que
olvidar alivia la tristeza de la prdida de un ser querido. Tambin nos ayuda a
perdonar los agravios y a recuperar el entusiasmo despus de sufrir alguna calamidad.
Distanciarse de un ayer penoso facilita el restablecimiento de la paz interior, y anima a
pasar pgina y abrirse de nuevo al mundo. Para las personas marcadas por fracasos
o infortunios inolvidables, el desafo es explicarlos y entenderlos desde una
perspectiva ms lejana, menos personal, ms amplia. Por ejemplo, aceptar que el
sufrimiento y la humillacin son elementos inevitables de la vida.
El fsico y escritor estadounidense Alan Lightman, en su relato de ficcin Los
sueos de Einstein comenta con sutileza: Con el tiempo, el Libro de la Vida de cada
persona se va espesando hasta que no se puede leer completamente. Entonces viene la
eleccin. Unos leen las primeras pginas para conocerse de nios, otros prefieren leer
el final para conocerse de mayores. Algunos, sin embargo, dejan de leer del todo.
Abandonan el pasado. Deciden que da igual si ayer fueron ricos o pobres, instruidos o
ignorantes, orgullosos o sencillos, amorosos o de corazn fro. Estos hombres y
mujeres caminan con el paso gil de su juventud. Han aprendido a vivir sin rencor en
un mundo sin memoria.
El problema de quienes permanecen estancados en el ayer doloroso de su
autobiografa es que viven prisioneros del miedo o del rencor, obsesionados con los
malvados que quebrantaron su vida, lo que les impide cerrar la herida. La mezcla de
culpa y resentimiento les amarra al pesado lastre que supone mantener la identidad de
vctima, un papel que debilita y paraliza. Quienes hacen las paces con el pasado, por
fatal que ste sea, se liberan, se reponen y controlan mejor su destino. Adems,
mejoran su salud fsica al fortificar su sistema inmunolgico, como demuestran los

estudios realizados hace una dcada por el psiclogo Fred Luskin y otros
investigadores de la Universidad de Stanford, California.
Al reflexionar sobre su vida pasada, los optimistas emplean una mayor dosis de
comprensin que los pesimistas, se consideran con mayor frecuencia exentos de culpa
por sus errores y tienden a pensar que bajo las circunstancias de entonces, hicieron lo
mejor que pudieron. En este sentido, una persona optimista demuestra realismo cuando
reconoce que no es justo juzgar el pasado con la ventaja que da saber los resultados de
las decisiones que se tomaron. Por el contrario, los inclinados al pesimismo tienden a
atesorar lo negativo de los recuerdos y a resentirse, sin tener en cuenta el hecho de que
ahora estn evaluando el pasado con una visin retrospectiva ventajosa.
La importancia de la memoria autobiogrfica crece con los aos. Con el paso del
tiempo, el futuro se contrae y el presente se transforma rpidamente en pasado. Las
personas mayores optimistas se caracterizan por repasar con benevolencia el ayer, por
aceptar sin resentimiento la inalterabilidad de la vida ya vivida y por reconciliarse
pacficamente con los conflictos que no pudieron resolver, con los errores que no
rectificaron y con las oportunidades perdidas.
Estilos de explicar
No hay nada que la gente no pueda ingenirselas para elogiar, reprobar o
encontrar una justificacin acorde con sus inclinaciones, prejuicios y creencias.
Moliere, El misntropo, 1666
Los seres humanos sentimos una irresistible necesidad de explicar las cosas que
nos pasan. Slo en raras ocasiones nos agarramos a la incmoda nocin de la
ignorancia o del misterio.
Segn el psiclogo Martin Seligman, nuestra forma habitual de explicar las
situaciones, tanto adversas como favorables, refleja nuestro talante optimista o
pesimista. Seligman analiz las explicaciones de acuerdo con tres valoraciones: la
permanencia o la duracin que le damos al impacto de los sucesos que nos afectan; la
penetrabilidad o la extensin que asignamos a los efectos de estos acontecimientos
sobre nosotros; y la personalizacin o el grado de responsabilidad personal que
hacemos recaer sobre nosotros por lo ocurrido.
Lo normal es que los infortunios nos hagan a todos sentimos desilusionados o
frustrados, al menos temporalmente. Sin embargo, las personas optimistas, cuando son
golpeadas por alguna adversidad, suelen pensar que se trata de una desventura pasajera
o de un contratiempo transitorio del que se recuperarn. Por el contrario, las personas
pesimistas tienden a considerar que los efectos de las calamidades son irreversibles y
los daos permanentes.
Por ejemplo, una mujer optimista limita su explicacin de la discusin que tuvo
con su pareja despus de que l llegase malhumorado e irritable a casa del trabajo a

una circunstancia concreta y eventual: Algo le ha debido de ocurrir a Luis en la


oficina para que est hoy de tan mal humor. Una interpretacin pesimista de la misma
situacin hubiera tenido un matiz ms permanente: Esta discusin con Luis es una
prueba ms de su mal carcter y de que nunca cambiar.
Ante las situaciones dichosas ocurre justamente lo opuesto. Los optimistas son
propensos a creer que la buena fortuna es la regla y perdura, mientras que los
pesimistas tienden a considerarla una casualidad fugaz. Despus de tener una buena
entrevista con el jefe y de recibir un aumento de sueldo, el empleado optimista se dice:
No me extraa la decisin, pues estoy bien preparado, soy maduro, creativo, y me lo
merezco. El pesimista piensa: En esta ocasin tuve suerte y no me fue mal, aunque
dudo de que esto me vuelva a suceder.
En relacin a la extensin o penetrabilidad del impacto de los sucesos, cuanto
ms optimista es la persona ms tiende a restringir o a encapsular los efectos de los
fracasos, y a evitar establecer generalizaciones o fatalismos que no permiten ninguna
salida. Para los pesimistas, en cambio, los golpes alteran la totalidad de su persona,
por lo que piensan que sus consecuencias sern generales e insuperables. Por ejemplo,
despus de que su propuesta de un nuevo proyecto fuese rechazada por la encargada
del departamento, el subordinado optimista concluye: La jefa no ha sido objetiva en
esta ocasin, no ha sabido captar todas las ventajas del proyecto. Una explicacin
pesimista hubiera sido: La jefa es totalmente incompetente, carece de la ms mnima
objetividad para poder dirigir cualquier operacin, as que mi nica alternativa es
dimitir. Ante las situaciones afortunadas es a la inversa. Los optimistas anticipan que
sus efectos positivos moldearn muchas facetas de su vida, mientras que los pesimistas
tienden a pensar que el beneficio ser muy limitado.
En lo que concierne a lo que Seligman llama la personalizacin ante
circunstancias adversas, los individuos optimistas no se sobrecargan de culpa por lo
ocurrido, sino que sopesan su grado de responsabilidad as como los posibles fallos de
otros. Catalogan los tropiezos como frutos de algn error subsanable que, a la vez, les
sirve de aprendizaje. Las personas de temperamento pesimista, por el contrario, se
acusan totalmente de lo sucedido, no ven la posibilidad de reparar los desaciertos ni la
oportunidad de aprender de la situacin.
Por ejemplo, el joven universitario que explica el suspenso en un examen
pensando que verdaderamente no estudi lo suficiente en las ltimas semanas, y don
Jos es un sieso que no deja pasar ni una es ms optimista que el que reacciona al
fracaso escolar dicindose: Soy incapaz, no sirvo para nada, nunca llegar a ningn
sitio. En este caso, el optimista admite que su accin concreta y la actitud del
profesor han provocado el resultado, pero la solucin est en su mano. El estudiante
pesimista, sin embargo, entra en un crculo vicioso sin salida en el que el fracaso es
culpa suya y no tiene solucin.
Ante circunstancias favorables, los individuos optimistas juzgan que se merecen o
son dignos de la recompensa, porque piensan que ellos mismos contribuyen a que se

produzcan los buenos momentos. Los pesimistas no se sienten merecedores de algo


positivo, no valoran sus propias capacidades. Por ejemplo, el enamorado
correspondido que se dice: Comprendo que est prendada de m, tengo mucho que
aportar a la relacin, es ms optimista que quien se explica su dicha amorosa en
trminos de menudo golpe de suerte.
Adems de estos tipos de explicaciones esbozados originalmente por Seligman,
los seres humanos utilizamos la comparacin para evaluar las cosas que nos pasan.
Est demostrado que si contrastamos una mala situacin con una experiencia pasada
peor, nos sentimos mejor que si recurrimos a nuestros recuerdos ms dichosos del ayer
para medir nuestros contratiempos o fracasos de hoy. Igualmente, si contrastamos
nuestras circunstancias penosas con las de otros perjudicados, nos sentiremos mejor o
peor segn la peor o mejor suerte de aquellos con quienes elegimos equiparamos.
Despus de un desastre natural, los individuos de talante optimista se sienten
afortunados si se comparan con damnificados que han sufrido daos mayores que ellos.
Expresiones como miro a mi alrededor y reconozco que me poda haber ido mucho
peor o por lo menos no soy el nico, ayudan a soportar el descorazonamiento que
producen los accidentes inesperados. En un estudio de mujeres con cncer de mama
que se reunan semanalmente en grupos de autoayuda, la psicloga estadounidense
Shelley Taylor demostr que las pacientes que haban perdido un pecho se sentan
reconfortadas al compararse con enfermas que a causa del cncer haban sufrido una
mastectoma bilateral. Estas mujeres, a su vez, se reconfortaban al contrastar su mal
con otras cuyo tumor maligno tena metstasis o se haba extendido a otras partes del
cuerpo.
Al margen del juicio moral que se quiera hacer de estas comparaciones, la
realidad es que la tendencia a comparamos ventajosamente con nuestros semejantes
nos ampara y fortifica nuestra capacidad para mantenernos contentos a pesar de los
infortunios. Precisamente, los resultados de varios estudios multinacionales efectuados
bajo la direccin del socilogo holands Ruut Veenhoven demuestran que grupos
socialmente marginados, como minoras inmigrantes, no se diferencian de la poblacin
mayoritaria acomodada en el nivel subjetivo de satisfaccin con la vida, porque
tienden a compararse con los miembros ms desafortunados de su propio grupo.
El estilo optimista de explicar las cosas nos estimula a buscar el lado positivo de
los contratiempos y nos ayuda a minimizar el impacto de las desgracias, alimenta en
nosotros la sensacin de que controlamos nuestra vida, nos protege de la
infravaloracin de nosotros mismos, del desnimo y del sentimiento de indefensin. Y
ante circunstancias favorables, nos mueve a aceptar con confianza la buena fortuna y a
apropiamos de nuestros xitos como algo que nos merecemos.
Expectativas
Ya s yo que cada vez que bebo cualquier cosa me ocurre algo interesante -se

dijo Alicia a s misma-, vamos a ver lo que me pasa con este frasco. Ojal vuelva a
crecer, porque estoy harta de ser tan chiquita.
Vaya si la hizo crecer! No haba apurado ni la mitad del frasco cuando Alicia
not que su cabeza tocaba el techo y tuvo que inclinarla para no romperse el cuello.
Lewis Carroll, Alicia en el pas de las maravillas, 1865
Hace un par de aos, en una tarde muy tormentosa del otoo neoyorquino,
caminando a casa desde la universidad me encontr con una larga cola de
esperanzados jugadores que aguardaban en la calle su tumo para comprar un billete de
lotera de la multimillonaria megaloto. Soportaban una lluvia torrencial salpicada de
rayos y truenos delante de la pequea tienda de la calle 35. Por curiosidad, me acerqu
a una pareja que esperaba al final de la cola, divertidos y empapados bajo un diminuto
paraguas, y les pregunt amablemente si saban que la probabilidad estadstica de que
les tocara el gordo era menor que la de que les cayera un rayo. Aunque un tanto
sorprendidos por mi pregunta, los dos me respondieron al unsono sonrientes que en
teora, s, pero no les preocupaba porque se sentan mucho ms cerca del golpe de
buena suerte que de la chispa elctrica. Imagino que el antroplogo Lionel Tiger capt
este comportamiento cuando dijo aquello de que calcular con optimismo las
probabilidades es una tendencia humana tan bsica como buscar comida cuando se
tiene hambre.
Los optimistas son personas que esperan que les vayan bien las cosas y se
predisponen a ello. Los pesimistas son personas que esperan que les vayan mal e,
igualmente, se predisponen a ello. Por ejemplo, si una persona confa en que
conseguir lo que se propone, probablemente lo intentar. Por el contrario, si sospecha
el fracaso, lo ms probable es que no lo intente. La duda puede incapacitamos para
llevar a cabo cualquier tarea que nos hayamos propuesto.
El filsofo espaol Julin Maras considera que la esperanza de felicidad futura
es mucho ms importante que la dicha en el presente. En su libro La felicidad humana
(1987) seala que llevamos bien el estar mal hoy si pensamos que maana vamos a
estar bien. Por el contrario, aunque nos sintamos bien, si creemos que maana nos
vamos a sentir mal, dejamos de sentimos bien. Segn l, cuando decimos soy feliz,
lo que realmente queremos decir es voy a ser feliz. Para Maras nuestra dicha es ms
que nada una espera, una ilusin. La felicidad est conectada a la expectativa de que
nuestros proyectos -la relacin con una persona, un trabajo o un viaje- nos van a causar
alegra o dicha. Este pensador ahonda en la importancia de la esperanza cuando
sugiere que las personas no slo son lo que reflejan los hechos de sus biografas sino
lo que reflejan sus expectativas y sus sueos.
Existen dos categoras de esperanza, una es general y la otra especfica. La
primera abarca las expectativas globales que albergamos del futuro, las cuales estn
basadas en creencias o valores que tenemos sobre la vida.
Por ejemplo, el significado que le damos a la existencia, el destino que prevemos

para la humanidad, o el grado de fe que tenemos en que la maldad, las injusticias o las
enfermedades que nos afligen no tendrn la ltima palabra.
Esta visin esperanzadora general es con frecuencia el resultado de genuinas
convicciones positivas. Unas veces se trata de creencias pertenecientes al reino de la
religin o de la filosofa, otras brotan de la ciencia o del mundo tangible puramente
humano. Por ejemplo, la creencia en un ms all, independientemente de su lgica,
es una forma de esperanza general que ayuda a mucha gente a tolerar situaciones
penosas. No obstante, la esperanza tambin puede nutrirse de la fe en valores humanos
como la paz, la justicia, la libertad o la bondad; o configurarse de ideas o fantasas
pertenecientes a nuestro propio mundo interior. Tambin es verdad que la esperanza no
est reida con la aceptacin de nuestra irremediable caducidad. De hecho, la creencia
en que la vida supone una nica oportunidad empuja a muchas personas a luchar con un
tesn especial con el fin de superar los inconvenientes que se cruzan en su camino, y
las estimula a apreciar con satisfaccin y agradecimiento los deleites cotidianos.
Las expectativas positivas del futuro nos ayudan a mantenemos seguros y
confiados en nuestro ir y venir. Casi todos nos emparejamos con la ilusin de que la
relacin feliz perdurar, elegimos una ocupacin con la esperanza de que nos
gratificar, y viajamos porque pensamos que llegaremos seguros a nuestros destinos.
La esperanza especfica tiene que ver con la ilusin por alcanzar un determinado
objetivo, o de conseguir metas concretas. Por ejemplo, la expectativa de lograr un
trabajo para el que nos hemos preparado, o de solucionar un conflicto con la pareja
gracias a una intervencin que nos proponemos llevar a cabo, o de dejar de fumar una
vez que hemos tomado la decisin. Esta esperanza fomenta la disposicin a creer que
las metas que uno se fija se pueden alcanzar si invertimos la energa necesaria.
Naturalmente, las personas que en el pasado han alcanzado sus objetivos con esfuerzo
y planificacin tienden a ser ms optimistas cuando se plantean metas nuevas.
La capacidad para planificar el camino a recorrer hasta lograr lo que nos
proponemos requiere identificar la meta y los pasos para conseguirla. Exige tambin
cierta flexibilidad: Si no lo puedo hacer de esta forma, buscar otra alternativa. Los
optimistas transforman, sus anhelos en desafos y confan en su capacidad para superar
las barreras que se interponen en su camino. Esta forma concreta de esperanza se
alimenta de la seguridad en uno mismo.
Investigadores como Albert Bandura, profesor de la Universidad de Stanford, y su
colega de la Universidad de Kansas, C. R. Snyder, han relacionado los pensamientos
esperanzadores con la inclinacin a creer que
encontraremos el camino que nos lleva a nuestros objetivos, y contaremos con la
motivacin para alcanzarlos. En 1986 Bandura bautiz con el nombre de autoeficacia
la conviccin de que poseemos la capacidad para ejecutar las acciones necesarias para
lograr lo que deseamos. Diez aos ms tarde, C. R. Snyder demostr en varios
experimentos que el nivel de esperanza de las personas para lograr metas concretas
consista en la suma de la confianza en su fuerza de voluntad y la certidumbre de que

posean la habilidad suficiente para identificar los pasos necesarios. Segn Snyder, la
fuerza de voluntad y las expectativas favorables configuran la determinacin que nos
impulsa a perseguir lo que deseamos y a mantener nuestro esfuerzo para conseguirlo.
Esta determinacin fomenta pensamientos como yo puedo, lo intentar, estoy
preparado para hacerlo o tengo todo lo que necesito para lograrlo.
Se podra decir que una buena racin de propsito, diligencia y motivacin nos
ayuda a resolver situaciones difciles. Como nos advierten los refranes universales
cada gusto cuesta un susto o lo que mucho vale, mucho cuesta. Porque lo
realmente valioso rara vez se consigue sin esfuerzo o riesgo. El ensayista
estadounidense Henry Thoreau apunt en este sentido al afirmar: Si construyes
castillos en el aire, tu trabajo no es en balde, es ah donde deben construirse los
castillos. Ahora, trabaja y construye los cimientos para que se sostengan.
Los individuos de talante optimista mantienen una visin positiva del futuro de la
humanidad, tienden a considerar posible lo que desean, y esperan lograr las metas que
se proponen. Suelen coincidir en afirmaciones como en tiempos de incertidumbre, por
lo general espero lo mejor, casi siempre me ilusiono cuando pienso en lo que me
depara el porvenir, en general anticipo que me ocurrirn ms cosas buenas que
malas. Los pesimistas, sin embargo, son propensos a comulgar con declaraciones
como si puedo follar en algo, estoy seguro de que fallar, casi nunca creo en
buenos finales o nunca cuento con que las cosas me salgan como yo quiero. Otros
derrotistas adoptan posturas ms despegadas como la mejor forma de no defraudarse
es no esperar nada bueno.
La perspectiva optimista del maana amortigua nuestros desengaos en el
presente y hace ms llevaderas las decepciones que nos impone la vida. Un estudio
realizado por el profesor Mark D. Litt, de la Universidad de Connecticut, sobre la
infertilidad ilustra este punto. Como saben, la infertilidad es un problema que causa
profunda desdicha a muchas parejas que anhelan tener hijos. En este estudio los
investigadores midieron el grado de esperanza de un amplio grupo de parejas infrtiles
ocho semanas antes de un intento de fecundacin in vitro (uniendo los espermatozoides
con el vulo en un tubo de ensayo en el laboratorio). Dos semanas despus de que
estas parejas fuesen informadas del resultado negativo de la prueba, analizaron el
grado de angustia y desmoralizacin que sentan. Los resultados demostraron que
cuanto ms esperanzados eran los participantes antes de la prueba, menos deprimidos y
desalentados se sentan despus de la mala noticia. La actitud esperanza- dora nos
ayuda a desdramatizar las adversidades sin quitarles su verdadera importancia, y al
mismo tiempo nos impulsa a probar de nuevo y a luchar por superarlas.
La esperanza ms til es la que nos mantiene conscientes de los riesgos reales, y
motivados para vencerlos. Porque ante circunstancias peligrosas que requieren una
accin por nuestra parte, las expectativas vanas pueden
inmovilizamos e impedir que busquemos las soluciones. En este sentido, la
perspectiva optimista ms provechosa en situaciones de riesgo es la que nos induce a

esperar lo mejor y a preparamos para lo peor.

***

Como vemos, el optimismo no es un simple rasgo temperamental, sino que


consiste en un conglomerado de elementos que forman nuestra personalidad y
configuran nuestra forma de vemos a nosotros mismos y de valorar los sucesos que
vivimos. Estos ingredientes colorean nuestra visin del mundo y de nuestro destino. El
termmetro del optimismo analiza las reminiscencias del pasado o nuestra
autobiografa, nuestro estilo de explicar o interpretar los sucesos positivos y negativos
que nos afectan en el presente, y nuestra perspectiva del futuro en general y de las
probabilidades de conseguir los objetivos especficos que nos proponemos. Con esto
no quiero decir que estas tres reas basadas en el tiempo estn compartimentadas y no
se conecten en nuestra mente. Todos somos conscientes de la ntima relacin que existe
entre nuestra visin del pasado, nuestro estado de nimo presente y nuestra perspectiva
del maana.
En el captulo que sigue analizar las semillas biolgicas, psicolgicas y sociales
que determinan nuestro grado de inclinacin al optimismo. Concretamente, examinar
el impacto de los genes, el desarrollo de la personalidad y la influencia de los valores
culturales de la sociedad en que vivimos sobre nuestra forma de ver e interpretar las
vicisitudes de la vida.

Forjadores del talante

El secreto de la humanidad est en el vnculo entre personas y sucesos. Las


personas ocasionan los sucesos y los sucesos forman a las personas.
Ralph W. Emerson, La conducta de la vida, 1860
Nuestro equipaje gentico
Yo soy optimista por naturaleza, porque soy bajo de estatura. La gente baja
tiende a ser optimista porque slo puede ver la parte de la botella que est llena y no
llega a ver la parte vaca.
Thomas L. Friedman, Optimista preocupado, 2003
El temperamento humano es bastante estable. A pesar de los avatares de la vida,
las opiniones positivas o negativas que se forman las personas de s mismas y de las
cosas del entorno, aunque con algunas variaciones, por lo general tienden a mantenerse
relativamente firmes a partir de los 15 o 16 aos. Esta constancia del carcter ha dado
pie a que algunos piensen que no podemos influir mucho sobre nuestros niveles de
optimismo o pesimismo, algo as como si se tratara de la altura o el color de los ojos.
Todos portamos los genes en los ncleos de las clulas de nuestro cuerpo.
Concretamente, los guardamos en los cuarenta y seis cromosomas que se forman al
unirse los veintitrs cromosomas del espermatozoide paterno y del vulo materno. Los
cromosomas son partculas diminutas que tienen forma de pequeos hilos cruzados y
contienen los treinta y tantos mil genes, compuestos de cido desoxirribonucleico o
ADN, que dirigen la confeccin y funcionamiento de nuestro ser.
A pesar de los enormes avances logrados en gentica desde que se descifr el
genoma humano en el ao 2000, la realidad es que todava no conocemos bien los
procesos que conectan los genes con los rasgos de la personalidad. Pero no hay duda
de que el ADN influye en el desarrollo del cerebro y, por lo tanto, en las facultades
mentales y en nuestra forma de ser y de ver la vida.
El poder de los genes sobre nuestra personalidad se muestra con claridad en los
mellizos. Que yo sepa, hay solamente tres estudios sobre la gentica del optimismo y el
pesimismo, todos publicados en los ltimos quince aos. Uno, realizado por el
profesor de Psicologa de la Universidad de Minnesota, David Lykken, utiliz cuatro

mil parejas de mellizos para estudiar la propensin de las personas a gozar de las
cosas buenas de la vida o a descorazonarse ante las adversidades. En otra
investigacin, el psiclogo experimental del Kings College de Londres, Robert
Plomin, analiz la perspectiva optimista y pesimista de casi trescientas parejas de
gemelos, por medio del cuestionario, ampliamente validado, conocido como Prueba
de orientacin en la vida. Este cuestionario contiene una extensa lista de preguntas que
exploran el grado de conformidad o disconformidad de los participantes con
declaraciones como siempre veo el futuro con optimismo o raramente cuento con
que me pasarn cosas buenas. El tercer estudio, llevado a cabo por Peter Schulman,
psiclogo de la Universidad de Pensilvania, compar en parejas de mellizos el estilo
optimista o pesimista de explicar los avatares de la vida.
En conjunto, los resultados de estas tres investigaciones demuestran que los
gemelos monocigticos -que poseen exactamente los mismos genes porque surgen de la
misma clula original o cigoto- se parecen estadsticamente en su disposicin optimista
o pesimista. Este mismo parecido se mantiene incluso entre los gemelos que crecen
separados desde su nacimiento, en hogares diferentes. Por el contrario, los niveles de
optimismo o pesimismo en hermanos mellizos bidgticos o genticamente desiguales,
aunque sean del mismo sexo y hayan crecido en el mismo hogar familiar, son tan
distintos entre ellos como los de personas sin ningn parentesco o elegidas al azar.
Un dato interesante en el que tambin coinciden estos estudios es que el equipaje
gentico juega un papel ms determinante en el pesimismo de la persona que en el
optimismo. Desde un punto de vista estadstico, aproximadamente el 40 por ciento del
pesimismo parece estar controlado por factores genticos, mientras que slo el 25 por
ciento del optimismo depende de los genes heredados. De estas cifras se deduce que el
entorno en el que crecemos, las experiencias que tenemos y nuestro aprendizaje tienen
un mayor impacto sobre nuestro nivel de optimismo que de pesimismo. Este dato, en la
prctica, implica que, en general, resulta ms eficaz invertir en estrategias dirigidas a
aumentar nuestra visin positiva de las cosas que en medidas destinadas a cambiar
nuestras creencias pesimistas.
Adems de estos estudios especficos, una forma indirecta de entender las
posibles conexiones entre nuestro material gentico y el talante positivo o negativo es
examinando ciertas enfermedades del estado de nimo que tienen un componente
hereditario importante, como el trastorno bipolar. Esta dolencia mental se caracteriza
por periodos de profunda tristeza y abatimiento entre los que se intercalan periodos de
excitacin y vehemencia incontroladas. Durante las fases depresivas estos pacientes
enfocan casi exclusivamente las connotaciones negativas de las cosas, miran el futuro
con desesperanza, y llegan a pensar que la vida no merece la pena. Por el contrario,
durante las fases de mana o exaltacin eufrica -lo que pudiramos llamar optimismo
patolgico- se sienten exultantes y expansivos, hasta el punto de llevar a cabo
impulsivamente todo tipo de excesos y actos de riesgo. Con un tratamiento mdico
adecuado, estos enfermos rescatan el equilibrio emocional y el raciocinio. En parejas

de gemelos idnticos o monocigticos, si uno sufre trastorno bipolar, su hermano tiene


aproximadamente el 65 por ciento de probabilidades de padecerlo tambin, mientras
que entre los gemelos diferentes o bicigticos la concordancia es slo alrededor del 12
por ciento. Estudios de nios adoptados despus de nacer tambin confirman la
influencia del factor gentico en este trastorno afectivo, pues su riesgo de padecerlo es
ms parecido al de sus padres biolgicos que al de los padres adoptivos.
En el verano de 2003, un grupo de cientficos del Reino Unido y de Estados
Unidos, encabezados por los doctores Avshalom Caspi y Terne Moffitt, investig la
posibilidad de que factores genticos explicaran por qu algunas personas se deprimen
en respuesta a las adversidades de la vida -como los malos tratos en el hogar, la
muerte de un familiar, el desempleo inesperado, o las enfermedades graves- mientras
que otras salen de estos reveses relativamente ilesas. En el estudio participaron
voluntariamente 847 personas de Nueva Zelanda durante veintisis aos consecutivos.
Los resultados indicaron que el 43 por ciento de los participantes que posean la
versin corta de un gen implicado en el transporte de serotonina en el cerebro se
deprima ante situaciones de estrs. Sin embargo, slo el 17 por ciento del grupo que
portaba la versin larga del mismo gen reaccionaba con depresin ante las mismas
desgracias. Este interesante estudio ilustra la influencia relativa de los genes sobre
nuestra resistencia a deprimimos como consecuencia de los infortunios de la vida.
Vemos, pues, que los genes desempean un papel importante en el desarrollo de
nuestro temperamento. No obstante, no es prudente minimizar la influencia del
ambiente en que nos desarrollamos ni apartar nuestra atencin de las circunstancias
bajo nuestro control que influyen en la conformacin de nuestro talante. El crecimiento
del cerebro humano, cuyo tamao se cuadriplica desde que nacemos hasta que
maduramos, depende en gran parte de los estmulos del entorno, en especial durante los
primeros quince aos de la vida. Por ejemplo, est ampliamente demostrado que
personas que heredan una fuerte predisposicin a la depresin, en condiciones
familiares y sociales favorables viven vidas largas y felices sin el menor indicio de
melancola. Paralelamente, hay individuos que vienen al mundo con un gran potencial
para desarrollar un carcter optimista y, sin embargo, estn impregnados de actitudes
pesimistas, sencillamente por haberse criado en un medio opresivo, inseguro y hostil.
De hecho, cuanto ms se analiza el genoma humano, ms vulnerables parecen los
genes a la influencia del ambiente y del aprendizaje. La capacidad de aprender esta
inscrita en nosotros por genes que se especializan en esta aptitud, pero lo que
aprendemos depende de las situaciones y experiencias que vivimos. En el caso del
lenguaje, por ejemplo, los recin nacidos llegan al mundo con el potencial gentico
para aprender a hablar. Sin embargo, si un nio no se expone al lenguaje hablado
durante los primeros seis aos de su vida, nunca lograr hablar con completa fluidez.
No nos debemos dejar seducir por el canto de los genes. La tendencia a ver la
botella medio llena o medio vaca depende menos de una herencia inalterable y ms de
una personalidad moldeable. Las personas son con mucha ms frecuencia motivadas

por sus actitudes que por sus instintos.


El desarrollo del carcter
T perseveraste en el empeo. Eso fue lo que te trajo la buena suerte, le dijo el
instructor de piano a la nia al darle el lazo verde de la buena suerte. Desde entonces,
siempre que tocaba el piano, la pequea llevaba puesto el lazo verde, porque le
recordaba que era.su propio esfuerzo lo que le traa la buena suerte.
Elizabeth Koda-Callan, El lazo de la suerte, 1990
El carcter es el conjunto de atributos o rasgos que componen y distinguen la
personalidad o manera de ser del individuo. Se manifiesta en la forma habitual de
sentir, de pensar y de comportarse, en los gustos y en las aversiones. El desarrollo del
carcter comienza en el tero materno. Todos los bebs poseen unas tendencias
instintivas vitales que se muestran al nacer en su actividad fsica, en su placidez, su
curiosidad, y su sensibilidad a los estmulos internos y externos. En la misma sala de
maternidad vemos recin nacidos confiados y tranquilos, y otros que nada ms llegar al
mundo se muestran inquietos e irritables. Estas cualidades estn influidas por factores
hereditarios, fuertes corrientes hormonales que se producen durante el embarazo y las
vicisitudes del parto. Es algo innato.
Pequeos que se enfrentan a situaciones idnticas reaccionan de formas muy
distintas. El primer da de colegio o el primer viaje en la montaa rusa son
acontecimientos gratos o estimulantes para unos nios, y aterradores o estresantes para
otros. Es razonable sospechar que el motivo de las distintas respuestas emocionales a
estmulos similares se debe en parte a que sus cerebros captan y procesan la
informacin de formas diferentes.
Ya hace dos milenios y medio se reconoca el aspecto biolgico de la
personalidad. El concepto ms popular fue el propuesto por el mdico griego
Hipcrates de Cos. Segn l, el temperamento se revelaba en los primeros meses de
vida y era el resultado de la mezcla de los cuatro lquidos del cuerpo: la sangre, la
flema, la bilis amarilla y la bilis negra. Las personas efusivas y eufricas tenan un
exceso de sangre en el cuerpo, por lo que se sola decir que eran de temperamento
sanguneo. En el polo opuesto se situaban los melanclicos, en los que predominaba
la bilis negra. La bilis amarilla fomentaba la personalidad irritable y la flema el talante
flemtico, parsimonioso o cachazudo.
A los pocos das de nacer, las criaturas ya se relacionan activamente con el
medio. Las imgenes, las caricias y, sobre todo, las palabras acompaadas de contacto
visual y afecto forjan la organizacin cerebral de los nios. La cara de la madre, sus
sonrisas y sus diversas expresiones faciales constituyen una fuente de fascinacin para
todos los pequeos y estimulan en ellos la conexin emocional con los dems, algo
imprescindible para la maduracin saludable de los cimientos del pensamiento y las

emociones.
Los nios son actores sociales por derecho propio. Su estado de nimo, su
apariencia fsica y sus talentos tienen un impacto en las personas de su entorno. Est
demostrado que las criaturas que manifiestan continuamente actitudes y emociones
positivas tienen ms posibilidades de ser correspondidas de la misma manera. Lo
mismo ocurre con los nios que se muestran disgustados o distantes. Las respuestas
favorables o desfavorables que los pequeos provocan en los dems durante el
proceso de desarrollo contribuyen a configurar su opinin sobre s mismos y el mundo
que les rodea. Adems, los nios imitan e incorporan a su carcter rasgos que
observan en las personas importantes de su entorno inmediato.
Un componente fundamental del carcter es la autoestima o la valoracin que
hacemos de nosotros mismos. La autoestima empieza a desarrollarse durante los
primeros dieciocho meses de la vida. Al principio se nutre sobre todo del amor
materno y del sentido de seguridad. A medida que los nios crecen se va configurando
por las experiencias que viven, por la valoracin que hacen de ellas y el mrito o
demrito que se asignan. El aprecio de las personas del entorno y la sensacin de que
controlan su cuerpo y los elementos que les rodean fomentan en ellos la confianza en s
mismos. La autoestima ms beneficiosa es la que se construye de pequeos y frecuentes
logros y de la ilusin hacia objetivos alcanzables.
Una buena autoestima estimula emociones positivas y nos protege de las
negativas. Sin una opinin positiva de uno mismo no es fcil desarrollar una
disposicin optimista. Es verdad que hay individuos que, pese a gozar de buena
autoestima, tienen una visin negativa de la vida. Pero, en general, las personas que se
valoran favorablemente se inclinan a ver el mundo a travs de un cristal ms positivo
que quienes se sienten insatisfechos consigo mismos.
A partir de los dos aos y medio, los nios empiezan a configurar el sentido del
pasado y a almacenar poco a poco los recuerdos que constituirn el sedimento de su
memoria autobiogrfica, un ingrediente esencial de su futura disposicin al optimismo
o al pesimismo. Recordar el ayer es una forma importante de confeccionar la identidad
como seres individuales. Padres e hijos hablan de experiencias que han atravesado
juntos tan pronto como los pequeos comienzan a balbucear. Y la forma en que los
padres interpretan y comparten los acontecimientos pasados va a influir sobre la
perspectiva que las criaturas crearn de su mundo.
Cuando adultos y nios pequeos recuerdan en voz alta, son los adultos quienes
establecen la estructura y el contenido de la conversacin. En el ejemplo que
seguidamente presento, obtenido de una grabacin realizada como parte de un estudio
sobre la comunicacin en el mbito familiar, una madre y su hijo de tres aos hablan
sobre un viaje en coche que hicieron para visitar a los abuelos del pequeo:
Madre: Te acuerdas de cuando Antoito (nombre del nio), mam y pap
hicimos un viaje largo en el coche para ir a ver a los abuelos?

Nio: Oh! (mueve afirmativamente la cabeza).


M.: S, y qu vimos cuando bamos en el coche? Te acuerdas de lo que pap te
enseaba por la ventana? N.: No s
M.: Te acuerdas de qu bien lo pasamos? Vimos una montaa muy bonita, y nos
paramos y nos quitamos los zapatos y anduvimos por las rocas
N.: S (y sonre).
En este breve extracto de charla, vemos cmo el pequeo da muy poca
informacin sobre lo que ocurri. La madre es realmente quien cuenta toda la historia y
marca su tono positivo. El nio se limita a confirmar o a repetir lo que ella dice. A
partir de los cuatro aos, los pequeos empiezan a participar ms activamente en la
conversacin. A medida que los nios dominan el lenguaje, van tomando la iniciativa y
coloreando los recuerdos. Ms tarde, adultos y nios intercambian impresiones y
detalles que enriquecen las historias. A medida que crecen, cuando hablan sobre
sucesos que han vivido no slo proporcionan informacin sobre los hechos y revelan
aspectos de s mismos, lo que ayuda a crear vnculos con sus interlocutores, sino que al
recordar y explicar sus experiencias modulan su visin de s mismos y del entorno y
van construyendo su autobiografa.
Numerosas investigaciones apuntan a que desde los seis aos, las nias,
comparadas con los nios, recuerdan con ms frecuencia hechos pasados, y la
informacin que evocan suele ser ms emotiva, ntima y detallada. Segn Robyn
Fivush, especialista en este tema de la Universidad de Emory, Atlanta, una posible
explicacin es que, en general, las mujeres son ms verbales y comunicativas que los
varones. Otro dato interesante es que tanto el padre como la madre, cuando rememoran
algn suceso con las hijas, cuentan ms pormenores sobre sus propias experiencias
pasadas y expresan ms emociones que cuando lo hacen con los hijos.
En cuanto al estilo de explicar las cosas, medio centenar de estudios analizados
por Christopher Peterson, profesor de Psicologa de la Universidad de Michigan,
indican que las explicaciones que elaboran la mayora de los pequeos menores de 12
aos sintonizan con la forma de explicar de sus progenitores, sobre todo si stos son
percibidos por los pequeos como personas competentes. Los nios que escuchan a sus
padres dar asiduamente explicaciones positivas de los sucesos tienden a incorporar
estilos positivos de interpretar las vicisitudes de sus vidas.
Igualmente, los juicios que los padres, cuidadores o educadores emiten sobre la
conducta de los pequeos moldean el talante de las criaturas. Explicaciones positivas
globales de sus logros -te ha salido bien el dibujo porque eres una nia muy
creativa-, o interpretaciones limitadas de sus fracasos -no te ha salido este dibujo
tan bien como te gustara porque ahora ests cansada- fomentan la inclinacin al
pensamiento positivo.
La semilla de la esperanza tambin se siembra durante los primeros aos del
desarrollo del carcter. El simple hecho de que el llanto atraiga automticamente la

atencin de un adulto responsable es suficiente para fomentar en los pequeos la idea


de que la satisfaccin de ciertas necesidades est a su alcance y depende de ellos
mismos. De hecho, casi todas las criaturas de dos aos que han sido cuidadas por
adultos alegres y atentos ya evidencian claros signos de esperanza ante las
contrariedades. Con el tiempo, estos nios tienden a adoptar pensamientos
esperanzadores tales como s lo que tengo que hacer para lograr las metas que me
propongo o si me encontrara en un aprieto estoy seguro de que se me ocurrira la
forma de salir de l. El talante esperanzado crece estimulado por las experiencias
infantiles que alimentan en los pequeos sentimientos de seguridad, certidumbre,
tranquilidad y, sobre todo, la sensacin de que controlan razonablemente sus
circunstancias. La necesidad de sentir que uno gobierna su programa de vida es algo
profundamente arraigado en los seres humanos y es una pieza fundamental del
equilibrio mental.
La disposicin optimista suele coexistir con otros atributos del carcter. As,
existe una asociacin estrecha del optimismo con la extraversin o la tendencia de la
persona a ser afable y a comunicar sus sentimientos a los dems. El pesimismo suele
coincidir con lo contrario: la introversin y la cautela social. Las personas optimistas
tambin tienden a describirse a s mismas como ms agradecidas que las pesimistas.
En un experimento, descrito por el autor Gregg Easterbrook en su reciente libro La
paradoja del progreso, un amplio grupo de chicos y chicas universitarios mantuvo
durante varias semanas un diario de agradecimientos en el que anotaban cada vez
que sentan gratitud. Los resultados revelaron que cuanto ms optimista era el
estudiante, mayor era el nmero de situaciones en las que se haba sentido agradecido
a otros, a Dios o a la vida en general. Resulta curioso que los participantes ms
propensos al agradecimiento eran tambin los que puntuaron ms alto a la hora de
medir la capacidad para percibir las dificultades y los contratiempos en sus vidas.
Otro rasgo del carcter que suele acompaar al optimismo con mayor frecuencia
que al pesimismo es la capacidad de perdonar. Resistirse a perdonar fallos graves,
traiciones, rechazos y crueldades, tanto propios como de los dems, es una respuesta
humana muy normal. De hecho, si preguntamos a nuestro alrededor, bastante gente
mantiene una lista de transgresiones incompatibles con el perdn. Sin embargo, hay
personas que perdonan con ms facilidad que otras. El psiclogo estadounidense
Michael E. McCullough revel en una serie de estudios que, ante los mismos agravios
o ultrajes, cuanto ms optimista es la persona, mayor es su inclinacin a perdonar.
Hoy por hoy no existe evidencia alguna que indique que los niveles globales de
optimismo de hombres y mujeres sean diferentes. Tampoco la edad influye en la
disposicin positiva de las personas. Es cierto que los adolescentes son a menudo
sacudidos por fuertes cambios de humor, y tambin que en las dcadas finales de la
vida, la energa y la agudeza de las facultades mentales y fsicas decaen. No obstante,
la edad no es una variable estadsticamente til a la hora de catalogar el talante de la
persona. Como tampoco lo es la inteligencia.

Lo mismo que un alto cociente de inteligencia no garantiza una vida dichosa todos conocemos personas con dotes intelectuales excepcionales y lamentables
biografas-, un elevado intelecto tampoco va necesariamente acompaado de un talante
optimista. Aunque sospecho que no son pocos los sabios que se han beneficiado de
algn ingrediente optimista. Precisamente, lea hace poco que Albert Einstein, quien,
como tantos genios, siempre mantuvo una actitud curiosa y abierta frente a la vida y no
dio nada por hecho, sola responder a la constante pregunta sobre qu cualidades
personales haban contribuido ms a sus logros, diciendo: El regalo de la fantasa y la
esperanza ha significado para m mucho ms que la capacidad de absorber y retener
conocimiento.
Antes de dejar atrs el desarrollo de los rasgos del carcter, quiero hablar
brevemente sobre el cerebro, el rgano tangible donde se imprime fsicamente este
proceso. Aunque la inclinacin al optimismo o al pesimismo no se localiza en un punto
determinado del cerebro ni se reduce a una reaccin qumica concreta, muchas
investigaciones revelan que la zona prefrontal izquierda del cerebro registra mayor
actividad en los individuos optimistas que en los pesimistas. El neuropsiclogo
estadounidense Richard Davidson ha demostrado, por ejemplo, que nios de diez
meses que no lloran y se mantienen confiados cuando se separan de sus madres tienen
ms actividad en la zona prefrontral izquierda, comparados con pequeos que lloran
desesperados ante esta misma situacin. Asimismo, este investigador demostr que los
adultos con ms actividad en esa zona del cerebro expresaban ms emociones
positivas en situaciones agradables, y menos emociones negativas ante sucesos
desagradables.
Siguiendo con esa geografa del cerebro, otro dato interesante es que las personas
en las que predomina la influencia del hemisferio derecho tienden a manifestar su
optimismo o pesimismo de una forma ms global, o sea, perciben el mundo, en
conjunto, como un lugar acogedor o incmodo. Por el contrario, las personas en las que
impera el hemisferio izquierdo, responden de forma optimista o pesimista segn la
valoracin que hacen de los detalles de la situacin concreta. Curiosamente, los dos
hemisferios no siempre son coherentes. Como consecuencia, hay personas que afrontan
con pleno optimismo las adversidades generales, pero ante pequeos reveses se
frustran y desmoralizan.
Yo dira que ste es mi caso. Por un lado, pienso que las leyes de la naturaleza
casi siempre se inclinan a nuestro favor, y estoy convencido de que la humanidad
continuar evolucionando para mejor en todas sus facetas. Sin embargo, ante ciertos
percances inoportunos mi primer anlisis suele ser descorazonador. Por ejemplo, en
varias ocasiones en las que se me bloque el ordenador donde escriba este libro, mi
reaccin inmediata fue pensar que probablemente haba perdido todo el texto ya escrito
y el problema no tendra solucin. Como ltimo recurso, peda socorro a mi hijo
Joseph, de 19 aos, y en menos de cinco minutos lo que para m haban sido averas
irreparables, resultaron ser pequeos incidentes sin importancia.

Ahora, para entender el panorama completo de la construccin de nuestro talante


examinemos el papel que ejercen las fuerzas culturales y sociales del lugar y de la
poca que nos ha tocado vivir.
Valores culturales
La cultura esculpe las actitudes y comportamientos de las personas.
W. SOMERSET MAUGHAM, El resumen, 1938
Para explicar los efectos moldeadores de la cultura sobre el temperamento del
individuo creo que debo partir de una definicin de cultura que nos sirva de referencia.
Entiendo que la cultura de un pueblo est constituida por el conjunto de principios,
creencias, smbolos, costumbres y reglas, tanto explcitas como sobreentendidas, que
implantan sus miembros para asegurar su supervivencia y una convivencia ordenada y
apacible.
En cierto sentido, los valores culturales son para la sociedad lo que la
experiencia y la memoria son para la persona. Las pautas y mensajes culturales nos
sirven de puntos de referencia desde la infancia. Nos ayudan a establecer nuestros
ideales y prioridades, forman la base de nuestras normas de conducta y se reflejan en
las explicaciones que damos a los sucesos que vivimos y en cmo percibimos e
interpretamos el mundo en general.
Los principios culturales son transmitidos de generacin en generacin, y aunque
cambian con el paso del tiempo y se adaptan a las nuevas necesidades y exigencias de
la sociedad, tienden a ser bastante estables. Sus transmisores y divulgadores son los
abuelos, los padres, los educadores, los lderes sociales, los medios de comunicacin
y los personajes y ritos populares que encaman los valores de la poca.
La cultura de un pas establece sutil pero eficazmente la disposicin positiva o
negativa que se espera de las personas en las diferentes circunstancias. Ya desde
pequeos tratamos de asimilar las actitudes que la sociedad considera ms aceptables,
aunque stas no se correspondan con nuestros verdaderos sentimientos. En un
experimento que viene al caso, descrito por el profesor de Psicologa de la
Universidad de Oxford, Michael Argyle, nios entre cuatro y doce aos fueron
expuestos a situaciones agradables y desagradables. A continuacin, cada pequeo
eligi el semblante que mejor reflejaba su estado de nimo entre una amplia gama de
fotografas de nios de su edad con expresiones de alegra, tristeza, enojo, sorpresa,
rechazo y temor. Los resultados revelaron que cuanto mayores eran los participantes,
ms alta era su tendencia a seleccionar fotografas que no reflejaban su verdadera
disposicin emocional, pero que ellos pensaban que eran las correctas. En
entrevistas posteriores, el 57 por ciento de estos pequeos manifest que haban
ocultado sus sentimientos genuinos por miedo a ser criticados, y el 43 por ciento para
no pasar vergenza.

Ciertas sociedades fomentan una visin de la vida ms positiva que otras. Una
extensa recopilacin de investigaciones multinacionales sobre la tasa de optimismo en
la poblacin desde 1975 a 1998, llevada a cabo por Ed Diener, profesor de Psicologa
Social de la Universidad de Illinois, revel que si bien el talante optimista abunda en
el mundo, los habitantes de pases como Dinamarca, Suecia, Suiza, Noruega, Estados
Unidos, Italia y Canad se situaban en el extremo positivo del termmetro, seguidos de
Irlanda, Francia, Espaa, Mxico y Argentina. En el polo pesimista se encontraban
Rusia, Ucrania, Georgia, Corea del Norte, Turqua, India, Pakistn, Brasil y China.
Aunque los investigadores detectaron una relacin moderada entre el nivel de
optimismo de la poblacin y su renta per cpita y tasa de empleo, la conexin ms
significativa que encontraron fue entre el optimismo y el grado de libertad o
democracia de los sistemas sociales de cada uno de los pases. Su conclusin fue que
los sistemas democrticos son un buen caldo de cultivo del optimismo. Por el
contrario, las sociedades que prescinden de instituciones o de un ordenamiento
jurdico para ejercer la autoridad, y en las que el poder se concentra en una sola
persona o una minora selecta, fomentan el derrotismo.
En otro sugestivo experimento, la psicloga alemana Gabriele Oettingen compar
el nivel de optimismo de los atletas de Alemania del Oeste y Alemania del Este
despus de los Juegos Olmpicos de invierno de 1983, cuando todava eran dos pases
separados. Con este fin, analiz el contenido de unas cuatrocientas declaraciones que
hicieron los atletas a los peridicos una vez finalizados los juegos. Esta investigadora
descubri que a pesar de que los competidores del Oeste tenan mucho menos que
celebrar -pues haban ganado slo cuatro medallas, mientras que los del Este
consiguieron veinticuatro-, sus testimonios reflejaban ms optimismo. En un estudio
posterior, esta misma psicloga pudo comprobar que los alemanes del Oeste, en
general, tenan niveles superiores de optimismo respecto a los habitantes del Este. En
cualquier comunidad una fuente segura de pesimismo es la insatisfaccin prolongada
de las necesidades esenciales de libertad, seguridad y justicia.
La buena noticia es que, por vez primera en la historia, una mayora de los
pueblos vive bajo sistemas democrticos. En tiempos tan peligrosos como los actuales
este hecho es particularmente reconfortante. Aunque existen claras excepciones, las
democracias no suelen luchar unas contra otras, ni suelen explotar en guerras civiles.
En efecto, en contra de la opinin de quienes piensan que el mundo se est
convirtiendo en un lugar cada da ms violento, la verdad es que los conflictos civiles
y tnicos han disminuido desde principios de la dcada de los noventa, como
demuestra un estudio exhaustivo del historiador de la Universidad de Maryland, Ted
Robert Gurr. Las transiciones a los sistemas democrticos pueden ser muy violentas,
como vimos en la antigua Yugoslavia o estamos viendo hoy da en Irak. Pero una vez
que se estabiliza el equilibrio entre los poderes ejecutivo, legislativo y judicial, las
democracias suelen impulsar los intereses de la mayora sin sacrificar los derechos de
las minoras.

Pienso que el espectacular progreso econmico, social y poltico experimentado


pacficamente por la sociedad espaola en los ltimos treinta aos es un factor
determinante a la hora de explicar el buen espritu de los espaoles. Un sondeo de
Demoscopia llevado a cabo con motivo del comienzo del siglo XXI, realizado
mediante entrevistas a domicilio de hombres y mujeres mayores de 18 aos, seal que
seis de cada diez espaoles se consideraban optimistas, y slo uno de cada diez se
confesaba pesimista. La mayora, o el 60 por ciento, crea que la gente sera ms libre
y feliz en el futuro, y alrededor del 80 por ciento de los consultados vaticinaba la
curacin del cncer y del sida.
El equilibrio entre los deseos que alimentan las personas y los recursos de que
disponen para conseguirlos es fundamental a la hora de entender las races sociales del
optimismo. Es un hecho reconocido que el desnivel crnico entre aspiraciones y
oportunidades es una de las causas ms frecuentes de frustracin, desidia y derrotismo.
Las sociedades que valoran y facilitan el control de sus ciudadanos sobre su propio
futuro, y fomentan en ellos la idea de que si se lo proponen lograrn alcanzar sus
metas, alimentan la motivacin y la esperanza. En la medida en que los valores
culturales coinciden con las oportunidades de las personas, stas van a percibir los
objetivos que se trazan desde una perspectiva optimista.
El nivel de optimismo es tambin ms alto en aquellas sociedades en las que
predomina el individualismo sobre el colectivismo. Es decir, en las culturas en las que
las preferencias, las aspiraciones y las metas de los individuos tienen prioridad sobre
las del grupo. Este dato es respaldado por varios estudios analizados con rigor hace
una dcada por Harry Triandis, profesor de Sociologa de la Universidad de Illinois.
En contextos individualistas, las decisiones fundamentales se toman en mbitos
reducidos, como en el seno familiar, en la relacin de pareja o en un grupo limitado de
amistades o socios, y no en los ambientes ms amplios o extendidos de la sociedad.
Otro aspecto de las culturas individualistas es que fomentan la creencia de que el
individuo es exclusivamente responsable tanto de sus logros como de sus fracasos. Los
nios que crecen en culturas individualistas aprenden pronto que ser independientes
es bueno y depender de los dems es malo. Una vez adultos, si se preocupan por
las vicisitudes del prjimo lo hacen por vocacin personal, pero no por exigencia del
ambiente cultural en el que viven. En estas sociedades a menudo se considera que la
gente desafortunada es responsable de sus propias desventuras, lo que justifica que la
sociedad, como tal, no se preocupe ni intervenga para ayudarla. En consecuencia, las
personas tienden a ajustarse a modelos de vida que les permitan controlar lo ms
posible sus destinos, y a invertir grandes esfuerzos en asegurarse de que los sucesos
positivos superen siempre a los negativos.
En las culturas donde prima el sentido de colectividad se aprende en la infancia
que cooperar con los dems y aceptar responsabilidad por el bienestar ajeno forma
parte de lo que espera de ellos la sociedad. En consecuencia, las personas que viven
en estas culturas tratan automticamente de colaborar y comprometerse con la buena o

mala fortuna de sus compaeros de grupo. En las sociedades colectivistas la idea de la


felicidad propia por encima de todo no est tan ensalzada ni publicitada. Quiz por
esta razn mantener una visin optimista meramente personal sea menos importante en
estas culturas.
Edward Chang y sus colaboradores del departamento de Psicologa de la
Universidad de Michigan compararon la tendencia a predecir acontecimientos
positivos y negativos entre estadounidenses y japoneses, dos culturas representantes
del individualismo y el colectivismo respectivamente. Los resultados demostraron con
claridad que los norteamericanos tenan una tendencia mucho mayor que los japoneses
a augurar hechos positivos. Posteriormente, el socilogo Y. T. Lee y el psiclogo
Martin Seligman comprobaron que el tiempo que la persona vive en una cultura
individualista influye en su grado de optimismo. Lee y Seligman compararon el estilo
de explicar las cosas entre tres grupos: estadounidenses, chinos que haban residido
durante diez o ms aos en EE UU, y chinos que siempre haban vivido en China. El
nivel de optimismo de los estadounidenses era el ms alto, seguido de los chinoamericanos. Los residentes en China mostraban el nivel ms bajo de optimismo.
Como demostraron hace unos aos los psiclogos L. A. King y C. K. Napa, la
glorificacin del concepto de felicidad es tal en Estados Unidos que la mayora de la
poblacin creyente hasta piensa que las personas felices tienen ms probabilidades
de ir al cielo que las infelices. Por otra parte, la cultura de ese pas ha creado y
transmitido de generacin en generacin mitos que ensalzan la disposicin optimista.
El ms antiguo consiste en la idea de que con optimismo se puede vencer cualquier
adversidad. Esta creencia idealizada en los poderes del optimismo est personificada
por Pollyanna, la joven protagonista de la novela del mismo nombre escrita en 1913
por la estadounidense Eleanor H. Porter. La figura de Pollyanna est tan imbuida en
esta sociedad que hoy hasta se utiliza como adjetivo -pollyannisb- para calificar a las
personas muy optimistas.
Para los lectores que no estn familiarizados con el relato, Pollyanna era una nia
de 11 aos muy alegre a quien su padre, antes de morir, le haba enseado el juego de
Vamos a estar contentos. El juego consista en encontrar algo positivo o divertido en
todas las cosas. Al fallecer su padre, se fue a vivir a un pueblecito con su ta, una
soltera refunfuona de talante amargo y derrotista. Tan pronto como Pollyanna entr
por la puerta de su nuevo hogar, se dedic sin descanso a jugar a Vamos a estar
contentos con todo el mundo. En poco tiempo se cre una atmsfera de optimismo y
buen humor que no slo cambi el talante de su ta, sino que alivi a los enfermos, a
los resentidos y a los desesperados que se cruzaban en su camino. Un da Pollyanna fue
atropellada por un carruaje y se qued paraltica. Confinada en su cama, la pequea se
entristeci por primera vez en su vida ante la desoladora perspectiva de no andar
nunca ms. Pero su tristeza se evapor cuando los habitantes del pueblo la visitaron
para decirle que gracias a ella todos jugaban a Vamos a estar contentos y, como
resultado, eran mucho ms felices. Inmediatamente se le ilumin la cara a Pollyanna y

con una gran sonrisa exclam: Finalmente he encontrado algo para volver a ser
dichosa: haber contado hasta hace poco con dos piernas, pues sin ellas no hubiera
podido caminar por el pueblo y ensearos a jugar a Vamos a estar contentos.
Un peligro de la idealizacin cultural insensata del optimismo es que puede
convertirse para muchas personas en una tirana, y producirles un estado crnico de
insatisfaccin y decepcin con ellos mismos. Durante mi carrera profesional en
Estados Unidos he observado con frecuencia este penoso efecto secundario.
La religin es un componente importante de casi todas las culturas. Numerosas
investigaciones en Europa y Estados Unidos, realizadas por expertos como Michael
Argyle y David Myers, corroboran que las personas creyentes, independientemente de
la lgica o racionalidad de sus convicciones, dicen sentirse ms positivas hacia la vida
que las que no son religiosas. Casi todas las creencias en una divinidad infunden
esperanza. Los significados de la existencia humana que proporcionan los dogmas no
son prueba de su validez cientfica, pero s ofrecen a mucha gente creyente algo
atractivo por lo que vivir y por lo que morir. La fe en una fuerza superior estimula una
perspectiva ms aceptable de las adversidades.
La cultura, pues, modula las actitudes de las personas. Ciertos valores promueven
el pensamiento positivo y la esperanza, mientras que otros los socavan. Un dato
reconfortante: si miramos hacia atrs y reflexionamos sobre los avatares de los
pueblos a lo largo de los siglos, es obvio que las corrientes que fomentan el optimismo
o el pesimismo van y vienen, pero, con el tiempo, las primeras predominan. Hoy hay
ms democracia en el mundo y se respeta ms al individuo y sus libertades, cada da
ms gente cuestiona la eficacia de las guerras para resolver desavenencias, y a
diferencia del ayer, hasta los nios se preocupan por la calidad del aire, del agua, de
los bosques, de las especies animales y del medio ambiente.

***

Los humanos somos seres complejos. Como hemos visto, el temperamento se


forma de mltiples elementos innatos, adquiridos y aprendidos. Fuerzas biolgicas,
psicolgicas, sociales y culturales modelan nuestro modo particular de percibir y
juzgar las cosas. Seguidamente describir cmo los talantes ms optimistas pueden ser
socavados y hasta destruidos por los venenos de la indefensin y la melancola.

Venenos del optimismo

Dios nos libre del rbol de la esperanza que no echa flores.


Mark Twain, Carta a Joe Goodman, 1891
Indefensin crnica
El dolor, por fuerte que sea, se hace ms llevadero si uno est convencido de
que con el tiempo se curar. La peor calamidad es tolerable si uno cree que pasar. La
angustia ms penosa se alivia tan pronto como la tranquilidad est al alcance de la
vista.
Bruno Bettelheim, Sobrevivir, 1976
El sentimiento duradero de indefensin tiene efectos devastadores sobre el
temperamento de los seres humanos. Las personas que se sienten impotentes ante la
adversidad y ven que hagan lo que hagan nada cambiar ni mejorar, con el tiempo son
proclives a adoptar una disposicin aptica y derrotista, a tirar la toalla ante las
presiones y los desafos de la vida.
La conciencia prolongada de impotencia y desamparo es venenosa para el
optimismo, porque alimenta los sentimientos de debilidad y fracaso, socava la
autoestima, consume la iniciativa y agota la esperanza. Este estado nocivo de
indefensin se produce bajo condiciones duraderas e intolerables de dolor fsico, de
intenso temor ante una amenaza real, o de ansiedad y angustia interior. La indefensin
tambin puede ser consecuencia de experiencias traumticas provocadas por desastres
naturales o atrocidades humanas, y por agresiones continuas en personas incapaces de
escapar de sus verdugos por razones fsicas, econmicas, sociales, legales o
psicolgicas. Estas circunstancias de acoso se dan con frecuencia en lugares de
trabajo, en ciertos colegios a los que la asistencia es obligatoria y, muchas veces, en el
hogar familiar. Con respecto al dolor, es verdad que el cuerpo tiene el potencial de
producimos emociones placenteras a travs de los estmulos que captan los rganos de
los sentidos, o de los efectos vigorizantes de las hormonas que segregan nuestras
propias glndulas, como las endorfinas. El que estemos genticamente programados
para disfrutar del sexo es, precisamente, una de las estratagemas ms ingeniosas de la
naturaleza para garantizar la conservacin de la especie. Sin embargo, el cuerpo

tambin puede ser una fuente de dolor insoportable. Es bien sabido que la funcin
natural del dolor es servir de alarma para anunciar un desarreglo fsico y motivar al
afligido a tomar medidas para corregirlo. Pero cuando el dolor es recurrente puede
convertirse en un ladrn implacable del optimismo.
Pese a que la medicina cuenta hoy con poderosos remedios analgsicos, hay
dolores desgarradores indomables que consumen la ilusin del ms entusiasta. Un
ejemplo es la tortura de la neuralgia del nervio facial trigmino. Slo un pequeo
movimiento, un suave roce del rostro o la caricia de una brisa desatan un dolor
lacerante insufrible en la cara. La vida cotidiana de estas personas se centra en los
ataques de dolor repentinos y en el pnico abrumador a la prxima pualada
inesperada.
Esto explica la frecuente tentacin de suicidio que sienten estos atormentados.
Otros ejemplos de dolores despiadados son las migraas intensas que no responden a
ningn tratamiento, algunas enfermedades musculares degenerativas y los tumores que
invaden los centros neurlgicos o los huesos.
Las alteraciones crnicas de la sangre -como la leucemia-, ciertas enfermedades
neurolgicas, los desequilibrios hormonales y las dolencias graves de los riones o
del hgado, sin ser extremadamente dolorosas, pueden destruir la energa vital, el
sentido de autocontrol y la capacidad de relacionarse con los dems. Estas
calamidades daan tambin el estado emocional, enturbian la forma de pensar,
oscurecen la visin del mundo y, al final, arrasan el optimismo del doliente.
Otro sentimiento que tiene la capacidad de envenenar el temperamento optimista
es el miedo crnico. El miedo, como el dolor, es un reflejo natural indispensable para
la supervivencia, pues nos permite detectar de antemano circunstancias peligrosas y
protegemos. Cuando nos enfrentamos a una situacin peligrosa nos invade un estado de
inquietud, zozobra y agitacin. El sistema reproductivo, el aparato digestivo y otros
rganos se paralizan y el cerebro moviliza al cuerpo para huir o luchar.
En psiquiatra, cuando el temor no es consecuencia de una amenaza objetiva, sino
que responde a un estado de angustia sin causa precisa, hablamos de ansiedad. Los
estados crnicos de ansiedad constituyen otro veneno para el optimismo. Afectan a
casi el 10 por ciento de la poblacin del mundo occidental en algn momento de su
vida, y aunque en la actualidad existen remedios efectivos, especialmente
farmacolgicos, ciertos casos son resistentes al tratamiento.
Todos conocemos personas que viven continuamente en un estado desmesurado de
aprensin y de inquietud, cuyas causas no corresponden a la peligrosidad real de las
circunstancias. Unos padecen fobias irracionales, otros experimentan tensin nerviosa
generalizada, o son atormentados por ataques de pnico, o por trastornos obsesivocompulsivos que los inmovilizan, pues la mente queda prisionera de ideas o impulsos
incontrolables. Entre los atemorizados ms indefensos destacan los hipocondracos,
que viven permanentemente angustiados, convencidos de que la menor molestia o
indisposicin pasajera, como un resfriado, una pequea infeccin o un leve mareo,

representan el principio irremediable de una enfermedad grave o incluso mortal.


Hay experiencias abrumadoras que daan el talante ms positivo. Los efectos de
algunos sucesos traumticos se entretejen inseparablemente con el funcionamiento de
nuestro sistema nervioso y moldean negativamente nuestra percepcin del mundo.
Aunque la gama de desastres naturales, accidentes fortuitos o atrocidades humanas que
pueden robamos el optimismo es muy amplia, la indefensin provocada por la
violencia humana intencional es particularmente daina. Estas experiencias causan lo
que en psiquiatra llamamos trastorno por estrs pos- traumtico. Los sntomas ms
tpicos de esta dolencia incluyen la intromisin en la mente de imgenes y recuerdos
estremecedores, las pesadillas, la ansiedad y el decaimiento emocional.
Una importante investigacin sobre el impacto de torturas y asesinatos motivados
por conflictos polticos sobre el estado de nimo de la poblacin, dirigida por el
holands Joop T. Jong de la Organizacin Mundial de la Salud, entre 1997 y 1999,
revel que los niveles de desmoralizacin y desesperanza en pases como Argelia,
Camboya, Etiopa y Palestina, donde la poblacin haba sufrido estas agresiones, eran
muy superiores a los de naciones de nivel socioeconmico y demografa similares pero
que no haban experimentado estas condiciones de violencia.
Numerosos estudios confirman los efectos nocivos que tienen las experiencias de
acoso o desamparo graves durante la niez en el desarrollo del talante. El reconocido
psiclogo ingls John Bowlby y otros muchos expertos en los pormenores de la
infancia han demostrado que el rechazo que experimentan los nios pequeos por parte
de sus cuidadores produce en ellos apata y tristeza a largo plazo. Los ambientes
familiares o escolares donde imperan la inseguridad, la desconfianza, los abusos, el
miedo y la sensacin de impotencia son caldo de cultivo para adultos cuyo irrevocable
destino ser infravalorarse como personas, percibir siempre su entorno como un lugar
inhspito, o juzgarse totalmente incapacitados para superar los avatares normales de la
vida.
Si bien hay pequeos que con el tiempo superan los efectos nocivos de
situaciones crueles, no son pocos los que crecen marcados por el temperamento
agorero- fatalista. La razn es que el sentimiento prolongado de indefensin oscurece
cualquier horizonte esperanzador, y cuando estos pequeos no tienen ms remedio que
fabricar un sistema de explicaciones alternativas que les ayude a justificar lo que estn
soportando, a menudo concluyen culpndose a s mismos. Investigaciones rigurosas
llevadas a cabo en las universidades de Trier (Alemania) y de Emory (EE UU) revelan
que los nios vctimas de malos tratos continuados durante la infancia tienen el
cudruple de probabilidades de sufrir depresin y de intentar suicidarse de mayores
que los pequeos que no experimentan estas penosas condiciones.
El temor excesivo y prolongado altera el sistema hipotalmico-hipofisarioadrenal, encargado de regular nuestro equilibrio vital. Esta especie de eje esencial
conecta el hipotlamo -responsable de regular las emociones y las funciones bsicas
como la temperatura, el hambre y el dolor- con la hipfisis. Situada en la base del

crneo, esta glndula fundamental se encarga de producir, entre otras, las hormonas
adrenocorticotrpicas que estimulan las glndulas suprarrenales segregadoras de las
sustancias que controlan nuestra capacidad de responder al estrs y a los peligros. La
aprensin o la ansiedad persistentes daan el sistema inmunolgico y alteran la
actividad de ciertas sustancias transmisoras en el cerebro -en particular la serotonina y
la dopamina- que son las encargadas de modular nuestro estado de nimo y cuyo dficit
nos predispone al desaliento y a la desesperacin. Con el tiempo esa mezcla explosiva
pero silenciosa de miedo e impotencia extingue nuestra esperanza y arruina
paulatinamente nuestra vida.
Es evidente que cuanto ms incapaces nos sentimos de controlar las aflicciones de
nuestro cuerpo, las perturbaciones de nuestra mente, y las embestidas del entorno, ms
espacio dejamos abierto para que la impotencia y la desesperanza nos invadan y
conmocionen los cimientos de nuestro talante optimista. Con todo, la intensidad del
impacto no es la misma en todos nosotros. El grado de indefensin que envenena
mortalmente el optimismo en unos, inflige un dao limitado y pasajero en otros. Cmo
se explica tal disparidad? Segn vimos en el captulo anterior, la fortaleza y la energa
de nuestro talante se forjan en una fbrica muy compleja compuesta de elementos
genticos, caracterolgicos y culturales que varan de persona a persona. Por otra
parte, no todas las vctimas del dolor, del miedo, de la ansiedad, de la violencia o del
acoso reciben los mismos cuidados mdicos y psicolgicos, ni el mismo grado de
apoyo social.
Un hecho que nadie cuestiona es que casi todos los seres humanos nacemos con la
aptitud de producir un antdoto natural de la indefensin. Este contraveneno se
compone del sentido de seguridad, de la confianza, de la esperanza y de las dems
cualidades positivas del carcter, todas la cuales se desarrollan normalmente durante
los primeros diez o doce aos de la vida. De ah la importancia de eliminar los
impedimentos que interfieren con la formacin de estos atributos, como el abandono,
los malos tratos fsicos, la crueldad mental y la explotacin sexual.
Pesimismo maligno
Para quienes han vivido en el bosque oscuro de la depresin y han conocido su
inexplicable agona, la salida del abismo es como el ascenso trabajoso del poeta que
finalmente surge de las profundidades desgarradoras del infierno y entra en un mundo
reluciente. Recuperar la capacidad de sentir serenidad y alegra es suficiente
indemnizacin por haber soportado la desesperacin ms all de la desesperacin.
WlLLIAM STYRON, La oscuridad visible, 1990
El peor veneno del optimismo es la depresin. Muchos hemos experimentado
alguna vez lo que es estar melanclicos, y somos conscientes de la capacidad de esta
dolencia para corromper nuestras vidas. La depresin destroza las races del

optimismo, daa profundamente la autoestima y la confianza en uno mismo, impregna


de negatividad y de remordimientos la perspectiva del ayer, y roba la esperanza en el
maana.
Resulta verdaderamente conmovedor observar el dao que causa este
padecimiento en la disposicin y la perspectiva de la vida de las personas. Si bien la
mayora de los individuos pesimistas no sufre depresin, todos los deprimidos son
pesimistas acrrimos, con independencia de lo optimistas que fuesen antes de ser
atacados por este mal. En consecuencia, pienso que merece la pena analizar con cierto
detalle esta devastadora dolencia.
Hoy por hoy los estados depresivos no se pueden medir como medimos la tensin
arterial, las descargas elctricas del corazn o el nivel de colesterol en la sangre. La
mejor forma de saber si una persona est deprimida o no es sencillamente preguntando,
escuchando y observando.
Existen diferentes grados de depresin. Desde estados de desaliento o falta de
nimo leves y transitorios hasta cuadros profundos y duraderos de invalidez y
desesperacin. La distincin entre el sentimiento normal y pasajero de melancola y
los efectos de una depresin que requiere tratamiento nos plantea con frecuencia un
desafo. Por esta razn, al llegar a un diagnstico oficial de depresin mayor se
requieren un cambio perceptible en el talante de la persona y la presencia continuada y
evidente de cinco o ms sntomas durante un periodo mnimo de dos semanas.
La depresin se manifiesta en un incidente aislado o en episodios recurrentes. En
este ltimo caso, cuando todos los episodios son de carcter depresivo se conoce en
psiquiatra como depresin unipolar. El trastorno bipolar, que ya he mencionado al
referirme a nuestro equipaje gentico, consiste en un estado de depresin profunda que
es seguido por un periodo de euforia y de comportamientos expansivos y exagerados
que no se corresponden con la realidad.
A veces es fcil asociar el desnimo con traumas concretos, como por ejemplo la
ruptura de una relacin sentimental importante, la prdida inesperada del trabajo o la
muerte de un ser querido. Otras veces la causa se encuentra en un trastorno fsico.
Cualquier persona que haya sufrido hepatitis, artritis reumatoide, anemia o
hipotiroidismo, sabe muy bien el decaimiento de nimo y el profundo hasto que
producen estos trastornos. No menos evidentes son los efectos depresivos de ciertos
frmacos, tanto si son recetados de buena fe por doctores -como ciertos tranquilizantes,
la reserpina o los esferoides- como si son sustancias consumidas por eleccin propia,
como el alcohol o la herona. A menudo, sin embargo, cuesta identificar en la vida de
la persona el suceso concreto que justifique la tristeza. De ah la distincin que muchos
especialistas hacen entre depresin reactiva, que responde a un suceso externo, y
depresin endgena que no se puede relacionar con ningn evento.
Los sntomas de la depresin se agrupan en cuatro categoras: estado de nimo,
forma de pensar, comportamiento y trastornos fsicos. Cuando nos deprimimos nos
sentimos tristes, desanimados, hundidos en la angustia, en la amargura y en la

desmoralizacin. Sollozamos con facilidad, aunque a veces el estado de desesperacin


es tal que ni siquiera podemos llorar. Adems de tristes, con frecuencia nos
encontramos ansiosos, irritables e impacientes con los dems. La depresin hace que
perdamos el sentido del humor, la capacidad de sonrer y el inters en tareas y
relaciones que hasta entonces nos resultaban placenteras.
Los estados depresivos tambin alteran nuestra forma de pensar. Por ejemplo, nos
cuesta concentramos. Al mismo tiempo, nos sobran argumentos para convencernos y
tratar de convencer a otros de que cualquier xito es realmente un fracaso, y cualquier
contratiempo es devastador e irreversible. Las perspectivas de uno mismo, del mundo
que nos rodea y del futuro se ensombrecen hasta el punto de no ver ningn sentido a la
vida e incluso desear estar muertos. La depresin hace que mantengamos opiniones
muy desfavorables de nosotros mismos y seamos extremadamente crticos con nuestros
fallos y defectos, por insignificantes que sean. Nos sentimos indignos de afecto, nos
juzgamos culpables de cualquier desgracia, real o imaginaria, y hasta llegamos a
considerarnos merecedores de nuestra desdicha.
La depresin suele ir acompaada de sntomas fsicos. Los ms frecuentes son la
carencia de energa, los trastornos de alimentacin, bien sea la prdida del apetito o la
sobrealimentacin compulsiva, el cansancio, los dolores generalizados sin causa
aparente, la prdida de inters en las relaciones sexuales y el insomnio o el sueo
excesivo. A menudo las maanas son ms duras que las tardes. De hecho, el amanecer
se convierte para muchos afligidos en un espectculo desolador.
En cuanto al comportamiento, el sntoma principal de la depresin es la falta de
motivacin para llevar a cabo las tareas cotidianas, incluidas las ms bsicas como
comer o asearse. Se pierde inters en todo, excepto en rumiar desprecio hacia uno
mismo y autocrticas mordaces. La depresin tambin mina la sensacin de controlar
razonablemente el da a da, socava la aptitud para adaptarse a los cambios y consume
el vigor que se necesita para superar los retos cotidianos. Al carecer de esperanza, los
afligidos se desmoralizan, desconfan del futuro y tienden a decir no! a las
oportunidades que se les presentan, por favorables que sean.
La melancola tambin obstaculiza seriamente la comunicacin y las relaciones
con otras personas. Los deprimidos son incapaces de extraer placer de la compaa de
los seres queridos, por lo que se aslan y, al irradiar amargura y agotamiento, los
dems se distancian de ellos. La depresin destruye la habilidad para divertirse,
distraerse y disfrutar de los deleites simples que hacen la vida agradable. Asimismo
imposibilita la gratificacin que producen las ocupaciones y las actividades de ocio.
En definitiva, la melancola apaga todos los escenarios en los que las personas
experimentan los momentos ms satisfactorios en la vida.
Los casos de depresin en los pases de Occidente -donde ms se ha estudiado
esta dolencia- son muy frecuentes. Segn Edwin H. Cassem, profesor de Psiquiatra de
la Universidad de Harvard, un 48 por ciento de la poblacin sufre por lo menos un
episodio de depresin a lo largo de su vida. Otro dato cierto es que en las naciones

industrializadas la incidencia o el nmero de casos ha aumentado sin cesar desde


1910. Y por razones que se desconocen, el ndice de incremento registr una subida
muy abrupta entre las personas nacidas despus de 1940. Concretamente entre ese ao
y 1992 los casos se multiplicaron por diez.
Un hecho que ha influido en la proliferacin de la depresin es que su diagnstico
es cada da ms preciso, no slo por parte de los especialistas sino por los mdicos de
familia, por los peritos de la psicologa y hasta por los propios afligidos, sus
familiares y amigos. Otro factor que contribuye a su mayor frecuencia es que en los
ltimos veinte aos la depresin ha empezado a ser aceptada por la gente como una
enfermedad ms. Su impacto social es menos humillante y los afectados tienden a
buscar ayuda profesional ms abiertamente que antes. Recordemos que hasta hace poco
la mera alusin a haber visitado a un psiquiatra se interpretaba como una prueba
incuestionable de locura o, cuando menos, un signo de debilidad de carcter o de
fracaso personal. Hoy la ayuda psicolgica no marca tanto.
La aparicin y rpida divulgacin en los ltimos aos de medicamentos
antidepresivos muy potentes y de pocos efectos secundarios, conocidos como
inhibidores selectivos de la recaptacin de la serotonina o ISRS, que aumentan la
liberacin de esta sustancia en el cerebro (fluoxetina, o Prozac, fue el primero),
tambin ha servido de incentivo para que las personas deprimidas busquen ayuda.
Respaldados por enormes campaas publicitarias internacionales, se calcula que estos
frmacos son consumidos en la actualidad por unos treinta y cinco millones de
personas en todo el mundo.
Hoy sabemos que la melancola es independiente de la edad de la persona, pero
hasta hace unos veinte aos se pensaba que los nios no se depriman. La verdad es
que a los seis y siete aos ya pueden ser atormentados por este mal. En las criaturas,
sin embargo, la depresin no se expresa tanto con tristeza como a travs de problemas
de comportamiento. Por ejemplo, los pequeos que se deprimen dejan de jugar, quedan
afectados por cosas sin importancia, se vuelven muy irritables, tienen dificultad para
concentrarse, y suelen tener problemas de conducta en el colegio. En jvenes, la
depresin cada da se diagnostica con mayor frecuencia. Hace menos de un siglo no
haba adolescencia, se pasaba de la infancia a la edad adulta a los siete u ocho aos,
despus de adquirir el uso de razn como por arte de magia. Hoy se reconoce que los
adolescentes atraviesan un puente enigmtico y excitante que pueden tardar en cruzar
una docena de aos. Los jvenes crecen ahora con ms derechos, ms libertad, ms
conocimiento y ms idealismo, pero tambin con ms conciencia de la incongruencia
entre sus aspiraciones y las oportunidades a su alcance para conseguirlas, lo que a
menudo provoca en ellos desmoralizacin y hasto.
El suicidio es la secuela ms amarga del pesimismo maligno. Desde el amanecer
de la civilizacin hasta nuestros das, un interminable hilo conductor de desesperanza,
autodesprecio, cansancio, soledad y resentimiento une a quienes, venciendo el instinto
primario de conservacin y el miedo a la muerte, se quitan la vida antes de llegar al fin

natural de su existencia. Aunque algunas fantasas suicidas dejan entrever la aspiracin


de los atormentados a un ms all mejor, para la mayora la decisin de terminar con
su vida es una confesin de fracaso amortajada con racionalizaciones fatalistas. Para
los pesimistas que estn al filo de la autodestruccin, los argumentos ms razonables
en contra de la muerte parecen triviales, absurdos.
Segn la Organizacin Mundial de la Salud, en el ao 2000 se suicidaron 815.000
personas en el mundo, o 2.232 personas al da. Por cada persona que se inmol, veinte
lo intentaron sin xito. En ese mismo ao, el suicidio termin con casi tantas vidas
como todas las guerras y todos los homicidios juntos. No obstante, el suicidio est
rodeado de una espesa nube de tab y a menudo se esconde o se disimula, por lo que
los datos oficiales no suelen reflejar toda la magnitud del problema.
Incluso cuando la autodestruccin no forma parte del curso de la depresin, las
personas deprimidas suelen morir tempranamente. Este hecho se debe, en parte, a que
las personas desesperanzadas se alimentan peor, se cuidan menos, sufren ms
accidentes, fuman ms y consumen ms alcohol que las esperanzadas. Hasta cuando
tratan de mejorar su dieta, eliminar el cigarrillo o dejar la botella tienen ms
probabilidades de fracasar en el intento. Por ello, no debe sorprender que la tasa de
mortalidad general de las personas melanclicas de cualquier edad sea el doble que la
de la poblacin general, incluso si no se tienen en cuenta el suicidio, la alimentacin,
el consumo de tabaco y otros factores de riesgo de mala salud. La razn es que la
depresin, por s misma, contribuye a las enfermedades cardacas, al producir cambios
en el tono del sistema nervioso autonmico y alteraciones en el funcionamiento de las
plaquetas.
El pesimismo maligno resulta muy caro para la sociedad. Un estudio internacional
reciente, analizado por el profesor de Psiquiatra de la Universidad de Colorado,
Steven Dubovsky, seala que el coste pblico de la depresin es astronmico. Slo en
Estados Unidos, se calcula que la factura anual que pasa esta enfermedad alcanza los
42.000 millones de euros, cantidad que engloba los gastos del tratamiento, las
consecuencias econmicas de las incapacidades y las muertes prematuras que provoca.
Desafortunadamente an no se ha descubierto el antdoto perfecto de la depresin.
Esto no quiere decir que no podamos protegemos. La mejor forma de defendemos es
descubrir lo antes posible sus signos premonitorios y tomar inmediatamente medidas
curativas. La deteccin temprana y el tratamiento precoz de las depresiones agudas
pueden ahorrar a los pacientes meses de pesimismo maligno y salvar muchas vidas.
Se calcula que por lo menos una cuarta parte de los afectados de depresin mayor
no recibe tratamiento. Por definicin, la persona deprimida carece de motivacin para
buscar ayuda. Y los familiares no son a menudo conscientes de que el decaimiento de
nimo es un trastorno curable. En el caso de las personas mayores, es comn pensar
que el apagamiento emocional es normal en la vejez. Cuando se trata de nios y
jvenes, la tendencia es negar la posibilidad de que se puedan deprimir o achacar su
decaimiento a los dolores normales del crecimiento.

Cuando el paciente somatiza su melancola o expresa su dolor emocional a travs


de sntomas fsicos, la negacin del problema psicolgico es an ms probable, pues
tanto los afligidos como el sistema sanitario siempre tienden a abordar las averas del
cuerpo mucho antes que las del alma. El estigma social que todava marca a los
enfermos mentales tambin supone un gran obstculo, que se interpone entre el doliente
y el tratamiento.
Hoy la medicina y la psicologa disponen de armas teraputicas muy potentes y
eficaces contra la depresin. En los ltimos quince aos los tratamientos
farmacolgicos han avanzado espectacularmente. En general, los estudios sobre los
resultados de los remedios farmacolgicos muestran que dos de cada tres enfermos
responden favorablemente a la medicacin antidepresiva. Alrededor del 10 por ciento
de los pacientes, sin embargo, necesitar tratamiento durante toda la vida.
Otra buena noticia es que la mayora de los pacientes se beneficia de la
psicoterapia, sobre todo en combinacin con frmacos antidepresivos. Una
intervencin eficaz es la que se conoce como psicoterapia interpersonal.
Propuesta por el psiquiatra de la Universidad de Harvard, Gerald Klerman, y la
epidemiloga de la Universidad de Columbia, Myma Weissman, esta psicoterapia no
suele exceder de diecisis sesiones. Se enfoca hacia al presente, concretamente en la
autoestima del paciente y en sus relaciones con otras personas. Otra modalidad de
psicoterapia de efectividad comprobada es la concebida por el especialista de la
Universidad de Pensilvania, Aaron Beck. Esta intervencin consiste en ayudar al
paciente deprimido a cambiar las distorsiones negativas de su percepcin del mundo,
las generalizaciones desesperanzadas y dems pensamientos desfavorables tpicos de
los estados melanclicos. Con todo, como cada vctima de pesimismo maligno es
diferente, la mejor estrategia es adaptar el tratamiento a la persona, y no la persona al
tratamiento.

***

Desde que nacemos hasta que morimos todos somos vulnerables a los efectos
nocivos de la indefensin despiadada y del pesimismo maligno. Pero todos tambin
podemos tomar medidas para contrarrestar el impacto daino de estos venenos del
optimismo. Podemos reforzar los ingredientes optimistas que nos ayudan a percatamos
y a disfrutar de lo bueno que ofrece la vida, y a protegemos de los golpes bajos que
nos debilitan y nos compelen a rendimos o claudicar.
Gracias a la natural capacidad de aprender es posible moldear razonablemente la
manera de ser. La tarea no es fcil. Requiere, en primer lugar, la observacin puntual y
el cuestionamiento valiente de nuestros propios sentimientos, pensamientos,

mecanismos de defensa, explicaciones, excusas y racionalizaciones. El paso siguiente


consiste en identificar los cambios que queremos y podemos hacer, y a continuacin
llevarlos a la prctica. Este trabajo exige esfuerzo, tiempo y una racin generosa de
entusiasmo, autodisciplina y paciencia.
A travs de los aos he podido comprobar que las tcnicas o estrategias que
promueven el optimismo suelen ser, en general, ms eficaces que las que tratan de
reducir el pesimismo, excepto en el caso ya argumentado de personas enfermas de
depresin, en las que est indicado un tratamiento especializado. Es posible que la
mayor dificultad para alterar los rasgos pesimistas del carcter se deba a que los genes
desempean un papel ms determinante en su formacin. Como veremos a
continuacin, el talante optimista se potencia de dos formas: alimentando estados
emocionales gratificantes en el da a da, y fomentando estilos positivos de pensar y de
enjuiciar las cosas que nos afectan.

Ejercer de optimista realista

Entender las ideas que os propongo a continuacin es sencillo, pero llevarlas a


la prctica no lo es. Os aviso para que no os ocurra como al buen hombre que, a los
pocos das de gastarse sus ahorros en comprar un piano, se quejaba descorazonado:
Eso de tocar el piano no funciona, yo lo he tocado con mis manos muchas veces y no
suena a nada!.
Paul Watzlawick, El lenguaje del cambio, 1978
Cultivar estados de nimo positivos
Quienes dejan de fijarse en el polvo que la criada no ha limpiado, en las patatas
que la cocinera no ha cocinado, o en el holln que el deshollinador no ha
deshollinado notarn que la vida es mucho ms agradable que cuando se sentan
constantemente preocupados o irritados por estas cosas.
Bertrand Russell,
La conquista de la felicidad, 1930
En los ltimos cincuenta aos, gracias al mejor conocimiento que tenemos sobre
el funcionamiento del cerebro y los procesos que regulan la toma de decisiones de las
personas, se ha llegado a la conclusin de que los sentimientos desempean un papel
fundamental en la forma de pensar y de interpretar el mundo. Determinados centros
cerebrales -por ejemplo, el hipotlamo y la amgdala-, que estn encargados de
elaborar y modular las emociones, estimulan a su vez las neuronas especializadas en
razonar. Como resultado, existe una coherencia entre lo que sentimos y lo que
pensamos. Quienes logran mantener en general un estado de nimo moderadamente
alegre tienen altas probabilidades de tener una disposicin optimista. Est demostrado
que un estado de nimo positivo estimula recuerdos placenteros y bloquea las
memorias desagradables. Por el contrario, las personas que se sienten tristes tienden a
evocar preferentemente experiencias negativas y a olvidar las positivas. En cuanto a la
visin del futuro, los individuos alegres se inclinan a predecir hechos favorables y a
considerar que sern beneficiados por ellos, mientras que las personas desalentadas
tienen una alta propensin a augurar infortunios y a anticipar que sern vctimas de

ellos. Esto ocurre incluso en individuos a quienes se induce artificialmente a sentirse


alegres o tristes antes de preguntarles su opinin sobre el futuro. Es evidente que no
tenemos control sobre la mirada de factores que influyen en nuestro estado de nimo;
desde el equipaje gentico hasta la personalidad, pasando por la salud fsica y mental,
las condiciones del medio o los sucesos inesperados que nos afectan. Pero no es menos
cierto que podemos alimentar nuestras emociones positivas y programar situaciones
que las favorezcan.
El filsofo espaol Jos Antonio Marina no hace mucho me corrobor en persona
el optimismo que emana de su obra. En su interesante ensayo El laberinto sentimental,
Marina sugiere que para reformar nuestra personalidad afectiva, con el fin de disfrutar
ms de la vida, es necesario aadir sentimientos esperanzadores que, sin menoscabar
la razn y la prudencia, permitan hacer del nufrago un navegante.
Lo que voy a sugerir a continuacin es bastante obvio, pero lo hago porque al
igual que Paul Watzlawick nos advierte en la cita del principio, yo tambin s por
experienda que las ideas ms sencillas y tiles a menudo se nos escapan en la vorgine
cotidiana, y cuando las evocamos con intencin de llevarlas a cabo nos damos cuenta
de que no son nada fciles de practicar. Cualquier trabajo que realicemos para cultivar
emociones positivas implica identificar y fomentar las situaciones bajo nuestro control
que nos producen sentimientos de satisfaccin, y tratar de eliminar, o al menos reducir,
aquellas que nos entristecen. En este sentido, la evidencia acumulada apunta
consistentemente a los beneficios de concentrar nuestros esfuerzos en ciertas reas
bastante universales, empezando por las relaciones con otras personas.
Numerosas investigaciones respaldan la nocin de que los individuos
emparejados o que forman parte de un hogar familiar, de un crculo de amistades o de
un grupo solidario con el que se identifican, se consideran ms satisfechos
emocionalmente que quienes viven solos, aislados o carecen de una red social de
apoyo emocional. Intercambiar emociones y pensamientos, dar y recibir afecto, y
aceptar y ser aceptados por los dems son actividades que estimulan estados de nimo
positivos.
No me canso de resaltar los beneficios emocionales que nos aporta hablar.
Gracias a los vnculos que existen entre las palabras y las emociones, hablar no slo
nos permite desahogamos y liberamos de las cosas que nos preocupan, sino
experimentar los sentimientos placenteros que acompaan a la comunicacin entre
personas queridas. De hecho, evocar, ordenar y verbalizar nuestros pensamientos en un
ambiente acogedor es siempre una actividad gratificante. Por eso, somos muchos aunque no lo digamos- los hombres y las mujeres que cuando no contamos con
interlocutores humanos hablamos al perro, al gato, al pajarito, o a la planta que viven
en casa. Y no pocos nos sentimos mejor cuando hablamos con nosotros mismos, eso s,
en alto.
Las ocupaciones o actividades que nos estimulan fsica o intelectualmente, que
nos permiten practicar y desarrollar nuestras aptitudes y talentos, y que exigen un grado

moderado de esfuerzo inducen sentimientos gratos de utilidad y competencia. En


general, invertir energa en perseguir objetivos alcanzables es una estrategia ms eficaz
que trabajar para evadir desenlaces negativos. Por ejemplo, la persona que para evitar
ser rechazada por los dems se empea en aislarse y huir de las actividades sociales,
paga un alto precio por meterse en su trinchera y, a la larga, empeora su situacin. Sin
embargo, si esta persona logra enfrentarse a las dificultades que le supone relacionarse
con otros, casi siempre se ver recompensada, aunque slo sea por haberlo intentado.
A medida que se prolonga la duracin de la vida y que la tecnologa permite
reducir el nmero de horas laborables, la calidad del tiempo libre se revaloriza y su
influencia sobre el estado de nimo se hace ms significativa. Hoy existe un abanico
interminable de ofertas para avivar las emociones positivas durante el tiempo de ocio.
Una buena frmula es adoptar una dieta regular de pequeas actividades refrescantes,
reunimos con amigos, disfrutar de una comida sabrosa o una msica grata, pasear por
el parque, hacer deporte o salir de excursin. Y no olvidemos el poder explosivo del
humor. Su funcin primordial es actuar de purgante y liberamos de sentimientos
negativos.
Un estudio reciente sobre actividades diarias placenteras, llevado a cabo por el
psiclogo y economista Daniel Kahneman, y una provocativa encuesta de la revista
Time coinciden en que, al menos en Estados Unidos, las actividades ms populares
para mejorar el estado de nimo son las siguientes: hablar con amigos o familiares,
escuchar msica, rezar o meditar, ayudar a otros, darse un bao o una ducha, jugar con
un animal domstico, hacer ejercicio, comer, darse una vuelta en el coche y tener
relaciones sexuales. Entre las madres que trabajan fuera de casa, algo tan sencillo
como ver a solas un programa de televisin entretenido es una manera ms agradable
de pasar el tiempo que salir de compras, cocinar o cuidar de los hijos.
Las pequeas cosas agradables que nos ocurren en la vida cotidiana tienen una
marcada influencia sobre nuestras emociones, actitudes y conductas. Por ejemplo,
hechos sencillos como encontrarnos inesperadamente una moneda en el depsito del
cambio de un telfono pblico, ver irnos minutos de una pelcula de risa, recibir un
ramo de flores u otro pequeo regalo, o enteramos de que hemos ejecutado bien una
tarea, son suficientes para aumentar nuestro nivel de optimismo. Esos momentos de
alegra moderada tienen adems un impacto importante en las decisiones que tomamos,
en la creatividad que empleamos para resolver problemas, en la memoria, en la
capacidad para aprender, en la motivacin para embarcamos en un nuevo proyecto y en
la forma de relacionamos con los dems.
Como contraste, lo que nos puede dar una felicidad intensa y repentina no mejora
necesariamente nuestra disposicin a ver las cosas de forma positiva. Por ejemplo,
estados emocionales de gran euforia o jbilo producidos por sustancias estimulantes o
por acontecimientos extraordinarios interrumpen el ritmo del funcionamiento cerebral y
requieren ajustes mentales importantes en la persona. Por ello, desde el punto de vista
de estimular la disposicin optimista que promueva la sociabilidad, facilite la toma de

decisiones y la solucin creativa de problemas en el da a da, quiz sea ms


beneficioso encontrarse cinco euros en la calle que ganar cinco millones en la lotera.
Para mantener un espritu vital es importante vivir inmersos en la laboriosidad.
En los ltimos veinticinco aos se ha confirmado repetidamente que los hombres y las
mujeres que ejercitan con regularidad las funciones del cuerpo y las facultades del
alma -la memoria, el entendimiento y la voluntad- tienden a disfrutar de un estado de
nimo ms positivo que quienes no practican estas capacidades. La evidencia
cientfica de los efectos positivos y placenteros de la actividad fsica y mental en
nuestro estado de nimo es sin duda convincente. El ejercicio fsico regular no slo
nos permite resistir mejor las contrariedades que pueden minar nuestro entusiasmo,
sino que aumenta la produccin de endorfinas, las hormonas que ejercen efectos
agradables, y adems favorece la calidad de nuestro reposo.
Las personas que se prestan desinteresadamente a ayudar a los dems, aunque no
sea ms de una hora a la semana, comparadas con quienes no ofrecen ningn tipo de
ayuda desinteresada, sufren menos de ansiedad, duermen mejor y son ms proclives a
mantener una perspectiva ms favorable de la vida. Voluntariar-un verbo que no existe
todava en las lenguas romnicas pero s en las germnicas, como el ingls- es bueno
para el estado de nimo. Siempre me gusta recordar la receta de la escritora francesa
Simone de Beauvoir para nutrir nuestro entusiasmo: Dedicamos a otras personas, a
grupos o a causas, y vivir una vida de entrega y de proyectos. Ayudar a los dems
tambin es ayudarse a s mismo. El bien comn nos favorece a todos.
En la actualidad, las actividades espirituales, incluyendo la meditacin, los rezos,
los cnticos religiosos y los ritos msticos en grupo, gozan de gran popularidad como
fuente de emociones positivas. De hecho, en los ltimos cinco aos, con la clara y
curiosa excepcin de los pases de Europa occidental, las religiones de muy diversa
denominacin estn en ascenso en el mundo. Como apunta la escritora inglesa Karen
Armstrong en Una historia de Dios (1993), a pesar de la esencia fundamentalmente
imaginaria y abstracta de las religiones, lo que de verdad importa es que sean
prcticas. Segn ella, es mucho ms importante que una idea particular sobre Dios
funcione y cumpla su objetivo a que sea lgica o racional. Tambin es cierto que mucha
gente disfruta construyendo su propia espiritualidad sin dioses ni anhelos de eternidad.
Sus voces internas de esperanza se alimentan de ideales positivos como el amor, la
justicia, la libertad o la creatividad. Tampoco faltan quienes se regocijan conectndose
con algn aspecto del universo, como la salida o puesta de sol, o la brisa del mar.
Finalmente, para fomentar nuestro optimismo o, por lo menos, para proteger el
que ya tenemos, resulta muy eficaz diversificar nuestras fuentes de satisfaccin y
compartimentarlas. Las personas que desempean a gusto varias actividades diferentes
e independientes disfrutan ms de la vida en general y soportan mejor los
contratiempos. Esto es, una ocupacin estimulante puede amortiguar el golpe de un
fracaso familiar. Lo mismo que los inversores reparten su capital en diversos negocios,
es bueno diversificar las parcelas de satisfaccin en nuestra vida.

Moldear la forma de pensar


Havelock Ellis: El lugar donde ms florece el optimismo es en los asilos de
lunticos.
Albert Einstein: Pues yo preferira ser un optimista loco que un pesimista
cuerdo.
Alice Calaprice, Las citas de Einstein, 1996.
El segundo mtodo eficaz para estimular el talante optimista consiste en adoptar
un estilo de pensar positivo. Para ello, lo primero que tenemos que hacer es pensar en
cmo pensamos. Con esto quiero decir que hay que analizar, cuestionar y valorar la
sensatez, las ventajas y los inconvenientes de los juicios espontneos que emitimos
sobre nosotros mismos, nuestros semejantes, los sucesos que nos afectan, sobre las
probabilidades futuras de conseguir lo que deseamos y, en definitiva, sobre la vida en
general.
El paso siguiente consiste en tratar de moldear nuestra forma de pensar para que
sea lo ms provechosa, favorable y sensata posible. Nuestra tarea, como ya apuntaba
William James hace casi un siglo, consiste en adoptar y practicar la nueva forma de
pensar, aunque al principio lo hagamos de un modo premeditado o artificial. A la
pregunta de qu puede hacer la persona que se siente desdichada y est encerrada en
s misma?, Bertrand Russell contest: Si su perturbacin se debe, por ejemplo, a la
sensacin de culpa por haber pecado, debe comenzar por convencer a su cerebro
consciente de que no hay razn alguna para creerse persona pecadora. Tambin es
importante que esta persona se acostumbre a creer que la vida seguir valiendo la
pena.
A continuacin, ilustrar los aspectos problemticos ms frecuentes de nuestra
forma de pensar en situaciones concretas, y tambin har algunos comentarios sobre
los efectos perjudiciales de las creencias o suposiciones equivocadas ms extendidas.
Todas las personas elaboramos pensamientos automticos que resumen la
evaluacin que hacemos de una situacin determinada. La intuicin y el presentimiento
son herramientas muy importantes para ayudamos a decidir. Sin ellas los seres
humanos tendramos gran dificultad para enjuiciar muchas circunstancias,
especialmente las ms inciertas. Recuerdo a Roger, por ejemplo, un joven abogado de
29 aos. Este hombre, de aspecto taciturno, se quejaba de que se senta desmoralizado
porque llevaba mucho tiempo intentando encontrar un trabajo. Mientras repasbamos
paso a paso su bsqueda de colocacin, Roger cay en la cuenta de que desde la
primera vez que vio una oferta interesante en la seccin de empleos de un diario,
siempre que perciba una oportunidad laboral le vena a la mente el siguiente
presentimiento reflejo: Para qu llamar, pensarn que no tengo nada que ofrecer.
Despus de reflexionar un rato ambos coincidimos en que semejante presagio era

absurdo y paralizante. A los pocos das, Roger comenz a acudir a agencias de empleo
y despus de varias semanas encontr un trabajo. Las probabilidades de acertar la
quiniela son bajsimas, pero si no jugamos, son nulas.
La historia de Ana -37 aos, una mdica muy competente y respetada en su
especialidad, segura de s misma y atractiva- ilustra tambin cmo ciertos
pensamientos que brotan de manera inmediata nos juegan una mala pasada. Durante
mucho tiempo Ana haba albergado la ilusin de formar una familia pero, al mismo
tiempo, no poda evitar sentirse profundamente pesimista con respecto a sus
posibilidades de tener una relacin sentimental estable. Cuando le ped que me
explicara sus sentimientos, me respondi: Estoy convencida de que nunca encontrar
pareja, porque ningn hombre est dispuesto a convivir con una mujer tan fuerte ni con
tanta personalidad como yo. Poco despus, aadi con contundencia: Simplemente,
los asusto! Cuando le ped un ejemplo, Ana me confi que haca poco tiempo haba
conocido en un acto social a un hombre que, de primeras, le haba cado muy bien. Tras
un par de horas de charla amigable, l dej caer con sutileza que se senta muy bien
con ella y le gustaba su manera de ser. Ana instintivamente pens: Realmente lo nico
que busca es una relacin sexual superficial; si me conociese mejor se sentira
amenazado y echara a correr. A los pocos minutos, sinti un impulso irresistible de
huir, se invent una urgencia, se disculp y desapareci apresuradamente sin dejar
rastro. Despus de recapacitar juntos sobre quin realmente haba asustado a quin,
llegamos a la conclusin de que quien se haba sentido amenazada fue ella y no a la
inversa, como apuntaba errneamente su teora. El argumento que Ana utilizaba para
justificar su visin negativa y agorera de las perspectivas de forjar una relacin, aparte
de cuestionable, era tan tajante y global que incluso en una situacin prometedora,
como la del ejemplo, no permita la ms mnima consideracin o el menor margen de
esperanza.
Paul Watzlawick, profesor de Psicologa de la Universidad de Stanford, describe
con irona en El arte de amargarse la vida las consecuencias negativas de esta forma
pesimista de pensar que practican inconscientemente algunas personas. En este
ejemplo, Watzlawick aborda la perspectiva del pasado: Casi todos podemos
conseguir ver el ayer a travs de un filtro que slo deje pasar la luz de lo bueno y lo
bello. Y si este truco no funciona, podemos recordar nuestra niez como una poca de
la que no echamos de menos ni un solo da. En cambio, los aspirantes a la vida amarga
ven nicamente lo penoso del pasado, o valoran su juventud como una edad de oro
perdida para siempre, lo que se convierte en una fuente inagotable de nostalgia y de
afliccin.
Otra faceta de nuestra forma de pensar es el estilo que utilizamos para explicar
los sucesos que nos afectan. El modelo desarrollado por Martin Seligman que describ
en el captulo sobre los ingredientes del optimismo es muy til. Seligman analizaba la
permanencia o duracin del impacto de los sucesos, la penetrabilidad o extensin que
le asignamos a sus efectos, y la personalizacin o grado de responsabilidad personal

que estamos dispuestos a asumir por lo ocurrido. Ahora, a modo de ilustracin,


consideremos la explicacin que Antonio da a la explosin de enfado de la esposa
porque al llegar a casa cansada del trabajo debe afrontar un disgusto de poca
importancia: Isabel es la persona de peor humor del mundo. Tal valoracin es
ciertamente ms pesimista y demoledora que una explicacin menos global como por
ejemplo: Isabel est hoy ms enfadada que nunca. Si por el contrario es el marido
quien pierde los papeles y hace un comentario hostil sobre ella, la explicacin de
Isabel todos los hombres son abusones y en el fondo odian a las mujeres es menos
til a la hora de tratar de entender, abordar y zanjar una agresin verbal por parte de
Antonio, un hombre concreto, que Antonio est actuando de una forma injusta y
machista.
Ante situaciones afortunadas, ciertas explicaciones estimulan la autoestima ms
que otras. Por ejemplo, me seleccionaron para el equipo de rugby porque soy un buen
atleta, es ms reconfortante que me eligieron para jugar porque soy muy corpulento.
Por la misma razn, la explicacin de nos salvamos del accidente porque soy un buen
conductor y tengo buenos reflejos es ms positiva que no nos matamos de
milagro!.
A la hora de juzgar las circunstancias que nos afectan, son preferibles las
explicaciones que minimizan el impacto de los infortunios o facilitan comparaciones
ventajosas entre lo sucedido a nosotros y a los dems. En otoo de 2004, por ejemplo,
los vecinos de la ciudad de Pensacola, en la costa de Florida, retomaron a sus casas
desde los refugios despus de que amainara el devastador huracn Ivn, y se
encontraron con stanos inundados, tejados destrozados, rboles arrancados de cuajo,
y postes de la luz por los suelos. Pese a este panorama de desolacin, muchos se
consolaban con el antiguo axioma de podra haber sido peor. El diario The New
York Times citaba incluso las palabras de una nia de diez aos a su madre al ver su
casa convertida en una gran pila de escombros: Mam, lo hemos perdido todo, pero
tenemos la suerte de estar vivas!. Meses ms tarde ejemplos como ste se
multiplicaban entre los supervivientes del apocalptico maremoto que arras las costas
de una docena de pases del sur de Asia, en las Navidades de 2004.
En un sentido parecido, el psiquiatra Viktor E. Frankl, nacido en Viena en 1905,
sugiri que para superar la adversidad es muy til encontrarle algn aspecto positivo.
Para ilustrar su consejo relat la siguiente ancdota: En una ocasin, un viejo mdico
me consult sobre la fuerte depresin que padeca. No poda sobreponerse a la prdida
de su esposa que haba muerto haca dos aos y a quien l haba amado por encima de
todas las cosas. En vez de decirle nada le hice la siguiente pregunta: Qu habra
sucedido, doctor, si usted hubiese muerto primero y su esposa le hubiese
sobrevivido?. Oh, respondi, Para ella hubiera sido terrible, habra sufrido
muchsimo. A lo que le repliqu: Lo ve, doctor, usted le ha ahorrado a su esposa
todo ese sufrimiento, pero ahora tiene que pagar por ello sobreviviendo y llorando su
muerte. En otro ejemplo, Frankl, quien estuvo internado un par de aos en varios

campos de concentracin nazi durante la Segunda Guerra Mundial, nos cuenta su


experiencia cuando fue transportado a la estacin de Auschwitz, donde se realizaba la
primera seleccin de los detenidos que iran a trabajar y los que seran eliminados
inmediatamente en los hornos crematorios: Como el hombre que se ahoga y se agarra
a una paja, mi innato optimismo, que tantas veces me haba ayudado a controlar mis
sentimientos en las situaciones ms desesperadas, se aferr a este pensamiento
positivo: algunos prisioneros tienen buen aspecto, parecen estar de buen humor, incluso
se ren, quin sabe? Tal vez consiga compartir su favorable posicin, y viva para
contarlo.
Hay posturas antioptimistas generales que, en el fondo, reflejan miedo a las
consecuencias de una visin positiva. Basta citar estas frases muy comunes: Si me
dejo llevar por el optimismo seguro que me desilusiono, Pensar positivo es
engaarse a uno mismo, o El optimismo es peligroso porque te ciega y no te deja ver
la realidad. Quienes las adoptan tienen tendencia a distorsionar negativamente los
hechos para evitar que stos apoyen la premisa de que el optimismo es bueno. Son
individuos que se centran prioritariamente en los fallos o los defectos de las cosas, y
pasan por alto los aspectos positivos de cualquier situacin. Por ejemplo, cuando son
evaluados en el trabajo slo se fijan en los comentarios negativos del jefe e ignoran o
niegan los positivos. Algo similar ocurre cuando se empean en menoscabar una
situacin favorable con una coletilla desfavorable: Pues s, soy competente en mi
trabajo, pero de qu me sirve si a mi familia no le interesa. Las lecturas negativas del
pensamiento de otros, tanto si son imaginarias como equivocadas, tambin fomentan la
amargura y el desaliento: Yo s que estar pensando que soy una idiota, o Mi novia
me va a dejar, lo s, a pesar de que la otra persona no dio indicacin alguna de lo que
pensaba. Otra distorsin frecuente consiste en ver las cosas en categoras drsticas de
buenas y malas, siempre y nunca, todos y ninguno, sin trminos medios,
o en creer que todo lo que no es perfecto es un fracaso.
Un grupo de pensamientos negativos que minan la autoestima obedecen a lo que
podemos llamar la tirana del debera. Esto ocurre cuando la persona piensa que est
absolutamente obligada a ser, a sentir o a comportarse de forma utpica, incongruente
con su personalidad, incompatible con la situacin o simplemente imposible de
realizar para cualquier ser humano. Los ejemplos abundan: Debera estar siempre de
buen humor, Nunca debera impacientarme, Debera tener quince o veinte amigos
ntimos, A mis 60 aos y con un triple bypass debera subir corriendo por las
escaleras al noveno piso sin ahogarme. Estas expectativas irracionales e
inalcanzables suelen nutrir sentimientos de fracaso, de culpa, de desmoralizacin e,
incluso, de odio hacia uno mismo. Atencin: el optimismo no se escapa de la tiranta
del debera. No son pocos los pacientes profundamente deprimidos que se han
recriminado sin piedad en mi presencia tras lamentarse de esta forma: Debera estar
sonriente cuando me levanto por las maanas y le doy los buenos das a mi mujer,
Debera organizar un baile en mi casa para celebrar la promocin de mi hijo, o

cosas por el estilo.


Si entramos en un contexto ms general, hay tres supuestos pesimistas, tan
antiguos como populares, que a menudo sirven de base justificativa de esa visin
deprimente y fatalista del mundo y sus ocupantes. Ya he tratado este punto en obras
anteriores. No obstante, confieso que no pasan muchos das sin que me encuentre a
alguna persona estancada en el derrotismo a causa de estas nefastas e irreales
quimeras.
Una es la creencia de que los mortales somos seres malvolos por naturaleza.
Esta idea explica el que tanta gente se asombre o exprese incredulidad ante noticias de
gestos abnegados o altruistas. Tambin explica los intentos que hacen tantos crticos
sociales para buscar motivos interesados o en estas conductas bondadosas. El siguiente
comentario de Paul Watzlawick viene al caso: Para atizar la duda sobre el desinters
y la pureza de intenciones de quien ayuda a un semejante basta preguntarse lo hace
para impresionar?, para causar admiracin?, para obligar al otro a estar
agradecido?, para acallar sus propios remordimientos de conciencia? el poder del
pensamiento negativo casi no tiene fronteras, pues el que busca encuentra. El pesimista
busca por todos lados el taln de Aquiles y descubre que el honrado bombero es de
hecho un pir- mano inhibido; que el valiente soldado da rienda suelta a sus impulsos
suicidas inconscientes o a sus instintos homicidas; que el polica se dedica a perseguir
criminales para no volverse l mismo un criminal; que todo cirujano es un sdico
disfrazado; que el gineclogo es un voyeur; y que el psiquiatra quiere jugar a ser Dios.
Ah tienen, as de sencillo es desenmascarar la podredumbre de las personas.
Pese a la popularidad del piensa mal y acertars, cada da se acumulan ms
datos cientficos que demuestran que los seres humanos heredamos y transmitimos la
bondad a travs de nuestro equipaje gentico. Por otra parte, cualquiera que observe
sosegadamente a sus allegados y a los miembros de la comunidad en la que vive, no
tendr ms remedio que reconocer que la gran mayora es gente pacfica, generosa y
solidaria.
Una segunda generalizacin pesimista, igualmente descaminada, es la que afirma
que la humanidad nunca ha vivido en tan psimas condiciones y el futuro se vislumbra
an peor. Todos conocemos personas para quienes las continuas y espectaculares
mejoras experimentadas en mortalidad infantil, esperanza de vida, educacin,
libertades individuales, derechos de las mujeres y de los nios, no hacen la ms
mnima mella en su visin implacable del negro destino del gnero humano. La
realidad, sin embargo, es que si repasamos nuestra historia, resulta muy difcil negar
que a pesar de sus muchos altibajos, el progreso del mundo ha sido evidente. Y en
cuanto al futuro de nuestra especie, quiz con la excepcin de la clebre Casandra que,
dotada por Apolo del don de la profeca vaticin acertadamente la masacre de los
troyanos a manos de los griegos, todos los profetas agoreros y dems visionarios que
han profetizado un final apocalptico han desbarrado escandalosamente, desde
Jeremas a Herbert Wells, pasando por san Juan, Zoroastro, Nostradamus y Thomas

Malthus, por citar a un pequeo mosaico de pesimistas empecinados a quienes la


historia ha puesto en evidencia.
La tercera declaracin pesimista sin base cientfica alguna es que la humanidad es
irremediablemente desdichada. Esta idea se sustenta da a da de las desgracias y
calamidades que arrojan continuamente los medios de comunicacin, y captan nuestra
atencin. En el fondo no podemos evitar sentimos atrados e incluso fascinados por las
tragedias. Sin embargo, cientos de estudios internacionales demuestran que, en
circunstancias normales y en trminos globales, los hombres y las mujeres se sienten
razonablemente dichosos. En los ltimos quince aos un grupo de especialistas
europeos y estadounidenses -como Michael Argyle, Ed Diener, Ronald Inglehart,
David Lykken, David Myers y Ruut Veenhoven- han examinado metdicamente el grado
de dicha de las personas. Sus investigaciones han confirmado una y otra vez que entre
el 70 y el 80 por ciento de los habitantes del planeta se considera contento con su vida.
Su nivel de dicha es independiente de la edad, el sexo, la posicin econmica, la
apariencia fsica, la ocupacin, el cociente de inteligencia o la raza. Por cierto, en los
ltimos aos -quiz como resultado de mi inolvidable experiencia con Robert en el
hospital Coler Memorial- suelo concluir mis conferencias sobre la salud o el bienestar
de las personas haciendo al pblico la siguiente propuesta. En primer lugar, les animo
a que se concentren y evalen interiormente su satisfaccin con la vida en general.
Lo de en general es importante, pues quiero evitar que se dejen influir por alguna
molestia o preocupacin que les est afligiendo en ese momento. A continuacin, les
pido que se imaginen una escala graduada del 0 (muy insatisfechos) al 10 (muy
satisfechos). Acto seguido, les ruego que todos aquellos que se den un 5 o ms alcen el
brazo. Sin excepcin, la levantada de brazos es contundente. Pero no menos masiva es
la sorpresa que se llevan los presentes. Ya s que no se puede descartar la posibilidad
de que algunos exterioricen un nivel de satisfaccin que realmente no sienten. Pese a
esto, la deduccin ms razonable es que si una persona declara estar satisfecha es
porque lo est. No he conocido a nadie feliz que no piense que lo es.
El poder seductor de estas tres generalizaciones pesimistas y erradas se basa en
que sirven de justificacin a mucha gente a la hora de plantarse en su opinin fatalista y
de aferrarse a una visin resignada del mundo y sus residentes. Yo dira, sin embargo,
que la perspectiva ms provechosa y sensata de la vida no les pertenece a quienes se
lamentan de la humanidad sin considerar sus atributos positivos, sino a quienes la
celebran despus de haber sopesado los aspectos negativos.

***

Gracias a la gran capacidad humana de razonar, de aprender y de cambiar, las

personas que se lo proponen y estn dispuestas a invertir su tiempo y esfuerzo en el


empeo tienen la posibilidad de aumentar su predisposicin natural al optimismo.
Todo ello -aclarmoslo- sin perder la aptitud para distinguir entre fantasa y realidad.
Ejercer de optimista realista, por un lado, consiste en promover con regularidad
estados de nimo positivos mediante estrategias destinadas a aumentar la satisfaccin
que extraemos de las diversas parcelas de la vida. Por otro lado, implica moldear
nuestra forma de pensar con el fin de maximizar las percepciones, explicaciones y
perspectivas favorables de las cosas, incluyendo la valoracin del esfuerzo que uno
invierte en este ejercicio.
La estrecha vinculacin que existe entre nuestro estado emocional y nuestros
pensamientos nos ofrece la oportunidad de fomentar la disposicin optimista
trabajando simultneamente en el estado de nimo y en la forma de pensar. De esta
manera, al mismo tiempo que plasmamos nuestros sentimientos positivos en nuestras
explicaciones de las cosas, tambin podemos modular nuestras emociones con
pensamientos positivos.
El captulo que sigue est dedicado al optimismo aplicado. Me refiero al papel
que juega el talante optimista en los escenarios ms importantes de la vida -las
relaciones, la salud, el trabajo- y sus efectos en las actitudes y comportamientos de las
personas que participan en ellos. Tambin esbozo el impacto del optimismo en la
prctica de algunas profesiones y concluyo analizando su funcin beneficiosa cuando
nos enfrentamos a circunstancias adversas.

Optimismo en accin

El optimismo es como una profeca que se cumple por s misma. Las personas
optimistas presagian que alcanzarn lo que desean, perseveran, y la gente responde
bien a su entusiasmo. Esta actitud les da ventaja en el campo de la salud, del amor, del
trabajo y del juego, lo que a su vez revalida su prediccin optimista.
Susan C. Vaughan, Medio vaca, medio llena, 2000
Relaciones
Con independencia de que sean jvenes o viejos, hombres o mujeres, ricos o
pobres, de Oriente o de Occidente, cuando se les pregunta qu es lo que ms les hace
felices? Cuatro de cada cinco responden que sus relaciones con las personas que
aman.
David Myers, La bsqueda de la felicidad, 1992
La vida ofrece incontables situaciones en las que encontrar la dicha, pero cientos
de investigaciones en todo el mundo demuestran que los individuos emparejados, o que
forman parte de un hogar familiar o de un grupo ntimo de amistades, expresan un nivel
de satisfaccin con la vida considerablemente superior que quienes viven solos, sean
solteros, viudos, separados o divorciados. El psiclogo Erich Fromm ya nos lo
advirti hace medio siglo en su obra El arte de amar. El ansia de relacin es el deseo
ms poderoso de los seres humanos, la fuerza fundamental que aglutina a la especie. La
solucin definitiva del problema de la existencia es la unin entre personas, la fusin
con otro ser, el amor.
La familia es la institucin humana ms bsica y resistente. Se transforma pero
nunca desaparece. La familia nuclear, reducida, autnoma y migratoria, compuesta
solamente de la pareja y uno o dos hijos, es cada da ms frecuente. Entre los nuevos
hogares en auge tambin se encuentran los matrimonios sin hijos, las parejas que
habitan juntas sin casarse, los segundos matrimonios de divorciados que agrupan a
nios de orgenes distintos, los hogares monoparentales, y las uniones homosexuales.
La sociedad se inclina cada da ms a reconocer la legitimidad de estas relaciones
diferentes, basadas en la eleccin libre, en el amor y en el compromiso sellado por sus
protagonistas. Al margen de su composicin, el hogar familiar forma tambin el

ambiente social ms prdigo en contrastes. Por un lado, es el epicentro de la


seguridad, la generosidad y la comprensin y, por el otro, el escenario donde se libran
los conflictos ms amargos entre las personas.
Las relaciones estables de cario no slo constituyen una fuente de satisfaccin en
la vida, sino que son adems un antdoto muy eficaz contra los efectos nocivos de todo
tipo de calamidades. Quienes se sienten genuinamente parte de un grupo solidario
superan los obstculos que se cruzan en su camino mucho mejor que quienes se sienten
aislados sin una red social de soporte emocional. Quiz estos beneficios sean la razn
por la que a lo largo de la historia, en todas las culturas los seres humanos hayan
buscado sin cesar amar y ser amados.
Aunque todos nacemos con la capacidad de amar, los rasgos concretos que nos
atraen de los dems y nuestra disposicin hacia los vnculos de amor e intimidad los
aprendemos y moldeamos de acuerdo con nuestro temperamento y con las experiencias
que tenemos con otras personas durante los primeros aos de la vida. A medida que
crecemos configuramos nuestro propio mapa del amor, una especie de patrn mental
que determina las caractersticas de la persona que nos va a cautivar, bien de forma
repentina a travs de un flechazo, o despus de conocernos y tanteamos durante
algn tiempo. El mapa del amor incluye aspectos fsicos y psicolgicos de figuras
importantes que ejercieron un vivo impacto sobre nosotros durante la infancia, y se
conserva en nuestra memoria autobiogrfica. Esta representacin mental particular nos
incita inconscientemente a sentimos atrados por una persona determinada y no por
otra. La variedad de gustos, adems de minimizar las rivalidades por conseguir a una
misma pareja, favorece la diversidad biolgica y, por tanto, la conservacin de la
especie.
Como ocurre con el mapa del amor, el significado que le damos a las relaciones
ntimas tambin se configura durante el desarrollo y est influido por las experiencias
que tuvimos con nuestros padres y con otras personas importantes de nuestro medio
social. Este significado particular se va a manifestar en nuestras expectativas y
conductas ante la aproximacin, el alejamiento o la prdida de la pareja.
En general, las perspectivas optimistas facilitan la estabilidad mientras que las
posturas derrotistas fomentan los conflictos. Como apuntan los investigadores de la
Universidad de Cornell, Michael B. Sperling y William H. Berman, las personas
optimistas suelen estar de acuerdo con afirmaciones como Me resulta generalmente
fcil acercarme a los dems y me siento cmodo dependiendo de ellos, o No me
incomodo cuando otros se acercan a m, o dependen de m. Por el contrario, cuanto
ms pesimista es la persona ms trata de esquivar las relaciones ntimas. En este grupo
los hay que usan la necesidad de independencia y autosuficiencia como ex- cusa para
tratar a toda costa de no depender de nadie o de que nadie dependa de ellos. Otros
eluden las relaciones porque les resulta difcil confiar en los dems, por temor a ser
rechazados, o porque la intimidad les agobia. Guardan las distancias por miedo a
sufrir o simplemente por no complicarse la vida. Los hay tambin que se quejan de

que los dems no se les acercan lo suficiente, pero en la prctica son ellos mismos
quienes los ahuyentan, con su exagerada necesidad de control o su ansia irresistible y
prematura de total seguridad.
Las uniones de amor entre las personas estn continuamente en proceso de
cambio. A travs del tiempo, adoptan formas diversas, dependiendo de la evolucin de
la personalidad de cada uno, y de los avatares de sus vidas. De hecho, el cambio de
talante en un miembro de una relacin, aunque sea positivo, a menudo requiere el
reajuste de todos los miembros del grupo. En mi trabajo he podido constatar muchas
veces cmo cuando un individuo que ha sido normalmente depresivo se convierte en
una persona alegre y vitalista se produce un desequilibrio importante en sus relaciones.
Si sus compaeros no logran encajar y adaptarse al nuevo balance, las relaciones se
ponen en peligro.
En el caso de parejas, la primera etapa de la relacin se suele caracterizar por el
romance. Este estado pasional sacude temporalmente a casi todas las personas por lo
menos una vez en la vida. Recientemente se han identificado sustancias especficas,
como la dopamina, que estimulan ciertas reas cerebrales y forman parte de la qumica
del amor, de los estados pasionales de enamoramiento. Estas parejas embelesadas
quedan absortas o colgadas de la nube de la reciprocidad mgica, donde poseen y son
posedas en exclusiva e incondicionalmente. En estas condiciones, los enamorados no
slo no cuestionan las necesidades o los hbitos de su media naranja, por
inconvenientes o irritantes que puedan parecer a un observador objetivo, sino que
afirman sentirse totalmente en perfecta armona.
Una vez amainada la tempestad del romance, en las parejas afortunadas el estado
pasional se convierte en algo ms sosegado y seguro. A medida que pasa el tiempo los
vnculos se refuerzan con el cario, la lealtad, los intereses comunes y la amistad. Con
esto no quiero sugerir que no sea importante el atractivo sexual, sino que esta pasin
disminuye su intensidad. No obstante, la expresin fsica de amor regular es casi una
garanta de continuidad de cualquier relacin de pareja.
A la hora de leer la suerte de unos enamorados es imposible predecir su destino.
Cada historia de amor es diferente, pese a que las expectativas fundamentales de los
amantes de nuestro tiempo sean muy parecidas. Casi todos reclaman el derecho a la
realizacin personal y a la calidad de vida compartida. Tambin reivindican una
convivencia que est imbuida de alegra, ilusiones, sinceridad, respeto, reciprocidad e
igualdad. Esta ltima aspiracin da por hecho la participacin de la mujer en el mundo
social, profesional o laboral y la colaboracin activa del hombre en los quehaceres del
hogar y, si viene al caso, en la crianza y educacin de los nios.
Todas las relaciones amorosas requieren alto mantenimiento. Necesitan ser
afinadas y renovadas peridicamente para responder a las demandas de la convivencia
a largo plazo, y para resolver las exigencias, tensiones y contrariedades que emergen.
Estos ajustes permiten responder oportuna y saludablemente a las vicisitudes,
esperadas e inesperadas, positivas y negativas: el nacimiento de un hijo, el xito

profesional, los agobios econmicos, las enfermedades, las imposiciones de hijos


adolescentes rebeldes, o el cuidado de padres ancianos. Por esto, las buenas
relaciones estn reidas con la apata y el pesimismo. Exigen entusiasmo para
escucharse y comprenderse, motivacin para perdonarse, flexibilidad para aceptar que
cada uno es nico e individual, esfuerzo para ponerse genuinamente en el lugar del
otro, y habilidad para compaginar las necesidades contrapuestas de intimidad e
iniciativa, dependencia y autonoma.
Las relaciones de pareja, familiares o de amistad, cuyos miembros utilizan un
estilo optimista a la hora de interpretar los sucesos que les afectan, tienden a gozar de
mayor estabilidad y perduran ms que las uniones en las que predomina el modelo
pesimista. Por ejemplo, un da Nuria lleg inesperadamente tarde a casa del trabajo.
Aunque Felipe, su marido, estaba muy preocupado, no dud en aceptar la razn que le
dio su esposa: Haba ms trfico de lo normal -un motivo que no culpaba a nadie
por el retraso e implicaba que la causa fue circunstancial-. Como resultado, el revs
tuvo un impacto mnimo y pasajero en la relacin. Por el contrario, si Felipe hubiese
optado por elaborar su propia interpretacin del retraso Nuria, slo piensas en ti
misma y lo nico que te importa es tu trabajo, -una explicacin que implicaba
intencionalidad y una causa ms permanente- lo ms probable es que el contratiempo
hubiese degenerado en una amarga discusin.
Cuando las parejas estn convencidas de que las crticas del compaero son
intencionadas y no cesarn porque estn motivadas por sus necesidades emocionales
egostas o de poder, o por su personalidad, la relacin tiene bajas probabilidades de
perdurar. Naturalmente, esto no quiere decir que sea preferible negar o quitarle
importancia a las causas reales de desacuerdos o enfrentamientos graves. Al contrario,
en estos casos, reconocer y analizar sosegadamente la verdadera magnitud del
problema a menudo es el primer paso para entenderlo, afrontarlo y resolverlo.
El optimismo no est reido con la aceptacin de los problemas reales o los
aspectos negativos de una situacin desafortunada. Pero s lo est con la pasividad y el
rechazo absoluto de cualquier estrategia que pueda ayudar a resolver los problemas o a
mejorar la situacin.
Frank D. Fincham, profesor de Psicologa de la Universidad de Gales, ha seguido
durante varios aos a cientos de parejas con el fin de dilucidar si la tendencia a
encontrar explicaciones optimistas a los reveses da lugar a relaciones ms felices o, si
por el contrario, las parejas que son felices tienen mayor tendencia a utilizar
explicaciones optimistas. Su conclusin es que el estilo de explicar que usan las
personas antes de emparejarse pronostica la suerte de sus relaciones: cuanto ms
optimista el estilo explicativo de los individuos que forman la pareja, mejores
auspicios para la unin.
Otra cualidad muy til a la hora de resolver los conflictos cotidianos en las
relaciones es la capacidad de perdonar. Como ya apunt al describir los rasgos del
carcter, aunque oponerse a disculpar traiciones y crueldades es una caracterstica

humana muy comn, en general las personas optimistas perdonan con ms facilidad que
las pesimistas. El problema de quienes no perdonan las provocaciones, los rechazos o
los errores cotidianos es que a menudo viven obsesionados con las pequeas ofensas
de la pareja, de familiares o de amigos, y terminan amargados, aislados y ofuscados
con los ajustes de cuentas, lo que les impide reconciliarse y recuperar la paz interior.
La esperanza constituye otro ingrediente bsico del optimismo y desempea un
papel fundamental en las relaciones entre las personas. A menudo, dos individuos se
atraen porque comparten algn inters, actividad o deseo. A medida que se conocen
mejor y se sienten* ms compenetrados sentimentalmente, tratan de programar y
compaginar sus prioridades y metas. Para las parejas que se concentran y suean con el
futuro, la esperanza es el principal carburante que mueve la relacin y la impulsa a
superar los obstculos que se interponen en el camino.
Aparte de las ilusiones globales que puedan alimentar sobre el futuro a largo
plazo, las parejas tambin mantienen una esperanza especfica que se basa en la fuerza
de voluntad que invierten para conseguir objetivos concretos, desde resolver una
desavenencia que surge en un momento dado, hasta comprarse un piso o tener un hijo.
Las parejas que programan su proyecto de vida conjuntamente y se sienten capaces de
enfrentarse y de luchar contra las circunstancias adversas perseveran con tesn ante los
problemas. Desde un punto de vista prctico, es evidente que cuanto ms se persiste en
la bsqueda de una solucin, ms altas son las probabilidades de encontrarla, en caso
de que sta exista.
La esperanza ms til en las relaciones ntimas es la que no oculta o anestesia el
dolor de las dificultades reales, no neutraliza la humildad que necesitamos para
reconocer los propios fallos, ni tampoco hace superflua la motivacin para cambiar. Es
la esperanza tambin que no nos deja ante la posibilidad de que la relacin est
afligida por una incurable enfermedad.
La inmensa mayora de las personas se casan con los depsitos de amor, de
confianza y de ilusin a tope. Con el paso del tiempo, sin embargo, no pocas relaciones
de pareja se debilitan y se hacen anmicas. Su vitalidad se apaga y es sustituida por la
indiferencia, el aburrimiento, la enemistad y el dolor. En los pases industrializados,
entre un 30 y un 50 por ciento de los matrimonios terminan en separacin, divorcio o
anulacin.
Pese a que la mayora de las personas considera una relacin de amor como paso
esencial para lograr la felicidad, esta misma creencia tambin sirve de justificacin
para que muchas parejas no soporten una relacin enferma que se ha convertido en una
fuente permanente de desdicha. Con todo, la decisin de romper no se suele tomar
precipitadamente, en un brote repentino de desesperacin, sino que es el resultado del
resentimiento crnico que crean la competitividad, los pulsos de poder, las
humillaciones y las acusaciones crueles y venenosas entre los cnyuges.
Romper una relacin en la que naci, creci, habit y muri el amor es siempre
una prueba espinosa, un trance angustioso. Las rupturas tienen muchos de los

componentes de una tragedia humana, pero gran parte del sufrimiento que ocasiona es
un signo saludable de supervivencia y de desafo a la apata y al fatalismo. Cuando
observamos de cerca la resignacin al sufrimiento que adoptan algunas parejas que son
profundamente desdichadas, casi siempre detectamos en los protagonistas una
perspectiva de la vida negativa y perdedora. Quienes ignoran o se resignan a soportar
una unin vara, aburrida, seca, fingida y sin amor terminan pagando su derrotismo con
su mejor capital, la felicidad.
Los efectos traumticos de la separacin son menos severos para las personas
optimistas que para las pesimistas. Es razonable pensar que los hombres y mujeres
separados o divorciados que tienden a no olvidar los buenos recuerdos de otras
relaciones anteriores, que se fijan en los aspectos ms favorables de sus
circunstancias, y que deciden invertir esperanzados en un futuro mejor, superan mejor
el miedo y la duda. Paralelamente, el optimismo refuerza el sistema inmunolgico de
estas personas en unos momentos bajos en los que tienen mayor predisposicin a sufrir
enfermedades fsicas y emocionales, como hipertensin, trastornos digestivos,
ansiedad y depresin.
Todas las parejas buscan explicaciones que les ayuden a entender la ruptura. Los
beneficios de este proceso van a depender en gran parte de su interpretacin de lo
sucedido. Unas personas se condenan a s mismas, otras culpan al cnyuge o a
circunstancias externas irremediables. Pero todas construyen poco a poco su propio
argumento. Tanto si la historia se ajusta a los hechos, como si se trata de meras
racionalizaciones o de excusas, este trabajo es indispensable para poder superar los
sentimientos normales de fracaso. Las personas que tienden a elaborar explicaciones
que minimizan su culpa limitan el impacto de la ruptura en sus vidas y fomentan la
ilusin en el futuro experimentan antes el deseo de volver a empezar y de explorar
nuevas relaciones. Por el contrario, quienes explican el derrumbamiento de su
matrimonio culpndose a s mismos y anticipan que los efectos de la ruptura sern
permanentes y devastadores en todas las esferas de sus vidas, acaban teniendo ms
dificultades para volver a empezar.
Por ejemplo, imaginemos a un hombre cuya prometida de varios aos ha roto con
l. Si este hombre atribuye la ruptura al miedo de su novia al compromiso matrimonial,
y deduce que la separacin no slo le ha salvado de un emparejamiento desdichado
con una mujer insegura, sino que le ha abierto las puertas para buscar una relacin ms
feliz, probablemente se mantendr esperanzado. Sin embargo, si piensa que la ruptura
es culpa suya y deduce que la separacin indica que l no vale como persona y, en
consecuencia, nunca se casar ni tendr hijos como desea, se sentir profundamente
desesperado.
No cabe duda de que la cualidad optimista de perdonar tambin ayuda a superar
las secuelas de las rupturas. El odio enquistado mantiene a muchas personas
prisioneras de por vida en el escenario del tormento pasado, amarradas al pesado
lastre que supone la identidad de vctima, e incapaces de pasar pgina y comenzar un

nuevo captulo de su vida. Se acostumbra a pensar que el perdn requiere un


intercambio cara a cara y sincero entre el ofendido dispuesto a perdonar y el ofensor
que se arrepiente. Sin embargo para muchos separados o divorciados profundamente
agraviados este careo no es posible. En estos casos el perdn se logra a solas, en
silencio, en la intimidad. Perdonar no implica negar, justificar u olvidar las agresiones
pasadas, pero s implica explicarlas desde una perspectiva menos personal. Induce a
aceptar que los fracasos, las incompatibilidades y las maldades son parte inevitable de
la odisea de la vida.
Salud
El anhelo de curarnos constituye la mitad de nuestra salud.
SNECA,
Hipolitus (Phaedra), 50 a.C.
Para entender el papel que desempea el temperamento de las personas en su
salud, es importante tener en cuenta la estrecha vinculacin que existe entre la mente y
el cuerpo. Desafortunadamente, en el siglo xvii el influyente filsofo francs Ren
Descartes, quien enumer las reglas para adquirir el conocimiento -observacin,
anlisis y sntesis- y populariz la frase pienso, luego existo, propuso la existencia
de una clara dicotoma o separacin entre la mente intangible y abstracta, y el cuerpo
de carne y hueso. Descartes afirm en la sexta meditacin de su obra Meditaciones
(1641), que la mente y el cuerpo fueron creados por Dios como dos entes distintos e
independientes. Esta idea peregrina retras ms de dos siglos el estudio de la relacin
mente-cuerpo.
Hoy se piensa de forma muy distinta. Sabemos que la mente mantiene una
conexin continua de ida y vuelta con el cuerpo, a travs de los sistemas nervioso y
endocrino. Una de las primeras ilustraciones de esta conexin fue la observacin de
que las contracciones de los msculos faciales afectaban el estado de nimo. Aunque
siempre se acept que la cara es el espejo del alma, hasta hace relativamente poco
tiempo nadie se imaginaba que las expresiones del rostro tpicas de ciertas emociones,
como la risa o el llanto, aunque sean provocadas artificialmente, terminan por producir
en la persona los sentimientos genuinos que representan. Esta conexin de doble
direccin entre las emociones y sus manifestaciones corporales, que los actores y
actrices conocen de sobra, fue ya intuida por el naturalista Charles Darwin y el
psiclogo William James. Este ltimo observ que silbar una meloda alegre en la
oscuridad neutralizaba el miedo y estimulaba la confianza en el silbador. El mdico
espaol Gregorio Maran tambin demostr, hace medio siglo, que las personas
podan producir en ellas mismas una emocin simplemente ejecutando los gestos
fsicos que la caracterizaban.

Son muchos los estmulos que recibe el cerebro, tanto provocados por mensajes
de nuestro cuerpo como por fuerzas del entorno que afectan al equilibrio de sustancias
neurotransmisoras. Estas sirven de mensajeras entre las neuronas encargadas de
modular nuestro estado emocional y las neuronas del sistema nervioso vegetativo, que
controla, independientemente de nuestra conciencia, el ritmo del corazn, la presin
arterial, la secrecin de hormonas, la movilidad del aparato digestivo y el
funcionamiento del sistema inmunolgico y otras funciones vitales.
En los diagnsticos mdicos hay una serie de trastornos fsicos que slo se
pueden explicar desde el marco psicolgico. Los sntomas de estas dolencias,
llamadas
psicosomticas,
incluyen
dolores
generalizados,
alteraciones
gastrointestinales y problemas neurolgicos o del sistema reproductor. La gran mayora
de las situaciones estresantes cotidianas slo nos afectan temporalmente. Pero ciertos
sucesos, como la muerte de un ser querido o la ruptura de una relacin importante, nos
hacen vulnerables a las infecciones, a los trastornos digestivos y a las enfermedades
del corazn. Una revisin reciente llevada a cabo por Redford Williams, profesor de
Medicina de la Universidad de Duke, sobre los factores psicolgicos que debilitan el
sistema inmunolgico y contribuyen a producir enfermedades cardiovasculares,
concluy que la hostilidad, la depresin, el miedo y el estrs persistentes producen en
algunas personas hipertensin y oclusin de las arterias coronarias. La razn es que
estas emociones alteran el funcionamiento de los centros cerebrales que regulan el
sistema hormonal y los rganos ms importantes del cuerpo.
Por otra parte, numerosas investigaciones muestran que situaciones que fomentan
la tranquilidad, como el desahogo emocional que produce hablar y compartir con otros
los problemas y dificultades, fortifican las defensas. Por ejemplo, la participacin
semanal en grupos teraputicos de apoyo psicolgico est relacionada con una mayor
esperanza y calidad de vida en pacientes que sufren de enfermedades crnicas y
algunos tumores malignos. Enfermos de soriasis que participan en sesiones de
relajacin o meditacin se curan ms rpidamente de sus lesiones. Incluso escribir
sobre experiencias traumticas pasadas causa una mejora sintomtica sustancial y a
largo plazo en enfermos asmticos y artrticos.
Cuando hablamos de buena salud nos referimos al sentimiento subjetivo de que
nuestro cuerpo ejerce con normalidad todas sus funciones. La Organizacin Mundial de
la Salud va incluso ms all y la define como el estado de completo bienestar fsico,
mental y social. La forma de evaluar con objetividad el funcionamiento de nuestro
cuerpo es a travs de un examen mdico. Sin embargo, la salud casi siempre pasa
desapercibida y slo la echamos de menos cuando nos sentimos mal. Por eso, la
mayora no visitamos al doctor a no ser que nos sintamos indispuestos.
Tres docenas de investigaciones sobre la percepcin subjetiva de la propia salud,
realizadas en Canad, Europa y Estados Unidos por los investigadores Idler, Kaplan,
Mossey y Veenhoven, demuestran que la respuesta a la simple pregunta de Cmo
describira su salud en general: excelente, muy buena, buena, pasable o mala?,

predice la longevidad mejor que un examen mdico completo, especialmente en


personas mayores de 60 aos. Por ejemplo, segn estudios realizados en Holanda y EE
UU, las personas que evaluaron subjetivamente de excelente su forma fsica, vivan
de promedio veinte meses ms que quienes la catalogaban de mala. Estos resultados
eran independientes de su edad, sexo, y su estado fsico objetivo, medido por las
enfermedades que padecan y las medicinas que tomaban. Una explicacin podra ser
que las personas evalan ms correctamente su estado general de salud que los
mdicos o las pruebas diagnsticas. Otra, que una vez que catalogan su nivel de salud,
adoptan el estilo de vida ms apropiado para que su prediccin se cumpla. Sea lo que
fuere, lo que parece cierto es que la valoracin positiva o negativa que hacemos de
nuestra propia salud puede vaticinar los aos que nos quedan de vida a partir de un
momento dado.
La actitud optimista o pesimista del individuo tambin es un factor importante a la
hora de predecir su longevidad. El psiclogo experimental Christopher Peterson
estudi esta relacin en mil y pico hombres y mujeres durante un periodo de casi
cincuenta aos. Los resultados, publicados en 1998, revelaron que los pesimistas
moran prematuramente con ms frecuencia que los optimistas, incluyendo accidentes y
muertes violentas. La profesora de Psicologa de la Universidad estadounidense de
Wisconsin, Lyn Abramson, en otra serie de estudios publicados entre 1998 y 2000,
confirm que las personas pesimistas tienen el doble de probabilidades de suicidarse
que los optimistas.
Posteriormente, investigadores de la prestigiosa clnica Mayo (Minnesota)
liderados por el doctor Toshihiko Maruta, publicaron un estudio en el que haban
medido el nivel de pesimismo de 839 voluntarios utilizando un test de personalidad, y
treinta aos ms tarde averiguaron quin viva y quin no. Los resultados indicaron
claramente que, los individuos catalogados como ms pesimistas tres dcadas antes,
tenan estadsticamente las ms altas probabilidades de estar muertos. A la hora de
explicar estos resultados, la mayora de los investigadores baraja las mismas
hiptesis: las personas derrotistas son ms imprudentes y sufren ms accidentes que las
optimistas. Los devotos del fatalismo tienden a creer que nada que yo haga importa o
estn convencidos de que no es posible planificar la longevidad, as que no cumplen
con el tratamiento mdico, se agarran al derecho de escoger sus propios venenos y
mueren prematuramente de dolencias evitables, como enfermedades cardiovasculares,
cirrosis, enfisema, cncer pulmonar o sida. Tambin se sabe que los individuos
optimistas se deprimen con menos frecuencia que los pesimistas y la depresin esta
asociada a la mortalidad precoz. El psiclogo Charles Carver, de la Universidad de
Miami, comprob en 1987 que cuanto ms alto era el nivel de optimismo de las
mujeres embarazadas durante el tercer trimestre, menos probabilidades tenan de
deprimirse despus del parto.
Cada da ms pruebas confirman los beneficios directos e indirectos de las
emociones positivas sobre la salud. Una actitud esperanzada estimula los dispositivos

curativos naturales del cuerpo y anima psicolgicamente a la persona a adoptar hbitos


de vida saludables. El temperamento optimista alarga la vida de dolientes crnicos,
incluidos quienes padecen esclerosis mltiple, sida, personas que han sufrido ataques
de corazn, enfermos de insuficiencia renal, hipertensin y herpes. Como demostr el
psiclogo de la Universidad de Connecticut, Glenn Affleck, el temperamento optimista
o pesimista es el factor que mejor predice la calidad de vida cotidiana de pacientes de
asma y artritis.
Otro dato curioso y no menos relevante es que bastantes enfermos terminales
ilusionados con aniversarios
significativos para ellos o acontecimientos de los que anhelan ser testigos, como
la boda de una hija o el nacimiento de un nieto, alargan sus vidas hasta despus de
producirse estos eventos.
En un estudio sugerente llevado a cabo por el investigador estadounidense T. P.
Hackett, pacientes optimistas que le quitaban importancia a haber sufrido un grave
infarto de miocardio y minimizaban la seriedad de su condicin, se recuperaban antes y
tenan ms probabilidades de sobrevivir que aquellos que reaccionaban con angustia y
desesperanza. Aunque una respuesta de negacin en estas circunstancias puede restarle
motivacin al paciente para seguir el tratamiento y tener consecuencias peligrosas, al
parecer los pacientes que no reconocan el significado siniestro de los sntomas
creaban una especie de ilusin proftica. Su optimismo les ayudaba a autorregular
sus emociones negativas y a reducir su vulnerabilidad a las complicaciones. En el
mismo sentido, Charles W. Given, de la Universidad de Michigan, ha demostrado que
el talante positivo del enfermo no slo es beneficioso para l sino que tambin tiene un
efecto antidepresivo en los familiares y cuidadores.
En general las personas optimistas experimentan menos angustia que las
pesimistas ante las averas del cuerpo. La razn es que quienes confan en el futuro
piensan que la coyuntura en la que se encuentran ser temporal, de impacto limitado, y
adems ponen ms esfuerzo para superar los desarreglos.
Muchas veces se ha dicho y escrito que los humanos somos criaturas vinculadas
al maana. Nuestras suposiciones o expectativas acerca del futuro tienen un gran
impacto en nuestro estado presente. Por eso, la esperanza ejerce un papel tan
importante en la curacin. El efecto placebo, que mencion al referirme a los orgenes
del pensamiento positivo, es el paradigma de la capacidad de los seres humanos para
movilizar sus propias fuerzas naturales curativas. Un ejemplo tpico y reciente de esta
capacidad qued claro en un estudio cuyo fin era comparar la eficacia de un nuevo
medicamento para curar la lcera de duodeno con otro anterior que ya llevaba varios
aos en el mercado. Los 300 enfermos de Texas que participaron voluntariamente en
esta prueba dirigida por el equipo del doctor Frank Lanza haban sido diagnosticados
todos ellos con lcera, despus de haberse visualizado dicha lesin a travs de una
endoscopia. Los participantes fueron separados al azar en tres grupos: el primero
recibi el nuevo frmaco, el segundo la medicina antigua y el tercero recibi un

placebo. Los tres tipos de cpsulas tenan una apariencia externa idntica, y ni los
enfermos ni los mdicos que los evaluaban conocan su contenido, siguiendo un
modelo de investigacin que se conoce como doble ciego. Despus de cuatro
semanas de tratamiento, los pacientes volvieron a ser sometidos a otra endoscopia para
ver si la lcera haba sanado. Los resultados mostraron que el 88 por ciento de los
pacientes tratados con la nueva medicina, el 66 por ciento de los que recibieron la
medicina antigua, y el 49 por ciento de los que tomaron placebo se haban curado.
Los placebos no slo pueden ayudar al enfermo a curar una avera del cuerpo,
tambin pueden aliviar alteraciones del estado de nimo, como se ha demostrado en un
estudio reciente llevado a cabo por un grupo de investigadores de la Universidad del
Sur de California, encabezado por el doctor Lon Schneider. La mitad de los 728
pacientes que participaron, todos mayores de 60 aos y con un cuadro depresivo,
recibi tratamiento con pastillas del probado antidepresivo sertralina; la otra mitad
slo tom una sustancia inerte en forma de comprimidos de aspecto similar. A las ocho
semanas haban mejorado el 45 por ciento de los enfermos en el grupo de tratamiento
activo y el 35 por ciento de los pacientes que tomaron placebo. Especialmente
llamativo fue el hecho de que tanto los pacientes que tomaron sertralina como los que
ingirieron la sustancia inocua se quejaron, casi con la misma frecuencia, de efectos
secundarios como mareos, sequedad de boca, somnolencia, dolor de cabeza y nuseas.
El efecto placebo no se limita a los frmacos. Por ejemplo, en la dcada de 1950
se puso de moda operar a los pacientes que sufran dolor de angina de pecho
ligndoles las arterias mamarias con el fin de aumentar el flujo de sangre al corazn.
Diez aos y miles de intervenciones ms tarde, se llevaron a cabo dos estudios en los
que los doctores Grey Dimond y Leonard Cobb compararon los efectos de esta popular
intervencin con operaciones simuladas en las que los cirujanos hacan simples
incisiones superficiales en el pecho de pacientes que no saban si se les haba
sometido al procedimiento real o a otro ficticio. El resultado de esta comparacin fue
apabullante, pues revel que mientras el 67 por ciento de los 21 pacientes que fueron
sometidos a la operacin real mejoraron, el 83 por ciento de los que recibieron la
intervencin simulada mejoraron igualmente!
Por muchas vueltas que le demos al fenmeno, el denominador comn de los
enfermos que sanan por s mismos es su alto nivel de esperanza de cura. Si bien
todava se conoce muy poco sobre los mecanismos que intervienen en la conexin
esperanza-cura, a principios de 2004 un grupo de investigadores encabezado por el
neurlogo sueco Predrag Petrovic, del Instituto Karolinska
de Estocolmo, demostr que la esperanza de conseguir alivio del dolor como
respuesta a un placebo produce cambios fsicos cerebrales que son incluso visibles a
travs de resonancia magntica. Quiz este dato ayude a entender la respuesta positiva.
Como ya he dicho en otras ocasiones, todos nacemos con doble nacionalidad: la
del pas vitalista de la salud y la del estado doloroso de la invalidez. Aunque
preferimos usar slo el pasaporte bueno, tarde o temprano casi todos nos vemos

obligados a declaramos ciudadanos del reino de la enfermedad. Pero ese lugar


inseguro y doloroso se hace ms llevadero si contamos con el aliento, el alivio y quiz
la cura que nos proporciona la esperanza.
Trabajo
Lo que los seres humanos realmente necesitan no es vivir sin tensiones. Lo que
precisan es sentir y responder con energa a la llamada de ese algo que les est
esperando para poder realizarse.
Vctor E. Frankl, El hombre en busca de sentido, 1946
La mayora de los adultos dedicamos una gran parte del tiempo a trabajar para
ganamos la vida. Segn el Gnesis, nuestros progenitores originales, despus de
desobedecer a Dios y comer la manzana prohibida, fueron arrojados del Paraso y
condenados, junto con sus descendientes, a buscarse el pan cotidiano con fatiga y
sudor. Es verdad que abundan los hombres y las mujeres que consideran sus
ocupaciones un duro deber y hasta una autntica mortificacin, pero tambin es cierto
que no faltan personas para quienes el trabajo es una actividad atractiva, entretenida y
hasta creativa. De hecho, bastante gente sostiene que su empleo no es slo el medio
que le permite obtener bienes para la subsistencia, sino algo que aade satisfaccin y
significado a sus vidas, y que forma una parte positiva de su identidad personal y
social.
En la actualidad, no pocas madres que trabajan fuera del hogar se enfrentan al
desafo de compaginar su misin domstica con sus intereses y proyectos laborales o
profesionales, dilema que a menudo refleja el enorme reto que supone la maternidad en
nuestros das, especialmente si son cabeza de familia o no cuentan con el apoyo de un
compaero. Con todo, muchos expertos, como las socilogas Grace Baruch y Rosaline
Bamett, han demostrado que las madres que trabajan y mantienen un buen equilibrio
entre familia y ocupaciones, disfrutan ms de sus hijos que cuando se sienten
atrapadas en su domicilio o en el trabajo. Los pequeos que viven con madres y
padres que trabajan fuera de casa crecen con completa normalidad, siempre que no les
falte afecto y seguridad, y que estn bien atendidos por terceras personas.
Numerosos estudios revisados hace poco por el profesor de Psicologa Edward
C. Chang sugieren que para disfrutar y tener xito en el trabajo, adems de aptitud y
motivacin para desempear la tarea se requiere un nivel razonable de optimismo. La
disposicin optimista ayuda a confiar en la propia competencia, a poner empeo en la
labor, a no rendirse ante las dificultades y a conservar una apariencia de seguridad.
En el mbito del trabajo, el temperamento optimista se alimenta de tres fuentes: la
conciencia que mantiene la persona de sus logros laborales del pasado, las
explicaciones positivas que da a las vicisitudes que surgen, y la esperanza que alberga
de conseguir sus objetivos. Los hombres y las mujeres que encuentran aspectos

favorables en las vicisitudes de su empleo u ocupacin se sienten por lo general ms


satisfechos que quienes enfocan predominantemente las facetas desfavorables. Este
efecto del optimismo es importante, pues una obligacin regular gratificante fomenta en
nosotros la autoestima, y estimula el sentido de la propia competencia y autonoma.
La NASA, que elige con exquisito cuidado a los candidatos a astronautas, aparte
de valorar su preparacin cientfica y experiencia aeronutica, considera entre las
caractersticas personales ms deseables el talante optimista. Esta disposicin positiva
debe reflejarse en una abundante dosis de confianza en s mismos y en la mentalizacin
de que su suerte est en sus manos; en un espritu emprendedor y una actitud audaz y al
mismo tiempo serena ante los desconocidos retos e imponderables; en una buena
disposicin para convivir y trabajar en equipo; en la habilidad para resistir el
aburrimiento, la soledad y la incertidumbre; y en la aptitud para compartimentar la
duda y el miedo.
LeRoy E. Cain, el veterano director de vuelos espaciales de la NASA y
responsable de vuelo de la nave Columbia que se desintegr con sus tripulantes al
entrar en la atmsfera en febrero de 2003, afirmaba en un artculo publicado das
despus en el diario The New York Times que, a pesar de los numerosos signos que
apuntaban a problemas fatales de la nave, se mantuvo totalmente esperanzado y
seguro de que el Columbia aterrizara sin consencuencias. Segn los tcnicos y
controladores que trabajaban a sus rdenes, la actitud optimista de LeRoy alent
durante mucho tiempo la concentracin y los esfuerzos del equipo por encontrar la
frmula de salvar a los astronautas.
En un interesante proyecto dirigido por Martin Seligmair a finales de la dcada de
los ochenta, quince mil aspirantes a vendedores de plizas de seguros de la empresa
Metropolitan Life realizaron dos pruebas: la de aptitud para vendedores y otra de
personalidad que meda el grado de optimismo y pesimismo de los candidatos. Como
resultado, se contrat a unos mil doscientos individuos que se dividan en tres grupos.
El primero, conocido por los optimistas, consista en quinientos candidatos que
haban aprobado el examen de aptitud y, de acuerdo con el test de personalidad, eran
moderadamente optimistas. El segundo grupo lo formaban los pesimistas, otros
quinientos aspirantes que igualmente haban pasado la prueba de aptitud, pero tenan
una personalidad moderadamente pesimista. El tercer grupo, denominado los
comandos especiales, lo integraban unos doscientos candidatos que haban
suspendido la prueba de aptitud para vendedores, pero que en el test de personalidad
mostraban niveles muy altos de optimismo.
Dos aos despus, los directivos de Metropolitan Life compararon la
productividad de los tres grupos. Los resultados revelaron que los ms productivos
fueron los comandos especiales. Estos superoptimistas, cateados en el examen de
aptitud, aventajaron en venta de plizas al grupo de los optimistas en un 26 por
ciento y al de los pesimistas en un 57 por ciento. Al parecer, el xito de los
vendedores de talante optimista obedeca principalmente a su ms alta persistencia en

la labor y mayor resistencia a rendirse ante los rechazos de los posibles compradores.
Desde entonces el clebre optimismmetro Seligman forma parte del proceso de
seleccin de vendedores de seguros de la compaa.
Las personas optimistas que hacen frente a los avatares del mundo laboral con una
disposicin abierta y confiada tienden a dar un s! decidido y firme a las propuestas
y oportunidades que se les presentan, y funcionan muy bien en ocupaciones que
requieren relacionarse con los clientes o trabajar en equipo. Estas personas suelen
atribuir sus xitos a su propia competencia, por lo que se sienten ms orgullosos de sus
logros que quienes los atribuyen a la suerte o a la ayuda de otros. Por otra parte,
cuando fracasan, se sienten menos avergonzados porque culpan a la mala suerte o a
otros factores externos, y no a su incompetencia.
En la gran mayora de las organizaciones las actitudes derrotistas no estn bien
vistas y se consideran hasta desleales. Nunca los portadores de malas noticias son
bienvenidos por sus jefes. Por el contrario, los empleados considerados optimistas
suelen ser favorecidos por sus superiores y compaeros en el trabajo. En general, los
empleados optimistas son los ms populares en las empresas, ocupan puestos de
trabajo y cargos superiores y ganan ms dinero que los pesimistas. Pese a estos claros
beneficios, son pocas las personas que tratan activamente de estimular su talante
optimista para mejorar sus posibilidades laborales.
Las personas que esperan conseguir aquello a que aspiran tienden a trabajar ms
intensamente y ms tiempo que quienes no esperan alcanzar sus objetivos. Jonathan D.
Brown, de la Universidad de Washington, en una serie de investigaciones sobre la
confianza de las personas en su capacidad para solucionar problemas en el trabajo,
demostr que quienes albergan expectativas positivas son ms eficaces ante los
problemas, especialmente en situaciones difciles, porque se crecen ante las
dificultades.
Las expectativas optimistas estn asociadas a resultados superiores. Por el
contrario, quienes esperan fracasar tienen ms probabilidades de fracasar, ya que el
pensamiento negativo ante tareas complicadas predispone a cometer errores. Adems,
la disposicin optimista amortigua el impacto emocional del fracaso.
No se me escapa que hay crticos del optimismo que lo equiparan a la falta de
realismo. Para ellos, en situaciones de emergencia lo que hace falta en la cabina del
piloto no es una perspectiva exultante sino una visin pesimista y crudamente realista.
Asimismo, insisten en que hay situaciones en las que es preferible retirarse a tiempo o
cambiar de rumbo, a pesar de las prdidas sufridas, que esperar o insistir en avanzar
por el mismo camino, animados por vanas ilusiones. Es innegable que el director de
finanzas de una compaa o el ingeniero encargado de la seguridad de una planta
nuclear necesitan, respectivamente, tener una nocin correcta de la inversin que la
compaa puede permitirse, y conocer a fondo el nivel de peligrosidad del reactor
atmico en un momento dado. La prudencia, la cautela, la objetividad y la precisin
son cualidades importantes para su cometido. No obstante, la pregunta que cabe

hacerse es si estos atributos son incompatibles con el optimismo.


Estudios sobre ejecutivos y empresarios indican que la gran mayora de ellos
sabe que el clculo del riesgo es un reto que hay que superar, y la clave para
conseguirlo depende de su sabidura y habilidad para dirigir el negocio en la
direccin acertada. En los directivos de las empresas se valora mucho el nivel de
esperanza en el futuro de la compaa y las expectativas de xito. Los ejecutivos de
nivel medio se mueven por el poderoso incentivo de presentar cifras y datos optimistas
a sus superiores. Las propuestas que tienen ms probabilidades de sobrevivir a la
competicin interna de las empresas son aquellas que pronostican los resultados ms
favorables, aunque luego estos proyectos no alcancen los objetivos ms ambiciosos.
Dado el peligroso precio del optimismo exagerado, que ignora o no calcula con
ninguna precisin las probabilidades de riesgo, es razonable pensar en la conveniencia
de mantener una cierta dosis de pesimismo que fomente decisiones realistas. No
obstante, est demostrado que el realismo desmesurado, bajo condiciones adversas,
tiene el precio de la desmoralizacin y la indolencia. Daniel Kahneman y Dan Lovallo,
expertos en direccin de empresa de la Universidad de Princeton, han observado que
incluso el optimismo mnimamente realista constituye una fuerza muy potente que
contribuye a superar situaciones adversas en las empresas y alimenta la persistencia de
los empleados ante las dificultades.
El profesor de Dinmica de las Organizaciones de la Universidad de Michigan,
Karl Weick, ilustra la superioridad de la confianza y el entusiasmo frente a la
evaluacin realista de una situacin en este interesante relato de un suceso verdico.
Durante unas maniobras militares en Suiza, un joven teniente de un destacamento
hngaro en los Alpes envi a un pelotn de soldados a explorar una montaa helada.
Al poco rato comenz a nevar intensamente y dos das ms tarde la patrulla no haba
regresado. El teniente pens angustiado que haba enviado a sus hombres a la muerte.
Al cuarto da, los soldados regresaron al campamento. Qu os ha ocurrido? Cmo
lograsteis volver?, les pregunt el oficial, y le respondieron que se haban perdido
totalmente y poco a poco se fueron descorazonando hasta que uno de ellos encontr un
mapa en su bolsillo. Esto les tranquiliz.
Esperaron a que pasara la tormenta y valindose del mapa dieron con el camino.
El teniente estudi con inters el mapa providencial y descubri con asombro que era
un mapa de los Pirineos. En realidad el mapa no haba servido para guiar a los
soldados, sino para avivar en ellos la esperanza, que fue lo que les hizo salir del trance
y enfrentarse a la situacin.
Cuando se analiza la relacin entre optimismo y trabajo, el optimismo que mejor
funciona no es el que alimenta la tendencia indiscriminada al pensamiento positivo,
sino el que promueve la disposicin esperanzada que se ajusta lo ms posible a la
realidad. Los soadores idealistas que no distinguen entre las metas alcanzables y las
imposibles, o no evalan correctamente el riesgo de sus decisiones, pueden llegar a
conclusiones equivocadas en sus juicios. En este sentido, quiz la estrategia a seguir en

situaciones inciertas o peligrosas sea esperar lo mejor y prepararse para lo peor.


Independientemente de lo contentos que nos sintamos en el trabajo, la prdida
inesperada del empleo supone siempre un duro golpe para nuestro estado de nimo. El
despido es a menudo interpretado como un fracaso personal. Adems del impacto que
pueda tener en nuestra seguridad econmica, el cese involuntario hiere la autoestima y
plantea un reto a la confianza y al sentido de control que tenemos sobre la propia vida.
Con el tiempo, la inactividad continuada se puede convertir en un motivo de amargura
y desesperacin.
Al igual que en las rupturas de relaciones importantes, las personas optimistas
superan por lo general mucho mejor la crisis del despido que las pesimistas. Para
empezar, suelen achacar su situacin a causas ajenas o transitorias, lo que les protege
de los sentimientos de humillacin, incompetencia o desmoralizacin. Y al esperar
encontrar un nuevo trabajo, lo buscan con ms tesn, lo que a su vez aumenta las
probabilidades de encontrarlo.
El talante optimista ayuda a superar la ansiedad que frecuentemente acompaa a
la jubilacin forzosa, sobre todo cuando el empleo constituy la fuente principal de
gratificacin personal y de reconocimiento social. Para muchos jubilados
acostumbrados a un trabajo cotidiano, sobre todo si viven solos o no tienen familia situacin cada da ms comn-, la jubilacin supone un retiro involuntario de la vida.
Las personas jubiladas optimistas buscan con ms facilidad posibles actividades
alternativas que les permitan participar en proyectos, ampliar su formacin, potenciar
sus habilidades o contribuir a causas relevantes. Esto es realmente una ventaja porque
estas actividades tienen la virtud caracterstica de ser una fuente importante de
satisfaccin.
A medida que se prolonga la duracin de la vida, que la tecnologa permite
reducir el nmero de horas laborables y que se multiplican las personas desocupadas a
causa del paro o de la jubilacin anticipada, el significado del ocio se revaloriza. Las
tareas recreativas que eligen las personas dependen de sus gustos, del ambiente
ecolgico y social en el que viven y de los medios a su alcance. No obstante, la
capacidad de disfrutar del ocio est condicionada sobre todo por la disposicin
temperamental. Con independencia de que persigamos aventuras emocionantes que
hagan saltar el corazn, o prefiramos situaciones tranquilas que conduzcan al reposo o
la introspeccin, la satisfaccin realmente depende de cmo valoremos nuestra
actividad, del significado que le asignemos.
Poltica
A los polticos de antes les bastaba con saber adular a los reyes; los de ahora
tienen que aprender a fascinar, entretener, camelar e ilusionar a los votantes.
George Bernard Shaw, Gua del revolucionario, 1903

William Dember, socilogo de la Universidad de Cincinnati, observ hace unos


aos que los individuos que dicen estar comprometidos con alguna ideologa poltica
son ms optimistas que quienes se consideran apolticos. Si bien es razonable pensar
que los caracteres optimistas se pueden sentir atrados con mayor frecuencia que los
pesimistas por las intrigas y los retos que se plantean continuamente en el ajetreado
mundo de la poltica, lo opuesto tambin es posible; es decir, que haya personas que
extraigan energa positiva de su participacin activa en causas de inters pblico.
Hace unos aos, Harold Zullow, y un equipo de psiclogos de la Universidad de
Pensilvania, dise una tcnica para calcular el nivel de optimismo de las personas
analizando literalmente el contenido de su lenguaje hablado y escrito. La originalidad
de este mtodo consista en que permita evaluar el nivel de optimismo estudiando las
declaraciones de las personas sin tener que acudir, como se haca antes, a pruebas
psicolgicas o entrevistas personales.
Utilizando este anlisis de contenido se propusieron estudiar, entre otras cosas, la
relacin entre la disposicin optimista o pesimista de los candidatos a presidente de
Estados Unidos y el resultado de las elecciones. Segn los resultados del proyecto, los
polticos optimistas tienen varias ventajas. Una es que tienden a ser ms activos, a
participar en ms actividades electorales y a reaccionar ms rpidamente a las
situaciones imprevistas. Adems, son ms accesibles y atractivos para los votantes.
Finalmente, cuanto ms optimista sean los candidatos ms esperanza de victoria
generan en los votantes. Las explicaciones positivas tienden a transmitir sentimientos
de esperanza y seguridad ante las crisis y los retos sobre los que tienen que
pronunciarse los electores. Por tanto, es razonable pensar que si los votantes quieren
un lder que les permita creer que resolver los problemas del pas, tendern a
favorecer al candidato optimista.
Posteriormente, otro grupo de expertos en lenguaje analiz y puntu el contenido
optimista y pesimista de los discursos de candidatos a la presidencia de Estados
Unidos desde 1900 a 1984, sin saber a priori la identidad de los oradores. Los
resultados retrospectivos revelaron que los dieciocho candidatos considerados ms
optimistas por los investigadores en las veintids elecciones que se realizaron durante
este periodo fueron elegidos presidentes. Conclusin: el electorado prefiri en el 82
por ciento de los comicios al aspirante ms optimista.
Por primera vez, el contenido de los discursos de los polticos haba servido para
predecir con gran fiabilidad el resultado en las urnas. El optimismo de los
pretendientes a ocupar la Casa Blanca en Washington se reflejaba de varias maneras en
el texto de sus intervenciones. Por ejemplo, ante problemas complejos decan ver
claramente su causa y su solucin. Al mismo tiempo, manifestaban un estilo positivo de
interpretar los sucesos que les afectaban. Sus explicaciones se caracterizaban por
considerar los graves reveses como ligeros inconvenientes pasajeros, sin impacto en el
bienestar del pas.
Las declaraciones de estos aspirantes optimistas tambin se distinguan porque en

ellas no asuman responsabilidad personal por los fracasos de sus polticas, sino que
los achacaban a circunstancias incontrolables, a fuerzas destructivas ajenas o a
enemigos malvolos, como el clebre eje del mal del presidente George W. Bush.
Sin embargo, ante los acontecimientos favorables, aunque fuesen fortuitos, tendan a
afirmar que los beneficios seran perdurables y moldearan muchas facetas del
bienestar econmico y social de la nacin. Tampoco dudaban en apuntarse casi todos
los mritos cuando las cosas venan bien dadas. Les bastaba proclamar que esos
hechos imprevistos eran fruto de un plan preconcebido por ellos, o su partido, lo que
les haca dignos de la recompensa de los votantes.
Animados por el descubrimiento, estos investigadores decidieron utilizar el
mismo termmetro del optimismo para pronosticar los resultados de las elecciones a la
Presidencia y al Senado de 1988. Sus predicciones, registradas dos semanas antes del
sufragio, fueron sorprendentemente correctas. No slo anunciaron de antemano los
triunfos del republicano George Bush padre sobre el demcrata Michael Dukakis, y de
veinticinco de los aspirantes que participaron en las veintinueve contiendas para el
Senado ese mismo ao, sino que tambin anticiparon con precisin la mayora de los
mrgenes de las victorias.
Los triunfos electorales de Bill Clinton en 1992 y 1996 tambin fueron
vaticinados acertadamente utilizando este mismo sistema. Por cierto, Clinton, durante
su segunda campaa contra Bob Dole, repeta constantemente que era de un pueblo
llamado esperanza, a lo que Dole le contestaba que l era el hombre ms optimista
de Amrica. En los comicios celebrados en 2000, George W. Bush y Al Gore daban
niveles de optimismo estadsticamente parecidos, lo cual coincidi con los resultados
tan ajustados como polmicos de dichas elecciones.
Segn Zullow y su equipo de expertos, las nicas excepciones de la regla general
que da ventaja electoral al candidato ms optimista fueron las tres elecciones
presidenciales consecutivas (1932,1936 y 1940) del pesimista Franklin D. Roosevelt,
quien gobern durante la Gran Depresin econmica y la Segunda Guerra Mundial, y la
victoria de Richard Nixon en 1968, en el auge de la guerra de Vietnam.
En cuanto a los protagonistas de las elecciones estadounidenses de noviembre de
2004, casi todos los expertos coincidieron en que el presidente George W. Bush
present una imagen ms optimista que el senador demcrata John Kerry, a quien
algunos cronistas llamaron el caballero de la triste figura. Bush comunic al
electorado machaconamente que esperaba que en su segundo mandato ocurrieran cosas
buenas y que l era el nico que poda conseguir que ocurrieran. Tambin opt por dar
toda suerte de promesas y explicaciones positivas que le justificaban y le favorecan,
aunque fueran tan simplistas como ficticias, como en el caso de las armas de
destruccin masiva imputadas a Irak. Esta estrategia, consciente o inconsciente, le
ayud a mantener una imagen de confianza en pblico, especialmente en momentos de
vulnerabilidad.
Bush esgrima continuamente comparaciones favorables para evaluar las

consecuencias negativas de sus decisiones. Es obvio que al contrastar una mala


situacin -el estado calamitoso de Irak, por ejemplo- con otra peor -la expansin del
terrorismo y la proliferacin de armas de destruccin masiva en el planeta-, el lder
poltico estadounidense haca llegar a los ciudadanos un mensaje ms reconfortante
sobre las consecuencias de su belicismo que si hubiese recurrido a comparaciones ms
relevantes, como la seguridad en el mundo antes y despus de la invasin unilateral de
Irak. Cuando Bush comparaba la prdida de casi dos millones de puestos de trabajo, y
el aumento espectacular del nmero de personas pobres y sin seguro mdico que
tuvieron lugar durante su primer mandato, con las tasas de indigencia de otros pases
menos afortunados, transmita un mensaje ms asimilable sobre su poltica econmica
que si hubiese contrastado las mismas cifras con las mejores condiciones que existan
durante los gobiernos de sus predecesores. La realidad es que las comparaciones
ventajosas que hizo Bush de las adversidades, con independencia de su objetividad o
de su racionalidad, le valieron al final ante el electorado.
El discurso de John Kerry, por el contrario, era primordialmente pesimista. Se
caracterizaba por resaltar y remachar la larga lista de disparates y excesos perpetrados
durante los cuatro aos precedentes de administracin republicana. Sus explicaciones
y comparaciones, aunque ms elocuentes y reales, siempre resultaban en un balance
negativo de la situacin presente. El senador pasaba por alto o despreciaba con
sarcasmo cualquier dato positivo que pudiera relacionarse remotamente con su
contrincante. Para l las buenas noticias eran meras casualidades espordicas, y las
malas siempre las atribua a decisiones desatinadas del presidente.
Es evidente que los lderes polticos optimistas tienen ventaja sobre los
pesimistas, al menos en Estados Unidos. Aunque no me sorprendera si ocurriese lo
mismo en otros pases. Hoy no pocos expertos en campaas electorales saben que el
optimismo importa. Por eso, en la arena de la rivalidad democrtica, el optimismo y el
pesimismo cada da se usan ms como armas. Por ejemplo, durante la campaa
electoral de las elecciones generales en Espaa de marzo de 2004, segn los medios
de comunicacin, mientras el candidato Mariano Rajoy acus repetidamente a su
principal adversario, Jos Luis Rodrguez Zapatero, de arrastrar un fardo de
pesimismo, ste alardeaba continuamente de poseer un talante ms optimista que su
rival.
Cada da resulta ms difcil estar seguros de que la apariencia optimista de un
poltico refleja verdaderamente su temperamento. Adems, en la actualidad los
especialistas en imagen pueden amaar con relativa facilidad la fachada de la
personalidad de cualquier personaje que se lo proponga, por lo menos durante un
periodo de tiempo. Como consecuencia, el optimismo ficticio, ilusorio y engaoso en
gobernantes de sensatez cuestionable es una posibilidad real preocupante y hasta
peligrosa.
Al final, sin embargo, en el espectculo electoral de las democracias la ltima
palabra la tienen los ciudadanos que votan. Esto es reconfortante. Pese a que en la

historia de los pueblos encontramos lderes electos que resultaron ser pilotos
desastrosos de sus seguidores, la realidad es que a la hora de tomar decisiones
importantes que afectan el destino de un pas todava no se ha inventado nada ms
fiable que la sabidura del pueblo. Este pensamiento me hace recordar una interesante
ancdota del cientfico ingls Francis Galton publicada en 1907 en la revista Nature.
Galton relata en este escrito la experiencia que tuvo en un concurso de peso de ganado
en la Feria de Ganadera de Plymouth. Cuenta que un buey corpulento haba sido
seleccionado para la competicin y estaba expuesto ante un numeroso grupo de
asistentes ansiosos por adivinar en una pequea apuesta el peso del animal. Unas 800
personas compraron por seis cntimos un boleto numerado en el que escriban su
nombre y las libras que calculaban que pesaba la res. Unos eran expertos en ganado
mientras que otros eran simples visitantes de la feria sin conocimiento del tema. Una
vez recogidas las papeletas, el juez anunci que el peso del buey era 1.198 libras.
Desafortunadamente no hubo premio, pues ninguno de los apostantes se haba
aproximado a esta cifra. Seguidamente Galton recogi todas las papeletas y sac la
media de los pesos que haban calculado todos los participantes. El resultado le
impresion: 1.197 libras. La opinin de la gente, en su conjunto, haba sido la ms
acertada.
Deporte
Un caballo nunca corre tan deprisa como cuando tiene otros caballos que
alcanzar y adelantar.
Ovidio,
El arte del amor, 8 d.C.
Los hombres y mujeres que son entusiastas de algn deporte suelen ser ms
optimistas que pesimistas. Lo que todava se desconoce es si esta relacin es una
coincidencia o se trata de una conexin causa-efecto. No sabemos si la aficin al
deporte estimula el pensamiento positivo en las personas, o es el talante positivo lo
que predispone a las personas a seguir de cerca algn deporte.
Entender cmo influye el optimismo en el mundo de los deportes nos puede
ayudar a moldear nuestra disposicin a enfrentarnos con situaciones competitivas y
exigentes en nuestro da a da, especialmente si requieren de nosotros una dosis
generosa de tenacidad y motivacin.
La confianza en s mismos y en sus facultades abunda entre los deportistas. Si
hacemos la prueba de sentarnos con un grupo de veinte deportistas igualmente
cualificados y pedimos a cada uno que apunte en un papel su posicin jerrquica,
calificndola del uno al veinte con respecto a su clase y talento en comparacin con
sus colegas presentes, dieciocho se posicionan entre los diez primeros puestos, o sea
el 90 por ciento se sita en la mitad superior. La mayora no es consciente de que
compiten con atletas que tambin se consideran los ms capacitados. Esto explica el

que en el mundo del deporte profesional sean muchos ms los atletas que se consideran
los mejores que los que verdaderamente lo son.
Con todo, los niveles de optimismo varan entre los atletas y entre los equipos.
Despus de leer y analizar metdicamente el contenido de varios cientos de noticias
deportivas y de otros tantos resultados de partidos, Martin Seligman y sus colegas
llegaron a tres conclusiones. La primera es que en las mismas condiciones fsicas, el
atleta de talante ms optimista gana, porque pone ms esfuerzo en vencer la
competicin, especialmente en circunstancias difciles o de desventaja. La segunda es
la misma idea aplicada al equipo. Es decir, si en preparacin y capacidad los
jugadores estn muy igualados, el equipo ms optimista gana, sobre todo en partidos
muy reidos. La tercera conclusin, o mejor dicho prediccin, es que cuando un atleta
aumenta su nivel de optimismo, tambin aumentan sus posibilidades de ganar.
Hay equipos compuestos de grandes figuras que por circunstancias diversas se
infectan de pesimismo, lo que va minando la confianza y el entusiasmo para competir
en pruebas difciles. Esto es lo que los entrenadores llaman un problema de actitud.
Manifiestan el pesimismo en la tendencia a ignorar o minimizar la importancia de sus
xitos anteriores con frases como El ao pasado ganamos la Liga porque tuvimos
suerte y el Bara nos lo puso en bandeja. Tambin lo expresan en las explicaciones
que los deportistas dan a sus fallos presentes: S que debera haber metido ese gol,
pero creo que estoy perdiendo reflejos, me cuesta concentrarme. Adems, se hace
evidente en la disposicin derrotista que demuestran hacia el futuro: Perdemos y
seguiremos perdiendo porque no marcamos. Seamos realistas qu demonios!.
El optimismo favorece la predisposicin a arriesgarse. De hecho, las noticias de
los diarios ofrecen muchos ejemplos de deportistas muy optimistas que minimizan las
posibilidades de fracaso y se marcan expectativas casi inalcanzables. Aunque esta
forma de actuar tiene sus peligros, no cabe duda de que nadie bate un rcord sin
grandes dosis de audacia y confianza. Con todo, la principal ventaja del optimismo se
refleja en la resistencia al sufrimiento fsico y al decaimiento mental, y la persistencia
para conseguir el triunfo.
Aunque la confianza optimista anima a los atletas a aceptar competiciones que
pueden ser demasiado fuertes para ellos, es una actitud muy til una vez que comienza
la prueba. La esperanza de victoria alimenta el esfuerzo, la seguridad y el tesn ante la
amenaza de derrota y, por tanto, eleva las posibilidades de xito. Los deportistas
optimistas se crecen en la desventaja, como ilustra un experimento en la universidad
californiana de Berkeley. Un grupo de nadadores fueron informados por sus
entrenadores despus de una competicin de que sus tiempos haban sido peores de lo
que realmente fueron. Ante este revs, los nadadores considerados optimistas
mejoraron su marca en la siguiente carrera. Por el contrario, los atletas pesimistas
empeoraron sus marcas.
Una caracterstica de los deportes competitivos es que los jugadores no tienen la
opcin de abandonar, incluso cuando la derrota es casi segura. En estas circunstancias,

la insistencia pertinaz contra todo pronstico slo puede ser beneficiosa. La situacin
es ms complicada cuando abandonar el campo es una alternativa y continuar la lucha
puede ser una opcin muy costosa. En estas condiciones no resulta fcil distinguir la
perseverancia justificada del empeo irracional.
Otra ventaja del optimismo en situaciones competitivas que se refleja
externamente es la intimidacin del contrincante. Es algo reconocido que la apariencia
de total confianza en uno mismo suele ser rentable, tanto en los juegos como en las
negociaciones y en los conflictos entre las personas.
Un hecho curioso es que el talante de los deportistas se contagia a sus hinchas.
Numerosos estudios demuestran que los seguidores incondicionales se conectan
psicolgicamente a sus dolos, hasta el punto de que vindolos en accin experimentan
cambios de estado de nimo similares. Esto tambin ocurre fuera del deporte. En
situaciones intensas, en las que formamos parte de un grupo solidario y nos jugamos el
triunfo y el fracaso, la autoestima, el optimismo y la confianza en uno mismo se
transmiten y sincronizan entre los miembros del grupo.
Medicina
Es mejor encender una vela que maldecir la oscuridad.
Confucio, 500 a.C.
Los problemas de salud ponen a prueba nuestra visin favorable de la vida, pero
tambin iluminan la utilidad del optimismo. Estoy convencido de que el pensamiento
positivo es un requisito fundamental para cualquiera que est interesado en la prctica
de la medicina y sus diferentes ramas.
Si bien, personalmente, no creo que haya nada ms fascinante que el
funcionamiento del cuerpo humano, la tarea de los profesionales de la salud no es tanto
admirar las maravillas del organismo lozano sino auxiliar a personas que sufren fsica
y mentalmente los efectos de sus averas. Pocas condiciones provocan en las personas
sentimientos tan profundos y desconcertantes de vulnerabilidad, indefensin y angustia
como las enfermedades. Por ello, la natural compasin hacia el dolor ajeno y la
empatia, o capacidad de ponerse en las circunstancias de los dems, hacen que los
mdicos y sus colegas sanitarios inevitablemente sean conmocionados por el
contagioso estrs de sus pacientes. Bajo estas circunstancias, la perspectiva optimista
se convierte en un protector muy til.
Como he podido comprobar, todos o casi todos los hombres y mujeres que
decidimos un da dedicamos a la medicina descubrimos muy pronto los beneficios del
optimismo. Para empezar, durante los aos de aprendices necesitamos una buena dosis
de pensamiento positivo, pues somos angustiosamente conscientes del peaje penoso
que, como consecuencia de nuestra impericia, los enfermos se ven obligados a pagar.
Si bien los efectos secundarios de la inexperiencia de los mdicos novatos ataen a

todas las especialidades, quiz se hayan cuantificado ms en ciruga. Por ejemplo, las
estadsticas demuestran que cirujanos que se embarcan en una nueva tcnica -como
colecistectoma laparoscpica o extirpacin de la vescula biliar enferma mediante un
instrumento que se introduce en el abdomen travs de una pequea abertura- necesitan
operar por lo menos a treinta pacientes antes de alcanzar un nivel aceptable de
competencia profesional y un mnimo de complicaciones. Ante este panorama, los
mecanismos psicolgicos de defensa y las racionalizaciones optimistas son
imprescindibles para el cirujano principiante, y desde luego para el enfermo si es
consciente de su riesgo.
Es preciso ponerse en guardia contra los doctores que exultan un optimismo
ilusorio acerca de su verdadera competencia o una euforia imprudente en relacin con
remedios cuya eficacia no ha sido suficientemente probada, porque pueden ser
peligrosos. No pasa mucho tiempo sin que se publique alguna noticia sobre las
consecuencias desafortunadas de decisiones mdicas tan triunfalistas como insensatas.
La premisa de que la experiencia es la madre de la ciencia no es slo vlida en
el campo de la medicina, sino que tambin se aplica a muchas otras profesiones en las
que la prctica es la base del dominio del oficio -por ejemplo, pilotos, bomberos,
ingenieros, inversionistas, farmacuticos, arquitectos, abogados, policas o
conductores de vehculos-. En todas ellas, el necesario periodo de aprendizaje implica
un riesgo para el propio profesional y sobre todo para sus confiados clientes. Bajo
estas circunstancias, una buena receta es abundante pensamiento positivo junto con una
generosa racin de prudencia.
para mantener la eficacia profesional es importante que el mdico ponga en
perspectiva el sufrimiento del paciente, con el fin de mantener la objetividad necesaria
para evaluar con lucidez su condicin. Igualmente importante es que esta perspectiva
objetiva no obstaculice la capacidad del facultativo de transmitir al doliente su
confianza y su solidaridad para derrotar juntos al enemigo comn, la enfermedad.
Cuando la expectativa positiva del enfermo se complementa con la comunicacin
implcita de confianza por parte del mdico, la posibilidad de que el paciente responda
al tratamiento aumenta considerablemente. Esto se puso de manifiesto en un interesante
experimento llevado a cabo hace unos aos por el especialista estadounidense en dolor
Richard Gracely. Este investigador seleccion sesenta pacientes voluntarios a quienes
se les iba a extraer una muela del juicio, y les advirti de que para calmar el dolor
despus de la extraccin unos recibiran al azar un placebo y otros un calmante. Los
dentistas, sin embargo, fueron informados de que a los primeros treinta pacientes
deban recetarles un calmante y a los otros treinta un placebo, aunque no deberan
revelarlo. En realidad, sin que los dentistas ni los pacientes lo supieran, los sesenta
pacientes recibieron placebo. Al final del experimento, los primeros treinta pacientes,
a quienes los dentistas pensaban que haban recetado un analgsico, se sintieron mucho
ms aliviados del dolor que los otros treinta pacientes a quienes los doctores pensaban
que haban dispensado un placebo. Cuando los mdicos estn convencidos de que sus

tcnicas son eficaces y comunican esperanza a los pacientes, se unen las expectativas
positivas del mdico y del paciente y aumentan las posibilidades de mejora incluso en
respuesta a una sustancia inerte.
En nuestra era de nfasis en la alta tecnologa mdica los factores emocionales
son con demasiada frecuencia ignorados por los profesionales, a pesar de que su
impacto puede ser de vida o muerte. No faltan mdicos que miran la relacin entre la
mente y el cuerpo con escepticismo. Son doctores que opinan que animar y esperanzar
al paciente es irrelevante para la eficacia de la intervencin. Sostienen que,
independientemente de estos apoyos emocionales, la mayora de los enfermos consigue
mejorar gracias a los adelantos de la ciencia mdica. A estas actitudes hay que aadir
la influencia derrotista del ambiente de trabajo en sistemas sanitarios saturados y
agobiantes, materializado en la tirana de los horarios apretados, en las onerosas
regulaciones burocrticas, y en el antagonismo entre proveedores y clientes. Son
demasiados los doctores que se sienten atrapados y maltratados por el sistema
sanitario. Se consideran mal retribuidos, faltos de tiempo y de energa para hablar
sosegadamente con los enfermos a su cargo y transmitirles tranquilidad y confianza.
Otro beneficio de la disposicin optimista en medicina es que alimenta la
motivacin del mdico para tratar esperanzadamente a enfermos incurables o muy
graves. El talante optimista tambin ayuda a los especialistas en enfermedades de alta
mortalidad, por ejemplo los onclogos, a no caer en la desmoralizacin cuando los
resultados de sus intervenciones son previsiblemente pobres. El optimismo de estos
mdicos los protege del reparo natural a involucrarse emocional y profesionalmente
con enfermos de alto riesgo. Esto es positivo, pues la verdadera utilidad de los
mdicos se hace especialmente evidente cuando prestan sus servicios a pacientes, con
independencia de sus posibilidades de cura.
De hecho, una de las situaciones en las que la actitud positiva del mdico se pone
ms a prueba es ante los enfermos incurables. Por ejemplo, en la ltima dcada se ha
generalizado la conciencia de que es importante evitar la conspiracin de silencio,
disimulo y engao que a menudo rodea a estos pacientes. Como consecuencia, cada da
es ms comn que el mdico informe al enfermo del diagnstico. En esta situacin la
informacin ms beneficiosa es la que explica el problema de una forma clara,
equilibrada y completa, adems de incluir las opciones para tratar la dolencia e ir
acompaada de una actitud comprensiva, compasiva y esperanzadora.
Esto me hace recordar a Manuel, un buen amigo de mi edad que durante varios
meses estuvo aquejado de una tos muy rebelde. Un da me pidi que le acompaara a
una cita con el especialista para informarse del resultado de una biopsia de pulmn que
le haban hecho. Una vez en la consulta, el mdico le invit a sentarse y con voz
tranquila y firme que transmita afecto y certeza le dijo: Manuel, es cncer. Lo siento.
Pero tenemos suerte porque el tumor es an pequeo. Tengo un plan de tratamiento que
da buenos resultados en el 50 por ciento de los casos como el tuyo. Si te parece bien,
lucharemos juntos. Mi amigo, como era de esperar, tuvo que superar un doloroso

periodo de aturdimiento, rabia, desesperanza y miedo, pero no tard en recuperar las


ansias de vivir, lo que le motiv a participar con optimismo en un duro rgimen de
quimioterapia y a perseguir durante cuatro aos con tenacidad la curacin. Aunque
Manuel sucumbi finalmente ante el cncer, das antes de morir me confes que se
senta orgulloso de su lucha, y contento por haber logrado prolongar su vida. Sus
ltimos aos, me dijo, le haban dado la oportunidad de cerrar viejas heridas y
descubrir en l mismo fuerzas y cualidades que hasta entonces haban permanecido
ocultas.
Desafortunadamente, no faltan mdicos pesimistas que ante enfermos graves pasan
por alto las probabilidades, aunque mnimas, de sanar -que casi siempre las hay- y se
limitan a informarles del pronstico descorazonados Unos justifican su derrotismo con
su devocin a la verdad, otros dicen curarse en salud decididos a no crear en el
paciente expectativas de mejora que ellos consideran poco realistas, aunque en verdad
construyeron su pronstico seleccionando las bases ms pesimistas.
Es evidente que el optimismo es un ingrediente esencial de la buena prctica de la
medicina y dems disciplinas de la salud. Es un arte de palabras, sentimientos y
actitudes. El profesional lo expresa con confianza, nimo y solidaridad, lo que a su vez
provoca en el paciente seguridad, esperanza y motivacin para luchar contra la
enfermedad.
Cuando el optimismo es noticia
El verdadero optimismo slo brilla en las tragedias.
Madeleine LEngle, Una arruga en el tiempo, 1935
Los periodistas son profesionales de la informacin que se dedican a seleccionar
y difundir lo que es noticia. Entre las caractersticas de personalidad ms tiles para
ejercer esta profesin -algunas de las cuales, por cierto, tambin se aplican a los
psiquiatras- resaltan la curiosidad, el espritu inquisitivo, la atraccin por la novedad y
la aventura, la energa, el sentido del humor, la capacidad de escuchar, la tendencia a
disfrutar de los chismes o de ser cautivado por las conspiraciones, y el aguante ante las
contrariedades y las derrotas. Dado lo que ya sabemos sobre el optimismo, creo que no
hace falta ahondar en por qu el talante positivo es ventajoso a la hora de practicar con
xito este oficio. Slo quiero resaltar que, en mi experiencia con miembros muy
queridos de este gremio, he podido comprobar que los ingredientes del optimismo les
son especialmente valiosos a la hora de protegerse de los efectos estresantes de las
desgracias humanas que a menudo cubren.
Los expertos en comunicacin son muy conscientes de la proverbial fascinacin
que sentimos los seres humanos por las calamidades y desventuras que acosan a
nuestros compaeros de vida. Este conocimiento explica el hecho de que los medios
estn recordndonos da y noche los percances ms violentos y penosos que ocurren en

el mundo. En consecuencia, parece que pasamos ms tiempo amargados por las


noticias de desastres aberrantes y puntuales que celebrando los buenos momentos que
continuamente nos depara la vida.
Mientras pensaba sobre esta cuestin, se me ocurri que sera interesante explorar
el valor como noticia del optimismo. Con ayuda de un par de colegas, ambos expertos
en explorar el mundo a travs de internet, realizamos un anlisis de artculos
aparecidos en 2004, en una muestra de peridicos de varios pases de Occidente. Para
mi sorpresa, del 1 de enero al 31 de diciembre de ese ao el trmino optimismo
apareci en los diez diarios examinados un total de 6.619 ocasiones, y el trmino
pesimismo, 1.983, lo que supone un promedio tres veces mayor. En concreto, El
Pas imprimi optimismo 736 veces y pesimismo slo 218, en The New York Times el
optimismo gan al pesimismo por 834 a 132, en El Mundo por 1.576 a 609, en The
Washington Post el resultado fue 618 a 100, en ABC 595 a 154, en El Universal de
Mxico 424 a 70, en Le Monde 441 a 401, en Corriere Della Sera 63 a 14, en La
Vanguardia 752 a 212, y en La Nacin de Argentina 580 a 73.
Mi primera reaccin de extraeza se debi a que, segn las normas que parecen
gobernar la informacin periodstica, el optimismo, a simple vista, no cuenta como
noticia. Que yo sepa, hay dos reglas generales. Una es cualitativa y se basa en la
consabida premisa de que las buenas noticias no son noticia. La segunda es cuantitativa
y se fundamenta en la simple frmula de que a ms alta la probabilidad de que algo
ocurra, menos valor posee como noticia. Como hemos visto a lo largo de estas pginas,
la disposicin optimista es una cualidad positiva y frecuente del carcter de las
personas, aunque a veces pase desapercibida, por lo que no cumple con los preceptos
que dan prioridad en el noticiario a los eventos negativos o novedosos.
No hace mucho tropec inesperadamente con la clave que explica que la visin
optimista, pese a ser algo bueno y corriente, bajo ciertas condiciones, fascine a los
periodistas y a sus lectores. Me encontraba explicando a un grupo de estudiantes la
relacin que existe entre el temperamento de las personas y la esperanza de vida. Para
impresionarles, les ense varios estudios que demostraban que los jvenes
catalogados de pesimistas padecen mayor riesgo estadstico de muerte que los
optimistas. Sin embargo, ante estos interesantes datos mis alumnos se mantuvieron
impasibles. No vean nada inslito ni sugestivo en el hecho de que el pesimismo
tuviese efectos txicos. Seguidamente les mostr otros artculos cientficos en los que
se revelaba que el temperamento optimista siempre mejora, y en muchos casos tambin
alarga, la vida de enfermos graves de corazn, de cncer, de esclerosis mltiple y de
sida. Estos artculos, por el contrario, s les llamaron mucho la atencin. Despus de
dialogar un buen rato, llegamos a la conclusin de que el optimismo fascina
especialmente y es noticia en circunstancias de adversidad.
Para verificar esta suposicin, les ped a mis amables colegas que haban
explorado los diarios en busca del trmino optimismo, que analizaran el contenido
de las noticias, con el fin de dilucidar el contexto en el que apareca. Su anlisis revel

dos datos interesantes. El primero fue que los periodistas utilizan el concepto de
optimismo mayoritariamente en las noticias de economa, de poltica y de deportes.
Estas tres actividades son muy dinmicas y pblicas, y tienen en comn la accin, el
rendimiento, el riesgo, la competitividad, la inseguridad, la vehemencia, la tenacidad,
la ambicin, los ganadores y los perdedores. Son escenarios de la vida en los que la
disposicin optimista de los protagonistas y sus seguidores juega un papel muy
importante en la situacin y en su desenlace. El segundo dato corrobor la sospecha de
que el optimismo es ms noticia en historias de contextos negativos. Concretamente,
mientras el 60 por ciento de los artculos sobre temas negativos contenan el vocablo
optimismo, slo el 40 por ciento de los que trataban eventos positivos lo incluan.
Quiz sta fuese la idea que movi a Stephen Jay Gould, profesor de
Antropologa de la Universidad de Harvard, a considerar que el optimismo es un arma
defensiva esencialmente trgica. Segn l, constituye un escudo eficaz pero de
ltimo recurso, pues solamente lo usamos cuando nos sentimos abrumados por
situaciones calamitosas que fuimos incapaces de prevenir.
Es posible que en 2004 las actitudes optimistas fueran ms noticia que las
pesimistas porque resplandecan en un planeta ensombrecido por las desgracias. Para
empezar, heredamos de 2003 una despiadada lista de calamidades: las mortferas
guerras revanchistas de Irak y Afganistn; los encarnizados ajustes de cuentas en
Oriente Prximo; el hundimiento por corrupcin de grandes empresas, como Enron,
Parmalat o WorldCom, que pulverizaron los ahorros de toda una vida de miles de
familias; las secuelas conmovedoras de los abusos sexuales perpetrados por cientos de
curas desalmados contra ms de 10.500 nios (slo en EE UU); o los efectos
devastadores del terremoto de Bam (Irn), en el que perecieron unas 30.000 personas.
Y nada ms comenzar 2004, el mundo fue convulsionado por nuevas atrocidades, como
la masacre terrorista en los trenes de cercanas de Madrid; la matanza de cientos de
almas inocentes por rebeldes en el sur de Tailandia y en Nigeria; las torturas a
prisioneros iraques indefensos por soldados estadounidenses; los asesinatos y
violaciones de cientos de miles de mujeres y nios por milicias en Sudn; los
huracanes Ivn y Charley, que desolaron los pueblos costeros de Cuba, Jamaica y
Florida; los cientos de nios asesinados por terroristas chechenos en un colegio de
Beslan; y el maremoto apocalptico en el golfo de Bengala que cinco das antes de
Nochevieja se cobr ms de 200.000 vidas en once pases del sureste de Asia.
Justamente en medio de esta abrumadora catstrofe, el 3 de enero de 2005,
periodistas en todo el mundo consideraron noticia e imprimieron el comentario que
haba hecho el da anterior Jan Egeland, coordinador de Naciones Unidas para la
ayuda a las vctimas del maremoto del ocano Indico, en relacin al progreso en los
esfuerzos
de socorro a los pases afectados: Las buenas noticias llegan cada hora. Hoy soy
ms optimista que ayer y mucho ms que anteayer respecto a que la comunidad global
ser capaz de enfrentarse a este enorme desafo.

Sospecho que las noticias de optimismo no slo sirven para iluminamos en las
tinieblas del dolor, la injusticia y la violencia, sino que constituyen el signo ms seguro
y esperanzador de que, una vez ms, la humanidad lograr superar la desventura.
Optimismo y adversidad
Pregunta: Con su extraordinaria erudicin, por qu se molesta en escribir libros
tan inteligibles sobre los misterios del universo?.
Stephen Hawking: Quiero que mis libros se vendan en los quioscos de los
aeropuertos.
P: Est usted siempre de tan buen humor?.
SH: La vida sera trgica si no fuese divertida.
P: Ahora en serio, cmo se mantiene optimista?.
SH: Mis expectativas se redujeron a cero cuando tena 21 aos. Desde entonces
todo en mi vida han sido pluses.
Deborah Solomon, Entrevista a Stephen Hawking, The New York Times, 12 de
diciembre de 2004
Nacido en Oxford, Inglaterra, en 1942, Stephen Hawking est considerado el
fsico terico ms importante de nuestro tiempo. A los 21 aos se vio afectado por
esclerosis lateral amiotrfca, una enfermedad incurable que destruye gradualmente las
neuronas motoras encargadas de controlar los msculos. Inmovilizado e incapaz de
hablar, se desplaza en una silla de ruedas y se comunica a travs de un ordenador
especial que dirige apretando un solo botn con una mano. Con este mtodo, Hawking
ha logrado dictar vanos libros de astrofsica, de fcil lectura, en los que explica las
principales leyes que gobiernan el cosmos.
La capacidad para resistir y superar calamidades se configura de atributos fsicos
y emocionales naturales. Los seres humanos tenemos una enorme aptitud para
ajustamos a las circunstancias y recuperamos emocionalmente de las derrotas. Son
muchas las vctimas de desastres que afirman que se conocen mejor como resultado de
su infortunio, se consideran mejores personas y valoran ms sus vidas. Con todo, hay
golpes ms fciles de asimilar y de poner en perspectiva que otros. Por ejemplo, es
ms sencillo encontrar sentido y aceptar la muerte de un abuelo de 86 aos que la de un
hijo de nueve.
No todas las personas gozan de la misma capacidad de recuperacin. Aparte del
papel que desempean los genes que heredamos y de nuestra manera de ser, la aptitud
para superar las desgracias depende tambin del significado que le demos a la
situacin que nos aflige y de nuestras expectativas. Por ejemplo, como consecuencia de
los espectaculares avances cientficos, tecnolgicos, sociales y polticos que han
experimentado muchos pases, especialmente de Occidente, cada da ms personas
mantienen altas perspectivas de seguridad, de controlar su entorno, de dirigir su

programa cotidiano y de vivir una vida completa y saludable. Pero precisamente por
ello tambin acusamos tanto los azotes inesperados y los sentimientos de incertidumbre
y vulnerabilidad.
Est ampliamente demostrado que las personas de temperamento optimista
superan mejor las adversidades que las pesimistas, desde dolencias graves hasta
cambios duros en sus vidas, como el divorcio, la bancarrota, el paro o la emigracin a
otro pas. La ventaja del optimismo ante la adversidad es independiente de la edad, el
sexo, la inteligencia, el nivel de formacin o los recursos econmicos. Los resultados
de cientos de estudios llevados a cabo en diferentes pases coinciden en que la
confianza en uno mismo, la capacidad de interpretar los sucesos de una forma positiva
y, sobre todo, la esperanza nos protegen de los efectos nocivos de los infortunios.
Los individuos optimistas confan ms en su capacidad para encontrar una
solucin que los pesimistas, por lo que perseveran con ms tesn. La sensacin de que
controlan las circunstancias tambin les ayuda a mantener el equilibrio emocional,
aunque en realidad el control sea muy limitado o incluso ficticio. La experta psicloga
Lisa Aspinwall ha demostrado que los hombres y mujeres optimistas se muestran ms
abiertos a buscar informacin sobre sucesos que les preocupan, y antes de tomar
decisiones importantes, sopesan tanto los aspectos positivos como los negativos,
mientras que los pesimistas se limitan a ver nicamente los aspectos negativos. Esta
tendencia es beneficiosa, porque el gran enemigo de muchas personas abrumadas por
las circunstancias no es tanto la gravedad de su situacin como sus temores aciagos
imaginarios. Como escribi el autor estadounidense Elbert Hubbard en El cuaderno de
notas (1927), Si los mayores placeres son los que nos figuramos, acurdense de que
sucede lo mismo con los peores disgustos. Adems, enterarse de qu es lo que
realmente ocurre y cul es la mejor forma de responder a la coyuntura ayuda a
mantener los pies sobre la tierra. Los peores avatares de la vida se hacen ms
llevaderos si uno cuenta con la perspectiva que da conocer sus causas, sus efectos y
sus remedios.
La extraversin es un rasgo ventajoso muy comn en las personalidades
optimistas. A travs de la palabra validamos lo que sentimos y nos desahogamos.
Conversar y expresar nuestras emociones es una forma saludable de organizar los
pensamientos y de aliviar la angustia o el miedo. Ante los retos ms penosos todos
necesitamos escuchamos en voz alta, ser escuchados, y recibir aliento de otras
personas. Las desdichas son para compartirlas. La unin y la conversacin con otros
estimulan el sentimiento de universalidad, la sensacin de que no soy el nico, y
animan a formular interpretaciones provechosas que alivian el estrs generado por las
calamidades.
La compaa amistosa nos provee adems de consuelo y seguridad y, con un poco
de suerte, saca a flote el sentido del humor. Este componente protector nos ayuda a
defendemos de la ansiedad y a resistir el abatimiento que producen las adversidades
prolongadas. Fue durante su terrible experiencia en el campo de concentracin cuando

Viktor E. Frankl se dio cuenta del efecto reparador del buen humor. El humor escribi- es una de las armas con las que el alma lucha por su supervivencia. Yo
mismo entren a un amigo que trabajaba a mi lado en el campo de concentracin a
inventarse cada da una historia divertida sobre algn incidente que pudiera suceder al
da siguiente de nuestra liberacin. Hoy est demostrado que el humor acta de
purgante con la fundn primordial de descargar la tensin emocional. Incluso el humor
negro alegra nuestra vida y la de las personas que nos rodean. Y si adems provoca en
nosotros el reflejo fascinante de la risa, nos ayuda a oxigenarnos fsica y
emocionalmente.
El ingrediente del optimismo ms eficaz en los momentos difciles es la
esperanza. En medio de privaciones y sufrimientos todos buscamos promesas de
alivio, de descanso y de curacin. Nos mantenemos animados gracias a que esperamos
que lo que nos aflige pasar. Hay personas que durante las crisis alimentan su
confianza con espiritualidad. La fe en un ms all seguro y placentero ayuda a
tolerar mejor el sufrimiento. Por eso, desde la antigedad la creencia en algo superior,
ya fuese divino, mgico, fsico o humano, ha florecido en todas las culturas,
particularmente en pocas penosas.
Tambin es verdad que la conciencia de caducidad empuja a mucha gente a luchar
por sobrevivir con una intensidad especial. En el mes de marzo de 2004, Eric
Lemarque, el famoso jugador francs de jockey sobre hielo de 34 aos, tuvo un
accidente y estuvo perdido durante una semana, malherido y con escaso abrigo en la
montaa helada Mammoth, en California. Al ser rescatado explic a los sorprendidos
socorristas: Para no rendirme soaba todas las noches que me rescataban, pensaba
una y otra vez que mi situacin era un simple juego de ordenador y en cualquier
momento alguien apretara el botn de reinicio y terminara.
La esperanza tambin es un arma que los lderes sociales pueden usar eficazmente
en coyunturas adversas. Un ejemplo es la lucha por la igualdad de derechos de la
minora de raza negra en Estados Unidos hace irnos cuarenta aos. El espritu
esperanzador de este movimiento masivo y pacfico se personific en su carismtico
lder Martin Luther King, Jr., y se propag a travs de sus conmovedoras palabras.
Quiz el discurso ms famoso fue el que pronunci el 28 de agosto de 1963, en la
manifestacin de protesta multitudinaria en Washington: Yo tengo un sueo Sueo
que un da esta nacin se levantar y vivir el verdadero significado de su credo:
Afirmamos que todos los hombres son creados iguales. Sueo que un da, en las
rojas colinas de Georgia, los hijos de los antiguos esclavos y los hijos de los antiguos
dueos de esclavos se sentarn juntos a la mesa de la hermandad. Sueo que un da mis
cuatro hijos vivirn en un pas donde no sern juzgados por el color de su piel, sino
por su carcter Esta es nuestra ilusin. Esta es la fe con la que esculpiremos la roca
de la esperanza en la montaa de la desesperacin. Con esta fe podremos trasformar el
sonido discordante de nuestra nacin en una hermosa sinfona de fraternidad.
Cinco aos ms tarde, King fue asesinado por un francotirador en el balcn de un

hotel de la ciudad de Memphis. Treinta aos despus, el apartheid, la poltica oficial


de segregacin racial en la Repblica Sudafricana fue abolida, y hoy las prcticas
discriminatorias racistas son universalmente condenadas y juzgadas inaceptables. Pese
a este avance reparador, el racismo y sus secuelas sociales, econmicas y de salud
pblica siguen siendo evidentes en Estados Unidos, en Europa y en la gran mayora de
los pueblos del mundo.
Otro aspecto positivo de la actitud optimista es que con el tiempo estimula a los
damnificados de las calamidades ms funestas a soltar amarras, a liberarse del rencor
y del papel de vctima, a pasar la pgina dolorosa de su autobiografa, retomar el timn
del barco de su vida, y perseguir con entusiasmo nuevas metas. Este proceso de
liberacin es adems bueno para la salud. Como demuestran los estudios ya
mencionados del psiclogo Fred Luskin y sus colegas, beneficia al corazn, a la
presin arterial, al sistema inmunolgico y reduce la tensin nerviosa.
Muchos adultos experimentan efectos beneficiosos a largo plazo despus de sufrir
traumas serios, desde enfermedades graves a desastres naturales, pasando por
accidentes, combates militares, agresiones, y prdida de seres queridos. Desde los
albores de la civilizacin se ha propagado la idea de que a travs de la adversidad se
puede obtener la recompensa. Quiz esta creencia sea el origen de la sentencia popular
de que no hay mal que por bien no venga, o del viejo proverbio chino, abundantes
beneficios esperan a quienes descubren el secreto de encontrar la oportunidad en la
crisis.
En una revisin de irnos cuarenta estudios cientficos recientes sobre los cambios
positivos que experimentan algunas personas despus de vivir una situacin traumtica,
los psiclogos de la Universidad de Warwick (Reino Unido), Alex Linley y Stephen
Joseph, llegaron a la conclusin de que existe un crecimiento postraumtico.
Igualmente, las investigaciones de Susan Nolen-Hoeksema, profesora de Psicologa de
la Universidad estadounidense de Michigan, y otros colegas, sobre los efectos de la
muerte de seres queridos, demuestran consistentemente que alrededor del 75 por ciento
de los familiares del difunto saca algo positivo de su dolorosa prdida. Todos
conocemos personas para quienes el proceso de duelo da lugar a algn cambio
saludable en su personalidad. Entre los beneficios ms frecuentes se encuentran el
fortalecimiento de las relaciones con los dems y la capacidad de ponerse en las
circunstancias de otros. Algunos descubren en ellos mismos facetas creativas o
altruistas que desconocan. Otros afirman que disfrutan ms que antes de las pequeas
cosas que ofrece el da a da.
En las dcadas que llevo estudiando el comportamiento humano he podido
comprobar que si uno observa y escucha con serenidad a sus compaeros de vida, es
fcil llegar a la conclusin de que abundan los hombres y las mujeres de cualquier
edad, estrato social y pas, que se inclinan a captar el lado positivo de las experiencias
pasadas y de las vicisitudes presentes, tienden a pensar que los problemas se
solucionarn, e incluso cuando son vctimas de penosos reveses extraen de ellos algn

provecho. Son personas que disfrutan del espectculo y las alegras que ofrece el
universo, se sienten razonablemente satisfechas, y declaran con sinceridad que la vida,
en su conjunto, merece la pena.
Este hecho no debera sorprender. Despus de todo, desde el amanecer de la
humanidad la fuerza del optimismo ha impulsado a los seres humanos a ejercer con
ilusin el arte del emparejamiento, a resistir con firmeza la adversidad, y a promover
el progreso y el bien comn. Por todo esto, el optimismo es un atributo natural muy
valioso, al que los genes encargados de la supervivencia de la especie no han tenido
ms remedio que proteger y conferir el tratamiento preferencial que se merece.
Entender el temperamento optimista, sus races, sus ingredientes y sus
aplicaciones es una tarea verdaderamente relevante. Y aprender a sentir y a razonar en
positivo es, con seguridad, una inversin rentable. Pienso as porque para desarrollar
al mximo las posibilidades de vivir sanos y contentos no slo hay que ganarle la
batalla a las enfermedades, sino que tambin es importante nutrir los rasgos saludables
de nuestra naturaleza y robustecer el sistema inmunolgico, encargado de protegemos
de las agresiones fsicas y mentales que sufrimos durante nuestro paso por el mundo.
Jons E. Salk, el bilogo neoyorquino que en 1952 descubri la vacuna contra el
mortfero virus de la poliomielitis, ensalz personalmente la importancia de fortalecer
las defensas naturales que nos amparan contra la desesperanza, la indolencia y el
fatalismo cuando a sus 70 aos afirm: Si hoy fuese yo un joven cientfico, seguira
trabajando en el campo de la microbiologa. Pero en lugar de vacunar a las personas
contra las infecciones, las inmunizara psicolgicamente para que resistan mejor los
males de la mente. Si yo hubiera estado entonces en presencia del doctor Salk, le
habra dicho que la vacuna ms eficaz es la fuerza del optimismo.
Labor de muchos
Nadie puede silbar solo una sinfona. Es necesaria una orquesta.
Halford E. Luccock, 365 ventanas, 1943
De despedida, queridos lectores, quiero deciros que, a diferencia de algunos
colegas que se inspiran en la soledad y eligen anotar sus pensamientos y emociones en
un ambiente de tranquilidad y recogimiento, yo prefiero hacerlo en compaa, a poder
ser en medio del bullicio de una comunidad curiosa e indulgente. Por eso, me
complace dar las gracias a un grupo de personas muy queridas que me han ayudado con
su estmulo y mltiples sugerencias en este proyecto. Sus nombres, siguiendo el
abecedario, son Paula Eagle, Mercedes Hervs, Isabel Piquer y Gustavo Valverde.
Tambin quiero expresar mi agradecimiento a Rebeca Gonzlez y a mi hijo Bruno por
analizar cientos de noticias sobre optimismo y pesimismo en diarios de diversos
pases. Igualmente, mi sentimiento de gratitud a Santos Lpez por sus consejos
editoriales y a mis otros amigos de la editorial Aguilar,

especialmente a mi editora, Ana Rosa Semprn, por darme su confianza y apoyo.


A mis apreciados colegas de la Fundacin La Caixa les agradezco la oportunidad
que me han brindado de participar en el desarrollo de novedosos y eficaces proyectos
sociales y de salud pblica. Programas como Aprender a vivir, Familias canguro,
Ciberaulas hospitalarias para nios internados, y La vida es cambio/ El cambio es
vida han sido para m una fuente muy rica de inspiracin. La razn es que el
denominador comn de todos ellos es la impresionante e inagotable carga de
entusiasmo, esperanza y optimismo que los mueve.
En un radio de influencia ms amplio, debo decir que he sido afortunado por
contar con las ondas refrescantes que emanan los neoyorquinos, un pueblo abierto y
generoso que hace casi cuatro dcadas me acogi sin conocerme -ni entenderme- y por
el que slo siento cario y gratitud. No creo que existan muchos rincones en el mundo
donde se pueda discurrir sobre el pensamiento positivo mejor que en Nueva York.
Despus de todo, esta urbe universal, apodada cariosamente por los msicos de jazz
del siglo pasado La Gran Manzana -por considerarla el escenario ideal para
inspirarse y expresar su arte-, es el paraso de las aspiraciones y las oportunidades, un
lugar nico donde la esperanza del buen futuro siempre entierra al mal pasado. A la
hora de investigar el optimismo, se puede pedir ms?

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22/01/2014

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