Freixedo, S - Mi Iglesia Duerme
Freixedo, S - Mi Iglesia Duerme
Freixedo, S - Mi Iglesia Duerme
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IPIR.-A.XYIIIDEJ,
INC.
DEDICATORIA
P R O L O G O A LA 9
EDICIN
Subud, Unity etc.) nos dice que el espritu humano no deja de buscar la manera de ponerse en
contacto con lo trascendente. Lo busca en muchas
ocasiones por caminos equivocados que no llevan
a fin ninguno, produciendo en los "fieles"
una
nueva desilusin.
" Pero, tal como dijo Cristo, "el que busca e n cuentra" (mat. 7 , 8 ) ; aunque aparentemente no o b tenga resultado ninguno en sus indagaciones en esta vida, su espritu se habr hecho acreedor a una
respuesta clara en el momento oportuno.
" El verdadero 'espritu religioso' radica mucho
ms en ese afn de superacin y de bsqueda de
lo trascendente, que en la mera admisin de un
credo conocido a medias y en la prctica
de
unos ritos superficiales."
Ojal que estas I meas les sirvan como punto de partida a muchos lectores para que se embarquen sin miedos en la gran aventura de buscar el origen y el destino de sus existencias.
San Juan
PUERTO RICO
1976
/
'
NOVENA EDICIN
Derechos reservados
por el Autor
INTRODUCCIN
Todo este libro no es ms que un esfuerzo por hacer comprender a los cristianos de buena fe la realidad de esta afirmacin; para animarlos a que, en lo que est en sus manos, frenen
este avanzar ciego y ayuden a poner a la Iglesia, por lo menos a
la Iglesia en la que ellos son ministros-sus familias, su trabajo,
su ambienteen el camino recto.
5
ca en pleno, al aprobar ciertos decretos, ha sentido por fin, oficialmente en sus manos, la sangre y el pus de las llagas de este
mundo. Los padres conciliares han hecho 1>ajar la mente de la
Iglesia de aquellas alturas olmpicas en las que durante los primeros siglos discuti sobre la persona, las naturalezas de Cristo, y todas las dems disputas cristolgicas y de aquellas otras
no menos abstrusas sobre la gracia y la justificacin del Concilio
de Trento, a los problemas no tan teolgicos pero s mucho
ms humanos de la superpoblacin, del hambre, de la emigracin, del coloniaje y de la injusticia social.
Sin embargo, el valor del Concilio no estuvo, para m, tanto en las cosas que me dijo, cuanto en el hecho de que me despert de una especie de sueo, me despert a la realidad de que
se poda pensar fuera del estrecho marco escolstico de la teologa tradicional, en el que fui formado, rgido, y en muchos aspectos, totalmente inadecuado para nuestros tiempos. Mi mente, desde entonces, comenz a expandirse y a vislumbrar nuevos
horizontes.
Han pasado unos cuantos aos ya desde el comienzo del
Concilio. Lgicamente uno debera creer que el panorama, a
estas alturas, habra cambiado bastante en la Iglesia; pero,
desgraciadamente, no es as. En una mirada de conjunto, la
Iglesia oficial sigue todava avanzando por el callejn sin salida
en que est metida. El panorama en las reuniones internacionales y en ciertas revistas de avanzada s est cambiando notablemente (lo mismo que ciertas innovaciones, practicadas las
ms de las veces al margen de la ley por cristianos desesperados al ver que las cosas no cambian), pero en la mayora de
las dicesis y parroquias el panorama oficial sigue siendo tan
cerrado como antes. La barca de Pedro est anclada. Nuestros
patrones de conducta, nuestra moral, nuestra concepcin de Iglesia, toda nuestra estructura eclesial, es, prcticamente, la misma de principios de siglo, y en muchos aspectos, la misma de
hace varios siglos. Nuestro catecismo est empezando a cambiar, pero nicamente en las mentes de los tcnicos y de los
que se han preocupado por este campo particular. Pero en las
8
/
Estados Unidos, por ejemplo, se escandalizan ante la violencia violenta practicada actualmente por los oprimidos, y
gritan a los cuatro vientos que no se puede tolerar la implantacin de la violencia en la vida de las naciones. Pero no caen
en la cuenta de que la violencia no es implantada ahora por
los oprimidos. La violencia suave, la violencia civilizada,
la implantaron ellos hace ya muchos aos; la institucionalizaron con leyes. Cuando se mata a uno de un disparo o cuando
se quema un establecimiento, se hace un acto de violencia violenta, ante el que fcilmente nos escandalizamos; pero cuando se impide, ao tras ao, votar a los negros, cuando no se
legisla para que los salarios dejen de ser unos salarios de hambre; cuando se hace la vista gorda ante la falta de viviendas y
se gasta ese dinero en obras suntuarias, cuando los gobiernos y
las clases pudientes prefieren ver a los indios analfabetos y
desnutridos, cuando los pobres no tienen cama en ningn hospital, cuando en las industrias se ganan cantidades fabulosas y
se escamotea despus el tributo fiscal, todos estos son actos
de violencia suave, hechos segn la ley. Actos que, por
ordinarios y por constitucionales, no escandalizan ya a nadie,
ni siquiera, muchas veces, a los mismos que los padecen. Es
una muerte lenta por envenenamiento en que las personas y los
pueblos no caen en la cuenta de que los estn matando poco a
poco. Sin embargo, esta violencia suave es mucho ms culpable que la otra, porque no va contra una persona o un establecimiento en particular, sino que va contra todo un pueblo, haciendo, no en un momento, sino a lo largo de los aos, miles y
miles de vctimas.
Los otros muchos que se van a escandalizar con este
libro, es hora ya de que se escandalicen con algo, a ver si as
salen de su burguesa espiritual, endulzada con comuniones y
anestesiada con limosnas a los pobres; a ver si as, al menos,
comienzan a pensar y a caer en la cuenta de la triste cosa en
que hemos convertido a la Iglesia de Jesucristo, que fu creada para ser luz de todos los hombres, y que se ha convertido en
penumbra para que unos pocos privilegiados duerman una tranquila siesta, y en tinieblas para la inmensa mayora del pueblo.
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fuerza. Pueblos cristianos son los que han abusado, por siglos,
de los pueblos atrasados, convirtindolos en sus colonias, sin
ayudarlos a progresar ms que en lo que les convena. Pueblos
cristianos son los que tienen acaparado, para una minora, el 80
por 100 de las riquezas del mundo. Pueblos cristianos son los
que editan y extienden por el mundo entero la pprnografa. Pueblos cristianos son los clientes, casi exclusivos, de las drogas
narcticas. Pueblos cristianos son los que, a lo largo de los aos,
han convertido la guerra en el ms criminal y ms lucrativo de
los negocios del orbe 4 . La practicamos entre nosotros, y se la
imponemos a los que no nos han hecho nada.
Ese es el gran escndalo que, por siglos, los cristianos
venimos dando a los pueblos no cristianos. Y por eso nos odian;
y por eso ni los chinos, ni los indios, ni los rabes, ni los pueblos negros de frica, paganos en su inmensa mayora, quieren
or el mensaje evanglico que algunos cristianos queremos predicarles. Ms de dos mil millones de hombres no quieren or
hablar de Cristo, porque los cristianos, con nuestros sistemas
criminales y nuestras vidas concretas, hemos desacreditado nuestra doctrina. Con qu desfachatez les vamos a predicar, despus de haberles robado, de haberlos golpeado, de haberlos colonizado, de haberlos hecho unos esclavos de nuestra economa? 'Qu bien nos podra repetir San Pablo: El nombre de
Cristo es blasfemado por vuestra causa!
Este pueblo de Dios, extendido por toda la tierra, no ha
comprendido que haba de ser el fermento de santidad en las
naciones en las que se halla inserto. No ha sabido reprimirse y
ha aullado con los lobos, ha balado con los corderos, ha bendecido las armas de los cesares, se ha aprovechado del cochino
dinero fruto de las esclavitudes econmicas y sociales, ha edificado teologas para justificar el acaparamiento de tierras y de
bienes, ha divinizado la propiedad. Se ha puesto al mismo nivel
ambiguo, por no decir ms, de las autoridades civiles y militares, satisfecho de llevar condecoraciones, galones y cinta4
Si el conflicto del Vietnam acabase repentinamente, supondra un
desastre econmico para miles de empresas en unas cuantas naciones.
jos que le ata"ban cual cadenas a un mundo pervertido. Ha deseado los apoyos, fuente de privilegios pronto considerados como
derechos. Ha inventado una pobreza que no es la de los pobres.
Se ha servido del dinero para establecer un poder triunfalista.
La lista de los adulterios del Pueblo de Dios se hara interminable 5.
Este es el escndalo que, en grande, hemos dado los cristianos: lo mismo los protestantes, que los ortodoxos, que los cat' lieos. Por eso no temo dar escndalo. El escndalo, en el mundo
cristiano, es una institucin; porque nuestras vidas, inconscientemente, al ser una grotesca caricatura del Evangelio, son un
completo escndalo. Y si nadie nunca da la voz de alarma corremos el peligro de seguir escandalizando al mundo y de seguir, aun inconscientemente, haciendo mofa en nuestra vida diaria y en nuestras instituciones, del Evangelio. Yo quiero ayudar,
con este modesto libro, a que despierten todos los que tienen
que despertar, sobre todo, aquellos que tienen ms responsabilidad. Porque los pueblos se pudren por la cabeza y por
eso hace falta hablarle claramente a la gente bien colocada
para que sacudan su modorra. Porque se est haciendo tarde...
A algunos podr parecerles que mis palabras contradicen
a las promesas de Jess de que estara con nosotros hasta el
fin de los tiempos e. Pero hay que caer en la cuenta que Jess
prometi sto de una manera general. No dijo que estara con
nosotros aqu o all. No dijo que su Iglesia tiene que estar
necesariamente en este pas o en el otro. No dijo que su Iglesia
haba de tener necesariamente la estructura actual. Y, por otra
parte, su Iglesia no es nicamente la jerarqua; su Iglesia es
todo el Pueblo de Dios, somos todos. Y bien puede pasar, que
a buena parte de la jerarqua, como le sucedi a la hebraica,
se le apague la lmpara entre las manos, sin que por ello salgan
fallidas las palabras de Jess. El Pueblo de Dios sostendr entonces la lmpara, como tantas veces en la historia ha sucedido.
Recordemos los cinco mil obispos que haba en el norte de
S
F. BERTRAND DUCLOS, O.F.M.: Los cristianos en la violencia. Nova
Terra. Barcelona, 1968. "
M 16, 18.
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i
CAPTULO I
LA IGLESIA Y SU MENSAJE
tos. Ese es el espritu que tiene que penetrar a este pueblo para
hacer de l el Pueblo de Dios, la Iglesia que Cristo quera.
Repitamos, pues, que la Iglesia es, o tiene que ser, un pueblo
cuya alma es Cristo.
Es esto lo que tienen en su mente la mayora de las gentes
cristianas cuando hablan de la Iglesia? Se dan cuenta de
que ellos son esa Iglesia? Se dan cuenta de que la Iglesia no
es la Santa Sede, ni siquiera un grupo de obispos, sino que es
todo el Pueblo de Dios obrando conforme al espritu de Cristo
que lo anima?
San Pablo nos habla del depsito de la fe en poder de
la Iglesia. Hemos tomado demasiado al pie de la letra la comparacin y tenemos en realidad el agua que salta hasta la vida
eterna 1 de que nos habl Jess, guardada como en un depsito, sin permitir que se derrame sobre el mundo. Al lado de
este recipiente, lleno de la gracia que nos regal Jess, est la
arena seca del mundo esperando por esa agua de gracia que
no le acaba de llegar porque nosotros la guardamos demasiado.
Cunto mejor sera que nosotros derramsemos esa agua sobre
la sedienta arena del mundo. Veramos cmo el agua iba desapareciendo. Pero desaparececa en realidad? No; estara all
oculta, empapando la arena y dndole capacidad germinal para
que puedan, en su seno, desarrollarse las semillas. Hoy por hoy,
el agua est en el depsito, conservndose a s misma pero
sin fecundar al mundo que est sediento de ella. Si la Iglesia
se derramase sobre el mundo, si los cristianos empaparan con su
mensaje vivido y predicado, todas las estruc uras de la sociedad,
la Iglesia dejara de tener aire triunfal que ahora tiene de gran
institucin, pero el mundo empezara a dar los frutos que ahora no da, precisamente, porque est seco. Por desgracia, hoy
hay muchos que no quieren que la Iglesia se derrame sobre el
mundo y pierda ese aire triunfal, porque lo consideran de la
esencia de ella, y hay muchos que se escandalizan al verla despojarse de esos prestigios y dignidades externas que tanto dao
le hacen. Y sin embargo, esa Iglesia humilde al servicio de los
1
22
Jn 4, 14.
CUAL ES EL MENSAJE
Cul es, en definitiva, el mensaje fundamental que la Iglesia tiene para presentarle a la humanidad? El mensaje es muy
sencillo, y, al mismo tiempo, de una trascendencia enorme.
Pero sucede con l lo mismo que con esas imgenes de los retablos barrocos: que es tal la ornamentacin del retablo, es tal la
abundancia de columnas salomnicas, de angelitos msicos, de
smbolos bblicos y de fronda vegetal, que a duras penas puede
uno ver cul es la imagen. Es tal el barroquismo de nuestro
dogma que a duras penas podemos distinguir lo esencial de lo
accidental, y, con frecuencia, en vez de venerar la imagen, estamos venerando una columna retorcida con formas humanas,
pensando que veneramos la imagen. En la mente de muchsimos cristianos, igual importancia tienen la devocin a Mara
que el infierno, que la presencia real de Cristo en la Eucarista,
el purgatorio, la Santsima Trinidad, o el poder del agua bendita. El primer error es atribuirles igual importancia. Y el segundo sera el creer que cualquiera de estas creencias es primaria
o fundamental en el mensaje de la Iglesia.
El mensaje fundamental que la Iglesia tiene para decirle a la
humanidad entera, es que el Creador que hizo la tierra con todas_ sus maravillas y con todos sus misterios, el Creador que
hizo el cosmos con toda su infinidad, ese mismo Creador, por
Su Voluntad, es Padre nuestro, y al serlo es la solucin al pri23
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La predicacin y la promulgacin del Evangelio constituyen una enorme tarea para la Iglesia y exigen, constantemente,
que recurra al lmite de sus fuerzas. Pero hasta el presente, la
Iglesia siempre se ha considerado a s misma un "depsito de
la fe" al que consideraba como una especie de tesoro al que
haba que guardar en la caja fuerte y al que haba que custodiar cuidadosamente con el resultado de que su enseanza adquiri un carcter transhistrico y absoluto, y que el Evangelio termin por interpretarse en modo tal que result asociado
a un perodo ya superado de la historia. La enseanza de la Iglesia marcha a destiempo con la edad moderna porque la forma
misma de la Iglesia es una supervivencia de pocas pasadas 4.
'Mt 7, 11.
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26
que nos llevara demasiado lejos. Pero, por supuesto, que la infalibilidad pontificia en lo que se refiera a costumbres es tan
limitada que a duras penas encontrar asidero para poderla aplicar.) En los ltimos siglos, la Iglesia, a travs de los Sumos Pontfices, ha hablado en poqusimas y muy solemnes ocasiones,
infaliblemente.
Ahora bien, admitido que una encclica no es infalible y que
por tanto puede estar equivocada, habr que ver qu autoridad
tiene la jerarqua para imponerla a las conciencias de los fieles.
No negamos que el Sumo Pontfice, y dgase en su tanto de los
obispos, tienen autoridad para exponer la doctrina y aun pedir
de sus subditos el asentimiento. Pero frente a este derecho inherente a su cargo, se alza, por .parte de los subditos, el derecho
a usar su propia inteligencia, que ser, en defintiva, el ltimo
juez para la admisin o no admisin de una doctrina. Si alguien
ve claramente como absurdo alguna doctrina sostenida por una
autoridad superior, est obligado a resistirse a admitirla, pues
de no hacerlo, estara traicionndose a s mismo al asentir a un
error. Eso es, en el fondo, lo que se llama libertad de conciencia, defendida por el ltimo decreto del Concilio Vaticano II.
Antes de pasar a ver si Ja doctrina de la Humanae vitae
es errnea o no, por lo menos para nuestros tiempos, convendra que examinramos qu nos dice la historia a propsito de
errores que los Papas puedan haber cometido cuando sin hablar
ex-ctedra defendieron en documentos solemnes doctrinas que
se referan a la fe o a las costumbres.
UN POCO DE HISTORIA
ciones, poner una lista de Papas que han cometido deslices doctrinales, ms o menos serios, en el desempeo de su ministerio.
Citemos slo aquellos que explcitamente ensearon o escribieron
cosas que, hoy por lo menos, no podemos admitir como verdades aunque nacieran de la buena fe y de un espritu piadoso y
celoso de la pureza de la doctrina: San Vctor I (189-199); San
Zsimo (417-418); Honorio I (625-638); Juan XXII (955964); Gregorio VII (1073-1085); Gregorio IX (1227-1241); Inocencio IV (1243-1254); Bonifacio VIH (1249-1303); Nicols V
(1447-1455); Calixto III (1455-1458); Po II (1458-1464); Sixto IV (1471-1484); Julio II (1503-1513); Paulo IV (1555-1559);
> Gregorio XVI (1831-1846); Po IX (1846-1878); Po X (19031914).
Indudablemente que si se hiciese un estudio a fondo se podran aadir a esta lista unos cuantos nombres ms de Papas
que han sostenido doctrinas que al paso de los tiempos han resultado ser ms o menos errneas. Sus errores variarn mucho:
desde el monotelismo en que cay Honorio (anatematizado y
condenado por su nombre en no menos de tres concilios generales), y desde la excomunin que San Vctor lanz contra la
Iglesia de Asia por celebrar errneamente la fiesta de la Pascua (excomunin que fue levantada inmediatamente por su sucesor), hasta las falsas enseanzas de Juan XXII acerca de la espera obligatoria de todos los justos para entrar en el reino de
los cielos hasta despus del juicio finalenseanza que fue reprobada con una definicin solemne por su inmediato sucesor
Benedicto XII, o las condenaciones en el syllabus de Po IX
y Po X de ciertos aspectos del modernismo que hoy son ya
autnticas manifestaciones del espritu moderno. Baste lo dicho
para caer en la cuenta de que los Papas, aun asistidos por el
Espritu Santo de una manera especial, distan mucho de ser infalibles en sus manifestaciones ordinarias de Magisterio.
Cuando una enseanza papal tiene contra s a gran parte
de la Iglesiay este es el caso que actualmente tratamoses
de todo punto necesario que cada uno use su inteligencia,
ayudada por la oracin, para ver el alcance y darle el verdadero
valor a las enseanzas pontificias. En otra parte de este libro decimos que es muy dudoso que la verdad pueda estar en una
sola persona aunque sta sea el jefe supremo, cuando todo el
cuerpo de la Iglesia se opone a semejante verdad. Ms tarde
veremos hasta qu punto el sentir de la Iglesia es comn en
cuanto al control de la natalidad. De lo que s estamos seguros
es de que la Iglesia no est indefensa ante el Papa y no se entrega con las manos atadas a la posible arbitrariedad de ningn
Sumo Pontfice. De hecho, oficialmente, se admite que un Papa
puede caer en hereja, y de ello es buena prueba el mismo Derecho cannico al admitir entre las causas por las que el Papa
puede perder su ministerio, es decir, sus plenos poderes de gobierno el hecho de caer en hereja. De la misma manera que la
Iglesia tiene la obligacin de mantener su unidad con el Papa,
el Papa est obligado a mantener su unin con la Iglesia. Kng
dice que un Papa que se separara, debido a un cisma, de la Iglesia Universal, perdera su ministerio. Un Papa que excomulgara
a la totalidad de la Iglesia, se excomulgara a s mismo de la
Iglesia. No sera a la Iglesia sino a l mismo a quien colocara
en la ilegalidad. No tenemos que olvidarnos nunca de que las
promesas del Seor y en defintiva todo Su Amor es para la
Iglesia universal y no para la persona del Papa, y en tanto es
para el Papa en cuanto ste lo har extensivo a toda la Iglesia,
de suerte que de no ser as, Dios preferir a toda la Iglesia por
encima de un Sumo Pontfice en particular. Surez ha escrito
muy clara y valientemente sobre todo este problema del enfrentamiento del Papa con la Iglesia. Dice que en un conflicto entre
la Iglesia universal y un Papa hereje, la Iglesia tiene perfectamente el poder, e incluso el deber, de oponerse a ese Papa, porque es totalmente inimaginable que la verdadera fe pueda estar
nunca presente en un slo miembro, es decir, en el Papa, mientras toda la Iglesia universal se encuentra en la hereja. Y nos
llega a decir que cuando el Concilio debe reunirse para un
asunto que atae de una manera especial al propio Papa, y ste
se opone de alguna manera a que se celebre, entonces el Concilio
podra convocarse ya sea por el Colegio de cardenales, ya sea
por el Episcopado unnime; y en el caso en que el Papa inten-
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tara un Concilio semejante, no sera necesario obedecerle, porque, en tal caso, actuara en nombre de su poder pastoral supremo en detrimento de la justicia y del bien comn 8.
Para ayudar a que salgan de su error todas aquellas almas
piadosas, pero ignorantes, que identifican omnmodamente la
persona del Sumo Pontfice con Dios, expondremos aqu unos
cuantos hechos histricos, que no por conocidos dejan de ser
verdad y de dar fuerza al argumento que ms tarde expondremos.
Atenindonos a los finales de^ siglo ix y todo el siglo x, el
siglo negro del papado, podemos presentar el siguiente cuadro
pontificio:
Mientras en el siglo xix hubo solamente seis Papas (y ocho
en el xvm) en el siglo x, debido al caos reinante y a las frecuentes deposiciones por la fuerza, el nmero de Papas legtimos lleg a veinticinco. En poco ms de un siglo murieron asesinados, por lo menos, siete Papas, y no precisamente como
mrtires, sino en venganza por abusos que haban cometido o
por ambiciones polticas de sus rivales. Cuatro de los Sumos Pontfices mandaron matar a sus inmediatos antecesores para subir
ellos al trono pontificio. Uno, el portugus Formoso, a pesar de
ser l muy recto, era tan odiado por su sucesor Esteban VI,
que fue desenterrado nueve meses despus de muerto, juzgado
corpore presente y declarado antipapa, fue arrastrado su cuerpo en putrefaccin por las calles de Roma y arrojado al Tiber.
Un Papa, Juan XI, hijo de los amores sacrilegos del Papa Sergio y de la diablica Marozia, lleg al trono pontificio porque
su madre hizo prender y luego morir por asfixia en el castillo
de Santngelo al Papa Juan X. Un nieto de esta misma mujer
fue impuesto en el trono pontificio; se llam Juan XII, fue electo cuando tena dieciocho aos y fue en extremo vicioso. Benedicto IX fue elegido cuando tena doce aos de edad. Bonifacio VII rob todo el oro y plata que pudo de los tesoros vati* De Fide Theologica, Diputatio X. De Sumo Pontfice, VI Opera
Omnia). Pars, 1858; pags. 12-317 y sigs.
canos y huy a Grecia donde vivi bastantes aos licenciosamente; cuando se le acab el dinero volvi a Roma, logr deponer y encarcelar al Papa entonces reinante, lo dej morir de
hambre en Santngelo y se proclam de nuevo Papa. Eran tales
sus desmanes que la turba se amotin, lo estrangul y lo arrastr desnudo por las calles de Roma. Gregorio VI fueadmitido por l mismoun Papa simonaco. Benedicto VI fue degollado en la crcel por el hermano del Papa anterior. Trece Papas no llegaron a estar en la Sede Pontificia un ao. Hubo aos
en que pasaron por la ctedra de San Pedro tres Papas distin
tos. Y todo esto en un solo siglo!.
Si bien es cierto que todos estos hechos hoy llenan de horror
a nuestra mentalidad civilizada, tan distante de los brbaros
mtodos de aquellas pocas, sin embargo, aunque con caracteres ms de acuerdo con su siglo, pero no menos nefastos para
la Iglesia (y un fruto de ello fue la escisin protestante), vemos
reaparecer este mismo espritu mundano en muchos Papas de
los siglos xv, xvi y xvn: Un lujo y una fastuosidad desmesuradas, costumbres nada austeras y un abierto politiqueo alrededor del trono. Pero justo es confesar que, entremezclados
con este tipo de Papas, haba entonces hombres grandes y santos
que llevaban la tiara con toda dignidad.
Lejos de mi el querer desprestigiar al papado, pero tambin
lejos de m una mente anglica que me impida ver la realidad
y perder la perspectiva histrica de las instituciones y personas
de este mundo. He querido hacer esta larga digresin para que
caigamos en la cuenta de que todos estos Papas, a los que tales cosas vemos haciendo y diciendo a lo largo de la historia,
no eran menos Papas que los nuestros actuales ni tenan menos
asistencia del Espritu Santo; ni obraban, muchos de ellos, con
menos reflexin y consejo antes de hacer y decir cosas que luego resultaban errneas o menos oportunas. Estamos muy seguros que un Paulo IV, hombre recto y extremadamente austero, no se lanz a la guerra contra Felipe II de Espaa, en
defensa de los Estados Pontificios, sino despus de un maduro
examen de las razones que le asistan. Pensando l que por ser
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la posesin por parte de la Santa Sede, de los Estados Pontificios, algo de derecho divino (primer error), era lgico el defenderlos por las armas (segundo error), y fcil el expulsar rpidamente de ellos al rey de Espaa (tercer error). La aplastante
derrota que el catlico rey de Espaa le infligi (por supuesto,
muy bien aconsejado por Melchor Cano, los dos Soto, y los mejores telogos de entonces), probablemente debi hacer sospechar al Papa, que la inspiracin del Espritu Santo no haba
estado muy acertada en este caso particular; y no slo eso,
sino que, probablemente, tuvo tambin el Papa su pequea
tentacin contra la Providencia de Dios al ver que Este se despreocupaba tanto de sus Estad*os dejando que se los arrebatase un intruso. Hoy, libres por completo de pasin, y juzgando la historia con ojos puramente crticos, vemos que se equivocaba Pablo IV al pensar que los Estados Pontificios eran
de derecho divino (error que tambin cometi explcitamente Po IX), vemos que obraba muy poco evanglicamente al lanzar hombres a la muerte por defender un pedazo de terreno, y
vemos, por fin, que la inspiracin que tuvo para el clculo
del resultado de la guerra deja al Espritu Santo muy mal parado como estratega. Si extremamos la inspiracin del Espritu
Santo en todos y cada uno de los actos y enseanzas de los
Sumos Pontfices, y si en cada una de sus disposiciones vemos
una asistencia especial de Cristo, estamos admitiendo algo muy
peligroso: No tendremos ms remedio que admitir que ni el
Espritu Santo ni Cristo han tenido, a lo largo de la historia,
un papel muy brillante como consejeros. Ah est toda la historia del papado y aun de la Iglesia para probarlo. No negamos
una asistencia especial, pero afirmamos que el margen de error
es todava muy grande, ya que Dios rige principalmente al mundo, incluida su Iglesia, a travs de las inteligencias de Jos hombres.
Con este marco histrico, podremos tratar ms libremente,
y a fondo, el debatido problema del contro artificial de la natalidad. Con el miedo subconsciente de caer en hereja o en pecado
mortal por no obedecer las directrices pontificias, y ms an
por oponerse pblicamente a ellas, no se puede discurrir tran34
PRENOTANDOS DE LA ENCCLICA
Examinemos con detencin la encclica. En uno de sus primeros prrafos nos habla el Papa de la competencia del Magisterio. Es un poco sintomtico que el Papa se haya preguntado
si el Magisterio tiene o no competencia sobre este asunto. Hasta ahora el Magisterio de la Iglesia haba sido poco escrupuloso
en este particular y haba dictaminado sobre muchos asuntos
sin preguntarse mucho si caan o no bajo su competencia 7.
Pero parece que los aos y el irreversible proceso de desacralizacin y secularizacin, le van enseando a la jerarqua de la
Iglesia a ser un poco ms circunspecta en cuanto al campo de
su competencia. Dice el Papa: Ningn fiel querr negar que
corresponde al Magisterio de la Iglesia el interpretar tambin la
ley moral natural. Es, en efecto, incontrovertible... que Jesucristo, al comunicar a Pedro y a sus apstoles la autoridad divina y al enviarlos a ensear a todas las gentes sus mandamientos, los constitua en custodios e intrpretes autnticos de
toda ley moral, es decir, no slo de la ley evanglica sino tambin de la natural, expresin de la voluntad de Dios, cuyo cumplimiento es igualmente necesario para salvarse.
Nosotros creemos que no es tan seguro que no haya ningn fiel que quiera negar competencia al Magisterio en esta
materia; si no de una manera absoluta, por lo menos no falta
quien le niegue competencia para imponer, bajo pena de pecado, disciplina ninguna en este campo. Es indudable que el matrimonio, con todos sus actos, tiene unas leyes internas acerca
de las cuales, si el Magisterio tiene cosas que decir, los hombres,
' ' El errneo aserto medieval Prima Sedes a nemine iudicatur (La
Santa Sede no es juzgada por nadie), tan presente en la mentalidad cannica eclesistica, lleg a hacerse funesto a lo largo de los siglos.
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36
ARGUMENTOS DE LA ENCCLICA
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Dt 25, 5 y sig.
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cuenta de que la estructura jerrquica, aprovechndose del mandato divino que ostenta y del temor sagrado que ste produce
en el pueblo, le ha ido, a lo largo de los siglos, con toda buena
voluntad, poniendo una camisa de fuerza a la inteligencia y aun
al espritu de los hombres. La Iglesia jerrquica se ha excedido
en la apreciacin de su responsabilidad y se ha convertido en
una madre dominante o superprotectora de sus hijos. En psiquiatra sabemos de sobra el triste papel que hacen en la vida
los hijos de tales madres: Nunca desarrollan una personalidad
definida, les aterra tomar decisiones, y se sienten perdidos cuando les falta el consejo o el apoyo de su madre. Ese es precisamente el estado de nimo colectivo del laicado en la Iglesia.
No es un fruto de esa milenaria superproteccin clerical y jerrrquica?
Decisiones como sta acerca de un asunto de importancia
secundaria, pero presentadas como importantes e impuestas adems como obligatorias de una manera oficial, son las que desacreditan el verdadero y fundamental mensaje que la Iglesia
tiene que darle al mundo, y que no tienen absolutamente nada
que ver con las pildoras. En las mentes de aquellos hombres
cristianos o noque ven claramente que la decisin es un
error, automtica y lgicamente se levantar la duda de si todo
lo dems que predica la Iglesia no ser un error. Ese es el precio de querer ponerle cadenas a la libertad de conciencia.
CAPTULO II
LEGALISMO
2 Cor 3, 6.
2 Cor 4, 15.
47
La ley estaba contra el sentido comn; y miles de hombres serios, al celebrar cada da el acto ms ntimo de sus relaciones
con Dios, tenan que soportar pacientey ridiculamentelas
molestias de tan engorroso apndice. Pero, por siglos, nadie se
atrevi con l porque la ley lo defenda. No es esto vergonzoso?
Est legislado el nmero de velas para cada una de las funciones litrgicas. Est legislado el nmero de inclinaciones, de
genuflexiones, de golpes de incensario, etc. Y hasta recuerdo
que mi profesor de liturgia me hizo hincapi en que cuando se
suban las gradas del altar, haba que comenzar siempre con el
pie derecho. No es esto una especie de brujera? No es esto
una prostitucin de la liturgia? 3.
* Para fundamentar lo que estamos diciendo y para entretenimiento
del lector, copiamos de un Manual de Liturgia muy conocido: Candeleros y velas: Los cahdeleros se colocan por partes iguales al lado de la
cruz (no en los lados del altar ni en las paredes) o sobre las gradas o sobre la mesa (o en los extremos de sta o cerca de los corporales). Prescribe el ceremonial que sean de la misma altura que el pie de la cruz
y que vayan disminuyendo por grados a medida que estn ms lejos de
ella en igual lnea; pero no ha de tomarse con todo rigor esta prescripcin. (Menos mal que se ve alguna gota de sentido comn !)... Pueden
ser de plata, bronce, cobre, latn, madera o de otra materia decente (!).
Los del tmulo sean slo de madera o hierro y no tengan otro uso.
Siempre deben excluirse los de metal ms precioso que el cliz. Estn
permitidos los candelabros huecos en su interior, provistos de un resorte
que empuja hacia arriba la vela; mas no puede tolerarse que se coloquen
a los lados del altar dos candelabros de siete mecheros al estilo mosaico. Cuando los candelabros no son dorados, se prohibe cubrirlos con
velo o funda durante la misa. El nmero de velas ha de s e : A) Siete en
la Misa Pontifical del obispo propio (no del administrador apostlico
temporal ni de los prelados inferiores) menos en la de rquiem y en las
Vsperas Pontificales. B) Seis en la misa solemne de las festividades (aunque se permiten ms si no se colocan en lnea recta). Cuatro en las de
los domingos y otros das menos solemnes (v. gr., dobles menores). Dos
en las fiestas simples y ferias de entreao. C) Cuatro en la cantada de
rquiem y ms de dos en las otras. D) Dos en la rezada (sin que le sea
lcito usar ms a los sacerdotes inferores al obispo). Todava continan
muchos prrafos regulando el rgimen candelario: por dnde se empieza para encenderlas y por dnde para apagarlas, y de qu materia
deben estar hechas, excepciones que se pueden hacer, proscripcin de la
luz elctrica en determinadas funciones, y, por fin, termina con la sabia
49
Todas estas mimiedades le parecern ridiculas a muchos lectores cultos, pero hay miles de cristianos para los que estas co- vsas tienen an importancia. Lo s animo a que reflexionen y acaben de caer en la cuenta que todas estas parvedades son excrecencias en nuestra Iglesia, son verrugas que le han salido con
el paso de los aos, y que tienen que sentirse libres, para, por
lo menos, protestar ante las autoridades de tantas y tantas pequeneces que aprisionan el espritu. Yo estoy seguro que hay
muchos sacerdotes que todava no se atreven a prescindir del
amito, aunque vivan en un pas tropical y se asfixien de calor
al decir la misa; que no se atreven a dejar de encender las velas
para el Sacrificio, aunque tengan razones para ello; que no se
atreven a dejar su Breviario, aunque lleguen tarde a casa, y
cansados, despus de trabajar todo un da para hacer la obra
del Seor; pesa sobre sus conciencias el terror del pecado mortal, porque desde su niez se les ha hecho ms hincapi en la
obligacin de la ley que en la libertad que da el amor y la entrega a sus hermanos.
Hay leyes en la -Iglesia que. por haberse entrometido a legislar lo ilegislable, por haber entrado en un terreno que no admite leyes, se han convertido en todo lo contrario de lo que
pretendan. Tomemos, por ejemplo, la ley del cumplimiento
pascual. Esta ley es un autntico certificado de dejuncin espiritual: el hombre que cumple estrictamente esta ley, est muerto espiritualmente. Imaginemos, por un momento, que hubiese
una ley que impusiese a los hijos la obligacin de darle un
beso a sus madres, por lo menos, una vez al ao. El hijo que
estrictamente cumpliese con esta ley. estaba, automticamente,
diciendo que no quera a su madre. Porque el beso es algo ilegislable; el beso nace del amor; no puede nacer de ninguna
ley. Y el unirse a Cristo en la Eucarista, si se hace por ley,
obligadamente, quiere decir que no se hace por amor, voluntaadmonicin de que en virtud del Decreto 4322cf. Ephem Lit, 28 (1914),
465, sg., las velas en las fiestas y procesiones tienen que ser blancas
y en la misa de oficio de difuntos y del tiempo de Adviento y Cuaresma y en los Maitines de tinieblas de Semana Santa, tienen que ser amarillas (!). Quin entiende toda esta jerga?
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LEYES MATRIMONIALES
Yo confieso que a lo largo de mi carrera sacerdotal he intervenido en unos cuantos casos matrimoniales en los que, sin
despreciar en manera alguna la legislacin general del matrimonio, he tenido que dejar un poco de lado las prescripciones
pequeas y temporales del Derecho cannico, por seguir la gran
ley del amor que es la fundamental en la Iglesia. Han acudido
a m matrimonios naturales con veinticinco aos de unin y
varios hijos procreados, matrimonios con incapacidad para la
cohabitacin, matrimonios uno de cuyos cnyuges haba sido
injustamente abandonado por el otro en un primer matrimonio,
matrimonios de sacerdotes hechos haca aos sin el debido permiso pero que cuando a m acudan tenan ya descendencia, matrimonios formal y cannicamente perfectos y al mismo tiempo perfectamente invlidos, por complicadsimas circunstancias,
etctera. En algunos de ellos proced un poco al margen de
la letra del legislador humano, pero completamente en lnea
con el espritu del legislador divino. Lo hice echndome sobre
mis hombros la responsabilidad de lo que haca y sin miedo ninguno a que el Legislador Grande me pudiese castigar por aquel
acto de caridad. (Tengo una idea de El mejor de la que tienen
muchos de los legisladores humanos.) Ms miedo le tena a las
autoridades guardadoras de la letra de la ley, y por eso todas
estas intervenciones tuvieron que ser hechas en secreto y nicamente en la presencia de Dios, que tiene ms validez que los
papeles de las cancilleras y oficinas a los que tanto valor
dan algunos. En algunos de estos casos se acudi a Roma varias
veces, se urgi una respuesta, en dos incluso se envi dinero
para ayudar a los trmites, se insisti en las cancilleras locales;
pero Roma dejaba1 pasar los aos sin dar respuesta alguna, como
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Yo me pregunto si la Iglesia no ha cado en el error de legislar, a lo largo de los siglos, demasiado ligeramente, y demasiado estrictamente, y aun a veces, demasiado cruelmente sobre
el amor humano, prescindiendo de la naturaleza humana. Sertillanges dice que Teologa Moral es la ciencia de lo que el
hombre debe ser, a partir de lo que es. Es cierto que en el
amor humano tiene que haber una regulacin, sobre todo para
defender los intereses de las personas honradas y que obran con
buena conciencia; y como en el amor humano tiene mucha parte el instinto y la pasin ciega, hay que legislar para que no se
conviertan las relaciones de los sexos, en un caos. Pero de eso
a legislar frreamente, sin caer en la cuenta de que el amor tiene
su propia ley, mucho ms fuerte que la ley positiva hecha poi
los hombres, hay una distancia enorme. Ciertamente la Iglesia
ha cado en el extremo de legislar demasiado racionalmente en
materias en las que est envuelto el corazn. Demasiado ecle
sisticamente en materias en las que hay que legislar ms
humanamente, ya que la pauta no la da la ley sino la naturaleza. Es cierto que hay una ley mucho ms profunda a la cual
la misma naturaleza se atiene. Pero esta ley no es ni mucho
menos la famosa ley natural en la cual se basan muchos legisladores para imponer leyes arbitrarias. El margen que esa
profunda ley inescapable nos da, es muy grande.
Dice Borgerd que, siendo el matrimonio, ante todo, un valor
humano, no hay una total concepcin catlica del matrimonio y de las relaciones sexuales. Que el matrimonio adopte esta
o aquella forma en determinada cultura, y lo mismo se diga de
las relaciones entre los novios, tpico del esquema cultural occidental, se deducir de esa idea humana determinada del matrimonio y de ese valor terreno mismo del que no debe estar
ausente el factor desconocido. La relacin ertica, la procreacin, la sexualidad, variarn en cada cultura, y con el paso de
los tiempos. As podemos llegar a una profundizacin del matrimonio en la marcha de la historia. Por eso es lamentable
que se cree en Roma una Comisin de Estudio de catlicos
para realizar, con base en todas las ciencias, un estudio de la
comunidad sexuai y del matrimonio. Amenaza as con conver5S
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Segn se nos ha enseado, un pecado grave, mortal, conlleva automticamente la pena del infierno. (La idea que los
catlicos tenemos del infierno, no es nada halagadora: un lugar en el cual uno es terriblemente atormentado con fuego y sin
esperanza ninguna de salir de l, porquey en ello se ha hecho
siempre mucho hincapi, las penas del infierno, son eternas.
En esto, los doctores, siguiendo la letra del Evangelio, cosa
que no hacen en otros pasajes evanglicos20, han sido constantes a travs de los siglos.) Pues bien, los moralistas de oficio
se han dado gusto haciendo microdistinciones sobre la calificacin moral de todas las acciones humanas. En los manuales de
Moral del seminario, leamos, por ejemplo, que un beso, aunque fuese en los labios (tolerantes que son algunos moralistas),
pero hecho de una manera superficial, podra no pasar de pecado leve. Pero un beso presionante, dado en los labios y
acompaado de alguna conmocin pasional, era pecado grave.
De modo que aqu, todo un infierno eterno con sus terribles
tormentos, dependa de una milimtrica dimensin labial, y dependa de una mayor o menor presin. Doctrina realmente impresionante. Y no estoy haciendo caricatura de la casustica
moral. La casustica moral es toda ella una caricatura de la Ley
de Dios. Yo no voy a discutir la moralidad o inmoralidad de
un beso apasionado, pero s creo que si ha habido en toda la
historia de la humanidad un beso con fuerza para mandar a alguien al infierno, ese fue nicamente el beso de Judas, y no
por ser un beso, sino por todas las pasiones de que iba preado.
Pero mi mente de cristiano filial, llena, no slo de un gran respeto, sino de un gran amor y de una gran idea de Dios, mi
Padre, no puede concebir que dos pobres mortales, por dejarse
arrastrar por la mutua inclinacin del uno al otro, cosa tan natural, puesta por el mismo Dios en el corazn de los seres hu-
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EL VERDADERO PECADO
que Dios es Padre, no tenemos ya que extraarnos de la locura de la Encarnacin. Es casi una consecuencia lgica de la
paternidad, por enorme que nos parezca. Un padre de verdad
est dispuesto a hacer cualquier cosa. Lo triste es que despus
de haber sentado esta maravillosa realidad en la base de nuestro dogma cristiano, las verdades subsiguienteso ms propiamente algunas de ellasson una negacin de esta primera
gran verdad. Cuando se nos haba ensanchado el alma al saber que tenemos un Padre grande que nos espera en la otra
vida, al seguir escuchando el mensaje de la Iglesia nos enteramos que Dios tiene un infierno para sepultarnos en fuego si
somos sorprendidos; si no creemos en esto o en aquello, si
dejamos de cumplir tal o cual ley creada por los hombres, si
nos detenemos en un mal pensamiento, cuando la naturaleza toda es tan inclinada a ello. Lgicamente uno se pregunta:
Es un verdadero Padre el que as procede? No pugna esta
manera de proceder con la increble generosidad de habernos
enviado a su Hijo? No ser que gentes con mente rigorista
han querido enmendarle la plana a Dios, proyectando en El
en sus leyestoda su estrechez de alma? No ser que los
tertulianos 22 han abundado en la Iglesia a lo largo de los siglos, ms de lo que creemos? Es un detalle muy significativo,
aunque pueda parecer casual, que haya sido precisamente el
Papa que cre la Inquisicin 2S el mismo que ms influencia ha
tenido para darle forma defintiva al Derecho cannico. No ha
sido ste, por aos, una verdadera Inquisicin para las conciencias de los cristianos?
DIOS CONTRADICINDOSE
UNA IGLESIA MENOS LEGALISTA
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El 23, 26-30.
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71
Ro
13. 8.
CAPTULO
III
DOGMATISMO
SACRAMENTALISMO FETICHISTA
74
Mt 23, 24.
Le 11, 43.
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M 5. 23, 24.
*M/ 25, 41-43.
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as, no tendr derecho a pedirle que practique los sacramentos. La Iglesia tendr que admitir, de seguir las cosas como van.
que cada da habr ms cristianos sin misa, como en tiempos de Jesucristo, que son verdaderos cristianos porque cumplen la seal que El dio de los suyos: se aman los unos a los
otros, se preocupan los unos por los otros. Y si no van a misa,
si no practican los sacramentos, es porque sus hermanos, los
cristianos buenos no se lo han enseado; no les han hecho
comprender que el perfeccionamiento de su vida honrada y la
unin con ese Cristo en quien ellos creen, se realiza de una manera ms ntima en los sacramentos, que ellos, sin culpa, desconocen.
QUE ES DOGMATISMO
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los subditos, sobre todo de aquellos dotados de una mayor sensibilidad comienza a sentir una inquietante y profunda angustia que puede llegar a convertirse en un infierno interno.
La Iglesia jerrquica ha cometido este pecado y lo sigue cometiendo en gran escala9. Los jerarcas, sobre todo, los jerarcas romanos, dan la impresin de que ellos solos en la Iglesia, son los que aman la ortodoxia, y los nicos que se preocupan sinceramente de la pureza de la fe. Los que sinceramente
y hasta con amor trabajan y se consumen por esclarecer muchos puntos oscuros en nuestra manera de concebir a Dios y a
la vida humana, son mirados, aparentemente, como asaltantes
e impugnadores del dogma. Cuntos investigadores que apuntaban direcciones que con el tiempo resultaron ortodoxas, pero
que cuando se iniciaban sonaban peligrosas para el pensamiento clsico, fueron obligados a callar, acallando al mismo
tiempo que a ellos al Espritu Santo! 10.
"Un ejemplo entre cientos: En 1948 el Santo Oficio emiti un mnitum recordndole a ciertos obispos, que impulsados de un genuino espritu ecumnico haban comenzado a dialogar cristianamente con los
hermanos separados, que se necesitaba permiso de la Santa Sede para
hacer lo que ellos estaban haciendo. El mnitum rezumaba legalismo y
estaba redactado de una manera puramente negativa de prohibicin, siendo su principal defecto la falta de confianza en los obispos, como si
stos no fuesen tambin responsables de cuidar de la pureza de la doctrina
en la Iglesia.
10
Entre muchos ejemplos que se podan poner, y por haberlo vivido
ms de cerca, recordamos a este particular el caso del eminente padre
Getino, O. P., autor de Del nmero de los que se condenan que fue
mandado retirar por los censores romanos. Su autor fue relegado al silencio y al retiro, y en l muri en Salamanca, con la ejemplaridad con
que siempre haba vivido. Cul fue la hereja de este hombre ejemplar?
Decir sencillamente que el nmero de los que se condenan no es tan
grande como lo que algunos Boanerges llenos de celo muy poco cristiano, predican. Por supuesto, hoy la doctrina del padre Getino aparece
mucho ms cristiana y an ms ortodoxa que la rigorista de sus censores.
Asimismo, a cabamos de ver publicado el libro de Antonio Rosmini:
Las cinco llagas de la Santa Iglesia. Este libro, junto con la buena fama
de su autor, fue puesto en el ndice en el 1843 y ha tenido que esperar
un largo siglo (!) para que el dogmatismo romano dejara de considerarlo como peligroso. El Concilio Vaticano II se ha encargado de rehabilitar indirectamente al autor. Pero iqu enorme injusticia, en nom-
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Podemos preguntarnos si n.o dedicamos demasiada atencin a frmulas de fe determinadas, a dogmas determinados del pasado. En su formulacin actual son marginales a la vida humana; ahora incluso pueden ser
herejas. Ocurre que el contenido y el horizonte de entonces y los de ahora son distintos. Por lo menos deberan ser traducidos a categoras de
este tiempo... La razn del mantenimiento de tales frmulas, no es a
menudo el culto a la letra?
La Iglesia seguramente necesita frmulas de fe an en este tiempo.
Pero preguntmonos: Semejante formulacin, no puede ser a menudo
un motivo de divisin innecesaria...? Adems, podemos preguntarnos si
una unidad semejante o semejante pretensin de posesin d,e la verdad,
son en verdad humanas y, por tanto, evanglicas. A una humanidad pluriforme debe corresponder una Iglesia pluriforme. Hacia una Iglesia ms
secular. H. Borgerd. Captulo V, pg. 196. Coleccin Hinnen Salamanca, 1968.
84
gos, es una gran realidad; ese hacer del pecado o del miedo al
pecado, el centro de toda la religin; ese insistir en la vida
en gracia, no por lo que la gracia significa de positivo y de
participacin en la vida de Dios y de nuestros hermanos, sino
porque, viviendo en gracia, estamos seguros de que no estamos
en pecado, y de que, por tanto, no caeremos en el infierno. Con
el infierno, tal como ha sido presentado hasta ahora, tienen
planteado un muy serio problema la exgesis y la teologa, y por
ende, el Magisterio de la Iglesia. La mente humana, actuando
con lgica, se resiste, cada vez ms, a admitir un castigo de tal
ndole que, parodiando las palabras de Jess, nosotros aun
siendo malos, no le daramos, no ya a nuestros hijos, pero ni
siquiera al ms malo de nuestros enemigos. Despus de habernos dicho que Dios es nuestro Padre, el dogma del infierno,
por lo menos tal como ha sido interpretada hasta ahora la letra del Evangelio, desentona bastante del conjunto y se hace
muy difcil de creer.
La resistencia de la mente humana al fuego eterno del infierno, no es cosa del siglo xx. Ya en los albores de la Iglesia,
un hombre en extremo inteligente, llamado Orgenes, invent
la teora de la apocatstasis o del retorno, segn la cual todas las criaturas se convertirn al bien sin excluir los condenados cuyos pecados sern purificados poco a poco, y cuyos
cuerpos resucitarn finalmente gloriosos. De suerte que un da
todo ser dar rendidas gracias al Creador y hasta el demonio
se asociar al himno de gratitud de toda la creacin.
El gran telogo San Gregorio de Nisa, simpatiz con esta
teora que no deja de tener su grandeza ni de recordarnos algo
de la concepcin paulina y teilhardiana del universo. Por supuesto que tal teora no tard en ser condenada por la jerarqua,
que entonces, con mucha razn, tena una hiperestesia por la
ortodoxia 17 .
17
A diecinueve siglos de distancia de Orgenes est Papini, que no
hace muchos aos rompi lanzas en contra del infierno y en favor de
Satans, en su famoso libro // Diavolo. En l dice: De u n tiempo a
esta parte hay aun en los mejores (cristianos) este sentimiento: no pueden aprobar ni la muerte de los herejes ni las penas eternas de los pe-
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EL PECADO ORIGINAL
Hace falta hacer una teologa libre y sin trabas del pecado
original. El cuento de la manzana ya no se le puede predicar
a nadie, como tampoco se puede predicar que si uno no acepta
esta o aquella explicacin del pecado orginal, es reo del infierno.
Qu tiene que ver la fe en Jess, y el amor a los hombres, cosas que s son fundamentales en el cristianismo, con la admisin
de esta o aquella explicacin del pecado original? Por qu no
admitir, humilde y honradamente, que todo lo que se refiere
a los orgenes de la raza humana est, tambin para nosotros,
envuelto en el misterio? Tenemos los cristianos que dar explicacin de todo? No quiso el mismo Dios dejarnos cerrado
el misterio al narrrnoslo de una manera tan simple y tan ingenua, que a todas luces se ve que es un cuento para una humanidad nia?
cadores. Estos cristianos, que se hacen cada da ms cristianos, no niegan la existencia del infierno, pero creen y desean que quede despoblado, casi desierto. El calvinismo sangriento del 500 es hoy, para estas
alma amorosass, todo lo contrario: el infierno vaco y poblado el Paraso.
Ellos piensan que un Dios, verdaderamente Padre, no puede torturar
eternamente a sus hijos y sostienen que un Dios, todo Amor, no puede
negar eternamente su perdn ni siquiera a los ms impenitentes rebeldes.
La misericordia en el fin de los tiempos, deber tambin sobrepujar la
justicia. Y si esto no ocurriera deberamos pensar que el Padre mismo de
Cristo no es un. cristiano perfecto.
No pretendemos que estos sentimientos y estos pensamientos sean
aceptados hoy por la doctrina oficial de la Iglesia docente y, menos an,
pretendemos enmendarle la plana. Pero lo que no es lcito ensear como
verdad eterna y segura, puede y debe admitirse como una esperanza cristiana y humana. Los tratados de teologa seguirn diciendo que no a la
doctrina de la reconciliacin total y final, pero el corazn"que tiene
sus razones que no conoce la razn"seguir anhelando y esperando el
. En la escuela de Cristo hemos aprendido que, por encima de todo,
lo imposible puede ser credo.
El Amor Eternocuando todo se haya cumplido y expiadono podr negarse a s mismo ni siquiera delante del negro rostro del primer
Insurgente y del condenado ms antiguo.
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fundo y completamente renovado de la obediencia, ya que aquellos que no aceptan la totalidad de las tesis tradicional, no por
ello pertenecen menos a la fe catlica 2\
Estamos seguros que Cristo era del mismo espritu: Cuando
sus apstoles, con un exceso de celo vinieron a contarle cmo
le haban prohibido a aquel discpulo cismtico que siguiese
expulsando demonios en nombre de Jess, por la libre, el
Maestro les respondi: No se lo prohibis, porque ninguno
que haga milagros en nombre mo, podr ponerse enseguida a
hablar mal de m 25.
Entre una lista largusima de nombres que se podra aducir,
basten los de Kopernic, Darwin, Ticho Brahe, Galileo, Giordano
Bruno, Rosmini, Newman, Lammenais, Freud, Teilhard de Chardin. Todos estos han sido lumbreras de la humanidad; todos
estos, aun cometiendo errores, han avanzado un paso ms en el
conocimiento de la vida humana y de Dios. Y todos estos tuvieron
-que encontrarse con la suspicacia de las autoridades romanas y
de los telogos oficiales que preferan conservar, prohibir o
condenar, a buscar o a dejar que otros buscasen, con una mente libre. Unos sufrieron, nicamente, el que sus doctrinas y sus
hallazgos fuesen considerados peligrosos, pero otros sufrieron
explcitas condenas por parte de la Santa,Sede. Y uno se pregunta: Qu tiene que ver el estudio del subconsciente por parte
de Freud, o el evolucionismo de Darwin, o la constatacin hecha
por Kopernic y Galileo, de que la tierra no era el centro del
universo, qu tiene que ver todo eso con el sencillsimo mensaje del Amor que Cristo nos vino a traer al mundo? Por qu
la jerarqua de la Iglesia tiene que meterse en un campo del cual
Jesucristo no los ha hecho pastores? 2B. Sean humildes, y as
24
PAUL CHAUCHARD: Por un cristianismo sin mitos. Edit. Fontanella.
Barcelona, 1967.
25
Me 9, 37 y sig.
28
Hoy, por ejemplo, estamos muy lejos deadmitir lo que el gran Gregorio VII esmribira a Hermann, obispo de Metz: Si a la Sede Apostlica le compete por derecho divino dirimir los asuntos espirituales, qu
razn hay para que no entienda tambin en los temporales? Cristo instituy al apstol Pedro, prncipe de los reinos del mundo. Y estamos
-3 2 Tim 2, 9.
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<->0
cia inventada por vosotros mismos. Y por este estilo hacis muchas otras cosas 29.
En vez de haber condenado al or decir que la tierra daba
vueltas alrededor del sol, los telogos oficiales deberan haber
profundizado seriamente y con espritu de fe en las consecuencias de tan gran descubrimiento; con un poco de humildad se
hubiesen sonredo ante su infantilidad al creer que este diminuto planeta era la obra maestra de Dios; en vez de ir contra
la fe, el hallazgo cientfico les hubiese agrandado infinitamente la idea de Dios Creador 30. Me imagino que a todos esos cien-
"Mc 7, 13.
" Diametralmente opuesto en apariencia, aunque obedeciendo en el
fondo a la misma razn, est el hecho del silencio de los telogos ante
la realidad ya innegable, de millones de astros habitados por seres racionales y de su cada vez mayor relacin con nosotros. Si no tuviramos el testimonio directo y personal de millares de personas responsables, nos bastara usar una frmula matemtica de clculo de probabilidad, o sencillamente el mero sentido comn para convencernos de que
es prcticamente imposible que nuestra pobre tierra sea, entre billones
de astros, el nico poblado y el ms avanzado. Desdice, en cierta manera, de la sabidura de Dios. Pues bien, lo mismo que en el siglo xvn
la jerarqua de la Iglesia, por haberse indebidamente metido a dogmatizar en un terreno y en unas materias que no le competan, conden una
teora que pona en peligro un falso dogma (que algn telogo metido
a astrnomo haba inventado), de la misma manera, hoy da, la vemos
silenciosa ante un problema que, siendo continuacin lgica del derrumbamiento del geocentrismo, tiene sin embargo, mucha mayor trascendencia teolgica. Hoy da, en pleno proceso de desacralizacin, Roma no se
atreve ya a condenar ligeramente ninguna teora cientfica, pero tampoco
la vemos admitir, de buena gana, descubrimientos y realidades que pugnan, aunque sea indirectamente, con su manera un poco provinciana de
concebir a Dios, a la vida humana y al cosmos. Apenas si descubrimos,
entre los telogos contemporneos, algunos balbuceos sobre esta interesantsima realidad, que dentro de pocos aos, crear un verdadero terremoto en la humanidad entera y en sus creencias religiosas.
Ver: J. CALDEAZZO, S. J.: A Pangalactic Christ. Continuum. Spring,
1968.
F. LYONNET: La redencin del Universo. Lumiere et Vie 148; 43-62
(1960).
J BUJANDA, S. J.: Astronoma y astros habitados. Razn y Fe Madrid, 1957.
92
<J3
tficos, que a lo largo de la historia han tenido que enfrentarse con alguna condenacin de los jerarcas, o por lo menos con
su falta de simpata, se les habr ocurrido lo mismo que a
Don Quijote de la Mancha al encontrarse con el cura de marras:
Sancho hermano, topado hemos con la Iglesia.
CAPTULO IV
LAICADO
do posteriormente fue nombrado cardenal, no era todava sacerdote; finalmente, aos ms tarde, fue nombrado Papa con el
nombre de Marcelo II, aunque su pontificado fue uno de los
ms breves de la historia, ya que slo dur veintids das. Todava un ejemplo ms singular de la participacin laical en una
de las estructuras ms importantes de la Iglesia, cuales son los
Concilios y los Snodos, nos la ofrece el hecho acaecido el
ao 963 en un Snodo romano celebrado en la iglesia de San
Pedro. En l, el emperador Otn, con la participacin del clero
y del pueblo, depuso de su cargo al Papa, el vicioso Juan XII,
e hizo elegir cannicamente a un laico de excelente reputacin
y costumbres llamado Len, que asumi el nombre de Len VIII.
Si los laicos han tenido, a lo largo de toda la historia de
la Iglesia, una participacin tan vital en una cosa de tanta importancia como los Snodos y Concilios, es natural que la hayan tenido mayor an en otras reas. Tomemos, por ejemplo, la
eleccin de entre medio del pueblo de aquellos* que iban a ser
promovidos para el ministerio (a ser ordenados de sacerdotes)
o a ser puestos al frente del Pueblo de Dios como obispos o
Sumos Pontfices. En cuanto a la eleccin de sacerdotes, por lo
que leemos en la historia de la Iglesia, la intervencin de los
laicos ha sido ms bien un abuso que una participacin. Durante toda la Edad Media, cuanto prncipe, duque, conde o seor
feudal tena en sus dominios ermitas, iglesias, santuarios o capellanas, y las solan tener en abundancia, se senta con derecho
a elegir a aquellos que iban a disfrutar de tales ttulos y prebendas. Y en la mayora de los casos, tales sacerdotes quedaban
ms al servicio de su seor que al servicio del Pueblo de Dios.
De aqu se siguieron, naturalmente, muchsimos males para la
Iglesia, al ser muy frecuentemente ordenados d sacerdotes, personas que distaban mucho de reunir las cualidades necesarias.
En cuanto a la participacin del laicado en la eleccin de
los Obispos, si no era tan influyente como en la de los sacerdotes, sin embargo distaba muchsimo de haber cado en el otro
extremo abusivo de la tofal pasividad que hoy padecemos. No
entraremos aqu en disquisicionesque por otro lado seran
interesantsimas-^sobre la eleccin por parte de Dios de aque97
96
los que han de ser sus ministros. En el libro de los Hechos '
vemos que los apstoles se valieron de un ingenuo sorteo para
ver a quien elega Dios. Gracias al Seor la Iglesia no ha seguido esta tradicin que hubiese resultado funesta (pero sin
embargo, s vemos cierta tendencia muy dudosa a seguir el
pensamiento ms profundo que lata detrs de aquel sorteo.)
Lo que la historia nos dice de una manera general es que
el sentir del pueblo era tenido muy en cuenta en cuanto a la
eleccin de obispos, y por su parte stds, una vez elegidos y
cuando eran lo que deban ser, tenan en mucho el parecer de
los laicos, sobre todo, de aquello^ que eran ms eminentes en la
sociedad. San Len I el Magno (440-461) resumi en una breve
frmula la razn por la que los laicos deberan intervenir en
la eleccin, no slo de los obispos, sino de los Sumos Pontfices:
Qui prefuturus est mnibus, ab mnibus eligatur: El que
ha de ser jefe de todos, que sea elegido por todos. Si este Papa,
uno de los grandes en toda la historia del papado, admite la intervencin de los laicos en la eleccin de la jerarqua, podemos
verla practicada en concreto en la eleccin de otro de los grandes Papas en toda la historia: el famoso Hildebrando, llamado Gregorio VII (1073-1085), gran reformador y creador de la
cristiandad romana. Prcticamente fue el pueblo el que lo eligi cuando, celebrndose en Letrn los funerales de Alejandro II, recin fallecido, repentinamente se oy un enorme clamoreo de la multitud que gritaba rtmicamente: Hildebrando,
Hildebrando. Los cardenales se reunieron y determinaron acceder a la peticin, casi frentica, del pueblo. Un cardenal sali
a uno de los balcones, y despus de proclamar el nombre de
Hildebrando, pregunt a la multitud: Placet vobis? Todo el
pueblo romano rugi: Placet!. Vultis eum?: Volumus!. Laudatis eum?: Laudamus!. (Os agrada?:
Nos agrada!. Lo queris?: Lo queremos!. Lo alabis?: Lo alabamos!). Hay en la historia innumerables ocasiones en que vemos.cmo no slo los nobles sino el pueblo,
fue el que sugiri o pidi o hasta exigi que fuese nombrado
obispo determinada persona.
1
98
Act 1, 21-26.
con una toma de conciencia por parte de los laicos de su urgente, irreemplazable e importantsimo papel, tanto en el seno
de la Iglesia como en el seno de la sociedad.
Al laico se le ha llamado, por siglos, en el Derecho cannico, el simple fiel. Con ms de simple que de fiel, a juzgar
por las funciones que se le permita desarrollar en el seno de la
Iglesia. El laicado es una vctima en la estructuracin actual de
la Iglesia. Y sin embargo, en un sentido, el laico es, fundamentalmente, la Iglesia. La jerarqua debe estar al servicio del laicado. Sin pueblo, no hacen falta lderes, y, naturalmente, es ms
importante el pueblo que los Hderes. Aunque la comparacin no
sea del todo aplicable a la Iglesia, Puebo de Dios, porque en
este caso el Lder Mximo vale ms que todo el pueblo junto,
sin embargo, prescindiendo de Cristo, es indudable que el laicado en s, por su nmero, y por ser cada uno de ellos un hijo
de Dios,tiene ms importancia que la jerarqua. Sin pueblo, la
jerarqua no tiene razn de ser. Sin jerarqua, Dios proveera
otros jerarcas sacados del mismo pueblo.
TIPOS DE LAICOS
a misa los domingos, que se sienten verdaderos cristianos, incluso que pertenecen a organizaciones de apostolado, que leen libros de religin, que frecuentan la Eucarista, que conocen a
sus prrocos, que colaboran en las colectas, etc., pero que, a
pesar de todas estas cualidades positivas, tienen las tpicas cualidades del infante, del hombre que no ha llegado todava a la
madurez, a la adultez.
Antes de seguir adelante, quiero dejar bien claro, repitiendo lo que dije anteriormente, que este tipo de laico es una vctima en la Iglesia. No es as por su propia voluntad. No ha permanecido por aos de aos en su infantilidad espiritual, por
culpa suya, sino porque no lo dejaron crecer, no le dieron oportunidad a que aprendiese, a que se hiciese un adulto en la Iglesia 2. Lo paternalizaron, no tuvieron fe en l, no le dieron ninguna responsabilidad seria por el injustsimo prejuicio de que
l no est preparado, porque, por tradicinuna vez ms la
falsa tradicin, l nunca ha desempeado tales o cuales funciones en la Iglesia. Y ah lo tenemos, a los cuarenta, a los cincuenta, a los sesenta aos, cuando a ]o mejor ha organizado
grandes empresas en la vida civil, cuando ha manejado cientos
de miles de dlares, cuando ha sido capaz de levantar toda una
famila y hacer de sus hijos unos profesionales, ah lo tenemos
hecho un infante en la Iglesia, dispuesto siempre a obedecer en
cualquier cosa, con tal que esa cosa no exceda los lmites de los
libros de cuentas de su asociacin piadosa, o la prdica sencilla
en una capilla de barrio, o la arenga ardiente en algn retiro o
cursillo. Segn la clsica mentalidad en la Iglesia, tanto por
2
Un ndice de esto es la pasividad con que los laicos, segn el mismo rito, reciben la mayora de los sacramentos. Y entre ellos es curiossima la manera de comulgar: se les da el pan consagrado lo mismo que
se les da la papilla a los bebs. Recientemente, como una gran cosa, se
les ha permitido que digan amn, y los liturgistas han credo que eso
es ya una participacin, pero en cambio, no se les ha permitidosegn
comunicacin oficial de Romaque tomen la Sagrada Forma en sus
manos, y se den de comulgar a s mismos, cosa mucho ms lgica y natural. Parece que es pecadoun pecado msque ellos toquen, el Cuerpo de Cristo con unas manos que no han sido consagradas. Como si
todo su cuerpo no hubiese sido consagrado por el bautismo!
102
Pero sea como sea, es absolutamente necesario que el laicado despierte, que el laicado asuma su posicin en la Iglesia, y
caiga en la cuenta de que l, animado por el espritu de Cristo,
es, fundamentalmente, la Iglesia. Los sacerdotes tendrn que
dejar su puesto de privilegio diluidos entre la masa del Pueblo
de Dios, al servicio de ella. Los sacerdotes no pueden ser casta
aparte, y menos si es una casta dominante. La mentalidad moderna ya no tolera esto. Y el mismo sacerdote que es realmente moderno, tampoco lo puede tolerar; y de ah la crisis profunda
en que vivimos los sacerdotes que nos consideramos enraizados
en nuestro tiempo. En un mundo masificado, somos una casta
aparte. En un mundo que lucha por descubrir los valores de
esta vida, nosotros predicamos constantemente, los valores de la
otra vida. En un mundo que quiere, rectamente, encontrar a
Dios ya aqu en la tierra, nosotros le decimos que este mundo
es malo, que hay que renunciar a l, y que para ver a Dios hay
que esperar al cielo.
No se puede negar que en algunos pases los laicos estn
despertando aprisa y estn organizndose bien. Pero temo que
en muchos otros, el despertar de los laicos va demasiado lento.
Y es de extrema urgencia que los laicos despierten porque en
este mundo nuestro, tan atractivo, tan complejo, tan tenso, la
Iglesia oficial ha perdido su atraccin. En otros tiempos, y todava en muchos lugares subdesarrollados, la Iglesia es el'-centro
de vida y de atraccin: donde se dan las ceremonias vistosas,
la que organiza las fiestas, la que rene la gente, en una palabra, la que atrae al pueblo pobre. Pero en el mundo urbano, la
Iglesia ya no tiene poder para atraer la imaginacin del pueblo.
Hay mil cosas organizadas explcitamente para eso. Y peor todava si la cara de 5 Iglesia se ha tornado demasiado seria o
anticuada. Con muchsima frecuencia me sucede preguntarle a
alguien a qu parroquia pertenece, y no tener l la menor idea
de cul es su parroquia. Con frecuencia me ha sucedido, sobre
todo, en los suburbios de las grandes ciudades, preguntarle a
personas que estn en los balcones de sus casas, dnde est la
parroquia del barrio, y a pesar de estar su casa a un* corta
distancia de ella, ellos no saben decir dnde est; porque la
misma palabra parroquia suena extraa en sus odos. Es una
institucin con la que no tienen relaciones. Los concursos por
radio, la televisin, los deportes, los centros comunales, los partidos polticos, los atraen mucho ms. En un mundo as, los
medios de evangelizacin tradicionales que la Iglesia tiene, son
los propios sacerdotes, o estn dirigidos por los sacerdotes. Pero
esos medios son ya completamente inadecuados para las necesidades; esos medios, en muchas ocasiones, se limitan a esperar
a que la gente venga. Y la gente ya no v,fene. Eses medios no
se hacen or, no saben presentar- el contenido de la fe, no penetran en las casas, en una palabra, no llegan al pueblo. Y as,
poco a poco, las generaciones que estn creciendo van hacindose adultas sin conocer lo fundamental del Mensaje. Nuestros
barrios se van llenando de hombres y mujeres bautizados que
no tienen casi ningn contacto con la Iglesia institucional y que
no saben lo que significa pertenecer a la Iglesia.
Es cierto que el principal transmisor del mensaje cristiano
debera ser la familia. El padre o la madre, imbuidos de n verdadero espritu cristiano, son los ms gravemente obligados a
transmitirle ese espritu a sus hijos. Pero la realidad es que cada
da lo transmiten menos. En nuestras grandes ciudades, los ex
campesinos, hacinados en inmensos y horribles suburbios, a duras penas logran mantener ellos viva, dentro de s misma, la
llama de su fe. Es demasiado dura la lucha por la vida. Son
demasiados los malos ejemplos que reciben cada da, no slo
105
104
de sus convecinos, sino de los grandes de la sociedad. Es demasiada la ira que a veces tienen que contener en su corazn
al ver cmo una pequea parte privilegiada de la sociedad que
se dice cristiana, despilfarra y malbarata unos bienes materiaes, cuando ellos se sentiran felices si pudiesen disfrutar aunque
slo fuese de unas migajas de aquellos. Esos pobres campesinos, sin cultura y sin medios materiales, no pueden transmitir
la fe a sus hijos. No tienen tiempo, ni tienen humor para ello.
Y puede ser que sus sentimientos hacia la Iglesia se afecten
tambin, al ver cmo la Iglesia oficial est frecuentsimamente unida a esas castas de grandes y poderosos, que son los culpables de que l viva en el abanono y en la miseria. Los hijos
de los pobres, al ser enviados a la escuela laica en la que de
ordinario no se habla de Dios, y al no recibir tampoco de sus padres la llama de la fe, poco a poco van creciendo con el alma
vaca de Dios.
Por otra parte, en las familias de la clase media y alta, el
dominio de los bienes materiales, las comodidades, las frivolidades y el egosmo, van desarrollando un cierto espritu de
autosuficiencia y de soberbia, que empaa mucho el genuino
espritu cristiano. Y en este ambiente tienen que vivir miles y
miles de nios, que, aunque no pasan hambre en sus cuerpos,
tienen sin embargo, sus espritus anmicos al faltarles el Cristo
fortalecedor de sus almas.
Es curioso notar, y esto es fuente de errores al valorar el
cristianismo de los pueblos, que en estas familias y generaciones
que se van descristianizando paulatinamente, al lado de una ignorancia casi total de las verdades fundamentales del cristia^
nismo y de sus genuinos valores, hay un aprecio grande, que
tiene mucho de supersticioso, por novenas, devociones, imgenes, penitencias y promesas, que son restos de un autntico cristianismo de otras pocas, pero que, actualmente, se han convertido en un fetichismo, al no estar apoyados por el conocimiento y la entrega a un Cristo vivo y presente.
Un ejemplo de este espritu es el caso presenciado por el
autor en una nacin centroamericana. Estaba una tarde sentado
106
108
Urge, pues, que los laicos despierten, aunque slo sea por
espritu de conservacin, para que, de aqu a unos aos, cundo
no tengan prroco ni sacerdote amigo a quien correr a pedirle
un consejo en una situacin oscura, o a pedir consuelo en una
situacin triste, sepan ellos, maduramente, tomar sus resoluciones delante de Dios.
LAICOS ORDENADOS
Una de las razones ms fuertes para que los laicos despierten de su sueo es el hecho fie que tienen que irse preparando para cuando dentro de muy poco sean los que carguen con
el principal peso de la Iglesia y en concreto con la siempre
presente tarea de la evangelizacin y santificacin del Pueblo
de Dios y del mundo entero. Es mi firme creencia que dentro
de poco habr muchos ms sacerdotes de los que hay actualmente. Pero sern sacerdotes de otro tipo. No previamente sometidos a un proceso de deshumanizacin ni deformados
por una formacin que tiene tanto de positiva como de negativa. Sern sacerdotes mucho ms encarnados en el pueblo,
porque no slo sern entresacados del pueblo sino que seguirn perteneciendo a l y sintindose, no slo racionalmente
sino ontolgicamente, parte del pueblo. Vivirn en una casa
igual que las otras del barrio o de la urbanizacin, se ganarn
el pan en cualquier oficina, taller o bufete, igual que los dems
hombres, vestirn igual que los dems, y tendrn una familia
igual que los dems. Porque no est el problema en si en el
futuro se casan o no se casan los sacerdotes, como tantas veces
malamente se discute; el problema est en cundo la Santa
Sede, oyendo las voces del Pueblo de Dios y viendo las necesidades de la Iglesia, se decidir a ordenar a laicos que hayan
demostrado con sus vidas su real entrega a Cristo. Tardar la
Santa Sede ms o menos aos, pero la ordenacin de los laicos llegar, a no ser que nos queramos quedar sin sacerdotes.
Naturalmente, la seleccin de los que hayan de ser ordenados tendr que ser cuidadosa si no queremos encontrarnos con
un problema mayor an que el que tiene hoy da planteado la
110
Iglesia con los sacerdotes clibes. Por supuesto, no ser el criterio para elegir, ni la cultura, ni el apellido ilustre, ni la beatera, ni mucho menos la desahogada posicin econmica; se
escoger a aquellos que, con cultura o sin cultura, con dinero
o sin dinero, hayan demostrado con sus vidas que su entrega
a Cristo no es epidrmica. Hasta ahora se ordenaba de sacerdotes a los que asimilaban unas lecciones de teologa y filosofa
pero que a lo mejor no haban asimilado a Cristo internamente.
En el futuro se ordenar a aquellos que amen y se sacrifiquen
por su familia como Cristo ama y se sacrifica por su Iglesia,
que trabajan en su oficio y cumplen con sus amistades y en la
vida cvica con toda responsabilidad, como Cristo lo hubiese
hecho; en una palabra, se ordenar a aquellos quedescontando las debilidades humanassean unos Cristos vivos en su vida
diaria. Aunque se piense lo contrario, ni la teologa, ni la filosofa, ni la cultura pertenecen a la esencia del sacerdocio. Lo
que s es esencial al sacerdocio es el deseo de entrega a Cristo
y a nuestros hermanos los hombres.
La Iglesia no puede seguir privndose de esa enorme riqueza que hoy no aprovecha, cuando ms la necesita, al haber puesto esa clusula draconiana del celibato a las puertas
del sacerdocio. Hay miles y miles de laicos que .seran unos excelentes sacerdotes que vivificaran la Iglesia y que nicamente
no se deciden a serlo porque honradamente creen que no tienen
vocacin para la soltera. (La soltera produce a la larga un
trauma squico muy difcil de llevar para un hombre normal
que no haya recibido de Dios ese don especial que se requiere
para el celibato.)
El da no lejano en que haya miles de sacerdotes as, tendremos un Iglesia mucho ms autntica, y el mismo sentido de
Iglesia entre el pueblo, ser mucho ms profundo, al no verse
sta, en su mente, restringida a una jerarqua y un clero aparte,
con todas las malas consecuencias que esto acarrea. Habr un
pacerdote para cada calle o para cada grupo natural, que conocer a cada uno de los hermanos, los visitar y alentar en
sus tribulaciones, desarrollndose as unas comunidades ecle111
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1 Tim 5, 22.
113
sobrenatural y trascendente, pero abstracto, del clero, no convence sin el testimonio de una expresin concreta en la vida
privada y social, sobre todo social, de un mundo seglar.
El papel de una civilizacin cristianafruto del esfuerzo de
muchos cristianosconsistir en dar unos ideales a las actividades materiales, unos fines que sean naturalmente Recuerdo y constante exhortacin a una vocacin divina, consistir en imprimir en el conjunto del mundo tcnico unos fines evanglicos.
Si los laicos no logran dar el tono, el sentido y la orientacin a
los confusos movimientos que estn buscando una salidamovimientos sociales, nacionales, econmicos, artsticos, filosficosla Iglesia vivir an mucho tiempo de los restos de su
pasado, tal como sucede en Europa y en Latinoamrica, pero
al perder la direccin, ver cmo nace fuera de ella, un mundo
nuevo en el que el apostolado ser casi imposible y en el que
no tardar en aparecer la semilla de la discordia y de la autodestruccin.
Qu pena nos da, muchas veces, el ver laicos con talento,
dedicados a faenas puramente clericales o, peor an, sacristanapropone un cualquiera, porque no se trata de un terreno neutro donde
no basta tan slo con meternos entre la masa y ocupar el puesto que
otros nos sealen; otros, es decir, el mundo sin Cristo. En estas condiciones jams podremos evangelizar. El cristianismo no slo debe definir
los ltimos lines sino tambin los temporales del mundo, comprendiendo mejor el sentido actual del mundo presente, orientndolo hacia fines
temporales superiores a los que otros no cristianos puedan concebir. No
se trata de colaborar con un trabajo ya de antemano definido sino, ms
bien, de definir el trabajo y de llamar a los dems para que colaboren
en l. Pero para esto es preciso hallarse en condiciones de comprender
mejor que nadie, el movimiento del siglo presente, de darle nimos, de
inspirarlo de modo que los dems se sientan arrastrados y no cohibidos
y que esta atraccin sea como el prtico mismo de la conversin. Fue
as como domin el cristianismo al imperio romano, cuando se revel
como la nica fuerza moral capaz de hacerlo sobrevivir con un espritu
nuevo. El cristianismo le dio once siglos de vida en Oriente y lo hizo
trascender en Occidente a la civilizacin europea. Fue tambin as como
convirti a los pueblos germnicos, -y ser solamente as, como convertir a los pueblos y naciones del presente. JOSEPH COMBLIN: Ha fracasa-
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les, aptas para ser desempeadas por alguna viejita o un adolescente inexperto. Pero, por siglos, el laico no ha gozado de
ninguna autonoma en la Iglesia y por eso a duras penas comienza ahora a salirse, para su apostolado, de las penumbras
de la sacrista o de la sombra del templo. Y ya que ha salido
esta palabra, apostolado, hagamos alguna reflexin sobre ella.
Qu mal entendida es esta palabra y qu idea tan estrecha se tiene de ella! Para muchos, el apostolado es, nicamente,
llevar a uno a un retiro; lograr que vaya a misa el domingo, o
que haga su primera comunin, o que se case por la Iglesia,
o ensearle el catecismo. Este tipo de apostolado es bueno, indudablemente, pero no difiere del apostolado clerical, y no es
el apostolado especfico que se exige del laico sin que por ello
est excluido de l; antes al contrario, ojal que muchos laicos
practicasen ms este apostolado. Pero tenemos que ensanchar
el sentido de esta palabra. Hay muchas otras acciones de una
enorme trascendencia religiosa que se le exigen a un autntico
cristiano en el seno de la sociedad y que hechas con el amor fraterno que nos exige el Evangelio, deben ser consideradas como
un verdadero apostolado. Un edificio ncr slo lo constituyen los
soberbios artesonados o los mrmoles de la escalinata, sino tambin las masas informes de cemento que yacen sepultadas en los
cimientos. Dar de comer al que lo necesita, sea catlico o no sea
catlico, ayudar al que se ve en una necesidad, colaborar con
el vecino, pertenecer a un comit cvico, fomentar las cooperativas, todo esto, y cualquier cosa que pueda ayudar a mejorar
la vida de los hombres, hecha con un genuino espritu cristiano, es, en un sentido, una preparacin para el apostolado, y en
otro sentido, es un testimonio concreto de lo que es en s un
autntico cristiano que no predica con palabras, sino con obras.
Mucha gente cree que en cuanto sale de la sombra del
templo, en cuanto no practica un apostolado estrictamente eclesii, est perdiendo su tiempo; y le deja esas tareas, un poco
despectivamente llamadas cvicas, a los otros que no son tan
115
116
DEMASIADA OBEDIENCIA
Es urgente que los laicos despierten a sta su especfica responsabilidad en el mundo. Es preciso que los cristianos del futuro se distingan de los demri hombres no por sus creencias y
ritos especiales, sino por su excelencia en el modo de cumplir
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11
El que yo, sacerdote, desempee el cargo de coordinador del Apostolado de los Laicos, es una prueba ms de lo que estamos diciendo: lo
marginados que estn los laicos en las funciones un poco importantes de
la Iglesia, y el control casi absoluto que la jerarqua y el clero tienen
en la estructura ecWsial.
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CAPTULO V
SACERDOCIO
CRISIS SACERDOTAL
125
126
Me 12, 27.
i 28
spera, esconden verdaderos tesoros y son como una nueva Revelacin para sectores enteros de la sociedad. Y sin embargo
ellos los miran con suspicacia y no les prestan ayuda ninguna.
NTERES MATERIAL
1 Cor l, 17.
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DESINTERS ESPIRITUAL
10
11
No hay aqu contradiccin con lo que se dice en otras partes de
este libro sobre las escuelas parroquiales. No las critico omnmodamente
sino en lo que tienen de discriminatorias y en la manera de presentar la
religin.
" M / 10, 1-16.-
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136
138
giosos a la clase humilde de la que proceden, tiene que hacernos reflexionar muy seriamente.
AFN CONSTRUCTOR
139
to, los ladrillos han construido una pared entre ellos y su pueblo. Se les ha secado la fe.
Viendo a muchos sacerdotes construir el templo, nos viene
la tentacin de pensar en la mariposa que deja de volar para
construir su capullo, se encierra en l hermticamente y se aisla
de todo el mundo. Muchos sacerdotes, en cuanto acabaron la
construccin de su templo y de su casa parroquial, parece que
han logrado el fruto de todos sus anhelos, algo as como un
asilo a donde retirarse a una vida recogida. Se encierran en ella,
y si alguien quiere hablar con ellos, tienen que penetrar, a veces despus de llamar mucho, en ese semimisterioso recinto de
la casa parroquial. Ella y el templo, se convierten automticamente en el centro de la parroquia.
Conozco el caso de una comunidad religiosa que para construir el templo constituy Un comit el cual funcion bien mientras dur la construccin del mismo, pero una vez acabado ste
junto con la casa parroquial adjunta, el comit, falto de motivacin y de aliento por parte de los padres, se disolvi. Y nunca
ms se volvi a or hablar en aquella parroquia de aquel comit
ni de ningn otro, para nada. Qu haba sucedido? Que se haba
construido la iglesia, pero no se haba hecho Iglesia. Porque,
repitindolo una vez ms, la Iglesia real son los hombres que
andan por las calles y el templo es slo el saln que sirve para
que esos hombres se renan de vez en cuando. Pero por gran
desgracia, los sacerdotes no han llegado a descubrir totalmente
esta verdad y todo lo. hacen girar alrededor del templo y de su
propia casa. El que va al templo es un buen cristiano, el que
colabora con el templo tiene las bendiciones de Dios, el que ora
en el templo recibe ms gracias. Hace aos he llegado a esta
drstica conclusin: Si se hundieran todos los templos del mundo, la verdadera y autntica Iglesia de Cristo se librara de una
pesada carga que hoy gravita sobre sus hombros. La Iglesia se
aligerara y surgira, a los ojos del mundo, como lo que es, como
una fuerza espiritual, que aun sin templos, tiene poder para cambiar las vidas de las hombres y de la sociedad. Aparecera entonces el fermento con el que Cristo la compar, que metido
en la masa la haca fermentar toda, aparecera como la semi141
lia diminuta que pasa inadvertida, pero que llega a convertirse en rbol grande. Y, por el contrario, desaparecera en buena
parte ese aire externo de ser una institucin fuerte, rica y triunfal, algo as como un gran Banco de la religin o una casa de
seguros de Vida Eterna. Los cristianos de la incipiente Iglesia
de Roma, en peligro de muerte a cada instante, no tenan templos gloriosos sino que se reunan en cementerios y catacumbas; no haban edificado iglesias y sin embargo tenan una solidsima Iglesia espiritual, cuyo cemento era el Amor y contra
la que no pudieron nada todas las persecuciones de los emperadores. Aquella Iglesia sin templos, penetr en los grandes palacios y templos paganos y convirti a sus sacerdotes.
Nuestros cristianos entonces, al no tener el domingo un templo a dnde ir, ni dnde matar ese gusanito del escrpulo o de
la rutinamotivacin muy frecuentecomenzaran a pensar seriamente en qu consista su religin. Ahora se liberan de esa
obligacin yendo a misa. Al no poder entonces ir a misa nunca, empezaran a descubrir a Dios en el verdadero templo de
Dios que son sus propios corazones y lo buscaran entonces en
el trato con sus hermanos y con los sacerdotes, para vivificar
ese espritu que ellos sentiran dentro de su corazn. Es cierto
que el hundimiento de los templos traera tambin consecuencias negativas; por ejemplo, que muchos fueran olvidndose,
poco a poco, de la Iglesia. Pero preguntamos: De qu Iglesia
se olvidaran? De la Iglesia viva o del templo? Si se olvidasen
de sus hermanos, querra esto decir que el espritu de Cristo no
estaba all en su corazn, al no ser capaz de renacer entre las
cenizas del templo. Y qu haran entonces los sacerdotes? Me
temo que muchos caeran de nuevo en la tentacin de comenzar a buscar ladrillos y cemento. Pero muchos otros, sobre todo
si los jerarcas los ayudasen, se aprovecharan de la circunstancia para comenzar una pastoral completamente nueva; para
mezclarse ms con sus hermanos; para saber descubrir cules
son concretamente sus vidas reales y, sobre todo, para conocer
ms las muchas miserias por las que tienen que pasar pantos feligreses. Celebraran misa en sus casas, se sentaran al\lado de
las cabeceras de los enfermos por ms tiempo y con ms fre142
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por irse? Sienten que la misa, por haberse convertido desgraciadamente en algo mtico, en algo ritual misterioso, a lo que
tan alrgicos somos los hombres del siglo xx, tiene el mismo
poder centrfugo que tenan las misas primitivas, pero de un
signo totalmente opuesto.
VOCACIONES AL SACERDOCIO
148
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deshumanizacin, y cuando llegaba al sacerdocio, estaba ya marcado para toda la vida. Cristo en cambio, para redimir a la humanidad se hizo hombre y se port como hombre real. Por
qu el sacerdote, para perpetuar esta redencin tiene que deshumanizarse? Por qu tiene que apartarse de los hombres,
vestirse desigual a los hombres, tener un lenguaje diferente de
los hombres, no frec-entar los lugares normales de los hombres,
no tener una familia como los dems hombres y estar siempre
sobre s para que en sus acciones de cada da, no aparezca el
hombre?
Aparte de esto, la atraccin que los sacerdotes adultos o de
edad madura puedan ejercer sobre los jvenes, es muy dudosa.
Antes, el sacerdote se presentaba como un hombre importante en la sociedad. Hoy hay muchos que le disputan esa posicin
y en r cuchas sociedades es positivamente rechazado. Antes el
sacerdote se presentaba con una aureola de ciencia ante un
pueblo semi-analfabeto; hoy da el sacerdote sabe muy poco de
las tcnicas modernas. Y aun en cuanto a teologa, hay laicos,
que conocen la teologa moderna mejor que muchos sacerdotes
que no leen. Hoy, el sacerdote es un hombre de templo, dotado nicamente de poderes mgicos. Y lo mgico, el misterio, cada vez es menos admitido por el hambre racionalizador del siglo xx.
Adems, precisamente por todas estas circunstancias que
hemos ido diciendo, hay demasiados sacerdotes amargados, speros, de mal trato. No somos ejemplo de paciencia, ni de caridad, ni de oracin, ni de desinters, ni de vida pobre y sacrificada. Somos hombres con poderes espirituales y, caricaturizando un poco, somos sargentos de una gran organizacin que
es tan temida como amada. Hay, desgraciadamente, muchos
ejemplos negativos entre los sacerdotes.' Con frecuencia se ven
.algunos que se limitan a esperar la hora de decir misa, o de or
confesiones, o de que algn feligrs venga a molestarlo. Muchos sacerdotes desarrollan toda su incolora actividad alrededor del templo. Pero la vida ya no gira alrededor del templo;
por tanto, esos sacerdotes estn girando alrededor de algo que
ya no es la vida de los hombres. Y tambin hay que admitir que,
153
EL CELIBATO
traco: En base a qu, se rehusara a la Iglesia latina del derecho a reservar su sacerdocio ministerial para quienes reconocen haber sentido el llamado divino al celibato? Creemos que
se le puede contestar: Ciertamente la Iglesia latina tiene, en
principio, el derecho a reservar el sacerdocio a los que tengan
el carisma del celibato; pero si lo hace, no tiene en el futuro
que extraarse de que no haya sacerdotes; lo que tendr que
hacer ser convencerse de si el celibato es en realidad el pricipal obstculo para la entrada de los jvenes al seminario. Y
no slo eso, sino que, si andando los aos, persistiese esa condicin y se viese ya claramente que era la causa principal para
la escasez de sacerdotes, entonces comenzaramos a pensar de
si en realidad la jerarqua tena el derecho de hacerle un tal
grave dao a la Iglesia entera, nicamente por querer conservar
una tradicin celibataria que es tan relativa en la Iglesia y
que ha sido tan mal guardada a lo largo de la historia.
Cierto tipo de laicos, archiconservadores, que actualmente horrorizados ante tantos cambios, piden al Espritu Santo todos
los das que la Iglesia no perezca, quisieran tener a los sacerdotes perennemente encerrados en sus conventos, vestidos siempre
con su sotana negra, como santitos de caramelo y siempre dispuestos a acudir prestamente cuando la abuelita se enferma, o
para animar con sus agudezas la velada familiar adornada con
chocolate. Este tipo de sacerdoteque por desgracia abunda
bastante todavaes la negacin del sacerdocio. Y este tipo de
cristiano, a quien le gusta ver a sacerdotes as, es la quintaesencia del egosmo y una caricatura del verdadero cristiano.
ramente que contra su voluntad racional. Entraron incorrectamente, aun salvando su mejor voluntad, en el seminario, y
aquel falso paso viene a repercutir quince, veinte o veinticinco
aos ms tarde. Cuando llegan a su mayora de edad descubren
que aquello en lo que ya estn, no es sencillamente para ellos.
Gracias a Dios que ya se ha puesto algn remedio a aquella falta de caridad y espritu materno que la Santa Sede por tantos
aos demostr, al negarles el pan y el agua al sacerdote que,
honradamente deca que no poda con su promesa. Una promesa que, en muchos casos, era de muy dudosa obligacin por
haber sido hecha en una minora de edad racional y afectiva.
La Santa Sede practic, durante siglos, con sus sacerdotes, el
extremoso principio de: O todo, o nada. O sacerdote de
Cristo o excomulgado. Como si el mismo Seor no hubiese institucionalizado el perdn en el medio de su Iglesia. Una vez
ms la frrea ley distaba muchsimo de aquel setenta veces
siete 20, o aquel yo tampoco te condeno 21. La Santa Sede
se mostraba rigorista y hasta vengativa. El sacerdote declaraba
su flaqueza y ella lo secularizaba, pero no lo liberaba del voto
de castidad, pudindolo hacer tan fcilmente. Lo forzaba a vivir clibe, exponindolo a muy graves tentaciones de rebelda.
Con mente legalista vea nicamente al hombre que, despus de
haber sido ms generoso que los dems, haba flaqueado y quera vivir sencillamente como los dems. Ella no saba de sus
luchas, de sus tormentos interiores. Sencillamente no tena fuerza para cumplir su palabra y ella lo condenaba. Qu lejos estaba de practicar aquello de que Cuando lo sepas todo, lo
perdonars todo. Pero, gracias a Dios, las cosas empiezan, solamente empiezan, a cambiar.
Otro tipo de sacerdotes que abandonan su sacerdocio es el de
aquellos que, mejor motivados, mejor preparados que la mayora de los otros, han descubierto que su personal contacto
con Cristo, y su Amor la Iglesia, los impulsan a tipos nuevos
de apostolado, que muchas veces chocan con el parecer de
los que mandan; pero ellos sienten claramente que ese es el tipo
20
21
Mt 18, 22.
Jn 8, 11.
161
de accin sacerdotal que los hombres les piden hoy. Y han luchado, se han afanado por ser sacerdotes de su tiempo; pero
se han encontrado con una gruesa pared de concreto; se han
encontrado con una rutina parroquial que los aprisiona, con
un prroco de mentalidad tridentina ", o con un obispo para
quien la prudencia es la ms grande de las virtudes, o sencillamente se han dado de bruces con el Derecho cannico. Y, despus de mucho forcejear e insistir, descubren que todava no hay
ambiente para ellos ni para sus mtodos, y se van defraudando, y quiera Dios que no amargando, para toda la vida. Y si
aadimos a esto el equivocado enfoque de la vida espiritual que
tan frecuentemente se da en los seminarios para los sacerdotes
que tienen que vivir la vida del mundo, y si todava aadimos
una impreparacin psquica para enfrentarse a la vida actual
que tiene un patrn de conducta tan diferente y una libertad tan
omnmoda, no es de extraar que sea tan grande el nmero de
sacerdotes que abandonan el ministerio sacerdotal. Lgicamente hay que espararlo. Y como ya dijimos anteriormente, si las
cosas no cambian, y si especficamente los obispos siguen negando en su trato con los sacerdotes lo que les dijeron en la
ordenacin: Ya no te llamar siervo, sino amigo, en los prximos aos veremos verdaderas riadas de sacerdotes buscar, en
el estado laical, una paz de conciencia y aun un servicio de la
Iglesia, que no han podido lograr ejerciendo el sacerdocio. Podr parecer una paradoja, pero ser una realidad. Y entindase
bien,*sto no es una renuncia a la fe, esto no es una rebelin
contra la Autoridad, esto no es una prdida del amor a Cristo,
ni a la Iglesia. Y aun en la mayora de los casos, esto no es una
irresponsabilidad ni un incumplimiento de contrato. Para que
un contrato sea vlido, tiene que ser hecho libremente por ambas partes. Y no slo libremente, sino con un conocimiento
pleno de todas las clusulas. Y en este contrato (no hecho con
la Iglesia sino exclusivamente con la jerarquaporque gran
parte de la Iglesia, hoy da, no est de acuerdo con ese contrato) muchos jvenes no eran del todo conscientes; saban slo
22
La palabra tridentina np est aqu usada como derivaba de tridenteaunque podra estarlosino como derivada de Trento, lugar al
norte de Italia en donde se celebr el famoso Concilio de 1S4S a 1563.
162
superficialmente, lo que significa ser clibe toda la vida. Lo saban tericamente con su cabeza, pero no lo saban con todo su
ser. Y en muchsimos casos tambin se puede decir que es un
contrato hecho no libremente, sino sutilmente coaccionado, aun
con la mejor voluntad, por padres, superiores, bienhechores y
en muchas ocasiones, por una sociedad cerradamente tradicional ".
No desconozco los argumentos de Karl Rahner24 contra toda
esta manera de pensar, pero no me convencen. Creo que en este
particular, lo fenomenolgico est contra lo terico-mstico. La
renuncia real de la juventud a entrar en el seminario, es un
signo que hay que saber interpretar. Y, por otro lado, el deseo
de muchas parejas de laicos de entregarse por completo al apostolado, nos propone un interrogante al que tenemos que darle
respuesta.
Para terminar este captulo sobre los sacerdotes, y teniendo
a la vista lo que sucede en la archidicesis en que actualmente
resido, puedo decir, hablando en general y sin pecar de injusto,
que los sacerdotes duermen. No han cado en la cuenta de''los
profundsimos cambios sociales que desde hace unos aos estn
ocurriendo en el mundo. Cambios, no slo en las estructuras
externas de la sociedad, sino dentro de las conciencias de los
hombres. Siguen practicando, con unos pocos cambios superficiales, una pastoral vieja; siguen engolfados en una rutina parroquial que los tiene como ciegos a lo que est sucediendo a
su al ededor, con una gran cerrazn de ideas y, por lo general,
opuestos a las nuevas ideas que los podran salvar. Puede ser
que lo nieguen, pero su rutina niega sus negaciones. Siguen deleitndose con el tintineo de las monedas alrededor del altar;
tienen abandonada a la juventud masculina, especialmente a la
gran masa de jvenes trabajadores, y en particular, entre nosotros, vemos buena parte de ellos que practican, en su aposto23
163
lado parroquial, lo mismo que las religiosas en su labor docente, un colonialismo religioso, falto de respeto para el pas y totalmente intolerable.
Todava en un plano ms profundo, se podra decir que no
han cado en la cuenta del terremoto que est estremeciendo y
agrietando las creencias ms fundamentales de nuestra religin...
La autoridad y el Magisterio de la Iglesia; la misma Iglesia como
institucin; la prctica de los sacramentos; la Biblia como fuente y apoyo de la fe y como ndice de la voluntad de Dios; el
significado del sacerdocio; los alcances de la justicia divina; el
pecado orginal; la tica cristiana; el verdadero sentido de Cristo
y su Redencin, etc. No han cado en la cuenta de que cada vez
ms, los hombres, en el seno de una sociedad autnoma y desacralizada, se contentan con practicar los cinco sacramentos de
esta sociedad: trabajo, arte, ciencia, deporte y poltica, sin necesitar para nada las viejas creencias.
Con una problemtica tan profunda y con un liderato tan
superficial, podr la Iglesia-institucin mantener por mucho
tiempo su estructura externa? Y podr la Iglesia-sal mantener
por mucho tiempo su sabor?
CAPTULO VI
EPISCOPADO
Comenzaremos este captulo sobre la actividad episcopal, trayendo a la memoria unas muy serias palabras del profeta Ezequiel1:
... Y me fue dirigida la palabra de Yahv, diciendo: "Hijo
del hombre, profetiza contra los pastores de Israel, vaticina y
diles a los pastores: As habla el Seor Yahv: Ay de los
pastores de Israel que se han apacentado a s mismos! No es
el rebao al que deben apacentar los pastores? Os tomabais la
leche y os vestais de la lana, degollabais los cebados, pero no
apacentabais el rebao. No 'habis robustecido la res flaca, curado a la enferma, vendado a la herida, devuelto a la descarriada ni buscado a la perdida, sino que las habis avasallado con
violencia y crueldad. As se han dispersado faltas de pastor y
han venido a ser pasto de todas las fieras del campo. Dispersronse, pues, y ha errado mi ganado por todas las montaas
y por toda alta colina; por toda la superficie del pas se ha dispersado mi grey, sin que hubiese quien se cuidase de ella ni
quien la buscase. Por tanto, escuchad, pastores, la palabra de
Yahv: Vivo yo, declara el Seor Yahv, que por cuanto mi re'Ez 34, 1-11.
165
guno. Lo que no han hecho hasta hoy despus del empujn del
Concilio, tampoco lo harn en el futuro, por lo menos los que
hoy estn al frente de las dicesis. Si hasta ahora muchos de
ellos no han sido capaces de traducir los evidentes signos de los
tiempos en medio de los cuales tienen que vivir, y si hasta ahora
han convertido el paso vivo que traz el Concilio en sus documentos para un reavivamiento de la Iglesia, en un reumtico
paso de buey cansino, dudando cien veces antes de decidirse a
hacer una reforma urgente, y dejando que en la mayora de los
casos las cosas sigan arrastrndose como hasta ahora, no hay
grandes esperanzas de que las bellas cosas que han quedado
plasmadas en el papel, despus de la reuniln de Medelln las
conviertan en realidad.
Para m, una de las pruebas de la existencia del Espritu
Santo, consiste en que los obispos que ahora vemos en sus
dicesis respectivas aferrados a las tradiciones, y muertos de miedo ante los cambios que el Pueblo de Dios les exige a gritos,
fueron los mismos obispos que, forzados sutilmente de una manera misteriosa por ese mismo Espritu, aprobaron en el Concilio las bases para las ms grandes reformas de la Iglesia en
siglos. Por qu fueron entonces tan audaces, y hoy, en sus dicesis respectivas se muestran tan tmidps, tan inseguros y tan
desconfiado^ de Cristo?
No generalizo demasiado al decir que las reformas en la
mayora de las dicesis no han seguido el paso que deban, implicando con ello que un buen nmero de obispos son culpables de demorar este proceso de reforma urgente que hace falta
en la Iglesia. Ah estn los hechos para darme la razn.
ELECCIN DE OBISPOS
da. Si las normas para su eleccin han sido conservadoras, tendremos, no slo en Amrica, sino en el mundo entero, obispos
con un sello y una tendencia conservadora. Obispos que, para
que la Santa Sede se haya fijado en ellos, tienen que ser de una
especfica mentalidad, sobre todo, tienen que descollar en ciertas virtudes que hasta ahora le han arrebatado el corazn a
las congregaciones romanas. Virtudes que ya no son ni con
mucho las ms indicadas para regir una grey y que en algn
caso son contraproducentes. Este es el caso en nuestra Amrica. Los obispos han sido seleccionados con criterios que, tanto
el clero como el Pueblo de Dios, repudian cada da ms. La
fuerza del Espritu que brota desde abajo, ya se est haciendo
sentir para acabar con este viejo sistema de eleccin de los
obispos, que tantsimo dao le ha hecho a la Iglesia y que en
gran parte es el culpable del estancamiento en que ahora nos
encontramos. Ya comienza a haber obispos, gracias a Dios, en
cuya eleccin ha intervenido tambin el parecer del pueblo y
del clero. (Por supuesto que el derecho de entrometerse en la
eleccin de los obispos, que aun conservan tozudamente algunos gobiernos catolicsimos es totalmente inadmisible.)
Cmo se haca, hasta ahora, la eleccin de los obispos?
En realidad para un simple sacerdote, o para un laico, es casi
imposible decir exactamente cul era el proceso, porque estaba
todo l rodeado de misterio. Pero sin duda el personaje principal que mediaba en todo esto era el nuncio. Esa figura tpica
de nuestra actual estructura eclesistica, de la cual hablaremos
ms adelante. Nuncios y obispos, y a veces, sin gran participacin de stos, en concilibulos privados, fijaban su paternal mirada en algn sacerdote que reuniese ciertas cualidades. De ellas
la ms excelente era si tena grados romanos, si haba estudiado
en Roma, pues ello le daba como un sello de seguridad en la
doctrina, cosa a la que Roma ha mirado siempre con un celo
escrupuloso. Digamos de paso, que esa seguridad en la doctrina, hoy da, es una gran remora para desempear bien el
cargo de obispo. La doctrina ha sido vista hasta ahora por
Roma como algo esttico, algo que hay que conservar, no como
algo vivo, algo dinmico. Y lo que es vivo, cambia. Conserva
168
dentro la esencia de la vida, pero cambia en sus manifestaciones. Esa doctrina segura que muchos obispos tienen hoy en
la cabeza, es una doctrina que se ha quedado rancia, que tiene
mal sabor para el paladar del hombre de hoy. Pero, por lo menos, Roma tiene la seguridad de que tal hombre no va a decir
herejas. Y tan malo como decir una hereja es presentar la
palabra de Dios de una manera ininteligible o antiptica; es
matarla con el silencio, cuando necesariamente hay que hablar.
Otra de las cualidades esenciales que un candidato a obispo
tiene que tener es la prudencia. Pero, en nombre de esta prudencia se han cometido tales actos de cobarda, de traicin y de
falta de caridad, que la prudencia episcopal suena, en los odos
de muchos cristianos avanzados, como una mala palabra. Cuntos obispos no han callado por prudencia, cuando deberan
hablar y enfrentarse a los poderes pblicos, cuando deberan
acusar a los capitalistas rapaces, cuando deberan decirle que
no a los militares estranguladores del pueblo, lo mismo que San
Len Magno se piarlo delante de Atila y Genserico? La prudencia se ha convertido en muchsimas ocasiones en el manto
de la pusilanimidad. Con la prudencia se defiende el puesto,
porque muchas veces al hablar, al actuar en situaciones difciles, por las que tan frecuentemente pasan nuestros pueblos, uno
se expone a equivocarse, a que su nombre o sus palabras salten
a los titulares de los peridicos. Y esto puede ser que no guste
en Roma; puede ser que nuble su buena fama de pastor prudente. Y por eso es preferible callarse cobardemente, y que
Dios cuide de la justicia; y que Cristo venga, en persona a defender los derechos atropellados de sus hermanos. Su excelencia prudentemente se call.
Recuerdo una ocasin en que un obispo me deca: Hay que
tener mucho cuidado en no dar escndalo. Tenemos que ser
prudentes. Yo, traduca: Tengo miedo a decir lo que siento.
Qu imprudentemente obr Jess, cuando en pblico, y con
toda solemnidad, le preguntaron: Dinos, en nombre de Dios
yivo. Eres t el Hijo de Dios, o no? 2. Si el Seor no hubier e 14, 61.169
ra sido Dios, y hubiese tenido de consejeros en aquellos momentos a bastantes obispos que he conocido, seguramente hubiese escuchado este consejo: No digas nada, que te matan.
Diles que ms tarde hars un pronunciamiento. Pdeles tiempo
para reflexionar. Quiera Dios que alguno, al verle en tal aprieto, no le hubiese sugerido el mtodo que l personalmente practica cuando se ve en tales circunstancias: irse de vacaciones,
ausentarse. Pero Cristo fue imprudente, segn nuestras normas, y tajantemente dijo la verdad; haberse callado en aquellas circunstancias hubiera sido traicionar toda su Vida; porque
hay circunstancias en que es pecado grave callarse. (Pero de
esos pecados no nos ensean a ausarnos.) T lo has dicho:
Yo soy el Hijo de Dios 3. Por su imprudencia fue declarado
reo de muerte. Y por haber muerto, creemos en El.
Otro de los criterios que frecuentemente impera para la seleccin de obispos es pura y simplemente la amistad personal.
Cuntos sacerdotes han llegado al episcopado porque eran amigos o porque le caan bien a tal o cual obispo, y sobre todo, al
nuncio! Cuntos han llegado a ser obispos porque simplemente
fueron secretarios de algn nuncio, o de algn cardenal, o de
algn arzobispo influyente! Naturalmente, de tal norma saldr
tal obispo. Un obispo que perpetuar la norma, y de estar en su
mano, elegir, el da de maana, a su amigo para que lo reemplace o lo acompae en el clan episcopal.
Por supuesto que no negamos que haya otras cualidades
que influyan en la eleccin para el episcopado: cierta fama de
hombre serio y responsable que ha sabido llevar bien una
parroquia, no demasiado controversial ni problemtico en sus
criterios, un mnimo de piedad y buenas costumbres, etc. Pero
s estamos ciertos que, de mediar una eleccin libre entre los
laicos que viven autnticamente su vida de cristianos y conocen
a los sacerdotes elegibles y entre el resto de los sacerdotes, muchsimas veces no estara de acuerdo el resultado de la eleccin
con la eleccin hecha por el seor nuncio y dos o tres obispos
interesados.
'Me 14, 62.
170
Y esta imposicin, si hasta hace poco era ms o menos tolerada, por no estar tan desarrollado en el pueblo el sentido de
participacin, hoy da se va haciendo cada vez ms intolerable.
Hoy da aumentan las protestas cuando a una regin con caractersticas propias, se le quiere imponer un pastor extrao
que a lo mejor no conoce ni las costumbres ni la lengua de la
regin a donde es enviado. Este colonialismo religioso es inadmisible aun en teora, porque es una falta de respeto a la dignidad del pas y a la mayora de edad de aquellos fieles y de aquellos sacerdotes. Esto es continuar perpetuando la idea de que la
Iglesia es algo aparte de los fieles. De que la Iglesia es un poder segregado que se hace sentir en determinadas circunstancias.
No es extrao que el pueblo cristiano no quiera admitir responsabilidades cuando ve que, oficialmente, l es nicamente
un sujeto pasivo, receptor de rdenes y de imposiciones, una
de las cuales es el obispo que viene de fuera.
Es totalmente inadmisible el caso, sucedido en una nacin
sudamericana en donde un nuncio, contra el parecer de casi
todo el clero, contra el parecer incluso de algn obispo, y contra
el parecer de un gran nmero de laicos, orden de obispo a un
sacerdote que era totalmente inadmisible para la mayora de los
catlicos conscientes, incluidos los sacerdotes que conocan bien
sus cualidades negativas. Tales abusos de poder son restos de
tiempos pasados, y a las personas que tienen que padecerlos de
inmediato les hace un gran dao con el agravante de que a los
perpetradores de tales atropellos, no vemos que se les corrija
con la misma rigurosidad con que se corrige otros pecados menores que cometen fieles de menor rango y que son debidos, no
tanto al intolerable pecado de la soberbia, como en este caso,
sino a cualquier debilidad humana. No slo no se les corrige
sino que se les mantiene en sus puestos y se mantienen los atropellos por ellos perpetrados, sancionando con esto el abuso y la
injusticia.
El poder de la Iglesia radica en Cristc y Cristo est difuso
en todo su pueblo. Y si bien es cierto que se manifiesta oficialmente ms, a travs de cie/tos elementos claves en el seno de
su pueblo, sin mbargo, El sigue estando siempre en su pue171
nunca. Debe ser una reforma tal que, en palabras del obispo
anglicano Robinson, la reforma anterior quede reducida a algo
provinciano, en comparacin con lo que debe ocurrir 4. En el
mismo sentido, y si cabe con palabras ms graves, escribe
Adolfs: El problema del futuro de la Iglesia es muy serio. Si
la Iglesia contina siendo y haciendo lo que hasta ahora, no
tiene futuro. Imperceptiblemente cumplir ms y ms deberes sociales en el interior de un orden social esencialmente ligado a una ideologa anticristiana. Cavar paulatinamente su
propia tumba que ser al mismo tiempo la tumba de Dios. La
situacin es seria y lo que he dicho no debe desecharse fcilmente con una sonrisa tolerante o con un encogimiento de hombros. Creemos en la Iglesia. Creemos que tiene un mensaje que
proclamar, una misin que cumplir y un futuro por delante
demasiado grande para que lo podamos siquiera imaginar 5 .
Slo cuando la gran masa de los obispos de Amrica caiga en
la cuenta de esta muy seria amenaza y se decida a actuar, podr
la Iglesia ponerse al paso con los tiempos. Slo as dejar la
Iglesia de aparecer a los ojos del pueblo como un viejo lder,
que en otro tiempo fue grande y condujo a su pueblo, y para
el que hoy, en su ancianidad, hay todava un gran respeto, pero
que ya no tiene fuerzas para conducirnos. No se puede vivir
de recuerdos y de tradiciones. Estos, atraen a los viejos, pero
nuestra sociedad joven y revolucionaria quiere un liderato audaz, que no tenga miedo en presentarle soluciones nuevas a problemas nuevos. Mal podr hacerse sto, cuando la suprema norma episcopal es la seguridad en la doctrina o la seguridad
en el cargo. El gran interrogante es si en unos muy pocos aos el
episcopado americano en masa habr descubierto estos graves
peligros y se habr decidido a emprender la reforma con toda la
energa que hace falta. De no ser as es muy oscuro el porvenir.
Todas estas verdades son bien conocidas y frecuentsimamente cuchicheadas entre el clero y los catlicos conscientes,
''Hacia una Iglesia ms secular. H. Bargerd. Captulo V, pg. 191.
Coleccin Hinnen. Salamanca, 1968.
*Op. cit., pg. 111.
173
pero raras veces las vemos escritas en letras de molde para que
puedan leerlas aquellos a quienes ms les debe interesar, que
son los propios jerarcas. Con frecuencia stos viven rodeados
de una cohorte de admiradores, si no de aduladores, que hacen
el papel de mampara que impide que lleguen hasta ellos las
voces speras de la realidad. Hoy da, con el dilogo ms o
menos institucionalizado, les van llegando ya las voces de la
realidad. Pero frecuentemente, las verdades ms crudas se arropan con palabras untuosas, que les quitan aspereza, restndoles,
al mismo tiempo, veracidad. Hay palabras speras que tienen
que ser dichas as, speramente, porque la realidad es tambin
spera. Y es un acto de caridad el hacer que los jerarcas las
oigan para que no vivan engaados con la espuma que tan frecuentemente, segregan los que los rodean.
CONCEPTO EPISCOPAL DE IGLESIA
174
20, 28.
duras bien enjaezadas y de los suntuosos carruajes de otros tiempos, han heredado el gusto por los buenos automviles. De entonces tambin, sobre todo en los pases de vieja cristiandad,
han heredado el hbito de codearse con los grandes de la sociedad, con los poderes pblicos, y con todos aquellos Cfue, de
una manera u otra, se destacan en la vida social Lo malo es que
todas estas cosas se hacen para representar a un hombre que
dijo de s mismo: Venid a m, que soy manso, humilde de
corazn 7. Y que dijo tambin en otra ocasin: Las aves
del cielo tienen nidos y las zorras tienen cuevas, pero yo no
tengo dnde reclinar la cabeza 8. Y con toda energa tenemos
que acusar, que no hay manera de compaginar al representado
con los que lo representan. El Pueblo de Dios ha padecido por
demasiados aos este escndalo para que tenga que seguir padecindolo a ciencia y paciencia. Es hora de clamar abiertamente contra esto. Si la jerarqua de la Iglesia, para recordarnos que es representante de Jess de Nazaret, sigue vistindose
de esa manera, viviendo de esa manera y dominando de esa
manera, una de dos: o nos est engaando o est calumniando
a Cristo. Hasta cundo tendr que tolerar el Pueblo de Dios
el escndalo del lujo de sus jerarcas? Por qu el automvil
de un obispo tiene que valer cinco veces ms que el de un
sacerdote, si ste lo necesita ms que l, ya que se mueve mucho ms que l? Cmo es posible que algunos obispos se permitan el lujo de gastarse miles de dlares nicamente para
comprarse las vestiduras episcopales? Es que con ellas representar mejor al carpintero de Nazaret? Por cunto tiempo seguirn padeciendo los pobres el escndalo de hebillas de plata,
de ristras de botones, de borlas y de anillos que engarzan reales piedras preciosas? San Bernardo de Claraval escriba al Papa
Eugenio: Si el Papa se viste de seda, se cubre con oro y piedras preciosas, se rodea de soldados y sirvientes, cabalga un
blanco corcel, termina pareciendo ms un sucesor de Constantino que un sucesor de Pedro 9.
' M 11, 29.
"Af 8, 20.
9
De consideratione, IV. 13. 6 Migne P. L. 182. 776 A.
176
Perdera el obispo su dignidad si se vistiese como cualquiera de sus sacerdotes? Y perderan, el obispo y sus sacerdotes
su dignidad, si se vistiesen como cualquiera de los hombres
normales? 10 . Cundo dejarn de vivir, muchos obispos, en
mansiones seoriales muy dierentes de las de los dems fieles,
y que llevan el ostentoso nombre de palacios? Cundo prohibirn tajantemente que nadie se arrodille delante de ellos para
besarles el anillo? Y lo peor de esto, que al mismo tiempo nos
dice la profunda reforma que necesita toda la estructura de la
Iglesia, es que muchos de estos anacronismos, muchos de estos
delitos de falsa representacin, muchos de estos pecados de soberbia institucionalizada estn as taxativamente mandados, en
ese mausoleo del espritu evanglico que se llama Derecho cannico. Le o decir a monseor Cardijn " , que cuando fue nombrado cardenal y se enter del enorme valor de las vestiduras
que por obligacin protocolaria tena que llevar un cardenal,
se llen de pasmo y se neg a comprar parte de lo que le exiga el protocolo.
Es cierto que, gracias a Dios, hay ya en la Iglesia, muchos
obispos que caen en la cuenta de la gran trascendencia que, a
la larga, tienen en la mente del pueblo todas estas pequeas cosas del vestir, etc. Monseor Mercier, obispo de Laghouat, escriba: El cuerpo de obispos debera tomar la iniciativa de desprenderse voluntariamente, de todo lo que aun resta de boato,
de ostentacin de riqueza y de poderes temporales, cosas que ya,
afortunadamente, han sido superadas. Y un obispo argentino,
monseor Juan Iriarte, de Reconquista, escriba con tristeza:
10
El Papa San Celestino I (428) censura a ciertos clrigos que haban
comenzado a usar un traje demasiado diferente del comn: Si hace
falta distinguirse del pueblo o de los dems, que sea por la doctrina y no
por el vestido.
" El cardenal Jos Cardijn, muerto en 1967, elegido cardenal a los
ochenta y tres aos siendo simple sacerdote, fue el fundador de la Juventud Obrera Cristiana. Fue un autntico profeta de su tiempo ya que
muchas de las ideas (laicado, Accin Catlica, movimientos especializados) que ms tarde encontraron su expresin en el Concilio, fueron previstas y difundidas por l muchos aos antes. El fue en gran parte inspirador y" aun autor de la Mater et Magistra.
177
Debemos proclamar el mensaje cristiano desde lo alto de nuestros altares de mrmol y de nuestros palacios episcopales, en-el
estilo barroco e incomprensible de nuestras misas pontificales,
y en las definiciones, aun ms extraas, de nuestro idioma eclesistico, mientras aparecemos ante el pueblo envueltos en prpura... y nuestro pueblo, cuando se dirige a nosotros, debe llamarnos excelencia y arrodillarse para besarnos el anillo!
bres? Sern capaces de comenzar a pensar de una manera diferente? Porque quitarse una sotana brillante es una cosa facilsima, pero atreverse a pensar que el uso de contraconceptivos,
por ejemplo, no es contra natura, requiere mucho ms coraje
espiritual, requiere muchas horas de meditacin y requiere una
buena dosis de rAimildad para exponerse a, cuando menos, llevar una severa reprimenda.
Algunos dan como disculpa de que no es tarea fcil liberarse del peso de la historia y de las costumbres, y no deja de
tener algn valor este argumento. Admito que para muchos
fieles y sencillos cristianos sera un fuerte choque ver, de repente, a su obispo, despojarse de su brillante hbito morado
y caminar por una acera vestido como cualquier mortal, con
un traje y una corbata. (Y aun a eso hay que darle muy poca
importancia y pasarle por encima a los escndalos farisaicos.)
Sin embargo, sera muy fcil vender el automvil de lujo y
comprarse uno sencillo, diramos ms bien uno normal, que
costara mucho menos que el otro. Y esto deberan haberlo
hecho ya muchsimos obispos en la Iglesia, que no se sabe con
qu retorcidos argumentos han podido cohonestar en sus mentes, el manifiesto escndalo que supone para sus subditos,
en su mayora pobres, el verlos por' las calles de la ciudad con
un automvil exactamente igual al que 'usan los ricos12. Repetimos que esta resistencia y esta dificultad por parte de todos
eos smbolos de grandeza y de poder, obedecen inconscientemente en buena parte de los Obispos, a su concepcin de la
Iglesia. Atareados por mltiples ocupaciones extraas a su cargo como realmente estn, muchos de ellos no han tenido tiempo de renovar su teologa, y fundamentalmente, siguen pensando, en cuanto a sus cargos, a la Pastoral, y a la Iglesia se re-
12
En un interesante libro sobre el Concilio, Henri Fesquet, profesor
de Derecho cannico, censura a los obispos que durante el Concilio fueron a hospedarse en Roma a los hoteles ms lujosos y caros. Y presenta la paradoja de que en los pases pobres es donde la Iglesia dispone
de un confort insolente. Y subraya que en Amrica Latina es demasiado
evidente que la Iglesia todava est comprometida con las clases pudientes. HENRI FESQUET: Rome S'est-Elle Convertie? Grasset. Pars, 1966,
pgina 195.
179
ni la dignidad, es que, precisamente por representar a Jesucristo, tienen que darle ellos al pueblo, y a cada uno de los
hombres, todo lo que Cristo les dio. Cristo vino para servir a
los hombres, Cristo se inmol por los hombres. Cristo se despoj
a s mismo para darse a los hombres, Cristo sufri por los hombres, Cristo acompa a los hombres, Cristo fue paciente con
los hombres. Si los obispos quieren representar al Cristo total,
tienen que hacer lo mismo que hizo Cristo, ponerse al servicio
de los hombres. No slo tienen que or aquellas palabras: Me
llamis Maestro y Seor, y decs bien, porque lo soy 13, sino
que tienen que or tambin las palabras subsiguientes: Pero mirad que Yo estoy entre vosotros como el que sirve 14. Por siglos,
los obispos han tenido la tendencia a representar al Cristo glorios, al Cristo triunfante entrando en Jerusln y pisando sobre
mantos y palmas y aun diciendo que si aquellos dejaran de alabarle, lo alabaran las piedras 15. Ya es hora de que caigan en
la cuenta de que, sobre todo, representan al Cristo humilde, pobre, servidor. El Cristo glorioso es el que nos espera en el cielo,
y ese no necesita representantes. El que los necesita es el Cristo
anonadadoconvertido en alimentoen todos los Sagrarios del
mundo. Y para representar a ese Cristo, sobran pompas y hace
falta, en cambio, mucho amor y mucho sacrificio.
El Pueblo de Dios, y en concreto los cristianos ms maduros, deberan ir ayudando a que sus pastores cayesen en la
cuenta de estas realidades que tan difcil se les hace descubrir.
Siglos de tradicin han convertido todas estas manifestaciones
de respeto y obediencia a nuestros pastores en algo casi esencial a su rango. A mucha gente le parece que si no practican
tal o cual acto de servilismo, que si no se inclinan a besar el
anillo, que si tienen que hacer que el obispo pase una noche en
una habitacin sencilla, o que tenga que hacer fila para cualquier cosa, creen que le estn faltando al respeto, o que estn
haciendo algo grave contra la dignidad episcopal: Hay la im13
y 13, 13.
Lc 22, 27.
"Le 19, 40.
u
181
y a sus privilegios 1(ib; pero que los que han dejado a ellos abandonados a su suerte. Hace poco hemos ledo en los peridicos del
mundo entero que un obispo llam a la Polica para que desalojara de su oficina a un grupo de sacerdotes que haban ido all
para defender a otros sacerdotes encarcelados y para hablar con
l de los graves sucesos que estaban ocurriendo. Si un obispo
llama a la Polica para desentenderse de un sacerdote, presumimos que ese sacerdote va a tener muy serios conflictos de
conciencia. La tentacin que a ese sacerdote le vendr de rebelarse abiertamente contra su obispo, es la misma tentacin
que, por aos y aos, ha sufrido el pueblo de muchos pases al
ver que sus pastores no los defendan delante de las autoridades;
antes al contrario, estaban en excelentes relaciones con los que
encarcelaban y aun asesinaban a sus hijos.
Para muchos obispos, un gobierno es bueno cuando respeta a la Iglesia. Es decir: cuando los respeta a ellos, les respeta sus bienes, o los bienes de las parroquias y rdenes religiosas, los invita a sus fiestas y no hace una abierta poltica anticatlica. El que ese gobierno conculque a diario los derechos
bsicos del hombre, no permita hablar a la gente, golpee a los
ciudadanos indefensos, etc., eso en las mentes de los obispos,
parece que no tiene importancia ninguna para hacer,, que un
gobierno sea malo. Porque inconscientemente en sus mentes, la
Iglesia son ellos y su curia. El Pueblo de Dios no es la Iglesia, y menos el pueblo a secas. La nocin de Pueblo de Dios
es algo que ha desenterrado la nueva teologa y todava no ha
entrado bien en sus mentes. Pero eso s, un gobierno ser indefectiblemente malo, si le quita a la curia los latifundios baldos, si trata los bienes de la Iglesia como cualesquiera otros,
si no ayuda a las escuelas catlicas (que ordinariamente cobran
muy buen dinero). Gobierno que tal haga, es un gobierno malo
16
184
Una prueba de esto la tiene el lector en sus manos. Las autoridades de cierto
pas, a cuya censura oficial hay que someter toda publicacin, autentica
castracin mental de un pueblo prohibieron la impresin de este libro. Una
de las razones extraoficiales fu que "no queran problemas con la Iglesia".
De esta manera (junto con abundantes asignaciones a entidades y personal
eclesistico) paga el gobierno de ese pas el endosamiento y el silencio de la
jerarqua.
186
189
P A S T O R A L
192
los solemnes novenarios a los que el pueblo fiel acuda a escuchar al predicador de fama! Qu lejos de las santas misiones
que atraan multitudes y llegaban hasta lo ms hondo de las
conciencias! Todos aquellos fueron mtodos buenos en otros
tiempos para reavivar la fe; pero hoy son reliquias de una pastoral que ya no se acomoda a nuestra psicologa. Hoy, el pulpito se llama pantalla. Y la vida piadosa de un santo se llama
diario o revista; y la misin general se llama asamblea de partido; y los ejercicios espirituales se llaman reunin de la cooperativa. No es que Dios haya desaparecido; es que Dios se presenta de otras formas. Hay que buscarlo en otras circunstancias. Y pobres de nosotros si nos aferramos a las viejas formas
y anatematizamos las nuevas circunstancias y los nuevos gustos
de los hombres. Una pastoral alerta, tiene que estar atenta a
todos estos cambios. Cristo tiene que ser predicado por la televisin, y sus mandamientos tienen que estar, convenientemente adaptados, en las plataformas de los partidos polticos, las
obras de caridad tienen que plasmarse en una honrada planilla
de impuestos, y la reunin de la cooperativa, hecha con un genuino espritu, es una comunin con nuestros hermanos los
hombres, que nos prepara para la otra gran Comunin.
Un obispo, cuya ms profunda preocupacin no sea la pastoral de su dicesis, est radicalmente equivocado. Y cuntos
obispos hay cuya pastoral es la misma hoy que hace cuarenta
o cincuenta aos! Es cierto que hay muchas dicesis a dnde
no han llegado los cambios de estos tiempos modernos,,que ya
son tan palpables en las grandes ciudades. Hay dicesis en las
que la mentalidad de sus feligreses, predominantemente campesinos, ha cambiado todava muy poco. Pero un buen obispo
debera estar ya previendo lo que en muy breve plazo pasar,
cuando esos campesinos despierten. Y en el plazo de menos de
una generacin, entre la radio y la televisin, los harn despertar violentamente de un sueo de siglos. Por qu muchos obispos no estn ya preparndose para cuando acaezca ese cambio? Por qu no urgen a los seglares ms capaces a que se
preparen para la radio y para la televisin, y a que funden peridicos y televisoras, invirtiendo as su dinero, no slo en empre193
sas realmente productivas en lo material, sino, adems, ayudadoras para la propagacin del reino de Dios en este mundo?
Por qu han de ser nicamente los no cristianos los que, previendo los pinges beneficios que les van a reportar estas empresas, arriesguen su dinero y se lancen a una empresa de futuro? Qu hacen los catlicos ricos con su dinero? Cometen
el pecado de enviarlo a Suiza o a los Estados Unidos? Por
qu muchos obispos, en vez de perder su tiempo en pequeneces
de sacrista, no se sientan con sus sacerdotes y con los laicos
ms capaces y preparados, a repensar la esencia de la Iglesia
y a planificar toda su accin en los aos por venir? No han
cado en la cuenta de que esto es la quintaesencia de su cargo? a2,
por qu no se deciden a desembarazarse de mil pequeneces
que los absorben cada da, para dedicar lo mejor de sus energas a preparar los caminos del Seor? z3 Cuntos obispos
han ido o han enviado a alguien a las oficinas gubernamentales de planificacin a pedir estadsticas o a investigar dnde
van a estar las nuevas barriadas de casas baratas o los ncleos
de fbrica? Qu diferencia tan grande hay, cuando en una barriada nueva, aparecida de la noche a la maana en las afueras de la ciudad como una cosecha de setas, es el sacerdote el
que da la bienvenida visitando a los aturdidos campesinos recin
llegados que lo recibirn con alegra, por ser l el primer amigo
que tienen en toda aquella ciudad desconocida! Y, por el contrario, qu triste papel el del sacerdote que llega el ltimo, cuando todos estn ya instalados, y cuando se ha establecido ya un
patrn social en la comunidad, en que cada uno ocupa su
puesto. El sacerdote se ha quedado sin puesto, y tendr que
luchar mucho para ser admitido en la comunidad. Todo, por
falta de planificacin. Todo, debido a una falta absoluta de
pastoral por parte de aquel que tiene oficialmente el nombre y
ttulo de pastor. Esta falta de visin y de'dinamismo por parte
de muchos obispos es lo que ha llevado a un autor a decir que
de seguir actuando as la mayora de ellos, el oficio de obispo
2!
194
PASTORAL DE CONJUNTO
196
200
Me 6, 34.
1 Cor 7, 10-17.
"Ibid., 25, 40.
" 1 Tes 2, 7-12.
to, prefiero apelar a tu caridad. Siendo el que soy, Pablo, embajador y ahora prisionero de Cristo Jess... 2S Hablamos con
frecuencia as los sacerdotes? Hablan con frecuencia as los
obispos? No vemos a menudo el caso de pastorales y decretos, en los boletines diocesanos, en los que los obispos bajan a
la arena de las cuestiones discutibles y determinan, tajantemente, sin lugar a apelacin el que los sacerdotes deben vestir as,
poniendo en esto un nfasis como si se tratase de algo de Derecho divino; que no pueden asistir a tales espectculos, etc?
De esto se sigue en las mentes de sus subditos, adems de una
rebelda natural, ante tamaas pequeneces revestidas de estola,
una confusin mental que en algunos ser ms bien el principio de un proceso lgico en virtud del cual acabarn, a lo largo de los aos, por no obedecer ninguna de las rdenes del
obispo. El holocausto que se le exige a uno de ciertas libertades profundas, inherentes a la dignidad de la persona y que
nicamente podran ser rendidas por amor, hace que uno, a la
larga, se rebele contra todo. Ojal muchos laicos y sacerdotes
descubran que ese todo contra lo que se estn rebelando, no
es la autntica Iglesia de Jesucristo, sino ese andamiaje de preceptos, prestigios y autoridades levantando a lo largo de los
siglos, y las ms de las veces inconscientemente, por la ambicin y la pequenez de alma de muchos hombres. Esa Iglesia
que exige servicio, que se entromete, so capa de autoridad, en
las intimidades de los hombres, negndole atrevidamente a la
persona ciertos derechos ntimos que Dios le ha concedido, no
es la Iglesia autntica; es un eco imitador y caricaturesco de
la Palabra del Seor, que se manifiesta a travs de los autnticos profetas y pastores.
Si esta Iglesia, falsamente concebida, exige servicio por
ser algo glorioso y triunfante, exigir, lgicamente, los medios
para mostrar esta fuerza, para dominar y hasta, como hemos
visto en muchas pginas de la Historia, para imponer su mensaje. Antiguamente lleg a transmitirse el Evangelio por la fuerza de las armascrasa aberracin 29. Hoy ya no hay obispos
"FU 8, 10.
20
Es esta una lacra real que afea la historia de la Iglesia. Hechos como
203
HIERATISMO Y RIGIDEZ
Mt
5, 37. *
207
la juventud. Y da pena ver cmo muchos obispos, que hace muchos aos que han pasado de esa edad, se aferran a sus cargos,
a pesar de que el Concilio Vaticano II los anim a que ayudasen a rejuvenecer la Iglesia. Pero no es extrao que no sean
demasiado fieles a este buen consejo del Concilio, cuando ven
que otros en posiciones ms altas, y con una. carga de aos
ms abundante, tampoco son demasiado obedientes.
Qu pobre impresin nos hizo a los que visitbamos en
cierta ocasin la sede de una de las congregaciones romanas,
el or pronunciar un discurso al cardenal prefecto de aquella
sagrada congregacin, un excelente y ex-eficiente servidor de la
Iglesia, que a duras penas poda leer el papel que tena entre
las manos y que, por supuesto, haba sido totalmente preparado por otro monseor medio siglo ms joven. Sus ochenta
largos aos se echaban de ver a todas luces, y uno le peda al
Espritu Santo que lo iluminase para que cayese en la cuenta
de que el favor ms grande que entonces podra hacerle a aquella su sagrada congregacin, por l tan amada, era retirarse y
dejar su puesto libre para que pudiese ser ocupado por una
mente ms joven que hara que las cosas funcionasen mejor.
Qu lstima que el ejemplo del cardenal Leger no haya tenido
ms imitadores! Pero muy pronto veremos el da en que los
obispos, como cosa normal, se retiren a tiempo de sus cargos,
sin esperar a que la arterioesclerosis clame por un coadjutor.
Como hemos dicho repetidas veces, la vida ya no se desenvuelve alrededor del templo. Los trminos Iglesia y sociedad,
son cada vez menos convertibles, por eso hay una necesidad absoluta de estudiar bien cules son los elementos bsicos de esa
sociedad, cules son sus pautas, hacia dnde va ella. Slo as
podremos hacer penetrar nuestro mensaje. Slo as los cristianos sentirn que su Iglesia estructural no se queda fuera de
este andamiaje de la sociedad. Y dicho de una manera ms
prctica, nicamente as los cristianos no se sentirn extraados en su mundo. Por falta de est racionalizacin de nuestro
apostolado; por haber tenido excluidos de nuestra planificacin,
si es que ha habido alguna, a los laicos que son los que pueden
aportar una visin ms realista para esta planificacin, todo el
apostolado, frecuentemente en un completo desorden, sigue pautas viejas, ataca enemigos que ya desaparecieron, arranca hierbas inocuas creyendo que son malas, y no ve, en cambio, las
nuevas especies de cardos y plantas venenosas que estn saliendo en el campo. En otras palabras, nuestro apostolado es muchas veces, de remiendos; tapar boquetes que aparecen en la
vieja pared del dogma o la moral, en vez de hacer un trabajo
de avance, descubridor, explorador de los nuevos caminos de la
humanidad hacia Dios, y traductor de las nuevas manifestaciones de Dios entre los hombres. Insistimos en nuestro moralismo haciendo del sexo un antisacramento, dejamos que las asociaciones y aun los particulares se hagan un Guerra Santa en
la competencia por llevar gente al templo, por afiliarlos a organizaciones y movimientos, o por hacer de ellos, desde su infancia, paganos bautizados.
Dnde est esa planificacin de que hablbamos antes?
Seguimos pensando con una infantil vanidad, que somos otros
cristforos, que llevamos a Cristo, que trasladamos a Dios de
nuestro corazn al corazn de los otros, sin caer en la cuenta
de que Dios se nos ha adelantado en este trabajo; sin caer en
la cuenta de que Dios est ya en el alma de esa gente esperndonos a nosotros, no para que lo llevemos a El, porque ya est
all, sino para que se lo descubramos a aquel hombre; para que
le quitemos las envolturas que aquel pagano bautizado le ha
echado encima a Dios, sepultndolo en el fondo de su corazn.
Llenos de la mejor buena fe, pugnamos por meterle a Cristo
desde fuera, cuando Cristo est ya trabajando desde dentro,
como alguien que est sepultado bajo los escombros; son escombros de pasiones; escombros de prejuicios; escombros de
vicios con que los hombres queremos sepultar al Dios que mora
en nosotros, y que no se resigna a morir en nuestro corazn.
Nosotros, con nuestra falsa concepcin del apostolado y de la
religin, queremos que, de buenas a primeras, acepte unos preceptos y unos ritos confusos y poco atrayentes, en vez de ayudar
a ese mismo hombre a que, a travs de su vida diaria, reflexionando profundamente sobre sus acciones, descubra a ese Cristo que l incosncientemente lleva en gestacin en lo ms hondo
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208
de su ser, que no se le manifiesta totalmente porque falta el genuino apstol, con ms de hermano y de amigo que de predicador, que se lo haga descubrir en cada una de las acciones de
su vida; no por imposicin, sino por amor; falta el genuino apstol que le traduzca los secretos anhelos de su corazn y los aldabonazos que alguien, misteriosamente, le da en, su conciencia,
cuando no ha obrado con rectitud.
Todo esto en el plan personal. En el plan comunitario, en
una autntica pastoral de conjunto, habra que comenzar por
descubrir a Dios viviendo en medio de todos los hombres en la
sociedad. Descubrir a Dios en el amor de los padres a sus hijos; descubrir a Dios en la lucha de los pueblos por librarse
del analfabetismo y de la miseria; descubrir a Dios en la lucha
sindical por una justicia ms humana en las condiciones de trabajo y en el repartimiento de los beneficios; descubrir a Dios
en las protestas de la juventud contra el farisesmo de las viejas estructuras y de los viejos lderes o en las protestas de los
pueblos de color por sacudir el injusto yugo de los blancos; descubrir el autntico espritu cristiano que hay en el cooperativismo, en los Alcohlicos Annimos, en la Cruz Roja, etc. Los
cristianos tenemos que descubrir esas pequeas brasitas que Dios
nunca deja apagar en el seno de las sociedades, y tenemos que
opiadas para que se aviven, para que se enciendan ms, para
que lleguen a convertirse en llama. Cuntas veces nosotros, frente a esa brasa humilde que est ah, prendida y sostenida por
Dios, aunque constantemente amenazada por las pasiones de
los hombres, queremos, con un atrevimiento ingenuo prender
nuestra otra brasa religiosa, queremos comenzar nuestra institucin catlica, sin darnos cuenta de que la otra, sin ser
tan catlica, es ms cristiana que la nuestra. Un autntico apostolado planificado, tiene que tener por meta el descubrir el plan
de Dios en el mundo, en toda la sociedad. Descubrir lo mucho
bueno que hay en las instituciones humanas y en el alma de
cada uno de los hombres, aunque esta bondad est muchas veces opacada por los pecados y las debilidades humanas.
Sin este paso previo que consiste en que los hombres se encuentren a s mismos haciendo lo que Dios quiere de ellos, y
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213
CAPTULO
SANTA
VII
SEDE
NO DESTRUYAMOS A ROMA
tiempo defendan todas aquellas cosas que antes tan acerbamente criticaban. Indudablemente, Roma, la Roma cabeza d
la Iglesia, tiene un magnetismo misterioso e innegable.
Los que vivimos lejos y no percibimios ese magnetismo,
sino que nicamente juzgamos de Roma por sus obras ad
extra, si bien es cierto que no vemos a veces' la motivacin
de ellas y corremos el pilgro de juzgarlas un poco superficialmente, es innegable que estamos ms capacitados para decir
cul es el efecto de esas obras, sean definiciones, rdenes, encclicas o mensajes. Podemos decir mejor cmo es la encarnacin del pensamiento y de las objas de Roma, en el mundo. Y
si de los diversos rincones del mundo llegan a Roma repetidas crticas, aunque puedan parecer all superficiales y hasta
irresponsables, Roma hara honor a su sabidura de siglos, si
comenzase a reflexionar seriamente acerca de esas voces que llegan de fuera. Porque la entelequia romana del tiempo de los
cesares, ya pas. Roma est al servicio de la Iglesia, no la Iglesia al servicio de Roma.
Si las voces que llegan de fuera son de franca crtica y repetidas, Roma hara muy bien en pensar que algo anda mal y
demostrara su sabidura si en vez de enfrascarse en una autodefensa, o lo que es peor, en una condenacin de sus crticos,
comenzase con toda decisin (no con esa famosa poltica vaticana de promoveatur ut removeatur *, la dificilsima tarea de
reestructurar una curia y una manera de pensar que por el paso
de los siglos se ha esclerotizado.
No se puede de ninguna manera destruir a Roma, pero
Roma tiene que tener cuidado de no destruir esa Iglesia que,
con tanto celo y tanto tesn, ha promovido y guardado a lo
largo de los siglos. Y si no destruirla, por lo menos hacerle
un grave dao, cosa nada difcil si Roma no reevala muchas
de sus posiciones, de sus actividades y de sus criterios y contina obrando como si no hubiese habido un Concilio Vaticano II, despertador de conciencias, y como si el psiquishio del
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VALORES POSITIVOS
SOMBRAS ROMANAS
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118.
' Afirmaciones como la autoridad suprema sobre la Iglesia universal reside toda entera en el Soberano Pontfice solo... No hay ms
autoridad en el Colegio Episcopal unido a su jefe que en su jefe solo...
La enseanza de fa encclica, en sus conclusiones principalmente perse-
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PAPOLATRIA
hay que servir; una Iglesia jerrquica, infalible, que tiene comunicacin directa con Dios, una Iglesia legal, poseedora de toda la
verdad y guardjana de un dogma y de una moralidad inmutables, necesariamente tiene que engendrar alguna especie de culto para quien sea cabeza de semejante institucin que tiene ya
ms de divina que de humana. Un Sumo Pontfice caminando
en mangas de camisa, sera algo capaz de desmayar de horror
a miles de almas piadosas que, por otro lado, tienen muchsimas autnticas virtudes cristianas. Y sin embargo, no nos imaginamos a San Pedro caminando por las calles de la Roma imperial con ninguna clase de vestidura diferente a la ordinaria.
Ni un solo botn colorado que lo diferenciase de los dems mortales. Cuando el Papa, en Semana Santa, lava los pies en la baslica romana a los doce pobres, ms que recordar la accin de
Jess en la Ultima Cena, hace un acto de pblica penitencia, reconociendo lo lejos que est en este particular de la vestimenta y de la pompa, de lo que debera de ser. Aunque en este punto tenemos que reconocer que en lo que se refiere a vestimentas, costumbres, protocolo y rituales, los Sumos Pontfices son
ms prisioneros, dignos de compasin, que hombres libres.
Pero no ha llegado ya el tiempo de que, usando su autoridad
con toda energa, se liberen de esas ataduras tradicionales y representen, en lo externo, ms genuinamente a Cristo? 7.
' A ttulo de curiosidad, y para que se vea hasta qu grado increble
de sofisticamiento e irrealidad despus de siglos, i se ha llegado en este
particular de la pompa litrgica en el Vaticanoque podra ser el
ndice de otras deformaciones insospechadas para aquellos que no estn
envueltos en el aire romano copiamos a continuacin las vestiduras
que el Papa usa para la celebracin de la Misa en la Baslica de San
Pedro: El Soberano Pontfice, cuando celebra en San Pedro, lleva, bajo
la sotana con cola, la falda, especie de inmensa falda de seda crema, ajustada al talle por agujas de plata, y que cuatro dignatarios sostienen a su
alrededor. Si celebra l mismoe invariablemente en el altar del Berninoviste, sobre la casulla, el fann, que es como una muceta de seda
blanca, adornada con hilos rojos y dorados. Este ornamento no tiene ninguna relacin con los manpulos bordados con los que termina la mitra.
La falda y el fann son insignias exclusivamente reservadas al Papa.
Sobre el fann lleva el pallium, delgada banda de lana adornada con
cruces negras de seda, y que se fija por medio de tres alfileres de oro,
en los cuales hay engastadas piedras preciosas. El ms rico de estos al225
00A
fileres se lleva sobre el pecho, el menos rico en el dorso, y el tercero sobre el hombro izquierdo. El pallium es el ornato ms alto de la dignidad archiepiscopal; solamente algunos obispos privilegiados tienen derecho a usarlo. La mayor parte del tiempo se conserva en un cofrecillo de
madera preciosa, envuelto en telas de seda. Cuando su poseedor haya
de ceirlo en la misa pontifical, debe ser un subdicono con tnica quien
se lo presente, protegido por el velo humeral. Los pallium son tejidos
con la lana de los corderitos, esquilados el dia de Santa Ins; a continuacin son bendecidos por el Papa, en San Pedro, sobre la tumba del
cual reposan toda una noche. El fann y el pallium no se usan ms
que en la misa pontifical, y nunca de rquiem. Adems de estps atributos
particulares el Papa reviste para celebrar los hbitos sagrados comunes
a todos los obispos. Como acaba diciendo a otro respecto el autor del
que hemos tomado estos datos, el .Papa con tales vestiduras njs parace
un personaje de pera. JEAN JACQUES THIERRY: Vaticana Secreto. Edit.
Bruguera. Barcelona, 1963.
226
POMPA Y CONSERVADURISMO
as, sean de la era constantiniana, medieval o renacentista, tie.nen que desaparecer para acomodarse a un estilo ms autntico de nuestro tiempo. La misma baslica romana se encuentra
como impregnada del nada eclesistico espritu de los Ferrara,
los Orsini, los Colonna y los Hiplitos de Este.
Es indudable, que la Guardia Suiza, con sus vistosos uniformes diseados por el propio Miguel ngel y otras cosas por el
estilo, aaden colorido y tipismo al Vaticano. No se puede negar que, desde el punto de vista esttico, son algo bueno y deseable. Pero nunca hay que perder de vista que el Vaticano entero
es la cabeza y el smbolo de urta institucin fundada para perpetuar y propagar las enseanzas de un hombre que naci en
un pesebre y que muri desnudo en una cruz. No hay que olvidar que el Vaticano es, o debe ser, el exponente de un espritu
de servicio, de humildad y de pobreza, predicadas y vividas por
su Fundador. Hoy ya se hace muy difcil compaginar al smbolo con el simbolizado. Por aadidura dentro de poco se har
muy difcil sostener econmicamente esos smbolos.
Dijimos anteriormente que el Papa era ms bien un prisionero de las tradiciones que un hombre libre. Lo mismo se puede decir del Vaticano en pleno. El Vaticano es un prisionero de
s mismo, y uno de sus mayores pecados, consecuencia directa
de sto, es el conservadurismo. La historia lo aplasta, pero se
abraza desesperadamente a la historia. Da la impresin de que
le ha cogido miedo al futuro. Este conservadurismo se manifiesta, no slo en un desordenado amor a la tradicin, que vemos plsticamente conservada en las ceremonias y vestidos, sino
en los estatutos que rigen las mismas estructuras romanas y en
las actitudes para solucionar los problemas que se presentan. El
fenmeno, ya reseado antes, de tantos ancianos ocupando todava puestos claves en las curias romanas, es, o ha sido hasta
ahora, una manifestacin clara de ese conservadurismo. Otra lo
es la actitud bastante comn de dar siempre la razn al ms
fuertequ pocos casos han ganado los sacerdotes contra sus
obispos!. El principio de autoridad ha derrotado, en muchsimas ocasiones, a la desnuda justicia. La actitud constantemente
recelosa hacia lo nuevo. Qu pocas ideas nuevas, que tuvieran
228
el aire de ser algo revolucionarias, se han abierto paso fcilmente a travs de las oficinas vaticanas! La mayora de las idea;
revolucionarias han obtenido el s de Roma despus de haber
sido temerariamente propagadas por algn rebelde inspirado por
Dios o por el sentido comn. Es triste que muchos hombres hayan tenido que saltar la valla de las prohibiciones vaticanas para
extender sus constructivas ideas, y cuando diez o veinte aos
ms tarde stas se haban hecho comunes, la Santa Sede les envi el ttulo de monseor como premio a su labor proftica.
Vuestros padres mataron a los profetas y vosotros les levantis monumentos 8.
Hay en esto una seria falta de fe en el Espritu que anima
a la Iglesia. Da la impresin d que hay demasiada confianza
en la organizacin, en la experiencia, en lo -humano de la institucin, cuando debera ser todo lo contrario. Una institucin
como la actual Iglesia catlica, si nicamente estuviese sostenida por fuerzas humanas, no durara ms de uno o dos decenios.
En la complejidad del mundo, de hoy se desarrollaran, como
de hecho se desarrollan, tales fuerzas disruptoras y disolventes,
que la reduciran a mil pedazos. Su historia lo demuestra claramente, cuando, de no ser por la asistencia misteriosa pero
eficaz de Cristo, los hombres que la dirigan hubiesen, por sus
errores y sus ambiciones personales, acabado con ella en unas
cuantas ocasiones. Al hacer hicapi en la efectividad de la organizacin humana, se desconfa de las voces no romanas que
proceden del Cuerpo de la Iglesia, y se sospecha que provienen
tambin de esa estructura humana que compone el Cuerpo de
la Iglesia, en vez de pensar que pueden provenir muy bien, del
Espritu que anida y anima a ese Cuerpo.
Este conservadurismo negativo y timorato ha tenido frenada la vitalidad de la Iglesia durante los siglos xvm y xix, y,
nicamente, ya bien entrado el siglo xx, comenz el pneuma a
hacer sentir su brisa fresca en el seno de la Iglesia, valindose,
no de las autoridades romanas, sino de hijos de humildes campesinos que en su papel de annimos sacerdotes y de laicos, coMt 23, 31.
229
menzaron a darse cuenta y a decir que las relaciones del hombre con Dios y de Dios con el hombre estaban hacindose confusas y difciles.
No es el conservadurismo el nico mal que aqueja a la institucin vaticana. Su extrema complejidad, por lo menos hasta
el presente, lo ha convertido en un verdadero laberinto. Un simple laico que quisiese tramitar algo por las vas normales en la
curia romana, se vera abocado, casi inexorablemente, al fracaso, o por lo menos, tendra que esperar fcilmente aos. Comprendemos adems perfectamente que la curia vaticana no puede
vivir del aire, pero no comprendemos tan fcilmente por qu
muchos casos que han sido empujados con dinero, han ido bastante ms aprisa que otros que iban por las vas normales. Sea
como sea, la curia romana es an, hoy por hoy, prcticamente
impenetrable para el simple fiel o sacerdote que no tenga padrinos, o que no haya aprendido el difcil arte de ciertos pasadizos secretos. Hoy da, cuando alguien tiene que acudir a
Roma con algn caso que se sale un poco de lo normal, cosa
bastante frecuente dada la complejidad de la vida, es tal el enredo que los aos han ido poniendo en todo el mecanismo vaticano, que uno no sabe a dnde tiene que dirigirse. Al mismo
tiempo habra que darle una inyeccin de vitalidad a todo ese
enjambre de histricas oficinas, pues si el refrn dice que las
cosas de palacio van despacio, debera haber otro refrn que
dijese que las causas de los palacios romanos a duras penas se
mueven. Sobre todo aquellas que son hechas normalmente y sin
palancas. Se aduce la razn de que la cantidad de casos de toda
ndole que a Roma llegan, es ingente, y que por eso es imposible ir ms aprisa. Pero la razn no vale. Si Roma se ha echado
sobre sus hombros esa carga y se ha reservado la autoridad de
discernir entre el bien y el mal en la Iglesia, tiene que buscar la
manera de hacerlo prontamente. Porque administrar justicia con
lentitud es una injusticia. Y en ese pecado hace tiempo que es
eminente, la Sede romana.
orbe: brillantes, artistas, inteligentes, emprendedores, hospitalarios, fieles a la Iglesia. Pero tienen el defecto de que no son
internacionales: son, nicamente, italianos. Y la Iglesia es internacional. Los protestantes nos llaman, un poco maliciosamente
romanos. Y tenemos que confesar que a nosotros, cada vez
nos gusta menos que nos llamen romanos. Porque la Iglesia no
es romana, es universal, es internacional. Por eso, el monopolio
italiano sobre las estructuras claves de la Iglesia-institucin,
est ya de ms, positivamente molesta. Las naciones del mundo
han llegado a una madurez cristiana que no toleran ya el ser
paternalizadas, en cuanto a cristianismo, por ninguna otra nacin. Conocemos todos los argumentos que se suelen poner en
pro de la conveniencia de que Italia siga siendo como la mdula humana de esta estructura jerrquica, para evitar ciertas rivalidades patriticas y aun polticas que' podran surgir. Pero
cada da tienen menos fuerza esos argumentos. Si la Iglesia es
internacional, sus organismos claves tienen que ser tambin internacionales. Por muchas buenas cualidades que tenga el pueblo
italiano, hay, sin embargo, algunas de ellas que no encajan bien
con la psicologa de otros pases. Y no es difcil ver cmo, a lo
largo de los aos, algunas de estas cualidades, muy italianas,
han ido penetrando en la manera oficial de actuar la curia vaticana, y diramos que se han institucionalizado. Pongamos por
ejemplo, esa semi-sinceridad, muy diplomtica, por otra parte,
pero en ocasiones de psimo sabor, con que la Sede romana
trata, a veces, asuntos de la Iglesia. No es te el nico ejemplo
de italianidad que se podra poner, que ha logrado penetrar la
manera de proceder la Santa Sede, y que por otro lado no es
agradable para la psicologa de otros pueblos no tan maduros
como el italiano, pero, por ms jvenes, ms impetuosos y ms
amigos del s s, no no evanglico. Segn confidencia del nuncio Roberti, en tiempos de Racine, nos hace falta un barniz de
teologa, pero sobre un fondo de poltica.
NUNCIOS Y NUNCIATURAS
232
carrera, con facilidad va, paulatinamente, deformando sus criterios, alejndolos de la realidad de la vida y convirtindolos n
meros funcionarios de una institucin a la que le conviene que
estn perennemente en pose. Este alejajmiento de la realidad es ya casi una cosa tpica de los nuncios. Son numerosos los
casos que conocemos, de seores nuncios que, viviendo en pases en donde hay gravsimas crisis sociales, econmicas y religiosas, dan la impresin de estar viviendo en un mundo aparte.
Se dira que estn encerrados en una campana de cristal que los
aisla y los inmuniza de las angustias y de los problemas de la
gente que los circunda.
Recyerdo la mala impresin que me llev cierto da en que,
con gran sacrificio de parte ma, acud al nuncio de Su Santidad,
residente en una capital distante, para exponerle con lujo de detalles y con documentos ciertos graves problemas que afectaban
a toda una dicesis. Su excelencia me recibi entre mrmoles,
y, para estar a tono, con una frialdad marmrea me permiti
exponer todos mis argumentos. Me despidi de la misma manera
y nunca volv a or de l ni una sola palabra acerca de si se
haba tomado o no alguna medida. Pero donde ms visiblemente demuestran los nuncios su alejamiento de la realidad circundante es en su manera de vivir. Aparentemente tienen la idea
de que si no imitan, en tono menor, la pompa vaticana, no pueden representar eficientemente a la Santa Sede. Los representantes del siervo de los siervos de Dios (y ya va siendo hora
de que, o hacemos verdaderos muchos de estos motes que usamos en la Iglesia, o los borramos para siempre de nuestros libros), tienen un automvil tan bueno como el de cualquier embajador, se visten ms llamativamente que cualquier embajador,
viven en un palacio mejor que el de la mayora de los embajadores, y son huspedes distinguidos en cuanto cocktail, inauguracin, fiesta patria o aniversario de alguna importancia, se celebre. Sus apariciones entre la gente humilde son mucho ms
parcas, ya que los pobres, y aun la clase media, no suelen estar
envueltos en grandes protocolos, de Estado, y no suelen celebrar
aniversarios, cono no sean los de sus incoloras vidas o los de
sus difuntos.
234
~>T>6
esa imagen amedrentadora, tan dispuesta siempre a ser portadora de la ira de Dios. Dios no tiene ira, porque la ira es una pasin desordenada. Dios tiene una infinita paciencia de Padre.
No quisiramos que la Santa Sede abdicara de su papel de
guardiana de la fe. Pero esta guardia tiene que tener un carcter mucho ms positivo y despojarse de todo el aire fiscalizador que hoy posee. Debera ser un lanzar ideas, un ir delante para animar y encaminar a los que quieran profundizar
en el misterio, ms que ir a la zaga de los que investigan para
estar pronta a anatematizarlos en cuando dano parece que
danun paso en falso. El da qae Gregorio IX en el 1231, instituy el fatdico tribunal de la Inquisicin, fue un da de luto
en la Iglesia. Aquella anticristiana caza de brujas doctrinales
que se organiz entonces y que culmin veintin aos ms tarde Inocencio IV con la admisin de la tortura, todava empaa
hoy el buen nombre de esta Fraternidad Universal fundada por
un divino perdonador de adlteras y perjuros.
Quisiramos que la Santa Sede fuese la primera en llevar
hasta sus ltimas consecuencias los profundos pensamientos plasmados en el documento sobre la libertad religiosa. Nos parece
que algunas disposiciones de la Santa Sede, y bien cerca tenemos
el triste ejemplo de la encclica Humanae vitae, no estn de
acuerdo con la idea fundamental del documento sobre la libertad religiosa.
Hay que tener un grandsimo respeto a la conciencia privada.
Esta, por escandaloso que pueda parecer, es en definitiva el
ltimo juez. Si no la respetamos, estamos minando en sus cimientos, no slo la dignidad del hombre, sino su misma esencia humana. Por muy de Dios que sea una orden, quin es el
que en definitiva me dice a m que tal orden es de Dios, sino mi
mente? Por tanto, la Santa Sede podr decir que algo es verdad y aun podr pedir el asentimiento; pero no deber pasar
de ah a investigar cul es la palabra final de la conciencia y
mucho menos a imponer castigo de ninguna clase. ObUgar con
castigo a que un hombre crea lo que no cree (lo que su mente
no admite), es destruirlo como hombre; es ir contra la esencia
238
240
241
242
nuevo los corazones de los hombres. Mientras la Iglesia docente no separe el Mensaje de los aadidos que lo afean; mientras
la Iglesia jerrquica siga, a los ojos de la gran mayora de la humanidad, como aliada de los grandes y de los opresores de este
mundo; mientras la Iglesia romana no se desromanice y no se
desoccidentalice, no podr presentar el Mensaje con toda claridad a cada uno de los pueblos del mundo 12. Antes al contrario, lo seguir teniendo semiapagado, de modo que no ilumine
los caminos de los hombres. Muy bien expresa Lin Yutang este
pensamiento, por haberlo experimentado l en sus largos aos
en busca de Dios: Las enseanzas de Jess, encerradas en
dogmas teolgicos, me hacan el mismo efecto que un retrato
de Rembrandt en un marco de 0.95... El marco nfimo
hace desmerecer la obra de Rembrandt... Lo que impide que los
hombres conozcan a Jess son, precisamente, esos entrometidos
doctrinarios; fue su confusin de credos y dogmas lo que me
mantuvo alejado del cristianismo durante treinta aos; su teologa de 0.95 me impidi que viera a Jess. No soy el nico
en esto 1S.
12
Muy diferente hubiese sido el estado actual del cristianismo en Asia,
si los jesuitas Ricci y Nobili en los siglos xvi y xvn, no hubiesen sido
tan hostigados por las autoridades eclesisticas, recelosas de sus mtodos
de evangelizaran en los que se respetaban las costumbres y tradiciones
milenarias de aquellos pueblos. El desmedido afn de romanizar, s> en
otros tiempos tuvo alguna razn de ser, hoy es ya una hereja, lo mismo que lo son todos los colonialismos religiosos y,todo el occidentalismo del que hemos impregnado a la Iglesia. No nos olvidemos que aunque
el.Papa est en Roma, Cristo no fue romano ni occidental.
" L I N YUTANG: De pagano a cristiano. Editorial Sudamericana. Buenos Aires, 1960.
CAPTULO
VIII
UN ANGUSTIOSO PANORAMA
EL PELIGRO INTERNO
tardan mucho en desintegrarse. Por otro lado, el laicado consciente, y el laicado que no ha acabado todava de despertar,' pero
que an se mueve en el mbito sociorreligioso de la Iglesia, est,
hablando en general, defraudado del clero. Unos no lo dicen
abiertamente pero lo sienten muy claro en su corazn. Y otros
lo sienten violentamente y lo dicen a los cuatro vientos. La primera rebelin masiva puede ser de los sacerdotes contra sus
obispos. Y la segunda, como una ola que no slo acabe con los
vestigios de clericalismo, sino que implante un laicismo tan perjudicial como aquel, ser la rebelin de los laicos contra el clero y la jerarqua.
Algunos vern tan irreal esta rebelin como los cardenales
renacentistas vean una divisin de la Iglesia. Y sin embargo la
escisin protestante vino explosivamente con todas las consecuencias de sobra conocidas. Las razones para una rebelin hoy,
a nuestro parecer, no son menores que a principios del siglo xvi.
En realidad la rebelin ya est en accin hace mucho tiempo y
en no pequea parte, consumada. Pero hasta ahora ha sido hecha
calladamente, por abandono; creemos que la etapa ltima de
ella ser clamorosa y violenta.
Las causas de esta rebelin no son difciles de ver. Por un
lado, una sociedad, y en particular una juventud en ebullicin.
Por dondequiera se han desatado unas violentsimas presiones sociales. En Latinoamrica tienen, fundamentalmente, una base
econmica, aunque tambin influye en gan medida lo ideolgico y lo poltico; millones de seres marginados, mal alimentados,
que despiertan de su sueo de siglos, y comienzan, violentamente, a reclamar sus derechos. En Norteamrica, aparte del enorme problema racial, esta presin tiene ms bien un sello ideolgico: jvenes bien alimentados, pero que se sienten hastiados
de una vida artificial y sin propsito; jvenes que no quieren
ser una annima pieza de una ingente maquinaria que los provee de todo, pero que no los deja ser hombres libres ni creadores de una nueva sociedad. En el seno de esta ingente masa,
sintiendo sus mismas inquietudes se hallan los cristianos. Cuando acosados por la miseria o por las injusticias, o por las inquietudes de conciencia, acuden a su Iglesia para que los ayu246
de, para que les ilumine el duro camino por el que tienen que
ir, se encuentran con un clero y una jerarqua que no reaccionan
a sus inquietudes. Un clero, y sobre todo una jerarqua, acomodados en sus tradicionales posiciones, apoltronados muchos de
ellos en su buen vivir, encendiendo y apagando velas, cuando
deberan tener su espritu encendido ante los magnos problemas de millones de hombres; en una palabra, indiferentes a todo
el fragor de las luchas que se desarrollan en el seno de las conciencias y en mitad de las plazas. Los obispos no sabeny ojal
alguno de ellos lo aprenda al leer estas lneasque en muchas
naciones los sacerdotes se estn organizando en grupos clandestinos para llevar adelante, junto con el pueblo, las reformas
que hacen falta, por radicales que sean, quiralo el obispo o no,
sin importarles sus excomuniones y sus suspensiones a divinis. Sencillamente han llegado a la conclusin de que, ante
el sueo irresponsable de su pastor, ellos tienen que pastorear
el rebao como Cristo querra que se pastorease. Que esta actitud de los sacerdotes es cada vez ms comn, lo prueban los
cientos de casos de sacerdotes que se han declarado en franca
rebelin contra sus obispos. Si no es raro el caso del sacerdote
suspendido, tampoco es raro el caso del sacerdote que, suspendido, sigue celebrando misa y actuando sin importarle nada la
suspensin. De esta rebelin no se le puede echar toda la culpa
a los sacerdotes; los jerarcas que, en una situacin tan explosiva viven y actan como si no pasara nada, son, por lo menos,
tan responsables como los sacerdotes, y causa de que muchos de
ellos lleguen a asumir las posiciones extremas a que se lanzan.
La misma desesperacin que sienten muchos sacerdotes ante
la insipiencia y la irresponsabilidad de su pastor, sienten muchsimos laicos ante una postura semejante en gran parte del
clero. Si los sacerdotes se organizaban en grupos clandestinos,
los lacios, con la ayuda de muchos sacerdotes, se organizan ms.
Los laicos, en ciertos sectores, se puede decir que ya han organizado sus Iglesias aparte, pues han cado en la cuenta de
que su Cristo no es el Cristo del clero ni de la jearaqua. Su
Cristo es un Cristo que vive con el salario mnimo, que trabaja
doce horas diarias, que vive en un tugurio de casa, que come
>
247
carne pocas veces al ao, un Cristo huelguista, y, aun en la mente de algunos, un Cristo que coge un fusil... (para acabar, probablemente, muriendo fusiladootra vezpor los que defienden el orden y la paz). Los cristianos ms comprometidos y que
hacen real en sus vidas el Evangelio, se avergenzan muchas
veces de sus obispos. Los escritos acusatorios de los cristianos
de avanzada, cada vez ms abundantes, son un testimonio de
hasta qu punto ha llegado esta rebelda contra la Iglesia jerrquica. Acusaciones que hace unos aos hubieran causado sensacin, hoy se escriben y se leen con la mayor naturalidad. Es
ah, precisamente, donde vemos el peligro: que estas ideas que,
por desgracia, son tan fcilmente7 comprobables, vayan creando
un clima tal, que cualquier da se desborde la presa, y la ira
o el desprecio de los cristianos defraudados le pase por encima,
violentamente, a la autoridad. La Iglesia, en alianza con los
regmenes establecidos, convierte al cristianismo en un justificante de la violencia de statu quo... El cristianismo, segn
nuestra interpretacin, est comprometido con los regazados de
la tierra, acta en pro de la humanizacin de la vida de los
hombres, su elemento revolucionario lo encamina en esta direccin. Esto significa que no puede hacerse partiendo de los
organismos eclesisticos cuyos intereses se identifican con los
del "statu quo" 1.
He aqu lo que escribe otro sacerdote: ... un gran peligro:
que la jerarqua catlica, maniobrada por la publicidad y embrujada por el miedo, empiece a hacer el juego a los que todo
lo tienen en contra de los desposedos. Sera preciso decirle a
esos jerarcas, que si no tienen el valor de ser cristianos, por lo
menos no empeen su oficio pastoral en aplastar el hambre y
sed de justicia que devoran a aquellos que a todo renunciaron
para vivir con ellos. En todo deben ser guiados por el ansia de
un mundo nuevo, bastante mejor que ese donde mueren de inanicin la mitad de los pequeos, en donde la esperanza de vida
1
248
249
las que estn pasando las ingentes masas proletarias, sino que
nos referimos a ciertos criterios o actitudes y maneras de obrar
que enfurecen a esas masas oprimidas: la alianza de los jerarcas
con los grandes capitalistas opresores, causantes, en gran parte,
de la miseria en que viven los pueblos y el respaldo moral que
con su silencio, o su amistad, o su endosamiento, le dan a los
regmenes de fuerza, aplastadores de los pueblos indefensos. Estas dos realidades destruyen, en la mayora de los casos, todos
los esfuerzos que la Iglesia pueda hacer para acercarse de nuevo a las masas. Y formulado de otra manera: Es tal la odiosidad que produce entre las masas depauperadas esta actitud de
la jerarqua, que la inutiliza pa/a, en el futuro, poder presentarle al pueblo el mensaje cristiano. Al rechazarlos a ellos, rechazarn al mismo tiempo, la doctrina que ellos prediquen.
Ejemplo tpico de sto ha sido la encclica el progreso de
los pueblos. En ella, Pablo VI hace un esfuerzo por presentar una Iglesia de avanzada, defensora de los derechos de los
oprimidos. Prueba de que la encclica puso el dedo en la llaga
haciendo despertar de su modorra a los cristianos ricos que dorman pensando que tenan en la Iglesia una fiel defensora de sus
intereses, es el hecho de haber causado una violenta reaccin en
un amplio sector de gentes conservadoras que hasta entonces
haban aplaudido con todo entusiasmo, los pronunciamientos
de la Santa Sede. Pues bien, a pesar del extraordinario esfuerzo
hecho por Pablo VI, la encclica ha sido mal recibida por un
buen sector del elemento obrero y universitario que lucha desesperadamente en la avanzada por la superacin del pueblo latinoamericano. Ven en ella un remiendo, una toma de posicin
tctica y a tiempo, por parte de la Iglesia, cuando sta ha visto
que toda la estructura empieza a derrumbarse. Es una manera de arrojar lastre (a espaldas de Dios?), para poder seguir
de alguna manera el ritmo inexorable de ]a historia. Mas este
fenmeno de las confesiones pblicas es muy propio de nuestros das, pues la Iglesia resuelve destapar la caldera slo cuando todo indica que est a punto de estallar. Esta actitud ambivalente del Vaticano y sus filiales asume, ante el despertar simultneo de los pases del terecer mundo, caracteres aim ms
250
ntidos que parten de su desconcertante dilema: seguir favoreciendo hasta donde se pueda a las estructuras de la opresin,
pero al mismo tiempo irse colocando de manera estratgica para
quedar en las condiciones ms favorables ante el nuevo rgimen... 8.
Los textos en este sentido podran multiplicarse, ya que cada
da es ms abundante y ms virulenta la literatura que se publica para denunciar este concubinato intolerable entre los que
tienen por oficio evangelizar a los pobres, y entre los que
aplastan e impiden la superacin de millones de pobres. La
Iglesia catlica, por s misma, con su sede central en el Estado Vaticano, ha venido actuando como una suerte de imperialismo en menor escala dentro de la estructura capitalista occidental, a la que pertenece y sirve con probada lealtad. Comprometida con los intereses opresores, la Iglesia no puede tomar
partido en favor de los oprimidos, de ah que incurre en contradicciones, ambigedades e imprecisiones. Hoy el Vaticano
no tiene necesidad de recurrir a tales procedimientos de fuerza, porque la Iglesia, en la poca contempornea ha podido formar, con el capitalismo, una especie de aleacin de la mxima armona y eficacia *. Naturalmente no nos solidarizamos
con estas manifestaciones tan absolutas. Las traemos para que
se vea cmo piensan muchos lderes del pueblo que va despertando y del nuevo cristianismo violento que, quermoslo o no
se est gestando.
Signo y smbolo de esta falta de sensibilidad para percibir
la tensin del momento y de este maridaje con los sistemas
y poderes constituidos, son las ingenuas frases del cardenal Spellman sobre un asunto tan controvertible como lo es la guerra en
Vietnam, con las que compromete gravemente a la Iglesia al
hacerla aparecer como belicista: Toda solucin que no sea
la victoria es inconcebible. (Con esta frase, como dice un autor, bendijo la napalmizacin del cristianismo.) Esta guerra la
'El Vaticano y el Tercer Mundo. ELIAS CONDAL. Pgina 172. Editorial Nuestro Tiempo. Mxico, 1968.
4
Op. cit., pg. 174.
')<Z^
TEOLOGA DE LA VIOLENCIA
Entre los cristianos sudamericanos de la nueva ola, la palabra clave, que repiten hasta la saciedad y al unsono, con la
gran masa del pueblo e incluso con los marxistas, es la palabra: Revolucin. Si los capitalistas siguen hallando defensores de la propiedad privada indiscriminada y si los gobernantes
siguen usando como plataforma poltica el law and order (ley
y orden; por ejemplo, Wallace en Estados Unidos), los cristianos comprometidos van elaborando, poco a poco, aunque cada
vez ms lcidamente y hacindola penetrar en las mentes del
pueblo, la teologa de la violencia. Las premisas de que parten
252
la que los condena a esta opcin... No tenemos derecho a elegirles un camino. No podemos hacer otra cosa que ser sus aliados... Esto significa luchar nosotros de forma concreta contra
los desrdenes de nuestra sociedad y que hacen que ella sea
violenta... Esto es urgente. Bastante paciencia han tenido ya los
pobres. Quedarse en el terreno sereno de los .juicios abstractos
es una traicin. El "derecho" es con demasiada frecuencia un
instrumento de violencia... Slo una verdadera revolucin puede
permitir que se supere la violencia... Pero el principio segn el
cual "slo la revolucin armada es realista" puede ser tan nefasto como aquel otro "el orden a cualquier precio y por todos
los medios"... Parece que la humanidad busca a tientas la forma de sustituir los medios violentos por los no violentos. Hemos de creer, por tantor en los medios no violentos... Pero optar
por medios no violentos es tambin arriesgarse a la ineficacia 5.
No creamos que esta manera de pensar es fruto de mentes deformadas por el confusionismo de los tiempos y tpica
de los curas comunistas. No hay que investigar demasiado
para encontrar en los escritos de los grandes telogos de la Iglesia apoyo decidido para estas doctrinas.
El espaol fray Francisco Vitoria, O. P., fundador del Derecho Internacional y, sobre todo, Santo Toms de Aquino, que
a su vez se haca eco de Aristteles, pusieron ya muchas cortapisas a la doctrina de la propiedad privada indiscriminada y
al abuso de poder por parte de los poderosos. Del primero, en
sus comentarios a Santo Toms, es el siguiente prrafo: Si
fuese conveniente por un motivo razonable, el jefe del Estado,
o la mayora de los responsables de las ciudades, podran decidir
que todos los bienes de los ricos y de cualquier ciudadano, fuesen comunes a todos. Y esto estara bien hecho, porque esos
bienes corresponden, ms a la colectvidad que a los particulares 6.
5
R. DOMERCUE: Reflexiones sabr la violencia, pgs. 89-90. Edit. N.
Terra, 1968. (Hemos copiado slo un extracto de su resumen.)
Pero donde mayor apoyo encuentran los telogos de la violencia es en los famosos Salmanticenses en su Curso de Teologa Moral, cumbre de la teologa espaola del siglo xvn. He
aqu su opinin: Los doctores aaden, finaltriente, que si en
la necesidad extrema, t quisieras coger lo ajeno y el dueo te
lo impidiera y te quisiera arrojar por la violencia, podras agredirle cual injusto invasor de tu derecho, y si no hay otra salida, matarlo 7.
Esta doctrina parece exagerada y poco cristiana, y, sin embargo, ha sido reforzada por testimonios posteriores de personajes tan ilustres como el barn Von Ketteler8, obispo de Maguncia, y ltimamente por el Arzobispo de Cambray, monseor
Guerry9, autor de uno de los ms famosos tratados de la doctrina social de la Iglesia. Hoy da son cada vez ms numerosos
los cristianos que, pblicamente, defienden esta tesis de la justificacin de la violencia.
A los que comemos bien cada da, y a los que dormimos en
blandas camas, toda esta teologa nos podr parecer una deformacin monstruosa del cristianismo. Sin embargo, la inmensa
masa de los pobres del mundo, ven en ella una deduccin lgica
de los principios del Evangelio y por el contrario ven en nuestras vidas y en nuestras teoras una deformacin monstruosa del
cristianismo. Como dice el dominico padre Allaz, las masas
oprimidas no han ledo en Toms de Aquino o Francisco de
Vitoria la formulacin de sus derechos, pero llevan en s, en
forma intuitiva, los principios naturales, muy sencillos, sobre
los que se funda, precisamente, la doctrina de la Iglesia expresada por la gran escolstica, especialmente, el derecho a la vida
y el derecho a la dignidad personal. Cuando uno lee en las
mismas estadsticas oficiales de la ONU las aterradoras cifras
del hambre, de la miseria y de las enfermedades, no tiene ms
remedio que darle la razn a estos telogos. Cuando uno cons' Salmanticenses. Tract. XIII, C. 5. Punctum II, 1, N. 32.
W. VON KETTELER: Die Arbeiterfrage und das Christentum. Maguncia, 1864, pg. 79.
'EMILE GUERRY: La Doctrina Social de la Iglesia. Trad. L. D. de
los Arcos. Madrid, 1959.
8
255
254
biado el curso de la historia, ha implantado el terror y la tirana sobre cientos de millones de seres y ha extendido la inseguridad y la angustia a todos los pueblos del mundo.
El fenmeno marxista no es ajeno al cristianismo. Al tener mucho de anticristiano tiene mucho de cristiano. El marxismo es como la sombra larga y fea que proyecta el cristianismo mal comprendido y mal vivido. El cristianismo es la religin que ms hace hincapi en la libertad del individuo; los
cristianos, educados en esta libertad de los hijos de Dios se
sienten realmente libres en lo profundo de sus conciencias. Nuestra religin no tiene parias y el ltimo cristiano de la sociedad sabe muy bien que delante de Dios todos somos exactamente iguales. No hay cristianos nacidos del vientre de alguna
deidad: todos fuimos gestados por el corazn de Cristo. Pero la
sociedad cristiana que Marx contemplaba, con los terribles
abusos de un liberalismo econmico en toda su pujanza esclavizadora, era la negacin de esta doctrina fundamental del cristianismo. En el capitalismo liberal practicado por los cristianos del tiempo de Marx la ley fundamental no era el Amor
sino el Egosmo. La maravillosa doctrina cristiana de la fraternidad universal, al estar oscurecida y opacada en el seno mismo
de la sociedad cristiana y no ser transparente para que a travs
de ella pasase la luz del amor, lanzaba una sombra enorme y
triste sobre la humanidad. Esta sombra fue materializada y plasmada en otra doctrina por un no cristiano escandalizado por lo
enorme de la contradiccin. Las sombras, siendo algo negativo,
retratan sin embargo en cierta manera al cuerpo que las produce. La doctrina de Marx, que tan enorme repercusin ha tenido y aun sigue teniendo en el mundo, por prevalecer las mismas circunstancias, contiene en el fondo, aunque presentadas negativamente, las mismas virtudes que Marx vea pisoteadas por
los cristianos de su sociedad: el marxismo es una rebelin violenta contra la esclavitud y contra la injusticia, que son dos negaciones del Amor, dos expresiones del Egosmo.
Pongamos, como ejemplo de lo mal que andan las sociedades cristianas y de las enormes tensiones que en ellas se han
desarrollado, las revoluciones netamente populares con un cmulo
259
260
EL FUTURO DE LA CRISTIANDAD
261
262
nemos los templos y las asociaciones religiosas llenos de inconscientes fariseos que ven la paja en el ojo ajeno y no ven la
viga en el propio 1S, y a los que tambin les podra decir Jess: Ay de vosotros que cumpls lo externo de la ley y sin
embargo os habis olvidado de los mandamientos importantes 14. Qu se gana con seguir callando o hablando con sordina ante los ingentes males en que estn sumidos millones de
hermanos nuestros? Ya es hora de que vayamos hacindole un
poco incmoda la religin a aquellos que por aos han encontrado en ella la justificacin de su buena vida y la vayamos
en cambio abriendo y haciendo ms humana a ]a enorme multitud de los pobres.
El cuadro no es nada halagador: ni ante el ingente problema del mundo pagano, en una suprema pobreza material la
mayora de l, agravada con la gran pobreza de desconocer todava a su Redentor, ni en nuestra cristiana Amrica. Creemos sinceramente que las tensiones econmico-sociales hace ya
tiempo que estn generando unas presiones que puedan empezar a estallar violentsimamente en cualquier momento. No nos
extraa que los grandes y los poderosos de este mundo no quieran remediar las cosas, o que por su aislamiento no hayan cado
en la cuenta de cuan real es el peligro que amenaza toda su
comodidad. Lo que s nos extraa, lo que nos pasma, lo que nos
llena de dolor, lo que mina nuestra fe, es el ver que la Iglesia,
Pueblo de Dios, la Iglesia consciente y, en particular, la Iglesia
jerrquica, estn en el mismo estado de nimo letrgico, burgus, reaccionario, apoltronado y antievanglico, que los ricos
poderosos y gobernantes opresores que inicuamente tienen abandonados a cerca de cien millones de hombres, nicamente por
seguir ellos disfrutando de sus privilegios y de su vida acomodada 15. Los culpables de este lento genocidio que con ciertas
"Mt 7, 4-5.
u
Lc 11,42.
15
50 millones de
tienen casa; la mitad
nios mueren antes
segn la FAO^en
EPILOGO
En la triste noche del Jueves Santo en Getseman, se acerc Jess a Pedro y, con el corazn deprimido, le dijo: Simn,
duermes? Hoy, los pobres del mundo, los abandonados, los
analfabetos, los descalzos, los hambrientos, los discriminados
y los parias que arrastran su miseria por el orbe entero, le hacen la misma pregunta al Pueblo de Dios: Iglesia, duermes?
Hoy, los cristianos humildes de Amrica, que ya no aguantan
ms, le hacen la misma pregunta a su Madre: Iglesia ma, duermes? Hoy, el clero, tan marginado en el Derecho cannico, tan
marginado en el Concilio Vaticano II, y tan marginado en el
corazn de muchos obispos, por ms que digan lo contrario,
le hacen la misma pregunta a sus pastores: Iglesia ma jerrquica, duermes? Y hoy, la Iglesia de Dios entera, compuesta
de hombres llenos de necesidades, angustiados y carcomidos de
dudas, le hacen la misma pregunta al Vaticano: Iglesia romana,
principal representante de Cristo, duermes? No ves que el
pueblo entero tiene los ojos puestos en ti? No ves que el mundo entero necesita hoy, ms que nunca, de ti, que difundas el
mensaje de amor de todos los hombres y para todos los hombres, del cual eres la principal depositara? No ves que hoy, el
mundo entero, y en particular el pueblo cristiano, necesita verte
humilde, sencilla, hermana y con la mente abierta para la comprensin y ej corazn de par en par, para todos las miserias
humanas? No ves que los hombres estn oprimidos por siste265
recostados en el clero y en las monjas, y sin querer echarse sobre sus hombros ]a responsabilidad de mantener vivo y hacer
penetrar, en medio del mundo, el mensaje de amor que poseen?
Seguirn los laicos de mi Iglesia tratando de evitar pecados
en vez de vivir el amor? Seguir el clero en su rutina sacramental, en sus colectas, en sus misas y en sus construcciones, en
vez de mezclarse como hermanos, con el pueblo, y en vez de
ensearles con el ejemplo cmo es un autntico cristiano que
pone toda su vida a disposicin de los dems? Seguir la Jerarqua defendiendo las pompas pasadas, codendose con los
grandes, preocupndose, principalmente, de las finanzas, en vez
de pastorear en verdad a su rebao, acompandolos por montes y desiertos, bajo el viento y la lluvia? Seguirn los pastores pastorendose a s mismos? Y seguir la Santa Sede sintindose como la duea de las conciencias y la nica depositara del tesoro de la fe, imponiendo creencias y leyes sobre
los hombros de un pobre pueblo ya bastante aturdido, en vez
de presentar el grande y sencillo mensaje cordial de que es depositara y que es el nico que hoy da puede llenar de esperanza el corazn de los hombres?
Despertar mi Iglesia antes de que sea demasiado tarde?
NDICE
Pg.
INTRODUCCIN
>
Microleyes asfixiantes
Leyes matrimoniales
Epiqueya
Pecados por doquiera
Motivaciones de los moralistas
El verdadero pecado
Pecados del sexo
Dios contradicindose
Una Iglesia menos legalista
CAPTULO III.DOGMATISMO
5
2
23
25
27
29
35
38
47
48
53
59
6365
66
67
68
69
73
78
79
81
269
84
86
88
CAPTULO IV.LAICADO
95
Tipos de laicos
Urgencia de que despierte el laicado
Laicos ordenados
Tarea especfica del laico
Visin amplia del apostolado
Demasiada obediencia
Una Iglesia nueva de signo laical
100
104
110
113
115
118
121
CAPTULO V.SACERDOCIO
123
Sombras
Inters material
Desinters espiritual
K.
Afn constructor
Afn de decir misas
Vocaciones al sacerdocio
El celibato
La encclica El celibato sacerdotal
Por qu dejan el sacerdocio
127
131
136
139
143
149
154
155
160
CAPTULO VI.EPISCOPADO
165
Eleccin de obispos
Concepto episcopal de Iglesia
Trato de los poderosos
Administradores de los bienes de la Iglesia
Trato con los sacerdotes
Pastoral
Pastoral de conjunto
Una autoridad triunfal
Hieratismo y rigidez
Campos de apostolado
CAPTULO VILSANTA SEDE
No destruyamos a Roma
Valores positivos
Sombras romanas
Papolatra
Pompa y conservadurismo
270
167
174
182
186
189
192
195
201
206
211
,
v
...
217
217
219
222
224
227
231
237
245
245
249
252
258
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265