Kellen Alice - Sigue Lloviendo
Kellen Alice - Sigue Lloviendo
Kellen Alice - Sigue Lloviendo
1
Vctor
El abogado tose, incmodo por la atpica situacin, pero antes de que pueda
inmiscuirse, Sara habla:
Qu es lo que quieres?
Una cena. Una despedida.
Una despedida? su rostro se contrae en una mueca de dolor antes de
que consiga disimularlo.
Solo tienes que prometerme eso y firmar lo que t quieras.
Duda durante unos segundos.
Est bien. Lo prometo.
Con delicadeza, desliza los papeles del divorcio por la pulida mesa de
madera hasta colocarlos frente a m. El abogado me tiende un bolgrafo. Suspiro
hondo e intento ignorar la angustia que me sacude al saber que estoy a punto de
perder definitivamente lo nico que me queda en el mundo. Mi esposa. Mi vida.
Mi mitad. Casi literalmente.
No leo nada y paso los papeles hasta ir directamente a la ltima pgina.
Miro a Sara una vez ms, pero ella tiene los ojos fijos en una pulsera plateada y
trenzada que adorna su mueca. Me doy cuenta entonces de que ya no lleva puesta
la alianza de bodas.
No debera sorprenderme.
Cierro los ojos, cojo aire y trazo mi firma. Despus, arrastro la silla hacia
atrs y me pongo en pie. Me sujeto al borde de la mesa cuando noto que me
tambaleo un poco. No pienso volver a beber. No pienso hacerlo. El ardor de la
garganta es insoportable, aunque ya no s si se debe al alcohol o a la indiferencia
que encuentro en su rostro.
Maana a las ocho de la tarde? pregunto.
S, de acuerdo.
Pasar a recogerte.
2
Sara
Ests bien?
Tomo una bocanada de aire antes de girarme hacia mi abogado. Parece
preocupado por m. No, no preocupado. Apenado. Esa es la palabra. Detesto que
me miren as, detesto sentirme tan pequea, tan dbil.
S, tranquilo me levanto y guardo los papeles que me tiende con gesto
afable. El telfono no deja de vibrar en el interior del bolso. Lo saco y leo por
encima los ltimos mensajes. Es mi hermana.
Para cualquier cosa que necesites
te llamar concluyo.
Cuento con ello.
Me acompaa hasta los ascensores del edificio y espera pacientemente a mi
lado hasta que me ve desaparecer en el interior del cubculo. All, sola, deseo por
un instante que nunca llegue a la planta baja. Quiero quedarme aqu para siempre,
encerrada entre cuatro paredes, ajena al mundo que sigue su curso, ajena a todo y
todos. Pero cuando escucho el caracterstico pitido y las puertas se abren
comprendo que no va a ocurrir. Tengo que seguir adelante. Salgo del ascensor.
Llevo apenas diez minutos caminando por la calle cuando mi hermana llama
por tercera vez consecutiva. Incapaz de ignorarla ms tiempo, cojo el telfono.
Cmo ests? Ha ido bien?
S miento.
Necesitas que me acerque a recogerte? pregunta. Podramos ir a
comer a ese restaurante del Carmen que te gusta tanto, el que tiene las mesas
amarillas, te apetece?
3
Vctor
Anna me mira con atencin y una sonrisa tonta en los labios. Est sentada en
la mesa de mi despacho, con esa confianza que no me hizo falta darle porque ella
se encarg de cogerla sin antes preguntar. Se lleva un dedo a los labios.
As que una cena. Los dos. A solas.
Asiento con la cabeza y tecleo algo ms con la vista fija en la pantalla del
ordenador. El ltimo anuncio que han encargado a la empresa es de una marca de
zapatillas deportivas; una imagen diseada en exclusiva de un cielo azul ail con
una carretera esponjosa hecha de nubes en vez de asfalto, todo ello bajo el eslogan
No hay lmites. Elije tu destino.
Una mierda. Antao me hubiese molestado en pensar en algo mejor, pero
hace tiempo que mi trabajo ha dejado de importarme. Ya no disfruto con ello. Ya no
disfruto con nada, en realidad.
Y cul es la intencin?
Levanto la vista hacia Anna preguntndome por qu sigue aqu y si no tiene
nada mejor que hacer. La aprecio y es una de las pocas personas que sabe mi
historia. Parte de la historia. Pero a veces resulta agobiante. Hace poco ms de
medio ao que nos conocemos, as que al contrario que el resto de mis compaeros
de oficina, no ha sido testigo del cambio en mi actitud; nunca se ha visto las caras
con el Vctor del pasado y eso me libera de algn modo. No tengo que fingir ser
alguien que ya no existe.
Verla una vez ms. Despedirme. No lo s.
Impedir que se marche para siempre, susurra una voz en mi cabeza.
Lo entiendo asiente con la cabeza. Tienes algo planeado?
S.
Y no vas a contrmelo
Chica lista.
Puedo darte un consejo?
Tengo alternativa?
Suelto el ratn del ordenador y ella sonre.
Llvale flores. Las rosas son ms clsicas, pero las margaritas nunca fallan.
Son las que he elegido para mi boda: margaritas blancas recalca. Y a propsito,
sigo esperando una respuesta a mi invitacin.
Sabes que no ir. Me alegro por ti, de verdad que s, pero En dos
semanas se casar con uno de los informticos de la tercera planta, un joven tmido
e inteligente que la adora tanto como ella a l. Ahora mismo no puedo
No hace falta que te inventes una excusa descabellada, lo comprendo.
Vale.
Bien baja de la mesa de mi escritorio y se pone en pie. Suerte esta
noche. Recuerda lo de las flores aade antes de salir y yo no la corrijo.
Sonro para m mismo.
Sara odia que le regalen flores. No soporta la idea de que algo tan bonito y
delicado se marchite en apenas un par de das. A ella le gusta encontrarlas salvajes,
en el campo, libres, e inclinarse y recostarse sobre la hierba hmeda para
fotografiar los coloridos ptalos desde todos los ngulos posibles.
Recuerdo los primeros aos de nuestro noviazgo. Las escapadas por
carretera de un par de das en las que nos bamos con lo puesto, sin apenas
equipaje, a la aventura, recorriendo pueblos y lugares, cantando en el coche,
besndonos en cada cruce, en cada parada, en cada semforo; rindonos de todo,
alimentando las bromas que solo eran nuestras y nadie ms poda entender. Los
atardeceres que parbamos en prados desolados y yo la miraba tumbado en la
tierra durante horas y horas mientras ella fotografiaba el mundo bajo su ojo crtico
y el sol se desplomaba sobre el horizonte.
4
Sara
Estoy a punto de bajar al portal de casa cuando advierto que llevo el suter
color burdeos que a Vctor le gustaba. Regreso a la habitacin, me lo quito y lo
lanzo a un rincn. Me pongo una sudadera gris y, ahora s, salgo del edificio.
l est apoyado en la pared de la cafetera de al lado. Viste unos vaqueros
oscuros y un jersey negro de cuello ovalado. Se me revuelve el estmago cuando
me mira porque esos ojos mierda, no soporto encontrarme con sus ojos, con el
azul del mar, del mar profundo.
Ests preciosa.
Gracias.
He aparcado dos calles ms all.
Asiento con la cabeza y camino a su lado en silencio. Guardo una prudente
distancia de seguridad. S que si esa mano suya que ondea a un lado del cuerpo
rozase la ma s que me estremecera y l lo notara. Siempre hubo algo en su
piel, en la forma de tocarme, de mirarme, de sonrerme, que consegua deshacerme
por dentro, romper la coraza que constru para el resto del mundo. Y me gustaba
mi soledad, hasta que l lleg y me hizo compartirla. Nunca fui introvertida por
tener problemas, por nada concreto; simplemente lo era porque me haca feliz,
porque me senta bien conmigo misma, porque nunca necesit ms.
Tras subir al coche, permanezco muy quieta en el asiento mientras
recorremos en silencio las calles de la ciudad, pero no puedo evitar estremecerme
cada vez que parece que sus dedos van a tocar los mos, cada vez que alarga el
brazo para cambiar de marcha. Tiempo atrs, me gustaba colocar mi mano sobre la
suya y sentir el movimiento cuando cambiaba a primera y de primera a segunda y
luego tercera y vuelta a segunda y primera, lo notaba tensarse bajo mi piel,
adverta la suavidad al desplazarse
Tienes hambre?
y no deja de presionar el botoncito superior. Me pone nerviosa ese clic, clic, clic.
Sonre y le tiende la mano a Vctor que finge una alegra que no siente por el mero
hecho de hacer felices a los dems. Advierto que ya no acta tan bien como antao.
Falla en la mirada; ahora est apagada y no importa cunto curve los labios: sus
ojos azules carecen de brillo. Trago saliva intentando deshacer el nudo que me
oprime la garganta.
Haca mucho tiempo que no os vea por aqu, mis clientes preferidos!
me mira, no te has pasado al otro bando, verdad? Sigues sin comer carne?
Sigo fiel a mis costumbres contesto.
El risueo camarero se centra en mi marido. En mi exmarido.
An no te ha convencido?
No. Me pierde un buen filete.
Hay cosas que nunca cambian.
Tengo ganas de decirle que todo, todo cambia constantemente. Una maana
te levantas y tienes todo lo que deseas en la palma de tu mano y al da siguiente no
eres capaz de encontrar una miserable razn para seguir adelante. Una maana
eres feliz y otra no. Un da confas en tu marido, en que es el mejor hombre del
mundo, que nunca podr fallar y a la siguiente descubres que estabas
equivocada.
Dos hamburguesas de tofu con lombarda, lechuga, aguacate y soja
levanta la vista hacia m. Qu te apetece beber?
Una copa de vino.
Una botella de tinto especifica l.
Alguno en especial? El camarero garabatea el pedido en la libretita de
mano.
Lo dejo a tu eleccin.
No tarda ms de cinco minutos en traer la cena. Hago un esfuerzo y le doy
5
Vctor
Aqu todo sigue igual digo mientras miro a mi alrededor, fijndome en
las paredes de madera y en las plantas de hojas ovaladas y grandes que adornan
cada esquina del local.
Aqu s.
Suspiro hondo y le doy un trago a la copa de vino. Bajo la vista a la mesa y
despus vuelvo a alzarla hasta ella.
Te he echado de menos.
Las palabras escapan de mis labios antes de que pueda detenerlas. Ella deja
la hamburguesa en el plato con manos temblorosas y coge la servilleta para
limpiarse.
No puedes hacer esto dice.
Soy incapaz de fingir que no estoy deseando ponerme en pie y rodear esta
puta mesa y besarte hasta que me obligues a parar.
Sara parpadea ms de lo habitual y tuerce los labios. Esos labios que quiero
tener entre los mos. Con cuidado, dobla la servilleta que an sostiene y evita
mirarme. Apoyo los antebrazos en la madera que nos separa y me inclino hacia
delante.
Te quiero susurro.
Cmo puedes no entenderlo?
S que lo entiendo. No lo comparto.
Cul es la diferencia? respira entrecortadamente. Y de todos modos,
qu importa ahora? Estamos divorciados, Vctor. Ya no somos nada.
y lo llamas vivir
en todo, en todo, s,
menos en m, donde te sobrevives.
Pedro Salinas. [Afn]
6
Sara
Rompo la fotografa que sostengo en la mano y tiro los trocitos a la papelera.
Me concentro en el trfico de la calle durante unos segundos, con la mirada clavada
en el cristal de la ventana. Siempre hay atascos a primera hora de la maana. El sol
reluce en lo alto del cielo, a punto de dar la bienvenida al caluroso verano.
Me dejas esta camiseta?
La voz de Sofa, mi hermana pequea, me distrae y dejo de mirar la
concurrida avenida que se dibuja bajo el ventanal.
Qudatela. Te la regalo digo, sin pararme a mirar de qu prenda se trata.
Tampoco me importa.
En serio? me sigue hasta la cocina. Sabes que te adoro, verdad? Esto
vale por otra sesin de pelculas de risa y palomitas, pero de las que llevan
mantequilla hasta aburrir.
Pongo los ojos en blanco y sonro. Meto el caf con leche que acabo de
preparar en el microondas. Sofa se qued anoche a dormir e ide una de esas
sesiones cinfilas que tanto le emocionan. ltimamente pasa en casa muchos das y
eso es bueno y malo a un mismo tiempo. Bueno, porque evita que me quede en la
cama tirada hasta bien entrado el medioda, preguntndome qu direccin tomar,
qu finalidad tiene mi vida ahora. Y malo, porque echo de menos poder hundirme
entre las sbanas y fingir que el mundo exterior ha dejado de existir. Una parte de
m quiere seguir dando vueltas en la mierda. Hay algo profundo, algo anclado en
mi interior que me impide desear levantarme y enfrentarme a las adversidades.
Mam vino a verme hace un par de semanas y eso, lejos de ayudar, solo
consigui enfurecerme. No me entiende. Y cmo puede ella, precisamente ella, no
ponerse en mi lugar? Me habl de ser una mujer fuerte, una mujer independiente,
una mujer luchadora y tenaz y valiente.
Es evidente que no encajo en ninguno de esos adjetivos.
He fracasado. He perdido.
Si la vida es un juego me rindo! Quiero parar. Quiero bajarme de este
barco. El tiempo pasa y nada mejora. No puedes estrellar una copa de champagne
contra el suelo y esperar que se arregle sola, que los diminutos trozos de cristal se
unan y encajen entre ellos sin dejar ninguna cicatriz. Eso no ocurrir.
Tienes clase esta maana? pregunto.
No. Ir a la biblioteca.
Sofa muerde su tostada e ignoro las migajas de pan que caen al suelo de la
cocina. Niega con la cabeza y prosigue escribiendo un mensaje en su telfono
mvil. Aunque tan solo nos llevamos cinco aos de edad, parece mucho ms. No
en el aspecto fsico, en el que somos muy similares, ambas con el cabello negro y
lacio, sino en un plano mental. Ella, universitaria, risuea, con mil ilusiones por
delante. Yo, aptica, sin ninguna meta concreta que cumplir, opaca.
Tengo que ir a la oficina a entregar un encargo digo. Traigo algo de
comer?
Me mira dubitativa
Te molestara que no volviese hasta maana? Tengo que ir a casa a coger
ropa y esta noche es el cumpleaos de Mara y
No tienes la obligacin de cuidar de m, enana le revuelvo el pelo al
pasar por su lado y ella resopla. Estoy bien. De verdad que s miento. Haz tu
vida. Disfruta. Sal por ah me obligo a sonrer y, media hora ms tarde, salgo de
casa con una carpeta llena de fotografas bajo el brazo, dispuesta a entregar el
ltimo trabajo como freelance en la oficina correspondiente: unas instantneas de un
par de casas victorianas con muebles originales que aparecern en un reportaje de
una revista de decoracin.
7
Vctor
An noto la garganta irritada y la cabeza me da vueltas. Tomo una enorme
bocanada de aire mientras intento concentrarme en las letras que bailan y se tornan
borrosas en la pantalla del ordenador. Es viernes. A veces me cuesta situarme,
recordar en qu da de la semana vivo porque todos ellos son exactamente iguales:
un infierno.
Anna entra en mi despacho con su habitual alegra.
Planes para hoy? Una noche loca? bromea al tiempo que se deja caer
en el silln que hay frente a mi mesa de trabajo.
S, he quedado con un tal Whisky y una seorita llamada Sof que piensa
hacerme compaa hasta el amanecer. Quieres ms detalles?
Ahrratelos. Ya morir de aburrimiento otro da.
Refunfuo por lo bajo y lanzo a la papelera de reciclaje del ordenador los
ltimos diseos que me han enviado. Mierda en mi correo no, gracias.
Te apetecera venir a cenar con nosotros? Es el cumpleaos de Juan
dice, y se le iluminan los ojos en cuanto nombra a su marido. Ser algo tranquilo,
solo con un par de compaeros y estoy segura de que
Quiz la prxima vez le corto.
El ao que viene?
S. Puede.
Anna suspira hondo y me dedica la misma mirada que mi madre usaba a
todas horas cuando era pequeo, antes de que muriese: una mezcla entre
compasin y dureza nada fcil de lograr; porque es afable, s, pero tambin
exigente.
8
Sara
Me cuesta un mundo salir a la superficie y abandonar el azul de sus ojos,
pero finalmente lo hago cuando miro a la chica menuda que espera pacientemente
a su lado. Es guapa. Es dulce. Lleva unas gafas rojas de pasta y el cabello rubio
suelto y un poco despeinado.
Trago saliva.
Me late tan rpido el corazn
Ests te veo l duda un segundo. Tienes buen aspecto dice
finalmente.
Vctor me desnuda con la mirada, de los pies a la cabeza, del corazn al
alma. Si haba alguna parte que he intentado mantener oculta estos meses, l acaba
de abrirme en canal, ha entrado y lo ha revuelto todo. Como siempre.
Gracias.
Quiero decirle que l tambin, pero s que notara que estoy mintiendo, as
que no lo hago. Me apoyo en los talones y me balanceo hacia delante con
incomodidad cuando advierto que la chica me sonre.
Me llamo Anna, encantada de conocerte permanezco muy quieta
mientras me da dos besos, uno en cada mejilla. Huele a canela. Imagino que t
debes ser Sara.
Asiento con la cabeza e instintivamente me giro un poco hacia la puerta de la
cafetera. De todos los lugares del mundo, de todos los establecimientos de esta
dichosa ciudad tena que ir a parar a l, como no. A l. Y ahora a ella, tambin.
Inspiro hondo.
Vctor me ha hablado mucho de ti concluye sin dejar de sonrer.
Ests rara insiste Sofa despus de asegurarle que ver una pelcula a
solas y me preparar una cena en condiciones y no cualquier cosa precocinada.
Segn t, siempre lo estoy.
Tambin es verdad recapacita. Te veo maana, entonces.
Psalo bien.
En cuanto cuelgo la llamada me siento en el banco de un parque e intento
ignorar el ruido del trfico a media maana y concentrarme en el ritmo de mis
pulsaciones, en mantenerlo estable. A veces me cuesta respirar. No es
contradictorio que resulte tan complicado un acto tan instintivo, tan vital? Coger
aire. Expulsarlo. Volver a repetirlo. Inspirar. Soltarlo.
Solo cuando dejo de temblar y me limpio con el dorso de la mano esas
lgrimas tontas que han escapado sin mi permiso, me pongo en pie y regreso a mi
apartamento. Al menos he entregado el encargo. He hecho algo, me digo.
Cumplo mi promesa a medias. Vuelco sobre un cuenco unos cuantos
cannigos que venden en bolsa. Puede que no sea la comida ms elaborada del
mundo, pero no es precocinada porque, literalmente, nadie los ha cocinado. Me
lo termino de tres bocados sin molestarme en sentarme, plantada en medio de esta
cocina blanquecina que ya apenas usa nadie nunca. Despus lleno una botella de
agua del grifo y me acerco a la ventana para regar las pocas plantas que han
sobrevivido a mi apata e iluminan la estancia. Al terminar, me pregunto qu voy a
hacer el resto del da.
Dentro de casa todo es silencio. Si Sofa no est, el silencio se filtra y
conquista cada una de las habitaciones. Quiz por eso me sorprendo cuando al
caer la tarde suena el timbre de la puerta. Camino descalza y enciendo las luces
antes de atravesar el comedor y llegar al recibidor.
Abro.
Vctor me mira, inmvil, con una mano apoyada en la pared.
Qu haces aqu?
Antes de que pueda detenerle, entra en casa. Contempla su alrededor un
segundo, como si le costase ubicarse y entender que todo sigue igual que cuando
se mud. Despus vuelve a girarse hacia m.
No puedes irte as cuando me veas la prxima vez dice en tono
acusador. No puedes fingir que no me conoces, que no hemos estado juntos ms
de nueve aos, lo entiendes? Respeto tus decisiones, pero que me ignores que
me ignores ni siquiera es una opcin.
No te he ignorado sacudo la cabeza. Qu queras que hiciese?
Sentarme con vosotros a charlar?
Por ejemplo.
Hablas en serio?
Por qu no?, somos adultos. Te conozco mejor que nadie. Nos debemos al
menos algn tipo de consideracin. Y si volvemos a vernos, si por casualidad
tropezamos dentro de tres o quince aos, me seguir interesando saber de ti,
enterarme de cmo te van las cosas, ponernos al da. Siempre vas a importarme,
Sara. Siempre.
Niego con cierta torpeza, todava aturdida por todos los sucesos del da.
Lo siento si he sido brusca, pero estabas con ella y yo
Con ella?
La chica aclaro. Anna, creo.
Vctor frunce el ceo y entreveo la expresin de comprensin que aparece
despus en su rostro. Da un paso ms hacia m, rompiendo la distancia que he
impuesto entre los dos, apoderndose de mi espacio.
Por eso te has ido as susurra y luego me mira serio. Solo es una
amiga. Te lo juro se lleva una mano al pecho.
Ya no s si puedo confiar en l.
9
Vctor
No tienes que darme explicaciones. S que no es asunto mo.
Para m, sigues siendo mi dejo de hablar, saboreando la palabra
esposa en los labios, pero no la pronuncio. Tampoco es necesario. Sara sabe
perfectamente qu es lo que estoy pensando.
No lo digas, porque no es verdad baja la vista. Siento haberme ido as,
tienes razn. Es solo que todo ha sido tan inesperado y brusco
Anna es una compaera de trabajo. Acaba de casarse y, joder, te prometo
que no hay nada entre nosotros aclaro a pesar de su mirada reprobatoria. Sigo
teniendo presente la idea de justificar ante ella mis actos. Si sostengo la verdad en
la mano, se la doy. Siempre he intentado que sea as. Lo he intentado.
De todos modos, tienes derecho a rehacer tu vida.
Lo s, creme suspiro profundamente e intento calmarme. Y t?
Hay alguien?
Sara se muerde la piel del labio inferior y despus niega con la cabeza. De
inmediato noto los msculos ms relajados y doy un paso atrs para dejarle
espacio. Me doy la vuelta y contemplo el comedor y la barra americana que lo
separa de la cocina. Todo sigue como siempre.
Avanzo hasta tocar la alfombra con los pies y me quedo all, quieto,
mirndolo todo. Cada detalle que pueda parecer insignificante de esta estancia
para nosotros supone algo importante, algo irremplazable. La lmpara de mil
colores diferentes que compramos en un viaje a Marruecos y los cuadros que
trajimos de Tailandia y enmarcamos ms tarde aqu. Recuerdo las dudas que
surgieron aquella tarde estando en la tienda: un marco naranja o marrn? Al final
nos quedamos con el primero.
Encima de la mesa auxiliar hay un par de velas, la caja de una pelcula y
unas cuantas revistas de fotografa que, imagino, Sara habr estado hojeando
mientras desayunaba un caf con leche. Me encantaba ese momento del da: el
desayuno. Verla de buena maana, empezar la jornada junto a ella. Darme la vuelta
en la cama y hallar su cuerpo, su calor, su aroma
T ests bien?
Giro hacia su voz.
Simplemente estoy.
Eso no es una respuesta susurra.
Prefieres que te d una lista detallada de cmo me siento? Porque no es
agradable.
Nos miramos unos segundos en silencio. Ella se frota el brazo de arriba abajo
con una mano y parece vacilante.
Te apetece un caf?
Tienes cerveza?
No. Ya no compro nada de alcohol.
Caf, entonces.
La sigo en silencio hasta la cocina todava sin creerme del todo que ella haya
propuesto algn tipo de acercamiento; el mero hecho de que mi visita dure ms de
lo previsto me pilla por sorpresa. Quiero preguntarle por qu, pero s que eso solo
la agobiara ms. Es probable que ni siquiera sepa responderse a s misma. Yo me
siento igual de confuso todo el tiempo, como si albergase en mi cabeza ms
pensamientos, ms ideas y juicios de los adecuados. La mente tiene un lmite.
Sin que me lo pida le ayudo a preparar los cafs. Saco la leche de la nevera y
el azcar del mueble que est encima del microondas. Parece mentira que haga
ms de un ao que no piso este apartamento, porque de algn modo retorcido sigo
sintindome en casa. Cuando voy a coger las cucharillas, mi mano roza la suya en
el tirador de aluminio y Sara se aparta como si el contacto doliese.
En parte, s que duele.
10
Sara
Si pensaba que no poda estar ms nerviosa, me equivocaba.
Sofa entra en casa con total normalidad, hablando a gritos, contndome no
s qu sobre un trabajo de filologa hasta que ve a Vctor en la cocina. Entonces,
deja caer al suelo la mochila y la carpeta que llevaba en la mano y corre hacia l. Le
abraza. Y yo me aparto a un lado en silencio, dejndoles espacio.
Todava sigo sin saber por qu he dejado que Vctor entre en el apartamento,
por qu le he invitado a tomar un caf y por qu permito ahora que siga aqu. Ya ha
sido todo suficiente difcil como para remover de nuevo la mierda Siento que
cada vez que avanzo un paso al frente, despus doy dos hacia atrs.
Eh, no llores, qu pasa? escucho que le dice y ella sorbe por la nariz.
Haca tanto tiempo
Ya suspira Lo s.
Les doy la espalda mientras hablan y me entretengo guardando los cubiertos
secos en el cajn correspondiente, los vasos limpios en la repisa del armario, los
platos apilados por tamaos y colores
Puede quedarse a cenar, Sara? Deja caer la mano en mi hombro. Por
favor.
S que le adora. Siempre lo ha hecho. Le conoce desde que era una nia y
Vctor ha estado ah cada vez que ella le ha necesitado, cada vez que mam la
presionaba ms de la cuenta o necesitaba algn tipo de referente paterno que
supliese la ausencia de nuestro padre. Pero esto esto es demasiado
No creo que sea una buena idea
Por qu no? protesta.
S, claro, adelante.
Lo veo analizar el interior con gesto pensativo.
Hay suficientes ingredientes para hacer algo decente. Pero si lo prefieres
bajo en un momento y compro patatas. T elijes, Sara.
Pronuncia la palabra elegir de un modo raro e intenso que me hace sentir
incmoda. No s si se refiere solo a las dichosas patatas o a algo ms, a mucho ms.
Quiz a todo. Niego con la cabeza y me digo que empiezo a delirar.
Sabes que confo en tus dotes culinarias hago un esfuerzo y consigo
sonrerle, aunque noto los labios tirantes. Voy a avisar a Sofa, ahora vuelvo.
Mi hermana se ha metido en el cuarto de bao y la estantera bajo el espejo
est repleta de productos de maquillaje que, por lo que veo, ya ha terminado de
usar. Ahora est planchndose el pelo con gesto de concentracin.
Deja de arreglarte, enana le digo mientras, de paso, empiezo a meter en
el neceser todas las cosas que son mas. Vctor se queda a cenar.
Lejos de inmutarse, me sonre a travs del espejo. Lleva los labios pintados
de un llamativo rojo cereza; est guapsima.
Ya lo s.
Ya lo sabes?
Os he odo.
Entonces qu ests haciendo?
Sabes que tengo el cumpleaos de Mara! exclama y luego me mira
malvola y me arrebata de las manos el brillo de labios. As podris estar los dos
solos.
Me contengo para no gritarle que esto no es un puto juego, que no puede
comportarse conmigo como lo hace con sus amigas que, lejos de parecer adultas,
todava se comportan como adolescentes con ms tontera de lo ridculamente
aceptable. Y, mierda, debera haberlo imaginado. La conozco. En el fondo, muy en
11
Vctor
Estoy cortando la cebolla en trocitos diminutos cuando Sara vuelve a entrar
en la cocina. Por como acaba de marcharse su hermana, s que acaba de ocurrir
algo e imagino de qu se trata. Aparto a un lado las rodajas de pimiento, tomate y
aguacate, y me giro mientras me seco las manos en un trapo de cocina de color
azul con estampado de margaritas.
Eh, no te preocupes digo, no ests obligada a hacer esto. Si quieres
termino de hacer la cena y me marcho, de acuerdo?
Sigue pareciendo indecisa cuando niega con la cabeza.
No, no. Qudate.
Ests segura?
S se acerca a m dando el tema por zanjado y mira los ingredientes que
hay sobre la encimera. Dime qu necesitas que haga.
Durante los siguientes quince minutos, cocinamos juntos en silencio, uno al
lado del otro. Le pido que haga las cosas ms sencillas mientras salteo las verduras
al punto y las aderezo con diferentes especias. Su brazo roza el mo por accidente
de vez en cuando. Quiero abrazarla. Me contengo. Rompo el silencio al pedirle que
saque la masa de los tacos de la nevera. Cuando lo hace, aparto la vista de ella,
intentando fingir que no me quedo absorto mirndola cada vez que se gira, cada
vez que tengo la mnima oportunidad de hacerlo sin que lo sepa. Es como si
deseara retener cada gesto, cada palabra pronunciada por sus labios, este instante,
el espejismo irreal en el que estamos sumergidos porque s que se romper
pronto.
Relleno los tacos precocinados con la mezcla de verduras que hemos hecho y
los sirvo a temperatura templada en dos platos. Ella coge vasos y servilletas y, sin
necesidad de aclararlo antes, los dos nos dirigimos directamente al sof. Porque eso
era lo que hacamos las noches de tacos. Algo fcil, algo sencillo que pudisemos
comer mientras hablbamos despus de un da cansado o veamos una pelcula.
Sara encoje las piernas y se sienta al estilo indio entre los cojines, con el plato
sobre el regazo; se remueve para alcanzar el mando a distancia y enciende de la
televisin. Le doy un mordisco a mi cena mientras ella hace zapping.
No hacen nada interesante masculla.
La has visto ya? sealo con la cabeza la cartula de la pelcula que
todava est sobre la mesa.
No, la alquil Sofa ayer me mira dubitativa. La pongo?
Por qu no?
Se levanta y camina descalza hasta el reproductor, mete el disco y vuelve a
sentarse a mi lado. La noto moverse con incomodidad cuando su rodilla roza la
ma sin querer. Est tan preciosa. Lleva el cabello despeinado y suelto y los
mechones negros acarician la palidez de su rostro. Le da un bocado al taco cuando
aparecen los ttulos de crdito.
Est buensimo! En serio.
Lo s. Tengo boca.
Qu capullo.
Pone los ojos en blanco y luego, como si fuese un milagro, se re.
Sara est rindose. A mi lado. Ahora.
Juro que hace ms de un ao que no la haba visto rer. Parece una eternidad.
Ni siquiera recordaba el timbre exacto de su risa, esa sonoridad delicada y vibrante
que llena la habitacin y me envuelve.
Qu te hace tanta gracia? pregunto divertido.
Shh, nos estamos perdiendo la pelcula.
Existe una funcin que se conoce como rebobinar. Y ahora contstame:
qu tengo que hacer para que vuelvas a rerte como antes? Porque hara cualquier
cosa por escuchar de nuevo ese sonido concreto.
12
Sara
No me sorprende ver a mi hermana sentada en la mesa de la cocina cuando
me levanto. Est comindose una napolitana de chocolate y lleva puesta la ropa de
la noche anterior porque, con total seguridad, an no se ha acostado.
Ignoro su presencia y saco la leche de la nevera. Todava me duele que no
sea capaz de ponerse en mi lugar, de respetar mis decisiones. Me acomodo al otro
lado de la mesa y le echo un vistazo a la revista sobre fotografa que estaba al lado
del frutero, paso las pginas haciendo todo el ruido que puedo. Tiendo a
demostrar mi grado de enfado con diferentes niveles sonoros, lo admito.
Vale, lo siento! exclama alargando las vocales. Lamento haberte
tendido una encerrona, pero es que me sent muy mal cuando lo vi con ese
aspecto Est muy cambiado. No parece l.
No levanto la vista de la revista mientras bebo un sorbo de leche.
S que lo que hice no estuvo bien y que odias que me meta en tus asuntos
prosigue, pero me muero de curiosidad por saber qu estaba haciendo aqu!
No piensas contrmelo?
Ehm, djame pensarlo finjo que medito. No, no tengo nada que
contarte.
Sabes que eres la tpica hermana mayor huraa, verdad?
Y t la pequea entrometida.
Es menos insultante.
Acustate ya, ahora que ests a tiempo de no decir ms tonteras.
Me arrebata la revista de las manos y la deja a un lado de la mesa. A decir
verdad, solemos discutir a menudo por cosas estpidas que no tienen importancia,
pero lo que hizo ayer eso fue ir un paso ms all, comprometerme delante de
Vctor. Y aunque Sofa no tenga la culpa, odio la forma en la que se march al final,
despus de tantas palabras no dichas
Me lo encontr en una cafetera digo.
No quiero pagar con mi hermana mis frustraciones. Soy consciente de todo
lo que ha hecho por m durante los ltimos meses; si ella no hubiese estado tan
pendiente no s, no s qu hubiese sido capaz de hacer. Prefiero no pensarlo.
Y le invitaste a venir aqu? Sus dedos repiquetean rtmicamente contra
la superficie de la mesa; lleva las uas pintadas de un divertido color amarillo.
No exactamente. Yo me fui de la cafetera de un modo un poco brusco
Ya te imagino, pff.
porque estaba con una chica concluyo y ella abre los ojos de golpe y
se inclina hacia delante. Pero gracias por juzgarme antes de tiempo.
Te quiero tal como eres, pero reconoce que puedes ser muy antiptica
cuando te lo propones. Va, sigue contando, no pares.
Poco ms. l vino aqu y me pidi que no volviese a irme de ese modo si
algn da nos encontramos de nuevo. Y entonces bueno, entonces le invit a
tomar caf. Todava no s por qu. Fue una estupidez. Una gran estupidez niego
con la cabeza mientras me pongo en pie y dejo el vaso vaco en la repisa de la
cocina. No volver a verlo. Ya est. Es mejor as. Ahora vete a dormir, enana. Son
las ocho de la maana.
Sofa se muerde el labio inferior y la indecisin se refleja en sus ojos.
Qu diras si te dijese que vas a tener que verle otra vez?
Por qu?
Coge la cartera marrn que hay tras el frutero de la mesa y me la tiende. Me
quedo mirando el objeto durante un buen rato.
Mierda.
La dejara aqu al ponerse a hacer la cena dice, todava algo culpable.
Est borracho.
Si Vctor no fuese la persona que mejor conozco en el mundo, podra haber
pensado que simplemente acaba de levantarse o tiene un da de perros, pero no. Es
ms que evidente que ha bebido. Mucho. Demasiado.
Es eso, no? Lo tiras todo. Como si nunca como si nunca hubiese
existido nada entre nosotros y yo yo
Expulso el aire entre dientes y clavo la mirada en el cristal de la ventana.
Observo los pjaros que surcan el aire, el cielo encapotado, gris, triste.
No te muevas. Voy para all digo finalmente.
Estoy temblando cuando cuelgo el telfono. S dnde vive, s a qu edificio
se mud cuando le ped que se fuese de aqu, pero nunca he estado all y me altera
su presencia tan constante durante estos ltimos das.
No me doy margen a m misma para seguir pensando y dndole vueltas a lo
mismo, porque si lo hago terminar por no ir. Me visto todo lo rpido que puedo,
meto su cartera en el bolso todava maldiciendo por lo bajo y salgo de casa.
Vctor reside ahora a las afueras de la ciudad en un barrio tranquilo, con
apenas ruido, nuevo. Todo lo contrario al ajetreo constante que hay en el centro. La
finca es de un color azul ms claro y apagado que el habitual cielo de Valencia, con
balcones pequeos y casi todos ellos estn vacos a excepcin de los del piso siete
que albergan un montn de plantas de diferentes especies.
Tengo que llamar al timbre cuatro veces para conseguir que me abra.
En cuanto salgo del ascensor, advierto que ha dejado la puerta abierta pero
no est all esperndome. Entro en su apartamento y me estremezco ante la fra e
impersonal decoracin. Apenas hay nada ms all de lo bsico y no se debe a que
tenga problemas econmicos, eso seguro. Paso de largo el comedor, donde tan solo
hay un sof blanco y una televisin de plasma sobre un mueble bajo y lo encuentro
en la cocina.
Mantiene la cadera apoyada en la lavadora mientras se rellena otro vaso.
Antes de que pueda llevrselo a los labios, se lo quito de las manos y tiro el lquido
ambarino por el desage. Me mira con indiferencia.
13
Vctor
Me dejo caer en el sof y ahogo un quejido. Sara se sienta a mi lado y se gira
hacia m, me coge de la mano y le echa un vistazo a los nudillos todava
ensangrentados de la noche anterior. No s qu he hecho exactamente desde
entonces. Beber, volverme a dormir, beber, dormitar de nuevo
Qu coo haces aqu?
Te lo he dicho. Te dejaste la cartera.
Ya, eso.
Voy a curarte.
No, no es necesario.
Aparto la mano con brusquedad y despus permanecemos un buen rato en
silencio, ella mirndome a m, yo con la vista fija en la pantalla negra y apagada del
televisor.
Guardas desinfectante en el bao?
Cierro los ojos.
Te he dicho que no quiero nada! suspiro hondo. Por qu sigues
aqu? Vete y ya est. Volvamos a fingir que no nos conocemos y toda esa mierda
que a ti te hace feliz. No me importa. Ya no me importa nada, es que no lo ves?
Veo a alguien que no conozco.
Bienvenida a nuestra realidad.
Qu quieres decir? traga saliva y me fijo en el movimiento de su
deliciosa garganta.
Djalo. Da igual.
Me concentro en el suelo de madera clara cuando ella se pone en pie y
desaparece del comedor. Por un momento pienso que se ha marchado, incapaz de
soportar la situacin, pero aparece unos minutos despus con un par de gasas y
agua oxigenada. Resoplo por lo bajo, pero permito que lleve mi mano a su regazo y
empape los algodones para restregarlos despus por la herida con cuidado. Quita
los restos de sangre y mi respiracin se torna cada vez ms acelerada; ella no es
consciente de que me derrite con cada caricia.
Cuando termina, deja la caja de primeros auxilios sobre la mesa del
comedor.
Mejor?
Supongo que s. Gracias flexiono los dedos despacio y luego la miro.
Siento la forma en la que me fui anoche. Solo vi algo en tus ojos que me marc,
pero no debera haber reaccionado as. No quise joder esa especie de tregua
T y yo no estamos en guerra, Vctor.
No, porque ambos hemos perdido. Tienes razn.
No es por eso y lo sabes coge aire y entonces se inclina y sus dedos
acarician mi mejilla tan suavemente que al principio dudo que est ocurriendo en
realidad. Me duele verte as. Yo no quera esto para ti, nunca lo quise. Si dejas
que te ayude
Es imposible que puedas ayudarme.
Djame intentarlo.
Veo la splica en sus ojos y an siento la yema de sus dedos sobre mi piel,
quemndome en cada punto que nuestros cuerpos se tocan. Es un misterio el deseo
y la vida que ella siempre ha conseguido despertar en m. Desde el primer da.
Hasta el ltimo.
No servir de nada.
Conozco a alguien que me ayud hace unos meses dice. Por favor
14
Sara
Llevo toda la semana recreando cada instante que pas en el apartamento
de Vctor. Para mi desgracia, no he olvidado ni un solo detalle; tengo grabado en la
memoria el anhelo de sus ojos claros, la desesperacin de su voz ronca, esa forma
tan delicada y familiar de tocarme
Suspiro hondo e intento concentrarme en las fotografas que he dejado
desperdigadas sobre la mesa del comedor. Se supone que debo elegir cinco, pero a
pesar de tener ms de una treintena no me encuentro a m misma en casi ninguna
de ellas. Es como si otra persona hubiese hecho las instantneas. Yo no soy tan
brusca, no uso la luz del sol con tan poca sutileza Pero es evidente que son obra
ma, o de una parte de mi alma que desconozco, as que selecciono las que me
parecen menos malas y las guardo en el porfolio que le entregar al cliente el
prximo lunes.
El apartamento est sumido en un completo silencio. Mam ha llamado
antes para preguntarme si pensaba que la pamela naranja conjuntara con el
vestido color ocre que piensa ponerse para la boda de la prima Clara. Me importa
una mierda, he contestado. Porque es la verdad. No pienso ir a esa boda y me da
absolutamente igual lo que mi madre se ponga para asistir al evento. Ella ha
refunfuado por lo bajo, despus de repetir la misma cantinela que de costumbre,
y ha colgado sin despedirse.
Sofa est pasando el fin de semana en Alicante con unas amigas.
Son apenas las ocho y media de la tarde cuando saco de la nevera un
paquete de lasaa de verduras precocinada. Clavo repetidas veces un tenedor en el
plstico que la recubre con ms rabia de lo aconsejable y la meto en el microondas.
Permanezco de pie viendo al plato girar en el interior. Tampoco tengo nada mejor
que hacer.
El mvil vibra cuando me llega un mensaje.
Es Vctor.
Hace exactamente siete das que no s nada de l, desde que le llam tras
huir y llegar a la seguridad de mi apartamento para darle la direccin y el nmero
de mi psiclogo. Cojo aire. Solo ver su nombre en la pantalla ya provoca que se me
disparen las pulsaciones; por eso es un error tan grande dejar de entre que nuevo
en mi vida. No puedo. No.
Sonro como una imbcil y solo el pitido del microondas consigue hacerme
despertar de mi letargo. Suelto el mvil como si quemase y saco la cena. No me
molesto en volcar el contenido en un plato, me limito a coger un tenedor y comer
en silencio.
A veces el tiempo pasa despacio. Muy despacio.
A veces me acuesto temprano para restarle horas al da.
A veces, solo a veces, me pregunto si comet un error con Vctor
15
Vctor
Un psiclogo?
Anna me mira con inters. No dejo de preguntarme cmo consigue llevar al
da todas sus tareas y pasar la mayor parte del tiempo de su jornada laboral en mi
despacho.
S. Fui al principio pero, no s, era diferente; lo dej enseguida. Esta vez
me lo estoy tomando de otro modo
No me lo habas dicho hasta ahora. Es una buena idea ladea la cabeza
sin dejar de mirarme. Te veo mejor. Tienes menos ojeras.
Pues duermo igual de mal.
Mira la pantalla de mi ordenador y seala el logotipo de la empresa que
acaba de contratarnos antes de partirse de risa. Es un crculo fino y en el interior
hay un elefante azul con una trompa larga que escapa de la esfera.
En serio, no se les ocurri nada ms cutre?
Parece ser que no murmullo por lo bajo y tuerzo el gesto.
Dime una cosa: si volvieses a nacer, te dedicaras de nuevo al marketing y
el asesoramiento? Nunca te ha gustado ninguna otra cosa?
No la miro. Sigo trabajando. Sigo mirando el elefante.
Me dedicara simplemente a vivir.
Sera una buena respuesta si fusemos incivilizados y no existiese la
palabra factura. Ahora en serio, contstame.
No era una broma, Anna. Me dara igual mi trabajo, no me importara
ejercer cualquier profesin. Lo que fuese, siempre y cuando fuese consciente de lo
La miro serio.
No lo creo, Anna. Pero te deseo lo mejor respondo con sinceridad y
miro mi reloj. Ya deberas haber salido de la oficina, son las seis de la tarde de un
viernes.
Lo s. Ya me marcho.
Me levanto tras descubrir la hora que es, pero antes de que pueda coger de la
mesa el mvil y las llaves, Anna se acerca y me abraza. Un abrazo suave y clido.
Permanezco inmvil. No s cunto tiempo hace que nadie me abraza, pero haba
olvidado que es extraamente reconfortante. Se aparta de m poco despus.
Sabes? Lo he pensado mejor. Puede que s quedemos alguna vez a tomar
algo y ponernos al da me meto las cosas en los bolsillos con gesto distrado y
apago el ordenador. Tengo que irme ya, llego tarde. Pasa un buen fin de semana.
En cuanto salgo de la oficina pongo rumbo a la consulta del psiclogo. Llevo
tres semanas asistiendo. O lo que es lo mismo, hace tres semanas que vi a Sara por
ltima vez y a cada minuto que pasa siento que la necesito ms y ms. No importa
que estemos divorciados, que haya cosas que no puedan arreglarse sigo sin
imaginar el resto de mi vida sin ella, sin nada.
Estaciono cerca de la playa de la Malvarrosa, pero me alejo de la brisa del
mar en cuanto me interno entre los edificios cercanos. Ya en la consulta, me
acomodo en uno de los sillones beige con reposabrazos e intento relajarme antes de
que ese hombre de aspecto enjuto pero vivaz empiece a hurgar en mi cabeza, en mi
pasado y mi presente. No s cmo est abriendo poco a poco todas esas puertas
que di por cerradas, pero lo consigue. Quiz porque, en el fondo, yo quiero que lo
haga.
Vuelve a asegurarme que estoy haciendo un buen trabajo antes de que salga
de all.
Apenas he dado un par de pasos cuando la veo.
Sara est en la sala de espera, sentada con las piernas cruzadas y la mirada
clavada en el libro que sostiene entre las manos. Parece pensativa, ausente. Me
gusta cuando se pierde en s misma y su rostro refleja las complejidades que
encuentra en su propia mente.
Qu lees?
Parece sorprendida cuando paro frente a ella y me ve.
Vctor se pone un pie y me da un beso en la mejilla. No en las dos, solo
en una. Ms ntimo, ms personal. Respiro hondo cuando se aparta. Tienes buen
aspecto.
Sigues viniendo? Cre que habas terminado el tratamiento.
No, en realidad tengo cita ahora
Nos miramos en silencio. Por primera vez en mucho tiempo, no es un
silencio incmodo, tan solo curioso, esperanzador, como si los dos estuvisemos
esperando algo que no llega.
Tienes algo que hacer luego?
Niega con la cabeza
Podramos dar un paseo.
Podramos se lleva un mechn de cabello tras la oreja. Pero tengo la
consulta
Puedo esperarte. No me importa.
Ests seguro? frunce el ceo.
Como nunca.
Vale. Intentar que no se alargue ms de lo previsto.
Sonre tmidamente y agita la mano en un gesto casi inconsciente antes de
recorrer el pasillo e internarse en la ltima puerta.
Bajo por las escaleras del edificio y salgo al exterior. Son las ocho de la tarde
y empieza a atardecer, el cielo arrebolado se extiende ms all del horizonte.
Contemplo las nubes rojizas y expulso el aire que he estado conteniendo. Si me
dejo llevar por mis impulsos ni me dejo llevar siempre vuelvo a ella.
16
Sara
Salgo de la consulta con algo parecido a ilusin retumbando en mi pecho.
No, no es eso en realidad. Hace tiempo que dej de tener anhelos. Pero resulta raro
no irme directamente a casa un viernes por la noche para quedarme horas y horas
dndole vueltas a lo mismo, preguntndome qu hubiese pasado si, pensando
en todas las alternativas posibles.
Tal como prometi, Vctor est esperndome. Tiene la espalda apoyada en la
pared de ladrillos del edificio y ha debido de ir al coche para cambiarse de ropa,
porque en lugar de la camisa y la corbata aflojada que usa para trabajar, ahora lleva
una camiseta blanca y lisa.
Ni siquiera soy consciente de que le estoy sonriendo hasta que l me mira de
un modo significativo, como si no lograse captar mi actitud. Es lgico, porque ni
siquiera yo misma s que estoy haciendo, ni qu siento, ni qu nada todo es tan
confuso un montn de ideas enmaraadas que he dejado de controlar y ordenar.
Nos vamos?
Claro.
Caminamos juntos y en silencio hasta el paseo de la playa. La brisa es clida
y agradable y arrastra tras de s ese aroma salino a mar que adoro desde que era
solo una nia. Vctor permanece pensativo mientras contempla el lugar: los puestos
hippies de venta ambulante y la gente que re y habla en un tono excesivamente
alto. Siempre me gust de l que no gritase, que hablase de un modo casi
susurrante, suave, incluso a pesar de tener una voz un poco ronca.
En qu ests pensando? pregunto.
Me mira distrado.
En nada.
Vamos, dmelo.
Todo?
Eso es. Ah tienes la respuesta.
Cmo?
Siempre voy a quererlo todo contigo. Cualquier cosa. Ya lo sabes.
Trago saliva al notar el nudo que me atenaza la garganta y en cuanto nos
acercamos a la orilla de la playa meto el pie en el agua que trae consigo la ltima
ola espumosa. Est tibia, perfecta.
Al girarme advierto que Vctor ya se ha sentado sobre la arena y que me
observa con atencin, como si estuviese haciendo algo muy interesante. Regreso
hacia l. La brisa marina sacude su cabello negro y mantiene los ojos claros
entrecerrados a causa del molesto reflejo del sol. Me siento a su lado. Le rozo con la
rodilla. Me aparto un poco, incapaz de soportar tal proximidad. Sigo sin saber qu
hago aqu, pero es agradable, es como si me envolviese una paz extraa que no
s descifrar.
No hablamos mientras el sol se esconde lentamente y arroja sobre el mar una
luz iridiscente que crea un millar de destellos y brillos sobre el agua en calma.
Apenas hay olas, solo una superficie lisa que se extiende hasta lo que parece un
infinito.
Se dibujan las primeras estrellas en el cielo cuando Vctor se pone en pie y se
sacude con gesto tranquilo los restos de arena de los pantalones vaqueros. Me
tiende de mano para ayudarme a levantarme y acepto la propuesta a pesar de
vaticinar el vrtigo que me invade en cuanto nos tocamos. Empiezo a
acostumbrarme a esa sensacin de inestabilidad, de estar al borde de un acantilado
muy alto y peligroso.
Abandonamos paso a paso la zona de la costa.
Vas a dejar que te lleve a casa? pregunta y sostiene las llaves en la
mano.
S, vale.
Subimos al coche. Vctor arranca y nos perdemos por las calles de la ciudad.
Ya hemos llegado.
No apaga el motor del coche cuando estaciona frente a mi casa. Le miro en la
oscuridad, confusa y algo nostlgica.
Lo he pasado bien digo.
Yo tambin.
Entiendo entiendo lo de las costumbres comento mientras retuerzo el
cinturn de seguridad entre los dedos. A m tambin me pasa, a veces. Se supone
que desaparecer algn da, verdad?
Vctor tiene los ojos brillantes y no aparta la mirada de m.
No lo s, Sara. No estoy seguro.
Desabrocho el cinturn de seguridad y me inclino hacia l. Le doy un beso
en la mejilla. Y luego otro, otro ms y noto que se contiene hasta que al final se
gira y sus labios encuentran los mos.
17
Vctor
Devoro su boca, incapaz de reprimir el anhelo que crea en m. No s en qu
pensaba Sara cuando sus labios han acariciado mi mejilla una y otra vez, como una
especie de splica silenciosa Lo nico que s s es que si me busca, me encuentra.
Siempre.
Sus manos se aferran a mis hombros mientras nos fundimos en un beso
profundo y hmedo. Adoro la familiaridad de su sabor, del tacto aterciopelado de
esta boca que he explorado tantas veces. No es nuevo, el beso no es nuevo. Y eso
me encanta. Me pierde la seguridad, la certeza, lo vivido.
Pero no puedo. No as.
Tengo que luchar contra todos mis instintos para apartarme suavemente de
ella. Cuando lo hago, apoyo mi frente en la suya y an respiro agitado.
Qu haces? Por qu paras? sus ojos intentan encontrar en los mos una
respuesta.
No quiero que te arrepientas susurro. S que ests confusa. No eres
t misma.
Sara toma una bocanada de aire. La atmsfera dentro del coche es cada vez
ms ntima, ms cerrada, como si estuvisemos totalmente aislados del resto del
mundo; no soy consciente de los dems vehculos ni de los peatones que se
mueven alrededor.
Solo unas horas murmura al tiempo que alza la mano y la desliza por
mi cuello. Tiene los ojos acuosos y no s qu hacer, no tengo ni idea de cmo
demonios debera actuar. Finjamos durante unas horas que seguimos siendo t y
yo.
No me hace falta fingir.
A m s.
Lo s.
Apoyo la cabeza en el asiento del coche y cierro los ojos. Noto sus manos
delicadas movindose a mi alrededor, acaricindome el rostro y delineando
despus el borde de mis labios con la punta de los dedos. Tan despacio Tan
sutil Los beso. Beso sus dedos y la veo sonrer con tristeza. S que me necesita
ahora, pero tambin s que luego yo la necesitar a ella y no ocurrir lo mismo.
Sara no estar para m.
Extiendo levemente los brazos y ella se desliza del asiento contiguo y se
sienta en mi regazo. Nos abrazamos en silencio durante lo que parece una
eternidad. Siento su respiracin caliente y dulce hacindome cosquillas en el
cuello; luego me da un beso justo debajo de la oreja y me susurra al odo:
Vamos arriba.
Sara, cario
Me siento sola la noto temblar contra mi cuerpo. Intento convencerme
de que has dejado de existir pero de un modo u otro siempre terminas apareciendo
de nuevo en mi vida. Cada vez que creo que te has ido, vuelves. Cada vez que
pienso que puedo seguir sin ti, regresas como si quisieses demostrarme que no es
as. Y no puedo, ya sabes que no, pero solo unas horas solo eso.
Tardo un rato en quitar la llave del contacto.
Vamos digo.
Salimos del coche y en cuanto entramos en el portal del edificio volvemos a
besarnos. Lo hacemos mientras esperamos el ascensor, cuando subimos despus y
al tiempo que ella intenta hacer girar la cerradura
Todo est en silencio. Solo se escuchan nuestras respiraciones entrecortadas
y el chocar de nuestros labios que se buscan y se encuentran una y otra vez, tengo
el presentimiento de que es imposible que en algn momento tengamos suficiente,
que estemos saciados. Nunca podr llenarme completamente de ella, porque cada
da Sara cambia, evoluciona, crece y yo encuentro nuevas aristas que conocer, ms
rincones por descubrir
Alzo los brazos cuando intenta quitarme la camiseta y dejo que lo haga. Sus
Le muerdo la tripa, la piel sedosa alrededor del ombligo, marco con mi boca
la curvatura de su cintura y la zona de las costillas antes de llegar de nuevo hasta
sus pechos y dedicarles toda mi atencin. Quiero estar dentro de ella ya. Pero al
mismo tiempo es lo ltimo que deseo. Porque s que entonces todo habr acabado.
Cierro los ojos y apoyo mi frente sobre la suya cuando sus manos se pierden
bajo el bxer, antes de quitrmelo, y acogen despus mi ereccin. Sara me acaricia
despacio, rodendola con los dedos mientras sus caderas me buscan. Le alzo los
brazos sobre la cabeza y los retengo all al tiempo que me muevo hasta rozar su
entrada.
No, creo que no tengo preservativos susurra de pronto, despertando
del momento de sosiego. Parpadeo confundido. Ni siquiera recuerdo la ltima vez
que lo hicimos con condn. Debi de ser hace un montn de aos.
Desde entonces, no ha habido nadie ms digo. Te lo prometo. Confa
en m.
Yo tampoco me mira con ojos vidriosos.
Te creo beso despacio sus prpados.
Y despus me hundo en ella mientras contengo la respiracin. Permanezco
quieto unos instantes, deseando retener este momento, amando la forma perfecta y
retorcida en la que nuestros cuerpos encajan entre ellos. Tan fcil. Tan lgico. La
embisto despacio una y otra vez, saliendo y entrando de nuevo, estremecindome
cada vez que la escucho gemir, cada vez que sus uas se clavan en mi espalda y
presionan mis hombros con fuerza pidiendo ms. Sara est hmeda y caliente y
hago un esfuerzo por mantener el control, por alargar el momento
Solloza de pronto.
Y se me encoje el corazn al orla llorar.
Cario
No, no pares, por favor ruega.
Atrapo con los labios la lgrima que se desliza por su mejilla y vuelvo a
besarla. No s si ser capaz de dejar de hacerlo en algn momento, de romper el
18
Sara
Permanecemos en silencio, abrazados. Todava est en mi interior.
En realidad siempre lo ha estado.
Yo no saba qu era enamorarse hasta que conoc a Vctor. Saba de atraccin,
de diversin, de experimentar pero no de amor. Nunca cre que fuese posible que
una persona consiguiese meterse en mi piel, en mi alma. Pero con l me ocurri.
Mientras estuvimos juntos siempre tuve la sensacin de llevarle conmigo a todas
partes; incluso cuando no estaba presente, yo lo senta dentro de m.
Igual que sigo sintindole ahora.
De un modo diferente, s, pero sintindole
Vctor comienza a moverse y yo lo abrazo con ms fuerza, retenindole a mi
lado. l me besa en el cuello en el punto exacto en el que la arteria cartida palpita
al comps de mi corazn. Cierro los ojos. Huele tan bien, lleva usando desde que
le conozco la misma colonia masculina y suave.
Quieres que me vaya?
An no.
Vale noto su respiracin pausada y clida en mi mejilla cuando se gira y
me mira fijamente. Sara, si pudieses entender de qu modo te siento
Entonces qu?
Nada. Entonces nada.
Dmelo.
Para qu?
19
Vctor
Escucho el goteo constante de la ducha del cuarto de bao. Tic, tic, tic. No he
debido de cerrarla del todo bien. Miro el mvil que he dejado en la mesita de noche
y advierto que son las cinco de la maana. Permanezco un poco ms entre las
sbanas, con el cuerpo clido de Sara al lado, hasta que me hago a la idea de que ha
llegado la hora de irme. Intento no hacer ruido mientras me incorporo y me pongo
los vaqueros y la camiseta de manga corta.
Cuando voy a coger la cartera, el mvil y las llaves de la mesita, advierto que
el cajn superior est ligeramente abierto y que dentro no se ve nada. Lo abro un
poco ms. El lugar en el que antao guardaba mis cosas, est ahora completamente
vaco y yo no puedo evitar preguntarme por qu Sara no lo ha llenado con su ropa
y sus mil potingues; recuerdo que siempre se quejaba de no tener suficiente
espacio.
La miro una ltima vez y, al final, descarto darle un beso para no
despertarla. Voy al cuarto del bao, cierro bien el grifo del agua y cuelgo la toalla
que antes hemos dejado en el suelo. Estoy a punto de enfilar el pasillo que conduce
hasta el recibidor y la salida, cuando mis ojos se detienen sobre la puerta contigua.
Dejo de respirar durante unos segundos, justo cuando poso la mano en el
pomo sin apenas ser consciente de qu es lo que estoy haciendo. Abro la puerta.
Todo est sumido en la penumbra y la ms absoluta oscuridad.
Tanteo la pared hasta encontrar el interruptor de la luz y lo presiono con
delicadeza. Todava no he conseguido fijar la vista en un punto concreto cuando
noto un vuelco brusco en el estmago que me corta la respiracin.
Aferro con las manos el marco de la puerta, sujetndome, e intento coger
aire. No s si voy a ser capaz de sostenerme en pie.
Todo est igual.
Los muecos de peluche sobre la cama y la colcha azul repleta de globos de
colores que l sola contar antes de que consiguisemos que se durmiese. Los
20
Sara
Vctor rompe a llorar y soy incapaz de seguir enfadada con l por haber
entrado aqu porque veo su dolor en todas partes, en sus ojos, en la forma en la que
sus hombros se agitan cuando solloza y en el modo desesperado con el que intenta
ocultarse de m y esconder el rostro entre sus manos.
Tenemos que salir. Vamos.
Temblando, le cojo de la mano y tiro de l intentando hacerle entrar en
razn, pero me ignora y se suelta y da un paso ms adentrndose en la habitacin
de Daniel. Yo apenas he sido capaz de pisarla un par de veces desde hace ms de
un ao.
No, joder, no se sienta en la pequea cama y me mira con los ojos
enrojecidos y anegados de lgrimas. Djame aqu solo unos minutos ruega.
Solo eso.
Estoy inmvil, en el umbral de la puerta, sin saber qu hacer. Quiz debo
entrar de una vez por todas. O quiz debo salir, porque es la nica forma de
mantenerme cuerda. As ha sido hasta ahora. El corazn me late desenfrenado,
errtico. Siento un dolor profundo y hondo en el pecho cuando Vctor coge del
escritorio el trenecito de madera de colores con el que Daniel sola jugar todo el
tiempo y lo mueve entre sus dedos y lo gira para verlo desde todos los ngulos de
una forma tortuosa que no consigo entender
No puedo.
Doy un paso atrs, salgo y cierro la puerta con cuidado.
Me llevo una mano al cuello y alzo la cabeza intentando encontrar aire
mientras me deslizo por la pared hasta sentarme en el suelo y quedarme all, rota,
con la mirada clavada en el techo blanco del pasillo.
Cada vez que escucho a Vctor llorar noto como si me estuviesen
arrebatando la vida. Ms, ms vida todava de la que ya me han quitado. Lo poco
Y tena sus mismos ojos. Tan azules, tan vivaces, tan curiosos
Odio mirarle. Odio todo aquello que representa y ya no est. Tambin le
quiero. De un modo sombro, a veces. Pero le quiero. Todas esas contradicciones
me oprimen, me nublan la mente y al final ganan la batalla.
Pero eso no es malo. No lo es. No puedes ni debes evitar verle. Daniel es
parte de ti, de m, de nosotros. Lo ser siempre. Bloqueando los recuerdos solo
consigues hacerte ms dao me acaricia la mejilla con los nudillos. l est en
mi cabeza cada maana cuando me levanto, durante el da y al acostarme. Pienso
en l a todas horas y es cierto que duele, duele de un modo inimaginable, pero es
mejor que ignorarle.
T no lo entiendes lloro, pierdo el control. T no entiendes
Quin podra entenderlo mejor que yo? Quin? noto su aliento clido
y dulce en mi rostro. Tambin era mi hijo. Nuestro. Y no hay nadie en el mundo a
quien amase tanto. Ni siquiera a ti, Sara. A nadie. Jams haba querido de un modo
tan incondicional como quise a Daniel. Por eso s cmo te sientes. Por eso s que
podemos ayudarnos el uno al otro. Me necesitas a tu lado. Y yo te necesito a ti. No
sabes hasta qu punto.
Deja de fingir que las cosas seguirn siendo igual.
Sara, nadie ha dicho eso. En realidad, todo ser diferente. Pero si me
diesen a elegir qu deseo para el resto de mi vida, lo nico que tengo claro es que
quiero que sea contigo. El cmo eso no lo s. Y supongo que no lo sabremos
hasta que intentemos descubrirlo juntos.
Me tapo el rostro con las manos. No puedo seguir mirndole.
Necesito estar sola.
No hagas esto. Deja que me quede ruega. No quiero irme mientras
ests as.
Siempre estoy as, Vctor. Por favor, vete.
Lo veo dudar durante unos instantes, pero al final se pone en pie. Me giro y
me acurruco sobre m misma dndole la espalda hasta que escucho el sonido de la
21
Vctor
Daniel naci el da 13 de febrero. Hasta el mismo momento en el que vi su
rostro sonrosado, no me imaginaba a m mismo siendo padre. Nunca haba sido
algo que desease especialmente y, en el fondo, creo que Sara tampoco. Su llegada
fue una especie de desliz. El mejor desliz del mundo.
Eran tan diminuto me daba pavor cogerlo, hacerle dao de algn modo,
no saber manejarlo con tal facilidad como lo haca la enfermera. Pero cuando ella lo
dej en mis brazos no s, simplemente encajaba en m. De verdad que lo haca. Y
cuando baj la mirada y nuestros ojos se encontraron, dej de respirar. Tena la
carita arrugada, los mofletes ms blandos que haba tocado en mi vida y una curva
en el labio superior que me record de inmediato a Sara.
Todo l era perfecto. Ni siquiera poda creer que algo tan maravilloso
hubiese nacido de m, de ella, de nosotros. Durante los siguientes meses, cualquier
cosa que hiciese me pareca increble. La forma en la que sus deditos se aferraban a
los mos, su risa vibrante y alegre que inundaba la habitacin, verle aprender a
hacer cosas nuevas
Con la llegada de Daniel a nuestras vidas, Sara cambi. Y si antao ya la
amaba, entonces la am mucho ms.
Dej a un lado su lado ms cerrado, ms arisco. Sonrea el doble, el triple, el
cudruple, su rostro tena una luz especial de la que antes careca. Era feliz. Y
ms cariosa que nunca: lo besaba, lo abrazaba, lo achuchaba a todas horas como si
nunca tuviese suficiente de l. Cuando Sara se tumbaba en la alfombra del
comedor por las noches e intentaba retenerlo junto a ella entre risas, Daniel se
retorca intentando escapar, divertido, y me llamaba con esa vocecita dulce
diciendo pap. En realidad era pa-p, separando las dos slabas al hablar,
rompiendo la palabra. Ni siquiera estoy seguro de volver a poder escuchar esas
cuatro letras sin que me d un vuelco el corazn.
La noche que lo cambi todo era uno de esos das clidos y largos de verano.
Siempre sola hacer eso. Sofa se llevaba a Daniel consigo a todas partes y
tenda a acapararlo porque a los dos les encantaba pasar juntos todo el tiempo
posible. Aparte de ser su nica ta, era la mejor. Lo cuidaba y lo mimaba
(demasiado), y si en alguna ocasin Sara y yo necesitbamos dejarlo al cuidado de
alguien y su abuela tena que trabajar, Sofa se ofreca enseguida para hacerse
cargo. La ltima vez que salimos a cenar a solas, al regresar encontramos a nuestro
hijo apretujado en el sof junto a otras cinco adolescentes viendo La bella durmiente.
Daniel no le haca ascos a las atenciones extras.
Marta sac el pollo con patatas del horno y yo le ayud a servirlo y repartirlo
en los cuatro platos. La mesa ya estaba puesta.
As que terminar tarde ese trabajo murmur.
Me dijo que no le dara tiempo a llegar.
Cog una patata y me la llev a la boca antes de que mi suegra me diese un
manotazo. Re mientras masticaba. Yo haba admirado a Marta desde el primer da
que la conoc. Quiz porque necesitaba alguna figura paterna, despus de que el
cncer se llevase a mis padres pronto y en dos aos consecutivos. O quiz porque
haba sido una de esas mujeres fuertes e independientes para la poca, capaz de
sacar sola adelante a sus dos hijas cuando el padre de ellas las haba abandonado,
negndose a pasarles ningn tipo de manutencin. Con Daniel, adems, Marta era
severa y autoritaria, pero tambin cariosa y dulce, justo lo que l necesitaba en
esos das en los que Sara y yo nos ablandbamos demasiado, cosa que ocurra la
mayor parte del tiempo.
Cenamos los cuatro en la mesa del saln. O mejor dicho, los tres. Daniel se
neg a probar bocado del pur de verduras que su abuela le haba preparado y yo
le dirig una mirada asesina desde el otro lado de la mesa, deseando poder
comunicarme con l de algn modo teleptico. Saba que no tena que haberle
dado tantos gusanitos tan tarde. Y tambin saba que Marta se imaginara en qu
haba consistido su merienda porque normalmente, y por suerte, Daniel no sola
dar demasiados problemas con la comida.
Un bocadito por la ta? le tent Sofa.
Noooo!
Daniel hizo un puchero. Me ganaba cuando haca eso.
22
Sara
Entreabro los ojos al escuchar el ruido de la cerradura girando. Por un
momento, pienso que Vctor ha regresado, pero despus recuerdo que l ya no
tiene llaves de este apartamento. Confundida, me doy la vuelta y advierto que me
qued dormida en la cama de Daniel. Mierda. Un nudo me atenaza la garganta
justo cuando mi madre y Sofa entran en la habitacin; las dos parecen
sorprendidas por encontrarme aqu.
Quiero levantarme balbuceo con la voz rara.
Antes de que consiga incorporarme, mam me sujeta del brazo y me obliga a
permanecer tumbada. Me aparta el flequillo de la frente y posa su mano sobre mi
mejilla. Noto las lgrimas quemndome en las comisuras de los ojos.
Qu ha pasado? Sofa se sienta a los pies de la cama.
Nada... gimo. Vctor vino. Yo le ped que viniese
Mi madre gira la cabeza hacia mi hermana y le dice que vaya a la cocina a
preparar algo de desayunar. Ella obedece sin rechistar y entorna la puerta al salir.
Esa puerta. Hay unas letras de colores, hechas de madera, colgadas sobre la
superficie y forman el nombre de Daniel, con un gracioso gusano verde imitando la
lnea alargada de la L final.
Vctor estuvo aqu digo de nuevo.
Lo s. l me llam esta maana.
No debera haberlo hecho.
Estaba preocupado por ti, al igual que lo estoy yo acoge mi mano entre
las suyas, que estn calientes y suaves. Algo tiene que empezar a cambiar. S, ya
s que has mejorado mucho dice antes de que pueda defenderme, pero eso no
es suficiente. Necesitas que tu vida vuelva a la normalidad en la medida de lo
posible, tienes que tener una especie de rutina, Sara. Entiendo que tu trabajo te da
cierta libertad, pero no es normal que un lunes te levantes a las siete de la maana
y el martes siguiente lo hagas a las doce del medioda. Debes organizarte de algn
modo, tener unos hbitos fijos que te ayuden a ir superando el da a da y
Joder, mam.
Esa boca.
Joder hostia puta, me importa una mierda lo que t quieras, mejor as?
Ests enfadada.
Y t vaca! grito. Es que no sientes nada? Se supone que deberas
entenderme mejor que nadie y nunca lo has hecho!
Ignoro las lgrimas que se agolpan y hacen que sus ojos pardos parezcan
ms brillantes de lo normal. Suelto su mano.
Precisamente porque soy madre no soporto verte as. Por supuesto que me
duele lo que ocurri. Hay maanas en las que deseara no levantarme de la cama,
pero s que debo hacerlo, s que debo seguir. Eso es lo que te duele. Daniel ya no
est y el mundo sigue adelante es horrible, pero
Cllate!
Me llevo las manos a la cabeza. No quiero verla, no quiero orla, no quiero
nada.
No, no voy a hacerlo. No consentir que te hundas todava ms. Eres mi
hija. T y Sofa sois lo nico que tengo, lo que ms quiero en este mundo. Vas a
tener que aprender a vivir con el dolor
Pero no puedo sollozo y noto mi estmago sacudirse.
Eres ms fuerte de lo que crees. T siempre fuiste la ms fuerte.
Era mentira. Solo finga todo el tiempo. No soy fuerte.
Yo estoy aqu. Estoy aqu para ti, cielo.
Niego con la cabeza. No puedo dejar de llorar. Cmo es posible que las
quera
Mi hermana irrumpe en la habitacin y yo dejo de hablar.
Ya est listo el desayuno dice. He hecho las tostadas como a ti te
gustan, casi quemadas. Bueno, totalmente quemadas en realidad.
Gracias, enana.
Me limpio con las manos los restos de lgrimas y me pongo en pie. Mam
me sujeta por la cintura como si creyese que fuese a caerme de un momento a otro.
Es evidente que miente: no me considera fuerte. Intento no mirar los muecos y los
colores llamativos y vibrantes que invaden esta habitacin que, antao, fue la ms
alegre de la casa, y avanzo junto a ellas hasta la cocina.
Sofa se ha esmerado al poner la mesa y ha preparado tambin zumo de
naranja, caf y tomate con aceite y sal para untar las tostadas. Cuando paso por su
lado le doy un beso en la frente y me siento entre ella y mam. El pan est caliente
y crujiente.
Es sbado. Podramos ir al cine esta noche las tres juntas dice mam.
S! Di que s, Sara! mi hermana me coge el brazo y me zarandea
animada.
De acuerdo.
Acabo de percatarme de que hace ms un ao que no piso la sala de un cine.
Y despus cenamos cualquier cosa por ah aade mam antes de darle
un sorbo a su caf con leche.
23
Vctor
Me tienden un plato con un trozo pequeo de pastel. Casi todos tenemos
uno en la mano. Es la fiesta improvisada para despedir a Anna que hemos
organizado en la oficina y todo el mundo ha abandonado su despacho o el cubculo
donde trabajan para asistir al corto acontecimiento. No quiero que se marche. Odio
este puto lugar. Y lo odiar todava ms cuando ella ya no est. Si ya era aburrido
venir a trabajar todas las maanas, la cosa va a empeorar. Lo que antao era la
empresa de mi vida, ahora es solo un reflejo de lo que pudo llegar a ser. Yo buscaba
y quera algo mucho ms personal, ms concreto, no una jodida franquicia sin alma
que manejasen los dems a su antojo.
Si sonres un poco ms el mundo explota bromea Anna mientras se
acerca a m y se apoya a mi lado, en una de las paredes del fondo.
En serio? Probemos a ver curvo los labios a propsito. No, mierda,
el mundo sigue aqu. Qu putada.
Otra vez ser.
Anna se encoje de hombros y cuando termina de comerse su trozo de pastel,
seala el mo con la cucharilla y an con la boca llena.
No piensas comrtelo?
No. Toma.
Racin doble! Gracias.
El resto de los compaeros se van dispersando cuando se terminan los veinte
minutos libres del descanso. En realidad, no creo que a ninguno de ellos le afecte
demasiado su marcha, apenas la conocen, no ha estado mucho tiempo en esta
oficina. Aunque, a veces, el tiempo no entiende de afecto ni de lgica.
La veo comer en silencio, llevarse a la boca un trozo tras otro de mi pastel y
relamerse los labios tras cada bocado.
A veces te envidio.
Alza la mirada hacia m.
Y puede saberse exactamente por qu?
Por todo. Eres feliz. No necesitas nada ms, simplemente ests conforme
con la vida digo. Hubo un tiempo en el que yo tambin me senta as.
Anna suspira y deja el plato vaco en una mesa cercana, al lado de una
planta de hojas grandes y muy verdes. Despus me abraza y me aprieta fuerte.
Te voy a echar de menos.
No hace falta que le diga que yo tambin. Me suelta y permanecemos un rato
en silencio observando el permetro, las voces susurrantes que emanan de los
cubculos del fondo, el traqueteo de los dedos al golpear suavemente el teclado del
ordenador, el susurro que produce el aire acondicionado
Presiento que te ir bien le aseguro.
Me encierro en mi despacho poco despus y vuelvo a centrarme en el trabajo
que he dejado a medias. Abro la lata de Coca-Cola que acabo de sacar de la
mquina justo cuando Eric, uno de los socios, llama a la puerta y la abre sin esperar
respuesta. Asoma la cabeza.
Puedo?
Claro. Adelante.
Doy un trago al refresco mientras l se sienta frente a mi mesa. Tiempo atrs,
fuimos mejores amigos. Salamos por ah a tomar una copa algn que otro viernes,
al terminar de trabajar, tenamos una idea en comn de lo que queramos que fuese
este negocio y confiaba en su criterio. No es que ahora ya no lo haga, sigo
tenindole aprecio, pero lo alej de m y no tengo intencin de recuperarlo. La vida
da vueltas, se retuerce y gira sobre s misma, y las personas que creamos
imprescindibles un da dejan de serlo. As, sin ms. Supongo que son cosas que
pasan.
Eric deja sobre la mesa unos cuantos papeles.
tipo perfecto para desempear ese trabajo: t expulsa el aire que ha estado
conteniendo. Si lo rechazas, ir yo en tu lugar. Pero pinsatelo vuelve a tocar
los papeles que ha dejado antes en mi mesa. Aqu tienes toda la informacin y
como bien acabas de decir, este tipo de oportunidades no surgen muy a menudo.
No puedo ocupar tu puesto.
Tranquilo, mi mujer y los nios estn deseando que aceptes. Si lo haces,
me ahorrars un montn de discusiones y quebraderos de cabeza sonre y se
inclina hacia delante. Adems, creo que te vendra bien, Vctor. Necesitas un
cambio drstico, despejarte de todo. Y cuando lo hagas, cuando regreses aqu, t y
yo tomaremos las riendas de esta empresa y a Marcos que le jodan se empieza a
poner en pie. Mralo bien, tienes tiempo para tomar una decisin.
24
Sara
Tengo la cmara colgada del cuello mientras abro la ventana de la cocina. La
dirijo hacia el cielo anaranjado que preside la ciudad y parece estar en llamas y
enfoco con cuidado moviendo el objetivo. Clic. Doy un paso a la izquierda e intento
capturar la bandada de pjaros negros que se mueve hacia el este. Clic. Bajo la
cmara lentamente, sin apartar la mirada de esas nubes ensangrentadas. Salgo de
mi letargo cuando suena el mvil.
Es Vctor.
Hace casi dos semanas que no hablamos, aunque sigo pensando cada da en
el tacto de su piel, en su forma de tocarme, en los momentos de silencio dentro de
la baera y la forma en la que me encoga el corazn escucharlo llorar dentro de esa
habitacin.
Pero creo que las cosas van como tienen que ir. Nos vemos ahora. Voy hacia all.
Besos.
tiempo simplemente dame alguna seal. Lo que sea. Una llamada perdida. Un
mensaje. Algo que pueda entender. Y entonces me quedar.
Despus se marcha y yo permanezco all, en medio de la estancia, sola e
inmvil. Ni siquiera he sido capaz de despedirme. Cojo el mvil y me planteo
volver a llamarle, pedirle que suba de nuevo, que no se vaya as, al final vuelvo a
dejarlo en la mesita. Me sudan las manos. Voy a la cocina a prepararme un t de
limn antes de regresar al comedor y coger el sobre marrn que ha dejado.
Dentro hay un montn de fotografas de bosques y lugares representativos
de la zona, mapas de carretera y rutas que Vctor ha sealado a mano, todas ellas
parten desde Rennes y una en concreto deriva hacia un pueblo pequeo y cercano.
Saco el clip que hay en esa esquina y veo la casa a la que se refera. Ha impreso los
papeles de una pgina web de alquileres. Es acogedora, de madera y, aunque hay
otras casas alrededor, parece estar en medio del bosque porque los rboles altos y
frondosos se recortan tras el tejado a dos aguas. El porche de madera es minsculo,
apenas cabe una silla y un par de macetas, pero es perfecto.
Al fondo del todo hay un billete de avin. La fecha es para dentro de tres
semanas.
Vuelvo a meterlo todo dentro del sobre y, mientras lo cierro, camino hasta la
habitacin, abro el primer cajn de la mesita vaca de Vctor y lo meto ah.
Cierro el cajn. Ya no quiero volver a abrirlo nunca ms.
25
Vctor
Tengo las manos metidas en los bolsillos del pantaln y la mirada clavada en
la enorme cristalera del aeropuerto. El cielo es de color grisceo y los aviones
llegan y se marchan, aterrizan y alzan el vuelo. Llevo viendo ese pequeo
espectculo durante toda la maana. No s cuntas horas llevo aqu ni por qu he
venido tan temprano, incapaz de permanecer durante ms tiempo en el solitario
apartamento donde he vivido hasta ahora. He tomado ms cafs de la cuenta y
noto la mandbula tensa.
No s nada de Sara.
La he llamado unas cuantas veces desde que me fui de su apartamento, pero
no lo ha cogido ninguna de ellas. Tampoco contesta los mensajes. Pens en llamar a
Marta pero no lo hice. Me sigue doliendo intentar imponerme ante sus
decisiones, porque da igual lo que haga, no puedo evitar que me odie, no puedo
conseguir que me quiera como antes. No depende de m. No puedo moldear,
dibujar y borrar sus sentimientos a mi antojo. Solo s que le he dado todo lo que he
podido, ya no me queda nada que ofrecer.
El resto, la persona que fui antao, se fue con Daniel. Y no va a volver.
Daniel. Daniel y su voz. Daniel y el rostro ms bonito y perfecto del mundo.
Daniel y su encantador modo de llamarme pa-p, Daniel y la felicidad
absoluta
Me froto los ojos. Necesito dormir. Estoy cansado en todos los sentidos.
Cansado por la falta de sueo, cansado de tanto pensar.
Pasajeros con destino al aeropuerto de Rennes Saint-Jacques, empiecen a
embarcar por la puerta A5. Passatgers amb destinaci a
Dejo de contemplar la pista y cojo las maletas antes de dirigirme hacia el
lugar indicado. No dejo de mirar a mi alrededor. S que Sara no aparecer, lo s,
pero aun as no puedo evitar fijarme en cada chica morena, en cada chica de
estatura media que encuentro en las inmediaciones, en cada chica que viste
llegar por correo hace una semana. La encajo en la cerradura y abro. Todo est a
oscuras, la luz apenas consigue filtrarse por las rendijas de las ventanas. Huele a
polvo y humedad. Vuelvo a salir al exterior y cargo las maletas para trasportarlas
dentro poco a poco. Voy abriendo todas las ventanas de la casa a mi paso, dejando
que el aire templado penetre en la estancia. La parte trasera da directamente al
bosque, te aleja de golpe de la civilizacin. Me gusta el contraste.
Inspecciono todos los armarios que encuentro a mi paso en las diferentes
habitaciones y me doy cuenta que hay mil cosas que comprar, especialmente en
cuanto a utensilios de cocina o artculos bsicos a los que prestamos poca atencin
hasta que prescindimos de ellos. Vuelvo a quedarme embelesado mirando a travs
de una de las ventanas que da a la parte de atrs. El sol proyecta sombras y luces
que realzan la belleza del frondoso bosque y las copas de los rboles se agitan en lo
alto, como si deseasen tocar las nubes blanquecinas.
A Sara le habra encantado. Y a Daniel tambin. Los dos hubiesen corrido de
un lado a otro, jugando y descubriendo cada tramo de los alrededores. Porque ellos
siempre fueron ese tipo de personas alegres y despreocupadas a las que les trae sin
cuidado tirarse en el suelo y mancharse de tierra. Tan solo disfrutar. Disfrutar de
cada instante
Suspiro hondo, frotndome con el dorso de la mano la barbilla. Supongo que
hay cosas de las que no se puede huir. Da igual cuanto te alejes, los recuerdos
siempre siguen ah.
Me aparto de la ventana al escuchar el motor de un coche. Salgo, dispuesto a
presentarme ante los vecinos para quitarme ese escollo cuanto antes.
Pero Sara est ah.
Est ah, bajando de un taxi, intentando sacar una pesada maleta del
maletero sin mucho xito. El corazn me golpea con fuerza en el pecho. Consigo
reaccionar y avanzo hasta ella. Cojo las maletas y las llevo dentro mientras ella se
esfuerza por hablar con el taxista y pagarle el servicio.
La espero en el porche. Sara sube los tres escalones que nos separan con
lentitud, todava vacilante. S que no est al cien por cien segura de si debe estar
aqu. Pero a m me ocurre lo mismo. Y no me importa, me sobra con que est. Es
suficiente.
Has venido.
He venido.
Tarde.
Perd el vuelo...
Porque estaras pensando demasiado.
Pero cog el siguiente esboza una sonrisa pequea y me mira.
Acojo sus mejillas entre mis manos y acerco su rostro. Como siempre, huele
a ctricos, a algo fresco. Cierra los ojos y su boca roza la ma.
Qu vamos a hacer? susurra.
Simplemente seguir le acaricio los pmulos con los pulgares. Porque
no hay otra opcin, solo seguir
Vale. Sigamos.
Sabes que te quiero? sonro contra sus labios. Bueno, te quiero no. Je
t'aime, je t'adore, je todo lo que t me pidas, Sara.
Se re y entonces la beso y me llevo el sonido de su risa, deseando guardarlo
para siempre.
Eplogo
Sara
A veces ocurren cosas que nos hacen cambiar. El tipo de cosas que marcan
un antes y un despus. Para algunas personas puede ser algo nimio, algo que para
el resto no sea significante. Para otras, puede tratarse de un suceso irreversible, de
esos que te destrozan el corazn.
Nunca sabremos cmo hubisemos sido si eso no hubiese ocurrido. As es la
vida. Caprichosa, indescifrable, enigmtica. Probablemente por eso seguimos
cuestionando durante toda nuestra existencia qu hacemos aqu, cul es
exactamente la finalidad de que ahora mismo estemos caminando por el mundo.
Nadie lo sabe. Al igual que nadie sabe por qu en ocasiones ocurren cosas que se
supone que no deberan pasar. Cosas inexplicables e injustas que nos hacen desear
tirar la toalla y dejar de jugar a esto que llamamos vida.
Vctor ha cambiado. Ha dejado de ser esa persona encantadora dispuesta a
agradar a todos los dems, ese chico que tena labia para manejar a los clientes a su
antojo; ahora es ms taciturno, ms serio, pero le quiero igual porque, al final, en el
fondo, sigue siendo l. Solo somos un cmulo de matices que sacamos a relucir en
segn qu momentos.
Nuestra vida es diferente. La hemos ido construyendo sobre los cimientos de
esa vida anterior que un da tuvimos. A veces se tambalea un poco, pero resiste. l
es feliz con su nuevo trabajo y yo estoy ocupada con algunos proyectos que tengo
pendientes y que Vctor me ha facilitado despus de publicitarme en su empresa.
Por las tardes, cuando vuelve de la oficina, tenemos la costumbre de salir a
dar una vuelta y pasear por los alrededores. A veces bordeamos la carretera y
avanzamos hasta que anochece. A veces hablamos, otras permanecemos en
silencio. A veces nos cogemos de la mano y hay ocasiones en las que ni siquiera nos
rozamos. ltimamente solemos entrar en el bosque y explorar nuevos senderos de
tierra rojiza sin saber adnde nos llevarn. Estoy enamorada de este lugar tan
conocido por inspirar cuentos de princesas y duendes, hadas y criaturas que viven
entre los frondosos rboles. Todo est repleto de helechos de un color verde
vibrante, musgo reluciente y enredaderas sinuosas que trepan por los troncos
Agradecimientos
Haciendo honor a esta misma historia, ser breve e intentar no extenderme tanto
como en otras ocasiones. En primer lugar, como siempre, todo el agradecimiento del mundo
a mi familia, amigos y lectores con los que comparto el da a da y terminan inspirndome
sin ser siquiera conscientes de que lo hacen.
En segundo lugar, a esas tres queridas personitas que leyeron antes que nadie este
relato y me ayudaron con sus consejos y opiniones. Gracias a Dani (y perdn por robarte el
nombre), Roco y Eva. S que siempre puedo contar con vosotros.
Y en tercer y ltimo lugar, gracias a J. De verdad. No s qu escribira si no
estuvieses en mi vida (quiz novela negra), porque no dejo de robar momentos para
meterlos en las historias que se enredan en mi cabeza. Gracias por creer en m cuando ni
siquiera yo misma soy capaz de hacerlo. Todo empieza en ti y termina en ti.