Olivier Monguin - Violencia y Cine Contemporaneo
Olivier Monguin - Violencia y Cine Contemporaneo
Olivier Monguin - Violencia y Cine Contemporaneo
Violencia y cine
mporneo
Oli\rier Mongin
Violencia y cine contemporneo
m:vill~>? (1995}:
Olivier Mongin
Violencia y cine
contemporneo
Ensayo sobre tica e imagen
UNIVERSITAT JAUME 1
A Georges Vigarello
Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorizacin escrita de los titulares del Copyright>>, bajo las sanciones
establecidas en \as leyes, la reproduccin total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento,
comprendidos la reprografa y el tratamiento infonntico, y la distribucin de ejemplares de ella mediante alquiler
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ISBN: 84-493-0642-6
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Impreso en A&M Grafic, S.L.,
08130 Sta. Perpetua de Mogoda (Barcelona)
Impreso en Espaa - Printed in Spain
Sumario
13
13
15
l7
PRIMERA PARTE
27
27
30
33
33
Desencadenatniento y carnicera . . . . . . . . .
El monstruo y el carnicero (de El silencio de los corderos a Instinto bsico) . . . . . . . . . . . . . . .
El terrorista y el justiciero (de Blown Away a Len, el
profesional). . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
El atacante-vctima y el serial killer (de Amor a quemarropa a Asesinos natos). . . . . . . . . . . . . . .
Violencia, estetizacim> y burla: los rituales de J ohn Woo
y Quentin Tarantino . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
34
36
36
38
41
41
43
10
11
SUMARIO
TERCERA PARTE
SEGUNDA PARTE
Y STANLEY KUBRICK
51
51
55
57
60
63
64
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123
127
127
129
Conclusin . . . . . . . . . . .
Un mundo en vas de pacificacin?
Qu absorcin de la violencia?
Semilleros de violencia
Insensibilizacin y catarsis
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ia
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92
ANEXO 1
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153
154
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Movimientos de aspiracin
El falso decorado
La ciudad a tumba abierta
Apariciones . .
La bofte oriental . . . . .
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De la ciudad al desierto . . .
Beirut, presa de lo visual?
171
173
Introduccin
Las pantallas de la violencia
ANEXO 2
Dejar el refugio
Volverse maligno
Salir de la ciudad
El maligno se ciega
179
183
187
189
Agradecimientos .
193
....................
195
Preguntas apremiantes
Es lcito mostrar todo tipo de imgenes en la pequea pantalla? La
violencia de la televisin no est a punto de sobrepasar todo lmite, de
atravesar la frontera>> de lo admisible? Si es as, hay que tomar partido
a favor de mtodos para filtrar los programas a fin de preservar a los ms
jvenes de los excesos de violencia? A este debate que ocupa ritualmente
los titulares de las revistas y cuya conclusin provisional fue la imposicin por parte del CSA (Conseil Suprieur de 1' Audiovisuel) de una
seal antiviolencia a las cadenas de televisin francesas en noviembre
de 1996, se suma aquel que se ha entablado, desde hace algunos aos,
en torno a la produccin cinematogrfica. Ya no se discute que la
~
1
1
14
15
INTRODUCCIN
En
16
ver estrictamente con la violencia efectiva de nuestras sociedades, supone una renuncia oculta tras una pretensin moral. Se trate de imgenes,
de representa~iones o de realidades, la inquietud persiste: qu hacer?
Cmo desarmar la carga de violencia? Cmo sacrsela de encima? Entre las imgenes que capitalizan la violencia redoblando su intensidad Y
aquellas que intentan reciclarla, es decir, frenarla y detenerla, hay un
abismo: unas acumulan, las otras se esfuerzan por operar una conversi6n
de la energa propagada. Razn de ms para no esconder la cabeza y
escrutar las imgenes, todas aquellas imgenes que permitan descubrir
en qu momento se corre el riesgo de traspasar la <<frontera>>: la que las
convierte en <<pornogrficas por incapacidad de resistirse a su fluJo.
Pero esa frontera, si se la sigue a lo largo de la historia del cine, se
dibuja siempre con nitidez: por un lado, los cineastas que filman el caos
fundamental para llegar a la claridad de la conciencia: Pier Paolo
Pasolini y Abel Ferrara, por ejemplo ... Al otro lado de esa lnea de
demarcacin estn aquellos que, con el pretexto del realismo de la
hemoglobina, evitan aquello que permitira no dar a la violencia el
carcter de fatalidad inexorable. Al presentar la carnicera como algo
natural, estos cineastas juegan con un nihilismo sin verdaderos riesgos:
sostienen que la realidad excede lo que el cine puede llegar a mostrar,
por lo que se permiten abyecciones sin comprometerse deliberadamente
con ninguna responsabilidad tica. 3
71
17
INTRODUCCIN
Tres hiptesis
Antes de que se desenrollen las bobinas a lo largo de los prximos
captulos, no es intil esbozar el cuadro dentro del cuaJ se inscribe lapolmica sobre la violencia de las imgenes. De aqu las tres hiptesis que
son objeto de este trabajo y que me propongo exponer en pocas palabras.
vez
18
INTRODUCCIN
19
~
\\., ~
Se comprender entonces que este trabajo vaya a contramano de dos
actitudes. Por una parte, es insuficiente recurrir nicamente al lenguaje
del umbral (a partir de qu punto se vuelve insoportable la exhibicin de
la violencia para el que la contempla?), cuando ms o menos todo lo
relativo a la violencia se puede mostrar -o grabar- en las pantallas. El\
combate que debemos librar no es slo aquel que trata del lmite, sino
tambin aquel que considera la aptitud para reciclar la violencia, para ponerla en escena, es decir, la capacidad y el <<arte>> de los productores de
imgenes para sentirse <<responsables del escenario que preparan para el
espectador>> (Carole Desbarats).
Por otra parte, es demasiado fcil conformarse con alabar espontneamente la irrisin de la violencia: en efecto, lo veremos a propsito de
John Woo o de Quentin Tarantno, la esttica de la burla refuerza la
tendencia actual de la violencia a degenerar, a rechazar la confrontacin
y la experiencia del conflicto. N o es indiferente que directores como
Pascal
Ferran no vacilen en reaccionar contra esta tendencia. 6
,,
Por qu la violencia no puede sino degenerar? Los partidarios de la
irrisin -los realizadores de Ocurri cerca de su casa (C'est arriv pres
de chez vous, 1992) son un buen ejemplo de esto- se nutren de la misma ilusin que los partidarios de la erradicacin: la. ilusin seg11la cyal
la violencia es un asunto slo de individuos '{iolentos. Pero la violencia
~s la cuestin poltica por excelencia, concierne a la comunidad en su
conjunto: por qu cegarse entonces ante imgenes que hablan tan
claramente de nosotros? El pastor intolerante y fundamentalista se
arranca los ojos en Sangre sabia, de J ohn Huston, porque cree que el
mundo y sus imgenes forman una trama de mentiras. Para l no queda
nada por ver. Pero estamos convencidos realmente de que la mentira
reina definitivamente, y de que las imgenes son su vector principal?
Esperemos que no. Los ltimos filmes de Pedro Almodvar (La flor de
mi secreto, 1995) y de Clint Eastwood (Los puentes de Madison, The
~
>~~--, dW''~
'~""'''
20
INTRODUCCIN
21
lencia se desdobla, oscilando entre un ID9Yinento invisible de_ inte(la violencia que el toxicmano ejerce sobre su propio
uerpo)y un movimientoyisible d<? ext<:rip~ac:in (el espectculo de
la muerte en directo cuyo foco fue Beirut a partir de 1975). No hay
violencia que no sea secreta, agazapada, subterrnea, invisible, o si no-.,)
demostrativa, explosiva, exacerbada, hipervisible. En otra obra'
consagrada a la evolucin de lo cmico (que aparecer ms adelante)
me ocupar paralelamente de la cuestin de la risa: paradjicamente
cercana a la violencia, la risa -un motor de la televisin ms que del
cine- debe ser moderada. De la misma manera en que hay que proceder
a un reciclaje de la violencia, si no se quiere zozobrar en ella o vivir de
utopas haciendo creer que podemos desembarazarnos de ella de una
vez por todas, hay que calmar la risa enloquecida, tranquilizar los
modos espasmdicos de rer. A travs de la violencia y la risa sincopada, uno se halla enfrentado a uno de los mayores interrogantes de un
mundo que ya no sabe demasiado cmo detenerse. No poder detenerse
es la carga de los modernos, se dir, presos corno estn en un camino
hacia adelante cada vez ms y ms enloquecido, en un movimiento de
expansin infinito del Capital y de la Tcnica. Pero esta constatacin no
debe condenarnos a desmesuras de las que uno no se recupera
fcilmente. Veremos, pues, que la cuestin de la violencia se une a la de
la barbarie y la democracia. Y, ms an, a nuestro deseo de contemplar
el mundo y a aquellos que desean habitarlo. De aqu proviene la fuerte
conviccin que preside la redaccin de esta obra: Cuando se considera
necesario filmar la violencia, se puede hacer sin degradarse, sin contribuir a difundir la idea de que la fuerza bruta se impondr siempre al
pensamiento, a la dignidad del hombre>>.'
riiJtiz~~in
PRIMERA PARTE
26
Por lo tanto hay dos preguntas obligadas: qu hacer con las imgenes de la violencia? Qu hacer con la violencia? Parece, sin embargo,
que la relacin que mantenemos con la violencia se ha metamorfoseado:
mientras que antes remita a una experiencia fsica, perceptible en las
imgenes hasta el punto de volverse intolerable (la cuestin de la tolerancia se planteaba en funcin del sufrimiento del sujeto), en la
actualidad se presenta como un flujo ininterrumpido que no remite ya a
una experiencia efectiva. Se comprender que la cuestin no es solamente la de los umbrales tolerables de violencia,' sino que apunta a la
capacidad de los <<productores de imgenes>> para manejar una violencia
cada vez ms indeterminada, pues se presenta corno un nuevo estado
natural>>. Mi objetivo es subrayar las mutaciones profundas que afectan
simultneamente a la violencia y a las imgenes que la exponen.
Despus de recordar la estructura de los filmes de <<gnerO>> .-.que
remitan a una experiencia frontal de la violencia (westems, filmes de
guerra, de boxeo, policiales ... )- se mostrarn las rupturas que se producen cuando se entra en el Crculo de la violencia, cuando la violencia
no forma parte ya de una experiencia y se despliega de manera indiferenciada, impidiendo gradaciones y jerarquas sin tener en cuenta que se produce un crecimiento de potencia peligroso. Algo s es seguro: uno se
aventura bastante ms all de la mera cuestin de si se tiene derecho a
matar por venganza.
9. Hay, adems, que tomar una medida distinta en el caso de los nios y de los
adultos. La comprobacin de que la violencia reina a partir de ahora en estado natural
sobre las pantallas, no debe impedir proteger a los nios, pues no sabemos qu pasar con
todo lo que se les mete en la cabeza.
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Pero que se nos explique lo que realmente quiere decir mostrar una
cabeza que explota (Corazn salvaje [Wild at Heart, 1990]), una aguja
que se hunde en el corazn de una joven drogada (Pulp Fiction [Pulp
Fiction, 1995]), un tipo al que se tortura en el subsuelo de una armera o
una familia entera destrozada, nios incluidos, como la ltima salvajada
(Lon, el profesional [Lon, 1995]) ... sin que jams se plantee la menor
pregunta sobre esas escenas presentadas como autosuficientes, sin que
jams se nos haga pensar en nada ... >> (Bernard Sichere).
Retomemos el hilo de nuestra pregunta: en qu se convierte entonces la violencia cuando falta una guerra real -la del filme de gnero-,
como es el caso desde la guerra de Vietnam y de los conflictos de Amrica Central? Mientras que el guerrero tradicional resurge en los filmes
marcados por el sello de lo fantstico o de la ciencia ficcin -desde la
serie Mad Max de los aos ochenta hasta el reciente Waterworld
[Waterworld, 1996], que es, segn Kevin Costner, el realizador de Bailando con lobos (Dances with Wolves, 1990), un western acutico-, la
violencia guerrera no es ya una violencia organizada alrededor del
campo de batalla. Cuando la guerra no est ya circunscrita, oponiendo
adversarios declarados, }a violencia se vuelve abstracta, fra -en eso re-
11. Esta desregulacin del cdigo mafioso de la violencia est bien descrita en Trinits, de Nick Tosches (Pars, Gallimard, 1996), donde los traficantes del sudeste de Asia
socavan las costumbres y reglas de la mafia italonorteamericana.
32
Lgicas de la duplicacin
Cuando se est atrapado originariamente en la violencia -una
violencia por lo tanto indetenninada, indiferenciada- se es prisionero de
las imgenes tanto como de la violencia. La forma de mirar la violencia
contribuye a <<naturalizarla>>, a difuminar la figura del agresor y ]a de
la vctima ~--~ considerar la idea de la guerra interior como algo normal. Es un',~.eg1Jndo crculo vicioso: al ver siempre la violencia en el
flujo de lasim~genes, se termina por creer que imagen y violencia son
sinnimos. / - - f
e' .._
e;, ~
o- l ti e.vt \-:, '
A juzgar por algunas pelculas recientes, asistimos a una doble formulacin del exceso. La primera tendencia genera una excrecencia de:.
violencia cuya finalidad puede ser paradjicamente su erradicacin
(exceso por acumulacin) y la segunda se nutre de la irrisin (exceso porj
Simulacro). Pero en este punto hay que recordar un fenmeno: una y otra
son mseparables del rol alcanzado por la televisin, la imagen de sntesis
o el vdeo, Y de la influencia que stas ejercen desde hace un tiempo en
las productoras de imgenes. En esta doble orientacin, la violencia est
J
Ce/
13. Hans Magnus Enszenberger, La Grande Migration, seguido de Vues sur la guerre
civile, Pars, Gallimard, 1995; Pierre Hassner, La violence et la paix. De la bombe
atomique au nettoyage ethnique, Pars, Esprit, 1995; Yves Michaud, La Violence,
Hachette, coL Dbats de socit, 1996.
34
bomba (el terrorista); puede tambin <<progresar>> a la manera de los <<heroicos>> serial killer que anticipan el fin del mundo. En todos estos casos,,
la figura es annima, silenciosa, hasta el punto de que slo su conversin(
en imagen -la de la pantalla de la televisin con mayor frecuencia_}
proporciona finalmente un:1 -~<_r~~n de'-~~, una existencia, al individuo~Efectivamente, entre el hroe psicpata de El silencio de los corderos (The Silence of the Lambs, Jonathan Demme, 1990) y el hroe de
Asesinos natos, de Oliver S tone, se observa una diferencia: la que va del
monstruo silencioso a aquel que vocifera ante la cmara para hacerse
reconocer, para gritar que existe frente a todos los dems, y que incluso
va a ser el nico que existir, pues va a exterminar a todos los dems.
Cmo interpretar la violencia en este contexto? sta enloquece al no poder ya hacer la guerra a la manera clsica (el filme de gnero), por no
saber ya dnde est el enemigo, por no poder distinguir entre el bien y
el mal. Esta violencia, a la vez perturbadora y perturbada, siembra el terror y se despliega en remolinos de manera vertiginosa. Pero a este movimiento dinmico corresponde una fragmentacin: el individuo es un
solitario que se bate contra el mundo entero o bien hace pia con otro
u otra. Cuando ya no existe la violencia frontal sino un crculo de violencia, un crculo en el que no se ha cado y del que no se puede salir, el
guerrero hace la guerra en solitario para terminar con el mundo y poner
fin a la violencia. Una locura, por supuesto. La descarga de violencia resulta ms fuerte en tanto que un sentimiento de violencia incontrolable
est en el origen de la accin infinita de estos nuevos guerreros.
Las figuras de la violencia sealadas aqu tienen una doble caracterstica: por una parte, la violencia aparece como un hecho de individuos que
rehyen el contacto, se esconden o arremeten a toda velocidad y que tan
slo existen creando el vaco a su alrededor. Por otra parte, la violencia
que ejercen no remite a una experiencia, pues slo se justifica en ella
misma y no halla ninguna significacin en un combate (legtimo o no). Se
est solo, en pareja o en tribu, se recurre a la violencia para probar( se) y
mostrar que se existe en un mundo en el que no hay otra cosa que violencia: por eso la masacre, la fascinacin de las bombas, es decir, mtodos
para dejar limpio el lugar. O sea, terminar con la violencia acumulada por
todos los dems. Para sobrevivir -y no para escapar del crculo de la
violencia- en un mundo en el que el estado natural es violento, donde no
existe mediacin posible, lo mejor ser terminar con todos los otros,
puesto que son agresores potenciales. Si el espectador puede permanecer
indiferente a este espectculo de una violencia indiferenciada, los ase- j
sinos son, por su parte, individuos que desean marcar su diferencia.
Desencadenamiento y carnicera
Si, como pensaba, el Mundo Tal Como Se Presentaba En La Tele proyectaba una imagen completamente falsa de la humanidad, haciendo creer en
una constelacin catica de naciones, mientras que el planeta sufra equitativamente el duro yugo de los aliens esclavistas y de sus cmplices terrcolas,
eso significaba que no existira ya ninguna frontera. El mundo no era ms
que un vasto territorio, unificado por la oscuridad.
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36
37
l
j
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41
42
tambin a Jacques Demy). O bien est circunscrita por medio del detalle
que, exacerbado, da lugar a una proliferacin de imgenes destinada a
intensificar la ntirada que quedar fijada en un elemento nico de un
cuerpo o de un arma. La fuerza de Woo, y la fascinacin que ejerce sobre
una nueva generacin de guionistas, entre el1os Tarantino, tiene que ver
con esta doble capacidad para la formalizacin. Por un lado, los combates que dan lugar a un trabajo corporal que permite simular el cuerpo
a cuerpo y ampliar el cuadro; por otro, una obsesin por la diseccin, por
detenerse en el detalle. Woo recrea la escena del combate pero sin poner
jams en relacin los dos movimientos de descentralizacin (el ballet) y
de concentracin (el detalle), evidenciando as el carcter fragmentario de la violencia cuando ya no est remitiendo a una experiencia
efectiva, cuando ya no tiene sentido, cuando no corresponde realmente
a un combate. Un doble desbordamiento de la violencia, un doble exceso por fragmentacin: sea que se acente un detalle, sea que se
descomponga la trayectoria (procedimiento usado a veces de manera
caricaturesca). Por mucho que se comente esta carnicera en tantas
direcciones que termina por asombrar (y a la que al menos se reacciona
con la fobia a las armas), la violencia de los gunfights jams es
atribuida a lo que tiene de ms brutal. Queda abolida por la pureza de
ejecucin de los gestos, simple "desrealizacin". Lo gestual codificado
al extremo que expresa siempre lo verdadero de los personajes. El
arma empuada, el brazo extendido, se lanzan a una especie de ballet
sangriento donde los disparos parten sin solucin de continuidad y los
cuerpos acribillados caen como moscas. 18
Pero esta doble formalizacin no debe engaar; lejos de marcar
distancias, contribuye a exacerbar esta violencia enloquecida, pues no
hay trmino concebible para la violencia. Vincent Ostria, que defiende
este cine, afirma: El crepitar de las armas es hasta tal punto ininterrumpido que provoca un efecto de saturacin, como si el filme, en su
exceso, hubiera terminado por franquear la barrera de lo visible para
acceder a otra dimensin, la de un enorme juego de vdeo donde, para
avanzar en el espacio, los hroes deben obligatoriamente "disparar
sobre todo lo que se mneve">>. El detenerse en una imagen
descon1pone un proceso, no deja nunca entrever -a diferencia de
Kubrick- un apaciguamiento posible de la violencia, la exacerba y la
vuelve an ms proliferante. Las interrupciones son formas de exacerbacin ms que de distanciamiento.
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44
no no sale del crcnlo de la violencia, slo ha intentado ritualizarla recurriendo de manera fechista a las secuencias de la historia del cine.
Aparecida en las pantallas en 1992, la pelcula belga Ocurri cerca
de su casa (C'est aniv pres de chez vous, de Belvaux, Bonzel y Poelvoorde) lleva hasta el lmite el espritu de la burla, hasta el punto de
sacrificar la capacidad de distanciamiento que sin embargo algunos han
querido reconocerle, Generalmente se ha recibido a este filme, que cuenta una historia muy simple y en el espritu de los tiempos, vindolo como
una broma o un reality show cinematogrfico: Un equipo de televisin
sigue a un serial killer y, en una primera etapa, fma los asesinatos; en
una segunda, colabora; en una tercera es vctima. Los crmenes se filman
con una cmara al hombro, como en la televisin, para dar un plus de realismo que se ve reforzado por el uso de zooms, de deformaciones de
ngulo ... >>. 1" Es errneo catalogar as el lmite de un filme que quiere
denunciar la estetizacin de la violencia mostrando la crueldad y estupidez de un asesino: <<El filme -escribe con lucidez Jean-Marie Lacrosse- es totalmente autorreferencial: ya no hay pudor en el cine y en la
televisin (dicen los realizadores), y adems la censura no va a intervenir. Los periodistas son cmplices, y adems van a seguirnos sin
excepcin [(,,)] En suma, sera altamente improbable que la estructura
de la autorreferencia perdiera toda pertinencia en cuanto a lo que es el
referente principal del filme: el hecho criminal,'" En efecto, cuando la
irrisin se etnbala y no consigue frenar el flujo de imgenes, cuando
todo vale en la pantalla, cuando lo verdadero ya no se distingue de lo
falso, la burla tennina por hacer del arma del crimen un instrumento
----v entre otros y del asesino un hombre entre muchos. En suma, la irrisin
se funda en este caso sobre una voluntad de desestetizacin (las
antpodas de Tarantino o de Woo) que termina por valorizar todos los
simulacros al poner todo en el mismo plano: cuando la burla ya no
consigue crear la menor distancia ante el criminal, ante quien hace el
mal, desaparece la jerarqua entre el bien y el maL Nada es nocivo y
resulta natural familiarizarse con crninales y realizar un reality show
con su caso, Hace falta que deseemos protegernos de la violencia reinante y que estemos aterrorizados por el paso al acto de los serial killers
si no vemos ya en ellos ms que el alimento de un espectculo destinado
a hacer rer a quienes revientan de miedo? <<En el imaginario, el
psicpata es quien simboliza mejor la violencia sorda e invisible del
1,: ,
L'
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SEGUNDA PARTE
s~MQ;ALIR' DE LA VIOLENCIA?
50
con sus hijos en la tierra de sus ancestros-, merece un anlisis. Obliga a establecer el vnculo entre la cuestin de la violencia y la de la muerte. Para no
sucumbir a la violencia es preciso anudar una relacin con la muerte sin
rechazarla: la experiencia de la violencia remite paradjicamente al respeto
por los muertos. En este punto, dos filmes norteamericanos, dos filmes de
actores habituados a interpretar asesinos a sueldo o delincuentes, permiten
seguir adelante: en Sin perdn (Unforgiven, 1992), Clint Eastwood plantea la
cuestin del perdn y obliga a considerar las diversas modalidades de la
violencia; en Extrao vnculo de sangre (The Indian Runner, 1990), Sean
Penn muestra, por su parte, personajes que sienten un miedo terrible a la
violencia de la que se saben capaces.
Ms que nunca, hay que salir de ella, pero cmo? La respuesta ideal no
es fcil, la de una ciudad que fuera capaz de convivir con la violencia de los
individuos. Pero los personajes femeninos desempean con frecuencia un rol
crucial en estos filmes: las mujeres, cuando no sucumben a la fascinacin de
la violencia, cuando no quieren ocupar violentamente el lugar de los hombres
violentos;22 son casi siempre el instrumento de una regeneracin. Y con
razn: la mujer responde a la violencia destructiva con la violencia del
nacimiento, de la procreacin. Si El odio es un filme sin mujeres, los otros
filmes aludidos en esta secuencia ponen en el centro de su argumento a las
mujeres, con el fin de imaginar posibles salidas a la violencia ciega. Violencia, respeto por los muertos, rol de la mujer: tres temas recurrentes que
atraviesan estos guiones.
Mralos caer
Sin importar el porqu, el viento me empuja lentamente.
52
Sinopsis de El odio
Una ciudad normal, sin problemas especficos, se despierta una maana en estado de sitio. Los jvenes del barrio de Muguets han pasado
la noche haciendo la guerra a la polica, que acaba de cometer una barbaridad: Abdel Ichach, de 16 aos, est entre la vida y la muerte,
maltratado por un inspector durante un inteiTogatorio. Un nuevo abuso
ante un nuevo motn ... Cegados por el odio al sistema, Hubert, Sald y
Vinz, tres amigos que no se separan jams, van a vivir la jornada ms
importante de su vida. Pues hoy ya no son tres, son cuatro.
Est Sa'id, que trata de sobrevivir gracias a sus negocios de poca
monta. Est Hubert, que intenta hacer sobrevivir a la ciudad sosteniendo ideas pacifistas. Est Vinz, que piensa que la supervivencia pasa por
el odio. Y luego hay un cuarto protagonista: la Beretta 9 mm automtica
cromada que uno de los policas perdi durante la revuelta.
Veinticuatro horas de la vida de un suburbio y de los jvenes que lo
habitan. Veinticuatro horas para encontrar una solucin al odio que enfrenta a los dos campos. Pues si matar a un polica con su propia arma
no es la solucin, cul es entonces ]a solucin?
53
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vano de visitar antes de que su muerte oficial>> desencadene un irreprimible deseo de venganza. Si nos quedamos en este primer nivel de lectura, podemos conformarnos con ver en El odio un filme en el que los
jvenes de los suburbios buscan vengarse de la polica, de los agentes, a
uno de los cuales le han arrebatado el arma. Y el propio Kassovitz ha
fomentado equivocadamente esta versin: Realic este filme -dice en
suma- pensando en mis padres, veteranos del sesenta y ocho que viven
hoy en el distrito V de Pars, y que corren el riesgo de olvidar que lapolica puede matar. Pero, salvo en las escenas iniciales que abonan la hiptesis de que se trata de un filme de mensaje y crean un clima maniqueo al presentarse bajo la forma de un reportaje televisivo, los policas
no estn omnipresentes en la ciudad, y son bastante raras las secuencias
de trifulcas o escaramuzas callejeras. Lo ms frecuente es que los policas aparezcan individualmente o en pequeos grupos; ya sea que intervengan como mediadores impotentes (la escena del techo), o como torturadores en potencia (a lo largo de la secuencia rodada en un comisara
parisina, Hubert y Sai"d son sometidos a prcticas de una gran violencia
por parte de policas de civil ante los ojos desconfiados de un joven
agente). Adems, en el curso de la trifulca parisina con los skinheads
- Vinz se muestra aqu incapaz de disparar mientras que no ha dejado de
decir que quiere golpear policas-, Hubert afirma claramente que puede
llegar a haber buenos policas pero nunca buenos skins. En estas condiciones, reducir El odio a un filme antipolica o a un filme suburbano es
quedarse un poco corto. El primer ttulo, Droit de cit, fue extraamente
abandonado en favor de El odio.
La violencia del filme reside en la cada libre>> de tres personajes
que han perdido su cuerda para escalar y ya no se aferran a nada, lo que
en un primer anlisis parece apoyar a los que reprochan a Kassovitz
haber puesto entre parntesis a todos los jvenes de las ciudades que
buscan salir adelante de manera voluntarista y rechazan toda lgica de
venganza.
Pero esta crtica es injusta, pues los tres personajes buscan salir
adelante por todos los medios. Caen progresivamente en la violencia
porque no saben cmo salir de ella, cmo abandonar, partir, dejar ese
<<no lugar>> de la ciudad. No existe frontera tangible entre quienes
quieren salir adelante y quienes no: el mundo de la ciudad est
compuesto por quienes lo logran y por quienes fracasan. sa es la
pregunta que atraviesa el filme: cmo lograrlo sin tropezar o echarlo
todo a perder, sin perderse en la negrura de lo subterrneo o inventarse
falsos parasos soleados? Cmo evitar la cada mortal (la droga, la
destruccin, la violencia)? Cmo escapar al espritu de venganza? La
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:y
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La Cliqua Requiem
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CMO SALIR DE LA VIOLENCIA?
Jc
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que en los suburbios no se ve ms que a los policas)." Si el ruido obsesivo del barrio es un afuera hostil, una muralla que remite al cuerpo a su
silencio, la ciudad ya no resulta un afuera utpico que pennita salir adelante. Retorno al punto de partida: el tro torna el primer tren de la
madrugada.
a los argumentos de Spike Lee. Nola Darling (She's gotta have it, 1986), el primer filme
del realizador norteamericano, cuenta una historia anloga a la de Mtisse. En Haz lo que
debas, muestra cmo arde un banio (en los Estados Unidos no existe una lgica de los
suburbios).
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tes, y cada uno cumplir con el rol de padre a su manera. Hay que sorprenderse? Lola (alusin a LoZa [Lola, 1960], de Jacques Demy) es la
mediadora entre el judo y el africano que tienen, en este primer filme,
ms races familiares comprobadas que en El odio: precede al joven rabe Sald, el hacedor de historias, el payaso, el charlatn glotn de palabras del que no se conoce la historia familiar. En El odio, el que habla
ms es un mediador reservado respecto de sus races, y no una mujer
como Lola, una procreadora para quien la historia reserva un porvenir,
el del nio.
El odio es un filme sin mujeres, sin muchachas, sin novias ni amantes, un filme en el que la seduccin no necesita ejercerse (despus de
haber iniciado un ligue en la secuencia de la galera de arte moderno, los
miembros del tro no tienen nada ms que decir a las mujeres a las que
haban perseguido fingiendo querer conversar con ellas y demuestran
entonces que lo nico que les interesa es el sexo). Pero es tambin un filme
en el que la desaparicin de los padres deja lugar a madres intocables.
Si nuestros padres ya no comprenden lo que somos
Lo que nos den no har jams de nosotros hombres
Nuestras pobres madres que nos perdonan a pesar de todo lo que saben
Enor, Madonas, son vuestras entraas las que reciben
As es la nostalgia del arma
As van los hombres que se van
Y nos dejan la eleccin de las lgrimas
FFF, Le vague ii !'arme
Cmo mirar?
En El odio, el vnculo entre los sexos es tan tenue como el que anuda
las generaciones, es un filme de cuerpos sin historia, sin genealoga:
Para unos y otros, ya invoquen a su jefe o griten sin cesar "Tu madre!"
(padres invisibles) [ ... ],es el lugar del tener y del tener lugar lo que crea
problemas: el lugar, como acontecimiento de la presencia, ha desaparecido o estallado, tal vez jams haya tenido lugar y ya nada localiza la
presencia. Es lo que produce cuerpos ausentes, sin retorno sobre s rnjsmos ... .30
He aqu lo ms extrao en este cine, muy representativo de la produccin contempornea: no 1nuestra njnguna relacin afecva entre los
sexos, ninguna relacin entre los mundos femenino y masculino, nada
de aquello que permanece como la ltima marca de la alteridad. Despus
30. Daniel Sibony, artculo citado.
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,
.
67
'
que
pasa, pero sin juzgarlo. Hay muchos momentos en los que se observan las
cosas a travs del punto de vista de Hubert, a travs de la manera en que
las mira>> (Pos).
A la vez que lanzan un mensaje antipolicial, los textos de las canciones de rap tratan de la televisin: cmo no mirar como el cmara de
televisin que excita a los jvenes para filmarlos por defecto, cometiendo la falta, y exhibir malas imgenes de ellos? Con El odio, se pone a la
orden del da la buena y antigua leccin del cine; no dar slo una ojeada
al cuerpo de los dems, sino darlo a conocer en todas sus dimensiones.
l
que
normalmente
no puede pasar nada, pues los confl"1ctos Y_ d"f
1 erendas no consiguen expresarse de una parte y de otra? Como SI cada
protagonista tuviera una culpa (un crimen en la conciencia!) y tambin
un poco de temor de Jo que los otros pudieran decir y divulgar sobre
ellos. Se explica poco durante esta pelcula, se habla poco, se sospecha,
se deja entender y abundan los sobrentendidos. Nadie est a sus anchas,
nadie se siente bien bajo su piel, mientras todo el mundo se contiene:
las dos jvenes (Nagui, Pascal Sevran ... ) postradas ante el televisor que
provocarn la masacre final (pero son verdaderamente criminales?, ha
matado una a su hijo y la otra ha acabado con su padre?), y los cuatro
burgueses (los Leliiwre y sus dos hijos) muy a menudo reunidos
alrededor de un televisor de lujo (pero estn realmente unidos? Qu
esconde la galera de arte de la mujer?) que alcanza la dimensin de una
pantalla de cine (la masacre final y fatal se desarrolla mientras la familia
escucha religiosamente el Don Juan de Mozart dirigido por Karajan).
Del lado de la sirvienta y de la cartera, como del de los burgueses, reina
un clima de incomodidad, incluso de vergenza, que se traduce en la dificultad para hablar, para comunicarse. Se ha insistido mucho en el analfabetismo del personaje interpretado por Sandrine Bonnaire olvidando
decir que sufre tanto ms por no saber leer ni escribir (por estar conde-
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2. Argumentos para una liberacin: la familia, los guerreros y los ancestros (Guerreros de antao)
1
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con el filme de Kassovitz, sin embargo arroja una luz original a algunas
de las preguntas que ste dej en suspenso. Mientras que en el <<filmesuburbio a la francesa el personaje del padre es inexistente y la mujer
est casi ausente -la madre subsiste por defecto en algunas familias-,
los dos personajes principales de Guerreros de antao son nn hombre y
una mujer. Jake y Beth Keke forman una pareja a cuya degradacin se
asiste con el correr de las secuencias. Mientras que Kassovitz olvida el
personaje del padre y evoca a una madre abandonada al borde del hundimiento y que trata de asegurar la supervivencia de los que quedan,
Guerreros de antao ausculta la descomposicin de una pareja en la cual
hubo una fuerte complicidad durante largo tiempo.
'
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La mujer esclava
destrozan o se abrazan, se rechazan con violencia o se penetran amorosamente, entonces la fuerza masculina est siempre segura de ganar. A juzgar por el ejemplo de esa pareja, no hay otra salida que el cuerpo a cuerpo
sexual amoroso o la guerra.
Pero la sucesin de secuencias, durante las cuales los cuerpos se
toman y se dejan, describe en realidad las etapas de una cada colectiva.
Detrs de la cascada de golpes y de abrazos, se asiste a la cada de toda
una familia y no slo a la de una pareja. Todo el crculo familiar se da
ms o menos cuenta de esto, a excepcin de los padres, que no
consiguen sustraerse a los ciclos de odio y amor. Los cinco nios comprenden su situacin, pero su lucidez se vuelve contra ellos: el may~r
abandona la casa; el segundo participa en robos junto a una banda de JOvenes delincuentes; Gracie, a quien la edad sita entre los grandes>> Y
los pequeos, suea con otro mundo; y finalmente los dos pequeos
se acurrucan, asustados, el uno contra el otro, cuando el padre muele a
golpes a la madre. El filme nos proyecta en la intimidad de una familia
donde la pareja es absolutamente ciega a lo que ocurre por su culpa:
ciega respecto a s misma, ciega ante los miedos de los nios, ante el
dao que les infligen. Ya sea con la ceguera de los padres o con la
lucidez de los hijos, la cada es colectiva: nadie puede escapar de ella, de
una nueva alienacin que reemplaza fatalmente a la anterior.
En ese contexto, donde la alienacin de Beth es una forma de esclavitud, de sumisin al marido y a la casta masculina, arrastrando con ella a
todos los otros miembros de la familia, cmo lograr poner trmino a la
cada colectiva y a los conatos de violencia? Ser preciso que Beth comience a comprender los reproches que se esconden tras la mirada de sus
hijos, sobre todo la de los tres mayores. Deber tomar conciencia de que
su amor por ellos no renace espontneamente ni cura milagrosamente las
heridas, que no es suficiente con amar para que desaparezcan las heridas
del cuerpo y que los espritus olviden los duros golpes de Jake. Pero
aunque Beth es sensible a la inquietud o al temor larvado de sus nios,
no detiene su cada, no se preocupa verdaderamente por ellos. Slo el
suicidio de su hija la decidir a romper con Jake, a salir de la alienacin
de la pareja. Por otra parte los diferentes crculos de la alienacin familiar no son equivalentes: el de la pareja es el ms peligroso, pues genera
aquel en el que caern los nios para escapar al de sus padres, para liberarse de la violencia salvaje del padre. Por eso se dar un reparto de
roles: tan slo la madre puede renunciar a una violencia familiar que
reside en la alienacin de la pareja, en la sumisin de la mujer al hombre.
Pero no puede lograrlo sin comprender que las principales vctimas de
esa ceguera son sus nios.
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el cartel que exhibe bellas imgenes del desierto, de agua y sol, es una
mentira que no afecta slo a los turistas. Est all para esconder lo que pasa
justo detrs, para hacer olvidar el humo y la suciedad del barrio perifrico
de Auckland, cerca del cual se construy la pequea casa de madera de
la familia Heke. Detrs de las imgenes de una naturaleza con pretensiones utpicas surge brutalmente el salvajismo de la ciudad con la que
habr finalmente que romper. Pero esta renuncia a la modernidad urbana
no corresponde a un renacimiento paradisaco, a un retomo a la utopa
natural: la tribu de los ancestros es un mundo donde se intenta pactar con
la violencia y la muerte, un mundo en el que no se finge ignorar la violencia y sus desvaros.
Jake y su banda
La violencia ms perceptible, la que est en el origen de los golpes y
los dramas en cascada, es la de Jake, el padre. Es una violencia de la que
es esclavo, una esclavitud simtrica a la de Beth respecto a l. Pero Jake
no vive encerrado en la casa, vive afuera, y mucho ms desde que ha dejado su trabajo. Jake ejerce una doble violencia: en el seno del mundo privado, el de la familia, pero tambin en el recinto del Royal Bar, un espacio cerrado como una prisin, un lugar donde no se toleran las mujeres y
que cumple para l el papel de mundo pblico. Violento en su propia casa,
siempre se va o, si no, da tantas ms pruebas de agresividad cuanto menos
puede aguantar en su hogar: no regresa ms que para hacer el amor con
Beth o para prolongar una fiesta nocturna comenzada en otro lado con sus
amigos. La casa privada es el basurero de una violencia cuyos resortes son
exteriores. Todo pasa afuera, y la casa no es ms que la oportunidad
corporal de mostrar amor o odio, de acoplarse al cuerpo femenino o de
matarlo a golpes, maltratarlo, desfigurarlo. Si la fuerza del padre, intolerable, se manifiesta en el seno de la familia, su violencia es en principio
la de una persona que se muestra incapaz de vivir en un recinto privado.
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Mientras que Jake y su banda hacen naturalmente la guerra, a s mismos (guerra interior) y a los dems (guerra exterior), los dos hijos ma-
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mucho tiempo en las virtudes de la pareja y de la familia, ha estado ciega a todo. Una joven, su hija, debe morir para que Beth se emancipe y se
convierta en una mujer capaz de conquistar finalmente su autonoma.
Pero la voluntad de autonoma y de ruptura se acompaa de un movmiento de retomo a la tribu de los ancestros: no le queda otra salida que
volver a un mundo donde los muertos son acogidos y donde se respeta
su dignidad y su memoria. Se ha querido ver en este filme la victoria de
una mujer sobre la fuerza masculina. Sera ms exacto sealar que la
liberacin de la violencia pasa por la toma de conciencia tarda de Beth,
que la familia es la fuente de todas las cegueras y que hay un tiempo de
las mujeres, una singularidad femenina que no se reduce a la oposicin
entre los gneros. 31 Antes de renunciar a los crculos masculinos de la violencia, Beth habr soportado todos los golpes hasta que suceda la muerte
de su hija. Para resistir a la violencia habr que admitir que est vinculada en parte con la muerte. Resistir a la violencia alcanza su pleno
sentido cuando uno se pregunta por los muertos y por el respeto que se
les debe. ste es el rol adjudicado a Gracie y Beth en este filme.
El sacrificio de Gracie
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La esclavitud de la violencia
Durante todo el filme, la analoga entre la alienacin del microcosmos familiar y la antigua situacin histrica de los esclavos negros
en Nueva Zelanda es muy evidente. La voluntad de regresar a la tribu no
es casual: est compuesta de una poblacin de personas, los maores, que
se resistieron a la colonizacin y que no cedieron a las bayonetas, a la
fuerza de aquellos que los haban querido transformar en esclavos. Los
rnaores no se convirtieron en esclavos.
Sin embargo, Beth haba quedado fascinada con la fuerza del antiguo
esclavo Y haba credo liberarse de la tribu gracias a l. No haba comprendido an que l segua siendo un esclavo, y que recurrir a la violencia favorece la esclavizacin de los cuerpos y de los espritus. La
historia que le cuenta a su hija mientras sta descansa en su atad lo
prueba: <<He querido partir, le dice, y dije que no volvera jams, pero
una de mis tas me dijo que un da el mal se impondra y yo habra de
regresar. Siempre me he resistido a la idea del retorno, y he arrastrado a
los otros, a mi familia, a mis hijos, en mi cada. Es suficiente la respuesta a la violencia por medio del retorno a la tierra de los ancestros, a
los orgenes? Ciertamente no. Pero no es un retorno puro y simple al
punto de partida, como si nada hubiera pasado. Guerreros de antao
recuerda a quien quiera verlo y orlo que el respeto a los muertos pasa
por la ~oluntad de resistirse ferozmente a la esclavitud de los cuerpos y
los espmtus. Dommar la violencia significa respetar la memoria de los
muertos, pero tambin acompaar su propia muerte: en Sunchaser (Sunchaser, 1996), Michael Cimino sigue a Blue, un joven criminal que, enfermo de un tumor cerebral, toma como rehn a su mdico para encontrar un territorio mtico dibujado sobre un antiguo grabado, un lago
perdido en l~s alturas de las montaas del pas navajo donde la muerte y
la v1da son Indistintas. Que la belleza sea ante m, repite muchas veces. Que la belleza aparezca sobre m. Que la belleza est en todas partes a m1 alrededor...>> El regreso al pas navajo, ese pas natal soado, la
bsqueda de un territorio utpico, cruza los senderos de ]a muerte.
<;ondenado a muerte, Blue quiere abandonar el mundo guerrero de Los
Angeles que lo ha llevado a prisin, a las circunstancias que han hecho
de,l un criminaL Para l, slo se renuncia a la guerra al final de un viaje
utop1co que cons1ste en sustraerse de la violencia de los hombres y que
conduce a la propia muerte.
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Imaginando que all reina la paz, descubre muy pronto que la aldea
es una tn~u encerrada en s misma, una comunidad en guerra que no
c~noce mas ley que. I_a de la sangre: los nios se creen guerreros, los
miembros de la familia se visten de milicianos y desparraman el odio a
su alrededor. En suma, he aqu una aldea, <<SU>> aldea, transformada en
una fortaleza Y protegindose de toda penetracin exterior. La violencia
que ha VIVIdo en el exterior, la ve ahora en marcha en el interior. Al oponerse a que se tome como rehn a un muchacha que ha sido capturada
por la gente de la aldea, Aleksander muere finalmente bajo las balas de
sus hermanos, pero su muerte sirve para que la joven pueda escapar.
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orgenes, pero va a ser su vctima, sucumbiendo a los ataques de los suyos. Y nadie ver su foto en la prensa o en la televisin, no ha llegado
ningn periodista, provisto de una cmara, para registrar la violencia
cuyo origen es el sacrificio de Aleksander.
Por su lado, el joven monje vive retirado en el monasterio, embarcacin que vaga en las noches en las que las estrellas titilan como en un
dibujo animado: se ha retirado de la aldea, ha elegido vivir al ritmo de
la naturaleza y de la liturgia bajo el cuidado de los viejos monjes. La
incursin de la joven, de la enemiga de la aldea, perturba el orden natural
y espiritual: ya sea por una atraccin fsica, por el sentimiento de reclusin o la incapacidad de hablar, decide fugarse con ella para salvarla
pero tambin para salvarse a s mismo. l tambin trata de salir adelante.
La muchacha le brinda al joven monje -que vive en una comunidad
religiosa compuesta de hombres, imagen pacfica de Jos hombres de la
aldea- la oportunidad de partir, de salir de all. Salir, tanto de la paz
religiosa como de la violencia aldeana de la que no es ms que la rplica;
es esto lo que no ha comprendido Aleksander al querer retomar a la aldea para no or nada ms acerca de los crmenes perpetrados en Bosnia;
retomaba al punto de partida, cerraba el crculo y ms que nunca quedaba prisionero de la espiral de violencia. Mientras que el periodista ha
destruido su vida ,sentimental, al igual que su amante, que rompe violentamente con su marido en un restaurante de la ciudad de Skopje, el
monje parte con una joven, enemiga de sangre para los macedonios, una
joven albanesa. Pero no se sabe hacia dnde parten, ni si su alianza fsica
se mantendr mucho tiempo. El argumento es circular, pues Aleksander,
el fotgrafo, dej hace ms de veinte aos la aldea para retomar una sola
vez. Sin embargo, su regreso firma su sentencia de muerte, se dejar
matar para facilitar la huida de una joven ... tal vez Zamira. Asistimos
entonces a un sacrificio que hace posible una doble liberacin:
emancipacin de la religin, es decir, de la comunidad religiosa pacfica
que esconde hipcritamente las violencias de su entorno a travs del
silencio; emancipacin de la horda aldeana cuyo salvajismo se alimenta
de la ley de la sangre y del odio contra las dems tribus. Si Aleksander
ba fracasado en crear una familia, una vida de pareja, si ha registrado los
ataques de violencia en otras partes, en Bosnia, Zamira y el joven monje
parten hacia otros Jugares, a un mundo desconocido donde la lluvia no
es ya sinnimo de muerte y tempestad. Rompen con un universo en el
que reina una doble sumisin al orden divino y a la ley de la sangre, un
mundo en el que la religin no puede resistir los ataques de la violencia
tnica.
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Si las dos ltimas partes aluden a las fotos del periodista y a los
paisajes sublimes de la naturaleza, la primera -la que transcurre en el
monasterio- evoca las palabras, el orden simblico de la religin. Es
posible encontrar, frente a los paisajes y las imgenes, el sentido de las
palabras, una fuerza simblica que no sea la de la religin? En el monasterio, el joven monje es de pocas palabras, no tiene nada que decir, espera, escucha, reza, cuida el jardn, admira la bveda celeste y los paisajes
de los alrededores donde se esconde la aldea. Mientras que, por su parte,
Aleksander no conoce ms que fotos, imgenes que no hablan, el joven
monje desconoce el sentido de las palabras, no sabe manejarse con el
lenguaje y se deja adormecer por los smbolos de una religin, la
ortodoxa, que prefiere lo sublime de la naturaleza a las imgenes.
Recuperar el sentido de las palabras y del lenguaje, ste es el sentido de
este filme que opone al discurso pacfico de la religin la violencia salvaje de la aldea y la sumisin a la imagen. Entre los que rehyen las
imgenes (los monjes ortodoxos) y quienes no ven el mundo ms que a
travs de fotos, de imgenes instantneas en las que la violencia y los
horrores se instalan naturalmente, no queda ms que esperar que al
final nazca la palabra. Entre la violencia de las imgenes y la palabra hay
un abismo abierto... Slo el cine puede mostrar lo que le falta a las
imgenes y a los paisajes de la naturaleza, simplemente una palabra que
permita escuchar el sonido de una voz. Por falta de un lenguaje, el salvajismo puede extender sus territorios; la mujer es condenada a someterse
porque no tiene nada que decir y para que slo reine la sangre. No pasa
nada, salvo la repeticin de los rdenes divino y natural, cuya impotencia
queda en evidencia frente a las tempestades humanas. El respeto por la
genealoga de la sangre mata al lenguaje y propaga la violencia animal.
Aqu slo se respeta a los muertos propios. Por qu asombrarse? Como
en Guerreros de antao, donde la ley de la sangre logra imponerse en un
mundo urbano que ya no es el de la aldea, la violencia que reina aqu es
una violencia muda, la que se exhibe en las fotos o se expresa en los cielos tormentosos. Befare the Rain pone en relacin la ceguera de los hombres ante la violencia y la ausencia de palabras. Cuando las imgenes son
rabiosamente bellas o violentas, no queda nada que decir, la idolatra es
una amenaza permanente. Este filme, en el que la belleza de las imgenes
naturales y la paz del monasterio esconden la violencia sanguinaria de los
hombres, deja entender que se puede morir por cerrar los ojos, creyendo
que las palabras son intiles, que es posible olvidar las imgenes de
Bosnia, las de un crimen que capta impdicamente el fotgrafo, y
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CMO SALIR DE LA VIOLENCIA?
p d
,d.
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d f"
, un sa 1co vaquero
agre ~ y es tgura a una prostituta. El sheriff local Little Big D
t
~n antiguo y temido asesino, se conforma c~n infli~ir un"a pena s~!~~~
tea al ag~esor y a su secuaz. Las prostitutas, ultrajadas, deciden reclutar
a un asesmo al que ofrecen un premio de mil d '1
h b
U .
.
o ares por matar a los dos
om res. n JOven aprendiz de asesino Scoffield Kid
.
M
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, sugiere a unny
qu~ ra aJe con el. Munny, que necesita dinero, acepta. Su antiguo coropanero Ned Logan se une a la expedicin.
Los tre~ hombres se lanzan a la persecucin de los fugitivos Pero
~unny se SI~nte agotado, incapaz de resolver bien su misin H~sta el
Ia en que LJttle Big Dagget captura a Logan, lo ejecuta y ~xpone su
~uerpo ant~, el burdel de Big Whiskey. Desde ese momento Munn no
t;ene e~eccwn: el honor y la amistad le obligan a encarnar po~ ltim1"vez
a asesmo que fue en otros tiempos ...
Yo mismo he ut~lizado la violencia como diversin, algo que es natural, dad~ que la vmlencia viene de un conflicto y el conflicto ustament~, esta en la base de la accin dramtica. Pero cuando le este' Juin
~e diJe que tal vez all residiera la posibilidad de exponer un pu~to d~
~sta sob~e _el hecho de que la violencia no es ni hermosa ni prestigiosa
ue n
eJa de ~r~vocar dolor Y de tener consecuencias, incluso e~
aque11os que la ongman ...
Clint Eastwood
Corno en es_te filme, se podra imaginar una versin distinta de Guerreros de antano, una versin feliz: Beth habra logrado carnb
hombre_obligndolo a irse a vivir con ella a la tierra de sus an~:s;:su
Pero, en Sm perdn, la esposa <<salvadora>> de Williarn solarn t
.
cada
.
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en e es evo, no aparece Jamas en carne y hneso, no se la ve con Williarn y los
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CMO SALIR DE LA VIOLENCIA?
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malv~;o
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Perdonar o no?
evoca otra relacin con la violencia de las armas. ~_o desea, dic~i:o
oiver a empezar, sobre otras baseS, con SUS hiJOS, pero al
.
~ue v o usa la violencia con temor. Siente miedo de sus armas, d~ su VIOtlemp
1 mismo ha renunciado a ser un asesino profesiOnal, un
y si
el oficio es porque no tiene eleccin:
o 1 . no es nicamente la malvada violencia de los asesinos arma
v1o encw
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las armas>> y goldos es tambin la de quienes quieren hacer ep~ne_r
1 . pea~ tan fuerte a quienes se les resisten que los <<hq~ldam>. Entreh a v~~e
lencia de English Bob y la del sheriff, Wliham actua como un om
ue intenta renunciar a la violencia pero que no lo logra.
q E'
1 1 ccin del filme: uno puede reformarse, obtener la prosta es a e
.
de de. ar de actuar para
leccin y la gracia de una mujer, pero no se:ue b Jd No el mundo
ven ar a las mujeres de las que los hombres an a usa o. , '
,
no !s se que separa a los viciosos y asesinos de los demals, esta claro
. .
que abusan de as mujeres.
el sherijj' y los vaqueros son VICIOSOS
.
que
ede sustraerse por completo a la experiencia de la VIOlenUno nunca pu
reducto protegido, pues la violencia fsica ejercida por
cta, retirarse a un
.
ms legtima que la violencia
los hombres contra las muJeres no e 8
. Iiam se enfrenta al
, , .
arbitraria de los asesinos profesiOnales. Cuando WII
h 'ff al dueo del burdel y a los hombres, tiembla, esta hv!do, empashdece,
er , no pued e s er de otra manera. El crculo de la violencia que opone
~n::~:~:v:~~.
r~toma
1~
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pero debe hacerlo por otras razones que la de ganar un poco de dinero.
No se termina jams con la violencia, pero se puede escapar de la Situacin de asesino profesional. Un mundo perfecto (A Perfect World,
1993), del propio Clint Eastwood, trata de un hombre en fuga, que
acaba de escapar, toma a un nio corno rehn, y anuda una relacin de
amistad con l... antes de que le maten. Se puede cambiar, slo que la
violencia jams ser contenida del todo. Dos salidas aparecen entonces
en las ltimas realizaciones de Clint Eastwood: la del mercado, el
dinero que permite a los hombres intercambiar sin exterminar, y la del
amor. Se ha sealado que Los puentes de Madison era una manera, para
el asesino envejecido, de responder a la violencia. S, hay salidas a la
violencia, pero no debemos creer que es posible desembarazarse totalmente de ella. Habr siempre prostitutas que defender de los tipos
repugnantes que se toman por gente decente y suean con encerrar a
todos los viciosos del mundo, tanto las prostitutas como los pistoleros.
El filme abre un parntesis: no se sabe si William volver a _tomar las
armas una vez convertido en un comerciante adinerado. Este parte
convencido de que ha cambiado gracias a una mujer, una mujer que -no
se nos ha dicho por casualidad al comienzo del filme- no ha muerto por
su mano sino de viruela. Al final de Sin perdn, el enigma persiste,
sigue el misterio: <<Varios aos despus, la seora Ansonia Feathers
hizo el triste viaje hasta el condado de Hodgeman para ver dnde
reposaba definitivamente su hija nica. Wlliam Munny haba desaparecido haca tiempo con sus hijas ... Algunos decan que hacia San Francisco, donde prosperaba en el comercio. Pero nada haba en el epitafio
que explicara a la seora Feathers por qu su hija nica se haba casado con un famoso ladrn y asesino, un hombre evidentemente depravado y de carcter violento>>.
Esta mujer a la que su madre haba augurado un matrimonio ms
feliz y exitoso, no fue alguna vez una de esas prostitutas, una de esas
be/les de jour que William venga contra los falsos virtuosos? Es imposible comprender este filme sin entender la separacin que se establece
entre mujeres y hombres. Por un lado, la violencia del sheriff que no
perdona a los asesinos, que no les permite terminar con la violencia,. al
tiempo que favorece a los viciosos de poca monta. Por el otro, las muJeres, como en muchos otros filmes, son la tabla de salvacin de los hombres pero tambin la razn para ejercer la violencia y volver a matar.
Qu es ms reprobable: un pistolero que mata o un vaquero que no
vacila en marcar el cuerpo de una mujer?
La fuerza de este filme <<femenino>> reside en su capacidad para mostrar que la experiencia de la violencia es mltiple, multiforme: la violen-
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La violencia da miedo, pero no nicamente a quienes se sienten heridos por sus quemaduras, infectados por su virus y se descubren impotentes ante ella (<<Nos atrapa, no podemos nada contra ella ... >>). La
violencia da miedo tambin a quien tiene la tarea de controlarla, es decir,
de ponerle fin, de erradicarla; la violencia produce miedo a la vez al polica y al mal tipo que sabe que ineluctablemente va a <<recaer, como se
dice de un veterano presidiario reincidente. Cules son las pulsiones
que llevan a golpear o a matar aun cuando no se haya querido? Por qu
se siente sbitamente miedo y se termina por matar al enemigo que se
interpone? Por qu Frankie se enciende hasta el punto de volverse un
incendiario para mostrar lo que siente?
33. Ha interpretado recientemente, en un filme de Tim Robbins, Pena de muerte
(Dead Man Walking, 1995), el papel de un condenado a muerte que, en contacto con una
religiosa, trata de arrepentirse.
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Tras una primera secuencia en la que se asiste a la muerte de un ciervo, en la nieve, mientras un recitado alude al arte del mensajero indio,
las imgenes desarrollan un plano que amplifica esa primera muerte.
Los ciervos se desplazan en crculos. Pero el indio saba que si
calculaba bien su acercamiento, poda agotar al animal. Con las patas ensangrentadas, el animal terminaba por derrumbarse. El cazador
indio se abalanzaba sobre el ciervo y colocaba su boca sobre la del
animal para atrapar su ltimo suspiro. Haba hecho suya la rapidez
del ciervo. Pero, inmovilizado en la muerte, el animal sorprenda por
su serenida~. Una serenidad que se converta en suya.
1
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sudoeste haba bosques que eran atravesados por los mensajeros indios.
<<Destrozados por los lobos. Invulnerables! Despedazados por los
grizzlies. Invulnerables! Era otra tierra: la tierra de los indios, pero
tambin la tierra en la que los dos nios jugaban con su padre
fingindose mensajeros indios. <<Fuera del tiempo y del espacio, el mensaje se convierte en su mensaje.>> Hoy, la violencia ya no es un juego, ya
no se suea con juegos guerreros, con esas caceras de animales (encamacin de la maldad) que se desarrollaban en los territorios indgenas.
Hoy, los malvados que se apoderaron de la granja son los jefes de aquel
de los dos hijos que se ha enrolado en la polica, evoca el padre antes de
matarse. Hoy, los que han recuperado la tierra no tienen el fuego, no
viven all, les <<importa un bledO>> esa tierra. Al perder el arte de la caza,
se pierde el fuego sagrado, el que quema, el que se siente cuando se roba
al animal la serenidad de su ltimo suspiro. <<T has extinguido el
fuego>>, le dice Franky a su hermano. <<Estaba en ti cuando eras joven.
Ardas. Lo que te queda es saber que has ardido, que llevabas el fuego
en ti. He ardido. La tierra fue trabajada. He ardido. El suelo fue devuelto.
Te lo han quitado todo. Asunto terminado. Se levanta la sesin.>>
La mirada puesta sobre la violencia no se resume, sin embargo, a esta
nostalgia por la infancia y las tierras por las cuales an corran los mensajeros indios. Para los miembros de la familia, <<el mensajero indio>> era
el que se bata contra los animales en el seno del mundo natural. El mensajero indio respetaba a los animales a los que daba muerte, no subestimaba su propia parte salvaje, su animalidad. Al cazar animales, el mensajero indio estableca una diferencia entre naturaleza y cultura, lo que
le permita a los hombres no despreciar a los animales y resistir a su
propia inclinacin animal. Ahora, despus de Vietnam, la guerra entre
naturaleza y cultura se ha vuelto una falsedad que no deja otra salida que
emplearse como <<guardin de la ley>> o correr por el tnel de la propia
locura y dejarse atrapar por la violencia. Otra imagen obsesiona a Frank:
la de un mensajero indio corriendo a toda velocidad por un tnel de chapa ondulada: ni techo ni suelo, sin inicio ni comienzo en ese conducto
negro e interminable en el que el cuerpo y el espritu quedan definitivamente prisioneros. Cuando la ruptura con el mensajero indio, la que
simboliza el corte con los orgenes y la muerte de la infancia, queda
consumada, la violencia se vuelve ciega: el tnel recuerda una de las secuencias de Sueos (Konna Yume wo wita, 1990), de Kurosawa. Hay en
dicho filme una imagen de violencia en la que sucumbe el hombre <<de
cultura>> de un mundo en el que la naturaleza ha sido borrada del mapa,
donde los indios estn muertos o aislados. Y en tal oscuridad, frente a tal
ceguera, es difcil resistirse al propio salvajismo. Ya no se sabe qu hacer
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porque puede dar la vida aceptando violentar sn cuerpo, dejar lugar a otro
en el interior de ella misma. Su cuerpo, que genera vida violentndose,
sigue encamando este encuentro entre cultura y naturaleza, esta alianza
de la vida y de la muerte, de la que la caza del mensajero indio permanece como smbolo para algunos hombres, los cuales utilizan a las
mujeres por miedo a tener miedo de su propia violencia.
Frank se va una vez ms en el momento en que nace su hijo, pues tiene miedo de hacer dao, a su mujer o a su nio. Frankie tiene miedo de
una violencia de la que no puede desembarazarse, tiene miedo de cortar
con lo que queda del vnculo genealgico. Es el ms lcido de todos: conoce su propia violencia, sus debilidades, sabe que los recursos simblicos
de un mundo en el que la muerte se dulcificaba se han perdido, pero no
quiere contribuir, correr el riesgo de agregar violencia. Hay quien ha podido ver en este filme la historia de un individuo presa de accesos de
maldad, Extrao vnculo de sangre retrata a un personaje que no quiere
imponer su violencia a los dems. Ms loco que Joe, no es menos responsable, no quiere correr el riesgo de acabar con cualquiera que se le resista
(mujer o nio) como ha hecho Joe al trmino de la persecucin. Frankie
no tiene ms que una inquietud: cmo no imponer mi violencia a los
dems?, cmo preservarlos de la maldad? Pero se plantea esta pregunta
porque sabe que la muerte ya no se respeta, que se mata como pistoleros,
de cualquier manera, y que los animales estn a merced del menor disparo
de fusil. Lo sabe, pero est convencido de que es preciso que el mundo se
regenere: preserva a su mujer, fuerza de regeneracin, .y a su hijo,
prefiguracin de un porvenir. La cita de Tagore que aparece al final del
filme -<<Cada recin nacido significa que Dios no ha desesperado de los
hombres- revela el espritu de la pelcula y le da, con ese mismo gesto,
toda su consistencia: Frankie teme a la violencia, se retira, se aleja de sus
prjimos, de los dbiles que creen todava en una regeneracin posible.
Joe ha comprendido que no lo volver a ver, pero murmura: <<Est bien la
vida, hermano mo>>. Como si este ltimo le hubiera recordado que se est
siempre en peligro de arder, arder en ese incendio que perturba
dolorosamente el cuerpo y el espritu de Frank. No podr olvidarlo.
Se est lejos de una utopa invertida, de la nostalgia de la tierra
indgena; la leccin de los indios aparece ms fuerte que nunca: <<No se
mata de cualquier manera, no se remata a los muertos, se los respeta>>.
Alguna vez existi un arte de la guerra y un arte de la caza. Pero ahora
se cae en una violencia que produce cada vez ms miedo, pues uno se
porta cada vez peor con los muertos. Se pretende hacer como si la muerte y los muertos no existieran, de ah el doble movimiento de exteriorizacin e interiorizacin de la violencia. El respeto por los muertos es una
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de las razones de ser de los vivos: en esto las ltimas imgenes (las del
entierro de Gracie) de Guerreros de antao enlazan con el mensaje de
Extrao vnculo de sangre.
Cruzando la oscuridad
Sinopsis de Cruzando la oscuridad (1994)
Han transcurrido seis aos desde el da en que John Booth mat
accidentalmente a la hija de Freddy Gale. John Booth fue encarcelado y
la vida de Freddy se convirti en un verdadero infierno. No tiene ms
razn para seguir vi viendo que la venganza. N o encontrar descanso hasta que John haya pagado con su propia vida. Durante seis aos, le ha
seguido el rastro, se ha dedicado a contar los das.
Finalmente John es liberado y Freddy va a poder pasar a la accin.
Pero debe enfrentarse a su ex exposa, Mary, que ha tomado un camino
diferente para olvidar ese drama y un matrimonio arruinado. Se ha vuelto
a casar y cra a sus otros hijos. Por su parte, John lucha por' seguir viviendo, perseguido l tambin por su accin, y encuentra consuelo junto a una
joven pintora. Sabe por Freddy, quien ha venido a verlo tras su liberacin,
que no le quedan ms que unas pocas horas de vida. Tras seis aos de
destruccin y espera, su combate culmina en un ltimo enfrentamiento.
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TERCERA PARTE
RECICLAJES DE LA VIOLENCIA:
MARTIN SCORSESE Y STANLEY KUBRICK
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RECICLAJES DE LA VIOLENCIA
mundo sin violencia, hay que aprender a ver un mundo donde la violencia se recicla constantemente, se transforma. Ms an, la polmica
sobre la vioJencia de las imgenes es indisociable de la capacidad de stas para reciclar la violencia difundida en la sociedad y en nosotros mismos. Decir que las imgenes son violentas es una constatacin irrefutable, pero no todas las imgenes violentas son iguales: no tienen ni el
mismo estatuto ni la misma ambicin. Estn las que son aplastantes, las
que duplican la violencia al mostrarla y las que intentan reciclarla,
convertirla, es decir, frenarla.
Enojarse por la violencia de las imgenes no deja de ser una simple
invocacin si uno no se pregunta cules son las que, estticamente, logran transformar la violencia que muestran. El anlisis de algunos filmes
de Huston, Scorsese y Kubrck tiene por objeto mostrar que podemos
oponer a la nueva economa de la violencia, que la acepta como un dato
inevitable, otras realizaciones que se esfuerzan por detener su curso.
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RECICLAJES DE LA VIOLENCIA
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dnde est <<despus de la guerra. Tras haber escrito en su diario las siguientes palabras: anytime, anywhere (en cualquier momento, en cualquier lugar), las recita en su taxi nocturno con el cual se dispone a ir a
cualquier lugar. Travis se encuentra en un observatorio mvil desde
donde ve la guerra urbana, las imgenes de la ciudad que desfilan como
por una pantalla. La ventanilla del vehculo hace de pantalla para el
mundo exterior: permite ver el exterior y protegerse de la adversidad,
resistir a los fantasmas de un mundo transparente que se alimenta de la
indeterminacin entre el exterior y el interior. Pero Travis no se siente
bien en su interior, est cada vez peor, se siente encerrado en su habitculo. El contexto es tanto ms infernal cuanto nadie parece darse cuenta
de su problema. No hay nadie que responda.
Otro veterano de Vietnam, de apodo Wizard, <<El mago, no hace
ms que decirle que debe <<dedicarse a su trabajo>> y se conforma con una
filosofa de pacotilla. Un da tiene la oportunidad de observar a Betsy, la
secretaria de un poltico en campaa, intenta seducirla y lo logra; la invita a tomar un caf y luego a ver una pelcula <<pomo, lo que pone fin
a su relacin. Tras ese doble fracaso con la profesin (Wizard) y las
mujeres (Betsy), Travis <<se sumerge>> en la cada, en el hundimiento de
su identidad. <<El drama del hroe de Scorsese es encontrarse sin palabras; agotado por el esfuerzo intil de expresarse con palabras, logra
hacerlo por medio del gesto ms crudo.>>"
As que Travis pierde pie, lo que hace que el mundo circundante resulte para l an ms malo y repugnante, una especie de cloaca, de
retrete. El filme desarrolla el tiempo de la cada: las vidrieras y los
espejos -donde se mira cuando est transmutndose (tiene el aspecto de
un indio cheroqui), es decir, hundirse en la violencia- tienden a
fisurarse, a romperse en pedazos. El parabrisas le protege cada vez
menos del exterior, ya no hay reflejos, efectos de espejo, y queda
atrapado por el deseo de vengarse, por las seducciones del odio. No
queda ms que encontrar la ocasin, porque la cada ha dado lugar a la
escalada de la venganza. Conmovido por una joven prostituta, Iris (Jodie
Foster), trata de salvarla para vengarse de todos los dems, de todos los
que, al no reconocerlo, lo han condenado a prostituirse a su manera, a no
tener otra imagen de la mujer que la de un filme pornogrfico. Se est al
final de una escalada en la que el espritu de sacrificio se une al deseo de
venganza, y Travis mata a tres personas: a Sport, el proxeneta (Harvey
Keitel) que ha tomado a Iris como rehn, al cliente de Iris y a un segundo
36. Jean-Philippe Domecq, Martin Scorsese. Un rve italo-amricain, Bibliotheque
du Cinma, Pars, Hatier, 1986, pg. 64.
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RECICLAJES DE LA VIOLENCIA
proxeneta. Despus de vestirse con ropas de guerrero, frente al fracaso repetido, Travis se convierte en un asesino para no ser la vctima de su
propia cada libre. No mata por matar sino para salvarse y as salvar a los
dems -no es por eso menos criminal, una prefiguracin de los mass
murders y los serial killers-. Pero es un killer que ya no sabe dnde est,
cuya maldad es desdichada, y en esto est prximo al Teniente corrupto
(Bad Lieutenant, 1992) de Abe! Ferrara. En una escena memorable, repetida en El odio de Kassovitz, se le ve mirarse en un espejo, descubriendo
en el cristal el reflejo del rostro de un hombre cuya identidad pasa fatalmente por las armas. Su identidad, su reconocimiento, sern los de un
criminal: se mira caer en la violencia, convertirse en asesino, puesto que
no es un natural born killer. La experiencia de la cada (del sujeto) y de
la escalada (en la violencia) no poda faltar: la pmeba de la violencia y el
deseo de reconocimiento son los temas centrales del cine de Martin Scorsese. Para que la violencia siga siendo concebida como una experiencia,
es necesario que participe del problema del reconocimiento y del vnculo social: lejos de contar la historia de una matanza, el filme teje el relato
de un individuo que fracasa en ser reconocido y busca mediaciones; su
fracaso es el origen de una escalada de la violencia.
Aqu reside la diferencia con los filmes contemporneos de violencia
donde la distincin entre interior y exterior ya no tiene sentido: se asiste
en Taxi Driver al naufragio de las fronteras de la experiencia, un naufragio que precipita la escalada de la violencia. Taxi Driver termina all
donde comienza un serial killer contemporneo. Travis es. todava un
sujeto, un sujeto a punto de ser presa de la violencia.
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Entre las primeras realizaciones de Stanley Kubrick, tal vez se recuerde su cortometraje titulado The Day ofthe Fight (1951), que contaba
la jornada anterior al combate de un boxeador: el personaje del boxeador
ocupa el primer plano en Jugar del ring donde se va a desarrollar la peJea. Habran de seguirle un segundo cortometraje (Flying Padre, 1951),
una pelcula de guerra (Fear and Desire, 1953) y dos filmes de cine
negro de calidad -El beso del asesino (Killer Kiss, 1955) y Atraco perfecto (The Killing, 1956)- antes de Senderos de gloria (Paths of Glory,
1958). Aun sin saber que el penltimo filme de Kubrick (La chaqueta
metlica [Full Metal Jacket, 1987]) retorna el terna de la guerra de Vietnam despus de Michael Cirnino, Brian de Palma y Oliver S tone, se observa de entrada que Kubrick no cesa de girar alrededor de los ternas de
la guerra y de la violencia. Pero este cineasta, que muestra la violencia
a travs de imgenes y se aventura con virtuosismo en gneros cinematogrficos muy diferentes -de romanos en Espartaco (Spartacus, 1960),
de ciencia ficcin en 2001, una odisea del espacio (2001: A Space
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RECICLAJES DE LA VIOLENCIA
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ll
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competencia a la competencia, es decir, de manejar los resortes de la violencia, se tie-ve la sensacin de asistir a la victoria de la violencia controlada y enseada; se tratara en este caso de una violencia buena, la del
guerrero educado en el arte de la guerra y en el autocontrol de su cuerpo,
Pero, sin que sea preciso siquiera recordar la violencia psquica ejercida
por el sargento y la barbarie de la que da pruebas -no habla, alla- para
que todo el cuerpo de la compaa forme un solo cuerpo, el suicidio de
Pyle es la prueba irrefutable de que la educacin por las armas no puede
terminar ms que en un fracaso, Y que a fuerza de endurecer los cuerpos,
se condena a los hombres a volverse insensibles o a estallar,
Despus de haber tranquilizado a Pyle y de haberle ayudado durante
su calvario, Cowboy se reencuentra con los dems sobre el terreno, Un
terreno que no es un campo de batalla -dnde est el enemigo, que
parece haber desertado de esa guerra?- sino un lugar movedizo donde
las sombras reemplazan a los enemigos visibles, un teatro extrao que
parece ms un laberinto que un campo de ejercitacin, La desorientacin
es absoluta, Cowboy es su expresin ms perfecta; lejos de ser un perdedor, un derrotado condenado a convertirse en alguien distinto a s
mismo, o un luchador que no se hace preguntas, Cowboy, que apareca
como diferente a los dems durante el perodo de formacin (lee libros,
no vacila en criticar a sus superiores, no le gusta la disciplina, tiene una
<<personalidad>>), manifiesta en el terreno una naturaleza doble, No es un
pacifista ni un hombre de guerra sino las dos cosas a la vez, de lo que da
muestras su casco, en el que se encuentran yuxtapuestas la insignia de la
paz y la inscripcin Born to kili, la manera de decir que no es an un
natural born killer, que no es de naturaleza violenta y que su naturaleza
es doble, que es un hombre de bien y de mal, Y sta es una ambigedad
-que es tambin la de La naranja mecnica, donde la idea de controlar
]a violencia responde a su desencadenamiento ciego- que atraviesa un
filme en el que los tiempos de paz y los tiempos de guerra no se distinguen claramente, De ah el famoso lapsus de un oficial que le dice a
Cowboy: lt's a hardball world, son, We've gotta keep our heads until
this peace craze blows oven> (Debemos mantener la cabeza sobre los
hombros hasta que se pase esta locura de la paz),'" Este equvoco que
acompaa una invocacin a la dualidad interior culmina en la escena
final, en el curso de la cual Cowboy mata al soldado vietcong (una muchacha) que se las haba arreglado sola para inquietar a todo el grupo de
soldados norteamericanos, La ambigedad se expresa aqu en una indecisin: por qu mata a la joven vietcong? Por compasin? Para aho38. Citado por Sandra Bernardi, Le Regard esthtique ou la Visibilit selon Kubrick,
Presses Universitaires de Vincennes, 1994, pg. 36.
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RECICLAJES DE LA VIOLENCIA
tres oficiales que son los protagonistas de la accin y que deben afrontar
un dilema (hay que sacrificar o no a los rebeldes?), bajo un cuadro de
Watteau que muestra a tres actores con sus respectivas mscaras. En
Senderos de gloria encontramos dos dimensiones teatrales y una guerra
considerada como teatro que se opone a un teatro comprendido como
verdad interior. Los lugares se oponen en la puesta en escena: un gran
castillo del siglo XVIII, donde dos generales juegan con vidas humanas,
y la trinchera donde mueren los soldados, combatiendo a un enemigo
invisible e imposible de alcanzar[ ... ]. En una sala lujosamente amueblada, los dos generales intercambian declaraciones repletas de figuras
retricas [... ]. Durante este tiempo, la cmara, siguiendo a los personajes, deja entrever en el fondo algunos cuadros. En particular un clebre Watteau: El amor en el teatro italiano." Se comprende enseguida
que los tres personajes del cuadro (Pierrot, Arlequn, Pantaln) corresponden a los tres oficiales que se llaman respectivamente Miereau,
Broulard y Dax. La leccin es evidente: los actores de la violencia interpretan papeles diferentes, son sobre todo personajes que se desplazan
sobre el gran escenario de la violencia (el edificio donde se desarrolla
la accin blica de La chaqueta metlica se presenta corno un gran teatro kafkiano).<<Mientras mirarnos a los personajes -contina Sandra Bernardi- las mscaras de Watteau nos miran y nos restituyen nuestra
mirada de espectadores. Mientras que los personajes se ahogan y se estudian, se desafan y se atacan, las mscaras permanecen inmviles y
conocen ya el final de la historia, la ensima versin de un viejo bosquejo de la Cornmedia dell'arte. La violencia es un artificio, un cuadro,
existe un arte de la violencia corno hay una esttica de la pintura: en
Barry Lyndon (Barry Lyndon, 1975), ms que en cualquier otro de sus
filmes, Kubrick pone en relacin la guerra y la violencia con cuadros,
con escenas pictricas. Los personajes aparecen fijos, terminados, identificados con una pose.
La constatacin de una violencia artificial no es una invitacin a
comprobar si un hombre bueno o un hombre malo se esconde detrs de
las imgenes y los cuadros de la guerra, en cuyo caso no habra lugar
ms que al doble argumento del hombre malo (el natural born killer) o
del hombre bueno (aquel en el que se erradica la violencia, para no hablar del caso de Forres! Gump [Forrest Gurnp, 1995]). No, Kubrick no
cree que el hombre sea totalmente rna1o o bueno, piensa que el hombre
interpreta el papel de diablo y de Dios sin acabar de saberlo. En este punto, tiene al menos el mrito de remitir a cada uno a su propio uso de la
39. Sandra Bernardi, op. cit., pg. 40.
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Desbordamiento al infinito
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RECICLAJES DE LA VIOLENCIA
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mostrado: se desvanece fuera de campo sin dejar ningn rastro. [Esta escena] reaparece en La chaqueta metlica, donde los dos periodistas, Joker
y Rafter Man, conducidos en helicptero sobre el terreno, sobrevuelan el
paisaje annimo de las selvas, pantanos, tundras, ros y colinas mientras
que un soldado enloquecido dispara sobre todo lo que se mueve."'
Coexisten, por lo tanto, las secuencias de violencia que captan la
mirada del espectador y esos desfiles de imgenes donde Kubrick opera
una inversin de la mirada, por desbordamiento, invitando al ojo a mirar
lo que ya no ve, a fuerza de estar atrapado por el relato de esos hombres
cuya actividad desmesurada conduce inevitablemente al mundo a su fin.
Lo que ya no ve: los elementos del paisaje, el aspecto sublime de la naturaleza, o el planeta que gira sobre s mismo, como al final de 2001. En
todos los casos, el desbordamiento de la violencia acompaa a una
accin de la mirada, una experiencia de la visin. Podemos asombramos
de que Kubrick haga de la inversin de la visin el recurso principal de
su cine? Se oponen, entonces, ms que coexistir, dos tipos de desbordamiento, el de la violencia que precipita el final del mundo y el del paisaje
infinito sin el cual ya no hay mundo>>. Al cineasta le incumbe la tarea
de mostrar este movimiento puro que no sucumbe a los azares de la
violencia y que atrae la mirada.
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RECICLAJES DE LA VIOLENCIA
Insensibilizacin?
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CMO TRATAR LA VIOLENCIA?
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RECICLAJES DE LA VIOLENCIA
Conclusin
Este libro ha estado atravesado por dos preguntas que merecen que
uno se detenga una ltima vez en ellas a modo de conclusin. Por una
parte, se puede seguir creyendo que nuestro mundo democrtico absorbe progresivamente sus violencias y que los males de la violencia tan
slo afectan a las sociedades no occidentales? A este primer interrogante
se agrega un segundo: qu ocurre con la recepcin del espectculo de
la violencia visual? El espectador que devora indefinidamente los torbellinos de violencia, no ha encontrado as una manera de protegers
la violencia reinante, de esa violencia qne parece siempre la de los o
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porque no se quiere saber nada de la propia? Se ve tanto ms en el exterior, en las pantallas, cuanto uno se imagina protegido, es decir, invulnerable. De ah estas preguntas: no remite esta insensibilizacin a la
antigua catarsis, y no muestra que el sujeto evita cada vez ms la experiencia de la mirada, a riesgo de no ser ms que un receptculo? Convertirse en un receptculo: se sera el precio de una invulnerabilidad ilusoria.
Pero regresemos a la primera discusin, la que trata de la pacificacin de
las sociedades democrticas.
Por un lado nuestras sociedades han imaginado instituciones desti''' ;, nadas a controlar las violencias colectivas, sociales, polticas, y a canali~
',zarlas hacia el juego y el espectculo. Y, por otra, han permitido a los
individuos interiorizar normas y prohibiciones. Dominio psquico de la
CONCLUSIN
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violencia individual, control institucional de la violencia colectiva: asistimos a un doble proceso de debilitamiento <<aparente>> de la violencia.
Pero no es ms que apariencia, como acabamos de decir. En efecto, nada
permite pasar de la comprobacin histrica de un control de la violencia
a la afirmacin de su desaparicin. Si el argumento anterior presentarazones convincentes, tambin da a entender a la ligera que nuestras sociedades son cada vez menos violentas y no distingue claramente la violencia visible de la que no lo es, la violencia exterior de la que hace
estragos en el interior. De qu violencias se habla cuando se declara que
la>> violencia se absorbe?
De hecho, este argumento presenta un triple defecto. En principio, no
ayuda a comprender cmo ha sido posible que el apaciguamiento de las
violencias civiles y personales haya ido acompaado de la emergencia
del totalitarismo y de explosiones blicas particularmente terribles, sin
siguiera lograr encauzarlos. Fueron momentos excepcionales las barbaries totalitarias del siglo XX? Fue todo el siglo XX un largo parntesis
que preparaba la llegada definitiva de la democracia, como invita a
pensar Jean Baechler?" Aunque es indiscutible que se ha producido una
disminucin de la violencia blica entre los Estados y una reabsorcin de
la violencia fsica entre los individuos, sin embargo conviene examinar
con otras lentes la dinmica de Occidente.
Adems, esta tesis se ocupa insuficientemente de las caractersticas
de la violencia interiorizada -la que penetra en el interior de los individuos hasta enajenarles la cabeza y despedazarles el cuerpo- en sociedades profundamente marcadas por el estigma del individualismo. A la
tendencia de ampliar los territorios de la libertad personal, de extender
su autonoma, responde la ilusin de cerrarse sobre s mismo como una
concha vaca, de inventarse un mundo propio, un mundo sin otros. El
sueo del individuo es vivir por y en s mismo: no sin ejercer una formidable presin sobre (y contra) s mismo, cree poder liberarse del peso
del mundo exterior, pero por esa misma actitud se vaca l mismo, se
lica corporalmente. La dependencia de la droga prueba hasta qu punto
puede el individuo satisfacerse con la ilusin de una realizacin personal
ejerciendo sobre s mismo, cuerpo y alma conjuntamente, una violencia
opresiva. El individualismo democrtico tiene un doble rostro, el de un
individuo feliz y consciente de sus derechos, y el de un individuo que se
impone sufrimientos y dependencias.
El lugar comn que subraya la reduccin de las violencias presenta
un tercer problema: el de ignorar el nuevo curso de la violencia que ac46 Jean Baechler, La Grande Parenthi!se, Pars, Calmann-Lvy, 1993.
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Semilleros de violencia
141
CONCLUSIN
Insensibilizacin y catarsis
Constatar que nos encontramos ante una nueva economa de las
imgenes de la violencia autoriza a hablar de una insensibilizacin y
a ver en ello una variante totalmente contempornea de la catarsis? Hoy
en da se oponenj()s_.,S.<c':!ela~d!__::tl:Jer: la primera reprocha alespectculo de lavioienciaque favorece la entrada en accin de ciertos individuos y q11e ~CoStu!11bra la l"'n~ibidad
pblico la violencia; la
segunda reconoce a la cascada de imgenes violentas una virtud casi
catrtica, una jJroteccincontra lospropi()s demonios." Desd~esta ptica,--eTfeJ;~~n~ de inser{s-i~iiiZacOll descrito ms iiiTiba vendra a confirmar esta segunda tesis: en suma, la insensibilizacin se corresponde
con una actualizacin de la catarsis, concepto inaugurado porAstteles
en su Potica.
Pero si uno acude al propio texto aristotlico -que ha sido objeto
recientemente de numerosas relecturas y traducciones~, nada parece
menos seguro. La insensibilidad contempornea a las imgenes violentas traduce una relacin con el espectculo de la violencia de la que
es difcil sacar hoy todas sus consecuencias en tanto estn fuertemente
vinculadas a las nuevas formas adoptadas por la violencia.
ctel
Estos diversos cambios de tendencia desembocan en un ltimo fenmeno. ste, el ms terrible, reside en la inversin completa de nuestras
representaciones de la violencia: tradicionalmente, el estado natural, indisociable del escenario de la guerra, caracterizaba las relaciones interestatales mientras que se consideraba que la paz civil reinaba en el seno de
los Estados. Esto ya no funciona en un mundo donde la paz tiene que ver
con la internacionalizacin y la guerra con las luchas intestinas. Al ver
cmo la ciudad es la presa de la violencia, desde Beirut a Sarajevo y
Grozny, vctima del <mrbicida>>, se comprende que la guerra hoy en da se
presenta menos como una guerra visible entre Estados y ligada a un campo de batalla que como una guerra intestina, interior, invisible, una guerra marcada por las prcticas terroristas y mafiosas, una guerra orquestada por milicas, bandas y pandillas. Pero esas <<guerras cada vez ms virtuales y esas <<masacres cada vez ms y ms reales 48 reaparecen en las
imgenes contemporneas de la violencia hasta el punto de que no es absurdo hablar de una nueva economa de las imgenes de la violencia.
47. Antone Garapon y Dens Salas, La Rpublique pnalise, Pars, Hachette, 1996.
48. Vase el captulo titulado Guerres virtuelles et massacres rels, en Ghassan
Salam, Appels d'empire. Ingrences et resistances a l'ge de la mondialisation, Pars,
Fayard, 1996.
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CONCLUSIN
51. Roselyne Dupont-Roc y Jean Lallot, notas de traduccin de La Potique, op. cit.
143
144
mostrar y ver hasta en el horror y la crueldad>>. Lo que sin embargo desmiente el argumento de una insensibilidad ajena a toda moral de la mirada porque el sujeto est <<separado>> de lo que mira. Sin mirada no hay
sujetQ y menos alln.catarsis.
---------- -~
La sensorialidad de la <<nueva biosfera de las imgenes>> invita, sin
embargo, a considerar un ltimo escenario posible para las imgenes. Un
filme como Crash (Crash, David Cronenberg, 1995) refleja una actividad incansable de la mirada y la capacidad de inventar situaciones de las
que el individuo puede sacar placer, empezando por aquellas en las que
intervienen simultneamente el sexo y la muerte. Se encuentran entonces, a priori, ciertos elementos de la catarsis (el ejercicio de la mirada,
el placer) en ese cine cuyo inters es <<provocar>> la mirada hasta el punto
de que ya no hay mayor placer para los personajes de Crash que contemplarse en una pantalla de vdeo sufriendo violencias accidentales y conociendo los peores dolores <<por placen>. El espectador es aqu un cmplice, un productor de imgenes <<deseosas>> y de fantasmas que se cargan
de violenc{Ciertamente, se est lejos de la catarsis, de la depuracin,
pero algunos ven en este cine una manifestacin de inventiva y la posibilidad de recrear una mirada por otra parte en extinci~1 En suma, la
leccin de Kubrick habra sido escuchada. Por mi parte, temo que estas
imgenes activistas, que esta intensificacin proclamada de la mirada,
en suma, que esta hipersensibilizaci!' ""la.cQntrapartidade_UJ1aii1s~n
sibilizacin a la violencia msgener~l. Cuando se proyecta la violencia
Tei~s de S ntlt~indse casi biolgicamente con esto, no queda otra
eleccin que hacerse dao, el mayor dao posible, para desear, gozar,
pero tambin, ms simplemente, para recordar que existe an un mundo
en el prisma de esos cuerpos que se proyectan en las imgenes.
Aunque estos debates son difciles, para m no hay ninguna duda de
que la nueva econona de las imgenes (sa que no se satisface con el
discurso hbilmente transgresor que concierne a la nueva sensorialidad>>) nos hace entrar en una era indita, la que corresponde al <<estado
natural descrito en detalle en nuestro primer captulo. Una era indita,
un estado natural del que hay que dibujar y comprender las configuraciones tanto en sentido propio como figurado, en lo real tanto como en
la ficcin.
Un <<estado desnaturalizado>>, una violencia proliferante que hace
surgir la figura del mal frente a la cual nuestras sociedades son incapaces
de replicar, de aportar una respuesta, salvo la de su erradicacin o de su
olvido. Podemos entonces sorprendernos? En la mayora de los filmes
citados, y no slo en los norteamericanos, en los que el imaginario puritano no est jams ausente, el mal y la violencia se expresan a travs de
CONCLUSIN
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ANExo 1
A Mohammed Kharr-Eddine
A la violencia de los modernos responde la de los antiguos, a la agresin urbana, la de la tribu o la de la etnia donde la sangre simboliza los
orgenes. No logramos acabar con la violencia, tanto la nuestra como la
de ayer, Pero a los guiones en los que algunos plantean un alejamiento
geogrfico imposible, una fuga fuera del infierno urbano, responden
aquellos que se entierran en los subsuelos de la guerra urbana. Bien se
abandona la ciudad para retornar a la aldea y recuperar la tierra de la
tribu, bien uno se esconde, se encierra, desciende a las cavernas y subterrneos de la historia, a los nichos de la ciudad: un movimiento que, si
bien acompaa el descenso a los infiernos de la cada libre, traduce la
voluntad de ponerse al abrigo. Lo que domina es un deseo de reclusin
<<a perpetuidad>> en los alvolos, en los lugares abrigados donde uno se
protege de los dems, pero desde donde tambin se puede atacar, matar
sin ser visto. A los guiones de la cada y de la separacin, se suman entonces los que privilegian la figura de los subterrneos, perdindose menos en los laberintos de la ciudad que escondindose en los subsuelos.
!50
Si las imgenes de la guerra urbana hacen la fortuna de los productores, no por eso son menos variadas: habitualmente muestran en la pequea pantalla a asesinos que quieren apoderarse de la ciudad para saquearla,
para llevarla a la muerte. Estos profesionales de la destruccin urbana
toman la ciudad desde afuera y practican un arte militar muy antiguo, el
del urbicida. A estos asesinos que atacan desde el exterior responden, cada vez con ms frecuencia en la pantalla grande, aquellos que se
esconden en el interior para hacerla explotar mejor. Se filma la ciudad
desde las alturas o desde abajo. La ciudad de Beirut, en el centro de una
guerra de la que es smbolo, ha suscitado cantidad de filmes y cantidad
de imgenes: escrutarlas resulta interesante porque a la imagen del captor, del occidental que quiere tomar la ciudad desde lo alto, responde la
imagen de aquel que quiere combatir en el interior de la ciudad. Cruzando
los dos mundos: el occidental (el que quiere tomar la ciudad) y el oriental (el que no quiere dejarse atrapar), el cine de Beirut anunciaba la produccin cinematogrfica contempornea, aquella en la que la violencia se
hunde en los subsuelos para aterrorizar mejor a la ciudad (Lon, de
Bes son, por ejemplo), aquella que genera esas nuevas imgenes que han
sido objeto de este libro. Hay adems en este cine un tema que no deja de
recordar a Guerreros de antao: se intenta escapar de la ciudad, de la violencia que se abate sobre ella desde las alturas o de la que circula, felina
e invisible, por los subsuelos. Y el que quiere dejar la ciudad se va al desierto al igual que otros regresaban a la tierra tribal. Para bien o para mal.
Aunque el cine de Beirut se presente en una primera aproximacin
como una gama abigarrada de gneros e imgenes, el argumento que desarrolla es una variacin especfica de dos temas: el del cuerpo <<cautivado del extranjero que cree apoderarse de la ciudad, pero tambin el
del cuerpo del extranjero que se pierde antes de ser <<capturado por la
ciudad. De la exaltacin al rapto ... Al mismo tiempo que la ciudad desaparece bajo la mirada depredadora del extranjero, ste va desapareciendo progresivamente en la ciudad. Dos variantes de la desaparicin. El
argumento de Beirut se confunde con este tema. 54
Sin darse cuenta, todos estos guiones, por poco elaborados que estn,
escriben una historia de la ciudad, una extraa historia que cuenta a travs de la ficcin, bastante antes del desencadenamiento de la guerra en
1975, el destino de una ciudad que hace desaparecer tanto ms rpidamente el cuerpo del extranjero por cuanto ella es su rehn imaginaria.
54. Para redactar esta secuencia he visto en vdeo secuencias de los filmes citados.
Lejos de ser un estudio de los cines de Beirut he intentado mostrar Beirut, darle un poco de cuerpo a pesar de los ~<escenarios de la desaparicin puestos en escena por las
imgenes.
151
Entre los dos tiempos del argumento, entre aquel en que el cuerpo de la
ciudad se ofrece a la mirada, desde lo alto, desde muy alto, desde demasiado alto, y aquel en que el cuerpo del extranjero desaparece en el fondo, abajo, demasiado abajo, cayendo en los agujeros cavados por los
obuses, en los socavones de una ciudad donde fracasa la mirada, Y se
pierde tras una cortina de humo, entre estos dos tiempos no hay mediacin posible, no hay entonces ni historia ni cuerpos de beirutinos.
El cuerpo beirutino no se deja ver, permanece secreto, invisible. Los
argumentos de Beirut son tanto ms pesados, incluso groseros, por cuanto exponen la imposibilidad de la ciudad de contar sus historias. Beirut
la paradjica, una ciudad sin historias, un ciudad sin imgenes. Pero stas se presentarn, mucho ms tarde, bajo la forma de fotografas de una
ciudad muerta, vctima de su historia. Como fragmentos de ruinas -la
obsesiva plaza de los Caones- que son tal vez el testimonio de un
tiempo muerto ms que de un parntesis histrico. De la imagen cinematogrfica a la fotografa de las ruinas, el <<cine de Beirut>> slo ha podido
durar cierto tiempo." El tiempo que precede a su hipottica reconstruccin arquitectnica. 56
Primer fragmento de un argumento fragmentado: la llegada del extranjero que es precedida por un tiempo <<areo>> de suspensin. Deja ver
las imgenes que el extranjero (del oficial al croupier de casino, del arquelogo al detective) se hace de Beirut. Una ciudad con la que se suea
tanto ms por cuanto se la imagina como un cuerpo ablico y lascivo,
dispuesta a todas las corrupciones y a sucumbir a la menor seduccin.
Ciudad con el cuerpo corrupto por el dinero, ciudad atrapada por el intercambio sexual y financiero. Segundo tiempo del argumento: el de una
zambullida en el espacio urbano. Esto da lugar a un desfile de imgenes
extremadamente rpidas que agitan las leyendas casi secretas, a falta de
ver las arterias y el cuerpo de la ciudad. Pero estos dos tiempos del argumento de la ciudad, contrapuestos hasta el punto de que no hay ninguna
relacin perceptible entre el tiempo de sobrevolar y la secuencia de la
zambullida, se expresan en imgenes que no tienen mucho que ver con
la ciudad de Beirut. Esta ciudad no se ve, no es visible, sea que se la so55. Vase en Beyrouth centre ville (Pars, d. du Cypres, 1992) las fotos de Gabriele
Basilico, Raymond Depardon, Fouad El-Khoury, Ren Burri, Josef Kou~elka y Robert
Frank. Vase tambin Beyrouth aller/retour, por Fouad E1-Khoury, Pars, Ed. des Cahiers
du cinma, 1984.
56. Sobre las ambigedades de la poltica de reconstruccin y el dominio sirio_sobre
la ciudad, vase el indispensable dossier de los Cahiers de l'Orient, 1993. E~cnto en
1988, este texto habla de una ciudad que an no haba salido de la guerra, una cmdad de
antes de la reconstruccin, una ciudad de antes de la pacificacin siria.
!52
Cualquiera que sea el gnero del filme fabricado por la mirada occidental -desde los primeros documentales militares a los noticieros Gaumont o Path de los aos cincuenta y sesenta, el filme de factura orientalista o la pelcula de espionaje- hay siempre un comienzo en el cine de
Beirut. El origen espacial y geogrfico de la historia aparece en escena
con el objeto de resaltar la ruptura entre Beirut y su exterior. La imagen
muestra al <<extranjero en Beirut: se llega siempre de lejos, se viene de
ms all y jams de los suburbios, de las regiones prximas. 57 Beirut es
una ciudad que no tiene alrededores, es un lugar sin mediacin geogrfica. Ciudad sin mediaciones histricas ni geogrficas: una isla en el medio del desierto, ciudad fuera del tiempo.
----~
154
Imgenes de la posesin
Este primer momento del argumento, el de la suspensin, es
paradjicamente la ocasin para ver Beirut. Y ser la nica. Antes de aterrizar, de caer en Beirut, el extranjero contempla la ciudad sobrevolndola, lo que la hace mucho ms visible porque es desde lo alto desde
donde la mirada gozosa puede verdaderamente apropirsela y capturarla.
58. Vase la batalla en el desierto de la primera versin de La Chtitelaine du Liban,
de Espstein (1933).
155
Aunque ilusorio, el <<tiempo de sobrevolar>> desempea un papel esencial: proporciona las nicas imgenes de la ciudad de las que habremos
de disfrutar. El ojo areo del extranjero mantiene la ciudad a distancia,
lo que la hace paradjicamente todava ms <<extranjera para el cuerpo
extranjero que cree ficticiamente capturarla en ese momento. No se ve
verdaderamente Beirut ms que desde lo alto y esta visin puede durar
mucho tiempo, desplegarse en el tiempo areo.
Si Beirut slo se muestra desde la vertical, la mirada ya est <<sesgada>>, pues no logra apoderarse de la ciudad en una sola mirada, en un golpe de vista de espectador, en un nico movimiento de cmara. Se ve
raramente Beirut en su totalidad, siempre por partes, de manera fragmentada, como una ciudadela perdida en el desierto y jams como una
ciudad. Esto es visible en los filmes militares o los documentales de
actualidad que presentan siempre a Beirut --de la cual Baalbek es la prolongacin <<espectacular, con sus templos y su pera al aire libre- corno
una sucesin de fortines o bastiones separados unos de otros. Las
imgenes estn ritmadas por una sucesin de movimientos circulares
que recuerdan el vuelo del ave rapaz que se acerca lentamente a su presa
antes de lanzarse sobre ella.
El afuera de la ciudad est siempre en lo alto. Y la mirada se invierte:
el cielo se abre sbitamente para descubrir la mquina voladora que se
acerca a la tierra para ocuparla. Simple punto en el cielo, el afuera no es
el signo de lo sagrado sino una carlinga de chatarra que transporta a
hombres que esperan mucho de Beirut. Demasiado.
Pero uno se engaa una vez ms y siempre con respecto a Beirut
porque no se sabe dnde se aterriza: el extranjero crea saber, s~ imaginaba que la ciudad exista para proveerle placeres. Mal presagio, las
imgenes se mueven lentamente, insinuando que son falsas. El extranjero no ha reconocido a SU ciudad, la ve mal y presiente que cae en
una ciudad extranjera que ya no se expondr en las imgenes y que
desaparecer a medida que trate de descubrirla y abrirla. La ciudad ya se
ha cerrado, se es el motivo por el cual la lenta penetracin en Beirut
anuncia una cada en Beirut que es la metfora de la Cada histrica de
la ciudad. El tiempo de suspensin -sobrevolando y acercndose- slo
ha postergado esa cada.
Beirut es, pues, vista desde el avin, desde muy alto, y siempre se la
ver desde un cielo increblemente azul y soleado, nn cielo que hace
creer que Beirut est a disposicin del que llega. Pero uno no se prepara
para entrar en Beirnt porque no hay vnculo entre nn adentro y un afuera.
Uno slo se acerca y no dejar de acercarse porque Beirut no existe para
el extranjero: la ciudad es un espejismo que va a desaparecer furtiva-
156
Se ha percibido Beirut desde lo alto, no se la ver ms. No hay transicin, gradacin, desplazamiento. Desde que se llega al aeropuerto internacional -personaje central, lugar que capta todas las energas, hasta
el punto que numerosas escenas pasan all antes incluso de que sea objeto de un comercio permanente entre facciones rivales- se entra en
Beirut, esa otra ciudad que no es la del extranjero, la que le pertenece.
Pero s la que lo va a volver loco.
Una vez en tierra, el viajero extranjero queda atado de pies y manos
a Beirut: he aqu que la ciudad lo atrapa, lo ata a su propio destino.
Todo cambia, todo va muy rpido, las imgenes se precipitan, las
secuencias cambian sbitamente de ritmo. Tras un largo acercamiento
lento y circular, el del aterrizaje, la velocidad se impone hasta el punto
de que ya no se ve gran cosa: cuando ya no hay <<debajo>>, esta visin
que permite an algo as como una violacin de la mirada, la imgenes
slo permiten pasar de un punto a otro, transitar de un lugar de proteccin a otro. Los nicos remansos de paz aparente son los locales
turnos, donde se encuentran mujeres extraas y devoradoras, o los h
les de lujo, donde el extranjero termina frecuentemente en el fond
!58
159
se deja a su vez capturar: quien crea vencerla es atrapado por una ciudad
que se convierte en su propia tumba. La ciudad ya no tiene imgenes, es
un lugar en el que uno se esconde para no ser visto, en e} que se corre
para no ser atrapado, en el que se gira en redondo lo ms rpido posible.
Las imgenes no son ya las que se vean desde lo alto, sino imgenes que
se arremolinan vertiginosamente sobre s mismas. Desfilan mucho ms
rpido porque la experiencia de la ciudad>> va a consistir desde ahora
en desaparecer o en escapar por arriba. Se cae en la ciudad invisible cada vez un poco ms abajo, o si no se intenta salir de all por arriba."
La ciudad parece a partir de ahora un doble escondite: para el
cuerpo del extranjero que la teme, pero tambin para el cuerpo invisible
que defiende a la ciudad contra el extranjero depredador. Pero, mientras
tanto, las imgenes de la ciudad han desaparecido por completo y la
mirada se ha torcido: no queda nada por ver en un lugar del que uno
quiere huir y donde no se sabe distinguir al enemigo. Tal vez porque,
como deca el aduanero-mensajero, ya slo se puede pasar sobre el
cuerpo del amigo y del enemigo que se han matado entre ellos. El argumento policial malo y todas las historias de agentes secretos cuentan a
su manera el porvenir de una ciudad que va a transformarse progresivamente en un campo de ruinas. se que muestra la fotografa obsesionada por el fragmento, el detalle ...
61. En Dnde estn los espas? (Where the Spies are?, 1966), el agente secreto
(David Ni ven) es liberado por un helicptero; tan slo se puede escapar por arriba.
r
Movimientos de aspiracin
El falso decorado
Vista desde abajo, la fascinacin beirutina, la del dinero y las
mujeres, vuelve a caer en la cotidianidad y pierde todo su encanto. Las
propias itngenes se desmoronan, pues la ciudad no existe ms que
cualquier otra ciudad destinada a vender sus fantasmas. Y Beirut no se
diferencia de Las Vegas o de Macao. Slo algunas fotos de leyenda, de
imgenes del indgena, del rabe, recuerdan que la ciudad se encuentra
en Oriente. El peor de los guiones es el que hace de Beirut la .ciudad de
162
MOVIMIENTOS DE ASPIRACIN
163
Apariciones
Pero esta ciudad, de la que e] extranjero no ve ms que un muro de
hormign a travs de las ventanillas de su coche, no se muestra de ninguna manera, no hay realmente ningn signo que buscar, aunque sea
perdido entre dos imgenes? Beirut slo es perceptible en las imgenes
de multitud -el ejemplo ms sorprendente es el grupo de fieles que
siguen por la calle a grandes pasos a un santn- que demuestran corporalmente, bajo la forma de una agregacin de cuerpos, que la ciudad est
habitada. Debilidad del argumento occidental: algunas imgenes insinan que los cuerpos pueden encarnar una ciudad que se confunde con
los hoteles de hormign donde se resguardan los cuerpos extranjeros. Si
estos cuerpos discretos, exhibidos rpidamente en la pantalla, son el
signo de la existencia de la ciudad, al mismo tiempo acentan su lado
misterioso pues, a imagen del mensajero que anuncia que no hay nada
164
La bofte oriental
El cuerpo extranjero se encuentra en una situacin paradjica: si no
puede detenerse en ninguna parte de la ciudad, ni en la calle, ni en los
interiores, puede encontrarse con la ciudad en la bote oriental que
asegura una mediacin. Pero sta es peligrosa por ser el lugar mismo del
encuentro fatal, sea ese encuentro con una mujer adorada espontneamente, sea con un doble local que llega para perturbar los planes del
agente secreto. En el seno de la boite el argumento encuentra una prolongacin indispensable: el comienzo de una historia pasional que termina
mal, o el encuentro entre dos agentes dobles que van a reactivar la trama policial. En uno y otro caso, el mal encuentro se vuelve contra los
protagonistas ... que se reencuentran en un stano. Comienza entonces el
descenso al fondo de la ciudad, es decir, comienza a cavar su tumba en
63. A propsito de Baalbek, vanse los documentales dedicados al espectculo de
Maurice Bjart y Salom (1971) de Werner Schroeter.
MOVIMIENTOS DE ASPIRACIN
165
Interrogarse sobre la aportacin de los filmes rabes que no se conforman con imitar el argumento occidental 64 -y son numerosos- y que no
se complacen con la presentacin de un Beirut obsceno (Kitat Chareh elHamra [1971], o Zihab [1972]) equivale a preguntarse si el cine beirutino logra replicar al cine de Beirut, Si se opone a l o lo prolonga involuntariamente mostrndonos por qu el interior de Beirut sigue siendo
secreto, sigue bajo tutela.
Se pueden distinguir unas cuantas variantes de este cine beirutino:
los filmes que transcunen en el exterior de la ciudad, los que muestran
la vida beirutina de forma cmica, y los que se insinan en las zonas prohibidas a la mirada del extranjero, esos interiores donde se oculta la pasin beirutina. Si las dos primeras clases de filmes permiten desplegar
una imagen distinta de la ciudad que, sin embargo, no se aleja de la irrisin, los filmes interiores son paradjicmnente los que rns convergen
con el cine beirutino, pues la pasin termina frecuentemente mal y de64. Ejemplos entre otros: lnterpol fi Beirut (1967) o Farewell to Lebanon ( 1966),
historia de un amor imposible entre un libans y una periodista norteamericana.
170
ms lo escrito que la oralidad:'" ya no se trata de los personajes caricaturescos de la" comedia rabe. Son los filmes que mejor muestran Beirut:
los enamorados que tratan de cambiar la ley de su comunidad familiar
no se encuentran en los interiores prohibidos a los extranjeros sino en los
jardines. en los parques, en esos espacios libres de la ciudad que no son
ni los hoteles de hormign, ni los interiores familiares.
En cuanto a los filmes ms pasionales, ponen al desnudo la pasin
imposible y la ley familiar. Frecuentemente realizados a distancia de
Beirut, se desarrollan habitualmente en las montaas. Es ejemplar la
escena del casamiento que tiene lugar sobre una cumbre desde donde se
ve Beirut a lo lejos: la ley familiar no es nunca tan feliz y visible como
cuando est lejos de la ciudad, e inversamente la pasin familiar no
desencadenar nunca tantas violencias como en el mbito de Beirut en
casos de adulterio o rechazo a someterse a la ley del clan. La mayor violencia beirutina es la que explota dentro del espacio familiar cuando la
pasin resulta insoportable (siempre lo que llega del exterior, la figura
misma de la alteridad: la pasin hiere corporalmente a los amantes pero
perturba simultneamente a la comunidad que rechaza al extranjero).
Este cine de la pasin beirutina invita a la mirada, a salir de Beirut como
si la ciudad no se pudiera ver desde el interior.
El cine beirutino>> ilumina como contrapartida al cine de Beirut.
No basta ya con decir que Beirut se protege de la mirada depredadora en
el interior, la ciudad se protege igualmente de los conflictos que surgen
de manera inevitable cuando los miembros de la familia se exponen en
el exterior a encuentros peligrosos. Es el doble rostro de la pasin beirutina: la pasin vivida en la cueva beirutina por el hombre extranjero que
crea apoderarse de la ciudad con un simple golpe de vista; la pasin
vivida en los interiores por el cuerpo familiar cuando el honor es puesto
en cuestin por una alianza amorosa vivida como una pasin imposible.
tendresse.
De la ciudad al desierto
Pero en el desierto es fcil perder el sentido de las fronteras. Cuando ca del cielo para estrellarme en el desierto, en esos huecos amarillos,
no dejaba de repetirme: debo construir una balsa ...
Michael Ondatjeem, El hombre flambeado
Si los dos cines no se unen temticamente, uno y otro generan violencia: ya sea la violencia externa del argumento policial que hace de
Beirut una plataforma de la droga, de los ajustes de cuentas entre servicios secretos; ya sea la violencia familiar que parte del interior para
devastar progresivamente la ciudad. Si la primera violencia disfrutaba de
la ciudad de la que pronto sera vctima, la segunda va a crear progresivamente el desierto a su alrededor," a salir del interior para incendiar
el mundo pblico y saquear todos los espacios de encuentro. As, la
violencia parte del interior de las casas o desciende de la montaa para
impedir que Beirut sea una ciudad. Hay que hacer de la ciudad un
desierto, transformar las viviendas y los hoteles de hormign en campos
71. Es en el desierto donde surge la violencia pasional (El-Kahiran, 1966), a donde
uno se retira (El-Fahiz-el-Chokri, 1960) y donde los cuerpos extranjeros tienen alguna
posibilidad de encontrarse (El-Badaouia al-Achicha, 1962).
172
73. El trabajo de la fotgrafa Sophie Ristelhueber lo muestra bien: las analogas entre
sus fotos de Beirut -vase Beyrouth photographies, Hazan, 1984- y las del campo de
batalla iraqu tras la operacin Tormenta del desiertm> -vase Fait, Hazan, 1992- son
sorprendentes.
DE LA CIUDAD AL DESIERTO
173
ANEXO 2
Dejar el refugio
180
amor de una voracidad tal que haba muerto -una muerte para salvar a
todas las muertes-, pero para salvar a una sola l no habra aceptado
morir con todos Jos dems. Comprendan que, por cada alma de piedra,
l habra aceptado sufrir diez millones de muertes?>>.
Hazel se dirige, pues, a la granja de Eastroad, pero ya no conoce el
camino, y el granjero que lo deja a medio camino le informa de que las
personas del lugar se han ido todas a la ciudad. Todo ha cambiado. El
mundo de su infancia y de su educacin <<religiosa ha sido abandonado,
sus parientes han huido hacia las ciudades industriales de la regin.
Hazel Motes cruza de un salto la tranquera del lugar y penetra en la
granja abandonada, que parece un granero medio destruido. Al trmino
de este peregrinaje, se detiene ante un objeto polvoriento, un armario
sobre el que escribe un mensaje: <<Este armario pertenece a Hazel Motes.
No lo roben o sern perseguidos y aniquilados.
Esta secuencia del interior de la granja organiza la continuacin del
filme: todo es sombra, no se ve gran cosa, las ventanas han sido clavadas, se est cegado, no se ve nada a excepcin de un rayo de sol que
atraviesa las paredes deterioradas. En el reducto puritano, la ley de Dios
ciega, no hay nada por ver, los ojos no sirven para nada y Hazel Motes
recuerda que ha sido castigado por haber visto demasiado cerca el
cuerpo de una mujer." Durante esta secuencia, la luz que llega de afuera
ilumina el interior con violencia, mientras que en la novela la casa era
tan oscura como la noche bajo la cual apareca. El filme quiere corresponder a un aprendizaje de la mirada, una educacin para las imgenes
y de la luz, y por su parte la novela quiere evitar salir de la oscuridad del
lugar para denunciar mejor la alienacin.
En el filme, Hazel Motes est efectivamente deslumbrado por la
intensidad del sol cuando sale de la granja; se entiende entonces lo que
interesa a Huston: es posible salir del encierro?, y sobre todo se
puede ver algo afuera, hay algo por ver en el exterior? Puede uno escapar al castigo de la infancia y liberarse de una educacin puritana?
Cuando Hazel deja el lugar detenindose algunos segundos en el pequeo cementerio donde su abuelo est enterrado, posiblemente comparte
estas preguntas.
Esta ltima visita a la granja es menos un peregrinaje que una despedida. Hazel Motes no se arrodilla ante la tumba del pastor, pasa ante
ella mirndola subrepticiamente. Desde ese momento, reivindica el derecho a ver por s mismo y a ejercer su propia mirada. La adaptacin
77. Sobre el tema del encierro en el imaginario puritano, vanse los trabajos de
Pierre-Yves Ptillon y el dossier que le ha consagrado Esprit, noviembre de 1986.
DEJAR EL REFUGIO
181
cinematogrfica se libera entonces del texto de la novelista surea y catlica; para ella, hay que denunciar la mentira de los falsos predicadores
evangelistas, pero no es cuestin de renunciar a la redencn: Para m
--escribi- el sentido de la vida se basa en la redencin de Cristo y lo que
veo en el mundo, lo veo en relacin con esta conviccin ... En mi opinin, los escritores que ven el mundo a la luz de su fe cristiana sern los
que tengan los mejores ojos para comprender lo grotesco, lo perverso y
lo inaceptable.
Me parece que para John Huston lo esencial no es la irrisin del
evangelismo y del fanatismo, sino la posibilidad de crear un mundo donde la redencin y el arrepentimiento del alma no lleven a la alienacin
del individuo. El filme lleva al lmite la novela, Hazel se convertir en
un fantico y un criminal, pero no tiene nada que redimir, se enfrenta solamente a la idea de que la redencin mueve el mundo. Es la interpretacin que sugiere Huston a Michel Ciment: <<Me parece que es la historia
de un hombre joven que trata de rebelarse. Es corno si alguien se recuperara de una enfermedad, corno si luchara contra algo que lo ha atacado
en su infancia. Tratemos de decirlo ms claramente: ha sido seducido
por la idea de Cristo cuando era nio y ha sufrido por ello, ha tratado de
curarse negando la existencia de Dios. Es una rebelda valiente, pero fracasa, aunque sosteniendo su bandera.
Volverse maligno
Tras su peregrinaje a la granja, Hazel Motes decide dirigirse a la ciudad de Tsulkinham para vivir all en el olvido de los castigos de la infancia y convertirse en un hombre libre. <<El tren se deslizaba entre las
cimas de los rboles que desaparecan a intervalos para permitir que un
sol muy rojo se mostrara al borde de los bosques lejanos.>>
Es suficiente con desplazarse en el espacio, con viajar, para escapar
del encierro, del refugio, del mundo del pecado? En el tren, Hazel se
sienta al lado de una mujer vieja que le pregunta si vuelve a casa, a su
familia, pues nada es comparable con el hogar>>. Desde Ulises se va
generalmente de un lugar a otro para encontrarse mejor en casa. Y Hazel
le responde a esta mujer que va a hacer cosas que jams haba hecho; va
adonde va, dice escrutndola con una mirada malvola antes de lanzar
estas palabras; Supongo que usted se cree redimida>>.
Hazel Motes va, pues, a la ciudad para ver con sus propios ojos>> y
liberarse del fardo de la penitencia; no es un penitente, sino un mirn
que recorre el mundo con la ambicin de devorar el espacio para escapar
a la opresin del encierro. Aunque Jess existiera, no creera en l.
Aunque estuviera en este tren.>> A lo largo de todo el filme, no dejar de
184
decir que viaja, que va adonde va. El movimiento general del filme est
esbozado, Hazel Motes busca liberarse efectivamente del encierro, del
encierro de la -granja, pero tambin del encierro de la ciudad que podra
llegar a reproducirlo, para encontrar tiempo, SU>> tiempo. Pero muy pronto el espacio se enredar alrededor suyo y lo asfixiar, el espacio oprime
mucho ms en el mundo puritano porque no es posible acceder a la dimensin del tiempo, ligado siempre a la cada fuera del recinto sagrado.
Antes de instalarse en casa de una prostituta para hundirse en lacarne y desafiar al pecado, compra unos hbitos que Jo hacen parecer un
pastor. El chfer del taxi que lo lleva a casa de la prostituta no se equivoca, sospecha que es un ser maligno>>, que predica contra el mal y que
peca. Son personas lo que hay en este bajo mundo, y Jos pastores lo son
tanto como los otros, y es ms fcil explicar a las personas que el pecado
es una cosa terrible si se tiene al respecto alguna experiencia. Hazel
contesta violentamente que no es un pastor y que no cree en nada. Cmo persuadir a las personas de que no cree en nada? Cmo hacerles
creer que no cree en nada?
Hazel ha tenido que ponerse la mscara de pastor y cargar con las
consecuencias porque est de misin, debe explicar que no cree en nada
y que Cristo no ha muerto para salvar a los otros hombres de sus pecados
porque no hay pecado en el mundo. Si Flannery O'Connor muestra cmo
el Anticristo se convierte en fantico por exceso de sinceridad, Huston,
por su parte, describe la experiencia y las contradicciones de quien intenta salir de la religin:
Predico aqu verdades de todas clases: la vuestra y la de Jos dems,
pero, detrs de todas estas verdades, no hay ms que una sola verdad, y
es que la verdad no existe.
Ninguna verdad detrs de todas estas verdades: es eso lo que predico
en mi iglesia. El lugar de donde vienen ustedes no existe, aquel al que
piensan ir un da no ha existido jams, y aquel donde estn slo vale algo
si pueden salir de l. Dnde se halla entonces el lugar donde pueden
detenerse? En ningn lado.
VOLVERSE MALIGNO
185
186
que la idea de una iglesia sin Cristo es rentable y que puede darle la ocasin de ganarse unos dlares, propone a Hazel un negocio que ste
rechaza secamente. Hundido, perdido ante este ocano de mentiras,
Hazel se venga de manera criminal pasando en plena noche con las ruedas de su coche sobre el charlatn al que Onnie ha contratado para reemplazarlo. Ese miserable le dice antes de morir que siempre ha mentido,
y que incluso ha denunciado a sus padres ante la polica.
En ese momento, la mirada, la capacidad de ver de Hazel se ha
debilitado ya considerablemente, y el horrible asesinato del falso predicador se acompaa de esta imprecacin: <<Hay dos cosas que detesto,
una es fingir creer y la otra no creer en lo que se dice>>. Los ojos brillantes y nerviosos de Hazel, siempre exorbitantes, van a cerrarse: si todo lo
que hay por ver es falso, un engao, una mentira y si la voluntad de crear
un mundo donde los hombres no sean pecadores est destinado al
fracaso, mejor cegarse y no ver nada ms, pues -segn la portera que
escruta sus ojos sin fondo- la muerte es la ceguera suprema. Pero l
no se ciega para redimirse. Redimirse de qu?
Salir de la ciudad
El filme est marcado por dos series de imgenes: las primeras puntan
el intento de una predicacin nueva, son escenas on the road donde la
palabra interviene siempre al fmal del movimiento, una palabra breve que
se dirige a una multitud ms o menos imaginaria, pues a Hazel no le gusta
hablar; cuando se siente demasiado presionado por la hija de Hawks, que
no deja de acosarlo erticamente, o por la verborrea de Enoch Emery, se
levanta para irse a otro lado, o si no se pone a caminar ms rpido, como
si su carrera de velocidad sobre el asfalto le permitiera olvidar el
sufrimiento de las piedras que soport en los zapatos durante su infancia.
Para Hazel, la palabra es frgil y dbil, el destino del lenguaje es la mentira;
por lo tanto hay que correr, lanzarse, recorrer el espacio, ir hacia adelante.
La segunda serie de imgenes remite a esa voluntad de moverse en
el espacio que responde al fracaso de la palabra, a la mentira de la predicacin.
Cuando no camina, Hazel se encuentra al volante de un coche en estado lamentable, un Essex que ha comprado por muy poco a su llegada
a la ciudad. Es su casa, como dice, el coche le permite ser libre e ir a
donde quiera. <<Quien posea un buen coche no necesita justificacin.>>
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El maligno se ciega
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EL MALIGNO SE CIEGA
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Agradecimientos
Sin Carole Desbarats, que me ha incitado a escribir sobre estos temas, este libro no existira: se lo agradezco vivamente. Igualmente
quisiera agradecer las observaciones y las crticas de Jean-Claude
Baillieul, Laurence Devillairs, Jean-Luc Giribone, Pierre-Fran~ois
Mourier, Marc-Olivier Padis, Sbastien Henry y Georges Vigarello, que
me han permitido mejorar el manuscrito original.
La primera parte de esta obra es una versin corregida y considerablemente aumentada de un texto aparecido en una recopilacin colectiva
publicada bajo la direccin de Carole Desbarats, Cinmas de la violence
(ditions de l'ACOR, 1996).
El captulo dedicado a El odio fue publicado eu Esprit (agosto-septiembre de 1995) as como los dos anexos: Esprit, agosto-septiembre de
1994 para los cines de Beirut; Esprit, septiembre de 1989 para Sangre
sabia.