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ISBN: 9788461233632
Depsito legal:
http://creativecommons.org/licenses/by-nc/2.5/
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NDICE
PRLOGO. SE PUEDE SER DE IZQUIERDAS Y NACIONALISTA EN
ASTURIES? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
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AGRADECIMIENTOS . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
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Asimetras planificadas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Una marea de independencia . . . . . . . . . . . . . . . .
Participacin del Estado en la disolucin de las
Comunidades . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Enmendar el mal del Estado Absoluto y
centralizador . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Democracia medieval en concejo abierto y vieja foralidad representativa . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
El imperialismo castellano como proto-capitalismo
agrario-comercial . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Regionalismo borbnico, monrquico y papanatas
Regionalismo franquista-borbnico o nacionalismo
republicano? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
La traicin de la izquierda espaola . . . . . . . . .
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PRLOGO
EN ASTURIES?
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1. Puesto que las pginas que siguen contienen algo ms que una reflexin
coyuntural sobre Asturies, quiz convenga indicar, pensando en futuros
lectores, que con esta expresin se alude a los jvenes cualificados que desde
la segunda mitad de los noventa vienen abandonando Asturies por razones
laborales en una cantidad que ha alcanzado casi los 20.000 anuales. El presidente del Principado, lvarez Areces, neg este fenmeno calificndolo de
mera leyenda urbana.
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un fuerte estado central. Al considerar, bajo una premisa completamente falsa, que todos los nacionalismos son iguales, se
pretende vacunar a la sociedad asturiana para matar a la sierpe
antes de que sta crezca. As, habida cuenta que las fuerzas nacionalistas y asturianistas aun son pequeas en votos en comparacin con las sucursales espaolas afincadas en el pas, se pretende
extender el estereotipo -nmeros 1 2- de otros nacionalismos al
nuestro. Por ejemplo, si hay violencia en el conflicto vasco, se dice
que es por culpa de una ideologa (nacionalista-independentista)
intrnsecamente violenta, por lo cual, el nacionalismo-independentismo astur contiene esa misma semilla de maldad. Si el nacionalismo vasco o cataln hubieren incurrido en supuestas actitudes
xenfobas o discriminatorias para con los espaoles, esa misma
cizaa podra transplantarse a Asturies, como si aqu no tuviramos ya pocos problemas, etc.
Lo cierto, es que la difusin de este tipo de admoniciones,
temores y anatemas en el contexto asturiano rayaran en el ridculo de no ser porque existe todava un cierto pblico desinformado e inculto en el pas, as como reducidos sectores espaolistas
ultramontanos que, militando tanto en la izquierda como en la
derecha oficiales, poseen el poder y la posicin socioeconmica
para difundirlos (empresa, peridicos, Universidad,
Administracin).
Sin menoscabo de otros nacionalismos que no son nuestros (y
por ende no conocemos bien) hay que subrayar el origen ilustrado
del nuestro. Su fuerte carcter cultural, y su conformacin como
ideologa movilizadora de un pueblo que histricamente no ha ido
en contra de otros pueblos salvo para defenderse, le hace digno de
honores, ms bien. Frente al tpico, madrileo, espaolista,
"cosmopolita", este nacionalismo nuestro no bebi jams en las
fuentes del oscurantismo ni el irracionalismo, precisamente por su
raz ilustrada. La ideologa de sus fundadores, incluso cuando
estos formaban parte de la nobleza o el clero, siempre se dirigi a
la promocin del pueblo y al aumento de la estima por lo propio.
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Son muy variadas las actitudes ideolgicas de estos fundadores. No se circunscriben al carlismo fuerista, como los partidarios de la interpretacin paneuskalduna del nacionalismo
pretenden sostener. Existieron importantes precedentes republicanos-federalistas, reformistas, socialistas y revolucionarios en el
ala izquierda del nacionalismo astur.
4) Confusin interesada entre regionalismo y nacionalismo.
Este es uno de los pecados originales que retardaron y confundieron la conformacin efectiva de un nacionalismo asturiano.
Muchos de quienes se definieron a s mismos como defensores de
la nacin asturiana, simultneamente nunca dejaron de manifestar su ardoroso amor a Espaa, nacin (o supra-nacin) en la
que deba inscribirse Asturies indefectiblemente.
La primera parte del siglo XIX, con Jovellanos, Caveda y Nava,
y el movimiento juntista como elementos ms destacados, se
caracterizara ms bien por la defensa de una Autonoma
Gubernamental del Principado dentro de unas relaciones bilaterales leales y contractuales, fueristas, que inspiraba su legitimismo
en el Antiguo Rgimen, e incluso la Edad Media. Este es el modelo
que podramos llamar Autonomista antiguo para Asturies, o paleoautonomismo. Sus argumentaciones, el apego jurdico-institucional a viejas asambleas como la Junta General del Principado, la
posibilidad al menos terica de romper el pacto con la Corona
(entendida como Corona de agregacin, extendido su reinado
sobre reinos distintos) hace que este modelo se empariente con el
carlismo, el fuerismo vasco-navarro, el primer nacionalismo
euskaldn, etc. Todava en 1918, el texto Regionalismo, de la Junta
Regionalista del Principado, encabezada por el Vizconde de
Campogrande, una las reivindicaciones de autonomismo fuerte,
para su poca, con argumentos legitimistas de este jaez.
El problema de este paleo-autonomismo doctrinal es que, aun
suponiendo correctas las interpretaciones histricas que aducan,
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podra pensar un extranjero muy desinformado, un pequeo territorio independiente o de soberana destacable, si no total, al estilo
de Andorra, Mnaco, Liechtenstein, etc. Hoy por hoy el Principado
es la sucesin directa de la vieja Diputacin de Oviedo de la poca
franquista, con nuevas competencias asumidas por la ordenacin
autonmica del Estado, y enmarcada dentro del grupo de autonomas espaolas de mala calidad y velocidad lenta en la adquisicin
de competencias.
La nica diferencia frente a muchas de las restantes autonomas, puramente nominal y sin efectos prcticos ni jurdicos, es su
carcter de Comunidad Histrica, tal y como reza el vigente
Estatuto. Claro est que el Reino asturiano es de lo ms histrico
que hubo. Muchos asturianos se han credo el cuento de que ese
Reino fue el germen de Espaa. Y la Corona sabe explotar dicha
historieta sentimental en sus visitas al pas. Ignoro si sa era la
intencin de los redactores estatutarios, satisfacer un cierto sentimentalismo historicista presente en algunos sectores del Pas
Astur, conocido como Covadonguismo. Pero ahora el Principado no
es un reino independiente, como lo fue en la Edad Media. Los
nicos tres territorios reconocidos como "histricos" de manera
efectiva (y no por un autorreconocimiento retrico de los estatutos particulares) por la Constitucin de 1978 son Galicia,
Euskadi y Catalua, y a ellos se les dio va preferente en su carcter
de nacionalidades histricas, permitindoles gozar de preferencia
hacia su reconocimiento identitario y de autogobierno.
La historia de estos tres se remonta estrictamente a la II
Repblica, en el sentido de que ya tenan aprobados o en trmite
de aprobacin sus estatutos de autonoma a la altura del golpe
fascista del 18 de julio de 1936. En la II Repblica se hizo un
proyecto o borrador de Estatuto de Autonoma para Asturies, que
no pas de esa fase embrionaria. En cambio, yendo ms atrs de
los aos 30 del siglo XX, la historia de la comunidad asturiana se
remonta al medievo, si no antes. La denominacin, en s misma
tan monrquica, de Principado ofende hoy en da a la memoria de
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CAPTULO 1
ASTURIES EN LA ENCRUCIJADA.
ENTRE LA CULTURA ATLNTICA Y LA MEDITERRNEA
L A DEFENSA DE LO ASTURIANO
Asturies, desde un punto de vista cultural, es una nacin que ha
padecido desde hace siglos un desgarro entre dos mundos. Uno es
el mundo al que de manera natural pertenece: la Europa templada
y hmeda, la Europa verde, anclada slidamente en estructuras
tnicas, sociales y productivas de corte atlntico e indogermnico.
El otro es la Europa Mediterrnea.
A fines de la Edad Media, con la absorcin del Reino leons por
parte de Castilla, el Pas Astur hubo de ir recibiendo otra vez el
impacto de estructuras polticas de dominacin de raz mediterrnea, estructuras que precisamente Asturies haba ido rechazando en las dos grandes oleadas imperiales, romana y musulmana. La relativa marginacin de nuestra tierra sufrida desde
entonces, ayud no obstante conservar su identidad lingstica,
etnogrfica, agroproductiva, etc. casi hasta nuestros das.
Pero esa marginacin fue muy relativa. Hasta aqu llegaron
influjos atlnticos, francos, y ya en tiempos modernos cal a fondo
la Ilustracin europea. Adems, una cultura resistente no
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que slo la accin de superestructuras (hoy las polticas del capitalismo y del Estado centralista) como medio de dominacin han
procurando trenzar.
La crtica del capitalismo debe consistir tambin en una crtica
de su homogeneidad. El capitalismo, al igual que el aparato burocrtico por l originado, establece unos tratamientos formales en
apariencia homogeneizadores, pero materialmente el tratamiento
genera diversidad y se realiza por medio de relaciones asimtricas
y control ejercido desde uno o varios centros de poder. La consolidacin de los centros de poder se va decantando a travs de
procesos histricos en los que se va haciendo abstraccin de los
modos de produccin cambiantes a lo largo de generaciones y
siglos. Ciertas castas autoperpetuadas se instalan en las cortes,
capitales o zonas, para detraer recursos, plusvala o, simplemente,
regalos, vampirizando todo un territorio circundante. El territorio
se hace ms extenso en tanto que la vida municipal o la solidaridad
campesina han sido definitivamente aplastadas, tras momentos
virulentos de rebelda. Podemos hacer mencin del movimiento de
las comunidades en Castilla, y el de las germanas en Valencia,
Mallorca y Catalua.
El capitalismo espaol, pues, se impuso tardamente tras un
proceso militarista e imperialista, gozando de todos los apoyos de
una aristocracia cortesana y terrateniente. El largo camino hacia la
neofeudalizacin del pas, pas por la derrota de todo movimiento
foralista, la anulacin de casi todos los derechos histricos, una
asfixia de la democracia municipal y gremial, una persecucin de
todo fermento de vida urbana independiente y de todo un agro
autogestionado por pequeos o medianos propietarios. El Imperio
se fund en una decidida asimetra de poder, a favor de nobles
grandes que ahogaron a la burguesa, al artesanado, al municipio,
al granjero, en definitiva a toda clase social emergente distintiva
de una sociedad que, en el siglo de oro, va a ser llenada de parsitos, pues fuera del clero y la milicia, slo cabe el pcaro, el bandolero, el jornalero y el desposedo. Y as ser hasta el siglo XVIII.
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Las consecuencias sociales, conforman una morfologa verdaderamente peculiar en Occidente, la "anomala hispana", que llega
hasta tiempos muy recientes. La periferia nacional redescubre, tras
sucesivas crisis de asfixia, el capitalismo comercial y luego industrial, a pesar de las gestiones centralistas. La modernidad perifrica slo fue tolerada por causa de la ineficacia controladora de la
Corte, sumado al desinters de la clase poltico-administrativa all
encaramada por nuevos tipos de inversiones, pues el perfil del
dominador de la Corte era el propio del rentista parasitario.
La falta de vida poltica y de conciencia ciudadana de muchas
regiones interiores y meridionales del pas se explica, por un lado,
por esa herencia de casta terrateniente. Eran (y son) rentistas que
hacan (y hacen) su fortuna slo con la explotacin pasiva de la
tierra y de los lugareos. Eran y siguen siendo parsitos que viven
de la poltica profesional y la abogaca, amn de los negocios especulativos, inviables de no contar con los favores de la Corona. Una
red de diputados cuneros, caciques locales, y una mutilacin intelectual de todos los humildes, sepultados en la incultura y el
hambre, hicieron su labor desertizadora adems. En este sentido,
propongo la idea de que las relaciones de produccin son formas
que se rellenan con un contenido social y unos sistemas de dominacin autoperpetuada. Y esas mismas relaciones cosificadas a lo
largo de generaciones de aislamiento poltico y retroceso econmico son las responsables de la diversidad cualitativa del paisaje
geogrfico espaol, que slo podemos intuir en su apariencia ms
externa y fenomnica.
Una totalidad social, partiendo de historias muy remotas de
etnognesis y vinculacin muy diversa de esos pueblos con su
paisaje, va trastocando sus apariencias y conociendo en su seno
concentraciones de poder y capital. Toda accin causal emprendida
por una o varias clases sociales, se hace siempre en un contexto
geogrfico donde los vectores socioeconmicos chocan con verdaderos "accidentes" que le restan o suman energa, o desvan su
orientacin y la hacen entrar en otras causalidades.
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plena autonoma que equivala, a veces, a un verdadero abandono (caso de Asturies) o un privilegio, en otros. A su suerte
vivieron, con resistencia callada, olvidados de una Corte, que a su
vez estaba siendo olvidada por el Mundo.
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La falta de hbitos esclavistas, o de formas capitalistas neoesclavistas agrarias en el Norte no se debe -de forma inmediata- a
nuestro "carcter" nacional sino ms bien a una serie de incompatibilidades entre nuestros usos tradicionales de la tierra y del
ganado, y los usos mediterrneos de explotacin agraria en los que
s hay tradicin esclavista y servicial.
La economa familiar y autosuficiente es el resultado de una
adaptacin optimizadora a los suelos, relieves, pluviometra, y
dems condicionantes naturales que, desde tiempos medievales (al
menos) permitieron una determinada sociedad de hombres libres,
sociedad que prosperara a medida que el podero de cenobios y
seores feudales fue decayendo. La dispersin de asentamientos y
la spera orografa de gran parte del pas fueron factores que el
capitalismo no podr modificar, y slo atenuar por medio del
confinamiento de la inmensa mayor parte de los asturianos en esa
megaurbe central, donde se gestar el gran laboratorio de la aculturacin y la homogeneidad.
Pero es que en el capitalismo, lo que no se puede practicar es
una transformacin radical de los usos tradicionales del campo en
las regiones nrdicas de la pennsula. O el campo se abandona (a
los ancianos y a los turistas), o se persiste en el uso tradicional,
pero lo que no se ha reconvertido es en copia del capitalismo
agrario esclavista y subvencionado como en el Sur y en el Levante.
Este hecho, de por s hay que estudiarlo. Pero est ah y es un
hecho obtenido por comparacin. Por qu no hay continuidad
histrica alguna en la explotacin que el hombre ejerce sobre el
hombre en la economa agrcola nrdica y s en la de otras
regiones? Por qu apenas tenemos ejemplos histricos de capitalismo agrcola con masas de siervos y esclavos? La falta de tradicin en tal sentido obedece a causas o estructuras antropolgicas,
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unos sentimientos que jams mueren del todo. Esa mala comprensin que el asturiano ha tenido de s mismo, choca de pleno con su
profundo sentirse como slo l es.
Al principio de la Edad Media, cuando la nacin asturiana cristaliz en Estado, una ideologa neogtica hizo que una parte de sus
esencias, slo una parte, se arrogara -a modo de superestructurael todo. Despus, vino la castellanizacin, como falsa conciencia de
prestigio y poder a la que se acogieron las lites, su nobleza y clero.
Ms recientemente, con influjo del romanticismo, y con ello, del
celtismo, algunos asturianos se sintieron a gusto con esa fcil y
acrtica adscripcin a una determinada rea cultural y tnica.
Pero decir que somos celtas es tanto como decir que somos
romanos. Es cierto que la presencia septentrional de los celtas es
visible en la toponimia, en las reliquias y yacimientos. Celtas hubo
aqu que influyeron sobre substratos indoeuropeos mucho ms
antiguos que ellos. De hecho, no fue tanta su presencia en la
cornisa cantbrica como en la meseta o en Galicia. Pero el dato
relevante es que Asturies no fue arrasada a nivel antropolgico, a
nivel nacional o tnico, como s lo fuera la meseta en las grandes
invasiones imperialistas de los romanos, godos e islmicos. Por
ello, precisamente, ese sentir o esttica que se da en llamar "cltica"
es sinnimo, ms bien, de pureza tradicional, de autoctona sin
apenas mezcla de elementos forneos, de ausencia de pseudomorfosis de viejas y cadavricas civilizaciones. Si cabe, el Cantbrico
estuvo abierto de pleno al torrente humano que fue el Camino de
Santiago, cordn umbilical de Europa con la Pennsula, as como
abierto tambin a los ancestrales contactos costeros con el mundo
atlntico, verdadero mare nostrum para los pueblos clticos y
nrdicos.
Eso fue, y eso slo puede ser un Arco Atlntico: una alternativa
cultural a las pseudoformas venidas del mundo mediterrneo. Eso
significa "celta" cuando etiquetamos un determinado aire de
msica tradicional o una cierta esttica ornamental, un modo de
sentir o poetizar; significa, para nosotros, no una distincin de
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Crdoba, mantuvo una estructura esclavista, as como una dicotoma campo-ciudad, propia de las civilizaciones imperiales y
precisamente formada en el molde del esclavismo y la explotacin
comercial, cuasi-capitalista, del agro. Adems de los esclavos
capturados en las guerras con el Norte, obtenan abastecimiento
de mercanca humana del Africa negra, gentes procedentes de
todos los puertos mediterrneos, incluso de centroeuropeos y
eslavos.
Este esplendor de la Espaa meridional, este "refinamiento"
de la civilizacin mediterrnea en el que, es cierto, pervivi mucha
de la cultura clsica, y muy notablemente, la Medicina y la
Filosofa, se hubo de asentar sobre el ms degradante y abyecto
modo de produccin, el esclavista. No nos gust nunca la historiografa covadonguista, pero tampoco podemos admitir el filo-islamismo, hoy tan en boga.
En esos siglos lejanos, la distincin filolgica entre esclavo y
siervo es ciertamente difcil de establecerl. Cuando la superestructura poltico-jurdica es fuerte y centralizada, de tipo imperial
(Roma, Crdoba), el prototipo de explotacin se acerca ms al
esclavismo clsico. Cuando ocurre como en el mbito germnico, o
incluso en el latino y musulmn, en momentos en que el poder
central pasa por horas bajas, la condicin jurdica de esos trabajadores disminuidos en libertades y derechos se acerca ms a la del
siervo. En todo caso, hablando de forma un tanto coloquial, el
factor relevante reside en que estos seres humanos cuentan ms
en el inventario de los medios de produccin, junto con el ganado,
el arado o los aperos, que en el de trabajadores vendedores de su
fuerza de trabajo. Y esto sucede incluso en el caso, tan paradigmtico hasta hoy en el agro andaluz, de los jornaleros. Su inactividad
estacional no es otra cosa que su disponibilidad anual para que un
seor les ponga a trabajar en fechas muy concretas. Igual que si
tuviramos nuestra fesoria (azada, en asturiano) colgada de un
clavo casi todo el ao, esperando a ser utilizada cuando su dueo,
rena ganas de trabajar en el jardn unos pocos das de verano.
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De nuevo lo afirmo, el rincn asturiano, tan alejado de la frontera y de la expansin fcil, fue ms igualitario, entiendse que
slo por comparacin, y siempre dentro del contexto de la
sociedad medieval y de su prolongacin en el Antiguo Rgimen.
Haba una nobleza poderosa, una cpula clerical, etc. Como en el
resto de Europa. Pero la democracia concejil era en nuestra
Asturies vigorosa en grado extremo, y por fuerza, por tesn, por
compra o, por herencia ancestral, las libertades juridco-polticas
locales fueron ganadas o disfrutadas. Nunca hubo una libertad ni
igualdad proclamada universalmente hasta la Revolucin Francesa
en ningn sitio de Europa, y las distintas civilizaciones siempre
jerarquizaron sus sociedades: celtas, romanos, cristianos.
Por lo que hace a los hbitos castellanos, militaristas y depredadores en un primer momento, pero parasitarios y rentistas en la
fase de decadencia, stos no calaron en nuestro pas, a pesar de su
pertenencia forzada a esta Corona. Pues el aislamiento, repito la
tesis, conserva las estructuras culturales nacionales, para lo bueno
y para lo malo.
Como hemos argumentado en anteriormente los asturianos
han participado de las corrientes histricas y culturales europeas
generales (atlnticas y ultrapirenaicas), lo que supona un contrapeso y una alternativa a cualesquiera influencias sureas avasalladoras. Esta inclusin cultural, esttica, lingstica, etc., en unas
corrientes que en Castilla y el Sur se desconocan, no ser nunca
un hecho a desconsiderar, y marc los ltimos siglos medievales.
Despus, con el apogeo de la casera en la Edad Moderna, y la
mejora diettica que supusieron los cultivables de origen americano, se consolid esa cultura nacional asturiana y esa autonoma
de facto.
Los latifundios y la presencia de masas de jornaleros "estabulados" no fueron rasgos de nuestro agro, ni lo son ahora. La agricultura intensiva, basada en el regado o en tcnicas punteras en lo
que hace al aprovechamiento de suelos semiridos, se presta a la
inversin de capitales y a los modos capitalistas de agricultura, y
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no tiene nada que ver con nuestras tradiciones basadas en la ganadera bovina explotada de forma familiar, en la adaptacin suave al
clima ocenico, y a sus efectos en un pas templado y hmedo. La
orografa tambin es un obstculo en Asturies para las grandes
explotaciones de monocultivo. El uso de jornaleros o de criados
tuvo lugar en las caseras ms ricas o en las casonas nobles, especialmente en las coyunturas de bonanza econmica, pero nunca en
un nmero demasiado abultado, siendo insignificante como clase
social o fraccin especfica, y nunca se pudo tomar a esta gente
como separada socialmente del resto del campesinado, dndose
frecuentes casos de matrimonios dentro de la misma casa entre
propietarios y criados.
Los asturianos de la sociedad tradicional no fuimos igualitarios
del todo, pues ningn pueblo de la Europa pre-revolucionaria lo
fue ni lo pretendi ser. Pero con todo, nuestra cultura nacional
astur ha sido una de las ms igualitarias de la Pennsula, puestos a
comparar, y desde la ptica actual, en la que vemos que el mundo
se va volviendo ms jerrquico y desigual en trminos globales; es
ste un dato del que podemos estar orgullosos, y del que no
pueden presumir, por ejemplo, en Almera o en Sevilla.
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UNIDOS AL ESTADO
QUEREMOS?
IMPERIO.
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ORIGEN DE
ORIGINARIA
ACUMULACIN
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de muchos otros sitios, haya alcanzado el mayor grado de integracin deseable en el interior de nuestra cultura. Ello fue as porque
somos ms majos los asturianos? No, sino porque aqu no hubo
una burguesa etnicista que difundiera falsos estereotipos contra
una parte de la clase trabajadora, para as dividirla y jerarquizarla
socialmente. En Asturies la clase obrera fue un bloque, tuviera sus
orgenes familiares donde los tuviera. Cuaj una clase obrera solidaria frente a una burguesa pequea, timorata y parasitaria de los
criterios emanados desde Madrid.
En esta comparacin entre burguesas perifricas nada tienen
que ver los casos cataln y vasco con el nuestro. Y por ello aqu no
ha cuajado un nacionalismo conservador ni etnicista. El papel
dominante del Estado en la industria asturiana explica tambin su
violenta retirada, brusca y autoritaria en funcin de los criterios
neoliberales, en la etapa de Felipe Gonzlez y sus ministros,
agentes de la globalizacin.
La compra de lderes sindicales y la compra de lites obreras por
medio de la jubilacin dorada, y otros sobornos, no son ms que la
continuacin ms barata de la poltica de subsidio a una economa
cautiva de decisiones burocrticas madrileas. A partir de los aos
ochenta se quiso hacer el destete, substituyendo el chorro grande
por un chorro pequeo. Fuimos colonia, enchufados a la teta
estatal. Seguimos sindolo, al ser separados de ella y mantenidos
por respiracin artificial. Colonia con industria, colonia sin ella. En
tal situacin de dependencia seguiremos, a falta de una importante burguesa autctona, que no existe, si somos fieles al capitalismo, y no hay motivos para que nos interese tal fidelidad. O bien,
a falta de una clase popular autoconsciente, con ideas claras sobre
nuestra dependencia real, que exija un autogobierno en lo poltico,
y una democratizacin econmica, que haga posible un desarrollo
socialista de la nacin asturiana.
1. Transformaciones en la sociedad tradicional asturiana.
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mente desposeda de sus medios de produccin, tras una acumulacin primitiva que diera nacimiento a los grandes capitales, por un
lado, y a los poseedores de fuerza de trabajo lista para ser vendida,
por otra, el encuentro que las dos clases encargadas de la produccin tuvo lugar aqu fue bien distinto. Los primeros mineros, y
secundariamente, obreros fabriles, eran con mucha frecuencia,
propietarios agrcolas. Estos obreros-aldeanos constituan una
fuerza de trabajo indeseable para los patronos bajo muchos puntos
de vista. La facilidad con que se les poda disciplinar y explotar no
era grande y la mina/fbrica era, en ciertas pocas del ao, un
complemento asalariado de una economa autrquica en el seno de
la casera. La importacin de obreros ajenos al pas contribuy a la
creacin de una clase obrera clsica, vale decir, desarraigada del
medio rural y de cualesquiera medios de produccin propios o
autogestionados que pudiera darle fuerza a esta clase en su dialctica con el capital.
Slo avanzado el siglo XX puede darse ya esta clase trabajadora
desarraigada de la aldea, proletariado clsico. Pero si exceptuamos
Xixn, Avils, y algunos otros ncleos urbanos cien por cien, el
perfil de muchos pueblos mineros o minero-industriales, revela
an hoy su peculiar mixtura con la arquitectura y el urbanismo
rural, seal inequvoca de la doble naturaleza trabajadora del
pueblo asturiano contemporneo, como campesino y como asalariado minero-fabril.
c) La infravalorada historia del proletariado asturiano.
Esta clase obrera, con todas las peculiaridades que antes hemos
sealado, ha sido protagonista histrica de unos procesos de lucha
de clase y de reivindicacin soberana ante el fascismo que se
encuentran entre los ms interesantes de la historia europea.
A pesar de la censura educativa y acadmica que se impuso en
la llamada Transicin", se ha de resear que la afirmacin
nacional del Pueblo Trabajador Asturiano en el Ochobre de 1934
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L A ECONOMA
CAPITAL
ASTURIANA A LA LUZ DE LA
COMPOSICIN
ORGNICA DEL
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mtodo analtico (no mecnico, sino que acude al todo dialcticamente en cada fase), y un enfoque gentico, que acude hasta la raz
histrica de un fenmeno y sus sucesivos momentos de
despliegue, que tambin forman parte de la estructura explicativa
del mismo, es la clave de bveda de esta metodologa. Y Marx la
aplica al Capital en general.
En estas lneas, mantenemos por ahora un propsito muy
modesto. Se trata de dar unas indicaciones someras sobre el peso
relativo que los elementos de la frmula han guardado en la
Historia reciente de nuestro pas, tomando como elemento de
partida una unidad morfolgica-cultural llamada casera o quintana, hasta desembocar en una sociedad capitalista-industrial,
evolucin de cuyas consecuencias todos los asturianos somos
testigos e hijos. El proyecto de trazar ese decurso es inmenso. Ni
siquiera un equipo amplio e interdisciplinar de estudiosos diversas
ciencias sociales podra dar cuenta de esta secuencia, aun guiados
por la transparente frmula marxiana de K=c+v+p.
Tan slo un intento forzado -y por ende, errado- podra aplicar
dicha frmula al estudio de la casera tradicional pre-capitalista.
Por definicin, carece de sentido hablar de la creacin de capital en
una unidad productiva que careca de dicha finalidad por ser autrquica. No existe trabajo asalariado (v), del que obtener plustrabajo y, por consiguiente, plusvalor (p) y por tanto, no se crea
capital (K) en ningn sentido.
Pero es sabido que desde la baja Edad Media la casera est
inserta parcialmente en una economa capitalista comercial incipiente, como muchas granjas europeas de esta poca. La proximidad a villas y puertos de embarque, a rutas de largo recorrido, a
ferias y cortes, son ejemplos de factores que mejoran la posibilidad
de comercializar excedentes y acumular capital por medio de la
autoexplotacin familiar. Entendemos por tal la economa domstica que se sale de los lmites de la reproduccin simple y de la
reproduccin ampliada con vistas a cubrir aumentos de natalidad,
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y que, en ausencia de jornaleros se expande gracias a una explotacin interna de los miembros de una familia. stos se explotan los
unos a los otros, aunque el patriarcado, el mayorazgo y la mera
mayora de edad suponen una concentracin de autoridad y poder
en algunas personas privilegiadas dentro de la explotacin intrafamiliar.
Es notable consignar que en el Antiguo Rgimen, la posibilidad
de producir excedentes y por, ende, convertirlos algn da en
capital que mejorara la unidad productiva, deba destinarse al pago
de foros, rentas y tributos eclesisticos, reales, seoriales, etc., de
muy diversa naturaleza. La ausencia de privilegios de buena parte
del campesinado asturiano hizo que muchas de sus caseras no
adquiriesen una morfologa completa y una seguridad econmica
suficientes. Ello hizo que su carcter msero en no pocas comarcas
y fases de la historia fuera una tnica secular. Pues siglos dur el
hambre, la emigracin, la falta de salud y de tiempo para la cultura
en la mayora de los lugares. Nuevamente invocamos aqu el
perjuicio que una superestructura seorial y eclesistica ejerci
sobre el pueblo, autosuficiente y creador verdadero de la riqueza,
dotado de unidades propias de convivencia y aprovechamiento de
la tierra, por lo menos desde la Edad de Hierro.
Apenas en las caseras nobles y ricas se encontraba el trabajo
asalariado en el campo, a diferencia del centro y sur de Espaa.
Este tipo de empleo debi menguar aun ms con la irrupcin de la
mina en primer lugar, y posteriormente con la industria. Cuando
se produjeron las desamortizaciones y todava ms cuando las
primeras instalaciones industriales hicieron acto de presencia, el
campesinado fue accediendo a la propiedad de la tierra, bien
entrado el siglo XIX, hasta llegar a adquirir un carcter casi
universal. Con todo, el minifundismo, la dispersin de las parcelas,
la divisin de las caseras a causa de las herencias y el raquitismo
creciente de la propiedad rural fueron lacras que sufri el campo
astur, bien distintas de la desposesin y el carcter jornalero de
muchos brazos del Sur.
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jornales mineros y fabriles constituye un comportamiento plenamente racional desde los mismos puntos de vista del clculo individual y del coste de oportunidad. La milenaria vinculacin del
pueblo astur con su tierra podra entenderse en los trminos ms
fros y economicistas, como va segura de mantenimiento de una
cultura ante el reto de su desaparicin por inanicin o destruccin
por parte del enemigo.
La frmula de convivencia y explotacin de la naturaleza que
han empleado nuestros antepasados hasta ahora, esa que ahora se
suele rubricar con el trmino Tradicin, es racional por todos los
costados, habida cuenta de los factores habidos y por haber (grado
de desarrollo de las fuerzas productivas, clima, orografa, calidad
del suelo, tcnica acumulada) as como de las alternativas posibles
y que, por motivos precisos que la ciencia ideolgica de la Historia
habr de esclarecer, no fueron tomadas en consideracin y resultaron excluidas. Quin habla de Tradicin en un sentido irracional, instintivo, patolgico en lo que tiene de falta de adaptacin
a un medio? Slo como sistemas de pautas aprendidas y exitosas,
pautas asumidas racionalmente es posible hablar de tradiciones en
el sentido etnolgico o antropolgico.
Teniendo estas consideraciones en cuenta, la unidad productiva y convivencia que llamamos casera en nuestro pas, lejos de
poder ser tratada como una suerte de empresa en la que se dan
inversiones de capital, o adelantos del mismo para una obtencin
de plusvala, etc., debe entenderse como un complejo sistema de
produccin y reproduccin de valores de uso. En eso estriba toda
la llamada economa autrquica, que lejos de todo prejuicio
"progresista" no impone necesariamente unos niveles srdidos e
indignos de vida. Puede haber unidades autrquicas que, en
ausencia de graves intromisiones de la economa capitalista del
entorno lejano, reproduzca de forma solvente un buen nivel de
vida (valores de uso). En Asturies, no fue frecuente tal cosa precisamente por factores superestructurales, ajenos a la funcionalidad
misma de la unidad de la casera y ajenos igualmente a los factores
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SOBERANA
ASTURIES
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sista de amplio espectro que se atreva a decir Basta! ante la postracin que nos imponen y nos han venido imponiendo.
Por supuesto, son las clases sociales ms castigadas las que
deben protagonizar esa reaccin. Miles de personas que han
sufrido el paro, y muchos miles (jvenes que, al pasar los aos ya
van dejando de serlo) y a los que se les niega experimentar qu es
un trabajo digno. El agricultor y ganadero al que le insinan cada
da "djalo", y aun se fuerzan, mientras que en una Espaa rida y
seca a otros como l le llueven subvenciones millonarias por
producir nada. El estudiante al que le dan recetas de optimismo
pero que, al dejar la facultad, comprueba que slo le quieren como
esclavo o como emigrante prostituido. Al jubilado al que niegan
derechos por los que tan firmemente luch, y que en la cola de una
Caja maltratan cuando exige cobrar su pensin. Al trabajador,
antao estable y digno, ahora "reciclado" en el sector servicios o en
la precariedad ms absoluta, y que slo con vergenza puede reconocer que eso es un trabajo.
El PSOE liquid a la clase obrera con cierres policiales y ministros yuppies de la Cultura del Pelotazo (Solchaga, Boyer, Solbes...).
Estos agentes del neoliberalismo tuvieron como administradores
de la finca a unos presidentinos regionales de muy poca talla,
alguno de los cuales (uno dicen que es poeta y autor de novelas
erticas) ofreci su espalda a Felipe Gonzlez en una famosa foto,
para que Dios, como llamaban al Presidente del Gobierno central,
firmara cmodamente durante su visita a la colonia perifrica.
Poner la parte de atrs del cuerpo al servicio de los que mandan en
Madrid, ejecutar sus dictados y cerrar empresas, todo eso, es lo que
debemos a nuestros gobiernos asturianos del puo y la rosa. El
experimento desindustrializador se llev a cabo perfectamente, no
importaba cuntos palos hubiera que dar. En las ciudades y
cuencas asturianas haba batallas campales cada dos por tres, y los
telediarios y pases del momento no decan ni una palabra.
Todo eso ocurri en los 80 y 90. Ahora, en el siglo XXI, tras
habernos robado la memoria y la Historia ms inmediata, tras
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CAPTULO 3
NACIN ASTURIANA.
ANTE LA AUTONOMA Y EL ESTADO ESPAOL
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L A TRADICIN ES REVOLUCIONARIA:
EL VERDADERO ECOLOGISMO COMO DEFENSA DE LO PROPIO
Pero no se puede rectificar a fondo si la restitucin de las comunidades a su paisaje, lengua y tradicin no confronta de una vez
por todas el problema ecolgico. Es la cercana con el medio la que
brinda todas las posibilidades de una revolucin ecolgica, que
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filtre y limite cualquier injerencia de intereses forneos (multinacionales, planes macroestatales sobre el agua, la energa, repoblacin forestal, y todo ello debe darse a partir de un fin definitivo de
la corrupcin de las autoridades locales).
Las relaciones del ser humano con el entorno, son siempre relaciones de tipo social. En el proceso secular que media entre el
autor de toda modificacin ambiental, y el efecto objetivo de la
misma, se abre toda una tradicin de creencias y prcticas, as
como instituciones, modos de estar sobre el territorio, etc., que
dan al pasado una preeminencia insobornable a la hora de temblar
ante el futuro, y emprender medidas prcticas para la mejora del
entorno.
Un ecologismo enraizado en la sociedad rural y en la vida municipal es el factor de defensa y el transformador decisivo ante los
atentados que ciertos intereses forneos siempre estn dispuestos
a ejercer sobre las comunidades poco organizadas.
Transitoriamente, el nacimiento de una legislacin local vigilante
y severa desde el punto de vista medioambiental, coadyuva a la
defensa militante que los habitantes deben realizar de lo suyo. Esa
defensa militante, siempre que no incurra en contradiccin con
principios ms altos y nobles, como la solidaridad entre pases y
regiones, es revolucionaria en s misma y debe participar de una
general lucha contra el desarrollismo desigual y la enajenacin de
las decisiones que afecten a cada territorio.
La conciencia local de lo propio es un proceso generacional, que
se debe desarrollar sobre las masas juveniles y que se gesta de
manera muy especial en los centros de enseanza. Las medidas
centralizadoras de nuestros gobernantes, bajo el pretexto de
uniformiza contenidos y elevar niveles, suelen ensear aqu y all
los dientes contra el sentimiento de lo propio. Este sentido puede
hacerse muy fuerte si se rescatara el pacto de maestros, familias y
alumnos por un aumento de esa conciencia defensiva y a un amor
generalizado por lo propio de Asturies, incluyendo el medio
ambiente.
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En Asturies, un parecido sentir nacional reclama la autodeterminacin, o el reconocimiento histrico hacia un mayor autogobierno. Parece que esto se hace desde mbitos an minoritarios en
la dinmica electoral, pero no se puede decir lo mismo en la vida
cultural y social de sus habitantes, y menos an ede su juventud.
El haber sido el primer Estado medieval europeo-occidental de la
Pennsula, desde el siglo VIII, en relacin diplomtica simtrica
con el Imperio de Carlomagno, hace que ponga en solfa para
muchos intelectuales asturianos la pretendida historicidad de
otras comunidades autnomas privilegiadas por este extrao
argumento constitucional. Una Historia que se remonta nada ms
que al mero reconocimiento los embrionarios estatutos de la II
Repblica, pero a la que tambin se podra replicar (por si ms una
docena de siglos desde la Monarqua asturiana no fuera bastante)
con la Revolucin popular asturiana de 1934, la ms importante
desde la rusa de 1917 bajo muchos puntos de vista. Una independencia de facto frente a esa Repblica con gobierno fascista que
envi generales como Franco a matar obreros. Esa revolucin en la
que Asturies qued "independiente" frente al Estado espaol.
Algunas autonomas "histricas", de haber arrimado el hombro
entonces, se hubieran librado de esos cuarenta aos de Franco que
tanto les reprimira despus.
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asturiano de 1934. El hecho histrico, revolucionario y soberanista, est ah. No se puede negar y menos an se puede desterrar
de la conciencia del asturiano, incluso del regionalista de derechas.
A ste podr no agradarle el acontecimiento, por su simple condicin violenta y revolucionaria, por las consecuencias represivas
que trajo a Asturies, por la fama que nos arrastramos desde
entonces y para siempre y que ha dado lugar al estereotipo del
asturiano.
Pero es nuestra Historia, y no estamos hablando de la acadmica, sino nuestra Historia vivida trans-generacionalmente, como
pueblo. Est ah, como imagen y recuerdo vivo que pasa de padres
a hijos. Esto, aunque se vaya tiendo de leyenda o inexactitud, es
ya parte de la identidad asturiana y de tan crucial acontecimiento
ningn asturiano debera abjurar, antes bien lo debe exhibir con
orgullo.
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original, de cuo occidental, habra de surgir en el enclave asturcntabro, y para un Estado haca falta una lengua poltica, el latn,
no una lengua tribal o gentilicia.
JACOBINOS FEUDALES
Hay, "en provincias" y no slo Madrid, un espaolismo que se
dice de izquierdas. Este es muy pintoresco porque viene de boca de
ciertos barones del PSOE, condicin sta que recuerda de veras
una etapa feudal. Areces, Ibarra, Chaves, Barreda y Bono son,
creen ellos, la voz de los pobres, pero presiden como "primeros
ciudadanos" -sin miedo a la contradiccin- territorios feudales del
Reino de Espaa. La voz de una Espaa todava imperial que, por
paradoja, exige solidaridad con estas regiones subdesarrolladas.
Extremadura y Castilla-La Mancha, cuyos caciques tienen ahora en
un puo a la rosa amn de todos los aparatos de poder transferido,
mientras que a sus gentes (a sus votantes) se les siguen "otorgando derechos con el mismo talante con que en el sistema
feudal, y luego caciquil, se concedan mercedes generosamente.
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ASIMETRAS PLANIFICADAS
El desplazamiento de los ejes de desarrollo a nivel geogrfico
nunca es azaroso. La integracin en la Unin Europea nos exiga el
inmediato abandono de esas actividades tradicionales que pasaron
a denominarse, entonces, obsoletas. No es casualidad que en
esas comunidades la existencia de una sociedad civil dotada de
fuertes vnculos de arraigo mostrase toda su resistencia a una
imposicin que vena de lejos, a saber, de despachos madrileos,
en contacto a su vez con lejansimos despachos europeos, todos
ellos no exentos de una arrogante voluntad de poder palpable por
el ciudadano de a pie.
El escndalo y desastre a todos los niveles (econmico, ecolgico, social) del Prestige es slo el ms reciente zarpazo de la
economa capitalista globalizada, que pasa por el contrabando de
armas, personas y seguridades, ya sea en medio del mar o por
encima de fronteras. La connivencia gubernamental con estos
altos intereses comerciales queda aqu nuevamente demostrada, y
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el afn secretista, autoritario y poar entero insensible de las autoridades ante las formas tradicionales (antes se deca "honradas") de
explotacin de la riqueza tiene que traer por fuerza un levantamiento popular, o al menos una severa reaccin, aunque fuera
sorda y diferida.
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REGIONALISMO
CANO?
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CAPTULO 4
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La castellanizacin fue una de las ltimas oleadas, slo parcialmente efectiva por la resistencia popular y tenaz que encontr en
nuestro pas, hasta el siglo XIX, si no hasta hoy. Afect a las lites,
nobleza y alta burguesa, vidas de participar en las esferas de
poder que la Corona castellana o espaola ofreca. El pueblo llano
sigui con su misma cultura verncula, y ni siquiera en las villas y
ciudades penetr con todo su vigor tal castellanizacin.
Aludimos por castellanizacin un proceso histrico y social
mucho ms amplio del sociolingstico. Se trata de la asuncin de
pautas de vida forneas en general, eso que en antropologa se da
en llamar aculturacin. Este proceso ocurre cuando se le trata de
arrebatar a un pueblo su propia cultura, imponindole otra bajo el
signo del mayor prestigio y poder de la nueva forma de vida (y de
habla) dominante. Las reformas liberales del Estado, en general los
gobiernos de los reyes borbnicos (incluyendo a Juan Carlos II),
as como la dictadura franquista, causaron estragos en el vigor de
nuestra cultura tradicional, vale decir, en nuestra identidad
nacional. Por lo comn, la estrategia a seguir consisti en asociar
en la mentes del pueblo la identificacin de cultura tradicional con
ruralismo, aldeanismo, atraso, ignorancia. El Progreso fue, tras el
cristianismo, la nueva religin oficial con que innumerables misioneros quisieron erradicar el viejo paganismo del rstico. Las
ciudades y villas se eligieron como centros de poder, asientos de las
nuevas burguesas, los funcionarios y profesionales liberales que,
aun en provincias, evangelizaban y gestionaban la pobreza de la
ruda masa atrasada. El castellano fue la lengua de esas lites en el
clero (especialmente tras el abandono de la opacidad del latn
como lengua muerta litrgica), la Medicina, la banca, el comercio,
la industria, la enseanza, la funcin pblica. El asturiano que
pasaba a incorporarse, por edad, por herencia, por ascenso social,
por un examen, a dichas lites, y tomaba parte en el poder o prestigio que el status nuevo le confera, se converta de inmediato ms
en espaol que en asturiano, que en el subconsciente vena ligado
estrecha pero injustificadamente al campesino.
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la cual da lugar a negaciones, contradicciones y momentos superadores que dan cuenta de la trayectoria histrica del sistema
mismo, que no es mecnico (vale decir, esttico en cuanto a la
fundacin de sus reglas) sino errtico a largo plazo y autolegislado.
El modo de produccin tradicional, esto es la cultura y los valores
de nuestro pas vistos a travs del prisma de su vida econmica, no
era un modo de produccin diseado ni centrado en la produccin
de mercancas. Desde la alta Edad Media, las mercancas se produjeron slo como elementos residuales. Nunca estuvo la vida del
pas orientada a la produccin de unos excedentes comerciables. Al
darse stos, se podan comercializar, mas no era este el objetivo. El
objetivo era la autosuficiencia. Por tal, se ha de entender la produccin de valores de uso, necesarios para el mantenimiento de la vida
y la reproduccin de grupos humanos dentro de unas determinadas pautas culturales de habitacin y aprovechamiento del territorio. El trueque, o el comercio local -aun cuando se usara monedano es ms que un sistema que busca el perfeccionamiento de la
cultura en orden a garantizar esa satisfaccin de necesidades
humanas. El comercio local dentro del pas, dentro de un radio
limitado por la escala de la jornada de viaje pasada fuera de casa y
por las velocidades alcanzadas por el transporte animal en una
orografa difcil y por un crnico mal estado de los caminos asturianos, estuvo sometido hasta hace ciento cincuenta aos a
severas limitaciones. El transporte martimo, desde la alta Edad
Media (sino antes) puso en contacto el pas con el resto de Europa,
corrigiendo un aislamiento relativo. En Asturies ese aislamiento
jams fue absoluto ya que el Cantbrico represent una puerta al
mundo occidental. Las villas costeras eran las cabeceras de entrada
para esos productos de mayor valor aadido, mercancas, y para
todo gnero de influencias culturales. A su vez, discretamente,
fueron salidas exportadoras de ciertos productos demandados en
el exterior en determinadas pocas: la madera, el mineral, frutos,
manzana.
Si el interior vena marcado por una autosuficiencia ms o
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menos rgida, la costa del pas vena a corregir esa autarqua medio
de una modesta relacin comercial con pases forneos. La
Asturies precapitalista desde siempre conoci el intercambio de
mercancas, pero el grueso de su poblacin, lgicamente, no
destin sus esfuerzos a la produccin, sino al autoconsumo. Los
excedentes que pudieran ser comercializables estaban severamente limitados debido a las cargas de diverso tipo a las que se vio
sometida la unidad de produccin-consumo asturiana por excelencia: la casera. Las cargas de los seores eclesisticos y laicos
pesaron en muchos territorios e impidieron un desarrollo desahogado de una unidad granjera polivalente y de alto rendimiento,
enraizada en un pas hmedo y templado, adems de sana en el
sentido ecolgico, nada depredadora y naturalmente integrada en
el entorno. De no haber sido por las superestructuras cuasifeudales, forneamente impuestas al margen de la democracia
concejil instituida por los stures desde hace milenios, probablemente se habra dado un mayor desarrollo autctono de las
fuerzas productivas, y una mayor holgura en la produccin excedentaria
El valor de uso, y Marx se encarga de mostrrnoslo, viene a ser
un concepto inmensurable, imposible de cuantificar. Es relativo
respecto a la cultura y a la poca. En el caso de la sociedad asturiana tradicional, el limitado desarrollo de las relaciones de intercambio, la escasa presencia de la esfera de la circulacin, subordinada a la satisfaccin de las necesidades campesinas que la unidad
productiva, la quintana, no poda resolver, impide la consideracin
de la misma dentro del capitalismo, por ms que circulara moneda,
hubiera distintas formas de propiedad privada (asunto jurdico
ste que en el Antiguo Rgimen es muy complejo), actos mercantiles de compra-venta, e incluso comerciantes profesionales, etc.
Hubo islotes de capitalismo comercial e incluso industrial, pero
que no afectaron al cogollo de la sociedad tradicional asturiana,
creadora de valores de uso y autrquica en un sentido relativo. As
las cosas, dejando al margen los islotes de capitalismo comercial e
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industrial de villas y ciudades, los tmidos intercambios comerciales locales o externos, y dejando tambin a un lado el carcter
cuasi-feudal de los tributos, foros, cargas y arriendos que los aldeanos deban de pagar a la nobleza o al clero, la sociedad tradicional
se podra definir como un comunismo primitivo, sin dar por ello al
trmino primitivo ninguna acepcin negativa. Tan slo sirve para
diferenciarlo del comunismo que, segn Marx y Engels, brotar en
una sociedad super-desarrollada cuando las fuerzas productivas
elevadas permitan a la clase obrera (industrial, principalmente)
expulse a los parsitos empresariales del poder. El comunismo
primitivo astur tena otros parsitos reconocidos jurdicamente,
nobleza y clero, y tomaba como empresa autrquica la familia, es
decir una microsociedad internamente desigual en funcin del
sexo y la edad, y externamente desigual. Externamente, pues cada
unidad-casera era desigual en funcin del diferente patrimonio
acumulado por el pater familias. Con todo, en condiciones de
autarqua familiar y de explotacin propia del pater familias sobre
los dems miembros de la unidad (que eventualmente incorporaba
adems algn criado) primaban unas relaciones no comerciales de
apoyo mutuo y solidaridad comunal entre los vecinos. Aun en las
poblaciones ms dispersas de nuestro pas, y muchas veces gracias
precisamente a esa dispersin territorial, se dieron mltiples
pautas de colaboracin y trabajo mutuo, verdadero germen de
comunismo, no ya tanto primitivo sino restringido. La avaricia y
depredacin eclesial y seorial restringieron, por otro lado, el
nmero y la disponibilidad de los bienes comunales, a lo largo de
los siglos, con lo que se vino a desfigurar la primigenia naturaleza
comunista del pueblo asturiano en la sociedad tradicional.
La sociedad tradicional despleg un inmenso esfuerzo bajo el
aspecto de un consumo productivo con escaso margen para la creacin de excedentes comercializables. La lnea que separaba los
consumos productivos de los consumos en general, es del todo
abstracta bajo estas condiciones de relaciones sociales pre-capitalistas. Adems de existir bajo ese aspecto fagocitador de energas y
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sano polifuncional. Su polivalencia equivale al consumo productivo de la naturaleza, la humanizacin misma de sta, la varita
mgica que transmut las bellezas salvajes en parasos repletos de
valores de uso para el hombre.
El valor de cambio, por contra, requiere que los valores de uso
encierren una utilidad para otro, que socialmente los requiera, y
los logren por medio de un acto de cambio. A diferencia de ese
mundo creador y consumidor productivo de valores de uso, esencialmente reflexivo y comunista, el valor de cambio exige siempre
una alteridad. Si no se da el acto de cambio no hay valor de cambio.
Los actos de cambio exigen comunidades diversificadas, ferias
establecidas, contacto con forneos, divisin interior del trabajo,
etc. En este acto de intercambio de mercancas de distinta clase -A
y B- se estn intercambiando (equiparando) en realidad, y a un
nivel ms profundo, los distintos trabajos humanos empleados
diferentemente para producir A y producir B. Se debe comprender
bien que el germen de nuestro capitalismo, es decir, el haber
entrado la Historia humana en el curso de la sociedad cambiaria,
representa el definitivo triunfo de una lgica de la cuantificacin
diferenciada de los valores en funcin del trabajo socialmente
requerido para producirlos. Todos los trabajos humanos, dado un
minimum de desarrollo de lo social, no pueden ser considerados
iguales en virtud del desigual desarrollo tcnico y grado de
esfuerzo humano requerido en estas o aquellas operaciones. Y
tambin debe entenderse que por razn de la desigual situacin
geofsica de cada sociedad, as como su organizacin social
interna, se conforma el complejo que permite precisamente
explicar la equiparacin cuantitativa de mercancas heterogneas
tanto en su naturaleza fsica como en su produccin social.
Fue traumtico en todo momento para el campesino haberse
transformado en proletario. La polivalencia de trabajos cualitativamente diferenciados, pero orgnica y jurdicamente vinculados,
que define la labor campesina, contrasta vivamente con la unilateralidad de la labor del obrero asalariado. Los proletarios asturianos
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4. Lo ms universal es lo ms prximo. El anlisis del capitalismo mundial quiz empieza a ser posible cuando desde el mbito
de la pequea patria y del marco ms local se puede incoar una
crtica, una impugnacin global al rgimen econmico que se nos
ha impuesto. Nuestra patria es Asturies. Y desde ella se quiere
levantar la protesta. Por qu no comulgamos con estas ruedas de
molino? Qu dolos exigen el sacrificio de todo un pueblo, de una
cultura, una lengua, una nacin? Los arriba mencionados son
dolos homicidas y genocidas. La idea de progreso de lvarez
Areces y de su caterva de progresistas y "socialistas" no nos merece
el ms mnimo aprecio, el menor rayo de luz ni de esperanza.
Desde que estos progresistas se encaramaron al poder, muchos
aos atrs, en nombre del progreso, el desarrollo, la competividad,
etc., hicieron desaparecer casi por completo la unidad productiva
(pero tambin tnica, social, cultural) que fue la casera o quintana
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marginal en el seno de sus relaciones sociales. No sirve como vehculo formal para la explotacin de una masa de productores. En
una sociedad tradicional es otro tipo de contratos, como el arrendamiento o aforo de las tierras, el que sirve para fracturar una
sociedad entre productores y parsitos. Nuestra tesis bsica afirma
que esta sociedad tradicional, una comunidad primitiva de campesinos, apenas alterada en cuanto a su fermento cultural o etnolgico desde la Edad de Hierro, salvando las mejoras tcnicas que en
el agro se fueron introduciendo, hubiera sido ms autrquica y
boyante de no haber mediado la explotacin indirecta o vale decir,
superestructural, que los seoros laicos y eclesisticos ejercieron
en el Antiguo Rgimen.
Una red de caseros dispersos, una urdimbre de pueblos y
aldeas totalmente emancipados de la necesidad de ir conquistando
su independencia y autogestin (logro social que de hecho fue
ocurriendo hasta bien entrado el siglo XIX) hubieran podido
desplegar un uso ms racional de los recursos particulares de la
explotacin agropecuaria. Cuando ese proceso de emancipacin de
los resabios cuasi-feudales se estaba fraguando, advinieron al
Reino espaol las reformas liberales y centralistas e impidieron
una adaptacin foralista y basada en la autogestin agraria, adaptada ahora a una masa aldeana considerable que ya haba accedido
a su independencia econmica y la titularidad jurdica sobre las
tierras, frente al viejo rgimen de aforamiento en favor de nobles
y eclesisticos. Esa independencia de una masa campesina con
tierras propias y sin cargas hubiera sido, quiz, la base social de
una pervivencia del foralismo o de otras instituciones autnomas
del pas. Como el acceso a la plena posesin de los desperdigados
minifundios coincidi con una era de acumulacin de capital
(primeras inversiones capitalistas industriales, desamortizaciones,
rebatia de las propiedades comunales y de las subastadas por
parte de los grandes linajes terratenientes, etc.) el pas no se dot
de instrumentos de autonoma poltica, y los viejos (Junta General
del Principado) desaparecieron a favor de las reformas administra-
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embargo, no haba fetichismo. El Mercado no era el telos que orientaba la produccin; no constitua el objetivo del esfuerzo productivo, sino que simplemente era el centro redistribuidor de valores
de uso creado por unidades productivas diversas en cuanto a una
incipiente especializacin de los terrenos, idneos para unos
productos ms que para otros. Adems, haba cierto acceso a
bienes forneos que entraban por las villas costeras, en un trfico
martimo que siempre compens el supuesto aislamiento del Pas
Astur, sin olvidarnos de la importancia de los puertos de montaa
que, transitados por arrieros, servan de hilo conductor entre
mercancas nuestras y las de la Meseta.
El desplazamiento de la mercanca de una mano a otra, no
parece mgico si contamos con la metfora semitica de los
mensajes, que tambin conocen diversos portadores a su paso, y
codifican funcionalmente a los agentes, pasando de emisores a
receptores en cada proceso de intercambio. El proceso de cambio
en una comunidad primitiva supone la apertura de esta hacia un
medio exterior formado por comunidades circundantes. El acceso
de estas comunidades, antao cerradas, a las grandes corrientes
circulatorias del exterior es, nada menos, que el relato de la incorporacin de las formaciones sociales a una Historia Universal. La
apertura de la antiqusima Tartessos, p.e., a los comerciantes fenicios hace que la identidad de sta se fundiera con la de las grandes
culturas del Mediterrneo, formando un todo con ellas. El Oriente
Medio y el Mediterrneo en todas sus costas acabaron siendo el
escenario circulatorio de los grandes procesos comerciales (y
despus, econmico-polticos y militares del mundo antiguo).
La estratificacin intra-comunitaria apareci a medida que la
produccin se orient crecientemente hacia esas arcaicas formas
de exportacin, bien fronteriza, bien fluvial o costera. A la par, se
desarroll no ya slo la especializacin interna del trabajo social en
una formacin, sino la especializacin de las propias mercancas en
el momento en que algunas de ellas -ms manejables, ms transportables y enajenables- revisten un carcter social y privilegiado.
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sociedad tradicional.
El valor de uso no puede considerarse jams, advierte Marx,
como fin directo del capitalista. El capitalista, adems, busca la
ganancia sistemtica, no aquella ganancia circunstancial que le
puede traer la astucia o el azar. Con ello el cncer extiende su
metstasis por el cuerpo social y las funciones sociales se subordinan a este nico imperativo: que el dinero adelantado por los
capitalistas retorne a sus bolsillos acrecentado. Slo de forma
subsidiaria los agentes, capitalistas y obreros, satisfacen sus necesidades y encuentran valores en el mercado, cuando la autosubsistencia no puede expandir ms su radio. Para que haya una
economa capitalista deben existir agentes con capital acumulado
y proletarios que demanden vender su nica mercanca, su fuerza
de trabajo.
En otros lugares hemos comentado que ni lo uno ni lo otro fue
fcil de hallar en el pas. Los potentados con capital acumulado y
de origen nativo eran ms bien dados al gasto suntuario, al atesoramiento y al engrandecimiento patrimonial. Pero no mucho hacia
las empresas industriales. Por eso la revolucin minero-fabril la
llevaron a cabo grupos o invididuos capitalistas europeos, o de
ciertas regiones de Espaa, pero apenas hubo nativos. Respecto al
proletariado, su origen campesino no desvinculado por completo
de sus propiedades y labores rsticos hizo que no fuera el proletariado ms deseable durante las primeras dcadas de transformacin.
A menudo se ha achacado a la psicologa popular del asturiano
su falta de mentalidad capitalista o, como se dice ms vulgarmente, "fenicia". Como si el asturiano hubiese sido en todo tiempo
y en todo lugar una especie de buen salvaje inepto por naturaleza
para los asuntos del dinero, la codicia, el enriquecimiento. Esto es
una solemne estupidez. Tal psicologa colectiva del asturiano no
est refrendada, sino ms bien refutada, por los numerosos ejemplos de comerciantes con xito y empresarios voraces por
acumular capital, si bien muchos de ellos responden al prototipo
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hacia la produccin de los objetos de sus necesidades comunitarias, sino a la produccin de mercancas que en s mismas no son
sino un medio para conseguir el verdadero fin del capitalista, la
produccin de plusvala que se realiza en el mercado. La produccin social del pas no toma como orientacin la satisfaccin de las
necesidades de su gente, sino la produccin de plusvala, que se
convierte en la necesidad absoluta del capitalista y del Estado
convertido en capitalista colonizador de nuestra realidad nacional.
La plusvala aparece como fin supremo de nuestro modo de
produccin, dejando en la cuneta las necesidades sociales reales y
muy diversas de nuestra sociedad, que slo encuentran su satisfaccin de manera indirecta, una vez que el fin absoluto del Capital se
ha satisfecho. Con este modo de produccin, la comunidad se
aliena de s misma, esto es, olvida sus fines inmediatos y se separa
de su propia actividad vital: en el caso lmite, desaparece. La comunidad asturiana se ve substituida por una masa de cuerpos
humanos ofrecidos en venta por horas para que as unos poderes,
cada vez ms impersonales, acumulen plusvala. La concentracin
de masas acumuladas cada vez mayores de plusvala es el polo de
atraccin de todas las energas -musculares y cerebrales- de la
sociedad, quedando sta extenuada a la hora de reconocerse a s
misma, a la hora de reconciliarse con su base material, con su existencia misma. Una vez que el papel del Estado como empresario se
fue retirando, incluso bruscamente, de la escena a partir de los
aos 80, otras grandes empresas hispanas o multinacionales
tomarn la batuta, haciendo de nuestro territorio un parque de
materia prima y brazos disponibles. La estrategia siempre ser la
misma: que no emerjan dinamismos econmicos propios, autogenerados que puedan escapar al control de la metrpoli. Ya existen
otras burguesas con su monopolio de capitalismo perifrico para
contrarrestar a la burguesa centralista de la capital. El paternalismo y dirigismo sobre la colonia llamada Asturies tiene mucho
que ver con estas cuestiones estratgicas.
La sociedad, bajo la trbida atmsfera neoliberal hace de todos
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dentro de Asturies. Vinieron de muchas regiones pobres a incorporarse a la clase obrera asturiana. Muchos del Sur, Castilla, Galicia,
Extremadura y Andaluca. El ltimo aluvin realmente importante
fue el de los llamados "coreanos", gentes del Sur que llegaron a
Avils para ser empleados en ENSIDESA o en trabajos relacionados con esta macroempresa en los aos 50. Ya integrados en la
sociedad asturiana, stos y los anteriores emigrados espaoles
supusieron, desde el siglo XIX, un factor clave en la castellanizacin del pas, en la formacin de una clase obrera lo ms heterognea posible para que la patronal -pblica o privada- pudiera
ejercer una explotacin individualizada, uno a uno, segregados los
individuos, vale decir, para implantar una autntica explotacin de
clase en conjunto. Pues el individualismo de cada hombre-tomo
que anhela el capitalismo slo admite por encima una reunin en
forma de clase social, y recela de las categoras transversales, como
una comunidad cultural o nacin, que vengan a interrumpir la
explotacin directa de toda la clase proletaria.
La sociedad tradicional asturiana, tanto en el aspecto gremial
como en el del aldeano, era en s misma una red de lealtades y
dependencias personales, antes que relaciones econmicas de
cambio. La red de lealtades y cooperaciones precapitalistas tiene su
mximo nivel de institucionalizacin en los gremios medievales a
los que Marx dedica un inters especial. Estos gremios mantenan
a los trabajadores entre unas cadenas firmes. Lo mismo se podra
decir de los vnculos feudales en el campo. Los emancipados slo
podan venderse a s mismos. O de forma ms correcta: slo
podan vender su fuerza de trabajo. sta era su nica mercanca
pues previamente se les haba desalojado y expropiado de sus
tierras. All donde primero declin la servidumbre y abundaban
campesinos libres fue donde primero los nuevos seores hicieron
presa, quedndose con tierras por medio del robo y la violencia.
Se ha comentado que el Antiguo Rgimen fue evolucionando
lentamente en Asturies, hasta bien entrado el siglo XIX sin los
traumas ingleses de la Acumulacin Originaria y por tanto, sin la
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cional.
Ahora, la ciudad, especialmente el rea central superurbanizada del pas, ya no es precisamente aquella fuente de empleos
para un campesinado deseoso de entrar en la va de la proletarizacin. Es un rea para la concentracin de ocio, de servicios, de
consumo, a una escala y con una diversificacin, que el pueblo o la
aldea ya no pueden dar. La verdadera revolucin social endgena
de nuestro pas, de nuestras "esencias", sera nada ms y nada
menos que regresar a nuestros valles profundos y antiguos, a nuestras aldeas perdidas y soadas, a la casa en ruinas y al hrreo
destejado y desentablado. Con afn devoto, con fanatismo de
colono, con ansia de reconstruccin. Para nosotros es una
vergenza que tras el parntesis de dos siglos de industrialismo
nos hayamos olvidado de quines fuimos, y de dnde venimos. Se
pueden abrir nuevas industrias, esperemos que ms ecolgicas y
menos alienantes. Se pueden abrir las puertas a la innovacin
(cosa a la que la vetusta Universidad de Vetusta no parece muy
inclinada), pero ahora la posibilidad de crear y recibir informacin,
y por ende, educacin, servicios y ocio, es barata, factible tecnolgicamente, y las nuevas tecnologas favorecen la dispersin, la
descentralizacin y la autogestin. Sin embargo, contando como
decimos, con todo eso, la aldea, la casera dispersa, se despuebla y
se arruina, y nos entregamos al gregarismo propio de las civilizaciones ms decadentes.
Ahora es preciso indagar un poco en los caracteres concretos
del industrialismo asturiano, hasta su naufragio de hoy.
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7. Todo el siglo XX estuvo marcado por un fuerte intervencionismo estatal sobre el Pas Astur. Hasta la nacionalizacin de la
hulla, y el megaproyecto de ENSIDESA, en tiempos franquistas,
esta injerencia era de corte arancelario, proteccionista. El capitalismo de estado protega con subsidios a empresas privadas.
Luego, en la dictadura de Franco, la autarqua y cierta poltica
productivista de corte "nacionalista" (nacionalismo espaol)
impuls la creacin de grandes instalaciones nuevas y la nacionalizacin de empresas ya existentes, que habran de guiarse por un
cinturn protector a prueba de quiebras.
Los economistas liberales tienden a sealar que en estos casos
el Mercado, cual Providencia secularizada, deja de cumplir su
funcin objetiva en la asignacin de precios, de indicador exacto de
la competitividad, etc. En efecto, el capitalismo de estado permiti
en Asturies la creacin ilusoria de una pseudopatronal rentista o
funcionarizada, mera excrecencia parasitaria que prolifer al
abrigo de empresas grandes a prueba de quiebras. Junto a ella
prolifer tambin una casta poltico-sindical que empleaba la
estrategia huelgustica no siempre para defender los intereses de la
clase obrera, sino para presionar y defender su propio ensanche
como grupo o fraccin parsita del proletariado, e ir ganando
puestos directivos o cuasi-funcionariales en la gestin y direccin
de las empresas, fenmeno patente a partir de la transicin democrtica.
Nosotros creemos que no es el Mercado el juez infalible de la
productividad y la competitividad, ni la panacea para la regeneracin industrial de nuestro pas. Si la inversin de capital pblico
est orientada al aumento de nivel de vida de la poblacin, a la
provisin de puestos de trabajo, a la satisfaccin de necesidades
del pas, el Mercado debera importarnos un comino cuando la
poltica econmica se planifica desde un marco socialista.
Negamos de plano que una inversin y planificacin econmica
desde el socialismo est, por definicin, ajena a criterios de racionalidad intrnseca, como sostienen los liberales.
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ms mnima posibilidad de unir ese pasado y ese caudal de tradiciones (en nuestro caso prodigiosamente vivas contra viento y
marea a la altura del siglo XXI) con un futuro visible, reconocible.
Es la manipulacin centralista -que a nivel econmico se ejerce
sobre nuestro territorio- la que permite hacer comparaciones salvando las distancias- entre lo que nos pasa y el signo de miles de
poblaciones indgenas. Qu mal econmico general les sucede
hoy a las poblaciones indgenas? La aculturacin en un proceso
galopante de globalizacin, vale decir, colonizacin. El capitalismo
sin fronteras, al atravesar sin miramientos todas las barreras, al
hacer saltar por los aires la Tradicin de esos indgenas, los
pervierte en definitiva, los arranca de su paraso no ya para proletarizarlos sino para convertirlos en pura marginalidad lumpen en
las afueras del gran Mercado global que llamamos Mundo.
Por fortuna el indgena astur no sufre el hambre, la malaria, la
esclavitud y tantos males palpables y concretos de otros continentes. En el caso nuestro, sin embargo, la Asturies oficialmente
encuadrada como regin europea, es, a fecha de este escrito, uno
de los pases ms indefensos en el proceso de globalizacin-aculturacin al que estn sometidas las pequeas naciones sin estado. La
administracin central post-franquista ha creado un simulacro de
autonoma de mala calidad, en perfecta continuidad histrica con
las prolongaciones perifricas de un Estado emanado de la etapa
dictatorial (diputaciones), y ha proseguido en una lnea claramente
continuista con una poltica econmica que nunca ha servido para
el autoabastecimiento diversificado de nuestras necesidades.
Colonia industrial fuimos, en dos palabras. Esta es la mala
"especializacin" a la que se nos redujo. Actualmente, vivimos
padeciendo lo que en otro tiempo se nos introdujo, y vivimos
padeciendo lo que ya nunca ms seremos. Colonia industrial.
Se nos introdujo una gran industria y minera, con lo que se
nos hizo una nacin mayoritariamente proletaria. Ahora, herederos de una conciencia mayormente proletaria, adems de
campesina, la colonia no es ayudada por la Metrpoli (Villa y
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cismo y a un estado de aniquilacin de facto. Decisiones burocrticas, y no emanadas de la propia soberana de los asturianos, han
conducido a nuestro nacin a una situacin postrada y vejatoria.
Desde luego, arrebatarnos nuestros propios cauces de produccin,
en el campo y en la industria, coincidi con el ataque generalizado
que en toda lnea emprendi el Capital contra el factor subjetivo,
el Trabajo, a escala europea e internacional en los 80 y 90. Pero en
el caso nuestro, los despachos madrileos, las autoridades espaolas, usaron y abusaron de la coartada economicista para disminuir la posible potencia contestataria de los asturianos, que hasta
aquellas fechas, era grande. Se trataba de realizar concesiones a los
tres nacionalismos "autorizados" constitucionalmente en el Reino
y con el membrete de histricos (Galicia, Euskadi, Catalua). El
reconocimiento limitado del cariz nacional a esas tres comunidades histricas fue tarea prioritaria en la geoestrategia espaola
de los gobiernos socialistas y populares.
Otros sarpullidos, como demostr ser el caso andaluz, no iban
a ser fcilmente consentidos. Y peor an resultara para la estabilidad del Estado centralista la unin de las reivindicaciones estrictamente sindicales (de clase) a las de carcter nacional. Esa unin
de fuerzas, la creacin de una izquierda no espaolista que sobrepasara las meras protestas economicistas, fue vista como un
peligro de primera magnitud. En el caso asturiano, con los datos y
antecedentes sociolgicos, histricos as como con los informes
policiales con que debieron contar los ministros de Felipe
Gonzlez, hubiera sido una autntica bomba de relojera para su
gobierno de Madrid.
As pues fue preciso, como necesidad del Estado, limitar el
aparato de censura e informacin a la problemtica de una estricta
dimensin sindical, laboral. Ya de por s se informaba muy poco en
el resto del Estado sobre el cierre manu militari de nuestras
empresas, grandes y consolidadas en cuanto a afiliacin. Los
disturbios y batallas campales se libraron, con dosis considerables
de represin. Fueron numerosos contingentes de uniformados los
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vitud sin raigambre sindical y sin fuenteovejunas de carcter nacionalista, en las que el trabajador en huelga pudiera verse arropado
por las dems clases sociales, como ocurra en Asturies.
En tal sentido, la divisin internacional del trabajo, la deslocalizacin de las industrias multinacionales, y la bsqueda incesante
de poblaciones obreras del mundo sumisas y dbiles (por las ms
diversas razones) hace que los niveles mximos de explotacin del
obrero estn siempre realizndose a nivel mundial, sin trabas en
muchos casos, por ms que la perspectiva eurocntrica de tantos
"marxistas" les haya convertido a stos fcilmente en reformistas y
en progresistas. Pero lo cierto es que hoy nos encontramos en esta
situacin global de ultraexplotacin. La gran masa de valor invertido en forma c en el mundo desarrollado fue buscando, a lo largo
del siglo XX, nuevas formas de absorcin de trabajo, en mercados
laborales apetecibles, indefensos, sin tradicin sindical. Dbiles
por razones de rpida aculturacin en su devenir desde un modo
indgena de subsistencia hasta su violenta incorporacin al modo
de produccin capitalista. El capital excedentario de las metrpolis
hubo de exportarse. La industrializacin de las antiguas colonias y
de los pases perifricos fue condicin de las altsimas cuotas de
plusvala, ya impensables en la metrpoli. Y su desarrollismo
monstruoso fue posible por una doble combinacin que es la base
del hoy llamado Tercer Mundo:
a) Plusvala fugitiva que anhela volver cuanto antes a su
matriz, a su lugar de procedencia cuando todava no era capital
acrecentado, la metrpoli.
b) Disgregacin de las clases obreras locales, an no pertrechadas con estrategias defensivas viables, debilidad o corrupcin
de los sindicatos locales, ausencia de burguesas nativas significativas que, al recibir su parte de plusvala, puedan reinvertirla localmente y as contribuir a un desarrollo capitalista endgeno de la
formacin social perifrica.
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3. Todos los horrores de la ultra-explotacin y del nuevo esclavismo bajo el rgimen del Capital se repiten al comenzar el siglo
XXI, agravados en cantidad, puesto que afectan a muchos millones
ms de personas en todo el mundo, y en diversidad de formas. A
la movilizacin forzosa y compraventa de nios, por ejemplo, se
unen su prostitucin universalizada, y el trfico transcontinental,
legal e ilegal, de los mismos. El trfico de rganos, por ejemplo, se
ceba especialmente en ellos. El comercio de seres humanos localiza
con celeridad las canteras de mujeres jvenes en apuros. Las
mafias encargadas del trfico de emigrantes imitan a los estados,
cuyo aparato, mafia de todas las mafias, es modlico en percepcin
de ingresos por dicho comercio, establecimiento de cuotas, organizacin de contingentes, control de los precios de la fuerza de
trabajo requerida a la carta, no slo por oficios y cualificaciones,
sino tambin por colores de piel y acentos en el habla.
En ese contexto internacional, en el cual el Reino de Espaa
parece estar movindose a las mil maravillas, hay zonas del Estado
que parecen ser incompatibles por tradicin y estructura. Las relaciones de produccin de Asturies y, en general, buena parte del
occidente del Estado, donde estamos ubicados como zona deprimida de Europa, no encajan en absoluto con la nueva fase de
explotacin del hombre por el hombre. Las relaciones productivas
asturianas aun estn restaando heridas y cicatrices de las reconversiones violentas. Su crisis de identidad se ha agudizado de
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monarca ingls, cuyos dominios slo estaban separados de nosotros por un mar, no menos que Canarias, las Indias, o el reino de
Npoles. Tiempo despus estaran separados por muchas leguas
marinas con respecto de la Corte castellana.
Hubiera sido ingls, francs o castellano nuestro rey, el
contexto feudal de los siglos XIV y XV no permite adjudicar, slo
por esto, una "nacionalidad" inglesa, francesa o castellana a los
asturianos de la poca. Ello supondra un grave desconocimiento
del contexto epocal. Es cierto que una administracin regia
fornea impone ciertos usos y costumbres en la Corte y en las
lites nativas. Ello mismo aconteci a los castellanos con la llegada
-va Asturies, precisamente- de Carlos I. La lgica de las dinastas
regias de Europa separaba ntidamente la nacionalidad de la
persona real y la nacionalidad de sus sbditos y vasallos. Por ms
recelos que, en ocasiones, despertase el origen forneo del rey (en
Castilla, est el ejemplo de los comuneros), sus derechos solan
prevalecer por encima de todo tipo de consideraciones lingsticas,
tnicas o consuetudinarias. Es decir, por encima de lo que hoy
llamaramos, aspectos nacionales. El pueblo que acoga a un rey
extranjero no tena que sentirse necesariamente sometido o en
decadencia por ello. Los recelos nativos a veces eran resultado de
una manipulacin del pueblo parte de los nobles partidarios de
otro candidato dinstico. Esto se sigue viendo en el ejemplo de la
llegada a los reinos peninsulares del extranjero Carlos I y su Corte.
Castilla estaba en la cima de su esplendor, y Aragn (que
comprenda casi federativamente a los Pases Catalanes) constitua
una potencia mediterrnea fundamental, inserta ya en gran parte
en el capitalismo comercial moderno. Un rey de tradicin y estirpe
medieval, como era Carlos I, por ms pretensiones imperiales que
albergase, incluyendo una determinada centralizacin del poder
en su persona, no tena otra opcin que respetar los fueros y tradiciones de los reinos que heredaba. No le era dado cambiarlos a
capricho. Sus derechos -restringidos- sobre los distintos territorios
eran, en realidad, consecuencia de un pacto, porque gozara de
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paisanos que la habitan y la trabajan. Cuando penetra en un territorio hace caso omiso de las relaciones sociales seculares que en l
pudieran darse.
El paisaje asturiano est construido por medio de unas relaciones entre hombres, unas relaciones histricas. Sobre una base
geofsica, orogrfica o climtica, esto es, sobre una base estrictamente natural e inmodificable, los hombres, desde tiempos prehistricos, han ido configurando ese paisaje siempre con la intencin
-consciente o no- de hacerlo suyo. Las pautas de habitacin y aprovechamiento de los recursos en nuestro pas fueron siempre, hasta
la llegada del capitalismo industrial, pautas no agresivas para con
la naturaleza, sino al contrario, simbiticas, y muy eficientes en
cuanto al aprovechamiento de energa. Constituye una autntica
paradjica que la evaluacin negativa que la casera como institucin ha recibido desde el punto de vista de los economistas liberales y desde las instituciones desmanteladoras del mundo rural
(Espaa, UE, PAC), se corresponda exactamente con unos rendimientos muy altos de eficiencia energtica desde el punto de vista
ecolgico.
Es cierto que la casera no poda ofrecer los niveles de vida
exigidos a un modo burgus de estar en el mundo, ni los niveles de
rentabilidad exigidos a una empresa capitalista. Pero al mismo
tiempo hay dudas razonables en contra de la lgica de medir una
institucin pre-capitalista o anti-capitalista como la casera de
acuerdo con los estndares de una economa de mercado o un
modo de produccin capitalista. La casera asturiana entr, a
partir de la dcada de 1950, en una dinmica de especializacin
empresarial, convirtindola en granja productora, bien de leche o
bien de carne. Pero tal especializacin "empresarial" de las caseras
ms competitivas iba justamente en contra de la razn de ser de la
institucin, la cual no es otra que la supervivencia. De manera que
para alcanzar un nivel de vida asimilable al de la pequea
burguesa, la casera deba renunciar a la autarqua, desvirtuarse y
hacerse por completo dependiente de las industrias lcteas o
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nacin vena configurado precisamente por la pauta de distribucin de las caseras. Su decandencia comienza con la penetracin
del capitalismo industrial, que obliga a las quintanas a un abandono a favor de la vida urbana, de poblado o barriada. El trabajo
autrquico se sustituye por el trabajo asalariado, y el grueso de
poblacin se concentra en determinados ncleos ciudadanos, bien
de servicios, bien minero-fabriles.
Pero no termina ah la decadencia de la casera. El proceso
acelerado de su decadencia desde la dcada de 1980 pasa por haber
hecho de Asturies un pas desrtico tambin en produccin
minero-industrial, violentamente reducido en su economa a un
mero parque de servicios y turismo. Los intentos de las caseras
ms competititivas por transformarse en pequeas empresas
especializadas en la produccin lechera o crnica dan en fracaso
salvo en el caso de las unidades ms grandes, que ya haban desvirtuado su condicin de unidad productiva autosuficiente: sin haber
abandonado el altsimo grado de autoexplotacin que siempre
afect a los integrantes de una quintana, la orientacin de las caseras hacia una produccin de tipo industrial, la convertira en una
empresa familiar altamente dependiente de otras industrias que
acogotan al pequeo productor agropecuario. Al endeudamiento
bancario y la sumisin a un comprador de perfil monopolstico,
estas caseras especializadas tienen que sumar el haber roto los
circuitos que realimentaban su proceso productivo, y que tradicionalmente se generaban y consuman en un crculo cerrado, dentro
de la propia casera. Estos consumos productivos (de generacinconsumo productivo) eran de muy alta eficiencia ecolgica, pues
no generaban residuos ni toxicidad, redundaban en la salud de
terrenos, animales, vegetales, del agua y atmsfera. La produccin
del estircol en la propia casa, pongamos por caso, frente a los
fertilizantes suministrados por multinacionales, es sintomtico de
este proceso nefasto de industrializacin de la produccin en el
mundo rural. Adems de los fertilizantes, hemos de contar con
otros productos que el campesino convertido en empresario ha de
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buscar en el exterior: piensos, maquinaria, antibiticos, herbicidas, hormonas, productos qumicos y biolgicos de toda ndole,
semillas, semen... Tal empresario ms bien es una especie de
empleado de las grandes industrias agroalimentarias, con la
desventaja de que corre con altos riesgos, al poner de su parte los
medios de produccin y no slo su fuerza de trabajo. Es tambin
un cliente forzado de esas industrias que le suministran factores
de consumo productivo a los que el campesino ya ha renunciado
en el proceso de prdida de su autosufiencia.
En el desarrollo del proceso de produccin se incluye el
consumo, un consumo de tipo especial que es el productivo. En l
se devoran cclicamente materias primas, medios de produccin y
fuerza de trabajo. Todos los elementos que forman parte del
proceso de produccin son extinguibles, y la fuerza de trabajo es
tanto la mercanca, como el elemento vivo de la produccin. Bajo
el primer aspecto, es un valor de cambio. Bajo el aspecto segundo,
es condicin y causa motriz de la produccin. Esa fuerza vivificante dota de movimiento y determinacin formal a los dems
elementos impersonales. Y esa fuerza se gasta si no se produce un
restablecimiento de los medios de vida necesarios y si el metabolismo del ser orgnico del hombre no procesa de un modo correcto.
Las energas humanas de toda una formacin social no se vuelcan
racionalmente hacia las jerarquas de necesidad que una sociedad
consciente ha previsto (lo que es el comunismo). Ms bien, al
captarse como fuerza de trabajo fraccionada en individuosmercanca, comprada por manos privadas, la fuerza de trabajo se
consume segn tasas diversas de explotacin al aplicarse de
manera orientada a fines igualmente privados; todo el universo de
fines del capitalismo, a su vez, como el producir este coche, este
vestido, aquel cosmtico, etc., est subordinado a un nico y soberano fin: la ganancia del capitalista, comprador de fuerza de
trabajo. sa es la ganancia especfica del rgimen capitalista de
produccin, llamada plusvala. Pues bien, en el sector de la industria agroalimentaria y en general, en el mundo rural asturiano, el
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En contra de la visin puramente musestica de la cultura asturiana, que tiende a disociar a esta en rasgos o elementos agrupables temticamente (por un lado rasgos materiales, por otro la
Llingua), la casera era ms bien la fusin viviente de todos ellos. El
nacionalismo debe impugnar de la forma ms contundente posible
el afn de las autoridades y de los escritores autonomistas, regionalistas y asturianistas (trminos que progresivamente se van
revelando como sinnimos o intercambiables) por descuartizar lo
que se da en llamar Cultura asturiana en unidades separadas y, por
ende, factores objeto de mercadeo electoral, legislativo, populista.
Desde el comienzo del autonomismo asturiano, al empezar la
dcada de 1980, la vocacin musestica y temtica de los polticos
socialistas mostr una clara continuidad con los enfoques del
IDEA y del franquismo (lo que conocemos hoy bajo la rbrica de
Coros y Danzas): Museo de la Sidra, Museo de la Madrea, Museo
de la Mina... Sin criticar la oportunidad o necesidad de cada museo
per se, la restriccin del autonomismo a esta poltica meramente
culturalista y conservacionista de una cultura nacional (para ellos
regional) bsicamente muerta, o asesinada por el capitalismo, es lo
que les delata como cmplices de ese asesinato, visto desde el
ngulo del nacionalismo.
Pero otro tanto cabe decir del llamado "asturianismo". Sus
exponentes (los textos de Carlos Rubiera, Snchez Vicente, etc.)
aunque reconocieran retricamente la unidad real de la cultura
asturiana, la desglosan en dos factores: el cultural-material y el
lingstico. Tal divisin es, en el fondo, la que ya iniciaran los
gobiernos regionales socialistas y que, como llevamos dicho, practicara (con menos recursos econmicos, ciertamente) el franquismo. El asturianismo es vctima de una falsa dicotoma entre
cultura material y lengua, tan vctima como sus supuestos adversarios espaolistas en los conceyos o en la Junta General. Como
quiera que museos de esa cultura material ya hay de sobra (peor o
mejor enfocados) el asturianismo pone su acento reivindicativo en
la Llingua. El asturiano es concebido como la lengua de los astu-
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