El Suicidio
El Suicidio
El Suicidio
pecho y las piernas, y el tren se fue acercando Y en vez de pasar por encima de
m sigui por la va que haba a mi lado (Cobain, pg. 32) No es esto un castigo
superyoico? Tener toda la intencin de morir, sufrir en el momento previo para
tomar la decisin y, al final, cuando se cree conseguirlo, por un descuido de no
revisar los detalles, es salvado, reiterando su inutilidad o su falta de eficacia.
Freud tambin habla de otro tipo de suicidio, de los inconscientes o tolerados
inconscientemente, o bien los intentos inconcientes de suicidio, como aquellos en
los que el sujeto no ha expresado su deseo de morir, pero que su comportamiento
lo lleva a sufrir accidentes que debido a sus historias precedentes tal pareciera
que son intencionados para autocastigarse.
Esto se puede ver en una joven adolescente de 19 aos que llega a consulta
por padecer de bulimia y cuya principal queja es el desamor que percibe en su
madre. No slo la bulimia se manifiesta, sino toda serie de conductas de riesgo:
fumar, beber alcohol y manejar en estado de ebriedad, manejar a alta velocidad su
automvil, tener relaciones sexuales a veces sin proteccin, estar en reuniones
donde se juega a tener encuentros bisexuales. Como proteccin ante estas
condiciones, est la presencia de algunas mujeres mucho mayores que ella, de las
que siempre se encaria fuertemente, aunque no le atraigan sexualmente,
mientras que los varones le atraen sexualmente, pero no logra enamorarse de
ellos. En medio de esta confusin y bajo el resguardo de una de sus tas, se
entera que justo ella es su madre, no su ta y que la don a su hermana para
evitar problemas con su esposo, pues fue concebida fuera del matrimonio.
Despus de saber esta verdad, intenta encontrarse con esa madre amorosa (la
ta), pero que ahora sabe, es quien la abandon. No puede con eso y regresa con
su madre legal. Al pasar de los meses, sin haber resuelto del todo la relacin con
su ta-madre que an sigue sin darle un lugar como hija, pues no le ha dicho la
verdad a su esposo- y su madre-ta la acepta de regreso, su frialdad es ahora
comprendida por la adolescente-; sufre un accidente automovilstico al chocar con
un trailer mientras ella conduca para ir a la escuela al mismo tiempo que hablaba
por su telfono celular. Es esto un accidente?, o bien, un suicidio
inconsciente?
Indica Freud tambin una caracterstica de tales accidentes autopunitivos []
destinada, por una parte, a expiar su fechora, pero, por la otra, a evitar un castigo
desconocido, quiz mucho mayor, ante el cual durante meses haba tenido
continua angustia. (Freud, 1901/1998, pg. 181) Es decir, estos castigos, que
podran decirse superyoicos, son al mismo tiempo una defensa para un castigo
mayor. El castigo ms fuerte que se puede padecer es la aniquilacin. Entonces,
el suicidio es un castigo superyoico o no?
Al ver el suicidio de Silvia Plath, quien lo haba intentado ya varias veces, ella
haba expresado en su poesa la tristeza que le embargaba, ese sinsentido que, a
pesar de tener hijos, no le era compensado. Sin embargo, su intencin de morir
no era tan profunda, pues procuraba dejar instrucciones para ser salvada a
tiempo, cosa que no sucediera en el ltimo intento, en el que s fue ms bien un
se seala en las siguientes lneas: que existen dos tipos de castigos, uno
automtico por violaciones a la ley sagrada que tiene que ver directamente con
afectar al ttem y el que se sigue de la violacin a la prohibicin del incesto cuyo
castigo proviene de la sociedad o del grupo (Ortega, 2004, Pg. 4). Freud, en su
texto de Ttem y Tab explica, a travs del mito de la horda primitiva, el
surgimiento de estas leyes y sus consecuencias, adems de la implicacin que le
trae al sujeto, es decir, de la relevancia que tienen estas prohibiciones para la
constitucin del sujeto.
No hay que pasar por alto que en el texto mencionado se dice que los objetos o
personas tab son aquellas que faltaron a la ley y a quienes no se puede tocar,
que se ha prohibido tener contacto fsico con aquel que ya infringi la ley; lo
mismo que sucede con el suicida o, por lo menos, podra verse una semejanza al
desconocimiento que la Iglesia Catlica entre otras- tiene hacia el suicida,
dejndole fuera del lugar al que van los que han sido perdonados de sus pecados,
as como se les negaba la posibilidad de ser enterrados en lugar sagrado. Podra
parecer entonces, el suicida, un tab. Retomando las siguientes palabras: aquel
que se atrevi a daar al padre, queda marcado con el mismo tab de no poder
ser tocado, pues si se rompiera esto, provocara un castigo al que entrara en
contacto con l. Es como un contagio del tab para el que lo ha roto,
convirtindose l mismo en objeto tab, representando un peligro para los dems.
(Ortega 2004, Pg. 9)
De tal manera que, al hablar de la conformacin del sujeto como tal, se han de
asumir dichas prohibiciones, al mismo tiempo en que se dan lugar las instancias
psquicas, teniendo al interior quin se encargue de recordar, de observar que se
cumpla, y de castigar el incumplimiento de la ley: el nombrado Supery.
Qu es entonces el incumplimiento de esta ley? Al cometer incesto, contra
quin se est faltando? Ya se deca anteriormente que es una falta social, pues
est en riesgo la especie humana, pero adems, al interior del sujeto, esa falta
sera contra el Supery.
Luego, no podra calificarse al suicidio como un castigo superyoico, por el
contrario sera una afrenta contra l. Conociendo la naturaleza del Supery, que
est invadido de pura pulsin de muerte y que es sdico, es entonces el principal
interesado en que su objeto (desde Freud es el Yo quien se pone de objeto para el
Supery) no desaparezca o sea aniquilado, pues quedara insatisfecho. El
Supery no aniquila al objeto, sino que desea que permanezca ah para seguir
castigndole. Otra razn por la que el suicidio o el aniquilamiento del objeto no es
un asunto de castigo superyoico o comandado por l. Sadismo que no implica la
aniquilacin, porque no tendra ya un objeto hacia quien dirigirse. Y que, por otra
parte recuerda la compulsin a la repeticin de la pulsin. (Ortega, 2004, Pg. 96)
Lo que podra suceder cuando se comete una afrenta al Supery es el resto de
culpa en cualquiera de sus dimensiones simblica, imaginaria o real- o bien la
creacin de un sntoma y otras formaciones del inconsciente.
2.
Lacan.
La angustia en Lacan conserva ese enlace con el deseo, pero por ende con la
pulsin y con la relacin con el Otro. La angustia no es por la nada, es por la
presencia, una presencia mortfera del Otro, sin ninguna mediacin, por eso se
expresa como la falta de la falta, porque no hay lejana, no hay lugar, pues, al
deseo del sujeto y su carencia. Esa especie de completud que nadifica, pero al
sujeto, que lo aniquila. Es esa mirada de reconocimiento fijada sobre l por un
Otro enigmtico, a la vez desconocido e inexplicablemente familiar (Assoun,
2003, pg. 129), mirada que reconoce al sujeto como objeto del deseo del Otro y
que responde entonces a la pregunta que no debe ser contestada de qu quiere
el Otro de m?, pues entonces se muestra el saber que posee el Otro sobre el
sujeto; ya no hay falta, ni incertidumbre, slo certeza. Como en el caso antes
citado, de la joven adolescente, cuya certeza es que su madre no le dio lugar de
hija para poder seguir con su matrimonio.
La angustia se vivir por dos cosas: que el Otro pierda al sujeto o que no lo
suelte. Es decir, tiene que ver con el deseo, como lo dijera Freud, pero con el
deseo del Otro, con lo que el Otro desea del sujeto. As es pues como nace de la
conciencia de la posibilidad de poder (Assoun, 2003; pg. 117), del poder que
tiene ese Otro sobre el sujeto, sobre el goce, sobre la libertad, sobre el sujeto
convertido en el objeto del deseo del Otro.
Ahora se ver de qu manera es la angustia y ese deseo del Otro lo que
interviene en el suicidio, puesto que Lacan tampoco estuvo exento de hablar del
tema, aunque no lo abord en demasa, quizs para evitar las generalizaciones
contrarias al caso por caso del psicoanlisis. As, en la entrevista que se le hiciera
y se publicara despus como Radiofona y Televisin, en la quinta parte dice: El
suicidio es el nico acto que tiene xito sin fracaso. Si nadie sabe nada de l, es
porque procede del prejuicio de no saber nada. (Lacan, 1970) No expresa otra
cosa que esa completud, ese logro final, ese nico acto que por tanto provoca
angustia, eso nico que es el cierre o la finalidad de aquel instinto de muerte de
Freud y que no queda en la apariencia, como el resto de los actos subjetivos
destinados al fracaso, debido a la falta, debidos a la amenaza de castracin. En el
suicidio es, pues, algo cumplido, esa desaparicin de la barrera ante el goce y, por
tanto, no hay apariencia, sino evidencia, autenticidad. Un acto donde las palabras
ya no tienen lugar:
Van cuatro meses que estoy internada en el Pirovano.
Hace cuatro meses intent morir ingiriendo pastillas.
Hace un mes, quise envenenarme con gas.
Las palabras son ms terribles de lo que me sospechaba. Mi necesidad de
ternura es una larga caravana.
En cuanto al escribir, s que escribo bien y esto es todo. Pero no me sirve para
que me quieran (Pizarnik, 2005, Pg. 502).
Quizs el caso por caso dara mayor luz al respecto, puesto que algunos
suicidios podran pretender ese dejar de luchar, aunque el trmino de la vida
siempre se viva como algo violento.
Tal parecera que en el discurso del Amo un suicidio no podra leerse pues,
aunque hay ah un significante amo que ordena a gozar, no le da lugar al sujeto
para que tenga acceso al goce directamente, sino slo a ese resto que le permite
al ser hablado, no pudindose tampoco apropiarse de un deseo. Por lo menos no
si se habla del acto suicida como acceso al Goce, lo que no es posible desde
ninguno de los discursos.
Desde el deseo podra suceder, en cuanto a que en el del Amo queda totalmente
ajeno a l y es ordenado por el significante, el rasgo unario, cuyo contenido es la
muerte. Es hablado para morir, est marcado su destino, pero no llevado a desear
o esperar algo. Habra, en este caso, un suicidio como devenir, donde no hay un
sujeto deseante (psicosis?), mientras que si se ve la relacin de amo y esclavo el
suicido puede considerarse como la bsqueda de la liberacin con tal de
conservarse, pero que tal libertad slo se consigue a travs de la muerte. Quien
no sirve, se muere. La vida, entonces, sera sostener esa servidumbre, vida (y
por ende amor) es algo que hunde a la autoconciencia en la servidumbre. La
libertad se alcanza negando la vida (Tras, 1981, Pg. 103).
Esto parece discurso Schopenhaueriano o propio de Hume, o ms cercano a
Amry, quien dijera que la libertad plena sera poder elegir entre vivir o no y que
no fuera el vivir un deber.
3. El Suicidio como transgresin.
El acto masturbatorio final es el suicidio. Momento en que el cuerpo recobra de
nuevo la importancia para el Yo, pues es la va para terminar consigo mismo. O tal
vez se pueda hablar de autoerotismo, de narcisismo; como sea, es el Yo y el
cuerpo en una relacin ertica: La masturbacin finaliza sin orgasmo (Amry,
1999, Pg. 75).
Es el suicidio, ese encuentro con el cuerpo que en el transcurrir de la vida ha
sido lo extimo, aquello que pertenece, pero que al mismo tiempo no, y que se ha
construido por el Otro. Ese cuerpo que en inicio es la relacin con la madre y que
al llegar el significante los separa: Un padre es el olvido del cuerpo (Perea,
2001, Pg. 95). El padre como funcin viene a separar al sujeto de su madre, es
una separacin de cuerpos; si el padre recordara al cuerpo lo que se activa es la
angustia, y entonces ha dejado su funcin, mientras que por el lado contrario
[]La madre es, de por s, olvido del nombre (Perea, 2001, Pg. 95) y una
huella del cuerpo, puesto que su origen no es otro que el incesto; por eso todo
sujeto habr de pasar por un duelo, un duelo por esa prdida de la madre,
mientras que su insistencia sexual es el olvido del olvido del cuerpo (Perea,
2001, Pg. 96), una especie de retorno forzosamente insatisfecho para que
discurra el deseo y no se franquee la ley de prohibicin del incesto.
De ah que el suicidio sea contra el cuerpo, por dejarse vencer por la madre, por
olvidar lo que es un padre, por no olvidar lo que es una madre; por olvidar la Ley y
no olvidar el deseo. El suicidio es contra el cuerpo, porque no se le puede olvidar
ni buscar en el otro mediante un encuentro sexual.
La resistencia a la castracin, a la Ley, a la prohibicin, o como dice Perea la
resistencia al trauma o a la experiencia misma de la palabra, que supone ese
duelo por la cosa, hace que lo que retorna, no como formacin del inconsciente, lo
haga directamente en el cuerpo, sin palabra, sin experiencia, de manera
inmediata.
Hans Mayer, mejor conocido como Jean Amry, cuando escribe su texto sobre
el suicidio, discute sobre la idea freudiana de la pulsin empujando al sujeto a la
muerte, suponiendo l que toda pulsin lleva hacia algo, hacia el ser, no al vaco,
pero afirma que tal vez el problema, o la negacin est en ese ser hacia el que
empuja la pulsin. Por eso cambia la palabra pulsin por la de inclinacin,
porque esa conduce hacia abajo, hacia la tierra, hacia la falta de lugar de la nada
ms nula (Amry, 1999, pg. 83); no es pues un retorno a un estado anterior para
este autor, puesto que la pulsin de vida s le parece que tiene mayor fuerza que
cualquier otra.
Independientemente de su idea sobre las pulsiones, esto, para precisar, lleva a
pensar que la sola pulsin de muerte, con toda su fuerza, an y cuando las dems
pulsiones estn ordenadas a cumplir el mismo objetivo que la de muerte, no puede
ser la causa del suicidio, en tanto que no todos lo eligen. Siendo la pulsin de
muerte tan esencial al sujeto, no se puede hablar de una cantidad o de que algn
sujeto tiene ms pulsin de muerte que otro. S del Supery ms severo o no,
sabiendo que el Supery es la instancia impregnada de dicha pulsin.
Se puede sucumbir ante el Supery y autocastigarse y maltratarse como en la
melancola ms profunda, pero eso no garantiza la muerte. Probablemente slo
en los intentos, esos que fallan, pues no hay que olvidar que el Supery es sdico,
angustiante y cruel pero no mortfero. La angustia es la seal que previene.
Por supuesto que entre ms cerca se est de cumplir con esta encomienda del
suicidio, ms angustia se presentar, en tanto que supone esos avisos o seales
de que se quiere transgredir la ley, de que se quiere traspasar el lugar del notodo al todo.
Es entonces Lacan quien ofrece otra explicacin a partir de su nocin de deseo.
Del deseo del Otro, porque no se puede hablar de que el deseo sea de alguien
ms. Y si el deseo del Otro es del falo, est enmarcado por la muerte. As
posiblemente esta identificacin del propio deseo del sujeto con el deseo del Otro
lo lleva al suicidio.
Este acoplamiento con el deseo del Otro, acoplamiento que recuerda a la relacin
prohibida, incestuosa cuyo castigo es la muerte, no slo est amenazada por la
BIBLIOGRAFA
lvarez, A. (1999) El dios salvaje. Un estudio del suicidio. Colombia: Norma.
Amry, J. (1999) Levantar la mano sobre uno mismo. Discurso sobre la muerte
voluntaria. Espaa: Pre-textos.
Assoun, P-L. (2003) Lecciones psicoanalticas sobre la angustia. Argentina:
Nueva
Visin.
Cobain, K. (2006) Diarios. Espaa: Reservoir Boks.
De La Botie, E. (1980) La servidumbre voluntaria. Espaa: Tusquets Editores.
De Victoria, F. (1994) Adolescencia del verbo adolecer. Mxico: Contraste Grfico.
Freud, S. (1901/1998) Psicopatologa de la vida cotidiana. Obras Completas. (5.
Reimpresin) Vol. VI. Argentina: Amorrortu editores.
Freud, S. (1910/1998) Escritos Breves. Contribuciones para un debate sobre el
suicidio. Obras Completas. (5. Reimpresin) Vol. XI. Argentina: Amorrortu
editores.
Freud, S. (1917/1998) Duelo y melancola. Obras Completas. (5 Reimpresin)
Vol. XIV. Argentina: Amorrortu editores.
Gerber, D. (2007) Discurso y verdad. Psicoanlisis, saber, creacin. El Horla:
Angustia, locura, suicidio. Mxico: Escuela Libre de Psicologa.
Kawabata, Y. y Mishima Y. (2005) Correspondencia (1945-1970). Argentina:
Emec.
Lacan, J. (1963) Seminario 10. La Angustia. Clase 25. CD-ROM. Infobase.
Lacan, J. (1970) Radiofona y Televisin. CD-ROM. Infobase.
Les premiers psychanalystes. Minutes de la Societ psychanalystique de Vienne.
Tomo II. Sance du 20 avril 1910 (1978). Pars: Gallimard.
Lobo, F. (2007) Relato del suicida. Mxico: Almada.
Morales, H., y Gerber D. (comp.) (1998). Las suplencias del nombre del padre.
Mxico: Siglo Veintiuno Editores.