Inst, Fernando El Católico, "Archivo de Filología Aragonesa",Zaragoza, 2013, Vol. 63
Inst, Fernando El Católico, "Archivo de Filología Aragonesa",Zaragoza, 2013, Vol. 63
Inst, Fernando El Católico, "Archivo de Filología Aragonesa",Zaragoza, 2013, Vol. 63
de
Filologa Aragonesa
Z A R A G O Z A 2013 | volumen 69 | issn 0210-5624
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2013
FICHA CATALOGRFICA
ARCHIVO de Filologa Aragonesa / Institucin Fernando el
Catlico .- V. 1 (1945)- .- Zaragoza: Institucin Fernando
el Catlico, 1945- .- 24 cm.
ISSN 0210-5624
I. Institucin Fernando el Catlico, ed.
80 (460.22)
ISSN: 0210-5624
IMPRESO EN ESPAA-UNIN EUROPEA
Cometa, S. A. Ctra. Castelln, km 3,400 Zaragoza
Depsito Legal: Z 480-1958
institucin
ARCHIVO
de
Filologa Aragonesa
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ZARAGOZA
2013
Sumario
Presentacin.........................................................................................
DEDICATORIA
Aurora Egido: Entre Zaragoza y Buenos Aires: cartas de Jos Manuel
Blecua y Guillermo de la Torre.......................................................
Jos-Carlos Mainer: Aprendiendo de Jos Manuel Blecua................
Mara Antonia Martn Zorraquino: Jos Manuel Blecua, amigo y
maestro: triple evocacin................................................................
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Estudios
LA IMAGEN DE ARAGN EN ALGUNOS TEXTOS
CONTEMPORNEOS
Mara-Dolores Albiac Blanco: A pie, a caballo, en coche. Aragn
visto desde la Ilustracin................................................................. 33
Ignacio Peir Martn: Paisaje con figuras de la tierra aragonesa:
hombres clebres, varones ilustres y hroes de un antiguo pas...... 69
Jess Rubio Jimnez: Eduardo Valdivia y el paisaje aragons........... 95
Jos Luis Calvo Carilla: Visiones literarias de Los Monegros (imgenes contemporneas de un mito literario).................................... 117
Fernando Sanz Ferreruela: De paisajes y baturros. La imagen de
Aragn y los aragoneses en el audiovisual espaol......................... 141
OTROS ARTCULOS
Antonio Snchez Portero: El poeta latino de Calatayud Antonio
Sern y la Leyenda de los Amantes de Teruel................................. 171
Mara Coduras Bruna: Influjo de la antroponimia artrica. La presencia del nombre Tristn en un fogaje aragons de 1495.............. 197
Marcelino Corts Valenciano: El sistema de apodos de Ejea de los
Caballeros....................................................................................... 215
Notas bibliogrficas
Mara Jos Ayerbe Betrn: Ecos aragoneses en la literatura medieval
espaola.......................................................................................... 255
Adrin Izquierdo: La stira en Bartolom Leonardo de Argensola... 269
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sumario
Reseas
Aurora Egido y Jos Enrique Laplana (eds.): Saberes humansticos y
formas de vida. Usos y abusos. Actas del Coloquio Hispano-alemn
(Paloma Pueyo Sahn).....................................................................
Concepcin Martnez Pasamar y Cristina Tabernero Sala: Hablar
en Navarra. Las lenguas de un reino (1212-1512) (Mateo Montes
Fano)...............................................................................................
ngela Madrid Medina: El Maestre Juan Fernndez de Heredia y
el Cartulario Magno de la Castellana de Amposta (tomo II, vol. 1)
(Francisco Sangorrn Guallar).........................................................
Javier Giralt Latorre: La llengua catalana en documentaci notarial
del segle XVI d'Albelda (Osca) (Rosa Castaer Martn)..................
Touria Boumehdi Tomasi: Una miscelnea aljamiada narrativa y doctrinal. Edicin y estudio del manuscrito Junta 57 del CSIC (Beatriz
Arce Sanjun)..................................................................................
Francisco Foz: Mis memorias. Andanzas de un veterinario rural (18181896). Ed. de Rosa M. Castaer Martn (Elena Albesa).................
Manuel Daz Rozas: Apuntes en lengua chesa. Ed. de Xos Ramn
Garca Soto y Jos Ignacio Lpez Susn (Elena Albesa Pedrola)....
Jos Luis Aliaga Jimnez: Refranes del Aragn que se fue. Fraseologa
popular aragonesa de tradicin oral (Demelsa Ortiz Cruz)............
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Presentacin
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presentacin
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Dedicatoria
Jos Manuel Blecua (1913-2013)
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aurora egido
con papel carbn). Una de ellas lleva, al pie de una nota, la firma del
poeta amigo de Blecua, Ildefonso Manuel Gil.
El conjunto del manuscrito se compone de casi cuatrocientas
entradas, entre cartas y tarjetas postales guardadas por Guillermo de
Torre junto a otros escritos suyos de diversa ndole, incluidas notas y
recortes de prensa. Toda una preciosa muestra de hasta qu punto este
se carte con medio mundo durante su largusima estancia en Buenos
Aires, sirviendo de puente cultural entre Europa y Amrica. Esa amplia
correspondencia, en el caso de la mantenida con espaoles (Blecua,
Enrique Tierno Galvn, Jos Mara Valderde y otros), es adems un buen
ejemplo de cuanto supuso el gnero epistolar, pese a los lmites de la
censura, como ventana abierta durante los aos oscuros de la dictadura.
Cartas de unos y otros que son tambin un modelo de resistencia para
mantener desde dentro, contra viento y marea, la cultura espaola al
nivel tico y esttico que mereca.
Conocido en parte por la crtica, el mencionado manuscrito, cuyo
contenido reflejamos recientemente en Luces Argentinas (nsula, 793-4,
2013), es una curiosa prueba del Blecua catedrtico del Instituto Goya
de Zaragoza, que, aparte de atender a sus alumnos y preparar las clases,
mantena un altsimo nivel como fillogo y como lector incansable
y vido de novedades. Guillermo de Torre fue para l faro y gua
de numerosas lecturas, adems de servirle de noticiero y mensajero
sobre publicaciones que por aquel entonces resultaban inusitadas en el
pramo cultural espaol. Blecua form parte de la abrumadora estela
de destinatarios con los que el abanderado de las vanguardias se carteaba. Bastar recordar los nombres de Jorge Guilln, Ernesto Sbato,
Amrico Castro, Camilo Jos Cela, Alfonso Reyes, Jean Cassou, Mara
Zambrano, Max Aub, Victoria Ocampo, Dal, Buero Vallejo, Bergamn,
Nabokov o Tristan Zsara. Dicha correspondencia ha sido publicada
en parte, como es el caso de la mantenida con Juan Ramn Jimnez,
Gmez de la Serna, Cansinos Assens o Garca Lorca, entre otros, pero
merecera ser conocida y analizada en su totalidad.
En Guillermo de Torre, que public en las Actas del I Congreso
de la Asociacin Internacional de Hispanistas, celebrado en Oxford
(1962), un artculo sobre La difcil universalidad espaola, luego
ttulo de un libro suyo (1965), vemos, al igual que en Blecua y otros
muchos, la obsesin por salir de los predios patrios y asentar a los
autores seeros de la Historia de la Literatura Espaola en el canon
universal. Blecua lo hizo, desde la ladera docente e investigadora, y
Guillermo de Torre, aparte otras muchas labores editoriales y culturales,
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a travs de su visin de las vanguardias, que, como dijo Benjamn Jarns, haba obrado el prodigio de crear un perodo, unos movimientos
literarios que de otro modo no hubieran existido.
A ese universalismo cultural sin fronteras corresponde el contenido
de unas cartas que, como decimos, mereceran atencin ms detenida y
en las que se vislumbra el amor por la literatura y el afn de ambos por
estar al da, sobre todo en el caso de Blecua, que no contaba con las
posibilidades que tena Guillermo de Torre en Buenos Aires entre 1947
y 1965. En ellas aparece desde la noticia sobre un libro o las dificultades que comportaba su envo, hasta la clsica felicitacin navidea,
dibujada con gracia por la pluma del joven Alberto Blecua Perdices en
finsimos y graciosos trazos. Esas cartas de Blecua son adems, como
tantas otras suyas, un precioso ejemplo de letra recta y correcta, en
perfeccin de forma y contenido de fondo. Tambin nos ofrecen un
modelo de superacin de las dificultades y de impulso hacia adelante.
De ellas se desprende tambin su ya mencionada amistad con Ildefonso
Manuel Gil, sus gustos literarios, su entrega a la enseanza y su obsesin
por traspasar los lmites de Zaragoza, que era decir los de Espaa, para
paliar, como tantos otros de su generacin, el inmenso y doloroso hiato
que supusiera en todos los planos, incluido el cultural, la Guerra Civil.
El curioso lector encontrar adems en una de esas cartas mensajeras
el regalo de toda una teora literaria de Jos Manuel Blecua, que tanto
hizo por dar a conocer los autores y las obras de la Literatura Espaola
con la inteligencia y la discrecin que le eran propios.
A la altura de 2013, Blecua nos sigue hablando desde sus grafas
manuscritas e impresas con total frescura y con la claridad de un fray
Luis de Len, al que tanto amaba, y al que edit con el rigor y la pulcritud merecidos: los mismos que empleara hasta en el dorso de una
postal mnima. Toda una leccin de estilo y elegancia sin nfasis, pues,
como dice el verso de Pndaro, traducido por el agustino, cada uno
en uno se seala, aadiendo otros que suenan ahora como un deseo
de futuro para el profesor aragons y para la Filologa:
No busques mayor cosa,
y el cielo, que en lo alto de la escala
te puso, te sustente
all continuamente.
Aurora Egido
Directora de la Ctedra Baltasar Gracin
(Institucin Fernando el Catlico)
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Estudios
La imagen de Aragn en algunos
textos contemporneos
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other false religious traditions. Both History and other contemporary documents
do not usually pay particular attention to these testimonials.
Key words: travel accounts, diaries, correspondence, Aragn, temple of the
Pillar, the Seo, lights, 18th Century, superstition, rationalism, processions, ecclesiastical wealth.
Caminar en coche es ciertamente una cosa muy regalada, pero
no muy a propsito para conocer un pas. Adems de que la celeridad
de las marchas ofrece los objetos a la vista en una sucesin demasiado rpida para poderlos examinar, el horizonte que se descubre es
muy ceido, muy indeterminado, variado de momento en momento,
y nunca bien expuesto a la observacin analtica. Por otra parte, la
conversacin de cuatro personas embanastadas en un forln, y jams
bien unidas en la idea de observar ni en el modo y objetos de la observacin, el ruido fastidioso de las campanillas y el continuo clamoreo
de mayorales y zagales, con su bandolera, su capitana y su tordilla,
son otras tantas distracciones que disipan el nimo y no le permiten
aplicar su atencin a los objetos que se le presentan1.
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4. Estefana lvarez, Antigedades romanas que se recogen y comentan en los Diarios de Jovellanos, Zephyrus, XIII (1962), pp. 107-110.
5. David Ringrose, Los transportes y el estancamiento econmico de Espaa (1750-1850), Madrid,
Tecnos, 1972. Asimismo siguen siendo utilsimas las notas de Jean-Ren Aymes, La route espagnole
sous le regard des Ilustrados: dsolation et esprance, en Les voies des Lumires. Le monde ibrique
au XVIII sicle, en Ibrica (Nouvelle Srie), nm. 19, Paris, Presses de lUniversit de Paris-Sorbonne,
1998, pp. 45-66.
6. Sobre estas cuestiones, referidas a los viajes de Viera con la familia del marqus de Santa Cruz
y los duques del Infantado, se trata en el artculo de Mara-Dolores Albiac Blanco, Correr Cortes. Los
viajes europeos de Viera y Clavijo, en Relato de viaje y literaturas hispnicas, Madrid, Visor, 2004,
pp. 133-172.
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7. Carlos Garca-Romeral Prez, Bio-bibliografa de viajeros por Espaa y Portugal (siglo XVIII),
Madrid, Ollero y Ramos, 2000.
8. El conde de Aranda invirti 14 das del 10 de diciembre de 1783 al 24 del mismo mes en
ir de Pars a Jadraque con el roulier, que era el servicio de diligencias de gran velocidad.
9. Se refiere al hermano del propio Jovellanos.
10. Gaspar Melchor de Jovellanos, ob. cit., pp. 153-154.
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Los epistolarios y notas de viaje que nos han llegado resultan testimonios valiossimos para el fillogo y el historiador porque por ellos
sabemos del verdadero aspecto fsico de personajes importantes, de
cmo eran las formas de comportamiento social reales, tenemos noticia
del urbanismo y arquitectura de las ciudades, nos informamos de cmo
se desarrollaba el da a da cotidiano de la vida urbana o rural, enterndonos, as, de cosas que no consignan ni la historia ni los escritos
contemporneos. Tambin gracias a ellos nos ponemos al da de los cotilleos que corran sobre tal cientfico, cual filsofo, o la correspondiente
madamita. El diario personal y la carta nos dicen ms de los rumores
polticos, las conspiraciones y algunos sucesos histricos13 que muchas
crnicas (frecuentemente sometidas a interesados controles o servidoras
de intereses concretos). Sin ir ms lejos y por poner un ejemplo que me
gusta citar, Espaa hubiera vivido ignorante de la toma de la Bastilla
si no fuera por las cartas y noticias de los viajeros, ya que la prensa
espaola y las instancias oficiales no dieron cuenta del asunto.
Sin lugar a dudas, si no dispusiramos de estos testimonios personales, hoy ignoraramos muchos aspectos de la fisonoma que tuvieron
nuestras ciudades o aldeas, de las ermitas o monumentos que existieron y fueron abatidos por el tiempo o por la piqueta; sabramos
poco de costumbres y usos sociales y hasta del paisaje geogrfico,
que ha llegado a nosotros frecuentemente modificado por la accin
de los elementos y por la del hombre. Una de las razones por las que
disponemos de estos testimonios impagables por ms que haya que
manejarlos con el debido cuidado es porque la gente ha viajado y
ha escrito sus impresiones.
Miradas sobre Aragn
En todos los gneros de la literatura ilustrada encontramos opiniones
sobre Aragn y sus gentes. Estn en el teatro, en la literatura ensaystica,
13. Por la narracin del viaje de Jos de Viera y Clavijo, presente en el acto, sabemos del encuentro
de Voltaire con Franklin el 29 de abril de 1778, en la Academia de las Ciencias de Pars; nos enteramos
de cmo vestan, de su aspecto, y hasta de que Voltaire se haba quedado dormido desde el principio
de la sesin y de que el Secretario Condorcet tena la voz ms atiplada que el Presidente. Vid. Jos
de Viera y Clavijo, Apuntes del Diario e itinerario de mi viage a Francia y Flandes en compaa de
mi alumno el Exmo. Sr. D. Francisco de Silva y Bazn de la Cueva, Marqus del Viso, primognito del
Exmo. Sr. Marqus de Santa Cruz, de su esposa Exma. Sra. Da. Mara Leopolda; de los padres de
esta seora, Exmos. Duques del Infantado, y de toda su familia y comitiva en los aos de 1777 y 1778,
Santa Cruz de Tenerife, Imprenta, Litografa y Librera Islea, 1849, p. 115. En adelante citar Viaje
a Francia y Flandes.
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15. Diario. Ed. de Jos Miguel Caso Gonzlez, Barcelona, Planeta, 1992, p. 113. En adelante
citar Diario.
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Pero este tipo de visiones, decididamente influidas por la mentalidad romntica, me aleja del tiempo de mi estudio, si bien no conviene
olvidar que el romanticismo fue mucho ms temprano en Francia que
en Espaa, donde no se puede considerar asentado de forma fehaciente
y decidida antes de 1825 o 1830.
Como se deduce de lo ya dicho, las narraciones de viajes tienen
mucho que ver con la finalidad de los mismos, con el mayor o menor
margen de estilo que desee imprimir el autor a sus escritos segn se
trate de diarios, cartas o una narracin continuada y con el gnero
en el que se inscribe el viaje, como dir con el ejemplo de Cadalso.
El viajero particular suele hablar de su viaje con libertad, sin curarse
de mantener equilibrios descriptivos ni de jerarquizar sus visitas y
opiniones a propsito de lugares, gentes y edificios. Para el cientfico
o el poltico que, como Jovellanos en sus periplos por Asturias y la
zona norte, va tomando notas para elaborar ulteriormente estudios e
informes, la norma de recopilacin de datos y de reflexionar sobre
los mismos suele circunscribirse, de manera fundamental aunque no
nica, al objeto del viaje, y est sometida a protocolos especficos.
Caso distinto es el de un escritor como Cadalso que, cuando escribe
su ensaystico dilogo epistolar de las Cartas marruecas en puridad un viaje literario, se puede permitir compatibilizar la voluntad
distanciadora y analtica con la intencionalidad de marcar un sesgo
ideolgico a su escrito. As, por ejemplo, cuando en la carta XXVI revisa
los caracteres de los distintos habitantes de Espaa y las peculiaridades
de las diversas regiones, procura mostrarse ecunime en los elogios y
dedicar un espacio similar a cada una de ellas: si los castellanos son
primeros en fidelidad, los catalanes son los pueblos ms industriosos
de Espaa [...]. Pero sus genios son poco tratables, nicamente dedica16. Le voyage en Espagne. Anthologie des voyageurs franais et francophones du XVI au XIX
sicle. Ed. de Bartolom y Lucile Bennassar, Pars, Robert Lafont, 1998, p. 603. No actualizo la ortografa;
la reproduzco tal y como aparece en la antologa. En adelante citar como Le voyage en Espagne.
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Los relatos de viajeros por Aragn trufan, como todos los dems,
las descripciones de lo que estos ven con su biografa personal y con
lo que les impresiona y les sugiere conocer a los aragoneses, su territorio y las ciudades, pueblos y edificios. Con frecuencia los relatos se
enriquecen con recuerdos histricos o con la fama y las tradiciones que
rodean la vida del lugar visitado. Como las rutas de los viajeros siguen
los trazados de carreteras, es lgico que todos hablen de Zaragoza,
capital bien comunicada y en el punto medio de las rutas que, como
he recordado, van hacia Barcelona y Madrid, hacia el norte cantbrico,
el Somport o levante. Otras villas y ciudades se benefician tambin de
su situacin geogrfica como sucede con Alcaiz, de la que se pondera
17. Ocios de mi juventud o poesas lricas de D. Josef Vzquez, Madrid, Isidoro de Hernndez
Pacheco, 1781, p. 33.
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18. En 1771 Voltaire regal al conde de Aranda, entonces Presidente del Consejo de Castilla, un
reloj con su efigie en esmalte para que el Conde favoreciera su fbrica de relojes y su distribucin por
Espaa. El Conde, en agradecimiento, le envi algunas lozas finas de Alcora, algunos textiles y vinos
de garnacha, de moscatel y malvasa canarios. La calidad de los protagonistas de este ejemplo y las
frecuentes referencias que encontramos a la malvasa, demuestran que debi ser un caldo especialmente
apreciado en el siglo XVIII.
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Con racionalista mentalidad da una explicacin cientfica a la dificultad en ver la imagen. Segn su opinin, el hecho de no verla se deba
a causas perfectamente explicables y demostrables y no a intervencin
ultraterrena alguna. En primer lugar seala la negrura de la imagen y
su pequeo tamao, aade el hecho de que estaba envuelta en grandes
mantos, situada en posicin elevada y rodeada de una multitud tal de
cirios encendidos que deslumbraban porque, al proyectarse la luz sobre
los dorados de la capilla y las piedras preciosas engarzadas en las estrellas del altar, se provocaba una cegadora y fuerte reverberacin. Todo
contribuye, pues, a que falle la vista de los fieles y solo se pueda ver
la imagen adoptando una muy concreta perspectiva para mirarla. Otra
parte importante de su visita al Pilar y del rechazo que le provocan los
ritos devocionales que tenan lugar en el templo es la descripcin que
hace de la antihiginica costumbre de besar la columna, que la mayora
de fieles, dice, lame. l, concretamente, rez sus oraciones et je ne
fus pas curieux de lecher le pilier. Pero su sarcasmo sigue:
Je ne conseille mme aucun voyageur sens de porter la dvotion
jusques-l, de peur quil ne lui en cote quelques dents, ou peut tre la
perte de la manchoire entire par ladquisition de quelque chancre quil
pourrait y gagner []. Il se pourrait que la Sainte Vierge ne permet pas
que ce sacr pilier puisse tre infect par tous ces lechements. Mais si la
frayeur est capable de faire mourir de la peste, je ne crois pas impossible
quon puisse de la mme manire gagner un chancre la langue; car les
gents de petite foi sont assez communs dans le monde24.
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32. Viage a Francia y Flandes, ed. cit., todo en pp. 141-142. El nombre de Caudete es, sin duda,
un error de Viera porque se trata de Caud.
33. Ibd., p. 142.
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36. Ibd., p. 6.
37. Ibd.
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47. Sobre el Canal puede consultarse el estudio de Guillermo Prez Sarrin, El Canal Imperial
de Aragn y la navegacin hasta 1812, Zaragoza, Institucin Fernando el Catlico, 1975. Tambin,
Conde de Sstago, Elogio del Mui Ilustre D. Ramn Pignatelli. Ed. y estudio de Mara-Dolores Albiac
Blanco, Zaragoza, Diputacin General de Aragn, 1988.
48. Ibd.
49. Ibd., p. 422. El comn es el retrete.
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58. A la fundacin, el 10 de agosto de 1218, por Pedro Nolasco en la catedral de Barcelona asisti
el rey Jaime I, quin don sus armas familiares (las barras de Aragn) para el escudo de la Orden, que
siempre estuvo muy unida a la Corona.
59. Diario, ed. cit., p. 427.
60. Ibd., p. 427.
61. Ibd.
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Twentieth Century Spain, the national sentiment based upon the cult of the death
great men was not renewed. In contrast, the politics of heroization according to
the Nineteenth-Century schemes remained until 1936.
Key words: historiography, cultural history, men of letters, writers, historians,
heroes, Eduardo Ibarra, Aragn, Spain, XIXth century, XXth century.
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4. Cit. por Emilio Lled, Los libros y la libertad, Barcelona, RBA, 2013, pp. 36-37. La cita en
Wilhem von Humbolt, Sobre la diversidad del lenguaje humano y su influencia sobre el desarrollo
espiritual de la humanidad. Traduccin y prlogo de Ana Agud, Barcelona-Madrid, Anthropos-Ministerio
de Educacin y Ciencia, 1990, p.24.
5. William Johnston, Post-modernisme et bimillnaire. Le culte des anniversaires dans la culture
contemporaine, Paris, PUF, 1992.
6. Jean-Pierre Albert, Du martyr la star. Les mtamorphoses des hros nationaux, en Pierre
Centlivres, Daniel Fabre y Franois Zonabend (dirs.), La fabrique des hros, Paris, ditions de la Maison
des sciences de lhomme, 1998, p.15.
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10. Aurora Egido seala que Gracin concibe la grandeza del hroe no como puro trasunto blico
e incluso poltico, sino vinculando tambin a ella la grandeza que se puede alcanzar con el ejercicio de
las letras. No en vano ya en el primor XII (f. 46) El Hroe cifra la excelencia heroica no solo en las
hazaas, sino en las plumas que las celebran (cf. Estudio preliminar a Baltasar Gracin, El Hroe,
Zaragoza, Institucin Fernando el Catlico p.LXI). Una contextualizacin de la obra, en Jess Prez
Magalln, Construyendo la modernidad: la cultura espaola en el Tiempo de los Novatores (1675-1725),
Madrid, CSIC, 2002, pp.239-255.
11. Friedrich Meinecke, El historicismo y su gnesis, Madrid, F.C.E., 1983, p. 379. La frase de
Ortega en Mercedes Martn Cinto, Recepcin de Werther en Espaa, en Juan Jess Zaro (ed.), Traductores y traducciones de literatura y ensayo (1835-1919), Granada, Editorial Comares, 2007, p.84.
12. Vase M. Martn Cinto, op.cit., pp. 86-89; y Jess Caseda Teresa, Vida y obra de Jos Mor
de Fuentes, Monzn, CEHIMO, 1994.
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18. Ibdem, pp.144-145. [La traduccin pertenece a la edicin al cuidado de Francisco L. Cardona
Castro de Los Hroes, Barcelona, Bruguera, 1967, pp.224-225].
19. Un recorrido histrico sobre las construcciones heroicas en Daniel Fabre, Latelier des hros,
en P. Centlivres, D. Fabre y F. Zonabend (dirs.), La fabrique des hros, pp.233-318.
20. Vase Emmanuel Fureix, La France des larmes. Deuils politiques l`ge romantique (18141840), Paris, Champ Vallon, 2009 (especialmente pp. 13-21); y Sensibilits et politique. Lexemple
du culte des morts lge romantique, en Anne-Emmanuelle Demartini y Dominique Kalifa (dirs.),
Imaginaire et sensibilits aux XIXe sicle. tudes pour Alain Corbin, Paris, ditions Crphis, 2005,
pp. 137-146. Por su parte, el tratamiento que el tema de la muerte reciba en la prensa de la poca
en Antonio Belmonte, Muertos de papel. La muerte en la historia, la prensa y las esquelas, Albacete,
Antonio Belmonte, 1998.
21. A. M. Banti, El discurso nacional italiano y sus implicaciones polticas (1800-1922),
p. 53.
22. Vese el amplio ensayo de Javier Gom Lanzn, Imitacin y experiencia, Barcelona, Crttica,
2005; y Richard Posner, El pequeo libro del plagio, Madrid, El Hombre del Tres, 2013, pp.54-66.
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23. Las ideas que siguen y los datos biogrficos de los Ibarra en mis trabajos, La circunstancia
universitaria del catedrtico Eduardo Ibarra y Rodrguez, en Ignacio Peir Martn y Guillermo Vicente y Guerrero (coords.), Estudios histricos sobre la Universidad de Zaragoza, Zaragoza, Institucin
Fernando el Catlico, 2010, pp. 141-168; el prlogo a la reedicin del libro de Eduardo Ibarra,
El problema cerealista en Espaa durante el reinado de los Reyes Catlicos (1475-1516), Pamplona,
Urgoiti Editores, 2014 (en prensa); y en el libro que lo contina, Los maestros de la Historia: Eduardo
Ibarra y la profesin de historiador en Espaa (en preparacin).
24. Eduardo Ibarra y Rodrguez, Homenaje, Revista de Aragn (enero 1902), p.1. Ibarra fue el
fundador-director, junto a Julin Ribera y Miguel Asn, de la segunda Revista de Aragn (continuada en
Madrid, a partir de 1906, como Cultura Espaola); vase Jos-Carlos Mainer, Regionalismo, burguesa
y cultura: Revista de Aragn (1900-1905) y Hermes (1917-1922), Zaragoza, Guara Editorial, 1982; y
los artculos de Mara Dolores Albiac, En torno al regeneracionismo: de Revista de Aragn a Cultura
Espaola, en Mara ngeles Naval (coord.), Cultura burguesa y letras provincianas (Estudios sobre
el periodismo en Aragn entre 1834 y 1936), Zaragoza, Mira Editores, 1993, pp. 301-335; y Regeneracionismo y literatura en la revista Cultura Espaola (1906-1909), en Jos Luis Garca Delgado
(dir.), La Espaa de la Restauracin: poltica, economa, legislacin y cultura, Madrid, Siglo XXI,
1985, pp. 489-532.
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25. J.-C. Mainer, Sobre la Revista de Aragn (1878-1880), prlogo a la edicin microfotogrfica de la Revista de Aragn (1878-1880), Teruel, IET, 1991, reproducido en M. . Naval (coord.),
Cultura burguesa y letras provincianas, pp.147-148. La consulta de la revista en red <http://ifc.dpz.es/
publicaciones/ver/id/3108>.
26. La Redaccin, A nuestros lectores, Revista de Aragn, I, 1 (domingo 6 de octubre de
1878), p. 1.
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noviembre de 187827. A fin de cuentas, se trataba de un respetado profesor cuyo libro de lectura haba estudiado en la escuela y a quin,
sin duda, haba conocido en las salas de la Universidad zaragozana 28. Y
un eximio escritor al que, ahora, vea convertido en el icono colectivo
que encarnaba la dimensin localista de cuanto admiraban aquel
grupo de aficionados a las letras de la alta Restauracin que, a primera
hora de la tarde del domingo, asistieron a su funeral en la iglesia de
San Pedro Nolasco29. Mezclado entre la gente, el joven Ibarra debi
de contemplar el espectculo pblico de la muerte: el pequeo atad
cubierto con un birrete de flecos todo negro, una banda de gran cruz
de Carlos III [], y un bastn de mando30, acompaado por la marcha
vacilante del terno y la cruz alzada, la gran corona costeada por los
estudiantes universitarios y la procesin compuesta por lo que de ms
notable, en ciencias y letras, encierra la capital de Aragn31.
En un mundo de mayores donde la juventud no representaba un valor
por s mismo, los catedrticos y dignatarios locales eran discretamente
sealados por los padres de los otros muchachos que participaban en
las exequias del prohombre de la patria aragonesa:
Ese que preside, con rojo, es Mosn Pedro Berroy; ese que no se quita
el birrete amarillo es Don Genaro Casas, el mdico; ya lo conocas; ese
de azul claro y barba gris es Don Pablo Gil y Gil, mi condiscpulo de la
escuela; ese otro de azul oscuro, gran barba negra y cabellera ensortijada
es Don Bruno Solano, un sabio; ese otro de birrete rojo y blanco es Don
Clemente Ibarra; rojo es Derecho, blanco es Teologa; ese otro viejo de
azul claro y barba blanca es Don Jos Puente y Villana, otro sabio, y
27. Una aproximacin biogrfica reciente en Jos Eugenio Borao Mateo, Jernimo Borao y Clemente (1821-1878). Escritor romntico, catedrtico y poltico aragons, Zaragoza, Institucin Fernando
el Catlico, 2014.
28. Con el seudnimo de Tiburcio Clemente, Borao escribi, en colaboracin con Leandro Bescs,
El Tesoro de la Infancia. Mtodo de lectura, Zaragoza, 1856.
29. J.-C. Mainer, Sobre la Revista de Aragn (1878-1880), p.144.
30. Juan Moneva y Puyol (1871-1951), futuro catedrtico de Derecho Cannico de la Facultad de
Zaragoza (ingres en 1903 y se jubil en 1941), tena siete aos cuando, despus de comer y vestido casi
de gala, acompa a su padre al entierro de Borao (Memorias, Zaragoza, Talleres de Artes Grficas de
El Noticiero, 1952, p.50). Ferviente catlico, conservador, maurista y franquista tras la guerra civil,
este prolfico escritor, anticostista declarado y controvertido publicista, fue desde su juventud uno de los
grandes amigos de Eduardo Ibarra, siendo auxiliar de la ctedra durante los ltimos aos de docencia de
su padre. Moneva dedic a los dos Ibarra numerosas referencias en sus Memorias escritas en 1947.
31. Baldomero Mediano y Ruiz, Crnica semanal, Revista de Aragn, I, 9 (domingo 1 de
diciembre de 1878), p. 66. Adems de la noticia del fallecimiento del Rector publicada en la Revista
de Aragn, I (domingo 24 de diciembre de 1878), p. 64, y la breve descripcin del sepelio, en los
siguientes nmeros, junto a la biografa escrita por Cosme Blasco citada ms adelante y la noticia del
retrato que, en breves momentos, hizo del finado, D. Joaqun Pallars, pintor zaragozano, aparecern
otras informaciones como el homenaje que le tribut la sociedad zaragozana la noche del sbado 7 de
diciembre en el Teatro Principal (Crnica semanal, Revista de Aragn, I, 11 (domingo 15 de diciembre
de 1878), p. 83).
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36. Junto a los apuntes biogrficos de alguno de estos autores redactados por Carlos Forcadell
lvarez en Rutas del cementerio de Torrero. Ruta de personas ilustres, Zaragoza, Ayuntamiento de Zaragoza, 2013, vanse, entre otros, el libro de Guillermo Vicente y Guerrero, Las ideas jurdicas de Braulio
Foz y su proyeccin poltica en la construccin del Estado liberal espaol, Zaragoza, Rolde de Estudios
Aragoneses-Prensas Universitarias de Zaragoza, 2008; y las colaboraciones reunidas por Jos-Carlos
Mainer y Jos M. Enguita (eds.), Localismo, costumbrismo y literatura popular en Aragn. V Curso
sobre lengua y literatura en Aragn, Zaragoza, Institucin Fernando el Catlico, 1999.
37. Reseado por Germn Salinas, El Nuevo Acadmico de la Historia, Revista de Aragn, II,
19 (domingo 18 de mayo de 1879), pp. 146-149. El discurso de ingreso de Codera, que vers sobre la
Dominacin arbiga en la Frontera Superior, ms o menos, en la cuenca del Ebro y Galicia meridional
desde el ao 711 al 815, fue contestado por Vicente de la Fuente, Discursos ledos ante la RAH, en la
recepcin pblica del Sr. D. ---, el da 20 de abril de 1879, Madrid, Imp.de los Sres. Rojas, 1879.
38. La personalidad de Codera (Fonz [Huesca], 28-06-1836 Fonz [Huesca], 6-11-1917), en Mara
Jess Viguera, Al-ndalus prioritario. El positivismo de Francisco Codera, prlogo a la reedicin
de Francisco Codera y Zaidn, Decadencia y desaparicin de los almorvides en Espaa, Pamplona,
Urgoiti Editores, 2004, pp. IX-CXXXVII. Una nota sobre la escuela de los arabistas fundada por este
altoaragons de Fonz (Huesca) en mi trabajo, Los aragoneses en el Centro de Estudios Histricos:
historia de una amistad, historia de una escuela, historia de una profesin, en J.-C. Mainer (ed.),
El Centro de Estudios Histricos (1910) y sus vinculaciones aragonesas (con un homenaje a Rafael
Lapesa), Zaragoza, Institucin Fernando el Catlico Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales, 2010, pp. 135-171.
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47. El entrecomillado en Vctor Balaguer, Discurso ledo en la fiesta inaugural de los Juegos
Florales de la ciudad de Zaragoza por el Excmo. Sr. D. ---, y contestacin al mismo por el Sr. D. Mariano
de Pano y Ruata. Presidente del Cuerpo de Mantenedores, Zaragoza, Imp.del Hospicio, 1900, p.5.
48. Carta de Faustino Sancho y Gil a Vctor Balaguer, Zaragoza, 8 mayo, 1896, en Enrique
Miralles, Cartas Vctor Balaguer, Barcelona, Puvill Libros, 1995, p.512.
49. V. Balaguer, Del renacimiento del lemosn, Revista de Aragn, III, 6 (25-8-1880), p. 172,
citado por Jos-Carlos Mainer, Sobre la Revista de Aragn (1878-1880), pp.154 y 158.
50. Mariano de Pano y Ruata, Discurso del Presidente del Cuerpo de Mantenedores Sr. D. --- en
contestacin al anterior, en Vctor Balaguer, Discurso ledo en la fiesta inaugural de los Juegos Florales
de la ciudad de Zaragoza, p. 32. Sobre este personaje que alcanzar el galardn de patriarca de las
letras aragonesas, vase mi estudio introductorio, La Condesa de Bureta o la arbitraria oportunidad de
un Centenario, a la reedicin de Mariano de Pano, La Condesa de Bureta y el Regente Ric, Zaragoza,
Editorial Comuniter, 2006, pp.I-XLVI; y el apunte Mariano de Pano y la historiografa espaola, en
Alberto Sabio Alcutn (coord.), De la Guerra de la Independencia a Joaqun Costa. Monzn en la tinta
del siglo XIX, Huesca, Ayuntamiento de Monzn, 2011, pp.353-366.
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se completaba con los catedrticos de Historia universitarios, los acadmicos y los eruditos, aficionados a las cosas del pasado aragons. Y
en esta relacin, la mirada lectora de Ibarra muy bien pudo identificarse
con la erudicin peregrina del prolfico Cosme Blasco y Val que, junto
a otros escritos, haba publicado en la Revista de Aragn una amplia
Biografa del erudito insigne literato zaragozano. Don Jernimo
Borao56. Antes de escucharlo en las clases de Historia Universal durante
su poca de estudiante universitario, resulta difcil excluir el tipo de
sentimientos que pudo suscitar en Ibarra la personalidad deslumbrante
del popular catedrtico57. Al fin y al cabo, el celebrado escritor era
compaero de su padre Clemente Ibarra y de su to Pablo Gil y Gil
en el viejo casern de la plaza de la Magdalena donde todos lo conocan desde los seis o siete aos cuando pasaba el tiempo jugando
con porteros y bedeles 58. Pero no solo eso. Junto a sus cuadros de
costumbres aragonesas que tanto estaban ayudando a la invencin
del baturrismo59, las historias locales de Teruel, Daroca, Jaca, Huesca
o Zaragoza escritas por el catedrtico de Espaa que ms obras ha
publicado60, eran muy celebradas por la juventud zaragozana.
En este punto, s es cierto que solo tenemos el recuerdo de Eduardo
Ibarra de la primera Revista de Aragn para sustentar la suposicin
de que tena un conocimiento extenso de la cultura histrica local. Lo
que s se podra demostrar, sin embargo, es que como otros chicos de
su generacin, aprendices de exploradores intelectuales que echaban
races por todas partes y lean La Derecha, y las noticias del Diario de
Avisos de Zaragoza (El Diarico) 61, debi de nutrirse con las lecturas
56. Cosme Blasco, Biografa del erudito insigne literato zaragozano. Don Jernimo Borao,
Revista de Aragn, I, 10 (8-12-1878), pp.76-77; 11 (15-12-1878), pp.84-85; 12 (22-12-1878), pp.92-94;
13 (29-12-1878), pp. 100-101; II, 1 (12-1-1879), pp. 3-5; 2 (19-1-1879), pp. 10-12; 3 (26-1-1879),
pp. 18-19; 5 (9-2-1879), pp.34-35; y 6 (16-2-1879), pp.42-44.
57. Sobre Cosme Blasco y Val (Zaragoza, 27-09-1838 Zaragoza, 5-12-1900), vase su voz en
I.Peir y G. Pasamar en el Diccionario Akal de Historiadores Espaoles Contemporneos, pp.130-131;
y la investigacin de Jos Luis Flores Pomar, Cosme Blasco Val. Aproximacin a la biografa de un historiador, Diploma de Estudios Avanzados (DEA), Departamento de Historia Moderna y Contempornea,
defendido el 24 de septiembre de 2012.
58. E. Ibarra, Prlogo a Por qu inici Castilla la colonizacin espaola en Amrica? ltima
leccin expuesta en ctedra por D. --- al ser jubilado, por edad, en 30 de enero de 1936, p.3.
59. Bajo el seudnimo de Crispn Botana, escribi varias series de costumbres aragonesas, incidiendo especialmente en los aspectos ms chuscos de la iconografa regional. Una panormica en Jos Luis
Acn y Jos Luis Melero en Cuentos aragoneses, Palma de Mallorca, Jos J. Olaeta, editor, 19973.
60. Felix Latassa, Blasco y Val (D. Cosme), en Biblioteca antigua y nueva de escritores aragoneses de Latassa. Aumentadas y refundidas en forma de Diccionario bibliogrfico-biogrfico, por
Miguel Gmez Uriel, Zaragoza, Impr. de Calixto Ario, 1884, I, p.220.
61. J. Moneva, Memorias, p. 254. Las fichas descriptivas del peridico posibilista La Derecha.
Diario democrtico (1881-1901), fundado y dirigido por el catedrtico de Medicina, concejal y poltico
seguidor de Castelar, Joaqun Gimeno-Fernndez Vizarra; y el Diario de Avisos de Zaragoza. Noticias,
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de la historia que tena a su alcance, y que esta pas a formar parte del
sedimento de su personalidad. Desde los das de su infancia en adelante,
su fondo sentimental pudo verse impresionado con las estampas del
pasado aragons recogidas en los manuales libritos de vulgarizacin
para las escuelas62. A continuacin, con las representaciones almacenadas en las pginas de la popular Historia de Aragn de Antonio Sas,
compuesta, ilustrada y adicionada por Braulio Foz:
cuyos cinco tomos los de la Historia haba comprado mi padre por
un duro en la librera de viejo de Comas Hermanos; de viejo por su mercanca y de viejos por sus dueos, lo mismo el alto y de bigote cenizoso
que el de mezquina estatura, gesto triste y bigote artificialmente negro.
Catalanes ambos, grat ne sia Deu63.
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Un personaje tpicamente decimonnico, el de catedrtico universitario de provincias, fue lo que quiso representar en la vida y, como tal,
hasta resulta natural que Eduardo Ibarra se sintiera ms ligado a este
to paterno, vecino de la calle Alfonso (viva en el 3. izquierda del
nmero 13), que a cualquier otro de sus profesores de Historia.
Lo que es ms, retrospectivamente resulta claro que el joven Ibarra
hall en l un mentor acadmico y un maestro amigo que, de alguna
manera, actu como trasunto fiel de la imagen del padre. Y justamente
porque, sin llegar a producirse la transferencia de sentimientos anunciada por Freud 74, muchas acciones de uno y muchas opiniones del
otro parecen dictadas por las convicciones del catedrtico y revelan la
influencia ejercida sobre su discpulo. La fuerza de Gil y Gil resida
en la inmediatez de la palabra. A travs de ella y en forma de rotundas
afirmaciones, proyectaba su naturaleza de libro de texto oral sobre el
auditorio atnito de estudiantes que tomaban apuntes de la asignatura
Historia crtica de Espaa.
Aplicado a su tarea de explicar con firmeza la genealoga histrica
del Estado nacional liberal y burgus, Pablo Gil le ense a utilizar la
erudicin provinciana para fundamentar y llenar de contenidos locales las
imgenes de la historia de Espaa75. Dictadas en claves ideolgicas las
lecciones dedicadas por Gil y Gil al antiguo Reino medieval aragons
le debieron de confirmar en la idea tan absolutamente extendida entre
los historiadores y los pblicos de las regiones de que los pasados de
sus localidades eran partes complementarias y nunca representaciones
alternativas y separadas, distintas o antagnicas, de la cultura nacional
espaola76. Y es que, cuantas veces pudo y, en cada una, lo ms que
pudo77, Pablo Gil fue un esforzado defensor de
74. Peter Gay, Freud. Una vida de nuestro tiempo, Barcelona, Ediciones Paids, 1989, p.57.
75. Frente a las opiniones que entienden la presencia o construccin de las identidades locales o
los provincialismos como un fenmeno de signo opuesto al proceso de creacin de la cultura nacional
espaola a lo largo del siglo XIX, Virginia Maza explic cmo, desde la aparicin del libro de Josep
Mara Fradera (Cultura nacional en una societat dividida. Patriotisme i cultura a Catalunya (1838-1868),
Barcelona, Curial, 1992), se estn desarrollando unas lneas de investigacin que, adems de plantear
la necesidad de profundizar en la historicidad de la identidad nacional espaola en el XIX, destacan
los nexos entre liberalismo, identidad regional y nacional, afirmando la importancia de lo local y la
construccin de las regiones en la aceptacin del nuevo marco nacional (El pasado de los territorios.
El recurso a las tradiciones institucionales territoriales en la legitimacin del Estado constitucional. La
obra de Braulio Foz, en Carlos Forcadell et alii (eds.), Usos de la historia y polticas de la memoria,
Zaragoza, Prensas Universitarias de Zaragoza, 2004, pp.228-230, notas 1-8).
76. Vase I. Peir, Los guardianes de la Historia. La historiografa acadmica de la Restauracin,
Zaragoza, Institucin Fernando el Catlico, 2006 (19961), pp.89 y 138-143.
77. J. Moneva, Don Pablo Gil y Gil, p.125.
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Ms adelante, Eduardo Ibarra se dara cuenta de que los sentimientos son una materia sospechosa para el profesional de la historia y que
solo puede emplear algunos detalles, seleccionados con mucho cuidado
y expresamente relacionados con sus categoras de trabajo, dado que
lo que importa es acercarse a la verdad 81. Pero en aquellos momentos
78. Pablo Gil y Gil, Las libertades polticas de Aragn fueron la causa principal de su grandeza
en la edad media. Discurso ledo el 31 de mayo de 1863, por el catedrtico de Historia Universal en
el acto solemne de su recibimiento en la Universidad de Oviedo, Oviedo, Imp.y Lit. de Brid, Regadera
y Comp., 1863, pp.8-9.
79. J. Moneva, Don Pablo Gil y Gil, p.125.
80. P. Gil, Las libertades polticas de Aragn, p.19. La Edad Media como una reivindicacin militante de la burguesa, divulgada por los historiadores franceses de la monarqua de Julio, en
Juan Jos Carreras, Edad Media, instrucciones de uso, en Encarna Nicols y Jos A. Gmez (coords.),
Miradas a la historia. Reflexiones historiogrficas en recuerdo de Miguel Rodrguez Llopis, Murcia,
Universidad de Murcia, 2004, pp.18-19.
81. Como explic Juan Jos Carreras, en un historiador lo grave no es aquello que resulta de
sus sentimientos, de su eleccin poltica personal, sino lo que se le impone como consecuencia de las
categoras con que trabaja (Categoras histricas y polticas: el caso de Weimar, Mientras Tanto, 44
(enero-febrero 1991), pp.99-110).
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Pascale Casanova, La Repblica mundial de las Letras, Barcelona, Editorial Anagrama, 2001, pp.62-66.
Y una nota acerca de los espacios de libertad disciplinar de los historiadores en mi libro, Historiadores
en Espaa. Historia de la Historia y memoria de la profesin, Zaragoza, Prensas Universitarias, 2013,
p. 143, nota 63.
84. Sobre las premisas de la modernidad del grupo de burgueses aragoneses de principios de siglo
y la relacin metonmica que establecen entre el moderno Aragn y la moderna cultura, vase Jos
Luis Calvo Carilla, El modernismo literario en Aragn, Zaragoza, Institucin Fernando el Catlico,
1989, pp. 76-77.
85. Eduardo Ibarra, Los nuevos novelistas aragoneses, Helios, XIV (1904), p. 41.
86. Ibdem, pp.52-53.
87. Ibdem, pp. 53-54. Sobre la relacin entre modernidad y los diferentes tiempos literarios,
vase P. Casanova, La Repblica mundial de las letras, pp. 122-142. La contextualizacin literaria de
los novelistas aragoneses a los que se refiere Ibarra, en Jos-Carlos Mainer, La invencin esttica
de las periferias, pp.30-32; y Jos Luis Calvo Carilla, El modernismo literario en Aragn, y los captulos
centrales de su libro Escritores aragoneses de los siglos XIX y XX, pp.123-237.
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88. Vase I. Peir, Luces de la Historia. Estudios de historiografa aragonesa, pp.15-121. Diferentes aproximaciones a su vida y su obra en las distintas colaboraciones reunidas en el libro editado
por I. Peir, Joaqun Costa. El fabricante de ideas. Memoria de un centenario, Zaragoza, Institucin
Fernando el Catlico, 2012.
89. Los entrecomillados en Juan Carlos Ara Torralba, La minuta de un proyecto vital. Introduccin a J. Costa, Memorias, Zaragoza, Prensas Universitarias de Zaragoza Institucin Fernando
el Catlico, 2011, p.XXX.
90. Vase D. Fabre, Latelier des hros, en P. Centlivres, D. Fabre y F. Zonabend (dirs.), La
fabrique des hros, pp.238-241 y 261-265.
91. Ibdem, p.235. La reputacin en Gracin en A. Egido, Estudio preliminar a Baltasar Gracin, El Hroe, p.LXVIII.
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las polticas de heroizacin mantuvieron los parmetros decimonnicos que encontraban su vivero fundamental en los prohombres de
la poltica, las glorias literarias y, como mucho, en los mrtires de la
religin y la patria centenarios (la Guerra de la Independencia)96. Es
decir, aparentemente, todo segua igual. Y, de ese modo, los lugares de
la memoria ciudadana de la capital aragonesa se siguieron poblando
con las figuras de los literatos, los artistas y los sabios (Mariano de
Cavia, Santiago Ramn y Cajal, Marcos Zapata, Eusebio Blasco o
Goya). Pero, como sabemos, solo era una apariencia. Las cosas de
la iconologa y la sensibilidad poltica estaban cambiando a marchas
forzadas97. En los aos treinta, el paisaje con figuras de la tierra aragonesa comenz a resquebrajarse ante los embates de los hombres sin
cualidades que reclamaban su protagonismo en el nuevo horizonte de
expectativas de la sociedad y la cultura nacional espaola. Luego vino
la guerra de 1936-1939 y la poltica oficial de la memoria franquista
neg el recuerdo de aquellos hombres, eludi el pasado liberal y, sin
alternativa, ech al olvido la democracia.
poltico a los muertos y cmo, con sus peculiaridades, servir de motivo para la estatuaria pblica en
los diferentes Estados nacionales, vase el captulo firmado por Michael Jeismann y Rolf Westheider,
Wofr stirbt der Brger? Nationaler Totenkult und Staatsbrgertum in Deutschland und Frankreich
seit der Franzsischen Revolution, en Reinhart Koselleck y Michael Jeismann (Hrsg.), Der politische
Totenkult. Kriegerdenkmler in der Moderne, Mnchen, Wilhelm Fink Verlag, 1994, pp.23-50; y Reinhart
Koselleck, Modernidad, culto a la muerte y memoria nacional, Madrid, Centro de Estudios Polticos y
Constitucionales, 2011, pp.65-101 y 103-128.
96. Vase I. Peir, La Guerra de la Independencia y sus conmemoraciones (1908, 1958, 2008).
Un estudio sobre las polticas del pasado, Zaragoza, Institucin Fernando el Catlico, 2008.
97. Vase Faustino Oncina, Introduccin, a R. Koselleck, Modernidad, culto a la muerte y
memoria nacional, pp.XXIII-XXVIII.
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Resumen: En este estudio se analizan las obras narrativas del escritor aragons
Eduardo Valdivia (1929-1972) donde el paisaje aragons adquiere una especial
relevancia. Sobre todo las colecciones de cuentos Las cuatro estaciones (1967),
Cuentos de navidad (1968) y la novela Arre, Moiss!
Familiarizado desde nio con este paisaje, Valdivia lo describe prestando
atencin a los seres minsculos que lo pueblan, a los cambios que experimenta
con los cambios estacionales, pero sobre todo como morada difcil para los hombres por su dureza y por la devastacin creada por la guerra. Una visin entre
testimonial y lrica.
Palabras clave: Aragn, paisaje, narrativa aragonesa, Eduardo Valdivia.
Abstract: In this article the narrative work of the aragonese writer Eduardo
Valdivia (1929-1972) is analyzed. Aragonese landscape acquires great relevance
on it, specially in the story collection Las cuatro estaciones (1967), Cuentos de
navidad (1968) and the novel Arre, Moiss!
Being familiar with this scenery since he was a child, Valdivia describes it
focusing on the minuscule livings that inhabit it, and the shifts they experiment
with the change of season. It is however the main theme his vision of the land as
a harsh abode for men due to its stiffness and the devastation inflicted by the war,
a vision in between testimonial and lyric.
Key words: Aragn, landscape, Aragonese Narrative literature, Eduardo
Valdivia.
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en Salamanca realiz sus estudios universitarios en Zaragoza, licencindose en Historia y Geografa en 1953 y posteriormente en Derecho.
Fueron aos decisivos en su formacin como escritor, participando
en la tertulia del caf Nik, sede de la O.P.I. Oficina Potica Internacional, fundada y comandada por Miguel Labordeta. No voy aqu a
referirme a aquel grupo de poetas, narradores y artistas plsticos que
cuenta ya con bibliografa propia, sino a sus escritos narrativos y en
particular al tratamiento del paisaje aragons en ellos. No est de ms
recordar, con todo, que impuls con Julio Antonio Gmez la Editorial
Javalambre, que public el primer lbum-homenaje ofrecido a Miguel
Labordeta tras su fallecimiento en 1969, edit su ltimo libro, Los soliloquios (1969) y el primer intento de sus Obras completas en 19721.
Como tantos otros, Valdivia comenz escribiendo cuentos y pequeos dramas, que dieron a conocer revistas institucionales como El
Pilar y las promovidas en el entorno de Miguel Labordeta (Orejudn,
Samprasarana), antes de ser recogidos en volmenes como El espantapjaros y otros cuentos (1960) y en Ediciones Javalambre, conocida sobre todo por su coleccin de poesa Fuendetodos, una de las
colecciones poticas ms cuidadas de aquellos aos. All aparecieron
los primeros volmenes que interesan para nuestro tema: Las cuatro
estaciones (1967), Cuentos de navidad (1968).
Entretanto trataba de abrirse camino profesionalmente y lo hallamos
como profesor interino en el instituto de Calatayud en 1957, trabajando
como abogado o en academias zaragozanas hasta que en 1960 gan
plaza de profesor adjunto numerario de enseanza media de Geografa e
Historia, siendo destinado a Ceuta. Al ao siguiente, obtuvo la ctedra
de la misma materia en Teruel donde pas algunos aos ocupando tambin diferentes cargos: miembro de la Junta de Informacin y Turismo,
de la Comisin Provincial de Monumentos, de la seccin de Historia
del Instituto de Estudios Turolenses, etc. A finales de aquella dcada,
sin embargo, solicit traslado a Tenerife y poco despus a Soria en
cuyo Instituto Castilla ejerci un breve tiempo ya que falleci en 1972,
cuando acababa de quedar finalista en el premio Alfaguara de novela
de 1971 con Arre, Moiss!, que apareci ya pstuma2.
1. lbum-homenaje a Miguel Labordeta (1969). Separata de la coleccin Fuendetodos. Se editaron 100 ejemplares numerados, que fueron repartidos entre los amigos de Miguel Labordeta. Eduardo
Valdivia public all su monlogo La puerta, perteneciente a Los dramas azules donde aparece titulado
como Los muros blancos.
2. Eduardo Valdivia (1972). Vase ahora, Arre, Moiss! (2003).
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3. De todo ello di cuenta en mi tesis de licenciatura, Estudios sobre Eduardo Valdivia, Universidad
de Zaragoza, 1976. Indita.
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Y aada:
No estoy divorciado de la realidad, pero selecciono a mi gusto.
Tomo de la vida los personajes que quiero y desprecio olmpicamente
los que no me ofrecen inters. Hecha la seleccin, los hago aparecer en
un ambiente que me agrade, por lo que supongo, con razn o sin ella,
que tambin agradar a los lectores. Una vez nacidos, los abandono para
que se muevan a su aire. Que el resultado sea una pirueta burlesca, una
aventura estrambtica, un sueo macabro, un idilio sentimental o cualquier otra cosa es algo que no me preocupa. All ellos! Yo me limito a
seguirlos por donde quieran (Valdivia, sin fecha: 7).
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5. En las solapas de la edicin firmado por Javier Climent, director de Ediciones Javalambre. Es
un seudnimo que oculta al propio Eduardo Valdivia.
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para esperar todo el ao unas nubes que pasarn de largo, sin acordarse
de que los hombres de la estepa tambin necesitan el pan.
El trigal no nacido, negaba su tonalidad verde a las oscuras tierras
de labor y la sucesin de campos era de una monotona desoladora.
En algn rincn, de cuando en cuando surga una florecilla blanca,
nacida por un milagro de la primavera, sin que nadie hubiese podido
decir de dnde tomaba la savia para sus vidas. Solamente en polvo era
fecunda esta llanada, que la recua iba dejando atrs en su camino hacia
la sierra; pasada esta, entraran en las comarcas ricas de la huerta y all,
la capital les esperaba (Valdivia, 1967: 16-17).
Despus:
El sendero que ascenda a la sierra era tortuoso y angosto. Los
animales resoplaban con frecuencia. De trecho en trecho deban descabalgar algunos hombres para extremar las precauciones, pues un mal
paso podra ocasionar una catstrofe.
El aire era ms puro, pero el suelo verdeaba. Aqu, la humedad
mayor del invierno haca brotar tmidamente la hierba, aumentaba el
nmero de florecillas blancas, aparecan otras coloreadas como las alas
de las mariposas que revoloteaban al paso de la recua; margaritas y
campnulas iban siendo abundantes y la ontina amarilla coronaba sus
ramas, mientras verdecan entre sus flores rosadas los botones de los
almendros silvestres.
El camino era empinado y pedregoso. Junto a l se hundan profundos barrancos, excavados por las aguas torrenciales de las tormentas,
en cuyo fondo seco aumentaba la frescura y la vegetacin. A veces,
las laderas estaban cubiertas de pinos; otras, sin rboles, lucan al sol
el rojo de las amapolas que pareca un ro de sangre que se despease
(Valdivia, 1967: 19).
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Pasaban las horas con lentitud y el sol, poco a poco, fue descendiendo. Disminuy el calor. Por dos veces una mariposa blanca revolote
muy cerca de Andrs. Un pjaro pardo, una cardelina, se pos a corta
distancia. Dos pjaros verdes, dos abejarucos, juguetearon entre las paredes de can (Valdivia, 1967: 50).
Tras pasar la noche en el barranco, al despertar vuelve a ir descubriendo los elementos que conforman el austero paisaje:
Las estrellas desaparecieron, sumergidas en el profundo lago del
cielo. La claridad del horizonte fue tomando tonos amarillentos, luego
anaranjados, ms tarde rojizos y finalmente despunt el da.
Al instante un nmero infinito de cigarras rompi a cantar entre la
hierba seca y empez la vida como por encanto.
Y otra vez la cardelina estuvo picoteando el suelo muy cerca y de
nuevo los abejarucos lucieron sus plumas con los primeros rayos del sol
y la mariposa blanca revolote juguetona (Valdivia, 1967: 52).
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Haca das que soplaba el cierzo. La tierra era barrida sin contemplacin por el viento aragons, que azotaba la estepa y mantena un cielo
despejado de nubes, en el que brillaban las estrellas y desde donde la
luna, en menguante, enviaba un suave bao de luz azulada (Valdivia,
1967: 103).
Un tiempo apropiado para trasladar durante la noche el carro cargado de troncos por veredas peligrosas, llevndolo hasta la casa antes del
amanecer. El desarrollo del cuento es este viaje fatdico y las anotaciones
de paisaje son bsicamente variaciones sobre los elementos enunciados
en el prrafo inicial citado. No hay espacio para la descripcin morosa,
sino una sucesin de acciones cada vez ms frenticas y truculentas
con la muerte del padre quemado, quizs tambin de alguno de los
hermanos pequeos y un final pattico con el hijo mayor en mitad de
la noche solo y desamparado.
En Las cuatro estaciones Valdivia hall su manera de describir el paisaje aragons, vivido por sus personajes, incorporado a sus
vidas hasta el punto de ser completamente interdependientes. Esto se
advierte bien en la docena de cuentos que public como Cuentos de
Navidad donde el tema que aqu me ocupa el paisaje aragons
se atena o si se prefiere no se concreta con claridad porque faltan
referencias explcitas a la ubicacin de los cuentos en poblaciones
aragonesas. Ciertamente la frialdad invernal turolense est latente en
esos cuentos: en El mueco de nieve donde un mdico y su familia
pasan las vacaciones en la sierra. Hacen un mueco de nieve, pero
cunde la sospecha de que oculta el cadver de un mendigo cuando
lo rompen, no sale nada, pero los nios quedan llorando viendo su
mueco roto.
O en El ciervo blanco donde Juanito ve al asomarse a su ventana
un ciervo an ms blanco que la nieve que cubre todo el paisaje. Se
repite la visin y se da una batida para cazarlo, que no se produce,
pero se constata que no es blanco, sino un ciervo vulgar y corriente,
con lo que la ilusin de Juanito se quiebra.
O Espejismo en la nieve donde la guardia civil atrapa a un delincuente negro que en nochevieja, estando borracho mat a su mujer. Los
nios lo interpretan de otro modo. Creen que es el rey mago Baltasar,
piden su liberacin, suean con los juguetes que les podr traer La
presencia constante de la nieve crea un clima propicio para la agrupacin familiar y le permite adems ambientar los cuentos con cuidados
cuadros descriptivos. En El ciervo blanco:
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A su vista quedaba el pueblo silencioso, baado por los rayos azulados de la luna, y como fondo, se recortaba un cielo oscurecido, las
montaas puntiagudas que cerraban el horizonte.
El nico rumor que llegaba del arroyo semihelado que bordeaba
el pueblecillo, y una sola luz, la del reloj de la torre de la iglesia, se
proyectaba sobre la nieve almacenada en la plaza que se extenda ante su
puerta; nieve cada por la tarde e inmaculada an de las pisadas sucias
de los hombres; nieve virgen que cuajara al amanecer y con la que los
muchachos jugaran al da siguiente (Valdivia, 1968: 61).
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cura transcribe las voces del campo; esta vez s entiende su significado.
Quienes van a la guerra sern hroes pero a costa de su vida, dejando
viudas y hurfanos (Valdivia, 1972: 85-86). Los grillos, las ranas y las
hojas, humanizados, le transmiten sus emociones.
2. Ms adelante, comenzada ya su rivalidad con el comandante,
el estallido de las voces del campo, le viene como un consuelo:
Algrate de ser incomprendido decan las nubes porque eso
prueba la altura de tu alma. Algrate, algrate de que alguien te castigue sin razn deca un grillo porque eso prueba su mezquindad.
Prueba su envidia y su impotencia grit una lechuza que volaba en
torno a un olivo. Pero la cancin de las nubes se impuso a las dems.
Agradece a Dios que te haga vctima, porque con ello te demuestra su
afecto. Slo los seres vulgares viven en paz y son bien considerados. Pero
los vulgares persiguen al excelso porque son incapaces de comprender
su grandeza. Algrate, mil veces de ser incomprendido porque eso indica
que tu alama es sublime (Valdivia, 1972: 96).
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Bibliografa
lbum-homenaje a Miguel Labordeta, Zaragoza, Ediciones Javalambre. Separata
de la coleccin Fuendetodos, 1969.
Labordeta, Miguel (1969): Los soliloquios, Zaragoza, Ediciones Javalambre.
Labordeta, Miguel (1972): Obras completas. Prlogo de Ricardo Senabre, Zaragoza, Ediciones Javalambre.
Rubio Jimnez, Jess (1976): Estudios sobre Eduardo Valdivia, Universidad de
Zaragoza. Tesis de licenciatura indita.
Valdivia, Eduardo (1960): El espantapjaros y otros cuentos, Zaragoza, Coso
Aragons del Ingenio.
Valdivia, Eduardo (1967): Las cuatro estaciones, Zaragoza, Ediciones Javalambre.
Valdivia, Eduardo (1968): Cuentos de Navidad, Zaragoza, Ediciones Javalambre.
Valdivia, Eduardo (1969): Autocrtica de un escritor de cuentos, en Prosa novelesca actual. Segunda reunin, Santander, Universidad Internacional Marcelino
Menndez Pelayo, pp.231-248.
Valdivia, Eduardo (1972): Arre, Moiss!, Madrid, Alfaguara, 1972.
Valdivia, Eduardo (2003): Arre, Moiss! Edicin, introduccin y notas de Jess
Rubio Jimnez, Zaragoza, Prensas Universitarias, col. Larumbe nm. 22.
Valdivia, Eduardo (sin fecha): Prlogo a Noches de velatorio, coleccin de
cuentos indita. Copia mecanografiada.
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Resumen: La presente exposicin se propone de una parte constatar la existencia de un mito de contornos definidos, el del territorio aragons conocido
como Los Monegros, y delimitar su significacin geogrfica y sociolgica; y de
otra, estudiar las imgenes literarias a l asociadas. La doble significacin de Los
Monegros, como locus amoenus y como locus horribilis, ha generado una sucesin
de recreaciones literarias a lo largo de la historia, las cuales tienen su punto de
mayor intensidad en los siglos XX y XXI, con autores como Baroja, Sender, Arana
y otros muchos de trayectoria ms reciente.
Palabras clave: Los Monegros, Aragn, paisaje, desierto, literatura, mito,
locus amoenus, locus horribilis.
Abstract: The present exhibition proposes on one hand to contrast the existence
of a myth with defined contours: the Aragonese territory known as The Monegros
and to define its sociological and geographical significance; and on the other to
study the literary images that are associated to it. The double significance of the
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1. Un espacio mtico
En Los Monegros se revela un espacio mtico de doble significacin, positiva y negativa: un espacio idlico y paradisiaco, refugio de
los juegos, amores adolescentes y ensoaciones infantiles, y un espacio
desrtico, inhspito y hostil. Tanto estas mismas imgenes idlicas como
su reverso degradado (locus hostil, infernal, horribilis o terribilis) se
dan cita en la creacin literaria contempornea. Pero debe aadirse a
continuacin que esta vertiente del mito, la que descubre su hostilidad
geotpica, ha logrado desplazar en buena parte a la primera hasta apoderarse de ella. Es as como, gracias a una metonimia de resonancias
existenciales, sociolgicas, patriticas e incluso csmicas, la extensin
geogrfica conocida como Los Monegros variada, diferenciada en
sus cultivos y en su hbitat ha pasado a restringir su mbito de
representacin literaria para quedar caracterizada como un espacio
desrtico, pobre y alejado de la civilizacin, como una tierra de nadie o
tierra quemada intransitable 1, si bien haciendo buena la observacin
del autor de La isla del tesoro, segn la cual incluso los paisajes ms
inhspitos que podamos contemplar acaban descubrindole al viajero
su visin ms placentera con sobrados alicientes para visitarla.
El mito de Los Monegros estaba ya consolidado desde los tiempos
de las campaas romanas. Tal mitificacin comienza con las ambiguas
fabulaciones sobre el origen del trmino, por lo que el primer vector
para comprenderla pasa por el conocimiento de la toponimia. En este
sentido, cabe recordar con Vallv Bermejo (1989: 28-30) que la voz
negro se encuentra formando parte de varios pueblos y de accidentes
geogrficos hispanomagrebes. Entre ellos figura el trmino que nos
ocupa, Los Monegros, topnimo que ha venido siendo objeto de diversas
1. Aunque lejos de representar una anomala topogrfica estas mismas visiones idlicas (locus
amoenus) y sus reversos degradados (locus hostil, infernal, horribilis o terribilis) son compartidos por
una parte de la creacin literaria europea del siglo XX (Bermejo, 2012).
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5. Cito por El Cantar de Roldn. Transcripcin de Redoli Morales (2006: LXXVIII, vv. 17731786).
6. Beltrn Martnez (2003) defendi en varios trabajos la unidad sustancial de las tierras monegrinas
independientemente de la diversidad y contradictorias caractersticas consideradas en su conjunto pues,
si bien es cierto que, en ltima instancia, la tierra y las gentes que la han ocupado a travs de milenios
constituyen una unidad geogrfica y humana basada en contradicciones casi irreconciliables que a la
postre resultan complementarias, desde los ms remotos tiempos existe una constante en la historia de
Los Monegros marcada por el agua o por la falta de ella, junto con la lucha por conseguirla y sobrevivir
en una zona estratgica de cruce de caminos y restos arqueolgicos que lo demuestran.
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al terruo. El secano, expresin de la sed de Aragn, resucita peridicamente en ttulos que aluden a necesidades individuales y colectivas,
tanto materiales como metafsicas. Valga como ilustracin ejemplar
de fechas recientes el breve ensayo de Jos Bada Panillo aparecido en
2008 con el expresivo ttulo de La sed (Los Monegros y otra escala de
valores), bandera no muy lejana a la cancin Aragn tambin tiene sed
(1910), del grupo musical pop ndice de Cuba (http://www.myspace.
com/indicedecuba00). Por no hablar de los escenarios saharianos de
La marcha verde (2002), film de Jos Luis Garca Snchez y Rafael
Azcona rodado en una Tardienta en cuyos alrededores no sorprende
encontrar desde hace aos solitarias jaimas y taciturnos camellos recorriendo parsimoniosos los polvorientos secarrales prximos a la sierra
de Alcubierre7. O de los carteles que ao a ao anuncian el multitudinario encuentro technopop Monegros Desert Festival, con infinidad
de tiendas de campaa plantadas en un desierto de pelcula americana
donde no faltan los vacos crneos de vaca enterrados en la arena y el
revoloteo de negros zopilotes en los atardeceres rojizos8.
Desde el sueo costista de un vergel paradisiaco nacido sobre la
infernal aridez monegrina hasta los planes de colonizacin (y de reorganizacin de los regados), pasando por la recin estrenada sed de
autonoma regional o las campaas antitrasvasistas, el mito ha pervivido hasta constituir en nuestros das uno de los ms firmes bastiones
del imaginario colectivo aragons. En este sentido, Ortiz-Oss (1993:
190-205) ha podido insertar la aridez del secano monegrino (alguno
de cuyos pueblos solitarios ha trado a su memoria ecos del oeste
americano) en un adusto sistema patriarcal-consciente de referencias
simblicas (totmicas), junto con los mallos de Riglos, el castillo
de Loarre, el monasterio de Piedra o la piedra fundacional de la Virgen del Pilar, como contrapunto y nostalgia de lo maternal femenino,
infraconsciente y vital, hmedo, envolvente9.
7. Ya Isidro Comas Macarulla, Almogvar, haba experimentado esa misma sed metafsica al
escribir desde Barcelona a sus paisanos: Pedimos libros aragoneses, porque padecemos hambre y sed
de Aragn (El Ebro, 12, 20 de diciembre de 1919).
8. Por no referirme a los jardines y estanques previstos en el fallido macroproyecto artificial de
oasis monegrino conocido como Gran Scala (http://ild-plc.com/es/project.html).
9. Este apartado (Antropologa e identidad cultural) rene el pensamiento en marcha del autor,
ya formulado con anterioridad en diversas publicaciones. En l se ofrecen lcidas pginas sobre la realidad simblica monegrina, cuya belleza debe medirse frente al monte sagrado o frente a la mar-madre
sin fin. Interpreta la nostalgia acutica de la tierra como la verdadera alma en pena de Aragn y llega
a asociar el desierto monegrino con el Mar Muerto bblico, con su exudacin desrtica, su salinidad y
la experiencia mstica de Qumrn al lado (Ortiz-Oss, 1993: 203-204).
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10. Sirva como otro de los ejemplos el siguiente: Ni el rbol ni la piedra / sienten piedad / de
un cielo despiadado. / rbol y piedras / contra el eterno entorno desgarrado, / hacia no saber nunca /
dnde renace el mar, / muere la tierra.
11. O el de Daro Vidal (1971): Antes de llegar a Bujaraloz, una superficie brillante delata a lo
lejos la presencia de agua. El sol se ha ocultado. Silba el viento, ruge, se encrespa, cede, se humilla,
sube con un aullido temeroso, porfa, crece, se tiende sobre la agitada sbana pardigrs. La laguna, desde
lejos, espejea azul y malva, pero cuando llegamos a mojarnos las manos, los pies se hunden en el barro
blanco, viscoso y engaador. La laguna era solo un espejismo.
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3. Costa, el profeta
Tambin, pues, en literatura, nos encontramos con la frecuente
convivencia de un tpico espacial, el locus amoenus y de su reverso
horribilis o terribilis, el cual entrara de lleno dentro de las manifestaciones literarias de los espacios hostiles. Pero, como se ha anticipado
al comienzo, lo llamativo es que, como si se tratara de una mancha que
se extiende ms y ms, ese espacio horribilis ha ido ocupando semnticamente el concepto comarcal de Los Monegros, sin que haya hecho
mella en este desplazamiento semntico ni siquiera la red de canales
que dieron vida al paisaje al convertir el secano en regado.
Esta imagen del desierto irredento qued magnificada a finales del
siglo XIX gracias a la labor poltica y publicista de Joaqun Costa. El
Grande Hombre o superhombre de Graus fue un pensador utpico
inspirado en las doctrinas krausistas y en un socialismo de orientacin fourierista bautizado con la doctrina social de la encclica Rerum
Novarum. En sus proyectos narrativos, Costa fue el ms contumaz
soador de huertos, almunias, arcadias y parasos frtiles por regables
(Snchez Vidal, 1981 y 1984). Su atronadora voz proftica recurri
al rico arsenal mtico-religioso de la Biblia y el Corn para lanzar a
favor del cierzo toda una imaginera sagrada de Los Monegros que,
desde Poltica hidrulica (Costa, 1911) y otros muchos escritos, qued
asociada al hambre y a la pobreza monegrinas, objeto de travesas del
desierto, maldiciones y anuncios de plagas bblicas.
Ms all de un sentimiento generacional prematuramente ecologista
(Tzitsikas, 1977), el autor de Oligarqua y caciquismo se erigi en un
nuevo mesas salvador y se remont a sus pasajes bblicos favoritos
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4. Po Baroja
Po Baroja no ocult nunca su escasa simpata por la figura y por
el pensamiento poltico de Costa, y ni siquiera su efmera aventura
radical en tierras aragonesas le hizo cambiar la mala opinin que tena
hacia quien haba sido uno de sus ms ilustres contemporneos. Buena
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5. Ramn J. Sender
En el polo opuesto, tal vez el ejemplo de idealizacin de Los
Monegros ms conocido se encuentra en la obra de Ramn Sender, en
especial en novelas como Crnica del Alba, Los cinco libros de Ariadna,
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En virtud de este esperanzador prisma, Prats presenta las imgenes de un secano redimido y transfigurado: las llanuras de Tardienta
y Almudvar, e incluso sus cumbres y laderas, se transforman gracias
al espritu de lucha y al instinto de supervivencia de los pequeos
campesinos encuadrados en las colectividades: Su esfuerzo, puesto
al servicio de la libertad en los trgicos das del 36, prepar y sembr
tierras donde jams haba sido lanzada la semilla, donde solo creca
la maleza, las matas de tomillo o de espliego y los cardos vilaneros.
Ahora todo es mies. Y mies bien cuidada. Unas doradas y otras con el
color auriverde de la entrada en sazn para la siega. Hasta encima de
las pequeas mesetas que de pronto se acusan en el horizonte, arrastres
de remotos corrimientos geolgicos desde el Pirineo hasta aqu, con
sus conformaciones de mdanos desrticos de caprichosas formas, se
ha sembrado, si se encontr un palmo de tierra aprovechable.
En el plano de pocos meses, esta nueva gergica de nuestro
tiempo (sic) haba terminado lo que hasta entonces haba sido una
estampa rifea en llanuras erizadas de mieses y en huertas pobladas
de rboles frutales en las vegas de los ros (p.131). En la pluma de
Prats, la nueva visin del paisaje de Los Monegros responde a una
concepcin futurista, hecha de arados mecnicos, ruidosos tractores
en formacin casi militar o deportiva y trilladoras que navegan en
los mares de mieses dejando una estela de gavillas bajo la metralla
de los aviones enemigos:
Centenares de segadoras modernsimas cierran los puntos de referencia del paisaje, del campo, en todas las direcciones de los puntos
cardinales. Las trilladoras modernas, tambin cantan junto a las viejas
eras intiles la cancin de sus motores a toda marcha. Unas mquinas
segadoras van arrastradas por caballeras, otras por tractores poderosos,
los mismos que mediante otros dispositivos con los garfios frreos de
sus rejas remueven la entraa fecunda de la tierra, en sus ms hondas y
recnditas zonas de energa inexplorada.
Ah est, en tierras aragonesas, la nueva y modernsima gergica de
nuestros tiempos. En sus centenares de mquinas que zumban sobre los
predios, sobre los rastrojos de los predios su cntico de victoria (Prats
y Beltrn, 2006: 128-131).
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12. Elevacin de la sierra de Alcubierre (812 m), donde existe una ermita dedicada a este
santo.
13. Tres fueron las zonas en las que se construyeron nuevos pueblos por parte del Instituto Nacional
de Colonizacin, reconocible en la novela bajo las siglas SANUR (Servicio Agrario de Nuevos Regados):
Bajo Aragn, Bardenas, Alto Aragn (Monegros), estos ltimos construidos en su mayor parte en Los
Monegros oscenses: Valsalada, Artasona del Llano, San Jorge y El Temple, mientras Ontinar de Salz y
el derruido Puilatos se levantaron dentro de los lmites del trmino municipal de Zuera (Zaragoza).
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8. L
as nuevas miradas sobre Los Monegros: de la novela de
carretera al viajero alcarreo
Carreteras secundarias (1996), de Ignacio Martnez de Pisn ofrece
a los lectores una amena odisea ambientada en la Espaa de 1974, en
la que unos nuevos hroes quijotescos de un Quijote pasado por On
the Road, de Kerouak viven una serie de aventuras picarescas. Los
dos protagonistas, el adolescente Felipe, aprendiz de pcaro, y su
padre, pcaro redomado, viajan de urbanizacin en urbanizacin en un
viejo Citren Tiburn y se instalan en apartamentos playeros desiertos
14. Uno de estos relatos de Arcal se recoge tambin en la Antologa de narradores aragoneses
contemporneos de Ana Mara Navales (Zaragoza, Heraldo de Aragn, 1980).
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Del mismo modo que los marinos hacen a la mar mujer, los monegrinos se reconocen porque castran a Los Monegros. Los monegrinos
suprimen el artculo orientador y prudente: para ellos Los Monegros son
sencillamente Monegros.
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9. F
inal: Los Monegros como espacio accidental y con
frecuencia invisible
Podra decirse que, con el nuevo siglo, Los Monegros han comenzado
a perder el simbolismo trascendente que le haban venido confiriendo
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15. Una sobresignificacin simblica que s se llega a percibir en la pelcula de escenarios aragoneses Jamn, jamn, de Bigas Luna (Angulo Barturen, 2007).
16. Cf. Castn et al. (2006), que incluye los siguientes trabajos: La baba y el carmn, de Carlos
Castn; El espejo de Sariena, de Francisco Javier Prez; Das de agosto, de ngela Labordeta;
Todos los fieles difuntos, de Damin Torrijos; Contrabando demogrfico, de Begoa Plaza; Verano
del 82, de Miguel Carcasota; De lo siniestro y sus alrededores, de Mara Frisa; Capitn Pueyo
Lastanosa, de Amadeo Cobas; Volanderas, de Cristina Grande; El sonido de matar y el sonido de
morir, de scar Sipn.
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Arruga, Javier (2010): En el pas de los cucutes: un viaje a pie por Los Monegros,
Zaragoza, Mira Editores.
Bada Panillo, Jos (2008): La sed (Los Monegros y otra escala de valores), Candasnos, Asociacin de Amas de Casa de Candasnos Corazn de Monegros.
Baroja, Po (1999): Las horas solitarias. Notas de un aprendiz de psiclogo [1918].
Obras Completas XIII. Ensayos, I. Edicin de Jos-Carlos Mainer, Barcelona,
Crculo de Lectores.
Beltrn Martnez, Antonio (2003): Semblanzas de Monegros, Comarca de Los
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Beltrn Martnez, Antonio (2005): Presencia humana en la Antigedad, en Gonzalo
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Beulas (1991): Desertitzaci. Comissariat: Rosa Gil y Rosa Pous, Girona, Caixa
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Zaragoza, Departamento de Presidencia y Relaciones Institucionales [http://
www.aragon.es], pp.273-282.
Castn, Carlos et al. (2006): Los Monegros, Zaragoza, Tropo.
Costa, Joaqun (1911): Poltica hidrulica. Misin social de los riegos en Espaa,
Madrid, Biblioteca Joaqun Costa.
Enguita Utrilla, Jos M. (1994): El aragonesismo lingstico en Ramn J. Sender, en Jos-Carlos Mainer y Jos M. Enguita Utrilla (coords.), III Curso
sobre Lengua y Literatura en Aragn (siglos XVIII-XX), Zaragoza, Institucin
Fernando el Catlico, pp.191-216.
Gavn Gonzlez, Gonzalo, coord. (2005): Comarca de Los Monegros, Zaragoza,
Departamento de Presidencia y Relaciones Institucionales, 2005 (http://www.
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Gil, Ildefonso Manuel (1960): Pueblonuevo, Madrid, Aguilar.
Jimnez Blanco, Jos Ignacio (1986): Introduccin, en Ramn Garrabou, Carlos
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Pedrocchi Renault, Csar (1998): Delimitacin del rea de estudio y anlisis del
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Bibliografa complementaria
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Presses Universitaires Blaise Pascal.
Benito, Manuel (2009): Orwell en las tierras de Aragn, Sariena, Salvador Trallero Editor.
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3. Sobre esta pelcula, puede consultarse, entre otros estudios, Sanz Ferreruela, Fernando
(2005).
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4. Prez, Pablo y Hernndez, Javier (1995), 100 aos en 25 pelculas. Las huellas de Aragn en
el cine, Teruel, Animateruel, pp.59-61.
5. Sirva como dato, la importante trascendencia que los hechos que rodearon este rodaje alcanzaron
en las pginas de Heraldo de Aragn, que public diversas crnicas, noticias e incluso fotografas del
mismo a lo largo del mes de septiembre de 1958.
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6. Una asimilacin del parque del Monasterio de Piedra con las selvas africanas de la que
todava hoy en da queda un testimonio de primera mano y que es una choza de planta circular
supuestamente indgena construida hace casi setenta aos, pero que ha resistido el embate del
tiempo.
7. El papel jugado por el Monasterio de Piedra en el cine fue objeto de un trabajo de investigacin,
realizado en 2012 por Eugenia Prez de Mezqua Zatarain, con el ttulo de El cine en el Monasterio
de Piedra, en el marco del Master de Estudios Avanzados en Historia del Arte de la Universidad de
Zaragoza. Agradezco a su autora la gentileza de permitirme citarlo a pesar de que desafortunadamente
su trabajo todava no ha sido publicado.
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8. Acerca de este panorama, vase sobre todo Amo, Alfonso del (1996), Claver Esteban, Jos
Mara (1997) y Villalba Sebastin, Juan (2009), entre otros muchos.
9. Sobre la instrumentalizacin del patrimonio mudjar, particularmente de Belchite y Teruel en
el cine espaol de la Guerra Civil, vase Lzaro Sebastin, Francisco Javier, Amparo Martnez Herranz
y Fernando Sanz Ferreruela (2010).
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10. Algunas claves sobre este tipo de cine pueden encontrarse en Lzaro Sebastin, Francisco
Javier y Fernando Sanz Ferreruela (en prensa a) y en Lzaro Sebastin, Francisco Javier y Fernando
Sanz Ferreruela (en prensa b).
11. Entre ellos se encuentran Divisin heroica (en el frente de Huesca), o El cerco de Huesca,
producidos por SIE Films en 1937; Huesca, de Jos Antonio Duce para Intercine (1963), o Huesca en
desarrollo, de Jos Joaqun Canals (1974).
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12. Cineasta que fue autor adems, entre otras, de la curiosa cinta de ficcin El diablo est en
Zaragoza (1921), lamentablemente tambin desaparecida.
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Pero, ms all de la mera enumeracin y para concluir este apartado, resulta de gran inters la reciente De tu ventana a la ma, de la
zaragozana Paula Ortiz (2011), una notable pelcula que transcurre,
y que fue rodada, casi ntegramente en Aragn. La accin del film se
sita en tres momentos histricos diferentes y muy relevantes (aos
veinte, aos cuarenta en la temprana posguerra y aos setenta en plena
transicin democrtica) y combina las vivencias de otras tantas mujeres
a las que les une su espritu de lucha y de supervivencia.
En esta pelcula, los paisajes en los que transcurren cada una de las
tres historias juegan un papel extraordinario, y adems estn cargados
de un simbolismo mucho ms rico de lo que suele ser habitual a la hora
de retratar el territorio aragons. En la primera de las tres historias que
acaban entrelazndose Violeta (Leticia Dolera) es una muchacha joven,
casi adolescente, una chica sensible y un tanto melanclica que vive su
fragilidad en su refugio de montaa en Canfranc, en el que su to tiene
un invernadero en el que cuida plantas y mariposas, tan quebradizas
como ella, hasta el punto de que, cuando sale de su jaula de cristal,
se topar con la dureza de la vida. Por su parte, la historia de Ins
(Maribel Verd) transcurre en los campos de trigo en el fecundo verano
de 1940, en la que descubrimos a una mujer embarazada cuya vida se
convertir en un pramo de lucha y soledad, al igual que el paisaje de
las Cinco Villas y las Bardenas en el que se desarrolla la trama (vid.
fotografa 8). Finalmente Luisa (Luisa Gavasa) vive las grises calles
de la ciudad de Zaragoza en el invierno de 1975, justo cuando acaba
de finalizar el gris periodo de la dictadura, y que es marco del drama
de una mujer enferma de cncer, que no ha conocido el amor de un
hombre ms all de su enamoramiento platnico de Alfredo Kraus.
del tnel, de Jaime de Armin (1994), Riglos Tata ma, de Jos Luis Borau (1986), Belchite
Las aventuras del barn Mnchausen, de Terry Gilliam (1988), Calatayud y lugares prximos como
el Pantano de la Tranquera El aire de un crimen, del zaragozano Antonio Isasi-Isasmendi (1987),
Cariena Tierra, de Julio Medem (1996) Cantavieja, Villafranca y La Iglesuela del Cid En brazos
de la mujer madura, de Manuel Lombardero (1996), o la Base Americana y Alfajarn Carreteras
secundarias, de Emilio Martnez Lzaro (1997), entre otras localizaciones.
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19. Algunas conclusiones a este respecto pueden encontrarse en Lzaro Sebastin, Francisco
Javier y Fernando Sanz Ferreruela (2010). Ambos autores recibieron en septiembre de 2011 una ayuda
de investigacin de la Fundacin Goya en Aragn para la realizacin del proyecto La obra y figura de
Francisco de Goya en el mbito cinematogrfico y televisivo, actualmente en proceso de edicin.
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Bibliografa
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el cine documental espaol entre las dcadas de los cuarenta y los ochenta:
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de Zaragoza-Universidad San Jorge, octubre de 2012.
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Otros artculos
Resumen: La popular Leyenda de los Amantes de Teruel est tomando cada vez
mayor popularidad y universalidad gracias a las multitudinarias representaciones
festivas que se celebran en esta capital aragonesa. Segn la tradicin, apoyada en
hechos histricos, la leyenda se remonta a principios del siglo XIII. Fue en 1555
cuando se descubrieron las supuestas momias de los amantes; y a partir de esta
fecha existen referencias y algunos documentos y protocolos sobre la misma, pero
no se puede descartar que hayan podido ser manipulados en algn momento. Antes
de la fecha citada, el poeta latino de Calatayud Antonio Sern escribi una Silva
de 478 versos que narra la historia de los Amantes. Esta silva, como los legajos
del poeta, ha estado depositada en los archivos de la Biblioteca Nacional y vio la
luz en las Obras completas de Antonio Sern, publicadas en 1982.
Incomprensiblemente, los investigadores y estudiosos de este tema, salvo
alguna ligera cita, se han olvidado de este capital testimonio, quizs el documento
impreso ms antiguo que existe sobre la leyenda. En este artculo se transcriben
versos y casi estrofas de la Silva, su estudio y una amplia biografa de su autor,
poco conocido, aunque es un notable poeta laureado por Felipe II. Tambin la
versin conocida de la Leyenda en la actualidad.
Palabras clave: literatura aragonesa, la Leyenda de los Amantes de Teruel,
el poeta bilbilitano Antonio Sern.
Abstract: The popular Legend of the Teruel Lovers is becoming increasingly
popular and universal thanks to festive representation for large numbers of people
that are celebrated in the Aragonese capital city. According to tradition, based on
historical facts, the legend dates back to the beginning of the 13th Century. It was
in the year 1555 when they discovered the alleged mummies of the lovers. From
that moment onwards there are references and some documents and protocols
regarding them, but it cannot be ruled out that they may have been manipulated at
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some moment in time. Before the date mentioned, the Spanish poet of Calatayud
Antonio Sern wrote a Silva of 478 verses that narrates the history of the lovers.
This silva, like other writs of the poet, have been deposited in the archives of
the National Library and came to light in the Complete works of Antonio Sern,
published in 1982.
It is incomprehensible, that investigators and scholars of this matter, except
some light citations, have forgotten this important testimonial, perhaps the most
ancient printed document that exists of the legent. This article transcribes verses
and stanzas of the Silva, its study and an extensive biography of the little known
author, even though he is a prominent poet laureate by Felipe II, as well as the
current known version of the Legend.
Key words: Aragonese literatura, the Legend of the Teruel Lovers, the poet
from Calatayud Antonio Sern.
I. Introduccin
En Internet1 se encuentra una amplia informacin sobre la Leyenda
de los Amantes de Teruel, cuyas versiones difieren en algunos puntos,
aunque todas ellas coinciden en lo, digamos, esencial. Por otra parte, son
muy numerosos los estudios y ensayos recogidos, as como la relacin
de obras literarias, dramticas y musicales que ha generado. Pero, en
ocasiones, los datos aportados difieren, no son concretos, y suscitan
muchas dudas, por exceso o carencia de informacin. Al menos, sobre
algo tan importante como determinar cul es el testimonio escrito ms
antiguo que se conserva.
En este artculo, utilizando las fuentes de informacin citadas y
las mas propias, pretendo aclarar o, al menos, arrojar luz sobre este
asunto, recogiendo los documentos ms antiguos que citan la Leyenda
y se conservan.
En su blog El fondo del asunto2, Fernando Fras apunta que:
las referencias ms primitivas a los Amantes de Teruel ya identifican al
chico como Marzilla (en la Triste deleytain, datada entre 1458 y 1467)
o Marcilla (en el Cancionero Herberay des Essarts, de 1463). Y lo cierto
es que la documentacin histrica de Teruel identifica a las familias de
los Marcilla y los Segura como presentes precisamente en la poca en la
que supuestamente se desarrolla la historia, los primeros aos del siglo
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XIII. Existe tambin un documento de 1402, conocido por una transcripcin notarial de 1795, mediante el cual el rey Martn I de Aragn otorga
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ms antiguo y completo de la Leyenda de los Amantes. Lo que no termino de explicarme es por qu esta pieza tan importante, fundamental
podra decirse, ha sido olvidada, o se ha dejado de lado y no se contempla en el panorama actual: pues si bien, antes de la publicacin
de las Obras Completas de Sern en 1982, era difcil acceder a los
manuscritos de este poeta, depositados en la Biblioteca Nacional de
Madrid, despus de la fecha citada estn al alcance de los estudiosos
interesados por este asunto.
Un hecho trascendente para la consolidacin de esta Leyenda fue
el hallazgo en 1555 en la iglesia de San Pedro de la ciudad de Teruel,
dentro de la capilla de San Cosme y San Damin, de dos cuerpos momificados pertenecientes a un hombre y a una mujer en dos atades en
la misma sepultura. Estas momias permanecieron expuestas al pblico
hasta el ao 1578, en el que el obispo de Teruel orden que fuesen
sepultadas de nuevo. En 1616, Juan Yage de Salas, que desempeaba
en la ciudad las funciones de notario, escribano, secretario y archivero
del Concejo de Teruel, public el libro Los Amantes de Teruel, epopeya
trgica, con la restauracin del Sobrarbe y conquista del reyno de
Valencia, obra escrita en magnficos versos (ms de 20000), que fue
elogiada por Guilln de Castro, Cervantes y Lope de Vega.
Tres aos despus de esta publicacin, el 13 de abril de 1619, Yage
descubri en uno de los archivos municipales un documento conocido
como Papel de letra antigua, que contena la historia de los Amantes. Y
cinco das despus, los racioneros de la Iglesia (el presbtero Juan Ortiz,
los diconos Miguel Sanz y Juan Mateo Pobo y el sacristn Francisco
Hernndez, evidentemente convencidos por Yage, aunque sin permiso
de sus superiores)3 procedieron a desmontar la capilla de San Cosme
y San Damin, en la cual encontraron los cadveres, atribuibles a Juan
Martnez de Marcilla e Isabel de Segura. Junto con otros dos notarios,
Juan Hernndez y Bartolom de Rueda, Yage suscribi un documento
notarial en el que transcribi el Papel de letra antigua y una minuciosa
descripcin de los cadveres momificados que se encontraban en un
estado que el Protocolo de Yage describe de forma bastante prolija y
no s si macabra o cmica o ambas cosas. Y aade Fernando Fras, en
el blog citado, que el Protocolo contiene tres partes cronolgicamente
3. PROCESO JUDICIAL ECLESISTICO contra tres racioneros y el sacristn de San Pedro por
desenterrar los cadveres de los Amantes. Manuscrito original en el Archivo Histrico Diocesano de
Teruel. Serie Procesos, nm. 495. Edicin facsmil, introduccin y transcripcin de Pedro Hernndez
y Samuel Valero, Fundacin Amantes de Teruel, 2004 (Bibliografa Bsica de Sotoca).
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II. La Leyenda
A principios del siglo XIII, vivan en Teruel la familia de los Marcilla, de noble abolengo, y la de los Segura, poseedora de riquezas.
La heredera de esta y un segundn de la primera, Isabel y Diego, se
sintieron atrados desde la niez y cuando mayores se enamoraron,
contrariando a los padres de la joven, que deseaban para su hija un
novio acaudalado. Diego se vio obligado a partir en busca de fortuna,
pactando los enamorados que Isabel esperara durante cinco aos el
regreso de Diego.
Transcurri el tiempo. No se tenan noticias de Diego, y el padre
de Isabel comprometi la boda de su hija con un rico pretendiente, que
suele identificarse con Pedro Fernndez de Azagra, hermano bastardo
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Le estas Obras (tomo I, 557 pgs.; tomo II, 301 pgs.) con verdadera delectacin. Lo que no poda figurarme entonces es que pocos aos
despus iba a coincidir con su autor en unas curiosas circunstancias.
Fue en el Yacimiento Arqueolgico de Blbilis, en una visita organizada
por la UNED, durante la celebracin de un Simposio sobre Marcial, a
principios de un mes de mayo excesivamente caluroso. Por aquellas
cumbres del cerro de Bmbola, donde se asent la ciudad romana, el
radiante sol, a las doce de la maana, era insoportable, al menos para
m, que me haba olvidado de llevar una gorra. Su falta la pali con
el pauelo al que hice tres nudos en las puntas y me cubr con l la
cabeza. Con lo que no contaba es con que se me acercase el propio
Jos Guilln, rogndome que le hiciese un cubrecabezas como el que
yo llevaba. Le ped el pauelo y en un periquete se lo fabriqu. No
s lo que pensaran los profesores y autoridades al vernos por aquellos riscos de semejante guisa. Pero ande yo caliente Cuando, poco
ms adelante, tuve la oportunidad de decirle que poda facilitarle una
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la luz, los libros y no tiene humor para hacer versos. Pretende terminar
su poema Aragonia, pero no lo consigue. No se sabe donde muri.
Es posible que en Barbastro o Tarazona, o incluso en Calatayud, la
ciudad donde naci y que tanto am. Tampoco se conoce el ao en
que ocurri su fallecimiento, aunque segn Vicente de la Fuente se
supone que fue hacia 1570, pues viva an en 1568, en que dedicaba a
Felipe II su poema de los Reyes de Aragn [Aragonia], que al parecer
qued incompleto.
Concluye Guilln las NOTAS sobre la accidentada vida de Sern
diciendo:
Ha conseguido un puesto entre los poetas oficialmente laureados,
galardn que supona, sobre todo en su caso de hombre pobre, perseguido y sin valimiento ni apoyo alguno, un mrito singular. Reconoce
l mismo que trabaja bien sus versos y que ciertamente merece alguna
consideracin, por lo cual tiene la esperanza de que inmortalizar a las
personas que canta [buen ejemplo lo tenemos en los Amantes de Teruel],
y tambin l tendr algn renombre en la posteridad [].
Evidentemente Sern no puede competir con Virgilio, su gran modelo,
quin puede hacerlo!; le faltan sus grandes ideas, sus magnficas concepciones, pero es un estilista consumado, un versificador pulcro, con
momentos de verdaderos logros poticos.
De ordinario su diccin es clsica, sus versos de factura acabada,
y concebidos muchos como joyas de pedrera. No es raro que al leer
por primera vez sus versos se perciba el regusto y la impresin de que
aquello suena a altsima poesa. Su modelo inmediato es Virgilio, conoce
a las mil maravillas a Horacio, a Ovidio, a Propercio, a Estacio, a Silio
Itlico, a Plauto y a Terencio. Engarza algunos hemistiquios de estos
poetas en sus versos, cosa que hemos notado con especial atencin en
nuestros comentarios, pero eso no mengua su valor de buen poeta y de
gran humanista.
Salamanca, 5 enero de 1982
Jos Guilln (Obras Completas, pgs. 64-65)
Los poemas de que consta el cdice que se conserva en la Biblioteca Nacional son los siguientes, en el orden en que los coloca Jos
Guilln en Obras Completas:
LIBRO DE ELEGAS (Finalizado en 1564)
ELEGA I. A Pedro Loarri, mdico de Borja.
ELEGA II. A Mora, que es Aglaie y es Cintia.
ELEGA III. A Francisco Borja.
ELEGA IV. A Aglaie o Cintia.
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ELEGA
ELEGA
ELEGA
ELEGA
ELEGA
V. A Pascual Delgado.
VI. Titulada Morfeo. Al doctsimo Andrs Bricio, Cnsul de Borja.
VII. A Cintia. En ella se describe la ciudad de Calatayud.
VIII. Epstola de Cintia a Antonio Sern.
IX. (Apenas lleg tu carta ante mis ojos).
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Endecha de Antonio Sern, bilbilitano, presbtero, poeta laureado, a Carlos Munmio, doctor en ambos derechos, cannigo
de Tarazona.
POEMA-LRICO Al mismo, poema lrico por el mismo autor. Detractor de todos
CONTRA
los poetas y de Virgilio. Por Antonio Sern.
QUERELA
ARBOLNCHEZ
ARAGONIA
Libro primero Al nclito rey Felipe II, por Antonio Sern, presbtero, bilbilitano,
poeta laureado.
I. Introduccin; II. Tiresias descubre la historia de Aragn.
Libro segundo I. Prosiguen las gestas del Rey don Sancho; II. Asedio y conquista
de Huesca; III. La conquista de Huesca.
Libro tercero I. La conquista de Zaragoza; II. Conquista de la Celtiberia (incluye
la conquista de Calatayud, pgs. 229 -253); III. Batalla de Fraga;
IV. Eleccin de Ramiro el Monje.
Poemas que incluye Ignacio de Asso en Carmina:
Los tres libros de ARAGONIA, pgs. 10 a 80.
Las nueve ELEGAS, pgs. 81 a 123.
Cuatro SILVAS: I, II, III y IV, pgs. 124 a 172.
QUERELA. Endecha a Carlos Mumnio Serrano, pgs. 173 a 175.
Debo advertir que la numeracin otorgada a las Elegas por Ignacio de Asso no se corresponde con la que les asigna Jos Guilln. La
Elega I, segn Asso, es la VI segn Guilln; la II, es la I; la III, es la
II; la IV, es la III; la V (de Asso) es la IV (de Guilln); la VI, es la V;
la VII, es la VIII; la VIII, es la IX; y la IX, es la VII.
A juicio de Vicente de la Fuente,
deben distinguirse dos pocas en la vida de Sern, que caracterizan
tambin sus escritos y hasta su metro latino. De joven, y durante su vida
andariega por Valencia, Galicia, Andaluca y Castilla, escribi al estilo
ovidiano sus elegas, como desahogos de su vena [faciles musae], lozana juvenil y exuberante fantasa. Pero vuelto a Calatayud, en edad ms
provecta, vctima de amargos desengaos y quizs recordando su estado
clerical, y a lo que este obligaba, dej el gnero ovidiano y las elegas
y hasta los hexmetros y pentmetros para tomar el gnero pico y el
virgiliano, a fin de dar vuelo a los conceptos de su imaginacin lozana
escribiendo en el gnero heroico la historia de Aragn, y lo dems de
su gnero histrico.
Pocos han sido los penegiristas de este insigne poeta, casi desconocido. Don Nicols Antonio lo record en las notas manuscritas
al ejemplar de su obra que se conserva en la Biblioteca Nacional de
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IV. La Leyenda
de los
El poeta dedica la Silva III A Cintia, en que describe el desgraciado fin de los amores de Marcilla Snchez y de la hermossima
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Vemos, pues, que esta silva est inspirada en una vieja tradicin,
por lo que, sin precisin histrica, pues se trata de una recreacin
lrica, nos cuenta que:
Una vez pues que el ciego Amor contempl desde el alto empreo
a los incautos jvenes, acomoda a tu costado la aljaba que supera las
perlas orientales y empua el arco con su izquierda, y (verso 175) aunque
quiere, cruel, lanzar dos saetas no halla ms que una en el carcaj, y con
ella furibundo, brbaro, cruel y atroz, traspas a ambos.
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Nunca negar que t mereces todo bien, Marcilla, t que eres capaz
de atesorar tantas cosas en tus versos, ni yo sentir vergenza de un (verso
240) amor tan grande. Antes dejar el mar de mezclar sus arenas con
el bermelln, antes el ureo Jaln secar sus aguas bronceantes, antes
apacentarn los venados en el mar y los peces en el ter, que desaparezca
tu imagen en mi corazn. /Oh dulce amor mo vive (verso 245), mi tesoro
Snchez, vive feliz, te lo suplico y olvida todas tus cuitas. Yo soy parte
de ti, tu Segura, una joven tan grata, como t, Marcilla, dulcsimo, lo
eres para tu amada. Cundo, infeliz de m, podr verte, vida ma, unido
conmigo en matrimonio indisoluble? Cundo, oh Marcilla, jugar ante
nuestros ojos una pareja (verso 250) de nios nuestros?
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La tierra retumb y palpit el corazn anhelante bajo los estertores del pecho. Sus amigos depositan su cuerpo en el fretro. Sus
padres, sus amigos y toda la ciudad lloran su muerte. Se organiza la
fnebre comitiva y llega al atrio del templo y los portadores depositan
el fretro en el suelo.
He aqu que llega furiosa y loca (quin lo iba a creer?) la infeliz
joven y se presenta velada con un crespn negro su cabeza desgreada.
Segura qued inmvil junto a su querido Marcilla, y (verso 425), apenas
toc el cuerpo y el rostro helado del amante con sus trmulas palmas,
se arroj encima y dice a grandes voces:
Dulce amor, vida ma, as abandonas, cruel Marcilla, a tu Segura,
dejndola hurfana de tan preciado amor? As me rechazas? (verso
430) Y no tienes, amigo mo, compasin de m que me deshago en
lgrimas? Eres t aquella flor galana de la juventud? T, t ests
muerto? Volvers de nuevo a respirar la vida vivo por el (verso 435)
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* * *
Algunos investigadores han apuntado la posibilidad de que la
Leyenda de los amantes est inspirada en el cuento VIII de la cuarta
jornada del Decamern de Bocaccio. Pero como la Leyenda de los
Amantes, si es verdad lo que refiere una vieja tradicin, se remonta
a principios del siglo XIII, podra ser que sea el cuento de Bocaccio
el que se inspir en la Leyenda de los Amantes, pues el Decamern se
dio a conocer entre 1350-55. A grandes rasgos, este cuento relata que
Salvestra es amada por Girolamo, quien empujado por los ruegos de su
madre va a Pars. Cuando vuelve la encuentra casada, y a escondidas
entra en su casa y queda muerto junto a ella. Lo llevan a una iglesia
a enterrarlo y Salvestra muere de pena a su lado.
Hay otra leyenda, al menos, en la que los amantes mueren al creer
o ver muerto a su compaero. Es la que se refiere a Pramo y Tisbe.
Estos jvenes vivan en la antigua Babilonia en casas contiguas, y se
enamoraron. Se hubieran casado, pero se oponan sus padres y no les
dejaban verse. No obstante, se comunicaban a travs de una pequea
grieta que exista en la pared medianera. Un da tomaron la decisin
de escaparse por la noche y se citaron en una fuente. Lleg primero
Tisbe y cuando esperaba, se acerc a beber una leona con las fauces
ensangrentadas porque acababa de matar a una presa. Tisbe se asust
y se refugi en una cueva, pero en su huida se le cay el velo y lo
destroz la leona, manchndolo de sangre. Cuando lleg Pramo y vio
en el suelo las huellas de la leona y los restos ensangrentados del velo,
crey que la leona haba matado a su amada y se quit la vida con
su pual. Cuando estim que haba pasado el peligro y volvi Tisbe
al lugar de la cita, vio a Pramo muerto, y colocando sobre su pecho
la punta del pual, que an estaba con la sangre de Pramo, se arroj
sobre l, clavndosele el pual y muriendo tambin.
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VII. Colofn
Hemos visto que los testimonios ms antiguos que se conocen
sobre la Leyenda, salvo las referencias, o no existen documentalmente
o, si estn documentados, no se puede precisar con exactitud la fecha
de su creacin; y, hasta es posible, como apunta Fras (refirindose a
Yage de Salas) que hayan podido ser manipulados. Por estos motivos
cobra excepcional trascendencia la Silva de Antonio Sern, inspirada
por una antigua tradicin que, a su vez, puede estar basada en hechos
histricos, cuya veracidad es corroborada por la existencia real de
los personajes que intervienen en la leyenda, por el hallazgo de las
momias, por los documentos que las acompaan, y por los anlisis y
datacin de los cuerpos. Y algo muy importante que merece ser resaltado: este documento potico, desde el momento en que fue creado, ha
permanecido olvidado, guardado, sin posibilidad de contaminarse,
hasta el momento de su divulgacin actual, y recoge el meollo, la parte
sustancial de la Leyenda.
Cierto que la Leyenda que conocemos ahora difiere en algunos
puntos con los datos que se consideran histricos y que existen algunos anacronismos. Es normal y lgico que esto suceda, pues una vez
que el pueblo se apropia de una leyenda, con el devenir del tiempo,
la aportacin popular y la colaboracin de escritores, dramaturgos
y poetas, contribuyen a que la trama de la leyenda se acreciente, se
modifique y se consolide.
Teruel puede presumir, aparte de muchas otras cosas, de una Leyenda
extraordinaria, la de los Amantes de Teruel, que se ha convertido en una
fiesta donde se reivindica y exalta algo tan preciado como es el AMOR,
una fiesta que cada da que pasa es ms subyugante y universal.
Calatayud, 15 de julio de 2013
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con los poemas de Tennyson y prerrafaelistas como Morris y BurneJones1. Todava hoy podemos hallar su eco entre la poblacin del siglo
XXI, reactivado por un boom de la novela fantstica de corte medieval
producido a finales del siglo XX, si bien dicha prctica se observa de
modo ms evidente en la repercusin antroponmica de ciertos personajes clebres, como actores, futbolistas, miembros de la realeza, o
protagonistas de los bestsellers del momento que pueden llegar a copar,
puntualmente, un lugar significativo en el ranking de los nombres ms
frecuentes de un pas en una franja temporal determinada.
1. Para la recuperacin caballeresca de los siglos XVIII al XX consltese la obra colectiva Mmoire
des chevaliers. dition, diffusion et reception des romans de chevalerie du XVIIe au XXe sicle (2007),
dedicada al territorio francs, consignada en la bibliografa.
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1. L
os antropnimos artricos y la presencia de Tristn en la
Pennsula. Un estado de la cuestin
Numerosos son los investigadores que se han ocupado del rastreo
de la presencia de antropnimos artricos entre la poblacin europea
durante la Edad Media. Es en Jugar al rey Arturo. Antroponimia literaria
e ideologa caballeresca (2006) donde Pastoureau se sumerge de lleno
en este asunto y propone la idea de enromancement o ficcionalizacin
de la vida real al analizar los nombres propios inscritos en las leyendas
de, aproximadamente, cuarenta mil sellos franceses2. De entre todos
ellos, cuatrocientos treinta y uno emplean un nombre artrico para un
personaje real entre los siglos XIII y XV, atribuidos especialmente a
la pequea nobleza y a la rica burguesa, con una predominancia clara
de Tristn (seguido de Lancelot y Arthur)3.
Varios son tambin los estudios consagrados a la recepcin de la
literatura artrica y su antroponimia en la Pennsula. Ya Menndez
Pelayo, a comienzos del siglo XX, haba apuntado en sus Orgenes
de la novela cmo era moda cortesana en Portugal, el tomar por
dechados a los paladines del rey Arts y hasta el adoptar sus nombres (Menndez Pelayo, 1905: 176). As, por ejemplo, el condestable
Nuo lvarez Pereira haba escogido por modelo a Galaaz. Tambin
eran abundantes los nombres artricos entre los hidalgos portugueses,
especialmente tras 1385:
Se encuentran una doa Iseo Perestrello, otra doa Iseo Pacheco de
Lima. No faltan los nombres de Ginebra y Viviana, y hay, sobre todo,
gran cosecha de Tristanes y Lanzarotes: Tristn Teixeira, Tristn Fogaa,
Tristn de Silva, Lanzarote Teixeira, Lanzarote de Mello, Lanzarote de
2. Entendido el sello como documento datado y localizado por el acta de la cual pende, casi
siempre indica el nombre de pila de su dueo (Pastoureau, 2006: 332-333). Pastoureau utiliza catlogos e inventarios de sellos publicados que completa con algunas series de moldes de sellos inditos del
Departamento de Sellos de los Archivos Nacionales de Pars.
3. El resultado computacional es el siguiente: Tristan (120), Lancelot (79), Arthur (72), Gawain
(46), Perceval (44), Yvain (19), Galehaut (12), Bohort (11), Lionel (7), Sagremor (5), Palamde (5),
otros (11); cf. Pastoureau (2006).
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199
Seixas, Lanzarote Fuas, sin que falte un Percival Machado y varios Arturos, de Brito, de Acua, etc. (Menndez Pelayo, 1905: 176).
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201
2
3
2
4
1
1
1
1
1
2
1
2 15
4 12
Total
S/clasificacin
Andaluca
Murcia
Castilla
Meseta Sur
Len
Extremadura
Pas Vasco
Rioja
Cantabria
Tristn
10
Iseo
2
Galaor
7
Ginebra
7
Lionel/Leoncllo/Liondes 3
Percival
Leons
Viviana
3
Oriana/Ouriana
1
Galvn
Galaz
Florestn
Lanzarote
1
Sagramor
1
Olinda
2
37
Asturias
Galicia
58
9
9
7
5
1
6
5
3
2
2
3
2
1
1
2
4 115
202
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2. U
na reformulacin del panorama de la antroponimia
artrica peninsular de 1300 a 1570. El caso de Tristn
Como suceda en el resto de pases europeos y seala Beceiro
(1993), de entre los antropnimos artricos, Tristn era el nombre
ms frecuente, a gran distancia del resto. Este, tal y como indica Pastoureau (2006), iba seguido de Lanzarote y Arturo en toda Europa. Sin
embargo, este orden no parece reproducirse en la Pennsula para estos
dos ltimos, ya que solo logro localizar en el PARES tres arturos (y sus
variantes grficas) para el periodo comprendido entre 1300 y 1570, a
pesar de que Hook ha documentado la existencia de ms casos, como
prueba la bibliografa aportada. Adems, los tres muestran una clara
procedencia extranjera: el mercader bretn Artur Lili (1483); Tierre
Artus, hijo de Maestre Juan Alemn, y natural de Colonia (1535); y
el flamenco Artus Pierres, natural de Amberes5.
Volviendo a Tristn, se documenta un gran nmero de ellos a lo
largo de todo el territorio peninsular, ms de ciento veinticinco casos que
constatan, por tanto, su preeminencia. Un ejemplo ilustrativo lo constituir el anunciado anlisis del antropnimo Tristn en un fogaje aragons
de finales del siglo XV, en el que encuentro diecinueve casos.
5. En el fogaje de Aragn de 1495 encuentro un Pedro Artus, fornero en la Parroquia del Pilar
de Zaragoza (Serrano Montalvo, 1997, I: 111).
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Catacochino, Leons Nez, Leons Adornio, Leons de Santano, Leons Muriento, Leons de Noroa, Leons de Narvez, Leons Mndez
de Sotomayor, Leons de Valds, Leons Lorca, Leons y Leons de
Ribera), pero tambin en Len (Leons Rodrguez, Maestre Leons,
Leons de Herrera, Leons de Castro, Leons de Galicia y Pedro Leons), Castilla (Leons de Villanueva, Leons Hernndez y Alonso de
Leons), La Rioja (Leons de Arizcun y Leons), Madrid (Leons de
Len y Leons Corsino), Extremadura (Francisco de Leons y Leons
Gonzlez), Valencia (Leons de Villanueva), tres sin clasificacin explcita (Leons de Figueredo, Jernimo de Leons y Francesc de Leons)
y dos procedentes de las Indias: un vecino de Quito (Leons Delgado)
y un indio de Guatemala (Leons)9.
Leons ocupa muchas veces la posicin de apellido, por lo que ha
perdido su carga semntica y su propagacin es mayor por su carcter
hereditario, como tambin suceder con Galvn10. Los dos casos ms
llamativos son el de Leons Hernndez, esposa de Antonio Carlos y
madre de Diego Carlos, vecino de Corral de Almaguer y pasajero a
Nueva Espaa a 12 de octubre de 1563, ya que se trata de una mujer
(Archivo General de Indias, Pasajeros, L. 4, E. 3048), y el de los hermanos sevillanos Leonel y Leons de Ribera, ambos de nombre artrico,
que se registran en un seguro del pescador Ruy Snchez por temor a
ambos a fecha de 28 de mayo de 1492 (RGS, LEG, 149205, 117)11.
Estos datos, tambin parciales, puesto que proceden de la consulta
de los documentos disponibles en el PARES y, por tanto, irn aumentando constantemente, nos proporcionan una imagen ms realista de esa
ficcionalizacin que parece evidenciar un reparto bastante equitativo
de la antroponimia artrica y, en concreto, del antropnimo Tristn,
por todo el territorio peninsular. Pero pasemos ahora a analizar el caso
concreto en Aragn.
9. Conviene sealar aqu que he ubicado a las personas en el lugar del que eran vecinos, de estar
consignado, la localidad en la que se produce el pleito o asunto tratado en la documentacin, o aquel que
consta en la fecha del registro, de tal forma que, dada la movilidad y migracin de la poca, es posible
que estos hayan nacido en otro lugar, como dan muestra algunos de los gentilicios asociados que, por
otro lado, podran hacer referencia al nombre propio paterno. En cualquier caso, lo que nos interesa es
la ubicacin de los mismos en el momento del registro.
10. Galvn tambin es muy frecuente en la Pennsula pero, puesto que ocupa mayoritariamente
la posicin de apellido, hemos considerado de mayor relevancia por su carga semntica el antropnimo
Tristn.
11. En el fogaje de Aragn de 1495 se registra un sugerente Tristn de Leons en la calle Predicadores de Zaragoza (Serrano Montalvo, 1997, I: 85).
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Conclusiones
En definitiva, quiere esto decir que las historias y leyendas artricas, por va oral o escrita, se conocan en todo el territorio peninsular
y haban dejado su impronta en los nombres aplicados a hombres de
muy distinta condicin social. Esta moda inclua al territorio aragons, bastante desatendido por los especialistas en este aspecto hasta el
momento. Sin embargo, conviene recordar que los casos consignados
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211
16. Para ms informacin, remito al Apndice I de mi tesis doctoral (2013) dedicado a realizar
un esbozo del panorama antroponmico peninsular de los siglos XV y XVI.
212
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213
El sistema de apodos de
Ejea de los Caballeros
Marcelino Corts Valenciano
IES Las Llamas (Santander)
215
1. Introduccin
Los estudios sobre onomstica en Aragn cuentan con una larga
tradicin, especialmente en el Alto Aragn pero, ms all de los repertorios compilados en algunos municipios, son prcticamente inexistentes
en las Cinco Villas de Aragn.
En este artculo nos disponemos a analizar los apodos o motes de
una de esas villas zaragozanas, la de Ejea de los Caballeros. Desdeados por muchos por su rusticidad, estigmatizados como antiguallas de
un mundo periclitado definitivamente con la llegada de la televisin
y los Planes de Desarrollo, el estudio de los apodos posibilita obtener
una valiosa informacin sobre la organizacin sociolingstica de una
determinada comunidad.
Pero antes de adentrarnos en la materia de anlisis, es necesario
que expongamos una serie de cuestiones que nos ayudarn a situar el
trabajo en sus parmetros adecuados y nos permitirn tambin justificar
la metodologa y los objetivos perseguidos.
1.1. Una villa en cambio constante
La caracterstica que mejor define el devenir de Ejea de los Caballeros a lo largo de los ltimos ciento cincuenta aos es la transformacin
constante que se ha producido en sus estructuras econmicas y, por
ende, en el plano demogrfico.
Si tuviramos que situar el origen de ese incesante proceso de
transformacin, nos tendramos que retrotraer hasta 1860, ao en que
se produjo la desamortizacin de una parte importante de los montes y
dehesas las llamadas corralizas que eran propiedad del municipio1.
Como consecuencia de ese proceso, miles de hectreas dedicadas desde
antiguo al pastoreo fueron desfondadas y se reconvirtieron en tierra
cultivable dedicada casi exclusivamente al cereal de secano.
Este proceso de roturaciones masivas de terrenos en muchos
casos ilegales se multiplic de manera exponencial en el primer
tercio del siglo XX con una serie de innovaciones tcnicas la intro-
1. En este proceso desamortizador de 1860 la villa de Ejea de los Caballeros ocup el primer
lugar dentro de la provincia de Zaragoza en cuanto a la superficie de corralizas enajenadas con un total
de 10 655 hectreas, lo que supuso el 15% de la superficie total del municipio (Moreno del Rincn,
1993: 490 y sigs.).
216
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duccin del bravante o arado de vertedera, el uso de abonos, una incipiente mecanizacin de la produccin agraria que hicieron decantar
definitivamente la economa del municipio hacia la agricultura, hasta
entonces una actividad complementaria, despus de siglos y siglos
mayoritariamente dedicada a la ganadera2.
Esta actividad cerealstica precisaba de abundante mano de obra
durante una serie de meses al ao, lo que propici la llegada de un
gran contingente de poblacin que, si bien al principio tuvo un carcter
estacional, poco a poco se fue convirtiendo en estable. De esta manera,
Ejea de los Caballeros pas de tener en 1900 una poblacin de 4627
habitantes a alcanzar los 7800 treinta aos despus. Ni siquiera la
Guerra Civil (1936-39) y los aos de posguerra conocidos en la
villa como los aos de la farineta pusieron freno a este crecimiento
demogrfico: en 1940 se censaban en la villa un total de 8599 habitantes; en 1950, 8729 habitantes.
La segunda transformacin se inici a finales de los aos 50 del
siglo XX y tuvo su origen en la puesta en servicio del Canal de las
Bardenas, lo que permiti el incremento del nmero de hectreas cultivables, as como su puesta en regado. Juntamente con el Canal de las
Bardenas, y de acuerdo al diseo efectuado por el Instituto Nacional de
Colonizacin, se crearon seis pueblos de colonizacin: en 1959 fueron
poblados Bardenas del Caudillo, El Bayo repoblado ntegramente
con habitantes de Tiermas, localidad que qued sumergida bajo las
aguas del Pantano de Yesa y Santa Anastasia. En 1962 se poblaron
Valarea, El Sabinar y Pinsoro, el pueblo ms alejado de Ejea, a veinte
kilmetros, que acogi un nuevo contingente de colonos en 1970. En
ese mismo ao la localidad de Farasdus pasaba a integrarse en la
estructura municipal de Ejea.
Como puede verse en la grfica, el Plan Bardenas juntamente
con las polticas populacionistas de la poca provocaron un rpido
incremento demogrfico durante la dcada de los 60. Este aumento de
poblacin solo se estabiliz en las dos dcadas siguientes y volvi a
repuntar con el cambio de siglo merced al fenmeno de la inmigracin
de origen extranjero3, lo que ha elevado el nmero de habitantes por
encima de los 17000 con que cuenta en la actualidad.
2. Vid. un estudio minucioso de todos estos cambios en el trabajo de Alberto Sabio Alcutn
(2002).
3. En el Padrn municipal del ao 2005 en torno al 8% de la poblacin ejeana (1360 habitantes)
era de origen extranjero y proceda de cuarenta y cinco pases distintos.
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217
[Fuente: Jeric Lambn, 1995: 18; Instituto Nacional de Estadstica (aos 2000 y 2010)]
4. Aunque desigual en el estudio de las localidades, el Vocabulario general de las Cinco Villas
(2003) es el principal trabajo lexicogrfico de referencia para esta comarca. La primera edicin estaba realizada en ciclostil y data de 1965. Desde entonces la obra fue objeto de consulta por parte de
muchos investigadores en el Centro de Estudios de las Cinco Villas. Contamos tambin con otras dos
monografas de este tipo, aunque de carcter ms local. La primera se titula Lxico aragons de Sos
del Rey Catlico a cargo de A. Chus Gil Ereza (1999); la segunda es el Diccionario de Uncastillo de
Jos Olano Pemn (2007), versin ampliada del Diccionario de palabras, voces y dichos de Uncastillo
publicado en 1994.
218
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219
11. Antes de comenzar la relacin el autor advierte: Se mantienen los siguientes (Sierra Sangesa, 2003: 90).
12. Vid. sobre la cuestin el trabajo de Moreu-Rey (1981) y especialmente el de Pujadas Muoz
y Comas DArgemir (1989) aplicado a dos localidades de la Jacetania como Echo y Ans.
13. Lo mismo cabe decir para las casas del Pas Vasco y de gran parte de Navarra. Vid. J. Caro
Baroja (1982) y L. Michelena (2011, ix). Como seala A. I. Ariztegi (2000: 139) la casa vasca ha
constituido una unidad sicolgico-afectiva hasta el punto de formar una parte de la identidad de la
persona, de modo que la referencia a la casa es, a su vez, referencia a la familia.
220
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2. Anlisis semntico
El estudio de los apodos puede abordarse desde distintas perspectivas, pero una de las ms productivas es, sin duda, la semntica. Los
14. Pujadas Muoz y Comas DArgemir, 1989: 374-375.
15. Como veremos ms adelante, de los 446 apodos del corpus analizado solo seis constan como
oicnimos: Casa Ca, Casa Gil, Casa Grande, Casa Jordn, Casa Julito, Casa Morea, Casa Nueva, Casa
Valenciano. Bien es verdad que algunos de los apodos recogidos en el corpus alternan en su uso las dos
formas (Benjamina/Casa la Benjamina) y podran entrar en este sistema denominativo; esta alternancia
concierne nicamente a las casas de siempre.
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221
16. Por haber trabajado en Sdaba, a los cuales se les da ese apelativo (Sierra Sangesa,
2003: 89).
17. A don Pepe Bentura le llamaban Babilonio por haber trado unas gallinas Leghorn, que aqu
no se sabe por qu se les llam babilonias (Sierra Sangesa, 1982: 222).
222
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18. Sobre el barrio de El Cuco y su etimologa, vid. Corts Valenciano, 2005: 198.
19. Sobre los lugares de Aesa y Escorn, vid. Corts Valenciano, 2010: 85-86 y 123-124,
respectivamente.
20. El lugar se corresponde con el llamado Molino de Fillera situado junto al ro Arba, y no con
el descampado de Sos del Rey Catlico.
21. El Huerto de las Monjas est situado en el antiguo Barrio de San Pedro, en la margen derecha
del ro Arba de Luesia. Los terrenos as llamados fueron desde 1235 el lugar en donde se emplaz el
convento de los Padres Claustrales de San Francisco. Posteriormente pasaran a ser propiedad de las
Religiosas de la Tercera Orden de San Francisco, tambin llamadas Religiosas de Santa Isabel, que se
asentaron en la villa en 1631, segn noticia proporcionada a finales del siglo XVIII por el cronista oficial
de la villa Jos Felipe Ferrer y Racaj en su Idea de Exea (1790: 159-160).
22. Sabio Alcutn, 2002: 234.
23. Sierra Sangesa, 2003: 116.
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223
Esta pluriactividad encuentra su reflejo en la diversidad de actividades artesanales que, juntamente con desempeos estrictamente
agrcolas, se refleja en los apodos ejeanos relativos a oficios: Adobero,
Aguador, Ajero, Armero, Avalojero 24, Baratillero, Besuguero, Borreguero, Botero, Calero, Caminero, Campanero, Cantarero, Cebadero,
Cebollero, Cestero, Cholo 25, Chuponero, Churrero, Cubero, Estanquero, Guindillero, Haciendas, Hospitalero, Lanero, Mediqun, Militar,
Molinero, Munidor 26, Obrero, Ordinarios 27, Patatero, Pelanas, Pellejero, Peretero, Porgadoras, Pregonero, Regidor, Sembrador, Serero 28,
Sillero, Soguero, Tabloneros, Talamontes, Tejero, Tocinero, Torreros,
Trajinero y Vajillero.
Incluimos tambin en este apartado aquellos apodos que reflejan
una ocupacin pretrita o meramente episdica como Estudiante 29,
Fraile 30, Tamborero 31 o Torero 32.
2.3. Apodos que se refieren a rasgos fsicos
Establecemos dentro de este grupo dos grupos en funcin de que
los apodos se refieran al conjunto del aspecto exterior de la persona
o a una de sus partes.
24. Apodo de etimologa incierta que incluimos con reservas en este apartado.
25. Creemos que es una deformacin por asimilacin voclica de la voz chulo ([o] > [o])
en la acepcin propiamente aragonesa que recoge J. Borao: muchacho asalariado que se tiene en las
casas de labranza para las faenas ms nfimas (cito a partir de dcech, s.v.).
26. Munidor: muidor. En la zona la nica acepcin es la de comisario de aguas. Jefe de guardas
y regadores (Sierra Sangesa, 2003: 226, s.v.), palabra que reemplaz en las ordinaciones de la Edad
Moderna a la voz medieval zavacequia.
27. Arriero o carretero que habitualmente conduca personas, gneros u otras cosas de un pueblo
a otro (drae, 11. acepcin, desusado).
28. A partir de sera espuerta grande, regularmente sin asas (drae, s.v.): el que hace o fabrica
seras. El nombre del oficio se forma a partir del apelativo base sera y no sobre la forma derivada ms
habitual sern (de donde seronero).
29. En tiempos [en los] que era difcil que los muchachos salieran de la Villa para estudiar, este
lo hizo. Fue tanta la novedad que se le qued como apodo (Sierra Sangesa, 2003: 89).
30. Por haber sido durante un tiempo hermano lego en un convento de los Padres Capuchinos.
31. Sobrenombre adquirido del hecho de haber tocado el redoble cuando estaba en el servicio
militar (Lambn Montas y Sarra Contn, 2001: 124).
32. Por haber mostrado en su juventud cierta inclinacin por el arte de Cchares.
224
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33. Rusio: por tener la cara rojiza (Sierra Sangesa, 2003: 90).
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225
2.4. A
podos que se refieren a estados, rasgos morales y
conductuales
En este apartado se incluye un grupo heterogneo de apodos que
tienen el carcter de etopeya. En muchos casos, ms que de un descriptor del carcter de las personas, el apodo parece motivado por sucesos,
ancdotas o incidentes que desconocemos, habindose producido un
desplazamiento metonmico entre dicho suceso y el individuo que lo
protagoniz.
Pertenecen a este grupo apodos como Aguu, Arreglaprocesiones,
Camorra, Cantores, Carlista, Carcunda 34, Cazoludo, Chaviscoso 35,
Comemierda, Corridica, Costera 36, Currutaco 37, Escachacoventos,
Espantachicos, Fandanguero, Folas 38, Forofn, Forota 39, Galano, Gangas, Gitano, Geco, Malajo, Malao, Malcasada, Malojo, Mallu,
Matn, Mocera 40, Muermas, Pajaro, Panarro 41, Parejo 42, Pispajo, Presico, Querido, Rallu, Refulido 43, Remedios, Repblica 44, Requinto,
Rodeos 45, Roscu, Rufin, Tirable, Tozolones, Trafusca 46, Tragaldabas,
Tropezn, Truquillo o Volada.
Entre los apodos que integran este apartado hay que destacar un
subgrupo de apodos que incorporan un cuantificador con el objeto de
rebajar o minusvalorar la cualidad: Medioduro, Mediomundo, Medio34. Carcunda: reaccionario (dcech, s.v.); de actitudes retrgradas (drae, s.v.). Su derivacin jergal es carca.
35. Sobre chavisque: `lodazal, y por ampliacin se aplica a cualquiera condimento mal pergeado
y a lo que est rebosando en agua u otro lquido (Borao, 1908, s. v.). En el drae figura como chabisque
lodo, fango (s. v.), voz aragonesa de origen onomatopyico.
36. Costera: cuesta (Sierra Sangesa, 2003: 156, s. v.).
37. Muy afectado en el uso riguroso de las modas (drae, s. v.).
38. El primero de este sobrenombre, relativamente reciente, sirvi en Canarias y, cuando volvi,
por las noches, acompaado de guitarra, amenizaba las veladas, cantando canciones tpicas de aquellas
tierras (Sierra Sangesa, 2003: 89).
39. Asimilacin voclica sobre farota mujer descarada y sin juicio (drae, s. v. farota). No
encaja la voz dialectal del Bierzo leons foroto (o forn): se dice de los frutos cuando estn coscosos
(dcech, s. v. orondo).
40. Que busca el roce o la compaa de los mozos o mocs.
41. Que come mucho pan (Andolz Canela, 1992, s. v. panarra).
42. Derivado de par con el sentido que aparece en las expresiones Ser un parejo ser desordenado
o A todo parejo de cualquier manera (Sierra Sangesa, 2003: 237, s. v. parejo).
43. Sobre repulido acicalado.
44. Fue el apodo que recibi Mariano Jimnez Sierra, presidente del Partido Republicano
Radical Socialista en Ejea de los Caballeros: Su identificacin con el rgimen republicano fue tal
que sus convecinos le apodaron precisamente as, Repblica (Lambn Montas y Sarra Contn,
2001: 121).
45. Un tanto anticlerical y cuando vea al sacerdote, daba un rodeo para no saludarle (Sierra
Sangesa, 2003: 90).
46. Sobre trafulcar en el sentido de folln, jaleo. Sierra Sangesa (2003: 274) recoge trafucar
con el significado de equivocar, equivocarse y cambiar el orden o sentido de las palabras.
226
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47. Por ser gemelo (a los gemelos se les suele llamar medios) (Sierra Sangesa, 2003: 90).
48. Fue un hombre preocupado por la poltica y gran orador. De all le vino el apodo de Salmern, en referencia al Presidente de la I Repblica as llamado. Su taberna era lugar de encuentro de
los socialistas. l les lea el peridico y, en cuanto reuna auditorio en los porches de la Plaza o en el
bar, enseguida les diriga la palabra (Lambn Montas y Sarra Contn, 2001: 113). Vid. tambin una
semblanza de este personaje en Sierra Sangesa (1982: 258).
49. Cucala corneja, grajo (Andolz Canela, 1992, s. v.). El apodo podra tener tambin una base
antroponmica Cucalo (vid. Apndice II).
50. Apodo de adscripcin dudosa. En principio lo tomamos como un derivado de perro. En
mbitos lingsticos muy alejados del aragons como el gallego, perrincho es una denominacin del
jurel o chicharro.
51. Tal vez en uso toponmico y no solo apelativo. La Rabosera es un macrotopnimo de la villa
de Tauste (vid. Corts Valenciano, 2008: 216).
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227
En el caso de Ejea de los Caballeros son los apodos Albarcas 52, Bombones, Borrajas, Borrascas, Cabaas, Cagarrias 53, Campanillas, Capaza,
Carajillo, Carguillas, Carretas, Cascos, Cascos y Teja, Cera, Chaparro 54,
Chavo 55, Chirn 56, Chorros, Clavel, Coleto 57, Corneta 58, Coqueta, Coscarana 59, Estambreras 60, Faroles, Fonas 61, Garitn, Gorra, Jergn, Judas,
Levadas 62, Ligarzas 63, Mango Ajada, Mandulfa 64, Manguera, Mantecn,
Maraca, Marragn 65, Meln, Miojera 66, Molla 67, Moquitera, Pan Colgu 68, Panimedio, Panipansa 69, Pantalones, Pantalones y Hanega, Paredes,
Pataticas, Perdign, Pigelas 70, Piln, Pionicos 71, Pirulo, Porcelanas,
Porrn, Puchero, Rajolas 72, Rin, Rodajos, Roca, Rocas, Rodacha 73, San-
52. En la relacin de Octavio Sierra (2003: 90) este apodo figura como Barcas, aunque la forma
tradicional y tambin la registrada en el habla es Albarcas o Albarquicas.
53. En referencia al hongo parecido al rebolln. El drae remite a la voz colmenilla.
54. El drae recoge tambin la acepcin persona rechoncha (3. acepcin) utilizada como adjetivo.
Es la misma nocin que expresan el derivado chaparrudo y el parasinttico achaparrado.
55. Afresis de ochavo en expresiones del tipo No llevar un chavo.
56. Chirn fruto del espino, desgarrn de la carne (Andolz Canela, 1992, s. v.). Corominas lo
ofrece simplemente como resultado aragons de jirn (dcech, s. v.).
57. Un coleto es una vestidura de piel que cie el cuerpo hasta la cintura. Como seala Corominas, de ser una prenda militar en su origen pas a convertirse en el atuendo prototpico de los arrieros,
de ah la metonimia (dcech, s. v.).
58. Por haberlo sido en el ejrcito (Sierra Sangesa, 2003: 90).
59. Torta muy delgada y seca que cruje al mascarla (drae, s. v.).
60. En referencia a las hebras alargadas de los vellones de lana.
61. Fonas hondas (Andolz Canela, 1992, s. v.).
62. Ninguna de las acepciones contenidas en el drae se corresponde con el valor apelativo que
tiene esta voz en la zona. La levada de llevar el agua es una unidad del sistema de riego: cantidad de agua que necesita un agricultor para regar un da completo (Sierra Sangesa, 2003: 209, s. v.).
Castaer Martn (1983: 21) recoge para levada otros valores distintos al anterior en los diccionarios
aragoneses y riojanos.
63. En su acepcin recta la ligarza era el atadijo de los haces de trigo hecho con la misma mies,
aunque en sentido figurado se aplicaba tambin a la ropa que va suelta. Ir con las ligarzas sueltas es
ir descamisado (Octavio Sierra, 2003: 210, s. v.).
64. Creemos que por deformacin de galdrufa trompo. Peonza que tiene la parte superior llana.
/ De buena madera viene la galdrufa para que no refine: equivale a De tal palo, tal astilla. / Persona
que vive despreocupadamente (Sierra Sangesa, 2003: 189, s. v.). dem en el drae: trompo, peonza
(s. v.), que la seala como voz propia de Aragn.
65. Jergn. Aumentativo de mrraga tela o jerga de sacos y jergones (drae, s. v.).
66. Derivado de mioja miga de pan (Sierra Sangesa, 2003: 222, s. v.).
67. Molla parte carnosa de los frutos o de los animales (Sierra Sangesa, 2003: 223, s. v.) Andolz
distingue entre molla1 prado hmedo y molla2 con tres acepciones: nada / migas / musgo (Andolz
Canela, 1992, s. vv.). En el drae (s. v.) la nica acepcin es la de parte magra de la carne.
68. Por tener la costumbre de colgar la alforja de la rama de un rbol (Sierra Sangesa,
2003: 90).
69. Literalmente, pan y pansa. Pansa uva seca (Andolz Canela, 1992, s. v.).
70. Pihuela: 1. Correa con que se guarnecen y aseguran los pies de los halcones y otras aves.
2.Dificultad o estorbo que impide la ejecucin de algo. 3. Grillos con que se aprisiona a los reos (drae,
s. v.). J. Borao la recoge nicamente como echadita, indirecta (Borao, 1908: s. v.).
71. Pionicos. (1920). Era muy corto de estatura (Sierra Sangesa, 1982: 257).
72. Diminutivo de rajo cntaro de barro cocido y tambin teja (Andolz Canela, 1992, s. v.).
Cf. en cataln, rajola ladrillo.
tam) con
73. Tanto Rodajos como Rodacha comparten etimologa a partir de rueda (del latn rO
sufijaciones distintas (-ajo, -acha) igualmente despectivas.
228
AFA-69
gre, Setas, Sopeto 74, Tano 75, Tirante, Trabuco, Varica 76, Vinacha, Virutas,
Zamarricas, Zarandas 77, Zuruto.
2.7. A
podos formados sobre frases hechas, modismos,
onomatopeyas
En los apodos de Ejea de los Caballeros encontramos apodos que
se han formado sobre onomatopeyas, expresiones y giros lingsticos
caracterizadores del individuo, algunos de los cuales estn muy bien
documentados.
En este grupo se encuentran apodos como Amante 78, Apuntat 79,
Chonchona, Jiji, Maquinica de hacer miedo, Masiu 80, Noy, Noya 81,
No llevo suelto 82, Quirriri, Taratachinda, Tato, Todava, Treinta y una,
Trespongo.
2.8. Apodos procedentes de antropnimos
La antroponimia es una de las formas ms tradicionales para la
creacin de apodos. A diferencia de los que hemos analizado anteriormente, los apodos procedentes de antropnimos constituyen un
sistema designativo explcito, desprovisto de las cargas connotativas
que pueden albergar otro tipo de motes. En este sentido, los apodos
de origen antroponmico se vinculan ms con la neutralidad expresiva
del sistema de nombres de casa.
Al igual que ocurre en este sistema, los apodos pueden proceder
tanto del nombre de pila como del apellido patrilineal o primer apellido.
74. Derivado de sopa. Cf. sopetn `pan tostado mojado en aceite (dcech, s. v. sopa).
75. Apodo de difcil adscripcin, pudiendo referirse al apelativo tano nudo pequeo de tronco
(Andolz Canela, 1992, s. v.) o tal vez ser una creacin idiomtica por acortamiento.
76. El apodo podra tener tambin base antroponmica en el cognomen Varica (vid. Apndice II).
77. Zaranda criba, cedazo (drae, s. v.).
78. Octavio Sierra explica el origen de este apodo de la siguiente manera: Por ser una familia
originaria de Tauste donde esta voz, de significacin cariosa, es muy frecuente (Sierra Sangesa,
2003: 89).
79. Alejo Miana fue guardia municipal; como no saba escribir, cuando iba a extender una multa,
daba el taco y deca: Apntate, que te denuncio (Sierra Sangesa, 1982: 246, y 2003: 89).
80. Masiu: afresis del adverbio demasiado utilizado como marcador discursivo de afirmacin
y ratificacin de lo dicho en expresiones como Masiu que s.
81. Por haber vivido en Catalua (Sierra Sangesa, 2003: 90). A partir de los apelativos catalanes
noi, noia chico, chica, utilizados habitualmente como muletilla.
82. Por andar siempre en las ltimas (Sierra Sangesa, 2003: 90).
AFA-69
229
83. No obstante lo dicho, lo ms habitual en el caso de las mujeres es feminizar el apodo masculino (cf. Benitn/Benitina; Chan/Chana; Clavel/Clavela; Mann/Manina).
84. Blanquito: por su madre, que se llamaba Blanca (Sierra Sangesa, 2003: 90).
85. Reduccin del diptongo del antropnimo aragons Chuan [Juan] > Chan.
86. Afresis del antropnimo aragons nchela [ngela] > Chela. Era el nombre que reciba una
de las ventas existentes antiguamente en Ejea: la Venta de Chela.
87. Chile: nombre procedente del antropnimo aragons Chil. Hasta mediados del siglo XX
existi el lavadero de Los Chiles, otra de las formas de cognominacin que reciba esta familia. Cf.
nombres de casas del Alto Aragn como Casa Chil (Ans), Casa Chila (Ysero) o Chilica, Chilico y
Childpez en Echo.
88. Francha, Franchico: forma feminizada y diminutiva respectivamente del antropnimo aragons
Francho [Francisco].
89. Tal vez de moniquet despacio, variante de bonico o abonico, y no como antropnimo.
90. Pascualicos y Pascualones: Ramas de una misma familia, en que unos eran de estatura normal
y los otros, muy altos (Sierra Sangesa, 2003: 90).
91. Afresis de Echauri.
92. Diminutivo de Chil.
93. Gilitos: porque su padre era de apellido Gil (Sierra Sangesa, 2003: 90).
94. Diminutivo del apellido Lambn.
95. Peir: actualmente como apellido, aunque en su origen fuera un nombre propio derivado de
Pedro (< PEtru).
230
AFA-69
231
3. Anlisis morfolgico
En este tercer apartado del trabajo, y como complemento del anlisis anterior, procedemos a analizar los procedimientos morfolgicos
sobre los que se han formado los apodos ejeanos.
3.1. Lexemas simples
3.1.1. Flexin nominal: Albarcas, Antn, Aesa, Babilonio, Baldomero, Bao, Berdor, Berln, Bolea, Bombones, Bon, Borrajas,
Borrascas, Buchinaga, Bujaraloz, Cabaas, Caco, Cacuri, Cachurro,
Cagarrias, Can, Camorra, Campis, Capaza, Capo, Carcunda, Carlista,
Cartagena, Cascos, Casimiro, Cato, Cera, Cerremundo, Chan, Charche,
Chaparro, Chavo, Chauri, Chela, Chimelo, Chirn, Cholo, Chorros,
Chuf, Clavel, Cloti, Cludo, Cocollo, Coleto, Condn, Coqueta, Corneta,
Corto, Coscarana, Crispn, Curro, Currutaco, Cupido, Diezas, Dios,
Duque, Escags, Escolas, Estudiante, Faroles, Folas, Fonas, Forota,
Fraile, Francha, Galano, Galinda, Gangas, Garra, Gascn, Gatios,
Gato, Gilo, Gitano, Golo, Geber, Geco, Haciendas, Jeroma, Jergn, Jiji, Juan Morena, Juan Pablis, Juan Pablo, Judas, Lamperales,
Lacn, Lecina, Levadas, Leona, Liborio, Ligarzas, Loba, Macareno,
Macizo, Mandulfa, Maraca, Marruesta, Marcuello, Masiu, Medio,
Meln, Militar, Millori, Mina, Modorro, Molla, Moos, Mora, Morln,
Muermas, Muro, Negro, Negros, Noya, Noy, Obispa, Ocaa, Ordinarios,
Pacho, Pajaro, Panarro, Pantalones, Paredes, Parejo, Pasiego, Pelanas,
Pelucas, Peir, Perena, Pa, Picholda, Pigelas, Pijes, Pincho, Pino,
Piriro, Pirulo, Pirrio, Pispajo, Pitinta, Pocholo, Poico, Poli, Pollo, Porcelanas, Presidias, Puchero, Querido, Quirrirri, Rajolas, Ram, Rano,
Rapas, Ratn, Refulido, Remedios, Repblica, Requinto, Revesindo,
Rigor, Rin, Ripamiln, Rivera, Roca, Rocas, Rodeos, Roto, Rufin,
Rufo, Rusio, Salmern, Samatn, Sangre, Sardina, Seco, Sers, Setas,
Sinforoso, Sopeto, Sun, Tadeos, Tano, Taratachinda, Tarranco, Tato, Ternero, Tieso, Tiesto, Tirable, Tirante, Todava, Toto, Tozolones, Trabuco,
Trafusca, Tren, Ungino, Vielo, Virutas, Zaba, Zaranda, Zuruto.
3.1.2. Flexin verbal: Amante, Apuntat, Cagas, Trespongo,
Volada.
3.2. Derivacin
3.2.1. Sufijo -acho, -acha: Rodacha, Vinacha.
3.2.2. Sufijo -ajo, -aja: Rodajos.
232
AFA-69
102. Manolaz: Hace referencia no a la estatura, sino a la voz que la tena muy profunda (Sierra
Sangesa, 2003: 89).
AFA-69
233
AFA-69
4. Conclusiones
Desde el punto de vista semntico, y considerando un pequeo
margen de error de 2% procedente de aquellos apodos de adscripcin dudosa o que cuentan con varias vas interpretativas, el sistema
de apodos de Ejea de los Caballeros en el ltimo tercio del siglo XX
ofrece el siguiente reparto porcentual:
235
103. A partir de los datos del estudio antroponmico de estas dos comunidades de la Jacetania
efectuado por Pujadas Muoz y Comas DArgemir (1989: 375-376).
104. Ibd.
236
AFA-69
la irona, del sentido crtico y hasta de la crueldad con los que unos
vecinos ven a otros y les designan105.
Desde un punto de vista formal, los datos semnticos correlacionan
con los resultados directos que se obtienen del anlisis morfolgico.
237
Por ltimo, solo nos resta anotar una ltima conclusin. El anlisis
del sistema de apodos de Ejea de los Caballeros nos ha deparado la
sorpresa de encontrar autnticos fsiles antroponmicos. Nos referimos
a los que hemos denominado antropnimos antiguos. All donde no
llega la interpretacin apelativa, ni la toponmica, ni tampoco la va
antroponmica reconocible como tal en nombres y apellidos, hemos
localizado un reducto de apodos que han perpetuado antiguos cognomina latinos, as como sus mecanismos derivativos.
5. Eplogo
Cincuenta aos despus, el corpus de apodos de Ejea de los Caballeros que hemos analizado en este trabajo, tal y como lo compil Octavio
Sierra en la dcada de los 60 del siglo pasado, todava mantiene su
vigencia a pesar de las transformaciones que desde entonces no han
parado de sucederse. Como es lgico, este sistema denominativo sigue
vigente entre las generaciones de ms edad que todava mantienen el
hbito de preguntar a ese cmo le dicen?.
La manifestacin ms preclara de esta vigencia la encontramos
en el hecho de que, en una poblacin de ms de 17000 habitantes,
los apodos que se anotan entre parntesis en las esquelas funerarias
aportan para muchos de los vecinos ms informacin que el nombre
de pila y los dos apellidos cognaticios.
Es cierto que buena parte de estos sobrenombres, por el carcter
fundamentalmente individual y efmero del apodo, se han perdido, pero
no deja de sorprender el carcter hereditario que muchos de ellos han
mantenido, al tiempo que se han ido creando otros, inspirados ms
en personajes pblicos de la televisin o del mundo del deporte que en
la vida cotidiana, pero que han ido formando una tasa de reposicin
que sigue posibilitando el reconocimiento de los individuos dentro de
la comunidad.
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AFA-69
241
Apndice I
Relacin de apodos de Ejea de los Caballeros
A
Adobero
Aguador
Aguu
Ajero
Amante
Ambelero
Andresico
Antn
Aesa
Apuntat
Armero
Arreglaprocesiones
Avalojero
Avelina
B
Babilonio
Baldomero
Bao
Baratillero
Barcas
Barru
Benitn
Benjamina
Berdor
Berln
Besuguero
Blanquito
Bolu
Bolea
Bombones
Bon
Bonetas
Borrajas
Borrascas
Borreguero
Botero
Buchinaga
Bujaraloz
Burina
242
C
Cabaas
Cabeza Cuadrada
Cabeza Larga
Cabeza y Mixto
Cachurro
Caco
Cacuri
Caga Andando
Cagarrias
Cagas
Cagasebo
Can
Calandrin
Calero
Cambrona
Caminero
Camorra
Campanero
Campanillas
Campis
Candidn
Canino
Cantarero
Cantores
Capaza
Capo
Capn
Carajillo
Cara y Caballo
Cara y Perro
Carcunda
Carguillas
Carlista
Carpintana
Carretas
Cartagena
Casa Ca
Casa Gil
Casa Grande
Casa Jordn
Casa Julito
Casa Morea
Casa Nueva
Casa Valenciano
Cascos
Cascos y Teja
Casiano
Casimiro
Castrico
Cato
Causn
Cazoludo
Cebadero
Cebollero
Cera
Cerremundo
Cestero
Chan
Chaparro
Charche
Chato la Curra
Chato y Corts
Chaviscoso
Chavo
Chauri
Chela
Chicuelo
Chiln
Chimelo
Chirn
Cholo
Chonchona
Chorros
Chuf
Chuponero
Churrero
Clavel
Clavijo
Cloti
Cludo
Cocollo
Cocote
Coleto
AFA-69
Coludo
Comemierda
Condn
Coqueta
Corneta
Corridica
Corto
Coscarana
Costera
Crispn
Cristo Viejo
Cuartete
Cubero
Cucaln
Cuellicorto
Culera
Culete
Culofino
Culopelu
Culudo
Cupido
Curica
Curro
Currutaco
D
Dentarrn
Diente de oro
Diezas
Dios
Dominguito de Chile
Duque
E
Escachacoventos
Escags
Escolas
Escoronero
Esdientu
Espantachicos
Estambreras
Estanquero
Estudiante
F
Fandanguero
Faroles
AFA-69
Fillera
Folas
Fonas
Forofn
Forota
Fraile
Fragolinero
Francha
Franchico
Frescanero
G
Galano
Galinda
Gangas
Garitn
Garra
Garricas y Caparra
Gascn
Gatio
Gato
Gilitos
Gilo
Gitano
Golo
Gordo la Rusa
Gordo Macizo
Gorra
Graciano
Geber
Geco
Guindillero
H
Habanero
Haciendas
Hombrn
Hospitalero
Huerto las Monjas
J
Jergn
Jeroma
Jiji
Juan Morena
Juan Pablis
Juanicas
Juan Pablo
Judas
Juliana
Julieto
L
Lacn
Lambaneta
Lamperales
Lanero
Lecina
Leona
Leonaz
Levadas
Liborio
Ligarzas
Loba
Lobo de la Pedrera
M
Macareno
Macizo
Malajo
Malao
Malcasada
Mallu
Malojo
Malpicano
Mandulfa
Manero
Mango Ajada
Manguera
Mann
Manolaz
Mantecn
Maquinica de hacer
miedo
Maraca
Mariann
Marragn
Marruesta
Marcuello
Martn
Mascarada
Masiu
243
Matn
Mediapata
Medio
Medioduro
Mediokilo
Mediomundo
Mediops
Mediqun
Meln
Milhombres
Militar
Millori
Mina
Miojera
Mocera
Modorro
Molinero
Molla
Moniqueta
Mon
Moos
Moquitera
Mora
Morln
Morretes
Morritos
Mosquito
Motn
Mozocota
Muermas
Munidor
Murillo
Muro
N
Negro
Negro la Cabaesa
Negros
Niito Jess
No llevo suelto
Noy
Noya
O
Obispa
Obrero
244
Ocaa
Ojo Caracola
Ordinarios
P
Pablitas
Pacho
Pajaro
Panarro
Pan Colgu
Panimedio
Panipansa
Pantalones
Pantalones y Hanega
Paredes
Parejo
Pascualico
Pascualillo
Pascualones
Pasiego
Patatero
Pataticas
Patn
Peir
Pelanas
Peloblanco
Pelofresco
Peln
Pelucas
Pellejero
Perdign
Perena
Peretero
Pernacn
Perrinchn
Pertusano
Pa
Pichasanta
Picholda
Pigelas
Pijes
Piln
Pincho
Pino
Pionicos
Piojito
Piriro
Pirrio
Pirulo
Pispajo
Pitinta
Pocholo
Poico
Polito
Pollo
Porcelanas
Porgadoras
Porrn
Pradillano
Pregonero
Presico
Presidias
Puchero
Puteta
Q
Querido
Quinqun
Quirrirri
R
Rabosas
Rabosera
Rajolas
Rallu
Ram
Rano
Rapas
Ratn
Refulido
Regidor
Remedios
Repblica
Requinto
Revesindo
Rigor
Rin
Ripamiln
Rivera
Riverica
Roca
Rocas
AFA-69
Rodacha
Rodajos
Rodeos
Roscu
Roto
Royo Ardiles
Royo de Luca
Royo Pelaire
Royo Puteta
Rufin
Rufo
Rusio
S
Salmern
Samatn
Sangre
Santiaguesa
Sardina
Seco
Sembrador
Seorita el Cuco
Serero
Sers
Setas
Sillero
Sinforoso
Socarru
Soguero
AFA-69
Sopeto
Sun
Treinta y una
Tren
Trespongo
Tripanegra
Tropezn
Truquillo
Tuerto Cativiela
Turru
T
Tabloneros
Tadeos
Talamontes
Tamborero
Tano
Taratachinda
Tarranco
Tato
Tejero
Ternero
Tetuda
Tieso
Tiesto
Tirable
Tirante
Tocinero
Todava
Torero
Torreros
Toto
Tozolones
Trabuco
Trafusca
Tragaldabas
Trajinero
U
Ungino
V
Vajillero
Varica
Vielo
Vinacha
Virutas
Volada
Z
Zaba
Zamarricas
Zaragocica
Zarandas
Zurdo de Erla
Zuruto
245
Apndice II
Bases onomsticas de los apodos antroponmicos de Ejea
En este apndice se relacionan por orden alfabtico todos los apodos ejeanos
que tienen su origen en antropnimos antiguos. Se trata de una tabla de mximos
que incluye tanto los antropnimos recogidos en el apartado 2.8.2, como aquellos
que a lo largo del trabajo se han sealado como susceptibles de ser interpretados
por esta va.
En la tabla siguiente se anota en la columna de la izquierda el apodo en cursiva;
en la columna del centro se seala el antropnimo del que procede en maysculas;
por ltimo, se anotan en la columna de la derecha las fuentes onomsticas que lo
atestiguan, precisando si se trata de un nomen, cognomen o un gentilicio.
Los repertorios onomsticos manejados son los siguientes:
Kajanto, Iiro (1982): The Latin Cognomina, Roma, Giorgio Bretschneider
Editore.
Solin, Heikki & Salomies, Olli (1988): Repertorium hominum gentilium et
cognominum Latinorum, Hildesheim, Olms-Weidmann.
Lrincz, Barbans (1999-2005): Onomastique Provinciarum Europae Latinarum, cuatro vols., Wien, Forschungsgesellschaft Wiener Stadtarchologie. Estos
cuatro volmenes estn referenciados en la tabla siguiente mediante la abreviatura
OPEL seguido del volumen y la pgina correspondientes.
Apodo
Bao
Antropnimo
latino
Fuentes onomsticas
Banius
Banio
Cognomen
Burina
Burius
Burius
Cognomen
Caco
246
Burius
Cacus
AFA-69
Cacuri
Cacus
Cacurius
Cacurius
Nomen
Campis
Campius
Canino
Caninus
Caninus
OPEL (II:15)
Nomen
Capo
Caninus
Capo
Capo
Carpintana Carpinianus
Carpinianus
Cato
Cato
Cato
Nomen y cognomen
Cato
AFA-69
247
Causn
Causo
Cognomen
Chimelo
Similio
Similius
Cognomen
Cloti
Similio
Clotus
Cognomen
Cludus
Cludus
Cocollo
Cuculla
Cucaln
Cucalo
Cludo
Cognomen
Gatio
Catinius
Cattius
Nomen y cognomen
Gilo
Cattio
Gillo
Gilo
Cognomen
248
AFA-69
Gillo
Golo
Gulus
Lecina
Licinia
Licinius
Nomen y cognomen.
Leona
Licinus
Leona
Cognomen
Leonaz
Leonas
Cognomen
Mann
Manninus
Manus
Nomen y cognomen
Millori
Manius
Meliorus
Melioris
Cognomen
Mina
AFA-69
Minnus
249
Minna
Cognomen
Mon
Minus
Monnius
Monninus
Monnius
Nomen y cognomen
Motn
Motus
Motius
Cognomen
Perena
Motus
Perennius
Perennius
Cognomen
Pino
Piriro
250
Perennus
Pinus
Pinus
Pirinus
AFA-69
Pirinus
Nomen
Pirurus
Cognomen
Pirrio
Perrius
Perrius
Nomen
Poico
Poio
Cognomen
Polito
Pollitius
Presidias
Praesidius
Praesidius
Cognomen
Puteta
Praesidia
Potita
Cognomen
Ram
Potita
Ramus
Ramus
Cognomen
Rapas
AFA-69
Ramus
Rapax
251
Samatn
Rapax
Samatius
Cognomen
Sun
Sunus
Sunus
Nomen y cognomen
Tiesto
Testius
Testo
Cognomen
Toto
Testa
Toto
Cognomen
Tren
Trenus
Cognomen
Varica
Vielo
Varica
Varica
Velius
Nomen
Zaba
252
Zabbius
AFA-69
notas bibliogrficas
1. Introduccin
El volumen Entre oralidad y escritura: la Edad Media (Madrid,
Crtica, 2012, vol. I, 792 pginas) forma parte de la Historia de la
literatura espaola dirigida por Jos-Carlos Mainer, concebida con el
propsito de indagar nuevos modos de leer y de interpretar los textos.
El prlogo recoge con precisin los preceptos que inspiran la obra, en
esencia el antidogmatismo, el pluralismo crtico y el manejo del texto
como objeto y medio sobre el cual se vierte un continuo revisionismo
cientfico. La tradicin y el cambio tienen cabida en su estructura
flexible y fluida, alejada de toda rigidez taxonmica. Literatura y paraliteratura se tienen en cuenta en igual medida, a la luz de una amplia
serie de textos de apoyo trados mediante una labor interdisciplinaria
y arqueolgica, que aportan un alto grado de erudicin en un examen
paralelo de historia externa e historia literaria: Por tal cosa se entiende
aquellos documentos significativos de valor sociolgico, ideolgico
o esttico que ayuden a la comprensin de las constantes de la poca
de referencia, aunque tambin al entendimiento de autores de primera
magnitud (p. XII). Coherente con estas pautas metodolgicas es la
declaracin de intenciones de los autores, Mara Jess Lacarra y Juan
Manuel Cacho Blecua, concebida desde un claro enfoque sociolgico:
Las distinciones francesas entre la historia literaria, entendida como
el anlisis y la explicacin de todos los componentes de la peculiar
institucin denominada literatura, frente a la historia de la literatura,
AFA-69
255
AFA-69
257
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259
260
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261
AFA-69
263
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2. En ocasiones, la relacin de las obras citadas con Aragn es puramente anecdtica. Es el caso
de las Memorias de doa Leonor Lpez de Crdoba (h. 1362-1430), que naci de paso en Calatayud
(Zaragoza). El texto escapa a cualquier intento de clasificacin, puesto que, aunque est cargado de tintes
autobiogrficos, el relato, que habra sido dictado en primera persona a un escribano, se encamina hacia
otros subgneros con predominio de los componentes notariales, pero manipulando los hechos con el fin
de adecuarlo a un modelo moral idealizado.
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4. Consideracin final
El volumen se cierra con un apndice de textos de apoyo, un breve
apartado sobre los estudios medievales actuales que precede a la extensa
bibliografa, un ndice de nombres, un listado con la procedencia de
las ilustraciones y un ndice general.
En fin, la obra de Mara Jess Lacarra y Juan Manuel Cacho Blecua
podra definirse como una socio-historia literaria medieval proyectada
sobre y desde los textos que, por el tratamiento holstico de la materia,
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La stira en
Bartolom Leonardo de Argensola
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The Graduate Center. The City University of New York
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En Las alteraciones aragonesas y los Argensola y La representacin del poder: del rey y sus ministros en el Ddalo y en los Sueos
de Quevedo, La Schwartz rastrea lo particular histrico centrndose
en las claves de las que se vale el aragons para cifrar las cuestiones
filosficas y polticas de actualidad en sus recreaciones de la menipea.
Ambos estudios son ejemplos de cmo Argensola, mediante la manipulacin de los resortes de la imitacin compuesta, recrea un universo
poblado tanto por tipos socio-morales de consagrada tradicin como por
figuras histricas antiguas y modernas, con el fin de difundir cuestiones
filosficas o ideolgicas de actualidad.
En Las alteraciones aragonesas y los Argensola, tras recordar los
conocidos hechos histricos relacionados con la huida del exsecretario
real Antonio Prez, Schwartz postula que si en toda su obra potica e
historiogrfica Bartolom Leonardo (y su hermano Lupercio) se presenta como defensor del reino de Aragn (cronista de Aragn y luego
cronista del rey en el Reino de Aragn), otras son las perspectivas que
ofrece en sus menipeas (p.58). En el Ddalo, Argensola cifra alegricamente a Felipe II en la figura de Minos, a Antonio Prez en la de
Ddalo, y a la princesa de boli en la de la reina Pasifae. Construida
en su enunciacin en forma de dilogo a la manera de las stiras en
dilogo de Luciano 6, en el que alternan dos opiniones contrastantes,
Ddalo y Polites conversan sobre cuestiones actuales en clave satrica
refirindose a la huida del exsecretario a Aragn para ampararse en
los fueros de ese reino. A partir de la descodificacin de la intriga,
Schwartz nos convence de la correlacin de la misma con las polmicas
de la razn de estado en las que se critica a Felipe II por no respetar
la prudencia que ha de caracterizar a un rey, segn el neoestoicismo
lipsiano: si un rey no acta con justicia, se vuelve tirano, y las voces
satricas de la menipea elogian o castigan estas posturas regias.
Otro de los empeos de La Schwartz en estos dos estudios sobre
los modelos del mundo ha sido el de filiar la produccin urea espaola con las corrientes y polmicas desatadas en toda Europa a raz
de las nuevas interpretaciones de las teoras sobre la conservacin del
poder y la monarqua. Los escritos satricos, que se multiplicaron en
el periodo de produccin intelectual de Argensola y de Quevedo, se
6. En 1992, Schwartz coordin el monogrfico de la revista nsula, nm. 542, ao XLVII (febrero
1992): El dilogo en la cultura urea: de los textos al gnero, en cuyo Estado de la cuestin traza un
abarcador panorama del gnero, que se suma a los trabajos y ediciones de Ana Vian (que contribuye con
el estudio El dilogo como gnero literario argumentativo: imitacin potica e imitacin dialgica), y
abre el camino a estudios crticos como los de Jess Gmez Gmez y Asuncin Rallo, entre otros.
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suman a la ingente produccin de textos y panfletos que exponan ciertas posturas ideolgicas. El cotejo de las stiras menipeas de estos dos
autores en La representacin del poder: del rey y sus ministros en el
Ddalo y en los Sueos de Quevedo sirve para demostrar que ambos
se hicieron eco de doctrinas como las de Botero, Lipsio o Maquiavelo
para defenderlas o rechazarlas. Al examinar las representaciones de
reyes y ministros en el Ddalo y los Sueos en conexin con dichas
doctrinas expone cmo la menipea mantiene un provechoso dilogo
intertextual e ideolgico con los tratados espaoles y extranjeros que
pulularon en torno a la polmica razn de estado.
Despus de pasar concentrada revista a las claves satricas del
Ddalo, la autora describe en este estudio (La representacin del
poder) los mecanismos de que se vale Quevedo para proyectar la
imagen de buenos y malos reyes, privados o gobernantes en los Sueos
y el Discurso de todos los diablos. Sin duda, las imgenes satricas de
los reyes y ministros de Quevedo y Argensola estn basadas en lugares
comunes del pensamiento poltico sobre el poder, ya que, reflejo de
sus circunstancias histricas, recogen el pensamiento neoestoico de
las Polticas de Lipsio, a diferencia de las proyectadas por Alfonso de
Valds o los autores del Dilogo de las transformaciones de Pitgoras7
o El Crotaln unas dcadas antes. Aunque pudiera parecer paradjico,
la stira, conectada a la reforma de las costumbres, constituy en el
XVII un importante vehculo de difusin de ideologas y de crtica
poltica que permita ejercer otro tipo de poder: el de consejero regio,
dispuesto a conformar las mentalidades de los grupos dominantes en
la poca barroca (p.85).
Los aportes de la profesora Schwartz al estudio de la stira en
Quevedo desde la publicacin en 1984 de su libro Metfora y stira
en la obra de Quevedo8, donde examina las caractersticas y el funcionamiento de la metfora como figura imprescindible del innovador
discurso satrico quevediano fueron apareciendo en diversas colaboraciones y monografas a lo largo de los ltimos aos. Destaca su
labor de recopilacin para la Antologa crtica virtual Las stiras de
7. Ver al respecto, los monogrficos de Ana Vian, Una obra maestra del dilogo lucianesco
renacentista: el annimo Dilogo de las Transformaciones de Pitgoras, Bulletin Hispanique 94, 1
(1992), pp. 5-36; y El Dilogo de las Transformaciones de Pitgoras, la tradicin satrica menipea y
los orgenes de la picaresca: confluencia de estmulos narrativos en la Espaa renacentista, en Jean
Canavaggio (ed.), La invencin de la novela, Coleccin de la Casa de Velzquez, 60, Madrid, Casa de
Velzquez, 1999, pp.107-128.
8. Metfora y stira en la obra de Quevedo, Madrid, Taurus, 1984; y Quevedo: discurso y representacin, Pamplona, Ediciones Universidad de Navarra, 1986.
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Quevedo y su recepcin 9, que rene varios de los estudios ms importantes sobre la recepcin de las obras satricas del autor publicadas
desde el primer cuarto del siglo XX, y en el que, adems de trazar un
panorama del gnero en la introduccin a su cargo, contribuye con un
artculo titulado El letrado en la stira de Quevedo10. No se puede
pasar por alto su imprescindible edicin crtica y anotada de la stira
de Quevedo La Fortuna con seso y la hora de todos 11, a partir del
manuscrito nico procedente de la biblioteca del duque de Fras. En
otros trabajos sobre el tema Schwartz recorre los caminos que van
de la satura a la stira12, subraya las deudas de Quevedo con Juvenal
y Persio 13, estudia la cuestin de la enunciacin en El Crotaln y
los Sueos14, analiza la construccin satrica de los personajes femeninos15, examina la relacin del gnero con la poltica y la corriente
neoestoica16, y estudia la pervivencia del discurso satrico en los siglos
XVI y XVII17, insistiendo en todas estas publicaciones en la visin que
conforma el libro que nos ocupa: presentar un anlisis historicista del
gnero en el marco de la produccin literaria del XVII.
As, el aporte fundamental del penltimo estudio de la colectnea,
Las voces satricas de un humanista aragons, es la reconstruccin
de lo que la autora denomina una potica de la stira. Surge a partir
del discurso en prosa que, en forma de epstola, Argensola dirigi al
conde de Lemos, y que se incluye en la edicin de las Stiras menipeas
de 2011. Adems de la carta, Bartolom Leonardo incluye comentarios sobre el gnero en varios pasajes metapoticos que La Schwartz
9. Las stiras de Quevedo y su recepcin. Antologa crtica virtual. Edicin y prlogo, en http://
cvc.cervantes.es/literatura/quevedo_critica/satiras/indice.htm.
10. La figura del letrado en la stira de Quevedo, Hispanic Review, 54 (1986), pp.27-46.
11. La Hora de todos y la Fortuna con seso, Madrid, Clsicos Castalia, 2009.
12. El tribunal del Hades: de la satura clsica a las stiras de Quevedo, en Jos M. Maestre
et al. (coords.), Humanismo y pervivencia del mundo clsico. Homenaje al profesor Antonio Prieto,
Alcaiz-Madrid, 2008, IV/1, pp.211-224.
13. Las diatribas satricas de Persio y Juvenal en las stiras en verso de Quevedo, en C.Vallo y R. Valds (eds.), Estudios sobre la stira espaola en el siglo de oro, Madrid, Castalia, 2006,
pp. 129-150.
14. En torno a la enunciacin en la stira: los casos de El Crotaln y los Sueos de Quevedo,
Lexis, IX (1985), pp.209-227.
15. Mulier milvinum genus: la construccin de personajes femeninos en la stira y en la ficcin
ureas, Homenaje a Antonio Vilanova, Barcelona, PPU, 1989, pp.629-647; y La mujer toma la palabra:
voces femeninas en la stira del siglo XVII, en Agustn Redondo (ed.), Images de la femme en Espagne
au XVIe et XVIIe sicles, Pars, Presses de la Sorbonne Nouvelle, 1994, pp.381-390.
16. Justo Lipsio en Quevedo: neoestoicismo, poltica y stira, en Werner Thomas y Robert A. Verdonk (eds.), Encuentros en Flandes, Lovaina, Presses Universitaires de Louvain, 2000, pp.227-274.
17. Satura y stira en los siglos XVI y XVII. Teora y praxis, en Antonio Gargano et al. (coords.)
Difcil cosa el no escribir stiras: la stira en verso en la Espaa de los Siglos de Oro, Academia del
Hispanismo, 2012, pp.21-48.
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como instrumento de control social, erradicacin del disenso y creacin de convenciones, y cuya finalidad es identificar qu principios la legitiman. Se trata de
una valoracin transversal que examina cmo los mtodos censorios de la Contrarreforma afectaban a la textualidad y a la circulacin de ideas y libros, as como
a los modos y prcticas de la escritura, contribuyendo a establecer la disciplina
social y la cohesin poltica en la Europa moderna.
El proyecto presentado por Jos Enrique Laplana Gil, Baltasar Gracin y la
cultura de su tiempo es continuacin de dos proyectos previos dirigidos por Aurora
Egido, cuyo objeto va ms all del anlisis y edicin de las obras de Gracin, pues
pretende ahondar en el estudio del contexto cultural aragons y espaol del siglo
XVII y su relacin con la cultura humanstica espaola.
Las Actas del Coloquio aportan, como se ha visto, una amplia panormica, no
solo de los presentes estudios, sino de la vocacin de futuro que posee el proyecto
Saberes humansticos y formas de vida en la Edad Moderna europea. Los artculos
editados en el volumen estn acotados por el ttulo del Coloquio: los usos y abusos
de los saberes humansticos y sus aplicaciones prcticas. Todos ellos suponen un
examen tanto de los propios fundamentos del humanismo, como de ese movimiento
inverso estudiado por William J. Bouwsma que, como seala Aurora Egido en
su prlogo, promulg la renovacin de los gneros a travs del cuestionamiento
de los presupuestos humansticos desde una saludable crtica. Es a travs de los
mrgenes, de la transgresin de los saberes asentados, de la ruptura con las ideas
previas, desde donde la historia de las ideas avanza y desde donde el humanismo
sobrevive. Hoy, ms que nunca, necesitamos una visin retrospectiva y profunda
sobre los caminos tomados por el humanismo para comprender al hombre, cuya
dignidad nace del ejercicio de las humanidades. En ltima instancia, se trata de
entendernos a nosotros mismos.
Paloma Pueyo Sahn
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namente se va integrando como dialecto dentro del espaol, hecho similar al que
tendr lugar tambin en otras reas laterales de la Pennsula, como Aragn, Len
o Asturias. En este sentido, se matiza que este retroceso en los primeros tiempos
es solo de tipo social, ms que geogrfico.
El eusquera recibe tambin como cabra esperar una atencin constante
a lo largo de la obra pues era la lengua con la que se comunicaba oralmente la
mayor parte de la poblacin de Navarra. Es conocido por todos que los testimonios escritos de esta lengua quedan restringidos en la Edad Media a la aparicin
espordica de trminos salvo algunas frases intercaladas en textos en romance
hasta mediado el siglo XVI.
As es que el constante multilingismo del reino navarro durante la Edad
Media e incluso antes es caracterstica relevante que debe ser resaltada: los
romances autctonos de una y otra rea, las variedades francas y occitanas instaladas en la corte y en los pueblos y el eusquera predominante en la comunicacin
oral entraban en contacto continuamente, lo que proporcion al romance navarro
rasgos diferenciadores frente a otras hablas peninsulares.
Es de agradecer sin duda la aparicin de obras cientficas como la que aqu
presentamos que, por su carcter divulgativo, ofrecen una primera visin de conjunto y, por otra parte, orientan con provecho al lector que se acerca a los temas
expuestos por primera vez. Precisamente queremos sealar la claridad de las autoras
a la hora de presentar aquellas ideas sobre las que hay un consenso entre los estudiosos. Hemos de aludir tambin en este punto a las dos autoridades, sobradamente
conocidas, que han sido mencionadas repetidamente en la publicacin: Fernando
Gonzlez Oll y Carmen Saralegui, ambos profesores con un conocimiento profundo
del romance navarro, especialmente en su etapa medieval. Buena muestra de ello
es la bibliografa, en la que se mencionan varios trabajos suyos para profundizar
en la cuestin.
En definitiva, este interesante libro aqu reseado descifra las claves que
deben tenerse en cuenta para adentrarse en el estudio de las lenguas del reino de
Navarra. Las profesoras Martnez Pasamar y Tabernero Salas, aprovechando la doble
efemride de la Batalla de las Navas de Tolosa en 1212 (acontecimiento crucial en
el que participaron tropas navarras) y de la anexin de Navarra a Espaa en 1512,
nos brindan este libro, de lectura amena, que ser del agrado de todos aquellos
lectores que sientan curiosidad por las cuestiones lingsticas. En l realizan una
exposicin bien trabada y clara, con la ayuda de textos ilustrativos, que gustar
tambin a los lectores interesados por la historia de las hablas regionales de Espaa
y por las variedades lingsticas de la poca medieval.
Mateo Montes Fano
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1. Egido, Aurora y Jos Mara Enguita, eds. (1996): Juan Fernndez de Heredia y su poca. IV
Curso sobre Lengua y Literatura en Aragn, Zaragoza, Institucin Fernando el Catlico. A ello hay
que aadir la labor anterior, unnimemente reconocida, realizada en el Hispanic Seminary of Medieval Studies (HSMS), de la Universidad de Wisconsin, en Madison; las numerosas publicaciones de la
recientemente fallecida Regina af Geijerstam; los trabajos del profesor Juan Manuel Cacho Blecua y de
otros profesores de la Universidad de Zaragoza, entre otros.
2. Obras de Heredia publicadas despus de las citadas Jornadas son las editadas por Romero
Cambrn (2008) del Orosio; Adelino lvarez del Libro de los emperadores (2006), del Tucdides (2007)
y del Plutarco (2009); Guardiola del Rams de Flores (1998); Ramn i Ferrer tambin del Rams (2006);
Martnez Roy (2010) de una parte de la Crnica de los conquiridores.
3. Sigue en este sentido el trabajo de la profesora ngela Madrid las aportaciones realizadas
ltimamente por Ricardo Cirbide, entre las que cabe destacar su Edici crtica dels manuscrits catalans indits de lorde de Sant Joan de Jerusalem, segles XIV-XV (Barcelona, Fundaci Noguera, 2002)
y el importantsimo trabajo de edicin crtica de los Estatutos de la orden de San Juan de Jerusaln,
manuscritos occitanos siglo XIV (Bilbao, Universidad del Pas Vasco, 2006).
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donde se conserva. Por ltimo, indica que el manuscrito est fechado al final por
dos manos diferentes y, adems, en grafa rabe y latina; en este sentido, aporta
fotografas que nos permiten comprobar por nosotros mismos la presencia de dos
manos y que la fecha fue tachada, para ser reescrita de nuevo: 1587.
La autora trata a continuacin sobre el contenido del texto. Desde este punto
de vista resume cada leyenda y localiza sus fuentes ms remotas, que proceden
de la Biblia, del Corn y de la literatura rabe e islmica. La intencin es cotejar
las leyendas con sus fuentes rabes para que un futuro lector pueda comparar las
leyendas con sus originales y as comprobar divergencias, adiciones o digresiones
en relacin con ellos. Integrado en gran parte por textos narrativos de carcter
religioso, el manuscrito se divide en siete captulos (tres narraciones sobre la
vida de los profetas, una sobre el da del juicio, un relato doctrinal o alfadila y
tres cuentos maravillosos, todos ellos con una temtica comn: la futilidad de la
vida y el da del juicio) y se cierra con una tradicin sobre el ayuno. La autora
tambin lleva a cabo un estudio crtico sobre las relaciones de parentesco que tiene
cada relato del manuscrito 57 J en conexin con otros testimonios aljamiados,
advirtiendo sobre la enorme dificultad de encontrar los originales rabes a partir
de los cuales se hicieron las traducciones al aljamiado.
Uno de los aspectos que ms preocupa a Touria Boumehdi es estudiar en
profundidad el proceso de traduccin del cdice. Un punto de vista innovador que
nos permite estudiar la tcnica y el procedimiento que los traductores moriscos
seguan para elaborar sus textos y que, por otro lado, permite a la investigadora
situar las narraciones aljamiadas dentro de una estructura literaria moderna. La
profesora Boumehdi pretende mostrar cmo el autor de este texto intenta resolver
las dificultades semnticas y lxicas que se presentan. Para poder llevar a cabo su
traduccin el copista busca equivalentes dialectales romances mediante los cuales
poder reflejar el contenido semntico de expresiones rabes, de modo que en el
trasvase se revela una fuerte impronta del dialectalismo andalus. Observa, adems,
que el traductor no respeta el orden ni la composicin de los versos porque lo que
le interesa es captar correctamente el contenido. La autora descubre que la manera
de preparar el texto fue el dictado: mientras otra persona lea el texto, el copista
lo traduca (pp.96-145). Y, como sucede frecuentemente en este tipo de obras, las
plegarias, rogativas u oraciones se reproducen con cuidado, dejando en rabe todas
las frases o expresiones corrientes, sencillas y conocidas por los posibles lectores
musulmanes, y traduciendo a la aljama solo las menos conocidas.
En la segunda parte de la monografa, la Dra. Boumehdi aborda el estudio
literario sobre el manuscrito para encajar los peculiares relatos aljamiados en
un esquema literario moderno, que corresponde a otro tipo de literatura, lo que
constituye asimismo otro aspecto interesante de su investigacin. La narracin
es inherente en la cultura morisca y en ella se fusionan personajes bblicos que
aparecen en el Corn con antiguos relatos de transmisin oral.
En el primer apartado se refiere a la concrecin del gnero (pp.147-172): en
los textos aljamiados encontramos con frecuencia alternancia entre los trminos
h adiz, captulo, rekontamiento, castigo o declaracin; cada uno de ellos queda
bien definido por Touria Boumehdi. A continuacin, partiendo de las clasificaAFA-69
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Manuel Daz Rozas: Apuntes en lengua chesa. Ed. de Xos Ramn Garca
Soto y Jos Ignacio Lpez Susn, Zaragoza, Aladrada Ediciones, 2013, 388
pginas.
Con la intencin explcita de recuperar textos clsicos en aragons y cataln
para la puesta en valor del patrimonio inmaterial de nuestra comunidad autnoma
(Asociacin Cultural Aladrada), nace la coleccin Biblioteca de las Lenguas de
Aragn. En el ao 2009 sali a la luz el primer volumen de esta coleccin, titulado
El diccionario aragons. Coleccin de voces para su formacin (1902), de Jos
Luis Aliaga; y cuatro aos ms tarde, la obra Apuntes en lengua chesa ya ocupa
el nmero 10-11 de esta coleccin.
Apuntes en lengua chesa recoge, en transcripcin, los cuadernos, hojas sueltas y anotaciones que hizo Manuel Daz Rozas acerca de la lengua chesa en sus
vacaciones al valle de Hecho en el verano del ao 1955. Dicha transcripcin va
acompaada de varios estudios preliminares que han sido realizados por cuatro
investigadores pertenecientes a ramas del conocimiento diferentes: Xos Ramn
Garca Soto, especialista en psicologa del lenguaje; Jos Ignacio Lpez Susn,
licenciado en Derecho e ntimamente relacionado con la vida cultural aragonesa
y las polticas lingsticas en Aragn; Jos Mara Enguita Utrilla, profesor de la
Universidad de Zaragoza y coordinador del grupo de investigacin ARALEX; y
Marta Marn Brviz, periodista, escritora y difusora del cheso. Cada uno de ellos
ha centrado su investigacin en un aspecto diferente del estudio. Como Ignacio
Lpez anota en la Presentacin (pp. 7-10), Xos Ramn Garca Soto se ha
encargado de la reproduccin facsimilar de los folios escritos por Manuel Daz
Rozas y, asimismo, ha llevado a cabo el estudio biogrfico de este personaje;
Jos Mara Enguita y Marta Marn han elaborado el apartado lingstico; y l
mismo ha seleccionado los materiales ms interesantes de estos Apuntes para su
inclusin, de manera ordenada, en el libro. De este modo, el resultado final es
una obra de conjunto cuyo centro es siempre la persona de Manuel Daz Rozas
y sus observaciones sobre el cheso. En la Presentacin del volumen tambin
refiere cmo surgi este proyecto a partir del descubrimiento de los originales en
1998, por lo que puede decirse que ha sido una labor larga en el tiempo, pero muy
satisfactoria para todos los colaboradores, no solo por centrarse en una lengua
del Pirineo en peligro de extincin como es el cheso, sino tambin por la propia
figura de Manuel Daz Rozas.
Fue Manuel Daz Rozas un pedagogo vocacional de reconocida vala en los
aos de la Segunda Repblica y conocido defensor de la enseanza del gallego en
las escuelas. En su aportacin, Xos Ramn Garca Soto (El ltimo despertar de
un soador: Manuel Daz Rozas, investigador de la lengua aragonesa, pp.11-90),
recorre su juventud y su vida adulta, centrndose en su labor como renovador del
sistema educativo y como participante en la vida cultural gallega y, aunque en su
contribucin dedica apartados diferentes a la vida y al perfil intelectual de Daz
Rozas, en ambos destaca la importancia del contexto histrico-cultural y sociopoltico de la poca que le toc vivir, es decir, cmo las circunstancias marcan
su personalidad y su forma de enfrentarse al mundo, lo que configura el carcter
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luchador de este personaje. Garca Soto realiza una biografa exhaustiva, pero
tambin emotiva y reivindicativa, de este gallego, aportando detalles para que el
lector pueda conocerlo en profundidad y, de este modo, interpretar su evolucin
personal y cientfica a lo largo de los aos y de los acontecimientos. En la ltima
parte de su contribucin, el autor se centra en las anotaciones que hizo Manuel
Daz Rozas sobre el cheso durante su estancia en el valle de Hecho, as como
su posterior revisin, ya en su residencia de San Sebastin: los primeros papeles
no pasan de ser unas meras notas tomadas para satisfaccin personal; despus va
entretejiendo la idea de adentrarse en un proyecto algo ms ambicioso. Xos Ramn
Garca Soto pone de manifiesto que esta, al igual que otras deducciones que saca
a travs del anlisis de los Apuntes del pedagogo, es solamente una hiptesis que,
sin embargo, dado el mtodo de trabajo seguido por Daz Rozas y el rigor de las
reflexiones de Garca Soto, est razonablemente fundamentada.
El captulo preparado por Jos Mara Enguita y Marta Marn (Los cuadernos de Daz Rozas en su contexto histrico y cultural, pp.91-126) enmarca las
notas de Manuel Daz Rozas dentro de los inicios de la Dialectologa tradicional
y de la figura del dialectlogo como encargado de preservar para la posteridad
las variedades lingsticas geogrficas y, a travs de ellas, las tradiciones culturales para las que sirven de vehculo de expresin. Daz Rozas siempre estuvo
vinculado con el gallego, de ah que pudiera llamar su atencin esta habla descubierta por sorpresa en el Pirineo occidental de Aragn. A mediados del siglo
XX, el estudio de las variantes lingsticas aragonesas ya tena precedentes
tanto en especialistas nacidos en Espaa como en hispanistas llegados de distintos pases europeos, entre ellos Joaqun Costa, Bada Margarit, Rohlfs, Kuhn
o Sarohandy. Tambin es destacable la labor, en el mismo valle de Hecho, de
autores como Leonardo Gastn, Domingo Miral y Veremundo Mndez Coarasa.
Hoy existen numerosos trabajos del cheso, por lo que las notas del gallego no
aportan datos sorprendentes; pero, sin duda, en esa poca, una monografa sobre
el cheso hubiera tenido gran relevancia. Enguita y Marn examinan, en la parte
central de su investigacin, las distintas fuentes de las que el pedagogo gallego
obtuvo los datos sobre el cheso. En primer lugar, extrajo materiales gracias al
trato con los vecinos, hablantes de cheso, y los compar con otras variantes del
Pirineo. Los textos literarios tambin le suministraron abundante informacin;
de la lengua usada en ellos saca datos que le parecen valiosos para entender el
funcionamiento del cheso; por ltimo, se sirve de algunas fuentes bibliogrficas
y anota otras para su posterior consulta. Esta tarea, iniciada ms bien como
curiosidad personal, llega a convertirse en un objeto ms pensado y ms orientado hacia la elaboracin de una monografa sobre el cheso. Enguita y Marn
comentan de manera objetiva los materiales reunidos por Daz Rozas, matizando
su inters lingstico, si bien algunos de ellos deben interpretarse como errores
debidos a la falta de formacin de Daz Rozas como lingista. Tambin aportan
una comparacin de esas notas acerca del cheso de mediados del siglo XX con
el que se habla en la actualidad, con el propsito de considerar la evolucin de
la fabla chesa en el medio siglo que ha trascurrido. Por ltimo, y a modo de
consideracin final, destacan el valor histrico de estos Apuntes para reconstruir
la andadura del cheso a lo largo del siglo XX.
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Jos Ignacio Lpez Susn (pp.127-198) presenta, en sntesis, una vez transcritos, los datos recogidos por Daz Rozas. Es necesario subrayar que no se trata
de una transcripcin literal, sino de una seleccin ordenada de los datos ms relevantes. Esta presentacin de los materiales resulta mucho ms provechosa que una
transcripcin tradicional, ya que facilita la comparacin entre el cheso de mediados
del siglo XX y sus realizaciones actuales y, adems, respecto a diversas hablas
pirenaicas; por otro lado, permite reconocer los errores del autor. Lpez Susn
aade a esta seleccin anotaciones propias sobre las fuentes que consult Daz
Rozas en cada momento y, asimismo, observaciones de hablantes actuales entre
ellos Marta Marn y Ana Mara Boli cuando las formas han variado respecto a
la actual sincrona. El propsito fundamental de estas anotaciones es ofrecer al
lector la mayor cantidad de informacin y mejorar tambin la comprensin de los
apuntes manuscritos, sin que estos pierdan su carcter original. No cabe duda de
que esta labor ha requerido mucho tiempo y trabajo; pero la meta, que era obtener
una buena muestra del cheso hablado en 1955, ha sido alcanzada.
En definitiva, podemos considerar esta publicacin una obra coherente, cuyos
hilos conductores son tanto la figura de Manuel Daz Rozas como la lengua chesa.
Los autores que colaboran en este libro aportan datos significativos que, en conjunto, consiguen que el lector identifique y aprecie la labor realizada por este
gallego. Desde la perspectiva actual, los datos acopiados por el pedagogo gallego
han perdido el inters que s hubiera tenido una monografa basada en ellos y
publicada a mediados del siglo XX. Desde estos presupuestos, debemos valorar
los Apuntes de Daz Rozas en la medida en que lo hacen los especialistas que
han participado en este libro, pues su objetivo ha sido rescatar del olvido unos
materiales inditos, ms que recuperar una contribucin lingstica fundamental,
para completar la historia de los estudios sobre las hablas de Aragn a lo largo
del siglo XX y tambin para reivindicar la importancia de Daz Rozas dentro del
panorama cultural espaol de dicha centuria, aadiendo adems su nombre al grupo
de estudiosos en nmero creciente segn van avanzando las investigaciones
que se interesaron, y se interesan todava, por las hablas pirenaicas.
Elena Albesa Pedrola
Jos Luis Aliaga Jimnez: Refranes del Aragn que se fue. Fraseologa popular
aragonesa de tradicin oral, Zaragoza, Institucin Fernando el Catlico
Prensas Universitarias de Zaragoza Gara dEdizions, 2012, 206 pginas.
El Dr. Jos Luis Aliaga Jimnez siempre ha mostrado un particular inters
por las tierras aragonesas en las que vive e imparte docencia. As, sus investigaciones se han centrado fundamentalmente en dos vertientes: por un lado, en las
relaciones de lenguaje y gnero; y, por otro lado, en la historia y teora lexicogrfica (haciendo especial hincapi en la evolucin de las distintas ediciones del
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