Dei Verbum 5
Dei Verbum 5
Dei Verbum 5
a
la
Dei
Verbum
5
Gnesis
11
nos
haba
presentado
la
dispersin
de
la
humanidad
en
diversidad
de
pueblos
y
lenguas
como
fruto
de
la
pretensin
humana
de
ser
igual
a
Dios;
pero
en
Abram
Dios
proyecta
para
la
humanidad
una
unidad
perfecta,
primero
por
medio
de
su
paternidad
como
hombre
fiel
a
Dios
y
despus,
en
la
plenitud
de
los
tiempos,
como
fruto
de
la
donacin
que
nos
hace
Jess
del
Espritu
de
amor,
unidad
y
comunin
que
el
Padre
nos
brinda
por
su
medio.
Dios
llama
a
Abram
a
dejarlo
todo,
en
una
poca
en
la
que
la
familia
lo
es
todo;
con
la
familia
se
tiene
todo:
seguridad,
prosperidad,
futuro,
trabajo,
solidaridad,
pero
lejos
de
la
familia
se
corren
grandes
riesgos.
Un
hombre
no
deja
su
familia
para
ir
en
pos
de
un
sueo;
pero
Abram
deja
todo,
su
tierra
smbolo
de
la
seguridad
para
ganados
y
rebaos
en
una
tierra
buena
y
frtil;
deja
su
patria,
es
decir,
el
lugar
donde
l
encuentra
lo
que
le
hace
ser
quien
es,
y,
finalmente,
deja
la
casa
de
su
padre,
donde
le
aseguran
trabajo,
bienestar,
una
familia,
proteccin
y
certeza
para
el
futuro.
En
un
sentido
inverso
se
le
pide
a
Abram
dejar
lo
ms
general,
su
pas,
para
ir
hacia
lo
ms
particular,
la
tierra
que
lo
vio
nacer
y
crecer
y,
al
final,
su
casa,
donde
ha
vivido
y
conseguido
todo
cuanto
es
y
tiene.
Esa
es
una
verdadera
aventura
que
solo
alguien
de
fe
es
capaz
de
realizar
sin
tener
ningn
tipo
de
certezas,
viviendo,
como
comenta
el
autor
de
la
carta
a
los
Hebreos,
como
peregrino
y
sin
saber
a
dnde
iba.
(cfr.
Hebreos
11,
8-10)
Antes
de
que
Dios
cumpliera
con
Abram
la
promesa
de
darle
una
descendencia
numerosa,
le
da
el
nombre
de
Abraham
(Gnesis
17,
5),
padre
de
naciones,
es
decir,
de
todos
aquellos
que
por
la
fe
confan
en
la
fidelidad
inquebrantable
de
Dios.
Y
por
esa
confianza
en
Dios,
es
que
quien
es
hijo
de
Abraham,
por
la
fe,
se
hace
tambin
heredero
de
las
bendiciones
que
Dios
derrama
sobre
l.
El
pueblo
nacido
de
Abraham
ser
el
depositario
de
la
promesa
hecha
a
los
patriarcas,
el
pueblo
de
la
eleccin
(cf.
Rm
11,28),
llamado
a
preparar
la
reunin
un
da
de
todos
los
hijos
de
Dios
en
la
unidad
de
la
Iglesia
(cf.
Jn
11,52;
10,16);
ese
pueblo
ser
la
raz
en
la
que
sern
injertados
los
paganos
hechos
creyentes
(cf.
Rm
11,17-18.24).
(CIC
60)
Como
vimos
en
el
tema
de
la
Alianza,
ste
es
un
pacto
que
Dios
establece
de
manera
gratuita
y
benvola
con
Israel,
debido
a
las
promesas
que
hizo
primero
a
Abraham
y
despus
de
ste
a
los
primeros
padres
(este
es
el
sentido
de
la
etimologa
griega:
patriarca).
La
Alianza
permanece
en
el
tiempo
porque
Dios
es
fiel
a
su
palabra,
porque
nunca
se
desdice;
de
hecho,
cuando
hablbamos
de
la
revelacin
decamos
que
Dios
no
tiene
ms
palabras
que
darnos
o
revelarnos
porque
ha
corrido
el
velo
de
su
intimidad
y
se
nos
ha
manifestado
tal
cual
es;
solo
el
hombre
que
cambia,
que
se
desdice,
que
se
arrepiente,
que
se
echa
para
atrs
es
quien
necesita
renovar
una
alianza,
pero
Dios
no
tiene
necesidad
de
hacerlo
porque
l
nunca
cambia,
esa
es
la
raz
de
su
fidelidad.
Hagamos
una
apartado
para
comentar
brevemente
el
tema
de
la
FIDELIDAD
divina.
La
Sagrada
Escritura
con
frecuencia
habla
y
afirma
de
que
Dios
es
esencialmente
fiel,
que
se
mantiene
o
permanece
fiel.
Llama
la
atencin
que
el
trmino
hebreo
para
hablar
de
la
fe
emunah,
es
similar
al
que
se
usa
para
hablar
de
la
verdad,
emet
y
en
ambos,
la
raz
mn
tiene
el
significado
de
estar
o
ser
seguro,
slido
o
firme.
El
adjetivo
verbal
amen,
confirma
solemnemente
la
verdad
de
una
afirmacin
como
segura
tanto
ahora
como
en
el
futuro.
Este
emunah
o
emet
se
suelen
traducir
como
eterno,
para
enfatizar
que
Dios
no
cambia
nunca
jams
(Jr
33,
11;
Is
54,
8;
1
Cro
16,
34.
41;
Sal
106,
1).
Estos
trminos
emunah
y
emet
enfatizan
tambin
la
fidelidad
o
lealtad
de
Dios
para
con
su
pueblo
o
en
su
actitud
constante
para
con
el
hombre;
se
afirma
pues,
categricamente
que
Dios
es
leal
o
fiel
(Gn
24,
27;
32,
11;
Ex
34,
6;
Os
2,
22;
Sal
25,
10;
40,
11s;
88,
12;
89,
3.
15).
Estas
expresiones
insisten
en
la
permanencia
o
firmeza
tanto
de
las
palabras
como
de
las
acciones
de
Dios.
Si
Dios
pide
fidelidad
al
hombre
(cfr.
Os
4,
1s;
Jr
5,
1-3)
es
porque
Dios
mismo
se
mantiene
fiel
(Dt
32,
4;
Sal
31,
6),
de
quien
se
afirma
que
es
rico
en
benevolencia
de
alianza
y
fidelidad
(Ex
34,
6;
Sal
86,
15),
ejercita
la
fidelidad
en
la
alianza
(Gn
32,
11;
Neh
9,
33),
de
tal
manera
que
todos
los
caminos
de
Dios
son
benevolencia
de
alianza
y
fidelidad
(Sal
25,
10)
y
lo
son
para
siempre
jams
(Sal
117,
2;
146,
6);
Yavh,
es
pues,
el
Dios
fiel
que
guarda
la
alianza
y
la
benevolencia
de
la
alianza
(Dt
7,
9).
Precisamente
porque
Dios
es
fiel
a
sus
promesas,
es
que
el
hombre
se
puede
apoyar
firmemente
en
l
(Sal
106,
12;
119,
166);
como
lo
hizo
Abraham
(Gn
15,
6)
y
como
no
lo
hizo
el
pueblo
durante
su
marcha
por
el
desierto
(Nm
14,
11).
Los
patriarcas,
los
profetas
y
otros
personajes
del
Antiguo
Testamento
han
sido
y
sern
siempre
venerados
como
santos
en
todas
las
tradiciones
litrgicas
de
la
Iglesia.
(CIC
61)
Quienes
responden
con
fidelidad
y
confianza
a
la
alianza
que
Dios
pacta
con
ellos,
se
les
considera
hombres
y
mujeres
modelo,
que
pueden
ser
imitados
por
su
amor
a
Dios.
Quien
ama
a
Dios
de
tal
manera
que
permaneces
fiel
a
l
y
confa
en
l
est
asumiendo
las
mismas
actitudes
que
Dios
asume
en
su
alianza
para
con
los
hombres
y
eso
es
digno
de
encomio.
Cuando
el
cristiano
catlico
celebra
a
los
santos,
no
celebra
al
hombre
o
mujer
que
han
sido
fieles
a
Dios
o
que
han
permanecido
leales
a
l;
lo
que
celebramos
son
las
maravillas
que
Dios
realiza
por
su
medio,
lo
que
Dios
hace
en
ellos,
lo
que
Dios
hace
por
medio
de
ellos.
La
misma
Virgen
Mara
se
alegra
y
ufana
de
lo
que
Dios
ha
hecho
por
ella
al
poner
sus
ojos
en
la
esclava
del
Seor
(Lc
1,
48a)
provoca
que
los
dems
podamos
llamar
a
Mara
la
bienaventurada
Virgen
Mara
(Lc
1,
49b)
y
declara
que
lo
ella
es,
se
lo
debe
a
que
el
Poderoso
ha
hecho
en
mi
favor
cosas
grandes
(Lc
1,
49).
La
santidad
consiste,
segn
la
visin
de
la
Iglesia,
en
las
cosas
portentosas
que
Dios
obra
en
todos
aquellos
que
se
saben
cera
blanda
entre
los
dedos
de
Dios
y
le
permiten
que
l
haga
en
ellos
todas
sus
maravillas.
Por
eso
en
cierta
ocasin
que
un
joven
llama
a
Jess
maestro
bueno,
Jess
hace
una
afirmacin
tajante
y
llena
de
significado:
solo
Dios
es
bueno
(Mc
10,
17-
18)
y
toda
bondad
o
santidad
tienen
en
l
su
fuente.
Nadie
es
bueno
o
santo
si
no
est
cerca
de
Dios;
por
eso,
la
iglesia
celebra
de
manera
particular
en
cada
fiesta
de
los
santos,
todas
las
cosas
hermosas
que
Dios
hace
en
sus
creaturas
y
por
medio
de
ellas.
Es
muy
significativo
en
los
Evangelios,
y
de
alguna
manera
un
tanto
incmodo
para
nosotros
cristianos
del
s.
XXI,
la
insistencia
que
hace
Jess
al
poner
como
ejemplo
para
nosotros
la
imagen
del
siervo.
El
trmino
hace
casi
siempre
referencia
al
esclavo
de
tiempos
de
Jess,
algo
similar
a
los
criados
de
las
casas
de
los
ricos
actuales,
salvo
que
a
los
criados
actuales
se
les
paga
sus
labores.
En
tiempos
de
Jess
solo
se
paga
un
sueldo
o
salario
a
un
jornalero,
alguien
que
ha
establecido
un
contrato
de
trabajo
por
una
cantidad
de
pago
que
provee
el
dueo
del
lugar
donde
se
va
a
trabajar;
de
hecho
nosotros
conocemos
la
parbola
de
los
obreros
de
la
via,
cuyos
trabajadores
son
contratados
por
un
denario
al
da
(cfr.
Mt
20,
1-15).
Sin
embargo,
en
la
mayora
de
los
casos,
Jess
nos
presenta
a
siervos
haciendo
su
labor
por
ninguna
paga,
incluso
ni
siquiera
una
sea
de
gratitud
o
deferencia.
Y
esto
es
lo
que
hace
la
diferencia
entre
el
discpulo
de
Jess
con
los
judos
del
tiempo
de
Cristo.
La
parbola
del
fariseo
y
el
publicano
(Lc
18,
9-14a)
nos
pone
de
manifiesto
la
firme
creencia
juda
de
que
Dios
tiene
cierto
compromiso
u
obligacin
con
el
hombre
por
su
fidelidad,
por
su
piedad
o
por
su
religiosidad,
a
lo
cual
Jess
aadir
que
todo
lo
que
hacemos
es
parte
de
nuestra
obligacin
y
nos
recuerda
que
no
hacemos
nada
extraordinario
ni
nada
que
est
ms
all
de
lo
que
estamos
obligados
a
hacer.
(cfr.
Lc
17,
7-10)
El
cristiano
que
es
fiel
a
Dios,
solo
est
haciendo
aquello
que
est
obligado
a
hacer,
nada
hace
por
lo
cual
Dios
tenga
una
deuda
con
l
o
que
Dios
tenga
que
pagarle
algo
o
reconocerle
algo,
porque
a
fin
de
cuentas,
quien
hace
que
hagamos
el
bien,
lo
queramos
y
los
deseemos,
es
Dios
mismo,
por
eso
hemos
de
meditar
esas
hermosas
palabras
que
san
Pablo
dirige
a
sus
amados
amigos
de
Filipo.
(Flp
2,
12-15)