Barbero - Figuras Desencanto
Barbero - Figuras Desencanto
Barbero - Figuras Desencanto
Lo que estamos viendo no es simplemente otro trazado del mapa cultural el movimiento
de unas pocas fronteras en disputa, el dibujo de algunos pintorescos lagos de montaa sino una
alteracin de los principios mismos del mapeado. No se trata de que no tengamos ms
convenciones de interpretacin, tenemos ms que nunca, pero construidas para acomodar una
situacin que al mismo tiempo es fluida, plural, descentrada. Las cuestiones no son ni tan estables
ni tan consensuales y no parece que vayan a serlo pronto. El problema ms interesante no es
cmo arreglar este enredo sino qu significa todo este fermento.
Cliford Geertz
vivimos el desencantamiento del mundo sin que ello nos convierta automticamente en seres
desencantados, hay una frase de Benjamin que nos sigue desafiando e iluminando: Todo
documento de cultura es tambin un documento de barbarie. Un buen ejemplo de ello se halla en
el dictamen de barbarie que Adorno, Steiner y Kundera han proferido sobre uno de los ms
expresivos modeladores culturales de estos tiempos: el rock, que para Adorno no es ms que un
pretexto para la barbarie y los intereses de la industria cultural3, para G. Steiner una nueva esfera
sonora identificada con un martilleo estridente, un estrpito interminable que, con su espacio
envolvente, ataca la vieja autoridad del orden verbal4, y para M. Kundera el rock es el aullido
exttico en que quiere el siglo olvidarse de s mismo (...) La imagen acstica del xtasis ha pasado
a ser el decorado cotidiano de nuestro hasto5.
Leyendo esos tres textos me pregunto si la idea de W. Benjamin no sera reversible: en estos
oscuros tiempos, no habr documentos de barbarie que constituyen documentos de cultura, y en
un sentido bien preciso, documentos por los que atraviesan movimientos que minan y subvierten,
desde sus bajos fondos, la cultura con que nuestras sociedades se resguardan del sinsentido? As,
ms que al xtasis, el aullido del rock remitira a la rabia y la desazn de unas generaciones que
han encontrado en esa msica el nico idioma en el cual expresar su rechazo a una sociedad
hipcritamente empeada en esconder sus miedos y zozobras. Lo que habla o mejor grita en
esos documentos es la profunda desubicacin que sufren actualmente los saberes escolar-letrados
y la des-figuracin de las condiciones y el sentido del trabajo. Ah remiten algunas de las figuras en
que se dibujan las ms hondas razones del desencanto intelectual.
DESCENTRAMIENTO Y DISEMINACIN
Desde una perspectiva histrica encontramos que el conocimiento est pasando a ocupar el
lugar que tuvieron, primero la fuerza muscular humana y despus las mquinas. Lo que introduce
dos cambios estratgicos: el descentramiento y la deslocalizacin / diseminacin de los saberes6.
En el estrato ms profundo de la actual revolucin tecnolgica lo que encontramos es una
mutacin en los modos de circulacin del saber, que fue siempre una fuente clave de poder, y
hasta hace poco haba conservado el doble carcter de ser a la vez centralizado territorialmente,
controlado a travs de determinados dispositivos tcnicos y asociado a muy especiales figuras
sociales. De ah que las transformaciones en los modos como circula el saber constituyan una de
las ms profundas mutaciones que una sociedad puede sufrir. De ah que sea disperso y
fragmentado cmo el saber escapa de los lugares sagrados que antes lo contenan y legitimaban, y
de las figuras sociales que lo detentaban y administraban. Cada da ms estudiantes testimonian
una simultnea y desconcertante experiencia: la de reconocer lo bien que el maestro se sabe su
leccin, y al mismo tiempo el desfase de esos saberes-lectivos por relacin con los saberesmosaico que sobre biologa o fsica, filosofa o geografa circulan por fuera de la escuela7. Y
frente a un alumnado cuyo medio ambiente comunicativo lo empapa cotidianamente de esos
saberes-mosaico que, en forma de informacin, circulan por la sociedad, la escuela como
institucin tiende mayoritariamente a atrincherarse en su propio discurso, puesto que cualquier otro
tipo de discurso es resentido como un atentado a su autoridad.
Examinemos esos dos cambios claves. Descentramiento significa que el saber se sale de los
libros y de la escuela, entendiendo por escuela cualquier sistema educativo desde la primaria hasta
la universidad. El saber se sale ante todo del que ha sido su eje durante los ltimos cinco siglos: el
libro. Un proceso que no haba tenido casi cambios desde la invencin de la imprenta sufre hoy
una mutacin de fondo, especialmente con la aparicin del texto electrnico. Que no viene a
remplazar al libro sino a descentrar la cultura occidental de su eje letrado, a relevar al libro de su
centralidad ordenadora de los saberes, centralidad impuesta no slo a la escritura y la lectura sino
al modelo entero del aprendizaje por linealidad y secuencialidad, implicadas en el movimiento de
izquierda a derecha y de arriba hacia abajo que aqullas estatuyen8. Es slo puesto en perspectiva
histrica que ese cambio puede dejar de alimentar el sesgo apocalptico con que la escuela, los
maestros, y muchos adultos, miran la empata de los adolescentes con los medios audiovisuales,
los videojuegos y el computador. Estamos ante un descentramiento culturalmente desconcertante,
pero cuyo desconcierto es disfrazado por buena parte del mundo escolar moralistamente, esto es,
echndole la culpa a la televisin de que los adolescentes no lean. Actitud que no nos ayuda en
nada a entender la complejidad de los cambios en los lenguajes, las escrituras y las narrativas.
Que es lo que verdaderamente est en la base de que los adolescentes no lean en el sentido en
que los profesores siguen entendiendo el leer, o sea nicamente libros. Si fuera un tecnlogo o un
tecncrata, nos sonara a puro bluff lo que ha afirmado ese gran historiador de la lectura y la
escritura en Occidente que es Roger Chartier: que la revolucin que introduce el texto electrnico
no es comparable con la de la imprenta, que lo que hizo fue poner a circular textos ya existentes
lo que Gutenberg buscaba era la difusin de la Biblia, pues con lo que debe asociarse es con la
mutacin que introdujo la aparicin del alfabeto. Y es que hasta las etapas de formacin de la
inteligencia en el nio se replantean hoy al poner en cuestin la visin secuencial que conserv la
propuesta de Piaget: los psiclogos constructivistas develan hoy en los nios y adolescentes
inferencias cognitivas saltos en la secuencia que replantean tanto la unicidad atribuida a la
inteligencia como a su proceso de formacin.
Yo estaba en Pars a finales de los aos sesenta y principios de los setenta, cuando se introdujo
en la enseanza primaria la matemtica de conjuntos. Y al constatar que nios de primaria
aprendan y resolvan problemas de logaritmos que maestros ya mayores enseaban en los
ltimos de secundaria, hubo varios suicidios de maestros que sintieron que ese salto dejaba sin
sentido su trabajo: cmo era posible que nios de primaria pudieran siquiera plantearse ese tipo
de inferencias lgicas?
Segundo, deslocalizacin / destemporalizacin: los saberes escapan de los lugares y los
tiempos legitimados socialmente para la distribucin y aprendizaje del saber. Desde los faraones
hasta los seores feudales, la morada de los sabios o estaba cerca del palacio / castillo o se
comunicaban entre ellos secretamente. Y tambin el tiempo de aprender se hallaba acotado a una
edad, lo que facilitaba su inscripcin en un lugar y su control vital. No es que el lugar escolar vaya a
desaparecer, pero las condiciones de existencia de ese lugar se estn transformando radicalmente
no slo porque ahora tiene que convivir con un montn de saberes-sin-lugar-propio, sino porque el
aprendizaje se ha desligado de la edad y ahora se ha tornado continuo, esto es, a lo largo de la
vida. Los miles de ancianos que estudian en la universidad a distancia hoy en Europa son la
prueba ms clara del desanclaje que viven los saberes tanto en su contenido como en sus formas.
La des-localizacin implica la diseminacin del conocimiento, esto es, el emborronamiento de las
fronteras que lo separaban del saber comn. No se trata slo de la intensa divulgacin cientfica
que ofrecen los medios masivos sino de la devaluacin creciente de la barrera que alz el
positivismo entre la ciencia y la informacin, pues ciertamente no son lo mismo pero ya no son
tampoco lo opuesto en todos los sentidos. La diseminacin nombra el movimiento de difuminacin
tanto de las fronteras entre las disciplinas del saber acadmico como entre ese saber y los otros,
que ni proceden nicamente de la academia ni se imparten en ella ya exclusivamente. Una pista
clave para evaluar esto es la trazada por el socilogo alemn Ulrik Beck9 cuando liga a la
expansin ilimitada del conocimiento especializado el paso de los peligros que conllevaba la
modernizacin industrial a los riesgos que entraa la sociedad actual. No hay salida del mundo del
riesgo con base en puros conocimientos especializados, y ms bien sucede al revs: a mayor
cantidad de conocimiento especializado, mayores riesgos para el conjunto de la humanidad desde
la biologa ambiental a la gentica. La nica salida se halla en la articulacin de conocimientos
especializados con aquellos otros conocimientos que provienen de la experiencia social10 y las
memorias colectivas.
Es justamente en el cruce de los dos dispositivos sealados por Foucault economa discursiva
y operatividad lgica donde se sita la nueva discursividad constitutiva de la visibilidad y la nueva
identidad lgico-numrica de la imagen. Estamos ante la emergencia de otra figura de la razn que
exige pensar la imagen desde su nueva configuracin sociotcnica: el computador no es un
instrumento con el que se producen objetos, sino un nuevo tipo de tecnicidad que posibilita el
procesamiento de informaciones, cuya materia prima son abstracciones y smbolos, inaugurando
una nueva aleacin de cerebro e informacin que sustituye a la del cuerpo con la mquina de la
modernidad industrial. Esta nueva figura de razn rehace las relaciones entre el orden de lo
discursivo (la lgica) y de lo visible (la forma), de la inteligibilidad y la sensibilidad. El nuevo
estatuto cognitivo de la imagen se produce a partir de su informatizacin de su inscripcin en el
orden de lo numerizable, pero eso no borra ni las muy diferentes figuraciones, ni los efectos
estticos o erticos de la imagen.
El proceso que ah llega entrelaza un doble movimiento. Uno, el que prosigue y radicaliza el
proyecto de la ciencia moderna Galileo, Newton de traducir / sustituir el mundo cualitativo de
las percepciones sensibles por la cuantificacin y la abstraccin lgico-numrica; y dos, el que
reincorpora al proceso cientfico el valor informativo de lo sensible y lo visible. Un nuevo modo de
conocer abre la investigacin a la intervencin constituyente de la imagen en el proceso del saber:
arrancndose a la sospecha racionalista, la imagen se percibe como posibilidad de
experimentacin / simulacin que potencia la velocidad del clculo y permite inditos juegos de
interfaz, esto es, de arquitecturas de lenguajes. Virilio denomina logstica visual14 a la remocin
que las imgenes informticas hacen de los lmites y funciones maniqueamente asignados a la
discursividad y la visibilidad, a la dimensin operatoria (control, clculo y previsibilidad), a la
potencia interactiva (juegos de interfaz) y a la eficacia metafrica (traslacin del dato cuantitativo a
una forma perceptible: visual, sonora, tctil). La visibilidad de la imagen deviene legibilidad 15,
permitindole constituirse en mediacin discursiva de la fluidez (flujo) de la informacin y del poder
virtual de lo mental.
otra terciarizada, informatizada y menos conflictual pero fracturada, dual, desregulada y excluyente.
De explotado pero incluido en el sistema, un buen sector de trabajadores pasa a ser llanamente
excluido. Desciende drsticamente el nmero de trabajadores en los mbitos de la gran industria
tradicional minera, aceras, metalmecnica, agrcola, etc., se acrecientan los puestos de
trabajo en los campos de la educacin, la salud, la seguridad, el comercio, y se abren o potencian
otros campos: la informtica, la asesora, la investigacin, la gestin. Slo que los empleos creados
en los ltimos cuatro campos no pasan a ser ocupados por los desocupados de las industrias
tradicionales, ya que se trata de nuevos oficios.
La muy ambigua o mejor, tramposa palabra con la que, desde el mbito de la gestin
empresarial, se denomina a estos cambios, la flexibilidad laboral, junta y confunde dos aspectos
radicalmente diferentes del cambio. Uno, eminentemente positivo en principio aunque muy
recortado en la prctica: el paso de un trabajo caracterizado por la ejecucin mecnica de tareas
repetitivas al de un trabajo con un claro componente de iniciativa de la parte del trabajador, que
desplaza el ejercicio de la predominancia de la mano a la del cerebro: nuevos modos del hacer que
exigen un saber-hacer y el despliegue de destrezas con un mayor componente mental. La trampa
que el uso de la palabra flexibilidad encierra al ser identificada nicamente con esa dimensin
positiva es lo que oculta; en primer lugar, que esa capacidad de iniciativa, de innovacin y
creatividad en el trabajo es frreamente controlada por la lgica de la rentabilidad empresarial, que
la supedita en todo momento a su evaluacin de los resultados; y en segundo trmino, que la
flexibilidad incluye otro componente radicalmente negativo: la precarizacin del empleo tanto en
trminos de la duracin del contrato de trabajo como en las prestaciones salariales en salud,
pensin, educacin, vacaciones, etc. La flexibilidad se convierte as en el dispositivo de enganche
del trabajo en las nuevas figuras de empresa. Pues, de un lado, al trabajador o empleado no se le
permite la creatividad, no se le deja libre para que haga lo que quiera y de veras invente, sino slo
para que tenga la posibilidad de competir mejor con sus propios compaeros de trabajo; y de otro,
la competitividad es elevada al rango de condicin primera de existencia de las propias empresas.
El resultado ya palpable de esos cambios es la mengua o desaparicin del vnculo societal
espacial y temporal entre el trabajador y la empresa, afectando profundamente la estabilidad
psquica del trabajador: se acab la posibilidad de hacer proyectos de vida18. La crisis de identidad
del trabajador tiene una de sus figuras ms expresivas en ese paso del sujeto ejecutor de tareas
trazadas por otros a la del individuo abocado a una permanente reconversin de s mismo,
obligado a tener iniciativa, a innovar, justo en un momento en el cual no solamente el mundo del
trabajo sino la sociedad en su conjunto hace del individuo un sujeto inseguro, lleno de
incertidumbre, con tendencias muy fuertes a la depresin, al estrs afectivo y mental. Al dejar de
ser un mbito clave de comunicacin social, del reconocimiento social de s mismo, el trabajo
pierde tambin su capacidad de ser un lugar central de significacin del vivir personal, del sentido
de la vida.
NOTAS
1. M. Castells, La era de la informacin, Vol. 2, Madrid, Alianza, 1999, p.49.
2. T.S. Eliot, Notas para la definicin de la cultura, Barcelona, Bruguera, 1984 (primera edicin en
ingls, 1948).
3. Th. Adorno, Teora esttica, Madrid, Taurus, 1980, p. 414.
4. G. Steiner, op. cit., pp. 118 y 121
5. M. Kundera, Los testamentos traicionados, Barcelona, Tusquets, 1994, pp. 247 y 249.
6. J. Martn-Barbero, Heredando el futuro, Nmadas, N 5, Bogot, 1997.
7. R. Chartier, Las revoluciones de la cultura escrita, Barcelona, Gedisa, 2000.
8. J. Meyrowitz, No Sense of Place. The Impact of Electronic Media on Social Behavior, Nueva
York, Oxford University Press, 1985.
9. U. Beck, La sociedad del riesgo, Barcelona, Paids, 1998.
10. B. de Sousa Santos, Crtica da razo indolente. Contra o despedcio da experiencia, So Paulo,
Cortez, 2000.
11. G. Chartron, Pour une nouvelle economie du savoir, Presses Universitaires de Rennes, 1994;
A. Renaud, Limage: de lconomie informationelle la pense visuelle, Reseaux N 74, Pars,
1995, pp.14 y ss.
12. E. Morin, Les sept savoir necessaires a leducation du futur, Pars, Seuil, 1999.
13. M. Foucault, Les mots et les choses, Pars, Gallimard, 1966, p.25.
14. P. Virilio, La mquina de visin, Madrid, Ctedra, 1989, p.81.
15. G. Lascaut y otros, Voir, entendre, UGE-10/18, Pars,1976; J.L. Carrascosa, Quimeras del
conocimiento. Mitos y realidades de la inteligencia artificial, Madrid, Fundesco, 1992.
16. C. Dubar, La crise des identits: interprtation dune mutation, Paris, PUF, 2000
17. Dos libros claves a ese respecto: R. Sennett, La corrosin del carcter. Las consecuencias
personales del trabajo en el nuevo capitalismo (ver resea en esta edicin, p. 83), Rio de Janeiro,
Record, 1999; U. Beck, Un nuevo mundo feliz. La precariedad del trabajo en la era de la
globalizacin, Barcelona, Paids, 2000.
18. A. Giddes, Modernidad e identidad del yo, Barcelona, Pennsula, 1997; Z. Bauman, O malestar
da pos-moderniade, Rio de Janeiro, Zahar, 1999.
19. P. Drucker, La sociedad poscapitalista, Buenos Aires, Sudamericana, 1999; Guadalajara,
diciembre del 2002.