Confesion DE FE 1689
Confesion DE FE 1689
Confesion DE FE 1689
PREFACIO
En el ao 1855, C. H. Spurgeon, el conocido pastor de lo que ms tarde fue
llamado el Tabernculo Metropolitano en Londres, Inglaterra, public de
nuevo la confesin de fe que ahora presentamos a las iglesias bautistas del
mundo hispano en este nuevo estilo, para celebrar el aniversario nmero 300
de esta declaracin de la fe.
Entre aquellas cosas que creemos firmemente es que no hay nada semejante
a la Biblia. Por eso no atribuimos autoridad alguna a esta confesin. De
hecho, Ud. puede ver en el primer captulo de esta publicacin que todas las
doctrinas de hombres deben decidirse por el veredicto bblico. (Cap. 1, par.
10)
A pesar de esto, hay quienes que menosprecian los documentos llamados
confesiones de fe. Otros dicen: Cristo es nuestro credo. Sin embargo, todo
el mundo sabe que en el momento en que decimos, La Biblia dice tal o cual
cosa, y yo la creo), ya hemos hecho una confesin de fe. Si algunos no creen
en la utilidad de escribir y publicar su confesin, respetamos su posicin, si
bien diferimos. Por nuestra parte, convencidos de que los que quieren saber
en qu creemos deben ser atendidos, estamos dispuestos pasar el trabajo e
incurrir en los gastos necesarios para cumplir con sus esperanzas. En las
siguientes lneas ofrecemos una traduccin de parte del prefacio de la
primera edicin de esta confesin de fe hecha en 1689, despus de mucha
persecucin. Dice as:
Hace muchos aos que vimos la necesidad de publicar una confesin de
nuestra fe para informar y satisfacer a aquellos que no entendan nuestros
principios, o que tenan prejuicios contra estos debido a una presentacin
defectuosa de los mismos. Esta primera confesin fue publicada cerca del ao
1643 en el nombre de 7 congregaciones que se reunan en Londres. Desde
aquel entonces varias ediciones han salido, cumpliendo con nuestro propsito
bsico. Mas, por ahora es difcil conseguir un ejemplar de esa confesin, si
bien muchos han llegado a creer nuestras doctrinas. Por lo tanto,
consideramos como una necesidad el que todos demos un testimonio unido al
mundo de que an nos adherimos a estos principios usando como medio esta
publicacin que est en sus manos.
Aunque la sustancia de nuestras creencias es la misma, ustedes observarn
que hemos cambiado el mtodo de expresar nuestra fe. De ah en adelante
ellos explican que la razn por la cual publicaron su confesin no fue
solamente para mostrar su ortodoxia a aquellos que no crean en el bautismo
como los 1 bautistas, sino tambin para tener un instrumento para la
instruccin y la edificacin del pueblo de Dios. Por eso decidieron hacer una
declaracin ms completa y exacta, aprovechndose de un plan que las
iglesias congregacionalistas haban usado cuando publicaron su confesin de
fe (llamado la Savoy), o sea, el de copiar la famosa Confesin de fe
Westminster, cambiando mayormente aquellas cosas que tenan que ver con
la iglesia, su organizacin y sus ordenanzas.
La Westminster es reconocida como la ms exacta confesin de fe reformada
debido a los aos dedicados a su preparacin por los mejores ministros de
Inglaterra y Escocia. Los bautistas defendieron este proceder diciendo que as
podran mostrar al mundo su acuerdo bsico con todos los fundamentos de la
fe protestante reformada. Tambin afirmaron que su propsito no era ser
contenciosos o divisivos sino andar en paz con sus hermanos en todas las
doctrinas de la fe. Compartimos los sentimientos de aquellos ministros que
representaban ms de cien congregaciones y, animados por nuestros
hermanos hispanos, que rechazan el arminianismo en los pases de Centro y
Sudamrica, Espaa, Estados Unidos, Repblica Dominicana y Puerto Rico,
hemos publicado esta traduccin. Nos pareci bien seguir el plan de nuestros
antepasados, por lo tanto, copiamos la confesin de fe de Westminster
intercalando aquellos cambios hechos por los bautistas a travs de los
tiempos, utilizando para este propsito una traduccin hecha unos aos atrs
por el pastor David Surpless. Terminamos esta breve introduccin con una
cita del pastor C.H. Spurgeon hablando de esta confesin: Este documento
antiguo es un excelente resumen de aquellas cosas credas entre nosotros.
Aceptamos el mismo no como una regla autoritativa, o como un cdigo de fe,
sino como una ayuda en la controversia, una confirmacin en la fe y un medio
de edificacin en la justicia. En l los miembros de esta Iglesia tendrn un
pequeo resumen doctrinal y por medio de las pruebas bblicas all
contenidas estarn preparados para dar una respuesta de la fe que hay en
ellos.
CAPITULO 1
Antiguo Testamento
1
2
3
4
5
6
7
8
9
10
11
12
13
14
15
16
17
18
19
20
21
22
23
24
25
26
27
28
29
30
31
32
33
34
Gnesis
xodo
Levtico
Nmeros
Deuteronomio
Josu
Jueces
Rut
1 Samuel
2 Samuel
1 Reyes
2 Reyes
1 Crnicas
2 Crnicas
Esdras
Nehemas
Ester
Job
Salmos
Proverbios
Eclesiasts
Cantares
Isaas
Jeremas
Lamentaciones
Ezequiel
Daniel
Oseas
Joel
Ams
Abdas
Jons
Miqueas
Nahum
35
36
37
38
39
Habacuc
Sofonas
Hageo
Zacaras
Malaquas
Nuevo Testamento
40
Mateo
41
Marcos
42
Lucas
43
Juan
44
Hechos
45
Romanos
46
1 Corintios
47
2 Corintios
48
Glatas
49
Efesios
50
Filipenses
51
Colosenses
52
1 Tesalonicenses
53
2 Tesalonicenses
54
1 Timoteo
55
2 Timoteo
56
Tito
57
Filemn
58
Hebreos
59
Santiago
60
1 Pedro
61
2 Pedro
62
1 Juan
63
2 Juan
64
3 Juan
65
Judas
66
Apocalipsis
Todos estos fueron dados por inspiracin de Dios para que sean la regla de fe y
vida. Toda la Escritura es inspirada por Dios y es til para la enseanza, para
la reprensin, para la correccin, para la instruccin en justicia.
3. Los libros comnmente titulados Apcrifos, por no ser de inspiracin divina,
no deben formar parte del canon de las Santas Escrituras, y por lo tanto no
son de autoridad para la Iglesia de Dios, ni deben aceptarse ni usarse sino de
la misma manera que otros escritos humanos. Y les dijo: --Estas son las
palabras que os habl, estando an con vosotros: que era necesario que se
cumpliesen todas estas cosas que estn escritas de m en la Ley de Moiss, en
los Profetas y en los Salmos. Mucho, en todo sentido. Primeramente, que las
palabras de Dios les han sido confiadas.
4. La autoridad de las Santas Escrituras, por la que ellas deben ser credas y
obedecidas, no depende del testimonio de ningn hombre o iglesia, sino
enteramente del de Dios (quien en si mismo es la verdad), el autor de ellas; y
deben ser credas porque son la palabra de Dios. Tambin tenemos la palabra
proftica que es aun ms firme. Hacis bien en estar atentos a ella, como a
una antorcha que alumbra en lugar oscuro, hasta que aclare el da y el lucero
de la maana se levante en vuestros corazones. Y hay que tener muy en
cuenta, antes que nada, que ninguna profeca de la Escritura es de
interpretacin privada; porque jams fue trada la profeca por voluntad
humana; al contrario, los hombres hablaron de parte de Dios siendo inspirados
por el Espritu Santo. Toda la Escritura es inspirada por Dios y es til para la
enseanza, para la reprensin, para la correccin, para la instruccin en
justicia. Por esta razn, nosotros tambin damos gracias a Dios sin cesar;
porque cuando recibisteis la palabra de Dios que osteis de parte nuestra, la
aceptasteis, no como palabra de hombres, sino como lo que es de veras, la
palabra de Dios quien obra en vosotros los que creis. Si recibimos el
testimonio de los hombres, el testimonio de Dios es mayor; porque ste es el
testimonio de Dios: que l ha dado testimonio acerca de su Hijo.
5. El testimonio de la Iglesia puede movernos e inducirnos a tener para las
Santas Escrituras una estimacin alta y reverencial; a la vez el carcter
celestial del contenido de la Biblia, la eficacia de su doctrina, la majestad de
su estilo, la armona de todas sus partes, el fin que se propone alcanzar en
todo el libro (que es el de dar toda gloria a Dios), el claro descubrimiento que
hace del nico modo por el cual puede alcanzar la salvacin el hombre, la
multitud incomparable de otras de sus excelencias y su entera perfeccin, son
todos argumentos por los cuales la Biblia demuestra abundantemente que es
la palabra de Dios. Sin embargo, nuestra persuasin y completa seguridad de
que su verdad es infalible y su autoridad divina, provienen de la obra del
Espritu Santo, quien da testimonio a nuestro corazn con la palabra divina y
por medio de ella.
6. Todo el consejo de Dios tocante a todas las cosas necesarias para su propia
gloria; y para la salvacin, la fe y la vida del hombre, est expresamente
expuesto o implcitamente revelado en las Escrituras y, a esta revelacin de su
voluntad, nada ser aadido, ni por nuevas revelaciones del Espritu, ni por
las tradiciones de los hombres. Sin embargo, confesamos que la iluminacin
interna del Espritu de Dios es necesaria para que las cosas reveladas en la
palabra se entiendan de una manera salvadora, y que hay algunas
circunstancias tocante al culto de Dios y al gobierno de la iglesia, comunes a
las acciones y sociedades humanas, que deben arreglarse conforme a la luz de
la naturaleza y de la prudencia cristiana, pero guardndose siempre las reglas
generales de la palabra.
7. Las cosas contenidas en las Escrituras, no son todas igualmente claras ni se
entienden con la misma facilidad por todos; sin embargo, las cosas que
necesariamente deben saberse, creerse y guardarse para conseguir la
5. A aquellos que Dios ha predestinado para vida desde antes que fuesen
puestos los fundamentos del mundo, conforme a su eterno e inmutable
propsito y al consejo y beneplcito secreto de su propia voluntad, los ha
escogido en Cristo para la gloria eterna; mas esto por su libre gracia y puro
amor, sin cualquiera otra cosa en la criatura como condicin o causa que le
mueva a ello.
6. As como Dios ha designado a los elegidos para la gloria, de la misma
manera, por el propsito libre y eterno de su voluntad, ha preordenado
tambin medios para ello. Por tanto, los que son elegidos, habiendo cado en
Adn, son redimidos por Cristo, y en debido tiempo eficazmente llamados a la
fe en Cristo por el Espritu Santo; son justificados, adoptados, santificados, y
guardados por su poder, por medio de la fe, para salvacin. Nadie ms ser
redimido por Cristo, eficazmente llamado, justificado, adoptado, santificado
y salvado, sino solamente los elegidos.
7. La doctrina de este alto misterio de la predestinacin debe tratarse con
especial prudencia y cuidado, para que los hombres, persuadidos de su
vocacin eficaz, se aseguren de su eleccin eterna, y atendiendo a la voluntad
revelada en la palabra de Dios, cedan la obediencia a ella. De esta manera
esta doctrina proporcionar motivos de alabanza, reverencia y admiracin a
Dios; y tambin de humildad, diligencia y abundante consuelo a todos los que
sinceramente obedecen al evangelio.
CAPITULO 4
La Creacin
1. En el principio agrad a Dios Padre, Hijo y Espritu Santo, para la
manifestacin de la gloria de su poder, sabidura y bondad eternos, crear o
hacer el mundo y todas las cosas que en l estn, ya sean visibles o invisibles,
en el espacio de seis das y todas muy buenas.
2. Despus que Dios hubo creado todas las dems criaturas, cre al hombre,
varn y hembra, con alma racional e inmortal, y en toda manera posible les
prepar para una vida en armona con l. Fueron creados a su imagen,
dotados de conocimiento, justicia y santidad verdadera, teniendo la ley de
Dios escrita en su corazn, y dotados del poder de cumplirla; sin embargo,
haba la posibilidad de que la quebrantaran dejados a la libertad de su
voluntad que era mudable. Adems de esta ley escrita en su corazn,
recibieron el mandato de no comer del rbol de la ciencia del bien y del mal,
y mientras guardaron este mandamiento, fueron felices, gozando de comunin
con Dios, y teniendo dominio sobre las criaturas.
CAPITULO 5
Providencia
CAPITULO 6
El Pacto de Dios
1. La distancia que media entre Dios y la criatura es tan grande, que aun
cuando las criaturas racionales le deben obediencia como a su creador, sin
embargo, ellas no podrn nunca llegar a vida espiritual, si no es por alguna
condescendencia voluntaria de parte de Dios, habindole placido a ste
expresarla por medio de un pacto.
2. Adems, ya que el hombre, por razn de su cada en el pecado, se coloc a
s mismo bajo la maldicin de la ley de Dios, le placi al Seor hacer un pacto
De Cristo El Mediador
1. Agrad a Dios1, en su propsito eterno2, escoger y ordenar al Seor
Jesucristo, su unignito Hijo, conforme al pacto hecho entre ambos 3, para que
fuera el mediador entre Dios y el hombre; profeta, sacerdote, y rey; cabeza y
salvador de la Iglesia, el heredero de todas las cosas, y juez del mundo; a
quien dio, desde la eternidad, un pueblo para que fuera su simiente4 y para
que a su tiempo lo redimiera, llamara, justificara, santificara y glorificara 5.
1. Is. 42: Jn. 3:16
2. 1 P. 1:19
3. Sal. 110:4; He. 7:21,22
4. 1Ti. 2:5; Hch. 3:22; He. 5: 5,6; Sal. 2:6; Lc. 1:33; Ef. 1:22,23; 5:23;
He. 1:2; Hch. 17:31
5. Ro. 8:30; Jn. 17:6; Is. 53:10; Sal. 22.30; 1 Ti. 2:6, Is.55:4,5, 1 Co. 1:30
2. El Hijo de Dios, la segunda persona de la Santa Trinidad, siendo verdadero y
eterno Dios, el resplandor de la gloria del Padre, consustancial con aquel que
hizo el mundo e igual a l, y quien sostiene y gobierna todas las cosas que ha
hecho, cuando llego la plenitud del tiempo, tom sobre si la naturaleza del
hombre con todas sus propiedades esenciales y con sus debilidades
concomitantes4, aunque sin pecado5; siendo concebido por el Espritu Santo
en el vientre de la virgen Mara, al venir sobre ella Espritu Santo y cubrirla
el Altsimo con su sombra; y as fue hecho de una mujer de la tribu de Jud,
de la simiente de Abraham y David segn las Escrituras, de manera que, dos
naturalezas completas, perfectas y distintas, se unieron inseparablemente en
una persona, pero sin conversin, composicin o confusin alguna. Esta
persona es verdadero Dios y verdadero hombre aunque un solo Cristo, el nico
mediador entre Dios y el hombre.
3. El Seor Jess, en su naturaleza humana unida as a la divina, en la persona
del Hijo, fue ungido y santificado con el Espritu Santo sobre toda medida, y
posee todos los tesoros de la sabidura y del conocimiento, pues agrad al
Padre que en l habitase toda plenitud, a fin de que siendo santo, inocente,
inmaculado, lleno de gracia y de verdad, fuese del todo apto para
desempear los oficios de mediador y fiador. Cristo no tom por s mismo
estos oficios, sino que fue llamado para ello por su Padre, quien puso en l
todo juicio y poder, y le autoriz para que desempeara tales oficios.
4. El Seor Jess, con la mejor voluntad tom para si estos oficios, y para
desempearlos, se puso bajo la ley, la que cumpli perfectamente. Tambin
sufri el castigo que nos tocaba a nosotros y que debamos haber sufrido, pues
l llev nuestros pecados y fue acusado en nuestro lugar. Padeci dolores en
su alma ms all de nuestro entendimiento y los ms grandes sufrimientos en
su cuerpo: fue crucificado y muri, y permaneci bajo el poder de la muerte,
aun cuando no vio corrupcin. Al tercer da se levant de entre los muertos
con el mismo cuerpo que tena cuando sufri, con el cual tambin ascendi al
cielo donde se sent a la diestra del Padre. All intercede por su pueblo, y
cuando sea el fin del mundo, volver para juzgar a los hombres y a los
ngeles.
5. El Seor Jesucristo, por su perfecta obediencia y por el sacrificio de s
mismo que ofreci una sola vez por el Espritu eterno de Dios, ha satisfecho
plenamente a la justicia de Dios. l ha efectuado la reconciliacin y ha
comprado una herencia eterna en el reino de los cielos para todos aquellos
dados a l por el Padre.
6. Aun cuando el precio de la redencin no fue actualmente pagado, sino
hasta la encarnacin, sin embargo, la virtud, la eficacia y los beneficios de
ella, se comunicaban a los escogidos en todas las pocas transcurridas desde
el principio, en las promesas, tipos y sacrificios, y por medio de estas cosas,
por las cuales Cristo fue revelado y designado como la simiente que
quebrantara la cabeza de la serpiente, y como el Cordero Inmolado desde la
fundacin del mundo; siendo l, el mismo ayer, hoy y por siempre.
7. Cristo en su oficio de mediador, obra; conforme a sus dos naturalezas,
haciendo por cada una de stas lo que es propio de cada una de ellas; mas por
razn de la unidad de la persona, lo que es propio de una naturaleza, se le
atribuye algunas veces en la Escritura a la persona denominada por la otra
naturaleza.
8. A todos aquellos para quienes Cristo ha obtenido eterna redencin, cierta y
eficazmente les aplica y comunica la misma, haciendo intercesin por ellos,38
unindoles a l por su Espritu, revelndoles en la palabra y por medio de ella
el misterio de la salvacin, persuadindoles eficazmente a creer y a obedecer,
gobernando el corazn de ellos por su palabra y Espritu, y venciendo a todos
sus enemigos por su gran poder y sabidura, y de la manera y por los caminos
que estn ms en conformidad con su maravillosa e inescrutable dispensacin.
Todas estas cosas son hechas en su libre y soberana gracia e
incondicionalmente, ya que nada de mrito es previsto por l en sus elegidos.
9. Cristo, y slo Cristo puede ser mediador entre Dios y los hombres. l es el
profeta, sacerdote y rey de la Iglesia de Dios. Su oficio de mediador no puede
ser transferido a ningn Otro,
10. El triple oficio de Cristo es necesario para nosotros. Por nuestra
ignorancia estamos en necesidad de su oficio proftico; por nuestra
separacin de Dios y la imperfeccin de nuestros servicios, aun cuando sean lo
mejor, necesitamos su oficio sacerdotal para reconciliarnos con Dios y
hacernos aceptables a l; y debido a que nosotros hemos dado la espalda a
Dios y estamos completamente incapacitados para volver a l y tambin
porque necesitamos ser rescatados y asegurados de nuestros adversarios
espirituales, necesitamos su oficio como rey para convencer, controlar, atraer,
sostener, librar y preservarnos hasta que finalmente entremos en su reino
celestial.
CAPITULO 9
CAPITULO 10
as lo son tambin todas las personas elegidas que sean incapaces de ser
llamadas externamente por el ministerio de la palabra.
* Elegidos no aparece en algunas ediciones de la Confesin, pero s en la
original.
1. Jn. 3:8
4. Otras personas no elegidas, aunque sean llamadas por el ministerio de la
Palabra y tengan algunas de las operaciones comunes del Espritu,1 como no
son eficazmente tradas por el Padre, no quieren ni pueden venir
verdaderamente a Cristo y, por lo tanto no pueden ser salvas;2 mucho menos
pueden ser salvos los que no reciben la religin cristiana, por muy diligentes
que sean en ajustar sus vidas a la luz de la naturaleza y a la ley de la religin
que profesen.3
1. Mt. 22.14; Mt. 13.20,21; He. 6.4,5; Mt. 7.22
2. Jn. 6.44,45,64-66; 8.24
3. Hch. 4.12; Jn. 4.22; 17.3