La Vida en Las Aulas
La Vida en Las Aulas
La Vida en Las Aulas
Cada una de estas actividades principales se ejecuta conforme a unas normas que suelen ser
muy precisas y que supuestamente entendern y obedecern los alumnos. Por ejemplo, no
hablar en voz alta durante el
trabajo individual, no interrumpir a alguien durante los debates, atender al propio papel
durante los exmenes, alzar la mano cuando se quiere formular una pregunta. Incluso en los
primeros cursos, estas reglas son tan bien comprendidas por los alumnos (aunque no hayan
sido completamente interiorizadas) que el profesor slo tiene que formular unas
indicaciones abreviadas (esas voces, la mano, por favor) cuando percibe una
transgresin. En muchas aulas se coloca permanentemente un calendario semanal para que
un simple vistazo permita conocer a cualquiera lo que suceder a continuacin.
As, cuando nuestro joven alumno acude a la escuela por la maana, se introduce en un
ambiente con el que est excepcionalmente familiarizado gracias a una larga permanencia.
Ms an, se trata de un entorno bastante estable, en donde los objetos fsicos, las relaciones
sociales y las actividades principales siguen siendo los mismos da tras da, seman tras
semana e incluso, en ciertos aspectos, ao tras ao. La vida aqu se parece a la vida en otros
contextos, en algunos aspectos pero no en todos. En otras palabras, existe una singularidad
en el mundo del alumno. La escuela, como la iglesia y el hogar, es un tanto especial. Mrese
por donde se mire, no hallar otro sitio semejante. En relacin con la vida del alumno,
existe un hecho importante que, a menudo, prefieren no citar profesores y padres, al menos
no delante de los estudiantes. Es el hecho de que los pequeos deben estar en la escuela,
tanto si quieren como si no. A este respecto los estudiantes poseen algo en comn con los
miembros de otras dos de nuestras instituciones sociales con asistencia obligatoria: las
prisiones y los hospitales mentales. La analoga, aunque dramtica, no pretende ser
chocante y, desde luego, no existe comparacin entre la desazn de la vida para los
recluidos en nuestras prisiones e instituciones mentales y los afanes cotidianos de un chico
de primero o segundo curso. Sin embargo, el escolar, como el adulto encerrado, es en cierto
sentido un prisionero. Debe aceptar el carcter inevitable de su experiencia. Ha de
desarrollar tambin estrategias para abordar el conflicto que frecuentemente surge entre sus
deseos e intereses naturales, por un lado, y las expectativas institucionales, por otro. En los
captulos siguientes nos rferimos a varias de estas estrategias. Baste con sealar aqu que
las miles de horas pasadas en el entorno altamente convencional d las aulas de primaria no
son, en definitiva, un cuestin de eleccin, aunque algunos chicos puedan preferir la
escuela al juego. Son muchos los nios de 7 aos que acuden contentos a la escuela y, como
padres y profesores, nos alegramos de que as sea, pero estamos preparados para imponer la
asistencia a aquellos que muestren mayor aversin. Y nuestra vigilancia no pasa
desapercibida a 16s nios.
En suma, las aulas son lugares especiales. Lo que all sucede y la forma en que acontece se
combinan para hacer estos reqintos diferentes de todos los dems. Eso no quiere decir,
naturalmente, que no exista semejanza entre lo que pasa en la escuela y la experiencia de
los alumnos.
Los afanes cotidianos dio (aunque no pase las pginas muy a menudo). Es, en otras
palabras, un estudiante modelo, aunque no necesariamente bueno.
Es difcil imaginar que algunos profesores de hoy, en especial todos de primariadescalifiquen a un estudiante que se esfuerza-aunque-sea escaso-su-dominio del contenido
del curso. Desde luego, incluso en niveles superiores de educacin, los premios son a veces
tanto para los sumisos como para los dotados. Es muy posible que muchos d los alumnos
encargados de pronunciar el discurso de despedida y de los presidentes de nuestras
sociedades de honor deban el xito tanto a su conformismo institucional como a
sus.poderes intelectuales. Aunque ofenda a nuestra sensibilidad de reconocerlo, es
indudable que la nia de ojos brillantes que recoge temblorosa su ttulo de manos del
director el da de final de curso lleg hasta all en parte porque mecanografiaba muy bien
sus temas semanales y entregaba a tiempo las tareas realizadas en casa.
Quiz parezca cnico este modo de hablar de los asuntos educativos y tal vez se interprete
como una crtica a los profesores o como un intento de infravalorar las virtudes del orden,
la puntualidad y el comporta miento adecuado en general. Pero nada de esto se pretende. La
cuestin es simplemente que en las escuelas, como en las prisiones, la buena conducta
produce beneficios.
De la _misma manera que la conformidad con las expectativas institucionales puede
conducir al elogio, su ausencia puede determinar conflictos. En realidad, la relacin entre el
curriculum oculto y las dificultades el estudiante es an ms sorprendente que la relacin
entre dicho curriculum y el xito del alumno. Consideremos, por ejemplo, las condiciones
que conducen a una accin disciplinaria en clase Por qu regaan los profesores a los
estudiantes? Porque el alumno ha dado una respuesta errnea? Porque, por mucho que lo
intent, no ha conseguido entender las complejidades de una divisin larga? Generalmente
no. Se regaa a los alumnos ms bien por llegar tarde, por hacer mucho ruido, por no
atender las explicaciones del profesor o por empujar en las filas. En otras palabras, la ira del
docente se desencadena con mayor frecuencia debido a las violaciones de las normas
institucionales y de las rutinas consiguientes que -a causa de indicios de deficiencias
intelectuales en los estudiantes.
Las-exigencias del curriculum oculto acechan en el fondo incluso cuando consideramos
dificultades ms profundas que suponen claramente un fracaso acadmico. Cuando se
requiere en la escuela la presencia de los
padres de Johnny porqu est retrasado en aritmtica cul es la explicacin proporcionada
del escaso rendimiento de su hijo? Normalmente se culpa a las deficiencias motivacionales
de Johnny y no a sus carencias intelectuales. Puede incluso que el profesor llegue a decir
que Johnny no se siente motivado en las lecciones de aritmtica. Pero qu significa esto?
Significa, en suma, que Jotmny ni siquiera lo intenta. Y no intentarlo, como ya hemos visto,
se reduce con frecuencia a no cumplir-con las expectativas institucionales, a no llegar a
dominar el curriculum oculto.
Los psicmetras describen a una persona como experta en tests cuando ha captado
suficientemente bien los trucos de su construccin para responder correctamente a unas
preguntas, aunque no conozca e) material sobre el que se la examina. Del mismo modo
podra concebirse a algunos alumnos como expertos en la escuela o expertos en el
profesor cuando han descubierto cmo responder con un mnimo esfuerzo e incomodidad
a las demandas tanto oficiales como no oficiales de la vida en el aula. Las escuelas, como
los elementos de un test, poseen reglas y tradiciones propias que slo pueden dominarse a
travs de una prolongada experiencia. Pero no todos los estudiantes son igualmente hbiles
con estas reglas escolares como con los tests. Se pide a todos que respondan, pero no todos
captan las reglas del juego.
Si resulta til concebir la existencia en el aula de dos curricula podemos preguntarnos,
respecto a la relacin entre ambos, si su dominio conjunto exige unas cualidades personales
compatibles o contradictorias, es decir: las mismas fuerzas que son responsables de los
logros intelectuales del alumno contribuyen tambin al xito en su conformidad con las
expectativas institucionales? Es probable que esta pregunta carezca de respuesta definida,
pero suscita reflexiones, e incluso una breve consideracin de la interrogante conduce a un
conjunto de cuestiones educativas y psicolgicas.
Puede predecirse con seguridad que la capacidad general o inteligencia constituye un
capital a la hora de atender a todas las exigencias de la vida escolar, tanto acadmicas como
institucionales. La destreza del nio para entender las relaciones causales, por ejemplo,
parece ser de gran importancia a la hora de comprender tanto las reglas y normas de la vida
en el aula como los fundamentos qumicos de una planta. Su facilidad de expresin puede
ser de tanta aplicacin para halagar a un profesor como para redactar un relato corto. As,
en el grado en que las demandas de la vida en el aula requieren un pensamiento racional, el
estudiante con una capacidad intelectual superior se hallara en una. situacin ventajosa.
Pero se precisa algo ms que capacidad para adaptarse a una situacin compleja. Mucho
depende tambin de las actitudes, valores y estilo de vida, de todas aquellas cualidades
normalmente agrupadas bajo el tr mino personalidad. Cuando se considera la contribucin
de la personalidad a la estrategia de adaptacin no basta el viejo proverbio de cuanto ms ,
mejor, que tambin funciona para la capacidad general. Unas cualidades personales que
resultan beneficiosas en un ambiente pueden ser desfavorables en otro. Desde luego,
incluso un slo ambiente puede requerir tendencias en competencia o en conflicto dentro de
la constitucin de una persona.
Ya hemos visto que muchos de los aspectos de la vida en el aula exigen en el mejor de los
casos, paciencia y, en el peor, resignacin. Cuando aprende a vivir en la escuela, nuestro
alumno aprende a someter sus propios deseos a la voluntad del profesor y a supeditar sus
propias acciones al bien comn. Aprende a ser pasivo y a aceptar el conjunto de reglas,
normas y rutinas en que est inmerso; a tolerar frustaciones mnimas y aceptar planes y
polticas de autoridades superiores incluso cuando su razn queda inexplicada y su
significado no est claro. Como los componentes de la mayora de las dems instituciones,
aprende a encogerse de hombros y a decir: as son las cosas.
Pero las cualidades personales que desempean un papel en el dominio intelectual resultan
muy diferentes de las que caracterizan al sumiso. La curiosidad, por ejemplo, que es el ms
fundamental de todos los rasgos escolares, resulta de poco valor para responder a las
exigencias del conformismo. La persona curiosa emprende generalmente un tipo de
pruebas, ensayos y exploraciones que son casi antagnicos con la actitud del conformista
pasivo. El hombre de ciencia debe desarrollar el hbito de desafiar a la autoridad y de
slo queda parcialmente descrito contando, sea cual fuere el mtodo, el nmero de
soadores despiertos existentes en el aula. ' .
35 Vase, por ejemplo, de J. GABRIEL, Emotional Problems of the Teacher in the
Classroom (Melbourne, Australia: F. W. Cheshire, 1957).
Aunque MORRISON y sus colegas de la generacin anterior atribuyeron acertadamente
una gran importancia al fenmeno de la atencin en clase, en un cierto sentido exageraron.
Resulta ahora evidente que era bastante ingenua su insistencia en que los profesores
aspirasen a lograr en sus clases el ciento por ciento de atencin. Son varias las razones al
respecto. En primer lugar, como el propio MORRISON comprendi claramente (aunque sus crticos
afirmen que no fue as), los signos de la atencin manifiesta no son siempre indicadores
fieles del estado mental del alum no en un momento determinado. Como hemos visto, todos
los ojos clavados en el profesor no muestran necesariamente que todos los pensamientos se
concentren en el tema en cuestin. El docente interesado slo por la concentracin visual de
sus alumnos, lograr probablemente tan slo un tipo de conformidad superficial a sus
demandas.
En segundo lugar, como muestran los resultados de la tcnica de recuerdo estimulado de
BLOOM, existen importantes diferencias entre aquellos estudiantes que estn
cognitivamente atentos a lo que sucede en clase. En otras palabras, existen grados o quiz
tipos de atencin. A veces los alumnos se comportan como simples instrumentos de
grabacin, escuchando todo lo que el profesor o sus compaeros estn diciendo, pero sin
reflexionar gran cosa sobre el particular, justamente hacindose con los hechos, por as
decirlo. En otras ocasiones, puede que los estudiantes participen en una actividad
intelectual mucho ms activa y referida al tema en cuestin. Es posible que algunos estn
relacionando lo que acaban de or con un conocimiento previo, otros estimarn quiz el
valor y la utilidad futuros de lo que terminan de aprender; tal vez se sumerjan tanto en estos
pensamientos tangenciales pero muy relevantes que dejen de atender por un tiempo a lo que
se dice. Sin duda, este tipo de desatencin es muy distinto de lo que suponen unos
pensamientos acerca de materias completamente irrelevantes. Puede que al profesor no le
importe la existencia de un cierto volumen de tal desatencin relevante. De hecho, es
posible que llegue a estimularla.
- En tercer lugar, el objetivo de la atencin por la atencin es algo que resulta antittico a
los ms amplios fines de la educacin. El profesor no es-simplemente un animador
interesado en mantener absorta a su audiencia, ni tampoco un capataz cuya tarea consista en
lograr que sus trabajadores se dediquen a su tarea. Por el contrario, se halla consagrado al
objetivo ms importante de mejorar el bienestar de los alumnos que se le han confiado.
Debe buscar su atencin con el propsito de lograr este objetivo; pero la atencin es slo
instrumental y por eso, de una importancia secundaria. Si todo lo que los profesores
pretendieran es ver clavados en ellos o en sus textos los ojos de sus estudiantes, la tarea
sera mucho ms simple de lo que verdaderamente es. Podran pasar el da contando chistes
o restallando el tico si eso era todo lo que deseaban. Pero Hacer cuando se concluyen
antes de tiempo los trabajos asignados y 5) hasta qu grado del equivalente de la etiqueta
social debe establecerse en el aula. Vale la pena estudiarlas aqu brevemente slo porque
rara vez se examinan estas materias de un modo sistemtico.
La cuestin de quin puede entrar y salir del aula es de particular importancia (como la
mayora de las otras) en clases encerradas en s mismas, cuando los alumnos han de pasar la
mayor parte de su jornada entre las mismas cuatro paredes. La razn ms corriente para que
cada uno de los estudiantes solicite abandonar el aula es, desde luego acudir a los aseos.
Como consecuencia, casi todas las clases de primaria tienen alguna rutina establecida para
la entrada y salida, en orden, de cada uno de los alumnos. Este problema no concluye, como
es natural, con el establecimiento de reglas para el uso de los aseos. A menudo es necesario
formular normas sobre la llegada y salida en masa de los alumnos. Estas reglas se refieren
no slo a las veces en que se espera que lleguen y se vayan los estudiantes, sino tambin a
las sanciones en que incurren los retrasados (psate por mi despacho), los procedimientos
especficos para entrar y salir del aula (ahora las chicas recogern sus abrigos y se pondrn
en fila) y semejantes. Finalmente, a menudo existen tambin reglas que controlan la
entrada inesperada de extraos en el aula (los visitantes deben pasar por el despacho del
director). Apenas resulta preciso sealar que las normas sobre la entrada y salida de los
estudiantes no estn concebidas slo para prevenir perturbaciones dentro de la propia clase,
sino tambin en otras aulas del edificio. Adems, frecuentemente, las normas estn,
encaminadas tanto a impedir que determinados alumnos abandonen sus obligaciones como
a conservar la paz y la tranquilidad en clase.
Por lo general, las aulas son lugares relativamente tranquilos y parte de la tarea de los
profesores consiste en mantenerlas de ese modo. Una vez ms, los procedimientos por los
que el docente logra este objetivo
varan de un curs a otro y de una a otra clase; adems existen, sin duda, diferencias en el
nivel absoluto de ruido especfico que cada uno de los profesores est dispuesto a tolerar.
Pese a esta diversidad, es probable que cada maestro de primaria tenga que hacer frente de
vez en cuando al problema del exceso de ruido. Con frecuencia los profesores de nios muy
pequeos establecen unos procedimientos rutinarios para indicar que se han rebasado los
niveles tolerables de ruido (puede que apaguen las luces o que toquen un acorde en el piano
para indicar silencio). A tales seales con frecuencia les suceden unas exhortaciones breves
sobre la necesidad de disminuir el ruido. En los niveles medios y superiores es muy
corriente que el profesor alce la vista de lo que est haciendo y diga algo como callaos por
favor. Con los estudiantes de esos niveles no se precisa una explicacin posterior3s.
3s Vale la pena advertir al respecto que los autores del Test de Inteligencia StanfordBinet
consideran que el nio medio de 10 aos puede dar dos razones para que los queevidentemente no sucede as. El truco consiste en conseguir que los alumnos presten
atencin mientras participan en unas actividades que se juzgan beneficiosas para ellos. Y,
como cada educador conoce, sta es una tarea considerable.
Entre las estrategias para mantener a los alumnos absortos en su tarea figuran acciones de
dos gneros muy diferentes. Una consiste en el mantenimiento de las condiciones
apropiadas de trabajo, con la prevencin o eliminacin de las perturbaciones extrnsecas. La
otra se refiere a la adecuacin del contenido del curso, al encaje, por as decirlo, entre los
fesor de primaria. El estudiante que no tiene nada que hacer es a menudo el que molesta
a los otros. En consecuencia, muchos profesores conciben actividades que realizarn los
alumnos durante el tiempo que media entre las tareas asignadas. Puede que no posean otra
finalidad que la de mantenerles ocupados (por qu no limpiis vuestras mesas?) o quiz
tengan algn valor educativo intrnseco (cuando hayis acabado, podis leer un libro).
Pero fuera cual fuese el contenido de la actividad recomendada, la mayora de los
profesores de primaria tratan de eliminar la potencial amenaza a la atencin del grupo
creada por el alumno ocioso.
Bajo la rbrica general de etiqeta de la clase puede incluirse una serie final de normas que
se refieren, tangencialmente al menos, al problema de mantener la atencin de los
estudiantes. Entre stas figuran las cosas correctas y oportunas que decir y hacer cuando
uno se comporta como un alumno. Figuran gestos como alzar la mano para llamar la
atencin, resistirse a la tentacin de rerse o burlarse de los errores de un compaero,
permanecer en fila sin empujar, etc. Como sucede con las reglas de cortesa, en general, las
violaciones de estas normas son a menudo ocasin de antagonismo y sirven para quebrantar
el suave flujo de los acontencimiento sociales. Los profesores de nios pequeos deben
detenerse frecuentemente para recordar a los alumnos sus obligaciones en estas materias.
Existe, pues, un modo de organizar las reglas, que puede observarse en accin en la
mayora de las aulas de primaria. Todos y cada uno de estos tipos de acontecimientos, el
trfico hacia y desde el aula, el nivel de ruido, el movimiento de los estudiantes de una a
otra parte, la conducta de los ociosos y las transgresiones de la etiqueta social, pueden
servir para destruir la orientacin del trabajo de todo el grupo o de algunos de
cos no se muestren ruidosos en la escuela. As, cuando estudia cuarto curso, se espera del
alumno medio no slo que conozca la regla sino que comprenda que es lgica y sea capaz
de explicrselo a otros.
los alumnos. Las tcnicas de tratamiento de estos hechos por parte del profesor se estudian
habitualmente bajo la rbrica general de gestin de clase, asunto que, como la atencin per
se, parece extraamente anacrnico como foco de un debate educativo. Sin embargo, el
xito de un profesor como tal depende, sin duda, en buena medida de su capacidad para
abordar estos aspectos triviales de la escuela. El docente que ha perdido el control de su
clase, como suele decirse, no puede compensar esta deficiencia con un trabajo
especialmente bueno de evaluacin o invirtiendo un tiempo adicional con el grupo de los
retrasados en lectura. En un sentido educativo, cuando se pierde el control de un grupo, se
pierde todo.
Los educadores, sobre todo al comienzo de sus carreras, comprenden la importancia de
estas destrezas de gestin y se preocupan en general por su capacidad para abordar este
aspecto de su funcin profesional. Cuando los profesores muestran signos de irritacin en el
aula -un acontecimiento no infrecuente aunque observado rara vez en las visitas de corta
duracin- los hechos responsables de semejante manifestacin suponen, en general, una
violacin de alguna de las reglas a que nos hemos referido. Desde luego, y como se
apresuran a sealar los crticos educativos, el mantenimiento del control de grupo llega a
constituir para algunos profesores la raz de sus preocupaciones profesionales. A veces
los sistemas selectivos y las prcticas de agrupamiento surgen como respuesta directa a los
problemas de la desatencin del alumno, ni hay pruebas concretas de que los estudiantes as
seleccionados se interesen ms por el trabajo escolar. Pero, lgicamente al menos, as
debera ser.
Como todo alumno sabe, algunos profesores resultan animados y otros aburridos, ciertas
clases son interesantes y otras molestas. Adems, y a menudo, las diferencias no parecen
residir en el contenido de la propia
leccin o en el material utilizado, sino ms bien en la manera de llevar la clase. Algunos
profesores son capaces de hacer interesante el tema ms pesado y otros consiguen hacer
aburrido el ms atrayente. Aunque los mtodos de animar una clase sean demasiado
numerosos para catalogarlos (y muchos probablemente slo son conocidos por quienes los
practican), las tcnicas principales resultan suficientemente bien conocidas para hacer
innecesario incluso un detalle parcial.
Tambin es quiz innecesario citar datos que muestren que medios como incluir algo de
novedad o de humor en una leccin funcionan realmente, es decir que contribuyen a
aumentar la atencin del estudian te, pero aqu se dispone de ciertas pruebas empricas poco
elaboradas. En su conocido libro sobre las caractersticas de la personalidad de los
profesores, David RYANS presenta datos que muestran que los docentes considerados (por
unos observadores) como estimulantes y creativos solan tener alumnos a quienes (los
mismos observadores) juzgaron ms atentos que apticos 3'. Adems, de todas las
caractersticas de los profesores calificadas por RY,4NS y sus colaboradores, las de
estimulantes y creativos fueron las nicas que parecan poseer un efecto visible y
consistente en la conducta del alumno.
Este breve examen de las tres estrategias ms corrientes para promover la atencin del
estudiante (al margen de los detalles de gestin de la clase) debe bastar para volver al tema
de la perspectiva ms amplia desde la que se consider esto al comienzo del captulo. El
problema, como han reconocido claramente casi todos los estudiosos del proceso, no
consiste en el modo de mantener en orden una clase en donde los alumnos se muestran
atentos (aunque no puede desdearse fcilmente las dificultades de esta tarea), sino ms
bien en la manera de promover un estado ms permanente de participacin en las materias
educativas. Estas dos condiciones, como seal DEWEY, son correlativas pero no sinnima
S 311
La forma ms permanente de vinculacin al trabajo escolar es que se extiende fuera de los
lmites temporales de unas determinadas clases e incluso ms all de las fronteras
fsicas de la propia aula. Se relaciona con esos estados motivacionales penetrantes que se
corresponden con trminos como intereses, actitudes y valores. En otras palabras, est
anclada en la estructura que proporciona una configuracin a las acciones habituales del
alumno.
La participacin en este sentido ms profundo no puede fingirse como ocurre con las
manifestaciones superficiales de la atencin perceptiva. Los estudiantes pueden falsificar
sus apariencias, pero no las condiciones subyacentes que stas transmiten. En otros
trminos, son capaces de engaar al profesor pero no de engaarse a s mismos con tal
facilidad. Por esta razn, si no por otra, la participacin es para el profesor un objetivo
educativo cuyo logro result ms significativo que el ideal de MoRRISON de un ciento por
ciento de atencin. De hecho, considerada desde esta perspectiva ms amplia, la
participacin comienza a mostrarse tan significativa que es necesario considerar si el
profesor necesita preocuparse de algo ms.
3
J. DEWEY, The relation of theory to practice in education, National Society for the
Study of Educaon, Tercer libro anual. Primera Parte (Bloomington, Illinois: Public School
Publishing Company, 1904), pp. 9-30.
144-45
146 La vida en las aulas
Participacin y absentismo en la clase 147
Importa mucho en qu actividad participen verdaderamente los estudiantes con tal de que
sea en alguna? Hay ciertos educadores que estn muy prximos a responder con un no a
esta pregunta, al menos en cuanto a actividades de nios pequeos. William Heard
KILPATRICK, por ejemplo, aunque formul algunas limitaciones sobre el modo de su
consecucin, situ el objetivo de la participacin entusistica de los alumnos en un punto
tan alto de su escala que todo lo dems pareca relativamente carente de importancia. Como
seal:
Esta cuestin de la participacin es tan importante como para exigir especial atencin.
Inevitablemente, cada uno de los alumnos aprender en el grado en que l mismo acepte la
actividad, el empeo o la experiencia acometidos. En consecuencia, a travs del proceso de
debate en grupo y de las opciones, el profesor actuar hasta conseguir que los estudiantes,
aisladamente y en conjunto, se comprometan del modo ms entusiasta posible con la
actividad elegida".
Segn el punto de vista de KILPATRICK, careca de atractivo la alternativa de animar
artificialmente un material por otra parte aburrido, que ya hemos estudiado como estrategia
para lograr la participacin. No dej duda al respecto sobre su postura.
Advirtase muy claramente que, a la hora de ensear del modo ms idneo, no decidimos
en primer lugar la materia en cuestin y nos preguntamos luego cmo hacerla interesante...
La nueva (visin de la educacin) arranca del lugar en donde se encuentra el nio para
capitalizar una actividad suya personalmente dirigida y emanada de sus verdaderos interese
S40.
Lo que obtiene los mejores resultados en aprendizaje, tanto directo como concomitante, es
lo que los alumnos hacen por s mismo. Podemos as afirmar paradjicamente que el
objetivo del profesor consiste en prestar la menor ayuda posible, es decir en proporcionar el
mnimo grado de ayuda directa consecuente con un mejor trabajo personal por parte de los
alumnos4'.
En otras palabras, aunque KILPATRICK defiende que los profesores busquen la
participacin de sus alumnos, ciertos mtodos para lograr este objetivo son claramente
superiores a otros. Desde luego, las razones de su eleccin estn estrechamente
relacionadas con sus opiniones sobre la vida adecuada a la que contribuye el proceso
educativo. No se trata aqu de analizar de manera crtica la opinin de KILPATRICK, sino
simple
3s W. H. KILPATRICK, Philosophy of Education (Nueva York: Macmillan, 1951), p. 306.
(Trad. cast.: Filosofa de la educacin, Buenos Aires, Losada, s.f.) ,_
mente de evidenciar el carcter vital que para un destacado educador posee el concepto de
participacin.
Lo malo de todos estos planes para lograr la participacin del estudiante es que existen
lmites respecto al nivel en que pueden ser empleados. Adems, tales lmites no proceden
necesariamente, como en el caso de las preferencias de KILPATRICK, de unos desacuerdos
filosficos sobre los fines de la educacin. Surgen ms bien de algunas de las
caractersticas de la clase sobre las que nos hemos centrado en captulos anteriores.
La alteracin del curriculum para acomodarse a las necesidades e intereses de los
estudiantes queda limitada por el hecho insoslayable de que la mayora de stos tiene que
estar en la escuela, tanto si quieren como si no. No distingue adems entre aspectos estables
y transitorios de las motivaciones de los estudiantes. Puede que a Johnny le interese
aprender a manejar el magnetfono, pero no siempre en el momento preciso en que se
espera que lo haga.
La seleccin de los alumnos para adaptarles a un determinado curriculum est limitada por
la poblacin de nuestras escuelas. E1 profesor puede agrupar a sus alumnos para ciertas
actividades, pero el ajuste lo grado por este mtodo resulta aproximado en el mejor de los
casos. Incluso cuando la acomodacin es ms exacta, como en los diversos planes para
individualizar la instruccin, la multitud sigue reclamando la atencin del estudiante y
desviando las energas del profesor. En suma, existen lmites al modelo de tutora cuando se
aplica al ambiente de un grupo.
Ni siquiera los esfuerzos del profesor por lograr que sus clases sean animadas e interesantes
representan un mtodo libre de obstculos para asegurar la participacin del alumno. En
primer lugar, la novedad, como todos sabemos se desgasta. El mtodo que hoy cautiv a
los estudiantes se convertir maana en la misma rutina de siempre. Adems, la novedad de
cada clase se enmarca, por as decirlo, dentro de una trama ms amplia de normas, reglas y
rutina que caracteriza el trabajo de la escuela como institucin. La variedad puede servir de
condimento a la vida en el aula, pero se trata de un condimento espolvoreado sobre una
Pero, como sabe cada docente en ejercicio, esta esperanza an no se ha hecho realidad. A
pesar del medio siglo de investigaciones y del desarrollo de varias teoras sofisticadas, las
actividades del profesor en el aula han quedado relativamente intactas respecto a lo que
tenga que decir el terico del aprendizaje. Se han registrado varios esfuerzos importantes
por identificar las consecuencias de diversas teoras del aprendizaje en la prctica docente.
Pero, por lo general, dichas consecuencias contienen poco ms que unas orientaciones de
sentido comn que, para ser convincentes, apenas requieren los esfuerzos cientficos del
terico del aprendizaje (por ejemplo, para aprender, los nios deben estar motivados). El
trabajo de B. F. SKINNER, que puede haber tenido en definitiva un impacto visible en la
educacin a travs del desarrollo del movimiento de la mquina de ensear, es una posible
excepcin a la generalidad de esta situacin; pero subsiste el hecho de que los profesores,
incluso en estos das de enseanza programada, ignoran en buena medida lo que pretenden
los tericos del aprendizaje. Adems, y a pesar de este nexo aparentemente lgico entre
enseanza y aprendizaje, los docentes no parecen lamentar semejante desconocimiento.
En los crculos educativos y psicolgicos se ha debatido ampliamente el fracaso de la teora
del aprendizaje en la transformacin del trabajo ~ del profesor. Se han ofrecido varias
explicaciones alternativas para justi ficarlos. Segn una de ellas, el conocimiento del
terico del aprendizaje no es fcilmente extrapolable a las actividades humanas porque, en
buena parte, se basa en estudios sobre ratas y otras formas inferiores de vida. Los seres
humanos, se argumenta, son ms complejos que las ratas u otros animales y as su conducta
obedece a una serie de leyes diferentes de las concebidas para definir el aprendizaje de
otras especies.
Otra explicacin, estrechamente relacionada con la que alude a las diferencias entre
especies, se centra en las variaciones en la complejidad de las tareas de aprendizaje. Segn
esta concepcin, el conoci miento del terico del aprendizaje se aplica principalmente a la
adquisicin de destrezas simples y al logro de unos objetivos artificiales. Muchos
educadores insisten en que semejante conocimiento tiene poco que decir sobre destrezas y
comprensiones que son complejas y personalmente significativas para el que aprende. Los
crticos que desarrollan esta argumentacin subrayan el hecho de que incluso cuando se
utilizan seres humanos en los experimentos de laboratorio, generalmente, se les presentan
tareas u objetivos de aprendizaje artificiales y carentes de significado.
Un tercer modo de explicar la aplicacin limitada de la teora del aprendizaje a la tarea del
profesor consiste en llamar la atencin sobre las diferencias entre el entorno controlado del
laboratorio y las condiciones ms o menos caticas bajo las que normalmente tiene lugar el
aprendizaje. En su bsqueda de regularidades en la conducta, el experimentador trata de
eliminar, o al menos controlar, influencias extrnsecas. Como consecuencia, observa
generalmente fenmenos bajo condiciones no naturales. El docente, en contraste con el
investigador, posee un control relativamente escaso de muchas de las variables que inciden
sobre su trabajo. As le resultan de utilidad limitada una serie de principios de aprendizaje
que no operan bajo las condiciones de la vida cotidiana.
Estas tres explicaciones tienen en comn el contraste entre la complejidad de la tarea del
profesor y la simplicidad de las condiciones bajo las que se ha generado buena parte de
nuestra teora formal del aprendi zaje. En su eleccin de los sujetos, en el nivel de los
Esta comparacin entre el trabajo de los padres y el de los profesores puede ser fcilmente
mal interpretada como una apologa del status quo o una defensa de la desidia pegadgica.
No se pretende ni una cosa ni otra. No existen; razones para creer que la enseanza no
puede mejorar ni hay prueba alguna de que el descuido sea ms tolerable en el aula que en
la cocina o en la consulta del mdico. Lo que se indica es simplemente que los profesores
slo se interesan de un modo indirecto por los detalles del proceso de aprendizaje, aunque
en sus acciones inmediatas pueda estar subyacente un vago entendimiento de ese proceso.
Tal como se han desarrollado hasta la fecha, la mayora de las teoras del aprendizaje
contienen ms informacin sobre el proceso de aprendizaje de lo que el promedio de los
docentes quiere o necesita conocer.
En el campo de la educacin aparece de vez en cuando un movimiento concebido para
modernizar las operaciones institucionales de las escuelas, aproximndolas a una armona
ms acorde con el espritu que gua el desarrollo de la tecnologa en la industria.