LA COCINA DEL HISTORIADOR. Reflexiones Sobre La Historia de La Cultura Europea
LA COCINA DEL HISTORIADOR. Reflexiones Sobre La Historia de La Cultura Europea
LA COCINA DEL HISTORIADOR. Reflexiones Sobre La Historia de La Cultura Europea
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LA COCINA
DEL HISTORIADOR
Reflexiones sobre la historia
de la cultura europea
Segunda edicin
REUN
RED DE IDIFORIALES
DE UNIVERSIDADES
NACIONALES
9789871 326006
E mitones de la UNLa.
9.
CC
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NACIONAL
UN
L a.
Segunda edicin
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tIgh.
1111. 41,
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Mut
Herrero, Alejandro
La cocina del historiador : reflexiones sobre la historia de
la cultura / Alejandro Herrero y Fabian Herrero - la ed. Remedios de Escalada : Ediciones de la UNLa., 2006.
x15 cm. (Humanidades y artes. Historia)
109 p. ; 2h15
ISBN 987-1326-01-7
1. Historia Cultural Europea. I. Herrero, Fabian II. Ttulo
CDD 940
Indice
Presentacin
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Imagen de tapa:
"Literatos reunidos en un caf", (Bibliothque Nationale, Pars)
Impreso en Argentina
Queda hecho el depsito que marca la Ley 11.723
Prohibida su reproduccin sin autorizacin
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Presentacin
caso de Roger Chartier fue diferente. Se prest a un extenso reportaje un sbado de 1998, en una tpica maana desapacible de primavera, fra y lluviosa. Aos despus, mientras escribimos estas pginas, an recordamos con afecto y
admiracin aquella charla-clase que dur varias horas'. Por
razones diversas no publicamos nuestro libro en los tiempos
con rostro cada vez ms serio, nos permitimos seguir pensando, con Allen Ginsberg, que aquello "que empez / como
define en oposicin a dos enfoques precisos: el de la historia de las ideas y el de la historia social, segn se las entiende a las dos, como se ha dicho ya, en sus versiones denominadas "tradicionales" dentro del paisaje historiogrfico
francs. Rechaza, en la primera, como tambin lo hacen la
mayora de nuestros entrevistados, su exclusiva preocupacin por el pensamiento de los grandes hombres y la escasa
o nula articulacin que establece entre el mundo ideolgico, intelectual y el mundo social. Porque precisamente sta
deja de lado, a su entender, "la dimensin de la apropiacin
Dominique Julia, Michel Vovelle y Daniel Roche son los historiadores sealados por Chartier como algunos de los gestores de esta tradicin. Escuchemos, en la palabra de este
ltimo, cul sera el aporte de cada uno de ellos: "Para Julia
no es la historia de las ideas sobre la educacin el problema
fundamental, sino el reclutamiento y el funcionamiento de
las instituciones educativas. Para Vovelle el problema fundamental es hallar creencias y gestos que se expresan indirectamente a travs de los discursos. Y Roche intent pensar las formas de sociabilidad intelectual ms all del contenido de la filosofia de la Ilustracin." Esta imagen coincide,
En esta experiencia tambin colaboraron eficazmente varios colegas amigos. Silvia Delfino, Daniel Lvovich y Cristina Lpez Meyer
trabajaron en la traduccin; por su parte, Karina Vzquez desgrab
el reportaje de nuestro visitante galo.
Una breve sntesis de la entrevista a Chartier y las respuestas de
Darnton fueron editadas en Espacios de crtica y produccin.
Publicacin de la Facultad de Filosofla y Letras, Universidad de
Buenos Aires, 1997 y 1998.
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entonces, "con el crecimiento econmico y social, el progresismo poltico y la innovacin intelectual". A sus ojos, el siglo
XVIII haba desarrollado una cultura ms rica y compleja
que contrastaba con una imagen estrecha producida hasta
all por la historiografia. Los estudios sobre la produccin y
la difusin de los impresos y el mundo acadmico de las
provincias abran, sin duda, nuevos horizontes pero al
mismo tiempo planteaban ciertos problemas: cmo comprender, por ejemplo, un movimiento intelectual en todos
sus componentes. En este sentido, los escritos de Labrousse,
Vovelle, Julia, Ozouf y Agulhom, ofrecieron las primeras
respuestas en torno de aquella cuestin. Dentro de esta
perspectiva, resulta conveniente anotar cmo el autor describe los cambios operados en el transcurso de su investigacin sobre los letrados de provincia. Uno de esos cambios
alude a que la historia de la cultura le permite ir ms all de
lo que lo haca la historia de las mentalidades. Vemoslo.
"Estudiando lo cultural, como nuestros predecesores haban analizado la economa y la sociedad, los historiadores
de Libro y sociedad y yo mismo, dentro de las academias,
descubrirnos que la cultura est por todas partes en lo econmico y lo social ya que ella no se puede entender sino en
el mundo de las prcticas cotidianas. Es por lo tanto una
historia que no se confunde con la de las mentalidades sino
ms bien es una historia de los contextos, de las mediaciones que intervienen en el tiempo, entre las condicicnes
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plo la competencia de lectura, todos los datos sobre la alfabetizacin estn fundados sobre las firmas de sus tipos de
poblacin que sabe leer. Hay mucha gente que sabe firmar
nos de los temas recin indicados. Nos referimos precisamente al problema de la representatividad de las fuentes.
Dos posturas aparecen enfrentadas. Por un lado, la repre-
sentatividad es percibida como aquello que aparece ms frecuentemente. Esta es la perspectiva de la historia cuantitativa. La llamada microhistoria, por otro lado, visualiza a la
Revolucin Francesa desde la perspectiva de la historia cultural. Su trabajo se inserta dentro de lo que se denomina
una tensin esencial" en la tradicin historiogrfica francesa. En primer lugar, la versin socioeconmica de la Revolucin, es decir, lo que se conoce como la tradicin de la
"
los hombres.
Sin embargo, para Chartier los orgenes deben ser
sin embargo, actan como fuerzas histricas muy importantes. En mi libro he tratado de analizar algunas de estas fuerzas escondidas que hacen actuar a los individuos, pero sin
da el autor, no pensaba que exista una determinacin automtica de las transfbrmaciones polticas a partir de los conflictos sociales, particularmente cuando son entendidos de
una manera bastante estrecha, clsica." Como se ha dicho
ya, por otra parte, rechaza el retorno de lo poltico en los
trdinos de Furet, ya que tal anlisis "significaba establecer
una forma de autonoma para la esfera poltica, para los discursos y las instituciones, inscribir el proyecto de la
Revolucin en una filosofa del individuo libre y consciente,
y remitir el funcionamiento de la sociedad a una dimensin
poltica todopoderosa. Siempre me ha parecido que en esto
haba como una ilusin. Es decir, una fuerza autnoma de
la poltica o de lo poltico capaz de transformar los individuos, la sociedad, las maneras de pensar, de vestirse, de
expresarse, de conducirse en el mundo cotidiano. Esta idea
de una poltica todopoderosa me parece un elemento fundamental de la conciencia de los revolucionarios, pero esto
no implica necesariamente que los historiadores olviden
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Francesa, 1933). Sin embargo, Chartier se permite diferenciarse por lo menos en un aspecto del anlisis del autor de
La Gran Matanza de Gatos. Para el autor francs, "el contenido de los textos se impona en la mente de los lectores y
transformaba su visin del mundo y conduca a destacarse
del orden de las cosas". En esta lnea, le recuerda a Darnton
que la lectura siempre es "inventiva" ya que el lector "desplaza", "distorsiona" y, por lo tanto, se debe ser prudente en
la "secuencia que va del texto al libro, del libro a la lectura,
de la lectura al pensamiento y del pensamiento a la ruptura". El investigador no debe olvidar, entonces, que "no
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narracin que transformara las lagunas de la documentacin en una pulida superficie. Poda, pero evidentemente
autonoma de la recepcin en relacin con el contenido textual que organiza por s mismo esta pluralidad de recepcin, jugando con el horizonte de expectativas o con las
prcticas de lectura de sus posibles pblicos".Probablemente, el estudioso que quiera hacerse cargo de estos
presupuestos, no se sentir ya seguro ante su objeto, que se
le revelar siempre reacio a ser plenamente considerado o
interpretado. Hay, sin duda, puntos de fuga, vacos... Una
historia que no se deja contar fcilmente. Dos premisas clsicas surgen de la lectura de nuestros historiadores: indicar
la complejidad del objeto y no ocultar las dificultades.
Quizs esta haya sido siempre la tarea del historiador: la de
abrir caminos para continuar el viaje.
de cuando el historiador se enfrenta a un pasado que todava tiene enorme vitalidad en nuestros das? El criterio de
verdad, de prueba, el uso de las fuentes se tornan temas claves para la reflexin del investigador. Foucault, evocado por
verdad como nica y concreta, la mirada objetiva del observador, tan difundida por el positivismo, es duramente cuestionada por un enfoque que atiende a la construccin de esa
nocin. Sin embargo nuestro entrevistado, que adhiere
expresamente al autor de Las palabras y las cosas, dice algo
que a primera vista puede sorprendernos: "para historiado-
ras ms adecuadas para enfrentar estas cuestiones? Al respecto, Carlo Ginzburg tiene algo importante para decirnos.
As, refirindose a su bellsimo libro El queso y los gusanos,
reflexiona sobre aquellas dificultades: "Me propuse reconstruir el mundo intelectual, moral y fantstico del molinero
Menocchio a travs de la documentacin producida por
aquellos que lo haban mandado a la hoguera. Este proyecto, por ciertos gestos paradojales, poda traducirse en una
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do en los historiadores "revisionistas" que niegan la existencia de las cmaras de gas durante la segunda guerra mundial. En esta lnea, seala: "Todo esto ha dado una importancia particular a la idea de los criterios que permiten controlar la produccin histrica, de manera de rechazar las
construcciones mticas, a destruir falsificaciones, o hacer
visible lo que estaba oculto por una historia oficial [...] plantean la cuestin fundamental entre la diferencia entre una
historia como saber controlable y universal, y por otro lado,
las historias mticas o falsificadas que producen poderes,
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Primera parte
Entrevista a Roger Chartier
Primera parte:
Entrevista a Roger Chartier
Roger Chartier naci en Lyon (Francia) en 1945. Es director en la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales. Sus
libros han sido traducidos a varios idiomas, muchos de ellos
pueden hallarse en castellano. El mundo como representa-
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estaba formado por esta oposicin, muy viva entre los aos
Cul era el clima intelectual en el momento en que empieza a trabajar este aro?
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Revolucin. Penser la Revolution Franoise propona dentro de esta nueva concepcin de la filosofa poltica aplicada
a la historia, un encadenamiento de los hechos a partir del
despliegue de la ideologa o de las contradicciones filosficas que existen en 1789 en las decisiones de la Asamblea
es decir, un espacio para organizar las diferencias, las divisiones, las discrepancias. Y como ustedes saben, para
brar algo de ese ario. De esta manera, el Furet del bicentenario haba restablecido sin necesariamente decirlo algo de
Constituyente. Pero en 1989 la posicin de Furet ha cambiado otra vez en direccin de la reintroduccin de algo que
sucede entre 1789 y 1793. Porque si el terror o la dictadura jacobina estaran presente en 1789, sera muy dificil cele-
de lo poltico capaz de transformar los individuos, la sociedad, las maneras de pensar, de vestirse, de expresarse, de
conducirse en el mundo cotidiano. Esta idea de una polti-
privadas supone el intercambio de los textos, el intercambio, gracias a la circulacin del manuscrito y de los impre-
pensar el papel desempeado por estas formas de sociabilidad dentro del proceso que haba construido el espacio
juicio singular y personal, y la creacin de un espacio pblico que se-construye a partir del intercambio de estos juicios,
o de estas crticas. Tambin utilic, y este es el segundo
ejemplo, algunas de las partes de El Antiguo Rgimen y la
mente til para pensar el papel desempeado por los intelectuales, los hombres de letras, en el siglo XVIII, encarnando en cierta medida una representacin de esta opinin
pblica que no hallaba instituciones formales para expre-
objetos o a las prcticas culturales, pero con la idea de vincularlos a los diversos medios sociales, las formas diferenciales de circulacin, los modos especficos de apropiacin.
Todo lo que para m se remite a la dimensin de una histo-
espacio pblico. La doble crtica que se puede hacer a la historia pobre de las ideas es, precisamente, este doble olvido.
El olvido de la apropiacin y de la interpretacin y el olvido de las circunstancias y de las formas.
Por otro lado, rechazaba una tradicin de la historia social de la cultura que en Francia se impona como una
tirana de la determinacin social, nicamente articulada a
partir de oposiciones como elites y pueblos, que era el tema
central de todos los primeros trabajos sobre la cultura
popular, o las oposiciones que venan de una historia social
que en Francia se haba centrado en la jerarqua socioprofesional, la divisin de la sociedad segn la escala que mezclaba la profesin y la riqueza, que era la perspectiva ms
clsica de la historia social francesa y que defina una escala
de condiciones sociales a las cules deban corresponder
prcticas, gestos, objetos culturales. Me pareca necesario
transformar esta visin, porque pienso que existen tambin
otros elementos que son plenamente sociales y que no pertenecen a esta concepcin demasiado estrecha de la realidad social Las oposiciones entre los sexos, entre las pertenencias religiosas, entre las generaciones, los cuerpos y los
oficios, las comunidades: todo esto define un mundo social
que funciona segn principios de divisin, de conflicto,
mucho ms complejos que lo que deca, la visin que slo
advierte la escala de la riqueza y de las profesiones. Son
estos necesarios desplazamientos los que intentaba ejemplificar en el libro pese a las dificultades tericas y documentales. Reconstruir algo de las circulaciones diferenciales o
apropiaciones plurales conduce a encontrar directamente,
para discutirlas, tradiciones o trabajos que haban explorado el mismo campo pero de manera diversa. Puedo evocar
aqu las discusiones con mi amigo Robert Darnton, porque
la poltica, de la religin, de la vida cotidiana; y el otro sentido de la cultura como lo que da sentido a cada una de las
prcticas incluyendo las ms econmicas o las ms corporales o las ms inmediatamente cotidianas. En la dcada de
1990 me parece que se ha desarrollado no slo en Francia,
sino tambin en Italia, en Espaa, en los Estados Unidos
una reflexin sobre estos dos elementos y la vinculacin
entre las definiciones de lo social y las definiciones de la cultura. Dominique Julia, Michel Vovelle, Daniel Roche, para
tomar solamente tres nombres, haban practicado algo que
en cierto momento se daba como historia de las mentalidades o como antropologa histrica, pero que era de hecho
como una historia social de la cultura. En cada caso, la historia de la educacin, la historia de la desacralizacin, la historia de la sociabilidad intelectual practicaban una historia
que, sin ser necesariamente una reflexin terica muy desarrollada, rechazaba claramente la historia de las ideas en
cada uno de estos campos. Para Julia no es la historia de las
ideas sobre la educacin el problema fundamental, sino el
reclutamiento y el funcionamiento de las instituciones educativas. Y para Vovelle el problema fundamental es hallar
creencias y gestos que se expresan indirectamente a travs
de los discursos. Roche, por su lado, intent pensar las formas de sociabilidad intelectual ms all del contenido de la
filosofla de la Ilustracin. De esta manera se puede decir
que con anterioridad a mi libro, la historia social de la cultura, se practicaba utilizando las fuentes masivas, los archivos que permitan generar una cuantificacin. Pero espero
que mi libro y muchos otros hayan abierto el espacio para
una discusin ms terica y metodolgica sobre los conceptos fundamentales de este proyecto que vincula historia
social y historia de la cultura.
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Cul sera la diferencia entre la historia de las mentalidades y la historia social de la cultura?
Yo pienso que entre la historia social de la cultura y las antiguas denominaciones como la historia de las mentalidades
no existe slo un cambio de palabras. Aquellos trabajos de
los aos sesenta y setenta han definido una manera de pensar que se haba alejado de la historia tradicional de las
ideas, y que de esta manera han constituido un patrimonio
que podemos utilizar como lo he hecho en mi libro. Por
otro lado, la historia social de la cultura en s mismo no significa mucho. El problema es saber cules son los instrumentos que estn presentes detrs de esta nueva denominacin. Nociones como representacin o prcticas han modificado mucho lo que se poda pensar antes con las categoras clsicas de la historia de las mentalidades. Recordemos
que el concepto de mentalidad fue fuertemente criticado
por el historiador britnico Geoffrey Lloyd en un libro que
se llama Demystifying Mentalities. En el concepto de mentalidad existe la idea de una cierta estabilidad, unidad de la
mentalidad correspondiente a un medio social particular.
Existe tambin la idea de cierta inercia del utilaje mental
disponible para los individuos. Todos estos elementos definen el lmite de una historia de las mentalidades. En el concepto de mentalidad no se plantea claramente la relacin
mvil, inestable, plural entre las prcticas y las representaciones. En cambio, la historia social de la cultura habla de
discursos, representaciones, prcticas, y esta triloga me
parece que abre una forma de pensamiento mucho ms rica
y amplia. Porque a travs de los estudios que han usado
estas categoras se puede pensar la autonoma de las prcticas en relacin con las representaciones, se puede pensar la
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distancia que existe siempre entre sistemas de representaciones y la produccin discursiva; asimismo, es posible
advertir que para un individuo dado o una comunidad particular existe una pluralidad de recursos que se pueden
manejar segn las circunstancias, segn los dominios de
prcticas. De esta manera se ve que existe una pluralidad de
articulaciones que se abre con el uso de estas tres nociones.
Cules son los problemas que se le presentaron durante su
investigacin?
En primer lugar, debo decir que mi libro es un ensayo con
una perspectiva de sntesis. La cuestin fundamental en
do necesariamente al acontecimiento ocurrido. Y ya sabemos que Foucault subrayaba las nociones de discontinuidad
y de azar de una manera muy fuerte para alertar sobre esta
visin teleolgica, que haca de la Ilustracin la prefiguracin de la Revolucin, y que consideraba a la Revolucin
pensabilidad. La palabra no existe en castellano pero tampoco existe en francs. Quiero designar con ella la posible
comprensin o inteligibilidad del evento por parte de sus
actores o los que de una manera ms pasiva lo reciben. Este
problema no es especfico de la Revolucin Francesa, pero
en este caso hay algo especfico que haba sorprendido a
Tocqueville, que era la rapidez con la cual en algunos meses
un antiguo orden se haba desmantelado, el orden social de
una sociedad que estaba construida a partir de las diferencias jurdicas entre los rdenes, los estamentos y los cuerpos, la destruccin de un orden poltico y religioso, es decir,
la monarqua absoluta. Si se aceptaba estas dos destrucciones paralelas, social y poltico-teolgica, es porque me parece que el pasado haba dejado en los individuos, concepciones, representaciones y herramientas para entender lo que
suceda.
dos entidades histricas. En esta perspectiva me he inspirado en los trabajos de los historiadores alemanes de la litera-
tura francesa, que siguiendo las lneas trazadas por la esttica de la recepcin haban estudiado cmo algunos autores,
una definicin clsica de la Ilustracin. En efecto, la frmula de que la Revolucin ha hecho la Ilustracin pareca
se puede ampliar el argumento, ms all de las obras fundamentales del siglo XVIII. La Revolucin afirmaba por un
lado, como lo hemos dicho, una ruptura fundamental, la
ausencia de races y de orgenes, y por otro, buscaba construir en el pasado, figuras, obras, consideradas como prefiguraciones del evento mismo. Es un juego particularmente
interesante que primero se desarrolla a travs de instituciones. La ms famosa es el Panten donde deben estar sepultados los hombres que han prefigurado, anunciado, la
nueva edad. Pero existen muchos panteones, que no eran
necesariamente un edificio, sino que alaban a los grandes
hombres en las fiestas, en los juegos de naipes donde sus
figuras reemplazaban a la de los reyes, las antologas que se
publican durante la Revolucin Francesa, en los catequismos revolucionarios, etctera.
A esta primera dimensin se aade una segunda, y
es que la constitucin de un canon de autores u obras es
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ir
!*
tal tal como fue construido a travs de instituciones, elecciones, exclusiones, selecciones.
Fue exactamente el mismo caso en la Revolucin
Francesa si se recuerda que, salvo Rousseau y Voltaire,
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ausente en el prlogo la explicacin del proyecto y su ubicacin dentro de la mencionada serie estadounidense. Y si
se lee Los orgenes culturales de la Revolucin Francesa se
puede pensar que es un modelo desplazado del libro de
Mornet, Los orgenes intelectuales de la Revolucin
Francesa que, aunque reconoca la realidad de otros factores y de otros orgenes, vinculaba de una manera muy fuerte Ilustracin y Revolucin. Falta, quizs, una explicacin
de lo que para m es el problema, o sea, no pensar la
Revolucin como resultado de transformaciones culturales,
sino pensar las transformaciones culturales ocurridas en el
siglo XVIII, y antes como condiciones para pensar el evento. No niego, de ninguna manera, la importancia de la existencia de los ciclos econmicos a la Labrousse, las transformaciones demogrficas, que fueron estudiados recientemente, y de las tensiones sociales. El objeto de mi libro es
ms bien particular, no es una visin global de todo lo que
se debe decir a propsito de las causas de la Revolucin.
Pero no lo he explicado suficientemente. En ese sentido,
pienso que esta primera equivocacin sobre la idea, para
Chartier la revolucin tiene nicamente orgenes culturales, se hubiese podido evitar con una explicacin ms precisa del proyecto.
Tambin se me ha planteado una crtica opuesta a
la recin enunciada, que afirma que el libro es demasiado
sociolgico, que no le da una importancia suficiente a la
dimensin poltica de la Revolucin y de sus orgenes. Es
claramente la crtica que vena de estas nuevas formas de
retorno a lo poltico que se ha identificado en Francia con
el nombre de Furet y en los Estados Unidos con el nombre
de Baker. Como si los orgenes culturales significaban, en
mi perspectiva, la ignorancia o el rechazo de los discursos o
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sas por las comunidades de lectores o de oyentes que interpretan los textos a partir de sus propias competencias, de
es relativamente fuerte porque mi estudio plantea la cuestin de la relacin entre discursos y prcticas, y cmo se
deben reconstruir prcticas respetando su especificidad, su
siva de las crticas, y se traducen a travs de palabras y gestos que son espontneos, que se dan de manera inmediata,
ms amplio de la poblacin entera. Por esta razn he subrayado la importancia del trabajo de Arlette Farge, que no es
porque las categoras que construyen sistemas de representaciones colectivas son la mediacin a travs de la cual el
evento debe ser recibido e interpretado, y finalmente por-
los ciudadanos en asambleas, en un lugar nico para discutir los asuntos polticos. Por otra parte, toda la dimensin
administrativa, de la escritura pblica y poltica a partir del
entre historia y literatura. Me refiero no slo a cmo los historiadores pueden acercarse a las obras literarias sin reducirlas al estatuto de simple documento, sino a cmo la literatura puede inspirar el interrogante histrico.
siempre existe entre la apropiacin por parte de los lectores, y las voluntades inscriptas en el texto o en el objeto por
parte del autor o del editor. Esta es un poco la estructura
del libro.
Qu puede decirnos sobre la eleccin y el recorte de las
fuentes utilizadas en este tipo de investigaciones?
Las prcticas de lecturas no son inmediatas y hay lmites
para las prspectivas que vienen de las fuentes mismas.
Porque en este caso, por ejemplo, estamos frente a representaciones de las prcticas de lectura. Sea a travs de las
representaciones autobiogrficas, iconogrficas o didcticas.
Todo este mundo de representaciones no puede indicar
directamente las prcticas en su diversidad o en su especificidad. Debemos trabajar en esta vinculacin que me parece
fundamental. Por un lado, entender por qu hay representaciones de las prcticas culturales, cules son las razones,
los cdigos, las retricas que organizan estas representaciones de las prcticas. Esto es lo que se podra llamar la prctica de la representacin. Y por otro lado, hay que entender
cmo estas representaciones siempre tienen una relacin
con las prcticas reales, con las prcticas sociales, porque si
no, no seran comprensibles. Este juego es ms complicado
que lo que pensaban los historiadores de la cultura, quienes
deducan las prcticas de sus representaciones. Debemos
establecer un espacio propio que es el espacio de la produccin de las prcticas, es decir, descifrar las convenciones, los
cdigos, las formas que gobiernan el acto mismo de la
representacin. Inclusive en el caso que parece el ms
inmediato, como los discursos autobiogrficos, las confesiones personales, que a la vez hay una escena, hay razones,
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55
El problema de la representatividad de las Rientes es esencial en historia. Hay dos posiciones extremas. Por un lado,
la representatividad se deduce de la frecuencia, como lo
hace la historia cuantitativa, que quiere reconocer lo que es
lo ms frecuente. Y hay, por otro lado, una representatividad que se deduce de la singularidad segn la microhistoiia a la Ginzburg o a la Levi. Este segundo punto de vista
pretende establecer la representatividad, la normalidad a
travs de la excepcionalidad, porque hay una situacin
excepcional y porque hay archivos excepcionales. Entre
estos dos polos de la representacin existe un camino un
poco inestable que se puede seguir en donde no hay una
respuesta decisiva sino en una confrontacin, una comparacin de datos.
En el caso particular de la historia cuantitativa quisiera acotar algo ms. En principio, debo recordar que yo
sus tipos de documentos, pero qu significa la firma, significa algo que no corresponde con la poblacin que sabe leer.
Hay mucha gente que sabe firmar pero nunca ha escrito o
han perdido, si lo tenan, el dominio de la escritura. Se ve
una manera de configurar las preguntas. El estudio cuantitativo no es lo que acaba con la investigacin, sino lo que
define su punto de partida.
populares textos impresos como en la difusin de la competencia de lectura, que la historia cuantitativa puede acercarnos al problema pero no puede resolverlo. Nos seala, asimismo, que debemos seguir otro camino. Cruzando indicios
e hiptesis, quizs, podemos reconstruir algo. Las dos cosas
estn vinculadas, por un lado, la circulacin de los pliegos
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dialgica, dinmica, entre el lector y el texto; lo que el lector espera de un texto, las respuestas que el texto dirige al
lector para plasmar su comprensin. En la perspectiva de
Jauss el juego entre las categoras estticas o interpretativas
de los lectores y, por otra parte, las seales emitidas por el
texto para conformar el horizonte de expectativa o para
destruirlo y componer uno nuevo. Todo esto me parece
muy til para sacar la lectura del texto, para establecer esta
distancia, esta relacin que va a dar un papel al lector en el
proceso de la construccin del sentido.
Ahora bien, dnde estn los limites? Por un lado,
en la consideracin de los textos mismos, ni Jauss ni Iser le
dan importancia a las formas materiales del texto, y comparten con la historia de la literatura tradicional o con la
aproximacin estructuralista, la idea de que el texto es autosuficiente: es Don Quijote. No se interesan por la historia
del libro, de la edicin o de las formas. Me parece que si
alguien se interesa por la produccin del sentido no puede
pensar el texto en esta abstraccin. Los lectores reciben el
texto a partir de formas especficas, como tambin lo hacen
los oyentes o los espectadores. Debemos articular las seales emitidas por el texto y las formas, sean manuscritas,
impresas u orales. De este modo, existe la posibilidad de
superar estos limites de la esttica de la recepcin o de la
fenomenologa de la lectura, prestando atencin a las formas y a los sentidos que las formas implican, cmo van a
conformarse al horizonte de expectativas de los lectores o
cmo van a abrir nuevas posibilidades o reconstrucciones
de pblicos inditos. Es el caso de los pliegos sueltos, la
biblioteca bleu o en el siglo XIX por las novelas publicadas
por entregas.
El segundo lmite es que el lector de la fenomeno-
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loga de la lectura o de la esttica de la recepcin es un lector abstracto, como el texto que tambin es abstracto. Es un
lector que no tiene corporalidad, que no tiene prcticas. La
lectura es como un acto de pura inteleccin, de produccin
de un significado, pero que cie al lugar, al momento, a la
prctica, a los cdigos, a las convenciones, a las competencias de lectura. La superacin de este lmite es dar atencin
a todos estos elementos que definen social y culturalmente
a cada lector como miembro de una comunidad, o sea de
una lectura en la que se comparten las mismas convenciones, los mismos hbitos y prcticas. Dentro de este marco de
la discusin de la crtica literaria entre las aproximaciones
estructuralistas y semiticas por un lado y, por otro, las
aproximaciones dialgicas de la fenomenologa o de la esttica de la recepcin debemos inscribir todo lo que se llama,
en un sentido muy amplio, historia o sociologa de la lectura: todas las prcticas y las competencias que definen las
diferencias entre los lectores y sus posibilidades de interpretacin. Para alguno de estos lectores la lectura no es una
interpretacin, es un uso que remite inmediatamente a gestos, rituales. Tambin existen muchas mediaciones, formas
de usos mgicos de los libros que no ataen a la letra misma.
Hay formas de comprensin que no son las formas de la lectura hermenutica del lector culto y profesional del siglo
XX. De esta manera, le tengo un gran respeto a la fenomenologa de la lectura o la esttica de la recepcin retomadas
ambas por Paul Ricoeur para construir el mundo del lector.
Pero me parece que como historiador de la cultura, y tambin como historiador del arte, de las ideas, de la filosofa,
uno debe referirse a estas dos dimensiones: las de las formas
materiales y las de las competencias y prcticas de los lectores.
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y, como lo hemos visto en el libro que ustedes han realizado, Las ideas y sus historiadores, hay diversos caminos que
gicos y polticos.
Robert Darnton y otros en el campo de la literatura norteamericana han propuesto aproximaciones de historia cultu-
nadie lo interpela desde el lugar que usted lo hace, proponiendo "otro Foucault".
Lo que es diferente tambin es la escena intelectual donde se dan las confrontaciones esenciales. En los
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todo Foucault, De Certeau y Marin, y los otros que constituyen un Panten de las referencias, que son respetadas y al
mismo tiempo criticadas o utilizadas. Para los historiadores,
me parece, la lectura de los otros debe convenirse en un
momento para pensar nuevos o antiguos temas. Elas por
un lado y Pierre Bourdieu por otro, sin que a este le haya
dedicado un ensayo, son referencias permanentes. En el
caso de Foucault es una manera de resistir al Foucault norteamericano o al Foucault que con Barthes y Lacan definen
este paradigma lingstico, el verdadero, de los aos sesenta, cuando comentaba a Blanchot, a Bataille. Foucault ha
participado en este movimiento de la lingstica en el sentido de la produccin de un significado impersonal y automtica del discurso. Pero antes y despus siempre ha subra-
la representacin, una dimensin transitiva, una representacin representa algo, una dimensin reflexiva, una repre-
caso de Hayden White, un historiador que no escribe historia, sino reflexiones sobre la historia. A mi entender el camino que debemos seguir es uno en el que hay constantemente este juego recproco de prstamos y deudas, y que de esta
manera se puede enriquecer la conceptualizacin histrica,
y por otro lado se puede, como usted lo ha dicho amablemente, producir lecturas un poco inesperadas de los autores ms clsicos de la filosofla, de las ciencias sociales o de la
crtica literaria. Era un poco el proyecto del libro Escribir las
prcticas, porque en los tres autores comentados el problema central es cmo la escritura debe integrar para comprenderlas y para trasmitir la comprensin de ellas, sabiendo perfectamente que la lgica de las prcticas no es una
lgica discursiva. Esta tensin es absolutamente central y
explica toda la densidad, los riesgos tomados por De
Certeau, Marin, Foucault; esto dentro del mundo intelectual, no debemos exagerar el concepto de riesgos porque
hay personas que toman ms riesgos que nosotros. Pero
dentro de un trabajo intelectual s hay riesgos, sea la preferencia para seguir y ampliar direcciones ya establecidas, sea
la idea de riesgos al borde del acantilado como deca De
Certeau hablando de Foucault.
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Para finalizar, qu nos puede decir sobre el tema del tiempo, que es el eje central en el seminario que est dictando
este arto en la Universidad de Buenos Aires?
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individual, ntima del tiempo, y por otro lado la construccin de una temporalidad o de temporalidades por parte de
las obras de ficcin, la novela, o de las obras historiogrficas,
el relato histrico. Esta vinculacin entre narratividad y
temporalidad plantea para el historiador, el problema de
cmo se puede mantener una distincin entre los relatos de
ficcin y los relatos de historia, que todos transforman el
tiempo vivido en una temporalidad construida. Si se utiliza
as las dos palabras, tiempo para definir la experiencia fenomenolgica, y temporalidad como la construccin discursiva del tiempo, se puede plantear la cuestin de la distincin
entre relato de ficcin y relato de historia en relacin con su
referente. El camino abierto por De Certeau y Iticoeur en
su libro Tiempo y narracin, conduce necesariamente a discutir la obra de Hayden White, el historiador que quizs ha
propuesto las frmulas ms radicales para establecer la
identidad entre ficcin e historia. Es una primera manera
de reflexionar sobre el tema del tiempo, pensando la relacin entre el tiempo inscripto en las obras narrativas y su
relacin con la experiencia del tiempo, a la vez anterior y
transformada por la escritura narrativa del tiempo.
Hay otras maneras de considerar la construccin
de las temporalidades en un sentido ms metodolgico,
pensando en la manera en la que los historiadores recortan
divisiones temporales, establecen cronologas, organizan un
desarrollo temporal. Todo esto pertenece a la prctica de la
historia, que es una forma de producir un tiempo. Con el
ejemplo de las temporalidades diferenciales de los textos
literarios, de los textos cientficos, he intentado mostrar
cmo a partir del trabajo del conocimiento se pueden organizar de manera muy diversas temporalidades. Me parece
que los historiadores de la economa, de la sociedad, del
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fundamental del trabajo histrico. Rechaza, a la vez, la prctica de un trabajo emprico que considera que todas las
cuestiones tericas no tienen ningn inters para su propio
ejercicio o, al revs, la huida de algunos historiadores en la
historiografia o en la discusin filosfica olvidando todo
campo particular de anlisis. Para m, la definicin misma
del oficio del historiador se instala en la vinculacin entre
estas dos formas de trabajo intelectual.
lado, la unidad del tiempo es un elemento clsico de la potica aristotlica y central en todas las discusiones en Castilla
o en Francia sobre las reglas. Se debe respetar que la intriga se desarrolle dentro de una unidad temporal, que define costrenimiento muy fuerte para la escritura misma de la
pieza. Y por otro lado, estn los tiempos de la circulacin
del texto teatral, el tiempo de la escritura, de la representacin, de la publicacin. Es otra manera, a partir de un ejemplo muy particular y concreto, observar cmo hay contradicciones entre diversos tiempos construidos por los actores
sociales o por las instituciones. Como he dicho, el tiempo es
un tema fundamental, muy dificil de capturar pero que
define en su prctica particular o en su dimensin reflexiva
la historia misma. Y de ah la posibilidad de encontrar de
nuevo lo que me parece definir el trabajo del historiador,
por una parte producir anlisis dentro de un campo de
investigacin particular, y utilizar las categoras de manera
de desplazar y revisar interpretaciones antiguas y clsicas; y
por otro lado, participar de la discusin intelectual con los
filsofos y con los historiadores de la literatura, con los
socilogos, con los antroplogos y con los escritores, desarrollando un trabajo conceptual, metodolgico y terico.
Este juego recproco entre el trabajo emprico y concreto, y
el trabajo terico y abstracto me parece definir una figura
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Segunda parte
Entrevistas a Robert Darnton,
Peter Burke y Daniel Rodie.
-a
de la Francia prerevolucionaria.
Robert Darnton naci en 1939, en Nueva York. Es investigador y profesor de Historia Europea en la Universidad de
Princeton. Ha escrito entre otros libros ampliamente conocidos: La gran matanza de gatos y otros episodios en la historia de la cultura francesa (1987); The Kiss of Lamourette,
The Literary Underground of the Old Regime; y BerlinJournal 1989-1990. La presente entrevista se centra en su
ltima investigacin de The forbidden BestSeller
Prerevolutionary France (1995).
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centrarme, en cambio, en el aspecto ms rico de los archivos: el material concerniente a la literatura ilegal. Luego de
(SI
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aos. En 1964 _John Hale, que haba sido uno de mis profe-
Conservo un archivo de las crticas que se publicaron, por lo que tengo una impresin bastante precisa de los
modos en que el libro fue recibido. El empleo del mtodo
cuantitativo despert reacciones a favor y en contra. Fui
ocasionalmente acusado de economicista, aunque en el
Como dije, el libro se public por primera vez en 1972, bastante temprano en mi carrera, tras haberme dedicado diez
aos a la docencia. Hasta ese momento yo haba trabajado
slo con fuentes ditas (ihay tantas disponibles para el
Culture and Society in Renaissance Italy se public por primera vez en 1972. Una segunda edicin fue publicada por
Fontana Books en 1974 (con un nuevo ttulo, Tradition and
revisada sobre todo para dar cuenta en ella de las investigaciones recientes apareci en 1986 (Cambridge, Polity
Press), y se reimprimi en 1988, 1991, 1993, 1994 y 1995;
actualmente estoy revisando el texto para una cuarta edicin. El libro se tradujo al checo, holands, francs, alemn,
hngaro, italiano, japons, polaco y espaol, por lo que
puedo decir que el libro fue bien recibido. Y pese a tener
ms de veinticinco aos de antigedad, el libro se sigue ven86
vez ms el mtodo prosopogrfico, y usando esta vez fuentes manuscritas (Venice and Amsterdam, 1974). Luego de
escribir dos libros sobre las elites, pens que sera interesante descubrir cmo era la cultura del resto de la poblacin,
investigacin que dara origen a mi Popular Culture in
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miento de desarrollo de la Historia Social Francesa. Mi proen los mismos temas, se benefici con esos intercambios. Me
y mi programa.
Furet, M. Vovelle, E. Le Roy Ladurie, J-C. Perrot, encargados de los seminarios, lo que decididamente influy en mi
do.
Pensbamos que podamos responder concretamente a las preguntas hechas por nuestros maestros: qu
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que ellos pueden inducir. El aspecto social es lo fundamental de mi u - abajo. Seguamos muy de cerca las ideas expresadas en Inglaterra por Past and Present y E.P Thompson,
en Italia por Quaderni Storici y Societ e Storia; ms tarde
en Alemania, en la Universidad de Bielefeld o en
G6ttingen, las investigaciones de Max Planck, cuyos trabajos sern difundidos despus de 1975. De todas maneras
hoy me parece que la forma de acceder a esas diversas
corrientes intelectuales no tena nada de sistemtico, no
estaba organizado y dependa, en gran parte, de las circunstancias.
El trabajo colectivo y fraternal que realizbamos en
los Annales, en grupos de reflexin y trabajo ms grandes,
reemplazaba a las formas ms individualistas de la universidad. Debo a E Furet haber ledo el 18 Brumario de K.
Marx, en el momento en que lo entrevist en la Sorbonne,
para preparar mi diploma de estudios superiores con
Labrousse. Ellos tenan en comn el estar sumergidos en la
gran corriente de pensamiento socialista y marxista, de la
cual a los veinte aos, yo ignoraba prcticamente todo. E.
Labrousse me inici en el conocimiento de los socilogos
franceses y le debo, an hoy, la necesidad de continuar el
estudio de los grupos sociales. Nos seal tambin la importancia de comprender la gran ruptura de las Luces con la
Revolucin de 1789.
No olvidemos que la segunda guerra mundial no
estaba lejana y que en los aos cincuenta las condiciones
materiales de los estudios no tenan nada que ver con las
que conocemos hoy. Los estudiantes eran menos numerosos, los profesores ms distantes, los libros dificiles de conseguir y todas las grandes obras estaban por escribirse. En
cuanto a los intercambios con el exterior, eran muy limita-
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ms bien es una historia de los contextos, de las mediaciones que intervienen en el tiempo, entre las condiciones
objetivas de la vida de los hombres y las formas en que ellos
se las representan, se las dicen, intervienen para comprenderlas y modificarlas.
Las instituciones de sociabilidad permiten ver la
historia en accin. En la historia de las mentalidades, tal
como la imagin L. Febvre y la realiz M. Vovelk y P Aries,
valorizaron las formas generales de pensar y de sentir, las
representaciones sociales y colectivas y las conductas personales en una determinada sociedad, en un momento de su
historia dentro de la larga duracin. El estudio d las
Academias se distingue de la historia de las ideas y de los
conceptos realizada por los historiadores de la literatura, de
la filosofIa y de las ciencias, porque destaca los fenmenos
de arraigo, de circulacin, de cambio. De esta manera podemos pensar la relacin de las ideas de modo diferente que
en trminos de determinacin, de influencia. De otra forma
tambin que en tanto reveladora de un discurso o una textualidad explicable solamente por ella misma. Reconocer
las estructuras del mercado de las ideas, donde la oferta y la
demanda, la produccin de obras, de libros, el anlisis de
los autores, son captados simultneamente pues, como lo
escribe J-C. Perrot, ellos se suman al devenir de los tiempos
en la organizacin de las costumbres y de las prcticas colectivas. Brevemente, una sociologa histrica de los intelectuales se revela posible.
P Bourdieu haba publicado, en 1966 y 1971, en
Temps modernes, dos artculos que llamaron mi atencin
porque mostraban cmo las creaciones estn en correspondencia con el sistema de relaciones sociales en donde ellas
se realizan como un acto de comunicacin, y la utilidad de
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No encontr exactamente el espacio pblico burgus sino una topografla social compleja en donde los cam-
productos culturales.
el de G. Lanzn y su programa de estudios de los intelectuales provinciales y de la vida literaria en Francia publica-
do en la revista
d'Historie inoderne et contemporaine en 1903 y con Daniel Mornet en sus Origines intelectueIles de la Rvolution Franvaise, que reuna en 1933 una can-
ron a unas cuarenta ciudades, con bastantes bibliotecas locales y depsitos de archivos diversos, pblicos y privados. Me
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'Utile
aceptadas hasta entonces. Reconstruyendo la red de sociedades eruditas, las de las logias, haciendo una cartografa
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vincianos notables a pensar en la lengua del Rey y de la cultura aceptada; ella organizaba una red donde. los grupos
sociales y los individuos podan asimilar, segn su conve-
proscripto en un principio, ilcito y vigilado, pero progresivamente admitido por un acuerdo tcito.
De esta manera, Le Side des Lumires en provin-
Es dificil responder a esta cuestin porque no he conservado las crticas que fueron publicadas despus de 1979.
que concluian con la separacin que exista entre la inteligencia y la autoridad pblica. En ese vaco entre la opinin
y el Estado es donde se situaba el nacimiento y el xito de la
sociabilidad democrtica, matriz del jacobinismo. El libro
muestra que la socializacin de las "Luces" realiz una
accin disolvente de las visiones tradicionales del mundo y
de la concepcin profunda de la sociedad, pero esa disolu-
cin no puede identificarse con la sola accin de las sociedades de cultura. Utilizaban la ideologa del poder intelectual
o de las ideas masnicas para causas diversas. Estas ideas no
fueron inmediatamente contestatarias, pretendan tambin
consolidar las antiguas posiciones con nuevos argumentos.
Al mismo tiempo, servan de intermediarios polticos y culturales entre las clases sociales. Su funcin no era la de asumir la definicin de una ideologa nobiliaria, burguesa,
pero si la de participar en un pensamiento novedoso y utpico, de fundamentar las condiciones de la libre discusin.
De esta manera, en el campo acadmico, en donde no se
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de la Revolucin, los que analizaban las formas de la cultura, las tensiones culturales del Antiguo Rgimen, tambin
por aquellos que estudiaban el espacio francs y sus desniveles histricos, los historiadores de la ciudad y de sus gru-
History reappraisal and new perspective, donde, en las discusiones sobre la historiografia francesa de los aos sesentasetenta, no encontr todava rastros de Le Sicle des
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