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Museo Historico Nacional - 1962

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a.

P2

N-'

300

r E'

L Instituto PopuZar de Conferencias del diario "La


PrensaJJ,invit al director de esta Institucin a disertar sobre el tema "Museo Hhtrico Nacional".

La conferencia tuvo lugar en el Saln Dorado de esa


prestigiosa tribuna de la cultura nacional, el dz'a 7 d z *
octubre de 1960. El orador fue presentado en breve im- '
proz~isacinpor el presidente del Instituto doctor don Ar2uro Capdevila y al responder a 9 0 s conceptos el Direc- ,
tor del Museo, agradeci la oportunidad de habrsele brindado el uso de la palebra para dar a conocer la historiu
de una institucin de tan honda raigambre patp.itica.

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MUSEO HZSTORZCO NACIONAL

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1

El Museo Histrico Nacional por singular coincidencia est ubicado en el lugar donde comenz la histdria
de la patria, en el extremo sur de las barrancas,
desde el Retiro corren hasta el parque Lezama, para orccr bruscamente hacia el oeste. Su extremo norte llar ado Campo de la Gloria en 1808, Plaza de Marte en 18% y
Plaza San Martn en 1862, fue teatro de la enconada r&stencia contra el invasor britnico y del entrenami@to
militar de los granaderos a caballo dirigido por el Gdneral San Martn, que en triunfal epopeya llevaron los pbncipios de Mayo hasta las ladera3 del Chimborazo, e$ la
r
lnea del Ecuador.

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La parte media de esas barrancas tiene una hist4ria


que se acerca 3 los cuatro siglos; ah naci la autoriflad
en e1 Fuerte; ah naci la representacin popular e i el
Cabildo y ah naci tambin la fe en Cristo en el sqlar
asignado como iglesia por Juan de Garay. El extrtmo
sur de las barrancas donde se encuentra el Museo, t ne
recuerdos ms antiguos, ya que 1%mayora de los hgtoriadores fijan la instalacin del primer asiento da la
ciudad en el espacio comprendido entre el parque U z a ma y el zanjn de Granados, es decir, s la alturs d i la
1
actual calle Chile.

f=

Aglutinan pues esas cuadras de ribera las virtqdes


~ r o p i a sde todo pueblo; resistencia al invasor que ,osa
hollar su suelo; la gloria militar de sus hijos que degenGen nobles principios y hacen partcipes de los m i s v
a otros pueblos hermanos; su vida poltica, su fe feligiosa y el recuerdo de su historia y tradiciones.
Aunque las divergencias de los historiadores
el lugar exacto del primer asiento de Buenos Ai
han terminado, hay coincidencia en afirmar que

Y".:
!
1

las barrancas ribereas, con la excepcin de Pablo Groussac que lo fija en la Vuelta de Rocha. No hay dudit que
por razones estratgicas de defensa el poblado debe haber
sido construido en un sitio elevado y cerca del Riachuelo de los navos, sitio que puede ubicarse entre el Alto
de San Pedro, como se llam ms tarde a la barranca
a la altura de la calle Humberto 19, con lmites en aquel
zanjn y la esquina de las calles Martin Garcia y Paseo
Coln, cuya barranca culmina en la calle Defensa, donae se encuentra el Museo Histrico Nacional, sitio este
ltimo sealado por Flix Outes.

y maltrechos los escudos herldicos del primer Adelantado y Capitn General, el ilustre seor don Pedro de
Menoza y de los hidalgos conquistadores Pero Hernndez, Francisco Ruiz Galn, Alonso Cabrera, Julin
Carrasvo y Juan Romero y desvanecidas las ilusiones de
los treinta y dos mayorazgos que traa la expedicin, como
si la sombra sangrienta del maestre de campo Juan de
Osorio tomara venganza por su inicuo asesinato.

La historia de la patria comenz en esas barrancas,


cuaildo en un da ciel mes de febrero de 1536 Ilegaroi~
las naos de Pedro de Mendoza, ante la vista asombrada
de los indios querandes que ocupaban las mrgenes del
Riachuelo dedi'cados a la pesca, y a la caza en las tierras
altas cubiertas de ceibos, talas, chaares y espinillos,
con tupidos matorrales y una fzuna criolla variada de
puinas, teros, chajaes, perdices y culebras.

cantara ms tarde, con razn, el arcediano Martin del


Barco Centenera en su poema, "Argentina y conquista
del Ro de la Plata".

A do fue el lastimoso acabamiento


de tanta bizarra cual yo cuento,

Muertos y dispersos los fallidos conquistadores, con


los esqueletos de sus barcos mal calafateados o incendiados en el fondo del barroso ro, la historia pareci
terminar all, pero el alma del poblado permaneci flotando en las barrancas a la espera del cuerpo que traera cuarenta y cuatro aos ms tarde el fuerte vizcano
Juan de Garay.

.All hemos levantado un asiento, ste se h a llamado Buenos Aires; esto, dicho en aleman, es "Buen Vierito".
As escriba en su crnica el lansquenete Ulrico Schmidt.1, el primer historiadzr del Ro de la Plata que describiera las trgicas vicisitudes de esa primigenia etapa
de la vida histrica de nuestra tierra.
,

3 n el recodo sur, dentro del cual se encuentra hoy


el Museo Histrico Nacional, naci el pas cuando varones de recia estirpe asentaron sus reales entre los baados del Riachuelo y 1s gampn salvaje, extendida sin limites hacia la Trapalanda del misterio.
Las empalizadas del poblado que formaron su pedmetro, defendidas con arcabuces, ballestas, espadas y bracamartes, no impidieron el vuelo de las flechas incendiarias, de las bolas arrojadizas y del hambre que se
adentr bien hondo en el poblado y que quedaran rotos

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E n el plano de repartimiento de solares del ao


1583, hecho por el segundo fundador de Buenos Aires,
los correspondientes al sur no pasaban de la calle Chile,
pero en la mensura de Ozores hecha a principios del siglo XVII, tierras de Ia ribera de Riachuelo tienen dueo, ya que figuran a nombre de Mara Basurco. En general, los planos de ese siglo no llegan al extremo meridional de la barranca.
A fines del siglo XVIII la zona del Parque Lezama
edaiba delimitada por varios solares. Juan Necochea
Abascal posea un solar que comprenda al terreno del
Museo; la actual calle Defensa era conocida con el nombre de barranca de Marc, nombre tomado del propiefario del lqgar don Ventura Migue! Marc del Pont, ubica-

JUAN NECOCHEA ABASCAL


(HOY PARQUE LEZAMA)

do en la manzana que daba a la barranca de los mistos, actual calle Bolvar. Se encontraba tambin aqu el depsito
de negros de la Real Compaa de Filipinas, consecuencia de la reforma de Carlos 111 del 12 de octubre de 1778,
que al promulgar el reglamento de comercio libre, autosiz seis aos ms tarde la concesin de licencias a particulares para la introduccin de negros esclavos. Apoderado de la compaa fue en Buenos Aires don Martn de
Sarratea, a quien el escribano y alguacil mayor del Cakildo le dio posesin del terreno con el ritual de costumbre,
entrndolo por la mano, pasendolo por s u interior,
arrancando hierbas y esparciendo por los aires puados
de tierra.
De la barranca fue ms tarde propietario don Manuel Gallego y Valcrcel, secretario del virrey don Pedro
de Portugal y Villena, que a su vez, en 1812, la vende en
remate pblico a don Daniel Mackinlay; al fallecer ste,
su viuda enajena la quinta en 1846 al caballero americano
Carlos Ridgely Horne, quien construy all su casa. Ya par a entonces el lugar era conocido con el nombre de "quint a de los ingleses" o "barranca de Horne". Existe en el
Museo Histrico Nacional una interesante carta de una
nieta de ese seor, en la que refiere que su abuelo conserv la propiedad hasta que se vio obligado a huir a Montevideo en 1852, a raz de la caida de Rosas, del que no
era amigo, segn expresa la autora de la carta, pero si
admirador de su talento. Este sentimiento, agrega, lo indujo a asignar al desterrado dictador la suma mensual
de 200 libras esterlinas, que pag puntualmente hasta el
ao 1877, ltimo de la vida de Rosas.
El trazado de las calles y caminos de la ciudad haba
continuado con el correr de los aos; las primeras no tuvieron nombre hasta 1734, ao en que el Cabildo respondiendo a un pedido del gobernador Miguel de Salcedo,
bautiz a las principales con nombres de santos, como la
calle del museo, que en 1769 se llamaba San Martin, en

BARRANCA DE LOS MISTOS (HOY BOLIVAR)

13 -

1808, Liniers, ms tarde Reconquista y en 1849, Defensa.


E n 1835 esta calle fue abierta psra poner en comunica.
cin a la ciudad con el Riachuelo.
De acuerdo al plano de G i a n ~ i n ide 1805, la ciudad
se comunicaba con la zona sur por dos caminos; uno saliendo del Fuerte llegaba a la barranca del Parque Lezama y torciendo hacia el oeste, pasando el oratorio de Sant a Luca, se una al segundo camino, que era ms importante, llamado calle Larga, que corresponde a la de Montes de Oca. Arriba de la barranca del Parque se encontraba un depsito de plvora, que provea de este explosivo a las tropas de tierra y de marina en los primeros
aos de la guerra de la Independencia. Ya por este tiempo, existan varias chacras, hornos de cal y de ladrillos.
La zona en los aos siguientes tom una fisonoma
propia y en sus quintas familias pudientes pasaban sus
temporadas de verano, costumbre introducida por residentes ingleses, como Mackinlay que ocupaba el terreno
del Museo.
Un vecino ilustre vivi en las inmediaciones de la
barranca, en la calle Martin Garcia, que llevaba entonces
su propio nombre; calle del General Brown o calle del
Bravo Brown, cuya propiedad de varias hectreas se internaba en los juncales del Riachuelo. El ilustre almirant e viva retirado en ese sitio con el recuerdo de sus romancescas hazaas, que quitaron a la corona rostral de Neptuno algunos de sus atributos para incorporarlos a la
historia naval de la Repblica. Sobre la vera de esa calle
de Martn Garcia se levantaba su "risuea morada de
Barracas", como la bautizara Mitre. El Parque Lezama
se encuentra ligado a la figura del insigne marino por
cuanto gustaba pasear a la sombra de sus rboles. Guillermo H. Hudson, el escritor de tan exquisita sensibilidad para la descripcin de nuestras tierra y costumbres,
es tal vez el nico que nos da la postrera visin del glo-

rioso vencedor de Montevideo y Juncal, poco antes de su


tallecimiento. Nos relata que siendo un nio, una tarde
que pasaba lentamente a caballo r'rente a la "casa de loa
caones", como l la llamaba, -por tener apoyado a dos
de ellos en los pilares de la verja de entrada- y que hoy
se encuentran en el Museo Histrico Nacional, "vio un
anciano vestido de negro con cabellos blancos como la
liieve, patillas a la moda antigua y rostro ceniciento, inmvil y de pie al lado de uno de los caones, mirando a lo
lejos. Sus ojos eran azules - d e ese azul turbio y fatigado por los aos- y pareci na verme, dice, mientras
pasaba a poca distancia de l, sillo que buscara algo ms
all y muy lejano".
La barranca fue escenario en 1814 de un episodio
que conmovi profundamente al pueblo y al Directorio
Supremo. La derrota de los patriotas chilenos y s u emigracin consiguiente a las provincias de Cuyo y Buenos
Aires trajo con la amargura de la prdida de la "Patria Vieja", los hondos agravios que inundaban el alma
de las facciones polticas que los dividan, representadas
por O'Higgins y los hermanes Carrera, que culminaron
en Buenos Aires en el duelo de Luis Carrera y el brigaciier Juan Mackenna. Por la calle Defensa lleg a la barranca, a caballo, al lugar del duelc en la noche del 21 de
noviembre, el bizarro brigadier a encontrarse con s u
apasionado antagonista de Talca y Mendoza. El duelo
realizado en condiciones severas le fue fatal y una bala.
luego de destrozar el percutor y el dedo de la mano que
sostena el arma, perfor su cuello, dando cuenta de su
vida. Su cadver abandonado por los padrinos, fue encontrado al da siguiente y traslzdado a la plaza del
Fuerte y colocado bajo los portales de la Crcel y casa
del Cabildo para su reconocimiento por los transentes,
ya que para evitar su identidad uno de los padkinos lo
haba despojado de sus documentos.
Mrmol en su novela histrica "Amalia", nos brinda una descripcin exacta de la zona del Parque Leza-

ma, al relatar el episodio de la salvacin de Eduardo


Belgrano por su amigo Daniel. Este, luego de su lucha
con los mazorqueros, tom con su caballo la direccin
de Barracas, atravesando las calles de Brasil y Patagones y pasando por una calle encajonada, angosta y pantanosa, sin edificio alguno a sus costados y slo con fondos de ladrillos o de tunas de las casas con que termina la ciudad en sus barrancas que dan a Barracas. La
salida de ese sendero daba a la empinada y solitaria
barranca de Marc a la altura del Museo Histrico Nacional, cuya pendiente rpida y estrecha causaba temor
de da a los que se dirigan a Barracas, que preferan a
la empedrada de Brown o la de Balcarce, antes de bajar
por aquel medio precipicio.
Durante el sitio de Buenos Aires por Urquiza, la
defensa de la barranca de Horne estuvo a carga del teniente coronel Jos Mara Bustillo, con su batalln 20
de guardias nacionales. Roto el armisticio de marzo de
1853, las tropas porteas entre el 26 y el 27 de abril,
ocuparon la quinta de la barranca apoderndose de los
caones ah emplazados y bombardeando la zona de la
Boca y del Riachuelo. Unas cuadras al oeste, en el potrero de Langdon, fue donde el General Bartolom Mitre
recibi en una escaramuza un balazo en la frente, amortiguado por su queps, que leprodujo la honrosa cicatriz
que lo acompa en vida y dio realce militar y romntico a su consular cabeza.
En 1858 el "clera morbus" haca estragos en el
barrio de San Telmo y la municipalidad de la ciudad
instal en la ya entonces quinta de Lezama, un lazareto
para la atencin de los apestados. Aos despus, durante la clebre epidemia de 1871, sirvi de albergue a numerosas personas que crean encontrar en ese aislamiexito del ncleo urbano y bajo sus rboles, un menor peligro de contagio.

Con el teln de fondo de esta historia fue llegando


el progreso al suburbio sur de la ciudad. Los carros y
las carretas con sus bueyes y las diligencias que salan
de la Plaza de la Victoria a la ribera del Riachuelo, fue, ron complementados con el ferrocarril de terrapln elevado a la Ensenada, con estaciones en las calles Venezuela y
Tres Esquinas y en la Boca, pueblo lacustre este ltimo
de marinos y comerciantes, de colorido cosmopolita, que
en el plano de Ayrnes de 1866 se encuentra ya delineado.
Pero el progreso y la belleza de la barranca de
Horne lleg en 1857, cuando el acaudalado caballero salteo don Jos Gregorio Lezama adquiri la quinta al
seor Horne, cuya extensin aumenta aos despus, edificando una residencia de hermoso estilo italiano, con
galera exterior, alta torre mirador, hornacinas, estatuas y macetones, con su interior decorado ms tarde
por el artista uruguayo Len Palleja.
S

Inteligente apasionado de las plantas y flores, el


seor Lezama convirti la quinta en un jardn como nunc a haba conocido Buenos Aires; sus canteros bordeado.
de arrayanes y flanqueados de tanto en tanto, con estatuas de mrmol y vasos renacentistas, dieron una fisonoma de jerarqua a ese rincn de la ciudad y durante
aos perdur la fama de sus magnolias y camelias y la
de muchas de sus plantas exticas. Lstima grande que
una falta de sentido de tradicin, haya malogrado ese jardn al quitrsele sus verjas y cambiado su antiguo trazado
al finalizar el primer tercio del presente siglo, mutilando
de paso la historia de la ciudad.
Hacia 1887, por iniciativa del Intendente de Buenos
Aires, don Antonio F. Crespo, se tramit la adquisicin
del parque para destinarlo a paseo pblico por juzgarse
que sera uno de los principales de la ciudad, al que se
denominara "Paseo del Sud", en la misma forma que se
habia hecho con el "Parque 3 de Febrero", en la zona

norte. E n ese paseo proyectado se instalara diez aos


despus el Museo Histrico Nacional.

No es posible hablar de esta institucin sin mencionar a s u fundador el doctor Adolfo P. Carranza, cuya direccin ejerci durante veinticinco aos.
Forzoso e ineludible es hacerlo por dos razones fundamentales: rendir homenaje a su esclarecida memoria
de ciudadano ejemplar, cuya devocin ardiente a las tradiciones de la patria permiti la reunin del material
liistrico disperso en el pas y en e1 exterior, para constituir con l la base del patrimonio histrico
del que se enorgullece la vieja casa de las glorias de la Repblica del Parqu2 Lezama. Un segundo
sentimiento obliga a recordarlo: es el de justicia a la
inmensa obra que realiz en beneficio de la cultura histrica del pais y para ello, no encuentro nada mejor que
blasonar su recuerdo con la sentencia sanmartiniana:
"Nada es ms justo que mostrar un generoso agradecimiento a aqullos que dedican sus afanes al servicio
comn".
Desde muy joven -haba nacido en 1857- en cuna
de hogar patricio, vibr en Carranza la inquietud cultural de la generacin brillante a la que perteneca, iniciando sus actividades a la temprana edad de 1 6 aos
como miembro de una sociedad que ostentaba el ambicioso. nombre de "Sociedad de Ensayos Cientficos Literarios". Desde entonces, su nombre figura ligado a las
inquietudes literarias, histricas y patriticas del pais, a
las que dedic todo el tiempo de su proficua vida, con
infatigable tesn y entusiasmo, sin hesitaciones ni desmayos.

El trabajo persistente destinado a ver triunfar su


ansiado objetivo, creacin de un museo histrico de la

nacin, es la noble caracterstica de s u vida. Los romanos tenan dos concretas sentencias sobre la virtud del
trabajo : "Labor omnia vincit" -"Labor ipse voluptas" ;
el trabajo vence. todo- el trabajo es en si mismo un
deleite. Carranza las aplic al fin patritico de su vida y
ello unido a las cualidades de saber lo que quera y la f e en
si mismo, hicieron que estuviera equipado moralmente
para triunfar.
El Museo Histrico Nacional debe su existencia a
ese tenaz esfuerzo patritica de dificil valoracin a las
generacipnes, del presenta. Hn materia de museos el
pas contaba con iniciativas anteriores, la primera de
las cuales se remontaba a 1812, como lo recuerda Alberto Palcos en "La visin de Rivadavia", cuando el prcer
sienda secretario del Triunvirato, inst a las autoridades
civiles y militares del territorio de las Provincias del Ro
de la Plata, el envo de todos los elementos que juzgasen
tiles para la formacin de un museo de arqueologa y
paleontologa y tambin histrico, proyecto que lo concretara en 1823 siendo ministro de Gobierno de Martfn
Rodriguez, con la fundacin del Museo Pblico de Buenos Aires, que dependiente de la Biblioteca Nacional, de
la universidad y con vida propia luego en el convento de
Santo Domingo, pasara transitoriamente despus de Caseros a la de la "Asociacin Amigos de la Historia Natural del Plata".

El museo era de Ciencias Naturales, pero piezas histricas se le fueron agregando desde su fundacin y durante la poca de Rosas, estas ltimas con neto sentido
federal, coma la tercerola del soldado Manuel Bracho
con la que dio muerte al general Lavalle en Jujuy; la
,mquina infernal con la que se intent dar muerte al
Restaurador ; pistolas del "salvaje pardejn Rivera" capturadas en Arroyo Grande y otras ms. Manuel Ricardo
Trelies, el ilustre archivero de nuestro pasado, publicaba en 1857 en su carcter de secretario de aquella Aso-

ciacin, una memoria en la que registraba los objetos


de carcter histrico que haban entrado al museo hasta
esa fecha, que no eran muchos, si se excepta la gran
coleccin de piezas numismticas clsicas, adquiridas por
Rivadavia en Europa al tiempo de la creacin del Museo
Pblico.
Correspondi a Carranza continuar esa tradicin de
recuperacin del patrimonio histrico con esfuerzo exclusivamente personal, hasta concitar el inters de las autoridades nacionales y del municipio de Buenos Aires, salvando as gran parte de las preciadas reliquias que con
orgullo presenta el Museo Histrico Nacional a la exhibicin del pueblo.
Su obra se destaca dentro de un marco de intensa
vibracin patritica. Afortunados deben considerarse los
pueblos y las instituciones que cuenten con ciudadanos
que tributen culto a sus tradiciones y a sus hroes que
las conformaron, como el casa de Carranza que cre la
casa de las glorias nacionales.
Por este ideal, del que fue fanticamente devoto,
luch con energa sin par. Refiere Adolfo Decoud que
al cumplirse en 1889 el tercer ao de fundacin de la
"Revista Nacional", Carranza que era fundador y uno
de los ms prolficos colaboradores, ofreci en el "Caf
de Pars" una comida a un numeroso grupo de literatos
e historiadores, a la que concurrieron Mitre, Andrs Lamas, Bernardo de Irigoyen, Ernesto Quesada, Manuel F.
Mantilla, Carlos Guido y Spano, Martin Garcia Merou,
Joaqun Castellanos y otros, al final de la cual, la mayora
de los presentes brindaron por la patria y los temas vinculados a sus aficiones. Carranza enunci en el suyo su
ideal de fundar un museo histrico que fue compartido
unnimemente.
E r a intendente de Buenos Aires el doctor Francisco
Seeber, que recientemente haba regresado de Europa.

Entrevistado por el doctor Carranza, al que dio cuenta


de su proyecto, tuvo franco y caliiroso apoyo, dictando
24 de mayo de 1889 el decreto de creacin del "Museo
Histrico de la Capital", destinado segn su fundamento, para el "mantenimiento de las tradiciones de la Revolucin de Mayo y de la Guerra de la Independencia".
Se nombr una comisin para su organizacin e instalacin compuesta de personas tan eminentes como los generales Bartolom Mitre y Julio A. Roca, doctores Andrs Lamas, Ramn J. Crcanol, Estanislao S. Zeballos
y Manuel F. Mantilla y coronel Jos 1. Garmendia. Por
decreto del 3 de enero del ao siguiente, Carranza era
nombrado director del establecimiento histrico. La idea
de Andrs Lamas de que su asiento fuera el edificio del
histrico Cabildo no prosper por razones administrativas y el flamante museo fue instalado en la calle Esmeralda, entre Crdoba y Paraguay, tomndose en arriendo una casa particular.
Un ao despus pasa a una propiedad del Municipio, situada en la calle Moreno N9 330, no sin antes,
que por iniciativa del director comenzaran trmites para
la construccin de un local propio en la calle Florida a la
altura de la plaza Retiro. La Intendencia Municipal opin que por razones de economa era ms apropiado el
lugar que ocupaba el colegio militar en el Parque 3 de
Febrero, cuyo edificio sera desocupado al trasladarse
ese instituto a otro sitio.

1
-

Museo Histrico Nacional.- Moreno 380. (1891 - 1893)

La situacin econmica desesperada que se encontraba el pas - e s t b a m o s en el ao 1890- impidi toda innovacin y entregado el Museo al servicio pblico el 30
de agosto, la inauguracin oficial postergada tuvo lugar
el 15 de febrero de 1891, en el local municipal citado
de la calle Moreno. Con las donaciones recibidas, el Museo exhibi cerca de 300 objetos histricos en limitadas salas de la planta baja, ya que las del piso superior
estaban ocupadas por la Oficina Qumica Municipal.

adquisicin hecha por el Municipio, que converta esa


hermosa residencia en una de carcter municipal, tuvo
la idea de trasladar a ella el Museo, permutndola con
la del Jardn Botnico que era nacional. El Concejo Deliberante por ordenanza del 6 de abril de 1897 autoriz
el cambio, que un decreto del Gobierno nacional aprob.

Carranza comprendi que la dependencia del Museo


al orden municipal tena sus limitaciones y gracias al
apoyo del Consejo Deliberante, obtuvo la donacin de su
acervo histrico al. patrimonio de la Nacin. El intendente F'rancisco P. Bollini en nota del 21 de setiembre
de 1891, dirigida al ministro del Interior doctor Jos V.
Zapata, expresaba el patritico anhelo del Municipio de ,,
Buenos Aires de que el establecimiento pasase a la jurisdiccin nacional por considerarse "que se le dara mayor carcter entregndolo a la administracin general
del pas, para que lo que hasta hoy es de la Capital Bederal, pase como es justo, a ser de toda la Repblica, en
quien los sacrificios y las glorias son comunes. . .".

El Museo, conservando el edificio su caracterstico


aspecto exterior, se instal en cuatro grandes salones,
uno de ellos de 48 metros de largo, adaptando la residencia familiar al nuevo destino, tapiando puertas y derribando tabiques, con depsitos, oficinas y talleres de
restauraciones, habilitndose ms tarde otros salones,
como el subsuelo que d a la calle Defensa. El doctor
Carranza se instal con su familia en el ala izquierda,
de manera que su dedicacin al Museo fue ntegra; su
casa la transform en centro de reunin de historiadores que en inolvidables tertulias dominicales, de las
que surgan no pocas sugerencias y donacions, alimentaron el fuego sagrado de las tradiciones patrias.

As qued fundado el Museo Histrico Nacional por


el generoso desprendimiento de la ciudad de Buenos Aires, que once aos antes habiase transformado ella misma en Capital de la Repblica, renunciando a su calidad
provincial., luego de un largo proceso histrico de desgarrantes alternativas.
En 1893 el Museo fija su sede en el local de la quin-

ta agronmica situado en la calle Santa Be 3951, o sea


el edificio de ladrillos rojos del actual Jardn Botnico,
en el que permanece hasta 1897, al mudarse al parque
Lezama.
Con tantas mudanzas no tiene pues nada de extrao
que los donantes de este tiempo, agregasen en sus notas,
la clusula de precaucin de que los objetos que entregaban deban volver a su propiedad si el Museo: desapareciese como institucin.
La casa Jardn del seor Josi Gregorjo I,ezama,
que haba fallecido en 1889, fue adquirida en 1.500.000
pesos: por la M7unicipalidad a su viuda doa Angela
Alzaga, estipulndose en el contrato de venta de que al
convertirse el parque en paseo pblico, deba conservar el nombre de Lezama. Al enterarse Carranza de la

'I

La obra del do2tor Carranza no se limit por cierto a la fundacin y direccin del Museo. Historiador e
investigador en el alto sentido de esos ttulos, dirigi y
public numerosos trabajos; la "Revista Nacional.", en
catorce tomos; la del^ "Museo Histrico", con sus tres
tomos y una entrega; la del Archiva General de la R e ~ -,
blica Argentina, en catorce tomos; las "Actas del Cabildo de Buenos Aires", en cinco tomos; "La Ilustracin
Histrica", las "Patricias Argentinas", las "Actas de
Mayo", "San Martin" y decenas ms. Su actividad inusitada antes y despus del centenario de 1810, con trabajos de repatriacin de restos de guerreros y prceres de
la Independencia; la colocacin de 52 placas histricas
para justificar los nombres de calles de Buenos Aires:
las propuestas de ereccin y direccin de monumentos ;
la confeccin de telas, lminas histricas y de bustos;
sus discursos en aniversarios patrios, etc., llenan su vid?,
'

actividad desbordante de ideal de patria que llev a cabo, por entender como Rivadavia, que la "falta de historia propia es una de las causas ms eficaces de la
falta de fuerza moral y de espritu pblico en nuestras
repblicas".
Nada mejor dibuja la magnfica personalidad moral y patritica del fundador del Museo Histrico Nacional que su diario manuscrito, existente en el archivo de
esa institucin. E n l el doctor Carranza fue anotando
en sus~ltimosaos los actos ms importantes de su
actuacin y las reflexiones que le suscitaban los acontecimientos de los que era testigo, de cualquier naturaleza que fueren. E n cada anotacin de su puo y letra palpita su alma de patriota, su indignacin ante ideas de
extrema izquierda, que juzga disolventes de la nacionalidad, su ferviente amor a la tierra y el deseo permanent e de aumentar el patrimonio histrico de la nacin. Todas sus actividades tienden' a esos fines. As por ejemplo,
anota el 22 de noviembre de 1910: Uegu y traje al Museo los sesenta y cuatro ladrillos que haban enteros, de
la base central de la Pirmide, a objeto de que sirvan
como piedra fundamental en cada uno de los monumentos que se levanten en nuestro pais. E n tres har pintar
la Pirmide.
Su impresin del da del centenario de la Revolucin
de Mayo, la expresa as: A las diez y media fui a la Plaza de Mayo a saludar la Pirmide. A la 1p.m. vi el desfile
desde la casa de Irigoyen (Florida y Tucumn) - -esplbndido-. De la marina, norteamericanos y argentinos. Los
cmscriptos argentinos, como de lnea. Gloria a Mayo y
a nuestro pais, grande y culto. E n esta inmensa masa
h-.imana, ni un ebrio, ni un descalzo, ni ponchos ni miseria. Todos bien vestidos, alegres, respetuosos, entusiastas. Me he conmovido y me he sentido feliz de ser argentino.

En la del da siguiente narra su encuentro con el


doctor Dardo Rocha. "Entre la multitud en la noche
de ese da encontr a Dardo Rocha. Salud al fundador
de La Plata. Cruel ha sido el castigo para el que levant a D'Amico y otros, que despus han resurgido. Que
gran pueblo, le dije. Si, me contest, pero que chiquitos
los que lo gobiernan. ;Y dimos un viva a la Patria!"
El 24 de agosto de 1911 registra una entrevista con
un ministro del Poder Ejecutivo, que estaba ocupndose
del presupuesta del ministerio de Instruccin Pblica. Le
record -dicela partida para la edificacin del Museo que me haban quitado en el mes de marzo, por razones de economa. Le record, tambin, que el presidente
a . ministro
Senz Pea me haba ofrecido r e ~ ~ b l e c e r lEl
me respondi que no se aumentara el presupuesto por
la mala situacin financiera. Le repliqu entonces que
vea que se hacan otros gastos y como me insisti que
no poda hacer nada me retir con el convencimiento -y
aqu viene su desahogo- de que este hombre es un buen
sujeto para fraile, agregando otras expresiones poco lisonjeras.
ii# ]
Desahuciado por este ao, esperar, aumentar lo
que pueda en el Museo y algn da se sabr lo que he
reunido. S a mi edad, que los contemporneos son recelosos y desconfiados; no importa, hay que servir a la
patria, pues otros que valan ms sufrieron peor.
Registra el 2 de diciembre de 1912, su entusiasmo
por la hazaa de un argentino: Quiero hacer constar mi
admiracin y mi satisfaccin patritica por la hazaa
del conscripto Teodora Fels, que ha atravesado en aeroplano a Montevideo. E s !a raza que preconizo surge en
el pais.
La visita del ex presidente de los EE. UU. Teodoro
Roosevelt al pais la sigue con atencin, ya que su diario
se refiere a ella en varias oportunidades. Su registro

del 8 de noviembre de 1913, dice: He ledo el discurso 12


de Roosevelt anoche. Me parece algo socialista; .es ms
revolucionario que conservador. La pieza es notable, pero
creo que Roat era superior.

Su registro del 6 de abril de 1913, dice: Hoy he


ledo un artculo del doctor B . . . ., que dice que Ame- f
ghino es como San Martin. iY ste ha sido diputado del
pueblo. . . !!! E s que la mala yerba se difunde.
El 11 de mayo de 1913 comenta el paso de una manifestacin cvica por la Avenida de Maya y calle Florida, hasta la estatua del General San Martn, cuya concurrencia cantaba el Himno Nacional. Cuando me desped de la columna en Retiro -escribeasomaban las
lgrimas de gozo a mis ojos viendo el orden y entusiasmo de los jvenes y nios; estaba sola, no saba como
desahogarme, cuando pas el coronel Guerrico (marino
dignsimo de 78 aos) y al aprctnrle la mano, le dije
abrazndonos: Coronel, hay patria. Creer usted, me
dijo, que he estada con ganas de llorar. Yo tambin, le
contest, as con este abrazo nos desahogamos de la emocin. ;Viva la Patria!
Estos episodios que sealan la extrema sensibilidad
patritica del doctor Carranza explican su generosa dedicacin al ideal del engrandecimiento del Museo, en que
nada escapaba a su persistente empeo de aumentar su patrimonio, viajando de continuo al interior del pas y a
pases limtrofes para el logro de ese fin. Su diario registra muchas de sus gestiones. Entre 1913 y 1914 se dedic
a reunir bandas presidenciales; visita a expresidentes
como Roca, Uriburu y F'igueroa Alcorta, relata las conversaciones que con ellos tuviera y al final de las mismas
el pedido de la banda, a los que todos accedieron, encontrndose hoy esas insignias supremas de gobierno en -1
Museo Histrico Nacional.
Su ltimo registro corresponde al 11 de agosto y
dice: Vengo del entierro del presidente Senz Pea. Muy

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m u r r i d o . Ha muerto en el momento que se puede elegir


+a hacerlo, rodeado del aprecio y consideracin de todos.
Me ha parecido que el discurso ms sentido es el del doctor de la Plaza.
Tres das ms tarde, una mano annima cierra su
diario con estas palabras : Agosto 14 : Muri.
As como ante la muerte debe considerarse la vida
entera, as tambin, al entrar en la casa de las glorias de
la nacin debe recordarse la vida entera de la patria y
la del ciudadano que hizo posible la reunin de ese patrimonio histrico, que nos introduce en un mundo de intensas sugestiones, llenando los ojos con visin de gloria.
Para Carranza el Museo Histrico no fue un nombre
sino una emocin. Las piezas histricas que por millares
lleg a reunir no alcanz a clasificarlas metdicamente
en el local del Parque Lezama, que amplio al' llegar, lleg
a ser estrecho a su muerte, tan grande haba sido su tarea
de recoleccin. Otros directores que le sucedieron completaron su trabajo, dando distribucin orgnica al invalorable patrimonio y a los objetos que paulatinamente
fueron llegando por donaciones y por adquisiciones, los
menos.

'

Se cumpli en ms de me di^ siglo de labor el proceso de las tres etapas principales de la formacin de un
museo; adquirir las piezas, asegurar su conservacin y
organizarlas, fase esta ltima necesaria para el fin cle
ganar el corazn del visitante, que se consigue con la presentacibn inteligente de los objetos. En este sentido son
instructivos, pero intiles si no. hacen partcipes al observador del mensaje que reaImente traen del pasado, transmitiendo los hechos y obras de 124 anteriores generaciones, que se consigue cuando la presentacin es agradable y didctica, complementaria de las lecciones que el
observador ha recibido en el aula escolar o, eil los libros
que ha ledo.

El doctor Juan A. Pradre que sucedi a Carranza


19i4, era i;ri espritu seleetl, que desgraciadamente
muri antes de cumplir dos aos en la direccin; organiz, sin embargo, ese inmenso repositorio histrico eii forma orgnica, creando una sala 13special. dedicada a San
Martn y otra a la poca de Rosas y Ia Federacin y
aumentaidc. el acervo con calificadas: piezas.
el1

Le sucedi el doctor Antonio Dellepiane, que luch


tesoneramente por el ensanche del hIusea, logrando sustanciales mejoras en ese sentido y por difuiidir desde su
cargo Ics conocimientos histricos con su bien cortada
pluma y en conferencias. La biblioteca que se haba formado con la donacin de la propia que hiciera el doctor
Carranza, fue enriquecida con obras de siiigular valor y
al reiirarse en 1932, lo fue p c i de-!ic:irse pcr entero a
sll 1;aritjn de estudioso del pasado hist.;ricc!
Su reempIazante fue e; seor Federico Santa Coloma Brandsen que se contrajo a la idea de crear un museo
en el Cabildo de Buenos Aires, bajo la superintendencia
del Museo Histrico Nacional, que se convirti eii realidad
merced al proyecto de ley presentado a la. cmara por el
diputado Carlos A. Pueyrredn, que declaraba monumeiito histrico al Cabildo y museo a la voz cori el traslacio
de colecciones del Museo Histrico Nacional, especialmente las relativas a la Revolucin de Mayo e invasiones
inglesas. Durante su direccin se reconstruyeron las stlaa
de la Independencia y el dormitorio del Libertador, reproducido fielmente tal cual era en Boulogne sur Mer. En
1938 al cumplirse el cincuentenario de la muerte de Sarmiento, la Comilsi6n de Museos, Monumentos y Lugares
Histricos de reciente creacin, que presida su fimdador
doctor Ricardo Levene, mediante un decreto del Poder
Ejecutivo Nacional rindi el significativo homenaje de
crear un museo que llevara su nombre, integrado con los
objetos relacionados con su vida pblica y privada. elementos que se transferiran del Museo Histrico Nacional.

Se entregaron todos los elementos y en esta forma, esta


institucin en dos oportunidades contribuy a la formacin de museos especializados, en perjuicio de su propio
y natural desarrollo orgnico.

Todo ciudadano debe ser instruido en la verdad de la


historia de su patria. Un Museo Histrico es el repositorio
de esa verdad, que se encuentra en mil diversas formas,
pues como dijera el den Gregorio Funes en su 'Znsayo
Histrico": "Los hechos sin comprobacin no pertenecen al
campo de la historia".
El Museo muestra esa verdad que a veces est oculta
o tergiversada en los documentos oficiales.

El seor Alejo Gonzlez Garao que le sucedi en la


direccin en 1939. reuna en admirable sntesis las cualidades necesarias para el cargo; organiz salas especialmente dedicadas a prceres, cre la de presidentes argentinos y su amplia versacin en el conociminto icmogrfico
del pasado, del que era un inteligente apasionado y coleccionista, le facilit la tarea de crear las galeras de lrninas y grabados.

Una institucin de esa clase de carcter nacional debe por lo tanto, exhibir el pasado en sus distintos elementos objetivos, sin excepciones, ya que ellos reflejan el curso del tiempo, la historia del pueblo al que pertenecen.
Hacer una seleccin de las piezas museogrficas, ocultar
lo malo para exhibir lo bueno, exhibir todo aquello que
enaltece con omisin de lo innoble, es falsear la historia,
seria hacer creer que los pueblos siempre han sido gobernados por hombres puros, sin influencias malsanas y sin
el peso de la virulencia de sus pasiones.

Desde entonces, en treinta y cuatro salas y pasillos


habilitados, los objetos expuestos permiten tener una visin objetiva de la historia argentina y americana, de
acuerdo a los periodos histricos a que pertenecen, pues
ese es el sentido rector del Museo: nuestra patria y Amrica. Se comienza en el subsuelo con la sala del "Descubrimiento del Nuevo Mundo", presidida por la tela de grari
superficie del pintor Pedro Gabrini que lo evoca; se contina luego con los ambientes dedicados a la conquista,
colonizacin, virreinato del Ro de la Plata, invasiones inglesas, para luego entrar al de la Revolucin de Mayo.
Nuestras desgraciadas contiendas civiles tienen su
representacin, como, tambin la feliz de la Unin Nacional cuyo centenario celebramos estos das y la constructiva de la Organizacin Nacional; las guerras coiitra el
imperio del Brasil y el gobierno del Paraguay, las expediciones al desierto, la de smbolos nacionales, la iconogrfica de los presidentes argentinos y las galeras de 1minas y grabados que muestran las costumbres de antao, forman nutridos y variados conjuntos que evocan
con documentacin autntica las emociones pretritas, cuyos nombres llevan.

La presencia de objetos que hayan pertenecido a una


poca aciaga o a gobernantes u hombres de nefasta memoria, no significa que se los justifique. Muy orgullosos
y con razn estn los italianos y con ellos el mundo occidental, de ser herederos de las virtudes de la Roma republicana y de la imperial y no por eso, se ocultan de la
vista del pblico la degradacin de Pompeya y la crueldad
de algunos de sus emperadores. Muy orgullosos estn los
ingleses de su torre de Londres, pero no por eso ocultan
sus hrridos calabozos, las inscripciones postreras dejadas en sus paredes por los infelices presos, los instrumentos de tortura, el leo con la cicatriz dejada por el hacha
del verdugo al cortar la cabeza de Ana Bolena y de sealar la ventana desde la cual el rey Enrique VI11 vio el
suplicio dispuesto por l de su segunda esposa, de las seis
que tuviera en vida.
E s que la verdad histrica, ccmo deca el den Gregorio Funes, no admite disimulos y si se quiere que la his-

toria sea el autntico tribunal de la posteridad, como se la


ha definido, debe mostrarse tal cual es, sin deformaciones. Los museos, que con los archivos forman su repositorio documental, deben mostrar el pasado tal cual fue,
porque la historia no la han protagonizado los santos sino los hombres.
La brevedad impuesta por el tiempo a esta disertacin
impide enumerar en detalle las piezas ms importantes
que custodia el Museo; ella es slo evocativa, tratando de
transmitir al selecto y distinguido pblico que pacientamente sigue esta charla un tanto deshilvanada, la imprel.
sin de cmo se form el Museo Histrico N a ~ ~ o n ade
su historia y de lo que contiene, unindolo al episodio o
a la ancdota, algo as como el esbozo del pintor a la tela
que ejecuta o al esquicio, de una carta marina por el cartgrafo.
La pregunta corriente que formula el pblico es la de
qu objeto es el ms importante. En este senti'do, podra
decirse que es el tintero usado en la firma del acta de nuest r a independencia o el de la constitucin de 1853; el piano con el que se toc por primera vez el himno nacional;
los trofeos conquistados en los campos de batalla, los recuerdos personales de algunos de nuestros grandes prceres civiles y militares e infinidad de otros ms. To8dos
desde un punto de vista determinado seran importantes.
Indudablemente por su simbolismo, el sable corvo del
Capitn de los Andes es la pieza ms notable que guarda el Museo, famoso acero que envain con honor en un
acto de renunciamiento del que pocos ejemplos muestra
la historia universal. Le hacen compaa en el templete
levantado en el centro de los recuerdos de la independencia, el famosa falucho, sus condecoraciones desde la de
Bayln la de la Orden del Mrito de Chile, su efigie de
rasgos marciales pintada por Gil de Castro, los uniformes
y condecoraciones de sus abnegados compaeros de gloria,
sus objetos de uso personal -criollos algunos- conlo iss

espuelas nazarenas, chifle, yesquero y poncho peruano, las


banderas realistas tomadas en los campos de batalla, par a llegar a l dormitorio de su hogar en Boulogne sur Mer,
que vi6 descansar sus restos martales, reinstalado con
sus. propios muebles y objetos f nmiliares, escrupuloso mente restituido en sus menores detalles.

Belgrano, para que la posteridad as lo recordase y le


proteccin que ste dispensara cor. su ejrcito victorioso
a la causa de la emancipacin de la Amrica meridional,
cuyo contorno continental constituye la parte central del
escudo, proteccin que la confirman las leyendas alusivas inscriptas, especialmente un canto al creador de nilest r a bandera, en barroquismo literario propio del tiempo.

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Todo en ello es autntico y aquello que no pudo


traerse de Francia, como las puertas, ventanas, estafa
y revestimientos de madera, fue reproducido con fidclidad. Para ello se utiliz el plano de arreglo y ubicaciGn
de los muebles, objetos y cuadros que enviara en 1899
la nieta del Libertador, doa Josefa Balcarce y San Martn de Gutirrez Estrada, que ha permitido dar emotividad a esa estancia antes que su ilustre morador pasara
en espritu al imperecedero recuerdo de sus conciudadanos agradecidos.
Pasando a la sala de Belgrano nos encontra-'110s con
una pieza que por su esplendor, forma y metales nobles
de que est formada, despierta y acucia la curiosidad
del visitante. Es la conocida con el nombre de tarja o
escudo de Potos, hecha en plata pia y oro, de cuyo
estudio analtico s e han ocupado algunos historiadores,
especialmente el doctor Antonio Dellepiane en uno documentado, impreso en 1917.
Triunfante el General Belgrano en las memorables
batallas de Tucurnn y Salta, la villa imperial de Potos,
con su argentfero cerro y clebre casa de moneda, qued en poder del ejrcito patriota, luego de su triunfal y
apotetica entrada bajo arcos de honor y regocijo popular.

El General Belgrano, con su discrecin y mesura, se


capt las simpatas de todas las clases sociales. Fue entonces cuando las damas de Potos le ofrecieron la simblica tarja, trabajo de plateros y orifices, cuyo simbolismo es la unin de la Imperial Villa con el General

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Salvada la tarja de los desastres de nuestro ejSrcito


del Norte, fue exhibida en su poca al pueblo desde los
balcones del Cabildo. Donada en 1890 por la Cmara de
Apelaciones en lo Civil al Museo, se exhibe hoy en la sala dedicada al General Belgrano como justiciero homenaje al vencedor en Tucumn y Salta, a cuyos triunfos tambien est dedicado este famoso y alegrico trabajo de los
plateros del Alto Per.
La sala dedicada al dictador Rosas, con sus elementos que demuestran el odio introducido en la familia argentina y su divisin en facciones irreconciliables, el panegrico constante al dictadw y la ocultacin de esa verdad,
que documentada en objetos, despus de ms de un siglo
acusan con su presencia esa obscura poca de decadencia poltica y moral.
Sala de gran colorido emocional, la profusa iconografa de Rosas se refleja en leos, divisas, banderas, Jarrones, cajas de rap, relojes, etc., en confusa muestra de
obsecuencia y egolatra. No falta ni el detalle de un guante
femenino que tiene pintado el retrato del omnipotente gobernador, para que el caballero que se viera en Ia necesidad de galantemente saludar a su gentil poseedora besando su mano, tambin lo hiciera al retrato de su excelencia el seor Restaurador de las Leyes, sutil medio que
envidiara un prncipe del Renacimiento para conocer !a
opinin poltica de aqul, ante la negativa de hacerlo o
ante su gesto de repugnancia de llegar a ese extremo.
Se encuentra asimismo, una pequea mesa de madera, de pobre apariencia, sobre la cual el General Lavalle

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firm su clebre parte al gobierno delegado comunicando


el fusilamiento "por mi orden", del depuesto gobernador
de Buenos Aires, Coronel Manuel Dorrego, asumiendo ante
la historia toda la responsabilidad del acto. El. arrepentimiento posterior del bizarro sableador de Ro Bamba, se
anticip al juicio de la posteridad que h a juzgado que ese
sacrificio fue un error poltico y sin caer en la "Uchrolnia", de Renouvier, de la que nos habla Mitre en sus "Comprobaciones Histricas", de cmo pueden prevenirse ciertos hechos y producirse otros, no hay duda que la muerte
del Coronel Dorrego hizo desaparecer el ltimo obstculo
al. gaucho de los Cerrillos para la conquista del poder en
la nica forma como l lo entenda, con el ejercicio de
facultades extraordinarias.
Esa mesa, de pobre apariencia como hemos dicho, pero
de tan terrible simbolismo en la historia argentina, est
flanqueada por dos retratos, colocados al azar en sus flancos; uno de Cuitio y otro de Salomn, que proyectan sus
sombras siniestras de mazorqueros sobre la mesa, retratos
que surgidos de un parte escrito en la misma, se prolongan a un futuro de crmenes y persecuciones.
Dije anteriormente que al hablar del Museo Histrico
Nacional debe necesariamente hablarse de su fundador.
Al entrar en la sala dedicada a la p e r r a contra el gobierIIO del Paraguay, cuya reintegracin histrica se efectu en
1958, luego de su desmantelamiento por la dictadura, se
hace presente una ancdota que por su contenido de hondo
aentir patritico y de respeto al patrimonio histrico conviene divulgar como ejemplo de permanente valor moral.
A principios de este siglo, la opinin pblica fue agitada a raz de la presentacin de un proyecto en nuestra
cmara de diputados, de donacin de los trofeos de la guerra del Paraguay.
E n ese tiempo ejerca la direccin del Museo Histrico Nacional el doctor Carranza. La guardia de vigilancia

de sus salas se cubran con soldados veteranos de aquella


.
cruenta guerra. Entre ellos haba un sargento que fue llamado por el doctor Carranza a su despacho, a quien, llegado que hubo, le pregunt:
Ha odo usted -le
trofeos de la Alianza?

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$.rC
y<:

que se piensa devolver los

Si, seor; lo he ledo, lo he leido y no puedo comprenderlo. Sern los que no pelearon, los que no sufrieron. . . o los que no son argentinos. . .

> Y

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dijo-

Si usted se anima y me ayuda, vamos a resistirnos


a la entrega, aunque una ley nos obligue. No tema usted
nada; yo ser el responsable. Cuando vengan al Museo
quienes pretenden llevarse los trofeos, yo lo llamar a
usted y le dar esta orden: Sargento: los seores vienen
por los trofeos del Paraguay; trigalos, usted que sabe
donde estn. Bueno, y fjese bien, igame bien. Est lista
en el mirador la lea para una fogata; coloque all las
banderas, encienda la mecha, y que ardan. E n seguida
vendr usted a decirme que la orden est cumplida/.
;Se anima? El sargento se cuadr militarmente:

A la orden mi director. Con el brazo herido en el


Yatay ser cumplida. . . La iniciativa no prosper, y
cuando el ambiente retorn a la calma volvieron a sus
vitrinas los trofeos que el doctor Carranza habia retirado del Museo para ocultarlos en su propio dormitorio.
Los que el pblico haba visto en las vitrinas por aquellos das no eran los autnticos; eran una imitacin que
el doctor Carranza mando preparw por si llegaba el caso de la fogata en el mirador.
Con olvido del principio de que la generacin del
presente no es la duea de las reliquias del pasado de
la patria, sino simplemente su custodia y que su deber
es entregarlas intactas a la que la sliceda, y si es posible
aumentadas, medio siglo despus el atropello al patri-

- 39 -

PUBLICACIONES DEL MUSEO HISTORICO NACIONAL


desde 1935

cin de Mayo, completando la resuelta accin de Saavedra. Varela, desde el "Comercio del Plata" combati a la
tirana y rindi su vida en el nable empeo bajo el pual
aleve del emponchado, dejando frcscas en la redaccin del
peridico sus posteras cuartillas, como ltimos disparos
hechos contra la opresin del que haba dispuesto su
muerte violenta al no poder doblegar su espritu de hombre libre.

1935 -Homenaje al Libertador Jos de San Martin. Ricardo Levene: San Martcn Sintesis d3 la Historia Argentina.
Federico Santa Coloma Brandsen: El Museo Histrico
Nacional e inauguracin de las Nwvas Salas. Buenos
Aires. 34 pp.
1935 - Ricar.do Levene. Sintesis Sobre la Revolucin de Mayo.
Buenos Aires, 1935. 28 pp.

Muchas y variadas son las reiiquias donde la vista no


encuentra reposo al contemplarlas, recuerdos de un pasado de gloria que pierden su materialidad al consubstanciarlas con la historia de las que han sido mudos testigos,
se elevan a lo infinito en una combinacin ideal de cielo
y tierra, de espritu y materia, que hace generar el sentimiento de patria en toda su pureza.

1936 -Gustavo Franceschi. Sintesis Biogrfica de Fray Justo


Santa Maria de Oro. Buenos 4iics, 1936. 8 pp.
1939 - Cincuentenario del Museo. Homenaje a su fundador Adolfo
P. Carranza. Discurso del Dr. Ricardo Levee. Palabras de
los doctores Ramn J. Crcano y Adolfo F. Orma. Discurso
del Sr. Antonio Apraiz. Buenos Aires, 1939. 32 pp.
1939 -El ,%Zuseo Histrico Nacional en su Cincuentenario 1889
1930. Buenos Aires, 1939. 277 pp.

La patria perpetuada en el lienzo, en el papel, en el


bronce, en el mrmol, en las armas y en los uniformes,
muestra una supervivencia que es deber conservar y prolongar, para que se cumplan las palabras que pronunciara el talentoso sacerdote Valentin Gmez, en el Congreso General Constituyente de 1826, de "que no es absolutamente cierto que la memoria de ciertas cosas y de ciertos sucesos desaparecen con la distancia: hay ciertas clases de negocios y de acontecimientos cuyo tamao crece
y cuya claridad se aumenta con el tiempo que corre". En
la patria de los argentinos el Museo Histrico Nacional es
el custodio reverente de esa verdad.

1940 -Benjzmn
Villegas Basavilbaso. Significacin Moral del
Testamento de San Martin. (Confirencia) Buenos Aires,
1942. 32 pp.

1941 -Plano

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3941 -Emilio Ravignani. Nuevas Aportaciones Sobre San Martin


Libertador del Per. (Conferencza). Buenos Aires, 1942.
32 PP.
1942 -J. C. Raffo de la Reta. Filosofh Sanmartiniuna. El Debev.
como Causa Determinante de szc accin. (Conferencia),
Buenos Aires, 1942. 39 pp.
'

1943 -Juan Pablo Echage. La Ultitrn Leccin de San Martin.


(Conferencia). Buenos Aires, 3.943. 42 pp.
1944

-Mario

Belgrano. San MwtCn y Belgrono.


Buenos Aires, 1945. 36 pp.

(Conferencia).

1945 -Hctor
R. Ratto. Aspectos Navales & la Estrategia
del Libertador. (Conferencia). Buenos Aires, 1947. 37 pp.
1947 - Gabinete Numismdtico del Mztsfo Histrico
Buenos Aires, 1947. 8 pp.

- 43 -

Nacional.

- 1948 -Eduardo

Acevedo Dfaz. El Paso de los Undes, camino a


t r a v b de Cuutro Cordilleras. (CIortferencia). Buenos Aires, 1948. 60 pp.

1949 -El Gabinete Numismtica del .Vitseo Histrico Nacional.


Ciudad de Buenos Aires. Ao MCMXLIX. 64 pp.
1951-Catlogo
del Museo Histrico Nacional. Tomos 1 y 11.
Buenos Aires, 1951.
1952 - Catlogos de Documentos del Museo Histrico Nacional.
Tomos 1 11 y 111. Buenos Aires, 1952.

1952 -Seleccin
de Documentos del Museo Histrico Nacional.
Tomo 1. Buenos Aires, 1952.
1956-

Ricardo R. Caillet Bois. S a n Martin el Ejercito del Norte.


(Conferencia). Buenos Aires, 1956. 33 pp.

1957.-Rail
A. Molina. S a n Martin e n Buenos Aires hasta el
Combate de S a n Lorenzo. (Conferencia). Buenos Aires,
1957. 36 pp.

M . Gelly y Obes. General Indalech Chenaut.


1958-Carlos
1808 - 21 de mayo - 1958. ( C c ? i f e r e d ) . Buenos Aires,
1958. 64 pp.
1958 - Ricardo Piccirilli. San Martin y la Logia: Lautaro.
(Conferench). Buenos Aires, 1955. 40 pp.
1959 - Oscar E. Carbone. E l Patriotisma de S a n Martin. (Conferencia). Buenos Aires, 1960. 40 pp.
1960 - Bonifacio del Carril. Notas Sobre la Vida y Obra de S a n
Martn. (Conferencia). Buenos Aires, 1961. 43 pp.
1960 - Catlogo del Periodismo e Imprenta Argentina.. Inauguracin del Saln Exposicin en el Xuseo Histrico Nacional. 7 de junio de 1960. 233 pp.
1960 -Humberto F. Burzio. Mzcseo Histrico Nacional. (Conferencia). Buenos Aires, 1962. 48 pp.
1961 - Armando Braun Menndez. S a n M a r t i n y la Expedicin Ld
bertadora del Per. (Conferencia) E n prensa.

1962- Gua explicativa del Museo Histrico Nacional. Buenos Aires, 1962. 8 pp.

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