HISTORIA DEL ARTE 1900 B
HISTORIA DEL ARTE 1900 B
HISTORIA DEL ARTE 1900 B
Henri Matisse visita a Auguste Rodin en estudio de Pars, pero rechaza el estilo
escultrico del veterano artista
opinin, y que a Rodin no le gust mucho lo que vio. Sus consejos -que Matisse deba mimar ms su dibujo y aadir detalles- cayeron en un saco decididamente
roto: no haba mucha diferencia entre este precepto y las instrucciones de la cole
des Beaux-Arts que Matisse haba rechazado definitivamente (y que esperaba que
Rodin tambin desdeara).
bajando hasta la espinilla derecha que acta como ruptura bajo la rodilla doblada
hacia dentro, en la otra. No sugiere extensin de ninguna clase, ni en el espacio
mental ni en el fsico: esta escultura, uno de los primeros antimonumentos
decididamente modernos, reivindica su autonoma como objeto.
No quiere decir esto que El siervo no deba nada al oficio de Rodin. La misma
impresin de maleabilidad de la escultura proviene en gran medida de la agitacin
superficial de la obra, un rasgo estilstico esencial del arte privado de Rodin que
seala una de las mayores convulsiones en la tradicin escultrica occidental desde
la Antigedad una tradicin que exiga que el escultor diera vida al mrmol (el
mito de Pigmalin), que nos hiciera creer (o ms bien que fingiera que nos haca
creer, pues nunca se engaa a nadie) que su estatua estaba dotada de vida
orgnica. Aunque el Rodin pblico es plenamente heredero de esta tradicin el
Rodin privado es un maestro del arle procesual, su escultura es un catlogo de
los procedimientos, accidentales o no, que constituyen el arte del modelado o el
vaciado. La herida abierta en la espalda de El caminante, el gran corte que surca la
de la Figura voladora (1890-1891), las excrecencias en la trente de su Baudelaire de
1898 y muchas otras anomalas incorporadas al bronce atestiguan la
determinacin de Rodin de tratar los procesos escultricos como un lenguaje cuyos
signos son manipulables. En otras palabras, el Rodin pblico aboga por la
transparencia de la escultura como lenguaje, en tanto que el Rodin privado insiste
en su opacidad, en su materialidad.
son devorados por la sombra y slo pueden percibirse desde un nico punto de
vista, son rasgos que Matisse rechaza en el mismo instante en que coquetea con su
posibilidad.
El siervo, una de las dos piezas que sirvieron a Matisse para aprender el arte de la
escultura (fueron necesarias entre 300 y 500 sesiones con el modelo!), es pues una
obra paradjica: en su imitacin incontrolada de las marcas procesuales de
Rodin, Matisse es ms papista que el papa. La agitacin de la superficie corre el
peligro de destruir la integridad de la figura y su arabesco general, y de
transformarla. Como quera Rosso, en un sucedneo de la imagen. A partir de
entonces, Matisse comprendera mejor el principio de materialidad de Rodin, y no
volvera a abusar de l de este modo. Casi todas sus obras en bronce futuras
seguiran llevando las marcas de su manipulacin de la arcilla, pero sin poner en
peligro la esencia fsica de la escultura. El ejemplo ms llamativo de este efecto es
quizs la exageracin de la frente de Jeannette V, que caus un impacto tan hondo
en Picasso cuando la descubri en 1930 que se aprest a emularla en una serie de
cabezas o bustos que model poco despus.
Matisse se separa
Pero durante su visita al estudio de Rodin, Matisse tambin aprendi las
diferencias esenciales entre su esttica v la del maestro: No entenda cmo Rodin
poda trabajar en su San Juan, amputando la mano y dejndola en un gancho;
trabaj en los detalles sostenindola en su mano izquierda, al parecer,
mantenindola de algn modo separada del conjunto, sustituyndola despus en
el extremo del brazo; luego intent encontrar su direccin de acuerdo con su
movimiento general. Ya, por m mismo slo poda imaginar la arquitectura general,
sustituyendo los detalles explicativos por una sntesis viva y sugerente, Matisse
haba comprendido ya que no era realista cuando model un jaguar basndose
en una obra del escultor francs del siglo XIX Antoine-Louis Barye y no
comprendi la anatoma de un gato desollado que se haba agenciado para la
ocasin (Jaguar devorando una liebre (1899-1901), la otra escultura a travs de la cual
aprendi su arle y dijo adis a la verosimilitud anatmica). No fue pues la escueta
mientras que las de Matisse decididamente no lo son. Para comprender este punto,
sera til tener en cuenta lo que el historiador del arte germano-estadounidense
Rudolf Wittkower propuso, junto con el ejemplo de Rodin, como uno de los dos
nicos caminos que la escultura del siglo XIX ofreci a la generacin de Matisse, a
saber, las teoras del escultor alemn Adolf von Hildebrand (1847-1921), por
improbable que sea que .Matisse llegase a conocer a Hildebrand excepto de odas.
Hildebrand sostena que toda escultura debe ser un relieve disfrazado, formado
por tres planos escalonados en profundidad, cuya legibilidad debe ser inmediatamente accesible desde un punto de vista determinado. (En su opinin, la grandeza
de Miguel ngel reside en que siempre nos permite percibir la presencia virtual
del bloque de mrmol: sus figuras estn emparedadas" entre las partes anterior y
posterior de la masa de piedra original.) Un autentico relieve es an mejor, escribi
Hildebrand, ya que, en ste, las figuras (enmarcadas) estn prcticamente exentas
de tener que ocuparse de las ansiedades del espacio circundante infinito. En una
palabra, Hildebrand pensaba en trminos de planos (y desdeaba el modelado por
considerarlo demasiado fsico).
Incluso en la serie de cuatro relieves de Espaldas que produjo de 1909 a 1930,
Matisse desobedeci las instrucciones de Hildebrand (de hecho, en estas obras
estuvo ms cerca que nunca de Rodin, cuyo segundo monumento fallido famoso,
Las puertas del infierno, es una confusin impenetrable de formas contra las cuales
la vista, a la que no se permite progresin alguna en profundidad, slo puede
llegar bruscamente al final). Tal como lo conceban Hildebrand y toda la tradicin
acadmica, el relieve presupone un fondo que representa un espacio imaginario
del que surgen las figuras, y los conocimientos anatmicos del espectador aportan
toda la informacin necesaria en relacin con lo que est oculto a la vista. El fondo
del relieve acta como el plano de la imagen en el sistema elaborado en el
Renacimiento por Len Battista Alberti: es un plano virtual, al que se supone
transparente. En algunos aspectos, de hecho, las Espaldas podran entenderse como
una respuesta irnica a Hildebrand por cuanto la figura se identifica gradualmente
con el muro que la soporta: en La espalda (I), la figura est apoyada en el muro i
existe una justificacin realista para esta extraa postura que de modo tan
deliberado ignora las convenciones del gnero); en La espalda (II), la diferenciacin
entre el modelado de la espalda y el tratamiento del fondo comienza a difuminarse
La inaccesible cosa en si
Hemos visto que Matisse rechaz (junto con Rodin) el ideal de transparencia
imaginaria del material apreciado tanto por la tradicin acadmica como por
Hildebrand, pero cuando habla aqu de transparencia tiene en mente otros dos
significados del trmino. El primero compendia el sueno relacionado de una
transparencia ideacional, la de una comprensin plena e inmediata de la
significacin de la obra de arte; y la segunda designa, en el lenguaje de] estudio, el
uso del espacio vaco por los escultores modernos. Comenzando por el segundo, la
transparencia de La serpentina no tiene nada que ver con la manera en que el
espacio vaco -siguiendo los pasos de la famosa Guitarra de Picasso del otoo de
1912 se transforma en la escultura cubista en uno de los principales elementos
constitutivos de un sistema de signos opositivos. En La serpentina, el espacio vaco
slo es un efecto secundario de la postura, y Matisse no volvi a utilizarlo. La otra
cuestin es ms importante, pues lo que en realidad sucede es lo contrario de lo
que Matisse afirma: nunca se puede ver todo de una vez; cualquiera que sea el
punto de vista, nunca se puede comprender plenamente la significacin de la obra.
Cuando se rodea La serpentina, se ve una suerte de acorden espacial, que se
expande y contrae sin cesar (o, empleando otra metfora, los espacios negativos se
abren y se cierran como las alas de una mariposa). Nos sorprende constantemente
la multiplicidad de aspectos que cada vez son absolutamente imprevisibles. Desde
la espalda, su minscula cabeza de insecto (la de una mantis religiosa?) deja ver
una enorme cabellera que constituye una absoluta conmocin; las junturas de los
arabescos formados por el torso, los brazos y la pierna izquierda rompen sin cesar
el cuerpo sin invalidar siquiera su lnea regordeta (la pierna derecha es rigurosamente paralela al pilar vertical sobre el que descansa el codo). En una palabra, se
puede rodear La serpentina cien veces, pero nunca se lograra poseerla finalmente; su
danza curvilnea en el espacio asegura su totalidad pero tambin su distancia: esta
totalidad, la de la cosa en s, se torna inaccesible para nosotros.
sando. La razn es sencilla: por una parte, las distorsiones producidas por el
contrapposto permanecen siempre dentro de los lmites del conocimiento anatmico
(gracias a lo cual pasamos por alto cierta pierna notoriamente alargada o una
rodilla en escorzo imposible, e interpretamos la figura como una forma continua);
por otra parte, los gestos representados siempre tienen alguna clase de
justificacin, ya sea realista o retrica (como una baista arrodillada secndose, o la
Sabina cuyo pattico gesto, pidiendo al cielo que la rescate del coloso que la se la
lleva, completa la espiral del grupo ms famoso del escultor). A Matisse le
preocupa poco todo esto, la anatoma (simplemente la ignora, dando a entender
una vez ms la leccin aprendida del Rodin privado) o los gestos evocadores.