Revista Políticas de La Memoria n16 Compilada
Revista Políticas de La Memoria n16 Compilada
Revista Políticas de La Memoria n16 Compilada
ndice
Instantneas: Los juicios al Mal. Verdad, Justicia y Derechos Humanos en Argentina . . . . . . . . . . . .5
Lugares de la Memoria
Mara Virginia Castro, La biblioteca de Samuel Glusberg en el CeDInCI . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 50
Horacio Tarcus, Las afinidades anarco-bolcheviques de Horacio Quiroga . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 60
Travesas
Dossier Guillermo Facio Hebequer
Presentacin . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 278
Magal Andrea Devs, Guillermo Facio Hebequer: un artista polifactico
(Montevideo, 1889 - Buenos Aires, 1935) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 279
Reseas crticas
Ezequiel Grisendi, A propsito de McMahon, Darrin & Moyn, Samuel (eds.),
Rethinking Modern European Intellectual History . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 331
Juan Manuel Romero, A propsito de Juan Pablo Scarfi,
El imperio de la ley. James Brown Scott y la construccin de un orden
jurdico interamericano . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 332
Juan Guillermo Gmez Garca, A propsito de Andrs Lpez Bermdez,
Jorge Zalamea, enlace de mundos. Quehacer literario y cosmopolitismo (1905-1969) . . . . . 333
Mara Carla Galfione, A propsito de Cristina Beatriz Fernndez,
Jos Ingenieros y las escrituras de la vida. Del caso clnico a la biografa ejemplar . . . . . . . . . 337
Emiliano Snchez, A propsito de Mario Rapoport,
Bolchevique de saln. Vida de Flix J. Weil, el fundador argentino
de la Escuela de Frankfurt . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 338
Martina Lassalle, A propsito de Sergio Tonkonoff (ed.),
Violencia y Cultura. Reflexiones contemporneas sobre Argentina . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 339
Valeria Llobet, A propsito de Isabella Cosse,
Mafalda: historia social y poltica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 340
Vera Carnovale, A propsito de Mara Cristina Tortti (dir.), M. Chama y A. Celentano (codir.),
La nueva izquierda argentina (1955-1976). Socialismo, peronismo y revolucin . . . . . . . . . . . 341
Fichas de libros
Didier Eribon, Regreso a Reims . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 343
Mario Glck, La nacin imaginada desde una ciudad. Las ideas polticas
de Juan lvarez (1898-1954) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 343
Carlos Altamirano, Metrpoli, provincias y labor cultural . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 343
Leandro De Sagastizbal y Alejandra Giuliani, Un editor argentino. Arturo Pea Lillo . . . . . . . . . . . . 344
Mariana Canavese, Los usos de Foucault en la Argentina. Recepcin y circulacin desde los aos
cincuenta hasta nuestros das . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 344
Enzo Traverso, Qu fue de los intelectuales? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 345
Instantneas
Seores, de pie, por favor, orden el lunes 22 de abril de 1985 el secretario de juzgado
ante la entrada a la sala de los jueces integrantes de la Cmara Nacional de Apelaciones en
lo Criminal y Correccional Federal de esta ciudad. Y entonces, ante la mirada expectante y
el aliento suspendido del pblico presente, los responsables mediatos de los ms atroces
crmenes cometidos en la Argentina entre 1976 y 1983, se pusieron de pie, inmortalizando
as, sin saberlo, una emblemtica fotografa de justicia.
La escena daba inicio al Juicio a las Juntas Militares y se repetira en todas y cada una de sus
setenta y ocho audiencias, como tambin se repetira la orden inapelable del presidente de
la Cmara ante las exclamaciones de espanto, condena o aprobacin de ese mismo pblico:
Silencio en la sala!
La fuerza arrolladora del aplauso estridente y aun as contenido que sigui a las
palabras finales del alegato del fiscal Julio Csar Strassera devino en indignacin y tristeza
cuando, diecinueve meses despus, la sancin de la Ley de Obediencia Debida garantizaba
la impunidad de los crmenes cometidos, impunidad que se coronara ms tarde con los
indultos menemistas. La ilusin democrtica llegaba a su fin, al igual que los ecos de aquel
aplauso. Comenzaba, as, la larga dcada de los noventa.
Pero si hay algo que caracteriz al movimiento de derechos humanos en la Argentina fue la
bsqueda sin pausa de estrategias que hicieran mella en aquella impunidad y avanzaran en
el establecimiento de la verdad y la justicia.
Los procesamientos por el robo de bebs delito que finalmente no haba sido juzgado
en el Juicio a las Juntas y que tampoco haba sido alcanzado por los beneficios de las leyes
de Punto Final y Obediencia Debida; las presentaciones y peticiones ante organismos
internacionales y estados extranjeros que dieron impulso a los Juicios por la Verdad en
Argentina y a los juicios a represores en el exterior; y la pericia jurdica demostrada por
el CELS en el caso Poblete-Hlaczik que culmin el 6 de marzo de 2001 con la declaracin
por parte del juez Cavallo de la invalidez, inconstitucionalidad y nulidad de las leyes
de Punto Final y Obediencia Debida; son hitos elocuentes en la historia de esa bsqueda
de ribetes ejemplares.
En ese marco, sobrevino la crisis del 2001, primero, y el kirchnerismo, despus. Y con l,
se abri un nuevo captulo.
Y fue entonces cuando todas aquellas causas por violaciones a los derechos humanos que
haban quedado truncas en los ochenta se reabrieron; al tiempo que fue posible iniciar
otras nuevas.
De 514 causas,
-233 (45%) estn en etapa de instruccin;
-116 causas (23%) han sido o estn siendo elevadas a juicio;
-18 causas (3%) estn actualmente en juicio;
-en 147 (29%) se ha dictado sentencia.
Las cifras no hablan por s mismas, es cierto, pero constituyen indicadores necesarios a la hora
de ponderar no slo el mapa actual de la Justicia sino, tambin, los diferentes balances sobre l.
Hay una ecuacin que no termina de funcionar adverta el obispo emrito de San Isidro,
Jorge Casaretto, en la Universidad Catlica Argentina (UCA) el mircoles 5 de agosto de este
ao (2015) porque cuanto ms justicia aplicamos parece que menos verdad recuperamos,
y cuanta ms verdad queremos recuperar, ms suaves tenemos que ser en la justicia aplicada
[]. En Argentina privilegiamos la justicia, que por otra parte no es una justicia totalmente
imparcial []. Tenemos que desandar esa ecuacin de tanta justicia, que va en contraposi-
cin con la verdad.
Es cierto que no se ha alcanzado toda la verdad. Pero es cierto, tambin, como sealara
en el contexto de estas declaraciones el Colectivo de Trabajo de Historia Reciente que
en representacin del CeDInCI integro, que es mucho lo que en trminos de verdad se ha
logrado desde la creacin de la CONADEP, en diciembre de 1983, hasta los juicios actuales.
En cuanto a estos ltimos, se advierte, pusieron en evidencia la materialidad de la represin
en provincias que se imaginaban al margen de los crmenes de Estado, iluminaron complici-
dades corporativas e identificaron la sistematicidad de las violencias sexuales padecidas en
los centros clandestinos de detencin (https://www.facebook.com/La-democracia-se-cons-
truye-con-verdad-y-con-justicia-754093651383346/?fref=ts).
Es cierto, por otra parte, como han sealado intelectuales y profesionales del derecho, que
en Argentina no se han diseado estrategias o dispositivos jurdicos que estimulen la pala-
bra de aquellos que, por su participacin directa o indirecta en la represin ilegal, pudieran
aportar informacin sobre la suerte de los secuestrados, sobre sus cuerpos, sobre los nios
apropiados. Incluso, como sugiere Carolina Varsky en Hacer Justicia, deberan pensarse
formas de reconocimiento a la cooperacin, tanto sea aplicando las escalas penales vigen-
tes como mediante una reforma procesal que incluya las bonificaciones por cooperacin,
siempre que estas formas no impliquen amnistas encubiertas.
Pero en todo caso, no puede dejar de admitirse que a lo largo de ms de treinta aos han
sido pocos, muy pocos, los que rompieron el silencio. Aun, durante el prolongado reinado
de la impunidad; aun hoy, cuando muchos ya han sido condenados y, en consecuencia, ten-
dran poco y nada que perder.
Parece, entonces, ms certero sealar que si no hubo ms verdad, monseor, no fue pre-
cisamente por el efecto de una justicia arrolladora. Si no hubo ms verdad fue porque
detrs del silencio abroquelado de los que saben, hay menos vergenza que compromiso
y lealtad, hay menos temor que espritu de cuerpo, y, sobre todo, no hay arrepentimiento
sino conviccin ideolgica, adhesin a lo actuado y reivindicacin poltica. Y, si esto es as,
no hay, como ha sealado recientemente Claudia Hilb en la revista Criterio, escena posible
para el dilogo y la reconciliacin que se demandan.
Finalmente, si no hubo ms verdad fue porque no slo callaron y callan quienes mancha-
ron sus manos con sangre sino, tambin, muchos otros que acompaaron entusiasta o
tmidamente los mtodos del Mal; y entre esos otros, buena parte de la Iglesia. Entonces,
si esa Iglesia ha de integrarse a la bsqueda de la verdad, bien podra hacerlo no tanto re-
clamando vallas a una justicia que ya bastante tarde ha llegado, o bregando por un perdn
finalmente imposible, sino rompiendo ella misma su propio silencio; abriendo ella misma
sus propios archivos; aportando ella misma la informacin obtenida a travs de su propia
complicidad que, se sabe, no se agota en la tristemente clebre figura de Christian Von
Wernich. Y, as como durante los aos del horror, curas, capellanes y obispos descendan
a los infiernos de los centros clandestinos para llevar consuelo y paz espiritual a quienes
las faenas rutinarias de las salas de tormento comenzaban a pesarles en la conciencia, bien
podran ahora, curas, capellanes y obispos, llevar su palabra cristiana a aquellos mismos
hombres y alentarlos a encaminarse por el camino del arrepentimiento y la confesin.
Los procesos judiciales en curso han sido impugnados tambin a partir del viejo libreto de
que constituyen actos de venganza y/o manifestaciones llanas de una cultura de la vengan-
za (vase, por ejemplo, el editorial de La Nacin del 23-11-2015, que ha provocado pblico
repudio comenzando por los trabajadores de ese diario). Estos procesos, en un escenario
social hegemonizado por una verdad incompleta que deliberadamente calla en torno de
los crmenes cometidos por los grupos terroristas de la dcada del setenta, estaran sien-
do escenario de las ms graves violaciones a los principios bsicos del derecho penal y a
los derechos humanos en general.
Sucede que esos hechos (para los desprevenidos: ejecuciones y acciones varias de la gue-
rrilla que costaron centenares o un millar de muertes, dependiendo de los recortes, los
enfoques y las fuentes) no son los que estn siendo juzgados aqu. Sin lugar a dudas, ame-
ritan un sinceramiento y un debate mucho ms amplio, pblico y profundo del que hasta
ahora ha tenido lugar. Concedido. Pero aun as, el punto central aqu permanece inalterado:
ninguno de aquellos hechos resta legitimidad, validez, verdad o fundamento a los procesos
judiciales en curso; pues lo que estos procesos estn juzgando son los crmenes aberrantes
cometidos por el Estado.
Claro, aquello que subyace a los editoriales de La Nacin y/o intervenciones afines es jus-
tamente la frustracin porque los delitos de las fuerzas represivas estn siendo juzgados y
los de la guerrilla no. Los defensores de la guerra antisubversiva, derrotados en el espacio
de la memoria social, tambin lo estn en el de la justicia.
Merece ms destacarse, para la temtica que aqu se trata, que esa insalvable asimetra de
variadas dimensiones reconoce una correspondencia en el plano jurdico; correspondencia
bastante menos conocida y que amerita un muy breve recorrido libre de valoraciones sub-
jetivas, simpatas polticas o afinidades sensibles ya que es un interrogante recurrente en
este debate.
Los delitos de las fuerzas represivas estn siendo juzgados porque se corresponden con
aquellos definidos como crmenes de lesa humanidad y stos son imprescriptibles.
Los delitos de los grupos armados no estatales no estn siendo juzgados porque han prescripto.
Como explica el esclarecedor artculo de Fabricio Guariglia en Hacer Justicia, del cual abu-
sar a continuacin, para que los delitos de los grupos armados no estatales (llamados,
en el lenguaje jurdico que nos convoca, actos de terrorismo) puedan ser perseguidos
penalmente deben recibir el tratamiento de actos comprendidos en el universo o catlogo
de crmenes reprimidos por el derecho internacional consuetudinario (esto es crmenes
gravsimos que violan normas de validez universal y por tanto son imprescriptibles e inam-
nistiables). Como el crimen de terrorismo no est incluido en aquel catlogo como delito
autnomo, para enjuiciar esos hechos debe promoverse su tratamiento bien como crme-
nes de guerra, bien como crmenes de lesa humanidad. Ninguna de las dos opciones es
posible para la experiencia argentina.
Para la primera estrategia (su tratamiento como crmenes de guerra), se necesita la verifi-
cacin de un conflicto armado de carcter no internacional. Si ste se verificara, las partes
beligerantes quedaran comprendidas por el artculo 3 comn a las Convenciones de Gine-
bra (que prohbe homicidios, ejecuciones sumarias, toma de rehenes, mutilaciones, tortura,
tratos crueles, etc.). Ahorrndonos los argumentos relativos a la dificultad de establecer
en trminos fcticos la existencia de un conflicto armado interno de dos o ms partes be-
ligerantes, esta posibilidad queda descartada por el carcter consuetudinario sumamente
reciente del artculo 3 comn (1995) que impide aplicarlo retroactivamente a los setenta.
Frente a esta imposibilidad, se ha esgrimido el apoyo del gobierno cubano a los grupos
armados locales para que el conflicto adquiera status internacional y quede entonces s
comprendido en las Convenciones de 1949. Esta estrategia tambin ha fracasado pues para
que un conflicto se internacionalice no alcanza para que una de las partes obtenga fi-
nanciamiento o recursos de un estado extranjero sino que se reclama de ese estado una
intervencin directa de su tropa y una participacin en la planificacin y supervisin de las
operaciones militares. Opcin descartada.
En cuanto a la segunda opcin, la del tratamiento de los actos de terrorismo como crme-
nes de lesa humanidad, deben considerarse dos cuestiones fundamentales: una relativa al
sujeto activo de esos crmenes (esto es, quin puede cometerlos) y otra relativa al elemen-
to general de contexto que define la categora de lesa humanidad, en oposicin a un acto
criminal individual. Por obvias razones, omitir esta segunda cuestin, detenindome muy
brevemente en la primera.
Por supuesto que todo esto no quita legitimidad ni a las demandas ni al dolor de los fami-
liares de las vctimas de aquellos actos. Y no somos pocos quienes sostenemos que esos
actos ni pueden ni deben ser borrados de los relatos pblicos del pasado. Pero no son
punibles; porque por su propia naturaleza, han prescripto. Y no estara de ms recordar
que durante el enfrentamiento poltico radical de los setenta, fuera de los pocos hechos
que s han sido efectivamente juzgados, fue el propio Estado argentino, bajo el mando del
peronismo en el poder, primero, y de las Fuerzas Armadas despus, quien renunci a los ca-
minos jurdicos para investigar y juzgar esos actos, optando confesamente, en su lugar, por
una estrategia en la que la caza de brujas y la tortura reemplaz al trabajo de inteligencia;
el asesinato y la desaparicin, al juicio; en definitiva, el crimen, a la ley. Y nuevamente me
eximo de referirme, esta vez, a los propsitos ltimos de disciplinamiento poltico-social
del rgimen implantado en 1976, propsitos que exceden con mucho la voluntad punitiva
sobre los actos terroristas si es que stos ltimos tuvieron alguna relevancia final en la
determinacin de aquellos propsitos.
Finalmente, el gobierno de Ral Alfonsn, entendiendo que los grupos revolucionarios ar-
mados haban sido los mximos responsables de la violencia desatada en los setenta,
orden la investigacin y la persecucin penal de los lderes de aquellas organizaciones a
travs del Decreto 157, decreto por el cual fue detenido, juzgado y condenado Mario Eduar-
do Firmenich, quien permaneci en prisin hasta diciembre de 1990, momento en que fue
beneficiado por el indulto presidencial.
Respecto del postulado de la venganza, slo dir, por cortesa, que si hay algo que precisa-
mente no ha habido a lo largo de cuarenta aos, es venganza; ni un solo acto de venganza.
Habindose comprobado el secuestro de miles y miles de personas; habindose compro-
bado la aplicacin masiva de los ms variados y atroces mtodos de tortura, incluidos
los sexuales; habindose comprobado las ejecuciones sumarias nuevamente de miles
y miles; habindose comprobado la deliberada, planeada y confesa desaparicin de sus
cuerpos; habindose comprobado la existencia de maternidades clandestinas, de partos
encadenados y vidas robadas; a lo largo de cuarenta aos, no se ha cometido un solo
acto de venganza. Notable. Ms an: habindose identificado a buena parte de los autores
mediatos e inmediatos de estos crmenes y vejmenes, y aun cuando toda posibilidad de
justicia pareca definitivamente clausurada, ni las miles de vctimas directas, ni los miles y
miles de seres queridos de los desparecidos, ni los miles y miles de quienes se identificaron
con su causa o se consideraron sus herederos, han apelado una sola vez a la Ley del Talin.
Insisto: es notable.
Ms notable an si se atiende al hecho de que buena parte de las vctimas, de sus familiares
y allegados y, en buena medida, la causa por ellos representada s particip durante
los aos setenta de una cultura poltica que inclua a la venganza entre sus prcticas y
sentidos. Pero del canto que prometa vengar a los muertos de Trelew, o el que reclamaba
hacia finales de la dictadura paredn, paredn, de los ajusticiamientos en represalia,
o de la consigna que adverta al enemigo ni justicia a los juicios actuales, parece no ser
poco lo que en aquella tradicin poltica y cultural ha cambiado.
Tambin debe decirse, a su vez, que esos cambios no dejan de convivir con nociones, re-
flejos, sensibilidades y sentidos propios del horizonte de la Revolucin. Convivencia, por
supuesto, no libre de tensiones. Dicho en otras palabras: la militancia revolucionaria seten-
tista fue un actor protagnico aunque no exclusivo en la conformacin del movimien-
to de derechos humanos en Argentina y en el impulso de polticas pblicas de memoria y
justicia; y hoy, ese movimiento y esos escenarios de memoria y justicia llevan su impronta.
E imagino que es precisamente esa impronta, entre otras cuestiones ms objetivables y sin
duda atendibles, aquello que genera rechazo, irascibilidad y, finalmente, condena de buena
parte de la intelectualidad argentina. Y entonces aqu s, me gustara referirme a las valo-
raciones que, en diversos medios, ha vertido el historiador Luis Alberto Romero (ver, por
ejemplo, Los Andes 29/09/2015 o Criterio de diciembre) en torno a los juicios en curso,
valoraciones que s son compartidas por otros.
Su balance es netamente negativo pues advierte all una escasa o nula verdad obtenida y
la motivacin de la venganza; cuestiones ambas a las que ya me he referido. Ms impor-
tante, entiende que en el transcurso del desarrollo de estos juicios en exacta contrapo-
sicin a los de 1985 se ha daado severamente al estado de derecho y el principio de
la ley. Asegura que se lo ha daado por los psimos procedimientos; porque se castig
masivamente y al bulto; porque se han negado sistemticamente las solicitudes de las
prisiones domiciliarias; porque todo acusado es culpable de antemano y debe demostrar
all su inocencia y no a la inversa; por los nombramientos de fiscales ad hoc; porque
los juicios fueron manipulados sin disimulo por el gobierno y sus militantes, entre otras
varias impugnaciones.
corresponde que la voluntad y la accin del Estado en esta materia se mantengan al margen
de todo uso partidario, sectario o clientelar. El acceso a los archivos pblicos de la represin,
reconocido en las disposiciones que los constituyeron, no puede ser arbitrario o discrecional.
La configuracin de los sitios de memoria, su uso, y los relatos que guan a sus visitantes
deben comprometer amplios procesos de deliberacin colectiva y excluir toda banalizacin
o faccionalismo para as evitar que la elaboracin de la historia y el ejercicio de la memoria
queden presas de tutelas o monopolios.
Ya s, me consta: son varios los profesionales del mundo del derecho que han admitido
en privado, por supuesto la existencia de no pocas irregularidades en los procedi-
mientos, lo cual puede abrir las puertas a alguna duda respecto del debido proceso;
pero tambin han admitido y ya no tan en privado que las irregularidades en materia
procedimental no son privativas de los juicios de lesa humanidad; y cualquier pantallazo
por los procesos penales comunes puede dar cuenta de ello.
Por aadidura, al cierre de esta edicin (diciembre de 2015) un comunicado oficial del CELS
ofreca nuevas cifras, de las cuales interesa destacar: un total de 199 personas a quienes se
les dict la falta de mrito (y no ya 113) y 56 sobreseimientos (en lugar de 11). Finalmente,
indica que de 1120 personas detenidas, 435 cumplen arresto domiciliario; y de los condena-
dos, 109 se encuentran en libertadhasta que se confirme su sentencia.
Ojo, que quede claro: si se ha faltado al debido proceso, por excepcional o nimia que esa
falta haya sido, creo que deberamos pronunciarnos por su rectificacin en vez de aclamar,
festivos, que hay uno ms adentro. Pero que esa falta no constituya argumento para im-
pugnarlo todo ni que ese monitoreo devenga en traba para el ejercicio de una justicia que,
de nuevo, bastante tarde ha llegado.
Por ltimo, un breve comentario respecto de la presin del pblico durante las audiencias.
Sin mayores sorpresas se advierte que no es fcil que reine el silencio en la sala. Hay mu-
chos aos acumulados de dolor, de frustraciones, de ansias contenidas. Hay muchos aos
acumulados de impunidad que slo pudieron ofrecer prcticas de denuncia (Si no hay
Justicia, hay Escrache). Entonces, cuando la escena de justicia finalmente llega, la cosa se
desmadra. Es cierto.
Romero, por su parte, atendiendo a la dimensin teatral de la justicia, encuentra all un pa-
rentesco con la experiencia y los sentidos jacobinos y, sobre todo, la mano de un gobierno
(el kirchnerista) quien se cree poseedor de la suma del poder pblico. Y no le gusta.
Yo no s si han sido el gobierno kirchnerista y sus militantes quienes han impulsado estas
escenas. A estas alturas, tampoco me interesa demasiado. Confieso que tambin veo ah
cierta pasin de tribuna, cierto ADN jacobino de larga tradicin, tan caro a nuestra cultura
poltica. Y confieso, adems, que a m tampoco me gusta, slo que por otros motivos.
Aqu se estn juzgando crmenes que ataen a la universalidad del ser humano.
Que la tribuna no aturda; que la escena no se partisanice; que antes de cerrar filas y sellar
lazos entre unos, convoque a otros.
Que no se olvide que si el paradigma de los derechos humanos ha sido, en gran medida,
legado de la militancia revolucionaria, lleva la marca de la cultura de la revolucin. Y esa
marca constituye su taln de Aquiles, toda vez que el fundamento humanista no logra ser
aprehendido masivamente, ms all de las fronteras de nuestra trgica historia reciente.
La justicia lleg tarde, es cierto; y no es justo. Pero tampoco lo es, por supuesto, que la
impotencia ante esa tardanza y una torpe voluntad por repararla devengan en nuevas injus-
ticias, por excepcionales o secundarias que stas sean.
Lo logrado no es poco y merece el reconocimiento de quienes creemos que la verdad y la
justicia son pilares fundamentales del sistema democrtico.
Tampoco son pocas las deudas, las alertas y las rectificaciones pendientes.
Pero ninguna de todas ellas debe considerarse al precio de renunciar a la Justicia. Ninguna
de todas ellas debe empaar u obliterar algo fundamental: un crimen de lesa humanidad es
uno que, por su naturaleza aberrante, ofende, agravia, injuria a la humanidad en su conjunto.
Por eso no prescribe.
Por eso es inamnistiable.
Por eso, un crimen de lesa humanidad, ni puede ni debe subsumirse nunca a una pulseada
poltica; porque la aberracin de ese crimen es un Mal, as, con maysculas, que pesa sobre
la conciencia humana.
Por eso, entonces, quienes nos encolumnamos tras el fundamento humanista, no podemos
menos que pronunciarnos, una vez ms, en pos de que todos aquellos acusados de haber
participado del diseo y de la ejecucin de aquel Mal comparezcan ante la Justicia.
Y por eso, tambin, quienes nos encolumnamos tras el fundamento humanista, no po-
demos menos que pronunciarnos, una vez ms, porque esa Justicia no caiga cautiva de
la pasin partisana; pues, en rigor, debe responder a una ofensa que trasciende causas,
identidades y fronteras.
En la legitimidad de sus principios y procedimientos, y en la solemnidad de sus ceremonias,
se juega, sin duda, el alcance de su legado.
An es nuestra oportunidad, pero esta vez es la ltima.
Entonces:
Que comparezcan. Que se pongan de pie. Y que se haga silencio en la sala.
Vera Carnovale
Discutir la hegemona
Perspectivas poshegemnicas
y poltica latinoamericana
En ese marco, no han sido muchas las propuestas que se dieron a la tarea de debatir ese
estado de situacin, tanto en relacin al terreno que posibilita como a las vas alternativas
que su presencia dominante obtura. Una de las ms destacadas provino del libro del pro-
fesor de literatura Jon Beasley-Murray Poshegemona. Teora poltica y Amrica Latina.
Publicado originalmente en ingls en 2010 e inmediatamente traducido al castellano por
la editorial Paids, las discusiones que propici en la izquierda intelectual norteamericana
hasta ahora han encontrado eco limitado en medios de habla hispana (y ello a pesar de que
el texto, desde su ttulo y los casos que elige para discutir la perspectiva de la hegemona,
se propone expresamente intervenir en el campo de debate intelectual sobre el continente).
En atencin a la relevancia de los temas tericos, polticos e histricos que la cuestin mo-
viliza, Polticas de la Memoria cobija en sus pginas el presente dossier, que tiene como
punto de partida y objeto principal de discusin las proposiciones del libro de Beasley-Mu-
rray, pero que se aventura an ms all. La entrega se abre con el meditado reportaje rea-
lizado al autor de Poshegemona a comienzos de este ao por Amador Fernndez-Savater
en el diario espaol Pblico, y se sigue de contribuciones especialmente elaboradas para
este nmero por Sebastin Carassai, Marcelo Starcenbaum y Rodrigo Nunes. Jon Beas-
ley-Murray se doctor en la Universidad de Duke, y ahora ese profesor en Vancouver, Cana-
d. Actualmente trabaja, entre otros temas, en el proyecto La Multitud Latinoamericana.
Amador Fernndez-Savater
Segn Antonio Gramsci, el poder es un centauro: mitad coercin, 1- Pablo Iglesias deca el otro da, en un programa de La Tuer-
mitad legitimidad.1 El Estado mantiene su dominacin por medio ka (n. del ed.: programa de televisin conducido por Iglesias)
del consenso de los dominados. Y slo all donde no se logra el dedicado a Podemos y el populismo, que la ideologa es el
consenso, se recurre a la represin. El poder, por tanto, no slo principal campo de batalla poltico. T sin embargo lo ves
es un asunto de fuerza, sino sobre todo de hegemona: persua- muy diferente
sin, convencimiento, creencia, seduccin. En este enfoque, la
lucha ideolgica se vuelve fundamental: deslegitimar la expli- Jon Beasley-Murray. S, desde luego. Me parece que esa idea
cacin dominante del mundo, provocar su descrdito, proponer (de que la ideologa es el principal campo de batalla) implica
una nueva explicacin. Hegemona es hoy un concepto de moda que la tarea poltica ms urgente es la de educar a la gente,
en el debate poltico contemporneo. En Espaa ha irrumpido mostrarles que las cosas no son como aparecen. Por eso los
de la mano del grupo fundador y dirigente de Podemos. La lucha proyectos de hegemona son siempre esencialmente proyectos
ideolgica se desarrolla ahora en los plats de televisin donde pedaggicos y la teora de la hegemona otorga tantsima im-
se produce la opinin pblica. Se trata de arruinar la legitimidad portancia y centralidad a los intelectuales (algo muy visible en
del relato que protega al rgimen del 78 y ofrecer una nueva Podemos). Es un error histrico de la izquierda occidental.
explicacin y un nuevo pacto social que se gane el consenso de
la mayora social. Ms all de la condescendencia implcita, lo que presupone esta
actitud es que lo que cuenta en el fondo es la opinin y el saber.
Jon Beasley-Murray ha dedicado el largo trabajo de investiga- Y yo estoy ms bien de acuerdo con lo que dice Slavoj Zizek:
cin culminado en su libro Poshegemona a cuestionar esta mi- en general, la gente ya sabe, sabe que el trabajo es una esclavi-
rada sobre el orden social y esta comprensin discursivista de tud, sabe que los polticos son unos mentirosos y los banqueros
la hegemona, muy basada en la capacidad de articulacin comu- unos ladrones, que el dinero es una mierda y los ricos no lo son
nicativa de los intelectuales. Y no slo. A partir de un minucioso por una virtud propia, que la democracia liberal es un fraude y
acercamiento a los movimientos polticos latinoamericanos del que el estado reprime ms que libera, etc. Todo eso es parte del
siglo XX (el peronismo, los movimientos de liberacin nacional sentido comn actual. Y an as, cnicamente, actuamos como si
y las guerillas, etc.), Poshegemona propone tambin otra lec- estas ficciones fueran verdaderas.
tura de lo que hace y deshace el orden de las cosas, de lo que
sostiene la dominacin y de lo que anima la revuelta, convirtin- El cinismo actual puede haber roto con una complacencia y cre-
dose en una aportacin imprescindible a la discusin terica que dulidad previa, pero las cosas siguen ms o menos igual. Lo cual
acompaa a las luchas contra el neoliberalismo. sugiere que la lucha ideolgica no slo no tiene la centralidad
que tena antes sino que en realidad nunca la tuvo. La lucha por
la hegemona siempre funcion como una distraccin o una corti-
na de humo que oscureca poderes y luchas ms fundamentales.
1 Este texto apareci por primera vez en el diario espaol Pblico, en su
edicin del 20 de febrero de 2015. Las preguntas de la entrevista fueron
pensadas con Alvaro, Diego, Luis, Marga, Susana y Vicente. Alberto me
ayud con la mediacin. A todos ellos, gracias!
2- Pero en el libro no slo hay crtica de esta idea de hege- tiempo muy concretos y materiales, creo que debemos pensar la
mona, sino la exposicin de otra manera de entender los poltica, no tanto como la misin de educar a los dems y expli-
procesos polticos y vitales. carles cmo son las cosas, sino como el arte de facilitar encuen-
tros y formar hbitos que construyan cuerpos colectivos ms
Jon Beasley-Murray. S, en el libro trato de esbozar otra teora
para explicar, por un lado, la razn del orden social, es decir, por potentes (multitudes). De construir otras formas de sincronizar
qu la gente no se rebela cuando ms esperamos que se rebele. y orquestar cuerpos y ritmos; otras lgicas prcticas y encarna-
Es una pregunta bsica de la teora poltica, desde tienne de la das. No nos conformamos al capitalismo porque nos convenza
Botie hasta Gilles Deleuze, pasando por Spinoza o Wilhelm Reich: una trama ideolgica sper-coherente y persuasiva, sino por los
por qu las masas desean su propia servidumbre y represin? afectos y los hbitos (como el consumo, etc.).
Y, por otro lado, intento pensar tambin la otra cara de la mo- 5- Me parece que, frente a cierta espiritualizacin de la po-
neda: por qu la gente se rebela en un punto en el que ya no ltica, fruto de una teora de la hegemona de base muy discur-
aguanta ms. Mi respuesta es que la poltica no tiene tanto que siva, como afirman Vernica Gago, Diego Sztulwark y Diego
ver con la ideologa, como con la disposicin de los cuerpos, Picotto, vuelves a situar el cuerpo en el centro de las preocu-
su organizacin y potencias. Para entender esto, propongo los paciones por la transformacin social, es as? Un materialis-
conceptos de afecto, hbito y multitud. mo de los cuerpos frente a un idealismo de los significantes.
Jon Beasley-Murray. Un afecto es el ndice de la potencia de 6- Pero el cuerpo humano no es algo limpio y puro. Est edu-
un cuerpo y del encuentro entre cuerpos. Cuanta ms poten- cado, daado... El racismo, por ejemplo, lo podramos pen-
cia tiene un cuerpo, ms afectividad tiene, es decir, ms capa- sar como un afecto? En ese caso, no se trata de una lucha
cidad para afectar y ser afectado. A la vez, los encuentros en- entre los afectos y el poder, sino que hay buenos y malos
tre cuerpos se pueden dividir en buenos y malos encuentros: afectos, cmo distinguirlos?
los buenos son los que aumentan la potencia de un cuerpo y
se caracterizan por la produccin de afectos positivos (como Jon Beasley-Murray. Como las almas, slo los cuerpos platni-
la alegra); los malos son los que disminuyen la potencia de cos son limpios y puros... y eso por no ser cuerpos reales, sino
cuerpo y se distinguen por la presencia de afectos negativos ideales. Adems, todo cuerpo est daado en el sentido de que
(como la tristeza). Aqu sigo a Spinoza y a los neo-spinozistas, est abierto a su alrededor, no tiene lmites fijos ni bordes duros:
como Deleuze y Brian Massumi. Deleuze hace una distincin su piel siempre puede ser atravesada, siempre est ah la posibi-
importante entre afecto y emocin: mientras que el sentimiento lidad de la disolucin, de perder una parte... Este es el otro lado
es privado y personal, el afecto es una intensidad impersonal, de la gran potencia que tienen los cuerpos: la apertura siempre
colectiva. En segundo lugar, el hbito es un concepto que tomo puede mostrarse o sentirse como herida, llaga, amputacin.
de Pierre Bourdieu. Podemos pensar los hbitos como afectos
congelados. Son los encuentros cotidianos, rutinarios, de los Por supuesto que el racismo tiene que ver con los afectos y los
cuerpos, sobre los cuales ni siquiera pensamos la mayor parte hbitos, an con los afectos y los hbitos de los liberales biem-
del tiempo, hasta el punto de que son casi completamente in- pensantes. Por eso en el libro enfatizo que ninguno de estos
conscientes. Son disposiciones corporales e inconscientes. Pero, trminos tiene un valor pre-establecido, sino que son todos am-
a pesar o quiz gracias a esto, los hbitos tienen sus propias bivalentes. No hay que celebrar el afecto (contra el sentimiento)
potencias. Y podemos diferenciar tambin entre hbitos buenos o el hbito (contra la opinin), ni celebrar la multitud (contra
(por ejemplo, los que ayudan a constituir lo comn, la comuni- el pueblo). Existen afectos, hbitos y tambin, a pesar de Ne-
dad) y hbitos malos (los auto-destructivos, los que nos restan grimultitudes malas, que nos daan, que disminuyen nuestra
potencias). Por ltimo, pienso la multitud (con Antonio Negri) potencia. La alternativa nunca consiste en buscar la limpieza ni
como el afecto en accin. Una red de cuerpos en conexin. la pureza, porque son las mismas propiedades que nos abren a
los otros las que nos permiten daarlos, son las mismas propie-
4- Y qu consecuencias polticas se derivan del hecho de dades que posibilitan la construccin de formas cooperativas de
poner los afectos y los hbitos en el centro de atencin? vivir juntos las que nos permiten herir a los dems.
7- En las movilizaciones recientes en Espaa (15M, mareas, vistas a la conquista del Estado. Pero creo que se trata de una
etc.), los afectos han sido un motor muy importante: la in- versin muy restringida de la poltica, que niega otras muchas
dignacin, por ejemplo, o la alegra de estar juntos en las alternativas existentes, a mi juicio ms interesantes.
calles. Pero suele decirse que ese motor no dura mucho,
que se necesita otra cosa, algo menos errtico e inconstante, Mi crtica a Laclau es, muy resumidamente, que 1) reduce los
un suelo firme, etc. Ests de acuerdo? Cmo pueden sos- movimientos a demandas que se dirigen al Estado, en lugar de
tenerse en el tiempo esas politizaciones existenciales y no ver en ellos instancias creadoras de nuevas realidades, valores
simplemente discursivas o ideolgicas? y relaciones; 2) que hace de la relacin entre pueblo y Estado
la relacin fundamental de toda lucha poltica, reificando y fe-
Jon Beasley-Murray. Creo que todo empieza por el afecto: lo tichizando as una instancia trascendente y separada de poder
que se siente. John Holloway afirma que todo empieza por el como es el Estado, que a mi juicio es un pliegue y una limitacin
grito. Pero de igual importancia es la construccin de hbitos. del poder constituyente de la multitud; y que 3) coloca en el
O, mejor dicho, porque hbitos siempre hay, la sustitucin de centro lo nacional, cuando el desafo poltico ms interesante
unos hbitos por otros. Un afecto como la indignacin puede (esbozado por los movimientos de las plazas) sera inventar una
ayudar a la tarea de, primero, identificar y, segundo, romper con nueva articulacin entre los distintos niveles de la vida terrestre
los hbitos malos, los que tienden a disminuir la potencia de (la especificidad de la plaza y el barrio, lo continental, lo global).
los cuerpos singulares y colectivos. Pero el desafo es construir
nuevos hbitos, nuevas formas estables de lo comn y la comu- Pueblo, demanda, Estado, nacin: me parecen todos ellos con-
nidad. No tanto un suelo firme, como modos y herramientas de ceptos limitadores de las posibilidades que abren los movimien-
convivencia, que dira Ivn Illich. tos ms recientes.
Es decir, lo primero es la lnea de fuga, el momento en que re- 9- Y cmo explicas entonces el xito del populismo, a los
chazamos un sistema que ya no se soporta ni se tolera. Pero la dos lados del charco?Jon Beasley-Murray. Uno de los proble-
lnea de fuga es ambivalente: puede ser una lnea de construc- mas con la teora de la hegemona en clave populista es que
cin o seguir una tendencia autodestructiva. Nunca se sabe de acepta la auto-representacin del populismo sin cuestionarla.
antemano. Todo es cuestin de experimentacin y el gran valor No problematiza la idea de que la fuerza del populismo viene de
de lo que ha estado pasando en Espaa (pero tambinGrecia y la capacidad de articular equivalencias entre significantes y as
en muchos lugares de Amrica Latina) es que se han constituido construir un significante (casi) vaco que reunira una cantidad
laboratorios polticos de enorme potencia, vitalidad y diversidad. de identidades y demandas particulares, formando con ellas un
No siempre han tenido buenos resultados (pienso en la deriva de pueblo. Yo no acepto la explicacin populista sobre el propio
la primavera rabe), pero han supuesto una verdadera reinven- funcionamiento de los movimientos populistas!
cin de prcticas y posibilidades polticas, sociales, culturales.
Una lectura ms cuidadosa del fenmeno peronista, por ejem-
plo, muestra que su xito, cuando lo hubo, vino precisamente
de su capacidad para movilizar y desmovilizar cuerpos en la
Crtica de Laclau y de la razn populista plaza, en las urnas y de convertirse en hbito. Por eso el triun-
fo del populismo se expresa en esa frase famosa tomada de un
libro de Osvaldo Soriano: Nunca me met en poltica, siempre
fui peronista.
8- Aprovechando el quiebre/desplazamiento del sentido
comn generado por el clima de las plazas 15M, en Espaa Esto puede explicar la gran ansiedad del discurso populista so-
aparece en cierto momento Podemos, con la intencin de bre la multitud: es la materia prima que se apropia y a la vez se
conquistar la opinin pblica, los votos y el poder institucio- niega. Es la gran ansiedad del populismo argentino con respecto
nal. La cpula dirigente habla en este sentido de operacin a la insurreccin de 2001, es la gran ansiedad de los dirigentes
hegemnica y se refiere a las teoras de Ernesto Laclau, el de Podemos hacia el 15M.
gran pensador del populismo, que le sirven de referencia. En
tu libro eres muy crtico con Laclau. Por qu? Qu tipo de Por cierto que ese mismo libro de Osvaldo Soriano (No habr
poltica organiza la razn populista? ms penas ni olvido) muestra la precariedad del triunfo popu-
lista: algo se le escapa siempre, su mquina de captura no lo
Jon Beasley-Murray. La razn de ser del populismo es precisa- puede todo.
mente construir un pueblo. Aunque las teoras liberales proyec-
tan el pueblo como antecedente, fuente y origen de la poltica,
Ernesto Laclau reconoce que el pueblo no est dado, sino que
hay que construirlo. Cmo? Enlazando las demandas insatis- Qu puede el lenguaje?
fechas (cadena de equivalencias) en torno a un significante
vaco (que suele ser el nombre de un lder, como Pern) con 10- El lenguaje es (o puede ser) cuerpo o cae siempre del
lado de la representacin y el discurso? Cul es (o podra un poder constituyente, creador de instituciones que organi-
ser) la potencia propiamente poltica del lenguaje? cen nuestra vida cotidiana?
Jon Beasley-Murray. S, una lectura equivocada de Poshege- Jon Beasley-Murray. Son muchos los movimientos polticos
mona sostiene que digo que el lenguaje no cuenta. Pero es ob- que me interesan! O, en otras palabras, son muchos (todos?)
vio que un discurso (en el sentido de un discurso poltico, pero los que tienen su costado enigmtico, invisible, misterioso y fue-
tambin de una conversacin entre amigos, un eslogan gritado ra de lugar. Para m, no se trata de escoger los movimientos que
en una manifestacin, un libro ledo en una biblioteca, etc.) pue- te gustan y apostar todo en ellos, como si se tratase de una ca-
de ser un acontecimiento y tocar los cuerpos. Lo que yo creo rrera de caballos. Los movimientos son procesos de experimen-
con Deleuze, Flix Guattari o Michel Foucaultes que no se tacin y los resultados nunca se pueden predecir ni prevenir!
explica un texto a travs de lo que representa o significa, sino del Esa experimentacin sin garantas es la esencia de la poltica, de
modo en que funciona. Vase por ejemplo mi lectura en el libro otro modo no estamos hablando de poltica, sino de implemen-
del famoso Requerimiento colonial, supuestamente una justi- tacin de planes tcnicos. En cada caso, en cada momento, est
ficacin del derecho espaol en territorio americano, dirigido al presente la posibilidad de ambivalencia, de error, de desastre.
indgena para informarlo y educarlo, pero que tena sus efectos
principales en habituar y moldear los cuerpos mismos de los No vamos a ninguna parte sin reconocer esa opacidad inherente
conquistadores. e inevitable de la poltica. Mejor afirmarla que negarla o intentar
eliminarla. Sobre todo, porque es desde ese lado oscuro que
No entendemos mucho si nos fijamos slo en lo que dice un emerge cualquier posibilidad de lo nuevo, de la creacin. As que
texto, lo ms interesante est en otro lado o por debajo, en el lo veo todo al revs de como lo plantea tu pregunta: lo que es
discurso como forma de organizar y sincronizar la intuicin, el claro, visible, ordenado, previsible y cognoscible me parece que
instinto y el afecto. nunca puede ser constituyente, porque (para bien o para mal) es
pura repeticin de lo mismo.
11- Y qu valor le das a la explicacin, a la pedagoga? Tu
libro, por ejemplo, es una cierta explicacin de cmo funcio- Pero bueno, algo que aprendemos del hbito es que la repeti-
nan las cosas. cin de lo mismo es otra ilusin: an dentro de las repeticiones
ms regulares, algo se escapa, entra siempre la opacidad y el
Jon Beasley-Murray. Precisamente por ser alguien cuya voca- enigma. Y es por esto que debemos atender a estos momentos,
cin y oficio es ensear, s que no hay que poner mucha fe en de desviacin y deriva, por sutiles y (casi) invisibles que sean.
el proceso de enseanza. Como dijo Freud, la pedagoga, por su
propia naturaleza, es una de las profesiones imposibles. 13- Si no es la toma del poder, qu sera un xito, un logro,
una victoria para los movimientos que te interesan?
Para m, est claro que la enseanza y el aprendizaje dependen
muchsimo de los afectos: desde la humillacin ritual de estu- Jon Beasley-Murray. La creatividad, la creacin, la invencin de
diante que carece de capital cultural hasta las posibilidades de nuevas formas de vivir; la expansin de lo comn, de la comuni-
transformacin que promete el profesor apasionado. Pensemos dad. Un xito nunca acabado, por supuesto; una victoria siempre
en las representaciones icnicas de la enseanza, como La ple- por venir. O, en palabras del marqus de Sade, supuestamente
nitud de la seorita Brodie o El club de los poetas muertos: en reaccin a la Revolucin Francesa: encore un effort si vous-
lo que funciona ah no tiene que ver con la explicacin, sino con voulez tre vraiment rpublicains! (todava un esfuerzo si que-
otro tipo de cosas. Mi libro intenta explicar algunos procesos ris ser verdaderamente republicanos).
tal y como yo los veo, pero no trato de convencer a nadie de
nada. Ms bien preferira inspirar a algunos a formular su propia
versin de la poshegemona.
Poshegemona y Spinoza
No hay, nunca ha habido ideologa, escribieron Gilles Deleuze y nada a pensar la doble inscripcin del Estado (en estructuras
Flix Guattari en la introduccin a Mil Mesetas. No hay, nunca de representacin, por un lado, y en los cuerpos, por el otro)
ha habido hegemona, sostiene Jon Beasley-Murray en Poshe- y a designar un sujeto capaz de posibilitar una comunidad sin
gemona. Teora poltica y Amrica Latina.1 Poshegemona no trascendencia, Estado ni soberana la multitud, teorizado
sera, entonces, ese tiempo que adviene luego de la hegemona a partir de los trabajos de Antonio Negri. Dada la relativamente
sino aquel que sigue al despertar de su ensoacin. En lo que escasa recepcin que este libro tuvo en Argentina, describir pri-
hace a su contribucin terica, el libro intenta poner en eviden- mero el modo en que los diversos captulos van desarrollando
cia la historia de un equvoco (el engao hegemnico, p. 76), las tesis mencionadas precedentemente, tratando de ceirme
dado que donde hay Estado, emocin, opinin, pueblo y poder exclusivamente a sus argumentos, y luego realizar algunos co-
constituido, antes hubo y siempre puede volver a haber cultu- mentarios crticos.
ra, afecto, hbito, multitud y poder constituyente. La primera
secuencia conceptual es ficticia; surge y se reproduce en tanto
es capaz de ocluir la segunda, nica verdadera. El libro se pro-
pone, as lo dice su autor, constituir tanto como criticar, es decir, Estructura y argumentos
afirmar tanto como negar; al pasar al acto, el texto invierte este
de Poshegemona
orden y primero critica y luego constituye.
La crtica se concentra en las teoras de la hegemona y de la so- La teora poshegemnica se probara en la historia de Amri-
ciedad civil que, cada una a su modo, se resisten a despertar de ca Latina, desde la poca de los conquistadores hasta nuestros
aquella ensoacin.Suscultores, por lo tanto, continan aplicn- das, por lo que cada captulo de este libro se organiza en torno
dolas y reformulndolas como si el mundo del que pretenden a un ejemplo histrico latinoamericano. La mayora de ellospro-
dar cuenta realmente existiera. La primera sera el rasgo distin- vienede los ltimos treinta aos del siglo XX y de los primeros
tivo de los estudios culturales, cuyo desenlace acaba siempre del XXI. La nica excepcin es el que corresponde al prlogo,
reproduciendo el populismo que intenta entender. La segunda en donde se sostiene que el Requerimientoel texto que los
da sustento al discurso de los nuevos movimientos sociales, re- conquistadores redactaron poco tiempo despus de comenzada
produciendo a su tiempo tambin lo que trata de entender, en la presencia en su nuevo mundo habra sido un mecanismo
este caso, el neoliberalismo. La teora de la sociedad civil sera propiamente poshegemnico, en tanto habra operado por de-
cmplice de la contencin estatal; la de la hegemona, por su bajo de la conciencia o la ideologa (p. 25), amenazando menos
parte, de la fantasa populista. a quienes estaba dirigido (los indgenas) que a quienes deban
imponerlo (los dominadores espaoles).
La constitucin, lo que el libro afirma, descansa en tres concep-
tos: afecto, hbito y multitud. Partiendo de Gilles Deleuze y de En los dos captulos iniciales, el argumento del libro procede
Pierre Bourdieu, afecto y hbito se enlazan en una teora desti- ms bien por la negativa, intentando poner en evidencia las defi-
ciencias de las teoras enemigas. El primero muestra, a partir de
la experiencia del peronismo en la Argentina de comienzos de
* UBA/UNQ-CONICET
los aos setenta, cmo la teora de la hegemona y su correlato
1 La hegemona no existe, ni nunca ha existido, es la frase que abre el libro.
Jon Beasley-Murray, Poshegemona. Teora poltica y Amrica Latina, poltico, el populismo, seran la verdad de los estudios cultu-
Buenos Aires, Paids, 2010, p. 11.
rales, y cmo esa trada (hegemona-populismo-estudios cultu- otorgaban realidad a un conjunto de efectos ilusorios y trascen-
rales), al hacer nfasis exclusivamente en la cultura y abogar dentes (soberana, ideologa, representacin, etc.) reprimiendo
por un(falso) anti-institucionalismo, desatenderael problema lo que efectivamente ordena y transforma la realidad inmanen-
del Estado, cuyo funcionamiento y expansin ocultara. De este te. La cara afirmativa de esa crtica, tesis que se desarrolla en los
modo, pasara por alto que el Estado asegura el orden social dos captulos de esta segunda parte, es que esa represin nunca
mediante el hbito, verdadero motor de la accin despojada del es exitosa; el afecto siempre retorna, el hbito siempre perma-
disfraz de un contrato social ficticio, manteniendo una ilusin de nece. Ambos, afecto y hbito, seran dos formas de nombrar una
hegemona que alimenta el sueo de un todo social armnico. misma realidad inmanente segn se quiera referir al movimiento
Hegemona-populismo-estudios culturales operaran, as, para o al reposo. Afecto sera la forma dinmica del hbito; hbito
Beasley-Murray, una serie de nocivas sustituciones; la primera sera la forma esttica del afecto.
sustituira la poltica por la hegemona (y por ello sera antipo-
ltica); el segundo sustituira la relacin institucional habituada El tercer captulo, entonces, tiene como objeto conceptualizar, a
por el antagonismo discursivo y la multitud por el pueblo (y partir del ejemplo histrico del Frente Farabundo Mart para la
entonces sera pura representacin); y los ltimos sustituiran Liberacin Nacional (FMLN) en El Salvador, una poltica del afec-
el hbito por la opinin, el afecto por la emocin, y la lucha por to partiendo de la filosofa de Deleuze. El afecto es mltiple, m-
la moral (y de ah que su verborragia articulada constituira un vil y pre-personal; su ser es devenir, puro flujo afectivo (p. 130).
silencio cmplice, p. 78). Sometido a fuerzas que quieren domesticarlo, a operaciones
trascendentales que buscan capturarlo y finalmente reprimirlo,
El segundo captulo intenta mostrar, a partir del anlisis de la ex- los afectos son convertidos en emociones, y en esa conversin
periencia de Sendero Luminoso en Ayacucho a comienzos de los se opera una nueva serie de sustituciones: lo colectivo es susti-
aos ochenta, cmo la teora de la sociedad civil y su correlato tuido por lo individual, lo singular por lo personal, lo activo por
poltico, el neoliberalismo, seran la verdad de los nuevos mo- lo reactivo, lo inmanente por lo trascendente y la cultura por el
vimientos sociales y cmo esa trada (sociedad civil-neolibera- Estado. Este ltimo, casi como si se tratara de un Hegel al re-
lismo-movimientos sociales), al hacer nfasis exclusivamente en vs, seca la sociedad civil de afectos, impone (ms que expresa)
el potencial democratizador de esos movimientos y apostar por una racionalidad y determina los yoes legtimos e ilegtimos. El
una gobernabilidad que encause ese mismo potencial, ocluira la FMLN ejemplificara cmo el afecto puede ser tanto un arma
forma en que el Estado termina monitoreando y coaccionando como una morada donde habitar segn una lgica opuesta a la
todo el espacio de la sociedad civil en nombre de la eficacia eco- de la hegemona (p. 132), posibilitando formas de comunidad y
nmica y la legitimidad poltica. De este modo, pasara por alto de coexistencia alternativas a la jerarqua estatal. La resonante
las relaciones afectivas irreductibles que sostienen y subvierten toma del hotel Sheraton, en noviembre de 1989 (que para Beas-
el orden social, ignorando que la sociedad civil acaba siempre ley-Murray anticip el atentado contra las torres gemelas de
protegiendo las fuerzas del mercado y del Estado de las que 2001), habra puesto en evidencia que la captura estatal puede
pretende guarecerse. Sociedad civil-neoliberalismo-movimien- ser evadida mediante un xodo (p. 145); los guerrilleros del
tos sociales operaran tambin su propia serie de sustituciones: FMLN desaparecieron repentinamente recordndonos que la
al fijar su utopa en la comunicacin perfecta entre ciudadanos divisin entre cultura y afecto es slo aparente. En nuestra era
y Estado, la sociedad civil quedara subsumida al interior de la poshegemnica, sostiene Beasley-Murray, esa apariencia habra
maquinaria estatal, y la multiplicidad quedara reemplazada por quedado al desnudo y el terror se habra diseminado por toda la
la unidad, la heterogeneidad por la identidad, y lo singular por sociedad. El propio Estado se habra vuelto afectivo (aunque se
el consenso. As como en el primer captulo el peronismo serva tratara de afectos de baja intensidad: montonos, rutinarios e
para demostrar que la teora de la hegemona era ensoacin, intrascendentes, p. 166) y tambin terrorista.
puesto que el populismo argentino se habra basado en el h-
bito y la habituacin ms que en la ideologa y el discurso, en El cuarto captulo se centra en el afecto regulado entendido
este segundo captulo Sendero Luminoso sirve para denunciar como una fuerza plegada sobre s misma (p. 166), es decir, en
el sueo propio de la teora de la sociedad civil, en tanto que ese el hbito. El caso histrico que ilustra este desarrollo terico
movimiento guerrillero probara que si los nuevos movimientos es ahora el Chile del final de la dictadura de Pinochet y de la
sociales se tomaran en serio el poder que se les atribuye disol- transicin democrtica, y el propsito del captulo podra formu-
veran la sociedad civil y en lugar de la fantasa del consenso larse en trminos anlogos al del anterior: se trata de teorizar
irrumpira la radicalidad del afecto.La segunda parte de Poshe- una poltica del habitus, partiendo en este caso de la sociologa
gemona trata de lo mismo que la primera, slo que por la va de Bourdieu. El hbito es sentido comn corporizado, lo social
afirmativa. El nfasis que en la primera parte se otorga a negar la hecho cuerpo, denomina todo aquello que explica en cada caso
pertinencia de las teoras de la hegemona y de la sociedad civil la reproduccin de un determinado orden de cosas. Como el
para explicar el orden social, se desplaza ahora a la afirmacin- afecto, existira por debajo de la conciencia y del discurso, para
del afecto y del hbito como aquello que permitira comprender hablar en los trminos de Beasley-Murray,pero diferira de aqul
no ya la dominacin sino fundamentalmente su eventual subver- en que ms que destruir y crear, preserva y conserva. Sin em-
sin. La crtica central a aquellas teoras, recordemos, era que bargo, desde la perspectiva poshegemnica, no hay razn para
imaginar que dicha resistencia [al cambio] sea necesariamente contradictorias, como cuando se afirma con igual nfasis, por
conservadora desde un punto de vista poltico (p. 171); as, el ejemplo, que la hegemona nunca ha existido y que el thatche-
hbito sera al mismo tiempo conservacin del pasado y ncleo rismo ofreci el modelo ms claro de lo que es un proyecto
de lo que est por venir (p. 171). Es propsito de este captulo hegemnico triunfante (p. 55).Pero ms all de que la letra
demostrar, por lo tanto, que lo que durante mucho tiempo ha de Poshegemona por momentos traiciona su propio espritu,
sido atribuido errneamente a factores ideolgicos y proyectos quizs la dificultad ms inmediata que sigue a aseverar tajante-
hegemnicos (p. 173) es ms bien trabajo del hbito. La transi- mente que la hegemona nunca existi o que la sociedad civil es
cin a la democracia en Chile probara la fuerza del hbito, dado limitante, pero sobre todo, que las cosas nunca han funcionado
que los movimientos sociales que resistieron a la dictadura y se ni funcionan como asumen las teoras de la una y la otra, es que
diluyeron con el afianzamiento de la Concertacin brindaran un cuesta justificar luego la necesidad de invertir tanto esfuerzo
ejemplo de manual de una sociedad posideolgica (p. 176). En en refutarlas. Qu sentido tiene demostrar que la teora de la
nuestra era poshegemnica, sostiene Beasley-Murray, ha queda- hegemona eludira el problema del Estado, o que la de la socie-
do de manifiesto que la ideologa no tiene ninguna importancia; dad civil inhibira la radicalizacin de los nuevos movimientos
que los sujetos, como escribi iek,saben muy bien lo que es- sociales, si en cualquier caso la realidad se desenvuelve por los
tn haciendo pero aun as lo hacen (p. 174). andariveles del hbito y el afecto, completamente ajena a lo que
aquellas teoras formulan? Para qu demolerlas si hbitos y
La subjetividad afectiva que se consolidara mediante el hbito afectos nunca pueden ser cooptados por ninguna hegemona ni
sera la multitud, tercer concepto de la trinidad poshegemnica. limitados por ninguna sociedad civil?
A ella dedica Beasley-Murray la conclusin de su libro, partiendo
esta vez de los trabajos de Antonio Negri. El poder constituido Ms que discutir la aplicabilidad de esta teora a los casos his-
extraera su fuerza de un poder constituyente, esto es, el Estado tricos seleccionados, cun ajustadas sean las interpretaciones
de la multitud. Y aunque el primero pretenda representar a la que se ofrecen sobre estos ltimos, o las relaciones de estricta
segunda, sta siempre permanecera en situacin de indocilidad linealidad que se establecen, por ejemplo, entre populismo y
latente o efectiva. Durante el siglo XX, Amrica Latina habra estudios culturales, concentrar este comentario en la propues-
sido un caldero de creatividad y experimentacin social y po- ta terica del libro, su principal ambicin. Poshegemona traza
ltica, un autntico laboratorio de rebeliones, movilizaciones y los contornos de un mundo paralelo al que los actores creen
contra-insurgencias (p. 217).2 De los encuentros afectivos de la que habitan. En nombre del inmanentismo, casi invariablemente
multitud, y aqu Beasley-Murray quiere separarse de la fsica dualiza la realidad diferenciando dos mundos sin conexin entre
de la multitud negriana, puede resultar una multitud buena o s. El del consenso y la coercin, ilusorio, no se comunica con
una multitud mala. Comunidad y corrupcin no seran necesa- el del hbito y el afecto, nico real. Sin embargo, este ltimo
riamente un par disyuntivo sino que tambin pueden constituir se construye tericamente a tal punto en espejada oposicin al
un par conjuntivo. Multitud sera una subjetividad nmada, sin primero, que a menudo aparece caracterizado como una fuerza
promesas, pactos, consentimientos ni consensos. De ah el error meramente reactiva. Ello se advierte no slo en que las tres par-
del populismo, que habra convertido aquella multitud del 17 de tes de esta teora surgen de una serie de impugnaciones (habitus
octubre de 1945 en pueblo, de ah tambin el acierto de Sendero y no opinin, afecto y no emocin, multitud y no pueblo) sino
Luminoso, cuyos seguidores habran construido formas nuevas tambin en el carcter revanchista que anima muchas de sus
de comunidad. El libro se cierra con un eplogo que interpretala afirmaciones, como las de que el afecto reprimido est conde-
insurgencia zapatista de 1994, la crisis argentina de 2001, las nado a volver (p. 117, vase tambin p. 119), que el malestar ha
protestas por el gas en Bolivia de 2004 y, sobre todo, la historia retornado para vengarse (p. 126), y otras de este estilo. As, por
reciente venezolana, desde el caracazo de 1989 hasta los acon- ejemplo, se establece una improbable relacin entre los teri-
tecimientos de 2002, como las marcas contemporneas de la cos de la sociedad civil y la poltica de Sendero Luminoso en
emergencia de la multitud. Per, afirmando quesi los tericos de la sociedad civil excluyen
a Sendero, a su turno Sendero le dar decisivamente la espalda
a la sociedad civil (p. 90). En este sentido, como teora poltica,
Poshegemona adquiere la forma de un resentimiento.
Comentario crtico
Ello no disminuye la relevancia de las discusiones planteadas en
el libro. Es difcil no compartir con Beasley-Murray la necesidad
de [volver a] pensar el Estado en todas sus dimensiones, anali-
Lo primero que sobresale en este libro es la ambicin de su pro- zando su papel en el sostenimiento del orden social actual y sus
yecto terico. Lo segundo, la radicalidad de sus tesis a veces viejos y nuevos mecanismos de legitimacin. Sus vnculos con la
sociedad civil y el mercado, por otra parte, as como el rol de los
2 Beasley-Murray no explica por qu este subcontinente y por qu ese siglo nuevos movimientos sociales en un contexto de incierta redefi-
(y no otros) habran tenido esa caracterstica, ni por qu Amrica Latina nicin de los partidos polticos, son temas que Poshegemona
sera tambin el lugar para los experimentos ms promisorios en liber-
tad comn o el rincn del globo en que el fracaso del contrato social problematiza y que son centrales en nuestro debate poltico con-
moderno es ms evidente (p. 260). temporneo. Tambin es bienvenida una reconsideracin de los
conceptos con que conviene llevar adelante aquel pensamiento lo tico y lo cultural), no por considerar que ese orden sea total
y este debate, aunque quizs no ganemos demasiado asociando y homogneo sino por considerarlo dominante, y por tanto, ne-
la actitud crtica al simple pase a retiro de las nociones que du- cesariamente incompleto. En otras palabras, no es que las fan-
rante el siglo pasado colaboraron a desentraar estos mismos tasas que propaga el Estado carezcan de hegemona porque
problemas. Agregara a esta agenda la cuestin democrtica o nunca logren abarcarlo todo, sino que son hegemnicas en tanto
la democracia a secas que, en la actualidad, tanto partidarios de y en cuanto abarcan mucho (o, de otro modo, nunca lo abarquen
la hegemona como de la poshegemona eluden examinar con todo). Para una teora de la hegemona es tan cierto que siempre
la misma radicalidad crtica con la que se abordan otros temas, hay algo que se escapa como que a menudo hay mucho que no
como en este libro el populismo o el neoliberalismo. lo hace. O, para decirlo en los trminos de Beasley-Murray, si
existen proyectos hegemnicos triunfantes, ms que la inexis-
Los relevantes problemas tericos que plantea el libro, sin em- tencia de la hegemona lo que interesa explicar es cmo y por
bargo, a veces se ven desdibujados por el forzamiento a que qu esos proyectos triunfan.3
se somete los conceptos centrales de esta teora en funcin de
explicar los casos histricos. La teorizacin en torno a la poltica Con todo, el esfuerzo terico del libro es audaz en combina-
del hbito, por ejemplo, comienza enuncindose consecuente- ciones conceptuales. En este sentido, la apuesta ms importan-
mente con Bourdieu como una poltica inmanente y corporal te es la de combinar teoras polticas y sociales para formular
que funciona directamente a travs del cuerpo, una existencia un marco terico renovado que de cuenta d lo que cada una
primaria que no es efecto o consecuencia de procesos polti- ellas, librada a s misma, no podra. Deleuze, Bourdieu y Negri,
cos que ocurren en otro lado (p. 173).Sin embargo, al abordar los tres ingredientes fundamentales de esta combinacin, se
la historia latinoamericana se opera un desplazamiento que nie- encuentran en Spinoza, cuya filosofa se quiere cimentando el
ga estas definiciones y diluye el sentido original del concepto. edificio terico que el libro construye. Spinoza y el problema
Al tratar el caso del populismo, aquella conceptualizacin del de la expresin, tesis doctoral de Deleuze, el valioso ensayo
hbito muda a otra de tipo instrumental, que la asimila a una he- Comprender, con el que Bourdieu finaliza el volumen de La
rramienta al servicio de una deliberacin poltica especfica. As, miseria del mundo, y La anomala salvaje, que Negri dedica a
se afirma que el peronismo logr la inculcacin institucional del la filosofa poltica de Spinoza, son apenas tres de los textos que
hbito (p. 44), o que el habitus sera importante slo en algunos podramos mencionar a propsito de este encuentro. Conatus,
movimientos polticos (ya he destacado lo importantes que son inmanencia, deseo, afecto, multitud, pasiones alegres, pasiones
el hbito y la habituacin para el movimiento peronista, p. 64). tristes, el vocabulario de Poshegemona proviene de Spinoza.
Esta misma concepcin vuelve a aparecer a propsito de Sende- Su teora poltica, en cambio, toma distancia de l.
ro Luminoso, cuando se dice que ste permiti a sus seguidores
construir sus propios hbitos (p. 235), y antes, ms genrica- Todos los prejuicios que Spinoza se propuso sealar en su tica
mente, cuando se asevera que parte de nuestra explotacin se demostrada segn el orden geomtrico dependen, a su modo
debe a que nuestros hbitos no son nuestros (p. 191), es decir, de ver, de uno solo, el del finalismo. Es decir, del hecho de que
que seran de otros y nos seran impuestos deliberadamente los seres humanos suponen que todas las cosas suceden y obran,
desde afuera. De haberse mantenido fiel a la definicin del con- como ellos mismos, para algo, por un fin cierto (tica, I, Apn-
cepto de habitus que acertadamente presenta Poshegemona, dice). Es por eso que la tica de Spinoza carece de para qus.
sus argumentos se habran acercado a Antonio Gramsci, uno de En cambio, el modo en que la teora poshegemnica explica el
los autores en cuyas antpodas esta teora desea posicionarse. orden social, as como la forma en que expresa sus ansias de
No instrumentalizados, esos esquemas y disposiciones invo- subvertirlo, es manifiestamente finalista. El poder constituido
luntaria y socialmente adquiridos que ordenan el conjunto de se repliega sobre el poder constituyente para recomponer sus
prcticas sociales, a los que Bourdieu llama habitus, se asemejan estructuras caractersticas de afecto y hbito, dice Beasley-Mu-
al concepto gramsciano de sentido comn, que podra definirse rray cuando explica el orden social contemporneo, establece
tambin como la cifra de la presencia de valores y saberes hege- un comps de espera, un aparato de captura, para producir el
mnicos en la vida cotidiana. efecto de trascendencia y de soberana (p. 251; vase tambin
pp. 11-12). Del mismo modo la multitud, poder constituyente,
Porque hegemona no es sinnimo de dominacin homognea sera un agregamiento de cuerpos que, organizndose para au-
y total sino, antes y despus de Gramsci, ausencia de equilibrio mentar su poder de afeccin, constituira sociedad y la cambia-
entre las partes, el que marcha a la cabeza (hegemon). Con ra. Inadvertir la incompatibilidad entre Spinoza y el finalismo
Gramsci, como es sabido, el concepto de hegemona concede a lleva a Beasley-Murray a aseverar que, junto a Negri, el autor de
lo tico y lo cultural un nfasis que previamente se circunscriba la tica suscribira una teleologa en la que la multitud tiende
a lo poltico instrumental y mucho antes a lo militar. En este a la perfeccin (p. 228), algo difcil de concebir no slo por el
sentido, el siempre hay algo que se escapa eslogan que se carcter explcitamente anti-finalista de su filosofa sino porque
reitera a lo largo de las pginas de Poshegemona, ms que
una forma de contradecir la hegemona podra verse como un 3 Estas mismas preguntas valen para el peronismo dado que, segn Bea-
sley-Murray, adems de ser este el movimiento populista ms exitoso
modo de reafirmarla. El concepto de hegemona aspira a com- de todos los tiempos (p. 42), logr ser la representacin misma de la
prender un orden de cosas dado (atendiendo principalmente a hegemona (p. 43).
Spinoza, como reza la definicin VI del segundo libro de su tica, do su debido cauce y Poshegemona quiere explicar la distancia
por realidad y perfeccin entiend[e] lo mismo. entre lo que debi ser y lo que fue, entre lo que debe ser y lo
que es. Al texto lo anima una fe, explcita en las conclusiones,
Otras pginas difciles de compatibilizar con Spinoza son aque- de que la multitud cambie por fin el rumbo de la historia, ponga
llas en donde el texto asume un tono conspirativo. Aseveracio- las cosas en su sitio y lleve a cabo una revolucin que disolve-
nes como el Estado lo es todo, o eso es lo que nos quieren hacer ra toda estructura de dominio y de control (p. 213).5 Aunque
creer (p. 108; vase tambin la idea de que nos hacen sentir las Beasley-Murray no descarta que alguna vez ser y deber ser co-
cosas de un modo determinado, p. 112), alimentan una visin a mulguen, lo que importa a una discusin de teora poltica es
menudo explcitamente conspirativa, en las antpodas tanto de la afirmacin de que, hasta hoy, las cosas han sucedido de un
Spinoza como de Bourdieu. Si damos razn a este ltimo, para modo diferente al que deban. El poder constituyente hace y
quien, tal como cita Beasley-Murray, la habituacin a la costum- rehace la sociedad, pero el fruto de su trabajo hasta la fecha
bre y a la ley que la ley y la costumbre producen por el mero es el mundo a nuestro alrededor, caracterizado por la opresin
hecho de existir y persistir es, sin ninguna intencin deliberada, y la explotacin (p. 214, nfasis mo). De ah que concluya que
ms que suficiente para imponer un conocimiento de la ley ba- la pregunta tiene que replantearse: qu fue lo que sali mal?
sado en el desconocimiento de su arbitrariedad subyacente (p. Qu ocurre en el momento de la liberacin para que enseguida
167, nfasis mo), resulta luego difcil comprender que un orden quede clausurado? (p. 220).6 Otra vez, una interrogacin distan-
poltico pueda explicarse en funcin de que alguien o algunos te de Spinoza, cuya preocupacin poltica gir siempre en torno
(nunca se dice, otra parte, de quin o de quines se trata) empe- a explicar por qu los hombres luchan por su esclavitud como
e/n esfuerzos en engaarnos. si se tratara de su libertad, o en otras palabras, no por qu el
mundo no es como debe ser sino por qu es como es.
Aunque recurra al vocabulario de Spinoza, por tanto, esta teo-
ra poshegemnica abreva en un kantismo tcito; lee la realidad Beasley-Murray quiere incorporar una distincin ausente en los
social y poltica en trminos de su distancia respecto de lo que trabajos de Negri.7 Dado que la multitud puede tomar formas
debera ser y no es. En su crtica a Negri, Beasley-Murray afirma diferentes y no todas pueden o deben ser igualmente afirmadas
que histricamente, el poder constituyente conduce al poder (p. 246, nfasis mo), o que, otra vez en trminos de desvo, la
constituido y que aunque la multitud inicie una revolucin, muy multitud puede desvirtuarse y volverse monstruosa (pp. 259-
pronto algo sale mal. Lo que comienza como inmanencia y libe- 60), resulta imprescindible introducir un criterio que nos per-
racin, como innovacin y creatividad, termina en trascendencia mita distinguir entre multitudes. No se tratara solamente de
y normalizacin, en la forma estatal y sus aparatos represivos distinguir entre un poder constituyente (siempre bueno) y un
(p. 214). Ms adelante agrega que en cada etapa, la multitud es poder constituido (siempre malo), sino de hacerlo entre poderes
derrotada, temporalmente vencida, absorbida por el mecanis- constituyentes: es necesario que distingamos entre multitudes,
mo de representacin y errneamente reconocida como clase, entre diferentes expresiones de poder constituyente (p. 236).
pueblo, masa o algn otro sujeto poltico dcil (p. 248). Las As, para decirlo en sus mismos trminos, habra poder cons-
cosas deberan haber sido de otro modo, la trascendencia nunca tituyente bueno y poder constituyente malo, aunque el poder
debi haber reemplazado la inmanencia, el Estado nunca debi constituido en el que habitualmente cualquiera de los dos de-
haber triunfado sobre la multitud. Todo siempre ha salido mal, viene sea siempre malo. Lo que se agrega en la formulacin final
incluso aquello que habra comenzado bien. La libre subjetivi- de este propsito, y que no haba sido dicho a lo largo del libro,
dad de la multitud es constantemente reemplazada por el poder es que siempre es difcil distinguir entre poder constituyente
constituido del Estado, afirma Beasley-Murray, la apertura y y poder constituido, puesto que en el mejor de los casos, la
expansin son reemplazadas por la clausura, la interioridad y la distincin es tan slo formal: el poder constituido es una forma
sujecin. Incluso los comienzos ms revolucionarios parecen sa- de poder constituyente; poder constituyente plegado sobre s
lir mal, empantanarse o transmutarse en totalitarismo (p. 220).4 (p. 241, nfasis mo).Aceptado este planteo, resulta lgicamente
contradictorio que, si el poder constituido no es ms que poder
As, la historia es concebida en trminos de desvo. No ha segui- constituyente plegado sobre s y si este ltimo puede ser tanto
4 Esta afirmacin, por otra parte, resta especificidad a los anlisis que se 5 A pesar de que su autor afirma que Poshegemona no es un programa, el
realizan en los primeros captulos acerca del populismo y del neoliber- texto abunda en prescripciones edificantes.
alismo, ya bastante poco especficos entre s a este respecto. Si en el
primer captulo se sostiene que en el populismo la identificacin con el
6 Esta pregunta se realiza antes en ocasin de algunos de los ejemplos
movimiento se vuelve identificacin con el poder constituido (p. 48) y histricos considerados en el libro. El problema planteado por Sendero y
en el segundo que los regmenes neoliberales transforman silenciosa y otros movimientos similares, dice al analizar el caso del Per, es por qu
eficientemente el poder constituyente en poder constituido (p. 107), es dicho poder constituyente se vuelve sobre s mismo, y cmo la esperanza
decir, que populismo y neoliberalismo haran exactamente lo mismo, aqu y las ilusiones se vuelven muerte y conflicto (p. 121).
se afirma que eso sucede con todo orden poltico y poco despus que 7 No slo de Negri. La imposibilidad de distinguir lo bueno de lo malo
siempre ha sido as hasta el presente. Intentando describir la operacin es una acusacin que se reitera a lo largo de todo el libro. Segn Beas-
especfica que cada orden poltico desarrollara en lo que hace a la rel- ley-Murray, ni la teora de la hegemona de Laclau ni la conceptualizacin
acin poder constituyente-poder constituido, Beasley-Murray termina del afecto de Deleuze pueden distinguir tericamente, en el primer caso,
describiendo, en cambio, una operacin que sera comn a todo orden entre un populismo de derecha y uno de izquierda, y en el segundo, entre
poltico hasta el momento. un afecto que es insurgencia (revolucin) y uno que es orden (fascismo).
bueno como malo, se renuncie a mantener la misma necesidad encuentran a la Amrica desarrollada del lado del clculo y la
de distinguir lo bueno de lo malo al nivel del poder constituido. razn y a su otro, la Amrica Latina, del lado de la sensualidad
y la locura. De este modo, la denuncia de la explotacin que el
Ms importante que ello, y volviendo a Spinoza, realmente mundo desarrollado hara del potencial afectivo de los latinoa-
hace falta ir a la bsqueda de un protocolo por el cual separar mericanos trafica una subvaloracin de su potencial racional.
lo bueno de lo malo (p. 237)?, puede ser lo bueno tan similar
a lo malo como para exigirnos una regla que permita diferen- Crticas aparte, Poshegemona aspira a remover las aguas del
ciarlos?, debemos darnos una ley que nos diga cundo una mul- pensamiento poltico contemporneo y a poner en discusin los
titud aumenta su potencia de actuar y cundo la disminuye?La instrumentos de los que nos valemos para comprender el orden
tica es el mapa de una realidad en la que nada vale lo mismo, y social y las posibilidades de transformarlo. Dentro del universo
en ese sentido puede decirse que ningn pensamiento moderno acadmico, donde ms se ha visto cumplida esa aspiracin es en
estuvo ms cerca de hacer de la diferencia un imperio que el de el mbito de los estudios literarios, especialmente al interior de
Spinoza. Pero esas diferencias no se miden, ni mucho menos se los departamentos de Espaol y Portugus norteamericanos. En
juzgan, a partir de una regla o de un catlogo de reglas. Cada otros mbitos, la discusin de las tesis de Poshegemona quizs
modalidad de la sustancia, cada individuo, grupo ocomunidad, encuentre un pblico menos amplio que la de sus supuestos.
expresa de cierta y determinada manera la realidad, y cada ex- Entre ellos, el que la hizo posible como especulacin terica:
presin se distingue de las dems por el grado de realidad que estamos realmente ante una nueva era?, vivimos tiempos
inmanentemente afirma. La mera pregunta cmo distinguir? esencialmente distintos a los que caracterizaron nuestro pasa-
es anti-tica, puesto que supone que la diferencia es exterior do reciente? Toda poca busca novedad en su seno; la historia
a la realidad misma. Sies cierto, como quera Spinoza, que no muchas veces luego se encarga de encontrar permanencias y es-
nos esforzamos por nada, lo queremos, apetecemos ni desea- tabilidades all donde los contemporneos gustan percibir cam-
mos porque juzguemos que es bueno, sino que, por el contrario, bios e irrupciones. Pero nada quita legitimidad y pertinencia a la
juzgamos que algo es bueno porque nos esforzamos por ello, lo pregunta. Ms cuando la respuesta que ofrece Poshegemona
queremos, apetecemos y deseamos (tica III, Proposicin IX, Es- es doble: vivimos tiempos poshegemnicos, distintos de los que
colio), el intento de elaborar un protocolo que permita distinguir caracterizaron a la era de la hegemona; pero al mismo tiempo
entre lo que aumenta nuestra potencia de actuar y lo que la dis- nunca existi tal cosa como una hegemona, y por tanto siempre
minuye revela cun lejos de Spinoza se desenvuelve esta teora. hemos vivido un tiempo poshegemnico. No son estas las nicas
respuestas posibles a aquellos interrogantes. Sea cual fuere la
Esa lejana se vuelve a corroborar, finalmente, en la opuesta dis- nuestra, lo que en ningn caso podremos evitar es una reconsi-
tribucin de afecto y racionalidad que Beasley-Murray asigna al deracin de los problemas que articulan el orden social contem-
mundo desarrollado y al mundo que no lo es algo difcil de porneo y una evaluacin crtica de las herramientas conceptua-
colegir de una filosofa como la de Spinoza, que cifra en el de- les con las que pretendemos hacerles frente, senderos en los
seo la esencia de todos los seres humanos. Porque aun cuando que Poshegemona ha sentado ya una posicin.
Poshegemona parte de, y desea incidir en, Latinoamrica (cuya
unidad acepta como un a priori que nunca pone en duda), por
oposicin habla al mismo tiempo de la Amrica no latina, del
subcontinente desarrollado. Aunque este aparece explcitamente
mencionado pocas veces a lo largo del libro, es su otro (o, quizs
mejor, Amrica Latina es el otro de la Amrica desarrollada) y
su presencia tcita se percibe tanto en los argumentos como en
el tratamiento de los ejemplos histricos. Esa Amrica, la rica y
poderosa, est caracterizada como un territorio de racionalidad
casi sin afectos, contracara de una Latinoamrica a menudo des-
cripta como un territorio de afectos casi sin racionalidad. Hay as
una relacin compleja, afirma Beasley-Murray cuando comenta
la utilizacin que hace Hollywood de Carmen Miranda, entre el
afecto latino y la razn occidental que es a la vez refuerzo y sub-
versin (p. 129). En esta ecuacin de pasin y racionalidad, la ex-
plotacin del afecto latino hara las veces de una medicina, casi
una droga, para la Amrica no latina. Una economa de los sen-
tidos salva la razn, como una inyeccin en el brazo, concluye
Beasley-Murray, pero tambin demuestra la dependencia adicti-
va que la razn tiene de lo sensual tanto como de lo espiritual
(p. 129). La sofisticacin racional (norteamericana) es salvada por
el primitivismo afectivo (latinoamericano). La sensualidad salva
el clculo y la locura sana la razn, en secuencias que siempre
Poshegemona
a la operatividad histrica del concepto de hegemona: rgimen en el que el poder opera en trminos de normatividad
hacia un rgimen en el que el poder est basado en la facticidad.
no sostengo que hegemona es un concepto defectuoso. Cier- Por ltimo, una inspirada en las tesis de Debord y Luhmann, ase-
tamente no quiero discutir contra el concepto de hegemona en gura que asistimos a una transicin desde un rgimen poltico de
su totalidad. Creo que hegemona es un concepto que tuvo un representacin hacia un rgimen poltico de comunicacin.
gran valor. Lo que sostengo es que tuvo un gran valor para una
poca particular. Y que esa poca est llegando a su fin. Lo que En una direccin similar a la de Lash, Thoburn da cuenta de las
sugiero es que el poder hoy es esencialmente poshegemnico.4 operaciones de renovacin desarrolladas en el seno de los es-
tudios culturales a comienzos del siglo XXI. Si en un momento
El hecho de que en las sociedades actuales el poder ya no opere el concepto de hegemona permiti confrontar con realidades
a travs de los mecanismos que delinearon otrora el concepto para las cuales los marcos del marxismo clsico resultaban in-
de hegemona dominacin a travs de la ideologa y el dis- suficientes, en la actualidad es el concepto de poshegemona el
curso torna obsoletas las implicaciones interpretativas con- que posibilita el abordaje de un perodo histrico que ha entrado
densadas en aquel concepto y vuelve urgente la elaboracin nuevamente en una poca de cambio. Es decir, que si antes las
de nuevos esquemas analticos. Si el programa original de los variables de clase, capital y revolucin se haban vuelto obso-
estudios culturales giraba alrededor del concepto de hegemo- letas para una realidad caracterizada por la apertura radical de
na, centrndose por lo tanto en los procesos de dominacin lo social y el surgimiento de nuevos movimientos sociales, hoy
simblica y legitimacin del poder, esto obedeca a que la tarea son los marcos conceptuales de la hegemona los que se tornan
intelectual se enfrentaba a un mundo en el que el poder cultural inadecuados en un mundo en el cual las dimensiones polticas y
estaba vinculado a la reproduccin de la economa, la sociedad y culturales no pueden ser entendidas sin una perspectiva que d
la poltica. De acuerdo con el esquema trazado por Lash, el dis- cuenta del modo en el cual las dinmicas y los imperativos del
positivo conceptual estructurado alrededor de la hegemona no capitalismo infunden lo social.6
encuentra anclajes en un mundo en el que el poder ya no opera
a travs de una lgica cultural de la reproduccin sino a travs De esta manera se postulaba un programa para los estudios cul-
de una lgica cultural de la invencin. De este modo el potencial turales en el cual el poder y la cultura comenzaban a ser pensa-
explicativo del concepto de hegemona queda esterilizado frente dos en trminos de produccin, entendiendo por dicho concep-
a la configuracin de un orden social que no se sustenta tanto to la diagramacin o movilizacin, disposicin o distribucin de
en la reproduccin como en la produccin continuada de rela- complejas relaciones sociales, tcnicas, econmicas y afectivas.7
ciones econmicas, sociales y polticas.5 Esta reformulacin de los estudios culturales acarreaba una se-
rie de implicaciones significativas. En primer lugar, a diferencia
Es por ello que en la propuesta de Lash se encuentran estre- del programa basado en el concepto de hegemona, que entra-
chamente vinculados los procesos de relevo acontecidos en el aba una pretensin unificadora, esta nueva perspectiva alberga
orden social y las operaciones de recambio en las fuentes te- un conjunto diverso de temticas y problematizaciones, lo cual
ricas a partir de las cuales se configuran las perspectivas anal- presupone la existencia de lugares heterogneos de politizacin
ticas de los estudios culturales. El solapamiento de las lgicas e intervenciones crticas. Por otro lado, en contraste con el an-
de reproduccin y el advenimiento de lgicas de invencin se lisis centrado en el concepto de hegemona, que direccionaba
condicen con un abandono de las viejas referencias tericas y la mirada hacia los problemas de la ideologa y el discurso, este
una apertura a las nuevas perspectivas abocadas a delimitar nuevo programa prioriza temticas antes subestimadas, como el
los modos de funcionamiento del mundo contemporneo. De afecto, el miedo y la guerra.
la conjuncin de ambos relevos resulta una recolocacin de los
estudios culturales que tiende a alejarlos de los pilares tericos La configuracin de este programa renovador puede enmarcar-
tradicionales Gramsci, Hall, Laclau y los conduce a una serie de se en una conjuncin entre la relectura del operaismo italiano
premisas novedosas. La primera de ellas, apoyada en formula- y cierta deriva deleuziana de la teora social. Con respecto a
ciones de iek y Agamben, afirma que asistimos a la transicin la primera vertiente, cabe destacar que en los argumentos de
desde un rgimen de poder epistemolgico hacia un rgimen de Thoburn los desarrollos tericos llevados a cabo por Tronti y
poder ontolgico. La segunda, articulada alrededor de las tesis Bologna en la dcada de 1970 aparecen como elementos que
de Foucault, Negri y Lazzarato, asegura que vivimos un pasaje evidenciaron los lmites de las concepciones del poder funda-
desde un orden en el que el poder viene desde arriba hacia un or- das en el concepto de hegemona. Al enfatizar la proliferacin
den en el que el poder viene desde adentro y acta como fuerza
generadora. La tercera, deudora de los postulados de Heidegger
6 Certificacin que encontraba apoyo, entre otras fuentes, en la apertura
del marxismo al anlisis de las tecnologas de la informacin y la comu-
y Simmel, afirma que experimentamos la transicin desde un nicacin. Ver por ejemplo Nick Dyer-Witheford, Cyber-Marx. Cycles and
Circuits of Struggle in High-Technology Capitalism, Urbana, University
of Illinois Press, 1999. Para constatar la vigencia de estas tendencias, ver
4 Scott Lash, Power after Hegemony. Cultural Studies in Mutation?, el reciente trabajo de Nick Dyer-Witheford, Cyber-Proletariat. Global
Theory, Culture & Society, SAGE, Vol. 24, N 3, mayo de 2007, p. 55. Labour in the Digital Vortex, Londres, Pluto Press, 2015.
Todas las traducciones son nuestras. 7 Nicholas Thoburn, Patterns of Production. Cultural Studies after Hegemo-
5 ibd., p. 56. ny, Theory, Culture & Society, SAGE, Vol. 24, N 3, mayo de 2007, p. 80.
concepcin del poder como hegemona.13 Esto ocurre, por un desplazamientos significativos en el vnculo que los estudios
lado, porque hegemona fue un concepto poderoso en la dcada latinoamericanos mantenan con su objeto. La renovacin del
de 1970, en tanto permiti complejizar la perspectiva marxista latinoamericanismo se propona como superacin de un modo
incorporando la dimensin cultural en el anlisis de la domina- de aproximacin a la cultura latinoamericana que se abocaba a
cin. Y por el otro lado, porque el concepto de hegemona no la comprensin de las modernidades alternativas desarrolladas
slo fue poderoso en el pasado, sino que lo sigue siendo para en la regin, que estaba guiado por una perspectiva historicis-
el anlisis de un conjunto de fenmenos contemporneos. Al ta, y que pretenda contribuir a la consolidacin de proyectos
respecto resulta relevante destacar que as como el desplaza- nacionales y populares enfrentados al capital extranjero y sus
miento hacia la poshegemona es visto en trminos positivos, consecuentes efectos de colonizacin cultural. La ruptura con
el abandono de la hegemona tambin entraa la prdida de estos esquemas analticos implicaba el rechazo de un discurso
una perspectiva poltica. Fundamentalmente porque el anlisis latinoamericanista que no era otra cosa que una expansin del
centrado en la hegemona tena un vnculo con la clase social corpus textual a travs de parmetros historicistas que conver-
del cual adolece el anlisis basado en la poshegemona. Al fo- tan al efecto esttico en un elemento subordinado a la nece-
calizarse especialmente en el arte, la ciencia y la tecnologa, en sidad del Estado nacional-popular. Eran estas operaciones de
un mundo en el cual las desigualdades no slo no han mermado expansin las que llevaban a Moreiras a hablar negativamente
sino que se han incrementado, cabe la advertencia de que los de un latinoamericanismo atrapado en una tropologa del crcu-
estudios culturales poshegemnicos son en muchos sentidos lo hermenutico,17 caracterizacin de inspiracin heideggeriana
menos polticos.14 que designaba procesos de conocimiento en los que el discurso
crtico est elaborado a partir de los sentidos del propio objeto.18
y buscar la desarticulacin de la polarizacin dentro-fuera sobre del pueblo fue implementada desde configuraciones estatales
la cual descansa todo historicismo esttico y teora culturalista.20 populistas consideradas por las lites el espacio privilegiado de
articulacin entre los distintos sectores de la sociedad. Es decir,
Si en el caso de Moreiras la erosin del concepto de hegemona un proceso de integracin orientada, a travs del cual el pueblo
se vinculaba a cierto abandono de los parmetros historicistas y es incorporado a la sociedad civil pero sometido a un orden cu-
esteticistas, en la propuesta desarrollada por Gareth Williams yas reglas le son ajenas.
la deconstruccin de dicho concepto estaba acompaada por un
llamado a interrumpir toda forma de fundacionalismo. En este En el seno de este esquema, el postulado de un otro lado de lo
sentido su anlisis de diversos fenmenos polticos y culturales popular tena, en primer lugar, una referencialidad histrica. Es
latinoamericanos recientes intentaba prescindir de los sentidos decir, los procesos de insercin de las naciones latinoamericanas
construidos a partir de referencias tradicionales como la trascen- en redes globales estaban teniendo un efecto tal de redefinicin
dencia, el desarrollo o la homogeneidad. Si bien comparta con del Estado-nacin y de reformulacin de lo nacional-popular
Moreiras la idea sobre la necesidad de otro pensamiento sobre que tornaba absurda la pervivencia de un pensamiento sobre el
Amrica Latina, que en su caso tomaba la forma de una cons- pueblo a partir de los marcos explicativos tradicionales. En este
truccin desde las ruinas de las narrativas fundacionales de la sentido hablar de un otro lado de lo popular era hablar de for-
historia moderna,21 Williams era ms explcito sobre las trans- maciones nacional-populares que se agotan y se redistribuyen
formaciones epocales en las cuales se insertaba su programa. Al a travs de las fronteras nacionales y regionales. En segundo
respecto, el desgaste de esas narrativas fundacionales encontra- trmino, dicho postulado tena un significado terico-poltico. Al
ba su origen en el pasaje experimentado en Amrica Latina des- respecto, los fenmenos novedosos desarrollados en las ltimas
de un paradigma poltico y cultural nacional hacia un paradigma dcadas del siglo XX, como la proliferacin de movimientos pol-
posnacional, entendiendo por esto no la extincin de la nacin ticos no-nacionales y la dinmica transnacional de circulacin de
sino su profunda reconfiguracin y reestructuracin a partir de la capital y poblacin, operaban como ndices del agotamiento de
conformacin de realidades transnacionales. En este sentido un los modelos nacionales, formas culturales y lenguajes crticos
conjunto de fenmenos de la poca la migracin masiva hacia tradicionales. Es este sentido hablar de un otro lado de lo popu-
Estados Unidos, la importancia del castellano en aquel pas, la lar era hablar de una prctica cultural y poltica que ya no deba
dolarizacin de la economa latinoamericana, economas del true- ser pensada exclusivamente a partir de parmetros nacionales.
que en Argentina, Chile y Bolivia desempeaban el papel de Era en este punto que el concepto de subalternidad haca su
certificadores de la desestructuracin del telos de la nacionalidad entrada como aquel que permita interrumpir los sentidos hege-
y de la relativizacin de las identidades nacionales. mnicos de la poltica y habilitaba, por lo tanto, un pensamiento
ms all de las narrativas nacionales.23
Interesado en los efectos de las narrativas fundacionales de la
historia latinoamericana, Williams analizaba la forma a travs de Si bien la deconstruccin del paradigma nacional-popular en-
la cual la formacin del Estado-nacin en los pases del subcon- traaba una perspectiva poshegemnica, y el propio concepto
tinente estuvo asentada en la integracin e institucionalizacin transitaba algunos de los anlisis de Moreiras y Williams, ser
de la nocin de pueblo como el suelo originario a partir del cual Beasley-Murray el que proceder a un esbozo de sistematiza-
considerar los contornos de la identidad nacional. De acuerdo cin de la poshegemona. De forma casi simultnea a las propo-
a su lectura, fenmenos como el muralismo mexicano, el indi- siciones de ambos referentes de los estudios latinoamericanos,
genismo literario de los Andes, el nuevo hombre cubano y la Beasley-Murray ingresaba a los debates del campo con una pro-
potica del sandinismo, evidencian que lo que estuvo siempre posicin que singulariz su propuesta y la diferenci de la de los
en juego en Amrica Latina fue la incorporacin y representa- estudios culturales britnicos: no hay hegemona ni nunca la ha
cin del individuo como homo nationalis, el cual se conjug con habido.24 Por un lado, podra afirmarse que tal lectura tenda
el homo economicus y el homo politicus a fines de dar forma en parte a converger con la formulada posteriormente por Lash
a la sociedad capitalista moderna: la idea del pueblo, y junto y Thoburn, aquella que afirma que la teora de la hegemona,
a ella el concepto de lo popular, fue construida como una po- tal como fue desarrollada por Gramsci, complejizada por Laclau
tencial formacin hegemnica llamada a suturar la totalidad de y Mouffe, y adoptada por los estudios culturales, ya no puede
las diferencias demogrficas y culturales en pos de la formacin dar cuenta del orden social contemporneo. Sin embargo, Beas-
y expansin del Estado-nacin.22 Una vez delimitada esta base
analtica, el problema elegido por Williams para ser profundi- 23 La consecucin de un pensamiento ms all de la hegemona y el Es-
zado en su trabajo da cuenta del sustrato de preocupaciones tado-nacin implicaba un trabajo de tipo fragmentario sobre la cultura
que guiaban su indagacin. Lo que interesaba recortar funda- latinoamericana. En el libro de Williams esto se expresaba, por ejemplo,
en abordajes de lo popular en El Salvador a travs de literatura sobre
mentalmente era el proceso por el cual la institucionalizacin violencia poltica, de la literatura en un mundo posnacional a partir de
La ciudad ausente de Ricardo Piglia, o del vnculo entre neoliberalismo
y comunidad en Chile a travs de la obra de Diamela Eltit y Paz Errzuriz.
20 ibd., p. 16. En el caso de Moreiras se expresaba en lecturas de, entre otros, Antonio
21 Gareth Williams, The Other Side of the Popular. Neoliberalism and Sub- Cndido, Jorge Luis Borges, Angel Rama y Jos Mara Arguedas.
alternity in Latin America, Durham, Duke University Press, 2002, p. 3. 24 Jon Beasley-Murray, On Posthegemony, Bulletin of Latin American
22 ibd., pp. 3-4. Research, Society for Latin American Studies, Vol. 22, N 1, 2003, p. 117.
ley-Murray acompaaba esta reflexin sobre la operatividad his- por el de poshegemona: es inevitable que la multitud latinoa-
trica del concepto de hegemona con una certeza que afectaba mericanista se entrecruce con la multitud latinoamericana cuya
al concepto ms all de su historicidad, aquella que asegura que historia an no ha sido escrita y cuyo futuro no ha sido hecho.28
dicho concepto nunca explic el orden social.
Fueron precisamente ambos registros los que se conjugaron en
Consciente de la radicalidad de esta afirmacin y de los interro- los argumentos desarrollados por Beasley-Murray en Poshege-
gantes que el concepto abra para el anlisis de la sociedad con- mona, trabajo que sent las bases definitivas de la propuesta
tempornea, especialmente alrededor del cundo y el cmo del poshegemnica y que como tal despert un debate inusitado en
nacimiento de una era poshegemmica, Beasley-Murray priori- el campo de los estudios latinoamericanos. En tanto prolonga-
zaba la explicitacin de un conjunto de problemas relativos a la cin de aquellos primeros esbozos cifrados en los desarrollos
encarnacin temporal de la poshegemona. Por un lado, el decli- de Moreiras y Williams, y culminacin de las primeras tentati-
ve de la ideologa como sntoma visible de la condicin poshege- vas impulsadas por Beasley-Murray, este texto programtico era
mnica. De acuerdo a Beasley-Murray, la teora de la hegemona contundente en lo relativo a la crtica de la hegemona. Ya desde
haba entrado en crisis debido a que la prdida de importancia el primer prrafo Beasley-Murray reenviaba la discusin hacia
de las ideologas socavaba la premisa de que la eficacia social de aquella doble vertiente de impugnacin de las nociones deriva-
la ideologa constituye el fundamento de todo orden social. Al das del concepto de hegemona:
igual que en las reflexiones de Thoburn, aqu tambin resuenan
los ecos de una transicin desde la sociedad disciplinar foucaul- La hegemona no existe, ni nunca ha existido. Vivimos en tiem-
tiana hacia la sociedad de control deleuziana: mientras la ideolo- pos poshegemnicos y cnicos: nadie parece estar demasiado
ga sigue una lgica de representacin y la hegemona resuelve convencido por ideologas que alguna vez parecieron funda-
los conflictos a travs de un Estado trascendental, la lgica de la mentales para asegurar el orden social. Todo el mundo sabe,
poshegemona se aplica de manera inmediata y ubicua, y el Esta- por ejemplo, que el trabajo es explotacin y que la poltica es
do se vuelve inmanente al cuerpo social. Por otro lado, el pasaje un engao. Pero siempre hemos vivido en tiempos poshegem-
del discurso al afecto. Al respecto, Beasley-Murray da lugar a nicos: de hecho, la ideologa nunca ha asegurado el orden social.
las interpretaciones que tienden a enfatizar la importancia del Creer, no importa cunto, en la dignidad del trabajo o en el al-
cinismo en una era posideolgica, caracterizacin que conlleva truismo de los representantes electos nunca fue suficiente para
la certificacin de la obsolescencia de la crtica ideolgica, en mantener unido un orden de cosas. El hecho de que los indivi-
tanto el orden social es mantenido por fuera del discurso.25 Es duos ya no presten su consenso tal como alguna vez lo hicieron
por ello que la poshegemona implica el pasaje de la retrica de y de que todo siga casi igual demuestra que el consenso nunca
la persuasin a un rgimen en el que los efectos son producidos fue un problema.29
por el afecto. En un sentido spinociano, un rgimen en el que im-
porta ms el orden de los cuerpos que el orden del significado.26 La negacin de las explicaciones del orden social fundadas en
la dominacin a travs de la coercin y el consenso se corres-
Asimismo, la delimitacin de un orden posideolgico mediado ponda en el terreno de lo propositivo con la delimitacin de
por el afecto entroncaba con el giro hacia la multitud que se una teora de la poshegemona articulada en torno al hbito, el
operaba por entonces en el discurso marxista, apuntalado fun- afecto y la multitud. Es decir, una lectura de la dinmica del or-
damentalmente por el trabajo de Negri. Vnculo que generaba den social en la que los mecanismos de reproduccin ideolgica
un doble registro en los argumentos de Beasley-Murray. Uno de se vuelven irrelevantes y en la que cobra sentido un esquema
orden terico, que implicaba una relectura del problema de las analtico que prioriza la encarnacin colectiva de las reglas del
clases mediado por el problema de la produccin: Marx estaba juego social, el flujo impersonal de intensidades y el poder de un
equivocado: la historia de las sociedades hasta nuestros das es sujeto constituyente. Resulta de inters destacar que dicho es-
menos la historia de la lucha de clases que, ms importante an, quema opera tanto para dar cuenta de la constitucin del orden
la historia de la lucha por producir las clases.27 Otro, vinculado al social como para el establecimiento de una hiptesis en torno
trabajo emprico en el campo de los estudios latinoamericanos, a su modificacin. De acuerdo a Beasley-Murray, el hbito y el
el cual ya no estara mediado por el concepto de hegemona sino afecto aseguran el orden social al plegar sobre s mismo el poder
constituyente de la multitud. Dicho pliegue por lo tanto es el
origen de la presuposicin del Estado, la suposicin del pacto
social, la ilusin de la trascendencia y la ficcin de la hegemo-
na. Certificacin que vuelve ingenua cualquier concepcin del
25 Ver: Slavoj iek, El sublime objeto de la ideologa, Mxico D.F., Siglo XXI,
1992 y Peter Sloterdijk, Crtica de la razn cnica, Madrid, Siruela, 2006. cambio social en trminos de constitucin de una fuerza contra-
26 Si bien suele ubicarse en la produccin de Beasley-Murray el abordaje de hegemnica. As como constituyen las variables fundamentales
la realidad latinoamericana desde una perspectiva que enfatiza el afecto, del sostenimiento del orden social, el hbito y el afecto tambin
debe destacarse que John Kraniauskas ya realizaba dicho trabajo en los
primeros aos del siglo XXI. Ver, por ejemplo, Porno-Revolution: El fiord
and the Eva-Peronist State, Angelaki. Journal of the Theoretical Hu- 28 ibd., p. 124.
manities, Routledge, Vol. 6, N 1, 2001, pp. 145-153. 29 Jon Beasley-Murray, Poshegemona. Teora poltica y Amrica Latina,
27 Jon Beasley-Murray, On Posthegemony, op. cit., p. 120. Buenos Aires, Paids, 2010, p. 11.
desempean un rol clave en su desmantelamiento.30 Segn Beas- su referente principal, Ernesto Laclau. Por este mismo camino,
ley-Murray, el cambio social se logra nicamente afirmando el el discurso sobre la sociedad civil es analizado con el propsito
poder constituyente de la multitud. de evidenciar la exclusin de la cultura del campo de lo poltico.
Al respecto, Beasley-Murray dedica gran parte de su trabajo al
Si bien la propuesta de Beasley-Murray forma parte sin lugar anlisis de los nuevos movimientos sociales y democrticos, a
a dudas de un mismo lan poshegemnico, la sistematizacin partir de los cuales se podra visualizar el modo a travs del cual
llevada a cabo en su libro permite la delimitacin de ciertos la teora de la sociedad civil es desbordada por los afectos que
matices entre su propuesta y las desarrolladas por los autores pretende excluir. En suma, podra afirmarse que lo que subyace a
mencionados anteriormente. Tal como puede percibirse, su cr- esta crtica de los estudios culturales y el discurso de la sociedad
tica de la hegemona va ms all de la advertencia sobre la ob- civil es la constatacin de un fracaso de la teora social contem-
solescencia de dicho concepto para dar cuenta del orden social pornea. La circunscripcin de la dinmica social al discurso y
actual. Es por ello que el sentido otorgado por Lash y Thoburn la trascendencia llevan a los estudios culturales a desatender
a la idea de poshegemona se presenta como acotado a los ojos las estructuras institucionales que apuntalan lo discursivo y al
de Beasley-Murray. Si no hay hegemona y nunca la ha habido, discurso de la sociedad civil a descuidar los flujos afectivos que
evidentemente el problema que atraviesa al concepto no es de atraviesan el cuerpo social. Lo que resulta an ms significativo
ndole temporal. Asimismo, su crtica del concepto de sociedad es que en la crtica de Beasley-Murray estas omisiones e inadver-
civil entraa una radicalidad mayor que la de los estudios cul- tencias adquieren la forma de faltas graves en tanto lo que est
turales britnicos: creo que la sociedad civil siempre ha sido en juego es nada menos que el vnculo establecido entre teoras
cmplice de la contencin estatal, un medio de estigmatizacin y realidades sociales. A su entender, lejos de mantener una dis-
de los afectos y de la multitud como algo brbaro y apoltico.31 tancia favorable a los efectos disruptivos, los estudios culturales
Por otro lado, Beasley-Murray tambin tiende a radicalizar las y el discurso sobre la sociedad civil reproducen el orden social
implicancias alrededor de la poshegemona que se deslizan en que intentan entender, el populismo en el caso de los primeros
los postulados de Moreiras y Williams. Una concepcin de la y el neoliberalismo en el caso del segundo.
poshegemona en trminos de crtica permanente o trabajo de
lo negativo no implica necesariamente la disolucin de la distin- Como sealamos anteriormente, el trabajo de Beasley-Murray
cin entre lo hegemnico y lo subalterno. Por ello, mientras los no slo establece las bases tericas de una perspectiva poshe-
tericos de la hegemona circunscriben la poltica al juego de la gemnica articulada alrededor del afecto, el hbito y la multitud,
hegemona, los tericos deconstructivistas de la poshegemona sino que tambin procede a un estudio de la historia poltica
cuestionan las reglas de ese juego destacando su exceso apor- y cultural de Amrica Latina a travs de los marcos analticos
tico pero sin poner en duda el juego en s. Frente a dicha opcin, de la poshegemona. A modo de vector de ambos registros, la
Beasley-Murray afirma: en mi concepcin la poshegemona va prioridad otorgada al concepto de multitud, entendido como un
ms all de los escombros de cualquier proyecto hegemnico. sujeto social constituido sobre un plano de inmanencia y que po-
Me propongo redescribir y reconstruir una imagen de la socie- sibilita formas de comunidad sin Estado ni soberana, predispone
dad que no dependa del autorretrato que una sociedad tiene una historizacin de Amrica Latina en la que la variable analti-
de s misma.32 ca fundamental es la dinmica entre el poder constituyente de la
multitud y los esfuerzos estatales por sujetarla y neutralizarla.
Esta clave diferencial convierte al trabajo de Beasley-Murray en Es por ello que el relato de la poshegemona sobre Amrica La-
una crtica demoledora de los estudios culturales y el discurso tina consiste en:
sobre la sociedad civil. Dicha tarea de refutacin est realiza-
da bajo el supuesto de que la definicin de cultura como arti- una historia de la multitud latinoamericana durante la moder-
culacin discursiva y la reduccin de la poltica a la hegemona nidad: desde el motn que estuvo a punto de estallar en el pri-
tienden a sustituir la cultura por el Estado confundiendo am- mer viaje de Coln en 1492 hasta la contra-contra-insurgencia
bas dimensiones de la vida social. De acuerdo a este supuesto, chavista de 2002 [] tambin podra incluir las revueltas ind-
Beasley-Murray reconstruye la historia de los estudios cultura- genas durante el perodo colonial, las guerras de independencia
les con el objeto de demostrar la penetracin de la teora de la de 1820, o la inmigracin y urbanizacin de fines del siglo XIX.33
hegemona y la importancia adquirida por las formulaciones de
Entre los movimientos ms recientes, podran considerarse el
30 Sobre el vnculo de Beasley-Murray con el giro afectivo, ver su artculo levantamiento zapatista en Mxico o los piqueteros en la Argen-
El afecto y la poshegemona, Estudios, Universidad Simn Bolvar, Vol. tina contempornea. Sera una historia alternativa y subterrnea
16, N 31, enero-junio de 2008, pp. 41-69.
de Amrica Latina, una historia de la insurgencia pero tambin
31 Jon Beasley-Murray, Poshegemona. Teora poltica y Amrica Latina,
op. cit., p. 13. Cabe destacar, al respecto, que el dilogo alrededor del de las estratagemas por las cuales los proyectos hegemni-
concepto de poshegemona entre los estudios culturales britnicos y cos han tratado de volver esas insurgencias una ventaja para
los estudios latinoamericanos estadounidenses se encuentra claramente el Estado: desde las Nuevas Leyes de las Indias, las reformas
desbalanceado. Mientras Thoburn refiere a Beasley-Murray para una for-
mulacin sistemtica del mencionado concepto, Beasley-Murray dedica borbnicas o el ordenamiento posindependencia, hasta la his-
un espacio destacado de su libro a una exgesis del trabajo de Lash.
32 ibd., p. 16. 33 ibd., p. 21.
toria del siglo XXTal como puede percibirse, el esfuerzo de primera de las premisas pero se negaba a dar lugar a la segunda:
historizacin se justifica fundamentalmente en la identificacin
de momentos en los cuales operan mecanismos de inversin los pensamientos de Gramsci sobre las formas de domina-
reactiva, es decir procesos a travs de los cuales el afecto se cin y organizacin poltica no son irrelevantes para el mundo
transforma en emocin, el hbito en opinin y la multitud en pue- actual, an con sus complejas dinmicas de poder locales y glo-
blo. Al respecto, resulta sumamente sugerente la postulacin de bales. Su concepcin de la contra-hegemona como guerra de
las transformaciones desarrolladas en Amrica Latina durante posiciones contina siendo un recurso estratgico.35
los ltimos aos como un episodio ms de la subordinacin del
poder constituyente al poder constituido. De este modo, el de- Anclada en la conviccin de que el movimiento ms all de la
nominado giro a la izquierda de la poltica latinoamericana es hegemona no es el nico camino a travs del cual se puede ha-
cifrado por Beasley-Murray como un intento de recomposicin cer frente a un mundo cambiante, la lectura de Johnson se diriga
del poder constituido de cara a la irrupcin de nuevas formas de fundamentalmente a deconstruir las apropiaciones de Gramsci
accin colectiva que desbordaron la poltica de representacin implcitas en el concepto de poshegemona. De este modo les
marcando la emergencia de una multitud. Por ello, los gobiernos adverta a Lash y Thoburn que el pensamiento gramsciano en
de Hugo Chvez, Lula, Nstor Kirchner y Evo Morales en Boli- torno a la hegemona se encontraba mucho ms cerca de sus
via son caracterizados como un sntoma, o directamente como tesis de lo que ellos crean. Si bien Gramsci se concentraba en
una reaccin, frente a la proliferacin de revueltas carnavales- los problemas de la estrategia poltica en Italia, su trabajo es-
cas, asambleas barriales, piquetes callejeros o economas del taba mediado por el objetivo de adecuar la tradicin marxista
trueque. La ubicacin de la nueva coyuntura latinoamericana en a las realidades contemporneas. De all que el pensamiento
aquella historia de largo aliento configurada a travs de la din- gramsciano enfrentara un nuevo orden social caracterizado por
mica entre el poder constituyente y el poder constituido, con- estructuras y superestructuras complejas, diferentes formacio-
lleva la aproximacin a los gobiernos progresistas de Amrica nes de clase, distintas tradiciones polticas y distintos grados de
Latina en trminos de nuevas gobernabilidades, lo cual redunda formacin de la nacin. En este sentido, el modo especfico a
necesariamente en un marcado escepticismo frente a las posibi- travs del cual Gramsci haba afrontado dichas transformacio-
lidades de un cambio social verdadero. Por si quedaran dudas, nes enfatizando los problemas de la produccin, el trabajo vivo
Beasley-Murray sentencia al respecto: y la prctica humana, no podra ser desligado absolutamente del
movimiento desplegado por los tericos de la poshegemona.36
el giro a la izquierda que se anuncia en lderes como Hugo Si por un lado se poda restituir una convergencia no advertida
Chvez de Venezuela, Evo Morales de Bolivia, Luiz Incio Lula entre el pensamiento gramsciano y la poshegemona, por el otro
Da Silva de Brasil y Nstor y Cristina Kirchner de Argentina son se tenda a desnaturalizar la lectura de Gramsci realizada por
simplemente la ltima respuesta de parte del poder constitui- Lash y Thoburn. Al respecto, la lectura de Johnson operaba en
do a las demandas siempre ms expansivas de la multitud ex- dos planos. En primer lugar, sealando el carcter reduccionista
presada por ejemplo en el radicalismo obrero de San Pablo de de una aproximacin al problema del consenso en trminos de
los aos ochenta, el Caracazo de 1989, la rebelin argentina de uniformidad ideolgica. La identificacin de la hegemona con
2001 y las protestas de 2004 por el gas en Bolivia.34 la dominacin simblica implica una reduccin de la hegemona
a una operacin desarrollada en formaciones culturales, como
el lenguaje, smbolos, signos y discursos.37 En segundo trmino,
identificando cul es la lectura de Gramsci contra la cual la pos-
IV. hegemona elabora su propuesta superadora. Dentro de los ml-
tiples gramscianismos construidos en la segunda mitad del siglo
XX, Lash y Thoburn se posicionan frente a uno en particular, el
de mediados de la dcada de 1970, que resulta de un Gramsci
En el caso de los estudios culturales britnicos, las reacciones
frente al esbozo de un programa centrado en el concepto de
poshegemona fueron simultneas a la publicacin de los textos
que vehiculizaban dicha tentativa. Cabe destacar, en este mar-
co, la respuesta de Richard Johnson, miembro destacado de la 35 Richard Johnson, Post-hegemony? I Dont Think So. Theory, Culture &
Escuela de Birmingham, quien adverta en la propuesta poshe- Society, SAGE, Vol. 24, N 3, mayo de 2007, p. 95.
gemmica una lectura particular del concepto de hegemona, a 36 Johnson insista asimismo en la convergencia entre la apuesta gramsciana
la cual responsabilizaba de un abandono demasiado apresurado y las relecturas de Marx que sustentaban el concepto de poshegemona,
como la del operaismo: en sus tesis ms audaces, el pensamiento de
del pensamiento de Gramsci. De cara a los postulados de Lash y Gramsci sobre la hegemona est ms cerca de Thoburn y Lash de lo que
Thoburn en torno a la conformacin de una realidad social fren- ellos creen, as como de alguna de sus fuentes, particularmente Negri,
te a la cual los anlisis mediados por el concepto de hegemona ibd., p. 97.
se habran vuelto obsoletos, Johnson tenda a ceder frente a la 37 Reduccin tan regresiva que conlleva un regreso a formulaciones
pre-gramscianas: ...lectura que se aproxima a las concepciones durkhei-
mianas de la conscience collective y subestima la diferencia no slo indivi-
34 ibd., p. 216. dual sino tambin colectiva, ibd., p. 97.
ledo a travs de la teora del discurso posalthusseriana y de la ras, John Beverley calific a las lecturas de la realidad latinoame-
concepcin del poder foucaultiana.38 ricana desde el paradigma de la poshegemona como una forma
de ultraizquierdismo acadmico.42 En tanto su aproximacin a los
Deconstruccin que tena como corolario la afirmacin de que gobiernos progresistas de Amrica Latina est mediada por el
las teoras del poder con las cuales se pretenda suplantar las concepto badiouano de evento algo inesperado, impredeci-
nociones derivadas de la hegemona se caracterizaban por una ble, radicalmente contingente y sobredeterminado, que no obs-
marcada reduccin de la complejidad social.39 Es decir, que tante abre toda una nueva serie de posibilidades ,43 Beverley
aquella conjuncin entre una lectura parcializada de Gramsci y consideraba que la preocupacin de los estudios latinoamerica-
la conviccin sobre la necesidad de ir hacia un ms all de la nos deba ser la de cmo ser fiel a dicho evento.44
hegemona, tena como consecuencia slo efectos negativos en
el plano de la teora social. As Johnson adverta un conjunto De all que el apotegma leninista operara como visibilizador de
de simplificaciones entre las que se encontraban la fusin de un conflicto en lo que respectaba al vnculo entre trabajo inte-
autonomas institucionales, la desaparicin de la distincin entre lectual y realidad poltica: contribuye lo que hacemos a una
niveles de la formacin social y una relativizacin del Estado-na- crtica necesaria y renovadora de las nuevas posibilidades, o ms
cin frente a la globalizacin de la comunicacin y el poder. Si lo bien en nombre de una radicalizacin ms profunda y autnti-
que resultaba de la propuesta de Lash y Thoburn era un retorno ca, no obstaculiza esa posibilidad y llega, en algunos casos, a
de lo que Marx haba caracterizado en los Grundrisse como hacer una causa comn con la oposicin burguesa?.45 En este
abstracciones simples la produccin, el afecto, la comunica- sentido, Beverley lea en el concepto de poshegemona un modo
cin , la elaboracin de un programa analtico alrededor de de aproximacin a la realidad latinoamericana que no atiende la
la poshegemona no poda tener sino efectos regresivos. Dicha complejidad de la implementacin de un nuevo orden poltico,
certificacin posea tales implicancias que Johnson se pregun- en el que el Estado es un espacio necesario en la disputa por el
taba si la restitucin del reduccionismo sociolgico que arras- cambio. Por ello, dicho concepto no sera ms que una expresin
traba el abandono de Gramsci no deba conducirnos a hablar ms de la impaciencia milenarista y pequeoburguesa por la in-
no tanto de un desplazamiento poshegemnico como de una minencia del comunismo.46
reaccin pre-hegemnica.
Esta misma idea de desfasaje entre una interpretacin de la
A diferencia de lo ocurrido con los textos de Lash y Thoburn, el realidad latinoamericana mediada por el concepto de poshege-
libro de Beasley-Murray dio lugar a una cantidad significativa mona y las particularidades de la coyuntura poltica del conti-
de lecturas, que provinieron de diversos campos de produccin nente se expresa en dos de las lecturas ms interesantes que
intelectual, que desarrollaron aproximaciones dismiles al con-
cepto de poshegemona, y que generaron un debate terico y Posthegemony, TRANSMODERNITY: Journal of Peripheral Culture
Production of the Luso-Hispanic World, University of California, Vol.
poltico que an no ha terminado. Debe mencionarse, en primer 5, N 1, 2015, pp. 9-35. Para una primera recepcin de dicho concepto, ver
lugar, el efecto que tuvieron las formulaciones de Beasley-Mu- Jorge Alvarez Ygez, Lmites y potencial crtico de dos categoras pol-
rray como reactivadoras de la cisura en el seno de los estudios ticas: infrapoltica e impoltica, Poltica Comn. A Journal of Tought,
University of Michigan, Vol. 6, 2014.
culturales desarrollados en la academia estadounidense. Por 42 John Beverley. El ultraizquierdismo: enfermedad infantil de la academia,
un lado, Moreiras asumir el texto de Beasley-Murray como la alter/nativas. revista de estudios culturales latinoamericanos, Ohio
institucionalizacin de un pensamiento ya esbozado tanto por State University, N 1, otoo de 2013.
l como por Williams, filiacin que le otorgaba a esta lectura 43 d.
un carcter marcadamente celebratorio.40 A partir de la crtica a 44 Posicin ya esbozada por Beverley en su libro Latinamericanism after
Laclau desarrollada en el trabajo de Beasley-Murray, Moreiras 9/11. Durham, Duke University Press, 2011.
valoraba a la poshegemona en tanto reflexin sobre los lmites 45 John Beverley. El ultraizquierdismo: enfermedad infantil de la academia,
op. cit. Referimos a la reactivacin de una cisura en los estudios culturales
a la invencin poltica, aquellos precisamente que imposibilitan estadounidenses en tanto esta misma advertencia haba sido realizada
la coincidencia entre la teora de la hegemona y el campo de por Beverley a propsito de la publicacin de The Exhaustion of Diffe-
lo poltico. Por este camino Moreiras postulaba a la reflexin rence. En aquella ocasin, Beverley postulaba la necesidad de una mirada
sobre Amrica Latina que se ubicara ms all de un latinoamericanismo
poshegemnica como un suplemento a la teora laclauiana en metropolitano y de un latinoamericanismo latinoamericano autocompla-
tanto pensamiento sobre la poltica ms all de los procesos de ciente. Desde esta posicin, que era cifrada en trminos de un latinoame-
subjetivacin.41 Desde una posicin divergente con la de Morei- ricanismo subalterno, el deconstruccionismo era visto como una tenden-
cia analtica que slo poda establecer relaciones de solidaridad con las
luchas concretas desarrolladas en Amrica Latina, ver: Deconstruccin y
38 Gramscianismo cuya expresin ltima sera Hegemona y estrategia so- latinoamericanismo. Notas sobre The Exhaustion of Difference de Alberto
cialista de Ernesto Laclau y Chantal Mouffe. Moreiras, Actuel Marx, LOM Ediciones/Universidad Arcis, N 3, Primer
Semestre 2005, pp. 67-75.
39 Richard Johnson, Post-hegemony? I Dont Think So, op. cit., p. 102.
46 Si bien Beverley centraba su crtica al ultraizquierdismo acadmico en el
40 Alberto Moreiras, Posthegemona, o ms all del principio del placer, trabajo de Beasley-Murray, dicha acusacin se diriga a un espectro ms
alter/nativas. revista de estudios culturales latinoamericanos, Ohio amplio entre los que pueden mencionarse los trabajos de Benjamin Arditi
State University, N 1, otoo de 2013. y John Holloway, los usos del concepto de multitud de Negri y Hardt, y
41 Actualmente la reflexin de Moreiras en torno a la poshegemona se en- la corriente del comunismo literario (configurada a travs de la obra de
cuentra desplazada hacia el concepto de infrapoltica, ver Infrapolitics: Jean-Luc Nancy y Jacques Rancire, y cuyo referente ms destacado es el
the Project and his Politics. Allegory and Denarrativization. A Note on investigador Juan Duchesne Winter).
se desarrollaron sobre el libro de Beasley-Murray. Por un lado, alto las producciones de los gramscianos latinoamericanos, los
Guillermo Ricca enmarca a Poshegemona en una discusin ms cuales precisamente tendieron a pensar menos con la categora
amplia acerca de los vnculos entre Althusser y Gramsci, la re- de hegemona que con las de revolucin pasiva, transformismo y
cepcin de Deleuze y Guattari en los estudios culturales, y la estado integral. De cara a las limitaciones de estos ejercicios, la
actualidad de Gramsci en Amrica Latina.47 La lectura de Ricca se lectura de Bosteels se instala en los jalones fundamentales de la
desenvuelve en dos planos. Por un lado, advirtiendo cules son recepcin gramsciana en Amrica Latina a los fines de destacar
los usos de Gramsci implicados en la propuesta de Beasley-Mu- la productividad de un trabajo de problematizacin del vnculo
rray. A su entender, la concepcin de hegemona como la nocin entre Gramsci y Amrica Latina que resiste afirmaciones simpli-
de que el Estado mantiene su dominacin por medio del consen- ficadoras y posicionamientos apresurados.51
so de los dominados, as como la secuencia que liga hegemona
con ideologa y creencia compartida, no hacen ms que ocluir el
hecho de que en Gramsci la nocin de hegemona opera junto a
conceptos tales como revolucin pasiva, bloque histrico, guerra V.
de posiciones o reforma intelectual y moral. Esta lectura se de-
tiene, por otra parte, en las implicancias de la utilizacin de con-
ceptualizaciones deudoras de Deleuze y Guattari en el anlisis Hemos sealado recientemente que las lecturas de Bosteels y
de la historia latinoamericana y, especialmente, de la tradicin Ricca se destacan por compartir la advertencia acerca de la sig-
poltica populista del continente. A decir de Ricca, la postulacin nificativa ausencia de los itinerarios gramscianos en la historia
del afecto en oposicin a la ideologa y la lnea de fuga frente a poltico-intelectual latinoamericana en unas discusiones que,
la captura estatal conlleva tanto una deshistorizacin de la com- precisamente, tienen a la realidad poltica del subcontinente
plejidad del rol del Estado en la poltica latinoamericana como como objeto privilegiado de reflexin.52 Afirmamos all que se
una clausura del igualmente complejo fenmeno populista.48 En podran proseguir estos parmetros de lecturas y preguntar
este sentido es posible poner en sintona la lectura desarrolla- cun legtimo, y cun productivo en trminos interpretativos y
da por Ricca con las reflexiones de Bruno Bosteels acerca del polticos, resulta un planteo de problemas nodales de la histo-
lugar ocupado por Gramsci en el pensamiento radical contem- ria latinoamericana, como la constitucin del orden social o el
porneo.49 De acuerdo a Bosteels, los ejercicios de relectura del desarrollo de experiencias polticas que intentaron modificarlo,
corpus gramsciano, entre los que se destaca el libro de Beas- desde un distanciamiento radical con el esfuerzo empeado en
ley-Murray, comparten la indiferencia hacia los itinerarios teri- el mismo sentido por generaciones de intelectuales y militantes
cos-polticos de la obra de Gramsci en Amrica Latina.50 As como polticos del continente. Es decir, qu legitimidad le depara y qu
la lectura de Thomas no da lugar a las experiencias gramscianas productividad auspicia un ejercicio de replanteo de la hegemona
no europeas, como la del subalternismo sudasitico o la del en Amrica Latina que no da cuenta del trabajo poltico-intelec-
gramscianismo latinoamericano, y la de Chibber no menciona a tual de un Jos Aric, un Arnaldo Crdova, un Bolvar Echeverra
los tericos subalternistas latinoamericanos, como Silvia Rivera o un Ren Zavaleta Mercado. En otras palabras, cmo discutir
Cusicanqui o Ileana Rodrguez, la de Beasley-Murray pasa por
51 Para calibrar la productividad de esta premisa ms all de la polmica
47 Guillermo Ricca, Polticas de lo contemporneo. Derivas de la polmica con la poshegemona, ver su libro Marx and Freud in Latin America.
Gramsci/Althusser, V Coloquio Nacional de Filosofa, Ro Cuarto, Uni- Politics, Psychoanalysis and Religion in Times of Terror, Londres, Ver-
versidad de Ro Cuarto, 2013, pp. 279-287. so, 2012. Junto a las reacciones de Ricca y Bosteels debe destacarse la
lectura de Susana Draper, quien si bien comparte la misma aproximacin
48 Ricca volva afirmativa aquella pregunta de Beverley acerca del peligro cautelosa al concepto de poshegemona, tiende a valorar la irrupcin de
de hacer causa comn con la burguesa: las crticas al dficit normativo dicha idea a los fines de llevar a cabo una relectura del marxismo latinoa-
de la teora de la hegemona y al modo cmo esta teora identifica el mericano. Es decir, por un lado, su lectura conlleva una advertencia acer-
liberalismo con el orden burgus parecen indicar que Beasley-Murray se ca de la importancia de los planteos sobre la hegemona en la tradicin
inclina por la poltica como negocio. En Amrica Latina, es lo que recla- gramsciana latinoamericana. En un sentido ms amplio, dicha advertencia
man las derechas, bid., p. 283 En esta misma clave de lectura cabe des- participa de la sospecha de que la inflexin poshegemnica no le hace
tacar el sealamiento de Yannis Stavrakakis sobre el esquematismo en el justicia al concepto de hegemona y sus significados. Sin embargo, por
tratamiento del vnculo entre horizontalismo y hegemona. Mediante de otro lado, Draper considera que dicha inflexin constituye una posibilidad
un interesante ejercicio de verificacin de las tesis de Beasley-Murray a de pensar el concepto de hegemona a travs de un distanciamiento radi-
partir de las experiencias de la primavera rabe, Syriza y el kirchnerismo, cal. Por este camino se postula una hegemona, es decir una hegemona
el griego se pregunta si en lugar de erigir una muralla entre horizon- tachada, que implica el sometimiento del concepto a una crtica extrema.
talismo y procesos hegemnicos, no sera ms productivo estudiar su El concepto de hegemona no es abandonado a condicin de suspender
interpenetracin irreductible y las oportunidades y desafos que sta sus operaciones y conclusiones habituales. Esta operacin lleva a Draper
genera?, Hegemony or Post-hegemony? Discourse, Representation and a proponer una indagacin particular de los itinerarios marxistas latinoa-
the Revenge(s) of the Real, en A. Kioupkiolis y G. Katsambekis (eds.), mericanos, entre los cuales resalta la produccin de Ren Zavaleta Mer-
Radical Democracy and Collective Movements Today. The Biopolitics cado alrededor de los problemas del poder dual y la sociedad abigarrada,
of the Multitude versus the Hegemony of the People, Farnham, Ash- Genealogas intempestivas de la post-hegemona: el marxismo crtico
gate, 2014, p. 121. de los aos sesenta latinoamericanos, Post-hegemona: el final de un
49 Bruno Bosteels, Gramsci at the margins, Radical Thought on the Mar- paradigma de la filosofa poltica contempornea en Amrica Latina,
gins, Princeton University, Mayo de 2013. Universidad Complutense de Madrid, 2013.
50 Los otros ejercicios atendidos por Bosteels son los cifrados en Peter Tho- 52 Marcelo Starcenbaum, Gramsci, Amrica Latina y la poshegemona. Al-
mas, The Gramscian Moment. Philosophy, Hegemony and Marxism, gunas reflexiones a propsito de Nueve lecciones sobre economa y polti-
Londres, Brill, 2009 y Vivek Chibber, Postcolonial Theory and the Spec- ca en el marxismo de Jos Aric, Poltica Comn. A Journal of Tought,
ter of Capital, Londres, Verso, 2013. University of Michigan, en prensa.
los problemas relativos a la hegemona en las sociedades lati- Estado, la teora de la hegemona no sera otra cosa que una an-
noamericanas, tan relevantes como el significado del populismo tipoltica. En segundo lugar, la caracterizacin de la teora de la
y el sentido de los nuevos movimientos sociales, sin un anclaje sociedad civil como factor dinamizador de un contexto signado
en el resultado de un trabajo de ms de cincuenta aos en pos por la crisis del socialismo real, el surgimiento del neolibera-
de traducir a Gramsci a la realidad del continente. lismo tecnocrtico y el escepticismo frente a la poltica. Segn
esta interpretacin, el arraigo del discurso de la sociedad civil en
Resulta indudable, sin embargo, que el libro de Beasley-Murray Amrica Latina en la dcada de 1980 habra implicado la valori-
representa el punto de llegada de una serie de elaboraciones zacin de la esfera de mediacin entre el Estado y el mercado, lo
tericas alrededor de la poshegemona y de un conjunto de fruc- privado y lo pblico, lo universal y lo particular. Al contribuir a
tferas utilizaciones de aquel concepto en el anlisis de diversos mantener la ficcin del pacto social, la teora de la sociedad civil
fenmenos polticos y culturales del continente. Esta constata- no sera otra cosa que una herramienta de gubernamentalidad.
cin revela que el paradigma poshegemnico goza de legitimidad
en el campo de los estudios latinoamericanos y que ha contri- El reciente repaso realizado por Anne Freeland del giro
buido a renovar de manera significativa los parmetros interpre- gramsciano en Amrica Latina proporciona un vector que facilita
tativos del estudio de problemas fundamentales de la realidad la conexin entre la discusin terica acerca de la poshegemona
latinoamericana.53 En este sentido, una vez advertida la genea- y los itinerarios tericos y polticos de Gramsci en el continen-
loga gramsciana en Amrica Latina como el blak hole de las dis- te.55 Como bien demuestra Freeland, muchas de las operaciones
cusiones en torno a la poshegemona, una operacin de lectura de renovacin terica implicadas en la lectura de Gramsci de-
centrada en la persistencia de la oposicin entre el paradigma sarrollada en Amrica Latina hacia fines de la dcada de 1970 y
poshegemnico y los itinerarios de Gramsci en el continente slo comienzos de la de 1980 coincidieron con algunas de las trans-
conducira a clausurar el dilogo con una incipiente tradicin inte- formaciones de la teora social contempornea. Al respecto, la
lectual que hace descansar sobre la realidad latinoamericana una autora advierte la compatibilidad existente entre la traduccin
gran parte de sus desarrollos tericos. Por ello, en la senda abier- de Gramsci hacia la tesis de la democracia como valor universal,
ta por las lecturas de Ricca y Bosteels pero con el objetivo de evi- tal como se formula en los trabajos de Carlos Nelson Coutinho,
tar una superposicin entre los debates tericos de los estudios con la jerarquizacin de la sociedad civil y la promocin de los
latinoamericanos y la historia intelectual latinoamericana, inten- movimientos sociales, tal como se desarrolla en la obra de Jean
tamos conectar ambos registros mediante la problematizacin Cohen y Andrew Arato. Sealamiento sumamente significativo,
de algunos ncleos argumentales de Beasley-Murray a partir de en tanto son precisamente los trabajos de Cohen y Arato a los
las recientemente editadas Nueve lecciones sobre economa y que remite Beasley-Murray a fines de constatar la consolidacin
poltica en el marxismo de Jos Aric.54 de la tesis de la sociedad civil como factor dinamizador de un
contexto signado por la crisis poltica. Es por ello que puede
Si un replanteo de los problemas relativos a la hegemona en afirmarse que, en cierto sentido, algunos de los parmetros de
el seno de los estudios latinoamericanos debe confrontar leg- historizacin que sustentan el paradigma poshegemnico son
timamente con la obra de Laclau, y una reconstruccin de los claramente trasladables a la historia intelectual latinoamerica-
mismos problemas en los marcos de la historia intelectual lati- na. Efectivamente, la mayora de los ejercicios de relectura de
noamericana debe remitir necesariamente a los itinerarios teri- Gramsci llevados a cabo por intelectuales latinoamericanos
cos y polticos de Gramsci en Amrica Latina, nos preguntamos durante la dcada de 1980 estuvieron mediados por la centrali-
qu nos devuelve la obra de los gramscianos latinoamericanos dad del discurso de la sociedad civil. En un contexto en el que
cundo le formulamos las mismas preguntas que la poshege- se conjugaban los ejercicios de revisin del marxismo-leninismo
mona le formula al paradigma laclauiano. Este mecanismo de y los procesos de transicin a sistemas polticos democrticos, la
interrogacin nos ha conducido a la problematizacin de dos de tradicin gramsciana se lig estrechamente a operaciones de valo-
los parmetros analticos a travs de los cuales Beasley-Murray rizacin de la esfera de mediacin entre el Estado y el mercado, lo
interpreta el vnculo entre marxismo, hegemona y populismo. privado y lo pblico, lo universal y lo particular. De este modo, al
En primer lugar, la postulacin del populismo como elemento igual que para la teora social contempornea, en la historia inte-
atractivo y seductor para una prctica poltica desorientada por lectual latinoamericana las formulaciones en torno a la sociedad
el declive del marxismo. De acuerdo con esta explicacin, la cri- civil contribuyeron a mantener la ficcin del pacto social consti-
sis experimentada por el marxismo en la dcada de 1970 habra tuyndose, por lo tanto, en herramientas de gubernamentalidad.
derivado en posicionamientos tericos que conciben a la hege-
mona como nica forma posible de la poltica y contribuyen a Sin embargo, una lectura de las Nueve lecciones de economa y
ocultar otros modos de ordenamiento de la lucha poltica. Al poltica en el marxismo nos ha permitido delimitar un posicio-
sustituir la poltica por la hegemona y evitar el problema del namiento terico y poltico distinto de aquel con el cual confron-
ta la propuesta poshegemnica. Si bien Aric atraves hacia fi-
53 Especialmente en lo relativo a la refutacin de los postulados de la op- 55 Anne Freeland, The Gramscian Turn: Readings from Brazil, Argentina and
cin decolonial. Bolivia, A Contracorriente. Una revista de historia social y literatura
54 Material que rene las clases dictadas por Aric en el Colegio de Mxico de Amrica Latina, North Carolina State University, Vol. 11, N 2, invierno
en 1977. de 2014, pp. 278-301.
nes de la dcada de 1970 la misma coyuntura que el resto de los las contradicciones internas de las instituciones capitalistas. En
gramscianos latinoamericanos, las conclusiones por l extradas este sentido, un ejemplo como el de Aric nos deja ver que, de
de la crisis terica del marxismo y de la derrota de las experien- cara a la actual coyuntura poltica latinoamericana, quizs no sea
cias de izquierda en Amrica Latina, resultaron claramente diso- necesario elegir entre el ultraizquierdismo o ganar elecciones.
nantes con las tendencias predominantes en el registro discursi-
vo de la poca. En su caso, tal como hemos advertido, el trabajo Finalmente, no deja de ser sintomtico el hecho de que, hasta
crtico sobre la tradicin marxista-leninista est condicionado a la publicacin del presente dossier, el impacto de la discusin
la configuracin de una izquierda capaz de desarrollar una pol- sobre la poshegemona en crculos acadmicos y militantes la-
tica efectivamente emancipatoria. Dicha tarea, en la cual Aric tinoamericanos haya sido casi nulo. Frente a la tendencia a ver
se permite un rescate de Lenin frente a la desviacin sovitica en dicho desfasaje la pervivencia de ciertos elementos arielis-
y un regreso a Bernstein de cara al doctrinarismo marxista, est tas en las izquierdas latinoamericanas, los cuales llevaran a sus
ligada de manera indisoluble a la formulacin de una poltica ra- intelectuales a desconfiar de las producciones de los estudios
dical que no renuncia a un horizonte revolucionario. Si bien Aric latinoamericanos desarrollados en Estados Unidos, nos hemos
participar de aquella inflexin en la tradicin marxista caracteri- preguntado si un incipiente paradigma interpretativo que hace
zada por el nfasis en la necesaria autonoma de la poltica, este descansar gran parte de sus argumentos en el anlisis de la rea-
movimiento no implicar necesariamente la relocalizacin de la lidad latinoamericana no se enriquecera estableciendo vnculos
dinmica poltica transformadora en los movimientos sociales ni con la historia del pensamiento crtico del continente. Moreiras
el desplazamiento hacia la problemtica de la gobernabilidad. ha respondido a estos argumentos resaltando la no correspon-
Del mismo modo, la reflexin terica alrededor del problema de dencia entre los tiempos del pensamiento y los tiempos de la
la hegemona se enmarca en un esfuerzo por contribuir al desa- poltica, as como remitiendo la historia del marxismo latinoa-
rrollo en el seno de las izquierdas de una prctica poltica capaz mericano a un problema de archivo.56 Es decir, dando a entender
de interrumpir el carcter reproductivo del sistema capitalista. que no merece ninguna reflexin el hecho de que existan afini-
Este trabajo, que en un sentido retrospectivo intentaba disociar dades entre las formulaciones poshegemnicas y las apuestas
las aproximaciones gramscianas a la cultura popular de las de polticas que tienden a erosionar la legitimidad de los gobiernos
la tradicin leninista, se vinculaba con el establecimiento de las progresistas latinoamericanos. No deja de llamar la atencin, al
condiciones para el desarrollo de una poltica revolucionaria en respecto, la indiferenciacin entre regmenes estatales populis-
la que la creacin de una nueva conciencia fuera entendida en tas y neoliberales que subyace en sus argumentos, al igual que
trminos de reformulacin de elementos preexistentes. Desa- en los de Williams y Beasley-Murray. De igual modo, el desinte-
rrollada en el mismo contexto sealado crticamente por el pa- rs de los intelectuales de izquierda latinoamericanos por la dis-
radigma poshegemnico, la intervencin de Aric constituye un cusin en torno a la hegemona se explicara por la pervivencia
ejemplo de redimensionamiento de la poltica y de concepcin de la teora de la hegemona como nec-plus-ultra de la prctica
de la hegemona que no se corresponde con la sustitucin de la poltica. Por otro lado, esta respuesta sugiere que la indagacin
poltica o con el ocultamiento de otros modos de ordenamiento en los itinerarios poltico-intelectuales del marxismo latinoame-
de la lucha poltica. ricano no tiene un sentido ms que filolgico. Disociacin que
torna irrelevante la advertencia de black holes en la historiza-
Asimismo, la indagacin sobre itinerarios como el de Aric per- cin que sustenta la propuesta poshegemnica. Siguiendo este
mite establecer una genealoga teora y poltica de Amrica La- supuesto, un planteo acerca de aspectos fundamentales del
tina que permite echar luz sobre algunos aspectos generados orden social latinoamericano no encontrara en los trabajos de
por del concepto de poshegemona. Retomando la lectura de marxistas latinoamericanos ms que textos histricas. Quizs
Ricca, es evidente la afinidad que existe entre una lectura de sean estas insistencias, precisamente, las que alimenten reaccio-
la historia latinoamericana en clave de la poshegemona y una nes especulares a la poshegemona como la que se cifra en la
mirada marcadamente negativa de la actual coyuntura poltica intervencin de Beverley.
del continente. Si, como afirma el propio Aric, la historia in-
telectual es algo ms que una simple operacin arqueolgica
destinada a engrosar la historia de las ideas, la reconstruccin
de los itinerarios gramscianos en Amrica Latina puede contri-
buir a desatar algunos de los nudos que aprisionan los debates
tericos de los estudios latinoamericanos. En el caso de Aric,
Gramsci es el nombre de una posicin poltico-intelectual que
entiende la intervencin poltica en trminos de construccin,
es decir, que no reniega de los cambios polticos progresivos
a condicin de mantener siempre un horizonte emancipatorio.
Es por ello, que hacia fines de la dcada de 1970 y comienzos
de la de 1980, el declive del comunismo y la transicin a reg-
menes democrticos estarn acompaados por una concepcin
gramsciana de la hegemona que empuja la lucha poltica hacia 56 Alberto Moreiras, comunicacin personal, noviembre de 2014.
En una intervencin reciente, Antonio Negri desliza un interro- ciones posibles. En otras palabras, seguir a Negri no es la nica
gante que expresara el diferendo terico esencial que lo separa manera de no seguir a Laclau, y ser laclauiano no es el nico
del pensamiento de Ernesto Laclau: Es posible y deseable que modo de no ser negriano. Ms importante an, me interesa de-
subjetividades sociales heterogneas se organicen espontnea- fender la idea de que es posible estar a favor de la contingencia,
mente, o deben estar organizadas previamente?.1 Quienes ten- la precariedad y la inevitabilidad de la construccin poltica des-
gan familiaridad con ambos autores reconocern con facilidad en de una posicin de inmanencia. La llave que abre esta posibilidad
la primera alternativa la postura de Negri, y en la segunda la de es una investigacin de los lmites de la concepcin negriana de
Laclau. Por su parte, en una resea de Imperio Laclau tambin multitud en un doble sentido: las limitaciones del concepto en
presentaba el diferendo en trminos de una disyuntiva: o bien general, pero especficamente las limitaciones que se revelan en
se afirma la posibilidad de una universalidad que no es poltica- el momento en que se intenta demarcar las fronteras que sepa-
mente construida y mediada, o bien se afirma que toda univer- ran la multitud de su Otro: la potestas, el poder constituido, la
salidad es precaria y depende de una construccin histrica a transcendencia, el Imperio.
partir de elementos heterogneos.2 Y continuaba:
Se trata as de explorar la posibilidad de un tertium non datur
Cules son las condiciones para la eliminacin de cualquier for- que se insina en la cita que abre este texto alrededor del des-
ma de representacin? Obviamente, la eliminacin de cualquier lice o hesitacin de Negri entre posible y deseable, esto es,
tipo de asimetra entre sujetos polticos actualmente existentes entre registros en los que es posible distinguir un nivel descripti-
y la comunidad en general. Si la volont gnrale es la voluntad vo y otro prescriptivo, uno analtico y otro poltico. Es cierto que
de un sujeto cuyos lmites se confunden con los de la comuni- es terica y polticamente legtimo indagar sobre la posibilidad y
dad, no hay necesidad de ninguna relacin de representacin.3 la deseabilidad de la ausencia de mediacin; pero es igualmente
necesario reconocer que las dos preguntas no necesariamente
En definitiva, ambos autores plantean la divergencia en tr- coinciden. Evidentemente, una de las formas que el deseo puede
minos de una disyuntiva fundante entre inmanencia (Negri) y adquirir es la naturalizacin de lo que se quiere prescribir. Lo po-
transcendencia (Laclau). demos ver, por ejemplo, en la manera en la que conservaduris-
mo y liberalismo buscan apoyarse en una concepcin de la natu-
Dicho resumidamente, lo que me gustara argumentar aqu es raleza humana como dato cognoscible e inalterable que tornara
que, si estas disyuntivas logran identificar correctamente la dis- cualquier prescripcin que le fuera contraria simultneamente
tancia que separa estas dos posturas tericas (y las consecuen- peligrosa (por arbitraria) e inocua (por finalmente ineficaz). Por
cias prcticas que de all se siguen), no agotan el campo de posi- otro lado, una prescripcin opuesta a lo actualmente existente
tambin puede manifestarse como naturalizacin u ontologiza-
* Departamento de Filosofa, Pontifcia Universidade Catlica do Rio de cin de lo que se desea; de all la idea, comn al anarquismo
Janeiro (PUC-Rio), Brasil.
y a un cierto tipo de marxismo humanista, de una naturaleza
1 Antonio Negri, Egemonia: Gramsci, Togliatti, Laclau, EuroNomade,
2015. Disponible en www.euronomade.info/?p=4956. humana virtuosa siempre-ya presente, inevitablemente dispues-
2 Ernesto Laclau, Can Immanence Explain Social Struggles?, Diacritics, ta a expresarse toda vez que los obstculos a esa expresin
Vol. 31, N 4, 2001, p. 5. (alienacin, competicin, capitalismo, Estado) sean eliminados.
3 Ibd, p. 6.
Por ello, hay buenas razones para por lo menos sospechar si- de definicin mutua entre produccin de la multitud y produc-
tuaciones de contrabando normativo cuando lo deseable se cin del comn.7 Desde un punto de vista sociolgico, el poder
presenta no slo como posible sino tambin, bajo ciertas condi- constituyente de la multitud aparece en las redes cooperativas
ciones, como necesario. En estos casos, el registro prescriptivo y comunicativas del trabajo social.8 Es en este sentido que se
contamina el descriptivo, el objetivo poltico inficiona al discur- puede decir que se trata de un actor activo de auto-organiza-
so analtico, y se proyectan los efectos prcticos que el anlisis cin: la creciente tendencia a que el trabajo devenga comn
deseara producir en las cosas mismas como algo ya dado y de es decir, que tenga cada vez ms como condicin y resultado el
alguna manera inevitable. Resulta de all una doble restriccin comn: conocimiento, informacin, relaciones afectivas, coope-
del papel de la contingencia en la poltica: desde una posicin racin y comunicacin9 tiende a realizar la auto-organizacin
que se supone absoluta es decir, no contingente en su limitacin productiva de la multitud.
subjetiva, sino capaz de descortinar sub specie aeternitatis los
lmites de lo posible y lo necesario se determina qu debe, o por Esto hace que, por una parte, la multitud sea tambin un con-
lo menos qu absolutamente no puede, pasar. cepto de clase, desde que se comprenda la explotacin como
explotacin de la cooperacin de singularidades, o sea, el co-
De lo que se trata finalmente es de las fronteras de lo posible. mn.10 Por otra parte, adems, la tendencia a la auto-organiza-
Adems de su crtica de la demofobia de la teora poltica tra- cin productiva es tambin lo que crea las condiciones para que
dicional, Negri y Laclau sin dudas estn de acuerdo en que la la multitud sea polticamente autodeterminada: capaz de expre-
representacin es siempre fallada. La cuestin es si una repre- sarse polticamente sin necesitar de la intervencin de un sujeto
sentacin que no puede realizarse ni de hecho ni de derecho, externo, soberano.
porque siempre hay algo que le escapa, puede y de hecho debe
necesariamente sin embargo realizarse como hecho es decir, La produccin comn de la multitud implica una forma de po-
producirse como efecto temporario de estabilizacin. Tal es la der constituyente en la medida en que las mismas redes de
posicin de Laclau. O si lo mltiple, que no se deja representar produccin cooperativa designan una lgica institucional de la
ni de hecho ni de derecho y sin embargo acaba siempre repre- sociedad [] La estructura institucional futura de esta nueva
sentado como hecho, puede un da dejar de serlo y manifestarse sociedad est empotrada en las relaciones afectivas, coope-
directamente como mltiple. Tal es la posicin de Negri. rativas y comunicativas de la produccin social. Las redes de
produccin social, en otras palabras, ofrecen una lgica institu-
cional capaz de sostener una nueva sociedad. El trabajo social
de la multitud conduce as directamente a la proposicin de la
Entre lo posible y lo deseable multitud como poder constituyente.11
Esta confianza dogmtica (en el sentido preciso que Kant le da a que lo deseable la eliminacin del poder constituido, de la
esta palabra) se asienta y legitima al mismo tiempo en la idea de representacin, de la soberana sea finalmente posible.
que, en la transicin a la era de la produccin biopoltica que se
produjo como reaccin del capital a las luchas de la clase obrera No obstante, si las bases materiales estn dadas, la realidad que
en los aos 60 y 70, tuvo lugar un pasaje (ontolgicamente) ellas vuelven posible an debe ser creada. Las condiciones para
epocal.12 Precisamente, entonces, no se trata de que el logos de la auto-organizacin poltica absoluta ya existen en la creciente
Hardt y Negri sea un discurso entre otros sobre el ser, sino por auto-organizacin productiva, pero aun as sigue en pie la hete-
el contrario el discurso verdadero sobre una nueva situacin on- ro-organizacin poltica y productiva. La institucin de la demo-
tolgica, el nico capaz de dar cuenta del ser hoy. De all que se cracia absoluta de la multitud requiere un proyecto poltico
produzca una confusin entre lo posible y lo deseable. Una vez que la haga ser [to bring it into being] sobre la base de estas
que la aprehensin del ser no est en cuestin la nueva situacin condiciones emergentes.15 Es entre estos dos momentos la exis-
es tal como Negri y Hardt la describen, los eventuales diferendos tencia de las bases materiales y la irrupcin de un proyecto que
no aparecen como cognitivos, sino como polticos. No reconocer actualice sus virtualidades que se sita el logos de Hardt y Negri.
que la representacin tiende a desaparecer es al mismo tiempo El proyecto es as, sin duda, parte de la realidad que el discurso
seal de una incapacidad de aprehender la nueva situacin onto- busca crear. El discurso, sin embargo, elide la frontera entre las
lgica y, quizs, merecedor de la sospecha de no desearlo. dimensiones poltica y analtica, prescriptiva y descriptiva: su in-
tervencin en la coyuntura no indica una preferencia subjetiva,
Si para Hardt y Negri la nueva situacin ontolgica es inmediata- sino una tendencia objetiva.
mente accesible al logos, es porque ella no hace ms que revelar,
en el presente, la verdad del proceso que la hizo posible. Esto es No proponemos el concepto como una directiva poltica For-
lo que, en pginas en las que es difcil no escuchar el eco de la men la multitud! sino como una manera de darle un nombre
dialctica del en s y el para s que la tradicin marxista tom a algo que ya est en andamiento y de aprehender la tendencia
de Hegel, Hardt y Negri designan como un pasaje de la multitud poltica y social existente. Nombrar una tendencia de ese orden
en sentido ontolgico o sub specie aeternitatis a la multitud en es una tarea elemental de la teora poltica y una herramienta
su realizacin histrica y poltica. Desde el punto de vista pre- poderosa para desarrollar la forma poltica emergente.16
sente, es posible ver que la primera ha siempre estado ah: fuer-
za de la cooperacin entre singularidades, potencia de constitu- En todo caso, lo que el pasaje arriba implcitamente s indica
cin del ser (en) comn.13 Es justamente la acumulacin de esta es que existe un defasaje de la autoconciencia de la multitud
potencia a travs (o por detrs) de la historia la que conduce al consigo misma: entre el momento de la potencia y el de su ac-
ser social presente, desde el cual es posible retrospectivamente tualizacin, estn los que ya comprenden la tendencia en que
reconocerla. Es tambin de esta acumulacin, sumada al (auto-) caminan las cosas y los que todava no. Es justamente por esto
reconocimiento que ella posibilita, que surge la posibilidad de la que hace falta un proyecto para que puedan actualizarse la au-
plena realizacin de la multitud: no apenas potencia ontolgica, to-organizacin y la auto-comprensin auto-organizativa que
no apenas auto-organizacin productiva, sino sujeto histrico y solo podemos esperar realizar hoy porque ya existe[n] como
poltico, auto-comprendido y auto-organizado en cuanto tal. potencial real.17 En este caso, si ese proyecto no puede espe-
rarse de los individuos Hardt y Negri (esto se tiene que decidir
Si es verdad que en el pasado el poder constituyente solo poda concretamente en discusiones polticas colectivas),18 debe no
presentarse como irrupcin temporalmente localizable a ser ins- obstante esperarse de una o ms partes de la multitud que se-
cripta y recubierta por un nuevo poder constituido, y la multitud pan movilizar a las restantes en la direccin hacia la que la lleva
solo poda concebirse como caos y como guerra, la potencia ya la tendencia histrica. Si el tiempo de la creacin del comn
de la multitud puede hoy eliminar la relacin de soberana14 es el Chronos lineal y acumulativo, esa transicin se debe pensar
que, como la relacin de explotacin, tiende a devenir cada vez en trminos de Kairs, de decisin: el momento de ruptura en
ms como meramente parasitaria. Hoy existen condiciones para que la extraordinaria acumulacin de quejas y propuestas de
reforma se deja transformar por un acontecimiento fuerte, una
12 Antonio Negri, Pour une Dfinition Ontologique de la Multitude, op. cit. demanda insurreccional radical.19 Pero quin ha de encarnar el
13 Podemos identificar un movimiento equivalente en Laclau: desde Hege- sujeto de esta virt, si no puede ser todava la multitud como un
mona y Estrategia Socialista, el declive de una poltica basada en la todo? O mejor dicho, ya que la cuestin no tiene que ver con su
clase obrera funciona como revelacin ntica de una verdad ontolgica
ms profunda que la identidad nunca est dada, sino construida discur- identidad, cul es su relacin con la multitud como un todo?
sivamente, y que la poltica no sigue ninguna lgica objetiva, sino que
depende de la articulacin hegemnica. Sin embargo, lo que se descubre
all no es un contenido determinado, como en Negri, sino una lgica o 15 Michael Hardt y Antonio Negri, Multitude, op. cit., p. 222. A esta demo-
forma que puede ser ocupada por cualquier contenido. Sobre la elisin cracia que todos creamos y mantenemos colaborativamente por medio
de la diferencia entre la realidad del capitalismo globalizado y la teora de nuestra produccin biopoltica llamamos absoluta.. Ibd., p. 351.
de la hegemona, as como sobre el dficit normativo de esta ltima, 16 Ibd., p. 220.
vase Simon Critchley, Is There a Normative Deficit in the Theory of He-
gemony?, en Simon Critchley y Oliver Marchart (eds.), Laclau: A Critical
17 Ibd., pp. 221-2.
Reader, Londres, Routledge, 2004. 18 Ibd., p. 357.
14 Ibd. (nfasis mo). 19 Ibd., p. 357.
sino que resulta de una operacin de totalizacin que produce crea efectos de transcendencia: la corrupcin.32
dos unidades donde hay apenas un movimiento:
Asegurando la inocencia ontolgica de la multitud, la operacin
si el poder constituido es solamente una (de)formacin particular del que transforma dos tendencias internas suyas en campos sepa-
constituyente, la cuestin es ms bien distinguir entre estas formaciones, rados el uno activo y virtuoso, el otro parasitario y aciago
encontrar un protocolo que permita distinguir entre malo y bueno, en tambin garantiza su victoria final: lo deseable se volver posi-
vez de afirmar la multitud a cada momento.28 ble, la transcendencia desaparecer. Es finalmente esta creencia
la que separa a Negri y a Laclau, y es sintomtico que este ltimo
Sin embargo, l mismo se deja llevar nuevamente por la tenta- comprenda la inmanencia, a partir de Scotus Ergena, como teo-
cin del Sujeto, y algunas pginas despus reintroduce las fron- dicea: el mal no existe realmente, porque las cosas a las que
teras que haba cuestionado: La multitud, en resumen, es activa, llamamos malas son estadios necesarios por los que debe pasar
mientras el estado es reactivo.29 Dios para llegar a su divina perfeccin.33
Con esta operacin de totalizacin, la carta de la multitud30 se Pero que desaparezcan la mediacin, la representacin y la so-
juega no dos veces, como observa Vittorio Morfino, sino tres. La berana no implica, advierten Hardt y Negri, la inexistencia de
potencia de la multitud es el origen del poder constituido, pero instituciones. Por el contrario, la insurreccin necesita institu-
es como si este poder, una vez constituido, fuera una realidad ciones,34 pero de otro tipo: basadas en el conflicto, que con-
separada cuyos efectos de totalizacin dejan de determinar a la soliden nuevos hbitos, prcticas y capacidades, abiertas en el
multitud. En cuanto totalidad colectiva, la multitud puede ser sentido que se dejan transformar constantemente por las singu-
tratada como un sujeto [siempre ya] comunista que no sera laridades que las componen.35 Pero sera un tanto ingenuo creer
atravesado, incitado y restringido por innombrables instrumen- que el nico impedimento al xito de la revolucin hasta aqu
tos de control biopoltico.31 Esta realidad fantasmtica que es el haya sido la ausencia de una nocin no contractualista de insti-
poder constituido paradojalmente adquiere entonces el status tucin. No se definan los partidos y estados socialistas como
de Otro realmente existente, un afuera ms all de las fronte- instituciones abiertas y potencialmente omnicomprensivas de
ras de la multitud. Hay la auto-organizacin de la inmanencia de este tipo? Qu puede efectivamente garantizar que las nuevas
un lado y su hetero-organizacin parasitaria del otro; es como instituciones lograrn escapar a la condena segn la cual [e]n
si la hetero-organizacin parasitaria no fuera justamente, como el momento en que la potencia se institucionaliza, deja de ser
vimos arriba, una operacin por la cual una parte de la totali- potencia, declara nunca haberlo sido?.36
dad distributiva crea efectos de totalizacin que producen una
apariencia de totalizacin o subsuncin. La consecuencia de la Dos operaciones parecen intervenir all. La primera es el juego
sustancializacin de la inmanencia (su transformacin en Uno metonmico que crea la equivalencia entre transcendencia, poder
o totalidad colectiva) es que la transcendencia, que haba sido constituido, soberana, representacin (en el sentido poltico) y
definida como ilusin, deja de ser considerada como el proceso estado. Es como si, una vez que el poder constituido acaba iden-
u operacin interna al propio proceso auto-organizativo de la tificado con sus formas caractersticamente modernas, la desapa-
inmanencia que crea esta ilusin, y pasa a ser tratada como algo ricin de estas puede aparecer como desaparicin de los riesgos
que transciende efectivamente la inmanencia: su afuera, su Otro. de la institucionalizacin, de las pasiones y afectos tristes, del ha-
bitus (la corrupcin, la transformacin del constituyente en cons-
Por medio de este artificio conceptual, que transforma un mo- tituido, del trabajo vivo en trabajo muerto, etc.). El fin de la forma
vimiento o tendencia (la transcendencia como ilusin interna a histrica del Otro en ltima instancia, el estado se confun-
la inmanencia) en dos dominios ontolgicos distintos (el cons- de con el fin de la transcendencia. La republica constituyente,
tituyente y el constituido), la inocencia de la multitud se man- fuera del estado, es donde el proceso constituyente nunca se
tiene siempre a salvo. La muerte de los procesos constituyentes cierra [] la revolucin no llega a un final,37 desterritorializacin
nunca es interna, un lmite al que llega la propia potentia, sino que no se ve amenazada por cualquier reterritorializacin.
que viene siempre desde fuera, como bloqueo impuesto por la
potestas. De all la dificultad que tienen Hardt y Negri, como ob- En algunos momentos, Negri parece sugerir que la corrupcin
serva Beasley-Murray de modo certero, para pensar el concepto no llegara a desaparecer por completo: Una historia de liber-
tad, la que nos espera? [] [U]na historia de liberacin, esta s
que debera dar cuenta del proceso por el cual la inmanencia
32 Vase Jon Beasley-Murray, op. cit., pp. 263-4.
28 Jon Beasley-Murray, op. cit., p. 258.
33 Ernesto Laclau, Can Immanence Explain Social Struggles?, op. cit., p. 4.
29 Ibd., p. 170.
34 Michael Hardt y Antonio Negri, Commonwealth, Cambridge, MA, Har-
vard University Press, 2009, p. 355.
30 Vittorio Morfino, The Multitudo According to Negri: On the Disarticula-
tion of Ontology and History, Rethinking Marxism: A Journal of Eco-
35 Ibd., p. 357.
nomics, Culture & Society, Vol. 26, n 2, p. 237. 36 Antonio Negri, O Poder Constituinte, Rio de Janeiro, DP&A, 2002, p. 37.
31 Alberto Toscano, Always Already Only Now: Negri and the Biopolitical, 37 Antonio Negri, Constituent Republic, en Michael Hardt y Paolo Virno
en Timothy Murphy y Karim Mustafa (eds.), The Philosophy of Antonio (eds.), Radical Thought in Italy. A Potential Politics, Minneapolis, Uni-
Negri. Volume Two: Revolution in Theory, London, Pluto, 2007, p. 113. versity of Minnesota Press 1996, p. 222.
nos espera: desutopa en acto, incontrolable, tanto constructiva llegar a una decisin:44 el cerebro, la innovacin econmica, el
cuanto dolorosa.38 Pero entonces, cul sera, en este caso, la lenguaje y el desarrollo del software. Pero hay una confusin
diferencia entre este proceso y la historia del antagonismo irre- evidente cuando dicen que, [d]esde la perspectiva de los neu-
conciliable entre constituyente y constituido? Interviene all la robiologistas, el uno nunca decide.45 Es verdad que [n]o hay
segunda operacin, correlato de la transformacin de la mul- un uno que toma una decisin46 si se lo entiende en el sentido
titud en totalidad colectiva, que es la proyeccin de la trans- de un uno fuera del cerebro (no hay una mente separada que
cendencia como afuera, como Otro. Si este Otro, identificado controlara las redes neuronales) o de un centro de control per-
al estado, deja de existir, las crisis y los conflictos ocasionados manente. Pero la actividad cerebral nunca es la actividad igual y
por la institucionalizacin dejan de aparecer como antagonismo simultnea de todas las neuronas a la vez, sino el proceso por el
entre constituyente y constituido y pasan a ser vistos como in- cual diferentes ncleos formados por diferentes redes neurona-
ternos al constituyente. les se suceden en coordinar la accin de las dems.
Es verdad que, en el pasado, el proyecto de fundar lo poltico El mismo error parece repetirse cuando Multitud opone el Chro-
en base a una legitimidad surgida del poder constituyente de nos lineal y acumulativo de la actividad interna de la multitud
lo social , siempre ha fracasado.39 El pasaje del constituyente al Kairs de la decisin poltica que rompe con toda mediacin
al constituido, que retiene al primero en redes jerrquicas que externa. Pues cuando hablamos del cerebro, la economa, el len-
articulan produccin y representacin40 y proyecta al segundo guaje o el software como modelos, nos referimos precisamente
como causa en vez de efecto, ha sido siempre necesario, o por a la decisin o innovacin es decir, al Kairs. Aquello que se
lo menos inevitable. Sin embargo, la acumulacin ontolgica ve desde fuera como un solo Chronos o duracin auto-organi-
subyacente a cada uno de estas experiencias y de estos fraca- zada es, visto desde dentro y de cerca, en sus mediaciones in-
sos, que imprime al concepto y la praxis del poder constitu- finitesimales, una multiplicidad de Kairoi y Chronoi de diferentes
yente una especie de movimiento tendencial irreversible,41 amplitudes y duraciones. Se trata, para decirlo con Gabriel Tarde,
ha llegado en el momento presente a su grado mximo. Hoy del tiempo de la invencin y la imitacin: los flujos imitativos
estn emergiendo condiciones que tornan a la multitud capaz como condicin para que la invencin aparezca en los puntos
de decisin democrtica y a la soberana innecesaria.42 El po- en que cruces inauditos entre diferentes flujos tienen lugar, y la
der constituyente siempre fue en s, sub specie aeternitatis invencin como aquello que da origen a nuevos flujos imitativos.
procedimiento absoluto omnipotente y expansivo, ilimitado
e inconcluso.43 Pero si antes procedimiento absoluto no era Qu nos dice Tarde acerca de cmo funciona la invencin?
ms que el nombre de la mala infinitud de un antagonismo sin Justamente, que la formacin de toda cosa por propagacin a
reconciliacin que se manifestaba como sucesin de irrupciones partir de un punto no est en duda.47 O sea: la auto-organizacin
de la potentia y bloqueos de la potestas, este mismo movimien- de la multitud no es ms que la accin de algunas singularidades
to, cuando la multitud deviene sujeto poltico universal, pasa a sobre otras. No slo de todas sobre todas lo que Tarde llama
ser nicamente propiedad de ella. La teleologa resuelve, as, la posesin recproca, bajo formas extremamente variadas, de
la tensin entre multitud como totalidad colectiva y totalidad todos por cada uno.48 El hecho de que la imitacin sea imitacin
distributiva: cuando el poder constituido (o el estado) desapare- de una invencin implica que siempre, desde centros y focos
ce, la multitud, que hasta entonces funcionaba como totalidad infinitamente mltiples, de puntos de vista y grados diversos,49
colectiva o Sujeto opuesto a un Otro, deviene plan de inmanen- hay monadas que innovan y monadas que imitan, monadas que
cia, horizonte de todos los acontecimientos. Lo que antes era siguen y monadas que son seguidas. La auto-organizacin nunca
oposicin entre hetero- y auto-organizacin deviene auto-orga- es, por lo tanto, una perfecta reciprocidad o la llana igualdad
nizacin absoluta, auto-actividad de un Sujeto cuyos lmites se de una horizontalidad absoluta, sino el movimiento constante
confunden con los del ser. por el cual algunas partes actan sobre otras y, directa o in-
directamente, sobre el todo. Lo que se dice auto-organizacin
inmanente no es ms que el efecto de la superposicin y entre-
cruzamiento de hetero-organizaciones, accin de partes sobre
Auto-organizacin y hetero-organizacin partes y (ms o menos directamente) sobre el todo.
38 Antonio Negri, O Poder Constituinte, op. cit., p. 461. 44 Michael Hardt y Antonio Negri, Multitude, op. cit., p. 338.
39 Ibd., p. 421. 45 Ibd., pp. 221-2.
40 Ibd., p. 25. 46 Ibd.
41 Ibd., p. 422. 47 Gabriel Tarde, Monadologie et Sociologie, op. cit., p. 98 (nfasis mo).
42 Michael Hardt y Antonio Negri, Multitude, op. cit., p. 354. 48 Ibd., p. 85.
43 Antonio Negri, O Poder Constituinte, op. cit., 25. 49 Ibd., p. 98.
todo.50 Pero el prefijo auto- refiere all al mismo ser o la inma- centrales potenciales cristalicen, tomen consistencia.54
nencia lo nico que se puede concebir como causa sui, no
a los entes o res singulares, que siempre actan los unos sobre La hetero-organizacin no es necesariamente del orden de la
los otros en grados variables de reciprocidad. Vista por dentro, transcendencia o de la soberana, aunque pueda siempre ser-
desde el punto de vista de las singularidades, lo que aparece sub lo, esto es, devenirlo. Pero el resultado de la hipstasis de la
specie aeternitatis como auto-organizacin es siempre accin soberana como transcendencia externa a la multitud es justa-
sobre acciones,51 hetero-organizacin. mente un rechazo irreflexivo o una sospecha automtica contra
la hetero-organizacin y, por lo tanto, contra la organizacin
De esto se sigue que la oposicin entre auto- y hetero-organi- en general. Como observa Morfino, comprender la multitud
zacin no puede coincidir con la oposicin entre inmanencia y como sujeto, presencia, plenitud y no como red compleja
transcendencia.52 Hay siempre algunos que actan directa o indi- de relaciones [] de que el poder, la ideologa y la violencia no
rectamente sobre el todo; hay siempre sincdoque, partes que constituyen otro [] sino son la forma misma de la necesidad
para otras partes logran representar el todo, o por lo menos a de su entramarse imposibilita pensar la poltica como inter-
ms que a s mismas. La soberana no es una realidad separada vencin en una coyuntura compleja.55 La teora nos sita en un
que podra ser destruida de una vez por todas, sino el caso extre- punto suspendido entre la tendencia objetiva y la intervencin
mo de desaceleracin y estabilizacin del movimiento continuo subjetiva que la debe realizar; sucede que, cuando la hetero-or-
de emergencia y desvanecimiento de ncleos de organizacin: ganizacin es confundida con la transcendencia, se niegan las
cuando la ilusin del uno se solidifica y crea efectos de totaliza- condiciones para pensar esta intervencin como hubiera sido
cin que inhiben la circulacin de la capacidad de innovacin.53 necesario: como accin de una parte sobre el todo.56 Al mismo
Como sugieren Deleuze y Guattari a partir de una lectura de tiempo, concediendo demasiada realidad a la transcendencia, la
Pierre Clastres, el estado existe desde siempre (y siempre exis- promesa de liberacin final de la multitud asume un carcter
tir) por lo menos como tendencia virtual: la cuestin es si exis- paradojal, semejante al de la ancdota de la tetera prestada
ten fuerzas y mecanismos que puedan impedir que los puntos que tanto le gusta a Slavoj Zizek: ella nunca existi, pero ahora
dejar de existir.
dad abierta o totalidad sin clausura,58 su sentido es en ltima poltica, de su realidad como intervencin; pero no es la natura-
instancia poltico, prescriptivo, aunque el gesto pueda presentar- leza de la representacin como sincdoque que declara ya dado
se como analtico y descriptivo. No obstante, porque ya es una el sujeto mismo que se propone articular (un populus, an cuan-
totalizacin, la intervencin no deja de crear sus propios efectos do el nombre de este populus sea multitud)?
de transcendencia, el primero de los cuales es precisamente la
transubstanciacin en una supuesta transparencia analtica y
descriptiva de su papel poltico y prescriptivo. Si la multitud es Esta sera, en efecto, una lectura habilitada por los mismos Har-
pensada como totalidad distributiva, no existen puntos de vista dt y Negri en un pasaje revelador:
privilegiados desde su interior: todo es evaluacin, tendencia y
contratendencia, incertidumbre, riesgo, y el discurso es ya, de Quizs necesitemos reinventar la nocin de una teleologa ma-
alguna manera, voluntad de organizacin. Por otro lado, hacer terialista que Spinoza proclam en los albores de la moderni-
de la multitud una totalidad colectiva, un Sujeto transhistrico, dad cuando afirm que el profeta produce su propio pueblo.
atribuye una perspectiva sub specie aeternitatis a la aprehensin Quizs junto con Spinoza deberamos reconocer el deseo pro-
de su proceso objetivo de desarrollo. La dimensin poltica y ftico como irresistible [] Hoy un manifiesto, un discurso pol-
subjetiva del discurso se apaga as en nombre de una objetividad tico, deberan aspirar a ocupar una funcin proftica spinozista,
abslouta que no es otra sino la trasparencia del Sujeto consigo la funcin de un deseo inmanente que organiza la multitud.61
mismo, preanuncio y condicin de su transformacin en sujeto
poltico. Negar este discurso no sera entonces negar una teora, Que quede claro, no hay ningn desabono en sealarlo: solo
sino la propia realidad. De all la aparente falta de reflexividad desde la posicin que estamos criticando en Hardt y Negri el
de la ontologa negriana: la elisin de la diferencia entre ser y deseo de hetero-organizacin es automticamente sospechoso.
logos que hace que el discurso terico se presente como mani- (Lo que, es evidente, tampoco quiere decir que sea inocente).
festacin de una verdad que totaliza el ser desde fuera, en vez Justamente, cuando intervienen en debates sobre procesos pol-
de una aprehension parcial interna a una totalidad distributiva. ticos en curso, Hardt y Negri logran pensar la posibilidad de una
hetero-organizacin inmanente. Esto se percibe, por ejemplo, en
Es posible, sin embargo, hacer una lectura inmanente del gesto su apoyo calificado a los gobiernos latinoamericanos de la lti-
terico negriano posibilidad que, curiosamente, parece es- ma dcada, a Podemos y Syriza ms recientemente, su referencia
caprsele a Laclau. Si, como seala este ltimo, la posicin de a los Disobbedienti italianos como lderes en los movimientos
Negri, abordada desde un punto de vista analtico, es netamente de la multitud que expandieron el movimiento de protestas
incompatible con la suya, abordada desde un punto de vista po- y le dieron coherencia poltica,62 o en momentos que pueden
ltico ella sera perfectamente descriptible en los trminos de su leerse como autocrticas indirectas:
teora. Dice Laclau que Hardt y Negri ni se plantean la cuestin
de la articulacin porque para ellos la unidad de la multitud re- Debo confesar que he tenido un problema en los ltimos aos. Se me
sulta de la agregacin espontnea de una pluralidad de acciones piden que evale las luchas del 2011, no puedo dejar de concentrar mis cr-
que no necesitan ser articuladas las unas con las otras.59 Pero ticas sobre la cuestin de la horizontalidad o de la horizontalidad exclu-
su discurso no podra precisamente concebirse como un intento siva, por lo menos. Tengo que criticarla porque creo que no hay proyecto o
por promover la tan mentada articulacin? La homogenizacin proceso poltico capaz de transformar la espontaneidad horizontal en una
producida por categoras como multitud, trabajo inmaterial y realidad institucional. Creo, eso s, que este pasaje debe ser gobernado de
comn, criticadas justamente por su poca atencin a la estrati- alguna manera. Desde abajo, es cierto, sobre la base de programas com-
ficacin laboral y a la divisin internacional del trabajo,60 podra partidos, pero siempre conciente de la necesidad de tener, en este pasaje,
entonces ser leda como un esfuerzo por producir significantes una fuerza poltica organizada capaz de constituir a s misma y manejar
vacos capaces de crear una cadena de equivalencias entre ex- esta transformacin.63
periencias y demandas bastante distintas. Un intento que toma,
por cierto, la forma peculiar de la denegacin de su naturaleza Sin embargo, si, como reconocen ellos, el concepto de multi-
tud puede ser acusado de anarquismo y vanguardismo64 a
58 Antonio Negri, O Poder Constituinte, op. cit., p. 49. la vez, es porque esas acusaciones mutuamente contradictorias
59 Ernesto Laclau, Can Immanence Explain Social Struggles?, op. cit., p. 6. son ambas verdaderas en la medida en que registran no mera-
60 Ver Silvia Federici y George Caffentzis, Notes on the Edu-Factory and mente los dos polos de una oscilacin interna al discurso (la
Cognitive Capitalism, The Commoner, 12, 2007, 68, http://www.commo- multitud como totalidad distributiva y Sujeto), sino tambin su
ner.org.uk/12federicicaffentz.pdf: Para que esta recomposicin poltica
sea posible, sin embargo, necesitamos ver la continuidad de nuestra lucha ambigedad entre dos registros (analtico y poltico) y la varia-
por el prisma de la diferencia entre nuestros lugares en la divisin inter-
nacional del trabajo y articular nuestras demandas y luchas segn estas
diferencias y la necesidad de superarlas. Suponer que una recomposicin 61 Michael Hardt y Antonio Negri, Empire, op. cit., pp. 65-66.
de la fuerza de trabajo ya est ocurriendo porque el trabajo se homoge- 62 Michael Hardt y Antonio Negri, Multitude, op. cit., p. 267.
neiza por un proceso que algunos han definido como el devenir comn
del trabajo no sirve. No podemos usar lo cognitivo en un sentido tan 63 Antonio Negri, Lorenzo Cini y Jerome Roos, Toni Negri: From the Refusal
amplio que casi todo tipo de trabajo deviene cognitivo sin hacer ecuacio- of Labor to the Seizure of Power, ROAR Magazine, 18/1/2015, disponible
nes sociales arbitrarias y ofuscar nuestra comprensin de lo que es nuevo en http://roarmag.org/2015/01/negri-interview-multitude-metropolis/.
en el trabajo cognitivo en la fase actual del capitalismo. 64 Michael Hardt y Antonio Negri, Multitude, op. cit., p. 222.
cin de juicios polticos que permite. Segn se lea un proceso mo dbil que no se plantea ms que la inclusin de otros sujetos
especfico, puede identificarse en l una hetero-organizacin que sociales. Del hecho de que procesos de constitucin subjetiva
acelerara la constitucin de la multitud como sujeto poltico, o pasen por la identificacin con lderes no impide preguntarse
una corrupcin que la estratifica (que se opone a su auto-orga- por los mecanismos que puedan actuar como contratendencia a
nizacin); la lnea de fuga de hoy puede volverse reterritorializa- la pasivizacin de los agentes; del hecho de que una reconcilia-
cin o agujero negro maana. Pero lo que esto significa es justa- cin completa de la sociedad no sea posible no se sigue necesa-
mente que la oposicin entre constituyente y constituido no es riamente la imposibilidad de imaginar un ms all del estado tal
externa, sino inmanente; ningn proceso ofrece garanta. Con lo como lo conocemos actualmente; etc.
que hay entonces que lidiar es con la ambivalencia propia de los
procesos constituyentes, siempre necesariamente expuestos a Es verdad que, si Laclau naturaliza el estado, la soberana y la
la estratificacin y la reterritorializacin. No todo dolor se pue- representacin, tal como afirma Beasley-Murray, esto es prime-
de atribuir al estado,65 y lo que comienza como inmanencia y li- ramente porque tiende a pensar al populismo nicamente desde
beracin, innovacin y creatividad, puede siempre acabar como su aspecto constituyente, como apertura de un ciclo de expan-
transcendencia y normalizacin.66 sin de derechos y de participacin. l reconoce, est claro, que
cualquier pueblo emergente [] presentar dos caras: una de
ruptura con el orden existente; otra introduciendo una orde-
Despus del fin nacin donde hay un desplazamiento de base.68 Sin embargo,
el fenmeno del populismo para Laclau se define sobre todo
por su momento expansivo, que ms que la inclusin de algunas
demandas aisladas dentro de un marco que permanece igual, es
Los proyectos de Laclau y de Negri son dos tentativas distintas pensado como una transformacin de marcos situada en algn
de elaborar la crisis del marxismo y de la idea de revolucin, y punto entre la mera administracin y la revolucin:
se distinguen finalmente por los resultados que extraen de esa
elaboracin. Para el primero, la desaparicin del horizonte onto- La razn populista que es la razn poltica tout court rom-
lgico de una revolucin universal o de la sociedad totalmente pe con dos formas de racionalidad que anuncian el fin de la
reconciliada conduce a que el cambio solo pueda ser pensado poltica: un acontecimiento revolucionario total, que trae la ple-
como sucesin discontinua de transformaciones nticas, refor- na reconciliacin de la sociedad consigo misma [] o una mera
mas de ms o menos amplitud que siempre necesitarn ser su- prctica gradualista, que reduce la poltica a la administracin.69
peradas por otros sujetos en el futuro. Pero esto tambin se
traduce, en primer lugar, en una cierta tendencia a exagerar la Nunca he hablado de gradualismo un trmino que, en mi abor-
heterogeneidad de lo real y a sobredimensionar la dimensin daje terico, slo podra querer decir una lgica diferencial que no
discursiva. De que el discurso sea el terreno primario de la es impedida por cualquiera equivalencia o un mundo de demandas
constitucin de la objetividad en cuanto tal67 para nosotros no puntuales que no entran en ninguna articulacin popular.70
se deriva que lo real no tenga consistencia y eficacia ms all
de su representabilidad conceptual. Lo real existe y acta antes Lo que en todo caso es determinante y este es el segundo
de ser nombrado, y en este sentido Beasley-Murray tiene razn motivo de la naturalizacin es claramente el rechazo de la
al llamar la atencin acerca de los mecanismos institucionales, idea de revolucin. La recusacin del esencialismo y la teleologa
afectivos y habituales de produccin y reproduccin del consen- identificados con la tradicin marxista conducen al abandono de
timento que escapan al anlisis laclauiano. Del mismo modo, del cualquier esperanza milenarista de abolicin de la soberana, del
hecho de que ningn discurso maestro pueda pretender agotar estado, quizs incluso del capitalismo. No hay horizonte futuro
la totalidad no se sigue que lo real no se deje aprehender por distinto de la sucesin discontinua de formaciones hegemni-
lo menos indirectamente (paralcticamente, para decirlo como cas que no pueden ser ordenadas por un guin que ordena su
Koijin Karatani y Zizek), ni que la mayor o menor adecuacin de historicidad contingente.71 Con eso, no puede haber ms que el
una aprensin no pueda ser por lo menos indirectamente veri- movimiento entre proceso constituyente y poder constituido, a
ficada. Una cosa es decir que es imposible deducir el momento ser retomado ad eternum por otros sujetos, en otras circuns-
subjetivo de la poltica a partir de lgicas objetivas; otra, ignorar tancias, bajo otras identidades, a partir de otros antagonismos
o despreciar la existencia de dinmicas objetivas. Una crtica de desde una negatividad que se dice no dialctica72 porque no
la economa poltica no determinista, por ejemplo, no se dejara conduce a ninguna resolucin. De all que, de los dos tipos de
reducir tan fcilmente a un esencialismo economicista. revolucin pensados por Marx la universal, en que emerge un
sujeto cuya liberacin coincide con la de toda la humanidad; y la de enteramente de la creencia, de la fe.79 El valor de la promesa
poltica, marcada por la asimetra entre la universalidad de la de que lo deseable finalmente se ha vuelto posible no est en
tarea y el particularismo del agente73 Laclau se quede apenas su veracidad analtica, sino en la eficacia poltica que pueda te-
con la ltima. ner: la fuerza de su deseo proftico sobre la organizacin de la
multitud. No obstante, si le quitamos a Negri el momento final
Por su parte, Negri reacciona con un enftico rechazo a abando- de la teleologa, en que el procedimiento absoluto deja de ser
nar la idea de que lo deseable pueda ser posible, rescatando al antagonismo sin reconciliacin para superar toda necesidad de
sujeto universal de su crisis histrica por medio de su ontologi- mediacin por el poder constituido, la distancia que lo separa de
zacin; el Sujeto, al fin y al cabo, es identificado con la propia Laclau se acorta bastante. Sin este pasaje, la voluntad general
inmanencia spinoziana. La operacin por la que Negri identifica nunca llega a ser la voluntad de un sujeto cuyos lmites se con-
multitud e inmanencia empieza por la bsqueda de un sujeto funden con los de la comunidad; el sujeto sub specie aeternitatis
adecuado a la nocin de procedimiento absoluto,74 que con- no llega a realizarse como sujeto poltico, y no salimos jams del
duce a la idea de que la multiplicidad pueda ser representada movimiento por el cual diferentes sujetos nticos vienen cada
como singularidad colectiva y que la multitud pueda venir a tanto a ocupar la posicin de una totalidad ontolgica que nun-
ser una fuerza unitaria y ordenadora.75 Enseguida, en la idea de ca llega a coincidir consigo misma: la parte por el todo, el todo
que la temporalidad se debe decir de la accin de los entes y siempre como totalidad aparte.80 La multitud, aunque puede
no de la relacin del ser consigo mismo, entes es tomado en comprenderse como campo transindividual de afectos y hbitos,
sentido restricto, como sinnimo de humanos: la temporali- no llega jams a constituirse como Sujeto colectivo (a no ser
dad puede ser radicada en la capacidad productiva del hombre, metonmicamente, en el discurso proftico-poltico),81 y perma-
en la ontologa de su devenirque no revela el ser, sino produce nece para siempre en la condicin de totalidad distributiva. El
los entes.76 De all que, finalmente, siguiendo al Marx de los resultado es que la poltica no tiene uno solo, sino una multipli-
Grundrisse, coincida con cidad de sujetos, distribuidos sincrnica y diacrnicamente, y los
procesos constituyentes en que estos se implican estn siempre
el trabajo vivo [] como fundamento y motor de toda produccin, de sujetos a la fuerza centrpeta de la institucionalizacin, la reterri-
todo desarrollo, de toda innovacin [] Trabajo vivo contra trabajo torializacin, la estratificacin. Como cada uno de estos sujetos
muerto, poder constituyente contra poder constituido.77 es una res singulares, el lmite a que llegan no les es impuesto
por una potestas externa, sino que se puede comprender como
Se cierra el crculo: la multitud, es decir el trabajo vivo, es decir lmite de su propia potentia.
la humanidad, se confunde con toda la temporalidad, toda la
potencia, toda la produccin, toda la inmanencia, todo el ser, y la Es sintomtico que Beasley-Murray, que permanece agnstico82
historia es el proceso de su desarrollo. De res singulares o modo en relacin a la posibilidad de plena realizacin del Sujeto, em-
finito, la multitud es elevada a la condicin de substancia, dios piece condenando a Laclau por no lograr distinguir entre popu-
vivo democrtico por realizarse, y su poder de constitucin on- lismos de izquierda y de derecha,83 y termine tomando distancia
tolgica es la divinidad del mundo.78 Ella deja de ser una parte
finita de la potencia infinita para ser tratada como la potencia 79 Jon Beasley-Murray, op. cit., p. 282.
de Negri y Hardt por considerarlos incapaces de reconocer la desta de hacer elecciones nticas, lo que arriesga bloquear la
ambivalencia de la multitud, cuando en un relato ms complejo accin necesaria en el presente en nombre de un porvenir que
habra que sealar que hay multitudes buenas y malas.84 Asumir permanece siempre indeterminado. Dos tipos de relacin con lo
una posicin inmanente significa necesariamente asumir la ambi- posible: en la primera, una vez que el lmite futuro de lo posible
valencia, en dos sentidos por lo menos. se supone ya dado, la accin se limita dentro de ciertos mar-
cos sin cuestionarlos; en la segunda, es porque no hay lmites
Primero, si la transcendencia no posee realidad ontolgica se- futuros que toda opcin presente parece limitada, peligro de
parada, no puede haber distincin categorial entre inmanencia traicionar la promesa ontolgica ilimitada en el mismo gesto
y transcendencia. Hay tendencias arborescentes en los procesos que busca darle una forma ntica.
rizomticos, y lneas rizomticas incluso en las arborescencias
ms rgidas; lo que comienza como inmanencia y liberacin, Las alternativas se agotan en estas dos opciones? O es posi-
innovacin y creatividad, puede siempre acabar como trans- ble combinar un reformismo ontolgico con un revolucionaris-
cendencia y normalizacin.85 No hay nada que garantice que los mo ntico, en el que la posibilidad de una inversin subjetiva re-
procesos constituyentes no puedan pasar a funcionar de manera volucionaria aqu y ahora no se deje contaminar por la ausencia
transcendente, erigindose a s mismos como modelos, cerrn- de garantas ontolgicas de que un da se llegar a escapar del
dose en lo que han logrado constituir, necesitando a su vez ser ciclo de emergencia de nuevas demandas y sujetos, de la estrati-
superados por nuevos procesos. ficacin de lo que se haya logrado constituir, de la necesidad de
retomar la lucha desde un nuevo punto? Lo que espero haber
Segundo, porque la pretensin de establecer fronteras absolu- indicado es que, en todo caso, es posible pensar esta posicin
tas entre multitud e imperio, constituyente y constituido, trae desde una perspectiva inmanente, sin aceptar la disyuntiva im-
ella misma un deseo de transcendencia: de mirar la coyuntu- puesta por Laclau y Negri: o uno u otro, o la inmanencia o la
ra desde fuera, desde el punto de vista de Dios. Mirarla desde transcendencia. Para esto, es necesario recuperar las opciones
dentro, inmanentemente, implica evaluarla de manera parcial, descartadas por Negri en su camino: que, aunque la temporali-
experimentarla dinmicamente en su movimiento relativamente dad se diga de los entes y no del ser, entes no se limite a la acti-
imprevisible, sin las garantas ofrecidas por la teleologa. Entre vidad humana, sino que se refiera a la gran totalidad distributiva
lo inmanente y lo transcendente que no es ms que un efec- de la Naturaleza (Spinoza); que la totalidad no se pueda decir de
to producido desde la propia inmanencia existe una zona de modo colectivo a no ser por metonimia (Tarde, Deleuze); que la
indecidibilidad cuyo deslinde no se hace objetivamente, sub spe- historia no posea un Sujeto (Foucault, Althusser). Inmanencia
cie aeternitatis, sino polticamente, desde la perspectiva situada sin teleologa y Sujeto, en la que la poltica habra de pensarse
y contingente de un sujeto cualquiera. Decir multitud o im- no desde el punto de vista infinito de la Sustancia, sino desde la
perio, constituyente o constituido de algo, aunque muchas perspectiva finita de los modos, justamente en la medida en que
veces la distincin pueda parecer perfectamente auto-evidente, son ellos y su accin los que constituyen la temporalidad. En
es un gesto poltico antes que analtico; es una toma de posi- este caso, la organizacin debera incluir necesariamente el mo-
cin frente al devenir de un proceso. Esto no quiere decir que mento de la articulacin, que no puede considerarse como siem-
no se pueda, como le gustara a Beasley-Murray, encontrar un pre (por lo menos en potencia) ya dada, sino como por construir,
protocolo a travs del cual distinguir entre malo y bueno. No precaria, inestable. Pero esto se hara de manera inmanente y
obstante, la aplicacin de este tipo de protocolo a un caso con- concreta, en sus dimensiones afectivas, institucionales y habi-
creto depende necesariamente de una lectura situada, limitada tuales: ms all de la metaforizacin reduccionista de la prctica
e interesada de la correlacin de fuerzas y tendencias actuantes poltica a la prctica retrica que es una tendencia siempre pre-
en una coyuntura dada. Lo que se dice necesidad absoluta del sente en Laclau; mas all tambin de la equivalencia establecida
punto de vista de la Substancia, sub specie aeternitatis, desde por Hardt y Negri entre hetero-organizacin y formas organiza-
dentro o sea, desde la posicin de los modos finitos. tivas tradicionales basadas en la unidad, liderazgo centralizado
y jerarqua.86 Finalmente, la cuestin de la institucionalizacin
Entre Negri y Laclau, la opcin podra presentarse finalmente debera ser planteada ms all de los marcos de la forma-estado,
como dos riesgos inversamente simtricos de limitacin de la pero sin una fe incondicional en la virtud de los sujetos polticos
imaginacin y de la voluntad poltica. El primero sera, en nom- o en la posibilidad de que el problema dejar un da de existir
bre de un reformismo ontolgico (la ausencia de la promesa por completo. Ms bien habra que pensarlo como siempre pre-
de una sociedad totalmente reconciliada, la idea de que no hay sente y activo por lo menos virtualmente, determinado en el
nada ms all del movimiento de reformas sucesivas), la resig- tiempo por la correlacin entre fuerzas centrfugas y centrpetas
nacin a un reformismo ntico que desde el inicio asume los en un grupo social dado, y por ende objeto permanente de un
lmites de lo posible sin plantearse la posibilidad de testearlos. esfuerzo de actualizacin y contra-efectuacin a la vez.
De otro lado, un revolucionarismo ontolgico que contrasta la
promesa de liberacin absoluta a la necesidad siempre ms mo-
Si, adhiriendo al credo borgista, todo acto posible de escritura aos, importantes estudios sobre bibliotecas personales avalan
mal llamada propia est contenido in nuce en la totalidad de los lo fructfero de este tipo de abordaje. 2
libros ledos, la indagacin de la marginalia, marcas y subrayados
presentes en los volmenes que integran la biblioteca personal En nuestro pas existen, por un lado, bibliotecas de escritores
de un intelectual determinado sera parte ineludible del anlisis en guarda en fundaciones privadas, como las conformadas por
de sus pre-textos en sentido estricto: carnets, cuadernos de los volmenes otrora pertenecientes a Jorge Luis Borges, To-
notas, esbozos e ndices, manuscritos y/ o dactiloescritos. Pero ms Eloy Martnez, Ernesto Sbato y Manuel Mugica Linez. El
no solamente. Porque el anlisis conjunto y contrastado de los acceso depende las ms de las veces de la buena voluntad de
colofones de los ttulos que integran dicha biblioteca permitira
1 los familiares y albaceas, siendo objeto de asedio permanente
a su vez avanzar sobre la reconstruccin de los sistemas edito- por parte de universidades extranjeras y coleccionistas privados,
rial y de importacin de traducciones durante los aos de su cuando no de tropelas y maniobras inescrupulosas. Cuando los
constitucin, mientras el espacio de las dedicatorias permitira herederos finalmente sucumben a los cantos de sirena del mer-
inferir una red de sociabilidad, de dones y prebendas. Por ltimo, cado, proceden las ms de las veces a ofertar los volmenes
una mirada transversal hacia otras bibliotecas personales con- bajo la modalidad de la subasta pblica, para optimizar ganan-
temporneas habilitara a hipotetizar sobre qu rasgos exhibe su cias. Como resultado de este desguace, se pierde sistemtica-
propietario en tanto lector de tpico o de excntrico. mente la unidad, que es nada menos que la razn de ser del
El estudio sistemtico de las marcas y marginalia contenidas en estudio de las bibliotecas de autor. 3
los volmenes que constituyen las bibliotecas personales como
subdisciplina de la crtica gentica es de desarrollo relativamen- Por otro lado, de las escasas bibliotecas personales institucionaliza-
te reciente, llegndose a considerar parte esencial en el estudio das sobresalen sin duda las de Rodolfo Puiggrs (en la Universidad
del proceso creativo de la escritura literaria. Asimismo, en el
mbito de la historia de las ideas, est probado que el intento
de reconstruir cul fue exactamente la biblioteca que rode un 2 Mencionamos al respecto los estudios ms importantes sobre bibliotecas
acontecimiento histrico determinado resulta por dems ilumi- personales: Marginalia. Readers writing in books (New Haven/ Londres,
Yale University Press, 2001), de Heather J. Jackson; el volumen colectivo
nador (ejemplo temprano es el trabajo Los Best sellers prohibi- dirigido por Paolo DIorio y Daniel Ferrer, Bibliothques dcrivains (Pars,
dos en Francia antes de la Revolucin de Robert Darnton, cuya CNRS ditions, 2001), que recoge numerosas contribuciones sobre
primera edicin en ingls data de 1995). En los ltimos quince distintas bibliotecas de escritores, entre ellas, las de Stendhal, Gustave
Flaubert, James Joyce, Virginia Woolf, Paul Valry y Robert Pinget;
Nietzsches persnliche Bibliothek (Berln / Nueva York, W. de Gruyter,
2003), de Giuliano Campioni, Paolo DIorio, Maria Cristina Fornari et al. y
* CeDInCI / UNSAM Samuel Becketts Library (Cambridge, Cambridge University Press, 2013),
1 Agradezco a Horacio Tarcus, con quien hemos debatido muchas de las de Marc Nixon y Dirk Van Hulle.
cuestiones planteadas en este artculo, que adems ha ledo con atencin y 3 Mientras escribo estas lneas, se subastan los volmenes pertenecientes a
extrema generosidad. Tambin a la buena predisposicin de Eugenia Sik y Oscar Monesterolo, secretario personal y amigo de Manuel Mugica Linez,
Toms Verbrugghe, referencistas de Sala del CeDInCI, y a mi colega Romina con una base de 20.000 pesos. Este hecho es el triste corolario de un largo
Ramos, por facilitarme el acceso irrestricto a la biblioteca personal de proceso de expolio de la biblioteca personal de Manucho, cuyos detalles
Samuel Glusberg. Las imgenes que ilustran este trabajo fueron gentilmente se ventilan en el sitio WEB gestionado por la Fundacin Manuel Mujica
tomadas por Gisela Losicer, y se reproducen con autorizacin del CeDInCI. Linez http://www.fundacionmujicalainez.org/biblioteca.html
Nacional de Lans), Jorge Abelardo Ramos (en la Biblioteca Na- sonal de Pizarnik. Diez cajas (que constituyen su archivo personal)
cional), Jos Mara Aric (en la Universidad Nacional de Crdoba), conteniendo cuadernos de notas, algunas piezas de corresponden-
Norberto Rodrguez Bustamante y Juan Jos Real (en la Facultad de cia, escritos, material de arte, diarios personales y ejemplares de sus
Sociales de la Universidad de Buenos Aires: la biblioteca central de obras (cinco de ellos, dedicados), se encuentran en el Rare Books
dicha casa de estudios fue bautizada precisamente con el nombre and Special Collections Department de la Universidad de Princeton
del primero de estos intelectuales, cuyos libros constituyen parte (la descripcin en lnea, bajo http://findingaids.princeton.edu/collec-
sustancial del acervo bibliogrfico all disponible a la consulta). tions/C0395). El quiz excesivo celo puesto en la preservacin de
su patrimonio por parte de dicha institucin norteamericana explica
Desde el catlogo en lnea de la Biblioteca Nacional de Maestros que no tengamos ninguna reproduccin digital disponible en lnea
es posible acceder por ttulo, autor o tema a los volmenes conser- de los documentos del Fondo Pizarnik: la visita in situ resulta, en
vados de otras cinco importantes bibliotecas personales: las de los definitiva, la nica posibilidad de entrar en contacto con el material.
escritores Leopoldo Lugones que fue adems el mtico Director
del establecimiento sito en el Palacio Pizzurno , Alejandra Pizar- Por otra parte, la Biblioteca Nacional atesora en su Unidad de Ar-
nik y Mara Hortensia Lacau, las del historiador Ricardo Levene y chivos y Colecciones Particulares hojas sueltas con anotaciones
de la pedagoga Cecilia Braslavsky. En el sitio web de la Biblioteca varias, traspapeles, cinco cartas (dos borradores de misivas pro-
Nacional de Maestros estas cinco bibliotecas personales aparecen pias, tres recibidas), recortes periodsticos, una tarjeta postal y un
claramente diferenciadas del fondo bibliohemerogrfico general y dibujo hallados entre las pginas de los volmenes de parte de la
su descripcin enriquecida por notas que remiten a la presencia de biblioteca personal de la autora de La extraccin de la piedra de
la rbrica de su poseedor, dedicatorias y/ o marginalia y subrayados locura, que fuera comprada por la BN en agosto de 2007 (la des-
en los volmenes que las integran. El principal elogio que podra cripcin completa de estos documentos, bajo: http://catalogo.bn.
hacrsele a este trabajo de catalogacin es la apuesta por hacer gov.ar/F?func=myshelf_full&doc_number=001298360¤t_li-
explcita la ineludible relacin existente entre produccin propia y brary=BNA01¤t_base=BNA01&format=999).
libros ledos. Para el caso de Leopoldo Lugones, se procedi a la
digitalizacin pgina por pgina de 41 ttulos -libros, ponencias, ar- No obstante, luego de tipear coleccin Alejandra Pizarnik por in-
tculos- de su autora (entre primeras ediciones y reediciones), que dicacin del referencista de Sala, el catlogo general de la BN slo
conforman la Coleccin Leopoldo Lugones (http://www.bnm.me. recupera un total de siete registros de esta biblioteca personal (el
gov.ar/cgi-bin/wxis.exe/opac/?IsisScript=opac/bibdig.xis&dbn=LU- grueso de cuyos ttulos, repetimos, fueron donados a la Biblioteca
GONES&ver_form=2), poniendo esta coleccin en vnculo con la de Maestros). Como consecuencia de todo lo expuesto, un investi-
totalidad de la biblioteca personal conservada. gador hipottico que tuviera inters en estudiar los libros y papeles
de Alejandra Pizarnik se vera obligado no slo a oscilar entre la
La explicitacin de la relacin de mutua implicancia entre biblioteca Biblioteca de Maestros y la Biblioteca Nacional, sino tambin a ges-
y obra (o entre lectura y escritura) adopta otra forma en el caso de tionarse una estada en la Universidad de Princeton.
Ricardo Levene, de quien la Biblioteca Nacional de Maestros recibiera
en donacin -amn de sus libros- numerosos documentos personales. Contra esto, es por dems ponderable (aunque no representativa,
En este caso, ambos acervos se ponen en vnculo: el archivo per- dada la mezquindad de la muestra) la exhaustiva obra de cataloga-
sonal (algunos de cuyos documentos estn en lnea reproducidos cin y relevamiento de subrayados y marginalia sobre los 496 vol-
en formato digital, bajo http://www.bnm.me.gov.ar/cgi-bin/wxis. menes de su propiedad que Jorge Luis Borges don el 8 de octubre
exe/opac/?IsisScript=opac/bibdig.xis&dbn=LEVENE&ver_form=2) de 1973 a la Biblioteca Nacional al abandonar sus funciones como
y la nmina de los aproximadamente 12.000 ttulos (entre libros director, realizado por los bibliotecarios Laura Rosato y Germn l-
y revistas) que fueran parte de su biblioteca (bajo http://www. varez, disponible como libro (Borges, libros y lecturas, 2010), con
bnm.me.gov.ar/cgi-bin/wxis.exe/opac/?IsisScript=opac/opac.xis&db- adenda de algunas reproducciones facsimilares. Lamentablemente,
n=HISTO&ver_form=1&sala). contina en estado de promesa la apertura a los investigadores y
el pblico en general de su Biblioteca Personal (aproximadamente
Contra el tratamiento indiscutiblemente modlico en lo que res- 3500 ttulos) en guarda en la Fundacin Borges.
pecta al tratamiento y puesta en acceso del acervo donado por el
hijo de Levene a la Biblioteca Nacional de Maestros, el desguace En el Centro de Documentacin e Investigacin de la Cultura de
del archivo y biblioteca personal de Alejandra Pizarnik muestra el Izquierdas (CeDInCI) se encuentran los volmenes, revistas y fo-
desinters del Estado argentino en intervenir con una poltica fuer- lletos otrora integrantes de, entre otras, las bibliotecas personales
te de preservacin patrimonial (y, toda vez que fuere necesario, de de Jorge Tula (1180 ttulos), Mario Valotta (841 ttulos), Guillermo
inversin) para que los archivos y bibliotecas personales no termi- Almeyra (aproximadamente 5000 ttulos, en proceso de cataloga-
nen siendo capturados por instituciones extranjeras, cuando no en cin), Cayetano Crdova Iturburu (aproximadamente 900 ttulos,
manos de coleccionistas privados. tambin en proceso), David Vias (119 ttulos), Alberto Belloni
(1393 ttulos en proceso de catalogacin), Joaqun Coca (en proceso
Fruto de una donacin de su amiga y albacea Ana Becci, la Biblio- de catalogacin) y Hayde Birgin (en proceso de catalogacin). So-
teca Nacional de Maestros ostenta dentro de su acervo 2266 mo- bresalen indudablemente tanto por la riqueza como cantidad de vo-
nografas (entre libros y revistas) pertenecientes a la biblioteca per- lmenes las bibliotecas personales conservadas de Hctor Raurich
(4457 ttulos), Samuel Glusberg (1622 ttulos) y Jos Sazbn Samuel Glusberg no son, claro est, todos los libros que Glus-
(6357 ttulos, todava en proceso). berg compr y/ o ley a lo largo de sus 89 aos, sino apenas los
volmenes que tuvo consigo hasta el final de sus das en la casa
Recuperables desde el link de Biblioteca/ Hemeroteca median- de Ingeniero Maschwitz, y, lo ms importante, los que viajaron
te la palabra biblioteca sumada al nombre propio de la figura y volvieron con l embalados en cajas luego de su extenso au-
en cuestin), cada una de ellas ha sido organizada utilizando toexilio en Chile (1935-1973).
el sistema integrado de gestin de bibliotecas KOHA mediante
diversos descriptores temticos (tpicos), y/ o series. En la Al respecto, interesa el concepto de biblioteca virtual opuesto
misma columna de la izquierda en que aparecen dichos listados, al de biblioteca real que despliega Daniel Ferrer en Un imper-
se da la nmina completa de los autores de los ttulos que las ceptible trait de gomme de Tragacanthe (2001). All, Ferrer nos
integran y los lugares de edicin de los volmenes. El desplie- alerta de no ir a buscar de manera crasamente emprica a
gue de esta topografa permite visualizar rpidamente tanto los una Biblioteca Personal el conjunto de las lecturas realizadas a
intereses como el alcance del poliglotismo del propietario de los largo de una vida por una figura determinada, sino de hacer
cada biblioteca. extensiva esta indagacin a otros espacios, a los fines de aproxi-
marse a un sistema de lecturas que, en definitiva, es siempre una
La bsqueda avanzada en KOHA habilita adems ingresos por biblioteca virtual.
palabra clave, tema, ttulo, autor, editorial, lugar de edicin, ISBN
o cdigo de barras. Asimismo, es posible hacer un recorte de la Por ejemplo, a leer actos de lectura en los epistolarios, donde
biblioteca personal elegida segn fechas extremas de edicin y/ invariablemente los intelectuales hacen ostentacin de los ttu-
o tipo de publicacin (folleto, revista, libro). los que estn consumiendo frente a sus amigos o colegas. O en
sus semblanzas autobiogrficas, donde por lo general el relato
En cada entrada bibliogrfica consta si el ejemplar es o no una del acceso al mundo de los libros ocupa un lugar central. O en
primera edicin, contiene ilustraciones, se encuentra firmado o sus entrevistas pblicas. O en sus diarios ntimos y memorias.
dedicado. Por ltimo, tambin se relevan otro tipo de interven-
ciones, como la presencia entre sus hojas de recortes perio- En el caso de Samuel Glusberg, su repertorio de lecturas no
dsticos conteniendo reseas sobre el libro y/ o entrevistas a slo consta profusamente en las cartas expedidas o recibidas
su autor, la utilizacin de epstolas, postales, billetes de tren, por l, sino que es objeto del comentario de terceros. As, una
fotografas, entradas de teatro y un largo etctera como mar- carta del 7 de septiembre de 1935 dirigida por Horacio Quiroga
cadores de pgina. Todos estos materiales, luego de ser prolija- a Ezequiel Martnez Estrada revela que Glusberg ley un libro
mente consignados, pasan a la Seccin Archivos / Colecciones hoy olvidado pero que fue por entonces una suerte de best-se-
Particulares. ller La historia de Saint Michele de Axel Munthe (ttulo que
no se encuentra entre los 1622 ttulos que fueran de su pro-
La posibilidad de delimitar la bsqueda segn un rango de fe- piedad hoy disponibles en el CeDInCI a la consulta). 4 Asimismo,
chas de edicin resulta especialmente interesante. La fecha de nos enteramos por la semblanza de su autora Trayectoria de
aparicin de un ttulo en el mercado de libros, como es obvio, Horacio Quiroga (1980) que ste le regal el libro Anaconda
no siempre coincide ni es prxima a la de la adquisicin, pero (en la segunda edicin de B.A.B.E.L.) reencuadernado en piel
colaborara tanto en la indagacin sobre las campaas de cons- de anaconda! cuando Glusberg lo visit en enero de 1926 en
titucin de su biblioteca por parte de un intelectual determina- su hogar misionero. Si bien la biblioteca personal contiene un
do (que podramos homologar a las campaas de escritura tal ejemplar de Anaconda (publicado en 1942 en la Biblioteca de
como las entiende la crtica gentica) como a responder la pre- escritores de la democracia americana, con un estudio prelimi-
gunta sobre la representatividad o excentricidad de dicha biblio- nar de Lzaro Liacho), ste no sera el ejemplar que interesa para
teca. En otras palabras: si las lecturas terico-filosficas de -por reconstruir el tenor de los intercambios pruebas de imprenta
ejemplo- Samuel Glusberg durante por ejemplo los aos por pieles de serpiente que signaron la peculiar amistad entre
veinte, divergan o coincidan respecto a lo que los intelectuales editor y editado. 5
europeos estaban leyendo por aquellos aos.
4 No debe confundirnos el hecho de que La historia de Saint Michele aparezca
Dos peligros acechan al investigador que toma como objeto las en el catlogo general del CeDInCI, puesto que lo hace formando parte
bibliotecas de autor. El primero: la tendencia al empirismo. En de la biblioteca personal de Jos Sazbn. Por otra parte,sabemos tambin
por una carta de Quiroga a Glusberg, datada, anotada y transcripta por
otras palabras: los volmenes no deberan ser esgrimidos como Horacio Tarcus para la antologa Cartas de una hermandad (2009), que,
prueba material de un sealamiento intertextual segn lo una vez ledo, La historia de Saint Michele fue enviado por encomienda a
entiende el tradicional estudio de las fuentes , ni de la pre- Misiones, como regalo. Para un estudio erudito de las redes de sociabilidad
promovidas por Glusberg y reflejadas en sus epistolarios, ver Tarcus,
sencia de una influencia especialmente recndita. Sino como Horacio, Maritegui en la Argentina o las polticas culturales de Samuel
parte de un paradigma indiciario en el sentido de Carlo Ginz- Glusberg, Buenos Aires, El Cielo por Asalto, 2001.
burg que colaborara a dilucidar la enciclopedia otra vez 5 En pie editorial extendido de este ejemplar de Anaconda, editado post
mortem en la Biblioteca de escritores de la democracia americana,
Borges de la figura en cuestin. En otras palabras: los 1622 encierra otros importantes datos: la Comisin Asesora de dicho sello
ttulos que constituyen la biblioteca personal conservada de no slo aparece presidida por Eugenio Martnez Thedy (embajador de
No obstante, el valor de muestra de los 1622 ttulos de esta biblio- Teniendo al parecer una marcada predileccin por los epistolarios,
teca personal se mantiene: alcanzan y sobran para inferir los varia- Glusberg fue tambin asiduo lector de una interesante seleccin
dos intereses de Glusberg, que lea en traduccin francesa y espa- de ttulos sobre marxismo clsico, filosofa y tica y ms all de
ola a determinados autores judo-alemanes (Franz Kafka, Heinrich lo discutible del trmino aquellos que se enmarcan dentro de la
Heine), pero tambin en alemn. Aquejado de una discreta bibliofi- categora de libro judo, tal como la define Alejandro Dujovne en
lia, entre los ejemplares de su propiedad, hallamos, por ejemplo, el Una historia del libro judo (2014).
precioso tomito de Das Buch der Lieder, de Heinrich Heine, editado
en Berln por la Schreitersche Verlagsbuchhandlung (c. 1890). Con todas las precauciones que requiere la manipulacin de con-
ceptos como la representatividad y la tipicidad (segundo peligro
metodolgico), la nmina de los 1622 ttulos permitira avanzar no
slo sobre la reconstruccin de la enciclopedia de este productor
cultural especfico, sino tambin ser tomada como representativa de
qu lean entre 1920 y 1960 que son las dcadas de mayor activi-
dad de Glusberg los intelectuales judos nacidos al filo del cambio
de siglo en Europa Oriental (por lo tanto: polglotas), pero afincados
en Argentina, con inquietudes principalmente polticas y literarias.
traducciones en Buenos Aires entre 1920 y 1940. En efecto: la Para dar respuesta parcial a una pregunta de carcter tan ambi-
opcin bsqueda avanzada nos permite descubrir que Glusberg cioso, quisiera proponer un primer recorte: los 68 ttulos editados
fue el afortunado propietario de thique, traducido por Raoul por Samuel Glusberg en B.A.B.E.L. presentes en su Biblioteca,
Lantzenberg (ditions Flammarion, 1908) y de thique: premire que armaran una posible sub-coleccin conformada por ttulos
partie et fragments, en la nueva traduccin al francs de Ar- de narrativa, poesa y ensayo. En otras palabras: dicha sub-serie
mand Cuvillier (Larousse, 1936), pero adems de dos importan- quedara as constituida por la seleccin de 68 ttulos de en-
tes traducciones al espaol de esta obra de Spinoza: por Manuel tre los editados por Samuel Glusberg en B.A.B.E.L., tanto en su
Machado (Pars, Garnier Hermanos, 1920) y Juan Carlos Bard poca portea ms pujante 1921/28 como en su relanzamiento
(Madrid, Perlado, 1940), con prlogo y notas de V. E. Lollini. chileno en el ao 1940 y durante sus ltimos estertores en
sede argentina durante fines de los aos setenta y el primer ao
Por otra parte, otro interesantsimo espacio para-textual es el es- de la dcada del ochenta, y que ste eligi conservar hasta el fin
pacio de las dedicatorias, que no slo como se seal al comien- de sus das en los anaqueles de su biblioteca personal.
zo permite reconstruir una frrea red de amistades, sino tam-
bin de intercambios intelectuales, cuando no de sordas disputas En orden alfabtico (segn ttulo): Alabanzas (1933), de Hernn
alrededor de un mismo objeto de estudio. As, en el ejemplar de Gmez; Amrica inicial: arco, parbolas y otras curvas (1931),
Las races de Horacio Quiroga: ensayos dedicado por su autor Libro del gay vivir (1923), Los hijos de Llastay (1926), Los tra-
Emir Rodrguez Monegal a Glusberg, leemos lo siguiente: Para bajos y los das: Gergicas (1928) y Nocturnos (1932), de Luis
Enrique Espinoza con la vieja amistad y el comn entusiasmo por Leopoldo Franco; Aprender a escribir (1956) e Historia de la
el tema E. Rodrguez Monegal. Santiago, enero 1962-. (Casilla de biografa (1959), de Alone; Motivos del cielo (1924), Argentina:
Correo 919) Montevideo/ Uruguay. La lectura entrelneas de esta poesas (1927), Humoresca (1929) y Radiografa de la pampa
dedicatoria, por s sola, alerta que tanto Rodrguez Monegal como (1933), de Ezequiel Martnez Estrada; Baile y filosofa (1928), de
Glusberg ambicionaron para s el lugar de albacea de la obra del Roberto Gache; Conciencia histrica (1952), De un lado y otro
autor salteo, pero que fue el primero el que ya para comienzos (1952), Heine: El ngel y el len (1972) y una 2 ed. corregida y
de los aos 60 se vea como vencedor en esta contienda. disminuida titulada ahora El ngel y el len (sin fecha), El es-
pritu criollo: Sarmiento, Hernndez, Lugones (1951), Imgenes
de Lugones (1981), La levita gris: Cuentos judos en ambiente
porteo (1924), Manuel Rojas, narrador: 1896-1973 (1976), Me-
moralia (1978), Ruth y Noem (1934), Spinoza, guila y paloma
(1978), Trayectoria de Horacio Quiroga (1980), Tres clsicos
ingleses de la Pampa: F.B. Head, William Henry Hudson, R. B.
Cunninghame Graham (1951) y Trinchera (1932), de Enrique Es-
pinoza (seud. de Samuel Glusberg); ed. facsimilar de Coplas por
Ejemplar de Las races la muerte del Maestre de Santiago don Rodrigo Manrique, su
de Horacio Quiroga de- padre (1947), de Jorge Manrique; 2 ed. de El salvaje (192?), El
dicado por el autor en
la biblioteca personal desierto (1924), Los desterrados: tipos de ambiente (1926) y
de Samuel Glusberg. Pasado amor (1929), de Horacio Quiroga; De Stendhal a Gour-
mont (1923), de Ricardo Senz Hayes; Deshecha rosa (1954), de
Manuel Rojas; Desobediencia civil: 1849-1949 (1949), de Henry
David Thoreau; El dueo del incendio y otros cuentos (1929), de
Por lo mismo, no es casual que entre los 1622 ttulos conser- Guillermo Guerrero Estrella; El grillo (1923), de Conrado Nal
vados, se cuenten los siguientes tres estudios firmados por el Roxlo; El jardn secreto (1923), de Evar Mndez; El licenciado
crtico uruguayo: Las races de Horacio Quiroga: ensayos (Mon- vidriera: novela ejemplar (1947), de Miguel de Cervantes Saa-
tevideo, Asir, 1961); Narradores de esta Amrica: ensayos, que vedra; El pequeo arquitecto (1956), de Mara Carolina Geel; El
incluye el trabajo Horacio Quiroga: vida y narracin (Monte- romancero alucinado: 1920-1922 (1923), de Enrique Gonzlez
video, Alfa, 1961), y Genio y figura de Horacio Quiroga (Bue- Martnez; Enrique Heine: el poeta de nuestra intimidad (1927?)
nos Aires, EUDEBA, 1967). Tambin, el Diario de viaje a Pars y La jofaina maravillosa: agenda cervatina (1922), de Alberto
(Montevideo, Nmero, 1950), de autora de Horacio Quiroga, Gerchunoff; Estudios helnicos (1923), Filosofcula (1924), Es-
pero exhumado, prologado y anotado por Rodrguez Monegal. tudios helnicos IV. Hctor el domador (1924), ed. revisada de
La presencia de estos cuatro ttulos, cuidadosamente marcados Historia de Sarmiento (1931), 2 ed. de Estudios helnicos I. La
(cuando no enriquecidos con breves enmiendas) por Glusberg, funesta Helena (1924), La Grande Argentina (1930), Las horas
da pbulo a la presuncin de que ste sigui muy de cerca las doradas (1922), Los crepsculos del jardn (1926), Nuevos es-
diligencias de Rodrguez Monegal en tanto exegeta y administra- tudios helnicos (1928), nueva ed. corregida de Odas seculares
dor de la obra quiroguiana. (1923), Poemas solariegos (1928), Romancero (1924) y Estudios
Ahora bien: qu otras cuestiones permitira reponer el contacto helnicos II. Un paladn de la Ilada (1923), de Leopoldo Lugones;
directo si se quiere emprico, pero nunca fetichista con los Eutrapelia (1956?), de Jos Santos Gonzlez Vera; Israel, Israel!
1622 libros que pertenecieran a Samuel Glusberg? (1970), de Fernando Gonzlez-Urzar; La civilizacin manual: y otros
ensayos (1925), de Baldomero Sanin Cano; Las hermanas tutela- Parece altamente recomendable analizar de manera no ingenua
res (1923), de Rafael Alberto Arrieta; Las noches florentinas (1923), este gesto de pasar a reencuadernacin slo determinados ttulos
de Heinrich Heine; Las tardes (1927), de Francisco Lpez Merino; aparecidos en su origen en la econmica B.A.B.E.L..
Manual de la historia de la literatura espaola: desde sus orge-
nes hasta nuestros das (1926), de James Fitzmaurice-Kelly; Nuestra Los volmenes de B.A.B.E.L. en su primera poca si bien se tra-
Amrica (1919), de Waldo Frank; Pensamientos (1927), de Marco taba de una edicin realizada con esmero eran a la rstica y papel
Aurelio con prlogo de Roberto Gache; Proverbios morales (1947), basto, con un formato 16, 5 x 12,5 cm, o bien 19 x 12,5 cm. Esto es,
de Sem Tob de Carrin; Seis ensayos en busca de nuestra expresin un tipo de libro que se venda a precio popular, de escasa sobrevida
(1927), de Pedro Henrquez Urea, y Tres novelas del Plata (1928), en el tiempo, tal como las ediciones Pocket de nuestros das, pensa-
de Arturo Jimnez Pastor. das para durar un mximo de entre veinticinco aos y treinta aos.
Que Glusberg reencuaderne reedite determinados ttulos de
Se observa que de estos 68 ttulos publicados entre 1919 y 1980 B.A.B.E.L. (pero no todos) permitira inferir un segundo proceso de
bajo el sello B.A.B.E.L. y presentes en su biblioteca personal, slo 9 seleccin por parte de este editor, que primero eligi a determina-
fueron reencuadernados en tela y cuero, cosidos, ostentando sobre dos autores para ser parte de su catlogo editorial, y luego vuelve
el lomo, amn del ttulo, un tejuelo donde se lee en letras doradas a elegirlos para reencuadernarlos en cuero y tela, a los fines de
E.E. (Enrique Espinoza), las iniciales de su editor y propietario. Son asegurarles su pasaje fsico, definitivo a la posteridad.
los ejemplares correspondientes a los ttulos, tambin en letras de
oro: Humoresca, de Ezequiel Martnez Estrada; El desierto, Los des- Este hbito de reencuadernar en tela y cuero determinados vol-
terrados: tipos de ambiente y Pasado amor, de Horacio Quiroga; Fi- menes originalmente editados en rstica y de armar una seleccin
losofcula, Odas seculares, Los crepsculos del jardn y Romance- de ttulos distinguindola con sus iniciales en oro rebasa el material
ro, de Leopoldo Lugones, y Las tardes, de Francisco Lpez Merino. 6 editado por Glusberg, hacindose extensivo a otros ttulos presen-
tes en su Biblioteca, cuyos autores le eran particularmente caros.
Alma chilena (Santiago de Chile, [s. n.], 1912), de Carlos Pezoa (Pars, Louis Conard, 1908) y La main gauche (Pars, Louis Co-
Vliz; Crtica y arte (Bogot, Librera Nueva, 1932) y Ensayos nard, 1910), de Guy de Maupassant; Misas herejes. La cancin
(Bogot, Ministerio de Educacin de Colombia, 1942), de Bal- del barrio (prlogo de lvaro Melin Lafinur: Buenos Aires, La
domero Sanin Cano; De la Poesa a la Revolucin (Santiago de Cultura argentina, 1917), de Evaristo Carriego; Puritania. Fanta-
Chile, Ercilla, 1938), Travesa: novelas breves (Santiago de Chile, sas y crnicas norteamericanas (Santiago de Chile, Nascimento,
Nascimento, 1934), Hombres del Sur (Santiago de Chile, Zig-Zag, 1934), de Ernesto Montenegro y Fbula de Polifemo y Galatea
1963), El delincuente (Santiago de Chile, Sociedad Chilena de (Madrid, ndice, 1923), de Luis de Gngora y Argote.
Ediciones, [1929?]) y Tonada del transente: Poemas; [y, lanchas
en la baha] (Santiago de Chile, Nascimento, 1927), de Manuel En resumen: mediante esta intervencin en la materialidad mis-
Rojas; Babel y el castellano (Buenos Aires, Cabaut & Ca, 1928), ma de los volmenes que constituyen su biblioteca personal
de Arturo Capdevila; Das de ocio en la Patagonia (trad. de J. Hu- conservada, Glusberg armara una coleccin bajo la sigla en oro
bert, con prlogo de Fernando Pozzo: Buenos Aires, Joaqun Gil, E. E., constituida por un total de 80 ttulos, de los cuales slo
1940), de H. W. Hudson; Benoit de Spinoza (Pars, Flix Alcan, 9 fueron efectivamente publicados por l en B.A.B.E.L.. Es al-
1924), de Paul-Louis Couchoud; Spinoza (trad. de Oscar Cohan: tamente significativo que elija pasar a reencuadernacin prc-
Buenos Aires, Losada, 1940), de Carl Gebhardt; tica (trad. por ticamente todos los volmenes de su propiedad originalmente
Juan Carlos Bard, con prlogo y notas de V. E. Lollini: Madrid, editados en rstica firmados por Len Trotsky, Waldo Frank,
Perlado 1940), de Baruch Spinoza; Las sacrificadas: cuento es- Manuel Rojas, Guy de Maupassant, Leopoldo Lugones y Horacio
cnico en 4 actos (Buenos Aires, Cooperativa editorial Buenos Quiroga, tal como se refleja en la nmina desplegada arriba.
Aires, 1920) y Ms all (con prlogo de Alberto Zum Felde:
Buenos Aires, Sociedad Amigos del Libro Rioplatense, 1935), de Me gustara ahora proponer un segundo recorte sobre esta co-
Horacio Quiroga; Chile: su tierra y su gente (trad. por Guillermo leccin de 80 ttulos, tomando slo aquellos que son de autora
H. Labarca: Santiago de Chile, Prensa de la Universidad de Chile, de Horacio Quiroga a los fines de analizar de manera contras-
1938), de George M. McBride; los tres tomos de la Historia de la tada el cdigo de notacin y sistema de subrayado presentes
Repblica Argentina: desde el gobierno del General Viamonte en los volmenes, todo lo cual nos permitira arriesgar algunas
hasta nuestros das (Buenos Aires, La Facultad, 1926), de Enri- hiptesis sobre el modus legendi del editor de B.A.B.E.L., que
que Veda y Gonzlez; Historia de la Repblica Romana (trad. sola usar raya simple al margen de pgina, prrafos tildados,
por Margarita Nelken: Madrid, Revista de Occidente, 1926), de cruces, escassimas frases subrayadas y palabras englobadas, y
Arthur Rosenberg; Walter Rathenau (trad. por Gabriel Marcel: gustaba de corregir maniticamente toda errata que le saliera
Pars, Bernard Grasset, 1933), de Harry Kessler; los dos tomos de al paso. La eleccin de Horacio Quiroga no es caprichosa, sino
Los hijos del guetto (trad. por Vicente Vera: Madrid, Espasa-Cal- que parte de la constatacin de que el encuentro entre el joven
pe, 1921), de Israel Zangwill; Lo que pasa en Francia: 1831-1832 Glusberg y el autor de Los arrecifes de coral fue un momento
(trad. de Fernando Vela: Madrid, Revista de Occidente, 1935) y crucial en la vida de ambos.
Henri Heine par ses contemporains (Pars, Payot, 1929), de H.
H. Houden (edit.); Henri Heine (Pars, Gallimard, 1934), de An-
tonina Vallentin; El joven Jos (trad. por Jos Mara Souviron:
Santiago de Chile, Ercilla, 1941), Jos en Egipto (trad. por Her-
nn del Solar: Santiago de Chile, Ercilla, 1941) y Las historias de
Jacob (trad. por Jos Mara Souviron: Santiago de Chile, Ercilla,
1941), de Thomas Mann; Les dieux antiques ([S. I., s. n.], 19--?), de
Stphane Mallarm; Adis a las armas (trad. por Hctor Pedro Ejemplar de Las noches
florentinas (Buenos
Blomberg: Buenos Aires, Club del Libro, 1940), de Ernest Hemin- Aires, Babel, 1923) en
gway; El Proceso (Buenos Aires, Losada, 1939), de Franz Kafka; la biblioteca personal
La serpiente emplumada (Buenos Aires, Losada, 1940), de David de Samuel Glusberg,
con su traspapel.
Herbert Lawrence; El libro de las tierras vrgenes (trad. por Ra-
mn D. Pers, con ilustraciones de Jos Triad: Barcelona, G. Gili,
1921), de Rudyard Kipling; Bubu de Montparnasse (Pars, diteur
Michel Albin, 1905), de Charles-Louis Phillipe; Walt Whitman:
Verso y reverso del
Constructor para Amrica (trad. por Rodolfo Usigli: Mxico D.F., volante hallado entre
Sneca, 1942), de Babette Deutsch; Clair de lune (Pars, Louis las hojas de Las noches
Conard, 1909), Contes du jour et de la nuit (Pars, Louis Co- florentinas donde
constan a la fecha
nard, 1922), Oeuvres Completes de Guy de Maupassant: Boule los ttulos editados y en
de suif; correspondance (Pars, Louis Conard, 1926), La maison preparacin de Horacio
Tellier (Pars, Louis Conard, 1908), Monsieur Parent (Pars, Louis Quiroga en B.A.B.E.L.,
con sus precios de venta.
Conard, 1910), Mademoiselle Fifi (Pars, Louis Conard, 1908),
Toine (Pars, Louis Conard, 1922), Un vie (Pars, Louis Conard,
1908), Yvette (Pars, Louis Conard, 1910), Contes de la Bcasse
Para el editor, porque Quiroga no slo haba sido tal como afirma
en la pgina 51 de la primera edicin de Gajes del oficio una lec-
tura decisiva en momentos en que daba sus primeros pasos como
escritor, sino tambin porque el hecho de ganarse al autor salteo
para el catlogo editorial de B.A.B.E.L. le permitira rpidamente
quedar posicionado como uno de los ms exitosos entre sus pares.
Para Quiroga, porque Glusberg no slo se transformara en uno
de sus amigos y gestores ms incondicionales, sino tambin en un Fragmento de
El desierto (Buenos
interlocutor de lujo para dirimir cuestiones tan trascendentes como Aires: Babel, 1929), con
la consolidacin de un universo narrativo propio y un lugar espec- claros ecos autobiogr-
fico en el sistema literario. ficos, destacado con
raya simple al margen y
parcialmente subrayado
Tal como sostiene Rodrguez Monegal en Sobre el estilo (1953), por Samuel Glusberg.
ensayo incluido en Las races de Horacio Quiroga, no tiene mayor
asidero el lapidario juicio sobre la prosa quiroguiana emitido por
Guillermo de Torre en el marco de su Prlogo a los Cuentos es-
cogidos (Madrid, Aguilar, 1950). 7 Contra l, y en una formulacin
punto por punto coincidente con el ideal literario que el propio
Quiroga despliega en su Declogo del perfecto cuentista (1925),
Rodrguez Monegal reivindica la sobriedad, elipsis y eficacia de
esta prosa. No obstante, si se comparan tal como han decidido
hacerlo de manera sistemtica los editores Jorge Ral Lafforgue y
Napolen Baccino Ponce de Len para armar en 1993 una hetero-
doxa edicin gentica (habida cuenta la total ausencia de manuscri-
tos) de todos los cuentos de Quiroga las primeras ediciones en
Clebre recurrencia de
prensa peridica y aquellas primeras, segundas y/ o terceras, apa- la preposicin en del
recidas como libro en su mayor parte en B.A.B.E.L., es indudable primer prrafo de
que del vnculo profesional con Glusberg, con su intercambio ince- La gallina degollada,
marcada por Samuel
sante de ideas, lecturas y (last but not least) pruebas de imprenta, Glusberg con su cdigo
el estilo de Quiroga saldra beneficiado, en tanto en las sucesivas de palabras englobadas.
formulaciones de un mismo cuento vemos agudizarse precisamen-
te estos rasgos de sobriedad, elipsis y eficacia.
7 Escriba, por momentos, una prosa que a fuerza de concisin resultaba confusa;
a fuerza de desalio, torpe y viciada. En rigor no senta la material idiomtica,
no tena el menor escrpulo de pureza verbal. (de Torre, 1950: 19)
Abstract
Within the few existing personal libraries in our
country, Samuel Glusbergs private library stored
in the Centro de Documentacin e Investigacin de
la Cultura de Izquierdas en la Argentina shows an
interesting feature, as his owner, besides being a
writer and an extraordinary reader, was essentially
a publisher. From the 1622 titles composing this li-
brary, stand out the ones written by Horacio Quiroga,
who maintained with Glusberg not only an intense
friendship but also one of the most productive re-
lationships of our cultural field. Glusberg marks and
underlines his books. But he also modifies their ma-
terial nature by rebinding 80 volumes, which had ori-
ginally appeared in paperback -nine of these by the
mythical B.A.B.E.L., the publishing house of his own.
Keywords
Quiroga; Glusberg; Personal library
Estos dos breves textos de Horacio Quiroga, que recuperamos Recuerdo perfectamente la impresin que sufr al tener una
para los lectores de Polticas de la Memoria con el deseo de que tarde por delante las frentes despejadas y la mirada de fuego
se integren a un futuro volumen de sus obras dispersas y olvida- de cuatro muchachos que anunciaban la aparicin de un nuevo
das, resultaran poco menos que incomprensibles para el lector rgano universitario sumamente curioso esta vez: Insurrexit
contemporneo sin unas breves lneas que les sirvan de presen- escribe Quiroga en el primero de estos textos. Insurrexit era
tacin, incluso aquel que haya frecuentado al autor de Anacon- el vocero del ala izquierdista, anarco-bolchevique, de la Refor-
da, Pasado Amor o Cuentos de amor de locura y de muerte. ma Universitaria. En un contexto mundial de grandes huelgas
obreras del que la Argentina no fue la excepcin, estos jvenes
El despertar (1920) y La propaganda post-guerra (1921) son anarquistas que haban repudiado la guerra y que se empeaban
dos textos que Quiroga escribi para Insurrexit, una revista que en leer en clave libertaria el proceso abierto en Rusia con la
durante esos aos editaba el grupo universitario del mismo Revolucin de 1917, no eran ms que el brazo estudiantil de un
hombre. 1 Para 1920 Quiroga era ya el narrador consagrado de momento anarco-bolchevique mucho ms vasto, que involucr
Los perseguidos y de los Cuentos de la selva, y ese mismo ao amplias capas del movimiento obrero organizado 4 y a sectores
iba a lanzar el volumen de cuentos El Salvaje. Los jvenes revo- emergentes de la intelectualidad argentina, interpelando a figu-
lucionarios de Insurrexit, nacidos en los albores del nuevo siglo, ras como Jorge Luis Borges, Carlos Astrada, Sal Taborda, Luis
eran entonces unos perfectos desconocidos: se llamaban Hip- Juan Guerrero, Elas Castelnuovo, Herminia Brumana, Ernesto
lito Etchebhre, Micaela Feldman, Alberto Astudillo, Carlos Palacio, Ramn Doll, Jos Gabriel, Juan Emiliano Carulla, Julio
Machiavello, Armando Gervaso, Jos Paniale, Carlos Lamberti, R. Barcos y Emilio Troise, entre muchsimos otros. 5 Momento
Francisco Bulnes, Julio A. Barrera. La mayor parte de ellos iba a breve, si se quiere (alcanza su cenit entre 1919 y 1923), lo que
destacarse en los aos siguientes en sus carreras profesionales, explica en parte la escasa atencin que le prest hasta hoy la
aunque algunos lo hicieron en el campo de las letras, como el historiografa social y cultural, pero intenso y productivo si se
poeta y crtico Eduardo Gonzlez Lanuza, el lingista ngel Ro- considera la profunda reconfiguracin que signific en el campo
senblat, el poeta y dramaturgo Conrado Nal Roxlo, y en cierto de las izquierdas, del movimiento obrero, del reformismo univer-
modo Francisco Piero, el poeta ultrasta y maximalista amigo sitario y de la intelectualidad.
de Borges que muri en plena juventud. 2 Unos pocos llevarn
el espritu revolucionario hasta el final. Hiplito Etchebhre
morir en Sigenza, cerca de Madrid, combatiendo en las filas
del POUM en los albores de la Guerra Civil Espaola, mientras 3 Horacio Tarcus, Historia de una pasin revolucionaria. Mika Feldmann e
que su compaera Micaela Feldman, ahora devenida Mika Etche- Hiplito Etchbhre, de la Reforma Universitaria a la Guerra Civil Espaola,
en El Rodaballo n 11/12, Buenos Aires, primavera/verano 2000, pp. 39-51.
bhre, combatir hasta el derrumbe de la Repblica, habiendo 4 Andreas Doeswijk, Los anarco-bolcheviques rioplatenses. 1917-1930,
alcanzado el grado de capitana. 3 Buenos Aires, CeDInCI, 2014.
5 Ver Horacio Tarcus y Ana Longoni: Cuasimodo: temprano cruce entre
vanguardia artstica y vanguardia poltica, en Ramona. Revista de artes
visualesn 16,Buenos Aires, septiembre 2001, pp. 34-35; Ricardo Ibarluca,
Luis Juan Guerrero, el filsofo ignorado, estudio preliminar a Esttica
1 Horacio Tarcus, Insurrexit, revista universitaria, en Lote, n 8, Venado operatoria en sus tres dimensiones, Buenos Aires, Biblioteca Nacional
Tuerto, diciembre 1997, pp. 26-29. / Las Cuarenta, 2009, pp. 9-93; y el estudio de Natalia Bustelo y Lucas
2 Horacio Tarcus, Memorias. El amigo rojo de Borges, en Clarn, Suplemento Domnguez Rubio sobre Carlos Astrada que se publica en este mismo
Zona, domingo 25/3/2001, p. 3. nmero de Polticas de la Memoria.
H.T.
El Despertar
Recuerdo perfectamente la impresin que sufr al tener una tarde por delante las frentes
despejadas y la mirada de fuego de cuatro muchachos que anunciaban la aparicin de un
nuevo rgano universitario sumamente curioso esta vez: Insurrexit.
Flua de aquellos cuatro muchachos, y no gota a gota sino a chorros, tal cantidad de indig-
nado amor, tal generoso entusiasmo, que el que los oa se puso a pensar en el extrao dios
que se apiadaba al cabo del honor de los jvenes argentinos, cuando le permita a aquel
por fin inundar de roja y pura sangre el muerto corazn de los estudiantes universitarios.
Porque, en efecto, nada ms triste nos ha sido en los ltimos diez aos diez siglos que
ver la indiferencia, la sequedad y la estrechez mental de nuestra lrica flor de sangre; de
nuestra juventud universitaria cuya nica preocupacin consisti, a raz del desastre moral
que nos leg la guerra con las bellas e inteligentes cabezas cadas hacia el corazn en
pulir, bruir y esmaltarse las uas.
Hemos visto a estos jvenes mientras los hombres maduros y pesados de familia clamaban
de indignacin ante la miseria social expuesta a llaga viva en estos momentos, como los
hemos visto alzar impasibles los brazos ante el espejo para aplastar, calmar, suavizar el
peinado de moda que deja la frente al descubierto.
Qu deja al descubierto esa tensa cabellera? Qu pasa dentro de esas frentes estatuarias
que no permite al cerebro una congestin liberadora en un momento en que la especie
humana uno mismo est jugando su honor?
Nada pasa. No hay sino un sueo, una ilusin, una esperanza y una franca actitud definida:
la cajita de celuloide con su surtido de pulidores y esmaltadores de uas.
Hemos visto despus el over-all. Pero el traje azul es una librea de vergenza para todo
aquel que no lo lleva sobre el cuerpo sudado de trabajo. El oficinista y el estudiante de
over-all estn robando una dignidad que no merecen. La honesta pobreza del muchacho
puede muy bien ser sobrellevada con un trabajo de brin o de lo que fuere, pero de un
aspecto urbano y habitual. El corte obrero no es en la inmensa mayora de los casos sino
una farsa denigrante, una disimulacin de una pobreza que avergenza y que no se podra
ocultar con un traje comn; y en el mejor de los casos una tontera de muchacho que cree
alcanzar as, vestido de over-all-delantal, un aristocrtico aspecto de chauffeur o de aviador.
Todo pasa; pero lo que ahora despierta es ms serio. Los cuatro muchachos de Insurrexit nos han
mostrado que la sangre juvenil es una cosa demasiado rica para que pueda ser gastada toda ella
en el rtmico vaivn del brazo de un intelectual brundose las uas.
Horacio Quiroga
La propaganda post-guerra
Para Insurrexit
Por Horacio Quiroga
Cuando en la ltima guerra las mujeres, hallando un magnfico adorno el tener hroes en
su familia, enviaron a la muerte a sus hijos y esposos, se levant la voz de Latzko contra
esa monstruosa coquetera.
Los hombres, ya se sabe, estaban borrachos de proclamas, mentiras y alcohol. Pero el ma-
tar es en suma una vieja y legtima coquetera del animal. Para el corazn de las mujeres no
haba lugar en esta terrible matanza, fuera del de hacerse arrancar desesperadas los brazos
tras el tren que se llevaba, degollados ya de antemano, a sus propios maridos.
Pero como esta actitud no es gallarda, las mujeres inventaron la de tener hroes de su ape-
llido. Y haciendo flamear banderitas desde los balcones o empujando hasta el mismo tren a
sus hijos, no hubo una sola madre que gritara: No s si sers un hroe despus de muerto;
pero te vas a matar, hijo mo de mis entraas!
No hubo una sola; tal por lo menos debemos de creerlo, desde que los peridicos europeos,
retumbantes de madres y novias asesinas, no registraron un solo caso de amor. Tal fenmeno
nos pareci insuperable, y lo es. Pero despus de tres aos los combatientes aliados hallan
un corolario de propaganda post-guerrera.
En los ltimos das hemos visto pasar una cinta de cine destinada a hacer lucir el generoso
espritu de los triunfadores. Mostrbase en dicha cinta la felicsima vida de los hurfanos
de la guerra. Por decenas, cientos y miles iban desfilando las criaturas alegres, cuyos padres
haban sido asesinados y cuyas madres haban muerto despus. Pasaban unos tras otros,
muy bien vestiditos, contentsimos de posar ante la mquina. Grandes oficiales, sonrientes
tambin, guiaban a la piara de hurfanos por entre las bateras de los acorazados, dejndo-
los solazarse a su gusto.
Y todo esto con leyendas de propaganda que decan: Los hurfanos orgullosos de visitar
los buques que les dieron libertad. Y finalmente una vista con este ttulo: Un hurfano
monta sobre el can que mat a tantos enemigos. La infeliz criatura contenta golpeaba
con las piernas el can, mientras las conductores de la recua sonrean orgullosos ante el
objetivo, pensando: Y bien, vean cmo los aliviamos, vean cmo les hacemos olvidar de
su desgracia.
Pues bien: yo tengo dos hijos. Y los veo saltando de gusto ante el can que me mat hace
un ao...
Lo hacen solos? Seran capaces mis hijos de hacer tal cosa? No; les dan caramelos para
que lo hagan.
Pasa los lmites de la misma matanza este horrible engendro de hipocresa que pretende
aliviar la orfandad paseando a los inocentes mrtires por entre caones cada una de cuyas
granadas los dej hurfanos; engaando con confites y ropitas de lujo a sus vctimas de una
segunda generacin; como engaaron a sus padres asesinados con una bandera de humani-
dad, como nos engaaron a nosotros con la libertad de los pueblos chicos.
Dossier
Itinerarios de Maritegui
en Amrica Latina
A lo largo de los casi quince aos transcurridos desde aquel libro, muchos autores han
vuelto sobre la intensa presencia de Maritegui en la escena latinoamericana en la tercera
dcada del siglo XX. En ese mismo ao 2002 aparecieron en el volumen colectivo Mari-
tegui, de La Habana, los estudios de Ana Cairo y de Ricardo Hernndez Otero, que de modo
coincidente documentaron la intensa y productiva recepcin del peruano en la escena cu-
bana de la dcada de 1920.
Abre el dossier Maritegui en Montevideo, el texto con que Jorge Myers respondi nuestro
convite,rastreando la intensa presencia del intelectual peruano en laGeneracin urugua-
ya del Centenario durante los aos locos (1917-1933). A continuacin, Patricio Gutirrez
El investigador cubano Ricardo Luis Hernndez Otero, durante muchos aos investiga-
dor del Instituto de Literatura y Lingstica de La Habana, nos hizo llegar Maritegui en
Cuba en la Dcada crtica: corresponsales, colaboradores y estudiosos (segunda aproxima-
cin),aceptando nuestra propuesta de poner al da aquel estudio publicado inicialmente
en 2002, que nos presenta ahora enriquecido con nuevos desarrollos y documentos de
poca, como tres cartas enviadas por Maritegui a La Habana que se publican por primera
vez en el presente dossier.
Maritegui en Montevideo
La presencia del intelectual peruano en la
generacin del Centenario durante los aos locos 1917-1933
Jorge Myers*
cuencia, poco ms que nombres mencionados en enciclopedias y obtener en elecciones legislativas de 1932 y de 1933 vsperas
diccionarios de autores: Jos Pedro Belln, Montiel Ballesteros, del golpe entre un 10 y un 15 % del sufragio montevideano.3
Manuel de Castro, Horacio Maldonado, Ildefonso Pereda Valds,
Alberto Zum Felde. Otros han padecido un destino ms radical: El panorama intelectual montevideano se caracteriz en el
de Giselda Welker (ne Zani), de Jaime L. Morenza, y de otros, perodo aqu abordadono slo por su intensa movilizacin
ha sido extirpado hasta el recuerdo, casi, de que alguna vez vivie- poltica ni tampoco solo por el creciente peso ostentado por la
ron, pensaron, escribieron. reflexin y debate en torno a la cuestin social, sino tambin
por su afn de modernidad, su cosmopolitismo y/o internaciona-
Cuando se examina de cerca la produccin intelectual de ese lismo, su bsqueda de renovacin y de proyeccin al mundo. Los
perodo, se descubre en cambio un panorama que dista mucho letrados de Montevideo se sentan habitantes de una ciudad de
de esa imagen de tan poco excitante sosiego provinciano que escala mundial una world-city avant la lettre, y sentan
ha adquirido estatuto cannico. Montevideo en la dcada de tambin que la situacin diferencial uruguaya frente al resto del
1920 fue sede de un intenso debate intelectual en el cual se mundo iberoamericano en materia de instituciones polticas y
confrontaron distintas familias ideolgicas: blancos y colora- sociales haca de ellos protagonistas de un experimento que po-
dos, batllistas y anti-batllistas, catlicos de derecha y cat- day deba tener proyeccin internacional. En los mbitos de
licos liberales, catlicos y liberales, liberales y conservadores, izquierda esta situacin se sinti con particular fuerza. A diferen-
demcratas y fascistas, distintas familias de izquierda, entre s cia de Pery an de la Argentina, donde tanto radicales como
y con los dems. El propio espacio de la izquierda se vio movi- conservadores expresaron una orientacin tradicional en mate-
lizado por la brega intensa entre sus distintas corrientes, entre ria de legislacin social o laboral y de poltica internacional, la
las cuales se destacaban los anarquistas cuya presencia en situacin poltica general en cuyo interior debieron desenvolver
el movimiento sindical, en la prensa y en los espacios de discu- sus actividades los escritores uruguayos de ese perodo fue el
sin pblica era todava ineludible en la tercera dcada del siglo de un rgimen democrtico con evidentes rasgos progresistas
XX y los marxistas divididos institucionalmente en socialis- (en el contexto de los aos 1920) que interactuaba con una so-
tas (partido fundado en 1910/1912), los comunistas (surgidos de ciedad en vas rpidas de modernizacin estructural. Algunos
la decisin mayoritaria tomada de apoyar a la revolucin de Oc- reclamos tradicionales de las fuerzas progresistas latinoameri-
tubre de 1917 en el congreso socialista de 1920), por un lado; canas podan, por ende, parecer haber sido ya respondidas por
y las izquierdas de los partidos tradicionales por el otro, como el rgimen batllista entre 1903 y 1929: separacin rigurosa entre
los blancos antiimperialistas y progresistas (que en 1928, bajo el iglesia y estado; secularizacin del calendario, de las escuelas,
liderazgo del joven Carlos Quijano formaron la Agrupacin Na- del matrimonio; ley de divorcio vincular que admita la potestad
cionalista Demcrata Social), o los batllistas de izquierda. Esas de la mujer para iniciar el procedimiento por s sola; una amplia
corrientes de izquierda no se mantuvieron encerradas dentro gama de leyes laborales mayor facilidad para la formacin de
de un estrecho lmite micro-partidario o sindical: animaron una sindicatos, derecho legalmente reconocido de huelga, jornada
importante falange de peridicos, cooptaron a intelectuales j- laboral mxima de 8 horas diarias y 48 horas semanales, pro-
venes y a veces no tan jvenes (y hasta muy consagrados), incur- hibicin del trabajo infantil, seguro estatal de desempleo para
sionaron en la vida universitaria a travs de la Reforma local, y los desocupados, ley de indemnizacin por accidentes labora-
participaron activamente en el caso no solo de las izquierdas les, leyes de regulacin de condiciones de seguridad en talle-
de los partidos tradicionales sino tambin de las formaciones res, fbricas, etc.; estatizacin de los servicios considerados
socialista y comunista en el proceso electoral dentro de la bsicos transporte ferroviario, electricidad, etc.; promocin
democracia consolidada por las reformas batllistas. En relacin de la educacin de adultos; expansin general de la cobertura
a este ltimo hecho, cabe resaltar que en un pas dominado por educativa en todos los niveles; y una poltica internacional que
el bipartidismo de blancos y colorados, el porcentaje del voto de alineaba al pas con posiciones socialistas o socialdemcratas
izquierda en Montevideo a fines de la dcada del veinte consti- Uruguay estuvo entre los pocos pases que lideraron la campaa
tuy toda una hazaa de proyeccin poltico-social de esas dos para que se admitiera a Mxico a la Liga de las Naciones, y fue
fuerzas: si en la eleccin de 1928, la ANDeS de Quijano haba el segundo pas latinoamericano en reconocer el nuevo estado
superado a las expresiones de la izquierda marxista con un 5,2% sovitico en Rusia.4 Desde posiciones de izquierda el debate se
del voto montevideano frente a un 2,6 para el socialismo y un planteaba, en aquellos aos, no tanto en torno a la necesidad de
2,9 para el comunismo2 en conjunto, socialistas y comunistas dar inicio a una poltica radicalmente nueva, sino en relacin a
avanzaron como opcin electoral luego del crac del 29, hasta las falencias y omisiones del camino ya emprendido: esto, en el
caso de los socialistas y hasta cierto punto, sin reconocer expl- public en sus pginas trabajos de muchos de esos intelectuales,
citamente que sta era su postura, en el de algunas corrientes de modo que entre 1926 y 1930 sirvi como dispositivo consa-
dentro del anarquismo. Slo el partido comunista identifica- gratorio del proyecto intelectual asociado al nombre de Mari-
do como lo estuvo hasta 1935 con una poltica de lucha frontal tegui. Por otro lado, aunque su relacin con el lder de ese mo-
de clase contra clase y de rechazo a cualquier posible alianza vimiento pas siempre por momentos de mucha tensin hasta
con partidos de otro signovea entonces en el batllismoy llegar a la ruptura spera y final luego de su decisin de fundar
en todo el arco partidario de la democracia uruguayauna for- un partido alternativo al A.P.R.A. en 1928, los intelectuales apris-
ma verncula de fascismo pequeoburgus: y an en este caso tas, (muchos de los cuales participaron en las pginas de Amau-
sus periodistas deban elegir caminos a veces sorprendentes ta) tendieron a citar la obra y el pensamiento de J.C. Maritegui
para lograr imprimirle cierta verosimilitud a su condena total en sus propias obras y peridicos de un modo que subrayaba su
a la experiencia de reformas democrticas y sociales en curso. importancia (sobre todo antes de la ruptura final, y luego des-
No debe sorprender entonces que si la Argentina de Yrigoyen pus de la muerte de JCM). En este mismo registro de actividad
se le pudo presentar a Jos Carlos Maritegui vanguardista y pblica, si Amauta y el APRA fueron dos plataformas evidentes
marxista sin ser, segn Oscar Tern, ni jacobino ni bolchevique5 para la proyeccin internacional de su figura como lder poltico
como alternativa inmensamente preferible al Per de Legua, y moral, tambin lo fue su actividad poltica interna en el marco
en el marco de aquella dursima encrucijada que debi enfrentar de la dictadura de Legua, actividad que se vio potenciada (lue-
a fines de los aos 1920, tanto ms lo poda hacer el Uruguay de go de su persecucin por el rgimen) por la creacin en 1928
los herederos de Jos Batlle y Ordoez. del Partido Socialista Peruano bajo su propio liderazgo, y de la
Confederacin General de Trabajadores del Per en 1929. La his-
toria de esa primera formacin poltica, breve y tempestuosa,
consolid de modo ms contundente aun su celebridad poltica
como uno de los opositores ms importantes al rgimen dicta-
El Amauta peruano en Uruguay 1925-1930: torial peruano, y contribuy a proyectar su nombre, a travs de
lecturas e intersecciones notas de prensa referidas a ese rol, hacia pblicos ms amplios
en el exterior y hacia los crculos intelectuales y polticos de
la capital uruguaya. Ms an, como fue en Montevideo donde
Reconocido hoy como uno de los pensadores marxistas ms tuvo lugar una de las dos reuniones clave el Congreso Sindical
originales de Amrica Latina, si no el ms original, Jos Carlos Latinoamericano de Montevideo de mayo de 1929 (la otra, la
Maritegui haba logrado ya, en el curso de la dcada de 1920, Conferencia Comunista Latinoamericana de junio de ese mismo
ser reconocido por los miembros ms destacados de las distin- ao, se realiz en la vecina Buenos Aires) que definieron la
tas constelaciones ideolgicas de intelectuales latinoamericanos suerte del Partido Socialista Peruano, obligado a convertirse en
como uno de los ensayistas y pensadores ms importantes del Partido Comunista como condicin sine qua non para conservar
continente. Las razones extrnsecas al contenido de su obra su afiliacin a la Internacional Comunista, el nombre de Marite-
que contribuyen a explicar esa temprana consagracin fueron gui debi adquirir, a travs de los representantes peruanos que
varias, aunque dos tuvieron un peso muy especial: la circulacin participaron en las sesiones de esas dos reuniones, para aque-
internacional del peridico literario-cultural fundado y dirigido llos pocos en el margen izquierdo de la intelectualidad uruguaya
por l, Amauta, y la pronta proyeccin transnacional del movi- que todava no lo conocieran, una celebridad (o notoriedad, al
miento indigenista marxista y revolucionario creado por Vctor entender de sus opositores) muy destacada. La modalidad con-
Ral Haya de la Torre, el A.P.R.A, primero, y del Partido Socialis- sagratoria de su figura como escritor y pensador de proyeccin
ta Peruano del propio Maritegui, despus.6 La revista Amauta latinoamericana cuya funcin l no consideraba que fuera
circul por gran parte de Amrica Latina, a travs de canjes, sus- algo separado (ni que pudiera separarse) de su actividad poltica
cripciones y envos de la misma a intelectuales consagrados, y y moral (posicin que emanaba tanto de la zona nietzchista y
vitalista de su formacin cuanto de aquella marxista)se dio en
5 Oscar Tern, Amauta: vanguardia y revolucin, Prismas. Revista de cambio a travs de su intensa participacin con artculos de su
Historia Intelectual vol. 12, n 2 (versin online), 2008. propia autora en otras revistas intelectuales de Amrica Latina,
6 Dejo de lado una tercera va de proyeccin internacional, que sin duda por un lado, y de la publicacin, por otro lado, de sus nicos dos
estuvo al alcance de Jos Carlos Maritegui: aquel del movimiento
estudiantil asociado al movimiento continental de la Reforma libros que en vida llegaron a ser editados, La escena contempo-
Universitaria, porque si bien su papel en las primeras manifestaciones en rnea (1925) y Siete ensayos de interpretacin de la realidad
Per a favor de los ideales y las instituciones de la Reforma fue destacado peruana (1928) este ltimo mediante la intervencin personal
y an clave, su forzado alejamiento de Lima, aunque le permiti tomar
contacto directo con la cultura poltica italiana de la pos-Primera Guerra, del editor e intelectual argentino, Samuel Glusberg.7
tan rica en matices y conceptualmente densa, lo margin del movimiento
reformista en el preciso instante cuando ese comenzaba a pasar de ser La presencia de Maritegui como pensador poltico y como inte-
sobre todo una ruptura generacional con ribetes ideolgicos a ser una
ruptura ideolgica con ribetes generacionales. Retomara el contacto lectual latinoamericano se ciment en Uruguay a travs de todas
directo con las fuerzas surgidas de aquel movimiento en un momento estas vas en la segunda mitad de la dcada de 1920 y sobre
cuando ya eran otras que el movimiento estudiantil latinoamericano las
principales plataformas transnacionales que podan servir de herramienta
para poner en circulacin un discurso que aspiraba a una renovacin 7 Horacio Tarcus, Maritegui en la Argentina o Las polticas culturales
general de la cultura y la poltica no slo en Per sino en el continente. de Samuel Glusberg, Buenos Aires, El Cielo por Asalto, 2002.
todo en los ltimos tres aos de la dcada (y de su propia vida). quienes se sentan atrados por las promesas de modernizacin
Es posible que tambin hayan existido contactos ms personales y de ruptura de las vanguardias artsticas y literarias europeas.
a travs de la correspondencia o en persona durante su estan- De ms est referir que un nmero no desdeable de intelec-
cia en Europa (1919-1923) entre JCM y ciertos intelectuales tuales uruguayos se sintieron simultneamente atrados en
destacados del ambiente uruguayo suposicin verosmil pero ese quinquenio final de los aos 1920 por ambas promesas
que ha resultado imposible comprobar an: integran la lista de renovacin: la revolucionaria y la vanguardista. Fue en efec-
de posibles candidatos Carlos Quijano, Enrique Amorim, Mon- to en los intelectuales de estas dos zonas que impact en pri-
tiel Ballesteros, y Pedro Figari, entre otros, por el simple hecho mer trmino el discurso mariateguiano. Al menos dos revistas
de que sus itinerarios y residencias europeas los acercaron en importantes situadas en el margen izquierdo y artsticamente
algunos momentos a lugares de paso o de residencia de JCM (o renovador del campo intelectual uruguayo dieron muestras ex-
a los de algunos de sus ocasionales colaboradores cercanos y plcitas de la importancia que revesta para ellas el pensamiento
compaeros de militancia, contndose entre estos a ms de uno del dirigente intelectual peruano: La Cruz del Sur (1924-1931) y
de la creciente falange de apristas desplazados a Europa).8 Hacia La Pluma (1927-1931). Al menos otras dos de carcter ms ef-
el final del perodo, el impacto de su obra y de su personalidad mero (y de circulacin quizs ms restringida) tambin lo hicie-
pblica haba llegado a ser de tal magnitud que un grupo nutrido ron: Vanguardia Revista de Avance (1928, 2 nmeros) y Cartel
de intelectuales supo participar de la iniciativa originada en Bue- (1930-31, 5 nmeros).
nos Aires para traerlo a Maritegui al Ro de la Plata. En 1930,
cuando lleg la noticia de su muerte a Montevideo, haca algn La primera de ellas fue La Pluma publicacin intelectual ani-
tiempo que estaba ya en plena actividad una campaa para re- mada por el crtico y entonces socilogo Alberto Zum Felde, que
caudar fondos que sirvieran para acercarlo tambin a esa ciudad adems de dedicar mucho espacio a comentar la produccin de
luego de su proyectada instalacin en Buenos Aires. las corrientes de vanguardia literaria y artstica europeas y ame-
ricanas, expres durante toda su existencia una clara simpata
Montevideo era entonces una ciudad que se transformaba ver- por las posiciones de izquierda tanto de los comunistas cuanto
tiginosamente a travs de las importantes obras edilicias y ar- de los socialistas. Desde su primer nmero, de agosto de 1927,
quitectnicas proyectadas para conmemorar el Centenario de la cont con Maritegui como colaborador directo de la revista;
independencia uruguaya, y a travs tambin de la ingente pros- tambin casi desde su inicio dedic cada tanto algn espacio
peridad que su provisoriamente exitosa insercin en el orden a comentar la revista Amauta y a elogiar la obra intelectual
inter-imperial como proveedor de materias primas a los pases del peruano. En ese nmero inicial dio a conocer a sus lecto-
industriales le haba deparado. No slo se respiraba en ella un res uruguayos el ensayo de JCM, Nativismo e indigenismo en
aire pungente de modernidad, sino que se poda sentir en ella la literatura americana, al que acompa con la siguiente nota
al menos esa era la sensacin registrada por muchos de sus ciu- explicativa:
dadanos, intelectuales o no, durante la etapa de los aos locos
de entreguerras una proximidad muy cercana a las ciudades El siguiente artculo, fue escrito por Jos Carlos Maritegui
centralescultural, econmica y polticamente hegemnicas poco antes de salir del Per, desterrado por el Gobierno del
dentro del nuevo y precario orden mundial surgido luego de la Sr. Legua, que ha considerado subversiva la noble propaganda
catstrofe de la Primera Guerra Mundial: diarios, peridicos y que el escritor vena sosteniendo en su revista Amauta acerca
grupos intelectuales locales seguan de cerca buscaban estar de la redencin social del Indio. Con la insercin del vigoroso
la page con todo lo que pasaba en el mundo; y los lectores artculo, La Pluma, a tiempo que refleja una faz interesantsima
y protagonistas de los mismos vivan la conviccin de que aque- de la vida americana, adhiere a la protesta promovida por el
llo que se haca en Montevideo poda tener, legtimamente, a acto de aquel gobierno.9
pesar de la pequea dimensin geogrfica de la Repblica Orien-
tal, repercusin tangible en el resto del mundo. Esa conviccin, El texto revesta, por otra parte, un particular inters para el
presente en todos los sectores ideolgicos de la inteliguntsia pblico uruguayo al que iba destinado en primer trmino la re-
uruguaya, se senta con particular fuerza en dos grandes zonas vista, ya que la porcin central de su argumentacin consista
de la misma: aquella ocupada por los intelectuales que se iden- en el esfuerzo hecho por Mariteguien tres breves pginas
tificaban con la izquierda revolucionaria y aquella ocupada por para explicar las razones por las cuales, a diferencia del caso
uruguayo (y argentino), la corriente nacionalista y revolucionaria
8 Carlos Quijano estuvo en Pars entre 1924 y 1928 y particip en 1925, dentro de la literatura peruana debi ser necesariamente indi-
en Mxico, en el Primer Congreso Anti-Imperialista Mundial auspiciado genista y no criollista o nativista, como en el caso de los pases
por el gobierno de ese pas, donde conoci a Jos Ingenieros y (si no
se hubiera cruzado antes con l) a Haya de la Torre con quin entr del Plata. Ms an, tambin en ntido contraste con la situa-
inmediatamente en disputa. Enrique Amorim, rico estanciero y escritor cin de la literatura peruana, el nativismo uruguayo no portaba
de izquierda, iba y vena a Europa durante la estada de Maritegui all. ninguna carga poltica: era un fenmeno esencialmente literario.
Pedro Figari se haba instalado en Paris a partir de 1924/25 y residi all 9
aos, pero antes de esa fecha hizo algunos viajes a la Ciudad Luz. Adolfo Declaraba JCM: El nativismo en Uruguay (...) (n)o tiene, como
Montiel Ballesteros es quizs el candidato ms verosmil ya que vivi en el indigenismo en el Per, una subconsciente inspiracin poltica
Florencia donde fue cnsul de Uruguaydesde 1919 hasta mediados y econmica. Zum Felde, uno de sus suscitadores como crtico,
de los aos 1920 y quizs hasta 1930 (si no mantuvo su residencia
permanente en Italia, sigui viajando entre Uruguay y ese pas a lo largo
de los aos 1920). 9 La Pluma n1, agosto de 1927, Montevideo, p. 41.
declara que ha llegado ya la hora de su liquidacin opinin de la poesa incluso a un espritu tan a primera vista afn como
con la cual concordaba Maritegui.10 En la conclusin a su texto Rimbaud desembocaba ineluctablemente en el romanticismo
explicaba de un modo ms preciso que el indio en la literatura superado ya por la historia. A la concepcin de Rilke, Maritegui
peruana no era el tipo o el motivo pintoresco: opona la siguiente definicin:
El indigenismo no es aqu un fenmeno esencialmente literario, El poeta sumo no es slo el que, quintaesenciados sus recuer-
como el nativismo en el Plata. Sus races se alimentan de otro dos, convierte lo individual en universal. Es tambin, y ante
humus histrico. Los indigenistas que explotan temas indgenas todo, el que recoge en un minuto, por un golpe milagroso de
por puro exotismo colaboran, conscientemente o no, en una intuicin, la experiencia o la emocin del mundo. En los pero-
obra poltica y econmica de reivindicacin, no de restauracin dos tempestuosos es la antena en la que se condensa toda la
ni de resurreccin. El indio no representa nicamente un tipo, un electricidad de una atmsfera henchida.14
tema, un motivo, un personaje. Representa un pueblo, una raza,
una tradicin, un espritu. No es posible considerarlo y valorarlos En una nota necrolgica que expresaba su admiracin a travs
desde puntos de vista exclusivamente literarios, como un color del propio disentir profundo entre la visin de su autor y la
o un aspecto caracterstico nacional, colocndolo en el mismo del poeta difunto, la nota elegaca deba provenir de la propia
plano que otros elementos etnogrficos del Per.11 obra de este ltimo. Retornando al concepto que antes haba
cuestionado que Rilke era el poeta del silencio y de la muer-
Conclua enfticamente con el siguiente enunciado: te aceptaba que ningn poeta acaso logra como l [...] una
idealizacin tan absoluta de la muerte: idealizacin que le ha-
La presencia de tres millones de hombres de raza autctona en bra permitido expresar en un lenguaje cincelado que buscaba
el panorama mental de un pueblo de cinco millones, no debe la perfeccin la intuicin de que la muerte se le presenta a cada
sorprender a nadie en una poca en que este pueblo siente la uno en forma diferente. Cerraba Maritegui su nota con los ver-
necesidad de encontrar el equilibrio que hasta ahora le ha fal- sos en alemn: Dem Schiff als Kust und dem Land als Schiff.15
tado en su historia.12 A la barca se presentaba la muerte como una ribera, a la ribera
como una barca. El artculo sirvi para refrendar ante el pblico
En 1928, un sector del pblico letrado uruguayo que pudo haber uruguayo la doble condicin ostentada por Maritegui, de crtico
ledo este escrito de Maritegui, estaba ya haca tiempo muy in- de gusto refinado e impecablemente moderno y de pensador
teresado en la relacin entre el indigenismo revolucionario que marxista que poda, desde aquella matriz ideolgica, precisar
emanaba de los crculos intelectuales de Per y el nacionalismo, la ambivalencia intrnseca de una obra estticamente universal
por un lado, y el antiimperialismo, por el otro: ms an, el argu- pero superada desde esa ptica concreta por la historia.
mento de Maritegui haca sistema con el que entonces estaba
desarrollando el propio Zum Felde contra las vertientes litera- Adems de los dos artculos de su autora que la revista publi-
rias ms alejadas de un compromiso poltico de izquierda, en c, aparecieron en tres otras ocasiones en La Pluma referencias
Uruguay. En julio de 1928, en su sptimo nmero, la revista vol- directas a Maritegui y su obra. La persecucin padecida por
vi a publicar un texto de Maritegui, esta vez referido a otra faz Maritegui en 1927 su condena a prisin primero, su arresto
de su pensamiento, aquella de fino observador y crtico preciso domiciliario despus fue una de esas ocasiones (en tanto fue
de las nuevas literaturas europeas. La ocasin era el fallecimien- ste un hecho que provoc una onda continental de simpata
to del poeta alemn Rainer Mara Rilke; el texto de Maritegui hacia su persona, incluso entre los intelectuales de familias ideo-
publicado como segunda parte de un dptico cuya primera fue lgicas distanciadas de la propia). En marzo de 1928, el nme-
redactada por Gabriela Mistralse titulaba La personalidad de ro 5 de la revista incluy una semblanza elogiosa de la revista
Rainer Mara Rilke. All los lectores de La Pluma pudieron des- Amauta y de su autor con motivo del fin de la persecucin a
cubrir a travs del comentario de JCM que Rilkeel gran Maritegui por Legua y la reanudacin, por consiguiente, de la
poeta, el guter (SIC) Europer13 perteneca a una categora publicacin intelectual peruana. La nota titulada, simplemen-
atemporal, aquella del lirismo puro, y que ello lo mancomuna- te, Amauta (cuyo autor probablemente haya sido, por razones
ba con poetas como el ruso Serguei Esnin, y que haca de l, estilsticas y de tono, Alberto Zum Felde) deca lo siguiente
quizs, el ltimo romntico. La acusacin peyorativa de al respecto:
Charles Maurras era retomada en clave ideolgica opuesta por
Maritegui: si de la grandeza de su poesa no se poda dudar, Ha provocado unnime regocijo en los crculos intelectuales de
su pensamiento sobre la poesa, al exaltar el individualismo de toda Amrica la reaparicin de Amauta, la revista que dirige en
un modo radical tan radical que exclua de esa concepcin Lima el afamado escritor Carlos Maritegui, rgano de la nueva
generacin peruana, que lucha tanto por la renovacin litera-
ria, como por ideales sociolgicos de un profundo valor huma-
10 Ibid., p. 42. no y americanista. Amauta es, en efecto, por encima de todo,
11 Ibid., p. 43.
12 Ibid., p. 42. 14 La Pluma ao II, n 7, p. 94.
13 La Pluma ao II, n 7, p. 93. 15 Ibd., p. 96.
una representacin del Per que quiere renovarse, sacudiendo ciones para tratar las graves dolencias fsicas que iban minando
el yugo de la tradicin colonial y reivindicando el derecho de su salud, y que le profiriera tambin algn sosiego luego de las
la raza indgena al suelo en que viven y a la cultura nacional.16 turbulentas persecuciones que lo venan acosando con creciente
ahnco desde 1927; y segundo, a su muerte sbita cuando ese
La Pluma no estuvo, en efecto, sola en el regocijo que le provo- traslado ya estaba en marcha, en 1930. En una nota titulada
caba Amauta y su resurreccin. Referencias a esa revista de tono Pro Maritegui, publicada en septiembre de 1928 un nme-
ms exuberante aparecieron por la misma poca en La Cruz del ro que tambin inclua un artculo del historiador peruano Jorge
Sury en la efmera revista Vanguardia. Revista de Avance (diri- Basadre sobre Romain Rolland, los editores de La Pluma se
gida por Juan Carlos Welker y Juvenal Ortiz Saralegui). El primer solidarizaron con la campaa entonces en curso para financiar el
nmero de esta ltima de septiembre de 1928inclua en el traslado de Maritegui desde Per a Buenos Aires:
primer lugar en una lista de revistas amigas ntimas (publicada
en su pgina de apertura) a amauta de jos carlos maritegui, Se trabaja en la iniciativa de celebrar algunos actos intelectua-
per (le seguan en orden de afecto ntimo guerrilla de blanca les, como demostracin de simpata y con objeto tambin de
luz brum, Buenos Aires, reflector de arturo tronkoso, chile, arbitrar recursos, a fin de que pueda venir al Plata el prestigioso
la cruz del sur de las places, morenza, hnos. guillot, y mndez escritor peruano Sr. Carlos Maritegui, que por sus notorias lu-
magarios, montevideo y otras 14 ms); y en una nota breve en chas en pro de una reforma social de su patria, se halla hostiliza-
la pgina 9 del mismo ejemplar exclamaba la redaccin: do por el gobierno conservador y dictatorial que en ella impera.
Hostilizado, enfermo y sin recursos, el director de Amauta, ne-
Para que nos oigan los embajadores de Legua, an cenando en cesitara para salir del Per, el apoyo de sus amigos del Plata y
algn centro militar: Saludamos a Jos Carlos Maritegui, repre- de los elementos que aqu sienten solidaridad por la causa de
sentante del Per nuevo, el ms vigoroso pensador de la Amrica la libertad de Amrica y del Hombre. Lograr el objeto que se
actual: saludamos a Amauta, que con valor aparece en las mis- proponen sus amigos de Buenos Aires y de Montevideo, sera
mas barbas del dictador y su poeta Santos Chocano, el asesino una hermosa demostracin de solidaridad espiritual americana.
de Elwind (SIC) Elmore. (En negritas en la edicin original). La Pluma se adhiere cordialmente a esos propsitos.18
La Cruz del Sur, por su lado, incluy tambin en enero/febrero Casi dos aos ms tarde, la revista se volva a referir al autor de
de 1928 una nota cuyo ttulo era Otra vez Amauta, en la sec- los Siete ensayos para dar, esta vez, la noticia de su fallecimien-
cin dedicada a comentar el movimiento cultural de los meses to, y para homenajearlo con tres textos necrolgicos. Los dos
anteriores a la aparicin de ese nmero, que no ocultaba la eu- ltimos textos fueron, respectivamente, una reimpresin de la
foria incitada por la reaparicin de Amauta: necrolgica publicada en Renovacin, rgano de la Unin Lati-
no-Americana; y un poema firmado por Pablo Iturri Jurado (Ra-
Otra vez Amauta! Alboroto juvenil al clarinearlo; especie de mn Katari) de La Paz, Bolivia, titulado Elega en Rojo y Negro a
despertar a tiempo, todava. Soplos del Pacfico filtrado en pe- J. Carlos Maritegui. Es probable que el primero, suscripto por
dregales monstruosos del Andes impasible. Otra vez Amauta! la redaccin, haya sido escrito por Alberto Zum Felde. Comienza
Y corre, desatada, cachorro rojo, la sangre de nuestra esperanza observando que:
en Amrica. Ha podido Maritegui sustraerse a la persecucin
de Legua. Ha podido salir nuevamente a la calle y ha podido Con Jos Carlos Maritegui desaparece uno de los ms fuertes y
entrar a su imprenta. Qu impaciencia tendran las giles rota- eficientes valores intelectuales y humanos de la Amrica Latina
tivas! Qu impaciencia, incontenible, tuvimos nosotros mien- y uno de los ms altos representantes de la nueva generacin,
tras tanto! Ya est entre nosotros Amauta. Esto quiere decir en cuanto sta significa la conciencia y la voluntad de una pro-
que todo ha sido solucionado. Que el gobierno padeci error. Y funda renovacin de ideales y de normas.
claro est que lo padeci! Y gordo! Un gobierno, y sobre todo
un gobierno de la moralidad del peruano no debe interponerse, Segua un breve repaso a su obra en el cual se destacaba que
biombo absurdo, grotesco, entre la magnfica labor de un hom- con ella el problema del indio haba pasado de ser un motivo
bre peruansimotal vez el ms grande peruano del Per yan- literario, a ser algo vivo, concreto y fundamental en la ideali-
quizado y su pblico. [...] Estos alimentadores del yanqui se dad y en la poltica del Per. Declaraba adems algo que una mi-
interpusieron, grosera pantalla, entre Maritegui y nosotros...17 rada somera a la prensa intelectual uruguaya de los ltimos tres
aos de la dcada de 1920 confirma inmediatamente al consta-
Las ltimas referencias a Maritegui que se encuentran en La tar que an los lderes del APRA haban quedado un poco a la
Pluma fueron motivadas, ambas, por la creciente catstrofe sombra del consolidado prestigio de Maritegui: para sus lecto-
personal que se cerna sobre el pensador peruano: aludieron pri- res uruguayos, Per es el Per de Maritegui. Y conclua con
mero al proyecto de ayuda para que pudiera escaparse de Per, una semblanza en la que se perfilaban con nitidez los ncleos de
trasladndose a alguna ciudad que le ofreciera mejores condi- sentido en el pensamiento de Maritegui que lo haban llevado
al Zum Felde de fines de los aos 1920 a interesarse en su obra: existencia el poltico, por ejemplo todo estaba envuelto
hasta entonces en la nebulosa conceptual del discurso ret-
Maritegui fue quien, el primero, puso el dedo en el resorte rico, el cual parece tener por misin y resultado, no exponer
central del problema social de su pas y de otros pases el las cosas en su realidad viva sino cubrirlas con el disfraz del
rgimen econmico de la vida, que es como la morfologa org- verbalismo convencional.21
nica de las sociedades. Y, por extensin, rebasando las fronteras
de sus altas montaas andinas, el pensamiento y la actitud de Por ello mismo era valorado por Zum Felde, en una poca cuan-
Maritegui, han constituido un ejemplo orientador para la joven do arreciaban los vientos helados de la Guerra Fra, como un
generacin americana, en el sentido de dejar de lado los viejos libro crucial dentro de la literatura hispano-americana.
verbalismos pseudo-idealistas, y enfrentar la realidad humana
en sus recios trminos positivos.19 Cartel y La Cruz del Sur tambin recogieron la noticia de la
muerte de Maritegui y se pronunciaron, en el marco de esa
Zum Felde admiraba en Maritegui la cientificidad de su pro- luctuosa coyuntura, sobre la importancia del intelectual y de su
yecto intelectual aunque no bebiera de las mismas fuentes obra. En su quinta entrega, del 15 de abril de 1930, en una nota
cientfico-doctrinarias que el peruano; valoraba el esfuerzo sin firma escuetamente titulada (y equivocndose en cuanto al
por elaborar un anlisis cientfico de la sociedad peruana (en un nombre de pila!) Juan Carlos Maritegui, deca, en prosa que
momento cuando l estaba empeado en hacer lo mismo para el aspiraba a potica:
caso uruguayo aunque en su caso el marco no fuera el marxis-
ta empleado por Maritegui) y celebraba la precisin de una La pualada de la noticia desde el barracn de los avisos telegr-
prosa que dejaba atrs la retrica un poco nebulosa heredada ficos de un diario. La pualada trapera hasta lo hondo, de pual
del idealismo arielista y espiritualista de las primeras dcadas clavado. Se ha ido Maritegui y, con l, se ha ido el nimo de un
del siglo XX (herencia con la cual l tambin estaba en vas de hombre libre. Quisiramos hablar de toda su obra. Como en las
romper, luego de haber sido un rodoniano apasionado en su composiciones nuevas, son tantos los temas que ms vale asistir
juventud). Un cuarto de siglo ms tarde Zum Felde volvera a mudamente a la contemplacin del conjunto. Maritegui hizo la
referirse directamente a la obra de Maritegui, con argumentos luz. Y picane la marcha de ese Per que no va todo lo bien que
que permiten intuir que a pesar de la mayor acritud de su im- deseamos. Maritegui, sin quererlo l, sin darse cuenta, tuvo dis-
pugnacin al marxismo como teora cientfica de la sociedad y cpulos en toda Amrica latina. Discpulos que y esta ser la
su corolaria condena del mismo en la obra del peruano, segua revancha de sus penurias! sern mariateguistas pese a quien
valorando la matriz no-idealista de la misma, es decir, la apli- pese. Porque las semillas que volc Maritegui eran de seleccin
cacin de un dispositivo de interpretacin cientfico al anlisis y fermento asegurado. Cartel cumple con el deber de divulgar la
de todas las facetas de la sociedad y de la cultura peruanas. espantosa nueva por el sector de su derrotero ideolgico.
Como si se hiciera cargo, a tantos aos de distancia, del silencio
que en las primeras lecturas uruguayas de los Siete ensayos Fueron probablemente pocos los lectores de Maritegui en
haba pesado sobre el sptimo ensayo dedicado a la literatura, Montevideo en los aos 1920, pero los que hubo buscaron en
reconoca ahora en 1954 que no solo era el ms largo den- efecto hacer de sus compaeros de generacin, como destaca
tro del libro sino que presenta (...) la singularidad de ser (...) ese obituario, mariateguistas pese a quien pese. La Cruz del
dentro de la crtica literaria hispano-americana, la ms brillante Sur, por su parte, en una nota que tambin ostentaba errores
interpretacin de esa ndole y la aplicacin de tal criterio hecha (esta vez en la ortografa de su apellido), Jos Carlos Marite-
con mayor talento20 Esa ndole y tal criterio eran referen- guy, demostr compartir el imaginario mstico-escatolgico de
cias, claro, a la perspectiva marxista que haba informado toda los autores de Cartel (aunque sin llegar hasta el punto de la
ese libro siendo el doctrinarismo marxista una hipertrofia divinizacin en ciernes que dejaba traslucir la frase hizo la luz).
deformante del elemento vlido de verdad que contiene, por Luego de indicar que das pasados nos lleg la mala noticia del
efecto del exclusivismo de su funcin segn AZF por lo cual fallecimiento de Jos Carlos Mariteguy, el esforzado luchador,
elaboraba a continuacin: campen del renacimiento racial peruano y hacer referencia a su
larga enfermedad, observaba que a pesar de sus dolencias: Esta-
Mas, reiteramos, no es ante la crtica imparcial su marxis- ba hecho de la madera de los apstoles y encontraba incegables
mo lo que le valoriza, sino y a pesar de l el haber puesto fuentes de energa y optimismo en la veta de sus propios sufri-
sobre el tapete crtico el proceso caracterolgico de su litera- mientos. Resuma luego el autor que no fue probablemente
tura nacional, estudiado en relacin con su proceso histrico y Morenza porque otro texto en la misma pgina anuncia su par-
dems factores concretos, posicin hasta entonces no existen- tida hacia Europa con su familia tiempo antes los principales
te, ya que en ste, tanto o ms que en los otros aspectos de su hitos en la recepcin uruguaya de la obra marateguiana: Hace
unos aos fund Amauta, esa gran revista ideolgico-literaria
que seala por s sola una poca en su pas. Uno de sus libros,
19 La Pluma, ao III (error de imprenta por IV), volumen 15, Montevideo,
julio de 1930, p. 6. Siete ensayos de interpretacin sobre la realidad peruana
20 Alberto Zum Felde, ndice crtico de la literatura hispanoamericana.
Los ensayistas, Mxico, Guarania, 1954, p. 557. 21 Ibd., p. 557.
es una verdadera obra maestra en el gnero.; para concluir que americanos. En los tres primeros ensayos que integraban el sep-
Mariteguy muere muy joven, en plena culminacin de su ta- teto, el peruano haba aplicado el mtodo marxista muy exacta
lento, y en momentos que sus amigos de Buenos Aires iban a y rigurosamente al estudio de la realidad social y de la historia
intentar traerlo a las orillas del Plata [...].22 econmica del Per para forjar una interpretacin radicalmente
nueva de sus problemas y sus derroteros. Comparaciones como
Fue en La Cruz del Sur donde se haba publicado la nica resea las que Maritegui haca entre la organizacin de la propiedad
contempornea en medios intelectuales uruguayos dedicada a agraria en Rusia y en el Per, analizando ambas a travs del pris-
los Siete ensayos de interpretacin de la realidad peruana: ma marxista, le parecan a Morenza perfectamente logradas. Por
artculo emanado de la pluma de Jaime L. Morenza. Adems del ello pudo concluir la porcin sustancial de su resea con una
obituario y de esta resea, todas las dems referencias directas comparacin elogiosa entre el libro de Maritegui y otro, similar,
a Maritegui haban ido apareciendo en relacin al destino de de Georges (SIC) Plkhanov sobre la historia social de Rusia y
su revista Amauta, como aquella tan eufricaalusin de el siguiente juicio: el libro, considerado desde el punto de vista
1928a la reaparicin de la misma, antes sealada. El texto de marxista, es sencillamente admirable.24
Morenza sobre los Siete ensayos apareci en mayo de 1929.
Por su extensin y la contundencia de sus argumentos ha de- Merecen ser destacados otras dos observaciones de la resea
mostrado ser, con el paso de los aos, una referencia ineludible de Morenza. La primera, previsible, consisti en la crtica a la
para los historiadores del marxismo en Amrica Latina, ya que heterodoxia del marxismo de Maritegui. Mientras que Moren-
constituye una de las ms tempranas lecturas complejas de ese za consideraba que en las porciones ms logradas de los Siete
libro realizadas fuera del Per.23 Ilustrado con un grabado del ensayos se haba aplicado el mtodo marxista muy exacta y ri-
rostro de Maritegui en estilo faux-cubiste, esa lectura parta gurosamente, en cierto momento el rigor analtico desapareca,
de un reconocimiento explcito de su importancia como inte- al verse suplantado por otra teora, que, en nuestro concepto,
lectual Entre los escritores de la nueva generacin peruana carece de valor revolucionario. Nos referimos a la teora de los
que, con preferencia tratan temas de carcter social, Maritegui mitos.25 Cuando, en clave soreliana, Maritegui haba pronun-
es uno de los de ms alta significacin para luego expresar ciado la frase es el mito, la idea de la revolucin socialista, en
con precisin el tipo de intelectual que era: No es un producto ese momento l habra abdicado de todo rigor marxista, de toda
universitario, y, sin embargo, pocos le aventajan en preparacin correccin revolucionaria, ya que su aplicacin puede dar lugar
intelectual; ninguno, a nuestro juicio, en bien definida orienta- a graves extravos doctrinarios.26 Aclaraba Morenza lo siguiente:
cin. [...] Sus ideas son claras, inequvocas, sin el ms leve atisbo
de confusin. Morenza afinaba an ms su retrato al explicar Aceptar la aplicacin de este concepto significara admitir que la
que Maritegui es un escritor socialista, observacin que luego historia no es, tal como lo proclam Marx, la historia de la lucha
volva ms ntida al proseguir sealando que Maritegui es un de clases y que, por consiguiente, no est determinada por la
escritor marxista. Y ello, observaba Morenza, implicaba que el evolucin de la produccin econmica. En una palabra, significa
socialismo de Maritegui no es un socialismo de gabinete, sino descartar la idea ms dinmica de la concepcin marxista.27
un socialismo dinmico, activo, esencialmente revolucionario,
llevando a que su obra fuera el reflejo de su concepcin doc- Esta duda acerca de una posible deriva heterodoxa del pensa-
trinaria. A partir de esa caracterizacin precisa de la identidad miento revolucionario de Maritegui quizs explique la admisin,
ideolgica del escritor, del tipo de intelectual que era, Morenza por cierto sorprendente, hecha por Morenza al final del texto
condensaba su juicio general acerca del libro: En l ensaya a donde admite que su resea de tono tan consagratorio es
nuestro modo de ver una revisin crtica de toda la historia en realidad una resea de los primeros tres ensayos del libro,
del Per. Revisin histrica lo suficientemente exitosa, convin- no del libro en su conjunto (cuyo contenido temtico enumera
cente, como para que constituyera un trabajo modlico para los sucintamente). La segunda observacin, menos inmediatamente
estudios similares dedicados a cualquier parte del continente previsible que la primera, consisti en el sistema de relaciones
americano. Explicaba Morenza: La doctrina que informa su obra de parentesco que Morenza postul para el escrito de Marite-
es aplicable a toda la historia de Amrica, sin excluir la del Norte; gui. Morenza lo ley en clave historiogrfica: los Siete ensayos
el criterio con que est enfocada la labor crtica, salvo ciertos ms all de su intencin revolucionaria y de su empleo exitoso
aspectos peculiares a su pas, tambin. Para el reseista uru- del materialismo cientfico como herramienta de anlisis que le
guayo, Maritegui haba logrado hacer un uso superlativamente reconoca se inscriban dentro de una tradicin historiogrfica
bien logrado de ese maravilloso instrumento de estudio e inter- de duracin ms larga que la marxista, aquella que reconoca en
pretacin que era el concepto materialista que Marx y Engels lo social el motor de todos los dems cambios en una sociedad
elevaron, con la experiencia, a la categora del mtodo cientfico y que habra aparecido condensada inicialmente en los nombres
y ello explicaba la importancia seminal de su libro para todos los de Guizot, Thierry y Mignet. Es decir, sin decirlo explcitamen-
22 La Cruz del Sur n 28, Marzo-Abril 1930, Montevideo, p. 73. 24 La Cruz del Sur, n 23, Mayo de 1929, Montevideo, p. 13.
23 Como demuestra su inclusin en el libro sobre Maritegui en Amrica 25 La Cruz del Sur, n 23, Mayo de 1929, Montevideo, pp.12-13.
Latina organizado por Jos Aric. Ver: Jos Aric, Maritegui y los
orgenes del marxismo latinoamericano, Mxico, Cuadernos de Pasado
26 Ibd., p. 13.
y Presente, 1978. 27 Ibd., p. 13.
te, incorporaba la interpretacin de la realidad peruana hecha sor de literatura Pablo Rocca admite tambin, en nota contenida
por Maritegui a la tradicin ms conspicua de la historiografa en su tesis doctoral del 2006, donde dedica abundante espacio
latinoamericana aquella que derivaba de los tempranos es- a la visita hecha por Morenza a Brasil objeto de notas espec-
fuerzos de Sarmiento, Bilbao, Mora o Alamn, por interpretar ficamente dedicadas a ella en La Cruz del Surque luego de su
a la luz de las transformaciones sociales los cambios polticos e regreso a Montevideo en 1927 le hemos perdido toda pista.30
institucionales y sus posibilidades futuras en Amrica Latina
pero haca de ella un hito supremo de renovacin, a travs del Poco ms que esto ha sido posible averiguar con motivo de este
empleo modlico del utillaje conceptual marxista. Un ltimo trabajo, siendo La Cruz del Sur la principal fuente para seguir
punto: a Morenza le interes sobremanera la desconstruccin su derrotero. Desde el nmero dos de esa revista apareca Mo-
meticulosa que Maritegui haba hecho de las superpuestas ca- renza como un colaborador regular y en ese primer nmero el
pas de formas productivas en el Per para indicar la convivencia contenido del artculo que le dedicara a El triunfo de las iz-
de residuos feudales con ncleos de produccin capitalista, he- quierdas en Francia referencia a la victoria ese ao del Cartel
cha posible por el accionar del imperialismo capitalista de las des Gauches lo identifica como un intelectual alineado con
grandes potencias. Reconociendo que las condiciones agrarias ese margen de la arena cultural uruguaya. Reseista frecuente,
en el Per eran muy distintas de las que entonces imperaban en no se confin a temas de poltica: en el nmero 12 firmaba una
Uruguay, Morenza sin embargo crey poder extraer de la lectura nota sobre un libro de filosofa, anti-vitalista, de Alberto Palcos,
de Maritegui un paralelismo, impregnado de significado, entre en el nmero 14 reseaba in extenso el nuevo libro del poeta
ambas situaciones agrarias: en ambos pases perduraba, ms all nativista, Pedro Leandro Ipuche, y en el nmero 22 aparecieron,
de las diferencias especficas que las distintas historias de cada juntas, varias reseas a libros de distinta temtica. En el nme-
uno haba generado, el latifundio. Igual que en el Per, el lati- ro 18 (1927) de la revista se public un Elogio a Morenza
fundismo es, entre nosotros, un obstculo casi insalvable para sobre sus dotes de escritor y pensador, que podra desarrollar
el desarrollo regular de la economa nacional. El rutinarismo plenamente si no fuera tan tmido y cauteloso en su eleccin
rural tan presente en Uruguay como en el Per impeda el de temas para el trabajo intelectual con el retrato xilogrfico
desarrollo de la tcnica productiva y ello a su vez se converta antes mencionado; ya en el nmero 14 (1926) haba aparecido
en dispositivo bsico para la penetracin imperialista en la eco- una nota titulada demostracin a Morenza, que hace referen-
noma nacional uruguaya. Interpretando la situacin uruguaya cia a su excelente administracin de la revista y a la reunin
con las mismas herramientas halladas en los siete intentos de de homenaje que sus compaeros le han ofrendado. Tanto la
interpretacin de la situacin peruana, Morenza pudo proponer demostracin como el elogio sugieren en cun alta estima lo
enfticamente que los grandes frigorficos no eran una indus- tenan sus compaeros de redaccin que inclua algunos de los
tria nacional sino simples ramificaciones de consorcios indus- mayores talentos de esa generacin, desde los hermanos Guillot
trial-financieros slidamente asentados fuera del pas. Ergo su Muoz hasta el poeta y defensor de la negritud Ildefonso Pere-
finalidad no era la de propulsar nuestro desarrollo econmi- da Valds. Dos entregas consecutivas de la revista n doble
co sino la de aprovechar de nuestro atraso.28 Quin era este 19/20 y n 21 publicaron una entrevista a Morenza acerca de
temprano lector de Maritegui? Quin fue Jaime L. Morenza? su estada en Brasil, realizada por un autor annimo que firma
Como ha ocurrido con tantos miembros de la generacin de 1917 X... y que podra no hay pruebas, sin embargo, de que esto
que supo brillar en los aos del Centenario, no se sabe a ciencia sea as indicar que esos dos textos fueron en realidad escritos
cierta. Particip activamente entre 1925 al menos y 1930 en el por el propio Morenza.
mundo intelectual y editorial uruguayo: fue administrador de La
Cruz del Sur desde 1926 en adelante; esa misma revista public Es en ellos, en el conjunto de tres textos que le dedicara al an-
un grabado con el retrato de Morenza; Cartel, como parte de tiimperialismo latinoamericano, y en su resea a los Siete ensa-
sus notas humorsticas acerca de la posibilidad de la inexistencia yos, donde Morenza mejor explicit su posicin poltico-ideo-
de Francisco Espnola, el escritor, public una foto colectiva de lgica, cuyo eje fue el antiimperialismo. Si bien es cierto, como
intelectuales uruguayos que participaban en la bsqueda afano- indica Pablo Roca, que el primer texto sobre Morenza en Brasil
sa del escritor devenido entelequia, entre los cuales estaba Mo- hiri suspicacias en aqul pas por la preliminar descripcin que
renza. El historiador de la filosofa y gran erudito de la historia all apareciera de la situacin intelectual contempornea en Ro
intelectual uruguaya, le admita en carta de 1981 al filsofo de Janeiro revistas brasileas como Festa publicaron, segn
Roca, refutaciones que se pretendan contundentes, el segun-
do, ms expansivo que el primero y con mayores referencias a
tambin uruguayo Manuel Claps, desde su exilio venezolano, intelectuales concretos (aunque cabe reconocer que el mapa si-
lo siguiente: Absolutamente nada s del J. L. Morenza, comen- gui siendo, con todo, muy incompleto), propona a los lectores
tador de Maritegui en 1928.29 El conocido bibligrafo y profe-
28 Ibd., pp. 11-12. 30 Pablo Rocca, ngel Rama, Emir Rodrguez Monegal y el Brasil: Dos
29 Nicols Gropp, Correspondencia de Arturo Ardao y Manuel Arturo Claps caras de un proyecto latinoamericano, Tese Doutoral (Orientador Prof.
(1958-1991), Cuyo: Anuario de Filosofa Argentina y Americana, n 20, Dr. Jorge Schwartz), Faculdade de Filosofia, Letras e Cincias Humanas,
Mendoza, ao 2003, p. 96. So Paulo, Universidade de So Paulo, 2006, p. 74.
de La Cruz del Sur la importancia de conocer la nueva produc- Reconoca que la creacin de ese gran partido sera una tarea
cin intelectual brasilea. Ante la observacin de su quizs puta- ardua y accidentada pero no por ello la consideraba menos ne-
tivo entrevistador acerca de la acusacin lanzada por Waldemar cesaria. Aunque ignoraba olmpicamente los muchos anteceden-
Bandeira en la Gazeta de Noticias a los uruguayos por su desin- tes de su propuesta (desde la Unin Latino-Americana hasta el
ters en la produccin intelectual del Brasil, respondi Morenza: APRA, entre otros), haca radicar la novedad de la propia en cierto
realismo poltico-ideolgico imbuido de un espritu de avanzada:
La acusacin es justa. [...] Y si tenemos en cuenta aade la
seriedad e importancia del movimiento intelectual del Brasil re- La poca de las proclamas lricas ha pasado. Con protestas pla-
sulta, tambin, deprimente. Acusa en nosotros falta de curiosi- tnicas, ms o menos retricas, no se pone coto al peligro. El
dad, cierto grado de inercia mental que no es, ciertamente, muy momento actual es de accin. Si se quiere impedir que la Am-
halageo. Todava contina diciendo estamos a tiempo de rica Latina sea, dentro de pocos aos, una dependencia del capi-
subsanar esa deficiencia. Los jvenes intelectuales del Uruguay talismo yanqui, no debe perderse ni un minuto ms de tiempo.
deben interesarse por las manifestaciones del espritu del gran Hay que ir resueltamente a la constitucin de ese partido o de
pas norteo. El Brasil no es solamente la tierra productora de otro instrumento de lucha eficaz. Cruzarse de brazos, ante el
caf, azcar, bananas y maderas finas: es, tambin, un vasto apremio de las circunstancias, es suicida e inmoral.33
campo de ideas, un interesante laboratorio intelectual. Su ju-
ventud estudiosa realiza, actualmente, un esfuerzo grande para Justificaba el avancismo del movimiento que propugnaba con
dar a la cultura de su pas una fisonoma propia, para libertarlo, el siguiente argumento, tercermundista avant la lettre:34
dentro de lo posible y legtimo, de todo tutelaje extrao.31
El contenido ideal del movimiento nacionalista moderno, es
Esa liberacin de todo tutelaje extranjero era, precisamente, profundamente revolucionario y emancipador. No est cons-
aquello que animaba el antiimperialismo de Morenza. Quizs treido a la estrecha y vieja frmula de la lucha de razas o de
haya sido en consecuencia de la irritacin que le provocaron pueblos. Rebasa ese molde anacrnico, para convertirse en una
ciertos elementos anacrnicos que crey detectar en el nacio- vigorosa, noble y admirable manifestacin de lucha social. El
nalismo latinoamericanista del mexicano Orzbal Quintana, su mundo se encuentra actualmente sacudido por esa lucha. La
entrevistado en el nmero 16 de la revista, y fundamentalmente China y la India, la Siria y el Egipto, pugnando por emanciparse
ante la presencia de concepciones que juzgaba demasiado im- del yugo imperialista, son ejemplos vivos de lo que afirmamos.
precisas desde una ptica latinoamericanista y antiimperialista Es el espritu de los nuevos tiempos esforzndose por crear un
como la que ostentaba La Cruz del Sur, que public en el n- nuevo tipo de civilizacin. La Amrica Latina no puede ni debe
mero siguiente un largo artculo de anlisis y de denuncia de sustraerse al ritmo histrico de los acontecimientos. Por eso,
El imperialismo yanqui. El foco de su argumento consisti en cuanto antes, debe prepararse a la accin. Si lo hace a tiempo
la demostracin de que Estados Unidos era un pas imperialis- evitar verse sometida a la servidumbre. De lo contrario sufrir,
ta como cualquier otro, que los mviles humanitarios citados inevitablemente, el vasallaje del coloso del norte.35
en su descargo por algunos apologistas del mismo ingenuos
optimistas panglossianos o cnicos prebendarios del capital fi- Conclua su texto en clave de esperanza:
nanciero e industrial norteamericano no eran tales: toda la
historia norteamericana ilustraba el carcter fundacionalmente La victoria no corresponde siempre a los ms fuertes y a los
imperialista del pas anglosajn, y demostraba que su motor era ms agresivos. La historia nos ensea que, muchas veces, quizs
el capitalismo financiero e industrial que nunca cejara en su in- las ms, corresponden a los ms previsores. Los pueblos de la
agotable voracidad de mercados, tierras y mano de obra barata. Amrica Latina, en block, deben ser esto ltimo. As cumplirn
Terminaba su extenso comentario histrico y poltico con la pro- uno de sus ms altos deberes histricos: el de salvaguardar su
puesta de un gran partido latinoamericano para hacer frente al independencia y su bienestar.36
expansionismo estadounidense:
la constitucin de un partido latino-americano, con propsitos El diagnstico del imperialismo yanqui contenido en ese artculo
de accin bien definida a este respecto puede ser de gran efica- destilaba informacin precisa y actualizada, la solucin propues-
cia. La Confederacin Latino-Americana y la resistencia al capi- ta, aunque sin duda lejos de ser original, destila una evidente
talismo sern sus fines inmediatos. Ese partido ha de ser obra, resonancia epocal, y patentiza cun presente estaba en la mente
ms que nada, de la juventud, y ha de tener un ideario comple-
tamente avanzado, tanto en materia poltico-social, como en
33 Ibd., p. 11.
materia econmico-financiera.32
34 Ver para un panorama general del proto-tercermundismo referido a la
Argentina, Martn Bergel, El Oriente Desplazado. Los intelectuales y
los orgenes del tercermundismo en la Argentina, Bernal, Buenos Aires
Editorial de la Universidad Nacional de Quilmes, 2015.
31 La Cruz del Sur n 21, Montevideo, diciembre 1928, p. 22. 35 Ibd., p. 11.
32 La Cruz del Sur n 17, mayo-junio 1927, Montevideo, p. 10. 36 Ibd., p. 11.
A partir de una serie de documentos recabados en la Biblioteca que promete ilustrar de manera brillante la huella de Gonzlez
Nacional de Chile, nos propusimos elaborar un estudio sobre la Prada, que para el grupo de peruanos a que han aludido ensea
recepcin chilena del pensamiento de Jos Carlos Maritegui. y gua que marca rumbo.3
Fue nuestro propsito relevar cada uno de los testimonios pu-
blicados localmente sobre su obra as como la reproduccin de Un segundo hito en esta direccin lo encontraremos en junio de
aquellos textos nacidos de su pluma. Esta labor muestra cmo 1927 en el Boletn Educacional Nuevos Rumbos, rgano de la
fue enriquecindose entre 1926 y 1973 el acervo local de la fi- Asociacin General de Profesores de Chile, donde es redactado
gura de Maritegui, hasta el momento en que el golpe de Esta- un pequeo texto a propsito de la revista Amauta y de su
do bloque la posibilidad de continuar recibiendo y trabajando director Jos Carlos Maritegui.4 En el mes de octubre el mismo
sobre la interpretacin de uno de los pensadores ms ricos de Boletn reproduce El freudismo en la literatura contempor-
Amrica latina. La recepcin de Maritegui en Chile a partir de nea. En este ensayo Maritegui buscaba situar histricamente
esa fecha deber asumir un elipse cuyo estudio excede el marco la obra del creador del psicoanlisis: Freud no ha sido sino el
de esta presentacin. agente, el instrumento de una revelacin que tena que encon-
trar quien la expresara racional y cientficamente, pero de la que
En primer lugar, puede sealarse que la obra y el pensamiento exista ya en nuestra civilizacin el presentimiento. Esto no dis-
de Jos Carlos Maritegui fueron recepcionados intensamente minua, naturalmente, el mrito del descubrimiento de Freud,
en Chile durante la segunda mitad de la dcada de 1920 a travs sino que, por el contrario, lo engrandeca. La funcin del genio
diversos peridicos y revistas culturales. As, encontramos que pareca ser, justamente, la de formular el pensamiento, la de tra-
ya en el mes de abril de 1926 el diario El Mercurio de Santiago ducir la intuicin de una poca.5
publicaba una resea de La Escena Contempornea, el primer
libro escrito por Maritegui aparecido el ao anterior en Lima.1 No se trat de una contribucin aislada. La labor cultural de Ma-
Esta recensin relativamente breve escrita por Ral Silva Castro2 ritegui llama la atencin durante ese mismo ao de Eduardo Ba-
parece constituir, en el estado actual de nuestro conocimiento, rrios,6 Director General de Bibliotecas Pblicas y de la Biblioteca
la primera referencia local a su actividad: Nacional, el cual le solicita a Maritegui el envo de material que
El seor Maritegui ha hecho una obra que tiene mucha im- 3 Ral Silva Castro, Libros Nuevos, El Mercurio, Santiago, domingo 11 de
portancia y que es un testimonio de la poca. Ha dedicado abril de 1926, p. 2. Informa Silva Castro en el mismo artculo que en la
al estudio del fascismo, de la Sociedad de las Naciones, de la capital peruana se ha fundado la Editorial Minerva y su primer volumen
experiencia rusa, de los nuevos rumbos del arte y de los pen- es La Escena Contempornea. El seor Maritegui afirma all
pertenece a una generacin joven no slo por edad de sus componentes,
samientos europeos, unas trecientas pginas bien jugosas, bien sino por sus ideas y principios artsticos, sociales y de todo orden. Esa
escritas, bien documentadas y hasta bien pensadas [] Obra generacin ha batallado recientemente en su patria por el mantenimiento
que revela a un agudo crtico de las ideas actuales, La Escena de las libertades pblicas que el Presidente Legua suele atropellar.
represente el pensamiento del Per y por supuesto el de Amau- La alusin a Labor, quincenario de informacin e ideas, no es
ta, que nos dice Barrio leo de punta a cabo.7 El inters por gratuita. En el n 7 de Labor, de febrero de 1929, encontramos
esta dimensin cultural de la labor de Maritegui cobra una ma- un texto redactado por Humberto Mendoza,11 conocido en las
yor dimensin en la pluma de Gabriela Mistral, que publica una luchas polticas e ideolgicas de la izquierda chilena como Levn.
extensa carta en la revista Amauta reivindicando la funcin de Mendoza, segn el recuerdo de Julio Csar Jobet en la revista
la Escuela Pblica en Chile. La escuela nueva es una creacin es- Occidente, era probablemente uno de los tericos ms auda-
piritual que slo pueden hacer hombres y mujeres nuevos nos ces de la llamada Izquierda Comunista, grupo que, escindido del
dice con fuerza y poesa, verdaderamente asistidos de una Partido Comunista, ingresa al Partido Socialista de Chile hacia
voluntad rotunda de hacer otra cosa. Cuando la gracia nos ha 1934.12
cogido y nos ha quemado ideologa, costumbre y manera vieja,
entonces se puede ser maestro de la escuela nueva.8 Recordemos que al recorrer las pginas de Amauta nos encon-
tramos, entre otros, con la pluma de Gabriela Mistral, de Pablo
A travs de estos intercambios se pone de manifiesto hasta qu Neruda, de Vicente Huidobro. No deja de llamar la atencin el
punto la figura de Maritegui ha comenzado a trascender el es- espritu internacionalista que impregna la revista en su trata-
cenario peruano para ir adquiriendo una dimensin continental, miento del problema relativo los territorios de Tacna y Arica.
trascendencia en buena parte lograda gracias a la notable difu- Se puede leer en una nota publicada por Amauta lo siguiente:
sin de la revista poltico-cultural Amauta que l mismo haba
concebido, organizado y echado a caminar con un grupo de ami- [] la izquierda [], el proletariado de vanguardia del Per, han
gos desde septiembre de 1926 y que continuar publicndose tendido la mano en ms de una oportunidad, a la juventud y
hasta su muerte, en 1930.9 A propsito de Amauta es posible el proletariado de vanguardia de Chile, que antes haba dado
leer en el diario El Mercurio de febrero de 1929: prueba explcita de su repudio de la chilenizacin y detencin
de Tacna y Arica. Gmez Rojas, Vicua Fuente, son nombres que
Entre las ms importantes y difundidas revistas especiales es- recordarn siempre esta protesta, dictada por un noble espritu
tn en primer lugar Amauta, que responde al criterio literario de justicia a la vez que de fraternidad y reconciliacin.13
y social de un grupo considerable de gente nueva bajo la direc-
cin de Maritegui. Es un mensuario nutrido y valeroso, que El trabajo desarrollado por Maritegui en el Per no permanece
tiene anexo un quincenario popular titulado Labor.10 indiferente en el mbito local, y su labor y figura comienzan len-
tamente a ser reconocidos, de los que da cuenta, nuevamente,
El Mercurio de Santiago:
7 Eduardo Barrios, carta a Jos Carlos Maritegui, Santiago, 7 de abril de
1927, en Antonio Melis (ed.), Correspondencia (1915-1930), Amauta,
Lima, 1984, tomo 1, pp. 263-264. Jos Carlos Maritegui hoy ms que entonces representa un sig-
8 Gabriela Mistral, La Escuela Nueva en nuestra Amrica. Carta de Gabriela no Americano que en Chile es bastante conocido. Maritegui en
Mistral a Julio R. Barcos, en Jos Carlos, Maritegui, en Amauta, ao II, sus dos libros, especialmente el que acababa de editar bajo el t-
n10, Lima, diciembre de 1927, p. 6. tulo de 7 ensayos de interpretacin de la realidad peruana, ha
9 La presencia y recepcin de la revista Amauta en el medio local fue llevado a cabo una labor gigantesca iniciando un sentido socialis-
anunciada permanentemente en diferentes medios locales, as por
ejemplo puede leerse en la revista Letras: Hemos recibido el nmero ta para enfocar los aspectos del Per. Y ha reunido en torno suyo
28 de Amauta correspondiente a enero del presente ao (1930), de a una falange de jvenes con los que edita la revista Amauta.14
esta interesante revista mensual de doctrina, literatura, arte y polmica,
editada en Lima bajo la direccin de Jos Carlos Maritegui. Es conocida
ya entre nosotros la importante labor desarrollada por Amauta. No En efecto, la aparicin de sus dos libros, La Escena Contempo-
ignoramos que se trata de una de las publicaciones ms slidas y de rnea (1925) y los 7 ensayos de interpretacin de la realidad
mayores avances por las rutas del espritu que se imprimen actualmente peruana (1928) contribuy a hacer conocer su talento de in-
en nuestro idioma. Su director, personalidad literaria firmemente definida,
es un incansable animador de cuanto posee una decidida superioridad telectual y de dirigente poltico. Su obra, al decir de Michael
sobre lo mseramente cotidiano. En Obras y autores, Letras. Revista Lwy, representa el primer intento de anlisis marxista de una
de arte y literatura, ao II, n 19, Santiago, abril de 1930, p. 22. Tambin formacin social latinoamericana concreta,15 que traspasara las
en Notas, revistas recibidas, Letras. Revista de arte y literatura, ao III,
n 25, Santiago, octubre de 1930, p. 15.
10 El Mercurio da cuenta tambin de la labor periodstica desarrollada en 1929, p. 26.
el Per por el Amauta: El diario El Tiempo apareci por primera vez el
14 de julio de 1916. La fundaron un grupo de redactores disidentes de
11 Humberto Mendoza, El Circo de Charlot, en Labor, ao 1, n7, Lima,
La Prensa a cuya cabeza se hallaba, como capitalista y director Pedro Minerva, 21 de febrero de 1927, p. 3.
Ruz Bravo. Le secundaban tres periodistas de gran vala: Jos Carlos 12 Julio Cesr Jobet, Evocacin de Humberto Mendoza, en Occidente, ao
Maritegui, Cesar Falcn, Humberto de guila [] El Tiempo inaugur XXV, n 207, Santiago, junio 1969, pp. 49-50 [De aqu en ms, todas las
un gnero de periodismo moderno. Sus Voces, seccin irnica de referencias a Santiago corresponden a Santiago de Chile, Ed.].
comentarios polticos, redactado por Maritegui, compiti con Ecos de 13 Amauta, El arreglo Peruano-Chileno, en Amauta, ao III, n23, Lima,
La Prensa. Al mismo tiempo propugn activamente la evolucin literaria mayo de 1929, p.16.
que Valdelomar guiaba desde La Prensa y que tuvo un compaero
y vocero en el nuevo diario. Posteriormente inici una ruda campaa
14 La Literatura Peruana, en El Mercurio, Santiago, martes 19 de febrero
leguista. Durante el gobierno de Pardo llev a cabo una tenaz propaganda de 1929, p. 27.
diaria, incesante, dura, hasta el punto que el gobierno de Pardo clausur 15 Michael Lwy, El marxismo en Amrica Latina. Antologa, desde 1909
el peridico. La Prensa, en El Mercurio, Santiago, martes 19 de febrero hasta nuestros das, Santiago, Lom, 2007, p. 18.
Es as que es en el complejo y asfixiante ambiente de los ltimos Maritegui ha muerto dice el cable, Maritegui ha muerto
aos del oncenio de Augusto Legua (1919-1930) donde Marite- repetimos, en voz baja y con lgrimas en los ojos los que fui-
gui se ve empujado a pensar en abandonar el Per, proyectando mos sus amigos, aunque sin verlo nunca; los que entendemos el
exiliarse en Buenos Aires, donde lo espera su amigo epistolar significado de su misin, aunque jams nos fue dado sondear en
Samuel Glusberg.18 El camino hacia la Argentina supona el paso su espritu En este pobre continente disperso, desigual, lleno
por Santiago de Chile, que haba sido facilitado por Luis Alberto de rencores recprocos y de incomprensiones, la unificacin ser
Snchez, quien en conversacin con Armando Quesada Acharn, ms difcil. Maritegui era uno de los pocos aglutinadores.22
en ese momento rector de la Universidad de Chile, haba obteni-
do que Maritegui diese durante su estada algunas conferencias Homenaje que replica tambin El Mercurio de Valparaso. Pue-
en la Casa de Bello.19 Maritegui pone de manifiesto su intencin de decirse que pocos hombres de Amrica aade Silva Cas-
de dejar Per en carta a su amigo epistolar chileno Joaqun Ed- tro conocan tan precisa y profundamente como Maritegui
wards Bello el 26 de marzo de 1930: la doctrina marxista. Sus tentculos de sus juicios, en todas sus
publicaciones se ver luego reflejada la penetrante ideologa de
Snchez le hablar, probablemente, de mi viaje. He aceptado la Carlos Marx.23
invitacin de mis amigos de la Vida Literaria de Buenos Aires
para realizar en mayo prximo mi antiguo proyecto de visitar la El Mercurio de Santiago tambin se suma al homenaje, ahora
Argentina. Yo pasar algunos das en Santiago, tanto para tener bajo la pluma de Rafael Maluenda,24 quien destaca que su as-
una rpida impresin de Chile como para abrazar a mis amigos
20 Jos Carlos Maritegui, carta a Joaqun Edwards Bello. Seala Maritegui:
Querido y estimado compaero. El viaje de Blanca del Prado me ofreci
la oportunidad de escribirle y repetirle el envo de mis 7 ensayos de
interpretacin de la realidad Peruana que, por Concha Romero, supe
que no haba Ud. recibido. No he tenido an su respuesta; pero s por
16 Para los estatutos de la C.G.T.P., vase, Jos Carlos Maritegui, Ideologa Blanca de Prado que sigue Ud. siendo para la vanguardia peruana el
y Poltica, Lima, Amauta, 1987, decima octava, pp. 154 y ss. fraterno amigo de siempre. En: Carta de Jos Carlos Maritegui a Joaqun
Edwards Bello, Lima, 26 de marzo de 1930, Biblioteca Nacional, Archivo
17 Labor. Quincenario de informacin e ideas se public regularmente del Escritor.
desde el 10 de noviembre de 1928 hasta febrero de 1929 (del n 1 al 7).
Reapareci con el n 8 el 1 de Mayo de 1929; el 1 de agosto apareci en
21 Ya estaba en prensa este nmero de ndice, cuando el cable nos trajo la
forma de Boletn, y se reanud su edicin a partir del n 9, el 18 de agosto fatal noticia: Jos Carlos Maritegui ha muerto en Lima. En sus ensayos
de ese mismo ao. El n 10, del 7 de setiembre de 1929, fue el ltimo en queda enclavada la realidad poltico social e intelectual del continente su
publicarse y distribuirse, estando preparado el n11. alimento, como el de un creador, anim y dio vida a la cultura peruana.
Bajo su direccin, la revista Amauta, fue la ms libre, la ms elevada
18 En mayo pensaba estar en Buenos Aires, al mes siguiente del tribuna de las jvenes generaciones, un nuevo mtodo crtico naci con l.
fallecimiento de Maritegui y tambin de paso por Chile apretara las La claridad de sus pensamientos, de su vida inmaculada la recia cohesin
manos de los amigos. Dos mensajes suyos me alcanzaron con poca y la pureza de sus propsitos establecan ciertas semejanzas entre su
distancia. Uno trado por una poetisa peruana a quien Maritegui me personalidad luminosa. Un diamante pulido, claro, limpio, un diamante
presentaba como uno de los valores ms leales de su generacin. En que sobre el mapa de Amrica grababa, en nervioso monograma, una
la carta una alusin a su viaje por Chile. Otro vena con Luis Alberto palabra ntida: honor. En hora cercana nuestros ojos se aunarn a las
Snchez, su amigo de siempre, aunque contradictor a veces, en Ral Silva dolorosas circunstancias de su vida, a las profundas enseanzas de sus
Castro, Jos Carlos Maritegui, en Atenea, ao VII, n 63, Universidad de libros y al buscar las huellas de su herosmo y de su inteligencia, nuestras
Concepcin, Concepcin, mayo de 1930, p. 249. miradas han de comprender sus glorias y la pesadumbre que nos abate
19 El rector de la Universidad de Chile, Armando Quesada Acharn escribe hoy. Al saber su desaparecimiento. Editorial, en ndice, ao 1, n 1, p.7,
Luis Alberto Snchez me ofreci un almuerzo... (durante el cual) le Santiago, abril de 1930.
cont algo sobre Maritegui y le solicit su venia para que, como invitado 22 Ral Silva, Castro Jos Carlos Maritegui, en Atenea, Universidad de
suyo, le visaran el pasaporte. No se limit a eso. Me dijo que formalmente Concepcin, Concepcin, n 63, ao VII, pp. 246-249, mayo de 1930.
lo invitaba a dictar varias conferencias en el Saln de Honor, pagado por la
Universidad y me prometi y cumpli darme una nota oficial para que
23 Ral Silva Castro, Maritegui Ha Muerto, El Mercurio de Valparaso,
Maritegui conociera formalmente el hecho... La nota la llev conmigo, Valparaso, p.5, domingo 20 de abril de 1930.
pero llegu al da siguiente del sepelio de Jos Carlos. La puse en manos 24 Rafael Maluenda, (1885-1963), cuentista novelista, autor teatral y
de Ana Chiappe de Maritegui, quien me abraz sollozando. Luis Alberto, periodista, redactor de El Diario Ilustrado, fundador del diario El Da
Snchez, Visto y vivido en Chile, Tajamar, Santiago, 2004, pp. 43-44. de Chilln, en 1914, y que ejerci la direccin de diario El Mercurio de
cetismo, su pureza moral, su rectitud de alma, sus virtudes de ritegui la cada de la dictadura de Augusto Legua, mientras
hombre le concitaron respeto entre propios y extraos. Respeto el gobierno militar de Luis Snchez Cerro, que lo derroca,29 se
profundo a la inmensa idealidad de su obra.25 La noticia del de- ala con la oligarqua y reprime fuertemente a la Alianza Popular
ceso de Maritegui encuentra eco incluso en peridico catlico Revolucionaria Americana (APRA), algunos de cuyos dirigentes
conservador como El Diario Ilustrado, en cuya edicin del 18 de se exilian en Chile. La actividad del grupo es importante y como
abril escribe Vegas: consecuencia de la ruptura entre ambos (que se haba generado
en 1928), la orientacin de la APRA en Chile va a mediar la re-
Maritegui era socialista, partidario de las doctrinas de Karl cepcin local del pensamiento de Maritegui. Encontramos as
Marx, que este diario ha combatido rudamente. Por mis convic- en la revista ndice de Santiago30 un conjunto de artculos que
ciones diametralmente opuestas a las suyas yo no puedo honrar reproducen y prolongan la polmica entre Maritegui y Haya en
bajo ese aspecto al escritor peruano que acaba de morir, pero el mbito local, despus de la desaparicin del primero. Polmi-
hay, felizmente, en su vida y en su obra, otras doctrinas, otros ca iniciada por la militante aprista Magda Portal:
ideales, otras riquezas espirituales, que me interesan y deben
interesar a todas las juventudes americanas.26 Maritegui especul en todos los terrenos del pensamiento y
de la literatura, no dio una obra de estructura maciza, su juven-
Desde Valparaso a travs de la revista Gong, tambin adhiere tud no le daba opcin a ello y en su actividad final, la poltica
al homenaje continental sobre el deceso de Maritegui.27 Es as econmica, que form parte de su produccin mental, se nota
que la temprana muerte del Amauta no deja indiferente a la esta dispersin de su talento. Falto de un plano firme para mi-
sensibilidad intelectual de Amrica Latina en general y de la chi- rar desde all nuestra realidad, sus lecciones no aportan ningn
lena en particular, generando manifestaciones por la noticia de concepto claro para aplicarlo a Amrica.31
su muerte en el amplio espectro ideolgico cultural.28
La rplica llega desde el Per a la revista ndice a travs de Mar-
Para avanzar en el proceso de recepcin local (que tendr una cos Chamudez, quien seala que Magda Portal, militante en las
significacin importante en la dcada de 1930), conviene recor- filas de la APRA (partido del cual Haya de la Torre es padre espiri-
dar aqu, que la ruptura entre Maritegui y Haya, y la propia tual), est impuesta mejor que ninguna otra persona de la honda
muerte del primero, se instalan de esta manera en un momen- divisin entre estos hombres, pero reafirmado las diferencias de
to complejo. La crisis de 1929 haba precipitado en el mes de horizonte poltico de Haya y Maritegui, recalcando la dificultad
agosto de 1930 a escasos cuatro meses de la muerte de Ma- del APRA como partido de frente unido para luchar contra la
mquina imperialista. El APRA, recuerda Chamudez, no se detie-
Santiago desde 1946 hasta su fallecimiento. En 1954 obtuvo el Premio ne en cobijar solamente al proletario sino que recibe tambin
Nacional de Periodismo. Cfr. Alfonso Caldern, Pedro Lastra, Carlos al gamonal, al industrial criollo, al profesional burgus. Se trata,
Santander, Antologa, op. cit., pp. 68-76. pues de un frente nico, y en este sentido Maritegui no
25 Rafael, Maluenda, Jos Carlos Maritegui, El Mercurio, Santiago, p. 3, quiso hacer demagogias ni que nadie las hiciera a su sombra.32
jueves 17 de abril de 1930. Igualmente Maluenda enva un trabajo sobre
el deceso de Maritegui al Repertorio Americano: R. Maluenda, Jos
Carlos Maritegui, El escritor. Maestro de energas morales. Una gran La polmica que se prolonga en la revista ndice entre la heren-
fuerza psquica. La revista Amauta, en Repertorio Americano, Tomo XX, cia y labor poltica de las dos grandes figuras del Per, disputa
n 20, San Jos, sbado 24 de mayo de 1930, p. 1. Tambin desde las
pginas del Mercurio y bajo la pluma de Domingo Melfi, se escribi lo que se entrelaza en los enmaraados aos treinta, complejizan-
siguiente: La muerte de J. Carlos Maritegui ha interrumpido en el Per, do en un grado mayor la recepcin de la obra y el pensamiento
al menos por algn tiempo la gesta del indigenismo. Maritegui era uno de Maritegui en el mbito local. Sin embargo, dichos aos no
de los intrpretes ms hbiles de este vasto problema indio en la tierra de
Manco Capac, pero al revs de Valcarcel que en su libro Tempestad en son impedimento para que el pensamiento de Maritegui circule
los Andes considera la reivindicacin como un vasto panorama filosfico
y cultural, l hondo ensayista prematuramente desaparecido, slo
conceda posibilidad prctica a la liberacin del indio en el instante en 29 Cfr. Jorge, Basadre, Historia de la Repblica del Per, Lima, Universitaria,
que el problema asumiera la fuerza de una realidad econmica. Es decir 1983. En especial ver Octavo Perodo, El comienzo de la irrupcin de las
cuando dejara de ser abstraccin para convertirse en realidad social, en masas organizadas en la poltica 1930-1933.
Domingo, Melfi, El indigenismo en la literatura peruana, en El Mercurio, 30 Cfr. Domingo Melfi, ndice a Maritegui, en ndice, ao I, n 2, Santiago,
Santiago, domingo 27 de abril de 1930, p. 13. mayo de 1930, p. 9. La polmica puede seguirse en la misma revista: Cfr.
26 M. Vega, Jos Carlos Maritegui, en El Diario Ilustrado, Santiago, Eugenio Orrego Vicua, ndice a Maritegui, en ndice, ao I n 2, mayo
viernes 18 de abril de 1930, p. 5. de 1930, p. 9; Ral Silva Castro, ndice a Maritegui. en ndice, ao I, n 5,
27 Manuel Zerpa, Duelo Continental, Gong, ao II, n 5, Valparaso, mayo mayo de 1930, p. 9; Magda Portal, Trayectoria de Jos Carlos Maritegui,
de 1930, p. 3. En el mes de marzo de 1930 Miguel ngel Urquieta en la en ndice, ao I, n 2, ao I, mayo de 1930, pp. 8-9; Magda Portal, Haya de
misma revista haba reseado los 7 Ensayos. Cfr. Miguel, Urquieta, Jos la Torre y J.C. Maritegui, en ndice, ao I, n 6, septiembre de 1930, pp.
Carlos Maritegui, Gong, ao II, n 4, Valparaso, marzo de 1930, p. 2. 12; Marcos Chamudes, Carta del Per Maritegui y Haya de la Torre, en
ndice, ao I, n 5, agosto de 1930, p. 3; Marcos Chamudes, Ms en torno
28 En el nmero treinta de la revista Amauta, entonces dirigida por Ricardo de Maritegui y Haya de la Torre, en ndice, ao I, n 9, p.6, diciembre de
Martnez de la Torre, se pueden leer los telegramas de condolencias por 1930; Julin Petrovick, Carta del Per, en ndice, ao I, n 9, diciembre
la temprana muerte de Jos Carlos Maritegui. El saludo de nuestro pas de 1930, pp.7-8.
llegan por intermedio de Joaqun Edwards Bello, Santiago de Chile.-
Seora Maritegui. Amauta.- Lima. Profundo dolor impngame
31 Magda Portal, trayectoria de Jos Carlos Maritegui, en ndice, op. cit. p. 9.
prdida irreparable letras americanas.- Edwards Bello. Cfr. Panorama 32 Marcos Chamudes, Carta del Per. Maritegui y Haya de la Torre, en
Mvil. Testimonios, Amauta, Lima, ao IV, n 30, 1930, p. 88. ndice, op., cit. p.3.
por los diferentes pliegues de nuestra historicidad, siendo re- a era integralmente doctrinario en sus ideas, pero ello no le
cepcionados en diferentes espacios poltico-culturales, dando a impeda or e indagar para convencer; la misin de Maritegui
conocer, su figura y su obra. conformada con esta aptitud, fue peruana en su aspecto apos-
tlico, pero su trascendencia intelectual, la importancia de su
Cuando an no se apagaban los ecos de la noticia de su deceso, mensaje, le dieron relieve de americanismo. Maritegui no fue
dos meses despus la revista Mstil, del Centro de Estudiantes slo un hombre del Per. Ha sido, esencialmente, un ciudadano
de Derecho de la Universidad de Chile, rinde homenaje a Ma- de nuestra Amrica.40
ritegui en un nmero especial.33 Dicho homenaje se entrelaza
con la discusin que en torno a la Reforma Universitaria estaba Es en esta misma publicacin de Mstil donde Orrego Vicua
en cuestin en el perodo, a propsito de ello la juventud de la analiza Defensa del marxismo, conjunto de artculos que apa-
poca reivindicar una Universidad y Educacin al servicio de un recen por primera vez en la revista Amauta, y es de donde los
hombre nuevo. Es relevante agregar que el artculo incorpora ley con toda seguridad, mostrando la circulacin y presencia de
el pensamiento de Maritegui, en la produccin y en la contin- la obra y de la revista en el ambiente cultural local (anticipemos
gencia local.34 En relacin a esta razn Amrico Rhusso escribe: que Defensa del marxismo. Polmica revolucionaria vera la
luz por primera vez en formato libro en Chile cuatro aos des-
El rgimen econmico y poltico determinado por el predo- pus). Para fijar la posicin de Maritegui dentro del socialismo
minio de las aristocracias coloniales que en algunos pases y orientarnos acerca de la proyeccin de su enseanza y del rol
hispano-americanos subsiste todava aunque en irreparable que le toc actuar en su pas, apunta Orrego Vicua:
y progresiva desilusin, ha colocado por mucho tiempo a las
universidades de la Amrica Latina bajo la tutela de estas oli- Conviene que examinemos su Defensa del Marxismo, ensayo
garquas y de su clientela. Esta exgesis fundamental de Mari- en el cual emprende la tarea de refutar la obra de Henri de
tegui del sistema educacional universitario y que sin ninguna Man, Ms all del Marxismo. Maritegui es definido, mantiene
modificacin alcanza a todo el rgimen educativo de estos pa- la integridad de su espritu socialista, enraizado fuertemente en
ses, sirve de punto de partida al ilustre camarada peruano para Marx, cuya doctrina procura expurgar de la acusacin de pre-
concluir que el origen del movimiento renovador universitario cariedad [] Su doctrinarismo excluye, pues, sin dejar de ser
es netamente clasista y por tanto econmico.35 dogmtico en lo esencial, toda intransigencia y, en tal sentido,
lo apartado de la ortodoxia escrita de Mosc.41
Es Eugenio Orrego Vicua36 quien en el mismo nmero de ho-
menaje de Mstil resea el libro escrito dos aos antes por Sin duda la presencia de Maritegui se hace ms extensa y cir-
Maritegui, los Siete ensayos de interpretacin de la realidad cula en amplios sectores intelectuales buscando situar, tradu-
Peruana. Estamos nos dice Orrego Vicua ante el ms sus- cir, su pensamiento en la problemtica nacional. Dentro de esta
tantivo libro que de la vecina literatura conozco. Maritegui apli- dinmica, el diario Crnica anuncia la fundacin de un Centro
ca los principios del Materialismo histrico para intentar una Cultural de Propaganda Socialista que llevar por nombre Jos
revolucin completa del Per. Si no puede afirmarse que lo ha Carlos Maritegui. Dicho Centro tendr por principal objeto el
logrado por completo, cabe s decir que nadie ha realizado una estudio y divulgacin de la doctrina socialista, contenida en la
labor de interpretacin ms slida, ms sincera, ms cientfica.37 obra de Carlos Marx y cuyo nombre es Jos Carlos Maritegui42
agrega con respecto al Centro el artculo del peridico La
En una publicacin especial de la revista Mstil, reseada como Crnica que llevar el nombre de uno de los valores revolu-
Ediciones Mstil,38 donde Eugenio Orrego Vicua publica el fo- cionarios de la Amrica, el socilogo peruano que, a travs de la
lleto Maritegui,39 texto de una conferencia que fue dictada en teora marxista, enfoc con agudeza el problema peruano y por
la Universidad de Chile y de Concepcin en mayo de 1930, y extensin todos los problemas americanos, y que al socialismo
a nuestro entender primer estudio referente a la vida y labor le tocar resolver.43
de pensador de Moquehua. Maritegui seala Orrego Vicu-
mbito chileno es el Frente Popular (1936-1941). Coalicin de trminos que poda ser oportuno rescatar ahora:
centro-izquierda, sus principales integrantes eran los partidos
Radical, el Comunista y el Socialista. Comienza a gestarse duran- Hoy el Fascismo es una milicia civil anti-revolucionaria. Ya no
te las polticas anti-obreras de la segunda administracin ales- representa solamente el sentimiento de la victoria. Ya no es
sandrista (1932-1938), que favorecieron una mayor cooperacin exclusivamente una prolongacin del ardor blico de la guerra.
entre el Partido Comunista y el Socialista al interior del Frente Ahora significa una ofensiva de las clases proletarias. Las cla-
Popular. Ya haban existido algunas iniciativas unitarias entre ses burguesas aprovechan del fenmeno fascista para salir al
ambas organizaciones, pero resultaron tmidas y poco convin- encuentro de la revolucin. Cansadas de la nerviosa espera de
centes, y no bastaron para superar las dificultades fundamenta- la ofensiva revolucionaria, abandonan su actitud defensiva. An-
les que las separaban. Los intentos del Partido Radical para con- ticipan la reaccin al hecho revolucionario. Las fuerzas conser-
solidarse como grupo de izquierda tampoco fueron tan sinceros vadoras estn seguras de frustrar definitivamente la revolucin,
como para producir la unin de manera instantnea. El vuelco atacndola antes de que se ponga en marcha a la conquista del
en este proceso de convergencia de los intereses polticos de poder poltico.65
la izquierda se produjo alrededor de 1935, cuando el Comintern
abandon su lnea del Tercer Perodo y comenz a impulsar la Es en esta nueva orientacin de la poltica de izquierda y de los
creacin de amplias alianzas con los partidos burgueses, para frentes de clases contra el fascismo, que se rescata la labor y fi-
salvar la democracia de la amenaza fascista.60 gura de Maritegui, es as que el diario El Frente Popular publica
en 193666 un artculo de Maritegui en dos partes titulado Na-
Para Michael Lwy la primera manifestacin de ese nuevo pe- cionalismo y vanguardia.67 Citando a Maritegui, seala que en
rodo, caracterizado por la hegemona del fenmeno Stalin en oposicin a este espritu, la vanguardia propugna la obra recons-
el marxismo latinoamericano, es el Frente Popular.61 El cambio tructiva peruana sobre la base del indio. La nueva generacin rei-
en el mbito mundial rumbo al Frente Popular, esto es, rumbo vindica nuestro verdadero pasado, nuestra verdadera historia.68
a una alianza antifascista de partidos comunistas, socialistas y Maritegui sirve en la nueva coyuntura poltica, para dar cuenta
democrtico-burgueses, fue sancionada oficialmente por el VII del error de no comprender el nacionalismo y el socialismo en
Congreso del Comintern en 1935. Despus de eso, cada partido los pases coloniales. Es en esos pueblos, donde el socialismo
comunista latinoamericano intent aplicar la nueva orientacin, adquiere, por la fuerza de las circunstancias sin negar absoluta-
buscando aliados para un frente popular local. En la mayora de mente ninguno de sus principios, una actitud revolucionaria.69
los pases del continente, en la ausencia de partidos social-de-
mcratas, las alianzas fueron hechas directamente con las fuer- Para el sptimo aniversario de la muerte de Maritegui, se reali-
zas burguesas consideradas liberales o nacionalistas, o, simple- za en la Sala Mxico de Santiago un homenaje promovido por el
mente, no-fascistas.62 Partido Socialista, y que se hizo extensivo a los desterrados de
Amrica. Comienza el homenaje el poeta Julio Barrenechea70 con
Es en este nuevo contexto que la figura de Maritegui es re-
alzada. Recordemos que Miroshevski, el eminente especialista
y consejero sovitico del Bur Latinoamericano del Comintern,
denunci el populismo y el romanticismo de Maritegui, a lo que
se sum la posterior acusacin de populista.63 Sin embargo, en
este nuevo escenario de lucha contra el fascismo se comienza
a revalorizar la figura de Maritegui, conforme las nuevas di-
rectrices de la Internacional.64 Se hace necesario recordar que
65 Jos Carlos, Maritegui, Escenas de guerra civil, en El Tiempo, Lima, 17
Maritegui haba escrito sobre el fascismo tempranamente, en de junio de 1921, reprod. en J.C. Maritegui, Cartas de Italia, Lima Amauta,
1991, pp., 137-140. Tambin en J.C. Maritegui, Algo sobre Fascismo. Qu
60 Julio Fandez, Izquierda y democracia en Chile. 1932-1973, Santiago, es, qu quiere, qu se propone hacer?, en El Tiempo, Lima, 29 de junio
Bat, Chile, 1992, p. 49. de 1921, reprod. en: J.C. Maritegui, Cartas de Italia, op. cit., pp. 145-148.
61 Michael Lwy, El Marxismo en Amrica Latina, op. cit., p. 29.
66 El diario Frente Popular, rgano poltico que aglutina a la izquierda para
luchar contra el fascismo, se publica entre 1936-1940.
62 Ibd. p. 29.
67 Jos Carlos Maritegui, Nacionalismo y Vanguardismo (primera parte),
63 M. Miroshevski, El Populismo en el Per, papel de Maritegui en la en Frente Popular, ao I, n18, Santiago, mircoles 23 de septiembre de
historia del pensamiento social latinoamericano, en Jos Aric (ed.), 1936, p. 5.
Maritegui y los orgenes del marxismo latinoamericano, Mxico,
Cuadernos de Pasado y Presente n 60, 1980, pp. 55-70.
68 Ibd. p. 5.
64 Eudocio Ravines, en uno de sus viajes de mediados de la dcada de 69 Jos Carlos, Maritegui, Nacionalismo y Vanguardismo (segunda parte),
1920 a Rusia, recuerda una conversacin con Zinoviev sobre Maritegui: Frente Popular, ao I, n 19, Santiago, jueves 24 de septiembre de 1936, p. 5.
Dale mis saludos a Maritegui; dile que le agradezco muy vivamente 70 Julio Barrenechea (1910-1974). Escritor, poltico y diplomtico. Se alej
aquello que escribi sobre m y sobre otros camaradas en su Escena del Partido Socialista debido a la tendencia marxista sovitica imperante,
Contempornea. Te har llegar algunos ejemplares de las publicaciones que a su juicio se opona a la democracia. Entre 1956 y 1958 perteneci al
en ruso donde aquellos artculos fueron reproducidos. Maritegui es una Partido Nacional, donde asumi como su organizador y presidente. Luego, se
vigorosa mentalidad; es un verdadero creador: no parece latinoamericano; incorpor al Partido Agrario Laborista. Diputado en dos perodos consecutivos
no plagia, no copia, no repite lo que dicen los europeos. En E. Ravines, La entre 1937 y 1945. Fue embajador de Chile en Colombia en 1945-52 y en India
Gran Estafa, Santiago, Ed. del Pacifico, 1954, p. 182. en 1971. En 1960 recibi el Premio Nacional de Literatura.
un discurso que record a los cados en las luchas por la libera- titulado De Jos Carlos Maritegui a Csar Vallejo.77 Los dos
cin del continente y en especial a la figura continental de Jos hombres, apunta Bazn,
Carlos Maritegui.71 A propsito seala que con su muerte
Han sido las expresiones ms potentes y originales del Per
Hemos podido comprobar, como nunca, la actualidad de su figura contemporneo. La obra de este en poesa, como la de aquel en
poltica, de su estructura moral y de sus condiciones de dirigente el periodismo del ms alto estilo, han tenido y tendrn cada vez
popular. Imposibilitado fsicamente de movilizarse, fue, sin em- mayor repercusin en Hispano-Amrica [] Los dos nacieron en
bargo, un organizador poltico de primera fila. Desde su juventud, la ltima dcada del siglo pasado; los dos murieron en la cuarta
una de sus preocupaciones fue conocer Europa y asimilar la vasta dcada del actual, pronunciando casi las mismas palabras y po-
riqueza de su cultura universal. Por este camino encontr el Mar- sedos casi del mismo fervor en el mejoramiento del destino hu-
xismo y l fue uno de sus primeros y ms activos divulgadores, mano. Extraas coincidencias! pues eran dos temperamentos
tanto en el Per, su patria, como en todo nuestro continente. diferentes. En Maritegui dominaba el elemento racional. Era
Al mismo tiempo, supo tener siempre presente las condiciones un espritu dinmico y perseverante. Por el contrario, en Vallejo
particulares de su pas y del continente americano.72 primaba el elemento emotivo.78
Lo que se va vislumbrando en Maritegui para las diferentes ten- Es en esta dinmica que va cobrando una mayor relevancia la
dencias de la izquierda chilena nucleadas en el Frente Popular, figura de Maritegui, si bien su recepcin local ayuda a difundir
es la figura de un aglutinador, un convocante, un luchador. Es as y conocer su figura como hroe del socialismo, dicho proceso
que en diciembre de 1937 un nmero especial dedicado a la Re- va bloqueando lentamente su pensamiento poltico-terico para
volucin Rusa de SECH, la revista de la Sociedad de Escritores de pensar nuestro continente, puesto que se recalca ms el rasgo
Chile, se reproduce un escrito de Maritegui titulado Genealoga heroico que una reflexin de su obra.
del Socialismo,73 ensayo que corresponde al punto cuatro de la
primera parte de Defensa del Marxismo.74 All critica Maritegui Para abril de 1939 en el Saln de Honor de la Universidad de
al poeta Paul Valery por exponer una lnea genealgica que co- Chile se realiza con motivo del noveno aniversario de la muerte
mienza en Kant, pasa por Hegel, el cual engendr a Marx. Dicha de Maritegui un gran homenaje, promovido por la Alianza de
filiacin, segn Maritegui, no importa ninguna servidumbre del Intelectuales de Chile.79 La gran figura de Amrica, seala la con-
marxismo a Hegel ni a su filosofa. Marx, en primer lugar, no vocatoria, ser recordada en sus distintas facetas: como maestro
se propuso nunca la elaboracin de un sistema filosfico, sino de las juventudes americanas, como combatiente y revoluciona-
de un mtodo de interpretacin histrica, destinado a servir de rio. Los oradores que ocuparn la tribuna sern el prestigioso
instrumento a la actuacin de su idea poltica revolucionaria.75 escritor cubano Juan Marinello, que se referir al escritor y su
obra; Eudocio Rabines, Secretario General del Partido Comu-
Tambin podemos dar cuenta que en el octavo aniversario de nista Peruano, esbozar al poltico y al combatiente; el jefe del
su muerte Armando Bazn recuerda a Maritegui, sealando comunismo chileno, diputado Carlos Contreras Labarca, rendir
que toda su obra est animada de una fe indeclinable en los el homenaje de su partido; el poeta Ral Gonzlez Tun llevar
altos destinos humanos, como buen marxista crea que era el el mensaje de los intelectuales argentinos; Rubn Azcar expre-
proletariado a quien corresponda empujar a la humanidad hacia sar el pensamiento de la Alianza de Intelectuales de Chile, y el
ese mejoramiento en esta hora de la historia.76 El mismo Bazn poeta peruano Luis Nieto hablar en nombre de la nueva gene-
publica en enero de 1939, en el diario La Opinin un artculo racin intelectual del Per.80
71 Homenaje se tribut anoche a Maritegui y se hizo extensivo a Este ltimo, que tambin habl en nombre de los Intelectuales
desterrados de Amrica, Frente Popular, ao I, n189, Santiago, sbado
17 de abril de 1937, p. 2. En representacin de los desterrados peruanos para la Defensa de la Cultura, sealaba que era aquel un tiem-
habl el escritor Lus Alberto Snchez, quien se refiri principalmente a po preciso de reivindicaciones de la obra de nuestros hombres
la persecucin de que son objeto los apristas en el Per por parte del ilustres, hroes, sabios, escritores, poetas, polticos, pensadores
gobierno tirnico de Benavides.
que en Amrica, desde Bolvar a Maritegui, dirigieron su certero
72 Jos Carlos Maritegui. En el 7 aniversario de su muerte, en Frente
Popular n190, Santiago, lunes 19 de abril de 1937, p. 5. juicio al anlisis y a la solucin de los problemas capitales en
73 Jos Carlos Maritegui, Genealoga del Socialismo, en SECH, ao II, n 6, nuestras patrias americanas.81
Santiago, 1937, pp. 52-55.
74 Genealoga del Socialismo aparece como el cuatro ensayo de Defensa
del marxismo publicado por Maritegui en Amauta (apartado que 77 Armado Bazn, De J. Carlos Maritegui a Csar Vallejo, en La Opinin,
Maritegui no titula, como aparece posteriormente). Jos Carlos ao IV, n 256, domingo 15 de enero de 1939, p. 2.
Maritegui, Defensa del Marxismo, en Amauta n 17, Lima, septiembre
de 1928, pp. 13-14; contina en Amauta n 18, octubre de 1928, pp. 10-13.
78 Ibd., p. 2.
Tambin reproducido en J.C. Maritegui, Genealoga del socialismo, en 79 Frente Popular, Gran homenaje a Maritegui, en Frente Popular, ao III,
Babel, n 10, Santiago, abril 1940, pp. 86-89. n 794, Santiago, 17 de abril de 1939, p. 1.
75 J.C. Maritegui, Genealoga del Socialismo, en SECH, op. cit., p. 52. 80 Frente Popular, Maritegui. Ser recordado hoy, en Frente Popular,
76 Armando Bazn, Hace ocho aos muri un gran americano: Jos Carlos ao III, n 796, Santiago, martes18 de abril de 1939, p. 1.
Maritegui, en Frente Popular, ao II n 493, Santiago, lunes 24 de abril 81 Rubn Azcar, En Maritegui hay una nobleza de podero y categora
de 1938, p. 3. humana nunca traicionada, en Frente Popular, ao III, n 796, Santiago,
Paralelamente encontramos en la revista Aurora, ligada al Parti- comienzo en Chile de la segunda poca de Babel. Revista de
do Comunista, un artculo de Gerardo Seguel, El Inca Garcilaso arte y crtica, la que, de acuerdo con una opinin tan autorizada
y Jos Carlos Maritegui. El Inca Garcilaso escribe Seguel como la de Armando Uribe, represent la mejor revista cultural
fue el fundador de la literatura peruana, el patriarca del pensa- que haya habido en Chile.86 Editada entre 1939-1951 y dirigida
miento peruano Jos Carlos Maritegui es ya el producto del por Enrique Espinoza (Samuel Glusberg), una fina pluma entre
siglo XX, hijo de un perodo bien maduro de nuestro tiempo, es las letras que se cultivan en Chile, Babel haba tenido su primera
el heredero intelectual del Inca Garcilaso.82 Por su parte, escri- poca en Buenos Aires entre 1921-1928, donde adquiere notorie-
be Maritegui en los 7 ensayos que Garcilaso naci del primer dad continental.87 En la segunda poca incorpora tres artculos
abrazo, del primer amplexo fecundo de las dos razas, la conquis- salidos de la pluma Maritegui: El hombre y el mito,88 Genea-
tadora y la indgena. Es, histricamente, el primer peruano, si loga del socialismo89 y El Renacimiento Judo,90 y de Samuel
entendemos la peruanidad como formacin social, determina- Glusberg / Enrique Espinoza: Maritegui, amauta o gua de una
da por la conquista y la colonizacin espaola.83 generacin;91 de Francisco Ichazo, Meditaciones del Impedido;92
y de Flix Lizaso, Hombre de Letra Viva.93 Samuel Glusberg es-
Una Biografa de Jos Carlos Maritegui la primera de una cribe all sobre Maritegui y contribuye a difundir su pensamiento
importante dimensin y entre cuyas lneas se ocultan elemen- y su presencia en Chile,94 y puede recordarse en esta indagacin
tos heterodoxos es publicada gracias a la pluma de Armando que, entre las cartas que Maritegui dirige a Glusberg, podemos
Bazn, discpulo y amigo de Maritegui. Editada por Zig-Zag en leer aquella citada frase que sintetiza el itinerario intelectual y
Santiago de Chile en 1939, el trabajo de Bazn permite captar en existencial que lo lleva a impregnarse de la tradicin historicista:
la poca, su dimensin humana y poltica: resid ms de dos aos en Italia, donde despos una mujer y
algunas ideas.95 Desde las pginas de Babel, Samuel Glusberg
Todo movimiento literario o artstico nos dice Bazn tiene le rinde homenaje al extinto editor de Amauta diciendo quela
su nexo visible o escondido con un movimiento de ndole so- literatura no era para Jos Carlos Maritegui una categora inde-
cial o poltico el marxismo, sola decir a veces Maritegui, es pendiente de la historia y de la poltica, sino una representacin
el camino nuevo por el que muchos hombres encauzan ciertos perdurable de stas, que, al fin y al cabo, determinan la praxis y
anhelos eternos, que son privativos de la humanidad: anhelo de el sentido social de la vida humana.96
libertad, anhelo de fuerza de sacrificio por los dems y por uno
mismo, anhelo de inmortalizarse en la historia, tambin acaso. Por ello, cuando se compara la vida heroica de un Maritegui,
A veces creo que se trata de una nueva forma de vivir el senti- acosado por la polica de Lima como el propio Marx por la
miento religioso. Pero tambin es algo mucho ms concreto: es de Bruselas mientras pergeaba en su silln de invlido los
un mtodo de conocimiento que nos lleva a una nueva concep- recios captulos de su Defensa del Marxismo, con la vida rega-
cin del mundo.84 lada y segura de los amanuenses que hoy reniegan de algo que
Bajo otros aspectos, esta argumentacin es retomada por el de diciembre el diario Frente Popular lo requiere para una entrevista a
propsito de su libro. V. Habla Armando Bazn: La obra de Maritegui se
mismo Bazn en el artculo Luz y huella de Maritegui publi- refleja en la nueva situacin del Per, en Frente Popular, ao IV, n 793,
cado en la revista Aurora. Se hace imprescindible recordar que Santiago, martes 18 de noviembre de 1939, p. 4.
mientras otros estudiosos del marxismo se esmeraban en llevar 86 Armando Uribe, presentacin a Manuel Rojas, en Carmen Soria (ed,), Jos
la doctrina y la praxis seala all Bazn por las pendientes Santos Gonzlez Vera. Letras anarquistas. Artculos periodsticos y
otros escritos inditos, Santiago, Planeta, 2005, p. 5.
de la casustica y el dogma inflexible y fro, Maritegui toma-
87 Horacio Tarcus, Maritegui en la Argentina o Las polticas culturales
ba de l esencialmente, su coherencia flexible, su maravilloso
de Samuel Glusberg, Buenos Aires, El Cielo por Asalto, 2002.
sentido del movimiento, llegando a consustanciarse a su nuevo 88 J.C. Maritegui, El hombre y el mito, en Babel, vol. I, n 8, Santiago,
humanismo universalista, a su espritu de sacrificio que le viene diciembre 1939, pp. 255-256
del cristianismo en lnea directa. 85 89 J.C. Maritegui, Genealoga del socialismo, en Babel, op.cit., pp. 86-89.
90 J.C. Maritegui, El Renacimiento Judo, en Babel, Vol. VI, n 26, Santiago,
Justamente la aparicin de la biografa de Bazn coincide con el 1945, pp. 86-89.
91 Enrique Espinoza, Maritegui, amauta o gua de una generacin,
mircoles 19 de abril de 1939, p. 6. en Babel, ao XI, n 54, pp. 120-25, Santiago, segundo trimestre de
Universidad de Chile al cumplirse el vigsimo aniversario de la muerte de
82 Gerardo, Seguel, El Inca Garcilaso y Jos Carlos Maritegui, en Aurora Jos Carlos Maritegui.
de Chile, n 11, Santiago, junio de 1939.
92 Francisco Ichazo, Meditaciones del Impedido, en Babel, n 8, Vol. I,
83 Jos Carlos Maritegui, 7 ensayos, op. cit. p. 171. Santiago, diciembre 1939, pp. 253-255.
84 Armando, Bazn, Biografa de Jos Carlos Maritegui, Santiago, Zig- 93 Flix Lizaso, Hombre De Letra Viva, en Babel, Vol. II, n 10, Santiago,
Zag, 1939, p. 114. Un captulo indito de la biografia de Maritegui fue abril 1940, pp. 30-32.
anticipado en el diario Frente Popular: Los Albores de Jos Carlos
Maritegui, en Frente Popular, ao III, n 796, Santiago, martes 18
94 Cfr. Enrique, Espinoza, Jos Carlos Maritegui, gua o amauta de una
de abril de 1939, p. 3. Una relaboracion de la Biografa de Jos Carlos generacin, op. cit., pp. 120-124.
Maritegui, fue publicado ulteriormente por Lima como: Armando 95 J.C. Maritegui, Carta a Samuel Glusberg, Lima, 10 de enero de 1927
Bazn: Maritegui y su tiempo, Lima, Amauta, 1978, quinta edicin. (1928), en Correspondencia (1915-1930), op. cit., t. II, p. 331.
85 Armando Bazn, Luz y huella de Jos Carlos Maritegui, en Aurora de 96 Enrique Espinoza, Jos Carlos Maritegui, gua o amauta de una
Chile n 14, Santiago, octubre de 1939, p. 7, cursivas nuestras. En el mes generacin, op. cit., p. 122.
nunca entr en sus cabezas, uno no puede menos que inclinarse un pensador de honda concentracin, un escritor armonioso, un
ante la sombra de Maritegui y preferirlo tambin como pensa- polemista que no perdi ni en las horas ms rudas del combate,
dor y como crtico.97 el dominio del gesto y de la lnea. Su ejemplo est destinado a
perdurar en nuestro continente, que no responder a su destino,
Tambin desde la revista Babel, el peruano expatriado Ciro Ale- sino siguiendo la huella de los precursores de su inteligencia.104
gra resalta su fina sensibilidad, catador seguro, maestro de tc-
nica, dueo de los secretos de la expresin, aprehendi con mi- Para 1942 la revista Millatn seala la importancia de la figura
rada certera todas las huidizas formas estticas. Habra fulgido intelectual de Maritegui, tanto para el Per como para Amri-
muy alto tan solamente como escritor. Pero su espritu era una ca latina, destacando la relevancia de la revista Amauta, donde
brasa ardiente y no pudo, ni quiso, mantenerse ajeno al conflicto puede verse su gallarda espiritual y la donosura de su persona-
fundamental del hombre.98 Para el autor de El mundo es ancho lidad literaria. En Amauta estn sus ideas expresadas con estilo
y ajeno, Maritegui era un intelectual que funda pensamiento y elegante y fuerte agudeza crtica.105
accin, era un espritu profundo que tomaba para la revolucin
todas las grandes manifestaciones del Hombre.99 Maritegui es Desde estos diferentes acercamientos y trabajos de divulgacin
presentado de esta manera en Chile como el ejemplo del com- que venimos constatando y que contribuyen seriamente a di-
promiso de un hombre que en las peores condiciones de vida fundir en Chile el pensamiento de Maritegui, se percibe en el
supo sacar lo mejor del pensamiento del ser humano para un proceso de recepcin, salvo contadas excepciones, que la que se
mejor entendimiento de la realidad sin apego a dogmatismos. levanta es una figura heroica, un hroe del socialismo, lo que no
permite asimilar la profundidad y originalidad de su pensamien-
La realidad le atrae a Maritegui escribe el cubano Flix Liza- to por el movimiento social y popular. Unos posibles elementos
so como a todos los genuinos creadores, con la realidad se que permitiran generar una hiptesis a dicho proceso es el ca-
enfrenta, para recrearla, pero no se trata de un realismo conven- rcter fuertemente obrerista, sumado al peso de un marxismo
cional, como aquel que hizo escuela, donde lo ms era creacin cientificista y positivista en la circulacin cultural de la izquierda
de laboratorio, aqu la realidad es el trasunto humano palpitan- chilena. Sin embargo, no ser sino hasta comienzo de los aos
te y limpio de toda ancdota fantstica. Su puesto est entre los 1950 que encontremos una de las exploraciones en nuestra opi-
definidores de la realidad, de una especfica realidad, por cuya nin ms ricas que se han realizado localmente sobre su trabajo.
transformacin trabaj.100 Esta visin crtica de la realidad que Nos referimos a la obra de Flix Schwartzmann, El sentimiento
rodea el mundo social y poltico de Maritegui se acrisola el pen- de lo humano en Amrica. Antropologa de la convivencia.106
samiento de intelectuales con un compromiso de vida. Un ao
despus de la aparicin de la revista Babel y justamente para Flix Schwartzmann, nacido en 1913 en una familia de origen
el dcimo aniversario, aparece en el peridico Que Hubo en la rumano, haba cursado su formacin secundaria en el Liceo de
Semana de Santiago, dirigido entonces por Enrique Delano,101 un Aplicacin y estudia luego Filosofa en la Universidad de Chile,
homenaje a Maritegui donde seala el mrito fundamental de construyendo a partir de entonces una obra de envergadura ma-
ser un idelogo, no solamente porque fue el primer importador yor. Evoquemos ahora la imagen de Jos Carlos Maritegui
del marxismo al Per, sino que fue un marxista, es decir, un crea- nos dice Schwartzmann mostrando una aguda y extraordina-
dor. No fue el citador de Marx, para hacer de esas citas un es- ria comprensin del pensamiento de Maritegui, cuya voluntad
cabel poltico, sino que fue el hombre que penetr hondamente revolucionaria se caracteriz por un querer interiorizar la accin
en lo que l llam la realidad Peruana cre en la doctrina polti- y por la religiosidad propia de su manera de concebirla.
ca, en la actitud sentimental, en la expresin pictrica, literaria y
potica. l fue el creador del orgullo de ser indio.102 Digamos, detenindonos en lo positivo, cmo no es un azar que
uno de los hombres que ms hondamente percibi el designio
Paralelamente, Armando Solano recordaba en Atenea. Revista cultural revolucionario que alienta en el americano y ello en
mensual de Ciencias, Letras y Arte103 que Maritegui haba sido gran medida como marxista, haya librado tan fervorosa lucha
contra la exterioridad del hacer.107
97 Enrique, Espinoza, Patologa de la regeneracin, en Babel, ao XI, Vol.
XII, n 50, Santiago, segundo trimestre, 1949, p. 126.
98 Ciro Alegra, Impresiones de Jos Carlos Maritegui, en Babel, ao XX, n 179, Concepcin, Universidad de Concepcin, mayo 1940, pp.176-184
Vol. II, n 13, Santiago, septiembre/octubre, 1940, p. 48.
104 Ibd., p 184.
99 Ibd., p. 46.
105 Millatn, Jos Carlos Maritegui: Amauta, en Millatn, ao I, n 11,
100 Flix, Lizaso, Hombre de letra viva, op. cit., p. 28. Santiago, julio de 1943, p. 42.
101 Luis Enrique Dlano (1907-1985) fue un escritor fecundo que explor 106 Flix Schwartzmann Turkenich (1913-2014) obtuvo el ttulo de profesor
distintos gneros literarios como novela, poesa, cuento, ensayo y crnicas extraordinario de sociologa en la Facultad de Filosofa de la Universidad de
periodsticas. Activo militante del Partido Comunista, desarroll una Chile con una tesis sobre antropologa filosfica, titulada El sentimiento
intensa labor periodstica en revistas y diarios, como El Mercurio y Zig- de lo humano en Amrica: ensayo de antropologa filosfica. Obra que
Zag, la revistas Ecran (1937-1939), Qu hubo (1939-1940) y Vistazo (1952). gan el premio municipal de ensayo en 1951. Tras publicar entre 1951 y
102 E. R, Jos Carlos Maritegui. El hombre, el Escritor, el idelogo, en Qu 1953 El sentimiento de lo humano en Amrica en dos volmenes, escribi
Hubo en la Semana, ao II, n 45, Santiago, 27 de abril de 1940, p. 10. numerosos ensayos de corte esttico-filosfico y de filosofa de la ciencia.
103 Armando Solano El X aniversario de Maritegui, en Atenea, ao XVII, 107 Flix, Schwartzmann, El sentimiento de lo humano en Amrica: ensayo
Una penetracin tan aguda de las implicancias que tena para Maritegui, han sabido cumplir mejor los grandes deberes que
Maritegui el tema de la religin lo coloca entre los ms agudos corresponden a un pensador al servicio del pueblo, y que en
comentadores. En el anlisis de Schwartzmann encontramos forma tan brillante definiera Anbal Ponce, malogrado marxis-
una reflexin que coloca el pensamiento de Maritegui frente ta argentino: deberes para consigo mismo, deberes para con la
a frente al hecho revolucionario. Agrega Schwartzmann que la sociedad, deberes para con la revolucin. La vida, la obra y la
praxis no es un hecho exterior sino que est involucrada en to- ideologa de Maritegui constituyen un conjunto admirable de
das las esferas, es decir, es un acto inmanente al proceso revolu- herosmo, de abnegacin y de lealtad.113
cionario. Piensa Schwartzmann, al igual que Waldo Frank, que en
Maritegui apunta el nuevo americano, al mismo tiempo que la Un ao despus de la primera publicacin en Chile de los 7 en-
revolucin deja de ser en l algo abstracto y distante; entiende, sayos, en la revista Aurora, Nibaldo Martnez (momentnea-
adems, que este nuevo impulso se manifiesta en la religiosidad mente director de la revista debido que Volodia Teitelboim se
que Maritegui intuye a travs del todo, como orgnico desplie- encontraba relegado en Pisagua, producto de la persecucin
gue de la naturaleza esencial del hombre, aun cuando para el sobre los militantes comunista realizada bajo el alero de la ley
escritor peruano laverdad de nuestra poca es la revolucin.108 Maldita)114 escribe un extenso comentario115 atravesado por las
visiones cientificistas y teleolgicas de ese marxismo ms bien
Los signos y presagios de su advenimiento entre nosotros, y en inocente frente a las tareas a realizar para subvertir las condi-
l mismo, se revelan fundamentalmente en la simpata contem- ciones de explotacin de los trabajadores. Se vislumbra en los
plativa de una mirada que va desde el hombre de los Andes, sealamientos de Nibaldo Martnez la visin poltica e ideolgica
hundido en s mismo, pasando por el simbolismo del ayllu y la de la Internacional Comunista, traducida al horizonte ideolgico
imagen del paisaje, hasta la revolucin que presiente, animada de sus militantes locales:
de cierto pantesmo, como matriz propio de su rebelda. Para l
la perspectiva milenaria se prolonga hasta el presente a travs La tarea inmediata del socialismo que planteaba Maritegui, no
de la lucha, mientras su religiosidad, como honda sensibilidad corresponda a la realidad histrica. Desde el punto de vista del
para percibir la raz del conflicto humano, ve en el pesimismo marxismo-leninismo, el movimiento revolucionario en los pases
indgena una actitud bsica de piedad y ternura, verdadero mis- coloniales y semi coloniales [] El paso al socialismo tiene eta-
ticismo cristiano-eslavo, igualmente distante del nihilismo es- pas; se llega a l como resultado de un proceso de transforma-
cptico que de la morbosa voluntad de autoaniquilamiento.109 cin de la revolucin democrtico-burguesa. La clase obrera y el
pueblo del Per tena planteada, y la tiene en estos momentos,
En 1955 aparece en Santiago de Chile, en la coleccin Nuestra otra tarea (que no es an el socialismo): el derrocamiento de la
Amrica de la Editorial Universitaria, dirigida por Clodomiro dominacin de clase de terratenientes y del yugo imperialista.
Almeyda, el futuro canciller de Salvador Allende, una edicin La etapa que desconoce Maritegui en Siete ensayos es, en
de los 7 ensayos de interpretacin de la realidad peruana110 otras palabras, el movimiento de liberacin nacional antiimpe-
presentada por Guillermo Rouillion. Fue en su etapa de prepa- rialista y antifeudal. Esta tarea slo la poda y puede realizar
racin socialista, registra Rouillion en la introduccin, que Jos el pueblo del Per (y los pueblos de Latinoamrica como el
Carlos Maritegui public los 7 ensayos, obra que signific, sin nuestro) si cuenta, en el proceso de liberacin, con la alianza
duda alguna, el primer estudio serio de historia de los problemas obrero-campesina con hegemona de la clase obrera y dirigida
nacionales desde el punto de vista marxista.111 No hay que dejar por un partido de vanguardia. Maritegui en Siete ensayos.
de destacar que se trata de la primera edicin chilena de los 7 an no comprende el papel histrico del proletariado; negaba
ensayos, pero tambin la primera que se publica fuera del Per, su hegemona revolucionaria y se orientaba por los instintos
convirtindose as en la cuarta edicin publicada. colectivistas del campesinado peruano.116
Paralelamente, Csar Godoy Urrutia, durante aquellos aos par- En 1960 Lautaro Yarkas publica en Atenea un minucioso artcu-
lamentario y preclaro polemista comunista, publica en Aurora lo titulado Jos Carlos Maritegui, novelista,117 comentando La
un artculo denominado Un cuarto de siglo de la muerte de Ma- novela y la vida. Sigfried y el profesor Canella, que aparece
ritegui.112 Seala que pocos trabajadores intelectuales, como
113 Ibd., p. 59.
de antropologa filosfica, Santiago, Universidad, Facultad de Filosofa 114 La Ley de defensa permanente de la democracia, conocida como Ley
y Educacin, Instituto de Investigaciones Histrico-Culturales, 1950-1953. maldita, fue promulgada en 1948 bajo el gobierno de Gabriel Gonzlez
2 v. Ver en particular captulo XV, La idea de la accin en Maritegui, Videla. Tena por objetivo prescribir y eliminar del padrn electoral a los
p. 201 y ss. militantes comunistas; fue derogada en 1958 en el gobierno de Carlos
Ibez del Campo.
108 Ibd., p. 202.
115 Nibaldo Martnez, Siete ensayos de interpretacin de la realidad peruana
109 Ibd. de Jos Carlos Maritegui, en Aurora n5-6, Santiago, enero de 1956,
110 Jos Carlos Maritegui, 7 ensayos de interpretacin de la realidad pp.65-73.
peruana, Santiago, Editorial Universitaria, 1955. 116 Ibd., p. 70.
111 Ibd., p. xxii. 117 Lautaro Yarkas, Jos Carlos Maritegui, Novelista, en Atenea, ao
112 Csar, Godoy, Urrutia, Un cuarto de siglo de la muerte de Maritegui, en XXXVVII, n 387, Concepcin, Universidad de Concepcin, enero de 1960,
Aurora n 3, Santiago, abril de 1955, pp. 51-59. p. 74-80.
pstumamente en 1955.118 Para enfocar la realidad literaria de canzar el socialismo. Es la particularidad del marxismo de Mari-
esta obra, fruto de una sensibilidad canalizada en el hombre y su tegui que no encajaba en la visin del marxismo-leninismo que
drama ntimo, apunta Yarkas, tal vez deberamos sealar cierta se pregonaba, dificultando su recepcin local.
coexistencia de factores irresistibles en mayor o menor grado,
en torno a la conciencia de Jos Carlos Maritegui, solicitada en La muerte de Stalin (1953) y el XX Congreso del PCUS (1956) in-
todo momento por los problemas del hombre y de su poca.119 augur una nueva poca del comunismo latinoamericano pro-so-
Destaca Yarkas en Maritegui su audacia nica en este enfoque vitico. La disolucin del Cominform (1956) no signific la abo-
integral de lo nativo y lo americano, antes no logrado por ningn licin de los vnculos polticos e ideolgicos entre los partidos
escritor, ensayista o historiador de nuestro continente.120 comunistas ni el liderazgo sovitico. La orientacin de la URSS
favorable a la coexistencia pacfica institucionalizada y su mode-
Durante el perodo de la Unidad Popular aparece un libro sobre racin del final de la Guerra fra fueron traducidas por los parti-
Maritegui de Yerko Moretic, acadmico de la Universidad Tc- dos comunistas latinoamericanos como una lnea de apoyo a go-
nica del Estado, Jos Carlos Maritegui: su vida e ideario, su biernos capitalistas considerados progresistas y/ o democrticos.
concepcin del realismo, editado por la misma Universidad en
1970. Redactado durante los aos 1965-1966 y concebido inicial- Fue la Revolucin cubana la que subvirti claramente la proble-
mente como una tesis doctoral para la Universidad Carolina de mtica tradicional de la corriente marxista hasta entonces hege-
Praga, Moretic afirma la existencia de aportes de gran riqueza al mnica en Amrica Latina. Por un lado, demostr que la lucha
pensamiento marxista entre los aos 1918 y 1935 y aunque pos- armada poda ser una manera eficaz de destruir un poder dicta-
teriormente se comprobarn las fatigas con que hasta alrededor torial y pro-imperialista y abrir camino hacia socialismo. Por otro
de 1956, ese pensamiento sigui su marcha adelante.121 lado, demostr la posibilidad objetiva de una revolucin, combi-
nando tareas democrticas y socialistas en un proceso revolucio-
Habra que sealar que el proceso de recepcin de mediados nario ininterrumpido. Estas lecciones, que se encontraban en n-
del siglo, tiene como teln de fondo la llamada Guerra fra, que tida contradiccin con la orientacin de los partidos comunistas,
irrumpi a escala internacional, teniendo como primera iniciati- estimularon el surgimiento de corrientes marxistas que seguan
va una ofensiva imperialista generalizada en contra de la URSS, el ejemplo cubano,123 en un proceso en que la juventud se suma
seguida por el endurecimiento de la mismas y del movimiento al impulso. La sensibilidad de poder construir un mundo nuevo se
comunista internacional. Pasado 1948, muchos partidos comu- expresaba en el ambiente revolucionario de los 60.
nistas en Latinoamrica fueron colocados en la ilegalidad. En
repuesta y siguiendo la nueva orientacin de la URSS, los Por lo tanto la Revolucin cubana abre un nuevo perodo para el
partidos comunistas latinoamericanos renovaron sus credencia- marxismo latinoamericano despus de 1960. El nuevo escenario
les antimperialistas y, hasta cierto punto, reanudaron la lucha de genera una bsqueda terica y poltica para comprender y pen-
clases contra la burguesas. Durante el perodo de la Guerra Fra sar nuestra realidad. Comienza un perodo que recupera algunas
se dio lugar a un nuevo giro izquierdista del comunismo pro ideas vigorosas del comunismo original de la dcada de 1920.
sovitico en Amrica Latina. No obstante, al contrario de 1929- Aunque no existi continuidad poltica e ideolgica directa entre
35, ninguna accin revolucionaria de masas fue liderada por los los dos perodos, los castristas redimieron a Maritegui por una
partidos comunistas y, ms importante an, ese nuevo cambio lado y por el otro rescataron a Juan Antonio Mella como funda-
no amenaz en nada el fundamento esencial de su estrategia dor del Partido Comunista Cubano (1925).
para el continente: la interpretacin estalinista del marxismo,
la teora de la revolucin por etapas y del bloque de las cuatro El auge y cada de las guerrillas en la dcada del 60, se clausura
clases para realizacin de la revolucin nacional-democrtica.122 con la instauracin de dictaduras militares en todo el Cono sur,
proceso que a travs de la instauracin de la Doctrina de Segu-
Esquemas tericos y polticos que no encontraban afinidad con ridad Interior del Estado, tendr la misin de eliminar fsica e
los lineamientos mariateguianos, de los que venimos dando intelectualmente a los sujetos que por diferentes vas buscaban
cuenta, donde la visin etapista del estalinismo no encajaba en generar alternativas para la construccin del socialismo. Proce-
el esquema terico-poltico propuesto por Maritegui para al- so que clausura la discusin del pensamiento crtico que vena
acumulando el movimiento popular y de los trabajadores en sus
procesos emancipadores.
III. Revistas
Alerce. Revista de la Sociedad de Escritores de Chile, Santiago, 1961-
1964. Director: Gonzalo Rojas
Amauta (1926-1930). Edicin facsimilar, Lima, Empresa Editora
Amauta, 1976, 6 vols.
Anuario Mariateguiano. Lima, Empresa Editora Amauta, 1989-1998.
Atenea. Revista mensual de Ciencias, Letras y Artes. Concepcin,
Universidad de Concepcin, 1924-1973.
Aurora. Alianza de intelectuales para la defensa de la cultura.
Santiago, primera poca n 1 (julio 1954) - n 7 (noviembre 1956).
Segunda poca: n 1 (1964) a n 17 (agosto 1968). Director: Volodia
Teitelboim, excepto el n 5-6, dirigido por Nibaldo Martnez.
Babel. Revista de arte y crtica. Santiago, 1939-1951. Director:
124 Cfr. Jaime Massardo, Gramsci en Chile. Apuntes para el estudio crtico Samuel Glusberg.
de una experiencia de difusin cultural, Santiago, Lom, 2012.
Cormorn. Revista mensual de arte, literatura y ciencias sociales. ----------, Centro de propaganda Socialista J.C Maritegui conferencia
Santiago, Universitaria, 1969-1970. Director: Enrique Lihn. de hoy, ao I, Santiago, domingo 8 de mayo de 1932.
Gong. Tablero de arte. Valparaso, 1929-1931. Director: Oreste Plath. Chamudes Marcos, Ms en torno de Maritegui y Haya de la Torre,
Honda. Director: Mara Flora Yez (Contreras Moroso director en los n en ndice, ao I, n 9, Santiago, diciembre de 1930.
4, 5, 6, 7). Santiago, 1966-1967. Delmar Serafn, Vicente Huidobro, Vientos Contrarios, en Amauta,
Mandrgora. Poesa, filosofa, pintura, ciencia y documentos. Libros y revistas, ao II, n 10, Lima, abril de 1927.
Santiago, 1938-1941. Comit directivo: Braulio Arenas, Tefilo Cid, Daz Casanueva, Poema, en Amauta, ao III, n27, Lima, noviembre-
Enrique Gmez-Correa. diciembre de 1929.
Mstil. Revista del Centro de Estudiantes de Derecho de la Universidad E.R, Jos Carlos Maritegui. El hombre, el Escritor, el idelogo, en
de Chile. Santiago, 1929-1933. Qu hubo en la semana, Ao II, n 45, Santiago, 27 de abril de 1940.
Millantn. Santiago, 1942 -1943. Directores: Efran Szmulewicz y Jacobo Edwards Bello, Panorama Mvil. Testimonios, en Amauta, ao IV, n30,
Danke (este ltimo, hasta el n 3). Lima, 1930.
Nuevos Rumbos. Boletn educacional, rgano de la Asociacin El Mercurio, La Literatura Peruana, en El Mercurio de Santiago, martes
General de Profesores de Chile La Asociacin. Santiago, 1927. 19 de febrero de 1929.
Repertorio Americano. San Jos de Costa Rica, 1919-1958. Director: El Mercurio, La Prensa, en El Mercurio de Santiago, martes 19 de
Joaqun Garca Monge febrero de 1929.
SECH. Revista de la Sociedad de Escritores de Chile, Santiago, Ed. de la Enrique Espinoza, Jos Carlos Maritegui, gua o amauta de una genera-
Universidad de Chile, 1936-1939. Director: n 1-8: Sociedad de Escritores cin, en Babel. Revista de arte y crtica, ao XI, n 54, Santiago,
de Chile; n 9: Manuel Rojas. Studium. Santiago, 1926-1927. Director: segundo trimestre de 1950.
Julio Vicua Cifuentes. Espinoza, Enrique, Maritegui, amauta o gua de una generacin, en
Total. Contribucin a una nueva cultura, Revista de Poesa. Santiago, Babel. Revista de arte y crtica, n 54, Santiago, 1950.
1936. Director: Vicente Huidobro ----------------------, Patologa de la regeneracin, en Babel. Revista de arte
y crtica, ao XI, Vol. XII, n 50, segundo trimestre, Santiago, 1949.
V. Artculos Fernndez Maximiliano, 1810 18 de septiembre de -1934. Chile se
Adn Martn, Joaqun Edwards Bello, El Roto, en Amauta, Libros y proclama Nacin Independiente y Liberal, en Izquierda, semanario
revistas, ao III, n 13, Lima, marzo de 1928. de la Izquierda Comunista (seccin chilena de la Liga Comunista Inter-
Alegra, Ciro, Impresiones de Jos Carlos Maritegui, en Babel. Revista nacional Bolchevique-Leninista), ao I n 15, Santiago, mircoles 19 de
de arte y crtica, ao XX, Vol. II n 13, septiembre/octubre, septiembre de 1934.
Santiago, 1940. Fernndez Osvaldo, Tres lecturas de Gramsci en Amrica latina, en VV.
Amauta, El arreglo Peruano-Chileno, en Amauta, ao III, n23, Lima, AA., Gramsci, actualidad de su pensamiento y de su lucha, Roma,
mayo de 1929. Claudio Salemi tipgrafo editore, 1987.
Azocar Rubn, Calendario, poesa, en Amauta, ao II, n 6, Lima, Fernndez, Osvaldo, Maritegui y la Crisis del Marxismo, en Encuentro
febrero de 1927. XXI, Santiago, ao 1, n1, verano de 1995.
-----------------, En Maritegui hay una nobleza de podero y categora Francisco Ichazo, Meditaciones del Impedido, en Babel, Vol. I, n 8,
humana nunca traicionada, Frente Popular, ao III, n 796, Santiago, Santiago, diciembre 1939.
mircoles 19 de abril de 1939. Franco Carlos, Maritegui-Haya: surgimiento de la izquierda nacional,
Bazn Armado, De J. Carlos Maritegui a Csar Vallejo, La Opinin, ao en Socialismo y Participacin, septiembre, n 8, Lima, 1979.
IV, n 256, domingo 15 de enero de 1939. Frank Waldo, Una palabra sobre Maritegui, en J.C. Maritegui, Defensa
-------------------, Habla Armando Bazn: La obra de Maritegui se refleja en del marxismo. Polmica revolucionaria, Santiago, Cultura, 1934.
la nueva situacin del Per, Frente Popular, ao IV, n 793, Santiago, Frente Popular, Gran homenaje a Maritegui, en Frente Popular,
martes 18 de noviembre de 1939. ao III, n 794, Santiago, 17 de abril de 1939.
-------------------, La Poesa de Pablo Neruda, en Amauta, ao II, n 9, Lima, ------------------, Homenaje se tribut anoche a Maritegui y se hizo
mayo de 1927. extensivo a desterrados de Amrica, en Frente Popular, ao I, n189,
-------------------, Los Albores de Jos Carlos Maritegui, en Frente Santiago, sbado 17, 1937.
Popular, ao III, n 796, Santiago, martes 18 de abril de 1939. ------------------, Maritegui Sera recordado Hoy, en Frente Popular,
-------------------, Luz y huella de Jos Carlos Maritegui, en Aurora de Chile, Ao III, n 796, Santiago, martes18 de abril de 1939.
n 14, Santiago, octubre de 1939. ------------------, Jos Carlos Maritegui. En el 7 aniversario de su muerte,
Cacchione Amendola, Richard, Luis Mongui (1908-2005): Bio-Biblio- en Frente Popular, ao I, n 190, Santiago, lunes 19 de abril de 1937.
grafa de un Distinguido Peruanista e Hispanista, en http://academia Galvn Luis, El Plan de la Reforma educacional en Chile (I), en Amauta,
peruanadelalengua.org/ boletin/42/caccione-monguio. ao III, n18, Lima, octubre 1928.
Jobet Julio Cesr, Evocacin de Humberto Mendoza, en Occidente, ao ---------------, El Plan de la Reforma educacional en Chile (II), en Amauta,
XXV, n 207, junio de 1969. ao III, n19, Lima, noviembre-diciembre 1928.
Cox Carlos Manuel, Lo que nos dijo Joaqun Edwards Bello, en Amauta, Godoy Urrutia Csar, Maritegui y Anbal Ponce, en Aurora de Chile,
Libros y revistas, ao II, n 9, Lima, marzo de 1927. 2 p., ao II, n 6, Santiago, octubre de 1965.
Crnica, Fundacin de un Centro de Propaganda Socialista, Santiago, Godoy Urrutia Csar, Un cuarto de siglo de la muerte de Maritegui, en
martes 2 de febrero de 1932.
Aurora de Chile n 3, Santiago, abril de 1955. ao I, n18, Santiago, mircoles 23 de septiembre de 1936.
Guilln Alberto, Joaqun Edwards Bello, Tacna y Arica, en Amauta, -----------------------------, Nacionalismo y Vanguardismo, en Frente Popular,
Libros y revistas, ao II, n 7, Lima, enero de 1927. ao I, n 19, Santiago, jueves 24 de septiembre de 1936.
Huidobro Vicente, ndice de la nueva poesa hispano-americana, -----------------------------, Presentacin de Amauta, en Amauta, n 1, Lima,
en Amauta, Libros y revistas, ao I, n 6, Lima, diciembre de 1926. septiembre de 1926.
J.D.C, Con Armando Donoso en Amauta, Libros y revistas, ao III, n 14, -----------------------------, Punto de Vista Anti Imperialista, en Izquierda.
Lima, febrero de 1928. Semanario de la Izquierda Comunista (seccin chilena de la liga
J.V., Clemente Andrade Marchant, Un Montn de Pjaros de Humo, en comunista internacional Bolchevique-Leninista), ao I, n 15,
Amauta, Libros y revistas, Ao III, n27, Lima, noviembre-diciembre de 1929. Santiago, mircoles 19 de septiembre de 1934.
Labarca Hubertson Amanda, Indefensa, en Amauta, ao III, n 20, Lima, Joaqun Edwards Bello, El Chileno en Madrid, El Roto, en Amauta,
enero 1929. ao III, n 19, Lima, noviembre-diciembre de 1928.
La Opinin, Curso de economa social en el Centro J.C. Maritegui, en -----------------------------, Presentacin de Amauta, en Amauta, ao I, n 1,
La Opinin, ao I, n170, Santiago, jueves 8 de septiembre de 1932. Lima, setiembre de 1926.
Lizaso, Flix, Hombre de Letra Viva, en Babel, Vol. II, n 10, Santiago, Martnez Nibaldo, Siete ensayos de interpretacin de la realidad peruana
abril 1940. de Jos Carlos Maritegui, en Aurora, n5-6, Santiago, enero de 1956.
Lwy, Michael,Ni calco, ni copia: El marxismo romntico de Jos Carlos Massardo, Jaime, La originalidad en el pensamiento de Jos Carlos
Maritegui, en Boletn 7 Ensayos 80 aos, n 2, Lima, marzo 2008. Maritegui, en Anuario Mariateguiano, Vol. 5, Lima, 1993, pp. 160-166.
Maluenda, Rafael, Da a Da, Jos Carlos Maritegui, en El Mercurio, ----------------------, Maritegui e Iglesias, en Estudios Latinoamericanos
Santiago, jueves 17 de abril de 1930. Solar, Santiago, 1996, pp. 43-53. Mstil, Noticias, Notas, Libros y
Maritegui, Jos Carlos, Aniversario y Balance, editorial de Amauta revistas, en Mstil, ao III, n 4, Santiago, junio de 1931.
n 17, Lima, septiembre de 1928. Mayer de Zulen Dora, La formula Kellogg, en Amauta, ao II, n 5, Lima,
-----------------------------, Antecedente y desarrollo de la accin clasista, enero de 1927.
Documento presentado al Congreso Constituyente de la Confederacin Melfi Domingo, El indigenismo en la literatura peruana, en El Mercurio,
Sindical Latino Americana, Montevideo, mayo de 1929. Santiago, domingo 27 de abril de 1930.
-----------------------------, Defensa del Marxismo. A propsito del libro de --------------------, ndice a Maritegui, en ndice, ao I, n 2, Santiago, mayo
Henri de Man, en Amauta, ao III, n18, Lima, octubre de 1928. de 1930.
-----------------------------,Defensa del Marxismo. A propsito del libro de Henri Melis Antonio, J. C. Maritegui, primo marxista dAmerica, en Critica
de Man, en Amauta, ao III, n19, Lima, noviembre-diciembre de 1928. marxista, anno v, n 2, Roma, marzo/aprile, 1967.
-----------------------------, Defensa del Marxismo, en Amauta, ao III, n17, Mendoza Humberto, El Circo de Charlot, en Labor, ao I, n7, Lima,
Lima, septiembre de 1928. Minerva, 21 de febrero de 1927.
-----------------------------, Defensa del Marxismo, en Amauta, ao III, n17, Millatn, Jos Carlos Maritegui: Amauta, en Millatn, ao I, n 11,
Lima, enero de 1929. Santiago, julio de 1943.
-------------------------------, Defensa del Marxismo, en Amauta, ao III, n21, Miroshevski, V. M., O narodnichetsvov. Per, en Istorik Marksist, n4,
Lima, febrero-marzo de 1929. Mosc, 1941.
-----------------------------, Defensa del Marxismo, en Amauta, ao III, n22, Mistral, Gabriela, La escuela nueva en nuestra Amrica. Carta de Gabriela
Lima, abril de 1929. Mistral a Julio R. Barcos, en Amauta, ao II, n10, Lima, diciembre de 1927.
-----------------------------, Defensa del Marxismo, en Amauta, ao III, n23, Monvel, Mara, Poema Mueco, en Amauta, ao III, n12, Lima, febrero
Lima, mayo de 1929. de 1928, p. 25.
-----------------------------, Defensa del Marxismo, en Amauta, ao III, n24, Moretic Yerko, Concepciones estticas de Jos Carlos Maritegui, en
Lima, junio de 1929. Aurora de Chile, 2 p., ao II, n 11, Santiago, mayo de 1967.
-----------------------------, El hombre y el mito, en Babel, Vol. I, n 8, Santiago, Navea, Daniel, Los Aprendices de Brujo. Carta abierta a M. Jeunehomme,
diciembre1939. en Amauta, ao III, n 26, Lima, septiembre-octubre de 1929.
-----------------------------, El Renacimiento Judo, en Babel, Vol. VI, n 26, Neira, Hugo, El pensamiento de Jos Carlos Maritegui: Los
Santiago, 1945. mariateguismos, en Socialismo y Participacin n 23, Lima,
-------------------------------,El Rostro y el Alma del Tawantinsuyo, en Mundial, septiembre de 1983.
Lima, 11 de septiembre de 1925. Neruda, Pablo, De tentativa del Hombre Infinito, en Amauta, ao II,
-----------------------------, Genealoga del Socialismo, en SECH, ao II, n 6, n 9, Lima, mayo de 1927.
Santiago, 1937. -----------------, Mozn de Mayo, en Amauta, ao IV, n 28, Lima, enero
-----------------------------, Genealoga del socialismo, en Babel, Vol. II, n 10, de 1930.
Santiago, abril 1940. -----------------, Sonata y destruccin , en Amauta, ao III, n 20, Lima,
-----------------------------, Mensaje al Congreso Obrero, en Amauta, n 5, ao II, enero 1929, p., 36.
enero de 1927. -----------------, Tango del Viudo, en Amauta, ao IV, n 28, Lima, enero
-----------------------------, Mensaje al Congreso Obrero, en Amauta, ao II, de 1930.
n5, Lima, enero de 1927. Nieto, Luis, Jos Carlos Maritegui, Con motivo del quinto aniversario
-----------------------------, Nacionalismo y Vanguardismo, en Frente Popular, de su ingreso al silencio, en Hoy n 182, Santiago, 15 de mayo de 1935.
Mxico, Cuadernos de Pasado y Presente n 20, 1980. del realismo, Santiago, Universidad Tcnica del Estado, 1970.
Jobet, Julio Cesar, El Partido Socialista de Chile, Santiago, Prensa Nez, Estuardo, La experiencia Europea de Maritegui, Amauta,
Latinoamrica, 1971. Lima, 1978.
Labica, Georges, Karl Marx. Les thses sur Feuerbach, Paris, Presses Orrego, Vicua Eugenio, Maritegui, Santiago, Mastil, 1930.
Universitaires de France, 1987. Paris Robert, La formacin ideolgica de Jos Carlos Maritegui,
Lwy Michael, El marxismo en Amrica Latina. Antologa, desde 1909 Mxico, Cuadernos de Pasado y Presente n 92, 1981.
hasta nuestros das, Santiago, Lom, 2007. Rouillon, Guillermo, Prologo a Jos Carlos Maritegui, 7 Ensayos de
Maritegui, Jos Carlos, La Escena Contempornea, Lima, Minerva, 1925. interpretacin de la realidad peruana, Santiago, Universitaria, 1955.
-----------------------------, 7 ensayos de interpretacin de la realidad -------------------------, Bio-Biografa de Jos Carlos Maritegui, Lima,
peruana, Lima, Amauta, 1995. Universidad Nacional Mayor de San Marcos, 1963.
-----------------------------, El Alma Matinal y otras estaciones del hombre de Snchez, Luis Alberto, Visto y vivido en Chile, Santiago, Tajamar, 2004.
hoy, Lima, Amauta, 1950. Santucci, Antonio A., Antonio Gramsci, 1891-1937. Guida al pensiero e
-----------------------------, La Novela y la Vida Siegfied y el Profesor Canella, agli scritti, Roma, Riuniti, 1987.
Lima, Amauta, 1987. Schlesinger, Rudolf, La Internacional Comunista y el problema colonial,
-------------------------------, Defensa del marxismo, Santiago, Ediciones nacio- Buenos Aires, Cuadernos de Pasado y Presente n 52, 1974.
nales y extranjeras, 1934. Schwartzmann, Flix, El sentimiento de lo humano en Amrica. Ensayo
-----------------------------, Defensa del marxismo, Lima, Amauta, 1967. de antropologa filosfica, Santiago, Universidad de Chile, Facultad de
-----------------------------, El artista y su poca, Lima, Amauta, 1959. Filosofa y Educacin, Instituto de Investigaciones Histrico-Culturales,
-----------------------------, Signos y obras, Lima, Amauta, 1985. 1950-1953, 2 v.
-----------------------------, Historia de la crisis mundial (conferencias 1923- Tauro, Alberto, Amauta y su influencia, Lima, Amauta, 1987.
1924), Lima, Amauta, 1959. Tarcus, Horacio, Maritegui en la Argentina o Las polticas culturales
-----------------------------, Peruanicemos al Per, Lima, Amauta, 1988. de Samuel Glusberg, Buenos Aires, El Cielo por Asalto, 2001.
-----------------------------, Temas de Nuestra Amrica, Lima, Amauta, 1988. --------------------, Marx en la Argentina. Sus primeros lectores obreros,
-----------------------------, Ideologa y Poltica, Lima, Amauta, 1987. intelectuales y cientficos, Buenos Aires, Siglo XXI, 2007.
-----------------------------, Temas de Educacin, Lima, Amauta, 2003. Tern, Oscar, Discutir Maritegui, Puebla, Universidad Autnoma de
-----------------------------, Cartas De Italia, Lima, Amauta, 1987. Puebla, 1985.
-----------------------------, Figuras y Aspectos de la Vida Mundial, Lima, Uribe, Armando, Presentacin a: Manuel Rojas / Jos Santos Gonzlez
Amauta, 1987. Vera, Letras anarquistas. Artculos periodsticos y otros escritos
Marx, Karl, Elementos fundamentales para la Crtica de la Economa inditos, compilacin de Carmen Soria, Santiago, Planeta, 2005.
Poltica (borrador). 1857-1858, Buenos Aires, Siglo XXI, 1972, 3 vols. Weinberg, Liliana y Ricardo Melgar Bao, Intervenciones filosficas,
Marx, Karl, Escritos de juventud. Obras fundamentales, Mxico, Fondo Universidad Nacional Autnoma de Mxico, Mxico, 2000.
de Cultura Econmica, 1987. Wiesse, Mara, Jos Carlos Maritegui, etapas de su vida, Lima,
Marx, Karl, Friedrich Engels, Sobre el colonialismo, Mxico, Cuadernos Amauta, 1959.
de Pasado y Presente n 37, 1979.
-------------, Prlogo a la Contribucin a la Crtica de la Economa Poltica, en
Karl Marx, Friedrich Engels, Obras escogidas, Mosc, Progreso, s./f.
-------------, Tesis sobre Feuerbach, en Obras escogidas de Marx y Engels,
Mosc, Progreso, 1976.
Mandel, Ernest, La formacin del pensamiento econmico de Marx.
De 1843 a la redaccin de El Capital. Estudio gentico, Mxico,
Siglo XXI, 1968.
Massardo, Jaime, La formacin del imaginario poltico de Luis Emilio
Recabarren. Contribucin al estudio crtico de la cultura poltica
de las clases subalternas de la sociedad chilena, Santiago,
Lom, 2008.
Massardo, Jaime, El lugar del pensamiento de Jos Carlos Maritegui en
la exploraciones sociales de Amrica Latina, Universidad de
Valparaso, Documento de trabajo n 1, Magister en Historia con
mencin en Historia de Chile y Amrica, primer semestre 2011.
Melis, Antonio, Leyendo Maritegui 1968-1998, Lima, Amauta, 1999.
Mondolfo, Rodolfo, Espritu revolucionario y conciencia histrica,
Buenos Aires, Escuela, 1968.
Mondolfo, Rodolfo, Feuerbach y Marx. La dialctica y el concepto
marxista de la historia, Buenos Aires, Claridad, 1936.
Moretic, Yerko, Jos Carlos Maritegui: su vida e ideario, su concepcin
A partir de 1925 todo fue cambiando de modo drstico. La im- Nombres seeros del momento fueron adems de algunos
plantacin de un gobierno de mano fuerte (encabezado por Ge- que venan actuando desde antes de 1920 pero atemperaban
rardo Machado), prometedor (y promotor) de ciertas mejoras a su quehacer a la hora, como Ramiro Guerra (1880-970), Fer-
la vez que entregaba ms al pas a los monopolios yanquis, con nando Ortiz (1881-969), Agustn Acosta (1886-979), Regino E.
sistemticos ataques a la libertad de prensa y amenazas de una Boti (1878-958), Carlos Loveira (1881-928), Miguel de Carrin
frrea represin (que incluira el asesinato como una de sus ms (1875-929), Jos Antonio Ramos (1885-946), Luis Felipe Rodr-
socorridas armas: el de Mella en enero de 1929 sera un ejemplo guez (1884-947)-, Rubn Martnez Villena, Juan Marinello (1898-
paradigmtico, pero no el nico) ante cualesquiera acciones en 977), Jorge Maach (1898-961), Jos Z. Tallet (1893-989), Emi-
su contra, fue radicalizando posiciones en casi todos los rdenes lio Roig de Leuchsenring (1889-964), Jos Antonio Fernndez
y sectores de la vida nacional. Los intentos de prorrogarse en el de Castro (1897-951), Mara Villar Buceta (1899-977), Mariano
poder llevaron a los estudiantes a la reorganizacin de sus mo- Brull (1891-956), Regino Pedroso (1896-983), Mariblanca Sa-
vimientos reinvindicadores (1927) y los convirtieron de hecho en bas Alom (1901-83), Manuel Navarro Luna (1894-966), Ofelia
la fuerza ms combativa ante las nuevas situaciones que se iban Rodrguez Acosta (1902-75). Entre quienes emergen ya como
planteando en lo poltico y en lo social. Los sindicatos se fortale- vanguardistas plenos cabra aludir a Nicols Guilln (1902-89),
cieron hasta alcanzar una slida unidad que les permiti organi- Alejo Carpentier (1904-80), Lino Novs Calvo (1903-83), Carlos
zar triunfalmente una huelga general (1930). Intelectuales, escri- Montenegro (1900-81), Flix Pita Rodrguez (1909-90), Pablo
tores y artistas tambin se politizaron, pero poco a poco fueron de la Torriente Brau (1901-36), Ral Roa (1907-82), Jos Anto-
dispersando sus esfuerzos a travs de publicaciones de diverso nio Foncueva (1910-30), Enrique de la Osa (1909-96), Emilio
cariz ideopoltico, aunque todas afiliadas a la nueva esttica de Ballagas (1908-54), Eugenio Florit (1903-99), Gerardo del Valle
vanguardia que lograba cada vez mayor auge. Se organizaban (1898-973), Ramn Guirao (1908-49). En la msica habra que
conciertos y exposiciones de msica y arte nuevos que aireaban mencionar a Amadeo Roldn (1900-39) y Alejandro Garca Ca-
el ambiente. El Grupo Minorista se desintegraba poco a poco turla (1906-40). Y entre los artistas de la plstica ya en la
tras una intensa actividad. caricatura, la pintura o la ilustracin, y a menudo movindose
de una a otra expresin a Rafael Blanco (1885-955), Conrado
En lo especficamente literario, el verso se renovaba y diversi- W. Massaguer (1889-965), Jaime Valls (1888-956), Jos Manuel
ficaba en lneas como el purismo, la poesa proletaria, social, o Acosta (1895-973), Eduardo Abela (1891-965), Carlos Enrquez
afrocubana; la narrativa daba muestras igualmente de intentar, (1901-57), Marcelo Pogolotti (1902-88), Vctor Manuel (1897-
sin lograrlo del todo entonces, ponerse a tono con los nuevos 964), Amelia Pelez (1897-968), Antonio Gattorno (1904-68),
tiempos, tendencias y temas; el ensayo ofreca obras de notable entre otros. Como maestros acatados unnimemente figuraban,
inters que enfocaban los ms acuciantes problemas del pas; el en lo nacional, Enrique Jos Varona (1849-933) y Manuel San-
teatro, aunque no faltaron esfuerzos para ponerlo al da de cuan- guily (1848-925), y en lo internacional Ingenieros, Rod, Bar-
to ocurra fuera, no lograba concreciones escnicas de avanzada. busse, Rolland. Vistas sumariamente las circunstancias en que
se situaba nuestro objeto de estudio, podemos pasar al tema
Otras manifestaciones de la cultura tambin definan orienta- central de estos apuntes.
ciones diferentes en la dcada, a travs de nuevas instituciones
como la Sociedad del Folklore Cubano (1923), la Institucin
Hispano Cubana de Cultura (1926), el Lyceum y Lawn Tennis
Club (1928). Publicaciones de antao establecidas como El F- Inicios de un conocimiento y relacin
garo (1885-933), Revista Bimestre Cubana (2 poca, 1910-59),
Bohemia (1910), Orto (Manzanillo, 1912-57), Cuba Contempo-
(192?-1926)
rnea (1913-27), se abran en diversa medida a las emergentes
inquietudes, estticas y autores; pero la tnica de los nuevos Cundo y cmo se conoci en Cuba la existencia y el queha-
tiempos la ofreceran Social (1916-33; 1935-38), Chic (1917-27), cer de Jos Carlos Maritegui? No hay pruebas concluyentes al
Carteles (1919-60), Revista de Avance (1927-30)2, el renovado respecto, por lo menos hasta donde conocemos, pero es bas-
Suplemento literario (1927-30) del Diario de la Marina, Am- tante posible que ello ocurriera algo antes de la fecha y ocasin
rica Libre (1927), atuei (1927-28), Antenas (Camagey, 1928- hasta ahora ofrecidas por quienes se han ocupado del asunto,
29), Revista de Oriente (Santiago de Cuba, 1928-32), Revista en especial Winston Orrillo,4 quien remite a la carta de Julio An-
de La Habana (1930).3
investigadores del Departamento de Literatura del Instituto de Literatura
y Lingstica de la entonces Academia de Ciencias de Cuba y publicado
por la Editorial Letras Cubanas en 1980 y 1984, donde pueden hallarse
En realidad su subttulo, con el que ha quedado en la historia cultural. asimismo otros sobre Periodismo, Pginas literarias y Suplementos
Su ttulo inicial fue 1927 y cambiaba junto con el ao (o sea, 1928, literarios. El DLC puede consultarse en la Biblioteca Virtual Miguel
2 1929, 1930). De ah que en citas incluidas en el trabajo puedan hallarse de Cervantes de la Universidad de Alicante. Existe asimismo edicin en
indistintamente ambas denominaciones e incluso la reducida de Avance. soporte digital (2006) a cargo de CITMATEL. Algunas de las publicaciones
Excepto el Suplemento literario del Diario de la Marina, todas estas mencionadas poseen ndices analticos.
publicaciones tienen sus respectivos artculos en los dos tomos del Winston Orrillo, Primeras huellas de Maritegui en Cuba, en Casa de
3 Diccionario de la literatura cubana (DLC), elaborado por un colectivo de las Amricas, La Habana, enero.-febrero, 1977, pp. 178-181.
tonio Mella, a nombre de la Universidad Popular Jos Mart, al en intenciones de las Universidades Populares Gonzlez Prada,
representante del Per en La Habana, donde protesta por su existentes ya en Per, y en las cuales formaba filas Maritegui,
detencin y la de otros peruanos, y que se cita habitualmente como demostraba conocer Mella en su carta de protesta antes ci-
por su aparicin en la revista habanera Juventud en mayo de tada. Como es sabido, Haya sostena en esos momentos estrechos
1924.5 En apoyo a nuestro aserto debe pensarse, por ejemplo, en vnculos con Maritegui, con el cual editaba Claridad, publicacin
la prolongada estancia en La Habana, alrededor de 1921, de Alci- igualmente citada por Mella en la carta de referencia. No es de ex-
des Spelucn, poeta vinculado al grupo renovador y bohemio de traar, entonces, que tanto Spelucn como Torres Vidaurre y Haya
Trujillo, integrado tambin por Vctor Ral Haya de la Torre, a de la Torre comentasen favorablemente el quehacer periodstico e
quien, por supuesto, habr que aludir en ms de una ocasin en ideolgico de Maritegui entre sus interlocutores cubanos. Pero al
estos apuntes y Csar Vallejo. Las colaboraciones de Spelucn respecto es necesario seguir indagando.
en revistas y pginas literarias de la prensa habanera de enton-
ces fueron harto frecuentes. Se conoce, adems, que asista re- Como expresbamos antes, Orrillo mencionaba esa carta de pro-
gularmente a las tertulias en que se gestaba el Grupo Minorista testa de Mella a partir de su publicacin en Juventud, en mayo
y que dej honda huella en sus participantes, en particular en de 1924. La misma, sin embargo, haba aparecido tiempo antes,
Rubn Martnez Villena, quien al hacerse cargo de la pgina li- el 1 de marzo, en El Heraldo, lo que debi posibilitar su ms
teraria semanal de El Heraldo en octubre de 1924, public unos amplia difusin por tratarse de un medio periodstico de mayor
poemas suyos y se refiri a la vaga noticia de su muerte algn alcance por su frecuencia diaria. Para Ral Roa, esta protesta
tiempo antes en unos motines en Lima.6 Otro poeta peruano constituy la primera manifestacin de solidaridad latinoameri-
visitante de La Habana en los comienzos de la dcada de 1920 cana de la Universidad Popular Jos Mart.7 En el propio 1924, el
fue Jos Torres Vidaurre, con varias colaboraciones en la revista conocimiento de Maritegui por los grupos cubanos renovado-
Social entre 1921 y 1923 y a quien dedicara Martnez Villena su res en lo poltico, lo social y lo artstico-literario debi reforzarse
famoso poema Mensaje lrico civil, escrito despus de la Pro- tras el paso por La Habana del poeta vanguardista argentino
testa de los Trece (marzo 18, 1923), uno de los grmenes del Oliverio Girondo, quien estableci contactos con ellos y al res-
Grupo Minorista. En el poema, Torres Vidaurre funciona como pecto envi informaciones, valoraciones y direcciones de algu-
intelocutor directo del texto. No debe descartarse en estas posi- nos a Maritegui (llama la atencin la ausencia en ese listado
bles vas de conocimiento indirecto de Maritegui en Cuba, que de una de las figuras fundamentales: Rubn Martnez Villena),
Mariano Brull, mximo exponente en la literatura cubana de la as como le manifestaba que conocan Claridad, en una carta
llamada poesa pura con sus libros Quelques pomes (1926) que fechaba en Mxico (octubre 3, 1924)8 y que es importante
y Poemas en menguante (1928), muy vinculado al Grupo Mi- en este recuento por llevar adjunta una colaboracin para dicha
norista, regres al pas en los primeros meses de 1923, tras su revista de los crticos Flix Lizaso y Jos Antonio Fernndez de
desempeo como Secretario de la Legacin de Cuba en Per, Castro: versin resumida del estudio introductorio de La poesa
segn informaba Social en marzo de ese ao (p. 6). Su presencia moderna en Cuba, antologa que entonces preparaban ambos
en Lima durante algn tiempo debi proporcionarle un conoci- en estrecha colaboracin con miembros del ya para entonces
miento directo de las nuevas tendencias ideopolticas y artsti- pblicamente conocido Grupo Minorista.9
co-literarias que all se fraguaban y de las cuales Maritegui era
ya figura descollante. Por cierto, en 1923, adems de poemas de Cincuenta aos ms tarde, escritores como Juan Marinello y Ral
Torres Vidaurre, apareceran otros textos de autores peruanos Roa sitan su conocimiento de la obra de Maritegui en 1925,
en Social: Ezequiel Balarezo Pinillos y Carlos Gabriel Saco. a partir de la llegada a Cuba de La escena contempornea.10
Debe tenerse en cuenta, asimismo, la presencia de Haya de la To- Ral Roa, El fuego de la semilla en el surco La Habana, Editorial Letras
rre en La Habana, a finales de 1923, cuando fue recibido entusias- Cubanas, 1982, p. 117.
tamente por los jvenes empeados en la Reforma universitaria, Oliverio Girondo, Carta a Maritegui, en Jos Carlos Maritegui:
bajo el liderazgo de Mella, en los momentos en que acababa de Correspondencia (1915-1930). Introduccin, compilacin y notas de
7
Antonio Melis, Lima, Amauta, 1984, t. 2, pp. 57-58.
concluir el trascendental Primer Congreso Nacional de Estudian-
La obra, fruto en realidad del quehacer colectivo del Grupo Minorista,
tes y se inauguraba la Universidad Popular Jos Mart, hermana
4 8
algunos de cuyos miembros fueron incluidos en la ltima seccin
denominada Los nuevos, apareci bajo el ttulo La poesa moderna
5 Julio Antonio Mella, Carta al Representante del Per, en su Documentos en Cuba (1882-1925). Antologa crtica, ordenada y publicada por []
y artculos, La Habana, Instituto de Historia del Movimiento Comunista 9 Hernando, Madrid, 1926 (Existe edicin facsimilar publicada en Mxico
y la Revolucin Socialista de Cuba-Editorial de Ciencias Sociales, 1975, por el Frente de Afirmacin Hispanista en el ao 2006). El paso de
pp. 98-99. Puede leerse el texto completo en el ANEXO I de este trabajo. Girondo por La Habana le abri las pginas de Social: en noviembre de
6 Rubn Martnez Villena, Alcides Spelucn, en su Poesa y prosa, La 1924 aparecera un comentario sobre l y su obra, as como tres textos
Habana, Letras Cubanas, 1978, t. 1, pp. 264-265. El texto apareci seleccionados de Veinte poemas para ser ledos en el tranva (1922).
originalmente en El Heraldo (octubre 13, 1924). En enero de 1923, Otras colaboraciones suyas en la revista veran la luz en los nmeros de
Martnez Villena haba publicado en la revista habanera Azul, de la cual enero y julio de 1925.
era jefe de redaccin, su soneto La bestia, dedicado Al don oscuro de Winston Orrillo, Ral Roa habla sobre Maritegui, en Bohemia, La
Alcides Spelucn, que puede leerse en la pgina 176 de la precitada edicin Habana, septiembre 10, 1976, pp. 4-6, y Primeras huellas de Maritegui
de su Poesa y prosa. Este poema lo dimos a conocer en Cuatro sonetos en Cuba, ed. cit., p. 181. En relacin con Marinello, se basa en lo expuesto
desconocidos de Rubn Martnez Villena, Anuario L/L, La Habana, 1972- por ste a Vladimiro del Prado en entrevista publicada en Momento,
1973, pp. 188-193. En realidad, Spelucn no morira hasta 1976. 10 Lima, febrero 11, 1976, p. 20.
El segundo de ellos refera que todos haban ledo el ejemplar Maritegui sobre la obra homnima de Romain Rolland.
recibido ese ao por Emilio Roig de Leuchsenring y aada que En un momento que no se ha podido precisar, pero que podra
uno de los que ms atencin puso en esta lectura fue Rubn ubicarse en el ltimo trimestre de 1926, arribaran a Cuba los
Martnez Villena.11 Posteriormente, en su obra pstuma sobre primeros ejemplares de Amauta. Al respecto, Roa expresa en su
l, comentara que este libro proporcion al autor de La pupila ya mencionada obra sobre Martnez Villena:
insomne una imagen vivaz y coherente de la enmaraada situa-
cin mundial.12 Marinello, por su parte, sealara que la lectura Cuando llega a Cuba el primer nmero de Amauta [] le arre-
de sus primeros libros fue, en los mejores espritus, una revela- bataramos a Luis F. Bustamante los ejemplares que haba reci-
cin iluminadora. Algunos adivinaron en sus escritos una nue- bido. Rubn hojeaba, con febril regocijo, sus pginas aromosas
va estacin del pensamiento americano, y acertaron del todo. an a tinta fresca. La exhortacin al combate que irradian cons-
Los tiempos han confirmado aquella impresin.13 Sin embargo, titua un acicate y un reto para los movimientos intelectuales y
no es hasta el ao siguiente, o sea, 1926 cuando su nombre pa- polticos de izquierda en nuestra Amrica. Una revista as era la
rece comenzar a hacerse familiar para los lectores avisados de que urga en todos los parajes del continente.16
la prensa nacional. Social, la publicacin cubana que con ms
frecuencia y sistematicidad acogera sus textos, dio a conocer, Y contina su valoracin sobre la revista y Maritegui para concluir:
evidentemente reproducido de La escena contempornea,
el ensayo La revisin de la obra de Anatole France, en abril La aparicin de Amauta motiva fructferas discusiones en el
de ese ao. Dos meses antes, el mentor de la juventud cubana seno de la Universidad Popular y de la Liga Antimperialista.
Enrique Jos Varona le acusaba recibo de este libro (Pregunta Martnez Villena imparti las instrucciones pertinentes para es-
lgica: tuvo repercusin crtica entonces en Cuba La escena tablecer un sistema de comunicacin secreta con el movimien-
contempornea? No hay respuesta para ello todava, en uno to revolucionario de vanguardia promovido y sustentado por el
u otro sentido)14 y, dos despus, Arturo de Carricarte, ferviente adalid peruano []. La accin, el pensamiento y la escritura de
estudioso y divulgador de la obra de Jos Mart, se brindaba para Maritegui dejaran honda traza en los intelectuales y artistas
apoyarlo en la venta en Cuba de los volmenes que diera a la luz cubanos revolucionarios y progresistas de la poca. Comparte
la empresa editora que pensaba establecer Maritegui en Lima su heorico magisterio con Mella y Martnez Villena.17
sin aceptar remuneracin alguna y ofrecindole amplia propa-
ganda en nuestra prensa, a la vez que adquiriendo un ejemplar En este ao 1926 se data la primera carta conocida de Marite-
de cada ttulo. Carricarte valoraba este proyecto de Maritegui gui hacia Cuba (octubre 24), dirigida a Emilio Roig de Leuchsen-
del siguiente modo: ring, principal animador del Grupo Minorista y director literario
de Social. Dcele Maritegui en esta carta:
Encuentro en una publicacin bonaerense la noticia de que se
propone usted establecer en esa cultsima capital una empresa Cuando Oliverio Girondo estuvo en La Habana me escribi que
editora que ha de caracterizarse ms que por sus propsitos de contaba con Ud. y sus amigos del grupo minoritario o renovador
lucro, por su anhelo de difundir la obra intelectual peruana y para la realizacin de su proyecto de intercambio y vinculacin de
a tan noble fin creo que estamos obligados a prestar resuelto los grupos de vanguardia de Amrica. La fundacin de la revista
apoyo cuantos nos interesamos por el acercamiento de las na- Amauta, que debe Ud. haber recibido, me ofrece la oportuni-
ciones que integran ese inmenso grupo que Mart llam Nues- dad de dirigirme a Ud. para que se cumpla ese intercambio entre
tra Amrica.15 los escritores vanguardistas de Cuba y el Per. Yo le mandar
originales de los peruanos; Ud. me enviar textos de los cubanos,
Una informacin importante, que revela que el conocimiento y conforme al plan al cual me comunic Girondo que Uds. haban
divulgacin de la obra de Maritegui en Cuba no se circunscri- dado su adhesin. Amauta se ha permitido ya considerarlo en
ba a los crculos ilustrados o publicsticos capitalinos, sino que el elenco de sus colaboradores. Y para iniciar el intercambio le
se haca extensivo a otras poblaciones donde tambin existan envo unos apuntes mos sobre Eguren.Le ruego comunicar mi
grupos, ncleos o publicaciones de orientacin vanguardista invitacin a Jorge Maach, Agustn Acosta y dems compaeros
bien definida, es la siguiente: unos meses despus que Social, y aceptar el cordial testimonio de mi amistad y estimacin.18
la siempre alerta Orto de Manzanillo inclua en sus pginas El
juego del amor y de la muerte (septiembre 15, 1926), anlisis de
Es interesante destacar cmo siendo Roig de Leuchsenring
uno de los escritores, animadores y fundadores del Grupo
11 Winston Orrillo, Raul Roa habla sobre Maritegui, ed. cit.
12 Ral Roa, El fuego de la semilla en el surco, ed. cit., p. 173.
13 Winston Orrillo, Primeras huellas de Maritegui en Cuba, ed. cit., p. 181. 16 Ral Roa, ob. cit., p. 177.
14 Enrique Jos Varona, Carta a Maritegui (12 de febrero de 1926), en 17 Id., p. 179. No se conoce otro testimonio o alguna constancia documental
Jos Carlos Maritegui: ob. cit., t. 2, p. 135. que ratifique el establecimiento de ese sistema de comunicacin secreta
15 Arturo de Carricarte, Carta a Maritegui (15 de junio de 1926), en Jos mencionado por Roa.
Carlos Maritegui, ob. cit., t. 2, p. 163. 18 Jos Carlos Maritegui, ob. cit., t. 2, p. 183.
Minorista que ms relacin parece tener con Maritegui y con su momentos en que ya se haba producido el desencuentro entre
promocin en Cuba, sin embargo, en los dos tomos de la corres- Mella y Haya de la Torre en el Congreso contra la Opresin Co-
pondencia de aqul no se dio a conocer ninguna carta, postal, lonial de Bruselas (en el primer nmero se publica el discurso
tarjeta o algo de Roig al peruano (suponemos perdida esa parte inaugural pronunciado por Henri Barbusse) y poco antes de que
de la correspondencia, pues de seguro Roig le escribi en alguna Martnez Villena lograse que la Universidad Popular Jos Mart
ocasin). Y aun antes de finalizar 1926, una escritora cubana, quedase adscrita a los principios de la Liga Antimperialista de
hoy poco recordada pero con cierto reconocimiento entonces, las Amricas y no a los del APRA, en una enconada discusin
Graziella Garbalosa, le escribe desde Mxico donde alternaba (que debi ocurrir en junio) frente a Luis F. Bustamante, en la
con dos peruanos cercanos colaboradores de Maritegui: Jacobo cual habl, a pesar de hallarse ya enfermo, durante siete ho-
Hurwitz y Esteban Pavletich una carta donde vanguardista- ras seguidas, segn el testimonio de Ral Roa, presente en la
mente suprime las maysculas y une su nombre con su apellido sesin.20 Posiblemente por ello, en la cuarta y ltima entrega
en una sola palabra que adems elimina alguna slaba Gra- (julio) Sarah Pascual sustituye a Pavletich en la secretara de
ziellarbalosa, la forma como se presenta su firma en Corres- redaccin.21 A su vez, el slido bastin derechista de luenga y
pondencia (1915-1930) y en la cual le comenta la impresin controversial trayectoria, Diario de la Marina, en la direccin
dejada en ella por Amauta y le enva un poema, posiblemente de cuyo Suplemento dominical de contenido artstico-literario
Grito, aparecido en Amauta en diciembre del ao siguiente.19 se haba ubicado al minorista Jos Antonio Fernndez de Castro
De esta forma, Graziella Garbalosa se convierte no solo en la con el encargo sobradamente cumplido de renovarlo en to-
nica escritora cubana que, al parecer, mantiene contacto epis- dos los rdenes, incluido el tipogrfico, para ponerlo a tono con
tolar con Maritegui (no sabemos si este le contest), sino en el las nuevas tendencias estticas, public, en la seccin Pequeas
primer colaborador cubano de Amauta. Otros lo harn despus, notas bibliogrficas del Suplemento, la resea de Maritegui
pero ella fue la primera. sobre Los haiducs de Panait Istrati (abril 10, p. 42). Social, por
su parte, dio a conocer en el primer semestre del ao La poesa
de Jos Mara Eguren (febrero).
culturales, obreras y estudiantiles, que se interesan en Cuba por de Mendoza, Flix Lizaso, Francisco Ichaso, Armando Maribo-
el desenvolvimiento poltico y social de los pases latino-ameri- na, Mart Casanovas, Sarah Pascual, Juan Jos Sicre, Luis Lpez
canos, han expresado cablegrficamente al mandatario peruano Mndez, Juan Marinello, Federico Ibarzbal, Orosmn Viamon-
su solidaridad con los detenidos y su protesta por la prisin de tes, Delahoza, Mazikes, Gastn Lafarga, Gerardo del Valle.
que han sido objeto.
Dos das despus, la pgina Arte y artistas a cargo del cata-
De las muchas protestas enviadas con este motivo merecen se- ln Mart Casanovas, uno de los editores fundadores de Revis-
alarse las del grupo Minorista, en la cual figura como primer ta de Avance (y sobre el cual se volver en otro momento de
firmante don Enrique Jos Varona; la revista 1927; el Sindicato estos apuntes), del Magazine ilustrado semanal de Heraldo
de Trabajadores Intelectuales y Artistas de Cuba; el Directorio de Cuba, reproduca el importante texto de Maritegui Arte,
Estudiantil Universitario; revista El Estudiante; Universidad Po- revolucin, decadencia, precedido por una breve nota en que
pular Jos Mart, etc., etc. se expresaba:
Entre los intelectuales confinados en la prisin poltica de la El reciente encarcelamiento de Jos Carlos Maritegui, y la
isla de San Lorenzo (Callao) se cuentan valiosos elementos supresin de Amauta, la magnfica revista por l dirigida, dan
de slido prestigio en su pas y continentalmente, tales como un inters de palpitante actualidad a este estudio certero, del
Jos Carlos Maritegui, considerado mentor ideolgico de la vigoroso escritor peruano, uno de los ms perseguidos por las
juventud peruana, distinguido pensador y ensayista, director tiranas cesreas de hispanoamrica [sic], sobre las novsimas
de la Revista Amauta y de la editorial Minerva y autor de un corrientes artsticas, presentando puntos de vista de una acu-
reciente libro unnimemente acogido por la opinin intelectual ciosa originalidad.
latino-americana, titulado La Escena Contempornea. Magda
Portal, joven poetisa autora de dos libros: El Derecho de Ma- De ese texto mariateguiano el jovencsimo Jos Antonio Foncue-
tar, cuentos, y Una Esperanza y el Mar, versos, la cual se halla va aprehende ideas para fundamentar su crtica a la tesis de la
encarcelada en una prisin militar. Serafn Delmar, cuya obra deshumanizacin del arte propugnada por Jos Ortega y Gasset,
marca un nuevo camino al arte potico latino-americano, direc- en artculo que publica en la revista obrera Aurora apenas un
tor de la revista Hangar y autor de Radiogramas del Pacfico, mes despus.22 De Foncueva debe aadirse por ahora que, segn
audaz libro de versos publicado no hace mucho. Blanca Luz testimonio suyo, desde las pginas de El Estudiante, su revista
Parra del Riego, esposa del malogrado poeta Juan Parra del americana por la revolucin integral, de orientacin netamente
Riego y de nacionalidad uruguaya, directora de la revista Gue- vanguardista en su nueva etapa de 1927 (al parecer dos nme-
rrilla y autora de cuatro valiosos libros de versos. Figuran ade- ros, hasta el momento inencontrables), fue la primera revista
ms en la larga lista de los apresados, los dibujantes Goiburo que protest en Cuba de las arbitrariedades del civilismo contra
y Devescovi, el poeta Csar Alfredo Mir Quesada, los lderes el grupo de Amauta.23
obreros Zerpa y Garca, los estudiantes Cox, Castillo y Vzquez,
dirigentes de la Federacin Estudiantil peruana, profesores de El mismo Heraldo de Cuba, en su edicin del lunes 4, titulaba
la Universidad Popular Gonzlez Prada, y varios otros intelec- del siguiente modo una informacin en su tercera pgina: MAG-
tuales, artistas, obreros y estudiantes afiliados a la A. P. R. A. DA PORTAL Y SERAFN DELMAR EN LA HABANA. Tras brindar
Frente nico de Trabajadores Manuales e Intelectuales de la la noticia y ofrecer datos sobre ambos poetas, sealaba:
Amrica Latina, organismo que se ha caracterizado en el Per
por su labor tendiente a conseguir una absoluta renovacin de Nuestros huspedes pertenecen al grupo de la revis-
valores polticos y sociales y en el cual el Dictador Legua ha ta Amauta, que diriga Maritegui, revista que ha sido el
visto un formidable enemigo por el arraigo que tiene entre las blanco de las iras de Legua. La publicacin de Amauta,
masas populares de aquel pas. una de las revistas continentales de ms amplitud de vi-
sin e ideologa, ha sido prohibida y encarcelados o de-
El cablegrama dirigido al Presidente del Per por el grupo Mi- portados casi todos los que se reunan en torno a ella.
norista es el siguiente:
Un grupo numeroso de amigos esperaba en el muelle a los ex- A Maritegui aludira nuevamente Roig de Leuchsenring en
pedicionarios, dndoles la bienvenida. Compaerismo intelectual, una de sus Notas del director
literario de Social (agosto, pp. 5-6), donde protestaba de las
Enviamos a los recin llegados un saludo de cordial y efusiva detenciones de l y otros compaeros en Per y de la deten-
camaradera, desendole una estancia grata y feliz en nuestra cin y procesamiento en Cuba de Martnez Villena, Fernndez
ciudad, que les brindar, haciendo honor a su fama, acogida de Castro, Carpentier y Casanovas.25 En la misma entrega dar
abierta y hospitalaria. a conocer Social el trabajo de Maritegui Les enchainements
de Barbusse.
Y el da posterior daba espacio en primera plana (con pase a la
segunda) a una entrevista con los dos poetas que inclua fotos De ese 1927 que venimos comentando existe asimismo una alu-
de ambos, bajo los siguientes titulares: Legua expulsa a los que sin a Maritegui en el artculo de Roa Alejandro Block, apare-
luchan contra su tirana/ Sufre el Per bajo el azote de ese tira- cido en el Suplemento literario del Diario de la Marina (mayo
no/ Magda Portal y Serafn Delmar nos hacen saber la angustia 29, p. 33) y donde manifiesta que en nerviosa semblanza Ma-
del pueblo/ La osada del dictador/ Puso un apndice a la Car- ritegui lo puso en contacto con aquel espritu atormentado
ta Constitucional para satisfacer con facilidad sus venganzas. que sinti como suya, sin comprenderla, la histrica Revolucin
Cualquier semejanza con la situacin poltica cubana preceden- de Octubre.26 En las Notas del Director literario (Roig de Leu-
te, del momento y de lo porvenir inmediato debera ponerla el chsenring) del nmero de Social de septiembre puede leerse la
lector, pues las alusiones a la realidad nacional parecan harto titulada Dos poetas peruanos de vanguardia, donde se inclua
claras. As, ya estaba listo el escenario para que se iniciase lo que fragmento de una carta de Maritegui a Roig de Leuchsenring
en la historia cubana de esos tiempos se ha conocido como pro- presentndole a Serafn Delmar y Magda Portal (p. 7), cuyos
ceso comunista. El 6, de la primera pgina saltaban a los ojos respectivos poemas Himno y Frente a la vida se insertaban
del lector letras que rezaban: La polica persigue a los adeptos pginas despus (34). Y todava habr una nueva carta de Ma-
del comunismo en Cuba/ La Judicial asegura que se sostienen las ritegui a Roig de Leuchsenring (fechada en octubre 10) con la
ms estrechas relaciones con el Kuo Ming Tang/ Presos los di- que acompaa poemas inditos de Armando Bazn, poeta de
rectores de Justicia/ Han sido capturados del mismo modo por vanguardia que acaba de ser puesto en libertad despus de cua-
la Polica los desterrados peruanos/ Expulsiones/ Los detenidos tro meses de prisin en la Isla de San Lorenzo y en la que, entre
niegan que estn afiliados a la Tercera Internacional (la informa- otros asuntos, le anuncia su intento de reanudar la publicacin
cin pasaba a la pgina 2 y a la 14, con foto). El 7, en la pgina 9 de Amauta, le reclama otra vez el intercambio de originales
se informaba a travs de un titular que Pavletich cruzaba con entre los grupos vanguardistas de La Habana y Lima y le ex-
Serpa [sic] cartas ridculas sobre anti-imperialismo/ Maritegui, presa su deseo de que tenga l la representacin de Amauta
invlido de ambas piernas, es el director de la formidable conju- en La Habana.27 De aqu, ha inferido Winston Orrillo que Roig
ra de las letras de molde contra Legua/ Planes trascendentales de Leuchsenring se ocup de tal tarea, algo de lo cual no hay,
contra Ameuta [sic]. Y, para adentrarse definivitamente en la por lo menos hasta donde ha podido indagarse, constancia. S la
realidad nacional cubana, el 10 (pginas 1, 12) Presos ms inte- existe, sin embargo, de que quien se encarg de ello, al menos
lectuales y un trabajo de cierta extensin, sin firma (a modo en 1928, fue Foncueva, el cual, en enero de ese ao, le escri-
de editorial) bajo el ttulo Comunismo del trpico. Si se ha be su primera carta a Maritegui, ya citada, donde le habla de
seguido con algn detenimiento estas informaciones es porque una nueva revista cuya edicin proyectaban algunos de los ms
las mismas permiten observar la interconexin, real o aparente, jvenes vanguardistas de seguro los miembros del grupo de
pero a todas luces beneficiosa para la dictadura machadista, en- atuei (1927-28) o una parte de ellos, la cual llevara por ttulo
tre sucesos relacionados con escritores, artistas e intelectuales
de Cuba y Per. El proceso comunista sigui su agitado curso, de la prensa epocal. Pero debe quedar claro que todos los peridicos
muchos encausados permanecieron escondidos, los encarcela- dieron a los hechos parecida cobertura, tanto en atencin y extensin
cuanto en enfoque.
dos fueron finalmente puestos en libertad bajo fianza (algunos, 25 Ver el texto ntegro en el ANEXO II.
al salir, fueron expulsados por extranjeros indeseables, Mart
26 Se cita por Ral Roa, Bufa subversiva [2da. ed.], La Habana, Centro Pablo
Casanovas entre ellos), y meses despus la causa fue sobrese- de la Torriente Brau, 2006, p. 296. El texto de Maritegui debi leerlo en
da. Una vez cumplidos sus objetivos depuradores y atemorizan- La escena contempornea, que, como ya qued sealado, circulaba en
tes, el Dictador daba por terminada la tragicmica farsa.24 Cuba desde fines de 1925.
27 Jos Carlos Maritegui, ob. cit., t. 2, p. 306. Las palabras de Maritegui
sobre Bazn las utilizar Roig de Leuchsenring para su nota de
presentacin (p. 3) a los textos de este (Drsena, Borde, Tarde
24 La voluminosa y valiossima documentacin acumulada durante el y Viaje) al insertarlos en el nmero de Social de enero de 1928 (p.
proceso desapareci hace bastantes aos del Archivo Nacional, por lo 31), donde adems, bajo el ttulo Palabras de Jos Carlos Maritegui
cual nunca ha podido hacerse un estudio a fondo del mismo. Quien mejor (pp. 3-4), reproduce la carta, y de otra de Maritegui a Joaqun Garca
ha tratado el asunto es Pedro Pablo Rodrguez: El proceso comunista Monge (publicada en su Repertorio Americano, noviembre 5, 1927)
de 1927. Un ejemplo de la repercusin de la Revolucin de Octubre cita el siguiente fragmento: La protesta de Repertorio Americano, lo
en Cuba, en Bohemia, La Habana, agosto 19, 1977, pp. 84-89. Si en mismo que la de la intelectualidad argentina y uruguaya y la de 1927
esta ocasin se ha seguido el asunto solo a travs de Heraldo de Cuba, y el Grupo Minorista de Cuba, revela por fortuna que una gran parte
diario tenido por gobiernista, es porque el mismo, aun en su adhesin al de la intelectualidad de nuestra Amrica se mantiene alerta contra el
rgimen resulta suficientemente elocuente de los modos informativos imperialismo y sus aliados.
indoamrika y sera dirigida por l. Para esa publicacin solicita- all, pero que no se me haban entregado, ni se me entregaran,
ba la colaboracin de la vanguardia peruana tal vez la prime- por existir una circular del Secretario de Comunicaciones, dis-
ra del continente y especialmente la de usted, como mentor poniendo que se impida la circulacin de toda publicacin revo-
ideolgico de esa juventud hermana. Asimismo le brindaba su lucionaria. El encargado del Departamento de Certificados me
humilde auxilio tanto para conseguir colaboracin, como para inform que los paquetes le haban sido devueltos, con fecha
allegar recursos econmicos con que publicar Amauta, pues 30 de agosto.
en Cuba queremos a Amauta como cosa nuestra.28
Los prximos envos, as como el nuevo de los nmeros 14 y 15,
Pareciera ser a ese ofrecimiento al que se refiere Maritegui deber usted hacerlo a Teresa Fominaya, San Anastasio 12, V-
cuando, en una tarjeta fechada el 12 de marzo de 1928, le dice a bora, Habana. Es necesario, para que no sean interceptados por
Roig de Leuchsenring: Nos ha escrito, supongo que por insinua- los censores, que no traigan la etiqueta de Amauta.31
cin de Ud. Jos A. Foncueva, ofrecindose para propagar Amau-
ta en Cuba,29 pues ya en los nmeros de la revista vanguardista An de 1928, pueden mencionarse: una carta de Maritegui a
de orientacin aprista antes aludida atuei, de cuyo equi- Jos Antonio Fernndez de Castro, fechada el 1 de agosto y no
po formaba parte Foncueva, comienzan a aparecer anuncios de incluida en Correspondencia (1915-1930),32 con la que adjun-
Amauta a partir de su penltimo nmero (5, mayo de 1928). Nos taba el texto de este ltimo, Canto dionisaco sobre la tumba
inclinamos mejor a pensar que debe tratarse de un planteamien- de un amigo, publicado en Amauta (n 15, mayo-junio), y una
to hecho en una carta posterior la segunda de Foncueva a colaboracin del propio Maritegui para el Diario de la Marina
Maritegui, lamentablemente perdida y a la cual debi acom- Mximo Gorki y el regreso a su patria , aparecida el 10
paar su ensayo Novsimo retrato de Jos Mart, incluido en de septiembre, pero no en el Suplemento dominical a cargo de
Amauta en abril de ese ao. Nos basamos para esta conjetura, Fernndez de Castro; otra, del escritor Nemesio Lavi, miembro
adems, en lo expuesto por Tristn Marof en una misiva a Mari- del Grupo literario de Manzanillo, suscribindose por un ao a
tegui (desde La Habana y fechada el 22 de abril de 1928) donde Amauta y solicitndole, tambin, sus libros.33 Hay igualmente al-
le expresa que he arreglado con Foncueva para que les sirva de gn nuevo texto dado a conocer: Indologa de Jos Vasconcelos
agente. Es serio y estarn contentos,30 lo cual es una primera (Social, enero); algn trabajo sobre l: La figura de Jos Carlos
prueba de que el joven cubano se desempe como agente de Maritegui en el Per, por Tristn Marof (seccin Escritores
Amauta en La Habana durante algn tiempo. de Amrica del Suplemento literario del Diario de la Mari-
na, julio 1); citas suyas o referencias a sus ideas en textos de
Jos Antonio Foncueva (La Habana, 1910-1930) puede estimarse Foncueva sobre Tempestad en los Andes de Luis E. Valcrcel
uno de los ms fervientes admiradores cubanos de Maritegui donde llamaba a Maritegui formidable periodista limeo
en estos aos. Se sabe que le escribi al menos tres cartas en cuyo prlogo inteligente y vigoroso a esta obra expone ideas
1928. La tercera de ellas (20 de septiembre), cuando atuei ya originalsimas acerca del problema indgena, y en general, acerca
haba dejado de salir y Maritegui se hallaba en franca y abierta del problema poltico, econmico y social del Per en el estado
discrepancia con el APRA peruano, permite corroborar su con- histrico en que vivimos34 , y Los de abajo de Mariano Azuela
dicin de agente de Amauta. Vase el siguiente fragmento de donde, tras calificar a Maritegui como gran ensayista perua-
la misma: no [] en quien no se sabe si admirar ms al recio escritor o al
Esta es la tercera carta que le dirijo. Las dos anteriores no han 31 Jos Antonio Foncueva, Carta a Maritegui (20 de septiembre de 1928),
obtenido respuesta, por lo que supongo que habrn sido inter- en Jos Carlos Maritegui, ob. cit., t. 2, pp. 438-440. La extensa misiva
contiene fuertes crticas al Grupo Minorista al que pertenecan los
ceptadas por la polica peruana o por la polica cubana. Esto allegados a atuei (entindase apristas), pero con cuyos componentes,
ltimo no tendra nada de extrao, pues aqu la desfachatez de declara Foncueva, han roto definitivamente por las numerosas razones
la dictadura llega hasta a declarar por medio de sus peridicos que expone, a Roig de Leuchsenring y a Jos Antonio Fernndez de
Castro, as como a Revista de Avance. Sobre este ltimo tpico se
oficiosos que la correspondencia privada de los elementos re- volver ms adelante.
volucionarios cubanos es sometida a la censura. 32 Esta carta, que forma parte del fondo Jos Antonio Fernndez de
Los paquetes correspondientes a los nmeros 14 y 15 de Amau- Castro que atesora el Instituto de Literatura y Lingstica Jos Antonio
ta le han sido devueltos a ustedes. Yo me aperson en la Ad- Portuondo Valdor en La Habana, la reproduje en el trabajo Maritegui
y Cuba en la dcada crtica: corresponsales, colaboradores y estudiosos,
ministracin de correos a reclamarlos y se me dijo que estaban incluido en el volumen Maritegui, ed.cit., pp. 159-160. Y puede leerse
en el ANEXO IV.
33 Nemesio Lavi, Carta a Maritegui (3 de noviembre de 1928), en Jos
28 Jos Antonio Foncueva, Carta a Maritegui (enero de 1928), ed. cit., p. 345. Carlos Maritegui, ob. cit., t. 2, p. 466.
29 Entre las fotocopias que hace aos realic de cartas de, o a, cubanos 34 No obstante su valoracin positiva general sobre el libro de Valcrcel,
aparecidas en Correspondencia (1915-1930) no aparece esta tarjeta, Foncueva considera que el mismo tiene algunos errores, como el de creer
que reproduje en Jos Antonio Foncueva: Escritos, ed. cit., p. [51]. Por posible una resurreccin de las instituciones y usos indgenas, que deben
ello, se incluye textualmente en el ANEXO III. achacarse ms que a desconocimiento de la cuestin a romanticismo
30 Tristn Marof, Carta a Maritegui (22 de abril de 1928), en Jos Carlos tradicionalista del autor. En fecha tan temprana como enero 10 de
Maritegui, ob. cit., t. 2, p. 374. Puede suponerse tambin que fue Marof 1927 (sin haber cumplido an los 17 aos) haba publicado Foncueva su
y no Roig de Leuchsenring como pensaba Maritegui la va utilizada artculo El problema indgena en Amrica en la revista obrera Aurora,
por Foncueva para proponerse como agente de Amauta en La Habana. fue incluido en sus Escritos, ed. cit., pp. 75-84.
ntegro hroe civil, citaba un fragmento suyo sobre la novela de asumen la responsabilidad, como editores, de lo aparecido sin
Azuela35; comentarios del acrrimo antivanguardista Ruy Daz firma, pero expresan que lo dems halla cabida por su calidad y
en su columna Aeroplanazos del diario Excelsior (agosto 31) responde a la inteligencia de los colaboradores.42 Todo esto debe
sobre Revista de Avance, Amauta y la Oda al bidet36; alusio- relacionarse con un conjunto de problemas muy en discusin en
nes a Maritegui y a Amauta en el artculo de Francisco Ichaso esta poca y remite a impugnaciones, pblicas o privadas, a Re-
en su columna minsculas (del propio Excelsior, noviembre 3) vista de Avance por los ms jvenes, fundamental, pero no
titulado Un hallazgo: el antisoneto, en torno a dos poemas de nicamente, que la acusaban de ser moderada, conservado-
Martn Adn aparecidos en Amauta.37 ra, espaolizante.43 Estas crticas han rebasado incluso aquellos
aos, como puede verse en opiniones de Ral Roa, quien fue
Lo ms interesante de este ao, sin embargo, pudiera ser el cona-
to de polmica entre Amauta y Revista de Avance, publicacin
esta ltima que, extraamente, no incluy ningn texto del pen- 42 Como quiera que no resulta fcil la consulta de Revista de Avance
sador peruano antes de su fallecimiento,38 a pesar de que existe y como tampoco esta directriz fue incluida en Revista de Avance.
constancia de que algo envi para sus pginas.39 El motivo de este Seleccin y prlogo de Martn Casanovas (La Habana, Ediciones Unin,
1965, Coleccin rbita; 2a ed., Instituto del Libro, La Habana, 1972), se
conato de polmica fue la nota recriminatoria de Amauta (n 15, reproduce textualmente en el ANEXO VI. Tampoco aludi Casanovas en
mayo-junio, p. 40) al pie de su reproduccin de la Oda al bidet su prlogo a ella o al incidente con Amauta; sin embargo, llega a hacer
del espaol Ernesto Gimnez Caballero, al parecer publicada por all una afirmacin en mi criterio no ajustada totalmente a la realidad de
hechos acaecidos casi cuatro dcadas antes y en los cuales no estuvo
primera vez en Revista de Avance (n 19, febrero, 1928, p. 46),40 directamente implicado por hallarse ya exiliado en Mxico:
y a la cual respondieron los editores de la revista cubana Ma- Revista de Avance estableci, apenas dio sus primeros pasos, contacto
rinello, Maach, Flix Lizaso, Francisco Ichaso y Tallet, quien ya e intercambios estrechos con los intelectuales latinoamericanos y
sus publicaciones ms representativas. Consideramos que los ms
en el nmero siguiente dejara de formar parte del equipo41 provechosos y aleccionadores, desde los puntos de vista americano y
con la titulada Discrepancias bastante extensa, por cier- social, fueron los que sostuvo con Jos Carlos Maritegui y su revista
to de su seccin Directrices, en la cual, fundamentalmente, Amauta, y con Joaqun Garca Monge, editor de Repertorio Americano
de San Jos de Costa Rica, publicaciones ambas que tenan por lema y
divisa la unidad latinoamericana y el antimperialismo. (pp. 15-16).
35 Ambos trabajos de Foncueva en el Suplemento literario del Diario de 43 Ver, por ejemplo, las opiniones al respecto de Enrique de la Osa
la Marina (abril 22 y diciembre 2, respectivamente, e incluidos en sus codirector de atuei y entonces vanguardistamente Delahoza y Ramn
Escritos, ed. cit., pp. 237-238 y 192-197, respectivamente). La versin Rubiera (1894-1973), autor del poemario Los astros ilusorios (1925),
original del segundo haba aparecido con anterioridad en el diario favorablemente acogido en su momento por Maach y Martnez Villena y
habanero El Cubano Libre (agosto 28 del mismo ao). colaborador de la revista en tres ocasiones entre agosto de 1927 y febrero
36 Esta informacin procede de antiguas libretas personales de apuntes. El de 1928. En una polmica epistolar pblica con Maach, enmarcada en
deterioro actual de la nica coleccin localizable en La Habana de este el sonado pleito vanguardista que la aparicin de atuei desencaden,
peridico ha impedido acceder al texto para citar y comentar las ideas De la Osa comparaba a Revista de Avance con atuei en los siguientes
del periodista. trminos: El vanguardismo de atuei y el de la revista 1868 [Obsrvese la
irona. R.L.H.O.] solo se diferencian en el aspecto politico [] La diferencia
37 Se reitera lo expuesto en la nota precedente. esencial es esta: donde ustedes ponen prudencia, nosotros ponemos
38 No puede estimarse colaboracin la reproduccin de un prrafo suyo acometividad [] Por eso tus cartas y tu revista respiran quietismo,
sobre Waldo Frank (de un texto cuya publicacin original haba ocurrido delicadeza, suavidad, vaselina, senectud, harmonia ]] Por eso tambin
en 1925) en la entrega dedicada a este (42, enero 15, 1930, p. 4). nuestra revista respira combatividad, valor, atrevimiento y presenta todas
39 En carta a Jorge Maach (28 de septiembre de 1929) le expresar: A las caractersticas de un verdadero peridico renovador. No respeta la h
Snchez le di algunas cuartillas mas para 1929. Pero ya les enviar algo ni te respeta a ti, glosador insigne. [Carta a un acadmico, en Heraldo
ms digno de su excelente revista []. Esta carta, dada a conocer en la de Cuba, La Habana, diciembre 19, 1927, p. 3, 5].
importante revista estudiantil del Instituto Superior de Arte Albur (mayo Y en su artculo Pueblo sin juventud (Aurora, octubre 10, 1928, p. 31,
de 1990, p. 132), la reproduje en mi trabajo Maritegui y Cuba en la referencia no registrada en Antua, Mara Luisa y Josefina Garca-Carranza:
dcada crtica: corresponsales, colaboradores y estudiosos, ed. cit., pp. Bibliografa de Juan Marinello, La Habana, Editorial Orbe. Instituto
160-161. Y ahora se ofrece en el ANEXO V. Cubano del Libro, 1975, donde s se recoge su publicacin en Bohemia,
La Habana, octubre 7, 1928, p. 11), motivado por las dos ediciones en
40 No se ha podido acceder al texto de Amauta al respecto, pero por lo folleto de la conferencia de Marinello Juventud y vejez (Eds. Revista
manifestado en Revista de Avance parece que aquel no se refera de Avance e Imp. y Papelera El Universo, ambas en La Habana, 1928.
explcitamente a la aparicin del poema en la publicacin cubana, sino al La conferencia, dictada en la Sociedad Econmica de Amigos del Pas
contenido en s mismo del poema. No obstante, los editores de Revista el 9 de enero, haba aparecido antes en Revista Bimestre Cubana, La
de Avance se sintieron directamente cuestionados y ofendidos (a una Habana, enero-febrero) y con posterioridad al diferendo Amauta-Revista
escala continental, nada ms y nada menos) y se defendieron y atacaron de Avance, expresaba Rubiera:
con una de sus ms acres Directrices, a la cual respondi Maritegui con 1928 es una publicacin medularmente vieja, a pesar de sus protestas de
su nota 1928 y la oda al bidet (n 17, septiembre, 1928, p. 93), segn juvenizacin. Sus editores, que informan naturalmente la especializacin
consigna Antonio Melis en Correspondencia (1915-1930) (T. 2, p. 440). de la revista, son escritores de mentalidad antigua. Sus cerebros se
Se desconoce igualmente el texto de esta nueva nota de Maritegui en han desenvuelto complacientemente bajo una disciplina espaola, que
torno al asunto. Para entender la cuanta y el tono de la molestia de los equivale a decir sometidos a un patrn estrechamente tradicional. No
editores de Revista de Avance, debe considerarse que no era habitual hay en sus ideas ni originalidad autctona ni transportacin cosmopolita.
en ellos discrepar a las claras en torno a criterios o asuntos expuestos Son netamente hispanos. Lo son tnicamente, literariamente [,]
en otras publicaciones cubanas de la poca, sino que era la suya, por lo ideolgicamente. Su vocabulario ostenta una desteida etiqueta bicolor y
comn, una referencia sesgada, a veces en tal medida, que no puede hoy sus ideas son venerables damas enmantilladas que dan saltos anacrnicos
entenderse a qu o a quin se aluda en algunas de ellas. en las fiestas actuales.
41 Aunque no he hallado indicios que me permitan siquiera especular al En ambos casos se trata de textos rescatados de la prensa epocal
respecto, intuyo que posiblemente la separacin de Tallet del equipo pertenecientes al archivo personal del autor y que por primera vez se dan
editor tuvo que ver con este penoso incidente. Para los ms jvenes a conocer por escrito, aunque las ha utilizado en algunas exposiciones
Tallet era el que ms vala del grupo. orales en conferencias o eventos.
frecuente colaborador44 o el propio Carpentier, uno de los edito- Foncueva, en la tercera de sus cartas antes citada, felicita a Ma-
res fundadores y que se retir de la publicacin apenas salido el ritegui por su nota y censura acerbamente a los editores de
nmero inicial.45 Estas cuestiones se discutan con frecuencia en Revista de Avance. En su prlogo a Correspondencia (1915-
revistas y peridicos de esos aos, as como en cartas, segn se 1930), Antonio Melis considera las misivas de Foncueva las ms
ha podido verificar despus. Hay incluso una de Luis Cardoza y interesantes entre las incluidas en el libro como muestras del
Aragn presencia asidua en la revista cubana a Maritegui intercambio epistolar de Maritegui con escritores cubanos, por
(Navidad de 1929) donde le manifiesta que Revista de Avance los asuntos tan polmicos planteados en ellas por el joven cuba-
es en realidad una publicacin un tanto tmida, conservadora.46 no. Dcele este en la carta de referencia:
la correspondencia iniciada por su carta, magnfico mensaje de su obra y labor, ejemplares, tanto por el valor intelectual que
amistad. Por lo que puede apreciarse, fueron Maach y Mari- tienen, como por haber sabido acompasar su vida a sus tenden-
nello quienes dieron los pasos iniciales para una reconciliacin cias y orientaciones artsticas y cientficas, haciendo buenas con
con Maritegui y su revista, que la repentina muerte de este hechos sus prdicas y sus campaas.53
impidi ampliar y profundizar. En esa direccin deben conside-
rarse hechos tales como que los editores de Revista de Avance El segundo de ellos, en efecto, fue Esquema de una explicacin
anunciaran la venta de Amauta y algunas de sus ediciones en la de Chaplin (diciembre), que haba quedado listo para aparecer
librera habanera Minerva (pero no en la parte dedicada a la en marzo de 1929 en Espiral, revista cubana de vanguardia que
promocin de revistas cubanas y latinoamericanas, lo cual solo dirigira Flix Pita Rodrguez, pero que no logr ver la luz pbli-
sucedera tras el fallecimiento de Maritegui); que Maritegui ca aunque consta la existencia del ejemplar de prueba, hoy
les propusiera intercambio con la revista y sus ediciones y que no localizable, que conservaba Pita Rodrguez, con excelen-
incluso Revista de Avance tuviera (en 1930) la representacin te colaboracin de escritores (poemas, narraciones, crticas) y
de Amauta en La Habana, cuando evidentemente ya Foncueva artistas plsticos cubanos entonces en ascendente desarrollo y
no poda ocuparse de ello por la enfermedad que comenz a exponentes casi todos de los presupuestos ideoestticos de van-
minar su organismo desde los primeros meses de 1929. guardia en aquel momento en pleno auge, como Nicols Guilln,
Regino Pedroso, Carlos Montenegro, Gerardo del Valle, Enrique
En 1929 debe aludirse a la repercusin en Per del asesinato Delahoza, Jos Z. Tallet, Mariblanca Sabas Alom, Ramn Ru-
en Mxico de Julio Antonio Mella, sobre lo cual dej escrito biera, con ilustraciones de Castagno, Vctor Manuel, Hernndez
Roa: Los crculos revolucionarios peruanos sintieron su prdida Crdenas, Hurtado de Mendoza.
como propia, y, sobre todo Jos Carlos Maritegui, que tanto
apreciaba su denuedo y talento. En la primera pgina del quince-
nario Labor, que diriga, apareci, su perfil aquilino captado por
Tina Modotti en clsica fotografa, emocionada nota de duelo51.
Debe sealarse asimismo la existencia de una carta del periodis-
ta Jos A. Giralt a Maritegui (abril 18), envindole su folleto La Un final provisional (1930)
supresin de la Enmienda Platt y solicitndole comentario en
Amauta.52 Igualmente, nuevas colaboraciones en Social, en pri-
mer lugar El indigenismo en la nueva literatura peruana (abril) El fallecimiento de Maritegui el 16 de abril de 1930 caus hon-
que Roig de Leuchsenring presenta en una de sus Notas del da conmocin en los medios culturales cubanos, no as en la
Director literario (con el ttulo De Jos Carlos Maritegui) que prensa diaria, que se limit a informar brevemente sobre ello
citamos in extenso: y sobre su entierro, a partir de cables de la Associated Press54.
En el diario El Mundo, la nota informativa era excesivamente
De este admirable escritor, el espritu y el carcter ms repre- escueta, y desactualizada, por dems, pues dejaba congelada su
sentativos de la actual generacin peruana nueva, damos en
otra parte un estudio notabilsimo sobre El indigenismo en la 53 A este comentario respondi Maritegui con una carta del 30 de junio
segn Correspondencia (1915-1930) fragmentariamente reproducida
nueva literatura peruana, extractado de su ensayo El proceso en la seccin Notas del Director literario de la entrega de Social
de la literatura, uno de los captulos del libro que acaba de pu- correspondiente a diciembre (p. 6), bajo el ttulo habitual De Jos Carlos
blicar en Lima: Siete ensayos de interpretacin de la realidad Maritegui, donde le expresaba: Le debo las ms cordiales gracias por
las amistosas palabras conque ha saludado en Social la aparicin de mis
peruana, y en el cual, adems del ya mencionado, aparecen es- 7 Ensayos y transcrito el fragmento sobre el indigenismo en la literatura
tudios sobre Esquema de la evolucin econmica, El problema peruana. Recibo ahora puntualmente Social que leo con agrado y
del indio, El problema de la tierra, El proceso de la Instruccin simpata. Es un placer recorrer sus pginas donde una nota es constante:
la seleccin y el buen gusto. Y ms adelante le comenta sobre sus
pblica, El factor religioso y Regionalismo y Centralismo. proyectos en marcha: Trabajo en la revisin y anotacin de los originales
de dos libros que publicar en Buenos Aires: Defensa del Marxismo y El
De inters extraordinario para cuantos en nuestra Amrica se Alma Matinal y otras estaciones del hombre de hoy. Si Ud. quisiera
adelantar uno de los captulos del segundo de estos libros, acaso el ms
preocupan de los problemas que constituyen su presente y se apropiado sera mi Esquema de una Explicacin de Chaplin publicado
interesan por preparar su porvenir, son todos los ensayos que en el N 18 de Amauta que ha tenido cierta fortuna entre los lectores
forman este libro de Maritegui; y por l estn tratadas las ma- de esta revista. Ver Correspondencia (1915-1930), ed. cit., p. 599. En
esta misma entrega de Social en que aparecen la carta de Maritegui y
terias que estudia con la capacidad, claridad y amplitud de miras su Esquema para una explicacin de Chaplin se incluye foto suya en
caractersticas en el valioso escritor peruano. perfil de medio cuerpo, con dedicatoria autgrafa que resulta ilegible y
Nos proponemos comentar algunos de esos ensayos, por lo con la siguiente nota debajo: El admirable y admirado escritor peruano,
una de las figuras verdaderamente representativas de la intelectualidad
que solo damos a estas lneas el carcter de saludo, cordial y hispanoamericana contempornea del que publicamos en este nmero
efusivo, que enviamos a Maritegui, y de clida felicitacin por un valioso ensayo: Esquema de una explicacin de Chaplin (p. 6).
54 Se han revisado las colecciones completas de los peridicos habaneros
Diario de la Marina, El Mundo y La Lucha correspondientes a los
51 Ral Roa, El surco de la semilla en el fuego, ed. cit., p. 332. meses de abril y mayo de 1930. No se descarta la posibilidad de que en
52 Jos A. Giralt, Carta a Maritegui (18 de abril de 1929), en Jos Carlos otros de los numerosos diarios capitalinos de entonces hayan aparecido
Maritegui, ob. cit., t. 2, p. 543. informaciones al respecto.
figura en una de sus actividades iniciales: Lima, Per, abril 16 su devotsimo compaero Jos Carlos Maritegui, Lima, 20 de
(AP) Hoy falleci en esta capital el periodista Jos Carlos Mari- diciembre de 1928.59
tegui, fundador del peridico La Razn.55
Sera Revista de Avance, sin embargo, a pesar de lo ya comen-
En el Diario de la Marina, en cuyas pginas haban aparecido tado, la que, adems de la socorrida nota necrolgica (mayo 15),
varias colaboraciones suyas y algunos trabajos sobre l o que lo le rendira el mayor tributo, al dedicarle casi la totalidad de su
aludan, el cable informaba ms ampliamente: prxima entrega (junio 15), en la cual, junto a los trabajos de sus
cuatro editores de entonces Marinello: su famossimo y va-
Lima, abril 17 (AP) Un millar de personas, en su mayora obre- rias veces republicado El Amauta Jos Carlos Maritegui (Fue
ros, marcharon hoy a pie y descubiertos en el cortejo funeral l quien lo bautiz de este modo?) ;60 Maach: La palabra
del joven periodista y escritor Jos Carlos Maritegui, fallecido sola;61 Flix Lizaso: Hombre de letra viva; y Francisco Ichaso:
el mircoles y enterrado esta tarde. El fretro fue llevado en Meditacin del impedido,62 apareceran textos de Waldo Frank:
hombros de los admiradores hasta el cementerio, y lo cubra una Una palabra sobre Maritegui, escrito antes de la muerte del
bandera roja, sobre la cual iba un corazn formado con rosas pensador peruano;63 Lino Novs Calvo: Su ejemplo;64 Alfredo
blancas. Segn avanzaba la procesin funeral, los participantes Zamora: Maritegui; y Medardo Vitier: Un estilo; comentarios
cantaban La Internacional comunista. todos, en mayor o menor medida, expresivos de una admiracin
sin lmites a la labor de Maritegui, a su vida ejemplar, a su en-
En el cementerio varios periodistas y obreros pronunciaron dis- trega a la causa de la justicia social.
cursos en nombre de sus respectivas organizaciones. La polica
vigil silenciosamente el desfile. En todos los panegricos se A todos ellos se aada la visin plstica del Amauta por Carlos
record lo hecho por Maritegui en favor de las clases traba- Enrquez y una breve nota en que Revista de Avance prometa
jadoras.56
59 Social, La Habana, junio de 1930, p. 12.
Mayor espacio brindaron ambos peridicos, en estas y otras 60 De inmediato reproducido en Repertorio Americano (San Jos de
ediciones posteriores, al suicidio y funerales, en la Rusia soviti- Costa Rica, agosto 23, 1930) e incluido despus en su libro Literatura
ca, de Vladimir Mayakovsky, ocurrido en esos das.57 Y ninguno, hispanoamericana: hombres, meditaciones (Universidad Nacional de
Mxico, 1937). Con posterioridad apareci en La Nacin (Santiago de
por cierto, al fallecimiento de Jos Antonio Foncueva, cuatro Chile, julio 16, 1939) y fragmentariamente en Romance (Mxico, abril
das antes del de Maritegui. Solo se inform al respecto en la 15, 1940). A fines de la dcada de 1930 abordara de nuevo la figura
columna diaria Defunciones. del Amauta en un discurso en la Universidad de Chile publicado bajo
el ttulo Maritegui: Bandera de Amrica en Frente Popular (S. de
Chile, abril 19, 1939) y en el artculo Maritegui a los 9 aos, inserto
Las principales publicaciones de orientacin vanguardista an en el suplemento literario del diario habanero Pueblo (junio 10, 1939),
existentes s dieron cobertura informativa y valorativa a ambos posiblemente extracto del discurso. En Bibliografa de Juan Marinello,
ed. cit. se recoge adems una Opinin sobre Maritegui que vio la luz
aciagos sucesos. A ellas se sumaba Revista de La Habana (en- en el peridico Revolucin (La Habana, abril 26, 1965). En el ndice de
trega de mayo), surgida en enero de ese ao, a travs de las Poemas a Maritegui. Trabajos lricos inspirados en la vida y obra de
palabras de uno de los corresponsales y colaboradores cubanos Jos Carlos Maritegui (Empresa Editora Amauta, Lima, 1959) aparece
como el ltimo de los contribuyentes al volumen, pero sin indicacin del
de Maritegui, Jos Antonio Fernndez de Castro, quien titulaba ttulo de su trabajo, que finalmente no se incluy, por no haberlo enviado
su comentario de la siguiente manera: La muerte de Jos Carlos o por no haber llegado a tiempo.
Maritegui: duelo de Amrica. Social le dedicaba una nota en su 61 La obra Jorge Maach. Bibliografa (Ed. mimeografiada, 1997) de
edicin de junio, sin firma pero atribuible a su Director literario, Dolores F. Rovirosa solo recoge este trabajo de Maach sobre Maritegui.
Sin embargo, no se descarta la posible existencia de algn(os) otro(s)
Emilio Roig de Leuchsenring,58 inclua el trabajo de Maritegui dada su amplia y temticamente variada produccin en peridicos
El problema indgena. Sumaria revisin histrica (pp. 11-12, 96) habaneros de la segunda mitad de la dcada de 1920, a la cual no tuvo
y reproduca foto similar a la ya insertada en diciembre de 1929, acceso la autora (quien realiz su trabajo en Estados Unidos) y de cuya
localizacin y compilacin bibliogrfica me ocupo a tiempo parcial, con
ahora limitada al perfil de su rostro, circularmente enmarcada y resultados hasta ahora muy satisfactorios.
con dedicacin autgrafa al pie en la cual se lea: A Emilio Roig 62 Fue republicado meses despus en la revista bonaerense La Vida
de Leuchsenring, director de la selectsima y vigilante revista Literaria (abril, 1931) y de ah tomado para su inclusin en Poemas a
Social, alerta siempre a todas las seales de nuestro tiempo, Maritegui [] (Ed. cit.). No existe una compilacin bibliogrfica del
tambin intenso quehacer periodstico de Ichaso, por lo cual pueden
suponerse las mismas posibilidades planteadas en la nota precedente.
Tngase en cuenta su alusin a Maritegui y a Amauta en su ya citado
artculo en Excelsior.
55 El Mundo, La Habana, abril 17, 1930, p. 26. 63 Y tras el cual se aada una emotiva carta suya fechada en Nueva York el
12 de mayo, que se recoge en el ANEXO XI.
56 Entierro del periodista peruano Maritegui, en Lima, en Diario de la
Marina, La Habana, abril 18, 1930, p. 4. 64 Por tratarse del texto del ms joven de los escritores cubanos que
homenajean a Maritegui en este nmero de la revista, porque no
57 La informacin sobre Maritegui en El Mundo, por ejemplo, aparece bajo se posee noticia de que se haya vuelto a publicar, por su calidad y
un encabezamiento que expresa: Grandes honores a los restos del poeta emotividad, por haber alcanzado posteriormente Novs Calvo tan alto
de los rojos, Mayakovsky. Debajo del texto al respecto, con letra menor, sitial en las letras cubanas y latinoamericanas del siglo XX y por las
Muri Maritegui y seguidamente la brevsima nota cablegrfica. ya mencionadas dificultades para acceder a ejemplares de Revista de
58 Social, La Habana, junio de 1930, p. 11. Se presenta el texto en el ANEXO X. Avance, consideramos procedente su reproduccin en el ANEXO XII.
encargarse de hacer llegar, al Comit creado en Lima para racau- En lo adelante, las alusiones sern ms constantes. As, en el
dar fondos para los hijos de Maritegui, las cantidades que se le artculo Literatura-Per-1929 (nmero 42, enero 15, 1930),
enviasen y dar cuenta de las contribuciones en su seccin Alma- escrito expresamente para Revista de Avance, con la cual se
naque. Convendra hacer aqu un sucinto recuento de la presen- dialoga, Luis Alberto Snchez se refiere a los Siete ensayos de
cia de Maritegui y sus publicaciones en las pginas de Revista de interpretacin de la realidad peruana y a Amauta, con crite-
Avance, a travs de su reciente edicin multimedia. En realidad, rios laudatorios al par que discrepantes en algunos aspectos; en
no fueron muchas las referencias anteriores a las Discrepancias la pgina de anuncios de los prximos dos (43 y 44, febrero 15
aparecidas en el nmero 25 (agosto 15, 1928). En la seccin Direc- y marzo 15, 1930, respectivamente), puede leerse el siguiente:
trices, una nota titulada Maritegui, Amauta (nmero 8, junio
30, 1927, pginas 181-182), expresaba textualmente: La Revista Amauta, de Lima, nos ha enviado para su venta, los
siguientes libros: Siete ensayos de interpretacin de la realidad
Noticias muy escuetas, llegadas directamente de Lima, nos peruana, por J. C. Maritegui/ Tempestad en los Andes, por L. E.
informan del encarcelamiento del admirable escritor peruano Valcrcel/ Poesa, por J. M. Eguren/ El movimiento obrero en el
Jos Carlos Maritegui, de la supresin de la revista Amauta, Per, por Martnez de la Torre.
que Maritegui dirige y de la clausura de los talleres en que esa
revista se editaba. Ni que decir tiene que esas drsticas medidas Y se especifica que se hallan depositados y a la venta en la libre-
obedecen a una orden comn dictada por el presidente Legua. ra capitalina Minerva. En el 45 (abril 15, 1930) en una resea
Tampoco es necesario sealar los pretextos de esa represin. de la seccin Letras sobre Multitud. La ciudad y el campo
Jos Carlos Maritegui es el lder inmaculado, austero, abnega- en la historia del Per, de Jorge Basadre, Marinello habla de la
do, de la juventud peruana que desde hace algn tiempo viene vibracin apasionada y sabia de Maritegui (p. 124); ms ade-
abonando doctrinalmente la conciencia pblica del Per con lante, en la pgina de anuncios del mismo nmero, se seala que
nueva ideologa poltica, social y econmica. No senos oculta Amauta est a la venta en la Librera Minerva, pero sin ms
el linaje radical de esas tendencias, ni el derecho que los go- detalles, lo cual se repite en el inmediatamente posterior (46,
biernos burgueses como el de Legua tienen de precaverse con- mayo 15, 1930), donde tambin se ofrece la noticia del falleci-
tra ellas. Pero es triste tener que decir todava, en pleno siglo miento de Maritegui, como ya se dej apuntado, y en Xavier
XX, que las ideas slo se combaten lcitamente con las ideas. Abril, nota de Almanaque (p. 160) sobre el paso de este por
Atinada o equivocadamente, Maritegui y sus amigos aspiran La Habana en trnsito hacia Madrid, se le valora, se comenta
al mayor prestigio, engrandecimiento y bienestar de la patria muy favorablemente su encuentro con los editores de Revista
peruana. La valerosa revista Amauta traduca con fervor nobi- de Avance, se menciona a Amauta y se dice que l haba lamen-
lsimo y serena claridad esos honrados anhelos. tado el fin presumible en aquel momento de Jos Carlos
1927, hace constar su ms enftica protesta contra aquellos Maritegui. Ya antes se ha escrito en estos apuntes sobre el
actos del dictador peruano y les enva su mensaje de simpata a contenido del nmero 47 (junio 15, 1930), dedicado en buena
la revista limea y a su valeroso inspirador. parte a Maritegui; baste aadir ahora la reiteracin del anuncio
sobre la venta de Amauta en Minerva. Y en el prximo (48,
En el nmero siguiente (9, agosto 15) en la nota de presentacin julio 15), al parecer por primera vez,65 se publicita Amauta, no
de Poesa nueva, de Csar Vallejo, se aclara que se ha reprodu- como publicacin en venta, sino como una ms entre el conjunto
cido de Amauta; en el 18 (enero 15, 1928), en su resea al libro de revistas cubanas y latinoamericanas promovidas por Revista
de Carlos Alberto Gonzlez El poema de los cinco sentidos, de Avance desde sus entregas: se explicita su lema (Doctrina,
Juan Marinello dice del autor que est unido al grupo renovador Literatura/ Arte, Polmica) y se seala que la dirige Ricardo
y bravo de la Ciudad de Los Virreyes y de Amauta (p. 26); en el Martnez de la Torre. Por ltimo, en el nmero 49 (agosto 15),
20 (marzo 15, 1928), en nota de la seccin Almanaque bajo el en el artculo El caso de Max Daireaux, Luis Alberto Snchez
ttulo Saludamos, se habla de la reaparicin de la sustanciosa vuelve a mencionar a Maritegui (p. 235) y a Amauta (p. 236)
y aguerrida revista Amauta (p. 68). Tras el conato de polmica y en la parte de Almanaque destinada a Publicaciones recibi-
hecho pblico en el nmero 25 (agosto 15, 1928), habr que es- das, tambin por primera ocasin se ofrece el sumario de una
perar justamente un ao, hasta el 37 (agosto, 1929), para que en entrega de Amauta (nmero 30) y se la vuelve a publicitar en
la parte de la seccin Almanaque destinada a Revistas extranje- la pgina de anuncios, con la referencia a su entonces director,
ras, se comente la aparicin de Labor en los trminos siguientes: Martnez de la Torre.
Peridico de propaganda poltica alta y buena poltica editado Una investigacin a fondo para precisar la repercusin de la
por la Sociedad Amauta y transido de la militancia inteligente de la muerte de Maritegui en la intelectualidad cubana a travs de la
revista de Maritegui. Informacin completa sobre cuestiones obre- prensa del momento y de correspondencia, contina como una
ras hispanoamericanas y artculos de doctrina y ataque: La lucha tarea pendiente, pero factible, a pesar del deterioro de gran par-
obrera en Colombia, por Demetrio Tello. El Termidor mexicano, por
Eudocio Rabines. (p. 251) 65 Debe tenerse en cuenta que no se ha trabajado con una coleccin original
de la revista, sino con su edicin en soporte digital, que no siempre
incluye todo su contenido.
te de las colecciones de los numerosos diarios y revistas que se textos en la entrega 29, febrero-marzo, 1930) y al informe sobre
publicaban entonces en Cuba. Las informaciones presentadas al la publicacin de Mella (Nueva York), revista del Secretariado
respecto son las ms asequibles (por hallarse en revistas con n- del Caribe del Socorro Rojo (en el nmero 31). Lo ms importan-
dices analticos facilitadores de la bsqueda primaria) o en otras te, desde mi perspectiva, es la breve necrologa de Julio Antonio
a las que se ha podido acceder. A ellas podra aadirse la impre- Mella (aparecida en pginas interiores de un nmero cuya fecha
sin causada por el hecho en Rubn Martnez Villena, a la sazn no precisa Martnez Heredia), de cuya parquedad y algunos as-
en Nueva York en trnsito hacia la Unin Sovitica en busca de pectos del contenido se extraa. Entre otras ideas que cita de la
alivio para sus daados pulmones. Segn testimonio de Enrique nota, destaco las del final:
de la Osa, exiliado entonces en la gran urbe norteamericana:
Haba tomado posicin franca y neta. Por esto mismo, reac-
Una maana, yendo en el subway, se enter, al ojear un peri- cion quiz con exceso contra los que no se decidan a seguir,
dico que otro lea, del fallecimiento de Jos Carlos Maritegui, sin reservas, la misma va. En la polmica se reconoca su tono
a quien tanto admiraba. Era un escueto cablegrama procedente tropical, su temperamento fogoso. Pero su sinceridad y convic-
de Lima. La noticia le anubarr el nimo. El prematuro deceso cin revolucionaria primaban, sobre todo, en sus compaeros.
del brillante idelogo marxista y excepcional escritor constitua Amauta saluda con emocin la memoria del valiente camarada
una prdida irreparable para el movimiento comunista peruano y se asocia a la protesta contra el crimen.70
y un golpe dursimo para la revolucin latinoamericana.66
La muerte de Jos Carlos Maritegui, concluimos, no signific la
Debe recordarse que Martnez Villena fue uno de los ms entu- ruptura de las relaciones cordiales, discrepancia temporal con
siasmados con la lectura de La escena contempornea cuando los editores de Revista de Avance aparte, con su revista Amau-
este corri de mano en mano entre los intelectuales y escri- ta. En los dos nmeros posteriores al suceso apareca reprodu-
tores cubanos desde finales de 1925.67 Tambin consideramos cido el ensayo de Julio Antonio Mella Qu es el ARPA?, texto
justo aadir lo que sobre este sensible deceso, ocurrido apenas que ya, se supone, Maritegui haba dejado listo para publicar en
cuatro das despus de la tambin prematura muerte (con slo su revista. Coincidentemente, ambas publicaciones desaparecie-
veinte aos acabados de cumplir) de uno de sus ms brillantes ron al unsono: Amauta con su entrega 32 (agosto-septiembre,
discpulos, colaboradores y admiradores en Cuba, Jos Antonio 1930) y Revista de Avance con la 50 (septiembre 15, 1930, pero
Foncueva, publicara el diario de Cienfuegos El Comercio (julio 3, completada despus, pues en sus pginas se habla de los suce-
p. 4). Se trata del artculo de Antonio Soto [Paz], enviado desde sos del 30 de septiembre que llevaron a Marinello a la crcel).
la capital y titulado Aspectos habaneros. Maritegui y Foncue- Ni mucho menos signific el olvido total de sus ideas, aunque
va.68 Hasta donde sabemos, fue la nica persona entonces que coyunturas polticas internacionales de las dcadas posteriores
los relacion, pero sin dar a conocer, sin embargo, los vnculos tendieran a dejarlas fuera del debate ideolgico entre los parti-
reales que haban existido entre ambos y sin decir que Foncueva darios del socialismo. Su legado ha constituido centro de aten-
haba sido uno de los escasos colaboradores cubanos de Amau- cin y gua para la accin de muchos. Slo que estos apuntes
ta, lo que s hizo su compaero Francisco Masiques, oculto tras han querido centrarse en la dcada crtica, aquella en que sus
su seudnimo Nicols Gamoln, desde las pginas de Social,69 vnculos con Cuba y sus intelectuales y artistas ofrecieron los
Aunque, como se ha expresado, no se ha tenido acceso a una ms opimos frutos. Sobre la presencia de Maritegui en nuestra
coleccin de Amauta, hay aspectos relacionados con Cuba en prensa, en el quehacer, el pensar y el decir de nuestros lucha-
sus pginas de insoslayable mencin, los cuales resumo a tra- dores de entonces y posteriores, queda bastante por investigar.
vs de comentarios de Fernando Martnez Heredia al final del
panel en que se present la versin original de este trabajo. Se
refera all Martnez Heredia a un artculo sobre el pintor cubano
Eduardo Abela y al manifiesto de la Liga Antimperialista de las
Amricas Contra el terror, la reaccin y la traicin en Mxico, POST SCRIPTUM
donde se habla del asesinato de Mella y se condena la prisin
El cataln Mart Casanovas:
del lder sindical antimperialista cubano Sandalio Junco (ambos
un amautense cubano desde Mxico
66 Osa, Enrique de la: Jos Carlos Maritegui y Cuba, Granma, La Habana,
abril 16, 1976, p. 2. Citamos por Roa, Ral: El fuego de la semilla en el
surco, ed. cit., p. 418, quien repite textualmente pero no lo atribuye a
De la Osa. Casi dcada y media despus de escrita y leda la versin inicial
67 Est por hacerse un paralelo entre la vida, el pensamiento y la accin del texto precedente, el ya para entonces Instituto de Investiga-
revolucionarios de Maritegui y Martnez Villena, en muchos aspectos cin Cultural Juan Marinello realiz en su sede, los das 15 y 16
coincidentes. de julio de 2014, el evento: CREACIN HEROICA. Taller sobre
68 Fue incluido en Escritos de Jos Antonio Foncueva. Ed. cit., pp. 283-286. la vida y el pensamiento de Jos Carlos Maritegui, en el cual
69 Ver Gamoln, Nicols: Apuntes sobre Foncueva, Social, La Habana, julio,
1930, pp. 43, 90. Reproducido en la revista Atabex (La Habana, mayo 70 Ver Maritegui, ed. cit., pp. 214-217, la cita en la p. 215.
23, 1931, pp. 1, 12) y en Escritos de Jos Antonio Foncueva. Ed. cit., pp.
286-289.
present el trabajo Viajero que vas por tierra y por mar: Estan- exposiciones. Con sus compaeros de la publicacin promovi
cias y presencias de Mart Casanovas: un amautense cubano, en la Primera Exposicin de Arte Nuevo y auspici una exposicin
cuyas conclusiones destacaba que de artes plsticas del Instituto Nacional de Sordomudos. Junto
a otros minoristas y algunos de los ms bisoos escritores y ar-
ni Catalua (donde apenas se le conoce), ni Mxico (donde resi- tistas que emergan con inusitada fuerza en 1927 fue uno de los
di por casi un cuarto de siglo y cuya ciudadana adopt) lo han propugnadores del acercamiento y colaboracin entre sectores
reclamado como autor nacional. Cuba, donde [] vivi solo por intelectuales y proletarios y de la formacin del Sindicato de
algo ms de ocho aos en dos momentos bastante separados Trabajadores Intelectuales y Artistas de Cuba, cuyo Manifiesto
en el tiempo, s lo ha acogido, como evidencia su inclusin en el nmero 1 firm, lo cual lo condujo a la crcel a raz del proceso
Diccionario de la literatura cubana y en la Historia de la literatu- comunista en julio junto a otros firmantes como Alejo Carpen-
ra cubana. En Cuba reposan sus restos. En la Universidad de La tier y Jos Antonio Fernndez de Castro. Puesto en libertad bajo
Habana se gradu su hija Luisa Casanovas Estap (hasta donde fianza, al salir de la crcel fue nuevamente apresado y expulsado
se conoce viva an en Estados Unidos), directora del Colegio del pas por extranjero indeseable.
Mart de Santa Clara hasta el momento de la nacionalizacin de
la enseanza en 1961 [] En Cuba nacieron cinco nietos suyos Al partir de Cuba a fines de agosto o comienzos de septiem-
[] Por todas las consideraciones hasta aqu expuestas estimo bre de 1927, Casanovas haba colaborado en otras importantes
que Mart Casanovas debe incluirse como uno ms de los miem- publicaciones cubanas de orientacin vanguardista, como el
bros de la familia cubana de Maritegui. De este modo, saldo Suplemento literario del Diario de la Marina, atuei, Social, as
una deuda y subsano una omisin cometida hace ya catorce como en Cuba Contempornea, Revista Bimestre Cubana, El
aos en este mismo lugar y en circunstancias como las que hoy Guanche, El Heraldo, El Universal. Pero sus ms apreciables
nos renen de nuevo: el homenaje al Amauta, en esta ocasin y completamente ignoradas contribuciones al desarrollo
con motivo de los ciento veinte aos de su nacimiento, homena- de la literatura y el arte de definida orientacin vanguardista en
je que hago extensivo a Casanovas por similar motivo. Cuba las realiz desde las pginas del Heraldo de Cuba, entre
fines de febrero y julio de 1927, a travs de su columna diaria
Como quiera que Casanovas y su quehacer no son muy conocidos, Pequea gaceta, donde public cerca de setenta artculos de
se resume en unos prrafos cuanto se ha podido indagar hasta variable extensin (a veces en series de 3, 4 y hasta 10 en el caso
el momento sobre l y se expuso en el referido evento de 2014. excepcional de los dedicados a la Exposicin de Arte Nuevo) so-
bre temas y asuntos diversos relacionados principalmente con
Nacido en Barcelona apenas unos meses despus que Maritegui el arte, la literatura y la cultura, aunque no limitados a ellos. En
(el 14 de junio) en el mismo 1894, ya desde 1914 se le ve colabo- el propio diario escribi para la pgina Arte y literatura de su
rando con frecuencia en publicaciones como Revista de lEscola Magazine ilustrado semanal, en el cual fue responsabilizado en
de Decoraci, La Revista, Quaderni dEstudi, en las que apare- junio de otra denominada Arte y artistas, donde dio a conocer,
cen estudios y reseas suyos sobre arte y literatura, por lo ge- como qued expresado, el trabajo de Maritegui Arte, revolu-
neral catalanes, todos muy bien fundamentados e impregnados cin, decadencia (3 de julio).
de un fuerte sentimiento nacionalista, contrario a la opresin del
gobierno central de Madrid, lo que lo obligar a exiliarse. Tras su expulsin de Cuba, la firma de Casanovas parece estar
ausente de la prensa cubana por ms de tres dcadas. La valo-
A mediados de 1923 se encuentra en La Habana. En La Nova racin en su justa medida de la contribucin de Casanovas a la
Catalunya, en cuyas pginas se le presenta como nuevo, culto promocin, divulgacin, anlisis y valoracin del llamado arte
y valioso compaero de redaccin [] joven propagandista del nuevo en Cuba, se ha visto limitada por el desconocimieto de
nacionalismo cataln y notable escritor, apareceran artculos la parte ms importante numrica y conceptualmente y por
suyos de orientacin poltica y notas de diverso carcter, a veces el ms amplio radio de accin que el medio le posibilitaba de
en cataln. Para fines de dicho ao, redacta la columna Gaceta sus escritos en la prensa diaria. Ms de un centenar y medio de
de las artes en el diario El Pas, en la cual es de destacar la serie colaboraciones de Casanovas en la prensa cubana entre 1923 y
dedicada al Saln de Humoristas. En enero del ao siguiente ten- 1928 localizadas hasta el momento (y estn pendientes de re-
dra una nueva columna en el mismo diario Acotaciones, visin cuidadosa los aos 1924, 1925 y 1926) nos hablan de una
que solo dur ese mes y abordaba temticas menos centradas dedicacin intensa al quehacer periodstico en el campo de la
en lo artstico-literario. cultura, con especial nfasis en el arte y la literatura.
Pronto se vincular al Grupo Minorista, colaborar en Vene- Segn referencias de la prensa, su llegada a Mxico se produ-
zuela Libre y firmar la Declaracin (mayo de 1927) en que jo a comienzos de la segunda quincena de septiembre de 1927.
el Grupo expone sus doctrinas en lo poltico, lo social y lo ar- No menos intensa que la desplegada en La Habana, aunque s
tstico-literario. Ya para entonces figuraba como uno de los ms dilatada, parece haber sido su actividad en la nacin azte-
editores-fundadores de Revista de Avance (iniciada en marzo ca, donde permaneci hasta 1951 y cuya ciudadana adopt. Li-
de ese ao), en cuyas pginas dej ensayos, artculos y notas mitndonos a la dcada que nos ocupa, puede decirse que fue
sobre artistas plsticos cubanos, as como reseas de libros y uno de los firmantes del Manifiesto Treintatreintista contra la
decadencia acadmica, que estuvo entre los colaboradores de la Las pginas de la revista Amauta atendieron tambin tpicos
revista 30-30!, rgano de los pintores de Mxico y que firm al de alcance continental, todos ellos de carcter controversial y
menos otro de los cinco manifiestos de la organizacin, recogido por ende abiertos al debate. La preocupacin por elaborar un
en Amauta (febrero-marzo, 1929). Tal y como antes se haba discurso identitario continental deba marchar a contracorrien-
vinculado a los apristas cubanos y su revista atuei, en Mxico te de las propuestas filo-hispanistas y eurocntricas de la oli-
fue integrante de la clula aprista. Entre 1928 y 1929 se han ha- garqua peruana y latinoamericana. Destaca en esa direccin el
llado colaboraciones suyas en las revistas mexicanas Mstiles, intercambio polmico sostenido entre las tesis indoamericanas
Vanguardia, Revista de Revistas y se presume que haya salido del cubano [sic] Mart Casanovas y las europestas del boliviano
algn texto en Forma. Desde all su quehacer se irradia hacia Franz Tamayo.73
Costa Rica (Repertorio Americano) y Argentina.71 Pero el mayor
nmero de colaboraciones localizadas correspondientes a esos A travs de Labor (mayo 1929) nos informamos de una expo-
aos apareci en Per, donde de seguro su firma era ya conocida sicin de arte mexicano realizada en Chiclayo por iniciativa de
por sus trabajos en revistas cubanas y mexicanas que hasta all Casanovas (Visit la ciudad?). Igualmente tenemos referencias
llegaban y eran recepcionadas crticamente en los rganos de la de otras colaboraciones suyas en la publicacin vanguardista pe-
vanguardia artstico-literaria del pas andino. Hasta donde se ha ruana Boletn Titikaka, de la ciudad de Puno: Afrocubanismo
podido indagar, la primera en incluirlo en su nmina de colabo- artstico (marzo, 1928), Plstica mexicana (agosto, 1928) y La
radores fue, por supuesto, Amauta, asimismo una de las publica- nueva pintura de Mxico. Testimonio de cultura indoamericana
ciones donde mayor nmero de trabajos de su autora se han lo- (enero, 1929), pero tampoco se ha podido acceder a ellas. En el
calizado tras su forzosa salida de Cuba. Un total de nueve textos Boletn se constata tambin su firma en una carta colectiva a
suyos vieron la luz en la revista de Maritegui entre febrero de nombre de la clula del APRA en Mxico (diciembre, 1927).
1928 y junio de 1929: Arte de decadencia y arte revolucionario
(febrero, 1928), La inmoralidad de la inteligencia pura (marzo, En la Correspondencia de Maritegui hay varias referencias a
1928), Jacoba Rojas (abril, 1928), Autoctonismo y europesmo Mart Casanovas que son muestra de cunto se apreciaba su
y Carta (ambos en octubre, 1928), Cuadro de la pintura mexi- vala intelectual y de cmo se articulaban las redes de colabo-
cana (noviembre-diciembre, 1928), Vanguardismo y arte revo- racin entre las revistas de orientacin vanguardista en Amrica
lucionario: confusiones (abril, 1929), La plstica revolucionaria Latina en aquellos aos finales de la dcada de 1920. No duda-
mexicana y las escuelas de pintura al aire libre (mayo, 1929), mos que Casanovas haya colaborado en otros muchos peridi-
Pintores mexicanos (junio, 1929). A ellos habra que sumar los cos y revistas de Mxico y de otros pases de Amrica Latina
dos aparecidos en otra publicacin mariateguiana, Labor: M- desde entonces y hasta la dcada de 1950.
xico despus de la muerte de Obregn (noviembre 10, 1928) y
el tambin inserto en Amauta Cuadro de la pintura mexicana Se conoce que entre 1951 y 1964 Casanovas viaj por pases de
(noviembre 24 y diciembre 8, 1928). Toda esta informacin pro- Amrica del Sur y Europa (incluidos algunos del extinto campo
cede del libro de Alberto Tauro Amauta y su influencia, pues socialista, al parecer acompaando a su hija mexicana Helia, can-
no se ha podido acceder a colecciones originales o facsimilares tante de msica popular de su pas y de otros de Latinoamrica),
de ambas publicaciones.72 De acuerdo con Tauro, no cabe duda que perteneci a la Organizacin Internacional de Periodistas,
de que Casanovas fue uno de los ms asiduos colaboradores no que fue corresponsal de publicaciones cubanas como el diario
peruanos de Amauta. Llama la atencin, sin embargo, que en El Mundo y la revista semanal Bohemia (en Europa y Mosc, a
los dos tomos de la Correspondencia (1915-1930) de Marite- partir de 1960 y 1964, respectivamente). En la primera se des-
gui no se incluyan cartas suyas, aunque por lo menos le envi empeara, tras su reencuentro fsico con el pas en 1964, como
una, publicada en la revista y motivada por su deseo de que comentarista de asuntos internacionales y tambin firmara tra-
aparecieran en las pginas de Amauta dos textos de igual ttulo bajos sobre temticas literarias. Escribi, asimismo algunos pr-
Autoctonismo y europesmo del boliviano Franz Tamayo logos, entre ellos el de la rbita de la Revista de Avance (Eds.
y del propio Casanovas, en que ambos polemizaban sobre tales citadas), cuya seleccin estuvo a su cargo.
tpicos. En su libro aludido Tauro comenta tales trabajos y se-
ala ideas que estima errneas en el de Tamayo. Por su parte, en Como habr podido apreciarse en esta breve sntesis, la presen-
un estudio sobre la Amauta de 1928, el mariateguista Ricardo cia fsica de Mart Casanovas en Cuba fue harto efmera. Pero los
Melgar Bao ha aludido a estos textos del siguiente modo: frutos de su labor aqu, incluso remitindonos slo a la ms co-
nocida (y reconocida) hasta ahora, han quedado como muestra
de una sostenida dedicacin a empeos que hoy forman parte
insoslayable del patrimonio y la tradicin culturales de la na-
71 Se agradece al profesor Horacio Tarcus la referencia al volumen colectivo cin cubana. La historia de la cultura cubana contempornea no
El marxismo y el arte. Estudios sobre el arte proletario (Claridad, puede imaginarse sin esos hitos de la dcada crtica que fueron
Buenos Aires, ca. 1929) con trabajos de A. Lunatcharsky, Mart Casanovas
y Johannes Becher. 73 Melgar Bao, Ricardo: Definiciones de la revista Amauta: smbolos, redes
72 Gracias a la colaboracin del amigo Diego del Pozo, profesor en intelectuales y proyecto socialista en 1928, en Regina Crespo (Coordinadora):
la actualidad de Towson University, Maryland, poseemos en estos Revistas en Amrica Latina: Proyectos literarios, politicos y culturales,
momentos copias de todos los trabajos de Casanovas en Amauta. UNAM, Mxico, 2010, pp. 179-213, la cita en la p. 191.
II.
ANEXOS COMPAERISMO INTELECTUAL75
75 Social, La Habana, agosto, 1927, pp. 5-6, seccin Notas del Director
literario.
74 El Heraldo, La Habana, marzo 1, 1924, p. 2, y Juventud, mayo, 1924, p.
46. Tomado de: Mella, Julio Antonio: Documentos y artculos, ed. cit.,
pp. 98-99.
inmediata de los esposos poetas Portal y Delmar, fue impuesta por ningn inters para la polica. Le ruego enviarme Social. La adminis-
la opinin unnime del pueblo, justamente indignado, por haber sido tracin de Amauta le mand ejemp. del No. 10 para que encargara
detenidos stos con una pequea nia de cuatro aos, Gloria. Ud. la venta de la revista a una librera de La Habana. Nos ha escrito,
A consecuencia de denuncia hecha a nuestro Gobierno, por el Mi- supongo que por insinuacin de de Ud. Jos A. Foncueva, ofrecindo-
nistro del Per en Cuba, se ha iniciado entre nosotros una causa se para propagar Amauta en Cuba.
criminal en averiguacin de un supuesto complot comunista en esta Le encarezco hacer llegar a Tristn Maroff la carta adjunta y le reite-
Repblica, con ramificaciones en el Per y otros pases hermanos ro las protestas de mi amistad devotsima.
de Amrica, y que ha dado lugar a que sean procesados y presos
numerosos individuos en la Habana y otras poblaciones de la Isla, y, Jos Carlos Maritegui [Impreso y con su rbrica]
entre ellos, el poeta Peruano Delmar, que acababa de llegar a Cuba, Lima, 12 de marzo/28.
y los escritores cubanos, compaeros, amigos y colaboradores de
SOCIAL, Rubn Martnez Villena, Alejo Carpentier y Jos Antonio
Fernndez de Castro, as como el seor Mart Casanova, uno de los
directores de 1927. IV.
CARTA DE MARITEGUI A JOS ANTONIO
Nombrado un juez especial en esa causa, sujeta sta a los trmites FERNNDEZ DE CASTRO77
de un proceso ordinario y habindose guardado con los compaeros
detenidos toda clase de consideraciones, sin que se estn usando Lima, 1 de Agosto de 1928
otros procedimientos que los normales establecidos por la ley, y Seor don Jos A. Fernndez de Castro
detenidos como estn, no en prisiones polticas o militares, sino en La Habana
el establecimiento adecuado, no tenemos, en este sentido, que le-
vantar nuestra protesta por arbitrariedades judiciales cometidas con Muy estimado compaero:
los escritores cubanos, como s lo han sido en el Per. Desde que recib, con una carta de Tristn Maroff, una colaboracin
de Ud. para Amauta, me asedia el propsito de escribirle, pero el
Si nuestro Gobierno y tribunales se revisten con amplia ecuanimidad excesivo trabajo que me ha legado un perodo de crisis en mi salud
y recta justicia, como es de esperar, confiamos que, en breve plazo, ha venido aplazando esta satisfaccin.
quede esclarecida la inocencia absoluta de los intelectuales, com- Hoy decido escribirle estas cuatro lneas, como mensaje inaugural
paeros nuestros sometidos al proceso, recobrando rpidamente de mi amistad, dejando para una prxima ocasin la carta con que
la libertad, libertad que tambin deseamos alcancen los escritores quisiera empezar nuestro dilogo.
peruanos que guardan prisin en su patria, y por los cuales nos he-
mos interesado, al igual que lo hicimos ayer con el ilustre penalista Le enviamos una coleccin de la segunda poca de Amauta. En el
espaol Jimnez Asa, sin que nuestro inters con ellos signifique No. 15 encontrar Ud. su hermoso artculo que me ha gustado mu-
intromisin en los problemas polticos de otros pases, sino la na- cho por su emocin y su fuerza.
tural y justa identificacin espiritual e ideolgica con los que, como
nosotros, vienen laborando por las letras, las artes y las ciencias, Tristn Maroff me pide, a nombre de Ud., colaboracin para para
y tambin, por el Derecho, la Democracia, la Libertad y la Justicia. [sic] El Diario de la Marina. La inicio por el momento con la adjun-
ta copia de una carta a Garca Monge, desmintiendo las gratuitas
afirmaciones de un artculo, transcripto por Repertorio Americano,
sobre Gorki y los soviets, debido al numen y a la garrulera de Crist-
III. bal de Castro. Lamento no tener a mano un recorte de mi impresin
TARJETA DE MARITEGUI A ROIG DE LEUCHSENRING76 sobre la novela Los Artamonov, parea ajuntrsela tambin. Pronto
le enviar colaboracin especial.
Muy estimado compaero:
Ud. queda definitivamente inscrito en el elenco y la amistad de Per y Uds. de la de Amauta y nuestros libros en Cuba, por medio
Amauta que espera su frecuente visita. de sus libreros.
Le tiende sus dos manos cordiales
Jos Carlos Maritegui Muy cordialmente le estrecha la mano, con devotos sentimientos,
[Rbrica solamente] su amigo y compaero
Le de su Indagacin del choteo lo que se public en Social y por Hasta aqu la impugnacin no nos concierne. Honradsimos de que
cierto me interes y gust mucho. Es Ud. desde hace tiempo uno un escritor como el Sr. Gimnez Caballero se acogiera, en aquella
de los escritores de Cuba que en Lima seguimos y apreciamos ms. sazn, a nuestra hospitalidad, no debemos llevar sta al punto de
A Snchez le di algunas cuartillas mas para 1929 [Revista de subrogarnos en un derecho de defensa que slo a l le incumbe y
Avance]. Pero ya les enviar algo ms digno de su excelente revista, cuyo ejercicio, en todo caso, estara fuera de lugar en esta seccin.
cuyas pginas recorro siempre con especial atencin. He encontrado Es sobreentendido que las responsabilidades de una publicacin se
en uno de sus ltimos nmeros una nota amable sobre Labor, que circunscriben a las secciones no firmadas que en ella aparecen, ya
precisamente acaba de ser suprimida por una ltima orden policial. que otra cosa sera poner en tela de juicio la aptitud de sus colabora-
He reclamado, con el apoyo de la Asociacin Nacional de Periodistas; dores para mantener sus puntos de vista. La ndole de nuestras cola-
pero parece que no hay esperanza de que se reconsidere esa medida, boraciones no responden [sic], pues, de un modo estricto, al criterio
tomada en momentos en que se retorna al expediente de los com- unnime de los editores de 1928, que slo se manifiesta difana e
plots comunistas para paralizar por el terror a la burguesa ancien ntegramente en los aportes de redaccin. Aqullas se aceptan o re-
regime y para reprimir a diestra y siniestra. chazan atendiendo a que acusen o no cierto grado de estimabilidad
puramente artstica.
Repita si le es posible el envo de su libro y proponga a la admi-
nistracin de 1929 si le parece el intercambio con Amauta de la Pero aade Amauta que el Sr. Gimnez Caballero es un literato de
revista y las ediciones. 1929 merece circular en el Per regular y talento extensamente divulgado en los pases que, aunque sus van-
constantemente. Nosotros nos encargaramos de su difusin en el guardias protesten, rinden todava a la vieja metrpoli largo y puntual
tributo y hay el peligro de que de esta actitud se enamoren muchos
de esos jvenes desorientados que no saben separar en lo contempo-
rneo, los elementos de revolucin de los elementos de decadencia.
Reiteradamente hemos acogido en nuestras pginas el aporte, solici- oportunidad de contrastacin enrgica, en someterlas a la prueba
tado o espontneo, de la nueva literatura espaola, que hemos alter- polmica, contra las ideas adversas fina y fuertemente sustentadas.
nado con lo continental y lo vernculo, sujetndonos a un exclusivo A enemigo que ataca si es como el Sr. Cat puente de plata.
criterio esttico y sin exigir a firma alguna certificado de nacionalidad
que la respalde. Nos interesa, por tanto, desvirtuar la reticencia que
subraya estas palabras. VII.
JUAN MARINELLO SOBRE MARITEGUI80
Habla Amauta de rendir tributo. Quin a quin? Nosotros a la
vieja metrpoli al insertar en nuestra revista los specimen de su ac- De esa condicin provincial que quizs toca a su fin, nace el hecho
tual literatura o la vieja metrpoli a la joven Amrica cuando enva de que hasta hoy las inquietudes americanas no sean otras que las
para nuestra revista la contribucin de sus hombres mejores? No europeas. No quiere esto decir que falte a los americanos conciencia
hay en este apreciar unilateralmente las cosas un empaamiento de de sus problemas ni que sus mejores hijos hayan dejado de penetrar
visin, que es lo que menos conviene a nuestra Amrica, cuyos hom- sus factores. Quiere decfir, s, que hasta ahora las soluciones han ido
bres debemos aspirar, ms que los otros, a ver las cosas limpiamen- a buscarse al viejo laboratorio. Debe seguir siendo fatal esta postu-
te, sin la retcula de los prejuicios pasatistas? Si tributo, en el sentido ra? Jos Carlos Maritegui, una de las ms nobles y fuertes cabezas
que da Amauta a esta palabra, es publicar en nuestras revistas el hispanoamericanas, cuya americanidad nadie puede poner en duda,
aporte de la buena literatura espaola de hoy, qu publicacin ame- ha expresado recientemente la necesidad del saber europeo para
ricana no ha rendido ese tributo, ms o menos largo y puntual? Aca- enfocar las cuetsiones de esta banda atlntica., Esta posicin, que
so Amauta? No, que en sus pginas hemos visto con frecuencia co- no niega capacidad genuina a las mentes americanas y solo denuncia
laboraciones espaolas y en este mismo nmero en que aparece la un estado constituyente, parece la mejor si se se la entiende como
nota condenatoria para la Oda de G. C. y se habla despectivamente el autor de los Siete Ensayos: si de lo europeo se aprovecha la infor-
de la greguera castiza y aventurera, se inserta un artculo en elo- macin cernida por siglos de riguroso laboreo y de ella se aisla lo de
gio de Ramn Gmez de la Serna. No habr un exceso de suspicacia, humana medida para confrontarlo con nuestras realidades. Por este
un pasarse de picado, como por aqu decimos, en ese querer hallar camino se ir con la solucin americana a los comienzos de una
relaciones de dependencia y nostalgias de coloniaje en el hecho de culturaactitud que logre dar en su da normas al viejo maestro.
que un americano no se recate para gustar tambin de lo bueno que Entonces el temblor inicial de la inquietud nacer en este Continen-
hoy en Espaa se hace? 1928 se ha apresurado siempre a registrar te. Cuando alcancen nuestras soluciones por americanas estatura
en sus pginas las novedades literarias y artsticas que en los Esta- humana. Entonces Amrica recordemos el dicho de Waldo Frank
dos Unidos se producen. En nuestro pasado nmero publicamos la se justificar ante el mundo.
primera traduccin hecha en castellano de la parte inicial de The
Bridge of San Luis Rey, la gran novela de Thornton Wilder. Quiere
esto decir que aprobemos los gestos imperialistas de ese pueblo? VIII.
LA MUERTE DE JOS CARLOS MARITEGUI81
En el caso de la Oda del Sr. Gimnez Caballero no fue la excelencia
literaria que Amauta reconoce en su autor ni mucho menos ese La muerte de Jos Carlos Maritegui, por ser duelo de la Amri-
largo y puntual tributo lo que decidi la publicacin. Tampoco la ca nueva, es duelo de 1930. La noticia de su partida hiere como
motiv una simpata por nuestra parte con la teora de la deshuma- cosa cercana, entraable. A la cordialidad con los editores de esta
nizacin del arte. Este intento de valorar el arte segn sea humano revista se uni siempre su atencin vigilante por la vida de 1930.
o deshumanizado nos parece en exceso esquemtico, y la discusin No hace an tres meses que fuimos honrados con la representacin
que lo mantiene sobremanera ociosa. El arte no es bueno ni malo de Amauta, la revista que fue proyeccin natural de la obra y de
porque sea humano o deje de serlo. Su autenticidad responde a la vida de Maritegui y Amauta nos representa ahora en el Per.
criterios estticos y no morales ni sociales. Publicamos, pues, la Si cupieran orgullos en las tristezas sinceras podramos decir, orgu-
composicin del Sr. G. C. porque la juzgamos de un genuino valor llosamente, que ha muerto uno de los nuestros. Mejor, decir que se
esttico, cuyo grado no importa ahora precisar. ha ido un espritu de excepcin, rico de claridades desusadas en la
conducta y en la obra. Ms justo, afirmar que nos ha dejado una de
Incidentalmente, referimos parte de lo dicho en esta nota a la publi- las cabezas directoras de la nueva conciencia indoamericana.
cacin por nosotros del reciente ensayo de Hernndez Cat Esttica
del tiempo: lo Nuevo, lo Viejo y lo Antiguo. En ese ensayo se for- La tirana borgiana de Legua ms que el largo padecer fsico ha ma-
mulaba una posicin literaria en cierto modo adversa a las tenden-
cias estticas que 1928 ha venido divulgando y encareciendo entre 80 Juan Marinello: Sobre la inquietud cubana [fragmento], Revista de
Avance, La Habana, diciembre 15, 1929, p. 355. En su publicacin como
nosotros. Le dimos cabida, por tratarse de un trabajo de manifiesta folleto por las Ediciones de Revista de Avance, 1930, el fragmento en
excelencia y porque entendemos que uno de los modos de contri- las pginas 6-7.
buir al enraizamiento de las nuevas ideas consiste en ofrecerles una 81 Revista de Avance, La Habana, mayo 15, 1930, p. 132.
tado al autor de los Siete Ensayos. Pero el arpn de Maritegui ha enfermedad que padeca el rebelde intelectual. Tuberculosis sea.
quedado firme en la entraa del enemigo. Esperamos que su gran No poda caminar y tampoco usar de los brazos. ltimamente dicta-
ejemplo austeridad, erguidez, generosidad encarne en los que tu- ba sus trabajos y se le haba hecho muy difcil el consuelo supremo:
vieron el privilegio envidiable de su comunicacin directa. Solo as se leer y estudiar sin ajeno auxilio. Su compaera comparta con l esas
harn exequias gratas al gran espritu. tareas. Con una cultura extraordinaria en diversas disciplinas filoso-
fa, ciencias sociales, economa poltica, historia, etc. J. C. M. hubiera
Nuestro prximo nmero ser en gran parte homenaje a la memoria podido desempear cualquier ctedra en uno de los establecimien-
de Jos Carlos Maritegui. tos de enseanza superior en su patria. Siempre se neg a hacerlo
por no permitrselo su ideologa poltica. Su revista Amauta, verda-
dera trinchera de ideas de toda la juventud pensante de nuestro
IX. continente, estaba siempre abierta a toda causa justa y a todos los
LA MUERTE DE JOS CARLOS MARITEGUI: nuevos horizontes. Los nuevos criterios estticos, polticos, sociales,
DUELO DE AMRICA82 encontraban en sus pginas campo propicio.
J[os] A[ntonio] F[ernndez] de C[astro] Hace poco que Maritegui public su ltimo libro: Siete Ensayos
de interpretacin de la Realidad peruana. En ese volumen aparecen
El cable escueto y parco dio la noticia. En su tierra natal, vctima de examinados por un espritu totalmente marxista los fenmenos de
la misma enfermedad que lo aquejaba desde haca ya mucho tiempo, diversa ndole que presenta en los das que corren, el pas donde
acaba de morir uno de los escritores jvenes de ms prestigio en naci y muri ese formidable animador de ideas.
toda la Amrica Latina: Jos Carlos Maritegui, peruano.
No rehuy nunca los peligros a que sus convicciones lo expusieron.
Posiblemente, J. C. M., el desaparecido director de la revista Amauta, Varias veces se vio procesado, perseguido y suspendida la publicacin
no tendra ms de 35 aos. Ignoramos todos sus amigos de Cuba de- de su querida Amauta. Y ni su situacin de invlido le impidi dedicar-
talles respecto a los primeros aos de su vida. Como dice muy bien se a la lucha activa en pro del triunfo ltimo de sus ideales, ni se apro-
Blanca Luz Brum, en un artculo publicado en el nmero de enero de vech de ella para rehuir en el momento de peligro la responsabilidad.
la revista Crisol, que dirige en Mxico J. de D. Bojorquez, todos los Revista de La Habana, que estimaba como suyo a Jos Carlos Mari-
espritus americanos ansiosos de renovacin, lo conocimos cuando tegui, quiere hacer llegar a toda la juventud del continente su ms
nos pas su tarjeta de visita con aquel primer libro suyo Escena Con- apasionada condolencia por la prdida que toda la Amrica ha sufrido.
tempornea, en el que recoga sus vibrantes ensayos escritos duran-
te seis aos de destierro en Europa. Y es verdad que fue en este inte- Ms estrechamente, quiere dirigirse a los camaradas de Amauta y
rregno, atento y sabio espectador de los acontecimientos polticos compartir con ellos, mediante estas lneas, el ntimo dolor que ex-
que se desarrollaron en esa poca, la reconstruccin de Alemania, el perimenta, sin aadir una sola palabra de exhortacin a que ocupen
Tratado de Rapallo, el inicio de la Nep, el auge del fascismo. el hueco recin abierto en el frente del Per, porque todos los que
aqu trabajamos, sabemos como sienten y lo que piensan y lo que
En ese libro suyo est toda la Europa de esos das, vista por un esp- harn los hermanos en ideas del joven escritor desaparecido, quien
ritu genuinamente joven, genuinamente revolucionario. Maritegui tambin lo era nuestro.
es en Escena Contempornea el ejemplo ms claro que tiene ante s
la joven intelectualidad americana, que no tiene complicidad con el
pasado, porque se ha colocado frente al espectculo poltico y social X.
de sus respectivas patrias, en actitud crtica y colaboricionista [sic]. [NOTA NECROLGICA EN SOCIAL]83
Nobles espritus que lo conocieron y lo trataron y que ms tarde fue-
ron y son amigos nuestros, dijeron a este redactor de la Revista de La [Emilio Roig de Leuchsenring]
Habana, de la persona y la obra de Jos Carlos Maritegui. Tristn
Maroff, Luis Bustamante, Carmen Saco, durante las temporadas que Una de las ms altas y representativas figuras de la joven intelectua-
han vivido en esta ciudad, compartieron con nosotros largas horas lidad indoamericana contempornea, el peruano Jos Carlos Mari-
de conversacin, en las que era tema principal y preferido el escritor tegui, acaba de fallecer en Lima, donde resida. Literato, pensador,
peruano. Por ellos nos fueron conocidos detalles de la tremenda filsofo, socilogo, su nombre era conocido, respetado y admirado
en todo el continente y en Espaa. Desde la revista Amauta, y des-
de las pginas de sus dos libros La Escena Contempornea y
82 Revista de La Habana, mayo, 1930, pp. 219-220, seccin Crnicas, Siete Ensayos de interpretacin de la realidad peruana , libr
subseccin Letras. con inteligencia y valenta superlativas las ms brillantes campaas
que en nuestra Amrica se han acometido en estos tiempos contra bolo de la liberacin hispanoamericana de Espaa en lo econmico y
las desigualdades sociales, la injusticia, las dictaduras, la explotacin en lo poltico. Y precisamente un sm bolo tal era para m el cruce de
capitalista y el imperialismo, predicando con la pluma y con su ejem- Jos Carlos del Pacfico al Atlntico un smbolo de la coordinacin
plo, ennoblecida su labor por las persecuciones y las prisiones. Su cultural, intelectual y espiritual de la Amrica hispnica.
muerte constituye positiva y no fcilmente reparable prdida para la
juventud americana que tuvo en l un maestro y un gua que ense Hemos perdido un lder y un hermano: la Muerte nos ha infligido una
a los intelectuales el puesto de vanguardia que, como hombres y ciu- severa derrota. No hay nada que podamos hacer sino saludarle, y se-
dadanos, estaban obligados a ocupar, participando activamente en guir adelante, en su espritu. Pero todo esto es demasiado complejo
los mltiples y trascendentales problemas poltico-sociales que en para explanarlo en una mera nota. Permtaseme resumirlo en una
la Amrica y el Mundo estn planteados hoy en da y a cuya solucin sola palabra. Maritegui es un Hombre un hombre cuya totalidad
estn obligados a contribuir, de manera esencial, los intelectuales Spinoza hubiera reconocido, y Jess tambin.
todos, y sealadamente los jvenes. Siempre vuestro,
WALDO FRANK
Social, que le cont entre sus ms admirados colaboradores y ami-
gos, siente la muerte de Jos Carlos Maritegui, como desgracia pro-
pia, que nuestro era tambin, por el afecto que le profesbamos y XII.
por la comunidad ideolgica que a l nos acercaba y una. SU EJEMPLO85
El trabajo suyo que aqu reproducimos [El problema indgena. Suma- Lino Novs Calvo
ria revisin histrica], es uno de sus ltimos trabajos y de los menos
conocidos en el Continente y constituye una admirable sntesis de su Ahora que l ha callado; y no antes, cuado l hablaba. Entonces lo
visin sobre el problema indgena americano. escuchbamos, discpulos atentos, que no lo negaremos nunca. l
nos ha enseado a decir s o a decir no, a los nicos que lo diremos
siempre, an cuando sea en parbola. An cuando los dems todos
XI. digan lo contrario., Y ahora que es de l diremos s: Que su odio fue
CARTA DE WALDO FRANK84 desprecio y su amor trabajo. Que la Amrica le queda en deuda y
que habr que pagrsela con honradez, devocin y fe.
Nueva York, mayo 12, 1930.
Queridos amigos de 1930: Mucho nos ha legado. Abri la tierra, quem la grama, la abon de
amor. No vio nada: intuy el fermento. Se meti en ella, puso all su
No, cuando escrib esas palabras sobre nuestro bienamado, Jos Car- esfuerzo, sin pensar en que la tierra se comera su cabeza demasiado
los Maritegui, no saba que hubiese muerto. No obstante, creo que pronto. Esa cabeza tan dura, tan erguida, tan humilde, tan vasca,
deben publicar sin cambio alguno lo que entonces escrib. La esencia antes de pudrirse de ideas. Como si la tierra fuera el sol al servicio
de mi profunda veneracin por el hombre est en esas palabras; de Legua. No saben que l es impudrible; que era, hasta, a prueba
la forma apremiada se justifica por mi desconocimiento de su des- de soles. Ninguno pudo sofocarle el aliento, tomado de muy lejos,
aparicin. Pero la especie de declaracin definitiva que su muerte como para un buceo muy largo. Como para subir mucho tiempo, por
demanda, en este momento como nunca est ms all de m. Me la historia arriba, hasta volver a nosotros.
siento todava demasiado conmovido por un sentimiento de prdida
personal para escribir acerca de l otra vez. Si ustedes quieren, pues, Y trajo aprendidos los caminos y muchas muestras de su peregri-
queridos hermanos, pueden publicar junto con esta carta las pala- naje. Y volvi luego sobre lo andado para colonizarlo. Nada estar
bras que ya les mand. terminado mientras tenga algo que aadir a lo por m escrito, vi-
vido y pensado. Y siempre tiene, porque sus ideas se nutren de
Ustedes saben que todo estaba arreglado para que Jos Carlos fuese sus sentimientos y pasiones. Pero sus pasiones son invertibles, ca-
a Buenos Aires. (En esta jeliz consumacin, creo que nuestro herma- pital en circulacin que hace nacer otro. Son lo que l quera que
no Samuel Glusberg fu el factor principal). Para m, este traslado de fuese toda riqueza: hombra libre, consciente, en el trabajo total.
Jos Carlos a la ms grande ciudad de la Amrica Hispana era el ms La religin del trabajo, por el bien comn y la edificacin del alma.
feliz de los acontecimientos. Por lo pronto, tena esperanzas de que Para que el espritu pueda serlo entero y darse pleno al mundo. Para
en Buenos Aires encontrase auxilios mdicos que le salvasen verda- eso meti su sangre en las ideas, y por eso se le acab tan pronto.
deramente. (l tambin tena esta esperanza). Pero an ms: estaba Porque las prodig a todos y las dej en la tierra. Era lo que estas
yo seguro de que en ese ms ancho escenario se realizara ms ple-
namente su gran contribucin a la causa americana. Hace cien aos, 85 Revista de Avance, La Habana, junio 15, 1930, pp. 173-174.
el paso de Bolvar y San Martn del Atlntico al Pacfico fu el sm-
precisaban, para vivir al aire. Suyas y de otros, sus opiniones le per- XIII.
tenecen porque viven en l, nutridas de amor, por el pan de todos. ASPECTOS HABANEROS. MARITEGUI Y FONCUEVA86
Pionero desde dentro, quiso dar al Per ganado de cra en vez de Antonio Soto
ganado de tiro. Ubres en vez de botas. Harina en vez de coca. Le-
tras vivas en vez de letras muertas. Pero el tiempo no le alcanz La juventud hispanoamericana de vanguardia, acaba de perder a dos
para tanto. No le dej sino explorar. A veces en tierras vedadas, de sus ms insignes representativos: el peruano Jos Carlos Marite-
otras en selvas vrgenes, siempre con trabajo, con pequea ayuda, gui y el cubano Jos Antonio Foncueva, glorias indiscutibles de esta
y provisiones escasas. nueva generacin que en nuestro continente se esfuerza por sem-
brar la nueva ideologa que los actuales tiempos reclaman.
Nuevo misionero, se limit a confesar su fe. Tena confianza en ella
y en su valor evidente. Y entonces dijo: esta es mi creencia y esta La juventud de nuestra Amrica, hasta hace muy poco pareca pre-
mi doctrina. Y los pocos dijeron: el que habla es un loco: no se debe sa del ms desolador letargo. Era lamentablemente acomodaticia.
dejar hablar a los locos. Y se dieron a hacerlo callar. Pero l sigui Sus aspiraciones se limitaban a ocupar un buen puesto en la maqui-
hablando, cada vez menos de s y ms de lo que viera, a lo largo del naria burocrtica, poseer la etiqueta doctoral o lanzarse al torbellino
camino, en las veredas de los libros. de la barriotera con miras al caudillaje. Haca gala de despreciar al
pueblo; y los llamados intelectuales cuando no se encerraban en su
As fue arando, sin cansancio, por la realidad viviente. Lo quiso as torre de marfil, ajenos a cuanto pasaba a su alrededor, entregados
para mejorarla, en la verdad humana, en el hombre bueno. Y lo hizo al arte por el arte o convertidos en sinsontes lricos expeliendo
sin blanduras. Lo am sin celos, pero s con celo, compartindolo loas a los hombres provinciales que al frente del Estado hemos
con el suelo. Quiso que la hacienda fuera la compaera y no la sier- padecido, se vendan por el plato de lentejas de las sinecuras diplo-
va, la que da siempre gozosa y para todos y no la que se cierra por mticas La historia de la juventud intelectual de Hispanoamrica
dar solo a los pocos. La tierra quiere eso. Es polgama porque no es en las ltimas dcadas del siglo pasado y primeras del presente, sal-
de nadie. Por eso se seca siempre donde uno la quiere toda para s, y vo raras excepciones, es bien lamentable por cierto. Podra sealarse
tarda en reverdecer si no se le abona de rebelda. el gesto pico de los jvenes cubanos que se lanzaron a la manigua,
pero ese gesto, una vez conseguida la Repblica, pareci eclipsarse
Pero para esto hay que saber de otro modo, por otros sentidos y en la generacin que le sigui, o fueron muy pocos los que man-
otras palabras. Hay que saber poder, adems. Ser liberto, sacudir al tuvieron virilmente la protesta ante todo lo caduco y esclavizador.
gamonal. No ser nunca cul. Pero hay que serlo queriendo, sin dormir
nunca, y vigilando siempre despus. Siempre prendida la hoguera, La generacin de Maritegui y Foncueva marca el nuevo rumbo de
roja o no, que espante a los caimanes las aspiraciones polticas y sociales que late en las entraas de los
pueblos modernos, hartos de injusticias, patriotera y polticos ve-
Y todos, no por partidas, en el campo abierto. No se puede de otro nales. Es la voz de las muchedumbres que tambin tienen su cora-
modo. O todos hablan y dicen. O nadie hace por no poder decir. Tal es zoncito. Y aunque a veces no pueden concretar sus ansias en una re-
la palabra, portadora de accin. Pero el decir de todos, por la verdad trica alambicada, su instinto les dice quines interpretan fielmente
sola, que es de todos. Por la verdad til, la palabra til. La palabra sus anhelos y tristezas.
aplicada, histrica, reveladora, humilde, testaruda, gandhiana, pacifis-
ta, carcelera, liberatriz, que salga siempre, aunque la secuestren. El intelectual de torre de marfil ha pasado a la historia. Hoy se
necesitan hombres de accin, mentalidades dispuestas a lle-
Pero siempre firme, completa. Siempre religiosa. Nutrida de convic- var al terreno de las realidades las grandes ideas que germinan
ciones, de poltica, de arte, de todo menos de duda. La palabra pan- en los cerebros y que slo los espritus libres, las almas genero-
testa, sencilla y heroica del hombre nuevo, que no quiere ser hroe sas y preadas de bros juveniles, pueden interpretar y concretar.
ni capitn, ni sablista, ni bufn, sino sportman, corredor y gimnasta.
Jos Carlos Maritegui, desde su gran tribuna de Amauta y en los
Y por eso se le sigue y encierra. Se le busca en el bao y se le saca libros que public dio muestras de su clara visin de los comple-
de noche. Todo callado, ahogado de alfombras, por las esquinas de jos problemas de la Amrica de parla hispana, de su talento y valor
los muros los muros que callan, o de la literatura la litera- personal. Y de su generosidad hacia todos los oprimidos, luchando
tura que calla, o de la farsa la farsa que calla. Hasta ahora sin descanso por una Amrica libre y emancipada como la soaron
habl l, habl Maritegui. Desde ahora tiene que hablar su ejemplo.
86 Fechado en Habana, julio 3 de 1930. Publicado en El Comercio
(Cienfuegos), julio 3, 1930, p. 4. Reproducido en Escritos de Jos Antonio
87 Foncueva. Ed. cit., pp. 283-286.
Correspondencias mariateguianas
entre Buenos Aires, Santiago,
Lima y La Habana
Horacio Tarcus*
El ltimo nmero de Amauta apareci en Lima en agosto-sep- muchos aos,3 Pesce y Portocarrero, los dos delegados del Par-
tiembre de 1930, cinco meses despus de la muerte de Jos tido Socialista del Per que haban arribado a Buenos Aires con
Carlos Maritegui.1 Como en los dos nmeros anteriores, la di- las tesis redactadas por Jos Carlos Maritegui, fueron all seve-
reccin haba quedado a cargo de Martnez de la Torre. El lugar- ramente cuestionados por Victorio Codovilla, el secretario del
teniente de Maritegui haba mantenido durante esos meses un Bur Sudamericano de la Internacional Comunista, as como por
delicado equilibrio entre, por una parte, la continuidad editorial la totalidad de los dirigentes del Komintern all presentes. Sin
de la revista y la lealtad al proyecto de su fundador y, por otra deponer las normas de la camaradera, los delegados peruanos
parte, la nueva lnea que vena a imprimirle Eudocio Ravines, el fueron invitados a encuadrarse poltica e ideolgicamente. El en-
emisario de la Komintern. Testimonio de esta tensin es el aviso cuadramiento no significada slo un cambio de programa y de
que Ravines hizo imprimir en la contratapa de este ltimo nme- la lnea de accin, ni siquiera se limitaba a rebautizar al recin
ro, donde se anunciaba a los lectores de Amauta el lanzamiento fundado Partido Socialista del Per como Partido Comunista.
de El Mensajero Comunista. Martnez de la Torre advirti la Implicaba una total reestructuracin organizativa, dentro de la
maniobra cuando la tapa ya estaba impresa, de modo que slo cual la figura intelectual de Maritegui, su fundador, pasaba a
alcanz a pedirle a los trabajadores de la empresa Minerva que ser profundamente disfuncional, por no hablar de su revista
el aviso en cuestin fuera entintado y que se sobreimprimiera Amauta, un modelo de eclecticismo pequeoburgus a los ojos
el anuncio de Defensa del marxismo, el libro de Maritegui. El de la ortodoxia comunista en proceso de consolidacin.
lector curioso podr descifrar, mirando al trasluz del rectngulo
negro, el malogrado aviso de Ravines.2 A pesar de su rol de fundador, de propiciador, de organizador,
de editor e incluso de todo su carisma, desde entonces Mari-
tegui comienza a quedar polticamente aislado. Segn diversos
La suerte del mariateguismo en el mundo comunista haba testimonios, la clula comunista del Cuzco, los jvenes de Lima
quedado sellada un ao antes, en la Conferencia de Partidos que venan acompaando a Maritegui en la empresa del PSP
Comunistas de junio de 1929. Como ya fue documentado hace y en la de Amauta, y probablemente los mismos Pesce y Por-
tocarrero, se habran ido plegando a las posiciones ortodoxas.
Incluso Martnez de la Torre, una de las figuras ms prximas a
* CeDInCI/UNSAM - CONICET.
1 Una primera versin de este texto fue presentada en las VIIas Jornadas de Maritegui, comienza a mostrarse furibundamente antitrotskis-
Historia de las izquierdas del CeDInCI (Buenos Aires, noviembre de 2013) ta, partidario de construir una organizacin de acero, monoltica,
consagradas a La correspondencia. en la historia poltica e intelectual la- sin fisuras, inflexible en los principios, con todo lo cual fue ale-
tinoamericana. Agradezco los atinados comentarios de Laura Fernndez
Cordero y Martn Bergel, as como el permanente apoyo de Jos-Carlos jndose de ese Partido Socialista concebido como una organiza-
Maritegui (n) desde Lima y de Ricardo Melgar-Bao desde Mxico.
2 Mensajero comunista. Semanario poltico de clase. Director: Ricardo
Martnez de la Torre. Secretario de Redaccin: A. Navarro Madrid. Cola- 3 Jos Aric, Maritegui y la formacin del Partido Socialista Peruano, en
boracin nacional y extranjera. Aparecer en breve. 8 pginas, 5 centa- Socialismo y Participacin n 11, Lima, septiembre 1980; Alberto Flores
vos. Martnez de la Torre lanzar en 1931 la revista comunista Frente, Galindo, La agona de Maritegui. La polmica con la Komintern, Lima,
pero por fuera del recin fundado Partido Comunista del Per. Desco, 1982 (primera ed. de 1980).
cin amplia y de grandes masas.4 Maritegui mantena dentro tado que se trataba de promover un partido de agitacin, sobre
del Per, y en ciertos espacios intelectuales latinoamericanos, su todo capaz de salir en defensa de la URSS ante la eventualidad
prestigio de fundador, pero la autoridad de la Tercera Internacio- de una nueva guerra mundial, y Maritegui habra exclamado:
nal era inapelable dentro del universo comunista. Entonces quieren que seamos guano de futuras cosechas!.7
Sin embargo, Maritegui delega el cargo de secretario general
El hombre clave, con la autoridad poltica para terminar de des- del PSP en Ravines. Por qu? En primer lugar, el viaje a Bue-
plazar a Maritegui y transformar el partido y clausurar la em- nos Aires era una decisin tomada, se trataba de una partida
presa de Amauta, lleg a Lima en febrero de 1930: se llamaba definitiva o por un perodo prolongado, con la finalidad de iniciar
Eudocio Ravines. un nuevo proyecto, la edicin de Amauta a escala continental.
En segundo lugar, haba perdido todo sustento dentro del gru-
Deportado tempranamente por Legua, de Buenos Aires fue a po, su posicin era notoriamente minoritaria, incluso haba sido
Pars, donde luego de formar parte del grupo aprista, rompi abandonado por sus colaboradores ms prximos, era un hecho
por su cuenta con Haya e inici una amistad con Henri Barbusse, que cualquier elemental realismo poltico obligaba a admitir.8
decisiva para que al poco tiempo emprendiera un viaje a Mosc, Fracasado su proyecto poltico, Maritegui se ve obligado a ele-
donde permaneci varios meses, formndose en la escuela de gir (a pesar de que se resiste a ello), entre las figuras del inte-
cuadros de la Komintern.5 lectual y el poltico, entre Amauta y el partido. Queda claro
que, ante la disyuntiva, escoge por el primer trmino: instalarse
Ravines colaboraba en Amauta y, a juzgar por la corresponden- en Buenos Aires, siguiendo la invitacin de Samuel Glusberg y
cia entre ambos, el respeto con Maritegui era recproco. Sin otros escritores argentinos, y relanzar desde aqu su Amauta. Y
embargo, llegaba desde Mosc a Lima con una misin clara, des- si es difcil imaginar que abandonara definitivamente la accin
pus de entrevistarse con dirigentes de la estatura de Piatnitsky poltica directa, es todava ms difcil conjeturar cmo se hubiera
y Zinoviev, y el choque con la postura de Maritegui sera inevi- reposicionado en este sentido en la Argentina.9
table. El propio Ravines ha dejado en sus memorias La gran
estafa una versin anglica de su misin y de la confrontacin Las fechas tambin desmienten el relato de Ravines: el cambio
con Maritegui: de nombre del partido se realiz el 20 de mayo de 1930, ape-
nas un mes despus de la muerte de Maritegui, en la chacra
Partido Socialista o Partido Comunista? Tal era el enigma. [...] del campesino Peves, en Santa Eulalia. Por unanimidad, se vot
Desde el primer momento llegamos a una conclusin neta: no constituir el Partido Comunista del Per, seccin peruana de la
se trataba all de ideas, sino solamente de palabras. Si el partido Internacional Comunista. Comenz all lo que dio en llamarse la
se llamaba socialista o comunista, ello no iba a cambiar un pice desmariateguizacin del partido peruano, quedando apenas el
la esencia del movimiento, ni la sustancia de la doctrina o del nombre de su fundador como testimonio de una etapa prelimi-
programa. Con uno u otro nombre, de lo que se trataba era de nar, romntica, intelectual. Al decir de Flores Galindo,
organizar una seccin peruana de la Internacional Comunista.6
terminaba la poca de la iniciacin, dominada por los intelec-
Segn este mismo relato, Maritegui, dcilmente convencido, tuales meritorios precursores del comunismo y se iniciaba
sac de entre sus papeles las famosas veintin condiciones de la etapa definitiva de los revolucionarios profesionales. Ravi-
Lenin [para el ingreso de los partidos a la IC], redactamos el nes sustitua a Maritegui. El funcionario reemplazaba al polti-
programa y elaboramos los estatutos. co y el aparato partidario relegaba a la libertad creadora.10
largamente con su anfitrin Glusberg de convertir el modesto de Glusberg sera su slido conocimiento de los problemas so-
peridico impreso en papel diario en una revista cultural ameri- ciales y de la visin proftica de las Amricas.21
canista de alcance continental. Frank la promovera a travs de
su gira latinoamericana. Es as que cuando dej Buenos Aires e Frank parti de Buenos Aires convencido de haber propiciado
hizo escala en Lima, alent a Maritegui para que se instalase en una verdadera fundacin, y le escriba a Glusberg desde su es-
Buenos Aires, donde no slo relanzara Amauta sino que sera cala en Lima:
clave en el apoyo de la nueva revista (o acaso se fundiran en
una sola y misma revista?) que se llamara Nuestra Amrica, en Hay buenos hombres aqu, mas el nico Hombre es Maritegui
homenaje al libro flamante de Frank editado por Glusberg. [...]. He expuesto mis ideas a Maritegui, que exigen un lazo a
Pero el diablo quiero decir, el dinero, o incluso una mujer adi- travs de l, entre Hispanoamrica y Argentina. l est funda-
nerada meti la cola. Al final de una de sus conferencias en mentalmente de acuerdo. Y listo ir tu pas. Maritegui el
los Amigos del Arte, Frank conoci a Victoria. De su deslumbra- andino, Victoria la portea, t el judo universal, podris tal vez
miento ante la dama patricia hablan sus propias Memorias: crear la Amrica Hispana que sueo y que el mundo necesita.
[] Si ayudo yo a juntar vosotros tres en una obra continental,
En los primeros das, me invitaron a la casa de Victoria Ocam- no ser yo sin valor en la historia de Amrica hispana.22
po. Una casa famosa, una famosa dama [...]. Cuando la conoc,
Victoria tena alrededor de cuarenta aos: era una mujer alta, Pero la alquimia desplegada por Frank perdi su efecto al poco
morocha, de belleza clsica; una mujer poderosa; una mujer rica tiempo que se alej el propiciador. Victoria y Glusberg, la dama
y, en su vida privada, una mujer desdichada.18 aristocrtica y el inquieto inmigrante, no iban a entenderse.
Victoria tambin haba quedado impresionada: Acerca de este encuentro y desencuentro conjetur hace algu-
nos aos en mi investigacin, pero disponemos ahora de algunas
Conoc a Frank despus de una conferencia sobre su amigo piezas documentales halladas recientemente. En primer lugar,
Chaplin, en la Facultad de Filosofa, creo. Esas conferencias le- una carta manuscrita de Victoria a Glusberg, sin fecha, probable-
das en espaol y traducidas por Mallea interesaron mucho. Eran mente de noviembre de 1929, escrita en francs. No faltan por
excelentes. Por primera vez nos hablaba un norteamericano en entonces los malentendidos, pero, como veremos, la carta es
espaol, con mala pronunciacin pero acento convincente, de reveladora a travs del uso del tuteo, de cierta informalidad
la literatura y del cine de su pas. Por primera vez, tambin, un en la escritura (es una carta sin membrete, lo que la hace an
escritor norteamericano nos tomaba en serio, senta simpata ms personal), donde se habla de estados de nimo, del regalo
por nosotros y olvidaba el color local. [...]. Casi en seguida vino de un libro, de la dicha a la hora del desayuno, incluso de un no
a mi casa de Palermo Chico y empez nuestra amistad.19 que no quera darse pero que era inevitable de cierta proximi-
dad afectiva.
Fue en este contexto de recproco encantamiento, una tarde de
octubre de 1929, mientras los dos amigos caminaban romntica- Las correspondientes cartas de Glusberg no estn disponibles
mente por Palermo20 que Frank tuvo la ocurrencia de proponerle en el Fondo Victoria Ocampo depositado en la Seccin de Fon-
a la dama que se integrase en su proyecto de revista comn con dos Reservados de la Universidad de Harvard ni en las copias
Glusberg, y hasta con Maritegui... que resguarda la Academia Argentina de Letras (como se ha se-
alado, su nombre fue borrado de la historia de la fundacin de
Con esa intencin la puse en contacto con Samuel Glusberg Sur por la historiografa oficial), pero podemos inferir que el edi-
(ellos no se conocan). Sus variedades de cultura se enriquece- tor le ha solicitado a Victoria, en el marco del proyecto comn,
ran recprocamente y enriqueceran al rgano del Nuevo Mun- que colabore con la instalacin de Maritegui en la Argentina
do que entraba en mis proyectos. El aporte de Victoria sera de dos modos: econmicamente, y leyendo unos poemas en su
la familiaridad con los clsicos y con las ltimas novedades de honor en la recepcin literaria que estaba programando para el
Pars y Londres en el campo de las artes y las letras; el aporte acto de recepcin del peruano, probablemente en Amigos del
Arte. Victoria le responde as:
Escucha Samuel:
un error por cada lnea y una omisin por cada prrafo, puede leer con Estoy dispuesta a hacer todo lo posible para serte til en el
provecho el afanoso estudio de Miguel Rodrguez Ayaguer, Waldo
Frank y su primera visita a la Argentina, en Paula Bruno (coord.), Visitas asunto Maritegui, a excepcin de una lectura en espaol. Yo
culturales en la Argentina. 1898-1936, Buenos Aires, Biblos, 2014. no leo en ese idioma, es obvio que voy a lograrlo un da si me
18 Waldo Frank, Memorias, Buenos Aires, Sur, 1975, p. 274.
19 Victoria Ocampo, Testimonios. Novena serie, Buenos Aires, Sur, 1975,
pp. 36-37.
20 Haba en el aire pesadez de tormenta y el olor de las rosas y de la tierra
21 Waldo Frank, Memorias, op. cit., p. 282.
era compacto como niebla; pero atravesbamos sin sentirla esa dulzura, 22 De W. Frank a S. Glusberg, Lima, 6 de diciembre de 1929, en Fondo
recordar Victoria poco despus. V. Ocampo, Carta a Waldo Frank, en Glusberg, CeDInCI. Transcripta en H. Tarcus, Maritegui en la
Sur n 1, Buenos Aires, verano 1931, p. 7. Argentina, op. cit., pp. 182-83.
esfuerzo. Pero el hecho es que nunca lo he ejercitado. Para m no significa nada ser la ms vista.27 No te imaginas hasta
Tengo horror por la declamacin, pero el ms grande amor qu punto lo disfruto. Adems no estoy del todo segura de ser
y entusiasmo por la diccin perfecta y creo que si he logrado capaz de ponerme a la cabeza de una gran empresa. No tengo
alguna cosa en mi vida es leer versos en impecable francs. Es para empezar la menor experiencia. Y adems, quin sabe si eso
decir, tal como fluyen. es lo mo.
Creo que los versos necesitan de una voz y que su msica no
est hecha solamente para el silencio. Pero voy a escribir alguna Yo s que puedo, por ejemplo, hacer construir y amueblar casas
cosa aqu arriba. e imponer mi gusto, mis preferencias, mi visin de la belleza.
Yo s que una habitacin arreglada por m es clara, de colores
Berta Singerman es para m la abominacin de las abominaciones. fros, neta como una cifra, relajada, lacnica, cmoda y bella (al
[] Qu puedo hacer yo por Maritegui? Quieres que lo hablemos? menos eso es lo que entiendo por belleza). Yo s que no puede
Envi una carta a Waldo. haber, en una habitacin arreglada por m, la menor hesitacin.
Estar all esta noche para la cena.23 Llmame, te lo pido. Yo s lo que quiero, y lo hago. Podr gustar o no, pero es la
Yo no estaba a favor de mi negativa. Me es imposible decir que s. expresin sincera, incluso violenta, de lo que me gusta a m.
Hoy mircoles Por supuesto, no tengo ninguna razn para creer que puedo, en
VILLA OCAMPO este caso, representar a la Argentina y no tengo razones para
SAN ISIDRO creer lo contrario.
F.C.C.A
Waldo a menudo me ha dicho que crea que mi deber era ser
Samuel: lder, pues yo tena los medios (no estoy hablando de medios
Para poner en claro lo que yo espero personalmente de la revis- econmicos).
ta que nos propusimos hacer, voy a tratar de decrtelo.
No s hasta qu punto tiene razn. Yo conozco mis limitaciones
En primer lugar, necesito un trabajo que justifique a mis mejor que l.
propios ojos mi existencia. Tengo la fuerte impresin que
no ser una persona de bien26 mientras no sea capaz de ha- Con toda franqueza, estimo que estoy ms dotada (y ms di-
cer todo... (o casi). Tengo la fuerte impresin de un continuo versamente dotada) de lo que se piensa (y que Franck,28 no s
desperdicio. S por experiencia que no hay paz ni disfrute para cmo, sabe). Pero hasta el momento presente no ha servido
m mientras no me emplee. Lo que quiero decir es que vivo, la para nada, o casi. Lo que prueba que hay un grave defecto en la
mayor parte del tiempo, sin paz ni alegra. Y no me resigno. maquinaria, en alguna parte. Irremediable o no? Habr que ver.
V.29
Aqu se ha diluido ese clima intimista de la carta anterior. Es ya y preveas todas las posibilidades, porque como sabes, Victoria
el registro autobiogrfico de la VO que conocemos, los primeros conoce muy poco las cosas de Amrica y necesita que la guen.32
escarceos de un relato que replicar durante toda su vida. Lo
importante para nosotros es que se siente llamada a dirigir la Para entonces, las expresiones de Victoria hacia Glusberg pa-
revista, y Glusberg ha pasado a un segundo plano, el del editor san a ser desdeosas. Por ejemplo, escribe en una carta a Mara
profesional que la secundar. Rosa Oliver inmediatamente anterior a su partida: Anoche estu-
ve con Glusberg y le advert que todo queda ensuspensohasta
El profetismo judo de Glusberg no conoce desnimos y le es- mi regreso. Lo que no s es hasta dnde nos llevar el apunte.33
cribe a Frank: Segn el testimonio del propio Glusberg, cuando Victoria regre-
s de los Estados Unidos en compaa de Delia del Carril, sin
Nuestra Amrica, la revista en castellano y en ingls, ser pron- darme una mano en mi empeo de traer a Jos Carlos Maritegui
to una realidad. Si leste antes, como corresponda, la carta de a Buenos Aires, nada tena que ver ya con aquella empresa.34
Victoria, sabrs ya de este acontecimiento. S, te debo esta gran Lo que no le impidi apropiarse del proyecto de la revista, que
amiga con quien cada da me entiendo ms. Creo que haremos, finalmente, a sugerencia de Ortega, fue rebautizada Sur. El vie-
con tu ayuda, una gran revista: la ms grande de cuantas se jo proyecto cooperativo haba devenido su empresa privada. El
han hecho hasta ahora en Amrica. Victoria ser la directora, Comit Americano, un Comit Extranjero. Su primer nmero
segn mi plan primero. Yo el editor de mucha influencia, como aparecera en enero de 1931, con periodicidad trimestral, su cl-
t me decas. Quieres creer que estoy entusiasmadsimo y que sica tapa blanca y la flecha emblemtica dibujada por Eduardo
me tengo fe en mi papel de Judo del Papa o de la Papisa... en Bullrich. En la carta abierta que en ese nmero inicial Victoria
este caso. S, evidentemente, nosotros estamos en el truc y no dirige a Frank no hay, desde luego, mencin alguna a Glusberg ni
slo podemos unir el Oriente con el Occidente, sino tambin el al proyecto inicial de Nuestra Amrica.35
Norte con el Sur. T eres David y yo soy Samuel... A qu citar-
te versculos pertinentes... Es una historia un poquito remota y La muerte de Maritegui el 16 de abril de 1930, pues, le haba
debemos escribir otra con Santa Victoria que ya nos adelanta el impedido a Glusberg apadrinar la instalacin del peruano en
xito en su nombre.30 Buenos Aires y el relanzamiento porteo de Amauta. Al mismo
tiempo, la apropiacin por parte de Victoria de la revista que
Glusberg est dispuesto a contemporizar respecto de las figuras haban pergeado Glusberg y Frank en 1929, frustraba el pro-
que apadrinaran la revista y le anticipa a Frank la formacin de yecto de Nuestra Amrica. Pero Glusberg no se da fcilmente
Comit Americano formado por las doce tribus del continente, por vencido. Porque entre tanto La Vida Literaria continuaba
donde conviviran Borges y Maritegui: tejiendo sus redes latinoamericanas y estrechaba lazos, sobre
todo con otras tres colegas del continente: revista de avance de
Qu te parece la siguiente lista: Waldo Frank, B. Sann Cano, La Habana, Presente de Lima e ndice de Santiago. Sin la fuerza
Fernando Ortiz (o Varona?), Horacio Quiroga, Monteiro Lobato, de gravitacin de Maritegui en Buenos Aires ni los recursos de
Franz Tamayo, Alfonso Reyes, J. Garca Monge, R. Blanco Fom- Victoria, era imposible lanzar Nuestra Amrica slo desde Bue-
bona, J. Edwards Bello (o Ernesto Montenegro?), Jos Carlos nos Aires. Pero estas cuatro revistas La Vida Literaria, revis-
Maritegui y Jorge Luis Borges. ta de avance, Presente e ndice bien podan fundirse en una
sola, editada en forma simultnea en Buenos Aires, La Habana,
Glusberg no quera ceder las riendas del proyecto a la fortuna Lima y Santiago. Tan extensas fueron las redes epistolares y las
de Victoria, para lo cual perge el proyecto de una cooperativa solidaridades americanistas, que Glusberg lleg a soar incluso
editorial: Me parece lo mejor para solucionar la parte econmi- con reunir revistas de ocho capitales latinoamericanas (sumando
ca que est an en el aire.31 Pero el 13 de diciembre, en vsperas tambin Montevideo, Mxico, Bogot y Caracas). Si bien el pro-
de la partida de Victoria a Europa y Estados Unidos, aparecen los yecto no alcanz a concretarse, el seguimiento de sus vicisitudes
primeros nubarrones. Glusberg lo relata as a su amigo Frank: podr echar nueva luz sobre la tupida red de relaciones intelec-
tuales y revisteriles en un perodo de transicin, el que va de las
Maana se va Victoria a Europa. No la he visto desde el jueves
5. Hace un par de das qued en ir a su casa para encontrarme 32 De S. Glusberg a W. Frank, Buenos Aires, 13/12/1929, en Fondo Glusberg,
con Borges y Reyes; pero a ltimo momento no pude. Victo- transcripta en H. Tarcus, Maritegui en la Argentina, op. cit., Apndice
ria no me conoce del todo, sospecha que era porque no tena III, pp. 183-84.
revistas de la vanguardia esttica de los aos 20 a las revistas decisivos en la construccin de esa red, desde la Unin Latinoa-
polticas de los aos 30. mericana de Jos Ingenieros hasta las Ligas Antiimperialistas de
fines de la dcada de 1920.39 Tambin los escritores de la nueva
generacin se hicieron eco de esta sensibilidad americanista, so-
bre todo a travs de sus revistas40 y sus campaas a favor del
La campaa americanista de libro americano.
La Vida Literaria
Editorial Babel y La Vida Literaria fueron los dos pivotes a tra-
vs de los cuales Glusberg llevaba a cabo una verdadera militan-
En el ao 1928 el proyecto editorial de Samuel Glusberg mues- cia a favor del libro americano en un contexto en que los autores
tra signos de afirmacin en la escena cultural local. No slo se de nuestro continente deban editar sus obras no slo en las
ha convertido para entonces en el editor de figuras mayores de casas espaolas como Sempere, Prometeo, Jorro, Renacimiento,
la escena literaria argentina como Leopoldo Lugones y Horacio Calpe o Mundo Latino, sino incluso en Garnier de Pars. A travs
Quiroga, sino que su sello Babel cosechaba adems cierta re- de su sello Babel, Glusberg haba arriesgado la edicin portea
putacin editorial dando a conocer las obras de los escritores de autores latinoamericanos cuando apenas se hacan conocidos
de la nueva generacin, como Alfonsina Storni, Nal Roxlo, Luis entre nosotros a travs del periodismo cultural o la docencia,
Franco, Rega Molina y Martnez Estrada. Su militancia a favor como el colombiano Baldomero Sann Cano (uno de sus prime-
del libro americano lo llev a desplegar mltiples iniciativas: ros libros, La civilizacin manual y otros ensayos, apareci en
en septiembre de 1928 lo encontramos como organizador de 1925) o el dominicano Pedro Henrquez Urea (cuyos Seis en-
la primera Exposicin Nacional del Libro, que presidi Enrique sayos en busca de nuestra expresin public Babel en 1928).
Larreta en el Teatro Cervantes, y en la que participaron, entre Pero ser sobre todo a travs de La Vida Literaria que Glusberg
otros, Lugones, Quiroga, Fernndez Moreno y Jorge Luis Bor- desplegar una intensa campaa americanista. Se vali para ello
ges; y un mes despus en la fundacin de la Sociedad Argentina de diversas estrategias. Por una parte, cultiv una frondosa rela-
de Escritores (SADE), integrando su Comisin Directiva con el cin epistolar con autores latinoamericanos y con grupos edito-
cargo de tesorero). res de revistas, a los que les propona intercambio de publicacio-
nes as como canje de avisos. Es as que La Vida Literaria publica
A mediados de ese ao de 1928 Glusberg consider insuficiente reseas y avisos de revistas como Amauta de Lima, revista de
el modesto boletn mensual que editaba desde 1921 con el nom- avance, Archipilago y Social de La Habana, Contemporneos
bre de Babel y concibi un peridico literario de aparicin men- y Forma de Mxico, Convivio y Repertorio americano de Cos-
sual. A comienzos del ao anterior Ernesto Gimnez Caballero ta Rica, Atenea de Concepcin y Universidad de Bogot, entre
haba lanzado en Madrid La Gaceta Literaria, un peridico lite- muchas otras, al mismo tiempo que estas revistas dedican avisos
rario en formato tabloide en cuyas pginas Guillermo de Torre (incluso pginas enteras) a difundir el catlogo de Ediciones Ba-
haba proclamado a Madrid como meridiano intelectual de His- bel de Buenos Aires.
panoamrica, desatando respuestas airadas y risueas en buena
parte de las revistas del nuevo continente, desde Martn Fierro Por otra parte, public con regularidad autores de todo el con-
hasta revista de avance, pasando por La Cruz del Sur, La Pluma tinente, en muchos casos nombres que el pblico porteo lea
y Amauta.36 Glusberg adopt el formato de La Gaceta Literaria por primera vez, cuyos textos solicitaba a travs de la corres-
para concebir La Vida Literaria,37pensndola al mismo tiempo pondencia o bien escoga de entre las revistas recibidas. Aun-
como su antagonista americanista. La revista de Glusberg fue que la cita de procedencia era infrecuente en la poca, Glusberg
una suerte de versin americanista de La Gaceta, que durante aprovecha para indicar la revista de donde fue tomado el texto,
sus cuatro aos de vida se ufan de la autonoma de la literatura presentando al autor y al mismo tiempo a la publicacin. Sin
y la cultura americanas respecto de cualquier tutela espaola. parangn con otras revistas argentinas de su tiempo, La Vida
El peridico de Glusberg puede ser pensado tambin como una Literaria public a lo largo de sus cuatro aos de vida textos
suerte de expresin literaria de una sensibilidad americanista de Alfonso Reyes, Baldomero Sann Cano, Blanco Fombona, Pe-
mayor, una trama de alcance continental que se vena tejiendo dro Henrquez Urea, Jos Eustasio Rivera, Augusto dHalmar,
desde 1918 con creciente intensidad a travs el movimiento de
la Reforma Universitaria, con sus congresos universitarios y sus en Amrica Latina, Buenos Aires, Katz, 2010, t. II, pp.119-145.
revistas estudiantiles.38 Asimismo los intelectuales fueron nodos 39 Alexandra Pita y Carlos Marichal (coord.), Pensar el antiimperialismo.
Ensayos de historia intelectual latinoamericana (1900-1930), Mxico /
El Colegio de Mxico, Colima / Universidad de Colima, 2012.
36 Carmen Alemany Bay, La polmica del meridiano intelectual de
Hispanoamrica. Estudio y textos, Alicante, Universidad de Alicante, 1998. 40 Fernando Diego Rodrguez, Inicial, Sagitario y Valoraciones. Una
aproximacin a las letras y la poltica de la nueva generacin americana,
37 La Vida Literaria. Crtica, informacin, bibliografa. Peridico en Sal Sosnowski (ed.), La cultura de un siglo. Amrica Latina en
independiente (Buenos Aires, primera quincena julio 1928 - n 43: junio/ sus revistas, Buenos Aires, Alianza, 1999, pp. 217-47; Horacio Tarcus,
julio 1932). Disponible en CeDInCI. Revistas, intelectuales y formaciones culturales izquierdistas en la
38 Martn Bergel y Ricardo Martnez Mazzola, Latinoamrica como prctica. Argentina de los 20, nmero especial sobre Revistas literarias/
Formas de sociabilidad intelectual de los jvenes reformistas universitarios culturales latinoamericanas del siglo XX, Revista Iberoamericana n
(1918-1930), en Carlos Altamirano (dir.), Historia de los intelectuales 208-209, Universidad de Pittsburgh, julio-diciembre 2004, pp. 749-772.
Arturo Uslar Pietri, Fernando Ortiz, Anita Brenner, Carlos Eduar- Glusberg demuestra creciente inters en los escritores de la
do Fras, Marta Brunet, Joaqun Edwards Bello, Jaime Torres vanguardia cubana, levantando numerosos artculos de revistas,
Bodet, Jos Carlos Maritegui, Antenor Orrego, Alejo Carpen- como Teraputica del jazz de Francisco Ichaso, tomado del n 3
tier, Juan Marinello, Jorge Maach, Francisco Ichaso, Mariano Pi- de Musicalia. En la seccin Revista de Revistas del n 12 (julio
cn-Salas, Luis Alberto Snchez, entre muchos otros. Incluso en 1929) de La Vida Literaria se presenta en trminos elogiosos la
el primer nmero de La Vida Literaria, de julio de 1928, pueden encuesta que viene llevando a cabo la revista de avance sobre
leerse las Cartas sin permiso de Alfonso Reyes y una primera el arte americano y se reproduce la respuesta de Jos Antonio
resea de revista de avance, publicacin que haba comenzado Ramos,44publicacin que dio origen a un intercambio epistolar
a recibir regularmente como intercambio de la revista Babel y entre Ramos y Glusberg.
de otro de sus proyectores revisteriles: los Cuadernos litera-
rios de Oriente y Occidente (1927-28).41 Pero si la revista conduce a la carta, sta tambin puede llevar
a la revista. Es as que en el n 13, de agosto de 1929, La Vida
La revista de avance haba aparecido en La Habana en marzo Literaria publica Una carta de Maach:
1927, impulsada por un consejo editor que formaron los jvenes
cubanosAlejo Carpentier, Francisco Ichaso, Jorge Maach y Juan Jorge Maach, el admirable ensayista cubano y uno de los ani-
Marinello junto al cataln Mart Casanovas.42 Con un diseo de madores de la revista de avance 1929 le ha escrito a nuestro
vanguardia, el ttulo revista de avance (siempre en minsculas) director la conceptuosa carta de felicitacin que reproducimos
iba precedido por un cabezal en cuerpo mayor con las cuatro a rengln seguido para evidenciar el alcance de nuestra campa-
cifras del ao de aparicin, de modo que muchos la nombra- a de acercamiento americano.45
ban como 1927, 1928, 1929 y 1930. Fue la revista por exce-
lencia de la vanguardia cubana, no slo literaria, sino tambin Todava en el nmero siguiente Glusberg reproduce una entre-
plstica y musical. En el terreno de las artes, organiz en 1927 vista de Alejo Carpentier a Einsenstein fechada en Pars en enero
la Exposicin Arte Nuevo de La Habana, punto de partida de de 1929, donde relata un encuentro que mantuvo junto a Robert
la vanguardia plstica en ese pas, conviviendo en sus pginas Desnos con el director del Acorazado Potemkin.46
ilustraciones dePablo Picasso con otras deDiego Rivera y Jos
Clemente Orozco. De un modo en cierta manera equivalente al Como sabemos, fue Glusberg el promotor de la gira latinoa-
proyecto de Amauta, los ndices de revista de avance podan mericana de Waldo Frank, que se extendi de septiembre de
combinarlos estudios de Enrique Jos Varona con los de Ber- 1929 a enero de 1930. La Vida Literaria no slo se ocup de
trand Russell, los textos de Fernando Ortiz y de Lydia Cabrera retratar su larga estancia en Buenos Aires, sino que fue siguien-
con los Georg Brandes, la poesa negra y la poesa experimental, do el itinerario del americano a travs de las sucesivas escalas
los escritos recuperados de Jos Mart con los ltimos poemas Santiago, La Paz, Lima y La Habana e incluso promovi a
de Jean Cocteau. La revista dedic nmeros especiales a Waldo travs de Sann Cano una visita de Frank a Cali que no alcanz
Frank, a Jos Carlos Maritegui, a Ramn Gmez de la Serna y a a concretarse.47 Cuando la revista de avance anunci el inmi-
los nuevos escritores Mxico, pues mantena estrechos vnculos nente arribo de Frank a La Habana para dictar tres conferen-
con el grupo que en la capital azteca editaba Contemporneos. cias de la Institucin Hispanocubana de Cultura, no dej de
La crtica ha sealado sus vnculos con otras revistas de su po- agradecer el concurso ofrecido por Glusberg y por Maritegui.48
ca, como Amauta de Lima, La Pluma de Montevideo o Reperto-
rio Americano de Costa Rica, pero ha pasado ostensiblemente
por alto a La Vida Literaria.43 44 La muy interesante revista 1929 de La Habana realiza una indagacin
acerca del arte americano. Ha publicado hasta la fecha respuestas de
Alfonso Hernndez Cat, Regino Bott, Eduardo Avils Ramrez, Carlos
Enrquez y Jos Antonio Ramos. Transcribimos gustosos las respuestas
de este ltimo escritor y diplomtico cubano, as como las preguntas
41 V. Anexo documental II, Carta n 1 (de Flix Lizaso a S. Glusberg, La de la notable revista de avance. Revista de revistas, en La Vida
Habana, 1928). Literaria n 12, Buenos Aires, julio 1929, p. 7. El texto de Ramos apareci
42 En el nmero 2 se retira Carpentier y pasa a ocupar su lugar Jos Zacaras en revista de avance n 34, La Habana, mayo 1929, pp. 150-51,
Tallet. Al ser expulsado de Cuba Mart Casanovas a consecuencia del 45 Una carta de Maach, en La Vida Literaria n 13, Buenos Aires, agosto
proceso comunista de 1927, llen la vacante Flix Lizaso (n 11). Jos de 1929, p. 8, itlicas de H.T.
Zacaras Tallet ocup el cargo hasta el n 26. A partir del 27, y hasta su
desaparicin, los editores fueron cuatro: Juan Marinello, Jorge Maach, 46 Alejo Carpentier, Con el creador del Potemkine, en La Vida Literaria
Francisco Ichaso y Flix Lizaso. Naci como quincenario, pero desde el n n 19, Buenos Aires, abril 1930, p. 4, tomada seguramente del nmero de
18 comenz a editarse mensualmente. marzo de la revista habanera Social, que diriga Carlos Masseguer.
43 Mart Casanovas, rbita de la revista de avance, La Habana, Ediciones
47 Waldo Frank en Lima, LVL n 18, Lima, marzo 1930; Waldo Frank en
Unin, 1965 (2 ed.: La Habana, UNEAC, 1972); Carlos Ripoll,ndice de la La Habana y La invitacin colombiana, ambos en LVL n 19, Lima, abril
revista de avance (Cuba, 1927-1930), New York, Las Amricas Publ. 1930, p. 5.
Co, 1969; Celina Manzoni, Vanguardistas en su tinta. Documentos 48 Sabemos que Glusberg y Maritegui no podemos llamarlos
de la vanguardia en Amrica Latina, Buenos Aires, Corregidor, 2007; nuestros? pusieron el hombro al esfuerzo de la Hispanocubana y
Gabriela Garca Cedro y Susana Santos (coord.), Arte, Revolucin y sirvieron de admirables intermediarios para localizar al gran viajero de
Decadencia. Revistas vanguardistas en Amrica Latina (1924-1931), El Redescubrimiento y encaminarlo hacia el rumbo cubano. Las manos en
Buenos Aires, Ediciones de la Facultad de Filosofa y Letras. Universidad gratitud. Sin firma, Waldo Frank en la Hispanocubana de Cultura, en
de Buenos Aires, 2009. revista de avance n 41, La Habana, diciembre 1929, p. 378.
Tambin la campaa cultural de Glusberg a favor del libro ame- El comn inters por la obra que est desplegando Maritegui a
ricano encontr eco favorable en otras capitales del continente travs de Amauta aproxima an ms al argentino con los jve-
y estrech an ms las redes latinoamericanas. Maritegui, que nes cubanos, hasta que el vnculo termina por consolidarse con
diriga la Coleccin Amauta de la Editorial Minerva, elogiaba la gira de Waldo Frank que une simblicamente Buenos Aires
pblicamente las iniciativas editoriales de Glusberg en Argen- con Santiago, Lima y La Habana. Este proceso de confraterniza-
tina y rompa lanzas a favor de La batalla del libro en su pro- cin lleva a intensificar y a ampliar el radio de los intercambios
pio pas,49 propiciando en Lima una exposicin semejante.50 Los epistolares, y para 1929 Glusberg no slo se escribe regularmen-
jvenes cubanos tambin ensayaban por entonces un proyecto te con Lizaso, sino tambin con Jorge Maach y Juan Marinello,
editorial que llev el mismo nombre de la revista,51 de modo que otros dos codirectores de la revista de avance. Las 31 cartas que
Flix Lizaso le anunciaba en carta a Glusberg que la revista de se conservan en el Fondo Glusberg del CeDInCI (y que transcribi-
avance haba informado en sus pginas de la Exposicin del Li- mos ntegramente en el Anexo Documental II) son un testimonio
bro de Buenos Aires, a la vez que inspirndonos en su ejemplo, elocuente de esta confraternizacin.55
proponemos hacer algo semejante. No s el xito que podamos
tener; pero estamos poniendo inters en la idea. Le agradecera Los intercambios y las afinidades con La Habana se hacen tan
mucho cuanto pudiera hacernos en favor de ella, con los edito- fluidos que para fines de 1930 Glusberg intenta reflotar el pos-
res de la Argentina.52 Glusberg, a su vez, informa desde La Vida tergado proyecto de Nuestra Amrica con el concurso del gru-
Literaria: po cubano de revista de avance, al que pretende sumar a otros
dos grupos revisteriles: el del peridico Presente, que se rene
La revista cubana 1928 se propone realizar a mediados del ao en Lima en torno al ensayista Luis Alberto Snchez; y la revista
prximo una Exposicin del Libro Americano, movida por el ndice, que edita en Santiago de Chile el grupo convocado por
ejemplo de LVL, que prepara una exposicin idntica en Bue- el venezolano Mariano Picn-Salas.
nos Aires. Reproducimos ms abajo el manifiesto de la nota-
ble revista de Cuba y recomendamos muy especialmente a los Presente. Peridico inactual de arte, crtica y literatura56
autores y editores nacionales que remitan un ejemplar de sus se propuso de algn modo tomar el relevo de Amauta cuan-
obras a nombre del organizador de la exposicin, D. Flix Lizaso, do la revista fundada por Maritegui comenzaba a transitar
Apartado 2228, La Habana.53 un rumbo komintermiano. El ncleo editor compuesto por
los poetas Csar Barrioy lcides Spelucn, el historiador Jorge
A partir de entonces, la relacin entre Glusberg y los hombres Basadre, el musiclogo Carlos Raygada y el ensayista Luis Al-
que editaban la revista de avance fue estrechndose hasta con- berto Snchez no comparta la reorientacin que le estaba
vertirse en una suerte de hermandad revisteril. La carta de Liza- imprimiendo Martnez de la Torre (aunque Snchez y Spelucnno
so a Glusberg del 28 de mayo de 1929 es elocuente acerca de la haban adherido todava al aprismo). El primer nmero apareci
mutua voluntad de establecer una comn sintona americanista en julio de 1930, con 16 pginas en formato tabloide, donde se
a pesar de la hispanofobia de unos y la hispanofilia de otros: destacaban Datos para una semblanza de J. Carlos Maritegui
mientras Glusberg haba replicado con acritud a Guillermo de de Snchez y las lneas conmovidas que Waldo Frank envi a
Torre en el debate sobre el meridiano intelectual, los jvenes diversas revistas de Amrica Latina cuando supo de la muerte
cubanos, sin dejar de decir lo suyo, lo haban hecho con mesu- de su amigo peruano.57 La Vida Literaria se hizo de inmediato
ra. De la misma carta se desprende la mutua colaboracin para eco de la aparicin de Presente en Lima, establecindose desde
el nmero especial dedicado a la nueva literatura cubana que entonces una clida amistad epistolar entre Glusberg y Luis Al-
preparaba Glusberg para La Vida Literaria, mientras que revis-
ta de avance hara lo propio con la nueva literatura argentina.54 avance se propona hacer lo propio con la nueva literatura argentina.
55 Se trata de 20 cartas de Flix Lizaso; 2 cartas de Jorge Maach y 9 de Juan
49 Jos Carlos Maritegui, La batalla del libro, en Mundal, a.VIII, n 407, Marinello, todas dirigidas a Buenos Aires entre 1928 y 1934. En Fondo
Lima, 30 de marzo de 1928, luego recogido en Temas de Nuestra Glusberg contiene adems cuatro cartas de Jos Antonio Ramos y cuatro
Amrica, Lima, Amauta, 1971, pp. 118-21. cartas de Flix Lizaso posteriores a los acontecimientos tratados aqu,
50 Ver, entre otras, carta de J.C. Maritegui a S. Glusberg, Lima, 4 de julio que no fueron transcriptas en el Anexo.
de 1928; y de S. Glusberg a J.C. Maritegui, Buenos Aires, 7 de agosto de 56 Presente. Peridico inactual de arte, crtica y literatura (Lima, n
1928, transcriptas en: H. Tarcus, Maritegui en la Argentina, op. cit., 1: julio 1930 n 3: segundo semestre 1931). El nmero 3 subtitula:
pp. 147-49. Revista de arte, crtica y literatura. Comit de redaccin: Csar Barrio,
51 Editaron en total 14 obras bajo el sello Revista Avance de La Habana, Jorge Basadre, Carlos Raygada, Luis Alberto Snchez y lcides Spelucn.
la mayor parte de jvenes escritores cubanos como Carlos Montenegro, En los n 2 y 3 slo aparece Raygada como director. Adems de los
Regino Boti, Juan Marinello, Eugenio Florit, Flix Lizaso, Jorge Maach y editores, colaboraron Martn Adn, Estuardo Nez, Jos Diez Canseco,
Jos Antonio Fernndez de Castro, entre muchos otros. Enrique Bustamante y Ballivn, Vctor Andrs Belande, Honorio Delgado
y Luis E. Valcrcel, entre otros.
52 De Flix Lizaso a S. Glusberg, LaHabana, 19 de Julio, 1928. En Fondo
Glusberg, CeDInCI. V. Anexo documental, carta II. 57 Luis Alberto Snchez, Datos para una semblanza de J. Carlos Maritegui,
en Presente. Peridico inactual de arte, crtica y literatura n 1, Lima,
53 Notas y notabilidades, en La Vida Literaria n 5, Buenos Aires, 1 julio 1930, p. 1 y 14-16; Waldo Frank, Maritegui, Ibd., p. 1. El texto de
quincena de noviembre de 1928, p. 4. Snchez fue reproducido en Escafandra, lupa y atalaya, Madrid, Cultura
54 De Flix Lizaso a S. Glusberg, LaHabana, 28 de Mayo de 1929. En Fondo Hispnica, 1977, pp. 127-44. El volumen Maritegui y su tiempo (Lima,
Glusberg, CeDInCI. V. Anexo documental II, carta IV. La Vida Literaria Amauta, 1971, pp.205-206) recogi el texto de Frank en la versin que
proyectaba un nmero dedicado a la nueva literatura cubana; revista de dio revista de avance.
berto Snchez,58 amistad que se renov a partir de 1935, cuando traducciones de Bertrand Russell y Karl Vossler; y una carta que
los dos escritores y editores se encontraron transterrados en Waldo Frank dirigi a la direccin.61
Santiago de Chile.
Richardo Latcham dej un vvido testimonio de ese cruce de ca-
Apenas unos meses antes apareca en Santiago de Chile la revista minos, a propsito de la llegada de Amorim a Santiago:
ndice, subtitulada Mensuario de cultura actual, informacin,
crtica y bibliografa, una de las publicaciones ms interesantes Amorim nos contagi su dinamismo, su curiosidad vital, su fra-
de la produccin revisteril chilena que todava no ha concitado terno sentido de las relaciones literarias. Coincidi su primer
la atencin de la crtica. No era una mera revista literaria sino el paso por Chile con el de Waldo Frank, que nos aconsej organi-
rgano de un colectivo poltico-intelectual de carcter america- zar grupos de estudio y accin, destinados a remover el pesado
nista y socialista, el llamado Grupo ndice. El grupo y su revista ambiente de las dictaduras que imperaban en Hispanoamrica.
fueron el resultado del encuentro entre diversas lneas que se Eran los das tremendos y grises de Legua, de Juan Vicente G-
cruzaron en Santiago a fines de la dcada de 1920 y comienzos mez, de Ubico, de Snchez Cerro, de Siles y otros dspotas y
de la siguiente: la recepcin regular de Amauta desde Lima (po- espadones. El grupo ndice, en que yo militaba, acogi a Amo-
tenciada por la visita de Waldo Frank en noviembre de 1929), la rim y all empez una amistad que no iba a terminar sino con la
presencia del venezolano Mariano Picn-Salas y su encuentro muerte del ilustre salteo. Mariano Picn-Salas, Mariano Lato-
con un ncleo de narradores y ensayistas chilenos de inspira- rre, Eugenio Gonzlez, Domingo Melfi, Manuel Rojas, Gonzlez
cin libertaria, algunos provenientes del anarquismo y otros del Vera, eran algunos de los que constituyeron un movimiento
movimiento estudiantil radicalizado de los aos 20: Mariano interesante que tuvo, como rgano de publicidad, una de las
Latorre, Eugenio Gonzlez, Domingo Melfi, Manuel Rojas y Jos mejores revistas chilenas de este siglo. Algo cambiaba en el
Santos Gonzlez Vera.59 Picn-Salas profesaba por entonces un ambiente y se diseaban nuevos valores y corrientes de pensa-
ideario anticapitalista y socialista, que buscaba asociar a una miento junto con la crisis financiera que sacudi a Wall Street y
nueva espiritualidad. Con la salvedad de operaciones como las derrumb a los regmenes fuertes, simbolizados en Chile por el
que haba llevado a cabo Maritegui, entenda que el marxismo General Ibez, expulsado del poder en 1931, por una rebelin
estaba demasiado comprometido con un materialismo y un ra- estudiantil y popular.62
cionalismo que ya eran cosas del pasado.60
El que poco despus ser fundador del Partido Socialista chileno
Contribuyeron tambin al cosmopolitismo del grupo el transi- no habla de una revista que congreg a un grupo, sino de un gru-
torio arribo a Santiago del uruguayo Enrique Amorim y poco po que edit una revista. Subrayemos que refiere que milit en
despus el pasaje breve pero intenso de los exiliados peruanos su seno y que Frank, a su paso por Santiago, les aconsej orga-
de la dictadura de Snchez Cerro: Luis Alberto Snchez, Magda nizar grupos de estudio y accin. El punto de referencia es el in-
Portal, Serafn Delmar y Manuel Seoane. Adems de los nom- telectual politizado que encarna Maritegui desde Lima con sus
brados, colaboraron en sus pginas Ernesto Montenegro, Lord mltiples iniciativas (revista, peridico, editorial, partido amplio
Jim (Benjamn Subercaseaux), Arturo Torres Rioseco, Olga Po- y multi-implantado, sindicatos, accin estudiantil reformista,
blete y Alone, entre muchas otras figuras de esta generacin universidad popular) antes que el militante que buscan encua-
donde no faltaron los crticos iracundos de la democracia capita- drar los partidos comunistas en proceso de normalizacin. El
lista que poco despus simpatizaran con el nacional-socialismo, momento de la inteligencia latinoamericana se aproxima, edi-
como Carlos Keller y Juan Gmez Millas. ndice public poemas torializaba Latchman en 1931 a tono con el profetismo de Waldo
de Pablo Neruda, Vicente Huidobro y Pablo de Rokha, Mario de Frank. Lo que no significaba precipitarse a la toma del poder.
Andrade, Manuel Bandeira y Murilo Araujo, Salvador Novo, Or- Analizar, medir, aglutinar, coordinar fuerzas y pulsar proble-
tiz de Montellano y Xavier Villaurrutia, Martn Adn, Jos Mara mas debe ser, por ahora, su tarea. Otras gentes fracasaron por
Eguren y Csar Vallejo; ensayos de Alfonso Reyes, Baldomero no sentir verdaderamente la densidad de nuestros problemas
Sann Cano, Manuel Ugarte, Haya de la Torre y Juan Marinello; y aplicar fras recetas.63 Respecto de la revista propiamente
dicha, para pensar a ndice en la historia cultural chilena sera
necesario ponerla en lnea, en el pasado, con publicaciones como
58 El Fondo Glusberg del CeDInCI resguarda 25 cartas de L.A. Snchez a S. Juventud y Claridad, y en el futuro inmediato, con Onda Corta
Glusberg enviadas entre 1930 y 1934.
(1935-1937) y luego con la Babel chilena que va a editar Glus-
59 ndice. Mensuario de cultura actual, informacin, crtica y bibliografa.
rgano del Grupo ndice. Santiago de Chile, n 1 (abril 1930) - ao 2, n berg en Santiago en 1939, con el concurso, justamente, de mu-
13 (agosto 1931); 2 poca, n 1 (febrero 1932). Aparecieron en total
13 nmeros, pues el 11/12 fue doble. Comit editor: Mariano Picn
Salas, Mariano Latorre, Eugenio Gonzlez, Domingo Melfi, Manuel Rojas,
61 Waldo Frank habla a ndice, en ndice n 8, noviembre 1930, p. 1,
Jos Gonzlez Vera. A partir del n 13 (agosto 1931) asume la direccin responde a una crtica de Latchman a Primer Mensaje a la Amrica
Gonzlez Vera. Una coleccin completa se encuentra disponible en la Hispana (Madrid, Revista de Occidente, 1930).
Biblioteca Nacional de Chile. 62 Ricardo Latcham, Un destino chileno y americano, en Enrique Amorim,
60 Vase, por ejemplo, la extensa carta de Picn-Salas a Rmulo Betancourt La Carreta. Edicin crtica, Fernando Ansa (coord.), San Jos, Universidad
del 20 de noviembre de 1933, en Delia Picn (comp.), Mariano Picn- de Costa Rica, 1996, p. 410.
Salas y sus amigos, Caracas, Universidad Catlica Andrs Bello / 63 R[icardo]. L[atchman]., Inteligencia y poltica, en ndice n 10, Santiago,
Universidad de Los Andes, 2004, t. I, p. 193 y ss. enero 1931, pp.1-2.
chos militantes de ndice. Como sus pares latinoamericanas, la en el que terci el poeta huancano Julin Petrovick, compaero
revista santiaguina tambin emprende su proyecto editorial, los de ideas y cuado de Magda.67
Cuadernos ndice y las Ediciones de ndice.
Pero a Glusberg no le interesan las apropiaciones apristas ni
Glusberg, que se carteaba con Picn-Salas desde 1927,64 recibi las comunistas de Maritegui, considerando que la estatura del
el prospecto de la nueva revista chilena y le dio amplia difusin intelectual no poda medirse conforme su magra cosecha pol-
en La Vida Literaria incluso antes de su aparicin. Bajo el ttulo tico-organizativa. El Partido Socialista Popular poda haber su-
de Un nuevo grupo literario, informaba que cumbido a la intervencin komintermiana, pero los 7 Ensayos y
Amauta haban llegado para quedarse. La memoria del intelec-
en Santiago de Chile acaba de constituirse el Grupo ndice que tual se sobrepondra a los infortunios del poltico. No en vano
anuncia para el prximo mes de abril la publicacin de un pe- se atreva a recomendarle a Maritegui en la correspondencia
ridico mensual de cuatro pginas bajo el mismo nombre. En que ingresara a la Argentina como ensayista, apadrinado por
el prospecto que hemos recibido, sobre la organizacin de este los escritores argentinos, antes que como poltico, de la mano
grupo y su revista, se explica la futura accin de ndice y sus de los comunistas locales.68 Glusberg recogi de ndice lo que
principales objetivos. Lo transcribimos, deseando al nuevo gru- ms convena al proyecto de La Vida Literaria, en cuyas pginas
po americano que viene a sumarse a los ya constituidos en Nue- Picn-Salas, Latcham, Latorre y los escritores chilenos aparecie-
va York, Buenos Aires, Lima, Habana, etc., una larga y fecunda ron regularmente.
existencia a fin de poder llevar a la prctica todos los puntos de
este programa.65 En definitiva, las cuatro revistas La Vida Literaria, revista de
avance, Principios e ndice haban coincidido en una serie de
Cuando cerraba el primer nmero, el consejo editor fue sorpren- tpicos que definan cierto programa intelectual de la nueva ge-
dido con el cable que anunciaba la muerte de Maritegui. Una neracin: un americanismo de tintes antiimperialistas y socialis-
columna de ltimo momento prometa un examen ms detenido tas, una afirmacin de la cultura americana respecto de la tutela
de su obra, pero anticipaba un juicio: europea y una postulacin misional del intelectual latinoame-
ricano. Las cuatro coincidan en revalorar la tradicin indepen-
En sus ensayos queda enclavada la realidad poltica, social e dentista que iba de Bolvar y Sucre a Jos Mart, el modernis-
intelectual del Continente. Su aliento, como el de un creador, mo como momento de afirmacin cultural latinoamericana y el
anim y dio vida a la cultura peruana. Bajo su direccin la revista vanguardismo como sea de identidad de la nueva generacin.
Amauta fue la ms libre, la ms elevada tribuna de las jvenes Por supuesto, asuman este programa con diversos acentos. Por
generaciones. Un nuevo mtodo crtico naci con l.66 ejemplo, ndice estaba ms comprometida con las estticas de
vanguardia que La Vida Literaria; el americanismo de Principios
Ms que el saludo al camarada, era el elogio del intelectual por y de revista de avance tiene un acento antiimperialista que no
parte de un colectivo de intelectuales de izquierda. se encuentra en La Vida Literaria, mientras que la revista por-
tea afirma un antihispanismo (y un anti-orteguismo) militante
El segundo nmero, aparecido en mayo de 1930, dedic una que los cubanos no suscriben.
seccin a la memoria de Maritegui con notas de Domingo Mel-
fi, Eugenio Orrego Vicua y Ral Silva Castro. Sin embargo, para Con todo, hay un amplio espacio comn, que se hace manifiesto
entonces era difcil ensayar el elogio del intelectual sin internar- en coincidencias, prstamos, dilogos y solidaridades. El empe-
se en las aguas procelosas de la poltica partidaria, de modo tal oso Glusberg se propuso darle forma a este programa conti-
que no tard en desatarse en sus pginas un sonado debate en nental y apelando una vez ms al padrinazgo que sobre todos los
torno del legado de Maritegui que enfrent al comunista chi- grupos ejerca Waldo Frank, volvi a la carga con el proyecto de
leno Marcos Chamudes con la escritora aprista Magda Portal, Nueva Amrica. En carta a Frank del 1 de diciembre le anticipa-
ba el plan que ha ideado para compensar el camino oblicuo que
escogi Victoria y el vaco dejado por la muerte de Maritegui:
64 La correspondencia con Mariano Picn-Salas que preserva el Fondo
Glusberg del CeDInCI contiene 17 cartas intercambiadas entre 1927 y
1935 (esto es, el perodo chileno del venezolano), ms una de 1961.
65 En el Prospecto transcripto por Glusberg se sealaba: Cierto nmero de
intelectuales (escritores, profesores, artistas, periodistas, etc.) ha decidido 67 Domingo Melfi, Eugenio Orrego Vicua, Ral Silva Castro, ndice a
la formacin de un grupo denominado ndice. El objeto fundamental de Maritegui, en ndice, ao I, n 2, Santiago, mayo de 1930, p. 8-10; Magda
este grupo es proporcionar al pblico una informacin viva y actual sobre Portal, Trayectoria de Jos Carlos Maritegui, en ndice ao I, n 2, mayo
los valores espirituales comprendidos en las especialidades de cada uno de 1930, pp. 8-9; Marcos Chamudes, Carta del Per. Maritegui y Haya
de sus componentes. El instrumento de accin inicial ser un peridico, de la Torre, en ndice ao I, n 5, agosto de 1930, p. 3; Magda Portal,
que llevar el mismo nombre del grupo, ndice. Para lo futuro se piensa Haya de la Torre y J.C. Maritegui, en ndice, ao I, n 6, septiembre de
en derivaciones como conferencias, ediciones, etc., que harn ms amplia 1930, p. 12; Marcos Chamudes, Ms en torno de Maritegui y Haya de
la accin. Un nuevo grupo literario, en Notas y notabilidades, en La la Torre, en ndice, ao I, n 9, p. 6, diciembre de 1930; Julin Petrovick
Vida Literaria n 19, abril de 1930, p. 6. (seud. de scar Bolaos), Carta del Per, en ndice, ao I, n 9, diciembre
66 F.O., J. Carlos Maritegui, en ndice, ao I, n. 1, abril de 1930, p. 7. de 1930, pp.7-8.
Seguramente detrs de las siglas se esconde Fernando Ortzar Vial. 68 H. Tarcus, Maritegui en la Argentina, op. cit., pp. 42-43.
El nico hombre que era capaz de seguir tu inspiracin en esta uno de los libros fundamentales de Frank, nuestro grande y co-
parte de Amrica era Maritegui y se ha muerto. Esto s me si- mn amigo, sino tambin de Mart, Bunge y otros. Con esta unin
gue doliendo. Pero es posible que entre varios grupos de Chile, aseguraremos en primer trmino que el peridico circule en
Mxico, Cuba, Per, hagamos algo en comn.69 nuestros pases en una cantidad tal y con una frecuencia que no
estamos en condiciones de alcanzar por separado nunca jams.
Es as que el 17 de diciembre de 1930, pocas semanas antes de
la aparicin de Sur en Buenos Aires, le dirige una extensa carta He elegido para iniciar la publicacin semanal de NUESTRA
mecanografiada a Mariano Picn-Salas y valindose del anti- AMRICA, adems de L.V.L., como es natural, tres peridicos
guo mtodo del papel carbnico, genera tres copias que enva que se han caracterizado por una orientacin intelectual defini-
a Flix Lizaso a La Habana, a Luis Alberto Snchez a Lima y a da en dos ocasiones: con motivo de la visita de Waldo Frank y
Waldo Frank a New York. El objeto de la carta colectiva es bien de la muerte de Jos Carlos Maritegui.
preciso: debemos unirnos escribe Glusbergvarios grupos
intelectuales afines con el objeto de crear un peridico nico En principio, antes de extenderse a otras capitales, Glusberg pro-
de verdadero espritu americano, que circule de veras en todos pone unir cuatro revistas de cuatro capitales que visit Frank en
nuestros pases por igual.70 su gira latinoamericana:
Glusberg contrasta el espritu americano pregonado por las di- Son estos peridicos el suyo, o el de su grupo NDICE de
versas revistas con la dbil integracin cultural entre los pases Santiago; AMAUTA, o mejor dicho el grupo que se separ de
del continente, lo que se evidenciaba en la escasa circulacin de AMAUTA a la muerte de Jos Carlos Maritegui: me refiero a
libros y revistas entre las diversas capitales: PRESENTE de Luis Alberto Snchez y compaeros. Ha salido
un solo nmero de P. mas basta para darse cuenta de que son
Qu hacer? Lo primero que se nos ocurre a todos es soar con de los nuestros y de que actan como intelectuales. Adems, el
una gran revista interamericana. Este ha sido mi pensamiento y nombre de Luis Alberto Snchez es una garanta de seriedad
el de Waldo Frank. Lo discutimos largamente durante su estada como U. sabe.
de seis semanas en B.A. Y hasta yo cre que l haba dado con
la persona capaz de aunar hombres y tendencias distintas y en El tercer grupo intelectual que merece toda mi admiracin y
condiciones de fundar ese gran organismo editorial. toda mi simpata y que hay que reconocer como el de labor ms
antigua es el de 1930: Ichaso, Lizaso, Maach y Marinello.71
Sin embargo, la anunciada revista Sur no responder al proyecto
imaginado: Glusberg, que antes que un plcido escritor es el hombre or-
questa de Ediciones Babel y de La Vida Literaria, pens con de-
Pero hasta hoy nada se ha hecho y la revista que con el nombre tenimiento el costado material del proyecto colectivo: direccin
de Sur anuncia doa Victoria Ocampo, ser sin duda algo muy colegiada, aportes societarios, costos de papel, composicin e
distinguido, como Commerce de M. Paul Valery et Cie.- o cual- impresin, envos de una capital a otra, avisos, suscripciones,
quier otra revista mejor: Echanges o la que Ud. quiera. Pero ventas, intercambios, canjes.... Su propuesta era la edicin de
no lo que nosotros necesitamos. De ah que yo crea que ahora un peridico del formato de La Vida Literaria (tabloide), de 8
ms que nunca debemos empearnos en crear ese organismo pginas cada entrega, que se imprimira y se distribuira en forma
totalizador que la obra de Frank seala como imprescindible rotativa. Cada grupo nacional editara un nmero mensual con
para nuestro nacimiento. Y la manera de conseguirlo, segn mi un tiraje de 6000 ejemplares, de los cuales 1500 se venderan
parecer, es empezando por nosotros mismos, por lo que est a en el marcado local y los otros 4500 se despacharan a las otras
nuestro alcance. tres capitales, a razn de 1500 ejemplares para cada una.
Glusberg propone unir a los diversos grupos revisteriles en una A poco de andar el camino conjunto, Glusberg no duda en la
sola publicacin de alcance continental: incorporacin de nuevos grupos de Mxico, Colombia, Uruguay:
De todas partes me llega la misma voz. El proyecto revisteril
Somos varios los grupos afines que sostenemos regularmente debe unificar tambin la campaa a favor del libro americano.
un peridico o una revista mensual. Pues bien, unmonos, en un
solo peridico para que este solo peridico, bajo un solo nombre El poeta Ortiz de Montellano, director de Contemporneos de
propongo el de NUESTRA AMRICA no slo por ser el de Mjico, me dice en una carta que tengo ganas de publicar en VL:
creo que debemos hacer todo lo posible por difundir el libro
69 De S. Glusberg a W. Frank, Buenos Aires, 1 de diciembre 1930, en Fondo
Samuel Glusberg, CeDInCI. Transcripta en H. Tarcus, Maritegui en la
Argentina, op. cit., pp. 213-14.
70 De S. Glusberg a M. Picn-Salas, Buenos Aires, 17 de diciembre de 1930.
Cuatro carillas mecanografiadas en cuatro folios membretados, copia
realizada con papel carbnico. Fondo Samuel Glusberg, CeDInCI. Se
transcribe ntegra en el Apndice documental. 71 Ibid., itlicas de H.T.
Glvez, Ulloa, etc. Se han cerrado peridicos y la intelectualidad nunciada en la carta a Glusberg de febrero:
sigue siendo un crimen.
Creo que este ao no podr dar mi tercer tomo de Literatura
El proyecto de revista continental haba sido discutido y apro- peruana. Ando metido en tantas cosas, y esta poltica que nos
bado por el grupo peruano con tal entusiasmo75 que hasta con- ha cogido y sacudido tanto No se lo imagina usted. Pero, como
sideraron la incorporacin de otras capitales revisteriles como civil, y sintiendo en carne propia este bochorno de los gobiernos
Mxico y Montevideo: que se presentan a liberar y tiranizan ms, siento la tragedia de
los compaeros de La Habana, y la vuestra, tambin, bajo el
Puedo asegurarle que su proyecto ha sido aceptado ya por reaccionarismo de Uriburu.76
Basadre, Sabogal, Barrio, Spelucn, Raygada, Bustamente, por
todos. No hay una sola duda. [] En efecto, la tragedia de los compaeros de La Habana era
De modo que, por hoy, a fin de no tener demoras en este pro- incluso ms grave que la del grupo de Lima. revista de avance
yecto que yo considero como cosa propia, debemos confiar en era la heredera de la Protesta de los 13, el acto simblico de
slo dos centros [:] Argentina y Chile. Si Mxico entra, los gru- la irrupcin de la nueva generacin en la arena poltica. El 19
pos podran formarse por el instante as: Argentino-Uruguayo de marzo de 1923, en los primeros aos de la Repblica, varios
supongo que el futbolismo no trascienda a los escritores, jvenes se pusieron de pie en un homenaje a la uruguaya Paulina
Peruano-Chileno y Cubano-Mexicano. Luisi que se desarrollaba en la Academia de Ciencias de Cuba
para manifestar su protesta frente a la corrupcin del gobierno
Incluso han discutido nombres alternativos: de Garca Zayas. El grupo se retir del acto publicando un ma-
nifiesto firmado por trece intelectuales, entre los que se encon-
Escrbame, pues, y metmosle el hombro a esta idea nuestra. traban Lizaso, Ichaso, Marinello, Tallet y Maach. El pronuncia-
Los amigos aqu se deciden por Nuestra Amrica como ttulo. miento fue el punto de partida del Grupo Minorista, una tertulia
Yo voto por La Otra Amrica. Nuestra Amrica est gastado. de intelectuales y artistas que a partir de entonces se congreg
El peridico de ese ttulo, el libro de Bunge y el de Frank lo han semanalmente en encuentros sabticos que se realizaban en re-
convertido en lugar comn. Al libro de Frank le ha hecho dao dacciones de revistas y restaurantes habaneros. Los Minoristas
el ttulo, por lo de Bunge, que es un antecedente. Voto por La no slo resistieron en su propio pas a los gobiernos de Gar-
Otra Amrica. ca Zayas y de Gerardo Machado, sino que se comprometieron
crecientemente en un programa americanista y antiimperialista
Sin embargo, tanto entusiasmo revisteril se vea empaado por cuyos mximos referentes fueron Bolvar y Mart, Ingenieros, Va-
el clima hostil que dominaba al Per bajo la dictadura militar de rona y Vasconcelos, Maritegui y Waldo Frank.77
Snchez Cerro, bajo la cual incluso los intelectuales opositores
eran objeto de persecucin: Para cuando lleg la propuesta de Glusberg al grupo de La Haba-
na, revista de avance haba dejado de salir. En marzo de 1930
Nuestro obstculo est en la imposibilidad de imprimir hoy en se haba concretado la primera huelga general contra el gobier-
Lima un peridico, y en las escasas posibilidades de una compra no, punto de partida del movimiento antimachadista que con-
abundante. Las gentes viven en tren de polticos y la crisis es quistar el derrocamiento del presidente tres aos despus. En
cada da ms grave. Por eso desconfo, hoy, despus de haber septiembre de 1930 una manifestacin estudiantil era reprimida
confiado ampliamente. Esto no quiere decir nada contra la idea. por la polica. Muchos estudiantes fueron detenidos (Marinello
Al contrario, le insto a llevar a cabo la idea. entre ellos), otros fueron heridos, resultando muerto pocos das
despus el estudiante Rafael Trejo a causa de las graves heridas.
Las gentes escribe Snchez viven en tren de polticos, Los editores llegaron a insertar en el nmero 50 de revista de
aseveracin que tambin vale para s mismo. Si bien nunca aban- avance el siguiente anuncio:
donar su condicin de intelectual, su creciente compromiso
poltico lo llevar a afiliarse al APRA, decisin que parece prea- La excepcional demora sufrida en la aparicin de este nmero
por motivos de imprenta, nos da oportunidad de referirnos a los
sucesos del ltimo da de septiembre, en que los estudiantes de
la Universidad, al intentar una manifestacin de protesta con- republicanas, con termmetro de Washington y el achaque a
tra la medida poltica de posposicin de la apertura del curso todos nos alcanza.
y contra el rgimen poltico imperante, fueron brbaramente
atropellados por la polica. Como consecuencia de esta drago- Esta situacin de violencia porque Cuba atraviesa temo mucho
nada, un estudiante acaba de morir al escribirse estas lneas y que le reste viabilidad, por ahora, a la excelente idea que Vd.
otros se encuentran heridos y nuestro coeditor Juan Marinello acaba de proponerle a Picn Salas, de Santiago de Chile, y a
sufre prisin, acusado de instigador de los hechos. nuestro Lizaso: la fundacin de un peridico continental, un-
nime, de publicacin simultnea en nuestras capitales, con el
Y concluan lneas ms abajo: ttulo para nosotros tan querido, por ser el de uno de los
escritos ms sustantivos y perdurables de nuestro Mart, antes
Se rumora que, por los sucesos ocurridos, se suspendern las que de Waldo Frank de Nuestra Amrica.
garantas constitucionales, instaurndose la censura previa a la No sabra exagerarle el entusiasmo con que yo, poco dado a
prensa, en cuyo caso 1930, para no someterse a esa medi- las vehemencias en esta suerte de proyectos, he acogido esa
da, suspender su publicacin hasta que el pensamiento pueda idea suya.80
emitirse libremente.78
En carta a Glusberg del 18 de febrero, Marinello tambin aprueba
La propuesta de Glusberg no poda llegar a La Habana en mo- la iniciativa, pero de todo el grupo cubano es el ms escptico res-
mento ms inoportuno, pero an as fue positivamente consi- pecto de su concrecin dadas las graves circunstancias polticas:
derada por el grupo editor de revista de avance. Una vez leda,
Lizaso se la entreg a Maach, y este a su vez se la envi a Me habla Maach de un proyecto de revista continental en que
Marinello, que estaba clandestino en una hacienda de su familia: el grupo de 1931 tendra participacin. Me parece felicsima
idea, pero, de momento mientras dure el mando militar que
No hizo sino llegarme su carta, y aprovech que deba visitar a mi nos tiene ahogados poco podra hacerse. He contestado a
compaero Maach para drsela a conocer. Como era algo que Maach que tan pronto pueda recobrar mi libertad de movi-
deba leerse con detenimiento y releerse, le dej su carta. Y l miento, me dar, con el inters ms ferviente, a esa obra que me
despus, pensando que ese era mi intento, se lo remiti a Mari- parece necesaria y bellsima.
nello, a su obligado escondite donde hace dos meses que est,
sustrado a nuestro contacto, y sustrado a la persecucin de que Esta misma carta nos lo muestra en la clandestinidad, organi-
era objeto. Su carta no me ha sido devuelta todava, y le escribo zando la resistencia a la dictadura, en condiciones que hacen
de primera intencin, sin base concreta. Lo primero es decirle imposible pensar en una revista de carcter intelectual, incluso
que el proyecto ha gustado a todos los que lo han conocido, y poltico-intelectual.
a m desde luego. Que nos parece viable, aunque difcil en esta
situacin nuestra. Pero esperamos que con la ayuda de muchos Despus de la salida de la Crcel he estado jugando la cabeza
amigos, podamos lograr lo que nos es indispensable: un nmero a la polica, detenido unas veces, libre otras, escondindome
de anuncios suficientes para asegurar la economa (de las sus- para ser ms til como ahora que, desde un encierro amabil-
cripciones, ya lo sabe Vd., no puede hacerse depender nada).79 simo, me comunico por las noches con mis estudiantes y hace-
mos mucho porque esto deje de ser el rebao pastoreado por
A pesar de los obstculos, Lizaso era otro empeoso editor, de un jefe incivil. Lo que aqu ocurre es horroroso: muertes miste-
modo que se entrega a una serie de consideraciones materiales riosas a diario, atropello a cada minuto de derechos que Espaa
de la futura revista, como el tamao y la cantidad de pginas. no mancill. Da vergenza hablar de estas cosas.81
Maach, por su parte, se excusa por la demora en responderle:
mi deseo de escribirle se ha visto constantemente entorpecido y A pesar de todo, Lizaso sigue intercambiando pareceres con
aplazado por la violencia y dispersin de nimo que las circunstan- Glusberg sobre los aspectos materiales de la edicin durante
cias polticas han trado ltimamente a nuestras vidas. Y aade: 1931 y 1932. Insiste en la inviabilidad del formato sbana (ha-
ra incmoda la lectura en el tranva y sera un obstculo para
Como Vd. sabe, debido a ellas, hemos tenido que suspender la coleccionarla), aprueba la extensin inter-continental a ocho
publicacin de 1930. Vivimos bajo un rgimen de supresin capitales, sugiere otros nombres (Amrica a secas, Madre
total del pensamiento a manos de un gobierno que considera Amrica), sugiere desavenencias con el grupo mexicano de
los peridicos, las universidades y las escuelas, cosas perfec- Contemporneos... En octubre de 1931 se rene con Maach
tamente prescindibles, sin duda por lo bien que a l le ha ido y con Ichaso para rediscutir el proyecto y le enva una carta a
sin ellas. En fin, estamos sudando una de nuestras calenturas
78 Directrices, en revista de avancen 50, La Habana, 15 de septiembre 80 De J. Maach a S. Glusberg, La Habana, 7 de febrero de 1931. Fondo
de 1930, p. 259. Glusberg, CeDInCI.
79 De F. Lizaso a S. Glusberg, La Habana, 18 de febrero de 1931. Fondo 81 De J. Marinello a S. Glusberg, La Habana, 18 de febrero 1931. Fondo
Samuel Glusberg, CeDInCI. Reproducida en Anexo II. Samuel Glusberg, CeDInCI.
Glusberg proponiendo salir adelante, en principio, con cuatro ca- gistas, Marinello se afilia al Partido Comunista.84 La carta de este
pitales, ahora bajo el nombre de Continente. Un mes despus82 ltimo a Glusberg fechada en septiembre de 1934, es elocuente
despacha a Buenos Aires un diseo de prospecto de la que sera del nuevo clima poltico-intelectual:
la nueva revista:
Me pregunta usted por mis compaeros de revista de avan-
CONTINENTE ce. Polticamente, andan mal, muy mal, psimamente. De ellos,
Buenos Aires / Lima / La Habana / Mxico el de ms personalidad, el talentossimo Jorge Maach, est
de caudillo programtico del ABC, tendencia fascistizante, en
Pero apenas unos das despus (28 de diciembre de 1931), Maach franca connivencia con la Embajada yanqui. Qu dolorossima
vuelve a escribir a Buenos Aires ratificando que los tiempos no estn cosa! Lizaso e Ichaso son seguidores, eficaces auxiliares de Jor-
maduros. A las ya difciles condiciones impuestas por la dictadura ge Maach. Ahora Jorge es director de Accin, peridico del
de Machado (porque esta dictadura es del tipo que se esmera en ABC y Lizaso e Ichaso le secundan en sacar este peridico que
ofender sobre todo la inteligencia), se aada una crisis econmica es, desde luego, como hecho por hombres de sus capacidades,
tan pavorosa que ya nadie lee ni los peridicos. En suma: una excelente publicacin. Tienen, porque la postura derechista
franquea estas cosas, dinero, apoyo de las corporaciones nor-
Nos parece mejor esperar un momento de resurreccin que ya teamericanas y auxilio econmico del comercio espaol. Solo
no debe tardar mucho. Tenga en cuenta, por otra parte, que la yo he tomado hacia la izquierda de aquel grupo de 1927-30.
persecusin poltica nos tiene a todos dispersos y con el alma Despus de todo enfocando las cosas en buen marxismo
en vilo: sin poder siquiera reunirnos por lo dems, estoy tan as tena que ser y en verdad ellos son los que han respondido
interesado como siempre en el proyecto. Sigo considerndolo lealmente a sus imperativos de clase, y de formacin intelectual
magnfico; pero, por lo mismo, no debemos correr el peligro de y de insercin epocal. Han sido fieles a la burguesa. Son bur-
frustrarlo con un intento prematuro de realizacin.83 gueses los tres hasta la mdula. Cuando la burguesa cai-
ga amn, caern con ella. Yo, que lamento profundamente
Pero a pesar de los entusiasmos, las voluntades y las ilusiones, esta definicin anti-revolucionaria de mis compaeros de ayer,
el proyecto de Nuestra Amrica, o de La Otra Amrica, o de no dejar un momento de combatirlos polticamente y de se-
Continente, es a todas luces inviable. En el lapso de los dos aos alar el efecto horrible que a los intereses populares han tan
que van de 1930 a 1932, las cuatro revistas involucradas en el buenos talentos.85
proyecto han dejado de salir: revista de avance en septiembre de
1930, Presente en el segundo semestre de 1931, ndice en febrero Tampoco Glusberg fue ajeno a esta fiebre de politizacin. Aquel
de 1932 y La Vida Literaria en junio/julio de ese mismo ao. En un editor que en 1930 dudaba en lanzar en Buenos Aires la Defensa
escenario latinoamericano dominado por la crisis capitalista mun- del marxismo de Maritegui, cinco aos despus se mostraba
dial, la desocupacin, los golpes militares, la censura, las persecu- como un lector apasionado de la obra de Marx. Aunque no era
ciones y los exilios, el proceso de politizacin de los intelectuales hombre de partido, hacia 1934 comenz a interesarse por la fi-
propio de la dcada de 1920 dio lugar en la dcada siguiente a un gura y por la obra de Len Trotsky, ms atrado por el escritor
proceso indito, de partidizacin de los intelectuales. que por el fundador del Ejrcito Rojo, y ms comprometido con
el mensaje tico-poltico del peregrino ruso-judo que en su pro-
El americanismo anti-imperialista de los aos 20 se refractaba puesta organizacional. As y todo, Marinello le adverta a su ami-
ahora en un haz de trincheras polticas socialistas, comunis- go desde La Habana de los riesgos de esa orientacin:
tas, trotskistas, apristas, nacionalistas que se disputaban su
legado. En muy pocos aos los colegas e incluso los amigos de Por cosas del Repertorio, por peridicos y panfletos que creo
ayer pasaron a ser los enemigos de hoy. En Chile, Latcham fun- deber a su amistad ejemplar, le veo inclinado al trozkismo. Per-
dar en 1933 el Partido Socialista, mientras que Carlos Keller y dneme que vea en ello, principalmente, una razn de adhesin
Juan Gmez Millas, sus compaeros de ndice, no escondern racional y de apasionamiento por una figura humana de apa-
sus simpatas con el nacional-socialismo. El Grupo Presente de sionante dramatismo. Yo estoy en la otra banda. No porque no
Lima se disuelve cuando, para disgusto de Basadre, Snchez y advierta en la accin oficial rusa naturales errores, algunos de
Spelucn ingresan al APRA. El grupo habanero de los 5 de la importancia. Pero creo que el deber es estar con Stalin mientras
revista de avance se ve fracturado por una enemistad poltica y esto es innegable, el fondo de su pensamiento sea since-
irreconciliable cuando Lizaso y Maach ingresan a un nuevo es- ro y el estar con su gobierno signifique estar con la accin re-
pacio poltico antimachadista, el llamado ABC, y mientras Ichaso
radicaliza su nacionalismo hasta adoptar incluso posturas falan- 84 Sobre las tensiones entre hispanismo, americanismo de izquierda y comu-
nismo ortodoxo en la vida y la obra de Marinello, v. Rafael Rojas, op. cit.
Sobre la experiencia poltica del ABC y la acusacin por los comunistas
de organizacin fascistoide, v. Jorge Domingo Cuadriello, El ABC fue
82 De F. Lizaso a S. Glusberg, La Habana, 23 de noviembre 1931. Fondo otra esperanza de Cuba, en Espacio Laical n 32, La Habana, abril de
Samuel Glusberg, CeDInCI. 2012, pp. 82-88.
83 De J. Maach a S. Glusberg, La Habana, 28 de diciembre de 1931, Fondo 85 De Juan Marinello a Samuel Glusberg, 20 de septiembre de 1934. Fondo
Samuel Glusberg, CeDInCI. Glusberg, CeDInCI.
volucionaria realmente eficaz. Hace pocos nmeros del Reper- Archivos consultados
torio que le, en un artculo sobre Maritegui de el [sic] aprista Fondo Samuel Glusberg, CeDInCI / UNSAM, Buenos Aires.
Cox, que este haba dicho a alguien: Admiro apasionadamente Fondo Mara Rosa Oliver, Fondos Especiales, Universidad de Princeton.
a Trotzky, pero aplaudira a Stalin si lo fusilase. Yo, que soy un Fondo Victoria Ocampo, Academia Argentina de Letras.
apasionado del valor humano de Bronstein, no llorara su muer- Fondo Waldo Frank, Colecciones especiales, Van Pelt-Dietrich Library,
te. Pero, qu lejos nos llevara todo esto, Glusberg querido Y Universidad de Pennsylvania.
yo tan sin tiempo para mis mejores devociones.86
I.- Los grupos intelectuales de LA VIDA LITERARIA, de Buenos menos 1500 ejs para sus lectores, suscriptores, amigos, canje,
Aires, NDICE de Santiago, PRESENTE de Lima y 1930 de La etc. Si con todo la cifra parece reducida puede elevarse desde el
Habana resuelven unirse para editar en los cuatro un peridico principio el tiraje de NA a ocho mil, y a dos mil los ejemplares
semanal de 8 pginas en papel y formato de diario bajo el nom- del intercambio. Por mi parte creo que 1500 es el nmero que
bre de NUESTRA AMRICA. puede colocarse aqu contando con el envo a las bibliotecas,
Propongo el formato de LVL porque dentro de sus 8 pginas pero no est de ms regalar 500 ejemplares de cada nmero en
cabe el material de cualquiera de los otros peridicos y porque cada uno de nuestros pases como propaganda, siempre que el
su impresin es ms barata. Sobre todo cuando como en este presupuesto lo permita.
caso habr que hacer un tiraje elevado.
IV.- El peridico no podr dedicar ms de una tercera parte de su
II. Los cuatro nmeros mensuales del peridico se imprimirn espacio para anuncios.
simultneamente el primer da de cada mes en cada una de las Puede reducirse a una cuarta parte, pero pongo una tercera
cuatro ciudades para que pueda realizarse el intercambio dentro porque la ltima pgina habr que dedicarla a un aviso igual en
del mismo mes. todos los nmeros incitando a suscribirse e indicando las direc-
Este artculo requiere una explicacin ms larga. N 1 Nmero ciones y componentes de los cuatro grupos literarios. No hay
1, v.g. saldr de BA, el 2 de Santiago, el 3 de Lima y el 4 de LH que olvidar, adems, que el peridico debe ser el intermediario
el mismo da, calculndose el tiempo de tal modo que puedan de nuestros libros, que ms adelante editaremos en sociedad.
ser puestos en venta los cuatro nmeros dentro de este orden
durante las cuatro semanas del mes y en las cuatro ciudades (si V.- El precio de venta del peridico deber ser de 10 cts. oro
a alguna parte el nmero llega antes, deber reservarse hasta la o ms o menos (menos que ms) su equivalente en nuestra
semana correspondiente). moneda. La suscripcin 2 dlares por ao y podrn hacerse in-
distintamente a cualquiera de las 4 administraciones. Cada una
Otro s digo: he puesto que el nmero 1 saldr de BA, no se vea es autnoma y cumple con recibir y pagar los 1500 (o dos mil
en esto asomo de nacionalismo (y menos de meridianismo). ejemplares) del intercambio obligatorio.
Lo mismo da que se proceda de norte a sur y que el nmero 1 Lo mejor es suprimir toda cuenta de dinero. No somos nego-
salga de La Habana, el 2 de L, el 3 de S y el 4 de BA, o en cual- ciantes ni burgueses. Como hasta la fecha, para hacer frente a
quier otro orden. Creo que por razones de antigedad y hasta de los gastos que demande la edicin de 6 u 8 mil ejemplares de
calidad les corresponde la iniciacin a los muchachos de 1930. NUESTRA AMRICA, cada grupo tendr que arreglrselas con
Si he puesto mi grupo literario primero es porque he propuesto avisos, suscripciones, socios protectores, etc.
LVL como modelo por su formato y papel y porque quiz a m
como autor de la iniciativa me sea ms fcil hacer un primer VI.- La orientacin, fines y propsitos de NUESTRA AMRICA
nmero americano con la ayuda de Uds. que a Uds. con la ayu- debern fijarse en el primer nmero en forma de programa que
da de los escritores argentinos (la voz de la experiencia!). Por suscribirn los 4 directores o representantes de cada grupo li-
lo dems, los cuatro primeros nmeros debemos hacerlos con terario.
tiempo y de comn acuerdo hasta en los detalles tipogrficos. Este es el punto ms importante, naturalmente, pero el que
Los cuatro deben ser primeros y aparecer simultneamente aun- tenemos resuelto, por suerte. Lo prueban los antecedentes re-
que lleven sus nmeros correspondientes a la primera, segunda, cordados al principio de esta carta y nuestra buena amistad. Lo
tercera o cuarta semana. El correo areo puede servirnos para que debemos discutir es la formacin de una directorio comn
las notas urgentes y an para el intercambio de un ejemplar de de cuatro, sin perjuicio de dejar constituidos los grupos por los
cada nmero por un par de pesos. As se cumplir de una vez la hombres que figuran ahora y hasta incorporar algunos nuevos
profeca de Waldo Frank: que de antiguo pertenecen como colaboradores a nuestros pe-
ridicos. Esta misma carta es una prueba de la necesidad de un
y no sera extrao que con la ayuda del aeroplano, consiga esta directorio con un solo representante porque es a Ud. Picn-Sa-
generacin su unin cultural. Ser una sinfona de voces, desde las, a Lizaso y a Snchez a quienes me dirijo, y no por primera
Mjico hasta la Tierra del Fuego, porque la variedad de sus ethos vez por cierto.
es grande, y expresndose en el sentido de Platn podra decirse
que tienen la msica (R. de A., pg. 210 de la edic. espaola). VII. Para dar intervencin a cualquier otro grupo en esta unin
se requiere la unanimidad de votos de los cuatro directores.
III. El tiraje inicial del peridico en cada una de las 4 ciudades Esto es elemental y no requiere explicacin. Debemos hacer
deber ser no inferior en ningn caso a seis mil ejemplares para todo de acuerdo.
que de cada nmero se intercambien 1500 ejemplares. Este can-
je mnimo de 1500 por nmero es de carcter obligatorio y ser Pongo, fin, pues, a esta carta. De contemplar todos los detalles
aumentado a medida que las necesidades lo requieran. se hara interminable. No estoy, sin embargo, seguro de haberme
Calculo que cada uno de nuestros peridicos necesita por lo explicado en todo lo que llevo escrito. Pero a buen entende-
dor muchas palabras sobran. Ya volveremos a hablar de al- Ud. me dir si me equivoco o si he estado divagando seducido
gunas otras cosas. Por ejemplo, sobre la necesidad de dar un por el timbre de mi mquina de escribir
aspecto exterior a todas las ediciones del peridico y lo que es
ms importante un contenido ms o menos parejo. As calculo Mientras tanto le mando un gran abrazo y le deseo un feliz ao
dos pginas de colaboraciones locales, quiz una primera pgi- con mucha tranquilidad de espritu para hacer frente a todas las
na de Directrices; una pgina por lo menos con firmas de los inquietudes de nuestro tiempo.
cuatro pases en donde ms circulara el peridico; una pgina
de ficcin o sea de relatos, cuentos, aplogos. Obra de imagi- Suyo cordialmente.
nacin. Una pgina europea (traduccin), una de noticias acerca Enrique Espinoza
de espectculos artsticos, cine, teatro y de novedades literarias,
no con el criterio de crnica informativa de los diarios; y una Sr. D. Mariano Picn Salas
revista de revistas. Puede objetarme que tengo demasiado pre- Santiago de Chile
sente LVL. Pero estoy dispuesto a aceptar todas las innovaciones
y hasta creo que algunas secciones pueden llevar los ttulos de Fuente: Fondo Samuel Glusberg, cuatro carillas mecanografiadas en
nuestros actuales peridicos. cuatro folios membretados, copia realizada con papel carbnico.
como fondo necesario de este proyecto, en formar en Santiago ajena, saliendo por otra calle y tomando un auto, pero as no se
una buena Agencia distribuidora de publicaciones y de contratar puede trabajar en forma. Al menos como quisiera. Basadre se en-
publicidad. Esto es muy factible, hemos iniciado ya los primeros cuentra en idntica situacin; tambin Spelucn, Barrio, Glvez,
pasos y creo que dicha Agencia podr instalarse en Marzo. Al Ulloa, etc. Se han cerrado peridicos y la intelectualidad sigue
frente de dicha Agencia estar un muchacho muy entendido en siendo un crimen.
publicidad, Humberto Fuenzalida, que sirvi en la Agencia de La
Nacin de Santiago en Pars y que nos ha presentado un proyec- Puedo asegurarle que su proyecto ha sido aceptado ya por Basa-
to perfectamente realizable. 2) Creo un poco difcil que en la ac- dre, Sabogal, Barrio, Spelucn, Raygada, Bustamente, por todos.
tualidad, dada la situacin poltica momentnea del Per, pueda No hay una sola duda. Nuestro obstculo est en la imposibili-
reconstituirse el grupo Presente del Lima. Pero dadas nuestras dad de imprimir hoy en Lima un peridico, y en las escasas po-
vinculaciones con los muchachos peruanos que se estrecharon sibilidades de una compra abundante. Las gentes viven en tren
cuando la visita de Luis Alberto Snchez a Santiago, podramos de polticos y la crisis es cada da ms grave. Por eso desconfo,
proponerles que se juntaran al grupo chileno, mientras ellos hoy, despus de haber confiado ampliamente. Esto no quiere de-
pueden hacer una vida autnoma. Nuestra inteligencia con dicho cir nada contra la idea. Al contrario, le insto a llevar a cabo la
grupo es cordialsima. De esta manera el grupo peruano-chileno idea. Somos dos grupos momentneamente coactados: Habana
representara fuerzas ms o menos equivalentes a las del grupo y Lima. Pero no crea que esto dura. En julio, para cuando usted
argentino, ya que separadamente por las condiciones de eco- quiere el peridico, estaremos en libre pltica, por supuesto.
noma, poblacin, etc. somos inferiores. no tome Ud. esto Yo creo que, dentro de una o dos semanas, nuevamente estar
que le digo como contraproyecto: es slo una insinuacin. En en la calle, vencedor diligente y afanoso, o vencido igualmente
los primeros das de Enero le escribir para darle una opinin afanoso aunque en otro sentido. De modo que, por hoy, a fin
ms madura. de no tener demoras en este proyecto que yo considero como
cosa propia, debemos confiar en solo dos centros[:] Argentina y
Tengo el agrado de decirle que ya firm con la C.I.A.P. de Madrid Chile. Si Mxico entra, los grupos podran formarse por el ins-
los contratos para la edicin de aquel trajinado libro. El libro ya tante as: Argentino-Uruguayo supongo que el futbolismo no
est en prensa y espero que se pondr a la venta en Espaa en trascienda a los escritores, Peruano-Chileno y Cubano-Mexi-
los primeros das de Enero.3 Le doy esta noticia por si Ud., que cano Novo no creo que se lleva bien con Villaurrutia, aunque
conoce un poco el fondo americano del libro y el panorama del tal vez las cosas hayan cambiado. Sera conveniente que esto
trpico que quiere dar, juzga conveniente informar en el L.V.L. lo arreglase Alfonso Reyes o Genaro Estrada. Escrbale a Reyes
Uno de los primeros ejemplares que reciba, naturalmente, ser sobre esto, y yo, por mi parte, lo instar a lo mismo.
para Ud. Hasta muy pronto y muy cordiales saludos,
Le anuncio que Miomandre termina en estos das la traduccin
Picn-Salas francesa de mi Don Manuel. He andado ocupado aadiendo
algunas cosas y o corrigiendo otras para esa versin francesa,
[Manuscrito, al margen] Olvidaba esta costumbre de felicitar que aparecer, posiblemente, en las ediciones Excelsior de Pa-
por el ao nuevo. Que l nos sea particularmente venturoso rs.4 Adems estoy terminando los originales de Amrica: novela
para todos los proyectos comunes que maduremos! sin novelistas, que editar la CIAP, segn carta e invitacin que
me ha hecho Sainz Rodrguez.5 Luego, entiendo que uno de los
Fuente: Fondo Samuel Glusberg, CeDInCI, una carilla mecanografiada. prximos Cuadernos de ndice ser mi Indagacin del espritu
incaico.6 Creo que este ao no podr dar mi tercer tomo de Li-
teratura peruana. Ando metido en tantas cosas, y esta poltica
que nos ha cogido y sacudido tanto No se lo imagina usted.
III. DE LUIS ALBERTO SANCHEZ A SAMUEL GLUSBERG Pero, como civil, y sintiendo en carne propia este bochorno de
los gobiernos que se presentan a liberar y tiranizan ms, siento
Lima, 27 de febrero de 1931 la tragedia de los compaeros de La Habana, y la vuestra, tam-
Sr. Samuel Glusberg
Mi querido amigo: 4 Luis Alberto Snchez, Don Manuel. Vie de Manuel Gonzlez Prada,
Cuando me dispona a averiguar lo referente al precio de un un prcurseur sud-amricain, Pars, EditionsExcelsior, 1931. Tr. de
peridico semejante a La Vida Literaria me sorprende nueva- lespagnol par Francis deMiomandre.
mente una orden de detencin que ya esperaba. Pude librarme, 5 La obra no aparecer por CIAP sino en Per como Amrica: novela sin
cinematogrficamente, escalando techos, metindome en casa novelistas, Lima, Librera Peruana, 1933.
6 Indagacin del espritu incaico no alcanzar a publicarse por Cuadernos
ndice, aunque tal como lo haban acordado con Picn-Salas, se anticip
3 Mariano Picn-Salas, Odisea de Tierra firme (Vida, aos y pasin del como artculo en la revista Atenea, ao VIII, n 72, Concepcin, 1931,
Trpico), Madrid, Compaa Iberoamericana de Publicaciones, 1931. pp. 147-160.
7 Leopoldo Lugones, La Grande Argentina, Buenos Aires, Babel, 1930. 9 Cuadernos literarios de Oriente y Occidente (Buenos Aires, Instituto
8 Samuel Glusberg, Don Manuel, de Luis Alberto Snchez, en La Vida de la Universidad de Jerusalem, n 1: 1927 n 2/3: 1928). Dir.: Enrique
Literaria n 25, Buenos Aires, noviembre 1930, p. 5. Espinoza (Samuel Glusberg).
II. DE FLIX LIZASO A SAMUEL GLUSBERG IiI. DE FLIX LIZASO A SAMUEL GLUSBERG
Fuente: Una hoja membretada, una carilla, dactilografiada. Nos ayuda a Vd.?
Fondo Samuel Glusberg, CeDInCI. Cordialmente de usted,
Flix Lizaso
IV. DE FLIX LIZASO A SAMUEL GLUSBERG to del meridiano. Creo que fue mesurada, diciendo sin embargo
lo que debamos decir. Otros no dijeron ms; solo que lo dijeron
de manera ruda, a veces innecesariamente ruda. Y ya Vd. sabe
Repblica de Cuba nuestro lema: lo bueno, de cualquier parte; lo malo, de ninguna.
Comisin del Servicio Civil
Le agradecemos su inters por nuestro nmero especial Argen-
Habana, mayo 28, 1929 tino. Muy fino su relato. De Can ya tenemos colaboracin, as
Sr. Samuel Glusberg como de Fernndez Moreno. El primero me envi versos, que
Buenos Aires supongo que conservar inditos todava. Fernndez Moreno
un poema a Francisco Lpez Merino. Tan pronto reciba cuatro
Mi querido amigo: Me llega su carta, sus envos y L.V. L. Se lo o cinco cosas que nos interesan Borges, Bernrdez aco-
agradezco todo, y le agradecemos especialmente esa nueva men- meteremos la empresa. Pero, francamente, quisiramos dar algo
cin a nosotros, tan generosa. Voy a tratar de ponerlo al habla importante, en que no faltaran algunas firmas jvenes de relieve.
con Surez Sols y Fernado Ortiz. A ver si ellos tambin nos ha- Rojas Paz me prometi algo de conjunto, que estoy esperando.
cen algo para ese nmero que Vd. tiene inters en dar. En nues- A Henrquez Urea y a Reyes les ped algunas notas sobre libros
tra ltima reunin acordamos llevar adelante ese nmero de su u hombres, que no me envan. Los grabados son importantsi-
V.L., y si no fuera que yo ando muy enredado con mi epistolario mos, le ruego que no olvide su ofrecimiento. Ya le agradezco
de Mart un epistolario de unas 450 cartas, la mayor parte sin el que me enva. Y esos aplogos de Luis Franco. Ciertamente,
fechas, y no obstante, ordenadas cronolgicamente, por primera me interesara mucho ms algn poema suyo. Por cierto que en
vez ya andara buscando materiales para ese nmero. Pero le este nmero sale una nota sobre Los trabajos y los das, hecha
prometo que en el prximo mes de junio va a tener Vd. trabajos por Florit. Y le escribo a Franco agradecindole el libro bello, y
suficientes para completar una entrega. Pienso en los libros que pidindole un poema. Sobre cine me gustara algo de Hurtado,
pueda tener, y encuentro que ninguno mejor que ese Renuevo que escriba en Martn Fierro.
y otros cuentos de nuestro gran cuentista preso, Montenegro.
Lo recibi? Dgamelo enseguida; nosotros le dimos su santo y No sabe Vd. la poca gracia de ese suelto en La Razn. De pron-
seas. De Montenegro trato de obtener un cuento indito. Le to me llegaron cartas, libros, envos Todo, naturalmente, inuti-
escribi usted a Jos Antonio Ramos? Pngale enseguida dos lizable. Lo que a nosotros nos interesa es el envo e las 10 o 15
lneas, que yo lo hago tambn de mi parte. En unos das tendr figuras: que pueda decirse que en l est lo que importa.
material que enviarle. Recuerdo que a Vd. le interesaba la firma
de Varona. Ir. Y posiblemente le enviar un manifiesto que fir- Y le ruego a Vd. y a sus amigos que nos han enviado originales,
mamos algunos de aqu, y muchos de afuera, sobre un homenaje que nos publiquen en otra parte, porque nos hayamos demora-
a Varona. Lo inici Jos Mara Chacn, del que espero tambin do. La dificultad de estos nmeros es el acuerdo, el ajuste del
unas cuartillas. Creo que podr salir algo decoroso. Yo acaso no total, y eso obliga a demoras.
pueda mandarle otra cosa que unos prrafos de la introduccin
del epistolario, en que trabajo ahora. De la exposicin del libro, nada nuevo puedo decirle, sino que
ya estoy desalentado. Escribimos muchas circulares, y solo dos
Me hace gracia esa frase suya: Crame que admiro la discrecin editores me contestaron y me enviaron libros: Vd. y Samet, y
y mesura con que Vds. tratan a los jvenes de La Gaceta Literia. Samet seguramente por Vd. Qu hacer? Vale la pena perder
Pero nosotros no podemos ser tan finos porque nos tienen irri- tiempo, quien tiene tan poco? Voy a seguir el consejo que Vd.
tados los gallegos que estn al frente de las ms grandes publi- me d, y se lo ruego.
caciones de Buenos Aires. Pero que cree Vd., amigo Glusberg,
que nosotros estamos en un lecho de rosas? Son las mismas Gracias otra vez por todo, de su amigo,
cosas aqu, como all. En qu manos estn los peridicos nues-
tros, en buena parte? Flix Lizaso
Lo cierto es que nosotros nos hemos propuesto una cordialidad Fuente: Una hoja membretada, dos carillas dactilografiadas.
absoluta, y que los poetas y escritores jvenes de Espaa tienen Fondo Samuel Glusberg, CeDInCI.
nuestra simpata, lo mismo que los de otras partes. Nosotros
nos acercamos ahora cada vez ms a los de Amrica; pero lo
ideal sera que el acercamiento fuera total, porque en las cosas
del espritu creo que no debemos tener prejuicios. Los jvenes
de Espaa han tenido para nosotros muchas generosidades, sin
que eso nos hubiera obligado a callar nuestro criterio cuando los
hemos credo equivocados. Ya Vd. vio nuestra nota sobre el asun-
Aguardaba desde hace tiempo la ocasin de comunicarme con Mi querido amigo: Cuntas veces le he agradecido, en esencia, el
Vd. de una manera ms directa que la que me ha venido deparan- envo de la fotografa del busto de Giraldes, y el primer fasccu-
do su relacin epistolar con mi compaero y amigo Flix Lizaso, y lo de la edicin monumental de su obra. Qu pena que sea tan
ahora me ofrece esa grata oportunidad la insercin, en el ltimo costosa, y tan lejos del alcance de mi admiracin!
nmero llegado a Cuba de La Vida Literaria de una nota biblio-
grfica del Sr. Uribe, acerca de mi librito Indagacin del choteo.14 Bien por su nmero norteamericano!15 Me figuro el esfuerzo que
le habr costado. Yo hubiera preferido que hubiera sido ms nor-
Con esta misma fecha le envo a Vd., para que se sirva hacerlos teamericano, y menos visin de ac; pero comprendo las gran-
llegar a dicho colaborador suyo, un ejemplar de esa obra, acom- des dificultades. Nosotros aun no hemos desistido de hacerlo,
paado de unas lneas de agradecimiento. pero tampoco hemos puesto empeo.
Permtame que le felicite del modo ms encarecido y cordial por Esos nmeros especiales son perpetuos conflictos. El argentino
la brillante labor que viene Vd. desarrollando con su simpti- y el uruguayo, tenemos en proyecto desde hace mucho tiem-
ca publicacin. Uso la palabra simptica muy calculadamente, po. Ninguno ha podido completarse, y los trabajos van siendo
queriendo indicar que en La Vida Literaria encontramos aque- publicados por all Es imprescindible que estos nmeros los
llos criterios, actitudes, firmas, que nos son gratos. Gracias a Vd. haga una persona determinada que ponga empeo, y los enve
podemos decir que est hoy algo ms cerca la Repblica Argentina. completos. De lo contrario, es algo impracticable.
Ya Lizaso nos ha hablado de su deseo de que le enviemos co- Yo mismo, que me encargu del nmero cubano para La Vida Li-
laboracin para un Nmero cubano de su peridico. Hemos teraria, solo he recogido hasta ahora unos versos y un artculo.
aceptado gustossimos esa honrosa invitacin y ya estamos pre- Pero me voy a proponer hacerle un envo rpido.
parando el envo.
Ahora le mando un artculo de Jos Mart totalmente desco-
Podra yo merecer de Vd. que me mandase particularmente La nocido, pues lo public en 1883, y no ha sido recogido en sus
Vida Literaria a la direccin que abajo le indico? obras publicadas hasta ahora. Yo encontr una coleccin muy
Agradecindole mucho todas sus atenciones, le ofrezco con es- rara, quiz la nica que exista en Cuba de un peridico editado
tas lneas mi amistad decidida y cordialsima. en New York, y de all he copiado unos 75 artculos, que empie-
zan a publicarse en la revista Bimestre de Cuba, con un artculo
Jorge Maach preliminar en que relato las actividades americanistas de Mart
en los distintos peridicos de Amrica- Ese artculo que le man-
Gen. Aranguren, 70 do se refiere a la Argentina. Si Vd. lo publica, muy bien; si no le
La Habana. interesara, no tenga pena.
Fuente: Una hoja membretada, un carilla dactilografiada. Fondo Y si quisiera reservarlo para el nmero cubano, muy bien tam-
Samuel Glusberg, CeDInCI. bin. Yo estoy haciendo un artculo para Vd.; precisamente sobre
la utopa americanista de Mart. Y me voy a empear en una
14 Eduardo Uribe, Indagacin del choteo, en La Vida Literarian 10, 15 La Vida Literaria n 14, Nmero dedicado a la literatura norteamericana,
Buenos Aires, mayo 1929, p. 4. Buenos Aires, septiembre 1929.
recopilacin de artculos, con el ttulo de Viaje a Amrica, que VIII. DE FELIX LIZASO A SAMUEL GLUSBERG
es el de una directriz de este nmero de 1929.16
Repblica de Cuba
Me propongo hacer que el nmero cubano le vaya pronto. Voy a Comisin del Servicio Civil
trabajar activamente en el empeo. Particular
Por eso pongo punto aqu, con la esperanza de reanudar esta Habana, diciembre 20, 1929.
serie de noticias muy pronto.
El mejor afecto de su amigo Mi querido Glusberg:
Flix Lizaso
Acabamos de despedir a Waldo Frank. En los cuatro das que
estuvo con nosotros, lo hemos sentido como cosa nuestra. Creo
que estar contento. Nosotros lo estamos hondamente de ha-
VII. DE FELIX LIZASO A SAMUEL GLUSBERG berlo tenido tan cerca, de haberlo conocido tan bien, de haber
sentido ntimamente sy gran mensaje humano. En nuestro prxi-
1929 Editores mo nmero veremos de decir algo sobre el hombre admirable.
Revista de Avance Frco. Ichaso
Apartado 2228 Flix Lizaso Se doli Frank de que su libro editado por Vd. no estuviera en
La Habana Cuba Jorge Maach Cuba.17 Sus obras se vendieron hasta agotarse todas en las li-
Juan Marinello breras. Se perdi un gran momento. Pero l nos encarg que
le escribiramos a Vd., y yo lo hago. Enveme 20 ejemplares de
La Habana, noviembre 18, 1929 Nuestra Amrica con nota de precio por volumen. Los que no
venda directamente a los amigos, los colocar en la Librera
Mi querido Glusberg: Le incluyo la pgina de Mart de que le Wilson, donde ya habl con ellos. Y dgame tambin el modo
habl en mi carta anterior, por si quisiera reproducirla en La en que debo hacerle el giro por el importe. Tenemos que hacer
Vida Literaria, sin esperar al nmero cubano, porque ya para el mercado cubano al libro de hispano amrica. Frank nos habl
de la necesidad de acercarnos a Argentina; nosotros lo estamos
entonces aparecer en una reproduccin de unos 70 artculos intentando desde hace algn tiempo.
desconocidos de Mart, que estoy haciendo.
[corte de la hoja, falta un prrafo] Le escribo de prisa: ya lo har con ms extensin.
Como le dije, he encontrado una revista de 1883 en que Mart Le abraza su amigo,
public numerossimos trabajos, y en la que he notado ms de Lizaso
70 que no han sido recogidos hasta ahora, y que son totalmente
desconocidos. La Revista se publicaba en New York con el ttulo No cree Vd. que sera un gran xito para su editorial acometer
La Amrica, y son casi todos sus nmeros escritos nicamente la publicacin de todas las obras de creacin de Frank? Sera
por Mart. Este que se refiere a Buenos Aires quiz le pueda realmente algo importante.
interesar. Los he dado a la Revista Bimestre Cubana, con un
artculo informativo sobre la labor americanista de Mart. Con el
plomo har despus una corta tirada aparte. Fuente: Una hoja membretada, una carilla dactilografiada. Fondo
Samuel Glusberg, CeDInCI.
Le quiere, su afmo.,
Flix Lizaso
16 Viaje a Amrica, en revista de avance n 40, La Habana, 15 de noviembre 17 Waldo Frank, Nuestra Amrica, Buenos Aires, Babel, 1929. Trad. de
1929, p. 319 y ss. Eugenio Garro.
Edif. Larrea, deptos. 401-407 Telfono A-7316 La Habana, enero 25, 1930
Aguiar y Empredrado
Sr. Samuel Glusberg
Ingenio Pastora Rivera Indarte 1030
Buenos Aires
dic. / 29 / 29
Sr. Samuel Glusberg Mi querido amigo: Ya le escrib unas lneas a raz de la salida de
Buenos Aires Waldo Frank. Hoy le dir, refirindome a su carta ltima 23 de
diciembre que nosotros tuvimos el mejor anticipo de pascuas
Mi querido Samuel Glusberg: de una pascua realmente ideal y milagrosa con su visita.
Estuvimos unos das girando cerca de aquel centro de idealismo
No quiero que las quietas vacaciones a que me ha obligado la an- nuevo y constructor.
gustiosa brega habanera, impidan expresarle mi gratitud por la
atencin prestada por usted a mis cables inquiriendo el paradero No necesito decirle que hubo gente reacia, dentro del mismo
del gran Waldo Frank. campo de los avisados. Especialmente los que creen que todo
ha de venir lnea Mosc o si no, no se es rebelde, sino dere-
Ya sabe ested, desde luego, que tuvimos aqu en La Haba- chista, opusieron resistencias, que por sistemticas y cerradas
na al gran espritu. Que nos unimos mucho a l. Que ley no se tuvieron en cuenta. Se le atac de tan ruin manera, que
tres conferencias admirables. Que 1929 ya 1930 le ofreci W.F. comprendi enseguida, y ni siquiera se tom el trabajo de
un modesto pero sincersimo homenaje. Que WF dijo de usted tener en cuenta el ataque. Pero esa actitud se concret en dos o
cosas bellsimas y cordiales. Y que no tenemos la traduccin de tres individuos, en general, se le acogi con simpata, y l qued
Our America, con gran duelo de los admiradores numerosos que muy satisfecho de la manera cmo se lo escuch, durante las
por aqu dej el gran escritor yanqui. tres conferencias que dijo. No era posible pedir mayor atencin.
Sigue recibiendo la revista? Creo que los ltimos nmeros Nosotros quedamos vinculados. Nos dej unas lneas dedicadas
valen la pena, y significan un buen paso de adelanto respecto a nuestra juventud, y nos propusimos dedicarle el nmero de
de las anteriores. De La Vida Literaria nada he de decirle. Se enero. Eso ha demorado su salida la primera salida de 1930
nos ha hecho cosa preferida y ya necesaria. Muy interesante el que ya tuvo efecto ayer. Le mando dos ejemplares del nmero,
nmero norteamericano. en el que notar innovaciones formales. Nuestro deseo sera au-
mentar las pginas; pero vamos despacio, para mayor seguridad.19
Muy pronto le llegar una cosa ma que creo ha de interesarle
por la proyeccin americana que he querido darle.18 Me interesa De acuerdo con todo lo que me dice de la obra de Mart. Si le
mucho su opinin y la de La Vida. mand aquella pgina, fue por desconocida, y por referirse a su
Lo abraza, pas. Pronto saldr un tomo con la recoleccin de artculos que
Juan Marinello he hecho. Pero mi inters mayor est en el Epistolario, que
saldr espero este ao. La idea de un volumen grande, con
toda la obra fundamental, nos tienta desde hace tiempo.
Fuente: Tres folios con membrete, tres carillas manuscritas.
Fondo Samuel Glusberg, CeDInCI. No cree Vd. que nuestra revista se ha ido independizando mu-
cho en sus ltimos nmeros de la tutela que Vd. vislumbr? La
llevamos cada vez ms por el camino americano. En esto tengo
yo especial empeo. Pero qu quiere Vd. si con frecuencia los
mismos americanos son lo que menos se importan por todo lo
nuestro, y nosotros en definitiva tenemos mejor acogida fuera
18 La colaboracin enviada apareci pocos meses despus como: Jorge 19 El nmero de homenaje a W. Frank apreci en revista de avance n 42,
Maach, Las dos actitudes, en La Vida Literaria n 19, Buenos Aires, La Habana, enero de 1930. Glusberg reprodujo los textos de Marinello e
abril 1930, pp. 1-2. Ichazo en La Vida Literaria n 19, Buenos Aires, abril 1930, p. 5.
de Amrica? No se podr decir que nosotros hemos intentado XI. DE FELIX LIZASO A SAMUEL GLUSBERG
llegar a Amrica: lo hemos buscado por todos los medios. Nues-
tros nmeros especiales realizados y en proyecto no tienen 1930
otro mvil. Y qu acogida hemos tenido, en general? Donde se Revista de Avance
paga la colaboracin Vd. mismo me lo dijo no hay quien se Apartado 2228 La Habana - Cuba
desprenda de un artculo que representa unos cuantos pesos; y
lo que se enva, no alcanza siempre el nivel a que debera aspi- La Habana, marzo 19, 1930
rarse. Los que andan ms rpidos en el envo son, casi siempre,
los que no pueden ir. As, cuando all se public una nota sobre Sr. Samuel Glusberg
nuestro nmero argentino en un peridico, recib 8 o 10 libros, Rivera Indarte 1030
todos de autores desconocidos, y no por injusticia precisamente. Buenos Aires
Pero a qu decirle todo esto, cuando Vd. mismo es quien me da Mi querido amigo: Calcul Vd. Bien: ayer, 18, recib su carta va
cuenta de todas las colaboraciones recibidas cosas apenas area, y ayer mismo por la tarde, en nuestra reunin de los
publicables entre muchas buenas. Lo ve Vd? Y ya en nuestro martes, tratamos del asunto que Vd. nos propone.
caso no es porque tengamos buena paga por las colaboraciones. Tal como Vd. plantea el asunto no habra inconveniente alguno
Solamente una vez en un peridico que se iniciaba cobr 10 en atender su indicacin; antes nos complacera. Pero el obstcu-
pesos por un artculo. Hice entonces la cruz, y no he vuelto a ver lo es este, insuperable por ahora: el material peruano lo estamos
un centavo por ese concepto. Pero nosotros todos trabajamos esperando hace meses, y an no ha llegado. Ms de dos hace
en otras cosas, y se escribe solo a ratos perdidos o ganados. que Luis Alberto Snchez le escribi a Maach y le anunciaba
haberlo puesto en el correo, lo que ahora se ve que no era cier-
Sin embargo, cmo me gustara llevar adelante ese nmero de LVL! to, a menos que hubiera sufrido extravo, lo que no es de creer.
Tanto hemos esperado ese material que deba venir completo
Un abrazo de su amigo, para evitar lo que nos ha sucedido con el nmero argentino y
Flix Lizaso el uruguayo, que nunca se ha podido completar todo lo necesa-
rio para hacer un nmero bueno que ya ni siquiera contamos
Qu susto me llev cuando me anunciaron que haba una carta con l para un nmero determinado a fecha fija, sino que hemos
ma en LVL. Yo escribo con rapidez, con repeticiones, muy des- optado por esperar buenamente a que llegue, y entonces darlo.
cuidadamente. Por suerte, trato de no hablar mal de nadie. Mart Ayer, por ejemplo, estuvimos tratando del nmero de abril, sin
deca, poco ms o menos: Cuando no puedo decir bien de una tener en cuenta el posible arribo del nmero peruano, y si este
obra, callo. Es mi modo de criticar. Y en otra parte: Cuando no no llegara en los pocos das que faltan del mes, habra que pres-
se puede hablar bien de un hombre, no se puede mencionar. cindir de l para abril, porque nosotros acostumbramos llevar
Cierto que tenemos el derecho de poner reparos, como de so- nuestro material a la imprenta los primeros das de mes, para
portar los que se nos pongan. Pero yo he notado siempre que que el nmero est fuera el 15.
todo el mundo los soporta de mala gana, mientras hay un sin
embargo que lo cubra todo, y que cuando se va ms all, la Ahora bien: si antes del da ltimo de marzo llega el nmero
enemistad es segura y para toda la vida. peruano, y decidimos darlo en abril (lo que no s si acordara-
mos, estando ya en camino, y con compromisos, un nmero
En fin: que debo agradecerle que Vd. me diera beligerancia en esa corriente), yo me ocupar de enviarle las pruebas de plana,
pgina de correspondencia, y que no resultara tan mal librado. como Vd. indica, por va area.
Fuente: Una hoja membretada, dos carillas dactilografiadas. Fon- Waldo Frank intenta volver a Cuba; para conocer mejor nuestras
do Samuel Glusberg, CeDInCI. cosas, y de aqu seguir a otras antillas. No se sabe si podr lo-
grarse. La Hispano-Cubana no es lo que Vd., a la distancia, cree:
no tiene grandes medios. No es como esas instituciones poderosas
del Norte. Fue producto de muchos entusiasmos los espaoles
principalmente, deseosos de traer a los suyos, y se mantiene con
cuotas pequeas, sin que su nmero de socios sea suficiente (la
cuota es de un peso por persona, al mes, y actualmente no llegan
los socios a mil, segn mis noticias). Cuando vino Maran, las ins-
cripciones llegaron al infinito; pero eso fue producto de un inters
momentneo. Le digo todo esto, a propsito de su indicacin de que
la institucin enviara a alguno de nosotros.
Su carta la le a todos, y todos le hemos agradecido su inters XII. DE JUAN MARINELLO A SAMUEL GLUSBERG
por nuestras cosas. Me parece bien que se decidiera por el ar-
tculo de Ichaso para la reproduccin: era el de mayor inters 1930 Editores
inmediato, el ms desembarazado, el que ms se acercaba al Revista de Avance Frco. Ichaso
hombre. Si no nos ocupamos de la labor de W.F. como cuentista Flix Lizaso
y como novelista, fue porque ninguno de nosotros la conoca Jorge Maach
sino de referencia. Es el aspecto de WF que menos resonancia Juan Marinello
ha tenido en nuestro continente. l ahora nos ha hecho algunos
envos, y nosotros le hemos mandado libros cubanos, para que [La Habana, 1930]
pueda conocer algo nuestras cosas.
Mi querido Glusberg: Un abrazo por el nmero de LVL dedicado
Sepa que le escrib hace pocos das, envindole un giro por $ 21, a Maritegui. Aqu va la ofrenda de 1930.20 Mucho nos ha afecta-
en pago de los 20 ejemplares de Nuestra Amrica que recib do la muerte de Jos Carlos. Creemos que dentro de las pocas
y vend. Dgame que ya est en su poder, tan pronto le llegue. fuerzas nuestras lo hemos honrado con dignidad.
Mndeme el artculo suyo sobre la actual literatura argentina, Ver que en una carta de Jos C. que va aqu en almanaque habla
si[n] esperar al nmero especial, que yo creo ya que no hay que de usted con gran cario; tambin WF en su contribucin lo cita.
contar con l. Hay material que me lleg hace ms de un ao; Si piensa en reproducir algo de este nmero y utiliza lo mo, ten-
pocas cosas buenas, y seguramente publicadas ya, en el trans- ga en cuenta las erratas que a pluma van salvadas en mi ensayo.
curso de tanto tiempo. Qu hacer? Despreocuparse es lo me- Lo he escrito con mucho fervor. Advertir el maravillo retrato
jor, y publicar aquello que nos llegue de calidad si es que algo que nuestro gran Carlos Enrquez ha hecho de Maritegui.
nos llega Igual nos ha sucedido con el nmero uruguayo. Ten- Lo abraza su
go un panorama de aquella literatura escrito por Zum Felde, que Juan Marinello
es bueno. Tengo buenos versos de Pereda Valds, Fusco Sanso-
ne, Ferreiro, y muchos otros. Pero nada ms de prosa, y con eso Fuente: Una esquela con membrete, dos carillas manuscrita
no es posible hacer un nmero.- Yo conozco ya las dificultades Fondo Samuel Glusberg, CeDInCI.
de organizar estas cosas, porque yo mismo he luchado con ellas
para el nmero de LVL. Tengo material desde hace muchos me-
ses, y sin embargo, me falta lo que sera ms importante, y en
las esperas, lo que tengo se envejece, y uno se desespera.- Pero XIII. DE FELIX LIZASO A LEONARDO GLUSBERG
yo no desisto de mandrselo, cuando tenga 8 o 10 artculos en
prosa, y otros tantos poemas.- Ya lo ver. 1930
Revista de Avance
Salude a Pedro [Henrquez Urea] cuando lo vea. Aqu lo quere- Apartado 2228 La Habana - Cuba
mos mucho, yo especialmente, que he sido siempre una especie
de discpulo suyo, tan desvinculado y lejano, que no hay respon- La Habana, julio 30, 1930
sabilidad para el maestro. Sr. Leonardo Glusberg
Rivera Indarte 1030
Un abrazo de su amigo, Buenos Aires
Flix Lizaso
Distinguido amigo: Me refiero a su carta de 15 de abril, por la que
me acus recibo del giro por 21 dlares, por pago de ejemplares
de Nuestra Amrica y me anunciaba el envo de 5 ejemplares
Vea que no le pongo cable, sino que uso va area. Ninguna de de Seis ensayos, de Pedro Henrquez Urea.21
las palabras sugeridas por Vd. como contestacin, vendra bien. Los libros los recib, y quedaron vendidos entre algunos amigos,
Tendra que explicar mucho para nada. desde hace varias semanas. Ahora, con un poco de demora, por
haber estado muy ocupado ltimamente, le remito un giro por
Fuente: Una hoja membretada, dos carillas dactilografiadas. tres dlares, de acuerdo con su factura.
Fondo Samuel Glusberg, CeDInCI. Aunque estas gestiones entre amigos son pesadas a veces, la
hago con mucho gusto, porque creo que es til. Por eso quiero
indicarle que si publican Defensa del marxismo de Maritegui, por conducto de Nacional City Bank of N.Y. me gustara saber si
me enve tan pronto salga 10 ejemplares, calculados en dlares, lleg a sus manos, o lo contrario, para reclamar.
que estoy seguro que tendrn pronta salida.
Hgame el favor de decirle a su hermano que estoy para escri- Vd. sabr que nuestra revista dej de publicarse desde septiem-
birle, y lo har en pocos das. Por lo pronto, saldelo con mi bre, en que apareci el ltimo nmero.23 Hemos tenido diversos
mejor afecto. momentos de optimismo en que pensamos en reanudar la pu-
Mndeme Vd. como amigo y s.s. blicacin; pero al fin hemos decidido alargar la espera, para salir
Fliz Lizaso nuevamente cuando podamos hacerlo ms a gusto. Una revista
de literatura no tiene inters en momentos en que los nimos
Fuente: Una hoja membretada, una carilla dactilografiada. Fondo estn preocupados por otros problemas vitales. Su Vida Lite-
Samuel Glusberg, CeDInCI. raria nos llega siempre, y yo no solo la leo con gusto, sino que
la colecciono. En el ltimo nmero me pareci ver un anuncio de
Surco, correspondiendo al que nosotros insertamos en nues-
tro primer nmero.24 Le llega la Revista Bimestre Cubana? Si
XIV. DE FELIX LIZASO A SAMUEL GLUSBERG no, dgamelo. Un abrazo de su amigo,
Mi estimado amigo: Fui yo, de veras, quin dej trunca nuestra Jorge Maach
correspondencia? Una carta suya a mi compaero Marinello me Gral. Aranguren 70, 2
hizo suponer que yo estaba en deuda. Pero revisando mi mon- La Habana
tn de cartas, hallar que lo ltimo que recib de Vd. fue una [La Habana] 7 de febrero de 1931
nota acompaando parte de un ensayo de Luis Alberto Snchez Sr. Samuel Glusberg,
sobre Frank, y a la que en efecto no contest. Quiz si esperaba Buenos Aires.
a que el nmero peruano tan trado y llevado saliera al fin.
Despus result que todo lo que se haba anunciado en camino, Mi muy estimado compaero y amigo: S que le puedo dar sin
no estaba sino en el camino de la imaginacin, y vinieron mu- intrusin este ttulo, porque nada lo autoriza tanto como una
chas cosas, y mucho trabajo material, como el que tuve con el afinidad de ideas y de emociones, y de la que entre nosotros
cuidado de la edicin de los tres tomos de cartas de Mart, del existe me da evidencia frecuente La Vida Literaria, as como
que al fin salgo ahora. Bien es verdad que examinando ahora las referencias que de Vd. me hace mi amigo y compaero en
esos tres liobhros, no puede pensarse en el trabajo que me 1930 Flix Lizaso. Algunas de las cartas de Vd. a l he tenido
llev; pero si supiera Vd. los viajes que tuve que dar para hallar ocasin de leer, y s la simpata con que Vd. ha seguido siempre
una carta, o para no hallarla al fin, y los peridicos y revistas este esfuerzo nuestro, tan cercano en la intencin, aunque no en
que tuve que revolver en las bibliotecas! De todos modos, Vd. la madurez, al que Vd. bravamente despliega desde su peridico.
recibir en paquete aparte los tres tomos del epistolario, y el En l me hizo Vd. la distincin de publicar, hace ya meses, un
otro de artculos de Mart, y con eso empezar a disculparme fragmento de cierto trabajo mo sobre la vocacin del arte ame-
la interrupcin.22 ricano. Desde entonces tengo comprometido con Vd. un espe-
cial reconocimiento, y hubierta debido decirle antes mi gratitud,
Examinando ahora la correspondencia ma demorada, hallo que pero mi deseo de escribirle se ha visto constantemente entor-
en 30 de julio del pasado ao le escrib a su hermano Leonardo re- pecido y aplazado por la violencia y dispersin de nimo que las
mitindole un giro por 3 dlares, del ltimo envo de libros que me circunstancias polticas han trado ltimamente a nuestras vidas.
hizo: seis ejemplares de los ensayos de P. H. Urea. De esa carta no Como Vd. sabe, debido a ellas, hemos tenido que suspender la
obtuve acuse de recibo, y no s si pudo hacer efectivo el giro, hecho publicacin de 1930. Vivimos bajo un rgimen de supresin to-
22 Flix Lizaso, Epistolario de Jos Mart, La Habana, Cultural, S.A. Coleccin 23 revista de avance n 50, La Habana, 15 de septiembre de 1930.
de Libros Cubanos, 1930, 3 vols.; Flix Lizaso (ed.), Artculos desconocidos 24 Surco (La Habana, n 1: agosto 1930 n 7: febrero 1931) fue una revista
de Jos Mart, La Habana, Imprenta y Librera El Universo, 1930. dirigida por Fernando Ortiz, Lizaso integraba el equipo de redaccin.
tal del pensamiento a manos de un gobierno que considera los XVI. DE FELIX LIZASO A SAMUEL GLUSBERG
peridicos, las universidades y las escuelas, cosas perfectamente
prescindibles, sin duda por lo bien que a l le ha ido sin ellas. En 1930
fin, estamos sudando una de nuestras calenturas republicanas, Revista de Avance
con termmetro de Washington y el achaque a todos nos alcanza. Apartado 2228 La Habana - Cuba
La Habana, febrero 18, 1931
Esta situacin de violencia porque Cuba atraviesa temo mucho Sr. Samuel Glusberg
que le reste viabilidad, por ahora, a la excelente idea que Vd. aca- Rivera Indarte 1030
ba de proponerle a Picn Salas, de Santiago de Chile, y a nuestro Buenos Aires
Lizaso: la fundacin de un peridico continental, unnime, de
publicacin simultnea en nuestras capitales, con el ttulo Mi querido amigo: Deben haberse cruzado nuestras cartas: la
para nosotros tan querido, por ser el de uno de los escritos ms de Vd. llena de sugerencias simpticas, y la ma que no iba sino a
sustantivos y perdurables de nuestro Mart, antes que de Waldo reanudar, con un balbuceo cualquiera, nuestra conversacin de ayer.
Frank de Nuestra Amrica.
No hizo sino llegarme su carta, y aprovech que deba visitar a
No sabra exagerarle el entusiasmo con que yo, poco dado a las mi compaero Maach para drsela a conocer. Como era algo
vehemencias en esta suerte de proyectos, he acogido esa idea que deba leerse con detenimiento y releerse, le dej su carta.
suya. Como que coincide con una vaga contemplacin ma, des- Y l despus, pensando que ese era mi intento, se lo remiti a
de hace tiempo entretenida. El Repertorio Americano de Gar- Marinello, a su obligado escondite donde hace dos meses que
ca Monge, tan benemrito, me la sugiri; su xito debe darnos est, suystrado a nuestro contacto, y sustrado a la persecucin
aliento, pero sealndonos tambin vas de complementacin. de que era objeto. Su carta no me ha sido devuelta todava, y le
A la nueva empresa convendra llevar, y sin duda llevaramos, escribo de primera intencin, sin base concreta. Lo primero es
mayor agilidad y juvenilia de las que al Repertorio permite su decirle que el proyecto ha gustado a todos los que lo han cono-
tradicional circunspeccin y su academicismo. cido, y a m desde luego. Que nos parece viable, aunque difcil
en esta situacin nuestra. Pero esperamos que con la ayuda de
Lizaso me dej su carta para que estudiara el proyecto, y yo an muchos amigos, podamos lograr lo que nos es indispensable: un
no he cambiado impresiones con l; pero me parece que hemos nmero de anuncios suficientes para segurar la economa (de las
de coincidir en celebrarle mucho la iniciativa y en acechar la oca- suscripciones, ya lo sabe Vd., no puede hacerse depender nada).
sin para poner el hombro a la tarea de realizarla. Como le digo, la
sitaicin actual de Cuba, sin duda, lo dificultar mucho de momen- Algo que importa tener en cuenta, es el formato. Yo creo que
to, por lo que a nosotros hace. Pero an esta dificultad inmediata el de La Vida Literaria es excesivo. Me gusta en cambio, con
puede que no sea invencible. Debo reservarme una impresin de- igual papel y forma, doblado a la mitad. Y en vez de 8, 16
finitiva hasta que cambie impresiones con mis compaeros. pginas. Hay que tratar de hacer ms manuable el peridico, y
fcil de conservar y encuadernar. Porque esta clase de esfuerzo
Por hoy, movido por la lectura de esa carta suya, mi propsito no debe ser para simple lectura, corriendo la suerte del peridico
solo ha sido saldar con Vd. La deuda de gracias no la de reco- corriente. Y es muy difcil conservar y guardar un peridico de tan
nocimiento, que es perdurable; agradecerle tambin mucho el grandes dimensiones. Eso se hace casi exclusivamente en las bi-
envo de La Vida Literaria y felicitarle por el bro y la claridad bliotecas pblicas: no lo hacemos sino rara vez los particulares.
que est poniendo en esa faena.
Con todo, dejarle constancia de la amistad genuina y la estima- Creo que tendremos al principio pequeas dificultades de ajuste;
cin muyvida que le profesa su pero que despus se vencern. Como cada nmero tendr un
Jorge Maach origen diferente, no obstante el motivo comn que les da vida,
har interesante la experiencia, casi seguro que llamar la aten-
Fuente: Dos hojas membretadas de formato media carta, tres cin, y nos permitir hacer algo prctico en el camino de Amrica.
carillas dactilografiadas. Fondo Samuel Glusberg, CeDInCI. El ridculo lazo simblico de los discursos oficiales, se hace real.
XVII. DE JUAN MARINELLO A SAMUEL GLUSBERG necesaria y bellsima. Muy pronto recibir usted noticias nuevas
sobre lo que aqu podra hacerse en su interesante proyecto.
Supongo que Lizaso, o el propio Maach, hayan escrito a usted
La Habana, feb. 18, 31. sobre su revista hispanoamericana y nuestro decidido deseo de
Sr. Samuel Glusberg, trabajar en ella tan pronto las condiciones pblicas lo permitan.
BUENOS AIRES. Con mi reconocimiento por su compaerismo ejemplar, quedo
como siempre muy suyo, amigo y admirador, devoto,
Mi querido amigo: Juan Marinello
Ante todo, un abrazo por sus bondades en La Vida Literaria. Su
peridico, cada da mejor, est haciendo un gran bien a nuestra Escrita esta carta, me llega la interesantsima escrita por usted al
isla infeliz, tan cruzada de desdichas. Digo mucho a mis compa- Sr. Mariano Picn Salas y la que acompa esta carta hasta Flix
eros de lucha que cuando las cosas vuelvan a la normalidad Lizaso. Me parece de gran importancia el poroyecto de echar a
a una normalidad que ser el inicio de una nueva tarea ha andar Nuestra Amrica, pero hoy mismo he escrito a nuestro Li-
de decirse muy alto cunto han hecho por la libertad interna zaso sobre los inconvenientes graves para la obra. No con el fin
de Cuba algunos hispanoamericanos generosos: Garca Monge, de crear obstculos sino con la mira de que se busque el modo
Rafael Heliodoro Valle, usted. Y un grupo de espaoles genero- de allanarlos. La dificultad econmica ocupa primer lugar (nues-
sos (los hay, Glusberg), entre los que toma primera lnea Luis tra realidad econmica es, sencillamente, la ruina). Tambin el
Jimnez de Aza. momento poltico ingratsimo. He pedido a Flix que ya que por
el pronto estoy imposibilitado de comunicacin verbal con l,
Despus de la salida de la Crcel he estado jugando la cabeza a con los editores de 1931 se renan y discutan largamente mis
la polica, detenido unas veces, libre otras, escondindome para reparos, a fin de que sepa yo qu piensan sobre ellos y ver la
ser ms til como ahora que, desde un encierro amabilsimo, me manera de llegar a lo que puede ser la primera comunicacin
comunico por las noches con mis estudiantes y hacemos mucho efectiva y eficaz para realizar el destino hispanoamericano. Lo
porque esto deje de ser el rebao pastoreado por un jefe incivil. tendremos muy al tanto de todo.
Lo que aqu ocurre es horroroso: muertes misteriosas a diario, Suyo,
atropello a cada minuto de derechos que Espaa no mancill. Da JM
vergenza hablar de estas cosas. Da nuseas decir que el grupo
gallardsimo de mujeres entre las que se contaba la esposa de Fuente: Un folio con membrete, dos carillas mecanografiadas.
Maach25 que fue a Palacio a pedir al Dictador que cesaran los Fondo Samuel Glusberg, CeDInCI.
asesinatos fue agredido por prostitutas convenientemente alec-
cionadas por el Jefe de la Polica, de acuerdo con el Presidente.
A usted pueden decirse estas cosas porque es de nuestra sangre
y sabe cmo no pueden monstruosidades tan horrendas ser el XVIII. DE FELIX LIZASO A SAMUEL GLUSBERG
reflejo de la opinin cubana, solo de unos cuantos malvados su-
bidos a gobernantes. Qu cmo se mantienen? Si le digo que Repblica de Cuba
el Ejrcito de Cuba (usted que no pasamos de los tres millones Comisin del Servicio Civil
de habitantes) es el tercero de Hispanoamrica y que un Tenien- Particular
te cubano gana ms que un General de Francia, se lo explicar
todo. Con todo en contra, sigue nuestra gente nueva dando la La Habana, abril 2, 1931
muestra ms gallarda de valenta y desinters. Ms de un mes Sr. Samuel Glusberg
hace que el Directorio Estudiantil est en la Crcel, sometido a Buenos Aires
las ms duras vejaciones. Anteayer los visit un Delegado del
Dictador instndolos a una promesa de quietud, con lo que en el Mi querido amigo: Acaba de llegarme su carta de fecha 6 de
momento quedaran libres. Los muchachos prometieron atacar marzo, y se la contesto enseguida. Me extraaba no haber te-
la duramente al salir a la calle. nido acuse de recibo del giro por tres dlares que le envi en
30 de julio de 1930! En pago de los ejemplares del libro de P.
Me habla Maach de un proyecto de revista continental en que Henrquez Urea. En seguida he mandado al Banco por el du-
el grupo de 1931 tendra participacin. Me parece felicsima plicado. El giro fue dentro de una carta ma a su hermano,
idea, pero, de momento mientras dure el mando militar que cuya carta llevaba la misma fecha del giro, y de la que guardo
nos tiene ahogados poco podra hacerse. He contestado a Ma- copia. El giro fue hecho en el Nacional City Bank of N.Y. Es-
ach que tan pronto pueda recobrar mi libertad de movimiento, pero que no tenga dificultad en cobrar el duplicado.
me dar, con el inters ms ferviente, a esa obra que me parece
Me complace que halle algo de inters en el Epistolario de Mart.
25 Margot Baos de Maach. Ahora se me encarga, de Espaa, un prlogo para una seleccin
que publicar la CIAP. Yo quiero reunir en uno o dos tomos, Su carta me ha gustado mucho: lo veo a Vd. limando los erizados
por otra parte, la produccin de Mart sobre Nuestra Amrica. extremos, nico modo constructivo.
Estoy tratando de conseguir quien se lance a editarlos. Quiero decirle que despus de su carta que contest hace unos
Surco parece que no podr seguir saliendo, por ahora. No ten- das, me lleg otra posterior en fecha 5 de marzo. En esta me
go quien me secunde en la obtencin de anuncios, nica fuente habla Vd. de la adhesin al proyecto de N.A., y de otras cosas
de sostn. Y aunque aparecen muchos, solo muy pocos pueden alrededor. Tenemos an que pasar por mucho de eso: que otros
hacerse efectivos. Y como pagamos las traducciones, no po- aprovechen nuestros esfuerzos, para sus ttulos. La culpa hasta
demos llegar nunca a cubrir el costo, a pesar de ser mnimo. ahora no es sino nuestra, que con nuestra languidez dejamos
De la Bimestre le mandar ejemplares, aunque no es cosa en podrir el fruto, a lo mejor despus de haber luchado mucho por
que yo tenga intervencin directa; pero recomiendo que se la obtenerlo. No ser esta una de nuestras paradojas?
manden.26 Si no lleg el nmero de Surco de febrero, le mando un nuevo
ejemplar; pero tengo la pena de decirle que es el ltimo que
La idea del semanario inter-americano nos gusta a todos; pero hemos hecho. Me hall sin anuncios para seguir mantenindolo,
los obstculos de momento parecen invencibles. Tenemos que y aunque lucho por restablecer la publicacin, an nada nuevo
luchar por su realidad, nadie ha dejado de interesarse, de cuan- se. Tena la idea de dar cosas ms selectas, de magnficas revis-
tos han conocido el proyecto. Pero necesitamos que serene tas francesas, italianas, inglesas y norteamericanas, y muchos
nuestro momento, y que podamos poner de nuevo la cabeza y trabajos estn traducidos y preparados. Pero cmo lanzar un
las manos en nuestra obra interrumpida. Un cordial saludo de nmero que no pueda pagarse? Y ya que de pago hablo, quie-
todos los amigos y un abrazo de su affmo., ro decirle que en esta carta de 5 de marzo, en que Vd. aclara que
Flix Lizaso. fui yo quien dej trunca nuestra correspondencia, me dice Vd.
que recuerda que en su carta a su hermano Leonardo le anuncia-
Fuente: Una hoja membretada, una carilla dactilografiada. Fondo ba que le escribira pronto. Y precisamente con esa carta fue el
Samuel Glusberg, CeDInCI. giro de los tres dlares por los libros de P.H.U. Comprubelo.
Un abrazo de su amigo,
Flix Lizaso
XIX. DE FELIX LIZASO A SAMUEL GLUSBERG Fuente: Una hoja membretada, una carilla dactilografiada. Fondo
Samuel Glusberg, CeDInCI.
Repblica de Cuba
Comisin del Servicio Civil
Particular
XX. DE FELIX LIZASO A SAMUEL GLUSBERG
La Habana, abril 10, 1931
Sr. Samuel Glusberg Repblica de Cuba
Rivera Indarte 1030 Comisin del Servicio Civil
Buenos Aires Particular
Mi querido amigo: A continuacin me llega hoy su carta fechada La Habana, abril 18, 1931
en 2 de abril, enviada por va area, con destino a nuestro amigo Sr. Samuel Glusberg
Juan. Tengo la esperanza de verlo personalmente, porque desde Buenos Aires
hace un par de das se estn poniendo en libertad los presos
polticos que haba, y eso ha de facilitar que l se presente al Mi querido amigo: Hace unos das recib una carta de Vd. para
juzgado donde est reclamado. Si as no fuera, se la har llegar Juan, que no he podido entregarle an. Quera verlo personal-
por conducto de su esposa. mente (no lo veo desde diciembre, en que se ocult) y espera-
He ledo la carta esa, sin miedo a la indiscrecin, porque saba ba que de un momento a otro se presentara, despus de haber
que era en relacin con nuestras cosas las cosas de la gente arreglado su cuestin de fianza en el juzgado. Pienso que ser
nueva de esta Amrica. Necesitamos ir ponindonos de acuerdo, dentro de muy pocos das, aunque si hubiera demora,se la envia-
y llegaremos a estarlo, cuando los obstculos mayores desapa- r a su familia, para que se la haga llegar. Yo prefera drsela en
rezcan. Y lo que precisa ms ser ese examen propio que uno su mano, y hablar.
hace, para saber fijamente hasta dnde van nuestras simpatas,
y nuestras diferencias para usar los dos trminos goethianos Hoy tengo su carta anterior a aquella, que viene por va ordi-
de Alfonso Reyes. Y otra cosa ser ponerle rienda al desahogo. naria. Y ya ve que se la contesto enseguida. La primera cosa
que se me ocurre es opinar sobre la inclusin de nuevos grupos.
26 Revista Bimestre Cubana (La Habana, 1910-1959). Dir.: Fernando Ortiz. Aunque pienso que la idea de hacer doble cada uno de los cua-
tro primitivamente ideados resultado algo que casi incluye la RICA. Y por qu no AMRICA a secas? Bueno, en esto tambin
totalidad americana es mucho ms completa y de mayor al- creo posible el acuerdo.
cance, pienso que por otro lado que redoblara las dificultades
para los acuerdos. Si cada grupo por su parte hace el nmero Volviendo ahora a las consideraciones primeras de esta carta,
que le corresponde, de los cuatro que han de constituir el mes, pienso que la publicacin de esa revista no ha de implicar las ce-
el posible que no haya dificultades en la prctica; pero si cada sacin de cada una de las revistas que han los distintos grupos,
nmero ha de hacerse por dos grupos distintos, de dos distntos sino todo lo contrario: su afianzamiento. Y es claro que la ven-
pueblos, me parece prcticamente imposible. Por lo menos, la taja que tiene, adems de las otras seadas, repartir entre ocho
direccin y la hechura ha de residir en uno de ellos. A mi grupos el esfuerzo, es que a cada uno aisladamente se le alige-
se me ocurre solamente una frmula: alternar. Por ejemplo, si ra de trabajo y de responsabilidad, al tener que solamente que
nosotros hacemos el nmero de enero, Mxico puede hacer el hacer un nmero cada dos meses. As el empeo propio (la
de febrero, y nosotros volver a hacer el de marzo. es decir, revista propia) sufre menos con el nuevo. Qu piensa Vd.? Lo
alternar entre los dos pueblos que constituyen cada grupo. As que si me parece impracticable es que el nmero Cuba-Mxico,
entre Chile y Per, entre Argentina y Uruguay, entre Venezuela y por ejemplo, lo hagamos conjuntamente el grupo de Contem-
Colombia. Cada grupo debe tener la plena responsabilidad del porneos y el de 1931. Cmo un acuerdo? En cambio, todo se
nmero que confecciona, y por tanto, la plena independencia. allana si ellos hacen uno, y nosotros el siguiente del otro mes.
Esto parece muy complicado, porque duplica la compliacin. Ahora, dicho todo eso, hay que volver al momento real. El nues-
Pero como Vd. dice, es solo cosa de empezar. Yo no s si he tro no es a prpsito para hacer nada. Nuestra revista se suspen-
comprendido bien su idea primitiva. Me figuro que era cues- di desde septiembre. Surco sali la ltima vez en Febrero; no
tin de ponerse de acuerdo sobre un formato, un nmero de he podido hallarle anuncios para continuarla, y Don Fernando
pginas, un ttulo, unas cuantas tendencias sustanciales, y hacer [Ortiz] anda por el Norte. Precisa esperar que las aguas se sere-
en cuatro grupos distintos de Amrica cuatro nmeros de una nen. Lo mismo veo que le pasa a [Luis Alberto] Snchez. En
misma revista, sealados respectivamente 1, 2, 3 y 4, y enviarlos estas condiciones, me parece lo acertado ir redondeando el plan
desde cada lugar de publicacin a las personas que aparezcan con los otros grupos (con todos los grupos). Y entre tanto quiz
en una lista hecha por cuadriplicado. En cuanto a los medios la oportunidad surja.
de susbsistencia, cada grupo que haga su nmero, lo har con lo An cabe escoger en la dualidad de cada grupo, que el primer
que cuente, buscando sus anuncios y sus suscriptores, o pagn- nmero de la primera salida, lo haga el que est ms en disposi-
dolo de su bolsillo si tiene medios y quiere hacerlo.es decir, no cin: Vds. antes que el Uruguay, Mxico antes que nosotros, etc.
hay co-responsabilidad para los otro sgrupos. Nada ms por ahora, sino la pena de no poder comenzar ense-
guida este nuevo y til trabajo americano.
Supongamos simultneamente en Cuba, Argentina, Venezuela y Le abrazo su amigo,
Per los cuatro nmeros de un mes determinado. Los cuatro si- Flix Lizaso
guientes (5, 6, 7 y 8) del mes que le sigue, lo hace en las mismas
condiciones Mxico, Uruguay, Colombia y Chile. Despus nos Fuente: Una hoja membretada, dos carillas dactilografiadas.
toca el turno de nuevo, y as hasta que se pueda. Esto tiene la Fondo Samuel Glusberg, CeDInCI.
ventaja de aumentar el radio de importancia de la revista, y lle-
gar al mximo de inter-americanismo, que creo que es el mejor
propsito de este empeo. Podramos de acuerdo organizar una
pgina o dos en que aparecieran los anuncios de los ocho n- XXI. DE JUAN MARINELLO A SAMUEL GLUSBERG
meros interesados de nuestros libros o revistas, quiero decir.
Formato. Una de las continuas objeciones a Surco an entre JUAN MARINELLO VIDAURRETA
los anunciantes ha sido la del formato. Hay que convenir que Abogado
somos muy dados a la lectura en tranvas, y todos nos desespe-
ramos un poco con esos peridicos que han difcil la lectura en La Habana, abril 29, 31.
los vehculos. Hay tambin la objecin de los coleccionadores Mi muy querido Samuel Glusberg:
(y quiero decirle que soy uno de esos) imposibilitados casi de
conservar peridicos.Una revista como The Nation o The Me encuentra su carta ya en la calle, vuelto como a un mundo
New Republic, o an del formato mayor del The NY Times nuevo. No es que las cosas hayan cambiado en esencia, es que
rev., es mucho ms manuable. Habra, como Vd. dice, que la Dictadura se ve agonizante y usa oxgeno de hipcrita tolerancia.
consultar a los dems. Volvern an las apreturas de tuercas como por aqu se dice, y
quizs mi visita a las fortalezas donde tantos han quedado ya. A
Ttulo. La otra Amrica no me parece mal en el propsito, aun- todo hay que estar y cantar siempre con toda la voz que se tiene.
que no es ttulo que suena muy bien. Pienso que ha de conser-
varse la palabra Amrica. Mart la llam tambin MADRE AM-
Su carta me ha trado una seria sorpresa. Porque desde aqu, y Mensaje de WF y a mi Carta a JD este precioso ensayo de Maach,
a pesar de acontecimientos recientes, se ve a la Argentina sobre muy luminoso, sobre nuestras cosas. As puede LVL dar al Conti-
los hombros de sus muchachos responsables, empujada por las nente un panorama bastante completo de la situacin de Cuba.
mejores sendas. Quizs si como usted dice, no han tenido uste- Le acompao, adems, copia de un documento a los intelectuales
des este sufrimiento de todas las horas que es nuestra tragedia espaoles no hecho pblico, que me consta en parte alguna.
poltica y la vida es para los jvenes argentinos cosa resuelta de
antemano. Desde aqu tenemos que envidiarlos mucho, ms si Fuente: Una hoja membretada, dos carillas dactilografiadas. Fon-
sabemos que el destino de Cuba, como ha dicho agudsimamen- do Samuel Glusberg, CeDInCI.
te nuestro Waldo Frank, es un destino irnico. Pero, quin ten-
dr razn a fin de cuentas Porque la existencia como esfuerzo
tenso que as la sufrimos nosotros tiene ya por solo eso un XXII. DE FLIX LIZASO A SAMUEL GLUSBERG
sentido superior cargado de recnditas dulzuras.
Repblica de Cuba
Creo en la gran eficacia que para ese nuevo estado que usted y yo Comisin del Servicio Civil
queremos tendra el peridico interamericano del que ya hemos Particular
hablado. Esperemos algn tiempo: el suficiente para que sea aqu
posible algo ms que luchar contra Machado y su partida. La Habana, agosto 5, 1931
Sr. Samuel Glusberg
Me satisface mucho que mi Carta a John Dewey le haya intere- Rivera Indarte 1030
sado. Aqu le envo una copia por si quiere reproducirla. Qu le Buenos Aires
parece si la diramos en L.V.L. con el Mensaje de Waldo Frank a
los estudiantes cubanos, con lo de los intelectuales yanquis (an Mi querido amigo: Dos cartas suyas tengo por contestar. La lle-
no conozco esta respuesta), pero imagino que usted la posee gada del nmero de La Vida Literaria ya en su nueva y pri-
por el texto de su carta, y hacer con todo ello una seccin o cosa mitiva medida, me anima a escribirle. No le haba dicho nada
as con el ttulo El problema de Cuba? Le envo una bellsima tra- de la reproduccin de mi nota, Vd. me haba pedido que le auto-
duccin del Mensaje de Waldo Frank hecha por Jorge Maach.27 rizara a ello, con la firma porque me pareca que casi no vala
la pena. Vd. ha estimado lo contrario, y yo le agradezco mucho
Muy interesante todo lo que en su carta dice sobre espaoles la distincin.28
y espaolismo en nuestra Amrica. Estamos de acuerdo. Lo es-
paol, bien. El mando espiritual desde Madrid, cosa abominable, La primera de las cartas que tengo de Vd. se refiere mucho a
porque Espaa est mandada por todo el mundo menos por nuestro amigo Pedro Henrquez Urea. Es un hombre a quien
ella misma. Estoy terminando un libro sobre el problema cuba- debo mucho a quien le debo casi todo y me parece que hay
no en que digo la verdad sobre lo que hizo Espaa en nuestra que comprenderlo, como precisa comprender a todo el mundo,
isla, y esa verdad es cosa tristsima. Y con todo, no niego que para juzgarlo. Una de sus caractersticas es el anhelo de perfec-
lo espaol sintoniza con mi espritu admirablemente en muchos cin. Y el libro perfecto. Yo me figuro que l piensa y yo
casos, y que tengo un amor hondsimo por las buenas cosas pe- lo pienso tambin que nuestra Amrica necesita mucho de
ninsulares. Ser muy prximos y muy distintos: ah puede estar las revistas combativas, llenas de ideas, de polmica, de golpes
el camino. rotundos, y que van necesitando tambin de las revistas que
tiendan a lo perfecto. Pero qu sera lo perfecto en materia de
Quiero darle una molestia que usted, tan generoso compaero, revistas? Sur, con todo su calco europeo, va por el camino de las
me perdonar. Quisiera poseer toda la coleccin de LVL y solo cosas en grande, y nos ser muy til ante Europa que en cambio
tengo algunos nmeros: me faltan los nms.: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, no toma en cuenta esta es la verdad los esfuerzos que no
8, 9, 10, 11, 12, 15, 17, 18, 19 y 27. Envimelos usted a la direccin van bien vestidos. Y mi opinin es sta: que debemos utilizar
de Lizaso que nuestro Correo est bajo la potestad de Maese las pginas de Sur, y las pginas de todas las revistas autnti-
Machado. Muchas gracias. cas, como La Vida Literaria, para dar salida a nuestro mensaje
Mande como quiera a su admirador, compaero y amigo muy devoto, americano. Vd. mismo debe colaborar en Sur, con artculos que
no quepan por motivo de materia, o de dimensiones en su
Juan Marinello propia revista. En vez de ocuparnos de que algo haga o no haga
sombra a otros empeos, me parece que lo necesario es pro-
Manuscrito en margen izquierdo: Me parece que se aada al yectar, todos juntos, una gran sombra, que haga pensar en algo
27 Carta abierta a John Dewey de Juan Marinello apareci en La Vida 28 Flix Lizaso, Viaje a Amrica, apareci en La Vida Literaria n 32,
Literaria n 30, Buenos Aires, abril 1931, p. 3, junto a Meditacin del Buenos Aires, julio 1931, p. 7, junto a Los dos caminos de Francisco
impedido de Francisco Ichazo. Ichazo y a Evasin y superacin de Luis Alberto Snchez.
grande: que esa gran sombra se proyecte en toda Amrica, y suyo: Folletos filosficos.
fuera de Amrica. Cmo puso Vd. el retrato de Eugenio Florit a la cabeza del tra-
bajo Evasin y superacin de L. A. Snchez? Presumo un error.
Y ahora, pensemos otra vez en nuestro proyecto de revista in-
teramericana. No hace mucho, en una entrevista de los compo- Fuente: Una hoja membretada, dos carillas dactilografiadas.
nentes de nuestro grupo, se habl de AMRICA, y de la gran Fondo Samuel Glusberg, CeDInCI.
importancia que tendra su publicacin. Todos tenemos esta
conviccin; pero no podemos animarnos en su realizacin. Pre-
cisa el momento de reposo que no tenemos: reposo en todos
los sentidos. Adquir con Surco la experiencia, y s que no ob- XXIII. DE FLIX LIZASO A SAMUEL GLUSBERG
tendramos los anuncios indispensables para mantener la publi-
cacin. Y no piense Vd. que Surco tena un precio excesivo: el Repblica de Cuba
editor se conformaba a ganar nadaslo quera cubrir el costo Comisin del Servicio Civil
del trabajo y el papel. Nos ayud mucho, y estuvo siempre en las Particular
mejores disposiciones. Pero nos fallaron los anuncios. Y no hubo La Habana, octubre 24, 1931
modo de sustituirlos. Por cierto que quiero hacerle una indi- Sr. Samuel Glusberg
cacin conveniente para nuestra idea, aunque le parezca rara: Rivera Indarte 1030
cuando escriba Vd. a Maach o Ichaso, hbleles de AMRICA, Buenos Aires
interesndolos siempre. No porque ellos no lo estn, sino por-
que yo s que uno se interesa mucho ms en una cosa cuando Mi querido amigo: Su carta de 4 de septiembre me recuerda
se ha contado directamente con nosotros. De Juan nada le digo, muchas cosas que no debemos perder de vista, y en las que no-
y porque s que Vd. le ha escrito varias veces sobre el proyec- sotros necesariamente tendremos que coincidir siempre, aunque
to. Y de todos modos, lo importante es que Vd. sepa que la a veces parezca que uno las olvida. De otras, tendramos mucho
idea no la hemos abandonado, y que tenemos la esperanza de que discutir, y creo que tambin al fin nos pondramos de acuer-
convertirla en cosa cierta. Es ms: creo que podemos llegar a do. Pero no es cosa de entablar discusiones por carta, cuando lo
hacer la revista ms pujante y original de nuestro continente. ms necesario reclama inmediata atencin.
CONTINENTE! Qu gran ttulo me parece! No le gusta a Vd.? No sabe cunto nos ha gustado su nuevo plan de hacer una re-
Creo que Vd. podra ir anunciando de modo vago, la publicacin, vista, en lugar de un peridico literario. Todos estamos por lo
y hasta podramos abrir una suscripcin para ver cmo responde que tiene una resonancia ms profunda; aunque no sea tan am-
la gente, sin que precise el pago por ahora, sino solamente la plia por lo que tiene carcter de perennidad. Yo le le su carta
adhesin. Bueno, Vd. sabe ms que yo de todo eso, y de lo de- (en lo pertinente) a los amigos Maach e Ichaso (y a Juan, le en-
ms, y ver lo que convenga hacer. El nuevo formato de La vida vi copia). Estuvimos de acuerdo en la posibilidad de hacer una
Literaria puede quedar decidido, aunque con 16 pginas como revista tal como Vd. la planea, entre 4 grupos, de modo que cada
mnimo. Yo voy a interesar una nota de precios por impresin, grupo haga 3 nmeros al ao. Concretamente, pensamos esto:
tomndola ya como tipo. Despus habremos de hacer un diseo
de la cabeza de la revista (ttulo y dems detalles) para darle 1. Ttulo: todos estuvimos de acuerdo en que continente no
unidad de presentacin. Y me parece que de todos modos lo slo era un ttulo agradable y poco o nada utilizado anterior-
mejor sera ir anunciando la revista para enero, porque hay que mente, sino que tena un sentido que envolva nuestros propsi-
esperar en ese tiempo los horizontes se habrn despejado. tos. Por nosotros, se es el ttulo que proponemos.
No crea que al hablarle de los 8 grupos, me parezca necesario:
es ms, me parece demasiado complicado, y creo que con 4 es 2. Formato: pensamos que debamos escoger el formato de
suficiente. Y an ms: opino como Vd. que si podemos salir solos una revista conocida de todos los grupos, de tamao manua-
por ahora, debemos hacerlo, a reserva de que los otros grupos ble, y despuis de haber recordado varias publicaciones, ca-
se nos sumen. Saliendo 2 grupos, la revista vendra a ser quince- mos en que el formato de nosotros podra ser tomado por
nal; si salen 4, sera semanal. Veamos si podemos hacer, Vd. el modelo. Para la cubierta sugiri Maach utilizar letras de
nmero de 1 de enero y nosotros el del 15, y ya la obra estar caja, sin complicaciones tipogrficas. l me prometi hacer una
andando. cubierta, y envirsela a Vd. para que vea si le parece bien.
Se me ocurri a m que podamos utilizar en las cubiertas
Un gran abrazo de su amigo, 4 colores distintos de papelo, un color para cada uno de los
Flix Lizaso grupos, sin hacerlo notas, sino como un modo de distinguir f-
cilmente entre nosotros, qu nmeros ha hecho cada grupo.
Podra Vd. conseguirme de su colaborador Francisco Romero
un ejemplar de su Guillermo Dilthey? Leo siempre con mucho 3. Tirada y distribucin de ejemplares. Hemos considerado la
inters lo que produce Romero, y tengo un importante folleto forma propuesta por Vd. Yo indiqu sta que me parece ms
clara. Empezando por 1000 ejemplares, como Vd. propone, XXIV. DE FLIX LIZASO A SAMUEL GLUSBERG
el grupo que haga el nmero enviar 200 a cada uno de los
otros tres, y se reservar 200 para sus suscripciones. Y los Repblica de Cuba
200 ejemplares restantes los dedicar al canje. De este modo, Comisin del Servicio Civil
el canje de que [sic] cada nmero estar a cargo del grupo Particular
que lo ha hecho. Las listas de canje, las haramos por cuadru- La Habana, noviembre 23, 1931
plicado, refundiendo en una sola las sugestiones de todos, de Sr. Samuel Glusberg
modo por ejemplo que cada grupo pueda disponer de 50 en- Buenos Aires
vos por ese concepto. Las suscripciones estaran a cargo de
cada uno de los grupos, entendindose cada cual con las suyas. Mi querido amigo: Me amarga un poco no haber tenido sus noti-
Es decir, que los suscriptores argentinos recibirn sus nme- cias ltimamente. Ha desistido de la revista? S su entusiasmo,
ros (bien sean hechos en Per, Mxico o Cuba) directamente y que slo alguna gran dificultad puede hacerle desistir. Como le
de Vds., a quienes enviaremos los 200 ejemplares destinados. indiqu en mi carta, a nosotros nos parece posible salir adelante,
aunque guiados por su ejemplo, Vd. tiene mayores facilidades, y
4. Suscripciones. Cada grupo levantar su suscripcin y la co- se mueve en un medio ms propicio.
brar con absoluta independencia de los otros. Cobrar al Ah le mando lo que se me ocurri para portada. Es solo una
suscriptor los doce nmeros, y como slo har tres al ao indicacin; puede y debe mejorarse. Ya ve que no dejo de pensar
la suscripcin o venta de doce, le permitir costear la edicin en la revista.
de los tres. Creo que teniendo cien suscriptores y cobrando Quisiera tener sus noticias. Estamos pensando en nuestros cien
la suscripcin a 6 dlares al ao, estara casi cubiero el costo. suscriptores, imprescindibles para el xito.
Algo ms podra lograrse por venta, y por algn anuncio de Le abraza su amigo,
librera (los anuncios creo que deben ir en hojas de distinto Flix Lizaso
color, delante o detrs, pero no en el texto, ni intercalados).
Fuente: Adjunta un boceto de tapa: Continente 1 /Buenos Aires,
5. Plan de inicio de publicacin. Nosotros contamos en este Lima, La Habana, Mxico / Sumario / Buenos Aires, enero, 1932.
momento con muchas dificultades para ser los iniciadores del Una hoja membretada, un carilla dactilografiada. Otra hoja con
primer nmero. Vd., en cambio, que est en eso, podra dar el el boceto. Fondo Samuel Glusberg, CeDInCI.
nmero de enero. Pensamos que Per podra hacer el segundo,
nosotros el tercero y Mxico el cuarto. Si Mxico no acepta, no
podra lograr que nos secundara Uruguay, donde hay entusias-
mo y posibilidades? XXV. DE JORGE MAACH A SAMUEL GLUSBERG
Ya se imaginar qu gusto me dara echar a la Amrica un vo- mo, no debemos correr el peligro de frustrarlo con un intento
lumen desde esa matriz poderosa del Plata. Pero ya no estn prematuro de realizacin.
las letras nuestras para hijos desmedrados. No quiero darle una
sensacin de elaborada modestia. Me apresuro a reconocer, con Recibo puntualmente La Vida Literaria y la leo siempre con
no demasiada complacencia, que en mi ya larga vida periodstica mucho aplauso. Lstima que Vd. se viera precisado a mermarle
larga de una veteranidad juvenil han ido quedando por ah al- un poco la prestancia material. Pero la calidad sigue siendo
gunos artculos que, hilvanados en ensayo, presentaran algn de- digna de Vd.
coro y hasta beligerancia. Pero habra que eslaborarlos, y me falta
todava tiempo para ello, amigo Glusberg. Todava no estoy en Querr creer que todava no he hallado tiempo para leer n-
el trance del ttulo ltimo de DOrs: todava no estoy tranquilo.29 tegramente el libro de Frank? Antier le peda excusas por ello.
Teresianamente, vivo desde hace meses sin vivir en mi, y sin es-
Quin lo estar en esta Cuba tiranizada y esquilmada que estamos perar ninguna alta vida en cambio. Pero pienso acabar al menor
viviendo los escritores cubanos de hoy? Algo en particular los es- respiro esta lectura, y reservo para entonces mis impresiones.
critores porque esta dictadura es del tipo que se esmera en ofen- Probablemente escribir algo sobre el libro que, como Vd. dice,
der sobre todo la inteligencia. Vivimos censurados, desorientados, debe ser ampliamente enjuiciado en nuestros pases.
acosados, envilecidos por el silencio, por la palabra atragantada.
An no me ha llegado el de Luis Franco. No me resignara a que
As y todo, yo buscara tiempo y humor para esa junta de papeles se hubiese extraviado. Lo poco que he ledo de Franco me ha
que Vd. me pide, si no me tuviese embargado hasta el ltimo gustado sobremanera.
minuto de ocio la biografa de Mart que vengo escribiendo
para la Espasa-Calpe (no me gusta la Editorial ni la Coleccin Contsteme pronto, que le tengo en mucho aprecio el recuerdo
Vidas del Siglo XIX en la que ha de figurar mi tomo, pero y el estmulo de sus cartas. Le abraza su
a la fuerza ahorcan). Como tengo que defenderme contra el Jorge Maach
asedio de muchas responsabilidades en el orden econmico, el
trabajo de ganar no me deja margen ms que para un libro de Fuente: Una hoja membretada, dos carillas dactilografiadas. Fon-
cada vez. Quin sabe cundo termine la biografa me deje se- do Samuel Glusberg, CeDInCI.
ducir por esa posibilidad a que Vd. me tienta tan amablemente.
La tendr muy en cuenta.
Yo veo que el proyecto triple o triresponsable encuentra obs- XXVI. DE FLIX LIZASO A SAMUEL GLUSBERG
tculos. Luis Alberto Snchez, de quien no tengo carta hace un
siglo, debe de estar secuestrado por la triste solucin peruana. La Habana, octubre 11, 1932
A Ortiz de Montellanos le escribir, segn Vd. me sugiere, aun- Sr. Samuel Glusberg
que no s, sospecho que esa gente de Contemporneos no se Rivera Indarte 1030
avendr con nosotros sino en ese terreno previo e intrascenden- Buenos Aires
te de las amabilidades, en que ya Vd. los ha encontrado. Si ellos
pueden, como parece, seguir haciendo Contemporneos sin es- Mi querido amigo: En la carpeta de las cartas por contestar har
fuerzo, gracias a no s qu milagroso padrinaje, cmo esperar pronto un ao que tengo una de Vd. Da a da he estado dicin-
que la sacrifiquen para poner el hombro a una tarea esforzada y dome que ya era imperdonable tanta demora. Pero quin puede
de menos concentrada satisfaccin? suponer que sea despreocupacin lo que solo es espera de sere-
nidad? Cuando estas aguas se serenen, deca un poeta amigo,30
Si nosotros no hemos empujado ms nuestra adhesin es por- y las aguas seguan arremolinadas, de su carta y de la revista
que an hallamos los tiempos poco maduros. Cuba atraviesa, habl con Luis Alberto [Snchez], que pas unas dos semanas
adems de lo que Vd. sabe y le dejo dicho, una crisis econmica entre nosotros, all en abril. Ya estaba de lleno en la poltica de
tan pavorosa que ya nadie lee ni los peridicos. Sera temerario su pas, ms an, era un perseguido. Estuvo por la idea tipo La
embarcarse ahora en una conquista de suscripciones para una Vida Literaria, y como las cosas eran tan poco propicias para
revista de cierto decoro intelectual. Nos parece mejor esperar mayores arreglos, no llegamos a precisar los trminos de la fu-
un momento de resurreccin que ya no debe tardar mucho. tura publicacin. LAS tena la idea de que su regreso al Per era
Tenga en cuenta, por otra parte, que la persecusin poltica nos cosa de poco tiempo; todos hemos tenido ideas parecidas. Pero
tiene a todos dispersos y con el alma en vilo: sin poder siquiera la realidad ha sido muy otra, y cada vez ms dura. No s cul
reunirnos por lo dems, estoy tan interesado como siempre sea la situacin de Vds., pero aqu hemos tenido que paralizarlo
en el proyecto. Sigo considerndolo magnfico; pero, por lo mis- todo; lo ltimo ha sido el receso de la Institucin Hispano Cuba-
29 Eugenio dOrs, Cuando yo est tranquilo, Madrid, Renacimiento, 1930. 30 Juan Marinello.
XXIX. DE JUAN MARINELLO A SAMUEL GLUSBERG podra renacer? Denos una buena nueva.
Le estrecha la mano con la admiracin y el compraerismo de
La Habana, siempre,
Enero10 Juan Marinello
1933.
Fuente: dos folios con membrete, cuatro carillas manuscritas.
Mi muy querido Glusberg: Fondo Samuel Glusberg, CeDInCI.
Tengo muchos deseos ahora de conocer la obra de Guillermo Me pregunta usted por mis compaeros de revista de avan-
Enrique Hudson, imposible de obtener aqu. Veo que tienen tra- ce. Polticamente, andan mal, muy mal, psimamente. De ellos,
ducidas ah pocas cosas. Cuando den a luz El Omb envemelo. el de ms personalidad, el talentossimo Jorge Maach, est
Me ha hecho la boca agua este Cardenal de Trapalanda. de caudillo programtico del ABC, tendencia fascistizante, en
franca connivencia con la Embajada yanqui. Qu dolorossima
Tiene usted nmeros atradados de LVL? Sera para m gran cosa! Lizaso e Ichaso son seguidores, eficaces auxiliares de Jor-
cosa completar mi coleccin. Me faltan: ao primero: nm. 3; ge Maach. Ahora Jorge es director de Accin, peridico del
ao segundo, nm. 18. Ao 3, nms. 4/5 ao cuarto: nms. 4, ABC y Lizaso e Ichaso le secundan en sacar este peridico que
5, 6 y 7. Y mil gracias desde ahora. Crame que hemos sentido es, desde luego, como hecho por hombres de sus capacidades,
la desaparicin de LVL que veamos ya como cosa nuestra. No una excelente publicacin. Tienen, porque la postura derechista
franquea estas cosas, dinero, apoyo de las corporaciones nortea-
mericanas y auxilio econmico del comercio espaol. Solo yo he
33 Enrique Espinoza, Trinchera, Buenos Aires, Babel, 1932. tomado hacia la izquierda de aquel grupo de 1927-30. Despus
de todo enfocando las cosas en buen marxismo as tena el trotskismo deviene en una actitud constantemente alejada de
que ser y en verdad ellos son los que han respondido lealmente la masa sufridora en un resentimiento escrespado del mando
a sus imperativos de clase, y de formacin intelectual y de inser- aparente usted sabe que siempre han sido esclavos que
cin epocal. Han sido fieles a la burguesa. Son burgueses los la Revolucin verdadera quita a los intelectuales. Vuelvo a mi
tres hasta la mdula. Cuando la burguesa caiga amn , afirmacin. Gran cosa que muriera hoy Len Trotski, se ganara
caern con ella. Yo, que lamento profundamente esta definicin muchsimo. Sus funerales seran los de una desviacin gravsima
anti-revolucionaria de mis compaeros de ayer, no dejar un que el buen sentido va adaptando rpidamente en algunos luga-
momento de combatirlos polticamente y de sealar el efecto res como en Cuba.
horrible que a los intereses populares han tan buenos talentos.
Excelente idea esa de la revista continental. Pero yo, querido
Una pregunta, que no quiero que eche en saco roto. Sabe usted Glusberg, no puedo ocuparme de ello. Ando sin tiempo para
si han publicado, despus de su muerte, las obras de Maritegui? nada y ahora con la direccin del diario La Palabra, que est al
Si es as, podra yo conseguirlas? No olvide informarme esto. salir, imagine! Si la revista no es poltica, primordialmente, no
pensar en Lizaso. Lo abraza muy fuertemente,
Hasta luego, hasta siempre. Sepa que lo quiere de veras y que Juan Marinello
est muy al tanto de su vida y de su accin,
Juan Marinello. [Cruzado sobre el texto anterior] Con Berta Singerman, que est
aqu, lo hemos recordado muy [ileg.] en estos das.
Fuente: Un folio, una carilla mecanografiada. Fondo Samuel Suyo,
Glusberg, CeDInCI. Juan
JUAN MARINELLO
Mi querido Samuel:
El Marx de Gentile
Retroceso de la filosofa de la praxis a la vieja praxis de la filosofa
Miguel Candioti*
La obra terica de Giovanni Gentile (Castelvetrano, Sicilia, libro La filosofia di Marx. Studi critici (Pisa, Spoerri, 1899),
29/05/1875 Firenze, Toscana, 15/04/1944) es vasta y rica en ma- lleva por ttulo Una critica del materialismo storico y es pu-
tices, mientras que su intensa labor prctica, aunque se desarro- blicado por primera vez en octubre de 1897.2 Esa primera inter-
ll predominantemente dentro del mbito acadmico, pedag- vencin tiene lugar luego de haber aparecido los dos primeros
gico y editorial, ciertamente trascendi los circuitos tpicos del ensayos de Antonio Labriola sobre el materialismo histrico3
intelectual tradicional italiano. Solamente el estudio conjunto y una respuesta inicial a ellos por parte de Benedetto Croce.4
de ambos aspectos puede explicar la enorme gravitacin polti-
co-cultural que la figura de Gentile lleg a alcanzar en la Italia
de la primera mitad del siglo pasado, y especialmente como filosofa del derecho, con traduccin de Ernesto Campolongo y prlogo
se sabe durante el rgimen fascista. Ahora bien, debido pre- de Luis Legaz y Lacambra, Buenos Aires, Losada, 1944, y el Sumario de
cisamente a la magnitud histrica del personaje, en las pocas pedagoga como ciencia filosfica, con traduccin de Ada L. M. Scotuc-
ci y prlogo de Juan Emilio Cassani, Buenos Aires, El Ateneo, 1946. Las
pginas que siguen no se intentar trazar un cuadro completo biografas ms destacadas son: Manlio di Lalla, Vita di Giovanni Gentile,
de su vida y su pensamiento, sino tan slo explorar crticamente Sansoni, Firenze, 1975; Sergio Romano, Giovanni Gentile. La filosofia
un captulo clave de su historia intelectual, a saber: su breve al potere, Milano, Bompiani, 1984; Gabriele Turi, Giovanni Gentile. Una
biografia, Firenze, Giunti Editore, 1995; Daniela Coli, Giovanni Gentile,
pero memorable participacin en el debate sobre las ideas de Bologna, Il Mulino, 2004; ninguna de ellas ha sido traducida al castellano.
Marx, protagonizado tambin por Antonio Labriola, Benedetto Los estudios sobre su pensamiento escritos en lengua italiana son muy
Croce y Georges Sorel, durante el ltimo lustro del siglo XIX, es numerosos y continan apareciendo (cfr. por ej. Diego Fusaro, Idealis-
mo e prassi. Fichte, Marx e Gentile, Genova, Il Melangolo, 2013). En
decir, ms de dos dcadas antes de que Gentile se convirtiera en castellano se pueden mencionar los siguientes (sin contar los diversos
el filsofo del fascismo.1 manuales de historia de las ideas): Patrick Romanell, La polmica entre
Croce y Gentile. Un dilogo filosfico, trad. E. OGorman, Mxico, D. F.,
El Colegio de Mxico, 1946; Jorge Uscatescu Barrn, Ontologa social
en Giovanni Gentile (Reflexin ante un centenario), Revista de estudios
I polticos, n 202, 1975, pp. 59-80; Mara Jos Moreno Cuat, Algunas
consideraciones acerca del idealismo neohegeliano en Italia, Anuario de
Primera intervencin: el materialismo la Facultad de Derecho, n 5, 1987, pp. 545-56 y J. F. Franck, Giovanni
Gentile y la dialctica hegeliana, Revista de filosofa, 40, n 122, 2008,
histrico como filosofa de la historia pp. 183-203.
2 En la revista Studi storici, VI (1897), pp. 379-423.
3 In memoria del Manifesto dei comunisti (Roma, Loescher, julio de
1895) y Del materialismo storico. Dilucidazione preliminare (Roma,
El primero de los dos ensayos que Gentile reunir luego en el Loescher, junio de 1896). Existen diversas publicaciones en castellano
de los ensayos de Labriola sobre el materialismo histrico. Las ms com-
pletas son las que traducen la edicin italiana realizada bajo el cuidado y
* Doctor en Humanidades por la Universidad Pompeu Fabra (Barcelona). con una introduccin de Eugenio Garin: Antonio Labriola, La concezione
Miembro del Centro de Estudios sobre Movimientos Sociales (CEMS) de materialistica della storia, Bari, Laterza, 1965. Con el ttulo La con-
la misma universidad. Colaborador del CeDInCI. cepcin materialista de la historia, hay por lo menos tres versiones
1 Para la reconstruccin cronolgica de ese debate resulta til el libro de de tal traduccin, publicadas respectivamente por: el Instituto Cubano
Carmelo Vigna, Le origini del marxismo teorico in Italia. Il dibattito del Libro (La Habana, 1970), Ediciones El Caballito (Mxico D. F., 1973)
tra Labriola, Croce, Gentile e Sorel, sui rapporti tra marxismo e fi- y la editorial 7 (Barcelona, 1979). De todos modos, las citas que aqu
losofia, Roma, Citt Nuova, 1977. Con respecto a la accesibilidad de la ofreceremos, tanto en el caso de Labriola como en los de Croce y Gen-
obra de Gentile en castellano, adems de unos pocos textos reunidos tile, sern una traduccin directa del texto original tomado de ediciones
en antologas sobre temas de educacin o de esttica, los nicos libros italianas reconocidas.
suyos traducidos a nuestra lengua parecen ser Los fundamentos de la 4 Sulla concezione materialistica della storia (en Atti dellAccademia
Segn Croce, los textos de Labriola demostraban contundente- sino tan slo un conjunto de nuevos datos, de nuevas experien-
mente que el materialismo histrico no es una filosofa de la cias, que entran en la conciencia del historiador.11
historia, aun cuando el mismo Labriola hubiera utilizado oca-
sionalmente esa expresin para referirse a la teora histrica de Frente a esta compulsiva serie de negaciones croceanas reaccio-
Marx.5 La paradjica afirmacin de Croce se explica a partir de na Gentile en su primer ensayo, que no por eso constituye una
su rgido y unilateral reclamo de una sola significacin vlida defensa de Labriola ni del materialismo histrico aunque por
para la frmula filosofa de la historia, a saber, como equivalen- momentos pueda parecerlo, sino ms bien una forma diferen-
te necesario de metafsica de la historia.6 Esa resuelta opcin ter- te de cuestionarlos. Como se ver a continuacin, la postura de
minolgica lo lleva a rechazar la denominacin de filosofa de Gentile en sus dos escritos es, sin embargo, infinitamente
la historia para el mero filosofar sobre la historia7 esto es, menos enrevesada y sutil que la de Croce, pues se reduce bsi-
para toda reflexin crtica acerca del curso histrico como tal, camente a una constante aproximacin al materialismo histrico
al mismo tiempo que admite que en los ltimos tiempos han desde una perspectiva hegelianizante1,12 que le permitir sencilla-
comenzado a reaparecer libros que llevan por ttulo precisamen- mente aplaudirlo o denostarlo en la medida en que lo considere
te Filosofa de la historia sin por eso proponer concepciones en consonancia o en desacuerdo con ella. Lo cual no resta inte-
metafsicas del devenir humano.8 De hecho, es fcil comprobar rs o pertinencia al estudio del planteamiento gentiliano, sino
que el mismo Labriola utiliza la expresin filosofa de la histo- todo lo contrario; ya que ofrece tambin a los partidarios del
ria en este sentido amplio, al tiempo que reivindica siempre la materialismo histrico una ocasin privilegiada para intentar
victoria de la prosa realista sobre toda combinacin fantstica e determinar exactamente la relacin entre el pensamiento de He-
ideolgica, y la crtica de todas las visiones ideolgicas, que en gel y el de Marx.
la interpretacin de la historia parten del supuesto de que obra o
actividad humana sea lo mismo que arbitrio, eleccin y diseo.9 As como el segundo escrito de Gentile girar en torno a las
Tesis sobre Feuerbach (1845), el primero toma como texto mar-
Ahora bien, Croce sostiene adems que el materialismo histrico xiano clave el clebre fragmento del Prlogo a la Contribu-
no guarda ninguna relacin destacable con la dialctica hegelia- cin a la crtica de la economa poltica (1859), en la traduccin
na porque no ofrece una perspectiva ontolgica espiritualista o ofrecida por Labriola en su primer ensayo.13 A partir de la lectura
materialista, dualista o monista. El vnculo de Marx con Hegel de ese pasaje, Gentile concluye que el materialismo histrico, si
sera entonces puramente superficial y meramente psicolgico, bien excluye todas las visiones ideolgicas, que en la interpre-
porque el hegelianismo era la precultura del joven Marx.10 Y tacin de la historia parten del supuesto de que obra o actividad
llega incluso a declarar que la doctrina marxiana tampoco repre- humana sea lo mismo que arbitrio, eleccin y diseo14, a la vez
senta una autntica teora ni un nuevo mtodo historiogrfico, admite la existencia de un proceso histrico necesario e inma-
nente15, y este reconocimiento de la necesidad histrica que
en Labriola resulta recurrente16 es precisamente lo que, segn
Pontaniana di Napoli, vol. XXVI, junio de 1896), recogido luego en el
volumen Materialismo storico ed economia marxistica. Saggi critici Gentile, caracteriza a una filosofa de la historia como tal. De
(Palermo, Sandron, 1900) con el ttulo Sulla forma scientifica del mate- ah su rechazo rotundo a la primera negacin de Croce. Y de ah
rialismo storico. Hay una edicin en castellano de este libro: Benedetto tambin el sealamiento de una evidente analoga formal entre
Croce, Materialismo histrico y economa marxista, trad. de Oberdan
Caletti, revisin de Rodolfo Mondolfo, Buenos Aires, Imn, 1942.
5 En nota al pie Croce refiere de memoria una alusin de Labriola al ma- 11 Cfr. ibid., pp. 8-9.
terialismo histrico como la ltima y definitiva filosofa de la historia 12 Durante los aos de su primera formacin universitaria en la Escuela Nor-
(cfr. Materialismo storico ed economia marxista, Roma-Bari, Laterza, mal Superior de Pisa, Gentile fue perdurablemente introducido al hegelia-
1973, p. 2 n.). La frase exacta de Labriola es nueva y definitiva filosofa nismo por Donato Jaja (1839-1914), quien a su vez haba sido discpulo del
de la historia (cfr. In memoria del Manifesto dei Comunisti, en Scritti primer gran difusor en Italia del idealismo hegeliano: Bertrando Spaventa
filosofici e politici, ed. Franco Sbarberi, Torino, Einaudi, 1973, p. 528). (1817-1883). Gentile se asumira enseguida como heredero del legado de
6 La reaccin filosfica del espritu crtico derrib las construcciones eri- este autor y, en general, de lo que l consideraba la gran tradicin filosfi-
gidas por la teologa y por la arbitrariedad metafsica que menoscababan ca italiana del Risorgimento, iniciada con Pasquale Galluppi (1770-1846),
el campo de la historiografa. La vieja filosofa de la historia fue herida de Antonio Rosmini (1797-1855) y Vincenzo Gioberti (1801-1852). Cfr. Aldo
muerte. Y del desprecio y la desaprobacin naci la frase hacer filosofa Lo Schiavo, Introduzione a Gentile, Bari, Laterza, 1986, pp. 6-54.
de la historia para decir: hacer historia fantstica y artificiosa, e incluso 13 Cfr. In memoria del Manifesto..., pp. 499-501.
tendenciosa (cfr. Materialismo storico ed economia marxista, p. 2). 14 Cfr. Labriola, Del materialismo storico..., p. 550.
Cuarenta aos ms tarde seguir entendiendo la filosofa de la historia 15 Cfr. G. Gentile, Una critica del materialismo storico (1897), en La fi-
de esta manera tradicional, vale decir, como concepcin del curso hist- losofia di Marx. Studi critici, 5a ed., a cargo de V. A. Bellezza, Firenze,
rico segn un diseo predeterminado (cfr. Come nacque e come mor il Sansoni, 1974, pp. 11-58 (aqu 31-32).
marxismo teorico in Italia (1895-1900). Da lettere e ricordi personali, en 16 El mismo Gentile (cfr. ibid., pp. 34-36) recuerda algunos ejemplos contun-
ibid. p. 275; este importante texto de Croce fue publicado por primera vez dentes, como aquel pasaje en el que Labriola afirmaba que el socialismo
en castellano en el ltimo nmero de esta revista, traducido por Betina cientfico [...] enuncia el advenimiento de la produccin comunista, no
Bracciale, con revisin tcnica, notas e introduccin de Horacio Tarcus: como postulado de crtica, ni como meta de una eleccin voluntaria, sino
cfr. Polticas de la Memoria, n 15, verano 2014/15, pp. 169-90). como el resultado del inmanente proceso de la historia (cfr. Del mate-
7 Cfr. Materialismo storico ed economia marxista, p. 2. rialismo storico..., p. 597). O estos otros, ms explcitos an: El nervio,
8 Cfr. ibid. la esencia, el carcter decisivo de este escrito [el Manifiesto comunista]
9 Cfr. Del materialismo storico. Dilucidazione preliminare, en Scritti filo- consisten del todo en la nueva concepcin histrica que lo sustenta, y
sofici e politici, pp. 538 y 550. que l en parte declara y desarrolla [...]. Para esta concepcin el comunis-
10 Cfr. Materialismo storico ed economia marxista, pp. 4-8. mo, cesando de ser esperanza, aspiracin, recuerdo, conjetura o recurso
la filosofa histrica de Hegel y la de Marx: subjetiva cuando refleja supuestas leyes objetivas de la historia:
Se atribuye a Marx el mrito de haber comprendido siguien- Cierto es que en las cosas, en la historia, entendida como algo
do en esto a Hegel que la historia humana es un devenir externo e independiente de nosotros, no hay ni significado, ni
segn un proceso de anttesis, y el mrito de haber visto ley, sino que somos siempre nosotros los que vemos una his-
oponindose en esto a Hegel que no es la Idea ni ningn toria con un significado, con una ley segn la cual pensamos
otro ente abstracto lo que se desarrolla dialcticamente, sino que se mueve; somos siempre nosotros, en definitiva, los que
la sociedad misma; vale decir la sociedad en lo que tiene en s damos forma a la historia y a la ley que la gobierna.18
misma de esencial y originario, a saber: el hecho econmico,
del cual dependen y se derivan todos los fenmenos sociales. En esta misma lnea siempre confundiendo la genuina crti-
Por lo tanto, es preciso distinguir dos cosas en la doctrina his- ca al objetivismo con una simultnea refutacin del materialis-
trica de Marx: la primera, tomada de Hegel, que es el proceso mo, Gentile rechazar de plano la explicacin de la filosofa
dialctico; y la segunda, el contenido o sujeto de este proceso, hegeliana ofrecida por Engels en Del socialismo utpico al
que se contrapone al de Hegel. As que son dos los aspectos socialismo cientfico.19 Se queja de que el planteamiento engel-
a partir de los cuales debe ser considerada esta doctrina por siano haga de Hegel un Platn al atribuir a la Idea una existencia
quien pretenda hacer de ella una valoracin terica: el aspecto independiente del mundo real, y al mundo objetivo una existen-
de la forma, y el aspecto del contenido.17 cia independiente de la subjetividad que lo conoce:
Por lo tanto, no hay objecin alguna respecto de la forma que Esta larga cita resume el final de este primer ensayo de Gentile
el materialismo histrico, como filosofa de la historia, hered sobre el materialismo histrico. Es posible extraer de ella algu-
de Hegel. Ahora bien, es preciso analizar ahora el contenido nas conclusiones. Por una parte, es evidente que el hegelianismo
nuevo que a la antigua forma quiso dar el autor de la nueva doc- del autor lo vuelve completamente incapaz de poner en discu-
trina.23 Y aqu Gentile vuelve a basar su crtica en lo que Engels sin el carcter absoluto del conocimiento, del sujeto cognitivo
escribiera en el Anti-Dhring acerca de la Idea hegeliana: a priori, ante el cual todo lo dems resulta derivado y relativo.
De este modo, la materialidad no puede ser mnimamente pen-
La Idea, lejos de ser opuesta a la realidad, es, para Hegel, la sada como algo que precede, excede y condiciona a ese cono-
esencia de lo real []. Y la materia del materialismo histrico, cimiento, sino tan slo como algo siempre est comprendido
lejos de ser externa y opuesta a la Idea de Hegel, est compren- en l, algo que siempre est abarcado como un mero objeto
dida dentro de ella, o mejor, es una misma cosa con ella, puesto del sujeto cognoscente, como expresin y determinacin suya,
que (tal consecuencia extrajo el hegelianismo a partir de la como algo que es idntico a l. Es por eso que la renuncia, por
sntesis a priori kantiana!) lo relativo (que esto es la materia parte del materialismo de Marx y de Engels, a la hiptesis de ese
de la que se habla) no slo no existe fuera de lo absoluto, sino absoluto espiritual (o espritu absoluto) para ocuparse de los
que es idntico a l []. Lo relativo es ciertamente diferente y procesos histrico-materiales que constituyen la condicin de
opuesto a lo absoluto; pero es una diferencia y una oposicin posibilidad de todo espritu, de todo conocimiento, le resulta a
que est mi millas lejos de lo que suponen estos hegelianos Gentile inconcebible, absurda: el afuera del sujeto cognoscente
comunistas, quienes creen que lo relativo est, incluso segn se le aparece como una pura ilusin, una mera torpeza del pro-
el propio Hegel, por una parte, aqu, abajo, no se sabe dnde pio conocimiento.
precisamente, pero se dice que en la realidad, en la historia, y lo
absoluto all arriba, en el cielo tal vez, pero tampoco de l se Ahora bien, por otra parte, es preciso conceder que en la con-
sabe exactamente el lugar: uno frente al otro, en dos campos cepcin histrica de Marx como proceso necesario subyace un
enemigos, armados uno contra el otro. Atribuyen esta posicin prejuicio formal racionalista heredado de Hegel, e ingenuamente
proyectado sobre la realidad bajo la forma de leyes dialcticas
22 Cfr. ibid., pp. 41-42.
23 Cfr. ibid., p. 54. 24 Cfr. ibid., pp. 54-58.
objetivas que se descubren. Gentile probablemente acierta al de Croce28 y varios de Georges Sorel.29
subrayar, en esa interpretacin del curso histrico, la existencia
inconsciente de un elemento filosfico especulativo, que cierta- Como es sabido, la clebre calificacin del materialismo hist-
mente no se limita a constatar empricamente lo ocurrido, sino rico como filosofa de la praxis proviene de Antonio Labriola,
que tambin realiza seguras previsiones y se eleva a lo universal quien la utiliza por primera vez en una de las cartas a Sorel que
y necesario: pero entonces lo relativo es obligado a hacer las componen su tercer ensayo sobre el tema,30 aparecido dos me-
veces de absoluto. No ser acaso rea de este contrasentido la ses despus que el primero de Gentile. Es altamente probable
manera en que Marx piensa la articulacin necesaria25 entre el que al acuar esa frmula Labriola haya tenido en mente, so-
desarrollo de las fuerzas productivas y los cambios radicales en bre todo, las Tesis sobre Feuerbach (1845), en las que Marx
las relaciones de produccin?26 tematiza y enfatiza la categora de praxis como en ningn otro
texto, y que haban sido tardamente presentadas por Engels
Por lo dems, cabe destacar cmo, luego de un largo rodeo, en en 1888 como el primer documento en que se contiene el
este primer ensayo gentiliano se llega a una conclusin simi- germen genial de la nueva concepcin del mundo.31 Pero no es
lar a la de Croce, pues finalmente se acaba descartando toda posible asegurarlo del todo, por dos motivos. Primero, porque,
validez del materialismo histrico como filosofa especulativa aunque no cabe dudar de que Labriola conociera esas notas de
de la historia lo que para Gentile representa un defecto des- Marx,32 no hace referencia explcita a ellas en ninguno de sus en-
de el punto de vista cientfico, y reducindolo a una mera sayos. Y segundo, porque este riguroso terico marxista italiano,
herramienta para el historiador, con escasa relevancia para la que haba tenido la oportunidad de leer en alemn la totalidad
afirmacin del comunismo. de las obras de Marx que por entonces haban llegado a ver la
luz, no ignoraba otros escritos en donde la praxis ocupa un lugar
relevante como la Contribucin a la crtica de la filosofa as integralmente entendido est implcito el desarrollo res-
del derecho de Hegel. Introduccin (1843-44) o La sagrada pectivamente proporcionado y proporcional de las actitudes
familia (1844), y por eso, al referirse a la misma, no tena por mentales y de las actitudes operativas, as, por otra parte, en
qu remitir exclusivamente a las Tesis (que, en cambio, es exac- el concepto de la historia del trabajo est implcita la forma
tamente lo que har Gentile).33 siempre social del trabajo mismo, y el variar de esta forma: el
hombre histrico es siempre el hombre social, y el presunto
Qu entiende Labriola por praxis? En principio, lo mismo que hombre presocial, o supersocial, es un parto de la fantasa: y
Marx: la accin material humana, la actividad social transforma- as sucesivamente.36
dora de la realidad objetiva de la que forma parte; el hacer que
supera, pues, el puro acto cognitivo, intelectual, terico, espiri- Dado que el carcter social del ser humano y de su trabajo est
tual, especulativo, etc., en la medida en que logra incidir en el aqu fuera de discusin, concentrmonos en la primera parte del
mundo material, o sea en ese mundo que ciertamente subsiste fragmento citado. All observamos que Labriola toma los con-
ms all de nuestra conciencia y de nuestras diversas maneras ceptos de praxis y de trabajo como sinnimos, pero esto no es
de conocerlo e interpretarlo. Esa praxis se vuelve adems re- exactamente lo que encontramos en la obra de Marx. En sta
volucionaria cuando lo que consigue cambiar es no solamente podemos comprobar que ambos conceptos, aunque se solapen
el entorno natural, sino tambin el orden social dado.34 Por lo en parte, tambin se desbordan mutuamente, porque suponen
dems, praxis es un sustantivo griego () que el alemn incor- enfoques diferentes de la actividad humana. La prctica (Praxis)
por sin otra modificacin que la mayscula inicial de rigor en es el hacer de la subjetividad humana (social) desde el punto de
este idioma (Praxis), vale decir, sin convertirla, como en el caso vista objetivo material, concreto, exterior a la mente, o sea,
de las lenguas neolatinas, en una nueva palabra: prctica (cas- la actividad sensiblemente humana37, el proceso de vida real
tellano, gallego), prtica (portugus), pratica (italiano), pratique como proceso material de vida, como proceso empricamen-
(francs), etc. El significado siempre es bsicamente el mismo, te registrable.38 La prctica no es, por tanto, la conciencia o el
lo que no quita que los hablantes de estas lenguas romances conocimiento, sino el hacer material de los seres humanos, que
puedan tambin utilizar como cultismo el trmino griego origi- condiciona profundamente su hacer intelectual. Es por eso que
nal. Este es el caso de Labriola, quien, en sus tres largos ensayos Marx escribe: Toda vida social es esencialmente prctica [prak-
sobre el materialismo histrico, utiliza pratica y sus derivados tisch]. Todos los misterios que inducen a la teora al misticismo
una infinidad de veces, mientras que slo escribe praxis en cinco encuentran su solucin racional en la prctica humana y en la
oportunidades, y nicamente en su tercer ensayo.35 Ahora bien, comprensin de esta prctica.39
precisamente las maneras en que Labriola se refiere a la praxis
en ese escrito, tomadas aisladamente, han dado lugar a lo que El concepto de trabajo propiamente dicho, en cambio, abarca
podramos llamar una ambigedad decisiva. Veamos. para Marx toda actividad humana que implique un esfuerzo cons-
ciente por producir un resultado deseado. A diferencia de la idea
El trmino aparece por primera vez en los siguientes ejemplos de prctica (Praxis), que pone el nfasis en el carcter material
de postulados filosficos que seran propios del materialismo
histrico, ofrecidos por el autor al final de la tercera carta:
37 Cfr. K. Marx, Thesen ber Feuerbach, en K. Marx y F. Engels, Werke, vol.
3, Berlin, Dietz, 1978, tesis 1, p. 5.
en el proceso de la praxis reside la naturaleza, o sea la evolu- 38 Totalmente al contrario de lo que ocurre en la filosofa alemana, que
cin histrica del hombre: y diciendo praxis bajo este aspec- desciende del cielo sobre la tierra, aqu se asciende de la tierra al cielo.
Es decir, no se parte de lo que las personas dicen, se representan o se
to de totalidad se pretende eliminar la vulgar oposicin entre imaginan, ni tampoco del ser humano predicado, pensado, representado
prctica y teora: porque, en otros trminos, la historia es la o imaginado, para llegar, arrancando de aqu, a la persona de carne y
historia del trabajo, y as como, por una parte, en el trabajo hueso; se parte del ser humano que acta realmente y, arrancando de
su proceso de vida real, se expone tambin el desarrollo de los reflejos
ideolgicos y de los ecos de este proceso de vida. Tambin las forma-
35 En su segundo ensayo, por ejemplo, se lee: Dadas las condiciones de ciones nebulosas que se condensan en el cerebro de los seres humanos
desarrollo del trabajo, y de sus correspondientes instrumentos, la es- son sublimaciones necesarias de su proceso material de vida, proceso
tructura econmica de la sociedad, o sea la forma de la produccin de empricamente registrable y sujeto a condiciones materiales. La moral, la
los medios inmediatos de vida, determina sobre un terreno artificial, en religin, la metafsica y cualquier otra ideologa y las formas de conciencia
primer lugar y de manera directa, toda la restante actividad prctica de que a ellas corresponden pierden, as, la apariencia de su propia sustan-
los asociados, y el variar de tal actividad en el proceso que llamamos tividad. No tienen su propia historia ni su propio desarrollo, sino que los
historia [] ; y determina en segundo lugar la orientacin, y en buena seres humanos que desarrollan su produccin material y su intercambio
parte, y de manera indirecta, los objetos de la fantasa y del pensamiento material cambian tambin, al cambiar esta realidad, su pensamiento y
en la produccin del arte, de la religin y de la ciencia. (cfr. Del mate- los productos de su pensamiento. (K. Marx y F. Engels, La ideologa
rialismo storico..., p. 605, slo el resaltado en negrita es mo M.C.) alemana, trad. W. Roces, Barcelona, Grijalbo, 1970, p. 26, trad. rev.; cfr.
Se podra objetar que aqu prctica acta como adjetivo, pero resulta Die deutsche Ideologie, en K. Marx y F. Engels, Werke, vol. 3, pp. 26-27).
evidente que eso no afecta al fondo de la cuestin. Adems, es preciso Resulta notable la similitud de este pasaje con el del segundo ensayo
tener en cuenta que en italiano el sustantivo pratica tiene tambin otras de Labriola citado ms arriba, en la nota 35, si se tiene en cuenta que
acepciones que pueden tornarlo equvoco. Por ejemplo, la de expediente este autor no pudo conocer el texto de La ideologa alemana, publicado
administrativo o, como en castellano, la de experiencia en tanto cono- veinte aos despus de su muerte (ver ms abajo la nota 13 a Gentile, La
cimiento o habilidad que se ha adquirido mediante la prctica. filosofa de la praxis).
36 Cfr. Discorrendo..., carta III, p. 689. 39 Cfr. Thesen ber Feuerbach, p. 7.
de la actividad subjetiva haciendo abstraccin del consumo de trabajo sea pura prctica.
energa humana que exige y de la voluntad racional que intenta
guiarla, la nocin de trabajo supone siempre la consideracin Volviendo a Labriola, notamos que detrs de su homologacin
de una cierta actividad intelectual y de un determinado gasto de de los conceptos de praxis y de trabajo resulta evidente la vlida
fuerza humana. De hecho, como es sabido, el trabajo puede ser intencin de subrayar la unidad de la actividad humana, su carc-
meramente terico (intelectual, cognitivo), sin por eso dejar de ter de totalidad inseparable, eliminando, como l dice, la vulgar
ser trabajo. Por lo tanto, adems del esfuerzo en general, la ac- oposicin entre prctica y teora. Tambin Marx afirma que no
tividad consciente siempre es inherente al trabajo humano como existe la una sin la otra, que ambas se encuentran en permanen-
tal, ya sea que lo predominante en l sea esa misma actividad te relacin dentro del conjunto de la actividad humana. Y sin
intelectual (interior, inmaterial), o bien una actividad practica embargo, insiste asimismo en la necesidad de distinguir entre la
(exterior, material) coordinada con ella: actividad prctica (material) y la mera actividad terico-cognitiva
(intelectual), precisamente para poder destacar adecuadamente
No hemos de referirnos aqu a las primeras formas instintivas, la primaca de la primera sobre la segunda, lo cual se traduce en
de ndole animal, que reviste el trabajo. [] Concebimos el tra- la conciencia de que la crtica radical, para poder realizarse como
bajo bajo una forma en la cual pertenece exclusivamente al ser tal, debe ponerse al servicio de la transformacin de la realidad
humano. Una araa ejecuta operaciones que recuerdan las del social que la condiciona y limita: he ah la clave del materialismo
tejedor, y una abeja avergonzara, por la construccin de las prctico de Marx como teora revolucionaria.41
celdillas de su panal, a ms de un maestro albail. Pero lo que
distingue ventajosamente al peor maestro albail de la mejor En el momento en que se deja de distinguir adecuadamente
abeja es que el primero ha modelado la celdilla en su cabeza an- sin por ello separar la actividad prctica (material, exterior a
tes de construirla en la cera. [...] Adems de esforzar los rganos la mente) y la actividad cognitiva (intelectual, interior), inme-
que trabajan, se requiere del obrero, durante todo el transcurso diatamente se pierde la posibilidad de sealar ese predominio
del trabajo, la voluntad orientada a un fin, la cual se manifies- de aqulla sobre sta, y de tal modo se retorna a la ideolgica
ta como atencin. Y tanto ms se requiere esa atencin cuanto concepcin tradicional de la prctica como plenamente subordi-
menos atrayente sea para el obrero dicho trabajo, por su propio nada al conocimiento, e incluso como idntica a ste: como una
contenido y la forma y manera de su ejecucin; cuanto menos, de sus manifestaciones. As es como la concibe, por ejemplo,
pues, disfrute el obrero de dicho trabajo como de un juego de todo el idealismo postkantiano y, con ste, el mismo Gentile.
sus propias fuerzas fsicas y espirituales.40 No es de ningn modo el caso de Labriola, como lo demuestra
contundentemente la lectura atenta y completa de sus ensayos
Obviamente esto no significa que la categora de prctica, a sobre el materialismo histrico. Pero, sin embargo, la forma en
diferencia de la de trabajo, s remita necesariamente a formas que en el tercero de ellos se refiere a la praxis ha podido ser
instintivas, de ndole animal, ajenas a toda orientacin intelec- interpretada en ese sentido. Tomemos como nuevo ejemplo lo
tual, sino sencillamente que hace abstraccin del plano cons- que escribe despus de afirmar acertadamente y por primera
ciente y aborda la actividad humana por su lado exterior, obje- vez en la historia que el materialismo histrico es en esencia
tivo, material, emprico, sensible, etc. Las nociones de trabajo una filosofa de la praxis:
y de prctica constituyen, pues, categoras diversas, recortes
diferentes de la actividad humana. Lo prctico-material-exterior sta es la filosofa inmanente a las cosas sobre las cuales filo-
se distingue analticamente aunque no se separe realmen- sofa. De la vida al pensamiento, y no ya del pensamiento a la
te de lo terico-ideolgico-interior. Mientras que el trabajo, vida; este es el procedimiento realista. Del trabajo, que es un
en cambio, slo se define por oposicin al ocio es decir, al conocer operando, al conocer como abstracta teora: y no de
tiempo de no-trabajo o tiempo libre y, al igual que este lti- ste a aqul. [] En estos pensamientos est el secreto de una
mo, puede incluir una actividad puramente espiritual o tambin afirmacin de Marx, que ha representado para muchos un enig-
una prctica. Lo ms frecuente es que el trabajo combine en ma: la de que l ha invertido la dialctica de Hegel; lo que, en
alguna medida el hacer interior y el hacer exterior. Cuando re- prosa corriente, significa que el automovimiento rtmico de un
sulta predominante o exclusiva la actividad mental se lo llama pensamiento que se sostiene por s mismo [] es sustituido por
trabajo intelectual, cognitivo o terico. En cambio, si lo que el automovimiento de las cosas, de las cuales el pensamiento es,
se destaca es la actividad material se suele hablar de trabajo en definitiva, un producto. En fin, el materialismo histrico, o sea
manual, fsico o prctico, aunque como vimos ningn la filosofa de la praxis, en la medida en que asume al hombre
histrico y social en su totalidad, as como pone trmino a toda
forma de idealismo, que considere a las cosas empricamente
40 K. Marx, El capital, I, trad. P. Scaron, Mxico, D. F., Siglo XXI, 2009, p. 216.
41 Los filsofos slo han interpretado el mundo de diversas maneras; de lo existentes como reflejo [] de un pensamiento [] presupues-
que se trata es de transformarlo (cfr. Thesen ber Feuerbach, p. 7); de to, asimismo es el fin tambin del materialismo naturalista, en
lo que se trata, en realidad y para el materialista prctico, es decir, para
el comunista, es de revolucionar el mundo existente, de atacar prctica-
mente y de hacer cambiar las cosas con que nos encontramos (Marx y
Engels, La ideologa alemana, p. 46).
camino propio en sus ulteriores crticas a las ideas de Marx,49 de la filosofa de la praxis como la peculiar traduccin al ita-
mostr un enorme respeto y reconocimiento por el ptimo liano de las Tesis sobre Feuerbach hechas por Gentile, es en
trabajo de Gentile, sobre todo pero no nicamente en lo dos destacados autores marxistas de la primera mitad del siglo
que concierne a la primera fase del pensamiento de Marx y a su XX, que por lo dems presentan marcadas diferencias entre s:
construccin filosfica y metafsica (que, en sus escritos poste- Rodolfo Mondolfo y Antonio Gramsci. Seguramente el impacto
riores, pasa a ocupar el ltimo lugar y aparece ocasionalmente fue mucho mayor en el primero, quien, aunque se asuma como
como pura fraseologa).50 marxista y se propona continuar la obra de Antonio Labriola,
no lograba pensar el materialismo histrico sin el filtro decisivo
En cuanto a Sorel, a quien Gentile no sin mostrar cierto des- de algunas claves de lectura gentilianas. Esto se puede observar
precio haba criticado como pobre defensor de Marx, dedi- con la mayor claridad a partir de uno de sus primeros ensayos
cndole unas pocas pginas de su segundo ensayo (cfr. cap. VI), sobre el tema: La filosofia del Feuerbach e le critiche del Marx
la reaccin fue decididamente fra. Al envo del libro por parte (La Cultura Filosofica, III, 1909), luego reeditado con el ttulo
de Gentile, el francs responde (31/08/1899) lamentando que Feuerbach e Marx.53 All, Mondolfo no slo imita a Gentile en
ste no haya ledo prcticamente ninguno de sus artculos, y el gesto formal de presentar una traduccin y una interpreta-
que no haya profundizado en la resea de Charles Andler a la cin de las Tesis de Marx, sino que tambin lo repite de manera
edicin francesa de los ensayos de Labriola, resea de la cual evidente en el contenido de la una y de la otra. No obstante,
Gentile refiere slo lo citado por el mismo Sorel.51 Tambin le tambin es posible sealar varios matices novedosos aportados
reprocha que en el primer ensayo haya tomado al pie de por Mondolfo, los cuales ciertamente merecen ser estudiados.54
la letra la traduccin labrioliana del prlogo de 1859, la cual,
segn l, es muy discutible y, en todo caso, poco fiel. Le pre-
gunta, asimismo, en qu otro lugar de la obra de Marx aparte El influjo de Gentile sobre Gramsci, en cambio, es seguramente
del penltimo captulo de El capital se emplea la negacin de menor que el de Croce, y resulta tambin menos inmediato y
la negacin (recurrentemente citada por Gentile en su segundo ms complejo que en el caso de Mondolfo. Adems, cabe dis-
ensayo), y seala que no ha logrado entender la objecin genti- tinguir entre el Gramsci anterior al viaje a Rusia y a la Marcha
liana a su uso del trmino fatalismo. Pocas semanas despus sobre Roma ms directamente vinculado a los dos grandes
(10/09/1899) agrega, entre otras cosas, la siguiente observacin: neohegelianos de esa poca de crisis de la cultura positivista
Si se considera como hegeliano toda consideracin sobre las en general, y socialista en particular y el Gramsci de los Qua-
contradicciones sociales, todo el mundo ser hegeliano, subra- derni del carcere, que toma una mayor distancia crtica frente
yando as el constante gesto hegelianizante de Gentile, y atri- a ambos intelectuales, madurando una posicin propia. No es
buyendo exclusivamente al Engels del Anti-Dhring el empleo posible realizar aqu un anlisis detallado de la perspectiva del
sistemtico y dogmtico del mtodo dialctico y la negacin de Gramsci maduro. Sin embargo, no cabe dudar de que en su per-
la negacin: yo creo que Marx no ha desvariado de esa manera, sistente antimaterialismo, y en su concepcin de la praxis como
o al menos as lo espero.52 una unidad indistinta de conocimiento y de accin, se encuen-
tran resabios de la hegelianizante lectura gentiliana de las Tesis
En quienes influy, sin ninguna duda, tanto la interpretacin de Marx. Dicho en otros trminos: hay tambin en Gramsci una
clara tendencia al subjetivismo; no obstante, su historicismo lo
el recin citado cap. 3. Por lo dems, recordemos que ambos autores se aparta categricamente del actualismo gentiliano: Filosofa
constituyeron luego en los principales representantes del neoidealismo del acto (praxis), pero no del acto puro, sino precisamente el
italiano de las primeras dcadas del siglo XX, estableciendo entre s una
estrecha amistad que dur hasta que sus diferentes posturas frente al
fascismo los distanciaron para siempre.
51 Ver ms abajo Gentile, La filosofa de la praxis, nota 155.
52 Cfr. nuevamente el apndice a Gentile, La filosofia di Marx, pp. 279-280. tra marxismo e democrazia, Firenze, Polistampa, 2007; Marcella Po-
53 Cfr. R. Mondolfo, Umanismo di Marx. Studi filosofici 1908-1966, ed. N. gatschnig, El otro Mondolfo, Buenos Aires, Biblos, 2009; Cristina Co-
Bobbio, Torino, Einaudi, 1968, pp. 8-78; en castellano: Feuerbach y Marx, rradi, Storia dei marxismi in Italia, Roma, Manifestolibri, 2011; F. Frosini,
en R. Mondolfo, Marx y marxismo. Estudios histrico-crticos, trad. M. Rodolfo Mondolfo, en Enciclopedia italiana di scienze, lettere ed
H. Alberti, Mxico, D. F., Fondo de Cultura Econmica, 1960, pp. 15-93. arti. Il contributo italiano alla storia del pensiero. Ottava appendice,
54 Sobre la obra de este autor como terico marxista, y sobre su relacin Roma: Istituto della Enciclopedia Italiana, 2012, pp. 615-22.
con Gentile, pueden consultarse, entre otros, los siguientes textos: E. 55 Cfr. A. Gramsci, Quaderni del carcere, ed. V. Gerratana, Torino, Einaudi,
Santarelli, La revisione del marxismo in Italia. Studi di critica storica, 1975, Q 4, <37>, p. 455. Para indagar ms a fondo en la relacin entre
Milano, Feltrinelli, 1964 (1 ed.) y 1977 (2 ed.); N. Bobbio, Introduzione Gentile y Gramsci, recomiendo los siguientes estudios, que adems
a R. Mondolfo, Umanismo di Marx: studi filosofici 1908-1966, Torino, junto a otros ya citados a propsito de Mondolfo permiten trazar una
Einaudi, 1968; G. Marramao, Marxismo e revisionismo in Italia. Dalla historia completa de la filosofa de la praxis entre Labriola y Gramsci:
Critica sociale al dibattito sul leninismo, Bari, De Donato, 1971; id., L. Paggi, Gramsci e il moderno principe. I. Nella crisi del socialismo
Mondolfo Rodolfo, en Il movimento operaio italiano. Dizionario italiano, Roma, Editori Riuniti, 1970; F. Frosini, Filosofia della praxis, en
biografico: 1853-1943, ed. F. Andreucci y T. Detti, vol. 3, Roma, Editori Le parole di Gramsci. Per un lessico dei Quaderni del carcere, ed.
Riuniti, 1977, pp. 523-33; E. Garin et al., Filosofia e marxismo nellopera F. Frosini y G. Liguori, Roma, Carocci, 2004, pp. 93-111; id., La religione
di Rodolfo Mondolfo, Firenze, La nuova Italia, 1979; N. Tabaroni, Rodol- delluomo moderno. Politica e verit nei Quaderni del carcere di
fo Mondolfo: per un realismo critico-pratico, Padova, Universit degli Antonio Gramsci, Roma, Carocci, 2010. Me permito remitir tambin a M.
Studi di Padova, Scuola di perfezionamento in filosofia, 1981; P. Favilli, Candioti, Gramsci y la praxis como actividad sensible, en Gramsci y la
Storia del marxismo italiano: dalle origini alla grande guerra, Milano, sociedad intercultural, ed. G. Pala, A. Firenze, y J. Mir Garca, Barcelona,
FrancoAngeli, 1996; C. Calabr, Il socialismo mite: Rodolfo Mondolfo Montesinos, 2014, pp. 241-51.
La filosofa de la praxis
Giovanni Gentile
carcter de una teora filosfica, vinculada intrnsecamente a un de una importante doctrina social. Y si tanto Marx como Engels,
nuevo sistema especial de autntica filosofa.7 refirindose a un trabajo tan voluminoso, y escrito cuando tal
teora surga en sus mentes y se iba formando, declaran expl-
En aquel manuscrito, que sera bueno sacar a la luz porque ser- citamente que la misma tomaba cuerpo de sistema filosfico
vira, ms y mejor que cualquier otra obra suya, para reconstruir para as contraponerse a los sistemas contemporneos, no hay
histricamente el nacimiento y el desarrollo del pensamiento ninguna prudencia de interpretacin que pueda poner en duda
de Marx, se sabe entretanto, por el testimonio de uno de los la envergadura filosfica que fue realmente atribuida al materia-
autores mismos, que, bien o mal, se expona la nueva concepcin lismo histrico, desde el principio, por los propios autores. No es
de la historia, que deba ser luego perfeccionada y formulada en el caso de un pensamiento no consciente, ante el cual se debe
el Manifiesto,8 y propugnada con mayor conciencia en la Crtica ser cauto para confiarse; se trata de un profundo trabajo mental
de la economa poltica.9 Esta concepcin se expona con el fin que toma cuerpo en una vasta escritura.Por lo tanto, estoy total-
de orientarse entre los desarrollos filosficos contemporneos mente de acuerdo con Labriola cuando aprueba el propsito de
elaborando un ncleo de principios directivos que fueran el ar- G. Sorel de volver a poner en discusin el problema de la filoso-
mazn de un nuevo sistema. Marx dice haber aclarado en aquel fa en general, preocupndose por el hecho de que el materialis-
trabajo su propio pensamiento filosfico; y Engels aade que all mo histrico pueda aparecer como flotando en el aire mientras
se asomaba ya la nueva intuicin histrica. Nos parece que quien tenga en su contra otras filosofas con las cuales no armoniza, y
rena los dos testimonios no puede dudar de la envergadura hasta que se encuentre el modo de desarrollar la filosofa que
con que se perfilaba, ya en el 45, el materialismo histrico en la le es propia, la que es inherente e inmanente a sus supuestos y
mente de Marx. a sus premisas;11 y cree luego desarrollar el concepto de esta fi-
losofa, propio del materialismo histrico en la mente misma de
Ahora bien, aun coincidiendo con Croce en que ante los escritos Marx. Eso es lo que efectivamente se ha intentado hacer en sus
de Marx, ms que ante los escritos de cualquier otro pensador, cartas a G. Sorel, tratando juntos de determinar la posicin del
el intrprete debe proceder con pie de plomo: hacer su trabajo marxismo entre las orientaciones actuales del filosofar.
caso por caso, libro por libro, oracin por oracin, sin dejar de
poner estas diversas manifestaciones en relacin la una con la Pero dado que son muchos en torno a Labriola, tambin Ilia-
otra, pero teniendo en cuenta los diferentes tiempos, las circuns- cos intra muros12, los que creen que l, contra las intenciones
tancias de hecho, las impresiones fugaces, los hbitos mentales de Marx, ha ampliado sin un buen fundamento el alcance de la
y literarios, y debe resignarse a reconocer las incertidumbres y doctrina materialista de la historia, ser de ayuda presentar los
la incompletudes all donde existan, resistiendo la tentacin de documentos del pensamiento genuino del propio Marx.
aclararlas y completarlas arbitrariamente;10 aun aceptando de
buen grado estas prudentes advertencias, creemos que en base
a la informacin referida queda establecido sin lugar a dudas un II
punto que debe ser el punto de partida de nuestra investigacin. Crtica de Marx a Feuerbach
En la cual no se trata ya, por ahora y en este caso, de buscar lo
que haya de crticamente aceptable en el fondo del materialismo
histrico bsqueda importantsima, pero esencialmente crti- Federico Engels, en el apndice de su escrito sobre Feuerbach,
ca, y sin embargo en absoluto ajena a la historia del pensamiento publica once tesis o fragmentos escritos por Marx sobre este
de Marx, a la que de todos modos debe seguir, no preceder, filsofo, en Bruselas en enero de 1845, hallados por l en un
sino que se trata, en cambio, de estudiar cmo fue efectivamen- viejo cuaderno del amigo.13
te concebida por Marx esta teora que l coloc como palanca
7 Como se ver ms abajo (captulos VI-VIII), por la literatura ms reciente 11 Op. cit., carta V, p. 58 (p. 75 de la trad. francesa). N. de G.G.
sobre el materialismo histrico, tambin en Italia Gentile entiende espe-
cialmente los escritos de Antonio Labriola, Benedetto Croce y Georges
12 Alusin al siguiente verso de Horacio: Iliacos intra muros peccatur et ex-
Sorel, aunque tambin menciona ocasionalmente a otros autores como tra (Ellos pecan dentro y fuera de las murallas de Troya); cfr. J. Borrs,
Charles Andler, Rudolf Stammler, Alessandro Chiappelli y Francesco ed., Diccionario citador de mximas, proverbios, frases y sentencias
Saverio Merlino. No debe perderse de vista que en todos los casos se escogidas de los autores clsicos latinos, franceses, ingleses e italia-
refiere slo a obras publicadas antes febrero de 1899. N. de M.C. nos, Barcelona, Imprenta de Indar, 1836, p. 143. Labriola haba utilizado
la frase completa en el marco de sus crticas a la inmensa ignorancia de la
8 Cfr. K. Marx y F. Engels, Manifiesto del partido comunista (1847-48). obra de Marx y Engels reinante en Francia y en Italia (cfr. Discorrendo...,
Hay varias ediciones en castellano. N. de M.C. carta II, p. 671.). Gentile aqu parafrasea y vuelve en contra de Labriola
9 Ver nota 1. N. de M.C. esas palabras, aun cuando l mismo no constituye precisamente una ex-
10 Per linterpretazione e la critica di alcuni concetti del Marxismo, memo- cepcin al fenmeno deplorado por el autor de las cartas a Sorel: No es
ria presentada en la Academia Pontaniana, ronda del 21 noviembre de de extraar entonces que fuera de Alemania [] muchos escritores []
1897 (Napoli, 1897; trad. en el Devenir Social, ao IV, febrero y marzo hayan sentido la tentacin de extraer, o de crticas de adversarios, o de
de 1898) p. 22. N. de G.G. [Se trata de uno de los textos propios sobre citas incidentales, o de apresuradas inferencias sacadas de pasajes espe-
Marx y marxismo que Croce reuni y public en 1900 como libro: cfr. Ma- ciales, o de vagos recuerdos, los elementos para forjarse un marxismo
terialismo storico ed economia marxistica, Roma-Bari, Laterza, 1973, de su propia invencin y a su manera. (cfr. ibid., p. 668) N. de M.C.
pp. 53-104 (aqu 76). Existe una edicin en castellano: Benedetto Croce, 13 Efectivamente, en 1888, en el apndice a la primera edicin como libro
Materialismo histrico y economa marxista, Buenos Aires, Imn, 1942, de su Ludwig Feuerbach y el fin de la filosofa clsica alemana, Enge-
trad. de O. Caletti rev. por R. Mondolfo. N. de M.C.]. ls coloc lo que l mismo en la ya citada Nota preliminar deno-
Son, escribe, apuntes para un trabajo an por hacer, no des- Estos apuntes de Marx se refieren a la Esencia del Cristianismo
tinados en modo alguno a la imprenta, pero inestimables como de Feuerbach, e indican la evolucin del discpulo respecto al
el primer documento en el que se deposita el germen genial maestro, y por tanto las relaciones histricas del marxismo con
de la nueva intuicin del mundo (der neuen Weltanschauung).14 el hegelianismo degenerante de la izquierda, representado espe-
cialmente por Feuerbach. Conviene, pues, recordar brevemente
mina las tesis sobre Feuerbach de Marx. La redaccin en Bruselas no las caractersticas de la filosofa de ste segn la obra que aca-
habra sido durante enero, como apunta Gentile, sino en algn momento bamos de citar.15
situado entre finales de febrero y junio de 1845. Pero adems hay otro
elemento mucho ms relevante que no se conoca en 1899, a saber: el
hecho de que la versin publicada por Engels presenta modificaciones Para Hegel la filosofa y la fe pueden y deben conciliarse: hay en
calladamente realizadas por l mismo a las once tesis de Marx, proba- ellas un mismo contenido en forma diferente. Se ha observado
blemente en el afn de hacer ms comprensible un texto que no haba que de ese modo l contradeca uno de los principios fundamen-
sido destinado por su autor a la publicacin. El escrito original vera la
luz ms de un tercio de siglo despus, al mismo tiempo que la parte de
La ideologa alemana que se ocupa de Feuerbach, en el volumen 1 del se molesta en explicitarlo. Feuerbach y Marx heredan este uso especial
Archiv K. Marksa i F. Engelsa, editado en 1924 por el Instituto Marx-En- del trmino, aunque ellos, en cambio, no se ocupen de considerar la
gels de Mosc, bajo la direccin de David Riazanov (cfr. A. Bortolotti, posibilidad de una intuicin no-humana, ni de destacar el espacio y
Marx e il materialismo: dalla Sacra famiglia alle Tesi su Feuerbach, el tiempo como intuiciones puras (reinen Anschauungen) o formas
Palermo, Palumbo, 1976; B. Andras, Karl Marx/Friedrich Engels, das puras de la intuicin sensible (reine Formen sinnlicher Anschauung),
Ende der klassischen deutschen Philosophie: Bibliographie, Trier, Karl que son asuntos propios del idealismo trascendental (cfr. I. Kant, Kritik
Marx Haus, 1983; B. Burkhard, Bibliographic annex to D. B. Rjazanov and der reinen Vernunft, en Werke in zwlf Bnden, vol. 3, Frankfurt am
the Marx-Engels Institute: Notes toward further research, Studies in Main, Suhrkamp, 1977; Crtica de la razn pura, trad. P. Ribas, Madrid,
East European Thought, 30 (1), 1985, pp. 75-88; G. Labica, Karl Marx. Taurus, 2005). Ambos pensadores materialistas, pues, se refieren en
Les Thses sur Feuerbach, Paris, Presses Universitaires de France, 1987; sentido filosfico a la intuicin (Anschauung) del mismo modo en que
P. Macherey, Marx 1845. Les Thses sur Feuerbach. Traduction et hoy nosotros nos referimos a la percepcin, esto es, sin necesidad de
commentaire, Paris, ditions Amsterdam, 2008; M. Candioti, El carc- especificar su carcter sensible. Para ellos Anschauung (intuicin), Sinn-
ter enigmtico de las Tesis sobre Feuerbach y su secreto, Isegora, n lichkeit (sensibilidad), sinnliche Wirklichkeit (realidad sensible) sinnliche
50, 2014, pp. 45-70). Por lo dems, la existencia de dos versiones de las Auenwelt (mundo exterior sensible) remiten siempre a la Gegenstnd-
Tesis sobre Feuerbach no ha sido, en general, suficientemente destaca- lichkeit (objetividad material), la cual precede y excede a la conciencia,
da por quienes han publicado el texto en castellano, empezando por las que la capta a su modo pero no la crea. Ahora bien, nuevamente de ma-
casas editoras de Mosc, que propagaron tambin este descuido en otras nera similar a lo que ocurre con la palabra percepcin, existe tambin
lenguas. As, aun luego de que la versin de Marx se diera a conocer en un uso general y menos riguroso de Anschauung para denotar opinin,
1924, ha seguido publicndose la de Engels de manera acrtica, predomi- punto de vista, concepcin, idea, mirada, perspectiva o visin
nante y hasta exclusiva. La primera presentacin en castellano del escrito de la realidad, que Feuerbach y Marx tambin utilizan algunas veces. El
original es la de Wenceslao Roces incluida como apndice en la primera ejemplo ms tpico de este otro uso del trmino lo ofrece precisamente
edicin integral de La ideologa alemana en nuestra lengua (ver nota 3). la expresin Weltanschauung, generalmente vertida como concepcin
Es posible, pues, remitir a sta como traduccin del texto original (cfr. del mundo o cosmovisin. Cuando Gentile la traduce como intuicin
Tesis sobre Feuerbach [M], en K. Marx y F. Engels, La ideologa alema- del mundo contribuye a la subordinacin idealista de toda intuicin a
na, Barcelona, Grijalbo, 1970, pp. 665-668), y a las diversas ediciones en lo conceptual, tendiendo as a convertir la Anschauung en el intueri la-
castellano realizadas en Mosc, como traduccin de la versin retocada tino-cartesiano. Por ltimo, conviene asimismo sealar que Anschauung
por Engels (cfr. Tesis sobre Feuerbach [E], en K. Marx y F. Engels, Obras tambin se traduce habitualmente como contemplacin. La eleccin de
escogidas, 3 vols., Mosc, Progreso, vol. 1, 1981, pp. 7-10.) Sin embargo, este trmino no est exenta de problemas en el caso de Marx, porque
debe tenerse presente que, como se ver en lo que sigue, todas estas contemplacin, a diferencia de otros trminos similares como, por
traducciones son considerablemente defectuosas. Por este motivo, sern ejemplo, observacin o visin, no slo denota receptividad en el
oportunamente revisadas en base a una clsica edicin en alemn (res- conocimiento sensible, sino tambin pasividad en la prctica. En efecto,
pectivamente: Thesen ber Feuerbach [M] y Thesen ber Feuerbach alguien que realiza una accin puede perfectamente observar (percibir,
[E], en K. Marx y F. Engels, Werke [MEW], vol. 3, Berlin, Dietz, 1978, pp ver, mirar) lo que est haciendo y lo que ocurre a su alrededor; pero si
5-7 y 533-35). Para un cotejo y anlisis detallado las diferencias entre la alguien est contemplando, eso significa que no est haciendo nada ms.
versin marxiana y la versin engelsiana de las Tesis, y una consideracin Volveremos sobre este punto en seguida, cuando analicemos con Genti-
de los motivos que pueden haber llevado a Engels a introducir cambios le las crticas de Marx al materialismo de Feuerbach. Pero conviene tener
en cada una de ellas, vanse los trabajos arriba citados de Arrigo Borto- presente desde ya que, si bien la Anschauung pertenece slo al plano
lotti, Georges Labica y Pierre Macherey. N. de M.C. del conocimiento, esto no la vuelve necesariamente ajena a la prctica ni
14 Op. cit., p. IV. N. de G.G. [Las palabras en alemn que aparecen entre incompatible con ella, y por tanto resulta problemtico entenderla ex-
parntesis, tanto en el cuerpo del texto como en sus propias notas, son clusivamente como contemplacin. La Anschauung es tambin propia
siempre aadidos de Gentile. Como se ver mejor en lo que sigue, la tra- del trabajador manual, por ejemplo, que capta las modificaciones extra-
duccin de Weltanschauung como intuicin del mundo no es inocua. mentales, objetivas, sensibles, materiales, que l mismo va produciendo
La palabra alemana Anschauung, derivada de anschauen (mirar, ver), tie- con su prctica, vale decir, no slo en su mera conciencia (cfr. M. Candio-
ne dos grandes acepciones. Por un lado, hay un sentido especficamente ti, Prctica y poder social. Una reconstruccin de la teora general de
filosfico que instaura Kant y que se traduce habitualmente como intui- Karl Marx, tesis doctoral en Humanidades, Universitat Pompeu Fabra,
cin. Sin embargo, este significado filosfico kantiano es inversamen- Barcelona, 2014, pp. 65 y ss; id. El carcter enigmtico de las Tesis
te opuesto al latino-cartesiano proveniente de la filosofa medieval sobre Feuerbach..., pp. 53 y ss.). N. de M.C.]
y an predominante en las lenguas romances, segn el cual intuir 15 El hecho de que haya una mencin de La esencia del cristianismo (1841)
(intueri) es conocer sin intervencin alguna de la sensibilidad, vale decir, en la primera de las Tesis no significa que Marx slo se ocupe en ellas de
de manera directa, mediante el puro entendimiento (cfr. por ej. R. Des- esa obra feuerbachiana. Recordemos que tambin las Tesis provisionales
cartes, Reglas para la direccin del espritu, ed. y trad. J. M. Navarro para la reforma de la filosofa (1842-43) y los Principios de la filosofa
Cordn, Madrid, Alianza, 1984). Para Kant, en cambio, la intuicin al del futuro (1843) lo haban impacto fuertemente, y que as lo manifesta-
menos la humana equivale precisamente a lo que hoy denominamos ba l mismo un ao antes, en 1844, en el prlogo de los Manuscritos de
percepcin, esto es, a la captacin de datos aportados por la sensibi- Pars (hay varias ediciones en castellano de todas estas obras). Sin embar-
lidad, diferentes de los conceptos que, por su parte, son los elementos go, debemos tener presente que este escrito de Marx no se hizo pblico
propios del entendimiento. De ah que, en su anlisis del conocimiento hasta 1932. El joven Gentile ignoraba por completo su existencia, y esto
humano, l da casi siempre por sobrentendido el carcter sensible (sinn- es algo que tambin condicion seriamente su comprensin del pensa-
lich) de la intuicin o las intuiciones (Anschauungen), y slo rara vez miento de Marx en relacin con el de Feuerbach. N. de M.C.
tales de su lgica: que hay siempre un perfecto paralelismo en- mo, al ser una producida por el pensamiento, y la otra por la fan-
tre forma y contenido. Crtica injusta, porque Hegel no negaba tasa y el sentimiento. Fe y ciencia, pues, no pueden conciliarse
la transformacin del contenido en las diversas formas; ni, por en paz amistosa. Hegel haba dicho que el hombre se reconoce
tanto, que contenido y forma en filosofa, y contenido y forma en en su Dios; en cambio, hay que decir que Dios se conoce en el
religin procediesen conjuntamente y con perfecta correlatividad. hombre. O sea: en la religin el hombre no quiere ya conocerse
No negaba, digo, la diversidad de los contenidos concretos, tal a s mismo, y ni siquiera conocerse a s mismo incompletamente
como son realizados en las dos formas diferentes; pero afirmaba (representarse), sino que quiere satisfacerse a s mismo, en sus
la identidad del contenido abstractamente considerado, en cuan- necesidades fsicas. Dnde reside entonces para el hombre la
to se lo considera trascendentalmente separado tanto de la forma propia esencia individual? En una continua satisfaccin de las
filosfica como de la forma religiosa.16 Por lo dems, segn Hegel, propias necesidades orgnicas. Y esto es lo que l quiere encon-
la forma del sentimiento (propio de la religin) es la forma ms trar en Dios. El sentimiento egosta, insatisfecho con la finitud
inadecuada al contenido espiritual. Este contenido, Dios mismo, de la vida real, empuja al hombre a sublimarse en una potencia
slo est en su verdad en el pensamiento y como pensamiento.17 infinita que es poder divino, omnipotencia para satisfacer todas
sus necesidades. Por lo tanto, el hombre mediante la religin no
Feuerbach, sin embargo, en la Esencia del Cristianismo (1841) se reconoce a s mismo como espritu, como absoluto, como uni-
se opuso a esta sentencia, afirmando que entre filosofa y reli- versal en Dios; sino que este absoluto, espritu, universal, debe
gin hay una oposicin diametral, como entre lo sano y lo enfer- en cambio reconocerse en el individuo particular, que como
organismo fsico vive a travs del incesante proceso del surgi-
16 Hegel escribe, en efecto: Cualquiera sea el contenido de la conciencia miento y de la satisfaccin de las necesidades. La verdad del
puede determinarse como sentimiento, intuicin, imagen, representacin, individuo, pues, no reside en el universal, sino la verdad de ste
fin, deber, etc., y como pensamiento y nocin. Sentimiento, nocin, ima-
gen, etc., son, en este sentido, formas diversas de un solo y mismo con- en el individuo. La materia no se hace verdadera en el espritu,
tenido, que sigue siendo el mismo, ya sea que se lo sienta, o se lo intuya, sino ste en aqulla. Es el idealismo hegeliano invertido.
o se lo represente, o se lo quiera [] o se lo piense []. En una de estas
formas, o en el conjunto de muchas de ellas, el contenido es el objeto
de la conciencia. Pero en esta objetividad del contenido se agregan a l Y puesto que la raz de la religin se encuentra en el hombre
las determinabilidades de tales formas, lo que hace que un objeto par- como individuo fsico, la teologa se transforma en antropolo-
ticular se presente segn cada una de estas formas, y que el contenido, ga, y sta es esencialmente materialista. Las necesidades que
que en s es el mismo, pueda parecer como diferenciado, Lgica, III
de la Introduccin. Cito de la traduccin [al francs] de [Augusto] Vera impulsan la fantasa a la deificacin de las potencias humanas
([Logique de Hgel, deux tomes] 2 ed., Paris, Baillire, 1874), que es la elevadas al infinito son de hecho las necesidades fsicas; y la
nica que tengo a mano, y que no peca, hasta donde yo s, por defecto de esencia del hombre es entonces definida como puramente fsica
fidelidad. N. de G.G. [El fragmento que aqu Gentile vierte del francs
al italiano aadiendo las cursivas se encuentra en las pp. 179-180 y orgnica.18
de la edicin citada, que no es una traduccin de la Ciencia de la Lgica.
De hecho segn sealaba Rodolfo Mondolfo en el prlogo a la primera La crtica de la religin, por tanto, se fundaba en el materialismo.
versin castellana de la Wissenschaft der Logik, realizada por l mismo
en colaboracin con su esposa Augusta Algranati no existi ninguna
traduccin de esta obra hasta 1925, ao de aparicin de la versin al 18 Ya en esta primera presentacin esquemtica del contenido de La esen-
italiano por Arturo Moni (Bari, Laterza, en tres tomos): Todas las traduc- cia del cristianismo, Gentile simplifica, tergiversa e incluso invierte el
ciones hasta entonces publicadas (francs, ingls, castellano, etc.) que pensamiento de Feuerbach. En primer lugar, en cuanto a la relacin entre
se conocan con el ttulo de Lgica de Hegel, provenan de la exposicin religin y (auto)conocimiento humano, Feuerbach afirma all lo siguiente:
ms breve y sinttica que constituye la primera parte de la Enzyklopdie Con relacin a los objetos sensibles la conciencia del objeto es distin-
der philosophischen Wissenschaften im Grundrisse (Enciclopedia de guible de la conciencia de s; pero en el caso del objeto religioso coincide
las Ciencias Filosficas en compendio), publicada por Hegel en 1811, y inmediatamente la conciencia con la autoconciencia. El objeto sensible
ampliada sucesivamente por l mismo en la segunda edicin de 1821 y en es exterior al ser humano, el objeto religioso est en l, le es interior; por
la tercera de 1830, y por sus discpulos Von Henning, Michelet y Botou- eso es un objeto que no le puede abandonar, como tampoco le abandona
mann en la edicin de 1832-45 que suele llamarse La Gran Enciclopedia, su autoconciencia o su conciencia moral. [] Vale aqu, sin restriccin
y contiene los agregados (Zustze) introducidos por los tres discpulos alguna, la proposicin: el objeto del ser humano es su propia esencia
mencionados utilizando apuntes de las clases, preparados por el autor objetivada. [...] La conciencia de Dios es la autoconciencia del ser humano;
o recogidos por alumnos. Incluso la muy conocida traduccin francesa el conocimiento de Dios el autoconocimiento del ser humano. Conoces al
de Augusto Vra [...] ha sido hecha sobre la primera parte de la Enciclo- ser humano por su Dios, y viceversa, conoces su Dios por el ser humano;
pedia, siguiendo la edicin de Von Henning (primera parte de la Gran los dos son una misma cosa. [] Pero si la religin, la conciencia de Dios,
Enciclopedia), a cuyos agregados aadi Vera sus propios comentarios, es definida como la autoconciencia del ser humano, esto no lo debemos
resumiendo partes de la obra mayor. Versiones de la primera parte de la entender como si el ser humano religioso fuera directamente consciente
Enciclopedia son igualmente las traducciones espaolas de la Lgica (de de que su conciencia de Dios es la autoconciencia de su esencia, pues la
A. M. Fabi, 1872; de Antonio Zozaya, 1892; y de Ovejero y Maury, 1 y carencia de esta conciencia constituye justamente la esencia de la reli-
2 edicin sin fecha, 3 de 1918 y 4 de 1944). (R. Mondolfo, Prlogo a gin. Para eliminar este malentendido sera mejor decir: la religin es la
G.W.F. Hegel, Ciencia de la lgica, 2 ed., Buenos Aires, Solar, 1968, p. 7). autoconciencia primaria e indirecta del ser humano. La religin precede
Para una versin castellana rigurosa del fragmento de Hegel citado por siempre a la filosofa tanto en la historia de la humanidad como en la
Gentile, cfr. Enciclopedia de las ciencias filosficas en compendio, ed. historia de los individuos. El ser humano busca su esencia fuera de s,
y trad. R. Valls Plana, Madrid Alianza, 1997), pp. 102-103. N. de M.C.] antes de encontrarla en s mismo. La propia esencia es para l, en pri-
17 Lgica [Logique..., I, p. 216], XIX, Zusatz II. N. de G.G. [El aadido en mer lugar, como un objeto de otro ser. (L. Feuerbach, La esencia del
cursivas y entre parntesis es de Gentile; la cita pertenece a uno de los cristianismo, trad. J. L. Iglesias, Madrid, Trotta, 1995, pp. 64-65, trad.
Zustze (agregados) de la Gran Enciclopedia, no recogidos en la edicin rev.; cfr. Das Wesen des Christentums, ed. W. Schuffenhauer, Berlin,
castellana que acabamos de sealar; se los puede buscar en alguna de las Akademie-Verlag, 1956, pp. 49-51). Como puede observarse, no hay aqu
dos ms antiguas traducciones espaolas mencionadas por Mondolfo al ninguna oposicin diametral entre religin y filosofa. En segundo lugar,
final del pasaje citado en la nota anterior. N. de M.C.] la nocin de esencia individual es completamente ajena a Feuerbach,
En efecto, en los Principios de la filosofa del futuro (1843) tanto la explicacin de su obrar como puro y simple individuo
Feuerbach ensea que la verdadera filosofa slo puede ser nos puede ser dada solamente por las necesidades de su est-
emprica y tener como objeto la realidad sensible. Las ms pro- mago, la explicacin de sus hechos histricos slo puede surgir
fundas e importantes verdades slo se aprenden por la va de de las necesidades econmicas.21
los sentidos. Y la filosofa no debe considerar al hombre como
pensamiento y razn, sino por lo que es en realidad: ser concreto As es como el materialismo histrico descenda con lgica sim-
sensible, cuerpo viviente. El yo es precisamente el cuerpo. As ple y evidente del materialismo de Feuerbach. Fuera del ma-
que la filosofa misma, en cuanto tiene al hombre por objeto, terialismo, pues, ninguna otra filosofa podr ser considerada
desemboca en una antropologa fisiolgica. inmanente a la concepcin materialista de la historia. Pero vea-
mos las observaciones que hiciera Marx en torno a esa filosofa
De manera similar a la religin, todos aquellos hechos de la vida [el materialismo], al prepararse en 1845 para escribir su propia
y de la sociedad humana que consideramos como ms elevados orientacin filosfica. Para ello ofrecemos aqu traducidos lo
y ms nobles son productos del hombre en cuanto cuerpo or- mejor posible los fragmentos publicados por Engels.22
gnico que vive de la continua satisfaccin de sus necesidades.
sensitiva humana, como praxis,23 y subjetivamente.24 Por eso ha ocurrido que el lado de la actividad fue desarrollado por el
idealismo en oposicin al materialismo, pero slo en abstracto,
23 Recordemos que el trmino griego praxis, que equivale a prctica en cas- porque naturalmente el idealismo no sabe nada de la actividad
tellano, se incorpor a la lengua alemana sin ms modificaciones que la real sensitiva, como tal. Feuerbach quiere los objetos sensibles
mayscula inicial correspondiente a los sustantivos (Praxis). En italiano, como realmente distintos de los inteligibles; pero l no concibe
en cambio, adems de pratica, existe tambin una italianizacin de praxis
como prassi. Gentile prefiere esta ltima variante porque como se ver la actividad misma humana como actividad objetiva.25 Por eso en
a continuacin entiende la prassi en un sentido peculiar, que se aparta la Esencia del Cristianismo slo considera el contenido terico
de la pratica propiamente dicha. Tngase presente, pues, que todas las como estrictamente humano, mientras la praxis es concebida y
apariciones de praxis en este texto corresponden a lo que el autor deno-
mina prassi. N. de M.C. fijada nicamente en las srdidas formas judas. Por eso l no
24 La interpretacin de esta oracin inicial de la primera tesis condiciona entiende el significado que los revolucionarios dan a la activi-
la comprensin de todo el texto de Marx (e incluso de toda su obra, dad prctico-crtica.26
como ocurre segn veremos con el propio Gentile). Y esa lectura
del primer enunciado depende, a su vez, de cmo se entienda la palabra
alemana sinnlich(e). Cuando este trmino cumple la funcin de adjetivo 2
es susceptible de ser comprendido y traducido al castellano de dos ma- La cuestin de si el pensamiento humano puede alcanzar la ver-
neras muy diferentes. Por un lado, como sensible, es decir, que puede dad objetiva no es una cuestin terica sino una cuestin prc-
ser captado por los sentidos. Por otro, como sensorial o sensitivo, esto
es, propio de los sentidos mismos y su actividad cognitiva. Lo mismo vale tica. En la praxis puede el hombre probar la verdad, esto es, la
para los casos en los que sinnlich funciona como adverbio: puede leer- realidad y la potencia (Macht), la positividad (Diesseitigkeit) del
se como sensiblemente o como sensorialmente. En cambio, la forma propio pensamiento. La discusin sobre la realidad o irrealidad
sustantivada, Sinnlichkeit, presenta una ulterior dificultad. Para su tra-
duccin al castellano podemos optar simplemente por colocar el artculo de un pensamiento que se asle de la praxis es una cuestin pu-
neutro lo delante de sensible o de sensorial, con lo cual el nico ramente escolstica.27
obstculo que nos queda por superar sigue siendo la necesidad de deci-
dirnos por uno de esos dos significados. Pero si, en cambio, pretendemos
traducirla utilizando un sustantivo propiamente dicho, nos veremos aho- 3
ra ante una palabra castellana que presenta la misma ambigedad que La doctrina materialista de que los hombres son el producto del
el trmino alemn. En efecto, sensibilidad es un trmino equvoco que ambiente (Umstnde) y de la educacin, y cambian con los cam-
puede significar ya la capacidad de sentir, ya las cosas sensibles en cuanto
tales (cfr. L. Althusser, Note du traducteur, en L. Feuerbach, Manifestes bios del ambiente y de la educacin, olvida que el ambiente es
philosophiques: textes choisis (1839-1845), Paris, Presses Universitai- cambiado precisamente por los hombres y que el educador mis-
res de France, 1960, pp. 6 y 8). Y aunque tal vez esta segunda acepcin mo debe ser educado. Ella acaba as, necesariamente, dividiendo
nos pueda resultar inusual en castellano, el caso es que Feuerbach y Marx
utilizan Sinnlichkeit precisamente para aludir al mundo sensible (sinn- la sociedad en dos partes, una de las cuales es concebida como
liche Welt), real, material, en contraposicin al imaginario orden supra- por encima de la otra (por ej. en Roberto Owen). La coincidencia
sensible de la teologa y el idealismo (o metafsica) en general. De hecho, del variar del ambiente y de la actividad humana slo puede ser
tambin emplean sinnlich(e) en ese sentido materialista. Por lo tanto, la
frmula menschliche sinnliche Ttigkeit, que Gentile traduce como attivi-
t sensitiva umana entendindola como un proceso meramente cogniti-
vo, en realidad corresponde a actividad humana sensible o actividad existencia. [...] Es cierto que Feuerbach les lleva a los materialistas puros
sensiblemente humana (sinnlich menschliche Ttigkeit) en la versin la gran ventaja de que ve cmo tambin el ser humano es un objeto
original de Marx (cfr. Thesen ber Feuerbach [E], p. 533; Thesen ber sensible; pero, aun aparte de que slo lo capta como objeto sensible y
Feuerbach [M], p. 5.), esto es, a la accin objetiva transformadora de no como actividad sensible, mantenindose tambin en esto dentro de
la realidad sensible como parte de ella, una actividad material que es, la teora, sin entender a los seres humanos dentro de su trabazn social
por tanto, extramental, extraconsciente (aunque no necesariamente in- dada, bajo las condiciones de vida existentes que han hecho de ellos lo
consciente). Sin embargo, toda la traduccin de Gentile gira en torno a que son, no llega nunca, por ello mismo, hasta el ser humano realmente
la comprensin de la prassi como una pura actividad cognitiva de la cual existente, hasta el ser humano activo []. No consigue nunca, por tanto,
brotara la realidad toda. All donde Marx est fundando un indito mate- concebir el mundo sensible como la actividad sensible y viva total de los
rialismo de la prctica (o materialismo prctico), Gentile slo encuentra, individuos que lo forman []. (Marx y Engels, La ideologa alemana,
pues, una versin ms del viejo idealismo subjetivo o subjetivismo. Eso pp. 48-49, trad. rev.; cfr. Die deutsche Ideologie, en MEW, vol. 3, pp.
explica la peregrina conversin de Gegenstand (objeto) en trmino del 44). N. de M.C.
pensamiento, y que entienda lo subjetivo como pura interioridad cuan- 25 Es decir, como actividad que hace, pone, crea el objeto sensible (gegens-
do Marx tambin lo est sealando aqu como accin humana material, tndliche Ttigkeit). N. de G.G. [En este apunte de Gentile se hace
sensible, objetiva, exterior a la mera conciencia (cfr. Candioti, Prctica y bastante evidente su forzamiento del texto de Marx, quien aqu no est
poder social, pp. 45-144; id. El carcter enigmtico de las Tesis sobre sealando una actividad objetivante (objektivierende) por parte de la sub-
Feuerbach...). Para despejar toda duda al respecto, lase atentamente el jetividad cognitiva, espiritual, interior, sino una actividad objetiva [gegens-
siguiente pasaje perteneciente a la parte de La ideologa alemana que se tndlich] por parte de la subjetividad prctica, material, exterior. Ms an,
ocupa de Feuerbach (escrita por Marx durante el mismo perodo): Feu- reconocindola desde un nuevo materialismo, Marx est precisamente
erbach habla especialmente de la observacin [o intuicin, Anschauung] subrayando esta actividad objetiva, real, sensible, frente a aquella otra,
de la naturaleza por la ciencia, cita misterios que slo se revelan a los esto es, frente a ese otro lado activo [] desarrollado por el idealismo,
ojos del fsico y del qumico, pero qu sera de las ciencias naturales, en oposicin al materialismo, pero slo de un modo abstracto, ya que el
a no ser por la industria y el comercio? Incluso estas ciencias natura- idealismo, naturalmente, no conoce la actividad real, sensible, como tal
les puras slo adquieren su fin como su material solamente gracias al (Tesis sobre Feuerbach [E], p. 7, trad. rev.; cfr. Thesen ber Feuerbach
comercio y a la industria, gracias a la actividad sensible de las personas [E], p. 533). N. de M.C.]
[sinnliche Ttigkeit der Menschen]. Y hasta tal punto es esta actividad,
este continuo laborar y crear sensibles [sinnliche], esta produccin, la
26 En realidad, esta ltima oracin afirma lo siguiente: Por tanto, no com-
base de todo el mundo sensible [sinnlichen Welt] tal y como ahora existe, prende la importancia de la actividad revolucionaria, prctico-crtica
que si se interrumpiera aunque slo fuese durante un ao, Feuerbach no (Tesis sobre Feuerbach [E], p. 7 , trad. rev.; cfr. Thesen ber Feuerbach
slo se encontrara con enormes cambios en el mundo natural, sino que [E], p. 533.). N. de M.C.
pronto echara de menos todo el mundo humano y su propia capacidad 27 Cfr. Candioti, Prctica y poder social, pp. 108-113; id., El carcter enig-
de observacin [o de intuicin, Anschauungsvermgen] y hasta su propia mtico de las Tesis sobre Feuerbach..., pp. 49-51. N. de M.C.
concebida y entendida racionalmente como prctica invertida.28 ej., despus de haber desvelado el misterio de la sagrada familia
con la familia terrenal,33 esta debe ser tericamente criticada y
4 prcticamente subvertida.34
Del hecho de la autoproyeccin (Selbstentfremdung)29 religio-
sa, Feuerbach llega a una duplicacin del mundo en un mundo 5
religioso, representativo, y un mundo real. Y su obra consiste Feuerbach, no contento con el pensamiento abstracto, apela a la
en resolver el mundo religioso en su sustrato [weltliche Grund- intuicin sensible; pero no concibe la sensibilidad [Sinnlichkeit]
lage].30 Se le escapa, sin embargo, que una vez cumplida esta como actividad humano-sensitiva prctica [praktische mens-
obra queda an por hacer lo principal. Precisamente el hecho de chlich-sinnliche Ttigkeit].35
que el sustrato de este mundo religioso se separe de s mismo,
fijndose en las nubes como un reino independiente, en s, se 6
explica luego mediante la duplicacin que tal sustrato hace de s, Feuerbach resuelve la esencia de la religin en la esencia propia
por s mismo [Selbstzerrissenheit],31 y mediante la contradiccin del hombre. Pero no existe una esencia humana como algo abs-
en que entra consigo mismo. ste [sustrato] debe, por tanto, ser tracto inherente al individuo particular. En realidad, ella no es
primero entendido en su contradiccin y luego prcticamente ms que el conjunto de las relaciones sociales.
derribado por la solucin de la contradiccin misma.32 As, por Feuerbach, no arribando a la crtica de esta esencia real, se ve
por tanto obligado: 1 a abstraer del proceso histrico y fijar por
28 Esta tercera tesis es la que mayores modificaciones sufri por parte de s mismo el sentimiento religioso, y darnos un individuo huma-
Engels (cfr. Bortolotti, Marx e il materialismo..., pp. 91-93; Labica, Karl no abstracto-aislado; mientras que: 2 en l la esencia humana
Marx. Les Thses..., pp. 55-65; Macherey, Marx 1845. Les Thses..., puede entenderse solamente como especie (Gattung), como
pp. 81-104.). Aqu slo sealaremos las alteraciones de la ltima oracin,
cuyo texto original es: La coincidencia del cambio de las circunstancias universalidad no desplegada (innere), muda, que liga slo natu-
con el de la actividad humana, o autotransformacin [Selbstvernderung], ralmente a los muchos individuos.36
slo puede concebirse y entenderse racionalmente como prctica revolu-
cionaria [revolutionre Praxis]. (Tesis sobre Feuerbach [M], p. 666, trad.
rev.; cfr. Thesen ber Feuerbach [M], p. 6). En su versin, Engels por 7
algn motivo quit o autotransformacin, y cambi revolucionaria [re- Feuerbach no ve, pues, que el sentimiento religioso mismo es
volutionre] por subversiva [umwlzende]. Ahora bien, por aadidura, un producto social, y que el individuo abstracto que l analiza
Gentile no tradujo umwlzende Praxis como prctica subversiva (prassi
rovesciante), sino como praxis subvertida o, ms exactamente, inver- pertenece en realidad a una determinada forma social.
tida (prassi rovesciata), error que como tantos otros de la versin
gentiliana sera luego reproducido y aumentado en la traduccin-inter- 8
pretacin de Rodolfo Mondolfo, quien opt directamente por prctica
que se invierte o subvierte (prassi che se rovescia) (cfr. R. Mondolfo, La vida social es esencialmente prctica. Todos los misterios que
Umanismo di Marx. Studi filosofici 1908-1966, ed. N. Bobbio, Torino, impulsan las teoras al misticismo encuentran su explicacin ra-
Einaudi, 1968, pp. 10, 63 y ss.; en castellano: Feuerbach y Marx, en
Marx y marxismo. Estudios histrico-crticos, trad. M. H. Alberti, Mxi-
co, D. F., Fondo de Cultura Econmica, 1960, pp. 17, 63 y ss.). Mondolfo es precisamente la posicin teoricista de la filosofa tradicional Feuer-
continuara defendiendo la adecuacin de esta frmula al espritu de la bach incluido que Marx est aqu criticando desde su nuevo materialis-
doctrina de Marx an despus de que se viera obligado a admitir que no mo prctico. N. de M.C.
constitua una traduccin fiel de esa ltima expresin de la tercera tesis 33 Es decir, mostrando que la sagrada familia no es sino una duplicacin y
(cfr. R. Mondolfo, Prassi che rovescia o prassi che si rovescia? [1933], una hipstasis de la terrenal. N. de G.G.
en el apndice a id., Il materialismo storico in Federico Engels, Firenze,
La Nuova Italia, 1952, pp. 401-403; en castellano: El materialismo hist- 34 Engels mismo coloca el participio subvertida (umgewlzt) en lugar del
rico en Federico Engels, y otros ensayos, trad. R. Bixio, 2a ed., Buenos original destruida (vernichtet) (cfr. Thesen ber Feuerbach [E], p. 534;
Aires, Raigal, 1956, pp. 380-382). N. de M.C. Thesen ber Feuerbach [M], p. 6). Gentile, a su vez, lo vierte como ro-
vesciata: subvertida/invertida (ver nota 28). N. de M.C.
29 Este trmino equivale ms bien a autoenajenacin, autoalienacin o
autoextraacin. N. de M.C. 35 Esta expresin que en ambos textos alemanes presenta la palabra prak-
tische en cursiva correspondera a actividad prctica humano-sensible.
30 Esta expresin, que aparece tres veces en esta tesis, es traducida por Aunque ya se subray ms arriba, en la nota 24, es importante volver a
Gentile simplemente como sustrato (sostrato), pero corresponde lite- recordar que por sensibilidad Marx no entiende otra cosa que realidad
ralmente a base terrenal o fundamento mundano. N. de M.C. sensible, objetividad material, y que por tanto, al igual que en el pasaje de
31 Este trmino no significa exactamente autoduplicacin, sino autodes- La ideologa alemana reproducido en esa misma nota, donde se lea que
garramiento. N. de M.C. Feuerbach no es capaz de concebir el mundo sensible como la actividad
32 En la versin de Engels se lee, en efecto: Por tanto, lo primero que hay sensible y viva total de los individuos que lo forman, de lo que aqu se
que hacer es comprender sta [base terrenal] en su contradiccin y luego trata es precisamente de lograr captar lo sensible como [profundamente
revolucionarla prcticamente eliminando la contradiccin. (Tesis sobre atravesado y transformado por la] actividad prctica humano-sensible
Feuerbach [E], p. 8). Pero Marx se refera a actividades simultneas, no (cfr. Thesen ber Feuerbach [E], p. 534; Thesen ber Feuerbach [M], p.
sucesivas: Por ende, [al fundamento mundano] es necesario tanto com- 6), y no como una mera construccin humano-sensitiva.
prenderlo en su propia contradiccin como revolucionarlo prcticamen- 36 Cabe sealar que, en este segundo punto, el propio Marx incurre en una
te. (Tesis sobre Feuerbach [M], p. 666). En cualquier caso, ambos au- inexactitud, aunque poco relevante. Feuerbach, en realidad, siempre dis-
tores coinciden en que ese fundamento terrenal debe ser prcticamente tingue entre gnero (o especie, Gattung) y esencia del gnero (Gat-
revolucionado (revolutioniert) y no meramente derribado (scalzato), tungswesen) (cfr. La esencia del cristianismo; Das Wesen des Christen-
como traduce Gentile. Del mismo modo, pertenece exclusivamente a ste tums); y lo que concibe, efectivamente, como una generalidad interna,
la formulacin (idealista) segn la cual esa prctica revolucionaria (o de- muda, que une de un modo natural a los muchos individuos es la esencia
rribadora) no sera ella misma la eliminacin de la contradiccin, sino que del gnero, y no el genero propiamente dicho, el cual no es para l otra
ms bien se producira por la solucin de la contradiccin misma, esto cosa que el heterclito conjunto real de los individuos humanos (cfr. Can-
es, gracias a la superacin de un problema meramente lgico-terico. Esta dioti, Prctica y poder social, pp. 162 y ss.).
cional en la praxis humana y en la comprensin de esta praxis. un esquema del nuevo filosofar.
9
El grado ms alto al que ha conducido el materialismo intuicio- III
nista, esto es, el materialismo que no concibe la sensibilidad
como actividad prctica, es la intuicin37 de los individuos sueltos Esquema de la filosofa de la praxis
dentro de la sociedad burguesa [brgerlichen Gesellschaft].38
nocer. De ah la certeza de las matemticas y aqu concordaba con el pensamiento. Pero el mismo hacer o rehacer material y
con Descartes, en las cuales los objetos de nuestro conocer efectivo acaso facilita la comprensin del hecho por el meca-
no son dados, sino construidos. nismo inmediato, o ms bien por el pensar poco a poco las par-
tes individuales del mecanismo? La respuesta es fcil para quien
A estos principios, ya enunciados en la obra De antiquissima considere que la mente slo como metfora tiene ojos, manos
Italorum sapientia (1710),44 luego los aplicara admirablemente e instrumentos, y que slo mediante representaciones sucesivas
en su Scienza Nuova [1725-1744],45 en la construccin de su filo- puede acompaar la mecnica del hacer externo. Esa actividad
sofa histrica. Y en verdad, si se puede conocer lo que es obra original que se debe desarrollar para la adquisicin de la ciencia
propia, el mundo natural debe ser reservado, piensa Vico, a la es evidente, por ej., en el clculo aritmtico. Se tienen los fac-
cognicin de Dios, que es su nico autor; mientras que el mundo tores y se busca el producto. Este producto no se entrev por
histrico, producido por la actividad humana, es el objeto del intuicin; es el resultado de una operacin que se debe seguir.
que pueden adquirir la ciencia los hombres que lo han hecho. Y lo que aqu se dice del producto aritmtico puede decirse de
Pero para Vico este obrar humano era un obrar de la mente del todo producto de la conciencia, de todo el saber: no est dado,
hombre; de ah su concepto de que la historia toda debe expli- sino que es necesario llegar a l con el acto laborioso de la men-
carse mediante la consideracin y el estudio de las modificacio- te. Un conocimiento dado no es verdadero conocimiento si no se
nes de la mente. Cambia en Marx el principio del obrar, y, en vez comprende, o sea, si no se reconstruye; pero entonces ya no es
de las modificaciones de la mente, la raz de la historia son las ms dado, sino producido o reproducido.
necesidades del individuo como ser social. Pero el concepto que
invoca la praxis es el mismo.46 Y la ciencia, en general, acaso se adquiere de pronto, por un
agudo vistazo echado sobre un amplio horizonte? El rehacer
No sufre crtica ni correccin. Ya dice muy bien Labriola que ser ms fcil que el hacer; y leer un libro cientfico es ms fcil
pensar es producir. Aprender es producir reproduciendo. Slo que escribirlo. Pero ni siquiera en la lectura nuestro espritu, si
sabemos bien lo que nosotros mismos somos capaces de pro- quiere beneficiarse, puede permanecer inerte y pasivo; debe en
ducir, pensando, trabajando, probando y volviendo a probar; y cambio acompaar la inteligencia del autor en cada momento
siempre por virtud de las fuerzas que nos son propias, en el cam- de su proceder, y as desarrollar una energa y hacer tambin l
po social y desde el ngulo visual en que nos encontramos.47 mismo. Ya en la lengua se pueden apreciar las huellas de este
Para qu se instalan los laboratorios si no para rehacer la na- importantsimo concepto del conocer o comprender que es un
turaleza y as progresar en su ciencia? Qu es el experimento hacer. El latn facilis (conservado en todas las lenguas romances)
si no un rehacer lo que hace la naturaleza, rehacindolo en con- deriva del verbo facere, y etimolgicamente significara entonces
diciones que faciliten y aseguren su observacin? Es cierto que solamente que se puede hacer; y por eso en latn y en todas
este hacer o rehacer no es siempre un hacer material y efectivo; las lenguas romances significa tambin: que se puede conocer o
incluso la mayor parte de las veces es un puro hacer o rehacer entender. As es fcil una operacin por hacer, y tambin es fcil
una verdad por conocer, o un teorema por entender.
44 Y mencionados tambin en la oracin inaugural, publicada el ao pre-
vio, De nostri temporis studiorum ratione. Sobre esta doctrina de Esta idea de que el conocimiento va de la mano con la actividad,
Vico vanse los dos artculos del prof. F. Tocco: Descartes jug par Vico con la praxis, es el alma del mtodo pedaggico de Froebel.48 El
(en Revue de mtaphysique et de morale, juillet 1896, pp. 568-572) y
Rassegna filosofica, en la Rivista dItalia, 15 agosto 1898, pp. 762-3; punto de partida para l era el hacer, que siempre est detrs
ver asimismo la memoria Kant in Italien de Karl Werner (Denkschrif- del conocer; y el conocimiento no es otra cosa que el desarro-
ten der Kaiserlichen Akademie der Wissenschaften in Wien, Philoso- llo gentico del hacer mismo.49 Pero tampoco Froebel derivaba
phisch-Historische Klasse, Bd. 31, 1981), VII, pp. 350 y ss., donde se
cita toda la bibliografa anterior. N. de G.G. [De las dos obras de Vico este principio de una filosofa materialista. Por el contrario, se ha
mencionadas hay traducciones al castellano realizadas por F. J. Navarro observado atinadamente que el thun (hacer), y el mtodo ge-
Gmez: La antiqusima sabidura de los italianos partiendo de los orge- netisch-entwickelnd (del desarrollo gentico) tan inculcado por
nes de la lengua latina, Cuadernos sobre Vico, n 11-12, 1999-2000,
pp. 443-483; y G. Vico, Del mtodo de estudio de nuestro tiempo, en Froebel traen a la mente sin esfuerzo aquella doctrina (de Fich-
Obras. Oraciones inaugurales. La antiqusima sabidura de los italia- te) que partiendo del hacer primitivo del Yo intent desarrollar
nos, Barcelona, Anthropos, 2002. N. de M.C.] toda nuestra ciencia.50
45 Traduccin castellana: G. Vico, Ciencia nueva, trad. R. de la Villa, Madrid,
Tecnos, 1995. N. de M.C.
Este es el principio que Marx quiere trasladar desde el abstracto
46 Tal vez no est de ms advertir al lector que Gentile no nos est ofrecien-
do aqu una exposicin rigurosa de las ideas de Scrates, Platn y Vico, idealismo al concreto materialismo. El cual, a su juicio, hasta l
sino ms bien una adaptacin de las mismas a su propio pensamiento. Y
lo mismo cabe decir de las afirmaciones de Antonio Labriola citadas a
continuacin. N. de M.C.
48 Se refiere al pedagogo alemn Friedrich Wilhelm August Frbel (1782-
1852), discpulo del suizo Johann Heinrich Pestalozzi (1746-1827).
47 Op. cit., [carta IV] p. 43 (pp. 55-56 de la trad. franc.). N. de G.G. [Segu- N. de M.C.
ramente Labriola al escribir este pasaje tena en mente, sobre todo, las
afirmaciones de Engels sobre el agnosticismo y la cosa en s kantiana,
49 F. Fiorentino, F. Froebel, en Giornale napoletano di filosofia e lettere,
que se encuentran en el Prlogo a la edicin inglesa de 1892 de Del so- abril 1878, p. 220 (ahora incluido en el volumen Ritratti storici e sag-
cialismo utpico al socialismo cientfico (cfr. K. Marx y F. Engels, Obras gi critici, editado por G. Gentile, Firenze, Sansoni, 1935). N. de G.G
escogidas, vol. 3, pp. 104-6) y que no tienen nada de subjetivistas. Cfr. (1899 y 1937).
tambin la carta V, en Discorendo, pp. 706 y ss. N. de M.C.] 50 Ibid. N. de G.G.
mismo ha tenido como defecto grave, e incluso principal, el ha- Ahora bien, cuando el materialismo dice: el espritu es una ta-
ber descuidado tal principio.51 bula rasa sobre la cual se van poco a poco escribiendo las im-
genes del mundo exterior a travs de la accin de los sentidos,
Concepto que demuestra la agudeza filosfica del escritor. En se piensa por una parte esta tabula rasa, lista para recibir las
verdad, qu era en el fondo lo que l reprochaba al materia- imgenes del mundo exterior, y por la otra los objetos de este
lismo en la teora del conocimiento? Esto: considerar que el ob- mundo, ya formados, acabados en s mismos; de modo que, si
jeto, la intuicin sensible, la realidad externa es algo dado, y no les toca enviar imgenes hacia esa tabula, las envan, y si no,
algo producido; de modo que el sujeto, entrando en relacin con permanecen siendo lo que son, sin perder nada de s, as como
ello, debe limitarse a una pura visin, o mejor, a un simple refle- nada adquieren al enviar las imgenes.
jo, permaneciendo en un estado de simple pasividad. Marx, en
suma, reprochaba a los materialistas, y entre ellos a Feuerbach, Esta es la posicin abstracta del materialismo, que no resiste
que concibieran el sujeto y el objeto del conocimiento en una la crtica ms elemental. Quin inscribe las imgenes sobre la
posicin abstracta, y por lo tanto falsa. En esa posicin el objeto tabula rasa? Las forma el sujeto o el objeto? Y si el sujeto y el
se hallara opuesto al sujeto y sin ninguna relacin intrnseca con objeto existen sin estas imgenes, productos de la relacin en
l, que accidentalmente lo ha encontrado, visto, conocido. Pero la que ellos pueden entrar, si existen pues independientemente
este sujeto sin su objeto de qu es sujeto? Y este objeto sin su el uno del otro, qu es sujeto como puro sujeto y qu es ob-
respectivo sujeto de qu es objeto? Sujeto y objeto son dos jeto como puro objeto? Preguntas a las cuales el materialismo
trminos correlativos, cada uno de los cuales conlleva necesa- no puede responder sin contradecir sus presupuestos; porque,
riamente al otro. No son, pues, recprocamente independientes; como es sabido, algo abstracto no puede recibir ninguna deter-
por el contrario, estn inescindiblemente ligados, de modo que minacin sin concebirse en las condiciones en las que y por las
su realidad efectiva resulta de su relacin en el organismo, en que es concreto, vale decir, sin negarse como abstracto.
el cual y por el cual encuentran su realizacin necesaria, y fuera
del cual no son ms que abstracciones. La vida del sujeto reside Pero se debe reconocer el motivo legtimo que sugiere tal posi-
en su relacin intrnseca con el objeto, y viceversa. Si se escinde cin: la as llamada objetividad del conocimiento, por la cual el
esta relacin, ya no hay ms vida, sino muerte. Ya no hay dos tr- objeto debe ser objeto, puro objeto, sin mezcla de subjetividad.
minos reales del acto de conocer, sino dos trminos abstractos. Porque si el conocimiento adquiere valor del objeto del que nos
da la posesin, pierde este valor cuando el objeto es alterado
Es preciso, por tanto, concebirlos en su mutua relacin, cuya por el influjo o contacto del sujeto, que debe ser el principio
naturaleza es aclarada por lo que se ha dicho sobre la actividad cognoscente opuesto al conocido. De ah la teora de las intui-
que es propia del conocer. Cuando se conoce, se construye, se ciones, simples visiones que hacen pasar, sin la ms leve modi-
hace el objeto, y cuando se hace o se construye un objeto, se lo ficacin, la imagen sensible de los objetos externos a nuestro
conoce; por ende el objeto es un producto del sujeto, y puesto espritu. Por lo tanto, puro objeto e intuicin son carctersticos
que no hay sujeto sin objeto, es necesario agregar que el sujeto, del objetivismo idealista o materialista al cual Marx quiere
a medida que va haciendo o construyendo el objeto, se va ha- contraponer el subjetivismo. Hasta ahora se ha concebido, dice
ciendo o construyendo a s mismo: los momentos de la progresi- (fr. 1), la realidad como objeto, intuicin, no como actividad hu-
va formacin del sujeto corresponden a los diversos momentos mana, como praxis, no subjetivamente. La realidad, pues, segn
de la progresiva formacin del objeto. l, es una produccin subjetiva del hombre; pero una produccin
de la actividad sensitiva (sinnliche Thtigkeit), no del pensamien-
De quien poco ha conocido se dice que ha desarrollado poco to, como crean Hegel y los dems idealistas.
sus ideas, su pensamiento; y a medida que aumenta sus conoci-
mientos (objeto), va creciendo respectivamente en el poder de Desde Feuerbach, por eso, hay que volver hacia Hegel, que com-
comprensin y de entendimiento (sujeto). El conocimiento, en prendi bien una verdad indiscutible: que el conocimiento es una
suma, es un desarrollo continuo; y, puesto que esencialmente no produccin continua, un hacer incesante, una praxis originaria. Pero
es ms que una relacin entre dos trminos correlativos, equi- transferir este principio suyo desde la abstracta concepcin idealista
vale a un progresivo desarrollo paralelo de estos dos trminos. del espritu a la real y concreta actividad humana sensitiva. El idealis-
Mientras que la raz, la causa permanente de este desarrollo mo no negaba a los sentidos; pero no los reconoca como tales, sino
est en la actividad, en el hacer del sujeto que se forma a s mis- ms bien como un momento del pensamiento, que no es activo o
mo formando el objeto, crescit et concrescit52, (Aristteles).53 productivo como sensacin, sino slo como pensamiento.
dad una sola e idntica cosa. Feuerbach, en suma, no fue conse- materialismo no lograra explicar toda la obra del hombre. La
cuente consigo mismo: explic de un modo materialista la parte cual slo puede parecer de naturaleza doble, prctica y teri-
prctica de la historia del Cristianismo, pero se detuvo ante las ca, a quien no haya comprendido el concepto del conocer como
ideologas, es decir, ante la parte especulativa, la ltima forta- hacer. Pero cuando el hacer se ha unificado con el conocer, los
leza que le opona el idealismo, y que l no logr conquistar. A objetos propios del conocer son tambin objetos del hacer, y
este propsito, frente al mismo problema, Labriola observa: Es viceversa; de modo que finalmente existe una clase nica de ob-
el difcil entendimiento de cmo nacen las ideologas desde el jetos relativos a la praxis (que es identidad de hacer y conocer) y,
terreno material de la vida lo que da fuerza al argumento de los precisamente, productos de ella. Y si el materialismo basta para
que niegan la posibilidad de una plena explicacin gentica (ma- la explicacin de los objetos hechos, debe tambin bastar para
terialista)54 del cristianismo. En general es cierto que la fenome- la explicacin de los objetos conocidos, que en el fondo son de
nologa o psicologa religiosa, como se prefiera, presenta gran- naturaleza idntica a los primeros. Feuerbach explica las cons-
des dificultades y lleva consigo algunos puntos muy oscuros. trucciones doctrinales con la actividad abstracta del espritu, la
[...] Pero es acaso esta dificultad psicolgica un privilegio de las verdadera actividad humana, segn l; y recae as con facilidad
creencias cristianas? No es ella propia del generarse de todas las en aquel idealismo que resueltamente haba querido negar.Se-
creencias, e ideaciones mticas y religiosas? [...] Ocurre que estas gn Feuerbach, pues, la actividad humana no es propiamente ob-
producciones psquicas de los hombres de los siglos anteriores jetiva (gegenstndliche Thtigkeit), no produce objetos opues-
presentan a nuestro entendimiento una especial dificultad. No tos al hombre, sino solamente objetos subjetivos, por as decir,
podemos reproducir fcilmente en nosotros las condiciones conocimientos, no hechos. Pero respecto del conocimiento de
necesarias para aproximarnos al estado interior de nimo que los verdaderos objetos, vale decir, de la realidad sensible, per-
correspondi a esos productos. [...] En cambio, el cristianismo manece absolutamente extraa al pensamiento, independiente
(y aqu me refiero a la creencia, la doctrina, el mito, el smbolo, de ste. El error capital de Feuerbach es el de no ser congruente
la leyenda, y no a la simple asociacin en su oikonomika) nos consigo mismo, al introducir una dualidad en el seno mismo del
resulta relativamente ms fcil, en cuanto es ms prximo a no- materialismo, que es una filosofa esencialmente monista, por
sotros. Vivimos en medio de l, y continuamente tenemos que no haber sabido reconocer el carcter productivo de la actividad
considerar sus consecuencias y sus derivaciones en la literatura sensitiva, formadora de toda la realidad.
y en las varias filosofas que nos son familiares. Nosotros pode-
mos observar cotidianamente cmo las multitudes combinan, al Es preciso, en suma, completar la intuicin materialista con el
por mayor, las supersticiones tanto atvicas como recientes con concepto fecundsimo de la energa prctico-crtica, de la energa
una aceptacin mediocre o slo aproximada del principio ms que se ejerce produciendo y conociendo simultneamente lo que
general que unifica a todas las confesiones: el principio de la produce: ste es el nuevo concepto de los revolucionarios.57
cada y de la redencin. Nosotros vemos la asociacin cristiana
en obra, tanto por lo que hace como por las luchas que sostiene;
y podemos remontarnos al pasado por combinaciones analgi-
cas, que rara vez nos resulta efectivo utilizar en la interpretacin
IV
de creencias remotas. Todava asistimos a la creacin de nue-
vos dogmas, de nuevos santos, de nuevos milagros, de nuevas Realismo de la filosofa de la prxis
peregrinaciones; y, pensando en el pasado, podemos en buena
medida decir: tout comme chez nous!.55
As lo abstracto es reemplazado por lo concreto. El objeto, pro-
Y bien, no se ve todos los das cmo estos dogmas se originan ducto de la actividad humana, fantaseado como independiente
de intereses, de necesidades materiales? Estos intereses prcti- del hombre, es sustituido por el objeto ligado intrnsecamente a
cos, estas necesidades materiales tienen por objeto la realidad la actividad humana, que se desarrolla en un proceso paralelo al
sensible, que tienden a adquirir, a hacer. Pero ese objeto suyo no proceso de su desarrollo. Se inicia el verdadero realismo.58
es realmente distinto y separado del objeto del pensamiento,
como cree y quiere Feuerbach (sinnliche, von den Gedankenob- Y en este realismo son para siempre negados los problemas es-
jekten wirklich unterschiedene Objekte);56 porque, si as fuese, el
Esta distincin constituye el abec del materialismo y Marx ciertamente
54 Aadido de Gentile. N. de M.C. la comparte, como se puede apreciar consultando toda su obra. Lo que
55 Op. cit. [carta IX], pp. 123-5 (pp. 163-6 de la trad. franc.). Ntese que el l reprocha a Feuerbach es algo muy diferente segn se lee inmedia-
prof. Labriola reproduce, al fin y al cabo, la posicin que Marx reprochaba tamente despus, a saber: que no conciba la propia actividad humana
a Feuerbach: distingue la historia del cristianismo primitivo en la histo- como una actividad objetiva (ibid.), vale decir, que no advierta que la
ria de dos procesos independientes, y cada uno autnomo: historia de la objetividad sensible es continuamente transformada por la actividad hu-
doctrina (proceso ideolgico) e historia de la iglesia (proceso econmico) mana que la habita, por la subjetividad prctica, que es actividad humana
p. 127. Pero advierte que la doctrina no es formacin primersima, sino objetiva, sensible, material, y no puramente subjetiva, cognitiva e intelec-
transformacin o derivacin bajo nueva forma de elementos preexisten- tual. N. de M.C.
tes al cristianismo. N. de G.G. 57 Ver nota 26. N. de M.C.
56 Frase de la primera de las Tesis: objetos sensibles, realmente distintos 58 De este modo, mientras que Marx distingue, dentro de la actividad hu-
de los objetos conceptuales (Marx, Tesis sobre Feuerbach [E], p. 7.). mana en general, entre la actividad cognitiva (slo subjetiva, intelectual,
colsticos, que giraban en torno a la relacin de los trminos del pensamiento, vale decir, para dar cuenta de toda la historia.
abstractos como tales. De qu modo se preguntaba antes
el objeto alcanza al sujeto, o viceversa? Cmo se puede explicar Pero en este materialismo realista tambin se corrige otra de
la objetividad, la realidad del conocer? Y con estas preguntas, las principales doctrinas del materialismo abstracto.61 Todos los
naturalmente, se quera obtener de la naturaleza abstracta de materialistas del siglo pasado,62 y no pocos de los que llegaron
los dos trminos una relacin (real). Ahora bien, est claro que despus de estas especulaciones de Marx, consideran que el
cuando estos dos trminos se conciben en su condicin propia, hombre es un producto del ambiente y de la educacin. Helv-
concreta, de la mutua relacin de causa y efecto, de actividad y tius y Rousseau, por ej., negaban toda diferencia originaria entre
producto, por la cual hemos visto que se enlazan entre s, esas los caracteres humanos, que luego s se diferencian dentro de
preguntas ya no tienen razn de ser. El pensamiento es real por- la sociedad. Montesquieu llamaba la atencin sobre la enorme
que y en cuanto pone al objeto. O el pensamiento es y piensa, influencia de los climas sobre la vida de los pueblos; Cabanis con
o no piensa y no es pensamiento. Si piensa, hace. Por tanto, la los idelogos procuraba demostrar en general las relaciones de
realidad, la objetividad del pensamiento, es una consecuencia de lo fsico con lo moral, considerando a esto como efecto de aque-
su naturaleza misma. Esta es una de las primeras consecuencias llo. Qu consecuencias tuvieron estas teoras materialistas en
del realismo marxista.59 las teoras comunistas? He ah a Roberto Owen, el gran utopista,
que acogi las ideas de aqullos y que, movido por un profundo
Pero advirtase bien el sentido que se otorga al pensamiento sentimiento filantrpico, critica a la sociedad que pretende que
en esta filosofa. La cual quiere ser materialista, y por tanto no los hombres sean virtuosos ponindolos en circunstancias que
puede admitir al pensamiento en s mismo: por el contrario, lo necesariamente daan las buenas disposiciones innatas y condu-
considera como una forma derivada y accidental de la actividad cen al vicio y al delito; y con el ejemplo y con la teora de la obli-
sensitiva. sta es la actividad originaria, y en ella est, pues, la gacin moral propugna que se otorguen a todos las condiciones
raz y la sustancia del pensamiento. As es que, al hablar del pen- apropiadas para una sana formacin del carcter. Pero de quin
samiento, se diga lo que se diga, se est hablando siempre de es esta obligacin? De la sociedad misma, que sera necesario
la ordinaria forma consciente de una actividad originaria incons- modificar con el criterio de esas doctrinas. As, la sociedad se
ciente, que es la sensitiva.60 El organismo del pensamiento slo encontrara dividida en dos partes bien distintas, una por encima
est en el organismo de esta actividad, a la cual hay que remitirse de la otra y causa de la conducta de sta. Lo que de hecho es un
siempre para dar cuenta de lo que se considera que es producto todo orgnico se convierte en un conjunto inconexo de partes.
Lo abstracto tomara, tambin esta vez, el lugar de lo concreto.
Pero la verdad es que estas circunstancias, cuyo influjo determi-
na la conducta y el carcter de los hombres, son ellas mismas
determinadas por los hombres; y la educacin misma supone a
interior, abstracta) y la actividad prctica (que es adems objetiva, sen-
sible, exterior, material, concreta), y da prioridad a esta ltima, Gentile los educadores, que antes deben haber sido educados. La causa
hace de la praxis la totalidad indistinta de la actividad humana, en la que presupone al efecto, y es efecto ella misma.
al igual que en toda la tradicin filosfica el hacer material aparece
perfectamente subsumido en el hacer intelectual. De ah la paradoja de
este verdadero realismo que, como vemos, equivale a la ms completa Qu significa este acertijo? Que la sociedad, que es un todo
negacin de toda realidad subsistente por fuera del acto de ser conocida orgnico, es a la vez causa y efecto de sus condiciones; y que hay
por el sujeto, vale decir, al ms estricto anti-realismo, al perfecto idealis- que buscar en el seno mismo de la sociedad la razn de todas
mo subjetivo. N. de M.C.
sus mutaciones.
59 Como todo idealista subjetivo, Gentile no distingue entre la objetividad
gnoseolgica (o intelectual), que es una cualidad del conocimiento como
tal, y la objetividad ontolgica (o material), que excede y precede a Est la sociedad que educa, y est la sociedad educada: la misma
toda actividad cognoscente. Para el subjetivismo no hay ms realidad sociedad que, ya educada, educa a su vez. Toda la educacin es,
que la de los objetos construidos, puestos, creados por la praxis in-
telectual, vale decir, por el mero acto cognitivo, conceptual y sensitivo por tanto, una praxis de la sociedad, una actividad continua del
(o sensorial). Muy por el contrario, lo que verdaderamente afirma el hombre, que crescit, como se dijo, y concrescit;63 educa educn-
realismo marxista es que, sobre todo, hay que dirigir la atencin y las dose y aumentando gradualmente su propia capacidad educado-
energas a la actividad humana prctica, que es inmanente a la realidad
extramental, vale decir, a la objetividad ontolgica, material. Esa realidad,
pues, slo es exterior o independiente respecto del mero conocimiento,
61 Lo que aqu Gentile llama aqu materialismo realista no es otra cosa
pero no de la prctica. Es por eso que debera evitarse caer en la trampa que ese subjetivismo sensualista que acaba de describir, mientras que el
conceptual que nos tiende el uso desprevenido de frmulas ambiguas materialismo abstracto abarcara a todo el materialismo propiamente
como realidad autnoma, mundo externo, objeto separado del su- dicho, el cual, precisamente frente al idealismo subjetivo en todas sus
jeto, naturaleza extrahumana, exterior a o independiente de el su- formas, acepta la existencia y la primaca de una realidad extramental.
jeto, etc, las cuales no distinguen entre las dos formas genricas de la Para Marx, en cambio, el materialismo abstracto no es otra cosa que
actividad humana, o sea, entre los dos lados diferentes de la subjetividad: un materialismo incompleto en la medida en que an se abstrae de la
la prctica y el conocimiento. Cfr. Candioti, Prctica y poder social, pp. prctica que atraviesa y configura esa misma materialidad que condiciona
55-136. N. de M.C. al ser humano. N. de M.C.
60 De este modo, Marx no subordinara el pensamiento a la prctica como 62 Se refiere al siglo XVIII. Gentile ofrece en lo que sigue su peculiar lectura
actividad humana sensible, extra-consciente, objetiva, material, etc., sino de la tercera de las Tesis sobre Feuerbach en la muy retocada versin de
ms bien a la praxis como actividad humana sensitiva (o sensorial), que Engels, alterada a su vez por el grueso error de traduccin ya mencionado
sera in-consciente pero de ningn modo exterior a mera la actividad cog- (ver nota 28).
nitiva, puramente interior y subjetiva. N. de M.C. 63 Ver nota 52.
ra. As, si las circunstancias forman al hombre, y si son ellas mis- Vermittlung [mediacin]; y vivir, hacer, conocer.
mas formadas por el hombre, es siempre el hombre el que obra
determinando circunstancias que despus reaccionan sobre l. El sujeto, la actividad prctica de Marx es la tesis; las circuns-
tancias y la educacin son la anttesis; el sujeto modificado por
Se dice, sin embargo, que el hombre que obra es el hombre las circunstancias y la educacin, la sntesis. Y dado que el suje-
social, la sociedad, mientras que el hombre sobre el que reac- to es la actividad originaria que pone al objeto, l es tambin el
cionan las circunstancias es el individuo. Pero existe realmente ser, que se niega a s mismo poniendo al objeto, en cuanto esta
este individuo abstrado de la sociedad, o es una creacin de la posicin es una determinacin singular de su actividad, y, como
fantasa? Dnde es determinado por las circunstancias (socia- deca Spinoza, omnis determinatio est negatio [toda determina-
les) este hombre, si no en la sociedad? En realidad, el hombre cin es negacin]. Por lo tanto, el objeto (las circunstancias,
que conocemos es el hombre social. Y no hay hombre que exista la educacin) equivale al no ser hegeliano, cuya contradiccin
en sociedad y no acte sobre ella, as como tampoco hay hom- intrnseca al ser produce el devenir del ser mismo, vale decir,
bre sobre el cual la sociedad en la que vive no reaccione. del sujeto que resulta, como se dijo, modificado por el objeto
(circunstancias, educacin).
La teora del ambiente es, pues, derribada por el nuevo realis-
mo, que empero no reniega del materialismo, sino que, por el As que tambin por esta va la correccin del materialismo
contrario, quiere confirmarlo y volverlo cada vez ms coherente. consiste en una aplicacin a la materia de lo que Hegel haba
Quiere corregir tambin esta vez la posicin abstracta en la que descubierto exactamente con respecto al espritu. Pues Marx
los materialistas y utopistas haban colocado al hombre frente no hace ms que sustituir al pensamiento por la materia. Pero
al ambiente. Concebido este hombre en su vnculo real con la una materia dotada de la misma actividad que alguna vez se cre-
sociedad es fcil elevarse del dualismo de ambiente e individuo y privilegio del pensamiento; y se busca definir esta actividad
al riguroso monismo propio del materialismo. La actividad de la con las mismas caractersticas, puesto que tales caractersticas
praxis, la nica actividad originaria es dada la naturaleza de la ya haban sido exactamente determinadas por Hegel.Retorno a
relacin entre sujeto y objeto la energa productiva del ob- Hegel, que es una realizacin racional del proceso histrico. Ya
jeto, y tiene momentos de desarrollo perfectamente paralelos. no ms la sociedad dividida en dos partes, una fuera de la otra
Ahora bien, si esta praxis es conocer y hacer, sus objetos son pudiendo obrar sobre ella a voluntad, justa o injustamente, e
tericos y prcticos, son conocimientos y hechos; y por tanto imponerle a su arbitrio circunstancias, educacin y condiciones
tambin circunstancias, educacin, ambiente. Y con el crecer, de vida. La necesidad del ritmo en este todo orgnico que es la
con el progresar, con el modificarse del objeto, tambin crece, sociedad, y que puede tambin llamarse hombre social, supone
progresa y se modifica paralelamente el sujeto, por el hecho que las condiciones creadas por una parte de la sociedad a la
mismo del crecer, progresar y modificarse del objeto. De modo otra, cuando en la sociedad se delinean dos partes opuestas, se
que el efecto reacciona sobre la causa, y su relacin se invier- generen desde el seno mismo de la sociedad, que luego por s
te [si rovescia], hacindose el efecto causa de la causa, la cual misma las conciliar por la misma razn por la que las ha gene-
se convierte en efecto sin dejar de ser causa, teniendo lugar, rado. Es por eso que el filntropo Owen era un utopista cuando
pues, una sntesis de la causa con el efecto. La praxis, que tena apelaba a un sentimiento de justicia para corregir el real camino
como principio al sujeto y como trmino al objeto, se invierte de la historia. La sociedad, por la ntima ley de su desarrollo, est
[si rovescia] volviendo del objeto (principio) al sujeto (trmino). destinada a resolver por s misma las contradicciones que se han
Y por eso Marx apuntaba que la coincidencia del variar de las producido dentro de ella en su desarrollo.
circunstancias y de la actividad humana puede ser concebida y
racionalmente explicada slo como praxis que se invierte (nur
als umwlzende Praxis).64
V
Se trata, en conclusin, del ritmo habitual ya descrito (y no so- La ley dialctica de la prxis
lamente descrito!) por el idealismo la nica orientacin que
haba desarrollado hasta Marx el principio de la praxis, pero
y sus consecuencias
en el campo del pensamiento abstracto. Fichte deca tesis, an-
ttesis, sntesis; ser, no ser, devenir deca Hegel. Y considerando
precisamente la vida real, ya Froebel, sobre las huellas de Fi- Todo depende de entender el concepto de la praxis, ya que
chte, haba fijado tambin l su trada, siempre con el mismo su proceso dialctico, ahora mencionado, deriva de su natura-
significado dialctico: Satz [afirmacin], Gegensatz [oposicin] y leza misma. La praxis es actividad creadora, por la cual verum
et factum convertuntur [lo verdadero y lo hecho se convierten
(recprocamente)]. Es desarrollo necesario, porque procede de
64 Cfr. fr. 3. N. de G.G. [Obsrvese como Gentile vuelve a repetir el mis- la naturaleza de la actividad, y se fija en el objeto, correlato y
mo error de traduccin antes sealado, pero introduciendo una variante. producto de la actividad. Pero este objeto que se va creando por
Ahora, en lugar de prctica invertida (prassi rovesciata), escribe direc-
tamente prctica que se invierte (prassi che si rovescia), frmula que R. obra del sujeto no es sino una duplicacin de ste, una proyec-
Mondolfo aplaudir y utilizar ampliamente (ver nota 28). N. de M.C.]
cin de s mismo, una Selbstentfremdung [autoenajenacin].65 La simple del mundo religioso; se resuelve con la sntesis de los dos
crtica de esta duplicacin, su reconocimiento, es la conciencia mundos, esto es, con el repliegue de la religiosidad sobre el mun-
de que el mismo sujeto se ha desdoblado, es pues una nueva do real y el devenir de ste, o sea, con su hacerse religioso. Y qu
sntesis y, en consecuencia, un incremento del sujeto. No es posi- es este mundo? La realidad sensible, es decir, la praxis. El sujeto
ble, reflexiona Marx, que el educador no haya sido educado. Esta de la praxis, pues, nuevo Saturno, crea y devora a los dioses.
es la praxis que, por su naturaleza, se invierte [si rovescia]. Ella
obra as: se fija en un objeto y entra en una contradiccin que Y era natural que esto se le escapase a Feuerbach, que, recha-
luego por s misma se resuelve en una sntesis; educador, educa- zando el pensamiento abstracto, haba apelado a la intuicin
do, educadoeducador. Tal es el desarrollo necesario de la praxis. sensible, pero no la haba concebido como actividad prctica.67
De ah el carcter abstracto de siempre: el defecto escolstico
As, cuando Feuerbach de la observacin de hecho de la autopro- habitual de no concebir los dos trminos (mundo real, o praxis,
yeccin de las religiones concluye que el mundo religioso es un y mundo religioso) en su efectiva relacin.
desdoblamiento del mundo real, en el cual hay que resolverlo,
esto es, hay que reconocerlo, no se da cuenta de que la unidad As, l reduce la esencia de la religin a la esencia propia del
fundamental inmanente en esta dualidad debe ser el impulso hombre; y entiende a esta esencia como un quid abstracto in-
dialctico de una sntesis ulterior. La unidad es el mundo real; la herente al individuo singular.68 Hemos visto como, segn Feu-
dualidad, producida a partir de la unidad, nos presenta un mun- erbach, el hombre es lo que come. Pero el hombre come como
do real y uno religioso, en el seno del cual se oculta el real, que individuo social; y considerar su necesidad de comer, y los mo-
ha sido negado porque ha sido superado. Ahora bien, el mundo dos en que satisface esta necesidad, en s y para s, sin conside-
no puede permanecer en su negacin, por la contradiccin que rar como ellos son determinados a travs de las circunstancias
no lo consiente. Por lo tanto, concluye Marx, hay que criticar sociales, es siempre un proceder abstracto, que no nos puede
tericamente la contradiccin y, a la vez, resolverla o revolucio- explicar nada de la vida del hombre y de su historia.69 La esencia
narla prcticamente.66 del hombre, seala Marx, est determinada por el conjunto de
las relaciones sociales, en las cuales el hombre vive como el pez
La negacin del mundo real no se resuelve con la negacin pura y en el agua; y puesto que la sociedad tiene una historia en la que
poco a poco va asumiendo sus formas concretas, el hombre no
65 Gentile toma de la cuarta de las Tesis este concepto feuerbachiano, sin debe ser estudiado a la manera de Feuerbach, como individuo
reparar que ste no se refiere a ningn objeto sensible o emprico, sino abstracto, aislado y fuera del proceso histrico, fijando por ej.
ms bien al objeto religioso, el cual, en efecto, es puro autoconocimiento como una entidad en s misma el sentimiento religioso, que es en
duplicado que slo puede ser imaginariamente objetivado, proyectado
fuera del sujeto (recurdese la distincin entre ambos tipos de objeto es- cambio concomitante a todos los otros sentimientos de la vida,
tablecida en el pasaje de La esencia del cristianismo citado al inicio de la y junto a ellos se halla conectado con las diversas relaciones
nota 18). Sin embargo, tanto para Feuerbach como para Marx, los objetos sociales, segn los diversos perodos histricos. Pero Feuerbach
sensibles, empricos, exteriores, no son una mera creacin de la actividad
cognitiva, aunque sta ciertamente influye en la manera en que son co- se vea obligado a negar la sociedad y por tanto la historia, y
nocidos, y es por esto que Feuerbach afirmaba que tambin esos objetos a concebir el hombre como individuo, puesto que careca del
son, hasta cierto punto, conciencia de s, autoconocimiento del sujeto concepto de la praxis inherente a la intuicin sensible; praxis que
humano, y el viejo Marx subrayaba lo siguiente: la impresin luminosa de
una cosa sobre el nervio ptico no se presenta como excitacin subjetiva es lo nico que puede explicar el organismo de la sociedad y el
de ese nervio, sino como forma objetiva de una cosa situada fuera del ojo. devenir de la historia. Esto se ha hecho manifiesto a partir de lo
Pero en el acto de ver se proyecta efectivamente luz desde una cosa, el
objeto exterior, en otra, el ojo. Es una relacin fsica entre cosas fsicas.
K. Marx, El capital, I, trad. P. Scaron, Mxico, D. F., Siglo XXI, 2009, p. 88). herentes a esa forma social, como la religin. No es otro el sentido de
Ahora bien, Gentile parece del todo incapaz de aceptar precisamente eso: la Introduccin de 1843-44, donde se lee: Este Estado, esta sociedad,
que el conocimiento sensible sea una relacin fsica entre cuerpos dife- producen la religin, una conciencia del mundo invertida, porque ellos
rentes y exteriores entre s. Es oportuno recordar aqu tambin una glosa son un mundo invertido. [] La lucha contra la religin es, por tanto, indi-
marginal de Marx escrita en la misma poca que las Tesis: Relacin, para rectamente, la lucha contra ese mundo que tiene en la religin su aroma
los filsofos = idea. Ellos slo conocen la relacin del hombre consigo espiritual. [] Ante todo, la tarea de la filosofa, que est al servicio de la
mismo, razn por la cual todas las relaciones reales se truecan, para ellos, historia, una vez que la forma sagrada de la autoenajenacin humana ha
en ideas. (La ideologa alemana, p. 74). N. de M.C. sido desenmascarada, es desenmascarar la autoenajenacin en sus for-
66 Tambin en esta interpretacin de la cuarta de las Tesis, Gentile ignora mas no santas. La crtica del cielo se convierte en la crtica de la tierra, la
por completo el carcter materialista prctico de la crtica de Marx a crtica de la religin en la crtica del derecho, la crtica de la teologa en la
Feuerbach, reducindola a mero hegelianismo pseudo-materialista. Cuan- crtica de la poltica. (Marx, En torno a la crtica de la filosofa del De-
do Marx afirma que el que la base terrenal se separe de s misma y se recho de Hegel. Introduccin, pp. 491-492, trad. rev.; cfr. Zur Kritik der
plasme en las nubes como reino independiente, slo puede explicarse Hegelschen Rechtsphilosophie. Einleitung, pp. 378-379). Pero Gentile y
precisamente por el propio desgarramiento y la contradiccin de esta su praxis no superan el plano del conocimiento, el mero teoricismo de
base terrenal consigo misma (Tesis sobre Feuerbach [E], p. 8.), lo que la filosofa tradicional. Es por eso que cuando Marx, en la misma oracin,
est haciendo es subrayar que la autoenajenacin cognitiva o espiritual primero seala que la base terrenal se separa de s misma y se plasma en
denunciada por Feuerbach tiene su origen en la autoenajenacin prctica las nubes como reino independiente, e inmediatamente despus denuncia
o material de la sociedad dividida por la propiedad privada y desdoblada el desgarramiento y la contradiccin de esta base terrenal consigo misma,
en el Estado. Por eso agrega que esta contradiccin material, este anta- Gentile cree que se est diciendo dos veces lo mismo! N. de M.C.
gonismo real, es el que debe ser comprendido tericamente para luego 67 Cfr. Tesis sobre Feuerbach [E], p. 8 (tesis 5). Ver nota 35. N. de M.C.
ser resuelto prcticamente mediante una revolucin que logre eliminarlo.
Solucin que no slo est fuera del alcance de la sola teora, sino que
68 Fr. 6. N. de G.G.
es la nica que permite superar de raz los fenmenos ideolgicos in- 69 Ver nota 20. N. de M.C.
dicho en el captulo precedente, y se har an ms evidente con Mientras tanto, conviene tomar buena nota de que, segn Marx,
lo que se dir ms abajo. el individuo como tal no es real, sino que slo es real el indivi-
duo social. Lo cual equivale a afirmar la realidad originaria de la
Mientras tanto, obsrvese qu otra crtica dirige agudamen- sociedad, a la cual el individuo, base de la visin materialista de
te Marx a esta manera en que Feuerbach entiende la esencia Marx, es inherente.72 Pero esta es precisamente una consecuen-
humana. Si el hombre es entendido como individuo, el univer- cia necesaria del primer teorema de este filosofar, a saber: que la
sal hombre, la esencia humana no puede determinarse de otro realidad es praxis. Ya se ha visto, en efecto, qu ntima relacin
modo que como especie, vale decir, como la muda universalidad vincula, por el concepto de esta praxis esencial a la realidad, el
que liga internamente a los muchos individuos, como un simple sujeto de la praxis al objeto; y tambin se ha visto que la socie-
vnculo natural (bloss natrlich). Ms all del individuo, sic et dad es un objeto, vale decir, un producto de la praxis, por el cual
simpliciter [as y simplemente], no hay, pues, ms que la especie, la praxis se invierte [si rovescia] y el individuo resiente el influjo
que consiste en la natural identidad de constitucin anatmica y de la sociedad en la que vive. Ahora bien, una vez admitida la
fisiolgica de los distintos individuos; identidad muda en cuanto originalidad de la praxis, el individuo no puede sustraerse a la
identidad de hecho, inconsciente, que no comporta ninguna rela- eficacia de su mismo producto, librarse de los vnculos con la
cin intrnseca o necesaria entre los individuos. sociedad que es efecto de su praxis. La praxis es siempre la razn
de la realidad concreta; y puesto que ella media entre el indivi-
El hecho de la sociedad permanece como algo puramente acci- duo y la sociedad, sta y aqul son tan originarios como ella. El
dental, como la formacin csmica en la filosofa atomista. Exis- individuo, sujeto de la praxis, hace la sociedad, que reacciona
ten los tomos, que son todos similares en cualidad. Pero esta sobre el individuo hacindolo social. Por lo tanto, esta realidad
semejanza no los conducira a aglomerarse y a formar mundos que es el individuo social, ms all del cual la historia73 no puede
si no hubiese, adems de ellos, otra cosa: el vaco y el movi- retroceder, es el resultado de la contradiccin que se resuelve
miento. Eso significa que no est en ellos el principio del movi- por la ley dialctica de su naturaleza. Y sin el concepto de la
miento, sino que ellos son el simple vehculo del movimiento. Y praxis dialctica, este hecho de la sociedad o de los individuos
en verdad qu otra intuicin, si no la mecnica, puede ayudar sociales no se explicara. Los materialistas anteriores se aferra-
a explicar la sociedad cuando no se concibe la realidad como ron a la hiptesis del contrato, que, en s misma contradictoria,
praxis, como energa? se basa siempre sobre una falsa perspectiva nominalista. Ellos
conceban a los individuos en abstracto. La nueva filosofa una
He aqu otras dos profundas modificaciones aportadas por Marx vez ms sustituye lo abstracto con lo concreto.
al materialismo, esforzndose por despojarlo de su carcter na-
turalista y de su forma mecanicista. El naturalismo quiere expli- Pero para que fuese posible esta sustitucin, cul deba ser el
car al hombre como individuo de la especie natural, y prescinde concepto de la praxis? Esta praxis, por la cual el individuo fuera
del espritu, o, para decirlo con Marx, de la historia, de la so- de la sociedad y de la historia es algo abstracto, conlleva evi-
ciedad.70 Y precisamente por eso, no admitiendo ms que indi- dentemente la necesidad no slo de la sociedad, sino tambin
viduos, slo puede atribuir el origen de la sociedad a un hecho de la historia, o mejor, del curso histrico. El individuo concreto
accidental, como es el consenso y al acuerdo de los individuos. de Marx se distingue del individuo abstracto en que es prctico
No puede, digo, eludir una intuicin mecanicista. Recurdese al por su naturaleza, o sea, necesariamente prctico. Ahora bien, si
atomista Epicuro y su idea del Estado, fijada en el precepto de esta praxis son efecto la sociedad y el desarrollo histrico,
;71 Hobbes, materialista y nominalista (la nica realidad este desarrollo es tan necesario como el hecho de la sociedad;
son los individuos, como tales), fue tambin l partcipe de la in- y el estudio de esta praxis, si es posible a priori (y parece que lo
tuicin mecanicista, del mundo y de la sociedad, explicada con la es, toda vez que se ha encontrado en ella un ritmo dialctico),
hiptesis del contrato. Es natural que, reduciendo al hombre al puede servir de base de una determinacin a priori del desarro-
puro individuo natural, la sociedad deba ser negada, o, lo que es llo de la historia.
lo mismo, declarada accidental. Y est claro que Marx, critican-
do tal doctrina, viene a negar a pesar de todo su materialismo, Y hay ms. Esta praxis es esencialmente finalista; no porque
el nominalismo naturalista y el consecuente mecanicismo. Pero tenga un fin regulativo exterior, sino porque tiene uno interno,
no ser esta una autntica deminutio capitis [disminucin de constitutivo, que resulta de su naturaleza esencial. La praxis es
derechos] de la concepcin materialista? Ya lo veremos. relacin necesaria de sujeto a objeto. Ahora, es evidente que
esta praxis no puede no ser dirigida a la produccin del objeto,
70 Aqu aparece ya claramente la aceptacin de un dogma hegeliano que aqu 72 Cfr. Una critica del materialismo storico, pp. 16-7. N. de G.G. [El autor
Gentile atribuye errneamente a Marx, y que explicitar ms adelante (cap. remite a un pasaje de esa primera intervencin suya en el debate sobre
IX), a saber, que slo el espritu tiene propiamente historia, no la materia- el materialismo histrico, de la que ms arriba en el texto introducto-
lidad, la cual slo puede ser histrica como momento de aqul; de este rio se ha ofrecido un comentario general y la traduccin de algunos
modo, sociedad e historia son meros sinnimos de espritu. N. de M.C. fragmentos. La paginacin citada corresponde siempre a la siguiente edi-
71 Lathe bisas: Vive escondido o Pasa desapercibido mientras vivas (cfr. cin: Giovanni Gentile, Una critica del materialismo storico, en id., La
H. Usener, ed., Epicurea, Cambridge University Press, 2010, (551 Us.) pp. filosofia di Marx. Studi critici, 5.a ed., a cargo de V. A. Bellezza, Firenze,
326-327; C. Garca Gual, Epicuro, Madrid, Alianza, 1981, pp. 65 y ss.). Sansoni, 1974, pp. 11-58. N. de M.C.]
N. de M.C. 73 No slo la escrita, sino tambin la imaginada por los filsofos. N. de G.G.
pues ella propiamente consiste en esa produccin. Esta produc- de la historia. Benedetto Croce y Georges Sorel, que no han rea-
cin es precisamente su fin. Y si esta praxis se determina en la lizado siempre la debida distincin entre las dos cuestiones,76
sociedad, en la historia, entonces en la sociedad y en la historia responden resueltamente que no a la segunda, y tienden incluso
hay una inmanente finalidad de desarrollo. Todas sus formas son a dar una respuesta negativa tambin a la primera. Chiappelli,77
el objeto, el fin de la praxis inmanente y originaria.74 estudiando como historiador e intrprete el pensamiento de
Marx, y buscando las relaciones histricas de ste con el hege-
lianismo, ha respondido afirmativamente a la primera cuestin,
VI pero no a la segunda; y ha combatido en todos sus escritos la
doctrina del materialismo histrico.78
Crticas y discusiones
No hace falta repetir ahora las razones por las cuales en el
pensamiento de Marx, y de los comunistas subsiguientes que
quieren realmente contraponerse a los utopistas anteriores,
As es como del seno de la filosofa de Marx se derivan los fun- el materialismo histrico, fundamento de la nueva concepcin
damentos de su filosofa de la historia, que es en lo que ms se comunista, ha sido y debe ser entendido como una autntica
centra hoy el trabajo de los intrpretes y de los crticos. El pro- filosofa de la historia.
blema es doble: 1 concibi Marx su teora histrica como una
filosofa de la historia? 2 se puede, independientemente del Pero permtasenos una breve digresin, que procuraremos que
efectivo pensamiento de Marx, sostener el materialismo histri- sea lo ms breve posible, sobre lo que han vuelto a escribir so-
co con la envergadura y el significado de una intuicin filosfica? bre este tema Croce y Sorel.
Son dos cuestiones diferentes y distintas. Labriola las resuelve a Segn el primero, el materialismo histrico, para que sea crti-
ambas afirmativamente; y precisamente porque su respuesta es camente aceptable, debe ser tomado como un simple canon de
afirmativa no slo en lo que respecta a la segunda, sino tambin interpretacin histrica, que no comporta ninguna anticipacin
respecto de la primera cuestin, a m me fue posible, en la pre- de resultados, sino solamente una ayuda para buscarlos; y que
cedente Crtica,75 extraer de sus escritos las caractersticas del es de origen completamente emprico.
materialismo histrico de Marx considerado como una filosofa
Este canon de riqusima sugestin, por lo dems, debe apo-
yarse en el discernimiento del historiador; porque no siempre
74 En su notable texto titulado El mtodo de la economa poltica es-
crito en 1857 pero indito hasta 1903, y por tanto desconocido para puede aplicarse, e incluso es a veces completamente intil. Es,
Gentile en 1899 Marx, a diferencia de lo que ocurre en las Tesis sobre en definitiva, una advertencia al historiador, para que ponga
Feuerbach, s se centra en la actividad cognitiva como tal. All se lee lo atencin por si acaso los hechos que intenta reconstruir, en su
siguiente: Lo concreto es concreto porque es la sntesis de mltiples
determinaciones, por lo tanto, unidad de lo diverso. Aparece en el pen-
samiento como proceso de sntesis, como resultado, no como punto de
partida, aunque sea el verdadero punto de partida, y, en consecuencia, el
76 Croce lo confiesa por s mismo en la memoria citada, p. 22 n. N. de
punto de partida tambin de la intuicin [sensible] y de la representacin G.G. [Cfr. Per la interpretazione e la critica di alcuni concetti del mar-
[der Anschauung und der Vorstellung]. [...] He aqu por qu Hegel cay xismo, en Materialismo storico ed economia marxistica, p. 77 n.
en la ilusin de concebir lo real como resultado del pensamiento que, N. de M.C.].
partiendo de s mismo, se concentra en s mismo, profundiza en s mismo 77 Alessandro Chiappelli (1857-1931): filsofo neokantiano, erudito y pu-
y se mueve por s mismo, mientras que el mtodo que consiste en elevar- blicista italiano; profesor de historia de la filosofa en la Universidad de
se de lo abstracto a lo concreto es para el pensamiento slo la manera Npoles (1887-1908). En el ltimo lustro del siglo XIX particip en el
de apropiarse lo concreto, de reproducirlo como un concreto espiritual. debate italiano sobre el socialismo y el movimiento obrero, expresando
Pero esto no es de ningn modo el proceso de formacin de lo concreto su posicin en el ensayo Le premesse filosofiche del socialismo (Napoli,
mismo. [...] Por lo tanto [...] la totalidad concreta, como totalidad del pen- Tipografia della R. Universit, 1897) y luego en el volumen Il socialismo
samiento, como un concreto del pensamiento, es in fact un producto del e il pensiero moderno (Firenze, Le Monnier, 1897). Ms adelante adhe-
pensamiento y de la concepcin, pero de ninguna manera es un producto rira al fascismo. Cfr. CHIAPPELLI, Alessandro, Dizionario Biografico
del concepto que piensa y se engendra a s mismo, desde fuera y por degli Italiani, vol. 24, Roma, Istituto dellenciclopedia italiana Treccani,
encima de la intuicin [sensible] y de la representacin [der Anschauung 1980, http://www.treccani.it/enciclopedia/alessandro-chiappelli_(Dizio-
und Vorstellung], sino que, por el contrario, es un producto del trabajo nario-Biografico)/. N. de M.C.
de elaboracin que transforma intuiciones [sensibles] y representaciones 78 De hecho, ninguna de mis razones ha sido invalidada por los crticos de
[Anschauung und Vorstellung] en conceptos. (Elementos fundamenta- mi precedente memoria [Una critica del materialismo storico]; los cuales
les para la crtica de la economa poltica (Borrador) 1857-1858, trad. a menudo se mostraron ayunos de filosofa y por eso indulgentes con
P. Scaron, vol. 1, Buenos Aires, Siglo XXI, 1971, pp. 21-22; cfr. Grundris- observaciones que aqu no vale la pena mencionar. Entre estos ayunos
se der Kritik der politischen konomie, en MEW, vol. 42, Berlin, Dietz, cuento al crtico annimo del Devenir social (noviembre -diciembre de
1983, pp. 35-36). Esta fundamental distincin entre el proceso histrico 1897) III, pp. 988 y ss. Es curioso que este crtico se maraville por el
y el proceso de su conocimiento es tan ajena a Hegel como a Gentile, hecho de que en Italia se eligiese el materialismo histrico pour sujet
quien sencillamente se limita a sustituir, en el lugar de sujeto formador dune thse dexamen professionnel pur lenseignement secondaire (esa
de lo concreto, al pensamiento por la praxis, pero sin alterar en nada memoria ma fue, en efecto, presentada como tesis de habilitacin para
el esquema subjetivista bsico de su maestro, esto es, sin distinguir entre la enseanza secundaria en la R. Escuela Normal Superior de Pisa); nous
la actividad prctica y la mera actividad cognitiva, o, dicho de otro modo, tarderons, sans doute, beaucoup en France, voir se produire de parei-
sin comprender mnimamente la diferencia entre lo concreto real y lo lles audaces. Hace dos aos nuestro Croce haca en la Riforma sociale
concreto espiritual. N. de M.C. una observacin similar, respecto de Italia, a propsito de una publicacin
75 Ver nota 72. N. de M.C. francesa. N. de G.G.
efectiva sucesin de causas y efectos, tuvieran su ms profun- la que gravsimas dificultades se oponen a la interpretacin del
da raz en el as llamado substrato econmico de la sociedad.79 pensamiento genuino de Marx y de Engels. En primer lugar, el
Ahora bien, me temo que con tal interpretacin el materialismo hecho de que estos dos autores no han expuesto su doctrina
histrico es negado en su parte esencial. Croce observa que el histrica en un libro, sino que, en cambio, la han diseminado
historiador que cuenta con este canon se parece al crtico del en una serie de escritos, compuestos durante medio siglo, con
texto de Dante, que en el famoso canon de Witte80 (segn el largos intervalos, y en los que se la menciona de manera ocasio-
cual la leccin difcil es preferible a la fcil) sabe de tener un ins- nal, y a veces simplemente se la da por sobreentendida; por lo
trumento simple que le puede ser til en muchos casos, e intil cual quien quisiera conciliar todas las formulaciones que Marx
en otros, y cuyo uso recto y provechoso depende siempre de su y Engels han hecho de ella, tropezara con expresiones contra-
discernimiento.81 Pero esto equivale a afirmar que no siempre la dictorias que volveran imposible al cauto y metdico intrprete
historia de los hechos humanos conduce a esa vida econmica establecer exactamente qu era para ellos, as, en general, el
en la que para el materialismo histrico consiste el fondo real de materialismo histrico.82 En segundo lugar, la especial forma
todas las cosas humanas. Porque si a ella condujese siempre y mentis [forma mental] de Marx con el cual Engels presen-
en todos los casos, si la historia toda dependiese, como quiere taba semejanzas, en parte espontneas y en parte por imitacin
Marx, de las relaciones de hecho en las que el individuo vive en o por influencia83 que aborreca las cuestiones conceptuales,
sociedad para la necesaria satisfaccin de sus necesidades cayendo as a veces en la indeterminacin y en la exageracin; y,
que, como haba enseado Feuerbach, determinan su esencia, sediento del conocimiento de las cosas, se inclinaba ms bien a
no podra existir caso alguno en que el historiador no tuviese una lgica concreta. De ah el doble riesgo de los crticos: hacer
que emplear este instrumento. decir a Marx lo que l no pensaba, por considerar sus expresio-
nes de un modo ya demasiado fiel, ya demasiado libre.
Para evitar esa consecuencia radical, a la que no s si Croce quie-
ra llegar, hay que entender al materialismo histrico no como A m me parece que las dificultades exegticas aqu se han exa-
un canon similar al de Witte, til en muchos casos y en muchos gerado bastante, debido a una cierta idea o prejuicio en que ha
otros no, sino como un canon, un instrumento a ser aplicado insistido mucho Labriola en sus ensayos sobre el materialismo
siempre, caso por caso, por quien quiera escribir una historia re- histrico, y que se asoma en las expresiones que acabamos de
alista sobre cualquier hecho social; vale decir, no como un canon emplear: conocimiento de las cosas, lgica concreta, y otras fra-
especial y de valor relativo, sino como un canon general y de ses metafricas similares, a las que se atribuye un significado
valor absoluto. De otro modo, la novedad del materialismo se riguroso que no pueden tener.84 Qu significa conocimiento de
desvanece, y ste pasa a confundirse con ese realismo iniciado las cosas? O bien esta es una frase metafrica para decir cono-
en la historia moderna por nuestro Maquiavelo. cimiento de conceptos determinados, y ste sera un grado, un
momento de la ciencia, pero no la ciencia autntica; o bien signi-
Ahora bien, un canon de valor absoluto no puede sustentarse fica el conocimiento de conceptos generales que se realizan en
sin una filosofa de la historia que lo justifique y constituya su la vida real, y entonces se va de lo concreto a lo abstracto, dado
fundamento racional. Qu quiere decir, en efecto, que todo que no se ha visto nunca un concepto general entre las cosas
problema histrico debe resolverse a travs de la reduccin del sensibles. As es la lgica concreta. La lgica comienza cuando
hecho a una x econmica, ms o menos difcil en tanto de ms o de lo particular, a lo que corresponden los individuos reales, se
menos mediata accesibilidad, si no que toda la realidad histrica pasa a lo general; y el concepto lgico es su primer grado. Si
posee un Primero del que depende todo el resto, una sustancia se retrocede del concepto lgico al concepto psicolgico o a la
nica que es causa de los infinitos modos que en el desarrollo representacin, se vuelven a atravesar las fronteras de la lgica
histrico se manifiestan? Y qu es esta afirmacin si no el n- para reingresar en la psicologa. La lgica, pues, por su naturale-
cleo de una intuicin filosfica? za, slo puede ser abstracta.
Este es el dilema: o el canon es especial y relativo, y el mate- Pero tal vez con las expresiones de este tipo se quiere decir que
rialismo histrico es negado, o el canon es general y absoluto, Marx fue enemigo de las especulaciones abstractas, que en su
y el materialismo histrico es precisamente una filosofa de la conocer y en su razonar quiso moverse siempre en el campo
historia. Pero Croce no nos conceder que para el materialismo de los hechos, con el apoyo continuo de la historia y de la ex-
histrico toda la historia sea reducida a la realidad econmica, periencia; y que precisamente en eso reside el significado de su
y rechazar la frmula que acabamos de mencionar, que huele oposicin al hegelianismo.
a metafsica y a monismo desde una milla de distancia. l sea-
Ahora bien, yo tengo mis dudas sobre tal definicin de su forma
79 Mem. cit., pp. 20 y sig. N. de G.G. [Cfr. Per la interpretazione e la critica mentis. Antes bien, me parece que todas las producciones de su
di alcuni concetti del marxismo, en Materialismo storico ed economia
marxistica, pp. 74 y ss. N. de M.C.]
80 Johann Heinrich Friedrich Karl Witte (1800-1883), conocido mayormente 82 Cfr. ibid. N. de M.C.
como Karl Witte, fue un jurista, fillogo, crtico literario y traductor ale- 83 Cfr. ibid, p. 76. N. de M.C.
mn. Se especializ en la obra de Dante Alighieri. N. de M.C. 84 Ver ms arriba la p. 37. N. de G.G. [Referencia a Una critica del mate-
81 Cfr. Per la interpretazione e la critica..., p. 75. N. de M.C. rialismo storico, ver nota 72. N. de M.C.]
ingenio demuestran una tendencia especulativa que aventaja al la narra a su padre. Historia bien prometedora para el futuro
ms obstinado metafsico. enemigo de las ideas, o idealidades, y de las abstracciones! Su
forma mentis en esos primeros estudios estaba ya determinada.
En cualquier caso, el campo de investigacin histrica en el que Podr l pasar de la trascendencia a la inmanencia, y despus de
desarroll su actividad, y en el que sus estudios dejaron la hue- Hegel a Feuerbach (otro paso, segn l, en la misma va); pero su
lla ms profunda, es la historia y el anlisis de los hechos eco- mente ser siempre aquella que en sus primeros pasos se haba
nmicos de la sociedad capitalista, con la intencin de extraer la inclinado a la poesa y al idealismo abstracto. El ya no podr
ley lgica de su transformacin. Ahora bien, es el mismo Croce jams desviarse del camino sobre el cual lo ha conducido esa
quien en uno de sus ms valiosos pargrafos de la memoria a la semtica tendencia especulativa suya. Y la prueba de eso est,
que ya nos referimos, tratando de definir el problema cientfico como ya dije, en el carcter del problema cientfico que se form
del Capital, escribe precisamente: Como forma no hay duda de en su mente, madur y tuvo una solucin en el curso entero de
que el Capital es una investigacin abstracta (la cursiva est su vida. Por esta tendencia suya l, una vez concebida su crtica
en el texto); la sociedad capitalista, que Marx estudia, no es tal revolucionaria de la economa poltica, siente la necesidad de
o cual sociedad histricamente existente []. Es una sociedad ajustar cuentas, como dice precisamente en el prlogo a la Cr-
ideal y esquemtica, deducida de algunas hiptesis que podran tica de la Economa Poltica mit ehemaligen philosophischen
no haberse presentado nunca en el curso de la historia. Es cierto Gewissen [con la conciencia filosfica anterior]88; en definitiva
que estas hiptesis responden en buena parte a las condiciones de tomar una posicin en filosofa! Por esta tendencia suya
histricas del mundo civil moderno; pero eso, si bien constitu- no podr nunca resistir la tentacin de coquetear con la termi-
ye la importancia y el inters de la investigacin de Marx, no nologa hegeliana!89 Lejos estaba de mirar con malos ojos la
cambia su ndole. En ninguna parte del mundo se encontrarn filosofa, las abstracciones! Y todos han podido ver ya qu fineza
las categoras de Marx como personajes vivos y corpulentos, especulativa hay en las observaciones que presentan los frag-
precisamente porque son categoras abstractas que, para vivir, mentos sobre Feuerbach.90
necesitan perder muchos elementos y adquirir muchos otros85.
Es cierto que la perpetua cantinela de esos fragmentos es que se
Todos los escritos de Marx son filosficos, ms que histricos y tiene que sustituir lo abstracto con lo concreto. Pero qu es lo
descriptivos. Y una carta suya, llevada a la imprenta por su hija, abstracto a lo que Marx da caza? Es lo abstracto criticado tam-
Eleonora Marx Aveling86, escrita desde Berln al padre el 10 de bin por Hegel, el objeto del intelecto abstracto; lo abstracto en
noviembre de 1837, cuando Marx tena 19 aos y era estudian- un sentido filosfico que contrasta con la acepcin vulgar de la
te de derecho en esa universidad, nos lo muestra encendido de palabra. Por lo comn, son concretos los individuos separada-
amor pasional por una cierta Jenny, a la que dedica numerosas mente considerados, cada uno en s, en cuanto nos representan
poesas (de las cuales se conservan aun habiendo l quema- la realidad sensible y efectiva. Pero estos individuos son lo abs-
do muchas tres gruesos cuadernos!); despus gira en torno tracto de Marx y de Hegel. El intelecto abstracto es para Hegel
a la escritura de largos tratados de Metafsica del derecho; lue- la facultad del saber inmediato, que se fija en los particulares
go alrededor de la composicin de todo un nuevo sistema de como tales, haciendo abstraccin de su nexo, dentro del cual
metafsica, y un dilogo filosfico; hasta que al fin se persuade son concretos. Es un grado superado por la reflexin filosfica, o
de la inanidad de todas estas arbitrarias construcciones suyas, pensamiento especulativo; el cual por su naturaleza no descuida
combate consigo mismo, y estudiando con renovado aliento e los particulares, sino que los sita en el todo, en donde encuen-
intenso ardor la filosofa, el derecho, la historia, acaba como tran su nexo. El nexo, lo general, que para la reflexin vulgar
l dice por pasar de un idealismo nutrido de ideas de Kant y y cientfica es trascendente, en la intuicin filosfica se vuelve
de Fichte a la bsqueda de la idea en el seno mismo de lo real; inmanente; y de lo abstracto se pasa a lo concreto, dado que la
y a hacer de los dioses que hasta entonces haba colocado por trascendencia slo implica abstraccin. Qu hace, pues, Marx
encima de la tierra, el centro mismo de sta, amigndose as con remitindose en todo momento de lo abstracto a lo concreto?
la filosofa de Hegel y entrando en un crculo de hegelianos.87 No hace otra cosa que filosofar a la hegeliana, y negar, supe-
Esta es la historia de su mente juvenil, como el mismo Marx zada por Marx suponga una inconsciente recada en el idealismo objetivo
(pero jams en el idealismo subjetivo, o absoluto) de reminiscencias he-
gelianas. N. de M.C.
85 Op. cit., p. 2. N. de G.G. [Cfr. Croce, Per la interpretazione e la critica..., 88 La frase exacta de Marx es con nuestra [mit unserm] conciencia filosfica
p. 54. N. de M.C.] anterior (cfr. Zur Kritik der Politischen konomie, en MEW, vol. 13,
86 En la Neue Zeit de octubre de 1897. N. de G.G. [Hay versin castellana Berlin, Dietz, 1961, p. 10). N. de M.C.
en Marx, Escritos de juventud, pp. 5-13. N. de M.C.] 89 Cfr. Marx, El capital, I, p. 20 [Eplogo a la segunda edicin (1873)].
87 En realidad, la lectura atenta de esta carta no deja la idea de tal reconci- N. de M.C.
liacin plena y armoniosa con Hegel y sus discpulos. Gentile no slo va 90 Es preciso volver a insistir sobre este punto: al hacer de las Tesis sobre
a buscar un texto claramente inmaduro, en donde un jovencsimo Marx Feuerbach un texto filosfico especulativo, Gentile invierte por completo
todava se mide exclusivamente con diversos tipos de idealismo, sino que, el sentido del texto de Marx, el cual, muy por el contrario, est orientado
una vez ms, fuerza los contenidos citados en aras de fortalecer su argu- a subrayar el carcter prioritario y decisivo de la actividad humana mate-
mentacin tendiente a demostrar que Marx, a pesar de todo, siempre fue rial, de la subjetividad prctica, frente a la pura actividad o subjetividad
esencialmente hegeliano. Reduccionismo que resulta del todo inacepta- intelectual, y la necesidad de que sta se ponga conscientemente al ser-
ble, aun cuando la supuesta inversin materialista de la dialctica reali- vicio de aqulla. Ver notas 24 y 25. N. de M.C.
rndolo, el conocimiento inmediato, positivo, emprico ese al todo el materialismo histrico, como doctrina general.
que, si no me equivoco, Croce quiso aludir con la frase conoci-
miento de cosas. El mismo Marx, sin embargo, sustituyendo el Sin embargo, como observa Croce, el pensamiento ltimo de En-
idealismo con el materialismo, pensaba pasar de las ideas a las gels parece ser este: que la dialctica es el ritmo del desarrollo
cosas y, como se ve en los fragmentos sobre Feuerbach, contra- de las cosas, o sea la ley interna de las cosas en su desarrollo.
ponerse diametralmente al hegelianismo. Pero ya se ver en la Ahora bien, este ritmo no se determina a priori, y por metafsica
conclusin del presente escrito cunta razn tena al pensar as, deduccin, sino que se observa y se capta a posteriori; y slo por
y cun crtico era de su propia doctrina. las repetidas observaciones y verificaciones que se han hecho de
l en los varios campos de la realidad, se puede presuponer que
Por lo tanto, se debera ser ms cauto a la hora de tomar la men- todos los hechos se desarrollan por negaciones y negaciones de
te de Marx como realista, positiva, en el significado ms comn negaciones.93 No sera, pues, una especie de ley de evolucin?
de estas palabras, y no espantarse tanto cuando otros buscan Y se puede decir que la ley domina absolutamente sobre las
en el fondo de sus concepciones un sistema; ni desconfiar tanto, cosas, cuando es un producto de la observacin? O es ms bien
pues, de la significacin de frases filosficas recurrentes en l, una generalizacin provisoria, una ley de tendencia?
tan versadas en la terminologa de una filosofa de la cual su pen-
samiento se nutri durante toda la juventud; ni hacerle, en defi- Puede apostarse que Marx impugnara esta vez a su crtico,
nitiva, no querer lo que quiso; y si se acepta que quiso filosofar como a cualquier otro de esos filsofos que se representan abs-
porque a eso lo conduca su naturaleza, no pretender que tractamente el sujeto y el objeto, en esa falsa oposicin que ms
su filosofa sea pura escoria y no la sustancia de su pensamiento. arriba vimos criticada en el primero de los fragmentos sobre
Feuerbach. Una ley en la filosofa de la praxis, donde sujeto y
El pensamiento de Marx ya estaba formado y maduro antes de objeto son concebidos en su relacin necesaria, no puede deter-
que Alemania surgiese el grito Keine Metaphysik mehr! [No ms minarse de otro modo que como una ley inmanente a las cosas.
metafsica!]; antes de que la maravillosa intuicin naturalista del Puede no ser acabado el conocimiento que se tiene de las cosas;
darwinismo crease en toda Europa ese realismo o positivismo pero cuando de las cosas conocidas nos elevamos a una gene-
exagerado, que ha sido la negacin de toda filosofa, mientras ralizacin, que se considera una ley de ellas, esta generalizacin
ciertamente promova el progreso de los estudios de observa- capta lo esencial, lo necesario de nuestro conocimiento al que
cin, del conocimiento de las cosas y de la lgica concreta! Es las cosas, en este momento de nuestro conocer, se adecuan. As
verdad, como hace notar Labriola a los imprudentes defensores que una ley, si nace en una mente consciente de las exigencias
de un marxismo darwinista y spenceriano, que cuando sali el de la lgica, debe inevitablemente plantearse como un principio
primer libro del Capital (25 de julio de 1867) ya estaban publi- dominador de la realidad; de modo que si esta mente, criticn-
cadas, adems de El origen de las especies de Darwin, todas las dose a s misma, se da cuenta de que la suya ha sido una gene-
principales obras de Spencer,91 y tambin es verdad que entonces ralizacin provisoria, quiere decir que se dar cuenta de que an
la guerra contra toda metafsica era la palabra de orden en casi no ha alcanzado el conocimiento adecuado de la cosa; de que la
toda Europa; pero desde cundo las mentes de los grandes pen- suya, pues, no es una verdadera ley, sino una etapa provisoria
sadores toman su forma y su direccin en edad avanzada? Hay de su bsqueda inductiva. Y Marx, consciente como era de la
que recordar que Marx naci en el 18; y que, se le d las vueltas absoluta ecuacin entre pensamiento y realidad, no poda no
que se le quiera dar, fue siempre un hegeliano, formado entre concebir su dialctica si no metafsicamente (lo supiera o no), o
hegelianos y siempre atento a reconciliar sus doctrinas con las sea como la ley interna de las cosas, lo inmanente a la realidad.
del hegelianismo, por ms que luego las quisiera opuestas a ellas. El hallazgo de las as llamadas leyes de tendencia es propio de
la lgica inductiva, no de la nica que Marx conoci y estudi: la
Ningn otro pensador ha tenido en nuestro siglo, fuera del lgica hegeliana, lgica esencialmente metafsica.
crculo hegeliano, tanta premura en encontrarse con Hegel! Y
finalmente es preciso notar que en estos fragmentos sobre Feu- Ahora bien, podemos aceptar, si se quiere, el ritmo de la dialc-
erbach en los que hay tanta filosofa y metafsica, se encuentra tica econmica de Marx como un resultado de observacin, una
ya, segn la declaracin del mismo Engels92 (que ciertamente provisoria generalizacin, una ley de tendencia; pero lo cierto es
tuvo mucho menor simpata que Marx por la metafsica y el he- esto: que l, aun habindolo alcanzado por observacin pre-
gelianismo), der geniale Keim der neuen Weltanschauung [el
germen genial de la nueva concepcin del mundo], es decir, de 93 Cfr. Per la interpretazione e la critica..., p. 79. Al finalizar ese pasaje,
Croce remite al captulo XIII de la primera seccin del Anti-Dhring de
Engels (que lleva por ttulo Dialctica. Negacin de la negacin), y cita
en alemn la ltima oracin del siguiente pasaje de Marx: Ciertamen-
91 Op. cit., [carta VII] pp. 95 y ss. (trad. franc., pp. 126 y ss.). N. de G.G. te, el modo de exposicin debe distinguirse, en lo formal, del modo de
[Herbert Spencer (1820-1903) fue un pensador positivista ingls, creador investigacin. La investigacin debe apropiarse pormenorizadamente de
de un sistema de filosofa evolucionista que tuvo una considerable difu- su objeto, analizar sus distintas formas de desarrollo y rastrear su nexo
sin en la Europa de finales del siglo XIX, tambin dentro de las filas del interno. Tan slo despus de consumada esa labor, puede exponerse
socialismo. N. de M.C.] adecuadamente el movimiento real. Si esto se logra y se llega a reflejar
92 En la ya referida Nota preliminar (Vorbemerkung) a la edicin de su idealmente la vida de ese objeto, es posible que al observador le parezca
Ludwig Feuerbach y el fin de la filosofa clsica alemana como libro estar ante una construccin apriorstica. Marx, El capital, I, p. 19 [eplogo
(1888). N. de M.C. a la segunda edicin (1873)]. N. de M.C.
supuesto de todo saber, no lo entendi y no poda entenderlo, la individualidad; y la vida de la sociedad (= el individuo social,
por la disciplina inherente a su mente, si no como ley absoluta, todos los individuos sociales) est en su negacin: en la lucha de
ritmo necesario de la ntima sustancia de la realidad. La determi- clases. El hombre social produce, y qu produce? El capital. He
n, es cierto, a posteriori; y cmo poda ser de otra manera, si aqu por una parte el sujeto y por la otra el objeto: las fuerzas
esta sustancia de la que pretendi descubrir la dialctica era el productivas de un lado y los productos, el capital, del otro; luego
hecho econmico, que tiene, como todo otro hecho, su historia? las formas jurdicas. La praxis se invierte [si rovescia], y las fuerzas
Pero, en cambio, la concibi a priori; y esto es lo que importa. productivas se modifican y crecen; y creciendo entran en contra-
Y en esta mezcla de a priori y a posteriori, como ya creo haber diccin con las formas jurdicas ya fijadas con respecto a otra pra-
demostrado, consiste el vicio radical de su concepcin histrica. xis. Pero dado que en la praxis est lo indefectible, la necesaria
realidad, el desarrollo no puede detenerse; y as la lucha de cla-
La concibi a priori, vale decir, crey descubrir en la realidad ses es determinada por el conflicto entre las fuerzas productivas
contingente la realidad absoluta, que por su propia constitucin y las formas de produccin, o el derecho, como se prefiera. De ah
tiene un ritmo real y racional de desarrollo, que recupera con la surge la lucha de clases, la cual es, por tanto, el aspecto histrico
dialctica de la Idea hegeliana. de un hecho fundamental y constante de la vida: la praxis.
Se debe pensar la esencia individual, haba dicho Feuerbach, La praxis implica sujeto y objeto; por ende, contradiccin y conci-
como suma de necesidades materiales del individuo. Pero este liacin que vuelve a una contradiccin siempre mayor por efecto
individuo, observa Marx, es un individuo social, no aislado; y por del desarrollo del sujeto. El cual por su naturaleza no puede
tanto sus necesidades, en cuanto necesidades materiales, son vivir si no es en la sociedad, y por tanto en la historia. A veces
necesidades econmicas. Ahora bien, este individuo, sujeto ma- la lucha de clases es spera, a veces se advierte slo apenas, a
terial de la praxis que debe satisfacer tales necesidades, tiene un veces no se advierte en absoluto, segn los diversos momen-
objeto ntimamente conectado consigo mismo. tos del ritmo dialctico. En la negacin es apenas advertida al
principio y se advierte luego cada vez ms, hasta que llega al
Y esta conexin consiste en la praxis originaria que, produciendo conflicto ms grave, cuando se hace necesaria la negacin de
al objeto, forma la sociedad y la historia, por la cual se invierte la negacin, por la cual empieza a decrecer hasta que otra vez
[si rovescia], y se desarrolla por negacin de la negacin. Este deja de ser advertida, para luego recomenzar otra vez el ritmo
procedimiento suyo deja de ser un a posteriori, y es ms bien un precedente, apenas lograda la conciliacin. La infatigable praxis
autntico a priori. Porque no hay historia sin esta praxis; y, por es el impulso perpetuo de este subir y bajar de la historia por la
otra parte, esta praxis no se puede entender racionalmente sin parbola de su desarrollo; mientras que los individuos sociales
ese ritmo de desarrollo. La dialctica de la historia no puede, en- nacen y mueren, permanece inmortal la sociedad, el gran sujeto
tonces, no ser un esquema a priori en el pensamiento de Marx. de la praxis en la historia.
Adems, en el entendimiento del autor ella no explica slo el
pasado y el presente, sino que debe servir para la explicacin de La sociedad educadora, segn el ejemplo de Marx en los frag-
toda la historia, como de toda la praxis; y por tanto tambin del mentos sobre Feuerbach, se educa a s misma; pero sociedad
futuro, sobre el cual ningn mortal puede decir nada de cientfi- educadora y sociedad educada entran en contradiccin entre s;
co si no es precisamente a priori. y de ah los laudatores temporis acti,95 de ah los discpulos rebel-
des ante los maestros, los viejos que no entienden a los jvenes,
Veamos un ejemplo. Segn el materialismo histrico, la historia stos que les vuelven la espalda para mirar al futuro. He aqu la
es una lucha de clases. Pero yo estara tentado a decir, escribe contradiccin perpetua de la vida. Y al final qu ocurre? Que
Croce, que la historia es lucha de clases: 1 cuando existen las los jvenes tienen siempre (en general, se entiende) razn sobre
clases; 2 cuando tienen intereses antagnicos; 3 cuando tienen los viejos, los discpulos superan a los maestros, y la sociedad
conciencia de este antagonismo. Lo que dara como resultado, educadora de la nueva generacin no es ms aqulla. La praxis
en el fondo, la humorstica igualdad segn la cual la historia ha sido siempre idntica: la educacin. Pero la nueva sociedad
es lucha de clases slo cuando es lucha de clases!.94 Tambin educa diversamente, tiene otros principios de educacin, que no
aqu yo considero que Marx protestara contra tal interpretacin niegan los de la sociedad precedente, o no los niegan simple-
de su doctrina: 1 porque no hay historia, segn l, sin clases; mente; antes bien los niegan superndolos, perfeccionndolos.
2 porque la divisin en clases conlleva intereses antagnicos; La sociedad, como educadora, ha con-crecido [ concresciuta].96
3 porque la conciencia del antagonismo no puede faltar donde
existe el antagonismo. Aplquese el ritmo de la praxis derivada de la educacin a la
praxis fundamental de la vida econmica, y se entender cmo,
En efecto, cul es el concepto de la lucha de clases en Marx? Es del mismo modo que no slo antes de Horacio, sino tampoco
la negacin de la identidad primitiva, lo que en la trada hegelia- despus han faltado, ni faltarn nunca los fastidiosos o melan-
na se presenta como el no ser del ser. La vida del ser est en el clicos alabadores del buen tiempo antiguo, as, ms o menos,
no ser; as la vida del individuo est en la sociedad, negacin de
95 La frase exacta de Horacio (Ars poetica, 173) es: laudator temporis acti, o
94 Mem. cit., p. 25. N. de G.G. [Cfr. Per la interpretazione e la critica..., sea, alabador del tiempo pasado. N. de M.C.
p. 80. N. de M.C.] 96 Ver nota 52. N. de M.C.
nunca han faltado y tal vez si no interviene una profunda re- clases con intereses opuestos la razn de la conciencia que cada
volucin de la vida social nunca faltarn los explotadores y una de ellas debe tener de su propia finalidad o, dicho de otro
los explotados, y la consiguiente lucha de clases. modo, de sus propios intereses.
Por lo tanto, la historia, o sea el progresivo desarrollo de la pra- En ntima conexin con estas observaciones se halla otro argu-
xis, no puede no producir la divisin de la sociedad en clases, y mento de Croce tratado, con su habitual agudeza, en un pargra-
un antagonismo correlativo de intereses. Los explotados son el fo titulado: Sobre la conciencia cientfica frente a los programas
sujeto de la praxis, los explotadores el objeto. stos multiplican sociales;100 cuya conclusin sera puramente escptica: Frente
a aqullos por el invertirse [rovesciarsi] de la praxis, etc. Cmo al futuro de la sociedad, frente a los caminos a seguir, es nece-
renunciar a la dualidad de sujeto y objeto? Bien que renunciaba sario repetir con Fausto: quin puede decir yo creo? quin
a ella, o habra podido hacerlo, el viejo materialismo abstrac- puede decir yo no creo?.101 Ser sta una angustia de los hom-
to, que de hecho representaba el punto de vista de la sociedad bres de pensamiento, pero las grandes personalidades histricas
burguesa;97 porque conceba al objeto como subsistente por s siempre se han caracterizado por su gran osada, y no por una
mismo, independientemente del sujeto, ya formado y listo, no visin anticipada y cientficamente segura de los resultados. En
producido gradualmente por una continua praxis; al punto que conclusin, no es posible deducir un programa prctico a partir
el sujeto se reduca a una pura pasividad, a no hacer nada, a ser de proposiciones de pura ciencia, y por lo tanto tampoco a partir
absolutamente intil. Este es precisamente el concepto que el del materialismo histrico. Lo cual podra coincidir con el cita-
burgus tiene del proletario.98 Todo est en el capital, en el di- do enunciado de Marx, de que no es la conciencia del hombre
nero: el dinero hace dinero. Tampoco se entiende que el capital lo que determina su ser social, sino ste a aqulla; puesto que
es produccin del proletario, esto es, que el objeto es praxis, la perfecta conciencia del proletariado moderno se determina
obra continua del sujeto.Por eso yo digo que Marx, adversario y precisamente en la ciencia (en el materialismo histrico). Pero
crtico severo del materialismo intuicionista (anschauende Ma- la consecuencia que de all deduce Croce contradice a la intui-
terialismus) u objetivista, como se prefiera, habra protestado cin materialista de Marx. El programa no es impuesto por la
contra la interpretacin o limitacin que Croce hace de su con- doctrina; la conviccin cientfica no basta: se requiere la audacia
cepto de lucha de clases, reducida a un simple hecho accidental. histrica. De este modo, si una proposicin estrictamente cient-
Interpretacin que slo se puede fundar en la negacin o en la fica fuese la primera causa eficiente de un movimiento prctico
falsa inteligencia de la praxis inmanente, generadora necesaria histrico, lo primero ya no seran los sentidos, sino el intelecto.
de la sociedad, de la historia y de sus eternas contradicciones. Y sta sera evidentemente la ms flagrante contradiccin en la
Finalmente, Croce objeta que si estas clases con intereses anta- que podra caer el materialismo histrico. Cmo esta doctrina
gnicos no tienen conciencia de tal antagonismo, no es posible ya lo preguntbamos en otra oportunidad, que presume de
que la lucha estalle, y por tanto las clases con intereses opues- explicar con el hecho sensible (= praxis) de la satisfaccin de las
tos no estn en lucha. Pero quien acepta una de las primeras necesidades, y por tanto en base a las reales relaciones econmi-
proposiciones del materialismo histrico: no es la conciencia cas en las que entra el individuo que vive en sociedad, la totali-
del hombre la que determina su ser, sino, por el contrario, su dad de la historia, hasta en sus ms altas y nobles ideologas, no
ser social es lo que determina su conciencia,99 no puede ver en va a explicar a travs del mismo principio este hecho general de
esta objecin dificultad alguna. Porque, en realidad, si es as, no nuestro tiempo, que es la conciencia terica y tica del socialis-
puede no haber perfecta adecuacin entre una clase social y su mo, y en particular los especiales movimientos polticos en que
conciencia: ya que cada una tiene sus necesidades econmicas, y esta conciencia se desarrolla? La ciencia es un reflejo, un efecto,
para satisfacerlas desarrolla esa praxis que es hacer y conocer al no la causa de la prctica [pratica]. La realidad sustancial est en
mismo tiempo. El modo en que cada clase provee a sus propias la praxis, a la que luego corresponde en la mente de los hombres
necesidades es determinado en la prctica, y as determinndose una especial forma de conciencia y de ciencia; la cual podr, a lo
se determina en el pensamiento. sumo, obrar sobre la realidad por un proceso de praxis invertida
[prassi rovesciata]. Pero el principio primero estar siempre en
As que est en el hecho mismo de la escisin de la sociedad en la vida, en la realidad econmica.
97 Cfr. los fragmentos 9 y 10. N. de G.G. [Cfr. Marx, Tesis sobre Feuer- Ahora bien, acaso es conciliable con tal intuicin el escepti-
bach [E], p. 9. N. de M.C.]
cismo de Croce? Considerado absolutamente, el escepticismo
98 Una vez ms, Gentile confunde la parte de pasividad que es propia del
conocimiento sensible o emprico, con la pasividad en la prctica. O bien, no puede ser parte de un sistema metafsico; por el contrario,
dicho de otro modo, confunde la actividad prctica, objetiva, transfor- supone siempre una crtica a los sistemas metafsicos. Y ya se
madora del objeto material, con una actividad cognitiva objetivante, que ha demostrado cmo la intuicin de Marx es por su naturaleza
sera por completo creadora de ese objeto. Su propio concepto del pro-
letario es, por tanto, el de un espritu absoluto o, por lo menos, el de un metafsica, aferrando en la realidad inmanente a los variados fe-
filsofo especulativo. Ver notas 14 y 25. N. de M.C. nmenos que la historia nos presenta en su curso. En este caso
99 Marx, Zur Kritik d. pol. Oek., Vorrede; cfr. Una critica [del materialismo particular, pues, est claro que Marx ciertamente no habra he-
storico], pp. 25 y ss. N. de G.G. [El autor cita aqu el famoso Prlogo
(Vorwort, y no Vorrede) de la Contribucin a la crtica de la economa
poltica (1859), y luego remite de nuevo a su ensayo precedente. N.
100 Cfr. Per la interpretazione e la critica..., pp. 86-95. N. de M.C.
de M.C.] 101 Cfr. ibid, p. 94, y J. W. Goethe, Fausto, I, El jardn de Marta. N. de M.C.
cho suyas las ansiosas palabras de Fausto. El creer y el no creer Tambin para Sorel, Carlos Marx fue un hombre de accin,105
presuponen esa oposicin absoluta entre sujeto y objeto que movido, especialmente al principio, ms por el instinto revolu-
es justamente criticada y refutada por el pensador de Trveris. cionario que por la inteligencia; un hombre de esos que sienten
En cambio, cuando el objeto es obra del sujeto, el hacer coinci- siempre un gran rechazo por analizar sus propias ideas y no
de con el conocer, y entonces ya no puede ser una cuestin de logran establecer claramente la distincin entre las hiptesis
creencia. Y si este sujeto, por necesidad dialctica de su praxis capaces de convencer con (sic) las que se pueden demostrar.106
en la que est su vida real debe producir un objeto dado, y Ya hemos visto cun infundada es tal opinin.
es en tanto que lo produce, el escepticismo es imposible.
Sin embargo, segn Sorel, Marx est lejos de ser una mente
Segn Marx, la sociedad actual tiene dentro de s una contradic- disciplinada con rigor filosfico. Marx se dej llevar ms de
cin, que es la razn necesaria y suficiente de la conciliacin que una vez por esperanzas quimricas;107 y esto a menudo ocurre
ser propia del orden comunista. Se puede permanecer en esa cuando Marx afirma bajo forma cientfica alguna transformacin
contradiccin? No, porque el desarrollo de la praxis es dialcti- social, como si sta debiera seguirse por una ley necesaria. So-
co; y la praxis no puede detenerse, porque ella es la verdadera y rel se asocia con Vandervelde,108 quien, en una conferencia cele-
la nica sustancia de la realidad histrica: la sustancia que nunca brada en Pars por el quincuagsimo aniversario del Manifiesto
puede ni podr faltar. Y no puede haber ni sombra de duda sobre [Comunista], dijo que han sido desmentidas por la experiencia
la marcha y sobre el hecho de tal praxis, porque somos noso- las tres grandes leyes proclamadas por Marx en 1847: la ley de
tros su sujeto: nosotros mismos los que hacemos la historia. La bronce de los salarios, la ley de la concentracin capitalista y la
ciencia no puede separarse de lo hecho;102 y por eso no somos ley de la correlacin entre poder poltico y poder econmico. l
nosotros los que hablamos como opuestos a las cosas que se ha- [Sorel] opina que estos enunciados ni siquiera para Marx tenan,
cen, sino que son, por as decir, las cosas mismas en su hacerse. si se toman las palabras cum grano salis [con un grano de sal],
un valor absoluto. Y lo mismo hay que decir de esa otra ley por
Estamos de acuerdo con Croce en la consideracin de que son la cual en 1850 Marx anunci que una nueva crisis econmica y
enormes los abusos que habitualmente se hacen de la palabra general hara estallar una nueva revolucin.109
Ciencia.103 Pero tambin es preciso convenir en que, si hay una
realidad inconsciente prctica dialctica, de la que no llega a la Pero, al mismo tiempo, Sorel tambin piensa que los marxistas
conciencia ms que un reflejo, nunca es posible que un reflejo son vctimas de la ilusin dialctica y han razonado como idealis-
de conciencia opinin y ciencia no sea el exacto correspon- tas sin darse cuenta.110 Cuando, en cambio, se debera reflexio-
diente y la traduccin en lenguaje intelectual o ideolgico de nar sobre la profunda diferencia entre el mtodo abstracto del
lo que en el hecho, en la sociedad, est por la fuerza misma fsico y el del socilogo. Las leyes que alcanza el fsico son obje-
de las cosas in fieri [en proceso]. Esto me parece irrefutable, tivas, independientes de nuestro arbitrio, de valor absoluto. Los
una vez admitido el principio. Del mismo modo, admitido como principios generales, los rasgos dominantes que son fijados por
cientficamente exacto el principio, tampoco puede denegarse el el socilogo, en cambio, son esquemas, reducciones de un valor
ttulo y el grado de ciencia a este socialismo que precisamente puramente subjetivo y con un fin simplemente regulativo; por-
en virtud de esta apodctica afirmacin del futuro presume de que ayudan al socilogo en sus siguientes investigaciones, en las
contraponerse a todas las intuiciones comunistas anteriores, a aplicaciones a cuestiones particulares. Pero hay que guardarse
las que denomina utpicas. de tomar estas abstracciones y reducciones de la sociologa por
leyes necesarias del orden histrico. Por lo tanto, de cuando en
Me parece, por tanto, que ni una sola de las observaciones de cuando, sera preciso definir el objetivo por el cual hacemos es-
Croce invalida mi interpretacin histrica del materialismo hist- tas abstracciones y recurrimos a los esquemas, que son ni ms ni
rico como filosofa de la historia.
Con mayor brevedad podr deshacerme de un escrito reciente necesidad y el fatalismo en el marxismo, trad. M. L. Snchez Garca, en
de Sorel, quien, aceptando las ideas de Croce ya discutidas, ha G. Sorel, El marxismo de Marx, ed. J. I. Lacasta Zabalza, Madrid, Talasa,
1992, pp. 83-109 (aqu 83). N. de M.C.]
querido investigar por su parte si el concepto de una evolucin
necesaria y de un fatal porvenir se desprende, o no, de cuanto 105 La necesidad y el fatalismo..., p. 84. N. de M.C.
Marx ha escrito.104 106 Se maravillar el lector de la extraa lengua en que se encuentra expre-
sado en este artculo el pensamiento de Sorel. El cual evidentemente
ha sido traicionado por el traductor [G. Vailati], que, aunque es doctor
y tambin profesor, le hace decir, por ejemplo, desde la primera pgina:
Yo creo con l...! y otras cosas revolucionarias y peregrinas. N. de
102 Cuando Croce escribe lo deseable no es ciencia, y no es ciencia lo fac- G.G. [Cfr. La necesidad y el fatalismo..., pp. 83-84. N. de M.C.]
tible (p. 35), niega los fundamentos mismos de la filosofa de la praxis.
N. de G.G. [Cfr. Croce, Per la interpretazione e la critica..., p. 92. N. 107 Cfr. La necesidad y el fatalismo..., p. 86. N. de M.C.
de M.C.] 108 mile Vandervelde (1866-1938): abogado y poltico socialista belga. Fue
103 Cfr. ibid. N. de M.C. uno de los fundadores del Partido Obrero Belga (1885), del que se con-
virti en terico y lder. N. de M.C.
104 La necessit e il fatalismo nel marxismo, [trad. del Prof. Dr. Giovanni
Vailati] Torino, Roux e Frassati, 1898 (extrado de Riforma Sociale [ao
109 Cfr. La necesidad y el fatalismo..., pp. 86-88. N. de M.C.
V, fasc. 8, agosto de 1898]), p. 3. N. de G.G. [Versin en castellano: La 110 Cfr. ibid., p. 89. N. de M.C.
menos que correlaciones imaginarias de la realidad sociolgica industrial118 una prueba del determinismo histrico de Marx.
inaccesible al entendimiento (p. 7).111 Se trata, segn l, de una constatacin aproximada. El contex-
to hace evidente que Marx tena simplemente la intencin de
Estos esquemas, pues, tienen un valor puramente simblico, y mostrar, a trazos gruesos, como a una gran transformacin de
hay que entenderlos con mucha discrecin; son frmulas del las fuerzas productivas corresponde una gran transformacin en
sentido comn, indispensables porque la ciencia es demasiado toda la sociedad.119 Pero, en cambio, en este enunciado tan sim-
abstracta para poder guiar la accin.112 As son tambin las leyes ple se ha querido encontrar la expresin de principios profundos,
marxistas, fijadas en forma rigurosa y sistemtica por una finali- se ha sacado la frase de contexto y se la ha querido considerar
dad pedaggica, para ayuda del automatismo psicolgico de la aparte como la enunciacin abstracta de una gran ley histrica;
memoria, que siempre tiene necesidad de estas umbrae idearum se ha dicho que, segn la opinin de Marx, las fuerzas producti-
[sombras de las ideas] como deca Giordano Bruno,113 que de vas determinan las relaciones sociales en virtud de una ley an
eso saba mucho de estas frmulas despojadas de un verda- desconocida, pero que la ciencia encontrar ms tarde.120
dero valor cientfico, pero muy oportunas para el uso prctico,
al que estn dirigidas. Se ha observado frecuentemente que los La prudencia exegtica de Sorel es por s misma digna de los
dogmas ininteligibles provocan fcilmente actos heroicos. Es in- mayores elogios; pero tal como la aplica a Marx demuestra so-
til discutir con personas habituadas a conducir todo a grandes lamente que Sorel se ha quedado fuera del espritu filosfico
principios que no evocan ninguna imagen real []. Sera pueril del maestro. Cmo? No ha escrito Marx que el modo de pro-
condenar unos procesos que tienen su raz en las leyes de nues- duccin de la vida material determina primero y sobre todo el
tra mente; pero la crtica no debe confundir jams los procesos proceso social, poltico e intelectual de la vida, en aquel clebre
del sentido comn con los de la ciencia.114 pasaje del prlogo a la Crtica de la economa poltica,121 que
es citado por todos?122 Y no es precisamente una afirmacin
Es preciso tener presentes estas consideraciones para entender general la ejemplificada por Marx en las palabras que acaba-
en modo genuino el pensamiento de Marx, cuyos enunciados mos de citar de su Misre? Donde inmediatamente antes haba
son siempre reducciones subjetivas, hechas con una finalidad dicho: Las relaciones sociales estn ntimamente ligadas a las
pedaggica o de propaganda, y por tanto de valor relativo y de fuerzas productivas. Adquiriendo nuevas fuerzas productivas,
exactitud aproximada. No se puede pretender que los esquemas los hombres cambian su modo de produccin, y cambiando el
de Marx expresen la accin de una ley desconocida que gobier- modo de produccin, el modo de ganarse la vida, cambian todas
na la marcha de la historia,115 cuando son descripciones suma- sus relaciones sociales.123
rias realizadas con mecanismos de sentido comn con vistas a
determinadas conclusiones prcticas, sin ninguna pretensin de Puede resultar cmodo interpretar las doctrinas declarando a
rigidez cientfica.116 una parte de sus enunciados como escoria o forma accidental,
exterior y caduca, y a otra como sustancia real y vital. Pero esto
Y Sorel examina luego algunos puntos particulares y algunas debe justificarse. No basta con afirmar, as a priori, que Marx ha
frmulas del marxismo, para probar que no puede tratarse, en querido hablar aproximadamente y no con rigor filosfico, cuan-
ningn caso, de una determinacin necesaria en el proceso de do l siempre ha tenido cuidado de partir de premisas generales,
los acontecimientos histricos. y de no aplicar a los casos particulares su anlisis si no es para
volver a elevarse a nuevas sntesis comprensivas; pues l ha sido
No vale la pena discutir cada una de las interpretaciones que un filsofo adems de un economista y un historiador; y toda
Sorel, desde su punto de vista, propone de los pasajes que cita su mente, en definitiva, se ha mostrado siempre impregnada de
y de los conceptos de Marx que menciona. El error de su mismo un fuerte espritu especulativo. Lo cierto es que l habra recha-
punto de vista se demuestra a partir de todo lo que se ha dicho zado un discpulo que no hubiera querido admitir con l, como
antes en torno a las tendencias especulativas de la mente de proposicin cientfica, que el modo de produccin de la vida
Marx y de toda su filosofa. l, por ejemplo, no quiere reconocer material determina primero y sobre todo el proceso social, po-
como el prof. Carlos Andler,117 en esa frase incisiva de Miseria ltico e intelectual de la vida, y que no hubiera sabido ver en el
de la filosofa el molino movido a brazo os dar la sociedad
del seor feudal; el molino de vapor, la sociedad del capitalista 118 Ver Marx, Misre de la philosophie, Paris [V. Giard & E. Brire], 1896,
p. 151. N. de G.G. [Edicin en castellano: Miseria de la filosofa. Res-
111 Cfr. ibid., pp. 89-90. N. de M.C. puesta a la Filosofa de la miseria de Proudhon, Mxico, D. F., Siglo
112 Cfr. ibid., pp. 90-91. N. de M.C. XXI, 1987, p. 68. La publicacin original, en francs, data de 1847. N.
113 Cfr. De umbris idearum (1582); versin castellana: Las sombras de las de M.C.]
ideas, trad. J. Ravents, Madrid, Siruela, 2009. N. de M.C. 119 Cfr. Sorel, La necesidad y el fatalismo..., pp. 92-93. N. de M.C.
114 Cfr. Sorel, La necesidad y el fatalismo..., p. 91. N. de M.C. 120 Cfr. ibid., p. 93. N. de M.C.
115 Cfr. ibid., 92. N. de M.C. 121 Cfr. Contribucin a la crtica de la economa poltica (1859). N. de M.C.
116 Cfr. ibid., 94. N. de M.C. 122 Ver tambin ms arriba, p. 24. N. de G.G. [Referencia a Una critica del
117 Charles Andler (1866-1933), reconocido germanista francs que particip materialismo storico, ver nota 72. N. de M.C.]
tambin en el debate sobre el socialismo de finales del siglo XIX e inicios 123 Misre de la philosophie, p. 151. N. de G.G. [Cfr. Miseria de la filoso-
del XX. N. de M.C. fa, p. 68. N. de M.C.]
ejemplo de los molinos referido ms arriba una ejemplificacin se concibe la necesidad (fatalidad) como una hipstasis con res-
tpica de esa ley. pecto a la sucesin de los fenmenos; una ley superior y externa
a las cosas, que regula ab extra [desde fuera] su marcha. Este
Pero Marx habra elegido bastante mal el ejemplo, observa ciertamente no es el pensamiento de Marx, que, como vimos,
Sorel; ya que el molino movido a brazo subsiste en pases re- ya a los 19 aos haba pasado de la trascendencia a la inmanen-
gidos con diversos sistemas, y est lejos de ser verdad que sea cia; y ya no volvi hacia atrs, sino al contrario, de Hegel pas
caracterstico del rgimen feudal o de cualquier otra forma de a Feuerbach precisamente para sustituir nuevamente (segn su
civilizacin determinada.124 Observacin buena solamente para modo de ver) lo abstracto por lo concreto. Ahora bien, la ne-
probar cun difcil es elevarse de las observaciones empricas a cesidad propia de las cosas mismas, la necesidad inmanente a
las consideraciones filosficas sobre la historia. Qu importa, la historia, no es fatalismo, como tampoco es verdaderamente
en lo que respecta a la filosofa de la historia, que en el siglo XIX determinismo. El fatalismo supone el hado [fato] superior a los
vuelva a florecer, a contramarcha de los tiempos, el tomismo? hombres; pero all donde son los hombres mismos (no los hom-
No se trata de que la Escolstica sea una filosofa de los tiem- bres abstractos, sino los hombres concretos, sociales) los que
pos modernos, despus de Bacon y Descartes; sino slo que hay hacen la historia, no existe otra energa ms que la praxis que
gente que no entiende su propio tiempo, que niega la historia es el hacer de ellos mismos. Es cierto que la sociedad presiona
y vive en el Medioevo incluso en el siglo decimonoveno. Pero sobre ese hacer y le da una direccin, pero la sociedad misma es
no por eso puede decirse que la historia se detenga; sino slo un producto de ese hacer.
que hay gente que sale de la carretera principal, se da la vuelta
y regresa para rehacer desde el inicio ese tramo de la ruta que La cuestin del fatalismo en la concepcin histrica de Marx ha-
no se ha percatado de haber hecho. En medio de la sociedad ba sido agudamente tratada por Stammler126 en su renombrado
capitalista del siglo burgus subsiste no slo el rgimen feudal, libro Economa y derecho segn la concepcin materialista
sino tambin el rgimen ms o menos larvado de la esclavi- de la historia, que Sorel habra debido conocer. Ya en 1896 este
tud. Qu quiere decir eso? Que en algunos pases, por parte de autor notaba que el materialismo histrico por l considerado
algunos hombres, no se ha seguido el gran curso de la historia. como una filosofa de la historia no es en absoluto un siste-
Se dice (y quin podr negarlo?) que la Revolucin francesa ma fatalista.127 La creencia homrica, escriba, por la cual cada
cambi la cara al mundo civil. Pero quin se maravilla de que en hombre tiene preestablecida la meta de su vida, en un modo fijo
ciertas regiones y en la cabeza de cierta gente todava no haya y absoluto, sin que sea posible levantar el velo que envuelve el
penetrado, despus de cien aos, ninguna de las grandes ideas inevitable curso de los acontecimientos, dado que corresponde
que el 1789 proclam y quiso realizar en la conciencia de los a la infancia del intelecto, se encuentra en este perodo en gen-
pueblos modernos? La filosofa de la historia slo puede prestar tes de los tiempos ms diversos y entre las circunstancias ms
atencin a los progresos de eso que Hegel llamaba el Espritu variadas, tanto en los mahometanos devotos de Al como en los
del mundo ahora caricaturizado, tal vez sin ser entendido, hombres de cultura inferior de los pases occidentales de Euro-
de eso que Marx habra llamado la materia prctica del mundo. pa. Pero no tiene nada que ver con la filosofa del materialismo.
Qu le importa a l que, por ej., en gran parte de Sicilia est Esta filosofa parte del comn principio de causalidad; acepta la
todava en vigor una especie de rgimen econmico feudal? Eso proposicin non datur fatum [no existe el hado], y se funda en
no quita que en la historia de Europa, en la que se manifiestan el principio de que no existe una necesidad natural ciega, sino
las directas consecuencias de la Revolucin francesa, la presente una necesidad condicionada y por tanto inteligible []. Pretende
sea la era burguesa y capitalista. captar la regular necesidad de los fenmenos econmicos segn
la ley de causalidad y en ella fundar la ley universal de la vida
Tampoco creo que Andler se haya equivocado al ver en aquella social []. Adems, la concepcin materialista de la historia tam-
frase de la Misre de la philosophie una prueba del determi- poco quiere ser fatalista en el sentido de aceptar la ley cientfi-
nismo histrico de Marx. Pero, por otra parte, es preciso enten-
derse sobre [el sentido de] esta necesidad, segn la expresin de
y terico del socialismo libertario (cfr. G. Berti, MERLINO, Francesco
Sorel, o fatalismo de la historia en el marxismo.125 Habitualmente Saverio, Dizionario Biografico degli Italiani, vol. 73, Roma, Istituto
dellenciclopedia italiana Treccani, 2009), http://www.treccani.it/enciclo-
124 Cfr. La necesidad y el fatalismo..., p. 93. N. de M.C. pedia/francesco-saverio-merlino_(Dizionario-Biografico)/). N. de M.C.]
125 Tambin en su prefacio a Formes et essence du socialisme, de S. Merli- 126 Rudolf Stammler (1856-1938): jurista y filsofo del derecho alemn.
no (Paris, Giard y Brire, 1898, [pp. I-XLV, aqu:] pp. IX-X), Sorel combate N. de M.C.
la idea de la fatalit de la solution annonce par Marx; y escribe que 127 Wirtschaft und Recht nach der materialistischen Geschichtsauffas-
Engels avait beaucoup contribu fausser le principe marxiste, en intro- sung, eine sozialphilosophische Untersuchung (Leipzig [Veit & Comp.],
duisant une philosophie de lhistoire quil appelait dialectique, quil na pas 1896), p. 37: Die materialistische Geschichtsauffassung ist nicht als ein
jamais justifie et quil est fort dicile de comprendre. As que, segn System des Fatalismus gemeint. N. de G.G. [Edicin en castellano: R.
Sorel, Marx no haba hablado de dialctica, y Engels escribi arbitraria- Stammler, Economa y derecho segn la concepcin materialista de
mente en el Anti-Dhring esos dos captulos (XII y XIII de la primera la historia: una investigacin filosfico-social, trad. W. Roces (Madrid:
parte) sobre la Dialctica, uno de los cuales puede leerse traducido en Ed. Reus, 1929). Benedetto Croce escribi una larga resea de este libro
las cartas de Labriola a Sorel, en el volumen Discorrendo di filosofia e aparecida en noviembre de 1898 en el Devenir Social, ao IV, n 11, pp.
socialismo. N. de G.G. [El autor confunde el ttulo del Labriola, Dis- 804-816, con el ttulo Le livre de M. Stammler, y luego incluida como Il
correndo di socialismo e di filosofia. Francesco Saverio Merlino (1856- libro del prof. Stammler en Materialismo storico ed economia marxis-
1930) fue un abogado italiano, anarquista militante, crtico del marxismo tica, cap. IV. N. de M.C.]
camente descubierta en el desarrollo de los fenmenos econ- de Marx, tenemos poco que discutir. Pero resulta til relevar
micos como un destino ineluctable para toda sociedad humana, hasta qu punto este marxista no logra captar plenamente el
que sea necesario sufrir sin alterarse en absoluto, y, sobre todo, significado de la doctrina, porque entonces se trata de interpre-
contra el cual no sea posible ofrecer la ms mnima ayuda. Por tacin y no de crtica. Y en general puede ser oportuno observar,
el contrario, la concepcin materialista de la historia admite ge- para los socialistas que trabajan en torno a la exposicin y a la
neralmente que el hombre es capaz de volver tiles a los propios elaboracin crtica del marxismo, que el pensamiento de Marx
fines las leyes naturales descubiertas cientficamente. Y remite es esencialmente filosfico, y que para entenderlo exactamente
a la vulgar experiencia de la vida cotidiana; y a esta posibilidad es preciso remontarse cuidadosamente a ese hegelianismo que
de usar las leyes para los propios fines la tiene por una cosa ya ellos parodian para imitar al maestro, frecuentemente sin cono-
decidida, tanto que Engels habla incluso de una direccin de los cer nada ms que las caricaturas de aqul hechas por ste.
fenmenos econmicos cientficamente reconocida como medio
para lograr un ordenamiento socialista de la sociedad: Es el sal-
to de la humanidad del reino de la necesidad al de la libertad,
VII
frase de ptimo sonido exterior y de claro contenido positivo.128
Marxismo terico y marxismo prctico
Nada de fatalismo, por tanto, sino conexin necesaria de causa y
efecto; o mejor an, necesidad lgica, racional, porque la causa en
la que se piensa es ms bien una causa final, por ese teleologismo Aqu es oportuno preguntarse: cul es, segn el marxismo, la
que, como observamos, es inmanente a la dialctica de Marx. posicin del socialismo como prctica poltica frente al socia-
lismo como concepcin filosfica? Muchos socialistas, especial-
Tambin el determinismo presupondra una oposicin entre su- mente en Francia y en Italia, se creen en el deber de tomar posi-
jeto y realidad que Marx no admite. El principio de todo el ha- cin respecto del materialismo histrico dado que pertenecen al
cer, de toda la historia est en el hombre en cuanto materia (el partido socialista; quizs son inducidos a tal opinin por el hecho
cuerpo, para vivir, ha de satisfacer sus necesidades fsicas), como de que Carlos Marx fue el corifeo del partido y, al mismo tiempo,
para Hegel estaba en el hombre en cuanto pensamiento, en la el autor de esa doctrina.
Idea. La necesidad, pues, tanto en Marx como en Hegel, se conci-
lia con la libertad, en cuanto proviene del desarrollo espontneo Pero Marx no fue un revolucionario que recurri a la filosofa
de la actividad originaria, segn su propia naturaleza. Por eso yo slo para justificar filosficamente sus propias teoras revolu-
hablara siempre de una dialctica necesaria, no de un fatalismo cionarias, sino que fue tambin un autntico filsofo que por
de la historia, en la concepcin de Marx. sus estudios particulares y por las condiciones histricas se vol-
vi revolucionario. Haba sido filsofo antes que revolucionario,
Por lo dems, con un marxista que escribe:129 Si se quiere que la mientras que corrientemente todos los socialistas militantes son
ciencia acepte lo que hay de cientfico en la obra de Marx, hay revolucionarios mucho antes que filsofos, aun cuando se cui-
que eliminar de ella los contrasentidos, las falsas interpretacio- dan, cuando pueden, de alcanzar y apropiarse esta otra cualidad
nes: tambin hay que completarla y mejorarla,130 nosotros, que del maestro, de mucho ms difcil acceso que la primera. Ahora
aqu buscamos comprender y definir el pensamiento genuino bien, una doctrina filosfica slo se puede criticar filosficamen-
te; las observaciones empricas no la afectan.
128 Op. cit., pp. 38-39. Me complace citar el pasaje que precede a esta propo-
sicin de Engels en el Anti-Dhring (3 ed. Stuttgart, 1894, p. 306): Erst En cuanto al deber que acabamos de mencionar, es preciso una
von da an werden die Menschen ihre Geschichte mit vollem Bewutsein vez ms volver sobre el concepto de la praxis en cuanto forma-
selbst machen, erst von da an werden die von ihnen in Bewegung ge- dora de la sociedad y de la historia. El materialismo histrico es a
setzten gesellschaftlichen Ursachen vorwiegend und in stets steigendem
Mae auch die von ihnen gewollten Wirkungen haben. Cmo es que esta praxis como una crtica refleja; eficaz como la botnica que
se puede siquiera plantear la cuestin del fatalismo para autores que explica cmo de la flor proviene el fruto, puede influir sobre el
escriben as? Ms bien dira que todo esto tal vez no habra podido ser desarrollo de este fruto a partir de la flor. Los hombres hacen una
escrito por Marx, ms rgido que Engels en la concepcin de la dialctica
histrica. N. de G.G. [Son del autor todas las cursivas, tanto en las historia que desemboca en el comunismo; llegados a un cierto
citas de Stammler como en la de Engels, cuya traduccin al castellano punto, se dan cuenta del camino que esta historia viene siguiendo
sera: A partir de ese momento harn los hombres su historia con plena y de la meta hacia la cual se dirige. Pero el hecho de que se den
conciencia; a partir de ese momento irn teniendo predominantemente
y cada vez ms las causas sociales que ellos pongan en movimiento los cuenta de ello o no, es perfectamente intil para el curso de esta
efectos que ellos deseen. Anti-Dhring. La subversin de la ciencia historia que en s mismo est determinado de modo materialis-
por el seor Eugen Dhring, trad. M. Sacristn, Mxico, D. F., Grijalbo, ta. Vale decir: dado que el principio del hacer no es el espritu
1968, p. 280. N. de M.C.]
sino la materia, que lleva en s misma la ley de su desarrollo, la
129 Cfr. Sorel, La necesidad y el fatalismo..., p. 108; las cursivas son de Gen-
tile. N. de M.C. realizacin progresiva de este desarrollo es absolutamente inde-
130 Sorel se muestra todava ms resueltamente heterodoxo en su ms re- pendiente de las determinaciones del espritu, aun cuando ste se
ciente artculo: Marxismo e Scienza sociale, en Rivista italiana di So- determine por la concepcin materialista de la historia.
ciologia (enero 1899), ao III, fasc. I, pp. 69-81. N. de G.G. [Este artculo
fue luego incluido en G. Sorel, Saggi di critica del marxismo, ed. V. Rac-
ca, Milano-Palermo-Napoli, R. Sandron, 1903, pp. 169-188 N. de M.C.] Pero si bien esto es as por un lado, por otro, en cambio, dado
que el hacer es al mismo tiempo conocer, era necesario que a acepten la parte que deben hacer penetrar en la conciencia del
un cierto punto de la praxis histrica correspondiera la concep- proletariado, donde deben hacer que se vuelva poderosamente
cin materialista de la historia; la cual, en efecto, es o quiere sugestiva y operativa.
ser la doctrina de un hecho histrico que se est madurando
en el seno de esta sociedad capitalista en medio de la cual ha Tal es la posicin del socialismo prctico respecto del materialis-
germinado. Y entonces se hace evidente que esta doctrina, una mo histrico, entendida segn los principios de ste.
vez formulada, producto ella misma de la praxis, reacciona sobre
el sujeto de la praxis, sobre la sociedad que se desarrolla, por el Mientras tanto, podra extraerse una objecin de lo que se acaba
proceso ya descripto de la praxis que se invierte [si rovescia]. He de decir. Si la praxis se invierte [si rovescia], y las ideas obran
aqu, pues, la necesidad de estudiar y de entender exactamente en la historia, entonces la misma explicacin materialista de la
el materialismo histrico por parte de los socialistas, que repre- historia no es muy rigurosa. Ya en otra oportunidad formul esta
sentan el sector ms enrgico y operativo ms radical de la objecin, escribiendo: Se observa que algo que contribuye a qui-
sociedad, la cual debe encaminarse al comunismo para resolver tarle rigor (a la concepcin materialista) son tanto las agitacio-
las contradicciones que la atormentan. De otro modo no se cum- nes conscientes de propaganda, por las que se procura acelerar
ple la perfecta inversin [rovesciamento] de la praxis, que es lo la llegada del orden comunista, como los ideales morales que
nico que hace posible que el sujeto de sta alcance un grado deben seguir las verdaderas ideas socialistas, ideales que son en
superior de desarrollo. La sociedad se cambiar inevitablemente, el fondo la causa y el motivo de toda propaganda.131 Y, si no me
porque la contradiccin no consiente que permanezca en el es- engao, creo haber ya demostrado que Marx y Engels habran
tado actual. Al mismo tiempo, ya se ha visto que la lucha de cla- podido responder: Precisamente por el rigor de la ley que he-
ses, impulso del cambio, supone la conciencia del antagonismo mos descubierto en el proceso general de la historia, nosotros
de los intereses y, como tambin podemos decir, la conciencia albergamos un entusiasmo de fe, un alto ideal moral, y sentimos
del materialismo histrico. Y dado que la lucha de clases es tan fuertemente los impulsos a obrar para preparar o apresurar la
necesaria como el cambio de la sociedad, es tambin inevitable solucin de las anttesis sociales; y todo nuestro ser moral, todas
la conciencia del materialismo histrico, esto es, la penetracin las ideologas de las que participamos, son un resultado de las ac-
de esta doctrina en la parte activa de la sociedad. Puede ser tuales condiciones econmicas de la sociedad.132 Todo esto recibe
malentendida por uno u otro socialista, pero desde el momen- nueva y mayor luz a partir de lo que aqu hemos observado en
to en que ya ha sido formulada es imposible que no acabe por torno al proceso de la praxis. Las ideas obran en la historia, pero
dominar las mentes, esclarecerlas y regirlas en la gran lucha. El las ideas son ellas mismas un producto de la realidad material
sol ha aparecido en el horizonte, y slo las lechuzas pueden ir a (= econmica) de la historia, son su negacin, que debe ser ella
esconderse en lo oscuro de los ticos: para los otros, para todos, misma negada y superada; y los autores de propaganda slo son
se ha hecho la luz. Y el materialismo histrico, difundiendo entre los instrumentos necesarios de tal negacin; no inconscientes,
los proletarios sus ms vitales y elementales principios como porque la negacin de la praxis es siempre praxis, y la praxis im-
por ej. este de la lucha de clases, tambin contribuye necesa- plica siempre hacer y conocer.
riamente a la fatal marcha de la historia.
Y quisiera aadir que de los dos marxistas, Labriola y Sorel
Este es el sentido de la frase de Marx que afirma que el proleta- uno, a mi parecer, exacto expositor del pensamiento de Marx,
riado es el ltimo heredero de la filosofa clsica alemana. Se trata y el otro inexacto por ser la de su autor una mente menos filo-
siempre de la inversin [del rovesciamento] de la praxis sobre el sfica, pero a la vez ms prctica, creo, y ms abierta a las singu-
sujeto; y se sabe que la nueva revolucin social debera cumplirse lares y determinadas exigencias de la propaganda socialista,
por obra del proletariado, que es por tanto el sujeto de la praxis. ninguno de los dos es ms marxista que el otro, y ninguno est
errado desde el punto de vista de Marx. Por qu, en efecto,
Pero ntese bien que son solamente estos principios elementa- Sorel siente que debe mejorar y completar, como l dice, la doc-
les los que pueden reaccionar sobre el proletariado y por con- trina de Marx? Por las necesidades prcticas, hacia las cuales no
siguiente sobre la historia, no la doctrina como tal. Porque la hay duda de que Marx pretenda orientar toda su obra. Ahora
inversin [il rovesciamento] de la praxis equivale a la negacin de bien, es cierto que un pensamiento filosfico, aunque sea verda-
la negacin. Vale decir que el objeto no retorna en cuanto objeto dero, slo representa el contenido de la vida y de la realidad en
sobre el sujeto, sino tomando una forma nueva, esto es, hacin- una forma propiamente suya, que es la forma especulativa de los
dose subjetivo; adaptndose, para decirlo ms sencillamente, a esquemas dialcticos y de las categoras. Sorel, en cambio, per-
la mente del proletario. De manera que el socialismo, en cuanto maneciendo por debajo de la filosofa, en medio de la vida real,
propaganda, es una mediacin entre el objeto y el sujeto (de ah siente, como Croce, que esta vida real se escapa por todas partes
la negacin de la negacin); es un quid medium [algo interme- de la red de grandes mallas con que la ha querido cazar la inves-
dio] entre Marx y el proletariado; es, en definitiva, el divulgador tigacin especulativa; y por tanto es natural que sienta tambin
del pensamiento de Marx entre los proletarios, adecuado a las la necesidad de mejorar, de modificar la teora, para deducir de
mentes de stos. Y por eso es tambin lcito que los socialis-
tas que discurren sobre el materialismo histrico no lo entien- 131 Cfr. Una critica del materialismo storico, p. 47. N. de M.C.
dan todo tal como lo entenda Marx, siempre que entiendan y 132 Ver Una critica [del materialismo storico], pp. 47-49. N. de G.G
ella un grupo de ideas directivas verdaderamente tiles a la vida; pornea, o sea por la neocrtica de sus connacionales;134 pero
esto es, de retornar de la forma filosfica a la forma popular del sin embargo considera que en la literatura socialista ese sigue
contenido estudiado por Marx, de apartarse de la filosofa para siendo el libro insuperado,135 un libro que bien puede servir casi
regresar a la vida, de romper la cadena volviendo til algn ani- como una medicina mentis [medicina mental] para los jvenes
llo para la satisfaccin de las necesidades reales, en la poltica de que se acercan al socialismo.
todos los das y en la propaganda verdaderamente eficaz. Esta
modificacin de la doctrina no va en contra del pensamiento de Ahora bien, a m me parece que cuando l traza los lineamientos
Marx; porque si la praxis debe invertirse [rovesciarsi], la doctrina generales de esta filosofa propia de Marx, presta ms atencin
debe descender hasta el proletariado, y perder por el camino a Engels, y especialmente al libro citado, que a las fuentes ms
(por el camino que le hacen seguir los escritores como Sorel) genuinas del pensamiento de Marx. Por otra parte, creo que En-
toda su forma y su rigor filosfico. gels nunca ha penetrado profundamente en la parte filosfica
de las teoras de su compaero y maestro.
Pero dado que la negacin de la negacin es tan real como la
negacin misma en la vida de la praxis, e incluso la realidad de El pensar, dice Labriola, es un esfuerzo continuo. La materia em-
la primera depende de la realidad de la segunda, est claro que prica debe ofrecer los medios y los incentivos externos y objeti-
tambin tiene razn ante Marx el mismo Labriola que se atiene vos a nuestro pensamiento, pero luego se requiere la construc-
siempre a la forma filosfica del materialismo histrico, procu- cin mental que de los estados psquicos elementales se eleva a
rando exponer con fidelidad histrica el pensamiento de Marx. la forma del concepto y del juicio. El pensamiento mismo es, por
Ms an, ya que esta forma no alcanz claridad y lucidez en tanto, un trabajo. No hay duda de que el trabajo cumplido, o sea
la obra de Marx, quien, atento tambin a la accin, no tuvo la el pensamiento producido, facilita los nuevos esfuerzos dirigi-
paciencia o el tiempo necesario para elaborar acabadamente la dos a la produccin de nuevo pensamiento,136 como ya nosotros
teora, es conveniente y facilita la inversin [il rovesciamento] de sealamos ms arriba. Pero el Yo, sujeto de este conocimiento,
la praxis o sea la elaboracin del materialismo histrico tal slo es real en una sociedad dada, teniendo pues como materia
como debe conformarse en las mentes de los socialistas, que propia y como incentivo a la propia construccin los medios
Labriola se ocupe de llevar a su cumplimiento esta forma filos- de la convivencia social, que son, por un lado las condiciones y
fica, de acabar esa parte esencial de la obra que el mismo Marx los instrumentos, y por el otro los productos de la colaboracin
no pudo terminar. Si la herencia del proletariado es una filosofa especificada de diversas maneras.137 El yo, por lo tanto, es real
que descender hasta l negndose a s misma, dejen que como parte de un Nosotros, de una sociedad, como trmino de
esta filosofa madure, para que su proletariado no vaya a que- relaciones sociales que lo hacen poco a poco con-crecer [con-
darse con las manos vacas en lugar de con el patrimonio que se crescere]138 y volverse cada vez ms concreto.139
le viene elogiando!
Esta filosofa de la praxis (que es el meollo del materialismo
histrico)140 es, dice Labriola en su drstico lenguaje, la filo-
sofa inmanente a las cosas sobre las que filosofa.141 De aqu el
VIII secreto de una asercin de Marx, que ha sido para muchos un
enigma, a saber, que l ha invertido la dialctica de Hegel: lo cual
Reciente interpretacin de la
significa, [en prosa corriente,] que el automovimiento rtmico de
filosofa de la prxis un pensamiento que se sostiene por s mismo [la generatio
aequivoca [generacin espontnea] de las ideas!] es sustituido
por el automovimiento de las cosas, de las cuales el pensamien-
to es finalmente un producto.142
Y veamos ahora en qu modo Labriola, en su ltimo libro, apun-
ta a madurar esta filosofa.
134 Op. cit. [carta IV], p. 45 (p. 50 de la trad. franc.). N. de G.G. [A pesar de
Parece que l encuentra sus ms seguros y claros enunciados en las comillas, la cita es slo aproximativa; cfr. Discorrendo di socialismo e
di filosofia, en Scritti filosofici e politici, ed. F. Sbarberi, Torino, Einaudi,
el Anti-dhring de Engels, del cual incluso traduce en apndice
1973, p. 693. N. de M.C.]
el captulo que trata sobre la negacin de la negacin, con el fin
135 Cfr. ibid., p. 697. N. de M.C.
de explicar en qu consiste esa dialctica que tantas veces se
136 Cfr. ibid., p. 701. N. de M.C.
invoca para la elucidacin de lo intrnseco del materialismo his-
137 Op. cit. [carta IV], p. 55 (p. 71 de la trad. franc.). N. de G.G.
trico, y por la cual se pretende solamente formular un ritmo
138 Ver nota 52. N. de M.C.
del pensamiento que reproduzca el ritmo de la realidad que de-
139 Op. cit. [carta V], p. 61 (trad. franc., p. 79). N. de G.G.
viene.133 Reconoce francamente que Engels al escribir este libro
140 Segn la conocida formulacin de Labriola en la carta IV, donde utiliza
mostr una despreocupacin excesiva por la filosofa contem- por primera vez la expresin filosofia della praxis (cfr. Discorrendo...,
p. 702). N. de M.C.
141 Op. cit. [carta IV], p. 56 (trad. franc., p. 73). N. de G.G
133 Op. cit. [carta X], p. 141 (p. 187 de la trad. franc.). N. de G.G. 142 Cfr. ibid; Gentile vuelve a entrecomillar una reproduccin slo aproxi-
Ahora bien, yo pregunto ante todo: qu quiere decir una filo- Y aqu escuchamos a Labriola hablar de una dialctica de Hegel
sofa inmanente a las cosas sobre las que filosofa? La filosofa, que sera el automovimiento rtmico de un pensamiento que se
si filosofa sobre las cosas, no puede estar efectivamente en las sostiene por s mismo. Pero yo encuentro que Hegel defina la
cosas, o ser de las cosas. Precisamente por eso slo se la puede realidad esencial, a la que pertenece el ritmo dialctico, como la
llamar inmanente de un modo metafrico. Y as, en el terreno unidad inmediata de la esencia y de la existencia, o de lo interno
de lo metafrico, no creo que haya ninguna filosofa a la que se y lo externo;145 y que, comentando tal definicin, escriba: Se
le pueda negar el mismo derecho de llamarse inmanente a las tiene la costumbre de oponer de una manera grosera la realidad
cosas; al menos ninguna filosofa ha renunciado jams a esta a la idea o al pensamiento; y luego se escucha a menudo decir
pretensin. Y puesto que cuando se trata de definir las carac- que hay ciertas ideas contra cuya exactitud y verdad nada se
tersticas especiales del materialismo histrico siempre se esta- puede objetar; slo que son ideas a las que de ningn modo se
blece un tcito y explcito parangn con el hegelianismo, qu encuentra en la realidad, o que no se puede en absoluto realizar.
filosofa ha alguna vez pretendido ms que sta captar la ntima Los que as hablan muestran no haber comprendido adecuada-
esencia de la realidad? La idea, que a travs de la naturaleza mente ni la naturaleza del pensamiento ni la de la realidad. En-
alcanza el espritu y encuentra su forma ms alta en la filoso- tienden, en efecto, por un lado, al pensamiento como si fuera
fa, no es ella la realidad ms sustancial, o mejor an, la nica sinnimo de representacin, de plan, de diseo subjetivo, y, por
realidad, al ser naturaleza, cosas y filosofa al mismo tiempo, otro lado, a la realidad como si fuera sinnimo de existencia ex-
en una identidad inescindible? Y no deca por eso Hegel en su terior y sensible. En la vida ordinaria, en la que no se mira tan de
Filosofa del derecho que lo que es racional es real, y lo que es cerca las categoras y su designacin, puede ser que ocurra algo
real es racional?143 Qu compenetracin ms ntima se puede semejante. Puede suceder, por ejemplo, que el plan o, como se
lograr entre cosas, o realidad, y filosofa, que la proclamada en dice, la idea de un plan financiero sea en s misma perfectamente
esta proposicin, que expresa uno de los principios fundamenta- buena y til, pero que sin embargo no se la encuentre en la
les del hegelianismo? Si las cosas son racionales, est claro que realidad, como se la llama, y que en ciertas circunstancias no
a ellas es inmanente una filosofa, vale decir, que residen en ellas sea realizable. Pero, cuando el intelecto abstracto aferra estas
los fundamentos de su filosofa. Y resulta de verdad extrao que determinaciones o empuja su diferencia hasta establecer entre
tambin Labriola entienda aquel enigma como lo entenda o mal- ellas una oposicin insuperable, y hasta pretender que en este
entenda Engels, con ese tan inexacto conocimiento de la filosofa mundo real es necesario borrar las ideas del cerebro, se debe
hegeliana que fue sealado por m en su Anti-dhring. Ya mos- rechazar tal doctrina del modo ms resuelto, en nombre de la
tr cmo la idea hegeliana inmanente a las cosas es confundida ciencia y de la sana razn. Porque, por una parte, las ideas no
por Engels con la idea platnica de naturaleza trascendente.144 estn exclusivamente plantadas en nuestro cerebro, y la idea
en general no es algo tan impotente que su realizacin pueda
cumplirse o no a nuestro beneplcito, sino que, por el contrario,
mada del texto de Labriola. La afirmacin de Marx aludida se encuentra ella es el principio absolutamente activo y real. Y, por otra parte,
en El Capital, I, Eplogo a la segunda edicin (1873), p. 20. Ver nota la realidad no es tan mala e irracional como la imagina el hombre
74. N. de M.C. prctico superficial que se ha embrollado con el pensamiento.
143 Cfr. G. W. F. Hegel, Rasgos fundamentales de la Filosofa del Derecho,
trad. E. Vsquez, Madrid, Biblioteca Nueva, 2000, p. 74. N. de M.C.
144 Una critica [del materialismo storico], pp. 38-39. Ya en la primera edi- nicht als die mehr oder weniger abstrakten Abbilder der wirklichen Dinge
cin, como no tena a mano el texto alemn, cit la traduccin italiana del und Vorgnge (Marx ciertamente no habra escrito esta proposicin!),
opsculo de Engels Die Entwicklung des Sozialismus von der Utopie sondern umgekehrt galten ihm die Dinge und ihre Entwicklung nur als
zur Wissenschaft [Del socialismo utpico al socialismo cientfico] (que, die verwirklichten Abbilder der irgendwo schon vor der Welt existierenden
como se sabe, es un extracto de 3 captulos del Anti-Dhring: el primero Idee (p. 9). Lo que vendra a significar: Hegel era idealista, o sea que
de la Introduccin y el primero y el segundo de la parte III), preparada para l las ideas de su cabeza no eran ya las imgenes ms o menos
para la Biblioteca popolare socialista por el Sr. Pasquale Martignetti abstractas de las cosas y de los acontecimientos reales, sino que, al con-
(Milano, Fantuzzi, 1892) y por el mismo Engels reconocida en el prefacio trario, para l las cosas y su desarrollo eran slo las imgenes realizadas
a la segunda edicin del Anti-dhring (ver la tercera edicin, Stuttgart de la Idea existente ya antes del mundo, en algn lugar. Si en este pasaje
[Dietz], 1894, p. XIII). Pero el Sr. Sorel quien, por lo dems, no cita ja- el Sr. Sorel no ve retratada una caracterstica del platonismo tantas
ms una sola frase de Marx o de Engels en versin original hace saber veces criticado por Hegel desde el punto de vista aristotlico ya no s
en un artculo suyo publicado en la Critica Sociale de Turati (ao VIII, n qu puedo ofrecerle! Pero hay tambin muchos manuales de historia
9, fasc. Del 1 de mayo de 1898, p. 135 n. 1. La crisi del socialismo scien- de la filosofa que se pueden leer! Por lo dems, cfr. Engels, Die En-
tifico) que esa traduccin es ms que libre, y por eso Giovanni Gentile twicklung etc., Berln [Vorwrts], 1891, p. 23. N. de G.G. [En realidad,
ha podido atribuir a Engels una exposicin verdaderamente fantstica e los tres captulos que conforman Del socialismo utpico al socialismo
incomprensible del hegelianismo. Y me quiere ensear que contar con cientfico estn compuestos slo a partir de dos del Anti-Dhring: el
buenos textos debera ser la primera precaucin de las personas que se primero de la Introduccin, que pasa a desdoblarse, y el segundo de la
preocupan por la ciencia. Yo le agradezco la advertencia, aunque tal vez seccin tercera. A continuacin ofrecemos una reconocida traduccin al
sea superflua. Pero quisiera decir al Sr. Sorel que la interpretacin pla- castellano del citado pasaje del Anti-Dhring, aadiendo el lugar del
tnica del hegelianismo que he reprochado a Engels no es finalmente comentario y las cursivas del propio Gentile: Hegel fue un idealista, es
tan extraa y fantstica e incomprensible como a l le ha parecido, o a decir, los pensamientos de su cabeza no eran para l reproducciones ms
l le ha parecido que a m me ha parecido. Yo solamente la he juzgado o menos abstractas de las cosas y de los hechos reales (comentario de
equivocada, y as vuelvo a juzgarla ahora que la encuentro explcita en La- Gentile), sino que, a la inversa, consideraba las cosas y su desarrollo como
briola. Y en cuanto al texto original, debera tambin advertir el Sr. Sorel reproducciones realizadas de la Idea existente en algn lugar ya antes del
que ste no da otra interpretacin del idealismo hegeliano. Aqu est el mundo. (Anti-Dhring, cit., p. 10). Ver tambin el primer apartado del
pasaje correspondiente del Anti-Dhring para quien desee persuadirse texto introductorio a la presente traduccin. N. de M.C.]
de ello: Hegel war Idealist, d.h., ihm galten die Gedanken seines Kopfs 145 Cfr. Enciclopedia, cit., [ 142] p. 231. N. de M.C.
La realidad esencial, [que es ante todo la unidad de lo interno mismo que Feuerbach es a Hegel. Entonces Marx no sustituye el
y de lo externo,] a diferencia del simple fenmeno, es tan poco pensamiento abstracto con las cosas concretas, sino que susti-
extraa a la razn que, ms bien, es lo ms racional que existe; y tuye una metafsica idealista con una metafsica materialista, la
lo que no es racional debe por eso mismo ser considerado como cual debe empero apropiarse de todo lo bueno de aqulla, esto
carente de realidad. Por lo dems, esto es algo confirmado por es, el concepto de la praxis, del continuo hacerse de la realidad.
el lenguaje mismo. As, por ejemplo, nos rehusamos a reconocer
a un verdadero poeta o a un verdadero hombre de Estado en un No obstante, eso no quita que se pueda decir con Labriola que
poeta o en un hombre de Estado que no sepa producir nada de este materialismo histrico es el fin del materialismo naturalis-
slido y de racional.146 ta, en el sentido hasta hace pocos aos tradicional de la palabra.
La revolucin intelectual que ha conducido a considerar como
Pido perdn por esta larga cita. Pero ser til quizs para de- absolutamente objetivos los procesos de la historia humana es
mostrar que Marx, buen conocedor del hegelianismo, no poda contempornea y correspondiente a esa otra revolucin intelec-
atribuir a Hegel un concepto de la realidad, y de su ritmo dialc- tual que ha logrado historizar la naturaleza fsica. sta ya no es,
tico, tal como el que le achacan Engels y Labriola. No creo que para ningn hombre pensante, un hecho que nunca estuvo in
Marx pudiera ignorar que el proceso racional de Hegel es inma- fieri [en proceso], algo simplemente avenido que nunca ha deve-
nente a la realidad, natural o histrica; y la mencionada inversin nido, un eterno estar que no proceda, y mucho menos lo creado
[rovesciamento] de la dialctica debe entenderse de otro modo. de una sola vez que no sea la creacin continuamente en acto.147
Tampoco se diga que la realidad de la que se trata en Hegel es Esta nueva filosofa, segn Labriola, tambin llega, en el fondo, a
la realidad esencial, mientras que aquella de la que Marx des- la conclusin del agnosticismo contemporneo, por cuanto los
cubre la filosofa inmanente es la fenomnica. No se le atribuya socialistas tienen todas las razones para creer que ese hecho
un despropsito tan grueso a una mente especulativa como la sintomtico (el agnosticismo) es uno de los indicios de la deca-
del gran revolucionario. l no era tan ingenuo como para creer dencia de la burguesa.148 Excepto que all donde los agnsticos
posible descubrir o construir una filosofa inmanente y por dicen y repiten con nostalgia que no nos es dado conocer la
tanto esencial de los fenmenos como tales, as como hoy se cosa en s, los neomaterialistas, en su intuicin realista, sin pedir
cree construir una filosofa de la naturaleza describiendo las fa- ayuda a la imaginacin, afirman seguros que slo se puede pen-
ses de su probable evolucin. Tambin Marx sera bueno que sar sobre aquello que podemos experimentar [en sentido lato]
lo entendieran todos los comunistas se refera a una realidad nosotros mismos.149 Lo que vendra a significar, si no me engao,
esencial, a una realidad que est ms all de los fenmenos; y que lo incognoscible es un fantasma de la imaginacin, un ver-
las cosas de las que deca haber encontrado la dialctica no eran dadero caput mortuum,150 como deca Hegel151 de la cosa en s
todas las cosas, necesarias o accidentales, cuya infinita serie fe- de Kant; que donde hay realidad, all est lo conocible; que, en
nomnica nos presenta la historia, sino que eran las cosas en suma, la incognoscibilidad es siempre relativa a los individuos,
su sustancia ntima y digmoslo metafsica, determinada de pero no existe de modo absoluto. Esa era tambin la conclusin
modo materialista en la vida econmica. Ciertamente escapa a de Hegel. Pero no s si Labriola estara dispuesto a aceptar la
la red de grandes mallas de esta realidad metafsica mucho de conclusin de Hegel, ya que escribe que los agnsticos por otra
la fenomnica; pero sta que se escapa no es racional, y por lo va, o sea a su modo, [] llegan al mismo resultado que noso-
tanto no es verdadera realidad, habra dicho Hegel; no es econ- tros.152 Ciertamente l no sera fiel intrprete del pensamiento
mica, y por lo tanto no es real realidad, observara Marx. Por eso de Marx si en la frase citada hubiera utilizado la palabra experi-
l poda decir que la historia es esencialmente materialista, y a
lo que en la historia no es material llamarlo ideologa y no hecho. 147 Op. cit. [carta V], p. 57 (trad. franc., p. 74) N. de G.G. [A pesar de que la
La inversin [il rovesciamento] que Marx tena en mente no po- cita est sacada de contexto, puede apreciarse que la segunda parte del
pasaje se refiere a la revolucin intelectual generada por los descubri-
dra ser otro que el vuelco [capovolgimento] que Feuerbach ha- mientos de Darwin, y a la consiguiente concepcin histrica de la natura-
ba hecho de la realidad de Hegel; realidad que, sin embargo, de leza en s misma, ms all de las profundas y decisivas transformaciones
inmvil, como era en Feuerbach, se hizo activa, prctica en Marx. producidas en ella por la prctica humana, que es algo que Labriola no
se cansa jams de subrayar, y que es el motivo por el cual considera a
Marx y a Darwin como complementarios. Pero Gentile que parece no
Hemos visto que para Feuerbach y para Marx, el principio de la entender la alusin a la teora darwiniana intenta sencillamente con-
realidad no es la idea, como era para Hegel, sino el objeto sensi- vertir tales expresiones de Labriola en una defensa de ese peculiar idea-
lismo subjetivo o subjetivismo de la praxis que l mismo cree encontrar
ble. Pero Feuerbach no haba aplicado a este objeto sensible la en Marx. As, la naturaleza es histrica solamente en la medida en que es
dialctica propia de la idea hegeliana; en cambio, s se la aplic una creacin de la praxis humana... N. de M.C.]
Marx. Cuya dialctica, por tanto, es a la dialctica hegeliana lo 148 Op. cit. [carta V], p. 63 (trad. franc., p. 80). N. de G.G. [El agregado
entre parntesis es de Gentile. N. de M.C.]
146 Lgica, CXLII (trad. cit., I, 112-115). N. de G.G. [Una vez ms el autor 149 Cfr. Labriola, Discorrendo... [carta V], p. 707. N. de M.C.
vierte al italiano la ya referida traduccin francesa de Augusto Vera. Las 150 CAPUT-MORTUUM. m. quim. Residuo de un cuerpo despus de haberle
citas no corresponden al primer tomo, sino al segundo, pp. 112 y 114-115. destilado. (Diccionario de la lengua castellana. Primera parte: A-G,
Adems, el pasaje extenso corresponde a un agregado (Zusatz) de la lla- Pars, Seguin, 1825, p. 382). N. de M.C.
mada Gran Enciclopedia, y por lo tanto no puede afirmarse sin ms que
se trate de un comentario escrito por el propio Hegel. Ver notas 16 y Lgica [Logique..., I, pp. 300-301], XLIV. N. de G.G.
17. N. de M.C.] 151 Cfr. Discorrendo..., loc. cit. N. de M.C.
mentar en el sentido de los empiristas, ya que Marx, repito, fue presentan los puntos de correlacin y de transicin de un proce-
y quiso ser metafsico. so; y, en segundo lugar, por considerar esos mismos trminos del
pensamiento como un presupuesto, una anticipacin, o incluso
Tampoco vale remitirse al onceavo fragmento de Marx sobre un tipo o prototipo de la pobre y aparente realidad emprica.156
Feuerbach. Los filsofos slo han interpretado diversamente el
mundo, pero se trata de cambiarlo.153 Pour Marx, escribe And- Una especie de formacin mitolgica, concluye Labriola; fijacin
ler,154 il est vain de se demander si la pense nous instruit de ce e hipstasis de lo que es un simple momento del continuo de-
que sont les choses en elles-mmes. Si nous pouvons dmontrer venir real.
la vrit de notre pense en faisant natre les phnomnes que
nous avons penss, linconnaissable, qui on dit cache derrire Pero por qu buscar esta crtica en Engels si ya se encuentra
eux, n importe plus. Il ne sagit pas dinterprter la nature, mais en Hegel, e incluso, mucho antes, en Herclito, como seala el
de la changer.155 Es evidentemente el mismo pensamiento de mismo Engels?157 En efecto, ella se funda en la doctrina del de-
Labriola, al que se pretende justificar con el concepto de la pra- venir continuo de lo real, por lo cual cada momento es al mismo
xis. Slo que en esa justificacin se confunden dos cuestiones, tiempo positivo y negativo. Y Engels, en verdad, no hace ms
que no hay derecho a creer que Marx mismo confundiera: la que repetir, sobre las huellas de Marx, el pensamiento de Hegel.
cuestin de la certeza de nuestro conocer cuestin, como vi- De quien, como ya notamos, Marx tom la crtica del intelecto
mos, mencionada por Marx en el 2 fragmento, y resuelta en el abstracto propio del conocimiento vulgar y de las ciencias par-
modo aqu sealado por Andler y la cuestin de los lmites del ticulares; intelecto que no capta las cosas en su nexo intrnseco,
conocimiento, que son dos cuestiones bien diferentes. Nosotros sino las cosas en su inmediata particularidad, diferencia y opo-
hacemos las cosas, y por tanto las conocemos, porque hacer es sicin. Para conocer las particularidades, escribe Engels, de-
conocer y viceversa. Pero faisons natre les phnomnes o les bemos aislarlas de su conjunto natural e histrico, y estudiarlas
choses en elles-mmes? Esta distincin entre fenmenos y cosas cada una por s misma, en su propia naturaleza, en sus especiales
en s mismas presupone precisamente el agnosticismo, como so- causas y efectos, etc. Y esta es ante todo la tarea de la ciencia
lucin del problema de los lmites del conocimiento, que queda natural y de la investigacin histrica [].158 He aqu la propia
pendiente de probar si fue o debi ser la solucin de Marx. La definicin del intelecto abstracto, del trennenden Verstand, al
distincin es extraa al pensamiento del Marx hegeliano, que que Hegel contrapone el denkende Geist o pensamiento espe-
slo se opone a Hegel para sustituir la idea, como principio, con culativo. Y cuando, seala Engels mismo, este modo de ver
la materia, no ya para cambiar las propiedades y la energa del las cosas (Anschauungsweise), por obra de Bacon y de Locke,
principio, que constituyen lo que, en cambio, reprocha a Feuer- pas de las ciencias naturales a la filosofa produjo la limitacin
bach y a todos los materialistas pasados haber descuidado. Por del pensamiento que es propio de los ltimos siglos, el pensa-
el contrario, la praxis comporta una realidad ultrafenomnica, miento metafsico.159 En definitiva, la metafsica combatida por
metafsica, que trasciende necesariamente esos lmites del co- Engels es la misma metafsica combatida por Hegel, la metafsica
nocimiento presupuestos por Labriola y Andler. propia de los empiristas, de aquellos que desean transportar a
la filosofa el mtodo de las ciencias histricas y naturales. Y
En verdad, tampoco debera llegar a otra conclusin Labriola, por tanto tambin la metafsica de los modernos positivistas.
quien, si entiendo bien las largas circunlocuciones y las cautas Es la metafsica negada por la dialctica, esto es, la metafsica
aunque no siempre precisas distinciones, reconoce en el mate- pre-hegeliana.160 Se entiende, pues, que la filosofa que debe per-
rialismo histrico una autntica metafsica. De todos modos, l
contrapone insistentemente esta metafsica a la metafsica sen-
155 Parfrasis, junto con lo que sigue, de lo escrito por Engels en el An-
ti-Dhring, p. 67. N. de G.G. [Cfr. Labriola, Discorrendo... (carta V), p.
su deteriori [en sentido deterior], contra la cual tambin Engels 708 y Engels, Anti-Dhring, p. 111. N. de M.C.]
polemizaba en el Anti-dhring, y que se caracterizara por estos 156 Diese ursprngliche, naive, aber der Sache nach richtige Anschauung von
dos rasgos: en primer lugar, por fijar como sostenidos por s der Welt ist die der alten griechischen Philosophie und ist zuerst klar aus-
mismos y del todo independientes el uno del otro los trminos gesprochen von Heraklit: Alles ist und ist auch nicht, denn Alles fliesst,
ist in steter Vernderung, in stetem Werden und Vergehen begriffen:
del pensamiento que, en verdad, son trminos slo en cuanto re- Anti-Dhring, p. 5. N. de G.G. [Esta concepcin del mundo, primaria
e ingenua, pero correcta en cuanto a la cosa, es la de la antigua filosofa
152 Cfr. Tesis sobre Feuerbach [E], p. 10. N. de M.C. griega, y ha sido claramente formulada por vez primera por Herclito: todo
es y no es, pues todo fluye, se encuentra en constante modificacin, su-
153 Ver nota 117. N. de M.C. mido en constante devenir y perecer. Anti-Dhring, p. 6. N. de M.C.]
154 En una resea de los [dos primeros] ensayos [sobre el materialismo his- 157 Op. cit., pp. 5-6. N. de G.G. [Cfr. ibid., p. 7. N. de M.C.]
trico] de Labriola, en la Revue de mtaphysique et de morale, [ao V]
septiembre de 1897, p. 650, cit. por Sorel [en el ya referido Prface al 158 Op. cit., p. 6. N. de G.G. [Cfr. ibid. N. de M.C.]
libro de S. Merlino], Formes [et essence du socialisme], p. VIII. N. de 159 Hegel haba liberado la intuicin de la historia de las cadenas metafsicas,
G.G. [Ofrecemos una traduccin al castellano del pasaje de Andler: Para la haba hecho dialctica [], escribi explcitamente Engels en Del so-
Marx es vano preguntarse si el pensamiento nos ensea lo que son las cialismo utpico al socialismo cientfico (trad. ital., p. 61), reelaborando
cosas en s mismas. Si podemos demostrar la verdad de nuestro pensa- la pgina citada del Anti-Dhring. Cfr. el texto Die Entwicklung..., p. 25.
miento haciendo nacer los fenmenos que hemos pensado, lo incognos- N. de G.G. [La afirmacin completa de Engels es la siguiente: Hegel ha-
cible, que se dice oculto detrs de ellos, ya no importa. No se trata de ba liberado a la concepcin de la historia de la metafsica, la haba hecho
interpretar la naturaleza, sino de cambiarla. Este autor presenta as una dialctica; pero su interpretacin de la historia era esencialmente idealis-
lectura practicista, no slo de la 11 tesis sino tambin de la 2; cfr. Tesis ta. Ahora, el idealismo quedaba desahuciado de su ltimo reducto, de la
sobre Feuerbach [E]. N. de M.C.] concepcin de la historia, sustituyndolo una concepcin materialista de
manecer es tambin una metafsica, pero a la manera de Hegel. que existan independientemente la una de la otra. Lo que para
uno, el deudor, es negativo, para el otro, el acreedor, es positivo.
Este es un punto por aclarar bien. El metafsico, dice Engels, Lo mismo puede decirse del camino que va hacia el este y, al
piensa por anttesis puramente inmediatas: su discurso es s, s, mismo tiempo, va hacia el oeste. [] El principio exclusi tertii
no, no; lo que se salga de eso no le agrada. Para l la cosa existe [del tercero excluido], que es el principio propio del intelecto
o no existe: y de ningn modo una cosa puede ser al mismo abstracto, debera ser sustituido por el principio: todas las cosas
tiempo ella misma y otra. Lo positivo y lo negativo se excluyen son contradictorias. No hay, en efecto, ni en el cielo ni en la tie-
absolutamente; la causa y el efecto se encuentran asimismo en rra, ni en el mundo del espritu ni en el de la naturaleza, nada a
rgida anttesis entre s.161 Esto, a primera vista, parece exacto lo que pueda aplicarse el esto o aquello del intelecto como tal.
seala Engels y est de acuerdo con el llamado buen senti- Todo lo que es, es un ser concreto y por tanto contiene la dife-
do (sogenannten gesunden Menschenverstand). Pero este buen rencia y la oposicin. La finitud de las cosas finitas consiste en
sentido, que en casa es un respetable compaero, fuera nos hace que su existencia inmediata no corresponde a lo que son en s.
resbalar al primer paso, y nos arrastra a los precipicios cuando Por ej., la naturaleza inorgnica del cido es en s, al mismo tiem-
se ingresa al gran mundo de las investigaciones especulativas. po, la base, vale decir que el cido es en relacin absoluta con
Legtimo en la consideracin de los hechos aislados, que es lo su contrario. Que es la razn por la cual no permanece inmvil
propio del conocimiento vulgar o cientfico, ms all de estos en la oposicin, sino que se esfuerza por realizar lo que es en s
lmites se vuelve unilateral, estrecho, abstracto y se pierde en mismo. Lo que mueve al mundo en general es la contradiccin, y
contradicciones irresolubles162 porque las particularidades im- es ridculo decir que la contradiccin no se puede pensar. Lo que
piden captar el conjunto, lo universal en lo que las particula- hay de verdadero en tal opinin es que no se puede permanecer
ridades viven. Los rboles, dice Engels con una bella imagen, en la contradiccin, y que esta se suprime a s misma. Pero la
impiden ver el bosque.163 contradiccin superada no es ciertamente la identidad abstracta,
porque esta solo es un lado de la contradiccin. El resultado
Engels muestra luego con algunos ejemplos oportunos cmo, al inmediato de la oposicin puesta como contradiccin es la razn
ser todo un proceso continuo, los contrarios, que el pensamien- de ser (Grund), que contiene tanto la diferencia como la identi-
to comn concibe como absolutamente opuestos, en el fondo se dad como superadas, y como simples momentos ideales.165
unifican; y cmo la dialctica es, por tanto, el instrumento men-
tal adecuado para captar la realidad; la dialctica que se opone As que, en verdad, no me parece que esta crtica de Engels
a la vieja metafsica. Cada cosa es a un tiempo ella misma y otra. contra la vieja metafsica sea una gran novedad, ni que tenga,
Los procesos continuos de integracin y desintegracin del orga- pues, todo el valor que parece se le quiere atribuir.166 Pero es
nismo hacen que el organismo sea en cada momento l mismo y notable una observacin de Engels, repetida luego tambin por
otro. La causa, en los hechos, es el efecto de otra causa; y slo Labriola, en torno a la poca conciencia de la dialctica que tienen
por la abstraccin del pensamiento comn o cientfico una cosa los actuales sostenedores del evolucionismo. Desde Kant, que
es causa y otra efecto. De modo que, en el fondo, los contrarios fue el primero en argumentar que el inmvil sistema planetario
son tan inseparables como opuestos; y con toda su oposicin se de Newton deba resolverse en un proceso de formacin, hasta
compenetran el uno en el otro.164 Darwin, que dio el golpe de gracia a la concepcin de las especies
naturales fijas, existi toda una lnea que aplic la dialctica a las
Y ya Hegel haba dicho: Se cree que entre lo positivo y lo nega- ciencias naturales, paralelamente a la que, sobre todo por obra
tivo hay una diferencia absoluta. Pero estas dos determinaciones de Hegel, se afirm en la filosofa. La evolucin confluye, segn
son en s una sola y misma cosa, y lo positivo podra tambin Engels, con el desarrollo dialctico hegeliano. Todo est en perpe-
160
llamarse negativo, como tambin lo negativo, positivo. As, ha- tuo movimiento; y la razn del movimiento reside en la coinciden-
ber y deber no son dos especies de propiedades particulares tia oppositorum [coincidencia de los opuestos], que se verifica en
toda la escala de la vida. Pero, puesto que se pueden contar con
la historia, con lo que se abra el camino para explicar la conciencia del
hombre por su existencia, y no sta por su conciencia, que hasta entonces
los dedos los naturalistas expertos en pensamiento dialctico, se
era lo tradicional. (Del socialismo utpico al socialismo cientfico, en comprende que entre la intuicin evolucionista y el mtodo del
K. Marx y F. Engels, Obras escogidas, vol. 3, pp. 139-140). N. de M.C.] intelecto abstracto con el que se consideran los resultados de la
161 Cfr. Anti-Dhring, p. 7. N. de M.C. experiencia, debe surgir un conflicto irresoluble,167 causa de la con-
162 Cfr. ibid., p. 8 (la cursiva es de Gentile). N. de M.C.
163 Ntese que toda esta crtica ya haba sido hecha por Marx en los fragmen-
165 Hegel, Lgica [Logique..., II, pp. 34-37], CXIX, Zusatz 1 y 2. N. de G.G.
tos de 1845. N. de G.G. [Esto es algo que slo puede ser pensado por 166 Cfr. por lo dems la advertencia de Labriola, op. cit. [carta V], p. 69, al
quienes hacen una lectura hegelianizante de las Tesis sobre Feuerbach. inicio. N. de G.G.
N. de M.C.] 167 Da aber die Naturforscher bis jetzt zu zhlen sind, die dialektisch zu
164 Auch finden wir bei genauerer Betrachtung, dass die beiden Pole eines denken gelernt haben, so erklrt sich aus diesem Konflikt der entdeckten
Gegensatzes, wie positiv und negativ, ebenso untrennbar von einander Resultate mit der hergebrachten Denkweise die grenzenlose Verwirrung,
wie entgegengesetzt sind, und dass sie trotz aller Gegenstzlichkeit sich die jetzt in der theoretischen Naturwissenschaft herrscht, und die Le-
gegenseitig durchdringen: Op. cit., p. 7. N. de G.G. [Tambin descu- hrer wie Schiller, Schriftsteller wie Leser zur Verzweiflung bringt [An-
brimos con un estudio ms atento que los dos polos de una contraposi- ti-Dhring] p. 8. Cfr. Labriola, op. cit. [carta V], pp. 67-68 (trad. franc., pp.
cin, como positivo y negativo, son tan inseparables el uno del otro como 87-88). N. de G.G. [Pero como hasta ahora pueden contarse con los
contrapuestos el uno al otro, y que a pesar de toda su contraposicin se dedos los cientficos de la naturaleza que han aprendido a pensar dialc-
interpretan el uno al otro. Anti-Dhring, p. 8. N. de M.C.] ticamente, puede explicarse por este conflicto entre los resultados des-
fusin que reina en las teoras cientficas de la naturaleza. Y tiene Si quitamos la mediacin, quitamos tambin el fin.
razn Labriola al exclamar que la metafsica, en el sentido de lo
que sera contrario a la correccin cientfica, no es precisamente La tendencia, dice Labriola, es a superar la tradicional divergen-
un hecho tan prehistrico que est a la par del tatuaje y de la cia entre ciencias y filosofa, bajo la forma de una ciencia filosfi-
antropofagia.168 Basta con mirar a nuestro alrededor! ca o de una filosofa cientfica. Muy bien, pero la tendencia, el fin
porta consigo la mediacin (que en dialctica, como se entiende,
Sin embargo, es extraa la conclusin que Engels y Labriola pre- no debe tomarse en el simple significado cronolgico), y por
tenden extraer de toda esta crtica. Desde el momento, dice tanto la filosofa no puede nunca cesar de existir; de otro modo,
Engels, en que para cada ciencia se vuelve necesario aclarar como dira Hegel, tendramos la identidad abstracta y no la ra-
cul es su propia posicin en el conjunto de las cosas, y del co- zn de ser o la realidad racional. La contradiccin, en definitiva,
nocimiento de las cosas, la ciencia especial del conjunto mismo no se supera pura y simplemente, sino que se supera alcanzando
se vuelve superflua.169 Esa sera la conclusin del materialismo la identidad que reside en el seno mismo de la diferencia. La
histrico; el cual, pensando filosficamente la realidad como diferencia perdura: filosofa por una parte y ciencia por la otra.
historia y no siendo sta provista ms que por las ciencias La identidad verdadera, la identidad plena y concreta slo puede
particulares, no sabe ms qu hacer segn Labriola con una vivir en la diferencia. Este pensamiento dialctico unifica el debe
filosofa que est por encima de las ciencias particulares.170 La y el haber, pero no por eso el deudor se convierte en acreedor.
perfecta identificacin de la filosofa, o sea del pensamiento cr- Unifica el ser y el no ser, pero no por eso las cosas singulares
ticamente consciente, con la materia del saber, o sea la completa son y no son, segn nuestro gusto. Inmanencia s, pero al mismo
eliminacin de la tradicional divergencia entre ciencia y filosofa, tiempo trascendencia. La pura inmanencia (entendida como sim-
es una tendencia de nuestro tiempo: tendencia que la mayora ple identidad) es un momento de la vida y de la realidad, pero no
de las veces se queda [empero] en un simple desideratum.171 Un la vida y la realidad. La verdadera energa reside en extraer los
ejemplo admirable de tal identificacin se encontrara en la men- contrarios de lo uno, una vez encontrado el punto de la unin,
te y en los escritos de Marx, para quien la filosofa est precisa- como adverta hace ya tres siglos Giordano Bruno. Por lo tanto
mente en la cosa misma; y se equivocan algunos vulgarizadores el uno, s, pero tambin los contrarios.
del marxismo (que) han despojado a esta doctrina de la filosofa
que le es inmanente, para reducirla a un simple aperu [concep- En efecto, si se recurre a la historia de la naturaleza, donde
to aproximado] del cambio de las condiciones histricas por el segn dice Engels la dialctica tuvo con Darwin su confirma-
cambio de las condiciones econmicas.172 cin, la especie hombre supera y anula dialcticamente a todas
las especies inferiores de la escala biolgica. Pero qu significa
Extraa conclusin, digo, porque se la extrae de una crtica que eso? Acaso que slo ha quedado en pie la especie humana? Y lo
haba llevado a Hegel precisamente a la conclusin opuesta. El mismo puede decirse de cada una de las otras especies respecto
vicio de la ilacin deriva, segn creo, de la insuficiente compren- de las inferiores. As, en la historia la familia es el primer ncleo
sin del concepto de inmanencia en Hegel. En el pasaje citado, del Estado. ste no existe sin aqulla, la cual en el Estado no se
Hegel dice que el resultado de la conciliacin no es ya la identi- anula pura y simplemente, sino que, por el contrario, se conserva
dad abstracta, que es ms bien uno de los lados de la contradic- y se hace verdadera [sinvera], adquiriendo su propio valor tico,
cin conciliada, sino la razn de ser, de la que la identidad y la realizando, pues, su propia finalidad. El Estado, dice Hegel, es la
diferencia son momentos necesarios. Eso quiere decir que el ser verdad de la familia. As, la filosofa es la verdad de las ciencias
se diferencia para reconciliarse consigo mismo; este es el fin de particulares y de los productos del intelecto abstracto en gene-
su movimiento, y debe realizar este fin que es su razn de ser. ral; y, del mismo modo, una ciencia a la que le sea inmanente la
Y por tanto la finalidad del ser mismo. Pero, si bien el ser tiene filosofa, si llegara a existir, sera la verdad de la filosofa.
un fin por su naturaleza, no lo realiza inmediatamente, porque la
inmediatez es la negacin de todo fin. Fin quiere decir mediacin. Ms bien dira que no es en una ciencia a la que la filosofa sea
inmanente donde reside la solucin de la contradiccin entre
ciencias particulares y filosofa, sino en una forma de filosofa en
cubiertos y el modo tradicional de pensar la confusin ilimitada que reina
hoy da en la ciencia natural, para desesperacin de maestros y discpulos,
la que los resultados de las ciencias individuales se vuelvan ver-
escritores y lectores. Anti-Dhring, p. 9. N. de M.C.] daderos; es decir, en una filosofa de la naturaleza, en el sentido
168 Cfr. Discorrendo... [carta V], p. 711. N. de M.C. ms amplio del trmino o, mejor an, en lo que Hegel llamaba
169 Anti-Dhring, p. 11, cit. por Labriola [carta VI], pp. 76-77 (trad. franc., pp. una enciclopedia filosfica. La cual no debe ya contener la expo-
99 y ss.). N. de G.G. sicin completa de las ciencias especiales y entrar en sus espe-
170 Las palabras entrecomilladas no pertenecen a Labriola. No son ms que cificidades, sino que basta con que seale de ellas el punto de
una parfrasis gentiliana del siguiente pasaje: Y desde entonces [siglo
partida y los principios y fundamentos173, para captar entre todas
XVII] existe toda una historia de conquistas positivas del pensamiento
que han ya absorbido, ya eliminado, ya reducido y combinado aquella ese nexo ntimo que se le escapa a la consideracin del intelecto
manera de conocer que antes constitua la filosofa autosubsistente y abstracto, del que esas ciencias individuales son producto. Esta
situada por encima de la ciencia. Cfr. Discorrendo... [carta V], p. 712.
me parece la nica consecuencia legtima de la dialctica aplica-
N. de M.C.
171 Labriola, op. cit. [carta V], p. 71 (trad. franc., p. 93). N. de G.G.
172 Op. cit. [carta V], p. 73 (trad. franc., p. 94). N. de G.G. 173 Cfr. Lgica [Logique..., I, pp. 203-206], XVI. N. de G.G.
da a las producciones del espritu humano. bert] Spencer179; pero, mrenla bien: al igual que el maravilloso
guerrero del poeta, est muerta.
E, incluso dejando a un lado la dialctica, es obvio que la relacin
de la filosofa hacia las ciencias es, por ej., la de la lgica hacia el La tendencia [crtico-]formal al monismo180 sera, segn Labrio-
conocer actual en general, vulgar o cientfico. La lgica debe ser la, la caracterstica de la filosofa de la praxis; y no se tratara ya
inmanente a los conocimientos, al pensamiento de todos; y su ori- de volver a las intuiciones teosficas de la totalidad del mundo.
gen como ciencia aislada y autnoma presupone necesariamente La palabra tendencia expresa precisamente el acomodarse de la
su inmanencia al pensamiento humano. Ahora bien, el perfeccio- mente en la persuasin de que todo es pensable como gnesis,
namiento de esta ciencia no puede tender, evidentemente, a su o mejor dicho, de que lo pensable no es otra cosa que gnesis,
absorcin en un posible conocimiento ms lgicamente construi- y que la gnesis tiene los rasgos [aproximados] de la continuida-
do y encadenado, sino a un refinamiento y a una disciplina cada d.181 Pero esta tendencia es puramente formal; y eso conlleva el
vez ms rigurosa de los mtodos cientficos, conservando, por lo discernimiento crtico, por lo que de vez en cuando se siente la
dems, una existencia independiente como lgica. necesidad de especificar la investigacin, de negar el apriorismo
propio de la visin monista, aproximndose al empirismo y re-
El mismo Engels declara que lo nico que de la filosofa desa- nunciando a la pretensin de tener servido el esquema univer-
rrollada hasta ahora subsiste con independencia es la doctrina sal de todas las cosas;182 y todo eso por el principio fundamental
del pensamiento y de sus leyes: la lgica formal y la dialctica. de la praxis, por el cual conocer es hacer, y sin hacer no hay
Todo el resto se resuelve en la ciencia positiva de la naturaleza conocer. La forma da lugar, por lo tanto, a una intuicin monista
y de la historia.174 a priori; pero el contenido del mundo, del ser, slo se obtiene
por la experiencia. Por consiguiente, apriorismo de la forma y
Ahora bien dejando a un lado la lgica formal, que no s cmo empirismo del contenido. Pero este empirismo del contenido
puede conciliarse con la dialctica, dado que mientras para acaso limita la visin monista que se quiere representar como
aqulla la contradiccin es la muerte, para sta es la vida del una simple tendencia?
pensamiento,175, qu es en definitiva la dialctica a la manera
hegeliana, como la entiende Engels, si no esa lgica real que, en Tambin aqu se corre el riesgo de confundir una cuestin me-
Hegel, contiene toda la filosofa? Y en verdad, si la dialctica se tafsica con una cuestin de crtica del conocimiento. Lo expe-
contrapone a la lgica formal en cuanto sta es ciencia de las rimentable puede conocerse sin experiencia? La respuesta no
funciones abstractas del pensamiento y aqulla es, en cambio, forma parte de la metafsica, sino de la crtica del conocimiento;
la ciencia de las cosas consideradas en su intrnseca racionali- y nos la ofrece Kant en la Crtica de la razn pura, donde dice
dad, yo no s cmo no se salva de esta crtica demoledora que la categora sin la intuicin es vaca. Y tampoco tienen razo-
la filosofa entera y su parte ms substancial, la metafsica. La nes para responderla de otro modo los mismos metafsicos con
lgica stricto jure [en estricto derecho], y la teora general del los que se quiere confrontar. El mismo Schelling que Labriola
conocimiento, prefiere decir Labriola.176 Pero quien mire en el cita como uno de esos monistas que no sintieron la exigencia
fondo de esta teora general del conocimiento debe encontrar empirista183 por la cual la filosofa de la praxis se distinguira de
tambin una teora general del ser, si es buen marxista y pre- toda otra intuicin monista, el mismo Schelling, digo, en 1799
tende librarse de la acusacin de escolstico, que Marx inflige escriba en estos trminos precisos: Cuando se dice: la ciencia
a los investigadores de la manera por la cual el pensamiento de la naturaleza debe deducir a priori todas sus proposiciones,
alcanza el ser, vale decir, a cuantos conciben el pensamiento en esta exigencia ha sido entendida en parte as: la ciencia de la
oposicin con el ser (cfr. el fr. 2 sobre Feuerbach). Y me temo naturaleza debe prescindir absolutamente de la experiencia e
que Engels y Labriola slo quieren combatir as la filosofa que hilar y tejer por s misma sus proposiciones. La exigencia as en-
est por encima de las cosas y de las ciencias la hiperfilosofa, tendida es tan absurda que las mismas objeciones contra ella
como dice Labriola177, entendida en el sentido de la antigua dan pena. Lo verdadero es que por la experiencia y mediante la
metafsica. La cual, en verdad, haba estirado la pata haca ya experiencia nosotros no sabemos solamente esto o aquello, sino
tiempo, desde mucho antes de que Marx y los marxistas viesen en principio y en general todas las cosas; no sabemos nada sin
la luz. An sigue combatiendo, es verdad, a travs de lo Incons- ella, y por tanto todo nuestro saber consiste en proposiciones
ciente de [Eduard von] Hartmann178 y lo Incognoscible de [Her- empricas. stas luego se vuelven a priori slo cuando son co-
nocidas como necesarias; y as toda proposicin, cualquiera sea
su contenido, puede elevarse a tal dignidad, porque la diferencia
174 Anti-Dhring, p. 11, cit. por Labriola [carta VI], pp. 76-77 (trad. franc., pp.
99 y ss.). N. de G.G.
entre proposiciones a priori y a posteriori no es, como alguno
175 (El problema aqu planteado me pareca irresoluble cuando escriba estos
estudios. Ms tarde lo afront en el Sistema di logica come teoria del
179 Ver nota 91. N. de M.C.
conoscere, [Pisa, Spoerri] 1918). N. de G.G (1937). 180 Cfr. Discorrendo... [carta VI], p. 719. N. de M.C.
176 Cfr. Discorrendo... [carta VI], p. 722. N. de M.C. 181 Op. cit. [carta VI], p. 79 (trad. franc., p. 103). N. de G.G. [Cfr. ibid. N.
177 Cfr. ibid., pp. 721 y 723. N. de M.C. de M.C.]
178 Karl Robert Eduard von Hartmann (1842-1906): filsofo alemn cuya obra 182 Cfr. ibid., p. 720. N. de M.C.
principal lleva por ttulo La filosofa de lo inconsciente (1869). N. 183 Cfr. tambin Del materialismo storico. Dilucidazione preliminare, [1 ed.]
de M.C. Roma, Loescher, 1896, [cap. V] p. 46. N. de G.G.
puede haber imaginado, una diferencia originariamente inheren- no hacan ningn progreso; y lo hacen callar observando que el
te a las proposiciones mismas, sino que nace de la consideracin experimentalismo, sobre las huellas de Galileo y de Newton, no
de nuestro saber y del modo como nosotros sabemos estas pro- slo haca avanzar cada vez ms las ciencias ya existentes, sino
posiciones, de tal manera que cada proposicin que para m es que adems creaba otras nuevas.187 Excepto que tambin aqu se
solamente histrica, emprica, se vuelve una proposicin a priori podran aducir muchsimos pasajes de las obras de Hegel como
cuando yo directa o indirectamente llego a entender su necesi- prueba del justo valor que este filsofo atribua a la experiencia,
dad interna. Ahora bien, debe ser posible, en general, conocer que como propia de la reflexin cientfica slo puede ser por l
como necesario todo fenmeno natural originario, puesto que, si negada dialcticamente, esto es, conservada y hecha verdadera
en general no hay azar en la naturaleza (y esto tambin lo dice la [inverata] en la reflexin filosfica.188 Sera tambin fcil mos-
filosofa de la praxis), no puede haber un fenmeno suyo origi- trar como el reproche que haca Hegel al experimentalismo se
nario que sea casual; si la naturaleza es un sistema, debe haber, reduce al reproche que le hace el mismo Engels, en cuanto las
para todo lo que ocurre y se acta en ella, un nexo necesario ciencias puramente empricas captan las partes individuales y
basado en algn principio que lo mantenga y unifique todo. Esta aisladas de la realidad, y no ese nexo ntimo en el cual y por el
necesidad interna de todos los fenmenos naturales se entiende cual las partes son concretas, nexo que es revelado, para decirlo
mejor si se piensa que no existe ningn sistema verdadero que con Bruno, por el divino arte de los opuestos, por la dialctica.
no sea un todo orgnico. Y si en cada todo orgnico las cosas
se sostienen y se apoyan recprocamente, la organizacin debe Pero me gustara ilustrar con las palabras del mismo Spaventa
preexistir como todo a las partes; as, el todo no surge de las el genuino pensamiento hegeliano en torno a la relacin de la
partes, sino las partes del todo. Por lo tanto decimos que no filosofa con la experiencia. No se puede negar, escribe Spa-
es que nosotros conozcamos la naturaleza a priori, sino que la venta, que en estos ltimos tiempos se ha abusado mucho de
naturaleza es a priori, vale decir, que en ella todo lo singular est la actividad a priori, y son an famosas ciertas construcciones
predeterminado por el todo, o sea por la idea de una naturaleza del universo hechas casi con los ojos cerrados, con pocos con-
en general. Pero si la naturaleza es a priori debe ser tambin po- ceptos o, como dira Hegel, con slo dos colores de la paleta.
sible conocerla como algo que es a priori, y esto es propiamente Pero el abuso no es una razn para prohibir el uso; y no siempre
el sentido de nuestra exigencia.184 se ha visto moverse en el vaco a la actividad del pensamiento
especulativo, sin tener en cuenta los hechos, la historia, la vida
Ahora bien, no veo cul de estas proposiciones en las que se real, la naturaleza y el espritu; y alguno nos ha recordado la
formula la doctrina del apriorismo schellinguiano puede o debe imagen de Aristteles, cuyo ojo agudo y seguro se adentraba en
ser refutada por los sostenedores de la filosofa de la praxis.185 Y lo real y pensando descubra su ms recndita esencia. La causa
este mismo pasaje citaba uno de los ms sutiles entendedores del abuso mismo fue la novedad del concepto tan esencial a
de Hegel, nuestro Bertrando Spaventa, con el fin de explicar a la filosofa moderna del infinito poder del conocimiento, que
los perpetuos y fastidiosos crticos del apriorismo idealista cul llenaba y mova los espritus dndoles una audacia desmesurada
es el sentido verdadero de lo a priori, sobre lo que la filosofa y casi juvenil. De seguro, sin la experiencia no se puede tener
idealista insiste, y cmo en la afirmacin de sus derechos no ninguna noticia de las cosas. Pero lo que la experiencia no da, ni
resultan mnimamente perjudicados los de la experiencia.186 puede dar, es el nexo, la relacin o el sistema de todas las cosas.
Este sistema, en el cual consiste la verdadera realidad ya que
Muchos dicen ahora que Hegel desconoci enteramente los de- ninguna cosa es real si no en el sistema universal de las cosas
rechos de la experiencia, y recuerdan los orgullosos juicios por l es [] el objeto de la filosofa. Los datos de la experiencia son
pronunciados, en sus lecciones de historia de la filosofa, contra mltiples, sueltos, aislados, inconexos, y reciben la unidad y
las ciencias experimentales, que siguiendo el ejemplo de Newton por lo tanto el verdadero significado solamente del pensa-
miento especulativo. Y en esto en esta relacin suya con la
experiencia consiste la originariedad (prioridad) del pensa-
184 Einleitung zu dem Entwurf eines Systems der Naturphilosophie, en [F.
W. J.] Schelling, Smmtliche Werke, Stuttgart und Augsburg [Cotta], miento; ya que nada ms que el pensamiento es y puede ser esa
1858, erste Abteilung, dritter Band, pp. 278-279. N. de G.G. [Slo el unidad, lo nico en lo cual todas las cosas son reales. Por tanto,
agregado entre parntesis y en cursiva es de Gentile. Edicin castellana:
a diferencia de lo que parece a primera vista y se cree general-
Introduccin al Proyecto de un sistema de filosofa de la naturaleza, o
sobre el concepto de fsica especulativa y la organizacin interna de un mente, no es la experiencia la razn del pensamiento, sino ste,
sistema de esta ciencia, en F.W.J. Schelling, Escritos sobre filosofa de en cambio, la razn de aqulla. La experiencia es solamente la
la naturaleza, ed. y trad. A. Leyte, Madrid: Alianza, 1996, pp. 119-174 (aqu
base tempornea el punto de partida negativo del pensa-
126-127). N. de M.C.]
miento; el cual por eso la presupone, pero no extrae de ella su
185 Pero se puede objetar que quien predica bien luego acta mal. Ciertamen-
te, pecar es humano, y quien sienta sinceramente no tener que repetir autoridad, su luz o su evidencia, sino de s mismo: de sus propias
con el esclavo de Terencio: homo sum, humani nihil a me alienum puto relaciones y determinaciones. Y, en efecto, siendo el pensamien-
[hombre soy, nada humano me es ajeno], que arroje la primera piedra. No
la arrojarn, o al menos no deberan arrojarla, los marxistas! N. de G.G.
186 Studi sulletica di Hegel, [Atti della Reale Accademia di Scienze Morali
187 Ver [Carlo] Cantoni, Storia compendiata della filosofia, Milano, Hoepli,
e Politiche, vol. IV] Napoli, 1869, pp. 42-43. N. de G.G. [Bertrando Spa- 1897, p. 400, donde se refleja el pensamiento comn de los neokantianos
venta (1817-1883): filsofo y poltico italiano, fue el primer gran difusor sobre este tema. N. de G.G.
del idealismo hegeliano en Italia, y ejerci una profunda influencia en B. 188 Cfr. especialmente los XXXVII-XLIX de la Lgica, ed. cit. [Logique..., I,
Croce y G. Gentile. N. de M.C.] pp. 278-314]. N. de G.G.
to esencialmente unidad, relacin, nexo, y no siendo dado este es, por otra parte, el de Spinoza, porque la sustancia, no obstante
nexo por la experiencia, la luz y evidencia slo puede brotar del la dualidad no superable de los atributos (forma), es metafsica-
pensamiento: es el pensamiento mismo.189 mente nica. Este es un ejemplo de pluralismo que es al mismo
tiempo monismo, y un ejemplo de monismo que es al mismo
En otra oportunidad Labriola escriba: Es esperable que los fi- tiempo dualismo, segn se defina el sistema con relacin al modo
lsofos a la Krug, que deduca dialcticamente la pluma con la en que se concibe la sustancia en s, o con relacin al modo en
que escriba, hayan quedado perpetuamente sepultados en las que se concibe la forma de la sustancia. El idealismo absoluto y el
notas de la lgica de Hegel.190 Pero Guillermo Krug191 era no me- materialismo histrico, ambos son monismos tanto por la forma
nos enemigo que Labriola de las construcciones a priori, porque como por la sustancia. Todo est en continuo devenir: monismo
era un kantiano; y el no deduca la pluma, sino que ms bien de la forma. Todo es esencialmente idea, o todo es esencialmente
desafiaba a Schelling a tan ardua empresa, demostrando as no realidad sensible, materia: monismo de la sustancia.
haber entendido en absoluto en qu sentido Schelling sostena
el carcter a priori de la naturaleza. Y permtaseme una ltima Por otra parte, Labriola no dice: tendencia al monismo formal,
cita del mismo Spaventa, cuyos libros no s por qu ya no se sino tendencia (formal) al monismo;195 aunque hace consistir
quiere leer en Italia:192 Este temor, este horror contra la prueba el carcter monista de la filosofa de la praxis solamente en la
de la creacin (es decir, la construccin a priori de la naturale- nocin de devenir,196 es decir, en la forma, no en la sustancia de
za) no es ms que un equvoco. Probar la creacin no significa la realidad metafsica.
probar lo contingente como contingente, esta o aquella contin-
gencia; por ejemplo que tal o cual piedra, o tal o cual planta, etc. No se dice propiamente qu quiere decir el formalismo aplicado
debe ser. Krug pretenda ms o menos esto de Schelling. ste a la tendencia; pero parece que apunta a esa necesaria inma-
deca: debo construir a priori la naturaleza; y Krug: constryame nencia de la filosofa en la ciencia, de la cual el materialismo
la pluma, esta pluma con la que escribo. Schelling quera decir: histrico es profundamente consciente. En suma, solamente por
la Naturaleza, la verdadera Naturaleza, la idea de la naturaleza el carcter formal de nuestro proceder cientfico se tiende a una
[(la naturaleza, diramos nosotros, tal como es en la mente de concepcin monista de todo como continua praxis y perpetuo
Dios)] es un a priori, y precisamente porque es a priori se puede devenir. Debemos dejarnos guiar por este hilo conductor, por
construir a priori, segn lo mostrado en el pasaje de Schelling esta norma fundamental en las investigaciones cientficas indivi-
citado un poco ms arriba.193 duales y especficas: por el concepto de que todo deviene. Pero
este concepto no debe volverse l mismo objeto de una especial
Pero, aparte de este y algn otro telum sine ictu194 [dardo sin consideracin o indagacin, hacindose as, l mismo, objeto y
fuerza], es cierto, si los documentos aducidos bastan, que los contenido del pensamiento; porque en tal caso nuestra tenden-
materialistas histricos no alcanzan un monismo que difiera en cia al monismo ya no sera formal, vale decir, ya no afectara
nada, por la exigencia experimental que afirman, del monismo solamente la forma de nuestro conocer cientfico, sino tambin
de los idealistas a quienes creen haber superado para siempre; el contenido, y dara lugar otra vez a esa filosofa que se sostiene
y su intuicin es monista no solamente como tendencia, sino por s misma [per s stante], o hiperfilosofa, que el materialismo
esencialmente. Y es monismo no slo por la forma, sino tambin histrico tiene el mrito de negar, afirmando la exigencia realis-
por la sustancia. Puesto que existen dos especies de monismos: ta de considerar los trminos del pensamiento no como cosas y
monismo es el de Leibniz, con sus infinitas mnadas, porque to- entidades fijas, sino como funciones.197
das estas mnadas son puntos metafsicos y centros de fuerza:
y por tanto es una la forma de la realidad universal. Y monismo Pero este punto ha sido ya suficientemente aclarado. Y el que
las categoras del pensamiento no sean consideradas como enti-
189 B. Spaventa, Principii di filosofia, Napoli, Ghio, 1867, pp. 96-97. N. de G.G. dades fijas, previamente formadas, sino como funciones, es tam-
190 Del materialismo storico [cap. X], p. 126. N. de G.G. bin una verdad adquirida hace mucho tiempo por la filosofa,
191 Wilhelm Traugott Krug (1770-1842): filsofo alemn, sucesor de Kant en desde la Crtica de la razn pura, aun cuando continuara siendo
la universidad de Knigsberg. Fue un vulgarizador de las doctrinas kantia- durante largo tiempo desconocida por tantos filsofos y crticos
nas, vivamente criticado por Hegel. N. de M.C. de Kant. Tampoco se le haba escapado este entendimiento de
192 En el perodo de redaccin del ensayo La filosofa de la praxis Gentile las categoras como funciones del acto de conocer, y en s mis-
se encuentra empeado en recopilar y planificar la publicacin de los
escritos de Spaventa segn un programa cultural y editorial que seguir mas absolutamente vacas, a los constructores de la nueva me-
con tesn hasta los primeros aos del fascismo. (cfr. G. Turi, Giovanni tafsica. Pero vacas de qu?, preguntaba Hegel. De contenido
Gentile: una biografia, Firenze, Giunti, 1995, p. 75). Ya al ao siguiente es- emprico; y esta es precisamente la exigencia del pensamiento
criba la introduccin al primero de los volmenes de Spaventa editados
por l: los Scritti filosofici (Napoli, A. Morano & Figlio, 1901). N. de M.C. especulativo, que no debe demorarse en la diferencia (en las
193 Prolusione e introduzione alle lezioni di filosofia nella Universit di
Napoli (23 novembre - 23 dicembre 1861), (Napoli, Vitale, 1862) p. 183
195 Op. cit. [carta VI], p. 81. Tendance (formelle et critique) au monisme,
y ss. N. de G.G. [Dentro de la cita, el primer agregado entre parnte- dice ahora en la traduccin francesa, p. 105. N. de G.G. [En la segunda
sis es de Gentile. El segundo, en cambio, pertenece al texto original de edicin en italiano (1902) tambin se lee Tendenza (formale e critica) al
Spaventa, pero ha sido suprimido por Gentile; se lo restituye aqu entre monismo (cfr. Discorrendo..., p 721). N. de M.C.].
corchetes. N. de M.C.] 196 Cfr. op. cit. [carta VII], p. 79 (trad. franc., p. 103). N. de G.G.
194 Cfr. Virgilio, Aeneis [Eneida], II, 544. N. de M.C. 197 Op. cit. [carta V], p. 65 (trad. franc., p. 84). N. de G.G.
determinaciones concretas de la experiencia), sino elevarse a lo deseamos conocerla y estudiarla, no es posible que ella no se
universal, a la identidad. No es un defecto de la filosofa, sea- vuelva concepto, y por tanto, al mismo tiempo, que no se fije
laba Hegel, tener que ver con estas abstracciones que son las como algo que se sostiene por s mismo [per s stante].
categoras por s mismas vacas de contenido emprico; ms bien
es su virtud, su perfeccin. Y lo reconoce la misma conciencia Ay de la ciencia, si se le prohibiera este perpetuo proceso abs-
ordinaria cuando, por ejemplo, dice de un libro y de un discurso tractivo! Y de hecho en qu otra cosa consiste ese momento
que su contenido es tanto ms rico cuanto ms encierra pensa- socrtico de toda forma del saber, cuya importancia Labriola
mientos y resultados generales, etc.; y, por el contrario, no da destaca tan justamente?200 Formar los conceptos o elaborarlos
ningn valor a un libro, digamos a una novela, donde se acumu- (Herbart)201 implica trascender las particularidades, lo concreto,
len situaciones, acontecimientos individuales y cosas similares. y elevarse a lo universal, a lo abstracto. En las estrecheces del
Con eso la conciencia ordinaria reconoce tambin ella que la individuo emprico no vive ningn tipo de concepto. Y de los
naturaleza del contenido requiere algo ms que la materia sen- individuos slo podemos tomar distancia por abstraccin. Por
sible.198 otra parte, tampoco hay ciencia sin elaboracin de conceptos,
sin socratismo. La ciencia aspira, pues, de manera inevitable,
No obstante, en otra oportunidad yo distingu, para poner de como su propia razn de ser, a la abstraccin y a la hipsta-
acuerdo a Kant con Kant, y a Rosmini con Rosmini, la categora sis de lo abstracto, no como concreto sino precisamente como
como tal de la categora como concepto; distincin muy til para abstracto; abstraccin e hipstasis que equivale a lo que ms
entender los derechos y la legitimidad de la nueva metafsica, comnmente se denomina formacin de conceptos. As, la nueva
que es lgica por su naturaleza.199 lgica no puede tratar a las categoras [, a las] funciones del pen-
samiento, de otro modo que como trminos, como objetos del
Es preciso observar que la categora como tal no es pensable, pensamiento mismo, esto es, como conceptos. Y sin embargo, yo
vale decir, no es; por la misma razn por la cual Artistteles sos- concluyo que no puede haber una tendencia meramente formal
tena que materia y forma constituyen un todo inescindible, una al monismo, si esta tendencia debe significar un hbito filosfico,
sustancia individual [sinlo]. Kant advierte: la categora es lo que una reflexin y por tanto un saber, por ms inicial que sea. Ni,
es en la medida en que adquiere el contenido que le proporciona por otra parte, se puede creer que, huyendo de la investigacin
la intuicin sensible; sin esta intuicin es vaca, vale decir, no es. especfica y construyendo una filosofa autntica, se deba a toda
Pensar significa juzgar, y el juicio es una sntesis necesaria de costa negar u olvidar que las categoras sobre las que ella tra-
categora y de contenido emprico. Fuera de esta sntesis no hay bajar no sern, en el hecho real de nuestro conocer, ms que
pensamiento. Cmo se explica, entonces, que en la Analtica puras funciones de este conocer mismo.
de los conceptos l hable de estos reine Begriffe [conceptos
puros], de estas categoras puras, vacas de todo contenido? El ideal de esta nueva filosofa de Labriola sera el Capital, donde
Cmo se puede hablar y tratar cientficamente sobre lo que es pensamiento filosfico y conocimientos positivos de economa,
por su propia naturaleza impensable? de historia, de derecho romano, precisamente forman una ines-
cindible unidad; pensamiento cientfico con la ms perfecta con-
En efecto, la categora como funcin del pensar no es pensable si ciencia filosfica. Es cierto que los eruditos, los investigadores
no como funcin, o sea conjuntamente con el contenido, con el profesionales de temas especficos, as como han compilado la
dato sensible al que ella da forma. Pero en cuanto decimos que geologa de Dante y la entomologa de Shakespeare, as, a fortio-
ella es pensable slo como funcin, junto con el contenido sen- ri [con mayor razn], y con ms derecho, podran escribir sobre la
sible, no construimos ipso facto [en el mismo acto] el concepto lgica del Capital, e incluso construir toda una filosofa de Marx,
(abstracto) de esa funcin? Ahora bien, no la categora como etc.202 Pero el Capital vive en su inaprehensible integridad.
tal, sino precisamente la categora-concepto es aquella de la que
se ocupa la lgica; la cual, en una filosofa que identifica el ser Ahora bien, slo esta obra representa un grupo de conocimientos
con el pensamiento (ya sea como idea o como praxis sensible), que forman un todo orgnico que no es analizable sin dejar de ser
asume dignidad de metafsica o de filosofa propiamente dicha. lo que es, o esto es algo propio de todo conocimiento en general,
y de cada parte de la vida? Cuando se reconoce la razn de ser de
La categora como tal existe en el hecho, mientras que la catego- la lgica, no se admite ya que el espritu cientfico puede analizar
ra-concepto existe en la ciencia. El hecho es el objeto y el presu- toda sntesis de la vida? La lgica es inmanente a los conocimientos
puesto lgico de la ciencia, pero no es la ciencia. As, la categora comunes del hombre, pero slo nace como ciencia cuando comienza
es una funcin que se realiza (y por ende nada independiente o
que se sostenga por s mismo) en el hecho del conocer concre-
to; pero si queremos subsumir a esta categora en la ciencia, si
200 Op. cit. [carta X], pp. 143 y ss. (trad. franc., pp. 191 y ss.). N. de G.G.
198 Ver Lgica [Logique..., I, pp. 299-300] XLIII, Zusatz. N. de G.G 201 Johann Friedrich Herbart (1776-1841): filsofo y pedagogo alemn, cr-
199 Ver Gentile, Rosmini e Gioberti, Pisa, Nistri, 1898, pp. 177 y ss. N. de tico del idealismo hegeliano; ejerci una fuerte influencia en Antonio La-
G.G. [Antonio Rosmini Serbati (1797-1855): sacerdote y filsofo italiano de briola antes de que ste abrazara el materialismo histrico. N. de M.C.
orientacin platnica, agustiniana y tomista. N. de M.C.] 202 Op. cit. [carta VI], p. 77 (trad. franc., p. 100). N. de G.G.
el anlisis de lo que en los hechos es inescindible. del bien y del mal, puramente relativas por naturaleza, se vuel-
ven principios absolutos de la vida, y sus causas teleolgicas,
Quien no lo comprenda, por favor, que vaya a hacer anatoma cuando en realidad no son ms que simples ideologas. Ahora
sin destruir con el cuchillo el conjunto del organismo corpreo. bien, como el materialismo histrico es la filosofa de la vida,
Basta con que la lgica sea consciente de su carcter abstracto y no de las apariencias ideolgicas de sta, sobrepasa la antte-
o trascendental; basta con que la anatoma conciba ese brazo sis del optimismo y del pesimismo, porque supera sus trminos
inerte separado del tronco como parte de un organismo viviente, comprendindolos.207 De qu modo? Este camino doloroso de
para que la ciencia respete los derechos de la realidad, que es la historia, al que se puede llamar la tragedia del trabajo208 tra-
siempre orgnica por su naturaleza. Y bien lo saba Marx, que en gedia que no era evitable porque no deriva de un capricho o pe-
su obra capital desarroll, como ha aclarado Croce, una inves- cado, sino de una necesidad intrnseca al propio mecanismo del
tigacin abstracta. vivir social, conduce l mismo los medios necesarios para el
relativo perfeccionamiento, primero de poqusimos, luego de po-
En cuanto a la filosofa del Capital, el derecho de buscarla en cos, luego de un poco ms, y ahora parece que los prepara para
su interior deriva del reconocimiento de que le es inmanente. todos.209 Una vez, el mal de los esclavos era el bien de los amos;
Y tambin de esto estaba perfectamente persuadido Marx, que despus el mal de los siervos fue el bien de los seores; luego el
se preocupaba por ajustar cuentas con la filosofa de su tiempo; mal de los proletarios ha sido el bien de los capitalistas; llegar
por justificar filosficamente su propia teora histrico-econ- el tiempo en que esta contradiccin del mal que es un bien, y
mica revolucionaria; por comprender, en suma, cul era precisa- del bien que es un mal, ser resuelta... en el bien de todos. El
mente la filosofa inmanente a su pensamiento. cual, sin embargo, no oponindose ya al mal, en verdad no ser
ms el bien, sino la unidad del bien y del mal. Pero el triunfo del
Cuestin de gustos,203 en definitiva!, exclama Labriola. No, un comunismo no ser la obra de la eterna justicia. Esa [gran] se-
materialista a lo Marx no puede reducir hechos histricos de ora benfica no remover ni una sola de las piedras del edificio
tanta importancia, como las grandes manifestaciones analticas capitalista.210 En el mal presente los materialistas encuentran
del espritu humano, a una cuestin de gustos; porque para el precisamente el impulso del futuro, cuya llegada esperan de la
materialismo de Marx no hay nada accidental en la historia. Y rebelin de los oprimidos, y no de la bondad de los opresores.
si el espritu humano est hecho de tal modo que siempre tras-
ciende la realidad orgnica con la potencia de sus anlisis, ningu- Qu significa todo esto? Que lo que es debe ser, que lo real es
no podr dictarle leyes discordantes con su naturaleza. esencialmente racional, tal como deca Hegel. La oposicin del
bien y el mal permanecer como una contradiccin del intelecto
Por lo dems, todo eso es tan poco posible, que el mismo La- abstracto, pero que el pensamiento especulativo resuelve, su-
briola ha venido escribiendo sobre la filosofa que trasciende perndola, como a toda otra contradiccin. El bien y el mal no
todas las investigaciones especficas, y aspira a dilucidar esta existen en la realidad esencial, sino que, como dice Marx, son
filosofa de la praxis. Es sin duda verdadero que la filosofa es ideologas. Del mismo modo, pues, el materialismo histrico y el
forma, no contenido mental, y que si tiene un contenido como hegelianismo superan en teora el punto de vista pesimista y el
ciertamente es el caso, ste es la hipstasis trascendental de optimista. Pero de hecho ambos son sistemas puramente opti-
la forma204; pero con esto se formula lo que hay de verdadero mistas. Lo que es debe ser, la realidad es racional. Esta realidad,
en toda la crtica, y este concepto tambin nos parece de capital en cuanto historia, representa el fatal camino del Espritu del
importancia. mundo hacia la libertad de todos, en Hegel; o bien, la elevacin
del hombre de la inmediatez del vivir (animal) a la libertad per-
Finalmente, dado que tambin el materialismo es una metafsica, fecta (que es el comunismo),211 en Marx. En la historia hay, pues,
es sta optimista o pesimista? Se trata tambin de una cues- una finalidad, puesto que cada paso se dirige hacia una meta, y
tin frecuentemente debatida, que Labriola no deja escapar.205 esta finalidad es esencialmente ptima. Y dado que la finalidad
Y, como era de esperar, su solucin no difiere de la hegeliana. es inmanente al proceso histrico ya desde su primer principio,
la intuicin marxista es de hecho optimista como la hegeliana, al
Optimismo y pesimismo, en definitiva, consisten en generalizar contemplar una historia que avanza hacia un fin que es el bien
las afectividades resultantes de una determinada experiencia o de todos, el bien absoluto.
situacin social, y en prolongarlas fuera del mbito de nuestra
vida [inmediata] de modo tal que se las convierte en el eje, el
pivote o la finalidad del universo.206 Es as como las categoras
contrario, influye sobre ellos y les dicta la norma de algn modo sentidos, sino haciendo entre ellos y el intelecto una sntesis a
(por ej., la diversa velocidad de las vibraciones etreas produce priori, o necesaria, como se prefiera.
la diversidad de los colores).
Sin embargo, Marx tena una razn para no aislar a los individuos
El idealismo observa que los conceptos, las leyes racionales, do- abstrayndolos de sus relaciones. Y esta razn, como hemos
minan la realidad; y de este modo no hay cuerpos qumicos que aclarado, reside en el concepto de la praxis, inmanente a la rea-
se sustraigan a las relaciones matemticas de sus respectivas lidad sensible. Praxis significa relacin entre sujeto y objeto. Por
frmulas, ni hay lobo o caballo que no sea cuadrpedo o mam- lo tanto, [no hay] ni individuo-sujeto ni individuo-objeto como
fero, segn los rasgos necesarios fijados por la zoologa, ni existe tal sic et simpliciter [as y simplemente], sino el uno en necesaria
agua que por debajo de cierta temperatura no se congele, por relacin con el otro, y viceversa. Por tanto, otra vez, la identidad
citar una ley bien conocida por experiencia. Por consiguiente, la de los opuestos. Como ya se ha dicho, no hay educadores por
realidad misma est como construida por la razn, que en ella una parte y educados por la otra, sino educadores que son edu-
se manifiesta como inmanente; la realidad es, por tanto, esen- cados, y educados que educan.
cialmente racional. Es cierto que la razn a la que se adecua la
realidad no puede ser la de Hegel, y mucho menos la ma, o la As, hemos visto como Marx fue llevado por el concepto mis-
de Fulano o Mengano. Pero lo que importa notar es esto: que mo de la praxis a negar el naturalismo.216 Y bien dice Labriola,
toda la naturaleza est escrita en caracteres matemticos, y que segn el espritu del maestro, todos los hombres que ahora
la mente puede leer esos caracteres; mejor an, que esos carac- viven sobre la superficie de la tierra, y todos aquellos que en el
teres, en cuanto matemticos, son por su naturaleza mentales pasado fueron objeto de alguna observacin digna de aprecio,
o inteligibles, porque las matemticas no son ms que construc- se encontraron un buen trecho ms ac del momento en que
ciones del intelecto. La matemtica de la naturaleza es preci- el vivir puramente animal ya haba cesado.217 Esta negacin del
samente su racionalidad, o la razn o idea como se la quiera naturalismo es otro golpe a la doctrina materialista, [la cual afir-
llamar inmanente a ella y a la realidad en general. ma] que no hay sino realidad sensible; porque el vivir puramente
animal es precisamente el vivir de los sentidos y entre cosas
As pues, el pasaje desde lo a posteriori hasta lo a priori como sensibles, y slo cesa con el surgimiento de algo ms que la pura
razn de la realidad, en el idealismo se comprende; pero en el sensacin. El momento en que cesa, en efecto, el momento al
materialismo de Marx es inconcebible. que Labriola mismo se refiere, es el del origen de la sociedad, y
por lo tanto como ya dijimos el surgimiento de la mentali-
Su nica escapatoria sera la negacin de todo lo que trasciende dad (por la cual los sentidos son ya superados).
la realidad sensitiva, y este sera el carcter genuino del materia-
lismo. Pero la afirmacin misma de esta realidad sensitiva como El materialismo no puede ver en el hombre si no el animal (na-
pura y simple materia trasciende inmediatamente los sentidos. turalismo); pero Marx, en virtud de su concepto de la praxis, se
ve obligado a ver en el hombre algo ms que el puro animal, a
Y, por otra parte, si no hay nada real que no sea sensible y ma- ver precisamente... al hombre, vale decir, al animal, s, pero al
terial, toda la crtica que Marx dirige a las precedentes concep- animal que es por su naturaleza poltico, segn la vieja expre-
ciones materialistas de la sociedad se derrumba sin remedio. sin aristotlica.
Hemos visto que l se opone a la intuicin nominalista, que
slo ve en la sociedad a individuos que, aunque pueden estar Pero entonces qu materialismo es este? Como todo materia-
de acuerdo, son siempre esencialmente independientes el uno lismo, no quiere reconocer como real si no lo que es sensible;
del otro y se sostienen cada uno por s mismo [per s stante]; l pero lo sensible, que es esttico para todo otro materialismo,
observa justamente que se trata de una abstraccin, porque la para l es dinmico, est en perpetuo fieri [proceso], y de ah
sociedad es originaria, mientras que los individuos no son ms la denominacin de materialismo histrico. Pero he aqu que
que partes orgnicamente vinculadas de un nico todo. Ahora este materialismo, para ser histrico, est obligado a negar en
bien: qu hay de realidad sensible en la sociedad adems de su construccin especulativa el propio fundamento: que no hay
los individuos como tales? El organismo de ellos, la sociedad, otra realidad fuera de la sensible; y a rechazar as los rasgos
es un vnculo tico, es mente, racionalidad. Y no por nada, pues, esenciales de toda intuicin materialista: como, por ej., la con-
negaban la sociedad como hecho necesario y originario los mate- cepcin atomstica de la sociedad, y el propio naturalismo. Se
rialistas consecuentes como Epicuro, Hobbes y los materialistas trata, en definitiva, de un materialismo que por ser histrico ya
franceses del siglo pasado [XVIII]. Organismo, sociedad, implican no es materialismo. Una contradiccin intrnseca, profunda e in-
relacin: y la relacin no se toca ni se ve, ni se huele: slo son sanable lo atormenta.
sensibles sus trminos.215 Si se conciben los trminos en su re-
lacin, de los sentidos se asciende al intelecto, no negando los Acaso no haba dicho Hegel que el espritu es historia? El espri-
tu, no la materia. Es posible, como pretendi Marx, trasladar la
216 Cfr. Una critica [del materialismo storico], pp. 29 y ss. N. de G.G.
215 Idem. N. de M.C. 217 Del mater. storico, p. 27. N. de G.G.
historia del espritu a la materia? No lo crey posible y tena trico! Esas ideologas tan ridiculizadas se volveran de pronto
sus buenas razones el materialismo del siglo pasado [XVIII], el motor de la historia! Porque, en verdad, los filsofos no dis-
que de hecho fue la sincera expresin del siglo antihistrico por ponen de otro medio que la filosofa para cambiar el mundo.Y
excelencia. Porque ese materialismo entenda a la materia como acaso no se vuelve as a la visin platnica de las ideas motoras
tal; y la materia como tal es siempre idntica a s misma, no y creadoras de la realidad universal?
cambia jams. Son diferentes sus formas, que mutan y varan
indefinidamente, pero ella sigue siendo constantemente la mis- La raz de la contradiccin, que asoma por todas partes en el
ma en todas sus formas. As, con un trozo de arcilla, primero se materialismo de Marx, est en la falta absoluta de toda crtica
hace una vasija; luego, si se vuelve a amasar, se podr obtener relativa al concepto de la praxis aplicada a la realidad sensible,
una botella; pero, vasija o botella, la arcilla es siempre arcilla y, o a la materia, que para l son equivalentes. Marx no parece ha-
como tal, no se puede decir que cambie. Y donde no hay cambio berse preocupado mnimamente por ver en qu modo la praxis
no hay historia. Si lo que se quiere ver son sus formas diversas, se puede acoplar a la materia en una nica realidad, mientras
ya no se tiene delante la arcilla pura y simple, sino la arcilla y la toda la historia precedente de la filosofa le adverta acerca de
mano modeladora, la arcilla y la praxis. Y as, si lo que se quiere la imposibilidad de conciliar esos dos principios: esa forma (=
ver es la materia no en s, sino en sus formas siempre diversas, praxis) con ese contenido (= materia).
esto es, en su historia, se tendr la materia y la praxis que la hace
ser en todas esas formas. Pero si se admite la praxis, entonces se La materia por s es inerte, y por tanto siempre igual a s misma.
trasciende, como se ha visto, la realidad sensible. No deseaban De dnde deriva su actividad, que la hace devenir incesante-
trascenderla los materialistas del siglo pasado [XVIII], los cuales mente? Podra decirse que le es inmanente una fuerza; pero esta
por eso se contentaban con la materia como tal, siempre idnti- fuerza que transforma poco a poco la materia segn un desa-
ca a s misma, sin historia. De ah su conviccin de que el mundo rrollo dialctico y teleolgico es una fuerza racional: es razn,
ha sido y ser siempre el mismo; y que para conocer ntimamen- es espritu. Y as, en el origen, ms all de la materia, est siem-
te un ser cualquiera no es preciso estudiarlo en su historia, sino pre el espritu; y entonces, adems de concluir en un monismo
en su estado natural. De ah tambin ese retorno a la naturaleza, materialista, se acaba en un dualismo ms o menos platnico.
que es caracterstico de toda produccin del pensamiento del Al partido de los que admiten como originarios la fuerza y la
siglo pasado; desde la economa poltica, con los fisicratas. materia se adscribieron los materialistas puros contemporneos
al mismo Marx, como Bchner,220 pero ellos se preocuparon por
Y, si se la traslada al derecho, se entiende cmo la intuicin pro- mantener lejos de la fuerza toda visin finalista; ms an, se
pia de los filsofos del siglo XVIII poda prestarse a doctrinas re- consagraron a una crtica inexorable de todo teleologismo como
volucionarias que preparasen el estallido de la gran revolucin. una de las teoras fundamentales del idealismo (ahora vigorosa-
Porque, en efecto, una revolucin es una negacin de la historia, mente reafirmada por la orientacin idealista, o telstica como
un negar valor a lo que la historia ha consagrado como natu- la llaman, inglesa y norteamericana).
ral movimiento y desarrollo de la sociedad humana; es tratar
a los hechos histricos como modificaciones accidentales y Carlos Marx, idealista nato, y que haba tenido tanta familiari-
por tanto modificables a voluntad de la naturaleza perenne- dad, en el perodo formativo de su mente, con las filosofas de
mente idntica a s misma. En el materialismo histrico, en cam- Fichte primero y luego de Hegel, no se aproxim al materialismo
bio, se quiere proclamar que la historia es la nica y real seora de Feuerbach olvidando todo lo que haba aprendido, y que se
de todos nosotros, los hombres, que somos como vividos por haba hecho inherente a su pensamiento. No supo olvidar que no
la historia!218 como dice Labriola; y se afirma como canon de la hay objeto sin un sujeto que lo construya; ni supo olvidar que
nueva filosofa que si los filsofos hasta hoy han slo buscado todo est en perpetuo fieri [proceso], todo es historia. Entendi,
interpretar el mundo, ahora, en cambio, se trata de transformar- s, que ese sujeto no es espritu, actividad ideal, sino sensacin,
lo (verndern);219 o sea de cambiar la historia en que, para los actividad material; y que ese todo (que siempre deviene) no es
nuevos materialistas, consiste toda realidad. Lo cual significa el espritu, la idea, sino la materia. En tal modo, l crea avanzar
que esta realidad nica que es la historia, cuya esencia es deter- sobre esa va por la cual se haba encaminado pasando de Kant
minada por el desarrollo dialcticamente necesario, de repente y Fichte a Hegel, casi de una trascendencia idealista a una inma-
se vuelve irreal por el hecho mismo de que su desarrollo debe nencia; en tal modo, supona estar alejndose cada vez ms de lo
detenerse o cambiar el rumbo. Pero de qu modo o por qu? abstracto y acercndose a lo concreto. Pero en la cuestin de lo
Por las especulaciones de los filsofos! Vaya materialismo his- abstracto y lo concreto, cmo no tener en cuenta la estupenda
crtica hegeliana del intelecto abstracto? Por lo tanto, materia s,
218 Luniversit e la libert della scienza, Roma [Loescher], 1897, p. 33. pero materia y praxis (es decir, objeto subjetivo); materia s, pero
N. de G.G. [El pasaje donde Labriola utiliza esa frmula es el siguiente:
Tambin este trabajo [intelectual] est, como todos los otros, fundado materia en continuo devenir. De tal manera, l recoga la ms
en la secular acumulacin de las energas, y en el ejercicio de la coopera- bella flor del idealismo y del materialismo; la flor de la realidad
cin social. Tambin nosotros los profesores, con todo lo que hacemos,
somos vividos por la historia, que es la nica y real seora de todos noso-
tros, los hombres. Cfr. Scritti politici, 1886-1904, ed. V. Gerratana, Bari, 220 Ludwig Bchner (1824-1899): mdico, cientfico y pensador alemn. Su
Laterza, 1970, p. 404. N. de M.C.] obra ms importante, Fuerza y materia (1855), es una exposicin de su
219 Cfr. el ltimo de los fragmentos de Marx sobre Feuerbach. N. de G.G. concepcin materialista que tuvo una considerable difusin. N. de M.C.
221 Nueva alusin a Una critica del materialismo storico, ver nota 72.
N. de M.C.
Althusser, el maosmo
y la Revolucin Cultural
Adrin Celentano*
La presente intervencin propone un anlisis de la coyuntura tanto del Partido como del Estado, del sistema educativo y de
poltico-intelectual en la que fueron puestas a circular las tesis la produccin econmica; las masas tienen derecho a rebelarse,
de Sur la rvolution culturelle, un artculo elaborado por el incluso en los pases comunistas.2
filsofo comunista francs Louis Althusser y publicado de forma
annima a fines de 1966 en los Cahiers Marxistes Leninistes. Tanto la polmica chino-sovitica como la RC generaron impor-
Organe thorique et politique de lUnion des Jeunesses Com- tantes debates intelectuales y escisiones en los Partidos Co-
munistes (Marxiste-Lniniste). De modo marginal, nuestro munistas del mundo. Los intelectuales comunistas no pudieron
anlisis procura tambin contribuir a la reconstruccin de la cir- dejar de ensayar un posicionamiento, pues lo que estaba en dis-
culacin de esas tesis en nuestro medio intelectual. cusin era tanto la lnea poltica como la teora marxista-leninis-
ta en la que se sustentaban los estados socialistas, los partidos
Entre 1965 y 1966, el Movimiento Comunista Internacional comunistas y buena parte de los movimientos obreros. Interpe-
(MCI) se escindi en dos amplios frentes. La crisis se inici en lados por la coyuntura poltica internacional, Althusser y sus dis-
1963, cuando los comunistas chinos comenzaron a acusar a los cpulos se reunieron durante octubre y noviembre de 1966 para
comunistas rusos de defender una teora y una poltica marxis- estudiar y discutir la novedosa revolucin cultural proletaria.
tas de corte revisionista.1 Las tesis que aquellos defendieron De esas reuniones surgieron una serie de artculos que fueron
contra los soviticos y utilizaron para legitimar la rebelin de publicados de forma annima en el nmero de diciembre de
las masas chinas alentada por Mao desde 1966 y conocida como 1966 de una revista parisina de gran tirada: los Cahiers Marxis-
la revolucin cultural proletaria (RC) pueden sintetizarse en tes Lninistes que diriga el filsofo Dominique Lecourt-Chenot
las siguientes afirmaciones: la lucha de clases es la va privile- y editaba el sello Maspero.3
giada para la toma del poder y el carcter violento de esa lucha
es esencial; el imperialismo ser prontamente derrotado por El primer nmero de los Cahiers Marxistes Lninistes haba
la alianza entre los llamados pueblos del tercer mundo y el
proletariado de los pases centrales; la lucha de clases persiste 2 A pesar del alejamiento de la URSS que establecen estas tesis, el comu-
luego de la toma del poder por parte del proletariado, al interior nismo chino nunca defini claramente la responsabilidad de Stalin en el
proceso de restauracin del capitalismo en ese pas.
3 La revista tuvo una tirada de un millar de ejemplares. De ah que no sor-
* CISH-IdIHCS-UNLP prenda que varios de esos ejemplares hayan llegado a nuestro continente
en los aos en que el maosmo ganaba la simpata de numerosos discpu-
1 La acusacin de revisionismo fue originalmente empleada por Lenin a los argentinos y latinoamericanos de Althusser. La nueva izquierda inte-
comienzos de siglo XX contra los partidos socialdemcratas, especial- lectual argentina se interes en el maosmo desde inicios de los sesenta,
mente el alemn. stos haban revisado las tesis marxistas para renun- especialmente los grupos editores de las revistas Pasado y Presente,
ciar a la lucha de clases como va para la toma del poder y apoyar a sus Fichas, Revista de la Liberacin, La Rosa Blindada y Los Libros. Varios
respectivas burguesas nacionales durante la Primera Guerra Mundial. intelectuales ligados a esas publicaciones viajaron a China interesados
Para los maostas, desde inicios de los aos sesenta, el Partido Comunis- en la RC y difundieron en nuestro pas sus manifiestos y documentos.
ta de la Unin Sovitica, entonces bajo el liderazgo de Nikita Kruschov, Asimismo, desde 1965 el partido maosta Vanguardia Comunista public
adopt una lnea revisionista, en primer lugar, porque impuls en el MCI informes y documentos sobre la Revolucin Cultural y foment las posi-
la coexistencia pacfica y la emulacin pacfica con el imperialismo nor- ciones del PC chino entre las nuevas organizaciones de izquierda. En 1967
teamericano y, en segundo lugar, porque prioriz la va pacfica para la se fund el Partido Comunista Revolucionario, en el que se desarroll
revolucin en los pases que no haban alcanzado el socialismo, incluidos una importante corriente althusseriana. Y en 1970 se public en el pas el
los pases de Asia, frica y Amrica Latina. primer libro dedicado ntegramente a Althusser, Sal Karsz, Jean Pouillon,
Revisemos brevemente las publicaciones del filsofo en esos 5 Respecto de la filosofa de Althusser, un temprano y sistemtico estudio,
que no descuida la relacin de ste con el maosmo, lo ofrece Sal Karsz,
aos para poder inscribir en la coyuntura su artculo sobre la RC. uno de sus discpulos argentinos, en Theorie et politique: Louis Althus-
ser, Pars, Fayard, 1974. All se subraya la importancia de las tesis de Mao
en el pensamiento althusseriano sobre la contradiccin, se muestra el
peso de la RC en las posiciones filosficas mantenidas por Althusser en
1965 y se cuestionan las interpretaciones izquierdistas propuestas por el
maosmo francs a principios de los setenta. Tambin en 1974 otro disc-
pulo de Althusser, el filsofo parisino Jacques Rancire, edit un estudio
sobre Althusser, La leon dAlthusser (Pars, Gallimard, 1974). Rancire
asume all un maosmo radicalizado desde el que presenta fuertes crticas
a su maestro. Por otra parte, una inteligente reflexin tanto sobre la RC
como sobre la movilizacin de las masas y las violencias extremas que
Alain Badiou, Jacques Rancire y Emilio de pola, Lectura de Althusser, se desataron en ese movimiento, puede encontrarse en Alain Badiou, La
Buenos Aires, Galerna, 1970. Ver: Adrin Celentano, El maosmo argentino revolucin cultural proletaria la ltima revolucin?, disponible en lnea.
entre 1963 y 1976. Libros, revistas y peridicos para una prctica poltica, Sobre la historia intelectual de Althusser, ver Gregory Elliot, The Detour
Polticas de la Memoria, n 14, Buenos Aires, CeDInCI, 2013, pp. 151-165. of Theory, Leyden, Brill, 2006. Para una descripcin de la relacin entre
4 En una reciente conferencia dictada en Buenos Aires, Balibar diferenci el althusserianismo y los estudiantes maostas, ver Julian Bourg, The Red
tres etapas, sucesivas pero discontinuas, en la relacin de Althusser con el Guards of Paris: French Student Maosm of the 1960s, History of Euro-
maosmo. La primera habra comenzado en 1952 cuando el PCF divulg el pean Ideas, n 31, 2005, pp. 472-490.
ensayo de Mao Sobre la contradiccin. Althusser lo ley junto a Lucien 6 El libro fue traducido al espaol en 1967 por su discpula chilena Martha
Sve, otro joven intelectual del PCF, para concluir que Mao era un nuevo Harnecker y publicado en tiradas masivas por Siglo XXI Mxico, bajo el ttu-
Lenin que ofreca un trabajo filosfico de magnitud. En 1956 los dirigentes lo La revolucin terica de Marx. Tres aos despus, el filsofo argentino
del PCF, junto al PC Chino, rechazaron el Informe de Kruschev al PC So- Jos Sazbn tradujo dos trabajos clave de Althusser: Ideologa y aparatos
vitico en el que se denunciaban los crmenes de Stalin, pero pronto los ideolgicos de Estado y Freud y Lacan. Ambos integraron el libro Ideo-
franceses se retractaron para adherir a la lnea sovitica y sealar a Mao loga y aparatos ideolgicos de Estado. Freud y Lacan, varias veces ree-
como oposicin. La segunda etapa se habra abierto en agosto de 1963, ditado por el sello porteo Nueva Visin. Entre 1969 y 1970 Sazbn dirigi
cuando Althusser public Sobre la dialctica materialista, artculo que para esa editorial la prolfica coleccin El pensamiento estructuralista.
cita a Mao para cuestionar la combinacin de economicismo y humanismo
con la que se habra iniciado la desviacin ideolgica del MCI. En 1965 7 Ambos textos fueron publicados en la revista comunista francesa La Pen-
Althusser reuni ste y otros ensayos en Pour Marx, donde la dialcti- se, el primero en agosto de 1963 y el segundo en diciembre de 1962.
ca de Mao es utilizada para combatir la hegelianizacin de la dialctica El ensayo Marxismo y humanismo haba sido publicado en la revista
y especialmente para rechazar la centralidad asignada por el marxismo cultural francesa Cahiers de lISEA en junio de 1964.
humanista a la negacin de la negacin, una nocin que Althusser consi- 8 En abril de ese ao Althusser escribi Thorie, pratique thorique et
deraba mistificadora, idealista y burguesa. En 1966 comenzara una ltima formation thorique. Idologie et lutte idologique, artculo del que el
etapa, signada por la relacin de Althusser con el crculo que lideraba PCF no autoriz su publicacin. Althusser lo puso a circular en versin
Linhart. Haciendo a un lado las prcticas terroristas de la RC, el crculo mimeogrfica y sus discpulos lo enviaron a la revista cultural cubana
foment una entusiasta propaganda de la experiencia china y, segn Bali- Casa de las Amricas, que lo public en febrero de 1966 bajo el ttulo
bar, sus miembros fueron los que convencieron a Althusser de redactar el Prctica terica y lucha ideolgica. En Argentina, el artculo fue editado
texto annimo que analizamos (tienne Balibar A 50 aos de Para leer en el cuarto nmero de los Cuadernos de Pasado y Presente, fechado
El Capital, conferencia dictada en la Facultad de Ciencias Sociales de la en setiembre de 1968. La Advertencia que firma el colectivo editorial
UBA, 24/04/2015). Agradezco a Balibar la autorizacin para el uso de la subraya la oportuna intervencin de Althusser en Francia y, citando al Ti-
conferencia y el envo de su escrito en prensa Pour ldition chinoise des mes, afirma que todo estudiante de izquierda que se respete a s mismo
uvres Choisies de Louis Althusser, que incorporamos como referencia. es maosta o por lo menos castrista. Vase Louis Althusser, La filosofa
Tambin en 1965 Althusser public Lire Le Capital, libro que parte de esa crtica, pues apunta que si bien Altusser demos-
expone los resultados de las investigaciones realizadas junto a tr el valor del marxismo como teora y su importancia para las
sus discpulos. Al extenso estudio inicial preparado por Althus- ciencias sociales, realiz un uso confuso del anlisis estructural
ser se sumaron uno redactado por Balibar sobre los conceptos y desconect, como lo habra hecho en Lire Le Capital, el objeto
del materialismo histrico, otro de Rancire sobre el concepto de conocimiento del objeto concreto.11 Luego de esta seccin,
de crtica y la crtica de la economa poltica desde los Manuscri- Les Temps Modernes publica la crtica de Henri Edme a las tesis
tos de 1844 hasta El Capital, uno de Pierre Macherey sobre el de Balibar y Rgis Debray sobre las guerrillas castristas en Am-
proceso de exposicin de El Capital y finalmente uno de Roger rica Latina, tesis que haban sido publicadas en el quinto nmero
Establet sobre el plan de elaboracin de El Capital.9 (junio-julio de 1965) de Cahiers Marxistes Lninistes.
Lire Le Capital aplica las tesis althusserianas a la obra clsica de En medio de ese debate, se realiza en abril de 1966 en Argen-
Marx para lograr tres objetivos: identificar la filosofa marxista teuil la reunin del Comit Central del PCF que discute cuestio-
en estado prctico; mostrar la existencia de un objeto y un mto- nes ideolgicas y decide rechazar las tesis que Althusser vena
do marxistas, diferentes de la economa poltica; y fundamentar difundiendo. Desde entonces, Roger Garaudy sera consagrado
la incorporacin de la historia como un continente ganado para como lder filosfico del PCF. Basndose en los Manuscritos de
la ciencia. Segn Althusser, El Capital se propone definir la es- 1844, Garaudy promova, en las revistas partidarias Cahiers du
tructura general del modo de produccin y las temporalidades Communisme y Nouvelle Critique, la lectura humanista de la
propias de cada instancia, y con ello terminara mostrando que obra marxiana.12 En aquella reunin, Pierre Macherey defendi
la temporalidad de las relaciones de produccin, la de la poltica en soledad el marxismo de Althusser, quien ese mes reafirm su
y la de la ciencia se combinan en la estructura general.10 distancia con el humanismo y el historicismo en Matrialisme
historique et matrialisme dialectique, un artculo aparecido en
Las obras althusserianas repercuten en Les Temps Modernes, los Cahiers Marxistes Lninistes.
la principal revista de la izquierda intelectual francesa. En mayo
de 1966, la publicacin dirigida por Jean Paul Sartre dedica a Adems de los libros y artculos que repasamos, Althusser
Althusser su seccin principal, Discussion. La seccin se com- expuso sus tesis en el curso sobre Rousseau que dict entre
pone de tres artculos: en el primero, Nicos Poulantzas valora 1965 y 1966 en la cole Normal Suprieure y del que result
a Pour Marx como aporte para la constitucin de una teora Sur le Contrat Social, estudio publicado en el nmero de oc-
marxista y subraya la incidencia de las tesis de Mao y de Le- tubre de 1967 de la revista lacaniana Cahiers pour lAnalyse.13
vi-Strauss en la argumentacin althusseriana; luego; Robert Pa-
ris critica fuertemente la obra porque sus tesis conduciran a un 11 Un ao despus de la aparicin de ese dossier, Harnecker no dudaba en
alejamiento del marxismo; y por ltimo, Jean Pouilln retoma sealarle al lector latinoamericano que las implicaciones tericas y la
trascendencia de las reflexiones de Althusser lo han situado en elcentro
del debate filosfico actual en Francia.Semanarios comoLa Quinzainey
como arma de la revolucin, Crdoba, Cuadernos de Pasado y Presente, elNouvel Observateur;revistas comoEsprityLes Temps Modernesle
1968, p. 5. dedican artculos o nmeros especiales; laNouvelle Critiqueinicia una
9 Tambin Harnecker fue la traductora al espaol de Para leer El capital, polmica a partir de su artculo sobre Marxismo y humanismo; en las
que apareci en 1969 por Siglo XXI Mxico. Esta edicin solo incluy los ctedras universitarias (Goldmann, Lefebvre, Vilar, etc.), se discuten sus
textos de Althusser y Balibar. La exclusin de los otros ensayos motiv la ideas. Pero esta polmica no se sita slo en el interior del campo fi-
aparicin en 1971 de Lectura de El Capital: lo que se omiti de la edicin losfico sino que se extiende al campo poltico, al interior del Partido
espaola de Para leer El Capital, preparado por la editorial colombiana Comunista Francs, Martha Harnecker, Introduccin en La revolucin
La Oveja Negra. Es entonces que los libros de Althusser alcanzaron una terica de Marx, op. cit. p. 2.
circulacin masiva en el pblico argentino y latinoamericano, especial- 12 Sobre esta reunin pueden consultarse dos anlisis divergentes, el de
mente en los crculos de la nueva izquierda intelectual castrista y maos- Rancire, op. cit. y ms recientemente Franois Matheron, Louis Althuss-
ta. Y el registro de traductores y traductoras, viajeros, revistas, libros y er et Argenteuil: de la croise des chemins au chemin de croix, en Cau-
editoriales que ilumina un intenso proceso de circulacin de materiales te@lautre.net, 2004, disponible en lnea: http://www.caute.lautre.net/
althusserianos entre Francia, Italia, Cuba y Argentina, as como una fuerte spip.php?article769. Para un detenido anlisis de la disputa de Althusser
incidencia del maosmo y el althusserianismo en el debate terico local. con Garaudy, ver: Franois Matheron, Louis Althuser. The Humanist
Vase Adrin Celentano, El maosmo en las iniciativas poltico-editoriales controversy and other wrigtings, London, Verso, 2003. Un ao antes
del grupo pasadopresentista (1963-1976); Marcelo Starcenbaum, Ms de esa disputa, el joven filsofo argentino Oscar Tern public una fuerte
all del principio de exclusin: Gramsci y Althusser en Pasado y Presente, crtica a Garaudy en La rosa blindada. All denuncia las imposturas en
ambos artculos incluidos en Prismas. Revista de historia intelectual, n las que caera el filsofo comunista francs al promover no slo la co-
18, Bernal, UNQUI, 2014, pp. 193-204); Anna Popovich, In the shadow of existencia pacfica del marxismo con filosofas consideradas burguesas,
Althusser: Culture and politics in late-twentieth century Argentina, como el catolicismo, la fenomenologa y el positivismo, sino adems la
Tesis doctoral, Universidad de Columbia, 2009 y Marcelo Starcenbaum, combinacin de un difuso humanismo con elementos del dogmatismo
Tras las huellas de los althusserianos argentinos. Tolerancia intelectual stalinista (Oscar Tern, Garaudy: en el tiempo de los hombres dobles,
e intolerancia poltica en la recepcin de Althusser en Argentina, XI La rosa blindada, n 7, noviembre-diciembre de 1965, pp. 3-16).
Jornadas Interescuelas de Historia, Tucumn, 2007. 13 Este artculo fue traducido en Argentina por el filsofo marxista Juan
10 El sistema de lectura de la obra marxista que Althusser propone en El Carlos Indart bajo el ttulo El discurso poltico. Acerca del Contra-
Capital incorpora desarrollos de los ms destacados autores del estruc- to Social y apareci en Claude Levi-Strauss, Louis Althusser et al.: El
turalismo (Levi-Strauss, Jacques Derrida y Michel Foucault). En el mbito proceso ideolgico, Buenos Aires, Tiempo Contemporneo, 1971, libro
argentino, es Emilio de pola quien enfatiza la relacin que, a pesar de que form parte de la coleccin Anlisis y Perspectivas que diriga el
sus numerosas tomas de distancia, mantuvo Althusser con el estructur- semilogo argentino Eliseo Vern, doctorado en Francia y referente del
alismo, especialmente levistrossiano. Ver Emilio de pola, Althusser, el estructuralismo local. Adems del texto sobre Rousseau, el libro difunde,
infinito adis, Buenos Aires, Siglo XXI, 2007. bajo la traduccin del gramsciano argentino Jos Aric, el mencionado
En diversos trabajos de 1966 Althusser combin la definicin reactivacin de elementos ideolgicos antiguos.18
de la filosofa como prctica terica que haba sido central
en Pour Marx y Lire Le Capital con la definicin de la filosofa El segundo elemento de la torsin es la especificidad que ca-
como arma de la revolucin. La primera se encargara de la racteriza a la RC como un hecho poltico protagonizado por la
produccin de conocimientos y operara con conceptos inscrip- accin de las masas. Este hecho sera parte, a la vez, de la his-
tos en una problemtica estructurada por el trabajo terico so- toria del comunismo chino y de las enseanzas del comunismo
bre el objeto de conocimiento. La segunda representara la lucha en general. Como anticipamos, Althusser caracteriza el proceso
de clases en la teora y operara en el combate poltico mediante con un nuevo concepto: la revolucin ideolgica de masas. Con
la crtica de las ideologas.16 Sin embargo, podra sostenerse que ello la instancia ideolgica adquiere un carcter esencial. Esa re-
en Sur la rvolution culturelle ya es la segunda definicin la volucin procura no slo cuestionar a los dirigentes que siguen
que caracteriza la intervencin althusseriana. Segn Badiou, ms la va capitalista, sino tambin evitar que la ideologa burguesa
que una combinacin de dos definiciones, un texto como el que ocupe el vaco ideolgico que aparece espontneamente bajo
nos ocupa muestra que la irrupcin del maosmo decidi a Al- la forma del positivismo, el empirismo y el tecnicismo apoltico
thusser a desplazar a la ciencia del lugar del saber desde el que de los cientficos y otros especialistas. El tercer elemento de la
emerge su filosofa para colocar en ese lugar a la poltica.17 torsin est dado por el reconocimiento de la juventud urbana
estudiantil como vanguardia entre una multitud de organiza-
El texto althusseriano caracteriza a la RC como una tercera re- ciones propias de las masas movilizadas. Althusser les asigna
volucin, distintiva por su carcter ideolgico. La primera re- un rol fundamental al conjunto de esas organizaciones, de ellas
volucin sera de carcter poltico, y consistira en la toma del afirma: El medio ms original, la innovacin propia de la RC con-
poder por parte del proletariado y su partido, mientras que la siste en la aparicin de organizaciones propias de la RC, organi-
segunda revolucin sera econmica, en ella se socializaran los zaciones distintas de otras organizaciones de la lucha de clases
medios de produccin. Siguiendo la caracterizacin general de la (sindicato y partido). Las organizaciones propias de la RC son las
filosofa althusseriana que realiza Badiou, podemos sealar en organizaciones de la lucha de clases ideolgica.19 Recordando
el texto una torsin compleja constituida por tres elementos a que en los aos veinte Lenin haba propuesto la implementacin
los que se recurre para el anlisis de la RC. de una oficina de control obrero-campesina para el Estado So-
vitico, Althusser destaca en 1966 que:
El texto analiza la disyuntiva planteada dentro de todos los
pases socialistas: se debe seguir la va revolucionaria en la La RC aporta una solucin totalmente nueva al problema plan-
construccin del socialismo o detenerse y seguir la otra va que teado por Lenin. La tercera organizacin, responsable de la ter-
implica regresar al capitalismo? Esta disyuntiva es la cuestin cera revolucin, debe ser distinta del Partido (en su existencia,
esencial para Althusser y podra entenderse como el primer y en su forma de organizacin) para obligar al Partido a distin-
elemento de una torsin. Denomina regresin a la segunda guirse del Estado, en un perodo en que se ve al Partido en una
va, concepto que utiliz en el anlisis de la filosofa poltica de parcial pero inevitable confusin con el Estado.20
Rousseau. Al tratar la RC china, la regresin aparece como el
resultado del mantenimiento formal de las relaciones polticas La torsin althusseriana se completa con el reconocimiento de
y econmicas socialistas, mientras se introducen mecanismos la necesidad de distinguir el Partido del Estado (recordemos que
econmicos, polticos e ideolgicos que restauran el capitalis- ambos eran legitimados por la teora marxista-leninista). Esto
mo en dicho pas. Es notable que en 1966 Althusser emplee los tambin lleva a Althusser a admitir que la confusin del Partido
conceptos maostas de restauracin y regresin al capitalismo con el Estado, vigente desde el stalinismo, desintegraba la va
en lugar del concepto de supervivencia que utiliz el ao ante- poltica revolucionaria imprescindible para construir la sociedad
rior en Contradiccin y sobredeterminacin para caracterizar socialista. Esta va revolucionaria necesitara de la movilizacin
los problemas del comunismo sovitico. Supervivencia fue el de las masas para la lucha en el decisivo plano ideolgico. Una
concepto con el que explic que en una nueva sociedad salida movilizacin que, en lugar de depender del Partido y del Estado
de la revolucin se puede, en ciertas circunstancias, provocar la (como la teora), dependa ahora de dos precarias apoyaturas:
el pensamiento de Mao y las organizaciones propias de las
masas. La RC forz a Althusser a reconocer el lmite del movi-
16 En 1968 se elige esta segunda definicin para titular el reportaje a Al- miento real de la poltica comunista, pues desde esa experiencia
thusser de Mara A. Machiocchi, aparecido en el semanario del PC Italiano
LUnit. Al ao siguiente, el reportaje es publicado en la citada primera
edicin en espaol de Para leer El capital.
18 Louis Althusser, La revolucin terica de Marx; Buenos Aires, Siglo XXI,
2004, pp. 94-96. Adems, Althusser culmina su extensa intervencin en
17 Valindose de su concepto de sutura como un enlace de la filosofa con Para leer El Capital con un decidido planteo sobre la necesidad de una
sus condiciones (ciencia, poltica, arte y amor) que termina por obturar teora de la transicin del modo de produccin capitalista al socialista,
a aqulla, sostiene Badiou en un texto de 1992: En un tiempo extremada- una teora clave tambin para la construccin del socialismo (Louis Al-
mente corto, y en la potencia de un pensamiento completamente reunido thusser, Para leer El Capital, Mxico, Siglo XXI, 1969, pp. 213-214).
en torno de sus axiomas, Althusser pas de una sutura de la filosofa
a la ciencia (textos de 1965) a una sutura de la filosofa a la poltica, 19 Annimo (atribuido a Louis Althusser), Sur la rvolution culturelle, Ca-
esta ltima bajo el efecto del maosmo (poner la poltica en el puesto hiers Marxistes Lninistes, n 14, noviembre-diciembre de 1966, pp. 8-9
de comando)y de la crisis concomitante del partido comunista francs (traduccin propia).
(AlainBadiou, Condiciones, Buenos Aires, Siglo XXI, 2015, p. 219). 20 dem, p. 16.
Cualquiera que sea el partido que se haya tomado, no est per- medios el primero en poner en el orden del da esta revolu-
mitido que un comunista trate de forma automtica, sin ms cin ideolgica de masas designada por la expresin RC.
prembulos, la Revolucin Cultural (RC) China, como un hecho
entre otros, como un argumento entre otros. Esta convergencia entre una tesis terica marxista que hasta el
momento ha permanecido en estado terico, y un hecho hist-
La RC no es inmediatamente un argumento: es ante todo un he- rico nuevo, que est en realizacin, obviamente no puede dejar
cho histrico. Este no es un hecho como los dems, es un hecho indiferente a ningn comunista. Esta convergencia slo puede
histrico sin precedentes. suscitar un gran inters, poltico y terico. Por supuesto, la nove-
dad, la originalidad, las formas inesperadas del acontecimiento
Tampoco es ste un hecho histrico circunstancial, no es una de- no pueden dejar de sorprender, confundir y requerir todo tipo
cisin a propsito de la lucha del Partido Comunista de China de preguntas. Lo contrario sera increble.
(PCCh) contra el revisionismo moderno, o del cerco militar y
poltico a China. Este es un hecho histrico de gran importancia En tal caso, no es posible excluir un examen preliminar serio. Un
y de larga duracin. Es parte del desarrollo de la Revolucin Chi- comunista no puede, a la distancia remota en la que estamos, pro-
na. Representa una de sus fases, una de sus mutaciones. Hunde nunciarse sobre la RC, juzgarla, sin haber analizado al menos en
sus races en el pasado, y prepara su futuro. Como tal, as como principio, los documentos originales a disposicin, y a la luz de los
la Revolucin China, es parte al mismo tiempo, del Movimiento principios marxistas, los fundamentos polticos y tericos de la RC.
Comunista Internacional.
1) En primer lugar debemos analizar la RC como un hecho polti-
Este es un hecho histrico que debe ser examinado en s mismo, co, que implica considerar tanto:
en su independencia y profundidad sin reducirlo pragmticamen-
te a un aspecto de la situacin actual. Por otra parte, es un hecho - La coyuntura poltica en la que interviene,
histrico excepcional. En primer lugar, no tiene precedente en la - Los objetivos polticos que establece,
historia, y, en segundo lugar, tiene un gran inters terico. - Los medios y mtodos que adopta y aplica.
Marx, Engels y Lenin siempre han proclamado la necesidad ab- 2) Debemos examinar lo que el hecho poltico es a la luz de
soluta de dotar a la infraestructura socialista, el espacio creado los principios tericos del marxismo (el materialismo histrico,
por la revolucin poltica, una superestructura ideolgica corres- materialismo dialctico) haciendo la pregunta de si este hecho
pondiente, es decir socialista. Para ella, se necesita una revolu- poltico est, o no, conforme con aquellos principios tericos.
cin ideolgica, una revolucin en la ideologa de las masas. Esta Sin este doble anlisis, poltico y terico del que slo se pue-
tesis refleja un principio fundamental de la teora marxista. Lenin de formular un breve esquema aqu no es posible que un co-
era muy consciente de esta necesidad, y el partido bolchevique munista francs juzgue la RC.
ha hecho grandes esfuerzos en esta direccin. Pero las circuns-
tancias no han permitido que la URSS incorpore en su agenda
poltica una revolucin ideolgica de masas.
una doble revolucin, poltica y econmica? No puede darse se pretendemos lo contrario, nos embarcamos en la va de la
una regresin al capitalismo? regresin, la va capitalista; o estamos decididos a ir hacia ade-
lante, a adoptar las medidas necesarias, y entonces nos embar-
No tenemos ya un ejemplo: Yugoslavia? camos en el va revolucionaria.
Un pas socialista no puede conservar, aunque sea durante una Es precisamente, en este punto en el que la RC interviene en la
larga duracin, una forma o formas exteriores (econmicas, po- coyuntura china.
lticas) del socialismo, mientras que les da un contenido econ-
mico, poltico e ideolgico totalmente diferente (mecanismo de El PCCh declara que, para fortalecer y desarrollar el socialismo
restauracin del capitalismo), que neutralizadas gradualmente en China, para asegurar su futuro, y para preservarlo a largo
puedan ser utilizadas polticamente y luego dominadas econ- plazo de cualquier riesgo de regresin, hay que sumar a la revo-
micamente por el imperialismo? lucin poltica y la revolucin econmica, una tercera revolucin:
la revolucin ideolgica de masas.
Este problema que plantea la tesis de PCCh se refiere al riesgo
de regresin de un pas socialista hacia el capitalismo. Esto se Esta Revolucin ideolgica de masas, el PCCh la llama Revolu-
basa en la tesis general de que es posible decir que los pases cin Cultural proletaria.
socialistas constantemente se enfrentan a la alternativa entre
las dos vas. Esta alternativa puede, en ciertas circunstancias, Su objetivo final es transformar la ideologa de las masas, para
llegar a ser particularmente crtica, incluso hoy en da. Por lo reemplazar la ideologa feudal, la ideologa burguesa y pequeo-
tanto, ante los pases socialistas, y en consideracin de los re- burguesa que todava impregna a las masas de la sociedad china,
sultados obtenidos en su revolucin, quedan abiertas dos vas: por una nueva ideologa de las masas, proletaria, socialista y
as darle a una infraestructura econmica y a una superestruc-
- La va revolucionaria, que lleva ms all de los resultados ya tura poltica socialista, una superestructura ideolgica socialista
obtenidos, hacia la consolidacin y el desarrollo del socialismo, correspondiente.
luego hacia la transicin al comunismo;
Este objetivo final define el propsito lejano de la RC. La RC no
- La va de la regresin, que se repliega ms ac de los resultados puede ser ms que una obra de muy largo plazo.
obtenidos, hacia la neutralizacin y la posterior utilizacin polti-
ca, luego la dominacin y la digestin econmicas de un pas so- Sin embargo, el objetivo final se articula desde hoy sobre el pro-
cialista por el imperialismo: la va de la regresin al capitalismo. blema dominante, esencial, de la coyuntura: el problema de la
encrucijada, el problema de las dos vas.
La alternativa de las dos vas es la siguiente: o detenerse a me-
dio camino es decir, en el hecho de la regresin; o no detenerse Esta articulacin se destaca claramente en todos los textos ofi-
a mitad de camino, es decir, sigamos adelante. ciales chinos que fijan la jerarqua de los objetivos actuales. El
movimiento en curso tiene en la mira principalmente a quienes,
En los textos oficiales de China, la primera va se describe me- dentro del Partido, detentan puestos de direccin y estn com-
diante una expresin simplificada, el camino capitalista (por lo prometidos con la va capitalista. Es en el Partido mismo, del
que es una cuestin de los lderes que siguen la va capitalis- que todo depende, y por el Partido mismo, donde debe comen-
ta), y la segunda forma es calificada con una expresin abrevia- zar la RC, mientras se desarrolla de forma simultnea en todas
da va revolucionaria. las dems reas. La RC plantea inmediatamente, directamente
a los dirigentes, la cuestin esencial, la pregunta por la va que
Este es el problema poltico dominante, que presenta en la co- siguen, la cuestin de la va que tienen la intencin de seguir: la
yuntura poltica la RC. va capitalista o la va revolucionaria.
El PCCh dice: estamos en la encrucijada. Debemos elegir: o nos En todos estos mbitos, la RC plantea objetivos cercanos, defini-
detenemos a mitad de camino, y entonces, de hecho, incluso si dos en funcin de sus objetivos a largo plazo. Todos ellos estn
articulados en ltima instancia sobre la solucin del problema debidas a las iniciativas de base (creacin de los crculos, gru-
esencial: el problema de las dos vas. pos de estudio, los comits populares). Como Lenin hizo con los
Soviets, el PCCh reconoci su importancia, las apoy y extendi
el ejemplo a toda la RC, y llam abiertamente a la creacin de
c) Medios y mtodos de la organizaciones propias para RC entre los obreros, los campesi-
Revolucin Cultural nos, los intelectuales y los jvenes.
En cuanto a los medios y mtodos de la RC, ellos se basan en El PCCh es muy cuidadoso para vincular estas nuevas organiza-
el principio de que la RC debe ser una revolucin de las masas, ciones con las viejas organizaciones, los nuevos objetivos con
que transforme la ideologa de las masas, y est realizada por los antiguos objetivos. As se recuerda constantemente que la
las propias masas. RC se realiza bajo la direccin del Partido, y que los objetivos
de la RC deben ser constantemente combinados, en las fbricas
No se trata, simplemente, de transformar o reformar la ideologa y en el campo, con los objetivos ya definidos por la educacin
de algunos intelectuales o unos pocos lderes. Ni se trata slo socialista, y que las organizaciones estudiantiles no deben in-
de transformar la ideologa del Partido Comunista, en el caso de tervenir en las fbricas o unidades campesinas, donde los tra-
que eso fuese necesario. Se trata de transformar las ideas, las bajadores y propios campesinos asegurarn ellos mismos la RC,
formas de pensar, las formas de actuar, las costumbres de las y que la RC no debe obstaculizar sino, en cambio, ayudar a la
masas de todo el pas, varios cientos de millones de hombres, produccin, etc.
campesinos, obreros e intelectuales.
Al mismo tiempo, el PCCh declara que son las organizaciones de
Ahora, una transformacin de la ideologa de las masas no pue- masas de la juventud, principalmente de la juventud urbana, in-
de ser ms que obra de las masas mismas, actuando en y por las tegrada por los estudiantes secundarios y universitarios, las que
organizaciones que son organizaciones de masas. estn actualmente a la vanguardia del movimiento. Se trata de
una situacin de hecho, pero la importancia poltica es evidente.
La poltica del PCCh consiste entonces en hacer el llamamiento Por un lado, en efecto, el sistema educativo vigente donde la
a las amplias masas y tener una mayor confianza en las masas, juventud es formada (no hay que olvidar que la escuela siempre
e invitar a todos los responsables y dirigentes polticos a seguir, marca profundamente a los hombres, incluso durante perodos
sin reticencias, y con audacia, esta lnea de masas. Se debe dar de mutaciones histricas) fue, en China, el bastin de la ideolo-
la palabra a las masas, y confiar en las iniciativas de las masas. ga burguesa y pequeoburguesa. Por otro lado, la juventud, que
Los errores, inevitables en cualquier movimiento, suceden: ellos no ha experimentado las luchas y las guerras revolucionarias,
sern corregidos en el movimiento, las masas se educarn ellas constituye, en un pas socialista, un sector muy sensible, en el
mismas en la accin. Pero no se debe frenar de antemano el que se juega una cuestin capital para el futuro. La juventud
movimiento, con el pretexto de posibles errores o excesos, no es un sector revolucionario por el simple hecho de haber
porque ello restringira el avance del movimiento. Tambin se nacido en un pas socialista, ni crecer con los relatos de las
espera que haya resistencias, a veces considerables, al movi- hazaas de sus mayores. Si, a pesar de todas las energas de su
miento de las masas: son normales, porque la RC es una forma edad, ella es, debido a errores polticos, abandonada al desa-
de la lucha de clases. Estas resistencias provendrn de represen- rrollo en un desorden o en un vaco ideolgico, es entonces
tantes de las antiguas clases dominantes; tambin pueden venir, efectivamente entregada a las formas ideolgicas espontneas
en algunos casos, de las masas mal dirigidas o utilizadas, esas que constantemente llenan este vaco: ideologas pequeobur-
resistencias incluso pueden venir de algunos dirigentes del Par- guesas y burguesas, ya sean heredadas del pasado nacional, ya
tido mismo. Se tratar a todos estos casos diferencialmente, dis- sean importadas del extranjero. Estas formas tienen sus puntos
tinguiendo los enemigos de los amigos; y entre los adversarios, de apoyo naturales en el positivismo, el empirismo y tecnicis-
distinguir los elementos hostiles, irreductibles, los dirigentes ru- mo apoltico de los cientficos y otros especialistas. En cambio,
tinarios o vacilantes, los desorientados y los pusilnimes. En nin- si un pas socialista asocia su juventud a una gran obra revolu-
gn caso, incluso contra los enemigos de clase burguesa (cuyos cionaria, si la educa en esta accin, no solamente la juventud
delitos se castigan por la ley), se deber recurrir a los golpes contribuir, en la RC, a transformar la ideologa existente y a
o a la violencia, sino siempre al razonamiento y la persuasin. luchar contra la ideologa burguesa, ella se formar a s misma
y transformar su propia ideologa. En todo caso, a causa de su
Las masas slo pueden actuar dentro de las organizaciones de juventud, la ideologa que sea acta en ella con mayor fuerza. La
masas. El medio ms original, la innovacin propia de la RC con- cuestin es saber cul debe ser la ideologa de la juventud en un
siste en la aparicin de organizaciones propias de la RC, organi- pas socialista. Esa es una cuestin poltica de gran importancia.
zaciones distintas de otras organizaciones de la lucha de clases La R.C. responde en general a esta pregunta. Las organizaciones
(sindicato y partido). Las organizaciones propias de la RC son las juveniles de la RC dan la respuesta por la juventud.
organizaciones de la lucha de clases ideolgica.
Por ltimo, cabe sealar que el llamado a la RC, la apelacin a
Estas organizaciones parecen haber surgido, en sus orgenes, las masas, al desarrollo de las organizaciones de masas de la
RC, sus mtodos, incluyendo las condiciones para las crticas a mo, existe un orden necesario y garantizado de la sucesin de los
los dirigentes que siguen la va capitalista son realizados por el modos de produccin: por ejemplo, no es posible saltearse un
Partido Comunista, que mantiene la organizacin central y diri- modo de produccin. En esta interpretacin, se nos da una garan-
gente de la Revolucin china. Tambin hay que hacer notar que ta de que el movimiento es siempre hacia adelante y se excluye
el Partido fija, con el mayor nfasis, la ley terica y prctica de la en principio todo riesgo de regresin: en principio, del capitalis-
RC, su ley suprema: el pensamiento de Mao Tsetung, es decir, mo no se puede ir ms que hacia el socialismo, y del socialismo al
el marxismo-leninismo aplicado a la experiencia de la Revolu- comunismo, pero no al capitalismo.
cin y el socialismo chino, el marxismo-leninismo enriquecido
por esta experiencia, y expresado en una forma directamente Y cuando, por necesidad, el evolucionismo admite la posibilidad
accesible a las masas. de la regresin, cree que regresar es retornar a las antiguas for-
mas, volver al pasado mismo, sin cambio. Pero el marxismo no es
La RC no es la exaltacin del espontanesmo ciego de las un evolucionismo. Su concepcin de la dialctica histrica admite
masas, ni una aventura poltica. La apelacin a las masas, la los desajustes, las distorsiones, las regresiones sin repeticin, los
confianza en las masas, la creacin de organizaciones de masas saltos, etc. Por lo tanto, para el marxismo, algunos pases pueden
responden a las necesidades y posibilidades de las masas. Pero, pasar al socialismo sin la necesidad de pasar por el capitalis-
al mismo tiempo la RC, es una decisin que reflexionada por el mo. Por esto es que la regresin hacia un modo de produccin,
Partido, que se basa en un anlisis cientfico de la situacin, se en principio superado, es posible (vase Yugoslavia). Pero sta es
apoya sobre los principios de la teora y la prctica marxista, al tambin la razn por la cual esta regresin no es una vuelta pura
mismo tiempo la ley suprema de la RC, es en la teora, como en y simple hacia atrs a un pasado intacto, a las viejas formas: se
la prctica, el marxismo-leninismo. lleva a cabo mediante un proceso diferente, la insercin de nue-
vas formas (formalmente socialistas) en un sistema del modo de
Tales son para la coyuntura, los objetivos, los medios y mtodos produccin capitalista, que produce una forma original de capita-
polticos de la R.C. lismo, bajo apariencias socialistas.
Esto no quiere decir que la determinacin de las clases sociales tralizacin poltica, a la utilizacin poltica y a la dominacin eco-
por la economa est suspendida. En los pases socialistas, y se- nmica de pases socialistas por el imperialismo. En efecto, es
gn la etapa histrica, subsisten ciertas relaciones econmicas impensable que un pas socialista puede seguir siendo socialista
(al menos la pequea produccin de mercancas, que tanto preo- si se basa en esta contradiccin: estar dotado de una infraestruc-
cupaba a Lenin) que constituyen una base econmica para la dis- tura socialista y una superestructura ideolgica burguesa.
tincin de clases y para la lucha de clases. Del mismo modo, las
diferencias significativas en los ingresos pueden servir de apoyo a La RC saca sus conclusiones de esta contradiccin: debe hacer-
distinciones econmicas necesarias para la supervivencia de una se la revolucin en lo ideolgico para dar a un pas socialista
lucha de clases que se juega en lo esencial, ms que en lo econ- dotado de una infraestructura socialista, una superestructura
mico, en el dominio poltico, sobre todo en el dominio ideolgico. ideolgica socialista.
Ese es el punto esencial: la tesis de la regresin presupone que, Esta tesis no es nueva. Se la puede encontrar constantemente
en una cierta coyuntura de la historia de los pases socialistas, lo repetida en Marx y en Lenin. Marx deca que a cada infraestruc-
ideolgico puede ser el punto estratgico donde todo se decide. tura le corresponde una superestructura propia, y que en la
Luego, en la ideologa se produce el cruce de caminos. Es de la revolucin socialista no solamente en lo econmico y en lo po-
ideologa de la que depende el futuro. Es en la lucha de clases ltico, sino tambin en lo ideolgico deben cambiar de base y de
ideolgica que se juega el destino (avances o regresin) de un forma. Lenin hablaba abiertamente de la necesidad vital de la
pas socialista. revolucin cultural. Lo que es nuevo, es que esta tesis terica
es hoy en da lo que ordena el juego de la prctica poltica de
Esta tesis de la posibilidad de un papel dominante de lo ideo- un pas socialista. Por primera vez en la historia del movimiento
lgico en una coyuntura poltica de la historia del movimiento obrero, un pas socialista se encuentra a la vez en la necesidad y
obrero no puede sino golpear a los marxistas economicistas, en la capacidad de poner esta tesis en obra, de aplicarla. No es
evolucionistas y mecanicistas, es decir, a aquellos que ignoran suficiente decir: esta tesis es, en el fondo, clsica. La prctica de
la dialctica marxista. No es sorprendente que aquellos que su puesta en obra es algo completamente nuevo, que clarifica
confunden contradiccin principal y contradiccin secundaria, y repone la tesis terica y los principios que la sostienen. No
aspecto principal y aspecto secundario de la contradiccin, cam- pasemos ante el hecho de una revolucin ideolgica de masas
biando el lugar de las contradicciones y de sus aspectos, etc., sin aprender algo nuevo sobre la ideologa y sobre las masas.
sean, en suma, los que confunden la determinacin en ltima ins- Comenzamos a ver aqu que la RC no slo plantea problemas
tancia por la economa con la dominacin de tal o cual instancia tericos sobre la base de los principios tericos existentes: ella
(la econmica, la poltica, la ideolgica) en tal o cual modo de atrae la atencin sobre los conocimientos tericos nuevos que
produccin o en tal o cual coyuntura. esa prctica produce y obliga a producir.
Decidir y adoptar la RC implica proclamar las dos tesis: De este modo es que la R. C. pone en juego los principios marxis-
tas concernientes a la naturaleza de lo ideolgico.
1. Es en el plano ideolgico que puede comenzar, en un pas so-
cialista, el proceso de regresin, debido a que por lo ideolgico La Revolucin Cultural quiere decir, en efecto, revolucin en los
es que pasan los efectos que afectan progresivamente el domi- dominios de lo ideolgico. Qu es el dominio de lo ideolgico?
nio poltico y luego el econmico.
La teora marxista muestra que toda sociedad se compone de
2. Es por la revolucin en lo ideolgico y dirigiendo la lucha de tres niveles. Instancias, dominios especficos
clases en lo ideolgico que se puede prevenir y revertir este pro-
ceso y mantener en un pas socialista la otra va: la va revolucionaria.
senta uno de los niveles de la superestructura. Hacemos esto Esta doble naturaleza de lo ideolgico permite entender que las
para indicar que su posicin en la estructura social (superestruc- tendencias ideolgicas pueden estar inscriptas en ciertos com-
tura y no infraestructura), tiene su autonoma relativa con rela- portamientos, as como en ciertas actitudes prcticas, al igual
cin a lo poltico y a lo econmico, y al mismo tiempo sus rela- que en las ideas. Ello ayuda a entender que algunas costum-
ciones de dependencia en relacin a lo poltico y a lo econmico. bres o hbitos de trabajo y de mando, cierto estilo de di-
reccin, pueden tener significacin ideolgica, y ser contrarias
Si, a la inversa, queremos sugerir la forma de existencia concreta a la ideologa revolucionaria, aun cuando sean acciones de di-
de lo ideolgico, lo comparamos con el cemento, en lugar de rigentes socialistas. Por lo tanto, la ideologa burguesa puede
la planta de un edificio. La ideologa se desliza, en efecto, a lo encontrar apoyo en ciertas prcticas, es decir, en ciertas costum-
largo de las partes del edificio: en la relacin de los individuos bres, polticas, tecnicistas, burocrticas de los lderes socialistas,
con todas sus prcticas, a todos sus objetos, en sus relaciones etc., exactamente como la ideologa burguesa se apoya en la
con la ciencia, la tcnica, las artes, y en sus relaciones con la actitud positivista o pragmtica de los cientficos y tcnicos, etc.
prctica econmica y la prctica poltica, en sus relaciones indi- Estos hbitos de trabajo y de mando si se multiplican, ya no
viduales, etc. Lo ideolgico es lo que, en una sociedad, distingue son modas o desvos personales: pueden ser o convertirse en
y cimienta, ms all de que se trate de distinciones tcnicas o un signo de distincin social, instalado en el partido (de modo
de distinciones de clase. Lo ideolgico es una realidad objetiva consciente o no) en la lucha de clases ideolgica. Por ejemplo,
indispensable para la existencia de cualquier la sociedad. el comportamiento de liderazgo burocrtico o tecnocrtico de
los dirigentes, ya sean econmicos, polticos o militares, pueden
Aunque lo ideolgico rige las relaciones vividas por los indivi- tambin constituir puntos de apoyo en el dominio ideolgico
duos en sus condiciones de vida, sus prcticas, sus objetos, sus de un pas socialista, por la ofensiva ideolgica de la burguesa.
clases, sus luchas, su historia y su mundo, etc., lo ideolgico no
es de naturaleza individual o subjetiva. Si la RC toma en serio esta amenaza, es que se ajusta a la teora
marxista de la ideologa. Pero al mismo tiempo, al haberla tomado
Como todos los niveles de la sociedad, lo ideolgico est he- en serio, requiere profundizarla y por lo tanto hacerla progresar.
cho con las relaciones sociales objetivas. Como hay relaciones
sociales de produccin (econmicas), hay relaciones sociales La RC finalmente pone en juego los principios del marxismo al
polticas y hay relaciones sociales ideolgicas. Esta ltima ex- adoptar sus formas de organizacin. La tesis del PCCH presu-
presin es de Lenin (en Quines son los amigos del pueblo?). pone que hay organizaciones de masa especficas de la RC, por
Ella debe ser tomada al pie de la letra. Para conocer lo ideol- lo que estas organizaciones son independientes del Partido. Lo
gico, se deben conocer las relaciones sociales y de lo que stas que obviamente es un problema para muchos comunistas es la
relaciones estn hechas. existencia de estas nuevas organizaciones, distintas del Partido.
De qu estn hechas esas relaciones? Ellas no son solamente La cuestin de las organizaciones de la lucha de clases y de su dis-
producto de los sistemas de ideas-representaciones, sino ade- tincin es una vieja cuestin en la historia del movimiento obrero.
ms de los sistemas de actitudes-comportamientos, y tambin
de los sistemas tericos y de los sistemas de prcticas. Lo Ella est regida segn Marx, Engels y Lenin en que ella implica
ideolgico comprende no slo los sistemas de ideas (las ideolo- la distincin de la organizacin de la lucha de clases econmica
gas en el sentido estricto), sino tambin los sistemas prcticos (el sindicato) y la organizacin de la lucha de clases poltica e
de actitudes-comportamientos (las costumbres). ideolgica (el partido). Esta distincin funcional era consistente
con una distincin en la forma de organizacin. El sindicato es
Las ideas y las costumbres estn en relacin dialctica. Depen- una organizacin de masas (sin centralismo democrtico).
diendo de la situacin de clase, y segn la coyuntura, puede ha-
ber identidad general o parcial, o desajuste, o contradiccin en- El Partido es una organizacin de vanguardia (con centralismo
tre las ideas y las costumbres, y tambin segn las regiones. En democrtico). Hasta ahora, el partido era responsable tanto de
la lucha ideolgica, es muy importante reconocer las ideas y cos- la lucha poltica como de la lucha ideolgica. La RC ofrece una
tumbres que el partido del adversario ideolgico encarna, y es innovacin sorprendente, mediante la creacin de una nueva,
muy importante distinguir entre las ideas, o entre las ideas y las una tercera organizacin: una organizacin especfica para la
costumbres, diferenciarlas adecuadamente. Los grandes revolu- lucha ideolgica de masas. Sin duda, ella es responsable de la
cionarios siempre han sido capaces de establecer estas distincio- aplicacin de las decisiones del Partido. Pero es distinta de l.
nes y mantener lo que es bueno del pasado, rechazando lo que Adems, este tipo de organizacin se diferencia del Partido en
es malo, tanto en las ideas, como en las costumbres. De todos la medida en que ella es, como el sindicato, una organizacin de
modos, una revolucin ideolgica debe ser necesariamente una masas (el centralismo democrtico no reina all: se dice que los
revolucin no slo en las ideas o ideologas, sino tambin en lderes de las organizaciones de RC deben ser elegidos como
las actitudes y comportamientos prcticos, o en las costumbres. los diputados de la Comuna de Pars).
Esta innovacin sorprendente se ajusta a los principios tericos en una parcial pero inevitable fusin con el Estado. Si estos
del marxismo? anlisis son, a pesar de su carcter esquemtico, justos slo en
principio, est claro que la RC interesa, directa o indirectamente,
Formalmente, podemos decir que la distincin de las organiza- a todos los comunistas.
ciones refleja la distincin de las instancias o niveles de la reali-
dad social. Una organizacin de masas para el nivel de desarrollo El gran inters poltico y terico de la RC es proporcionar un se-
econmico (el sindicato); una organizacin de vanguardia para el rio recordatorio del concepto marxista de la lucha de clases y de
nivel poltico (el Partido); y una organizacin de masas para el la revolucin. La cuestin de la revolucin socialista no se resol-
nivel de la ideologa (las organizaciones de la RC). ver mediante la toma del poder y la socializacin de los medios
de produccin. La lucha de clases contina en el socialismo, en
Pero tal vez tenemos que ir ms lejos, y preguntarnos por qu un mundo sujeto a las amenazas del imperialismo. Es entonces,
esta tercera organizacin, que antes no exista, y que ni Marx ni sobre todo en la ideologa que la lucha de clases decide el des-
Lenin haban planeado formalmente, es ahora indispensable en tino del socialismo: el progreso o regresin, va revolucionaria o
un pas socialista. camino capitalista.
Podra decirse que, con cautela, pero no sin razones de peso, la Las grandes lecciones de la RC se extienden fuera de China y
respuesta a esta pregunta se puede encontrar en el cambio de otros pases socialistas. Ellas afectan a todo el movimiento co-
posicin del partido y del sindicato en relacin con el Estado munista internacional.
en un rgimen socialista. Despus de la toma revolucionaria del
poder en el perodo de la dictadura del proletariado, el Partido Sealan que el marxismo no es una religin de la historia, ni un
debe hacerse cargo de la direccin del Estado, del poder del evolucionismo ni un economicismo. Sealan que el dominio de
Estado y el aparato estatal. lo ideolgico es uno de los campos de la lucha de clases y que
puede convertirse en el lugar estratgico donde, en ciertas cir-
La fusin parcial, pero inevitable, se produce entonces entre el cunstancias, se juega la suerte de la lucha de clases.
Partido y el aparato estatal. Esto plantea un problema muy se-
rio, Lenin plantea en trminos dramticos en los textos del final Nos recuerdan que hay un vnculo extremadamente estrecho
de su vida (cfr. La depuracin del Partido. Sobre la inspeccin entre la concepcin terica del marxismo y la lucha de clases
obrera y campesina, etc.): cmo configurar las relaciones del ideolgica. Nos recuerdan que toda gran revolucin slo puede
Partido y el Estado para evitar caer en los vicios de la burocracia ser obra de las masas, y que el papel de los dirigentes revolu-
y la tecnocracia, y sus graves efectos polticos? cionarios es, al mismo tiempo, dotar a las masas de los medios
para orientarse y organizarse a s mismas, mientras que les pro-
Lenin busc la solucin de este problema en un organismo: la porcionan el marxismo-leninismo como brjula y ley, es estar
Inspeccin obrera y campesina. Esta organizacin fue una rama presentes en la escuela de las masas, para ayudarles a expresar
del Partido. No era una organizacin propia. Por una fuerte ra- su voluntad y resolver sus problemas.
zn, no se trata una organizacin de masas.
No se trata de exportar la RC. Ella pertenece a la Revolucin Chi-
Al problema planteado por Lenin en trminos dramticos (l era na. Pero sus lecciones tericas y polticas pertenecen a todos los
consciente de que su solucin estaba por encima de las fuerzas comunistas. Estas lecciones, los comunistas tienen que tomarlas
histricas que existan entonces en la URSS), el PCCh responde, de la RC, y hacerlas bien.
cuarenta aos ms tarde, con la RC.
El PCCh responde con el establecimiento no de un organismo [Texto annimo, titulado Sur la rvolution culturelle,
regulador de las relaciones Partido-Estado, sino por la creacin atribuido a Louis Althusser, publicado en los
de un movimiento de masas y de las organizaciones de masas, la Cahiers Marxistes Lninistes, n 14,
tarea principal actual consiste, en la RC, en denunciar y criticar noviembre-diciembre de 1966, pp. 5-16.
a los dirigentes que se han separado de las masas, que tienen un Traduccin: Adrin Celentano]
comportamiento burocrtico o tecnocrtico, que sus ideas o sus
costumbres, el estilo de vida, de trabajo y de mando, abandonan
la va revolucionaria y se comprometen con la va capitalista.
El comunista de origen suizo Jules Humbert-Droz, jefe del Se- de que el mismo fue respondido por la IC. La contestacin fue
cretariado Latino del Comit Ejecutivo (CE) de la Comintern remitida al mismo Peneln en su calidad de representante del
o Internacional Comunista (IC), entenda a comienzos de 1928 Secretariado Sudamericano (SSA), aunque Romo haba pedido
que la causa de la crisis interna experimentada por el Partido que la respuesta fuera dirigida a su domicilio personal.3
Comunista de la Argentina (PCA), particularmente visible desde
mediados del ao anterior, resida en los mtodos de trabajo Los grupos idiomticos, el trabajo en el Concejo Deliberante
empleados por su direccin.1 de la ciudad de Buenos Aires, la penetracin del PCA en los ba-
rrios pobres y la cuestin sindical, se erigieron en los canales
Segn el diagnstico de Humbert-Droz, exista en la direccin por los cuales se cristaliz el conflicto irreconciliable entre los
del PCA una mayora, conducida por Rodolfo Ghioldi, y una mi- lderes del PCA en torno al inters y la conveniencia de privile-
nora, encabezada por Jos Peneln, pero la seccin argentina giar o bien la construccin de un partido orientado hacia adentro
de la IC no dispona realmente de un Comit Central (CC). Esta volcado a atender las necesidades inmediatas de la clase obrera
situacin haba decantado en la formalizacin de un pedido de argentina, o bien proceder a la consolidacin de un partido vol-
intervencin para que la IC dirimiera los problemas internos del cado hacia afuera, centrado en orientar la lucha de clases local
PCA. No obstante, el encargado de elevar la solicitud no haba en funcin de aquellas experiencias de carcter revolucionario
sido el revolucionario ruso Boris Mikhailov, quien, enviado por realizadas y diseadas por la primera revolucin obrera exitosa
la IC para supervisar el desempeo de los principales partidos a la que se deba salvaguardar. As, hasta el instante mismo en
comunistas de la regin permaneci en Sudamrica entre 1926 que se produjo la expulsin del grupo minoritario dentro de la
y 1927, operaba bajo los seudnimos de Williams y de Ray- conduccin del partido, el grupo mayoritario destin ingentes
mond.2 Por el contrario, el telegrama enviado a Mosc en el esfuerzos a criticar el trabajo municipal y particularmente el
que se solicitaba participacin sovitica llevaba la firma de Pe- trabajo en los barrios pobres llevado adelante por Peneln.
dro Romo, quien por entonces oficiaba de secretario general del De igual modo, comunic por propia decisin que la direccin
PCA. El resto de la direccin del partido no haba estado al tanto del partido no exista ms como tal, habiendo sido reemplaza-
de la comunicacin entablada desde Buenos Aires. Esto llevaba da por dos partidos dentro del PCA. En este esquema, Pene-
a Humbert-Droz a confirmar la suposicin de que, en consecuen- ln era sealado como el responsable de dilatar toda posibili-
cia, el PCA no contaba con un CC. Peneln, de hecho, asegu- dad de llegar a un acuerdo para ganar as algo de tiempo que
raba haber tomado conocimiento pleno del telegrama despus le permitiera concentrar fuerzas. Esto empuj a la mayora del
CC a solicitar una intervencin urgente por parte de la IC con
* Universidad de Buenos Aires / Consejo Nacional de Investigaciones la intencin de evitar el estallido de una guerra de facciones.
Cientficas y Tcnicas.
1 Agradezco los comentarios y sugerencias formulados por Ezequiel Ada- Era necesario, sostena este sector, que la IC diagramara una
movsky, Mariano Rodrguez Otero, Hernn Camarero, Andrs Bisso, Ri-
cardo Pasolini y los/as evaluadores/as annimos/as del presente artculo. 3 Secretariado de Pases Latinos, Comisin Argentina, VII sesin, 30/1/1928,
2 Cfr. Lazar Jeifets, Vctor Jeifets y Peter Huber, La Internacional Comunis- p. 12, Archivo de la Internacional Comunista, Biblioteca del Congreso de
ta y Amrica Latina, 1919-1943. Diccionario biogrfico, Mosc-Ginebra, la Nacin Argentina (en adelante Archivo IC, BCNA), microfilm rollo (r.) 2,
Instituto de Latinoamrica de la Academia de Ciencias-Institut pour lhis- seccin (s.) 15 [En francs].
toire du communisme, 2004, pp. 213-214. Respetamos en este estudio la 4 Declaracin de la mayora del CC, Buenos Aires, 26/10/1927, Archivo IC,
utilizacin de seudnimos segn aparecen en cada uno de los documen- BCNA, r. 4, s. 31.
tos analizados.
plataforma poltica adecuada para superar la crisis argentina.4 propsito de las cuestiones que requeran mayor atencin segn
En este artculo someteremos a examen una hiptesis original las condiciones polticas de la Argentina, determinaba la caren-
vinculada a la posibilidad de que haya sido la misma direccin cia de una lnea clara y justa, verdaderamente bolchevique, tanto
mayoritaria del PCA la que, al solicitar la intervencin del CE por parte de la minora como de la mayora del CC del PCA.7
cominterniano en los asuntos internos de la seccin argentina,
condujo a un alineamiento dogmtico con la IC que acab por A pesar de los sealamientos reiterados de Vasiliev para que el
consumarse tras la ruptura del grupo de Peneln. CC del PCA resolviera por su propia cuenta aquellos problemas
internos que no hacan a las cuestiones centrales de la poltica
comunista en la Argentina, Victorio Codovilla insisti en la nece-
sidad de recurrir a la mediacin de la IC como nica va posible
Mosc o Buenos Aires? para la superacin del conflicto. Toda escisin no hara ms que
Quin solicita la intervencin sovitica perjudicar la influencia del partido en las masas, por lo que se
deba lograr la reunificacin del CC del PCA. En este proceso la
en los asuntos locales? IC estaba llamada a desempear un papel crucial, recayendo en
ella la adopcin de una resolucin poltica acorde a las urgencias
por las que atravesaba el PCA.8
El ruso Boris Vasiliev fue delegado por el Partido Comunista de
la Unin Sovitica en el VI Congreso de la IC y estuvo presente en Por su parte, Rodolfo Ghioldi le respondi a Vasiliev que una vez
las sucesivas sesiones que previamente mantuvo el Secretariado surgidas las divergencias dentro del PCA, Peneln, contando con
Latinoamericano. Vasiliev se mostraba sorprendido por cmo se el apoyo de Codovilla, decidi negarlas y denunciar los envos de
haba conducido el CC del PCA en su intento por dirimir sus telegramas a Mosc como si fueran el producto de invenciones
conflictos intrapartidarios.5 Repentinamente la seccin argentina desestabilizadoras. Era por esta razn, opinaba Ghioldi, que se
haba enviado un despacho a la IC solicitando el recibimiento de haba diseado la estratagema consistente en adjudicar a Wi-
un delegado para tratar en Mosc la cuestin abierta en torno lliams el papel de intrigante dentro del partido, autor respon-
a la lucha entablada entre las dos facciones. A este primer con- sable de aquellas invenciones esgrimidas en torno de supues-
tacto le haba seguido inmediatamente una andanada de misivas tas actitudes oportunistas por parte de la mayora del CC del
procedentes de Buenos Aires. Ante esta situacin nada habitual PCA. La defensa de Peneln que tom ante la IC en sus manos
en el desarrollo de las actividades cotidianas de la IC, Vasiliev Codovilla apareca a los ojos de Ghioldi como una perturbacin
deca no entender el motivo por el cual haba surgido de manera ms dentro de la ya agitada vida interior del PCA, pero que no
tan repentina una oposicin interna, y, al mismo tiempo, se pre- obstante traa impresa su fecha de caducidad.
guntaba cmo era posible que el CC del PCA no hubiera tomado
ya una decisin para resolver sus propios problemas. Era el PCA Sostena Ghioldi que Codovilla estaba de acuerdo en casi todo
mismo quien deba y poda resolver sobre esta cuestin. Vasiliev con Peneln, e incluso crea que le haba escrito a este ltimo
adverta dos problemas centrales en las presentaciones formu- una carta aconsejndole que adoptara contra la oposicin una
ladas en el marco de la Comisin Argentina del Secretariado de respuesta muy enrgica. Por su parte, Codovilla afirmaba que
Pases Latinos. Por un lado, reprobaba el hecho de que no se Ghioldi se hallaba polticamente alineado en un trabajo fraccio-
hubiera hecho presente en las reuniones ningn representante nal con Williams.9 Adems de contraatacar, Codovilla se defen-
de la minora. S se haban pronunciado a favor de los puntos di de los ataques formulados por Ghioldi tomando distancia de
de vista del grupo organizado en torno de la figura de Peneln Peneln, y posicionndose como un indiscutido defensor de la l-
ciertos delegados que, sin formar parte orgnica del mismo, se nea poltica de la IC adujo que l sealara los errores cometidos
ocuparon de representarlo. Por otro lado, Vasiliev no entenda por ghioldistas y penelonistas toda vez que fueran en contra de
cmo podan haber quedado fuera de las exposiciones temas re- las resoluciones adoptadas en Mosc. Codovilla encontraba que
lativos a la vida interna del partido que eran de la mxima impor- el principal responsable de la crisis interna por la que atravesaba
tancia. Ninguna referencia de peso se haba provisto acerca de el PCA era el representante de la IC en la Argentina,10 aunque
las organizaciones de base, las organizaciones en las empresas y
las clulas.6 De este modo, se omita toda informacin acerca del 7 Ibd., p. 67.
8 Ibd., p. 93.
estado de avance registrado en el proceso de bolchevizacin dis- 9 Ibd., p. 18.
puesto por la IC en 1925 y aceptado por el PCA en su VII Congre- 10 Ibd., p. 36. Acordando con esta perspectiva, el ex miembro del PC de la
so. Resultaba prematuro, en su opinin, determinar a partir de Regin Argentina Ruggiero Rugilo, recordar mucho tiempo ms tarde
que las presencias en el pas de Raymond y de Anselmi (alias del comuni-
estas apreciaciones parciales la existencia de corrientes socialde-
sta italiano Isidoro Azzario, quien en nombre de la IC aconsej al PCA so-
mcratas en el PCA. Por el contrario, esta falta de definiciones a bre la cuestin sindical) fueron determinantes para que se diera aquella
situacin en la cual todos estaban de acuerdo con Peneln y de buenas
5 Comisin Argentina, IV sesin, 19/1/1928, Archivo IC, BCNA, r. 2, s. 15 a primeras, en pocos meses, haban cambiado de opinin, producindose
[En francs]. el enfrentamiento en el Comit Central. Emilio Corbire, Orgenes del
6 Secretariado de Pases Latinos, VIII sesin, 1/2/1928, p. 59, Archivo IC, comunismo argentino (El Partido Socialista Internacional), Buenos
BCNA, r. 2, s. 15. Aires, CEAL, 1984, p. 78.
Williams no se cansaba de repetir contra la minora penelonista ante la I.C..15 Para la minora del CC, era el grupo mayoritario el
en la direccin del PCA la acusacin de que incurra sistemtica- que haba tenido un comportamiento favorable a la generacin
mente en desviaciones de derecha.11 de fricciones, tras asumir una conducta inmoral al enviar a Ro-
dolfo Ghioldi como delegado a Mosc, cursar telegramas a la IC
En su exposicin del da 9 de enero, dentro del marco de la serie y realizar reuniones privadas, sin haber buscado para todo ello
de sesiones que llev a cabo el Secretariado Latinoamericano en el consenso de la minora a travs de la participacin abierta.
1928, Codovilla haba dejado en claro que los conflictos por los Dando lugar al reconocimiento de facciones enfrentadas, Codo-
que entonces atravesaba el PCA constituan la mayor crisis de villa promovi el envo de dos delegados a Mosc, uno por la
su historia, y revelaba que la base del partido no se haba pro- mayora y otro por la minora.16
nunciado todava ni a favor de la mayora ni de la minora. En opi-
nin de Israel Mallo Lpez y Edmundo Ghitor (alias de Orestes El tema de las facciones fue largamente discutido hasta que fi-
Ghioldi), la direccin del partido haba cometido su gran error, nalmente se adopt la propuesta de Codovilla. No obstante esta
no obstante, al acudir ante la IC presentando sus problemas necesidad planteada por el PCA con carcter de urgencia, la IC
internos como la contraposicin de dos formas de concepcin haba denegado la autorizacin para el arribo de los delegados.
poltico-organizativas encarnadas por dos facciones antagnicas: La mayora de la direccin del PCA continu, de todos modos,
La mayora del C. Central se complica en trabajos fraccionis- impulsando el envo de una doble delegacin. Ghioldi insista
tas, a nuestro entender por primera vez, al enviar telegramas sobre esta cuestin al sostener que la intervencin enrgica de
a la I. Comunista, no importa si a nombre de Raym. [Raymond] la Internacional Comunista es la que puede resolver solamente
(delegado del Komintern), planteando asuntos que nicamente estos asuntos.17 Por el contrario, Peneln era partidario de no
hubieran debido hacerse por el C. Central.12 enviar ninguna delegacin a Mosc y de promover que el con-
flicto se resolviera internamente sin su injerencia. En su opinin,
Los dirigentes cercanos a Peneln intentaron desde el comienzo actuar en la manera en que sugera Ghioldi hubiera conducido,
del conflicto intrapartidario presentar la imagen de un partido entonces s, al surgimiento de una crisis intrapartidaria. Pero la
cohesionado tras la segunda y ltima segregacin experimenta- crisis ya exista y afloraban constantemente nuevos pretextos
da hasta entonces, provocada a causa de una verdadera disiden- que contribuan a acrecentar el conflicto general. As, el ex di-
cia ideolgica.13 Plantear la homogeneidad del partido implicaba putado comunista cordobs Miguel Burgas traa a colacin el
dejar sin efecto el recurso de depuracin de facciones estableci- tema de que Peneln no comprenda la disciplina leninista, pues
do por la IC en su II Congreso de 1920 a travs de la implemen- ha llevado a la base los asuntos en discusin.18 En esta lnea,
tacin de las 21 condiciones para la afiliacin de sus secciones Ghioldi expresaba que Llevar el asunto a la base del Partido,
nacionales.14 Asimismo, el sector vinculado a Peneln dentro del sera iniciar una lucha terrible. No puede por otra parte llevarse
CC argument que si en algn momento se haba producido al- el asunto a la masa del Partido, sin llevarla previamente ante la I.
gn tipo de enemistades internas ello no se haba debido a la Comunista.19 En su comprensin de lo que deba ser un verdade-
formacin de una verdadera disidencia poltica o ideolgica sino ro partido leninista, conflua la faccin liderada por Ghioldi en la
a las prcticas intriguistas emprendidas por Rodolfo Ghioldi. consideracin respecto de que el dilogo de la direccin del PCA
Plasmando esta perspectiva, un folleto firmado por una centena deba ser con el CE de la IC antes que con los propios afiliados
de afiliados de la Capital y por la Federacin Juvenil Comunista cuyos intereses deca representar. Desde el trabajo en el Con-
planteaba el interrogante acerca de la posibilidad de la presen- cejo Deliberante, atendiendo prioritariamente a las necesidades
cia de corrientes antagnicas y otorgaba una respuesta: Hay inmediatas de la clase obrera, Peneln privilegiaba una forma de
una disidencia poltica en el Partido? Evidentemente, no. Hasta hacer poltica distinta de la mayora del CC, aunque ms tarde
el domingo 30 de octubre en que nos informamos muchos de termin concediendo importancia a la participacin sovitica y
nosotros de la partida a Mosc de Rodolfo Ghioldi, resuelta a dise una estrategia que conformara a todos: Podemos liquidar
espaldas del Comit Central, que sepamos no exista ninguna di- el asunto no enviado los delegados y haciendo los informes co-
sidencia en el Partido que diera lugar al envo de una delegacin rrespondientes, para que nos tracen la lnea poltica necesaria.20
11 Secretariado de Pases Latinos, Comisin Argentina, VIII sesin 1/2/1928, La propuesta final de Peneln para resolver el conflicto no al-
p. 74, Archivo IC, BCNA, r. 2, s. 15.
12 Informe de los miembros del CC del PCA Israel Mallo Lpez y Edmundo canz para evitar su distanciamiento definitivo del partido. El CE
Ghitor, 4/11/1927, p. 3, Archivo IC, BCNA, r. 4, s. 32. Ampliado del PCA inform por medio de una circular a sus afi-
13 La dos primeras crisis intrapartidarias y su relacin con la IC, correspondien- liados los motivos de la separacin del grupo minoritario enca-
tes a las rupturas frentista de 1922 y chispista de 1925, fueron analiza-
das en Vctor Augusto Piemonte, La Internacional Comunista y su Seccin
Argentina: discordia en torno del frente nico a comienzos de la dcada 15 Folleto Manifiesto a todas las Agrupaciones y afiliados del Partido
de 1920, Revista Izquierdas, n 19, pp. 172-193; Comunistas oficiales Comunista, Buenos Aires, s/f (1927), p. 1.
y extraoficiales en competencia: el rol asignado a la Internacional ante el 16 Actas de las sesiones del CE ampliado del PCA, Cuarta sesin, 25/12/1927,
surgimiento de la faccin chispista del PC de la Argentina, Archivos de p. 1, Archivo IC, BCNA, r. 4, s. 30.
Historia del Movimiento Obrero y la Izquierda, ao III, n 5, pp. 93-112. 17 Actas de la reunin del CC del PCA, 5/10/1927, p. 1, Archivo IC, BCNA, r. 4, s. 31.
14 Internacional Comunista, Los cuatro primeros congresos de la In- 18 Ibd., p. 4.
ternacional Comunista, Crdoba, Cuadernos de Pasado y Presente, 19 Idem.
1973, pp. 109-114. 20 Ibd., p. 5.
bezado por Peneln, acusndolo de faccionista y alborotador. 21 responsable de la resolucin del conflicto, planteada de manera
La estrategia asumida por la mayora de la direccin del PCA acelerada y en trminos contrarios a los estatutos del PCA y la IC.
para descalificar a Peneln consista en afirmar que sus prcticas
no tenan lugar en el logos compartido por la Comintern; antes Gonzlez Alberdi y Acenor Dolfi, ambos miembros del Comit
bien, se trataba de expresiones propias de la Segunda Internacio- Regional de la Capital que apoyaban a la mayora en el CC, des-
nal.22 Era por ello que todo influjo que pudiera ejercer la minora tacaban que no se incurra en acto de faccionalismo cuando se
conducida por Peneln deba ser extirpado de raz: peda en Mosc la recepcin de los delegados de ambas partes
(Ghioldi y Peneln) para plantear los motivos polticos de di-
El C.E.A., exhorta, finalmente, a todos los afiliados que hasta vergencia y emprender una va hacia la discusin por parte de
hoy han seguido a la minora y que sinceramente son soldados la base del PCA. Distinto hubiera sido, aclaraban, si la mayora
de la I.C., a pensar serenamente sobre esta hora que vive nues- del CC hubiese realizado trabajos al margen del Partido, a favor
tro partido y les incita a abandonar a aquellos que se quieren de determinada orientacin, en uno o varios asuntos polticos
ir de la Internacional de Lenin y a volver a ocupar disciplinaria, dados.25 Para los representantes de la IC en Buenos Aires el
consiente y resueltamente su puesto de trabajo en el Partido, desviacionismo de Peneln se hallaba demostrado mediante
nica forma de probar su verdadera condicin de militantes del el desempeo de su actividad municipal. El de Peneln era un
comunismo. Es necesario que esos afiliados recuerden que to- oportunismo posibilista, devenido cultor del personalismo par-
dos los que comenzaron por perder la fe en la I.C. y por separar- lamentarista. Esta apreciacin era deudora de la interpretacin
se de ella, terminaron por ponerse contra ella y por caer en las construida por la mayora de la conduccin del PCA, lo que da
filas de la contrarrevolucin. Todava es hora de reaccionar y el cuenta de la buena relacin que mediaba entre sta y los en-
C.E.A., espera que as lo harn todos los que equivocadamente viados de la IC en el pas. El grupo liderado por Ghioldi y Romo
han seguido hasta hoy a esa minora que hoy borra con el codo haba valorizado el triunfo de Peneln en las elecciones munici-
lo que ayer escribi con la pluma sobre la disciplina y sobre la pales por considerar que el trabajo en el Concejo Deliberante
grandeza inatacable de la Internacional Comunista.23 constitua un terreno viable para extender la lucha de clases.26
La conclusin era aleccionadora: no se deba apartar los destinos La IC reconoci a la mayora del CC como su nica seccin argen-
de la militancia poltica local de aquellos que unan a la agrupa- tina, al tiempo que llamaba a la disolucin de la faccin penelo-
cin partidaria con el poderoso entramado relacional internacio- nista y reclamaba su reincorporacin en el PCA.27 No obstante,
nalista, pues operar fuera de ste era servir a los intereses de Peneln se neg a volver al PCA y, sin preocuparse en buscar el
la reaccin. Los votos en torno de las distintas cuestiones que beneplcito de la IC como lo haban hecho los desprendimientos
se plantean en esta serie de reuniones da cuenta de dos faccio- anteriores del partido oficial, se lanz a fundar el Partido Comu-
nes definidas: por un lado se posicionan Rodolfo Ghioldi, Pedro nista de la Regin Argentina. Tal vez Peneln, advirtiendo la ex-
Romo, Luis Riccardi, Miguel Burgas, Marcelino Punyet Alberti, periencia del joven Partido Comunista Obrero, haba entendido
Nicols Kazandieff; por la otra parte se agrupan Jos Peneln, muy tempranamente que resultaba casi imposible disputar con
Jos Ravagni, Florindo Moretti, Israel Mallo Lpez (quien acaba- xito desde afuera la legitimidad del PCA, siendo que la direc-
r cambiando de grupo), Benjamn Semisa.24 cin de la IC slo reconoca al partido que controlaban R. Ghioldi
y V. Codovilla.28 Lo notable es que Peneln se haba negado a
El CE de la IC finalmente acept que se produjera en Mosc el agotar todas sus posibilidades con la IC cuando, no habiendo
arribo de representantes de las dos facciones argentinas enfren- todava roto con el PCA, Mosc le solicit que se mantuviera
tadas. Ghioldi fue el elegido para presentarse ante la IC como dentro del partido y que participara activamente en la mediacin
delegado de la mayora en tanto que Peneln se opuso a acudir del conflicto interno. Pues, si Ghioldi contaba con el respaldo
a la convocatoria. La ausencia de Ghioldi fue aprovechada por la de Raymond, Peneln haba recibido el espaldarazo de Hum-
minora de la direccin, con Peneln y Florindo Moretti a la ca- bert-Droz y de Codovilla, miembros ambos del CE de la IC. En
beza, para conducir el proceso que sus detractores denominaron
golpe de estado, consistente en el licenciamiento de la mayora
25 Comit Regional de la Capital, Acta n 34, 22/11/1927, p. 2, Archivo IC,
en el CC, la suspensin de las clulas de la capital y la puesta a BCNA, r. 4, s. 34.
consideracin de todos los afiliados de la expulsin del partido de 26 Un valioso estudio que abord la cuestin Peneln no establece dis-
varios miembros de la mayora de la direccin, entre ellos Rodolfo tinciones entre los dos momentos presentes en la consideracin de la
mayora sobre la accin municipal. Cfr. Daniel Campione, Mercedes Lpez
Ghioldi, Pedro Romo y Miguel Burgas. Paulino Gonzlez Alberdi Cantera y Brbara Maier, La cuestin Peneln: divisin en el comunismo
critic la forma en que la minora del CC y el Comit Regional de argentino a fines de la dcada del 20, ponencia presentada en las XI
la Capital haban presionado a la base del partido para que fuera Jornadas Interescuelas/Departamentos de Historia, Tucumn, 2007,
pp. 14-15 [consultado en: https://mundodeltrabajo.files.wordpress.
com/2008/01/m061_t05.pdf].
21 Circular del CE Ampliado del PCA, 26/12/1927, p. 1, Archivo IC, BCNA, 27 Carta del CE de la IC sobre resolucin argentina, 9/3/1928, p. 10, Archivo
r. 4, s. 31. IC, BCNA, r. 1, s.
22 Ibd., p. 3. 28 Horacio Tarcus, Historia de una pasin revolucionaria. Hiplito Etchebhre
23 Ibd., p. 4. y Mika Feldman, de la reforma universitaria a la guerra civil espaola, en El
24 Reunin del CC del PCA, 5/9/1927, p. 4, Archivo IC, BCNA r. 4, s. 31. Rodaballo, ao VI, n 11/12, primavera/verano 2000, p. 44.
otras palabras, nada indicaba que las probabilidades de Peneln militantes comunistas dentro del Partido Socialista Argentino,
de conquistar el apoyo de la mayora sovitica fueran remotas.29 basndose en informaciones que haba recibido acerca de un
supuesto intento de Peneln para establecer contactos con el
No obstante, a travs del triunfo logrado a fines de 1925 por la ala izquierda de ese partido. Pero en el convencimiento de que
orientacin de socialismo en un solo pas impulsada por Stalin aquella corriente ms radicalizada del socialismo aseguraba ma-
y Bukharin ante la propuesta de revolucin permanente que yor inters por negociar algn acercamiento con el PC oficial
promova la Oposicin de Izquierda liderada por Trotsky, se pas de espritu revolucionario y no reformista como lo era, en su
a reclamar a las secciones nacionales de la IC una defensa encar- opinin, el grupo de Peneln, Codovilla entenda que la posi-
nizada de la Unin Sovitica, lo que volva riesgosos los intentos bilidad que se abra tena que ser estudiada de cerca, y por ello
de Peneln por conducir el PCA hacia una senda que priorizaba recomendaba la penetracin incgnita dentro del Partido Socia-
la agenda local por encima de las necesidades coyunturales acu- lista. Su recomendacin cay en saco rato, y ni l mismo conti-
ciantes del estado sovitico.30 A la hora de reclamar el recono- nu defendindola, cuando poco ms tarde la IC hizo conocer
cimiento de legitimidad por parte del comunismo sovitico, la las resoluciones de su VI Congreso que giraban en torno al de-
mayora en la direccin del PCA intent explotar al mximo la sarrollo de la tctica de clase contra clase y el socialismo pas
realidad del Kremlin, poniendo en primer plano la propia disci- entonces a convertirse en el principal enemigo a combatir.34
plina cohesiva y enfatizando el carcter segregacionista de la mi-
nora reformista liderada por Peneln. Bajo esta perspectiva, el El PCA present como positivo el saldo por la crisis intraparti-
reclamo del jefecillo para que la IC dejara un margen de manio- daria solventada mediante el distanciamiento de Peneln y los
brabilidad al PCA se transforma[ba] en libertad de traicin.31 cerca de 300 miembros del partido que haban decidido acom-
paarlo. El comunista italiano afiliado al PCA en 1924, Carlos
Ravetto, present en Mosc durante el VI Congreso de la IC un
panorama de consolidacin de la seccin argentina en su camino
El xito inmediato en la era a la conversin en partido de masas. Los fortalecimientos regis-
trados por el partido en las provincias de Santa Fe y Crdoba
del post-penelonismo eran sntomas de la estabilizacin lograda con la superacin de
la ltima crisis interna.35 Muy pronto el PCA pudo recuperarse
bastante bien al producirse el retorno a sus filas de alrededor de
Pedro Romo adverta que el alejamiento del grupo penelonista, cuarenta militantes que acompaaron la vuelta de importantes
si bien no haba tenido ninguna incidencia en el interior del pas, cuadros de la talla de Florindo Moretti, Luis V. Sommi, Pedro y
representaba en cambio una sangra importante en algunos ba- Enrique Chiarante, Germn Mller, Armando y Ricardo Cantoni.36
rrios de la Capital, en donde constitua la mayora partidaria.32
Las intrigas no desaparecieron de un da para el otro. As, por Por medio de la concrecin del VIII Congreso Ordinario en no-
ejemplo, Prspero Malvestiti fue presentado por Orestes Ghiol- viembre de 1928, en donde se aceptaron las tesis redactadas
di como un saboteador que operaba dentro del PCA mientras principalmente por Codovilla y Ghioldi,37 la direccin del PCA
negociaba en las sombras con Peneln.33 En tanto, otros dirigen- determin que los penelonistas haban idealizado el rgimen
tes intentaban aprovechar la situacin para disear nuevas es- democrtico desarrollado bajo el gobierno de la Unin Cvica
trategias que contribuyeran a la consolidacin y el crecimiento Radical, haban malinterpretado la tctica de frente nico al
del partido. En este sentido, Codovilla propuso la infiltracin de proponer un bloque tctico con los lderes socialistas y haban,
por ltimo, saboteado la lucha revolucionaria contra el peligro
29 Segn publicaba el peridico del PCRA, Adelante, en el mes de julio de de la guerra.38 En sntesis, Peneln y su crculo haban cado en
1928, Humbert-Droz haba afirmado que de haber acudido al llamado del
CE de la IC, el 80% de la razn le hubiera correspondido a l [a Peneln]. una posicin parlamentarista de la que ya no podan retornar.
Citado en Otto Vargas, El marxismo y la revolucin argentina, Buenos
Aires, Agora, 1999, tomo II, p. 416.
30 Incluso, Peneln se haba negado anticipadamente a promover dentro del
Concejo Deliberante el boicot al comercio con Gran Bretaa y Estados 34 CC del PCA, Acta n 16, 18/7/1928, p. 3, Archivo IC, BCNA, r. 5, s. 38.
Unidos en caso de que estos pases cometieran agresiones contra Rusia, 35 Informe del delegado Ravetto al VI Congreso de la IC, p. 2, Archivo IC,
tras considerar los efectos perjudiciales que acarreara para la Argentina. BCNA, r. 1, s. 3.
Reunin del CC del PCA, 1/6/1927, Archivo IC, BNCA, r. 4, s. 31. Reunin 36 Hernn Camarero, La estrategia de clase contra clase, en Pacarina del Sur.
extraordinaria del CC del PCA, 27/8/1927, p. 3, Archivo IC, BNCA, r. 4, s. Revista del pensamiento crtico latinoamericano, Vol. 2, s/p [Tomado de:
31. Seala Daniel Campione que la cuestin del boicot fue el detonante http://www.pacarinadelsur.com/home/oleajes/295-la-estrategia-de-cla-
que sentenci la ruptura. D. Campione, Los comunistas argentinos. Bases se-contra-clase-y-sus-efectos-en-la-proletarizacion-del-partido-comu-
para la reconstruccin de su historia, en Periferias. Revista de Ciencias nista-argentino-1928-1935. Ultimo acceso: 28/8/2013]. Tambin la Fe-
Sociales, ao 1, n 1, segundo semestre, 1996, p. 10, nota 31. deracin Juvenil Comunista, que haba registrado una importante sangra
31 Comisin del Comit Central del Partido Comunista, Esbozo de Historia tanto entre sus afiliados como en su Comit Central, se recuper en poco
del Partido Comunista de la Argentina. (Origen y desarrollo del Parti- tiempo. Cfr. Isidoro Gilbert, La Fede. Alistndose para la revolucin. La
do Comunista y del movimiento obrero y popular argentino), Buenos Federacin Juvenil Comunista 1921-2005, Buenos Aires, Sudamericana,
Aires, Anteo, 1947, p. 64. 2009, p. 94.
32 CC del PCA, Acta n 7, 2/6/1928, p. 1, Archivo IC, BCNA, r. 5, s. 38. 37 As lo reconoca Alberto Kohen en Lenin y la cuestin agraria, en AA.VV: Vigencia
33 CC del PCA, Acta n 15, 16/7/1928, p. 2, Archivo IC, BCNA, r. 5, s. 38. Con del leninismo hoy y en la Argentina, Buenos Aires, Anteo, 1970, p. 143.
anterioridad, Malvestiti haba sido descripto por Rodolfo Ghioldi como un 38 Byuro Sekretariata Ispolkoma Kominterna, Kommunisticheskii Inter-
penelonista tpico. Comisin Argentina, IV sesin, 19/1/1928, Archivo natsional pered VII Vsemirnym Kongressom (Materiali), Partizdat
IC, BCNA, r. 5, s. 38, p. 38 [En francs]. TsK VKP (b), Moskva, Iyul 1935, p. 402.
En estos momentos tiene lugar la reorganizacin del SSA, cuya dejar de ser publicada durante un ao por falta de recursos.
sesin de reapertura se extiende en Buenos Aires desde el 29 Tambin desde las pginas de La Correspondencia Sudameri-
de junio hasta el 2 de julio. Se decidi all que el SSA quedara cana se censur en duros trminos a Peneln por no haber co-
integrado por dos representantes del PCA, en tanto que los par- rrespondido al llamado de la IC para que asistiera a Mosc a los
tidos comunistas de Brasil, Chile y Uruguay contribuan cada uno fines de resolver con los dems representantes la cuestin de la
con un representante.39 El predominio del partido argentino en direccin por la que estaba atravesando el PCA:
la regin, buscado con gran determinacin desde su fundacin
misma como Partido Socialista Internacional, haba logrado man- El no quiere ir a la sede de la I. C. a discutir la crisis, porque,
tenerse tras la crisis que acababa de llegar a su trmino. La pu- como l mismo lo dice con inexplicable jactancia, ingenua en s
blicacin de La Correspondencia Sudamericana, rgano del Se- misma pero absurda y ridcula, no necesita ir a Mosc a buscar
cretariado Sudamericano, haba quedado suspendida a partir de cabeza. Pertenece a la categora de los seres selectos, tocados
la crisis que experiment el PCA en su direccin y que provoc por la mano de Dios, que pueden prescindir de la I. C., que en
el distanciamiento de Jos Peneln tambin del cargo ejecutivo nada puede aleccionarlos ni asesorarlos, cuyas cabezas las
que detentaba dentro del organismo de la IC. Segn la versin 15 ilustres cabezas de Morn, segn sus propios trminos,
oficial, Peneln no se haba atenido a ninguna de las normas de merecen la consideracin despectiva de estos alquimistas de la
trabajo planteadas por la IC, presa del oportunismo electoralista cuestin social, que comienzan buscando teoras para terminar
practicado desde el rol que ejerca como concejal.40 Bajo su di- plegndose a las ms viejas concepciones socialdemcratas.44
reccin, en Buenos Aires haban protestado por los envos infre-
cuentes de informaciones que reciban de parte de las secciones Al reafirmar sus acusaciones de incurrir en prcticas socialdem-
nacionales con las que deba trabajar el SSA.41 No obstante, cuan- cratas en momentos en que se incrementaban como nunca an-
do recuper su publicacin peridica, el organismo sudamericano tes los ataques contra aquellos grupos que las llevaban a cabo,
pas a responsabilizar a Peneln por esa misma falta de trabajo el PCA clausuraba cualquier posibilidad de reincorporacin de
orgnico entre los partidos comunistas de la regin: Peneln, o al menos la pona en un lugar en extremo dificultoso
para su concrecin.
Precedentemente, el S.S. era un organismo unipersonal que
contena las deficiencias de una semejante forma de orga- La onda expansiva por la escisin tuvo implicaciones sobre la
nizacin, y la ms importante de ellas consista, sin duda, en eleccin premeditada de los representantes argentinos que de-
el hecho de hacerse punto menos que imposible la discusin ban asistir al prximo congreso de la IC. Los intercambios sobre
de los diversos problemas que preocupan a los partidos sud- esta cuestin quedaban ahora reducidos a la contraposicin de
americanos, siendo por lo mismo casi nulo el intercambio de opiniones entre los dos lderes ahora indiscutidos del partido.
experiencias, tan indispensable para el desarrollo de nuestro Codovilla haba propuesto a Antonio Cantor para que asistiera
movimiento.42 como delegado del PCA al VI Congreso de la IC, aprovechan-
do que se encontraba de viaje en Rusia. Ghioldi discrepaba con
El CC de la IC haba decidido la creacin de un SSA poco esta eleccin, sugiriendo que Cantor poda representar mejor a
tiempo ms tarde de que tuviera lugar la celebracin de su V la Federacin Juvenil Comunista ante la Internacional Juvenil Co-
Congreso de 1924. El SSA se gest en Buenos Aires, bajo la munista, por lo que propona a Pedro Romo como delegado del
premisa de que operara como lazo entre la IC y los partidos partido. Pero Codovilla estimaba impoltico el hecho de que
comunistas de Amrica del Sur, y tambin para coordinar ac- asistiera al congreso de la IC uno de los dirigentes que haba
ciones entre estos ltimos. Los primeros problemas organi- tomado parte en la crisis interna encabezando la posicin de la
zativos no haban tardado en aparecer: el personalismo era la mayora, por lo cual resultaba conveniente que permaneciera en
norma en la direccin, y la burocracia y el mecanicismo se im- el pas y se reservara para tomar parte en el prximo congre-
ponan como modalidades de gestin.43 La revista que editaba so del PCA.45 El 13 de junio el PCA inform que dara respues-
en lengua castellana entre todos los partidos miembros debi ta prontamente al telegrama de Humbert-Droz sobre el envo
de delegados argentinos para participar en el VI Congreso de
la IC,46 y finalmente el 16 anunci que la decisin acerca de la
39 Manuel Caballero, La Internacional Comunista y la revolucin latinoa-
mericana, 1919-1943, Caracas, Nueva Sociedad, 1987, p. 52. delegacin argentina estaba tomada.47 Se haba acordado que
40 Argentina. La crisis interna del P. Comunista, La Correspondencia Sud- viajaran Leonardo A. Peluffo y Carlos Ravetto en representa-
americana. Revista quincenal editada por el Secretariado Sud Ameri- cin del partido, en tanto que Alejandro Onofrio y Luis Riccardi
cano de la Internacional Comunista, 2 poca, (en adelante LCS), n 2,
15/8/1928, p. 13. lo haran por la Juventud. Aunque una parte muy importante
41 Tal era, segn la apreciacin de Codovilla, el caso del PC de Colombia. de los cuadros de la juventud y el sindicalismo se haban ido
Cfr. Lazar Jeifets y Vctor Jeifets, El Partido Comunista Colombiano, des- con Peneln para fundar el Partido Comunista de la Regin
de su fundacin y orientacin hacia la transformacin bolchevique. Va-
rios episodios de la historia de relaciones entre Mosc y el comunismo
colombiano, Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura,
n 28, 2001, p. 29. 44 Argentina. La crisis interna del P. Comunista, LCS, n 2, 15/8/1928, p. 14.
42 Dos palabras, LCS, n 1, agosto de 1928, p. 1. 45 PCA, Acta n 7, 2/6/1928, pp. 3-4, Archivo IC, BCNA, r. 5, s. 38.
43 La I Sesin del Secretariado Sudamericano de la Internacional Comunis- 46 PCA, Acta n 9, 16/6/1928, p. 3, Archivo IC, BCNA, r. 5, s. 38.
ta, LCS, n 1, agosto de 1928, pp. 4-5. 47 PCA, Acta n 10, 16/6/1928, p. 1, Archivo IC, BCNA, r. 5, s. 3
Argentina,48 la direccin ahora comandada por Rodolfo Ghioldi Codovilla, quien durante su permanencia en Mosc haba sido
y Victorio Codovilla intentaba devolver la normalidad al PCA. designado a fines de 1926 para representar a Sudamrica en el
En las tesis del VIII Congreso realizado en diciembre de 1928, Presidium del CE de la IC, regres a Buenos Aires en 1928 y se
el PCA haba establecido que el debilitamiento del socialismo ocup de reemplazar a Peneln al frente del SSA,51 puesto en
se deba primeramente al descontento de las masas obreras el que se mantuvo hasta 1930. A partir de entonces, la com-
frente a la poltica socialista y, por otra parte, a la competencia posicin nacional del SSA se modifica, admitiendo en puestos
irigoyenista, que ha alcanzado a las grandes masas pequeo-bur- centrales de su direccin la presencia de funcionarios de la IC,
guesas.49 Pero este movimiento poda darse tambin direccin siendo los primeros el italiano Edigio Gennari y el sovitico Zi-
contraria, pasando ahora hacia el socialismo a causa de las des- novi Rabinoch.52 La europeizacin creciente del SSA dio lugar
ilusiones generadas por el yrigoyenismo. Por ende, se deba for- a la prdida de la autonoma relativa que haba disfrutado el
talecer el PCA haciendo atractivos al proletariado su programa organismo durante la gestin de Peneln. Este cambio de si-
y su trabajo cotidiano, para lo cual era imperioso neutralizar tuacin se hizo patente en la Primera Conferencia Comunista
aquellas causas que haban posibilitado el surgimiento del pe- Latinoamericana de Buenos Aires, celebrada en junio de 1929.
nelonismo. Esto se lograra mediante una completa fusin ideo- Presidida por Codovilla, la Conferencia tuvo por objetivo lograr
lgica con los afiliados que haban acompaado a Peneln y se una mayor sujecin de las secciones sudamericanas a la IC. Con-
haban arrepentido luego. En definitiva, se trataba de alcanzar centradas en las lneas programticas trazadas por la IC en su
una perfecta homogeneizacin poltica dentro del partido.50 Una VI Congreso, las tareas de las secciones de la regin pasaban
vez alcanzado este objetivo, las tareas relativas a la captacin por mejorar la organizacin interna de los partidos, fortalecer la
de las masas obreras se veran facilitadas. El PCA decidi incre- presencia comunista en el movimiento obrero y emprender una
mentar sus vinculaciones con la IC, de quien consideraba crucial frrea lucha contra el imperialismo.53 Esta realidad consolid la
recibir una ayuda fundamental para su correcto funcionamiento tendencia a la anulacin de los debates tericos que se convirti
y la superacin de coyunturas crticas. en moneda corriente con el avance de la estalinizacin de los
partidos comunistas. Representativo de ello fueron los niveles
Despus de producida la ruptura con el sector que, encolumna- de censura e impugnacin que las altas autoridades del movi-
do en el trabajo realizado a nivel local por Peneln, reclamaba miento comunista sudamericano dirigieron bajo la atenta mirada
la construccin de un comunismo de raz nacional, la corriente de Codovilla a las tesis histrico-socioeconmicas elaboradas
ms proclive a atender los requerimientos moscovitas encontr por Jos Carlos Maritegui en torno de la cuestin indgena en
el camino despejado para ahondar los vnculos del PCA con la Amrica Latina. El comunista peruano rechaz por estriles
IC. Este abandono del equilibrio hasta entonces mantenido en el ejercicios teorticos y a veces solo verbales condenados
seno de la direccin argentina coincidi con la mayor disposicin a un absoluto descrdito54 todas aquellas interpretaciones que
de la IC a reconocer en su VI Congreso algn lugar de impor- hasta entonces haban eludido las causas socioeconmicas de
tancia relativa al PCA en el conjunto de partidos directamente la cuestin indgena, ancladas en el problema de la propiedad
implicados en la lucha contra el imperialismo norteamericano de la tierra.55 Maritegui se haba alejado de la lnea leninista al
si bien la Argentina, as como Latinoamrica toda, nunca sali tomar la cuestin indgena como un problema en s mismo y no
de un rol subsidiario dentro del entramado de relaciones inter como una subtrama que deba ser analizada y atacada dentro
seccionales. En adelante la direccin del PCA puso su trabajo de la ms abarcativa problemtica de la cuestin nacional, so-
internacional por encima de toda accin que pudiera ser efectua- lucionable por la clebre va leninista de la autodeterminacin
da fronteras adentro.
51 Peneln ha sido destituido por la IC del cargo de secretario sudamerica-
no, La Internacional, ao XI, n 3231, 24/3/1928, p. 1. A partir de entonces,
48 Haciendo gala del eminente componente obrero del nuevo partido, el el SSA fue reorganizado en funcin de las disposiciones soviticas traza-
peridico Adelante present en su nmero inicial a los siguientes ac- das seis aos antes por Mikhail Komin-Aleksandrovskii, primer emisario
tivistas que pasaron a integrarlo: Florindo A. Moretti (ferroviario), Jos de la IC en Argentina. Victor Jeifets i Lazar Jeifets, M. Aleksandrovskii.
Ravagni (obrero metalrgico naval), Benjamn Semisa (obrero municipal), Delegat argentiny v Kominterne. Delegat Kominterna v Argentine, Perso-
Luis Sous (obrero grfico), Ruggiero Rgilo (obrero grfico), Benigno Ar- nazhi Rossiiskoi Istorii (Istoriya i Sovremennost), Sankt-Peterburgskii
gelles (obrero metalrgico), Gotoldo Hummel (obrero encuadernador), Gosudarstvennyi Tejnicheskii Universitet, 1996, p. 230.
Guillermo Schulze (ebanista), Peneln (obrero grfico), Germn Mller 52 Olga Ulianova, Develando un mito: Emisarios de la Internacional Comu-
(carpintero), Juan Torao (obrero fundidor), Carlos Bianchi (sastre), nista en Chile, Historia (Santiago), Vol. 41, n 1, p. 115.
Anbal Alberini (herrero), Pedro de Palma (obrero maderero), Amadeo 53 Secretariado Sudamericano de la IC, El movimiento revolucionario latinoa-
Zeme (obrero del calzado), Juan Clerc (electricista), Salomn Jasselman mericano. Versiones de la Primera Conferencia Comunista Latino Ame-
(empelado), Orestes Preto (obrero metalrgico), Carlos Fasani (obrero ricana. Junio 1929, Buenos Aires, La Correspondencia Sudamericana, 1930.
industrial), Domingo Torres (obrero grfico), Jos N. Caggiano (obrero 54 El problema del indio en el Per. Su nuevo planteamiento, El Trabaja-
grfico), Bernardo Moreno (obrero metalrgico), Luis V. Sommi (obrero dor Latinoamericano. Revista quincenal de informacin sindical, ao
del mueble). Quines son los organizadores del Partido Comunista de la I, n 9, 15/1/1929, p. 10.
Regin Argentina, Adelante, n 1, ao I, 4/2/1928, p. 4. 55 Cfr. Jos Carlos Maritegui, Siete ensayos de interpretacin de la rea-
49 Del VIII Congreso del P.C.A. Tesis sobre la situacin econmica, LCS, n lidad peruana, Caracas, Biblioteca Ayacucho, 2007, especialmente El
6, 18/12/1928, p. 10. problema del indio y El problema de la tierra, pp. 26-85.
50 En este sentido, Julio Godio lleg a sostener que tras el VIII Congreso de 56 Cfr. V. I. Lenin, El derecho de las naciones a la autodeterminacin, en Obras
1928 qued demostrado que el ncleo dirigente del P.C.A. era incapaz de Completas, Buenos Aires, Cartago, 1970, t. XXI, pp. 313-376; El proleta-
reflexionar con cabeza propia. Julio Godio, El movimiento obrero ar- riado revolucionario y el derecho de las naciones a la autodeterminacin, t.
gentino (1910-1930). Socialismo, sindicalismo y comunismo, Buenos XXIII, pp. 39-46; Notas crticas sobre la cuestin nacional, Mosc, Edicio-
Aires, Legasa, 1988, p. 389. nes en Lenguas Extranjeras, 1952.
de los pueblos.56 En la perspectiva de la direccin mayoritaria Por todo lo dicho se puede concluir aqu que si una vez pro-
del comunismo latinoamericano, cada uno de los aspectos que ducida la ltima gran escisin del PCA de la dcada de 1920
componan la problemtica indgena eran exactos a los de las no arribaron ms a la Argentina contingentes de representan-
minoras nacionales de otros pases.57 Acompaando la alinea- tes de la IC para seguir realizando trabajos de organizacin con
cin acrtica con las polticas soviticas que sign la historia del constancia, ello se debi en gran medida al hecho de que no
PCA en las dcadas siguientes,58 la direccin argentina repiti en resultaba ya necesario mantener una vigilancia celosa sobre la
el SSA la adhesin incondicional a la IC. Codovilla y Ghioldi se direccin argentina. De hecho, el grado de homogeneizacin po-
encontraban situados a la cabeza de las dos entidades. ltico-ideolgica alcanzado en todos los niveles organizativos del
partido conllevaron al fin de la emergencia de nuevas facciones,
lo cual se tradujo con posterioridad en la cristalizacin de disi-
dencias individuales y no-orgnicas hacia los postulados de una
Consideraciones finales direccin que ya no era mayoritaria sino totalizante.60 El grupo
de Peneln conform dentro del PCA un intento por situar en
un lugar de primer orden el problema de la nacionalizacin del
Preocupado como estaba por crear las condiciones para el desa- comunismo, en tanto que el sector reunido en torno de Rodolfo
rrollo prctico de un marxismo con raigambre nacional, Peneln Ghioldi pona el plano internacional en el eje de las acciones del
estim la imposibilidad de plantear una revolucin argentina PCA. Era de esperar, en consecuencia, que aquellos que busca-
en el corto plazo. Fue por ello, segn observaba Rodolfo Pui- ban ser reconocidos como los representantes de la Comintern
ggrs, que el miembro cofundador del PCA haba decidido dar en la Argentina encontraran el campo despejado para consumar
preeminencia al trabajo comunista por las reivindicaciones in- su objetivo una vez producida la escisin de 1928. Con el distan-
mediatas de los asalariados en el espacio conseguido dentro del ciamiento del sector contestatario de la direccin del PCA que
Concejo Deliberante.59 De all que en dos aos de gestin febril encarnaron Peneln y su crculo quedaron obsoletas las moti-
hubiera presentado alrededor de 400 proyectos destinados a vaciones que encontraba el CE de la IC para dirigir una mirada
mejorar la vida de quienes habitaban en los barrios pobres de atenta en un partido disciplinado que, a partir de entonces, ya no
la Capital. Puiggrs interpretaba que la crisis de finales de 1927 represent desafos a las directivas votadas en Mosc.
revela el inters que las facciones mayoritaria y minoritaria del
CE tenan por lograr para s mismos el reconocimiento mosco- Aunque la IC tena potestad para interferir en la vida interna de los
vita del rol de genuinos conductores del PCA. No obstante, a partidos comunistas suscriptores cuando lo considerase necesario,
partir del anlisis de los documentos cursados entre la IC y su las modalidades y sus alcances no estaban ni formalmente ni infor-
seccin argentina se advierte una situacin diferente, en donde malmente estipulados. Los pedidos de intervencin elevados al CE
queda al descubierto la bsqueda de legitimacin de la mayora de la IC por la direccin del PCA representan casos singulares en
pero tambin el desinters del penelonismo en ese sentido. Si los cuales el partido intervenido exigi un nivel de compromiso en
los llamados verbalistas futuros creadores del Partido Co- el arbitraje de sus conflictos internos mayor al que el organismo
munista Obrero haban enviado su delegacin a Mosc para internacional mismo se encontraba dispuesto a conceder. Particu-
contraponer su visin de los hechos conflictivos a la versin larmente interesante a este respecto fue la argumentacin imple-
brindada por la delegacin oficial, Peneln en cambio se opuso mentada por Codovilla para apoyar la necesidad del concurso de
sin miramientos al reclamo efectuado por el CE de la IC para que Mosc en los asuntos de la direccin del PCA. Este entenda que el
asistiera con carcter de inmediatez a la sede oficial en Rusia. partido argentino tena la necesidad de plantear su problema a la
IC, ya que haba sido por su intermedio que las crisis intrapartidarias
57 El problema indgena en Amrica Latina, El Trabajador Latinoamerica- anteriores haban arribado a resoluciones pacificadoras, producto de
no, ao II, n 30, marzo-abril de 1929, p. 18. la diagramacin de lneas polticas correctas, y era entonces cuan-
58 En este sentido, discrepamos aqu con la hiptesis de Jorge Abelardo
Ramos, quien al entender que el comunismo argentino surge de una si- do la unidad del partido haba sido apropiadamente reconstituida.61
tuacin artificial en un marco semicolonial, sin que la sociedad se hallara Es decir, el propio Codovilla reconoca que se haba generado una
preparada para recibirlo en su seno, adelanta la fecha de dependencia dependencia del PCA respecto de la IC para la adopcin de medidas
del PCA respecto de la Unin Sovitica en una dcada. J. A. Ramos, El
Partido Comunista en la Poltica Argentina. Su Historia y su Crtica, que le ayudaran a llevar a cabo su desarrollo en las formas ms
Buenos Aires, Coyoacn, 1962, p. 28. En la introduccin a una importan- convenientes. Lo que quedaba en evidencia mediante este reconoci-
te compilacin de documentos traducidos al castellano que aborda el miento era que esta relacin de sujecin del partido argentino haba
perodo anterior a la fractura penelonista, sus responsables indican con
gran acierto que el PCA no careca totalmente de iniciativas y opiniones sido construida principalmente por obra de su propio CC.
propias, sino que por entonces se permita discutir duramente con los
representantes de la Internacional en el pas, e incluso pedir a la IC su
desplazamiento. Daniel Campione, Mercedes Lpez Cantera y Brbara
Maier, Buenos Aires-Mosc-Buenos Aires. Los comunistas argentinos
y la Tercera Internacional. Primera Parte (1921-1924), Buenos Aires,
Ediciones del CCC, 2007, p. 24. 60 Cfr. Hernn Camarero, El tercer perodo de la Comintern en versin crio-
59 En palabras de Rodolfo Puiggrs, El concejal Jos F. Peneln no quera lla. Avatares de una orientacin combativa y sectaria del Partido Comu-
ser atrado por el espejismo de la revolucin mundial y para evitarlo se nista hacia el movimiento obrero argentino, A Contracorriente, Vol. 8,
excedi en su celo por los asuntos municipales. R. Puiggrs, Las izquier- n 3, Spring 2011, p. 213.
das y el problema nacional. Historia crtica de los partidos polticos 61 Secretariado de Pases Latinos, Comisin Argentina, sesin del 9/1/1928,
argentinos, Buenos Aires, Galerna, 2006, tomo III, p. 92. p. 91, Archivo IC, BCNA, r. 2. s. 15.
Resumen
En su rol como jefe del Secretariado Latino de la Co-
mintern, Jules Humbert-Droz sealaba en 1928 que
el origen de la crisis que atravesaba el Partido Comu-
nista de la Argentina desde el ao anterior radicaba
en la convivencia de dos facciones enfrentadas que
redundaba en la inexistencia de un verdadero Comit
Central. El conflicto entre una minora de la direccin
del partido argentino liderada por Jos Peneln y una
mayora encabezada por Rodolfo Ghioldi decant en
el pedido formal por parte de este ltimo grupo para
que la Comintern decidiera de qu manera se deba
reestablecer la estabilidad intrapartidaria. Partiendo
de esta situacin problemtica se plantea en este
artculo que fue la misma direccin mayoritaria del
PCA la que, al solicitar la intervencin del Comit
Ejecutivo cominterniano en los asuntos internos de
la seccin argentina, condujo a un alineamiento dog-
mtico con la Internacional Comunista que hubo de
marcar la trayectoria del PCA durante todo el tiem-
po transcurrido hasta la disolucin de aquella.
Palabras clave
Partido Comunista de la Argentina, Comintern, Jos
Peneln, Rodolfo Ghioldi, Disidencia intrapartidaria
Abstract
In his role as head of the Latin Secretariat of the
Communist International, Jules Humbert-Droz poin-
ted out in 1928 that the origin of the crisis the Com-
munist Party of Argentina was going through since
the previous year stemmed from the coexistence of
two opposing factions and the lack of a true Central
Committee. The conflict between a minority in the
leadership of the Argentine party led by Jos Pene-
ln and a majority conducted by Rodolfo Ghioldi re-
sulted in the formal request of the latter group for
the Comintern to decide the path to re-establishing
the intra-party stability. Taking into consideration
this problem, the present article hypothesises that it
was the majority of the leadership of the PCA which,
by requesting intervention from the Executive Com-
mittee of the Comintern in the internal affairs of the
Argentine section, conducted a dogmatic alignment
with the Communist International, thus marking the
path for the PCA until its dissolution.
Keywords
Communist Party of Argentina, Comintern, Jos
Peneln, Rodolfo Ghioldi, Intra-party dissent.
Cine y colectivizacin
Imgenes para un orden nuevo en los campos soviticos (1929-1941)
Pablo Fontana*
La colectivizacin forzosa en la Unin Sovitica (1929-1933) Durante la guerra civil posrevolucionaria comenzaron los in-
signific un proceso de radicales transformaciones guiadas por tentos de los bolcheviques por controlar la industria cinema-
el Partido Comunista que tuvieron como objetivo y resultado togrfica para orientarla hacia fines propagandsticos que eran
la instalacin de nuevas relaciones de produccin rurales. Este entendidos como educacin poltica, pero el cine continuara
proceso, vivido en forma traumtica por buena parte del cam- con cierta autonoma y sera recin durante el Primer Plan Quin-
pesinado sovitico, fue acompaado por un ejercicio de propa- quenal que se lograra un pleno control sobre el mismo y su
ganda cinematogrfica que se propuso asegurar la reproduccin instrumentalizacin con fines propagandsticos, especialmente
de estas nuevas relaciones a travs de la construccin de una durante los tiempos de Stalin, quien posea la ltima y decisiva
hegemona que lograra el consenso del campesinado y eliminara palabra sobre cada estreno, ordenando incluso cambios en las
su resistencia a la colectivizacin. Aqu se analizan algunas de las producciones.2
representaciones cinematogrficas de ficcin sobre el proceso
en cuestin, as como aquellas que retratan las nuevas relacio- El cine presentaba las ventajas de resultar atractivo para los
nes de produccin en el momento posterior a su transformacin campesinos y era de gran utilidad ante la cantidad enorme de
y que fueron rodadas antes del comienzo de la Gran Guerra analfabetos en las reas rurales. El destinatario de estas pelculas
Patritica en 1941. La seleccin incluye las pelculas a las que era la sociedad sovitica en su conjunto, pero el bajo nmero de
se pudo tener acceso y que adems de concentrase en la tem- proyectores en reas rurales signific una mayora del pblico
tica, ilustran con claridad las hiptesis sostenidas. A travs de la urbano, preponderantemente proletario, en gran parte de origen
exgesis de los documentos cinematogrficos se expone la uti- campesino. Sin embargo, la poltica estatal de cineficacin del
lizacin de diversas estrategias propagandsticas que permiten campo, con proyectores mviles en camiones, trenes y barcos
diferenciar tres momentos determinantes en la construccin de o bien porttiles, durante el primer Plan Quinquenal y los aos
un nuevo orden simblico. treinta, aument rpidamente el porcentaje de espectadores
campesinos: en 1928 haban 7331 cines en la Unin Sovitica y en
1940 nos encontramos con 29.274, en 1937 las reas rurales con-
taban con 13.000 proyectores mviles y 2.500 cines con equipos
La propaganda cinematogrfica para pelculas sonoras, y respecto al nmero de entradas de cine
vendidas, entre 1929 y 1940 se triplicaron y llegaron a 900 mi-
y el pblico campesino sovitico llones ese ltimo ao.3 El pblico campesino reaccionaba nega-
tivamente ante las tcnicas experimentales y el ritmo acelerado
La relacin de los lderes bolcheviques con el cine comienza con 2 Sobre el vnculo entre el Partido y los directores as como el extremo
la famosa frase de Lenin en tiempos prerevolucionarios: para control e instrumentalizacin del cine durante los tiempos de Stalin
los bolcheviques el cine es la ms importantes de todas las ar- ver Grigori Maramov, Kremlevsky tsenzor, Mosc, Kinotsentr, 1991;
Eberhard Nembach, Stalins Filmpolitik. Der Umbau der sowjetischen
tes y es el ms poderoso recurso para educar a las masas.1 Filmindustrie 1929 bis 1938, St. Agustin, Gardez Verlag, 2001; Jamie
Miller, Soviet Cinema: Politics and Persuasion under Stalin, London
* FFyL / UBA. I.B. Tauris, 2010.
1 Anatoly Lunacharsky, Conversation with Lenin. I. Of All the Arts..., en 3 Peter Kenez: Cinema & Soviet Society, 1917-1953, Cambridge, Cambrid-
Richard Taylor y Ian Christie (eds.), The Film Factory. Russian and Sovi- ge University Press, 1992, p. 132.
et Cinema in Documents 1896-1939, London, Routledge, 1998, p. 56-57.
de ciertas pelculas de la NEP, pero con la adopcin del realismo evitar durante el estalinismo. Algo similar ocurri con el fuerte
socialista y el abandono de experimentos formales, luego del Pri- simbolismo que Dovchenko utiliza en la potica de Tierra.En
mer Plan Quinquenal, aument su aceptacin.4 estas primeras obras ya nos encontramos con el mito de la cri-
minalidad kulak. Esto se observa en Lo viejo y lo nuevo cuando
los kulaky envenenan a Fonka, el semental que el sovjoz (granja
estatal) entrega al koljoz, y en Tierra con el kulak que asesina
Transformacin de las relaciones a Vasil. Tambin se contrasta la pobreza de la mayora del cam-
pesinado con la riqueza de los kulaky que son mostrados en la
de produccin rurales opulencia y sin trabajar, como se observa en el kulak obeso de Lo
viejo y lo nuevo cuya nica actividad es dormir y beber, enfren-
tado a la pequea Marfa, gracias al gran angular de Eisenstein.
En el primer perodo de los tres identificados y que abarca el
primer ao de la colectivizacin forzosa, la prioridad en la pro- Ambas pelculas se presentan como un Bildungsroman, literal-
paganda rural del Partido fue movilizar a la poblacin para trans- mente una novela de aprendizaje o formacin, en la que se mues-
formar las relaciones sociales de produccin en el campo. Con tra el paso a la madurez del protagonista. En el caso sovitico
ese fin se produjeron Lo viejo y lo nuevo (Staroe i novoe) de son historias sobre la adquisicin de consciencia de clase, que
Serguei Eisenstein y Tierra (Zemlya) de Alexander Dovchenko, aqu significa enfrentarse al kulak y asumir que la lnea del Par-
estrenadas en octubre de 1929 y marzo de 1930 respectivamen- tido es la correcta.6 De acuerdo a la visin leninista, dicha tran-
te. Lo viejo y lo nuevo narra la historia de Marfa, una campesi- sicin ideolgica en las pelculas tiene lugar gracias al contacto
na pobre que decide terminar con los mtodos tradicionales de con un agente catalizador que es un miembro del Partido. En Lo
agricultura y junto a otros campesinos pobres intenta formar viejo y lo nuevo estos roles estn representados por el joven
un koljoz (granja colectiva). Gracias a la ayuda del Komsomol Komsomol y el agrnomo bolchevique, de gran parecido a Lenin.
(Kommunisticheski Soyuz Molodiozhi: Unin Comunista de la Ju-
ventud) y de un agrnomo bolchevique, Marfa logra enfrentar La deskulakizacin o eliminacin del kulak en cuanto clase
al kulak (campesino rico) y formar un koljoz que incluso posee fue planteada como una ofensiva cuasi militar. El origen de esta
un tractor, cuyo conductor devendr en su pareja. Tierra es pro- particularidad del discurso puede encontrarse en la experiencia
tagonizada por Vasil, que, pese a la resistencia del campesinado de los bolcheviques durante la Guerra Civil en la cual los direc-
kulak y del pope, lucha por la colectivizacin de su aldea ucra- tores haban participado.7 Precisamente el XVI Congreso del Par-
niana. Junto a sus compaeros del Partido, Vasil trae un tractor, tido en 1930 haba tomado como lema principal la ofensiva del
destruye las cercas y logra una buena cosecha, pero es asesina- socialismo en todos los frentes. Segn palabras de Eisenstein
do por el kulak Joma, que luego enloquece durante el funeral de sobre Lo viejo y lo nuevo: ellos van al frente de batalla.8 Esta
Vasil, al ver peligrar la propiedad de su tierra. Al igual que Tierra pelcula tambin inclua tomas de popes y araas huyendo del
el guin original de Lo viejo y lo nuevo tambin transcurra en avance de los tractores como un ejrcito en retirada.9 En Tierra
Ucrania, lo que demuestra la centralidad que se le otorgaba a se observa ste carcter de ofensiva cuando el tractor va apro-
esta regin, principal productora de trigo.5 ximndose a la aldea con los campesinos que marchan detrs
suyo como si fuese una unidad de infantera marchando detrs
Las dos pelculas fueron concebidas antes de la colectivizacin de un tanque y la clula local del Partido va siguiendo su llegada
forzosa, por lo cual buscan representar la colectivizacin en a travs del telfono como si se tratase de un cuartel general. Si
forma voluntaria, como la pregonaba Vladimir Ilich Lenin. Sin bien no se ataca fsicamente al kulak homicida, un miembro del
ser afectados an por los cambios artsticos del estalinismo, en Partido da un discurso en el funeral de Vasil donde dice que ya
especial por el realismo socialista, los dos directores utilizaron se van a ocupar de ellos y a travs del montaje se lo asocia con
un lenguaje artstico particular, por el que luego fueron ataca- cruces de un cementerio.
dos como formalistas. En el caso de Eisenstein, la razn de la
oposicin de las autoridades a su montaje intelectual no debe
entenderse slo a partir de la incomprensin por parte de los 6 Julian Graffy: Cinema, en Catriona Kelly y David Shepherd (eds.), Rus-
campesinos sino que el mismo, junto a la inclusin de planos sian Cultural Studies. An Introduction, Oxford, Oxford University
extradiegticos, expone los mecanismos de enunciacin y hace Press, 1988, p. 176.
visible la construccin de sentido del medio cinematogrfico, 7 La Guerra Civil afect a la cultura poltica sovitica generando cambios
lingsticos que implicaron la adopcin de numerosas palabras del lxi-
disminuyendo su capacidad como instrumento de propaganda co militar. Cfr. Peter Kenez, The Birth of the Propaganda State. Soviet
y aumentando su potencial reflexivo, lo que el Partido quera Methods of Mass Mobilization, Cambridge, Cambridge University Press,
1985, p. 255. O an ms tempranamente en la organizacin del Partido
bolchevique, siendo tpico de sus miembros la utilizacin de vestimentas
4 Pablo Fontana, Cine y colectivizacin: la representacin cinematogr- de tipo militar.
fica del proceso de colectivizacin sovitico, Ciudad Evita, Editorial 8 Kepley, The Evolution of Eisensteins Old and New, p. 43.
Zeit, 2012, pp. 142-145. 9 Seguramente sea una referencia al panfleto Araas y moscas que se
5 Precisamente el papel protagnico originalmente deba ser una campe- vendi extraordinariamente en 1917. Cfr. Orlando Figes, La revolucin
sina con el nombre de Ukraintseva. Vance Kepley Jr., The Evolution of rusa 1891-1924. La tragedia de un pueblo, Buenos Aires, Edhasa, 2000,
Eisensteins Old and New, Cinema Journal, Vol. 14, n 1, Fall 1974, p. 42. p.677.
por planear un sabotaje en contra del koljoz es rescatado por relacionar a Stepok con el espritu santo. Esta caracterizacin
los koljozianos. Durante la noche Stepok se encuentra montan- puede observarse tambin en el cuerpo sin vida de Vrvara en
do y guardia descubre a su padre conspirando para incendiar el Campesinos, suspendido en el aires, con bata blanca, rayos de
granero colectivo. El joven da la alarma pero el padre lo asesina luz que irradian detrs suyo y Guerasim persignndose. Se trata
y luego es capturado.En la comedia Felicidad se observan to- de una instrumentalizacin del universo simblico cristiano con
dava elementos del primer perodo, como el descrdito de los fines propagandsticos que tambin podemos observar en Tie-
medios tradicionales de cultivo, cuando la campesina Ana arras- rra, en clara alusin a la historia de Jesucristo. Pero en todos los
tra el arado como un animal y cuando el campesino Jmir intenta casos se acompaa estos contenidos con mensajes en contra de
arar con un caballo, pero ste demuestra ser un perezoso que no las instituciones religiosas, en especial contra los popes.
quiere trabajar y que no para de devorar forraje, incluso la paja
de los techos del pobre campesino. La situacin prerrevolucio- En estas pelculas se observan tambin ataques a las relaciones
naria se muestra en forma tan desesperante que Jmir intenta sui- de parentesco, lo cual puede ser considerado sintomtico de la
cidarse, pero los militares lo frenan para enviarlo a la guerra, por resistencia a la colectivizacin originada en ellas. Tanto el homi-
lo que el campesino no es dueo ni de su propia vida. A pesar cidio de Stepok por su padre en El prado de Bezhin, como el de
de que la opresin desaparece con la Revolucin, el campesino Vrvara por su esposo Guerasim en Campesinos, responden a
contina en la pobreza. Slo con la colectivizacin, la mecaniza- cuestiones ideolgicas, siendo perpetrados por personajes ne-
cin y su aceptacin en el koljoz logra la felicidad. Es interesante gativos anticomunistas contrarios a la colectivizacin y ex-kulak,
el cambio radical que tanto Jmir como su esposa experimentan sobre vctimas decididamente comunistas que defienden en for-
en sus vestimentas al ser incorporados al koljoz: cambian sus ro- ma absoluta la colectivizacin y son hroes positivos. Eviden-
pas tradicionales campesinas estropeadas por modernos trajes temente las dramticas escenificaciones de ambos homicidios
nuevos y limpios. Este cambio tambin se observa con Marfa, la apuntan a desarticular las lealtades asentadas sobre relaciones
protagonista de Lo viejo y lo nuevo, y puede relacionarse con el parentales y colocarlas en una posicin subordinada a la lealtad
corte de barbas que Nikolai, el funcionario del Partido en Cam- poltica con el Partido y la colectivizacin.
pesinos, realiza a un koljoziano cuando logran restablecer defi-
nitivamente al koljoz. Los trajes simbolizan una transformacin ste segundo perodo constituye un momento de transicin,
cultural de los personajes al entrar al koljoz, con la adopcin de con 1935 como punto de inflexin en trminos de representa-
prcticas culturales modernas y urbanas, lo que nos expresa de cin de los campesinos y su relacin con el poder.16 Se produce
que forma estos directores, y posiblemente el Partido, entendan el cambio de un cine de propaganda que incentiva una actitud
la colectivizacin: no slo la adopcin de una nueva organizacin transformadora en el espectador, a uno que impulsa un aumento
en la produccin y distribucin de excedente en trminos enten- de la productividad pero sin incentivar el cambio que busca con-
didos como socialistas, adems de la mecanizacin del campo, servar el statu quo, algo que puede observarse en el naciente
sino tambin la transformacin de la cultura rural del campesi- culto a los estajanovitas presente en Felicidad con el personaje
nado en una cultura urbana, como si el socialismo fuese con- de Anna y en Campesinos con Vrvara. Esto se debe a que las
trario a las tradiciones campesinas y netamente urbano o bien la relaciones de produccin ya han sido modificadas, pero su repro-
igualacin de socialismo y modernizacin.15 duccin an es problemtica por la resistencia del campesinado.
15 Fontana, Cine y colectivizacin: la representacin cinematogrfica del 16 Sheila Fitzpatrick, Stalins Peasants, Oxford, Oxford University Press,
proceso de colectivizacin sovitico, pp. 288-294. 1994, p. 267.
pastor (Svinarka i pastuj) con su premier en noviembre de 1941. con otro estajanovita. Esta escenificacin como un estamento
endogmico excluye la posibilidad de un ascenso de estatus a
En La novia rica el amor entre el excelente tractorista Pavlo y la travs del matrimonio.18
koljoziana udarnik Marinka se ve interrumpido por Kovinko, con-
tador del koljoz y enamorado de Marinka. ste produce un mal- En cambio, los miembros del Partido son representados sin
entendido al decirle a Pavlo que su amada es una holgazana que pareja, clibes y sin parientes biolgicos. Adems poseen una
no cumple las cuotas de produccin, mientras que a Marinka le conexin directa con los retratos de Isif Stalin, expresin y re-
dice que Pavlo se interesa en ella slo por su alto cumplimiento produccin simblica de su carcter de clase que controla los
de las cuotas de trabajo, pero al final los amantes descubren la medios de produccin, legitimndose por su asociacin directa a
verdad y se renen felices durante los festejos de la cosecha. su aparente funcin que es la construccin del socialismo como
En Tractoristas el tanquista desmovilizado Klim se enamora vanguardia del proletariado. Basta comparar esta situacin con
de una tractorista estajanovita llamada Mariana a travs de su el cine de la NEP, durante la cual los retratos o bustos de Le-
retrato en el peridico y decide trabajar con ella para conquis- nin eran colocados generalmente junto a obreros y campesinos,
tarla. Ella mantiene alejados a sus admiradores a travs de una como en Lo viejo y lo nuevo, donde Eisenstein tambin desle-
relacin ficticia con el tractorista haragn Nazar. Aprovechando gitima a la burocracia que mojaba con su lengua el sello postal
su experiencia en el Ejrcito Rojo, Klim organiza entrenamientos con la figura de Lenin o limpiaba la tinta de una pluma en su bus-
para la brigada de Nazar por si una guerra estallara y la trans- to. La fuerte presencia de Lenin en esta pelcula puede explicar-
forma en la ms productiva de las brigadas. Finalmente Mariana se porque la misma promueve la colectivizacin voluntaria que
confiesa su amor por Klim y el verdadero carcter de su relacin Lenin impulsaba.19 En Campesinos, posterior a la colectivizacin,
con Nazar, terminando el filme con una alegre boda entre Klim se vuelve a mostrar la imagen de Lenin pero ahora junto a Ni-
y Mariana. El filme La porquera y el pastor cuenta la historia kolai, funcionario del Partido. La imagen de Stalin reaparece en
de Glaya, una porquera en un koljoz del norte de Rusia que en la el final de Tractoristas coronando el centro del saln en donde
Exposicin Agrcola de Mosc se enamora del pastor estajanovi- los protagonistas festejan su boda y brindan con hurras por el
ta daguestan Musaib. Antes de despedirse se prometen trabajar camarada Stalin, lo que lo corrobora a Stalin como metapadre
duramente para encontrarse nuevamente en Mosc al ao si- de la gran familia koljoziana. Por otro lado los tractores se aso-
guiente. Pero el bufonesco Kuzma, msico del koljoz y preten- cian a la imagen de Stalin a travs de su nombre, Stalinietz,
diente de Glaya, le dice que Musaib se ha casado y sta decide que significa estalinista, y del cual se muestran planos en los que
no ir a la nueva Exposicin Agrcola. All Musaib encuentra slo ocupa la mitad del campo.20 Tambin se utiliza el mismo recurso
el retrato de Glaya y se entera de que se casar con Kuzma, pero empleado en los otros filmes con el retrato de Lenin y de Stalin.
cabalgando velozmente logra llegar a tiempo a la aldea de Glaya En una secuencia sobre una reunin en la oficina de la Estacin
para desenmascarar al villano y desposar a su amada. de Mquinas y Tractores se muestra una toma inicial del jefe de
la estacin hablando de los logros de la estajanovita Mariana, se
En cuanto a los hroes de las pelculas analizadas pueden ob- los asocia a un cartel en la pared en el que se ve a Stalin junto
servarse diversas regularidades. Si en los filmes del perodo de a una campesina, luego se lo relaciona a l con una pintura de
colectivizacin, como Lo viejo y lo nuevo y Tierra, los hroes Lenin, posteriormente al retrato de Stalin, debajo del cual apa-
poseen un carcter revolucionario que logra transformar las rece el holgazn Nazar que en parte impide verlo y cubre a la
relaciones de produccin en el campo e impulsar la mecaniza- estajanovita Mariana cuando es filmado por detrs. Entonces el
cin, adems de enfrentarse a los kulaky, entre 1934 y 1936 los jefe lo empuja hacia fuera de la mesa, permitiendo una toma en
hroes son aquellos que combaten el sabotaje kulak contra el la que se puede observar a Mariana hablando y otra en la que
koljoz, pero en ste perodo los protagonistas son hroes del slo aparecen el jefe y el retrato de Stalin.
trabajo, acorde con los nuevos rituales de promocin de estaja-
novitas que tuvieron lugar a partir de 1935. Ellos son introduci- En ste punto es imposible obviar la adoracin a los conos por
dos en el relato de forma que el espectador los identifique en
primer lugar de esta forma, generalmente a travs de retratos.17 18 Durante la conferencia de estajanovitas de noviembre de 1935 Stalin
Aqu su representacin iconogrfica les otorga una jerarqua su- record que una joven estajanovita le coment que antes de la colectiv-
izacin no tena pretendientes porque no tena dote, pero que como en
perior y esta legitima que se apropien de una porcin mayor del el koljoz haba acumulado 500 das de labor todos queran casarse con
excedente, pero no pierden por ello su condicin de clase subor- ella. Fitzpatrick, Stalin Peasants, p. 278. En relacin a esta declaracin
dinada. La premisa bsica de La novia rica, as como el ttulo de Herbert Marcuse dice que la ley del valor, que segn Marx regula las
relaciones de intercambio de las mercancas, parece gobernar tambin
la pelcula, hace alusin a su riqueza por das trabajados, dispo- las relaciones entre las personas. Cfr. Herbert Marcuse, El marxismo
niendo de varios pretendientes, pero siempre conforman pareja sovitico, Madrid, Alianza, 1984, p. 251.
19 Durante el rodaje Eisenstein incluy una toma de Mijal Kalinin, presiden-
te de la Unin Sovitica y figura del Partido para los asuntos campesinos.
17 Hay cierta regularidad en cuanto a la concrecin de la pareja entre el Luego la elimin preventivamente debido a su experiencia con Octubre
hroe y la princesa, que se da en las pelculas rodadas en los perodos de cuando debi suprimir las referencias a Trotsky por presin de Stalin. Cfr.
mayor censura y propaganda como el estalinismo o la poca de Brezhnev. Kepley, The Evolution of Eisensteins Old and New, p. 46.
En cambio, en perodos donde se permite un cine ms crtico y se relaja la 20 Incluso hay tomas en las que alguno de los protagonistas tapa no inten-
censura, tales como la NEP, el Deshielo o la Perestroika, se observa que cionadamente las dos ltimas letras, leyndose slo Stalin, al igual que
no se concreta la pareja. otros planos dejan fuera de campo esas mismas letras.
parte de los cristianos ortodoxos en la Unin Sovitica, en parti- que que cobra cuerpo en forma de temporal. Es en Tractoristas
cular del campesinado. En el cine estalinista estos retratos pare- donde mejor puede apreciarse el paralelismo entre fuerzas mi-
cen poseer un poder que es inherente a la imagen que reprodu- litares y las fuerzas victoriosas de la colectivizacin.22 Aqu los
cen. Cabe preguntarse si los espectadores, en forma consciente tractores Stalinietz 65, el tractor pesado sovitico con orugas,
o no, otorgaban el estatus al personaje asocindolo al cono, son asociados explcitamente a un tanque, al igual que los trac-
que cobra poder propio. En el caso de la iconografa comunista toristas con tanquistas y precisamente cantan canciones de los
sovitica con Lenin en su cspide como fuente originaria de legi- mismos, escenificndose su trabajo con montajes que los com-
timacin, debido a su carcter de lder indiscutido del proletaria- paran con tanques cruzando tierras incendiadas. En un contexto
do, incluso reivindicado por los campesinos. El punto de partida de guerra, son las jerarquas no econmicas las que adquieren
del culto a la personalidad de Stalin fue relacionarlo a Lenin en fuerza, precisamente las de liderazgo, por lo que un hipottico
forma narrativa o bien iconogrfica. Luego los funcionarios del estado de guerra permanente las legitima. Esto se construy de
Partido que planifican la produccin y administran el excedente diferentes formas en los distintos perodos, pasando de un ene-
son asociados a Stalin a travs de su retrato. migo de clase, a un enemigo ideolgico interno como el trots-
kismo, y luego a un enemigo externo como Japn o Alemania y
La utilizacin cinematogrfica de estos retratos, as como las me- EE.UU. durante la Guerra Fra.
dallas, uniformes y otras caractersticas de las representaciones
del Partido, pueden interpretarse como una expresin, pero tam- En estas comedias musicales ya no se representa el pasado, es
bin como la reproduccin de esta jerarqua social que otorga decir la colectivizacin o la estructura socioeconmica anterior.
coherencia al nuevo modo de produccin para los sujetos impli- A su vez se naturalizan las relaciones instaladas, a las que se
cados. La burocracia al constituirse en clase-estamental dirigente despoja de su carcter reciente al escenificarlas con elementos
traslad su carcter de inmensa red de relaciones personales de tradicionales campesinos, en especial el vestuario. Lejos de ser
dependencia a las relaciones de produccin. Estas imgenes ex- algo fortuito, Semyon Dukelsky, mxima autoridad del cine so-
presan una diferencia fundamental con el sistema capitalista y su vitico en 1938, orden cancelar todos los proyectos que trata-
fetichismo de la mercanca. Aqu un estatus de base poltica es ban sobre el pasado. En ese momento, con el realismo socialista
reforzado simblicamente en forma constante desde la estructu- ya plenamente instalado en el cine, se abandona la representa-
ra de poder poltico y los aparatos ideolgicos del Estado. cin de situaciones traumticas. En palabras de Josephine Woll
estas comedias musicales sugeran que la vida sovitica era una
El carcter blico del enfrentamiento contra los kulaky, con fiesta, una festividad sin frenos que regularmente explotaba
la consiguiente legitimacin de una jerarqua de liderazgo y el en canciones jubilosas y danzas.23 As, segn Neya Zorkaya, se
otorgamiento de un carcter parental, especialmente paternal, deseaba que el espectador aceptase su nueva situacin en el
a las relaciones jerrquicas laborales y/o partidarias en el mi- proceso de produccin y tambin a ste.24 Gran parte de las pel-
crocosmos campesino, son otros elementos que al ser esceni- culas transcurra en el puesto de trabajo y se mostraba constan-
ficados expresaron y reprodujeron la fantasa ideolgica que temente que las tareas laborales divertan a los protagonistas.
sostena las nuevas relaciones de produccin, en parte inte- Podemos preguntarnos si estas representaciones cumplen la
riorizada mediante el cine desde la estructura de sentimientos funcin de un ataque ideolgico a la posible fuente de produc-
tradicional. En ste contexto de constitucin simblica del po- cin de contrahegemonas: la experiencia del trabajo productivo
der poltico tuvo lugar un ataque masivo a la institucin que se como generador de consciencia de clase. La experiencia coti-
presentaba como la principal alternativa ideolgica al Partido: diana del koljoziano en la produccin y la apropiacin de parte
la iglesia, como puede observase en el cine de los dos primeros de su produccin por el Estado hacen necesaria una constante
perodos. Segn el historiador Peter Kenez la propaganda era operacin de manipulacin meditica que legitime a esta ltima.
un componente esencial del sistema sovitico, no porque les
deca a las personas lo que tenan que hacer, sino porque ayuda- Frente a la interpretacin de cine escapista sostenida por la
ba a definir lo que era el sistema poltico sovitico, influencian- historiadora Sheila Fitzpatrick, algunas fuentes indicaran que es-
do a las personas en la definicin de s mismas como sujetos e tas pelculas no eran declaradas y percibidas como fantsticas.25
incluyndolas as en la esfera pblica.21 Todos los aparatos ideolgicos del Estado sovitico coincidan
en esta funcin propagandstica, sin ningn medio masivo de
Durante el estalinismo la jerarqua sociopoltica fue reforzada comunicacin o institucin que brindara una visin alternativa
institucionalmente, exacerbada y dotada de una expresin sim- de la realidad, salvo en ocasiones la estructura familiar, por lo
blica que tambin la reproduca. Medallas, uniformes, prendas que la misma fue atacada y se la intent subordinar al Partido,
de origen militar y la restitucin de rangos militares zaristas a
mediados de los aos treinta, no eran sino parte de esta jerarqui- 22 Rodada luego de los enfrentamientos sovitico-nipones en el Lago Jazn
en julio de 1938.
zacin extraeconmica en la que resida el modo de produccin 23 Josephine Woll, Real Images. Soviet Cinema and the Thaw, London, I.B.
instalado. En La novia rica la escena de la cosecha posee ciertas Tauris, 2000, p. 55.
connotaciones blicas como una movilizacin en contra del ata- 24 Neya Zorkaya, Illustrated History of Soviet Cinema, New York, Hippo-
crene, 1989, p. 158.
25 Soviticos emigrados a Estados Unidos, o los mismos ciudadanos soviti-
21 Kenez, Cinema & Soviet Society, p. 249. cos dcadas ms tarde, adoraban estas pelculas. Ver John David Rimberg,
como puede observarse en El prado de Bezhin y Campesinos. formar pareja al final de las pelculas, es necesario que cumplan
El universo flmico no es as una representacin aislada, sino que con los objetivos aqu expuestos.
se corresponde con el conjunto de percepciones que le fueron
brindadas al campesino y que nicamente son negadas por su La militarizacin de ciertos campos de la vida sovitica que se
experiencia material, lo que no es poco y posee un gran poten- representa en las pelculas cobra sentido en el modo de pro-
cial revolucionario. Kenez afirma que la realidad paralela del rea- duccin instalado a partir del plan quinquenal y que comienza a
lismo socialista confunda a los espectadores al punto de hacer- desarrollarse con la Revolucin. ste se asienta en una divisin
los dudar de su propia percepcin de la realidad.26 En el caso de del trabajo que determina unas relaciones de produccin espe-
la irona de algunos campesinos hacia las caractersticas idlicas cficas con un correspondiente flujo de excedente asentado en
de estos filmes, Fitzpatrick la considera una forma de resisten- una base extraeconmica. El estatus de los miembros del Par-
cia. Sin embargo, desde el aporte de Slavoj Zizek, tambin puede tido los legitima para administrar el excedente. Esta jerarqua
interpretarse como el triunfo mismo de la hegemona. El filsofo social se legitima y reproduce a travs de un universo simblico
esloveno parte de la obra de Peter Sloterdijk quien sostiene que que puede apreciarse en el cine, uno de sus soportes materia-
la razn cnica no es ingenua, sino que es una falsa paradoja de la les. En ste mismo orden, la escenificacin del trabajo con una
falsa consciencia ilustrada, que genera una ilusin doble, la cual alta productividad como si fuese un deber, busca desempearse
pasa por alto la ilusin que estructura la relacin efectiva y real como incentivo para los trabajadores rurales que no posean in-
con la realidad, constituyndose en una fantasa ideolgica.27 centivos econmicos.
Abstract
From the analysis of eight Soviet films about rural
collectivization filmed between 1927 and 1941 this ar-
ticle reports a number of strategies and regularities
in the representations that distinguish three specific
periods that match the objectives of the Communist
Party regarding of the rural economy. On the other
hand, through moving images, it is identified the con-
struction of a new symbolic order that expresses the
ideology of the Party under Stalin and that aims to
peasants to adopt it as their own in order to build a
hegemony that legitimizes the new production rela-
tions installed in rural areas during the forced collec-
tivization between 1929 and 1933.
Keywords
Soviet Union, collectivization, cinema, propaganda,
Stalinism.
1918.
Tentativas en torno a Sal Taborda, Crdoba
y la Reforma Universitaria
La cuestin tiene, sin duda, un inters intrnseco, histrico. Pero ofrece, a la vez,
una renovada ocasin de ejercitar la mirada historiadora y movilizar los instru-
mentos del oficio. Este dossier intenta poner de relieve esa dimensin disciplinar
regular, para lo cual expone, en primer trmino, los materiales y resultados de un
ejercicio: los dos textos periodsticos del da 11 de junio (que aqu se transcriben)
fueron sometidos a la consideracin de un grupo de historiadores que mantie-
nen grados diversos de familiaridad con los temas implicados y que practican,
tambin, diversas formas de historia intelectual o cultural.2 Se buscaba estimular
una mirada fresca sobre esos textos que todos vean por primera vez y poner en
1 Por comenzar, las simplificaciones derivadas de la amplia aceptacin del conflicto tradicin-modernidad
como fuerza motriz y marca constitutiva de la cultura cordobesa, o de la dominancia del frente catli-
co-conservador dentro del mismo.
2 El ejercicio fue desarrollado en el IV Taller de Historia Intelectual, co-organizado por el Programa de
Historia y Antropologa de la Cultura (IDACOR, CONICET-UNC) y por el Centro de Historia Intelectual de
la UNQ, que se realiz en Crdoba en octubre de 2014. All participaron tambin miembros del CEDINCI,
que acept generosamente la publicacin de este dossier en Polticas de la Memoria.
El conjunto reviste marcado inters, no slo porque expone los nfasis y modula-
ciones propiciados por las diversas perspectivas de abordaje sino tambin porque
instala nuevos estmulos y nuevas preguntas tanto sobre las cuestiones cuanto
sobre la prctica. Entre las primeras, algunas resultan contenciosas porque no son
complementarias; entre las segundas, quizs acucian las que hacen al modo en que
ciertas inflexiones de perspectiva promueven lecturas muy distantes ante pregun-
tas semejantes. En su mayor parte, todo est abierto a nuevas consideraciones,
tanto sobre la historia cuanto sobre el presente de nuestro oficio.
Conferencia del doctor Taborda El seor Marano ejecut con su habitual correccin y maestra
en el arpa Idilio, de F. Lbano, siendo obligado a bisar.
Conforme a lo anunciado, tuvo lugar el domingo a la tarde, en el
saln de actos de la Unione e Fratellanza, la conferencia del doc- Luego el seor Alfredo Antoine cautiv el auditorio, con las
tor Sal Alejandro Taborda, auspiciada por el Centro Georgista. notas de su violn, confirmando una vez ms el alto concepto
artstico de que goza.
El disertante ocup durante una hora la tribuna, desarrollando
con un gran acopio de investigaciones histrica y filosfica, la Las seoritas Alicia y Pola Olmedo, cuyos bien ganados presti-
relacin existente entre la situacin jurdica de la tierra y el r- gios son bien conocidos en nuestros crculos musicales, recibie-
gimen social. Grecia, Roma, las civilizaciones medioevales, la re- ron nutridos aplausos por la hbil ejecucin a dos manos del
volucin francesa, el desarrollo evolutivo de Espaa, Inglaterra, Scherzo de Saint Saens y en el final de la Sinfona espaola
Alemania, Rusia, Estados Unidos, Australia y Nueva Zelandia, y de Eduardo Lal.
las repblicas de Hispanoamrica fueron objeto de un estudio
que revela una informacin sociolgica ponderada y aquilatada Enseguida la Banda de la Provincia ejecut la Sinfona incom-
por un criterio objetivo. Segn el doctor Taborda, las condicio- pleta de Schubert en si bemol, obteniendo un nuevo triunfo.
nes polticas de un pueblo derivan en gran manera del rgimen
agrario. La democracia como frmula social vinculada a las ms La seorita Judith Bruno Thea declam con arte insuperable
seguras conclusiones biolgicas y naturales, slo ser posible Medioeval, de Goy de Silva. Llamada a escena nuevamente,
mediante una poltica agraria que consiga la liberacin de la tie- declam Los hijos sin madre, de Jackson Veyn.
rra y su correlativa socializacin. sta es, a juicio del expositor,
la inferencia necesaria que se desprende de la experiencia uni- Vino despus el nmero a cargo de la seora Rosa Fierro de
versal; inferencia que no es nueva, pues ella aparece consignada Antoine, cuya sola presencia en el proscenio arranc una nu-
en las especulaciones de los filsofos y pensadores de todos los trida salva de aplausos, demostraciones de entusiasmo y afec-
tiempos, desde Platn a Henri George, desde Soln a Rivadavia. tuosidad que se repitieron al terminar la Polonesa de Listz,
Phalenes de Phihipp y el Carnaval de Grieg.
Una concurrencia escogida, visiblemente interesada por el
asunto tratado, escuch con atencin concentrada al conferen- La seorita Fanny Barbarich, con las singulares dotes artsticas
cista y aplaudi su labor. Tenemos entendido, y as lo dijo el que conocemos, seal otro de los puntos descollantes del
disertante, que la conferencia leda es un captulo de una obra programa, siendo ovacionada con entusiasmo.
prxima a aparecer, que el autor ha intitulado Reflexiones so-
bre el ideal poltico de Amrica. El broche de la fiesta no pudo ser mejor elegido: el cuarteto
formado por los eximios concertistas seorita Margarita San-
La Sociedad Georgista ha inaugurado con sta el ciclo de confe- martino y seores Toutain, Trigueros y La Rocca es un notable
rencias que se propone dar. conjunto, y la ejecucin de Ibaendel [sic] en forma insuperable y
hondamente sentida, oblig el aplauso unnime de tan selecto
auditorio.
II
Bien merecen un sincero aplauso y felicitaciones las distin-
Vida Social
guidas damas que organizaron el brillante festival artstico.
El gran concierto de domingo
en el Rivera Indarte
He aqu el discurso del doctor Taborda. pasan por el yermo las vrgenes juiciosas de la divina parbola
de Jess
Seoras, Seores: As las ve el espritu al evocar los episodios de la tragedia
Flota en el ambiente de esta fiesta, auspiciada y realizada por apocalptica que devasta las campias y las ciudades europeas.
el prestigio de legtima ejecutoria de la mujer argentina, un soplo El can tiene fragor de tempestad, tiembla la tierra como si va-
que parece provenir desde lo ms hondo e inescrutable de la vida. cilase en sus cimientos deleznables e inseguros en el aire, dome-
Suavemente estremece las fibras ms recnditas del alma, las ado y sometido, se enciende con arabescos de fuego que tajan
envuelve con la llama de la emocin, dulce y clida a la vez como los espacios, se exalta el herosmo, la metralla siega vidas como
la caricia de la madre, y habla al espritu con voces de eternidad, la hoz siega heno en el alfar, y mientras corre la sangre derra-
en un idioma arcano y sin palabras. As habla tambin al infini- mada, silenciosa como un llanto, por los resquicios y las grietas,
to la quejumbre peregrina del espacio a desprenderse del cordaje la rfaga ululante de la muerte se difunde sobre la noche del
herido de las arpas combate. Una blanca figura llega entonces y, corriendo presuro-
Una extraa, una imprecisa sugestin de sagrado respeto, sa de un lado para otro, acude con la demanda del auxilio, posa
invulnerable a los ms rudos sacudimientos morales de la con- su mano como un blsamo sobre todas las heridas y las resta-
dicin humana, suspende todo juicio y posterga toda querella a, y dice aqu y all palabras de esperanza y de consuelo cuyo
en presencia de la obra de la mujer. Delante de ella, el ngel secreto ella posee, mitiga los desvaros del febril, es fuente de
providencial de la leyenda cierra las fauces de los leones del rey agua pura para todos los sedientos, y es mano maternal cuando
asitico puestos a desgarrar las carnes de Daniel. Es que hay cierra las pupilas de los ojos que no vern la luz de nuestros cie-
algo de profundamente misterioso, de misteriosamente gran- los nunca ms Es ella! Es la madre que abdic las ms ntimas
de en el poder del alma femenina cuya virtud hace intangible ambiciones de su vida en el ser concebido y gestado con el dolor
y sagrado todo aquello a cuanto alcanza el singular encanto de sus entraas; es la hermana que a la sombra del combatiente
de su esencia; es que hay algo de profundamente misterioso, experiment la sensacin de las columnas; es la esposa y es la
de misteriosamente grande en el invariable consenso universal hija que le amaron sobre todas las cosas de la tierra; es la novia
que exalta y glorifica en la mujer los dones ms preciados de la que ya sinti temblar sobre su frente la corona de las nupcias
estirpe, desde la belleza corporal que el mundo antiguo magni- De pi los corazones porque pasan las vrgenes de Sin!
fic como el signo de la gracia y de la eleccin divina hasta la As las ve el espritu por las sombras del tugurio, cautiverio
belleza del alma en pos de cuya suprema perfeccin el senti- irredento todava, vergenza que conservan las civilizaciones
miento religioso ha penetrado y rebasado el infinito; es que hay utilitarias, cuyas races se hunden en la impotencia de los unos
algo de profundamente misterioso, de misteriosamente grande y en el estrecho egosmo de los ms. Cruz roja consagrada de
con esa heroica e irreductible obstinacin con que, a travs de las modernas sociedades, milicia organizada para el bien, ella
todos los embates histricos, la mujer mantiene perennemente acomete con la eficacia del amor el reducto de los males y mien-
vivo el fuego sagrado del amor en el santuario de los pueblos y tras frente a los rencores y a los odios encontrados se debate el
de las razas. Los cataclismos y las borrascas de los tiempos han infecundo verbalismo de teoras y doctrinas, y regatea los inte-
descuajado las ms slidas construcciones, levantadas por el reses del emprstito la avaricia de Sylock, ellas oyen un gemido
esfuerzo titnico del hombre dominado y avasallado por el ind- y corren hacia l, ven una lgrima y la enjuagan con presteza,
mito afn de reducir los elementos: las civilizaciones ms augus- multiplican el prodigio de los panes para el hambre; conocen la
tas y ms altas han rodado a los abismos como heridas por un desnudez y desgarran para cubrirla sus vestidos, ya sea tela hu-
vrtigo fatal; mil grandezas materiales se han levantado, han milde o prpura suntuosa, y as obran y trabajan y son santas.
ascendido arduamente por la cuesta, seducidas por la falacia De pi los corazones porque pasan las vrgenes de Sin!
de los astros y han terminado cayendo desmoronadas, hechas Sabios graves, sabios speros que nos hablis de la inferiori-
polvos, hasta no ser ms que jeroglficos sellados para siempre dad de la mujer en nombre de yo no s qu extraas e inflexibles
por la mano implacable de la muerte; pero nada ha conseguido conclusiones y silogismos; espritus endurecidos por disciplinas
destruir el germen del amor, guardado y conservado en el frgil que no supieron abrir el botn del pensamiento hacia todos los
relicario del alma femenina. Estupenda y bendita paradoja la de rumbos de la vida; Moebius y Schopenhaer, que escribisteis con
la vida que en el instante supremo del naufragio fa al nfora puales el tremendo menosprecio cientifista, carecis de derecho
delicada con el mensaje a lo que debe sobrevivir en el tiempo y para hablar si no tenis el alma lo suficientemente grande para
el espacio, el principio inmanente del eterno recomenzar de la comprender la entereza de aquella duquesa de Alenon, que pre-
jornada hacia el ideal! firi morir en el siniestro de su bazar de caridad para poner en
Las vrgenes juiciosas de la parbola de Jess, que encendieron salvo a la multitud arremolinada por el terror en la puerta de
sus lmparas para iluminar en la noche del desposorio el paso salida; o para comprender el gesto profundamente heroico de
del amado, velan todava a travs de los milenios; por las som- aquella madame Curie que contina la obra de su compaero
bras del camino interminable, imperturbables, inclumes, ajenas cado en pro de la humanidad, no tenis derecho para juzgar la
al espanto, bajo el tenue resplandor de las lmparas [borroso, obra de la mujer mientras no os hayis inclinado nunca para
transcripcin tentativa: que en sus pupilas es luz de amanecer, dar, mientras no hayis tenido nunca para nadie una palabra de
a flor de labio la plegaria de vida], de pasin y de esperanza, esperanza, mientras no os hayis elevado nunca hasta la excel-
situd del consuelo, paz del alma que re por los ojos, mientras
no hayis hecho vibrar nunca una sola alma en la comunin
gloriosa de la vuestra.
No basta que una pedantera en boga condene la misericordia
como valor mortal y negativo; no basta con afirmar que la mano
que da se mueve a impulsos de un sport; no basta con repetir
tampoco la vieja frase de Toms de Kmpis: muchos siguen a
Jess hasta el partir el pan y pocos hasta beber el cliz de Pasin
[e?] vincular a la obra de la mujer nada ms que la sospecha
de un pensamiento subalterno es tanto como atentar contra el
tesoro ms preciado de la condicin humana, precisamente aqul
[por] el cual la condicin humana se realza y dignifica, precisa-
mente aqul que es espejo de nuestro ser moral, precisamente
aqul que es cadena invisible y solidaria que ata un alma con
otra alma en la comunin sagrada de los mundos. Glorifique-
mos, pues, la caridad de la mujer como el amor en accin.
Su caridad es Francisco de Ass derramando su infinita ternura
sobre los seres y las cosas; su caridad es la pasin avasalladora
de Teresa de Jess, su caridad es el milagro que convierte en ro-
sal las limosnas de Isabel, la dulce reina de Hungra; su caridad
es el violn de Francisco Solano seduciendo el alma indmita del
brbaro; su caridad es San Vicente de Paul extendiendo su mano
protectora sobre la sien de la niez; su caridad es madame Her-
vieu, la santa de Sedn, redimiendo la existencia por medio del
trabajo; su caridad es Len Tolstoi, manteniendo con el esfuerzo
de su brazo doscientos refectorios para mitigar el hambre de su
pueblo; su caridad es Jess repartiendo la esencia de su alma
para todos los pueblos y las razas y extendiendo sobre la cruz
sus brazos descarnados como el abrazo gigante del ensueo. De
pi los corazones: Es que pasan las vrgenes de Sin!
Un ejercicio
En la convocatoria a participar de la mesa experimental pro- Pero la historia no es eso. Y la historia que trabaja con textos
puesta en torno a las intervenciones de Sal Taborda, y que dio tambin puede reconocerlo. Lo que los textos enuncian no es
origen a este dossier, se afirma: la convivencia de esas dos noti- la expresin de un sujeto que piensa y conoce lo que dice. Es,
cias en una misma edicin [] plantea ntidamente una situacin en cambio, dice Foucault en la Arqueologa, la dispersin del
regular en la prctica historiadora: la dificultad de situar ciertos sujeto y su discontinuidad consigo mismo. La idea de Foucault
testimonios efectiva o aparentemente contrastantes, y aun de de que los discursos son prcticas que forman al expresarse los
tratar con las vastas zonas de ambigedad e indeterminacin objetos mismos de los que hablan nos hace imposible hablar en
histricas. La dificultad, que es regular en el quehacer del his- trminos de contradiccin. La contradiccin o el contraste es
toriador (intelectual), se reconoce ante el contraste, y se es esa tensin que no es un problema o un peligro que debemos
para nosotros el problema: que el contraste sea una dificultad. conjurar, sino el modo de darse de un discurso. En ese sentido,
como primera propedutica, podra afirmar que, en nuestra lec-
Referirnos a contrastes, reales o aparentes, operados entre tura, los textos preceden a sus autores y persisten como textos
los testimonios con los que trabajamos, supone al menos que mltiples. No nacen ni mueren en la unidad y, por ello, podemos
contamos con ciertas condiciones entre las que se destacan la ejercitar una lectura que los mire desde ellos mismos.Para el
unidad y la coherencia. Esa unidad puede estar vinculada con caso del material que nos rene aqu, y siguiendo las recomen-
el presupuesto de un autor al que adjudicamos aquellos tes- daciones de Foucault, podemos avanzar ms en la comprensin
timonios y la coherencia que se deriva de una mirada de sus (que de aqu es ms ser un tajear) si atendemos a la singula-
producciones como partes de una obra. Aunque es verdad que ridad de esos discursos, que si partimos del presupuesto de que
hay otros modos de dar sustento al reclamo de unidad y cohe- ese texto encierra algn sentido, que, por cierto, slo podemos
rencia en anlisis que atraviesan autores y obras, en el caso que adjudicarle en la medida en que miremos por fuera del texto.
nos convoca lo que decimos se expresa as: podemos suponer un Esto vale, por ejemplo, cuando partimos de alguna definicin
solo y mismo autor de los discurso que leemos, Taborda, y que de Taborda, de Crdoba, de la sociedad georgista, de La
sus intervenciones pueden ser encuadradas en el marco general Voz del Interior o de las seoras de la caridad cordobesa.
de toda su produccin. La centralidad otorgada a cualquiera de estos elementos, con
los correspondientes sentidos que les adjudiquemos, nos lleva
Esos supuestos son lo que quiero poner en tensin aqu. Y de fuera de los textos y ya nos habla de otra cosa.
eso precisamente se trata, de la tensin. La constatacin de cier-
to defasaje entre textos de un mismo autor pone de manifiesto De este modo, la apuesta que puede proponerse, sabiendo que
la tensin misma del discurso, sa que, como historiadores, no esos enunciados fueron formulados por la misma persona y en
tenemos razn para intentar resolver. Si la tratamos como esco- el mismo lugar, es intentar reconocer qu expresa esa multipli-
llo, como peligro, evidenciamos con ello algunas de las formas cidad y si es expresin de algn tipo de reglas de lo que puede y
en que violentamos los textos en pos de una pretendida armona debe decirse. Podemos suponer ciertos esquemas que avalan la
que no slo simplifica las fases del proceso de lectura e inter- convivencia efectiva de los enunciados dispersos, el modo como
pretacin de los documentos, sino que opera sobre stos, inscri- se encadenan, pero ello no implica que los enunciados mismos
bindolos en una temporalidad continua y uniforme, que presu- sean la expresin de una unidad, de ideas, de pensamiento o
pone una nica racionalidad que avanza contra cualquier fisura. de sentido, sino todo lo contrario. Y all, en la dispersin de los
enunciados y en su convivencia aparecen formas varias de rela-
* Programa de Historia y Antropologa de la Cultura, IDACOR, CONICET-UNC. cin entre las que el contraste, la incompatibilidad o la exclusin
son comunes. Dar lugar a esas relaciones y no verlas como un esco- Lo que esos dos campos de enunciacin reconocidos arriba nos
llo es condicin de posibilidad para tajear/comprender los discursos. permiten ahora divisar tiene que ver con el vnculo que ambos
poseen con un juego de fuerzas. Al diferenciar los campos y re-
Si revisamos los textos de Taborda, es evidente que disparan conocer que lo dicho tiene sentido dentro de uno u otro espacio,
para lugares diferentes. Podramos suponer el establecimiento contribuyendo al establecimiento de las reglas del lugar desde
de dos reglas de enunciacin diferentes que se despliegan en donde se habla, puede observarse que esos dos campos cum-
funcin de objetos diversos que, en algn sentido, podran pen- plen funciones diversas, sin excluir que puedan articularse. Si
sarse constituyendo campos discursivos separados. Podemos hacemos entrar aqu la dimensin poltica, podemos reconocer
reconocer que el discurso que tiene lugar en el Teatro Rivera que a travs de este despliegue en formas discursivas diversas
Indarte avanza sobre cuestiones referidas a la moral, y al hacer- se avanza en la formulacin de respuestas ante algunas proble-
lo despliega un conjunto de afirmaciones que, acordes con esa mticas de la poca.
preocupacin, se entrelazan en lo que termina siendo un elogio
a la sociedad acomodada y selecta que se rene en la tertulia y Dirigidos a oyentes diferentes (mujeres en un caso, hombres en
que se expresa fundamentalmente a travs de la imagen femeni- otro, puede notarse), aunque todos selectos o escogidos, y con
na. La conferencia ofrecida en el Centro Georgista tiene, por su recursos diferentes, ambos discursos comparten un mismo pai-
parte, otra finalidad y otro objeto.2 All se tematizan cuestiones saje: la posguerra. La experiencia de la guerra y lo que ella trajo
relativas a la poltica y, principalmente, a la economa, se elabora consigo es uno de los principales puntos en que se renen. All
una lectura de la historia de los pueblos occidentales, advirtien- se despliegan algunas reflexiones que pretenden avanzar en la
do el lugar que en ello ocupan nuestras naciones y postulando bsqueda de soluciones o consuelos. En ambos textos la expe-
algunas de las medidas econmicas convenientes para avanzar riencia reciente deja un mismo gusto amargo: la constatacin del
en la misma direccin de las naciones modelo. predominio del egosmo o el utilitarismo. Pero las soluciones
no son las mismas: a las damas de la caridad les corresponde
Si nos atenemos a esta lectura, cuesta encontrar contrastes guiar la recuperacin de una moral devastada. A los intelectua-
pero no dejamos de observar tensiones. Al leerlos, parto del les y polticos de la Sociedad Georgista les toca avanzar y opo-
presupuesto de que quien escribe se adecua en cada caso a las nerse al monopolio de la tierra, postulando medidas que tiendan
reglas de enunciacin propias de los campos en los que se de- a hacer ms igualitario su reparto. Tampoco hay contradiccin
tiene, que pueden ser diversos aunque el autor sea el mismo. en eso. Dos salidas diversas ante un problema que se presenta
Es decir, reconozco que las palabras de Taborda han sido dichas como uno. Y no hay contradiccin, sobre todo, cuando, a la luz
en el marco de un discurso particular y que es all donde deben de la lectura de La poltica agraria puede notarse que las me-
ser ledas y comprendidas. Paralelamente, intento diluir lo ms didas propuestas no se desprenden de expresiones de rechazo
posible la centralidad otorgada al autor como fuente de unidad o repudio a las clases acomodadas, y mucho menos a grupos
de ambas manifestaciones. Cambio la centralidad del autor por particulares o locales, sino del reconocimiento de una injusticia
la de los enunciados y advierto que estos ltimos se despliegan y de la constatacin de una necesidad.
en universos regidos por reglas diferentes. Consecuentemente,
el contraste desaparece y slo aparece, tomando palabras de Esos enunciados, dijimos, pueden tambin comprenderse cum-
Foucault, una vecindad llena de lagunas. pliendo una funcin poltica: calmar los nimos exaltados por
la guerra y ofrecer soluciones pacficas al malestar social. Los
De qu nos sirve esta lectura, es una pregunta que podemos discursos, lo dijimos, van ambos dirigidos a grupos distinguidos
hacernos, aun a riesgo de no encontrar una respuesta en ab- y su contenido es acorde a la necesidad de armonizar en pos de
soluto satisfactoria. La primera respuesta que ensayo es que, soluciones a un problema cuyo diagnstico comparten. De ese
de seguir estas recomendaciones hermenuticas, estaramos a modo, la dispersin de los discursos se rene, ahora s, en un au-
salvo de caer en las generalidades que tanto molestan dentro tor que es expresin de algunos sectores y sus preocupaciones.
de la historia intelectual (otra generalidad, sin duda) y que tan Taborda es eso, esa reunin de modos de decir y de afirmacio-
poco ayudan a comprender de esa historia. Con eso, ya hemos nes mltiples en una y otra direccin, pero que todas, en ltima
avanzado algo. No obstante, me interesa dar un paso ms y re- instancia, cobran sentido y se renen no en torno a un autor que
conocer que la riqueza de esa lectura va ms all de esa defini- les da sentido, sino a un contexto que, porque es histrico, no es-
cin negativa que es la constatacin de la necesaria dispersin capa a la dispersin y a la fractura. Esos textos son la expresin,
de enunciados. Pero para ello hay que dar todava un rodeo. para m, de ese tiempo. Taborda ocupa un lugar en ese tiempo y
sus palabras expresan sus tensiones.
que esa dispersin o tirantez que notamos en los textos, esa di-
ferencia no es la diferencia radical respecto de otras posiciones
con las que nos gusta contrastar al autor, porque de ser as ha-
bremos vuelto al mismo lugar del que partimos. Mirar de cerca
es para m, leer y releer los textos.
El factor Taborda
Alejandro Eujanian*
Cmo interpretar un texto? Entiendo que sa es la pregunta que publicados y la fecha, el 11 de junio de 1918, cuando el movi-
subyace a la experiencia que nos propusieron los organizadores miento reformista se expanda de los claustros a la ciudad y de
del IV Taller de Historia Intelectual, con el fin de formular inter- all al pas, para luego repercutir en toda Amrica Latina. A ese
pretaciones y observaciones respecto de dos textos publicados en acontecimiento qued asociado Sal Taborda, y por ello sirvi
la misma fecha en un peridico de la ciudad de Crdoba, La Voz de marco para la interpretacin de sus escritos tempranos. So-
del Interior. Cada uno de ellos haca referencia a dos conferencias metidos tambin, en ms de una ocasin, a lecturas que tendie-
dictadas por Sal Taborda en los das de la Reforma Universitaria. ron a reducir esa etapa a meros anticipos de ideas que habra
desarrollado con mayor precisin el ensayista de la dcada de
Debo confesar que no soy especialista en el pensamiento de Ta- 1930 y comienzos de la de 1940. Aun as, es decir, a pesar de
borda ni tampoco en el reformismo universitario, al que slo ese anacronismo recurrente, quienes mejor y ms intensamente
trat tangencialmente en un estudio sobre el novecentismo.1 han trabajado su obra parecen no ponerse de acuerdo sobre la
Por ese motivo, no fue sorpresa hallarme en dificultades al categora ms adecuada para incorporar sus ideas en una totali-
momento de llevar adelante la empresa para la que me haba dad coherente.3 El anarquismo, el liberalismo o alguna forma de
comprometido. En ese momento record el prlogo que escri- nacionalismo telrico o popular aparecen como contenedores
bi Edward Thompson para su libro sobre el origen de la ley siempre desbordados por un pensamiento que pone de mani-
negra.2 All, uno de los principales referentes de la historia social fiesto la profundidad de la crisis de la primera posguerra, antes
desde fines de la dcada de 1950 reconoca que, cuando decidi que proponer una alternativa para salir de ella.
aceptar escribir acerca de aquel acontecimiento de la historia
criminal inglesa, crey que la tarea iba a resultar relativamente Una lectura atenta a lo publicado en el peridico aquel 11 de ju-
sencilla. Sin embargo, reconoca Thompson, a poco de comenzar nio de 1918 debiera ofrecer la oportunidad de leer a su autor en
se dio cuenta que nada saba acerca del tema y escaso era el el contexto de produccin y recepcin de sus discursos. Tambin
aporte de la bibliografa disponible. La solucin que encontr ofrece la posibilidad de detectar algunas de las diversas vertien-
fue comenzar de cero, para realizar un formidable ejercicio de tes que confluyen en el reformismo y atraviesan las obras de
interpretacin histrica que lo llev a reconstruir los contextos quienes ms influyeron en ese movimiento. De acuerdo a estos
que le permitieron recuperar el sentido y efectos de esa ley en criterios y a los datos suministrados por el propio peridico, de-
la Inglaterra de comienzos del siglo XVIII. cid realizar una operacin de lectura no sobre las conferencias
que dict sino sobre lo que el diario decidi publicar acerca de
En esta ocasin, la similitud con Thompson slo alcanza al mo- aquellos dos eventos.
mento inicial de reconocer mis lmites y a partir de all formular
una serie de preguntas acerca de dos textos de los que slo La primera pregunta es por qu el diario decide recoger dos con-
conocemos el nombre de su autor, el medio en el que fueron ferencias dictadas por Sal Taborda. De dnde proviene su noto-
riedad o por qu el peridico considera que, en ese preciso mo-
* Facultad de Humanidades y Artes / UNR. mento, es necesario impulsar la imagen pblica del joven abogado.
1 Alejandro Eujanian, El Novecentismo Argentino: Reformismo y Decaden-
tismo. La Revista Cuaderno del Colegio Novecentista, 1917-1919, en
Estudios Sociales, n 21, Santa Fe, 2001, pp. 83-104. 3 Un repaso de estas interpretaciones en Carlos Casali, Presentacin, en
2
Edward P. Thompson, Los orgenes de la ley negra. Un episodio de la Sal Taborda, Reflexiones sobre el ideal poltico de Amrica, Buenos
historia criminal inglesa, Buenos Aires, Siglo XXI, 2010. Aires, Grupo Editor Universitario, 2006.
O, en cambio, Taborda es un factor comn azaroso de dos cin del evento con la transcripcin de la conferencia del orador
eventos publicitados por el mismo medio, pero organizados por principal. De modo que los emisores son distintos. La voz de
diferentes crculos sociales y polticos? Nada agrega la crnica Taborda slo aparece en su discurso sobre la caridad cristiana
periodstica sobre el personaje, ms all de elogiar su discurso. y el rol de la mujer en una civilizacin que se desmorona ante
Por lo tanto, ambas intervenciones, con temas y ante auditorios los ojos del mundo. Por otro lado, en este caso la crnica es
diversos, se encuentran sometidas al contexto en el que La Voz ms detallada, incluye el nombre de las damas participantes y
del Interior instala ambas conferencias. El diario vena apoyan- su contribucin en el acto benfico. Presentados de ese modo
do a los estudiantes al menos desde el mes de mayo. De modo para el lector del peridico, las diferencias que nosotros pode-
que Taborda participaba de un medio que se identificaba con los mos encontrar entre ambas disertaciones son allanadas por el
reclamos de los jvenes liberales contra el antiguo rgimen modo en el que son presentadas. La socializacin de la tierra, y
que, anclado en la universidad cordobesa, representaba el lti- la mujer como smbolo de la caridad cristiana y de la continui-
mo eslabn de una cadena que se haba comenzado a cortar en dad de valores eternos y universales, parecen expresiones de
1810. En ese registro es legible el reformismo de la nota titulada un humanismo espiritualista que en el pasado remoto busca las
Centro Georgista. Conferencia del Dr. Taborda, la primera de huellas de valores y principios eternos sobre la base de los cua-
una serie de charlas organizadas por el Centro Georgista en la les reconstruir la civilizacin.
Unione e Fratellanza de la ciudad de Crdoba. All, a lo largo
de una hora, Taborda brind argumentos histricos y filosficos De esta manera, el peridico produce el efecto de homologar
sobre el modo en el que la situacin jurdica de la tierra haba dos conferencias cuyos temas derivan de tradiciones intelectua-
determinado el rgimen poltico, social y cultural de los pueblos. les diversas y que se desarrollaron en espacios culturales dife-
El peridico ofreca una breve resea de la conferencia, en la que rentes: uno laico y poltico, el otro religioso y social. Sin embar-
se destacaba que la democracia slo sera posible a condicin de go, en tanto que el principio unificador es Taborda, es necesario
socializar la tierra, tal como lo haban sealado desde Platn preguntarse por qu dicta dos conferencias cuyo tema y circuns-
a Henri George, desde Soln a Rivadavia. Se agregaba que un tancias parecen no antagnicas pero s demasiado amplias en un
selecto auditorio sigui atentamente al orador, cuyo tema sera contexto de enfrentamientos que afectan los modos en los que
desarrollado en un libro prximo a publicarse. As, el escenario tradicionalmente se oper la demarcacin social en la ciudad.
ofrecido por el Crculo Georgista era amplificado por la prensa Por este motivo, parece pertinente la pregunta acerca de por
para promover las Reflexiones sobre el ideal poltico de Am- qu sus discursos se adaptan tan felizmente a los requerimien-
rica, de ese mismo ao, que inclua el artculo titulado Poltica tos de sus respectivos auditorios.
Agraria, sobre el que se bas su intervencin.
No estoy en condiciones de dar respuestas definitivas a esta pre-
La segunda conferencia de Sal Taborda se instalaba en un con- gunta. Slo sealo el inters que puede surgir al formularla y
texto social, poltico y cultural muy diferente, lo que contribua los caminos a partir de los cuales se podra intentar responderla.
a ampliar su auditorio a un pblico probablemente lejano de los El primero, como ya he sealado, debe considerar el peridico,
motivos que inspiraban el reformismo social y agrario, pero que que produce un efecto de contigidad y continuidad entre actos
se dedicaba a un tema que pretenda ser tan antiguo y universal diversos, lo que se refuerza por la ilusin de identidad producida
como aqullos, el de la caridad. En este caso, la conferencia no por el personaje que se repite en ambos eventos.
formara parte del libro ni haca referencia a l, pero era repro-
ducida en su totalidad por el peridico. El mbito no remita al Por otra parte, sera interesante indagar sobre el rol del confe-
mutualismo laico de origen migratorio sino al aristocrtico Ri- rencista como intelectual y hombre pblico: se trata de una
vera Indarte. Organizado por el Sagrado Corazn de Jess en funcin especializada, que requiere a quien la ejerce la posesin
beneficio de los pobres, era tambin el espejo construido por de determinados atributos?; quin ha decidido su participacin
las damas de la elite cordobesa para reflejar lo mejor de ellas, en esos mbitos?; qu criterios utiliz para hacerlo?; est re-
a la vez que vidriera para exhibirse frente a sus pares, la pren- lacionado con cada uno de esos crculos que parecen diferentes?
sa y otros grupos sociales. Probablemente, algunas de esas da- Tambin cabra preguntarse por otro efecto que provoca el pe-
mas se encontraban lejos de las tendencias reformistas. Por el ridico, al poner en relacin dos crculos a priori diferenciados
contrario, es verosmil pensar que algunas de ellas participaran pero hermanados por un comn denominador, el orador.
luego del acto de desagravio a Rafael Garca, cuya estatua los
estudiantes reformistas derribarn de su pedestal, ubicado en la Estas preguntas slo indican que sera conveniente considerar
plazoleta de la Compaa de Jess, en agosto. la posibilidad de que ambos espacios se encuentren relaciona-
dos entre s, de algn modo que hace posible la eleccin de un
Por otra parte, en la presentacin de las conferencias por par- mismo conferenciante. As, Taborda es un factor comn que
te del peridico podemos reconocer dos estilos diferentes. El podemos descubrir por el peridico y lleva a preguntarnos por
primero, la crnica periodstica que narra un suceso en el que lazos sociales que de otro modo sera difcil percibir. Lo mismo
se accede a las palabras de Taborda a travs del tamiz del pe- podramos preguntarnos respecto de los auditorios: qu nos di-
ridico. El segundo, en cambio, combina la crnica de la descrip- cen los textos elegidos sobre el pblico de ambos eventos? Por
Quien hace investigacin es como una persona que se encuentra en una habitacin
oscura. Se mueve a tientas, choca con un objeto, realiza conjeturas: De qu cosa se
trata?, De la esquina de una mesa, de una silla, o de una escultura abstracta?
En la investigacin de aquello que es desconocido, olvidado e imprevisible, tambin
el azar puede cumplir una funcin til. Pero sera ingenuo hacerse ilusiones: no
existen atajos para el estudio, y estudiar es algo laborioso y cansador.
Las tentativas enunciadas en la propuesta inmediatamente me curso en un concierto organizado por la Conferencia del Sagrado
remiten a Ginzburg, y a l recurr para que me ayudara a encarar Corazn de Jess. Se trata de una observacin de escala mnima,
este experimento, que para m lo es doblemente, ya que no soy un da exacto en que coincidieron estos dos tipos de eventos,
especialista ni en Taborda ni en la Reforma Universitaria. Una recuperados por un peridico en dos secciones distintas, que
mezcla de azar en la vida de Taborda y en el trabajo de archivo podra tal vez transformarse en una ventana que permita entrar
del CEMICI1 ha reunido estos dos textos en mi computadora, pu- en ciertas peculiaridades del ambiente de la poca y el lugar
blicados el mismo da en la misma edicin del diario La Voz del social en que se mova Taborda.
Interior. Pero no hay atajos para este camino a la vez tortuoso y
divertido que propone el experimento. Habr que proceder como Este da maratnico de actuacin pblica ocurri a sus 33 aos,
en la habitacin a oscuras, palpando y preguntndose a partir de una edad que en 1918 era la de un adulto, pero Taborda an no
cada sensacin, para ir ms all de las primeras impresiones. ha viajado a Europa ni producido sus textos filosficos. Es un Ta-
borda interesado en la literatura y comprometido en la Reforma
La primera lectura de ambos textos y sus circunstancias produce Universitaria. Precisamente el 9 de junio de 1918 estamos en un
una sonrisa, que me remite al programtico de qu se ren? de momento clave, aqul en que los acontecimientos comenzaban
Darnton. Pero esta vez no se trata de una pregunta por los mo- a sucederse vertiginosamente, pero an no ha ocurrido lo ms
dos de superar el anacronismo y alcanzar el sentido de una risa lgido: el 15, seis das ms tarde de este domingo, se producir la
del siglo XVIII: el humor como lo ms intraducible, la mayor evi- toma de la universidad, y el 17 se redactar el Manifiesto Limi-
dencia de la distancia cultural, ya que los implcitos que generan nar. Podemos imaginar el momento de efervescencia, pero an no
la risa jams estn dichos y slo la connivencia de la experiencia llegaron las decisiones que obligarn a cada uno a tomar posicin
cultural los conoce, sin explicitarlos. Esta vez la pregunta es ms y medir el alcance de su adhesin y de sus intereses, en ese mo-
bien reflexiva: cul es la extraeza que me hace sonrer ante el vimiento tan complejo y diverso en protagonistas y posiciones.
contraste que creo ver en los textos de Taborda...? Contrastan
realmente o es mi lectura la que los opone? De qu me sonro? El contraste que nos hace sonrer se relaciona con que, en ese
Explorar mis propios presupuestos parece un modo de comen- momento que a la distancia parece ser de la mayor gravedad,
zar a salir de la oscuridad. encontramos en el mismo da dos eventos que no se corres-
ponden del mismo modo con lo que imaginamos. En el primero,
Pero no hay atajos, porque no es la va de la introspeccin la que la seriedad de la conferencia se corresponde con la imagen de
abre estos caminos: hay que ponerse a trabajar en reconstruir intelectual reformista de Taborda; pero el segundo parece hacer
contextos que comiencen a revelar esta fotografa y nos ayuden gala de una inesperada frivolidad, en tanto evento social desa-
a despejar nuestras proyecciones. Por ahora se trata de cernir el rrollado en el espacio de sociabilidad femenina de lite.
microevento de un da en la vida de Taborda, el domingo 9 de ju-
nio de 1918, en el que, en el espacio de unas pocas horas, dio una No nos sorprende que Taborda d una conferencia en un espacio
conferencia magistral en el Centro Georgista y pronunci un dis- socialista, convocado por el Centro Georgista, por esos aos en
apogeo en Crdoba, y tampoco que edite apresuradamente esa
* CONICET-INDES/UNSE.
1 N. de ed.: se refiere al actual Programa de Historia y Antropologa de la
Cultura del IDACOR, CONICET-UNC, hasta hace unos aos denominado
Cultura Escrita, Mundo Impreso, Campo Intelectual. .
conferencia para incluirla en su primer libro, Reflexiones sobre domingo, ante un pblico que podemos suponer interesado en
el ideal poltico de Amrica,2 y poder presentarlo en el Primer el tema. En el segundo caso se trataba de un Festival, un gran
Congreso Nacional de Estudiantes Universitarios. Pero s nos sor- acontecimiento artstico y social en cuyo contexto Taborda se
prende encontrarlo como aparente protagonista en un espacio ocupa del nico discurso, pero que en este caso es una pieza
catlico de sociabilidad femenina vinculado a la beneficencia. literaria entre otras piezas artsticas: la brillante pieza oratoria
no pudo tomar ms de diez minutos (leda pausadamente) en un
Sin embargo, hay una primera razn para desalentar la sorpresa: festival de 2 horas, un domingo a la noche.
all Taborda estaba en su medio social, y lo que se jugaba en esos
espacios no era menos serio. Una segunda mirada nos permite Sabemos que Taborda haba reflexionado ya sobre las institucio-
asociar esta beneficencia piadosa y catlica con el mbito de las nes eclesisticas. De hecho as se titula uno de los captulos de
negociaciones de una buena parte del capital simblico circulan- Reflexiones sobre el ideal poltico de Amrica. En l Taborda
te en la Crdoba de entonces, espacios de autolegitimacin don- parece rechazar el formato catlico institucional pero no el cris-
de seguramente se urdan alianzas matrimoniales y de otro tipo. tianismo, y distinguir adems entre ambos. En lnea durkheimia-
Precisamente, en la poca, el otro lugar de produccin de capital na, el sentimiento religioso es eficaz en las colectividades
social y simblico de la lite cordobesa era la universidad, donde simples como fuerza de cohesin. Valorando as las creencias
el movimiento reformista haba iniciado ya su disrupcin. religiosas, y mirndolas sociolgicamente a travs de la historia,
las distingue de los instrumentos burocrticos y los poderes sa-
Por otra parte, la importancia de los acontecimientos que ven- cerdotales. Al mismo tiempo, hace gala de un conocimiento cer-
dran en la semana siguiente no estaba necesariamente inscripta cano del cristianismo, aunque con tintes heterodoxos: de hecho,
en ese presente. Las ambigedades de un agente histrico slo cuando hace referencia a un relato de San Lucas, en realidad se
son tales si esperamos que responda al tipo puro de nuestra trata de un evangelio apcrifo, dato que no deja de ser curioso.
imaginacin. Los dos Tabordas que se insinan en estos dos La historia de Amrica, signada por la conquista espiritual del
eventos son autnticos, y no tienen por qu contraponerse, cristianismo, se entiende para l a partir del momento peculiar
menos an si recordamos la complejidad del movimiento estu- que viva la iglesia en el momento de la conquista, y sus con-
diantil y de lo que estaba en juego en la Reforma. Comencemos secuencias: la unin para los monarcas espaoles de los dos
por comparar de ms cerca ambos acontecimientos, el lugar de poderes, el temporal y el espiritual, al punto que
Taborda all y las entextualizaciones que hace el diario.
La religin, importada, convertida aqu en un paganismo vul-
1. La Voz del Interior no reproduce la conferencia de Taborda; gar y grosero, acaso por la ausencia de ideas morales, lejos de
slo accedemos al texto si recurrimos a la publicacin posterior combatir el mal se ali con la casta opresora de propietarios,
que l mismo hace en su libro. Sin embargo, el diario s reprodu- encomenderos y negreros, y mientras su complicidad le atibo-
ce ntegramente el texto ledo en el concierto, resaltando as la rraba de oro los bolsillos, acuciaba el esfuerzo del esclavo y del
pieza oratoria. El lugar de publicacin es la seccin Vida social, mitayo en nombre de la esperanza, la fe y la caridad.3
una vidriera pblica de la lite en la que Taborda rene as aquel
da dos tipos de capital simblico diferentes: el cultural, que Los nuevos gobiernos de Amrica buscaron por todos los me-
autoriza en parte la inquietud que podra sembrar el contexto dios conservar el patronato de los reyes de Espaa y esto hace
georgista para la lite catlica; y el social, que lo muestra invita- una iglesia aristocrtica, que vive de la jerarqua y del principio
do por este ltimo grupo. de autoridad, porque su posicin la orienta a coadyuvar a la
consolidacin del rgimen vigente, que es un rgimen de cla-
2. El primer texto es una conferencia, el segundo es un discur- se y por eso predispone a la psiquis colectiva en un sentido
so, es decir, dos gneros discursivos diferentes, cada uno con su favorable a los que mandan. De este modo, el mismo que por la
retrica especfica, que no debera ignorarse al leerlos. tarde deca el que tiene la llave del estmago tiene la llave de
la conciencia, poda por la noche, rodeado de seoras y seores
3. El lugar fsico y social del primero es el Saln de Actos de de las lites catlicas, citar a Tomas de Kempis y repetir cual le-
Unione e Fratellanza; el del segundo es el Rivera Indarte, y tana De pie los corazones, porque pasan las Vrgenes de Sin.
la Conferencia del Sagrado Corazn que organiza, una rama de El tipo de crtica que desarrolla sobre el catolicismo no lo pone
las Conferencias de San Vicente de Paul, herederas en el norte necesariamente en contradiccin.
argentino de los impulsos catlicos que a fines del XIX haban
creado las laicas Sociedades de Beneficencia. Por eso, despus de la sorpresa que nos regala el azar del hallaz-
go de ambos textos en el diario, para entender mejor esta con-
4. La reunin de los georgistas era una conferencia que abra un vivencia de los dos Taborda tal vez podamos explorar an otra
ciclo, y en este caso Taborda era el centro del evento y el nico
orador, y tom la palabra durante una hora, en una tarde de
2 Sal Taborda, Reflexiones sobre el ideal poltico de Amrica, Buenos 3 Sal Taborda, Reflexiones sobre el ideal poltico de Amrica, Buenos
Aires, Grupo Editor Universitario, 2006. Aires, Grupo Editor Universitario, 2006, p. 130.
4 Mijail Bajtin, Las fronteras del discurso, Buenos Aires, Las cuarenta,
2011, p. 17.
5
Ervin Goffman, Les cadres de lexprience, Paris, Minuit, 1991.
6 Pablo Buchbinder, Historia de las universidades argentinas, Buenos Aires,
Sudamericana, 2005, p. 99.
El domingo 9 de junio de 1918 no fue un da calmo en la vida de y la alegora transmitir, ante todo, estados de nimo. Nada de
Sal Taborda. Sendas noticias aparecidas en La Voz del Interior esto era extrao a la sensibilidad de Taborda ni, por supuesto, a
del martes siguiente nos lo muestran dando, por la tarde, una la de buena parte de los jvenes reformistas de entonces.
conferencia en el Centro Georgista y, por la noche, un discurso
en el festival de caridad organizado por la Conferencia del Sagra- Para situar la emergencia de estos fragmentos de ideas y sensi-
do Corazn de Jess, en el Teatro Rivera Indarte bilidades cruzadas, debemos retrotraernos unos aos y trasla-
darnos a la otra ciudad universitaria por antonomasia: La Plata.
Sin duda hay algo aqu que llama a nuestra atencin. Es all Es all donde, a partir de 1908, Taborda cursa sus estudios de
donde imaginbamos encontrar a Taborda, slo seis das antes Derecho, y es all donde retornar, en 1921 como rector del Co-
de la Asamblea Universitaria que culminar en la escandalosa legio Nacional. Y si su paso por esta ciudad fue breve, sin duda
eleccin del rector Nores? Porque si una conferencia acerca del las influencias recibidas all lo marcaron. La Plata era por enton-
georgismo, coronada con vagas recomendaciones acerca de la ces la contracara de la Crdoba monrquica y monstica, para
necesidad de socializar la tierra, poda tener algn punto de con- decirlo en las palabras con que Julio Irazusta la recordara en
tacto con los postulados reformistas, mucho ms difcil es en- sus memorias, era la mquina de desenfrailar. Ideas que surca-
tender, a primera vista, su participacin en el evento organizado ban del idealismo wilsoniano al socialismo y del decadentismo
por las pas damas de caridad cordobesas. al positivismo ms duro, fueron su marca distintiva en las dos
primeras dcadas del siglo XX. Toda una esttica y una retrica
Animado por esta pregunta, van aqu algunas impresiones acerca de la Reforma Universitaria fueron fundidas en este molde. La
de esta ltima participacin, ya en la noche de aquel domingo. Me potica modernista aport a su vez lo suyo, y como modelos
detendr en este evento de caridad porque la breve y encendida de aquellas oratorias quedaron, adems del propio Manifiesto
alocucin de Taborda que le da contenido estuvo cargada de signi- Liminar, el discurso que uno de sus jvenes malogrados, Hctor
ficados que nos transportan al clima de ideas del que participaban Ripa Alberdi, recit (ste es el trmino apropiado) ante el pleno
muchos de los iniciadores del movimiento reformista de 1918. del Congreso Internacional de Estudiantes en Mxico, en 1921.
Pero, antes de mirar hacia el interior del discurso de Taborda, Esta pieza de Taborda merece participar en aquella secuencia de
creemos conveniente decir algo acerca del ambiente que lo rode. retricas reformistas. El discurso, ms que discurso arenga, que
La primera impresin, y hacindonos cargo del evidente anacro- desarrolla ante las damas pas, ya suficientemente preparadas,
nismo, es que la reunin convocada en el Rivera Indarte calco como adelantamos, por las declamaciones y los poemas sinf-
sin duda de muchas otras llevadas adelante por organizaciones si- nicos, est calcado sobre aquel molde fin de siglo donde lo
milares se desarroll como una variet modernista. Extreman- simblico, lo hermtico y lo alegrico se ponen al servicio de una
do: un circo de fin de siglo, una performance simbolista con sucesi- esttica del sacrificio. Porque es sacrificio, en definitiva, lo que
vas salidas a escena de bandas sinfnicas, declamadoras, arpistas se pedir a estas mujeres, claro que idealmente y por el breve
y, como broche de oro, nuestro personaje, el conferenciante. tiempo que dure la velada.
Todo el festival que rodea la oratoria de Taborda va en aquel sen- Esta invocacin de lo trgico era tambin una forma que recu-
tido, a medio camino entre decadentismo y modernismo, desde rrentemente utilizaban estos jvenes del costado ms idealista
el Phaeton de Saint Saens, un aficionado a las Ciencias Ocultas de la Reforma. Brandn Caraffa, otro notorio participante de este
y eslabn en el camino de la modernizacin musical, hasta la espacio y cordobs tambin, lo resumir as, un ao ms tarde,
declamacin de Medieval, de Ramn Goy de Silva. Las piezas respondiendo a una encuesta de la revista Nosotros: vivimos
elegidas son propicias para la creacin de atmsferas enrareci- un estado de nimo trgico, que nos hizo posible asimilarnos a la
das, morbosas y decadentes; todas buscan a travs del smbolo inquietud enorme del mundo de post-guerra.
* UBA.
Taborda elige el tono de arenga y repite, una y otra vez, De pi Es as que concluimos aqu con las impresiones que nos han
los corazones, que pasan las vrgenes de Sin. La mencin de la suscitado estas dos apariciones de Sal Taborda. Ambas se so-
famosa parbola de Jess pone a su auditorio en tensin: deben breimprimen a las imgenes ms conocidas de aquella Crdoba
ser, a la vez que virtuosas, pacientes por lo que est por venir. de junio de 1918 y, antes que disturbar la mirada, completan el
De pie los corazones, repetir Taborda, una y otra vez, ubicando fresco donde estn representadas las vsperas del gran aconteci-
all la musicalidad de su arenga, dulce y grave a la vez. Podemos miento, y al hacerlo nos desafan a seguir preguntando.
pensar que en su versin latina (inevitable) este sursum corda
alude, entre burln y desafiante, a sus antagonistas de la Corda
Frates, a los que se presta a dar batalla de all a pocos das.
Algunas cuestiones
terio romano.3 Entre 1916 y 1917, desde sus intervenciones en dad, otros afincados en los barrios General Paz, Alta Crdoba
la Revista de la Universidad Nacional de Crdoba, afianzaba o Alberdi, los georgistas lograron visibilidad al calor de otros
su crtica jurdico-poltica contra el Estado-nodriza, que justi- conflictos que movilizaron el debate pblico. El inicio de la Gran
ficaba su intervencin en la proteccin de la infancia, mientras Guerra, el acceso al poder nacional y provincial del radicalismo,
que ingeniosamente embesta contra la legitimidad de la clase la intensificacin de las huelgas y la conflictividad obrera, los
dirigente, mostrando cunto necesitaba del Estado para dominar ecos de la revolucin bolchevique fueron ledos a travs del
las individualidades.4 prisma de Henry George. En la ptica de los georgistas, el ac-
cionar de un Estado defensor de la concentracin de la tierra y
Desde su produccin dramatrgica, sus poemas o sus novelas, promotor de polticas impositivas agresivas sobre la produccin
Taborda no dej de participar de ese amplio y ambiguo conglo- y el comercio haban terminado por ahogar la buena empresa
merado ideolgico que reconoca en la libertad un valor funda- individual. Ese cariz del georgismo, liberal y comunalista, parece
mental.5 La declinacin crata y antiestatal con la que Taborda haber cautivado con variable intensidad a aquellos que, como
integrar la crtica liberal y laicista dominante en esos aos se Taborda, reafirmaban su posicin antiestatal y antilatifundista.4
evidencia tanto en su embestida contra la desigualdad de clase
(Julin Vargas, de 1918) como contra el poder eclesistico y la Tras una dura interna en su seno, y sin acordar plenamente con
dominacin masculina (La obra de Dios y La Sombra de Satn, los radicales de la ciudad de Crdoba, los georgistas decidie-
ambas de 1916). En esta ltima, el personaje de Sor Mara no de- ron participar en elecciones municipales en 1917. Amparndose
jaba de recordarle a la protagonista femenina de la pieza, Alma, en una poltica de expansin en los barrios, como luego lo har
que las mujeres no deben poner nunca el corazn en una pa- Crdoba Libre,6 los georgistas consiguieron el apoyo de un dis-
labra de los hombres. La rebelin de lo vital, identificado con creto nmero de vecinos de las seccionales barriales. Pese a la
el gnero femenino, contra las fuerzas opresoras de esa moral derrota, all se inicia el ciclo de mayor visibilidad pblica de sus
que Taborda detectaba an presente en Crdoba fue, en muchas demandas, que abarcarn desde la esperable exigencia de un
de sus facetas, el objeto de su denuncia recurrente. Su discurso sistema de contribucin territorial basado en el impuesto nico
del domingo por la noche en el Teatro Rivera Indarte parece ins- a la tierra libre de mejoras hasta la democratizacin universi-
cribirse en esta querella contra los espritus endurecidos por taria, el triunfo de una sociedad laica y la recomposicin del
disciplinas que no supieron abrir el botn del pensamiento hacia estatuto de los obreros. En 1918, aglutinados por una mirada
todos los rumbos de la vida. de intereses polticos e intelectuales, una fraccin del Centro
Georgista acompa los primeros reclamos de la FUC ante las
autoridades universitarias, convoc a los representantes del re-
III cientemente creado Partido Socialista Internacional y se sum, a
partir de los postulados georgistas visibles en su programa, a las
As las cosas, no sorprende encontrar a Taborda entre los prin- movilizaciones de Crdoba Libre. Si bien, pese al esfuerzo de sus
cipales animadores de dos asociaciones reconocidas como parte dirigentes, la amplia convocatoria georgista fracas al intentar
de ese magma librepensador de la ciudad: el Centro Georgista y atraer a los trabajadores, los sectores medios urbanos sern sus
Crdoba Libre. Aunque diferentes en sus referencias o en sus ob- ms fervientes partidarios. Y entre ellos, no pocos miembros de
jetivos inmediatos, ambas parecen entrecruzar sus caminos muy Crdoba Libre, en la inauguracin de cuya filial femenina, Tabor-
pronto. Tanto por sus integrantes como por su programa polti- da oficiara luego de conferencista invitado.
co-cultural, las dos asociaciones datan disparmente su inicio pero,
promediando el ao 1918, confundieron sus fronteras, al menos
durante los acelerados tiempos de la Reforma. Taborda comparti IV
ambos espacios junto con algunos de de sus ms cercanos com-
paeros de ruta. A los mencionados Capdevila y Arturo Orgaz, se Entre quienes abrazaron igualmente el georgismo y la propuesta
le sumaba Deodoro Roca y Vicente Rossi, quien en el local de su de Crdoba Libre se contar Sal Taborda. Figura miscelnea, su
Imprenta Argentina alberg las primeras sesiones de la Comisin fluido transitar entre espacios puede comprenderse en los varia-
Directiva del Centro Georgista que todos ellos integraban. dos contextos a los que remite. Orador ante la devota Conferen-
cia del Sagrado Corazn de Jess, Taborda no dej de combinar
Activo desde 1914, el Centro Georgista (luego renombrado So- astutamente, entre las figuras de la caridad catlica (Francisco
ciedad Georgista) congreg un variopinto conjunto de segui- de Ass, Teresa de Jess o Vicente de Paul), la referencia a un
dores. Estudiantes universitarios, profesionales, comerciantes intelectual reconocido admirador del georgismo que, desde una
pequeos y medianos, algunos residentes en el centro de la ciu- moral cristiana crtica de la jerarqua eclesistica, extendi su de-
nuncia contra el latifundio y la dominacin estatal: Len Tolstoi.
3 La Voz del Interior, 30/04/1916, p. 5.
4 Sal Taborda, La representacin promiscua, en RUNC, 1916, Ao III, n 3, p.
44 y De la cesacin de la sindicatura, en RUNC, 1917, Ao IV, n 4, p. 325.
5 Jorge Dotti Filia comunitarista versus decisionismo. Sal Taborda y los 6 Ana Clarisa Agero, Asociacin Crdoba Libre, en Proyecto Culturas
comienzos de la recepcin de Carl Schmitt en Argentina, en Prismas. Interiores, disponible en http://culturasinteriores.ffyh.unc.edu.ar . Fecha
Revista de Historia Intelectual, 1998, n 2, p. 25. de consulta: 03/07/2015.
A la invitacin a reflexionar sobre la dificultad que representa elegirse el rector. La asamblea, merced a una alianza sorpresiva,
el hallazgo de testimonios contrastantes, ambiguos o histrica- otorg el cargo a Antonio Nores, el representante de la fraccin
mente indeterminados, la presente intervencin responde leyen- clerical-conservadora. Al conocer el resultado, el grupo de estu-
do la participacin de Taborda en esas reuniones, tan dispares diantes y graduados que impulsaba el desplazamiento de esa frac-
en su pblico y sus fines, del 9 de junio de 1918 como parte del cin irrumpi en la asamblea, iniciando una toma que sera el inicio
intento de capacitar al pueblo para que comience a ejercer su simblico del movimiento continental de la Reforma Universitaria.
soberana. Un intento que encontr una formulacin sistemtica
en el libro que Taborda public el 28 de junio del mismo ao y Seis das antes, Taborda pronunciaba, ante los adherentes al
que particip del ciclo de radicalizacin poltico-intelectual que georgismo, su llamado a superar la economa capitalista y, ante la
se cerr en 1923, cuando, al tiempo que las protestas obreras Conferencia del Sagrado Corazn de Jess, su loa a las valientes
masivas se redujeron y la fraccin conservadora control las uni- mujeres caritativas. Ese abogado recibido en la Universidad de La
versidades, Taborda parti a Alemania a estudiar filosofa. Plata contaba con 33 aos, comparta su consultorio jurdico con
el georgista Andrs Rampoldi, era conocido en el medio cultural
El 12 de abril, una asamblea estudiantil con representantes de cordobs por algunos poemas, piezas teatrales y novelas y, como
las distintas universidades argentinas fund en Buenos Aires aclara La Voz del Interior, estaba terminando las Reflexiones so-
la Federacin Universitaria Argentina. Ese mismo da los estu- bre el ideal poltico de Amrica, su primer libro de ensayos. El
diantes cordobeses consiguieron que el presidente Yrigoyen diario nos informa que Taborda expuso algunas de esas reflexio-
decretara la primera intervencin de la Universidad Nacional de nes ante los georgistas; otras las compartira, al mes siguiente,
Crdoba. Das despus, llegaba a esa universidad una comisin con los cincuenta veinteaeros que viajaron para participar del
interventora encabezada por Jos N. Matienzo, un claro expo- primer debate poltico-ideolgico masivo sobre la Reforma Uni-
nente del liberalismo cultural, decano entonces de la anticlerical versitaria, esto es, el Primer Congreso Nacional de Estudiantes.
Facultad de Derecho de la Universidad Nacional de La Plata
en la que Taborda haba estudiado abogaca a comienzos de si- Taborda se apur a editar sus Reflexiones dos semanas despus
glo. Durante la intervencin, Matienzo dispuso unos estatutos del estallido de la Reforma. Y decidi una significativa dedicato-
que implicaban el desplazamiento de varios profesores catlicos ria: las destinaba a Jos Ingenieros, sin duda no por su condicin
y establecan un Consejo Directivo compuesto por profesores ele- de representante del positivismo argentino del que tanto des-
gidos en asamblea profesoral. Sin demasiados conflictos, el 28 de cree el libro y los escritos posteriores de Taborda, sino por su
mayo quedaron elegidos los nuevos decanos. El 15 de junio deba insistencia en comprometer al intelectual en la resolucin de los
problemas nacionales desde una cultura de izquierda que adhe-
* CeDInCI/UNSAM CONICET-UBA. ra a la Revolucin Rusa. En sintona con el entusiasmo revolu-
cionario que por entonces volva a manifestar Ingenieros, las Re- Al ao siguiente, Biagosch quedaba a cargo de la Revista del
flexiones de Taborda proponan una democracia americana en Centro Estudiantes de Derecho. El nico nmero editado
la que no habra ms Estado de clase, no ms poltica de clase apareci en agosto de 1919 y constituy un decidido intento de
y de fracciones; no ms justicia con distingos: no ms propiedad mantener la Reforma ligada a una sensibilidad revolucionaria
monopolizada e inmovilizada; no ms ilustracin unilateral; no que excediera las reivindicaciones intrauniversitarias. Su edito-
ms instituciones eclesisticas como elemento de dominacin; rial inaugural insista en esa imagen del estudiante ligado al pue-
no ms moral de esclavos.1 Slo esa democracia lograra ser el blo que Taborda haba expuesto en el apartado sobre educacin
fallo inapelable, irrevocable, que expropia en beneficio de los de sus Reflexiones, y ella era reforzada unas pginas despus
pueblos el Estado, la poltica, la justicia, la propiedad, la ilustra- mediante la reproduccin del proyecto de ley educativa que
cin, la religin y la moral. Y ese programa fue la base explcita Biagosch haba preparado a partir de la democracia americana
de La universidad y la democracia, el proyecto de Ley General autntica esbozaba por las Reflexiones.
de Enseanza que present en el mencionado congreso estu-
diantil de julio de 1918 Emilio Biagosch, entonces un estudiante La Montaa, La Gaceta Universitaria y la Revista del Centro
avanzado de Derecho que formaba parte de la Junta Directiva de Estudiantes de Derecho sugieren que, en los meses siguientes
la Federacin Universitaria de Crdoba (FUC) y diriga su encen- a esa celebracin de las mujeres caritativas y a la propalacin
dido rgano, La Gaceta Universitaria. de un nuevo rgimen de la tierra, Taborda se haba involucrado
entusiastamente en la empresa de vincular al estudiante con el
El liderazgo que ejerca Taborda entre los reformistas era po- pueblo, estableciendo una productiva divisin de tareas: mien-
sible por las iniciativas que vena protagonizando en los aos tras los estudiantes federados firmaban el Manifiesto liminar,
anteriores: adems del movimiento georgista que testimonia renovaban sus revistas, se contactaban con los sindicatos obre-
La Voz del Interior, anim la Universidad Popular y el germen ros e invitaban a los actos y movilizaciones, los treintaeros,
de la Asociacin Crdoba Libre. En esos tres colectivos polti- como Taborda, se encargaban de precisar los ncleos ideolgi-
co-intelectuales, Taborda desarroll y difundi esa sensibilidad cos revolucionarios. Para ello fundaron un boletn y prepararon
anticlerical y crtica del capitalismo que tie el discurso ante nuevos discursos y reflexiones sistemticas que, al igual que los
los georgistas del 9 de junio de 1918 y que logr prender en la discursos del 9 de junio, resignificaban prcticas sociales jerar-
FUC, pues, desde su fundacin en mayo de 1918, sta se propuso quizantes como la caridad y cuestionaban pilares fundamentales
despegar la imagen del estudiante de la condicin de miembro del capitalismo como la propiedad privada de la tierra.
orgulloso de la elite poltico-econmica, cuestionada sistemti-
camente por las Reflexiones. La masividad que entonces comenz a tener esa condicin de
gua ideolgico parece haber decidido a Taborda y a algunos de
Pero desde el estallido de la Reforma la figura de capacitador sus pares a radicalizar la orientacin. En efecto, a mediados de
del soberano que pretenda ejercer Taborda en sus discursos 1920 Crdoba Libre se disuelve y aparece Justicia, un grupo cuyo
del 9 de junio se inscribe en un ciclo de creciente radicalizacin manifiesto estuvo encabezado por la firma de Taborda, seguida
poltica y de bsqueda de un destinatario masivo. En efecto, un de cinco intelectuales vinculados a la Facultad cordobesa de De-
mes y medio despus apareca La Montaa, un boletn de doce recho: a Biagosch y Roca se unan Carlos Astrada, Ceferino Gar-
pginas que se presentaba como la publicacin de Crdoba Li- zn Maceda y Amrico Aguilera. Entusiasmados con el activo ci-
bre y que, a pesar de no consignar un comit editorial ni firmar clo de protestas obreras que se registraba desde el ao anterior
sus notas, parece haber sido la instancia elegida por Taborda, en la Argentina, estos intelectuales apostaban a una moviliza-
Deodoro Roca y otros lderes de Crdoba Libre para persistir en cin masiva que, en lugar de formularse desde el georgismo en
la construccin de una ideologa izquierdista revolucionaria del clave latinoamericanista, lo haca desde el anarco-bolcheviquis-
movimiento estudiantil y de la movilizacin social.2 En noviem- mo, esto es, desde un pensamiento libertario que identificaba
bre de 1918, el liberalismo jacobino que propona el ttulo del a la Revolucin Rusa como el acontecimiento que renovaba los
boletn encontraba una expresin sistemtica en un manifiesto postulados emancipatorios y mostraba su inminente realizacin
que enumeraba las reformas sociales a las que aspiraba Crdoba en distintos puntos del mundo.
Libre. Entre ellas se encontraban la separacin de la Iglesia del
Estado, la eliminacin del Senado, la ley del divorcio, la ley de El grupo Justicia puso a circular Mente, una publicacin de cr-
enfiteusis, la legislacin obrera y la reforma educativa.3 tica social dirigida tanto a los estudiantes como a los obreros.
All Astrada anticip la introduccin de su ensayo finalmente
no publicado La concepcin anrquica de la historia. Revi-
1 Sal Taborda, Reflexiones sobre el ideal poltico de Amrica, en Es- sacin de los postulados ticos cardinales a luz de la revolu-
critos polticos. 1918-1934,Crdoba, Editorial Universidad Nacional de
Crdoba, p. 118.
cin integral y Taborda sistematiz la adhesin anarco-bolche-
2 Para una caracterizacin de la publicacin, vase Natalia Bustelo, voz La vique a la Revolucin Rusa.4
Montaa. Publicacin de Crdoba Libre, Proyecto Culturas interiores,
disponible en http://culturasinteriores.ffyh.unc.edu.ar. Fecha de consulta:
05/06/2015.
3 Sobre la Asociacin Crdoba Libre, vase Ana Clarisa Agero, voz Asoci- 4 Para una caracterizacin de esta publicacin, vase Lucas Domnguez
acin Crdoba Libre, Proyecto Culturas interiores, disponible en http:// Rubio, voz Mente, Proyecto Culturas interiores, disponible en http://
culturasinteriores.ffyh.unc.edu.ar. culturasinteriores.ffyh.unc.edu.ar. Fecha de consulta: 05/06/2015.
El protagonismo de Taborda en el grupo Justicia y en la revis- sum a esas condiciones la transformacin del sistema educa-
ta Mente marca su alejamiento de la sociabilidad georgista y tivo, y con ello el reemplazo de la figura del estudiante como
una opcin ms decidida por ese anarco-bolcheviquismo que miembro de la elite poltico-econmica por un actor decisivo del
insinan las Reflexiones cuando, a pesar de llamar a una pecu- movimiento de cambio social. Pero el carcter confrontativo y
liar solucin americana, apelan no slo a George sino tambin masivo que fue adquiriendo la movilizacin poltica argentina,
a Nietzsche, Bakunin y Stirner, critican al Estado, los partidos as como la ola revolucionaria que se registraba en el mundo
polticos y la democracia electoral por su inexorable coercin luego de la Revolucin Rusa, lo decidieron a desistir de la clave
de la libertad y defienden la Revolucin Rusa no desde su apli- latinoamericana y de una reforma legislativa escalonada desde
cacin del marxismo sino desde los principios emancipatorios los principios georgistas, al tiempo que, si bien persever en la
anarquistas. Los lderes ideolgicos de la Reforma decidan su desjerarquizacin de prcticas sociales como la caridad, aban-
inscripcin en el anarco-bolcheviquismo y con ello una precisin don los discursos cargados de alegoras bblicas, como el pro-
de un programa revolucionario que profundizaba las distancias nunciado ante el Sagrado Corazn, para ensayar una prosa ms
con el apoliticismo de muchos estudiantes y que pona en riesgo llana y revolucionaria dirigida a estudiantes, intelectuales y la
la adhesin masiva. Pero ese riesgo se asuma en un momento sociedad organizada. Y hasta que esos bros revolucionarios se
en que, por un lado, amplios sectores del movimiento obrero calmen, Taborda apost a intervenir en el movimiento estudi-
simpatizaban con un programa revolucionario y, por el otro, gru- antil desde una vanguardia revolucionaria que tuvo una breve
pos estudiantiles de Rosario, La Plata y Buenos Aires, adems de insercin institucional en el Colegio Nacional de La Plata y en la
propagar iniciativas revolucionarias en la revista rosarina Verbo Facultad cordobesa de Derecho.
Libre, la platense Germinal y la portea Bases sucedida a
fines de 1920 por la mtica Insurrexit, impulsaban una Feder-
acin de Estudiantes Revolucionarios.
Calle Corrien-
tes, litografa
de la Serie
Buenos Aires,
1933
El presente dossier forma parte de una investigacin ms amplia que tiene por
objetivo la elaboracin de una biografa intelectual sobre la figura de Guillermo
Facio Hebequer. Este artista que fue un exponente para la cultura de la izquierda
local, en la dcada de 1930, ha dejado sus huellas en un conjunto importante de
revistas culturales de izquierda por medio de sus numerosas litografas e inter-
venciones escritas y gracias a su paso por los primeros teatros independientes.
En las siguientes pginas, se seguir el itinerario de Facio Hebequer atendiendo
de forma simultnea a las diferentes facetas que caracterizaron su labor artstica
y poltica: la ms conocida como artista visual pero tambin su papel como pole-
mista y hombre de teatro. Esta aproximacin a la trayectoria de Facio Hebequer,
puesta en dilogo con el contexto poltico y cultural de las dcadas de 1920 y
1930, revela la riqueza y la complejidad de un itinerario que ha sido escasamente
transitado.
El fondo personal de Guillermo Facio Hebequer guarda un ma- sara preguntndole, a veces las cosas ms extraordinarias, para
nuscrito de Abel Chaneton que contiene las impresiones registra- que l se sintiera satisfecho. En realidad en los ltimos tiempos,
das por ste en los das que rodearon al fallecimiento del artista. 1 y creo que esa postura puramente artstica, se troc en una
actividad francamente sectaria, sino revolucionaria. Pero est-
Este manuscrito registra una caracterizacin entre romntica y bamos nosotros, sus amigos, harto alejados de l (o viceversa),
heroica de Facio Hebequer, sumada a ciertos recuerdos que se para formarnos una opinin exacta.2
entrelazan con la narracin de lo ocurrido en esos dos das. No
obstante, adems de insistir en la infinita bondad y la sensibilidad El citado pasaje revela algunas oscilaciones de Chaneton entre
que caracterizaba al artista, Chaneton necesit precisar que slo el deseo de sealar que, a pesar de su militancia cultural, Facio
en los ltimos aos de su vida Facio Hebequer se haba hecho mi- Hebequer mantuvo una autonoma del arte frente a los postula-
litante para luego agregar: nada haba ms distante del alma de dos polticos y la imposibilidad de definir la actividad del artista
un sectario del odio y de la envidia, que el alma buena de Guiller- en su postrimera. Esa tensin haca que el autor de aquellas l-
mo Facio. Ambas aclaraciones revelan una cierta incomodidad neas evitara clasificarlo como sectario optando por el trmino
por parte del autor del manuscrito, la cual se presenta como un revolucionario. No obstante, lo cierto es que Chaneton asuma
indicio para explorar las modulaciones en el itinerario del artista. la distancia que haba mantenido con el artista en los ltimos
En este sentido, otro pasaje del escrito intentaba precisar que: tiempos. Siguiendo esta huella, en las siguientes pginas, la tra-
yectoria de Guillermo Facio Hebequer ser presentada en tres
Facio fue hacia el pueblo, no para exacerbar odios ni despertar apartados que se corresponden con distintas etapas de su vida.3
envidias. Llevbalo el propsito de sembrar cultura. Tena de-
masiado desprecio por todo lo que se llamaba burgus, para
proponerlo como paradigma a sus proletarios. Quera y crea
que era posible redimir la chusma por la influencia ennoblece- Tiempos de bohemia
dora del arte. Confiaba mucho ms que en los aforismos eco-
nmicos y en los postulados polticos, en la leccin de la obra
de arte. Guillermo Facio Hebequer naci en Montevideo, Repbli-
ca Oriental del Uruguay, el 8 de febrero de 1889. Sus padres,
No llev a los centros proletarios gritos de odio y de venganza: Eduardo Facio y Julia Hebequer, decidieron trasladarse a Buenos
llev estampas. Recuerdo an su alborozo con que hablaba, en Aires, en donde Guillermo se form como artista. Alberto Colla-
la poca de sus primeras exposiciones en los crculos obreros, zo sostiene que su familia gozaba de una buena posicin social;
de la comprensin de ese pblico. Haba sin duda, mucho de
ilusin en ello. Bastaba que uno o dos, entre la masa, se intere- 2 Abel Chaneton, op. cit.
3 En gran medida, dicha periodizacin coincide con la utilizada en la ex-
* FFyL / UBA. posicin pstuma llevada a cabo en el Honorable Concejo Deliberante
de la Ciudad Autnoma de Buenos Aires y que estuvo focalizada en los
1 Abel Chaneton, manuscrito, 28 y 29 de abril de 1935, s/p. Fondo Guiller- cambios advertidos en su obra plstica. En esa exposicin se establecie-
mo Facio Hebequer-Museo de Artes Plsticas Eduardo Svori, Ciudad ron tres perodos: 1914-1920; 1921-1929 y 1930-1935. Cfr. Catlogo de la
Autnoma de Buenos Aires. En adelante, la documentacin proveniente Exposicin Retrospectiva 1914-1935, Honorable Concejo Deliberante de
de dicho acervo ser sealada como FGFH. la Ciudad de Buenos Aires, Buenos Aires, 1935.
sin embargo, no se conoce ningn otro dato biogrfico de los En su relato autobiogrfico, ese par de recuerdos remotos en los
primeros aos de su vida ms que los que otorga el propio rela- que Facio Hebequer se asume como potencial artista y detenta-
to del artista, en el cual no menciona a su entorno familiar.4 Por dor de un espritu rebelde desde su niez da paso, sin mediacin
ello, un punto de partida para sumergirse en esos primeros aos alguna, a los aos prximos al Centenario, cuando ya con veinte
de su vida es la brevsima autobiografa que prepar para ser in- aos de edad realiza sus primeras incursiones en el mundo ar-
corporada en los catlogos de sus exposiciones (ca. 1933-1934). tstico de Buenos Aires. Distanciado definitivamente de su pa-
All cuenta, en un tono entre romntico e irreverente, cmo fue- sado en el Uruguay, su relato se traslada a un nuevo escenario,
ron los orgenes de su vocacin definida desde la niez: los bajos fondos de la gran urbe portea. Sin saberse cmo ni
cundo lleg all, la historia de Facio Hebequer podra represen-
[los] primeros trabajos, me conquistaron la simpata del barrio: tar el itinerario caracterstico de esos miles de inmigrantes que
los Boicot a Pepino y las rayuelas, ornados con motivos deco- arribaron a las orillas del Ro de la Plata con el objetivo de es-
rativos, dibujados en las paredes de los corralones o en plena capar de la pobreza en tanto enfatizaba: habamos vivido en el
calle, supusieron xitos significativos. Esta carrera ascendente, puerto, en ntima vinculacin con los obreros que lo poblaban.
prosigui luego en el colegio de frailes en que me zambulleron Habitbamos en los mismos casuchones sucios e inhospitalarios
para corregir mi rebelda.5 y comamos en los mismos fisgones inmundos.7
En ese breve relato autobiogrfico, Facio Hebequer contaba Sin embargo, esta imagen sobre las miserables condiciones de
otra ancdota donde manifiesta que, adems de la simpata del vida de sus primeros aos en Buenos Aires parece responder
vecindario por aquella competencia artstica, hay ya en esos co- ms bien a los avatares de Facio Hebequer en los aos treinta,
mienzos un vnculo entre un arte irreverente y un intercambio ligada a una estrategia de reposicionamiento personal y una ra-
que, si bien no es estrictamente econmico (pues no hay dinero dicalizacin ideolgica, ms que a su situacin habitacional real.
en juego), remite a las formas ms antiguas del trueque: en la Basta con observar el contexto de algunas de las fotografas en
escuela de frailes, cuenta Facio Hebequer, venda la caricatura del las que aparece retratado Facio Hebequer para apreciar una ha-
padre superior a cambio de seis buuelos, el postre que se ofre- bitacin estndar contrastante con aquella imagen miserable de
ca una sola vez por semana y que, por lo tanto, despertaba gran su narracin (figuras 1-2). Por lo tanto, podra inferirse que su
codicia en los internos. En este sentido, ese talento nato, sumado relato remite a una necesidad de construir una historia mtica,
a una actitud irreverente, es presentado en su relato de un modo acorde al momento en el que escribe estas lneas y en relacin
pintoresco que resista o, mejor dicho, desafiaba el motivo por el con las nuevas bsquedas cristalizadas en su obra grfica, sus
cual haba sido enviado a dicha escuela: corregir su rebelda y sus intervenciones escritas y la participacin en el Teatro Proletario.
malos comportamientos. La referencia respecto de la asistencia
a un colegio de frailes podra suponer un primer indicio de aque- Asimismo, el posterior acercamiento de Facio Hebequer a la
lla buena posicin social sealada por Collazo, pues requera un rbita cultural comunista, tal vez explique en parte la omisin
importante esfuerzo econmico solventar una educacin en este de su pasado familiar. Si la tctica obrerista impulsada por la
tipo de instituciones. Sin embargo, fuera de estas instantneas Internacional Comunista en el perodo de clase contra clase
de su infancia narradas retrospectivamente, nada se sabe de su estaba impregnada por un profundo antiintelectualismo, con los
pasado familiar ni de sus primeros aos en Montevideo.6 escasos datos de su entorno familiar que se lograron recabar,
podra interpretarse que Facio Hebequer evit recordar o deli-
beradamente rechaz su origen social para poder insertarse en
4 Alberto H. Collazo, Facio Hebequer, Buenos Aires, CEAL, Coleccin Pin- un medio poltico y cultural en el cual, ante la menor disidencia
tores Argentinos del Siglo XX. Serie complementaria Grabadores Argen-
tinos del siglo XX/4, n 84, 1982, p. 1.
5 Guillermo Facio Hebequer, Autobiografa, en Catlogo de la Exposicin
Retrospectiva 1914-1935, Honorable Concejo Deliberante de la Ciudad
de Buenos Aires, Buenos Aires, 1935. vicepresidente de la Asociacin de Periodistas, disuelta el 22 de mayo de
6 Ms all de la falta de informacin sobre su pasado familiar, nunca se ha 1915. El acta de su disolucin fue publicada en el diario Tribuna, n 7406,
tenido en cuenta que el artista tuvo dos hermanos: Eduardo (1876-1929) lunes 24 de mayo de 1915, p. 1. No deja de ser curioso que los crculos
y Julia Facio Hebequer. De Julia no se han encontrado casi referencias pero en los cuales particip su hermano Eduardo fueron un blanco recurren-
s de su hermano Eduardo, quien fue un reconocido escritor. De joven te de los ataques lanzados por Guillermo en sus diferentes facetas. Por
trabaj como periodista vinculndose con prestigiosos diarios aunque, ejemplo, en su condicin de crtico de arte se refiri a los crticos de La
segn Vicente Cutolo, su mayor xito lo obtuvo como dramaturgo en el Prensa y La Nacin como unos oportunistas y cmplices de la industria
teatro nacional y en la poesa gauchesca. Su primera comedia, El Seor del arte, en tanto que en su faceta de hombre de teatro se constituy
Guillot, fue estrenada en 1907 y luego se suceden Bajo el omb (1907), El como miembro del teatro independiente en contra del teatro comercial
decir de las flores (1908), Los mansos (Un diputado a la fuerza) (1913) y del cual habra participado su hermano. Asimismo, el fallecimiento de su
el Rancho de las violetas (1915). Durante la Primera Guerra Mundial viaj madre brinda otros indicios del origen social del artista. En la seccin
a Europa como corresponsal del diario La Nacin en el frente italiano y social del diario La Maana se anunci: Ha sido recibida con hondo sen-
luego se estableci en Pars, donde cre una casa de comercio que cobr timiento, en el crculo de sus numerosas relaciones, el fallecimiento de la
prestigio en Sudamrica. Regres a Buenos Aires en 1927 y asumi la seora Julia Hebequer de Facio, conocida dama, fallecida ayer. El sepelio
direccin de la agencia Austral hasta el momento de su fallecimiento. Ver: de sus restos se realizara hoy a las cuatro de la tarde en el cementerio de
Vicente Osvaldo Cutolo, Nuevo diccionario biogrfico argentino: 1750- La Recoleta. Cfr. Julia Hebequer de Facio, La Maana, n 1668, lunes 6
1930, Vol. III, Buenos Aires, Elche, 1968, p. 11. Eduardo Facio Hebequer fue de septiembre de 1915, p. 9.
tambin secretario de la Comisin Directiva del Crculo de La Prensa y el 7 Autobiografa, op. cit.
leo Tristeza.14 Sin embargo, no por ello prescindi de otras es- El anexo sur de la Sociedad de Estmulo de Bellas Artes ubicado
trategias de legitimacin y reconocimiento, las que gradualmen- en la calle Tacuar al 300 y los talleres de Po Collivadino de
te posibilitaron que ocupara un lugar destacado como uno de la calle Pedro de Mendoza, espacios en los que tom clases,
los exponentes del denominado arte social. Como se despren- fueron dos mbitos cardinales para Facio Hebequer, pues all
de del anlisis de los testimonios de la poca, Facio Hebequer conoci a la mayora de quienes luego conformaran la llamada
era considerado en la mayora de los casos como la piedra angu- Escuela de Barracas Jos Arato, Adolfo Bellocq, Agustn Rigalli,
lar de la dulce bohemia boquense,15 una apreciacin que no slo Abraham Vigo y Santiago Pallazo (luego devenida en el grupo de
lo posicionaba como un mediador entre distintos artistas de la los Artistas del Pueblo) y donde tambin adquiri un mayor do-
zona, sino que tambin evidenciaba la recurrencia de dos tpicos minio del dibujo y el grabado.18 Miguel ngel Muoz ha sealado
en los diferentes relatos: la bohemia y la identidad barrial como el papel fundamental que tuvieron las clases de Po Collivadino
parte de una trama ms amplia en donde la relacin existente para la mayora de los Artistas del Pueblo en relacin con la
entre modos de vida, cartografas barriales y la vida cultural iniciacin en la tcnica del grabado y la predileccin por las te-
de Buenos Aires en las dcadas de 1910 y 1920 dieron lugar al mticas urbanas, luego adoptadas por el grupo; no obstante, ese
surgimiento de diversos grupos y emprendimientos culturales, magisterio no sera abiertamente reconocido, dado el discurso
entre los que puede mencionarse la Escuela de Barracas: Jos antiacademicista asumido por algunos de sus integrantes que
Arato, Adolfo, los pintores de la Boca, el grupo de Boedo evitaban recordar a su maestro, director de la Academia Nacio-
y de Florida. nal de Bellas Artes desde 1904. 19
Estos ncleos ostentaban marcas de pertenencia que vincularan Por esos aos, Facio Hebequer trab vnculos de amistad con los
o alejaran a distintos artistas y escritores de acuerdo a las di- miembros de la Escuela de Barracas e inici algunos proyectos,
ferentes concepciones del arte y la literatura que sostenan, sin entre los que se destacan la organizacin del Saln de Obras Re-
por ello constituir necesariamente bloques homogneos y est- cusadas del Saln Nacional en octubre de 1914 y la creacin del
ticos.16 Ligado a ese mundo barrial, los primeros pasos de Facio Saln de los Independientes en 1918. Estas experiencias, que re-
Hebequer en el taller de la calle Pedro de Mendoza y Patricios lo produjeron la dialctica institucinantiinstitucin ya instaurada
llevaron a vincularse con otros artistas de la zona como Adolfo por el Salon des Refuss de Pars en el ao 1863,20 se constituyen
Montero, Santiago Stagnaro, Benito Quinquela Martn, Juan de en el relato de Facio Hebequer como un acontecimiento clave
Dios Filiberto, Santiago Palazzo, Jos Arato, Agustn Riganelli, en la emergencia de una nueva concepcin del arte impulsada
Arturo Shaw, Adolfo Bellocq, Csar Pugliese, Adolfo Ollavaca,
Armando y Enrique Santos Discpolo, entre otros, todos ellos 18 Cabe destacar que el grupo de los Artistas del Pueblo tom distintas
vecinos del barrio de La Boca.17 denominaciones a lo largo de su historia: hacia 1913-14 fueron conocidos
como la Escuela de Barracas; luego, una vez fallecido Palazzo, en 1916, pa-
sarn a llamarse el Grupo de los Cinco y, por ltimo, ya en los aos veinte,
los Artistas del Pueblo, denominacin con la cual fueron incorporados a
14 Ese ao la Comisin Nacional de Bellas Artes estaba constituida por Flix la historia del arte argentino contemporneo. Ver: Miguel ngel Muoz
Pardo de Tavera, Cupertino del Campo, Po Collivadino, Alejandro Chris- y Diana B. Wechsler, Los Artistas del Pueblo, Buenos Aires, SAAP, 1989,
tophersen y Jos Len Pagano. Catlogo de expositores, 1913, Archivo Patrick Frank, Los artistas del Pueblo. Prints and Workers Culture in
del Palais de Glace. Buenos Aires, 1917-1935, Albuquerque, University of New Mxico Press,
15 Ernesto Mario Barreda, Los siete amigos. Apuntes de la vida artstica, 2006 y Miguel ngel Muoz, Los Artistas del Pueblo, op. cit.
La Nacin, 1 de enero de 1928 (FGFH). Sobre la figura de mediador que 19 Miguel ngel Muoz, op. cit. p. 10. Sobre el problema de las represen-
posibilita la conexin entre dos o ms redes entre s de manera consci- taciones urbanas en la modernidad ver: Laura Malosetti Costa, Pampa,
ente, Ver: Jeremy Boissevain, Friends of friends: networks, manipula- ciudad y suburbio, Buenos Aires, Fundacin Osde, 2007, pp. 33-41 y de
tors and coalitions, Oxford, Basil Blackwell, 1974. la misma autora, Collivadino, Buenos Aires, El Ateneo, 2006 y A.A.V.V.,
16 Miguel ngel Muoz, Los Artistas del Pueblo. 1920-1930, Buenos Ai- Collivadino. Buenos Aires en construccin, Buenos Aires, MNBA, 2013.
res, Fundacin Osde, 2008, p. 6. El peso de los barrios era tal que el gru- En el marco de la exposicin Impreso en Argentina: Recorridos de la
po de Boedo, a propsito de la polmica con el grupo de Florida, aclaraba grfica social desde la Coleccin Castagnino+macro, Silvia Dolinko ha
que sus diferencias implicaban mucho ms que eso: No es una cuestin sealado cmo el registro grfico de los mrgenes urbanos fue un tpico
de barrio como pretenden algunos, sino una cuestin de sensibilidad y abordado por artistas de diferentes generaciones, entre los cuales figura
pensamiento [] Ellos van por la derecha y nosotros por la izquierda. Guillermo Facio Hebequer. Cfr. Impreso en Argentina: Recorridos de la
Ellos estn con Mussolini y nosotros con Lenin. Cfr. Dos palabras ms, grfica social desde la Coleccin Castagnino+macro, Rosario, Ediciones
Los Pensadores, ao IV, n 114, Septiembre 1925, p. 1. Esta frase revela Castagnino+macro, 2012, p. 98.
la estrategia de polarizacin ideolgica que pretenda construir el grupo 20 Cfr. Donald Drew Egbert, El arte y la izquierda en Europa. De la revolu-
de Boedo la cual, como ya se ha demostrado, debe ser matizada. Ver: en- cin francesa a Mayo de 1968, Barcelona, Ed. Gustavo Gili, 1981 [1969],
tre otros, Claudia Gilman, Florida y Boedo: hostilidades y acuerdos, en p. 183. El surgimiento del Saln de los Recusados debe comprenderse
Graciela Montaldo (Comp.), Yrigoyen entre Borges y Arlt (1916-1930). en el marco del peso que detentaba una institucin como el Saln Na-
Literatura argentina siglo XX, Vol. II, Buenos Aires, Paradiso-Fundacin cional, el cual se presenta como un fuerte regulador de la produccin
Crnica General, 2006, pp. 44-62. artstica que marc, en sus diferentes etapas, las tendencias deseables,
17 A fines de 1976 y principios de 1977 la revista de arte Pluma y Pincel. conducentes a delimitar un arte oficial y correlativamente las exclu-
Para la difusin del arte y la cultura latinoamericanos public las me- siones contribuyendo a generar espacios paralelos, alternativos, que
morias de Facio Hebequer en ocho entregas, basadas en unos escritos del dinamizaron el campo artstico. Ver: Marta Penhos y Diana B. Wechsler,
artista que narraban los aos de la bohemia a partir de diversas ancdo- Introduccin, en Tras los pasos de la norma. Salones Nacionales de
tas. Ver: Memorias de Facio Hebequer, Pluma y Pincel, ao I, n 17, 23 Bellas Artes (1911-1989), Buenos Aires, Ediciones del Jilguero, 1999, p.
de noviembre de 1976, p. 10; n 18, 8 de diciembre de 1976, p. 16; n 20, 5 7. Sobre el surgimiento del Saln de los Recusados Cfr. Saln Nacional
de enero de 1977, p. 24; n 21, 10 de enero de 1976, p. 6; n 22, 1 de febrero de Bellas Artes: La construccin de una tradicin, en Diana B. Wechsler
de 1977, p. 13; n 24, 1 de marzo de 1977, p. 9. [et. al.], Saln Nacional 100 aos, op. cit., pp. 27-35.
por la mayora de los participantes de dicha Escuela, el llamado constituido en un acontecimiento presente; ya no importaba si se
arte social, escindido de los espacios de exhibicin y de los lo crea ms o menos cercano, o incluso ms o menos inevitable:
mecanismos de consagracin del arte oficial.21 De esta manera, lo que apareca era el corte con el pasado y la contemporanei-
la realizacin del Saln de los Recusados puede leerse como un dad de la era revolucionaria, y con ella, un nuevo inicio. Por otro
claro gesto poltico que posicionaba a este grupo de artistas en lado, profundizando esa ruptura temporal, este otorgamiento
la izquierda del campo cultural. Para el grupo, esa experiencia dun lugar implicaba el recorte de un espacio poltico.26
adquiri una doble significacin: por un lado, constituy un en-
sayo que apuntaba a una renovacin temtica dado el carcter La conmocin causada por aquel proceso revolucionario desper-
popular de las obras rechazadas en el Saln Nacional de Bellas t la atraccin de muchos artistas e intelectuales; en el caso
Artes, una novedad que slo poda lograrse a travs de la organi- de Facio Hebequer puede constatarse en el envo de una cola-
zacin colectiva y, por el otro, signific el surgimiento de nuevos boracin para la exposicin a beneficio de los hambrientos de
proyectos, como la creacin de la Sociedad Nacional de Artistas Rusia, convocada por la Cooperativa Artstica del PCA en 1922.27
Pintores y Escultores en 1917 y, al ao siguiente, la organizacin Asimismo, segn Muoz, los Artistas del Pueblo se propusieron
del Saln de los Independientes en el Saln Costa, sin jurado y trabajar para el pueblo por medio de un arte que ambicionaba
sin premios.22 concientizar y promover la utopa revolucionaria. Para este autor,
dicha concepcin artstica se acercaba a lo que podra denominar-
Como ha sealado Collazo, en este perodo las obras de Facio se un realismo anarquista, dado que encontraba su basamento
Hebequer estn influidas por la irona y la stira presentes en las en un conjunto de obras fcilmente comprensibles para los sec-
estampas de Francisco Goya.23 En este sentido, y retomando las tores populares, en tanto representaban la realidad cotidiana de
crticas hacia una institucin como el Saln Nacional y sus jura- los oprimidos con el objetivo de educarlos desde una ideologa
dos, puede apreciarse dicho vnculo en la sarcstica aguafuer- cercana al anarquismo y a las concepciones artsticas de figuras
te dedicada a la Comisin de Bellas Artes titulada Naturaleza como Pierre Joseph Proudhon, Piotr Kropotkin, Len Tolstoi y
muerta o en la obra Cuanto menos se piensa, mejor se duerme.24 otros filoanarquistas como William Morris o Jean Marie Guyau.28
Retomando las crticas del artista vertidas hacia el campo arts- A fines de la dcada de 1910, Facio Hebequer ya estaba instalado
tico, cabe destacar que estas fueron intensificadas a partir del en su atelier de la calle La Rioja 1861, a unas pocas cuadras de
impacto de la Revolucin Rusa en Argentina, que no slo tuvo la fbrica metalrgica Vasena, escenario principal del conflicto
sus consecuencias en el seno del movimiento obrero sino tam- obrero en Parque Patricios conocido como la Semana Trgica de
bin en aquellos intelectuales y artistas simpatizantes con una 1919, otro de los barrios que formaba parte del enclave manu-
causa que implicaba el nacimiento de una nueva cultura y, por lo facturero que se extenda desde Barracas hasta Avellaneda, ya
tanto, una reformulacin en sus producciones artsticas.25 Como en el conurbano bonaerense.29 Al enfatizar sobre sus vivencias
ha sealado Roberto Pittaluga, la Revolucin Rusa le otorg un compartidas con los trabajadores, primero en el barrio de La
lugar a la revolucin y en un doble sentido, Boca y luego en Parque Patricios, el artista rememoraba:
por un lado, la revolucin ya no era un lugar futuro sino un presen- All, entre los obreros, sent por primera vez la vergenza de
te, contemporneo [] El futuro tantas veces convocado se haba no ser ms que un intelectual. Fue durante la huelga de los
caldereros. Nos propusieron una diligencia que, por miedo, nos
resistimos a realizar. Y uno de ellos lo dijo claramente: no hay
21 Saln de Rechazados de 1914, Crtica, 8 de noviembre de 1935. Entrevis-
ta a Guillermo Facio Hebequer publicada post mortem, (FGFH). Facio He- que contar con estos intelectuales para ciertas cosas Si los
bequer cuenta que se expusieron alrededor de sesenta obras de artistas,
entre ellos, Abraham Vigo, Riganelli, Arato, Stillo, Quinquela, Masalins, 26 Roberto Pittaluga, De profetas a demonios: Recepciones anarquistas de
Torre Revello y Palazzo. la Revolucin Rusa (Argentina 1917-1924), Sociohistrica. Cuadernos
22 Ibdem. Cabe sealar que ambos emprendimientos fueron relevantes para del CISH, n 11-12, La Plata, UNLP, 2002, p. 70.
la constitucin de futuras asociaciones como la creacin del Sindicato de 27 Cfr. Daniela Lucena, Arte y militancia: encuentros (y desencuentros) en-
Artistas Plsticos en 1933 y otros contra-salones como, por ejemplo, el tre los artistas y el Partido Comunista Argentino, Ramona, n 74, sep-
Primer Saln de la Agrupacin de Intelectuales, Artistas, Periodistas y tiembre de 2007, pp. 44-49.
Escritores (AIAPE) en 1935, en donde se anunciaba que los jurados seran
votados por los mismos expositores, dato relevante si se tiene en cuenta 28 Miguel ngel Muoz, Los artistas del Pueblo: Anarquismo y sindicalismo
que algunas de las obras presentadas all haban sido rechazadas por el revolucionario en las artes plsticas, Causas y Azares, ao IV, n 5, otoo
jurado del Saln Nacional. de 1997, p. 117.
23 Collazo, Facio Hebequer, op. cit., p. 3. 29 Este enclave industrial, al menos hasta los aos treinta, concentraba
el grueso de la clase obrera portea. Las industrias se extendan desde
24 En ambas imgenes puede observarse cierta similitud con los personajes el Riachuelo hacia los barrios de Nueva Pompeya, Parque Patricios y La
goyescos de los Caprichos, adems del uso de la misma tcnica y de un Boca, y del otro lado hacia las zonas del partido de Avellaneda. A esta
recurso como la leyenda, utilizado para reforzar y amplificar el sentido de zona industrial deben sumarse otros barrios como Balvanera, San Crist-
las imgenes. Un conjunto amplio de las obras de Facio Hebequer puede bal, San Nicols, Montserrat, Constitucin, Boedo, Almagro, Villa Crespo,
ser consultado en http://www.acceder.gov.ar/es/buscador/creator:FA- Paternal y Villa Urquiza, en donde tambin hubo una importante pre-
CIO%20HEBEQUER,%20Guillermo sencia obrera. Cfr. Hernn Camarero, Consideraciones sobre la historia
25 Cfr. Beatriz Sarlo, La revolucin como fundamento, en Una moderni- social de la Argentina urbana en las dcadas de 1920 y 1930: clase obrera
dad perifrica. Buenos Aires 1920-1930, Buenos Aires, Nueva Visin, y sectores populares, Nuevo Topo. Revista de historia y pensamiento
2007, p. 122 y ss. crtico, n 4, septiembre-octubre de 2007, pp. 41-42.
intelectuales fueran realmente luchadores estaramos mucho Sin embargo, el relato de ese acontecimiento esclarecedor en
ms cerca de la Revolucin de lo que estamos Pero la in- la vida del artista parece ajustarse ms que nada al antiintelec-
fluencia de esa vida ha perdurado en nuestro arte. All com- tualismo proveniente de la rbita comunista, al que ya se hizo
prendimos y pudimos razonar sobre la senda a que ya nos haba referencia, y que coincide con el momento en el que escribi
llevado nuestro instinto. All vimos claro lo absurdo de las mas- su autobiografa. Pues aquella autocrtica situada en la dcada
turbaciones psquicas del arte Frente a ese mundo doloroso de 1910 no se ajusta al sinfn de ancdotas de su entorno que
del trabajo y la miseria social, se hizo luz en nosotros: el artista, describen a la casa de Facio Hebequer como una academia viva
sensibilidad privilegiada, no tena derecho a cerrar sus ojos ante y por dems divertida, ms acorde a esa imagen de bohemia
aquella realidad terrible que vivamos, para posarlos en los ra- remitida en muchos de los recuerdos que a una vida aunada a la
sos aterciopelados, en las manos exanges de nias clorticas lucha obrera (figuras 3-5).
o en el juego de volmenes de las naturalezas muertas. Algo
haba de superior a la plstica y al arte, y ese algo era la cria- En una entrevista realizada por el diario Crtica, Juan de Dios
tura humana. Nada nos apart ya del camino.30 Filiberto contaba que la casa de la calle La Rioja era amplia y
funcionaba como un laboratorio de ideas y un centro de reunio-
nes, a la que diferentes artistas haban convertido en su estudio
y colaboraron en decorar artsticamente:
desbarajuste romntico y juvenil, Filiberto particulariza la situa- laciones intelectuales, artsticas y afectivas. En efecto, por inter-
cin econmica del artista con respecto a sus compaeros: medio del escritor Alfredo R. Bufano, en 1923 Elas Castelnuovo
lleg al estudio de Facio Hebequer, a quien calific con empa-
A Guillermo Facio Hebequer, el nico de la barra que tena ta como un artista de filiacin crata, y a partir de all ampli
dinero, gracias a su puesto en lo de Bullrich, se le ocurri un su crculo de amistades.37 Desde entonces, es posible advertir
da comprar una lechera situada en los bajos de su casa. De- lo que podra denominarse un trnsito compartido entre Facio
ba administrarla el escultor Riganelli. Y bien, para celebrar la Hebequer y Castelnuovo, pues a partir de ese momento ambos
adquisicin, decidimos disfrazarnos y hacer un gratuito reparto participaran de las mismas empresas poltico-culturales. Asi-
de chocolatines, caramelos y bizcochos a la chiquilinada del ba- mismo, el escritor incorpor ms adelante a esta relacin a su
rrio. Poco falt para que sta nos asfixiara con su aglomeracin amigo Roberto Arlt. Los tres compartieron algunas redacciones
pedigea. Habr que decir que con estos procedimientos el de revistas, inquietudes polticas adems de artsticas y forma-
negocio tuvo que cerrar sus puertas bien pronto?34 ron parte de los primeros teatros independientes. Es probable
que la participacin de Castelnuovo en dichas tertulias haya
Esta ancdota, que se complementa con otra de Riganelli, quien funcionado como un nexo entre el incipiente grupo de Boedo y
lo define como el capitalista del grupo, es importante en tanto los Artistas del Pueblo, quienes establecieron una actividad con-
evidencia que al no depender de las ventas de sus obras para su junta cristalizada en una serie de revistas como Los Pensado-
manutencin, Facio Hebequer poda prescindir de aquellos me- res. Revista de seleccin ilustrada, arte, crtica y literatura y
canismos y circuitos de legitimacin ya mencionados y, a la vez, Claridad. Tribuna del Pensamiento Izquierdista, en las que las
radicalizar sus discursos y prcticas.35 El buen pasar econmico, ilustraciones y los grabados de Arato, Bellocq, Facio Hebequer,
que lo distanciaba de un origen obrero, no fue lo nico que Facio Vigo y las reproducciones de las obras del escultor Riganelli for-
Hebequer quiso obviar. Segn Lenidas Barletta: Era fino y cul- maron parte de algunas de las portadas.38
to y tena el pudor de su educacin, de su sensibilidad depurada
y de su gusto y lo disimulaba con cierto aspecto negligente y La articulacin con el grupo de Boedo tambin llevara a Facio
permanente mofa de los modos cultivados.36 Ese pudor intenta Hebequer a colaborar en esas revistas a travs de su pluma. El
ser revertido en su autobiografa, donde afirma que ya no era primer escrito firmado por el artista aparece en el nmero inicial
yo un intelectual. Era un luchador. Por lo tanto, esta resolu- de la revista Claridad en 1926. En rigor, no fue estrictamente un
cin debe interpretarse a partir de los cambios en su itinerario crtico de arte ni tampoco el virtual terico de los Artistas del
que lo vincular, a partir de los aos treinta, con los crculos Pueblo, como lo haba llamado Ral Larra.39 Su perfil se asemeja
polticos y culturales del PCA en donde la bohemia y el origen ms al de un polemista y, como tal, esos textos producidos al
pequeoburgus de los artistas e intelectuales eran desdeados calor del debate esttico y poltico de su tiempo permiten ilumi-
por los dirigentes del partido. De este modo, ese profundo anti- nar desde otra faceta el recorrido intelectual del artista desde
intelectualismo revela ms que nada una inflexin en la vida del fines de los aos veinte hasta los inicios de la dcada siguiente.
artista que se corresponde con una modificacin de sus posicio- En trminos generales, las primeras intervenciones escritas de
namientos, lo que explicara en parte la construccin que hace Facio Hebequer estuvieron centradas en el contexto del impac-
de s mismo en el momento de escribir su breve autobiografa. to de la modernidad en el campo artstico local, en donde su
polmica voz fue fundamental para la posterior construccin
del artista como ejemplo de militancia poltico-cultural.40 A su
Hacia la consagracin: 37 Elas Castelnuovo, Memorias, Buenos Aires, Ediciones Culturales Argen-
tinas, 1974, pp. 122-123.
la exposicin individual de 1928 38 Sobre el vnculo establecido entre el grupo de Boedo y los Artistas del
Pueblo, ver: Leonardo Candiano y Lucas Peralta, Boedo: orgenes de una
literatura militante. Historia del primer movimiento cultural de la
Aquella caracterizacin del taller de Facio Hebequer como un izquierda argentina, Buenos Aires, C.C.C. Floreal Gorini, 2007, p. 33 y
Sergio Baur (Coord.), Claridad, la vanguardia en lucha, Buenos Aires,
espacio de reuniones supone el establecimiento de nuevas re- Amigos del Museo Nacional de Bellas Artes, 2012.
39 Ral Larra, Lenidas Barletta y su Teatro del Pueblo, en Con pelos y
seales, Buenos Aires, Futuro, 1986, p. 64.
34 Agasajarn a Filiberto, op. cit. La casa Bullrich era una de las casas de re-
mate ms tradicionales de Buenos Aires. Comenz con remates de hacien- 40 Como ha sealado Diana Wechsler, los aos veinte se caracterizaron por
da y propiedades, pero luego incluy tambin obras de arte y mobiliario. un proceso de renovacin artstica, centrado en la dialctica entre lo
emergente y lo residual, que dio lugar a los matices de la modernidad.
35 Recuerdo que tenamos al barrio alborotado, pendiente de nuestras ale- Observar esos matices, sostiene Wechsler, supone eludir la polaridad re-
gras y expansiones, de los muchachos, como nos decan cariosamente. sidual-emergente (ejemplificados en las figuras de Fader y Pettoruti) con
Se nos ocurran tantas cosas que el vecindario estaba siempre esperando el propsito de recuperar una dimensin ms densa de ese proceso. Cfr.
algo nuevo. Un 6 de enero, Quinquela Martn disfrazado de Rey Mago Diana Weschler, Impacto y matices de una modernidad en los mrgenes,
reparti a todos los chicos del barrio, los juguetes comprados por Facio en Jos E. Buruca (Dir.), Nueva Historia Argentina, op. cit., p. 276. Desde
Hebequer, que era el capitalista del grupo, pues cobraba un sueldo men- esta perspectiva debe comprenderse la intervencin escrita de Facio He-
sual de la casa Bullrich, en donde era tenido por un empleado modelo. bequer en su faceta como polemista. No es posible realizar aqu un anlisis
Los dems, en esa poca comamos de milagro. Riganelli, op. cit. detallado de las intervenciones escritas de Facio Hebequer. Al respecto,
36 Jos Ariel Lpez (seudnimo de Lenidas Barletta), Facio Hebequer, me permito remitir a Magal A. Devs, Guillermo Facio Hebequer como
Propsitos, septiembre de 1964 (FGFH). polemista: intervenciones escritas en las revistas culturales de izquierda.
vez, aquellos discursos que buscaban marcar una polarizacin Desde su fundacin en 1924, la Asociacin Amigos del Arte se
entre un arte puro y un arte social se vieron desplazados haba erigido como un espacio capital para el desarrollo de un
gradualmente por el clima de poca de los aos treinta hacia los arte moderno en Argentina, no obstante, trascendi el vnculo
debates en torno de las categoras de arte y artista proletario. estrecho con el grupo de Florida y abri sus puertas a distintas
En ese mismo contexto puede fecharse la emergencia de otra corrientes y representantes del arte acadmico y del arte so-
faceta en la vida de Facio Hebequer, la de hombre de teatro. cial.43 Por cierto, tanto los Artistas del Pueblo ligados al grupo
En abril de 1927 se constituy el Teatro Libre, el primer proyecto de Boedo, como los artistas relacionados con el de Florida (Emi-
de teatro independiente en Argentina. Este grupo teatral estu- lio Pettoruti, Xul Solar o Pablo Curatella Manes, entre tantos),
vo formado por Lenidas Barletta, lvaro Yunque, Castelnuovo, se oponan al arte acadmico y al conservadurismo y proclama-
Abraham Vigo, Facio Hebequer, Augusto Gandolfi Herrero y H- ban una renovacin en el campo artstico de los aos veinte. Sin
ctor Ugazio, bajo la direccin de Octavio Palazzolo, y surgi en embargo, las propuestas estticas que se disputaban aquel lugar
oposicin al teatro comercial al que se consideraba ajeno a diferan sustancialmente entre ambos grupos, y sus posiciones
toda manifestacin de arte y a todo ideal, con el objetivo de quedaron concentradas en torno al etiquetamiento, por dems
propiciar un teatro nuevo, representativo de inquietudes reno- reduccionista, de propagandistas y artepuristas, respectiva-
vadoras.41 El vnculo de Teatro Libre con el grupo de Boedo se mente. En trminos sintticos, para los primeros el arte deba ser
hizo explcito cuando ste declar a la revista Claridad como su revolucionario en materia poltica pero cercano a formas ms tra-
rgano oficial. Sin embargo, esta experiencia teatral no consi- dicionales en el plano esttico para lograr uno de sus objetivos
gui prosperar, aunque un ao despus dicho emprendimiento principales, la concientizacin de las masas, mientras que para
pas a denominarse Teatro Experimental de Arte (TEA). los segundos era necesario buscar una modernizacin plstica a
travs de innovaciones formales que condujeran a la autonoma
Esta nueva fase, motivada por la partida de Palazzolo, fue inau- del arte. Esta ltima concepcin del arte por el arte iba a ser
gurada con el estreno de la obra En nombre de Cristo de Elas duramente atacada por Facio Hebequer pues, a su juicio, era un
Castelnuovo en el teatro Ideal. Como integrante del proyecto del mero pasatiempo y por lo tanto intil en trminos sociales.44
Teatro Libre y el Teatro Experimental de Arte, Facio Hebequer
particip como iluminador y pintor de vestuarios. Y, en el mar- Ahora bien, a pesar de las crticas vertidas hacia los Amigotes
co de dichos emprendimientos, el artista acept y se apropi del del Arte, Facio Hebequer acept exhibir en ese espacio, uno de
concepto de vanguardia, entendido tanto como una opcin por los ms consagratorios del campo cultural del momento. Lo que
lo nuevo que inclua una renovacin formal y una crtica al teatro present all fue un conjunto de obras inscriptas en una esttica
comercial existente por entonces, y en tensin a muchas de sus realista que, en su mayora, representaban distintas Escenas de
concepciones que dej en las ya mencionadas columnas escritas. trabajo que denunciaban los padecimientos de la clase trabaja-
dora. La concurrencia a la exposicin fue significativa y el artista
En simultneo con estas experiencias grupales, Facio Hebequer logr obtener una gran repercusin en la prensa peridica local,
preparaba su primera exposicin individual a inaugurarse en la
Asociacin Amigos del Arte. La inminente apertura era divulga-
una moda y un ambiente superficial que se nucleaba alrededor de las
da insistentemente en las pginas de Izquierda (Suplemento 18 horas en el mencionado circuito concurrido por: Bataclanas y cajeti-
cultural del diario El Telgrafo), al igual que la muestra de su llas. Algunos pantalones Oxford sin cabeza y varios cerebros con gomina.
compaero Vigo, que debutaba en la sala contigua exhibiendo, Mundo perfumado que se agita y rumorea [] Las poetisas y los poetisos
aprovechan la exposicin para exhibir la erudicin baratieri de su cultura
entre otras obras, los bocetos de las escenografas presentadas plstica. Llueven las frases manidas y refritas. Un crtico cierra un ojo y
para el TEA. Tras esos anuncios, el 1 de octubre de 1928 fue in- retrocede para ver mejor. Cfr. Pintura de la Pintura, Izquierda (Suple-
augurada la muestra de Facio Hebequer en la Asociacin Amigos mento cultural de El Telgrafo), 16 de julio de 1928, p. 3.
del Arte, ubicada en la calle Florida 659, una institucin que ha- 43 La Asociacin Amigos del Arte fue una institucin privada que fue inau-
gurada el 12 de julio de 1924. Surgi como un emprendimiento de un
ba sido cuestionada por el artista en sus intervenciones escritas grupo de representantes de las lites, descendientes de las familias patri-
pues formaba parte del circuito de arte de la calle Florida que, cias, funcionarios, intelectuales y artistas que tena por objetivo propiciar
a su modo de ver, era la encarnacin de la industria del arte. y difundir la obra del arte moderno pero tambin recuperar a artistas
del siglo XIX. Parte de la labor cultural consisti en la organizacin de
Segn Facio Hebequer, all se concentraba el mercado del arte y diversas actividades como exposiciones, conciertos, conferencias, entre
sus cmplices: los artistas devenidos en genios falsificados, otras, por las cuales pasaron grandes exponentes de la cultura nacional
el crtico de arte, el marchand, el coleccionista, el snob y el pbli- e internacional. La diversidad de dicha institucin qued registrada en las
diferentes exposiciones y conferencistas, entre los cuales pueden mencio-
co especializado, que, siguiendo los ismos europeos, olvidaban narse: Filippo Marinetti, Leopoldo Lugones, Le Corbusier, Jos Len Paga-
la calidad artstica y la funcin social del arte.42 no, entre tantos otros. Un anlisis de la institucin puede consultarse en
Patricia M. Artundo y Marcelo E. Pacheco, Amigos del arte. 1924-1942,
Buenos Aires, MALBA-Fundacin Costantini, 2008.
Buenos Aires, 1928-1933, ponencia presentada en el II Congreso de His- 44 Los principales ejes del debate, centrados en el campo literario, pueden
toria Intelectual de Amrica Latina. La biografa colectiva en la historia consultarse en Leonardo Candiano y Lucas Peralta, Boedo: orgenes de
intelectual latinoamericana, Buenos Aires, 12-14 de noviembre de 2014. una literatura militante, op. cit, pp. 165-180. Sobre los mencionados po-
sicionamientos en el campo artstico de la dcada del 20 Ver: Diana B.
41 Teatro Libre, Declaracin, Claridad, ao VI, n 133, 30 de abril 1927, s/p. Wechsler, El campo artstico de Buenos Aires en la dcada del 20, en
42 En general, all se expona lo que por entonces era denominado arte Miguel ngel Muoz y Diana B. Wechsler, Los Artistas del Pueblo, Buenos
nuevo y que representaba, para el artista, adjetivos vacos de contenido, Aires, SAAP, 1989.
con crticas aparecidas tanto en las publicaciones de los crculos incipiente distancia, no en trminos afectivos, sino en relacin
de izquierda como en los peridicos de gran tirada, lo que le pro- con la bsqueda de nuevos caminos, que los separarn de sus
porcion gran visibilidad a su obra. Es en este sentido que, como acciones colectivas. Si bien todos ellos participaban por medio
sostiene Silvia Dolinko, no puede pensarse en una posicin an- de su obra grfica en la revista Izquierda (tanto en su primera
ti-institucional monoltica por parte del artista pues, ms all versin de 1927 como en el suplemento posterior de 1928 publi-
del cuestionamiento hacia el papel de ciertas instituciones, sus cado en el diario El Telgrafo), Facio Hebequer y Vigo empren-
obras de denuncia social y la bsqueda de otros espacios al- deran otros itinerarios y pondran en marcha nuevas empresas
ternativos para la difusin de su obra artstica, no descarta su poltico-culturales junto a Castelnuovo y su entorno. Esos nue-
participacin en actividades oficiales como esta.45 Cabe destacar vos caminos emprendidos llevaron al artista a una nueva etapa
adems que, a pesar de la paulatina radicalizacin en sus opinio- que, sin dudas, lo destacara erigindose como un referente de
nes, una exposicin en el saln de Amigos del Arte poda asegu- artista militante.
rarle un lugar de legitimacin en el campo artstico local. Y, en
efecto, ese fue uno de los principales resultados de la exposicin
individual de 1928.46
el encargado de la pintura, mientras que Abraham Vigo esta- grado.52 As, iniciaba una nota dedicada al artista en la cual lo
ba a cargo de la escenografa. Este proyecto sumara tambin defina como el Mximo Gorki de la pintura argentina, aunque
a Roberto Arlt a partir de 1932. Unos meses despus saldra a tambin se le podra llamar el pintor de los siete dolores. De los
la luz la revista Metrpolis. De los que escriben para decir siete dolores sociales en tanto haba recorrido ntegramente la
algo (1931-1932), rgano oficial del Teatro del Pueblo, en la que escala del infierno social:
participaran muchos intelectuales y artistas vinculados al grupo
de Boedo como Castelnuovo, lvaro Yunque, Roberto Mariani, Recuerdo que comenz pintando el extremo de la cadena de
Nicols Olivari, entre otros. Adems de presentarse como un los ex hombres: los pensionistas del manicomio. Su primera ex-
medio de difusin de las actividades realizadas por el grupo posicin estaba compuesta, casi exclusivamente, por una cara-
(conferencias, exposiciones de arte, conciertos, encuentros de vana aterradora de insanos que haba reproducido directamen-
lectura, etc.), uno de los ejes centrales de la revista fue el de te de un hospicio de alienados. Luego, fue degradando su visin
polemizar sobre la responsabilidad social del artista. pesimista, y nos present una muestra de atorrantes, tambin
autnticos, que extrajo pacientemente de los recovecos ms
La revista comenz a publicarse en un contexto crtico del cual oscuros de la metrpolis. A esa caterva de invlidos morales,
se haca eco, como queda de manifiesto en la frase que acompa- sucedi posteriormente una exposicin de obreros fundido-
aba al dibujo de Facio Hebequer para la portada de su primer res, tipgrafos, herreros, hombreadores la cual conquist,
nmero publicado en mayo de 1931. Este sealaba: Mientras el en su hora, el xito que se mereca. Por fin, viene esta coleccin
pas sufre una de sus grandes crisis polticas, sociales y morales, de litografas del conventillo, por orden ascendente, su ltima
los artistas realizan la fiesta de las artes. Despus quieren es- produccin.53
tos artistas que el pueblo no los desprecie.50 Esta breve pero
concisa afirmacin condensaba, por un lado, la preocupacin por La eleccin de esos temas, aclaraba Castelnuovo, no estaba de-
el impacto del crack econmico de 1929 y las consecuencias terminada por su condicin social, pues al igual que otros amigos
del golpe cvico militar del 6 de septiembre de 1930 un ciclo y conocidos de Facio Hebequer coincida en que siempre haba
abierto de clara predominancia de la derecha en el poder, en sido un hombre de buena posicin. Tampoco lo consideraba un
un primer momento bajo un gobierno con planteos de tipo cor- artista tendencioso, ya que para l lo era quien se supeditaba
porativistas como el de Jos Flix Uriburu (1930-1932) y luego a una doctrina y no a su corazn, lo que hara que dejara de ser
a travs de la poltica fraudulenta y represiva del gobierno de un artista para pasar a formar parte de alguna comparsa. Para
Agustn P. Justo (1932-1938) y, por el otro, la necesidad de Facio Hebequer, leemos en la nota del escritor, pintar no es una
crear un espacio cultural que debatiera cul deba ser el papel cuestin de forma sino de fondo, y posee un concepto religioso
del artista ante la crisis sociopoltica y cuestionara la autonoma del arte pues La idea de la fatalidad bblica est presente siem-
del arte o lo que por entonces era denominado el arte por el pre en sus cuadros. Tambin est presente la idea de resignacin
arte. Los anlisis sobre la crisis que provenan de ciertos secto- y de la misericordia. Por ltimo, se remarcaba all otra cuestin:
res de izquierda sostenan que el capitalismo haba entrado en Facio Hebequer nunca impona su criterio, sino ms bien deja
un colapso terminal, y frente al cual, el modelo sovitico era ob- habitualmente en suspenso toda solucin.54 No obstante, esta
servado por muchos intelectuales y artistas como un faro al que percepcin de Castelnuovo se contrapone con el giro que pro-
seguir, pues all la cultura s estaba al servicio del pueblo. Poder duce el artista, por estos aos, tanto en su obra como en sus
presenciar con sus propios ojos y ser testigos de los avances de concepciones sobre el arte.55
aquella sociedad radicalmente nueva fue el anhelo de muchos in-
telectuales, escritores y periodistas en Argentina y en el mundo y, Asimismo, Castelnuovo realizaba una equiparacin entre la
Facio Hebequer, a travs de Castelnuovo, no se qued al margen.51 pintura de Facio y su propia literatura, ya que partiendo de la
base de que la pintura del artista se asemejaba al naturalismo
En el segundo nmero de la revista Metrpolis, Castelnuovo de su literatura, los dos compartan una visin piadosa de los
anunciaba su inminente viaje a la Rusia de los soviets. Pero su trabajadores en que el mundo de los pobres se representaba
propsito no resida en contar los preparativos del viaje o sus como un infierno. Por todos estos motivos, el escritor conclua
expectativas personales, sino en destacar que Entre las cosas que llevara sus obras a la URSS y all comprobara si el arte
que me llevar de aqu, figura, en primer trmino, una coleccin nuestro poda interesar afuera, colocando de este modo a Facio
de litografas, obra de un artista nuestro: Guillermo Facio
Hebequer las cuales pienso exponer luego en Mosc y Lenin-
52 Elas Castelnuovo, Un pintor del bajo fondo porteo, Metrpolis, Bue-
nos Aires, n 2, junio de 1931, s/p.
53 Castelnuovo, Un pintor, op. cit.
50 Metrpolis. De los que escriben para decir algo (En adelante, Metr- 54 Ibdem.
polis), n 1, mayo 1931, portada. 55 Sylvia Satta, Elas Castelnuovo, entre el espanto y la ternura, en lvaro
51 Ver: Elas Castelnuovo, Yo vi! En Rusia. Impresiones de un viaje a travs Flix Bolaos, Geraldine Cleary Nichols, Sal Sosnowski (Ed.), Literatura,
de la tierra de los trabajadores, en Sylvia Satta, Hacia la revolucin. poltica y sociedad: construcciones de sentido en la Hispanoamrica
Viajeros argentinos de izquierda. Seleccin y prlogo de Sylvia Satta, contempornea. Homenaje a Andrs Avellaneda, Universidad de Pitt-
Buenos Aires, FCE, 2007, pp. 83-124. burg, 2008, p. 99.
Hebequer como el representante de un arte nacional.56 Sin em- aquella pluma gil de los aos veinte hacia una escritura menos
bargo, como seal Sylvia Satta, Castelnuovo no imaginaba que atractiva y ms esquemtica que se esfuerza por adaptar el de-
aquellas ideas se veran modificadas luego de su viaje a la URSS, terminismo marxista en sus discursos, especialmente desde las
pues al calor de esa experiencia se produjo un viraje esttico e interpretaciones de Plejnov. Fueron cuatro los ensayos publi-
ideolgico en su literatura. Tal como lo haba anunciado Castel- cados por Facio Hebequer en Actualidad, entre los cuales uno
nuovo, por intermedio de la Sociedad de Artistas Hispanistas, de ellos puede ser definido como su manifiesto artstico-poltico
las obras de Facio Hebequer fueron expuestas en Mosc y en Incitacin al grabado, que se reproduce a continuacin, ya que,
Leningrado, donde segn un titular del diario Crtica se cont como indica su ttulo, el carcter del texto es declamatorio y
con la asistencia de treinta mil trabajadores. Ms all de la ve- convoca al compromiso artstico-poltico de los artistas y a la
racidad o no de esa concurrencia, la nota publicada en el diario utilizacin del grabado como un insumo para la lucha local e
de Botana contena adems otro elemento de suma importancia: internacional en pos de la revolucin social.
por primera vez, Facio Hebequer era definido como un pintor
proletario que haba elegido no exponer ms en las galeras de Asimismo, en junio de 1932, en consonancia con la lnea editorial
Florida ni en los crculos oficiales y haba optado por salir a la de la revista, un comunicado firmado por Castelnuovo y Arlt
calle y llevar su arte al mundo obrero, con sus exposiciones anunciaba la constitucin de la Unin de Escritores Proletarios
barriales y muestras itinerantes en las puertas de las fbricas. con el objetivo de incitar a la lucha de clases desde el mbi-
El uso de aquella categora lo desplazaba de artista del pueblo to de la cultura. Al mes siguiente, tras la ruptura con el teatro
a artista proletario, una nocin que comenzaba a ser debatida de Barletta un grupo disidente, dirigido por Ricardo Passano e
en las revistas culturales del perodo y que tuvieron a Facio He- integrado por Facio Hebequer, Vigo, Castelnuovo y Rodolfo Ku-
bequer en el centro de esas reflexiones sobre el significado y los bik, creaba el Teatro Proletario. El coro del director antifascista
alcances del arte proletario en el mbito local. Kubik, del cual tambin formaba parte Facio Hebequer, era una
pieza primordial del nuevo teatro que deseaba llegar a las masas
Sin lugar a dudas, la dcada de 1930 abre una nueva etapa en la por diversos medios, entre ellos la msica.
trayectoria de Facio Hebequer. El viaje a la URSS no slo afect
a la literatura de Castelnuovo, sino que tambin impulsara su En el marco de esas bsquedas y de esos nuevos emprendimien-
acercamiento al PCA, acompaado por Arlt, Facio Hebequer y tos polticos y culturales, Facio Hebequer comenz a preparar
Vigo. En marzo de 1932, en un intento de aproximar a los intelec- un cuadernillo de estampas Tu historia, compaero que
tuales al Partido, Rodolfo Ghioldi convoc a un grupo de escrito- producira un punto de inflexin en su trayectoria y que podra
res, entre ellos Castelnuovo y Arlt, para integrar la redaccin de interpretarse como su primer manifiesto grfico, en tanto en l
Bandera Roja. Diario Obrero de la Maana.57 Estos aceptaron emergen nuevos modos de representacin de los conflictos so-
participar y probablemente hayan intervenido para incorporar ciales y su posible solucin enmarcada en la doctrina marxista.59
a Facio Hebequer a ese emprendimiento, quien tuvo a su cargo A juzgar por sus memorias, ese fue un ao de una gran labor y
la realizacin de la portada para el nmero especial dedicado al de un activo proselitismo poltico y cultural:
Primero de Mayo.58
Grabo sin descansar durante unos aos y en 1933 salgo de nue-
El diario sali a la calle por primera vez en abril de 1932, y en vo a la calle. Pero ahora es la calle verdadera. Cuelgo mis gra-
el transcurso de ese mismo mes fue publicada otra revista tam- bados en los clubs, bibliotecas, locales obreros. Los llevo a las
bin vinculada al PCA, Actualidad artstico-econmica-social. fbricas y sindicatos y organizamos en todos ellos conversacio-
Publicacin Ilustrada, con direccin de Castelnuovo y la cola- nes sobre arte y realidad, sobre el artista y el medio social. En
boracin de Arlt y Facio Hebequer, entre otros. En esta nueva todas partes destruimos un poco la creencia en el artista como
publicacin, definida como una revista marxista desde su primer hombre superior y en todas, buceando en la entraa misma de
nmero y sostenida por el PCA, se observa con mayor intensidad la creacin artstica, la vinculamos a la ubicacin especial de
el debate sobre el posible desarrollo de un arte proletario en su poca.60
Argentina y es all en donde Facio Hebequer escribi sus ensa-
yos ms radicales, adems de intervenir con su obra grfica. En Las diversas invitaciones y recortes hemerogrficos de su fondo
la mayora de los escritos de los aos treinta, Facio Hebequer personal evidencian la intensa actividad que llev a cabo para
intent trazar planteos ms especficos sobre cmo articular el esa poca, no slo en centros obreros de la Capital Federal sino
arte y la poltica sobre la base de una posicin ideolgica cer- tambin del conurbano bonaerense y en el interior del pas. Una
cana a la rbita cultural comunista. En ese afn, como ya se ha gran cantidad de esas exhibiciones haban comenzado a ser pre-
sealado, lo primero que se advierte es un desplazamiento de sentadas bajo el ttulo de Arte proletario, y eran acompaadas
56 Ante treinta mil trabajadores de Leningrado expone el artista argentino 59 Para un anlisis ms extenso de esta serie Ver: Magal A. Devs, Re-
Facio Hebequer, Crtica, 2 de agosto de 1932 (FGFH). flexiones en torno a la serie Tu historia, compaero de Guillermo Facio
57 Cfr. Sylvia Satta, El escritor en el bosque de ladrillos. Una biografa de Hebequer. Buenos Aires, 1933, Papeles de Trabajo. Revista electrnica
Roberto Arlt, Buenos Aires, Debolsillo, 2008 [2000], p. 139. del Instituto de Altos Estudios Sociales de la Universidad Nacional de
58 Bandera Roja. Diario obrero de la maana, ao I, n 31, 1 de mayo de San Martn, ao 8, n 14, noviembre 2014, pp. 214-235.
1932, p. 1. 60 Autobiografa, op. cit.
frecuentemente por conferencias pronunciadas por el propio artista se contrapone con la insercin que tuvo Facio Hebequer
artista o algn compaero de ruta del PCA.61 en los circuitos institucionales y oficiales del campo artstico lo-
cal, que le vali su legitimacin en 1928 y que explica la extensa
Adems de estas exposiciones y conferencias, el compromiso cobertura periodstica de su fallecimiento incluso por parte de
con la clase obrera y sus luchas se evidencia en la profusa in- peridicos ms tradicionales como La Prensa y La Nacin, la
tervencin grfica elaborada para un conjunto de revistas cultu- gran cantidad de ejercicios recordatorios en un conjunto de re-
rales de izquierda que, aparte de las ya mencionadas, incluy a vistas culturales de izquierda y la realizacin de una serie de ex-
Nervio. Crtica, Artes y Letras; Contra. La revista de los fran- posiciones retrospectivas que incluyen desde la organizada por
co-tiradores; Vida Femenina. La revista de la mujer inteligen- la Agrupacin Artstica Juan B. Justo hasta la llevada a cabo en
te; Nueva Vida y Soviet, entre otras. Muchas de esas imgenes las en las salas del Honorable Concejo Deliberante de la Ciudad
circularon ampliamente hasta alcanzar a la prensa gremial y ser de Buenos Aires que, por aquel entonces, funcionaba como sede
portada, por ejemplo, del Diario de la CGT. del Museo Municipal de Bellas Artes.64 Asimismo, ese carcter
polifactico de Facio Hebequer permite comprender su ereccin
En los ltimos aos de su vida, en efecto, la actividad de Facio como ejemplo de artista comprometido a travs de una gran
Hebequer fue intensa, pero se vio interrumpida por su muerte. cantidad de ejercicios recordatorios realizado en el marco del
Si se recuerdan las palabras que utiliz Satta para el caso de clima antifascista que comenzaba a imponerse por entonces.
Roberto Arlt, aunque sin querer por ello equipar la consagracin
lograda por cada uno de estos personajes, podra decirse que
Facio Hebequer tambin muri como el hroe de una novela ro-
mntica, dada su corta edad.62 En la gran cantidad de notas que
anunciaron su fallecimiento ese dato es insoslayable, pues en
la mayora de los anuncios se destaca con asombro y conster-
nacin su muerte a los cuarenta y seis aos de edad y en plena 64 El FGFH cuenta con ms de treinta recortes sobre la noticias de su falle-
madurez artstica. cimiento, entre ellos: El Pueblo tuvo en F. Hebequer al pintor de sus in-
quietudes, Crtica, 28 de abril de 1935; Falleci hoy el pintor Guillermo
Facio Hebequer, Noticias Grficas, 28 de abril de 1935; Guillermo Facio
Su ltimo da de vida, el 28 de abril de 1935, pareca transcurrir Hebequer. Su fallecimiento, La Nacin, 29 de abril de 1935; Guillermo
de forma habitual en su casa de Vicente Lpez. Segn el manus- Facio Hebequer. Falleci ayer en Vicente Lpez, La Prensa, 29 de abril
de 1935; Falleci el pintor Facio Hebequer, La Razn, 29 de abril de
crito de Chaneton, con el que se inici el presente artculo, eran 1935; Muri el pintor del destino de los que caminan a contramano. Facio
las siete de la maana cuando, luego del recorrido diario por Hebequer tradujo la desventura de la clase proletaria, ltima Hora, 29
la huerta, Facio Hebequer se prepar para comenzar su labor de abril de 1935; Falleci el pintor Facio Hebequer, El Diario, 29 de abril
de 1935; El pintor Facio Hebequer. Falleci en Buenos Aires, La Plata,
diaria, pero cay repentinamente al piso sin poder ser atendido Montevideo, 29 de abril de 1935; E morto Facio Hebequer. Il pittore del
por el auxilio mdico.63 En este testimonio y los primeros re- proletariato, L Italia del Popolo, 29 de abril de 1935; Ha muerto Facio
cordatorios predomin una narracin trgica en la cual la vida Hebequer el artista que pint el dolor de los humildes, Democracia,
29 de abril de 1935; Muri Facio Hebequer. Cant cadenas rotas con
heroica y rebelde de Facio Hebequer haba sido arrebatada sin el ritmo de sus pinceles rudos y speros, Repblica Argentina, 29 de
haber obtenido un merecido reconocimiento en relacin con la abril de 1935; Guillermo Facio Hebequer. Falleci ayer en Vicente Lpez,
calidad de su obra. El Litoral, Santa Fe, 29 de abril de 1935; Fue emocionante el sepelio
de los restos de Facio Hebequer, Crtica, 29 de abril de 1935; Sepelio
de Guillermo Facio Hebequer, Noticias Grficas, 29 de abril de 1935;
Sin embargo, luego de esta aproximacin por su trayectoria, esa Falleci el pintor Facio Hebequer, El Diario Espaol, s/d; Exequias
representacin del artista como un perseguido y un marginado del Seor Guillermo Facio Hebequer, La Prensa, 30 de abril de 1935;
Fueron inhumados ayer los restos del pintor Facio Hebequer. Numerosa
dentro del campo artstico local debe ser cuestionada. Pues la concurrencia asisti al sepelio, La Vanguardia, 30 de abril de 1935; El
construccin de esa dimensin mtica sobre el derrotero del arte de Facio Hebequer, El Pas, Crdoba, 30 de abril de 1935; Trabajo,
dolor, miseria, Repblica Ilustrada, 30 de abril de 1935; Las exequias
61 Entre ellas puede mencionarse la conferencia pronunciada por Rodolfo de Hebequer, El Diario, 30 de abril 1935; Guillermo Facio Hebequer,
Aroz Alfaro titulada El arte proletario de Facio Hebequer. Realizada en El Mundo, 30 de abril de 1935; Edmundo Guibourg, Un hombre de tea-
la Asociacin Trabajadores del Estado, era convocada de la siguiente ma- tro, Crtica, abril 1935; Facio Hebequer. El prestigioso dibujante, pintor
nera: Llamamos especialmente la atencin a los compaeros asociados y aguafuertista argentino falleci el domingo en Vicente Lpez, donde
sobre la importancia de este acto. Con l demostraremos, una vez ms, resida, La Provincia, Santa Fe, 30 de abril de 1935; Guillermo Facio
que la organizacin obrera no es, como dicen siempre nuestros enemigos, Hebequer, Caras y Caretas, ao XXXVIII, n 1910, 11 de mayo de 1935; En
una simple cuestin de salarios o jornadas de trabajo. El MOVIMIENTO torno a Facio Hebequer. Un artista que estuvo al servicio de la causa pro-
OBRERO ES UN VASTO MOVIMIENTO SOCIAL CON PROYECCIONES letaria, La Lucha, Paran, 10 de mayo de 1935; Era o pintor dos humildes
ILIMITADAS. Cada sindicato obrero debe ser hoy, adems de un organis- e dos revoltados. A morte de Guillermo Facio Hebequer na capital argen-
mo de lucha para obtener conquistas materiales, una escuela social y UN tina, Diario da Noite, 24 de mayo de 1935; Ha muerto Facio Hebequer,
INSTITUTO DE CULTURA PROLETARIA. Solamente as la organizacin de Labor, Bernal, mayo 1935; Facio Hebequer ha muerto, Confederacin
los trabajadores cumplir su gran misin histrica. Comisin de Cultura, General de Trabajo, 3 de mayo de 1935; Guillermo Facio Hebequer, El
Inauguracin de una exposicin de pintura del conocido artista proletario Trabajador del Estado, junio 1935; Facio Hebequer pint el dolor. Fue
Guillermo Facio Hebequer a realizarse en Asociacin Trabajadores del Es- un luchador incansable, La Senda, 30 de julio de 1935; Ha muerto Facio
tado. Seccional Buenos Aires, Chile 1567 (FGFH). Destacado en el original. Hebequer. Con l desaparece uno de los iniciadores ms consecuentes
del arte proletario de la Argentina, Seccin Socorro Rojo, s/d. Tambin
62 El escritor en el bosque de ladrillos. Una biografa de Roberto Arlt, pueden encontrarse all una gran cantidad de recortes periodsticos que
op. cit., p. 295. anuncian y cubren los homenajes realizados al artista, sobre todo el lle-
63 Manuscrito, 28 y 29 de abril de 1935, op. cit. vado a cabo en el Concejo Deliberante.
Incitacin al grabado
La invencin del grabado no puede atribuirse a un hecho fortuito. Surge por primera a vez
a fines del siglo XVIII, en forma definitiva, pero tiene sus races lejanas en la antigedad: los
dibujos en tierras cocidas de los caldeos, las piedras labradas egipcias y los sellos griegos
y romanos con sus antecesores naturales. Ciertos fenmenos contribuyen a provocar su
aparicin. En primer trmino, el uso del papel que por entonces comenz a difundirse.
Luego, el desarrollo de ciertas industrias, como la fabricacin de naipes. Ms tarde, la
ilustracin del libro y las estampas de carcter artstico, lo consagraron como un arte aut-
nomo. Adems, el desarrollo siempre creciente de las necesidades espirituales a las cuales
responda ampliamente, aument sus acciones con la difusin de estampas a bajo precio.
En el Renacimiento, el grado se expande prodigiosamente y desde entonces se vincula tan
estrechamente a las luchas sociales que las distintas etapas de su historia son las mismas
etapas que ha recorrido la historia misma de estas luchas colectivas.
Para cada virgen, para cada santo, para cada Jesucristo incluso, el pintor estaba obligado a
tomar como modelo a un gran personaje real del renacimiento, que resultaba invariable-
mente lo que hoy se llama un gran explotador o un malandrn de grandes proporciones. As
como la burguesa actual se hace pintar de general o de filntropo, la nobleza de entonces,
se haca pintar de mandona o de angelito. Fcil es deducir la impresin que producira en las
masas, oscurecidas y domeadas por la religin, ver a sus conductores a la diestra del padre
eterno, a la izquierda del Espritu Santo o desempeando el rol de San Pedro en la puerta
de bronce del paraso. El arte de entonces, como el de ahora, serva lisa y llanamente para
perpetuar los privilegios de la clase dominante.
Y si hace 150 aos esta tirana era tan absoluta que a Goya no se le permiti de ningn
modo y a ningn ttulo continuar las pinturas de la Iglesia del Pilar, porque en la alegora
de Mara Santsima como Reina de los Mrtires, hay figuras como la de la Caridad, menos
decente de lo que corresponde, recientemente el pintor mexicano Diego Rivera, ha debido
suspender la decoracin del Instituto Rockfeller en Nueva york, porque no accedi a elimi-
nar del muro el retrato de Lenin.
Ilusiones democrticas
Hoy como ayer, la libertad del arte brilla por su ausencia. Cuando no pasa de ser una ilusin
artsticamente democrtica. Y no se hable de arte subalterno por estar al servicio de un ideal
poltico. Quizs, la pintura, no alcanz nunca un peldao ms elevado en su desarrollo, que
el del renacimiento. Tampoco se diga que el arte es el arte. Aquello era el arte religioso de un
tiempo determinado. No el arte eterno, que nada hay de eterno sobre la tierra.
Realizar ya, el fresco mural, cuya misin se podr cumplir recin maana, nos parece, al
menos entre nosotros, una tarea prcticamente imposible, tanto por la misma estructura
de la economa capitalista que se opone decididamente a ello, supuesto que ni le interesa,
ni la necesita ni la paga, como por la carencia absoluta de edificios que la permitan. El pin-
tor, en la actualidad para vivir de su arte, debe necesariamente producir para el mercado
burgus. Necesita, en consecuencia, seguir cretinizndose en la fabricacin de retratos de
cualquier animal enriquecido, gordo o flaco, de cualquier dama pingorotuda, con barba o
sin barba o de cualquier general, a caballo o sin caballo. O hacer modernismo repintando
los santos de la pintura antigua o vanguardismo revolviendo en la olla podrida de las na-
turalezas muertas.
Hay algo en el ideario del arte burgus que le permita a un artista entrar en contacto con
las masas, dialogar con ellas, polemizar o suscitar su polmica? Algo que permita trabajar
sobre sus propios sentimientos y devolvrselos bajo una forma artstica capaz de inquietar-
las y conmoverlas? Alguna medida en la cual se pueda volcar el fuego que las anima? En
una palabra: nos deja el arte burgus algn rengln que podamos nosotros, los que nos
El Absolutismo Religioso
En la poca del mayor absolutismo religioso, grabada el Mantegna. Cuando la Inquisicin
y el feudalismo ahogaban toda libertad en Espaa, el viejo Goya, grababa. Bajo la restaura-
cin francesa, grababan, asimismo, dos grandes herejes que se llamaron Monnier y Dumier.
Hoy, en iguales condiciones, graban artistas de la talla de Barlach, Kate Kolwitz, Grosz y
Maserel. No es una casualidad que el grabado, el ms alto, el de ms grandes valores, haya
revestido siempre un carcter revolucionario. Tampoco es una casualidad que todo artista
que sinti necesidad de participar en la lucha social apel sistemticamente a l.
Es que el grabado posee medios de expresin propios que escapan al dominio de la pintura.
La rapidez de su ejecucin, su espontaneidad, permiten al grabador exprimir ideas, inten-
ciones y pensamientos, con la libertad que no permite la pintura. Por eso, tal vez, atrajo
inmediatamente la atencin y simpata de las masas, merced a su sello inconfundible de
arte eminentemente popular, arte de difusin y de propaganda, arte esencialmente social
que sobrepas todas las posibilidades de todas las dems manifestaciones de la creacin
plstica y hasta de la creacin literaria. La voz del grabado es hoy una voz que llega a todos
los rincones del mundo. La facilidad de su reproduccin, que la tcnica moderna ha perfec-
cionado maravillosamente, facilita la multiplicacin fantstica de la estampa, conservando
lo mismo su nobleza artstica y espiritual.
Fue por esto, quizs, que se volcaron hacia el grabado los artistas revolucionarios que aspira-
ron a comunicarse con las multitudes.
Pero he aqu que Rusia ha hecho su revolucin, ha articulado en palabra una voz milena-
ria, ha encarnado el verbo, iniciando una nueva etapa en la evolucin de la humanidad,
realiza as una vasta experiencia humana, un nuevo ensayo de vida. Rusia es algo ms que
una categora geogrfica o nacional; es el gran mito que ha fecundado
el alma de los pueblos y la conciencia de cada hombre.
Carlos Astrada, El renacimiento del mito, Cuasimodo n 20, junio de 1921.
Nacido en 1894 en Crdoba, Carlos Astrada se interes tempra- fraccin de intelectuales laicos que apoyaron el primer peronis-
namente por la filosofa recorriendo un verstil itinerario filos- mo.2 Y tambin fue analizada la conversin de Astrada desde los
fico-poltico que se prolong hasta su fallecimiento en 1970 en aos cincuenta en un filsofo marxista vitalista, compaero de
Buenos Aires. Ese itinerario nos leg una obra que se destaca no
slo por su originalidad, sino tambin por un esfuerzo, distante
del de la mayora de los filsofos acadmicos locales, por vincu- 2 Entre otros, han aparecido los siguientes anlisis: Jos Fernndez Vega,
lar estrechamente las nuevas corrientes filosficas con sucesi- En el (con) fin de la historia: Carlos Astrada entre las ideas argentinas,
en Cuadernos de Filosofa n 40, Buenos Aires, abril 1994; Horacio
vas modalidades de compromiso poltico. Gonzlez, Carlos Astrada, de Lugones a Mao, en Restos pampeanos.
Ciencia, ensayo y poltica en la cultura argentina del siglo XX, Buenos
En la ltima dcada, sobre todo luego de la documentada bio- Aires, Colihue, 1999, pp. 129-140; Mara Pa Lpez, Vida y tcnica: los en-
garces de Sal Taborda y Carlos Astrada, en Hacia la vida intensa: Una
grafa de Guillermo David, la obra de Astrada ha despertado historia de la sensibilidad vitalista, Buenos Aires, Eudeba, 2009, pp. 93-
un creciente inters.1 Nuevas investigaciones precisaron la pe- 104; Esteban Vernik, Carlos Astrada: la nacin como mito y traduccin,
culiar concepcin existencialista que propuso en la dcada del en Tenses Mundiais/World Tensions n 10, Fortaleza, 2010, pp. 35-53;
Mauro Donnantuoni, Carlos Astrada y la idea de un humanismo nacio-
treinta as como ese heideggerianismo desde el que encabez la nal, en Alejandra Maihle (comp.), Pensar al otro / Pensar la nacin,
La Plata, Al margen, 2010, pp. 170-202; dem., Peronismo, humanismo
e historia en La revolucin existencialista de Carlos Astrada, en In-
tersticios de la poltica y la cultura latinoamericana: los movimientos
sociales n 1, Crdoba, 2011; Nora Bustos, Carlos Astrada: Sociologa
* (CeDInCI/CONICET/UBA). de la guerra y filosofa de la paz, en Cuadernos de Marte n 1, Buenos
** (CeDInCI/CONICET). Aires, abril de 2011, pp. 103- 124; dem, La consideracin del mito como
constitutivo del designio humano en la obra de Carlos Astrada, en Estu-
1 Guillermo David, Carlos Astrada. La filosofa argentina, Buenos Aires, dios de filosofa prctica e historia de las ideas, Vol. 13, n 1, Mendoza,
El Cielo por Asalto, 2005. enero-julio de 2011, pp. 9-16.
ruta por un breve periodo del Partido Comunista y simpatizante rn estables, a pesar de las dismiles opciones filosficas e inclu-
luego del maosmo.3 so polticas que realizar en las dcadas posteriores. En efecto,
en las intervenciones juveniles no slo se advierte ese espritu
Sin embargo, al momento de redactar este texto an se saba de mordaz polemista que luego caracterizar a Astrada, sino
poco del itinerario inicial de Astrada. Su bigrafo oficial, disc- tambin su enfrentamiento a las filosofas deterministas, al capi-
pulo y amigo, Alfredo Llanos, siguiendo los lineamentos auto- talismo y al clericalismo desde el que emprender la bsqueda
biogrficos de Astrada, ubic las primeras intervenciones en un de una filosofa capaz de pensar el tiempo presente. Pero si, en
periodo literario, del que destac unos pocos artculos y men- los cuarenta, Astrada conciliar su oposicin al cientificismo con
cion una circunstancial participacin en el movimiento polti- el anticapitalismo y el anticlericalismo para apoyar al peronismo
co-cultural de la Reforma Universitaria. Los estudios de Kohan y y, en los cincuenta y sesenta, los vincular a distintas fracciones
de David manifestaron cierta insatisfaccin ante el carcter me- del comunismo, ello es muy distinto en la temprana dcada del
ramente literario que Llanos atribuy a este periodo. Pero, por veinte, pues entonces articula esas posiciones con un vitalismo
un lado, el corpus documental que permita armar el recorrido anarquista desde el que ensaya una orientacin revolucionaria
del joven Astrada permaneca hasta hoy disperso y prcticamen- del emergente movimiento de la Reforma Universitaria. Y esta
te perdido y, por otro, la pregunta por las peculiares tesis que breve caracterizacin nos permite anticipar que las pginas que
defendi Astrada no haba sido formulada en la complejidad que siguen no slo iluminan los inicios de un filsofo argentino que
implica reconstruir esa intervencin al interior de una cultura de contina siendo uno de los ms originales de nuestro mbito,
izquierda atravesada por dismiles proyectos en disputa. sino que tambin esbozan un olvidado captulo de la relacin
que se tram en Argentina entre filosofa e izquierdas.
Intentando desligar la figura de Astrada de las construcciones
poltico-historiogrficas interesadas o bien en sealar la cone-
xin entre un marxismo juvenil y uno maduro, o bien en rescatar
al intelectual peronista laico ms slido, emprendimos una ex- Astrada en la gresca universitaria
haustiva bsqueda biblio-hemerogrfica orientada a responder
la pregunta por la especfica participacin juvenil de Astrada en
la compleja cultura de izquierda. Esa bsqueda nos permiti po-
ner en serie una decena de breves y en su mayora desconoci- A comienzos de 1927, Astrada le cede la direccin de la revis-
das intervenciones realizadas por Astrada entre 1919 y 1924, y ta vanguardista Clarn (Crdoba, 1926-1927) a su amigo Tabor-
descubrir un Astrada que se erigi en el difusor de un vitalismo da, pues en junio de ese ao partir becado por la Universidad
libertario que, desde coordenadas sorelianas, identificaba en la Nacional de Crdoba en viaje de estudios a Colonia, Alemania.4
Revolucin Rusa la apertura de un ciclo histrico emancipato- Nuestro filsofo cuenta entonces con poco ms de treinta aos
rio. En efecto, los manifiestos y artculos poltico-filosficos que y una formacin autodidacta en las ltimas corrientes europeas
reproducimos en el dossier y que seguramente cayeron en el tan profusa como para redactar uno de los dos artculos ganado-
olvido por las opciones polticas posteriores de su autor- ofre- res del concurso universitario sobre El problema epistemolgi-
cen una prueba clara de que, en sus inicios, Astrada vincul es- co en la filosofa actual.
trechamente su formacin filosfica a la difusin de argumentos
sobre la posibilidad inminente de una revolucin libertaria que, Pocos meses despus de arribar a Colonia, Astrada le confiesa
como bregaba un sector del anarquismo argentino, tena su faro en carta a su padre: Por los diarios que me mand veo que
en la Rusia sovitica. mis escasos amigos (singularmente Taborda) pierden su tiempo
en la estril y tonta gresca universitaria. Me he desinteresado
Para defender su idealismo revolucionario, el joven Astrada completamente de tales cosas, precisamente porque mi inters
intervino polmicamente en diversas revistas universitarias y mi- espiritual se ha centrado y se orienta a lo esencial. Sabemos
litantes, pero adems particip en el grupo anarco-bolchevique que esa orientacin por lo esencial5 lo llevar a convertirse en
Justicia, se traslad a La Plata para participar de la anarquizan- un creativo difusor del existencialismo y luego del heideggeria-
te gestin de Sal Taborda en el Colegio dependiente de la Uni- nismo, pero cul era la gresca universitaria por la que se haba
versidad, represent a la Federacin Universitaria de Crdoba desinteresado al punto de creerla estril y tonta? Y qu tales
(FUC), y fue orador en distintos actos organizados por los gru- cosas haba desplazado para volcarse a lo esencial?
pos que impulsaban la radicalizacin del movimiento estudiantil.
Si recurrimos a la media docena de escritos de juventud que As-
Esas intervenciones nos revelan a un joven Astrada que ya ha trada reedit en 1943 en una suerte de compilacin autobiogr-
definido un conjunto de posiciones ideolgicas que permanece- fica as como al breve captulo que Llanos dedic a ese periodo,
las preguntas persisten.6 En efecto, los escritos de Temporali- los ideales del antiimperialismo latinoamericano.
dad y la biografa muestran a un joven Astrada que, sin preocu-
parse por la poltica ni por las luchas universitarias, encuentra El movimiento estudiantil se configuraba en un momento en que
en la literatura la posibilidad de reflexionar sobre la dimensin las noticias de la Revolucin Rusa motivaban una importante re-
moral y esttica del hombre. Pero las preguntas abiertas por la vitalizacin de las izquierdas revolucionarias. A nivel local, esa
carta citada comienzan a obtener respuesta cuando se repasan, revitalizacin se reflej en el crecimiento de las bases obreras
por un lado, algunas revistas que desde el estallido de la Refor- del anarquismo y del sindicalismo revolucionario, en la emergen-
ma Universitaria buscaron construir una versin radicalizada de cia del socialismo bolchevique y en el lgido ciclo de protestas
ese movimiento que se expanda por el continente y, por otro, que marcaron la vida poltica entre 1919 y 1921. Los reclamos
la prensa de los llamados anarco-bolcheviques, es decir, del laborales porteos de enero de 1919 que se prolongaron en la
sector del anarquismo argentino que entre 1917 y 1924 intent Semana Trgica, as como las huelgas en La Forestal, el Verano
renovar la tradicin crata y unificar a las izquierdas revoluciona- Rojo, la huelga de los maestros de Mendoza, la huelga de los
rias desde la conviccin de que el proceso revolucionario ruso, a policas agremiados en los sindicatos anarquistas de Rosario y
pesar de su provisional dictadura proletaria, estaba orientado Buenos Aires, la huelga de los martimos, la Huelga de las Bom-
no slo por la emancipacin humana sino tambin por la libera- bas y los conflictos santacruceos de 1921 fueron correlativos
cin individual.7 al aumento de las filas anarquistas, sindicalistas y socialistas, en
las que participaban no slo obreros sino tambin intelectuales
La gresca universitaria se haba instalado en Crdoba a fines de y estudiantes.9
1917, cuando la fraccin clerical-conservadora que conduca la uni-
versidad comenz a sufrir la insistente confrontacin del grupo de El ingreso de estos ltimos en la cultura de izquierda estara
estudiantes y graduados que se reuni en la FUC y que coordin marcado tanto por la llegada de las clases medias a la univer-
sus actividades con la masiva Asociacin Crdoba Libre y con los sidad como por la lgida disputa en torno a la definicin de la
universitarios de distintos puntos del pas.8 El 15 de junio de 1918, Reforma. Es que, ante la instalacin de los reclamos estudianti-
el grupo renovador irrumpi en la asamblea que acababa de ele- les de 1918, todos se reconocieron reformistas, y ello, en lugar
gir como rector a Antonio Nores, el representante de la fraccin de fortalecer el movimiento, extrem la disputa entre quienes
clerical-conservadora. Esa toma marcara el inicio simblico de la identificaban la Reforma con el movimiento poltico-cultural que
Reforma Universitaria, o bien del movimiento poltico-cultural que bregaba por un cambio social anticapitalista y quienes la ligaban
durante dcadas hermanara a los estudiantes del continente bajo a una renovacin exclusivamente acadmica. En efecto, mientras
algunos grupos intentaban extender los reclamos universitarios
6 Carlos Astrada, Temporalidad, Buenos Aires, Ediciones Cultura Viva, ms all de los claustros para participar de las reivindicaciones
1943; Alfredo Llanos, Carlos Astrada, Buenos Aires, Ediciones Culturales de las izquierdas y del creciente ciclo de protestas obreras, unos
Argentinas, 1969. Esta biografa coincide con las lneas que seal Astra- pocos impulsaron la identificacin de la Reforma con un inci-
da en el reportaje publicado como Carlos Astrada. Su vida y su obra,
Buenos Ayres, Buenos Ayres, Buenos Aires, agosto de 1968, pp. 13-24. piente nacionalismo antiliberal y la mayora de los profesores
7 Hasta 1921 prcticamente todo el espectro del anarquismo argentino sostuvieron que ella significaba una moderada democratizacin
apoy la experiencia rusa en tanto identificaba en la organizacin de los del gobierno universitario y una renovacin de los contenidos
soviets una superacin del capitalismo compatible con el pensamiento
libertario. As, la Revolucin Rusa trajo importantes novedades en el
anarquismo, pues desestabiliz sus utopas, ampli el panten heroico y 9 A distancia de la amplia adhesin a la Revolucin Rusa que se registr en
motiv la reformulacin de la plataforma del sindicalismo revolucionario. el anarquismo argentino hasta 1921, en las filas del Partido Socialista (PS)
Pero esa revolucin tambin trajo la divisin del movimiento, pues cuan- ya desde 1917 el apoyo a Rusia fue objeto de fuertes pujas. La fraccin
do en 1921 se defini la oposicin bolchevique al anarquismo, una fraccin que encabezaba Juan B. Justo tom distancia para continuar impulsando
acusada de anarco-bolchevique persisti en el intento de unir a las una transicin gradual o evolutiva al socialismo mientras que en torno
izquierdas revolucionarias argentinas desde una reformulacin bolchevi- de Enrique del Valle Iberlucea se reunieron diversos grupos, sobre todo
que de la identidad anarquista. La conformacin de esa fraccin as como juveniles, que sealaban a la Revolucin Rusa como un modelo socialista
la revitalizacin obrera y cultural del anarquismo durante esos aos es y promovan la inscripcin del PS en la Tercera Internacional. Las pujas
analizada con detenimiento por Andreas Doeswijk en su documentada se saldaron en enero de 1921 durante el IV Congreso Extraordinario del
tesis doctoral. Esta tesis que renov la historiografa sobre el anarquismo PS, desarrollado en Baha Blanca. All fue derrotada, por escasa diferen-
est fechada en 1998 y fue recientemente publicada: Los anarcobolche- cia, la fraccin tercerista. Muchos de los grupos que componan esa
viques riolatenses (1917-1930), Buenos Aires, CeDInCI, 2013. Adems, fraccin ingresaron al Partido Socialista Internacional, antecedente del
al respecto puede verse Roberto Pittaluga, Lecturas anarquistas de la Partido Comunista Argentino. Cfr. Corbire, Emilio, Orgenes del comu-
revolucin rusa, Prismas. Revista de historia intelectual, Bernal, n 6, nismo argentino (El Partido Socialista Internacional). Buenos Aires,
2002, pp. 179-188. CEAL, 1984. Esta red de revistas estudiantiles, bolcheviques y libertarias
8 Sobre los inicios de la FUC, ver: Gabriel del Mazo (comp.), La Reforma fue descubierta y analizada por Horacio Tarcus en Insurrexit, revista uni-
Universitaria, FUA, Buenos Aires, 1927 (seis tomos); Luis Marc del Pont, versitaria, en Lote, n 6, Venado Tuerto, diciembre 1997; dem.,Hiplito
Historia del movimiento estudiantil reformista, Universitarias, Crdo- Etchbre y Mika Feldman, de la reforma universitaria a la guerra civil
ba, 2005; Roberto A. Ferrero, Historia crtica del movimiento estudian- espaola, El Rodaballo, n 11-12, primavera 2000; e dem., Revistas, in-
til de Crdoba (1918-1943), Crdoba, Alcin, 2012. Sobre Crdoba Libre, telectuales y formaciones culturales izquierdistas en la Argentina de los
Ver: Mina A. Navarro, Los jvenes de la Crdoba libre!. Un proyecto 20, Revista Iberoamericana, Vol. LXX, Nm. 208-209, Pittsburgh, Ju-
de regeneracin moral y cultural, Nostromo Ediciones, Mxico, 2009, y lio-Diciembre 2004, pp. 749-772. A estas investigaciones que iluminaron
Ana Clarisa Agero, voz Asociacin Crdoba Libre, Proyecto Culturas la existencia de un socialismo libertario buscamos sumar aqu ms pre-
interiores, disponible en http://culturasinteriores.ffyh.unc.edu.ar. Fecha cisiones sobre los diversos grupos estudiantiles revolucionarios; adems
de consulta: 05/06/2015; dem., 1918 en Crdoba, Arenas culturales. ver. Natalia Bustelo y Lucas Domnguez, Radicalizar la Reforma Univer-
Para una historia cultural sudamericana, Siglo XXI, Buenos Aires [en sitaria: Los anarco-bolcheviques en el movimiento estudiantil argentino
prensa]. (1918-1922) [en prensa].
acadmicos que alejara la formacin universitaria de las preo- ensayo de ms de cien pginas en el que los estudiantes halla-
cupaciones de las izquierdas. Para imprimir al movimiento es- ban ms precisiones sobre el programa anticlerical y anticapita-
tudiantil un carcter izquierdista, nacionalista o intrauniversita- lista propio de la hora americana. E incluso el mismo Taborda
rio, se volvieron frecuentes, tanto en Buenos Aires como en las organiz, a mediados de julio de 1918, unas veladas para leer
ciudades universitarias de Crdoba, Rosario, Santa Fe, La Plata fragmentos de ese programa a los ms de cincuenta veinteae-
y Tucumn, la fundacin de grupos y revistas estudiantiles, la ros de las distintas universidades argentinas que haban llegado
organizacin de actos masivos y la participacin en asambleas y a Crdoba para participar del primer debate poltico-ideolgico
reuniones en las que se decidieron huelgas y manifiestos.10 masivo sobre la Reforma, esto es, el Primer Congreso Nacional
de Estudiantes.
En Crdoba los jvenes abogados Deodoro Roca (1890-1942)
y Sal Taborda (1885-1943), lderes ambos de la mencionada Por entonces, seguramente Roca y Taborda comenzaron a perge-
Asociacin Crdoba Libre, fueron quienes ms se comprometie- ar el boletn La Montaa, cuyo nmero inaugural apareci en
ron en la inscripcin del naciente movimiento estudiantil en las agosto de 1918. A pesar de que no consign su comit editorial
izquierdas. Adems de ser actores centrales del amplio frente ni llev notas firmadas, sin duda fue obra de aquellos ya que se
de liberalismo cultural que se enfrent al clericalismo-conser- present como el rgano de la Asociacin Crdoba Libre cuya
vador hegemnico en la universidad cordobesa, impulsaron la Junta Directiva entonces estaba integrada por Roca, Taborda y
identificacin de la Reforma con una izquierda revolucionaria Sebastin Palacio y anunci como su lugar de redaccin la
que, distante del liberalismo poltico, se vincul, al menos en- convulsionada Facultad cordobesa de Derecho. Identificndose
tre 1920 y 1922, a la fraccin del anarquismo que simpatizaba con el liberalismo jacobino, las doce pginas de cada entrega
con la Revolucin Rusa y tena en los porteos Enrique Garca de La Montaa informaron sobre el movimiento estudiantil y,
Thomas, Julio R. Barcos y Santiago Locascio a sus principales como lo har Astrada desde 1919, buscaron multiplicar el senti-
referentes e impulsores. miento revolucionario que acompa el estallido de la Reforma.11
Seis das despus del estallido de la Reforma, Roca tena termi- Si bien la historia de la Reforma no le ha reconocido a Astrada un
nado el Manifiesto liminar, un texto que, bajo la firma de la protagonismo tan central como el de Roca y Taborda, a partir de
Junta Directiva de la FUC, circul por el continente como el acta 1919 aqul tambin busc erigirse en un temprano gua revolu-
fundacional de la Reforma. All los estudiantes cordobeses se cionario del movimiento estudiantil. El primer testimonio de ello
dirigan a los hombres libres de Sudamrica para informarles lo ofrece En la hora en que vivimos..., el texto que abre nuestro
sobre los acontecimientos que llevaron a la toma de la Universi- dossier. Astrada ley ese encendido discurso ante la multitud de
dad, pero tambin para invitarlos a impulsar la defensa tanto de jvenes que el 15 de junio de 1919 asistieron al Teatro cordobs
un gobierno universitario con participacin estudiantil como de Rivera Indarte para celebrar el primer aniversario de la Revolu-
una sociedad autnticamente democrtica y justa. Una semana cin Universitaria. A travs de la resea de La Voz del Interior,
despus de la aparicin de ese manifiesto, Taborda pona a cir- sabemos que el acto fue organizado por la FUC y lo abri uno
cular sus Reflexiones sobre el ideal poltico de Amrica, un de sus representantes, el estudiante Luis Ruiz Gmez. A esas
palabras siguieron las de Carlos Astrada, luego subi al escena-
rio Jos M. Paussa, quien habl en nombre de la Liga de Libre
10 A pesar de que los grupos izquierdistas lograron instalar escasos pro-
yectos en las casas de estudio, sin duda tuvieron xito en la construccin Pensamiento de Crdoba, el Dr. Arturo Orgaz y finalmente En-
de una nueva identidad estudiantil. Como una breve prueba, traigamos rique Barros, quien tambin represent a la FUC pero polemiz
las tempranas observaciones que muy poco despus del estallido de la con Ruiz Gmez. Tanto Orgaz como Astrada no representaron a
Reforma realizaron dos intelectuales porteos comprometidos con dis-
tintas fracciones de la izquierda. En 1919 declaraba el entonces socialista ningn grupo, pero fue el discurso de ste el que eligi La Voz
bolchevique Roberto Giusti: Nuestra juventud universitaria, que todava del Interior para reproducir das despus en sus pginas.12
era, hace pocos aos, casi sin excepcin mezquinamente tradicionalista y
conservadora, hasta asombrar a los extranjeros que la comparaban con la
de su propio pas; esa juventud sin ideales y ninguna preocupacin, salvo En su discurso, Astrada le asegur al movimiento estudiantil que
la de conquistar el diploma, milita ahora en el ejrcito de los intelectua- se estaba viviendo una hora revolucionaria. Recogiendo el lan
les y trabajadores que rien diaria batalla, en el peridico, la tribuna, el vitalista enfrentado a la matriz positivista, propona que el esta-
sindicato, contra todas las fuerzas del pasado que se oponen a la impro-
rrogable y legtima renovacin de la vida nacional. Bien s que an son llido de la Reforma no era el correlato del desarrollo de las leyes
los menos; pero ya son muchos, cuando antes eran poquitsimos, y su biolgicas o econmicas, sino la interrupcin de ese desarrollo,
nmero va creciendo cada da (Giusti, Nuestra juventud, en Clarn, n 6, o bien la apertura de una era vivida intensamente y guiada por
Buenos Aires, 02/12/1919). Dos aos despus, formulaba un diagnstico
similar el pedagogo anarco-bolchevique Julio R. Barcos: Es sorprendente
y consolador el cambio que se ha operado en los ltimos cinco aos en
11 Cfr. Natalia Bustelo, voz La Montaa. Publicacin de Crdoba Libre,
el espritu de la juventud argentina. Slo hace diez aos que los estu- Proyecto Culturas interiores, disponible en http://culturasinteriores.
diantes asaltaban los locales gremiales y quemaban los diarios obreros ffyh.unc.edu.ar. Fecha de consulta: 05/06/2015.
en nombre de ese mismo patriotismo mazorquero con que los apstoles 12 El mitin universitario, La Voz del Interior, Crdoba, 17/06/1919; La con-
del capitalismo han organizado la actual Liga Patritica. Actualmente los memoracin de la Revolucin Universitaria. La fiesta del Rivera Indarte.
estudiantes estn provistos de una formidable escoba para barrer a los Discurso del sr. Carlos Astrada, La Voz del Interior, 19/06/1919. Este
profesores reaccionarios que ostensible o solapadamente son enemigos diario cordobs, de impronta liberal y distribucin masiva, se autoerigi
de la reforma (Barcos, Problemas de la cultura argentina, en Cuasimo- en un importante aliado de los reformistas y en un opositor enrgico del
do n 20, Buenos Aires, 04/04/1921). diario, tambin masivo pero ligado a la cultura catlica, Los Principios.
el amor, la rebelda y otras inquietudes espirituales. Astrada En su llamado revolucionario vitalista, Astrada no poda pasar
insista en que esas inquietudes tenan importantes difusores en por alto que, desde enero de 1919, otra parte de la juventud par-
Unamuno, Jaurs, Nietzsche, Guyau, Goethe, Gorki, Dostoievski ticipaba de los grupos de choque antiobreros de la Liga Patritica
y dOrs, entre otros, y que slo se plasmaran si la voluntad y Argentina. Para rebatir a esa juventud que actuaba en nombre
el pensamiento de los hombres quebraban la inercia histrica, de la patria, su discurso propona un significado autntico de
esto es, si intervenan de modo directo en la mecnica histrica patriotismo en el que volva a resonar el vitalismo. Reemplazan-
para poner fin al capitalismo y conquistar no slo la justicia, sino do la matriz romntica por una filiacin con el movimiento so-
tambin esa libertad individual por la que bregaba el anarquismo. cial emancipatorio, Astrada sostena que el patriotismo no deba
orientarse por el pasado y los recuerdos, sino por el porvenir y
En esta interpretacin de la Reforma se reconocen los giros y t- la esperanza, es decir, por la voluntad de superar la patria del
picos vitalistas que desde entonces tendrn una fuerte presencia presente, de realizar un nuevo ensayo de vida que implique ms
en el campo cultural argentino. Inscripto en la amplia matriz an- altos valores humanos para el individuo y la colectividad.
tipositivista que negaba que la cuantificacin y el determinismo
fueran principios capaces de abordar los procesos sociales, el vi- En definitiva, la interpretacin de la Reforma propuesta por As-
talismo propona en su lugar la exaltacin del fluir de la vida y la trada en el Rivera Indarte apelaba al vitalismo filosfico para pro-
condicin vital de los ideales. Con ello se esbozaba un idealismo seguir y precisar esa interpelacin a los estudiantes como actores
rival al idealismo experimental que, apoyndose en Emerson y polticos de un inminente cambio revolucionario que en Crdoba
en los progresos cientficos, haba sistematizado Jos Ingenieros haban iniciado Roca y Taborda, y que en Buenos Aires encon-
en su difundido ensayo El hombre mediocre.13 traba una entusiasta difusin -revolucionaria pero distante del
vitalismo en dos discpulos de Ingenieros vinculados a los cor-
Astrada haba desarrollado varios tpicos vitalistas en Ober- dobeses, los mdicos psiquiatras Gregorio Bermann (1894-1972)
mann. Escepticismo y contemplacin, un artculo que public y Alberto Palcos (1894-1964). Como muestran los textos que re-
en septiembre de 1918 en la revista Nosotros y que con lige- producimos en el dossier, Astrada persistir en la interpelacin a
ras modificaciones fue reproducido en 1943 en Temporalidad los estudiantes desde una versin anarquista del vitalismo hasta
y en 1969 en el apndice documental de la biografa de Llanos. 1924, y ello a pesar de que ya en 1923 reconoci que los bros
Pero, en su discurso ante el aniversario de la Reforma, Astrada revolucionarios se estaban aquietando.
introduca una significativa variacin en ese vitalismo, pues lo
estrechaba con la poltica: especficamente, ligaba la exaltacin Especficamente, la interpelacin de Astrada se apoy en dos
de lo vital con una revolucin que permitiera la expansin de operaciones poltico-intelectuales con las que creemos que de-
la libertad individual. La guerra entre dos capitalismos habra bera definirse al joven Astrada: por un lado, la politizacin de
producido un quiebre en la civilizacin occidental, pero ese quie- la filosofa, al punto de que argumentaciones como las de Kant,
bre no se deba al desarrollo de factores objetivos como las Unamuno, Spengler y Ortega y Gasset son juzgadas a partir del
fuerzas productivas sealadas por los positivistas ligados a la lugar que ellas asignan a la emancipacin humana en clave vitalis-
izquierda sino al despertar de factores subjetivos, o bien de ta y, por otro lado, el enfrentamiento, al interior del campo de las
nuevas inquietudes espirituales. Estas inquietudes ponan en izquierdas, con la asentada tradicin local de socialismo determi-
cuestin el materialismo, la religin y la organizacin industrial nista y evolucionista, y especialmente con la fraccin socialista
y estatal, al tiempo que convocaban a protagonizar una rebelin que en 1919 se neg a reconocer la apertura de un ciclo revolu-
capaz de crear nuevas maneras de partir el pan. Justamente una cionario para continuar apostando a que el fin del capitalismo se
expresin local de esa rebelin era la revolucin que a mediados alcanzara de modo gradual.14
de 1918 encabez una parte de la juventud universitaria y que el
discurso de Astrada conmemoraba. Al mes siguiente de pronunciar el discurso en el Rivera Indarte,
Astrada encontr otra va de difusin de las mismas tesis: en julio
de 1919 el primer nmero de la Revista del Centro Estudiantes
13 En cuanto al vitalismo, su asistematicidad y diversidad han llevado a con- de Derecho reprodujo, a continuacin del editorial inaugural, ese
siderarlo no una filosofa sino un conjunto de tpicos que conformaran discurso del primer aniversario de la Reforma. Poco tiempo atrs,
sensibilidad. sta se apoyara en cierta lectura de Bergson, Simmel y
Nietzsche, entre otros, y se caracterizara por el rechazo a las explicacio- Astrada haba cursado los primeros aos de la carrera de Derecho
nes mecanicistas del hombre y de los procesos histricos, as como por y fue seguramente all que inici su amistad poltica con Emilio
la postulacin de la vida como un flujo de creacin incesante. De ah que Biagosch (1893-1957), el estudiante que dirigi aquella revista y
esta metafsica de la vida cuestione la posibilidad de alcanzar verda-
des estables o ideales perennes, los que no seran ms que estructuras
producidas por la cultura moderna en las que la vida se ha anquilosado.
Para remediar ello debera buscarse que la intensidad de la vida volviera
a irradiar la poltica, el arte, la economa y principalmente al individuo, a
quien la corriente vital le exigira accin, creacin e intensidad. Sobre las
propuestas vitalistas argentinas contamos con el estudio de Mara Pa Lo-
pez, op. cit. All se dedica un apartado a Astrada centrado en el momento 14 Sobre la conformacin de la lnea terica gradualista al interior del socia-
inmediatamente posterior al aqu analizado, cuando hacia 1925 deja de lismo argentino, ver Jos Aric, La hiptesis de Justo. Escritos sobre el
pensar la creacin vital en estrecho vnculo con la apertura de un proceso socialismo en Amrica Latina, Buenos Aires, Sudamericana, 1999; Hora-
histrico revolucionario para preocuparse principalmente por la esttica. cio Tarcus, Marx en la Argentina, Buenos Aires, Siglo XXI, 2007.
al ao siguiente firm, junto a Astrada, Taborda, Roca y otros dos lismo de los soviets, no se demoraron en enviar sus saludos a
jvenes abogados cordobeses, el manifiesto del grupo Justicia.15 Clarn y con ello a los estudiantes que decidan radicalizarse.
Tambin el joven Astrada busc hacer su aporte y para ello pre-
La siguiente intervencin con la que Astrada busc volcar el vita- par una intervencin que contestaba a las crticas que Miguel
lismo libertario sobre el naciente movimiento reformista parece de Unamuno haba formulado al grupo filobolchevique Clart.
haber sido el texto que public en el semanario estudiantil Clarn Desde La Nacin, Unamuno sostena que no se deba apoyar a
y que constituye el segundo texto del dossier. Al tiempo que Clart porque ste alentaba un pacifismo ingenuo que termi-
encabezaba la lista de representantes de la FUC en el 2 Congre- naba por negar la lucha y otras antinomias sociales. Ante una ar-
so Universitario Argentino, previsto sin xito para septiem- gumentacin filosfica en apariencia tan slida, Astrada sala a la
bre de 1919 en la convulsionada ciudad de Santa Fe,16 Astrada arena pblica para advertirles a los jvenes radicalizados que la
estrechaba vnculos con los estudiantes radicalizados de Buenos acusacin de Unamuno no slo era un sofisma, sino que adems
Aires a travs del envo del texto Por el camino infinito.... se asentaba en un insostenible conservadurismo poltico, pues
consideraba que era imposible superar las antinomias y con ello
Este texto apareci en el semanario poltico-cultural que edit llamaba implcitamente a la no accin.
entre septiembre de 1919 y marzo de 1920 el Ateneo de Estu-
diantes Universitarios de Buenos Aires, un grupo fundado en En la crtica a quien hasta entonces reconoca como un maestro,
1914 por la iniciativa del joven socialista Jos Mara Monner Sans Astrada encontraba la posibilidad de explicitar su adhesin al
(1896-1987) para estrechar vnculos entre los estudiantes porte- bolcheviquismo y ms especficamente al vitalismo revoluciona-
os. Hasta mediados de 1919, el Ateneo fue el grupo estudian- rio de Sorel. Astrada le conceda a Unamuno que la propuesta
til ms numeroso y activo de Buenos Aires, xito seguramente de Clart era pasible de crticas, pero ellas se deban a que el
logrado por la decisin de construir una sociabilidad cultural grupo no reconoca que, para resolver las antinomias sociales e
que evit precisar la identidad poltica del estudiante. Pero el instaurar una sociedad ms justa y libre, deba ejercerse la vio-
acelerado ciclo de politizacin de la cultura que motivaron los lencia revolucionaria. Como lo haban hecho Ingenieros, Giusti
debates en torno de la adhesin a la Tercera Internacional, las y Palacios en la misma revista estudiantil, Astrada defenda el
protestas obreras locales y la instalacin de la Reforma, decidi advenimiento de una nueva sociedad filiada a la experiencia an-
a los lderes del Ateneo a trocar la masividad estudiantil por tiparlamentaria rusa, pero lo haca desde un sindicalismo revolu-
la precisin poltica. Para ello a mediados de 1919 pusieron a cionario ausente tanto en aquellos intelectuales como en Clart.
circular unas nuevas Orientaciones y propsitos con las que se Este grupo participara del camino infinito de la emancipacin
vinculaban al Partido Socialista Internacional (PSI) y a la Fede- social, sobre todo porque mostraba que hay que trabajar por
racin Obrera de la Regional Argentina del IX Congreso (FORA el advenimiento de una humanidad mejor, [que] para emprender
IX). Poco despus, los atenestas reemplazaron su voluminosa esta magna obra debemos comenzar por aceptar los dictados
y apoltica revista bimestral Ideas (Buenos Aires, 1915-1919) por del pensamiento o sea crear la soberana del espritu. Pero a
Clarn (Buenos Aires, 1919-1920), un semanario de pocas pgi- Clart le faltara an alejarse tajantemente del pacifismo y de la
nas que les permiti intervenir en cuestiones polticas de coyun- falacia del progresismo o del socialismo evolucionista que,
tura y que alcanz las diecinueve entregas.17 como haba denunciado Sorel en obras admirables por su am-
plitud y penetracin nada comunes en los libros de ndole econ-
Roberto Giusti, Jos Ingenieros y Alfredo Palacios, prestigiosos mico-social, ha culminado en la democracia parlamentarista.18
intelectuales porteos prximos, de diversa manera, al socia-
A partir del hallazgo de la revista Mente (Crdoba, 1920), sa-
15 Biagosch form parte de la primera Junta Directiva de la FUC y dirigi,
durante los lgidos meses de mayo a agosto de 1918, La Gaceta Uni-
18 Esa fuerte crtica a Unamuno es un interesante ndice del uso estratgi-
versitaria. Los ocho nmeros editados en esos meses fueron la tribuna co de los maestros de la juventud que realizaron nuestro filsofo y
de las ltimas noticias sobre el movimiento estudiantil cordobs, de de- el movimiento estudiantil en general. En efecto, en el referido discurso
tallados proyectos de reforma acadmica y de definiciones ideolgicas ante el primer aniversario de la Reforma, Astrada citaba a Unamuno para
que conectaban los reclamos estudiantiles con el movimiento de cambio legitimar su definicin vitalista de patria; a los pocos meses, descalificaba
social. Esta conexin tambin fue central en la citada Revista del Cen- al efectista Unamuno por su conservadurismo poltico en el artculo
tro Estudiantes de Derecho, de la que slo el nmero de 1919 estuvo a que glosamos; y, cuatro aos ms tarde, cuando Unamuno era desterrado
cargo de Biagosch. por la dictadura de Primo de Rivera, Astrada encabeza la campaa cor-
dobesa de denuncia y publica en La Voz del Interior Unamuno, maestro
16 Al nombre de Astrada seguan en la lista que consignaba La Gaceta Uni- y amigo, un breve texto que, a travs del apoyo al insigne humanista
versitaria el mencionado Biagosch junto a Oscar Orgaz, Amrico Aguiar que sufra la opresin de la dictadura espaola, refrenda las luchas por
Vsquez, Cortes Pl e Ismael Bordabehere, entre otros. Astrada era dele- la libertad desplegadas en distintos puntos del planeta. Estos cambios
gado por el Centro de Estudiantes de la Facultad de Derecho. de posicin sugieren que, si bien el joven Astrada tendi a difundir un
17 Agradecemos a Hugo Biagini el sealamiento de la importancia del gru- vitalismo anarquista de cuo soreliano, al igual que otras figuras y gru-
po y sobre todo el acceso a la coleccin completa de Ideas. Cfr. Hugo pos reformistas, no opt ciegamente por un gua intelectual sino que sus
Biagini, La contracultura juvenil. De la emancipacin a los indignados, preferencias intelectuales estuvieron acompaadas de citas y referencias
Buenos Aires, Capital Cultural, 2012, pp. 199-202, y Natalia Bustelo, La a figuras consagradas, como Unamuno, Ortega y Gasset, dOrs, Rolland o
construccin de la familia estudiantil de la Reforma Universitaria. El Ate- Barbusse, que le permitan respaldar su posicin, pero no le impeda ex-
neo de Estudiantes Universitarios (1914-1920) de Buenos Aires y sus pu- plicitar las distancias cuando esos referentes asuman posiciones conser-
blicaciones peridicas Ideas y Clarn, en Polticas de la memoria n 14, vadoras, como fue el caso de Unamuno ante Clart y el de Ortega ante la
Buenos Aires, 2013. pp. 63-78. posibilidad de revoluciones sociales cuestin sobre la que volveremos.
bemos que por entonces Astrada preparaba La concepcin fraccin mayoritaria del anarquismo, que, a diferencia de Astra-
anrquica de la historia. Revisacin de los postulados ticos da, no se identificaba con el individualismo revolucionario ligado
cardinales a luz de la revolucin integral, un ensayo en el que, a Stirner, Nietzsche y Sorel.
seguramente, sistematizara las diferencias que mantenan los
anarquistas bolcheviques con el socialismo de Clart y que ahon- Ms precisamente, Astrada se vale del ideario anarquista no slo
dara en ese vitalismo soreliano que recorre las intervenciones para definir la ley (como el principio de obediencia), la socie-
juveniles de Astrada.19 Adems, a travs de Mente sabemos que dad (el estado social impuesto por la violencia) y la autoridad
Astrada edit una nueva versin de Por el camino infinito..., en (el rgano de imposicin), sino tambin para formular la nueva
la que, bajo el ttulo Antinomias sociales y progresismo, puli orientacin que le habran logrado imprimir a la historia los anar-
esas tesis sorelianas que contestaban a Unamuno y que encon- quistas Alexander Berkman y Emma Goldman, y el bolchevique
trarn una expresin ms acabada en El renacimiento del mito, Lenin. Desarrollando posiciones insinuadas en sus textos ante-
un artculo de 1921 sobre el que volveremos. riores, Astrada sostiene que el carcter opresivo e injusto de las
leyes y de las instituciones polticas legitimara la irrupcin de la
violencia revolucionaria, pero la accin de revolucionarios como
Berkman, Goldman y Lenin no sera la consecuencia mecnica
El grupo Justicia, una vanguardia de la opresin y la injusticia, sino una interrupcin del curso de
la historia. En esa interrupcin se hara evidente la concepcin
intelectual en el movimiento anrquica de la historia, o bien la caducidad del determinismo
anarco-bolchevique argentino histrico en general y del materialismo marxista en particular.20
Mente, Taborda defiende el proceso ruso ante las acusaciones estudiantil anarquista Germinal (La Plata, 1919-1920). Estas pu-
que le realizaban liberales y clericales, pero tambin explicita blicaciones estudiantiles junto a las fundadas en los meses
la correcta orientacin libertaria que debera guiar a ese proce- siguientes Insurrexit (Buenos Aires, 1920-1921, suerte de conti-
so, pues el sistema de soviets tendra que ser un paso hacia la nuacin de Bases) y La Antorcha (Rosario, 1921-1923) conver-
nueva organizacin econmica. Es todo un anuncio. Tendr sin- gieron en la breve Federacin Revolucionaria de Estudiantes, al
dicatos, corporaciones, cooperativas, no lo sabemos an. Mas no tiempo que establecieron proyectos comunes con grupos obre-
estar a la altura de su misin histrica si no realiza un mnimo ros revolucionarios.
de autoridad y un mximo de bienestar y de libertad.22
En las filas libertarias, la revisin de la identidad anarquista
En junio de 1920 aparece el segundo nmero de Mente. Ade- que emprenda Mente se vinculaba a la que realizaban publi-
ms de difundir un nuevo artculo de Astrada, esta entrega se caciones obreras como Bandera Roja (Buenos Aires, 1919), su
abre con un manifiesto colectivo reproducido en el dossier suerte de continuacin El Trabajo (diario porteo editado entre
que lleva la firma de nuestro filsofo junto a las de Taborda, 1921 y 1922 sobre el que volveremos) y El Comunista (Rosario,
Biagosch, Deodoro Roca, Ceferino Garzn Maceda y Amrico 1920-1921), y a la prdica de revistas de perfil ms cultural como
Aguilera. Estos varones treintaeros, vinculados a la Facultad Cuasimodo (Panam-Buenos Aires, 1919-1921) y la menciona-
cordobesa de Derecho y Ciencias Sociales, a las actividades ms da Va Libre. Esta red de publicaciones anarco-bolcheviques
radicalizadas de la Reforma y a la Asociacin Crdoba Libre, con- recoga sus tesis tericas de los materiales rusos, alemanes e
forman Justicia, grupo que seguramente deba identificarse como italianos que traducan y ponan a circular distintas editoriales
el comit editor de Mente. libertarias y las revistas, de la rbita del PSI, Documentos del
Progreso (Buenos Aires, 1919-1921) y Spartacus (Buenos Aires,
Adems de presentarse ajenos a la nocin jerrquica que aspira 1919-1920).24 A pesar de que compartan esas fuentes tericas,
a someter el msculo a la obscura servidumbre del intelecto los anarco-bolcheviques impulsaban una lnea poltica que man-
y de declararse ntimamente identificados con la actividad del tena dos importantes diferencias con los socialistas revolucio-
pueblo que produce, que crea, que ama y que espera, los seis in- narios nucleados en el PSI: por un lado, aquellos sostenan que
telectuales del grupo Justicia bregan por una forma cooperativa la unificacin del movimiento obrero no deba realizarse a travs
sin clases, por un trabajo sin servidumbre y por una tica guiada de un partido sino de una nueva central sindical y, por el otro,
por el instinto de rebelin. Ese texto pona a circular entre los intentaban que la vinculacin con Mosc se estableciera a travs
estudiantes y los intelectuales un programa poltico antidogm- de la adscripcin a la Internacional Sindical Roja y no de la poco
tico y unificador de las izquierdas revolucionarias sumamente autnoma Tercera Internacional.
afn al que entre los obreros difundan las publicaciones anar-
co-bolcheviques y las sindicalistas revolucionarias. De ah que A la rivalidad que los anarco-bolcheviques mantenan con el
no sorprenda que el manifiesto del grupo Justicia no slo haya PSI se sumaba la que les planteaba la fraccin del anarquismo
sido saludado por las revistas estudiantiles revolucionarias de que, adems de impugnar la experiencia rusa por su autorita-
La Plata y Rosario, sino que adems haya circulado en Buenos rismo, desde 1921 acusaba a sus simpatizantes anarquistas de
Aires a travs de la reproduccin y saludo que realiz la revista camaleones o anarco-dictadores.25 Como anticipamos, al me-
anarco-bolchevique, financiada por Garca Thomas y dirigida por nos hasta 1923 Astrada no se dej persuadir por los cuestiona-
Santiago Locascio, Va Libre (1919-1922). mientos anarquistas a la Revolucin Rusa y tampoco lo hicieron
otros integrantes del grupo Justicia. En efecto, si bien el ltimo
El grupo Justicia y sobre todo la edicin de Mente intentaron nmero de la publicacin del grupo apareci en julio de 1920,
radicalizar el movimiento estudiantil, pero tambin intervinieron sus miembros persistieron algn tiempo ms en su difusin del
a favor de la Revolucin Rusa en el lgido debate doctrinario anarco-bolcheviquismo entre el movimiento estudiantil. Y los
que se estaba produciendo al interior del campo de las izquier-
das. Ello se advierte tanto en las tesis difundidas como en los nuestras inquietudes.
vnculos que tramaron. En efecto, varios de los colaboradores 24 Entre 1919 y 1921 no slo la gran mayora de los peridicos libertarios pu-
blicaban informacin y reflexiones alentadoras sobre el proceso ruso, sino
de Mente participaban del Centro estudiantil Evolucin de Ro- que adems varias colecciones editoriales anarquistas, como Fueyo, Argo-
sario y su rgano Verbo Libre (Rosario, 1920-1921), de tendencia nauta y la Liga de Educacin Racionalista, pusieron a circular auspiciosos
anarco-bolchevique y ligado a la FORA V. Asimismo, Mente se folletos sobre la pedagoga revolucionaria y el sistema federalista sovitico.
declar hermanada con Bases (Buenos Aires, 1919-1920), la re- 25 Rodolfo Gonzlez Pacheco, Teodoro Antill y dems miembros del grupo
La Obra futuros editores del peridico porteo La Antorcha fue-
vista estudiantil, de liberalismo jacobino, que diriga el enton- ron en 1919 los primeros anarquistas locales que se opusieron de modo
ces socialista bolchevique Juan Antonio Solari,23 y con el rgano rotundo al proceso ruso. Pero fue a mediados de 1921 que qued clara-
mente trazada la dicotoma entre anarquistas puros y anarco-bolche-
ro, Derivas de Sal Taborda por los afluentes estticos de la Reforma viques y que los segundos perdieron peso en el movimiento anarquista
Universitaria, entre el modernismo y las vanguardias, 1909-1927, La Bi- para no volver a recuperarlo. En efecto, en 1921 Emilio Lpez Arango y
blioteca n 14, Buenos Aires, 2013, pp. 427-463. Diego Abad de Santilln consiguieron expulsar de la FORA del V Congre-
so a los grupos anarquistas que adheran a la Revolucin Rusa, al tiempo
22 Sal Taborda, El soviet, Mente n 1, Crdoba, junio de 1920, p. 5. que los declararon enemigos directos del movimiento anarquista por
23 Agradecemos a Ada y Herminia Solari por habernos posibilitado el acceso su condicin de camaleones y de anarco-dictadores. Cfr. Andreas
a la coleccin completa de Bases as como por sus gentiles respuestas a Doeswijk, op. cit., pp. 57-68.
espacios en los que experimentaron la aplicacin de esa orienta- fines de marzo de 1921 Melo perdi las alianzas que mantenan
cin vitalista-anrquica de la Reforma fueron el Colegio Nacional su presidencia y debi presentar su renuncia, logr que unas
dependiente de la Universidad Nacional de La Plata, el Consejo semanas despus tambin Taborda fuera desplazado.
Directivo de la facultad cordobesa de derecho y las publicacio-
nes Cuasimodo y El Trabajo. Entre las innovaciones que trajo Taborda se encontr el inten-
to de reemplazar el Internado del Colegio, en el que la futura
elite poltica reciba una formacin exclusiva, por una Casa del
Estudiante, que prometa ampliar el ingreso y desjerarquizar las
La llegada del mito bolchevique relaciones entre estudiantes y profesores. Adems, el rector del
a la ciudad de La Plata Colegio dio su apoyo a los boycots a los malos profesores que
realizaba el Centro de Estudiantes y junto a este Centro y la
FULP organiz un ciclo de actos culturales que tuvo una im-
pronta claramente probolchevique y cont con la presencia de
A fines de 1920 encontramos a Astrada instalado en La Plata obreros provenientes de sindicatos afines. En el marco de ese
para iniciar su carrera docente como profesor en el Colegio Na- ciclo, en noviembre de 1920 concurrieron al colegio platense los
cional. Este dato aparentemente anecdtico cobra significacin directores de Cuasimodo, Nemesio Canales y Julio Barcos, para
cuando se atiende a que mediante ese cargo Astrada ofreci un disertar sobre el tercer aniversario de la Revolucin Rusa; en
apoyo clave a la gestin de su amigo y compaero del grupo diciembre el nuevo profesor del Colegio y entonces lder del PSI,
Justicia Sal Taborda. Como una prueba de ello, reproducimos Alberto Palcos, se refiri a la Nueva Cultura y la Civilizacin que
en el dossier el Cartel a Carlos F. Melo con el que un grupo de traa Rusia; y en marzo del ao siguiente el dominicano Max Hen-
estudiantes y profesores, entre los que se encontraba Astrada, rquez Urea disert sobre un asunto de palpitante actualidad,
desafi al entonces presidente de la universidad platense por a saber Estados Unidos y la Amrica Latina.27
sus descalificaciones a las estudiantes mujeres que se haban
plegado a la huelga a favor de la gestin de Taborda. Ante la llegada a La Plata del verbo de la democracia pura
sumamente afn al que vena anunciando Astrada en sus inter-
ste haba llegado a La Plata a fines de septiembre de 1920 venciones, algunos estudiantes realizaron una asamblea para
convocado por la Federacin Universitaria de La Plata (FULP). formar un centro tendiente a la normalizacin del instituto y el
Gracias a una enrgica huelga grande, la federacin estudian- objeto de contrarrestar el avance maximalista que en alumnos,
til acababa de remover al presidente universitario, el poltico profesores y dirigentes viene invadiendo,28 al tiempo que treinta
liberal-conservador y profesor de filosofa y derecho Rodolfo y dos profesores presentaron su renuncia colectiva. El propsito
Rivarola. ste se haba negado a otorgarle voz y voto a los es- era que el Consejo Superior la rechazara y pidiera el alejamiento
tudiantes en el gobierno universitario, a pesar de que ello haba de Taborda, pero ste consigui que fuera aceptada. Para lle-
quedado estipulado en los estatutos decretados en agosto de nar los cargos vacantes, Taborda present una lista formada por
1918 por el presidente nacional y lder del radicalismo, Hiplito profesores que lo acompaaran en su renovacin del Colegio
Yrigoyen. Ante la presin estudiantil, Rivarola debi renunciar segn los nuevos ideales histricos. Si bien el Consejo le rechaz
y su cargo fue asumido por Melo, un poltico radical, miembro la incorporacin de Barcos, acept la de otros intelectuales que
de la Liga Patritica y profesor de derecho que le prometa a la simpatizaban con la Revolucin Rusa, como los jvenes Astrada
FULP la aplicacin de los nuevos estatutos.26 y Biagosch quienes llegaron de Crdoba junto a Hctor Roca,
hermano de Deodoro y los socialistas que haban colabora-
En el marco de esa renovacin, muchos estudiantes se identi- do en el semanario porteo Clarn Palcos, Carmelo Bonet, Ro-
ficaron como actores de un cambio educativo y social revolu- berto Giusti, Carlos Scotti, Leopoldo Hurtado y Alberto Massa.29
cionario e, intentando profundizar esa identidad, le propusieron
a Taborda que asumiera el rectorado del Colegio Nacional. Las Gracias a una carta que Astrada envi a su padre sabemos que
anarquizantes innovaciones pedaggicas que pretendi aplicar durante su estada platense comparti habitacin con Hctor
Taborda rpidamente convencieron a Melo de romper su alianza Roca en la casona en que haba vivido Deodoro y que ste se en-
con la FULP para obstaculizar la gestin del Colegio. Aunque a carg de mantenerlos al da respecto del conflicto universitario
cordobs. Segn la carta, lo primero que le impresion a Astrada
26 Los estudiantes no ignoraban que esa promesa dependa de su organi- 27 Conferencias del Sr. Alberto Palcos, en El Argentino, La Plata,
zacin, pues Melo, adems de formar parte de la fraccin conservadora 20/12/1920, y Conferencia en el Colegio Nacional, en El Argentino, La
del radicalismo, haba sido el abogado de la metalrgica Vasena e hijos Plata, 02/03/1921 (sabemos que la conferencia de Henrquez Urea fue la
durante la lgida huelga de la Semana Trgica. Para un anlisis del pro- tercera organizada durante 1921, pero no hemos encontrado informacin
ceso universitario, ver Hugo Biagini (comp.), La Universidad de La Plata sobre las otras dos). Palcos participaba activamente de la fraccin radica-
y el movimiento estudiantil. Desde sus orgenes hasta 1930, La Plata, lizada de la Reforma en Buenos Aires, pero adems era parte del Comit
Edulp, 2001; Osvaldo Graciano, Entre la torre de marfil y el compromi- central del PSI y diriga su rgano, La internacional.
so poltico. Intelectuales de la izquierda argentina 1918- 1955, Bernal, 28
Universidad Nacional de Quilmes, 2008; Marcelo Rimoldi, La Reforma Colegio Nacional, en El Argentino, La Plata, 15/11/1920.
Universitaria en La Plata, La Plata, Instituto Cultural de la Provincia de 29 La lista completa es trascrita en Anoche quedaron nombrados los profe-
Buenos Aires, 2010. sores del Colegio Nacional, en El Argentino, La Plata, 11/11/1920.
fue el clido ambiente de simpata que se ha colado en torno durante la toma, el Centro de Estudiantes haba publicitado en
de los nuevos profesores. He sentido la favorable acogida que un gran pizarrn. Conociendo la existencia del grupo Justicia, no
me han dispensado los muchachos y los colegas30. Esa favorable sorprende que esos telegramas hayan sido enviados por Deodo-
acogida que, sin duda, provena nicamente de quienes bus- ro Roca, quien desde su condicin de consejero de la Facultad de
caban inscribir la Reforma en la izquierda revolucionaria y que Derecho de Crdoba saludaba la identidad revolucionaria que le
no podra hacer frente a la fraccin conservadora se extendi impriman a la Reforma sus camaradas Taborda, Astrada y Bia-
en Buenos Aires entre las publicaciones peridicas y los grupos gosch, entre otros. El nuevo presidente de la universidad pla-
estudiantiles radicalizados, al punto que erigieron al proyecto en tense, Benito Nazar Anchorena, asuma con el compromiso de
el ms prometedor de la Reforma. Especficamente, Cuasimodo, reincorporar a Taborda, pero el movimiento estudiantil no lo-
Va Libre, Insurrexit y Tribuna Obrera defendieron a Taborda grara la suficiente presin para que hacerle cumplir su promesa.
en sus notas editoriales, al tiempo que varios lderes reformistas Taborda y Hctor Roca volvern inmediatamente a Crdoba para
fundaron el Comit Pro-Afianzamiento de la Reforma Educacio- participar junto a Deodoro del Consejo Directivo de la Facultad
nal y ste y otros grupos organizaron en La Plata actos de apoyo cordobesa de Derecho.33 Desde su cargo de consejero, Taborda
a la cuestionada gestin. Sobre uno de esos actos, que cont con escribira la conocida carta pblica contra el presidente universi-
el discurso de Astrada como representante de la FUC, informa El tario en la que declaraba:
Argentino que todos los oradores
Di a mis educandos la mejor leccin que poda darles como
tuvieron palabras a favor de la reforma universitaria, que en la rector y como hombre. Si esa leccin ha contribuido a afirmar,
actualidad, segn ellos, est en peligro de caer para siempre como ya ha afirmado, la personalidad de una juventud que se
[] y no faltaron oradores que, entusiasmados, dejaron or su perfila con caracteres firmes y vigorosos y si por ella es que
palabra favorable al actual movimiento ideolgico que est to- me llama anarquizador, acepto el ttulo que se me discierne y
mando cuerpo en el mundo, al punto que terminaron haciendo prometo que en todo tiempo, en el puesto que ahora ocupo
un verdadero elogio a la revolucin rusa, que, dijeron, es el ver- en la Universidad de Crdoba, o en otro cualquiera, y fuera de
dadero movimiento reivindicador de la humanidad.31 puestos seguir siendo anarquizador.34
Pero ni los mtines ni la presin del Comit y de los editoria- Segn el legajo que se conserva en el colegio platense, Astrada
les de las revistas lograron mantener una gestin educativa con permaneci en su cargo hasta septiembre de 1921. En esos das
una impronta tan marcadamente bolchevique. El 29 de marzo en que se consolidaba el fracaso de su rectorado, Taborda pu-
de 1921 Melo y algunos consejeros superiores enfrentados al blicaba en el rgano de la Facultad platense de Humanidades
rectorado de Taborda debieron renunciar, a pesar de ello la pre- La nueva conciencia histrica, un largo artculo que ya en su
sin sobre Taborda y su grupo no ces y el 20 de abril fueron ttulo insinuaba el vitalismo revolucionario que orient su ges-
apresados los veintiocho estudiantes que desde haca dos se- tin en el Colegio.35 Por su parte, Astrada propona una suerte
manas mantenan la toma del Colegio, siendo Taborda separado de continuacin de esa argumentacin en El renacimiento del
de su cargo. Una nueva prueba de la impronta revolucionaria de mito, el nico texto incluido en nuestro dossier conocido por
esa gestin a la que dio su apoyo Astrada la ofrece la nota que los estudiosos de Astrada, pero sobre el que volvemos porque
publica El Argentino luego del allanamiento del Colegio. Se lee
en el diario masivo que ridico homnimo que durante 1920 fue clausurado de modo reiterado.
Hasta mediados de 1921, las pginas de Tribuna Obrera difundieron te-
en uno de los cajones del escritorio del rector existan diarios sis afines a las publicaciones anarco-bolcheviques, luego su grupo editor
comenz a oponerse tajantemente a esa lnea hasta erigirse en el firme
y folletos que se ha incautado el juzgado, entre los cuales fi- oponente del mencionado peridico anarco-bolchevique El Trabajo. An-
gura un nmero de la Tribuna Obrera, un folleto sobre Obra tes de ello, Tribuna Obrera fue un espacio de difusin de las solicitadas
educacional de la Rusia revolucionaria y el nmero ocho de y manifiestos del Centro de Estudiantes del Colegio Nacional de La Plata
y se ofreci como el enlace del grupo estudiantil con el mundo obrero
la revista Insurrexit, rgano del grupo universitario comunista, y sindical. Entre otras cosas, reprodujo la citada nota de El Argentino
en el que aparece en el primer artculo una anatema contra los e inform que miembros de la FORA Comunista se haban vinculado al
maestros que han jurado el voto profesoral.32 mencionado Comit Pro-Afianzamiento de la Reforma Educacional con la
promesa de interesar en el tema a todos los obreros.
33 All Taborda abre un consultorio jurdico con Amrico Aguilera, otro de
A continuacin, la nota trascribe los telegramas de aliento que, los miembros de Justicia y entonces delegado estudiantil en el mismo
consejo. Por su parte, Emilio Biagosch se asienta, por unos pocos aos, en
30 Citado en David, op. cit., p. 23. Rosario, donde un grupo estudiantil radicalizado intenta sin xito lle-
31 Estuvo concurrido el mitin de anoche en el Argentino, en El Argentino, varlo a la rectora del Nuevo Colegio Nacional y oficia de abogado defen-
La Plata, 02/04/1921. sor de los obreros anarquistas, agremiados a la Unin Sindical Argentina,
Marcelo Rosales y Ral Gonzlez.
32 Los ocupantes del Colegio Nacional fueron desalojados ayer, en El Ar-
gentino, La Plata, 21/04/1921. El folleto sobre la educacin en Rusia per-
34 Carta abierta del Dr. Sal Taborda dirigida al Dr. Nazar Anchorena, en
teneca a la Biblioteca de la Liga de Educacin Racionalista, que haba La Voz del Interior, 06/12/1922. En Buenos Aires esta carta fue difundida
fundado en la dcada anterior Barcos y que en los veinte tena una orien- por Cuasimodo y Renovacin, el boletn latinoamericanista que finan-
tacin anarco-bolchevique. Por su parte, el peridico porteo Tribuna ciaba Ingenieros.
Obrera se edit entre septiembre de 1920 y septiembre de 1921 en los 35 La nueva conciencia histrica, Humanidades. Publicacin de la Facultad
talleres grficos de La Protesta como reemplazo circunstancial del pe- de Humanidad y Ciencias de la Educacin, Vol. 1, La Plata, 1921, pp. 94-106.
nunca haba sido analizado en el marco del conflicto del colegio de A. M. Dopico).37 Si bien en sus artculos aparecidos en Clarn,
platense y de la difusin libertaria del bolcheviquismo que reali- Mente y Cuasimodo ya haba desplegado las tesis que lo lleva-
zaba el grupo Justicia. ban a adscribir al anarquismo vitalista, Astrada aprovech los
lineamientos doctrinarios que haba planteado Ricard no slo
Esta nueva intervencin de Astrada circul ilustrada por una ca- para iniciar la primera de las numerosas polmicas terico-pol-
ricatura de Lenin y otra de Trotsky en el nmero de Cuasimodo ticas que mantuvo a lo largo de su vida, sino tambin para pro-
correspondiente a comienzos de junio de 1921. Astrada divida mover en esa tribuna obrera el idealismo revolucionario. Al
sus tesis en subttulos que proponan el desarrollo vital como anarquismo empirista y por ello crtico del idealismo kantia-
metfora pica de los tiempos revolucionarios y volva a presen- no desde el que Ricard haba defendido la dictadura del pro-
tar al vitalismo y a las correcciones que desde ste formul letariado, Astrada le contrapona un idealismo revolucionario,
Sorel al socialismo evolucionista como la nica corriente ca- que, sin renunciar al ideal tico y a la autonoma de la voluntad
paz de interpretar correctamente el presente. Pero introduca sealadas por Kant, flexibilizaba las exigencias abstractas del im-
una significativa novedad respecto de su produccin previa y del perativo categrico para atender a las contingencias de la vida. El
mencionado artculo de Taborda: siguiendo a Sorel, sostena que mayor punto de desacuerdo con Ricard no resida, entonces, en
la Revolucin Rusa, adems de ser el resultado de la accin di- la posible convergencia terica entre anarquismo y dictadura del
recta de los hombres sobre la historia mecnica, provea el mito proletariado parteaguas con los anarquistas puros , sino
revolucionario desde el que impulsar los reclamos de justicia. en la ntima ligazn que propona Astrada entre anarquismo y vi-
Es conocido que, a fines de los cuarenta, Astrada se valdr de talismo. Es que, segn nuestro filsofo, el anarquismo empirista
las tesis de la antropologa kantiana para descubrir en torno del de Ricard adverta correctamente que haba que adherir a la Re-
gaucho un mito nacional capaz de recuperar la vitalidad argen- volucin Rusa en tanto ella prometa la expansin de la libertad
tina. Pero el mito al que apelaba a comienzos de los veinte era individual, pero ese anarquismo fallaba al no identificarla como
muy distinto, pues era capaz de revitalizar a la humanidad toda y el mito revolucionario, esto es, como el faro en la lucha del
se formulaba desde el vitalismo revolucionario.36 idealismo utopista contra la realidad social injusta y opresora.38
Mientras una fraccin cada vez ms numerosa del anarquismo Este texto no sera el nico aporte polmico de Astrada al dia-
impugnaba el proceso ruso por su autoritarismo y amplios sec- rio anarco-bolchevique. Su siguiente colaboracin fue un ensa-
tores del socialismo lo analizaban desde parmetros econmi- yo crtico sobre la filosofa del cataln Eugenio dOrs y en este
cos y sociales, Astrada se sumaba a quienes identificaban en Ru- caso fue respondida por Ricard. Anticipando el inters por la
sia y en la dictadura de Lenin el gran mito que ha fecundado esttica filosfica que, entre 1925 y 1927, marcar la produccin
el alma de los pueblos y la conciencia de cada hombre. Ello no de Astrada, su ensayo sobre dOrs propona la autonoma de la
se deba al desarrollo de una nueva doctrina econmica, ni a los esttica frente a la ciencia y la poltica. A ello Ricard contestaba
datos arrojados por las estadsticas sociales, sino a que, en esos denunciando que la autonoma esttica era incompatible con el
tiempos de lucha y de riesgo que llamaban a los Espritus a in- anarquismo. Lo interesante aqu es que el artculo de Astrada
tervenir en la Historia para encaminar un nuevo ensayo de vida, apareca poco antes de la llegada a la Argentina de dOrs, quien
los revolucionarios rusos haban asumido el riesgo de la accin a pesar de que en las dcada siguientes se convertir en un
histrica y comenzaron a ensayar el nuevo ideal orientado a la intelectual orgnico del franquismo en 1921 era la figura ms
libertad y la justicia. prestigiosa de la renovacin cultural catalana y un claro simpa-
tizante del combativo movimiento obrero de la regin. Gracias
Unos meses despus, Astrada encontraba la oportunidad de pre- a la insistencia de Deodoro Roca, dOrs era contratado por la
cisar ese nuevo ideal y las correcciones a la tica kantiana que Universidad Nacional Crdoba para disertar sobre la filosofa de
l supona en La razn pura y el ideal revolucionario, una los nuevos tiempos. Ante la inminencia de la llegada, Astrada y
breve intervencin que envi en septiembre de 1921 al diario
anarco-bolchevique porteo El Trabajo para polemizar con el 37 El Trabajo. Diario de la maana apareci entre 05/09/1921 y
militante del anarquismo argentino Fernn Ricard (seudnimo 23/03/1922 y tuvo en su cuerpo de colaboradores a muchos militantes
que haban participado de Bandera Roja. Como mencionamos, se con-
centr en la difusin entre los obreros del anarquismo bolchevique que
36 Tambin en los veinte, Jos Carlos Maritegui erigi al mito soreliano en el mbito cultural difunda Cuasimodo y Va Libre. En sus contrata-
en un elemento fundamental para cohesionar la accin revolucionaria, pas, El Trabajo expuso los lineamientos del grupo. Adems de defender
en este caso socialista. Las apropiaciones diversas de Sorel propuestas a la Revolucin Rusa de las calumnias de los dogmticos cristalizados,
por Astrada y Maritegui son un interesante ndice de la productividad principalmente busc acercar su propuesta poltica a agrupaciones y
del sorelismo en la cultura de izquierdas latinoamericana, y se suman gremios filobolcheviques y sindicalistas de tendencia revolucionaria con
a la que propuso el sindicalismo revolucionario argentino. Enfaticemos el objetivo de lograr la unificacin de las centrales obreras sobre bases
que mientras ste lig el mito a la huelga general, para Astrada ese mito antiestatales y antipolticas.
era Rusia, se inscriba en la tradicin libertaria y legitimaba las lecturas 38 Otra prueba de que poltica y filosofa no estn escindidas en el joven
anarco-bolcheviques, en cambio para Maritegui el mismo mito era el Astrada, y de que incluso son las convicciones polticas las que guan
comunismo incaico, se inscriba en un socialismo bolchevique y legitimaba la primera formacin filosfica, es que en 1923 Astrada introduce le-
la peruanizacin del socialismo emprendida por la revista Amauta (1926- ves modificaciones al artculo de polmica con Ricard entre ellas su
1930). Sobre el sorelismo de Maritegui hay abundante bibliografa, prin- ttulo y lo republica en un rgano acadmico como la Revista de la
cipalmente ver: Robert Paris, La formacin ideolgica de Jos Carlos Universidad Nacional de Crdoba y luego en el folleto La real-politik.
Maritegui, Mxico: Cuadernos de Pasado y Presente, 1981. De Maquiavelo a Spengler.
Taborda asuman la tarea de despertar el inters por esa filo- fuertemente comprometidos con la izquierda bolchevique: el fi-
sofa en el ambiente local y para ello prepararon dos ensayos silogo Georg Nicolai y el economista marxista Alfons Goldsch-
crticos que circularon no slo en la prensa universitaria sino midt. Esta contratacin, que prometa elevar el nivel acadmico
tambin en la anarquista.39 y tico de la Universidad, representaba una clara conquista de la
fraccin ms radicalizada de la Reforma. Ante los primeros cues-
tionamientos de la fraccin conservadora, la FUC organiz un acto
que se propona rebatir a aquellos que impugnaban la contrata-
La batalla cordobesa contra cin de profesores que no fueran argentinos as como puntual-
mente a Nicolai y a Goldschmidt por su inscripcin en la izquierda.
el alma desilusionada
Para explicitar el apoyo a esos profesores que incluso haban
sido detenidos al pisar el suelo argentino denuncidos por maxi-
A comienzos de 1922, Astrada se encuentra nuevamente en Cr- malistas , la FUC organizaba un acto al que convocaba como
doba, donde se suma al intento de radicalizar la facultad cor- oradores al estudiante peruano Vctor Ral Haya de la Torre (de
dobesa de derecho que venan realizando sus compaeros del visita en el pas en busca de apoyo estudiantil), a Deodoro Roca,
grupo Justicia junto al socialista Arturo Orgaz y a otros jvenes a Arturo Orgaz y a Carlos Astrada, quien habra cerrado el en-
graduados. Estos reformistas emprendieron una renovacin de cuentro puntualizando en forma brillante y enrgica la necesi-
los debates universitarios marcada por la construccin de una dad de acercamiento de la universidad a los problemas sociales,
universidad cientfica y preocupada por resolver, desde una po- pues ello es un imperativo que surge de los fines y deben guiar
sicin izquierdista, los problemas sociales. Para llevar a cabo esa toda enseanza: verdad, libertad e igualdad por amor!.41
renovacin, adems de propiciar la llegada de dOrs, fundaron
el Boletn de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de Un mes despus Astrada participaba en la campaa de la lista
Crdoba, que apareci entre junio de 1921 y agosto de 1922 bajo izquierdista a candidatos del Centro de Estudiantes de Derecho.
la direccin de Arturo Capdevila y en el que Astrada colabor Para dar su apoyo se ofreci, nuevamente junto a Arturo Or-
con el mencionado ensayo crtico sobre la filosofa de dOrs; gaz, como orador en un multitudinario acto. All pronunci un
entre 1922 y 1923 inscribieron la facultad en la Campaa cordo- encendido y largo discurso sobre la Reforma, que nos llega por
besa de Socorro por el Hambre en Rusia; y crearon la Seccin la reproduccin que realizaron tanto La Voz del Interior como la
de Librera y Publicaciones de la Facultad, que gracias a la Revista del Centro de Estudiantes de Derecho. En 1922 Astrada
iniciativa de Taborda en el Consejo Directivo qued a cargo de confirmaba y precisaba la interpretacin revolucionaria del movi-
Astrada y, entre 1923 y 1925, edit folletos y libros de intelectua- miento estudiantil que haba formulado en 1919. La lucha cultu-
les europeos y nacionales sobre problemas contemporneos.40 ral de los reformistas contra el acendrado clericalismo cordobs
volva a ser inscrita en el movimiento mundial de revitalizacin
Las noticias de los actos estudiantiles realizados en Crdoba de la humanidad que, sobreponindose de la tragedia de la Gran
entre 1922 y 1924 vuelven a ubicar a Astrada como uno de los Guerra, habra abierto la Revolucin Rusa. Pero adems Astrada
referentes radicalizados del movimiento estudiantil. En mayo de comparaba esa lucha con las que tuvieron lugar en Francia y Ale-
1922 la Universidad contrataba a dos profesores judeo-alemanes mania en el siglo XIX, al tiempo que adverta sobre los peligros
de la reaccin. Es que la experiencia recogida entre 1919 y 1922,
sumada a los proyectos obreristas catlicos y a la represin del
39 El segundo nmero del Boletn de la Facultad de Derecho y Ciencias
Sociales de Crdoba public un dossier sobre dOrs compuesto de: En movimiento obrero, llevaba a Astrada a subrayar las dificultades
torno a La filosofa del hombre que trabaja y que juega de Astrada que encontraban los reformistas en la instalacin de las nuevas
e Ideas pedaggicas de Eugenio dOrs de Taborda. Semanas despus, inquietudes espirituales, sobre todo en ese ao 1922 en que de-
el ensayo de Astrada fue republicado en la seccin Nuestros colabora-
dores de El Trabajo. La inexistencia de una coleccin completa de este ban hacer frente a la reaccin contra Nicolai y Goldschmidt.42
peridico nos impide descartar la posibilidad de que tambin se haya pu-
blicado el de Taborda. El texto de Astrada es reproducido y analizado en Astrada volvera sobre los peligros de la reaccin en La demo-
la antologa, de prxima publicacin, Carlos Astrada, Escritos de juven-
tud: 1916-1932 [en prensa]. cracia y la iglesia, una conferencia que pronunci en septiembre
40 Sobre estas iniciativas, ver: Ezequiel Grisendi, Un momento reformista. de 1922 y que fue reproducida por La Gaceta Universitaria y
Emprendimientos de renovacin intelectual en el espacio acadmico forma parte de nuestro dossier. Una vez ms, para descalificar a
cordobs de los primeros aos veintes, en Actas de las VI Jornadas la Iglesia catlica y al nacionalismo de la Liga Patritica, Astrada
de Poltica y Cultura, Crdoba, 2012. Disponible en lnea: http://www.
eci.unc.edu.ar/archivos/politicaycultura/grisendie.pdf, fecha de consulta se vala del pensamiento anarquista y especficamente del vita-
26/09/2014. Respecto de la campaa de Socorro a Rusia, Taborda fue
quien, desde su cargo de consejero, busc la adhesin de la facultad.
Por la iniciativa de la FUC, de los centros de estudiantes y de algunos
sindicatos, se realizaron colectas y actos en los que fue orador Astrada
41 La Voz del Interior, Crdoba, 14/05/1922 resea el acto y el Boletn de
junto a Deodoro Roca, Nicolai, Goldschmidt, Taborda y Aguilera, entre la FUA (Crdoba, n 4, septiembre 1921-junio 1922, pp. 40-42) republica
algunos ms. Para una reconstruccin de la campaa de solidaridad que esa nota.
organiz en Buenos Aires el Partido Comunista, Ver: Daniela Lucena, Por 42 El discurso aqu reseado es reproducido en la referida antologa de los
el hambre en Rusia. Una ofrenda de los artistas argentinos al pueblo de escritos filosfico-polticos del joven Astrada, Escritos de juventud:
los soviets, en Sociedad n 26, Buenos Aires, 2007. 1916-1932 [en prensa].
lismo soreliano. Sentenciaba sobre la Iglesia que ste subray la importancia de tesis como las Simmel que expli-
can la sociedad moderna en clave vitalista y no se resignan a un
[su] fervor patritico por el cual el Estado capitalista le esta- diagnstico poltico que cancele las posibilidades de cambio so-
r muy agradecido es, pues, un nuevo avatar de la Inquisicin cial. Pero adems Astrada en persona se encarg de difundir un
romana. No debe extraarnos este retoo raqutico de una fe diagnstico similar y de enfatizar la opresin sobre el hombre
muerta, reducida hoy a simple jerarqua eclesistico-econmica, producida por la tcnica, cuando cuestion la Deshumaniza-
ya que, segn nos dice acertadamente Bakounine, el Estado es cin de Occidente en una conferencia que, bajo ese ttulo y el
el hermano menor de la Iglesia; y el patriotismo esa virtud y auspicio de la Biblioteca Popular Bernardino Rivadavia de Villa
ese culto del Estado, no es ms que un reflejo del culto divino. Mara, imparti en el Teatro Coliseo de Crdoba. 44
Luego de apelar a las definiciones bakunianas, Astrada adverta La otra va de la que se vali Astrada para combatir el pesimismo
que el movimiento proletario mundial atravesaba una honda cri- poltico fue la refutacin de las tesis de La decadencia de Occi-
sis interna y aprovechaba la tribuna para sealar que la solucin dente de Spengler y de El ocaso de las revoluciones de Ortega
local dependa de la superacin de la divisin sindical obrera. En y Gasset, a quien Astrada identific como un introductor espa-
sintona con la lnea de unificacin de las FORAs que impulsa- ol del pesimismo cultural spengleriano.45 Para esta refutacin
ban los grupos anarco-bolcheviques, Astrada declaraba que se Astrada prepar El alma desilusionada, un artculo que repro-
deban hacer a un lado no slo las diferencias de doctrinas sino ducimos como cierre del dossier y que originalmente apareci en
tambin la concepcin materialista de la historia mantenida la revista Crdoba. Este decenario de crtica social y universita-
por los marxistas. ria se edit en Crdoba bajo la direccin de Julio Acosta Olmos,
lleg a sacar 46 nmeros y puede identificarse como una suerte
En abril de 1923 el conflicto universitario cordobs se vuelve a de continuacin del mensuario Mente, pues, aunque en aquel no
tensar y Astrada apoya una vez ms las iniciativas ms radicali- se registra el entusiasmo revolucionario, ambas publicaciones se
zadas a travs de su presencia como orador. Ante la negativa de vincularon con la cultura desde el ala radicalizada de la Reforma
las autoridades de revisar los estatutos universitarios, la FUC y compartieron muchas de las firmas cordobesas.46
organiza algunas movilizaciones que son reprimidas violenta-
mente. Para evitar nuevas represiones, opta por difundir solici- En 1923 esos intelectuales entre los que se encontraba As-
tadas y organizar conferencias. Esos actos de propaganda del trada y a los que se sumaban Nicolai y Goldschmidt ya no po-
movimiento de defensa de la Reforma Universitaria, realizados dan difundir los mismos bros revolucionarios que en el conmo-
en todos los barrios de la ciudad a fin de que el pueblo, factor cionado 1920. De todos modos, se preocuparon por mantener
decisivo de la conquistas alcanzadas el ao 18, se disponga a vigentes las denuncias polticas y el ensayismo libertario para
resistir cualquier intentona reaccionaria, contaron con los dis- enfrentar el derrotismo que implicaba la aceptacin de una po-
cursos de varios de los fundadores del grupo Justicia.43 ltica meramente pragmtica. Un medio para ese enfrentamien-
to fue la difusin de El ocaso de las revoluciones, un ensayo
Por entonces es claro no slo que el sovietismo ruso es incom- que Ortega acababa de publicar en su libro El tema de nuestro
patible con el ideario libertario, sino tambin que la revolucin tiempo y que el semanario Crdoba puso a circular en cuatro
social se ha alejado del horizonte poltico, a lo que, en la escala entregas en su seccin La pgina de los maestros. Si bien Orte-
local, se suma el retroceso del ciclo de protestas obreras y la ga era considerado un importante referente del vitalismo ligado
reactivacin de la economa argentina a travs de su reinsercin a la Reforma, a los colaboradores de Crdoba ese ensayo que
en el mercado mundial. Ante ello Astrada acenta sus preocupa- mostraba la imposibilidad de revoluciones que emanciparan a
ciones estticas, pero antes de recluirse en lo esencial intenta la humanidad no les ofreca tesis que quisieran retomar. De ah
combatir el creciente pesimismo poltico. Una de las vas a travs que Crdoba emprendiera la difusin de El ocaso de las revo-
de las que libr ese combate fue la discusin terica y la difu-
sin de un nuevo vitalismo. Es en ese marco que debe leerse la 44 Esas tesis fueron inmediatamente difundidas a travs de un folleto de
edicin privada, pero son conocidas por los estudiosos de Astrada a partir
aparicin, en la mencionada editorial universitaria dirigida por de su republicacin en la revista platense Sagitario (1925-1927). Mar-
Astrada, del folleto de Georg Simmel El conflicto de la cultura cando su inscripcin en el ala izquierdista y latinoamericana de la Refor-
moderna y el anuncio de Los fundamentos filosficos de la ma, Sagitario antecedi la Deshumanizacin de Occidente de Astrada
con el conocido artculo de Maritegui La emocin de nuestro tiempo,
obra de Spengler de Kurt Sternberg, texto finalmente no edita- en el que se precisan las tesis sorelianas con las que Latinoamrica debe-
do. El folleto de Simmel publicado en 1923 y hoy reconocido ra corregir el socialismo.
como la primera edicin del filsofo alemn en la Argentina 45 Desde su conocida visita a la Argentina en 1916, Ortega ejerci una impor-
fue traducido por Astrada y llev un breve prlogo en el que tante influencia sobre los jvenes intelectuales antipositivistas e incluso
su visin generacionista fue central en la primera historiografa de la Re-
forma, sobre todo a travs del lder Julio V. Gonzlez. Pero esa recep-
43 La intervencin a la universidad, en La Voz del Interior, Crdoba, cin entusiasta de Ortega no impidi que Gonzlez y otros reformistas
04/05/1923. La primera resolucin de la comisin fue la organizacin inscriptos en la cultura de izquierda, como Astrada, cuestionaran el giro
de conferencias diarias preparatorias de un gran mitin a realizarse el 13 conservador que realiz Ortega en su Espaa invertebrada, publicado
de mayo. La comisin oficial de oradores era encabezada por Taborda en 1921, y en El tema de nuestro tiempo, de 1923.
y seguida por C. Garzn Maceda, Jorge Orgaz, Carlos Astrada, Amrico 46 De esos 46 nmeros slo se han conservado siete nmeros, disponibles
Aguilera, Jos Hurtado, Ricardo Vizcaya y Sebastin Soler, entre otros. en el CeDInCI.
luciones en sus ltimas pginas, pero en las primeras publicara destituido y desterrado, Astrada encabeza los actos y las colec-
artculos que criticaban esa conclusin. Adems de la crtica de tas de la campaa en apoyo al maestro Unamuno, campaa
Lazarte y la de Bermann, aparecer all la de Astrada. ste, como que tuvo en el semanario Crdoba su domicilio editorial y su
lo haba hecho en el caso de Unamuno, no dudaba en descalificar rgano de difusin.
a quien hasta entonces haba erigido en su maestro si lo que es-
taba en juego era la reivindicacin de una poltica emancipatoria. En sus prximas intervenciones, Astrada continuar buscando
Para refutar a Ortega, el cordobs volva a apelar al vitalismo una filosofa que permita pensar el fluir de la vida pero ella ya
revolucionario que vena difundiendo desde 1919, al que en 1923 no estar enlazada con una salida social revolucionaria que re-
le agregaba la salvedad de que los tiempos estaban dejando de medie el anquilosamiento de la cultura moderna. Pasada la hora
ser de una revolucin inminente. revolucionaria, Astrada troca el vanguardismo poltico por la
interrogacin sobre la esttica y el arte vanguardista, al punto
El alma desilusionada comienza resumiendo las tesis de Or- que en 1926 funda en Crdoba una nueva revista Clarn que
tega, en las que como anticipamos Astrada no encuentra se ofrece como el espacio de legitimacin de las expresiones
ms que la glosa de Spengler. Para ambos, las civilizaciones artsticas que arriban con el futurista Emilio Pettoruti. En cuanto
recorreran un mismo ciclo vital y la comparacin de nuestra a las publicaciones reformistas de la dcada del veinte, el paso
civilizacin con la romana y la griega probara que el idealismo de la hora revolucionaria se advierte no slo en la diversa inter-
revolucionario no ha sido ms que un estado transitorio, una de vencin que realizan en Crdoba los mismos intelectuales que
las estaciones del camino recorrido. Astrada desconfa de esos haban colaborado en la revolucionaria Mente, sino tambin en
desbordes de utopismo proftico para defender la vigencia del otras publicaciones culturales ligadas a la Reforma. En La Plata
idealismo revolucionario. Especficamente, reconoce que el es- la aparicin del ensayo Nuevas Bases de Alejandro Korn en la
pritu atraviesa una honda crisis ante la que deben rectificarse clebre revista reformista Valoraciones (1923-1928) esboza un
los postulados absolutos de la tica idealista, pero ello no debe- socialismo eticista y parlamentario que busca corregir tanto la
ra eliminar la esperanza en una sociedad ms justa y libre, o bien poca atencin a las desigualdades sociales del liberalismo como
no debera permitir la asimilacin conformista y caracterstica la exaltacin bolchevique que haba realizado en 1919 una revista
de la real-politik entre poltica y administracin. como Bases. Pero el socialismo tico por el que opta Valoracio-
nes no fue la nica opcin para mantener la preocupacin polti-
Justamente, Astrada desarrolla ms extensamente esos argu- ca de la Reforma ms all de la hora revolucionaria, pues los j-
mentos en La real-politik, un artculo que traza la continui- venes que se alejan de esa revista para fundar Sagitario parecen
dad entre la concepcin administrativa de la poltica sostenida convencerse de que la ausencia de un horizonte revolucionario
por Maquiavelo y la que sostendra Spengler y que compila en internacional poda ser reformulado desde ese latinoamerica-
1924 junto a El alma desilusionada y Conceptos: ideal y vida nismo antiimperialista que ya tena una importante circulacin
(una reformulacin del mencionado artculo de El Trabajo en el entre los estudiantes peruanos. Y esa opcin es tambin la que
que polemiz con Ricard) en su primer trabajo monogrfico, La siguieron las revistas reformistas rosarinas que reemplazaron a
real-politik. De Maquiavelo a Spengler. Mientras que en los las revolucionarias Verbo Libre y La Antorcha.
aos anteriores Astrada sealaba a Rusia como el mito que solu-
cionaba la problemtica convergencia entre idealismo utpico y Volviendo a Astrada, si bien debern pasar algunos aos, nues-
realidad poltica, en los artculos compilados en 1924 ya no hay tro filsofo se interesar nuevamente por esa gresca que lo
referencias a Rusia, lo que de todos modos no implica aceptar haba hermanado con Taborda y los dems miembros del grupo
el capitalismo real. Contra la poltica pragmtica de Spengler Justicia, e incluso har del vnculo entre filosofa y poltica una
que reduce la poltica a la situacin histrica y contra el cuestin central de su produccin madura. Al respecto, mencio-
idealismo utpico que postula una historia con una finalidad nemos al menos que los primeros rastros de ese regreso a la
predeterminada, el vitalismo libertario todava presente en arena poltica son, por un lado, su participacin, en 1931 (inme-
Astrada contina enlazando la historia, la poltica y la cultura diatamente despus de regresar de su estada europea), en la
desde el fluir de la vida y la emancipacin de la humanidad. campaa electoral de Deodoro Roca como candidato a intenden-
te de Crdoba por la Alianza Civil y, por el otro, la firma en 1932
A mediados de 1923, La Voz del Interior difunde un manifiesto del polmico manifiesto del Frente de Afirmacin del Nuevo
de apoyo a los estudiantes peruanos que, en su intento de ex- Orden Espiritual (FANOE) elaborado por Taborda.47
pandir la Reforma universitaria iniciada en Crdoba, acababan de
ser violentamente reprimidos. Ese texto tambin reproducido
en el dossier lleva la firma de Astrada, entre las de otros refe-
rentes izquierdistas del movimiento estudiantil cordobs. Pero, 47 Este manifiesto, firmado por varios filsofos antipositivistas e intelectua-
les vinculados al PS, se opona al cientificismo izquierdista del comunis-
al ao siguiente, ya no encontramos a Astrada entre las huel- mo y el socialismo y propona completar las preocupaciones econmi-
gas y revueltas estudiantiles frente a la nueva intervencin de cas y polticas revolucionarias con una renovacin cultural ligada a las
la Universidad de Crdoba, su preocupacin poltico-intelectual filosofas espiritualistas, entonces hegemnicas en la academia. Esta
crtica anticapitalista a la cultura de izquierda sin un pronunciamiento
parece centrarse en la defensa de Unamuno. En efecto, al llegar antifascista, que Taborda y Astrada venan formulando en sus ensayos
la noticia de que en febrero de 1924 Primo de Rivera lo haba de esos aos, fue denunciada por la izquierda partidaria de formular un
Las pginas anteriores muestran que los primeros textos de Car- En cuanto al olvido motivado por Astrada, respondi como
los Astrada deben ser ledos en el marco del intento de radicali- mencionamos a la construccin autobiogrfica iniciada en
zar el movimiento poltico-cultural surgido de la Reforma Univer- 1943, cuando la compilacin Temporalidad recort a un Astra-
sitaria. En efecto, como vimos, esos textos y algunas iniciativas da juvenil preocupado casi exclusivamente por un tratamiento
en las que Astrada particip entre 1919 y 1923 buscaron que literario de cuestiones filosficas. Aqu no es un dato menor el
los estudiantes no slo se vincularan a los grupos obreros re- ao de edicin, pues entonces Astrada conciliaba su vitalismo fi-
volucionarios, sino que adems asumieran una identidad poltica losfico con un telurismo de cuo heideggeriano para participar
ligada a un anarquismo que se reformulaba a partir del vitalismo de la intelectualidad nacionalista reunida en la revista Choque
y de la interpretacin del sistema de los soviets como una expe- (1941-1944). Por los editoriales publicados en esa revista y sus
riencia que prometa la realizacin de la igualdad social al mismo iniciativas acadmicas, el movimiento estudiantil y especfica-
tiempo que el despliegue de la libertad individual. Temprana y mente su fraccin comunista acusaba a Astrada de ser el disc-
fuertemente influido por la llegada de textos vitalistas, Astrada pulo local del filsofo oficial nazi Martin Heidegger y peda su
inscribi la Reforma en la apertura de una nueva hora marcada exoneracin de la Facultad portea de Filosofa y Letras.49
por la accin directa de los hombres revolucionarios sobre la
historia. Esa accin desmenta el determinismo que la ciencia En otros trminos, en la dcada del cuarenta Astrada no po-
le asignaba a la historia y se guiaba por el ciclo revolucionario da de ningn modo rescatar su entusiasmo juvenil por la Re-
abierto por Rusia. En el ambiente universitario postpositivista, la volucin Rusa y por una concepcin anrquica de la historia ni
opcin de Astrada por un vitalismo libertario no resultaba nada su intento de imprimir esa orientacin en la Reforma, ya que la
comn. Ms all de la pequea vanguardia intelectual del grupo reorientacin filosfico-poltica por la que haba optado tena
Justicia, en Argentina prevalecieron las vertientes antipositivis- sus crticos ms firmes justamente en los herederos de la Re-
tas que, como el Colegio Novecentista de Buenos Aires, asumie- forma y de esa revolucin. Pero, desde mediados de los cincuen-
ron un carcter espiritualista, axiolgico o incluso catlico y un ta, Astrada se alej rotundamente del telurismo para asumirse
sesgo poltico temeroso no de la deshumanizacin sino de la como un filsofo marxista, crtico de las filosofas nietzscheana
desjerarquizacin social. De ah que Astrada no haya elegido las y heideggeriana. Entonces record que haba participado en los
revistas culturales en las que se libraba la disputa entre positi- orgenes del movimiento reformista, pero lo hizo aclarando que
vismo y antipositivismo como el canal privilegiado de circulacin esa participacin haba sido menor. Y el nuevo motivo de ese
de su filosofa vitalista, sino las publicaciones libertarias, crticas olvido seguramente haya sido que la renovacin del marxismo
del marxismo materialista y gradualista. Y, segn vimos, con sus de la que participaba se defina no como la heredera sino como
intervenciones busc que esas publicaciones optaran por una l- la superadora de una Reforma Universitaria que haba fracasado
nea poltico-filosfica ligada a un sorelismo que, al interior de la tanto en su intento de sacar a los estudiantes de los claustros
cultura anarquista, propona una particular sntesis individualista. como en el de construir la filosofa de la hora revolucionaria.
Esos primeros escritos de Astrada y las publicaciones en las que Esta operacin autobiogrfica de Astrada no ha resultado con-
circularon no slo permanecan perdidos por la falta de una po- flictiva para las distintas investigaciones que, en los ltimos
ltica sistemtica de archivo, sino tambin por ocultamientos y aos, recuperaron su figura. A los trabajos que se guiaron por
olvidos historiogrficos motivados por las tradiciones polticas una orientacin historiogrfica comunista les bast con sealar
locales e incluso por el mismo Astrada. Por un lado, ni la histo- en el joven Astrada un incipiente marxismo. Por su parte, los que
riografa de la Reforma ni las que elaboraron los distintos parti- participaron de la amplia historiografa nacional-popular se enfo-
dos polticos se interesaron por recordar la lnea anarco-bolche- caron en erigirlo en el mayor filsofo de la universidad peronista
vique que alentaron peridicos como El Trabajo y revistas como no slo por la calidad de su produccin intelectual, sino sobre
Va Libre y Cuasimodo. Slo algunas versiones de la Reforma todo por la recurrente tematizacin de la idiosincrasia nacional.
ligadas al Partido Comunista recordaron la existencia de frac-
48 Las ms claras excepciones historiogrficas a este olvido del ala radica-
ciones revolucionarias en los inicios del movimiento estudiantil,
lizada de la Reforma, adems de las obras de los intelectuales comunis-
mientras que la Unin Cvica Radical asoci el movimiento a la tas (Bernardo Kleiner, 20 aos de Movimiento Estudiantil Reformista:
llegada de la democracia yrigoyenista a las universidades y el 1943-1963, Buenos Aires, Platina, 1964, y Gustavo Hurtado, Estudiantes:
reforma y revolucin. Proyeccin y lmites del movimiento estudiantil
protofascismo. Y esta denuncia encontr cierta confirmacin con la apari- reformista, 1918-1966, Buenos Aires, Cartago, 1990), son: Juan Lazarte
cin, a fines de 1933, del manifiesto annimo Joven argentina. Cfr. Carlos Lneas y trayectorias de la Reforma Universitaria, Buenos Aires, Argos,
Casali, La filosofa biopoltica de Sal Taborda, Remedios de Escalada: 1935, y principalmente los trabajos ya citados de Tarcus, op. cit.
UNLa, 2012, pp. 243-251. 49 Para un anlisis de esas acusaciones, ver: Kohan, op. cit., pp. 183-186.
Resumen Abstract
A partir de un detenido rastreo biblio-hemerogr- Taking into account a detailed biblio-hemerograph-
fico, el artculo analiza las breves y olvidadas inter- ic seeking, this article explores the forgotten po-
venciones poltico-culturales realizadas por el joven litical interventions of the young Carlos Astrada.
Carlos Astrada. Este destacado filsofo argentino Throughout a versatile itinerary, this outstanding
estableci, a lo largo de su verstil itinerario, una Argentine philosopher established close links be-
estrecha vinculacin entre las nuevas corrientes tween new philosophical currents and various forms
filosficas y distintas modalidades de compromiso of political commitment. Until 1924, he sought to
poltico. Hasta 1924 emprendi la bsqueda y difu- conceive and spread a philosophy designed to en-
sin de una filosofa destinada a pensar y alentar, courage the social emancipation in terms of vitalism
en trminos vitalistas, anarquistas y revolucionarios, and anarchism theories. To do this, along with De-
la emancipacin social. Para ello, junto a Deodoro odoro Roca, Saul Taborda and other young intellec-
Roca, Sal Taborda y otros jvenes intelectuales tuals from Crdoba, Carlos Astrada participated of
cordobeses, Carlos Astrada particip de una bre- a brief cultural avant-garde movement that sought
ve vanguardia cultural que se propuso como gua to establish itself as a revolutionary guide for the
revolucionaria de la Reforma Universitaria. Espec- University Reform. Specifically, the texts gathered
ficamente, los artculos recuperados nos permiten in this article allow us to discover a young Astra-
descubrir a un joven Astrada que, guiado por las da who, guided by vitalism and libertarian philoso-
filosofas vitalistas y el pensamiento libertario, iden- phies, identified the Soviets revolution as the start-
tific a la revolucin de los soviets como la apertura ing point of humanitys intervention in the historical
de un ciclo en el que la humanidad intervendra en process that would lead the society to its freedom.
el mecnico desarrollo histrico para colocar los In an attempt to politically contextualize these un-
pilares de una sociedad ms justa y ms libre. En published texts, this article not only provides new
el intento de rescatar los contextos en los que in- information about the beginnings of Carlos Astra-
tervinieron los textos, este artculo no slo aporta da, it also shows that these beginnings were part of
nueva informacin sobre los inicios de Carlos As- an original anarchist vitalism.
trada sino que tambin muestra que esos inicios se Keywords
inscriben en un original vitalismo anarquista. Carlos Astrada; Anarchism; University Reform; Vi-
Palabras clave talism.
Carlos Astrada; Reforma Universitaria; Vitalismo,
Anarquismo argentino; Revolucin Rusa.
Antologa
Los textos
filosfico-polticos del joven
Carlos Astrada (1919-1924)
I
En esta hora que vivimos...
Hasta ayer, Crdoba transcurra en la plcida vida monacal, reposando indolente en una fe
sin inquietud y sin grandeza fe que nunca supo de herosmo. Confiaba en el dogma de
la disciplina y del orden, la religin, hasta ayer imperante, estaba satisfecha de su mandari-
nismo que le permita conservar acrecindolos sus intereses materiales y eludir la vida his-
trica y las grandes preocupaciones del espritu. Mas lati con fuerza el corazn generoso
de la juventud, se manifest virilmente una aspiracin largo tiempo contenida, y pudimos
comprobar que la Crdoba catlica y materialista materialista por catlica haba ca-
ducado en las conciencias que era un conquistador vencido por su deleznable conquista.
Entiendo que venimos aqu no solamente a solidarizarnos con la obra iniciada, es decir
con un pasado, sino tambin con un porvenir, con nuestro porvenir, con la prosecucin
indefinida de nuestra obra, que por ser de vida y de amor no veremos concluida, pues ella
no ser ms que un momento de la vida y de la duracin espiritual de nuestro pueblo, que
lo habremos llenado con nuestros sueos; ella ser, en fin, el areo eslabn con que una
generacin, ofrendando en el altar de la patria soada, habr contribuido para la cadena de
la raza, para que sta persista en el tiempo, alcanzando en cada etapa de su vida ascenden-
te una ms bella plenitud.
He dicho patria. Un sentimiento complejo y muy arraigado en nuestra afectividad nos vincu-
la de modo permanente al suelo en que hemos nacido. Digamos cul es y cmo es nuestro
amor a la patria; hablemos, pues, de nuestro patriotismo, para distinguirlo distincin muy
necesaria en estos momentos de otro presunto patriotismo que nuestra conciencia de
hombres libres no puede aceptar sin traicionarse a s misma. Desde luego, nuestro amor
a la patria est muy lejos de ser semejante a la actitud de la mujer de Lot, inmovilizada,
petrificada en la contemplacin del pasado. Las vidas que tocan a su ocaso no viven ya, ape-
nas recuerdan; el recuerdo es la oracin que ellas musitan en las ltimas gradas de la vida,
antes de acogerse al templo misterioso de la muerte. No ser yo quien niegue al recuerdo
toda su belleza melanclica; pero cuando se es joven, cuando uno empieza a afirmarse en la
vida tiene que aumentar su hogar interior con la santa combustin de la esperanza. Y bien,
una patria no est sujeta al proceso de las vidas individuales, no puede envejecer, debe ser
siempre joven, y para ello tiene el derecho de contar con la perenne juventud espiritual de
sus hijos. Yo simbolizara a la patria antes que en una vida que declina, llena de recuerdos,
en la de un joven, pleno de esperanzas, que se inicia en la vida con un corazn puro, capaz
de todo impulso generoso. Nuestro patriotismo no puede ser mera contemplacin del pa-
sado; ante todo y por sobre todo l debe ser voluntad de superar la patria del presente, de
realizar un nuevo ensayo de vida que implique ms altos valores humanos para el individuo
y la colectividad; en fin, nuestro amor a la patria, si ha de ser fecundo, debe traducirse por
una amplia visin del porvenir. Miremos ms nos ensea Unamuno, que somos pa-
dres de nuestro porvenir que no hijos de nuestro pasado, y en todo caso nodos en que se
recogen las fuerzas todas de lo que fue para irradiar a lo que ser. Sinteticemos nuestro
concepto del amor a la patria diciendo, con la hermosa frmula de Jaurs, que estamos
atados a este suelo por todo lo que nos precede y todo lo que nos sigue; por lo que crea-
mos y somos creados; por el pasado y por el porvenir; por la inmovilidad de las tumbas y
por el mecimiento de las cunas.
Nosotros, trmino medio entre ambos extremos, tenemos una gran misin que cumplir: nos
corresponde elaborar un patrimonio espiritual para entregarlo, incontaminado, a las gene-
raciones que nos sucedern; y habremos traicionado a la vida tenedlo por seguro si a
estas no podemos decirles en la muda elocuencia de las obras; esto es lo que hemos rea-
lizado, lo que hemos pensado, lo que hemos soado; concebid y realizad algo ms grande,
soad algo ms bello, y proseguid por la ruta del ideal.
Tenemos una misin que cumplir. Para concebirla con cierta claridad y despertar al senti-
miento de la grave responsabilidad que ella entraa, debemos venir a una plena conciencia
de esta hora histrica que vivimos. La inquietud que hoy agita a todas las colectividades
humanas nos dice, en el lenguaje confuso pero elocuente del dolor y del presentimiento
que algo nuevo y grande se est gestando en las entraas de la humanidad; esa inquietud
es el sagrado temblor que anuncia el alumbramiento. Un hlito de tragedia y de lucha nos
envuelve; la angustia y la esperanza, en que se agigantan las almas, otorgan a esta hora
solemnidad y grandeza. Todos los pueblos de la tierra, inspirados en las normas de libertad
y justicia, postulan una vida ms humana y ms bella. La voluntad de los hombres, que en
un largo ostracismo ha adquirido el temple del acero, hoy se aplica, segura de s misma, a
los acontecimientos, y en un esfuerzo heroico est torciendo el curso de la historia para im-
primirle la direccin que exigen superiores anhelos. Y esta intervencin directa de la volun-
tad y el pensamiento de los hombres en el devenir histrico no debe extraarnos; porque,
como muy bien lo hace notar Guido de Ruggiero, el pensamiento no es pura contemplacin
de la realidad, sino realidad histricamente determinada y obrando histricamente. Y por
qu no haba de ser tambin determinante de la realidad histrica el deseo de perfeccin,
la voluntad de realizar lo nuevo y vivirlo en cada momento de la duracin del espritu
colectivo? Nosotros no podemos concebir las humanas aspiraciones y todos los valores
morales que la fe en los ideales va creando en los espritus como una intil ensoacin, flo-
tando como fuego fatuo sobre la corriente de la historia; antes por el contrario, pensamos,
que tales aspiraciones y valores son la levadura misma de la historia divino fermento
de la perfeccin! Si as no fuere, tanto el individuo como las colectividades tendran que
renunciar para siempre a ser cada vez mejores, a superarse humanamente; en tal caso la
vida humana habra perdido todo su significado. La realidad inmediata desmiente categ-
ricamente tal supuesto; y si no a qu responde la inquietud de esta hora? Sentimos que
hoy la vida humana est cobrando ms significado que nunca; es que la humanidad vive un
momento en que se est superando a s misma. Terminada la guerra europea contien-
da entre dos capitalismos se inicia en el mundo una verdadera cruzada para conquistar la
libertad y la justicia. Es un movimiento que persigue la elevacin de todas las patrias, para
que afirmando stas, de un modo integral, su personalidad histrica, su peculiar espritu,
puedan todas convivir fraternalmente en una humanidad mejor. Es una nueva vida que se
insina en el mundo y que desde ya se nos anticipa como una sntesis original; se trata,
puede decirse, de una nueva experiencia de humanidad, este nuevo ensayo de vida supone,
desde luego, la caducidad de muchos valores, el derrumbe de muchos dolos, el quebranta-
miento de innmeras cadenas de todas las cadenas, que por siglos han impedido el libre
desenvolvimiento de la personalidad humana, ahogando toda posibilidad de vida superior.
Esta caducidad de los viejos e inhumanos valores no debe alarmarnos, porque al fin ser la
vida la que triunfe, dejando tras de s, como lastre muerto, todo aquello que no tiene fuerza
para vivir porque ya ha caducado en el espritu de los hombres.
Ahora s podemos decir con Nietzsche, que los dioses han muerto, y agregar que la ley, en
todo lo que se opone al espritu, tambin ha muerto. Algn da, quiz no lejano, podremos
decir con el apstol Pablo: ms ahora estamos libres de la ley habiendo muerto a aquella
en la cual estbamos detenidos, para que sirvamos en novedad de espritu, y no en vejez de
letra. Es una perenne verdad lo de que la letra mata y el espritu vivifica.
Quien abriga en su corazn la ley nos dice Unamuno est sobre la dictada por los
hombres; para el que ama no hay otra ley sino su amor.
Hemos afirmado, con Nietzsche, que los dioses han muerto; podemos decir, con ms ver-
dad, que todava no ha nacido el Dios de libertad, de amor y de justicia; el Dios, creacin
viviente de la humanidad, de su espritu, que abismado ante el misterio de la vida y sobre-
llevando la incertidumbre suprema, slo pide bondad y amor para hacer menos penoso su
trnsito por la tierra. Oigamos a Guyau, el filsofo poeta: La humanidad ha esperado largo
tiempo que Dios se le aparezca, y l se le ha aparecido; y no era Dios. El momento de la es-
pera ha pasado; ahora es del trabajo. Si el ideal no est completamente acabado, como una
casa, depende de nosotros trabajar juntos para hacerlo; y Guyau agrega: Yo ignoro lo que
puedo fuera de m, no poseo ninguna revelacin no escucho ninguna palabra resonante en
el silencio de las cosas, pero yo s lo que interiormente quiero y es mi voluntad la que har
mi potencia. La accin sola da la confianza en s, en los otros, en el mundo. S, depende de
nosotros trabajar en el ideal, irlo plasmando grande y bello. Agucemos, pues, nuestra sen-
sibilidad y dejemos al corazn vivir sus libres impulsos, que as conquistaremos ese mundo
moral en que todas las almas se sienten solidarias en una idntica aspiracin, en una misma
obra de amor. Goethe, otro espritu todo amplitud y excelencia, nos dice que todo corazn
que quiere asegurarse de su propia espiritualidad no puede hacer profesin de indiferen-
cia. Otra cosa no poda decirnos quien opuso al imperativo categrico y racional de Kant,
contemplndolo, el imperativo cordial; o sea este mandato silencioso del corazn que nos
lleva a sufrir con todos los que sufren, y a soar con todos los que suean.
que an no ha sido pero que ser. Solamente los salvajes pueden creer, de acuerdo con la
frmula de un optimismo profundamente inmoral, que vivimos en el mejor de los mundos
posibles. A los que tal piensan se refiere Fichte en estas palabras: En su concepto, la his-
toria ha cerrado ya muchas veces el crculo en que gira, no habiendo, por tanto, nada nuevo
bajo el sol, porque han secado la fuente de la vida eterna y dejan que la muerte contine
su camino y descanse a menudo entre los hombres. Nosotros no diremos, porque ello no
estara enteramente de acuerdo con la verdad, que vivimos en el peor de los mundos; pero
tenemos el derecho de concebir uno mejor, y de esforzarnos hacia l, rompiendo la marcha
con el corazn bien alto. Concebir ese mundo mejor es empezar a crearlo, porque el pensa-
miento, cuando responde a una necesidad ntima del ser, es ya una creacin. Vivamos, pues,
constantemente insatisfechos. Si el estado de cosas existente est lleno de sombras y de
miserias no lo aceptemos como nuestro destino natural; rebelmonos contra l en nombre
de los postulados de un sentimiento humano esencial.
Rebelda y amor son el resorte ntimo del ideal. Amamos lo mejor porque poseemos la
virtud de rebelarnos, y nos rebelamos porque nuestro espritu est ya tocado de un amor
anterior. Alguien podra objetarnos, en nombre de los cnones de la lgica, que incurrimos
en un crculo vicioso; nosotros le responderemos que es un crculo que est al margen de la
lgica, y que nos dice del profundo ilogismo de la vida; efectivamente, es un crculo mgico
que engendra su propia tangente, tangente que es idea en proyeccin al infinito.
A nuestra legtima interrogacin sobre lo que pueda significar el advenimiento de una nue-
va era, responde muy bien el filsofo cataln Eugenio dOrs dicindonos en una de sus
admirables glosas: Nuestro instinto nos dice que una Era nueva es una nueva manera de
partir el pan. Podemos agregar que una nueva manera de partir el pan implica el adveni-
miento de un nuevo espritu, la instauracin de un nuevo ideal de la vida. Nuestra edad se
caracteriza por el predominio de las cosas y de los valores econmicos sobre el hombre.
Puede decirse, sin error, que la vida humana ha sido desplazada a un ltimo plano en la ta-
bla de los valores. La personalidad est constreida por mil fuerzas que conspira contra su
libre desenvolvimiento; la humanidad se encuentra aplastada por la organizacin industrial
y econmica de la sociedad capitalista, que tiene por expresin poltica el Estado actual.
Tambin en la Edad Media el hombre sufri un largo eclipse. La iglesia, para llevarlo a la
beatitud en el otro mundo, lo encaden en ste. Mas viene el Renacimiento, lo que algunos
historiadores de la filosofa justamente han llamado el descubrimiento del hombre, y el
humanismo eleva la vida, imprimindole una nueva direccin. Con el Renacimiento surgen
los magnos problemas de la religin y del derecho natural; se constela de almas su cielo
magnfico y por su prtico augusto pasa, entre otras grandes figuras humanas, la de Gior-
dano Bruno y la de Luis Vives; marchan hacia la resurreccin del hombre, y desde la cima
de su espritu contemplan el amplio panorama de una vida nueva. Sigue la Reforma, hija
espiritual del Renacimiento; en ella irradia el espritu de Lutero, y la libertad de conciencia
Digamos con Gorki, sin temor de equivocarnos y conscientes de la hora histrica que vivi-
mos, que marchamos hacia el renacimiento del hombre. Podemos expresar nuestro estado
de alma, en esta hora de perplejidad e incertidumbre, por estas palabras con que Guyau ter-
mina una de sus obras admirables: Ninguna mano nos dirige, ningn ojo ve por nosotros,
el timn est roto desde hace largo tiempo o ms bien nunca ha existido, est por hacerse;
es una gran tarea, y es nuestra tarea. El timn est roto; lo han roto las fuerzas mismas
de la vida porque l la orientaba hacia su negacin, hacia la muerte. En medio de la tem-
pestad nuestro espritu ha logrado una calma; aprovechndola hemos consultado nuestra
brjula, y comprobamos que su aguja imantada nos seala un nuevo norte.
II
Por el camino infinito...
Es que el recio y apasionado teorizador de las ideas, vengan ellas de cualquier punto del
horizonte espiritual, suele reaccionar en forma contundente ante los problemas, como que
es hombre que vive intensamente sus impulsos, ya con la verdad, ya con el error; ms fre-
cuentemente con sus errores, siempre interesantes y sugestivos, que con sus verdades,
no menos inquietantes. Gusta de la contradiccin y la paradoja, y las esgrime a diestra y
siniestra; mas su paradoja, que suele ver la fecunda paradoja de la filosofa y de la ciencia,
que en estas es la forma en que se manifiesta por primera vez una verdad nueva.
Entrando a nuestro tema diremos que el manifiesto del grupo Claridad adopta algo del
progresismo que le censura Unamuno. No obstante, cualesquiera que sean sus errores de
doctrina, l da la pauta de la nobleza moral de Anatole France y sus amigos: el viejo volte-
Unamuno impugna las ideas del grupo Claridad tomando demasiado al pie de la letra su
manifiesto. No hay que ver en la creencia del pacifismo iluso en el advenimiento de un esta-
do social paradisaco ms que la esperanza muy humana que es el fondo dinmico de
los ideales. La ilusin es propia de la psicolgica de todo ideal vivo que tiende a realizarse.
No es posible decidir, a no ser dogmticamente, sobre la verdad o el error de un ideal por
lo mismo que este cuenta ms que con el pasado en que arraiga y el presente en que obra,
con el porvenir que aspira a crear segn la imagen de la esperanza que lo engendr. En
punto a la fe en los ideales bien podemos decir con Renn que as como hacemos solos la
belleza de lo que amamos, haramos la verdad de lo que creemos. Contando con el porve-
nir, que es contar con los factores ms imponderables del espritu, que en cada momento
de su duracin va elaborando lo nuevo con que se enriquece, lo que hoy es slo motivo de
fe puede maana realizarse como verdad. Cuntas veces se ha repetido, en presencia de
las comprobaciones de la experiencia, que las realidades de hoy son las utopas del ayer!
Es humano que los hombres en medio de sus arduas luchas ansen la paz. Aunque reco-
nozcamos racionalmente que la vida es eterna lucha, acaso no podemos sustraernos por el
ensueo de la fatalidad que implica. Si la vida misma fuera perpetua paz, soaramos con la
guerra. Antinomias del espritu! Antinomias que son la trama misteriosa de la vida misma.
Unamuno critica burlonamente la ideologa del grupo Claridad por no haber tenido en
cuenta, segn l, las antinomias sociales. Ante todo, en el manifiesto de Anatole France
y sus compaeros no se afirma que no existan las antinomias. Los que lo suscriben se ex-
presan como si las antinomias no existiesen; pero esto no es eliminarlas deliberadamente.
Despus del brbaro paroxismo de la civilizacin capitalista no es extrao que los hombres
del grupo Claridad que no son filsofos, avezados a las doctrinas hablen el lenguaje
de un pacifismo ingenuo, aunque, por otra parte ellos mismos se apresten notablemente a
guerrear por un ideal. Por lo dems, Unamuno, como decamos al comienzo de estas lneas,
cae en el sofisma de reducir la accin de las antinomias a su juego puramente mecnico.
Es dogmatismo, y no otra cosa, el no aceptar la posibilidad de una superacin de las anti-
nomias, en el sentido que ellas puedan plantearse en un plano ms elevado de la realidad
social. Por qu ciertas antinomias, ponemos por caso, han de manifestarse siempre en un
complexo de fenmenos de ndole puramente material y no han de poder transformarse en
otras, superndose a s mismas y obrar en la esfera de los fenmenos de la vida moral! Dice
Unamuno: Cuando alguien, remendando una sentencia evanglica, dice, por ejemplo, que
siempre habr pobres y ricos, se nos ocurre replicarle: Sin duda; de donde no se deduce
que usted haya de ser siempre rico pues el que dice esto suele serlo y otro el pobre;
que haya siempre ricos y pobres no quiere decir que unos ni otros lo sean de nacimiento,
y no estara de ms un turno. Con lo que no se resolvera la antinomia, pero cambiara de
sujetos. Lo de que siempre habr pobres y ricos se nos antoja una pseudo-antinomia. Se la
puede justificar racionalmente, torturando la inteligencia y la lgica; pero no se la lograr
asentar legtimamente en la razn aunque se la formule del modo ms filosfico posible
y es de notar que algunos economistas inspirndose en esta pseudo-antinomia han ha-
blado de una filosofa de la riqueza y de una filosofa de la pobreza. Concedamos que
sea una verdadera antinomia; en tal caso, siendo ella la formulacin de algo enteramente
emprico, de lo ms transitorio y deleznable, los intereses de ndole material que pueden
darse en la vida del hombre y de la sociedad no cabe pensar en la posibilidad de susti-
tuirla, superndola, por una antinomia que responda a preocupaciones humanas de orden
ms elevado? Mas desde otro punto de vista podra pensarse en la solucin, una solucin
sui generis, de esta y de las otras antinomias sociales: as como la antinomia de la razn
prctica se resuelve, segn Kant, con la creencia en una vida futura, as las antinomias de
lo que podemos llamar la razn social que es tambin una razn prctica se resolve-
ran con la creencia en un estado social de relativa armona y libertad; o sea haciendo de
la utopa una realidad espiritual. Esta solucin, moviendo constantemente a los hombres
en el sentido del ideal, implica la perennidad de la lucha. Tratar de que la utopa sea en
nuestro espritu realidad viviente es, por cierto, noble y humansima tarea. Recordemos
estas hermosas palabras de Anatole France, dirigindose a los estudiantes franceses: No
temis pasar por utopistas, no temis construir en las nubes, forjar repblicas imaginarias
como Platn, Toms Moro, Campanella, Feneln Utopistas! Es la injuria acostumbrada que
los espritus limitados arrojan a los grandes espritus, y con la que los hombres polticos
persiguen a los soberanos del pensamiento.
.En esta hora de graves responsabilidades, los hombres libres del grupo Claridad, con su
decidida actitud en pro de la libertad y la justicia, vuelven por los fueros del pensamiento
soberano. Ante los desbordes y brutalidades del capitalismo ensorbercecido con su triunfo
pues en todos los pases, incluso los neutrales, ha triunfado a excepcin de Rusia, donde
la evolucin est dando buena cuenta de las seudo-antinomias el manifiesto de Anatole
France y sus amigos es una clarinada que llama a los hombres al combate espiritual para
afirmar la dignidad de la vida y en eterna belleza. No se trata de conquistar un estado social
paradisaco de absoluta paz, sino de superar esta mezquina forma de lucha, engendro del
srdido materialismo que caracteriza a la civilizacin capitalista en estas latitudes. Se aspira
a que la personalidad humana, liberada de la degradante servidumbre econmica, adquiera
su legtima primaca sobre las cosas. Postular un estado social mejor no quiere decir, de
ningn modo, que en l el hombre haya de colmar las ansias de su espritu, solucionando
definitivamente las dudas que lo atormentan. En vez de anegar sus inquietudes en una paz
de muerte, se plantear, con ms integridad quiz, los grandes problemas del mundo y de
la vida, y todos aquellos que ataen directamente a la naturaleza moral. Nuevos tiempos
engendrarn preocupaciones an no sentidas, y problemas nuevos se insinuarn a su sen-
sibilidad siempre despierta.
Todo ideal, como que humanos sueos lo han generado, concibe una meta ms o menos
quimrica. Movindonos en la direccin que l nos seala, vamos interponiendo fatigas,
decepciones y esperanzas entre el presente que es descontento y la quimrica meta que
mientras ms se aleja ms nos alucina. As el hombre, de frente al misterio, va marchando
por el camino infinito de un combate eterno... No podemos lamentarnos de esta fatalidad
desde que ella nos obliga a superarnos constantemente. La vida del espritu, buscando con
heroico afn su propia plenitud, engendra la revolucin eterna que nos habla Chesterton.
Esta inquietud, esta mxima sed de perfeccin, se ha expresado mejor que en ningn otro
en el ideal anarquista. Nada de extrao tiene la aspiracin que entraa la comprensin anr-
quica es a la vez sentimiento del espritu y numen de la historia. Crdoba, diciembre de 1919.
[Carlos Astrada, Por el camino infinito..., en Clarn, Buenos Aires, enero de 1920]
III
El revolucionario eterno
... daba con su hacha en el tronco de las encinas sagradas, y los sometidos se
asombraban de no verlo devorado por el fuego celeste . . .
Mas Stirner.
. . . no se trata de calcular placeres, de hacer contabilidad y finalidad: se trata de ser y de
vivir, de sentirse ser, de sentirse vivir, de no ser una especie de mentira en accin,
sino una verdad en accin.
Guyau, Esquisse dune Morale..., pg. 248.
I.
Sabe de las adversidades que depara el combate de cada da y ha transformado en frrea
necesidad las contingencias de una vida azarosa y difcil. As va corriendo la gran aventura
de su ideal. Porque el revolucionario eterno es antes que nada un aventureronaturalmen-
te del tipo elevadoque va jugndose todo en cada encrucijada de su lucha tenaz y heroica
contra los poderes constituidos.
Las persecuciones han hecho de la existencia del revolucionario eterno un constante so-
bresalto, y este ha llegado a ser su ritmo natural. Habituado a arriesgarlo todo necesita ya
del peligro como del aire que respira; su carrera de conspirador es un vrtigo a travs de
las emociones ms diversas.
En todas las circunstancias est por encima de los cnones de la moral de clase porque
posee el elevado sentido tico que emana de sus propias convicciones, probadas al fuego
del sacrificio cotidiano. Siempre en pos de la belleza eterna de la idea, desafa las asperezas
del camino sobrellevando la plenitud de sus sueos.
Soldado de una cruzada, para l no tiene tregua el combate por la libertad; eterno combate
creador que agiganta sus fuerzas e ilumina su espritu. Identificndose con la ntima fuerza
expansiva de la vida postula la libertad absoluta como imperativo categrico; como voz au-
tntica que viene de las profundidades del espritu y que nos dice de su esencia anrquica.
II.
Ms he aqu la primera etapa en el camino del revolucionario eterno; examinndola com-
prenderemos la causa de la persecucin de que es objeto por parte de los gobiernos, y
que no es otra que el miedo a sus ideas por su accin deletrea sobre las grandes crista-
lizaciones de la ley, expresiones del principio de obediencia: sociedad como estado social
impuesto por la violencia, y autoridad como rgano de imposicin.
Es tal el poder del ideal, tal la sugestin que la palabra del rebelde opera en el ambiente,
aletargado por una sumisin secular, que las autoridades estatales, velando por la tran-
quilidad social se incautan del elemento disolvente hacindole sentiroh irona!la
omnipotencia de la ley a quien espiritualmente est por encima de la ley, y acostumbrado
a sortearla en la lucha de todos los das. Es as que se da el hecho sorprendente, si lo con-
sideramos en su exterioridad, de que una colectividad apoyndose en la violencia de la ley
expulse de su seno a un hombre indefenso, escudado tan solo en su ideal y sin ms armas
que su palabra impregnada de humanidad y su fe inquebrantable de luchador.
El pnico que experimenta el burgus ante la enorme sugestin operada por el ideal que
encarna el hombre peligroso, y que le hizo concebir la luminosa idea de expulsarlo, nos
suministra, por contraste, un seguro criterio tico para valorar los frutos de la prdica
libertaria.
Hombres que por mezquindad de espritu jams han concebido un ideal y cuya palabra de
orden parece ser el grito epicreo de comamos y bebamos que maana a moriremos,
hombres tales no pueden comprender, y por consiguiente, respetar la grandeza del ideal
ajeno. De aqu que atenten contra l, que es atentar contra la humana dignidad, apelando,
como cnico recurso, al gendarme. Es que el pobre burgus ignora la fuerza expansiva de
ese algo sutil, inmaterial hablmosle as que puede que nos oiga y... comprenda que
invisiblemente pasa de un espritu a otro y a otro ms y a muchos otros ms... y que se
llama... a que no lo adivinas burgus!... Idea.
All el burgus con su dios policiaco Orden, al que consagra diariamente sus flexibilidades
de mimbre para que proteja su hartura; pero que tenga mucho cuidado con ese algo sutil,
inmaterial que pasando a travs de los espritus, es misterioso soplo que cada vez ms
potente no en vano recorre luminoso camino aviva la llama de la revolucin que,
hartos de la injusticia, han encendido los hombres para purificar una vida bastardeada por
los srdidos intereses de una civilizacin mezquina donde no impera la belleza ni se rinde
culto a los ideales.
III.
Ya tenemos al revolucionario eterno expulsado de su pas de origen; no importa; apenas
llegado a la casa del burgus vecino, donde tambin los guardianes del orden velan por
los fueros de la Autoridad sacrosanta, lo veremos izar su bandera de combatiente invicto.
Expulsado de una y otra parte recorrer diversos pases arrojando a todos los vientos la
roja simiente. Siempre con su alma en trance heroico, viajar errabundo entre hombres des-
conocidos pero todos hermanos suyos hijos todos de un mismo dolor. En donde haga un
alto, all plantar su tienda de rebelde y dir a los hombres su palabra mstica, sealndoles
el camino que conduce a la liberacin a travs de la constante lucha. No peregrinar en
vano; a donde lo lleve su errante paso de soldado de la libertad dejar un poco de ensueo
en el alma de los oprimidos, hacindoles presentir la belleza eterna que encierra la vida
cuando se afirma como indefinida progresin creadora, tendiendo a travs del dolor y de la
muerte hacia un libre universo.
Revolucionario bajo todos los regmenes, lo fu ayer, lo es hoy y lo ser maana. Eterno
descontento jams podr satisfacerse con la cristalizacin de los ideales; siempre conside-
rar lo que se realice en tal sentido como concreciones transitorias que han de ser obst-
culos para un perfeccionamiento ulterior. Su ideal de libertad se abre, como la vida misma,
de la cual es direccin tica cardinal, sobre una perspectiva infinita. Sobre este fondo de
infinitud y eternidad el hombre recorre la curva de su existencia buscando de realizarse a s
mismo como fin en s, mediante la diaria conquista de su libertad. Debe crear su propia vida
esforzndose en cada momento del devenir de su espritu, por llevar a plenitud sus ms
ntimas aspiraciones, sus mejores sueos.
IV.
En ocasiones el revolucionario eterno, forzado por las circunstancias, se conduce no ya
como agitador espiritual, sino como terrorista. Suele ser en pocas luctuosas para la liber-
tad en que los desmanes del despotismo han pasado el lmite tolerable. Entonces asistimos
al espectculo, admirable de dignidad y de belleza, del hombre que se yergue solo en de-
fensa de los fueros de la libertad, oponiendo a la violencia organizada del poder la violencia
personal que casi siempre va acompaado del propio sacrificio.
Acepta tan extrema situacin porque sabe con Guyau que: Quien no obra como piensa, no
piensa completamente. Pensando as, que es pensar vitalmente, el revolucionario eterno
ha llegado a la accin extrema. No nos alarme esta expresin: significa tan solo que la idea
ha rebasado el espritu, por exceso de vida, y se prolonga en accin para encarnar en insu-
perable belleza trgica. En este trance de su lucha el revolucionario eterno sin vacilar ha
jugado su vida. El sacrificio estaba en su camino de cruzado. Renn comprendi muy bien
estas almas, ciertamente de estirpe, cuando dice de ellas que cual mariposas vienen a mo-
rir en la luz de un ideal. Una muerte as es un acto de fe que vivifica el ideal y lo prolonga
ms all de la efmera vida individual en que transitoriamente encarn.
V.
Al hundir nuestra mirada en la realidad presente percibimos en toda su magnitud la epo-
peya libertaria que estn viviendo los pueblos; contemplndola, el espritu se siente algo
deslumbrado por su trgica grandeza al par que la gran visin lo reconforta y anima porque
en ella reconoce el mismo fuego purificador que lleva en s. Contemplando los aconteci-
mientos a travs de ese prisma bsico que es la personalidad comprenderemos luego no
ms el papel fundamental que en ellos juega el revolucionario eterno. l es el fermento de
rebelin que en estos momentos lgidos trabaja a las multitudes que marchan hacia la insu-
rreccin. l mantiene viva la llama del ideal y la levanta por encima de la cobarda ambiente;
as el aliento de los hombres libres llegar hasta ella, para abrillantarla y darle incremento.
admirable. Pero no menos grandes se nos ofrecen a nuestros ojos un Alejandro Berkman o
una Emma Goldman al intentar, llevados por esa impaciencia anrquica que caracteriza la
hora que vivimos, el derrumbe de las instituciones de la abominable plutocracia yanki o de
las libres instituciones de la gran democracia del norte que suelen decir los folicularios
del liberalismo poltico. El serfico lacayo de la plutocracia, Wilson, velando por el orden
creado para mayor gloria de los magnnimos reyes del acero, del petrleo, del carbn, del
cerdo, declar a Berkman y Emma Goldman personas undesirables, expulsndolos.
Es el sino del revolucionario eterno ser persona undesirable para los guardianes, ms o
menos electivos, del principio de autoridad. Pero l midiendo con su intuicin de vidente el
camino de la Historia, campo del eterno combate, podr decir al rebao de esclavos mos-
trndoles su bculo de peregrino del ideal; s, a todos los que atentan contra la belleza de
la vida, reducindola a servidumbre, podr decirles con Ibsen, el glorioso poeta: mi bculo
se mira en el lmpido mar de la libertad.
IV
Manifiesto del Grupo Justicia
Convencidos de que en esta hora en que el mundo asiste al nacer de una nueva civilizacin,
ningn espritu puede permanecer indiferente a los hondos afanes que lo presiden, a los
urgentes problemas que propone su advenimiento y a las comunes esperanzas que lo acom-
paan, sin abdicar la funcin que le est asignada en la actividad consciente, hermanamos
nuestros ideales y lo disponemos para las justas de la voluntad creadora bajo los prestigios
de la palabra Justicia. Suma y sntesis de los anhelos y de las aspiraciones que llenan, que
informan, que animan, que constituyen el proceso mismo de la historia del hombre, la erigi-
mos en lema porque slo con ella podemos expresar el contenido mental de nuestra actitud.
En su nombre afirmamos:
Que el Estado vigente es un instrumento de coercin en lo interno y de conquista en lo
externo, que debe ser reemplazado por una forma cooperativa que importe la supresin
de las clases y que borre las fronteras trazadas por un nativismo sobrepasado para hacer
posible, con ambos procedimientos, la sociedad de los pueblos.
Que es necesario romper la estructura feudal que hace del trabajo una servidumbre, de
la produccin una buena presa para los piratas del robo y del monopolio; del derecho un
privilegio de minoras y del juez un gendarme del privilegio.
Que los valores morales enseados hasta el presente deben ser denunciados como nega-
ciones destinadas a mutilar en el hombre el nico instinto que puede darle la posesin del
mundo y de los valores vitales que es el instinto de rebelin.
La integracin del esfuerzo supone, desde luego, la integracin del designio. Queremos un
nuevo derecho, un derecho ms noble y ms alto, no el que se aplica en el tribunal de los
jueces sino en el tribunal de la justicia, segn la clsica distincin del estoico; queremos
una docencia mejor condicionada para los fines humanos; queremos un arte para todas las
almas; queremos una nueva organizacin econmica que corrija el desorden capitalista;
queremos una poltica de virtud de la cual todos los pueblos de todas las latitudes se reco-
nozcan, se compenetren y se comprendan.
Nuestro pensamiento est en todo lo que signifique voluntad en accin. Con los que sufren
encadenados en las crceles de Estados Unidos; con los que dicen la buena nueva en Fran-
cia, en Italia y en Inglaterra; con los que derraman su sangre por la verdad en Irlanda y en
Alemania; con los que piensan e inquietan espritus en Espaa; con los que levantan su voz
en el Oriente lleno de sombras; con los hroes civiles de Rusia que han abierto con el ade-
mn del sembrador la aurora del Hombre. Con los hermanos del mundo entero. Nuestro
lema es nuestra salutacin: Justicia!
Sal Taborda Carlos Astrada Emilio Biagosch Ceferino Garzn Maceda Deodoro
Roca Amrico Aguilera.
V
Cartel a Carlos F. Melo
Mager su bien probada hidalgua la juventud fuera mancillada en su ejecutoria viril sino
supiera alzarse airada para borrar ofensas de villano sobre nombre de mujer. Por eso, ha-
cindonos todos y cada uno responsables del mximo alcance de nuestras palabras, veni-
mos a poner como una marca de fuego sobre el nombre de Carlos F. Melo, harto empaado
por ms de un lenguaje de politiquera criolla, el tilde definitivo de mal nacido y cobarde.
Mal nacido porque ningn hombre que se precie de tal es capaz de llevar su despecho has-
ta el punto de deslizar la insinuacin aviesa, buscando echar sombra sobre la honestidad de
mujeres, casi nias, que identificadas con el espritu de la Reforma, han sabido aquilatar su
pureza en el desprecio de algn convencionalismo de beata.
Cobarde, porque lanz la insidia escudado tras el prestigio del ms encumbrado sitial uni-
versitario que para vergenza de la propia causa estudiantil ha detentado hasta ayer.
Mal nacido y cobarde as denunciamos a Carlos F. Melo ante el infalible veredicto popular.
Gonzalo Muoz Montoro, G. [Guillermo] Korn Villafae, Hctor Roca, Luis Aznar, Carlos
Astrada, Hugo Novatti, Carlos A. Amaya, Alberto Britos Muoz, Juan Carlos Solanas, Er-
nesto L. Figueroa, Manuel T. Rodrguez, Oreste Giacobe, Edgardo C. Ricetti, Domingo Cera.
VI
El renacimiento del mito
infancia
Los hombres estn viviendo momentos difciles y presagiosos. Los tiempos son de lucha y
de riesgo, y un hlito de tragedia estremece la conciencia contempornea. Son los sntomas
premonitorios de uno de esos alumbramientos que dilatan el horizonte de la humanidad
sealndole una nueva etapa a recorrer en el sentido de la perfeccin inalcanzable.
El humano espritu atraviesa por un tramo de religiosidad tomamos esta palabra en su
ms puro sentido y destruyendo dogmas, muertas cristalizaciones habla el lenguaje de la
creacin y se complace presintiendo la infancia gloriosa de ideas no concebidas. Espoleado
por la inquietud de las nuevas formas, ilumina el escenario por la Historia, afirmndose en
un soberano esfuerzo de libertad.
El esfuerzo
Podr la lucha escptica proyectar su sombra glaciar sobre esta gran esperanza de la hu-
manidad. Escuchando a esta dura, por cierto legtima desde que es hija del espritu crtico,
podremos preguntarnos si este nuevo afn no ser al fin de cuentas un nuevo dolor; si este
nuevo ensayo de vida al que nos encaminamos no implicar un nuevo error. Al interrogar-
nos as, atendemos tan slo a los resultados, sin reparar en el esfuerzo que nos conduce a
ellos, y que quiz lo sea todo. Pensemos, pues, yendo ms all de los resultados, es decir,
pensemos poticamente, y digamos con Goethe: El hombre yerra mientras camina. El
camino es la vida, el error ser una capa del humus del pasado insondable en que el espritu
hunde sus races en tanto brinda al porvenir nuevas floraciones; y en cuento al presente es
y ser siempre el puente que la eterna esperanza tiende a los ideales y a los sueos con que
el hombre va forzando su vida mientras camina protegido por el denso misterio.
Expectativa
Hemos escuchado a la duda para superarla. En cada hombre, consciente de su humanidad,
asistimos a la integracin del espritu crtico por la fe en la accin. El Espritu y la Historia se
identifican; es el signo del nuevo humanismo que adviene y superar al del Renacimiento,
por su contenido tico y por la integracin de valores que traer consigo. Escuchemos,
entonces, a nuestra esperanza de hombres libres. Arrojemos una mirada retrospectiva so-
bre el laborioso proceso del espritu filosfico a travs de las centurias. Reparando en las
etapas culminadas, que implican un avance, comprobaremos la realizacin progresiva de
la idea de libertad, las paulatinas conquistas del ideal de justicia. Al llevar ahora nuestra
mirada al escenario del presente promisor, nuestro espritu se siente presa de una intensa
expectativa. Es que est empeada en la lucha decisiva para afirmar los valores ticos de
la conciencia civil. En estos momentos lgidos un ideal integral trabaja la conciencia de
los hombres, y cada toque de fuego de la revolucin lo va perfilando en sus contornos
majestuosos...
Originalidad
Llamamos original a aquel momento del decurso de la Historia en que una gran idea co-
mienza a realizarse, en que un gran ideal choca con el mundo de la realidad y su resonancia
lo dilata, y su mgica virtud comienza a transformarlo. Es lo nuevo que va elaborando al
discurrir histrico y con lo cual se enriquece el espritu de cada hombre; a su vez los hom-
bres, mediante su participacin en el proceso de la historia, ascienden, segn la direccin
de un ideal a la conciencia de la humanidad. En este sentido, y contrariamente a la clsica
sentencia, pensamos que siempre habr algo nuevo bajo el sol.
Los idelogos reformistas pretenden que el ensayo de Rusia no ofrece ninguna novedad,
El gran mito
Pero he aqu que Rusia ha hecho su revolucin, ha articulado en palabra una voz milenaria,
ha encarnado el verbo, iniciando una nueva etapa en la evolucin de la humanidad, realiza
as una vasta experiencia humana, un nuevo ensayo de vida.
Rusia es algo ms que una categora geogrfica o nacional; es el gran mito que ha fecundado
el alma de los pueblos y la conciencia de cada hombre. Los que van a Rusia, como presuntos
observadores imparciales a ver si el mito est de acuerdo con la realidad, son aquellos en
quienes an el mito no se ha encendido la visin espiritual de la Rusia que es encarnacin
viva de la utopa. Esos se alejan de Rusia en vez de acercarse a ella, no se han sentido
tocados por el mito fecundo. Va Bertrand Russel, el filsofo matemtico, imbuido de las su-
percheras del liberalismo ingls, y no encuentra la Rusia que crey encontrar. Como buen
ingls y de acuerdo a un mezquino preconcepto hedonista, fue a ver si en Rusia reinaba,
despus de la revolucin, el bienestar; y Rusia no es bienestar sino tragedia y lucha heroica.
Va tambin H. G. Wells, el novelista y socialista militante, y su visin utilitaria, igualmente
mezquina que la de su compatriota el filsofo, mata oh irona! su fe en lo fantstico; y
descubre que la experiencia rusa no se aviene con el putrefacto dogma del evolucionismo
en que se han anquilosado las democracias occidentales; que por no atenerse a las formas
orgnicas que ha cristalizado el occidente, es una aventura condenable. S, Rusia no realiza
el dogma mecnico mster Spencer, sino que seala una discontinuidad en la historia. Rusia
es una aventura, es la aventura de un grande y eterno ideal.
Van por fin a Rusia delegaciones de socialismo francs, italiano, alemn, espaol, ingls,
etc., y con asombro descubren que en Rusia el sufragio universal, el parlamento y otros
avalorios de la supersticin democrtica, han sido puestos en desuso; que en vez de estas
divertidas quisicosas impera frrea y eficaz la dictadura de Lenin, del reformador inspirado,
del mstico del Kremlin, que extasiado en la visin de una Humanidad mejor, seala a los
pueblos expoliados la ruta gloriosa.
Rusia no es aquello que quieren que sea los creyentes en esa civilizacin material que en-
tra por los ojos. Rusia, por el contrario, es un mito creador de Historia; es el mito que ha
fecundado la conciencia del mundo, esa conciencia que yaca sepultada bajo los escombros
de valores inhumanos. Desde ella nos llega como una resonancia de leyenda la voz de sus
profetas mximos: Dostoievski, Tolstoy, Gorki, Lenin, Lunatcharsky voz que dice el evan-
gelio eterno del Hombre.El mito ha surgido y desde la estepa llega reconfortante un aura
humanista que rejuvenece la vieja vida.
VII
La democracia y la iglesia
La Iglesia, una vez perdida su hegemona espiritual y poltica sobre los pueblos, se declar,
por exigencia de su propia dogmtica y para mejor servir sus intereses econmicos, aliada
incondicional de todos los poderes opresores contra los cuales el hombre viene librando
secular batalla, a lo largo del spero camino de la historia.
Pero nada significa esta postura arlequinesca que, a espaldas de la civilidad, el catolicismo
adopta en el intenso drama de los valores histricos que est viviendo la Humanidad.
Los tardos desvelos de la Iglesia por los problemas sociales y sus falaces promesas en
favor del mejoramiento econmico del proletariado no pueden inducir a error a la verdadera
democracia. Esta no hace consistir la realizacin de una relativa justicia social en la degradan-
te ddiva de los que pretenden investir autoridad de amos por derecho divino; sino que sabe
perfectamente, y lo proclama, que ella ha de ser conquistada por sus fuerzas organizadas.
Con sobrada razn afirma Georges Sorel uno de los ms nobles pensadores del movi-
miento social contemporneo que a los ojos del pueblo la Iglesia no es ms que una
asociacin de gente interesada en el mantenimiento del orden actual, muy hbil y muy
ingeniosa en sus ensayos de organizacin.
Cuando signos evidentes nos dicen que el mundo marcha hacia el socialismo integral, no
es extrao que la Iglesia, que siempre fue hostil al movimiento proletario como buena
aliada del capitalismo y capitalista ella misma y que, desoyendo los clamores de justicia
econmica, lleg hasta negar la existencia de la cuestin social, no es extrao, decimos,
que, alarmada por el avance de la democracia, hable ahora un anodino y torpe lenguaje
reformista. As la vemos, en un espasmo de su bizantinismo agnico, ofrecer a los trabaja-
dores una irrisoria panacea para sus hondos males, reclamando, en cambio, de ellos, con un
gesto de empedernido mercader, la obediencia a sus dogmas, la sombra servidumbre del
espritu, propicia a todos los despotismos.
Partida la Iglesia en su propio baluarte, y carente ya de poder poltico, se aferra cada vez
ms a los dogmas estatales. La religiosidad ha llegado a ser para ella, cosa secundaria.
El sentimiento religioso de los hombres, este resorte mgico que en otros tiempos obede-
ciera a la presin del dogma, que echaba mano de l con fines utilitarios, ya no responde
a la incitacin externa porque, en parte, ha cobrado autonoma, y lo que de l persiste en
su forma primitiva apenas satura las conciencias confesionales.
Como ya no puede reencender las hogueras en que purific a los herejes que se rebe-
laban contra su ortodoxia, la Iglesia, echando de menos los antiguos honores, acude a
Su fervor patritico por el cual el Estado capitalista le estar muy agradecido es, pues,
un nuevo avatar de la Inquisicin romana. No debe extraarnos este retoo raqutico de una
fe muerta, reducida hoy a siempre jerarqua eclesistico-econmica, ya que, segn nos dice
acertadamente Bakounine, el Estado es el hermano menor de la Iglesia; y el patriotismo
esa virtud y ese culto del Estado, no es ms que un reflejo del culto divino. La tentativa
obrerista del catolicismo, con sus mezquinos fines autoritarios, no lograr desviar el mo-
vimiento del proletariado consciente que, obedeciendo a firmes imperativos doctrinarios,
seguir por las rutas que se ha trazado. Ya se insina en el mundo el advenimiento de una
democracia integrada por los valores econmicos. El proletariado se inserta definitivamen-
te en los cuadros de la vida histrica, dndoles un nuevo contenido y una ms alta finalidad.
Algunos espritus demasiado simples y optimistas creyeron que despus del parntesis san-
griento la humanidad, tan duramente aleccionada, entrara de lleno en una era de justicia y
de concordia. Al verse defraudados en su ingenua esperanza, esos espritus simples e ilusos
han pasado, fcilmente, de los clculos optimistas a un pesimismo igualmente errneo, y,
por este camino, han llegado a afirmar que todo est lo mismo que antes.
Nosotros no compartimos esta manera de concebir los cambios sociales realizndose por
virtud mgica. Es indudable que la crisis blica de Europa ha apresurado la liquidacin in-
evitable de todo un estado social que entraa una injusticia secular. Mas la instauracin de
una nueva forma de convivencia social, segn normas de justicia y libertad, no se lograr
sino a travs de arduas luchas.
Actualmente el movimiento proletario mundial atraviesa por una honda crisis interna. Sus
diversos sectores estn empeados en una apasionada contienda ideolgica. La divisin
imperante en el campo obrero, originada en diferencia de doctrinas, y hasta de ideales, nos
prueba una vez ms, en contra de la concepcin materialista de la historia, exclusiva y de-
formante, que las ideas, ms que los apetitos, rigen y orientan a los hombres y a los grupos
sociales. Este momento de silencio en la lucha social no podemos interpretarlo como un
decaimiento de las fuerzas de la democracia proletaria. Pero, es lo cierto, de este silencio no
deja de aprovecharse en todas partes, la reaccin, que siempre acecha oportunidades para
desencadenarse. Es necesario, entonces, que estemos alerta.
En presencia de estos altibajos del movimiento social, debemos tener presente, para defen-
dernos de infundadas y nocivas decepciones, las sabias palabras que Romain Rolland nos
dice haber odo de labios de Renn espritu que vivi orientado hacia la libertad, y que
nos legara una ciencia tan alta y tan bella:
En 1887 escribe Romain Rolland en un tiempo en que parecan triunfar las ideas de de-
mocracia y paz internacionales, conversando con Renan, o predecir a este sabio: Vosotros
veris venir todava una gran reaccin. Todo lo que nosotros defendemos parecer destruido.
Mas no es necesario inquietarse. El camino de la humanidad es una ruta de montaas que
sube en espiral, y por momentos parece que se retrocede, pero se asciende siempre.
S, por el camino que sube en espiral marchamos hacia una tierra nueva cuyos contornos
estn dibujados en el ensueo milenario que alumbra a la humanidad en sus afanosas jorna-
das de libertad y de justicia. Que los aparentes descensos, como los altos que en la marcha
esforzada hagamos, para rectificarnos o fijar su orientacin, nos tengan sin cuidado, si en
nosotros sentimos la presencia del ideal invisible.
VIII
Los estudiantes de Crdoba a sus compaeros del Per
Carlos Astrada, S. Soler, R. Vizcaya, julio Acosta, Olmos, Hctor Miravet, Vicente Catalano,
Esteban Casile, Carlos Brandn Carrafa, Juan Soler, Elas Dicovki, R. Carnero Vaca, J. Benja-
mn Barros, Horacio F. Taborda, Gregorio Bermann, Jos Malanca, Ceferino Garzn Maceda,
Antonio Pedone, H. Valazza, Francisco Vidal
IX
El alma desilusionada
Las esperanzas utopistas han muerto. El proceso del espritu revolucionario ha cerrado
su ciclo, y tras el vrtigo, engendrado por el apogeo del racionalismo, el alma se siente
desilusionada e invadida por letal fatiga. El hombre, decepcionado por el fracaso de los
artilugios racionales con que quera suplantar la realidad insobornable, ha abandonado su
actitud de altivo reto al destino. Su alma, despus de haber vivido momentos de elctrica
ilusin, ha cado en una especie de marasmo. Presa de la cobarda e inclinada a la servi-
dumbre, ambula exange en busca de un amo, y se acoge, como a tabla de salvacin, a
groseras supersticiones.
Tal es el sombro cuadro que nos traza uno de los pensadores-guas de nuestro tiem-
po; la conclusin a que, en su reciente y notable ensayo El ocaso de las revolucio-
nes, arriba Ortega y Gasset, despus de un prolijo y atento examen del estado actual
de nuestra civilizacin. Por va de comparacin, que aspira a ser probatoria, el filsofo
espaol ha incursionado, con la penetracin de un espritu dotado de sensibilidad his-
trica, por Grecia y Roma. Merced a este procedimiento comparativo ha logrado desta-
car en estas civilizaciones fenecidas etapas semejantes o idnticas a las recorridas por
la nuestra. De aqu concluye que las que an tiene que recorrer la civilizacin occiden-
tal no pueden diferir de las que se dieron en Grecia y Roma. De acuerdo a este itine-
rario predeterminado de nuestra civilizacin decadente, el idealismo revolucionario no
ha sido nada ms que un estado transitorio, una de las estaciones del camino recorrido.
El espritu revolucionario atraviesa, sin duda, una honda crisis. Es, en gran parte, consecuen-
cia de las necesarias rectificaciones tarea en que est empeada nuestra poca de los
postulados absolutos de la tica idealista la norma haba presionado demasiado a la vida
deformndola: y sta ha reaccionado, subvirtiendo valores. Debemos, pues, reconocer que
el hombre contemporneo, conmovido por esta transformacin, se debate en un estado de
incertidumbre. No obstante comprende que, desvindose de la ruta que traan las genera-
ciones anteriores, tendr que buscar nuevo y ms seguro rumbo para sus anhelos.
Frente a las arriesgadas predicciones histricas, que por explicar demasiado no explican
nada, cabe, y es necesaria, una explicacin ms modesta, de valor relativo, es decir, que no
exceda los lmites de la experiencia humana. Nosotros, desde luego, no la intentaremos
aqu. Aludiendo a una cuestin fundamental, queremos limitarnos a sealar, en contra de lo
que sostiene Spengler, la necesidad de restablecer una finalidad para la historia. Uno de los
ms penetrantes y eficaces crticos de la teora spengleriana, Kurt Sternberg, justamente
hace notar (Die philosophischen Grundlagen in Spenglers Untergang des Abendlandes,
en Kant-Studien, v. XXVII, 1922) que el autor de La decadencia de Occidente tiene razn
cuando protesta contra el modo de interpretar la historia, que consiste en dar a las propias
convicciones polticas, religiosas y sociales. Pero a rengln seguido, objetando a Spengler,
Kurt Sternberg escribe estas exactas palabras: Si bien no se puede considerar la historia de
acuerdo a un sentido y fin subjetivos, se la puede considerar y esto debe hacerse, si se la
quiere comprender segn un sentido y fin objetivos. Pero este sentido y fin objetivos de
la historia no podemos buscarlos ms que en la idea de la humanidad civilizada.
Porque hoy se acuse una variacin en el curso de la historia hecho que no se puede ne-
gar no nos es dable ver en este fenmeno uno de los signos de la supuesta decadencia.
El alma se siente desilusionada, esto es todo. Despus de haber desarrollado un esfuerzo
La humanidad ha vivido la tensin del arco. Dispar la flecha de su anhelo; pero tiraba por
elevacin, y el blanco estaba lejos. Sin hacer intervenir demasiado a nuestros estados
subjetivos, nada nos impide la tengamos por un arquero invicto, cuyo destino es perfec-
cionar su arco, a fin de dotarlo de mayor alcance, y corregir constantemente la puntera,
alucinada por el blanco lejano la imagen de s misma, sublimada por la inquietud de
una perfeccin inaccesible.
Reseas crticas
A propsito de McMahon, Darrin & Moyn, The objectivity question and the American interrogantes metodolgicos. Un primer grupo
Samuel (eds.), Rethinking Modern European historical profession y la polmica manteni- de textos lleva inicialmente a Darrin McMahon
Intellectual History, New York, Oxford Univer- da entre Russell Jacoby y Dominick LaCapra en y Peter Gordon a ocuparse de los legados de
sity Press, 2014, 305, pp. las pginas de la American Historical Review. Arthur Lovejoy y Quentin Skinner, respectiva-
Sumado a la impugnacin contra una histo- mente. Si el primero es usualmente indicado
Es difcil recordar un momento donde la histo- ria intelectual o de las ideas frecuentemente como el padre fundador de la vieja tradicin
ria intelectual haya figurado tan centralmente formalista y elitista, el desafo del linguistic de historia de las ideas y el segundo como el
tanto en la vasta empresa historiadora como turn moviliz a un conjunto de historiadores promotor del contextualismo de la Cambridge
en las humanidades en general (p. 3). A partir intelectuales especializados en temticas euro- School, los autores invitan a una revisin tanto
de ste diagnstico inicial, MacMahon y Moyn peas a reconsiderar los lmites de su empresa de la produccin de Lovejoy y Skinner cuanto
ofrecen una lectura colectiva de la situacin acadmica. Un resultado significativo de dicha de la ms amplia tradicin de historia del pen-
actual de la historia intelectual, tomando en querella fue la compilacin que el propio La- samiento poltico, de fuerte raigambre en los
cuenta la situacin perifrica que, hasta hace Capra y Steven Kaplan organizaron y en la que centros acadmicos norteamericanos y britni-
poco tiempo, presentaba frente a otras zonas participaron Roger Chartier, Martin Jay y Hay- cos, mayoritariamente representados entre los
historiogrficas ms fuertemente consolidadas den White, entre otros. colaboradores del libro. As, vinculados al exa-
como la historia econmica o la historia social. men de las tradiciones nacionales en historia
Esa visibilidad conseguida por la historia inte- En la estela de esas discusiones, y tras 25 intelectual, Antoine Lilti y Jan-Werner Mller
lectual, especialmente en el caso europeo, ha aos de aqul momento de acentuada au- presentan sendas situaciones en Francia y Ale-
disparado una situacin paradojal de acuerdo a to-reflexin sobre las perspectivas abiertas y mania, mostrando los obstculos disciplinares
los compiladores: la legitimacin de la sub-dis- los obstculos vigentes en historia intelectual, e institucionales entre los cuales se desarroll
ciplina contra la tradicional historia de las ideas McMahon y Moyn pretenden ofrecer un re- la intellectual history, entre la historie culture-
o del pensamiento, propuls la sobre-fragmen- novado balance que supere un perodo donde lle deudora de Annales y la Begriffgeschichte.
tacin de los objetos de estudio (acaso una habra dominado una marcada reticencia a la Significativamente, estas tres vertientes de in-
derivacin ms de L histoire et miettes como reflexin metodolgica y terica ante el temor dagacin historiogrfica, que sumariamente se
refera Dosse) y el recproco abandono de la de que la sub-disciplina deviniera en crtica his- reconocen dentro del mbito de la historia in-
discusin terica y conceptual sobre los alcan- toriogrfica (p. 6). El xito actual de la historia telectual en Amrica Latina, difcilmente se co-
ces de una historia intelectual tensionada entre intelectual estadounidense sera visible en la nectan entre sus productores metropolitanos.
un creciente nfasis transnacional y la conti- expansin de mbitos de sociabilidad especia-
nuidad de cierta perspectiva naciocntrica. lizados, en la recuperacin de prestigio frente Un segundo conjunto de captulos busca reco-
a las dems ramas de la prctica historiadora locar la relacin entre la historia intelectual y
Tras el prestigio acumulado a lo largo de la y en la recuperacin de un lugar destacado en otros gneros historiogrficos conexos como
primera mitad del siglo XX, los intellectual his- el mundo de las publicaciones peridicas, des- la historia cultural (Judith Surkis), la historia
torians que en la versin estadounidense refie- de Journal of History of Ideas o History and social (Samuel Moyn), la historia de las disci-
re principalmente a historiadores de las ideas, Theory hasta la creacin de Modern Intellec- plinas (Suzanne Marchand) y la historia de la
fueron desplazados por los cultores de la his- tual History, que rene a los compiladores y ciencia (John Tresch). En cada caso, adems de
toria social, especialmente a partir de los aos buena parte de los colaboradores del presente las reconstrucciones de los respectivos pasa-
sesenta. Ese escenario negativo para la historia volumen. Este momento parecera reclamar, dos sub-disciplinares y los balances actuales,
intelectual en Estados Unidos se agudiz an sin embargo, un cotejo de los consensos con- se promueven lecturas cruzadas en un tono
ms, de acuerdo a McMahon y Moyn, con la ceptuales y metodolgicos que dan unidad a programtico, indagando, con suerte dispar, en
expansin de la new cultural history en la d- la historia intelectual. las posibilidades de comunicacin y enriqueci-
cada de 1980, a travs de la recuperacin de la miento colectivo. Surkis demuestra que la nue-
histoire des mentalits francesa y la antropo- A lo largo de catorce captulos, la compilacin va historia cultural, alentada por los trabajos
loga simblica geertziana, en los casos ejem- de McMahon y Moyn rene colaboraciones de seeros de E. P. Thompson, Natalie Z. Davis o
plares de Lynn Hunt o William H. Sewell Jr., o una nueva generacin de historiadores inte- Robert Darnton, ha producido notables inno-
a travs de los sucesivos debates abiertos por lectuales, preocupados por discutir premisas vaciones en el campo de la historia intelectual,
Peter Novick en 1988 con That Noble Dream. tericas seminales bajo el asedio de nuevos lo que justificara pensar en una productiva
combinacin de perspectivas. En el mismo de los centros consagrados, ilumine con nueva cionales, con perspectivas tericas y metodo-
sentido, Moyn inscribe los ltimos desarrollos luz espacios hasta el momento marginados del lgicas renovadoras. Por ltimo, se trata tam-
de la historia intelectual en el debate sobre la escenario mundial. Kapila enfatiza en el pro- bin, y as la presenta su autor, de una obra de
autonoma de las ideas respecto de la socie- ceso activo de la recepcin de ideas europeas historia intelectual, que se sita por ello en un
dad, historizando el ascenso de la categora de en mbitos geogrficamente perifricos y en la territorio dinmico de temas y debates.
imaginario social en los aos setenta, en tan- siempre incompleta adaptacin y constante
to ensayo para resolver la supuesta dicotoma traduccin que esa operacin supone. Sin ms, La clave que Scarfi encuentra para abordar
entre las interpretaciones materialistas y el concentrndose en el caso de India, no parece el diseo del orden panamericano es la obra
funcionalismo parsoniano. Marchand y Tresch, sugerir nuevas preposiciones a lo que, en el m- y actividad de su principal idelogo, Brown
por su lado, rescatan la productividad que Mi- bito latinoamericano, ya fuera indicado por Jos Scott, parte de un grupo de juristas liberales
chel Foucault, Edward Said o Bruno Latour han Aric, Roberto Schwarz o Julio Ramos. norteamericanos que a comienzos del siglo
aportado a la renovacin de los estudios de las XX se propusieron como tarea la construccin
disciplinas modernas, los saberes generados en El libro de McMahon y Moyn constituye una del derecho internacional. Estos desarrollaron
contextos de dominacin colonial y la produc- valiosa contribucin a repensar el derrotero un discurso nuevo acerca del carcter de las
cin de conocimiento cientfico. de la historia intelectual en los ltimos aos. relaciones internacionales y las dinmicas de
La compilacin rene as textos dispuestos a resolucin de conflictos que utilizaba como
Si las relaciones entre historia intelectual y ofrecer balances disciplinares y proponer l- matriz los fundamentos del sistema jurdico es-
otros campos de indagacin historiogrfica han neas futuras de trabajo a partir de sntesis de tadounidense. Los principales instrumentos de
mutado especialmente en los ltimos aos, lectura muy valiosas. Si bien concentrado en la ese nuevo orden internacional deban ser las
no menos importantes parecen dos descen- experiencia europea, y configurado de acuerdo cortes internacionales de justicia, encargadas
tramientos de perspectiva ponderados en los a la agenda de discusin acadmica estadouni- del arbitraje y de la resolucin pacfica y legal
captulos finales del libro: el llamado retorno dense, el registro general de los artculos no de los conflictos entre naciones.
del sujeto y la narrativa biogrfica en historia deja de interpelar los alcances de la historia
intelectual, por un lado, y el efecto de disloca- intelectual en otras latitudes. Los proyectos de Brown Scott buscaron pro-
miento geogrfico y la alteracin en las esca- mover esos principios en el continente ame-
las territoriales centro-periferia, por otro. La Ezequiel Grisendi ricano a travs de la difusin de ideas, el ar-
pregunta por el estatuto de la subjetividad y la (PHAC-IDACOR-CONICET/ UNC) mado de redes y la creacin de instituciones
proliferacin del gnero biografa intelectual que sirvieran a la construccin de un sistema
recientemente dan el marco a los captulos de legal interamericano. Como argumenta Scarfi,
Traci Matysik y Marci Shore. El giro subjeti- se trataba de un proyecto diseado con una
vista no slo indicara una especial atencin a A propsito de Juan Pablo Scarfi, El imperio de visin etnocntrica, poco sensible a las singula-
la unidad personal en la construccin del co- la ley. James Brown Scott y la construccin ridades de los sistemas jurdicos locales en los
nocimiento histrico sino a la intromisin de de un orden jurdico interamericano, Buenos que pretenda influir. La misin civilizadora
la vida (p. 195) en la operacin historiogrfica, Aires, Fondo de Cultura Econmica, 2014, 251 p. de Brown Scott serva as a los fines de lo que
es decir, la necesidad de atender los vnculos el autor concepta como imperialismo legal,
afectivos interpersonales y las disposiciones En El imperio de la ley, Juan Pablo Scarfi ana- que pretenda instaurar la hegemona nortea-
emocionales de los agentes sociales. A la relati- liza el proyecto de construccin de un sistema mericana a travs de la influencia cultural, y
vamente exitosa reduccin de la unidad de an- jurdico panamericano, a travs del seguimien- que irradiaba las clsicas nociones asociadas al
lisis a la experiencia vital individual, la historia to de la trayectoria poltico-intelectual de uno excepcionalismo de aqul pas.
intelectual parece registrar la ampliacin de las de sus principales promotores, el norteameri-
fronteras temporales y espaciales de sus obje- cano James Brown Scott. La obra, una versin La estructura del libro se organiza en torno de
tos de estudio mediante una reconsideracin de adaptada y ampliada de la tesis de maestra que diferentes etapas o facetas del recorrido de
procesos de larga duracin o del internacional el autor defendi en la Universidad Di Tella, Brown Scott, una figura que combin exitosa-
turn, de acuerdo a la expresin de David Armi- se ubica as en una zona de confluencias entre mente la labor acadmica y la iniciativa inte-
tage. De acuerdo a John Randolph, la dimensin discusiones y tradiciones historiogrficas empa- lectual con la funcin pblica y la intervencin
espacial adquiri una cardinal importancia en rentadas pero diversas: por un lado, como sos- poltica. A la creacin de instituciones legales y
los trabajos de historia intelectual al calor de tiene el prologuista, Ricardo Salvatore, se trata revistas dedicadas a la disciplina que buscaba
los diversos cuestionamientos de las fronteras de un aporte al floreciente campo de los estu- consolidar, se suma su actividad en el Depar-
nacionales como marco ltimo de interpreta- dios culturales acerca de la hegemona imperial tamento de Estado norteamericano desde los
cin y al ascenso de las teoras de la mundiali- norteamericana en Amrica Latina, un tema por primeros aos del siglo XX, un momento clave
zacin cultural. En ese sentido, el dislocamiento lo general dominado por las dimensiones polti- para los cambios de la poltica exterior del pas.
de Europa como meridiano absoluto de pro- ca y econmica. Por otro lado, puede pensarse
duccin intelectual, de acuerdo a Shruti Kapi- el libro en sintona con una nueva historiografa El captulo uno del libro aborda los proyectos
la, permitira relanzar una historia intelectual del derecho y de las relaciones internacionales, de Brown Scott para la implementacin de cor-
global que, mediante las provincializaciones que indaga en esos campos, ciertamente tradi- tes internacionales y su participacin en las po-
lticas del panamericanismo. Fue fundamental, el prestigioso jurista chileno Alejandro lvarez. antecedentes habrn sido sin duda importantes
en ese plano, su trabajo como asesor de Elihu Esas relaciones fueron fundamentales para le- en la recepcin de los nuevos proyectos.
Root, el Secretario de Estado del gobierno de gitimar las ideas de Brown Scott en Latinoa-
Theodore Roosvelt. Root fue un continuador y mrica, y fueron maduradas tambin a travs No se trata esta de una falta de la investigacin,
realizador de los lineamientos propuestos por de la creacin de nuevas instituciones y de la que como su autor adelanta, se enfoca en otros
su antecesor, James Blaine, quien impuls el organizacin de Congresos Panamericanos. El planos de este universo de problemticas, sino
llamado a las Conferencias Panamericanas que cuarto captulo contina esta lnea de reflexin de las preguntas que por sus mismos mritos
comenzaron a realizarse en 1889. Siguiendo a travs del anlisis del caso cubano en la d- estimula. Quizs las investigaciones futuras del
algunos precedentes establecidos en ellas, cada de 1920. Cuba fue un escenario de vital autor, que prometen avanzar sobre la recepcin
Root y Brown Scott promovieron la creacin importancia para la proyeccin continental de e impacto de los proyectos analizados en los
de Cortes Internacionales de Justicia para la la obra y las ideas de Brown Scott. El ltimo pases latinoamericanos, ofrezcan algunas nue-
resolucin pacfica de conflictos entre las na- captulo del libro, por su parte, analiza el im- vas respuestas a estas valiosas discusiones.
ciones latinoamericanas a travs del arbitraje. pacto que tuvo en Brown Scott, en el contexto
En el captulo, Scarfi resea la primera visita de las polticas de la Buena Vecindad, el des- Juan Manuel Romero
al subcontinente de Root, en el marco de la cubrimiento de la obra de Francisco de Vitoria. (UBA-UdeSA/CONICET)
Tercera Conferencia Panamericana, realizada En esa etapa tarda, el autor pretendi incor-
en Ro de Janeiro en 1907, y la relacin estable- porar a su concepcin la tradicin catlica del
cida por el Secretario de Estado con algunos derecho de gentes como antecedente de sus
miembros de las elites polticas latinoamerica- propuestas para el derecho internacional. A propsito de Andrs Lpez Bermdez, Jorge
nas, entre los que se contaba el argentino Luis Zalamea, enlace de mundos. Quehacer lie-
Mara Drago. La nota distintiva del aporte de En suma, la obra de Scarfi, fundada en una s- trario y cosmopolitismo (1905-1969), Bogo-
Brown Scott consisti en la propuesta de la lida y exhaustiva investigacin, ilumina zonas t, Universidad del Rosario, 2014, 584, pp.
Corte Suprema de Justicia y de la Constitucin todava poco abordadas de la relacin entre Es-
norteamericana como modelo perfecto y tados Unidos y Amrica Latina, en un momen- La tesis doctoral de Andrs Lpez Bermdez
excluyente para la organizacin de las nue- to clave de su desarrollo. Cabe preguntarse, de que se publica bajo este ttulo, constituye una
vas instituciones internacionales. todos modos, si las ambivalencias y ambige- contribucin (casi) conclusiva, de mrito excep-
dades presentes en esa relacin, de las que el cional, en los estudios de la historia intelectual
En el captulo dos se explora esa concepcin mismo libro da cuenta, no rebalsan en cierta colombiana. La biografa intelectual sobre el
compartida por Root y por Brown Scott en el medida aqul marco conceptual propuesto del escritor bogotano Jorge Zalamea Borda, nacido
marco de la labor de este ltimo en pos de ci- imperialismo informal y el modo de concebir en el marco de la Plaza de una Bogot al prin-
mentar las bases de la disciplina del derecho las formas de influencia. Scarfi contina, en ese cipio del siglo XX, como atada a las ms ran-
internacional; disciplina, que como seala el sentido, algunas de las propuestas de Ricardo cias tradiciones seoriales, y muerto sesenta y
autor, naci y se afirm en sede acadmica Salvatore vase por ejemplo su Imgenes cinco aos despus, en medio de una sociedad
acompasando el asentamiento de los Estados del Imperio para el estudio de las dimen- que haba experimentado los ms profundos
Unidos como potencia hegemnica mundial. siones culturales y simblicas del imperialismo cambios pensables en este lapso, es una radio-
Efectivamente, para Brown Scott, la matriz norteamericano en Latinoamrica. Al poner el grafa apasionante del hombre, del oficio del
del derecho internacional era la tradicin del foco en la matriz de origen de los proyectos de escritor, de la sociedad que lo hace posible y
derecho anglosajn, cristalizada en la Constitu- influencia imperial, es decir, en el discurso pro- trata de negarlo, de la situacin lmite, en los
cin. Brown contribuy a la disciplina a travs ducido por intelectuales y diplomticos nortea- ms diversos escenarios pblicos en los que
de sus obras, y tambin con su participacin mericanos, la relacin entre esos imaginarios y acta y desea vehementemente influir con sus
en la creacin de instituciones como la Ame- los de los pases destinatarios de los mismos escritos, con su fuerte personalidad moral y
rican Society of International Law y su rgano parece en cierta medida monoltica y vertical. sus armas asociativas.
de difusin, la American Journal of Interna- Sin embargo, la investigacin de Scarfi, orienta-
tional Law, de la que fue editor entre 1906 y da as mismo al estudio de esos proyectos en su La tesis doctoral de Andrs Lpez hace parte ya
1924. Desde all, el jurista public artculos de lugar de enunciacin, sugiere tambin una parti- de las biografas intelectuales ms destacadas,
muchos de sus pares latinoamericanos, estre- cipacin activa de otros actores, intelectuales y como Andrs Bello: la pasin por el orden de
chando as las redes intelectuales que servan diplomticos latinoamericanos, que asumieron Ivn Jaksic, Vida de Sarmiento de Allison Wi-
tambin como canal de influencia. las propuestas de un orden jurdico interame- lliams Bunkley, Un escritor entre la gloria y
ricano de modos diversos. Cabe destacar, en las borrascas: vida de Juan Montalvo de Galo
El tercer captulo del libro aborda el alcance de ese sentido, que la tradicin jurdica norteame- Ren Prez, Horizonte humano: vida Jos Eus-
esos vnculos, al focalizar en la difusin latinoa- ricana y sus instituciones tenan ya un lugar de tasio Rivera de Eduardo Neale-Silva, La intro-
mericana del proyecto de Brown Scott. Entre importancia en muchos de los pases del sub- duccin del pensamiento moderno en Colom-
1908 y 1916, se aboc a promocin del derecho continente, y haba sido promovida y difundida bia: El caso de Luis E. Nieto Arteta de Gonzalo
internacional en los pases del subcontinente, por los letrados liberales de los mismos. Esos Catao, o Gabriel Garca Mrquez, una vida de
y recibi la asistencia decisiva de figuras como Gerald Martins (llena de exotismos).
Jorge Zalamea, tal como queda retratado en minos de los feroces odios bipartidistas y tomar lleva a Costa Rica y Guatemala. Ese primer via-
la investigacin de Lpez Bermdez en sus conciencia de que, ante el podero norteameri- je, pues, esa asignatura del intelectual que
mltiples facetas, es el hombre del cambio, el cano, haba que jugar con las cartas de unas desde el Wilhelm Meister de Goethe le re-
escritor que afronta la vertiginosa transforma- reformas decisivas, por encima de los partidos. sulta constitutiva en su formacin: es el viaje
cin de una sociedad (de la sociedad seorial La nacin colombiana a principios del siglo XX a tierras lejanas, donde conoce otras gentes,
a la sociedad de masas), que suea dirigir a la estaba literalmente destrozada y amenazada otros intelectuales y otras mujeres, es decir,
luz de sus ideales liberales y que se empea en seriamente de seguirse fragmentado. Quiz el los insumos fundamentales de una cultura ms
enfrentar con todos sus vicios, traumas y r- signo de este cambio lo refleja, en el plano inte- ampliada. El joven apasionado Jorge Zalamea
moras. El problema de este empeo biogrfico, lectual o campo que ms nos incumbe, la apari- inicia as tempranamente el viaje que le fue
primer escaln de una historia intelectual, no cin de la Revista Contempornea, dirigida por posible a Baldomero Sann Cano solo viejo, a
es tanto motivar al lector a seguir un periplo Baldomero Sann Cano, o el libro del general Jos Eustasio Rivera solo para morir en Nueva
vital cumplido y ejemplar (la llamada ilusin Rafael Uribe Uribe Por la Amrica del Sur. York, a J. A. Osorio Lizarazo para servir a Pern
biogrfica), sino el de ver los quiebres y dis- y Trujillo, o se le neg a Toms Carrasquilla por
continuidades de la vida heroica de un escri- Jorge Zalamea, nos lo recrea Andrs Lpez, quiebra o a Miguel A. Caro (tal vez por empeci-
tor en medio del abrupto cambio que se opera nace en un casern de la Plaza de Bolvar, de namiento anacrnico).
en los moldes convencionales de la poca en cuatro pisos, pretenciosamente moderno. l
que naci, dominados por la reaccin conserva- mismo poeta nos recuerda su balcn, luego El viaje de Jorge Zalamea es tratado aqu no
dora ultramontana de Miguel Antonio Caro y cmo desde all vea un rbol que se seme- como episodio turstico, sino precisamente
compaa (1885-1930). jaba un velero. Nio privilegiado, desde muy como lo que es: una institucin intelectual. Es el
temprano Zalamea se asom al universo de la viaje que nos libera de los prejuicios o que debe
Hoy no es difcil a los colombianos imaginar lectura. La fantasa infantil fue estimulada por contribuir a ello. Para la poca (y quiz hasta
esa sociedad parroquial dominada por una las aventuras de Emilio Salgari y la saga de Pi- hoy) era una institucin para los privilegiados
lite cerrada, pagada de sus privilegios reales, nocho. La figura de Chaplin tambin suscit su que generalmente lo usaba, segn lo recuerda
virtuales o sobre todo fingidos, que domina asombro. En el colegio fund un peridico. La ngel Rama, para echarse definitivamente a per-
una masa de mestizos que vivan o vegetaban primera incursin pblica de Zalamea a la vida der. El viaje es en Zalamea lo que fue para Be-
literalmente en la miseria, corroda por la ig- literaria fue como integrante de Los Nuevos. El llo, Bolvar, Sarmiento, Montalvo, Rubn Daro,
norancia, la desnutricin y la sfilis (el 70% la grupo literario en que participaron los Lleras Mart, Joaquim Nabuco, Gonzlez Prada, Picn
padecan). La Atenas Suramericana era todo Camargo, Len de Greiff, Luis Tejada, Luis Vi- Salas o Alfonso Reyes, es decir, la ocasin de
lo contrario que consagr el ultraconservador dales, Rafael Maya o Germn Arciniegas se aprender, abrir horizontes intelectuales, poner-
santanderino Marcelino Menndez y Pelayo. pretendi nuevo frente a los Centenaristas y se al tanto de experiencias inditas e inusitadas,
Era en verdad una cloaca, mal iluminada, sin crearon la revista Los Nuevos (1925). Las lec- en todo caso, imposibles de vivir en nuestro
alcantarillados, insegura. turas representativas, que nos anota el investi- estrecho medio. El viaje es en Zalamea, como
gador Lpez Bermdez, son Maurrs y Barrs, es aqu tan profusa y seriamente documentado,
Pero al margen, o por encima de esta masa Gide, Valry, Rimbaud, Mallarm, que en todo la prueba de fuego para definir una vocacin
social, estaba la otra sociedad minoritaria, caso no aseguraba una cohesin de ideas o un prematura y sentar las bases de una actividad
compuesta casi toda de blancos (se estimaban propsito definido. literaria de gran significacin para Colombia.
hispano-descendientes), que se cultivaban des-
de la infancia en la casa y colegios particulares La heterogeneidad de la agrupacin hizo posi- Zalamea entabla en ese primer periplo viajero
en el dominio del latn, las literaturas clsicas y ble que all tambin figuraran Silvio Villegas, fuertes amistades en Mxico con Xavier Villau-
espaolas del Siglo del Oro, que observaban las Jorge Elicer Gaitn, Gabriel Turbay y Daro rrutia, Jaime Torres Bodet, Carlos Pellicer o Gil-
normas ticas del catolicismo estrictamente, y Echanda (muchos de los cuales vendran de berto Owen (particularmente con este). Tras
seguan los consejos de Rafael Mara Carrasqui- la provincia a la capital), que seran los prota- retornar a Colombia de este viaje desde agosto
lla en Ensayo sobre la doctrina liberal (ver- gonistas de ideas, sucesos y corrientes total- de 1925 a abril de 1927, se decide a publicar su
sin nacional del furibundo libro de Flix Sard mente opuestas en la vida pblica en las d- primera obra El regreso de Eva, que le tom
y Salvany El liberalismo es pecado). En esta cadas siguientes. Como dice Lpez Bermdez ocho aos de trabajo. No goz, con todo, esta
cima social, como seorito bogotano, naci Za- quiz solo Zalamea y De Greiff fueron los dos pieza dramatrgica de aceptacin. Zalamea,
lamea, pero no ha de morir adscrito a su origen escritores que supieron mantener ms firme, como contrapartida, se consagra a la crtica
social y a la orientacin dominante de su clase en las dcadas posteriores, la jerarqua y los literaria, con un nimo profesional casi indito
(como suele mayoritariamente suceder). anhelos renovadores estticos de la agrupa- en nuestro medio (a excepcin de Sann Cano o
cin literaria Los Nuevos. Carlos A. Torres). Viaja a Espaa (quiz agota-
Jorge Zalamea llega al mundo el ao en que el do del medio provinciano) a Espaa a finales de
general Rafael Reyes sube a la presidencia. La De mayor inters es, para el lector hoy, el ese mismo ao. All va a cimentar su personali-
pesadilla de la Guerra de los Mil Das y la pr- primer periplo de Zalamea como artista vaga- dad intelectual y su obra literaria. La estrecha
dida de Panam requeran una reconduccin de bundo por Centroamrica, Mxico y Espaa. La amistad con el poeta, universalmente reconoci-
la nacin. Esa presidencia quiso conciliar los tr- ruptura juvenil con la parroquial Colombia, lo do, Federico Garca Lorca es parte del inventa-
rio de esos aos en la Pennsula. Lo es tambin Los servicios, como intelectual comprometido, sus intensos y no menos duros (afectivamente:
su labor como traductor del ingls, francs e en el gobierno de la Revolucin en marcha se suicida su mujer) aos como embajador en
italiano, es seguida con inters puntual. Zala- (como se conoce este periodo, cuyo impulso Mxico, a partir de 1943 (segundo periodo pre-
mea traduce a Joseph Conrad o DAnnunzio. Se se concentr entre abril y diciembre de 1936) sidencial de Lpez Pumarejo). Entra Zalamea
esconden sus traducciones bajo el nombre de se resumen en su participacin en la Comisin all en contacto con el connotado ensayista
Ricardo Baeza, quien gozaba de gran prestancia de Cultura Aldeana, de la que surgi su mono- Alfonso Reyes, para quien gestiona la Cruz de
en la escena literaria peninsular y gracias a ello grafa El Departamento de Nario: esquema Boyac, y con Daniel Cossio Villegas, el direc-
puede cobrar ms. para una interpretacin sociolgica; y en sus tor del Fondo de Cultura Econmica, con quien
cargos en la Secretara del Ministerio de Educa- disea un listado de posibles obras colombia-
Pero fue sin duda la amistad con Garca Lorca, cin y de la Presidencia de la Repblica. La rela- nas que no van a ser, a la postre, publicadas (la
quien le dedica su Poema de la sole, tierra cin con el curtido lder liberal Lpez Pumarejo no publicacin de autores colombianos en el
seca, una fecunda ocasin en el curso de la (haba nacido en Honda en 1886) fue definitiva Fondo confirma el aislamiento cultural del pas
consolidacin de la personalidad literaria de para asumir el rol distintivo en el marco p- en esas dcadas decisivas de modernizacin ur-
Jorge Zalamea en tierras espaolas. Esta amis- blico nacional: Jorge Zalamea como un com- bana y rezago poltico atvico). Publica la edi-
tad, anota Lpez Bermdez, fue entraable y batiente de las ideas liberales de renovacin cin mexicana de La vida maravillosa de los
afectuosa, el mismo poeta bogotano lo llama social. La puntual realizacin que lo distingui libros. Tambin son aos de cocteles y excesos
el mejor de mis amigos. La correspondencia y que fue para Zalamea permanente motivo de de bohemia, de angustia existencial.
ntima entre ambos (en que se intercambia pe- satisfaccin: la colaboracin en la creacin de
nas, pesares y proyectos lricos) y los testimo- la Universidad Nacional de Colombia, hito de- El papel que cumpli Jorge Zalamea, aos des-
nios de contemporneos certifican la especial cisivo en la vida universitaria y acadmica del pus, tras su retorno de Embajador en Mxico
relacin que los unan. Tambin esta amistad pas (la vieja Universidad Nacional de 1867 de (luego del asesinato de Gaitn y la amenaza del
mantuvo y ampli el amor de Zalamea por el Manuel Anczar haba prcticamente dejado de ascenso del obseso franquista Laureano Gmez
teatro. En la estancia de Espaa, que se pro- existir bajo la Regeneracin). al poder, que tena los visos de una hecatombe
longa hasta 1932 (fecha en que es nombrado del proyecto liberal), cobra el aspecto de una
diplomtico en Londres hasta 1934), Jorge Za- Entorno a la construccin de la Ciudadela Uni- lucha abierta, de vida o muerte. Zalamea fue en
lamea contrae nupcias con la bella, inteligente versitaria o Ciudad Blanca (creada en 1936 con los aos oscuros de las dictaduras de Mariano
y a la postre trgica Amelia Costa. el diseo del arquitecto y urbanista alemn Ospina Prez (cierra el congreso en 1949 y mili-
de la Escuela de Bauhaus, Leopoldo Rother) tariza buena parte de las poblaciones colombia-
Este cargo diplomtico, cuyas funciones pare- se form una batalla campal de ideas. Mien- nas que da origen a un cadena de violencia que
cen difusas (qu hace en realidad un agrega- tras la Iglesia y El Tiempo se opuso (lo que an no ha concluido) la voz de la disidencia. Fue
do cultural?), le permite intercambiar favores, no obsta que Eduardo Santos haya ayudado perseguido, estigmatizado, encarcelado. Tuvo
por ejemplo con Germn Arciniegas, de cuyo al jesuita Flix Restrepo a conseguir la sede que dar el paso de huir del clima asfixiante del
libro El estudiante de la mesa redonda, recibe de la Universidad Javeriana, pilar anti-liberal pas, dominando por la mal llamada Violencia
cincuenta ejemplares que distribuye entre sus o anti-lopista) a la creacin de la Universidad (era esta una maquinaria de terrorismo de Es-
amistades espaolas, como Unamuno, Garca Nacional y argumentan atesmo o despilfarro, tado, impulsada y profundizada directa y abier-
Lorca, Ortega y Gasset, Recasens Siches, etc. Zalamea mantuvo firme su defensa de la edu- tamente por Laureano Gmez para borrar de
Tambin hace leer a su amigo Garca Lorca La cacin pblica superior. la fase de la tierra colombiana el liberalismo y
marquesa de Yolomb de Carrasquilla, quien restaurar una Cristilandia a sangre y fuego).
a decir del mismo Zalamea, qued deslumbra- Al tiempo que cumpla sus funciones pblicas,
do. Arciniegas a su vez distribuy en Bogot, Zalamea no desaprovech para promocionar En Buenos Aires como exiliado, se topa Jor-
como compensacin, el folleto De Jorge Zala- su obra, difundirla en Amrica Latina (en Per ge Zalamea, en realidad, por intermediacin
mea a la juventud colombiana. con Luis Alberto Snchez, en Chile con Pablo del poeta de filiacin comunista Luis Vidales,
Neruda, en Argentina con Victoria Ocampo). con el altsimo cargo diplomtico-cultural de
Este segundo periplo viajero, concluye en 1934. Fue esta deslumbrante actuacin pblica, en Secretario del Consejo Mundial por la Paz. El
Zalamea haba ya absorbido la sustancia cultu- un escenario encendido de pasiones polticas, CMP, instituido en 1949 tras la Segunda Gue-
ral de Europa que lo habilitaba como un gran trampoln para su figuracin literaria y ocasin rra Mundial, era una organizacin pro-sovitica
conocedor de espacios literarios, de ideas, co- para su fama literaria. destinada a promover las alianzas entre los
rrientes en Amrica Latina y Europa. Tena 29 pueblos, fomentar la paz mundial y servir de
aos y se alist en las filas de la alta burocracia La dcada de los cuarenta, es para Zalamea ms plataforma para el intercambio de artista e
del gobierno de Lpez Pumarejo (el nico en el bien poca de tertulias y debates literarios. En intelectuales de todo el mundo, doctrinaria o
siglo XX que ensay y puso en prctica polti- ellos se destaca su defensa de la agrupacin afnmente afectos al rgimen de Mosc.
cas modernizadoras a una elite sustancialmen- potica Piedra y Cielo, en cuya cabeza se pone
te retrograda, de inmensas injusticias y fuerte- Eduardo Carranza. Publica su ensayo filantr- El cargo lleg como cado del cielo y casi por
mente aferrada a los dogmas catlicos) y colm pico (como lo califica Andrs Lpez) El hom- azar. Zalamea no era un comunista (difcilmen-
as uno de sus sueos de hombre de letras. bre, nufrago del siglo XX, y sobre todo son te se le puede calificar socialista en alguna de
sus variantes) pero crea en la dignidad del estn en tensiones continuas y sus orientacio- En este sentido quiz Sann Cano (quien naci
hombre, en la necesidad de establecer polticas nes ideolgicas cambian sbitamente. medio siglo antes) tuvo un sentido de las pro-
sociales modernizadoras y se autodenominaba porciones ms ajustado. Los dos, sin embargo,
anti-belicista (del otro lado, estaba el Congre- La vida de Jorge Zalamea est tirada por un hilo apenas pudieron reconocer el papel protagni-
so por la Libertad de la Cultura, auspiciado por o hecha de un nudo grueso de dificultades, so- co, no de los movimientos sociales de izquierda
el Departamento de Estado norteamericano y bresaltos, ansiedades, crisis, inestabilidades psi- radical, sino el papel de la inteligencia radical
la CIA, en cuyas filas militaba el liberal santista colgicas. Nunca parece, conforme este formi- de izquierda justo en la redefinicin del inte-
Germn Arciniegas. Para la poca en que Za- dable retrato de Andrs Lpez Bermdez (que lectual como figura marginal. Solo con despe-
lamea era Secretario de CMP, lo era para CLC est lejos de un cuadro psiquitrico, pero que cho acept, un Ezequiel Martnez Estrada (diez
el compositor ruso Nikolas Nabokov, quien era inevitable da material para ello), estar Zalamea aos mayor que Zalamea), esta situacin, cuan-
apoyado por Robie Macauley, agente de la CIA satisfecho con su obra literaria. No est libre de do se decidi a vivir a Cuba en 1961. Pocos aos
y editor de Playboy). presiones econmicas; ms bien se encuentra despus comprendi que la maquinaria de la
atado a una inseguridad de diversos orgenes, revolucin cubana devoraba tambin a sus in-
Zalamea llega a este cargo por razones difci- a una cierta ingobernabilidad de los resortes de telectuales comprometidos; que no haba un si-
les de hilar en una argumentacin slida. Su la existencia que lo lleva a la recurrencia a la tio especfico para los intelectuales en la mare-
personalidad literaria se acompasaba por su vida bohemia, al alcoholismo, al desfogue por jada revolucionaria, como no lo haba para ese
personalidad poltica y sobre todo por su per- amores ilcitos. Hay como una tragedia labra- grupo en el mundo burgus desde Baudelaire.
sonalidad moral. Su modelo intelectual era una da, un sino de incontenibles tintas negras.
mezcla de la herencia del poeta modernista, Algo ms romnticamente que Martnez Es-
del bohemio y genio potico de Rubn Daro, Pero hay otro componente en Zalamea. Hay trada, Jorge Zalamea sigui insistiendo, pero
arrojado al azar de las circunstancias polticas, tambin un impulso tico a toda prueba, un desde Bogot, en colaborar para la causa de
y el protagonista de un cambio social por me- afn inclaudicable de perfeccionamiento artsti- Fidel Castro. Pero este gesto de compromiso
dio del estudio social, la propaganda poltica co, un activismo fustico por una patria mejor, no pasaba de una elegante manera de aceptar
slida y el uso de los medios de divulgacin por un mejoramiento de las relaciones sociales, que las cosas haban cambiado muy profunda-
ms afines a los propsitos de un cambio social de las condiciones de existencia de una sociabi- mente. Su rechazo a la conquista del poder por
ms justo y equilibrado. lidad dominada por el disimulo, la hipocresa, la las armas fue sntoma de ello (o parte de su in-
perversidad. Zalamea luch contra el fanatismo, teligencia crtica). Zalamea pidi a la juventud
Por razn de espacio, no podra seguir estas sin verse del todo libre de los prejuicios cultu- universitaria conquistar el poder por la inteli-
nuevas y muy resonantes actividades de Jorge rales que lo haca posible y lo estimulaba. Fue gencia (en un pas ms bien de mulas resabia-
Zalamea, en la que destac solo su iniciativa de machista, fue pagado de sus privilegios (ms de das). Su defensa a la revolucin cubana o su
galardonar con el Premio Lenin de la Paz a su su inteligencia que de sus orgenes sociales), crtica al Mxico ensangrentado de la masacre
compatriota (el que ms lo mereca, sin duda) result a veces vacilante y repelente, cuando de Tlatelolco, eran gestos desde la distancia.
Baldomero Sann Cano. Tambin el mismo Jor- quiz se precisaba ms tacto y tino para decidir
ge Zalamea, con apoyo de Miguel ngel Astu- sobre situaciones inconmensurables. Hubo un En casa sabemos que Jorge Zalamea se pele
rias y Pablo Neruda contribuyen a que el poeta signo de inestabilidad, de mercurialismo en agria y justificadamente con el pontfice del Na-
bogotano, por lo dems muy corto de recursos todo su ser artstico e intelectual. dasmo Gonzalo Arango (quiz percibiendo que
econmicos y minado por dolencias hepticas, ese movimiento era un tardo reflejo provincia-
obtenga ese codiciado premio (incluido el alto Zalema no fue un hombre de partido (ni liberal no de pour pater le bourgeois, en el marco
monto de 28.000 dlares para 1968). ni comunista); o mejor, antepuso siempre su de la intensa masificacin urbana en un estadio
personalidad de artista (un modelo como here- cultural nutrido del catolicismo barroco), mien-
Zalamea fue pues poeta, traductor, ensayista, dado de la Espaa canovista: pienso en Emilio tras no lo encontramos figurado en esas labe-
crtico literario, dramaturgo, polemista, soci- Castelar o Juan Valera, o quiz del modelo que rnticas discusiones del marxismo-leninismo
logo, editor, periodista, mediador y promotor l mismo experiment en Espaa con los volu- que produjo el MOEC, FUAR, E.L.N., Grupos
cultural, diplomtico, ministro, conferencista, bles Unamuno y Azorn a la cabeza) que pre- M-.L., MOIR, C.O.R. y otro medio centenar de
profesor universitario. Tambin fue bohemio, supone la superioridad de la inteligencia por pequeas organizaciones campesinas, obreras,
corresponsal asiduo, activsimo secretario del encima de todo otro imponderable cultural. guerrilleas y estudiantiles, desde mediados de
Consejo Mundial de la Paz, acerbo crtico, in- Zalamea fue un secreto saint-simoniano, que los aos sesenta. Ya pareca ser un intelectual
transigente enemigo y militante convencido, encontraba en la exaltacin pblica de la inte- de otra generacin y su voz, que sonaba en los
como lo insisti no pocas veces, de la causa an- ligencia, el deseo de figurar en su Parlamento discos de acetato por millares (hay algo ana-
tiblica. Estas mltiples actividades, y estos si- Newton. Este es el punto quiz ms problem- crnico en La voz de Jorge Zalamea presenta
multneos roles intelectuales y sociales, resul- tico de una personalidad sellada, como la de la poesa ignorada), poco a poco dej de te-
taron no siempre coherentes o consecuentes. Jorge Zalamea, por una tradicin medio-legible. ner la pertinencia poltica que el dese para su
Es difcil y si no imposible cumplir a satisfac- Mitad obra de la tradicin del poeta como es- obra literaria.
cin en tantos frentes, sobre todo cuando los teta de la sociedad y otra mitad reformador
escenarios pblicos dominantes son diversos, social gracias a su labor de hombre esttico.
La investigacin doctoral Jorge Zalamea, en- pero inmediatamente, al descubrir all la escri- escritura y como modelo mismo de vida. Se
lace de mundos. Quehacer literario y cosmo- tura de la vida, fuerzan los lmites estrechos recuerda a Sarmiento, maestro de biografas, y
politismo (1905-1969) fue posible gracias a la para dar lugar al encuentro de esas formas con se advierte cmo el ejemplo de una vida que,
circunstancia de que el hijo del poeta bogotano, el rgido mundo de las ciencias, tanto que por a menudo slo se recuerda ligada al trabajo in-
Alberto Zalamea Costa, pudo obtener en 2007, momentos estas ltimas le disputan el predo- telectual, avanza expandindose rpidamente
luego de ser abandonado en un stano por 38 minio de la escritura. por el cuerpo, hasta teir la fisonoma misma
aos, el archivo de su polmico padre. Los nu- del biografiado. As lo hace Vctor Mercante a
merosos documentos que son tratados en esta Ya el ttulo del libro es sugerente: Jos Inge- raz de la figura de J. V. Gonzlez, o Bermann al
investigacin, conforme lo confiesa el profesor nieros y las escrituras de la vida. Se presenta retratar al mismo Ingenieros.
Lpez Bermdez, son apenas una parte de la all una biografa, como la historia de una vida
montaa de cartas, papel y documentos de muy que puede leerse, tal como haca el mismo In- El discurso cientfico se presenta como una
diversa naturaleza historiogrfica, encontrados genieros, como historia de una escritura, que palabra no slo autorizada a nombrar la vida,
all. La paciencia para ordenarlos, clasificarlos, aqu es biogrfica. Pasando por los diferentes sino incluso a modelarla pedaggicamente
analizarlos, y al fin, darles un orden argumenta- momentos de su obra, como vericuetos de un para adecuarla a las condiciones que la ciencia
tivo fascinante, se contrae a estas casi 600 den- pensamiento enredado, ella presenta a un In- determina convenientes. All se producen dos
sas pginas. Solo quiero reiterar el honor que genieros autor de biografas que, al escribirlas, vidas en simultneo y en mutua relacin: una
se me concede al presentarlas ante ustedes. relata y crea un marco para su propia vida. As, moralizada gracias a la intervencin cientfica,
desde ese comienzo en los Archivos de Crimi- la otra vuelta heroica gracias, precisamente, a
Es una desproporcin conceptual insinuar que nologa y Psiquiatra, en el que priman los ca- su capacidad de moralizar. La primera nos re-
Jorge Zalamea Borda estaba esperando a An- sos clnicos de los alienados o criminales, hasta trotrae a la mirada del enfermo o del criminal,
drs Lpez Bermdez para hacerse compren- los escritos de la Revista Filosofa en que se pero tambin de las masas, cuya vida depende
sible. Sin embargo, por pasajes lo sentimos exaltan las grandes figuras de la ciencia local e del modelado que pueda ensayarse. La otra
dramticamente as. internacional, puede verse cmo el derrotero nos habla de un tema que avanza imponin-
de la escritura evidencia su esfuerzo por auto- dose sigilosamente en el libro de Fernndez:
Juan Guillermo Gmez Garca describirse, ya como mdico experto, capaz de se trata de hroes silenciados sobre los que
(Universidad de Antioqua/ descubrir los artilugios de la simulacin de sus interviene la escritura biogrfica para darle voz
Universidad Nacional) pacientes, ya como par cientfico e intelectual, y ofrecerles un asiento en el panten nacional.
capaz de ocupar un puesto junto a los grandes Para ellos vale la categora de genios.
hombres de la nacin.
Distancindose del genio romntico, el que
A propsito de Cristina Beatriz Fernndez, Jos En esos primeros textos de los Archivos, aparece biografiado aqu abandona el arte en
Ingenieros y las escrituras de la vida. Del Fernndez muestra que la descripcin parece pos de la ciencia y, conociendo el medio en el
caso clnico a la biografa ejemplar, Mar del querer ir ms all del cuerpo, complejizando la que se mueve, est preparado para intervenir
Plata, Eudem, 2014, 149 p. nocin misma de vida, pero sin desprenderse en l. La biografa tiende a transformarse en ha-
nunca de esa matriz biologicista. Aqu se sien- giografa al despojar al biografiado de todo inte-
Efectivamente, uno de los rasgos ms singula- tan las bases de una escritura de la vida atada rs material en la persecucin de sus objetivos.
res de muchos de los textos de Jos Ingenieros siempre al cuerpo. Sin embargo, el discurso Pero es claro que esa es tarea del bigrafo: al
es el hecho de stos son la escritura de una clnico se sale de los mrgenes de lo obser- considerar slo los aspectos referidos a su obra
vida y que tal caracterstica se irradia en el vado no slo por su objeto sino tambin por y al leer la obra como renuncia a intereses per-
potencial explicativo de su propia obra. Des- su forma y su aplicacin. El evolucionismo, sonales en pos de un objetivo nacional, el bi-
de un comienzo, sus intereses cientfico-inte- presente en esos escritos y rasgo relevante del grafo transforma la vida misma del biografiado.
lectuales giraron en torno a la vida y ese objeto discurso positivista, es tematizado por nuestra
se siente palpitar en sus escritos y le sirve de autora en relacin con su despliegue en el cam- Esa hagiografa tiene, tal como lo leemos en la
vara para leer y juzgar las producciones de sus po sociolgico. All, la tensin entre evolucin obra de Fernndez, un doble corolario: la cons-
contemporneos. y progreso es un ncleo duro en trminos de truccin de una figura de antihroe aunque
ese exceso que supone la aplicacin del lengua- la autora no lo llame as y el establecimien-
Esa vida que lo inunda todo nos sumerge, de je y la lgica cientfica. to de un molde que sirva de referencia para el
la mano de Cristina Fernndez, en un proble- bigrafo. La ciencia y su principal recurso, los
ma capital del que ella se ha ocupado en su Esa preocupacin por la vida en sus manifes- archivos, en este caso de la polica, permiten
investigacin doctoral y que se ve reflejado en taciones anormales, degeneradas o, simple- mostrar la falsedad de la biografa de Juan
este libro: el de la relacin entre la literatura y mente, clnicas, se traspone en la Revista de Moreira que relat Gutirrez. Y de ese modo,
la ciencia en las primeras dos dcadas del siglo Filosofa, aos despus, como inters por la los hechos enfrentan la ficcin no tanto para
XX en la Argentina. El relato biogrfico parece vida de los hombres clebres o ejemplares. desplazar al hroe criollo sino a la literatura de
atrapado, al menos en un principio, en marcos La excepcionalidad atraviesa el tercer captu- ese hroe. Rojas y Glvez, menciona la autora,
que lo inscriben dentro de las formas literarias, lo del libro de Fernndez, como paradigma de son parte de un contexto en el que mostrar la
falsedad de Juan Moreira puede ser slo una esa reiterada imagen. Basado en documentos portancia posterior para la historiografa del
herramienta. Y aqu se juega la importancia de inditos, entrevistas a familiares y en los escri- movimiento obrero local.
una escritura que disputa por la construccin tos del autor, Bolchevique de saln recons-
de vida, pero ahora en el plano de lo real. truye el itinerario biogrfico de Flix Weil, sus Los siguientes tres captulos estn dedicados
compromisos polticos, intelectuales e institu- a analizar el papel de Flix en la fundacin del
El segundo corolario: el filo entre la literatura cionales pero tambin es, al menos en parte, la IFS, su participacin en un acontecimiento m-
y la ciencia nos inclina hacia esta ltima. Hay historia de su padre Hermann y de la compaa tico de la izquierda alemana de la postguerra
una certeza que el relato autobiogrfico recla- de exportacin de granos que constituy la g- como la Primera Semana de Trabajo Marxista,
ma. Certeza en las formas de la escritura, cer- nesis de su fortuna. los primeros aos del Instituto vinculado a la
teza en el contenido biografiado. Todo termina discusin terica del marxismo y su devenir en
por ponerse al servicio del bigrafo que parte El libro consta de once captulos que compo- el epicentro de la Teora Crtica de la mano de
de un retrato ajeno para llegar a una silueta nen un relato biogrfico clsico que avanza Max Horkheimer. Esas pginas constituyen un
de s mismo. Puede crear su propia obra/vida siguiendo un cierto orden cronolgico. Los pri- gran aporte a una etapa ya transitada por la
en la que l mismo ocupar un lugar singular: meros dos captulos estn dedicados a trazar historiografa sobre los orgenes y el entrama-
la ciencia triunfa dndole la razn al autor, a una minuciosa reconstruccin de la industria do institucional del IFS pero narrada desde una
quien hace de la vida un hecho y de la biografa cerealera en Argentina y de la figura de su pa- perspectiva ms personal a partir de las memo-
un relato certero. El bigrafo es el ojo experto dre, Hermann y la compaa Weil Hnos., una rias de su principal mecenas y fundador. Cabe
capaz de reconocer los rasgos precisos de una pieza clave en el oligopolio de las empresas destacar, adems, que por esos aos la labor de
vida y ser escritura de voces silenciadas, y al exportadoras de granos. Recin en el tercer Flix como mecenas excedi al IFS pues, como
hacerlo no hace otra cosa ms que modelar su captulo (El joven Flix: infancia y vida estu- muestra Rapoport, la fortuna familiar tambin
protagonismo.Entre la ciencia y la literatura, la diantil) la figura de Flix gana el centro de la fue utilizada para financiar otros emprendi-
biografa, sugiere Fernndez, es expresin que escena. Dicho captulo reconstruye su infancia mientos de la cultura de Weimar como la edito-
sintetiza el confuso entramado de unas vidas y en Buenos Aires, su juventud en Alemania y los rial Malik, el teatro de Erwin Piscator y la obra
un conflictivo escenario histrico. aos de estudios en el Goethe Gymnasium y en de pintor expresionista George Groz, de quien
la Facultad de Derecho de Frankfurt. Radicado fue amigo personal y que en 1926 retrat a F-
Mara Carla Galfione en Alemania durante el estallido de la Gran lix en un oleo llamado Retrato de un joven que
(UNC/CONICET) Guerra, Flix intent alistarse como volunta- ilustra la portada de Bolchevique de saln.
rio en el ejrcito alemn. Segn Rapoport, su
nacionalidad argentina influy para que dicha Los cuatro captulos que cierran el libro estn
peticin fuera rechazada (p. 136), no obstante, dedicados a analizar el papel de la Argentina en
A propsito de Mario Rapoport, Bolchevique al igual que su padre, contribuir con la causa la obra y el pensamiento de Weil, en particular,
de saln. Vida de Flix J. Weil, el fundador alemana desde su puesto en una oficina admi- en su obra ms destacada Argentine Riddle
argentino de la Escuela de Frankfurt, Buenos nistrativa encargada de atender los requeri- (El enigma argentino) publicada en los Esta-
Aires, Debate, 2014, 569, pp. mientos logsticos para las trincheras. dos Unidos en 1944, recientemente traducida
al castellano, y su influencia en autores como
Hijo de un rico comerciante de granos judo-ale- El captulo cuarto (La educacin de un revolu- Milcades Pea y Jorge Abelardo Ramos.
mn que hizo su fortuna en la Argentina de la cionario) muestra la participacin de Flix en
Belle poque, educado en el rigor de la Alema- el clima revolucionario de la Alemania de post- Ahora bien, es indudable que el libro de Rapo-
nia guillermina, activo colaborador con su pas guerra. All se revela su activa militancia en di- port configura una imagen mucho ms com-
de adopcin durante la Primera Guerra Mun- ferentes grupos estudiantiles de izquierda en pleja que la que se tena hasta ahora sobre la
dial, partcipe en la poltica revolucionaria ale- la Universidad de Frankfurt y Tbingenn y los figura de Flix Weil. Sin embargo, cabra rea-
mana de la inmediata postguerra, mecenas del fluidos contactos de Flix con destacadas figu- lizar algunos sealamientos metodolgicos e
Institut fr Sozialforschung (ISF) y, de regreso a ras de la izquierda alemana como Karl Korsch historiogrficos respecto al modo de abordar
la Argentina en los aos treinta, colaborador en y Clara Zetkin. Expulsado de la ciudad por sus al personaje central del libro. Llama la aten-
el equipo econmico del gobierno conservador; actividades polticas e impedido de continuar cin que, a pesar de la importante renovacin
tal como afirma Mario Rapoport en su libro, la con su tesis doctoral sobre el concepto de de los estudios biogrficos que se ha produ-
vida de Flix Jos Weil parece extrada de una socializacin, Flix viaja a Buenos Aires donde cido en Argentina, el libro de Rapoport opta
novela (p. 23). Sin embargo, ese rico itinerario contraer matrimonio y emprender una serie por no apoyarse ni dar cuenta de esta nueva
haba quedado preso de un persistente clich de actividades clandestinas para la Interna- perspectiva para trazar el derrotero biogrfi-
formado en torno a su figura como el mecenas cional Comunista (IC) bajo el pseudnimo de co de Weil.1 A su vez, aunque estrechamente
argentino de la Escuela de Frankfurt. Beatus Lucius. Vinculada a esa labor como uno
de los primeros delegados de la IC en Amri- 1 Para un anlisis ms amplio de la renovacin
Sin dudas, uno de los grandes mritos del libro ca Latina, Rapoport ubica la investigacin de de los estudios sobre biografa e historia y
su impacto en la historia intelectual vase
de Rapoport es mostrar que el derrotero pol- Weil sobre el movimiento obrero argentino Franois Dosse, El arte de la biografa: entre
tico e intelectual de este personaje desborda publicada en Leipzing en 1923 y destaca su im- historia y ficcin, Mxico D. F., Universidad
vinculado a lo anterior, cabra puntualizar al- tambin es cierto que pensar este objeto no y Miguel Vitagliano repiensan crticamente los
gunas cuestiones sobre el modo en cmo se resulta una tarea sencilla. Es nuestra socie- atentados a la Embajada de Israel y a la AMIA
construye la argumentacin en Bolchevique dad ms violenta que en el pasado? Podemos en la dcada del 90. Mientras Nievas propo-
de Saln. En primer lugar, a lo largo de varios concebir una sociedad sin violencia? Existen ne analizarlos utilizando las herramientas que
pasajes del libro se hace palpable una falta de distintos tipos de violencia? De qu es pro- ofrece la sociologa de la guerra, Vitagliano
equilibrio entre el papel asignado a la figura de ducto? O incluso, qu es efectivamente? busca pensar qu alcances y limitaciones pre-
Weil y la extensa reposicin de los contextos Todas estas preguntas, y tantas otras que in- senta la literatura para narrar estos atentados.
polticos, econmicos y culturales que tiende tentan problematizar este singular fenmeno, En el captulo seis encontramos una reflexin
a difuminar la centralidad del personaje estu- y su vinculacin con la cultura, son el eje ver- acerca de la muerte de los militantes Kosteki
diado. En segundo lugar, por momentos, es tebrador de Violencia y Cultura. Reflexiones y Santilln en el ao 2002. All, Maristella
posible advertir una falta de problematizacin contemporneas sobre Argentina, libro que Svampa y Jos Mateos analizan la represin
de las fuentes primarias y, en especial, de las presenta la compilacin de un ciclo de deba- policial a la protesta social, intentando pen-
memorias autobiogrficas de Weil que consti- tes llevados a cabo en la Biblioteca Nacional. sar tambin la participacin juvenil en la vida
tuyen un corpus central en la investigacin de Comenzaremos por resear brevemente cada poltica, tanto en aquel momento como en el
Rapoport. Ello puede verse, por ejemplo, en el una de las intervenciones all presentadas, para presente. Luego, Julin Axat y Esteban Rodr-
captulo dedicado a la infancia del personaje luego proponer una posible lnea de lectura del guez reflexionan acerca del pibe chorro como
estudiado donde, siguiendo el relato romnti- libro, lectura que lo muestra como un intento construccin meditica surgida en el marco de
co del nio que tempranamente descubre las por pensar la violencia en la dimensin mtica la irrupcin del problema de la inseguridad.
desigualdades sociales, Rapoport seala que que le es propia. En el ltimo captulo del libro, hallamos el de-
algunas experiencias infantiles como el contac- bate de Sergio Tonkonoff, Horacio Gonzalez y
to con su nodriza o el despido de un aprendiz Tal como afirman las coordinadoras del ciclo Mauricio Kartun en torno al vnculo existente
que trabajaba para la empresa familiar le re- en el prefacio del libro, en cada uno de los en- entre violencia y cultura. All analizan el Nunca
velaron al joven Flix la realidad del latifundio cuentros se propone una aproximacin al fe- Ms como relato fundante de la cultura demo-
y de la explotacin capitalista (pp. 130-131) e nmeno de la violencia mediante la reflexin crtica, y piensan el teatro como un lugar de
incluso condicionaron la agenda de la investi- sobre distintos episodios muy significativos ritualizacin de la violencia. Ahora bien, todas
gacin de Weil. para la historia argentina contempornea. As, estas reflexiones que problematizan de modos
el primer captulo recoge las intervenciones de diversos el fenmeno de la violencia a partir de
An as, y ms all de estos sealamientos, el Martn Albornoz, Rolando Goldman y Julin distintos episodios de la historia argentina con-
libro de Mario Rapoport constituye un gran Troksberg en torno al vnculo entre anarquis- tempornea, pueden vincularse entre s a partir
aporte a la historia del periodo y se transfor- mo y violencia, pensando particularmente los de varias lneas de lectura posibles. Como ade-
mar, sin dudas, en una obra de referencia so- distintos atentados llevados a cabo a comien- lantramos, aqu nos propondremos recuperar
bre la figura de Flix Weil. zos del siglo XX. All, proponen romper el nexo una de ellas: aquella que piensa la violencia en
que asocia sus estrategias de accin poltica la dimensin mtica que le es propia. Para esto,
Emiliano Gastn Snchez con prcticas esencialmente violentas. recuperaremos los aportes de Sergio Tonko-
(CONICET / UNTREF / UBA) noff en la introduccin de este volumen. All se
En el segundo captulo, Ricardo Barts y Eduar- afirma que el problema de la violencia remite
do Rinesi recuperan la pieza teatral de Copi sobre todo al problema de la constitucin de
para reflexionar en torno a la figura de Eva los rdenes simblicos. En realidad, al proble-
A propsito de Sergio Tonkonoff, (Ed.), Violencia Pern. Los expositores intentan mostrar las ma de la constitucin de sus lmites, lmites
y Cultura. Reflexiones contemporneas sobre mltiples operaciones de violencia que sopor- que siempre se construyen mticamente. Desde
Argentina, CLACSO, Buenos Aires, 2014, 242 pp. ta esta figura tan emblemtica, pensando la este enfoque, un orden simblico, una cultura,
imbricacin entre teatro y poltica. En tercer ser un conjunto de estructuras significantes
Es innegable que hablar de la violencia des- lugar, encontramos el debate entre Alejandro que se articulan entre s (aunque no definiti-
pierta en cada uno de nosotros sensaciones de Kaufman y Daniel Santoro acerca de la figu- va ni completamente) mediante prohibiciones
las ms diversas: temor, inseguridades, intriga, ra de Rucci, haciendo foco en su muerte para fundamentales, esto es, mediante puntos de
repulsin e incluso atraccin. Por lo mismo, problematizar la vinculacin entre violencia y clausura mticos que le permiten configurarse
poltica durante los aos 70 en la Argentina. como una totalidad coherente, estableciendo
Iberoamericana-Departamento de Historia, Luego, Jonathan Perel y Daniel Feierstein re- lo que ser lo ms preciado y, a la vez, lo ms
2007. Para un balance sobre el alcance de flexionan sobre la ESMA, analizando particu- repulsivo. Esto ltimo ser excretado. La expul-
estas nuevas perspectivas en la Argentina, larmente su construccin como Espacio de la sin, la separacin de lo que no pertenece a la
pueden consultarse los trabajos reunidos en
los siguientes dossier: Biografa e historia. Memoria. As, proponen re-pensar los discur- cultura, de lo que le es exterior (pero a la vez
Reflexiones y perspectivas, presentacin de sos que narran el horror all vivido durante la interior y constitutivo), en definitiva de lo que
Paula Bruno, en Anuario IEHS, n 27, 2012 e ltima dictadura cvico-eclesistico-militar para es violento, es una operacin que no ocurre sin
Intersecciones. Sujetos y problemas. Itinera-
rios intelectuales en el siglo XX, presentacin contribuir a esta construccin colectiva de la residuos, sin restos. Todo lo que un conjunto
de Jos Zanca, Iberoamericana, n 52, 2013. memoria. En el quinto captulo, Flabin Nievas societal expulsa, excreta, excluye, retorna inde-
fectiblemente y ser justamente el nombre de rror que la acompaa en la cotidianeidad, esa Puede decirse entonces que en el libro hay un
violencia el cual ser reservado para esos re- conmocin tanto afectiva como cognitiva a la intento explcito por ubicar la problemtica de
tornos. De este modo, puede verse que, desde que refiere Tonkonoff. Kartun muestra enton- la violencia en el centro de la escena social. La
este enfoque terico, existe una relacin indi- ces que una de las funciones centrales del tea- seleccin, sin duda no arbitraria, de cada uno
sociable entre la cultura y la violencia; cierta- tro es: poner justamente a la violencia frente de los episodios de la historia argentina con-
mente, una relacin de extimidad. La violencia a los ojos del espectador y producir con eso tempornea que han sido tratados, intenta
se presenta como el anverso radical de toda algo (p. 233). ubicar la violencia como constituyente en cada
cultura, como aquello que siempre retorna. uno de ellos. Esto ltimo invita a reflexionar
Pero ste ser siempre un retorno traumtico A la manera de Kartun, tanto la exposicin de sobre los vnculos inexorables, complejos, pro-
ya que aquellas acciones y prcticas defini- Ricardo Barts como la de Eduardo Rinesi in- blemticos entre violencia y cultura. Si bien
das socialmente como violentas o criminales tentan explorar los vnculos existentes entre aqu hemos propuesto una posible lnea de lec-
transgreden precisamente las prohibiciones la violencia y el teatro, pero tambin las rela- tura a partir de la cual puede comenzar a pen-
que se pretenden fundamentales, transgreden ciones entre el teatro y la poltica. Ambos re- sarse la violencia en la dimensin mtica que le
aquello que permite la constitucin del orden flexionan en torno a la cuestin del simulacro. es propia, lo cierto es que esta lnea no agota
societal como tal, generando as conmocin Tanto uno como el otro buscan analizar cmo la riqueza de las reflexiones que conforman
tanto cognitiva como afectiva en las subjeti- esta cuestin aparece en la pieza teatral de este libro. Cada uno de los desarrollos, de las
vidades. Como explica Tonkonoff, la violencia Copi, pero a la vez, en la poltica misma. Rinesi propuestas que aqu encontramos, abren ml-
siempre tiene algo de incomprensible para los piensa la violencia y el simulacro como los dos tiples aristas para explorar dicha problemtica
sujetos ya que justamente interrumpe la sinta- temas centrales tanto de la propuesta de Copi en diversos sentidos, aristas que a la vez se en-
xis vigente por cuanto se trata de prcticas y como de la historia del peronismo en general, y riquecen notablemente gracias a las distintas
acciones que atacan directamente los valores de la figura de Eva Pern en particular. En este disciplinas a las que pertenecen cada uno de
sagrados de ese conjunto societal, son prcti- sentido, muestra las diversas operaciones vio- los autores: cineastas, dramaturgos, filsofos,
cas malditas. Y como tales, son objeto de san- lentas que se han realizado sobre la figura de socilogos, fotgrafos, artistas plsticos.
ciones penales y rituales; esto es, de sanciones Eva en la pieza teatral. Sin embargo, sostiene
ejemplares, teatrales, dramticas. En lnea con que estas operaciones se juegan en un registro Martina Lassalle
el planteo terico anterior es posible ubicar las pardico, en un registro del disparate que est (UBA/IDAES/CONICET)
reflexiones de Mauricio Kartun, Eduardo Rin- muy alejado de un trabajo histrico sobre di-
sesi y Ricardo Barts. Kartun propone pensar cho personaje. Por su parte, Barts tambin re-
el teatro como una puesta en acto ritualizada flexiona sobre la cuestin del simulacro, inten-
de la violencia. El dramaturgo sostiene que no tando evidenciar que ste no es una molestia A propsito de Isabella Cosse, Mafalda: his-
slo el teatro es inseparable de ella, sino que para la poltica puesto que la poltica se sirve toria social y poltica, Buenos Aires, Fondo de
es un productor activo de la misma. Y esto, de- de los recursos del teatro. Nos explica que lo Cultura Econmica, 2014, 313 p.
bido a que son los mismos espectadores quie- que se encuentra realmente en disputa es pre-
nes reclaman por esa violencia, quienes desean cisamente quin realiza ese simulacro. En este El nuevo libro de Isabella Cosse se ocupa ma-
consumirla. Esta violencia es la que los man- caso, Eva Pern: un cuerpo sexuado que ade- ravillosamente de un objeto entraable para
tiene expectantes; los atrae, los hipnotiza a lo ms de actuar, goza. Algo que se torna insopor- los miembros de, al menos, tres generacio-
largo de toda la obra. Rechazo, repulsin, pero table, tanto en la pieza teatral de Copi como nes. Su escritura supuso a la autora, casi con
atraccin al mismo tiempo. En este sentido, tambin para la sociedad argentina de los aos certeza, la dificultosa tarea de no dejar que
Kartun desarrolla toda su exposicin pensando 40. Y es en esta direccin que Barts desarrolla la agudeza analtica se rinda ante la ternura y
el teatro en tanto ritual mtico de violencia, y a la idea de un teatro violento que se opone al la melancola a las que Mafalda nos conduce,
la vez, como un mecanismo de entretenimiento teatro como expresin cultural domesticada, y, a la inversa, evitar que las herramientas de
que se basa en ella y que construye adentro un teatro que est cargado de intensidad, don- anlisis disecaran un objeto cultural vivo. La
suyo un carozo mtico. Y al pensar al teatro de hay deseo, goce, donde incluso el lenguaje autora evade ambos riesgos maravillosamente,
como un espacio mitico-ritual, Kartun mues- utilizado es violento y la percepcin del simu- al entregarnos una obra fina, profunda, que sin
tra de qu modo es utilizado como un lugar lacro extremada. Entonces, Barts explica que dudas constituye un aporte a las discusiones
a travs del cual la sociedad puede acercarse el personaje de Evita en la propuesta de Copi sobre las vinculaciones entre cultura y poltica,
a lo que cada da est frente a sus ojos pero, permite ver precisamente el lmite del simula- adems de la contribucin evidente a la histo-
paradjicamente y al mismo tiempo, no puede cro que caracteriza a la poltica, que adems se ria del pasado cercano.
ver. Esta es una toma de contacto real, pero sirve de un mito que sigue ni ms ni menos que
a distancia, con la violencia. Y es que Kartun la lgica del amigo-enemigo, de lo amado-odia- Cosse, con una lectura sobre la sensibilidad
explica que el teatro, por presentar cuerpos do. En este sentido, Barts nos mostrar cunto marcada por su formacin temprana con el
vivos, emocionados y violentados, constituye la poltica tiene de teatro a la hora de construir maestro uruguayo Jos Pedro Barrn, parte
un ritual irremplazable donde se puede debatir la propia mitologa que la sostiene. de una decisin terico-metodolgica que sos-
en torno a ella. Un ritual intenso de violencia tiene con solvencia: el humor es una va frtil
donde se presenta, aunque contenido, el ho- para el estudio histrico. El gesto analtico re-
cuerda el principio freudiano sobre el humor feministas, la expansin de las clases medias, en mostrar cmo Mafalda tambin constituy
(y los sueos) como va regia para el acceso al los cuestionamientos al orden familiar. (p. 30). un puente subterrneo que conect utopas y
inconsciente, y con ello avanza como historia- sensibilidades que parecan masacradas por el
dora en el esquivo terreno de la subjetividad. La estructura del libro se mueve diacrnica y terror de Estado. Puente entre generaciones
Decisin acertada, en tanto en el terreno sub- sincrnicamente, al dar cuenta de estos fen- que, con la recuperacin democrtica se conver-
jetivo la pregunta que articula la obra encuen- menos que contextualizan y permiten analizar tira en mito y colaboraba en la elaboracin de
tra resonancia: qu explica la perdurabilidad y a Mafalda. Con un primer captulo dedicado al las fracturas de la sociedad argentina. (p. 224).
resonancia identitaria de Mafalda? Resonancia origen de la creacin de Quino, Cosse sita el
que no es confundida con una determinacin problema de la identidad de clase media en El quinto captulo hace avanzar a Mafalda en el
ltima, en tanto ser la compleja y contingente clave de gnero y generacin. Propone que la contexto globalizado y neoliberal. La reapropia-
articulacin de relaciones sociales, dilemas po- desestabilizacin de las fronteras entre lo p- cin de la sensibilidad de dcadas pasadas que
lticos y tensiones culturales las dimensiones blico y lo privado sera constitutiva del humor representaba Mafalda se convierte en el punto
que permiten explicar, segn la autora, el lugar de la tira y generaba resonancias rebeldes: la de mira desde el cual analizar un nuevo anta-
de Mafalda en relacin con las tensiones ge- historieta pona de relieve una fluida relacin gonismo que fracturara irreversiblemente a la
neracionales y de gnero que enfrentaron a la entre la problematizacin de la cotidianeidad y clase media en la dcada de 1990, representado
clase media con sus frustraciones, y tambin la asuncin de posiciones polticas e ideolgi- por el menemismo. A la vez, permite a la autora
con su identidad. cas tangibles (p. 57). La posicin de Mafalda revisar los modos en que tales reapropiaciones
es analizada al trasluz de las transformaciones de la historieta haran de Mafalda un personaje
Para poder dar cuenta de un foco esquivo como que desde finales de la dcada de 1950, dieron con el que muy diversos sujetos podran vincu-
es el humor desde un punto de vista histrico, lugar a la emergencia de una infancia psicolo- larse sensible y simblicamente. El recorrido le
Isabella Cosse se sirve de la contextualizacin gizada. Los fines de la dcada de 1960 hasta permite a Cosse sealar, en las conclusiones
de la tira precisando las condiciones y contex- llegar al inicio de la ltima dictadura militar ar- que cierran el libro, que Mafalda posibilit la
tos de produccin, y las transformaciones de gentina constituyen uno de los perodos de ma- transmisin de los valores estticos, sensibles,
los contextos de recepcin, apelando a fuentes yor radicalizacin poltica del siglo pasado. Es afectivos e ideolgicos de un tiempo signado
de diversa densidad y nivel. El valor metodo- en ese tiempo, ms precisamente el 25 de junio por la utopa de un mundo mejor, un sueo de
lgico de la apuesta se deriva de una posicin de 1973, que Mafalda dej de producirse, y es la modernidad cuyas resonancias ms prximas
que ve la cultura como constructora de lo so- a este momento que est dedicado el segundo remiten a una generacin que marc con su im-
cial y que materializa, por as decir, los objetos captulo del libro, en el que Cosse desentraa pulso los ltimos cincuenta aos y que hoy nos
culturales. Ello permite a la autora no perder cmo la visin de Mafalda sobre la coexistencia est dejando. (p. 282).
de vista heterogeneidades y polisemias de ese de las oposiciones ideolgicas y culturales de
complejo objeto que es Mafalda, que puso en la clase media, cede ante la radicalizacin pol- Valeria Llobet
circulacin una representacin y una forma de tica, al tiempo que la historieta era interpelada (CEDESI-UNSAM/CONICET)
humor que dialogaron con la identidad de cla- con ferocidad. Como seala Cosse, en Argenti-
se media y que colaboraron a afirmarla, pen- na no solo no haba espacio para un nosotros
sarla y discutirla mediante una representacin fundado en ironas corrosivas que eran contra-
indita y de extrema complejidad: una visin balanceadas por la ternura. Tampoco haba lu- A propsito de Mara Cristina Tortti (Dir),
heterognea de la clase media que enlazaba lo gar para esos nios/jvenes contestatarios que Mauricio Chama y Adrin Celentano (Eds.), La
cotidiano y lo poltico (p. 28). haban tensado al mximo la distancia entre la nueva izquierda argentina (1955-1976). So-
cruda realidad y los principios ideales al punto cialismo, peronismo y revolucin, Rosario,
Es precisamente esta interseccin entre lo de perder la vida. (p. 139). Prohistoria, 2014, 252 pp.
domstico y lo poltico lo que permite ana-
lizar el papel de la clase media como vector El tercer captulo acompaa la expansin inter- Este libro constituye una obra colectiva que
de normatividad social. Normalizacin que es nacional de Mafalda y el exilio de sus lectores. se propone reconstruir o abordar esa suerte
cuestionada agudamente por Mafalda y te- Mafalda pasa a ser as un cdigo que permite de calidoscopio de poca que es la Nueva Iz-
matizada por Cosse, quien sostiene que en la el reconocimiento mutuo, una clave de lectura quierda (NI). sta es entendida aqu en sentido
vehiculizacin de las contradicciones de esta del otro. En el captulo cuarto, Cosse se aden- amplio: como explica Mara Cristina Tortti en el
clase media estpida, Mafalda dio carna- tra en las dimensiones cotidianas de la dicta- artculo que abre la obra y que funciona tanto
dura a la identidad progresista de grupos de dura, partiendo de la heterogeneidad de las como sntesis general de la poca (al menos de
este sector social, sensibles a la injusticia y el significaciones del humor durante el rgimen los ncleos problemticos que el libro se pro-
autoritarismo. Para Cosse, la historieta ofre- dictatorial, y buscando encontrar su sentido pone atender) como de orientador de lectura,
ci una reflexin sobre lo humano, de orden en la reconstruccin densa de las vicisitudes la Nueva Izquierda refiere al conjunto de fuer-
filosfico y atemporal que, adems, trabaj sociales y polticas de Mafalda. (p. 186). zas sociales y polticas que a lo largo de dos
de forma productiva sobre fenmenos deci- En ellas destaca, de modo siniestro, el uso de dcadas, protagoniz un ciclo de movilizacin
sivos de los aos sesenta el autoritarismo, un afiche de Mafalda en la Masacre de los Palo- y radicalizacin que incluy desde el estallido
las confrontaciones generacionales, las luchas tinos. Pero al mismo tiempo, la autora se ocupa social espontneo y la revuelta cultural hasta
el accionar guerrillero, y desde la eclosin de nista y los gobiernos nacionalistas de la regin; creo yo que el tomo II de La nueva izquierda
movimientos urbanos de tipo insurreccional Adrin Celentano, a travs de la experiencia de tiene por delante el desafo de explicar por qu
al surgimiento de direcciones clasistas en el Vanguardia Comunista, al impacto y/o influen- ese intento de articular socialismo, peronismo
movimiento obrero. Ese conjunto movilizado a cia de los debates del Movimiento Comunista y revolucin, fracas. Uno podra decir que de
lo largo de casi dos dcadas, pese a su hetero- Internacional (especialmente aquellos genera- esa triada finalmente inarticulable slo ha
geneidad, lleg a constituir, segn la hiptesis dos en torno al maosmo). quedado el peronismo. Algo en torno a la inte-
de la obra, un movimiento social-poltico y cul- rrogacin que esa conclusin obliga merece el
tural que, por su magnitud, pareci trastocar Desde la perspectiva local, Alberto Bozza comentario de Mara Cristina Tortti en su artcu-
los trminos y las formas tradicionales de la atiende a un problema central: el de la resig- lo introductorio, all donde refiere a la amplia
poltica argentina. nificacin revolucionaria del peronismo; Mora capacidad de adaptacin del populismo.
Gonzlez Canosa, en consonancia, analiza los
Se destaca, entonces, en principio, la novedad debates dentro de las Organizaciones Armadas Finalmente, los autores no son ajenos a aquel
de la definicin de Nueva Izquierda, definicin Peronistas (71-72), con especial atencin a las desafo ni a ese fracaso; y al momento de la
bien distante a las que suelen utilizarse, vincu- Fuerzas Armadas Peronistas en lo que hace a escritura, sin lugar a dudas, han atendido a lo
ladas estas ltimas ms especficamente a las su opcin por el peronismo primero y por la que podra considerarse como un fin de ciclo.
organizaciones polticas armadas y no armadas integracin a Montoneros, despus; Mauricio Con sus propios recaudos y estrategias, el libro
y a actores poltico-culturales de la izquierda Chama reconstruye la experiencia de la Co- atiende, en diversos momentos, cuestiones que
revolucionara de los aos sesenta y setenta. misin de Familiares de Detenidos (COFADE) contribuyen a identificar las razones de aquel
Atendiendo, entonces, a aquella amplia defini- entre 1960 y 1970, estudio de caso representa- fracaso, detectando cuestiones que nos hablan
cin, el libro se propone tanto dar cuenta de tivo de las formas de organizacin y activacin de los desajustes, los puntos ciegos y los
las condiciones de posibilidad y expansin de social y poltica en la etapa an formativa de distanciamientos de las organizaciones res-
este fenmeno que es la NI como explorar al- la Nueva Izquierda; Horacio Robles, finalmente, pecto de los sectores movilizados.
gunas problemticas especficas que constitu- aborda otro problema central: el de las relacio-
yen, en definitiva, aquello que la caracterizan: nes entre organizaciones armadas (en este caso En resumidas cuentas, as como la configura-
su intento por articular nada ms y menos que Montoneros) y los movimientos de masas (en cin del intento revolucionario en la Argentina
socialismo, peronismo y revolucin. Los prop- este caso, la retaguardia revolucionaria, las no puede reducirse nunca a una explicacin mo-
sitos de esta obra colectiva exigirn atender: Unidades Bsicas controladas por la JP en los nocausal, su fracaso atiende a mltiples dimen-
a la dimensin internacional que gravita en la barrios pobres de La Plata). Finalmente, un siones. Una de ellas, implica, sin duda, a revisar
conformacin de esta Nueva Izquierda; a las actualizado y esclarecedor artculo de Mara los alcances y la naturaleza de los vnculos en-
particularidades de la historia poltica local (la Cristina Tortti y Adrin Celentano sobre los tre las organizaciones revolucionarias de la Ni
proscripcin del peronismo; la ilegitimidad del vnculos entre la intelectualidad universitaria y los movimientos de masas. Otra, revisar, ms
rgimen producto de esa proscripcin y de la de izquierda y el peronismo, que funciona como especficamente, las relaciones entre las organi-
alternancia dictaduras-democracias restringi- introduccin a un texto de Juan Carlos Portan- zaciones armadas y los movimientos de masas.
das); al fracaso de las expectativas colectivas tiero Estudiantes y peronismo, hasta ahora Cundo y por qu comenz el divorcio que
respecto de las posibilidades del reconoci- indito en espaol, que integraba el libro Stu- todos parecen situar alrededor de 1974? Extre-
miento electoral del peronismo (ao 1962); a denti e rivoluziones neell America Latina. mando, Socialismo y revolucin constituan un
la radicalizacin poltica de un segmento de Dalla Reforma Universitaria de 1918 a Fidel mismo horizonte de sentidos para las organiza-
la juventud, especialmente universitaria; a la Castro, escrito en 1968 y publicado en 1971 en ciones revolucionarias y para los movimientos
re-lectura del peronismo; el surgimiento de un Italia. Cuando en 1978 ese mismo libro se edit de masas que protagonizaron la protesta y la
sector dentro del movimiento peronista ms en espaol en Mxico, el artculo de Portantiero movilizacin social de los temprano setenta?
solidario con el lenguaje y el horizonte de sen- no fue incluido y los autores entienden esta no No son pocos son los fragmentos de este libro
tidos de la revolucin; a la emergencia de direc- inclusin como la evidencia de la revisin crtica que atienden a este ltimo interrogante.
ciones clasistas dentro del movimiento obrero de todos aquellos presupuestos o certezas que
organizado, etc. el artculo sostena en 1969 y que tras la derrota Vera Carnovale
exigan nuevas consideraciones. El silencioso (CeDIinCI/UNSAM - CONICET)
Y, efectivamente, puestos en lnea, los artculos comienzo de una autocrtica que luego se hara
que constituyen La nueva izquierda argenti- explcita en Controversia.
na (1955-1976) abordan algunos en forma
exhaustiva, otros ms tangencialmente cada Con este fugaz recorrido, se destaca, en resumi-
uno de estos ncleos problemticos. Desde la das cuentas, que el libro logra, efectivamente,
perspectiva internacional, Aldo Marchesi atien- aquello que se propone: dar cuenta de las condi-
de a la gravitacin de la Revolucin Cubana y ciones de posibilidad y expansin de un fenme-
la Conferencia de la OLAS en el escenario de no tan complejo y heterogneo como es el de la
las izquierdas del Cono Sur; Ins Nercesin, al Nueva Izquierda, atendiendo a la pluralidad de
mundo de relaciones entre la izquierda pero- actores y dimensiones involucrados. Dicho esto,
FICHAS DE LIBROS tores que configuran la dominacin social de como fueron Jos Ingenieros, Carlos Ibarguren,
los agentes. Es por dems constatable la capa- Rodolfo Rivarola y Manuel Glvez, entre otros.
Didier Eribon, Regreso a Reims, Buenos Aires, cidad del autor por anudar su itinerario perso- De esta manera, afirma el autor, puede com-
Libros del Zorzal, 2015, p. 256 nal con una mirada a la vez comprensiva y crti- prenderse mejor la significancia del discurso de
ca de su paso por diversas instancias claves en lvarez en el conjunto del mundo intelectual
La literatura autobiogrfica es un gnero de re- la constitucin de su subjetividad, como cuan- rosarino y nacional, sobre todo en su constante
currente aparicin en la vida cultural francesa do narra su origen social asociado a una familia preocupacin por el origen y el destino de la
aunque, claro est, sin ningn tipo de exclusi- obrera, explotada y dominada pero al mismo nacin, asociada al paradigma alberdiano pero
vidad. Durante buena parte del siglo XX fue tiempo sumamente prejuiciosa y racista, afecta tambin a los efectos desencadenados por el
cultivado por personalidades como Jean-Paul a los componentes sociales, culturales y sim- impacto inmigratorio y la posterior crisis del
Sartre, Simone de Beauvoir, Albert Camus o blicos que condicionaron de manera profunda liberalismo. Ahora bien, en la mirada de Glck
Paul Ricoeur, por nombrar slo algunas de las las decisiones de cada uno de los integrantes la reflexin sobre la nacin que el autor de
que lograron dejar su impronta. La reciente como del colectivo. En muchos pasajes, Eribon Estudios sobre las guerras civiles argentina
aparicin en espaol del libro del socilogo y ofrece innumerables momentos de capacidad realizara a partir de asumir su propia condicin
ensayista Didier Eribon es parte de esta larga reflexiva sobre su propia individualidad, sin por geogrfico-cultural anclada en una ciudad del
saga de la escritura del yo que tanto aprecian ello dejar de lado aquellos factores objetivos interior como Rosario, no logra develarse con
los intelectuales y el pblico galo. Publicado y subjetivos, los mecanismos reproductivos/re- total intensidad. En ciertos pasajes dicho an-
por la editorial Fayard en 2009, la actual edi- presivos culturales, polticos y econmicos que lisis emerge, pero sin llegar a profundizar en
cin en espaol es una oportunidad para que configuraron a las clases subalternas francesas aquellos elementos locales que le permitieron
el pblico argentino acceda a un libro que en desde la posguerra hasta la actualidad. a lvarez trazar un imaginario del pas desde
su pas de origen tuvo una fuerte repercusin unas especficas coordenadas regionales, y con
y reconocimiento. ello, poner en evidencia su particularidad en el
Mario Glck, La nacin imaginada desde una concierto intelectual argentino. Sin embargo, y
Autor de una de las mejores biografas que se ciudad. Las ideas polticas de Juan lvarez ms all de esta anotacin, el trabajo erudito
hayan hecho sobre Michel Foucault, Eribon es (1898-1954), Buenos Aires, Editorial Universi- desplegado, la recopilacin de fuentes y un
hoy unas de las figuras que concitan la atencin dad Nacional de Quilmes, 2015, p. 360. sostenido esfuerzo por congeniar ideas con
en el siempre convulsionado mundo cultural biografa, convierten al libro en una de las refe-
francs. Sus reflexiones sobre la cuestin gay, La nacin imaginada desde una ciudad es rencias ineludibles para los estudios sobre las
las minoras y el psicoanlisis lograron granjear- producto de la tesis doctoral defendida por lites culturales argentinas de entre fines del
le un sin fin de alabanzas pero tambin de cr- el historiador y profesor de la Universidad siglo XIX y principios del XX.
ticas. Su nuevo libro, Regreso a Reims, no fue Nacional de Rosario Mario Glck. El trabajo
la excepcin. Sin embargo, no interesa reponer tiene como objetivo realizar un estudio de la
aqu cules fueron los argumentos enunciados trayectoria y de las ideas polticas de un impor- Carlos Altamirano, Metrpoli, provincias y
tanto a favor como en contra. Ms bien, se tante intelectual argentino y hombre de estado labor cultural, Corrientes, Moglia Ediciones,
prefiere llamar la atencin sobre dos aspec- como fue el entrerriano por nacimiento y rosa- 2015, p. 60.
tos, quizs laterales, que se desprenden de su rino por adopcin, Juan lvarez. Conjugando la
lectura. Por un lado, la legitimidad que lo au- biografa intelectual con el anlisis de las ideas, Cmo pensar el vnculo entre centro y peri-
tobiogrfico todava conserva como forma de el libro est dividido en tres partes, en buena feria en un pas como la Argentina que con-
intervencin y construccin de una propia tra- medida a partir de considerar los contextos centra casi todos los recursos necesarios para
yectoria intelectual. Todo ello, cabe recordar, intelectuales y polticos que surcaron al pas desplegar una vida cultural en su capital? De
muy a pesar de las observaciones que el autor entre fines del siglo XX y los primeros aos del qu manera es posible destacar los aspectos
de Las Palabras y las Cosas haba enunciado peronismo. Es por ello que el hilo conductor positivos que acarrea desarrollar una labor
respecto a su irremediable declinacin. No obs- que permite recorrer la vida y obra de lva- en marcos locales, no porteos, y evitar al
tante, Eribon no ha dejado de lado todo tipo rez se vincula, en sus extremos, con la idea de mismo tiempo caer en representaciones dico-
de advertencias realizadas al gnero, como las nacin hegemonizada por el liberalismo y su tmicas que empujan a considerar que todo
que, por ejemplo, tambin su amigo personal posterior crisis a partir de la dcada de 1930. debe hacerse en el centro aludido o, en su
Pierre Bourdieu enunciara. defecto, estancarse en la mezcla de tranquili-
En esos diversos momentos, Glck reconstruye dad, letargo, pasividad y letargo que aguijonea
Por el otro, y aqu radica uno de los puntos las actividades, ideas y mbitos de sociabilidad los imaginarios de quienes desenan intervenir
ms interesantes y potentes del libro, merece rosarina y nacional experimentados por Juan culturalmente desde las ciudades del interior?
destacarse la forma en que el autor pone en lvarez, ya sea en calidad de jurista, docente, Pero an ms: cmo reflexionar sobre estas
prctica una faceta autorreflexiva a la hora de historiador o auditor general de la Nacin. Para cuestiones cuando el protagonista central
reconstruir y analizar un recorrido personal, complejizar el anlisis, el libro busca reponer que estructuran esos relatos es uno mismo?
utilizando para ello saberes proporcionados un mbito de ideas y figuras ms amplio, in- Estas y otras preguntas son las que ofrece el
por una literatura atenta a desentraar los fac- cluyendo a hombres de su misma generacin pequeo libro que Carlos Altamirano escribi
para una editorial de Corrientes, en razn de un editoriales y la lectura, conforman algunas de Argentina. Recepcin y circulacin desde los
encuentro realizado en honor a su trayectoria. las lneas que otorgan sentido a la coleccin, aos cincuenta hasta nuestros das, Buenos
Sazonado con buenas dosis de ensayo cultural revelando una ntida preocupacin por ofre- Aires, Siglo Veintiuno Editores, 2015, p. 219.
y reflexin autobiogrfica, el autor nos recuer- cer investigaciones slidas referidas al pano-
da en este libro la vigencia que dichos proble- rama editorial argentino presente y pasado. Los usos de Foucault en la Argentina es el
mas conservan en el actual panorama cultural primer trabajo de conjunto que intenta recons-
argentino, todava anclado en divisiones y di- El libro de De Sagastizbal y Giuliani es el truir y analizar en profundidad la circulacin y
ferencias histricamente sealadas pero poco primero respecto del objetivo aludido. En sus la recepcin del filsofo francs entre noso-
abordadas con seriedad. pginas se aborda a una conocida figura del tros. El libro, una reelaboracin de la tesis doc-
campo editorial argentino como fue Arturo toral en Historia de Mariana Canavese (UBA/
En el caso de Altamirano, el repaso de sus acti- Pea Lillo. Mezcla de biografa intelectual con EHESS), encuentra ya a fines de la dcada de
vidades y proyectos desde su Corrientes natal historia editorial, Un editor argentino recons- 1950 una primera circulacin de esas propues-
hasta su llegada a Buenos Aires a fines de los truye la vida profesional de Pea Lillo desde tas de la mano de la psicologa y de la poltica.
sesentas, es un estimulante ejercicio de inda- sus primeros pasos en el mundo editorial all Eso permite pensar la presencia de Foucault
gacin personal que comprueba su capacidad por los primeros cincuentas, hasta los convul- en Argentina hace ms de medio siglo. Antes
y lucidez a la hora de sealar los temas que sionados setentas. El esfuerzo puesto en la re- que brindar una interpretacin unvoca, la
competen a una historia cultural nacional. La construccin de su itinerario, de las editoriales apuesta consiste en situar cmo operaron las
reconstruccin que encara respecto a su pasaje en las cuales particip y cre, son los aspectos referencias foucaultianas en funcin de ciertas
de un lugar al otro, de la periferia al centro, salientes de un trabajo que en buena medida problemticas locales. A la luz de distintas co-
revelan una sensibilidad puesta al servicio de alcanza solidez a partir de una base emprica yunturas de la historia argentina, se recuperan
dilucidar lo que vale la pena recordar del pro- construida gracias al acceso que tuvieron los admisiones y recusaciones de las propuestas
pio pasado, en tanto y en cuanto material que autores al archivo personal del editor y la re- del pensador francs en relacin con ciertas
permite no solo mostrar pblicamente qu posicin de los libros publicados. A partir de problemticas que atravesaron el campo inte-
aspectos de esa singularidad pueden ser signi- esta labor, puede comprenderse las razones lectual local, desde mltiples espacios y filia-
ficativos para el resto, sino tambin qu dosis que llevaron a Pea Lillo a cultivar relaciones ciones ideolgicas.
necesaria e imprescindible de autoanlisis exi- con intelectuales tan diversos entre s como
ge tal tarea. En sus pginas, el autor recuerda fueron Arturo Jauretche, Ernesto Palacio, Jor- Luego de reponer la original y prcticamente
sus primeros y complicados pasos en el mun- ge Abelardo Ramos o Fermn Chvez, priori- desconocida utilizacin de Foucault por parte
do cultural porteo, especialmente asociados zar la publicacin de una literatura poltica y del psicoanalista Jos Bleger a fines de la dca-
a la edicin, la traduccin y colaboracin en y su posterior repercusin y reconocimiento. da de 1950, el libro aborda la deriva crtica de
con diversos editoriales y editores, en donde Sin embargo, sealar estos aspectos no debe los enunciados de Las palabras y las cosas en
se destaca el trato y la maestra ejercida con hacer obviar que en varios tramos los autores el marco de una fuerte politizacin entre fines
una figura central de ese espacio como fue Bo- parecen quedar atrapados en la interpretacin de los aos sesenta y la dcada de 1970. A con-
ris Spivacow. De dicha experiencia, Altamirano que el propio protagonista proporcion sobre tramano de las hiptesis corrientes, da cuenta
evoca, por un lado, una manera de ganarse la su pasado, enunciada en sus conocidas memo- de una presencia diversa de la cita foucaultia-
vida para un joven recin llegado e interesado rias. As, llama la atencin la falta de distancia na durante la ltima dictadura militar, y de los
en formarse intelectualmente, y por el otro, respecto a la visin que Pea Lillo brind en efectos de ciertas lecturas de entonces. Un lu-
un camino recorrido, hecho de aprendizajes, referencia a su labor en la difusin de literatura gar especial merece el anlisis de la pulseada
inseguridades y certezas, sobre todo en una de lo nacional o el alcance de la innovacin entre marxismo y foucaultismo en el contexto
metrpoli que, en los ltimos aos, no ha de- que observan en el desempeo de su trabajo de la crisis del marxismo y de la revisin de las
jado de reconocerle su significativo aporte al cultural. Asimismo, hubiese sido de sumo valor experiencias de los setenta, demostrando cmo
pensamiento y la cultura argentina. Ahora, su para el lector poder contar con una presenta- la referencia a Foucault intervino, a un tiempo,
provincia de origen, tambin lo hace. cin completa de los libros y colecciones que en continuidades y en rupturas dentro del uni-
Pea Lillo public durante su trayectoria, para verso marxista en la primera mitad de la dcada
observar y percibir mejor los temas, autores de 1980, en formulaciones como las de Oscar
Leandro De Sagastizbal y Alejandra Giuliani, y tendencias de lectura generadas. Pero ms Tern, Hugo Vezzetti, Jos Sazbn, Horacio
Un editor argentino. Arturo Pea Lillo, Bue- all de estas breves observaciones, Un editor Tarcus, Lito Marn, entre otros. Estudia, por
nos Aires, Eudeba, 2014, p. 176. argentino es, sin dudas, un evidente paso ade- ltimo, las operaciones de lectura e interpreta-
lante en el proceso de formacin de un espacio cin que se manifiestan desde la recuperacin
La editorial Eudeba present hace muy poco de investigacin como es el de la historia edito- de la democracia: las apropiaciones anarquistas,
tiempo una coleccin titulada La vida y los rial y del libro, que necesita, para su definitiva libertarias y posmodernas, el anuncio repetido
libros. El objetivo est puesto en proporcio- consolidacin, una mayor presencia de trabajos de la moda Foucault en la prensa escrita, el
nar trabajos que aborden distintos aspectos como el de de Sagastizbal y Giuliani. ingreso ms sistemtico de las elaboraciones
relacionados con el mundo de la edicin. La de Foucault al mbito universitario. Hacia el
gestin editorial, la historia de los editores y Mariana Canavese, Los usos de Foucault en la final del libro, se presentan algunas lneas de
carcter conjetural sobre la recepcin actual, durante la dcada de 1980, implic segn Tra-
fuertemente vinculada con la publicacin de verso, no solo su retiro del centro de atencin
los cursos de Foucault en el Collge de France, en la vida de las sociedades occidentales, sino
la mediacin de filsofos italianos contempo- tambin su reemplazo por nuevos agentes
rneos y la biopoltica. De ese modo, el libro componedores de procesos hegemnicos de
muestra cmo las propuestas del filsofo fran- novedosa factura: medios de comunicacin,
cs no llegaron a la Argentina y arraigaron de periodistas, expertos y encuestadores. Asimis-
una vez y para siempre, sino que se presentaron mo, este cambio de escenario trajo aparejado
en distintas ocasiones, producindose diferen- el predominio de un perfil neoconservador, en
tes niveles de permeabilidad de sus textos y contraposicin al modelo revolucionario o con-
usos plurales, que obstaculizan la radicalizacin testatario que predominara durante buena par-
poltica pero tambin la promueven. te del siglo XX. Constatar tal situacin, obliga a
Traverso a replantear la comn idea que ligaba
a los intelectuales con la defensa de la libertad
Enzo Traverso, Qu fue de los intelectua- y la igualdad, desde su nacimiento a partir del
les?, Buenos Aires, Siglo Veintiuno editorial, caso Dreyfus. En la ltima parte de la entrevis-
2014, p. 128. ta, al tiempo que valora la preservacin de la
autonoma del espacio intelectual, no deja de
Enzo Traverso ha publicado en los ltimos aos advertir los peligros implcitos conlleva dejar
una serie de trabajos tendientes a reflexionar de lado el ejercicio de la crtica y la consolida-
sobre diversos aspectos de inters para reas cin de los marcos estrechos que propone el
como las Ciencias Sociales y las Humanidades. mundo acadmico global, en vista de conjugar
Sus inquietudes intelectuales y polticas anu- sus saberes con colectivos sociales contempo-
daron una amplia gama de cuestiones. El deba- rneos portadores de nuevas utopas.
te historiogrfico, las identidades colectivas y
los problemas relativos a la construccin de la
memoria, han sido algunos de los ejes a partir
de los cuales elabor una rica, compleja y pro-
ductiva mirada sobre temas como Auschwitz,
la guerra civil en la Europa de entreguerras, la
violencia y la relacin entre historia y memoria,
tal como puede apreciarse en su sugerente La
historia como campo de batalla.
Polticas de la Memoria n 4 (2003) Editorial: Para una poltica archivstica Polticas de la Memoria n 8/9 (2008/9) Tensiones entre memoria e his-
/ Notas: Ricardo Piglia, Guevara, el ltimo lector; Perry Anderson, La era de toria: Daniel James / Crtica y defensa de la razn militante: Elas Palti, Horacio
EJH / Dossier Revisionismo histrico anti-antifascista y polticas de la memoria: Tarcus / Dilogo con Judith Revel / Pablo Ortellado, Pannekoek, Castoriadis,
Bruno Groppo, Revisionismo histrico y cambio de paradigmas en Italia y Ale- Lefort: Dossier Socialisme ou Barbarie / Intelectuales a contracorriente: Vctor
mania; Enzo Traverso, La desaparicin. Los historiadores alemanes y el fas- Serge, Max Eastman, Tristn Marof, Mario Pedrosa / Variaciones sobre Er-
cismo/ Dossier El marxismo de Germn Av-Lallemant y la experiencia del nesto Quesada: Laura Fernndez Cordero, Martn Bergel, Diego Pereyra, San-
peridico El Obrero (1890-1892): Horacio Tarcus, Un marxismo sin sujeto? dra Carreras, Sol Denot, Gerardo Oviedo / Nuevas aproximaciones a la historia
El naturalista Germn Av-Lallemant y su recepcin de Karl Marx en la dcada de las izquierdas en Argentina: Ezequiel Adamovsky, Andreas Doeswijk,
de 1890; Ricardo H. Martnez Mazzola, Campeones del proletariado. El Obrero Adriana Petra / Encuesta sobre recepcin: Jorge Dotti, Hugo Vezzetti, Alejan-
y los comienzos del socialismo en la Argentina; Israel Lotersztain. De coime- dro Blanco, Mariano Plotkin, Luis Garca / Claudia Bacci y Mariana Canavese:
ros, marxistas y privatizaciones en el siglo XIX. El Obrero y la crisis del 90 / la recepcin argentina de Arendt y de Foucault / Historia reciente: Roberto
Notas: Guillermina Georgioff, La cuestin nacional en el marxismo: una historia Pittaluga, Julia Rosenberg, Alejandra Oberti / Vida del CeDInCI / Reseas cr-
de encuentros y desencuentros; Gabriel Rot, Notas para una historia de la ticas sobre Bisso, Lorenz, Franco y Lewin, Tarcus, Funes, Blanco, Adamovsky,
lucha armada en la Argentina. Las FAL; Vania Markarian, Los exiliados urugua- Markarian, Longoni, Winock, Calabrese y de Llano, y la nueva edicin MEGA /
yos y los derechos humanos: un lenguaje de denuncia o un programa eman- Recuerdos de Andr Gorz, Oscar Tern, Jos Sazbn y Jorge Schvarzer / Ho-
cipatorio? / Documentos inditos: Guillermo David, A la bsqueda de un menaje grfico al Mayo francs.
sujeto poltico: las afinidades electivas de Carlos Astrada; Diego Ruiz y Cristina Polticas de la Memoria n 10/11/12 (2011/12) Las ideas fuera de lugar re-
Rossi, Carta indita de Siqueiros; Cristina Rossi, A propsito de Berni y Ejer- visitadas: Roberto Schwarz, Mara E. Cevasco / Los archivos de las izquierdas
cicio Plstico / Vida del CeDInCI: El patrimonio cultural del CeDInCI. Una visita y el movimiento obrero / Intelectuales y constelaciones posnacionales: Sis-
guiada; Grupos de investigacin; Proyecto de Microfilmacin; Segundas Jorna- kind, Sapiro, Dujovne, D. Garca / Fuentes para una historia del feminismo ar-
das de Historia de la Izquierda / Reseas crticas: a propsito de Juan Suriano, gentino / Encuesta sobre libreras y editoriales en la formacin de las
Claudia Gilman, Situaciones y Zibechi, Duhalde/Prez, E. Torres, Vommaro, Ii- generaciones intelectuales argentinas / Ingenieros y Lugones: modernismo y
guez y Marcos Lpez. Ilustraciones de la revista Nervio. socialismo fin-de-sicle: H. Tarcus / Romain Rolland y Stefan Zweig, la conciencia
Polticas de la Memoria n 5 (2004) Editorial / En torno a las representa- trgica de la Europa de entreguerras: Afrnio Garca, David James Fisher / Tortti,
ciones del pasado reciente: Alejandra Oberti / Roberto Pittaluga, Temas para Piemonte, Viana: los otros rostros del socialismo argentino / Para una historia
una agenda de debate en torno al pasado reciente; Ana Amado, El documental del libro y las editoriales en Argentina: Sor, Barbeito, D. Garca / Reverbera-
poltico como herramienta de historia; Federico Lorenz, Pensar los setenta ciones de un debate: Sotelo, Petruccelli / Intervenciones: Adamovsky, Bergel,
desde los trabajadores / Utopas tardas, entre Europa y Amrica Latina: Ro- L. I. Garca, Fernndez Vega, L. N. Garca / Vida del CeDInCI / Reseas y Fichas.
bert Paris, Utopa y ciencia en el imaginario socialista; Tony Burns, Marxismo Polticas de la Memoria, n 13, (2012/13) Los Lugares de la Memoria: Phi-
y ciencia ficcin. Un homenaje a la obra de rsula K. Le Guin; Adriana Petra, lippe Artires y Dominique Califa, Bruno Groppo, Lucas Domnguez Rubio /
La utopa del individuo integral o el mito de la Arcadia sudamericana. Anar- Dossier: Jos Ingenieros y sus mundos: Hugo Vezzetti, Ana Mara Talak, Lila
quismo, eugenesia y naturismo en el Viaje al pas de Macrobia; Laura Fernn- Caimari, Laura Fernndez Cordero, Claudio Batalha, Osmar Gonzales, Ricardo
dez Cordero, Una utopa amorosa en Colonia Cecilia; Documento: Giovani Melgar Bao, Martn Castilla, Pablo Yankelevich / Historia del libro y la edi-
Rossi, Un episodio de amor en la Colonia Cecilia / Militancia y vida cotidiana cin: Martn Ribadero, Emiliano lvarez / Historia Intelectual: Carlos Alta-
en los 60/70: Alejandra Oberti, La moral segn los revolucionarios; Alejandra mirano, Emiliano Snchez / La crisis del marxismo: Sorel indito /
Ciriza/Eva Rodrguez, Militancia, poltica y subjetividad. La moral del PRT-ERP; Encuesta: Peronismo y Cultura de Izquierdas: Aboy Carls, Adamovsky,
Documento: Luis Ortolani, Moral y proletarizacin / El Club alemn socialista Aguilar, Anguita, Bergel, Feinmann, Fernndez Vega, Freibrun, Grimson, Ja-
Vorwrts y los orgenes del movimiento obrero argentino (1882-1901): Ho- coby, Kaufman, Mosquera, Salas Oroo, Sanmartino, Sarlo, D. Sazbn, So-
racio Tarcus, Entre Lassalle y Marx. Los exiliados alemanes en la Argentina de lana, Stefanoni, Tarcus / Marxismo hoy: Vivek Chibber, Federico Mare /
1890 y la recepcin del socialismo europeo; Jessica Zeller, Entre la tradicin y Adrin Gorelik sobre Sebreli y Buenos Aires / Las cartas del joven Aric /
la innovacin. La experiencia del Vorwrts en Buenos Aires; Documento: Au- Ilustraciones de Sergio Bordn.
gusto Khn, Apuntes para la historia del movimiento obrero socialista en la Polticas de la Memoria, n 14, (2013/14) Instantneas: Democracia, po-
Repblica Argentina / Ideas y figuras de la izquierda argentina: H. T., Simn ltica y representacin / Dossier: El gnero epistolar como desafo: Ccile
Radowitzky y Salvadora Medina Onrubia. Anarquismo y Teosofa; Simn Ra- Dauphin, Lucila Pagliali, Laura Fernndez Cordero / Historia Intelectual eu-
dowitzky, Catorce cartas inditas de S. Radowitzky a S. Medina Onrubia; Mar- ropea Homenaje a Jos Sazbn. Dossier: Masaryk y la crisis del mar-
tn Bergel, Mariana Canavese y Cecilia Tossounian, Prctica poltica e insercin xismo: Horacio Tarcus, Toms G. Masaryk, Emiliano Snchez / Historia
acadmica en la historiografa del joven Laclau; Claudia Bacci, Las polticas cul- Intelectual latinoamericana: Natalia Bustelo, Karina Janello / Historia del
turales del progresismo judo argentino. La revista Aporte y el ICUF en la d- libro, la edicin y la lectura en Argentina. Dossier: Santiago del Estero: bi-
cada de 1950 / Vida del CeDInCI: Graciela Karababikian, Catlogo de bliotecas, grupos, revistas, libreras: Alberto Tasso, Ana Teresa Martnez,
movimientos sociales de Argentina; Adriana Petra, Los socialistas argentinos Csar Gmez, Ana Beln Trucco / Izquierdas, prensa y edicin: Juan Buo-
a travs de su correspondencia; Microfilmacin 2004; Ediciones digitales; III nome, Adrin Celentano / Bicentenarios. Celebracione y memorias naciona-
Jornadas de Historia de la Izquierda: Los exilios en la historia argentina y lati- les: Pablo Ortemberg, Toms Straka / Variaciones sobre msic y poltica:
noamericana / Reseas crticas sobre Silvia Licht, Maristella Svampa y Sebas- Christophe Prochasson, Martn Baa / Documentos: Agustina Prieto, Laura
tin Pereyra, Roberto Bardini y Daniel Gutman, Plis-Sterenberg, Blanqui, Sarlo, Fernndez Cordero, Pascual Muoz / Ilustraciones de Norberto Gmez.
Sandra McGee Deutsch, Federico Neiburg y Mariano Plotkin y Daniel Lvovich. Polticas de la Memoria n 15 (2014/15) Croce indito: Cmo naci y cmo
Ilustraciones de Manuel Kantor. muri el marxismo en Italia / Dossier La correspondencia en la historia intelectual:
Polticas de la Memoria n 6/7 (2006/7). Editorial. Debates e intervencio- M. Arnoux, A. Mailhe, G. Cabezas, M. Muiz, M. Chinski, E. Jelin, J. Myers, M.
nes a raz de la carta de Oscar del Barco: Victoria Basualdo, Horacio Tarcus / Bergel, M. Ribadero, A. Celentano, M. Starcenbaum / Dossier Intelectuales
Las Izquierdas, los intelectuales y la cultura frente a la dictadura militar: Jorge comunistas latinoamericanos: Rafael Rojas sobre Juan Marinello, Lincoln Secco
Cernadas, Horacio Tarcus, Emiliano lvarez, Cecily Marcus. / Entrevista con sobre Caio Prado Jr., Vania Markarian sobre Jos Luis Massera, David Schidlowsky
Enzo Traverso. Derivas del antiimperialismo latinoamericado de los aos 20: sobre Pablo Neruda, Adriana Petra sobre Hctor Agosti; Luciano Garca sobre
Laura Erlich, Alexandra Pita, Martn Bergel, Daniel Kersffeld y Ricardo Melgar los psiquiatras comunistas argentinos / Los intelectuales europeos y la Gran
Bao / Escrituras Libertarias: Michel Lwy, Martn Albornoz, Armando V. Min- Guerra: Maximiliano Fuentes Codera, Daniel Sazbn / Bruno Groppo sobre la
guzzi, Claudia Bacci y Laura Fernndez Cordero / Archivos del Sur: Roberto memoria rusa y los usos del pasado / Carlos Barros: franquismo, historiografa
Pittaluga, Adriana Petra, Mariana Nazar y Andrs Pak Linares / Vida del Ce- y memoria / Editoriales latinoamericanas: Valeria An sobre Era y Joaqun
DInCI. Reseas crticas. Ilustraciones: Luis Seoane. Mortiz, Martn Corts sobre Folios / Grabados del Taller de Grfica Popular.