Santiago 100 Palabras
Santiago 100 Palabras
Santiago 100 Palabras
Dirección de arte:
Sylvia Dümmer
Diseño:
Xavier Sanhueza
Diseño de íconos:
Felipe Bustamante
© Plagio
Registro de Propiedad Intelectual N°178.804 (2009)
ISBN 978-956-8828-00-4
Primera edición:
abril de 2009
Tiraje:
100.000 ejemplares
www.santiagoen100palabras.cl
DISTRIBUCIÓN GRATUITA / PROHIBIDA SU VENTA
D espués de ocho años consecutivos organizando junto
con Minera Escondida y Metro de Santiago el concurso de
cuentos breves “Santiago en 100 Palabras”, estamos cada vez
más convencidos de que resulta sesgado definir la ciudad en
términos concretos. Una ciudad tiene que ver más bien con
las representaciones que de ella tienen sus habitantes y con
la manera en que éstos se relacionan con el entorno.
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Encontrar la magia en un lugar que para muchos de nosotros
es un escenario continuo y conocido no es tarea fácil. Por
medio de estos cuentos, los invitamos a reencantarse con
un Santiago que si bien está geográficamente fragmentado,
encuentra su unidad en relatos que construyen el camino al
corazón de la urbe.
Plagio
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E n la edición “Santiago en 100 Palabras: los mejores 100
cuentos IV” presentamos una selección de las narraciones más
destacadas surgidas de los concursos que tuvieron lugar los
años 2007 y 2008.
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Estamos orgullosos de ser parte de “Santiago en 100 Palabras”,
uno de los fenómenos de participación ciudadana más impor-
tantes de la literatura chilena. Desde el año 2001 ha inspirado
más de 250 mil cuentos de personas que aspiran a tener un
espacio donde exponer su creación, donde su voz sea escuchada.
Además, “Santiago en 100 Palabras” se ha convertido en una de
las intervenciones urbanas más encantadoras y originales que
ha habido en la historia de esta ciudad.
¡Que lo disfruten!
Minera Escondida
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Y ya llegamos a la cuarta versión de este libro. La suma de
400 relatos que nos hicieron palpar, calibrar, tomar el pulso
a la ciudad y a sus habitantes. Aquí hemos visto reflejados
sus temores, sueños, rabias y alegrías, escritos con el deseo
desbordante por expresarse, en una suerte de incontinencia
emotiva transformada en cuentos de máximo 100 palabras.
Pero, además, ese 2007 para Metro de Santiago también fue una
instancia de cambios y novedades. Ingresamos de lleno a la era
del Transantiago, aumentando con ello la cantidad de pasajeros
diarios a más de dos millones de personas, cifra cercana al doble
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de su capacidad habitual. Sin duda que el nuevo escenario fue y
ha sido una dura prueba por superar. Pero al mismo tiempo, nos
ha significado la oportunidad de capturar a un público nuevo
en donde sembrar la invitación a convertirse en escritores o
en lectores masivos de los cuentos ganadores que año a año se
publican en los trenes y estaciones de la red de Metro.
Metro de Santiago
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Me gustan las películas
con voz en off
Segundo lugar 2007
Imaginar que alguien explica mis actos cuando guardo
silencio. Me gusta ponerme audífonos, cerrar los ojos,
sentir que tengo mi propia banda sonora, y que el que
está a mi lado es sólo un personaje de ésos sin nombre.
Me gusta imaginar que al salir del vagón hay un mundo
esperando, que cuando subo a la calle la cámara está
fija mientras me alejo, que la gente pasa rápido y gris
frente al lente. Yo, en cambio, le doy la espalda. Un
paisaje sin mucho contraste, suena una guitarra, una
voz áspera… No hay créditos, simplemente la imagen
se desvanece.
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Los bolsillos llenos de tierra
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Incógnitas
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Informe diferente
Mención honrosa 2008
El detective detalló con buena letra todos los ante-
cedentes del caso. El criminal del Parque Forestal
estaba identificado con toda seguridad. Pero en
forma sorpresiva e inexplicable, desde dentro del
texto, el personaje afectado borró las frases que
lo incriminaban, absorbió indignado la tinta de la
pluma, a continuación la pluma, enseguida la mano
y luego al detective completo.
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Montaje
La estación de Metro Toesca es la más ruidosa del
mundo, cosa que agradezco porque no oíste mi
monólogo de adioses y nuncamases, mientras pasaban
el tren en dirección al norte y cientos de autos en
ambos sentidos. Yo hacía vanos gestos en el aire para
ningún otro espectador que unas motas de polvo y tu
cara de perplejidad. Entonces nos salvó el director
de fotografía: un rayo de sol pasó entre los barrotes,
iluminándote. Y a tu pregunta de “¿qué dijiste?”,
respondí con un abrazo mudo e interminable.
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Terapia express
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Calderón
Ahora sí que lo pillo, me dije el día que me invitó a
su casa. Debe tener una casa maravillosa, un televisor
gigante o una señora espectacular, pensé. Pero no.
Su casa, sus cosas y su mujer eran absolutamente
normales. Igual que yo, con un trabajo mediocre,
tapado en cuentas, trabaja muchas horas al día, anda
en micro, no fuma, no toma y fue papá a los 19. Incluso
le robé una liquidación y vi que gana casi lo mismo
que yo. No puedo entender de dónde saca Calderón
esa estúpida sonrisa que lleva en la cara todo el día.
19
Nochero
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Piratas
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Ingenuidad de niño
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Lata de sardinas
23
Amor de chileno
24
Una rusa (confesión a una
amiga en La Piojera)
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Chavela la copuchenta
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El engaño
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Sello
Mención honrosa 2007
Primero fuimos al vertedero, posteriormente al Insti-
tuto Médico Legal, para terminar en la Posta Central.
Sin dudas, ella era la indicada. Nadie en su sano
juicio acepta ir a esos lugares como primera cita.
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Cuestiones de ciudad
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Despedida de soltera
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Sándwich con amor
Tus ojos negros de niño bueno me llenaron de ilusión.
Muchos años de monotonía diaria y sin esperanza
alguna, y tú con apenas una mirada y una sonrisa
me hicieron soñar. Sé que jamás me besarás ni me
dirás que me amas, pero los minutos que demoras en
comprar el sándwich de queso para tu desayuno de
oficina, me hacen respirar y olvidarme de la tediosa
jornada del minimarket. No me importan tu edad ni la
mía. Sólo me preocupo el viernes, pues la espera hasta
el lunes se me hace eterna.
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Comienzo del fin
Había una vez un cuento que empezó cuando la ventana
que miraba al patio donde los amantes corrieron de
los esposos heridos porque fueron vistos besándose
en las afueras de un motel que aún guardaba el sabor
a fornicación se cerró repentinamente cortando el
cuento por la mitad.
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Motel
Habitación 12, al final del pasillo azul. Lámpara de
lágrimas, cama redonda y paredes atiborradas de
espejos que multiplican a la muchacha pálida de
delantal gris que pregunta lo de siempre. Para él
un tequila, para ella un vodka, por favor. Mientras
esperan, prenden el televisor. La película pornográ-
fica está comenzando: el tipo elegante se acerca a la
barra del bar y le habla a la mujer en un inglés sin
subtítulos. Pero no importa, porque igual la seduce y
la lleva en su auto al motel. Habitación 12, al final del
pasillo azul.
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Derecho a réplica
Está bien, si tenemos que terminar, así será. Termi-
namos. Pero ni loca pienses que voy a devolvértelo
todo. Las risas que te saqué en el Parque Forestal no
te las devuelvo ni muerto. El puñado de orgasmos en
los moteles de Marín, tampoco.
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La maleta
Cuando le avisaron del traslado indefinido, preparó
su equipaje con lo esencial para vivir. Todo lo demás
lo adquiriría allá con el tiempo. Antonio, por ser muy
alto, no tuvo espacio en la maleta.
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Sin rastro
Nuestro bar de siempre se convirtió en la sucursal de
un banco. La plaza donde te declaraste se convirtió en
estacionamiento. La discoteca que frecuentábamos se
convirtió en un templo evangélico. Nuestra primera
casa se convirtió en una demanda por pensión ali-
menticia impaga.
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Puente del Arzobispo
Mención honrosa 2007
He pasado el Puente del Arzobispo por más de seis
décadas, esperando que en algún momento el viento
se acuerde de levantarme la falda.
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Garrido
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Vecinos
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Mi increíble papá
Premio del público 2007
Vivo con mi papá en un pequeño departamento de
Portugal con Avenida Matta. Trabaja todo el día y llega
tarde a casa. Siempre anda con ojeras, pero sonríe
cada vez que me ve. Me mete a la cama y se queda a
mi lado contándome cuentos hasta que me duermo.
Una noche fingí dormir y me levanté para ver qué
hacía. Lo descubrí poniéndose su traje especial. Una
peluca y maquillaje protegían su identidad secreta y
en una cartera llevaba sus aparatos y artefactos. Así,
enfundado en mallas, salía todas las noches. Mi papá
es un superhéroe.
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Me hizo concursar mi hija
Me despertó la tetera. Me subió a la micro un bocinazo.
Me bajó un timbre. Me apuró la hora. Me hizo trabajar
el computador. Me tomó un cafecito. Me abrazaron
los brazos del compadre. Me retó la voz del jefe. Me
almorzó el hambre y el cansancio. Ya en casa, el perro
me sacó a pasear y en la noche mi señora me hizo
relativamente la felicidad, porque ya no me hace
el amor. Me diagnosticaron un serio problema de
identidad. Yo insisto en que es problema de todos.
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Tabú
Los nenes surgen cuando un ovocito 2 es fecundado
por un espermio, el que debe atravesar la corona
radiata, perdiendo su flagelo. El pronúcleo masculino
se une con el pronúcleo femenino en un proceso
denominado singamia, formando una célula diploide
que se dividirá en sucesivas mitosis hasta formar un
bebé. Ahora, Carlitos, ve a jugar al patio y deja de
hacerle ese tipo de preguntas a los adultos. Cuando
seas grande lo entenderás.
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Iguales
Mención honrosa 2008
Dios nos hizo a su imagen y semejanza. Me consuela
saber que Él es igual de feo que yo.
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Frustrada
Aunque quisiera dejar de ser virgen, ningún hombre
me vendría a ver tan arriba.
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Nadie te preguntó
Mención honrosa 2007
“¿Sabías que el oso polar no es blanco? Es negro. No
lo sabías, ¿cierto? Claro que no lo sabías”, me dijo un
pequeño en el zoológico, burlesco, irritante, luciendo
despectivo la insignia del grandioso colegio con el que
su padre siempre soñó. Lo seguí hasta el foso del león.
“¿Sabías que los leones comen niños?”. “Mentira,
viejo ignorante”, respondió, mientras yo montaba su
pequeña humanidad sobre mis hombros, arrojándolo
a las fauces del animal e intentando esclarecer el
dilema. “¡Éste es un caso excepcional!”, gritó el
niño, siempre pedante, justo antes de que el animal
alcanzara su frágil cuello.
Eduardo Ávila, 25 años, Coquimbo
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Pingüinos
Premio al talento joven 2008
Comenzó de forma discreta: un copo de nieve en el
torniquete, otro sobre la línea amarilla. Poco a poco
tanto los vagones como los andenes se llenaron
de cuerpos negros y manchas blancas. Un día se
tomaron un tren. Había al menos quince decenas de
ellos. Cubrieron el piso de hielo e idearon un sistema
para que nevara con un aroma distinto en cada vagón.
Cuando tomaron posesión de la línea completa
trajeron al festejo un par de osos polares. Regalaron
patines en caja y hubo todo el día helado gratis. Fue
la mejor revolución pingüina que haya visto.
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La chancha
El centro y su agitado tránsito de zapatos perfecta-
mente lustrados y perfumes raros eran para nosotros
un misterio. Las caras de los oficinistas se repetían
serias y demacradas como las de nuestros profesores,
pero al menos a ellos no les estaban prohibidas
esta mañana y esta ciudad. No necesitaban recreos,
caminaban libremente por las calles mirando de reojo
la pornografía de los kioscos y comiendo completos a
cualquier hora. No pudimos explicarnos su tristeza.
Menos aun, cuando después de leer el diario sentados
frente al río, decidimos no volver al colegio jamás.
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La cimarra
Se sentó en un sofá del Café Literario con cara de
sueño y un libro de Bertoni entre sus manos a ver si
algún viejo con cara de culto se acercaba y le ofrecía
un Vanilla Latte.
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Me enviaba cartas
Mención honrosa 2008
Matías siempre me enviaba cartas. Me decía lo
bueno de mí, me hablaba del día y de la noche y me
copiaba poemas que generalmente me gustaban
y a veces me asustaban. Un tiempo pensé que me
había enamorado de él, pero no, no pasó nada. Ahora
salgo con Tomás. Matías dejó de enviarme cartas. De
repente me dice que lea poemas de Bertoni y de
Tellier. No me gustan nada.
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Poder
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Sin pie y sin intereses
Mención honrosa 2007
Dormía el cojo bajo el Diego Portales.
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Azar
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El rey del mote con huesillos
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Cosas de la fortuna
Mención honrosa 2008
Plaza Brasil: vamos a comer a Los Chinos Pobres.
Sobre la mesa hay galletas de la fortuna. Abro una
y mi fortuna dice: “Ayúdenme, estoy atrapado y soy
esclavo en una fábrica de galletas”.
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Treinta minutos o es gratis
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Asalto en Lomitón
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Igualdad
Tercer lugar 2007
Al final del día, todos usamos las puertas del Metro
como espejo.
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Ella está contenta
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Una mujer que saluda
Primer lugar 2007
Yolanda es una mujer que saluda. Saluda a sus ex
compañeras de colegio cuando las encuentra en el
supermercado, saluda al señor que pide afuera de su
oficina, saluda a todos los que se suben al ascensor.
Yolanda no tiene pudor al saludar y te pide el email o
el teléfono con una honesta intención. Un día saludó
a un actor de televisión que se le cruzó en la calle y
saludó a alguien sólo porque tenía cara de conocido.
Yolanda pasa todos los días a saludarme a mí. Yo le
digo que se le nota mucho lo talquina.
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La mona lisa
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Trauma
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Defensa del imprudente
Mención honrosa 2008
Soy de los buenos ciclistas de Santiago. No por mi
condición física, sino porque entiendo el tráfico. Hay
acciones que parecen temerarias, pero bien ejecutadas
carecen de todo riesgo. Sé reptar entre los autos y sé
anticiparme a sus dudas. Cuando ellos me tocan la
bocina y me gritan “¡tarado!”, “¡pelotudo!”, “¡¿te querís
hacer bolsa?!”, yo ya estoy calculando otra cosa: una
micro que pone segunda (no puedo fiarme), un auto
que no me ha visto (tengo margen), una luz amarilla
(no queda otra). Ahí voy. Me tapan a bocinazos, pero sé
lo que estoy haciendo.
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El hípico
“Estación Franklin”, acota el conductor del Metro. Abre
las puertas y todo cambia: “¡¡Paaaartieron!!... Morenaza
toma la delantera. La sigue a dos cuerpos Flaco de
Azul. Acercándose por fuera, Pingüino Cimarrero,
deja en tercer lugar a Flaco de Azul, que se acerca a
Morenaza. En el último lugar, Despistado Buscando la
Salida… Entraaaaaaaaron a tierra derecha. Morenaza
saca tres cuerpos de ventaja, mientras Flaco de Azul
arremete, pasando a Pingüino Cimarrero… Milagrosa-
mente, Despistado Buscando la Salida, como una flecha
los sobrepasa… y por medio cuerpo de diferencia
gaaaaana la carrera a la escala mecánica”.
Victor Hugo Henríquez, 42 años, Santiago
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La carrera
Precalienta tres cuadras antes de llegar al semáforo
donde cada día espera el resto de los indiferentes
competidores. Las reglas son claras. La partida la da
el hombrecito verde de la otra esquina. No se vale
partir antes ni correr. Gana quien pisa la vereda de
enfrente primero. La señal aparece y con paso firme
va adelantando a quienes por azar quedaron delante
de él. Los esquiva con facilidad y casi siempre llega
primero. Entonces, sin siquiera mirarlo, se dispersan
rápidamente por otras calles los perdedores igno-
rantes de su derrota, y él parte al trabajo con una
sonrisa vencedora.
Camila Fernández, 22 años, Villa Alemana
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A ganador
Mención honrosa 2008
Con mil pesos fui al Teletrak y me traje a mi papá.
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Miedo
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Llegando a mi ciudad
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Conjetura
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Pewma de Michimalonko
Entonces se vio con su piel morena tatuada, compar-
tiendo mala hierba en una esquina y ahogando las
horas con los suyos, mientras el hedor de un río
enfermo se llevaba aguas abajo la basura de los
recién llegados, junto con su propia lengua y sus
recuerdos. Se vio colgando de una micro, aferrado con
manos gruesas de trabajo bruto, bajando la mirada
al decir su nombre, respirando asfalto, lejos de los
bosques que conociera. Al despertar del mal sueño,
Michimalonko comprendió el sentido del tiempo y,
fuego en mano, embistió contra la incipiente ciudad
que gangrenaba los pies del Welén.
Mauro Fontana, 31 años, Santiago
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Riada
El oscuro torrente del río había arramblado en su lecho
todos los edificios de la capital. Sobre sus barrosas
crestas podían discernirse los restos de alguna torre,
la cúpula de la Catedral, los desvencijados tejados de
antiguas casas, el Palacio de Gobierno desmenuzado,
trozos de adobe e incontables cuerpos. Descabalados
cuerpos. Cuerpos de hombres, de mujeres, de niños.
Aparecían a ratos por entre la espuma furiosa y
se diluían conforme el caudal se ensanchaba con
hambre. Al declinar la crecida, millones de huesos
se repartieron por las calles, improvisando un osario
húmedo y sangriento sobre la ciudad.
Nelson Beyer, 27 años, Ñuñoa
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Cuidautos
Mención honrosa 2007
Estaba en Merced con De La Barra cuando sucedió.
Los semáforos se quedaron en rojo y los bocinazos
se replicaron como campanas de iglesia. Desconozco
el motivo, pero de un momento a otro las bocinas
callaron y las personas de las micros y autos se
bajaron y empezaron a caminar, alejándose, diciendo
incoherencias. Se fueron sin más. Me quedé en la
esquina viéndolos desaparecer y luego comencé a
subir vidrios, apagar luces y motores. Activé alarmas
y cerré puertas de micros, esperando que volvieran.
Todavía mantengo todo limpio por si regresan. No
quiero que noten los años que han pasado.
Elizabeth Cárdenas, 32 años, Quilicura
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Antropocentrista
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Vértigo
Sintió vértigo cuando vio sus palabras, su oscura
redacción, sus errores de puntuación y lugares co-
munes, todos agrupados y pegados sobre la puerta
del vagón, donde la gente lo tragaba como espirales
de una olla que se deshacen de una intrusa cuchara
de palo cuando nadie puede verlos. En medio del
pánico supo que no podía decirle a nadie, porque
ninguno tenía identidad. Y sinceramente no podía
distinguir a esas alturas si era él quien sentía lo que
sentía, miraba lo que miraba y se disolvía finalmente,
para convertirse una vez más la sombra de la sombra
de la sombra.
Javier Velasco, 23 años, Maipú
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Necesidad de vitrinas
Coqueto y de andar pasivo recorría vitrinas en
el centro, buscando algún objeto que reflejase su
peinado, sus lentes nuevos, sus ojos felinos de
mirada brava. Odiaba las superficies ásperas que
celosamente no devolvían su coquetería. Disfrutaba
los vidrios de los autos, las ventanas bajas de las
casas y los espejos en los aparadores. Aunque lo que
más amaba este hombre eran las pozas cristalinas
del Forestal. Le encantaba el olor de la tierra mojada,
mientras lentamente y con disimulo lanzaba una
mirada cómplice para seducirse desde el agua.
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Amnesia
Aún era de día cuando desperté. El olor nauseabun-
do estaba en toda la pieza. Abrí la ventana y la luz
cegadora recordó mi dolor de cabeza. En el cenicero
había tres colillas. Una estaba con rouge. No recordaba
nada. Llevé el cenicero al basurero y al mirarme en el
espejo recordé que jamás me pintaba los labios.
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Las siete
Me levanto. Como todas las mañanas voy a preparar
el desayuno. Disimulo mi cara de sueño para levantar
al internado completo. Abro la puerta de la primera
pieza: no hay nadie. Abro la segunda y encuentro lo
mismo: nada. El silencio se hace infernal. No siento
pasar el tiempo, como si el internado me quisiera
atrapar entre sus mil habitaciones: cada una para
cada cosa como si… Me levanto. Como todas las
mañanas voy a preparar el desayuno. Disimulo mi
cara de sueño para levantar al internado completo,
pero no es tan fácil despertar tantas veces de la
misma pesadilla.
Hernán Castillo, 18 años, Ñuñoa
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Vocación
Un día a los cinco años me dio por pintar en las
paredes. El castigo no se hizo esperar. A los siete quise
ser futbolista. Me miraron feo. Comencé a escribir
poesía a los doce. Mis compañeros no aguantaron
la risa. Probé con la guitarra a los quince, pero no
tenía dedos para el piano. Intenté a los diecisiete con
el teatro. Esta vez me miraron raro. Entré a estudiar
Periodismo: pasé varios años sin hacer nada. A los 24
disparé una pistola. Me dieron cinco años y un día.
Ahora encontré mi vocación. Me entretengo pintando
en las paredes.
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Transferencia (proyecciones
de una niña ambivalente)
Mención honrosa 2007
Se sentó junto a la muñeca. Examinó su cabello,
sus ojos cerrados y, sobre todo, su sonrisa. Ésa que
falsamente se le extendía sobre el rostro, como si en
verdad no tuviera ganas de gritar, como si estuviese
satisfecha y confortable en su turbulento mundo
interno. La odió. Estaba harta de ella, de que amara
lo que odiaba de manera intensa, de que deseara con
fuerza aquello que al mismo tiempo repudiaba, de
que fuera tan irracional y ambivalente. La arrojó por
la ventana. A los 10 minutos fue a buscarla, porque
la quería de vuelta.
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Cuadras
79
Esa música oficial
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Los albañiles
Segundo lugar 2008
Se mira las manos sucias y partidas antes de caminar
hasta la baranda del andamio. Está en la punta del
edificio. Durante un rato observa la ciudad abrazada
por la nube de esmog. Luego ve emerger las siluetas
de las construcciones aledañas. Y al cabo de un
momento, desde la cumbre de una de ellas, observa
el destello de la luz del sol rebotando en un pequeño
espejo que sostiene un hombre en su mano. Es la
señal convenida.
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Peritaje planimétrico
82
Torturas y mimos
83
No va más
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El hombre
Mención honrosa 2008
Había una vez un hombre que tenía la cabeza vuelta
hacia atrás y al caminar nunca supo si avanzaba o
retrocedía. En la desesperanza habitaba constante-
mente y su confusión se agudizaba al cruzarse en la
calle con sus amigos y vecinos, quienes no sabían si
decirle hola o adiós, porque nunca comprendieron si
iba o venía.
85
Descalza
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Lluvia sobre Santiago
Todas íbamos a ser reinas, pero muchas elegimos
otro camino: aeromozas, monjas, putas o, como yo,
Penélope. Pero tejer era muy aburrido y mientras lo
esperaba regresar de sus eternos viajes, hice cojines,
miles de ellos. De forma anónima y solidaria dejé
algunos en el Metro para pretenciosamente hacerlo
parecer al de Londres. Hice tantos que ayudaron a
aliviar mi artritis. Afortunadamente mi departamento
era de paredes altas, porque se llenó. Las ventanas de
mi 35º piso cedieron y llovieron cojines multicolores
sobre el cielo de Santiago, iluminando otros cansados
huesos como los míos.
Angela Arrey, 41 años, Bensheim, Alemania
87
Alquimia
El feo reloj de plomo, ubicado en la cocina, marcó
las 17 horas. Doña Isabel se inquietó. Debía tomar
su café y salir. Todos los domingos por la tarde hacía
el ritual más sagrado de su semana, el que la llenaba
de fuerzas y mantenía su esperanza. Salió de su casa
15 minutos después, saludó a don Felipe, el viudo de
la esquina, y, mientras se dirigía al almacén, buscó
en los hechos de su vida los seis números que poner.
Evitaba pensar lo que haría si acertaba, sólo sabía
que cambiaría ese reloj de plomo por uno de oro.
88
Gatos con oficio
Mención honrosa 2007
El gato la acompañaba siempre junto al canasto de
los tejidos. La siesta la hacía sobre las faldas de la
anciana. Sólo la abandonaba para ir a realizar sus
necesidades fuera de la antigua casa. Una tarde la
mujer mayor dejó de respirar. El gato tomó su lugar
y, ya que había adquirido por años el buen oficio de
tejer, continuó con un trenzado ovoidal y un trapecio
zigzag en la parte delantera del chaleco.
89
Tango
90
SE BUSC
A
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Todo está bien acá
92
Almuerzo dominical en un
modesto hogar
93
Vacaciones
Premio al talento joven 2007
El año que viene mi familia pretende ir a la luna. Mi
madre me dijo que invitara a una amiga si quería,
claro, para no aburrirme debe pensar ella. La verdad
es que muy entusiasmada no estoy, no sé, nunca me
ha gustado mucho salir del planeta, prefiero comer
tallarines con salsa y queso. En fin, mi amiga dice que
iría encantada, pero me cuenta que necesita un bikini
nuevo, dicen que en la luna las mujeres son muy
bellas, pero yo no creo. Hospedaremos en el Hotel
Armstrong y viajaremos en Pullmanmoon (ojalá tenga
baño). Llevaré un melón.
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Pequeño monito
En mi casa teníamos un monito. Mi papá lo encon-
tró en Matucana. Lo vestíamos con una chaqueta
multicolor. Mi mamá lo entrenó para que hiciera las
labores de la casa. Le hizo probar el tabaco y como
era de esperarse, el monito se envició. Cuando no
quería hacer las tareas que le encomendábamos lo
privábamos de los cigarrillos. Entonces se tiraba al
suelo pataleando por horas y en ocasiones por días.
Cuando invitábamos a comer a los vecinos, éstos se
sorprendían al ver al monito pasando el salero con
sus inmundas manitos, mientras sostenía un pitillo
apagado en la boca.
Philippe Tiffou, 22 años, Santiago
95
Nunca salía
Juan Guillermo Azócar. Cuando yo era chico él
había inventado una bicicleta que frenaba sólo con
el pensamiento, según él. Entonces nos subíamos
y el nos gritaba cagado de la risa “¡piensa en el
freno!, ¡piensa en el freno!”, hasta que chocábamos
inevitablemente con árboles, postes y columpios.
Luego nuestras mamás iban a reclamar a su casa y
el viejo no salía. Nunca salía.
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República 550
97
Avenida España 356
98
Visita al cementerio
El pasillo no es ni blanco, ni verde, ni gris: es una mezcla
de los tres. Los altos muros han sido envejecidos
por la humedad. El silencio es general y sólo se ve
interrumpido por ruidos de candados y escobas. El
tiempo se ha quedado entre las lápidas y las rejas.
Es domingo y le llevo flores naranjas a la Tita. A ella
le hubiera gustado un lugar como éste, pienso. A ella
le hubiera gustado tanto que lo único que alterara la
calma fuera el sonido de mis pies caminando y el baile
de una polilla celebrando su cumpleaños.
99
Intimidad pasajera
Premio del público 2008
Se llama Juana Catrilqueo Peña. Nació hace 63 años
en Mantilhue, una localidad rural ubicada a 70 kms
de Osorno. A los 15 se vino a Santiago a trabajar
como nana. Tuvo un hijo que murió atropellado en
la Alameda el año 86. Desde entonces vive sola en
una pieza que arrienda en Quilicura. Es callada,
sigilosa y muchas veces pasa desapercibida. Viaja
en micro todos los días a la casa de sus patrones y
aprovechándose del tumulto y los apretones de una
intimidad obligada, acurruca su cabeza en el hombro
de otro pasajero sin que nadie se dé cuenta.
100
La guitarrera
Negra como cacharrito de Quinchamalí, boca delgada,
flácidas mejillas, ojos sorprendidos pero discretos,
haciendo el ejercicio de desaparecer ante los demás
para no molestar con su aspecto descontextualizado,
sentada en un vagón del Metro de Santiago. Sus
manos seguro han amasado cientos de panes, pelado
miles de papas, peinado montones de hijos. Debe
tener olor a humo de fuego de hualle, comino y
colonia de paquetería de pueblo. Puedo imaginarme
su voz aguda rezando la novena en un funeral. Cierro
los ojos. Siento la cantora lluvia del sur, ésa que moja
el trumao y lo vuelve barro espeso y negro.
Paula Acuña, 27 años, Santiago
101
Un viejo
Ya son las tres de la tarde. El viejo se viste con su mejor
traje, se peina y arregla su desaliñado rostro. Sale de
su casa. Caminas las diez cuadras que lo separan de
su destino: el mall. Sube por las escaleras mecánicas,
entra en una tienda y va a la sección de electrónica.
Son las cinco de la tarde y el viejo se para al frente de
un televisor para ver el partido de fútbol.
102
Cotidiana
103
Nido vacío
Casi nunca veo a mis vecinos. Sé que los dos son ju-
bilados, que están casados, que tienen dos autos, una
gran casa, una araucaria en el antejardín y que viven
solos desde que se fueron sus hijos. Conozco mejor a
su perro. Es un labrador grande y blanco. De hecho se
parece a ellos: tiene una mirada triste y camina súper
lento. A veces entra a nuestro patio y yo le hago cariño.
Ahí es cuando mueve la cola.
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Trago largo
105
Punto de vista
106
Un secreto de la abuela
107
Cajonero a tus cajones
108
3 x manzana
109
Tarde al circo
Tercer lugar 2008
Un payaso harapiento caminaba por la berma en el
sentido contrario de la autopista. En su mano llevaba
un bidón y tenía las manos manchadas con grasa. Su
cara pintada de blanco hacía resaltar una nariz roja
y grande. Desde la ventana de un auto un niño lo vio
pasar. Esa noche no pudo dormir. Se quedó pensando
qué le hacían a los payasos si llegaban tarde al circo.
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Manuela en la ventana
111
Adrián y yo
Primer lugar 2008
Con Adrián vivimos en el centro. Me hace reír mucho.
Está convencidísimo de que es un asesino en serie.
“Soy un roba almas”, dice mientras nada inquieto de
un lado a otro en la pecera que le compré. Última-
mente está muy callado. Intenté hacerle cariño, pero
inmediatamente comenzó a dar saltitos acrobáticos
queriendo morderme algún dedo. Se cree piraña.
Un domingo lo vi devastado, así que disolví 1/4 de
fluoxetina en su agua y me tomé otra pastilla yo.
Estuvimos toda la tarde mirando fijo por la ventana,
tarareando canciones en inglés. Es que a veces nos
sentimos muy solos.
Paloma Amaya, 25 años, La Reina
112
2009
Minera Escondida, Metro de Santiago y Plagio organizan desde 2001
el concurso de cuentos breves “Santiago en 100 Palabras”, certamen
que invita anualmente a todos los chilenos a escribir sobre la vida
urbana contemporánea y que, a la fecha, ha recibido más 250 mil
relatos originales.