El documento presenta dos historias cortas sobre personas que experimentan cambios físicos inesperados. Carol se casa con Dan después de tener un encuentro sexual con él, aunque la relación no progresa mucho más allá. Dan consigue trabajo en Londres después de graduarse.
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El documento presenta dos historias cortas sobre personas que experimentan cambios físicos inesperados. Carol se casa con Dan después de tener un encuentro sexual con él, aunque la relación no progresa mucho más allá. Dan consigue trabajo en Londres después de graduarse.
El documento presenta dos historias cortas sobre personas que experimentan cambios físicos inesperados. Carol se casa con Dan después de tener un encuentro sexual con él, aunque la relación no progresa mucho más allá. Dan consigue trabajo en Londres después de graduarse.
El documento presenta dos historias cortas sobre personas que experimentan cambios físicos inesperados. Carol se casa con Dan después de tener un encuentro sexual con él, aunque la relación no progresa mucho más allá. Dan consigue trabajo en Londres después de graduarse.
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Un ama de casa insatisfecha recurre
a la masturbacin para dar algo de
color a su pauprrima sexualidad y descubre que le est creciendo un pene. Un periodista fracasado se percata de que le ha aparecido una vagina en la pantorrilla, por lo que acude al mdico, que, fascinado, trata de seducirlo. Estas dos novelas cortas y complementarias proponen dos disparatadas metamorfosis que cuestionan, con altas dosis de humor negro, las diferencias entre los sexos. Will Self
ePub base r1.2 Nabo es para Cressida y Charles, Higo es para William. Navo Una novelita
No describir, si puedo evitar
la descripcin; y no reflexionar, si puedo soslayar el pensamiento que, como un cachorro agarrado a su teta, me atasca en el abismo de este extrao laberinto; o como el alga se agarra a la roca, o como el beso de un enamorado apura su primer sorbo de labios. Pero, tal como he dicho, no filosofar y ser ledo. Byron, Don Juan 1 El preludio
Carol siempre se haba sentido, en
cierto sentido, menos mujer cuando estaba en compaa de Dan, aunque a ella nunca se le habra ocurrido definir lo que senta en estos trminos y, caso de hacerlo, seguro que no habra usado este lenguaje tan especfico. Carol slo haba completado una tercera parte de la carrera de sociologa en Llanstephan, una pequea y aburrida universidad galesa. Su educacin superior fue breve. Su exposicin al radicalismo estudiantil entonces de moda haba sido lo bastante intensa como para estar en condiciones de adjudicar a sus sentimientos de alienacin en presencia de Dan esmeradas etiquetas de jerga feminista, pero era demasiado lerda para formularlas. As, para ella, los hombres no eran necesariamente estpidos o machistas, ni falocntricos, ni estaban imbuidos de la hegemona flica masculina. Por otra parte, las mujeres no estaban deprimidas, ni mucho menos. Ni alienadas. Y no haba por qu decir de ellas que su discurso estaba viciado. Carol haba pasado largas noches sficas en Llanstephan bajo la influencia de una lesbiana gordinflona llamada Beverley, oriunda de Leeds, que trat de ensearle la jerga feminista en un intento por apartarla de su papel de objeto sexual y de concienciarla para que militara en las filas del movimiento. Se excitaban tomando caf instantneo y terminaban jugueteando dulcemente cada una con los tirantes del reglamentario pantaln con peto de la otra. Pero, a pesar de estas experiencias relativamente exticas, Carol hija de una mujer abnegada hasta resultar cargante y un insatisfecho electricista autodidacto de Poole no se senta impulsada a un estilo de vida original y ni siquiera estaba deseosa de conseguir el ttulo a fin de contrarrestar la hegemona cultural masculina. La carne de Beverley, que ola a nata rancia, y sus dedos indagadores no conseguan liberar la veta de xtasis sexual que Carol deba de tener encerrada en su angosto pecho como tampoco lo consiguieron las ciegas arremetidas de los siete penes, ms o menos, que se haban introducido entre sus delgados muslos desde que empez a dedicarse a esta clase de juegos. Este logro ertico qued para Dan por pura casualidad. Y fue ese golpe de buena suerte, combinado con la tendencia de Carol a seguir siempre, siempre, la ley del mnimo esfuerzo en todo lo que haca o deca o incluso pensaba, lo que da a este relato su peculiar combinacin de despropsitos y disparates. Un recorrido por los pubs de la serpenteante calle principal de una poblacin de Warwickshire fue el preludio de aquella cadena de casualidades. Al estilo de los estudiantes del mundo entero, Carol haba salido de Llanstephan con dos compaeros, a uno de los cuales slo lo conoca vagamente. El vagamente conocido, a su vez, tena una relacin ms vaga an con algunos estudiantes de diseo de Stourbridge. Haba una fiesta a la vista. Los tres de Llanstephan Carol, una chica que se llamaba Bea y el muchacho, llamado Alun partieron al atardecer en un coche prestado, atravesaron Gales y despus cruzaron la Inglaterra nocturna a travs del estrecho tnel cavado por los faros. Result que la fiesta era la juerga posterior a un examen de Dan. Otros chicos, con el uniforme de los de espritu rebelde pantalones ajustados de pana y gorros de lana, le daban a Dan puetazos en los brazos. Carol se fij en su triste sonrisa, que pareca excusarse por todo aquello, plegada en las comisuras con un rictus de desamparo, y se pregunt si estara tan entusiasmado como ellos con el recorrido por los pubs. Lo estaba. El sitio elegido para correrse la juerga era Atherstone, porque tena mayor nmero de pubs en una sola calle que cualquier otra ciudad inglesa (o galesa, a decir verdad): veintids en total. La intencin del grupo de Stourbridge era empezar en un extremo y avanzar hacia el otro, tomndose un trago en cada pub que encontraran en el camino. La idea haba sido del propio Dan. La noche era cada vez ms vertiginosa y Carol se senta cada vez ms sola. Haba empezado bebiendo ginebra, pero muy pronto, como la cabeza le daba vueltas, se pas a la cerveza. En un momento crucial e indefinido en el que se encontr con la vista fija, sin comprender nada, en la primera lnea de Desiderata (Camina plcidamente en medio de lo desconocido o de las gentes), se dio cuenta de que haba pasado de estar algo mareada a estar decididamente borracha. Los estudiantes de diseo iban agarrados de los hombros. Venga, chicos!, gritaban con un acento que trataba de parodiar el de los mineros. Haban preparado una especie de fichas con todos los pubs de Atherstone en una columna, dejando otras en blanco para apuntar los nombres de las bebidas, las unidades de alcohol que representaban y todo lo dems. Pero ya haban renunciado a comparar sus respectivas proezas etlicas porque estaban, lisa y llanamente, borrachos. Carol mir a Alun y l le devolvi la mirada. Ella se dio cuenta de lo poco que su compaero conoca a los chicos de Stourbridge. Su nico vnculo real era con Dan, que haba ido a la misma escuela que l un par de aos, en Cardiff, pero nunca haban sido verdaderamente amigos. Con toda razn, Carol comprendi que su posicin social en aquella fiesta era an ms vaga y marginal que la de Alun. Pero entonces Dan la mir y, por algn motivo, ella vio cierta compasin en aquel rictus de desamparo y en aquel mechn de pelo ratonil, que apuntaban en la misma direccin: el suelo. Follaron en un delgado colchn de espuma. Como desgraciadamente era de prever, Dan la penetr demasiado pronto. Ella estaba bebida y tena la vagina seca, y l eyacul despus de tres embestidas rasposas como papel de lija, pero, por alguna extraa razn, algn error sinptico, Carol tambin se corri. El orgasmo trep por su cuerpo mientras contemplaba con dolorida abstraccin un cartel con pretensiones artsticas. Fue el primer orgasmo que tuvo con un hombre en su interior. Ms tarde, en un acceso de desorientacin etlica, se puso en cuclillas y orin sobre una pila de libros de texto de Dan que estaban en un rincn del cuarto. Cuando volvi al entumecedor colchn y se enrosc en posicin fetal, sinti que el mechn que caa de la frente de Dan rozaba el espacio entre sus omplatos, al tiempo que l arrimaba su fina boca a la carne de su espalda. Carol respondi milmetro a milmetro. Ms o menos un ao despus, Dan y Carol se casaron; prcticamente todos sus conocidos supusieron que estaba embarazada pero no era as. Carol se cas con l por aquellos breves y extticos lanzazos y la subsiguiente oleada balsmica, y, pese a que la experiencia no se haba repetido, se senta confusamente unida a Dan. Estaba segura de que el sentimiento que le inspiraba aquel cuerpo blanco, delgado y de pecho liso con sus pequeos lunares pardos, era amor. Tambin era adorable su cabello rubio, que le caa naturalmente al estilo de los aos veinte, con el mechn arqueado sobre sus cejas sensibles. Adems, Carol admiraba la destreza de Dan. Como muchas personas aficionadas al diseo, Dan era hbil con las manos y haca objetos muy divertidos con papel y cartulina. Su participacin de boda era una escultura de papel; al desplegar la cartulina se levantaba una iglesia, las puertecitas de papel se abran y dejaban salir a todos los asistentes a la ceremonia, recortados: algo fabulosamente ingenioso. Carol abandon Llanstephan para alojarse cerca de Stourbridge y estar con Dan. La verdad es que nunca se haba entregado a fondo a la sociologa. Era la nica carrera para la que poda matricularse con sus notas, y Llanstephan haba sido eleccin del ordenador universitario ms que suya. El padre de Carol el electricista autodidacto se sinti decepcionado y mostr su disgusto con un rencoroso discurso durante el banquete, plagado de insinuaciones retorcidas e ironas pedantes, que no hizo el menor efecto en la familia y los invitados de Dan, quienes procedan de hogares ms pudientes, de clase media, y creyeron que el hombre trataba de ser gracioso. Ninguno de los dos era religioso y la lista de bodas estaba en Heals. La madre de Carol no estaba tan decepcionada. Saba que su hija era como ella, buena si estaba sometida a la influencia de gente buena, aunque haragana y sin convicciones profundas. Como adems Carol era esbelta, y bonita en el humilde estilo provinciano ingls, era preferible que se casara joven y se viera sometida a una influencia estabilizadora. Carol tena diecinueve aos cuando se cas con Dan. l tena veintiuno, y le faltaba un ao para terminar los estudios. Despus de graduarse consigui trabajo en una agencia de publicidad londinense especializada en imagen de empresas. Se mudaron de su pisito de una sola habitacin en Stourbridge a una casita de dos dormitorios en Muswell Hill, en la zona norte de Londres. Fue por esa poca cuando Carol empez a darse cuenta de que se senta menos mujer en compaa de Dan y el hecho de que no hubiese expresado esta sensacin se deba a la extraa lealtad engendrada por aquella nica vez que, estando borrachos, haban alcanzado juntos el orgasmo. El hecho de que fuese incapaz de expresar lo que senta en trminos ms abstractos y potencialmente feministas se deba, como ya hemos dicho, a que Beverley no haba conseguido influir en ella. Pero, en Londres, Dan resplandeciente con su cazadora tejana y sus pantalones de piel llevaba a casa a colegas diseadores a cenar o tomar unas copas. Estos seres, que vestan chaquetones acolchados y llevaban artilugios electrnicos de plstico repletos de parpadeantes pantallas de cristal lquido, le hablaban en un nuevo idioma a Carol, quien, mientras aprenda el vocabulario, comenz a entender que, en potencia, ste era un mundo que poda proporcionar grandes satisfacciones, tanto sexuales como de cualquier otra naturaleza. As, Carol empez a ver a Dan tal como era: delgaducho, desabrido, dbil, poco seguro de s mismo. Y empez a pensar cada vez ms que quiz aquellas tres rpidas embestidas slo haban tenido xito por pura casualidad. 2 Subir a bordo
Dan deca subir a bordo cuando
quera decir follar. Haba aprendido la frase de un chico alemn de mejillas como manzanas, con el que haba cosechado patatas en un campo de East Anglia, en el sureste de Inglaterra, durante un verano breve y hmedo. As pues, cuando necesitaba limpiar los tanques, le deca a Carol mientras cenaban (el uno al lado del otro, como pasajeros de un tren de la infinita lnea secundaria conyugal): Te molesta que suba a bordo esta noche? o Qu opinas de subir a bordo ms tarde, querida?. Finalmente, Carol empez a contemplar con mirada asesina su plato ovalado cada vez que oa el detestable estribillo. Y, en una ocasin en que cort con excesivo vigor su pollo a la Kiev de M&S, un chorro de salsa de mantequilla de la despanzurrada ave salt y fue a caer, muy apropiadamente, como un churretn de semen, en la tensa tienda de campaa que era la entrepierna de Dan. Cuando Dan suba a bordo de Carol, el viaje era inevitablemente corto y el transporte se efectuaba con poco esfuerzo por ambas partes. Las comisuras desamparadas de los labios de Dan se alforzaban un poco ms profundamente, y su respiracin se aflautaba y amainaba. A su debido tiempo, Carol se pona de lado para evitar la mancha hmeda en la sbana. El hecho de que Carol no se sublevara contra esta vida sexual exigua y pedestre era consecuencia, sobre todo, de su naturaleza pacfica. Mientras Dan estaba en el trabajo, rematando con finas lneas los trazos verticales de caracteres que formaban siglas, o quitndolas, segn el caso, Carol se encontraba con un tiempo encantador e indolente en sus manos. Como sus antepasadas, limpiaba y juzgaba los regalos de boda de Heals y las adquisiciones ms recientes en Habitat y en tiendas de segunda mano. Limpiaba la casita. Luego, tal vez, sala a pasear por el parque o iba a la biblioteca a cambiar libros. Durante seis meses Carol aprendi castellano, pero lo dej cuando empez a resultarle demasiado difcil. Acarici la idea de comprar un perro o un gato para que le hiciera compaa, pero no le gustaba la forma en que estos animalitos mostraban sus genitales sin el menor asomo de pudor, por lo que se decidi por una cacata. En cuanto a los hijos, estaba dispuesta a esperar. Este aceptable pretexto serva para ocultarse a s misma hasta qu punto empujar contra Dan haba encogido misteriosamente su tero, cercenando su capacidad para una abnegada maternidad. Por la forma en que se estaba desarrollando su matrimonio, empez a sentirse dispuesta a esperar muchsimo tiempo. Tras dos aos en Londres, Dan fue ascendido a jefe del equipo de grafistas. Todo un triunfo para un muchacho de veinticuatro aos. Por aquel entonces empez a subir mucho menos a bordo y a beber mucho ms. Dan era una de esas personas que cambian de carcter cuando beben. En su caso se operaba una metamorfosis global, como si hubiera olvidado por completo su propio yo para adquirir una personalidad distinta. Por supuesto, un alcohlico crnico, en plena borrachera, no tiene memoria ms all de los dos o tres minutos anteriores de hacer eses y pelearse. Se transforma en algo efmero, un insecto, nacido para vivir, crecer, propagarse y sucumbir con el siguiente chubasco de primavera o, en el caso de Dan, con el siguiente chubasco de cerveza Lamot. Dan era uno de esos borrachos que pierden el sentido, que se desploman. Era de los que se arrodillan sobre las mesas de los bares e inclinan el torso hacia adelante farfullando tonteras acerca de alguna chica de la que estuvieron enamorados en Leighton Buzzard. Tambin era de los que vomitan copiosamente en mitad de la perorata. Y, por aadidura, tambin era de los que nunca, jams, se acuerdan de que no deben comer espaguetis a la boloesa ni pollo con especias al estilo indio antes de ir de juerga. Como diran en los peridicos: era como una zona de guerra pero no de las peores. Antes de casarse, Dan y Carol pertenecan a crculos de clase media baja en sus respectivas universidades. Unos crculos de clase media baja cuyos miembros eran lo que en mis tiempos de estudiante sola llamarse unas esponjas. Supongo que en instituciones de ms categora estos chicos hubieran podido tomar drogas. Pero tal como estaban las cosas, los estudiantes varones de esos crculos se limitaban a beber copiosamente, y lo mismo hacan las chicas. Su consumo de alcohol se consideraba un smbolo de madurez, de aceptacin. As, en jersey, se agrupaban alrededor de barras curvas, revestidas con paneles de madera, para empinar el codo representando escenas de sociabilidad tabernaria de lo ms estrepitoso. Ms tarde estrellaban sus Mini Cooper contra el mobiliario urbano, o sus caderas contra el mobiliario casero. En primavera y otoo, Carol y Beverley haban bebido jarras de cerveza de alta graduacin. En verano, beban cerveza estilo Pilsen en botellas tapadas con tapones corona dorados; en invierno, se haban dedicado a un espeso vino de cebada llamado calientainvierno, que haca exactamente eso. Carol tena buena cabeza para el alcohol, de hecho, tena una cabeza de espa para el alcohol; porque a medida que beba sus aguados ojos azules se volvan cada vez ms pequeos, redondos, saltones, brillantes e inquisitivos; daban la clara impresin un tanto achispada, todo hay que decirlo de que se reflejaba en ellos una orga que los haca salirse de sus rbitas. Al mirarla mientras beba, uno senta que, de algn modo, estaba acumulando pruebas contra quienes se emborrachaban. Cuando se cas con Dan, algunos compaeros que los haban visto empinar el codo juntos decan sarcsticamente que se trataba de una mujer polica infiltrada que por fin haba acorralado a su sospechoso.
Hizo una pausa. Fue el primer
intervalo de cierta importancia en su discurso. Durante los primeros minutos que estuvo hablando, me haba irritado. El narrador me haba acorralado en el compartimiento poco despus de subir al tren en Oxford. Como si fuera una reencarnacin del viejo marinero[1] tras un rpido intercambio de nimiedades acerca del tiempo, los viajes y otros lugares comunes, haba transformado lo que apenas era un hilo de amabilidad convencional por mi parte en una madeja de falsa intimidad. Despus haba aprovechado el momento en que el tren se detuvo con una sacudida en el crepsculo naranja de un campo de colza como excusa para contarme un cuento, es decir para envolverme en este relato repelente. No se trataba exactamente de que hubiese dicho todo lo anterior sin respirar, o como un discurso galopante y declamatorio. Ms bien haba ocurrido que, a pesar de haber dado a su voz toda la gama de matices y cadencias dramticas requeridas para dar vida a sus personajes reconocidamente mediocres, haba condensado estas inflexiones dramticas en el menor nmero posible de pausas. Como he dicho, el relato me irrit, y estaba desesperado por interrumpir al narrador y hacerle callar. Despus, cuando qued claro que no me dara ninguna oportunidad amable, me rend. De modo que, al hacer aquella pausa el hombre, me sent completamente perdido, sin saber qu decir, y el silencio se asent con el polvo sobre el viejo y minucioso cuadriculado de la tapicera de felpa de los ferrocarriles britnicos. No obstante, la pausa me dio tiempo suficiente para observar a mi compaero de viaje, creador de la bebedora Carol y su alcoholizado marido. Era regordete, y sus manos pequeas entrelazadas formaban una copa carnosa, directamente alineada con la holgada entrepierna de sus pantalones de franela. Su pelo castao claro se levantaba formando dos alas de pjaro que caan sobre las puntas rosadas de sus orejas. Su rostro tena el envidiable aspecto de queso Edam tpico de quien envejece con poco ejercicio y ningn riesgo fsico, salvo la lenta mineralizacin que provoca la ingesta continuada y abundante de jerez, Madeira y tinto. Por sus pantalones de franela gris y su chaqueta de tweed, lo tom por un quisquilloso catedrtico de edad mediana, levemente mariquita. Dado su punto de embarque y el esnobismo que traslucan sus caracterizaciones, no puede considerarse que mi deduccin fuera ninguna hazaa. Tampoco se necesitaba ser el ms penetrante de los observadores sociales para arrancar los paneles artesonados de su acento a fin de descubrir la estructura bsica de su diccin, que probablemente haba sido modificada por lecciones de oratoria unos cuarenta aos atrs. Desde donde yo estaba sentado poda ver el sol que, al caer, tocaba el borde de la torre refrigerante Nmero Tres de la central elctrica de Didcot. sta se alzaba sobre la colza, como una escultura malvola un dios de la Isla de Pascua, con toda su monumental corpulencia, testimonio de alguna cultura estril e improductiva. El catedrtico permaneca en silencio, con los cortos brazos regordetes cruzados. Ignoro por qu hice lo que hice a continuacin; no sabra explicarlo. Ciertamente, no me gustaba la historia del catedrtico, pero quiz me sent como un espectador de cine al que le dicen que se suspende la sesin: ya que haba pagado la entrada, no me ira sin acabar la pelcula. Ya que me haba tenido que tragar el principio, no me conformara hasta saber el final. El lector comprender, pues, cmo surgi espontneamente la conjuncin copulativa: Y? aventur al cabo. Qu? exclam sobresaltado. Y despus de acorralar a su sospechoso? Qu imbcil! Lo incit voluntariamente. Se agit cuando le ofrec aquella oportunidad, igual que una pequea foca en pos de un pez muy grande. Su sospechoso? Ah, s, lo siento, estaba en una especie de ensueo, es algo que me ocurre inesperadamente. Justamente lo que me pas entonces cuando estoy lanzado Call de nuevo, el tren se sacudi para ponerse en movimiento y el catedrtico y yo quedamos totalmente a solas en una isla amarilla creada por la luz de poca potencia en la traqueteante oscuridad. No s qu es continu. Se haba llevado las pequeas manos a ambos lados de la cabeza, como si fuesen contactos entre los cuales saltara y chisporroteara la corriente del pensamiento. Un lapso, una fuga, un atasco y centelleo del pensamiento, como un cable de alta tensin cortado entre dos lbulos
Dan, pues Dan siempre haba bebido
y siempre se emborrachaba. Era otra de las cosas que al principio le haban resultado simpticas a Carol. Se perda encantadoramente y por completo, como un derviche en un torbellino o un mdium en un trance; se recuperaba a la maana siguiente a la hora del desayuno, y volva a ponerse su identidad como quien se pone un jersey. Anoche la cog buena deca, con falsa expresin de vergenza, los hbiles dedos ocultos en los bolsillos de los tejanos y el pelo desgreado. Qu? No te acuerdas de lo que ocurri? Y quienquiera que fuese el compinche del variable grupo de amigos de Dan que haba compartido con l aquella borrachera concreta, le contaba el desenlace: Estabas parado junto a la estantera en el jodido garaje, to! Entonces agarraste una de esas latas de aceite grandes, de dos litros. No dejabas de gritar Ven aqu y engrsate, s, ya lo s le interrumpa Dan con tono de autntico remordimiento. Era la nica frase ms o menos ntida que apareca en la superficie de la confusa maraa en que se haban convertido sus recuerdos de la noche anterior. Al principio, Carol no slo toleraba a los amigos de Dan, sino que les daba la bienvenida. Unos amigos que haban formado parte del crculo de bebedores al que perteneca Dan en Stourbridge, ahora trasplantados a Londres. Unos amigos a los que, por cuestiones prcticas, llamaremos Gary, Barry, Gerry, Derry y Dave 1 (Dave 1 porque Dave 2 entra en escena ms tarde). Casi todas las noches Carol los iba contando cuando salan de la casita y, cinco o seis horas ms tarde, volva a contarlos cuando entraban. Por la maana, cuando Barry estaba acostado en el sof nido con los gordos antebrazos pecosos aplastados sobre el edredn con estampado de flores, bajo el cual asomaban sus pies toscos y callosos, Carol le deseaba un alegre Buenos das! y le llevaba un tazn de t. Despus preparaba para Barry (o Gary, Gerry, Derry, Dave 1 no haca distinciones) un buen almuerzo. Bacon, huevos y salchichas con todas las guarniciones, sin olvidar una morcilla, a la que todos le haban cogido gusto en los Midlands. En algn momento del ritual del desayuno, Dan haca la aparicin que ya he descrito. Pero con el tiempo, Carol perdi la paciencia. Perdi la paciencia, o cambi la ndole de las sesiones alcohlicas de Dan con sus amigos. No era fcil saber qu ocurri primero. Naturalmente, esta circunstancia fue la causa de la consiguiente friccin entre ellos. Carol dej la Bebida (con B mayscula) y simultneamente dej de tolerar a los Amigos en el sof nido. Por las maanas permaneca tendida muy tiesa en la cama mientras Dan, en el bao de la habitacin, irrigaba su cabeza bajo el grifo de color verde claro. El agua tibia flua sobre l y caa en el lavabo de color verde claro. Ya no follamos nunca deca, sin apartar la vista de Anne Diamond, que se enderezaba la falda en la pantalla del televisor. Eh? Que nunca follamos. La tienes siempre tan floja como una cerveza mal tirada. En sus momentos emocionales, Carol volva a los tropos y figuras propios de su Poole natal. No seas ordinaria dijo Dan, e involuntariamente eruct, como para ilustrar lo que estaba prohibido. Siempre ests borracho sigui atosigndolo. Antes nos ponamos alegres, incluso nos emborrachbamos para divertirnos, para ser sociables. Lo hacamos como un medio tal vez al decir esto estuvieran dando fruto algunas de las magras enseanzas que haba recibido en Llanstephan, no como un fin en s mismo. Yo sigo bebiendo para divertirme fue la pattica rplica de Dan. Si no, para qu bebera? Esta respuesta retrata a nuestro hombre. Y como ella sigui presionndolo, le dijo No quiero hablar de eso y se fue. Cuando Carol lo pens, se dio cuenta de que sa haba sido siempre su respuesta habitual cuando entre ellos surga cualquier cosa que oliera a emocin profunda o pudiera desviar a Dan de un meloso sentimentalismo o de la agradable compaa de los simpticos amigos con los que tan a gusto se senta. No se trata de que Carol ansiara que los dos se sentaran frente a frente para disecar juntos su relacin, como si fuera un pescado. Todo en la forma como haba sido educada y en su propia naturaleza, a decir verdad clamaba contra semejante proceder. se no era el estilo de Poole. El estilo de Poole para arreglar los problemas familiares se basaba en ampulosos malentendidos que por lo general llevaban a encerrarse en el cobertizo de herramientas del jardn para pasarse la noche despotricando, o a un Valium extra. Por eso Carol lo dej correr. Compr otro pjaro, esta vez un min. Beverley, que no haba estado en contacto con ella durante ms de dos aos, apareci sin anunciarse en Muswell Hill. Dan haba salido de parranda con Gary. Despus de una tensa velada viendo una repeticin de Colombo, Beverley se haba dado el gran lote con Carol encima de unas camisas de Dan, que estaban apiladas en el descansillo de la escalera, recin planchadas y en route a ser guardadas. Aquella noche fue totalmente distinta a las de Llanstephan. Beverley tena un consolador, un lingam, como lo llamaba ella. Le haba enseado a usarlo una mujer tamil de cara chata que viva en Shrewsbury. Era una especie de pequea porra de madera, de aspecto ms bien desagradable. A pesar de eso, con el artilugio en el interior de la vagina, Carol intuy un placer potencial en la contemplacin interna de su rigidez constante: en el hecho de que no se ablandara, de que estuviera determinado a permanecer en el mismo estado. De no haber sido por la horrible cara de Beverley, su miopa de colegiala y sus ricitos de personaje de cuento infantil (adems del olor a nata agria: era sudor o algo peor?), quiz Carol se habra desprendido de las no demasiado fuertes cadenas de su represin y habra salido como un cohete hacia la rbita orgsmica. La cabeza de Carol golpeaba contra el zcalo. El consolador golpeaba en su interior. El pulgar de Beverley golpeaba contra el perineo de Carol. Dan golpeaba la puerta de la casita. Abre, cario! gritaba, perd la llave! Tambin haba perdido a Gary en el John Logie Baird de Fortune Green Road, pero en el Bald-Faced Stag de East Finchey haba encontrado a Derek, un metodista no practicante, ferviente militante del Partido Fascista britnico. Adems, para acabarlo de arreglar, a Derek, cuando estaba borracho, le daba por meterse a gritos con la gente. Al entrar en la sala de estar de la casita, Derek observ el tirante que colgaba de los pantalones con peto de Beverley con sus ojos de fantico por debajo de una frente, cubierta por un flequillo recto e inmvil, que deba de haber planeado un milln de pajas mirando los spots publicitarios. Sospech de ellas nada ms verlas. Ms tarde, despus de que circularan varias latas ms, se meti con Beverley: primero la llam comunista, despus juda y, al final, tortillera calientapollas. Carol pens que tendra que llamar a la polica y temi por el contrato de alquiler. Dan durmi todo el tiempo, pero un hombre que duerme con la cabeza apoyada en una mesita de telfono nunca puede hacerlo con la conciencia tranquila. 3 Plipo
La maana siguiente a la noche en que
intent aprenderse de memoria el funcionamiento del lavavajillas durmiendo con la mejilla apretada contra el manual de instrucciones durante ocho horas, Dan se despert refunfuando. Mierda! exclam ante una cocina pletrica de sol. Vaya una cog anoche! No haba nadie para contestarle. Beverley y Derek se haban ido, y Gary no haba vuelto a aparecer. Encontr a Carol arriba, viendo el programa matinal de televisin en la cama. Dan maldijo al ver cmo estaban dispuestas las agujas del pequeo reloj de la esquina de la pantalla, pero fue interrumpido en medio de la maldicin. El revestimiento de su estmago se haba saturado de alcohol como una esponja, y despus qued comprimido durante ocho horas bajo el cinturn de sus tejanos; corri al bao. Carol acall los sonidos de su vmito tarareando, y fingi no darse cuenta cuando volvi y desliz su delgada cabeza bajo las mantas. Me siento mal, muy mal dijo, y se qued dormido. Carol esper media hora y telefone a la agencia de publicidad. As empez la era de las llamadas a la oficina para avisar que no ira porque estaba indispuesto. Con monstruosa regularidad, una, dos y hasta tres veces por semana, Dan no poda ir a trabajar. Por los fragmentos de informacin que fue reuniendo Carol, haba dejado de ser la estrella de la agencia. Slo conoca fragmentariamente lo sucedido porque l era tan poco comunicativo respecto de su trabajo como de sus sentimientos. Carol saba que no deba arriesgarse a plantearle una pregunta directa, ya que slo conseguira agudizar el rictus de desamparo en las comisuras de aquellos labios y un portazo tras el mechn, ahora lacio y fatigado. Junto con el absentismo laboral aument la bebida. Carol descubri botellas sospechosas de licor pegajoso y ahumado aquavit en lugares inslitos: bajo el fregadero de la cocina, dentro de un puf, tras una rejilla de ventilacin. Pero muy pronto perdi su sabor la novedad de desenterrar Sambucca del cajn de los calcetines o Poire Guillaume de detrs de alguna cortina. Por esa poca fue a visitarlos la madre de Dan, una mujer impresionante, en los ltimos aos de la mediana edad. Dan haba sido el nico hijo de su ltimo matrimonio, una unin inferior a su posicin social. Antes del padre de Dan haba estado casada con un hombre que amas una fortuna con mquinas automticas de venta de sorbetes. Posea la figura en forma de pera que inevitablemente adquieren las mujeres inglesas de cierta clase y constitucin. Y, en armona con ella, tena unas sorprendentes piernas tubulares envueltas en nylon de un matiz caramelo muy particular, piernas que daban la impresin de carecer de rodillas y tendones, al verla, se tena la sensacin de que, si se haca un corte en las extremidades inferiores, no sangrara. Parecan sintticas, plastificadas. Pas cuatro noches all. Primera Noche: Carol prepar chile con carne y bebieron una botella de Mateus Ros. Segunda Noche: Carol hizo pastel de carne y patatas con el picadillo sobrante y bebieron un pack de seis cervezas Mackeson que Dan descubri en el fondo de la nevera. Tercera Noche: Carol cocin costillas de cordero y bebieron una botella de Valpolicella. La verdad es que era una botella de dos litros que Dan haba comprado especialmente para la ocasin y fue l quien se bebi la mayor parte. Su madre no pareci notarlo. La cuarta noche Carol no se tom la molestia de cocinar. Dan, furioso, le grit delante de su madre, como si su presencia le diera licencia para comportarse groseramente. Sali de la casita como una tromba y al volver, a las cuatro de la madrugada, grit, choc con los muebles y, por ltimo, vomit. A la maana siguiente, antes de irse, la madre de Dan hizo un aparte con Carol. No se haba dirigido directamente a ella ms de diez veces durante toda su estancia. Me recuerdas a m cuando era joven le dijo. Carol clav los ojos en la parte ms densa de su rgido peinado . Eres pacfica, pero no estpida. Carol contempl con fijeza una mala acuarela de Llanstephan que le haba regalado haca tiempo un admirador que siempre llevaba bufanda, con la esperanza de que la madre de Dan no dijera nada demasiado ntimo. Entre las emociones con las que Carol estaba familiarizada no figuraba la turbacin, aunque saba cundo deba adoptar el semblante adecuado de quien recibe un halago equvoco. La madre de Dan continu: Veo que mi hijo se est convirtiendo en un alcohlico. No me sorprende lo lleva en la sangre. Mi padre muri en un manicomio. Haba sido un famoso juez del Tribunal Supremo. Tena lo que diagnosticaron como reblandecimiento cerebral. El da que muri fui a visitarlo. Estaba muy delgado y le brillaban los ojos. Me cogi la mueca y me pregunt: Los viste?. Qu?, le dije. Los pavos reales, me contest. Son hermosos, con ese radiante plumaje, pero no entiendo por qu la enfermera les permite correr por la sala, eso no es nada higinico. Muri al cabo de una hora. Mi hijo es igual, aunque no creo que sea lo bastante extravagante para tener alucinaciones con pavos reales. No se trata de que beba por algn motivo, es algo hereditario. Trata de aguantar, querida ma, que si lo pide, yo me ocupar de proporcionarle ayuda. Pero si las cosas se ponen muy mal, te aconsejo que lo abandones. Despus de estas palabras, se fue rumbo a Burford cargada de cosas que haba comprado en el West End londinense. Cosas que no se haba molestado en mostrar a Carol. Dos noches despus de su partida, Carol se masturb por primera vez. Es cierto que durante un tiempo haba estado pensando en la masturbacin, aunque de forma bastante confusa, pero no haba imaginado concretamente cmo sera ni qu tena que hacer. Dan haba salido con Derry. Se haban enterado de la existencia de un pub en Pentonville Road donde el fin de semana anterior haban matado a un hombre: sta fue la macabra excusa para una Oktoberfest fuera de temporada. No pienso esperarte levantada dijo Carol, en camisn y bata, sin darse cuenta de lo irnico que resultaba aquel lugar comn. Se retir a la cama con un libro de Jilly Cooper, en el que un banquero venezolano masturbaba muy expertamente a una mujer. Carol, que no era una experta, encontr la descripcin excitante y, ms importante todava, tcnicamente instructiva. Dej de lado el libro. Su mano baj arrastrndose bajo las mantas hasta el crujiente dobladillo del camisn y lo levant. Sus dedos subieron por el suave arroyuelo entre los muslos. Ahuec las manos sobre la vulva y despus la masaje un poco. Un dedo se desliz en el interior de sus arrugados labios y busc el pozo hmedo de su vagina. El acceso de placer la hizo estremecer hasta la punta de las uas de los pies, pintadas de rojo. Haba sido consciente del acto, por supuesto, pero result arrebatadora la liberacin de las subidas a bordo de Dan o de las sacudidas a que la sometan las agotadoras manipulaciones de Beverley. Carol alcanz el orgasmo en unos segundos, con un dedo en el resbaladizo bultito del cltoris y otro metido en el interior. El tema musical del noticiario de las diez tamborile contrapunteando sus suspiros cada vez ms apagados. As fue como qued establecida una pauta: Dan sala a beber y Carol, en cuanto l desapareca de la vista, se regalaba una buena paja. A lo largo de unas ocho o diez semanas puso en escena representaciones de una serie de piezas cortas masturbatorias, todas producto de su propia inventiva. Su imaginacin no era muy frtil, pero no debemos rernos de sus legiones de fornidos negros, pripicos y sonrientes, ni de sus playboys latinos, que corran hacia ella montados en ponies de polo salpicados de espuma y en cuanto desmontaban volvan a montar a Carol. Cmo volaban aquellos dedos! Y cmo fue descubrindose Carol! Cada milmetro de zona ergena y hmeda qued sealada en el mapa. Qu curioso que Dan, con sus hbiles manos, nunca se hubiese molestado en descubrir este punto, nunca hubiera pasado los dedos, ni por casualidad, por aqu o por all! Una noche, Dan, Gary, Barry, Gerry, Derry y Dave 1 se fueron a Ilford. Su meta era un amplio club nocturno, famoso por su barra enjaulada. Se trataba de un recinto montado sobre hormign, que permita a los hombres y mujeres jvenes que lo frecuentaban alcanzar niveles fabulosos de embriaguez y dar rienda suelta a una conducta de las mismas proporciones, sin la posibilidad de tirar porqueras por todo el local, destrozar cosas ni enmerdar. Al amanecer eran regados con mangueras por unos hombres robustos vestidos de esmoquin. Durante el camino de ida en el auto de Barry, Dan estaba evidentemente preocupado y ms callado que de costumbre. Los dems le preguntaron qu problema tena, pero no contest. Por eso, en lugar de comprensin le ofrecieron Jack Daniels. Entretanto, en casa, detrs de las cortinas estampadas, Carol iba directamente al grano. Se desvisti en el living. Haba descubierto que la yuxtaposicin entre su propia desnudez y la tenue formalidad de aquel ambiente la calentaba de verdad. Ms an, dando vueltas por all poda vislumbrarse en numerosos espejos y superficies acristaladas que haban sido enrgicamente frotadas con limpiacristales. Se abri la blusa y pas las manos por las copas de nylon, buscando la brecha entre pecho y sujetador. Desabroch los botones de los pantalones y los dej caer, susurrantes, hasta los tobillos. Se los quit pataleando. Con tu blanca palidez sonaba en el compact, Carol desliz la mano por debajo del elstico de las bragas
Usted cree en el horror?
La pregunta, as, de sopetn, me desconcert por completo. Estaba absorto en el relato y, a mi pesar, haba participado como voyeur en el onanismo de Carol. Pero el catedrtico haba interrumpido su relato sin advertencia previa ni explicaciones. El tren traqueteaba con estrpito al pasar por numerosas agujas, y distingu las lneas modernas de la estacin de Reading flotando hacia nosotros en la penumbra. El catedrtico repiti la pregunta: Usted cree en el horror? Con un esfuerzo, volv a la realidad: Se refiere a lo oculto? Bestias, demonios, espritus necrfagos, mesas que se levantan, esa clase de cosas? No, nada de eso. El tren par. Pasajeros con cazadoras de nylon y trajes de confeccin suban y bajaban. Pero ni siquiera ese espectculo tan comn y corriente logr aligerar la atmsfera cada vez ms densa del compartimiento. No, no me refiero a ese horror burdo. sas son nimiedades, meras burlas. Le estoy hablando del horror real. El horror que ensombrece todos y cada uno de los aspectos de lo habitual, con la misma certidumbre con que la oscuridad ensombrece aquella mquina. Seal una mquina de venta automtica suspendida entre las sombras del andn. Un silbato son y se apag, el tren se sacudi y parti otra vez. El catedrtico cambi el peso del cuerpo sobre las nalgas y se inclin hacia adelante, adoptando una postura didctica, profesoral. Supongo que conoce ese poema de Roethke, el que dice: Toda la nusea de los sobres engomados de papel manila, la Desolacin en higinicos lugares pblicos. No, no, no es exactamente as. Pero ya sabe a qu me refiero Adelant su cara hacia m, tan sinttica como un plstico moldeado por inyeccin. se es el horror que me interesa, el horror que todos sentimos cuando estamos solos en una sala de estar, a media tarde, en el centro de una ciudad densamente poblada, ese horror. Existe ese horror y su interaccin con otro horror. El horror sanguinolento de la realidad ginecolgica. Las pelculas modernas de terror estn plagadas de sangre y de membranosos filamentos de pegajosas sustancias biolgicas. Pero en realidad slo han sacado al exterior lo que se encuentra en el mismsimo ncleo de nuestras queridsimas amigas. Slo han vuelto del revs el calcetn de la biologa femenina. As pues, mientras aguarda lo que ocurrir despus, preprese para estas dos clases de horror y nalas en su mente. Entonces le ser posible decirse a s mismo, con toda tranquilidad, que ese clic apagado del ltimo muelle que se distiende mientras usted sigue a Carol a una de las habitaciones de su casita, es realmente un tentculo de reptil extraterrestre que pugna por salir a travs de la mullida tapicera.
La mano de Carol baj a travs de su
vello pbico, recortado en forma de una V socialmente aceptable. Sus meiques corretearon hasta internarse en la abierta raja. Pero all, donde haba trazado un mapa tctil de cada poro e instalado el teodolito de su mano en cada montculo, Carol descubri algo nuevo. Las yemas de sus dedos se deslizaron por encima del cltoris, escondido bajo el capuchn de sus labios menores, como un rbol que crece en una hondonada. Pero en route a la vagina, en el sitio donde no debera haber habido nada salvo una resbaladiza expectacin, la cubierta que se inclina hacia el mar, encontr en cambio un diminuto ndulo, un pequeo plipo carnoso y cartilaginoso. Por supuesto, si Carol se hubiese tomado la molestia de apelar a su espejo de mano como le haban enseado, y lo hubiera puesto donde tan pocas veces haba estado la boca de Dan, le habra sido posible establecer la verdad. Habra advertido inmediatamente una excrecencia de la materia esponjosa que rodeaba su uretra que, por alguna razn, su bulbo vestibular estaba siendo fuertemente doblado desde el interior, empujando una columna volcnica en miniatura compuesta por tejidos, tendones, sangre y vasos. Ahora bien, el cuerpo es como un viejo campesino: guarda un recuerdo vivido de toda injusticia sentida (e imaginada). An ms semejante a la actitud campesina es su tendencia a repetirle a la mente pequeos proverbios o dichos. El descubrimiento de Carol ofrece un buen ejemplo de esta actitud, tan habitual que apenas se repara en ella. Su dedo sonde. Indudablemente, haba algo all, algo que daba la impresin de ser bastante grande y estar bien arraigado. Algo que no pareca lleno de lquido como un quiste, ni insensible como una verruga o un callo. Pero, le dijo el cuerpo de Carol a su mente, los objetos en los genitales, como en la boca, parecen mucho ms grandes de lo que en realidad son. Y, con esta garanta de la sabidura popular, Carol dej en paz al plipo cartilaginoso. Un dedo se encamin al sur, en direccin a la vagina, y otro al norte, hacia el cltoris. A su debido tiempo, Con tu blanca palidez cobr forma y sustancia convirtindose en Jinete en la tormenta, y una vez que este jinete termin de cabalgar Carol qued atrs, desnuda y pegajosa, exhausta sobre la colcha. Pero lo del plipo no se acab all, ni mucho menos. Porque aunque el cuerpo campesino lo descart a corto plazo como un accidente, un filamento de carne atascado entre los dientes e hinchado contra la enca, tambin de l guard un recuerdo similar a una embarazosa foto polaroid tomada en una reunin de mujeres. Y a la tarde siguiente, cuando Carol estaba relajada y desprevenida, su cuerpo infame arroj la foto delante de su mente y amenaz con chantajearla. En ese momento estaba de compras en Safeway. Le haba preguntado dnde estaba el bacon al chico musulmn que arreglaba las estanteras. El chico, cuyo to haba ido en peregrinacin a La Meca y estaba convencido de que Al fulminaba con el cncer a quienes coman carne de cerdo, le dio a Carol las instrucciones ms confusas y engaosas que pudo. Cuando ella se alej de donde el chico estaba arrodillado, poniendo precio a latas de pur de tomates, el plipo se hinch en su mente con tal prontitud, que qued petrificada, temerosa de que el horrible y pequeo promontorio reventara la ajustada armadura de sus tejanos y las elsticas bragas. En cuanto se encontr en un pasillo desierto, Carol hizo saltar los botones de la bragueta y su mano palp en el hmedo interior. Dios mo! All estaba, ms grande que nunca! Sera slo la sensibilidad de las yemas de sus dedos, o la excrecencia haba crecido realmente? Sera slo su imaginacin, o con el dedo que palpaba senta de verdad cierto tipo de estructura en el plipo, ciertas viscosidades internas sugerentes de que no se trataba sencillamente de un trozo de cartlago, sino de algo sensible? Apareci la cabeza curiosa del chico musulmn por el extremo del pasillo. Carol retir la mano de los tejanos y empez a sudar, como si la hubiesen descubierto masturbndose junto a los cubitos de caldo. Ahora, dgame una cosa. Una noche, mientras se masturba, una mujer encuentra que le est creciendo un plipo cartilaginoso en la vagina. Nada ms sencillo que pedir hora y ver al mdico a su debido tiempo, verdad? Cul es el problema?, dice la doctora, una amable mujer de mediana edad, con la insignia de un movimiento ecologista en la solapa, mientras parpadea con filantrpica complicidad. La mujer le dice de qu se trata. La doctora le pide que se desvista y suba a la camilla. Una vez all, hace el examen con un cuidado y una destreza que por s solos resultan instantneamente tranquilizantes. Concluido el examen, la doctora ofrece una explicacin satisfactoria por completo del plipo: su origen, su forma, su posible alcance y duracin. La mujer sale del consultorio con una receta de diversos remedios y ungentos; no hay ningn problema. Eso es lo que uno querra que hiciese Carol, no? Pero Carol no haba tenido experiencias mdicas de ese tipo. Su madre era demasiado vergonzosa para pronunciar siquiera compresa e higinica, lo que hizo que Carol tuviese que descubrir su fisiologa por su propia cuenta, a su debido tiempo. El momento lleg en las duchas de la escuela, donde tuvo la desdicha de empezar con un estallido ms que con un suspiro: una descarga espesa y sanguinolenta que cay salpicando sobre sus piernas hmedas. Algunas de las chicas gritaron, y Carol se sinti mortificada. Su madre, presa de gran agitacin, le dio una somera leccin aquella tarde acerca de la utilizacin de las compresas. En Llanstephan, Beverley se haba quedado atnita por la ignorancia de Carol sobre su propia fisiologa. El cuerpo femenino es increble le susurr, tratando de contagiarle su entusiasmo por l a ver si poda hacerla suya. Es un mecanismo que se regula por s mismo, en constante modificacin. Una especie de fbrica de productos qumicos, de hecho. Es completamente distinto del cuerpo masculino, que nunca cambia, que es esttico y carece de vida. Aquella noche, en su estudio- dormitorio de madera clara, a medias excitada por el caf instantneo, Carol so que era una enorme fbrica de productos qumicos, como la refinera de Imperial Chemical Industries cercana a la casa de sus padres, en Dorset. Grandes ganglios retorcidos que parecan tuberas salan de su vagina; algunos emitan altos surtidores de espuma de hielo seco, y en otros parpadeaban luces de alarma protegidas por rejillas metlicas. Tena la cabeza anclada muy lejos, en la arena del estuario; sus anchas nalgas eran empujadas hacia arriba contra el terrapln de hormign. Hombrecitos menudos, con duros cascos amarillos y al volante de pequeos camiones, tambin amarillos, revoloteaban alrededor de su ano y su vagina. Carol se despert chillando. Despus Beverley la convenci de que asistiera a las reuniones de un grupo de mujeres, en casa de una profesora muy activa y comprensiva. All las estudiantes eran estimuladas a palparse los pechos y los genitales, e incluso a deslizar los dedos hacia arriba, en direccin a las gnadas; todo ello iba destinado a ayudarlas a apreciar las maravillas de su propia fisiologa. Carol aprendi a palparse en busca de bultos cancerosos y a utilizar un espejo de mano para detectar displasias celulares, con el propsito manifiesto de obviar la necesidad de que un hombre ejecutara la humillacin ritual de la dilatacin y el legrado. Carol aguant tres sesiones, pero se ech atrs despus de una demostracin de la aplicacin de una cataplasma de consuelda y yogur casero a unas partes pudendas grandes e inflamadas. No es que Carol pensara, ni mucho menos, que la chica pudiera sentirse dolorida, exhibida o humillada (aunque lo cierto es que la pobre se senta las tres cosas). Ocurri ms bien que algn impulso atvico la llev a sentir, repentinamente pero con absoluta conviccin, que era mejor dejar esas cosas en la oscuridad, que era el lugar que les corresponda. As pues, Carol no se haca visitar por ninguna mdica comprensiva, amistosa y decidida a adoptar un enfoque liberal. Contaba en cambio con el doctor Flaherty, el mdico local, con quien ella y Dan se haban apuntado rutinariamente al mes siguiente de mudarse a Muswell Hill. Carol haba ido a que la visitara una sola vez, a causa de una tos seca. Calcul que era el mdico acertado para Dan en cuanto vio asomar su cabeza rapada por la puerta de la sala de espera para hacerla pasar a su santuario interior. Porque Flaherty apestaba. Apestaba a las tres de la tarde de un martes. Apestaba como si todo su cuerpo se hubiese empapado de una mezcla de jerez de cocina y Rmy Martin. Flaherty estaba apestosa, absoluta y jodidamente bebido. Borracho, borracho perdido. El mdico intent convencerla de que necesitaba examinarle el pecho, pero sin insistir demasiado. Cuando Carol sali del consultorio, aferrando la receta de un jarabe, la anciana recepcionista vestida de blanco como una monja, aunque con la cara marchita y los ojitos redondos y brillantes de una alcahueta napolitana mir a Carol como si ella fuese personalmente responsable del ftido hedor que llenaba el local de un modo inquietante. Huelga decir que Carol nunca haba vuelto. Pero envi a Dan, despus de una ocasin en que ste estuvo ausente treinta y seis horas seguidas. Derry, a fuerza de tratar de recordar basndose en confusas suposiciones hasta llegar a datos ms lcidos, por fin lo haba descubierto acunando una botella de Night Train bajo el puente ferroviario de Charing Cross. Dan volvi de consultar a Flaherty con dos informaciones. En primer lugar, el mdico le haba dicho que lo que haba experimentado era un desvanecimiento alcohlico, una manifestacin del cuadro clnico conocido como sndrome de Korsakov. En segundo lugar, Flaherty le recomend que no se preocupara. Mi querido muchacho, jade despreocupadamente el galeno, no tienes ningn problema de alcoholismo. Nadie tiene un problema de alcoholismo hasta que bebe ms que su mdico!. A continuacin impregn el consultorio con potentes rfagas de pcaras carcajadas que olan a mierda. Ahora bien, la medicina es la religin moderna y los mdicos son nuestros sacerdotes o chamanes, poseedores de conocimientos arcanos e imbuidos de la sabidura y los poderes necesarios para hacer los augurios y luego expulsar a los espritus malignos que nos atormentan, tanto si invaden el cuerpo como, peor an, la mente. Pero cuando se abandona la idea de pedir ayuda a un mdico, se penetra instantneamente en una dimensin desconocida, una zona donde lo real se mezcla con lo irreal y la anatoma y su corrupcin a travs de la enfermedad se vuelven fantsticas y fantasmagricas. Durante las cuarenta y ocho horas siguientes Carol se debati entre la idea de acudir a Flaherty, la de llamar a Beverley y pedirle consejo, o la de no hacer nada de nada, con la esperanza de que, fuera lo que fuese, el plipo cartilaginoso se secara, se marchitara, se consumira o se desinflara por su cuenta. En una palabra: desaparecera, sin ms, dejando sus genitales prstinos, suaves, un lugar delicioso del que disfrutar una y otra vez como haba estado haciendo en las pocas y breves semanas desde que descubri el placer de la masturbacin. Carol poda estar planchando, o acomodando la esquina de una colcha, o sintindose una mujer liberada por tener la aspiradora en la mano, cuando el plipo cartilaginoso volva, provocativo, a rondar su cabeza. Su mano, ansiosa aparentemente contra la voluntad de su ama, haca una vez ms el viaje de exploracin. El plipo segua all. Tal vez su imaginacin desbordante de ansiedad le estaba jugando una mala pasada, pero cada vez que sus dedos abran los labios de la vulva el plipo pareca un poco ms grande, un poco ms cartilaginoso. Cuarenta y ocho horas despus, pese a su innata desidia, Carol estaba bastante alterada. Resolvi que a la maana siguiente llamara a Beverley o pedira hora con Flaherty; una cosa o la otra si no ambas. Pero ocurri algo que desvi su atencin y le hizo dejar la resolucin de aquel problema para un futuro ms o menos lejano (qu expresin ms trivial!, cmo puede ser un futuro ms o menos lejano, en especial si a una le est creciendo un espantoso plipo entre los suaves muslos?): un importante cambio de vida que afect tanto a Carol como a su marido. El heraldo de este cambio de vida fue Dave 2, y su causante, la madre de Dan. Lleg la maana, y una gris estela de luz encontr a Dan con la mejilla apretada contra el ngulo derecho alfombrado del pie de la escalera. El vmito formaba una masa con su pelo y se haba metido por el cuello redondo de su elegante chaquetn de cuero. Lloraba como una Magdalena mientras se tomaba su bol de Alpen. Aquellas comisuras plegadas en un rictus desamparado parecan haberse convertido en canalones de desage para encauzar mejor la corriente salada hacia los cereales suizos. Carol no se mostr dura con l, aunque tampoco demasiado compasiva. Se ajust ms el albornoz de rizo alrededor de los delgados hombros y not distrada que el presentador que daba la previsin meteorolgica en el programa de televisin, un hombrecillo insignificante que haba estado ausente de la pantalla los dos ltimos meses, haba reaparecido en el programa de la hora del desayuno de la BBC y llevaba traje. Dan llorique mientras marcaba el nmero de telfono de su madre. Despus asegur a Carol lloriqueando que sera la ltima vez, la ltima, que le peda que telefoneara al trabajo en su nombre, y la ltima vez que su conducta planteara esa necesidad. Dejar de beber, Carol llorique, y sus hbiles dedos palparon y exploraron el borde de la barra de la cocina, como si sta fuese una especie de punto de referencia de la sobriedad que en breve alcanzara. Le he pedido ayuda a mam. Estaba seguro de que ella sabra qu hacer. Enviar a alguien esta noche, alguien que se llama Dave y me llevar a una especie de reunin. Dan se pas el da dando vueltas por la casa, apoyando la cabeza palpitante en los quicios de las puertas y las fundas estampadas de los almohadones. Dios mo, cunto enfureca a Carol su mirada de perro avergonzado! Nunca, ni siquiera borracho como un cosaco, le haba repugnado tanto Dan. Qu repugnante era! Ceda y se entregaba a su madre, aceptaba la opinin que tena de l y le peda ayuda. Era el colmo de la debilidad! Por la tarde Carol fue a la tienda de animales domsticos del Quadrant. Haban recibido una partida de huesos de sepia; volvi a casa con dos, uno para el min y otro para la cacata. Los secos huesos eran blancos y parecan livianos en su mano. Los empuj entre los alambres. Los pjaros la observaron con sus miradas insectoides de un solo ojo. Dan se arrim a su espalda, y sinti que el mechn le rozaba los omplatos. Se lo quit de encima con un encogimiento de hombros. Desde la cocina, mientras esperaba que hirviera el agua de la tetera, oy que Dan segua lloriqueando en la sala de estar. 4 Dave 2
El verdadero apellido de Dave 2 era
Hobbes, y sus padres todava vivan en Sheppon Mallet. Me atrevera a decir que, de no haber tenido la gran suerte de convertirse en alcohlico, Dave 2 muy bien podra haber tenido que esforzarse un tiempo para descubrir su verdadera vocacin, la de aguijoneador religioso, pregonero espiritual, vendedor de sistemas de aislamiento moral. Porque todo eso era Dave 2. El hombre que aparece en la puerta con una sonrisa y una ocurrencia siempre lista en la punta de la lengua. Un tipo ubicuo, al que uno podra imaginarse en todo momento y lugar: con toga y explicando el smbolo del pez, o radiante dentro de una guerrera de cuello redondo y con el catecismo marxista en la mano, predicando las falacias simplistas del materialismo dialctico. Pero dado el particular momento histrico que le toc, su alcoholismo crnico le haba proporcionado un pasaporte para Alcohlicos Annimos. El dogma de AA se basaba slo vagamente en principios cristianos, pero haba en l un celo residual por la liturgia y el ritual propios de la baja Iglesia anglicana que, en manos de tipos como Dave 2, rpidamente se converta en una pasin por la caza de brujas semejante a la que rein en Salem. Porque, como tan acertadamente dijo William James, la nica cura segura de la dipsomana es la religiomana.
Y, al llegar aqu, el mofletudo y viejo
catedrtico hizo otra pausa. Sac del bolsillo interior uno de esos puritos Mahawat tan estimados a mediados de la dcada de los setenta. Lo introdujo entre sus pequeos labios rosados y lo encendi con un Dunhill chapado en oro. Los efectos especiales y las efectistas pausas que eran la esencia de su actuacin se combinaban tan bien con el semblante afable y la mordacidad afeminada con la que bordaba su narracin, que empec a sentirme levemente incmodo Aquel sardnico y decadente catedrtico con su historia entretenida aunque custica Maldicin, lo que deca pareca demasiado bueno para ser cierto! Se haban apagado las luces del vagn y el tren volvi a parar, mientras un Inter-City 125 pasaba como un blido por la va principal. La puntita del purito brill y se difumin en la oscuridad. El catedrtico se aclar la voz con un chasquido de esputo slido contra el paladar y retom el relato.
Dave 2 era de la misma opinin.
Tengo la suerte de ser lo que llamo, y abrigo la esperanza de que las damas sepan perdonar mi lenguaje, un cagn. S, tengo la suerte de ser un cagn. Quieren saber por qu? Porque eso me ha llevado a una vida espiritual: una vida del espritu. Y por qu era un cagn? Porque a veces me emborrachaba tanto que me cagaba encima. Me volva completamente incontinente, total, absolutamente. Eso es lo que era, literalmente, un cagn. Pero, en realidad, ser un cagn haba sido lo menos importante. Dados sus propios relatos sobre algunos de los mayores excesos en su conducta de borrachn, podra decirse que, si se hubiera limitado a cagarse encima, casi habra sido socialmente aceptable. Porque en comparacin con las prdidas de memoria y consiguientes prdidas de identidad de Dave 2, las ofuscaciones de Dan no eran ms que nieras. Dave 2 era un ejemplo de alcoholismo llevado a sus ltimas consecuencias. En cierta ocasin sufri una de esas borracheras tras las cuales uno no recuerda nada tan prolongada que, en su transcurso, se alist en el ejrcito, hizo la instruccin bsica y fue expulsado ignominiosamente de l por embriaguez, faltara ms. Y, si no lo cree posible, le sugiero pasar una noche con Dave 2 y sus amigos, porque saben ms de alcoholismo en todas sus manifestaciones que un instituto repleto de expertos, y les entusiasma impartir esos conocimientos. Tanto entusiasmo tienen, que una sesin con ellos es ms tediosa y esquizofrnica que ser abandonado en una isla desierta con una excursin de burguesas francesas estreidas de mediana edad. Pero de todo esto nada saban Dan y Carol. En cambio, desde el momento en que Dave 2 lleg a la casita de Melrose Mansions, los dos quedaron cautivados por su vitalidad, su manera de ir al grano, la forma en que pareca hacer trizas la esencia misma de la estabilidad de sus vidas, que siempre haban credo consistente como el Tupperware ms resistente. Ding-dong, son el timbre de la puerta a las siete en punto. Dave 2 estaba de pie en el zagun con los brazos en jarras, la cara chupada, el tupido pelo pajizo inclinado de costado sobre su cabeza, de tal modo que su borde tocaba el cuello de la cazadora militar comprada en una tienda de saldos del ejrcito. Ese atuendo era la marca registrada de Dave 2, y l lo llamaba mi uniforme. Se equipaba diariamente antes de salir de campaa: inundaba a rebosar un bolsillo colgante sobre la cadera con paquetes de cigarrillos Benson and Hedges Special Filter con envoltorio dorado, y al otro casi le reventaba las costuras con alguna obra u obras de naturaleza edificante o espiritual. Libros con ttulos como Por qu tengo miedo de decirte quin soy? o Por qu tienes miedo de decirme quin eres?, o incluso el ms contundente y general Por qu tenemos miedo? Entonces Dave 2, en voz baja, en el zagun, bajo la pulida certeza de la lmpara que colgaba del techo, le dijo a Carol: Dave, Dave Hobbes. He venido a recoger a Dan? Dijo el nombre como si no estuviese del todo seguro, y una mirada atractiva pareci subir hasta Carol desde sus ojos amarillentos. Pareci, porque era un truco, una ilusin. Dave 2 meda como mnimo treinta centmetros ms que Carol, pero las constantes humillaciones y sus esfuerzos por alcanzar una modestia perfecta lo haban capacitado para modificar su altura a voluntad. Dave 2 vio a una joven flacucha y rubita, con el cabello liso domado detrs de unas orejas sin lbulos. Tena un cutis perfecto, aunque con una especie de ptina cerlea. Tambin resultaba curioso el aspecto hundido de su estmago, como si Carol fuese un tablero para algn juego y la estuvieran doblando verticalmente antes de guardarla. Ms adelante Dave 2 dijo con respecto a este encuentro y a las primeras impresiones asociadas con l: Era obvio que estaba preparada para recibir ayuda, que haba alcanzado su Waterloo personal Estaba ms bien apagada y exange, verdad?. Y al decir esto se volvi hacia Carol, sentada a su lado en el crculo de sillas, radiante con una camisa blanca, y que manifest su asentimiento con una sonrisa no menos radiante. Pero cuando le abri la puerta a Dave 2, esta escena perteneca a un futuro para llegar al cual haban de pasar varias semanas y algunas reuniones de grupo. De momento, lo nico que hizo Carol fue invitarlo a pasar. Dan se las pir para arreglarse. Todava tena esa torpeza adolescente que hace que las presentaciones sean un desastre. Dave 2, a sus anchas en la cocina, con un caf instantneo y un cigarrillo, dijo: Dan es terriblemente joven, pero si ya ha tenido suficiente, mi querida Carol, ste podra ser el momento decisivo para l. Dave 2 se inclin sobre la barra de la cocina y tom suavemente el antebrazo de Carol entre el pulgar y el ndice de su manaza derecha. ste era uno de sus gestos caractersticos, y, como de costumbre, lleg acompaado por un descenso especial, espiritualmente ms intenso, en su acento gutural del oeste del pas. Te noto rendida, querida ma dijo Dave 2. No me extraa que haya sido infernal convivir con l. Carol procur no encogerse de hombros; no quera hacer nada que reforzase el apretn de aquellos dedos en su brazo. Respondi: Bueno, no s, no ha sido tan terrible. Pero Dave 2 no era de los que aceptan un no tan terrible como respuesta. Era un hombre profundamente convencido de que la palabra bien, como en la expresin Me siento bien, era en realidad una sigla representativa de las palabras Bastante Inseguro y Emocionalmente Neurtico. Por cierto, cuando Dan se hubo integrado en el grupo de la iglesia de St Simon, Dave 2 lo puso a trabajar, con un grueso rotulador en sus delicadas manos, para crear una serie de letreros. En algunos, las siglas y su interpretacin estaban escritas en caracteres rectos, y en otros con delicados trazos cursivos. Todo ms o menos igual a la forma en que Dan se ganaba la vida. Dave 2 sigui apretando, impertrrito: Dices que no ha sido tan terrible, querida ma, pero yo s que aqu te duele. Dave 2 retir su manaza del antebrazo de Carol y la apoy en la zona que aproximadamente corresponda a su propio corazn. Su gran mentn se llen de hoyuelos y sus mejillas se arrugaron cuando su cara alargada adquiri una expresin que sin duda estaba destinada a evidenciar una profunda simpata, o incluso identificacin, s, identificacin, porque Dave 2, al no ser desmentido por ella, sigui adelante: Puedo identificarme con tu dolor, Carol. He sentido lo mismo que t, una absoluta indiferencia por el destino de alguien a quien en otros tiempos cre amar. Absoluta indiferencia. Eso es lo que puede hacernos esta espantosa enfermedad, querida ma Muy ingenioso. Ni siquiera Carol pudo dejar de sentirse conmovida y asombrada por la precisin del penetrante diagnstico espiritual de Dave 2. En ese momento de sentimientos compartidos, Dave 2 meti la ua bajo la costra de la indiferencia de Carol y la alz, dejando al descubierto una zona dolorosa. Naturalmente, no era posible esperar que l supiera que la angustia real y persistente de Carol no se centraba en Dan ni en su matrimonio, sino nica y exclusivamente en el plipo cartilaginoso que estaba al acecho en la confluencia de sus muslos. Una vez acabado el caf instantneo y con un delicado Dan metido en su elegante chaquetn de cuero, Carol apenas opuso una resistencia simblica ante la sugerencia de que acompaara a Dave 2 y su encomendado a St Simon; mientras ellos asistan a la reunin de Alcohlicos Annimos, ella participara en una sesin, paralela y muy congruente, para parientes de los alcohlicos. El ambiente de la reunin para familiares de AA fue una revelacin para Carol. Haba en ella la intimidad y sensacin de objetivos compartidos a que se haba visto expuesta cuando Beverley intent elevar su conciencia en Llanstephan, pero aqu unida con un barniz social y un sentido de la organizacin que le recordaban el ambiente del barrio de casas baratas donde viva con sus padres. La impresion la sinceridad de aquellas personas tan inglesas, con impermeables y chaquetas de punto, que describan tranquilamente, como en un confesionario, escenas de las ms repugnantes borracheras, violencias domsticas y abusos sexuales. Una mujer alta y triste que vesta un traje de color gamuza relat de un tirn, sin tomar aliento, los frenticos ataques de su marido un viajante fracasado y adicto al alcohol a sus diversos orificios con varios objetos duros y vtreos, como botellas de cerveza y cosas semejantes. Un educador de mediana edad y aspecto intelectual, con el pelo que empezaba a ralear y bifocales de carey, hizo todo lo que pudo para describir, en trminos sencillos y directos, el obsesivo informe que se haba sentido impulsado a compilar sobre los vmitos, irrigaciones, lavativas y gratuitos actos sexuales de su hija de diecisis aos, mientras l la contemplaba enloquecido e impotente. No esa noche, ni la siguiente, sino la tercera, Carol se sinti lo bastante relajada para ofrecer su propia versin, plida y benigna en comparacin, de los vmitos de Dan, sus repugnantes eructos y sus ocasionales cadas causadas por la cerveza. El agravio poda haber sido leve, pero la descripcin de Carol de su propia indiferencia y su distanciamiento, replegndose sobre s misma como una anmona, del problema de Dan fue absolutamente autntica. Cuando termin de hablar o de compartir, como llamaba el grupo a sus versiones de testimonios de la Verdad, levant la cabeza del linleo y se encontr con el rostro equino de Dave 2, que haba dejado la sala contigua para unirse al grupo y la observaba con una expresin de evidente simpata, compuesta por admiracin y algo que podra haber sido, pero no era, amor. Durante esa semana tanto Dan como Carol asistieron a seis de sus respectivas reuniones, y ambos sintieron que la ideologa de Alcohlicos Annimos los inundaba hasta formar una estructura para sus vidas. Haba algo muy tranquilizante en aquellos grupos gemelos de personas totalmente vulgares reunidas en crculos de sillas con armazn en forma de S y asientos caqui, bajo los parpadeantes neones de las dependencias de la iglesia. El grupo de AA se reuna en la sala reservada para la escuela dominical, y mientras Carol escuchaba tan tranquila relatos de palizas sin motivo aparente y sodoma, sus desteidos ojos azules deambulaban por las paredes, donde los nios haban creado un collage con el abecedario y el coadjutor haba pegado ingenuos relatos bblicos con cinta adhesiva roja y dorada. Haba muchos actos y rutinas estables que atraan a Carol: se beba caf instantneo, se fumaban muchos, muchsimos cigarrillos, y haba que llevar a cabo diversas tareas para el grupo, como recaudar fondos, encargarse de ir a buscar caf y vender folletos de propaganda. En cuanto a la catarsis que se consegua hablando de los dolores, temores y deseos ms ntimos en un cuarto lleno de desconocidos, Carol tambin la senta, aunque su provisin de bienes teraputicos estaba muy limitada por una inslita capacidad para el conformismo. Pero esto no debe sorprendernos: ya sabemos cmo es Carol. Ya hemos sealado su tendencia a seguir siempre, siempre, la ley del mnimo esfuerzo. Por qu no habramos de permitirle confesarse en paz, por ms que sus confesiones no sean demasiado sinceras? Al fin y al cabo, esto podra ayudarla con su otro problema ms ntimo, ms acuciante. Mientras Carol se iba integrando, Dan, de un modo tranquilo y poco espectacular, haca lo mismo. Desde el da de la llegada de Dave 2 y su primera reunin en St Simon, Dan haba dejado la bebida. No tuvo dificultades para reconocer que era impotente a causa del alcohol, primer y primordial pronunciamiento del credo de AA. Desde su poca estudiantil en Stourbridge, Dan haba sentido con intensidad que su voluntad consciente no era ms que una marioneta floja e inerte, inanimada hasta que reciba una inyeccin de vida, hasta que se encontraba con la cerveza Lamot. Este despertador del alma flua de su lata y formaba una densa nube blanca en la estrecha cabeza de Dan. Durante unas horas la nube se converta en un genio, en un duendecillo que se rea tontamente y manipulaba a Dan como si no fuera ms que un ttere llevndolo de un lado para otro. A l, lo mismo que a Carol, le resultaba difcil hablar en las reuniones de AA. Pero, a diferencia de ella, no se deba a que tuviese nada que ocultar. Por el contrario, en el caso de Dan exista una perfecta adecuacin entre su incapacidad para expresarse, su timidez y su simpleza mental, algo, afortunadamente, poco comn. De lo contrario, todos estaramos mucho ms aburridos de lo que estamos. No, lo nico que ocurra es que Dan tena muy poco que decir. Pero si bien le era innecesaria la catarsis, al menos ahora tena acceso al alivio que representaba saber que el alcoholismo era una enfermedad. Una enfermedad con su propia etiologa y patologa. Una enfermedad reconocida por un organismo tan augusto como la Organizacin Mundial de la Salud. Una enfermedad que ocupaba un lugar destacado en los manuales de teraputica En AA le dijeron que la enfermedad era crnica e incurable; ste era el lado malo. El bueno consista en que sus sntomas podan remitir por completo mediante una asistencia constante a las reuniones de AA y una rigurosa abstinencia. Con anterioridad a esta Buena Nueva, Dan haba temido que su mente, en realidad tan delicada y dctil como las esculturas de papel que sola crear, estuviera a punto de encogerse hasta formar una pequea pelota arrugada de locura. Ahora Dan tena amigos, amigos que lo ayudaban. Dave 2 lo ayudaba tanto que lo acompaaba a su casa despus de la reunin para seguir predicando. Encontraban a Carol en casita la reunin de los familiares empezaba y terminaba media hora antes que la de AA y la tetera en el fuego. Luego los tres se sentaban a la mesa para compartir los artculos de fe de Dave 2, que ste declamaba con la sinceridad afectadamente natural tpica de un sacerdote anglicano en su peor momento. La tnica de los sermones de Dave 2 era una especie de espiritualismo sensiblero. Tena gran cantidad de postales y adhesivos cuasidevotos que distribua encantado entre sus nuevos aclitos; por ejemplo, uno de ellos representaba a unos cachorritos de perro abrazados en una cesta de mimbre, de cuya asa colgaba el ms mono. Debajo haba una leyenda, en sinuosa letra cursiva: La fe no es fe hasta que es lo nico a lo que te aferras. En otra aparecan unos gatitos hechos un revoltijo, abrazados. La leyenda deca: Lo que necesitamos son montones de abrazos!. Adems, Dave 2 dispona de lminas plastificadas tamao folio que contenan los mandamientos de AA (los Doce Pasos y las Doce Tradiciones) o importantsimas plegarias de AA: Seor, concdeme serenidad para aceptar las cosas que no puedo cambiar, etctera, etctera. Ya sabe usted de qu hablo. Dave 2 las pona con violencia sobre la formica, como si fueran la carne que justificaba sus siseantes y chisporroteantes homilas
La voz del catedrtico volvi a
apagarse repentinamente. La luz de la pequea pantalla circular situada encima de su cabeza se haba encendido, y las alas de su pelo castao claro, que se alisaban hacia el cuero cabelludo, se vean bruidas y refulgentes bajo la tenue luz. Se incorpor y, en el diminuto recinto del compartimiento cerrado, gir sobre los talones y se pase de una puerta a la otra. Se detuvo y me mir, con los hombros hundidos, ectomrfico. Daba la impresin de ser una decorativa pera expuesta en el escaparate de una frutera de lujo. Su coronilla estaba enmarcada por el entorno chilln de una foto retocada de las Highland, y un soberbio venado asomaba la cabeza por detrs de una de sus orejas. El catedrtico me mir y, por primera vez, vi algo ms en sus ojos que la cortesa habitual. Un destello de odio? En cualquier caso, una clera sorda por heridas e injurias sentidas o imaginadas. Volvi a sonar su voz cortante: Me est etiquetando, muchacho, verdad? Me est convirtiendo en algo que no soy. Un personaje divertido, un excntrico, un tipo raro! Sin dejar de mirarme, se puso a medias agachado y a medias arrodillado en el espacio entre los asientos. Observ atentamente mi perfil, como si tratara de decidir algo, y a rengln seguido, aparentemente satisfecho, se enderez. Se sent otra vez frente a m y reanud su relato con los mismos tonos rpidos y regulares. Esto me impresion ms que ninguna otra cosa. Haba algo teatral y forzado en todo lo que haca. Experiment la espeluznante sensacin de no ser yo el primer oyente involuntario maniatado por el catedrtico. Tampoco era yo el primer espectador de aquella representacin. Pero, adems de eso, me di cuenta de que ocurra algo en el compartimiento propiamente dicho. Yo no lograba acertar en qu, pero de alguna manera el decorado estaba cambiando tan certeramente como si unos eficaces tramoyistas fantasmales hubieran puesto manos a la obra. La escena se modificaba para complacer ms exactamente al catedrtico Pero, como si quisiera anticiparse a mi posibilidad de analizar mejor esta impresin, sigui adelante.
Baste decir que Dave 2 se transform en
un accesorio fijo de la casita, un experto en el uso del imprevisible portarrollos del papel higinico, un cazador que acechaba los cereales Marvel y la leche condensada para las infusiones de ltima hora de la noche. 5 Eso
En el mundo hay personas cuya vida es
tan irrelevante como la de los personajes de una novelucha. Ya conoce esta clase de publicaciones: libros encuadernados en tela celeste y comprados por cuatro cuartos despus de elegirlos en una caja de cartn situada a la entrada de alguna tienda donde se hace una venta benfica. Cuando sube al autobs, empieza a leer, y al cabo de unas pocas pginas cierra el libro, hastiada por la inanidad de los personajes. Lo tira en cualquier parte y con el libro se van Dan y Carol y Dave 2, si a eso vamos. Gary, Barry, Gerry, Derry, y Dave 1 nunca haban proporcionado ninguna profundidad a la vida de Dan, ninguna intercomunicacin, ninguna sustancia con la cual moldear la masa blanda y amorfa, sin rasgos distintivos, de su identidad. Su madre lo dominaba al estilo de un emperador romano. Ella era capaz de enviar de vez en cuando una legin para apaciguarlo, pero en general prefera dominarlo a travs de un gobernador provincial, un strapa psicolgico que haba instalado en lo ms profundo de la personalidad de su hijo. Y Carol? Bueno, ya la conocemos. Las postales de Dave 2 empezaron a aparecer en el tablero de corcho, junto a las chistosas postales pardicas de Camden Lock. As, la vida de Carol y Dan era exactamente como una obra literaria: una existencia tenue, reducida a pasta de papel. Flotaban in vacuo, separados de sus padres, aislados entre s. Dado que no haba otro conducto que los orientase hacia la circulacin corpuscular de la sociedad, cuando la corriente estaba enchufada volaban como limaduras de hierro hacia el imn curativo. Todas las noches, en sus respectivas reuniones, Carol y Dan alcanzaban su plenitud y luego volvan corriendo a casa para recibir un sermn coadyuvante de Dave 2, que se retiraba puntualmente a las once y diez para no perder el ltimo autobs 114 en direccin norte, hacia su refugio en Friern Barnet, donde tena un pisito. Carol y Dan apenas tenan tiempo de inspirarse mutua repugnancia. Transentes acolchados en la alcoba junto al bao, con albornoces de rizo como Rock Hudson y Doris Day, mantenan los labios hermticamente cerrados. Casi me atrevera a decir que Carol no tena tiempo de examinar el plipo cartilaginoso. Casi me atrevera a decirlo, y s que, en cierto sentido, pese a su jodida mente inquisidora, usted preferira que lo dijese, nest ce pas? Pero tambin sabra que estoy mintiendo, no? Por supuesto, Carol tena el tiempo, mejor dicho se tomaba el tiempo necesario para controlar esa pequea palanca. Porque eso era, una pequea palanca. En momentos aislados Carol senta que aquello creca en sus bajos: sentada en el grupo mientras escuchaba a alguien compartiendo experiencias, o, de pie ante el mostrador de la biblioteca, cuando su entrepierna chocaba contra el revestimiento de madera, que, separndose del remache que lo contena, castaeteaba tristemente. Y cmo podemos olvidarnos de lo que significa mear y cagar? No debemos olvidarlo. A veces yo siento que mi cuerpo slo es un enorme intestino serpenteante atiborrado de olores y apenas cubierto por una delgada piel. Nietzsche sufra atrozmente en el bao. En Ecce Homo maldice a los alemanes por sus cervezas y salchichas, su cocina que se solidifica en los intestinos. Como Gogol, otro neurocastrado, vagaba por las ciudades del norte de Italia buscando alivio digestivo en monumentales platos de pasta anticida. Pero estoy divagando. En el bao, pues, la habitual sensacin de miccin de Carol se amortigu y sinti que de alguna manera el chorro estaba trabado, encauzado externamente. Al bajar la vista tuvo el vislumbre de una gota de carne con una gota de orina encima. Entonces sus dedos lo rozaron y se paralizaron como si los hubieran congelado al confirmar el testimonio de sus ojos: segua all. Y ahora asomaba entre los labios. Apenas se atreva a abarcarlo con un pulgar y un ndice temblorosos. Poda verse, perfilada en verde claro, enmarcada en el espejo de medio cuerpo del lavabo, con las piernas abiertas y las bragas como retorcidas correas de ventilador entre los muslos extendidos, sudorosa e inclinada encima de la herradura plstica, lo que para ella era una silla de torturas. Pero lo agarr. Y le pas algo al sentir entre los dedos lo que ahora era un gusanito de carne y cartlago. Por un lado, endureci un horrible hueso de conocimiento, un duro y blanco fmur o una tibia arrancados de una bandera pirata que se abri paso en su vida, separndola del rebao, junto con su secreto. (Aunque puede decirse con certeza que, de momento, Carol no consideraba que este secreto tuviese mayor importancia o connotaciones ms inusuales que tener una relacin adltera o deshacerse de un feto). Pero, por otro lado, o en la otra mano, estaba el gusanito. Era, se podra decir, un hecho consumado. Y cuando, todava con la ropa a medio quitar, estremecida y aprensiva, tir de l y lo sujet sobre la regla de plexigls de quince centmetros, la acometi involuntariamente el recuerdo de haber pescado a su hermano Steven haciendo lo mismo con su pequeo cipote, quince aos atrs, recuerdo que no poda dejar de lado as como as. El gusanito no era, evidentemente, una cosa desconocida, sino algo con lo que haba tenido relacin antes, aunque en un contexto diferente. Lunes, 9.45. Longitud: 7 mm. Aspecto: el de un cltoris extendido, parecido a una bolsa, aunque contiene un retorcimiento interior amontonado de cartlago con terminaciones nerviosas. Observaciones: una especie de segundo botn divino, en realidad. Martes, 11.45. Longitud: 8,5 mm. Aspecto: como ayer pero ms dilatado an; ahora asoma claramente de los labia minora. El gusanito parece buscar la luz, y en cambio el cltoris, ms arriba, retrocede bajo su capuchn carnoso. Observaciones: el incremento de 1,5 mm en la longitud no es del todo creble. Tratndose de aumentos de tan pequea magnitud cabe dudar de la exactitud de la regla de plexigls del equipo de geometra. Mircoles, 15.30. (En el bao de la biblioteca, de ah la brevedad de esta anotacin). Longitud: 10 mm. Aspecto: repulsivo, tiene un pequeo ojo. Observaciones: me siento mareada, tremendamente mareada. Esto es lo que habra podido apuntar Carol si se hubiese tomado la molestia de llevar un diario escrito detallando todos los pasos de la evolucin del gusanito. Por supuesto, no lo hizo. Pero, por extrao que parezca, en el contexto de su relacin con eso, era como si hiciera anotaciones peridicas en una ficha. Es ms, esta veta del carcter de Carol, las cualidades que hacan de ella una persona pragmtica, prosaica, que tena la cabeza en su sitio cualidades que posea, segn haba informado una vez una maestra de la escuela primaria, pero que, al menos por lo que yo s, antes nunca haba mostrado, empezaron a manifestarse tambin en otros sentidos. Dan haba decidido construir un mueble para el equipo de CD/vdeo. La maana del jueves siguiente a la primera reunin de AA, Carol sali a comprar la remachadora y las chapas de aglomerado en un hipermercado de Wood Green. Tenan planeado empezar el trabajo el sbado por la maana. De paso por Wood Green, Carol hizo algo ms, algo que haca tiempo que le rondaba por la cabeza: se matricul en una escuela de conducir. Lleg el sbado, y mientras Dan delineaba la forma del mueble en una hoja de papel de calcar con un lpiz especial, Carol, arriba, en su cama, llena de miedo, farfullaba palabras incoherentes. Una entrevista televisiva con el padre de Julio Iglesias, un gineclogo espaol, fue el detonante. Inadvertidamente, se desabroch los botones de la bragueta y lo sac. Dios mo! Qu he hecho! Lo he sacado!. La toma de conciencia fue brutal. Subieron las nuseas por su esfago y con ellas todo el All Bran, una aparicin irregular y fuera del conducto reglamentario por parte del ms regulador de los cereales para el desayuno. Carol salt de la cama en busca de la seguridad de la alfombra. Eso roz contra la gruesa tela de los tejanos por el movimiento e, imperceptiblemente gracias a Dios, porque no creo que Carol estuviese en condiciones de aguantar mucho ms por aquel entonces, se endureci. Pese a su reciente sobresalto, Carol no reaccion en absoluto ante otro amago de besuqueo en la espalda por parte de Dan cuando atraves la sala de estar rumbo a la cocina. Y durante el resto del da no par. Porque los compartimientos separados de la mente de Carol, que siempre haban estado comunicados por un pasillo traqueteante y mal iluminado, haban empezado a separarse por completo el uno del otro. Eran como este compartimiento en el que ahora estamos sentados. Forma parte del tren, s, pero desde l no tenemos acceso a ninguna otra parte del convoy. Y, en tal sentido, supongo que no forma parte en absoluto de l
El catedrtico entrelaz sus deditos
regordetes y ci con ellos una rodilla cubierta de franela como si estuviera muy satisfecho de su sofisma. No me haba fijado en el material rodante, anterior a la guerra, cuando sub al tren. Pero lo que acababa de decirme era cierto. El compartimiento era independiente, sin acceso al resto del tren. Perteneca a una poca pretrita. Una poca en que se crea colectivamente que la violacin era algo de lo que slo eran capaces quienes no tenan medios para pagar un billete de tren. Quise comentar con el catedrtico esta singularidad, este ejemplo de la falta de recursos de los ferrocarriles britnicos, pero l haba tomado otra vez la palabra. Carol siempre tardaba en responder a los hechos que la emocionaban. Y all se asentaba, naturalmente, la esencia de su neurosis. Pero, por atenuada que estuviese, la conexin siempre existi y por decirlo as, su incapacidad para explicar adecuadamente por qu tal o cual hecho poda hacerla llorar mientras otro poda enfurecerla, era una garanta de su autntica estabilidad. La prueba de esta aseveracin est en lo que empez a ocurrirle a continuacin. Con la creciente disociacin lleg una conciencia creciente. Carol se desplazaba en la oscuridad a lo largo de las vas cubiertas de balasto, asomndose entre los compartimientos iluminados de su mente. En uno se vio a s misma en una reunin de AA, compartiendo; en otro tena nuseas por eso, en el tercero prestaba atencin a Dave 2, y en el cuarto se estaba alejando de Dan. La Carol en la oscuridad, el fantasma, por as decirlo, ex machina, sonri y sigui adelante. Al mismo tiempo, se estaba volviendo ms agresiva. Cuando un albail dej de lado su paleta y ensalz su esbelta figura en trminos bastante vulgares mientras ella pasaba por Fortune Green Road, Carol se volvi, le grit Mtetela en el jodido culo!, y sigui caminando como si nada. Dan no percibi el cambio, en parte porque estaba acostumbrado a ella, sencillamente. La costumbre es un grandioso supresor de cualquier pensamiento reflexivo, y si algo puede decirse de Dan, es que era un animal de costumbres y, de todos modos, nunca haba estado casado realmente con Carol sino con un simulacro de ella, hilado a partir de sus propias y fantsticas proyecciones mentales, a las que haba coadyuvado la indiferencia de su madre. (No vale gran cosa, pero, sinceramente, no creo que Dan pueda conseguir nada mejor, fue la respuesta de la Emperatriz ante la noticia del compromiso de Dan y Carol). Sea como fuere, Dan se encontr sobrio bajo la despejada y fra luz del da, y record que en otros tiempos, antes de dedicarse a buscar regularmente la cerveza Lamot, Barry, Gary, Derry, Gerry, Dave 1 y l haban hallado un gran placer en el squash y los amigables golpes dados con las toallas, las luchas en broma y los tragos de complementos vitamnicos que acompaaban a ese deporte. Los primeros cuatro das de sobriedad haban sido un infierno para l. Era tan ingenuo e ignorante, que no saba que era posible tener el sndrome de abstinencia del alcohol, y los sudores, nuseas y vmitos, junto con las inquietantes alucinaciones perifricas, lo cogieron completamente por sorpresa. Carol reaccion exiliando la mugre sudorosa de aquel cuerpo al sof nido. All permaneca Dan mientras un bombardeo de electrones repiqueteaba detrs de su angosta frente. Y cuando se mova, sufra alucinaciones en las que extraas quimeras sexuales mujeres con testculos en lugar de ojos y hombres con vulvas en las orejas se paseaban despreocupadas por un bar ilusorio. Al quinto da se levant del sof y fue a trabajar. Aparte de un curioso cosquilleo en las yemas de los dedos de las manos y los pies como si fuese un amputado cudruple, aquejado de la memoria fantasmal de miembros desaparecidos tiempo atrs, no senta nada. Ni siquiera lo asalt el menor deseo de beber alcohol. Haba entregado su voluntad y su vida a un poder ms grande que l. Segn el credo de AA, el poder no tena que ser necesariamente Dios, sino cualquier fuerza ms grande que el propio yo, siempre que fuese benigna y trascendente ms que fenomnica y temporal. Lamentablemente, aunque Dan se empe muchsimo en no personificar a su poder superior, de vez en cuando, por tratarse de un Dios vengativo, ste se manifestaba: apareca en su mente bajo la forma de una corpulenta mujer de mediana edad que engulla un pastel, una mujer no muy distinta de su madre. Transcurri otra semana en Melrose Mansion. Eso creca. Carol y Dan seguan sus caminos divergentes y slo se encontraban en el breve perodo anterior a sus respectivas reuniones, y despus de stas, a fin de escuchar una vez ms al Hermano Dave. Debo decirle que Dave 2 estaba jugando su propio juego. Porque Dave 2 era un parsito de las emociones; las amistades ntimas no le daban ninguna satisfaccin, y slo las buscaba en la medida en que le permitieran obtener a la manera de un pjaro con un pico lascivamente alargado que chupa nctar de una flor un placer intenso e incluso dulcemente ertico chupando el jugo de las partes pudendas en los los de otras personas. Con este fin, induca a cada miembro de todas las parejas que conoca a considerarlo su confidente supremo y absoluto. Lograda esta situacin ideal, Dave 2 alcanzaba su propio y extrao nirvana. Pero en el caso de Carol y Dan las cosas estaban resultando un poco difciles. Por supuesto, ambos estaban dispuestos a confiar en l, pero la naturaleza de sus confidencias no era satisfactoria en absoluto. Los dos se mostraban vagos en cuanto a sus sentimientos, heridas y pasiones. Faltaban por completo los detalles precisos, el quin, dnde, por qu, qu y cundo. Lo que ms deseaba Dave 2 era esta intimidad picante, de modo que, a la manera del jefe de un servicio secreto, decidi emplear a un agente, y con tal objetivo esper en St Simon el da en que Carol iba a asistir a su dcima reunin y le present a Geena. sta era una colega alcohlica en recuperacin, una especie de vieja hippie delgaducha vestida con leotardos negros que ola a pachul que haba caducado haca mucho tiempo. Geena era una cmplice de Dave 2 de los viejos tiempos, tambin sexualmente inactiva y adicta a los deleites de lo que podramos llamar para acuar un neologismo voyeurismo psicoemptico o VPE, para sintetizar. Geena se acerc a Carol balancendose sobre sus ridculos tacones. Carol estaba ayudando a repartir vasos de caf instantneo a los miembros de AA y le choc instantneamente la extraa forma en que la barriga de Geena le sobresala por los costados, como si llevara un almohadn circular colgado de su chaqueta de punto. Le choc eso y tambin el peinado desafiantemente tnico de Geena, que llevaba la totalidad de sus tupidos rizos negros levantados en un solo penacho en lo alto de la cabeza, sujetos por una guirnalda que era una maraa de ambarinas piedras falsas. En principio, la cara de Geena ya era comn y corriente, pero aquellos pelos de rata la volvan completamente olvidable. Hola, soy Geena dijo Geena antes de que Dave 2 tuviera siquiera la oportunidad de presentarlas. Este viejo cagn me habl de ti y le ped que nos presentara, yo tambin tengo pjaros. Tres flechas directo al blanco. Carol quera de verdad a sus pjaros y le gustaban los halagos tanto como al que ms. Pero el verdadero golpe de gracia de Geena haba sido ridiculizar a Dave 2, pues Carol haba comenzado a albergar profundas dudas acerca de l despus de que empez a desvanecerse el primer arrebato de su conversin. Y aunque, evidentemente, aquella burla no tena la intencin de ser peyorativa, dado el contexto, Carol crey detectar sin lugar a dudas cierta malicia oculta. Despus no necesit que insistiera demasiado para acompaar a Geena a su apartamento en Harrow Road; estaba bastante lejos, pero Geena tena coche. Carol se sinti doblemente complacida porque el viaje en auto fue un buen pretexto para hablar de su tema favorito de ese momento: conducir. Desde que empez a tomar lecciones de conduccin la invada un inters irracional por todo lo que tuviese algo que ver con este tema. Ya haba tomado dos lecciones, con un resultado ms que satisfactorio. Al final de la segunda, el instructor se sinti tan relajado que levant los pies de sus pedales y la dej seguir sola por Green Lanes. Eres una conductora nata le dijo y slo el ochenta por ciento del piropo se originaba en su brumoso deseo de tener acceso al lugar donde estaba eso. Geena y Carol hablaron de ese tema todo el trayecto a Harrow Road. Una vez all, conversaron sobre Carol y un poquito sobre Geena. sta se apret las nudosas rodillas cubiertas por los leotardos y se inclin. Estaba flanqueada por mesitas de centro llenas de horribles bibelots, mientras el incienso arda en un rincn. La cara de Geena se hizo toda odos y Carol se sinti forzada a proporcionarle al menos una versin de la verdad acerca de ella y Dan, quiero decir, no acerca de eso. Pero su versin no fue mejor que la que ya tena Dave 2. Como ejercicio de VPE, tuvo que reconocer Geena, el interrogatorio haba sido un fracaso, porque la esencia del VPE consiste en que quienes lo practican se hagan imgenes mentales de los aspectos ms ntimos de la vida de las personas observadas. Un experto en VPE no se dedica a espiar en secreto el acto sexual, sino, sencillamente, a saber qu est ocurriendo. Pero el informe de Carol no acerc a Dave 2 y Geena a esta consumacin devotamente deseada. Lo cierto es que cuando trataron de hacerse una imagen mental de la vida ntima de Dan y Carol, sta sigui siendo tan inexpresivamente bidimensional como un dibujo animado. Al volver a casa, Carol encontr a Dan en la cocina, con aspecto resplandeciente, leyendo la revista de anuncios del barrio. Despus de un partido de squash con Derry en ruta del trabajo a St Simon, Dan senta un agradable hormigueo. Dave 2 se haba visto obligado a retirarse temprano; era la primera noche que no acompaaba a Dan y Carol desde que haban entrado en recuperacin. Dan se haba preguntado si no sera el principio del fin de la preocupacin de Dave 2 por l, pero al terminar la reunin se le haba acercado y le haba dado un fuerte abrazo. Dan volvi a casa con un renovado entusiasmo. De alguna manera, el abrazo de Dave 2 le haba trado un montn de recuerdos. Memorias de entrelazamientos, estiramientos de miembros, suspiros y sonidos lbricos. La reminiscencia sexual fue tan patticamente confusa, que le result difcil dilucidar si eran autnticos recuerdos o meras reminiscencias de haber visto a actores haciendo que fornicaban por el salario mnimo que exige el sindicato. Si pretende usted ser pedante y alusivo, puede decir que el abrazo de Dave 2 fue la magdalena de Dan.
se es su estilo, no?, ser pedante
y alusivo. Pero qu significa eso realmente, excepto que trata de situarse por encima de las gentes sencillas normales y corrientes? Trata de ponerse por encima de ellas con su cerebrito rastrero y de meterles su falito sinuoso cuando no lo ven! Empujndolo por las perneras de sus pantalones mientras viajan en tren agarradas a la correa del vagn! O trata de introducirlo bajo sus faldas mientras les habla en una fiesta! Usted es un ncubo, eso es lo que es, un reptil nocturno, un depredador, un violador. S, eso es, un violador! Jodido! Jodido jodedor! Uf! El odio se haba disuelto en la voz del catedrtico como tinte en el agua. El resabio de su tono flotaba en el compartimiento polvoriento, formando densas ondas agresivas. Me qued atnito. Demasiado atnito para apartarme de sus ojos que parecan ir a salrsele de las rbitas y de su labio retorcido, demasiado atnito para pronunciar palabra. Era evidente que el catedrtico estaba cambiando ante mis propios ojos, y junto con este cambio se produjo una alteracin en la naturaleza de su relato. Empec a darme cuenta de que la historia en si no tena existencia autnoma, que slo era una expresin directa de su propia naturaleza. Y si era necesaria alguna confirmacin de esta hiptesis, se hizo ampliamente explcita en unos segundos, cuando el catedrtico, en lugar de saltar de su asiento y estrangularme, o de metamorfosearse en un ser completamente distinto, retom la historia con los mismos tonos rpidos pero regulares con que haba empezado. Insultarme directamente no le reportaba ninguna satisfaccin o al menos eso cre. Quera que yo sufriera con Dan y Carol.
Dan pas el resto de la velada acostado
en la sala de estar, viendo una repeticin de Doogie Howser MD. Comi algunas patatas fritas de una bolsa que se enorgulleca en ofrecer lo ltimo en sabores: costillas a la vienesa y col lombarda. Arriba, Carol haca lo mismo. Dan se dirigi a su cama individual alrededor de las once y media. Le dio un beso a Carol en la mejilla y le dijo: Buenas noches, amor!. Se acurrucaron simultneamente y apagaron sus respectivas lmparas, exactamente igual que unos durmientes sincronizados. Pero en algn momento de la noche perdieron esta armona inconsciente. Carol, que se haba acostumbrado a dormir con los muslos levemente separados, echada de tres cuartos de costado, sinti que una mano diestra se deslizaba por la parte superior de su muslo, hacia eso. La voz letrgica de Dan, preada de deseo, le susurr al odo: Te parece bien que suba a bordo? 6 De cmo uno se convierte en lo que es
Carol se puso tensa. No, no est bien, he
elegido una expresin desafortunada; sera mejor decir que se qued helada. Estaba tan rgida como si se hubiera congelado. Qu hacer? Se diriga hacia ella la mano de Dan? O hacia eso? Habra sido muy propio de Carol quitarse de encima a Dan en ese momento. Saba que el globo de su ereccin tena tan poca confianza en s mismo que se pinchaba fcilmente. En la lujuria de Dan no haba nada compulsivo. Hubiera podido darle alguna explicacin, aunque habra sido igualmente propio de ella apartase, sin ms. A usted le gustara eso, verdad? Le gustara que Carol se apartara. No creo que quiera afrontar esta mise en scne concreta. Dudo de su capacidad para un autntico VPE. Dudo de su capacidad para soportar las vueltas y revueltas bajo la colcha estampada. Sera demasiado para usted. Una especie de acceso de pcaras ganas de jugar hizo que Carol no se apartara. Es ms, hizo que recibiera la mano indagadora de Dan con la suya y la guiara hacia su pezn l le lami hambriento la oreja, como si con este estmulo pudiera hacer que secretara leche. Dan besuque y resoll, sus labios emitieron pequeos balidos. Su sedoso muslo se desliz encima del de ella, apoy la mano libre en su hombro y, como un marinero que trepa encorvado por un mstil, subi a bordo con asombrosa facilidad. Pero acaso no habla sido siempre as? Retrotraiga su mente al preludio Recuerda aquellos tres empujones rasposos como papel de lija que, accidentalmente, llevaron a Carol a un trmulo orgasmo, a la ms petite de las petites morts? Carol no tena alternativa, y la simple comodidad le aconsej que abriera las piernas. Es lo que hizo, y pese a que el bajo vientre de Dan presionaba su entrepierna, sinti que eso se liberaba de su alojamiento y que esta vez se endureca perceptiblemente. Gracias a Dios, tan horrorosa sensacin preada de ominoso significado se vio al fin eclipsada por la repentina entrada de Dan. Y ahora, la prueba de fuego. Dan daba lengetazos a su hmedo cuello y Carol volvi la cara de costado para mirar el vaso de agua polvorienta de la mesita de noche: saba que estaba en juego su destino. Lo notara Dan? Se dara cuenta? Sera posible que eso no le presionara el pubis? Una cosita nudosa, un hermanito pequeo que se arrima a su hermano mayor. No, Dan no se dio cuenta de nada. Acaso le sorprende? Al fin y al cabo, nunca se haba tomado la molestia de examinar con atencin la zona vaginal de Carol. Nada saba de sus verdaderas formas. Para Dan, esta Amrica, esta Terranova, siempre haba sido trra incgnita. Saba que bajo la vellosa diadema que adornaba a Carol haba un agujero y muy poco ms. Siempre haba dado empujones en un vaco insensible. La sensacin que reciba con la cpula siempre haba sido mecnica como la de un pistn. Tres golpes y eyacular. Cuatro golpes un bogey, cinco golpes el par del recorrido y el hoyo. se fue exactamente el handicap que alcanz Dan en este partido especfico para insistir en nuestra facilona y degradante metfora golfista. A continuacin baj a tierra otra vez con asombrosa facilidad y apret su bolsita un poco mojada y el falo en proceso de ablandamiento contra la parte superior del muslo de Carol. Unas cuantas ternuras susurradas, en agradecimiento por el ordeo liberador, y volvi a su cama individual. Carol permaneci despierta en la oscuridad. El despertador digital resplandeca y ella tambin. Ms que resplandecer: estaba regocijada. S, regocijada, aunque era incapaz de reconocer plenamente el origen, o incluso el contenido, de sus sensaciones. Para Carol era suficiente haber eludido la deteccin, pero en realidad, y que quede absolutamente entre nous, creo que se deba a que cuando eso se endureci y Dan lanz su febril estocada, Carol se la devolvi. S! Levant un poco las caderas del colchn, utilizando la tensin de los resortes para alzarse y no lo sinti deslizarse en el interior de su funda lubricada, no. Todo lo contrario. Fue ella, Carol, quien penetr a Dan, durante un insidioso instante. Fue una sensacin que desapareci tan pronto como la not, brevsima, pero, sin embargo, muy clara.
La maana agita los pies y las manos
(Nauscaa y Polifemo) gesto de orangutn se levanta de las sbanas excitado esta marchita raz de nudos de pelo hendida por debajo y con heridas como ojos esta O oval sembrada de dientes el movimiento en semicrculo de los muslos Como ve, mi memoria para las citas mejora a medida que voy avanzando dijo el catedrtico, hablndome de un modo personal, directamente, y no slo como a un pblico unitario, Eliot, verdad? Detesto su poesa. Era una pila de nervios, un frgido puritano gilipollas. Le tena miedo al coo, no le parece? Pero, en este contexto, de quin era la vagina dentata? O, para plantear la pregunta en lenguaje ms moderno: quin se estaba comiendo a quin? Eliot era un jodido judo. Poca gente lo sabe, pero usted s, verdad? Al da siguiente, Carol fue a su tercera leccin de conducir. Dos das ms tarde, a la cuarta. Al final de la otra semana, su instructor, un chipriota turco, se pas la ua del pulgar por el bigote y confirm lo que ella ya sospechaba. Le digo, seora, que ya puede hacer la prueba, me parece. Carol volvi a sentir regocijo, pero no aquel peligroso regocijo causado por su arremetida del que hemos hablado antes, sino una sensacin ms comn, que en su caso se combin con la penetrante conciencia de una slida y mecnica especie de causalidad en el mundo: pulsa el botn A y ocurrir B. Por supuesto, sera absurdo sugerir que Carol no haba tenido conciencia de esto en el pasado, pero la percepcin de su propio impacto en este estrato del mundo nunca haba sido tan clara y gozosamente intuitiva. Conduciendo el Mini Metro de la escuela, cortando una cebolla, haciendo una compra en una tienda, se senta magnificada por todos estos actos sencillos, senta que su situacin como agente potencialmente eficaz era impulsada y moldeada hasta adquirir forma por todo lo que haca. No obstante, junto con todo esto lleg un tirn como de velero cuando los ganchitos de la voluntad de Carol empezaron a separarse de las pequeas presillas restrictivas de su conciencia. Y a solas, desnuda de la cintura para abajo, empez a bailar delante del espejo. Al principio, simplemente se quedaba de pie frente a l, se bajaba los tejanos o se suba la falda, y adoptaba diversas posturas, de modo casi inconsciente. Pero le haca tanto bien aceptar la presencia de eso, contemplarlo ahora que su propsito empezaba a ser revelado, que muy pronto empez a ejecutar una verdadera danza. Ahora eso era lo bastante grande para menearse un poco si pasaba el peso del cuerpo de un pie al otro dando una especie de pasos de ballet; por cierto, un meneo conduca a otro, y la tensin de eso aumentaba con cada uno de ellos. Carol se par delante del espejo de cuerpo entero que formaba la puerta del armario y observ su incongruencia: asomaba entre los labios cubiertos de vello, desprovisto de la bolsita que quiz deba acompaarlo. Se sent en el borde de la cama y los dedos de ambas manos juguetearon con eso. Ahora tena como mnimo tres o cuatro centmetros de largo. Un cilindro de carne rosa pardusca poda ser retirado hacia atrs desde su puntita, dejando al descubierto un honguito en cuyo centro haba un ojo. Carol lleg a la conclusin de que era un pene.
Ser una mujer con pene en nuestra
sociedad no es precisamente una distincin, verdad? S o no? El catedrtico me estaba poniendo a prueba; evidentemente, yo era un discpulo. No, supongo que no. Supone que no. Por qu supone que no? El tren pas traqueteando por una pequea estacin. Vislumbr un parterre de flores ornamentales, un mozo de cuerda, un cartel oscilante, y luego otra vez la oscuridad. Bueno, supongo que la creciente emancipacin de la mujer a lo largo de este siglo significa que ha adquirido, de manera ms bien metafrica, algunas caractersticas masculinas. Algunas caractersticas sexuales? El tono desagradable se trasluci de nuevo en su voz. Tal vez. Procur parecer intrascendente de una forma que lo dejara contento, con frivolidad. Pero volvi a caer sobre m, implacable. Opino que se queda usted en la superficie. Un error que siempre cometen los jvenes en estas cuestiones. A veces toda su perspectiva del paisaje sexual parece slo un intento por suprimir el Massif Central ginecolgico. Usted habla de un pene metafrico. Yo estoy hablando de un jodido pene en sentido literal, pero usted tiene mierda en lugar de sesos y jodido es decididamente el trmino adecuado en este caso porque estoy hablando de un cipote capaz de follar. Estoy hablando de una esponja firme, elstica y llena de sangre, con una cpula colorada y congestionada que dispara semen, que dispara vida: balas de semen! Dios mo, qu noble visin! Por eso yo prefiero la compaa de los hombres, usted no? Le he preguntado si usted no. Oh, absolutamente. El vnculo masculino no ertico, de eso se trata, no? De eso que suele llamarse camaradera. S, s, es verdad. Y no dira usted que cuanto menos ertico, mejor? Acompa esta ltima aseveracin disfrazada de pregunta con otro siniestro contoneo que empez en su trasero, subi por la columna vertebral y lleg a su pelo castao. Lo paradjico era que a medida que su presencia fsica se volva cada vez ms andrgina, su voz iba ganando tanto en timbre como en profundidad. S dije, cuanto menos ertico, mejor. As es. Nos repatean los tos que dan mordiscos a la almohada mientras levantan el culo, los pajilleros, los maricas que usan grilletes, todas esas tonteras, verdad, precioso mo? Por descontado. Bien. Se palme el muslo haciendo un ruido como el disparo de un fusil y agreg: Entonces, si est preparado, continuar.
Carol descubri que empezaba a
preferir la compaa de los que estaban dotados como ella. Entraba en los pubs y tomaba cerveza en la barra. O coma en tugurios de mala muerte, inclinndose sobre su bocadillo para admirar las partes pudendas ms o menos explcitas de la inexpresiva muchacha del da en la pgina tres de The Sun. Claro que no se senta inclinada a hacer una reivindicacin directa de su sexo comn con los otros parroquianos; comprenda, muy sensatamente, que la mayora de los hombres no sabra cmo reaccionar ante alguien capaz de estar a Dios rogando y al mismo tiempo con el mazo dando. Me encanta el rico vocabulario de nuestra libidinosa charla, y a usted? De cualquier modo, eso no viene al caso, porque Carol no se consideraba del sexo masculino. La verdad sea dicha, nunca se haba sentido encasillada conspicuamente en ninguno de los dos sexos. Las palabritas sensibleras la dejaban fra, y los intentos de Dan por revolcarse con ella le parecan patticos. Carol saba que su pene no la converta en un hombre, pero s la liberaba un poco ms de ser cualquier otra cosa, deshaca aquellas hoscas cadenas y abra aquellos hoscos cerrojos femeninos. Al emporio de la ropa interior, entonces, sin fijarse en menudencias! Carol eligi una pequea tienda de la calle mayor, donde tena la certeza de que la atendera un dependiente. Se enzarz en una charla conspiratoria sobre cmo le sentara a Dan. No tuvo que simular demasiado, porque la querida cinturita de Dan era casi tan insignificante como la suya. As que al da siguiente tena el vestuario adecuado para sus representaciones teatrales en el dormitorio. Pos e hizo piruetas de un lado a otro, aunque, lamentablemente, no llenaba ni la ms chica de las bolsitas pespunteadas de los ms apretados calzoncillos italianos. Tir hacia abajo el elstico de la cintura y juguete con su novsimo miembro. Apretando y aflojando las nalgas logr hacerse una idea interna muscular, acerca del desarrollo de los que sin duda tenan que ser sus nuevos msculos para hacer pis. Carol tena una lcida conciencia de que en breve estara en condiciones de producir los efectos ms espectaculares mientras meaba. Naturalmente, el concepto propiamente dicho era incipiente, pero tena una premonicin del ms trivial y sin embargo ms gozoso de los pasatiempos exclusivamente masculinos. Es decir: dirigir el chorro. Pero qu haba de la otra funcin a la que estaba destinada aquella reciente adquisicin? Bueno, las cosas no parecan estar an lo bastante bien desarrolladas para que se mostrara efectivo aunque quiz no fuera as. Entretanto, Dan se esforzaba por perseverar. Una vez ms en la va rpida, en el camino ascendente a la direccin del grupo de diseo de la agencia, jugaba regularmente a squash con Barry. Al atardecer iba a St Simon con Dave 2. Algunas veces iba ms lejos, en autobs, a otras reuniones. En ocasiones Dave 2 lo acompaaba a esas reuniones, ansioso por or las palabras de otros videntes suburbanos, aunque casi siempre iba solo. Dan comprendi que Dave 2 lo estaba estimulando poco a poco a que se hiciera una posicin en AA, para que se convirtiera en miembro de la comunidad por derecho propio. Estaba seguro, porque Dave 2 se lo haba dicho sin ambages. Mi querido Dan dijo con su voz gutural, me siento como un padre para ti, y quiz sta sea una relacin demasiado ntima para nosotros en nuestra condicin de alcohlicos en recuperacin. Tenemos que soltarnos un poco mutuamente. T debes aprender a desenvolverte solo, buscar a quien apadrinar, como hice yo. Dave 2 se refera a la prctica de AA por la cual los miembros que llevaban ms tiempo siendo abstemios establecan una relacin teraputica mutua con alguno de sus colegas exborrachines ms jvenes. Dan acept esta amigable separacin. No tena opcin, y adems era incapaz de resistirse. Pero en el fondo de su sensible corazn, incluso cuando slo se separaba de Dave 2 una noche, se senta abandonado.
Ahora no empiece a mostrarse
compasivo con Dave 2. No se deje llevar por la falacia de imaginar que de alguna forma yo he juzgado o interpretado mal a Dave 2 y que no le inform bien acerca de l, intencionadamente o no. En este final no hay ninguna mano oculta, ningn narrador al acecho en las sombras. Lo que le digo es la pura verdad. Allah Akbar, me entiende? Soy un hombre de Dios. Digo la verdad, la verdad de Dios. No hay otro Dios ms que Dios. El catedrtico pronunci estas frases islmicas con la cadencia melodiosa de un evolu del Sahel. Despus volvi al papel que, debo reconocer, yo haba definido para l y pregunt a su discpulo: Por qu esto parece tautolgico? Pero sigui adelante y respondi a su propia pregunta. Si reflexionamos acerca de la nocin islmica de la historia, vemos un proceso de evolucin social anlogo al concepto hegeliano del Espritu del Mundo. No obstante, mientras para Hegel el deus era demasiado ex, para los musulmanes el Espritu del Mundo y el Mundo son aproximadamente lo mismo. As, vemos una espiral cosmolgica: mientras el macho del progreso pugna por introducir su miembro a travs de las formas y los cambios sociales, se lo est metiendo a s mismo por detrs.
No, no. Escuche la verdad: Dave 2 ya
haba metido sus pecosas garras en otro escenario que consideraba muchsimo ms jugoso que el matrimonio de Dan y Carol. Una joven de slo diecinueve aos haba puesto precozmente tantas esperanzas en la cerveza Lamot, que se encontr en St Simon con muchos incidentes entretenidos para contar. Unas semanas ms tarde se larg con un gals, miembro ocasional del grupo, que haba sido obrero del acero, canijo como un pigmeo aunque de singular belleza. Hubo muchos dimes y diretes a causa de este asunto, as como encuentros en cafs, pues el grupo se dividi en facciones enemigas, cada una de las cuales acusaba a la otra de graves errores, tanto teraputicos como morales. Dave 2 estaba en su elemento, escuchando todas las versiones. Se agarraba a ellas como si fuesen largos hilos que colgaran arrastrndose de heridas emocionales apenas hilvanadas. Dave 2 esperaba, esperaba para pegar un tirn del hilo. Y Carol? Nuestra pequea y querida Carol todava asista a las reuniones de AA, pero, afortunadamente, liberada de las atenciones del equipo de VPE, Dave 2 y Geena. Afortunadamente quin puede saberlo? Quin puede sealar el punto preciso en que lo malo se vuelve decididamente peor? Y quin puede introducirse en una mente que, adems de estar hecha un mar de dudas, se encuentra bajo la presin de un intenso deseo secreto? Digo secreto, pero en realidad debera decir que era ms que eso. Lo que Carol senta era, bueno, inexpresable. Pero adivine qu hizo despus. Bien, ahora Carol estaba absolutamente segura de su dominio sobre la mente de Dan, pero an senta que el cuerpo de su marido poda presentar algunos inconvenientes. De modo que tambin ella busc otra vez la cerveza Lamot. 7 La cerveza de Lamot
Existen ciertos establecimientos
autorizados a vender bebidas alcohlicas cuyo consumo est prohibido en el local que, aunque siempre se hallan absoluta e inmaculadamente limpios, estn saturados de espirales de humo de tabaco que flotan en el interior, tan disecadas y rgidas como zurullos de perro secos. En dichos establecimientos el propietario se encuentra invariablemente detrs de la caja registradora, ms tieso que un poste, con la colilla del puro humeando en su boca, y quiz con el cadver de su predecesor todava humeante en el cenicero de hojalata del mostrador. La mayora de los dueos de estos lugares llevan chaquetas de punto, se ponen brillantina en el cabello y son miembros de alguna asociacin filantrpica. Son hombres de aire grave, que suelen tener un reloj de bolsillo para las ocasiones en que han de vestir traje con chaleco. Aos de desfiles en conmemoracin del armisticio de 1918 hacen que caminen muy erguidos; por otro lado, aos de envidia y resentimiento redondearon sus hombros. Y, cuando envejecen, aos de Lamot tienden a hacer que los capilares estallen como minas en sus rostros, que con frecuencia estn tensos como puos apretados en un gesto de dolorida desaprobacin. Uno siempre toma a estos hombres por los propietarios porque lo parecen. Y, realmente, se es su objetivo. Quieren que uno olvide el nombre de la cadena que figura en la fachada y cometa el error garrafal de preguntarle por los negocios. Una seleccin de frases desafortunadas para pegar la hebra con ellos podra ser: 1. Cmo va el negocio? 2. Se nota la crisis? 3. Las cosas no van como antes, verdad? 4. Hay poca gente hoy, no?
Y as sucesivamente. El puro nunca
se separa de la boca, la mano permanece sobre el mostrador. La boca se abre y suelta una montona y cansina letana de motivos de queja. Uno de esos locales era el que frecuentaban Dan y Carol. El encargado un tal Wiggins y su esposa, que tambin se llamaba Carol (la llamaremos la Carol Madura, para distinguirla de nuestra Carol), haban sido siempre firmes aliados de Dan en su lucha por consumir alcohol. Ted Wiggins bajaba incluso de la tarima de su caja registradora y mantena abierta la puerta para que pasaran Dan o Carol tambalendose, cargados con las tpicas latas de color azul y plateado que contenan su brebaje favorito. Muy a menudo, Gary, Barry, Gerry, Derry o Dave 1 acompaaban a Dan al local de Wiggins, y en esas ocasiones solan comprar tambin botellas de Dewars o White Horse. Adems del surtido normal, los Wiggins tenan una amplia seleccin de los brebajes ms baratos del mercado, productos especialmente envasados para alcohlicos, y con nombres tambin pensados para ellos: cervezas almibaradas, elaboradas en las vastas cubas de acero de East Midlands, jerez de cocina filipino vuelto a etiquetar, Riesling yugoslavo con residuos de la guerra txica y otros vinos dulces de lugares amargos. Este ltimo sector de la inmaculadamente limpia tienda estaba a cargo de la Carol Madura, era su reino. Ted estaba sobre su tarima, la Carol Madura detrs de una puerta de madera contrachapada sin pintar, pero impecable. Cada vez que alguien vagaba por esa parte del local, la Carol Madura sala por la puerta con un aspecto muy parecido al del perro de plstico que haba encima del cepillo para colectas caritativas que tena Ted junto a la caja registradora, como si esperara que le dieran una limosna de dos peniques. Interceptaba a los alcohlicos andrajosos, por roosos, malcarados o potencialmente violentos que fuesen, con decidida firmeza: Fuera! Tienes la entrada prohibida en este local!, chillaba. Si vuelvo a verte por aqu, llamar a la polica, fuera!. Siempre pareca probable que agregara: ste es un barrio respetable. Aunque, si hemos de decir la verdad, ninguna zona de Londres es del todo respetable. Incluso all, en lo alto de una colina, entre villas eduardianas con su mampostera griscea y sus araucarias, se infiltraban chorizos, pcaros, vagabundos e individuos de la peor calaa. Mendigos incalificables con dos chaquetas viejas y botas sujetas con cuerdas de nylon. Jvenes criados a base de alcaloides e inhalaciones regulares de pegamento, que haban conseguido llegar a la edad adulta con extensas lagunas en la mente. Aparcaban sus coches moribundos y abollados en un terreno baldo junto a la va frrea abandonada e iban en busca de la cerveza de Lamot. Pero all los ponan de patitas en la calle. Por otro lado, cualquiera que le pareciese, aunque slo fuera superficialmente, respetable a la Carol Madura, era recibido por ella con los brazos cruzados y una chchara implacable que manaba en un murmullo opaco entre sus dientes postizos amarillos. Haca tiempo que Dan era fiel del templo de sedantes a bajo precio de la Carol Madura. Muchas veces se haba dicho para sus adentros cunto le gustaba aquel joven de gustos tan diversos, porque Dan era capaz de beber cualquier cosa, recorra todo el camino de ida y vuelta desde un Chteau Haut Brion hasta la Emu Export. Por eso, cuando pasaron tres das seguidos sin que apareciera, la Carol Madura no pudo menos que expresar su preocupacin. Padre dijo, hace tiempo que no viene por aqu aquel joven tan agradable, el diseador. Siempre se diriga a Ted Wiggins llamndolo Padre, aunque la nica criatura que lograron criar era un terrier bastante ladrador y que tena la mala costumbre de hacer sus necesidades en el impecable linleo. Su marido gru sin comprometerse. Como la mayora de sus colegas, Ted Wiggins no habra dado ni una miserable gota de licor por Dan, pero, en cambio, habra dado una caja de bolsas de patatas fritas con tal de tocarle el culo a su joven y esbelta mujer. Carol produca esa reaccin en los hombres. Como ya he dicho, posea esa belleza provinciana inglesa sencilla y humilde capaz de estimular hasta a un bfalo tan viejo como Ted Wiggins a imaginar que poda meter sus flacas piernas entre las no menos flacas de ella. Pero la inquietud de la Carol Madura por la ausencia de Dan y su tocaya era mucho ms prosaica. En un barrio donde una clase alta en decadencia se mezclaba con gente imbuida de las nuevas ideas acerca de lo que es una vida saludable, los seres como Dan eran, con mucho, sus mejores clientes. Dele usted a la Carol Madura un borrachn, de la clase que sea, y la tendr contenta durante meses. Como un viejo drogadicto o una marchita alcahueta, camelaba a las viudas bebedoras de jerez y a los empleados de agencias de viaje bebedores de vino. Dan haba sido su proteg ms prometedor. Ms o menos quince das despus, Carol pas por el local, aparentemente por casualidad, y Ted Wiggins la hizo entrar. Hace siglos que no la veo le grit a travs de la puerta entreabierta y llena de adhesivos, tan ansioso como estaba por detener aquella visin que llevaba puesto un impermeable de los que ofreca a sus lectores el Mail on Sunday. Ella entr y explic lo que haba ocurrido. La Carol Madura hizo su aparicin por la puerta contrachapada y, tras avanzar hasta los expositores circulares del centro de la tienda lmite mximo de su feudo, se tranquiliz cuando Carol les cont que ahora Dan era miembro de Alcohlicos Annimos. La Carol Madura conoca muy bien todo lo referente a AA, pero consideraba a esta institucin como competidora y haca caso omiso de su dogma. En lo que a ella se refera, AA atrapaba gargantas sedientas, gargantas que necesitaban y merecan saciarse. Por lo tanto, la Carol Madura mantuvo la boca cerrada y nuestra Carol se fue. Pero la Carol Madura saba que los dos volveran. Retorci la pulsera de cobre que rodeaba su mueca pegajosa y lo dese con todas sus fuerzas. De manera que no es de extraar que Carol eligiese el local de los Wiggins como el lugar ms lgico para buscar la cerveza Lamot. Para ella, despus de haber vivido dos aos en Muswell Hill, era una segunda naturaleza encaminarse hacia all por Fortune Green Road hasta el inicio de la serie de comercios que llevaban al Quadrant. Cuando lleg al paraso de los bebedores lo encontr igual que siempre, en la esquina, ofreciendo sus escaparates acristalados a las dos avenidas. En esta ocasin, mientras Carol entraba por una puerta, su tocaya sala por la otra en acalorada persecucin de uno de aquellos jvenes vagabundos de aspecto idiotizado. Fuera de aqu! gritaba la bruja . No vuelvas por aqu, si vuelvo a verte por este barrio, llamar a la polica! El vagabundo haca eses en la calle y la mir con una expresin de perplejidad que en cuestin de segundos dej paso a otra de brutal irresponsabilidad. La Carol Madura lo haba pescado con la guardia baja y por eso haba podido echarlo con cajas destempladas. Pero el muchacho haba recuperado su sangre fra. Entretanto, Carol permaneca junto a Ted Wiggins; los dos estaban paralizados, observando la escena enmarcada por el escaparate como si la proyectaran desde detrs de ellos y hubiesen pagado para verla. Aunque apenas recin acostumbrada a apoyarse al desgaire de costado sobre un mostrador con una mano en el bolsillo de los tejanos, Carol se haba graduado con rapidez digna de elogio en el uso de sus dedos como instrumento con el que zarandear, tironear y agarrarse el pene. A los hombres les gusta hacer eso, verdad? Les gusta agarrarse el aparato. Es como chuparse genitalmente el pulgar. Zarandear al viejo amigo en su alojamiento de un sesenta y cinco por ciento de algodn no produce, en realidad, un placer sexual, se parece ms a mantener el cuentarrevoluciones sensual a una marcha constante de unas diez mil revoluciones. Pero, de alguna manera, Ted Wiggins percibi la excitacin de Carol, una excitacin que hizo subir el cuentarrevoluciones mientras el vagabundo que se enfrentaba con la Carol Madura sacaba su cipote un inslito ejemplar, reluciente y largo como el mango de un piolet y soltaba una meada humeante en la calle otoal. Wiggins aprovech la distraccin. Despus no pudo explicarse claramente por qu lo hizo. S, era sabido que les haba metido mano a algunas mujeres, en general sirvientas o extranjeras, pero no se consideraba a s mismo un acosador sexual propiamente dicho, slo un aficionado. Tal vez estaba desesperado. Desesperado al comprender que nunca provocara una respuesta sexual en Carol, que l ni siquiera resultaba tan interesante como aquel repugnante espectculo. Y, dado que el espectculo era cortesa de la empresa que diriga, quiz lleg a la conclusin de que tena derecho a sacar algn provecho. Baj de la tarima y se acerc furtivamente a Carol por detrs. Afuera no haba desenlace a la vista. Lejos de sentirse intimidada o asqueada por el chorro crepitante, la Carol Madura soltaba ms insultos. El perplejo individuo se tambale y volvi a enderezarse bajo el bombardeo verbal, aunque no sin que un arco de orina txica regara el escaparate y sus pantalones. Desde atrs, Ted Wiggins insert suavemente su mano entre los clidos tubos de tela tejana que enfundaban los muslos de Carol. El hombre se qued helado por un instante mientras se vea mentalmente ante un tribunal que dictaba sentencia, pero luego estir la mano y aferr el pene de Carol. Wiggins tena la intencin de tropezar simultneamente con ella para despus afirmar que haba sido un accidente, que haba cado contra ella en su prisa por intervenir en la escena que se desarrollaba en la calle. Pero lo que ocurri a continuacin estuvo totalmente determinado por Carol y sus reflejos cada vez ms acelerados. Al notar que su pene estaba amenazado, Carol agarr una botella de Emva Cream que algn cliente haba puesto sobre el mostrador y, girando sobre los talones, atest a Ted Wiggins un golpe con efecto en un costado de la cabeza. Tanta fue la fuerza del golpe, que la inercia llev la botella hasta el revestimiento de acero de la sagrada caja registradora, donde se hizo trizas gloriosamente. Cualquiera pensara que este incidente explosivo y pegajoso debera haber provocado la precipitada salida de Carol por la puerta mientras Wiggins yaca mareado en el linleo, con crujientes patatas fritas desparramadas alrededor de sus orejas. Pero no fue as. Carol sinti un acceso de flema tan palpable que casi carraspe y se mantuvo en sus trece. El destrozo de la botella, claramente audible afuera, haba dado al vagabundo la oportunidad de echar a andar y encaminarse hacia Ally Pally, tropezando con los coches aparcados. La Carol Madura entr disparada en el local. Qu coo pasa? exclam, al ver cado a su marido. Tropez con el mostrador cuando trataba de ir a ayudarla explic Carol, que trat desesperadamente de parecer muy impresionada por lo ocurrido. Las dos estaban de pie y mirando a Wiggins, quien lentamente y con mucho esfuerzo se arrodill y sacudi la cabeza como un viejo perro pastor. Las miradas de ambas Carol se encontraron sobre la columna vertebral desplomada del pesado vinatero, y hubo una gran complicidad en ese contacto visual, lo que significaba que la versin de Carol sobre los acontecimientos quedaba asentada y no discutida por ninguna de las partes implicadas. No discutida de momento, quiero decir. Aaay! Mierda! dijo Wiggins; evidentemente ya estaba bien. Durante la Segunda Guerra Mundial se le haba cado en la cabeza una caja de Klim cuando vigilaba un almacn de intendencia en Acton. Ted Wiggins haba dejado de fumar apenas treinta segundos; los Wiggins tenan la cabeza dura. Cuando se recuper lo suficiente para levantarse, su mujer lo mand con una anmica dependienta de la tienda de al lado para que le vendaran la herida en el hospital. Por supuesto, le hubiera gustado acompaarlo personalmente, pero tena que cuidar el local. Fue una suerte que se quedara, porque en cuanto Ted se fue hizo una de las ventas ms grandes de su vida. Carol revolote por el linleo a cuadros de un lado a otro de la tienda, bajando y subiendo las manos para alcanzar botellas y latas. En el ancho mostrador todava sometido a fregados y rociados con ambientador para eliminar el dulce olor del violento xito de Carol las aline en una falange ordenada: primero las cervezas estilo Pilsen, checoslovacas, alemanas, austracas, y las variedades de elaboracin nacional; despus las esotricas: Elephant, de Dinamarca; Wildebeeste, de la Repblica de Sudfrica; Simptico y Sol, de Mxico; alguna Gulder nigeriana, unas pocas latas plateadas, ms altas de lo normal, de la Sapporo japonesa. Eligi incluso un cartn de cuatro de una cerveza muy oscura marca Black Mambo, elaborada en Mauritania y que nadie, por lo que recordara la Carol Madura, haba comprado antes. Encima de las esotricas, Carol apil una pirmide achaparrada de productos destinados a sectores reducidos de la sociedad, como minoras tnicas, alcohlicos incipientes y alcohlicos empedernidos. Las cervezas de este sector, empalagosas y de fuerte graduacin, llevaban nombres como Negra Radical y Refugio Seguro. Carol saba que Dan era especialmente fantico de una que se llamaba Premier Class y vena presentada en una lata cobriza decorada con un grande y barroco escudo de armas; debajo figuraba el lema de la casa real inglesa: Honi soit qui mal y pense. Antes de que lo piense usted, permtame decirle que el cervecero que la fabricaba no era consciente de lo que esto tena de irnico. Despus de las esotricas y de los sedantes lquidos para pobres, Carol volvi al terreno ms conocido y se dio un garbeo por lo que pareca el Asgard, el Olimpo de los dioses de la mitologa escandinava, a juzgar por la fruicin con que sus nombres han sido adoptados como marcas por los investigadores de mercado de las fbricas de cerveza de East Middlands. De esta zona Carol sac las latas verdes de Odn, las feroces latas anaranjadas de Wotan, las iridiscentes botellas malva de Brunilda, una damajuana de plstico de Loki y naturalmente montones de cerveza Lamot. La cuenta total super las cien libras. La Carol Madura hizo tintinear la cifra en la mquina registradora; la impresora automtica pic y expuls la larga lengua de rana que era el recibo. Carol volvi a casa en taxi. 8 La manga pastelera
A salvo en casa, Carol se cambi los
tejanos manchados de jerez y se dispuso a esconder la cerveza. No quera ocultarla simplemente, lo cual habra sido bastante fcil, porque durante la semana Dan no prestaba atencin a nada, salvo a lo superficial. No, Carol quera que toda la cerveza quedara fuera de la vista pero al alcance de la mano. La escondi de modo que desde cualquier lugar de la casita tuviera acceso inmediato a alguna de las numerosas y variadas bebidas alcohlicas que haba comprado. Y lo logr con un arte excepcional. La cerveza estaba escondida, la casita limpia. Carol mir el reloj elctrico de la cocina; faltaban dos horas para que Dan volviese del trabajo. Sac unos bistecs del congelador y los dej sobre la encimera para que se descongelaran. Puso la tetera al fuego y se sent en uno de los bancos de pino barnizado que bordeaban las paredes de la cocina. Examin a fondo el tablero de corcho con su capa de postales, tanto profanas como devotas. Pero ahora ninguna de las dos especies significaba nada para ella. La silenciosa casita le pareca presurizada, como si en aquella tranquila tarde otoal estuviese a punto de ser bajada a la fosa de las Marianas: una batisfera para vivir. Desliz una de sus finas manos por el regazo del vestido y la observ apoyada all: por alguna razn le pareci ridculamente arbitraria, como si slo fuera uno de la serie de posibles accesorios de la mueca que ella pudiera quitar y meter a voluntad. El reloj elctrico zumbaba subsnicamente. La mano baj la cuesta de la tela, y tir del dobladillo. El tren traquete al cruzar un pequeo puente y volvi a disminuir la velocidad. Pens nebulosamente que aqulla poda ser una oportunidad para abandonar al catedrtico. No me molestaba la idea de esperar el tren siguiente en una letrgica estacin. No me interesaba la idea que del horror tena el catedrtico, y senta que le estaba dando un innecesario tinte intelectual a su srdido relato citando a Roethke. Era verdad: no estaba sediento por conocer el desenlace. Lament que Dan y Carol no estuviesen muertos, inanes, desconstruidos o, mejor an, que nunca hubiesen sido construidos. Me incorpor por primera vez desde que el catedrtico haba empezado a hablar, y me sent mucho mejor. Yo era alto y l bajo. Ahora, de pie delante de l, vi que se estaba quedando calvo. El hecho de levantarme tambin rompi la atmsfera cada vez ms enrarecida del compartimiento. Mientras estuve sentado, me haba sentido intimidado y encogido. Casi me haba convencido de que aquel hombre estaba loco. Esperaba algn tipo de estallido por su parte cuando me incorpor por ejemplo, que se pusiera agresivo inmediatamente, pero guard silencio. El tren se desliz hasta parar. La ventanilla estaba a medias abierta me asom hacia el tibio polen de la noche y encontr la manija de la puerta. Estaba en un tris de bajar del compartimiento cuando apareci un ferroviario abajo, a un costado de la va. Tena en la mano un farol de seales con la luz verde y la roja iluminadas. Si yo fuese usted, no me bajara aqu, seor. Tena el acento gutural del oeste y cara de caballo. Su cabeza estaba coronada por una aureola de pelo rojizo al estilo de un anillo de Saturno. Levant la vista para mirarme con sinceros ojos serviciales y sigui hablando. El tren slo se ha detenido para tomar agua, volver a partir enseguida, en cuanto subamos el vapor. Antes de que yo tuviese tiempo de analizar estos anacronismos, una mano me tir de la manga de la chaqueta. Venga! Sintese! Quiero contarle el resto de la historia. Obedec. El ferroviario cerr la puerta, o el ascenso y descenso de un silbato, el tren arranc otra vez en medio de la oscuridad cerrada. Se produjo un cambio en mi interior. Tuve la impresin de que algo haba cedido, de que algn revestimiento membranoso se haba roto. Sacud la cabeza de un lado a otro, vigorosamente, y sent que las puntas de los pelos me aleteaban contra las mejillas y la frente. Pero incluso mientras volva a hundirme en el asiento afelpado y dejaba que amainara la nevisca dorada de motas en la retina, supe que la cosa no haba funcionado: yo segua en el vagn, el catedrtico continuaba sentado frente a m. Ni lo intente dijo: el mutante me estaba leyendo los pensamientos. Usted, muchacho, es un coleccionista literario, colecciona las narraciones que le cuentan en los trenes. Nada ms y nada menos. Pero, como ve, se cay de la plataforma. Tiene el anorak desgarrado y sucio, sus zapatillas deportivas estn rotas y ha perdido el cuaderno donde toma sus notas. Est trastabillando mientras cruza las vas de Clapham Junction, que, como sabe, es el ms amplio cruce narrativo de toda Europa. Si no se cuida, algn relato puramente local, alguna historia de gentes que van y vienen del trabajo a casa, lo arruinar, lo partir en dos, finalmente separar su dilogo de su caracterizacin. De-modo-que-ni-lo- intente. Que no intente qu? Que no intente degradarme de esa manera. Es algo indecoroso, vil. Mi realidad no debera meterse en una de esas cestas de plstico que usan en las lavanderas y ser zarandeada as. Me reservo el derecho a ser el personaje central, a ser tanto el protagonista como el antagonista. La voz del catedrtico cobr velocidad al mismo tiempo que el tren. Se las estaba arreglando una vez ms para marginarme. Es mejor viajar esperanzadamente que llegar. No est de acuerdo con eso? Lo est? Yo s. Y lo que esta cita nos dice acerca del valor de la expectativa puede aplicarse a todos los campos de nuestra vida, verdad? Tambin pienso que esa cita Dicho sea de paso, de quin es? No puedo recordarlo Pienso que esa cita nos dice algo sobre el valor de una buena narrativa, no? Apunta a los valores positivos de narrar una historia. Por supuesto, toda historia exige un colofn, aunque ste no debera imponerse al ncleo del relato. La verdad es que desprecio vagamente las oblicuas y distorsionantes innovaciones de lo moderno Usted no? Me gustan las cosas directas. Me gusta que una historia me diga nada ms y nada menos que lo que pretende el autor. No ando buscando significados ocultos, no trato de escarbar la superficie de las cosas fingiendo descubrir una subestructura psicolgica que en realidad he puesto all yo mismo a fuerza de artimaas mentales. Me gusta llamar al pan pan y al vino vino o chorizo al chorizo, o negro de mierda al negro de mierda o cerdo al to que arremete con su enorme pija congestionada y purprea contra el ano estrecho, resistente y sangrante de una pobre chica bonita, blanca y pura como una flor. Un ser inocente que acaba de tomar la primera comunin, con el vestido y la ropa interior perfumados con lavanda. Diantre, me dan ganas de vomitar! Uf! Vi que, literalmente, volva a tragarse la vomitera que le haba subido por la garganta. As pues, se quedar con nosotros hasta el final de esta historia, verdad, mi querido amigo? Lo har, mi preciosa joyita? Por favor? Su cara de beb envejecido se arrug con una sonrisa enfermiza y volvi a relajarse con un automatismo de mueca. Qu dulce bombn!
La mano de Carol, como decamos, tir
una vez ms del dobladillo, levant toda la campana que formaba la parte baja del vestido, y lo subi crujiente hasta la cintura, mientras segua sentada en el banco. Sus muslos carnosos hacan un sndwich con la blusa y la ropa interior como si fueran gruesos ptalos fungosos en una prensa transparente. Carol baj los muslos y las liber. Llevaba unos pequeos calzoncillos del tipo tanga que se tensaban formando una pequea tienda de campaa sobre su pubis, aunque todava no colgaba debajo una bolsa satisfactoria. Esto es lo que pens Carol al verse reflejada de cintura para abajo como en un espejo en la puerta de cristal del mueble para el equipo de msica que haba construido Dan. Se movi por las habitaciones contoneando las caderas y balanceando las piernas a cada lado, con las nalgas centradas. Se apoy en el vano de la puerta y trat de dar unos cuantos puetazos al aire con displicencia. Desde fuera de la casita lleg el sonido de los pesados contenedores rodantes con los detritos de Melrose Mansions al pasar el camin de la basura. Carol se qued inmvil. Al fin y al cabo, no tengo de qu avergonzarme, no es culpa ma. Y tal vez me encontraran atractiva, me apostara algo que todos ellos han soado con encontrar a una mujer como yo, una mujer con este detalle extra que los haga sentir realmente a sus anchas. Los calzoncillos cayeron hasta sus tobillos y Carol se qued tal como la naturaleza la ech al mundo. Tom el pene en la mano; era pequeo, insignificante, de un tono rosa pardusco. Lo mir y pens: Y por esto tanto alboroto? Pero en ese momento empez a henchirse, hincharse, inflarse. Qu magnfico espectculo! Porque no se irgui de forma desgarbada, no hubo nada mecnico en su repentino crecimiento, nada rgido. Mas bien, como la imagen de una flor abrindose en una pelcula, el pene creci de una sola vez, moviendo todas sus partes simultneamente, en concierto, en armona. Se despleg, estirndose hacia el sol. Se elev en toda su delgada y flexible longitud de tal modo que la tersa piel que lo cubra se volvi tensa, aterciopelada. Y cuando apareci el glande palpitante y dando breves sacudidas, con una lgrima de semen en su ojo hendido, Carol sinti una oleada de jbilo. Apret las nalgas y se inclin hacia atrs sobre los talones. Hay gente que dice que el pene es algo feo, uno de los fallos creativos de Dios. Esas personas hacen comparaciones entre su exterioridad colgante y el pulcro diseo del aparato genital femenino. Malditas sean esas mentes llenas de envidia! Nosotros conocemos bien sus labios colgantes, sus cltoris cetceos y sus olores a Moby Dick! Oh, el falo de Carol! Podra escribir un poema sobre l! El pene es una cosa poderosa, una slida vara pletrica de fluidos vitales Un momento! Percibo algo, muchachito mo. Siento que mientras describo las glorias del novsimo miembro usted piensa cosas muy distintas, interpreta de un modo que no debe lo que digo. No es as, amigo mo? Mi pequeo aldeano, somos muy cultos, verdad? Le dije que no con vehemencia. Me alegro, porque abrigo la esperanza, por su bien, de que est considerando el pene de Carol simplemente como lo que es. Espero que no est deduciendo significados ni smbolos del pene de Carol. Espero que no se le ocurra emprender ningn anlisis retorcido de esta historia en su brillante mente enferma. Y sabe muy bien que cuando digo brillante no trato de camelarlo, verdad, encanto? Slo un marica hara eso y balbuceara amanerado que hay que serlo para saber quin lo es. No es as. A veces uno ni siquiera sabe de quin es el cipote hasta el momento en que siente la arremetida de su ardiente capullo contra su seco esfnter Por lo menos, as me lo han contado
Carol pas los dedos a lo largo de la
vara de obsidiana. Est otra vez de pie en su azulejado patio de fantasa. Una fuente juguetea en una taza de piedra, a su alrededor hay columnas acanaladas. De algn lado llega el leve sonido de una guitarra flamenca delicadamente rasgueada. Detrs de una de las columnas, caminando con pies ligeros calzados con botas camperas, aparece una figura elegante y esbelta con chaquetilla negra y pantalones ajustados. El hombre es increblemente apuesto, con rasgos de pura sangre. Coge el brazo a Carol y la gua hasta un divn tapizado con finsimas telas persas. All se desnuda y la desnuda, sin dejar en ningn momento de acariciar con manos finas y ahusadas el cuerpo terso de ella, detenindose en el pene, el cltoris, los pezones, la vagina. Ahora Carol realmente se estaba masturbando. Con una mano empujaba hacia atrs y adelante la piel de su pene, mientras tena la otra en el cltoris. El divn del ensueo corresponda al sof nido de la sala de estar. Fue all donde el hidalgo empez a follrsela, pasando con rapidez de sinuosas inserciones a una serie aparentemente infinita de descargas de impulsos gorgoteantes, cada uno de los cuales daba la impresin de columpiarse en el borde, como la vagoneta de una montaa rusa en la cima de su curso, antes de lanzarse a explorar y avivar las llamas de su cltoris. Aaah! Aaaahhh! Muy bonito, verdad? Pero le dir, joyita ma, que algo curioso estaba ocurriendo en la joyita de Carol. Por supuesto, ahora ella inclinaba y mova las caderas; tendida de espaldas y reclinada en la clida tapicera del sof, aprovech que ste la acariciaba como una esponja para realzar su placer. Pero fue algo ms que empujar mientras era empujada (aunque sta era por s misma una de las innovaciones que le haba aportado a Carol el deleite de la masturbacin). S, algo ms. Se haban cambiado las tornas. El cilindro se estaba transformando en pistn. Y mientras senta las dulces conmociones del orgasmo en el abismo profundo de su lomo, Carol se dio cuenta de que estaba follando al tiempo que era follada, que estaba dentro del hidalgo con la misma certidumbre con que l estaba en su interior. Carol eyacul con chasqueantes y ardientes salpicaduras de semen, que salieron disparadas de su tercer ojo y cayeron en las fundas de los almohadones, en la alfombra, en sus muslos tersos y sin vello. Hundi una ua escarlata en el viscoso fluido color madreperla y se la llev a los labios. Ajaj! Di-vi-no. Salado y a la vez dulce, de una textura inalcanzable por los mejores y ms famosos cocineros expertos en la preparacin de salsas. Carol estaba extasiada. Permaneci un momento echada, rebosante, bellamente relajada, con la mente despejada y ms vaca an que de costumbre Despus, recuperando su sentido prctico, se limpi con un trozo de papel higinico. Se puso el tanga, medias y una falda, arregl un poco la sala de estar y se sent a esperar el regreso de su marido.
Henry James slo tena medio
pene. Poca gente lo sabe. El pobre hombre lo perdi yendo tras un coche de bomberos en un intento por colaborar como aficionado en la extincin de un incendio en su Boston natal. Tropez y cay bajo los cascos de los caballos, de los que sali plido y medio eunuco. Lo llevaron a su casa, junto a su excepcional familia, sobre un tabln. Su hermano, William, mir al pobre Henry; el hombre se concentr en la mancha sangrienta que cubra los pantalones de montar de Henry y desafi a Dios, fuera quien fuese, a que reparara a su hermano y volviera a dejarlo entero. Estaba rezando por todos nosotros, entindalo: conoca a su hermano. Saba que slo podamos esperar una serie de novelas densas y ampulosas, sustitutos del pene. Como el pobre Henry ya no pudo tirarse a nadie, resolvi follrsenos a todos con sus serpentinas oraciones que se desenroscan en el interior de nuestra mente como penes infinitamente largos. Henry James y Mijail Bakunin, el otro gran eunuco decimonnico que enseguida nos viene a la mente. Bakunin en las barricadas de 1848, con el estoque en la mano. Bakunin en la reunin inaugural de la Primera Internacional, golpeando la mesa y dividiendo al movimiento obrero para toda la eternidad; en ningn momento fue una hombra orgullosa la que daba golpes al atril de madera para subrayar sus palabras, all no haba nada. Die Lust der Zerstrung ist zugleich eine scheffande Lust![2] Claro, claro, querido mo, por supuesto que s, y seguramente usted sabe que en esta frase hay un juego de palabras, pero que me ahorquen si intento dilucidarlo, un trago? No s de dnde sali, pero en su mano extendida haba una pequea petaca recubierta de cuero. El catedrtico frunci la cara en fingida incitacin, volvi a acercarme la petaca, instndome a agarrarla, como si fuera la carta obligada de un mazo de un solo naipe. La agarr y me la llev a los labios. La bebida saba a vegetacin, a clorofila, tena la textura de la semolina o el semen. Procur evitar las arcadas mientras la tragaba y le devolv la petaca. Nunca haba bebido nada igual, verdad? Se llama kava, dicho sea de paso. La elaboran con las races de no s qu planta los nativos de las Fidji; su efecto es levemente psicotrpico ms que sedante. Ellos dicen que los ayuda a ejecutar ciertas proezas, como caminar sobre carbones encendidos y atravesarse el pene con ganchos. Podramos menospreciar estas actividades etiquetndolas de idioteces o, ms idiotamente an, reverenciarlas. Pero ya ver cmo se siente ms o menos dentro de media hora: tal vez se sorprenda. Bakunin no se sorprendi demasiado de formar parte de la legin de los eunucos. Segn se rumoreaba, el rgano ausente se lo haba cortado un hermano y compaero de juegos en una pelea en el jardn, aunque nunca se prob nada. Si usted viviera toda su vida siendo menos que un hombre, sera lo opuesto a Carol, pero su bolsita, aunque la encontrara satisfactoria, no le servira para nada: sera la mxima superfluidad. Slo habra un espacio peludo donde hubiera debido estar eso. Se convertira en un autntico oso de peluche, y sa sera su nica relacin sexual, o, en el mejor de los casos, un hociqueo frentico. Francamente, creo que es lo que se merecan esos apestosos cizaeros que fueron Henry y Mijail, para ellos slo signific una tarda circuncisin. Los imagino juntos en el infierno; Bakunin barbudo y James con su reluciente coronilla. Son castrados, hombres de pacotilla, hombres del revs. Ocupan una mesa en el horror fungoso del caf de la Estigia. Espermatozoides gigantes como liblulas antediluvianas zumban alrededor de sus orejas, y all los obligan a comer puados de cantridas, esas moscas secularmente afrodisacas, bajo el ojo vigilante de mi viejo amigo Goering, quiz Chatterley accedera a reunirse con ellos, o Piers Gaveston de temps en temps. Como ve, soy una mina de datos penianos, un profundo observador de curiosidades en ese campo, y tal vez le gustara or ms. No? Dommage. El catedrtico vacil. Dej que su voz cayera medio tono, hasta alcanzar un timbre ms sociable y relajado. Apareci una extraa nota de simpata, que casi me convenci de que sus anteriores arrebatos haban sido puro teatro: astutos embellecimientos de su astuta, muy astuta historia. Existe un hecho fundamental en la progresin de los relatos, verdad, muchachito mo? Los escritores dicen que nunca saben qu ocurrir despus, qu ocurrir cuando la siguiente hoja de papel entre en las fauces del rodillo. Y as es la vida, por supuesto. La vida con sus apuestas absurdamente elevadas contra la ocurrencia de cualquier acontecimiento. Y, de todos modos, ex post facto impondremos incontinentes algn motivo de oropel en estas experiencias sin sentido y estas ideas confusas. En la actualidad, con demasiada frecuencia los motivos son burdos meramente cinemticos. A veces asoma algn cerebro lubricado y reflexivo en la cara de algn ocioso levantino en una funcin matinal de cine. Pero aclarado esto, inspiracin es como debemos llamar a lo que Carol hizo despus. Carol arda de expectacin. Tena tres horas por delante. Se desnud y masturb varias veces ms, hasta que sus genitales quedaron en carne viva de tanto frotarlos, pero apenas eran las cuatro y media. Subi la escalera hasta el dormitorio color pastel y entr en el inmenso ropero donde estaba colgada la ropa de los dos, la de Dan a la derecha, la de ella a la izquierda Siniestro, no? Volvi a cambiarse, pero en esta ocasin la ropa que se puso no era suya; despus registr el cajn donde Dan guardaba sus documentos: pasaporte, partida de nacimiento y dems. Alrededor de las cinco de esa tarde, la Carol Madura vio a Dan caminando por Fortune Green Road; reconoci la gorra de bisbol que a veces se pona, sus hombros estrechos y el caracterstico chaquetn de cuero, con el cuello redondeado y las falsas charreteras. La Carol Madura lament que no hiciera un alto en el local para saludarla, ella no lo habra presionado para que comprara nada, pero le habra gustado que se mostrara amistoso. Observ su figura menuda hasta que prcticamente desapareci de la vista y lo vio atravesar el callejn entre dos casas que bajaba hasta la va frrea plagada de malezas donde los vagabundos tenan su campamento. Ms o menos a las seis menos cuarto, Carol aparc el Ford Fiesta amarillo en la calle lateral, detrs de Melrose Mansions. Era un coche alquilado, que ola intensamente a alfombras de goma. Volvi a la casita y se cambi otra vez. Aunque tena la intencin de que fuese una actuacin mecnica y rpida, no pudo resistirse a mirarse en el espejo, admirando su cuerpo desnudo. Siempre que vea el pene pareca caer en una especie de ensueo, en abierto contraste con lo que senta cuando estaba vestida. Ahora actu con ms decisin y propsito que nunca, aunque no tena idea de con qu fin lo haca. Lo nico que tena claro era las erecciones de su piedra de toque y bien que se la tocaba, con frecuencia y con creciente deliberacin. Tena ahora sus buenos siete centmetros de largo en estado de flaccidez y era bastante gruesa; una buena polla, en suma. En ereccin duplicaba la longitud, aunque su circunferencia no aumentaba significativamente. Lo que ms la impresion ahora de su pene no fue el tamao ni el potencial de turgencia, sino su versatilidad. Era como el cordero de Nueva Zelanda. Cuando estaba flccido Carol poda doblarlo sin esfuerzo a un lado y otro; mientras no lo retorciera ni le hundiese una ua puntiaguda, poda modelarlo en una desconcertante variedad de formas: un zepeln, una pelota, un pez raya, un cuerno. Incluso lo ocult por completo entre los muslos apretados y sigui mirndose, ahora otra vez ciento por ciento mujer. Pero su imagen la hizo estremecer y lo solt alegremente. Descubri que cuando estaba semierecto incluso poda penetrarse un poco a s misma, lo doblaba sobre s mismo hasta meter su cabeza en el interior de la vagina. Pero ste era un simple juego de nios, no le proporcionaba un verdadero placer. Como una cantante pop cincuentona, Carol realz su actuacin con el ensimo cambio de vestuario. Se acercaba el final. Carol saba que hara reverencias y todos los bises que correspondiera con su prximo atuendo. Y mientras se vesta para la noche, se permiti tomar conciencia del agudo contraste entre la deliberacin y eficacia de sus actos y la vaguedad y ambigedad de sus intenciones ltimas. Por favor, nada de charlatanera psicofarfullada. No haba ningn fondo falso de autoengao en el territorio de la conciencia de Carol. Ocurra, sencillamente, que no vea adnde conduca todo eso. Era como si fuese el objetivo de una cmara; el enfoque de primer plano ntido dejaba necesariamente un fondo borroso, y viceversa. Yo siempre pienso que la vida es un poco as, verdad? Es raro el individuo capaz de retener la imagen ms amplia mientras se concentra en los detalles. Muy raro. Tan raro, de hecho, que slo un mundo estpido e ingrato, manipulado por conspiraciones secretas, podra probablemente manchar o denigrar la reputacin de semejante hombre. Y tendra que ser un hombre, verdad? Est de acuerdo conmigo, verdad? Cuando Dan volvi del trabajo, el foco pas a la distancia media y la cena qued lista. Qu hay de cena? pregunt Dan dejando en el suelo su elegante cartera de aluminio. Ah, hola, querido! dijo Carol, que fingi no haber notado su entrada y sali corriendo de la cocina para besar sus labios cados. Dan not inmediatamente que ella estaba vestida de punta en blanco y perfumada. Llevaba puesto un delantal de cuerpo entero, de esos que en un trompe loeil de la delantera tienen impreso un cuerpo desnudo, pero el delantal no ocultaba los tacones de aguja ni las medias finas. Todo eso era muy raro, aunque Carol nunca haba descuidado sus deberes conyugales, en lo que se refera a la nettoyage y la cocina. Estaba demasiado aculturada como para pensar siquiera en no servirle la cena a Dan, por mucho que lo despreciara. Pero los arreglos erticos y las evidentes manifestaciones de afecto s eran una sorpresa. Qu ocurre? dijo Dan y se sent a leer los chismes del mundo del espectculo en el Standard, despus de sacar una lata de cola de la nevera. Hoy es nuestro tercer aniversario, tontito replic Carol, pasando de los fogones a la nevera y de all a la encimera con los pasos de un solo de vals. Me pareci que debamos celebrarlo. Qu quieres decir con eso de aniversario? Nos casamos en abril y estamos a finales de septiembre. No, no me refiero a ese aniversario, tontito, sino al de la noche en que nos conocimos, al aniversario de la primera noche en que bueno, ya sabes. Carol hizo todo lo posible por ruborizarse, pero lo nico que logr fue un matiz beige en los bordes de su base de maquillaje. Ah, ah, aquello. A Dan le sali mucho mejor: se puso pardo rojizo hasta la raz del pelo. Por supuesto, como ya sabemos, las fanfarronadas machistas de Dan acerca de sus proezas sexuales, su subir a bordo y sus antiguos desvaros de borracho haban sido pura apariencia. En realidad, le tena pnico al acto sexual. Tema carecer de lo que hay que tener para satisfacer a una mujer. Cada vez que haba subido a bordo de Carol, penetrndola, luego se haba quedado tendido, hmedo y marchito, sintiendo que las caderas de ella se hundan en l, consciente de su virilidad menguante. Toda su zona genital se suma en el equivalente sexual de una oscuridad deprimente. Haba intentado ordenarle al pito que se parara en posicin de firme tensando y relajando los msculos del pubis y las nalgas, pero stos no parecan estar conectados a nada. Con su mente de aficionado a la mecnica, Dan imaginaba que los msculos eran cabos marinos de acero que tenan que estar vinculados a la fuerza motriz con el gran ariete, pero en cambio se haban desgastado hasta que sus extremos rados no tiraban de nada. En ocasiones, aunque Carol nunca haba considerado correcto notarlo, a Dan se le haban cado lgrimas tibias durante esta tristesse poscoital. Saba que deba decirle algo a Carol, hablar sincera y abiertamente de la desconexin entre sus sentimientos y su pene. Haba escuchado suficientes programas en los que se responde a llamadas telefnicas de los oyentes como para estar familiarizado con el vocabulario, pero nunca haba tenido arrestos para hacerlo. Era mucho ms fcil dormir. Y si hubiese podido tener otra ereccin? Qu habra conseguido? Sin duda otro minuto o dos de bicicleteo plvico encima de la figura plida de Carol seguido de ms impotencia agotadora. Adems, ahora que estaba en recuperacin, como dicen en Alcohlicos Annimos, sus sensaciones sexuales, si es que pueden dignificarse con ese nombre, haban adquirido peor cariz. Dave 2 le haba dicho que con toda probabilidad se sentira sumamente vulnerable, pueril y sentimental, a medida que volviesen a aflorar los sentimientos que haba reprimido con el alcohol. stos seran los sentimientos perfectamente normales que tendra que haber experimentado en la adolescencia, pero los haba hundido y expulsado de su psique prematuramente, con la ayuda de la cerveza Lamot. Las sensaciones sexuales de Dan nunca haban sido otra cosa que muy vulnerables, pueriles y sentimentales. Aquella fabulosa cpula en la que accidentalmente haba propinado unas embestidas rasposas como papel de lija a Carol hasta hacerla alcanzar un orgasmo, casi lo mata del susto. Borracho como estaba, los gemidos y grititos le produjeron la peculiar sensacin de que su triple empuje la haba daado, lesionando su suave interior. Esta sensacin despert tambin la conciencia de que su pequea pija poda ser un instrumento duro, una cachiporra, un agente correctivo. Dan senta asco al respecto, y esta repugnancia obedeca a motivos distintos de los que cabra imaginar. Como ve, su relacin con Carol no era una tragedia nacida necesariamente de una circunstancia real, sino de la ausencia de comunicacin. Lo que ella no poda saber era que tras aquella noche en el delgado colchn de Stourbridge, Dan haba evitado la posibilidad de que ella tuviese un orgasmo; incluso aquella reaccin (la verdad es que el orgasmo de Carol haba sido apenas un mustio recreo) era un ataque a su pasividad. Ahora que estaba en recuperacin, en lugar de tomar la decisin de elaborar su relacin con Carol, de compartir con ella abierta y francamente sus sentimientos, Dan estaba atrapado casi constantemente en la ms inspida de las fantasas sexuales. Lo que l deseaba en realidad era ser suavemente masturbado, con una toalla tibia, por una pareja femenina que no sintiera nada. Ella ni siquiera tendra que desnudarse para calentarlo. Y, dicho sea en su favor, Dan comparti esta fantasa con todas las mujeres del grupo de AA (incluso a la casi pordiosera con cara de formaldehdo), quienes despus de orlo daban media vuelta y lo evitaban. Es una suerte que Carol hubiese tomado la precaucin de conseguir unas cuantas cantridas. Sin ellas la noche podra haber sido un fracaso total. El tipo de la camiseta ajustada de la tienda donde las haba comprado haba bajado la vista por los costados de su bigote para mirarla; hizo ondular los pectorales como si fuera a amamantarla con testosterona y le advirti seriamente que no le diera a Dan ms de una. Pero cuando Carol volvi a mirar a Dan desde la posicin ventajosa de su propio andamio autoerecto, tuvo plena conciencia del aura fofa de su hombre. Mientras Dan iba a lavarse, ella desmenuz dos de las mosquitas doradas en su Coca-Cola. Eran unos bichitos curiosos, secos y disecados pero de color rojo dorado, con las alas y las patas firmemente plegadas al cuerpo, como si se hubieran acomodado a propsito para un entierro eterno en el mausoleo insectoide. Los dedos de Carol pulverizaron la cabeza, el trax y el abdomen de las dos. Dan volvi de lavarse y termin de un trago la cola. Tena sed, haba jugado a squash con Barry a la salida del trabajo. Comieron en silencio la carne, las patatas salteadas y la ensalada. Entre ambos arda una vela, cronometrando el bloqueo de su comunicacin. Dan ni siquiera ech un vistazo al pecho de Carol (la verdad es que era muy exiguo). En cambio, ley un nmero de Design Week, prestando ms atencin a las ilustraciones que a las palabras. A Carol no le molest: tampoco ella era muy conversadora. Mastic cuarenta veces cada bocado antes de tragarlo, preguntndose qu ocurrira a continuacin. En realidad tambin ella estaba preocupada. Preocupada por su pene. Las pajas de la tarde la haban dejado con la sensacin de estar magullada, entumecida. Pero ahora la sangre empez a palpitar otra vez. Se haba puesto unas bragas ajustadas de raso, pero aun as senta que su mstil se agitaba, intentando levantar la tela que lo encerraba. Ms de una vez haba tenido que volverse para que Dan no viese lo que no deba, e incluso cuando el falo no buscaba la luz, la acometan impresionantes premoniciones a causa de su misma quietud. Pero eso es exactamente lo que ocurre cuando uno tiene un paquete, verdad? Quiero decir que hay veces en que, aun siendo un profesional, uno tiene que mirar dos veces para recordar su existencia. Estn tan tranquilos, acurrucados en su pequea madriguera de algodn, que los olvidamos y, al recordarlos, qu revelacin! Una revelacin continua, una historia interminable! Carol haba salado demasiado las patatas y la ensalada. Alcanz el resultado esperado hacia el final de la comida. Dan levant la vista de la revista y se ech el mechn hacia atrs: Qu sed! dijo. No me vendra mal otra Coca-Cola. Lo siento, cario respondi Carol. Te tomaste la ltima. Y con tono inocente, como si fuera una ocurrencia tarda, agreg: Qu te parece una cerveza? Dan le clav la vista. Y volvi a clavrsela. En la cocinita haba tanto silencio que se habra odo volar una mosca a un kilmetro. Sabes que no puedo probar la cerveza, Carol. Tambin sabes por qu. Su voz no son rencorosa, lo que era una buena seal, sino ms bien hastiada. S, s, lo siento, por un momento lo haba olvidado. De todos modos pens que slo una a lo mejor no importa. Qu astuta, verdad? Saba revolver el cuchillo en la herida sin cometer un solo error. No poda dejar de conocer la verdadera dinmica del alcoholismo de Dan, verdad? Al fin y al cabo, haba tenido la oportunidad de estudiarlo de cerca durante mucho tiempo. Saba que no tena voluntad propia, saba que dejaba la toma de decisiones en manos de quienquiera que estuviese cerca, quienquiera que mostrara una actitud vagamente congruente con lo que l quera. Cmo explicar, si no, su amistad ntima con los mediocres Barry, Garry, Gerry, Derry o Dave 1, o la rapidez con que intimaba con gente como Derek el contestatario o, ya que estamos, con Dave 2? Sin intervenir directamente, cada vez que haba sido necesario, Carol haba asumido la responsabilidad de los actos fundamentales de Dan. l lo haba aceptado sin siquiera darse cuenta. No se trataba de que Carol fuese una strapa que gozara de la confianza de la Emperatriz de Burford, sino, simplemente, de que estaba all y si ella quera que l tomara una cerveza, bueno entonces Bueno, me gustara beberme una, pero qu voy a decirle al grupo de St Simon? Y a Dave 2? Ellos, ellos confan en m. S, pero yo tambin confo en ti, Dan, y me parece que una cerveza muy de tarde en tarde no importa demasiado. Todo el mundo dice que un da es un da, y hoy es nuestro aniversario especial dijo Carol subrayando coquetamente la palabra especial. Por una cerveza no va a pasar nada, hombre. Ve usted con qu facilidad derrib la pequea estructura ideolgica que Dave 2 haba erigido en el intelecto an ms pequeo de Dan? Esto slo demuestra la infinita maleabilidad del espritu humano. Naturalmente, la sal la ayud, acrecentando la sed que Dan haba empezado a sentir al jugar a squash con Barry, y lo mismo hizo la cantrida, que ahora empezaba a aletear con llamas picantes en su pequea entrepierna. Carol puso una inconfundible lata de Lamot delante de Dan; la bebida estaba helada y la lata tena una pelcula de condensacin de lo ms espectacular. Carol tambin sac otra para ella. Las vaciaron de un trago, e inmediatamente despus otras dos. Fueron a la sala de estar y Dan puso su rquiem: los Dire Straits. Bailaron un poco antes de iniciar el abordaje de la eclctica coleccin que Carol haba reunido. Dan bebi una botella de Gulder, despus dos o tres de Pils. Ya estaba borracho. Carol, atenta a su papel, dosificaba cuidadosamente lo que ingeran los dos y tiraba las tres cuartas partes de cada una de sus cervezas en la maceta de la yuca. Saba que Dan aguantara bien como mximo cinco o seis ms antes de caerse como un saco, aunque las cantridas podan ser un aleatorio factor de ayuda Cuanto ms bebido estaba, la dulce sensacin de una culpa vaga e indefinible ms lacrimoso y sensiblero volva a Dan. Ya bien borracho, humedeci el hombro de Carol con lgrimas de gratitud y autocompasin. Ella descorch una botella azul de cerveza dulce y espesa, elaborada en un pequeo monasterio de una orden de clausura de Valonia. Dan la baj de un trago. La cantrida lo mantena en pie. En medio del estupor, se sorprendi al notar que su delgada pijita se estiraba por su cuenta y peda guerra. Lo habra sorprendido ms an saber que Carol estaba sintiendo exactamente lo mismo. Bajo las miradas de un solo ojo del min y la cacata, se filtraba Con su blanca palidez desde el mueble que haba construido Dan para el equipo de msica y vdeo. Carol dej asomar un hombro blanco por el escote de su vestidito negro. A Dan se le cay la baba encima, pero ella consigui reprimir una mueca. Una mano de Dan se dirigi a un pezn cuya plida arola era amarilla como la piel de un chino y luego se lanz a la entrepierna de Carol. Por suerte, ella haba metido su pene hacia atrs bajo el perineo, pues aunque su curva alabeada asomaba ms de un centmetro de su vagina, los nervios condicionados de Dan, sedados en la periferia, no podan notarlo. No lo notaron: sus manos daban aletazos circulares como un pez agonizante buscando la humedad suficiente para respirar. Dan dirigi el aliento hacia la oreja de Carol, un aliento tan cargado y espeso que ella imagin una mirada de microorganismos irrumpiendo a raudales en su cerebro. Se alegr cuando los dedos bajaron otra vez y empezaron a escarbar su espalda y sus nalgas, como si Dan se esforzara por quitar el celofn de un gran producto envuelto para regalo. Pero no olvidemos que las manos de Carol, con sus uas escarlatas, tambin viajaban. Buscaron los puntos de presin y las trmulas hondonadas del cuerpo de Dan. Se abrieron en abanico por los estrechos costados del cuerpo de su marido y golpetearon sus caderas flacas, los infantiles cachetes de su trasero. Volvieron a su cara, todava suave, con pelusa adolescente. En ningn momento Carol haba pensado conscientemente en qu ocurrira despus, slo se estaba dejando guiar alegremente por un instinto, pero sus manos lo saban. Como ajetreadas depredadoras giraron y urdieron, se sumergieron detrs de la cobertura del esternn y la cadera, luego salieron disparadas para tantear el terreno. Sus manos palparon la sumisin, la tendencia a rendirse del cuerpo de Dan. Fueron sus manos las que se dirigieron a las alas bordeadas de metal del cuello a cuadros de Dan, pero fue su voz montona y nasal la que finalmente dijo: Vamos arriba. Al pasar junto a la mesa de centro, tironeado por Carol hacia la escalera, Dan alarg la mano y busc a tientas los aros plsticos que contenan los cuatro conocidos cilindros de color azul y plateado. Fue la ltima vez que busc la cerveza Lamot. En el dormitorio, Carol hizo unas piruetas con las que consigui quitarse el vestido por los hombros. Gir y se pas las manos por los pechos, los muslos, el pubis, con fuertes golpeteos abrasivos: sa era la forma en que deseaba ser tocada. Se excit tan instantnea y plenamente que lo nico que pudo hacer fue apretar el pene hacia atrs para que no se desplegara y declarara as su extraa soberana. Desliz una esquina de su mesita de noche entre el envs de los muslos y arrim el perineo contra el acrlico de la radio-reloj. Encajada all como una cua, se estremeci; con las dos oleadas de excitacin palpitando en su interior una de ellas una densa marea que se hinchaba, la otra una ola veloz, vio que Dan, enredado en los pantalones, titubeaba al desvestirse y caa de costado, golpeando la cabeza contra la puerta de tablillas de ventana veneciana del ropero. Al ver su cuerpo doblado contra la puerta acanalada, Carol se sinti acometida por una oleada de rara ternura y posesividad ms rara an. Dio un salto y lo levant por los hombros, como quien levanta a un beb, con sus partes inferiores todava tapadas con bandas de tela, y lo arroj sobre la cama. La embriaguez poco habitual, la impresin de la nuca redondeada chocando contra la pared, salv al afortunado Dan de sentir la siniestra potencia de aquel alzamiento y lanzamiento, de aquella inconsciente asimilacin por parte de Carol de todos los golpes de lucha que haba visto distrada en El mundo de los deportes. Ahora, la habilidosa era Carol: le quit los botines con tiras de velero, los tejanos y los calzoncillos ajustados sin darle tiempo a decir esta boca es ma. Aunque en esta etapa Dan ya no era capaz, en realidad, de decir nada. Sus ojos se haban desengranado: estaba mirando a Carol o a su madre? La cabeza se desliz de costado, la saliva y la Lamot burbujeaban en las comisuras llenas de desamparo de sus labios. Esa noche alguien haba sellado la boca de Dan con silicona. Apenas se dio cuenta cuando ella lo puso boca abajo. Pero s not cuando lo penetr. No poda dejar de notarlo: el pene de Carol era un aparato grande, caliente, duro; el ano de Dan, aunque lubricado, segua contrado por la represin, taponado por el perdurable legado del aprendizaje autoertico para controlar los esfnteres. Ella embisti e hizo vibrar su esfnter, al tiempo que abra una grieta en uno de sus segmentos musculares. Un momento! Tolle! Cmo iban las cosas para ella? Sin la menor duda, eso es lo importante. A la mierda con l, que slo es algo pasivo, un recipiente vaco, un campo sobre el que la majestuosa batalla puede causar sus estragos, pero Carol? Bien ella es una maravillosa visin. Ha dado el prudente, y yo dira hermoso, paso de ponerse unas bragas de seda sobre el liguero. De modo que ahora puede quitrselas, y dejar que su fantstico pene tiemble, oscile, rodeado y enmarcado por las tiras negras del liguero y las elegantes columnas de sus muslos. Cmo se pase alrededor del pie de la cama! Manteniendo posturas nobles y exuberantes durante largos segundos! Arrancndose el sujetador para que sus magras tetitas colgaran en libertad! Un minuto! Ya no son magros montculos apenas redondeados y coronados por unos pezones decepcionantes. Ahora Carol siente bajo ellos los firmes platos de msculos pectorales, levanta los brazos en alto y laten los deliciosos huevos de pato de sus bceps. Abajo, los Jinetes en la tormenta, en medio de la lluvia tintineante, pasaban del trote al medio galope. Carol pase la mirada por el revoltijo de botes y pinceles que haba encima del cristal de su tocador, y la fij en el gel para el cabello de Dan, de color nen. Las uas escarlatas serpentearon hasta agarrarlo Dan sinti cmo los dedos afilados le metan por el ojete una gota de materia fra y viscosamente pegajosa. Carol lo cubri, apoyando por un instante el pecho en su espalda, y luego se enderez, mir la espina dorsal encorvada de Dan y, muy tiernamente, guio su pene al blanco. Carol sinti toda la potencia de su pene, su construccin columnar, su rigidez vascular. Percibi el rechazo contrado del esfnter de Dan, pero embisti pese a eso y debido a eso. Supo que ste era su momento, su confirmacin de lo que realmente era Burdo, verdad? La nocin de ser capaz de follarse a Dan, de penetrarlo realmente, de alguna manera volvi agresiva a Carol, la convirti en una violadora Burdo, pero cierto. Vamos, reconozcmoslo, si uno le da a alguien un arma cargada y le ofrece un blanco la silueta de un hombre, ese alguien le disparar, verdad? Sera una ingenuidad imaginar otra cosa. De todos modos, no es un caso de la cola meneando al perro, sino de que el perro es la cola, y viceversa. Y si se le ocurre decir algo diferente, slo puede ser porque no tiene usted nada entre las piernas, ni hendidura, ni miembro, ni nada, slo la piel suave y fruncida que cierra una herida despus de una operacin.
Estbamos atascados en un tnel.
No poda saberlo con certeza, pero por la forma en que el catedrtico haba empezado a jadear y la manera en que su voz a lo Kipling vacilaba y se entrecortaba, hubiera asegurado que se la estaba cascando.
Ms adelante, tras empujar con
fuerza el termmetro rectal y estudiar los resultados de diversas pruebas y anlisis de sangre, el forense estuvo en condiciones de hacer una amplia declaracin a la prensa. Dan, dijo, no haba comprendido casi nada de lo que estaba ocurriendo antes de expirar misericordiosamente, su nivel de alcohol en la sangre era muy alto y, de todos modos, cualquiera de las heridas que tena en la cabeza habra sido suficiente para hacerle perder el conocimiento Paparruchas! Embustes! La verdad es que estaba consciente y lo sinti todo. Cada embestida rasposa como papel de lija royendo los sensibles vasos sanguneos, cada choque de su angosta cabeza contra la cabecera de pino, cada gruido de concertina de su trax que intentaba tragarse el abdomen hundido en el diafragma. Hubo muchos de esos golpes, muchos de esos choques, porque Carol era una mujer joven en la flor de la edad, y, como todos sabemos, las jvenes de este tipo en particular son muy difciles de excitar sexualmente, pero una vez que estn calientes son ms difciles an de satisfacer sin los malabarismos ms vigorosos. Haca una pausa en la culminacin de una arremetida y empujaba de nuevo, cada vez con ms fuerza. Haba perdido el sentido de penetrar a Dan, perdido la sensacin en su nuevo miembro, perdido toda conciencia de las secuelas cuando con cada empujn el crneo de Dan golpeaba la madera. El mundo entero no, todo el cosmos, se haba contrado hasta convertirse en una sucesin de palpitantes golpes metlicos, que se entrelazaban como los eslabones de una cadena y repiqueteaban al unsono, en la espasmdica erupcin de una larva blanca desde su crislida fibrosa La eyaculacin de Carol fue ms un estampido que un quejido; sus genitales entumecidos borbotearon por ltima vez en el sensible trasero de Dan; la esculida poitrine de Carol, sus pezones agudos como dardos buscando el blanco, avanzaron igual que si fueran a dar de mamar y se calm. Se calm, mir y vio: la mirada mortecina de Dan, semejante a la de un cervatillo, inocentemente estpida, mientras la materia gris caa de su crneo destrozado y una papilla griscea empezaba a manchar la funda floreada de la almohada. Carol se separ de lo que haba sido Dan y pase la mirada alrededor en busca de una toalla para secarse. Estaba de pie en el pasillo, atndose el cinturn del albornoz de rizo, cuando oy el ding-dong del timbre de la puerta. Baj hasta el descanso intermedio de la escalera y se asom por la barandilla. Abajo el recibidor estaba a oscuras, pero desde all, iluminada a contraluz por la lmpara que colgaba del techo del zagun, distingui claramente la caracterstica silueta ladeada de Dave 2. Las entraas de Dan se aflojaron cuando muri, y quiz no sirva de consuelo, pero tambin experiment uno de sus dulces y pequeos orgasmos. Muy tierno, verdad? Como ya le he dicho, el forense era un estpido sin ninguna capacidad deductiva, pero seamos justos: qu podra uno adivinar a partir de tan escasas evidencias? Haba dos tipos de semen en la cavidad anal del difunto y uno de ellos era suyo Es evidente que una de las muestras de semen tena que ser de l mismo. S lo que est pensando, pero permita que lo moleste rogndole encarecidamente que espere, por favor, si es tan amable. El catedrtico subray la expresin tan amable con el doble chasquido de una gran navaja que haba sacado de un bolsillo interior de la chaqueta. La movi a un lado y otro, como si tratara de captar reflejos de luz en el largo morro de tiburn de la hoja. Luego, sin perderme de vista, continu: No hay nada democrtico en esta situacin, muchacho, pero permtame decirle que si se cansa de mis cavilaciones, me sentir muy feliz presentndole mi versin de la guillotina. Dej su navaja en el asiento, junto a su muslo mofletudo, como si ya estuviera todo dicho. Guard silencio y asimil la terrible realidad. Porque cuando todo est dicho no hay nada peor que la revelacin de que uno ha sido un tonto . Siempre me sorprende que la gente no piense en hacer cosas semejantes cuando ve una manga pastelera, no le parece? Son objetos tan llamativamente venales, con su bulbo testicular de plstico rosa en un extremo y su hocico transparente en el otro, incluido el ojo peniano. Son instrumentos completamente lgicos, quiz esenciales para la inyeccin del semen de un hombre en el cuerpo de otro. En cualquier caso, eso es lo que pens Carol cuando abri el segundo cajn de los cubiertos y vio la manga pastelera junto a otros utensilios y el ablandador de carnes, contra los olvidados tenedores para fondue y los pinchos con forma de sables en miniatura. Pero me estoy adelantando.
Dave 2 no se desconcert cuando la
puerta se abri de par en par y apareci Carol delante de l, en camisn y albornoz de rizo. Ah, hola, Dave lo salud. Acabo de volver de una convencin en Colchester dijo Dave 2 al tiempo que levantaba un bolsn lleno de literatura devota que llevaba en la mano izquierda, para corroborar sus palabras. Pasa, pasa. Calentar agua. Dave 2 se instal en la barra mientras Carol haca piruetas a su alrededor preparando el caf. Dave 2 le dijo que haba venido a ver a Dan. La siguiente semana habra una feria para recaudar fondos en St Simon y quera pedirle que hiciera los carteles. Me parece que fue directamente a una reunin a la salida del trabajo dijo Carol, distrada; estaba desmenuzando el ltimo de los tres insectos dorados en la taza de Dave 2 Fue como ofrecerle un caramelo a un nio. Al principio slo mantuvieron una buena charla emotiva. Dave 2 ignoraba que Carol pudiera ser tan abierta y sincera. Si se hubiera mostrado as antes les habra procurado tanto placer a l y a Geena! Ahora sollozaba suavemente, contando las frustraciones y la frialdad de su matrimonio con Dan. Dave 2 no pudo resistirse a apoyarle un brazo de to mayor alrededor de sus hombros delgados. Ella olisque la ftida suciedad grasienta de la grieta entre el gastado cuello caqui de la chaqueta y la gastada piel caqui de su cogote. Oh, Dave suspir Carol. Algo burbuje en la entrepierna de los tejanos de Dave 2. Su pene grueso y rechoncho experiment una picazn de alfileres y agujas. Fue semejante a ordear una vaca. No variaron la posicin de costado en el banco de pino, permanecieron agarrados mutuamente de los hombros. Dave 2 no supo con certeza qu le estaba ocurriendo, y a la luz de los acontecimientos posteriores esto no debe sorprendernos. De los acontecimientos posteriores y de su propia historia personal, por supuesto, que como ya hemos dicho estaba repleta de notables lagunas. En ningn momento toc la vulva ni el falo de Carol. Sus dedos rojizos apenas lograron pellizcar un pezn disparado como una flecha mientras Carol maniobraba el pequeo recipiente de plstico bajo el burbujeante orificio de Dave 2. Eyacul antes de tener una ereccin siquiera a medias, tan poderoso fue el efecto del afrodisaco en un hombre cuyo ideal sexual era Jenny Agutter en Los nios del tren. Sinti que la experta mano fra de Carol le tironeaba el falo y los huevos con fcil e ntima familiaridad. Haba mucho semen, lo cual vino muy bien, porque una parte de l no cay en el recipiente de plstico y manch el linleo. Carol no lo vio cuando limpi ms tarde. Pero tambin eso estaba bien, porque el equipo de la comisara de Fortune Green (dos agentes lumpen y un forense bizco) tampoco lo vio.
Chasque la hoja de la navaja en el
aire viciado del compartimiento, chasque y volvi a chasquear. El catedrtico empezaba a dirigir la escena final. La mente de la gente es inexplicable, verdad, pequeo judo de mierda? Caramba, ahora puse las cartas sobre la mesa, no? Ya le he dicho todo lo que s de usted, no? Pero no se preocupe. Tiene que comprender que este pequeo prejuicio por mi parte no es personal, soy contrario a la raza, no al individuo. No obstante, tiene razn al sospechar que existe cierta relacin entre mi opinin cuidadosamente considerada del pueblo hebreo y este maravilloso recital que sus odos llenos de cerumen y habituados a la charla inane de los de su raza han tenido que escuchar. Tiene que saber lo que sinti Dave 2, tiene que saber lo que sinti Dan. Tiene que saberlo porque es de la clase de cosas que a ustedes les gusta hacer, verdad? S o no? Secuestrar a chicos cristianos por la noche, nios de apenas seis o siete aos, meterlos en sus sinagogas y una vez all desnudarlos, verdad? Drogarlos, no va a reconocerlo? Y les introducen todo tipo de cosas por el culo, no es cierto? Falos, por supuesto, brillantes y redondeados falos judos y cosas ms siniestras, velas de ceremonial, puos y candelabros de los siete brazos. Niguelo si se atreve, no lo negar? No. No lo negar? De qu me servira? Cay sobre m en un instante; por supuesto, ese exterior mofletudo, blando y aparentemente pueril, slo era eso: un exterior. El catedrtico era enjuto pero fuerte, me agarr el cuello con una mano, me hundi una rodilla en la entrepierna y aplic la punta de la navaja contra mi garganta con fuerza suficiente para pincharla y hacer salir un poco de sangre. Mi capacidad de resistencia la asquerosa araa de una intencin desmaada apenas roz la superficie, dejando que mi mente buscara una solucin en el terso horror del momento. Qu se le ocurri? Pues seguir los dictados atemorizados del cuerpo. Cuando alguien te arrima una navaja al cuello, tienes que quedarte muy quieto; eso es lo ms importante: permanecer inmvil. De lo contrario, pueden apualarte por los nervios o porque interpretan mal el ms leve movimiento, de modo que recurdalo: mantente inmvil! Cerca de mi cara, la del catedrtico se transfigura. Comprendo que esta percepcin es consecuencia del hundimiento de mi mente obnubilada. Y, como para apoyar este pensamiento, para darle respaldo fenomnico, por as decirlo, tambin empieza a fallarme la vista. Mi visin ya no es estereoscpica. Contorno y forma cambian mientras paso de una pantalla oval a otra. Las delgadas arrugas esculpidas que habla notado antes se pusieron de relieve como una red cerrada que sujetaba facciones amorfas, facciones que amenazaban con convertirse en algo completamente distinto.
De modo que podemos decir con cierta
certeza que Dave 2, ordeado, humillado, con sus principios hechos trizas, fue remolcado del pene y paseado por todo el apartamento como un perro sujeto a una correa. Carol, la zorra manipuladora, lo hizo beber, destruy sus cinco aos de sobriedad en un santiamn. Se burlaba de l y lo masturbaba alternativamente. Despus, cuando Dave 2 se sent, borracho perdido, rodeado de latas vacas y con la verga colgando, le asest un golpe en la nuca con el ablandador de carne.
Cambi de posicin para poder
apoyarse parcialmente en la ventanilla. La navaja sigui en mi cuello, pero su otra mano dej mi garganta y se dirigi a su entrepierna.
Muy ingenioso, verdad? El joven
delgado acurrucado en el maletero del coche amarillo alquilado. Lo encontraron junto a la va frrea abandonada con aspecto tranquilo, salvo el agujero dentado en la cabeza. En primer lugar interrogaron a fondo y con gran entusiasmo a los pordioseros. Pero no les llev mucho tiempo identificar a Dan como el joven que haba alquilado el coche esa tarde, despus de lo cual todas las piezas empezaron a encajar rpidamente en su lugar Descubrieron a Dave 2 en la casita, todava inconsciente, encontraron el semen en el difunto culo de Dan, lo cotejaron eureka! La Carol Madura se present para contar que haba visto a Dan esa tarde encaminndose al campamento de los vagabundos. Pobre Dave 2. Evidentemente, fue vctima de las circunstancias, claro que, bueno, debera haber sido un poco ms circunspecto. Todos tendramos que ser cuidadosos en ese aspecto, verdad?
Su mano abri broches a tientas para
apartar los labios de franela y algodn.
Creo que a Dave 2 le va muy bien en la
crcel. Incluso ha organizado un grupo de AA con los otros presos del Pabelln 43. En mi opinin, sa es una prueba de buena fe, no le parece? Naturalmente, estaba horrorizado por lo que haba hecho, pero podemos decir que, en cierto sentido, no haba sido l. Quiero decir que estaba como una cuba y no se le puede considerar responsable de sus actos.
Y usted? Era mi primera
palabra desafiante desde que iniciara el ataque, mi primera tentativa de redencin. Podra golpearlo en su parte ms vulnerable? En su blando y didctico bajo vientre?. Es usted responsable de sus actos? Completamente, absolutamente. A eso quera llegar. Puedo trascender su tipificacin, sus insinuaciones, incluso lo que implica acerca de lo que me gusta hacer en la intimidad, s, en la sagrada intimidad de mi propio hogar. Tiene que haberse dado cuenta de que alguien capaz de experimentar una metamorfosis tan esplndidamente original y completa debe estar muy bien situado para posteriores actuaciones teatrales. Se apart de m y se levant. Cerr la navaja, todava sonriente. Me parece que ser innecesario apelar a la fuerza dijo. Quiz fuera el kawa, o slo la impresin, pero era cierto. Me senta como leche cortada, me estaba transformando en intiles gotas de cuajada, no podra haberme movido aunque lo hubiera deseado. El catedrtico se movi por el vagn con temible eficacia. Mientras pasaba y volva a pasar a mi lado, la raja abierta de su bragueta apareca una y otra vez. Haba una sola bragueta, o eran dos? Se sent y se desat los cordones de los zapatos. Me mir casi burlonamente, fue como si en ese momento un nuevo tcnico de sonido se hubiese hecho cargo de la funcin, porque su voz adquiri. otro acento y un timbre distinto, como si hubieran puesto otra cinta en el casete. Ahora su voz sonaba dulce y empalagosa, cargada de la azucarada vomitona de la cercana mutua. Alguien podra decir que no tiene la menor importancia lo que yo siento sobre mi sexualidad. Sacudi un taln y cay al suelo un botn. Llevaba calcetines de rombos. Al fin y al cabo, soy una mula, un cul-de-sac procreativo, un callejn gentico sin salida. Se levant, se desabroch los pantalones y se los quit. No haba ninguna sorpresa en la flojedad biliosa de sus calzoncillos. Como le he dicho durante el relato, intent hacrmelo a m mismo, pero los resultados no fueron muy buenos Se quit la chaqueta de tweed y la colg en la percha del compartimiento. Se quit la corbata usando una mano para aflojarla desde el nudo, como un chico o un hombre con poca experiencia. Se ruboriz por el esfuerzo; adems, tal vez estaba un poco perturbado por desnudarse en pblico Aborto tras aborto, cada uno de mis sanguinolentos mal paridos pareca provocarme la creacin de otro. Pero se quit el chaleco como una mujer, cruzando las manos por encima del pecho y llevndolas a los bordes de la pechera. Cuando termin de quitarse los calzoncillos, se desabroch las ligas y se las quit, as como los calcetines de rombos; se plant ante m en plena desnudez y sent una profunda compasin por el catedrtico, por Carol. Porque la verdad es que no tena ninguno de los supuestos encantos que haba atribuido a su alter ego de ficcin. (Quiero que el lector entienda que slo empleo el trmino que sigue como smbolo del amplio espectro de posibles eptetos para describir su aspecto, para ser contundente.). Era un perro. Una de esas mujeres con el cuerpo de un hombre sedentario de mediana edad. Blancos platos lisos en lugar de pechos masa cruda en la mesa de la cocina se abrieron, es un decir, con pezones que amenazaban invertirse si uno los presionaba. Sus no-muslos, sus piernas torcidas, eran la parodia de unas formas proporcionadas. Volvi a sentarse y separ las rodillas, me puso frente a frente con el meollo de la cuestin: un enorme cipote pardo sobre la felpa aterciopelada. Su falo era nudoso y veteado, exactamente igual al tocn sealado por los golpes de las hachas de un roble aoso; arrancaba de la hendidura irregular de su vagina como un montn de trigo cado de un saco reventado. Me result extrao observar cmo se haban alterado los labios de su vagina por la transformacin. La dermis se haba endurecido y vuelto pardusca, de manera que se fusionaba con la raz del pene, como un conjunto de camisa y jersey de escote en V, idnticos. Y lo ms extrao de todo, lo que en retrospectiva ms me choc del tiempo que pas con l, fue que no haba nada especialmente inquietante en sus genitales, o al menos en apariencia no haba nada amenazante en ellos. Me pareci natural desear llevrmelos a la boca, sentir que la dura cabeza golpeaba contra mi paladar mientras la vara gruesa palpitaba contra mis labios, y mi lengua por fin buscaba la esencia del catedrtico. Poda tener la figura de un hombre, pero al tocarlo su cuerpo pareca de mujer. Su espalda era blanda y careca, incluso excitado, del rigor de la musculatura de un hombre. Y su aliento cuando me hizo levantar, porque yo estaba arrodillado, me apart de su entrepierna y se inclin para besarme ola a vainilla, como el de un nio. Un aliento inocente, bondadoso, digno de confianza, incorrupto. Me bes, me desnud y despus me viol. Me viol. Y, por inslito que pueda parecer en estos tiempos y en esta sociedad plural y afortunada, tambin me insult. Me insult en la medida en que mientras me violaba me chill y vocifer, farfull y enton el ms horroroso galimatas. Un vil revoltijo de todas las acusaciones deshilvanadas con que ya haba entretejido su historia: contra judos, intelectuales, modernistas y aficionados al psicoanlisis. Estaba claro que para l esta violacin tena un carcter resolutivo. Percib que al forzarme, el catedrtico tambin se estaba forzando a s mismo a volver al ahora. Todava no haba dicho, besndome delicadamente; su lengua entr en mi boca con la fcil familiaridad de un flan. Djeme que ahora se lo haga yo. Se arrodill ante m. Se abri paso a besos en mi ropa, pasando la lengua sobre costuras, botones y cremallera. Me sent delirantemente excitado, desesperado, apremiado. Pero cuando tuvo mi pene, en lugar de besar, lamer y chupar mordi. Mordi con fuerza y despus aprovech mi estado, trabado como estaba por las prendas, para sacar ventaja, para repetir lo que haba hecho con Dan: me puso boca abajo para sodomizarme. Quin-ha-dicho-que-el-rayo- nunca-cae-dos-veces-en-el-mis-mo- lugar? Emple cada embestida para recalcar sus palabras. Me tena inconfundiblemente agarrado. Yo lo haba querido, acaso es cierto, me lo haba buscado. Jodido judo! Judo de mierda! Pequeo judo afeminado! Asqueroso y purulento marica! Inglaterra no es bastante buena para usted? Mis valores no son bastante buenos para usted? La dura certidumbre de mi pija no es bastante buena para usted? Intenta-que-las-cosas-acaben- de-otro-modo? Pens que l iba a acabar conmigo, pero me equivoqu. Pens que terminara como su primer marido, pero en esta ocasin su juego no era tan brutal. Se limit a aturdirme, a vapulearme con tortazos tintineantes alrededor de las orejas. Me pas la navaja por la espalda y los hombros, me golpe con ella y me hizo algunos cortes. Cuando termin, me dej. La puerta del compartimiento oscil a espaldas de l sobre sus gigantescas bisagras. El olor fro y peculiarmente difuso a disel de una importante estacin londinense desplaz enseguida la mala ventilacin del compartimiento, diluyendo las ltimas horas. Con dificultad me puse en cuatro patas, eructando bilis. Me levant; mientras me suba los calzoncillos y los pantalones me lanc a la puerta. El andn estaba lleno de pasajeros que salan en tropel. Pareca imposible que alguno de ellos no hubiese mirado en esta direccin, no hubiese visto partir al catedrtico. Me inclin hacia afuera, usando el estribo como punto de apoyo. Lo vi, caminando con firmeza y tranquilamente con el andar melindroso y rgido que yo mismo le habra aconsejado de haber tenido la oportunidad.
Me present a la polica? Descubr
el pastel? Pues no, amable lector. Lo habra hecho usted? Pagu en cambio mis diez peniques y busqu refugio entre las paredes embaldosadas de los servicios. En el pequeo cubculo me frot el semen casi seco del interior de los muslos con un papel duro, ms prximo al de manila que al higinico. Luego, de pie y rocindome con agua la cara entumecida, prefigur lo que sera la entrevista en el anonimato funcional y el desamparo de los lavabos pblicos. Habra un agente y su compaero padres de familia con inquietudes domsticas cuyos rostros palideceran mientras yo desgranaba los detalles de mi aventura con el catedrtico. Menearan sus cabezotas prestando atencin a la forma en que el catedrtico me sedujo, me embauc. Hombre, francamente, con esa vestimenta, quiero decir, qu puede esperar si se aventura en plena noche novelesca y solo, comportndose como lo hizo y con esa pinta? No intento disuadirle de que sigamos adelante con esto, al fin y al cabo hay evidencias fsicas, pero creo que debe estar preparado para lo que dir la gente. Porque calculo que no tendrn ms remedio que llegar a la conclusin de que se lo busc. Realmente, quera que alguien representara una funcin para usted. Llegar ms lejos, la verdad es que creo que quera hacer de pblico. Claro, no dudo de que ahora se siente mal, se siente utilizado. Pero, hombre, sinceramente, vamos. Esto es lo que uno consigue si se queda sin mover el culo del asiento, escuchando una sarta de sucias patraas. Higo Una farsa
Odio la siniestra hondonada que hay
detrs del bosquecillo; los labios de los campos que la rodean tienen los bordes sanguinolentos, los salientes que se proyectan como rojas costillas rezuman un silencioso horror de sangre, y all el Eco, le preguntes lo que le preguntes, responde: Muerte. ALFRED, LORD TENNYSON, Maud 1 Metamorfosis
Bull, un joven alto y robusto, despert
una maana y descubri que mientras dorma haba adquirido otra caracterstica sexual primaria: una vagina, ni ms ni menos. Dicha vagina estaba metida en el blando hueco bordeado de tendones de la cara posterior de su rodilla izquierda. Es de suponer que Bull no la habra notado durante un tiempo, de no ser porque tena la inveterada costumbre de explorar levemente todos los rincones y grietas de su cuerpo antes de levantarse. As, Bull tendido inmvil como si fuera en bicicleta, con el edredn alrededor de la entrepierna y el bajo vientre, igual que un paal inflado palp su mano y su mano lo palp a l. Atraves los montculos escarchados de vello de las tetillas y descendi al esternn, slo para volver a largarse, como un esquiador cuesta abajo, por la esplndida pendiente de su vientre. Qu pensaba Bull habitualmente durante este chequeo instrumental anterior al despegue del da? Muy poco. Poqusimo. Despierto y en pie, o incluso en la cama pero acompaado, Bull era un ser indeciso. Su ancha frente se arrugaba a menudo en actitud concentrada, pero sus pensamientos eran como envejecidos deportistas artrticos: arrastraban los pies, se sacudan y hacan fintas entre s, siempre al borde del contacto, pero sin lograrlo nunca. La tensin que esto le provocaba sola empujar a sus facciones toscas (pero bien proporcionadas) a compartir una ntima y desagradable proximidad. Pero, a la luz filtrada de una primaveral maana londinense, Bull no pensaba; trataba, en cambio, de retroceder al surf del sueo. Una y otra vez se lanzaba hacia adelante, apuntando al sitio en el que la ola del olvido se rompa sobre la playa de su conciencia, slo para encontrarse todava acostado en el colchn granuloso, con el reposo en chapoteante retroceso ms all y ms abajo de l. Bull se removi y se dispuso a masturbarse. Rod hasta quedar tendido sobre su ancha espalda blanca. Los grandes brazos se liberaron de los pliegues del edredn y lo expulsaron de la cama envindolo a reunirse con la alfombra. A continuacin Bull llev las manos a los muslos y los sobaron, luego a las rodillas, sobre las que se ahuecaron, y de nuevo a las nalgas, que martillearon con los cantos. La vagina, la malvola intrusa que pugnaba por introducirse como una cuchillada entre la realidad, eligi ese momento para dar seales de vida y agarrarse al dorso de su mano izquierda. Bull se puso en pie de un salto mientras su mente despotricaba por la incongruencia de que sus ojos notaran la grieta en el yeso y la argamasa que se haba cado del manchn de humedad que se extenda bajo la ventana mientras l, mientras l, mientras l tena esa, esa cosa sobre su cuerpo. O era en su cuerpo? No poda saberlo. Lo nico que saba es que haba algo en el vulnerable hueco detrs de su rodilla. Algo que poda ser una herida, quiz infligida por un resorte de la cama roto, aunque ya parcialmente cicatrizada; de lo contrario, poda ser un bubn o un carbunclo que hubiera crecido a tremenda velocidad durante la noche. Fuera lo que fuese, Bull pens que no poda seguir plantado, de pie, sobre el linleo, pasando el peso del cuerpo de un pie sudoroso a otro pie sudoroso, sin atreverse a volver a tocarlo. La cosa, fuera lo que fuese, era un nuevo motivo de perplejidad: no deba tocarla, pero no poda evitar hacerlo. Bull volvi a tocar aquello, sin conciencia de haber dirigido la mano all. Pero esta vez el tacto se convirti en una sensacin. La cosa sobresala y su forma era aproximadamente oval; probablemente tena unos diez centmetros de largo, porque se extenda desde el pliegue de la corva y bajaba hasta donde la pantorrilla se arqueaba hacia fuera. Palp y sinti que la herida o infeccin se bifurcaba y su hendidura estaba arrugada y tranquilizadoramente seca. Pero entonces supo que la cosa era grave, porque cualquier movimiento que haca ponerse en cuclillas o agacharse para palparla, o retorcer frenticamente el cuerpo para verla desencadenaba violentas oleadas de sensaciones internas; perciba separaciones y roces viscosos, as como que haba algo en lo ms profundo de su cuerpo, algo metido dentro de su cuerpo y que, al parecer, se haba roto por el mango Todava desnudo, Bull fue tambalendose hasta el reluciente espejo de cuerpo entero sujeto al papel estampado de la pared. Se coloc de espaldas, espi por encima del hombro y baj la vista. Sus ojos encontraron la ciclpea raja de la vagina, pero no tuvo tiempo para examinarla con detenimiento, porque se puso a vomitar abundantemente. Devolvi jarras enteras de cerveza dorada doblemente fermentada, en la que todo el alcohol haba vuelto a convertirse haca rato en azcar. El vmito salt de golpe de su boca al linleo y luego se desparram en oleadas, cada una de las cuales arrastraba consigo una pequea cresta de pelos, de pelusa, de polvo. Estoy mareado, pens Bull. Muy mareado. Estoy enfermo. Tengo una terrible infeccin en la cavidad de la rodilla izquierda. Lo mejor ser que vaya al mdico. Si vomito, es que la infeccin me est envenenando la sangre. Se puso unos pantalones y fue por el pasillo hasta el bao, donde realiz una versin abreviada de su acostumbrado aseo matinal. Reuni un puado de trapos fosilizados que colgaban del sifn del desage del lavabo. Una vez seco el piso, Bull se visti. A pesar de que no ira directamente a la oficina, se puso unos pantalones con la raya bien planchada, camisa, chaqueta y corbata. Lamentaba no estar en condiciones de lavarse ms a fondo, por consideracin a la herida, pero haba afeitado con encarnizada precisin su rostro ancho y rosado. Volvi por el pasillo hasta el telfono, colocado en un taburete de falso estilo Chippendale, y marc el nmero del centro donde tena consulta su mdico. Grove Health Centre gorje la chica del otro extremo de la lnea, con el automatismo vocal que adquiere la gente cuya actividad laboral muy bien podra definirse como repeticin incesante. Puede ponerme con el Consultorio Andersen? pregunt Bull. Le pongo La voz de la chica fue bruscamente interrumpida por el timbre de la extensin que haba marcado, pero Bull la oa recibir otras llamadas en la centralita. Dijo Grove Health Centre y Le pongo cuatro veces ms como mnimo antes de que atendieran la llamada de Bull y le rescataran de aquel limbo con interferencias. Consultorio Andersen gorje otra chica de voz apenas diferente. Necesito ver al doctor Margoulies dijo Bull. Tiene alguna hora disponible hoy? A ver sali el gorjeo del receptor no creo, y a partir de maana el doctor estar fuera una semana para asistir a un campamento de aprendizaje. Qu quiere decir? Bull se estaba poniendo quisquilloso. Qu va a aprender, exactamente? Se trata de una especie de competicin, sabe? La chica estaba siendo servicial. Se haba tomado a pecho la circular distribuida por el Ministerio de Sanidad solicitando que todos los empleados consideraran a los pacientes de la seguridad social como clientes de pago y no como los alcohlicos perezosos, hipocondracos y aletargados adictos al Valium que evidentemente eran. Varios equipos de mdicos de los diversos ambulatorios de la zona acampan en los alrededores de Wincanton, donde participan en una serie de competiciones interactivas destinadas a incrementar sus conocimientos de las nuevas reformas. De veras el doctor Margoulies piensa asistir a una de esas cosas? Agachado junto al telfono en la penumbra del pasillo, Bull dej que su mano bajara una vez ms por el muslo hasta el incongruente asentamiento de la vagina. Al percibir un labio bajo la tela de la pernera del pantaln, sus dedos se congelaron y retrocedieron. S, y tiene unas ganas locas de ir Espere un momento. Han cancelado la visita de las nueve y media. Cunto tardara en venir? Puedo estar all dentro de veinte minutos. Cul es su apellido, por favor? Bull. Y la inicial del nombre? Jota. Bull colg, llam a la oficina y avis que llegara tarde sin dar ninguna explicacin; un australiano que tena contrato temporal recibi su mensaje sin hacer ningn comentario. Cerr con doble llave la puerta del piso, que daba a una galera, y se detuvo un momento a contemplar el panorama. Su piso estaba encima de una hilera de tiendas en East Finchley High Road. Las tiendas, de los aos treinta, eran de ladrillo rojo y tenan tejados abuhardillados con cumbreras de material impermeable para la nieve. Pero mientras la fachada de los comercios era congruente con las pretensiones de buen gusto de los inquilinos (la comunidad de vecinos haba conseguido abortar las tentativas de introducir cursis letreros de nen), la parte trasera del edificio delataba su utilidad. Se acceda a la galera a la que daba el piso de Bull por una rampa que no consegua ocultar del todo una serie de enormes contenedores de tres ruedas llenos de detritos hogareos y comerciales. Por all entraban los proveedores de los comerciantes, y ya haba un empleado de la compaa de gas, montando una pequea valla porttil alrededor de la entrada oblonga de un pozo que daba acceso a las tuberas. Bull mir al gasista, contempl la iglesia metodista de ladrillos colorados que se elevaba por encima de la techumbre suburbana, oli el aire primaveral. Aquella maana senta una extraa vulnerabilidad, que atribuy a su herida o quemadura. Pero no permiti que esta sensacin lo dominara. Al fin y al cabo, tena una cita, lo que siempre es una buena motivacin. Se meti en su coche y sali de la parte trasera del edificio en direccin a Archway.
Dejemos a nuestro protagonista, Bull,
camino de su Tebas personal. Ya estaba preso en una zona estereoscpica donde un cambio de ngulo es el nico requisito para que el libre albedro se considere algo predeterminado. Dejemos a Bull gozando de su ltima maana heraclitana antes de quedar sujeto a la implosin de la farsa, y volquemos nuestra atencin en lo alto de Highgate Hill, bajando hasta la red de calles que rodean el Grove Health Centre. En una casa de una de las calles adyacentes, la esposa de Alan Margoulies, Naomi, estaba preparando el desayuno de su hija. En realidad, preparar slo significaba verter agua tibia previamente hervida en la tetera elctrica sobre la pila de nutritivo polvo gris del bol de plstico. Pero, por alguna razn, esta leve accin resonaba en su cabeza con la vibracin metlica de algo semejante a la desesperacin. La criatura estaba atada a su silla alta con una especie de arns de absurda complejidad que tena hebillas de acero y ribetes de nylon color naranja. Al mirar la carita gordinflona de la nia, con sus mejillas achatadas y las ventanillas de la nariz en forma de O, Naomi la vio de pronto como un pequeo homnculo inteligente, una presencia extraterrestre. La nia, por su parte, observ a Naomi con sincero y dichoso asombro. Tena esa edad (alrededor de catorce meses) en que cada nueva maana representa nada ms y nada menos que un verdadero triunfo por parte del Departamento de Guiones. La nena estaba asombrada de ver objetos aproximadamente similares, de colores tambin similares, ocupando la misma posicin que el da anterior. Y ms que eso, estaba encantada (aunque perpleja) de que los actores que interpretaban a sus padres hubiesen recordado una vez ms, por lo visto, los papeles que tenan asignados. Vamos, nia dijo Naomi, aproximndose a la silla alta con cereales suizos en una mano y dos cucharas en la otra. Le dio una cuchara a su hija para que jugara y ella, con la otra, se puso a darle el Farex. Naomi tena que estar de pie en una posicin incmoda para darle de comer, porque su marido, el mdico, ocupaba todo un extremo de la gran mesa de madera sencilla y muy limpia que dominaba la cocina de los Margoulies. Naomi saba que ms vala no molestarlo; Alan sola tener un humor de perros por la maana, y si lo provocaba poda contestarle con los insultos ms retorcidos. Naomi no saba adnde mirar. Por alguna ignota razn, aquella maana tena nuseas, y ver cmo la nena revolva la pulpa beige era ms de lo que poda soportar. Claro que la vista area de su marido tambin era un asco. Alan Margoulies poda ser universalmente reconocido por quienes lo conocan como un hombre carismtico y sexualmente atractivo. Pero desde el ngulo en que se encontraba obligadamente situada, Naomi vea caspa parda y blanca en la raya de su pelo negro y lacio. Tambin not, y se impresion al reconocerlo haba registrado con anterioridad ese dato, pero slo con las manos, que la parte de atrs de la cabeza de Alan era lisa como un tabln. Haba una lnea casi perpendicular que corra desde la cima de su cuero cabelludo hasta donde el pelo le tocaba el cuello de la camisa. Naomi se estremeci. El paso de una visin a otra no haba hecho ms que aumentar sus nuseas. El doctor tamborile con los dedos sobre el diario. Hum hum, gru, en asentimiento personal a algo que estaba leyendo, con ese estilo antiptico, afectado y demasiado conscientemente distrado que su mujer haba llegado a despreciar muy pronto. Naomi reflexion sobre la peculiar caracterstica de la insensibilidad de su marido: era intensa y total, como si acabara de regresar de una escuela privada para seoritas de Suiza. Lo mejor sera sentarse frente a l en el otro extremo de la mesa y mover la silla de la nia. Cualquier cosa con tal de no mantener la vista area. Naomi lo hizo. Cara a cara, Alan Margoulies era un paisaje mucho ms agradable incluso bonito. Tena la nariz larga y delgada, oscuras cejas planas, ojos ligeramente saltones y muy, muy castaos, y una boca femenina. Posea el matiz del mrmol y todo en l era ahusado: los dedos, los lbulos de las orejas, el mentn. Era esbelto y vigoroso, llevaba el pelo anticuadamente largo, enganchado detrs de las orejas. Nunca estaba quieto, ni siquiera ahora. Naomi oa golpetear sus suelas de goma contra las baldosas rojas del piso de la cocina, y los dedos de una mano interpretaban un solo de tambor en la cara inferior de la mesa. Alan percibi que ella lo miraba; levant la vista hasta sus ojos y le sonri bellamente. Por qu no llamamos a una canguro esta noche? Podramos ir a cenar y al cine. Qu te parece? Oh, todava me ama! Oleadas de placer batieron el pecho de Naomi. Hace falta tan poco, pens, y con toda razn se despreci por pensarlo.
Alan cerr con tanta fuerza la puerta,
que los paneles de cristales de colores temblaron. Flexion los hombros e inici el paseo de ciento cincuenta metros que lo separaba del Grove Health Centre. Alan Margoulies era lo que se conoce como un hombre concienzudo, lo que significa como mnimo un tercio del camino en la carrera para llegar a santo. Los hombres concienzudos (y las mujeres, si a eso vamos) suelen or una especie de murmullo en sus odos cuando alcanzan esta situacin privilegiada. Si se concentran en este murmullo, oirn repetidas una y otra vez las palabras Ah, es un santo. Alan Margoulies era un mdico de cabecera que realmente se preocupaba por sus pacientes. Su ascenso profesional haba sido lo bastante veloz para mantener a raya el cinismo y la alienacin que siempre estn al acecho en el arte de curar. Con slo treinta y dos aos, ya estaba en posicin de convertirse en jefe del equipo cuando se retirara el anciano doctor Fortis; no es extrao que sintiera tanto amor por sus pacientes: stos trabajaban arduamente en su beneficio. Todos, sin excepcin, con sus declaraciones fortuitas: Ah, el encantador doctor Margoulies, decan, de esa manera enftica que invariablemente le haca pensar a uno que el doctor Margoulies tena que ser un verdadero doctor en encanto. Tampoco debemos olvidar el gran paradigma moral y emocional: la vida hogarea. Ya hemos visto al doctor Margoulies en su casa. No demasiado encantador, tal vez. De hecho, nada encantador: egosta, dominante, agresivo y falaz. Pero concienzudo, obcecada e incansablemente concienzudo, como sin duda puede atestiguar Naomi. Al fin y al cabo, quin si no Alan le habra ledo fragmentos de Leach y Jolly mientras ella vomitaba de verdad, unas vomiteras que olan a huevos, perdida en los inmensos espacios vacos de su primera sesin de mareo matutino? Alan caminaba enrgicamente. Su cuerpo esbelto, vestido con un traje holgado color tabaco que l crea elegante, se flexionaba y ondulaba bajo la fuerte luz que caa entre las nubes flotantes sobre Archway Hill. Si Alan levantaba la vista de la acera empedrada de la calle, poda ver el puente de acero que cruzaba la abrupta hondonada de Archway Road. Saba que mucha gente desdichada se suicidaba saltando desde ese puente. El impacto en la calzada, segn un mdico conocido suyo que trabajaba en traumatologa en el hospital, haca que sus fmures se les clavaran en el estmago como saetas disparadas por una ballesta. Eso si tenan la gran suerte de que no los atropellara alguno de los vehculos que pasaban como blidos. Mientras meditaba en la defuncin tan movida de esa gente, su fino rostro se nubl de tristeza y se ilumin interiormente, pletrico de comprensin. En dos palabras: autntica preocupacin Hasta que una vocecilla le susurr al odo: Es un santo. Alan par y se acomod un largo mechn de pelo que se le haba desenganchado de la oreja. No debo seguir pensando en eso. Borr el pensamiento de su mente como si le pasara por encima una cinta correctora. En algunos sentidos trato de ser realmente solcito y desinteresado, pero en otros soy completamente interesado, completamente egosta, un hombre muy tpico, en sntesis. Sigui adelante: tengo debilidades y verdaderas flaquezas. Con excesiva frecuencia me permito demasiadas libertades para compensar mi programa abrumadoramente comprometido, solcito y concienzudo. A lo que Margoulies se refera al decirse eso era a su proclividad por el coito extramatrimonial. Recientemente haba tenido dos cpulas en los pisitos que compartan las estudiantes de enfermera que haban hecho sustituciones temporales en el Grove. Pero antes Alan haba vivido una aventura ms duradera (en realidad, a lo largo de todo el embarazo de Naomi) con una sofisticada escultora de Maida Vale. Sybil creaba cabezas que imitaban el estilo de las de la Isla de Pascua con materiales de construccin bloques de piedra volcnica y cosas parecidas y le haca enrgicas felaciones, algo a lo que Naomi slo acceda en contadas ocasiones. Al decirse esas cosas, por supuesto, Alan trataba de justificarse pensando en el tema de su futura canonizacin. Con la aceptacin de sus defectos quera evitar la acusacin de hipocresa o egosmo. Ni siquiera para s era capaz de reconocer que aquello era adulterio, porque lo encontraba demasiado excitante. Sybil y las estudiantes de enfermera pertenecan al pasado, y en los ltimos tiempos hacer el amor con Naomi haba empezado a resultar maloliente. Ms que del cuerpo de Naomi, el mal olor proceda de Alan. Cuando separaba su delgada figura del torso de Naomi, aplanado de tanto hurgar en l sobre colchn anatmico, crea percibir una sutil variante del olor de su mujer, una variante desagradable. Uno de los pacientes de Alan era el que regentaba el Greyhound, el pub del barrio, un edificio de hormign que se levantaba entre vas de circulacin rpida y al que slo se poda llegar por pasillos subterrneos que olan a orina. El hombre tena tatuados sus anchos nudillos: odio en una mano, indiferencia en la otra. Cuando la esposa del cnico tabernero estaba embarazada lo que ocurra a menudo , l deca que estaba creando. Est creando otra vez, le informaba a Alan con tono apagado, mientras se acomodaba pesadamente en la silla de tres patas de madera clara que Alan ofreca a sus pacientes. De repente, esta expresin pareci vincularse estrechamente con aquellos vmitos que olan a huevos que tan bien recordaba Alan, lo que puso punto final a su inventario moral. Mierda, pens, espero que no, o quiz s? Entonces sustituy ese olor por aromticos manguitos semejantes a mullidos almohadones perfumados a la lavanda. Vaginas cuyo interior ronroneaba con una hmeda caricia elctrica; la cara inferior de senos tan tersos como guijarros tibios, de pezones tan erectos que con cada toque provocaban un ahhh!, y amplias prendas interiores llenas de ondulantes volantes, que parecan paracadas. Porque Alan se haba convertido en un adicto de las fantasas pornogrficas de su pobre y tonta imaginacin. Con la decisin de un cerdo que ha olido una trufa, pasaba de los labios de terciopelo a los de raso, de stos a los de seda, y de stos, finalmente, a los labios ardientes, labios vivos, labios hmedos. Al fin y al cabo no poda evitarlo, no era as? Tena edad suficiente y llevaba casado el tiempo suficiente para saber que los cuerpos de las personas se expanden y se contraen, que toman y sueltan lastre, que son llevados al dique seco para limpiarlos de las lapas, que incluso contraen infecciones sobre todo despus de un invierno rtico y quedan atrapados en el frgido banco de hielo. Era esta madurez, ms que su condicin profesional, la que haca que sus fantasas le parecieran tan absurdas. Y sin embargo, all estaba ahora a veinte metros del trabajo, perdido en la rijosa contemplacin de un coo joven y calentito. Un coo que an no haba sido desflorado desde dentro por la cabeza de un nio. Un coo aromtico, suavemente envuelto en lino puro adornado con femeninos encajes. Un coo enmarcado por un vientre liso, unas anchas caderas, un liguero y los elsticos de unas medias negras. Aaahhh! Margoulies dej escapar un gemido involuntario y cruz la puerta giratoria para entrar en la recepcin del Grove Health Centre. Bull ya lo estaba esperando.
Bull haba reducido en ms de cuatro
minutos el tiempo prometido para el trayecto al centro sanitario. Al principio haba avanzado lentamente por East Finchley, conduciendo como un invlido. Pero cuando se detuvo en la confluencia de High Road con Great North Road, justo enfrente de la tienda de animales Elite, Bull toc eso otra vez y casi se desmay. Quiz experimentar esta sensacin no fue tan perturbador como la exploracin que haba hecho al despertar. Al fin y al cabo, ahora saba que eso estaba all. Pero en cada nuevo contexto la vagina daba la impresin de adquirir un disfraz diferente, de proyectarse como una plaga alternativa. En este caso, la sensacin al subirse la pernera del pantaln y pasar la mano por la pantorrilla estuvo a punto de revelarle la verdad. Aunque no era un Don Juan, les haba metido mano a bastantes mujeres, lo que le haba dado ciertos conocimientos en el campo de la exploracin y la introduccin digital. Por eso la vagina hubiera podido resultarle algo ms familiar, ms aceptable, cuando la encontr debajo de la ropa nicamente mediante el tacto. Pero la idea de esa familiaridad, por supuesto, ni siquiera pas por su mente. Reconocer a las nueve y diez de la maana que uno tiene un coo entre la corva y la pantorrilla, mientras est detenido frente a una de las tiendas de animales ms distinguidas de Londres, sera llegar demasiado lejos en la perturbacin del orden natural de las cosas. De modo que Bull sinti, en cambio, que los labia majora y el mons veneris eran ampollas llenas de lquido. Al instante lleg a la conclusin de que era una quemadura. Una enorme quemadura, ya infectada. Armado con esta nueva hiptesis, se dedic a rastrear la causa. Se devan los sesos en busca de informacin acerca de la noche anterior. Al salir de la oficina haba ido a encontrarse con algunos compaeros del equipo de rugby en el Brixton Sports Centre, donde todos los martes se entrenaban en grupos de cinco contra cinco, a fin de estar en forma. Bull haba jugado enrgicamente, mientras su robusto cuerpo blanco sudaba a mares. Se habra apoyado en una caera de agua caliente en el vestuario? A veces, cuando uno est agotado por el ejercicio, con los lbulos inundados de endorfinas y encefalinas adicionales, ni siquiera se da cuenta de una herida grave. Pero aquella era demasiado grave. Hizo una mueca al sentir que la vagina rozaba otra vez la tela rgida del pantaln. Y despus del partido? Habra sido entonces? Fueron al Atlantic, de Coldharbour Lane, donde unos viejos antillanos con sombreros de nylon jugaban al domin. Haba tomado dos o tres cervezas y charlado un rato. Ocurri algo raro all? No recordaba nada. Sigui devanndose los sesos. Haba sido una velada de trabajo. Bull tena la inmensa desgracia de ser crtico de variedades de la revista Get Out!, que pretenda ayudar a sus lectores a disfrutar ms de su tiempo libre, y odiaba cordialmente su trabajo. Haba entrado en la revista despus de una temporada en Estados Unidos, en el momento en que el ftbol americano y el bisbol empezaban a despegar en Londres. Haba escrito ampliamente sobre estos dos deportes y algunos ms. Lo haban contratado como corresponsal deportivo del Get Out! Pero una semana despus de su ingreso se produjo una crisis. El crtico de variedades falleci en un accidente laboral, en un incidente que involucr a un equilibrista francs y siete anguilas vivas (una de las cuales estaba envuelta en llamas). El propietario y director de la revista, un esteta nato, detestaba lo que etiquetaba como violencia. Una de sus empresas comerciales anteriores haba consistido en el lanzamiento de Harold Acton, una gama de productos de belleza para hombres que haba tenido gran xito. El hombre redujo a media pgina la seccin deportiva de Get Out! y meti al pobre Bull en variedades. En consecuencia, la noche anterior, por ensima vez, Bull se encontraba en un bar suburbano subterrneo, contemplando el dibujo estilo Escher de la alfombra, mientras un agente hipotecario de Grays Thurrock, cubierto nicamente por un taparrabos de piel de leopardo, contaba chistes sobre vaginas. Perversamente gracioso, Picante, irreverente e inusitado, No apto para mojigatos ni moralistas de pacotilla. As haban ensalzado algunas notas de prensa a la nueva estrella del firmamento cmico. Por el mero peso de las crticas de la competencia, Bull no haba tenido ms remedio que ir a ver a Razza Rob, del mismo modo que, con anterioridad, no haba tenido ms remedio que ir a ver a tantos otros semejantes. Quieren saberlo? Quieren saberlo? gritaba Razza Rob para trabajarse al pblico; emita las palabras con un exagerado sonsonete nasal, retorcindose sin cesar con una oscilacin ondulante que haca que su cuerpo menudo y peludo resultara repugnante. Quieren saber qu le ocurri al gineclogo que oper el coo ms grande del mundo? Quieren? S! S! S! Hubo un estallido de gritos beodos y belicosos entre el pblico. Ella lo nombr caballero cuando dej el cargo! Unas carcajadas discordantes festejaron el chiste. Razza Rob se sinti estimulado y envalentonado para ahondar ms an en su stira. Y qu me dicen del gineclogo del ejrcito al que se le qued atascada la mano en la raja de la mujer del general en jefe? Quieren saber qu pas? Quieren? Hubo ms aullidos discordantes. Por alguna razn, esta incursin en los chistes vaginales pareca haber atrapado la atencin del pblico en forma mucho ms intensa que la anterior tanda de Razza Rob, que haba abordado temas tan diversos como la caca, el pis y los vmitos. Quieren saberlo? Sacaba todo el jugo posible del tedioso estribillo, martilleando las slabas mientras con la pelvis haca movimientos como si empujara un carrito por un supermercado; la bolsita de tela manchada que tena la desgracia de contener sus genitales oscilaba furiosamente. Lo sabrn. Le dieron la baja despus de la corrida! El pblico estall en aplausos. Bull se encamin a la barra para buscar otra Pils. Despus Bull se encamin a la barra para buscar otra Pils, y otra Pils, y otra Pils ms. Hasta que un rato ms tarde dej de notar que Razza Rob no quera dejar las vaginas en paz. El pblico segua embobado. Unos plidos contables y sus chicas encontraban dulce inspiracin en aquel humor vaginal. Incitaron a Razza Rob a seguir adelante hasta que consiguieron llorar de risa y manchar las axilas de sus camisas de nylon con medias lunas empapadas en la embriagadora transpiracin del gozo. Aunque Bull prefera una comicidad menos burda, era tan susceptible como cualquiera a las presiones del ambiente. En las circunstancias adecuadas saba apreciar tanto como el que ms un chiste a expensas de los genitales femeninos. No era la atmsfera especfica del local, con su pequeo escenario salpicado de lentejuelas y luces discotequeras dignas de una feria barata, lo que haca que aquel nmero le pareciera tan deprimente. Bull habra tolerado eso perfectamente en un momento de ocio. No era enemigo de un partido de rugby de vez en cuando. Exalumno de un insignificante colegio privado, Bull era un puntal como delantero, que se destacaba por sus impasibles y rtmicos empujones, tanto en la mle como en el saque de banda. Despus de los partidos estaba acostumbrado a adoptar tcticas similares en bares abarrotados para asegurarse vasos de espumante cerveza dorada, en los que el alcohol tremolaba con una brillantez cristalina extrada del azcar que poco antes haba sido. Encontraba graciosos los chistes de coos en su tiempo libre, pero en horas de trabajo escucharlos le resultaba una tarea penosa. Se alegr de no haberle pedido a Juniper una colaboradora independiente de Get Out! en la que estaba interesado que lo acompaara. Estaba seguro de que no le habra gustado Razza Rob. Por fin, Bull no pudo ms y se fue. La diminuta sala estaba electrizada, era un estallido de demenciales e irreprimibles risas agudas. Razza Rob odiaba que la gente se fuera antes del final de su nmero, y haba reconocido a Bull, cuyas crticas severas e insensibles, plagadas de innecesarias analogas deportivas, eran fuente de resentimiento para des artistes. Aunque no lo conoca personalmente, en el ambiente circulaba su descripcin, y en la escena londinense no haba muchos crticos de variedades con el corpachn de Bull, su penacho de pelo rubio rojizo y su cara blanca y franca. Eh! Usted! chill el humorista, elevando el tono de voz hasta que fue digno de Nuremberg. Bull no se dio por aludido, en actitud resuelta. S, usted! Razza seal con un dedo su ancha espalda; algunos espectadores colaboracionistas ya sopesaban a Bull por el potencial de participacin que poda representar. Cmo se llama un hombre que tiene un chocho en la parte de atrs de la pierna? Del pblico surgi un coro de Cmo?. Bull sinti que se le endurecan los bordes de las orejas por la vergenza. Slo le faltaba abrirse paso entre dos muchachos idnticos, con las cabezas rapadas y camisas de cuadros de manga corta, con bolsillos y quedara libre en medio de la noche suburbana. Que me ahorquen si lo s, pero en caso de necesidad uno se agarra a un clavo ardiendo, no cree? Razza acompa la imitacin del acento levemente cortante de Bull, tipo noticiero de Path, flexionando las rodillas y haciendo oscilar lascivamente la pelvis. Sus cabellos se agitaron de un lado para otro con un ruido sibilante mientras simulaba estar echando un polvo con todas las de la ley. Una chica de Godstone que estaba haciendo prcticas de auditora se desmay de la emocin; su Cinzano le dej una mancha horrible en el vestido. Bull lleg al estacionamiento casi corriendo. Bull repasaba ahora estos acontecimientos, pero las Pils haban embotado las impresiones neurales y los detalles no eran demasiado precisos que digamos. Quin puede asegurar que Razza Rob no fuera un avieso mago que lo hubiera dotado de aquella vagina? Que hubiera echado sobre l una maldicin mgica para subrayar de un modo infinitamente complicado la falta de consistencia de la sexualidad de ambos. Quin puede saberlo? No obstante, parece lo acertado, lo apropiado. No hubiera tenido sentido implantar una vagina en la parte de atrs de la rodilla del primer hombre que pasara. De all hubiera podido nacer un ser que se considerara elegido, o un superhombre, o un personaje como esos que se encontr Dorothy en el pas de Oz que estuviera ansioso de hacer amigos. No. Era mucho mejor que la implantacin de aquella vagina fuera una congruencia que todos pudiramos comprender. Y mucho mejor que fuera Bull, el dubitativo Bull, el tmido Bull, el condicionado Bull, quien tuviera que soportar el peso de aquella inaceptable metamorfosis. Las bocinas resonaban dentro de la cabeza de Bull. Miraba sin verlo el hormign agrietado del aparcamiento delante de la tienda de animales Elite. Solt el embrague de golpe y el coche se par. Sud copiosamente durante los segundos que le llev volver a encender el motor, pero su mente no quera despejarse. Pas dando sacudidas por delante del Garden Center, tratando todava de encontrar en sus recuerdos de la noche anterior el momento en que era razonable suponer que estaba tan borracho como para no darse cuenta de que se quemaba la pierna. Poda haberle hecho aquello algn artista resentido? Lo pens seriamente, lo cual demuestra hasta qu punto el ancho lbulo de corrupcin carnosa de la falsa quemadura haba perturbado el equilibrio de su razonamiento. Sentado en el Ton of Shale, mientras miraba al maldito Razza, alguien podra haberme quemado la pantorrilla y la corva con un atizador caliente, una de esas resistencias porttiles que se usan para hervir agua en un vaso Pero incluso mientras analizaba todo esto y al mismo tiempo rastreaba algn recuerdo de haberse inclinado contra un radiador caliente, aunque no era poca de que los encendieran, o un tubo de escape recalentado, saba que no poda encontrar una explicacin racional para lo que le haba ocurrido. Mientras pisaba el embrague volvi a sentir que el epicentro de la quemadura formaba una honda muesca en su pierna. La rara sensacin recorra como mnimo veinte centmetros oblicuamente hacia arriba desde el hueco de la rodilla y golpeaba extraamente la parte trasera de su tintineante rtula. Bull pis el embrague y volvi a sentir el extrao carcter interno de la quemadura. Su viejo Mini Cooper rebas la cumbre de la colina y empez a bajar por la calzada hacia Archway Roundabout. En todas las gomas del coche brillaba el moho como si fuera verdn. En lo alto, el Puente de los Suicidas haca caso omiso del cielo y se aferraba a la tierra londinense. Bull distingui el complicado techo piramidal del centro sanitario, que se destacaba en medio de una maraa de residencias victorianas que se extendan a su alrededor. 2 Primeras impresiones
Buenos das dijo Margoulies a
Bull y a la recepcionista. Buenos das respondieron los dos a coro. Margoulies hizo una pausa y observ sus caras para ver si haban odo su involuntario gemido. Pero lo nico que vio fue la ansiedad de Bull y el aburrimiento de la recepcionista. T no eres mi paciente de las nueve y media, verdad? le pregunt a Bull, a quien conoca lo suficiente como para tratarlo con familiaridad. Hubo una cancelacin, doctor interrumpi la recepcionista. El seor Gaston dice que le duele demasiado para venir al consultorio y pregunt si puede ir a verlo a su casa. Est bien, est bien. Dgale que si no puede atenderlo Helen Meyer, ir esta noche. Margoulies sacudi la cabeza de un lado a otro. El falso hasto de este gesto manifestaba a la vez solicitud e irritacin. Pero slo la irritacin que muestra un hombre muy ocupado para dar a entender que an le quedan muchas reservas de solicitud. Margoulies sonri a Bull y le dijo: Por favor, pasa cuando gustes, ya sabes dnde estoy. Tras una nueva sonrisa a la recepcionista, atraves otras dos puertas de vaivn. Bull se qued un poco ms en el asiento de gomaespuma. Estaba disfrutando del alivio que se siente al saber que uno est a punto de ser tratado, que la cosa de su pierna pronto acabar: extirpada, cauterizada, suturada o eliminada de la manera que sea. Despus se levant, dej un Country Life sin cubiertas donde haba buscado una buena residencia para convalecientes y, tras saludar con una inclinacin de cabeza a la recepcionista, se encamin al consultorio. Mientras que el techo del Grove Health Centre tena forma aproximadamente piramidal, la estructura del edificio era esencialmente circular. El departamento administrativo, la recepcin, las salas de curas y la escuela de enfermera ocupaban el centro del edificio; los consultorios de los diversos mdicos de cabecera que trabajaban en los dos equipos de profesionales estaban situados en la periferia, alrededor de un pasillo circular, y un pequeo cartel proyectado desde lo alto de la puerta de cada uno indicaba el nombre de su ocupante. Bull pas ante los de los doctores Hurst, Mukherjee, Fortis, Ambrose y Kowlakowski antes de detenerse frente al que le corresponda. Llam a la puerta. Adelante dijo Margoulies desde el interior. Bull entr. El mdico estaba sentado detrs de su escritorio de madera clara, en un extremo del consultorio. Detrs de l haba una pared semicircular de cristal que haca las veces de ventana. El consultorio tena forma de pedazo de rodaja de pia: la pared exterior se adaptaba al pasillo circular. Frente al escritorio del mdico haba una camilla, y una cortina de plstico penda de la pared. Haba tambin all la habitual mezcla de objetos personales y profesionales caracterstica de cualquier despacho. Mientras Bull se instalaba en la silla de tres patas, Margoulies repasaba su historial clnico. Bull contemplaba con fijeza una seleccin de esculturas de nios hechas de arcilla que salpicaban la superficie del escritorio como menhires en miniatura. Las miraba slo con los ojos, pues tena la mente concentrada, obsesivamente, en la parte posterior de su rodilla. Otra vez con problemas en la nariz, John? pregunt Margoulies, mientras miraba las notas. Bull era un joven sano, a excepcin de habituales infecciones de los senos nasales, no provocadas por ninguna peculiaridad innata de su fsico, sino por el puetazo de un miembro de la Liga Maltusiana que le haba machacado el tabique durante un combate benfico. No, no, doctor respondi Bull . Es otra cosa. Una especie de herida o quemadura en la parte de atrs de la pierna. Si se trata de una herida o una quemadura, podra haberte tratado cualquier enfermera. Precisamente de eso se trata, doctor Bull sinti una vez ms la indecible exasperacin que lo haba acometido al hablar con la recepcionista , de que no s si es una herida o una quemadura. Margoulies arque las cejas y por primera vez levant la vista para mirar a Bull. Simpatizaba con l; haba sido uno de sus primeros pacientes en el Grove, cuando haba empezado a trabajar all, cuatro aos atrs. Rara vez estaba enfermo, y cuando lo estaba no gema ni se quejaba; prestaba la debida atencin a su diagnstico y despus segua sus instrucciones al pie de la letra. Alan lo consideraba un tipo deportivo, esencialmente jovial y sencillo, en directo contraste con su propio ensimismamiento neurtico y sus pretensiones intelectuales. Nunca haba tenido que escribir en el historial clnico de Bull la maldita palabra psicosomtico. Claro que siempre hay una primera vez para todo. Bien, entonces sbete a la camilla y le echaremos un vistazo. Bull obedeci. Se sent de costado y se quit los mocasines. Despus levant las piernas y apoy su gran cabeza pelirroja en el blanco antimacasar de papel desechable que cubra la almohada. Creo que ser mejor que te quites los pantalones, no te parece? Margoulies estaba sacando unos aplanados guantes de goma de sinttico color carnoso de un distribuidor automtico. Bull juguete con su cinturn elstico, se baj los pantalones pulcramente planchados ms abajo de las rodillas y se los quit. Para hacer todo esto haba tenido que ladearse sobre la curva de las nalgas, adoptando casualmente la misma postura que cuando descubri la vagina. Dios mo, pens, espero que no sea nada grave. Aunque otra pequea parte pusilnime de su ser abri la esperanza de que fuese suficientemente grave. Estaba muy bien asegurado y cualquier cosa s, cualquier cosa con tal de dejar de escribir crticas de variedades unas cuantas semanas. Margoulies apareci en la periferia de su visin enganchndose el pelo detrs de las orejas con un gesto caracterstico de los dedos ndices. Despus Bull sinti que las manos del mdico empezaban a juguetear con la parte de arriba de su muslo izquierdo, movindose lentamente, palpando la carne con atentos dedos hbiles. Bull se puso rgido y empez a experimentar, por primera vez en sus treinta y pico de aos, una profunda angustia. Era una sensacin distinta del miedo que senta habitualmente cuando lo tocaba alguien en situaciones en que no haba intimidad o cuando tena que desnudarse delante de otras personas. En esas ocasiones Bull senta en lo ms hondo de su ser un miedo cerval a que su pene se enderezara y entonces se lo cortaran y lo enrollaran sobre s mismo a fin de convertirlo en una diana para hacer prcticas de tiro al blanco. No poda concebir nada ms embarazoso que una ereccin involuntaria especialmente si lo tocaba un hombre, como era el caso de Margoulies. Pero el temor que senta ahora era distinto: era ms bien miedo a una intrusin en su interior que verse expuesto a las miradas del mundo. Bull senta su pierna como un objeto blando, vulnerable y que se encoga. Anhelaba gritarle a Margoulies para advertirle que examinara su pierna de un modo particular, con unos movimientos especficos, firmes pero serenos. Pero la lengua se le haba secado y pegado a la base de la boca. Entretanto, Margoulies haca pequeas observaciones sobre la pierna en voz alta, aunque evidentemente para s mismo. As le gustaba proceder. Daba igual que examinara un cncer o un resfriado comn, una gangrena o una gonorrea; a Margoulies le gustaba hacer lo que l denominaba ponerlo en el contexto adecuado. No poda llegar al extremo de llamarse a s mismo mdico holstico, pero estaba convencido de que toda lesin o malestar deba tratarse como mnimo en el contexto de la seccin del cuerpo en que se manifestaba, si no del cuerpo como conjunto. Ahora date la vuelta, por favor Mmm. Un gluteus maximus muy pronunciado murmur al tiempo que hunda la punta de un dedo de goma en la blanca blandura de la nalga de Bull y apretaba con la otra mano la gruesa culebra de msculo que se curvaba alrededor de su muslo. Luego, de repente, silencio. Los murmullos de Margoulies se interrumpieron tan bruscamente como si le hubiesen puesto un apsito empapado en ter en la cara, y apart las manos de la pierna del paciente. Bull esper. Y esper. Lo nico que oa era la respiracin de Margoulies, que se haba vuelto pesada, laboriosa y algo intermitente. Bull permaneci inmvil, preparndose para el pronunciamiento del mdico y, por supuesto, ansiando no tener una ereccin. Mir fijamente la forma en que el yeso se haba levantado como estalactitas en miniatura sobre la pared.
Margoulies, naturalmente, haba visto la
vagina: sa era la explicacin de su brusco silencio. Sus ojos rodearon el horizonte del ancho y firme muslo de Bull cubierto de pelusa de un rubio rojizo y la vieron, inserta en el hueco de atrs de la rodilla. Dos observaciones golpearon a Margoulies con igual fuerza en cuanto puso los ojos en la vagina de Bull: en primer lugar, que careca de vello pbico, salvo una especie de copete espeso de los pelos de la pierna encima del mons veneris; en segundo lugar, que la vagina no haba aparecido simplemente en el hueco de la cara interna de la rodilla como un cuerpo extrao, sino que la anatoma bsica de Bull se haba adaptado, dentro de un rea muy localizada, para acomodar el nuevo orificio. Los dos gruesos tendones a ambos lados de la cavidad haban sido empujados hacia fuera por lo que sin duda tena que ser una formacin de nuevo hueso pbico. El msculo de lo alto de la pantorrilla estaba evidentemente bifurcado bajo la piel para dejar espacio a la entrada de la vagina, mientras la corva propiamente dicha sobresala para albergar la proyeccin del monte de Venus, y el cltoris ya asomaba desde abajo de su reborde. Fue una visin asombrosa para alguien como Margoulies, que entenda la anatoma del cuerpo humano tanto desde el interior como desde el exterior. Este conocimiento fue una suerte para l, porque los primeros segundos de incredulidad total no se centraron en el cmo o el porqu de la presencia de la vagina en el cuerpo de Bull, sino en los tecnicismos de si la vagina estaba bien construida o slo era un raro simulacro, ms afn a una patata faliforme que a un genital funcional. La verdad es que el mdico sinti que se desmayaba. Respir hondo y delante de sus ojos revolotearon visiones de toda la literatura mdica que haba ledo en su vida sobre anomalas genitales. Se calm tomando dos decisiones simultneas y de largo alcance, decisiones que al menos en su mente lo distinguan de todos los dems mdicos de cabecera que pudieran haberse visto en aquella peculiar situacin. Decisiones que reflejaban lo razonable de que aquel fenmeno hubiese ido a parar a l y slo a l. La primera consisti en conservar a Bull como paciente en lugar de enviarlo automticamente a un especialista en ginecologa. La segunda fue ocultar la verdad sobre la vagina, por el momento, al propio portador. Alan no dudaba de que esa vagina deba tener una explicacin. Era un cientfico hasta la mdula y un creyente cabal en la absoluta posibilidad de descubrir y explicar cualquier causa. Pero hasta que lograra conjeturar la etiologa de esa vagina, saba intuitivamente que saber que la tena perturbara gravemente a su paciente. Actuar de otra manera no habra sido concienzudo. De qu se trata, doctor? La voz de Bull son extraa y cargada de flemas en la profundidad de su pecho. Bueno, pues, John Bien, ocurre que tienes razn en ambos sentidos Margoulies emiti estas palabras con gratitud, como si se las hubiese soplado un apuntador. Qu quiere decir? Bien, se trata de una herida muy desagradable, es cierto, pero tambin es una quemadura bastante grave. Ya me lo pareca! Lo saba. Y para colmo siento que me ha empujado hacia afuera todo el interior de la pierna. Es es como si de alguna manera hubiese experimentado una mutacin. Te duele mucho? La voz de Alan son cargada de preocupacin. Ahora estaba de pie dominando a Bull, mirando desde arriba la ancha y pecosa espalda de ese ejemplar anormal. Dolerme? S, claro que me duele Bull arrastr la voz hasta convertirla en nada, y una expresin de perplejidad inund su cara. Dolor? Como puede ser tan estpido para preguntrmelo siquiera, pens. Pero ahora que se vea forzado a analizar realmente las sensaciones que haba experimentado cuando tuvo conciencia de la herida, de hecho no poda, en realidad, describirlas como dolorosas. Bien pensado, parecan sensaciones de sensibilidad extrema, mensajes neurolgicos notables por una novedad impresionante que combinaba al mismo tiempo lo visceral y lo voluntario, la sensacin de ser tocado y de desear que lo tocaran. Por favor, John, puedes describirme el dolor? pregunt Margoulies, emitiendo otra vez la voz desde el sur de Bull. Su cabeza oscura haba desaparecido una vez ms bajo la cpula salpicada de pelos de la rodilla de Bull. Pero Alan no pudo concentrarse en la incoherente respuesta del paciente, ya que estaba haciendo denodados esfuerzos por entender esa cosa. Slo haba hecho la pregunta como un reflejo, como algo que debe hacer un mdico. Margoulies us suavemente los pulpejos de los pulgares para abrir los labios exteriores de la vagina; los interiores tambin se abrieron levemente. La piel del interior de la vagina era de un rosa perlado y reluciente, y el cltoris asomaba descarado por debajo de la capucha de carne de la parte superior del orificio. Margoulies mir de cerca, ayudndose con el fino haz luminoso de su linterna; apuntal el hombro contra el muslo de Bull para tener un punto de apoyo. Interesante. No haba uretra y bueno, supona que deba de existir alguna explicacin lgica. Se devan los sesos en busca de un fundamento racional: Bull era virgo intacta, algo sorprendente en un hombre de su edad. La carnosa escotilla llenaba la boca de la vagina de la manera ms cmoda y conveniente. como si careciera de proteccin, en carne viva y muy sensible. Cmo? Margoulies se sobresalt, como sintindose culpable. Cuando la frota la pernera del pantaln, doctor. Ahora la voz de Bull era quejumbrosa. Pero Alan no la oy. Otra vez estaba de caza alrededor de la vagina: era realmente la cosita ms linda que haban visto sus ojos Cmo! Margoulies se abofete para sus adentros por este abandono de la profesionalidad. Maldicin, en su trabajo haba visto ms que suficientes y jams haba cometido el error de confundirlas con las de su tiempo libre. Por qu sta? Nada poda ser ms inadecuado. Claro que la vagina de Bull era realmente monsima. Una cajita adorable. Sus labios y los rebordes de stos eran encantadores. Y resultaba encantador el modo como el rosa perlado de la piel interior de la vagina se perda en la piel blanca y pecosa de la pierna de Bull. Y los labios no estaban demasiado arrugados, el cltoris no era demasiado largo Ahora Margoulies, con un depresor de lengua, estaba poniendo a prueba el equipo neural del orificio, tocando el interior de los dos conjuntos de labios, el cltoris, el que tena que ser el segundo perineo de Bull (definido por una franja de carne ondulada y parda que corra hacia arriba y encima de la redondez de su pantorrilla). Por los retorcimientos y convulsiones que sinti correr con la palma de la mano en la pierna de Bull, y otros temblores ms profundos que percibi en su abdomen, Alan supo que el equipo de Bull funcionaba como es debido. Qu monada! intercal el mdico al tiempo que daba un inocente pellizco al cltoris. O al menos as quiso hacrselo creer a s mismo, pero en ese intento resida precisamente el ncleo de la duplicidad. Y este paso leve e irnico fue el punto de partida. Desde ese momento todo lo que hizo el bueno del mdico fue equivalente a arrimar una motosierra a su rbol de la ciencia del bien y del mal. Porque Margoulies haba abandonado sus perspectivas profesionales, haba permitido que sus preferencias le afectaran el juicio. Haba dejado de obrar en exclusivo beneficio del paciente. Naturalmente, contaba con amplias reservas de rechazo para amortiguar este conocimiento. Se quit los guantes de goma con su despreocupacin habitual y dio la vuelta al escritorio. Bull permaneci en posicin supina y gir la cabeza sobre el papel crujiente. Y bien, doctor? Bueno, John, no es tan grave como seguramente pensabas. La superficie interior de la rtula tiene que corresponder a la boca del cuello del tero. Incluso mientras le soltaba las habituales palabras tranquilizadoras, las facultades profesionales de Margoulies estaban trazando un mapa interior del nuevo rgano sexual de Bull. Como t dices, es al mismo tiempo una quemadura y una herida. Si quieres que te diga la verdad, ignoro qu puede haberla ocasionado. Margoulies se sent ante el escritorio de madera clara y empez a escribir algo en la primera hoja de las notas sobre Bull. ste, que segua contemplando la erosionada pared, se sinti ms tranquilo con esto que con todo lo que Alan haba hecho hasta ese momento. As era como se supona que deban comportarse los mdicos, dejando a los pacientes a dos velas mientras ellos manejaban insensiblemente el bolgrafo. Pero lo que escribi Margoulies habra hecho dudar a Bull de su cordura. El bolgrafo no haca ms que repetir, con la letra apretada y sinuosa de Margoulies, una palabra: Coo, coo, coo, coo, coo, coo, coo, coo, coo, escribi. Y sus finos ojos pardos contemplaron ciegos el brillo aguamarino de una reproduccin de Monet torpemente colgada con chinchetas en la pared, sobre la camilla. Bien, lo mejor ser que vendemos esa herida o quemadura, no te parece? Margoulies empez a moverse por el consultorio para proveerse de vendas, esparadrapo, apsitos, tijeras y un frasco de agua destilada. A medida que los dedos afilados del mdico palpaban suavemente los alrededores de la vagina, Bull fue sintindose cada vez mejor. El mdico no saba bien qu estaba haciendo. Quera tapar la vagina para que Bull no descubriera qu era. La limpi con apsitos empapados en agua destilada para dar a su paciente la impresin de que la estaba desinfectando. Despus aplic una capa traslcida de vaselina a toda la zona de la corva. A continuacin us tiras delgadas de esparadrapo para cerrar como alas de mariposa los labios vaginales. Por ltimo, cubri todo con un vendaje firme pero flexible. Margoulies se irgui para terminar la tarea. Mirando en direccin a Bull, aplic vuelta tras vuelta de vendaje con habilidad estratgica. Despus de cada una le peda a Bull que moviera la pierna y le dijera si le resultaba cmodo. Bull, cada vez ms tranquilo, experimentaba la maravillosa ligereza que llega con la certeza de que uno recibe el tratamiento adecuado. Cuando por fin salt de la camilla y se puso los pantalones, volvi a sentirse casi normal. Dio unos pasos por el consultorio. Todava senta profundos roces y separaciones internas en el interior de la pierna, pero la sensacin inmediata, superficial, que tanto lo haba horrorizado, estaba paliada y apagada. Ahora escchame bien, John. Margoulies estaba otra vez en el escritorio, escribiendo en un bloc de recetas. Yo mismo te he vendado porque no confiara en que las enfermeras de aqu o del hospital lo hicieran correctamente. Debes tomar Tengo que hacer reposo en cama, doctor? Bull pareca entusiasmado con esta perspectiva. Un leve ardor estomacal y la cabeza cargada por la resaca le aconsejaban la horizontal con una insistencia que ahora eclipsaba fcilmente el efecto insidioso de la vagina. No, no creo que sea necesario. Te aconsejara que trabajaras menos horas, pero en cierto sentido, con algo como esto, lo mejor ser que hagas un poco de ejercicio. A Bull le desconcert la respuesta, pero confiaba implcitamente en Margoulies. Al fin y al cabo, por qu no iba a confiar? Cmo poda saber que un universo paralelo de clculos pervertidos se estaba instalando en la mente del bueno del mdico? Cmo poda saber Bull que la preocupacin principal de Alan era, ni ms ni menos, impedir que descubriese la vagina antes de que l pudiera, pudiera, qu? S, se era el quid de la cuestin. Margoulies ya estaba tramando algo. Trataba a Bull con el cinismo de Von Ribbentrop cuando negociaba con Molotov. Margoulies se haba convertido en un mudo signatario del juramento hipcrita. Bull esperaba en la farmacia con la receta apretada en su mano regordeta. En la fila, delante de l, dos heroinmanos reciban su dosis diaria de metadona. Se apartaron del mostrador, pero slo hasta un expositor de alambre con productos en forma de esponja, donde se detuvieron a beber lujuriosamente el dulce jarabe. A un lado de la farmacia, un esquizofrnico discuta con un dependiente que llevaba bata de nylon acerca de la mejor manera de conservar limpia una lima de uas, mientras en el otro dos chicos flacuchos con la cabeza afeitada y de un azul reluciente de los anfitriones habituales de la tia, miraban con fastidio los lpices de labios en sus bandejas acrlicas. El farmacutico le pas el Valium a Bull por la ventanilla. Lo observ con cierta curiosidad: Bull no pareca de los que necesitaban sedarse. Daba ms bien la impresin de un tipo simptico, afable y proclive a las apuestas sobre quin bebe ms. Bull cogi las pastillas sin molestarse en leer la etiqueta, el cambio y la receta. El farmacutico, sintiendo el oscuro poder del boticario que altera humores a distancia mediante el uso de filtros y preparaciones, not su expresin perpleja. Y habra acertado en este sentido, porque Bull no tena la menor idea de qu era el diazepn. Crea que Margoulies le haba recetado un antibitico. Bull dio unas vueltas por el Lincolns Inn, buscando aparcamiento, y en el proceso discuti dos veces con el mismo taxista calvo y beligerante. Finalmente encontr un lugar de descanso transitorio y subi por Grays Inn Road hacia las oficinas del Get Out! El da estaba despejado; las nubes se haban dirigido a Sveningen, dejando la ciudad de Londres desnuda y brillante bajo un altsimo cielo azul. Subi la escalera despacio, sintiendo el tirn de las tiras adhesivas en lo que en breve sera vello pbico de su pierna. En las oficinas de Get Out! sorte escritorios destartalados, cada uno con su tup de papeles, al tiempo que saludaba a sus diversos colegas. stos beban caf en vasos de plstico, con los pies sobre el escritorio, o tecleaban encorvados ante la cascada verdosa de sus pantallas. Bull se instal ante su escritorio, encendi el procesador de textos y mientras la mquina charlaba consigo misma para cobrar vida, empez a componer mentalmente su crtica de Razza Rob. Como ya se ha dicho, Bull era cronista deportivo por vocacin, y, de hecho (aunque no tiene la menor relevancia para nuestra historia), no lo haca mal. No lleg al periodismo deportivo con la actitud superficial de un aspirante a novelista, sino con la honesta sinceridad de un hombre al que le hubiera gustado ser deportista profesional. Se haba hecho periodista con el propsito de estar con la gente que admiraba: los deportistas. Era un buen jugador de rugby, pero nunca se haba engaado a s mismo creyendo que poda llegar a profesional; gracias a eso, aportaba a sus comentarios deportivos un conocimiento prctico y una fluidez expresiva que, casualmente, haca excelente su prosa. Su identificacin con la jugada decisiva de un partido entre los equipos Wigan y Filey RFC, de segunda divisin, se pone de manifiesto en esta vivida descripcin:
Guggenheim recibi el baln, y
entonces sus msculos, que haban permanecido replegados sobre s mismos, estallaron sin el menor esfuerzo y emprendi una serpenteante carrera cuya culminacin fue un triple de rara brillantez
Por otro lado como ya hemos
sealado, sus crticas de espectculos adolecan de una excesiva y plmbea inyeccin de metforas y analogas deportivas. As: Les Jongleurs Diaboliques no lograron desprenderse del todo de los bloques de salida en su nueva experiencia teatral en el Diorama. La inexperta defensa que caracteriza los movimientos de Les Jongleurs en el escenario lleva a este crtico a sospechar que hubieran recibido la influencia del difunto y aorado Bobby Robson en un tardo intento por reintroducir la desacreditada formacin 4-3-3 en el ftbol ingls.
En general, el borrador de Bull le
era devuelto por el jefe de redaccin con casi todo suprimido, salvo las frases ms claras y precisas. Bull se senta miembro de una cuerda de presos, un forzado obligado a cavar pozos para luego volver a llenarlos, sin propsito, sin motivo. A medida que aumentaba su incapacidad para escribir sobre el tema que le haban encargado, se incrementaba su rencor hacia las variedades, los clubs de jazz, el teatro de arte y ensayo y los espectculos minoritarios en general. Por otro lado, los deportes lo seguan apasionando. Lo nico que detestara perderse por estar lesionado o enfermo era la pequea gira que estaba a punto de emprender por diversos centros tursticos de la costa sur su equipo de aficionados, los Wallingford Wanderers. Bull jugaba con los Wallingford Wanderers casi desde que haba terminado los estudios (excepto la temporada que pas en Estados Unidos). El equipo estaba vagamente relacionado con su antiguo colegio, pero en la prctica sus filas se nutran de amigos y conocidos de los miembros del equipo. La mayora de los amigos de Bull eran Wanderers, slidos y jvenes aparejadores y actuarios de seguros, con algn dentista o gerente de supermercado que le daba un toque de cosmopolitismo. Lo que ms le gustaba de los Wanderers era que mostraba la cara ms aceptable del rugby modesto. Se beba, pero no se joda; es decir, haba alegra, pero no sodoma. Esencialmente, significaba para todos ellos una continuacin de su poca en el insignificante colegio privado. Una vez al ao el equipo iba a jugar un partido en su antiguo centro de estudios, y se era el punto culminante de la temporada. No fue fcil para Bull concentrarse en un artculo conciso y demoledor sobre Razza Rob. Repetidas veces escribi caracteres en la pantalla y dej luego que el cursor se los fuera comiendo hacia atrs. Delante de sus ojos aparecan verdes imgenes de csped. Senta correr por su cuerpo, impulsado por la adrenalina, el placer que siempre lo invada cuando estaba alineado con sus compaeros de equipo, limpios, planchados y ansiosos por hacer el saque. A travs de la pierna tuvo la deliciosa impresin que llega cuando uno hunde la parte de atrs de la bota en el csped y la levanta un poco, lo suficiente para sustentar el baln y lanzar un tiro libre. Pensar en la pierna le record la herida. Haba estado perdido en un ensueo, se senta mareado y relajado. El Valium haba hecho su efecto. Bull realiz sus actividades el resto del da mientras el sedante lo mantena tranquilo. A la hora de comer sali a tomar una copa con un par de colegas. Uno de ellos not que cojeaba. Qu pasa, John? le pregunt . Te hiciste un esguince en los entrenamientos? No contest, de pronto cohibido. No tiene importancia.
Margoulies baj hasta el stano del
hospital en el apestoso ascensor, que ola a los difuntos antepasados de viejas cenas escolares. El stano tena un techo opresivamente bajo, y, junto a la puerta del ascensor, el linleo del piso haba empezado a pudrirse, rajndose en melladas islas, como si su superficie acabara de ser afectada por una falla tectnica. Un conserje con cara de siervo medieval de la gleba verrugoso y con nariz de Cyrano lo guio hasta las estanteras cerradas con llave y le abri la jaula de alambre. Margoulies encendi la lmpara que estaba sobre el pequeo escritorio metlico y recorri los estantes leyendo los lomos de las voluminosas obras de consulta y las revistas encuadernadas, y de vez en cuando sacaba algn tomo. Era su descanso del medioda. El resto de la maana, tras la visita de Bull a su consultorio, le haba resultado muy extrao a Alan. Haba sentido palpablemente que la tica y el autocontrol desaparecan de su mente como el agua de la baera. Daban vueltas y vueltas por su frente torturada los argumentos y las consideraciones, hasta que desaparecan con un feroz gorgoteo slo para ser reemplazados por ms argumentos y consideraciones. La conciencia le deca que estaba haciendo algo errneo. Algo muy, muy errneo. Algo que poda, de hecho, socavar gravemente su candidatura a la canonizacin. La razn tambin le indicaba que cuando un hombre entra en tu consultorio con una vagina detrs de la rodilla, lo primero que debes hacer, a fin de conservar tanto tu propia cordura como la suya, es decrselo a otra persona. Lo anormal se vuelve normal mediante su inclusin en el mundo de otras personas. Si dejas que permanezca oculto, comienza a adquirir un aura de siniestra unicidad. Pero el problema consista en que Alan ya se estaba moviendo dentro de la dramtica irona de la traicin. Sus adulterios haban abierto un abismo entre lo que l saba de s mismo y lo que los dems saban de l. En ese abismo caban Bull y su vagina. Y, por desgracia para Bull, prcticamente lo llenaban. Alan no entenda por qu, pero cuanto ms trataba de pensar en lo que deba hacer para ayudar a Bull, ms imgenes contundentemente no cientficas de ste lo inundaban. Bull era tan vulnerable, tan confiado, haba algo patticamente dulce en sus facciones apelmazadas y su expresin de enorme sinceridad desconcertada. Y no era feo, muchas mujeres se sienten atradas por hombres de buena figura, en especial con la solidez de un jugador de rugby. Y la vagina. Qu orificio! Raras veces es apreciado estticamente. A los hombres los acobarda su carnosa realidad. Le meten la lengua y los dedos pero raramente le dedican una larga mirada llena de amor. Prefieren considerarla con ojos de nio, como la trampa secreta que conduce a un cuarto lleno de golosinas. Tal vez se deba a que de all salen los nios, haba reflexionado Alan, jugando con sus criaturas de arcilla mientras esperaba a que llegara arrastrndose desde la recepcin otro artrtico torturado. Pese a su tan alabado intelecto, Alan tena un estilo de monlogo interno ms bien nauseabundo e inmaduro. Otra peculiaridad del complejo virgen/puta de la psique masculina? No soportamos aceptar la realidad visual del coo porque hacerlo sera lo mismo que aceptar la orina, la menstruacin y las sanguinolentas cabezas de los recin nacidos? Por supuesto, no viva tan retrado como para ignorar que haba montones de revistas porno plagadas de instantneas de entrepiernas. Llenas de coos delineados con precisin forense; pegados a la pgina, con su sedosa raja y el matorral circundante lisos como un valle fluvial fotografiado desde el aire Pero tambin era lo bastante perspicaz para comprender que esas imgenes no tienen la intencin de embellecer a las mujeres que posan sino de humillarlas, exhibirlas. Margoulies estaba despiadadamente sometido a estos ensueos, e incluso cuando parecan adquirir un cariz sinceramente reflexivo, como antes una orientacin que hubiera podido permitirle salir del laberinto psicolgico en el que haba quedado atrapado a las diez menos diez, se senta acometido por otro brote de lujuria. Un brote que proyectaba la anatoma de Bull ante sus ojos, baada en una luz muy diferente: rosada, palpitante, ondulante, dulcemente ertica Alan vea a Bull posando desnudo a la sombra rayada de una persiana veneciana como Richard Gere en American Gigolo. Giraba amorosamente sobre una fuerte pierna, a la manera de un lanzador de disco, empujando la parte de atrs de la rodilla hacia el mudo voyeur. Su nuevo pubis estaba ceidamente envainado en una bolsita, una especie de braguita. Unos mechones de vello asomaban por los bordes. Margoulies slo distingua aquellos labios, delineados por el suave brillo de la seda. Con el propsito de quitarse estas imgenes de la mente la terrible fertilizacin mutua entre las fantasas sexuales que viva mentalmente y la anormalidad genital de Bull. Alan haba decidido acudir a la biblioteca del hospital universitario a la hora de almorzar. Las recepcionistas, cuando lo vieron salir del Grove agobiado y preocupado, se quedaron haciendo comentarios. Fjate!, dijo la negra y cnica Gloria, que acababa de empezar su turno, este hombre se ha agotado trabajando. Fjate! Es un santo, sa es la verdad!. La mente del santo estaba pletrica de quimeras cuando se encaminaba al centro de la ciudad. Imgenes del acoplamiento del organillo y el manubrio en las ms surrealistas y frenticas combinaciones. Pero una vez en el stano, las estanteras cerradas de la biblioteca le produjeron cierto alivio. Aqu el ojo de la mente se convirti en ojos que miraban las pginas, mientras hojeaba la Revista de Fisiologa Anormal. Las desvadas fotografas en blanco y negro y las lminas en color, que an eran peores, pues los colores estaban distorsionados, mostraban la ms fantstica profusin de confusin fsica: un hombre, cuya barriga blanca y desnuda estaba muy hinchada, posaba tmidamente con una mano en el respaldo de una silla de cocina luciendo un pecho que era un autntico palimpsesto de pezones, algunos solapndose a otros, muchos de ellos grandes como un platillo; la cabeza de otro hombre haba sido fotografiada de lado para mostrar las espirales dignas de un Durero de su odo interno, que contenan un trozo de pene; una mujer con el cuerpo en forma de pera, en cualquier otro sentido espeluznantemente comn, yaca de espaldas para mostrar el primer plano de una entrepierna con doble vagina. Haba ms, mucho, mucho ms. Alan pas una pgina tras otra. Baj el clsico de Nicholson, Distorsiones del sexo, una obra que todo el mundo trataba de obtener en prstamo cuando l estudiaba medicina. La dej junto a la revista y compar cosas extraas con cosas an ms extraas. En el libro de Nicholson unas siamesas permanecan unidas vagina con boca, atrapadas por una red de carne en un cunnilingus vitalicio; el pene de un hombre perfectamente comn tena otro pene de un hombre perfectamente comn que creca de l en ngulo recto; una joven bastante atractiva, a la mediocre manera provinciana inglesa, posea un cltoris del tamao de un nabo. Pero por muchas pginas que volviera, por mucha fantasmagora carnosa que asimilara, no lograba encontrar nada que se asemejara siquiera a lo de Bull. Haba muchos hermafroditas, por supuesto, pero invariablemente sus vaginas eran simulacros distorsionados que se abran junto a sus penes. No haba nadie como Bull, con una vagina completa y bellamente formada, aunque en un lugar del todo inslito. Mientras Alan lea el texto de Nicholson, aunque tropez con algunas historias de inconcebibles anormalidades genitales, comprob que ninguna era ni remotamente similar a la originalidad genital de su paciente. Segn Nicholson, muchas chicas haban llegado a la pubertad y entonces un aluvin de testosterona haba empujado sus cltoris hasta transformarlos en penes y puesto testculos entre sus entrepiernas. Pero no poda decirse lo mismo de los chicos. Si no tenan vagina desde el principio, jams la adquiran posteriormente, lo que sin duda se ajusta a lo que sabemos intuitivamente, porque la fisiologa masculina es una cosa esttica y sin vida, un vaco metablico que no se ve afectado por los tremendos tirones lunares y las cataratas de pegajoso flujo hormonal que tanto influyen en la femenina. Alan cerr los libros con irrevocable determinacin. Llam al conserje para que cerrara la jaula y subi en el apestoso ascensor al Londres del nivel del suelo. As, en lugar de actuar como catarsis, la visita a la biblioteca slo sirvi, en ltima instancia, para exacerbar el estado de Alan. Nuevas imgenes de Bull empezaron a inundarlo como una especie de enfermedad a la que sirvieran de vehculo sus reflexiones. Descubri que apenas poda concentrarse en lo que decan sus pacientes de la tarde. (Pobre doctor Margoulies, pensaban ellos, este hombre trabaja muy arduamente, es demasiado concienzudo).
Al acabar su jornada Alan cogi el
maletn de visitas a domicilio y volvi a casa. Naomi estaba dndole de comer a la nena en la cocina, exactamente igual que cuando Alan se haba ido por la maana. Alan acarici con una de sus finas manos ahusadas la mejilla de Naomi y con la otra la de la nia. Dio un beso a cada una y les dijo que las quera. De repente, el contraste entre las imgenes grotescas que se haban proyectado en su mente durante casi todo el da y lo saludable de aquella escena domstica fue como un golpe en la nuca. Le cost un gran esfuerzo reprimir el impulso de hundir la cara en la encantadora mata de pelo castao de su mujer y contarle al odo toda la historia entre sollozos. Pero lo logr. Alan saba que la cura que le haba hecho a Bull esa maana slo servira como medida transitoria. Se senta vaco de ideas en cuanto a la forma de ayudar a su paciente, pero saba que tena que verlo y hacer algo. Llam a una canguro dijo Naomi. Vendr alrededor de las ocho. Bien, muy bien contest Alan, no de una manera mecnica, sino con verdadero nfasis. Tena la cualidad de entrar en situacin inmediatamente, mostrando la mayor compenetracin cuando estaba con Naomi, de modo que sintiera que pensaba en ella y slo en ella. En ese momento se acord de la cancelacin que haba provocado la visita de Bull por la maana. sta era la oportunidad perfecta, y se apresur a agregar: Tengo que ir hasta Archway a ver a un paciente. Naomi se sorprendi y mostr cierto fastidio: No saba que tuvieras un paciente en Archway. S, un anciano que se llama Gaston. En realidad no tendra que atenderlo yo, pero, al parecer, soy el nico mdico al que quiere ver. Tardars mucho? pregunt Naomi. Alan mir la hora: eran las seis y media. Si me apresuro estar de vuelta a las ocho; es posible que tenga que drenarle el quiste. Alan, sabes muy bien que hace una semana que no acuestas a Cecile Lo s, lo s. Lo siento, querida. Os compensar a las dos este fin de semana. Y tras decir esto, se march. Sali antes de que otro intercambio verbal con Naomi la legalmente casada Naomi pudiera poner en peligro su hbito de olvidarse inmediatamente de ella. Alan se aferr un rato ms a la imagen de su hija. Tanto tiempo, de hecho, como le llev llegar al coche y ponerlo en marcha. Us esa imagen del modo que suelen usarla muchos hombres que obran con doblez y se dejan llevar de sus pasiones: para sentir culpa en lugar de obrar rectamente. Mientras conduca el coche por la calle residencial de viviendas escalonadas donde viva y giraba por High Road, record lo urgente que era aquella visita a domicilio, aunque por debajo de aquel recuerdo se deslizaba la sensacin, que Alan apenas acertaba a comprender, de que an era ms urgente que realizara otra visita. El camino, rumbo al norte, que conduca a la casa del seor Gaston segua hasta donde Alan saba que viva Bull. 3 Seduccin
Bull estaba en la mal ventilada
semioscuridad de su dormitorio. De vez en cuando un camin refrigerado bajaba por East Finchley High Road y sus ruedas dobles producan un ruido seco contra las bandas sonoras del cruce. Se senta fatigado y mareado. Hacia el fin del da de trabajo haba sopesado la idea de volver al Grove para ver otra vez a Margoulies. No sera alrgico al antibitico? Pero cambi de idea: no servira de nada molestar al pobre mdico. Dormira a pierna suelta toda la noche, y, si a la maana siguiente segua sintindose as, pedira hora. De todos modos, Alan le haba dicho que fuese a ver a la enfermera un par de das despus para que le cambiara el vendaje. La verdad es que el vendaje empezaba a molestarle. Debido a la incmoda localizacin de la herida, Margoulies no haba podido dar vueltas planas de venda; para compensarlo haba tratado de sujetar la herida con una serie de vendas de refuerzo que cubran la rodilla. Incluso herido y drogado, Bull era un individuo vigoroso. El constante movimiento de su pierna carnosa a lo largo del da haba desplazado parcialmente el vendaje; la deliciosa y fresca sensacin que haba sentido en el consultorio, mientras Margoulies limpiaba la herida con agua destilada y la cubra con vaselina, primero se haba desvanecido y luego se haba convertido en irritacin. Bull saba que deba tomar otra pastilla, pero, por alguna razn, no poda levantarse de donde estaba sentado, con la pierna estirada, delante de la ventana y con la vista baja hacia la estatua del venado lampio que coronaba el prtico del pub El Venado Lampio. Y si bajara a tomar una copa?, musit para sus adentros. Aquella tarde se senta solo y desamparado. Todava era lo bastante joven para relacionar la enfermedad con que la gente lo mimara; lament que su madre no estuviese all para volver a vendarle la herida y prepararle una buena cena. Pero hasta la idea de beber alcohol le daba nuseas. Y cmo poda ir a un pub en aquel estado? Bull visualiz el interior de El Venado Lampio: estaba oscuro y con un denso humo acre. Unos hombres gordos como cerdos vestidos con trajes estaban de pie apoyados en la barra o las paredes. Cuando la puerta de vaivn se abri de par en par para dejarlo pasar, los ojos castaos y muertos de los parroquianos le siguieron el rastro por la moqueta, desnudndolo. De eso se trataba! Me siento vulnerable, comprendi Bull, impresionado. He perdido algn elemento de mi ser esencial. Ser por la herida? O quiz la terrible experiencia de anoche me deprimi En realidad, no era el nmero de Razza Rob lo que haba deprimido a Bull. Mientras confiaba en publicar una resea brillante del espectculo una desmitificadora vista panormica, en el siguiente ejemplar de Get Out!, no hizo el menor caso de las tomaduras de pelo de Razza. Pero cuando se esforzaba en plasmar la crtica, preocupado por la pierna y en parte atontado por el Valium, el propietario y director de la revista haba aparecido a sus espaldas. Primero Bull not su presencia por el penetrante aroma a Cellini Per LUomo, uno de los perfumes para hombre de Harold Acton. El director crea firmemente en la autopromocin. Despus de la rfaga de locin para despus de afeitar, que no se diferenciaba en nada de una versin olfativa del Fernet Branca, la montura azul de las gafas del director haba aparecido en la periferia de su visin. El director ley las veinte lneas de la pantalla del procesador de textos. Ah, sabes?, John logr decir por fin. La crtica de Razza Rob Ejem, nosotros, sabes?, no la necesitaremos, en realidad. Bull se mostr irascible, algo raro en l. Por qu? Porque, sabes?, Juniper ha escrito un pequeo artculo sobre Razza Rob que bueno, incluir una crtica de su nmero. Qu? Bull no poda creerlo. Ese hombre no merece cincuenta palabras, por no hablar de un artculo. Es estpido, obsceno, pesado y no tiene la menor gracia. Bull se ech atrs en su silla giratoria y volvi para mirar cara a cara al director, que empez a justificarse frenticamente. Es posible, John, pero tiene muchos seguidores. En realidad, esa clase de comedia est despegando en este momento. Y ya sabes que lo nuestro no es prescribir lo que han de hacer los lectores, John, lo nuestro es describir dnde se van a meter. Nunca debemos decirles qu tienen que hacer. Bull refunfu. se era el estribillo permanente del jefe. Incluso lo haba incorporado al declogo de Get Out!, que en forma de tarjetn plastificado de cinco puntos haba sido distribuido entre los poco inspirados y menos inspiradores plumferos. El estribillo deca as en su tercer punto: Nunca prescribir, slo describir. El arte es el espejo de la vida. Adems, el jefe se las daba de stendhaliano: haba bautizado a su hijo con el nombre de Julien, y al pony de ste con el de Sorel. En cuanto se fue el jefe, Bull llam a Juniper, que escriba artculos regularmente para Get Out! Adems, se haba acostado con l en una serie de ocasiones significativas. Es decir significativas para Bull, no para ella, que tena las relaciones sexuales del mismo modo que mucha gente se come los cacahuetes tostados: compulsivamente, en grandes cantidades y cada vez con menos placer. Mientras marcaba su nmero, Bull record una noche de borrachera tres semanas atrs; Juniper acept ir a su piso, y una vez all rechaz la cama, blanda como un moco, en beneficio del suelo de la cocinita. Se haba puesto encima de l, que entonces se encontr contemplando una densa mucosidad amarilla compuesta por grasa y restos de comida, que formaba una autntica repisa bajo el borde de la cocina de gas, mientras el duro chasis que formaban la entrepierna, el trasero y los muslos de Juniper lo golpeaba sin piedad. Su vagina haba aferrado el pobre pene de Bull con la fuerza de un aspirante a masn. La cara sin mentn de Juniper haba zumbado por encima de l como un escorzo vorticista. Diga? Soy John, Juniper dijo Bull. John? John Bull. John Bull? No conozco a nadie que se llame as. Bull se puso nervioso. Me conoces, hago crticas para el Get Out! Ah, ese John! Por supuesto, lo siento, deba de estar pensando en las musaraas. Ya sabes, soando despierta y esas cosas. Qu cosas? Bueno, ya sabes, cosas. Bull imagin a Juniper, con su trasero, sus caderas, su entrepierna curvada en U y su vientre chato envueltos en pantaloncitos de ciclista de Lycra, ceidos como los de un maniqu. Los tobillos sin vello eran tan morenos y simtricamente columnares como gruesas patas de sillas de los aos cincuenta, mientras su pecho duro y pequeo estaba sujeto con bandas y cinturones anudados de material sinttico. A su alrededor, sobre el parquet artsticamente manchado del piso del estudio, estaban sus cosas, las cosas en cuestin. Y qu cosas! Zapatos de plataforma y vestidos de lam, plumas de avestruz y carteles de pelculas. Frascos de pachul, insignias de solapa y fundas de discos, guitarras y tambores de piel de cabra, aros de hula-hula y tableros de ouija, discos compactos y carteles de conciertos, cintas para la cabeza y brazaletes, palillos de tambor y discos voladores. Todos los detritos de cuarenta aos de cultura popular juvenil, las cosas de Juniper. Pero as es como se lo imaginaba Bull. La verdad es que el estudio de Juniper era implacablemente minimalista, acorde con las ideas contemporneas en cuestin de estilo. Porque ella era una de esas personas perdidas a finales de la treintena que se tomaban la molestia de adoptar cada nuevo culto juvenil y cada estilo nuevo, por insignificante que fuera, incluso los que haban nacido muertos. La gente como Juniper tiene un sentido de la historia cultural tan radicalmente reducido como el cap de un coche en forma de huevo. Y para esa gente cada nueva ola de acontecimientos nfimos resulta tan significativa como la decadencia de los antiguos sumerios o la expansin del imperio ruso bajo Pedro el Grande. Aunque Bull slo la haba visto con sus botas Reebok de catorce agujeros y sus pantaloncitos de ciclista estilo Merckx, comprenda intuitivamente que sta era la ms reciente de innumerables gilipolleces, entre las cuales haba habido detalles tan elegantes como un poncho peruano. Desnuda, Juniper conservaba la impronta de decadencias en la peculiar calidad lustrosa de su carne, era como si una humedad interior la embadurnara por fuera. Su cabello, que en la actualidad llevaba peinado al estilo prerrafaelista, haba sido tan decolorado, teido y castigado con el correr del tiempo, que tocarlo era como manipular limaduras con la consistencia del azcar hilado. Bull se haba abstenido de pasarle los dedos por el pelo cuando se dedicaban a lo que pasaba por hacer el amor: tena miedo de cortarse. No es que Bull se considerara poco atractivo aunque debemos reconocer que no pareca personaje para un Tiziano o un David aunque quiz s un burgus holands cagando en un rincn de un Bruegel, pero posea una esencial falta de confianza en s mismo cuando de follar se trataba. Sobre todo, le asustaba la cruda flexibilidad de cualquier atadura que pudiese vincularlo a una mujer, que pudiese involucrarlo en el rebote simtrico de yo-empujo t- tiras de la atraccin (y la repulsin). Era esta falta de seguridad lo que lo llevaba a elegir a las Juniper de este mundo, unos seres cuya sexualidad ya estaba fatalmente comprometida y era independiente de su sexo especfico. Por qu motivo? Neurosis? Presin social? Quin puede saberlo? As pues, la memoria tctil de pelos cortantes como limaduras enganchados en la suave malla de sus dedos, provoc un acceso de clido sentimiento en el ancho pecho de Bull. Es una pena que yo signifique tan poco para ella, pens, mientras para m ella es todas las mujeres Y por qu razn me traicion con ese artculo sobre Razza Rob, empez a preguntarse. Debera comprender que se es mi terreno. Si haba que escribir un artculo, segn el curso natural de las cosas, tendra que haber sido yo quien lo encargara. Juniper volva a ser la posibilidad de un polvo en el suelo de la cocina. Sus cosas se haban desvanecido en algn armario de lo retro, has escrito ese artculo sobre Razza Rob? Pues Bueno, hice la resea, pero voy a entrevistarlo el jueves por la noche; entonces tendr suficiente texto y esas cosas. Yo fui a verlo anoche La voz de Bull se apag. Percibi un conflicto. Por un lado, senta que deba decir lo que pensaba acerca de Razza Rob; al fin y al cabo, estaba en juego su integridad como crtico. Pero Bull se sentaba en el banco de los acusados: se haba contaminado de la mancha universal del deseo de caer simptico. El mismo hecho de que Juniper estuviese escribiendo el artculo era, con toda probabilidad, una seal de que ya haba desarrollado alguna esttica arquitectnica de altos vuelos en la que poda encajar a la perfeccin el gusto por el humor vaginal de Razza Rob, como la piedra fundamental en un edificio. Bull no quera enemistarse con ella. Deseaba ms experiencias en el linleo, ms paisajes oblicuos de migas, pelusas, confitare y restos semejantes, que resultaban geolgicos a causa de la novedad. En serio? Juniper pareca contenta. Bull no estaba seguro de si se senta especialmente condenatoria o especialmente entusiasta. Yo lo vi, espera, fue el lunes? Me parece que s. Espera, fui a un taller de cristalografa el martes Pareca a punto de lanzarse a una digresin acerca de los espritus arbreos en los que crea ltimamente, pero, para gran sorpresa de Bull, domin el impulso de hacerlo en voz alta, fue un lunes concluy. Porque l actuaba en el Sheaf of Rape, y all slo montan nmeros cmicos los lunes por la noche. Es fantstico! El juicio explosivo son cargado de vibracin. Sin duda es popular titube Bull, con la esperanza de no haber odo correctamente. Y con toda razn. Haba odo correctamente. Ella sigui adelante: Est rompiendo las barreras de lo cmico con su nmero. Va a sacar a la comedia britnica del callejn sin salida en que est atrapada. Ahora, comprendi Bull, Juniper estaba citando su artculo a medio escribir. Pero, Juniper Procur emplear el tono conciliador de la persona que ya tiene su opinin pero est dispuesta a considerar argumentos slidos. Ese nmero no es ms que una serie de guarradas. Lo has entendido correctamente! La risa de Juniper lo golpe con la alegra de un palo de golf. Chiste de vagina tras chiste de vagina. Cada uno ms desafiantemente vaginal que el anterior. Pero, Juniper, eso no significa apoyar una serie de actitudes obsoletas de odio a la mujer? Acaso no apela a los temores y preocupaciones ms despreciables de su pblico? Y el pblico? Y el pblico qu? No disfrutaba? Supongo que s. Bull estaba desinflado; en el fondo de su alma no quera discutir. Y qu me dices de la composicin del pblico? No haba mujeres adems de hombres? S. Y se rean, no? S, supongo que s. Pero tal vez slo se rean porque fueron condicionadas para adoptar las mismas actitudes viles que los hombres. No seas imbcil, Bull. Llevas diez aos de retraso. La gente es mucho ms sofisticada de lo que t piensas. Razza es un ironista, aunque es probable que t no lo notaras. Por supuesto, rechin Bull mentalmente, t s lo notaste. Pero todos esos chistes vaginales slo son eso: chistes vaginales. No son bromas sobre la mujer. No tienen nada que ver con la mujer. Razza le est quitando a la mujer su coo arquetpico y lo exhibe para que el mundo lo vea y aprecie que slo es un cero a la izquierda, una categora vaca sobre la que la gente proyecta sus propias actitudes distorsionadas. Al fin y al cabo, qu es un hoyo una vez lo sacas del suelo? Bull se dio cuenta de que estaba citando otra vez el artculo. Y tena razn: esas mismas palabras todava brillaban hmedas en la pantalla de cristal lquido posada en la esquina de la plataforma de futn de Juniper, en la habitacin contigua. Bueno, supongo que es, es A Bull se le trab la lengua, furioso consigo mismo por no encontrar la rplica a tan fcil acertijo. Nada. Fantstico, chico. Nada. Ejem No, a m me parece brillante y tambin ertico Ertico?, pens Bull. Con esa pelvis que mova como si empujara el carrito de la compra? Y esos muslos moldeados a inyeccin y tan delgados como sus pantorrillas? Repugnantes, dejaban sus rodillas nudosas flotando como hongos agarrados al tronco de un arbolito joven. Con esas palabras lo haba dejado atnito Creo que tendr un xito rotundo. De hecho, pienso jugarme mi reputacin en eso. Irona? No, aquella mujer no conoca el significado de esa palabra. Bull, hay que reconocerlo, volvi al asalto. Me parece que lo estimas en ms de lo que vale, Juniper. Espera a entrevistarlo. Creo que descubrirs que no es ms que un tipo con la cara rara y complejo de inferioridad, y que en la escuela haca rer a los otros chicos para salvarse de palizas y humillaciones. Ahora cree que ha encontrado un filn. Espera a hablar con l. Me sorprendera que pudiese darte una justificacin objetiva de su nmero. A mi juicio, ese tipo piensa que si habla el tiempo suficiente sobre los genitales femeninos, conseguir meter sus mugrientas zarpas en algunos ejemplares vivos. En cuanto lo dijo, Bull se arrepinti. Muy probablemente, sa es tu actitud le espet Juniper, ests proyectando. Proyectar era uno de los verbos predilectos de Juniper. Durante su prolongada estancia en las playas de olas ms bravas de la psicoterapia, haba adquirido el convencimiento de que todo comentario con alguna carga potencial era necesariamente subjetivo y revelaba los secretos ms ntimos de quien lo profera. Todos excepto los suyos, por supuesto. En las fiestas sola musitar, con tono custico: Est proyectando, cuando alguien deca algo tan desprovisto aparentemente de la psicopatologa de la vida cotidiana como: La Unin Sovitica est metida en un buen berenjenal. Es posible, es posible. Sintiendo asco de s mismo, Bull se humill. La sexualidad de Juniper poda estar totalmente circunscrita por la neurosis, pero para l la interioridad- exterioridad de su monte de Venus, definido por la ceida tela de sus pantaloncitos de ciclista a lo Merckx, era ms de lo que poda soportar. En ese momento contrast su impaciencia animal al tironearle el pito, como si fuera un antlope que hubiera cazado en la sabana sudafricana con su propia y soadora falta de contacto con la realidad. Ya sabes que no soy tan sofisticado como t, siempre me impresiona el rigor que aplicas a estas cosas. Esta descarada adulacin pareci funcionar. Juniper estaba ronroneando o el telfono funcionaba mal. Cuando Bull dej de hablar, el ronroneo dio la impresin de estar en un tris de convertirse en una risita, por lo que prosigui: Tienes que ensearme. Ya sabes lo ignorante que soy en todos los aspectos del teatro y por ende de la vida. Ella volvi a ronronear. Qu quieres decir, Bull? Pens, pens que podramos cenar juntos. Despus de tu entrevista con Razza. Quiero que con tu anlisis me ayudes a situar su nmero en un contexto ms amplio. S, pero esta semana es imposible. Tengo mucho trabajo. He de entregar el artculo. Y el fin de semana? Una vez ms, en cuanto lanz las frgiles palabras de papel al estanque telefnico, Bull se arrepinti. La pequea gira de los Wanderers tendra lugar el fin de semana siguiente. Jugaran cuatro partidos entre el viernes y el lunes, todos contra equipos de aficionados de la costa sur. Los encuentros se disputaran en Bexhill-on-Sea, Rottingdean, Brighton y Shoreham. Bull no quera perdrselos por nada del mundo. La lozana de la primavera, el placer animal del movimiento sin trabas, y todo sazonado por la brisa marina. Nada poda ser ms hermoso. Bueno, no s Evidentemente, Juniper tena una invitacin en perspectiva, pens Bull, pero todava no se haba confirmado. Llmame el sbado por la maana para tantear el terreno. Tantear el terreno era la frase de la conversacin telefnica que ahora volva a la mente de Bull mientras tena la vista fija en la noche suburbana. Pero no era ms que un eufemismo, como el cenar que haba dicho l, de modo que en realidad no mereca nada mejor. De todos modos, por qu estaba tan pendiente de Juniper? Francamente, era bastante tonta, con su fanatismo del culto a la moda y sus frases manidas que trataba de hacer pasar por filosofa. Bull saba que tena otros hombres, muchos ms, y probablemente tambin mujeres. Lo senta por la forma en que se le transformaba la piel, volvindose arenosa, mientras ascenda a un nuevo orgasmo utilitario. Produca la misma sensacin que el revestimiento de piedra porosa de un monumento londinense, un monumento por el que hubiera trepado una multitud para divertirse. Pero Bull tema el rechazo de Juniper. Tena miedo de que sus arremetidas no fuesen lo bastante firmes y continuas para satisfacerla. Le preocupaba que cuando circunnavegaba sus pechos ella no sintiera nada, que sus manos siguieran demasiado obviamente las lneas de un manual de aprendizaje sexual; lo que l quera era graduarse en la acreditada academia Juniper. Y, para acabarlo de arreglar, esa noche experimentaba una molesta vulnerabilidad, una sensacin extra por el fastidio de una herida provocada en uno de sus propios actos inadvertidos. Su ancha mano frot el montculo que formaba el vendaje en el mismo instante en que un gamberro encenda un volcn japons en el aparcamiento de la moderna iglesia congregacionalista que haba dos manzanas ms all. El centelleo de la luz blanco-amarillenta hizo que el cristal de la ventana se volviera opaco. Cuando se aclar, la retina de Bull percibi una imagen borrosa. La de un hombre que estaba al otro lado del camino, delante de la tienda de congelados, y miraba hacia el piso de Bull, inquisitivo, como si lo hubiera visto antes pero ya no recordara cundo ni dnde. Era Alan Margoulies.
Alan haba ido rumbo norte desde
Archway Tower, y tras pasar por delante del Whittington Hospital, se dirigi hacia Highgate Village. Tena la resuelta intencin de ir a drenarle el quiste al seor Gaston, un maestro francs jubilado que viva en una casita en Highgate. El hombre se pasaba todo el da, todos los das, sentado en un divn, con su bilioso y maloliente cuerpo envuelto en prendas de lana y rodeado por una pila de las amarillentas y amarilleadas publicaciones encuadernadas en rstica de Editions Gallimard. Gaston tena un quiste enorme en la base de la regin lumbar, un quiste con un ciclo vital propio aparentemente inconexo con su metabolismo. Por muchas veces que Alan o la practicante que tena asignada, Helen Meyer lo drenara, volva a crecer en el plazo de treinta y seis horas. Era como si el repugnante saco, pensaba Alan a menudo, fuera un parsito de las enormes reservas de bilis y vitriolo de su husped. Alan estaba absolutamente decidido a drenar el quiste y despus, si quedaba tiempo, a conducir los tres kilmetros que lo separaban de East Finchley para ver si era necesario cambiarle el vendaje a Bull. Era lo mnimo que poda hacer teniendo en cuenta, teniendo en cuenta que al da siguiente ira al campamento de aprendizaje organizado por el Ministerio de Sanidad en Wincanton. Mierda, carajo, maldicin! protest Alan, y dio un puetazo al volante, que vibr y tintine como un diapasn gigantesco. Bull ir a ver a la enfermera cuando yo est fuera y todo se habr acabado! Pas sin detenerse por delante de la casa del seor Gaston. Cogi la va de circulacin rpida y se encamin hacia East Finchley. Alan tena un diablillo posado en el hombro izquierdo y un angelito en el derecho. En el hombro derecho del diablillo haba un ngel ms pequeo, y en el izquierdo, un diablo ms pequeo. Lo mismo ocurra con el primer ngel y as sucesivamente. sta era la reductio ad infinitum de su sentido moral: un gran lienzo renacentista que mostraba gradas en disminucin de querubines y serafines, duendes, stiros y demonios. Todos elevndose en un vaco imposible de llenar. Es evidente que Alan estaba ya a punto para lo que fuera. Haba hecho su trato con la diablica mueca rusa de espectacular irona. Haba cometido sus pecadillos, y haba relegado a su mujer y a su hijita a un segundo plano en el aspecto emocional. Era cumplidor, s. Concienzudo, s. Yo nunca hara nada que significase una falta de respeto a mi esposa, haba pensado muchas veces observando las nalgas de la escultora Sybil, mientras los labios de sta se deslizaban por su fino y ahusado pene. Amo a mi esposa, haba dicho para sus adentros con la facilidad que da la prctica al tiempo que sus muslos golpeaban contra las nalgas de su amante. Muchas veces, al levantar la vista para espaciar el ritmo de sus arremetidas, haba encontrado que las rbitas de una de las estatuas inspiradas en la Isla de Pascua de Sybil lo contemplaban desde el jardn a oscuras con un semblante repleto de antigua y perniciosa amoralidad. As estaban las cosas. En vez de utilizar las conversaciones en el bar de la estacin de Euston como distraccin mental a fin de evitar la ejaculatio praecox, Alan utilizaba el amor a su esposa. Pero estara en condiciones de sentir lo mismo cuando diera embestidas con hbil y sinuosa angularidad en el hueco de la rodilla de Bull? En el chocho de Bull, no en el de Sybil? Vaya problema! Ahora lo vea claro. Haba sacado lo que estaba debajo de la alfombra. Algo hmedo, amazacotado, ptrido, como un viejo pastel de carne metido en un calcetn sucio. Podra volver a meterlo debajo? Alan pas bajo el puente ferroviario y levant la vista para mirar la estilizada estatua del piel roja que estaba colocada en lo alto de la estacin de metro de East Finchley. Esa estatua permaneca eternamente congelada en el acto de disparar una flecha hacia la estacin de Highgate. Y si la flecha sala disparada?, pens Alan. Lanzada, libre. Y si se permita que el misil que buscaba el taln de Aquiles buscase el hueco rodeado de tendones? En esta coyuntura es indispensable entender que Alan era, lisa y llanamente, culpable de arrogancia. Al asumir que el voyeurismo, las cadenas, la sodoma y otras manas bastante inofensivas eran nada ms (y nada menos) que la evidencia de que quienes las practicaban tenan embotado el sentido de la irona, Alan haba perdido el control. Su propia sensibilidad, de tamao Schwarzenegger, haba saltado por encima de las drogas, las cabinas de las sex-shops, las bragas sin entrepierna y los espectculos de maricas. Haba saltado por encima de ellos para lanzarse a aquel coup de foudre, a aquella cosa de Bull. Alan estaba acobardado, encogido. Haba vuelto al autoerotismo de la pubertad. Se estremeca en la lnea de banda, sus muslos temblaban en las anchas perneras de sus pantaloncitos de rugby. Cerca de la lnea de los treinta metros, Bull practicaba tiros libres. Alan ansiaba ser como l: deportivo, popular, aceptado. Hara cualquier cosa con tal de ser como Bull. Volvi a enganchar su pelo lacio detrs de las orejas. No tena fro al salir de su casa, pero ahora s. Adems del maletn para visitas a domicilio, sac del asiento de atrs del coche un abrigo con dibujo de espina de pescado y se lo puso. Baj y permaneci en la acera mirando la ventana de enfrente, la del piso de Bull, a la espera de que todo empezara.
Ser mejor que entre dijo Bull
una vez que Alan, tras saludarlo con la mano desde la calle de enfrente, lleg por la rampa a la entrada del piso. Parado en la puerta, Bull not por primera vez que le llevaba como mnimo una cabeza a Margoulies. Alan pensaba cosas muy diferentes mientras miraba a Bull en el zagun: lo deseo, es cierto. Pero, maldita sea, no soy marica, ni mucho menos! Bull tena un aspecto lastimoso, poco comn en l. Al llegar a su casa se haba quitado la chaqueta, los zapatos y los calcetines; desde ese momento lo nico que hizo fue dar vueltas en zapatillas por el tenebroso piso, con los faldones de la camisa aleteando a los lados de su gruesa cintura como orejas de elefante. La sala de estar, cuando llegaron, ya estaba ocupada por una extravagante mesa de centro de bordes cuadrados que enmarcaban un crculo de cristal de un metro ochenta de dimetro, rodeada de pufs cbicos con ruedas, evidentemente a juego, tapizados con una horrible tela de vinilo color caramelo. Se quedaron parados e incmodos en el borde de la sala, como si la mesa de centro los hubiera desplazado. Despus de una pausa excesivamente prolongada, Margoulies dijo: Pens que vala la pena pasar por aqu para echarle un vistazo al vendaje, John. Se mostraba sumamente solcito. Bull, a pesar de s mismo, se sinti suspicaz. Debera haber telefoneado, podra no haberme encontrado en casa. Pens que probablemente estaras Margoulies tuvo una ocurrencia. Has tomado las pastillas? Bull se hundi pesadamente en el silln afelpado y llev una de sus manazas a una ceja rubia rojiza. He tomado varias esta maana, pero me han provocado mareos, de modo que las he dejado. Haba patetismo en la postura de Bull, una gran inocencia en la forma en que dobl y uni las rodillas, como si tratara de ocultar su tesoro de la vista. Alan supo que tena que decrselo en ese mismo momento. John, te recet esas pastillas por una razn. Ya lo s. No, no es por esa razn. Te las di porque consider que necesitabas un sedante. Por qu un sedante? Porque lo que tienes en el hueco de atrs de la rodilla no es una herida ni una quemadura, John. Los ojos de Bull mostraron comprensin. Sus rasgos bien formados se unieron en un desagradable nudo revelador. Su voz cortada salt hasta Margoulies. Cncer, verdad? Alan se sinti infinitamente poderoso y protector. Tan dueo ahora de esa extraa seduccin que no pudo menos que rerse. La carcajada lo hizo saltar del asiento, y sigui burlndose y rindose con siniestra solicitud del desventurado crtico de variedades. Por ltimo se recuper lo suficiente para decir: No, John, no es cncer, ni mucho menos. Dnde tienes un espejo de cuerpo entero? Quiero mostrarte algo. Bull lo llev al dormitorio contiguo. Alan estaba muy emocionado, muy exaltado. ste tena que ser el striptease decisivo. Por este motivo le haban resultado tan tontas y triviales sus fantasas sexuales a imitacin de la dinmica de Playboy. Porque esto era lo Real. Volvieron a l los colores discordantes y las formas evanescentes del volumen de Nicholson, pero engalanados con conocidas filigranas de encaje. Esto s que era emocionante! En su casa, Naomi Margoulies hizo pasar a la canguro, una estudiante de idiomas cuya cara, bajo la luz del recibidor, brillaba con un acn lleno de costras. Ha ido a drenar el quiste del seor Gaston dijo Naomi, tan furiosa que no se molest en especificar quin lo haba hecho. No tengo la menor idea de dnde se ha metido.
Alan y Bull haban llegado al
dormitorio. El dueo de la casa encendi la luz colgante que destell sobre ellos desde su pantalla de zaraza como una patrona desaprobadora. Haba ropa desparramada sobre la cama para casos de necesidad; en el piso, una pelota de rugby se mezclaba con una maraa de otros elementos deportivos. En la subdesarrollada ventana salediza, una pequea biblioteca contena viejas ediciones de Wisden y revistas deportivas. Ser mejor que te desvistas, John. Caramba, cunto disfrutaba! Bull se desabroch el cinturn elstico y desliz los pantalones por las caderas redondeadas; tir de una patada las zapatillas y se quit los pantalones pasando el peso del cuerpo de un pie al otro, hasta quedar delante de Alan, en calzoncillos y parpadeante. Alan lo situ de espaldas al espejo, tal como se haba situado el propio Bull al principio de aquel da extrao. El tacto del mdico segua siendo ligero y profesional, pero Bull percibi que tena una pulsacin de ms. Alan quit los imperdibles y empez a deshacer el ondeante vendaje. Vuelta tras vuelta lo fue sacando todo. Y mientras le quitaba la venda a Bull, senta que por fin estaba haciendo algo autnticamente ertico, algo con verdadera pasin. No senta aquello desde los once aos, cuando con un compaero de escuela, Solomons, haban retozado, pcaramente desnudos, alrededor de los cedros en miniatura del formal jardn de la casa de Solomons. Juntos se haban desplomado en un enredo de miembros blancos como brotes nuevos y Solomons le haba tocado el tembloroso cipote hacindolo correrse por vez primera, estremecido. Alan haba eyaculado gotas de lquido todava desprovisto de espermatozoides y tan claro como el agua destilada. Su propia etapa homosexual haba sido breve; en cambio, Solomons se convirti en director de un hotel de noventa camas para viajantes en Sydney, y haban llegado a odos de Alan rumores de que estaba metido en el trfico de drogas. Todo eso pareca muy distante de Hendon. Pero aquella noche hasta East Finchley pareca muy distante de Hendon. Cay la ltima vuelta de venda y all estaba, ms linda todava de lo que Alan la recordaba. Ms perfecta an. Posea toda la simetra de un mandala, pero vivificada, animada, conmovedora en ms de un sentido. Alan estabiliz la fuerte pierna de Bull para mantenerla en su lugar, y se incorpor: Ahora mira por encima del hombro, John. La ves? Bull la vio. Qu es, doctor? Una vagina, John. Te ha salido una vagina. La reaccin de Bull fue mucho ms extrema, mucho ms intensa de lo que el concienzudo, el solcito Alan Margoulies haba imaginado. El rubio y robusto Bull se arrodill en la alfombra, gimiendo. Un borboteante lamento fnebre brot espontneamente de las comisuras de sus labios no poco sensuales. Despus enderez la fatdica pierna hacia el espejo, adoptando una posicin medio en cuclillas. Alan se sinti lo bastante objetivo para observar cun satisfactoriamente se destacaban los msculos de la pierna de Bull, una vez que la tens, exponiendo en toda su plenitud la invasora biologa femenina. El entorno vaginal, perineo, monte de Venus y hueso pbico estaban tan primorosamente implantados en el miembro que el efecto global resultaba surrealista, abiertamente al estilo de Dal o de Man Ray. Bull estir el cuello, volvi la cabeza y observ, transfigurado. Ahora tambin l vea en el espejo el errante orificio sobresaliente, casi en relieve, pese a estar encajado en una cavidad. Alan, a su vez, tena los ojos desorbitados. El lamento fnebre de Bull fue aumentando progresivamente de volumen. Alan empez a susurrar estupideces como si rezara: palabras tranquilizadoras, pronsticos de posibles tratamientos basados en extractos seleccionados de historias clnicas falsamente exitosas recogidas en Nicholson, en la Revista de Fisiologa Anormal y textos semejantes. El murmullo y el lamento forcejeaban en el espacio de poliestireno del dormitorio, mientras los ojos de ambos permanecan fijos en los labios ahora separados de la vagina de Bull. Juntos observaron las estratificaciones del orificio, la forma en que la seca lisura de la corva flua hacia arriba y por encima de la cara posterior de la rodilla, hacia las estras mucales y membranosas de la vulva. Bull solt un hondo Aaah! desde las profundidades de su trax fornido. Se levant de un salto, cay atravesado sobre la cama, volvi a incorporarse de otro salto. Tir al piso los gruesos volmenes de estadsticas de criquet que estaban en la estantera. Hizo una pirueta, rebot contra una pared, contra Alan, contra el vano de la puerta, y sali al pasillo, rugiendo. Bull haba visto todo. Bull comprendi todo. Entendi la sensacin de vulnerabilidad que lo haba aquejado todo el da, entendi las dificultades que haba tenido para analizar las sensaciones que la herida o quemadura haban provocado en l, entendi la conducta de Alan en el centro sanitario. Pero, peor an, mucho peor an, entendi ciertas cosas profundas y dolorosas sobre s mismo que siempre lo haban avergonzado. Pobre, pobre Bull! Se empe ora en abrazar la nevera zumbante, ora en dar cabezazos contra el termostato estropeado. Recorri al medio galope y relinchando el pasillo hacia un lado y otro, rompi a patadas el telfono y su taburete de falso estilo Chippendale. Se par en la anaranjada sala de estar e insult al venado lampio, como si fuera un antiguo dolo nrdico, un dios de los bosques con un rbol en lugar de pene, capaz de devolverle la hombra. Y mientras Bull una los puntos de la memoria y vea emerger la imprecisa imagen de su feminidad latente desde una mirada de rubores en los vestuarios y de relaciones emocionales perdidas, Alan estaba con l a su lado, comprensivo, identificado, a medida que el jadeante intelecto de Bull, como un pequeo motor, se esforzaba por comprender su propia identidad.
En su casa, Naomi Margoulies estaba
parada en el descansillo de la escalera. La boca de la nia, pastosa de sueo, se apoyaba en el pulso acelerado de su cuello. Le haba dicho a la canguro que se fuera a casa. En cuanto pudiera dejar a Cecile, telefoneara a Helen Meyer. Quiz la practicante supiera qu le haba ocurrido a su marido. Jams se haba comportado de aquel modo.
Bull estaba de pie metido en el espacio
asimtrico formado por la escalera que llevaba al piso de arriba. Alan estaba a su lado. Bull se agach en el hueco bajo la superficie de formica de la cocina reservado para la lavadora que nunca se haba molestado en comprar. Alan se agach a su lado. Bull se meti como pudo en el angosto declive entre el ropero y la pared, en la oscuridad manchada de semen del cuarto de huspedes. Alan hizo lo mismo a su lado. Ambos comenzaron a comprender que al ocupar juntos estos sitios exticos en el piso de Bull, en realidad estaban descubriendo el carcter misterioso y especial de su nueva relacin. Y en la cadencia de la histeria de Bull, que amainaba lentamente, reinaba la anticipacin de una nueva prdida del yo, una nueva petite mort. El primer contacto fsico se produjo cuando Bull estaba tendido a lo largo junto al zcalo del liliputiense recibidor que comunicaba el bao con la cocinita y la puerta de entrada. Era la personificacin de la impotencia. Llevaba puesta la cmoda camisa a rayas M&S, arrugada alrededor de la espalda, y los calzoncillos blancos de algodn plegados como una papada sobre las superficies planas de las nalgas. La mano fina y ahusada de Alan describi un arco por encima de l. Se arrodill como para acariciar a un gato. En el cenit del arco, la palma de Alan hizo contacto con la regin lumbar de Bull. John se puso rgido, pero no grit ni se resisti Oh, cruel impostor! Cmo no iba a saber Margoulies que en ese momento de crisis, de extraordinaria congoja, lo que Bull deseaba ms ardientemente, por supuesto, era el tacto seco y sensato de la mano de un mdico? Pero muy pronto Alan estaba tendido con l. Tambin a lo largo. Sus labios buscaron el firme y clido cuello de Bull, estir las manos a su alrededor y las pas por su pecho bajando hasta la parte superior de los muslos. Las finas y ahusadas fosas nasales de Alan, con los bordes cortantes como el papel, se dilataron e inhalaron los fuertes olores, carnosos y tranquilizantemente masculinos Haba en Bull un aroma a transpiracin tan acre como el de la orina y otro ms profundo, casi de corral, a digestin y descomposicin. No obstante, junto con este caudal de bocanadas tranquilizantes, Alan detect algo ms, algo desnaturalizado, un vago olor a pescado. Como una bolsita de lavanda abandonada en la superficie del mar. Era la insinuacin olfatoria de la parte femenina de Bull, y proceda ms de su interior que de su exterior. Cuando por fin lo penetr, Alan tena la cara enterrada entre los mullidos omplatos de Bull. La pierna de ste estaba doblada por la rodilla, cmodamente colocada hacia arriba y bajo la entrepierna de Alan. Aunque el mdico estaba torpemente tendido en el piso, su mano izquierda tena libertad de accin. Libertad para acariciar el pene sorprendentemente delgado de Bull; su vientre macizo, sus tetillas como picaduras de mosquitos. Alan estaba arrobado. Para l, Bull era pura mujer. Primero su histeria y ahora aquella trmula rendicin. Poda existir algo ms femenino? Para l, eran como dos supervivientes de un accidente areo copulando en medio de los restos que se quemaban, afirmando delirantemente el hecho mismo de estar vivos. Y con cunta belleza su pierna se frotaba contra l, suavizando cada una de sus propias embestidas! Alan nunca haba follado con una virgen, y menos con una que estuviese intacta. Le haba preocupado que Bull sintiese mucho dolor y que tuviese una abundante hemorragia; tema que manchara las prendas que se haban quitado y que ahora yacan amontonadas debajo de sus cuerpos enzarzados en amoroso combate. Alan quera que la primera vez fuese excepcionalmente agradable para Bull. Perciba que poda significar la dicha o la ruina futuras. Con una sexualidad tan poderosa y omnvora en potencia, sin la menor duda Bull poda ser muy exigente en la eleccin de sus parejas. Alan se humedeci las yemas de los dedos con saliva y las frot en los labios separados de Bull. Meti la punta de un dedo en la vagina, buscando el himen, mientras la puntita de otro rastreaba el delicado capullo de su cltoris. Se tranquiliz. La respiracin de Bull se haba vuelto profunda y rtmica, y cada espiracin sala desde lo ms hondo de su abdomen. Alan tom su propio pene y empuj un poquito la cabeza en el interior de la vagina. Bull suspir. Alan lo mantuvo all, tensndolo y destensndolo, para dejar que se acostumbrara a la nueva sensacin, antes de metrselo con un golpe seco y decisivo. As es, no? Ya lo dice Raymond Chandler: El primer beso es explosivo, el segundo es rutina, y despus la desnudas. As haban sido para Alan sus aventuras anteriores, incluso la prolongada que mantuvo con Sybil durante el embarazo de Naomi. Claro que haba seguido gozando al follar con Sybil, pero a un nivel fundamental su lujuria por ella haba muerto la primera vez que sinti la conmocin de su hueso pbico contra el suyo y supo que estaban unidos en un todo homogneo. Alan era uno de esos hombres que necesitan ir de flor en flor, aunque nunca haba sido realmente promiscuo. Tal vez habra sido mejor para todos los implicados que lo hubiera sido. Ms bien ocurra que su ensimismamiento sentimental haba conseguido dorar cada una de esas libaciones con suficiente barniz de autoconsideracin para sustentar las relaciones que las legitimaban durante unos meses y, al menos en dos casos, durante aos. Aunque cada embestida haba penetrado, haba revertido sobre l mismo, penetrndolo a un nivel profundo con la enfermiza comprensin de que su ser sexual era una cosa opaca, sin vida, una marioneta fabricada en serie, con la pintura descascarada y las cuerdas radas. Y, por supuesto, entonces ocurri lo mismo de siempre. Ahora las bolas de Alan se haban endurecido, hinchado y expandido y en la secuela inmediata del orgasmo sinti a Bull como un estorbo, puro estorbo, triple estorbo. Ahora tena una aventura con un hombre provisto de un coo en la parte posterior de la pierna. Para colmo, ese hombre era un paciente. Como mnimo, lo expulsaran No, en realidad, Alan no poda concebir cul sera la adecuada sancin oficial para semejante comportamiento, aunque lo ms probable es que fuera ser castrado a manos de la ministra de Sanidad. Todava tendido, con sus finos rasgos presionando la columna pecosa de Bull, vio con sus ojos mentales las corazas brillantes de la caballera real centelleando bajo el sol en Whitehall. Con su nariz mental olisque un soplo de Givenchy procedente de la fragante mejilla de la ministra a medida que se aproximaba a l, que tembloroso y semidesnudo era empujado a latigazos hacia el Cenotafio. El anillo de casamiento de la ministra despeda un brillo mate contra el mango de plstico verde de las podaderas de jardn que sostena en su mano extendida; el odo mental de Alan capt el chas-chas que emitan las podaderas al ser usadas por la ministra como un sonido desmesuradamente fuerte y amenazante. Bull se movi bajo el cuerpo de Alan y ste sinti que su pene flccido se deslizaba del hueco de la rodilla con lubricada comodidad. Bull se volvi con dificultad en el diminuto piso del recibidor, lleno de pelusa, y pos sus ojos claros y francos con su horrible peso de comprensin en la mirada castaa y digna de confianza de su seductor. Los dos procuraron mirarse afectuosamente. Y qu sinti Bull durante el proceso? Cmo fue todo para l? Qu vergenza atreverse a preguntarlo! Al fin y al cabo, algunas cosas tienen que ser sagradas. Algunas cosas no deben escarbarse y ser sometidas a un escrutinio tan ntimo. No obstante, es justo decir que la experiencia fue pasmosa. Bull se sinti violado, denigrado, seducido, engatusado, sojuzgado, devaluado, cazado y doblegado. Sinti que su capacidad de accin haba sido quirrgicamente eliminada. Sinti, por primera vez en su vida, que su sensacin de ser un autmata til que andaba a zancadas por el escenario del mundo haba quedado totalmente viciada de un bao tibio de trascendencia. As debe ser una experiencia religiosa, pens, apretando su mejilla de cordero contra el enchufe doble. De haber sido ms versado en estas cuestiones, habra otorgado de inmediato a su vagina la condicin de estigma, en cuyo caso el desenlace de esta extraa historia podra haber sido considerablemente distinto. Los dos orgasmos lo haban golpeado desde ambos lados. Uno lleg con cada embestida de Alan en su interior y el otro fue consecuencia de los expertos y enfticos tirones de Alan a su pene. Aunque de naturaleza y procedencia tan distintas, de alguna manera se haban fusionado, como el Skaggerak y el Cattegat de la Jutlandia de Bull. Es lamentable tener que decirlo, pero aunque Bull pensaba que esta sensacin poda significar un nuevo amor, en el fondo de su corazn saba que slo era una nueva forma de dependencia vestida con un traje llamativo, porque Alan slo era un representante y no toda la organizacin. Despus de hacer el amor, los dos hombres se incorporaron, se lavaron y ordenaron el piso con aplicada y concienzuda eficacia. Alan intent solucionar la rotura del telfono y se agach, sujetando el disco fracturado con las dos manos, para llamar a Helen Meyer. Eran casi las diez. La practicante le dijo que su esposa estaba preocupada por l. Alan le explic que haba recibido un aviso urgente para que visitara a otro paciente sin mencionar el nombre de Bull. El John Bull ya no exista. El subterfugio era seguro, Meyer era una mujer sumamente reservada. Alan le pidi que telefoneara a Naomi, que le pidiera disculpas en su nombre y le dijera que pronto llegara a casa. Cuando Alan colg, Bull estaba parado a su lado en el pasillo. La luz colgante que caa por encima y detrs de su cabeza transform su pelo rubio rojizo en una aureola llameante. Volveremos a vernos? Bull estaba cohibido, casi ruborizado. John, maana tengo que ir a ese condenado campamento de aprendizaje. Lo s, esta maana tu recepcionista me lo dijo por telfono. Se celebrar en Somerset y durar todo este largo fin de semana. Sin embargo, quiz pueda escaparme a Londres una noche el viernes? Alan ya estaba calculando cmo jugar con dos barajas con la tranquilidad del adltero experimentado. El viernes por la noche no estar en Londres, sino en Bexhill-on-Sea. Ir a una minigira de rugby dijo Bull concisamente. Su voz ya haba adquirido la susceptibilidad dolida de un subordinado cuyos intereses personales no se tienen en cuenta. Una gira de rugby. Muy interesante. Es una buena idea, John, mantendr tu mente apartada de las cosas La voz de Alan se apag y los dos meditaron en las cosas en cuestin. Oye, de todos modos sigui Alan con vivacidad, puedo ir a Bexhill desde Wincanton y estar de vuelta la misma noche. Dnde puedo encontrarte? Bull pens un segundo: Hay un bar muy grande en el De La Warr Pavilion. Nos veremos all. Est en el paseo martimo, todo el mundo lo conoce. A las ocho. Se quedaron cortados por la timidez, una vez concertada la cita. Bueno, hasta el viernes por la noche, entonces dijo Alan. Hasta el viernes respondi Bull. Se estrecharon las manos y Alan sali y cerr la puerta con exagerado cuidado, como si tuviera miedo de despertar a un beb. A la maana siguiente el quiste del seor Gaston era tan grande que hubiera podido asegurar sin exagerar que l, el quiste, tena mejor calidad de vida que el propio Gaston y que quiz fuera Gaston y no l, el quiste, quien debiera ser drenado peridicamente. 4 Acoso
Lo primero que se le ocurri a Alan al
despertarse a la maana siguiente fue que, dadas las circunstancias, haba conseguido arreglar las cosas con Naomi de un modo bastante convincente. Pero en lo ms hondo de su ser saba que la regularidad, y slo la regularidad, era la clave del xito de un adulterio. La noche anterior haba constituido una irregularidad, y, por ende, la semilla de la duda por muy compungidamente legtima que hubiera podido ser la excusa de Alan en infinidad de otros contextos haba quedado sembrada en el bien formado pecho de Naomi. En aquellas dos horas de prdida de contacto de separacin del buque nodriza, Alan haba entrado en la dimensin desconocida. Naomi sali antes que l. Empuj el cochecito de Cecile por la primorosa calle de villas victorianas escalonadas, camino del Club de las Diez en el Grove Health Centre. Cada casa tena su respectivo adhesivo de la campaa electoral en su ventana respectiva, pero esa maana en particular Naomi no les prest la menor atencin. Cualquier otra maana probablemente habra dicho para sus adentros, satisfecha: He aqu la saludable evidencia de una sociedad genuinamente pluralista, porque no poda decirse de Naomi que no fuera una persona comprometida. Pero el compromiso se haba ido al garete aquella maana londinense encapotada, hmeda y llena de volanderas hojas de rbol. Naomi ya saba que Londres tena la habilidad de transformar la primavera en otoo con slo pellizcar la calidad del aire, acrecentando su contraste. Los setos de ligustro se sacudan a causa del viento como burros viejos atados a la espera de ser sacrificados en una fbrica de sebo mientras una sucia llovizna caa por las mejillas de Naomi y sobre la cubierta de plstico impermeable del cochecito de Cecile. Naomi senta mareos. Y senta mareos, comprendi, porque estaba incuestionablemente embarazada. O habra otra explicacin? Ojal por favor. En el Club de las Diez los nios unan sus manos pegajosas y sudorosas formando un pululante enjambre que daba vueltas por el piso marrn desinfectado, emitiendo una especie de quejido con efecto Doppler cargado de desvalimiento y recriminacin. Naomi injert a Cecile en el animal multicelular que jugueteaba entre las pinturas para pintar con los dedos y se reuni con las otras madres, y un padre. Las otras madres, y un padre, estaban sentados en sillas en miniatura y tomaban t en vasitos de plstico de colores surtidos. Las madres hablaban de sus hijos, de las dolencias de sus hijos, de sus propias dolencias. Daba la impresin de que hallarse en el recinto del centro sanitario las haca ser ms conscientes de los fallos y las disfunciones de sus cuerpos no demasiado eficientes. El padre estaba con ellas pero haca rancho aparte. Su cuerpo de limpiapipas estaba ceido por gastada ropa tejana. Su bolsa, que pareca una mscara antigs, estaba tirada sobre el linleo, al lado de sus pies calzados con botas. De vez en cuando se llevaba el extremo medio deshecho de un cigarrillo liado a los labios pardos y rodeados de pelos, y dejaba escapar una pizca de humo. Naomi observ que estaba leyendo las notas de sociedad del Guardian como si de ninguna manera perteneciera a esa sociedad. Naomi haba tenido con l un trato superficial. Saba que era especialista en psicologa infantil y trabajaba en la Gruton Clinic, donde se encargaba de los nios difciles. Ella y Cecile se haban cruzado una vez con l por la calle, cuando estaba con su hijito Hector. El cro, de dos aos, permaneca absorto contra el cristal blindado del banco mientras su padre regalaba a los transentes con un berrinche. No puedo ms!, chillaba el especialista en psicologa infantil. No lo aguanto!, gema. Haba vaciado el contenido de la bolsa de ropa del nio en la acera y estaba desparramando paales, pauelitos humectantes, crema contra las erupciones y mantitas para cambiarlo, con el abandono de un derviche danzante. Naomi respir aliviada al pasar sin ser vista. En un da normal, Naomi habra conversado con las otras madres, y un padre, acerca de las actividades de los numerosos grupos locales de voluntarios en los que estaban diversamente implicados. Pero esa maana la charla slo se orientaba hacia piernas sobre las que se desparramaban como la hiedra las venas varicosas, intestinos que torturaban a sus respectivos anos y los convertan en mangas de decorar pasteles, cabezas que se descompensaban con el mnimo cambio de la presin atmosfrica, y una cantidad infinita de resfriados llenos de mocos. El t chapote en el vasito de plstico. Naomi lo trag y sinti que chapoteaba en su estmago. Cuatro veces por noche dijo Gail Hutchinson, en algn lugar a la izquierda de Naomi, cada una ms abundante y pegajosa que la anterior. Se oy un breve estallido de noes de incredulidad. Naomi se levant y cruz la pequea cocina con paso inestable. En los diminutos cubculos, con sus puertas a la altura justa del pescuezo de un ternerito recin nacido, Naomi se arrodill y, agradecida, lanz huevo, barquillo, Special K y t en el pequesimo inodoro. Se qued un rato all, con la vista fija en la sopa terminal, como si, antes de enviarla a la cloaca recin privatizada, sus bultos globulares y hebras de saliva pudiesen formar y volver a formar un cuadro que predijera su futuro. Su futuro con Alan.
Alan esperaba ante el semforo junto a
la estacin de metro de Regents Park. Estaba en su Citron negro XM 3.0SEi. Demasiado coche para un concienzudo mdico de cabecera, aunque muy poco para el bermensch en que haca tan poco se haba convertido. Un tro de antenas gruesas y recubiertas de caucho, semejantes a consoladores, brotaba encima de la ventanilla trasera ahumada de aquel cochazo de ensueo. En el salpicadero fulguraban diversas luces de seales con mecnico vigor. Alan haba dejado la negra cartera de mano sobre el terciopelo negro del tapizado del asiento y su maletn negro para las visitas a domicilio en la alfombra de goma. El telfono mvil, negro y delgado como un barquillo, con su envidiable panel de botones verdes, estaba sujeto al salpicadero. La carpeta que contena la informacin proporcionada por el Ministerio de Sanidad acerca del campamento de aprendizaje estaba apoyada sobre sus rodillas cubiertas de negro y contena papeles atractivamente impresos. Pero Alan no la lea: estaba concentrado en los semforos, as como en evaluar el peso, volumen y velocidad potencial de los vehculos que carraspeaban a su alrededor. Su mente incisiva saltaba indiscriminadamente de la contorsionada penetracin de la noche anterior a los clculos que realizaba; todo esto era subrayado por el ritmo de la msica negra que atronaba desde los ocho negros altavoces romboidales del auto. El semforo cambi y Alan pis el acelerador, paladeando la respuesta casi neutral del poderoso motor. Avanz en zigzag cambiando de carril, acelerando, frenando; consigui recorrer sin detenerse, corriendo como un blido, el tramo hundido y lleno de contaminacin de Marylebone Road, donde dio con cinco semforos sucesivos en verde, y subi hasta las fras alturas del paso elevado de Westway. Se sinti exultante cuando la cua negra del coche se elev por encima de la piel arrugada de la ciudad. Ms adelante, el paso elevado describa una curva sinuosa al extenderse hacia el oeste. Rachas de lluvia primaveral azotaban la ventanilla, aunque el viento no desplaz al coche ni un milmetro de su senda. Al lanzarse duro y firme como una roca hacia l, Alan se fij por primera vez en que el delineamiento del paso elevado formaba la figura de una mujer de enormes proporciones. La cabeza era la rotonda de White City. Desde all se alargaba un brazo tendido formado por el desvo de la autopista que desembocaba en la rotonda de Shepherds Bush. El otro brazo rodeaba la cabeza de la figura femenina, arquendose en un codo de tres carriles, y apoyaba despus la mano en Acton. La larga espalda de la figura se curvaba sinuosamente sobre Notting Hill, antes de elevarse en un trasero de hormign que se abra en dos delgadas piernas; una colgaba pateando Paddington con petulancia, mientras la otra, que cruzaba por encima, tena el pie firmemente apoyado en Marylebone Road. El coche sali disparado como un vibrador desbocado hacia la mismsima entrepierna del paso elevado. Alan calcul que estaba a punto de penetrar a la figura femenina con toda la potencia de sus 170 caballos. Se sinti superbin. El flotante despliegue digital del velocmetro del Citron rebasaba los ciento cincuenta kilmetros cuando Alan se sumergi en aquel orificio asfaltado. Qu alegra lo inundaba! Senta que ahora, por fin, comprenda la matriz que encapsulaba su vida. Haba escalado las alturas de la medicina y con ellas las alturas de la moral. Se haba casado con una mujer hermosa y comprometida, juntos tenan una adorable criatura de ojos oscuros con un elegante nombre francs. Haba posedo con lascivia a escultoras bohemias y robustas trabajadoras sanitarias. Y ahora haba llegado la culminacin! Su gran sntesis de lo experimental: Bull, Bull el hombre, Bull la mujer, Bull el coo Pero y si ste no quera seguir adelante? La sbita incertidumbre le hizo soltar el pie del acelerador. El coche se tambale y estuvo a punto de chocar de costado contra un camin. El resto del trayecto a Wicanton estuvo marcado por una vertiginosa alternancia de aquella exaltacin y aquel miedo, que lo llenaba de remordimiento. De alguna manera, pensar que su aventura con Bull pudiera fracasar hizo que se sintiera culpable respecto a Naomi y Cecile. Por un instante ambas dejaron de ser ceros a la izquierda, irnicas columnas de su teatro pblico y su cine privado. En lugar de ello, pasaron a ser seres por derecho propio, cada uno con su propia personalidad. Seres con sentimientos. Tediosos y pequeos sentimientos de mierda por los cuales experimentaba un blandengue sentido de la responsabilidad. Por ahora lo que importaba de veras era su cita con Bull. Todos los caminos emocionales conducan a Bexhill-on- Sea. Bull dorma el sueo de los bien follados, hundido en los triturados resortes de su colchn. En el sueo, su cuerpo pesado asuma poses estilizadas, que se destacaban sobre la cama como un bajorrelieve. Un brazo estaba echado hacia atrs y el otro hacia fuera, idntico al paso elevado de Westway. De vez en cuando parpadeaba a causa de alguna escena que se desarrollaba en su subconsciente; despus gimi, apretando un espacio con forma de pelota de rugby contra sus temblorosos pectorales. En otros momentos, en profundo reposo, sus piernas pedaleaban y se ladeaban de tal manera que sus dos conjuntos de genitales quedaban primorosamente yuxtapuestos dentro de la estructura del mismo muslo. Haca rato que se haban apagado los focos con temporizador que de noche iluminaban la cornamenta del venado lampio de la fachada de El Venado Lampio, y el delgado amanecer beige luchaba por colarse a travs de las cortinas, cuando lo despert el timbre del telfono en el recibidor. Bull maldijo y se desprendi agresivamente del edredn, como si ste hubiese irrumpido en el piso para atacarlo mientras dorma. Recorri el pasillo rebotando de pared en pared y se agach junto al ruidoso aparato. Hola. John? Espero no haberte despertado. Era su jefe, el intil esteta que publicaba Get Out! y, peor an, pretenda dirigirlo. Pues no, bueno, s. La verdad es que ya estaba a punto de levantarme. Bull se sinti ms seguro por su habitual falta de confianza en s mismo que por el hecho de estar vivo, lo que actu como un baluarte cuando, con la baquelita enfrindole la oreja, empezaron a manar a raudales los recuerdos de la noche anterior. Slo te llamaba para ver cmo ests. Los muchachos me dijeron que anteanoche te lastimaste y que ayer, cuando te fuiste, tenas bastante mala cara. No me dijiste nada Era un reproche. Supongo que no ser nada grave. No, no, no pasa nada. (Tengo un coo en la parte de atrs de la rodilla) . Me siento bien. (Me siento fatal. Estoy enloquecido). Ya voy para all. (Qu otra cosa puede hacer uno sino ir a trabajar?). Ah, muy bien. Me alegro de orlo. He de decirte algo. Nada importante, slo dos palabras. Hasta qu punto sern slo dos palabras?, pens Bull mientras se encaminaba a las hmedas certezas del bao. Dos palabras, o las dos palabras? Si en realidad fuera tan poca cosa, el director podra haber pronunciado esas dos palabras por telfono. Tir del cordn para encender la luz del lavabo. Abri la solapa de cuero del neceser de viaje (un regalo de su mami cuatro navidades atrs) y sac un espejo de bolsillo. Despus se inclin y meti la cabeza como una cua entre las rodillas. Inmvil en esa posicin, daba la impresin de que en el momento menos pensado rodara por la alfombra del bao. Empuj el espejo y enfoc su vagina. Haba crecido durante la noche! Mientras el da anterior los finos pelos rubios de la pantorrilla slo eran una vaga espiral sobre su mons veneris, ahora se haban reagrupado y aumentado tanto en longitud como en espesor, formando un autntico matorral e incluso un tringulo naciente. Debajo de la vagina, la zona arrugada de carne pardusca que Alan haba identificado correctamente como el peritoneo, ahora estaba llena de pelos como una zanja ferroviaria cubierta de malezas. Bull sac la conclusin acertada: fuese o no la causa su relacin sexual con Alan, la vagina maduraba a ojos vista. Al enderezarse, se sinti ms maduro, ms adulto. Al fin y al cabo, el mero hecho de que un tipo tenga un coo, una raja, una vulva, un chumino, un chocho barbudo empotrado en la pata no es motivo para darlo por perdido. Muchos chicos con los que haba estudiado en Markhams College haban tenido un destino inslito. Precisamente la semana pasada haba ledo en el diario un artculo acerca de uno que iba dos cursos por delante de l. Ahora era un hombre, por supuesto, aunque aparentemente en el fondo segua siendo un muchacho, dada su viciosa amoralidad y su incesante definicin de su propia sexualidad mediante la agresividad y la violencia. Ese muchacho, pues, que haba progresado en alguna burocracia provinciana (era director de un servicio social o algo parecido), haba danzado alrededor de una hoguera (de gas, con leos de imitacin), ululando, haciendo cabriolas, sodomizando y finalmente estrangulando a una serie de adolescentes a los que previamente haba aletargado con Mogadn. Haba sido una cause clbre. Digna de comentario. Y hasta Tittymus, amigo y contemporneo de Bull, se haba establecido como proxeneta en Brighton, donde l y su amante negro, Duvalier, vivan a sus anchas gracias a la explotacin de sus pupilas. Tittymus tena la osada de asistir a las reuniones regulares de exalumnos de Markhams en el Isle of Grain. Y lo aceptaban! l y Duvalier, a juego con chaquetas deportivas de botones de latn y que llevaban bordado en el bolsillo el escudo del Sussex Country Cricket Club. Era absurdo, pero cierto. Sin duda, tena que haber una forma mediante la cual tambin l pudiera ganarse la aceptacin de los dems no obstante su peculiaridad, en este mundo en el que las caractersticas sociales y sexuales estaban revueltas y aderezadas como una ensalada. Como siempre en el caso de Bull, su mente a la deriva iba acompaada de su mano a la deriva. En medio del recuerdo de Tittymus, se encontr explorando suavemente la resbaladiza blandura de su cltoris, una diminuta perla increblemente ergena, que Margoulies haba tratado precipitada y burdamente cuando se le ech encima en el recibidor. Bull comprendi rpidamente y por cuenta propia que lo que requera su cltoris no era una presin directa e intensa al estilo de un ulceroso empresario de mediana edad que oprime sin piedad el timbre del ascensor, sino un toqueteo acariciador y sugerente. Un toqueteo que exista ms en la anticipacin de Bull que en su ejecucin. Se puso en cuclillas y luego cay contra el revestimiento de melamina mal afianzado, que se puso a castaetear. Su masturbacin fue intensa, haciendo presin con la pierna a la vez que penetrndose. Los dedos se arquearon, se introdujeron y bucearon, mientras su ancha frente se empaaba y los ojos se le ponan vidriosos. Esta vez acab con una serie de agudsimas sensaciones, muy diferente de la inundacin con que haba terminado la tanda de arremetidas de la noche anterior. Agotado, yaci jadeante sobre la alfombra ovalada tejida al crochet mientras senta que reciba una revelacin. La masturbacin trajo consigo la autodeterminacin. Bull se sinti de alguna manera ms sutilmente aunque con mayor certidumbre vinculado al mundo que en los ltimos tiempos. Era como si en los recovecos de aquella nueva sexualidad que era evidentemente insondable pudiera discernir certezas ms profundas y ms concretas que cualesquiera otras a las que hubiera estado sometido antes. Pero al entrar en el coche, que estaba aparcado en el patio de hormign bordeado de musgo que haba detrs de su casa, Bull se derrumb. Se haba vestido para ir a la oficina: camisa limpia, pantalones bien planchados y mocasines; su nica concesin a la vagina haba consistido en limpiarla a conciencia y enfundarla en un calcetn que le llegaba ms arriba de la rodilla. Ahora la concavidad, la interioridad, la misma penetrabilidad del coche se abra ante l. Sinti que se mareaba y cay de cabeza sobre los asientos delanteros. Uf! El tapizado de vinilo tena franjas en relieve que le daban un aspecto ondulante, movedizo. Regurgit y trag. Tampoco facilit las cosas que su coche fuera un Volkswagen Escarabajo. La forma redondeada del vehculo, con sus parachoques como nalgas y el cap en forma de teta, ahora lo definan sexualmente mucho ms de lo que nunca lo haban definido socialmente. Ni siquiera se sinti liberado cuando se recuper y asumi el automatismo de la conduccin en Londres, en la que el cerebro se vuelve hipotalmico y la intencionalidad es tan mecnica como el acto de respirar. Puertas, ventanas, entradas de garajes, tneles ferroviarios, incluso paradas de autobs le golpeaban con la vigorosa resonancia de la imaginera refleja. Son como coos!, exclam Bull para sus adentros, paseando la mirada del hueco encapuchado del salpicadero del coche a los numerosos prticos que jalonaban su ruta. Todo eran aberturas, entradas y portales, la misma ciudad de Londres, comprendi ahora, era en esencia una red de tneles. Resultaba patentemente absurdo describir la arquitectura urbana londinense como flica, segn le haba odo decir ms de una vez al crtico de arte de Get Out! Las agujas de las iglesias, los monumentos a las innumerables guerras, las torres con relojes, los rascacielos brutalistas, puristas, constructivistas, daba igual, incluso el pobre Nelson, no eran ms que penes en ltimo trmino irrelevantes, en ltima instancia sobrantes. El verdadero nervio de la ciudad, ahora se dio cuenta cabal, era transportado hacia y desde quintillones de vaginas. Londres era un gigantesco queso Emmenthal, y la experiencia de penetrarlo resultaba a un tiempo glotona y ertica. El conmocionado Bull apenas consigui mover con fuerza suficiente el volante cuando tuvo que estacionar en Lincolns Inn. Se tambale no puede decirse que caminara hasta las oficinas de Get Out! El indescriptible local, que se extenda en plan abierto por todo el primer piso de una mediocre manzana de Grays Inn Road, pareca haber adquirido una aureola fantasmal, aunque Bull no saba si esto ocurra en funcin de su nueva conciencia de vaginocentricidad o si se trataba de algo ms, de que en aquel lugar reinaba una tensin que presagiaba cambios. Era esto ltimo. Al encontrarse con el director en su despacho de paredes de cristal, que pareca un acuario, Bull fue amable pero sumariamente despedido. No creo que volvamos a incluir jams la seccin deportiva dijo el director mientras se secaba la frente con un pauelo de batista empapado en una de sus colonias, a pesar de que la temperatura no lo justificaba. Y como t mismo has dicho a menudo, no te contratamos para escribir sobre variedades. Bull estaba mudo. Tena la vista fija en los empeines de sus pies, cubiertos por las curvadas palas de piel de los mocasines, y luchaba desesperadamente por sustraerse a las implicaciones sexuales de aquella imagen. El director interpret que con aquel silencio quera ponerle las cosas difciles. Recibirs una generosa indemnizacin, por supuesto Bull sigui mudo; pensaba en la incongruencia entre el olor a tocador de la oficina y la impresin de hombre atareado que trataba de transmitir el director con las galeradas y las maquetas de cubiertas que tena amontonadas en el ancho escritorio El sueldo de dos meses, entonces Bull permaneci impvido. Est bien, digamos que tres. Sinceramente, creo que es un trato decente, teniendo en cuenta que llevas menos de un ao con nosotros. De pronto, Bull se puso a hablar sin darse cuenta: No s cmo se puede descartar as el mundo deportivo. Decenas de miles de personas estn interesadas en los deportes. Todas las ciudades, parques y espacios al aire libre rebosan, a cualquier hora del da y de la noche, de gente que juega a la pelota tanto sola como en grupo El director lo mir con expresin rara. Bueno, John dijo con un nuevo tono de voz, vamos a vaciar tu escritorio, por favor. Ninguno de los dos quiere una escena, verdad? Bull permiti, pasivo y complaciente, que lo echaran de la redaccin de Get Out! Sus pertenencias personales ms ejemplares de Wisden, algunos papeles, un grotesco muequito de trapo, disquetes de ordenador fueron metidos en una caja de cartn. Logr fingir indiferencia ante sus excolegas, quienes murmuraban Jodida suerte, John, mientras interiormente agradecan al gran Dios de los Empleos no ser ellos los puestos de patitas en la calle. El director sostuvo personalmente las puertas de vaivn para que pasara Bull, y su tono aflautado sigui a ste hasta la acera llena de gente. Naturalmente, consideraremos encantados cualquier proyecto de colaboracin independiente que se te ocurra, John. Bull apenas oy esto ltimo. El cosquilleo almizcleo del borde de la caja le bloqueaba las fosas nasales. Estaba perdido en una conciencia ms profunda, ms terrenal. Una realidad en la que las inquietudes y las mezquinas justificaciones del director eran como las tmidas pajas de un nio. Bull estaba tan ausente que ni siquiera se molest en preguntarle quin lo reemplazara como crtico de variedades de Get Out!
En un campamento de los alrededores de
Wincanton, Alan Margoulies estaba de rodillas en una tienda de campaa, una de esas antiqusimas tiendas del ejrcito que pesan cincuenta kilos. Unos grandes toldos marrones de lona empapada se balanceaban sobre las cabezas de los ms o menos treinta mdicos de medicina general apiados en el interior. En el campamento haba otras tres tiendas exactamente iguales. Cada una tena su dotacin de mdicos y en cada poste central ondeaba el bandern del Ministerio de Sanidad. Cuando Alan lleg al campamento le entregaron un tablero con clip para tomar notas, un mapa, una insignia, una brjula y un impermeable de color naranja reglamentario del Ministerio de Sanidad, en cuya espalda se lea la palabra SANITARIO en grandes letras negras. Alan se senta hmedo y aburrido. Haba pensado que el campamento de aprendizaje sera una reunin informal en la que los propios mdicos idearan estrategias para asimilar la nueva legislacin en un ambiente al aire libre. No haba ledo la carpeta informativa, y acababa de enterarse de que haba cooperantes, tediosos burcratas que parecan encontrarse sumamente cmodos en aquel ambiente de boy- scouts. Concretamente, el suyo estaba llamando al orden a su dotacin de mdicos: Seoras y caballeros, presten atencin, por favor. Golpe el pizarrn blanco que tena detrs con el borde de su brjula. La charla aptica amain, se abandonaron vaso y materiales de lectura, treinta peinados diferentes giraron hacia el frente. Estamos reunidos para pasar un largo fin de semana aprendiendo. S que todos ustedes son personas ocupadas, gente con un trabajo muy absorbente. De manera que no les pedir que se concentren demasiado en el cmo y el porqu de lo que vamos a hacer. Lo que s les ruego es que confen en que los cooperantes y yo nos ocuparemos de ese aspecto. Puedo garantizarles que si se sumergen en los ejercicios de aprendizaje que nosotros ideamos, obtendrn resultados cuando llegue el momento de abordar las complejidades del nuevo sistema. Al llegar a este punto, el cooperante le quit el capuchn a su rotulador especial con un audible plaf y se volvi de cara al pizarrn. Alan vio que el dorso de su impermeable, como era de prever, estaba escrita la palabra COOPERANTE. Con una tcnica muy burda, el cooperante empez a dibujar un plano en el pizarrn, refirindose constantemente a la seccin correspondiente del mapa general. De alguna manera es coherente, pens Alan, que el cooperante demuestre ser tan lamentablemente inepto en el pizarrn. Por mucho que se esforzaba, no lograba que encajaran en su lugar las leyendas del mapa que estaba trazando. Si quera escribir bosquecillo del manantial, por ejemplo, manantial no caba y las letras suban verticalmente por el borde del pizarrn amontonndose como patas de araa paraltica. El cooperante empez a refunfuar por el esfuerzo y paulatinamente sus refunfuos se sincronizaron con el rechinar de su rotulador. Los mdicos empezaron a intranquilizarse. Alan ya haba visto a unos cuantos conocidos, incluidos Hurst y Mukherjee, de su mismo equipo. Pero le anim ms ver a Krishna Naipaul, que haba sido compaero suyo en la facultad. Krishna era lo que Alan llamaba un mdico pcaro. Era amigo de extender recetas levemente tramposas para sus amigos y de hacer el amor (al menos cuando era residente) sobre la resbaladiza superficie de las mesas de autopsias que acababan de ser limpiadas a chorro de manguera. Todos los aos Alan tropezaba con Krishna Naipaul en alguna reunin de mdicos. Disfrutaba culpablemente de su compaa, porque si algo puede decirse de Krishna es que no era escrupuloso. No era nada. Alan envidiaba su irnica despreocupacin y con frecuencia haba lamentado no ser capaz de armarse de un cmodo cinismo semejante al suyo. Ni por un instante poda imaginar que Naipaul se hubiese visto alguna vez afectado por la obsesin moral tolstoiana que con tanta fuerza haba marcado su propia vida anterior. Su vida a. B (antes de Bull). Y ahora? Bueno, Naipaul se sorprendera si conociese los nuevos caminos que haba empezado a explorar haca tan poco tiempo. En el pasado haba rechazado con cierta altanera las invitaciones de Naipaul a irse de parranda. Pero ahora, arrodillado, con la pana hmeda raspndole las rodillas y cosquillendole las finas y ahusadas fosas nasales, Alan pens que por qu no; seguro de que, hasta en un rincn apartado del mundo como Wincanton, Krishna tendra alguna perspectiva interesante.
Bull vagaba por Londres, sin trabajo y
equipado con su nueva interpretacin del paisaje urbano. Deambul todo el da, aturdido, deprimido y desconectado, ignorante de que su estado mental era consecuencia de unas inslitas trasformaciones qumicas y de que no tena la mnima esperanza de llegar a asimilar lo que le haba ocurrido. En su hgado, la microrrefinera de tubos palpitantes se estremeca por el inesperado encargo de fabricar hormonas para las que no estaba preparada, en cantidades industriales. Los nodos y las cadenas de informacin gentica construan formas extraas, como pastas saladas cancerosas, que iban a parar a las rojas aguas del torrente sanguneo de Bull. De vez en cuando entraba en un hotel o en un bar de comidas rpidas y solicitaba amablemente permiso para usar el lavabo. Cuando la puerta contra incendios se cerraba a sus espaldas impulsada por su brazo neumtico, que pareca un cipote follando, se doblaba por la cintura mientras las nuseas de progesterona y estrgeno competan entre s para hacerlo vomitar. En cuanto terminaba de limpiar una nueva mancha de bilis de su barbilla, Bull corra a un retrete, donde mova duramente su corpachn entre los estrechos lmites de las paredes, adoptaba una postura como si participara en algn arte marcial especialmente intil, y escudriaba su vagina. Y cada vez notaba nuevos cambios. Haba crecido. Para ser ms precisos an, haba madurado. Haba adquirido una cofia de vello enredado, una pelusa rojiza no distinta de los pelos de su cabeza. En la secuela de su sesin sexual con Alan, Bull no se haba visto acosado por sangre, flujo ni supuraciones mucales se era el problema, no el asco, sino la aceptacin. Y en su pierna, tan cruel y cientficamente perfilada por la luz del techo contra el revestimiento de formica del retrete, Bull tambin perciba cambios internos: movimientos, desarrollo muscular, siniestras acomodaciones. Mientras caminaba por la acera poco antes del medioda, en tanto que la lluvia segua tamborileando en sus mejillas sonrosadas, Bull se senta extraamente deprimido sin motivo. No entenda por qu era tan desdichado. Alan era conocido por todos como un hombre bondadoso y concienzudo, qu ms poda pedir de un amante? La relacin era demasiado reciente para ejercer presin a fin de que abandonara a su esposa, pero eso llegara con el tiempo, aunque con acritud y lgrimas Y con respecto al trabajo? Era cierto que lo odiaba y que detestaba la crtica de variedades. Habra sido una hipocresa que protestara demasiado. En otros tiempos se haba ganado la vida razonablemente como periodista independiente, y poda volver a hacerlo. Por qu, entonces, aquellas lgrimas punzantes, aquella extraa tensin que revoloteaba en su interior? Tena la impresin de que sus tobillos estaban llenos de agua; si apretaba su carne, se volva blanca y circundada de rosa. Y cada vez que se miraba los tobillos, los labios de su vagina se separaban, como por analoga. Segua con una fijacin en los lugares de ingreso. Al ver una ventana rota en su andar sin rumbo fijo, sinti que eso, precisamente, era lo que le haba ocurrido. Su himen vitrificado haba quedado hecho trizas por el grueso pene de Alan. Una extravagante inversin de la Kristallnacht, sin duda. Detrs de Swiss Centre, Bull se qued plantado con la vista fija en el St Johns Hospital, especializado en enfermedades cutneas. El edificio estaba vaco y abandonado, con las ventanas tapiadas. Pero le llamaron la atencin los adornos de argamasa moldeada que coronaban la fachada escalonada del viejo hospital. Qu irona malsana, pens, atraer a los enfermos de la piel con esos adornos que recordaban a las claras la corrupcin epidrmica. Eran como su vagina; el smil lo espant. Se apoy, luchando por mantener el equilibrio, en el escaparate del restaurante Poons, pero retrocedi al instante. Varios ejemplares de la especialidad de la casa, el pato seco, colgaban en el escaparate; la carne anaranjada y los miembros delgados y angulosos le recordaron a Juniper. Su acefala y el hecho de estar con el culo levantado le hicieron pensar en s mismo. No pudo resistirse a entrar y pedir permiso para ir al lavabo. El sistema de ventilacin gema; fuera, en la luz antigua y crepuscular, unas voces cantonesas gritaban, diversos cubos de zinc sonaban con estrpito, inmensos ablandadores de patos golpeaban tac! Bull observ el aspecto destartalado del servicio, el adhesivo No beba agua encima del tambaleante lavabo, el verdn de la lechada entre los azulejos, la cuerda de nylon antao trenzada y ahora deshilachada que haca de cadena de retrete y, por ltimo, el xido que se desparramaba en rojizas oleadas por todos los elementos metlicos del lavabo: las caeras, la cisterna e incluso las bisagras de la puerta desencajada. La pierna se estaba convirtiendo en algo ajeno a l. La desnud y la separ un poco de su cuerpo, la cambi de posicin. Bull poda estar alterado, trastornado, confundido, pero conservaba la suficiente entereza (Diantre! Era un hombre que haba tratado de hacerse rico siguiendo el sistema del duque de Edimburgo, un hombre que haba recorrido con la mochila a cuestas las Catskills, un hombre que haba ganado un concurso de boxeo organizado como parte de una conferencia de prensa por el dueo de una importante cadena de supermercados) para observar fra y clnicamente el progreso de su propia mutacin. Haba en Bull una honestidad intrnseca que se manifestaba en su fisonoma de rasgos imperfectos, una honestidad intrnseca que habra hecho de l un buen compaero de secuestro en Beirut. Uno poda imaginar a los padres de Bull muy correctos en su jardn, mientras los entrevistaban. Pero despus uno tambin poda imaginarlos volvindose bastante virulentos y demaggicos en su denuncia de la poltica gubernamental, y lanzando su propia campaa para liberar a su hijo desde la cocina de su casa. Entre tanto, su hijo se dedicara a animar a los dems rehenes contndoles los chistes y las ancdotas que hacan las delicias de los Wanderers en sus giras, la clase de chistes y ancdotas que repugnaran a esos hombres (universitarios estadounidenses, periodistas grficos italianos, enviados diplomticos y gente por el estilo) en cualquier otro contexto. Pero all, al sur de la Lnea Verde, con delgados hilillos de yeso y gotas de agua subrayando el horror de su situacin, esos hombres reiran, reiran y reiran. Despus de la liberacin parpadearan ante los focos. Fue Bull, gritaran todos a una, Bull nos mantuvo vivos con su energa, su entereza y, sobre todo, su sentido del humor. As fue como se recuper Bull. Mir a sus nuevos genitales cara a cara, consider su profundizacin, su enrojecimiento, y vio que su condicin femenina le haca guios, atrayndolo. Pero parado una hora ms tarde en Piccadilly, el pobre Bull se vio acometido y sacudido por otra revelacin. El escaparate de Lillywhites lindaba directamente con el de Boots. Detrs de una lmina de cristal blindado haba un despliegue de saldos de panties y otras prendas femeninas. Detrs de la otra haba una exhibicin de equipo para jugar al rugby. La exposicin de Boots presentaba una hermosa pierna de plstico de color caramelo y transparente, enfundada en un tejido liso y lustroso que deba de ser una maravilla al tacto; a su alrededor, dispersas como si hubieran sido descartadas en un acceso pasional, haba ms medias y panties cuyos seductores matices formaban un collage sensual sobre el terciopelo arrugado que cubra el piso. El escaparate de al lado era elegante y viril. Tambin presentaba una pierna plstica suelta, pero mientras el truncamiento de la femenina llevaba inexorablemente la mirada al punto donde su entrepierna cortada con precisin deba unirse a unas partes pudendas suaves y fragantes, la pierna masculina era slida e impulsiva, pateaba sobre su invisible soporte acrlico una pelota de rugby inmvil, pegada a la puntera de su brillante bota. Daba la impresin de que aquella pierna haba sido amputada en el acto de patear el baln por encima de la hilera de edificios de oficinas y tiendas que tena delante hacia alguna lejana portera. Alrededor de esa pierna haba bragueros, suspensorios, calcetines, ligas, cintas para la cabeza, camisas, pantaloncitos y ms calcetines, todo pulcramente alineado sobre el csped artificial. Cul ser la ma, pens Bull mirando alternativamente ambos escaparates, subiendo la mirada por la pierna femenina y bajndola por la masculina. Quin soy? El excrtico de variedades gimi, y unos turistas estadounidenses que estaban detrs de l, ataviados con flamantes prendas Burberrys, se preguntaron si no sera la causa que acababa de ver alguna ganga excepcional. Por fin Bull consigui marcharse e hizo unas compras: compresas extrafinas, Feminax y vitaminas en Boots; un braguero y dos cintas para la cabeza en Lillywhites. Pero, a pesar de este decisivo y aparentemente maduro reconocimiento de su naturaleza dual, a primera hora de aquella tarde desapacible Bull se encontr llorando una vez ms, ahora delante de Kings Cross Station. Se apoy contra el escaparate de Wendy Burgers y contempl la masa humana que circulaba por la galera de la estacin. Vagabundos y drogadictos formaban grupos compactos que interrumpan el ir y venir de la corriente de viajeros y trabajadores de la estacin. El cielo sucio an verta su lluvia primaveral. Bull suspir y balbuce. Se dio cuenta de que estaba solo en el mundo. Aislado, imposibilitado de confesar su verdadera naturaleza. Por qu haba permitido que Alan lo sedujera? De no haber ocurrido eso, hubiera podido acudir al organismo competente. Senta que no poda ser el nico en aquella situacin. En algn lugar de nuestra gran sociedad pluralista tena que haber un grupo de autoayuda para gente como l, una especie de Vaginas Annimas. Bull no se fij en las prostitutas, pero ellas s en l. Paradas con sus microfaldas elsticas de color rosa y sus tacones de aguja de polivinilo, tenan fro y evaluaban a todos los transentes masculinos calculando su valor comercial. Bull pareca un posible cliente. Despus de todo, sus lgrimas podan ser un acceso prematuro de remordimiento, la culpa antes del pecado. Desde lejos, Ramona lo haba estado observando. l/ella percibi que Bull poda ser un cliente potencial; aunque sigui hablando con Gail y Leroy, no prestaba atencin a lo que decan. Sherri consigui unas papelinas. S, lo s muy bien, y me debe mercadera dijo Gail, y bebi un trago de su cerveza mientras unos mechones variopintos de pelo flotaban con la brisa alrededor de su frente ajada. Nunca se la sacars, nena. Bscate unos cuantos cabritos. Cuando hayas ganado lo suficiente, yo te proveer. Acaso no me ocupo de todas tus necesidades, nena? Leroy se dio bombo, tan orgulloso de su profesin de macarra como cualquier otro hubiera podido estarlo de la de concejal. Ramona estaba harta; se separ del grupo y se acerc lentamente a Bull. Qu ests buscando, querido? le pregunt Ramona con su mejor voz de cama con desayuno incluido. Cmo? Bull levant la vista, y su ancha frente mostr una expresin de sorpresa. Buscas compaa? Normalmente, Ramona habra dado media vuelta con slo or el tono desconcertado de Bull. Lo ltimo que l/ella necesitaba era un lo. Pero persisti. Haba algo patticamente vulnerable en aquel tipo grandulln con chaqueta deportiva y pantalones de franela gris. En cuanto a Bull, la pena y el aislamiento lo haban despojado temporalmente de la poca sabidura callejera que posea. Compaa? Disculpe, me parece que no la entiendo. Tengo un cuartito, querido, no muy lejos, a unos pasos de aqu. Podramos llegar a conocernos. Adoptar tono de vendedora result ms fcil de lo que Ramona esperaba. Estaba habituada al rechazo instantneo de muchos cabritos en potencia. Bastaba que observaran su cara angulosa con las facciones demasiado marcadas y la sombra azul de la barba incipiente, que a aquella hora del da ya empezaba a traslucirse bajo su maquillaje, para que retrocedieran. Pero, por algn motivo, Bull no retrocedi. Vio a Ramona tal como l/ella era e inmediatamente percibi la posibilidad de un aliado. Dices que no es muy lejos? A la vuelta, querido. Vamos en seguida para all, aqu hace un fro que pela. Ramona se ech sobre los hombros los pliegues de su capa de terciopelo negro, en otros tiempos elegante, y tembl ostentosamente. Yo en realidad no estoy interesado en, slo se trata de un poco un poco Un poco de compaa es lo que ests buscando. Te entiendo, querido, no te pongas nervioso. Al abandonar la hilera de tiendas que haba delante de la estacin, Bull y Ramona parecan tan amistosos como un viejo matrimonio. Desaparecieron en direccin a Caledonian Road.
Alan se sinti mucho mejor despus de
una ducha caliente. Se haba empapado y haba cogido fro durante los ejercicios de aprendizaje de la tarde. Tena miedo de resfriarse, porque si hay algo peor que una sala de hospital por lo que hace al contagio, es una reunin de mdicos. Haba asumido, de un modo natural, la direccin del grupo en el que lo haba incluido el poco estimulante e inepto cooperante. El liderazgo era algo que le iba como anillo al dedo. De hecho, cuando no le daban la oportunidad de llevar las riendas, en seguida se volva aptico. Los dems mdicos lo percibieron y cedieron con tal de no tener que aguantar su irritacin. El ejercicio de aquel da haba estado centrado en la necesidad de evitar embrollos burocrticos cuando llegara el momento de poner en prctica las nuevas reformas del Servicio Nacional de la Salud. Los mdicos se dividieron en grupos, cada uno de los cuales tena un objetivo: llegar a un punto dado donde adquiriran pacientes simblicos. Estos pacientes (en realidad, pequeos lazos de colores) deban ser transportados al hospital (en realidad, un bosquecillo) adecuado para su tratamiento. A lo largo del camino haba diversas oportunidades de incrementar el presupuesto del grupo para tratamiento hospitalario o de aumentar el tiempo que deberan pasar los pacientes en la lista de espera, cayendo en un lodazal burocrtico (en realidad, un lodazal de verdad). Ataviados con sus impermeables naranja, los mdicos blandan sus mapas y brjulas. Fue una suerte que contaran con Alan; gracias a su liderazgo lograron llevar a todos sus pacientes a los hospitales adecuados antes de que oscureciera. Otros grupos fueron menos afortunados y todava daban vueltas por la campia de Somerset muy entrada la noche. Fue necesario enviar a unos cuantos cooperantes a buscarlos, armados con potentes linternas. Uno de los mdicos de ms edad sufri incluso un agotamiento fsico y no pudo asistir a la batalla con pistolas de pintar del da siguiente. Por muy caliente que fuera la ducha, slo caa el habitual hilillo de agua deprimente que Alan esperaba de todas las casas de huspedes provincianas con desayuno incluido. Sin embargo, se haba puesto contento al descubrir que Krishna tambin se hospedaba en la pensin de la seora Critchley. Ahora lo nico que faltaba era hacer una expeditiva llamada a Naomi; despus l y Krishna tendran toda la noche libre. Se encontraron en el angosto pasillo de la pensin. El pcaro mdico tena aspecto pulido y venal. La temperatura del local donde daban el curso de orientacin lo haba puesto morado de fro. Ahora, abrigado y correctamente vestido, Naipaul esperaba una noche de srdidos encuentros. Por lo que a l se refera, cuanto ms srdidos mejor. Los dos mdicos dejaron la pensin de la seora Critchley en East Street a las ocho y diez. Ella les haba entregado una llave atada a una cuerda, por si se entusiasmaban demasiado con las brillantes luces de Wincanton y queran volver despus de las diez, hora en que se cerraba la puerta de entrada. Pero ya a las ocho y media haban agotado, aparentemente, todas las posibilidades de esparcimiento de la ciudad. Los pubs tenan un pblico tan definido que, al entrar en ellos, Alan y Krishna tenan la impresin de estar expuestos en una serie de tableaux vivants de un museo de historia local. En el White Hart haba alcohlicos finos que beban vino dulce y gin-tonic; los parroquianos del Unicorn eran tipos rsticos de zonas rurales, sexadores de pollos con sus groseras amiguitas, todas regordetas aunque pisciformes debido al talle sorprendentemente ceido de sus tejanos lavados a la piedra. Alan y Krishna se quedaron en los dos lugares el tiempo suficiente para tomar un par de cervezas, aguantando la hostilidad que emanaba de ambos grupos. Despus cruzaron la ancha High Street y pasaron junto a la torre del reloj, alrededor de la cual un pequeo ncleo de menores de edad aspirantes a bebedores alborotaban sobre los manubrios de sus ciclomotores. La jeunesse dore dijo sarcsticamente Krishna con burln tono oxoniense. Qu has dicho, negro de mierda? grit una voz disparada desde el centro del ncleo a la velocidad de un navajazo. Los dos mdicos del grupo minoritario huyeron corriendo, con su esnobismo transitoriamente devorado por el miedo. En el Piebald Piover, la rama de MENSA de Wincanton estaba celebrando su reunin mensual. Alan y Krishna se acodaron malhumorados en la barra y escucharon furtivamente conversaciones de asombrosa pretensin autodidacta. Tomaron, malhumorados, sendos whiskies. Cre que tendras algn plan para pasrselo bien en Wincanton dijo por fin Alan. A su izquierda, una mujer menuda con traje de tweed hablaba con suficiencia acerca de la pintura mural etrusca. Este lugar est muerto, muerto, muerto. Krishna se desternill de risa. S, no es exactamente Bangkok, no? Pero si queremos un poco de accin, un tipo que conozco, James Poole, me recomend que furamos a ver a un conocido suyo Por qu no lo dijiste antes? Podramos habernos ahorrado este aburrido recorrido por los pubs. Bueee-nooo, el pcaro mdico dej arrastrar las palabras lujuriosamente. Se me ocurri que el lugar del que me han hablado podra resultarte un poco raro. Cambi el peso del cuerpo contra la barra, llev una de sus delgadas manos morenas a la entrepierna, donde leve y amorosamente acomod su delgados genitales morenos en el interior de su alojamiento delgado y moreno hecho a la medida. Alan pens inmediatamente en que se haba tirado a Bull, y no pudo contener la risa ante la idea de que nada de lo que Krishna Naipaul pudiese encontrar un jueves por la noche en Wincanton fuese ni remotamente raro por comparacin. Creo que resistir el ritmo, Krishna. Alan transform la carcajada en una rijosa risita en honor de su compinche. De acuerdo, si ests preparado, vamos. Deposit de golpe el vaso de whisky sobre la barra y llam al camarero, de pelo crespo como el de un carnero. Disculpe, conoce algn sitio donde podamos comer algo por aqu? Djeme pensar respondi el camarero, aunque no pareca capacitado para tener un solo pensamiento. Sirven comida en el White Hart, pero slo atienden hasta las ocho y media. Quiz deberan coger el coche e ir hasta Yeovil. Por qu no el nuevo local? dijo uno del grupo de MENSA, un sumiso empleado que una vez haba traducido una novela de John Le Carr al esperanto. Ah, s. La intervencin refresc la memoria del camarero. Si les gustan esas cosas, hay una especie de restaurante griego en Bell Lane. Me parece bien dijo Krishna. Y cmo podemos llegar a Bell Lane desde aqu? Escucharon las instrucciones pertinentes y salieron. Alan estaba intrigado. Si ese Poole conoce el local, para qu diste tantas vueltas? Cobertura, Alan, cobertura. En un lugar como ste debemos cubrirnos las espaldas. Bajaron por las hmedas calles provincianas. El restaurante griego result ser el Bar de Pinchos Tiresias. En el escaparate, un grueso pincho daba vueltas haciendo grasientas piruetas. El local era indescriptiblemente mediocre. Haba unos tarros enormes llenos de variantes en el mostrador. Atrs, y fuera del alcance del chisporroteo, una vitrina iluminada a contraluz exhiba chillonas fotografas de comidas indigestas. A travs de una arcada de estilo rabe, Alan divis una cuantas mesitas cubiertas de hule en imitacin tela. No haba nadie comiendo all. Cuando entraron, en la barra slo dos clientas con la tez de color blanco gusano, a quienes Alan crey haber visto en el Unicorn, coman con avidez unas salchichas picantes. Sentados en el fondo, Alan y Krishna pidieron la cena al mismsimo Tiresias. El patrn se vea tan desmesuradamente obeso con su camiseta blanca, que al instante Alan lo diagnostic de ginecomatoso. Pero la comida result sorprendentemente deliciosa. Ambos comieron hojas de parra rellenas y entre los dos se bebieron un par de botellas de estupendo retsina alimonado. Rehusaron el pincho especial Tiresias que, segn les explic el patrn, era un hombre abajo, una mujer encima y un espetn atravesndolos. Durante el resto de la comida lograron eludir la mirada de ojos saltones del patrn. Tiresias les llev unas tazas diminutas con espeso caf griego. Krishna corri la silla hacia atrs mientras exhalaba un suspiro de satisfaccin. Bueno, ahora que ya comimos, supongo que tenemos que follar dijo, sorbiendo su caf. Follarnos a quin, exactamente? Con un ademn Alan abarc al monumental propietario y las dos chicas de tez blanco gusano, que seguan all. Krishna se adelant sobre la mesita en actitud conspiradora. Su tono culto son cargado de lascivo entusiasmo. Poole me dijo que el tal Tiresias no es lo que parece. Esto es una fachada, Alan. Una fachada? Una fachada de qu? De una de las ms grandes cadenas de pornografa y prostitucin del sudoeste. Caray! Alan estaba atnito. Temi un escndalo cuando Krishna hizo seas a Tiresias para que se acercara. Soy amigo del seor Poole. Krishna pronunci el nombre como si fuera una contrasea. Ah, el seor Poole! El griego tambin dio la impresin de estar interpretando un papel. El seor Poole es muy amigo mo. Y los amigos del seor Poole son amigos mos. Quieren un poco de raki los caballeros? Nos encantara un poco de raki. Ahora Krishna estaba henchido de orgullo por el xito de su contacto en el submundo. Y tambin nos gustara un poco de compaa. Un poco de compaa? Por supuesto. Estar solo es malo, digo yo. Nosotros siempre queremos estar juntos, vivir la vida a fondo. As hacemos las cosas en Grecia. Vivimos la vida a fondo! Tiresias fue tan enftico y tan semejante a Zorba con sus palabras, que Alan casi esperaba que se pusiera a bailar, balanceando sus grandes tetas, en los lmites amarillos del bar. Pero, en cambio, el griego acerc una silla, sac una botella de raki del fondo de la vitrina polvorienta y se uni a la lujuriosa conspiracin de los dos.
As fue como, dos horas despus, Alan
fue objeto de una enrgica pero desapasionada felacin, entre los cubos de basura de la pensin Critchley, por una de las amiguitas de los sexadores de pollos que rondaban el bar de Tiresias. Krishna, que era soltero y por lo visto no tema al Colegio de Mdicos, haba metido de extranjis a su putita en su habitacin, para revolcarse con ella entre sbanas de nylon. Pero Alan, temblando de lujuria anormal, pag por aquella lamentable experiencia. Ni siquiera pensar en el desdn que volcara sobre Naipaul a la maana siguiente haba logrado contrarrestar el doloroso roce de su nuca plana contra las piedrecitas de la pared en la que estaba apoyado. Chup, chup, chup, glugluteaba la chica. Y al bajar la vista a las races oscuras de su pelo oxigenado, Alan se dio cuenta de que no poda recordar no ya su nombre, sino ni siquiera su cara, tan llena de imgenes de Bull estaba su mente desde que ella le baj la cremallera de la bragueta y puso manos a la obra. 5 Apoteosis
Unas horas antes Bull haba estado
tomando una cordial taza de t con Ramona, la prostituta transexual. No era la suya una historia muy corriente, y Bull nunca haba odo nada semejante. Mi padre era soldador en los astilleros Swan Hunter de Wearside. Lo nico que quera en la vida era que yo siguiera sus pasos. Mientras deca esto, Ramona se agach en el rincn del cuarto mal ventilado y verti agua hervida de la tetera elctrica en unas tazas desparejas. Bull no pudo dejar de notar la musculosidad angular de sus pantorrillas y muslos. El transexual, calcul, tena el tipo adecuado para ser un delantero de primera. Ramona le dio la taza y se sent a su lado en la camita chirriante. l/ella sigui con el relato. Me acuerdo de que, cuando era nio, mi madre me llevaba al astillero. No nos dejaban entrar, por supuesto; decan que era muy peligroso para los chicos. Pero ella me lo sealaba desde fuera. Y a lo lejos se vea una pequea figura, arrastrndose sobre un enorme casco, o quilla, o como se llame. Y mirbamos y de pronto apareca una lluvia de chispas, porque estaban soldando. Y mi madre deca: se es tu padre, muchacho. Algn da sers soldador como l. Y lo fuiste? pregunt Bull. S. Fui a la escuela industrial y me diplom. Entr a trabajar en el astillero el mismo da que recibieron su ltimo encargo. Les haban encargado un enorme petrolero. Se llamaba Anubis. Hice todas las soldaduras de la cubierta de popa. Y estaba all arriba, muy alto, mirando el estuario, y de pronto decid que quera ser mujer. Quieres decir que nunca se te haba ocurrido antes? Bull no poda creerlo: haba ledo muchsimos artculos de revistas sobre el tema. No, nunca. S que no es lo habitual, pero es la verdad. Hasta ese da haba sido un muchacho despreocupado que follaba y se peleaba; no se me haba ocurrido ser otra cosa. Pero en ese momento me llen de sentimientos tiernos. Por eso vine a Londres y muy pronto me met en el oficio. Es la nica forma en que tipas como yo puedan juntar guita para los pinchazos y la operacin. Ramona suspir y bebi un gran trago de t. Por el rabillo de los ojos Bull vio que la arrugada nuez del exsoldador suba y bajaba en su macizo buche. Porque en realidad, como suele suceder, Ramona era el candidato ms inadecuado que cabra imaginar para ser mujer. Ms inadecuado incluso que yo, pens Bull. La cara de Ramona era exageradamente masculina. No resultaba muy distinta de la de la mayora de jugadores de rugby que conoca, con el aadido de una fuerte nariz aguilea. El grueso pelo rubio que le caa en cascada a ambos lados de la mandbula azulada slo serva para ahondar la impresin de que Ramona era una quimera o la encarnacin de un sexo nuevo, el tercero. Pero Ramona era amable. Y l/ella no le haba pedido dinero ni justificaciones. Tal vez pueda aceptarme como soy, se atrevi a esperar Bull. Hasta dnde has llegado con el? Bueno, ya sabes El cambio de sexo? Ramona no se inmut. De cabo a rabo, muchacho. Ya s que no se nota, pero dicen que ms no se puede hacer. Ms bien un desastre, no? Pero puedes, quiero decir, crea que S, yo tambin, muchacho. Crea que el tratamiento hormonal me dara un cuerpo femenino. Pero lo nico que hizo fue darme un revestimiento femenino. Si quieres te lo enseo. Gratis. Ramona salt de la cama y empez a desvestirse. Lo que haba dicho era la pura verdad. Aunque l/ella tena senos y una capa superficial de grasa subcutnea que parodiaba la forma femenina, debajo permaneca demasiado evidente la firme musculatura del soldador de Wearside que Ramona estaba destinada a ser. En su anterior encarnacin, Bull se habra sentido horrorizado al ver las partes del transexual. Y ahora? Bien, la seca bolsita que ocupaba el lugar donde haba estado el pene de Ramona no era nada, absolutamente nada, comparada con el nuevo rgano con el que haba sido dotado Bull. Puedes tocarla si quieres. Ramona estaba empujando la vagina hacia Bull. l retrocedi. No es nada divertido. Te cortan los vasos sanguneos y esas cosas. Y te meten la piel para adentro. Pero no tengo cltoris ni nada de eso. Follar como Dios manda me deja igual despus del tijeretazo. De todos modos, a los tos de por aqu les gusta meterla por el culo. Por mi culo quiero decir. En serio? Bull senta una curiosidad malsana. S. En su mayora son catlicos, por supuesto. Italianos y esas cosas. A lo mejor tiene que ver con sus creencias religiosas y todo lo dems. O sea que, al final, ha sido un fracaso. La gigantesca pseudomujer observ tristemente su vagina, como si fuera una flor marchita en una exposicin de jardinera. Bull percibi que haba llegado su turno. Debo decirte, Ramona, que yo tampoco soy exactamente lo que parezco. Mientras lo deca, Bull fue una vez ms espantosamente consciente del sexo radicalmente independiente de su pierna, de su extrao metabolismo, de su tremendo deseo vulnerable. Qu quieres decir, muchacho? Bueno, para m es difcil decirlo, tengo miedo de que te impresiones. Permteme decirte, muchacho, que llevo cuatro aos en el oficio y calculo que ya he visto todo lo que hay que ver. Para m no hay nada nuevo en lo que a rarezas se refiere. Bull se anim con estas palabras. Se levant y, sintiendo la antigua vulnerabilidad, no la nueva, la que senta al desvestirse en el consultorio de Alan Margoulies, se baj los pantalones y le dio la espalda a Ramona. Durante unos largos segundos Bull no oy nada. Despus Ramona grit. Ulul como una sirena de niebla, del Wearside. Bram con todo el volumen de su enorme trax. Grit y grit y grit. Chill tan fuerte, que Bull todava oa su alarido cuando dobl la esquina de Caledonian Road, a unos buenos trescientos metros de distancia del cuarto de la prostituta, corriendo como si estuviese a punto de ganar una carrera.
Los Wanderers estaban a bordo de su
minibs. Reinaban las bromas amables y los cantos alegres mientras avanzaban por la A22 hacia Bexhill-on-Sea. Podra sorprender al amable lector (e incluso al lector vicioso y sin principios) saber que Bull se encontraba entre los cantores ms estrepitosos y los ms dispuestos a la jarana. Sus compaeros estaban atnitos por su buen humor, y la mayora lo atribuy a la felicidad que le daba haber perdido su espantoso puesto de trabajo en Get Out! Pero, como sabemos, la verdad era mucho ms compleja. Ahora Bull estaba seguro de haber alcanzado un nuevo equilibrio, una nueva aceptacin de s mismo. En cuanto lleg a casa, comprendi por qu haba chillado Ramona al ver su vagina. Tambin comprendi la rara e indefinible tensin y angustia que lo haba atenazado a lo largo de todo el da: tena su primera regla. No es de extraar que hubiese comprado las compresas y el Feminax en Boots: su inconsciente femenino saba qu se avecinaba. Una vez ms, bajo la luz naranja de la sala de estar, se haba limpiado las manchas parduscas de la entrepierna y aplicado una compresa, usando uno de sus suspensorios para crear una parodia de braga. El mismo conjunto cuya idea haba excitado tanto a Alan Margoulies al principio de su extraa aventura. Pese a los calambres estomacales de la noche, a la maana siguiente segua pletrico de resolucin. Decidi cortar de raz con Margoulies. Continuara tal como estaba. Qu importaba si tena que ocultar su vagina el resto de sus das? Qu importaba si nunca poda casarse? Era capaz de aceptar estas cosas. Eso era lo decente: guardarse para uno mismo las idiosincrasias viles y personales en lugar de infligirlas a un mundo sin culpa. Por eso Bull cantaba ms fuerte y bromeaba ms que el resto. El minibus rodaba por el impresionante verdor de un brillante da primaveral ingls y todos estaban exultantes con la perspectiva del partido. En los vestuarios, Bull se mostr especialmente cuidadoso con su espalda. Pero haba previsto el modus operandi con anticipacin. Una rodillera elastizada, del tipo que usan normalmente los deportistas, encapsulaba pulcramente el montaje hecho con el suspensorio y la compresa. Y, por si todo eso no fuera suficiente, tambin tuvo la precaucin de ponerse calcetines especialmente largos, y en la pierna izquierda una liga bien ajustada. Ninguno de sus compaeros de equipo sospech nada. Todos creyeron a pies juntillas su explicacin de un molesto tirn muscular. El partido fue un xito arrollador. Los visitantes ganaron con un notable ensayo en el minuto ochenta y dos del partido. El ensayo fue convertido por Bull. Haba estado en la mle, enredado en esa extraa y esforzada falange de hombres pesados, rozando sus hombros contra los de los puntales opuestos, y contra la pequea clavcula de Mickey Minto, el talonador malts de los Wanderers. El baln lleg recto a travs de donde empujaba Bull, mezclando su gran oreja con la gran oreja del puntal izquierdo opuesto. Un veloz taconazo de la bota de Bull inmoviliz a su adversario (que dio un alarido para sealar el juego sucio), otro devolvi el baln al extremo delantero, Dougie MacBeaths, que sali a matar y rpido por el ala izquierda. Diez metros ms all lo derrib un corro de los Bexhill Bears, pero antes de caer consigui devolverle la pelota a Bull, que estaba adelantado a la cabeza del grupo de Wanderers. Bull abraz la pelota tibia contra su pecho. Empataban a cuarenta y dos. Unas cuantas gaviotas descendieron y se quedaron planeando y chillando por encima de los postes de la portera de los Bears. Ms all, Bull entrevi el jugueteo del sol macilento sobre las verdes aguas del mar. El campo de los Bears estaba soberbiamente emplazado en un acantilado cretceo, muy elevado con respecto al Canal de la Mancha. Con el da vivificante y la fortaleza de su reciente resolucin, Bull se sinti capaz de volar, de despegar y remontarse por encima de los defensas que unos segundos despus de que recibiera la pelota se haban alineado entre l y la lnea de banda. Bull hizo fintas, Bull esquiv, Bull dio con la mano abierta dura y fra como un pollo descongelndose en la cara ansiosa de los defensores. Sinti que sus botas haban adquirido turborreactores. Corri como un blido por el csped. Detrs de l se oyeron gritos: Aqu, John!, Vamos, John!, Ese baln es mo, John!. Bull no les prest atencin. Sin la menor duda, se era su momento de gloria. Lo saba por el modo en que los defensas parecan desplazarse a cmara lenta y hacia atrs. Era como si quisieran escapar de l para luego saltar del terreno y apretar agradecidos la palma de su mano contra las caras magulladas con el propsito de recibir el toque del rey igual que si fueran escrofulosos: un momento santificado. Luego, cuando salv realmente la lnea de banda, descubri que tena que tomar una decisin. Con tan fantstica velocidad, no tendra que dar un salto? Sobre aquellos dos jvenes espectadores atormentados por la adolescencia, y fuera. Era el Canal de la Mancha el que hablaba. Hablaba, directamente en imgenes, a aquel otro canal. Bull experiment profundas sensaciones enterradas debajo del calcetn, el suspensorio y la compresa. Los dos canales parecan hablarse entre s, calculando las posibilidades de una convergencia o una alianza. Pero Bull no salt. Hizo un bello regate mecindose como un yate, se retorci levemente para evitar a su ltimo adversario y, por ltimo, coloc la pelota exactamente sobre el csped, entre los postes. En una actitud sin precedentes, Towser Bridges el capitn de los Wanderers permiti que convirtiera Bull (que no era famoso como buen lanzador). ste fue el momento que Bull haba esperado con tanta ansia durante los dos ttricos das londinenses obsesionado con la raja. ste era el juego libre de msculo y vigor juvenil que haba opuesto al dudoso credo de Juniper y el plido ascetismo de su exjefe Uf! Pero no funcion. Incluso mientras el baln se elevaba y entraba certeramente, Bull supo en lo ms recndito de su alma que el placer del rugby poda distraerlo, pero no borrar lo que haba ocurrido entre l y Alan Margoulies. No poda colmar la comezn de su abismo genital. Por eso, despus del partido, tras aceptar que lo invitaran a tomar unos tragos de felicitacin, se apart de sus compaeros. Y hasta se alegr de hacerlo: antes nunca se haba sentido tan oprimido por la confianza de cada uno de ellos en s mismo, por su masculinidad aparentemente incuestionable. Bull recorri a pie las calles de Bexhill, rumbo al De La War Pavilion, en el paseo martimo, y a la cita con su amante.
Alan haba pasado otro da agotador en
aquella especie de bsqueda del tesoro para boy-scouts. Al menos segua el buen tiempo. Pero, por increble que parezca, los ejercicios pergeados por los cooperantes resultaron ms estpidos an que el da anterior. Implicaban juegos de roles; los diversos mdicos tenan que adoptar la perspectiva de sus pacientes y expresar sus angustias y frustraciones. El doctor Margoulies fue lo bastante sincero para reconocer ante s mismo que en el juego de roles encontraba una siniestra congruencia con la representacin mdico-paciente que recientemente haba montado con Bull. Pero, como ya hemos sealado, su sentido de la irona haca tiempo que se haba vuelto tan desenfrenado que converta cualquier cosa en agua para su molino. No obstante, dedic el da a las imgenes de Bull, contraponindolas a la diversin de la noche anterior, que slo haba sido una horrible concesin. Nunca me haba portado as antes, pens Alan. Al fin y al cabo, tena su orgullo. Existe una enorme diferencia entre tirarse alegremente a una enfermera que jadea en un departamentito de Chiswick y permitir que la amiguita prostituida de un sexador de pollos retardado te la chupe entre los cubos de basura de una casa de huspedes provinciana. Evidentemente, la culpa la tena ese asunto de Bull. Aunque tal vez l est tan ansioso como yo por volver a encajar en la sociedad, pens Alan, y con ello resucit la primera visin que haba tenido de la anomala genital de Bull. Concretamente, lleg a pensar que poda significar su reputacin clnica, como las siamesas en perpetuo cunnilingus lo haban sido para Nicholson. Y si no, quiz, quiz. Quiz qu? Quiz lo ms bondadoso sera matar a Bull. Alan no lleg a expresar del todo este pensamiento, pero, sin embargo, persisti en su mente. Con pesadez, como una comida mal digerida. Pensaba todo esto, pero actuar era otra historia. Ms fingimientos con Naomi por telfono, ms imgenes cuidadosamente cultivadas de los tiernos gorgoritos de su tierna hija, como si de alguna manera pudiesen tapar toda la mierda en que estaba envuelto. Al fin del da dej en la estacada a Krishna Naipaul. El lascivo mdico no haba quedado saciado por sus actividades de la noche anterior, y mientras hacan un alto para comerse un sndwich de pasta de pescado le haba sugerido que volvieran al local de Tiresias. Alan regres a Wincanton y se cambi a toda prisa en la pensin de la seora Critchley. Si pisaba fuerte el acelerador, llegara a Bexhill a las ocho y media.
Juniper y Razza Rob estaban cara a cara
bajo la fra fuente de luz verdosa de los altos focos. Juniper dej su plato a un lado y suspir, contenta. Mmm dijo, Razza, qu maravilla. Tienes que darme la receta antes de que me vaya. Jams imagin que alguien pudiera hacer tanto con nueces y hongos. En realidad almendras, mzcalos y trufas, todo cubierto con queso ricotta fresco, batido y moldeado. La voz de Razza no delataba irritacin por esta grosera apreciacin filistea de su cocina, sino un retorcido amor por impactar a los ignorantes, de quienes disfrutaba precisamente por su falta de sofisticacin. No esperaba que me dieras de comer, y menos an tan estupendamente. En general, el entrevistado espera que yo lo invite. De todos modos, cmo sabas que soy vegetariana? Razza hizo un gesto enigmtico. Nadie que sepa apreciar como t las sutilezas de mi obra puede alimentarse de carroa. Juniper lo mir con sincera admiracin. Todo ocurri tal como ella haba sospechado. Al llegar a la desastrada manzana de viviendas municipales de Grays Thurrock, crey entrar en un reducto de la alta cultura. Detrs de la madera enchapada de la puerta de entrada, aquel reservado y solitario agente hipotecario haba creado un templo para la vanguardia. Por supuesto, lo que impresion ms contundentemente a Juniper fue la disyuncin entre la persona de Razza Rob en escena agresividad barata, obscenidad descarada, lujuria peligrosa y frustrada y el hombre tranquilo y casi refinado que la hizo pasar. Despojado de su suspensorio salpicado de lentejuelas y vestido con ocres y marrones otoales, el rostro de Razza Rob en reposo era grave y reflexivo. Mientras el tocadiscos zumbaba, l mantuvo los dedos levantados y unidos en forma de carpa, otorgando a cada una de sus preguntas una reflexin profunda y seria. Yo dira que dado que agravio o repugnancia slo existen realmente en la mente del espectador, es una tontera tratar de distinguir en un sentido general las cosas que provocan estos sentimientos de las que no. Es ms, el engranaje mental que observa y considera estas cosas se ve crnicamente relativizado por toda una panoplia de otros factores. La analoga consistira en pedirle a alguien que hiciera una lectura acertada con un teodolito, cuando tanto esa persona como el objeto del que quiere tomar la lectura estn en constante movimiento. Este agudo comentario sali de labios de Razza Rob en respuesta a una pregunta levemente ms elemental: Razza, dime si piensas que tus crticos tienen razn cuando etiquetan de verdes tus chistes vaginales. Pese al desafo que representaba para ella este decano de lo obsceno, Juniper no pudo impedir que su atencin derivara de lo que Razza Rob deca al magnfico decorado de su piso. Era sorprendente, pero en aquel espacio exiguo y estrecho, con la puerta principal que daba directamente a la cocina, y con las dems habitaciones saliendo de un abrupto pasillo, Razza Rob haba logrado crear una sensacin de ligereza que engendraba una atmsfera de optimismo esttico. Las paredes, not Juniper, estaban cubiertas de arcilla refractaria gris acero, exactamente el material que habra elegido ella
No, no es cierto. Nada de lo antedicho
es verdad. Sera muy bonito que lo fuese. De hecho, el mundo entero sera ms bonito as. Follas regularmente con alguien? pregunt Razza Rob. En lugar de responder a la pregunta, Juniper descubri que no poda apartar los ojos del espectculo que eran los puos del jersey de Razza hundindose en el charco de ketchup que ocupaba la mitad de su plato ovalado. No s si sabrs que ya se han inventado los tenedores dijo Juniper; todava no estaba en condiciones de decidir qu era peor, si mirarlo comer o desviar la mirada pero sabiendo qu estaba haciendo. Los tenedores son para clavar. A eso te refieres? Ji, ji, ji! Era lgico que las risotadas del humorista vaginal fuesen tan femeninas. Escucha, Razza, estamos aqu para hacer una entrevista, de modo que hablemos de tu nmero y no de mi vida sexual. S, de acuerdo, pero como t sabes, son, son ms bien, bueno, quiero decir, bueno, yo hago chistes sobre chochos, no? Y, bueno, t, t tienes uno Un chocho, s. Y qu? Pero entonces Juniper entendi adnde apuntaba ese gracioso atrofiado. Ah, entiendo. Quieres decir que hay una relacin inextricable entre el hecho mismo de mis genitales y el hecho de tu nmero. Y ms an, que contar chistes vaginales, cualquiera que sea su naturaleza o procedencia, es una bsqueda cultural vlida porque contribuye a materializar algo que de lo contrario estara totalmente viciado por el discurso falocntrico. De eso se trata? Bueno, pues algo as. Razza Rob pase una mirada siniestra por el restaurante. Por muchas ordinarieces que lanzara, rebotaran en esta mujer. Ella las pescaba en el aire y las incorporaba a su horrorosa charlatanera, e incluso de vez en cuando dejaba de comer para garabatear algo en su bloc de notas. Razza Rob haba decepcionado a Juniper, aunque ni la mitad de lo que ella lo haba decepcionado a l. Felix Brownlow, su agente artstico, le haba dicho: Trales ms chistes de coos. Sobre todo si son mujeres. En el fondo, las mujeres no soportan este tipo de comicidad. Y las mujeres que adems son periodistas detestan estos chistes ms que cualquier otra cosa. No olvides que ests condenado a ser polmico. Recurdalo, Razza, a cuanta ms gente perturbes, mejor. Pero Juniper no iba a permitir que la perturbara un menudo agente hipotecario de Grays Thurrock, y menos uno que haba insistido en que lo entrevistara en un restaurante especializado en carnes en Mile End Road. No ahora que era crtica de variedades de la revista de ocio ms vendida de Londres, Get Out! No, agarrara esta basura y la transmutara en oro. Incluso era capaz de halagar a aquel enano para que se transmutara por su cuenta. Si no haba ms remedio. Razza intent otro gambito coloquial. No quieres que te cuente por qu las mujeres tienen piernas?
Bull y Alan estaban frente a frente en
una mesa del Crystal of Nargon. Bajo la superficie de vidrio, unas bolitas televisuales se precipitaban en furiosas y coloridas trayectorias hacia el olvido electrnico. Fue la nica mesa libre que encontraron en el bar principal del De La Warr Pavilion. Las dems estaban abarrotadas. Se celebraba una convencin en el vasto edificio modernista, y los convencionales atestaban las terrazas. Estaban de pie en hileras, frente al mar, con la mirada perdida contra el ventanal. Tanto Bull como Alan se sentan llamativos sin la tarjeta de plstico colgada de la solapa. Ambos beban la cerveza amarga local, de calidad dudosa. Ambos estaban calientes. No s si podr seguir soportando esto. La mano de Alan (fina y ahusada, como ya hemos sealado) se sacudi ferozmente. Cay cerveza sobre la mesa de juegos y transitoriamente ofreci al Crystal of Nargon otro efecto no tan especial. Me siento muy culpable por todo. Estoy engaando a mi esposa, contraviniendo la tica mdica que jur sustentar y, ms importante an, te estoy usando Usndome? A qu viene eso de usarme? Bull se volvi quejumbroso otra vez. Haba tenido que esperar media hora a que apareciese Alan. El tiempo suficiente para bajar otro par de cervezas que se sum al par que haba tomado con sus compaeros de equipo despus del partido. Estaba lo bastante bebido para ser perentorio. Ahora ni siquiera esper a que Alan respondiera. Se levant y se encamin al lavabo de caballeros, guiando su robusto cuerpo de deportista a travs del archipilago de mesas, como si fuera una persona borracha autnoma a la que l acompaaba. En el lavabo, Bull sac su rechoncho cipote y me fuerte, como un bombero que apaga un incendio de productos qumicos con espuma. Y mientras meaba observ sus genitales originales. Los observ con la mirada desconcertada de un desconocido. Caramba, no puedo decir que yo les haya prestado mucha atencin ltimamente, y enfatiz les sacudindola para secarla y volviendo a guardarla flccida. Era verdad: desde su asombrosa metamorfosis, Bull prcticamente haba olvidado su atributo masculino ms obvio. Claro que cuando haba hecho el amor con Alan haba habido mucho tocarse la polla, pero lo principal era la penetracin. Era como si su pene se hubiese hecho graciosamente a un lado, a la manera en que una diva que se retira presenta a su sucesora ante el pblico extasiado de La Scala. Juntas cantan un aria final antes de que la de ms edad haga una reverencia. Maldicin! Y si el pito y los huevos se marchitaran y cayeran?, pens Bull, mientras salpicaba su semblante angustiado con agua tibia. Haba visto algo parecido cuando castraban corderos. Un artilugio colocaba una apretada banda de goma alrededor de la base del saco del escroto. Con el tiempo ste se ennegreca y caa, as de sencillo. Yo no querra eso La cerveza lo mantena optimista, en condiciones de considerar las ms horribles involuciones de su sexo con cierta socarronera. Regres junto a Alan y el mareo dio marcha atrs hasta convertirse en un hormigueante deseo. Alan levant la vista y se coloc el pelo lacio detrs de las orejas. Tena la cara tensa de tanto pensar en la espantosa verdad que tenan que enfrentar. Haba desaparecido el bermensch que tan alegremente haba empedrado su camino a Wincanton, haba desaparecido el amante de Sybil, haba desaparecido el buen mdico, el santo potencial. Alan estaba pensando en dirigirse al jefe de su consultorio, el viejo doctor Fortis, para confesarle todo. Un mdico de cabecera tan viejo como Fortis habra visto miradas de cosas raras en sus tiempos. La vagina de Bull y la respuesta de Alan ante ella. Su quebrantamiento de la tica profesional. No poda ser la cosa ms rara que hubiese odo en su vida o s? Tal vez despus debera acompaar a Fortis a ver a alguien de mayor jerarqua. Seguramente al director y tal vez incluso al mismsimo ministro. Alan aceptaba que no podra seguir ejerciendo su profesin en el Grove y que con toda probabilidad sus posibilidades de ascenso estaban aniquiladas. Pero tena que ser, necesariamente, el fin de su carrera? Por Dios, corran los aos noventa, no los veinte. Hoy en da la gente era mucho ms comprensiva con las debilidades de la carne. A lo mejor le permitan mudarse discretamente. Por supuesto, Naomi tendra que enterarse de todo, pero era una mujer culta y de su poca. Participaba en la campaa por los derechos de los homosexuales, quiz la revelacin de su conducta con Bull fuese lo que necesitaba para revivir su desvada vida sexual, excesivamente conyugal. Pero otra vez apareci el semblante pecoso de Bull al otro lado de la mesa de juegos electrnicos, coloradote por la cerveza y con la dilatacin vascular subyacente que se presenta por el ejercicio o su expectativa. Clavarle la mirada fue lo mismo que clavarle las manos. Una vez ms, Alan sinti el crudo atractivo ertico de lo prohibido. Record la fuerte y compleja sexualidad de su ltimo polvo con l. Su resolucin lo abandon. Se dobl, se encogi y luego se derriti, como un plstico arrojado al fuego. Media hora despus estaban abrazados en la habitacin cinco de la Ancaster Guest House, propiedad de la seora Turvey. A sta le sorprendi que Bull regresara tan temprano del De La Warr Pavilion. Lo haba etiquetado al instante, y acertadamente, como jugador de rugby, y supona que estara fuera bebiendo hasta altas horas de la madrugada. Se sorprendi y tambin mostr cierta suspicacia al ver a Alan, que indudablemente no tena pinta de jugador de rugby. Pero se tranquiliz cuando le preguntaron si poda prestarles un mazo de naipes. Adems les prest un tablero de cribbage. Ellos quedaron muy contentos y ella tambin. En veinte aos de regentar la casa de huspedes, la seora Turvey nunca haba conocido a nadie que jugara al cribbage y estuviese implicado en tejemanejes inmorales.
Y as pas el largo fin de semana. De
da Bull jugaba al rugby, de noche haca el amor con Alan. En la madrugada ste conduca su cochazo negro a travs de los campos ennegrecidos del sur de Inglaterra hacia Wincanton. La cara oscura y bien formada de Alan se volvi ms oscura an. Aparecieron sombras violetas bajo sus ojos finos; la fatiga lo estaba ganando, pero no poda parar. El sbado por la noche se encontraron en el confortable Old Ship del paseo martimo de Brighton. Cuando Alan entr, Bull estaba lloriqueando descaradamente ante una botella de jerez. Alan tard veinte minutos en arrancarle el motivo de su llanto. El partido iba de maravillas. Dave Gillis haba convertido dos ensayos en la lnea y logramos otros dos gracias a otras tantas mles muy brutales. Supongo que yo no tena la cabeza despejada, haba llegado tarde al vestuario, no lograba encontrar el campo. Los dems ya estaban all. Supongo que no tuve suficiente cuidado con la rodillera Estaban en plena mle. Bull haba sentido la dura cabeza del delantero Gillis contra su cadera, despus oy un sonoro paf cuando Masher Morton, el nmero ocho de los Wanderers, hunda su cabeza entre los firmes muslos de las dos llaves. Diecisis hombres forcejearon, diecisis pares de ojos estudiaron el csped, esperando que la mle hiciera entrar el baln, treinta y dos botas se retorcieron a la expectativa, esperando taconear y clavarse. Fue horrible, Alan. Nunca lo haba pensado antes. Nunca haba entendido qu era en realidad la mle: una cuestin sexual. Me refiero a esos hombres abrazndose, forcejeando juntos. Y despus el baln empujado como una, como una Bull no pudo articular las palabras pero Alan entendi el significado. De todos modos, cuando entr, la pelota cay directamente a mis pies. La enganch fuerte con la bota derecha y en ese instante sent que se me deslizaba la rodillera Bull haba bajado la vista, horrorizado. Su suspensorio adicional estaba tendido en el barro. Por tanto la corva tena que estar completamente al descubierto. Atrapado en la mle, estaba imposibilitado de moverse. No obstante, pudo mirar hacia atrs y vio la cara pasmada de Masher Morton, el nmero ocho de los Wanderers. Bull ni siquiera necesit conjeturar qu era lo que su compaero de equipo haba visto. Y qu hiciste? pregunt Alan, atnito. Qu queras que hiciera? le espet Bull. Para Alan fue evidente que en cierto modo su amante lo recriminaba . Tuve que recuperar el suspensorio y la rodillera y jugar el resto del partido. Y Morton? No dijo nada? Aqu es donde la suerte volvi a acompaarlo. Morton era un bebedor; de hecho, era el principal borracho de los Wanderers. Un hombre proclive a mezclar las bebidas en horribles combinaciones que se hacan cuajada en las tripas: oporto y gin, bourbon y vermut, cerveza y aguardiente polaco. Morton haba visto la vagina de Bull con tanta claridad como vea el baln. Pero esa madrugada tambin haba visto que un hombre lobo le robaba los calzoncillos. Morton estaba impresionado. Se retir al vestuario a pensar seriamente en dejar de beber. Cuando el resto de los Wanderers se reunieron con l en la ducha despus del partido, hubo muchas bromas inocentes. Masher dice que vio un coo en la parte de atrs de la pierna de John! Ja, ja, ja!, Anoche batiste tu propio rcord, eh, Masher?, Mustranos tu raja entonces John, encanto!, y muchas ms groseras. Bull se haba escapado por poco, tembloroso, pero con su secreto intacto. No s si podr jugar maana. En una de sas se acuerdan de todo. Siempre me preguntan por qu no salgo con ellos de noche. Es algo que no va con mi carcter, normalmente soy muy alegre, normalmente me reno con ellos. Pero eso no haba sido todo. Mientras le sonsacaba el resto de la historia, Alan comprendi que en gran medida su relacin con Bull empezaba a parecerse demasiado a su matrimonio, porque ocurra lo mismo cada vez que pasaba algo que alteraba a Naomi. Alan deba emplear mucho tiempo reconquistando su confianza, emitiendo las exclamaciones convenientes, para conseguir que finalmente ella le contara alguna pequeez, el mnimo contratiempo que durante el da la haba hecho llorar. Fue un da de mierda. Bull no paraba de gimotear; el barniz mucoso sobre el labio superior resultaba muy poco atractivo, lo mismo que sus ojitos enrojecidos de cerdo. Cuando te fuiste esta maana llam a una amiga ma a Londres. Ms o menos habamos acordado una cita para salir esta noche Y ella se neg? Alan no pudo contenerse, pero Bull replic duramente. Qu quieres decir? Que una mujer no me encuentra atractivo? Es eso lo que ests insinuando? Tranquilzate, John. No estoy diciendo nada de eso, por supuesto. Tienes que considerar todo esto objetivamente, en su justa proporcin. De todos modos, supongo que tengo que decrtelo. Al fin y al cabo, no tengo a nadie ms Bull le cont a Alan que Juniper no slo lo haba rechazado sino que adems y no inadvertidamente se le haba escapado que ahora ocupaba su puesto. De hecho, le sugiri que el despido tena mucho que ver con su intervencin. Bull se sinti vaco. Pero Alan no prestaba la menor atencin a lo que le deca sobre Juniper, sobre el trabajo, sobre sus frenticos coitos en el piso, sobre las estpidas ideas de Juniper, sobre su debilidad por Razza Rob. Alan se haba quedado enganchado a otra cosa, algo que Bull no era del todo consciente de haber dicho: Al fin y al cabo, no tengo a nadie ms. Eso era lo que haba registrado Alan. Y lo que segua dndole vueltas en la cabeza cuando a altas horas de la madrugada avanzaba veloz por el camino de la costa rumbo a Southampton. Porque saba que era verdad. Bull le haba hablado de sus padres, quienes se haban establecido en Portugal para pasarse la jubilacin jugando al golf en el Algarve, que su padre haba encontrado la muerte al apearse un da de un buggy de golf. Haba tropezado, rodado por el csped inmaculado de un empinado green rastrillado, y haba muerto, colrico y retorcindose, en un bunker. Bull tena muy poco contacto con su madre, que se haba casado con el presidente del club. No haba hermanos. Es mi palabra contra la suya, segua pensando Alan, que martilleaba las palabras al ritmo del rpido movimiento de sus finos dedos contra la envoltura de cuero de imitacin negro del volante. De eso se trata: mi palabra contra la suya. Si l dice que lo hice, yo puedo negarlo, sencillamente. Qu necesidad hay de que un bermensch sea destruido de esta manera por el destino? Tengo que elevarme por encima de todo, dominar la situacin. Aunque la noche siguiente ech un nuevo polvo con Bull en el Crown Hotel de Shoreham, la mente de Alan estaba en otro lado. Cuando se separaron y emprendieron el camino de vuelta a Londres cada uno por su lado, al da siguiente, Alan no tena la menor intencin de volver a ver a Bull. Y aunque sintiera una intensa punzada, no, una cantidad industrial de intensas punzadas cada vez que pasara por una tienda de deportes, o un campo, o viera a un chico que volva a casa de la escuela con la bolsa de lona hinchada por el equipo de gimnasia sucio, no se ablandara. Alan comprendi la realidad de su lujuria: una mariconada furtiva, que se haba pavoneado con sus mejores galas en el desfile ficticio del amor.
Cualquiera dira que es una historia
de todos los das, verdad? Esta triste historia de Bull. Pobre, pobre Bull. Usado y abandonado. No hay nada nuevo bajo nuestro rojo sol emocional. Nos criamos a la expectativa del amor empalagoso, el amor romntico. Sentimos con arrogante goce que la nuestra slo es una entre una infinidad de sensibilidades singulares. Qu cruel irona que sea esta misma infinidad la que ms tarde percibimos como una tarea pesada y por aadidura aburrida. Vivimos nuestra vida con la aplicada y alienada amabilidad de los habitantes de las grandes ciudades: S que eres interesante, aparentamos transmitir telepticamente a nuestros colegas de sufrimiento, y que tienes esperanzas y temores de una calidad nica, incluso ideas perspicaces. Pero hoy no, por favor! Adis!. Teniendo en cuenta lo antedicho, podemos culpar a Alan? Para ser ms precisos an, podemos molestarnos en culpar a Alan? Y podemos molestarnos en apiadarnos de Krishna Naipaul, quien mientras Bull y Alan se dirigan a Londres segua atrapado en las perversiones polimorfas del bar de Tiresias en Wincanton? A la luz de la fuente de nen de la vitrina refrigerada, un extrao sndwich sexual triple se retorca sobre las baldosas. Abajo estaba el chato budn de color blanco gusano de la amiguita del sexador de pollos que se la haba chupado a Alan. Encima de ella, el cuerpo alimentado con maz de Tiresias propiamente dicho flua como chocolate caliente sobre un helado. Y en lo alto, sobre ambos, arquendose hacia atrs con miedo y frenes, el malvado mdico se agitaba y precipitaba sobre la inmensa espalda del griego, idntico al stiro que evidentemente era. O probablemente no. Porque de acuerdo con la desilusin ya bosquejada nos hemos despojado de nuestra capacidad de juzgar las relaciones de los dems. En este mundo donde todos estn locos y nadie es malo, sabemos que no hay que escupir para arriba. As, nada de ascos mientras Alan regresa un lunes por la noche a la casa entre otras tantas iguales que llama hogar. Todava est angustiado, naturalmente, an tiene que comunicarle su decisin a Bull. Tambin sabe que le esperan momentos difciles, cuando Bull que al fin y al cabo es una especie de periodista empiece a hablar ms de la cuenta. Pero Alan sabe que superar el mal trago, porque en esencia es un padre de familia. Basta verlo cuando abre la puerta con su llave, y mete la cartera de mano negra detrs del perchero de los abrigos del recibidor. All est Cecile, bambolendose hacia l sobre sus piernas rechonchas. Alan la alza y besa su mejilla pegajosa. Y all est Naomi, con aspecto de mujer comprometida. Recin baada y seca, huele bien. Todos huelen bien cuando se abrazan y miman en el recibidor. Entonces Naomi piensa que ste tiene que ser el momento ideal para contarle a Alan que otra vez est embarazada.
Bull tom un trago de despedida con los
Wanderers en un bar de la carretera. En medio de vigas de plstico y apretado contra una mquina tragaperras que tena un microprocesador con memoria de acceso azarosa mucho ms grande y eficaz que la del camarero, Bull intentaba salvar algo de su relacin con sus compaeros de equipo. En realidad, estoy irritable porque perd mi empleo le confes a Dave Gillis por ensima vez. No es fcil encontrar trabajo como profesional independiente con esta recesin. S, ya s todo eso, John. Gillis estaba molesto. Despus del comportamiento de Bull durante toda la minigira, a l le habra gustado verlo separado del equipo. Al fin y al cabo, el rugby de aficionados tiene tanto que ver con la sociabilidad entre compaeros como con jugar los partidos. Gillis siempre haba sospechado de Bull. Haba algo demasiado bueno para ser cierto en su ausencia de pretensiones, en su semblante abierto y amistoso. No le habra sorprendido que fuese marica. Pero dnde coo has estado las ltimas noches? Nosotros lo pasamos bomba. Ha sido la gira ms afortunada que recordamos, pero t te escabullas todas las noches despus de un par de cervezas. S, bueno, Dave, tengo que confesarte algo. Estuve saliendo con una chica. (Fue muy fcil para Bull cambiar de ropa a Alan y afeitarle las piernas. En su mente, se transform en una atractiva damisela). Bueno, ocurre que est casada. Gillis se sorprendi a s mismo al sentir alivio. Por qu no lo dijiste antes? Por Dios, todos habramos comprendido. Eh, muchachos! Johnnie ha hecho cosas prohibidas. Por eso nos dejaba plantado. Hubo bromas diversas entre los Wanderers reunidos, hombres grandotes, seguros, vestidos con chaquetas deportivas. Bull fue muy alabado por sus habilidades atlticas. Por convertir tantos ensayos cuando seguramente estaba molido de la noche anterior. Hubo muchas palmadas en la espalda y puetazos amistosos en el brazo. Bull volvi a sentirse envuelto por la seminal intimidad de la camaradera masculina y se sinti tramposo. No estuvo en condiciones de emprender viaje a Londres durante un par de horas. El trayecto fue agotador. Con la bebida, el rugby y el sexo contorsionado que haba compartido con Alan las tres ltimas noches, apenas logr subir la escalera una vez que consigui arrastrarse cuesta arriba desde la estacin del metro. Entr tambalendose en el piso, recorri el pasillo hasta su dormitorio y all se desplom. Demasiado cansado para desvestirse. Esper que llegara la inconsciencia. Pero no lleg. Bull senta que la cerveza chapoteaba en su vientre. A lo mejor me conviene ir a dejar algo de lastre antes de dormirme, pens, y se levant. En cuanto estuvo de pie, la molestia estomacal se transform en nusea. Fue al pasillo a la carrera y el vmito se le sala por la boca antes de llegar al bao. Arrodillado y secndose, Bull reflexion sobre sus nuseas. No haba tomado ms de cinco o seis cervezas en el pub, sin duda una dosis insuficiente para hacerlo vomitar. Entonces se col en puntas de pie la comprensin, dejando entreabierta la puerta de ese otro mundo, la naturaleza oculta que haba logrado negar tan bien durante las ltimas horas. Porque ahora saba que la nusea corresponda a esas otras partes suyas a las que la cerveza dorada nunca llegara. Se desnud y se par otra vez delante del espejo de cuerpo entero en el que haba empezado todo, retorcindose para observar la vagina y su entorno. Ahora se dio cuenta de que la pierna haba desarrollado una biologa propia. La regla que empez en el cuarto de Ramona haba terminado veinticuatro horas despus. La noche que se encontr con Alan en el De La Warr Pavilion haba padecido la turbacin aadida de tener que explicarle que estaba en uno de esos das, mientras se desvestan en la estrechez de la habitacin cinco. Alan se haba burlado de la idea de que menstruase, incluso despus de ver los cogulos secos y endurecidos. Le haba explicado detenidamente a Bull que su vagina era una cosa independiente, desprendida de su entorno natural. Le haba sealado que no tena uretra y que la vagina propiamente dicha se encontraba retenida por la cara posterior de su rtula, con la misma certeza que un cilindro de motor est coronado por su extremo ms grande. Y, en verdad, desde el jueves Bull no haba sentido la inexplicable inestabilidad que caracteriz los dos das anteriores. Supuso que su biologa haba dejado de danzar bajo una luz lunar. Y as era. Qu insolencia por parte de Alan extraerle placer en lugar de analizarlo con ojos de perito! Le habra bastado un examen superficial, una mnima combinacin de los negocios con el placer, para emitir su opinin autorizada. Porque lo cierto era que en el mundo minifemenino de la pierna de Bull todo estaba en perfecto estado. Comprimido, es verdad, y tambin distorsionado, no distinto de los rganos internos de una mosca enana. Pero todo en perfecto estado. Es decir el cuello del tero de Bull, los ovarios de Bull, las trompas de Bull. La matriz de Bull, que mientras se le ocurra que los calambres del msculo de la pantorrilla que haba sentido ese da podan tener un origen distinto a la tensin muscular estaba empujando en un acto lento de colisin biolgica. Bull se encontr vestido y en su coche. Saba que haba una farmacia de guardia abierta toda la noche en West Hampstead, una farmacia donde podra comprar el test de embarazo Predictor. Se acurruc en los estrechos confines de un retrete y su rostro se distorsion en una delirante mueca refleja mientras observaba cmo la solucin azulada del contenedor de plstico se volva de un rosa violento. Entonces, se trataba de eso! Seducido, degradado y, por aadidura, embarazado. Bien, haba llegado el momento de que Alan Margoulies mostrara hasta qu punto era realmente concienzudo. Haba llegado el momento de que el buen mdico pusiera su dinero (y tena que costar un dineral, salvo que estuviese dispuesto a hacerlo l mismo) donde poco antes haba puesto su boca vida. De vuelta en el coche, Bull aferr el volante con ferocidad. Senta que era capaz de arrancarlo del eje de direccin y arrojarlo por la ventanilla, de no ser porque lo necesitaba para que lo llevara hasta su seductor. Saba dnde viva Alan. El muy estpido lo haba mencionado al pasar, una noche que estaban acostados, entrelazados, mientras hablaban ociosamente de la depreciacin de las hipotecas y la crisis de las tasas de inters. Ahora Bull fue all a toda velocidad, estacion y se ocult en el seto de ligustro del pequeo jardn delantero. As escondido poda ver el interior de la cocina iluminada sin ser visto. Espi a travs de las tablillas de la persiana veneciana y vio a su amante acompaado por la esposa, su rival. Tomaban champn. Alan siempre tena una botella en la nevera para ocasiones inesperadas, y sta lo era. l y Naomi siempre haban dicho que queran tener una familia numerosa. Saban que aunque el mundo no necesitara muchos ms hijos, necesitaba hijos educados por gente abrumadoramente concienzuda y comprometida. Dado que sa era una evidente referencia a ellos, sentan una especie de obligacin de cubrir una cuota ms elevada que el trmino medio. En esta nueva vida, podra encontrar un nuevo principio. Alan levant la copa, brindando tanto por s mismo como por Naomi. (Ya hemos sealado que Alan era dado a pomposos soliloquios y sta era una excelente oportunidad). Ante los ojos del nuevo padre todava giraban imgenes impresionantes, pero ya se estaban desvaneciendo. Alan saba que con el tiempo, una vez que hubiese capeado la furia de Bull, desapareceran por completo. Estudi los bonitos rasgos de su buena esposa. Comprendi que eso explicaba aquel tufillo maloliente: estaba creando. En cuanto conoci el embarazo de Naomi, Alan descubri que su repugnancia fsica comenzaba a disminuir. Incluso consigui imaginar que volva a hacer el amor con ella. Muy pronto, tal vez. Quizs en cuanto terminaran el champn. Desde el jardn, Bull lo vea todo. Cambi la posicin de su cuerpo al sentir calambres en la pierna derecha y la molesta hinchazn en la izquierda. Unas lgrimas calientes rodaron por sus redondas mejillas. Un rubor clido descendi desde las races de su pelo rubio rojizo. Los vio sonrer juntos, los vio abrazarse, los vio besarse, los vio tomar champn. Cmo cuernos poda saber Bull, mientras observaba la trgica pantomima, que sa no era una noche cualquiera para los Margoulies? Entonces Alan tambin le haba mentido con respecto a su matrimonio! Le haba dicho que todo haba terminado, que no senta nada por su mujer, que tomara las de Villadiego y se ira a vivir con l de no ser por las posibles repercusiones en su carrera. Y ahora le estaba haciendo carantoas, con esa mirada que Bull haba visto antes. La mirada que preceda inmediatamente al instante en que Alan adoptaba un fingido acento rural y le deca: Por qu no te pones boca abajo, cariito?. Bull se agach y retrocedi arrastrando los pies por el jardn. Se senta deshonrado y avergonzado. Al tiempo que se enderezaba en la calle a oscuras levant la vista hacia Archway. All estaba, arqueado a travs de la noche. Su nico tramo ofreca de ese modo, quiz, un dulce alivio. El Puente de los Suicidas.
Estacion en una calle cercana y camin
por el puente. A sus pies, las luces de Londres se extendan en una niebla luminosa de bajo voltaje, cuya palidez desmenta la vastedad de la ciudad. Bull oy su clamor distante, su susurro nocturno, su carraspera terminal. Lo que no poda soportar era la traicin. Habra aguantado cualquier cosa incluso la terrible idea de su inminente parto elefantisico, menos la traicin. Ya no quera vivir en un mundo que albergaba tanta duplicidad. Apret el grueso y viejo bronce de la barandilla de seguridad y se prepar para lanzarse en un rpido salto mortal (al fin y al cabo era un deportista bastante competente). Estaba dispuesto a ir al encuentro de l, o de ella. De quienquiera que fuese el enfermizo bromista a quien forzosamente tena que considerar su Hacedor. EPLOGO Pero Bull no se suicid. En cambio, ocult su pierna embarazada en unos pantalones anchos decididamente pasados de moda que encontr en el fondo del guardarropas y huy a San Francisco. All, junto a la baha, donde la propia calidad de la luz ayuda a hacer creble lo increble y la gente est ms acostumbrada a lo inslito, Bull tuvo al hijo de su amor con Alan. Fue varn y, siguiendo una especie de impulso atvico, lo bautiz en la fe episcopaliana. Los exorbitantes honorarios de la clnica y la suma, ms exorbitante an, necesaria para comprar el silencio de cuantos intervinieron en el parto, fueron cubiertos, por asombroso que parezca, por la pliza de seguros que tena Bull como jugador de rugby, lo que demuestra cmo hacen su trabajo hoy da los actuarios de seguros. Si alguna vez el lector pasa por Cardiff Arms Park no mucha gente lo hace, podr visitar la tienda de artculos y recuerdos deportivos que est all. Un hombre robusto y de pelo rubio rojizo le dar la bienvenida, y aunque sea evidente que no va a comprarle nada, har que se sienta cmodo con su encanto espontneo y su expresin sincera y abierta. Pese a no ser gals, Bull fue plenamente aceptado. Nunca se dud de su entusiasmo por el deporte rey. Como padre soltero, despert algunos comentarios entre la comunidad deportiva cuando se estableci en Cardiff. Pero con el correr del tiempo su hijo Kenneth, un moreno robusto y apuesto, lleg a ser muy estimado por los chicos del lugar y se convirti en uno ms. WILLIAM WOODARD WILL SELF (Westminster, Londres, Inglaterra, Reino Unido, 1961) es un novelista, periodista y comentarista poltico. Est considerado como uno de los escritores ms personales de la literatura inglesa contempornea. Self es autor de diez novelas, cinco colecciones de ficcin corta, tres novelas y cinco colecciones de la escritura de no ficcin. Su obra ha sido traducida a 22 idiomas, y su novela Umbrella fue finalista del premio Man Booker. Su ficcin se caracteriza por ser satrica, grotesca y fantstica, reside mayormente en Londres. Sus argumentos incluyen a menudo la enfermedad mental, las drogas y la psiquiatra. Self es colaborador habitual de publicaciones como Playboy, The Guardian, Harpers, The New York Times y del London Review of Books. Actualmente escribe una columna para el New Statesman, tambin ha sido columnista de The Observer, The Times y el Evening Standard. Notas [1]Alusin al poema de Samuel Taylor Coleridge The Rime of the Ancient Mariner, en el que el protagonista, para purgar sus pecados, debe explicar su historia a todas las personas con las que se encuentra. (N. del T.). << [2]La voluptuosidad de la destruccin es sin duda una voluptuosidad creadora! (N. del T.). <<