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Self, Will - Patrañas (Nabo&Higo)

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Un ama de casa insatisfecha recurre

a la masturbacin para dar algo de


color a su pauprrima sexualidad
y descubre que le est creciendo un
pene. Un periodista fracasado se
percata de que le ha aparecido una
vagina en la pantorrilla, por lo que
acude al mdico, que, fascinado,
trata de seducirlo. Estas dos
novelas cortas y complementarias
proponen dos disparatadas
metamorfosis que cuestionan, con
altas dosis de humor negro, las
diferencias entre los sexos.
Will Self

Patraas: Nabo
& Higo
ePub r1.0
turolero 26.09.15
Ttulo original: Cock & Bull
Will Self, 1992
Traduccin: Iris Menndez

Editor digital: turolero


ePub base r1.2
Nabo es para Cressida y
Charles,
Higo es para William.
Navo
Una novelita

No describir, si puedo evitar


la descripcin; y no reflexionar,
si puedo soslayar el pensamiento que,
como un cachorro
agarrado a su teta, me atasca en el
abismo
de este extrao laberinto; o como el
alga
se agarra a la roca, o como el beso de un
enamorado
apura su primer sorbo de labios. Pero,
tal como he dicho,
no filosofar y ser ledo.
Byron, Don Juan
1
El preludio

Carol siempre se haba sentido, en


cierto sentido, menos mujer cuando
estaba en compaa de Dan, aunque a
ella nunca se le habra ocurrido definir
lo que senta en estos trminos y, caso
de hacerlo, seguro que no habra usado
este lenguaje tan especfico. Carol slo
haba completado una tercera parte de la
carrera de sociologa en Llanstephan,
una pequea y aburrida universidad
galesa. Su educacin superior fue breve.
Su exposicin al radicalismo estudiantil
entonces de moda haba sido lo bastante
intensa como para estar en condiciones
de adjudicar a sus sentimientos de
alienacin en presencia de Dan
esmeradas etiquetas de jerga
feminista, pero era demasiado lerda
para formularlas. As, para ella, los
hombres no eran necesariamente
estpidos o machistas, ni
falocntricos, ni estaban imbuidos
de la hegemona flica masculina. Por
otra parte, las mujeres no estaban
deprimidas, ni mucho menos. Ni
alienadas. Y no haba por qu decir
de ellas que su discurso estaba
viciado.
Carol haba pasado largas noches
sficas en Llanstephan bajo la influencia
de una lesbiana gordinflona llamada
Beverley, oriunda de Leeds, que trat de
ensearle la jerga feminista en un intento
por apartarla de su papel de objeto
sexual y de concienciarla para que
militara en las filas del movimiento. Se
excitaban tomando caf instantneo y
terminaban jugueteando dulcemente cada
una con los tirantes del reglamentario
pantaln con peto de la otra.
Pero, a pesar de estas experiencias
relativamente exticas, Carol hija de
una mujer abnegada hasta resultar
cargante y un insatisfecho electricista
autodidacto de Poole no se senta
impulsada a un estilo de vida original y
ni siquiera estaba deseosa de conseguir
el ttulo a fin de contrarrestar la
hegemona cultural masculina. La carne
de Beverley, que ola a nata rancia, y sus
dedos indagadores no conseguan liberar
la veta de xtasis sexual que Carol deba
de tener encerrada en su angosto
pecho como tampoco lo consiguieron
las ciegas arremetidas de los siete
penes, ms o menos, que se haban
introducido entre sus delgados muslos
desde que empez a dedicarse a esta
clase de juegos.
Este logro ertico qued para Dan
por pura casualidad. Y fue ese golpe de
buena suerte, combinado con la
tendencia de Carol a seguir siempre,
siempre, la ley del mnimo esfuerzo en
todo lo que haca o deca o incluso
pensaba, lo que da a este relato su
peculiar combinacin de despropsitos
y disparates.
Un recorrido por los pubs de la
serpenteante calle principal de una
poblacin de Warwickshire fue el
preludio de aquella cadena de
casualidades. Al estilo de los
estudiantes del mundo entero, Carol
haba salido de Llanstephan con dos
compaeros, a uno de los cuales slo lo
conoca vagamente. El vagamente
conocido, a su vez, tena una relacin
ms vaga an con algunos estudiantes de
diseo de Stourbridge. Haba una fiesta
a la vista. Los tres de Llanstephan
Carol, una chica que se llamaba Bea y el
muchacho, llamado Alun partieron al
atardecer en un coche prestado,
atravesaron Gales y despus cruzaron la
Inglaterra nocturna a travs del estrecho
tnel cavado por los faros.
Result que la fiesta era la juerga
posterior a un examen de Dan. Otros
chicos, con el uniforme de los de
espritu rebelde pantalones ajustados
de pana y gorros de lana, le daban a
Dan puetazos en los brazos. Carol se
fij en su triste sonrisa, que pareca
excusarse por todo aquello, plegada en
las comisuras con un rictus de
desamparo, y se pregunt si estara tan
entusiasmado como ellos con el
recorrido por los pubs.
Lo estaba.
El sitio elegido para correrse la
juerga era Atherstone, porque tena
mayor nmero de pubs en una sola calle
que cualquier otra ciudad inglesa (o
galesa, a decir verdad): veintids en
total. La intencin del grupo de
Stourbridge era empezar en un extremo y
avanzar hacia el otro, tomndose un
trago en cada pub que encontraran en el
camino. La idea haba sido del propio
Dan.
La noche era cada vez ms
vertiginosa y Carol se senta cada vez
ms sola. Haba empezado bebiendo
ginebra, pero muy pronto, como la
cabeza le daba vueltas, se pas a la
cerveza. En un momento crucial e
indefinido en el que se encontr con
la vista fija, sin comprender nada, en la
primera lnea de Desiderata (Camina
plcidamente en medio de lo
desconocido o de las gentes), se
dio cuenta de que haba pasado de estar
algo mareada a estar decididamente
borracha.
Los estudiantes de diseo iban
agarrados de los hombros. Venga,
chicos!, gritaban con un acento que
trataba de parodiar el de los mineros.
Haban preparado una especie de fichas
con todos los pubs de Atherstone en una
columna, dejando otras en blanco para
apuntar los nombres de las bebidas, las
unidades de alcohol que representaban y
todo lo dems. Pero ya haban
renunciado a comparar sus respectivas
proezas etlicas porque estaban, lisa y
llanamente, borrachos.
Carol mir a Alun y l le devolvi
la mirada. Ella se dio cuenta de lo poco
que su compaero conoca a los chicos
de Stourbridge. Su nico vnculo real
era con Dan, que haba ido a la misma
escuela que l un par de aos, en
Cardiff, pero nunca haban sido
verdaderamente amigos. Con toda razn,
Carol comprendi que su posicin
social en aquella fiesta era an ms vaga
y marginal que la de Alun. Pero entonces
Dan la mir y, por algn motivo, ella vio
cierta compasin en aquel rictus de
desamparo y en aquel mechn de pelo
ratonil, que apuntaban en la misma
direccin: el suelo.
Follaron en un delgado colchn de
espuma. Como desgraciadamente era de
prever, Dan la penetr demasiado
pronto. Ella estaba bebida y tena la
vagina seca, y l eyacul despus de tres
embestidas rasposas como papel de lija,
pero, por alguna extraa razn, algn
error sinptico, Carol tambin se corri.
El orgasmo trep por su cuerpo mientras
contemplaba con dolorida abstraccin
un cartel con pretensiones artsticas. Fue
el primer orgasmo que tuvo con un
hombre en su interior. Ms tarde, en un
acceso de desorientacin etlica, se puso
en cuclillas y orin sobre una pila de
libros de texto de Dan que estaban en un
rincn del cuarto.
Cuando volvi al entumecedor
colchn y se enrosc en posicin fetal,
sinti que el mechn que caa de la
frente de Dan rozaba el espacio entre
sus omplatos, al tiempo que l
arrimaba su fina boca a la carne de su
espalda. Carol respondi milmetro a
milmetro.
Ms o menos un ao despus, Dan y
Carol se casaron; prcticamente todos
sus conocidos supusieron que estaba
embarazada pero no era as. Carol se
cas con l por aquellos breves y
extticos lanzazos y la subsiguiente
oleada balsmica, y, pese a que la
experiencia no se haba repetido, se
senta confusamente unida a Dan. Estaba
segura de que el sentimiento que le
inspiraba aquel cuerpo blanco, delgado
y de pecho liso con sus pequeos
lunares pardos, era amor. Tambin era
adorable su cabello rubio, que le caa
naturalmente al estilo de los aos veinte,
con el mechn arqueado sobre sus cejas
sensibles. Adems, Carol admiraba la
destreza de Dan. Como muchas personas
aficionadas al diseo, Dan era hbil con
las manos y haca objetos muy
divertidos con papel y cartulina. Su
participacin de boda era una escultura
de papel; al desplegar la cartulina se
levantaba una iglesia, las puertecitas de
papel se abran y dejaban salir a todos
los asistentes a la ceremonia,
recortados: algo fabulosamente
ingenioso.
Carol abandon Llanstephan para
alojarse cerca de Stourbridge y estar
con Dan. La verdad es que nunca se
haba entregado a fondo a la sociologa.
Era la nica carrera para la que poda
matricularse con sus notas, y
Llanstephan haba sido eleccin del
ordenador universitario ms que suya.
El padre de Carol el electricista
autodidacto se sinti decepcionado y
mostr su disgusto con un rencoroso
discurso durante el banquete, plagado de
insinuaciones retorcidas e ironas
pedantes, que no hizo el menor efecto en
la familia y los invitados de Dan,
quienes procedan de hogares ms
pudientes, de clase media, y creyeron
que el hombre trataba de ser gracioso.
Ninguno de los dos era religioso y la
lista de bodas estaba en Heals.
La madre de Carol no estaba tan
decepcionada. Saba que su hija era
como ella, buena si estaba sometida a la
influencia de gente buena, aunque
haragana y sin convicciones profundas.
Como adems Carol era esbelta, y
bonita en el humilde estilo provinciano
ingls, era preferible que se casara
joven y se viera sometida a una
influencia estabilizadora.
Carol tena diecinueve aos cuando
se cas con Dan. l tena veintiuno, y le
faltaba un ao para terminar los
estudios. Despus de graduarse
consigui trabajo en una agencia de
publicidad londinense especializada en
imagen de empresas. Se mudaron de su
pisito de una sola habitacin en
Stourbridge a una casita de dos
dormitorios en Muswell Hill, en la zona
norte de Londres.
Fue por esa poca cuando Carol
empez a darse cuenta de que se senta
menos mujer en compaa de Dan y el
hecho de que no hubiese expresado esta
sensacin se deba a la extraa lealtad
engendrada por aquella nica vez que,
estando borrachos, haban alcanzado
juntos el orgasmo. El hecho de que fuese
incapaz de expresar lo que senta en
trminos ms abstractos y
potencialmente feministas se deba,
como ya hemos dicho, a que Beverley no
haba conseguido influir en ella.
Pero, en Londres, Dan
resplandeciente con su cazadora tejana y
sus pantalones de piel llevaba a casa
a colegas diseadores a cenar o tomar
unas copas. Estos seres, que vestan
chaquetones acolchados y llevaban
artilugios electrnicos de plstico
repletos de parpadeantes pantallas de
cristal lquido, le hablaban en un nuevo
idioma a Carol, quien, mientras aprenda
el vocabulario, comenz a entender que,
en potencia, ste era un mundo que
poda proporcionar grandes
satisfacciones, tanto sexuales como de
cualquier otra naturaleza.
As, Carol empez a ver a Dan tal
como era: delgaducho, desabrido, dbil,
poco seguro de s mismo. Y empez a
pensar cada vez ms que quiz aquellas
tres rpidas embestidas slo haban
tenido xito por pura casualidad.
2
Subir a bordo

Dan deca subir a bordo cuando


quera decir follar. Haba aprendido la
frase de un chico alemn de mejillas
como manzanas, con el que haba
cosechado patatas en un campo de East
Anglia, en el sureste de Inglaterra,
durante un verano breve y hmedo. As
pues, cuando necesitaba limpiar los
tanques, le deca a Carol mientras
cenaban (el uno al lado del otro, como
pasajeros de un tren de la infinita lnea
secundaria conyugal): Te molesta que
suba a bordo esta noche? o Qu
opinas de subir a bordo ms tarde,
querida?. Finalmente, Carol empez a
contemplar con mirada asesina su plato
ovalado cada vez que oa el detestable
estribillo. Y, en una ocasin en que cort
con excesivo vigor su pollo a la Kiev
de M&S, un chorro de salsa de
mantequilla de la despanzurrada ave
salt y fue a caer, muy apropiadamente,
como un churretn de semen, en la tensa
tienda de campaa que era la
entrepierna de Dan.
Cuando Dan suba a bordo de Carol,
el viaje era inevitablemente corto y el
transporte se efectuaba con poco
esfuerzo por ambas partes. Las
comisuras desamparadas de los labios
de Dan se alforzaban un poco ms
profundamente, y su respiracin se
aflautaba y amainaba. A su debido
tiempo, Carol se pona de lado para
evitar la mancha hmeda en la sbana.
El hecho de que Carol no se
sublevara contra esta vida sexual exigua
y pedestre era consecuencia, sobre todo,
de su naturaleza pacfica. Mientras Dan
estaba en el trabajo, rematando con finas
lneas los trazos verticales de caracteres
que formaban siglas, o quitndolas,
segn el caso, Carol se encontraba con
un tiempo encantador e indolente en sus
manos. Como sus antepasadas, limpiaba
y juzgaba los regalos de boda de Heals
y las adquisiciones ms recientes en
Habitat y en tiendas de segunda mano.
Limpiaba la casita. Luego, tal vez, sala
a pasear por el parque o iba a la
biblioteca a cambiar libros. Durante seis
meses Carol aprendi castellano, pero
lo dej cuando empez a resultarle
demasiado difcil. Acarici la idea de
comprar un perro o un gato para que le
hiciera compaa, pero no le gustaba la
forma en que estos animalitos mostraban
sus genitales sin el menor asomo de
pudor, por lo que se decidi por una
cacata. En cuanto a los hijos, estaba
dispuesta a esperar. Este aceptable
pretexto serva para ocultarse a s
misma hasta qu punto empujar contra
Dan haba encogido misteriosamente su
tero, cercenando su capacidad para una
abnegada maternidad. Por la forma en
que se estaba desarrollando su
matrimonio, empez a sentirse dispuesta
a esperar muchsimo tiempo.
Tras dos aos en Londres, Dan fue
ascendido a jefe del equipo de grafistas.
Todo un triunfo para un muchacho de
veinticuatro aos. Por aquel entonces
empez a subir mucho menos a bordo
y a beber mucho ms.
Dan era una de esas personas que
cambian de carcter cuando beben. En
su caso se operaba una metamorfosis
global, como si hubiera olvidado por
completo su propio yo para adquirir una
personalidad distinta. Por supuesto, un
alcohlico crnico, en plena borrachera,
no tiene memoria ms all de los dos o
tres minutos anteriores de hacer eses y
pelearse. Se transforma en algo efmero,
un insecto, nacido para vivir, crecer,
propagarse y sucumbir con el siguiente
chubasco de primavera o, en el caso
de Dan, con el siguiente chubasco de
cerveza Lamot.
Dan era uno de esos borrachos que
pierden el sentido, que se desploman.
Era de los que se arrodillan sobre las
mesas de los bares e inclinan el torso
hacia adelante farfullando tonteras
acerca de alguna chica de la que
estuvieron enamorados en Leighton
Buzzard. Tambin era de los que
vomitan copiosamente en mitad de la
perorata. Y, por aadidura, tambin era
de los que nunca, jams, se acuerdan de
que no deben comer espaguetis a la
boloesa ni pollo con especias al estilo
indio antes de ir de juerga. Como diran
en los peridicos: era como una zona de
guerra pero no de las peores.
Antes de casarse, Dan y Carol
pertenecan a crculos de clase media
baja en sus respectivas universidades.
Unos crculos de clase media baja cuyos
miembros eran lo que en mis tiempos de
estudiante sola llamarse unas
esponjas. Supongo que en
instituciones de ms categora estos
chicos hubieran podido tomar drogas.
Pero tal como estaban las cosas, los
estudiantes varones de esos crculos se
limitaban a beber copiosamente, y lo
mismo hacan las chicas. Su consumo de
alcohol se consideraba un smbolo de
madurez, de aceptacin. As, en jersey,
se agrupaban alrededor de barras
curvas, revestidas con paneles de
madera, para empinar el codo
representando escenas de sociabilidad
tabernaria de lo ms estrepitoso. Ms
tarde estrellaban sus Mini Cooper contra
el mobiliario urbano, o sus caderas
contra el mobiliario casero.
En primavera y otoo, Carol y
Beverley haban bebido jarras de
cerveza de alta graduacin. En verano,
beban cerveza estilo Pilsen en botellas
tapadas con tapones corona dorados; en
invierno, se haban dedicado a un
espeso vino de cebada llamado
calientainvierno, que haca
exactamente eso. Carol tena buena
cabeza para el alcohol, de hecho,
tena una cabeza de espa para el
alcohol; porque a medida que beba sus
aguados ojos azules se volvan cada vez
ms pequeos, redondos, saltones,
brillantes e inquisitivos; daban la clara
impresin un tanto achispada, todo
hay que decirlo de que se reflejaba en
ellos una orga que los haca salirse de
sus rbitas. Al mirarla mientras beba,
uno senta que, de algn modo, estaba
acumulando pruebas contra quienes se
emborrachaban. Cuando se cas con
Dan, algunos compaeros que los haban
visto empinar el codo juntos decan
sarcsticamente que se trataba de una
mujer polica infiltrada que por fin haba
acorralado a su sospechoso.

Hizo una pausa. Fue el primer


intervalo de cierta importancia en su
discurso. Durante los primeros minutos
que estuvo hablando, me haba
irritado. El narrador me haba
acorralado en el compartimiento poco
despus de subir al tren en Oxford.
Como si fuera una reencarnacin del
viejo marinero[1] tras un rpido
intercambio de nimiedades acerca del
tiempo, los viajes y otros lugares
comunes, haba transformado lo que
apenas era un hilo de amabilidad
convencional por mi parte en una
madeja de falsa intimidad. Despus
haba aprovechado el momento en que
el tren se detuvo con una sacudida en
el crepsculo naranja de un campo de
colza como excusa para contarme un
cuento, es decir para envolverme en
este relato repelente.
No se trataba exactamente de que
hubiese dicho todo lo anterior sin
respirar, o como un discurso galopante
y declamatorio. Ms bien haba
ocurrido que, a pesar de haber dado a
su voz toda la gama de matices y
cadencias dramticas requeridas para
dar vida a sus personajes
reconocidamente mediocres, haba
condensado estas inflexiones
dramticas en el menor nmero posible
de pausas.
Como he dicho, el relato me irrit,
y estaba desesperado por interrumpir
al narrador y hacerle callar. Despus,
cuando qued claro que no me dara
ninguna oportunidad amable, me rend.
De modo que, al hacer aquella pausa el
hombre, me sent completamente
perdido, sin saber qu decir, y el
silencio se asent con el polvo sobre el
viejo y minucioso cuadriculado de la
tapicera de felpa de los ferrocarriles
britnicos.
No obstante, la pausa me dio
tiempo suficiente para observar a mi
compaero de viaje, creador de la
bebedora Carol y su alcoholizado
marido. Era regordete, y sus manos
pequeas entrelazadas formaban una
copa carnosa, directamente alineada
con la holgada entrepierna de sus
pantalones de franela. Su pelo castao
claro se levantaba formando dos alas
de pjaro que caan sobre las puntas
rosadas de sus orejas. Su rostro tena el
envidiable aspecto de queso Edam
tpico de quien envejece con poco
ejercicio y ningn riesgo fsico, salvo
la lenta mineralizacin que provoca la
ingesta continuada y abundante de
jerez, Madeira y tinto. Por sus
pantalones de franela gris y su
chaqueta de tweed, lo tom por un
quisquilloso catedrtico de edad
mediana, levemente mariquita. Dado su
punto de embarque y el esnobismo que
traslucan sus caracterizaciones, no
puede considerarse que mi deduccin
fuera ninguna hazaa. Tampoco se
necesitaba ser el ms penetrante de los
observadores sociales para arrancar
los paneles artesonados de su acento a
fin de descubrir la estructura bsica de
su diccin, que probablemente haba
sido modificada por lecciones de
oratoria unos cuarenta aos atrs.
Desde donde yo estaba sentado
poda ver el sol que, al caer, tocaba el
borde de la torre refrigerante Nmero
Tres de la central elctrica de Didcot.
sta se alzaba sobre la colza, como una
escultura malvola un dios de la Isla
de Pascua, con toda su monumental
corpulencia, testimonio de alguna
cultura estril e improductiva. El
catedrtico permaneca en silencio,
con los cortos brazos regordetes
cruzados.
Ignoro por qu hice lo que hice a
continuacin; no sabra explicarlo.
Ciertamente, no me gustaba la historia
del catedrtico, pero quiz me sent
como un espectador de cine al que le
dicen que se suspende la sesin: ya que
haba pagado la entrada, no me ira sin
acabar la pelcula. Ya que me haba
tenido que tragar el principio, no me
conformara hasta saber el final. El
lector comprender, pues, cmo surgi
espontneamente la conjuncin
copulativa:
Y? aventur al cabo.
Qu? exclam sobresaltado.
Y despus de acorralar a su
sospechoso?
Qu imbcil! Lo incit
voluntariamente. Se agit cuando le
ofrec aquella oportunidad, igual que
una pequea foca en pos de un pez muy
grande.
Su sospechoso? Ah, s, lo
siento, estaba en una especie de
ensueo, es algo que me ocurre
inesperadamente. Justamente lo que me
pas entonces cuando estoy lanzado
Call de nuevo, el tren se sacudi
para ponerse en movimiento y el
catedrtico y yo quedamos totalmente a
solas en una isla amarilla creada por la
luz de poca potencia en la traqueteante
oscuridad.
No s qu es continu. Se haba
llevado las pequeas manos a ambos
lados de la cabeza, como si fuesen
contactos entre los cuales saltara y
chisporroteara la corriente del
pensamiento. Un lapso, una fuga, un
atasco y centelleo del pensamiento,
como un cable de alta tensin cortado
entre dos lbulos

Dan, pues Dan siempre haba bebido


y siempre se emborrachaba. Era otra de
las cosas que al principio le haban
resultado simpticas a Carol. Se perda
encantadoramente y por completo, como
un derviche en un torbellino o un
mdium en un trance; se recuperaba a la
maana siguiente a la hora del desayuno,
y volva a ponerse su identidad como
quien se pone un jersey.
Anoche la cog buena deca,
con falsa expresin de vergenza, los
hbiles dedos ocultos en los bolsillos de
los tejanos y el pelo desgreado.
Qu? No te acuerdas de lo que
ocurri? Y quienquiera que fuese el
compinche del variable grupo de amigos
de Dan que haba compartido con l
aquella borrachera concreta, le contaba
el desenlace: Estabas parado junto a
la estantera en el jodido garaje, to!
Entonces agarraste una de esas latas de
aceite grandes, de dos litros. No dejabas
de gritar
Ven aqu y engrsate, s, ya lo
s le interrumpa Dan con tono de
autntico remordimiento. Era la nica
frase ms o menos ntida que apareca
en la superficie de la confusa maraa en
que se haban convertido sus recuerdos
de la noche anterior.
Al principio, Carol no slo toleraba
a los amigos de Dan, sino que les daba
la bienvenida. Unos amigos que
haban formado parte del crculo de
bebedores al que perteneca Dan en
Stourbridge, ahora trasplantados a
Londres. Unos amigos a los que, por
cuestiones prcticas, llamaremos Gary,
Barry, Gerry, Derry y Dave 1 (Dave 1
porque Dave 2 entra en escena ms
tarde). Casi todas las noches Carol los
iba contando cuando salan de la casita
y, cinco o seis horas ms tarde, volva a
contarlos cuando entraban. Por la
maana, cuando Barry estaba acostado
en el sof nido con los gordos
antebrazos pecosos aplastados sobre el
edredn con estampado de flores, bajo
el cual asomaban sus pies toscos y
callosos, Carol le deseaba un alegre
Buenos das! y le llevaba un tazn de
t. Despus preparaba para Barry (o
Gary, Gerry, Derry, Dave 1 no haca
distinciones) un buen almuerzo. Bacon,
huevos y salchichas con todas las
guarniciones, sin olvidar una morcilla, a
la que todos le haban cogido gusto en
los Midlands. En algn momento del
ritual del desayuno, Dan haca la
aparicin que ya he descrito.
Pero con el tiempo, Carol perdi la
paciencia. Perdi la paciencia, o cambi
la ndole de las sesiones alcohlicas de
Dan con sus amigos. No era fcil saber
qu ocurri primero. Naturalmente, esta
circunstancia fue la causa de la
consiguiente friccin entre ellos. Carol
dej la Bebida (con B mayscula) y
simultneamente dej de tolerar a los
Amigos en el sof nido.
Por las maanas permaneca tendida
muy tiesa en la cama mientras Dan, en el
bao de la habitacin, irrigaba su
cabeza bajo el grifo de color verde
claro. El agua tibia flua sobre l y caa
en el lavabo de color verde claro.
Ya no follamos nunca deca, sin
apartar la vista de Anne Diamond, que
se enderezaba la falda en la pantalla del
televisor.
Eh?
Que nunca follamos. La tienes
siempre tan floja como una cerveza mal
tirada.
En sus momentos emocionales,
Carol volva a los tropos y figuras
propios de su Poole natal.
No seas ordinaria dijo Dan, e
involuntariamente eruct, como para
ilustrar lo que estaba prohibido.
Siempre ests borracho sigui
atosigndolo. Antes nos ponamos
alegres, incluso nos emborrachbamos
para divertirnos, para ser sociables. Lo
hacamos como un medio tal vez al
decir esto estuvieran dando fruto algunas
de las magras enseanzas que haba
recibido en Llanstephan, no como un
fin en s mismo.
Yo sigo bebiendo para divertirme
fue la pattica rplica de Dan. Si
no, para qu bebera?
Esta respuesta retrata a nuestro
hombre. Y como ella sigui
presionndolo, le dijo No quiero
hablar de eso y se fue. Cuando Carol lo
pens, se dio cuenta de que sa haba
sido siempre su respuesta habitual
cuando entre ellos surga cualquier cosa
que oliera a emocin profunda o pudiera
desviar a Dan de un meloso
sentimentalismo o de la agradable
compaa de los simpticos amigos con
los que tan a gusto se senta.
No se trata de que Carol ansiara que
los dos se sentaran frente a frente para
disecar juntos su relacin, como si fuera
un pescado. Todo en la forma como
haba sido educada y en su propia
naturaleza, a decir verdad clamaba
contra semejante proceder. se no era el
estilo de Poole. El estilo de Poole para
arreglar los problemas familiares se
basaba en ampulosos malentendidos que
por lo general llevaban a encerrarse en
el cobertizo de herramientas del jardn
para pasarse la noche despotricando, o a
un Valium extra. Por eso Carol lo dej
correr.
Compr otro pjaro, esta vez un
min. Beverley, que no haba estado en
contacto con ella durante ms de dos
aos, apareci sin anunciarse en
Muswell Hill. Dan haba salido de
parranda con Gary. Despus de una
tensa velada viendo una repeticin de
Colombo, Beverley se haba dado el
gran lote con Carol encima de unas
camisas de Dan, que estaban apiladas en
el descansillo de la escalera, recin
planchadas y en route a ser guardadas.
Aquella noche fue totalmente distinta
a las de Llanstephan. Beverley tena un
consolador, un lingam, como lo llamaba
ella. Le haba enseado a usarlo una
mujer tamil de cara chata que viva en
Shrewsbury. Era una especie de pequea
porra de madera, de aspecto ms bien
desagradable. A pesar de eso, con el
artilugio en el interior de la vagina,
Carol intuy un placer potencial en la
contemplacin interna de su rigidez
constante: en el hecho de que no se
ablandara, de que estuviera determinado
a permanecer en el mismo estado. De no
haber sido por la horrible cara de
Beverley, su miopa de colegiala y sus
ricitos de personaje de cuento infantil
(adems del olor a nata agria: era sudor
o algo peor?), quiz Carol se habra
desprendido de las no demasiado fuertes
cadenas de su represin y habra salido
como un cohete hacia la rbita
orgsmica.
La cabeza de Carol golpeaba contra
el zcalo. El consolador golpeaba en su
interior. El pulgar de Beverley golpeaba
contra el perineo de Carol. Dan
golpeaba la puerta de la casita.
Abre, cario! gritaba, perd
la llave!
Tambin haba perdido a Gary en el
John Logie Baird de Fortune Green
Road, pero en el Bald-Faced Stag de
East Finchey haba encontrado a Derek,
un metodista no practicante, ferviente
militante del Partido Fascista britnico.
Adems, para acabarlo de arreglar, a
Derek, cuando estaba borracho, le daba
por meterse a gritos con la gente.
Al entrar en la sala de estar de la
casita, Derek observ el tirante que
colgaba de los pantalones con peto de
Beverley con sus ojos de fantico por
debajo de una frente, cubierta por un
flequillo recto e inmvil, que deba de
haber planeado un milln de pajas
mirando los spots publicitarios.
Sospech de ellas nada ms verlas. Ms
tarde, despus de que circularan varias
latas ms, se meti con Beverley:
primero la llam comunista, despus
juda y, al final, tortillera calientapollas.
Carol pens que tendra que llamar a la
polica y temi por el contrato de
alquiler. Dan durmi todo el tiempo,
pero un hombre que duerme con la
cabeza apoyada en una mesita de
telfono nunca puede hacerlo con la
conciencia tranquila.
3
Plipo

La maana siguiente a la noche en que


intent aprenderse de memoria el
funcionamiento del lavavajillas
durmiendo con la mejilla apretada
contra el manual de instrucciones
durante ocho horas, Dan se despert
refunfuando.
Mierda! exclam ante una
cocina pletrica de sol. Vaya una
cog anoche!
No haba nadie para contestarle.
Beverley y Derek se haban ido, y Gary
no haba vuelto a aparecer. Encontr a
Carol arriba, viendo el programa
matinal de televisin en la cama. Dan
maldijo al ver cmo estaban dispuestas
las agujas del pequeo reloj de la
esquina de la pantalla, pero fue
interrumpido en medio de la maldicin.
El revestimiento de su estmago se
haba saturado de alcohol como una
esponja, y despus qued comprimido
durante ocho horas bajo el cinturn de
sus tejanos; corri al bao. Carol acall
los sonidos de su vmito tarareando, y
fingi no darse cuenta cuando volvi y
desliz su delgada cabeza bajo las
mantas.
Me siento mal, muy mal dijo, y
se qued dormido.
Carol esper media hora y telefone
a la agencia de publicidad.
As empez la era de las llamadas a
la oficina para avisar que no ira porque
estaba indispuesto. Con monstruosa
regularidad, una, dos y hasta tres veces
por semana, Dan no poda ir a trabajar.
Por los fragmentos de informacin que
fue reuniendo Carol, haba dejado de ser
la estrella de la agencia. Slo conoca
fragmentariamente lo sucedido porque l
era tan poco comunicativo respecto de
su trabajo como de sus sentimientos.
Carol saba que no deba arriesgarse a
plantearle una pregunta directa, ya que
slo conseguira agudizar el rictus de
desamparo en las comisuras de aquellos
labios y un portazo tras el mechn, ahora
lacio y fatigado.
Junto con el absentismo laboral
aument la bebida. Carol descubri
botellas sospechosas de licor pegajoso y
ahumado aquavit en lugares inslitos:
bajo el fregadero de la cocina, dentro de
un puf, tras una rejilla de ventilacin.
Pero muy pronto perdi su sabor la
novedad de desenterrar Sambucca del
cajn de los calcetines o Poire
Guillaume de detrs de alguna cortina.
Por esa poca fue a visitarlos la
madre de Dan, una mujer impresionante,
en los ltimos aos de la mediana edad.
Dan haba sido el nico hijo de su
ltimo matrimonio, una unin inferior a
su posicin social. Antes del padre de
Dan haba estado casada con un hombre
que amas una fortuna con mquinas
automticas de venta de sorbetes. Posea
la figura en forma de pera que
inevitablemente adquieren las mujeres
inglesas de cierta clase y constitucin.
Y, en armona con ella, tena unas
sorprendentes piernas tubulares
envueltas en nylon de un matiz caramelo
muy particular, piernas que daban la
impresin de carecer de rodillas y
tendones, al verla, se tena la
sensacin de que, si se haca un corte en
las extremidades inferiores, no
sangrara. Parecan sintticas,
plastificadas.
Pas cuatro noches all. Primera
Noche: Carol prepar chile con carne y
bebieron una botella de Mateus Ros.
Segunda Noche: Carol hizo pastel de
carne y patatas con el picadillo sobrante
y bebieron un pack de seis cervezas
Mackeson que Dan descubri en el
fondo de la nevera. Tercera Noche:
Carol cocin costillas de cordero y
bebieron una botella de Valpolicella. La
verdad es que era una botella de dos
litros que Dan haba comprado
especialmente para la ocasin y fue l
quien se bebi la mayor parte. Su madre
no pareci notarlo. La cuarta noche
Carol no se tom la molestia de cocinar.
Dan, furioso, le grit delante de su
madre, como si su presencia le diera
licencia para comportarse groseramente.
Sali de la casita como una tromba y al
volver, a las cuatro de la madrugada,
grit, choc con los muebles y, por
ltimo, vomit.
A la maana siguiente, antes de irse,
la madre de Dan hizo un aparte con
Carol. No se haba dirigido
directamente a ella ms de diez veces
durante toda su estancia.
Me recuerdas a m cuando era
joven le dijo. Carol clav los ojos en
la parte ms densa de su rgido peinado
. Eres pacfica, pero no estpida.
Carol contempl con fijeza una mala
acuarela de Llanstephan que le haba
regalado haca tiempo un admirador que
siempre llevaba bufanda, con la
esperanza de que la madre de Dan no
dijera nada demasiado ntimo. Entre las
emociones con las que Carol estaba
familiarizada no figuraba la turbacin,
aunque saba cundo deba adoptar el
semblante adecuado de quien recibe un
halago equvoco. La madre de Dan
continu: Veo que mi hijo se est
convirtiendo en un alcohlico. No me
sorprende lo lleva en la sangre. Mi
padre muri en un manicomio. Haba
sido un famoso juez del Tribunal
Supremo. Tena lo que diagnosticaron
como reblandecimiento cerebral.
El da que muri fui a visitarlo.
Estaba muy delgado y le brillaban los
ojos. Me cogi la mueca y me
pregunt: Los viste?. Qu?, le
dije. Los pavos reales, me contest.
Son hermosos, con ese radiante
plumaje, pero no entiendo por qu la
enfermera les permite correr por la sala,
eso no es nada higinico. Muri al
cabo de una hora. Mi hijo es igual,
aunque no creo que sea lo bastante
extravagante para tener alucinaciones
con pavos reales. No se trata de que
beba por algn motivo, es algo
hereditario. Trata de aguantar, querida
ma, que si lo pide, yo me ocupar de
proporcionarle ayuda. Pero si las cosas
se ponen muy mal, te aconsejo que lo
abandones.
Despus de estas palabras, se fue
rumbo a Burford cargada de cosas que
haba comprado en el West End
londinense. Cosas que no se haba
molestado en mostrar a Carol.
Dos noches despus de su partida,
Carol se masturb por primera vez. Es
cierto que durante un tiempo haba
estado pensando en la masturbacin,
aunque de forma bastante confusa, pero
no haba imaginado concretamente cmo
sera ni qu tena que hacer.
Dan haba salido con Derry. Se
haban enterado de la existencia de un
pub en Pentonville Road donde el fin de
semana anterior haban matado a un
hombre: sta fue la macabra excusa para
una Oktoberfest fuera de temporada.
No pienso esperarte levantada
dijo Carol, en camisn y bata, sin darse
cuenta de lo irnico que resultaba aquel
lugar comn.
Se retir a la cama con un libro de
Jilly Cooper, en el que un banquero
venezolano masturbaba muy
expertamente a una mujer. Carol, que no
era una experta, encontr la descripcin
excitante y, ms importante todava,
tcnicamente instructiva. Dej de lado el
libro. Su mano baj arrastrndose bajo
las mantas hasta el crujiente dobladillo
del camisn y lo levant. Sus dedos
subieron por el suave arroyuelo entre
los muslos. Ahuec las manos sobre la
vulva y despus la masaje un poco. Un
dedo se desliz en el interior de sus
arrugados labios y busc el pozo
hmedo de su vagina.
El acceso de placer la hizo
estremecer hasta la punta de las uas de
los pies, pintadas de rojo. Haba sido
consciente del acto, por supuesto, pero
result arrebatadora la liberacin de las
subidas a bordo de Dan o de las
sacudidas a que la sometan las
agotadoras manipulaciones de Beverley.
Carol alcanz el orgasmo en unos
segundos, con un dedo en el resbaladizo
bultito del cltoris y otro metido en el
interior. El tema musical del noticiario
de las diez tamborile contrapunteando
sus suspiros cada vez ms apagados.
As fue como qued establecida una
pauta: Dan sala a beber y Carol, en
cuanto l desapareca de la vista, se
regalaba una buena paja. A lo largo de
unas ocho o diez semanas puso en
escena representaciones de una serie de
piezas cortas masturbatorias, todas
producto de su propia inventiva. Su
imaginacin no era muy frtil, pero no
debemos rernos de sus legiones de
fornidos negros, pripicos y sonrientes,
ni de sus playboys latinos, que corran
hacia ella montados en ponies de polo
salpicados de espuma y en cuanto
desmontaban volvan a montar a
Carol.
Cmo volaban aquellos dedos! Y
cmo fue descubrindose Carol! Cada
milmetro de zona ergena y hmeda
qued sealada en el mapa. Qu
curioso que Dan, con sus hbiles manos,
nunca se hubiese molestado en descubrir
este punto, nunca hubiera pasado los
dedos, ni por casualidad, por aqu o por
all!
Una noche, Dan, Gary, Barry, Gerry,
Derry y Dave 1 se fueron a Ilford. Su
meta era un amplio club nocturno,
famoso por su barra enjaulada. Se
trataba de un recinto montado sobre
hormign, que permita a los hombres y
mujeres jvenes que lo frecuentaban
alcanzar niveles fabulosos de
embriaguez y dar rienda suelta a una
conducta de las mismas proporciones,
sin la posibilidad de tirar porqueras
por todo el local, destrozar cosas ni
enmerdar. Al amanecer eran regados con
mangueras por unos hombres robustos
vestidos de esmoquin.
Durante el camino de ida en el auto
de Barry, Dan estaba evidentemente
preocupado y ms callado que de
costumbre. Los dems le preguntaron
qu problema tena, pero no contest.
Por eso, en lugar de comprensin le
ofrecieron Jack Daniels.
Entretanto, en casa, detrs de las
cortinas estampadas, Carol iba
directamente al grano. Se desvisti en el
living. Haba descubierto que la
yuxtaposicin entre su propia desnudez y
la tenue formalidad de aquel ambiente la
calentaba de verdad. Ms an, dando
vueltas por all poda vislumbrarse en
numerosos espejos y superficies
acristaladas que haban sido
enrgicamente frotadas con
limpiacristales.
Se abri la blusa y pas las manos
por las copas de nylon, buscando la
brecha entre pecho y sujetador.
Desabroch los botones de los
pantalones y los dej caer, susurrantes,
hasta los tobillos. Se los quit
pataleando. Con tu blanca palidez
sonaba en el compact, Carol desliz la
mano por debajo del elstico de las
bragas

Usted cree en el horror?


La pregunta, as, de sopetn, me
desconcert por completo. Estaba
absorto en el relato y, a mi pesar, haba
participado como voyeur en el
onanismo de Carol. Pero el catedrtico
haba interrumpido su relato sin
advertencia previa ni explicaciones.
El tren traqueteaba con estrpito al
pasar por numerosas agujas, y
distingu las lneas modernas de la
estacin de Reading flotando hacia
nosotros en la penumbra. El
catedrtico repiti la pregunta:
Usted cree en el horror?
Con un esfuerzo, volv a la
realidad:
Se refiere a lo oculto? Bestias,
demonios, espritus necrfagos, mesas
que se levantan, esa clase de cosas?
No, nada de eso. El tren par.
Pasajeros con cazadoras de nylon y
trajes de confeccin suban y bajaban.
Pero ni siquiera ese espectculo tan
comn y corriente logr aligerar la
atmsfera cada vez ms densa del
compartimiento. No, no me refiero a
ese horror burdo. sas son nimiedades,
meras burlas. Le estoy hablando del
horror real. El horror que ensombrece
todos y cada uno de los aspectos de lo
habitual, con la misma certidumbre con
que la oscuridad ensombrece aquella
mquina. Seal una mquina de
venta automtica suspendida entre las
sombras del andn. Un silbato son y se
apag, el tren se sacudi y parti otra
vez. El catedrtico cambi el peso del
cuerpo sobre las nalgas y se inclin
hacia adelante, adoptando una postura
didctica, profesoral. Supongo que
conoce ese poema de Roethke, el que
dice: Toda la nusea de los sobres
engomados de papel manila, la
Desolacin en higinicos lugares
pblicos.
No, no, no es exactamente as. Pero
ya sabe a qu me refiero Adelant
su cara hacia m, tan sinttica como un
plstico moldeado por inyeccin.
se es el horror que me interesa, el
horror que todos sentimos cuando
estamos solos en una sala de estar, a
media tarde, en el centro de una ciudad
densamente poblada, ese horror.
Existe ese horror y su interaccin
con otro horror. El horror sanguinolento
de la realidad ginecolgica. Las
pelculas modernas de terror estn
plagadas de sangre y de membranosos
filamentos de pegajosas sustancias
biolgicas. Pero en realidad slo han
sacado al exterior lo que se encuentra en
el mismsimo ncleo de nuestras
queridsimas amigas. Slo han vuelto
del revs el calcetn de la biologa
femenina.
As pues, mientras aguarda lo que
ocurrir despus, preprese para estas
dos clases de horror y nalas en su
mente. Entonces le ser posible decirse
a s mismo, con toda tranquilidad, que
ese clic apagado del ltimo muelle que
se distiende mientras usted sigue a Carol
a una de las habitaciones de su casita, es
realmente un tentculo de reptil
extraterrestre que pugna por salir a
travs de la mullida tapicera.

La mano de Carol baj a travs de su


vello pbico, recortado en forma de
una V socialmente aceptable. Sus
meiques corretearon hasta internarse en
la abierta raja. Pero all, donde haba
trazado un mapa tctil de cada poro e
instalado el teodolito de su mano en
cada montculo, Carol descubri algo
nuevo. Las yemas de sus dedos se
deslizaron por encima del cltoris,
escondido bajo el capuchn de sus
labios menores, como un rbol que
crece en una hondonada.
Pero en route a la vagina, en el sitio
donde no debera haber habido nada
salvo una resbaladiza expectacin, la
cubierta que se inclina hacia el mar,
encontr en cambio un diminuto ndulo,
un pequeo plipo carnoso y
cartilaginoso.
Por supuesto, si Carol se hubiese
tomado la molestia de apelar a su espejo
de mano como le haban enseado, y lo
hubiera puesto donde tan pocas veces
haba estado la boca de Dan, le habra
sido posible establecer la verdad.
Habra advertido inmediatamente una
excrecencia de la materia esponjosa que
rodeaba su uretra que, por alguna
razn, su bulbo vestibular estaba siendo
fuertemente doblado desde el interior,
empujando una columna volcnica en
miniatura compuesta por tejidos,
tendones, sangre y vasos.
Ahora bien, el cuerpo es como un
viejo campesino: guarda un recuerdo
vivido de toda injusticia sentida (e
imaginada). An ms semejante a la
actitud campesina es su tendencia a
repetirle a la mente pequeos
proverbios o dichos. El descubrimiento
de Carol ofrece un buen ejemplo de esta
actitud, tan habitual que apenas se
repara en ella. Su dedo sonde.
Indudablemente, haba algo all, algo
que daba la impresin de ser bastante
grande y estar bien arraigado. Algo que
no pareca lleno de lquido como un
quiste, ni insensible como una verruga o
un callo. Pero, le dijo el cuerpo de
Carol a su mente, los objetos en los
genitales, como en la boca, parecen
mucho ms grandes de lo que en
realidad son. Y, con esta garanta de la
sabidura popular, Carol dej en paz al
plipo cartilaginoso. Un dedo se
encamin al sur, en direccin a la
vagina, y otro al norte, hacia el cltoris.
A su debido tiempo, Con tu blanca
palidez cobr forma y sustancia
convirtindose en Jinete en la tormenta,
y una vez que este jinete termin de
cabalgar Carol qued atrs, desnuda y
pegajosa, exhausta sobre la colcha.
Pero lo del plipo no se acab all,
ni mucho menos. Porque aunque el
cuerpo campesino lo descart a corto
plazo como un accidente, un filamento
de carne atascado entre los dientes e
hinchado contra la enca, tambin de l
guard un recuerdo similar a una
embarazosa foto polaroid tomada en una
reunin de mujeres. Y a la tarde
siguiente, cuando Carol estaba relajada
y desprevenida, su cuerpo infame arroj
la foto delante de su mente y amenaz
con chantajearla.
En ese momento estaba de compras
en Safeway. Le haba preguntado dnde
estaba el bacon al chico musulmn que
arreglaba las estanteras. El chico, cuyo
to haba ido en peregrinacin a La
Meca y estaba convencido de que Al
fulminaba con el cncer a quienes
coman carne de cerdo, le dio a Carol
las instrucciones ms confusas y
engaosas que pudo. Cuando ella se
alej de donde el chico estaba
arrodillado, poniendo precio a latas de
pur de tomates, el plipo se hinch en
su mente con tal prontitud, que qued
petrificada, temerosa de que el horrible
y pequeo promontorio reventara la
ajustada armadura de sus tejanos y las
elsticas bragas.
En cuanto se encontr en un pasillo
desierto, Carol hizo saltar los botones
de la bragueta y su mano palp en el
hmedo interior. Dios mo! All estaba,
ms grande que nunca! Sera slo la
sensibilidad de las yemas de sus dedos,
o la excrecencia haba crecido
realmente? Sera slo su imaginacin, o
con el dedo que palpaba senta de
verdad cierto tipo de estructura en el
plipo, ciertas viscosidades internas
sugerentes de que no se trataba
sencillamente de un trozo de cartlago,
sino de algo sensible?
Apareci la cabeza curiosa del
chico musulmn por el extremo del
pasillo. Carol retir la mano de los
tejanos y empez a sudar, como si la
hubiesen descubierto masturbndose
junto a los cubitos de caldo.
Ahora, dgame una cosa. Una noche,
mientras se masturba, una mujer
encuentra que le est creciendo un
plipo cartilaginoso en la vagina. Nada
ms sencillo que pedir hora y ver al
mdico a su debido tiempo, verdad?
Cul es el problema?, dice la
doctora, una amable mujer de mediana
edad, con la insignia de un movimiento
ecologista en la solapa, mientras
parpadea con filantrpica complicidad.
La mujer le dice de qu se trata. La
doctora le pide que se desvista y suba a
la camilla. Una vez all, hace el examen
con un cuidado y una destreza que por s
solos resultan instantneamente
tranquilizantes. Concluido el examen, la
doctora ofrece una explicacin
satisfactoria por completo del plipo: su
origen, su forma, su posible alcance y
duracin. La mujer sale del consultorio
con una receta de diversos remedios y
ungentos; no hay ningn problema.
Eso es lo que uno querra que
hiciese Carol, no? Pero Carol no haba
tenido experiencias mdicas de ese tipo.
Su madre era demasiado vergonzosa
para pronunciar siquiera compresa e
higinica, lo que hizo que Carol
tuviese que descubrir su fisiologa por
su propia cuenta, a su debido tiempo. El
momento lleg en las duchas de la
escuela, donde tuvo la desdicha de
empezar con un estallido ms que con un
suspiro: una descarga espesa y
sanguinolenta que cay salpicando sobre
sus piernas hmedas. Algunas de las
chicas gritaron, y Carol se sinti
mortificada. Su madre, presa de gran
agitacin, le dio una somera leccin
aquella tarde acerca de la utilizacin de
las compresas.
En Llanstephan, Beverley se haba
quedado atnita por la ignorancia de
Carol sobre su propia fisiologa.
El cuerpo femenino es increble
le susurr, tratando de contagiarle su
entusiasmo por l a ver si poda hacerla
suya. Es un mecanismo que se regula
por s mismo, en constante modificacin.
Una especie de fbrica de productos
qumicos, de hecho. Es completamente
distinto del cuerpo masculino, que nunca
cambia, que es esttico y carece de vida.
Aquella noche, en su estudio-
dormitorio de madera clara, a medias
excitada por el caf instantneo, Carol
so que era una enorme fbrica de
productos qumicos, como la refinera
de Imperial Chemical Industries cercana
a la casa de sus padres, en Dorset.
Grandes ganglios retorcidos que
parecan tuberas salan de su vagina;
algunos emitan altos surtidores de
espuma de hielo seco, y en otros
parpadeaban luces de alarma protegidas
por rejillas metlicas. Tena la cabeza
anclada muy lejos, en la arena del
estuario; sus anchas nalgas eran
empujadas hacia arriba contra el
terrapln de hormign. Hombrecitos
menudos, con duros cascos amarillos y
al volante de pequeos camiones,
tambin amarillos, revoloteaban
alrededor de su ano y su vagina. Carol
se despert chillando.
Despus Beverley la convenci de
que asistiera a las reuniones de un grupo
de mujeres, en casa de una profesora
muy activa y comprensiva.
All las estudiantes eran estimuladas
a palparse los pechos y los genitales, e
incluso a deslizar los dedos hacia
arriba, en direccin a las gnadas; todo
ello iba destinado a ayudarlas a apreciar
las maravillas de su propia fisiologa.
Carol aprendi a palparse en busca de
bultos cancerosos y a utilizar un espejo
de mano para detectar displasias
celulares, con el propsito manifiesto de
obviar la necesidad de que un hombre
ejecutara la humillacin ritual de la
dilatacin y el legrado.
Carol aguant tres sesiones, pero se
ech atrs despus de una demostracin
de la aplicacin de una cataplasma de
consuelda y yogur casero a unas partes
pudendas grandes e inflamadas. No es
que Carol pensara, ni mucho menos, que
la chica pudiera sentirse dolorida,
exhibida o humillada (aunque lo cierto
es que la pobre se senta las tres cosas).
Ocurri ms bien que algn impulso
atvico la llev a sentir, repentinamente
pero con absoluta conviccin, que era
mejor dejar esas cosas en la oscuridad,
que era el lugar que les corresponda.
As pues, Carol no se haca visitar
por ninguna mdica comprensiva,
amistosa y decidida a adoptar un
enfoque liberal. Contaba en cambio con
el doctor Flaherty, el mdico local, con
quien ella y Dan se haban apuntado
rutinariamente al mes siguiente de
mudarse a Muswell Hill.
Carol haba ido a que la visitara una
sola vez, a causa de una tos seca.
Calcul que era el mdico acertado para
Dan en cuanto vio asomar su cabeza
rapada por la puerta de la sala de espera
para hacerla pasar a su santuario
interior. Porque Flaherty apestaba.
Apestaba a las tres de la tarde de un
martes. Apestaba como si todo su
cuerpo se hubiese empapado de una
mezcla de jerez de cocina y Rmy
Martin. Flaherty estaba apestosa,
absoluta y jodidamente bebido.
Borracho, borracho perdido.
El mdico intent convencerla de
que necesitaba examinarle el pecho,
pero sin insistir demasiado. Cuando
Carol sali del consultorio, aferrando la
receta de un jarabe, la anciana
recepcionista vestida de blanco como
una monja, aunque con la cara marchita
y los ojitos redondos y brillantes de una
alcahueta napolitana mir a Carol
como si ella fuese personalmente
responsable del ftido hedor que llenaba
el local de un modo inquietante.
Huelga decir que Carol nunca haba
vuelto. Pero envi a Dan, despus de
una ocasin en que ste estuvo ausente
treinta y seis horas seguidas. Derry, a
fuerza de tratar de recordar basndose
en confusas suposiciones hasta llegar a
datos ms lcidos, por fin lo haba
descubierto acunando una botella de
Night Train bajo el puente ferroviario de
Charing Cross.
Dan volvi de consultar a Flaherty
con dos informaciones. En primer lugar,
el mdico le haba dicho que lo que
haba experimentado era un
desvanecimiento alcohlico, una
manifestacin del cuadro clnico
conocido como sndrome de Korsakov.
En segundo lugar, Flaherty le recomend
que no se preocupara. Mi querido
muchacho, jade despreocupadamente
el galeno, no tienes ningn problema de
alcoholismo. Nadie tiene un problema
de alcoholismo hasta que bebe ms que
su mdico!. A continuacin impregn el
consultorio con potentes rfagas de
pcaras carcajadas que olan a mierda.
Ahora bien, la medicina es la
religin moderna y los mdicos son
nuestros sacerdotes o chamanes,
poseedores de conocimientos arcanos e
imbuidos de la sabidura y los poderes
necesarios para hacer los augurios y
luego expulsar a los espritus malignos
que nos atormentan, tanto si invaden el
cuerpo como, peor an, la mente. Pero
cuando se abandona la idea de pedir
ayuda a un mdico, se penetra
instantneamente en una dimensin
desconocida, una zona donde lo real se
mezcla con lo irreal y la anatoma y su
corrupcin a travs de la enfermedad se
vuelven fantsticas y fantasmagricas.
Durante las cuarenta y ocho horas
siguientes Carol se debati entre la idea
de acudir a Flaherty, la de llamar a
Beverley y pedirle consejo, o la de no
hacer nada de nada, con la esperanza de
que, fuera lo que fuese, el plipo
cartilaginoso se secara, se marchitara,
se consumira o se desinflara por su
cuenta. En una palabra: desaparecera,
sin ms, dejando sus genitales prstinos,
suaves, un lugar delicioso del que
disfrutar una y otra vez como haba
estado haciendo en las pocas y breves
semanas desde que descubri el placer
de la masturbacin.
Carol poda estar planchando, o
acomodando la esquina de una colcha, o
sintindose una mujer liberada por tener
la aspiradora en la mano, cuando el
plipo cartilaginoso volva,
provocativo, a rondar su cabeza. Su
mano, ansiosa aparentemente contra la
voluntad de su ama, haca una vez ms
el viaje de exploracin. El plipo segua
all. Tal vez su imaginacin desbordante
de ansiedad le estaba jugando una mala
pasada, pero cada vez que sus dedos
abran los labios de la vulva el plipo
pareca un poco ms grande, un poco
ms cartilaginoso.
Cuarenta y ocho horas despus, pese
a su innata desidia, Carol estaba
bastante alterada. Resolvi que a la
maana siguiente llamara a Beverley o
pedira hora con Flaherty; una cosa o la
otra si no ambas. Pero ocurri algo
que desvi su atencin y le hizo dejar la
resolucin de aquel problema para un
futuro ms o menos lejano (qu
expresin ms trivial!, cmo puede ser
un futuro ms o menos lejano, en
especial si a una le est creciendo un
espantoso plipo entre los suaves
muslos?): un importante cambio de vida
que afect tanto a Carol como a su
marido. El heraldo de este cambio de
vida fue Dave 2, y su causante, la madre
de Dan.
Lleg la maana, y una gris estela de
luz encontr a Dan con la mejilla
apretada contra el ngulo derecho
alfombrado del pie de la escalera. El
vmito formaba una masa con su pelo y
se haba metido por el cuello redondo
de su elegante chaquetn de cuero.
Lloraba como una Magdalena mientras
se tomaba su bol de Alpen. Aquellas
comisuras plegadas en un rictus
desamparado parecan haberse
convertido en canalones de desage
para encauzar mejor la corriente salada
hacia los cereales suizos. Carol no se
mostr dura con l, aunque tampoco
demasiado compasiva. Se ajust ms el
albornoz de rizo alrededor de los
delgados hombros y not distrada que
el presentador que daba la previsin
meteorolgica en el programa de
televisin, un hombrecillo insignificante
que haba estado ausente de la pantalla
los dos ltimos meses, haba
reaparecido en el programa de la hora
del desayuno de la BBC y llevaba traje.
Dan llorique mientras marcaba el
nmero de telfono de su madre.
Despus asegur a Carol lloriqueando
que sera la ltima vez, la ltima, que le
peda que telefoneara al trabajo en su
nombre, y la ltima vez que su conducta
planteara esa necesidad.
Dejar de beber, Carol
llorique, y sus hbiles dedos palparon
y exploraron el borde de la barra de la
cocina, como si sta fuese una especie
de punto de referencia de la sobriedad
que en breve alcanzara. Le he pedido
ayuda a mam. Estaba seguro de que ella
sabra qu hacer. Enviar a alguien esta
noche, alguien que se llama Dave y me
llevar a una especie de reunin.
Dan se pas el da dando vueltas por
la casa, apoyando la cabeza palpitante
en los quicios de las puertas y las fundas
estampadas de los almohadones. Dios
mo, cunto enfureca a Carol su mirada
de perro avergonzado! Nunca, ni
siquiera borracho como un cosaco, le
haba repugnado tanto Dan. Qu
repugnante era! Ceda y se entregaba a
su madre, aceptaba la opinin que tena
de l y le peda ayuda. Era el colmo de
la debilidad!
Por la tarde Carol fue a la tienda de
animales domsticos del Quadrant.
Haban recibido una partida de huesos
de sepia; volvi a casa con dos, uno
para el min y otro para la cacata. Los
secos huesos eran blancos y parecan
livianos en su mano. Los empuj entre
los alambres. Los pjaros la observaron
con sus miradas insectoides de un solo
ojo. Dan se arrim a su espalda, y sinti
que el mechn le rozaba los omplatos.
Se lo quit de encima con un
encogimiento de hombros. Desde la
cocina, mientras esperaba que hirviera
el agua de la tetera, oy que Dan segua
lloriqueando en la sala de estar.
4
Dave 2

El verdadero apellido de Dave 2 era


Hobbes, y sus padres todava vivan en
Sheppon Mallet. Me atrevera a decir
que, de no haber tenido la gran suerte de
convertirse en alcohlico, Dave 2 muy
bien podra haber tenido que esforzarse
un tiempo para descubrir su verdadera
vocacin, la de aguijoneador religioso,
pregonero espiritual, vendedor de
sistemas de aislamiento moral. Porque
todo eso era Dave 2. El hombre que
aparece en la puerta con una sonrisa y
una ocurrencia siempre lista en la punta
de la lengua. Un tipo ubicuo, al que uno
podra imaginarse en todo momento y
lugar: con toga y explicando el smbolo
del pez, o radiante dentro de una
guerrera de cuello redondo y con el
catecismo marxista en la mano,
predicando las falacias simplistas del
materialismo dialctico.
Pero dado el particular momento
histrico que le toc, su alcoholismo
crnico le haba proporcionado un
pasaporte para Alcohlicos Annimos.
El dogma de AA se basaba slo
vagamente en principios cristianos, pero
haba en l un celo residual por la
liturgia y el ritual propios de la baja
Iglesia anglicana que, en manos de tipos
como Dave 2, rpidamente se converta
en una pasin por la caza de brujas
semejante a la que rein en Salem.
Porque, como tan acertadamente dijo
William James, la nica cura segura de
la dipsomana es la religiomana.

Y, al llegar aqu, el mofletudo y viejo


catedrtico hizo otra pausa. Sac del
bolsillo interior uno de esos puritos
Mahawat tan estimados a mediados de
la dcada de los setenta. Lo introdujo
entre sus pequeos labios rosados y lo
encendi con un Dunhill chapado en
oro.
Los efectos especiales y las
efectistas pausas que eran la esencia
de su actuacin se combinaban tan
bien con el semblante afable y la
mordacidad afeminada con la que
bordaba su narracin, que empec a
sentirme levemente incmodo Aquel
sardnico y decadente catedrtico con
su historia entretenida aunque
custica Maldicin, lo que deca
pareca demasiado bueno para ser
cierto!
Se haban apagado las luces del
vagn y el tren volvi a parar, mientras
un Inter-City 125 pasaba como un
blido por la va principal. La puntita
del purito brill y se difumin en la
oscuridad. El catedrtico se aclar la
voz con un chasquido de esputo slido
contra el paladar y retom el relato.

Dave 2 era de la misma opinin.


Tengo la suerte de ser lo que
llamo, y abrigo la esperanza de que las
damas sepan perdonar mi lenguaje, un
cagn. S, tengo la suerte de ser un
cagn. Quieren saber por qu? Porque
eso me ha llevado a una vida espiritual:
una vida del espritu. Y por qu era un
cagn? Porque a veces me
emborrachaba tanto que me cagaba
encima. Me volva completamente
incontinente, total, absolutamente. Eso
es lo que era, literalmente, un cagn.
Pero, en realidad, ser un cagn haba
sido lo menos importante. Dados sus
propios relatos sobre algunos de los
mayores excesos en su conducta de
borrachn, podra decirse que, si se
hubiera limitado a cagarse encima, casi
habra sido socialmente aceptable.
Porque en comparacin con las
prdidas de memoria y consiguientes
prdidas de identidad de Dave 2, las
ofuscaciones de Dan no eran ms que
nieras. Dave 2 era un ejemplo de
alcoholismo llevado a sus ltimas
consecuencias.
En cierta ocasin sufri una de esas
borracheras tras las cuales uno no
recuerda nada tan prolongada que, en su
transcurso, se alist en el ejrcito, hizo
la instruccin bsica y fue expulsado
ignominiosamente de l por
embriaguez, faltara ms.
Y, si no lo cree posible, le sugiero
pasar una noche con Dave 2 y sus
amigos, porque saben ms de
alcoholismo en todas sus
manifestaciones que un instituto repleto
de expertos, y les entusiasma impartir
esos conocimientos. Tanto entusiasmo
tienen, que una sesin con ellos es ms
tediosa y esquizofrnica que ser
abandonado en una isla desierta con una
excursin de burguesas francesas
estreidas de mediana edad.
Pero de todo esto nada saban Dan y
Carol. En cambio, desde el momento en
que Dave 2 lleg a la casita de Melrose
Mansions, los dos quedaron cautivados
por su vitalidad, su manera de ir al
grano, la forma en que pareca hacer
trizas la esencia misma de la estabilidad
de sus vidas, que siempre haban credo
consistente como el Tupperware ms
resistente.
Ding-dong, son el timbre de la
puerta a las siete en punto. Dave 2
estaba de pie en el zagun con los
brazos en jarras, la cara chupada, el
tupido pelo pajizo inclinado de costado
sobre su cabeza, de tal modo que su
borde tocaba el cuello de la cazadora
militar comprada en una tienda de
saldos del ejrcito. Ese atuendo era la
marca registrada de Dave 2, y l lo
llamaba mi uniforme. Se equipaba
diariamente antes de salir de campaa:
inundaba a rebosar un bolsillo colgante
sobre la cadera con paquetes de
cigarrillos Benson and Hedges Special
Filter con envoltorio dorado, y al otro
casi le reventaba las costuras con alguna
obra u obras de naturaleza edificante o
espiritual. Libros con ttulos como Por
qu tengo miedo de decirte quin soy?
o Por qu tienes miedo de decirme
quin eres?, o incluso el ms
contundente y general Por qu tenemos
miedo?
Entonces Dave 2, en voz baja, en el
zagun, bajo la pulida certeza de la
lmpara que colgaba del techo, le dijo a
Carol:
Dave, Dave Hobbes. He venido a
recoger a Dan? Dijo el nombre
como si no estuviese del todo seguro, y
una mirada atractiva pareci subir hasta
Carol desde sus ojos amarillentos.
Pareci, porque era un truco, una
ilusin. Dave 2 meda como mnimo
treinta centmetros ms que Carol, pero
las constantes humillaciones y sus
esfuerzos por alcanzar una modestia
perfecta lo haban capacitado para
modificar su altura a voluntad.
Dave 2 vio a una joven flacucha y
rubita, con el cabello liso domado
detrs de unas orejas sin lbulos. Tena
un cutis perfecto, aunque con una
especie de ptina cerlea. Tambin
resultaba curioso el aspecto hundido de
su estmago, como si Carol fuese un
tablero para algn juego y la estuvieran
doblando verticalmente antes de
guardarla. Ms adelante Dave 2 dijo con
respecto a este encuentro y a las
primeras impresiones asociadas con l:
Era obvio que estaba preparada para
recibir ayuda, que haba alcanzado su
Waterloo personal Estaba ms bien
apagada y exange, verdad?. Y al
decir esto se volvi hacia Carol, sentada
a su lado en el crculo de sillas, radiante
con una camisa blanca, y que manifest
su asentimiento con una sonrisa no
menos radiante.
Pero cuando le abri la puerta a
Dave 2, esta escena perteneca a un
futuro para llegar al cual haban de
pasar varias semanas y algunas
reuniones de grupo. De momento, lo
nico que hizo Carol fue invitarlo a
pasar. Dan se las pir para arreglarse.
Todava tena esa torpeza adolescente
que hace que las presentaciones sean un
desastre. Dave 2, a sus anchas en la
cocina, con un caf instantneo y un
cigarrillo, dijo:
Dan es terriblemente joven, pero
si ya ha tenido suficiente, mi querida
Carol, ste podra ser el momento
decisivo para l.
Dave 2 se inclin sobre la barra de
la cocina y tom suavemente el
antebrazo de Carol entre el pulgar y el
ndice de su manaza derecha. ste era
uno de sus gestos caractersticos, y,
como de costumbre, lleg acompaado
por un descenso especial,
espiritualmente ms intenso, en su
acento gutural del oeste del pas.
Te noto rendida, querida ma
dijo Dave 2. No me extraa que haya
sido infernal convivir con l.
Carol procur no encogerse de
hombros; no quera hacer nada que
reforzase el apretn de aquellos dedos
en su brazo. Respondi:
Bueno, no s, no ha sido tan
terrible.
Pero Dave 2 no era de los que
aceptan un no tan terrible como
respuesta. Era un hombre
profundamente convencido de que la
palabra bien, como en la expresin Me
siento bien, era en realidad una sigla
representativa de las palabras Bastante
Inseguro y Emocionalmente Neurtico.
Por cierto, cuando Dan se hubo
integrado en el grupo de la iglesia de St
Simon, Dave 2 lo puso a trabajar, con un
grueso rotulador en sus delicadas
manos, para crear una serie de letreros.
En algunos, las siglas y su interpretacin
estaban escritas en caracteres rectos, y
en otros con delicados trazos cursivos.
Todo ms o menos igual a la forma en
que Dan se ganaba la vida.
Dave 2 sigui apretando,
impertrrito:
Dices que no ha sido tan terrible,
querida ma, pero yo s que aqu te
duele. Dave 2 retir su manaza del
antebrazo de Carol y la apoy en la zona
que aproximadamente corresponda a su
propio corazn. Su gran mentn se llen
de hoyuelos y sus mejillas se arrugaron
cuando su cara alargada adquiri una
expresin que sin duda estaba destinada
a evidenciar una profunda simpata, o
incluso identificacin, s,
identificacin, porque Dave 2, al no ser
desmentido por ella, sigui adelante:
Puedo identificarme con tu dolor, Carol.
He sentido lo mismo que t, una
absoluta indiferencia por el destino de
alguien a quien en otros tiempos cre
amar. Absoluta indiferencia. Eso es lo
que puede hacernos esta espantosa
enfermedad, querida ma
Muy ingenioso. Ni siquiera Carol
pudo dejar de sentirse conmovida y
asombrada por la precisin del
penetrante diagnstico espiritual de
Dave 2. En ese momento de sentimientos
compartidos, Dave 2 meti la ua bajo
la costra de la indiferencia de Carol y la
alz, dejando al descubierto una zona
dolorosa. Naturalmente, no era posible
esperar que l supiera que la angustia
real y persistente de Carol no se
centraba en Dan ni en su matrimonio,
sino nica y exclusivamente en el plipo
cartilaginoso que estaba al acecho en la
confluencia de sus muslos.
Una vez acabado el caf instantneo
y con un delicado Dan metido en su
elegante chaquetn de cuero, Carol
apenas opuso una resistencia simblica
ante la sugerencia de que acompaara a
Dave 2 y su encomendado a St Simon;
mientras ellos asistan a la reunin de
Alcohlicos Annimos, ella participara
en una sesin, paralela y muy
congruente, para parientes de los
alcohlicos.
El ambiente de la reunin para
familiares de AA fue una revelacin
para Carol. Haba en ella la intimidad y
sensacin de objetivos compartidos a
que se haba visto expuesta cuando
Beverley intent elevar su conciencia en
Llanstephan, pero aqu unida con un
barniz social y un sentido de la
organizacin que le recordaban el
ambiente del barrio de casas baratas
donde viva con sus padres.
La impresion la sinceridad de
aquellas personas tan inglesas, con
impermeables y chaquetas de punto, que
describan tranquilamente, como en un
confesionario, escenas de las ms
repugnantes borracheras, violencias
domsticas y abusos sexuales.
Una mujer alta y triste que vesta un
traje de color gamuza relat de un tirn,
sin tomar aliento, los frenticos ataques
de su marido un viajante fracasado y
adicto al alcohol a sus diversos
orificios con varios objetos duros y
vtreos, como botellas de cerveza y
cosas semejantes.
Un educador de mediana edad y
aspecto intelectual, con el pelo que
empezaba a ralear y bifocales de carey,
hizo todo lo que pudo para describir, en
trminos sencillos y directos, el
obsesivo informe que se haba sentido
impulsado a compilar sobre los vmitos,
irrigaciones, lavativas y gratuitos actos
sexuales de su hija de diecisis aos,
mientras l la contemplaba enloquecido
e impotente.
No esa noche, ni la siguiente, sino la
tercera, Carol se sinti lo bastante
relajada para ofrecer su propia versin,
plida y benigna en comparacin, de los
vmitos de Dan, sus repugnantes eructos
y sus ocasionales cadas causadas por la
cerveza. El agravio poda haber sido
leve, pero la descripcin de Carol de su
propia indiferencia y su distanciamiento,
replegndose sobre s misma como una
anmona, del problema de Dan fue
absolutamente autntica. Cuando termin
de hablar o de compartir, como
llamaba el grupo a sus versiones de
testimonios de la Verdad, levant la
cabeza del linleo y se encontr con el
rostro equino de Dave 2, que haba
dejado la sala contigua para unirse al
grupo y la observaba con una expresin
de evidente simpata, compuesta por
admiracin y algo que podra haber
sido, pero no era, amor.
Durante esa semana tanto Dan como
Carol asistieron a seis de sus
respectivas reuniones, y ambos sintieron
que la ideologa de Alcohlicos
Annimos los inundaba hasta formar una
estructura para sus vidas. Haba algo
muy tranquilizante en aquellos grupos
gemelos de personas totalmente vulgares
reunidas en crculos de sillas con
armazn en forma de S y asientos caqui,
bajo los parpadeantes neones de las
dependencias de la iglesia. El grupo de
AA se reuna en la sala reservada para
la escuela dominical, y mientras Carol
escuchaba tan tranquila relatos de
palizas sin motivo aparente y sodoma,
sus desteidos ojos azules deambulaban
por las paredes, donde los nios haban
creado un collage con el abecedario y el
coadjutor haba pegado ingenuos relatos
bblicos con cinta adhesiva roja y
dorada.
Haba muchos actos y rutinas
estables que atraan a Carol: se beba
caf instantneo, se fumaban muchos,
muchsimos cigarrillos, y haba que
llevar a cabo diversas tareas para el
grupo, como recaudar fondos,
encargarse de ir a buscar caf y vender
folletos de propaganda. En cuanto a la
catarsis que se consegua hablando de
los dolores, temores y deseos ms
ntimos en un cuarto lleno de
desconocidos, Carol tambin la senta,
aunque su provisin de bienes
teraputicos estaba muy limitada por una
inslita capacidad para el conformismo.
Pero esto no debe sorprendernos: ya
sabemos cmo es Carol. Ya hemos
sealado su tendencia a seguir siempre,
siempre, la ley del mnimo esfuerzo.
Por qu no habramos de permitirle
confesarse en paz, por ms que sus
confesiones no sean demasiado
sinceras? Al fin y al cabo, esto podra
ayudarla con su otro problema ms
ntimo, ms acuciante.
Mientras Carol se iba integrando,
Dan, de un modo tranquilo y poco
espectacular, haca lo mismo. Desde el
da de la llegada de Dave 2 y su primera
reunin en St Simon, Dan haba dejado
la bebida. No tuvo dificultades para
reconocer que era impotente a causa del
alcohol, primer y primordial
pronunciamiento del credo de AA.
Desde su poca estudiantil en
Stourbridge, Dan haba sentido con
intensidad que su voluntad consciente no
era ms que una marioneta floja e inerte,
inanimada hasta que reciba una
inyeccin de vida, hasta que se
encontraba con la cerveza Lamot. Este
despertador del alma flua de su lata y
formaba una densa nube blanca en la
estrecha cabeza de Dan. Durante unas
horas la nube se converta en un genio,
en un duendecillo que se rea tontamente
y manipulaba a Dan como si no fuera
ms que un ttere llevndolo de un lado
para otro.
A l, lo mismo que a Carol, le
resultaba difcil hablar en las reuniones
de AA. Pero, a diferencia de ella, no se
deba a que tuviese nada que ocultar.
Por el contrario, en el caso de Dan
exista una perfecta adecuacin entre su
incapacidad para expresarse, su timidez
y su simpleza mental, algo,
afortunadamente, poco comn. De lo
contrario, todos estaramos mucho ms
aburridos de lo que estamos. No, lo
nico que ocurra es que Dan tena muy
poco que decir. Pero si bien le era
innecesaria la catarsis, al menos ahora
tena acceso al alivio que representaba
saber que el alcoholismo era una
enfermedad. Una enfermedad con su
propia etiologa y patologa. Una
enfermedad reconocida por un
organismo tan augusto como la
Organizacin Mundial de la Salud. Una
enfermedad que ocupaba un lugar
destacado en los manuales de
teraputica En AA le dijeron que la
enfermedad era crnica e incurable;
ste era el lado malo. El bueno consista
en que sus sntomas podan remitir por
completo mediante una asistencia
constante a las reuniones de AA y una
rigurosa abstinencia. Con anterioridad a
esta Buena Nueva, Dan haba temido que
su mente, en realidad tan delicada y
dctil como las esculturas de papel que
sola crear, estuviera a punto de
encogerse hasta formar una pequea
pelota arrugada de locura.
Ahora Dan tena amigos, amigos que
lo ayudaban. Dave 2 lo ayudaba tanto
que lo acompaaba a su casa despus de
la reunin para seguir predicando.
Encontraban a Carol en casita la
reunin de los familiares empezaba y
terminaba media hora antes que la de
AA y la tetera en el fuego. Luego los
tres se sentaban a la mesa para
compartir los artculos de fe de Dave 2,
que ste declamaba con la sinceridad
afectadamente natural tpica de un
sacerdote anglicano en su peor
momento.
La tnica de los sermones de Dave 2
era una especie de espiritualismo
sensiblero. Tena gran cantidad de
postales y adhesivos cuasidevotos que
distribua encantado entre sus nuevos
aclitos; por ejemplo, uno de ellos
representaba a unos cachorritos de perro
abrazados en una cesta de mimbre, de
cuya asa colgaba el ms mono. Debajo
haba una leyenda, en sinuosa letra
cursiva: La fe no es fe hasta que es lo
nico a lo que te aferras. En otra
aparecan unos gatitos hechos un
revoltijo, abrazados. La leyenda deca:
Lo que necesitamos son montones de
abrazos!. Adems, Dave 2 dispona de
lminas plastificadas tamao folio que
contenan los mandamientos de AA (los
Doce Pasos y las Doce Tradiciones) o
importantsimas plegarias de AA:
Seor, concdeme serenidad para
aceptar las cosas que no puedo cambiar,
etctera, etctera. Ya sabe usted de qu
hablo. Dave 2 las pona con violencia
sobre la formica, como si fueran la
carne que justificaba sus siseantes y
chisporroteantes homilas

La voz del catedrtico volvi a


apagarse repentinamente. La luz de la
pequea pantalla circular situada
encima de su cabeza se haba
encendido, y las alas de su pelo
castao claro, que se alisaban hacia el
cuero cabelludo, se vean bruidas y
refulgentes bajo la tenue luz. Se
incorpor y, en el diminuto recinto del
compartimiento cerrado, gir sobre los
talones y se pase de una puerta a la
otra. Se detuvo y me mir, con los
hombros hundidos, ectomrfico. Daba
la impresin de ser una decorativa
pera expuesta en el escaparate de una
frutera de lujo. Su coronilla estaba
enmarcada por el entorno chilln de
una foto retocada de las Highland, y un
soberbio venado asomaba la cabeza
por detrs de una de sus orejas.
El catedrtico me mir y, por
primera vez, vi algo ms en sus ojos
que la cortesa habitual. Un destello
de odio? En cualquier caso, una clera
sorda por heridas e injurias sentidas o
imaginadas. Volvi a sonar su voz
cortante:
Me est etiquetando, muchacho,
verdad? Me est convirtiendo en algo
que no soy. Un personaje divertido, un
excntrico, un tipo raro!
Sin dejar de mirarme, se puso a
medias agachado y a medias
arrodillado en el espacio entre los
asientos. Observ atentamente mi
perfil, como si tratara de decidir algo,
y a rengln seguido, aparentemente
satisfecho, se enderez. Se sent otra
vez frente a m y reanud su relato con
los mismos tonos rpidos y regulares.
Esto me impresion ms que ninguna
otra cosa. Haba algo teatral y forzado
en todo lo que haca. Experiment la
espeluznante sensacin de no ser yo el
primer oyente involuntario maniatado
por el catedrtico. Tampoco era yo el
primer espectador de aquella
representacin. Pero, adems de eso,
me di cuenta de que ocurra algo en el
compartimiento propiamente dicho. Yo
no lograba acertar en qu, pero de
alguna manera el decorado estaba
cambiando tan certeramente como si
unos eficaces tramoyistas fantasmales
hubieran puesto manos a la obra. La
escena se modificaba para complacer
ms exactamente al catedrtico Pero,
como si quisiera anticiparse a mi
posibilidad de analizar mejor esta
impresin, sigui adelante.

Baste decir que Dave 2 se transform en


un accesorio fijo de la casita, un experto
en el uso del imprevisible portarrollos
del papel higinico, un cazador que
acechaba los cereales Marvel y la leche
condensada para las infusiones de
ltima hora de la noche.
5
Eso

En el mundo hay personas cuya vida es


tan irrelevante como la de los
personajes de una novelucha. Ya conoce
esta clase de publicaciones: libros
encuadernados en tela celeste y
comprados por cuatro cuartos despus
de elegirlos en una caja de cartn
situada a la entrada de alguna tienda
donde se hace una venta benfica.
Cuando sube al autobs, empieza a leer,
y al cabo de unas pocas pginas cierra
el libro, hastiada por la inanidad de los
personajes. Lo tira en cualquier parte y
con el libro se van Dan y Carol y
Dave 2, si a eso vamos.
Gary, Barry, Gerry, Derry, y Dave 1
nunca haban proporcionado ninguna
profundidad a la vida de Dan, ninguna
intercomunicacin, ninguna sustancia
con la cual moldear la masa blanda y
amorfa, sin rasgos distintivos, de su
identidad. Su madre lo dominaba al
estilo de un emperador romano. Ella era
capaz de enviar de vez en cuando una
legin para apaciguarlo, pero en general
prefera dominarlo a travs de un
gobernador provincial, un strapa
psicolgico que haba instalado en lo
ms profundo de la personalidad de su
hijo. Y Carol? Bueno, ya la conocemos.
Las postales de Dave 2 empezaron a
aparecer en el tablero de corcho, junto a
las chistosas postales pardicas de
Camden Lock.
As, la vida de Carol y Dan era
exactamente como una obra literaria:
una existencia tenue, reducida a pasta de
papel. Flotaban in vacuo, separados de
sus padres, aislados entre s. Dado que
no haba otro conducto que los orientase
hacia la circulacin corpuscular de la
sociedad, cuando la corriente estaba
enchufada volaban como limaduras de
hierro hacia el imn curativo.
Todas las noches, en sus respectivas
reuniones, Carol y Dan alcanzaban su
plenitud y luego volvan corriendo a
casa para recibir un sermn coadyuvante
de Dave 2, que se retiraba puntualmente
a las once y diez para no perder el
ltimo autobs 114 en direccin norte,
hacia su refugio en Friern Barnet, donde
tena un pisito.
Carol y Dan apenas tenan tiempo de
inspirarse mutua repugnancia.
Transentes acolchados en la alcoba
junto al bao, con albornoces de rizo
como Rock Hudson y Doris Day,
mantenan los labios hermticamente
cerrados. Casi me atrevera a decir que
Carol no tena tiempo de examinar el
plipo cartilaginoso. Casi me atrevera
a decirlo, y s que, en cierto sentido,
pese a su jodida mente inquisidora,
usted preferira que lo dijese, nest ce
pas? Pero tambin sabra que estoy
mintiendo, no? Por supuesto, Carol
tena el tiempo, mejor dicho se tomaba
el tiempo necesario para controlar esa
pequea palanca. Porque eso era, una
pequea palanca. En momentos aislados
Carol senta que aquello creca en sus
bajos: sentada en el grupo mientras
escuchaba a alguien compartiendo
experiencias, o, de pie ante el
mostrador de la biblioteca, cuando su
entrepierna chocaba contra el
revestimiento de madera, que,
separndose del remache que lo
contena, castaeteaba tristemente.
Y cmo podemos olvidarnos de lo
que significa mear y cagar? No debemos
olvidarlo. A veces yo siento que mi
cuerpo slo es un enorme intestino
serpenteante atiborrado de olores y
apenas cubierto por una delgada piel.
Nietzsche sufra atrozmente en el bao.
En Ecce Homo maldice a los alemanes
por sus cervezas y salchichas, su cocina
que se solidifica en los intestinos. Como
Gogol, otro neurocastrado, vagaba por
las ciudades del norte de Italia buscando
alivio digestivo en monumentales platos
de pasta anticida.
Pero estoy divagando. En el bao,
pues, la habitual sensacin de miccin
de Carol se amortigu y sinti que de
alguna manera el chorro estaba
trabado, encauzado externamente. Al
bajar la vista tuvo el vislumbre de una
gota de carne con una gota de orina
encima. Entonces sus dedos lo rozaron y
se paralizaron como si los hubieran
congelado al confirmar el testimonio de
sus ojos: segua all. Y ahora asomaba
entre los labios. Apenas se atreva a
abarcarlo con un pulgar y un ndice
temblorosos. Poda verse, perfilada en
verde claro, enmarcada en el espejo de
medio cuerpo del lavabo, con las
piernas abiertas y las bragas como
retorcidas correas de ventilador entre
los muslos extendidos, sudorosa e
inclinada encima de la herradura
plstica, lo que para ella era una silla de
torturas.
Pero lo agarr. Y le pas algo al
sentir entre los dedos lo que ahora era
un gusanito de carne y cartlago. Por un
lado, endureci un horrible hueso de
conocimiento, un duro y blanco fmur o
una tibia arrancados de una bandera
pirata que se abri paso en su vida,
separndola del rebao, junto con su
secreto. (Aunque puede decirse con
certeza que, de momento, Carol no
consideraba que este secreto tuviese
mayor importancia o connotaciones ms
inusuales que tener una relacin adltera
o deshacerse de un feto). Pero, por otro
lado, o en la otra mano, estaba el
gusanito. Era, se podra decir, un hecho
consumado. Y cuando, todava con la
ropa a medio quitar, estremecida y
aprensiva, tir de l y lo sujet sobre la
regla de plexigls de quince centmetros,
la acometi involuntariamente el
recuerdo de haber pescado a su hermano
Steven haciendo lo mismo con su
pequeo cipote, quince aos atrs,
recuerdo que no poda dejar de lado as
como as. El gusanito no era,
evidentemente, una cosa desconocida,
sino algo con lo que haba tenido
relacin antes, aunque en un contexto
diferente.
Lunes, 9.45. Longitud: 7 mm.
Aspecto: el de un cltoris extendido,
parecido a una bolsa, aunque contiene un
retorcimiento interior amontonado de
cartlago con terminaciones nerviosas.
Observaciones: una especie de segundo
botn divino, en realidad.
Martes, 11.45. Longitud: 8,5 mm.
Aspecto: como ayer pero ms dilatado
an; ahora asoma claramente de los
labia minora. El gusanito parece buscar
la luz, y en cambio el cltoris, ms
arriba, retrocede bajo su capuchn
carnoso. Observaciones: el incremento
de 1,5 mm en la longitud no es del todo
creble. Tratndose de aumentos de tan
pequea magnitud cabe dudar de la
exactitud de la regla de plexigls del
equipo de geometra.
Mircoles, 15.30. (En el bao de la
biblioteca, de ah la brevedad de esta
anotacin). Longitud: 10 mm. Aspecto:
repulsivo, tiene un pequeo ojo.
Observaciones: me siento mareada,
tremendamente mareada.
Esto es lo que habra podido apuntar
Carol si se hubiese tomado la molestia
de llevar un diario escrito detallando
todos los pasos de la evolucin del
gusanito. Por supuesto, no lo hizo. Pero,
por extrao que parezca, en el contexto
de su relacin con eso, era como si
hiciera anotaciones peridicas en una
ficha. Es ms, esta veta del carcter de
Carol, las cualidades que hacan de ella
una persona pragmtica, prosaica, que
tena la cabeza en su sitio cualidades
que posea, segn haba informado una
vez una maestra de la escuela primaria,
pero que, al menos por lo que yo s,
antes nunca haba mostrado,
empezaron a manifestarse tambin en
otros sentidos.
Dan haba decidido construir un
mueble para el equipo de CD/vdeo. La
maana del jueves siguiente a la primera
reunin de AA, Carol sali a comprar la
remachadora y las chapas de
aglomerado en un hipermercado de
Wood Green. Tenan planeado empezar
el trabajo el sbado por la maana. De
paso por Wood Green, Carol hizo algo
ms, algo que haca tiempo que le
rondaba por la cabeza: se matricul en
una escuela de conducir.
Lleg el sbado, y mientras Dan
delineaba la forma del mueble en una
hoja de papel de calcar con un lpiz
especial, Carol, arriba, en su cama,
llena de miedo, farfullaba palabras
incoherentes. Una entrevista televisiva
con el padre de Julio Iglesias, un
gineclogo espaol, fue el detonante.
Inadvertidamente, se desabroch los
botones de la bragueta y lo sac. Dios
mo! Qu he hecho! Lo he sacado!. La
toma de conciencia fue brutal. Subieron
las nuseas por su esfago y con ellas
todo el All Bran, una aparicin irregular
y fuera del conducto reglamentario por
parte del ms regulador de los cereales
para el desayuno. Carol salt de la cama
en busca de la seguridad de la alfombra.
Eso roz contra la gruesa tela de los
tejanos por el movimiento e,
imperceptiblemente gracias a Dios,
porque no creo que Carol estuviese en
condiciones de aguantar mucho ms por
aquel entonces, se endureci.
Pese a su reciente sobresalto, Carol
no reaccion en absoluto ante otro
amago de besuqueo en la espalda por
parte de Dan cuando atraves la sala de
estar rumbo a la cocina. Y durante el
resto del da no par. Porque los
compartimientos separados de la mente
de Carol, que siempre haban estado
comunicados por un pasillo traqueteante
y mal iluminado, haban empezado a
separarse por completo el uno del otro.
Eran como este compartimiento en el
que ahora estamos sentados. Forma
parte del tren, s, pero desde l no
tenemos acceso a ninguna otra parte del
convoy. Y, en tal sentido, supongo que
no forma parte en absoluto de l

El catedrtico entrelaz sus deditos


regordetes y ci con ellos una rodilla
cubierta de franela como si estuviera
muy satisfecho de su sofisma. No me
haba fijado en el material rodante,
anterior a la guerra, cuando sub al
tren. Pero lo que acababa de decirme
era cierto. El compartimiento era
independiente, sin acceso al resto del
tren. Perteneca a una poca pretrita.
Una poca en que se crea
colectivamente que la violacin era
algo de lo que slo eran capaces
quienes no tenan medios para pagar
un billete de tren. Quise comentar con
el catedrtico esta singularidad, este
ejemplo de la falta de recursos de los
ferrocarriles britnicos, pero l haba
tomado otra vez la palabra.
Carol siempre tardaba en responder a
los hechos que la emocionaban. Y all se
asentaba, naturalmente, la esencia de su
neurosis. Pero, por atenuada que
estuviese, la conexin siempre existi y
por decirlo as, su incapacidad para
explicar adecuadamente por qu tal o
cual hecho poda hacerla llorar mientras
otro poda enfurecerla, era una garanta
de su autntica estabilidad.
La prueba de esta aseveracin est
en lo que empez a ocurrirle a
continuacin. Con la creciente
disociacin lleg una conciencia
creciente. Carol se desplazaba en la
oscuridad a lo largo de las vas
cubiertas de balasto, asomndose entre
los compartimientos iluminados de su
mente. En uno se vio a s misma en una
reunin de AA, compartiendo; en otro
tena nuseas por eso, en el tercero
prestaba atencin a Dave 2, y en el
cuarto se estaba alejando de Dan. La
Carol en la oscuridad, el fantasma, por
as decirlo, ex machina, sonri y sigui
adelante.
Al mismo tiempo, se estaba
volviendo ms agresiva. Cuando un
albail dej de lado su paleta y ensalz
su esbelta figura en trminos bastante
vulgares mientras ella pasaba por
Fortune Green Road, Carol se volvi, le
grit Mtetela en el jodido culo!, y
sigui caminando como si nada. Dan no
percibi el cambio, en parte porque
estaba acostumbrado a ella,
sencillamente. La costumbre es un
grandioso supresor de cualquier
pensamiento reflexivo, y si algo puede
decirse de Dan, es que era un animal de
costumbres y, de todos modos, nunca
haba estado casado realmente con
Carol sino con un simulacro de ella,
hilado a partir de sus propias y
fantsticas proyecciones mentales, a las
que haba coadyuvado la indiferencia de
su madre. (No vale gran cosa, pero,
sinceramente, no creo que Dan pueda
conseguir nada mejor, fue la respuesta
de la Emperatriz ante la noticia del
compromiso de Dan y Carol).
Sea como fuere, Dan se encontr
sobrio bajo la despejada y fra luz del
da, y record que en otros tiempos,
antes de dedicarse a buscar
regularmente la cerveza Lamot, Barry,
Gary, Derry, Gerry, Dave 1 y l haban
hallado un gran placer en el squash y los
amigables golpes dados con las toallas,
las luchas en broma y los tragos de
complementos vitamnicos que
acompaaban a ese deporte.
Los primeros cuatro das de
sobriedad haban sido un infierno para
l. Era tan ingenuo e ignorante, que no
saba que era posible tener el sndrome
de abstinencia del alcohol, y los
sudores, nuseas y vmitos, junto con
las inquietantes alucinaciones
perifricas, lo cogieron completamente
por sorpresa. Carol reaccion exiliando
la mugre sudorosa de aquel cuerpo al
sof nido. All permaneca Dan mientras
un bombardeo de electrones
repiqueteaba detrs de su angosta frente.
Y cuando se mova, sufra alucinaciones
en las que extraas quimeras sexuales
mujeres con testculos en lugar de
ojos y hombres con vulvas en las orejas
se paseaban despreocupadas por un
bar ilusorio.
Al quinto da se levant del sof y
fue a trabajar. Aparte de un curioso
cosquilleo en las yemas de los dedos de
las manos y los pies como si fuese un
amputado cudruple, aquejado de la
memoria fantasmal de miembros
desaparecidos tiempo atrs, no senta
nada. Ni siquiera lo asalt el menor
deseo de beber alcohol. Haba
entregado su voluntad y su vida a un
poder ms grande que l. Segn el credo
de AA, el poder no tena que ser
necesariamente Dios, sino cualquier
fuerza ms grande que el propio yo,
siempre que fuese benigna y
trascendente ms que fenomnica y
temporal. Lamentablemente, aunque Dan
se empe muchsimo en no personificar
a su poder superior, de vez en cuando,
por tratarse de un Dios vengativo, ste
se manifestaba: apareca en su mente
bajo la forma de una corpulenta mujer
de mediana edad que engulla un pastel,
una mujer no muy distinta de su madre.
Transcurri otra semana en Melrose
Mansion. Eso creca. Carol y Dan
seguan sus caminos divergentes y slo
se encontraban en el breve perodo
anterior a sus respectivas reuniones, y
despus de stas, a fin de escuchar una
vez ms al Hermano Dave.
Debo decirle que Dave 2 estaba
jugando su propio juego. Porque Dave 2
era un parsito de las emociones; las
amistades ntimas no le daban ninguna
satisfaccin, y slo las buscaba en la
medida en que le permitieran obtener
a la manera de un pjaro con un pico
lascivamente alargado que chupa nctar
de una flor un placer intenso e incluso
dulcemente ertico chupando el jugo de
las partes pudendas en los los de otras
personas. Con este fin, induca a cada
miembro de todas las parejas que
conoca a considerarlo su confidente
supremo y absoluto. Lograda esta
situacin ideal, Dave 2 alcanzaba su
propio y extrao nirvana.
Pero en el caso de Carol y Dan las
cosas estaban resultando un poco
difciles. Por supuesto, ambos estaban
dispuestos a confiar en l, pero la
naturaleza de sus confidencias no era
satisfactoria en absoluto. Los dos se
mostraban vagos en cuanto a sus
sentimientos, heridas y pasiones.
Faltaban por completo los detalles
precisos, el quin, dnde, por qu, qu y
cundo. Lo que ms deseaba Dave 2 era
esta intimidad picante, de modo que, a la
manera del jefe de un servicio secreto,
decidi emplear a un agente, y con tal
objetivo esper en St Simon el da en
que Carol iba a asistir a su dcima
reunin y le present a Geena.
sta era una colega alcohlica en
recuperacin, una especie de vieja
hippie delgaducha vestida con leotardos
negros que ola a pachul que haba
caducado haca mucho tiempo. Geena
era una cmplice de Dave 2 de los
viejos tiempos, tambin sexualmente
inactiva y adicta a los deleites de lo que
podramos llamar para acuar un
neologismo voyeurismo
psicoemptico o VPE, para sintetizar.
Geena se acerc a Carol
balancendose sobre sus ridculos
tacones. Carol estaba ayudando a
repartir vasos de caf instantneo a los
miembros de AA y le choc
instantneamente la extraa forma en que
la barriga de Geena le sobresala por
los costados, como si llevara un
almohadn circular colgado de su
chaqueta de punto. Le choc eso y
tambin el peinado desafiantemente
tnico de Geena, que llevaba la
totalidad de sus tupidos rizos negros
levantados en un solo penacho en lo alto
de la cabeza, sujetos por una guirnalda
que era una maraa de ambarinas
piedras falsas. En principio, la cara de
Geena ya era comn y corriente, pero
aquellos pelos de rata la volvan
completamente olvidable.
Hola, soy Geena dijo Geena
antes de que Dave 2 tuviera siquiera la
oportunidad de presentarlas. Este
viejo cagn me habl de ti y le ped que
nos presentara, yo tambin tengo
pjaros.
Tres flechas directo al blanco. Carol
quera de verdad a sus pjaros y le
gustaban los halagos tanto como al que
ms. Pero el verdadero golpe de gracia
de Geena haba sido ridiculizar a
Dave 2, pues Carol haba comenzado a
albergar profundas dudas acerca de l
despus de que empez a desvanecerse
el primer arrebato de su conversin. Y
aunque, evidentemente, aquella burla no
tena la intencin de ser peyorativa,
dado el contexto, Carol crey detectar
sin lugar a dudas cierta malicia oculta.
Despus no necesit que insistiera
demasiado para acompaar a Geena a su
apartamento en Harrow Road; estaba
bastante lejos, pero Geena tena coche.
Carol se sinti doblemente complacida
porque el viaje en auto fue un buen
pretexto para hablar de su tema favorito
de ese momento: conducir. Desde que
empez a tomar lecciones de conduccin
la invada un inters irracional por todo
lo que tuviese algo que ver con este
tema. Ya haba tomado dos lecciones,
con un resultado ms que satisfactorio.
Al final de la segunda, el instructor se
sinti tan relajado que levant los pies
de sus pedales y la dej seguir sola por
Green Lanes.
Eres una conductora nata le
dijo y slo el ochenta por ciento del
piropo se originaba en su brumoso
deseo de tener acceso al lugar donde
estaba eso.
Geena y Carol hablaron de ese tema
todo el trayecto a Harrow Road. Una
vez all, conversaron sobre Carol y un
poquito sobre Geena. sta se apret las
nudosas rodillas cubiertas por los
leotardos y se inclin. Estaba
flanqueada por mesitas de centro llenas
de horribles bibelots, mientras el
incienso arda en un rincn. La cara de
Geena se hizo toda odos y Carol se
sinti forzada a proporcionarle al menos
una versin de la verdad acerca de
ella y Dan, quiero decir, no acerca de
eso.
Pero su versin no fue mejor que la
que ya tena Dave 2. Como ejercicio de
VPE, tuvo que reconocer Geena, el
interrogatorio haba sido un fracaso,
porque la esencia del VPE consiste en
que quienes lo practican se hagan
imgenes mentales de los aspectos ms
ntimos de la vida de las personas
observadas. Un experto en VPE no se
dedica a espiar en secreto el acto
sexual, sino, sencillamente, a saber qu
est ocurriendo. Pero el informe de
Carol no acerc a Dave 2 y Geena a esta
consumacin devotamente deseada. Lo
cierto es que cuando trataron de hacerse
una imagen mental de la vida ntima de
Dan y Carol, sta sigui siendo tan
inexpresivamente bidimensional como
un dibujo animado.
Al volver a casa, Carol encontr a
Dan en la cocina, con aspecto
resplandeciente, leyendo la revista de
anuncios del barrio. Despus de un
partido de squash con Derry en ruta del
trabajo a St Simon, Dan senta un
agradable hormigueo.
Dave 2 se haba visto obligado a
retirarse temprano; era la primera noche
que no acompaaba a Dan y Carol desde
que haban entrado en recuperacin.
Dan se haba preguntado si no sera el
principio del fin de la preocupacin de
Dave 2 por l, pero al terminar la
reunin se le haba acercado y le haba
dado un fuerte abrazo. Dan volvi a casa
con un renovado entusiasmo. De alguna
manera, el abrazo de Dave 2 le haba
trado un montn de recuerdos.
Memorias de entrelazamientos,
estiramientos de miembros, suspiros y
sonidos lbricos. La reminiscencia
sexual fue tan patticamente confusa, que
le result difcil dilucidar si eran
autnticos recuerdos o meras
reminiscencias de haber visto a actores
haciendo que fornicaban por el salario
mnimo que exige el sindicato. Si
pretende usted ser pedante y alusivo,
puede decir que el abrazo de Dave 2 fue
la magdalena de Dan.

se es su estilo, no?, ser pedante


y alusivo. Pero qu significa eso
realmente, excepto que trata de situarse
por encima de las gentes sencillas
normales y corrientes? Trata de ponerse
por encima de ellas con su cerebrito
rastrero y de meterles su falito sinuoso
cuando no lo ven! Empujndolo por las
perneras de sus pantalones mientras
viajan en tren agarradas a la correa del
vagn! O trata de introducirlo bajo sus
faldas mientras les habla en una fiesta!
Usted es un ncubo, eso es lo que es, un
reptil nocturno, un depredador, un
violador. S, eso es, un violador!
Jodido! Jodido jodedor! Uf!
El odio se haba disuelto en la voz
del catedrtico como tinte en el agua.
El resabio de su tono flotaba en el
compartimiento polvoriento, formando
densas ondas agresivas. Me qued
atnito. Demasiado atnito para
apartarme de sus ojos que parecan ir a
salrsele de las rbitas y de su labio
retorcido, demasiado atnito para
pronunciar palabra.
Era evidente que el catedrtico
estaba cambiando ante mis propios
ojos, y junto con este cambio se
produjo una alteracin en la
naturaleza de su relato. Empec a
darme cuenta de que la historia en si
no tena existencia autnoma, que slo
era una expresin directa de su propia
naturaleza. Y si era necesaria alguna
confirmacin de esta hiptesis, se hizo
ampliamente explcita en unos
segundos, cuando el catedrtico, en
lugar de saltar de su asiento y
estrangularme, o de metamorfosearse
en un ser completamente distinto,
retom la historia con los mismos tonos
rpidos pero regulares con que haba
empezado. Insultarme directamente no
le reportaba ninguna satisfaccin o
al menos eso cre. Quera que yo
sufriera con Dan y Carol.

Dan pas el resto de la velada acostado


en la sala de estar, viendo una repeticin
de Doogie Howser MD. Comi algunas
patatas fritas de una bolsa que se
enorgulleca en ofrecer lo ltimo en
sabores: costillas a la vienesa y col
lombarda. Arriba, Carol haca lo mismo.
Dan se dirigi a su cama individual
alrededor de las once y media. Le dio un
beso a Carol en la mejilla y le dijo:
Buenas noches, amor!. Se
acurrucaron simultneamente y apagaron
sus respectivas lmparas, exactamente
igual que unos durmientes sincronizados.
Pero en algn momento de la noche
perdieron esta armona inconsciente.
Carol, que se haba acostumbrado a
dormir con los muslos levemente
separados, echada de tres cuartos de
costado, sinti que una mano diestra se
deslizaba por la parte superior de su
muslo, hacia eso. La voz letrgica de
Dan, preada de deseo, le susurr al
odo:
Te parece bien que suba a bordo?
6
De cmo uno se
convierte en lo que es

Carol se puso tensa. No, no est bien, he


elegido una expresin desafortunada;
sera mejor decir que se qued helada.
Estaba tan rgida como si se hubiera
congelado. Qu hacer? Se diriga
hacia ella la mano de Dan? O hacia
eso?
Habra sido muy propio de Carol
quitarse de encima a Dan en ese
momento. Saba que el globo de su
ereccin tena tan poca confianza en s
mismo que se pinchaba fcilmente. En la
lujuria de Dan no haba nada
compulsivo. Hubiera podido darle
alguna explicacin, aunque habra sido
igualmente propio de ella apartase, sin
ms. A usted le gustara eso, verdad?
Le gustara que Carol se apartara. No
creo que quiera afrontar esta mise en
scne concreta. Dudo de su capacidad
para un autntico VPE. Dudo de su
capacidad para soportar las vueltas y
revueltas bajo la colcha estampada.
Sera demasiado para usted.
Una especie de acceso de pcaras
ganas de jugar hizo que Carol no se
apartara. Es ms, hizo que recibiera la
mano indagadora de Dan con la suya y la
guiara hacia su pezn l le lami
hambriento la oreja, como si con este
estmulo pudiera hacer que secretara
leche. Dan besuque y resoll, sus
labios emitieron pequeos balidos. Su
sedoso muslo se desliz encima del de
ella, apoy la mano libre en su hombro
y, como un marinero que trepa
encorvado por un mstil, subi a bordo
con asombrosa facilidad.
Pero acaso no habla sido siempre
as? Retrotraiga su mente al preludio
Recuerda aquellos tres empujones
rasposos como papel de lija que,
accidentalmente, llevaron a Carol a un
trmulo orgasmo, a la ms petite de las
petites morts? Carol no tena alternativa,
y la simple comodidad le aconsej que
abriera las piernas. Es lo que hizo, y
pese a que el bajo vientre de Dan
presionaba su entrepierna, sinti que eso
se liberaba de su alojamiento y que esta
vez se endureca perceptiblemente.
Gracias a Dios, tan horrorosa sensacin
preada de ominoso significado se
vio al fin eclipsada por la repentina
entrada de Dan.
Y ahora, la prueba de fuego. Dan
daba lengetazos a su hmedo cuello y
Carol volvi la cara de costado para
mirar el vaso de agua polvorienta de la
mesita de noche: saba que estaba en
juego su destino. Lo notara Dan? Se
dara cuenta? Sera posible que eso no
le presionara el pubis? Una cosita
nudosa, un hermanito pequeo que se
arrima a su hermano mayor.
No, Dan no se dio cuenta de nada.
Acaso le sorprende? Al fin y al cabo,
nunca se haba tomado la molestia de
examinar con atencin la zona vaginal
de Carol. Nada saba de sus verdaderas
formas. Para Dan, esta Amrica, esta
Terranova, siempre haba sido trra
incgnita. Saba que bajo la vellosa
diadema que adornaba a Carol haba un
agujero y muy poco ms. Siempre
haba dado empujones en un vaco
insensible. La sensacin que reciba con
la cpula siempre haba sido mecnica
como la de un pistn. Tres golpes y
eyacular. Cuatro golpes un bogey, cinco
golpes el par del recorrido y el hoyo.
se fue exactamente el handicap que
alcanz Dan en este partido
especfico para insistir en nuestra
facilona y degradante metfora golfista.
A continuacin baj a tierra otra vez
con asombrosa facilidad y apret su
bolsita un poco mojada y el falo en
proceso de ablandamiento contra la
parte superior del muslo de Carol. Unas
cuantas ternuras susurradas, en
agradecimiento por el ordeo liberador,
y volvi a su cama individual.
Carol permaneci despierta en la
oscuridad. El despertador digital
resplandeca y ella tambin. Ms que
resplandecer: estaba regocijada. S,
regocijada, aunque era incapaz de
reconocer plenamente el origen, o
incluso el contenido, de sus sensaciones.
Para Carol era suficiente haber eludido
la deteccin, pero en realidad, y
que quede absolutamente entre nous,
creo que se deba a que cuando eso se
endureci y Dan lanz su febril
estocada, Carol se la devolvi. S!
Levant un poco las caderas del
colchn, utilizando la tensin de los
resortes para alzarse y no lo sinti
deslizarse en el interior de su funda
lubricada, no. Todo lo contrario. Fue
ella, Carol, quien penetr a Dan, durante
un insidioso instante. Fue una sensacin
que desapareci tan pronto como la
not, brevsima, pero, sin embargo, muy
clara.

La maana agita los pies y las manos


(Nauscaa y Polifemo)
gesto de orangutn
se levanta de las sbanas excitado
esta marchita raz de nudos de pelo
hendida por debajo y con heridas
como ojos
esta O oval sembrada de dientes
el movimiento en semicrculo de los
muslos
Como ve, mi memoria para las
citas mejora a medida que voy
avanzando dijo el catedrtico,
hablndome de un modo personal,
directamente, y no slo como a un
pblico unitario, Eliot, verdad?
Detesto su poesa. Era una pila de
nervios, un frgido puritano gilipollas.
Le tena miedo al coo, no le parece?
Pero, en este contexto, de quin era la
vagina dentata? O, para plantear la
pregunta en lenguaje ms moderno:
quin se estaba comiendo a quin?
Eliot era un jodido judo. Poca gente lo
sabe, pero usted s, verdad?
Al da siguiente, Carol fue a su tercera
leccin de conducir. Dos das ms tarde,
a la cuarta. Al final de la otra semana, su
instructor, un chipriota turco, se pas la
ua del pulgar por el bigote y confirm
lo que ella ya sospechaba.
Le digo, seora, que ya puede
hacer la prueba, me parece.
Carol volvi a sentir regocijo, pero
no aquel peligroso regocijo causado por
su arremetida del que hemos hablado
antes, sino una sensacin ms comn,
que en su caso se combin con la
penetrante conciencia de una slida y
mecnica especie de causalidad en el
mundo: pulsa el botn A y ocurrir B.
Por supuesto, sera absurdo sugerir
que Carol no haba tenido conciencia de
esto en el pasado, pero la percepcin de
su propio impacto en este estrato del
mundo nunca haba sido tan clara y
gozosamente intuitiva. Conduciendo el
Mini Metro de la escuela, cortando una
cebolla, haciendo una compra en una
tienda, se senta magnificada por todos
estos actos sencillos, senta que su
situacin como agente potencialmente
eficaz era impulsada y moldeada hasta
adquirir forma por todo lo que haca.
No obstante, junto con todo esto
lleg un tirn como de velero cuando los
ganchitos de la voluntad de Carol
empezaron a separarse de las pequeas
presillas restrictivas de su conciencia. Y
a solas, desnuda de la cintura para
abajo, empez a bailar delante del
espejo. Al principio, simplemente se
quedaba de pie frente a l, se bajaba los
tejanos o se suba la falda, y adoptaba
diversas posturas, de modo casi
inconsciente. Pero le haca tanto bien
aceptar la presencia de eso,
contemplarlo ahora que su propsito
empezaba a ser revelado, que muy
pronto empez a ejecutar una verdadera
danza.
Ahora eso era lo bastante grande
para menearse un poco si pasaba el peso
del cuerpo de un pie al otro dando una
especie de pasos de ballet; por cierto,
un meneo conduca a otro, y la tensin
de eso aumentaba con cada uno de ellos.
Carol se par delante del espejo de
cuerpo entero que formaba la puerta del
armario y observ su incongruencia:
asomaba entre los labios cubiertos de
vello, desprovisto de la bolsita que
quiz deba acompaarlo. Se sent en el
borde de la cama y los dedos de ambas
manos juguetearon con eso. Ahora tena
como mnimo tres o cuatro centmetros
de largo. Un cilindro de carne rosa
pardusca poda ser retirado hacia atrs
desde su puntita, dejando al descubierto
un honguito en cuyo centro haba un ojo.
Carol lleg a la conclusin de que era
un pene.

Ser una mujer con pene en nuestra


sociedad no es precisamente una
distincin, verdad? S o no?
El catedrtico me estaba poniendo
a prueba; evidentemente, yo era un
discpulo.
No, supongo que no.
Supone que no. Por qu supone
que no?
El tren pas traqueteando por una
pequea estacin. Vislumbr un
parterre de flores ornamentales, un
mozo de cuerda, un cartel oscilante, y
luego otra vez la oscuridad.
Bueno, supongo que la creciente
emancipacin de la mujer a lo largo de
este siglo significa que ha adquirido, de
manera ms bien metafrica, algunas
caractersticas masculinas.
Algunas caractersticas sexuales?
El tono desagradable se trasluci
de nuevo en su voz.
Tal vez.
Procur parecer intrascendente de
una forma que lo dejara contento, con
frivolidad. Pero volvi a caer sobre m,
implacable.
Opino que se queda usted en la
superficie. Un error que siempre
cometen los jvenes en estas cuestiones.
A veces toda su perspectiva del paisaje
sexual parece slo un intento por
suprimir el Massif Central ginecolgico.
Usted habla de un pene metafrico. Yo
estoy hablando de un jodido pene en
sentido literal, pero usted tiene mierda
en lugar de sesos y jodido es
decididamente el trmino adecuado en
este caso porque estoy hablando de un
cipote capaz de follar. Estoy hablando
de una esponja firme, elstica y llena de
sangre, con una cpula colorada y
congestionada que dispara semen, que
dispara vida: balas de semen! Dios
mo, qu noble visin! Por eso yo
prefiero la compaa de los hombres,
usted no? Le he preguntado si usted no.
Oh, absolutamente.
El vnculo masculino no ertico,
de eso se trata, no? De eso que suele
llamarse camaradera.
S, s, es verdad.
Y no dira usted que cuanto
menos ertico, mejor?
Acompa esta ltima aseveracin
disfrazada de pregunta con otro
siniestro contoneo que empez en su
trasero, subi por la columna vertebral
y lleg a su pelo castao. Lo
paradjico era que a medida que su
presencia fsica se volva cada vez ms
andrgina, su voz iba ganando tanto en
timbre como en profundidad.
S dije, cuanto menos
ertico, mejor.
As es. Nos repatean los tos que
dan mordiscos a la almohada mientras
levantan el culo, los pajilleros, los
maricas que usan grilletes, todas esas
tonteras, verdad, precioso mo?
Por descontado.
Bien. Se palme el muslo
haciendo un ruido como el disparo de un
fusil y agreg: Entonces, si est
preparado, continuar.

Carol descubri que empezaba a


preferir la compaa de los que estaban
dotados como ella. Entraba en los pubs
y tomaba cerveza en la barra. O coma
en tugurios de mala muerte, inclinndose
sobre su bocadillo para admirar las
partes pudendas ms o menos explcitas
de la inexpresiva muchacha del da en la
pgina tres de The Sun. Claro que no se
senta inclinada a hacer una
reivindicacin directa de su sexo comn
con los otros parroquianos; comprenda,
muy sensatamente, que la mayora de los
hombres no sabra cmo reaccionar ante
alguien capaz de estar a Dios rogando y
al mismo tiempo con el mazo dando. Me
encanta el rico vocabulario de nuestra
libidinosa charla, y a usted?
De cualquier modo, eso no viene al
caso, porque Carol no se consideraba
del sexo masculino. La verdad sea
dicha, nunca se haba sentido
encasillada conspicuamente en ninguno
de los dos sexos. Las palabritas
sensibleras la dejaban fra, y los intentos
de Dan por revolcarse con ella le
parecan patticos. Carol saba que su
pene no la converta en un hombre, pero
s la liberaba un poco ms de ser
cualquier otra cosa, deshaca aquellas
hoscas cadenas y abra aquellos hoscos
cerrojos femeninos.
Al emporio de la ropa interior,
entonces, sin fijarse en menudencias!
Carol eligi una pequea tienda de la
calle mayor, donde tena la certeza de
que la atendera un dependiente. Se
enzarz en una charla conspiratoria
sobre cmo le sentara a Dan. No tuvo
que simular demasiado, porque la
querida cinturita de Dan era casi tan
insignificante como la suya.
As que al da siguiente tena el
vestuario adecuado para sus
representaciones teatrales en el
dormitorio. Pos e hizo piruetas de un
lado a otro, aunque, lamentablemente, no
llenaba ni la ms chica de las bolsitas
pespunteadas de los ms apretados
calzoncillos italianos.
Tir hacia abajo el elstico de la
cintura y juguete con su novsimo
miembro. Apretando y aflojando las
nalgas logr hacerse una idea interna
muscular, acerca del desarrollo de los
que sin duda tenan que ser sus nuevos
msculos para hacer pis. Carol tena una
lcida conciencia de que en breve
estara en condiciones de producir los
efectos ms espectaculares mientras
meaba. Naturalmente, el concepto
propiamente dicho era incipiente, pero
tena una premonicin del ms trivial y
sin embargo ms gozoso de los
pasatiempos exclusivamente masculinos.
Es decir: dirigir el chorro. Pero qu
haba de la otra funcin a la que estaba
destinada aquella reciente adquisicin?
Bueno, las cosas no parecan estar an
lo bastante bien desarrolladas para que
se mostrara efectivo aunque quiz no
fuera as.
Entretanto, Dan se esforzaba por
perseverar. Una vez ms en la va
rpida, en el camino ascendente a la
direccin del grupo de diseo de la
agencia, jugaba regularmente a squash
con Barry. Al atardecer iba a St Simon
con Dave 2. Algunas veces iba ms
lejos, en autobs, a otras reuniones. En
ocasiones Dave 2 lo acompaaba a esas
reuniones, ansioso por or las palabras
de otros videntes suburbanos, aunque
casi siempre iba solo.
Dan comprendi que Dave 2 lo
estaba estimulando poco a poco a que se
hiciera una posicin en AA, para que se
convirtiera en miembro de la comunidad
por derecho propio. Estaba seguro,
porque Dave 2 se lo haba dicho sin
ambages.
Mi querido Dan dijo con su voz
gutural, me siento como un padre para
ti, y quiz sta sea una relacin
demasiado ntima para nosotros en
nuestra condicin de alcohlicos en
recuperacin. Tenemos que soltarnos un
poco mutuamente. T debes aprender a
desenvolverte solo, buscar a quien
apadrinar, como hice yo.
Dave 2 se refera a la prctica de
AA por la cual los miembros que
llevaban ms tiempo siendo abstemios
establecan una relacin teraputica
mutua con alguno de sus colegas
exborrachines ms jvenes.
Dan acept esta amigable
separacin. No tena opcin, y adems
era incapaz de resistirse. Pero en el
fondo de su sensible corazn, incluso
cuando slo se separaba de Dave 2 una
noche, se senta abandonado.

Ahora no empiece a mostrarse


compasivo con Dave 2. No se deje
llevar por la falacia de imaginar que de
alguna forma yo he juzgado o
interpretado mal a Dave 2 y que no le
inform bien acerca de l,
intencionadamente o no. En este final no
hay ninguna mano oculta, ningn
narrador al acecho en las sombras. Lo
que le digo es la pura verdad. Allah
Akbar, me entiende? Soy un hombre de
Dios. Digo la verdad, la verdad de
Dios. No hay otro Dios ms que Dios.
El catedrtico pronunci estas frases
islmicas con la cadencia melodiosa de
un evolu del Sahel. Despus volvi al
papel que, debo reconocer, yo haba
definido para l y pregunt a su
discpulo: Por qu esto parece
tautolgico? Pero sigui adelante y
respondi a su propia pregunta. Si
reflexionamos acerca de la nocin
islmica de la historia, vemos un
proceso de evolucin social anlogo al
concepto hegeliano del Espritu del
Mundo. No obstante, mientras para
Hegel el deus era demasiado ex, para
los musulmanes el Espritu del Mundo y
el Mundo son aproximadamente lo
mismo. As, vemos una espiral
cosmolgica: mientras el macho del
progreso pugna por introducir su
miembro a travs de las formas y los
cambios sociales, se lo est metiendo a
s mismo por detrs.

No, no. Escuche la verdad: Dave 2 ya


haba metido sus pecosas garras en otro
escenario que consideraba muchsimo
ms jugoso que el matrimonio de Dan y
Carol. Una joven de slo diecinueve
aos haba puesto precozmente tantas
esperanzas en la cerveza Lamot, que se
encontr en St Simon con muchos
incidentes entretenidos para contar. Unas
semanas ms tarde se larg con un gals,
miembro ocasional del grupo, que haba
sido obrero del acero, canijo como un
pigmeo aunque de singular belleza.
Hubo muchos dimes y diretes a causa de
este asunto, as como encuentros en
cafs, pues el grupo se dividi en
facciones enemigas, cada una de las
cuales acusaba a la otra de graves
errores, tanto teraputicos como
morales. Dave 2 estaba en su elemento,
escuchando todas las versiones. Se
agarraba a ellas como si fuesen largos
hilos que colgaran arrastrndose de
heridas emocionales apenas hilvanadas.
Dave 2 esperaba, esperaba para pegar
un tirn del hilo.
Y Carol? Nuestra pequea y
querida Carol todava asista a las
reuniones de AA, pero, afortunadamente,
liberada de las atenciones del equipo de
VPE, Dave 2 y Geena.
Afortunadamente quin puede
saberlo? Quin puede sealar el punto
preciso en que lo malo se vuelve
decididamente peor? Y quin puede
introducirse en una mente que, adems
de estar hecha un mar de dudas, se
encuentra bajo la presin de un intenso
deseo secreto? Digo secreto, pero en
realidad debera decir que era ms que
eso. Lo que Carol senta era, bueno,
inexpresable. Pero adivine qu hizo
despus.
Bien, ahora Carol estaba
absolutamente segura de su dominio
sobre la mente de Dan, pero an senta
que el cuerpo de su marido poda
presentar algunos inconvenientes. De
modo que tambin ella busc otra vez la
cerveza Lamot.
7
La cerveza de Lamot

Existen ciertos establecimientos


autorizados a vender bebidas
alcohlicas cuyo consumo est
prohibido en el local que, aunque
siempre se hallan absoluta e
inmaculadamente limpios, estn
saturados de espirales de humo de
tabaco que flotan en el interior, tan
disecadas y rgidas como zurullos de
perro secos. En dichos establecimientos
el propietario se encuentra
invariablemente detrs de la caja
registradora, ms tieso que un poste, con
la colilla del puro humeando en su boca,
y quiz con el cadver de su predecesor
todava humeante en el cenicero de
hojalata del mostrador.
La mayora de los dueos de estos
lugares llevan chaquetas de punto, se
ponen brillantina en el cabello y son
miembros de alguna asociacin
filantrpica. Son hombres de aire grave,
que suelen tener un reloj de bolsillo
para las ocasiones en que han de vestir
traje con chaleco. Aos de desfiles en
conmemoracin del armisticio de 1918
hacen que caminen muy erguidos; por
otro lado, aos de envidia y
resentimiento redondearon sus hombros.
Y, cuando envejecen, aos de Lamot
tienden a hacer que los capilares
estallen como minas en sus rostros, que
con frecuencia estn tensos como puos
apretados en un gesto de dolorida
desaprobacin.
Uno siempre toma a estos hombres
por los propietarios porque lo
parecen. Y, realmente, se es su
objetivo. Quieren que uno olvide el
nombre de la cadena que figura en la
fachada y cometa el error garrafal de
preguntarle por los negocios.
Una seleccin de frases
desafortunadas para pegar la hebra con
ellos podra ser:
1. Cmo va el negocio?
2. Se nota la crisis?
3. Las cosas no van como antes, verdad?
4. Hay poca gente hoy, no?

Y as sucesivamente. El puro nunca


se separa de la boca, la mano permanece
sobre el mostrador. La boca se abre y
suelta una montona y cansina letana de
motivos de queja.
Uno de esos locales era el que
frecuentaban Dan y Carol. El encargado
un tal Wiggins y su esposa, que
tambin se llamaba Carol (la
llamaremos la Carol Madura, para
distinguirla de nuestra Carol), haban
sido siempre firmes aliados de Dan en
su lucha por consumir alcohol.
Ted Wiggins bajaba incluso de la
tarima de su caja registradora y
mantena abierta la puerta para que
pasaran Dan o Carol tambalendose,
cargados con las tpicas latas de color
azul y plateado que contenan su brebaje
favorito. Muy a menudo, Gary, Barry,
Gerry, Derry o Dave 1 acompaaban a
Dan al local de Wiggins, y en esas
ocasiones solan comprar tambin
botellas de Dewars o White Horse.
Adems del surtido normal, los
Wiggins tenan una amplia seleccin de
los brebajes ms baratos del mercado,
productos especialmente envasados para
alcohlicos, y con nombres tambin
pensados para ellos: cervezas
almibaradas, elaboradas en las vastas
cubas de acero de East Midlands, jerez
de cocina filipino vuelto a etiquetar,
Riesling yugoslavo con residuos de la
guerra txica y otros vinos dulces de
lugares amargos.
Este ltimo sector de la
inmaculadamente limpia tienda estaba a
cargo de la Carol Madura, era su reino.
Ted estaba sobre su tarima, la Carol
Madura detrs de una puerta de madera
contrachapada sin pintar, pero
impecable. Cada vez que alguien vagaba
por esa parte del local, la Carol Madura
sala por la puerta con un aspecto muy
parecido al del perro de plstico que
haba encima del cepillo para colectas
caritativas que tena Ted junto a la caja
registradora, como si esperara que le
dieran una limosna de dos peniques.
Interceptaba a los alcohlicos
andrajosos, por roosos, malcarados o
potencialmente violentos que fuesen, con
decidida firmeza: Fuera! Tienes la
entrada prohibida en este local!,
chillaba. Si vuelvo a verte por aqu,
llamar a la polica, fuera!. Siempre
pareca probable que agregara: ste es
un barrio respetable.
Aunque, si hemos de decir la
verdad, ninguna zona de Londres es del
todo respetable. Incluso all, en lo alto
de una colina, entre villas eduardianas
con su mampostera griscea y sus
araucarias, se infiltraban chorizos,
pcaros, vagabundos e individuos de la
peor calaa. Mendigos incalificables
con dos chaquetas viejas y botas sujetas
con cuerdas de nylon. Jvenes criados a
base de alcaloides e inhalaciones
regulares de pegamento, que haban
conseguido llegar a la edad adulta con
extensas lagunas en la mente. Aparcaban
sus coches moribundos y abollados en
un terreno baldo junto a la va frrea
abandonada e iban en busca de la
cerveza de Lamot. Pero all los ponan
de patitas en la calle.
Por otro lado, cualquiera que le
pareciese, aunque slo fuera
superficialmente, respetable a la Carol
Madura, era recibido por ella con los
brazos cruzados y una chchara
implacable que manaba en un murmullo
opaco entre sus dientes postizos
amarillos.
Haca tiempo que Dan era fiel del
templo de sedantes a bajo precio de la
Carol Madura. Muchas veces se haba
dicho para sus adentros cunto le
gustaba aquel joven de gustos tan
diversos, porque Dan era capaz de
beber cualquier cosa, recorra todo el
camino de ida y vuelta desde un Chteau
Haut Brion hasta la Emu Export. Por
eso, cuando pasaron tres das seguidos
sin que apareciera, la Carol Madura no
pudo menos que expresar su
preocupacin.
Padre dijo, hace tiempo que
no viene por aqu aquel joven tan
agradable, el diseador.
Siempre se diriga a Ted Wiggins
llamndolo Padre, aunque la nica
criatura que lograron criar era un terrier
bastante ladrador y que tena la mala
costumbre de hacer sus necesidades en
el impecable linleo.
Su marido gru sin comprometerse.
Como la mayora de sus colegas, Ted
Wiggins no habra dado ni una miserable
gota de licor por Dan, pero, en cambio,
habra dado una caja de bolsas de
patatas fritas con tal de tocarle el culo a
su joven y esbelta mujer.
Carol produca esa reaccin en los
hombres. Como ya he dicho, posea esa
belleza provinciana inglesa sencilla y
humilde capaz de estimular hasta a un
bfalo tan viejo como Ted Wiggins a
imaginar que poda meter sus flacas
piernas entre las no menos flacas de
ella.
Pero la inquietud de la Carol
Madura por la ausencia de Dan y su
tocaya era mucho ms prosaica. En un
barrio donde una clase alta en
decadencia se mezclaba con gente
imbuida de las nuevas ideas acerca de
lo que es una vida saludable, los seres
como Dan eran, con mucho, sus mejores
clientes. Dele usted a la Carol Madura
un borrachn, de la clase que sea, y la
tendr contenta durante meses. Como un
viejo drogadicto o una marchita
alcahueta, camelaba a las viudas
bebedoras de jerez y a los empleados de
agencias de viaje bebedores de vino.
Dan haba sido su proteg ms
prometedor.
Ms o menos quince das despus,
Carol pas por el local, aparentemente
por casualidad, y Ted Wiggins la hizo
entrar.
Hace siglos que no la veo le
grit a travs de la puerta entreabierta y
llena de adhesivos, tan ansioso como
estaba por detener aquella visin que
llevaba puesto un impermeable de los
que ofreca a sus lectores el Mail on
Sunday. Ella entr y explic lo que
haba ocurrido.
La Carol Madura hizo su aparicin
por la puerta contrachapada y, tras
avanzar hasta los expositores circulares
del centro de la tienda lmite mximo
de su feudo, se tranquiliz cuando
Carol les cont que ahora Dan era
miembro de Alcohlicos Annimos. La
Carol Madura conoca muy bien todo lo
referente a AA, pero consideraba a esta
institucin como competidora y haca
caso omiso de su dogma. En lo que a
ella se refera, AA atrapaba gargantas
sedientas, gargantas que necesitaban y
merecan saciarse.
Por lo tanto, la Carol Madura
mantuvo la boca cerrada y nuestra Carol
se fue. Pero la Carol Madura saba que
los dos volveran. Retorci la pulsera
de cobre que rodeaba su mueca
pegajosa y lo dese con todas sus
fuerzas.
De manera que no es de extraar que
Carol eligiese el local de los Wiggins
como el lugar ms lgico para buscar la
cerveza Lamot. Para ella, despus de
haber vivido dos aos en Muswell Hill,
era una segunda naturaleza encaminarse
hacia all por Fortune Green Road hasta
el inicio de la serie de comercios que
llevaban al Quadrant. Cuando lleg al
paraso de los bebedores lo encontr
igual que siempre, en la esquina,
ofreciendo sus escaparates acristalados
a las dos avenidas.
En esta ocasin, mientras Carol
entraba por una puerta, su tocaya sala
por la otra en acalorada persecucin de
uno de aquellos jvenes vagabundos de
aspecto idiotizado.
Fuera de aqu! gritaba la bruja
. No vuelvas por aqu, si vuelvo a
verte por este barrio, llamar a la
polica!
El vagabundo haca eses en la calle
y la mir con una expresin de
perplejidad que en cuestin de segundos
dej paso a otra de brutal
irresponsabilidad. La Carol Madura lo
haba pescado con la guardia baja y por
eso haba podido echarlo con cajas
destempladas. Pero el muchacho haba
recuperado su sangre fra.
Entretanto, Carol permaneca junto a
Ted Wiggins; los dos estaban
paralizados, observando la escena
enmarcada por el escaparate como si la
proyectaran desde detrs de ellos y
hubiesen pagado para verla.
Aunque apenas recin acostumbrada
a apoyarse al desgaire de costado sobre
un mostrador con una mano en el
bolsillo de los tejanos, Carol se haba
graduado con rapidez digna de elogio en
el uso de sus dedos como instrumento
con el que zarandear, tironear y
agarrarse el pene.
A los hombres les gusta hacer eso,
verdad? Les gusta agarrarse el aparato.
Es como chuparse genitalmente el
pulgar. Zarandear al viejo amigo en su
alojamiento de un sesenta y cinco por
ciento de algodn no produce, en
realidad, un placer sexual, se parece
ms a mantener el cuentarrevoluciones
sensual a una marcha constante de unas
diez mil revoluciones. Pero, de alguna
manera, Ted Wiggins percibi la
excitacin de Carol, una excitacin que
hizo subir el cuentarrevoluciones
mientras el vagabundo que se enfrentaba
con la Carol Madura sacaba su cipote
un inslito ejemplar, reluciente y
largo como el mango de un piolet y
soltaba una meada humeante en la calle
otoal.
Wiggins aprovech la distraccin.
Despus no pudo explicarse claramente
por qu lo hizo. S, era sabido que les
haba metido mano a algunas mujeres, en
general sirvientas o extranjeras, pero no
se consideraba a s mismo un acosador
sexual propiamente dicho, slo un
aficionado. Tal vez estaba desesperado.
Desesperado al comprender que nunca
provocara una respuesta sexual en
Carol, que l ni siquiera resultaba tan
interesante como aquel repugnante
espectculo. Y, dado que el espectculo
era cortesa de la empresa que diriga,
quiz lleg a la conclusin de que tena
derecho a sacar algn provecho.
Baj de la tarima y se acerc
furtivamente a Carol por detrs. Afuera
no haba desenlace a la vista. Lejos de
sentirse intimidada o asqueada por el
chorro crepitante, la Carol Madura
soltaba ms insultos. El perplejo
individuo se tambale y volvi a
enderezarse bajo el bombardeo verbal,
aunque no sin que un arco de orina
txica regara el escaparate y sus
pantalones.
Desde atrs, Ted Wiggins insert
suavemente su mano entre los clidos
tubos de tela tejana que enfundaban los
muslos de Carol. El hombre se qued
helado por un instante mientras se vea
mentalmente ante un tribunal que dictaba
sentencia, pero luego estir la mano y
aferr el pene de Carol.
Wiggins tena la intencin de
tropezar simultneamente con ella para
despus afirmar que haba sido un
accidente, que haba cado contra ella
en su prisa por intervenir en la escena
que se desarrollaba en la calle. Pero lo
que ocurri a continuacin estuvo
totalmente determinado por Carol y sus
reflejos cada vez ms acelerados. Al
notar que su pene estaba amenazado,
Carol agarr una botella de Emva
Cream que algn cliente haba puesto
sobre el mostrador y, girando sobre los
talones, atest a Ted Wiggins un golpe
con efecto en un costado de la cabeza.
Tanta fue la fuerza del golpe, que la
inercia llev la botella hasta el
revestimiento de acero de la sagrada
caja registradora, donde se hizo trizas
gloriosamente.
Cualquiera pensara que este
incidente explosivo y pegajoso debera
haber provocado la precipitada salida
de Carol por la puerta mientras Wiggins
yaca mareado en el linleo, con
crujientes patatas fritas desparramadas
alrededor de sus orejas. Pero no fue as.
Carol sinti un acceso de flema tan
palpable que casi carraspe y se
mantuvo en sus trece. El destrozo de la
botella, claramente audible afuera, haba
dado al vagabundo la oportunidad de
echar a andar y encaminarse hacia Ally
Pally, tropezando con los coches
aparcados. La Carol Madura entr
disparada en el local.
Qu coo pasa? exclam, al
ver cado a su marido.
Tropez con el mostrador cuando
trataba de ir a ayudarla explic
Carol, que trat desesperadamente de
parecer muy impresionada por lo
ocurrido. Las dos estaban de pie y
mirando a Wiggins, quien lentamente y
con mucho esfuerzo se arrodill y
sacudi la cabeza como un viejo perro
pastor.
Las miradas de ambas Carol se
encontraron sobre la columna vertebral
desplomada del pesado vinatero, y hubo
una gran complicidad en ese contacto
visual, lo que significaba que la
versin de Carol sobre los
acontecimientos quedaba asentada y no
discutida por ninguna de las partes
implicadas. No discutida de momento,
quiero decir.
Aaay! Mierda! dijo Wiggins;
evidentemente ya estaba bien. Durante la
Segunda Guerra Mundial se le haba
cado en la cabeza una caja de Klim
cuando vigilaba un almacn de
intendencia en Acton. Ted Wiggins haba
dejado de fumar apenas treinta
segundos; los Wiggins tenan la cabeza
dura.
Cuando se recuper lo suficiente
para levantarse, su mujer lo mand con
una anmica dependienta de la tienda de
al lado para que le vendaran la herida en
el hospital. Por supuesto, le hubiera
gustado acompaarlo personalmente,
pero tena que cuidar el local.
Fue una suerte que se quedara,
porque en cuanto Ted se fue hizo una de
las ventas ms grandes de su vida. Carol
revolote por el linleo a cuadros de un
lado a otro de la tienda, bajando y
subiendo las manos para alcanzar
botellas y latas. En el ancho mostrador
todava sometido a fregados y
rociados con ambientador para eliminar
el dulce olor del violento xito de Carol
las aline en una falange ordenada:
primero las cervezas estilo Pilsen,
checoslovacas, alemanas, austracas, y
las variedades de elaboracin nacional;
despus las esotricas: Elephant, de
Dinamarca; Wildebeeste, de la
Repblica de Sudfrica; Simptico y
Sol, de Mxico; alguna Gulder
nigeriana, unas pocas latas plateadas,
ms altas de lo normal, de la Sapporo
japonesa. Eligi incluso un cartn de
cuatro de una cerveza muy oscura marca
Black Mambo, elaborada en Mauritania
y que nadie, por lo que recordara la
Carol Madura, haba comprado antes.
Encima de las esotricas, Carol apil
una pirmide achaparrada de productos
destinados a sectores reducidos de la
sociedad, como minoras tnicas,
alcohlicos incipientes y alcohlicos
empedernidos. Las cervezas de este
sector, empalagosas y de fuerte
graduacin, llevaban nombres como
Negra Radical y Refugio Seguro. Carol
saba que Dan era especialmente
fantico de una que se llamaba Premier
Class y vena presentada en una lata
cobriza decorada con un grande y
barroco escudo de armas; debajo
figuraba el lema de la casa real inglesa:
Honi soit qui mal y pense. Antes de
que lo piense usted, permtame decirle
que el cervecero que la fabricaba no era
consciente de lo que esto tena de
irnico.
Despus de las esotricas y de los
sedantes lquidos para pobres, Carol
volvi al terreno ms conocido y se dio
un garbeo por lo que pareca el Asgard,
el Olimpo de los dioses de la mitologa
escandinava, a juzgar por la fruicin con
que sus nombres han sido adoptados
como marcas por los investigadores de
mercado de las fbricas de cerveza de
East Middlands. De esta zona Carol
sac las latas verdes de Odn, las
feroces latas anaranjadas de Wotan, las
iridiscentes botellas malva de Brunilda,
una damajuana de plstico de Loki y
naturalmente montones de cerveza
Lamot.
La cuenta total super las cien
libras. La Carol Madura hizo tintinear la
cifra en la mquina registradora; la
impresora automtica pic y expuls la
larga lengua de rana que era el recibo.
Carol volvi a casa en taxi.
8
La manga pastelera

A salvo en casa, Carol se cambi los


tejanos manchados de jerez y se dispuso
a esconder la cerveza. No quera
ocultarla simplemente, lo cual habra
sido bastante fcil, porque durante la
semana Dan no prestaba atencin a nada,
salvo a lo superficial. No, Carol quera
que toda la cerveza quedara fuera de la
vista pero al alcance de la mano. La
escondi de modo que desde cualquier
lugar de la casita tuviera acceso
inmediato a alguna de las numerosas y
variadas bebidas alcohlicas que haba
comprado. Y lo logr con un arte
excepcional.
La cerveza estaba escondida, la
casita limpia. Carol mir el reloj
elctrico de la cocina; faltaban dos
horas para que Dan volviese del trabajo.
Sac unos bistecs del congelador y los
dej sobre la encimera para que se
descongelaran. Puso la tetera al fuego y
se sent en uno de los bancos de pino
barnizado que bordeaban las paredes de
la cocina. Examin a fondo el tablero de
corcho con su capa de postales, tanto
profanas como devotas. Pero ahora
ninguna de las dos especies significaba
nada para ella. La silenciosa casita le
pareca presurizada, como si en aquella
tranquila tarde otoal estuviese a punto
de ser bajada a la fosa de las Marianas:
una batisfera para vivir.
Desliz una de sus finas manos por
el regazo del vestido y la observ
apoyada all: por alguna razn le
pareci ridculamente arbitraria, como
si slo fuera uno de la serie de posibles
accesorios de la mueca que ella
pudiera quitar y meter a voluntad. El
reloj elctrico zumbaba subsnicamente.
La mano baj la cuesta de la tela, y tir
del dobladillo.
El tren traquete al cruzar un pequeo
puente y volvi a disminuir la
velocidad. Pens nebulosamente que
aqulla poda ser una oportunidad
para abandonar al catedrtico. No me
molestaba la idea de esperar el tren
siguiente en una letrgica estacin. No
me interesaba la idea que del horror
tena el catedrtico, y senta que le
estaba dando un innecesario tinte
intelectual a su srdido relato citando
a Roethke. Era verdad: no estaba
sediento por conocer el desenlace.
Lament que Dan y Carol no estuviesen
muertos, inanes, desconstruidos o,
mejor an, que nunca hubiesen sido
construidos. Me incorpor por primera
vez desde que el catedrtico haba
empezado a hablar, y me sent mucho
mejor. Yo era alto y l bajo. Ahora, de
pie delante de l, vi que se estaba
quedando calvo.
El hecho de levantarme tambin
rompi la atmsfera cada vez ms
enrarecida del compartimiento.
Mientras estuve sentado, me haba
sentido intimidado y encogido. Casi me
haba convencido de que aquel hombre
estaba loco. Esperaba algn tipo de
estallido por su parte cuando me
incorpor por ejemplo, que se
pusiera agresivo inmediatamente,
pero guard silencio. El tren se desliz
hasta parar. La ventanilla estaba a
medias abierta me asom hacia el
tibio polen de la noche y encontr la
manija de la puerta. Estaba en un tris
de bajar del compartimiento cuando
apareci un ferroviario abajo, a un
costado de la va. Tena en la mano un
farol de seales con la luz verde y la
roja iluminadas.
Si yo fuese usted, no me bajara
aqu, seor. Tena el acento gutural
del oeste y cara de caballo. Su cabeza
estaba coronada por una aureola de pelo
rojizo al estilo de un anillo de Saturno.
Levant la vista para mirarme con
sinceros ojos serviciales y sigui
hablando. El tren slo se ha detenido
para tomar agua, volver a partir
enseguida, en cuanto subamos el vapor.
Antes de que yo tuviese tiempo de
analizar estos anacronismos, una mano
me tir de la manga de la chaqueta.
Venga! Sintese! Quiero contarle
el resto de la historia.
Obedec. El ferroviario cerr la
puerta, o el ascenso y descenso de un
silbato, el tren arranc otra vez en
medio de la oscuridad cerrada. Se
produjo un cambio en mi interior. Tuve
la impresin de que algo haba cedido,
de que algn revestimiento
membranoso se haba roto. Sacud la
cabeza de un lado a otro,
vigorosamente, y sent que las puntas
de los pelos me aleteaban contra las
mejillas y la frente. Pero incluso
mientras volva a hundirme en el
asiento afelpado y dejaba que
amainara la nevisca dorada de motas
en la retina, supe que la cosa no haba
funcionado: yo segua en el vagn, el
catedrtico continuaba sentado frente
a m.
Ni lo intente dijo: el mutante
me estaba leyendo los pensamientos.
Usted, muchacho, es un coleccionista
literario, colecciona las narraciones que
le cuentan en los trenes. Nada ms y
nada menos. Pero, como ve, se cay de
la plataforma. Tiene el anorak
desgarrado y sucio, sus zapatillas
deportivas estn rotas y ha perdido el
cuaderno donde toma sus notas. Est
trastabillando mientras cruza las vas de
Clapham Junction, que, como sabe, es el
ms amplio cruce narrativo de toda
Europa. Si no se cuida, algn relato
puramente local, alguna historia de
gentes que van y vienen del trabajo a
casa, lo arruinar, lo partir en dos,
finalmente separar su dilogo de su
caracterizacin. De-modo-que-ni-lo-
intente.
Que no intente qu?
Que no intente degradarme de esa
manera. Es algo indecoroso, vil. Mi
realidad no debera meterse en una de
esas cestas de plstico que usan en las
lavanderas y ser zarandeada as. Me
reservo el derecho a ser el personaje
central, a ser tanto el protagonista como
el antagonista.
La voz del catedrtico cobr
velocidad al mismo tiempo que el tren.
Se las estaba arreglando una vez ms
para marginarme.
Es mejor viajar
esperanzadamente que llegar. No est
de acuerdo con eso? Lo est? Yo s. Y
lo que esta cita nos dice acerca del
valor de la expectativa puede aplicarse
a todos los campos de nuestra vida,
verdad? Tambin pienso que esa cita
Dicho sea de paso, de quin es? No
puedo recordarlo Pienso que esa cita
nos dice algo sobre el valor de una
buena narrativa, no? Apunta a los
valores positivos de narrar una historia.
Por supuesto, toda historia exige un
colofn, aunque ste no debera
imponerse al ncleo del relato. La
verdad es que desprecio vagamente las
oblicuas y distorsionantes innovaciones
de lo moderno Usted no? Me gustan
las cosas directas. Me gusta que una
historia me diga nada ms y nada menos
que lo que pretende el autor. No ando
buscando significados ocultos, no trato
de escarbar la superficie de las cosas
fingiendo descubrir una subestructura
psicolgica que en realidad he puesto
all yo mismo a fuerza de artimaas
mentales. Me gusta llamar al pan pan y
al vino vino o chorizo al chorizo, o
negro de mierda al negro de mierda o
cerdo al to que arremete con su enorme
pija congestionada y purprea contra el
ano estrecho, resistente y sangrante de
una pobre chica bonita, blanca y pura
como una flor. Un ser inocente que
acaba de tomar la primera comunin,
con el vestido y la ropa interior
perfumados con lavanda. Diantre, me
dan ganas de vomitar! Uf!
Vi que, literalmente, volva a
tragarse la vomitera que le haba
subido por la garganta.
As pues, se quedar con nosotros
hasta el final de esta historia, verdad,
mi querido amigo? Lo har, mi
preciosa joyita? Por favor? Su cara
de beb envejecido se arrug con una
sonrisa enfermiza y volvi a relajarse
con un automatismo de mueca. Qu
dulce bombn!

La mano de Carol, como decamos, tir


una vez ms del dobladillo, levant toda
la campana que formaba la parte baja
del vestido, y lo subi crujiente hasta la
cintura, mientras segua sentada en el
banco. Sus muslos carnosos hacan un
sndwich con la blusa y la ropa interior
como si fueran gruesos ptalos fungosos
en una prensa transparente. Carol baj
los muslos y las liber. Llevaba unos
pequeos calzoncillos del tipo tanga que
se tensaban formando una pequea
tienda de campaa sobre su pubis,
aunque todava no colgaba debajo una
bolsa satisfactoria. Esto es lo que pens
Carol al verse reflejada de cintura para
abajo como en un espejo en la puerta de
cristal del mueble para el equipo de
msica que haba construido Dan.
Se movi por las habitaciones
contoneando las caderas y balanceando
las piernas a cada lado, con las nalgas
centradas. Se apoy en el vano de la
puerta y trat de dar unos cuantos
puetazos al aire con displicencia.
Desde fuera de la casita lleg el sonido
de los pesados contenedores rodantes
con los detritos de Melrose Mansions al
pasar el camin de la basura. Carol se
qued inmvil. Al fin y al cabo, no tengo
de qu avergonzarme, no es culpa ma. Y
tal vez me encontraran atractiva, me
apostara algo que todos ellos han
soado con encontrar a una mujer como
yo, una mujer con este detalle extra
que los haga sentir realmente a sus
anchas.
Los calzoncillos cayeron hasta sus
tobillos y Carol se qued tal como la
naturaleza la ech al mundo. Tom el
pene en la mano; era pequeo,
insignificante, de un tono rosa pardusco.
Lo mir y pens: Y por esto tanto
alboroto? Pero en ese momento empez
a henchirse, hincharse, inflarse. Qu
magnfico espectculo! Porque no se
irgui de forma desgarbada, no hubo
nada mecnico en su repentino
crecimiento, nada rgido. Mas bien,
como la imagen de una flor abrindose
en una pelcula, el pene creci de una
sola vez, moviendo todas sus partes
simultneamente, en concierto, en
armona. Se despleg, estirndose hacia
el sol. Se elev en toda su delgada y
flexible longitud de tal modo que la
tersa piel que lo cubra se volvi tensa,
aterciopelada. Y cuando apareci el
glande palpitante y dando breves
sacudidas, con una lgrima de semen en
su ojo hendido, Carol sinti una oleada
de jbilo. Apret las nalgas y se inclin
hacia atrs sobre los talones.
Hay gente que dice que el pene es
algo feo, uno de los fallos creativos de
Dios. Esas personas hacen
comparaciones entre su exterioridad
colgante y el pulcro diseo del aparato
genital femenino. Malditas sean esas
mentes llenas de envidia! Nosotros
conocemos bien sus labios colgantes,
sus cltoris cetceos y sus olores a
Moby Dick! Oh, el falo de Carol!
Podra escribir un poema sobre l! El
pene es una cosa poderosa, una slida
vara pletrica de fluidos vitales
Un momento! Percibo algo,
muchachito mo. Siento que mientras
describo las glorias del novsimo
miembro usted piensa cosas muy
distintas, interpreta de un modo que no
debe lo que digo. No es as, amigo
mo? Mi pequeo aldeano, somos muy
cultos, verdad?
Le dije que no con vehemencia.
Me alegro, porque abrigo la
esperanza, por su bien, de que est
considerando el pene de Carol
simplemente como lo que es. Espero que
no est deduciendo significados ni
smbolos del pene de Carol. Espero que
no se le ocurra emprender ningn
anlisis retorcido de esta historia en su
brillante mente enferma. Y sabe muy
bien que cuando digo brillante no
trato de camelarlo, verdad, encanto?
Slo un marica hara eso y
balbuceara amanerado que hay que
serlo para saber quin lo es. No es as.
A veces uno ni siquiera sabe de quin es
el cipote hasta el momento en que siente
la arremetida de su ardiente capullo
contra su seco esfnter Por lo menos,
as me lo han contado

Carol pas los dedos a lo largo de la


vara de obsidiana. Est otra vez de pie
en su azulejado patio de fantasa. Una
fuente juguetea en una taza de piedra, a
su alrededor hay columnas acanaladas.
De algn lado llega el leve sonido de
una guitarra flamenca delicadamente
rasgueada. Detrs de una de las
columnas, caminando con pies ligeros
calzados con botas camperas, aparece
una figura elegante y esbelta con
chaquetilla negra y pantalones ajustados.
El hombre es increblemente apuesto,
con rasgos de pura sangre. Coge el
brazo a Carol y la gua hasta un divn
tapizado con finsimas telas persas. All
se desnuda y la desnuda, sin dejar en
ningn momento de acariciar con manos
finas y ahusadas el cuerpo terso de ella,
detenindose en el pene, el cltoris, los
pezones, la vagina.
Ahora Carol realmente se estaba
masturbando. Con una mano empujaba
hacia atrs y adelante la piel de su pene,
mientras tena la otra en el cltoris. El
divn del ensueo corresponda al sof
nido de la sala de estar. Fue all donde
el hidalgo empez a follrsela, pasando
con rapidez de sinuosas inserciones a
una serie aparentemente infinita de
descargas de impulsos gorgoteantes,
cada uno de los cuales daba la
impresin de columpiarse en el borde,
como la vagoneta de una montaa rusa
en la cima de su curso, antes de lanzarse
a explorar y avivar las llamas de su
cltoris. Aaah! Aaaahhh! Muy bonito,
verdad? Pero le dir, joyita ma, que
algo curioso estaba ocurriendo en la
joyita de Carol.
Por supuesto, ahora ella inclinaba y
mova las caderas; tendida de espaldas y
reclinada en la clida tapicera del sof,
aprovech que ste la acariciaba como
una esponja para realzar su placer. Pero
fue algo ms que empujar mientras era
empujada (aunque sta era por s misma
una de las innovaciones que le haba
aportado a Carol el deleite de la
masturbacin). S, algo ms. Se haban
cambiado las tornas. El cilindro se
estaba transformando en pistn. Y
mientras senta las dulces conmociones
del orgasmo en el abismo profundo de
su lomo, Carol se dio cuenta de que
estaba follando al tiempo que era
follada, que estaba dentro del hidalgo
con la misma certidumbre con que l
estaba en su interior.
Carol eyacul con chasqueantes y
ardientes salpicaduras de semen, que
salieron disparadas de su tercer ojo y
cayeron en las fundas de los
almohadones, en la alfombra, en sus
muslos tersos y sin vello. Hundi una
ua escarlata en el viscoso fluido color
madreperla y se la llev a los labios.
Ajaj! Di-vi-no. Salado y a la vez
dulce, de una textura inalcanzable por
los mejores y ms famosos cocineros
expertos en la preparacin de salsas.
Carol estaba extasiada.
Permaneci un momento echada,
rebosante, bellamente relajada, con la
mente despejada y ms vaca an que de
costumbre Despus, recuperando su
sentido prctico, se limpi con un trozo
de papel higinico. Se puso el tanga,
medias y una falda, arregl un poco la
sala de estar y se sent a esperar el
regreso de su marido.

Henry James slo tena medio


pene. Poca gente lo sabe. El pobre
hombre lo perdi yendo tras un coche de
bomberos en un intento por colaborar
como aficionado en la extincin de un
incendio en su Boston natal. Tropez y
cay bajo los cascos de los caballos, de
los que sali plido y medio eunuco. Lo
llevaron a su casa, junto a su
excepcional familia, sobre un tabln. Su
hermano, William, mir al pobre Henry;
el hombre se concentr en la mancha
sangrienta que cubra los pantalones de
montar de Henry y desafi a Dios, fuera
quien fuese, a que reparara a su hermano
y volviera a dejarlo entero. Estaba
rezando por todos nosotros, entindalo:
conoca a su hermano. Saba que slo
podamos esperar una serie de novelas
densas y ampulosas, sustitutos del pene.
Como el pobre Henry ya no pudo tirarse
a nadie, resolvi follrsenos a todos con
sus serpentinas oraciones que se
desenroscan en el interior de nuestra
mente como penes infinitamente largos.
Henry James y Mijail Bakunin, el
otro gran eunuco decimonnico que
enseguida nos viene a la mente. Bakunin
en las barricadas de 1848, con el
estoque en la mano. Bakunin en la
reunin inaugural de la Primera
Internacional, golpeando la mesa y
dividiendo al movimiento obrero para
toda la eternidad; en ningn momento fue
una hombra orgullosa la que daba
golpes al atril de madera para subrayar
sus palabras, all no haba nada. Die
Lust der Zerstrung ist zugleich eine
scheffande Lust![2] Claro, claro, querido
mo, por supuesto que s, y seguramente
usted sabe que en esta frase hay un juego
de palabras, pero que me ahorquen si
intento dilucidarlo, un trago?
No s de dnde sali, pero en su
mano extendida haba una pequea
petaca recubierta de cuero. El
catedrtico frunci la cara en fingida
incitacin, volvi a acercarme la
petaca, instndome a agarrarla, como
si fuera la carta obligada de un mazo
de un solo naipe. La agarr y me la
llev a los labios. La bebida saba a
vegetacin, a clorofila, tena la textura
de la semolina o el semen. Procur
evitar las arcadas mientras la tragaba
y le devolv la petaca.
Nunca haba bebido nada igual,
verdad? Se llama kava, dicho sea de
paso. La elaboran con las races de no
s qu planta los nativos de las Fidji; su
efecto es levemente psicotrpico ms
que sedante. Ellos dicen que los ayuda a
ejecutar ciertas proezas, como caminar
sobre carbones encendidos y atravesarse
el pene con ganchos. Podramos
menospreciar estas actividades
etiquetndolas de idioteces o, ms
idiotamente an, reverenciarlas. Pero ya
ver cmo se siente ms o menos dentro
de media hora: tal vez se sorprenda.
Bakunin no se sorprendi
demasiado de formar parte de la legin
de los eunucos. Segn se rumoreaba, el
rgano ausente se lo haba cortado un
hermano y compaero de juegos en una
pelea en el jardn, aunque nunca se
prob nada. Si usted viviera toda su
vida siendo menos que un hombre, sera
lo opuesto a Carol, pero su bolsita,
aunque la encontrara satisfactoria, no le
servira para nada: sera la mxima
superfluidad. Slo habra un espacio
peludo donde hubiera debido estar eso.
Se convertira en un autntico oso de
peluche, y sa sera su nica relacin
sexual, o, en el mejor de los casos, un
hociqueo frentico. Francamente, creo
que es lo que se merecan esos
apestosos cizaeros que fueron Henry y
Mijail, para ellos slo signific una
tarda circuncisin. Los imagino juntos
en el infierno; Bakunin barbudo y James
con su reluciente coronilla. Son
castrados, hombres de pacotilla,
hombres del revs. Ocupan una mesa en
el horror fungoso del caf de la Estigia.
Espermatozoides gigantes como
liblulas antediluvianas zumban
alrededor de sus orejas, y all los
obligan a comer puados de cantridas,
esas moscas secularmente afrodisacas,
bajo el ojo vigilante de mi viejo amigo
Goering, quiz Chatterley accedera a
reunirse con ellos, o Piers Gaveston de
temps en temps. Como ve, soy una mina
de datos penianos, un profundo
observador de curiosidades en ese
campo, y tal vez le gustara or ms.
No? Dommage.
El catedrtico vacil. Dej que su
voz cayera medio tono, hasta alcanzar
un timbre ms sociable y relajado.
Apareci una extraa nota de simpata,
que casi me convenci de que sus
anteriores arrebatos haban sido puro
teatro: astutos embellecimientos de su
astuta, muy astuta historia.
Existe un hecho fundamental en la
progresin de los relatos, verdad,
muchachito mo? Los escritores dicen
que nunca saben qu ocurrir despus,
qu ocurrir cuando la siguiente hoja de
papel entre en las fauces del rodillo. Y
as es la vida, por supuesto. La vida con
sus apuestas absurdamente elevadas
contra la ocurrencia de cualquier
acontecimiento. Y, de todos modos, ex
post facto impondremos incontinentes
algn motivo de oropel en estas
experiencias sin sentido y estas ideas
confusas. En la actualidad, con
demasiada frecuencia los motivos son
burdos meramente cinemticos. A
veces asoma algn cerebro lubricado y
reflexivo en la cara de algn ocioso
levantino en una funcin matinal de cine.
Pero aclarado esto, inspiracin es como
debemos llamar a lo que Carol hizo
despus.
Carol arda de expectacin. Tena tres
horas por delante. Se desnud y
masturb varias veces ms, hasta que
sus genitales quedaron en carne viva de
tanto frotarlos, pero apenas eran las
cuatro y media.
Subi la escalera hasta el dormitorio
color pastel y entr en el inmenso
ropero donde estaba colgada la ropa de
los dos, la de Dan a la derecha, la de
ella a la izquierda Siniestro, no?
Volvi a cambiarse, pero en esta ocasin
la ropa que se puso no era suya; despus
registr el cajn donde Dan guardaba
sus documentos: pasaporte, partida de
nacimiento y dems.
Alrededor de las cinco de esa tarde,
la Carol Madura vio a Dan caminando
por Fortune Green Road; reconoci la
gorra de bisbol que a veces se pona,
sus hombros estrechos y el
caracterstico chaquetn de cuero, con el
cuello redondeado y las falsas
charreteras. La Carol Madura lament
que no hiciera un alto en el local para
saludarla, ella no lo habra presionado
para que comprara nada, pero le habra
gustado que se mostrara amistoso.
Observ su figura menuda hasta que
prcticamente desapareci de la vista y
lo vio atravesar el callejn entre dos
casas que bajaba hasta la va frrea
plagada de malezas donde los
vagabundos tenan su campamento.
Ms o menos a las seis menos
cuarto, Carol aparc el Ford Fiesta
amarillo en la calle lateral, detrs de
Melrose Mansions. Era un coche
alquilado, que ola intensamente a
alfombras de goma.
Volvi a la casita y se cambi otra
vez. Aunque tena la intencin de que
fuese una actuacin mecnica y rpida,
no pudo resistirse a mirarse en el
espejo, admirando su cuerpo desnudo.
Siempre que vea el pene pareca caer
en una especie de ensueo, en abierto
contraste con lo que senta cuando
estaba vestida. Ahora actu con ms
decisin y propsito que nunca, aunque
no tena idea de con qu fin lo haca. Lo
nico que tena claro era las erecciones
de su piedra de toque y bien que se la
tocaba, con frecuencia y con creciente
deliberacin. Tena ahora sus buenos
siete centmetros de largo en estado de
flaccidez y era bastante gruesa; una
buena polla, en suma. En ereccin
duplicaba la longitud, aunque su
circunferencia no aumentaba
significativamente.
Lo que ms la impresion ahora de
su pene no fue el tamao ni el potencial
de turgencia, sino su versatilidad. Era
como el cordero de Nueva Zelanda.
Cuando estaba flccido Carol poda
doblarlo sin esfuerzo a un lado y otro;
mientras no lo retorciera ni le hundiese
una ua puntiaguda, poda modelarlo en
una desconcertante variedad de formas:
un zepeln, una pelota, un pez raya, un
cuerno. Incluso lo ocult por completo
entre los muslos apretados y sigui
mirndose, ahora otra vez ciento por
ciento mujer. Pero su imagen la hizo
estremecer y lo solt alegremente.
Descubri que cuando estaba semierecto
incluso poda penetrarse un poco a s
misma, lo doblaba sobre s mismo hasta
meter su cabeza en el interior de la
vagina. Pero ste era un simple juego de
nios, no le proporcionaba un verdadero
placer.
Como una cantante pop cincuentona,
Carol realz su actuacin con el
ensimo cambio de vestuario. Se
acercaba el final. Carol saba que hara
reverencias y todos los bises que
correspondiera con su prximo atuendo.
Y mientras se vesta para la noche, se
permiti tomar conciencia del agudo
contraste entre la deliberacin y eficacia
de sus actos y la vaguedad y
ambigedad de sus intenciones ltimas.
Por favor, nada de charlatanera
psicofarfullada. No haba ningn fondo
falso de autoengao en el territorio de la
conciencia de Carol. Ocurra,
sencillamente, que no vea adnde
conduca todo eso. Era como si fuese el
objetivo de una cmara; el enfoque de
primer plano ntido dejaba
necesariamente un fondo borroso, y
viceversa. Yo siempre pienso que la
vida es un poco as, verdad? Es raro el
individuo capaz de retener la imagen
ms amplia mientras se concentra en los
detalles. Muy raro. Tan raro, de hecho,
que slo un mundo estpido e ingrato,
manipulado por conspiraciones secretas,
podra probablemente manchar o
denigrar la reputacin de semejante
hombre. Y tendra que ser un hombre,
verdad? Est de acuerdo conmigo,
verdad?
Cuando Dan volvi del trabajo, el
foco pas a la distancia media y la cena
qued lista.
Qu hay de cena? pregunt
Dan dejando en el suelo su elegante
cartera de aluminio.
Ah, hola, querido! dijo Carol,
que fingi no haber notado su entrada y
sali corriendo de la cocina para besar
sus labios cados.
Dan not inmediatamente que ella
estaba vestida de punta en blanco y
perfumada. Llevaba puesto un delantal
de cuerpo entero, de esos que en un
trompe loeil de la delantera tienen
impreso un cuerpo desnudo, pero el
delantal no ocultaba los tacones de aguja
ni las medias finas. Todo eso era muy
raro, aunque Carol nunca haba
descuidado sus deberes conyugales, en
lo que se refera a la nettoyage y la
cocina. Estaba demasiado aculturada
como para pensar siquiera en no servirle
la cena a Dan, por mucho que lo
despreciara. Pero los arreglos erticos y
las evidentes manifestaciones de afecto
s eran una sorpresa.
Qu ocurre? dijo Dan y se
sent a leer los chismes del mundo del
espectculo en el Standard, despus de
sacar una lata de cola de la nevera.
Hoy es nuestro tercer aniversario,
tontito replic Carol, pasando de los
fogones a la nevera y de all a la
encimera con los pasos de un solo de
vals. Me pareci que debamos
celebrarlo.
Qu quieres decir con eso de
aniversario? Nos casamos en abril y
estamos a finales de septiembre.
No, no me refiero a ese
aniversario, tontito, sino al de la noche
en que nos conocimos, al aniversario de
la primera noche en que bueno, ya
sabes.
Carol hizo todo lo posible por
ruborizarse, pero lo nico que logr fue
un matiz beige en los bordes de su base
de maquillaje.
Ah, ah, aquello.
A Dan le sali mucho mejor: se puso
pardo rojizo hasta la raz del pelo.
Por supuesto, como ya sabemos, las
fanfarronadas machistas de Dan acerca
de sus proezas sexuales, su subir a
bordo y sus antiguos desvaros de
borracho haban sido pura apariencia.
En realidad, le tena pnico al acto
sexual. Tema carecer de lo que hay que
tener para satisfacer a una mujer. Cada
vez que haba subido a bordo de Carol,
penetrndola, luego se haba quedado
tendido, hmedo y marchito, sintiendo
que las caderas de ella se hundan en l,
consciente de su virilidad menguante.
Toda su zona genital se suma en el
equivalente sexual de una oscuridad
deprimente. Haba intentado ordenarle
al pito que se parara en posicin de
firme tensando y relajando los msculos
del pubis y las nalgas, pero stos no
parecan estar conectados a nada. Con
su mente de aficionado a la mecnica,
Dan imaginaba que los msculos eran
cabos marinos de acero que tenan que
estar vinculados a la fuerza motriz con
el gran ariete, pero en cambio se haban
desgastado hasta que sus extremos
rados no tiraban de nada.
En ocasiones, aunque Carol nunca
haba considerado correcto notarlo, a
Dan se le haban cado lgrimas tibias
durante esta tristesse poscoital. Saba
que deba decirle algo a Carol, hablar
sincera y abiertamente de la
desconexin entre sus sentimientos y su
pene. Haba escuchado suficientes
programas en los que se responde a
llamadas telefnicas de los oyentes
como para estar familiarizado con el
vocabulario, pero nunca haba tenido
arrestos para hacerlo. Era mucho ms
fcil dormir. Y si hubiese podido tener
otra ereccin? Qu habra conseguido?
Sin duda otro minuto o dos de bicicleteo
plvico encima de la figura plida de
Carol seguido de ms impotencia
agotadora.
Adems, ahora que estaba en
recuperacin, como dicen en
Alcohlicos Annimos, sus sensaciones
sexuales, si es que pueden dignificarse
con ese nombre, haban adquirido peor
cariz.
Dave 2 le haba dicho que con toda
probabilidad se sentira sumamente
vulnerable, pueril y sentimental, a
medida que volviesen a aflorar los
sentimientos que haba reprimido con el
alcohol. stos seran los sentimientos
perfectamente normales que tendra que
haber experimentado en la adolescencia,
pero los haba hundido y expulsado de
su psique prematuramente, con la ayuda
de la cerveza Lamot.
Las sensaciones sexuales de Dan
nunca haban sido otra cosa que muy
vulnerables, pueriles y sentimentales.
Aquella fabulosa cpula en la que
accidentalmente haba propinado unas
embestidas rasposas como papel de lija
a Carol hasta hacerla alcanzar un
orgasmo, casi lo mata del susto.
Borracho como estaba, los gemidos y
grititos le produjeron la peculiar
sensacin de que su triple empuje la
haba daado, lesionando su suave
interior. Esta sensacin despert
tambin la conciencia de que su pequea
pija poda ser un instrumento duro, una
cachiporra, un agente correctivo.
Dan senta asco al respecto, y esta
repugnancia obedeca a motivos
distintos de los que cabra imaginar.
Como ve, su relacin con Carol no era
una tragedia nacida necesariamente de
una circunstancia real, sino de la
ausencia de comunicacin. Lo que ella
no poda saber era que tras aquella
noche en el delgado colchn de
Stourbridge, Dan haba evitado la
posibilidad de que ella tuviese un
orgasmo; incluso aquella reaccin (la
verdad es que el orgasmo de Carol
haba sido apenas un mustio recreo) era
un ataque a su pasividad.
Ahora que estaba en recuperacin,
en lugar de tomar la decisin de
elaborar su relacin con Carol, de
compartir con ella abierta y
francamente sus sentimientos, Dan
estaba atrapado casi constantemente en
la ms inspida de las fantasas sexuales.
Lo que l deseaba en realidad era ser
suavemente masturbado, con una toalla
tibia, por una pareja femenina que no
sintiera nada. Ella ni siquiera tendra
que desnudarse para calentarlo. Y, dicho
sea en su favor, Dan comparti esta
fantasa con todas las mujeres del grupo
de AA (incluso a la casi pordiosera con
cara de formaldehdo), quienes despus
de orlo daban media vuelta y lo
evitaban.
Es una suerte que Carol hubiese
tomado la precaucin de conseguir unas
cuantas cantridas. Sin ellas la noche
podra haber sido un fracaso total. El
tipo de la camiseta ajustada de la tienda
donde las haba comprado haba bajado
la vista por los costados de su bigote
para mirarla; hizo ondular los pectorales
como si fuera a amamantarla con
testosterona y le advirti seriamente que
no le diera a Dan ms de una. Pero
cuando Carol volvi a mirar a Dan
desde la posicin ventajosa de su propio
andamio autoerecto, tuvo plena
conciencia del aura fofa de su hombre.
Mientras Dan iba a lavarse, ella
desmenuz dos de las mosquitas doradas
en su Coca-Cola. Eran unos bichitos
curiosos, secos y disecados pero de
color rojo dorado, con las alas y las
patas firmemente plegadas al cuerpo,
como si se hubieran acomodado a
propsito para un entierro eterno en el
mausoleo insectoide. Los dedos de
Carol pulverizaron la cabeza, el trax y
el abdomen de las dos. Dan volvi de
lavarse y termin de un trago la cola.
Tena sed, haba jugado a squash con
Barry a la salida del trabajo.
Comieron en silencio la carne, las
patatas salteadas y la ensalada. Entre
ambos arda una vela, cronometrando el
bloqueo de su comunicacin. Dan ni
siquiera ech un vistazo al pecho de
Carol (la verdad es que era muy exiguo).
En cambio, ley un nmero de Design
Week, prestando ms atencin a las
ilustraciones que a las palabras. A Carol
no le molest: tampoco ella era muy
conversadora. Mastic cuarenta veces
cada bocado antes de tragarlo,
preguntndose qu ocurrira a
continuacin.
En realidad tambin ella estaba
preocupada. Preocupada por su pene.
Las pajas de la tarde la haban dejado
con la sensacin de estar magullada,
entumecida. Pero ahora la sangre
empez a palpitar otra vez. Se haba
puesto unas bragas ajustadas de raso,
pero aun as senta que su mstil se
agitaba, intentando levantar la tela que
lo encerraba. Ms de una vez haba
tenido que volverse para que Dan no
viese lo que no deba, e incluso cuando
el falo no buscaba la luz, la acometan
impresionantes premoniciones a causa
de su misma quietud. Pero eso es
exactamente lo que ocurre cuando uno
tiene un paquete, verdad? Quiero decir
que hay veces en que, aun siendo un
profesional, uno tiene que mirar dos
veces para recordar su existencia. Estn
tan tranquilos, acurrucados en su
pequea madriguera de algodn, que los
olvidamos y, al recordarlos, qu
revelacin! Una revelacin continua,
una historia interminable!
Carol haba salado demasiado las
patatas y la ensalada. Alcanz el
resultado esperado hacia el final de la
comida. Dan levant la vista de la
revista y se ech el mechn hacia atrs:
Qu sed! dijo. No me
vendra mal otra Coca-Cola.
Lo siento, cario respondi
Carol. Te tomaste la ltima. Y con
tono inocente, como si fuera una
ocurrencia tarda, agreg: Qu te
parece una cerveza?
Dan le clav la vista. Y volvi a
clavrsela. En la cocinita haba tanto
silencio que se habra odo volar una
mosca a un kilmetro.
Sabes que no puedo probar la
cerveza, Carol. Tambin sabes por qu.
Su voz no son rencorosa, lo que era
una buena seal, sino ms bien hastiada.
S, s, lo siento, por un momento
lo haba olvidado. De todos modos
pens que slo una a lo mejor no
importa.
Qu astuta, verdad? Saba revolver
el cuchillo en la herida sin cometer un
solo error. No poda dejar de conocer la
verdadera dinmica del alcoholismo de
Dan, verdad? Al fin y al cabo, haba
tenido la oportunidad de estudiarlo de
cerca durante mucho tiempo. Saba que
no tena voluntad propia, saba que
dejaba la toma de decisiones en manos
de quienquiera que estuviese cerca,
quienquiera que mostrara una actitud
vagamente congruente con lo que l
quera. Cmo explicar, si no, su
amistad ntima con los mediocres Barry,
Garry, Gerry, Derry o Dave 1, o la
rapidez con que intimaba con gente
como Derek el contestatario o, ya que
estamos, con Dave 2?
Sin intervenir directamente, cada vez
que haba sido necesario, Carol haba
asumido la responsabilidad de los actos
fundamentales de Dan. l lo haba
aceptado sin siquiera darse cuenta. No
se trataba de que Carol fuese una strapa
que gozara de la confianza de la
Emperatriz de Burford, sino,
simplemente, de que estaba all y si
ella quera que l tomara una cerveza,
bueno entonces
Bueno, me gustara beberme
una, pero qu voy a decirle al grupo
de St Simon? Y a Dave 2? Ellos,
ellos confan en m.
S, pero yo tambin confo en ti,
Dan, y me parece que una cerveza muy
de tarde en tarde no importa demasiado.
Todo el mundo dice que un da es un da,
y hoy es nuestro aniversario especial
dijo Carol subrayando coquetamente la
palabra especial. Por una cerveza
no va a pasar nada, hombre.
Ve usted con qu facilidad derrib
la pequea estructura ideolgica que
Dave 2 haba erigido en el intelecto an
ms pequeo de Dan? Esto slo
demuestra la infinita maleabilidad del
espritu humano. Naturalmente, la sal la
ayud, acrecentando la sed que Dan
haba empezado a sentir al jugar a
squash con Barry, y lo mismo hizo la
cantrida, que ahora empezaba a aletear
con llamas picantes en su pequea
entrepierna.
Carol puso una inconfundible lata de
Lamot delante de Dan; la bebida estaba
helada y la lata tena una pelcula de
condensacin de lo ms espectacular.
Carol tambin sac otra para ella. Las
vaciaron de un trago, e inmediatamente
despus otras dos.
Fueron a la sala de estar y Dan puso
su rquiem: los Dire Straits. Bailaron un
poco antes de iniciar el abordaje de la
eclctica coleccin que Carol haba
reunido. Dan bebi una botella de
Gulder, despus dos o tres de Pils. Ya
estaba borracho. Carol, atenta a su
papel, dosificaba cuidadosamente lo que
ingeran los dos y tiraba las tres cuartas
partes de cada una de sus cervezas en la
maceta de la yuca. Saba que Dan
aguantara bien como mximo cinco o
seis ms antes de caerse como un saco,
aunque las cantridas podan ser un
aleatorio factor de ayuda
Cuanto ms bebido estaba, la dulce
sensacin de una culpa vaga e
indefinible ms lacrimoso y sensiblero
volva a Dan. Ya bien borracho,
humedeci el hombro de Carol con
lgrimas de gratitud y autocompasin.
Ella descorch una botella azul de
cerveza dulce y espesa, elaborada en un
pequeo monasterio de una orden de
clausura de Valonia. Dan la baj de un
trago. La cantrida lo mantena en pie.
En medio del estupor, se sorprendi al
notar que su delgada pijita se estiraba
por su cuenta y peda guerra. Lo habra
sorprendido ms an saber que Carol
estaba sintiendo exactamente lo mismo.
Bajo las miradas de un solo ojo del
min y la cacata, se filtraba Con su
blanca palidez desde el mueble que
haba construido Dan para el equipo de
msica y vdeo. Carol dej asomar un
hombro blanco por el escote de su
vestidito negro. A Dan se le cay la
baba encima, pero ella consigui
reprimir una mueca. Una mano de Dan
se dirigi a un pezn cuya plida
arola era amarilla como la piel de un
chino y luego se lanz a la entrepierna
de Carol. Por suerte, ella haba metido
su pene hacia atrs bajo el perineo, pues
aunque su curva alabeada asomaba ms
de un centmetro de su vagina, los
nervios condicionados de Dan, sedados
en la periferia, no podan notarlo. No lo
notaron: sus manos daban aletazos
circulares como un pez agonizante
buscando la humedad suficiente para
respirar.
Dan dirigi el aliento hacia la oreja
de Carol, un aliento tan cargado y
espeso que ella imagin una mirada de
microorganismos irrumpiendo a
raudales en su cerebro. Se alegr
cuando los dedos bajaron otra vez y
empezaron a escarbar su espalda y sus
nalgas, como si Dan se esforzara por
quitar el celofn de un gran producto
envuelto para regalo.
Pero no olvidemos que las manos de
Carol, con sus uas escarlatas, tambin
viajaban. Buscaron los puntos de
presin y las trmulas hondonadas del
cuerpo de Dan. Se abrieron en abanico
por los estrechos costados del cuerpo de
su marido y golpetearon sus caderas
flacas, los infantiles cachetes de su
trasero. Volvieron a su cara, todava
suave, con pelusa adolescente. En
ningn momento Carol haba pensado
conscientemente en qu ocurrira
despus, slo se estaba dejando guiar
alegremente por un instinto, pero sus
manos lo saban. Como ajetreadas
depredadoras giraron y urdieron, se
sumergieron detrs de la cobertura del
esternn y la cadera, luego salieron
disparadas para tantear el terreno. Sus
manos palparon la sumisin, la
tendencia a rendirse del cuerpo de Dan.
Fueron sus manos las que se dirigieron a
las alas bordeadas de metal del cuello a
cuadros de Dan, pero fue su voz
montona y nasal la que finalmente dijo:
Vamos arriba.
Al pasar junto a la mesa de centro,
tironeado por Carol hacia la escalera,
Dan alarg la mano y busc a tientas los
aros plsticos que contenan los cuatro
conocidos cilindros de color azul y
plateado. Fue la ltima vez que busc la
cerveza Lamot.
En el dormitorio, Carol hizo unas
piruetas con las que consigui quitarse
el vestido por los hombros. Gir y se
pas las manos por los pechos, los
muslos, el pubis, con fuertes golpeteos
abrasivos: sa era la forma en que
deseaba ser tocada. Se excit tan
instantnea y plenamente que lo nico
que pudo hacer fue apretar el pene hacia
atrs para que no se desplegara y
declarara as su extraa soberana.
Desliz una esquina de su mesita de
noche entre el envs de los muslos y
arrim el perineo contra el acrlico de la
radio-reloj. Encajada all como una
cua, se estremeci; con las dos oleadas
de excitacin palpitando en su interior
una de ellas una densa marea que se
hinchaba, la otra una ola veloz, vio
que Dan, enredado en los pantalones,
titubeaba al desvestirse y caa de
costado, golpeando la cabeza contra la
puerta de tablillas de ventana veneciana
del ropero.
Al ver su cuerpo doblado contra la
puerta acanalada, Carol se sinti
acometida por una oleada de rara
ternura y posesividad ms rara an. Dio
un salto y lo levant por los hombros,
como quien levanta a un beb, con sus
partes inferiores todava tapadas con
bandas de tela, y lo arroj sobre la
cama.
La embriaguez poco habitual, la
impresin de la nuca redondeada
chocando contra la pared, salv al
afortunado Dan de sentir la siniestra
potencia de aquel alzamiento y
lanzamiento, de aquella inconsciente
asimilacin por parte de Carol de todos
los golpes de lucha que haba visto
distrada en El mundo de los deportes.
Ahora, la habilidosa era Carol: le
quit los botines con tiras de velero, los
tejanos y los calzoncillos ajustados sin
darle tiempo a decir esta boca es ma.
Aunque en esta etapa Dan ya no era
capaz, en realidad, de decir nada. Sus
ojos se haban desengranado: estaba
mirando a Carol o a su madre? La
cabeza se desliz de costado, la saliva y
la Lamot burbujeaban en las comisuras
llenas de desamparo de sus labios. Esa
noche alguien haba sellado la boca de
Dan con silicona.
Apenas se dio cuenta cuando ella lo
puso boca abajo. Pero s not cuando lo
penetr. No poda dejar de notarlo: el
pene de Carol era un aparato grande,
caliente, duro; el ano de Dan, aunque
lubricado, segua contrado por la
represin, taponado por el perdurable
legado del aprendizaje autoertico para
controlar los esfnteres. Ella embisti e
hizo vibrar su esfnter, al tiempo que
abra una grieta en uno de sus segmentos
musculares.
Un momento! Tolle! Cmo iban las
cosas para ella? Sin la menor duda, eso
es lo importante. A la mierda con l, que
slo es algo pasivo, un recipiente vaco,
un campo sobre el que la majestuosa
batalla puede causar sus estragos, pero
Carol? Bien ella es una maravillosa
visin. Ha dado el prudente, y yo dira
hermoso, paso de ponerse unas bragas
de seda sobre el liguero. De modo que
ahora puede quitrselas, y dejar que su
fantstico pene tiemble, oscile, rodeado
y enmarcado por las tiras negras del
liguero y las elegantes columnas de sus
muslos.
Cmo se pase alrededor del pie de
la cama! Manteniendo posturas nobles y
exuberantes durante largos segundos!
Arrancndose el sujetador para que sus
magras tetitas colgaran en libertad! Un
minuto! Ya no son magros montculos
apenas redondeados y coronados por
unos pezones decepcionantes. Ahora
Carol siente bajo ellos los firmes platos
de msculos pectorales, levanta los
brazos en alto y laten los deliciosos
huevos de pato de sus bceps.
Abajo, los Jinetes en la tormenta, en
medio de la lluvia tintineante, pasaban
del trote al medio galope. Carol pase
la mirada por el revoltijo de botes y
pinceles que haba encima del cristal de
su tocador, y la fij en el gel para el
cabello de Dan, de color nen. Las uas
escarlatas serpentearon hasta
agarrarlo
Dan sinti cmo los dedos
afilados le metan por el ojete una gota
de materia fra y viscosamente pegajosa.
Carol lo cubri, apoyando por un
instante el pecho en su espalda, y luego
se enderez, mir la espina dorsal
encorvada de Dan y, muy tiernamente,
guio su pene al blanco.
Carol sinti toda la potencia de su
pene, su construccin columnar, su
rigidez vascular. Percibi el rechazo
contrado del esfnter de Dan, pero
embisti pese a eso y debido a eso.
Supo que ste era su momento, su
confirmacin de lo que realmente era
Burdo, verdad? La nocin de ser capaz
de follarse a Dan, de penetrarlo
realmente, de alguna manera volvi
agresiva a Carol, la convirti en una
violadora Burdo, pero cierto. Vamos,
reconozcmoslo, si uno le da a alguien
un arma cargada y le ofrece un blanco
la silueta de un hombre, ese alguien
le disparar, verdad? Sera una
ingenuidad imaginar otra cosa. De todos
modos, no es un caso de la cola
meneando al perro, sino de que el perro
es la cola, y viceversa. Y si se le ocurre
decir algo diferente, slo puede ser
porque no tiene usted nada entre las
piernas, ni hendidura, ni miembro, ni
nada, slo la piel suave y fruncida que
cierra una herida despus de una
operacin.

Estbamos atascados en un tnel.


No poda saberlo con certeza, pero por
la forma en que el catedrtico haba
empezado a jadear y la manera en que
su voz a lo Kipling vacilaba y se
entrecortaba, hubiera asegurado que se
la estaba cascando.

Ms adelante, tras empujar con


fuerza el termmetro rectal y estudiar
los resultados de diversas pruebas y
anlisis de sangre, el forense estuvo en
condiciones de hacer una amplia
declaracin a la prensa. Dan, dijo, no
haba comprendido casi nada de lo que
estaba ocurriendo antes de expirar
misericordiosamente, su nivel de
alcohol en la sangre era muy alto y, de
todos modos, cualquiera de las heridas
que tena en la cabeza habra sido
suficiente para hacerle perder el
conocimiento Paparruchas!
Embustes! La verdad es que estaba
consciente y lo sinti todo. Cada
embestida rasposa como papel de lija
royendo los sensibles vasos sanguneos,
cada choque de su angosta cabeza contra
la cabecera de pino, cada gruido de
concertina de su trax que intentaba
tragarse el abdomen hundido en el
diafragma. Hubo muchos de esos golpes,
muchos de esos choques, porque Carol
era una mujer joven en la flor de la
edad, y, como todos sabemos, las
jvenes de este tipo en particular son
muy difciles de excitar sexualmente,
pero una vez que estn calientes son ms
difciles an de satisfacer sin los
malabarismos ms vigorosos.
Haca una pausa en la culminacin
de una arremetida y empujaba de
nuevo, cada vez con ms fuerza.
Haba perdido el sentido de penetrar a
Dan, perdido la sensacin en su nuevo
miembro, perdido toda conciencia de las
secuelas cuando con cada empujn el
crneo de Dan golpeaba la madera. El
mundo entero no, todo el cosmos, se
haba contrado hasta convertirse en una
sucesin de palpitantes golpes
metlicos, que se entrelazaban como los
eslabones de una cadena y
repiqueteaban al unsono, en la
espasmdica erupcin de una larva
blanca desde su crislida fibrosa
La eyaculacin de Carol fue ms un
estampido que un quejido; sus genitales
entumecidos borbotearon por ltima vez
en el sensible trasero de Dan; la
esculida poitrine de Carol, sus pezones
agudos como dardos buscando el
blanco, avanzaron igual que si fueran a
dar de mamar y se calm. Se calm,
mir y vio: la mirada mortecina de Dan,
semejante a la de un cervatillo,
inocentemente estpida, mientras la
materia gris caa de su crneo
destrozado y una papilla griscea
empezaba a manchar la funda floreada
de la almohada.
Carol se separ de lo que haba sido
Dan y pase la mirada alrededor en
busca de una toalla para secarse. Estaba
de pie en el pasillo, atndose el cinturn
del albornoz de rizo, cuando oy el
ding-dong del timbre de la puerta. Baj
hasta el descanso intermedio de la
escalera y se asom por la barandilla.
Abajo el recibidor estaba a oscuras,
pero desde all, iluminada a contraluz
por la lmpara que colgaba del techo del
zagun, distingui claramente la
caracterstica silueta ladeada de Dave 2.
Las entraas de Dan se aflojaron
cuando muri, y quiz no sirva de
consuelo, pero tambin experiment uno
de sus dulces y pequeos orgasmos.
Muy tierno, verdad? Como ya le he
dicho, el forense era un estpido sin
ninguna capacidad deductiva, pero
seamos justos: qu podra uno adivinar
a partir de tan escasas evidencias?
Haba dos tipos de semen en la cavidad
anal del difunto y uno de ellos era
suyo Es evidente que una de las
muestras de semen tena que ser de l
mismo.
S lo que est pensando, pero
permita que lo moleste rogndole
encarecidamente que espere, por favor,
si es tan amable. El catedrtico
subray la expresin tan amable con
el doble chasquido de una gran navaja
que haba sacado de un bolsillo
interior de la chaqueta. La movi a un
lado y otro, como si tratara de captar
reflejos de luz en el largo morro de
tiburn de la hoja. Luego, sin perderme
de vista, continu: No hay nada
democrtico en esta situacin,
muchacho, pero permtame decirle que
si se cansa de mis cavilaciones, me
sentir muy feliz presentndole mi
versin de la guillotina. Dej su
navaja en el asiento, junto a su muslo
mofletudo, como si ya estuviera todo
dicho. Guard silencio y asimil la
terrible realidad. Porque cuando todo
est dicho no hay nada peor que la
revelacin de que uno ha sido un tonto
. Siempre me sorprende que la gente
no piense en hacer cosas semejantes
cuando ve una manga pastelera, no le
parece? Son objetos tan llamativamente
venales, con su bulbo testicular de
plstico rosa en un extremo y su hocico
transparente en el otro, incluido el ojo
peniano. Son instrumentos
completamente lgicos, quiz esenciales
para la inyeccin del semen de un
hombre en el cuerpo de otro. En
cualquier caso, eso es lo que pens
Carol cuando abri el segundo cajn de
los cubiertos y vio la manga pastelera
junto a otros utensilios y el ablandador
de carnes, contra los olvidados
tenedores para fondue y los pinchos con
forma de sables en miniatura. Pero me
estoy adelantando.

Dave 2 no se desconcert cuando la


puerta se abri de par en par y apareci
Carol delante de l, en camisn y
albornoz de rizo.
Ah, hola, Dave lo salud.
Acabo de volver de una
convencin en Colchester dijo Dave 2
al tiempo que levantaba un bolsn lleno
de literatura devota que llevaba en la
mano izquierda, para corroborar sus
palabras.
Pasa, pasa. Calentar agua.
Dave 2 se instal en la barra
mientras Carol haca piruetas a su
alrededor preparando el caf. Dave 2 le
dijo que haba venido a ver a Dan. La
siguiente semana habra una feria para
recaudar fondos en St Simon y quera
pedirle que hiciera los carteles.
Me parece que fue directamente a
una reunin a la salida del trabajo
dijo Carol, distrada; estaba
desmenuzando el ltimo de los tres
insectos dorados en la taza de Dave 2
Fue como ofrecerle un caramelo a un
nio. Al principio slo mantuvieron una
buena charla emotiva. Dave 2 ignoraba
que Carol pudiera ser tan abierta y
sincera. Si se hubiera mostrado as
antes les habra procurado tanto placer a
l y a Geena! Ahora sollozaba
suavemente, contando las frustraciones y
la frialdad de su matrimonio con Dan.
Dave 2 no pudo resistirse a apoyarle un
brazo de to mayor alrededor de sus
hombros delgados. Ella olisque la
ftida suciedad grasienta de la grieta
entre el gastado cuello caqui de la
chaqueta y la gastada piel caqui de su
cogote.
Oh, Dave suspir Carol.
Algo burbuje en la entrepierna de
los tejanos de Dave 2. Su pene grueso y
rechoncho experiment una picazn de
alfileres y agujas. Fue semejante a
ordear una vaca. No variaron la
posicin de costado en el banco de pino,
permanecieron agarrados mutuamente de
los hombros. Dave 2 no supo con
certeza qu le estaba ocurriendo, y a la
luz de los acontecimientos posteriores
esto no debe sorprendernos. De los
acontecimientos posteriores y de su
propia historia personal, por supuesto,
que como ya hemos dicho estaba repleta
de notables lagunas.
En ningn momento toc la vulva ni
el falo de Carol. Sus dedos rojizos
apenas lograron pellizcar un pezn
disparado como una flecha mientras
Carol maniobraba el pequeo recipiente
de plstico bajo el burbujeante orificio
de Dave 2. Eyacul antes de tener una
ereccin siquiera a medias, tan
poderoso fue el efecto del afrodisaco
en un hombre cuyo ideal sexual era
Jenny Agutter en Los nios del tren.
Sinti que la experta mano fra de Carol
le tironeaba el falo y los huevos con
fcil e ntima familiaridad. Haba mucho
semen, lo cual vino muy bien, porque
una parte de l no cay en el recipiente
de plstico y manch el linleo. Carol
no lo vio cuando limpi ms tarde. Pero
tambin eso estaba bien, porque el
equipo de la comisara de Fortune Green
(dos agentes lumpen y un forense bizco)
tampoco lo vio.

Chasque la hoja de la navaja en el


aire viciado del compartimiento,
chasque y volvi a chasquear. El
catedrtico empezaba a dirigir la
escena final.
La mente de la gente es
inexplicable, verdad, pequeo judo de
mierda? Caramba, ahora puse las cartas
sobre la mesa, no? Ya le he dicho todo
lo que s de usted, no? Pero no se
preocupe. Tiene que comprender que
este pequeo prejuicio por mi parte no
es personal, soy contrario a la raza, no
al individuo. No obstante, tiene razn al
sospechar que existe cierta relacin
entre mi opinin cuidadosamente
considerada del pueblo hebreo y este
maravilloso recital que sus odos llenos
de cerumen y habituados a la charla
inane de los de su raza han tenido que
escuchar. Tiene que saber lo que sinti
Dave 2, tiene que saber lo que sinti
Dan. Tiene que saberlo porque es de la
clase de cosas que a ustedes les gusta
hacer, verdad? S o no? Secuestrar a
chicos cristianos por la noche, nios de
apenas seis o siete aos, meterlos en sus
sinagogas y una vez all desnudarlos,
verdad? Drogarlos, no va a
reconocerlo? Y les introducen todo tipo
de cosas por el culo, no es cierto?
Falos, por supuesto, brillantes y
redondeados falos judos y cosas ms
siniestras, velas de ceremonial, puos y
candelabros de los siete brazos.
Niguelo si se atreve, no lo negar?
No.
No lo negar?
De qu me servira?
Cay sobre m en un instante; por
supuesto, ese exterior mofletudo,
blando y aparentemente pueril, slo
era eso: un exterior. El catedrtico era
enjuto pero fuerte, me agarr el cuello
con una mano, me hundi una rodilla
en la entrepierna y aplic la punta de
la navaja contra mi garganta con
fuerza suficiente para pincharla y
hacer salir un poco de sangre. Mi
capacidad de resistencia la
asquerosa araa de una intencin
desmaada apenas roz la superficie,
dejando que mi mente buscara una
solucin en el terso horror del
momento. Qu se le ocurri? Pues
seguir los dictados atemorizados del
cuerpo.
Cuando alguien te arrima una
navaja al cuello, tienes que quedarte
muy quieto; eso es lo ms importante:
permanecer inmvil. De lo contrario,
pueden apualarte por los nervios o
porque interpretan mal el ms leve
movimiento, de modo que recurdalo:
mantente inmvil!
Cerca de mi cara, la del catedrtico
se transfigura. Comprendo que esta
percepcin es consecuencia del
hundimiento de mi mente obnubilada. Y,
como para apoyar este pensamiento,
para darle respaldo fenomnico, por
as decirlo, tambin empieza a fallarme
la vista. Mi visin ya no es
estereoscpica. Contorno y forma
cambian mientras paso de una pantalla
oval a otra. Las delgadas arrugas
esculpidas que habla notado antes se
pusieron de relieve como una red
cerrada que sujetaba facciones
amorfas, facciones que amenazaban
con convertirse en algo completamente
distinto.

De modo que podemos decir con cierta


certeza que Dave 2, ordeado,
humillado, con sus principios hechos
trizas, fue remolcado del pene y paseado
por todo el apartamento como un perro
sujeto a una correa. Carol, la zorra
manipuladora, lo hizo beber, destruy
sus cinco aos de sobriedad en un
santiamn. Se burlaba de l y lo
masturbaba alternativamente. Despus,
cuando Dave 2 se sent, borracho
perdido, rodeado de latas vacas y con
la verga colgando, le asest un golpe en
la nuca con el ablandador de carne.

Cambi de posicin para poder


apoyarse parcialmente en la ventanilla.
La navaja sigui en mi cuello, pero su
otra mano dej mi garganta y se dirigi
a su entrepierna.

Muy ingenioso, verdad? El joven


delgado acurrucado en el maletero del
coche amarillo alquilado. Lo
encontraron junto a la va frrea
abandonada con aspecto tranquilo,
salvo el agujero dentado en la cabeza.
En primer lugar interrogaron a fondo y
con gran entusiasmo a los pordioseros.
Pero no les llev mucho tiempo
identificar a Dan como el joven que
haba alquilado el coche esa tarde,
despus de lo cual todas las piezas
empezaron a encajar rpidamente en su
lugar Descubrieron a Dave 2 en la
casita, todava inconsciente,
encontraron el semen en el difunto culo
de Dan, lo cotejaron eureka! La
Carol Madura se present para contar
que haba visto a Dan esa tarde
encaminndose al campamento de los
vagabundos.
Pobre Dave 2. Evidentemente, fue
vctima de las circunstancias, claro
que, bueno, debera haber sido un
poco ms circunspecto. Todos
tendramos que ser cuidadosos en ese
aspecto, verdad?

Su mano abri broches a tientas para


apartar los labios de franela y
algodn.

Creo que a Dave 2 le va muy bien en la


crcel. Incluso ha organizado un grupo
de AA con los otros presos del
Pabelln 43. En mi opinin, sa es una
prueba de buena fe, no le parece?
Naturalmente, estaba horrorizado por lo
que haba hecho, pero podemos decir
que, en cierto sentido, no haba sido l.
Quiero decir que estaba como una cuba
y no se le puede considerar responsable
de sus actos.

Y usted? Era mi primera


palabra desafiante desde que iniciara el
ataque, mi primera tentativa de
redencin. Podra golpearlo en su parte
ms vulnerable? En su blando y
didctico bajo vientre?. Es usted
responsable de sus actos?
Completamente, absolutamente. A
eso quera llegar. Puedo trascender su
tipificacin, sus insinuaciones,
incluso lo que implica acerca de lo que
me gusta hacer en la intimidad, s, en la
sagrada intimidad de mi propio hogar.
Tiene que haberse dado cuenta de
que alguien capaz de experimentar una
metamorfosis tan esplndidamente
original y completa debe estar muy bien
situado para posteriores actuaciones
teatrales.
Se apart de m y se levant. Cerr
la navaja, todava sonriente.
Me parece que ser innecesario
apelar a la fuerza dijo.
Quiz fuera el kawa, o slo la
impresin, pero era cierto. Me senta
como leche cortada, me estaba
transformando en intiles gotas de
cuajada, no podra haberme movido
aunque lo hubiera deseado.
El catedrtico se movi por el
vagn con temible eficacia. Mientras
pasaba y volva a pasar a mi lado, la
raja abierta de su bragueta apareca
una y otra vez. Haba una sola
bragueta, o eran dos?
Se sent y se desat los cordones de
los zapatos. Me mir casi
burlonamente, fue como si en ese
momento un nuevo tcnico de sonido se
hubiese hecho cargo de la funcin,
porque su voz adquiri. otro acento y
un timbre distinto, como si hubieran
puesto otra cinta en el casete. Ahora su
voz sonaba dulce y empalagosa,
cargada de la azucarada vomitona de
la cercana mutua.
Alguien podra decir que no tiene
la menor importancia lo que yo siento
sobre mi sexualidad. Sacudi un taln
y cay al suelo un botn. Llevaba
calcetines de rombos. Al fin y al
cabo, soy una mula, un cul-de-sac
procreativo, un callejn gentico sin
salida. Se levant, se desabroch los
pantalones y se los quit. No haba
ninguna sorpresa en la flojedad biliosa
de sus calzoncillos. Como le he dicho
durante el relato, intent hacrmelo a m
mismo, pero los resultados no fueron
muy buenos Se quit la chaqueta de
tweed y la colg en la percha del
compartimiento. Se quit la corbata
usando una mano para aflojarla desde el
nudo, como un chico o un hombre con
poca experiencia. Se ruboriz por el
esfuerzo; adems, tal vez estaba un poco
perturbado por desnudarse en pblico
Aborto tras aborto, cada uno de mis
sanguinolentos mal paridos pareca
provocarme la creacin de otro. Pero
se quit el chaleco como una mujer,
cruzando las manos por encima del
pecho y llevndolas a los bordes de la
pechera.
Cuando termin de quitarse los
calzoncillos, se desabroch las ligas y
se las quit, as como los calcetines de
rombos; se plant ante m en plena
desnudez y sent una profunda
compasin por el catedrtico, por
Carol. Porque la verdad es que no tena
ninguno de los supuestos encantos que
haba atribuido a su alter ego de
ficcin. (Quiero que el lector entienda
que slo empleo el trmino que sigue
como smbolo del amplio espectro de
posibles eptetos para describir su
aspecto, para ser contundente.). Era un
perro. Una de esas mujeres con el
cuerpo de un hombre sedentario de
mediana edad. Blancos platos lisos en
lugar de pechos masa cruda en la
mesa de la cocina se abrieron, es un
decir, con pezones que amenazaban
invertirse si uno los presionaba. Sus
no-muslos, sus piernas torcidas, eran
la parodia de unas formas
proporcionadas. Volvi a sentarse y
separ las rodillas, me puso frente a
frente con el meollo de la cuestin: un
enorme cipote pardo sobre la felpa
aterciopelada. Su falo era nudoso y
veteado, exactamente igual al tocn
sealado por los golpes de las hachas
de un roble aoso; arrancaba de la
hendidura irregular de su vagina como
un montn de trigo cado de un saco
reventado. Me result extrao observar
cmo se haban alterado los labios de
su vagina por la transformacin. La
dermis se haba endurecido y vuelto
pardusca, de manera que se fusionaba
con la raz del pene, como un conjunto
de camisa y jersey de escote en V,
idnticos.
Y lo ms extrao de todo, lo que en
retrospectiva ms me choc del tiempo
que pas con l, fue que no haba nada
especialmente inquietante en sus
genitales, o al menos en apariencia no
haba nada amenazante en ellos. Me
pareci natural desear llevrmelos a la
boca, sentir que la dura cabeza
golpeaba contra mi paladar mientras
la vara gruesa palpitaba contra mis
labios, y mi lengua por fin buscaba la
esencia del catedrtico.
Poda tener la figura de un hombre,
pero al tocarlo su cuerpo pareca de
mujer. Su espalda era blanda y careca,
incluso excitado, del rigor de la
musculatura de un hombre. Y su aliento
cuando me hizo levantar, porque yo
estaba arrodillado, me apart de su
entrepierna y se inclin para besarme
ola a vainilla, como el de un nio.
Un aliento inocente, bondadoso, digno
de confianza, incorrupto.
Me bes, me desnud y despus me
viol.
Me viol. Y, por inslito que pueda
parecer en estos tiempos y en esta
sociedad plural y afortunada, tambin
me insult. Me insult en la medida en
que mientras me violaba me chill y
vocifer, farfull y enton el ms
horroroso galimatas. Un vil revoltijo
de todas las acusaciones deshilvanadas
con que ya haba entretejido su
historia: contra judos, intelectuales,
modernistas y aficionados al
psicoanlisis.
Estaba claro que para l esta
violacin tena un carcter resolutivo.
Percib que al forzarme, el catedrtico
tambin se estaba forzando a s mismo
a volver al ahora.
Todava no haba dicho,
besndome delicadamente; su lengua
entr en mi boca con la fcil
familiaridad de un flan. Djeme que
ahora se lo haga yo.
Se arrodill ante m. Se abri paso
a besos en mi ropa, pasando la lengua
sobre costuras, botones y cremallera.
Me sent delirantemente excitado,
desesperado, apremiado. Pero cuando
tuvo mi pene, en lugar de besar, lamer
y chupar mordi. Mordi con fuerza
y despus aprovech mi estado,
trabado como estaba por las prendas,
para sacar ventaja, para repetir lo que
haba hecho con Dan: me puso boca
abajo para sodomizarme.
Quin-ha-dicho-que-el-rayo-
nunca-cae-dos-veces-en-el-mis-mo-
lugar? Emple cada embestida para
recalcar sus palabras. Me tena
inconfundiblemente agarrado. Yo lo
haba querido, acaso es cierto, me lo
haba buscado. Jodido judo! Judo
de mierda! Pequeo judo afeminado!
Asqueroso y purulento marica!
Inglaterra no es bastante buena para
usted? Mis valores no son bastante
buenos para usted? La dura certidumbre
de mi pija no es bastante buena para
usted? Intenta-que-las-cosas-acaben-
de-otro-modo?
Pens que l iba a acabar
conmigo, pero me equivoqu. Pens
que terminara como su primer marido,
pero en esta ocasin su juego no era
tan brutal. Se limit a aturdirme, a
vapulearme con tortazos tintineantes
alrededor de las orejas. Me pas la
navaja por la espalda y los hombros,
me golpe con ella y me hizo algunos
cortes. Cuando termin, me dej. La
puerta del compartimiento oscil a
espaldas de l sobre sus gigantescas
bisagras. El olor fro y peculiarmente
difuso a disel de una importante
estacin londinense desplaz
enseguida la mala ventilacin del
compartimiento, diluyendo las ltimas
horas.
Con dificultad me puse en cuatro
patas, eructando bilis. Me levant;
mientras me suba los calzoncillos y los
pantalones me lanc a la puerta. El
andn estaba lleno de pasajeros que
salan en tropel. Pareca imposible que
alguno de ellos no hubiese mirado en
esta direccin, no hubiese visto partir
al catedrtico.
Me inclin hacia afuera, usando el
estribo como punto de apoyo. Lo vi,
caminando con firmeza y
tranquilamente con el andar
melindroso y rgido que yo mismo le
habra aconsejado de haber tenido la
oportunidad.

Me present a la polica? Descubr


el pastel? Pues no, amable lector. Lo
habra hecho usted? Pagu en cambio
mis diez peniques y busqu refugio
entre las paredes embaldosadas de los
servicios. En el pequeo cubculo me
frot el semen casi seco del interior de
los muslos con un papel duro, ms
prximo al de manila que al higinico.
Luego, de pie y rocindome con agua la
cara entumecida, prefigur lo que sera
la entrevista en el anonimato funcional
y el desamparo de los lavabos pblicos.
Habra un agente y su compaero
padres de familia con inquietudes
domsticas cuyos rostros
palideceran mientras yo desgranaba
los detalles de mi aventura con el
catedrtico. Menearan sus cabezotas
prestando atencin a la forma en que el
catedrtico me sedujo, me embauc.
Hombre, francamente, con esa
vestimenta, quiero decir, qu
puede esperar si se aventura en plena
noche novelesca y solo, comportndose
como lo hizo y con esa pinta? No intento
disuadirle de que sigamos adelante con
esto, al fin y al cabo hay evidencias
fsicas, pero creo que debe estar
preparado para lo que dir la gente.
Porque calculo que no tendrn ms
remedio que llegar a la conclusin de
que se lo busc. Realmente, quera que
alguien representara una funcin para
usted. Llegar ms lejos, la verdad es
que creo que quera hacer de pblico.
Claro, no dudo de que ahora se siente
mal, se siente utilizado. Pero, hombre,
sinceramente, vamos. Esto es lo que
uno consigue si se queda sin mover el
culo del asiento, escuchando una sarta
de sucias patraas.
Higo
Una farsa

Odio la siniestra hondonada que hay


detrs del bosquecillo; los labios de los
campos que la rodean tienen los bordes
sanguinolentos, los salientes que se
proyectan como rojas costillas rezuman
un silencioso horror de sangre, y all el
Eco, le preguntes lo que le preguntes,
responde: Muerte.
ALFRED, LORD TENNYSON, Maud
1
Metamorfosis

Bull, un joven alto y robusto, despert


una maana y descubri que mientras
dorma haba adquirido otra
caracterstica sexual primaria: una
vagina, ni ms ni menos.
Dicha vagina estaba metida en el
blando hueco bordeado de tendones de
la cara posterior de su rodilla izquierda.
Es de suponer que Bull no la habra
notado durante un tiempo, de no ser
porque tena la inveterada costumbre de
explorar levemente todos los rincones y
grietas de su cuerpo antes de levantarse.
As, Bull tendido inmvil como si
fuera en bicicleta, con el edredn
alrededor de la entrepierna y el bajo
vientre, igual que un paal inflado
palp su mano y su mano lo palp a l.
Atraves los montculos escarchados de
vello de las tetillas y descendi al
esternn, slo para volver a largarse,
como un esquiador cuesta abajo, por la
esplndida pendiente de su vientre.
Qu pensaba Bull habitualmente
durante este chequeo instrumental
anterior al despegue del da? Muy poco.
Poqusimo. Despierto y en pie, o incluso
en la cama pero acompaado, Bull era
un ser indeciso. Su ancha frente se
arrugaba a menudo en actitud
concentrada, pero sus pensamientos eran
como envejecidos deportistas artrticos:
arrastraban los pies, se sacudan y
hacan fintas entre s, siempre al borde
del contacto, pero sin lograrlo nunca. La
tensin que esto le provocaba sola
empujar a sus facciones toscas (pero
bien proporcionadas) a compartir una
ntima y desagradable proximidad. Pero,
a la luz filtrada de una primaveral
maana londinense, Bull no pensaba;
trataba, en cambio, de retroceder al surf
del sueo. Una y otra vez se lanzaba
hacia adelante, apuntando al sitio en el
que la ola del olvido se rompa sobre la
playa de su conciencia, slo para
encontrarse todava acostado en el
colchn granuloso, con el reposo en
chapoteante retroceso ms all y ms
abajo de l.
Bull se removi y se dispuso a
masturbarse. Rod hasta quedar tendido
sobre su ancha espalda blanca. Los
grandes brazos se liberaron de los
pliegues del edredn y lo expulsaron de
la cama envindolo a reunirse con la
alfombra. A continuacin Bull llev las
manos a los muslos y los sobaron, luego
a las rodillas, sobre las que se
ahuecaron, y de nuevo a las nalgas, que
martillearon con los cantos. La vagina,
la malvola intrusa que pugnaba por
introducirse como una cuchillada entre
la realidad, eligi ese momento para dar
seales de vida y agarrarse al dorso de
su mano izquierda.
Bull se puso en pie de un salto
mientras su mente despotricaba por la
incongruencia de que sus ojos notaran la
grieta en el yeso y la argamasa que se
haba cado del manchn de humedad
que se extenda bajo la ventana mientras
l, mientras l, mientras l tena esa,
esa cosa sobre su cuerpo. O era en
su cuerpo? No poda saberlo. Lo nico
que saba es que haba algo en el
vulnerable hueco detrs de su rodilla.
Algo que poda ser una herida, quiz
infligida por un resorte de la cama roto,
aunque ya parcialmente cicatrizada; de
lo contrario, poda ser un bubn o un
carbunclo que hubiera crecido a
tremenda velocidad durante la noche.
Fuera lo que fuese, Bull pens que
no poda seguir plantado, de pie, sobre
el linleo, pasando el peso del cuerpo
de un pie sudoroso a otro pie sudoroso,
sin atreverse a volver a tocarlo. La cosa,
fuera lo que fuese, era un nuevo motivo
de perplejidad: no deba tocarla, pero
no poda evitar hacerlo.
Bull volvi a tocar aquello, sin
conciencia de haber dirigido la mano
all. Pero esta vez el tacto se convirti
en una sensacin. La cosa sobresala y
su forma era aproximadamente oval;
probablemente tena unos diez
centmetros de largo, porque se extenda
desde el pliegue de la corva y bajaba
hasta donde la pantorrilla se arqueaba
hacia fuera. Palp y sinti que la herida
o infeccin se bifurcaba y su hendidura
estaba arrugada y tranquilizadoramente
seca. Pero entonces supo que la cosa era
grave, porque cualquier movimiento que
haca ponerse en cuclillas o agacharse
para palparla, o retorcer frenticamente
el cuerpo para verla desencadenaba
violentas oleadas de sensaciones
internas; perciba separaciones y roces
viscosos, as como que haba algo en lo
ms profundo de su cuerpo, algo metido
dentro de su cuerpo y que, al parecer, se
haba roto por el mango
Todava desnudo, Bull fue
tambalendose hasta el reluciente espejo
de cuerpo entero sujeto al papel
estampado de la pared. Se coloc de
espaldas, espi por encima del hombro
y baj la vista. Sus ojos encontraron la
ciclpea raja de la vagina, pero no tuvo
tiempo para examinarla con
detenimiento, porque se puso a vomitar
abundantemente. Devolvi jarras enteras
de cerveza dorada doblemente
fermentada, en la que todo el alcohol
haba vuelto a convertirse haca rato en
azcar. El vmito salt de golpe de su
boca al linleo y luego se desparram
en oleadas, cada una de las cuales
arrastraba consigo una pequea cresta
de pelos, de pelusa, de polvo.
Estoy mareado, pens Bull. Muy
mareado. Estoy enfermo. Tengo una
terrible infeccin en la cavidad de la
rodilla izquierda. Lo mejor ser que
vaya al mdico. Si vomito, es que la
infeccin me est envenenando la
sangre.
Se puso unos pantalones y fue por el
pasillo hasta el bao, donde realiz una
versin abreviada de su acostumbrado
aseo matinal. Reuni un puado de
trapos fosilizados que colgaban del
sifn del desage del lavabo.
Una vez seco el piso, Bull se visti.
A pesar de que no ira directamente a la
oficina, se puso unos pantalones con la
raya bien planchada, camisa, chaqueta y
corbata. Lamentaba no estar en
condiciones de lavarse ms a fondo, por
consideracin a la herida, pero haba
afeitado con encarnizada precisin su
rostro ancho y rosado.
Volvi por el pasillo hasta el
telfono, colocado en un taburete de
falso estilo Chippendale, y marc el
nmero del centro donde tena consulta
su mdico.
Grove Health Centre gorje la
chica del otro extremo de la lnea, con el
automatismo vocal que adquiere la gente
cuya actividad laboral muy bien podra
definirse como repeticin incesante.
Puede ponerme con el
Consultorio Andersen? pregunt Bull.
Le pongo
La voz de la chica fue bruscamente
interrumpida por el timbre de la
extensin que haba marcado, pero Bull
la oa recibir otras llamadas en la
centralita. Dijo Grove Health Centre y
Le pongo cuatro veces ms como
mnimo antes de que atendieran la
llamada de Bull y le rescataran de aquel
limbo con interferencias.
Consultorio Andersen gorje
otra chica de voz apenas diferente.
Necesito ver al doctor Margoulies
dijo Bull. Tiene alguna hora
disponible hoy?
A ver sali el gorjeo del
receptor no creo, y a partir de
maana el doctor estar fuera una
semana para asistir a un campamento de
aprendizaje.
Qu quiere decir? Bull se
estaba poniendo quisquilloso. Qu
va a aprender, exactamente?
Se trata de una especie de
competicin, sabe? La chica estaba
siendo servicial. Se haba tomado a
pecho la circular distribuida por el
Ministerio de Sanidad solicitando que
todos los empleados consideraran a los
pacientes de la seguridad social como
clientes de pago y no como los
alcohlicos perezosos, hipocondracos y
aletargados adictos al Valium que
evidentemente eran. Varios equipos
de mdicos de los diversos
ambulatorios de la zona acampan en los
alrededores de Wincanton, donde
participan en una serie de competiciones
interactivas destinadas a incrementar sus
conocimientos de las nuevas reformas.
De veras el doctor Margoulies
piensa asistir a una de esas cosas?
Agachado junto al telfono en la
penumbra del pasillo, Bull dej que su
mano bajara una vez ms por el muslo
hasta el incongruente asentamiento de la
vagina. Al percibir un labio bajo la tela
de la pernera del pantaln, sus dedos se
congelaron y retrocedieron.
S, y tiene unas ganas locas de
ir Espere un momento. Han cancelado
la visita de las nueve y media. Cunto
tardara en venir?
Puedo estar all dentro de veinte
minutos.
Cul es su apellido, por favor?
Bull.
Y la inicial del nombre?
Jota.
Bull colg, llam a la oficina y
avis que llegara tarde sin dar ninguna
explicacin; un australiano que tena
contrato temporal recibi su mensaje sin
hacer ningn comentario. Cerr con
doble llave la puerta del piso, que daba
a una galera, y se detuvo un momento a
contemplar el panorama. Su piso estaba
encima de una hilera de tiendas en East
Finchley High Road. Las tiendas, de los
aos treinta, eran de ladrillo rojo y
tenan tejados abuhardillados con
cumbreras de material impermeable
para la nieve. Pero mientras la fachada
de los comercios era congruente con las
pretensiones de buen gusto de los
inquilinos (la comunidad de vecinos
haba conseguido abortar las tentativas
de introducir cursis letreros de nen), la
parte trasera del edificio delataba su
utilidad. Se acceda a la galera a la que
daba el piso de Bull por una rampa que
no consegua ocultar del todo una serie
de enormes contenedores de tres ruedas
llenos de detritos hogareos y
comerciales. Por all entraban los
proveedores de los comerciantes, y ya
haba un empleado de la compaa de
gas, montando una pequea valla porttil
alrededor de la entrada oblonga de un
pozo que daba acceso a las tuberas.
Bull mir al gasista, contempl la
iglesia metodista de ladrillos colorados
que se elevaba por encima de la
techumbre suburbana, oli el aire
primaveral. Aquella maana senta una
extraa vulnerabilidad, que atribuy a su
herida o quemadura.
Pero no permiti que esta sensacin
lo dominara. Al fin y al cabo, tena una
cita, lo que siempre es una buena
motivacin. Se meti en su coche y sali
de la parte trasera del edificio en
direccin a Archway.

Dejemos a nuestro protagonista, Bull,


camino de su Tebas personal. Ya estaba
preso en una zona estereoscpica donde
un cambio de ngulo es el nico
requisito para que el libre albedro se
considere algo predeterminado.
Dejemos a Bull gozando de su ltima
maana heraclitana antes de quedar
sujeto a la implosin de la farsa, y
volquemos nuestra atencin en lo alto de
Highgate Hill, bajando hasta la red de
calles que rodean el Grove Health
Centre.
En una casa de una de las calles
adyacentes, la esposa de Alan
Margoulies, Naomi, estaba preparando
el desayuno de su hija. En realidad,
preparar slo significaba verter agua
tibia previamente hervida en la tetera
elctrica sobre la pila de nutritivo polvo
gris del bol de plstico. Pero, por alguna
razn, esta leve accin resonaba en su
cabeza con la vibracin metlica de algo
semejante a la desesperacin.
La criatura estaba atada a su silla
alta con una especie de arns de absurda
complejidad que tena hebillas de acero
y ribetes de nylon color naranja. Al
mirar la carita gordinflona de la nia,
con sus mejillas achatadas y las
ventanillas de la nariz en forma de O,
Naomi la vio de pronto como un
pequeo homnculo inteligente, una
presencia extraterrestre.
La nia, por su parte, observ a
Naomi con sincero y dichoso asombro.
Tena esa edad (alrededor de catorce
meses) en que cada nueva maana
representa nada ms y nada menos que
un verdadero triunfo por parte del
Departamento de Guiones. La nena
estaba asombrada de ver objetos
aproximadamente similares, de colores
tambin similares, ocupando la misma
posicin que el da anterior. Y ms que
eso, estaba encantada (aunque perpleja)
de que los actores que interpretaban a
sus padres hubiesen recordado una vez
ms, por lo visto, los papeles que tenan
asignados.
Vamos, nia dijo Naomi,
aproximndose a la silla alta con
cereales suizos en una mano y dos
cucharas en la otra. Le dio una cuchara a
su hija para que jugara y ella, con la
otra, se puso a darle el Farex.
Naomi tena que estar de pie en una
posicin incmoda para darle de comer,
porque su marido, el mdico, ocupaba
todo un extremo de la gran mesa de
madera sencilla y muy limpia que
dominaba la cocina de los Margoulies.
Naomi saba que ms vala no
molestarlo; Alan sola tener un humor de
perros por la maana, y si lo provocaba
poda contestarle con los insultos ms
retorcidos.
Naomi no saba adnde mirar. Por
alguna ignota razn, aquella maana
tena nuseas, y ver cmo la nena
revolva la pulpa beige era ms de lo
que poda soportar. Claro que la vista
area de su marido tambin era un asco.
Alan Margoulies poda ser
universalmente reconocido por quienes
lo conocan como un hombre
carismtico y sexualmente atractivo.
Pero desde el ngulo en que se
encontraba obligadamente situada,
Naomi vea caspa parda y blanca en la
raya de su pelo negro y lacio. Tambin
not, y se impresion al reconocerlo
haba registrado con anterioridad ese
dato, pero slo con las manos, que la
parte de atrs de la cabeza de Alan era
lisa como un tabln. Haba una lnea
casi perpendicular que corra desde la
cima de su cuero cabelludo hasta donde
el pelo le tocaba el cuello de la camisa.
Naomi se estremeci. El paso de una
visin a otra no haba hecho ms que
aumentar sus nuseas. El doctor
tamborile con los dedos sobre el
diario. Hum hum, gru, en
asentimiento personal a algo que estaba
leyendo, con ese estilo antiptico,
afectado y demasiado conscientemente
distrado que su mujer haba llegado a
despreciar muy pronto. Naomi
reflexion sobre la peculiar
caracterstica de la insensibilidad de su
marido: era intensa y total, como si
acabara de regresar de una escuela
privada para seoritas de Suiza. Lo
mejor sera sentarse frente a l en el otro
extremo de la mesa y mover la silla de
la nia. Cualquier cosa con tal de no
mantener la vista area. Naomi lo hizo.
Cara a cara, Alan Margoulies era un
paisaje mucho ms agradable incluso
bonito. Tena la nariz larga y delgada,
oscuras cejas planas, ojos ligeramente
saltones y muy, muy castaos, y una boca
femenina. Posea el matiz del mrmol y
todo en l era ahusado: los dedos, los
lbulos de las orejas, el mentn. Era
esbelto y vigoroso, llevaba el pelo
anticuadamente largo, enganchado detrs
de las orejas. Nunca estaba quieto, ni
siquiera ahora. Naomi oa golpetear sus
suelas de goma contra las baldosas rojas
del piso de la cocina, y los dedos de una
mano interpretaban un solo de tambor en
la cara inferior de la mesa.
Alan percibi que ella lo miraba;
levant la vista hasta sus ojos y le
sonri bellamente.
Por qu no llamamos a una
canguro esta noche? Podramos ir a
cenar y al cine. Qu te parece?
Oh, todava me ama! Oleadas de
placer batieron el pecho de Naomi.
Hace falta tan poco, pens, y con toda
razn se despreci por pensarlo.

Alan cerr con tanta fuerza la puerta,


que los paneles de cristales de colores
temblaron. Flexion los hombros e
inici el paseo de ciento cincuenta
metros que lo separaba del Grove
Health Centre.
Alan Margoulies era lo que se
conoce como un hombre concienzudo,
lo que significa como mnimo un tercio
del camino en la carrera para llegar a
santo. Los hombres concienzudos (y las
mujeres, si a eso vamos) suelen or una
especie de murmullo en sus odos
cuando alcanzan esta situacin
privilegiada. Si se concentran en este
murmullo, oirn repetidas una y otra vez
las palabras Ah, es un santo.
Alan Margoulies era un mdico de
cabecera que realmente se preocupaba
por sus pacientes. Su ascenso
profesional haba sido lo bastante veloz
para mantener a raya el cinismo y la
alienacin que siempre estn al acecho
en el arte de curar. Con slo treinta y
dos aos, ya estaba en posicin de
convertirse en jefe del equipo cuando se
retirara el anciano doctor Fortis; no es
extrao que sintiera tanto amor por sus
pacientes: stos trabajaban arduamente
en su beneficio. Todos, sin excepcin,
con sus declaraciones fortuitas: Ah, el
encantador doctor Margoulies, decan,
de esa manera enftica que
invariablemente le haca pensar a uno
que el doctor Margoulies tena que ser
un verdadero doctor en encanto.
Tampoco debemos olvidar el gran
paradigma moral y emocional: la vida
hogarea. Ya hemos visto al doctor
Margoulies en su casa. No demasiado
encantador, tal vez. De hecho, nada
encantador: egosta, dominante, agresivo
y falaz. Pero concienzudo, obcecada e
incansablemente concienzudo, como sin
duda puede atestiguar Naomi. Al fin y al
cabo, quin si no Alan le habra ledo
fragmentos de Leach y Jolly mientras
ella vomitaba de verdad, unas vomiteras
que olan a huevos, perdida en los
inmensos espacios vacos de su primera
sesin de mareo matutino?
Alan caminaba enrgicamente. Su
cuerpo esbelto, vestido con un traje
holgado color tabaco que l crea
elegante, se flexionaba y ondulaba bajo
la fuerte luz que caa entre las nubes
flotantes sobre Archway Hill. Si Alan
levantaba la vista de la acera empedrada
de la calle, poda ver el puente de acero
que cruzaba la abrupta hondonada de
Archway Road. Saba que mucha gente
desdichada se suicidaba saltando desde
ese puente. El impacto en la calzada,
segn un mdico conocido suyo que
trabajaba en traumatologa en el
hospital, haca que sus fmures se les
clavaran en el estmago como saetas
disparadas por una ballesta. Eso si
tenan la gran suerte de que no los
atropellara alguno de los vehculos que
pasaban como blidos. Mientras
meditaba en la defuncin tan movida de
esa gente, su fino rostro se nubl de
tristeza y se ilumin interiormente,
pletrico de comprensin. En dos
palabras: autntica preocupacin
Hasta que una vocecilla le susurr al
odo: Es un santo.
Alan par y se acomod un largo
mechn de pelo que se le haba
desenganchado de la oreja. No debo
seguir pensando en eso. Borr el
pensamiento de su mente como si le
pasara por encima una cinta correctora.
En algunos sentidos trato de ser
realmente solcito y desinteresado, pero
en otros soy completamente interesado,
completamente egosta, un hombre muy
tpico, en sntesis. Sigui adelante: tengo
debilidades y verdaderas flaquezas. Con
excesiva frecuencia me permito
demasiadas libertades para compensar
mi programa abrumadoramente
comprometido, solcito y concienzudo.
A lo que Margoulies se refera al
decirse eso era a su proclividad por el
coito extramatrimonial. Recientemente
haba tenido dos cpulas en los pisitos
que compartan las estudiantes de
enfermera que haban hecho
sustituciones temporales en el Grove.
Pero antes Alan haba vivido una
aventura ms duradera (en realidad, a lo
largo de todo el embarazo de Naomi)
con una sofisticada escultora de Maida
Vale. Sybil creaba cabezas que imitaban
el estilo de las de la Isla de Pascua con
materiales de construccin bloques de
piedra volcnica y cosas parecidas y
le haca enrgicas felaciones, algo a lo
que Naomi slo acceda en contadas
ocasiones.
Al decirse esas cosas, por supuesto,
Alan trataba de justificarse pensando en
el tema de su futura canonizacin. Con la
aceptacin de sus defectos quera evitar
la acusacin de hipocresa o egosmo.
Ni siquiera para s era capaz de
reconocer que aquello era adulterio,
porque lo encontraba demasiado
excitante. Sybil y las estudiantes de
enfermera pertenecan al pasado, y en
los ltimos tiempos hacer el amor con
Naomi haba empezado a resultar
maloliente. Ms que del cuerpo de
Naomi, el mal olor proceda de Alan.
Cuando separaba su delgada figura
del torso de Naomi, aplanado de tanto
hurgar en l sobre colchn anatmico,
crea percibir una sutil variante del olor
de su mujer, una variante desagradable.
Uno de los pacientes de Alan era el
que regentaba el Greyhound, el pub del
barrio, un edificio de hormign que se
levantaba entre vas de circulacin
rpida y al que slo se poda llegar por
pasillos subterrneos que olan a orina.
El hombre tena tatuados sus anchos
nudillos: odio en una mano,
indiferencia en la otra. Cuando la
esposa del cnico tabernero estaba
embarazada lo que ocurra a menudo
, l deca que estaba creando. Est
creando otra vez, le informaba a Alan
con tono apagado, mientras se
acomodaba pesadamente en la silla de
tres patas de madera clara que Alan
ofreca a sus pacientes.
De repente, esta expresin pareci
vincularse estrechamente con aquellos
vmitos que olan a huevos que tan bien
recordaba Alan, lo que puso punto final
a su inventario moral. Mierda, pens,
espero que no, o quiz s?
Entonces sustituy ese olor por
aromticos manguitos semejantes a
mullidos almohadones perfumados a la
lavanda. Vaginas cuyo interior
ronroneaba con una hmeda caricia
elctrica; la cara inferior de senos tan
tersos como guijarros tibios, de pezones
tan erectos que con cada toque
provocaban un ahhh!, y amplias
prendas interiores llenas de ondulantes
volantes, que parecan paracadas.
Porque Alan se haba convertido en
un adicto de las fantasas pornogrficas
de su pobre y tonta imaginacin. Con la
decisin de un cerdo que ha olido una
trufa, pasaba de los labios de terciopelo
a los de raso, de stos a los de seda, y
de stos, finalmente, a los labios
ardientes, labios vivos, labios hmedos.
Al fin y al cabo no poda evitarlo, no
era as? Tena edad suficiente y llevaba
casado el tiempo suficiente para saber
que los cuerpos de las personas se
expanden y se contraen, que toman y
sueltan lastre, que son llevados al dique
seco para limpiarlos de las lapas, que
incluso contraen infecciones sobre
todo despus de un invierno rtico y
quedan atrapados en el frgido banco de
hielo.
Era esta madurez, ms que su
condicin profesional, la que haca que
sus fantasas le parecieran tan absurdas.
Y sin embargo, all estaba ahora a
veinte metros del trabajo, perdido en
la rijosa contemplacin de un coo
joven y calentito. Un coo que an no
haba sido desflorado desde dentro por
la cabeza de un nio. Un coo
aromtico, suavemente envuelto en lino
puro adornado con femeninos encajes.
Un coo enmarcado por un vientre liso,
unas anchas caderas, un liguero y los
elsticos de unas medias negras.
Aaahhh!
Margoulies dej escapar un gemido
involuntario y cruz la puerta giratoria
para entrar en la recepcin del Grove
Health Centre.
Bull ya lo estaba esperando.

Bull haba reducido en ms de cuatro


minutos el tiempo prometido para el
trayecto al centro sanitario. Al principio
haba avanzado lentamente por East
Finchley, conduciendo como un
invlido. Pero cuando se detuvo en la
confluencia de High Road con Great
North Road, justo enfrente de la tienda
de animales Elite, Bull toc eso otra vez
y casi se desmay.
Quiz experimentar esta sensacin
no fue tan perturbador como la
exploracin que haba hecho al
despertar. Al fin y al cabo, ahora saba
que eso estaba all. Pero en cada nuevo
contexto la vagina daba la impresin de
adquirir un disfraz diferente, de
proyectarse como una plaga alternativa.
En este caso, la sensacin al subirse
la pernera del pantaln y pasar la mano
por la pantorrilla estuvo a punto de
revelarle la verdad. Aunque no era un
Don Juan, les haba metido mano a
bastantes mujeres, lo que le haba dado
ciertos conocimientos en el campo de la
exploracin y la introduccin digital.
Por eso la vagina hubiera podido
resultarle algo ms familiar, ms
aceptable, cuando la encontr debajo de
la ropa nicamente mediante el tacto.
Pero la idea de esa familiaridad, por
supuesto, ni siquiera pas por su mente.
Reconocer a las nueve y diez de la
maana que uno tiene un coo entre la
corva y la pantorrilla, mientras est
detenido frente a una de las tiendas de
animales ms distinguidas de Londres,
sera llegar demasiado lejos en la
perturbacin del orden natural de las
cosas.
De modo que Bull sinti, en cambio,
que los labia majora y el mons veneris
eran ampollas llenas de lquido. Al
instante lleg a la conclusin de que era
una quemadura. Una enorme quemadura,
ya infectada. Armado con esta nueva
hiptesis, se dedic a rastrear la causa.
Se devan los sesos en busca de
informacin acerca de la noche anterior.
Al salir de la oficina haba ido a
encontrarse con algunos compaeros del
equipo de rugby en el Brixton Sports
Centre, donde todos los martes se
entrenaban en grupos de cinco contra
cinco, a fin de estar en forma.
Bull haba jugado enrgicamente,
mientras su robusto cuerpo blanco
sudaba a mares. Se habra apoyado en
una caera de agua caliente en el
vestuario? A veces, cuando uno est
agotado por el ejercicio, con los lbulos
inundados de endorfinas y encefalinas
adicionales, ni siquiera se da cuenta de
una herida grave. Pero aquella era
demasiado grave. Hizo una mueca al
sentir que la vagina rozaba otra vez la
tela rgida del pantaln. Y despus del
partido? Habra sido entonces? Fueron
al Atlantic, de Coldharbour Lane, donde
unos viejos antillanos con sombreros de
nylon jugaban al domin. Haba tomado
dos o tres cervezas y charlado un rato.
Ocurri algo raro all? No recordaba
nada.
Sigui devanndose los sesos. Haba
sido una velada de trabajo. Bull tena la
inmensa desgracia de ser crtico de
variedades de la revista Get Out!, que
pretenda ayudar a sus lectores a
disfrutar ms de su tiempo libre, y
odiaba cordialmente su trabajo. Haba
entrado en la revista despus de una
temporada en Estados Unidos, en el
momento en que el ftbol americano y el
bisbol empezaban a despegar en
Londres. Haba escrito ampliamente
sobre estos dos deportes y algunos ms.
Lo haban contratado como corresponsal
deportivo del Get Out!
Pero una semana despus de su
ingreso se produjo una crisis. El crtico
de variedades falleci en un accidente
laboral, en un incidente que involucr a
un equilibrista francs y siete anguilas
vivas (una de las cuales estaba envuelta
en llamas). El propietario y director de
la revista, un esteta nato, detestaba lo
que etiquetaba como violencia. Una
de sus empresas comerciales anteriores
haba consistido en el lanzamiento de
Harold Acton, una gama de productos de
belleza para hombres que haba tenido
gran xito. El hombre redujo a media
pgina la seccin deportiva de Get Out!
y meti al pobre Bull en variedades.
En consecuencia, la noche anterior,
por ensima vez, Bull se encontraba en
un bar suburbano subterrneo,
contemplando el dibujo estilo Escher de
la alfombra, mientras un agente
hipotecario de Grays Thurrock, cubierto
nicamente por un taparrabos de piel de
leopardo, contaba chistes sobre
vaginas.
Perversamente gracioso, Picante,
irreverente e inusitado, No apto para
mojigatos ni moralistas de pacotilla.
As haban ensalzado algunas notas de
prensa a la nueva estrella del
firmamento cmico. Por el mero peso de
las crticas de la competencia, Bull no
haba tenido ms remedio que ir a ver a
Razza Rob, del mismo modo que, con
anterioridad, no haba tenido ms
remedio que ir a ver a tantos otros
semejantes.
Quieren saberlo? Quieren
saberlo? gritaba Razza Rob para
trabajarse al pblico; emita las
palabras con un exagerado sonsonete
nasal, retorcindose sin cesar con una
oscilacin ondulante que haca que su
cuerpo menudo y peludo resultara
repugnante. Quieren saber qu le
ocurri al gineclogo que oper el coo
ms grande del mundo? Quieren?
S! S! S!
Hubo un estallido de gritos beodos y
belicosos entre el pblico.
Ella lo nombr caballero cuando
dej el cargo!
Unas carcajadas discordantes
festejaron el chiste. Razza Rob se sinti
estimulado y envalentonado para
ahondar ms an en su stira.
Y qu me dicen del gineclogo
del ejrcito al que se le qued atascada
la mano en la raja de la mujer del
general en jefe? Quieren saber qu
pas? Quieren?
Hubo ms aullidos discordantes. Por
alguna razn, esta incursin en los
chistes vaginales pareca haber atrapado
la atencin del pblico en forma mucho
ms intensa que la anterior tanda de
Razza Rob, que haba abordado temas
tan diversos como la caca, el pis y los
vmitos.
Quieren saberlo?
Sacaba todo el jugo posible del
tedioso estribillo, martilleando las
slabas mientras con la pelvis haca
movimientos como si empujara un
carrito por un supermercado; la bolsita
de tela manchada que tena la desgracia
de contener sus genitales oscilaba
furiosamente.
Lo sabrn. Le dieron la baja
despus de la corrida!
El pblico estall en aplausos. Bull
se encamin a la barra para buscar otra
Pils.
Despus Bull se encamin a la barra
para buscar otra Pils, y otra Pils, y otra
Pils ms. Hasta que un rato ms tarde
dej de notar que Razza Rob no quera
dejar las vaginas en paz. El pblico
segua embobado. Unos plidos
contables y sus chicas encontraban dulce
inspiracin en aquel humor vaginal.
Incitaron a Razza Rob a seguir adelante
hasta que consiguieron llorar de risa y
manchar las axilas de sus camisas de
nylon con medias lunas empapadas en la
embriagadora transpiracin del gozo.
Aunque Bull prefera una comicidad
menos burda, era tan susceptible como
cualquiera a las presiones del ambiente.
En las circunstancias adecuadas saba
apreciar tanto como el que ms un chiste
a expensas de los genitales femeninos.
No era la atmsfera especfica del local,
con su pequeo escenario salpicado de
lentejuelas y luces discotequeras dignas
de una feria barata, lo que haca que
aquel nmero le pareciera tan
deprimente. Bull habra tolerado eso
perfectamente en un momento de ocio.
No era enemigo de un partido de
rugby de vez en cuando. Exalumno de un
insignificante colegio privado, Bull era
un puntal como delantero, que se
destacaba por sus impasibles y rtmicos
empujones, tanto en la mle como en el
saque de banda. Despus de los partidos
estaba acostumbrado a adoptar tcticas
similares en bares abarrotados para
asegurarse vasos de espumante cerveza
dorada, en los que el alcohol tremolaba
con una brillantez cristalina extrada del
azcar que poco antes haba sido.
Encontraba graciosos los chistes de
coos en su tiempo libre, pero en horas
de trabajo escucharlos le resultaba una
tarea penosa.
Se alegr de no haberle pedido a
Juniper una colaboradora
independiente de Get Out! en la que
estaba interesado que lo acompaara.
Estaba seguro de que no le habra
gustado Razza Rob.
Por fin, Bull no pudo ms y se fue.
La diminuta sala estaba electrizada, era
un estallido de demenciales e
irreprimibles risas agudas. Razza Rob
odiaba que la gente se fuera antes del
final de su nmero, y haba reconocido a
Bull, cuyas crticas severas e
insensibles, plagadas de innecesarias
analogas deportivas, eran fuente de
resentimiento para des artistes. Aunque
no lo conoca personalmente, en el
ambiente circulaba su descripcin, y en
la escena londinense no haba muchos
crticos de variedades con el corpachn
de Bull, su penacho de pelo rubio rojizo
y su cara blanca y franca.
Eh! Usted! chill el humorista,
elevando el tono de voz hasta que fue
digno de Nuremberg. Bull no se dio por
aludido, en actitud resuelta. S, usted!
Razza seal con un dedo su ancha
espalda; algunos espectadores
colaboracionistas ya sopesaban a Bull
por el potencial de participacin que
poda representar. Cmo se llama un
hombre que tiene un chocho en la parte
de atrs de la pierna?
Del pblico surgi un coro de
Cmo?. Bull sinti que se le
endurecan los bordes de las orejas por
la vergenza. Slo le faltaba abrirse
paso entre dos muchachos idnticos, con
las cabezas rapadas y camisas de
cuadros de manga corta, con bolsillos
y quedara libre en medio de la noche
suburbana.
Que me ahorquen si lo s, pero en
caso de necesidad uno se agarra a un
clavo ardiendo, no cree?
Razza acompa la imitacin del
acento levemente cortante de Bull, tipo
noticiero de Path, flexionando las
rodillas y haciendo oscilar lascivamente
la pelvis. Sus cabellos se agitaron de un
lado para otro con un ruido sibilante
mientras simulaba estar echando un
polvo con todas las de la ley. Una chica
de Godstone que estaba haciendo
prcticas de auditora se desmay de la
emocin; su Cinzano le dej una mancha
horrible en el vestido. Bull lleg al
estacionamiento casi corriendo.
Bull repasaba ahora estos
acontecimientos, pero las Pils haban
embotado las impresiones neurales y los
detalles no eran demasiado precisos que
digamos. Quin puede asegurar que
Razza Rob no fuera un avieso mago que
lo hubiera dotado de aquella vagina?
Que hubiera echado sobre l una
maldicin mgica para subrayar de un
modo infinitamente complicado la falta
de consistencia de la sexualidad de
ambos. Quin puede saberlo? No
obstante, parece lo acertado, lo
apropiado. No hubiera tenido sentido
implantar una vagina en la parte de atrs
de la rodilla del primer hombre que
pasara. De all hubiera podido nacer un
ser que se considerara elegido, o un
superhombre, o un personaje como esos
que se encontr Dorothy en el pas de
Oz que estuviera ansioso de hacer
amigos. No. Era mucho mejor que la
implantacin de aquella vagina fuera una
congruencia que todos pudiramos
comprender. Y mucho mejor que fuera
Bull, el dubitativo Bull, el tmido Bull,
el condicionado Bull, quien tuviera que
soportar el peso de aquella inaceptable
metamorfosis.
Las bocinas resonaban dentro de la
cabeza de Bull. Miraba sin verlo el
hormign agrietado del aparcamiento
delante de la tienda de animales Elite.
Solt el embrague de golpe y el coche se
par. Sud copiosamente durante los
segundos que le llev volver a encender
el motor, pero su mente no quera
despejarse. Pas dando sacudidas por
delante del Garden Center, tratando
todava de encontrar en sus recuerdos de
la noche anterior el momento en que era
razonable suponer que estaba tan
borracho como para no darse cuenta de
que se quemaba la pierna.
Poda haberle hecho aquello algn
artista resentido? Lo pens seriamente,
lo cual demuestra hasta qu punto el
ancho lbulo de corrupcin carnosa de
la falsa quemadura haba perturbado el
equilibrio de su razonamiento. Sentado
en el Ton of Shale, mientras miraba al
maldito Razza, alguien podra haberme
quemado la pantorrilla y la corva con un
atizador caliente, una de esas
resistencias porttiles que se usan para
hervir agua en un vaso
Pero incluso mientras analizaba todo
esto y al mismo tiempo rastreaba algn
recuerdo de haberse inclinado contra un
radiador caliente, aunque no era poca
de que los encendieran, o un tubo de
escape recalentado, saba que no poda
encontrar una explicacin racional para
lo que le haba ocurrido. Mientras
pisaba el embrague volvi a sentir que
el epicentro de la quemadura formaba
una honda muesca en su pierna. La rara
sensacin recorra como mnimo veinte
centmetros oblicuamente hacia arriba
desde el hueco de la rodilla y golpeaba
extraamente la parte trasera de su
tintineante rtula.
Bull pis el embrague y volvi a
sentir el extrao carcter interno de la
quemadura. Su viejo Mini Cooper
rebas la cumbre de la colina y empez
a bajar por la calzada hacia Archway
Roundabout. En todas las gomas del
coche brillaba el moho como si fuera
verdn. En lo alto, el Puente de los
Suicidas haca caso omiso del cielo y se
aferraba a la tierra londinense. Bull
distingui el complicado techo
piramidal del centro sanitario, que se
destacaba en medio de una maraa de
residencias victorianas que se extendan
a su alrededor.
2
Primeras
impresiones

Buenos das dijo Margoulies a


Bull y a la recepcionista.
Buenos das respondieron los
dos a coro.
Margoulies hizo una pausa y observ
sus caras para ver si haban odo su
involuntario gemido. Pero lo nico que
vio fue la ansiedad de Bull y el
aburrimiento de la recepcionista.
T no eres mi paciente de las
nueve y media, verdad? le pregunt a
Bull, a quien conoca lo suficiente como
para tratarlo con familiaridad.
Hubo una cancelacin, doctor
interrumpi la recepcionista. El
seor Gaston dice que le duele
demasiado para venir al consultorio y
pregunt si puede ir a verlo a su casa.
Est bien, est bien. Dgale que si
no puede atenderlo Helen Meyer, ir
esta noche. Margoulies sacudi la
cabeza de un lado a otro. El falso hasto
de este gesto manifestaba a la vez
solicitud e irritacin. Pero slo la
irritacin que muestra un hombre muy
ocupado para dar a entender que an le
quedan muchas reservas de solicitud.
Margoulies sonri a Bull y le dijo:
Por favor, pasa cuando gustes, ya sabes
dnde estoy.
Tras una nueva sonrisa a la
recepcionista, atraves otras dos puertas
de vaivn.
Bull se qued un poco ms en el
asiento de gomaespuma. Estaba
disfrutando del alivio que se siente al
saber que uno est a punto de ser
tratado, que la cosa de su pierna
pronto acabar: extirpada, cauterizada,
suturada o eliminada de la manera que
sea.
Despus se levant, dej un Country
Life sin cubiertas donde haba buscado
una buena residencia para
convalecientes y, tras saludar con una
inclinacin de cabeza a la recepcionista,
se encamin al consultorio.
Mientras que el techo del Grove
Health Centre tena forma
aproximadamente piramidal, la
estructura del edificio era esencialmente
circular. El departamento
administrativo, la recepcin, las salas
de curas y la escuela de enfermera
ocupaban el centro del edificio; los
consultorios de los diversos mdicos de
cabecera que trabajaban en los dos
equipos de profesionales estaban
situados en la periferia, alrededor de un
pasillo circular, y un pequeo cartel
proyectado desde lo alto de la puerta de
cada uno indicaba el nombre de su
ocupante. Bull pas ante los de los
doctores Hurst, Mukherjee, Fortis,
Ambrose y Kowlakowski antes de
detenerse frente al que le corresponda.
Llam a la puerta.
Adelante dijo Margoulies
desde el interior.
Bull entr. El mdico estaba sentado
detrs de su escritorio de madera clara,
en un extremo del consultorio. Detrs de
l haba una pared semicircular de
cristal que haca las veces de ventana.
El consultorio tena forma de pedazo de
rodaja de pia: la pared exterior se
adaptaba al pasillo circular. Frente al
escritorio del mdico haba una camilla,
y una cortina de plstico penda de la
pared. Haba tambin all la habitual
mezcla de objetos personales y
profesionales caracterstica de cualquier
despacho.
Mientras Bull se instalaba en la silla
de tres patas, Margoulies repasaba su
historial clnico. Bull contemplaba con
fijeza una seleccin de esculturas de
nios hechas de arcilla que salpicaban
la superficie del escritorio como
menhires en miniatura. Las miraba slo
con los ojos, pues tena la mente
concentrada, obsesivamente, en la parte
posterior de su rodilla.
Otra vez con problemas en la
nariz, John? pregunt Margoulies,
mientras miraba las notas. Bull era un
joven sano, a excepcin de habituales
infecciones de los senos nasales, no
provocadas por ninguna peculiaridad
innata de su fsico, sino por el puetazo
de un miembro de la Liga Maltusiana
que le haba machacado el tabique
durante un combate benfico.
No, no, doctor respondi Bull
. Es otra cosa. Una especie de herida
o quemadura en la parte de atrs de la
pierna.
Si se trata de una herida o una
quemadura, podra haberte tratado
cualquier enfermera.
Precisamente de eso se trata,
doctor Bull sinti una vez ms la
indecible exasperacin que lo haba
acometido al hablar con la recepcionista
, de que no s si es una herida o una
quemadura.
Margoulies arque las cejas y por
primera vez levant la vista para mirar a
Bull. Simpatizaba con l; haba sido uno
de sus primeros pacientes en el Grove,
cuando haba empezado a trabajar all,
cuatro aos atrs. Rara vez estaba
enfermo, y cuando lo estaba no gema ni
se quejaba; prestaba la debida atencin
a su diagnstico y despus segua sus
instrucciones al pie de la letra. Alan lo
consideraba un tipo deportivo,
esencialmente jovial y sencillo, en
directo contraste con su propio
ensimismamiento neurtico y sus
pretensiones intelectuales. Nunca haba
tenido que escribir en el historial clnico
de Bull la maldita palabra
psicosomtico. Claro que siempre hay
una primera vez para todo.
Bien, entonces sbete a la camilla
y le echaremos un vistazo. Bull
obedeci. Se sent de costado y se quit
los mocasines. Despus levant las
piernas y apoy su gran cabeza pelirroja
en el blanco antimacasar de papel
desechable que cubra la almohada.
Creo que ser mejor que te quites los
pantalones, no te parece? Margoulies
estaba sacando unos aplanados guantes
de goma de sinttico color carnoso de un
distribuidor automtico. Bull juguete
con su cinturn elstico, se baj los
pantalones pulcramente planchados ms
abajo de las rodillas y se los quit.
Para hacer todo esto haba tenido
que ladearse sobre la curva de las
nalgas, adoptando casualmente la misma
postura que cuando descubri la vagina.
Dios mo, pens, espero que no sea nada
grave. Aunque otra pequea parte
pusilnime de su ser abri la esperanza
de que fuese suficientemente grave.
Estaba muy bien asegurado y cualquier
cosa s, cualquier cosa con tal de
dejar de escribir crticas de variedades
unas cuantas semanas.
Margoulies apareci en la periferia
de su visin enganchndose el pelo
detrs de las orejas con un gesto
caracterstico de los dedos ndices.
Despus Bull sinti que las manos del
mdico empezaban a juguetear con la
parte de arriba de su muslo izquierdo,
movindose lentamente, palpando la
carne con atentos dedos hbiles.
Bull se puso rgido y empez a
experimentar, por primera vez en sus
treinta y pico de aos, una profunda
angustia. Era una sensacin distinta del
miedo que senta habitualmente cuando
lo tocaba alguien en situaciones en que
no haba intimidad o cuando tena que
desnudarse delante de otras personas.
En esas ocasiones Bull senta en lo ms
hondo de su ser un miedo cerval a que
su pene se enderezara y entonces se lo
cortaran y lo enrollaran sobre s mismo
a fin de convertirlo en una diana para
hacer prcticas de tiro al blanco. No
poda concebir nada ms embarazoso
que una ereccin involuntaria
especialmente si lo tocaba un hombre,
como era el caso de Margoulies.
Pero el temor que senta ahora era
distinto: era ms bien miedo a una
intrusin en su interior que verse
expuesto a las miradas del mundo. Bull
senta su pierna como un objeto blando,
vulnerable y que se encoga. Anhelaba
gritarle a Margoulies para advertirle que
examinara su pierna de un modo
particular, con unos movimientos
especficos, firmes pero serenos. Pero la
lengua se le haba secado y pegado a la
base de la boca.
Entretanto, Margoulies haca
pequeas observaciones sobre la pierna
en voz alta, aunque evidentemente para
s mismo. As le gustaba proceder. Daba
igual que examinara un cncer o un
resfriado comn, una gangrena o una
gonorrea; a Margoulies le gustaba hacer
lo que l denominaba ponerlo en el
contexto adecuado. No poda llegar al
extremo de llamarse a s mismo mdico
holstico, pero estaba convencido de que
toda lesin o malestar deba tratarse
como mnimo en el contexto de la
seccin del cuerpo en que se
manifestaba, si no del cuerpo como
conjunto.
Ahora date la vuelta, por favor
Mmm. Un gluteus maximus muy
pronunciado murmur al tiempo que
hunda la punta de un dedo de goma en
la blanca blandura de la nalga de Bull y
apretaba con la otra mano la gruesa
culebra de msculo que se curvaba
alrededor de su muslo.
Luego, de repente, silencio. Los
murmullos de Margoulies se
interrumpieron tan bruscamente como si
le hubiesen puesto un apsito empapado
en ter en la cara, y apart las manos de
la pierna del paciente.
Bull esper. Y esper. Lo nico que
oa era la respiracin de Margoulies,
que se haba vuelto pesada, laboriosa y
algo intermitente. Bull permaneci
inmvil, preparndose para el
pronunciamiento del mdico y, por
supuesto, ansiando no tener una
ereccin. Mir fijamente la forma en que
el yeso se haba levantado como
estalactitas en miniatura sobre la pared.

Margoulies, naturalmente, haba visto la


vagina: sa era la explicacin de su
brusco silencio. Sus ojos rodearon el
horizonte del ancho y firme muslo de
Bull cubierto de pelusa de un rubio
rojizo y la vieron, inserta en el hueco de
atrs de la rodilla.
Dos observaciones golpearon a
Margoulies con igual fuerza en cuanto
puso los ojos en la vagina de Bull: en
primer lugar, que careca de vello
pbico, salvo una especie de copete
espeso de los pelos de la pierna encima
del mons veneris; en segundo lugar, que
la vagina no haba aparecido
simplemente en el hueco de la cara
interna de la rodilla como un cuerpo
extrao, sino que la anatoma bsica de
Bull se haba adaptado, dentro de un
rea muy localizada, para acomodar el
nuevo orificio.
Los dos gruesos tendones a ambos
lados de la cavidad haban sido
empujados hacia fuera por lo que sin
duda tena que ser una formacin de
nuevo hueso pbico. El msculo de lo
alto de la pantorrilla estaba
evidentemente bifurcado bajo la piel
para dejar espacio a la entrada de la
vagina, mientras la corva propiamente
dicha sobresala para albergar la
proyeccin del monte de Venus, y el
cltoris ya asomaba desde abajo de su
reborde.
Fue una visin asombrosa para
alguien como Margoulies, que entenda
la anatoma del cuerpo humano tanto
desde el interior como desde el exterior.
Este conocimiento fue una suerte para l,
porque los primeros segundos de
incredulidad total no se centraron en el
cmo o el porqu de la presencia de la
vagina en el cuerpo de Bull, sino en los
tecnicismos de si la vagina estaba bien
construida o slo era un raro simulacro,
ms afn a una patata faliforme que a un
genital funcional.
La verdad es que el mdico sinti
que se desmayaba. Respir hondo y
delante de sus ojos revolotearon
visiones de toda la literatura mdica que
haba ledo en su vida sobre anomalas
genitales. Se calm tomando dos
decisiones simultneas y de largo
alcance, decisiones que al menos en
su mente lo distinguan de todos los
dems mdicos de cabecera que
pudieran haberse visto en aquella
peculiar situacin. Decisiones que
reflejaban lo razonable de que aquel
fenmeno hubiese ido a parar a l y slo
a l.
La primera consisti en conservar a
Bull como paciente en lugar de enviarlo
automticamente a un especialista en
ginecologa. La segunda fue ocultar la
verdad sobre la vagina, por el momento,
al propio portador. Alan no dudaba de
que esa vagina deba tener una
explicacin. Era un cientfico hasta la
mdula y un creyente cabal en la
absoluta posibilidad de descubrir y
explicar cualquier causa. Pero hasta que
lograra conjeturar la etiologa de esa
vagina, saba intuitivamente que saber
que la tena perturbara gravemente a su
paciente. Actuar de otra manera no
habra sido concienzudo.
De qu se trata, doctor?
La voz de Bull son extraa y
cargada de flemas en la profundidad de
su pecho.
Bueno, pues, John Bien,
ocurre que tienes razn en ambos
sentidos
Margoulies emiti estas palabras
con gratitud, como si se las hubiese
soplado un apuntador.
Qu quiere decir?
Bien, se trata de una herida muy
desagradable, es cierto, pero tambin es
una quemadura bastante grave.
Ya me lo pareca! Lo saba. Y
para colmo siento que me ha empujado
hacia afuera todo el interior de la
pierna. Es es como si de alguna
manera hubiese experimentado una
mutacin.
Te duele mucho?
La voz de Alan son cargada de
preocupacin. Ahora estaba de pie
dominando a Bull, mirando desde arriba
la ancha y pecosa espalda de ese
ejemplar anormal.
Dolerme? S, claro que me
duele
Bull arrastr la voz hasta convertirla
en nada, y una expresin de perplejidad
inund su cara. Dolor? Como puede ser
tan estpido para preguntrmelo
siquiera, pens. Pero ahora que se vea
forzado a analizar realmente las
sensaciones que haba experimentado
cuando tuvo conciencia de la herida, de
hecho no poda, en realidad,
describirlas como dolorosas. Bien
pensado, parecan sensaciones de
sensibilidad extrema, mensajes
neurolgicos notables por una novedad
impresionante que combinaba al mismo
tiempo lo visceral y lo voluntario, la
sensacin de ser tocado y de desear que
lo tocaran.
Por favor, John, puedes
describirme el dolor? pregunt
Margoulies, emitiendo otra vez la voz
desde el sur de Bull. Su cabeza oscura
haba desaparecido una vez ms bajo la
cpula salpicada de pelos de la rodilla
de Bull. Pero Alan no pudo concentrarse
en la incoherente respuesta del paciente,
ya que estaba haciendo denodados
esfuerzos por entender esa cosa. Slo
haba hecho la pregunta como un reflejo,
como algo que debe hacer un mdico.
Margoulies us suavemente los
pulpejos de los pulgares para abrir los
labios exteriores de la vagina; los
interiores tambin se abrieron
levemente. La piel del interior de la
vagina era de un rosa perlado y
reluciente, y el cltoris asomaba
descarado por debajo de la capucha de
carne de la parte superior del orificio.
Margoulies mir de cerca, ayudndose
con el fino haz luminoso de su linterna;
apuntal el hombro contra el muslo de
Bull para tener un punto de apoyo.
Interesante. No haba uretra y
bueno, supona que deba de existir
alguna explicacin lgica. Se devan los
sesos en busca de un fundamento
racional: Bull era virgo intacta, algo
sorprendente en un hombre de su edad.
La carnosa escotilla llenaba la boca de
la vagina de la manera ms cmoda y
conveniente.
como si careciera de
proteccin, en carne viva y muy
sensible.
Cmo? Margoulies se
sobresalt, como sintindose culpable.
Cuando la frota la pernera del
pantaln, doctor.
Ahora la voz de Bull era
quejumbrosa. Pero Alan no la oy. Otra
vez estaba de caza alrededor de la
vagina: era realmente la cosita ms linda
que haban visto sus ojos Cmo!
Margoulies se abofete para sus
adentros por este abandono de la
profesionalidad. Maldicin, en su
trabajo haba visto ms que suficientes y
jams haba cometido el error de
confundirlas con las de su tiempo libre.
Por qu sta? Nada poda ser ms
inadecuado.
Claro que la vagina de Bull era
realmente monsima. Una cajita
adorable. Sus labios y los rebordes de
stos eran encantadores. Y resultaba
encantador el modo como el rosa
perlado de la piel interior de la vagina
se perda en la piel blanca y pecosa de
la pierna de Bull. Y los labios no
estaban demasiado arrugados, el cltoris
no era demasiado largo Ahora
Margoulies, con un depresor de lengua,
estaba poniendo a prueba el equipo
neural del orificio, tocando el interior
de los dos conjuntos de labios, el
cltoris, el que tena que ser el segundo
perineo de Bull (definido por una franja
de carne ondulada y parda que corra
hacia arriba y encima de la redondez de
su pantorrilla). Por los retorcimientos y
convulsiones que sinti correr con la
palma de la mano en la pierna de Bull, y
otros temblores ms profundos que
percibi en su abdomen, Alan supo que
el equipo de Bull funcionaba como es
debido.
Qu monada! intercal el
mdico al tiempo que daba un inocente
pellizco al cltoris. O al menos as quiso
hacrselo creer a s mismo, pero en ese
intento resida precisamente el ncleo
de la duplicidad. Y este paso leve e
irnico fue el punto de partida. Desde
ese momento todo lo que hizo el bueno
del mdico fue equivalente a arrimar una
motosierra a su rbol de la ciencia del
bien y del mal. Porque Margoulies haba
abandonado sus perspectivas
profesionales, haba permitido que sus
preferencias le afectaran el juicio.
Haba dejado de obrar en exclusivo
beneficio del paciente.
Naturalmente, contaba con amplias
reservas de rechazo para amortiguar este
conocimiento. Se quit los guantes de
goma con su despreocupacin habitual y
dio la vuelta al escritorio. Bull
permaneci en posicin supina y gir la
cabeza sobre el papel crujiente.
Y bien, doctor?
Bueno, John, no es tan grave como
seguramente pensabas. La superficie
interior de la rtula tiene que
corresponder a la boca del cuello del
tero. Incluso mientras le soltaba las
habituales palabras tranquilizadoras, las
facultades profesionales de Margoulies
estaban trazando un mapa interior del
nuevo rgano sexual de Bull. Como t
dices, es al mismo tiempo una
quemadura y una herida. Si quieres que
te diga la verdad, ignoro qu puede
haberla ocasionado.
Margoulies se sent ante el
escritorio de madera clara y empez a
escribir algo en la primera hoja de las
notas sobre Bull. ste, que segua
contemplando la erosionada pared, se
sinti ms tranquilo con esto que con
todo lo que Alan haba hecho hasta ese
momento. As era como se supona que
deban comportarse los mdicos,
dejando a los pacientes a dos velas
mientras ellos manejaban
insensiblemente el bolgrafo.
Pero lo que escribi Margoulies
habra hecho dudar a Bull de su cordura.
El bolgrafo no haca ms que repetir,
con la letra apretada y sinuosa de
Margoulies, una palabra: Coo, coo,
coo, coo, coo, coo, coo, coo,
coo, escribi. Y sus finos ojos
pardos contemplaron ciegos el brillo
aguamarino de una reproduccin de
Monet torpemente colgada con
chinchetas en la pared, sobre la camilla.
Bien, lo mejor ser que vendemos
esa herida o quemadura, no te parece?
Margoulies empez a moverse por el
consultorio para proveerse de vendas,
esparadrapo, apsitos, tijeras y un
frasco de agua destilada. A medida que
los dedos afilados del mdico palpaban
suavemente los alrededores de la
vagina, Bull fue sintindose cada vez
mejor.
El mdico no saba bien qu estaba
haciendo. Quera tapar la vagina para
que Bull no descubriera qu era. La
limpi con apsitos empapados en agua
destilada para dar a su paciente la
impresin de que la estaba
desinfectando. Despus aplic una capa
traslcida de vaselina a toda la zona de
la corva. A continuacin us tiras
delgadas de esparadrapo para cerrar
como alas de mariposa los labios
vaginales. Por ltimo, cubri todo con
un vendaje firme pero flexible.
Margoulies se irgui para terminar
la tarea. Mirando en direccin a Bull,
aplic vuelta tras vuelta de vendaje con
habilidad estratgica. Despus de cada
una le peda a Bull que moviera la
pierna y le dijera si le resultaba
cmodo. Bull, cada vez ms tranquilo,
experimentaba la maravillosa ligereza
que llega con la certeza de que uno
recibe el tratamiento adecuado. Cuando
por fin salt de la camilla y se puso los
pantalones, volvi a sentirse casi
normal. Dio unos pasos por el
consultorio. Todava senta profundos
roces y separaciones internas en el
interior de la pierna, pero la sensacin
inmediata, superficial, que tanto lo haba
horrorizado, estaba paliada y apagada.
Ahora escchame bien, John.
Margoulies estaba otra vez en el
escritorio, escribiendo en un bloc de
recetas. Yo mismo te he vendado
porque no confiara en que las
enfermeras de aqu o del hospital lo
hicieran correctamente. Debes tomar
Tengo que hacer reposo en cama,
doctor?
Bull pareca entusiasmado con esta
perspectiva. Un leve ardor estomacal y
la cabeza cargada por la resaca le
aconsejaban la horizontal con una
insistencia que ahora eclipsaba
fcilmente el efecto insidioso de la
vagina.
No, no creo que sea necesario. Te
aconsejara que trabajaras menos horas,
pero en cierto sentido, con algo como
esto, lo mejor ser que hagas un poco de
ejercicio.
A Bull le desconcert la respuesta,
pero confiaba implcitamente en
Margoulies. Al fin y al cabo, por qu
no iba a confiar? Cmo poda saber
que un universo paralelo de clculos
pervertidos se estaba instalando en la
mente del bueno del mdico? Cmo
poda saber Bull que la preocupacin
principal de Alan era, ni ms ni menos,
impedir que descubriese la vagina antes
de que l pudiera, pudiera, qu? S,
se era el quid de la cuestin.
Margoulies ya estaba tramando algo.
Trataba a Bull con el cinismo de Von
Ribbentrop cuando negociaba con
Molotov. Margoulies se haba
convertido en un mudo signatario del
juramento hipcrita.
Bull esperaba en la farmacia con la
receta apretada en su mano regordeta.
En la fila, delante de l, dos
heroinmanos reciban su dosis diaria
de metadona. Se apartaron del
mostrador, pero slo hasta un expositor
de alambre con productos en forma de
esponja, donde se detuvieron a beber
lujuriosamente el dulce jarabe. A un
lado de la farmacia, un esquizofrnico
discuta con un dependiente que llevaba
bata de nylon acerca de la mejor manera
de conservar limpia una lima de uas,
mientras en el otro dos chicos flacuchos
con la cabeza afeitada y de un azul
reluciente de los anfitriones habituales
de la tia, miraban con fastidio los
lpices de labios en sus bandejas
acrlicas.
El farmacutico le pas el Valium a
Bull por la ventanilla. Lo observ con
cierta curiosidad: Bull no pareca de los
que necesitaban sedarse. Daba ms bien
la impresin de un tipo simptico, afable
y proclive a las apuestas sobre quin
bebe ms.
Bull cogi las pastillas sin
molestarse en leer la etiqueta, el
cambio y la receta. El farmacutico,
sintiendo el oscuro poder del boticario
que altera humores a distancia mediante
el uso de filtros y preparaciones, not su
expresin perpleja. Y habra acertado en
este sentido, porque Bull no tena la
menor idea de qu era el diazepn.
Crea que Margoulies le haba recetado
un antibitico.
Bull dio unas vueltas por el
Lincolns Inn, buscando aparcamiento, y
en el proceso discuti dos veces con el
mismo taxista calvo y beligerante.
Finalmente encontr un lugar de
descanso transitorio y subi por Grays
Inn Road hacia las oficinas del Get Out!
El da estaba despejado; las nubes se
haban dirigido a Sveningen, dejando la
ciudad de Londres desnuda y brillante
bajo un altsimo cielo azul.
Subi la escalera despacio,
sintiendo el tirn de las tiras adhesivas
en lo que en breve sera vello pbico de
su pierna. En las oficinas de Get Out!
sorte escritorios destartalados, cada
uno con su tup de papeles, al tiempo
que saludaba a sus diversos colegas.
stos beban caf en vasos de plstico,
con los pies sobre el escritorio, o
tecleaban encorvados ante la cascada
verdosa de sus pantallas.
Bull se instal ante su escritorio,
encendi el procesador de textos y
mientras la mquina charlaba consigo
misma para cobrar vida, empez a
componer mentalmente su crtica de
Razza Rob.
Como ya se ha dicho, Bull era
cronista deportivo por vocacin, y, de
hecho (aunque no tiene la menor
relevancia para nuestra historia), no lo
haca mal. No lleg al periodismo
deportivo con la actitud superficial de
un aspirante a novelista, sino con la
honesta sinceridad de un hombre al que
le hubiera gustado ser deportista
profesional. Se haba hecho periodista
con el propsito de estar con la gente
que admiraba: los deportistas. Era un
buen jugador de rugby, pero nunca se
haba engaado a s mismo creyendo que
poda llegar a profesional; gracias a eso,
aportaba a sus comentarios deportivos
un conocimiento prctico y una fluidez
expresiva que, casualmente, haca
excelente su prosa. Su identificacin con
la jugada decisiva de un partido entre
los equipos Wigan y Filey RFC, de
segunda divisin, se pone de manifiesto
en esta vivida descripcin:

Guggenheim recibi el baln, y


entonces sus msculos, que haban
permanecido replegados sobre s
mismos, estallaron sin el menor
esfuerzo y emprendi una serpenteante
carrera cuya culminacin fue un triple
de rara brillantez

Por otro lado como ya hemos


sealado, sus crticas de espectculos
adolecan de una excesiva y plmbea
inyeccin de metforas y analogas
deportivas. As:
Les Jongleurs Diaboliques no
lograron desprenderse del todo de los
bloques de salida en su nueva
experiencia teatral en el Diorama. La
inexperta defensa que caracteriza los
movimientos de Les Jongleurs en el
escenario lleva a este crtico a
sospechar que hubieran recibido la
influencia del difunto y aorado Bobby
Robson en un tardo intento por
reintroducir la desacreditada formacin
4-3-3 en el ftbol ingls.

En general, el borrador de Bull le


era devuelto por el jefe de redaccin
con casi todo suprimido, salvo las frases
ms claras y precisas. Bull se senta
miembro de una cuerda de presos, un
forzado obligado a cavar pozos para
luego volver a llenarlos, sin propsito,
sin motivo. A medida que aumentaba su
incapacidad para escribir sobre el tema
que le haban encargado, se
incrementaba su rencor hacia las
variedades, los clubs de jazz, el teatro
de arte y ensayo y los espectculos
minoritarios en general.
Por otro lado, los deportes lo
seguan apasionando. Lo nico que
detestara perderse por estar lesionado o
enfermo era la pequea gira que estaba a
punto de emprender por diversos centros
tursticos de la costa sur su equipo de
aficionados, los Wallingford Wanderers.
Bull jugaba con los Wallingford
Wanderers casi desde que haba
terminado los estudios (excepto la
temporada que pas en Estados Unidos).
El equipo estaba vagamente relacionado
con su antiguo colegio, pero en la
prctica sus filas se nutran de amigos y
conocidos de los miembros del equipo.
La mayora de los amigos de Bull eran
Wanderers, slidos y jvenes
aparejadores y actuarios de seguros, con
algn dentista o gerente de
supermercado que le daba un toque de
cosmopolitismo.
Lo que ms le gustaba de los
Wanderers era que mostraba la cara ms
aceptable del rugby modesto. Se beba,
pero no se joda; es decir, haba alegra,
pero no sodoma. Esencialmente,
significaba para todos ellos una
continuacin de su poca en el
insignificante colegio privado. Una vez
al ao el equipo iba a jugar un partido
en su antiguo centro de estudios, y se
era el punto culminante de la temporada.
No fue fcil para Bull concentrarse
en un artculo conciso y demoledor
sobre Razza Rob. Repetidas veces
escribi caracteres en la pantalla y dej
luego que el cursor se los fuera
comiendo hacia atrs. Delante de sus
ojos aparecan verdes imgenes de
csped. Senta correr por su cuerpo,
impulsado por la adrenalina, el placer
que siempre lo invada cuando estaba
alineado con sus compaeros de equipo,
limpios, planchados y ansiosos por
hacer el saque. A travs de la pierna
tuvo la deliciosa impresin que llega
cuando uno hunde la parte de atrs de la
bota en el csped y la levanta un poco,
lo suficiente para sustentar el baln y
lanzar un tiro libre.
Pensar en la pierna le record la
herida. Haba estado perdido en un
ensueo, se senta mareado y relajado.
El Valium haba hecho su efecto. Bull
realiz sus actividades el resto del da
mientras el sedante lo mantena
tranquilo.
A la hora de comer sali a tomar una
copa con un par de colegas. Uno de
ellos not que cojeaba.
Qu pasa, John? le pregunt
. Te hiciste un esguince en los
entrenamientos?
No contest, de pronto
cohibido. No tiene importancia.

Margoulies baj hasta el stano del


hospital en el apestoso ascensor, que
ola a los difuntos antepasados de viejas
cenas escolares. El stano tena un techo
opresivamente bajo, y, junto a la puerta
del ascensor, el linleo del piso haba
empezado a pudrirse, rajndose en
melladas islas, como si su superficie
acabara de ser afectada por una falla
tectnica. Un conserje con cara de
siervo medieval de la gleba
verrugoso y con nariz de Cyrano lo
guio hasta las estanteras cerradas con
llave y le abri la jaula de alambre.
Margoulies encendi la lmpara que
estaba sobre el pequeo escritorio
metlico y recorri los estantes leyendo
los lomos de las voluminosas obras de
consulta y las revistas encuadernadas, y
de vez en cuando sacaba algn tomo.
Era su descanso del medioda. El
resto de la maana, tras la visita de Bull
a su consultorio, le haba resultado muy
extrao a Alan. Haba sentido
palpablemente que la tica y el
autocontrol desaparecan de su mente
como el agua de la baera. Daban
vueltas y vueltas por su frente torturada
los argumentos y las consideraciones,
hasta que desaparecan con un feroz
gorgoteo slo para ser reemplazados
por ms argumentos y consideraciones.
La conciencia le deca que estaba
haciendo algo errneo. Algo muy, muy
errneo. Algo que poda, de hecho,
socavar gravemente su candidatura a la
canonizacin.
La razn tambin le indicaba que
cuando un hombre entra en tu consultorio
con una vagina detrs de la rodilla, lo
primero que debes hacer, a fin de
conservar tanto tu propia cordura como
la suya, es decrselo a otra persona. Lo
anormal se vuelve normal mediante su
inclusin en el mundo de otras personas.
Si dejas que permanezca oculto,
comienza a adquirir un aura de siniestra
unicidad.
Pero el problema consista en que
Alan ya se estaba moviendo dentro de la
dramtica irona de la traicin. Sus
adulterios haban abierto un abismo
entre lo que l saba de s mismo y lo
que los dems saban de l. En ese
abismo caban Bull y su vagina. Y,
por desgracia para Bull, prcticamente
lo llenaban.
Alan no entenda por qu, pero
cuanto ms trataba de pensar en lo que
deba hacer para ayudar a Bull, ms
imgenes contundentemente no
cientficas de ste lo inundaban.
Bull era tan vulnerable, tan
confiado, haba algo patticamente
dulce en sus facciones apelmazadas y su
expresin de enorme sinceridad
desconcertada. Y no era feo, muchas
mujeres se sienten atradas por hombres
de buena figura, en especial con la
solidez de un jugador de rugby.
Y la vagina. Qu orificio! Raras
veces es apreciado estticamente. A los
hombres los acobarda su carnosa
realidad. Le meten la lengua y los dedos
pero raramente le dedican una larga
mirada llena de amor. Prefieren
considerarla con ojos de nio, como la
trampa secreta que conduce a un cuarto
lleno de golosinas.
Tal vez se deba a que de all salen
los nios, haba reflexionado Alan,
jugando con sus criaturas de arcilla
mientras esperaba a que llegara
arrastrndose desde la recepcin otro
artrtico torturado. Pese a su tan alabado
intelecto, Alan tena un estilo de
monlogo interno ms bien nauseabundo
e inmaduro. Otra peculiaridad del
complejo virgen/puta de la psique
masculina? No soportamos aceptar la
realidad visual del coo porque hacerlo
sera lo mismo que aceptar la orina, la
menstruacin y las sanguinolentas
cabezas de los recin nacidos?
Por supuesto, no viva tan retrado
como para ignorar que haba montones
de revistas porno plagadas de
instantneas de entrepiernas. Llenas de
coos delineados con precisin forense;
pegados a la pgina, con su sedosa raja
y el matorral circundante lisos como un
valle fluvial fotografiado desde el
aire Pero tambin era lo bastante
perspicaz para comprender que esas
imgenes no tienen la intencin de
embellecer a las mujeres que posan
sino de humillarlas, exhibirlas.
Margoulies estaba despiadadamente
sometido a estos ensueos, e incluso
cuando parecan adquirir un cariz
sinceramente reflexivo, como antes
una orientacin que hubiera podido
permitirle salir del laberinto
psicolgico en el que haba quedado
atrapado a las diez menos diez, se
senta acometido por otro brote de
lujuria. Un brote que proyectaba la
anatoma de Bull ante sus ojos, baada
en una luz muy diferente: rosada,
palpitante, ondulante, dulcemente
ertica
Alan vea a Bull posando
desnudo a la sombra rayada de una
persiana veneciana como Richard
Gere en American Gigolo. Giraba
amorosamente sobre una fuerte pierna, a
la manera de un lanzador de disco,
empujando la parte de atrs de la rodilla
hacia el mudo voyeur. Su nuevo pubis
estaba ceidamente envainado en una
bolsita, una especie de braguita. Unos
mechones de vello asomaban por los
bordes. Margoulies slo distingua
aquellos labios, delineados por el suave
brillo de la seda.
Con el propsito de quitarse estas
imgenes de la mente la terrible
fertilizacin mutua entre las fantasas
sexuales que viva mentalmente y la
anormalidad genital de Bull. Alan
haba decidido acudir a la biblioteca del
hospital universitario a la hora de
almorzar.
Las recepcionistas, cuando lo vieron
salir del Grove agobiado y preocupado,
se quedaron haciendo comentarios.
Fjate!, dijo la negra y cnica
Gloria, que acababa de empezar su
turno, este hombre se ha agotado
trabajando. Fjate! Es un santo, sa es
la verdad!.
La mente del santo estaba pletrica
de quimeras cuando se encaminaba al
centro de la ciudad. Imgenes del
acoplamiento del organillo y el
manubrio en las ms surrealistas y
frenticas combinaciones. Pero una vez
en el stano, las estanteras cerradas de
la biblioteca le produjeron cierto alivio.
Aqu el ojo de la mente se convirti en
ojos que miraban las pginas, mientras
hojeaba la Revista de Fisiologa
Anormal.
Las desvadas fotografas en blanco
y negro y las lminas en color, que an
eran peores, pues los colores estaban
distorsionados, mostraban la ms
fantstica profusin de confusin fsica:
un hombre, cuya barriga blanca y
desnuda estaba muy hinchada, posaba
tmidamente con una mano en el
respaldo de una silla de cocina luciendo
un pecho que era un autntico
palimpsesto de pezones, algunos
solapndose a otros, muchos de ellos
grandes como un platillo; la cabeza de
otro hombre haba sido fotografiada de
lado para mostrar las espirales dignas
de un Durero de su odo interno, que
contenan un trozo de pene; una mujer
con el cuerpo en forma de pera, en
cualquier otro sentido
espeluznantemente comn, yaca de
espaldas para mostrar el primer plano
de una entrepierna con doble vagina.
Haba ms, mucho, mucho ms. Alan
pas una pgina tras otra. Baj el
clsico de Nicholson, Distorsiones del
sexo, una obra que todo el mundo trataba
de obtener en prstamo cuando l
estudiaba medicina. La dej junto a la
revista y compar cosas extraas con
cosas an ms extraas. En el libro de
Nicholson unas siamesas permanecan
unidas vagina con boca, atrapadas por
una red de carne en un cunnilingus
vitalicio; el pene de un hombre
perfectamente comn tena otro pene de
un hombre perfectamente comn que
creca de l en ngulo recto; una joven
bastante atractiva, a la mediocre manera
provinciana inglesa, posea un cltoris
del tamao de un nabo.
Pero por muchas pginas que
volviera, por mucha fantasmagora
carnosa que asimilara, no lograba
encontrar nada que se asemejara
siquiera a lo de Bull. Haba muchos
hermafroditas, por supuesto, pero
invariablemente sus vaginas eran
simulacros distorsionados que se abran
junto a sus penes. No haba nadie como
Bull, con una vagina completa y
bellamente formada, aunque en un lugar
del todo inslito. Mientras Alan lea el
texto de Nicholson, aunque tropez con
algunas historias de inconcebibles
anormalidades genitales, comprob que
ninguna era ni remotamente similar a la
originalidad genital de su paciente.
Segn Nicholson, muchas chicas
haban llegado a la pubertad y entonces
un aluvin de testosterona haba
empujado sus cltoris hasta
transformarlos en penes y puesto
testculos entre sus entrepiernas. Pero no
poda decirse lo mismo de los chicos. Si
no tenan vagina desde el principio,
jams la adquiran posteriormente, lo
que sin duda se ajusta a lo que sabemos
intuitivamente, porque la fisiologa
masculina es una cosa esttica y sin
vida, un vaco metablico que no se ve
afectado por los tremendos tirones
lunares y las cataratas de pegajoso flujo
hormonal que tanto influyen en la
femenina.
Alan cerr los libros con
irrevocable determinacin. Llam al
conserje para que cerrara la jaula y
subi en el apestoso ascensor al Londres
del nivel del suelo.
As, en lugar de actuar como
catarsis, la visita a la biblioteca slo
sirvi, en ltima instancia, para
exacerbar el estado de Alan. Nuevas
imgenes de Bull empezaron a inundarlo
como una especie de enfermedad a la
que sirvieran de vehculo sus
reflexiones. Descubri que apenas poda
concentrarse en lo que decan sus
pacientes de la tarde. (Pobre doctor
Margoulies, pensaban ellos, este hombre
trabaja muy arduamente, es demasiado
concienzudo).

Al acabar su jornada Alan cogi el


maletn de visitas a domicilio y volvi a
casa. Naomi estaba dndole de comer a
la nena en la cocina, exactamente igual
que cuando Alan se haba ido por la
maana.
Alan acarici con una de sus finas
manos ahusadas la mejilla de Naomi y
con la otra la de la nia. Dio un beso a
cada una y les dijo que las quera. De
repente, el contraste entre las imgenes
grotescas que se haban proyectado en
su mente durante casi todo el da y lo
saludable de aquella escena domstica
fue como un golpe en la nuca. Le cost
un gran esfuerzo reprimir el impulso de
hundir la cara en la encantadora mata de
pelo castao de su mujer y contarle al
odo toda la historia entre sollozos. Pero
lo logr. Alan saba que la cura que le
haba hecho a Bull esa maana slo
servira como medida transitoria. Se
senta vaco de ideas en cuanto a la
forma de ayudar a su paciente, pero
saba que tena que verlo y hacer algo.
Llam a una canguro dijo
Naomi. Vendr alrededor de las ocho.
Bien, muy bien contest Alan,
no de una manera mecnica, sino con
verdadero nfasis. Tena la cualidad de
entrar en situacin inmediatamente,
mostrando la mayor compenetracin
cuando estaba con Naomi, de modo que
sintiera que pensaba en ella y slo en
ella. En ese momento se acord de la
cancelacin que haba provocado la
visita de Bull por la maana. sta era la
oportunidad perfecta, y se apresur a
agregar: Tengo que ir hasta Archway
a ver a un paciente.
Naomi se sorprendi y mostr cierto
fastidio:
No saba que tuvieras un paciente
en Archway.
S, un anciano que se llama
Gaston. En realidad no tendra que
atenderlo yo, pero, al parecer, soy el
nico mdico al que quiere ver.
Tardars mucho? pregunt
Naomi.
Alan mir la hora: eran las seis y
media.
Si me apresuro estar de vuelta a
las ocho; es posible que tenga que
drenarle el quiste.
Alan, sabes muy bien que hace
una semana que no acuestas a Cecile
Lo s, lo s. Lo siento, querida.
Os compensar a las dos este fin de
semana.
Y tras decir esto, se march. Sali
antes de que otro intercambio verbal con
Naomi la legalmente casada Naomi
pudiera poner en peligro su hbito de
olvidarse inmediatamente de ella.
Alan se aferr un rato ms a la
imagen de su hija. Tanto tiempo, de
hecho, como le llev llegar al coche y
ponerlo en marcha. Us esa imagen del
modo que suelen usarla muchos hombres
que obran con doblez y se dejan llevar
de sus pasiones: para sentir culpa en
lugar de obrar rectamente.
Mientras conduca el coche por la
calle residencial de viviendas
escalonadas donde viva y giraba por
High Road, record lo urgente que era
aquella visita a domicilio, aunque por
debajo de aquel recuerdo se deslizaba la
sensacin, que Alan apenas acertaba a
comprender, de que an era ms urgente
que realizara otra visita. El camino,
rumbo al norte, que conduca a la casa
del seor Gaston segua hasta donde
Alan saba que viva Bull.
3
Seduccin

Bull estaba en la mal ventilada


semioscuridad de su dormitorio. De vez
en cuando un camin refrigerado bajaba
por East Finchley High Road y sus
ruedas dobles producan un ruido seco
contra las bandas sonoras del cruce.
Se senta fatigado y mareado. Hacia
el fin del da de trabajo haba sopesado
la idea de volver al Grove para ver otra
vez a Margoulies. No sera alrgico al
antibitico? Pero cambi de idea: no
servira de nada molestar al pobre
mdico. Dormira a pierna suelta toda la
noche, y, si a la maana siguiente segua
sintindose as, pedira hora. De todos
modos, Alan le haba dicho que fuese a
ver a la enfermera un par de das
despus para que le cambiara el
vendaje.
La verdad es que el vendaje
empezaba a molestarle. Debido a la
incmoda localizacin de la herida,
Margoulies no haba podido dar vueltas
planas de venda; para compensarlo
haba tratado de sujetar la herida con
una serie de vendas de refuerzo que
cubran la rodilla. Incluso herido y
drogado, Bull era un individuo vigoroso.
El constante movimiento de su pierna
carnosa a lo largo del da haba
desplazado parcialmente el vendaje; la
deliciosa y fresca sensacin que haba
sentido en el consultorio, mientras
Margoulies limpiaba la herida con agua
destilada y la cubra con vaselina,
primero se haba desvanecido y luego se
haba convertido en irritacin.
Bull saba que deba tomar otra
pastilla, pero, por alguna razn, no
poda levantarse de donde estaba
sentado, con la pierna estirada, delante
de la ventana y con la vista baja hacia la
estatua del venado lampio que
coronaba el prtico del pub El Venado
Lampio. Y si bajara a tomar una
copa?, musit para sus adentros.
Aquella tarde se senta solo y
desamparado. Todava era lo bastante
joven para relacionar la enfermedad con
que la gente lo mimara; lament que su
madre no estuviese all para volver a
vendarle la herida y prepararle una
buena cena.
Pero hasta la idea de beber alcohol
le daba nuseas. Y cmo poda ir a un
pub en aquel estado? Bull visualiz el
interior de El Venado Lampio: estaba
oscuro y con un denso humo acre. Unos
hombres gordos como cerdos vestidos
con trajes estaban de pie apoyados en la
barra o las paredes. Cuando la puerta de
vaivn se abri de par en par para
dejarlo pasar, los ojos castaos y
muertos de los parroquianos le siguieron
el rastro por la moqueta, desnudndolo.
De eso se trataba! Me siento
vulnerable, comprendi Bull,
impresionado. He perdido algn
elemento de mi ser esencial. Ser por
la herida? O quiz la terrible
experiencia de anoche me deprimi
En realidad, no era el nmero de
Razza Rob lo que haba deprimido a
Bull. Mientras confiaba en publicar una
resea brillante del espectculo una
desmitificadora vista panormica, en el
siguiente ejemplar de Get Out!, no
hizo el menor caso de las tomaduras de
pelo de Razza. Pero cuando se esforzaba
en plasmar la crtica, preocupado por la
pierna y en parte atontado por el Valium,
el propietario y director de la revista
haba aparecido a sus espaldas.
Primero Bull not su presencia por
el penetrante aroma a Cellini Per
LUomo, uno de los perfumes para
hombre de Harold Acton. El director
crea firmemente en la autopromocin.
Despus de la rfaga de locin para
despus de afeitar, que no se
diferenciaba en nada de una versin
olfativa del Fernet Branca, la montura
azul de las gafas del director haba
aparecido en la periferia de su visin.
El director ley las veinte lneas de la
pantalla del procesador de textos.
Ah, sabes?, John logr decir
por fin. La crtica de Razza Rob
Ejem, nosotros, sabes?, no la
necesitaremos, en realidad.
Bull se mostr irascible, algo raro
en l.
Por qu?
Porque, sabes?, Juniper ha
escrito un pequeo artculo sobre Razza
Rob que bueno, incluir una crtica de
su nmero.
Qu? Bull no poda creerlo.
Ese hombre no merece cincuenta
palabras, por no hablar de un artculo.
Es estpido, obsceno, pesado y no tiene
la menor gracia.
Bull se ech atrs en su silla
giratoria y volvi para mirar cara a cara
al director, que empez a justificarse
frenticamente.
Es posible, John, pero tiene
muchos seguidores. En realidad, esa
clase de comedia est despegando en
este momento. Y ya sabes que lo nuestro
no es prescribir lo que han de hacer los
lectores, John, lo nuestro es describir
dnde se van a meter. Nunca debemos
decirles qu tienen que hacer.
Bull refunfu. se era el estribillo
permanente del jefe. Incluso lo haba
incorporado al declogo de Get Out!,
que en forma de tarjetn plastificado de
cinco puntos haba sido distribuido entre
los poco inspirados y menos
inspiradores plumferos. El estribillo
deca as en su tercer punto: Nunca
prescribir, slo describir. El arte es el
espejo de la vida. Adems, el jefe se
las daba de stendhaliano: haba
bautizado a su hijo con el nombre de
Julien, y al pony de ste con el de Sorel.
En cuanto se fue el jefe, Bull llam a
Juniper, que escriba artculos
regularmente para Get Out! Adems, se
haba acostado con l en una serie de
ocasiones significativas. Es decir
significativas para Bull, no para ella,
que tena las relaciones sexuales del
mismo modo que mucha gente se come
los cacahuetes tostados:
compulsivamente, en grandes cantidades
y cada vez con menos placer.
Mientras marcaba su nmero, Bull
record una noche de borrachera tres
semanas atrs; Juniper acept ir a su
piso, y una vez all rechaz la cama,
blanda como un moco, en beneficio del
suelo de la cocinita. Se haba puesto
encima de l, que entonces se encontr
contemplando una densa mucosidad
amarilla compuesta por grasa y restos de
comida, que formaba una autntica
repisa bajo el borde de la cocina de gas,
mientras el duro chasis que formaban la
entrepierna, el trasero y los muslos de
Juniper lo golpeaba sin piedad. Su
vagina haba aferrado el pobre pene de
Bull con la fuerza de un aspirante a
masn. La cara sin mentn de Juniper
haba zumbado por encima de l como
un escorzo vorticista.
Diga?
Soy John, Juniper dijo Bull.
John?
John Bull.
John Bull? No conozco a nadie
que se llame as.
Bull se puso nervioso.
Me conoces, hago crticas para el
Get Out!
Ah, ese John! Por supuesto, lo
siento, deba de estar pensando en las
musaraas. Ya sabes, soando despierta
y esas cosas.
Qu cosas?
Bueno, ya sabes, cosas.
Bull imagin a Juniper, con su
trasero, sus caderas, su entrepierna
curvada en U y su vientre chato
envueltos en pantaloncitos de ciclista de
Lycra, ceidos como los de un maniqu.
Los tobillos sin vello eran tan morenos y
simtricamente columnares como
gruesas patas de sillas de los aos
cincuenta, mientras su pecho duro y
pequeo estaba sujeto con bandas y
cinturones anudados de material
sinttico. A su alrededor, sobre el
parquet artsticamente manchado del
piso del estudio, estaban sus cosas,
las cosas en cuestin. Y qu cosas!
Zapatos de plataforma y vestidos de
lam, plumas de avestruz y carteles de
pelculas. Frascos de pachul, insignias
de solapa y fundas de discos, guitarras y
tambores de piel de cabra, aros de
hula-hula y tableros de ouija, discos
compactos y carteles de conciertos,
cintas para la cabeza y brazaletes,
palillos de tambor y discos voladores.
Todos los detritos de cuarenta aos de
cultura popular juvenil, las cosas de
Juniper.
Pero as es como se lo imaginaba
Bull. La verdad es que el estudio de
Juniper era implacablemente
minimalista, acorde con las ideas
contemporneas en cuestin de estilo.
Porque ella era una de esas personas
perdidas a finales de la treintena que se
tomaban la molestia de adoptar cada
nuevo culto juvenil y cada estilo nuevo,
por insignificante que fuera, incluso los
que haban nacido muertos.
La gente como Juniper tiene un
sentido de la historia cultural tan
radicalmente reducido como el cap de
un coche en forma de huevo. Y para esa
gente cada nueva ola de acontecimientos
nfimos resulta tan significativa como la
decadencia de los antiguos sumerios o la
expansin del imperio ruso bajo Pedro
el Grande.
Aunque Bull slo la haba visto con
sus botas Reebok de catorce agujeros y
sus pantaloncitos de ciclista estilo
Merckx, comprenda intuitivamente que
sta era la ms reciente de innumerables
gilipolleces, entre las cuales haba
habido detalles tan elegantes como un
poncho peruano.
Desnuda, Juniper conservaba la
impronta de decadencias en la peculiar
calidad lustrosa de su carne, era como
si una humedad interior la embadurnara
por fuera. Su cabello, que en la
actualidad llevaba peinado al estilo
prerrafaelista, haba sido tan
decolorado, teido y castigado con el
correr del tiempo, que tocarlo era como
manipular limaduras con la consistencia
del azcar hilado. Bull se haba
abstenido de pasarle los dedos por el
pelo cuando se dedicaban a lo que
pasaba por hacer el amor: tena miedo
de cortarse.
No es que Bull se considerara poco
atractivo aunque debemos reconocer
que no pareca personaje para un
Tiziano o un David aunque quiz s un
burgus holands cagando en un rincn
de un Bruegel, pero posea una
esencial falta de confianza en s mismo
cuando de follar se trataba. Sobre todo,
le asustaba la cruda flexibilidad de
cualquier atadura que pudiese vincularlo
a una mujer, que pudiese involucrarlo en
el rebote simtrico de yo-empujo t-
tiras de la atraccin (y la repulsin). Era
esta falta de seguridad lo que lo llevaba
a elegir a las Juniper de este mundo,
unos seres cuya sexualidad ya estaba
fatalmente comprometida y era
independiente de su sexo especfico.
Por qu motivo? Neurosis? Presin
social? Quin puede saberlo?
As pues, la memoria tctil de pelos
cortantes como limaduras enganchados
en la suave malla de sus dedos, provoc
un acceso de clido sentimiento en el
ancho pecho de Bull. Es una pena que yo
signifique tan poco para ella, pens,
mientras para m ella es todas las
mujeres Y por qu razn me traicion
con ese artculo sobre Razza Rob,
empez a preguntarse. Debera
comprender que se es mi terreno. Si
haba que escribir un artculo, segn el
curso natural de las cosas, tendra que
haber sido yo quien lo encargara.
Juniper volva a ser la
posibilidad de un polvo en el suelo de la
cocina. Sus cosas se haban desvanecido
en algn armario de lo retro, has
escrito ese artculo sobre Razza Rob?
Pues Bueno, hice la resea,
pero voy a entrevistarlo el jueves por la
noche; entonces tendr suficiente texto y
esas cosas.
Yo fui a verlo anoche
La voz de Bull se apag. Percibi un
conflicto. Por un lado, senta que deba
decir lo que pensaba acerca de Razza
Rob; al fin y al cabo, estaba en juego su
integridad como crtico. Pero Bull se
sentaba en el banco de los acusados: se
haba contaminado de la mancha
universal del deseo de caer simptico.
El mismo hecho de que Juniper
estuviese escribiendo el artculo era,
con toda probabilidad, una seal de que
ya haba desarrollado alguna esttica
arquitectnica de altos vuelos en la que
poda encajar a la perfeccin el gusto
por el humor vaginal de Razza Rob,
como la piedra fundamental en un
edificio. Bull no quera enemistarse con
ella. Deseaba ms experiencias en el
linleo, ms paisajes oblicuos de migas,
pelusas, confitare y restos semejantes,
que resultaban geolgicos a causa de la
novedad.
En serio? Juniper pareca
contenta. Bull no estaba seguro de si se
senta especialmente condenatoria o
especialmente entusiasta. Yo lo vi,
espera, fue el lunes? Me parece que
s. Espera, fui a un taller de
cristalografa el martes Pareca a
punto de lanzarse a una digresin acerca
de los espritus arbreos en los que
crea ltimamente, pero, para gran
sorpresa de Bull, domin el impulso de
hacerlo en voz alta, fue un lunes
concluy. Porque l actuaba en el
Sheaf of Rape, y all slo montan
nmeros cmicos los lunes por la noche.
Es fantstico!
El juicio explosivo son cargado de
vibracin.
Sin duda es popular titube
Bull, con la esperanza de no haber odo
correctamente.
Y con toda razn. Haba odo
correctamente. Ella sigui adelante:
Est rompiendo las barreras de lo
cmico con su nmero. Va a sacar a la
comedia britnica del callejn sin salida
en que est atrapada.
Ahora, comprendi Bull, Juniper
estaba citando su artculo a medio
escribir.
Pero, Juniper Procur
emplear el tono conciliador de la
persona que ya tiene su opinin pero
est dispuesta a considerar argumentos
slidos. Ese nmero no es ms que
una serie de guarradas.
Lo has entendido correctamente!
La risa de Juniper lo golpe con la
alegra de un palo de golf. Chiste de
vagina tras chiste de vagina. Cada uno
ms desafiantemente vaginal que el
anterior.
Pero, Juniper, eso no significa
apoyar una serie de actitudes obsoletas
de odio a la mujer? Acaso no apela a
los temores y preocupaciones ms
despreciables de su pblico?
Y el pblico?
Y el pblico qu?
No disfrutaba?
Supongo que s.
Bull estaba desinflado; en el fondo
de su alma no quera discutir.
Y qu me dices de la
composicin del pblico? No haba
mujeres adems de hombres?
S.
Y se rean, no?
S, supongo que s. Pero tal vez
slo se rean porque fueron
condicionadas para adoptar las mismas
actitudes viles que los hombres.
No seas imbcil, Bull. Llevas diez
aos de retraso. La gente es mucho ms
sofisticada de lo que t piensas. Razza
es un ironista, aunque es probable que
t no lo notaras. Por supuesto, rechin
Bull mentalmente, t s lo notaste.
Pero todos esos chistes vaginales slo
son eso: chistes vaginales. No son
bromas sobre la mujer. No tienen nada
que ver con la mujer. Razza le est
quitando a la mujer su coo arquetpico
y lo exhibe para que el mundo lo vea y
aprecie que slo es un cero a la
izquierda, una categora vaca sobre
la que la gente proyecta sus propias
actitudes distorsionadas. Al fin y al
cabo, qu es un hoyo una vez lo sacas
del suelo?
Bull se dio cuenta de que estaba
citando otra vez el artculo. Y tena
razn: esas mismas palabras todava
brillaban hmedas en la pantalla de
cristal lquido posada en la esquina de
la plataforma de futn de Juniper, en la
habitacin contigua.
Bueno, supongo que es, es
A Bull se le trab la lengua, furioso
consigo mismo por no encontrar la
rplica a tan fcil acertijo.
Nada. Fantstico, chico. Nada.
Ejem No, a m me parece brillante y
tambin ertico Ertico?, pens
Bull. Con esa pelvis que mova como si
empujara el carrito de la compra? Y
esos muslos moldeados a inyeccin y tan
delgados como sus pantorrillas?
Repugnantes, dejaban sus rodillas
nudosas flotando como hongos
agarrados al tronco de un arbolito joven.
Con esas palabras lo haba dejado
atnito Creo que tendr un xito
rotundo. De hecho, pienso jugarme mi
reputacin en eso.
Irona? No, aquella mujer no
conoca el significado de esa palabra.
Bull, hay que reconocerlo, volvi al
asalto.
Me parece que lo estimas en ms
de lo que vale, Juniper. Espera a
entrevistarlo. Creo que descubrirs que
no es ms que un tipo con la cara rara y
complejo de inferioridad, y que en la
escuela haca rer a los otros chicos
para salvarse de palizas y
humillaciones. Ahora cree que ha
encontrado un filn. Espera a hablar con
l. Me sorprendera que pudiese darte
una justificacin objetiva de su nmero.
A mi juicio, ese tipo piensa que si habla
el tiempo suficiente sobre los genitales
femeninos, conseguir meter sus
mugrientas zarpas en algunos ejemplares
vivos.
En cuanto lo dijo, Bull se arrepinti.
Muy probablemente, sa es tu
actitud le espet Juniper, ests
proyectando.
Proyectar era uno de los verbos
predilectos de Juniper. Durante su
prolongada estancia en las playas de
olas ms bravas de la psicoterapia,
haba adquirido el convencimiento de
que todo comentario con alguna carga
potencial era necesariamente subjetivo y
revelaba los secretos ms ntimos de
quien lo profera. Todos excepto los
suyos, por supuesto. En las fiestas sola
musitar, con tono custico: Est
proyectando, cuando alguien deca algo
tan desprovisto aparentemente de la
psicopatologa de la vida cotidiana
como: La Unin Sovitica est metida
en un buen berenjenal.
Es posible, es posible.
Sintiendo asco de s mismo, Bull se
humill. La sexualidad de Juniper poda
estar totalmente circunscrita por la
neurosis, pero para l la interioridad-
exterioridad de su monte de Venus,
definido por la ceida tela de sus
pantaloncitos de ciclista a lo Merckx,
era ms de lo que poda soportar. En ese
momento contrast su impaciencia
animal al tironearle el pito, como si
fuera un antlope que hubiera cazado en
la sabana sudafricana con su propia y
soadora falta de contacto con la
realidad. Ya sabes que no soy tan
sofisticado como t, siempre me
impresiona el rigor que aplicas a estas
cosas. Esta descarada adulacin
pareci funcionar. Juniper estaba
ronroneando o el telfono funcionaba
mal. Cuando Bull dej de hablar, el
ronroneo dio la impresin de estar en un
tris de convertirse en una risita, por lo
que prosigui: Tienes que ensearme.
Ya sabes lo ignorante que soy en todos
los aspectos del teatro y por ende de
la vida.
Ella volvi a ronronear.
Qu quieres decir, Bull?
Pens, pens que podramos
cenar juntos. Despus de tu entrevista
con Razza. Quiero que con tu anlisis
me ayudes a situar su nmero en un
contexto ms amplio.
S, pero esta semana es imposible.
Tengo mucho trabajo. He de entregar el
artculo.
Y el fin de semana? Una vez
ms, en cuanto lanz las frgiles
palabras de papel al estanque telefnico,
Bull se arrepinti. La pequea gira de
los Wanderers tendra lugar el fin de
semana siguiente. Jugaran cuatro
partidos entre el viernes y el lunes,
todos contra equipos de aficionados de
la costa sur. Los encuentros se
disputaran en Bexhill-on-Sea,
Rottingdean, Brighton y Shoreham. Bull
no quera perdrselos por nada del
mundo. La lozana de la primavera, el
placer animal del movimiento sin trabas,
y todo sazonado por la brisa marina.
Nada poda ser ms hermoso.
Bueno, no s Evidentemente,
Juniper tena una invitacin en
perspectiva, pens Bull, pero todava no
se haba confirmado. Llmame el
sbado por la maana para tantear el
terreno.
Tantear el terreno era la frase de
la conversacin telefnica que ahora
volva a la mente de Bull mientras tena
la vista fija en la noche suburbana. Pero
no era ms que un eufemismo, como el
cenar que haba dicho l, de modo
que en realidad no mereca nada mejor.
De todos modos, por qu estaba tan
pendiente de Juniper? Francamente, era
bastante tonta, con su fanatismo del culto
a la moda y sus frases manidas que
trataba de hacer pasar por filosofa. Bull
saba que tena otros hombres, muchos
ms, y probablemente tambin mujeres.
Lo senta por la forma en que se le
transformaba la piel, volvindose
arenosa, mientras ascenda a un nuevo
orgasmo utilitario. Produca la misma
sensacin que el revestimiento de piedra
porosa de un monumento londinense, un
monumento por el que hubiera trepado
una multitud para divertirse.
Pero Bull tema el rechazo de
Juniper. Tena miedo de que sus
arremetidas no fuesen lo bastante firmes
y continuas para satisfacerla. Le
preocupaba que cuando circunnavegaba
sus pechos ella no sintiera nada, que
sus manos siguieran demasiado
obviamente las lneas de un manual de
aprendizaje sexual; lo que l quera era
graduarse en la acreditada academia
Juniper. Y, para acabarlo de arreglar,
esa noche experimentaba una molesta
vulnerabilidad, una sensacin extra por
el fastidio de una herida provocada en
uno de sus propios actos inadvertidos.
Su ancha mano frot el montculo
que formaba el vendaje en el mismo
instante en que un gamberro encenda un
volcn japons en el aparcamiento de la
moderna iglesia congregacionalista que
haba dos manzanas ms all. El
centelleo de la luz blanco-amarillenta
hizo que el cristal de la ventana se
volviera opaco. Cuando se aclar, la
retina de Bull percibi una imagen
borrosa. La de un hombre que estaba al
otro lado del camino, delante de la
tienda de congelados, y miraba hacia el
piso de Bull, inquisitivo, como si lo
hubiera visto antes pero ya no recordara
cundo ni dnde. Era Alan Margoulies.

Alan haba ido rumbo norte desde


Archway Tower, y tras pasar por delante
del Whittington Hospital, se dirigi
hacia Highgate Village. Tena la resuelta
intencin de ir a drenarle el quiste al
seor Gaston, un maestro francs
jubilado que viva en una casita en
Highgate. El hombre se pasaba todo el
da, todos los das, sentado en un divn,
con su bilioso y maloliente cuerpo
envuelto en prendas de lana y rodeado
por una pila de las amarillentas y
amarilleadas publicaciones
encuadernadas en rstica de Editions
Gallimard.
Gaston tena un quiste enorme en la
base de la regin lumbar, un quiste con
un ciclo vital propio aparentemente
inconexo con su metabolismo. Por
muchas veces que Alan o la
practicante que tena asignada, Helen
Meyer lo drenara, volva a crecer en
el plazo de treinta y seis horas. Era
como si el repugnante saco, pensaba
Alan a menudo, fuera un parsito de las
enormes reservas de bilis y vitriolo de
su husped.
Alan estaba absolutamente decidido
a drenar el quiste y despus, si
quedaba tiempo, a conducir los tres
kilmetros que lo separaban de East
Finchley para ver si era necesario
cambiarle el vendaje a Bull. Era lo
mnimo que poda hacer teniendo en
cuenta, teniendo en cuenta que al da
siguiente ira al campamento de
aprendizaje organizado por el
Ministerio de Sanidad en Wincanton.
Mierda, carajo, maldicin!
protest Alan, y dio un puetazo al
volante, que vibr y tintine como un
diapasn gigantesco. Bull ir a ver a
la enfermera cuando yo est fuera y todo
se habr acabado!
Pas sin detenerse por delante de la
casa del seor Gaston. Cogi la va de
circulacin rpida y se encamin hacia
East Finchley. Alan tena un diablillo
posado en el hombro izquierdo y un
angelito en el derecho. En el hombro
derecho del diablillo haba un ngel ms
pequeo, y en el izquierdo, un diablo
ms pequeo. Lo mismo ocurra con el
primer ngel y as sucesivamente. sta
era la reductio ad infinitum de su
sentido moral: un gran lienzo
renacentista que mostraba gradas en
disminucin de querubines y serafines,
duendes, stiros y demonios. Todos
elevndose en un vaco imposible de
llenar.
Es evidente que Alan estaba ya a
punto para lo que fuera. Haba hecho su
trato con la diablica mueca rusa de
espectacular irona. Haba cometido sus
pecadillos, y haba relegado a su mujer
y a su hijita a un segundo plano en el
aspecto emocional. Era cumplidor, s.
Concienzudo, s. Yo nunca hara nada
que significase una falta de respeto a mi
esposa, haba pensado muchas veces
observando las nalgas de la escultora
Sybil, mientras los labios de sta se
deslizaban por su fino y ahusado pene.
Amo a mi esposa, haba dicho para sus
adentros con la facilidad que da la
prctica al tiempo que sus muslos
golpeaban contra las nalgas de su
amante. Muchas veces, al levantar la
vista para espaciar el ritmo de sus
arremetidas, haba encontrado que las
rbitas de una de las estatuas inspiradas
en la Isla de Pascua de Sybil lo
contemplaban desde el jardn a oscuras
con un semblante repleto de antigua y
perniciosa amoralidad.
As estaban las cosas. En vez de
utilizar las conversaciones en el bar de
la estacin de Euston como distraccin
mental a fin de evitar la ejaculatio
praecox, Alan utilizaba el amor a su
esposa.
Pero estara en condiciones de
sentir lo mismo cuando diera embestidas
con hbil y sinuosa angularidad en el
hueco de la rodilla de Bull? En el
chocho de Bull, no en el de Sybil?
Vaya problema! Ahora lo vea
claro. Haba sacado lo que estaba
debajo de la alfombra. Algo hmedo,
amazacotado, ptrido, como un viejo
pastel de carne metido en un calcetn
sucio. Podra volver a meterlo debajo?
Alan pas bajo el puente ferroviario
y levant la vista para mirar la
estilizada estatua del piel roja que
estaba colocada en lo alto de la estacin
de metro de East Finchley. Esa estatua
permaneca eternamente congelada en el
acto de disparar una flecha hacia la
estacin de Highgate. Y si la flecha
sala disparada?, pens Alan. Lanzada,
libre. Y si se permita que el misil que
buscaba el taln de Aquiles buscase el
hueco rodeado de tendones?
En esta coyuntura es indispensable
entender que Alan era, lisa y llanamente,
culpable de arrogancia. Al asumir que el
voyeurismo, las cadenas, la sodoma y
otras manas bastante inofensivas eran
nada ms (y nada menos) que la
evidencia de que quienes las
practicaban tenan embotado el sentido
de la irona, Alan haba perdido el
control. Su propia sensibilidad, de
tamao Schwarzenegger, haba saltado
por encima de las drogas, las cabinas de
las sex-shops, las bragas sin entrepierna
y los espectculos de maricas. Haba
saltado por encima de ellos para
lanzarse a aquel coup de foudre, a
aquella cosa de Bull.
Alan estaba acobardado, encogido.
Haba vuelto al autoerotismo de la
pubertad. Se estremeca en la lnea de
banda, sus muslos temblaban en las
anchas perneras de sus pantaloncitos de
rugby. Cerca de la lnea de los treinta
metros, Bull practicaba tiros libres.
Alan ansiaba ser como l: deportivo,
popular, aceptado. Hara cualquier cosa
con tal de ser como Bull.
Volvi a enganchar su pelo lacio
detrs de las orejas. No tena fro al
salir de su casa, pero ahora s. Adems
del maletn para visitas a domicilio,
sac del asiento de atrs del coche un
abrigo con dibujo de espina de pescado
y se lo puso. Baj y permaneci en la
acera mirando la ventana de enfrente, la
del piso de Bull, a la espera de que todo
empezara.

Ser mejor que entre dijo Bull


una vez que Alan, tras saludarlo con la
mano desde la calle de enfrente, lleg
por la rampa a la entrada del piso.
Parado en la puerta, Bull not por
primera vez que le llevaba como mnimo
una cabeza a Margoulies.
Alan pensaba cosas muy diferentes
mientras miraba a Bull en el zagun: lo
deseo, es cierto. Pero, maldita sea, no
soy marica, ni mucho menos!
Bull tena un aspecto lastimoso,
poco comn en l. Al llegar a su casa se
haba quitado la chaqueta, los zapatos y
los calcetines; desde ese momento lo
nico que hizo fue dar vueltas en
zapatillas por el tenebroso piso, con los
faldones de la camisa aleteando a los
lados de su gruesa cintura como orejas
de elefante.
La sala de estar, cuando llegaron, ya
estaba ocupada por una extravagante
mesa de centro de bordes cuadrados que
enmarcaban un crculo de cristal de un
metro ochenta de dimetro, rodeada de
pufs cbicos con ruedas, evidentemente
a juego, tapizados con una horrible tela
de vinilo color caramelo.
Se quedaron parados e incmodos
en el borde de la sala, como si la mesa
de centro los hubiera desplazado.
Despus de una pausa excesivamente
prolongada, Margoulies dijo:
Pens que vala la pena pasar por
aqu para echarle un vistazo al vendaje,
John.
Se mostraba sumamente solcito.
Bull, a pesar de s mismo, se sinti
suspicaz.
Debera haber telefoneado, podra
no haberme encontrado en casa.
Pens que probablemente
estaras Margoulies tuvo una
ocurrencia. Has tomado las
pastillas?
Bull se hundi pesadamente en el
silln afelpado y llev una de sus
manazas a una ceja rubia rojiza.
He tomado varias esta maana,
pero me han provocado mareos, de
modo que las he dejado.
Haba patetismo en la postura de
Bull, una gran inocencia en la forma en
que dobl y uni las rodillas, como si
tratara de ocultar su tesoro de la vista.
Alan supo que tena que decrselo en ese
mismo momento.
John, te recet esas pastillas por
una razn.
Ya lo s.
No, no es por esa razn. Te las di
porque consider que necesitabas un
sedante.
Por qu un sedante?
Porque lo que tienes en el hueco
de atrs de la rodilla no es una herida ni
una quemadura, John.
Los ojos de Bull mostraron
comprensin. Sus rasgos bien formados
se unieron en un desagradable nudo
revelador. Su voz cortada salt hasta
Margoulies.
Cncer, verdad?
Alan se sinti infinitamente
poderoso y protector. Tan dueo ahora
de esa extraa seduccin que no pudo
menos que rerse. La carcajada lo hizo
saltar del asiento, y sigui burlndose y
rindose con siniestra solicitud del
desventurado crtico de variedades. Por
ltimo se recuper lo suficiente para
decir:
No, John, no es cncer, ni mucho
menos. Dnde tienes un espejo de
cuerpo entero? Quiero mostrarte algo.
Bull lo llev al dormitorio contiguo.
Alan estaba muy emocionado, muy
exaltado. ste tena que ser el striptease
decisivo. Por este motivo le haban
resultado tan tontas y triviales sus
fantasas sexuales a imitacin de la
dinmica de Playboy. Porque esto era lo
Real. Volvieron a l los colores
discordantes y las formas evanescentes
del volumen de Nicholson, pero
engalanados con conocidas filigranas de
encaje. Esto s que era emocionante!
En su casa, Naomi Margoulies hizo
pasar a la canguro, una estudiante de
idiomas cuya cara, bajo la luz del
recibidor, brillaba con un acn lleno de
costras.
Ha ido a drenar el quiste del
seor Gaston dijo Naomi, tan furiosa
que no se molest en especificar quin
lo haba hecho. No tengo la menor
idea de dnde se ha metido.

Alan y Bull haban llegado al


dormitorio. El dueo de la casa
encendi la luz colgante que destell
sobre ellos desde su pantalla de zaraza
como una patrona desaprobadora. Haba
ropa desparramada sobre la cama para
casos de necesidad; en el piso, una
pelota de rugby se mezclaba con una
maraa de otros elementos deportivos.
En la subdesarrollada ventana salediza,
una pequea biblioteca contena viejas
ediciones de Wisden y revistas
deportivas.
Ser mejor que te desvistas, John.
Caramba, cunto disfrutaba!
Bull se desabroch el cinturn
elstico y desliz los pantalones por las
caderas redondeadas; tir de una patada
las zapatillas y se quit los pantalones
pasando el peso del cuerpo de un pie al
otro, hasta quedar delante de Alan, en
calzoncillos y parpadeante.
Alan lo situ de espaldas al espejo,
tal como se haba situado el propio Bull
al principio de aquel da extrao. El
tacto del mdico segua siendo ligero y
profesional, pero Bull percibi que tena
una pulsacin de ms. Alan quit los
imperdibles y empez a deshacer el
ondeante vendaje. Vuelta tras vuelta lo
fue sacando todo. Y mientras le quitaba
la venda a Bull, senta que por fin estaba
haciendo algo autnticamente ertico,
algo con verdadera pasin.
No senta aquello desde los once
aos, cuando con un compaero de
escuela, Solomons, haban retozado,
pcaramente desnudos, alrededor de los
cedros en miniatura del formal jardn de
la casa de Solomons. Juntos se haban
desplomado en un enredo de miembros
blancos como brotes nuevos y Solomons
le haba tocado el tembloroso cipote
hacindolo correrse por vez primera,
estremecido. Alan haba eyaculado gotas
de lquido todava desprovisto de
espermatozoides y tan claro como el
agua destilada.
Su propia etapa homosexual haba
sido breve; en cambio, Solomons se
convirti en director de un hotel de
noventa camas para viajantes en
Sydney, y haban llegado a odos de
Alan rumores de que estaba metido en el
trfico de drogas. Todo eso pareca muy
distante de Hendon.
Pero aquella noche hasta East
Finchley pareca muy distante de
Hendon. Cay la ltima vuelta de venda
y all estaba, ms linda todava de lo
que Alan la recordaba. Ms perfecta
an. Posea toda la simetra de un
mandala, pero vivificada, animada,
conmovedora en ms de un sentido. Alan
estabiliz la fuerte pierna de Bull para
mantenerla en su lugar, y se incorpor:
Ahora mira por encima del
hombro, John. La ves?
Bull la vio.
Qu es, doctor?
Una vagina, John. Te ha salido una
vagina.
La reaccin de Bull fue mucho ms
extrema, mucho ms intensa de lo que el
concienzudo, el solcito Alan
Margoulies haba imaginado.
El rubio y robusto Bull se arrodill
en la alfombra, gimiendo. Un
borboteante lamento fnebre brot
espontneamente de las comisuras de
sus labios no poco sensuales. Despus
enderez la fatdica pierna hacia el
espejo, adoptando una posicin medio
en cuclillas. Alan se sinti lo bastante
objetivo para observar cun
satisfactoriamente se destacaban los
msculos de la pierna de Bull, una vez
que la tens, exponiendo en toda su
plenitud la invasora biologa femenina.
El entorno vaginal, perineo, monte de
Venus y hueso pbico estaban tan
primorosamente implantados en el
miembro que el efecto global resultaba
surrealista, abiertamente al estilo de
Dal o de Man Ray.
Bull estir el cuello, volvi la
cabeza y observ, transfigurado. Ahora
tambin l vea en el espejo el errante
orificio sobresaliente, casi en relieve,
pese a estar encajado en una cavidad.
Alan, a su vez, tena los ojos
desorbitados. El lamento fnebre de
Bull fue aumentando progresivamente de
volumen. Alan empez a susurrar
estupideces como si rezara: palabras
tranquilizadoras, pronsticos de
posibles tratamientos basados en
extractos seleccionados de historias
clnicas falsamente exitosas recogidas
en Nicholson, en la Revista de
Fisiologa Anormal y textos semejantes.
El murmullo y el lamento forcejeaban en
el espacio de poliestireno del
dormitorio, mientras los ojos de ambos
permanecan fijos en los labios ahora
separados de la vagina de Bull.
Juntos observaron las
estratificaciones del orificio, la forma
en que la seca lisura de la corva flua
hacia arriba y por encima de la cara
posterior de la rodilla, hacia las estras
mucales y membranosas de la vulva.
Bull solt un hondo Aaah! desde las
profundidades de su trax fornido. Se
levant de un salto, cay atravesado
sobre la cama, volvi a incorporarse de
otro salto. Tir al piso los gruesos
volmenes de estadsticas de criquet que
estaban en la estantera. Hizo una
pirueta, rebot contra una pared, contra
Alan, contra el vano de la puerta, y sali
al pasillo, rugiendo.
Bull haba visto todo. Bull
comprendi todo. Entendi la sensacin
de vulnerabilidad que lo haba aquejado
todo el da, entendi las dificultades que
haba tenido para analizar las
sensaciones que la herida o quemadura
haban provocado en l, entendi la
conducta de Alan en el centro sanitario.
Pero, peor an, mucho peor an,
entendi ciertas cosas profundas y
dolorosas sobre s mismo que siempre
lo haban avergonzado.
Pobre, pobre Bull! Se empe ora
en abrazar la nevera zumbante, ora en
dar cabezazos contra el termostato
estropeado. Recorri al medio galope y
relinchando el pasillo hacia un lado y
otro, rompi a patadas el telfono y su
taburete de falso estilo Chippendale. Se
par en la anaranjada sala de estar e
insult al venado lampio, como si fuera
un antiguo dolo nrdico, un dios de los
bosques con un rbol en lugar de pene,
capaz de devolverle la hombra.
Y mientras Bull una los puntos de la
memoria y vea emerger la imprecisa
imagen de su feminidad latente desde
una mirada de rubores en los vestuarios
y de relaciones emocionales perdidas,
Alan estaba con l a su lado,
comprensivo, identificado, a medida que
el jadeante intelecto de Bull, como un
pequeo motor, se esforzaba por
comprender su propia identidad.

En su casa, Naomi Margoulies estaba


parada en el descansillo de la escalera.
La boca de la nia, pastosa de sueo, se
apoyaba en el pulso acelerado de su
cuello. Le haba dicho a la canguro que
se fuera a casa. En cuanto pudiera dejar
a Cecile, telefoneara a Helen Meyer.
Quiz la practicante supiera qu le haba
ocurrido a su marido. Jams se haba
comportado de aquel modo.

Bull estaba de pie metido en el espacio


asimtrico formado por la escalera que
llevaba al piso de arriba. Alan estaba a
su lado. Bull se agach en el hueco bajo
la superficie de formica de la cocina
reservado para la lavadora que nunca se
haba molestado en comprar. Alan se
agach a su lado. Bull se meti como
pudo en el angosto declive entre el
ropero y la pared, en la oscuridad
manchada de semen del cuarto de
huspedes. Alan hizo lo mismo a su
lado.
Ambos comenzaron a comprender
que al ocupar juntos estos sitios exticos
en el piso de Bull, en realidad estaban
descubriendo el carcter misterioso y
especial de su nueva relacin. Y en la
cadencia de la histeria de Bull, que
amainaba lentamente, reinaba la
anticipacin de una nueva prdida del
yo, una nueva petite mort.
El primer contacto fsico se produjo
cuando Bull estaba tendido a lo largo
junto al zcalo del liliputiense recibidor
que comunicaba el bao con la cocinita
y la puerta de entrada. Era la
personificacin de la impotencia.
Llevaba puesta la cmoda camisa a
rayas M&S, arrugada alrededor de la
espalda, y los calzoncillos blancos de
algodn plegados como una papada
sobre las superficies planas de las
nalgas. La mano fina y ahusada de Alan
describi un arco por encima de l. Se
arrodill como para acariciar a un gato.
En el cenit del arco, la palma de Alan
hizo contacto con la regin lumbar de
Bull. John se puso rgido, pero no grit
ni se resisti Oh, cruel impostor!
Cmo no iba a saber Margoulies que en
ese momento de crisis, de extraordinaria
congoja, lo que Bull deseaba ms
ardientemente, por supuesto, era el tacto
seco y sensato de la mano de un mdico?
Pero muy pronto Alan estaba tendido
con l. Tambin a lo largo. Sus labios
buscaron el firme y clido cuello de
Bull, estir las manos a su alrededor y
las pas por su pecho bajando hasta la
parte superior de los muslos. Las finas y
ahusadas fosas nasales de Alan, con los
bordes cortantes como el papel, se
dilataron e inhalaron los fuertes olores,
carnosos y tranquilizantemente
masculinos Haba en Bull un aroma a
transpiracin tan acre como el de la
orina y otro ms profundo, casi de
corral, a digestin y descomposicin.
No obstante, junto con este caudal de
bocanadas tranquilizantes, Alan detect
algo ms, algo desnaturalizado, un vago
olor a pescado. Como una bolsita de
lavanda abandonada en la superficie del
mar. Era la insinuacin olfatoria de la
parte femenina de Bull, y proceda ms
de su interior que de su exterior.
Cuando por fin lo penetr, Alan
tena la cara enterrada entre los mullidos
omplatos de Bull. La pierna de ste
estaba doblada por la rodilla,
cmodamente colocada hacia arriba y
bajo la entrepierna de Alan. Aunque el
mdico estaba torpemente tendido en el
piso, su mano izquierda tena libertad de
accin. Libertad para acariciar el pene
sorprendentemente delgado de Bull; su
vientre macizo, sus tetillas como
picaduras de mosquitos.
Alan estaba arrobado. Para l, Bull
era pura mujer. Primero su histeria y
ahora aquella trmula rendicin. Poda
existir algo ms femenino? Para l, eran
como dos supervivientes de un accidente
areo copulando en medio de los restos
que se quemaban, afirmando
delirantemente el hecho mismo de estar
vivos. Y con cunta belleza su pierna se
frotaba contra l, suavizando cada una
de sus propias embestidas!
Alan nunca haba follado con una
virgen, y menos con una que estuviese
intacta. Le haba preocupado que Bull
sintiese mucho dolor y que tuviese una
abundante hemorragia; tema que
manchara las prendas que se haban
quitado y que ahora yacan amontonadas
debajo de sus cuerpos enzarzados en
amoroso combate. Alan quera que la
primera vez fuese excepcionalmente
agradable para Bull. Perciba que poda
significar la dicha o la ruina futuras. Con
una sexualidad tan poderosa y omnvora
en potencia, sin la menor duda Bull
poda ser muy exigente en la eleccin de
sus parejas.
Alan se humedeci las yemas de los
dedos con saliva y las frot en los
labios separados de Bull. Meti la punta
de un dedo en la vagina, buscando el
himen, mientras la puntita de otro
rastreaba el delicado capullo de su
cltoris. Se tranquiliz. La respiracin
de Bull se haba vuelto profunda y
rtmica, y cada espiracin sala desde lo
ms hondo de su abdomen. Alan tom su
propio pene y empuj un poquito la
cabeza en el interior de la vagina. Bull
suspir. Alan lo mantuvo all,
tensndolo y destensndolo, para dejar
que se acostumbrara a la nueva
sensacin, antes de metrselo con un
golpe seco y decisivo.
As es, no? Ya lo dice Raymond
Chandler: El primer beso es explosivo,
el segundo es rutina, y despus la
desnudas. As haban sido para Alan
sus aventuras anteriores, incluso la
prolongada que mantuvo con Sybil
durante el embarazo de Naomi. Claro
que haba seguido gozando al follar con
Sybil, pero a un nivel fundamental su
lujuria por ella haba muerto la primera
vez que sinti la conmocin de su hueso
pbico contra el suyo y supo que estaban
unidos en un todo homogneo. Alan era
uno de esos hombres que necesitan ir de
flor en flor, aunque nunca haba sido
realmente promiscuo. Tal vez habra
sido mejor para todos los implicados
que lo hubiera sido. Ms bien ocurra
que su ensimismamiento sentimental
haba conseguido dorar cada una de esas
libaciones con suficiente barniz de
autoconsideracin para sustentar las
relaciones que las legitimaban durante
unos meses y, al menos en dos casos,
durante aos.
Aunque cada embestida haba
penetrado, haba revertido sobre l
mismo, penetrndolo a un nivel
profundo con la enfermiza comprensin
de que su ser sexual era una cosa opaca,
sin vida, una marioneta fabricada en
serie, con la pintura descascarada y las
cuerdas radas.
Y, por supuesto, entonces ocurri lo
mismo de siempre. Ahora las bolas de
Alan se haban endurecido, hinchado y
expandido y en la secuela inmediata
del orgasmo sinti a Bull como un
estorbo, puro estorbo, triple estorbo.
Ahora tena una aventura con un hombre
provisto de un coo en la parte posterior
de la pierna. Para colmo, ese hombre
era un paciente. Como mnimo, lo
expulsaran No, en realidad, Alan no
poda concebir cul sera la adecuada
sancin oficial para semejante
comportamiento, aunque lo ms
probable es que fuera ser castrado a
manos de la ministra de Sanidad.
Todava tendido, con sus finos rasgos
presionando la columna pecosa de Bull,
vio con sus ojos mentales las corazas
brillantes de la caballera real
centelleando bajo el sol en Whitehall.
Con su nariz mental olisque un soplo
de Givenchy procedente de la fragante
mejilla de la ministra a medida que se
aproximaba a l, que tembloroso y
semidesnudo era empujado a latigazos
hacia el Cenotafio. El anillo de
casamiento de la ministra despeda un
brillo mate contra el mango de plstico
verde de las podaderas de jardn que
sostena en su mano extendida; el odo
mental de Alan capt el chas-chas que
emitan las podaderas al ser usadas por
la ministra como un sonido
desmesuradamente fuerte y amenazante.
Bull se movi bajo el cuerpo de
Alan y ste sinti que su pene flccido
se deslizaba del hueco de la rodilla con
lubricada comodidad. Bull se volvi
con dificultad en el diminuto piso del
recibidor, lleno de pelusa, y pos sus
ojos claros y francos con su horrible
peso de comprensin en la mirada
castaa y digna de confianza de su
seductor. Los dos procuraron mirarse
afectuosamente.
Y qu sinti Bull durante el
proceso? Cmo fue todo para l? Qu
vergenza atreverse a preguntarlo! Al
fin y al cabo, algunas cosas tienen que
ser sagradas. Algunas cosas no deben
escarbarse y ser sometidas a un
escrutinio tan ntimo. No obstante, es
justo decir que la experiencia fue
pasmosa. Bull se sinti violado,
denigrado, seducido, engatusado,
sojuzgado, devaluado, cazado y
doblegado. Sinti que su capacidad de
accin haba sido quirrgicamente
eliminada. Sinti, por primera vez en su
vida, que su sensacin de ser un
autmata til que andaba a zancadas por
el escenario del mundo haba quedado
totalmente viciada de un bao tibio de
trascendencia. As debe ser una
experiencia religiosa, pens, apretando
su mejilla de cordero contra el enchufe
doble. De haber sido ms versado en
estas cuestiones, habra otorgado de
inmediato a su vagina la condicin de
estigma, en cuyo caso el desenlace de
esta extraa historia podra haber sido
considerablemente distinto.
Los dos orgasmos lo haban
golpeado desde ambos lados. Uno lleg
con cada embestida de Alan en su
interior y el otro fue consecuencia de los
expertos y enfticos tirones de Alan a su
pene. Aunque de naturaleza y
procedencia tan distintas, de alguna
manera se haban fusionado, como el
Skaggerak y el Cattegat de la Jutlandia
de Bull.
Es lamentable tener que decirlo,
pero aunque Bull pensaba que esta
sensacin poda significar un nuevo
amor, en el fondo de su corazn saba
que slo era una nueva forma de
dependencia vestida con un traje
llamativo, porque Alan slo era un
representante y no toda la organizacin.
Despus de hacer el amor, los dos
hombres se incorporaron, se lavaron y
ordenaron el piso con aplicada y
concienzuda eficacia. Alan intent
solucionar la rotura del telfono y se
agach, sujetando el disco fracturado
con las dos manos, para llamar a Helen
Meyer. Eran casi las diez. La practicante
le dijo que su esposa estaba preocupada
por l. Alan le explic que haba
recibido un aviso urgente para que
visitara a otro paciente sin mencionar
el nombre de Bull. El John Bull ya no
exista. El subterfugio era seguro, Meyer
era una mujer sumamente reservada.
Alan le pidi que telefoneara a Naomi,
que le pidiera disculpas en su nombre y
le dijera que pronto llegara a casa.
Cuando Alan colg, Bull estaba
parado a su lado en el pasillo. La luz
colgante que caa por encima y detrs de
su cabeza transform su pelo rubio
rojizo en una aureola llameante.
Volveremos a vernos?
Bull estaba cohibido, casi
ruborizado.
John, maana tengo que ir a ese
condenado campamento de aprendizaje.
Lo s, esta maana tu
recepcionista me lo dijo por telfono.
Se celebrar en Somerset y durar
todo este largo fin de semana. Sin
embargo, quiz pueda escaparme a
Londres una noche el viernes?
Alan ya estaba calculando cmo
jugar con dos barajas con la tranquilidad
del adltero experimentado.
El viernes por la noche no estar
en Londres, sino en Bexhill-on-Sea. Ir
a una minigira de rugby dijo Bull
concisamente. Su voz ya haba adquirido
la susceptibilidad dolida de un
subordinado cuyos intereses personales
no se tienen en cuenta.
Una gira de rugby. Muy
interesante. Es una buena idea, John,
mantendr tu mente apartada de las
cosas La voz de Alan se apag y
los dos meditaron en las cosas en
cuestin. Oye, de todos modos
sigui Alan con vivacidad, puedo ir a
Bexhill desde Wincanton y estar de
vuelta la misma noche. Dnde puedo
encontrarte?
Bull pens un segundo:
Hay un bar muy grande en el De
La Warr Pavilion. Nos veremos all.
Est en el paseo martimo, todo el
mundo lo conoce. A las ocho.
Se quedaron cortados por la timidez,
una vez concertada la cita.
Bueno, hasta el viernes por la
noche, entonces dijo Alan.
Hasta el viernes respondi
Bull.
Se estrecharon las manos y Alan
sali y cerr la puerta con exagerado
cuidado, como si tuviera miedo de
despertar a un beb.
A la maana siguiente el quiste del
seor Gaston era tan grande que hubiera
podido asegurar sin exagerar que l, el
quiste, tena mejor calidad de vida que
el propio Gaston y que quiz fuera
Gaston y no l, el quiste, quien debiera
ser drenado peridicamente.
4
Acoso

Lo primero que se le ocurri a Alan al


despertarse a la maana siguiente fue
que, dadas las circunstancias, haba
conseguido arreglar las cosas con
Naomi de un modo bastante convincente.
Pero en lo ms hondo de su ser saba
que la regularidad, y slo la regularidad,
era la clave del xito de un adulterio. La
noche anterior haba constituido una
irregularidad, y, por ende, la semilla de
la duda por muy compungidamente
legtima que hubiera podido ser la
excusa de Alan en infinidad de otros
contextos haba quedado sembrada en
el bien formado pecho de Naomi.
En aquellas dos horas de prdida de
contacto de separacin del buque
nodriza, Alan haba entrado en la
dimensin desconocida.
Naomi sali antes que l. Empuj el
cochecito de Cecile por la primorosa
calle de villas victorianas escalonadas,
camino del Club de las Diez en el Grove
Health Centre. Cada casa tena su
respectivo adhesivo de la campaa
electoral en su ventana respectiva, pero
esa maana en particular Naomi no les
prest la menor atencin. Cualquier otra
maana probablemente habra dicho
para sus adentros, satisfecha: He aqu
la saludable evidencia de una sociedad
genuinamente pluralista, porque no
poda decirse de Naomi que no fuera
una persona comprometida.
Pero el compromiso se haba ido al
garete aquella maana londinense
encapotada, hmeda y llena de
volanderas hojas de rbol. Naomi ya
saba que Londres tena la habilidad de
transformar la primavera en otoo con
slo pellizcar la calidad del aire,
acrecentando su contraste. Los setos de
ligustro se sacudan a causa del viento
como burros viejos atados a la espera
de ser sacrificados en una fbrica de
sebo mientras una sucia llovizna caa
por las mejillas de Naomi y sobre la
cubierta de plstico impermeable del
cochecito de Cecile.
Naomi senta mareos. Y senta
mareos, comprendi, porque estaba
incuestionablemente embarazada. O
habra otra explicacin? Ojal por
favor.
En el Club de las Diez los nios
unan sus manos pegajosas y sudorosas
formando un pululante enjambre que
daba vueltas por el piso marrn
desinfectado, emitiendo una especie de
quejido con efecto Doppler cargado de
desvalimiento y recriminacin. Naomi
injert a Cecile en el animal
multicelular que jugueteaba entre las
pinturas para pintar con los dedos y se
reuni con las otras madres, y un padre.
Las otras madres, y un padre,
estaban sentados en sillas en miniatura y
tomaban t en vasitos de plstico de
colores surtidos. Las madres hablaban
de sus hijos, de las dolencias de sus
hijos, de sus propias dolencias. Daba la
impresin de que hallarse en el recinto
del centro sanitario las haca ser ms
conscientes de los fallos y las
disfunciones de sus cuerpos no
demasiado eficientes. El padre estaba
con ellas pero haca rancho aparte. Su
cuerpo de limpiapipas estaba ceido por
gastada ropa tejana. Su bolsa, que
pareca una mscara antigs, estaba
tirada sobre el linleo, al lado de sus
pies calzados con botas. De vez en
cuando se llevaba el extremo medio
deshecho de un cigarrillo liado a los
labios pardos y rodeados de pelos, y
dejaba escapar una pizca de humo.
Naomi observ que estaba leyendo las
notas de sociedad del Guardian como si
de ninguna manera perteneciera a esa
sociedad.
Naomi haba tenido con l un trato
superficial. Saba que era especialista
en psicologa infantil y trabajaba en la
Gruton Clinic, donde se encargaba de
los nios difciles. Ella y Cecile se
haban cruzado una vez con l por la
calle, cuando estaba con su hijito
Hector. El cro, de dos aos, permaneca
absorto contra el cristal blindado del
banco mientras su padre regalaba a los
transentes con un berrinche. No
puedo ms!, chillaba el especialista en
psicologa infantil. No lo aguanto!,
gema. Haba vaciado el contenido de la
bolsa de ropa del nio en la acera y
estaba desparramando paales,
pauelitos humectantes, crema contra las
erupciones y mantitas para cambiarlo,
con el abandono de un derviche
danzante. Naomi respir aliviada al
pasar sin ser vista.
En un da normal, Naomi habra
conversado con las otras madres, y un
padre, acerca de las actividades de los
numerosos grupos locales de voluntarios
en los que estaban diversamente
implicados. Pero esa maana la charla
slo se orientaba hacia piernas sobre las
que se desparramaban como la hiedra
las venas varicosas, intestinos que
torturaban a sus respectivos anos y los
convertan en mangas de decorar
pasteles, cabezas que se
descompensaban con el mnimo cambio
de la presin atmosfrica, y una cantidad
infinita de resfriados llenos de mocos.
El t chapote en el vasito de plstico.
Naomi lo trag y sinti que chapoteaba
en su estmago.
Cuatro veces por noche dijo
Gail Hutchinson, en algn lugar a la
izquierda de Naomi, cada una ms
abundante y pegajosa que la anterior.
Se oy un breve estallido de noes de
incredulidad. Naomi se levant y cruz
la pequea cocina con paso inestable.
En los diminutos cubculos, con sus
puertas a la altura justa del pescuezo de
un ternerito recin nacido, Naomi se
arrodill y, agradecida, lanz huevo,
barquillo, Special K y t en el
pequesimo inodoro.
Se qued un rato all, con la vista
fija en la sopa terminal, como si, antes
de enviarla a la cloaca recin
privatizada, sus bultos globulares y
hebras de saliva pudiesen formar y
volver a formar un cuadro que predijera
su futuro. Su futuro con Alan.

Alan esperaba ante el semforo junto a


la estacin de metro de Regents Park.
Estaba en su Citron negro XM 3.0SEi.
Demasiado coche para un concienzudo
mdico de cabecera, aunque muy poco
para el bermensch en que haca tan
poco se haba convertido.
Un tro de antenas gruesas y
recubiertas de caucho, semejantes a
consoladores, brotaba encima de la
ventanilla trasera ahumada de aquel
cochazo de ensueo. En el salpicadero
fulguraban diversas luces de seales con
mecnico vigor. Alan haba dejado la
negra cartera de mano sobre el
terciopelo negro del tapizado del asiento
y su maletn negro para las visitas a
domicilio en la alfombra de goma. El
telfono mvil, negro y delgado como un
barquillo, con su envidiable panel de
botones verdes, estaba sujeto al
salpicadero. La carpeta que contena la
informacin proporcionada por el
Ministerio de Sanidad acerca del
campamento de aprendizaje estaba
apoyada sobre sus rodillas cubiertas de
negro y contena papeles atractivamente
impresos. Pero Alan no la lea: estaba
concentrado en los semforos, as como
en evaluar el peso, volumen y velocidad
potencial de los vehculos que
carraspeaban a su alrededor. Su mente
incisiva saltaba indiscriminadamente de
la contorsionada penetracin de la noche
anterior a los clculos que realizaba;
todo esto era subrayado por el ritmo de
la msica negra que atronaba desde los
ocho negros altavoces romboidales del
auto.
El semforo cambi y Alan pis el
acelerador, paladeando la respuesta casi
neutral del poderoso motor. Avanz en
zigzag cambiando de carril, acelerando,
frenando; consigui recorrer sin
detenerse, corriendo como un blido, el
tramo hundido y lleno de contaminacin
de Marylebone Road, donde dio con
cinco semforos sucesivos en verde, y
subi hasta las fras alturas del paso
elevado de Westway.
Se sinti exultante cuando la cua
negra del coche se elev por encima de
la piel arrugada de la ciudad. Ms
adelante, el paso elevado describa una
curva sinuosa al extenderse hacia el
oeste. Rachas de lluvia primaveral
azotaban la ventanilla, aunque el viento
no desplaz al coche ni un milmetro de
su senda. Al lanzarse duro y firme como
una roca hacia l, Alan se fij por
primera vez en que el delineamiento del
paso elevado formaba la figura de una
mujer de enormes proporciones. La
cabeza era la rotonda de White City.
Desde all se alargaba un brazo tendido
formado por el desvo de la autopista
que desembocaba en la rotonda de
Shepherds Bush. El otro brazo rodeaba
la cabeza de la figura femenina,
arquendose en un codo de tres carriles,
y apoyaba despus la mano en Acton. La
larga espalda de la figura se curvaba
sinuosamente sobre Notting Hill, antes
de elevarse en un trasero de hormign
que se abra en dos delgadas piernas;
una colgaba pateando Paddington con
petulancia, mientras la otra, que cruzaba
por encima, tena el pie firmemente
apoyado en Marylebone Road.
El coche sali disparado como un
vibrador desbocado hacia la mismsima
entrepierna del paso elevado. Alan
calcul que estaba a punto de penetrar a
la figura femenina con toda la potencia
de sus 170 caballos. Se sinti superbin.
El flotante despliegue digital del
velocmetro del Citron rebasaba los
ciento cincuenta kilmetros cuando Alan
se sumergi en aquel orificio asfaltado.
Qu alegra lo inundaba! Senta que
ahora, por fin, comprenda la matriz que
encapsulaba su vida. Haba escalado las
alturas de la medicina y con ellas las
alturas de la moral. Se haba casado con
una mujer hermosa y comprometida,
juntos tenan una adorable criatura de
ojos oscuros con un elegante nombre
francs. Haba posedo con lascivia a
escultoras bohemias y robustas
trabajadoras sanitarias. Y ahora haba
llegado la culminacin! Su gran sntesis
de lo experimental: Bull, Bull el
hombre, Bull la mujer, Bull el coo
Pero y si ste no quera seguir
adelante? La sbita incertidumbre le
hizo soltar el pie del acelerador. El
coche se tambale y estuvo a punto de
chocar de costado contra un camin.
El resto del trayecto a Wicanton
estuvo marcado por una vertiginosa
alternancia de aquella exaltacin y aquel
miedo, que lo llenaba de remordimiento.
De alguna manera, pensar que su
aventura con Bull pudiera fracasar hizo
que se sintiera culpable respecto a
Naomi y Cecile. Por un instante ambas
dejaron de ser ceros a la izquierda,
irnicas columnas de su teatro pblico y
su cine privado. En lugar de ello,
pasaron a ser seres por derecho propio,
cada uno con su propia personalidad.
Seres con sentimientos. Tediosos y
pequeos sentimientos de mierda por los
cuales experimentaba un blandengue
sentido de la responsabilidad.
Por ahora lo que importaba de veras
era su cita con Bull. Todos los caminos
emocionales conducan a Bexhill-on-
Sea.
Bull dorma el sueo de los bien
follados, hundido en los triturados
resortes de su colchn. En el sueo, su
cuerpo pesado asuma poses estilizadas,
que se destacaban sobre la cama como
un bajorrelieve. Un brazo estaba echado
hacia atrs y el otro hacia fuera, idntico
al paso elevado de Westway. De vez en
cuando parpadeaba a causa de alguna
escena que se desarrollaba en su
subconsciente; despus gimi, apretando
un espacio con forma de pelota de rugby
contra sus temblorosos pectorales. En
otros momentos, en profundo reposo, sus
piernas pedaleaban y se ladeaban de tal
manera que sus dos conjuntos de
genitales quedaban primorosamente
yuxtapuestos dentro de la estructura del
mismo muslo.
Haca rato que se haban apagado
los focos con temporizador que de noche
iluminaban la cornamenta del venado
lampio de la fachada de El Venado
Lampio, y el delgado amanecer beige
luchaba por colarse a travs de las
cortinas, cuando lo despert el timbre
del telfono en el recibidor. Bull
maldijo y se desprendi agresivamente
del edredn, como si ste hubiese
irrumpido en el piso para atacarlo
mientras dorma.
Recorri el pasillo rebotando de
pared en pared y se agach junto al
ruidoso aparato.
Hola. John? Espero no haberte
despertado.
Era su jefe, el intil esteta que
publicaba Get Out! y, peor an,
pretenda dirigirlo.
Pues no, bueno, s. La
verdad es que ya estaba a punto de
levantarme.
Bull se sinti ms seguro por su
habitual falta de confianza en s mismo
que por el hecho de estar vivo, lo que
actu como un baluarte cuando, con la
baquelita enfrindole la oreja,
empezaron a manar a raudales los
recuerdos de la noche anterior.
Slo te llamaba para ver cmo
ests. Los muchachos me dijeron que
anteanoche te lastimaste y que ayer,
cuando te fuiste, tenas bastante mala
cara. No me dijiste nada Era un
reproche. Supongo que no ser nada
grave.
No, no, no pasa nada. (Tengo un
coo en la parte de atrs de la rodilla)
. Me siento bien. (Me siento fatal.
Estoy enloquecido). Ya voy para all.
(Qu otra cosa puede hacer uno sino
ir a trabajar?).
Ah, muy bien. Me alegro de orlo.
He de decirte algo. Nada importante,
slo dos palabras.
Hasta qu punto sern slo dos
palabras?, pens Bull mientras se
encaminaba a las hmedas certezas del
bao. Dos palabras, o las dos
palabras? Si en realidad fuera tan poca
cosa, el director podra haber
pronunciado esas dos palabras por
telfono. Tir del cordn para encender
la luz del lavabo. Abri la solapa de
cuero del neceser de viaje (un regalo de
su mami cuatro navidades atrs) y sac
un espejo de bolsillo. Despus se
inclin y meti la cabeza como una cua
entre las rodillas. Inmvil en esa
posicin, daba la impresin de que en el
momento menos pensado rodara por la
alfombra del bao. Empuj el espejo y
enfoc su vagina. Haba crecido
durante la noche!
Mientras el da anterior los finos
pelos rubios de la pantorrilla slo eran
una vaga espiral sobre su mons veneris,
ahora se haban reagrupado y aumentado
tanto en longitud como en espesor,
formando un autntico matorral e incluso
un tringulo naciente. Debajo de la
vagina, la zona arrugada de carne
pardusca que Alan haba identificado
correctamente como el peritoneo, ahora
estaba llena de pelos como una zanja
ferroviaria cubierta de malezas.
Bull sac la conclusin acertada:
fuese o no la causa su relacin sexual
con Alan, la vagina maduraba a ojos
vista.
Al enderezarse, se sinti ms
maduro, ms adulto. Al fin y al cabo, el
mero hecho de que un tipo tenga un
coo, una raja, una vulva, un chumino,
un chocho barbudo empotrado en la
pata no es motivo para darlo por
perdido. Muchos chicos con los que
haba estudiado en Markhams College
haban tenido un destino inslito.
Precisamente la semana pasada haba
ledo en el diario un artculo acerca de
uno que iba dos cursos por delante de l.
Ahora era un hombre, por supuesto,
aunque aparentemente en el fondo segua
siendo un muchacho, dada su viciosa
amoralidad y su incesante definicin de
su propia sexualidad mediante la
agresividad y la violencia. Ese
muchacho, pues, que haba progresado
en alguna burocracia provinciana (era
director de un servicio social o algo
parecido), haba danzado alrededor de
una hoguera (de gas, con leos de
imitacin), ululando, haciendo
cabriolas, sodomizando y finalmente
estrangulando a una serie de
adolescentes a los que previamente
haba aletargado con Mogadn. Haba
sido una cause clbre. Digna de
comentario.
Y hasta Tittymus, amigo y
contemporneo de Bull, se haba
establecido como proxeneta en Brighton,
donde l y su amante negro, Duvalier,
vivan a sus anchas gracias a la
explotacin de sus pupilas. Tittymus
tena la osada de asistir a las reuniones
regulares de exalumnos de Markhams en
el Isle of Grain. Y lo aceptaban! l y
Duvalier, a juego con chaquetas
deportivas de botones de latn y que
llevaban bordado en el bolsillo el
escudo del Sussex Country Cricket Club.
Era absurdo, pero cierto. Sin duda, tena
que haber una forma mediante la cual
tambin l pudiera ganarse la aceptacin
de los dems no obstante su
peculiaridad, en este mundo en el que
las caractersticas sociales y sexuales
estaban revueltas y aderezadas como una
ensalada.
Como siempre en el caso de Bull, su
mente a la deriva iba acompaada de su
mano a la deriva. En medio del recuerdo
de Tittymus, se encontr explorando
suavemente la resbaladiza blandura de
su cltoris, una diminuta perla
increblemente ergena, que Margoulies
haba tratado precipitada y burdamente
cuando se le ech encima en el
recibidor. Bull comprendi rpidamente
y por cuenta propia que lo que requera
su cltoris no era una presin directa e
intensa al estilo de un ulceroso
empresario de mediana edad que oprime
sin piedad el timbre del ascensor,
sino un toqueteo acariciador y sugerente.
Un toqueteo que exista ms en la
anticipacin de Bull que en su
ejecucin.
Se puso en cuclillas y luego cay
contra el revestimiento de melamina mal
afianzado, que se puso a castaetear. Su
masturbacin fue intensa, haciendo
presin con la pierna a la vez que
penetrndose. Los dedos se arquearon,
se introdujeron y bucearon, mientras su
ancha frente se empaaba y los ojos se
le ponan vidriosos.
Esta vez acab con una serie de
agudsimas sensaciones, muy diferente
de la inundacin con que haba
terminado la tanda de arremetidas de la
noche anterior. Agotado, yaci jadeante
sobre la alfombra ovalada tejida al
crochet mientras senta que reciba una
revelacin. La masturbacin trajo
consigo la autodeterminacin. Bull se
sinti de alguna manera ms sutilmente
aunque con mayor certidumbre
vinculado al mundo que en los ltimos
tiempos. Era como si en los recovecos
de aquella nueva sexualidad que era
evidentemente insondable pudiera
discernir certezas ms profundas y ms
concretas que cualesquiera otras a las
que hubiera estado sometido antes.
Pero al entrar en el coche, que
estaba aparcado en el patio de hormign
bordeado de musgo que haba detrs de
su casa, Bull se derrumb. Se haba
vestido para ir a la oficina: camisa
limpia, pantalones bien planchados y
mocasines; su nica concesin a la
vagina haba consistido en limpiarla a
conciencia y enfundarla en un calcetn
que le llegaba ms arriba de la rodilla.
Ahora la concavidad, la interioridad, la
misma penetrabilidad del coche se
abra ante l. Sinti que se mareaba y
cay de cabeza sobre los asientos
delanteros. Uf! El tapizado de vinilo
tena franjas en relieve que le daban un
aspecto ondulante, movedizo. Regurgit
y trag.
Tampoco facilit las cosas que su
coche fuera un Volkswagen
Escarabajo. La forma redondeada del
vehculo, con sus parachoques como
nalgas y el cap en forma de teta, ahora
lo definan sexualmente mucho ms de lo
que nunca lo haban definido
socialmente.
Ni siquiera se sinti liberado cuando
se recuper y asumi el automatismo de
la conduccin en Londres, en la que el
cerebro se vuelve hipotalmico y la
intencionalidad es tan mecnica como el
acto de respirar.
Puertas, ventanas, entradas de
garajes, tneles ferroviarios, incluso
paradas de autobs le golpeaban con la
vigorosa resonancia de la imaginera
refleja. Son como coos!, exclam Bull
para sus adentros, paseando la mirada
del hueco encapuchado del salpicadero
del coche a los numerosos prticos que
jalonaban su ruta. Todo eran aberturas,
entradas y portales, la misma ciudad
de Londres, comprendi ahora, era en
esencia una red de tneles. Resultaba
patentemente absurdo describir la
arquitectura urbana londinense como
flica, segn le haba odo decir ms
de una vez al crtico de arte de Get Out!
Las agujas de las iglesias, los
monumentos a las innumerables guerras,
las torres con relojes, los rascacielos
brutalistas, puristas, constructivistas,
daba igual, incluso el pobre Nelson,
no eran ms que penes en ltimo trmino
irrelevantes, en ltima instancia
sobrantes. El verdadero nervio de la
ciudad, ahora se dio cuenta cabal, era
transportado hacia y desde quintillones
de vaginas. Londres era un gigantesco
queso Emmenthal, y la experiencia de
penetrarlo resultaba a un tiempo glotona
y ertica.
El conmocionado Bull apenas
consigui mover con fuerza suficiente el
volante cuando tuvo que estacionar en
Lincolns Inn. Se tambale no puede
decirse que caminara hasta las
oficinas de Get Out! El indescriptible
local, que se extenda en plan abierto
por todo el primer piso de una mediocre
manzana de Grays Inn Road, pareca
haber adquirido una aureola fantasmal,
aunque Bull no saba si esto ocurra en
funcin de su nueva conciencia de
vaginocentricidad o si se trataba de algo
ms, de que en aquel lugar reinaba una
tensin que presagiaba cambios.
Era esto ltimo. Al encontrarse con
el director en su despacho de paredes de
cristal, que pareca un acuario, Bull fue
amable pero sumariamente despedido.
No creo que volvamos a incluir
jams la seccin deportiva dijo el
director mientras se secaba la frente con
un pauelo de batista empapado en una
de sus colonias, a pesar de que la
temperatura no lo justificaba. Y como
t mismo has dicho a menudo, no te
contratamos para escribir sobre
variedades.
Bull estaba mudo. Tena la vista fija
en los empeines de sus pies, cubiertos
por las curvadas palas de piel de los
mocasines, y luchaba desesperadamente
por sustraerse a las implicaciones
sexuales de aquella imagen. El director
interpret que con aquel silencio quera
ponerle las cosas difciles.
Recibirs una generosa
indemnizacin, por supuesto Bull
sigui mudo; pensaba en la
incongruencia entre el olor a tocador de
la oficina y la impresin de hombre
atareado que trataba de transmitir el
director con las galeradas y las
maquetas de cubiertas que tena
amontonadas en el ancho escritorio
El sueldo de dos meses, entonces
Bull permaneci impvido. Est bien,
digamos que tres. Sinceramente, creo
que es un trato decente, teniendo en
cuenta que llevas menos de un ao con
nosotros.
De pronto, Bull se puso a hablar sin
darse cuenta:
No s cmo se puede descartar
as el mundo deportivo. Decenas de
miles de personas estn interesadas en
los deportes. Todas las ciudades,
parques y espacios al aire libre rebosan,
a cualquier hora del da y de la noche,
de gente que juega a la pelota tanto sola
como en grupo
El director lo mir con expresin
rara.
Bueno, John dijo con un nuevo
tono de voz, vamos a vaciar tu
escritorio, por favor. Ninguno de los dos
quiere una escena, verdad?
Bull permiti, pasivo y
complaciente, que lo echaran de la
redaccin de Get Out! Sus pertenencias
personales ms ejemplares de
Wisden, algunos papeles, un grotesco
muequito de trapo, disquetes de
ordenador fueron metidos en una caja
de cartn. Logr fingir indiferencia ante
sus excolegas, quienes murmuraban
Jodida suerte, John, mientras
interiormente agradecan al gran Dios de
los Empleos no ser ellos los puestos de
patitas en la calle.
El director sostuvo personalmente
las puertas de vaivn para que pasara
Bull, y su tono aflautado sigui a ste
hasta la acera llena de gente.
Naturalmente, consideraremos
encantados cualquier proyecto de
colaboracin independiente que se te
ocurra, John.
Bull apenas oy esto ltimo. El
cosquilleo almizcleo del borde de la
caja le bloqueaba las fosas nasales.
Estaba perdido en una conciencia ms
profunda, ms terrenal. Una realidad en
la que las inquietudes y las mezquinas
justificaciones del director eran como
las tmidas pajas de un nio. Bull estaba
tan ausente que ni siquiera se molest en
preguntarle quin lo reemplazara como
crtico de variedades de Get Out!

En un campamento de los alrededores de


Wincanton, Alan Margoulies estaba de
rodillas en una tienda de campaa, una
de esas antiqusimas tiendas del ejrcito
que pesan cincuenta kilos. Unos grandes
toldos marrones de lona empapada se
balanceaban sobre las cabezas de los
ms o menos treinta mdicos de
medicina general apiados en el interior.
En el campamento haba otras tres
tiendas exactamente iguales. Cada una
tena su dotacin de mdicos y en cada
poste central ondeaba el bandern del
Ministerio de Sanidad.
Cuando Alan lleg al campamento le
entregaron un tablero con clip para
tomar notas, un mapa, una insignia, una
brjula y un impermeable de color
naranja reglamentario del Ministerio de
Sanidad, en cuya espalda se lea la
palabra SANITARIO en grandes letras
negras.
Alan se senta hmedo y aburrido.
Haba pensado que el campamento de
aprendizaje sera una reunin informal
en la que los propios mdicos idearan
estrategias para asimilar la nueva
legislacin en un ambiente al aire libre.
No haba ledo la carpeta informativa, y
acababa de enterarse de que haba
cooperantes, tediosos burcratas que
parecan encontrarse sumamente
cmodos en aquel ambiente de boy-
scouts. Concretamente, el suyo estaba
llamando al orden a su dotacin de
mdicos:
Seoras y caballeros, presten
atencin, por favor. Golpe el
pizarrn blanco que tena detrs con el
borde de su brjula. La charla aptica
amain, se abandonaron vaso y
materiales de lectura, treinta peinados
diferentes giraron hacia el frente.
Estamos reunidos para pasar un largo fin
de semana aprendiendo. S que todos
ustedes son personas ocupadas, gente
con un trabajo muy absorbente. De
manera que no les pedir que se
concentren demasiado en el cmo y el
porqu de lo que vamos a hacer. Lo que
s les ruego es que confen en que los
cooperantes y yo nos ocuparemos de ese
aspecto. Puedo garantizarles que si se
sumergen en los ejercicios de
aprendizaje que nosotros ideamos,
obtendrn resultados cuando llegue el
momento de abordar las complejidades
del nuevo sistema.
Al llegar a este punto, el cooperante
le quit el capuchn a su rotulador
especial con un audible plaf y se
volvi de cara al pizarrn. Alan vio que
el dorso de su impermeable, como era
de prever, estaba escrita la palabra
COOPERANTE.
Con una tcnica muy burda, el
cooperante empez a dibujar un plano en
el pizarrn, refirindose constantemente
a la seccin correspondiente del mapa
general.
De alguna manera es coherente,
pens Alan, que el cooperante
demuestre ser tan lamentablemente
inepto en el pizarrn. Por mucho que se
esforzaba, no lograba que encajaran en
su lugar las leyendas del mapa que
estaba trazando. Si quera escribir
bosquecillo del manantial, por
ejemplo, manantial no caba y las
letras suban verticalmente por el borde
del pizarrn amontonndose como patas
de araa paraltica. El cooperante
empez a refunfuar por el esfuerzo y
paulatinamente sus refunfuos se
sincronizaron con el rechinar de su
rotulador. Los mdicos empezaron a
intranquilizarse. Alan ya haba visto a
unos cuantos conocidos, incluidos Hurst
y Mukherjee, de su mismo equipo. Pero
le anim ms ver a Krishna Naipaul, que
haba sido compaero suyo en la
facultad. Krishna era lo que Alan
llamaba un mdico pcaro. Era amigo
de extender recetas levemente tramposas
para sus amigos y de hacer el amor (al
menos cuando era residente) sobre la
resbaladiza superficie de las mesas de
autopsias que acababan de ser limpiadas
a chorro de manguera.
Todos los aos Alan tropezaba con
Krishna Naipaul en alguna reunin de
mdicos. Disfrutaba culpablemente de
su compaa, porque si algo puede
decirse de Krishna es que no era
escrupuloso. No era nada. Alan
envidiaba su irnica despreocupacin y
con frecuencia haba lamentado no ser
capaz de armarse de un cmodo cinismo
semejante al suyo. Ni por un instante
poda imaginar que Naipaul se hubiese
visto alguna vez afectado por la
obsesin moral tolstoiana que con tanta
fuerza haba marcado su propia vida
anterior. Su vida a. B (antes de Bull).
Y ahora? Bueno, Naipaul se
sorprendera si conociese los nuevos
caminos que haba empezado a explorar
haca tan poco tiempo. En el pasado
haba rechazado con cierta altanera las
invitaciones de Naipaul a irse de
parranda. Pero ahora, arrodillado, con
la pana hmeda raspndole las rodillas
y cosquillendole las finas y ahusadas
fosas nasales, Alan pens que por qu
no; seguro de que, hasta en un rincn
apartado del mundo como Wincanton,
Krishna tendra alguna perspectiva
interesante.

Bull vagaba por Londres, sin trabajo y


equipado con su nueva interpretacin
del paisaje urbano. Deambul todo el
da, aturdido, deprimido y
desconectado, ignorante de que su
estado mental era consecuencia de unas
inslitas trasformaciones qumicas y de
que no tena la mnima esperanza de
llegar a asimilar lo que le haba
ocurrido.
En su hgado, la microrrefinera de
tubos palpitantes se estremeca por el
inesperado encargo de fabricar
hormonas para las que no estaba
preparada, en cantidades industriales.
Los nodos y las cadenas de informacin
gentica construan formas extraas,
como pastas saladas cancerosas, que
iban a parar a las rojas aguas del
torrente sanguneo de Bull.
De vez en cuando entraba en un hotel
o en un bar de comidas rpidas y
solicitaba amablemente permiso para
usar el lavabo. Cuando la puerta contra
incendios se cerraba a sus espaldas
impulsada por su brazo neumtico, que
pareca un cipote follando, se doblaba
por la cintura mientras las nuseas de
progesterona y estrgeno competan
entre s para hacerlo vomitar. En cuanto
terminaba de limpiar una nueva mancha
de bilis de su barbilla, Bull corra a un
retrete, donde mova duramente su
corpachn entre los estrechos lmites de
las paredes, adoptaba una postura como
si participara en algn arte marcial
especialmente intil, y escudriaba su
vagina.
Y cada vez notaba nuevos cambios.
Haba crecido. Para ser ms precisos
an, haba madurado. Haba adquirido
una cofia de vello enredado, una pelusa
rojiza no distinta de los pelos de su
cabeza. En la secuela de su sesin
sexual con Alan, Bull no se haba visto
acosado por sangre, flujo ni
supuraciones mucales se era el
problema, no el asco, sino la aceptacin.
Y en su pierna, tan cruel y
cientficamente perfilada por la luz del
techo contra el revestimiento de formica
del retrete, Bull tambin perciba
cambios internos: movimientos,
desarrollo muscular, siniestras
acomodaciones.
Mientras caminaba por la acera
poco antes del medioda, en tanto que la
lluvia segua tamborileando en sus
mejillas sonrosadas, Bull se senta
extraamente deprimido sin motivo. No
entenda por qu era tan desdichado.
Alan era conocido por todos como un
hombre bondadoso y concienzudo,
qu ms poda pedir de un amante? La
relacin era demasiado reciente para
ejercer presin a fin de que abandonara
a su esposa, pero eso llegara con el
tiempo, aunque con acritud y lgrimas
Y con respecto al trabajo? Era cierto
que lo odiaba y que detestaba la crtica
de variedades. Habra sido una
hipocresa que protestara demasiado. En
otros tiempos se haba ganado la vida
razonablemente como periodista
independiente, y poda volver a hacerlo.
Por qu, entonces, aquellas lgrimas
punzantes, aquella extraa tensin que
revoloteaba en su interior? Tena la
impresin de que sus tobillos estaban
llenos de agua; si apretaba su carne, se
volva blanca y circundada de rosa. Y
cada vez que se miraba los tobillos, los
labios de su vagina se separaban, como
por analoga.
Segua con una fijacin en los
lugares de ingreso. Al ver una ventana
rota en su andar sin rumbo fijo, sinti
que eso, precisamente, era lo que le
haba ocurrido. Su himen vitrificado
haba quedado hecho trizas por el grueso
pene de Alan. Una extravagante
inversin de la Kristallnacht, sin duda.
Detrs de Swiss Centre, Bull se
qued plantado con la vista fija en el St
Johns Hospital, especializado en
enfermedades cutneas. El edificio
estaba vaco y abandonado, con las
ventanas tapiadas. Pero le llamaron la
atencin los adornos de argamasa
moldeada que coronaban la fachada
escalonada del viejo hospital. Qu
irona malsana, pens, atraer a los
enfermos de la piel con esos adornos
que recordaban a las claras la
corrupcin epidrmica. Eran como su
vagina; el smil lo espant. Se apoy,
luchando por mantener el equilibrio, en
el escaparate del restaurante Poons,
pero retrocedi al instante. Varios
ejemplares de la especialidad de la
casa, el pato seco, colgaban en el
escaparate; la carne anaranjada y los
miembros delgados y angulosos le
recordaron a Juniper. Su acefala y el
hecho de estar con el culo levantado le
hicieron pensar en s mismo. No pudo
resistirse a entrar y pedir permiso para
ir al lavabo.
El sistema de ventilacin gema;
fuera, en la luz antigua y crepuscular,
unas voces cantonesas gritaban, diversos
cubos de zinc sonaban con estrpito,
inmensos ablandadores de patos
golpeaban tac! Bull observ el
aspecto destartalado del servicio, el
adhesivo No beba agua encima del
tambaleante lavabo, el verdn de la
lechada entre los azulejos, la cuerda de
nylon antao trenzada y ahora
deshilachada que haca de cadena de
retrete y, por ltimo, el xido que se
desparramaba en rojizas oleadas por
todos los elementos metlicos del
lavabo: las caeras, la cisterna e
incluso las bisagras de la puerta
desencajada.
La pierna se estaba convirtiendo en
algo ajeno a l. La desnud y la separ
un poco de su cuerpo, la cambi de
posicin. Bull poda estar alterado,
trastornado, confundido, pero
conservaba la suficiente entereza
(Diantre! Era un hombre que haba
tratado de hacerse rico siguiendo el
sistema del duque de Edimburgo, un
hombre que haba recorrido con la
mochila a cuestas las Catskills, un
hombre que haba ganado un concurso
de boxeo organizado como parte de una
conferencia de prensa por el dueo de
una importante cadena de
supermercados) para observar fra y
clnicamente el progreso de su propia
mutacin.
Haba en Bull una honestidad
intrnseca que se manifestaba en su
fisonoma de rasgos imperfectos, una
honestidad intrnseca que habra hecho
de l un buen compaero de secuestro en
Beirut. Uno poda imaginar a los padres
de Bull muy correctos en su jardn,
mientras los entrevistaban. Pero despus
uno tambin poda imaginarlos
volvindose bastante virulentos y
demaggicos en su denuncia de la
poltica gubernamental, y lanzando su
propia campaa para liberar a su hijo
desde la cocina de su casa.
Entre tanto, su hijo se dedicara a
animar a los dems rehenes contndoles
los chistes y las ancdotas que hacan
las delicias de los Wanderers en sus
giras, la clase de chistes y ancdotas que
repugnaran a esos hombres
(universitarios estadounidenses,
periodistas grficos italianos, enviados
diplomticos y gente por el estilo) en
cualquier otro contexto. Pero all, al sur
de la Lnea Verde, con delgados hilillos
de yeso y gotas de agua subrayando el
horror de su situacin, esos hombres
reiran, reiran y reiran. Despus de la
liberacin parpadearan ante los focos.
Fue Bull, gritaran todos a una, Bull
nos mantuvo vivos con su energa, su
entereza y, sobre todo, su sentido del
humor.
As fue como se recuper Bull. Mir
a sus nuevos genitales cara a cara,
consider su profundizacin, su
enrojecimiento, y vio que su condicin
femenina le haca guios, atrayndolo.
Pero parado una hora ms tarde en
Piccadilly, el pobre Bull se vio
acometido y sacudido por otra
revelacin. El escaparate de Lillywhites
lindaba directamente con el de Boots.
Detrs de una lmina de cristal blindado
haba un despliegue de saldos de
panties y otras prendas femeninas.
Detrs de la otra haba una exhibicin
de equipo para jugar al rugby. La
exposicin de Boots presentaba una
hermosa pierna de plstico de color
caramelo y transparente, enfundada en
un tejido liso y lustroso que deba de ser
una maravilla al tacto; a su alrededor,
dispersas como si hubieran sido
descartadas en un acceso pasional, haba
ms medias y panties cuyos seductores
matices formaban un collage sensual
sobre el terciopelo arrugado que cubra
el piso.
El escaparate de al lado era elegante
y viril. Tambin presentaba una pierna
plstica suelta, pero mientras el
truncamiento de la femenina llevaba
inexorablemente la mirada al punto
donde su entrepierna cortada con
precisin deba unirse a unas partes
pudendas suaves y fragantes, la pierna
masculina era slida e impulsiva,
pateaba sobre su invisible soporte
acrlico una pelota de rugby inmvil,
pegada a la puntera de su brillante bota.
Daba la impresin de que aquella pierna
haba sido amputada en el acto de patear
el baln por encima de la hilera de
edificios de oficinas y tiendas que tena
delante hacia alguna lejana portera.
Alrededor de esa pierna haba
bragueros, suspensorios, calcetines,
ligas, cintas para la cabeza, camisas,
pantaloncitos y ms calcetines, todo
pulcramente alineado sobre el csped
artificial.
Cul ser la ma, pens Bull
mirando alternativamente ambos
escaparates, subiendo la mirada por la
pierna femenina y bajndola por la
masculina. Quin soy? El excrtico de
variedades gimi, y unos turistas
estadounidenses que estaban detrs de
l, ataviados con flamantes prendas
Burberrys, se preguntaron si no sera la
causa que acababa de ver alguna ganga
excepcional.
Por fin Bull consigui marcharse e
hizo unas compras: compresas
extrafinas, Feminax y vitaminas en
Boots; un braguero y dos cintas para la
cabeza en Lillywhites.
Pero, a pesar de este decisivo y
aparentemente maduro reconocimiento
de su naturaleza dual, a primera hora de
aquella tarde desapacible Bull se
encontr llorando una vez ms, ahora
delante de Kings Cross Station.
Se apoy contra el escaparate de
Wendy Burgers y contempl la masa
humana que circulaba por la galera de
la estacin. Vagabundos y drogadictos
formaban grupos compactos que
interrumpan el ir y venir de la corriente
de viajeros y trabajadores de la
estacin. El cielo sucio an verta su
lluvia primaveral. Bull suspir y
balbuce. Se dio cuenta de que estaba
solo en el mundo. Aislado,
imposibilitado de confesar su verdadera
naturaleza. Por qu haba permitido que
Alan lo sedujera? De no haber ocurrido
eso, hubiera podido acudir al organismo
competente. Senta que no poda ser el
nico en aquella situacin. En algn
lugar de nuestra gran sociedad pluralista
tena que haber un grupo de autoayuda
para gente como l, una especie de
Vaginas Annimas.
Bull no se fij en las prostitutas,
pero ellas s en l. Paradas con sus
microfaldas elsticas de color rosa y sus
tacones de aguja de polivinilo, tenan
fro y evaluaban a todos los transentes
masculinos calculando su valor
comercial. Bull pareca un posible
cliente. Despus de todo, sus lgrimas
podan ser un acceso prematuro de
remordimiento, la culpa antes del
pecado.
Desde lejos, Ramona lo haba estado
observando. l/ella percibi que Bull
poda ser un cliente potencial; aunque
sigui hablando con Gail y Leroy, no
prestaba atencin a lo que decan.
Sherri consigui unas papelinas.
S, lo s muy bien, y me debe
mercadera dijo Gail, y bebi un trago
de su cerveza mientras unos mechones
variopintos de pelo flotaban con la brisa
alrededor de su frente ajada.
Nunca se la sacars, nena.
Bscate unos cuantos cabritos. Cuando
hayas ganado lo suficiente, yo te
proveer. Acaso no me ocupo de todas
tus necesidades, nena?
Leroy se dio bombo, tan orgulloso
de su profesin de macarra como
cualquier otro hubiera podido estarlo de
la de concejal. Ramona estaba harta; se
separ del grupo y se acerc lentamente
a Bull.
Qu ests buscando, querido?
le pregunt Ramona con su mejor voz de
cama con desayuno incluido.
Cmo?
Bull levant la vista, y su ancha
frente mostr una expresin de sorpresa.
Buscas compaa?
Normalmente, Ramona habra dado
media vuelta con slo or el tono
desconcertado de Bull. Lo ltimo que
l/ella necesitaba era un lo. Pero
persisti. Haba algo patticamente
vulnerable en aquel tipo grandulln con
chaqueta deportiva y pantalones de
franela gris. En cuanto a Bull, la pena y
el aislamiento lo haban despojado
temporalmente de la poca sabidura
callejera que posea.
Compaa? Disculpe, me parece
que no la entiendo.
Tengo un cuartito, querido, no muy
lejos, a unos pasos de aqu. Podramos
llegar a conocernos.
Adoptar tono de vendedora result
ms fcil de lo que Ramona esperaba.
Estaba habituada al rechazo instantneo
de muchos cabritos en potencia. Bastaba
que observaran su cara angulosa con las
facciones demasiado marcadas y la
sombra azul de la barba incipiente, que
a aquella hora del da ya empezaba a
traslucirse bajo su maquillaje, para que
retrocedieran.
Pero, por algn motivo, Bull no
retrocedi. Vio a Ramona tal como
l/ella era e inmediatamente percibi la
posibilidad de un aliado.
Dices que no es muy lejos?
A la vuelta, querido. Vamos en
seguida para all, aqu hace un fro que
pela.
Ramona se ech sobre los hombros
los pliegues de su capa de terciopelo
negro, en otros tiempos elegante, y
tembl ostentosamente.
Yo en realidad no estoy
interesado en, slo se trata de un
poco un poco
Un poco de compaa es lo que
ests buscando. Te entiendo, querido, no
te pongas nervioso.
Al abandonar la hilera de tiendas
que haba delante de la estacin, Bull y
Ramona parecan tan amistosos como un
viejo matrimonio. Desaparecieron en
direccin a Caledonian Road.

Alan se sinti mucho mejor despus de


una ducha caliente. Se haba empapado y
haba cogido fro durante los ejercicios
de aprendizaje de la tarde. Tena miedo
de resfriarse, porque si hay algo peor
que una sala de hospital por lo que hace
al contagio, es una reunin de mdicos.
Haba asumido, de un modo natural,
la direccin del grupo en el que lo haba
incluido el poco estimulante e inepto
cooperante. El liderazgo era algo que le
iba como anillo al dedo. De hecho,
cuando no le daban la oportunidad de
llevar las riendas, en seguida se volva
aptico. Los dems mdicos lo
percibieron y cedieron con tal de no
tener que aguantar su irritacin.
El ejercicio de aquel da haba
estado centrado en la necesidad de
evitar embrollos burocrticos cuando
llegara el momento de poner en prctica
las nuevas reformas del Servicio
Nacional de la Salud. Los mdicos se
dividieron en grupos, cada uno de los
cuales tena un objetivo: llegar a un
punto dado donde adquiriran
pacientes simblicos. Estos
pacientes (en realidad, pequeos
lazos de colores) deban ser
transportados al hospital (en realidad,
un bosquecillo) adecuado para su
tratamiento. A lo largo del camino haba
diversas oportunidades de incrementar
el presupuesto del grupo para
tratamiento hospitalario o de aumentar el
tiempo que deberan pasar los pacientes
en la lista de espera, cayendo en un
lodazal burocrtico (en realidad, un
lodazal de verdad).
Ataviados con sus impermeables
naranja, los mdicos blandan sus mapas
y brjulas. Fue una suerte que contaran
con Alan; gracias a su liderazgo
lograron llevar a todos sus pacientes
a los hospitales adecuados antes de
que oscureciera. Otros grupos fueron
menos afortunados y todava daban
vueltas por la campia de Somerset muy
entrada la noche. Fue necesario enviar a
unos cuantos cooperantes a buscarlos,
armados con potentes linternas. Uno de
los mdicos de ms edad sufri incluso
un agotamiento fsico y no pudo asistir a
la batalla con pistolas de pintar del da
siguiente.
Por muy caliente que fuera la ducha,
slo caa el habitual hilillo de agua
deprimente que Alan esperaba de todas
las casas de huspedes provincianas con
desayuno incluido. Sin embargo, se
haba puesto contento al descubrir que
Krishna tambin se hospedaba en la
pensin de la seora Critchley. Ahora lo
nico que faltaba era hacer una
expeditiva llamada a Naomi; despus l
y Krishna tendran toda la noche libre.
Se encontraron en el angosto pasillo
de la pensin. El pcaro mdico tena
aspecto pulido y venal. La temperatura
del local donde daban el curso de
orientacin lo haba puesto morado de
fro. Ahora, abrigado y correctamente
vestido, Naipaul esperaba una noche de
srdidos encuentros. Por lo que a l se
refera, cuanto ms srdidos mejor.
Los dos mdicos dejaron la pensin
de la seora Critchley en East Street a
las ocho y diez. Ella les haba entregado
una llave atada a una cuerda, por si se
entusiasmaban demasiado con las
brillantes luces de Wincanton y queran
volver despus de las diez, hora en que
se cerraba la puerta de entrada. Pero ya
a las ocho y media haban agotado,
aparentemente, todas las posibilidades
de esparcimiento de la ciudad.
Los pubs tenan un pblico tan
definido que, al entrar en ellos, Alan y
Krishna tenan la impresin de estar
expuestos en una serie de tableaux
vivants de un museo de historia local.
En el White Hart haba alcohlicos finos
que beban vino dulce y gin-tonic; los
parroquianos del Unicorn eran tipos
rsticos de zonas rurales, sexadores
de pollos con sus groseras amiguitas,
todas regordetas aunque pisciformes
debido al talle sorprendentemente
ceido de sus tejanos lavados a la
piedra. Alan y Krishna se quedaron en
los dos lugares el tiempo suficiente para
tomar un par de cervezas, aguantando la
hostilidad que emanaba de ambos
grupos. Despus cruzaron la ancha High
Street y pasaron junto a la torre del
reloj, alrededor de la cual un pequeo
ncleo de menores de edad aspirantes a
bebedores alborotaban sobre los
manubrios de sus ciclomotores.
La jeunesse dore dijo
sarcsticamente Krishna con burln tono
oxoniense.
Qu has dicho, negro de mierda?
grit una voz disparada desde el
centro del ncleo a la velocidad de un
navajazo. Los dos mdicos del grupo
minoritario huyeron corriendo, con su
esnobismo transitoriamente devorado
por el miedo.
En el Piebald Piover, la rama de
MENSA de Wincanton estaba
celebrando su reunin mensual. Alan y
Krishna se acodaron malhumorados en
la barra y escucharon furtivamente
conversaciones de asombrosa pretensin
autodidacta. Tomaron, malhumorados,
sendos whiskies.
Cre que tendras algn plan para
pasrselo bien en Wincanton dijo por
fin Alan. A su izquierda, una mujer
menuda con traje de tweed hablaba con
suficiencia acerca de la pintura mural
etrusca. Este lugar est muerto,
muerto, muerto.
Krishna se desternill de risa.
S, no es exactamente Bangkok,
no? Pero si queremos un poco de
accin, un tipo que conozco, James
Poole, me recomend que furamos a
ver a un conocido suyo
Por qu no lo dijiste antes?
Podramos habernos ahorrado este
aburrido recorrido por los pubs.
Bueee-nooo, el pcaro
mdico dej arrastrar las palabras
lujuriosamente. Se me ocurri que el
lugar del que me han hablado podra
resultarte un poco raro.
Cambi el peso del cuerpo contra la
barra, llev una de sus delgadas manos
morenas a la entrepierna, donde leve y
amorosamente acomod su delgados
genitales morenos en el interior de su
alojamiento delgado y moreno hecho a
la medida. Alan pens inmediatamente
en que se haba tirado a Bull, y no pudo
contener la risa ante la idea de que nada
de lo que Krishna Naipaul pudiese
encontrar un jueves por la noche en
Wincanton fuese ni remotamente raro
por comparacin.
Creo que resistir el ritmo,
Krishna.
Alan transform la carcajada en una
rijosa risita en honor de su compinche.
De acuerdo, si ests preparado,
vamos. Deposit de golpe el vaso de
whisky sobre la barra y llam al
camarero, de pelo crespo como el de un
carnero. Disculpe, conoce algn sitio
donde podamos comer algo por aqu?
Djeme pensar respondi el
camarero, aunque no pareca capacitado
para tener un solo pensamiento.
Sirven comida en el White Hart, pero
slo atienden hasta las ocho y media.
Quiz deberan coger el coche e ir hasta
Yeovil.
Por qu no el nuevo local?
dijo uno del grupo de MENSA, un
sumiso empleado que una vez haba
traducido una novela de John Le Carr
al esperanto.
Ah, s. La intervencin refresc
la memoria del camarero. Si les
gustan esas cosas, hay una especie de
restaurante griego en Bell Lane.
Me parece bien dijo Krishna.
Y cmo podemos llegar a Bell Lane
desde aqu?
Escucharon las instrucciones
pertinentes y salieron. Alan estaba
intrigado.
Si ese Poole conoce el local,
para qu diste tantas vueltas?
Cobertura, Alan, cobertura. En un
lugar como ste debemos cubrirnos las
espaldas.
Bajaron por las hmedas calles
provincianas.
El restaurante griego result ser el
Bar de Pinchos Tiresias. En el
escaparate, un grueso pincho daba
vueltas haciendo grasientas piruetas. El
local era indescriptiblemente mediocre.
Haba unos tarros enormes llenos de
variantes en el mostrador. Atrs, y fuera
del alcance del chisporroteo, una vitrina
iluminada a contraluz exhiba chillonas
fotografas de comidas indigestas. A
travs de una arcada de estilo rabe,
Alan divis una cuantas mesitas
cubiertas de hule en imitacin tela. No
haba nadie comiendo all. Cuando
entraron, en la barra slo dos clientas
con la tez de color blanco gusano, a
quienes Alan crey haber visto en el
Unicorn, coman con avidez unas
salchichas picantes.
Sentados en el fondo, Alan y Krishna
pidieron la cena al mismsimo Tiresias.
El patrn se vea tan desmesuradamente
obeso con su camiseta blanca, que al
instante Alan lo diagnostic de
ginecomatoso. Pero la comida result
sorprendentemente deliciosa. Ambos
comieron hojas de parra rellenas y entre
los dos se bebieron un par de botellas
de estupendo retsina alimonado.
Rehusaron el pincho especial Tiresias
que, segn les explic el patrn, era un
hombre abajo, una mujer encima y un
espetn atravesndolos. Durante el
resto de la comida lograron eludir la
mirada de ojos saltones del patrn.
Tiresias les llev unas tazas
diminutas con espeso caf griego.
Krishna corri la silla hacia atrs
mientras exhalaba un suspiro de
satisfaccin.
Bueno, ahora que ya comimos,
supongo que tenemos que follar dijo,
sorbiendo su caf.
Follarnos a quin, exactamente?
Con un ademn Alan abarc al
monumental propietario y las dos chicas
de tez blanco gusano, que seguan all.
Krishna se adelant sobre la mesita
en actitud conspiradora. Su tono culto
son cargado de lascivo entusiasmo.
Poole me dijo que el tal Tiresias
no es lo que parece. Esto es una fachada,
Alan.
Una fachada? Una fachada de
qu?
De una de las ms grandes
cadenas de pornografa y prostitucin
del sudoeste.
Caray!
Alan estaba atnito. Temi un
escndalo cuando Krishna hizo seas a
Tiresias para que se acercara.
Soy amigo del seor Poole.
Krishna pronunci el nombre como
si fuera una contrasea.
Ah, el seor Poole! El griego
tambin dio la impresin de estar
interpretando un papel. El seor
Poole es muy amigo mo. Y los amigos
del seor Poole son amigos mos.
Quieren un poco de raki los
caballeros?
Nos encantara un poco de raki.
Ahora Krishna estaba henchido de
orgullo por el xito de su contacto en el
submundo. Y tambin nos gustara un
poco de compaa.
Un poco de compaa? Por
supuesto. Estar solo es malo, digo yo.
Nosotros siempre queremos estar juntos,
vivir la vida a fondo. As hacemos las
cosas en Grecia. Vivimos la vida a
fondo!
Tiresias fue tan enftico y tan
semejante a Zorba con sus palabras, que
Alan casi esperaba que se pusiera a
bailar, balanceando sus grandes tetas, en
los lmites amarillos del bar. Pero, en
cambio, el griego acerc una silla, sac
una botella de raki del fondo de la
vitrina polvorienta y se uni a la
lujuriosa conspiracin de los dos.

As fue como, dos horas despus, Alan


fue objeto de una enrgica pero
desapasionada felacin, entre los cubos
de basura de la pensin Critchley, por
una de las amiguitas de los sexadores de
pollos que rondaban el bar de Tiresias.
Krishna, que era soltero y por lo visto
no tema al Colegio de Mdicos, haba
metido de extranjis a su putita en su
habitacin, para revolcarse con ella
entre sbanas de nylon. Pero Alan,
temblando de lujuria anormal, pag por
aquella lamentable experiencia. Ni
siquiera pensar en el desdn que
volcara sobre Naipaul a la maana
siguiente haba logrado contrarrestar el
doloroso roce de su nuca plana contra
las piedrecitas de la pared en la que
estaba apoyado.
Chup, chup, chup, glugluteaba la
chica. Y al bajar la vista a las races
oscuras de su pelo oxigenado, Alan se
dio cuenta de que no poda recordar no
ya su nombre, sino ni siquiera su cara,
tan llena de imgenes de Bull estaba su
mente desde que ella le baj la
cremallera de la bragueta y puso manos
a la obra.
5
Apoteosis

Unas horas antes Bull haba estado


tomando una cordial taza de t con
Ramona, la prostituta transexual. No era
la suya una historia muy corriente, y Bull
nunca haba odo nada semejante.
Mi padre era soldador en los
astilleros Swan Hunter de Wearside. Lo
nico que quera en la vida era que yo
siguiera sus pasos.
Mientras deca esto, Ramona se
agach en el rincn del cuarto mal
ventilado y verti agua hervida de la
tetera elctrica en unas tazas desparejas.
Bull no pudo dejar de notar la
musculosidad angular de sus pantorrillas
y muslos. El transexual, calcul, tena el
tipo adecuado para ser un delantero de
primera.
Ramona le dio la taza y se sent a su
lado en la camita chirriante. l/ella
sigui con el relato.
Me acuerdo de que, cuando era
nio, mi madre me llevaba al astillero.
No nos dejaban entrar, por supuesto;
decan que era muy peligroso para los
chicos. Pero ella me lo sealaba desde
fuera. Y a lo lejos se vea una pequea
figura, arrastrndose sobre un enorme
casco, o quilla, o como se llame. Y
mirbamos y de pronto apareca una
lluvia de chispas, porque estaban
soldando. Y mi madre deca: se es tu
padre, muchacho. Algn da sers
soldador como l.
Y lo fuiste? pregunt Bull.
S. Fui a la escuela industrial y me
diplom. Entr a trabajar en el astillero
el mismo da que recibieron su ltimo
encargo. Les haban encargado un
enorme petrolero. Se llamaba Anubis.
Hice todas las soldaduras de la cubierta
de popa. Y estaba all arriba, muy alto,
mirando el estuario, y de pronto decid
que quera ser mujer.
Quieres decir que nunca se te
haba ocurrido antes?
Bull no poda creerlo: haba ledo
muchsimos artculos de revistas sobre
el tema.
No, nunca. S que no es lo
habitual, pero es la verdad. Hasta ese
da haba sido un muchacho
despreocupado que follaba y se peleaba;
no se me haba ocurrido ser otra cosa.
Pero en ese momento me llen de
sentimientos tiernos. Por eso vine a
Londres y muy pronto me met en el
oficio. Es la nica forma en que tipas
como yo puedan juntar guita para los
pinchazos y la operacin.
Ramona suspir y bebi un gran
trago de t. Por el rabillo de los ojos
Bull vio que la arrugada nuez del
exsoldador suba y bajaba en su macizo
buche. Porque en realidad, como suele
suceder, Ramona era el candidato ms
inadecuado que cabra imaginar para ser
mujer. Ms inadecuado incluso que yo,
pens Bull. La cara de Ramona era
exageradamente masculina. No resultaba
muy distinta de la de la mayora de
jugadores de rugby que conoca, con el
aadido de una fuerte nariz aguilea. El
grueso pelo rubio que le caa en cascada
a ambos lados de la mandbula azulada
slo serva para ahondar la impresin
de que Ramona era una quimera o la
encarnacin de un sexo nuevo, el
tercero.
Pero Ramona era amable. Y l/ella
no le haba pedido dinero ni
justificaciones. Tal vez pueda aceptarme
como soy, se atrevi a esperar Bull.
Hasta dnde has llegado con
el? Bueno, ya sabes
El cambio de sexo? Ramona
no se inmut. De cabo a rabo,
muchacho. Ya s que no se nota, pero
dicen que ms no se puede hacer. Ms
bien un desastre, no?
Pero puedes, quiero decir, crea
que
S, yo tambin, muchacho. Crea
que el tratamiento hormonal me dara un
cuerpo femenino. Pero lo nico que hizo
fue darme un revestimiento femenino. Si
quieres te lo enseo. Gratis.
Ramona salt de la cama y empez a
desvestirse. Lo que haba dicho era la
pura verdad. Aunque l/ella tena senos
y una capa superficial de grasa
subcutnea que parodiaba la forma
femenina, debajo permaneca demasiado
evidente la firme musculatura del
soldador de Wearside que Ramona
estaba destinada a ser.
En su anterior encarnacin, Bull se
habra sentido horrorizado al ver las
partes del transexual. Y ahora? Bien, la
seca bolsita que ocupaba el lugar donde
haba estado el pene de Ramona no era
nada, absolutamente nada, comparada
con el nuevo rgano con el que haba
sido dotado Bull.
Puedes tocarla si quieres.
Ramona estaba empujando la vagina
hacia Bull. l retrocedi. No es nada
divertido. Te cortan los vasos
sanguneos y esas cosas. Y te meten la
piel para adentro. Pero no tengo cltoris
ni nada de eso. Follar como Dios manda
me deja igual despus del tijeretazo. De
todos modos, a los tos de por aqu les
gusta meterla por el culo. Por mi culo
quiero decir.
En serio?
Bull senta una curiosidad malsana.
S. En su mayora son catlicos,
por supuesto. Italianos y esas cosas. A
lo mejor tiene que ver con sus creencias
religiosas y todo lo dems. O sea que, al
final, ha sido un fracaso.
La gigantesca pseudomujer observ
tristemente su vagina, como si fuera una
flor marchita en una exposicin de
jardinera.
Bull percibi que haba llegado su
turno.
Debo decirte, Ramona, que yo
tampoco soy exactamente lo que
parezco.
Mientras lo deca, Bull fue una vez
ms espantosamente consciente del sexo
radicalmente independiente de su pierna,
de su extrao metabolismo, de su
tremendo deseo vulnerable.
Qu quieres decir, muchacho?
Bueno, para m es difcil
decirlo, tengo miedo de que te
impresiones.
Permteme decirte, muchacho, que
llevo cuatro aos en el oficio y calculo
que ya he visto todo lo que hay que ver.
Para m no hay nada nuevo en lo que a
rarezas se refiere.
Bull se anim con estas palabras. Se
levant y, sintiendo la antigua
vulnerabilidad, no la nueva, la que
senta al desvestirse en el consultorio de
Alan Margoulies, se baj los pantalones
y le dio la espalda a Ramona.
Durante unos largos segundos Bull
no oy nada. Despus Ramona grit.
Ulul como una sirena de niebla, del
Wearside. Bram con todo el volumen
de su enorme trax. Grit y grit y grit.
Chill tan fuerte, que Bull todava oa su
alarido cuando dobl la esquina de
Caledonian Road, a unos buenos
trescientos metros de distancia del
cuarto de la prostituta, corriendo como
si estuviese a punto de ganar una
carrera.

Los Wanderers estaban a bordo de su


minibs. Reinaban las bromas amables y
los cantos alegres mientras avanzaban
por la A22 hacia Bexhill-on-Sea. Podra
sorprender al amable lector (e incluso al
lector vicioso y sin principios) saber
que Bull se encontraba entre los
cantores ms estrepitosos y los ms
dispuestos a la jarana. Sus compaeros
estaban atnitos por su buen humor, y la
mayora lo atribuy a la felicidad que le
daba haber perdido su espantoso puesto
de trabajo en Get Out!
Pero, como sabemos, la verdad era
mucho ms compleja. Ahora Bull estaba
seguro de haber alcanzado un nuevo
equilibrio, una nueva aceptacin de s
mismo. En cuanto lleg a casa,
comprendi por qu haba chillado
Ramona al ver su vagina. Tambin
comprendi la rara e indefinible tensin
y angustia que lo haba atenazado a lo
largo de todo el da: tena su primera
regla.
No es de extraar que hubiese
comprado las compresas y el Feminax
en Boots: su inconsciente femenino
saba qu se avecinaba. Una vez ms,
bajo la luz naranja de la sala de estar, se
haba limpiado las manchas parduscas
de la entrepierna y aplicado una
compresa, usando uno de sus
suspensorios para crear una parodia de
braga. El mismo conjunto cuya idea
haba excitado tanto a Alan Margoulies
al principio de su extraa aventura.
Pese a los calambres estomacales de
la noche, a la maana siguiente segua
pletrico de resolucin. Decidi cortar
de raz con Margoulies. Continuara tal
como estaba. Qu importaba si tena
que ocultar su vagina el resto de sus
das? Qu importaba si nunca poda
casarse? Era capaz de aceptar estas
cosas. Eso era lo decente: guardarse
para uno mismo las idiosincrasias viles
y personales en lugar de infligirlas a un
mundo sin culpa.
Por eso Bull cantaba ms fuerte y
bromeaba ms que el resto. El minibus
rodaba por el impresionante verdor de
un brillante da primaveral ingls y
todos estaban exultantes con la
perspectiva del partido.
En los vestuarios, Bull se mostr
especialmente cuidadoso con su
espalda. Pero haba previsto el modus
operandi con anticipacin. Una
rodillera elastizada, del tipo que usan
normalmente los deportistas,
encapsulaba pulcramente el montaje
hecho con el suspensorio y la compresa.
Y, por si todo eso no fuera suficiente,
tambin tuvo la precaucin de ponerse
calcetines especialmente largos, y en la
pierna izquierda una liga bien ajustada.
Ninguno de sus compaeros de equipo
sospech nada. Todos creyeron a pies
juntillas su explicacin de un molesto
tirn muscular.
El partido fue un xito arrollador.
Los visitantes ganaron con un notable
ensayo en el minuto ochenta y dos del
partido. El ensayo fue convertido por
Bull.
Haba estado en la mle, enredado
en esa extraa y esforzada falange de
hombres pesados, rozando sus hombros
contra los de los puntales opuestos, y
contra la pequea clavcula de Mickey
Minto, el talonador malts de los
Wanderers. El baln lleg recto a travs
de donde empujaba Bull, mezclando su
gran oreja con la gran oreja del puntal
izquierdo opuesto. Un veloz taconazo de
la bota de Bull inmoviliz a su
adversario (que dio un alarido para
sealar el juego sucio), otro devolvi el
baln al extremo delantero, Dougie
MacBeaths, que sali a matar y rpido
por el ala izquierda. Diez metros ms
all lo derrib un corro de los Bexhill
Bears, pero antes de caer consigui
devolverle la pelota a Bull, que estaba
adelantado a la cabeza del grupo de
Wanderers.
Bull abraz la pelota tibia contra su
pecho. Empataban a cuarenta y dos.
Unas cuantas gaviotas descendieron y se
quedaron planeando y chillando por
encima de los postes de la portera de
los Bears. Ms all, Bull entrevi el
jugueteo del sol macilento sobre las
verdes aguas del mar. El campo de los
Bears estaba soberbiamente emplazado
en un acantilado cretceo, muy elevado
con respecto al Canal de la Mancha.
Con el da vivificante y la fortaleza de
su reciente resolucin, Bull se sinti
capaz de volar, de despegar y
remontarse por encima de los defensas
que unos segundos despus de que
recibiera la pelota se haban alineado
entre l y la lnea de banda.
Bull hizo fintas, Bull esquiv, Bull
dio con la mano abierta dura y fra
como un pollo descongelndose en la
cara ansiosa de los defensores. Sinti
que sus botas haban adquirido
turborreactores. Corri como un blido
por el csped. Detrs de l se oyeron
gritos: Aqu, John!, Vamos, John!,
Ese baln es mo, John!. Bull no les
prest atencin. Sin la menor duda, se
era su momento de gloria. Lo saba por
el modo en que los defensas parecan
desplazarse a cmara lenta y hacia atrs.
Era como si quisieran escapar de l para
luego saltar del terreno y apretar
agradecidos la palma de su mano contra
las caras magulladas con el propsito de
recibir el toque del rey igual que si
fueran escrofulosos: un momento
santificado.
Luego, cuando salv realmente la
lnea de banda, descubri que tena que
tomar una decisin. Con tan fantstica
velocidad, no tendra que dar un salto?
Sobre aquellos dos jvenes
espectadores atormentados por la
adolescencia, y fuera. Era el Canal de la
Mancha el que hablaba. Hablaba,
directamente en imgenes, a aquel otro
canal. Bull experiment profundas
sensaciones enterradas debajo del
calcetn, el suspensorio y la compresa.
Los dos canales parecan hablarse entre
s, calculando las posibilidades de una
convergencia o una alianza.
Pero Bull no salt. Hizo un bello
regate mecindose como un yate, se
retorci levemente para evitar a su
ltimo adversario y, por ltimo, coloc
la pelota exactamente sobre el csped,
entre los postes.
En una actitud sin precedentes,
Towser Bridges el capitn de los
Wanderers permiti que convirtiera
Bull (que no era famoso como buen
lanzador). ste fue el momento que Bull
haba esperado con tanta ansia durante
los dos ttricos das londinenses
obsesionado con la raja. ste era el
juego libre de msculo y vigor juvenil
que haba opuesto al dudoso credo de
Juniper y el plido ascetismo de su
exjefe Uf! Pero no funcion. Incluso
mientras el baln se elevaba y entraba
certeramente, Bull supo en lo ms
recndito de su alma que el placer del
rugby poda distraerlo, pero no borrar lo
que haba ocurrido entre l y Alan
Margoulies. No poda colmar la
comezn de su abismo genital.
Por eso, despus del partido, tras
aceptar que lo invitaran a tomar unos
tragos de felicitacin, se apart de sus
compaeros. Y hasta se alegr de
hacerlo: antes nunca se haba sentido tan
oprimido por la confianza de cada uno
de ellos en s mismo, por su
masculinidad aparentemente
incuestionable.
Bull recorri a pie las calles de
Bexhill, rumbo al De La War Pavilion,
en el paseo martimo, y a la cita con su
amante.

Alan haba pasado otro da agotador en


aquella especie de bsqueda del tesoro
para boy-scouts. Al menos segua el
buen tiempo. Pero, por increble que
parezca, los ejercicios pergeados por
los cooperantes resultaron ms
estpidos an que el da anterior.
Implicaban juegos de roles; los diversos
mdicos tenan que adoptar la
perspectiva de sus pacientes y expresar
sus angustias y frustraciones.
El doctor Margoulies fue lo bastante
sincero para reconocer ante s mismo
que en el juego de roles encontraba una
siniestra congruencia con la
representacin mdico-paciente que
recientemente haba montado con Bull.
Pero, como ya hemos sealado, su
sentido de la irona haca tiempo que se
haba vuelto tan desenfrenado que
converta cualquier cosa en agua para su
molino. No obstante, dedic el da a las
imgenes de Bull, contraponindolas a
la diversin de la noche anterior, que
slo haba sido una horrible concesin.
Nunca me haba portado as antes,
pens Alan. Al fin y al cabo, tena su
orgullo. Existe una enorme diferencia
entre tirarse alegremente a una
enfermera que jadea en un
departamentito de Chiswick y permitir
que la amiguita prostituida de un
sexador de pollos retardado te la chupe
entre los cubos de basura de una casa de
huspedes provinciana. Evidentemente,
la culpa la tena ese asunto de Bull.
Aunque tal vez l est tan ansioso como
yo por volver a encajar en la sociedad,
pens Alan, y con ello resucit la
primera visin que haba tenido de la
anomala genital de Bull.
Concretamente, lleg a pensar que poda
significar su reputacin clnica, como
las siamesas en perpetuo cunnilingus lo
haban sido para Nicholson. Y si no,
quiz, quiz. Quiz qu? Quiz lo
ms bondadoso sera matar a Bull. Alan
no lleg a expresar del todo este
pensamiento, pero, sin embargo,
persisti en su mente. Con pesadez,
como una comida mal digerida.
Pensaba todo esto, pero actuar era
otra historia. Ms fingimientos con
Naomi por telfono, ms imgenes
cuidadosamente cultivadas de los
tiernos gorgoritos de su tierna hija,
como si de alguna manera pudiesen
tapar toda la mierda en que estaba
envuelto. Al fin del da dej en la
estacada a Krishna Naipaul. El lascivo
mdico no haba quedado saciado por
sus actividades de la noche anterior, y
mientras hacan un alto para comerse un
sndwich de pasta de pescado le haba
sugerido que volvieran al local de
Tiresias.
Alan regres a Wincanton y se
cambi a toda prisa en la pensin de la
seora Critchley. Si pisaba fuerte el
acelerador, llegara a Bexhill a las ocho
y media.

Juniper y Razza Rob estaban cara a cara


bajo la fra fuente de luz verdosa de los
altos focos. Juniper dej su plato a un
lado y suspir, contenta.
Mmm dijo, Razza, qu
maravilla. Tienes que darme la receta
antes de que me vaya. Jams imagin
que alguien pudiera hacer tanto con
nueces y hongos.
En realidad almendras, mzcalos y
trufas, todo cubierto con queso ricotta
fresco, batido y moldeado.
La voz de Razza no delataba
irritacin por esta grosera apreciacin
filistea de su cocina, sino un retorcido
amor por impactar a los ignorantes, de
quienes disfrutaba precisamente por su
falta de sofisticacin.
No esperaba que me dieras de
comer, y menos an tan estupendamente.
En general, el entrevistado espera que
yo lo invite. De todos modos, cmo
sabas que soy vegetariana?
Razza hizo un gesto enigmtico.
Nadie que sepa apreciar como t
las sutilezas de mi obra puede
alimentarse de carroa.
Juniper lo mir con sincera
admiracin. Todo ocurri tal como ella
haba sospechado. Al llegar a la
desastrada manzana de viviendas
municipales de Grays Thurrock, crey
entrar en un reducto de la alta cultura.
Detrs de la madera enchapada de la
puerta de entrada, aquel reservado y
solitario agente hipotecario haba
creado un templo para la vanguardia.
Por supuesto, lo que impresion ms
contundentemente a Juniper fue la
disyuncin entre la persona de Razza
Rob en escena agresividad barata,
obscenidad descarada, lujuria peligrosa
y frustrada y el hombre tranquilo y
casi refinado que la hizo pasar.
Despojado de su suspensorio
salpicado de lentejuelas y vestido con
ocres y marrones otoales, el rostro de
Razza Rob en reposo era grave y
reflexivo. Mientras el tocadiscos
zumbaba, l mantuvo los dedos
levantados y unidos en forma de carpa,
otorgando a cada una de sus preguntas
una reflexin profunda y seria.
Yo dira que dado que agravio
o repugnancia slo existen realmente
en la mente del espectador, es una
tontera tratar de distinguir en un sentido
general las cosas que provocan estos
sentimientos de las que no. Es ms, el
engranaje mental que observa y
considera estas cosas se ve
crnicamente relativizado por toda una
panoplia de otros factores. La analoga
consistira en pedirle a alguien que
hiciera una lectura acertada con un
teodolito, cuando tanto esa persona
como el objeto del que quiere tomar la
lectura estn en constante movimiento.
Este agudo comentario sali de
labios de Razza Rob en respuesta a una
pregunta levemente ms elemental:
Razza, dime si piensas que tus crticos
tienen razn cuando etiquetan de verdes
tus chistes vaginales.
Pese al desafo que representaba
para ella este decano de lo obsceno,
Juniper no pudo impedir que su atencin
derivara de lo que Razza Rob deca al
magnfico decorado de su piso. Era
sorprendente, pero en aquel espacio
exiguo y estrecho, con la puerta
principal que daba directamente a la
cocina, y con las dems habitaciones
saliendo de un abrupto pasillo, Razza
Rob haba logrado crear una sensacin
de ligereza que engendraba una
atmsfera de optimismo esttico. Las
paredes, not Juniper, estaban cubiertas
de arcilla refractaria gris acero,
exactamente el material que habra
elegido ella

No, no es cierto. Nada de lo antedicho


es verdad. Sera muy bonito que lo
fuese. De hecho, el mundo entero sera
ms bonito as.
Follas regularmente con alguien?
pregunt Razza Rob.
En lugar de responder a la pregunta,
Juniper descubri que no poda apartar
los ojos del espectculo que eran los
puos del jersey de Razza hundindose
en el charco de ketchup que ocupaba la
mitad de su plato ovalado.
No s si sabrs que ya se han
inventado los tenedores dijo Juniper;
todava no estaba en condiciones de
decidir qu era peor, si mirarlo comer o
desviar la mirada pero sabiendo qu
estaba haciendo.
Los tenedores son para clavar. A
eso te refieres? Ji, ji, ji!
Era lgico que las risotadas del
humorista vaginal fuesen tan femeninas.
Escucha, Razza, estamos aqu
para hacer una entrevista, de modo que
hablemos de tu nmero y no de mi vida
sexual.
S, de acuerdo, pero como t
sabes, son, son ms bien, bueno,
quiero decir, bueno, yo hago chistes
sobre chochos, no? Y, bueno, t, t
tienes uno
Un chocho, s. Y qu? Pero
entonces Juniper entendi adnde
apuntaba ese gracioso atrofiado. Ah,
entiendo. Quieres decir que hay una
relacin inextricable entre el hecho
mismo de mis genitales y el hecho de tu
nmero. Y ms an, que contar chistes
vaginales, cualquiera que sea su
naturaleza o procedencia, es una
bsqueda cultural vlida porque
contribuye a materializar algo que de lo
contrario estara totalmente viciado por
el discurso falocntrico. De eso se
trata?
Bueno, pues algo as.
Razza Rob pase una mirada
siniestra por el restaurante. Por muchas
ordinarieces que lanzara, rebotaran en
esta mujer. Ella las pescaba en el aire y
las incorporaba a su horrorosa
charlatanera, e incluso de vez en
cuando dejaba de comer para garabatear
algo en su bloc de notas.
Razza Rob haba decepcionado a
Juniper, aunque ni la mitad de lo que
ella lo haba decepcionado a l. Felix
Brownlow, su agente artstico, le haba
dicho: Trales ms chistes de coos.
Sobre todo si son mujeres. En el fondo,
las mujeres no soportan este tipo de
comicidad. Y las mujeres que adems
son periodistas detestan estos chistes
ms que cualquier otra cosa. No olvides
que ests condenado a ser polmico.
Recurdalo, Razza, a cuanta ms gente
perturbes, mejor.
Pero Juniper no iba a permitir que la
perturbara un menudo agente hipotecario
de Grays Thurrock, y menos uno que
haba insistido en que lo entrevistara en
un restaurante especializado en carnes
en Mile End Road. No ahora que era
crtica de variedades de la revista de
ocio ms vendida de Londres, Get Out!
No, agarrara esta basura y la
transmutara en oro. Incluso era capaz de
halagar a aquel enano para que se
transmutara por su cuenta. Si no haba
ms remedio.
Razza intent otro gambito
coloquial.
No quieres que te cuente por qu
las mujeres tienen piernas?

Bull y Alan estaban frente a frente en


una mesa del Crystal of Nargon. Bajo la
superficie de vidrio, unas bolitas
televisuales se precipitaban en furiosas
y coloridas trayectorias hacia el olvido
electrnico. Fue la nica mesa libre que
encontraron en el bar principal del De
La Warr Pavilion. Las dems estaban
abarrotadas. Se celebraba una
convencin en el vasto edificio
modernista, y los convencionales
atestaban las terrazas. Estaban de pie en
hileras, frente al mar, con la mirada
perdida contra el ventanal. Tanto Bull
como Alan se sentan llamativos sin la
tarjeta de plstico colgada de la solapa.
Ambos beban la cerveza amarga local,
de calidad dudosa. Ambos estaban
calientes.
No s si podr seguir soportando
esto. La mano de Alan (fina y
ahusada, como ya hemos sealado) se
sacudi ferozmente. Cay cerveza sobre
la mesa de juegos y transitoriamente
ofreci al Crystal of Nargon otro efecto
no tan especial. Me siento muy
culpable por todo. Estoy engaando a mi
esposa, contraviniendo la tica mdica
que jur sustentar y, ms importante an,
te estoy usando
Usndome? A qu viene eso de
usarme?
Bull se volvi quejumbroso otra vez.
Haba tenido que esperar media hora a
que apareciese Alan. El tiempo
suficiente para bajar otro par de
cervezas que se sum al par que haba
tomado con sus compaeros de equipo
despus del partido. Estaba lo bastante
bebido para ser perentorio. Ahora ni
siquiera esper a que Alan respondiera.
Se levant y se encamin al lavabo de
caballeros, guiando su robusto cuerpo
de deportista a travs del archipilago
de mesas, como si fuera una persona
borracha autnoma a la que l
acompaaba.
En el lavabo, Bull sac su rechoncho
cipote y me fuerte, como un bombero
que apaga un incendio de productos
qumicos con espuma. Y mientras meaba
observ sus genitales originales. Los
observ con la mirada desconcertada de
un desconocido. Caramba, no puedo
decir que yo les haya prestado mucha
atencin ltimamente, y enfatiz les
sacudindola para secarla y volviendo a
guardarla flccida. Era verdad: desde su
asombrosa metamorfosis, Bull
prcticamente haba olvidado su atributo
masculino ms obvio.
Claro que cuando haba hecho el
amor con Alan haba habido mucho
tocarse la polla, pero lo principal era la
penetracin. Era como si su pene se
hubiese hecho graciosamente a un lado,
a la manera en que una diva que se retira
presenta a su sucesora ante el pblico
extasiado de La Scala. Juntas cantan un
aria final antes de que la de ms edad
haga una reverencia.
Maldicin! Y si el pito y los
huevos se marchitaran y cayeran?, pens
Bull, mientras salpicaba su semblante
angustiado con agua tibia. Haba visto
algo parecido cuando castraban
corderos. Un artilugio colocaba una
apretada banda de goma alrededor de la
base del saco del escroto. Con el tiempo
ste se ennegreca y caa, as de
sencillo. Yo no querra eso La
cerveza lo mantena optimista, en
condiciones de considerar las ms
horribles involuciones de su sexo con
cierta socarronera. Regres junto a
Alan y el mareo dio marcha atrs hasta
convertirse en un hormigueante deseo.
Alan levant la vista y se coloc el
pelo lacio detrs de las orejas. Tena la
cara tensa de tanto pensar en la
espantosa verdad que tenan que
enfrentar. Haba desaparecido el
bermensch que tan alegremente haba
empedrado su camino a Wincanton,
haba desaparecido el amante de Sybil,
haba desaparecido el buen mdico, el
santo potencial. Alan estaba pensando
en dirigirse al jefe de su consultorio, el
viejo doctor Fortis, para confesarle
todo. Un mdico de cabecera tan viejo
como Fortis habra visto miradas de
cosas raras en sus tiempos. La vagina de
Bull y la respuesta de Alan ante ella. Su
quebrantamiento de la tica profesional.
No poda ser la cosa ms rara que
hubiese odo en su vida o s?
Tal vez despus debera acompaar
a Fortis a ver a alguien de mayor
jerarqua. Seguramente al director y tal
vez incluso al mismsimo ministro. Alan
aceptaba que no podra seguir
ejerciendo su profesin en el Grove y
que con toda probabilidad sus
posibilidades de ascenso estaban
aniquiladas. Pero tena que ser,
necesariamente, el fin de su carrera? Por
Dios, corran los aos noventa, no los
veinte. Hoy en da la gente era mucho
ms comprensiva con las debilidades de
la carne. A lo mejor le permitan
mudarse discretamente. Por supuesto,
Naomi tendra que enterarse de todo,
pero era una mujer culta y de su poca.
Participaba en la campaa por los
derechos de los homosexuales, quiz
la revelacin de su conducta con Bull
fuese lo que necesitaba para revivir su
desvada vida sexual, excesivamente
conyugal.
Pero otra vez apareci el semblante
pecoso de Bull al otro lado de la mesa
de juegos electrnicos, coloradote por
la cerveza y con la dilatacin vascular
subyacente que se presenta por el
ejercicio o su expectativa. Clavarle la
mirada fue lo mismo que clavarle las
manos. Una vez ms, Alan sinti el
crudo atractivo ertico de lo prohibido.
Record la fuerte y compleja sexualidad
de su ltimo polvo con l. Su resolucin
lo abandon. Se dobl, se encogi y
luego se derriti, como un plstico
arrojado al fuego.
Media hora despus estaban
abrazados en la habitacin cinco de la
Ancaster Guest House, propiedad de la
seora Turvey. A sta le sorprendi que
Bull regresara tan temprano del De La
Warr Pavilion. Lo haba etiquetado al
instante, y acertadamente, como jugador
de rugby, y supona que estara fuera
bebiendo hasta altas horas de la
madrugada. Se sorprendi y tambin
mostr cierta suspicacia al ver a Alan,
que indudablemente no tena pinta de
jugador de rugby. Pero se tranquiliz
cuando le preguntaron si poda
prestarles un mazo de naipes. Adems
les prest un tablero de cribbage. Ellos
quedaron muy contentos y ella
tambin. En veinte aos de regentar la
casa de huspedes, la seora Turvey
nunca haba conocido a nadie que jugara
al cribbage y estuviese implicado en
tejemanejes inmorales.

Y as pas el largo fin de semana. De


da Bull jugaba al rugby, de noche haca
el amor con Alan. En la madrugada ste
conduca su cochazo negro a travs de
los campos ennegrecidos del sur de
Inglaterra hacia Wincanton.
La cara oscura y bien formada de
Alan se volvi ms oscura an.
Aparecieron sombras violetas bajo sus
ojos finos; la fatiga lo estaba ganando,
pero no poda parar.
El sbado por la noche se
encontraron en el confortable Old Ship
del paseo martimo de Brighton. Cuando
Alan entr, Bull estaba lloriqueando
descaradamente ante una botella de
jerez. Alan tard veinte minutos en
arrancarle el motivo de su llanto.
El partido iba de maravillas.
Dave Gillis haba convertido dos
ensayos en la lnea y logramos otros dos
gracias a otras tantas mles muy
brutales. Supongo que yo no tena la
cabeza despejada, haba llegado tarde al
vestuario, no lograba encontrar el
campo. Los dems ya estaban all.
Supongo que no tuve suficiente cuidado
con la rodillera
Estaban en plena mle. Bull haba
sentido la dura cabeza del delantero
Gillis contra su cadera, despus oy un
sonoro paf cuando Masher Morton, el
nmero ocho de los Wanderers, hunda
su cabeza entre los firmes muslos de las
dos llaves. Diecisis hombres
forcejearon, diecisis pares de ojos
estudiaron el csped, esperando que la
mle hiciera entrar el baln, treinta y
dos botas se retorcieron a la
expectativa, esperando taconear y
clavarse.
Fue horrible, Alan. Nunca lo
haba pensado antes. Nunca haba
entendido qu era en realidad la mle:
una cuestin sexual. Me refiero a esos
hombres abrazndose, forcejeando
juntos. Y despus el baln empujado
como una, como una Bull no
pudo articular las palabras pero Alan
entendi el significado. De todos
modos, cuando entr, la pelota cay
directamente a mis pies. La enganch
fuerte con la bota derecha y en ese
instante sent que se me deslizaba la
rodillera
Bull haba bajado la vista,
horrorizado. Su suspensorio adicional
estaba tendido en el barro. Por tanto la
corva tena que estar completamente al
descubierto. Atrapado en la mle,
estaba imposibilitado de moverse. No
obstante, pudo mirar hacia atrs y vio la
cara pasmada de Masher Morton, el
nmero ocho de los Wanderers. Bull ni
siquiera necesit conjeturar qu era lo
que su compaero de equipo haba visto.
Y qu hiciste? pregunt Alan,
atnito.
Qu queras que hiciera? le
espet Bull. Para Alan fue evidente que
en cierto modo su amante lo recriminaba
. Tuve que recuperar el suspensorio y
la rodillera y jugar el resto del partido.
Y Morton? No dijo nada?
Aqu es donde la suerte volvi a
acompaarlo. Morton era un bebedor; de
hecho, era el principal borracho de los
Wanderers. Un hombre proclive a
mezclar las bebidas en horribles
combinaciones que se hacan cuajada en
las tripas: oporto y gin, bourbon y
vermut, cerveza y aguardiente polaco.
Morton haba visto la vagina de Bull con
tanta claridad como vea el baln. Pero
esa madrugada tambin haba visto que
un hombre lobo le robaba los
calzoncillos. Morton estaba
impresionado. Se retir al vestuario a
pensar seriamente en dejar de beber.
Cuando el resto de los Wanderers se
reunieron con l en la ducha despus del
partido, hubo muchas bromas inocentes.
Masher dice que vio un coo en la
parte de atrs de la pierna de John! Ja,
ja, ja!, Anoche batiste tu propio
rcord, eh, Masher?, Mustranos tu
raja entonces John, encanto!, y muchas
ms groseras. Bull se haba escapado
por poco, tembloroso, pero con su
secreto intacto.
No s si podr jugar maana. En
una de sas se acuerdan de todo.
Siempre me preguntan por qu no salgo
con ellos de noche. Es algo que no va
con mi carcter, normalmente soy muy
alegre, normalmente me reno con ellos.
Pero eso no haba sido todo.
Mientras le sonsacaba el resto de la
historia, Alan comprendi que en gran
medida su relacin con Bull empezaba a
parecerse demasiado a su matrimonio,
porque ocurra lo mismo cada vez que
pasaba algo que alteraba a Naomi. Alan
deba emplear mucho tiempo
reconquistando su confianza, emitiendo
las exclamaciones convenientes, para
conseguir que finalmente ella le contara
alguna pequeez, el mnimo
contratiempo que durante el da la haba
hecho llorar.
Fue un da de mierda. Bull no
paraba de gimotear; el barniz mucoso
sobre el labio superior resultaba muy
poco atractivo, lo mismo que sus ojitos
enrojecidos de cerdo. Cuando te
fuiste esta maana llam a una amiga
ma a Londres. Ms o menos habamos
acordado una cita para salir esta
noche
Y ella se neg?
Alan no pudo contenerse, pero Bull
replic duramente.
Qu quieres decir? Que una
mujer no me encuentra atractivo? Es
eso lo que ests insinuando?
Tranquilzate, John. No estoy
diciendo nada de eso, por supuesto.
Tienes que considerar todo esto
objetivamente, en su justa proporcin.
De todos modos, supongo que
tengo que decrtelo. Al fin y al cabo, no
tengo a nadie ms
Bull le cont a Alan que Juniper no
slo lo haba rechazado sino que adems
y no inadvertidamente se le haba
escapado que ahora ocupaba su puesto.
De hecho, le sugiri que el despido tena
mucho que ver con su intervencin. Bull
se sinti vaco. Pero Alan no prestaba la
menor atencin a lo que le deca sobre
Juniper, sobre el trabajo, sobre sus
frenticos coitos en el piso, sobre las
estpidas ideas de Juniper, sobre su
debilidad por Razza Rob. Alan se haba
quedado enganchado a otra cosa, algo
que Bull no era del todo consciente de
haber dicho: Al fin y al cabo, no tengo
a nadie ms.
Eso era lo que haba registrado
Alan. Y lo que segua dndole vueltas en
la cabeza cuando a altas horas de la
madrugada avanzaba veloz por el
camino de la costa rumbo a
Southampton. Porque saba que era
verdad. Bull le haba hablado de sus
padres, quienes se haban establecido en
Portugal para pasarse la jubilacin
jugando al golf en el Algarve, que su
padre haba encontrado la muerte al
apearse un da de un buggy de golf.
Haba tropezado, rodado por el csped
inmaculado de un empinado green
rastrillado, y haba muerto, colrico y
retorcindose, en un bunker. Bull tena
muy poco contacto con su madre, que se
haba casado con el presidente del club.
No haba hermanos.
Es mi palabra contra la suya,
segua pensando Alan, que martilleaba
las palabras al ritmo del rpido
movimiento de sus finos dedos contra la
envoltura de cuero de imitacin negro
del volante. De eso se trata: mi palabra
contra la suya. Si l dice que lo hice, yo
puedo negarlo, sencillamente. Qu
necesidad hay de que un bermensch
sea destruido de esta manera por el
destino? Tengo que elevarme por encima
de todo, dominar la situacin.
Aunque la noche siguiente ech un
nuevo polvo con Bull en el Crown Hotel
de Shoreham, la mente de Alan estaba en
otro lado. Cuando se separaron y
emprendieron el camino de vuelta a
Londres cada uno por su lado, al da
siguiente, Alan no tena la menor
intencin de volver a ver a Bull. Y
aunque sintiera una intensa punzada,
no, una cantidad industrial de intensas
punzadas cada vez que pasara por una
tienda de deportes, o un campo, o viera
a un chico que volva a casa de la
escuela con la bolsa de lona hinchada
por el equipo de gimnasia sucio, no se
ablandara. Alan comprendi la realidad
de su lujuria: una mariconada furtiva,
que se haba pavoneado con sus mejores
galas en el desfile ficticio del amor.

Cualquiera dira que es una historia


de todos los das, verdad? Esta triste
historia de Bull. Pobre, pobre Bull.
Usado y abandonado. No hay nada
nuevo bajo nuestro rojo sol emocional.
Nos criamos a la expectativa del amor
empalagoso, el amor romntico.
Sentimos con arrogante goce que la
nuestra slo es una entre una infinidad
de sensibilidades singulares. Qu cruel
irona que sea esta misma infinidad la
que ms tarde percibimos como una
tarea pesada y por aadidura aburrida.
Vivimos nuestra vida con la aplicada y
alienada amabilidad de los habitantes de
las grandes ciudades: S que eres
interesante, aparentamos transmitir
telepticamente a nuestros colegas de
sufrimiento, y que tienes esperanzas y
temores de una calidad nica, incluso
ideas perspicaces. Pero hoy no, por
favor! Adis!.
Teniendo en cuenta lo antedicho,
podemos culpar a Alan? Para ser ms
precisos an, podemos molestarnos en
culpar a Alan? Y podemos molestarnos
en apiadarnos de Krishna Naipaul, quien
mientras Bull y Alan se dirigan a
Londres segua atrapado en las
perversiones polimorfas del bar de
Tiresias en Wincanton? A la luz de la
fuente de nen de la vitrina refrigerada,
un extrao sndwich sexual triple se
retorca sobre las baldosas. Abajo
estaba el chato budn de color blanco
gusano de la amiguita del sexador de
pollos que se la haba chupado a Alan.
Encima de ella, el cuerpo alimentado
con maz de Tiresias propiamente dicho
flua como chocolate caliente sobre un
helado. Y en lo alto, sobre ambos,
arquendose hacia atrs con miedo y
frenes, el malvado mdico se agitaba y
precipitaba sobre la inmensa espalda
del griego, idntico al stiro que
evidentemente era. O probablemente no.
Porque de acuerdo con la desilusin ya
bosquejada nos hemos despojado de
nuestra capacidad de juzgar las
relaciones de los dems. En este mundo
donde todos estn locos y nadie es malo,
sabemos que no hay que escupir para
arriba.
As, nada de ascos mientras Alan
regresa un lunes por la noche a la casa
entre otras tantas iguales que llama
hogar. Todava est angustiado,
naturalmente, an tiene que comunicarle
su decisin a Bull. Tambin sabe que le
esperan momentos difciles, cuando Bull
que al fin y al cabo es una especie de
periodista empiece a hablar ms de la
cuenta. Pero Alan sabe que superar el
mal trago, porque en esencia es un padre
de familia. Basta verlo cuando abre la
puerta con su llave, y mete la cartera de
mano negra detrs del perchero de los
abrigos del recibidor. All est Cecile,
bambolendose hacia l sobre sus
piernas rechonchas. Alan la alza y besa
su mejilla pegajosa. Y all est Naomi,
con aspecto de mujer comprometida.
Recin baada y seca, huele bien.
Todos huelen bien cuando se abrazan
y miman en el recibidor. Entonces
Naomi piensa que ste tiene que ser el
momento ideal para contarle a Alan que
otra vez est embarazada.

Bull tom un trago de despedida con los


Wanderers en un bar de la carretera. En
medio de vigas de plstico y apretado
contra una mquina tragaperras que tena
un microprocesador con memoria de
acceso azarosa mucho ms grande y
eficaz que la del camarero, Bull
intentaba salvar algo de su relacin con
sus compaeros de equipo.
En realidad, estoy irritable porque
perd mi empleo le confes a Dave
Gillis por ensima vez. No es fcil
encontrar trabajo como profesional
independiente con esta recesin.
S, ya s todo eso, John. Gillis
estaba molesto. Despus del
comportamiento de Bull durante toda la
minigira, a l le habra gustado verlo
separado del equipo. Al fin y al cabo, el
rugby de aficionados tiene tanto que ver
con la sociabilidad entre compaeros
como con jugar los partidos. Gillis
siempre haba sospechado de Bull.
Haba algo demasiado bueno para ser
cierto en su ausencia de pretensiones, en
su semblante abierto y amistoso. No le
habra sorprendido que fuese marica.
Pero dnde coo has estado las ltimas
noches? Nosotros lo pasamos bomba.
Ha sido la gira ms afortunada que
recordamos, pero t te escabullas todas
las noches despus de un par de
cervezas.
S, bueno, Dave, tengo que
confesarte algo. Estuve saliendo con una
chica. (Fue muy fcil para Bull
cambiar de ropa a Alan y afeitarle las
piernas. En su mente, se transform en
una atractiva damisela). Bueno,
ocurre que est casada.
Gillis se sorprendi a s mismo al
sentir alivio.
Por qu no lo dijiste antes? Por
Dios, todos habramos comprendido.
Eh, muchachos! Johnnie ha hecho cosas
prohibidas. Por eso nos dejaba plantado.
Hubo bromas diversas entre los
Wanderers reunidos, hombres grandotes,
seguros, vestidos con chaquetas
deportivas. Bull fue muy alabado por
sus habilidades atlticas. Por convertir
tantos ensayos cuando seguramente
estaba molido de la noche anterior.
Hubo muchas palmadas en la espalda y
puetazos amistosos en el brazo. Bull
volvi a sentirse envuelto por la seminal
intimidad de la camaradera masculina y
se sinti tramposo. No estuvo en
condiciones de emprender viaje a
Londres durante un par de horas.
El trayecto fue agotador. Con la
bebida, el rugby y el sexo contorsionado
que haba compartido con Alan las tres
ltimas noches, apenas logr subir la
escalera una vez que consigui
arrastrarse cuesta arriba desde la
estacin del metro. Entr tambalendose
en el piso, recorri el pasillo hasta su
dormitorio y all se desplom.
Demasiado cansado para desvestirse.
Esper que llegara la inconsciencia.
Pero no lleg. Bull senta que la
cerveza chapoteaba en su vientre. A lo
mejor me conviene ir a dejar algo de
lastre antes de dormirme, pens, y se
levant. En cuanto estuvo de pie, la
molestia estomacal se transform en
nusea. Fue al pasillo a la carrera y el
vmito se le sala por la boca antes de
llegar al bao. Arrodillado y secndose,
Bull reflexion sobre sus nuseas. No
haba tomado ms de cinco o seis
cervezas en el pub, sin duda una dosis
insuficiente para hacerlo vomitar.
Entonces se col en puntas de pie la
comprensin, dejando entreabierta la
puerta de ese otro mundo, la naturaleza
oculta que haba logrado negar tan bien
durante las ltimas horas.
Porque ahora saba que la nusea
corresponda a esas otras partes suyas a
las que la cerveza dorada nunca llegara.
Se desnud y se par otra vez
delante del espejo de cuerpo entero en
el que haba empezado todo,
retorcindose para observar la vagina y
su entorno. Ahora se dio cuenta de que
la pierna haba desarrollado una
biologa propia. La regla que empez en
el cuarto de Ramona haba terminado
veinticuatro horas despus. La noche
que se encontr con Alan en el De La
Warr Pavilion haba padecido la
turbacin aadida de tener que
explicarle que estaba en uno de esos
das, mientras se desvestan en la
estrechez de la habitacin cinco. Alan se
haba burlado de la idea de que
menstruase, incluso despus de ver los
cogulos secos y endurecidos. Le haba
explicado detenidamente a Bull que su
vagina era una cosa independiente,
desprendida de su entorno natural. Le
haba sealado que no tena uretra y que
la vagina propiamente dicha se
encontraba retenida por la cara posterior
de su rtula, con la misma certeza que un
cilindro de motor est coronado por su
extremo ms grande.
Y, en verdad, desde el jueves Bull
no haba sentido la inexplicable
inestabilidad que caracteriz los dos
das anteriores. Supuso que su biologa
haba dejado de danzar bajo una luz
lunar. Y as era. Qu insolencia por
parte de Alan extraerle placer en lugar
de analizarlo con ojos de perito! Le
habra bastado un examen superficial,
una mnima combinacin de los
negocios con el placer, para emitir su
opinin autorizada. Porque lo cierto era
que en el mundo minifemenino de la
pierna de Bull todo estaba en perfecto
estado. Comprimido, es verdad, y
tambin distorsionado, no distinto de los
rganos internos de una mosca enana.
Pero todo en perfecto estado. Es decir el
cuello del tero de Bull, los ovarios de
Bull, las trompas de Bull. La matriz de
Bull, que mientras se le ocurra que
los calambres del msculo de la
pantorrilla que haba sentido ese da
podan tener un origen distinto a la
tensin muscular estaba empujando en
un acto lento de colisin biolgica.
Bull se encontr vestido y en su
coche. Saba que haba una farmacia de
guardia abierta toda la noche en West
Hampstead, una farmacia donde podra
comprar el test de embarazo Predictor.
Se acurruc en los estrechos
confines de un retrete y su rostro se
distorsion en una delirante mueca
refleja mientras observaba cmo la
solucin azulada del contenedor de
plstico se volva de un rosa violento.
Entonces, se trataba de eso!
Seducido, degradado y, por aadidura,
embarazado. Bien, haba llegado el
momento de que Alan Margoulies
mostrara hasta qu punto era realmente
concienzudo. Haba llegado el momento
de que el buen mdico pusiera su dinero
(y tena que costar un dineral, salvo que
estuviese dispuesto a hacerlo l mismo)
donde poco antes haba puesto su boca
vida. De vuelta en el coche, Bull aferr
el volante con ferocidad. Senta que era
capaz de arrancarlo del eje de direccin
y arrojarlo por la ventanilla, de no ser
porque lo necesitaba para que lo llevara
hasta su seductor.
Saba dnde viva Alan. El muy
estpido lo haba mencionado al pasar,
una noche que estaban acostados,
entrelazados, mientras hablaban
ociosamente de la depreciacin de las
hipotecas y la crisis de las tasas de
inters. Ahora Bull fue all a toda
velocidad, estacion y se ocult en el
seto de ligustro del pequeo jardn
delantero. As escondido poda ver el
interior de la cocina iluminada sin ser
visto. Espi a travs de las tablillas de
la persiana veneciana y vio a su amante
acompaado por la esposa, su rival.
Tomaban champn. Alan siempre
tena una botella en la nevera para
ocasiones inesperadas, y sta lo era. l
y Naomi siempre haban dicho que
queran tener una familia numerosa.
Saban que aunque el mundo no
necesitara muchos ms hijos, necesitaba
hijos educados por gente
abrumadoramente concienzuda y
comprometida. Dado que sa era una
evidente referencia a ellos, sentan una
especie de obligacin de cubrir una
cuota ms elevada que el trmino medio.
En esta nueva vida, podra encontrar
un nuevo principio. Alan levant la
copa, brindando tanto por s mismo
como por Naomi. (Ya hemos sealado
que Alan era dado a pomposos
soliloquios y sta era una excelente
oportunidad). Ante los ojos del nuevo
padre todava giraban imgenes
impresionantes, pero ya se estaban
desvaneciendo. Alan saba que con el
tiempo, una vez que hubiese capeado la
furia de Bull, desapareceran por
completo. Estudi los bonitos rasgos de
su buena esposa. Comprendi que eso
explicaba aquel tufillo maloliente:
estaba creando. En cuanto conoci el
embarazo de Naomi, Alan descubri que
su repugnancia fsica comenzaba a
disminuir. Incluso consigui imaginar
que volva a hacer el amor con ella.
Muy pronto, tal vez. Quizs en cuanto
terminaran el champn.
Desde el jardn, Bull lo vea todo.
Cambi la posicin de su cuerpo al
sentir calambres en la pierna derecha y
la molesta hinchazn en la izquierda.
Unas lgrimas calientes rodaron por sus
redondas mejillas. Un rubor clido
descendi desde las races de su pelo
rubio rojizo. Los vio sonrer juntos, los
vio abrazarse, los vio besarse, los vio
tomar champn. Cmo cuernos poda
saber Bull, mientras observaba la
trgica pantomima, que sa no era una
noche cualquiera para los Margoulies?
Entonces Alan tambin le haba mentido
con respecto a su matrimonio! Le haba
dicho que todo haba terminado, que no
senta nada por su mujer, que tomara las
de Villadiego y se ira a vivir con l de
no ser por las posibles repercusiones en
su carrera. Y ahora le estaba haciendo
carantoas, con esa mirada que Bull
haba visto antes. La mirada que
preceda inmediatamente al instante en
que Alan adoptaba un fingido acento
rural y le deca: Por qu no te pones
boca abajo, cariito?.
Bull se agach y retrocedi
arrastrando los pies por el jardn. Se
senta deshonrado y avergonzado. Al
tiempo que se enderezaba en la calle a
oscuras levant la vista hacia Archway.
All estaba, arqueado a travs de la
noche. Su nico tramo ofreca de ese
modo, quiz, un dulce alivio. El Puente
de los Suicidas.

Estacion en una calle cercana y camin


por el puente. A sus pies, las luces de
Londres se extendan en una niebla
luminosa de bajo voltaje, cuya palidez
desmenta la vastedad de la ciudad. Bull
oy su clamor distante, su susurro
nocturno, su carraspera terminal.
Lo que no poda soportar era la
traicin. Habra aguantado cualquier
cosa incluso la terrible idea de su
inminente parto elefantisico, menos
la traicin. Ya no quera vivir en un
mundo que albergaba tanta duplicidad.
Apret el grueso y viejo bronce de la
barandilla de seguridad y se prepar
para lanzarse en un rpido salto mortal
(al fin y al cabo era un deportista
bastante competente). Estaba dispuesto a
ir al encuentro de l, o de ella. De
quienquiera que fuese el enfermizo
bromista a quien forzosamente tena que
considerar su Hacedor.
EPLOGO
Pero Bull no se suicid. En cambio,
ocult su pierna embarazada en unos
pantalones anchos decididamente
pasados de moda que encontr en el
fondo del guardarropas y huy a San
Francisco.
All, junto a la baha, donde la
propia calidad de la luz ayuda a hacer
creble lo increble y la gente est ms
acostumbrada a lo inslito, Bull tuvo al
hijo de su amor con Alan. Fue varn y,
siguiendo una especie de impulso
atvico, lo bautiz en la fe
episcopaliana.
Los exorbitantes honorarios de la
clnica y la suma, ms exorbitante an,
necesaria para comprar el silencio de
cuantos intervinieron en el parto, fueron
cubiertos, por asombroso que parezca,
por la pliza de seguros que tena Bull
como jugador de rugby, lo que
demuestra cmo hacen su trabajo hoy
da los actuarios de seguros.
Si alguna vez el lector pasa por
Cardiff Arms Park no mucha gente lo
hace, podr visitar la tienda de
artculos y recuerdos deportivos que
est all. Un hombre robusto y de pelo
rubio rojizo le dar la bienvenida, y
aunque sea evidente que no va a
comprarle nada, har que se sienta
cmodo con su encanto espontneo y su
expresin sincera y abierta.
Pese a no ser gals, Bull fue
plenamente aceptado. Nunca se dud de
su entusiasmo por el deporte rey. Como
padre soltero, despert algunos
comentarios entre la comunidad
deportiva cuando se estableci en
Cardiff. Pero con el correr del tiempo su
hijo Kenneth, un moreno robusto y
apuesto, lleg a ser muy estimado por
los chicos del lugar y se convirti en
uno ms.
WILLIAM WOODARD WILL SELF
(Westminster, Londres, Inglaterra, Reino
Unido, 1961) es un novelista, periodista
y comentarista poltico. Est
considerado como uno de los escritores
ms personales de la literatura inglesa
contempornea.
Self es autor de diez novelas, cinco
colecciones de ficcin corta, tres
novelas y cinco colecciones de la
escritura de no ficcin. Su obra ha sido
traducida a 22 idiomas, y su novela
Umbrella fue finalista del premio Man
Booker. Su ficcin se caracteriza por ser
satrica, grotesca y fantstica, reside
mayormente en Londres. Sus argumentos
incluyen a menudo la enfermedad
mental, las drogas y la psiquiatra.
Self es colaborador habitual de
publicaciones como Playboy, The
Guardian, Harpers, The New York
Times y del London Review of Books.
Actualmente escribe una columna para
el New Statesman, tambin ha sido
columnista de The Observer, The Times
y el Evening Standard.
Notas
[1]Alusin al poema de Samuel Taylor
Coleridge The Rime of the Ancient
Mariner, en el que el protagonista, para
purgar sus pecados, debe explicar su
historia a todas las personas con las que
se encuentra. (N. del T.). <<
[2]La voluptuosidad de la destruccin
es sin duda una voluptuosidad
creadora! (N. del T.). <<

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