Función Docente Del Profesor Universitario
Función Docente Del Profesor Universitario
Función Docente Del Profesor Universitario
Por lo tanto, los profesores deben asumir como parte de su perfil, además de las
competencias científico-metodológicas (perfil científico-técnico), las competencias que le
exigen la tarea docente: planificar, ejecutar y evaluar (perfil didáctico). Como señala Santos
Guerra (1990: 51) “el profesor ha de ser un conocedor de la disciplina que desarrolla, un
especialista en el campo del saber, permanentemente abierto a la investigación y a la
actualización del conocimiento. Pero ha de saber, también, qué es lo que sucede en el aula,
cómo aprenden los alumnos, cómo se puede organizar para ello el espacio y el tiempo, qué
estrategias de intervención pueden ser más oportunas en ese determinado contexto. El
profesor, pues, no es sólo un experto conocedor de una disciplina sino un especialista en el
diseño, desarrollo, análisis y evaluación de su propia práctica”. Este hecho es reconocido por
los propios profesores, ya que según consta en las investigaciones recientemente realizadas
(Grupo Helmántica, 1995 y 1999), la mayor parte del profesorado piensa que las actividades
de carácter pedagógico son importantes para el desempeño adecuado de las tareas docentes
Las funciones que el profesor asume son dinámicas y han de irse adaptando a los
cambios del sistema: objetivos, estructuras, medios,... y hoy en día la sociedad demanda un
nuevo rol de profesor. En palabras de Arbizu (1994: 96), “se puede hablar de rol asignado
(asumido por tradición) y rol demandado (papel nuevo que le es solicitado a un profesional).
El profesor universitario cumple un rol, el que tradicionalmente le ha sido asignado, pero hoy
en día la sociedad demanda una serie de nuevos papeles que configurarán el nuevo rol de
profesor”. El profesor deja de ser la única o primordial fuente de información para
convertirse en:
Las funciones del profesor universitario, como ya se ha dicho, son varias y con
diferente carga de dedicación, interés y prestigio para los docentes. Los ámbitos básicos de su
dedicación son: la docencia, la investigación y la gestión, siendo esta última la actividad
menos atractiva para los docentes. Por su parte, la investigación se considera la niña “bonita”,
siendo la función que más tiempo consume y más beneficios reporta. En opinión de De
Miguel (1991), el profesor universitario está demasiado imbuido en su rol de profesional o de
científico de una disciplina, y desde ese rol intenta ejercer su acción docente. La
consideración de “buen profesor” en el mundo universitario ha estado ligada al concepto de
“buen investigador”.
En nuestra última investigación realizada sobre este tema encontramos que las
actividades que los profesores llevan a cabo con mayor agrado son las que tradicionalmente
han definido al profesor universitario, es decir, las de investigación e impartición de clases,
aunque también otorga buena puntuación a la dirección de trabajos, asistencia a actividades,
preparación de clases y a la participación en masters u otros cursos de postgrado (gráfica 1).
GRÁFICA 1
Preparación de clases
Impartición de clases
Tareas de investigación
0 10 20 30 40 50 60 70 80
3
Sin embargo, otro tipo de trabajos como el de Veira (1983), Feldman (1987),
Fernández Pérez (1989) y Aparicio (1991), reflejan el divorcio entre la investigación y la
docencia. Estos autores encuentran bajas correlaciones entre las valoraciones que los
estudiantes hacen de sus profesores y la producción científica de éstos. Este hecho se puede
explicar en términos de tiempo dedicado a las diferentes tareas, dado que cuanto más tiempo
dediquemos a actividades de investigación, menos nos quedará para las docentes. Y está claro
que los profesores obtienen más rendimiento de las primeras, en un primer momento como
necesidad de promoción docente estable y luego como una forma de conseguir prestigio
profesional.
En esta misma línea, Sánchez (1996: 83) realiza un estudio sobre el profesorado de la
Universidad Complutense de Madrid basado en entrevistas y análisis de las Guías de
Departamentos y concluye que “la investigación se sitúa fuera del campo de la enseñanza, es
una actividad aparte, aunque en el imaginario de los profesores se investiga para aumentar la
calidad de la enseñanza”. Y pone de manifiesto la encrucijada en que se encuentran muchos
docentes en su dedicación a la docencia y la investigación, dado que “el profesor
universitario se mueve en la incertidumbre y en la contradicción que deriva de la exigencia
moral que siente de mantener la calidad de la enseñanza que imparte, con las escasas ofertas
de formación que tiene, a lo que se añade la ausencia de objetivos claramente definidos y el
deseo/necesidad de defender un curriculum investigador que apenas tiene que ver con la
docencia que imparte, pero necesario en su promoción docente”.
Con relación a los principios psicoeducativos, de carácter más general que los
restantes, se podría matizar que la comunicabilidad didáctica se relaciona con los procesos
de transmisión y adquisición, para lograr los objetivos informativos; y con los procesos de
suscitación de desequilibrios y de elaboración personal para lograr los objetivos formativos.
Por su parte, la motivación es la condición emocional que despierta y mantiene el
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c) Evaluación del aprendizaje: “la forma en que los alumnos y alumnas son evaluados
constituye sin duda uno de los factores contextuales que más influyen en su motivación o
desmotivación frente a los aprendizajes. Al hablar de la forma de evaluación no nos referimos
sólo a las calificaciones, sino a todo el proceso que va desde lo que el profesor les dice, antes
de la evaluación para ayudarles y motivarles a prepararla, pasando por el planteamiento
mismo de las actividades y modo de recogida de información, puntual o continua, hasta el
uso que hace posteriormente de la información recogida” (Tapia, 1997: 106). Según este
autor, la motivación varía en función del grado:
- de éxito o de fracaso que pone de manifiesto la evaluación
- de relevancia del contenido de la evaluación
- en que la evaluación permite aprender a superar los errores
- en que el alumno puede tener un control sobre la calificación
Sobre este tema, mantenemos que la selección de los contenidos debería basarse en el
análisis de la significatividad de los mismos en el área o materia de estudio, de su
instrumentalidad para comprender la realidad y su potencialidad para transformar la cultura.
“Los contenidos de la cultura pública, organizados en las disciplinas y ámbitos del saber,
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cabo algo que uno mismo ha planificado siempre es mayor que en caso de resultar impuesto
por el profesor. Además esta conducta ofrece una oportunidad a los estudiantes para expresar
sus intereses y necesidades personales, pudiendo el profesor responder a ellos.
Nos referimos al aula como “un espacio definido en el que tienen lugar los procesos
instructivo-educativos, desde los cuales se filtra y da forma a las tareas intelectuales,
académicas y socio-relaciones, se reelabora la cultura y se buscan las claves de interpretación
de la ciencia y la cultura” (Medina, 1993: 158).
Por su parte, las tareas de aprendizaje han sido identificadas como la clave del
curriculum por cuanto a través de ellas se concretan los principios metodológicos y los
procesos de aprendizaje. “El poder mediatizador que tiene una tarea o secuencia de varias de
ellas sobre la calidad de los procesos cognitivos que podrán experimentar los alumnos es
evidente y, por ello, la validez cultural del curriculum depende de las actividades con las que
se trabaja” (Gimeno, 1988: 268).
5. Evaluación
El estudio de Fernández Pérez (1989: 51) a través de una encuesta a una muestra de
más de 3.500 alumnos del último año de carrera en diversas universidades españolas se
muestra muy crítico con la didáctica universitaria. “El estudio tal y como está montado, es
horriblemente aburrido: estudias por aprobar, pero nada más” afirman el 91% de los
estudiantes. Así como opinan que “no se ve el sentido de mucho de lo que tenemos que
estudiar durante la carrera”.
Según este estudio “el 87% de los estudiantes universitarios dicen que las clases
consisten en el consabido rollo magistral de los profesores, mientras los alumnos tomamos
apuntes a toda marcha” (Fernández Pérez, 1989: 58). Este autor destaca las ventajas de
acceder a la lectura del “rollo magistral” de forma personal, llegando a proponer que para esta
actividad sobra el profesor, sustituido por un buen texto. En este sentido se expresa el 92% de
los estudiantes cuando declaran que, para ellos, sobran el 50% o más de sus profesores. La
hipótesis del nexo causa-efecto podría subyacer a la alta correlación entre las respuestas a
este ítem y los ítems del absentismo y de metodología expositiva. Sobre las prácticas, los
resultados son también muy pesimistas, ya que para el 89% de los estudiantes, las prácticas
no son suficientes, y para el 75% de los alumnos, las prácticas no son de calidad.
Estas opiniones del alumnado contrastan con las declaradas por los profesores
universitarios. Por ejemplo, los profesores de la Universidad de Salamanca, en función de los
resultados de algunas investigaciones (Grupo Helmántica, 1998, 1999), nos ofrecen una
versión más positiva sobre la metodología didáctica, ya que son muchos los que defienden
que existe una adecuación entre el método de enseñanza que utilizan y los objetivos que se
proponen, la mayoría otorgan gran importancia a la participación de los alumnos en el
desarrollo de la asignatura (el 70% opina que sí es pertinente la participación), creen que
fomentan el espíritu crítico y declaran mayoritariamente que hay un clima o ambiente
agradable en clase.
Desde su punto de vista, los profesores ponen de manifiesto las limitaciones que
encuentran en su práctica docente, debido a la masificación, la falta de formación de los
estudiantes sobre las materias que imparten, las condiciones de las aulas que en algunos casos
dificultan la participación de los alumnos y la infrautilización de las tutorías como medio de
aprendizaje.
En base a los datos comentados, podemos decir que se hace necesaria una renovación
metodológica de las enseñanzas superiores, que apueste por una mayor interactividad
profesor-alumnos, un trabajo más colaborativo entre los profesores, una mayor dotación de
recursos e infraestructuras y una mayor presencia de las nuevas tecnologías en los procesos
instructivos.
11
Aparicio y González (1994: 116) sugieren como orientaciones generales para una
renovación metodológica, entre otras, las siguientes:
- disminuir el tiempo dedicado por el profesor a la transmisión de contenidos y
perfeccionar las técnicas expositivas para aumentar la eficacia de dicha
transmisión;
- ampliar las fuentes de información accesibles a los alumnos y producción de
material didáctico mediante el que se oriente el trabajo personal de los alumnos;
- aumentar el tiempo dedicado a discusión de conceptos y problemas, así como al
trabajo individual o grupal de los estudiantes;
- establecer procedimientos de autoevaluación del aprendizaje de los alumnos de
forma continua buscando medidas correctoras.
Todas estas experiencias ponen de manifiesto que se pueden hacer las cosas de otra
manera y aunque no es fácil transferir las pautas metodológicas de una situación a otra, por lo
decisivos que resultan los factores contextuales, creemos que puede ser positivo asumir una
serie de directrices que se podrían identificar como indicadores de una metodología
universitaria de calidad. Siguiendo a Fernández Pérez (1989: 87) y García-Valcárcel (1991:
151) algunos indicadores a considerar serían:
- averiguar lo que los alumnos saben o ignoran del tema que se trata;
- hacer algo más que dictar sistemáticamente apuntes listos para la memorización;
- explicitar, con posibilidad de diálogo, las razones de su metodología didáctica en la
asignatura;
- movilizar niveles mentales de mayor nivel que la mera memorización;
- exponer de forma amena, con explicaciones claras, adaptadas al nivel de comprensión
de los alumnos;
- partir de problemas prácticos o cuestiones de interés para los estudiantes;
- relacionar los contenidos de la asignatura con problemas significativos para los
estudiantes;
- ayudar a los alumnos según sus diferencias de ritmo y tipo de aprendizaje;
- diseñar prácticas suficientes, pertinentes, bien estructuradas y “seguidas” por el
profesor;
- dominar una pluralidad de recursos didácticos;
- ser accesible, orientar y asesorar;
- ser objetivo, poniendo de relieve distintos puntos de vista o teorías sobre un tema;
- facilitar la participación de los alumnos, estimulando la expresión libre de sus ideas;
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- propiciar en los alumnos técnicas de estudio y aprendizaje que sirven para el fomento
de la autonomía intelectual, el espíritu crítico y la independencia personal creativa en
la búsqueda y adquisición del conocimiento.
etc. Sin embargo, habría que plantearse, si no ajustarse al nivel de base puede significar la
incapacidad para aprender contenidos o procedimientos que se asientan en unos
conocimientos previos que no se poseen. Parece difícil que, según los postulados actuales de
la psicología del aprendizaje, se pueda aprender bien sin una buena base sólida donde fijar los
nuevos conocimientos. En este sentido, Pérez Gómez (1992: 81) manifiesta que “el alumno
es un activo procesador de la información que asimila y el profesor un mero instigador de
este proceso dialéctico a través del cual se transforman los pensamientos y las creencias del
estudiante. Para provocar este proceso dialéctico de transformación, el docente debe conocer
el estado actual de desarrollo del alumno/a, cuáles son sus preocupaciones, intereses y
posibilidades de comprensión. El nuevo material de aprendizaje solamente provocará la
transformación de las creencias y pensamientos del alumno/a cuando logre movilizar los
esquemas ya existentes de su pensamiento”.
1) Favorece que el profesor tome conciencia de las tareas rutinarias en que puede ser
sustituido ventajosamente, y así centrarse en las funciones para las que es insustituible su
presencia en el proceso de ayuda al aprendizaje de sus alumnos.
2) La codificación reproducible de cualquier material didáctico exige, en los
profesores que lo preparan, cierto esfuerzo de reflexión pedagógica.
3) El intercambio de materiales reproducibles entre profesores de la misma asignatura,
en la misma o en diversas universidades, puede significar una espléndida oportunidad para el
enriquecimiento mutuo, no sólo en los contenidos temáticos, sino también en la metodología
didáctica con que se transmiten.
Junto con González Soto (1996:100) afirmamos que “tenemos un nuevo marco
teleológico que exige nuevos modelos pedagógicos”. En esta misma línea De la Torre
(1993a, p.121) señala que “la profesionalización docente está en saber elegir y utilizar las
estrategias metódicas, en conseguir que el alumno aprenda gracias al modo de proceder del
profesor. La elección y aplicación metodológica no debiera ser una actuación mecánica, sino
informada, surgida del análisis y reflexión sobre los principales componentes curriculares
¿para qué enseñar-aprender? ¿qué enseñar-aprender? ¿a quién enseñar? ¿dónde? ¿con qué
recursos?. Tras estos interrogantes subyacen las principales dimensiones del método
didáctico. La elección del método de enseñar debiera estar condicionado por el ideal
educativo, la estructura y características del contenido, características y estilo cognitivo del
discente, por el contexto y recursos de que se dispone”.
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La evaluación del proceso de enseñanza supone valorar una serie de elementos que
determinan la calidad del mismo. Aparicio y González (1994: 61-65) identifican, entre otros,
los siguientes factores de calidad del proceso de enseñanza:
En este momento son los factores didácticos los que más nos interesan, por ser
aquellos sobre los cuales los profesores tienen una mayor responsabilidad y posibilidad de
actuación y porque además de ser un factor decisivo para los estudiantes, la evaluación puede
constituir un importantísimo factor de perfeccionamiento didáctico para los profesores
(Rosales, 1988, p. 13). Entendemos que la evaluación debe hacer referencia a todos los
elementos del diseño curricular (objetivos, contenidos, actividades, recursos, relaciones de
comunicación,...) permitiendo que el profesor pueda reflexionar sobre ellos y modificar los
aspectos poco satisfactorios, mejorando así su propia actuación.
1) la cognitiva (conocimientos)
2) la ético-afectiva (sentimientos, responsabilidad moral)
3) y la técnico-efectiva (capacidad de hacer).
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En el trabajo que recientemente hemos llevado a cabo sobre las prácticas evaluativas
de los profesores universitarios (Grupo Helmántica, 1998), en el que se recogen las opiniones
de profesores y alumnos de la Universidad de Salamanca sobre las estrategias de evaluación
empleadas, se concluye, entre otras cosas, que:
Los profesores:
- Afirman que la capacidad esencial requerida para superar las pruebas de evaluación se
centra en la “comprensión de los conceptos e ideas básicas de la disciplina” (según el
90%), seguida de la “aplicación de los conocimientos a situaciones reales y resolución de
problemas” (69,5%).
- Encuentran que las “condiciones en que imparten la docencia les impiden establecer
diferentes sistemas de evaluación” y que el sistema de evaluación discrimina bastante
bien a los alumnos que han estudiado de los que no lo han hecho.
- Afirman que sus alumnos conocen las características de la pruebas que utilizan y los
criterios de corrección y calificación.
Los alumnos
- Afirman que los profesores únicamente examinan para dar una calificación al finalizar la
asignatura, no informándoles sobre su proceso de aprendizaje.
- Manifiestan que los profesores les han exigido una gran “memorización y reproducción
de contenidos” y muy poca “aplicación de los conocimientos a situaciones reales” o
“análisis y reflexión sobre los temas tratados”.
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- Declaran que las estrategias de evaluación más útiles para aprender han sido los
exámenes prácticos y los trabajos individuales.
- Muestran un claro rechazo al examen oral, con una aceptación favorable del examen
escrito, aunque rechazan las preguntas tipo test y prefieren las preguntas cortas.
- Con respecto a los trabajos/lecturas que suelen realizarse a lo largo del curso, prefieren
realizarlos en grupo, que tengan una orientación práctica, con presentación escrita y que
sea valorado como complemento al examen.
Con dicion a
por po r po r po r
La nat uraleza La comp aració n La na tural eza El d iseñ o de l a t area La objet ivi dad y el ac ceso
d el con ten id o de resu ltad os d e lo s co no ci- y el t ip o d e preg unt a a lo s criterio s de
m ien to s ev a- cali fic ació n
lu ad os
La preo cu paci ón po r La exp erien cia d e La percep ció n d e q ue La exp erien cia d e i nd efens ió n
p re servar la au to estim a au to no m ía lo qu e cu ent a e s apren d er y el ab an do n o d el esfu erzo
en este campo, aunque no hay ninguna norma establecida a nivel nacional, más bien depende
de las decisiones políticas de cada universidad. En estos programas se utilizan los seminarios,
prácticas, supervisión, lecciones,... como estrategias para introducir a los futuros docentes en
temas relacionados con la planificación curricular, métodos de enseñanza, elaboración de
contenidos didácticos, técnicas audiovisuales, estudio de los sistemas educativos, funciones
de la universidad, características de los alumnos, gestión de clase y destrezas interpersonales,
instrumentos de evaluación, etc.
Sin embargo, cada vez hay una mayor demanda entre los profesores universitarios de
formación pedagógica inicial para desempeñar su profesión, demandan una formación
pedagógica específica que les ayude a desarrollar su labor docente adecuadamente.
Los estudios realizados indican un mayor interés de los docentes por la primera
vertiente formativa (formación sobre la disciplina) en lo que respecta a su participación en
ambos tipos de actividades, si bien los profesores, en general, manifiestan interés en
participar en procesos de formación pedagógica, en la práctica no se hace efectivo.
Los temas sobre los que el perfeccionamiento docente debería versar serían los
interrogantes, problemas, lagunas y fallos de más urgente solución entendidos y percibidos
como tales por los mismos profesores que reconocen tenerlos y desean corregirlos. Todo ello
con los siguientes matices, según manifiesta Fernández Pérez (1988):
Por otra parte, en el documento elaborado por el Ministerio se describen los principios
que deben fundamentar la formación del profesorado universitario, los cuales son aceptados
por la comunidad de estudiosos del tema. Estos se podrían resumir en:
• centrarse en la práctica profesional para desarrollar actitudes de reflexión y crítica
respecto a su propia enseñanza,
• primar las iniciativas formativas surgidas de los propios profesores y
• apostar por una profesión docente no individualista, sino colaboradora.
Estos principios forman parte de lo que hoy en día se propone como nuevo paradigma
de formación: el aprendizaje por la experiencia (Mezirow, 1990; Moisan, 1992). Se postula
que es la reflexión sobre la experiencia lo que permite que podamos aprender nuevos
conocimientos y prácticas. Kolb (1984: 38) define el aprendizaje como “el proceso mediante
el cual se crea conocimiento a través de la transformación de la experiencia”. Para este autor,
el proceso de aprendizaje experiencial es un ciclo de cuatro etapas que implica los siguientes
modos de aprendizaje adaptativo: experiencia concreta, observación reflexiva,
conceptualización abstracta y experimentación activa. Es el análisis de la práctica observada
o experienciada, a la luz de las creencias y conocimientos propios, lo que hace posible poner
en cuestión las propias ideas y avanzar hacia una mayor autoconsciencia del propio
conocimiento profesional.
En esta línea, Gimeno (1988: 328) propone que las acciones destinadas a la formación
y actualización del profesorado deberían servir para:
1) “Dotarles de un saber hacer práctico en las áreas del curriculum que vayan a
desarrollar, en la organización de los centros, etc., ofreciendo alternativas diversas...
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esquemas prácticos moldeables y adaptables según las circunstancias, sin olvidar los
fundamentos que les sirven de apoyo.
2) Ayudarles a establecer una fundamentación de esos saberes prácticos para justificar
y analizar su práctica... Este fundamentación ha de cubrir todas las dimensiones
implícitas en las tareas...
3) Ser capaces de analizar y cuestionarse las condiciones que delimitan las
prácticas...”
Reflexión
Interacción personal
Interacción institucional
Profesor Alumno
implicarse en cuatro formas de acción con objeto de cambiar las condiciones ideológicas y
administrativas que limitan hasta llegar a una plataforma de emancipación profesional. El
proceso es una forma de hacer investigación sobre la práctica que involucra
perfeccionamiento profesional por cuanto se establecen cambios curriculares. Las fases del
proceso serían:
1) Descripción: los profesores contestan a la pregunta ¿qué hago?, reflexionan acerca
de sus acciones y describen su conocimiento, creencias y principios que caracterizan su
práctica de enseñanza.
2) Información: la pregunta orientativa sería ¿qué significa esto?. Describen, analizan
y establecen inferencias acerca de los hechos de clase, crean sus propios principios
pedagógicos. Estas teorías subjetivas les ayudan a dar significado a lo que sucede en la clase
y guiar acciones curriculares ulteriores.
3) Confrontación: se trata de responder a la pregunta ¿cómo ha llegado a ser así?. Los
profesores buscan la constatación de sus ideas, valores y creencias y cómo las fuerzas
sociales e institucionales les han influido.
4) Reconstrucción: los profesores contestan a la pregunta ¿cómo podría hacer las
cosas de manera diferente?
En consonancia con esta idea, Santos Guerra (1993: 271) llama la atención sobre las
condiciones de trabajo en la Universidad afirmando que “hacer una llamada al
perfeccionamiento sin que varíen las condiciones organizativas de su acción profesional
(espacios, ratio profesor-alumno, medios, funcionamiento de los servicios,...) es una burda
invitación a la exigencia”.
La innovación debe ser considerada como un proceso de mejora que afecta a todos los
componentes del sistema de enseñanza, desde los contenidos y recursos a los agentes,
pasando por el propio proceso de enseñanza-aprendizaje. Proyectar la innovación al ámbito
de la formación y desarrollo profesional de los docentes exige partir de cada realidad de
actuación y de los aspectos específicos a cambiar o mejorar, pero, en general, debería:
Por su parte, Escudero (1988) que se ha convertido en uno de los autores más
relevantes en la escena española sobre este tema, señala las siguientes características de la
innovación educativa:
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