La Impronta de Esparta en El Humanismo y PDF
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Ediciones Universidad de Salamanca Stud. hist., H. antig., 30, 2012, pp. 333-345
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5.
Rawson: 1969, pp. 131-135.
6.
Hodkinson, Hall: 2011, p. 68.
7.
Rawson: 1969, pp. 135-137.
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que azotaron la repblica romana. Pese a que Licurgo orden sus leyes
asignando a cada uno reyes, nobles y pueblo su parte de autoridad
y funciones, tras lo cual abdic de sus poderes, el humanista y terico
florentino entiende que el rgimen espartano no era mixto, sino aristocrti-
co, al reconocer una preeminencia de la Gerousa o Consejo de ancianos:
Esparta hace a uno rey con un pequeo Senado que le gobierne. Su exce-
lencia, con todo, no era posible sin un cuerpo cvico unido, numricamente
reducido, militarizado para no depender de mercenarios cuya lealtad y
coraje se paga con dinero, impermeable a la entrada de extranjeros y sin
excesivas veleidades imperialistas8. Tambin echa mano de Licurgo, Agis
IV y Clemenes III para ejemplificar su celebrrima tesis de que el uso de
mtodos ilegales y/o inmorales puede estar justificado en ciertas ocasiones
por el objetivo que se persigue, ms si cabe si se trata de la instauracin o
la reforma de una repblica libre de corruptelas, es decir, de la primaca del
bien comn9. Pero lo cierto es que para Maquiavelo fue ms bien Roma el
modelo genuino, pues, como buen polibiano, reconoca que esta s tena
un rgimen realmente mixto y haba triunfado en la expansin exterior,
en la bsqueda de una autntica grandezza que haba eliminado o por
lo menos atenuado la corrupcin interna (a diferencia de Esparta o
Atenas, que meramente conquistaban territorios, Roma integraba pueblos
en estructuras confederales, como aliados aunque desiguales en lugar
de como sbditos)10.
Las ideas de Machiavelli tuvieron continuidad en ese mismo siglo
en otros pensadores venecianos y florentinos (Alamanni, Guicciardini,
Giannotti, Contarini, Paruta, Botero, Patrizi, Garimberto, etc., cada uno con
sus matices personales), si bien ellos volvieron a la frmula de la mikt
politea, la Constitucin mixta y atemperada, acuada por los teorizadores
polticos del siglo IV a. C. y universalizada por Polibio dos siglos ms tarde11,
aquella en la que todos los elementos de los regmenes polticos puros se
controlan y equilibran entre s para alcanzar il vero esempio di perfetto go-
verno: el monrquico, en Esparta encarnado por los dos reyes y en Venecia
por el dogo, unos y otro elegidos con carcter vitalicio aunque con pode-
res limitados; el aristocrtico, ligeramente predominante, representados por
la Gerousa y el Senado respectivamente; y el democrtico, por la Aplla
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12. Recientes anlisis de los tericos republicanos en la Italia renacentista, con la nmi-
na y cronologa de sus obras, en Comparato: 2002 y Conti: 2002. Cf. tambin Rawson: 1969,
pp. 143-151; Cambiano: 1974, pp. 100-102; Morel 1996, pp. 84-86; Rosso 2005, pp. 70-72.
13. Pero tnganse en cuenta tambin las palabras del rey Arquidamo II en Th. I 84.3-4,
as como Dem. XX, Contra Leptines, 107, segn el cual los espartanos tenan prohibido criti-
car sus leyes.
14. Vase por ejemplo Riesenberg: 1992, pp. 6-12 (Putting aside misconceptions, we
can see that the war society of Sparta gave a great deal to the foundation of Western
citizenship, en p. 7).
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18. Calvino haba enunciado que los foros eran defensores del pueblo cuyo deber
consista en oponerse y resistir la intemperancia o la crueldad de los reyes, pero fueron
sus discpulos quienes tomaron el testigo para ir ms all y formular la tesis del magistrado
inferior.
19. Cartledge: 2009, p. 245.
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extiende a todos los magistrados que defienden los derechos del pueblo
contra posibles usurpaciones por parte del magistrado supremo (el em-
perador), constituyndose en una especie de consejo supremo del Estado
corporativo en el que se incluyen los siete prncipes electores cuyas
funciones son: elegir al magistrado supremo o emperador, deponerle si
se convierte en tirano y guardar y defender la libertad y los derechos del
pueblo. En Espaa es el jesuita Juan de Mariana quien, como sustento
de una doctrina que privilegia el derecho natural sobre la autoridad del
Estado, esto es, del monarca, y que llega a contemplar la legitimidad del
tiranicidio en De rege et regis institutione (1598), parafrasea los poderes li-
mitados que, segn la Repblica de los lacedemonios, ostentaban los reyes
espartanos, apenas la direccin de la guerra y el ministerio de las cosas
sagradas. Finalmente, el movimiento monarcmaco acabara fracasando
ante los abogados de la monarqua absoluta y del derecho divino de los
reyes que triunfaron en la Europa del siglo XVII20.
En otro orden de cosas, Esparta est latente, con la Repblica de Platn
como correa de transmisin, en las utopas renacentistas que recreaban
escenarios imaginarios habitados por sociedades perfectas, ciudades idea-
les que servan de va de escape a los problemas de su tiempo: Utopia
(1516), de Thomas More, acuador precisamente del trmino utopa21; Il
mondo savio e pazzo (1552), de Anton Francesco Doni; Citt felice (1553),
de Francesco Patrizi; Histoire du grand et admirable Royaume dAntangil
(1616), de un annimo que se esconde bajo las siglas I.D.M.G.T.;
Christianopolis (1619), de Johann Valentin Andrea; Civitas solis (1623), de
Tommaso Campanella; New Atlantis (1627), de Francis Bacon Entre los
elementos comunes a estas propuestas tericas, que no se nutren solo
de referentes antiguos (las aventuras ocenicas contemporneas y el des-
cubrimiento de mundos desconocidos y exticos son muy propiciato-
rios), hallamos un comunismo de bienes (a veces tambin sexual), una
limitacin o supresin del uso del dinero, del lujo, del comercio y de la
produccin fabril, una racionalizacin de la produccin, una educacin
pblica y moral, una uniformidad econmica y esttica, unas leyes sen-
cillas y una direccin poltica en manos de unos magistrados y consejeros
20. Sobre los monarcmacos: Rawson 1969, pp. 158-169; Morel 1996, pp. 87-93; Van
Gelderen 2002; Rosso: 2005, pp. 84-101 (especialmente para los hugonotes franceses).
21. Cartledge: 2006: 44 recuerda que Toms Moro saba perfectamente de la ambiva-
lencia del neologismo, que si bien tiende a significar no lugar, ninguna parte (del griego
ou-tpos), tambin puede ser buen lugar, lugar del bien (en cuyo caso provendra de eu-
tpos).
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22. En general, Rawson: 1969, pp. 170-177, acompaada de Rosso: 2005, pp. 190-196
para la historia del reino de Antangil. Ms avanzado el siglo XVII, y por lo tanto muy reba-
sado el arco cronolgico que nos hemos impuesto en este trabajo, tenemos dos importan-
tes novelas utpicas: la Histoire des Svarambes (1677), escrita por Denis Varaisse dAlais, en
la que los protagonistas, el pueblo de los sevarambos, vive feliz sin conocer la avaricia bajo
las leyes y costumbres igualitarias que les ha dado Sevarias, trasunto de Licurgo (cf. Rosso:
2005, pp. 196-208), y Les aventures de Tlmaque (1699), de Franois de Salignac de la Mothe,
ms conocido como Franois Fnelon, obra determinante en el advenimiento de la moda y el
gusto por lo antiguo que vivir la Francia del siglo XVIII (53 ediciones solo en Francia y 81 en
el extranjero), donde Minos, otro Licurgo, se presenta como padre de unas leyes cadas en
desuso pero recuperadas por Telmaco y su gua Mentor (en realidad Atenea travestida) para
una colonia cretense del sur de Italia (Salento) que regulan las costumbres, la alimentacin,
las artes y, sobre todo, prohben todo aquello que no sirve ms que para el fasto y la volup-
tuosidad; Fnelon propugna asimismo una educacin pblica que fomente el patriotismo, el
honor, la obediencia a la ley y, cmo no, tratndose del arzobispo de Cambrai, la piedad (cf.
Rawson 1969: pp. 220-223; Rosso 2005: pp. 209-228).
23. Cartledge 1987: pp. 415-416.
24. Pace Moreau 1990: La cite lacdmonienne ressemble ainsi une sorte de cite
utopique Eldorado de la vertu (p. 117); Ainsi une sorte dutopie coloration lacdmo-
nienne est continuellement tisse larrire plan des Essais (p. 119).
25. Farquhar 2006: 40-43, quien argumenta que Montaigne, en lugar de apelar estric-
tamente a la ley natural, enfatizaba el sinsentido que para l supona que un ciudadano
corriente, un campesino, estuviera dispuesto a sufrir violencia e incluso a convertirse en
vctima y hroe a la vez por unos ideales que no comprenda (se tratara de una libertad
mal entendida, una libertad negativa).
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31. Touchefeu: 1999, p. 107; MacPhail: 2002, p. 194; Moreau: 1990, pp. 120-121.
32. MacPhail: 2002, que ve asimismo en estas crticas a la pedagoga humanstica de su
tiempo un cierto propsito de reafirmacin de la legitimidad de su posicin social de cara
a los humanistas que medraban socialmente en virtud de su educacin.
33. Nos hemos ocupado de este ltimo tema en Fornis 2012.
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