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Captulo 5

La vida cristiana,
una guerra espiritual?

A
nna Agbanvor, hija de un sacerdote vud, se enfrentaba a gra-
ves problemas con su embarazo. Ya haba pasado de los nueve
meses de gestacin; sin embargo, le resultaba imposible poder
llevar a cabo el parto. Su vida y la de su hijo corran un grave peligro.
Mientras se hallaba en esta condicin, conoci a un grupo de adventis-
tas que residan en una pequea aldea de Benn, un pas ubicado en la
costa oriental de frica. La visitaron y oraron por ella y por su beb. El
Seor escuch sus plegarias, manifest su misericordia y Anna pudo
dar a luz a su hijo. Luego, ella entreg su vida a Cristo y se uni a la
Iglesia Adventista.
Esta decisin suscit la ira de su familia; de modo que su propio pa-
dre lleg a amenazarla de muerte. En la cultura donde Anna se haba
criado, abandonar la religin vud conllevaba tambin ser repudiado y
separado del seno familiar; algo muy peligroso en un ambiente domi-
nado por la santera, la brujera y el espiritismo. Anna tena mucho
miedo. Conoca los malvados poderes del vud. Saba que los sacerdo-
tes hechizaban a las personas y las dominaban. Un da, despus de ha-
ber sido amenazada de muerte por miembros de su clan familiar, se
arrodill e implor la proteccin de Cristo. Mientras oraba, escuch el
sonido de potentes truenos. Su casa fue sacudida de un lado para otro
por las impetuosas rfagas de viento. La poderosa tormenta hizo que se
desplomara el techo de la casa. Las piernas de Anna fueron quemadas
por un rayo. Los vecinos, en lugar de socorrerla, huyeron despavori-
dos, atormentados por la idea de que los dioses estaban castigndola
por haberse convertido al cristianismo. Aquel da Anna no solo perdi
su casa, sino que adems su hijo mayor muri en otra aldea.

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Segn las tradiciones magicorreligiosas de sus ancestros, si Anna
quera volver a vivir en su casa, deba ofrecer sacrificios a los dioses
para que los espritus limpiaran las impurezas que haba introducido
en su hogar cuando decidi abandonar el vud y seguir a Jess. Deci-
di no regresar y, con la ayuda de bondadosos adventistas, se fue a
vivir a otra aldea. La gente me dice que bastara con que regresara a la
religin de mi padre para que la vida me fuese ms fcil, pero para mi
familia y para m no hay retorno. Comparto mi fe con otros y les digo
que mi Dios me salv del dios del trueno, dice Anna. 1
Para muchos de nosotros, que vivimos en un mundo empapado de
descubrimientos cientficos y avances tecnolgicos, que suele poner
reparos a todo lo que no pueda ser explicado por las presuposiciones
metodolgicas de la ciencia, la experiencia que acabamos de narrar es
rayano a lo ridculo y lo inverosmil. 2 Las manifestaciones demonacas
son consideradas como inocuos cuentos folclricos y mitolgicos, crea-
dos por sociedades que todava permanecen atadas al oscurantismo de
la Edad Media. En realidad, existe el diablo? Puede un cristiano vivir
atemorizado o subyugado por demonios? La experiencia de Anna es
algo real o una simple quimera? Son preguntas que constantemente
desafan la vida espiritual de millones de adventistas que crecieron bajo
el abrigo de estas creencias.

Quines son nuestros enemigos?


Para muchos, el uso de la metfora de la guerra y del soldado para
describir la vida cristiana no parece hacer justicia a la idea de que el
seguidor de Cristo es un ente de paz. Aunque es cierto que el cristia-
nismo procura la paz con todos (Romanos 12:18), la Biblia describe nues-
tra experiencia religiosa mediante la imagen de una lucha; y a nosotros,
como guerreros. Incluso, aunque las conflagraciones son de por s muy
dainas, Pablo consideraba nuestro pleito con los poderes de mal como
la buena batalla de la fe (1 Timoteo 6:12). l mismo dio testimonio de
haber peleado la buena batalla (2 Timoteo 4:7; 2:25) y consider a Ti-
moteo como un buen soldado de Jesucristo (2 Timoteo 2:3).
El concepto de una guerra espiritual se expresa principalmente en
Efesios 6:10-18, donde se utiliza un vocabulario blico para describir la
contienda que hemos de sostener contra las fuerzas espirituales demo-
nacas. Notemos, particularmente, el versculo 12: Nuestra lucha no es
contra carne ni sangre, sino contra principados, contra potestades, con-

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tra los gobernadores de las tinieblas de este mundo, contra huestes es-
pirituales de maldad en las regiones celeste.
En los tiempos de Pablo, la palabra griega traducida como lucha,
no haca referencia a una confrontacin generalizada. Este vocablo se
utilizaba para aludir a un enfrentamiento mano a mano, cuerpo a cuer-
po, entre dos individuos, hasta que uno lograra derribar al otro. Se tra-
taba de un conflicto que no conclua hasta que alguien era declarado
ganador. Ahora bien, quines son estas fuerzas espirituales de las re-
giones celestes que luchan contra nosotros?
Tratemos de encontrar ayuda en los escritos que establecieron las
bases del pensamiento de Pablo. Varios pasajes del Antiguo Testamen-
to hacen mencin al ejrcito del cielo. En algunos casos esta frase se
aplica a los ngeles de Dios (Daniel 8:10); otras veces se refiere a deida-
des paganas (Deuteronomio 4:19; 2 Reyes 23:4). Para el profeta Jeremas,
los que ofrecen incienso a todo el ejrcito del cielo, en realidad, vier-
ten libaciones a dioses ajenos (Jeremas 19:13). Para Pablo estos dolos
de las naciones paganas no eran ms que representaciones demonacas
(1 Corintios 10:20; cf. Deuteronomio 32:17). Como estos dolos estaban vin-
culados con el sol, la luna y las estrellas, se crea que habitaban en las
regiones celestes. Por eso eran considerados como huestes espirituales
de maldad en las regiones celestes.
Documentos extrabblicos utilizan la expresin gobernantes del
mundo para referirse a las deidades de las naciones. Esta locucin
aparece en papiros griegos, algunos textos astrolgicos y en una ins-
cripcin romana donde se refieren a dioses como Helios, la, Mitras y
otros. 3 En El testamento de Salomn los gobernantes del mundo son
los siete prncipes de las tinieblas, los treinta y seis elementos, los
rectores de las tinieblas de este mundo (8:2; 18:2). 4 Siguiendo esa lnea
de pensamiento, para Pablo los principados, los poderes, las autorida-
des, los gobernadores de las tinieblas, las huestes de maldad, son ex-
presiones idiomticas que identifican a Satans y a su malvado squito.
En Efesios 6:11 se dice claramente que nuestro enemigo es el diablo.
Cristo llam a Satans el prncipe de los demonios (Marcos 3:22).
Pablo lo describe como el prncipe de la potestad del aire (Efesios 2:2).
Pero la esfera de accin y autoridad del enemigo no es el cielo, sino
nuestro planeta; por eso Jess se refiri a l en tres ocasiones como el
prncipe de este mundo (Juan 12:31; 14:30; 16:11).
La Palabra de Dios dice claramente que el mundo entero est bajo
el control del maligno (1 Juan 5:19, NVI). No olvidemos que para Juan

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el mundo es todo aquello que se halla en oposicin a los mandatos
de Dios. El diablo es real y su poder es irrefutable. La Biblia no deja
dudas al respecto. Despus de analizar las evidencias bblicas sobre la
existencia de Satans y su malvado squito, Brempog Owusu-Antwi
resume lo siguiente:
Satans y los demonios son seres reales y sobrenaturales.
Satans y los demonios son ngeles cados.
Su principal actividad es oponerse a los propsitos de Dios.
Son capaces de tomar y poseer a los seres humanos y de atacar a los
hijos de Dios. 5
En este punto conviene recordar esta declaracin de Elena G. de
White, que nos asegura que Dios nos ha concedido su gracia porque
sabe que nos enfrentaremos a las temibles potestades del mal, potes-
tades mltiples, audaces e incansables, cuya malignidad y poder nadie
puede ignorar o despreciar impunemente (El conflicto de los siglos, ca-
ptulo 32, p. 503).

La victoria de Jess
Si bien es cierto que el diablo es un personaje muy poderoso, el
Nuevo Testamento registra mltiples evidencias de las derrotas que le
infligi Cristo. De hecho, el poder del Seor sobre las fuerzas espiritua-
les del maligno constituy una demostracin concreta de que el reino
de Dios haba comenzado a ser una realidad presente entre los seres
humanos. Tras rechazar tajantemente que la expulsin de los demonios
constitua una accin realizada por el maligno, Jess afirm: Y si yo
echo fuera los demonios por Beelzeb, por quin los echan vuestros
hijos? Por tanto, ellos sern vuestros jueces. Pero si yo por el Espritu
de Dios echo fuera los demonios, ciertamente ha llegado a vosotros el
reino de Dios, pues cmo puede alguno entrar en la casa del hombre
fuerte y saquear sus bienes, si primero no lo ata? Entonces podr sa-
quear su casa (Mateo 12:27-29). Jess no se est refiriendo a su reino
de gloria, el reino de Dios al que se est refiriendo aqu tiene que ver
con su seoro en el corazn de quienes lo aceptan como Mesas.
Hay algunos elementos del pasaje citado que merecen una breve ex-
plicacin. La expresin hombre fuerte, en el griego est precedida por
un artculo definido, que por el contexto resulta irrefutable que alude a
un personaje concreto: Satans. 6 El diablo haba credo que este mundo
era su casa (Mateo 4: 8, 9), y que los seres humanos eran su propiedad.
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Por mucho tiempo nadie se haba atrevido a enfrentarse a este impla-
cable tirano. Incluso, segn Josefo, para los judos cuando murieron
los ltimos profetas, es decir Hageo, Zacaras y Mala- quas, el Espritu
Santo se extingui de Israel. 7 Pero ahora llega Jess, el ms podero-
so (Mateo 3:11), y pone fin a esa sequa espiritual que le haba permiti-
do a Satans expandir su dominio sobre la tierra. Al expulsar a los de-
monios de la vida de los seres humanos, Cristo saque los bienes del
enemigo. Este pasaje evoca la profeca de Isaas 49:24-26, donde Dios
promete rescatar al cautivo del valiente y arrebatarle el botn al ti-
rano.
Nuestro Seor rescat por medio de la liberacin, tanto fsica como
espiritual, a hombres y mujeres que haban sido sbditos del valien-
te, es decir, del diablo. Por esto la mujer que tena un espritu de en-
fermedad, en realidad, era una cautiva de Satans, a quien haba esta-
do atada durante dieciocho aos (Lucas 13:10-15). Pero con la llegada
de Jess el que era atador ahora es el atado. Entre los judos exista
una tradicin que anunciaba la venida de un sacerdote nuevo que ata-
r a Belial y dar poder a sus hijos para pisotear a los malos espritus
(Testamento de Lev 18:12). 8 Con Cristo esto dej de ser una simple tra-
dicin y se hizo realidad.
La versin de Lucas agrega detalles adicionales que no debemos pa-
sar por alto: Pero cuando viene otro ms fuerte que l y lo vence, le
quita todas las armas en que confiaba y reparte el botn (Lucas 11:22).
El hombre fuerte no solo ha sido derrotado por Jess, tambin ha
sido desarmado y sus despojos han sido repartidos. Para explicar esto,
Lucas usa una palabra griega muy conocida en su poca: panoplian; de
ella deriva el vocablo castizo, panoplia. La panoplia no era una parte de
la armadura, era la armadura completa. Satans haba confiado en sus
armas durante miles de aos, pero ahora el Seor echa por tierra todas
sus artimaas, le quita la armadura y desvela el carcter malvado y
diablico de nuestro letal enemigo. Las palabras de Lucas traen a nues-
tra mente este pasaje de Pablo: Y [Cristo] despoj a los principados y a
las autoridades y los exhibi pblicamente, triunfando sobre ellos en la
cruz (Colosenses 2:15). Literalmente, la expresin griega traducida
despoj, significa que el Seor le quit las ropas al diablo, lo dej
desnudo; le quit la armadura. 9 Por tanto, aunque el diablo sigue sien-
do un peligroso enemigo, este vocablo lo define como un adversario
derrotado, 10 puesto que Cristo lo venci de una forma total y comple-
ta. 11

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Pero ahora surge otra pregunta, no menos importante. Si Cristo ya
derrot a Satans, por qu el diablo sigue siendo un len rugiente (2
Pedro 5:8)? Por qu fue capaz de molestar a Anna? Oscar Cullmann,
un eminente telogo del siglo XX, ilustr esta verdad con un ejemplo
tomado de la Segunda Guerra Mundial. Como sabemos, el desembarco
en Normanda, Francia, el 6 de junio de 1944, conocido como el da D,
asest un golpe mortal a los planes imperialistas del Tercer Reich. Sin
embargo, aunque el enemigo haba sido derrotado, la guerra no con-
cluy sino hasta casi un ao despus, el 8 de mayo de 1945, mejor co-
nocido como el famoso da V. La vida, muerte y resurreccin de Cristo
marcaron el da D para Satans y sus demonios; pero todava falta la
victoria definitiva, la que pondr fin al gran conflicto entre el bien y el
mal. Juan recibi una visin del da V con estas palabras: Vi un ngel
que descenda del cielo con la llave del abismo y una gran cadena en la
mano. Prendi al dragn, la serpiente antigua, que es el Diablo y Sata-
ns, y lo at por mil aos. Lo arroj al abismo, lo encerr y puso un
sello sobre l, para que no engaara ms a las naciones hasta que fue-
ran cumplidos mil aos (Apocalipsis 20:1-3). Hablaremos ms de esto
en el captulo 13.

Una batalla diaria


Quiz ni usted ni yo estemos atemorizados o sujetos a los espritus
de nuestros ancestros como sucede con nuestros hermanos en frica y
Asia. Tampoco nos postramos para adorar al sol, la luna o las estrellas
como lo hacan los egipcios o los mesopotmicos. Incluso, me parece
muy improbable que ofrezcamos sacrificios a dioses paganos. Sin em-
bargo, nada de esto constituye una prueba fehaciente de que hemos
evitado el seoro de las fuerzas satnicas sobre nosotros. De hecho,
resulta innegable que muchos seguimos siendo sbditos del prncipe
de los demonios, quiz sin siquiera saberlo. Profundicmoslo un poco
sobre esto.
En la Carta a los Glatas Pablo menciona a los que son esclavos de
los rudimentos del mundo (Glatas 4:3). Ms adelante, el apstol se
preguntaba por qu si Cristo los haba liberado algunos volvieron a
someterse a los rudimentos del mundo (Glatas 4:9). Quines o qu
son los rudimentos del mundo? Saber con precisin el significado de
esta frase ha generado interminables debates en la historia cristiana. Ha
sido traducida como los poderes que dominan este mundo (DHH,

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PER); las cosas elementales del mundo (LBA; NBLH); los principios
de este mundo (NVI); los elementos del mundo (BJ).
En Glatas 4:3, 9 la palabra griega traducida como rudimentos,
elementos, principios, poderes, es stoijea. La ver mucho en este
apartado as que trate de aprenderla. En el mundo antiguo, la stoijea
estaba muy vinculada con la astrologa. Un papiro griego sugiere una
estrecha relacin entre stoijea y los signos del zodiaco: Yo os conjuro
por los doce stoijea del cielo. 12 Si aplicamos este significado a los pasa-
jes de Glatas, entonces Pablo podra estar refirindose a quienes viven
sujetos a los doce poderes del cielo; es decir, a los doce signos zodia-
cales. Son aquellos que no salen de su casa sin antes averiguar qu les
deparan las estrellas. Ser posible que alguno de nosotros siga creyen-
do que su destino depende de la posicin de los astros? Nuestra socie-
dad occidental no teme a los dioses ni a los espritus de nuestros abue-
los, pero s vive sometida a las opiniones de hombres y mujeres que se
han enriquecido a costa de nuestra esclavitud a los poderes del cielo.
Si usted vive pendiente del horscopo antes de tomar de cualquier de-
cisin, entonces usted est sirviendo a los que por naturaleza no son
dioses (Glatas 4:8).
Stoijea tambin se utilizaba para describir los principios fundamen-
tales de una enseanza. 13 Era una especie de A, B, C de cualquier cosa.
Era lo ms rudimentario o elemental de una asignatura. En Glatas 4:3
puede ser una alusin directa a los elementos bsicos de la religin ju-
da, en este caso la ley o la circuncisin. 14 Es innegable que la ley de
Moiss comprenda los principios bsicos que fueron dados por
Dios a fin de preparar al mundo para la venida de Cristo. 15 En este
sentido, los judos que pretendan alcanzar la salvacin apoyndose en
los rudimentos doctrinales de su religin, en la prctica estaban sir-
viendo a los que por naturaleza no son dioses (Glatas 4:8). En otras
palabras, hacer de nuestra religin, de nuestras doctrinas, de nuestro
estilo de vida, el centro de nuestra esperanza redentora, nos hace escla-
vos de Satans.
Probablemente el enemigo ha logrado infundir temor en nosotros,
no mediante manifestaciones espiritistas, sino llevndonos a malvivir
una vida religiosa en la que nuestras obras ocupan el primer lugar.
Elena G. de White nos advirti al respecto cuando escribi: El princi-
pio de que el hombre puede salvarse por sus obras, que es fundamento
de toda religin pagana, era ya principio de la religin judaica. Satans
lo haba implantado; y doquiera se lo adopte, los hombres no tienen

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defensa contra el pecado (El Deseado de todas las gentes, captulo 3, p. 26).
Todo el que crea que puede alcanzar la salvacin basndose en los ru-
dimentos de su doctrina, est dando culto a los que por naturaleza
no son dioses (Glatas 4:8).
En 2 Pedro 3:10 y 12 stoijea se refiere a los elementos del mundo
que sern destruidos en la segunda venida. Si extrapolamos este signi-
ficado y lo llevamos a Glatas 4, entonces tenemos un nuevo grupo: los
esclavos de las cosas de este mundo. Son aquellos que han hecho de lo
material su dolo; los que adoran al dinero como si fuera un dios. No
vivimos bajo los dioses, ni bajo los signos zodiacales, pero somos sier-
vos de nuestros deseos. Nuestros dolos son esas cosas que pretende-
mos usar para llenar nuestro vaco existencial. Todo lo que ocupe el
lugar de Dios en nuestras vidas, adquiere la categora de un dolo ante
quien hemos sacrificado lo mejor de nosotros.
A veces el dolo se esconde detrs de una simple adiccin. Elena G.
de White se refiri a esto cuando dijo: Deseo que los devotos al tabaco
calculen cada semana cunto dedican a su dolo, el tabaco (Sermones
escogidos, tomo 1, captulo 27, p. 232). Para otros su dolo puede ser la mo-
da, el alcohol, el juego, las diversiones, el libertinaje, el trabajo. 16 Usted
es esclavo de los elementos del mundo cuando, como lo expresa Ti-
mothy Keller, usted proclama en lo ms profundo de su alma: Si logro
tener eso, entonces voy a sentir que mi vida tiene sentido; entonces
sabr que soy valioso; entonces me sentir importante y seguro. 17
Como podr ver, de una u otra manera, Satans se las ha ingeniado
para mantener nuestra atencin lejos de Cristo. l puede aprovecharse
de los elementos ms simples y comunes de esta vida a fin de conti-
nuar siendo nuestro amo. Nuestra nica esperanza es confiar en la obra
salvadora del Seor. Jess puede liberarnos. Desea usted esa libera-
cin?

Nuestra lucha y crecimiento espiritual


Hace poco, un amigo me cont una experiencia muy singular. Mien-
tras diriga una campaa de evangelizacin en una iglesia que no for-
maba parte de su distrito, una visitante le mand decir que le urga
verlo. Acudi a la cita creyendo que hablara con una candidata al bau-
tismo. Busc al pastor de la iglesia y juntos visitaron a la seora. Cuan-
do llegaron a la casa, ella comenz a llorar. Nada pareca calmarla. Por
ms que intentaron, la mujer no paraba de derramar lgrimas, y no

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pudo susurrar ni siquiera una palabra. Como la situacin no mejoraba,
ambos pastores decidieron abandonar el lugar.
Pasado un tiempo, el pastor de la iglesia volvi a hablar con la seo-
ra. Le pregunt por qu no par de llorar aquel da. Pastor, dijo ella,
yo mand a buscar a su compaero porque el diablo me lo orden; y
me dijo que cuando l entrara a mi casa, lo matara. Pero cuando l en-
tr, a su lado estaba uno ms poderoso que Satans. Y no pude hacerle
dao. Lloraba porque no pude cumplir mi labor.
Ser conscientes de que somos combatientes en una lucha de conse-
cuencias eternas, constituye una buena motivacin para que en todo
momento dependamos del poder y la gracia de Dios. Me pregunto qu
habra sido de mi amigo si Uno ms poderoso, nuestro Seor Jesu-
cristo, no hubiera estado a su lado aquel da. Crecer en Cristo implica
no solo desechar las obras de las tinieblas, sino tambin vestimos de
las armas de la luz (Romanos 13:12). Nos vendra muy bien reflexio-
nar seriamente en estas palabras de la sierva de Dios: Debemos escon-
dernos en Cristo [...]. As podremos enfrentar los poderes de las ti-
nieblas. No luchamos contra carne y sangre, sino contra principados y
potestades, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celes-
tes. Y es nicamente en Cristo que podemos hacerles frente (Sermones
escogidos, tomo 1, captulo 14).
El 22 de agosto de 1850 Elena G. de White tuvo un sueo que ilustra
las dos grandes realidades en las que vive cada ser humano. En una de
las escenas Satans se le apareci y le dijo: T ests perdida. Ahora yo
soy tu dueo y te llevar a las regiones de oscuridad. Sin embargo, en
el mismo sueo, un ngel se coloc al lado de Elena y le dijo a Satans:
Ella no te pertenece, pues ha sido redimida para Dios por medio de la
sangre de Jess. Ella ha sido comprada por la sangre de Cristo. Cuan-
do el diablo escuch estas palabras, sali corriendo (Manuscript Relea-
ses, tomo 16, pp. 171, 172).
Al igual que Elena G. de White y Anna Agbanvor, nosotros tambin
hemos sido comprados por la sangre del Seor, somos propiedad de
Cristo. Satans ha sido atado, no tiene poder sobre nuestra vida. Por
tanto, no vivamos con miedo. No pongamos nuestro destino en los sig-
nos zodiacales. No nos afanemos desmedidamente por las cosas de este
mundo. No hagamos de nuestras obras el centro de nuestra experiencia
salvfica. Por qu? Porque somos salvos gracias a la sangre de Cristo.
Por ella hemos sido lavados. Y es por el sacrificio de Cristo que usted y

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yo somos vencedores en esta guerra espiritual que dentro de poco lle-
gar a su fin. Muy pronto el enemigo saldr corriendo de forma defini-
tiva, mientras tanto aprovechemos cada batalla contra el mal para con-
tinuar creciendo hasta alcanzar la estatura de la plenitud de Cristo
(Efesios 4:13).

Referencias
1 Anna Agbanvor, El dios del trueno, Misin (3/2007), pp. 9, 10. Si usted quiere conocer ms
sobre las deidades ancestrales en frica y su desafo para la Iglesia Adventista, consulte el valioso
libro publicado por el Instituto de Investigacin Bblica de la Asociacin General: Kwabena Don-
kor, ed. The Church, Culture and Spirits Adventism in Africa (Silver Spring, Maryland: Biblical Re-
search Institute, 2011), pp. 11-22; 69-90.
2 El famoso telogo Rudolf Bultmann releg las referencias neotestamentarias a los principados y

potestades como simples tradiciones cuyo origen se remonta a los relatos mitolgicos de la apoca-
lptica juda, New Testament and Mythology en Kerygma and Myth: A Theological Debate, vol. 1
(Londres: SPXK, 1964), p. 10. Para ms detalles ver a Clinton E. Arnold, Powers of Darkness. Princi-
palities & Powers in Paul's Letters (Downers Grove: Intervarsity, 1992), pp. 169-182.
3 Clinton E. Arnold, Power and Magic: The Concept of Power in Ephesians (Grand Rapids, Michigan:

Baker Publishing Group, 2000), pp. 65-68; Craig S. Keener, Comentario del contexto cultural de la
Biblia: Nuevo Testamento (El Paso, Texas: Editorial Mundo Hispano, 2006), p. 549.
4 Antonio Pieiro, El testamento de Salomn en A. Diez Macho, ed. Apcrifos del Antiguo Testa-

mento, vol. V (Madrid: Ediciones Cristiandad, 1987), pp. 348, 361.


5 Demons and Demonic Actitivities en The Church, Culture and Spirits Adventism in Africa, pp. 51-

66.
6 D. A. Carson, Mateo (Miami, Florida: Editorial Vida, 2004), p. 326; William Hendriksen, El Evan-

gelio segn San Mateo (Grand Rapids, Michigan: Libros Desafos, 2007), p. 552.
7 Contra Apin 1: 41; citado por Robert H. Stein, Jess, el Mesas. Un estudio de la vida de Cristo (Te-

rrassa: Editorial CLIE, 2006), p. 116.


8 Antonio Pieiro, El testamento de los doce patriarcas en A. Diez Macho, ed. Apcrifos del Anti-

guo Testamento, vol. V (Madrid: Ediciones Cristiandad, 1987), p. 60.


9 Ver A. Oepke, ependd, apkdusis en Theological Dictionary of the New Testament, vol. II (Grand

Rapids, Michigan: W. B. Eerdmans, 1964), pp. 318-320.


10 William Barclay, Comentario al Nuevo Testamento, 17 tomos en 1 (Viladecavalls: Editorial CLIE,

2006), p. 772.
11 W. E. Vine, Diccionario expositivo de palabras del Antiguo y Nuevo Testamento (Nashville, Tennessee:

Grupo Nelson, 2007), p. 268.


12 Arnold, Powers of Darkness, p. 54.
13 Gerhard Delling, Stoijeon en Theological Dictionary of the New Testament, vol. VII (Grand Rap-

ids, Michigan: W. B. Eerdmans, 1979), pp. 670-683.


14 Ibd. Ver tambin a George R. Knight, Exploring Galatians and Ephesians. A Devotional Commentary

(Hagerstown, Maryland: Review and Herald Publishing Association, 2005), p. 104.


15 Richard N. Longenecker, Galatians: Word Biblical Commentary, vol. 41 (Nasville, Tennessee:

Thomas Nelson Publishers, 1990), p. 165.


16 A Biblical Perspective on Addiction, Review and Expositor, 91 (1994), pp. 71-75.
17 Timothy Keller, Dioses falsos (Miami, Florida: Editorial Vida, 2011), p. 18.

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