Geopolítica Dussel PDF
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De tal modo, cada uno de esos asuntos acompaan el recorrido de una formulacin
filosfica que, desde sus expresiones primigenias, pone especial atencin en la
dimensin espacial, y en las configuraciones en que ese elemento de las relaciones
sociales (y de las prcticas a travs de las que se restituyen los referentes slidos y
profundos de la cultura), asume expresiones en las que su politizacin (el modo en el
que juega un determinado papel para la constitucin poltica del actuar concreto de
los sujetos) va revelando contenidos multidimensionales, segn sea el modo cmo
1 Doctor en Filosofa Poltica, por la UAM Iztapalapa. Investigador Titular B, Definitivo, del Centro de
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incida su lgica en ciertos campos de la actividad humana (material, ecolgico,
cultural), o por su intermedio se vean involucradas ciertas capas de realidad (la de la
conciencia, la corporalidad, la presencia del otro) en la configuracin misma de las
formas de subjetividad que la expresin de la totalizacin de la vida material va
evidenciando en un trayecto de largo tiempo; para el tema que nos interesa, la de sus
variantes moderna o, pretendidamente, transmoderna.
Ser as que las configuraciones espaciales, por va de las que se articula una
determinada matriz de orden que histricamente se ha desplegado, tienden a ser
colocadas en disposicin de anlisis a travs de ciertas rutas del pensamiento
(poltica, tica, pedaggica, antropolgica, esttica), enunciaciones que son
recuperadas en la intervencin filosfica y en acuerdo al sentido que a sta se le
confiera (ontolgico, dialctico, fenomenolgico o, en el caso que nos ocupar,
dialctico-analctico, anadialctico, si se prefiere).
Resulta evidente que la lucha que se libra entre dos mdulas significativas que
entraman la constitucin de los rdenes sociales, la puja por la frmula en que se
exprese su totalizacin, entre la opcin de su preservacin o la de cambio promueve
un peculiar emplazamiento concreto (el ya preexistente, en la medida en que el
espacio despliega a la forma social, es su representacin) y derivar en una opcin de
posibilidades segn d cauce y respuesta al sentido que le articule, y que en la filosofa
de Dussel se esgrime como el imperativo de liberacin. La direccin u orientacin de
las prcticas sociales, siempre en disputa, discurre en un cierto trayecto, azaroso y
contingente, de conflictos y tramas antagnicas; nunca se ha asumido fcil la
construccin y consolidacin de territorialidades que alojen o expresen los procesos
de liberacin, menos ante un mundo que se estructur bajo la lgica de la conquista, la
invasin, la ocupacin, la colonizacin, el cercamiento (Polanyi, dixit), el alambre de
pas (Netz, 2015) o la edificacin de muros que segregan. De conservarse en este
registro el espacio obrara como dispositivo de conduccin, como instrumento para la
introyeccin de rutinas, de reglas de urbanidad, con las que se va paulatinamente
cargando en su especfico montaje moderno/colonial/capitalista.
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El espacio no es inerte, sin embargo, puede, en sus coordenadas, alojar la mutacin de
lo molecular en molar, y constituirse en arena plena de transformacin (de ser
representacin de la forma, pasa a ser espacio de representacin de la forma en
transformacin, segn la formulacin dialctica de Lefevbre, por ejemplo),
enlazamiento de tramas subjetivas y corporales que arrebatan a lo ente ese marco
ya instituido al que se carga de otro sentido y, con ese agregado de voluntades, se le
evidencia en tanto recipiente nsito de una economa material y simblica (de otro
modo enrarecida), la de esa amalgama social en la que comparecen estticas de
estruendo y convivencia, de valores de uso y reciprocidades de otro modo acogidas
(en automtico) por la instancia del mercado y sus motivaciones rentsticas. Tambin
por esas razones, a inicios de los aos ochenta, Alain Badiou, en su Teora del sujeto, en
cierto modo un adelanto de su ontologa (de Ser, acontecimiento y lgicas del mundo),
propondr el uso del concepto de splace (combinacin, en la lengua inglesa, de space
y place), para referir el hecho de que si bien no toda ocupacin de la plaza significa un
trastrocamiento de la historia, su retorno o despertar, para que opere un cambio o
relanzamiento de sta, en un sentido fuerte de dislocacin o discontinuidad, exige que
haya tal composicin de voluntades que, en ese trozo de tiempo de la agitacin y el
encuentro, conmuevan con el fenmeno de splace los fermentos internos de la
sociedad y den con rutas inaugurales, la suma de estos fenmenos expresan ya, para
los involucrados, un momento de su conformacin en tanto sujeto. No es casual, pues,
que varios pensadores estn coincidiendo en sealar ese peculiar rasgo de
liminaridad con que se dota la emergencia de espacialidades crticas, para Badiou
signific el despertar de la historia, como lo consign en uno de sus libros de
coyuntura (Le rveil de lhistoire); para Susan Buck-Morss (2014) evidenciara la
existencia de comunes translocales, que las expresiones diversas de una multitud
global persiste en defender puesto que logra visibilizarlos en tanto que instancias
(locales) en que obran tales atributos (de ser bienes comunes que afectan
planetariamente o que generan incidencias de tal proyeccin); y Judith Butler
sostiene, en su ms reciente obra, algo semejante:
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de su derecho a la aparicin, es decir, una reivindicacin corporeizada de
una vida ms vivible (Butler, 2017: 31).
Las nervaduras que les atraviesan y constituyen, a quienes comparecen en un
determinado lugar y desde una determinada ejecucin plstica y potica de
trastocamiento del marco establecido, pueden romper lmites al punto que, como dir
Dussel en su tratado sobre la poltica, subviertan un estado de sitio por va de un
estado de rebelin en que plasman su hiperpotencia, y ello discurre con una muy
peculiar forma de atravesar un cierto umbral sobrepuesto al ejercicio disciplinador
del espacio. En esos instantes (de peligro) en que es volcado (el espacio) como otro
elemento de la pugna (en donde trasluce espacialidades otras, emergentes,
potenciales), hay desborde de anclajes y alcances inusitados que abren veredas,
inditos caminos de la praxis liberadora; sern esos los motivos por los que (por el
trabajo del pensamiento) se arriba a un filosofar inquieto, que ha expresado intentos
(logrados y malogrados) a travs de los cuales l mismo se ha propuesto liberarse de
las ataduras que le han configurado sus formas dominantes. Si ha de ser legtimo
defender una filosofa de o para la liberacin, lo es porque ella misma ya es expresin
de una liberacin del filosofar, y liberacin de un espacio para una muy especfica
forma del filosofar.
La deriva poltica que expresa el pensar filosfico asume en el tema del espacio una
forma de colocacin bifronte en la que pesa su dilatacin, en cuanto a contenidos que
le vienen dados por el peso de lo histrico, en el sentido de la larga duracin (segn lo
ya explicado, entre otros, por Fernand Braudel) o su condensacin, en cuanto a su
atravesamiento por las dinmicas de la temporalidad social, y en tanto elemento
decisorio, no porque en ese plano discurra la poltica, sino porque ah (en el espacio)
expresa sta, materialmente, su lgica y dinamismo. Ha de predominar, en los
eslabonamientos de las prcticas sociales con el espacio, un perfil u otro segn sea que
al rumbo del metabolismo social lo impacte lo rutinario y cotidiano, o lo episdico y
acontecimiental, los entramados rgidos de la continuidad o lo intempestivo de la
discontinuidad. Por esta razn, nuestra exposicin se desarrollar en esos dos niveles
intentando recuperar el espesor social que en cada perspectiva de anlisis se ponga en
juego.
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1. De la condicin perifrica a la filosofa original
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poner en la mesa de discusin el largo y denso proceso histrico que conforma en
nuestra comarca las bases de la economa de la sociedad colonial (al decir de Sergio
Bag) por va de cuyos mecanismos se sostiene el capitalismo y la modernidad: la
realidad histrica de que lo moderno se funda y sostiene en el capitalismo colonial.
Desentraar ese hecho ocultado, como una ms de las temticas y categoras tab
(segn el aporte que mediando el siglo XX nos entreg Pablo Gonzlez Casanova
(1955: 151 - 158)), ofreci como su resultado acumulado, en esta fertilizacin
recproca y cruzada de los debates, la composicin de una nueva agenda de
pensamiento. La conciencia del estar situados en el marco de una lgica de totalidad
que es de alcance mundial, que integra el juego de temporalidades que en simultneo
articula ritmos sociales que no son coetneos (y que se hilvanaron con la conquista de
Amrica y el encontronazo de culturas), semejante avizoramiento o des-ocultacin se
acompaa de una preocupacin que politiza esos temas. As lo llega a sostener el
telogo de la liberacin Hugo Assmann:
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de futuros posibles, no se asuma a ste en condicin de bloqueo, o estando maniatado
por la perpetuacin del presente. Ello dar impulso a nuevas configuraciones en el
mbito de las mentalidades (operando un cierto abandono de la imitacin, del
mimetismo discursivo y del coloniaje intelectual), y a una progresin en las latencias
de un pensar que est por vivenciar una condicin de autntico estallido, si es que ha
de transitarse hacia la conformacin de un pensamiento propio. Que la suma de
condiciones puedan proveer de tal horizonte de clarificacin intelectiva no expresa
sino la conexin de ambos elementos, que no van cada uno por su lado, sino que
comparecen al modo de un choque, de un descalabro. Una vez que las condiciones
perifricas y la cuestin de la dependencia han revelado sus mecanismos (de largo
plazo, por el tipo de articulacin que inaugur la situacin colonial), y al haberse des-
encubierto como las fuentes que aseguraron el xito exgeno (del capitalismo
avanzado) y la explotacin y dominacin endgenas (en las fronteras nacionales), esas
condiciones relacionales revelaron finalmente su misterio. La aclaracin de tal
enigma, que de otro modo continuara invisibilizado, favorecer la posibilidad de
alcanzar, en tal solo un cuarto de siglo, el necesario autoconocimiento social, y con ello
la eventualidad de experimentar otros caminos, as sea en condiciones trabajosas
como corresponde a las realidades de lo que, dcadas ms tarde, el mismo Prebisch ha
de caracterizar como capitalismo perifrico.
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de la Sociedad (entre sus fundadores, Adorno y Horkheimer, entre otros), y de otros
situados en los mrgenes de aquella Walter Benjamin, Ernst Bloch, Jean Paul Sartre,
entre otros. La sutil crtica de Hugo Assmann cuando se refiere a la simulacin de
marxismo de la Escuela de Frankfurt (Assmann, Hugo en Ardiles, et. al., 1973: 28)
procura subrayar que, para el caso de la regin latinoamericana, la aufhebung de los
programas filosficos no transcurre, para esa poca al menos, en el encierro intra-
paradigmtico sino en la posibilidad de transitar a otras instancias, de experimentar
con otros itinerarios, en el sentido del disolverse en la accin por la inmersin en la
praxis (Assmann, Hugo en Ardiles, et. al., 1973: 28). El reclamo de Assmann se hace
justamente en el volumen que, a modo de eplogo, integra el Manifiesto inaugural
redactado por un grupo de entusiastas jvenes filsofos que conforman el movimiento
de la filosofa de la liberacin, y mostr seguir siendo pertinente, una dcada ms
tarde, cuando, en modo anlogo, el filsofo ecuatoriano-mexicano Bolvar Echeverra
en su intento por eludir toda caricaturizacin del marxismo y el apotesico modo de
llevarlo al ridculo con el Dia Mat (el llamado materialismo dialctico, de cuo
staliniano) segua clamando por la necesidad de que una discursividad crtica se
fundamente en la recuperacin de
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El movimiento filosfico en que el pensamiento de Enrique Dussel se inscribe,
documenta sus orgenes en la recuperacin de la gesta histrica de nuestros pueblos y
se ubica en el marco de las agitaciones sociales que la regin latinoamericana registra
de la revolucin Cubana hacia la expansin de variados movimientos (armados,
algunos de ellos) en los aos sesenta y que, desde fines de sta e inicios de la
siguiente, va desatando impactos en, cuando menos, cuatro terrenos de la actividad
humanstica y de pensamiento latinoamericana y del Caribe, cuyas repercusiones
alcanzan a expandirse ms all de nuestra geografa, y ocupan planos mundiales en
sus resonancias. En el mbito de lo narrativo, el llamado boom literario del realismo
mgico y otras creaciones estticas (como las mltiples propuestas del teatro
popular); el movimiento en escala continental de la que ser conocida como Teologa
de la Liberacin y su opcin por los pobres; la nueva teora social con su creacin de
conceptos y categoras relevantes para explicar de mejor modo la cuestin social y la
persistencia de condiciones desiguales y heterogneas (dependencia, colonialismo
interno, subdesarrollo, etc.), y las pedagogas comprometidas con el oprimido y la
investigacin/accin participativa; son, cada uno de ellos, elementos de un variado
pero profundo movimiento que est ya ofreciendo aportes para desatar el nudo de la
cuestin (con y ms all del marxismo) y para colocar en primer plano el carcter
multidimensional del dominio sobre nuestros pases y el desplazamiento de la
cuestin nacional desde sus acotamientos polticos desarrollistas hacia un
horizonte de liberacin que trata de situarse ms all de la divisoria colonial del
mundo y la persistencia de sus hiatos. Las nuevas perspectivas cimbrarn
definitivamente tradiciones disciplinarias de la ciencia social y orientaciones
filosficas convencionales pero firmemente ancladas. La forma estndar del filosofar
se resquebraja porque en este terreno tambin se ingresa a una condicin de crisis,
que estalla al modo de un cuestionamiento al desarrollismo filosfico prevaleciente,
que asume inobjetable una premisa:
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Complemento necesario a la premisa ser el aproximarse a ella a travs de un
proceder etapista que, como lo lleg a resumir, M Casalla
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Con el inicio de los aos setenta, antes an de su exilio a Mxico, Enrique Dussel
expresa que su filosofa se va construyendo con el ensamble creativo de varias
corrientes de pensamiento y desde los quiebres paradigmticos que ya ellas podran
estar anunciando en cuanto nuevas rutas del pensar, pero tambin por va de la
identificacin de sus lmites en tanto legtimas rupturas, sino es que ms bien fuera
que correspondiesen a variantes que se mueven e incuban todava dentro de la misma
totalidad del pensar nord-atlntico (Ardiles, 1973: 8). As integra, en sus trabajos
germinales, de modo muy peculiar, la crtica a la dialctica hegeliana, por los
posthegelianos, pero enriquecida al desatar las intuiciones del viejo Schelling pero
desde su temprana apropiacin de la fenomenologa levinasiana (encaminndola hacia otros
cuestionamientos), de tal modo que la cuestin de la revelacin del rostro del otro se
articula con, y profundiza, la pregunta fundamental por el rumbo certero de una filosofa
latinoamericana, en tanto puesta en disposicin de un pensamiento original y, entonces, de
alcanzar un grado cualitativamente distinto de autoconocimiento en nuestro tipo de
sociedades (perifricas). La propuesta que en los muy tempranos setentas est
configurando Dussel se mueve en una rbita que integra las esferas de la antropologa,
la historia y la tica y ser de la labor de de-struccin de esos dominios que ha de
configurarse la matriz de su propuesta filosfica, la que relanza ms all de las
ontologas, del absoluto hegeliano (y de su glorificacin en su filosofa de la historia)
y de la finitud heideggeriana (y su persecucin de la autenticidad del Ser), en su lugar,
e integrando la lectura temprana de Emmanuel Levinas, promueve un intento de
superar la ontologa europea y abrir el camino hacia una meta-fsica de la
exterioridad, del Otro, del pobre, de un pueblo que oprimido clama por su liberacin
(Dussel Guillot, 1975: 7). En ese movimiento de hacer distancia, con respecto a una
filosofa (ese pensar nord-atlntico al servicio de la dominacin como dira Ardiles
(1973: 23-24)) que reserva un nulo lugar para nuestro pensar/hacer, ha de cultivarse
un genuino proceder filosfico latinoamericano cuyo sentido ser el de construir un
discurso acorde al nuevo horizonte alcanzado. Las secuelas del nuevo punto de mira
alcanzado, en tanto horizonte hermenutico de comprensin, se aprecian en dos
direcciones, por un lado, se ha de dar con la filosofa latinoamericana en tanto
pensamiento autnomo de los grandes centros de poder mundial (Casalla, Mario C.,
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en Ardiles, et. al., 1973: 42) y, por el otro, en palabras de Dussel, por va de subsumir
las crticas a Hegel y Heidegger europeas y escuchando la palabra provocante del
Otro, que es el oprimido latinoamericano en la Totalidad nordatlntica, como futuro,
puede nacer la filosofa latinoamericana, que ser, analgicamente, africana y asitica
(Dussel, Enrique, en Ardiles, et. al., 1973: 119). Desde este proceder se cuestiona el
presente, en tanto privilegio de la dominacin y de una epistemologa subsidiaria a
esa economa poltica del reparto, y se lo hace desde una combinacin que integra
(crtica y asertivamente, en la teora y en la prctica) los otros engarces de la
dimensin temporal (la dimensin de un ms all de esa situacin se fragua en la
braza lenta, quiz intermitente pero sostenida, de un futuro/pasado).
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instalado su historia, y puede ejercerla como situacionalidad del discurso, como legtimo
locus de enunciacin, como irrupcin de una nueva geopoltica del conocer.
2. Geopoltica y modernidad
2 Por correspondencia, ser el mismo acontecer histrico, sucesorio de siglos entre el
XIX y el XX, el que ha de demandar la creacin de un enfoque que surge desde la misma
constelacin de problemas, el de Relaciones Internacionales, como subrama de la
Ciencia Poltica, encuadre en el que han predominado las lecturas realistas y liberales
(Carr, 2004).
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Tanto los casos de anlisis del autor britnico Halford John Mackinder y su teora del
corazn continental o heartland como los planteamientos procedentes de fines del
siglo XIX, del gegrafo alemn Friedrich Ratzel y su nocin sobre el espacio vital o
lebensraum, fueron desarrollados hasta casi mediados del siglo XX por otro de los
autores clsicos Raul Ernst Haushofer y su teora acerca de las grandes reas o
grossrume. En ese momento, inicios del siglo XX, el mundo entero pasaba por una
etapa en la que la resolucin de los problemas de carcter internacional, es decir, la
definicin del curso del orden mundial se estableca en torno a lo que los politlogos,
los cientistas polticos y los analistas internacionales denominaron la perspectiva o
doctrina de la guerra total. De ah que Agnew (2005) sealaba que si bien desde esa
etapa ya se estaba hablando de geopoltica, en rigor se estaba creando la doctrina o
modo de pensar geopoltico, aunque la realidad de la que da cuenta el concepto
provenga de mucho antes, justamente desde que, con la apertura atlntica del mundo,
inicia su despliegue el programa sociocultural de la modernidad/colonialidad.
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descontento, en el mundo, afirmacin del liderazgo hegemnico de los Estados
Unidos).
A este punto, es preciso recordar que la Primera Guerra de los Treinta Aos, en
Europa, se cerr con los Tratados de Westfalia firmados en mayo y en octubre de
1648, que impulsaban simultneamente los Estados absolutistas y la clausura del
predominio de la cristiandad, este ltimo elemento es de suma importancia dada la
innegable articulacin entre cristiandad y modernidad, y que tiene sus precedentes en
cuanto a establecer una determinada dimensin trascendental del actuar humano, y
un estilo de trato con ese plano (un modo de lidiar con l), que fue inaugurado desde
tiempos de Justiniano, y que parti de reconocer que la edificacin de un orden, a
travs del imperio y de la cristiandad solo poda consolidarse estableciendo un
elemento de unificacin que vino dado por el establecimiento de un solo modo (el
cristiano) de remitir los temas de la divinidad, la espiritualidad y la dimensin
trascendental de la vida de toda persona y, en consecuencia, la reduccin a la
condicin de ejercicio del paganismo de todo aqul que no se sometiera a ese registro
en el ejercicio de dichas prcticas. Esto es importante en la medida en que establece
un lazo irrompible, en una alianza de muy largo plazo, en la manera de articular la
dimensin de trascendentalidad (propio de la cristiandad) con la modernidad,
entendida como un proceso de secularizacin o seudo secularizacin de los dioses del
modo religioso anterior por los fetiches reconvertidos (actualizados) a la situacin, al
modo de vivencia de la religin bajo en el mundo moderno.
La manera geopoltica de ver el mundo est relacionada con una fase distinta de la
humanidad en el proceso construido por la propia modernidad con su
discontinuidad y su continuidad. Y aqu volvemos desde otro encuadre al anlisis de
Agnew cuya virtud consistira en mostrar que existe un determinado modo de pensar,
que es el modo de pensar geopoltico, que justamente acompaa al nuevo proceso en
el que los distintos grupos humanos organizados en formaciones de heterogneos
grados de complejidad inauguran un entramado de relaciones que permite hablar de
una humanidad, en conjunto. Las distintas civilizaciones encararon el proceso de
encontrarse por as decirlo en ese violento saqueo que signific la conquista de
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nuestro continente. Los sucesos de invasin y colonizacin de 1492, y la nueva
condicin que para la historia del mundo signific la invencin de Amrica
(OGorman, 1977), en tanto experiencia de completar la condicin de vivencia en un
marco histrico-geogrfico planetario, y como genuina ruptura epistmica del mundo
anterior, generan un vuelco dramtico en las posibilidades (malogradas) de construir
relaciones interculturales y de comprensin de las diversas maneras de comprender
el mundo. Ser as que no habiendo an modernidad, se ha heredado un modo de
relacin con el otro: el de la extirpacin de las idolatras en las que supuestamente
incurriran los grupos humanos paganos, y de ah que lo que en el futuro se llamar
Europa establezca una relacin de persecucin, conversin, confesin o
evangelizacin de los otros, y en eso opera, simultneamente, en los siglos ya
inaugurales de la modernidad temprana, XVI y XVII, en el interior de Europa, como en
sus reas exteriores: Amrica, frica y Oriente. Y as est procediendo en este perodo
en que el patrn de poder opera, de un lado, con la bandera de los derechos
humanos, y del otro, desde la islamofobia.
Por tal razn, en esta parte del trabajo se hace viable retomar una perspectiva del
tema, la que se ejerce desde el planteamiento de la nocin jurdica de nomos. La
condicin imperativa de nomos, en cuanto expresin de ley o como norma, plantea ya
una determinada condicin que abre una perspectiva nueva para encarar los
problemas del mundo. Y es as que se puede conectar este enfoque jurdico o de
relacin entre estados, y de una arena en que se dirimen los aspectos de esa
interrelacin como el momento tambin inaugural o de apertura (aqu nos revelan su
utilidad los anlisis de sistemas-mundo), el del establecimiento de una escala
civilizacional en la que despliega su proyecto la modernidad, que no es sino un punto
de transicin del mundo que propone la cristiandad latino germnica (el que compete
a la ejecucin generalizada, aspiracin de ese peculiar particularismo europeo que
eleva a universal la actitud o ethos nord-atlntico, como modo de relacionarse con
los entes que pueblan el mundo).
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conocan como los analistas tercermundistas, como Samir Amin y Andr Gunder
Frank. Esos cuatro autores siempre recurrieron al anlisis de largo plazo para
plantear lo que analizaban en la dcada de 1960, que corresponde al arranque de la
crisis del sistema mundial capitalista, de la que el capitalismo todava no ha salido
bien librado. Haciendo uso de esa herramienta que es la visin de largo plazo, llamada
por el gran historiador de la Escuela de los Annales, Fernand Braudel, el anlisis de la
longue dure anlisis de larga duracin, Agnew plante esa relacin del
conocimiento que puede ser calificada como modo geopoltico de mirar el mundo. Con
esa tentativa, es posible recurrir a dicho enfoque desde ciertos instrumentos de
anlisis, entre ellos la perspectiva de contemplar el mundo como una totalidad puesta
para su apropiacin, es decir, de construir una visin del mundo como un todo, que
siempre estuvo relacionada con el uso de los mapas y de las cartografas.
Las potencias mundiales, como anteriormente los grandes imperios, siempre hicieron
uso de esa instrumentacin, de esa manera de operar el conocimiento del terreno, que
se obtiene con el uso de las cartografas. Al iniciarse la modernidad, se experiment un
nuevo hecho: el conocimiento emprico de que la humanidad es una sola porque
habita una cierta masa que vaga en cierta errancia, la que combina sus movimientos
de traslacin y rotacin dentro del sistema planetario. Se pas a una nueva condicin
de ver el mundo como un todo, como un conjunto ordenado y combinado, y ya no
como una Tierra plana sostenida por cuatro elefantes gigantescos que, a su vez, eran
sostenidos por una tortuga incluso ms gigantesca, como se crea en la antigedad. El
curso histrico de la humanidad visto del nuevo modo retorn al convencimiento de la
existencia de un planeta que es de una forma casi esfrica, tal como el pensar griego
ya consenta. Pero ese traspaso de lo plano a lo esfrico trastoc muchas de las
disciplinas del saber, comenzando por la astronoma, operando toda una modificacin
en el modo de comprender el mundo.
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traducida en la nocin de tierra emergida, representada en una imagen como una
esfera que, a su vez, flota en otra especie de esfera, quedando por encima de los
ocanos, admitiendo as la idea de que la Tierra es en realidad plana, pero que est
sumergida por su condicin de masa y por su mayor peso, distinguindose de ese
modo los grandes ocanos, en cuyos lindes, para Platn, por ejemplo, estaran las
antpodas. En esa concepcin, la posibilidad de desplazarse martimamente no
consenta viajar ms all de la finis terrae fin de la Tierra, una regin de la masa
terrestre que todava se la conoce as, en la parte donde colindan Espaa y Portugal.
Por ello la modernidad que conocemos termin siendo una modernidad que, de
acuerdo con las categoras del socilogo peruano Anbal Quijano, fue establecindose
como una modernidad eurocentrada y que funciona sobre la base de una lgica
econmica conocida como capitalismo. De hecho, capitalismo y eurocentramiento son
caractersticas que acompaan a la modernidad en todo su proceso de construccin
histrica. Por otra parte, capitalismo, eurocentrismo, imperialismo, colonialidad y
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Estado son aspectos que acompaan sistemticamente la construccin de largo plazo
de la modernidad. Esto significa que no es posible pensar el capitalismo si no se lo
hace de un modo en que la relacin de capital despliega todas sus lgicas articuladas
hasta sus ltimas consecuencias, esto es, una dialctica combinatoria donde la forma
mercanca se despliega en el horizonte de la forma general, y el modo de produccin
capitalista se acoge a su transformacin en cuanto Estado, y la relacin de stos se
complejiza al mximo por operar en la arena de contradicciones que es el mercado
mundial. De lo ms abstracto, la mercanca, se pasa a lo ms concreto e histricamente
especfico, el mercado mundial, a travs de toda una serie de accidentadas y
disputadas mediaciones, entre ellas, una fundamental, el Estado-nacin.
Tanto Montesquieu como Buffon, al igual que otros filsofos polticos de los siglos XVII
y XVIII, crearon la categora sur de Europa para definir las comarcas de la geografa
europea que, sin embargo, por sus caractersticas, no son plenamente europeas,
bsicamente porque se trata de la Europa relacionada con la expansin colonial de los
siglos XVI y XVII. La Europa que s es tal se mira, justamente, en la Europa de las luces, la
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Europa de la Ilustracin, la Europa de la modernidad emancipadora, ajena o ausente
de esa condicin de Europa colonial, de imperios colonialistas. Se trata de los mismos
pases que ahora son peyorativamente llamados los PIGS los cerdos, ese sur de
Europa integrado por el Portugal del imperio lusitano, por la Espaa y la Italia
mediterrneas, y por Grecia, y el otro sur de Europa aunque est situado en el norte,
que corresponde a Irlanda, espacio territorial histricamente periferizado respecto al
imperio ingls.
Eso tambin tiene un significado muy importante para pensar los problemas de la
modernidad y los problemas de la modernizacin en tanto actualizacin de ciertos
temas y de lo que significa ser moderno. La modernizacin en s es un concepto muy
importante. Lo fue para las teoras sociolgicas de toda la parte sur del mundo, en
especial de Amrica Latina. Es en la crtica a los temas de la modernizacin (como
vimos, con detenimiento, en el pargrafo anterior) que se desarrollan las teoras
originales del subdesarrollo, de la dependencia o de lo que actualmente se conoce
como el giro decolonial. Ah se encuentra tambin un lugar de cultivo para los
principios para una filosofa poltica de la liberacin, justamente en la deteccin de las
limitaciones de los proyectos que para el ordenamiento de la polis ofrece la
modernidad-mundo, atrapados o colonizados por la disposicin liberal de ver ese
dominio, y los entramados representacionales en que es captado el ejercicio de la
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poltica (Duso, 2016), que es ya un desvanecimiento de la genuina politicidad, una
prdida de densidad en el compromiso de construir lo social, un ahuecamiento en la
incursin ms plena del sujeto en esa arena de disputa, conflicto y negociacin,
expresin tambin de la crisis de lo poltico propiamente dicho.
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Segn Schmitt, el decisionismo alcanza un nivel mucho ms unificado en la figura del
nuevo Reich, del nuevo imperio. En su anlisis, la decisin encarna en aquel que
personifica el valor de esa sociedad, es decir, en lo que se valora de la sociedad, que en
ese caso est representado en Hitler. Por eso Schmitt es visto como un terico poltico
que fundamenta una peculiar teora poltica, la que luego sustentar al nazismo. Ese
decisionismo de crtica al liberalismo es una crtica al liberalismo europeo, pero con
las consecuencias de devastacin que ya conocemos.
Sin embargo, Schmitt sigui pensando los temas de la poltica y, en su fase tarda,
tambin pens mucho los temas de la poltica internacional. Sus libros Tierra y mar
(1942), y El nomos de la tierra (1950) son una expresin de un modo muy suyo e
interesante de pensar la poltica internacional, articulando, justamente, geopoltica y
modernidad. La perspectiva de anlisis del autor alemn permite definir con claridad
el significado de 1492 con relacin a las discusiones de la modernidad. Una de las
instituciones bsicas de la modernidad es la ley, el derecho. Es decir, no se puede
hablar de modernidad si no se hace referencia a la legalidad y al derecho como nuevos
entes articuladores. Al respecto, en su obra de 1950, Schmitt ofrece una consideracin
que se desprende de la visin que desencadenar toda la nueva visin a propsito del
modo de pensar el mundo despus de ese hecho que signific la violenta conquista de
Amrica.
Antes, quizs sea necesario sealar que, como tal, el sistema-mundo moderno expres
tambin la sustitucin de una modalidad en la manera de ver el orden mundial, ms
relacionada, tal vez, con las nociones de lo que eran los imperios antiguos. Lo que
Wallerstein sostuvo con relacin a este tema, desde su teora de sistemas-mundo, es
que, justamente, desde ese evento (la conquista de Amrica), el acta inaugural del
siglo XVI, el sistema empez a funcionar como una economa-mundo capitalista; y lo
hizo porque ya no poda funcionar ms como un sistema imperial. A ello aspir, por
as decirlo, el colonialismo espaol, aunque esa fue la base de su derrumbe. El imperio
de la Cristiandad catlica, en la modernidad temprana, del que se deca, por su
extensin territorial, que era un lugar en que nunca se pona el sol (y que sintetizaba
las ambiciones de un Carlos V y hasta de Felipe II), era la ms clara expresin de ese
22
fracaso, su hegemona en sentido histrico fue fugaz, efmera. Se trat, segn los
tericos de las relaciones internacionales, de un sobredimensionamiento imperial. Los
imperios siempre tratan de abarcar el mundo, o la mayor parte de l segn lo permita
su podero, sin embargo, en esa manera de disponer sus recursos para una
apropiacin del planeta entero, entran en una fase de agotamiento, justamente por la
hybris de tal sobreexpansin, de dicho sobredimensionamiento. Controlar y dominar
requiere recursos, o encontrar las fuentes que al hacerse cargo de esa dotacin la
financien como una externalidad negativa.
23
por los mismos ejrcitos que haban invadido Constantinopla: se queman templos y
realmente hay una resistencia muy fuerte; hay enfrentamientos con batallones de
ejrcitos del imperio otomano, que son fortsimos, y con una estrategia de combate
muy desarrollada.
La condicin moderna como visin del mundo tiene sus secuelas en programas
sistemticos de afirmacin (por va del ego racional) o por imposicin (por va del ego
conquistador), ste ltimo previo al anterior, y revierte con ello la vocacin perifrica
para el modo de pensar simblicamente el lugar en el mundo que se est
representando. De hecho, siempre se ha pensado a Europa como un continente y a la
India como un subcontinente, cuando geogrficamente la masa continental es ms
amplia en la India, por ejemplo, que en Europa misma. Sin embargo, nunca pensamos
a Europa como un subcontinente. Dicen de Europa el continente europeo, pero no;
es una pennsula de un sistema ms amplio, es una comarca del mundo que, en un
determinado momento de su historia, empieza a reflejarse y a expresar el linaje de su
pensamiento relacionado con la cultura griega. De hecho, Europa arrebata a Grecia de
las sociedades orientales y la convierte en la cuna de la civilizacin europea. Grecia fue
una expresin de la articulacin de los distintos modos de proceder con un modo de
decir, esto es, de operar con el logos, condensando y articulando sus fuentes: la cultura
ms desarrollada del norte de frica (la cultura bant, egipcia) la de los fenicios y la
de los pueblos de la cuenca rabe. Toda esta relacin es muy importante para
comprender el surgimiento del llamado florecimiento griego, entendido como un
florecimiento filosfico y hasta cientfico, cuna del pensamiento racional.
24
del pensamiento racional europeo. Se trata de una visin muy distinta a la tradicional,
la del sexto siglo antes de la era comn, que sostiene que los griegos inventaron la
filosofa y se separaron de todo el conocimiento mtico anterior. Todo el conocimiento
anterior fue desechado porque no era un conocimiento sistemtico, organizado, sino
basado en creencias: la gente, por ejemplo, crea en entidades supraterrenales,
trascendentes.
Una visin que reprovincializa Europa nos brinda acceso, en contraste, a un modo de
reconsiderar la apertura del mundo en el siglo XVI, que en principio es visto como el
conjunto de una sola masa continental, el viejo mundo. Con la inclusin violenta de
Amrica, se da un pasaje problematizador para los equilibrios persistentes, los
25
procesos y la captacin de los procesos se colocan en direccin a tomar en cuenta la
nueva situacin, la imaginacin (utpica) camina en direccin hacia el nuevo mundo.
Esta manera distinta de comprender los hechos es la que permite ver de modo ms
consecuente la construccin de la modernidad y del capitalismo, ya no horizontal,
lineal o progresivamente, sino en trminos de complementariedad, por va de la
triangulacin atlntica del mundo. Una primera cuestin interesante es que se rompe
el mediterrneo-centrismo y se produce una apertura hacia el Atlntico. Esta es,
justamente, la potencialidad de la nueva manera de ver el mundo, una manera
geopoltica, que ya consiente mirar al planeta entero, como dira Agnew. Dicha visin
tambin reivindica el lugar que tendra que ofrecer la consideracin de Amrica como
tal, este continente emergido con el que se enfrentan los conquistadores en 1492.
Sin embargo, Schmitt ampla un poco la visin del nomos. Segn su argumento, nomos
no quiere decir solamente imposicin de una determinada norma, sino que tambin
encierra una cierta relacin con la tierra, con el entorno, con el piso ocupado, en
trminos de apropiacin y de delimitacin. Por esa razn, en su libro El nomos de la
tierra, en especial en la introduccin y en la conclusin, lo que Schmitt plantea es que
el sistema-mundo que se abre en 1492 es el que inaugura propiamente la modernidad.
26
Justamente, lo que Schmitt expresa es la imposicin de ese nuevo nomos, que puede
ser identificado en el curso constructivo de la nocin del derecho, muy
especficamente, de la nocin de derecho internacional, con dimensiones categoriales
que dan sentido a esa nueva manera de relacionarse al interior de los pueblos o entre
los pueblos.
Por otra parte, en el hecho especfico de 1492 es posible identificar toda una discusin
sobre el llamado jus gentium o derecho de gentes. Otra tradicin que deriva de la
cristiandad latino germnica piensa ese proceso desde el derecho cannico, que
deriva de los ordenamientos papales. Al hacer referencia al momento de ese violento
descubrimiento o conquista, de la violencia en la apropiacin de Amrica como tal, se
est hablando de una masa continental de dos millones de kilmetros cuadrados con
la que se enfrenta un nuevo imperio, el que, segn su limitada visin, descubre una
masa casi interminable de tierra vaca por conquistar, segn la potestad que le ha
cedido la figura papal a la Corona hispnica. En consecuencia, se tiene que establecer
una determinada manera de plantear ese nomos, es decir, considerando esa manera de
apropiarse de la tierra. Se lo hizo mediante la imposicin de una lnea global, la del
Tratado de Tordesillas (1494)3, y de un nuevo momento de la doctrina jurdica, la del
derecho moderno.
Schmitt expresa ese proceso como el momento en el que rige lo que l llama el jus
gentium, desde el que se eleva en jerrquica posicin hacia el jus publicum europaeum
o derecho pblico europeo, del que se autodefine como el ltimo gran terico. Lo que
Schmitt seala es que, precisamente, de 1492 a 1494 se instrumenta la posibilidad de
subordinar todos los otros derechos al derecho pblico naciente como derecho
pblico europeo, entendido como el nuevo nomos que crea la modernidad. Tal
instrumentacin fue realizada por medio de las seis bulas papales emitidas por
Alejandro VI entre 1492 y 1494.
A partir de ese momento, con la imposicin del derecho pblico como derecho pblico
europeo, fue definida la relacin de todos los otros derechos que primero fueron
3 El Tratado de Tordesillas es un equivalente al primer tratado global del mundo que establece una distancia de
tantas millas nuticas despus de las islas Azores, para dividir las posesiones entre Portugal y Espaa.
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planteados como derechos de gentes y, despus, como derechos que por remitir a
legisladores trascendentales mgicos o mticos, se colocan en inferioridad ante el
dictamen racional de la ley. De hecho, la figura del jus publicum europaeum es la que
establece al Estado como nuevo actor de las relaciones internacionales, entendidas
como relacin entre Estados. Esto resulta interesante porque desde 1494 hasta
prcticamente la paz de Westfalia (1648) ni siquiera se hablaba del sistema que se
estaba creando con la construccin de Estados en cuanto tales. Se trataba, ms bien,
de la configuracin desde la forma Imperio hacia la forma Estado, que en la
persistencia de su competencia por dominar el mundo no deseaban ser Estados entre
un conjunto sin ms, sino Estados con propensiones a un dominio global. Lo notable
de esa cuestin es que en 1494 es cuando se establece la primera lnea global que
prcticamente marcara el inicio de una historia que se define como de orden
internacional, es decir, de relacin entre Estados. En ese contexto, las potencialidades
de los sistemas de eticidad o de ordenamientos de cierta estatalidad anteriores
pasaron a ser vistos en un sentido civilizacionalmente inferior. De ah en adelante, lo
que marc la posibilidad de ese ordenamiento fue el jus publicum europaeum, que
establece la condicin de nomos en una determinada manera de desarrollar el proceso
de apropiacin, de distribucin y de produccin (la emergente ley de los imperios), y
de relacin con los otros por conflictivas relaciones de colonizacin, despojo y reparto
de la tierra.
28
en suma: al anticristo. Strauss promueve una visin conservadora, que implica
articular esa visin de lo poltico, siempre en juego con el complejo que vincula las
figuras de amigo y de enemigo, pero llevndola hacia configuraciones milenaristas,
casi apocalpticas.
El filsofo que teoriza esa dimensin, como nuevo terico de la poltica, es el jurista y
telogo espaol (granadino, para ser ms preciso), Francisco Surez. Para Surez, el
problema era si los pueblos tenan que brindar o expresar reconocimiento a la
autoridad, como pueblos y como individuos que habitan esos pueblos. Por eso el eje
de la cuestin va en lnea con la pregunta de si son racionales o no. Definirse como
racionales o no es establecer si tienen potestad para definir su modo de soberana al
interior de sus pueblos. Toda esta discusin, en efecto, plantea una visin del
establecimiento del nomos centrado en los Estados, justamente como orden que se
crear y que se desarrollar despus de la primera guerra europea, llamada Guerra de
los Treinta Aos.
29
Europa se estuvo deshaciendo en conflictos religiosos creados por las culturas
nacionales entre 1610 y 1640, en el marco de la Reforma y de la Contrarreforma. Por
tal razn, lo que Thomas Hobbes vio en Europa era la lgica del conflicto. De ah
deriva su idea de ver al ser humano como el lobo del otro hombre, pues est viendo
la conflagracin en Europa, al interior de Europa, y lo expresa en esa figura mtica del
Leviatn como el nuevo monstruo que tendr que definir la hegemona, la soberana
de los otros. Hobbes parece decir a la nueva figura del individuo, como ciudadano,
cdanle soberana al nuevo Leviatn. Esa figura es la que se establece en la
modernidad como el nuevo arreglo social que sustituye a las sociedades tradicionales
anteriores, y la que instituir en la figura del Estado al nuevo agente o entidad de
definicin del orden poltico internacional propio de la modernidad. Todava estamos
en ese momento como tal, porque el orden internacional, actualmente, que se
expresara en grandes organizaciones internacionales, plantea en cierto modo, en
paralelo a la crisis de unos Estados, el afianzamiento del poder de otros Estados y la
no definicin plena, ni siquiera posible, de lo que Emmanuel Kant pudo haber
imaginado como un Estado de paz perpetua.
El ms utpico de todos los filsofos del orden internacional fue Kant. Estableci el
derecho al libre albedro, como ilustracin y emancipacin del ser humano en tanto
individuo. Tambin prefigur que s es posible el entendimiento entre los Estados
como expresin de sus pueblos, en un ordenamiento que l llam de una cierta paz
universal, definida como paz perpetua. El ms parecido en trminos de definicin de
derecho internacional es Kelsen, que aspir a construir una teora poltica adecuada
para esa definicin del derecho internacional de normas. Los tericos ms realistas,
alemanes tambin Schmitt, Strauss o Hans Morgenthau decan eso es muy difcil, o
sea, es imposible. Cmo vamos a someter, por ejemplo, a corte penal internacional a
Estados Unidos. Igualmente, en cuanto a lo que ocurre en ciertos ordenamientos de
los tribunales de arbitraje internacional, pues lo que ah se define son las pautas a
seguir en polticas del poder, y la correlacin que esas medidas de poder expresan; y
hasta qu punto pueden ser acotadas. Ms recientemente, cmo se podr alcanzar en
las relaciones diplomticas una mnima garanta en los compromisos y en los
30
acuerdos ya suscritos ante un proceder tan errtico y desquiciante como el del actual
presidente de los Estados Unidos, Donald Trump. Entonces, aqu lo que interesa
destacar en ese acercamiento jurdico es que en el curso de la modernidad, y de la
visin geopoltica del mundo que le ser acorde, lo que sobresale es una lnea de fuga
hacia una visin centrada en los Estados. A partir de ese momento, es posible
establecer ciertas fechas importantes, como la primera lnea global de 1494, el ao
1648, la llamada guerra de siete aos de 1756 a 1763, que tuvo consecuencias muy
fuertes en la articulacin con Amrica Latina, por ejemplo. Esos aos fueron,
precisamente, de expulsin de los jesuitas de Amrica (1767). Luego estn otras
fechas igual de significativas, las de las independencias hispanoamericanas (las de
1810 a 1825 y la previamente heroica Revolucin haitiana de 1804, y su constitucin
de 1805), los tratados internacionales que definirn el curso de los imperios en 1815
y en 1885 con el reparto de frica, el tratado de Versalles (1918) o las creaciones de
la Sociedad de las Naciones (1919), en la Conferencia de Pars, y, posteriormente, de
las Naciones Unidas (1945).
Hoy, ante un mundo que vive en simultneo varias crisis en el orden internacional (la
de movilizaciones globales por la migracin, los desplazados y los refugiados, vctimas
de la destruccin progresiva o catastrfica de sus estados) las que se profundizan en
el marco del capitalismo senil y criminal (mercado de drogas, de armamento, trata de
personas, guerra global contra las mujeres, racismo sistemtico y propensin a
construccin de sociedades bajo neofascismos liberales, etc.), estos asuntos de la
geopoltica y la modernidad no hacen sino proyectarse en escala y dimensin. Su
curso se revela desastroso en el futuro inmediato, una vez que en el marco de la
derechizacin del mundo, se ha verificado no solo la aprobacin por referndum del
llamado Brexit, sino peor, el acceso al poder, en la mayor potencia del orbe, por va de
un mecanismo electoral legal, de un animal poltico como Donald Trump, que
sintetiza varios de los perfiles anti ticos ms escandalosos, no solo es un conservador
supremacista blanco, racista por ello mismo, sino misgino y negacionista de la crisis
ambiental mundial, y que entiende el manejo de la poltica como una extensin del
mundo de los negocios, en la que regir la obtencin de rendimientos en inters de los
31
grandes jugadores del mercado corporativo. Por ello, la necesidad de mirar hacia una
ruta alternativa es ms urgente que nunca, una de sus posibles derivas conduce a
vincular la geopoltica con las propuestas de una poltica de la liberacin.
Al da de hoy resulta claro que los estallidos de la crisis suelen ser cada vez ms
estruendosos, se precipitan en periodos ms cerrados y sus secuelas pueden ser
ubicables en procesos insospechados. El trabajo del filsofo mendocino, y avecindado
en Coyoacn, Mxico, en correspondencia, mide ah sus empeos y no es otra su
materia de reflexin, remite desde ah a un reclamo de sentido en cada uno de los
campos de la prctica social y humana. Para Dussel, la suma de preocupaciones a
atender en este mundo de crisis, se configura en exigencia de forma en la escritura
filosfica, sea en la tica o en la poltica (sus ms ambiciosas expresiones, hasta ahora,
expuestas en una arquitectnica con ambicin de sistema), o en un despliegue incluso
an ms condensado cuando se ha de remitir a la explicitacin de sus principios
(expuestos al modo de un conjunto de postulados), que comparecen en su obra al
modo de un remate argumental ms que del establecimiento de a prioris
trascendentales, expresiones sintticas (tales imperativos categricos) de lo ganado
por cierta minuciosidad inevitable, sobre todo cuando se trata de incidir sobre ciertos
parmetros ya normalizados del saber, a los que se pretende operar cambios de fondo,
darles vuelta o canalizarlos hacia otras sendas del pensar (disidentes, novedosas,
originales), como ha sido el caso en la arquitectnica expositiva que han asumido las
proposiciones de su poltica (con un listado de veinte tesis), la econmica (diecisis
tesis) y la tica (catorce tesis).
32
(que incluye al centro y las orillas desde su propia definicin). Si es que se asume del
mundo de las cosas una faceta de stas en que lo ente no es sino condensacin de
tiempo; de lo moderno nos queda en tal prefiguracin la de ser una inesquivable
experiencia de un pasaje que es atravesado por todo lo mltiple y diverso y del que se
emerge con una determinada cualidad, una especie de marca, que hace la diferencia
entre ese antes y un despus. Por ello la permanente preocupacin en la discusin
sobre lo moderno y la inevitable aduana del conocer que exige pronunciarse sobre lo
caracterstico de las pocas, pues como lo ha dicho Frederic Jameson es imposible no
periodizar. Pero la periodizacin fue ya una manifestacin, para un racimo de tiempo,
de un modo expuesto a muchos escollos puesto que ah se ejerci y se ejerce una
modalidad de clasificacin a propsito de lo humano que de preferir jerrquicamente
la igualdad termin ejerciendo jerarquas que violentaron la igualdad y produjeron y
reprodujeron disimetras e inequidades entre culturas, entre los pueblos y entre las
gentes de mltiples sociedades.
33
ejemplo que nos viene muy bien al caso, no solo para sopesar realidad y posibilidad
tambin para amplificar la propia nocin de colonizacin, o para sacarla de su
limitado uso metafrico (como en Habermas). El fenomenlogo alemn escribe:
alguien que sobrevuela los Andes en avin dispone ciertamente de un espacio de
posibilidades de juego mayor que Bolvar, que atraves la cordillera con sus tropas
pasando grandes penalidades, tropezando con obstculos que a vista de pjaro no lo
son (Waldenfels, 2015: 193 - 194). Pero, al mismo programa de despliegue de lo
cientfico y tecnolgico puede corresponder que, en el caso del viajero, ste
comparezca casi al modo de paquete que es transportado por el aire (Waldenfels,
2015: 194), por el contrario, en el otro caso (el del prcer continental) se mueve ah,
sobre el terreno, con grandes dificultades s, pero en su lucha (en su proyecto de
romper con las cadenas coloniales) promueve abrir todo un inmenso campo de
posibilidades: el del, ste s incompleto, programa de la descolonizacin.
Una vez qu, para la retrica tradicional, Amrica fue descubierta, lo que para otras
posiciones signific ms bien su invencin o para el pensamiento disidente, como el
que aqu se ejerce, un acto de invasin y colonizacin, lo cierto es que esta otra parte
del mundo dio con ella la emergencia de dos tipos de discurso nuevos, de un lado, uno
muy peculiar, el de la conciencia utpica: ms all de significar la invencin de un
gnero literario y filosfico constituye tambin un modo indito de configurar y
entender el funcionamiento de la sociedad, esa comprensin relanza los asuntos del
presente hacia el horizonte histrico por construir. La inclusin de la dimensin del
porvenir significa tambin una expansin de lo temporal y lo espacial (Gauchet, 2003).
Sin embargo, esa posibilidad de ampliacin en ambas dimensiones del actuar humano
(del espacio como del tiempo, del espacio-tiempo) se da en el horizonte efectivo
(moderno colonial) y no solo figurado (utpico) del nuevo momento del sistema-
mundo; quiz sea por esa razn que, el gegrafo italiano Franco Farinelli caracterice a
la modernidad no, a la heideggeriana, como etapa de la imagen del mundo sino como
resultado de la imposicin de la representacin geogrfica del mundo: la
localizacin de las cosas sobre el mapa geogrfico no las toma a stas per se sino en su
posibilidad de transformarlas en mercancas:
34
El mapa es el agente que produce la forma general del valor. Este
equivalente general es el espacio, entendido en el sentido ptolemaico de un
intervalo lineal estndar entre dos puntos geomtricos, en relacin a los
cuales cada valor de uso, que es lo mismo que decir cada lugar, est
destinado a desaparecer (Farinelli en Llad, 2013: 208 209).
Entre Coln y Vespucio hay una diferencia especfica en cuanto a la representacin
cartogrfica. El segundo se lamenta, en carta enviada a los Medici desde Cabo Verde, el
4 de junio de 1501, de que la expedicin de lvarez Cabral est carente de
matemticos y cosmgrafos pues, por tal razn, finalmente encontrar lmites para
acercarse a los nuevos valores espaciales requeridos e impuestos por la imagen
cartogrfica moderna del mundo (Farinelli en Llad, 2013: 215). No es casual que en
su memoria le haya sido adjudicado el nombre con el que se signa sobre el mapa a esa
zona del mundo recin emergida. Amrica ocupa el espacio problemtico y
problematizador que el nuevo orden le tiene reservado.
Si para mediados del siglo XVI con la introduccin de escalas grficas se inici el
avance en el uso sistemtico del espacio como forma fenomnica para el valor de los
bienes (Farinelli en Llad, 2013: 209), el completo redondeo de tal proceder
(moderno, mercantilizador y capitalista), tuvo lugar desde mediados hasta finales del
siglo siguiente, con la imposicin cuantificada, precisa y coordinada, del uso moderno
del tiempo. Tan importante como el mapa para la ubicacin y despliegue de las
operaciones mercantiles lo fue el uso del reloj para el sometimiento de la vida
cotidiana y la reconfiguracin como esclavo moderno de todo aquel ser humano que
est siendo reducido a propietario, en exclusiva, de su mercanca fuerza de trabajo. A
mediados del siglo XVII la entronizacin de la razn de Estado no solo indica un nuevo
rumbo del tiempo, en cuanto un uso social de temporalidad, pues como bien dice
Pierre Bourdieu:
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Esta combinacin de procesos que ilustran este segundo aspecto de lo moderno (el de
su despliegue efectivo), atiende como propsito principal el de establecer esa especie
de registro, como las campaas de expedicin que secundan, al marcar lmites y
establecer parmetros, el acto de conquista. Esta tentativa ha de llegar finalmente a la
entronizacin de una paulatina o acelerada serializacin del dispositivo hasta su
forma encumbrada, la de ser un dispositivo de dispositivos. Cuantificacin,
abstraccin, unilateralizacin, linealidad alimentan y dan forma a la ideologa del
progreso que parece resumir el tipo de discurso que enmarca a toda prctica
moderna. Tambin Bourdieu detecta este aspecto cuando afirma, para obtener la
regularidad, repeticin, hay que introducir automatismos (Bourdieu, 2014: 60). Por
ello es pertinente analizar el modo en que con la Modernidad se impone un status de
parentela entre la imposicin del mapa como herramienta cartogrfica y el mercado,
ah nada parece quedar al margen y, asimismo, otra equivalencia no menor que le es
acorde, adems de la relacionada con el rgimen temporal (y que reseamos lneas
arriba): la de una serie de conceptos y su integracin en la comprensin occidental del
mundo, en ello tampoco queda a salvo nada. Toda forma de sabidura en la cultura de
los otros es sometida y asediada por la comprensin occidental del mundo (por la
razn cientfico-tcnica), de suerte que muy variadas formas de racionabilidad vieron
sucumbir sus alcances ante una forma nica de racionalidad (instrumental) que fue
impuesta en peridicos y combinados embates, fuera por los conquistadores y sus
ejrcitos; por la iglesia y sus evangelizadores; o por ilustrados, reales sociedades,
academias y comisiones de investigacin cientfica, y, en los tiempos actuales, por
contingentes enteros de evaluadores de aquello que se considera pertinente del
trabajo en nuestras universidades (pblicas).
36
encadena a su condicin de uso satisfactor de necesidades, sino que obliga a relegar y
a entregar en gratuidad sus diversas realidades espaciales.
37
Hemos de sealar, por nuestra parte, que lo que aqu se debate est lejos de encontrar
su acepcin final, y menos aun si la nocin de transmodernidad queda limitada a
superar la Modernidad sin pronunciarse por las exigencias de avanzar a travs de
ella (Paik, 2015: 73). En segundo lugar, debemos subrayar que oponer el superar a
la nocin de avanzar a travs de puede cargar, como ya ocurra en el trabajo previo
del autor coreano, con cierto sesgo que deriva de conferir, en exclusiva, a la primera
perspectiva cierta simplificacin (Paik, 2000: 79), pero ms cuestionable an que se
restrinja a ser (la superacin de la modernidad) una expresin vaca o, peor, un
llamado que perniciosamente justifique una variedad de polticas y accin social de
carcter regresivo (Paik, 2000: 79).
38
Dussel el punto arquimdico en toda crtica a la Modernidad ha de partir de mbitos
o momentos que guardan exterioridad con respecto a la totalidad de la modernidad.
Esa exterioridad negada y despreciada son las culturas en aquello que la modernidad
no pudo dominar (Dussel, 2014: 302).
Por ello es viable, y de ese modo concluimos, conectar los alcances de esta propuesta
con el estado de situacin que abordamos en el primer apartado, y as constatamos en
la obra ms reciente de Dussel (2015), en una serie de cinco enunciados, que hemos
procedido a extractar, el recorrido que muestra lo que estaba por hacerse, a inicios de
los aos setentas, y lo que se ha obtenido al da de hoy:
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