Las Riquezas de Su Gracia
Las Riquezas de Su Gracia
Las Riquezas de Su Gracia
1
PRESENTACIÓN
A pesar de todo, nos llamó, nos salvó, nos dio vida, nos hizo
aptos, nos dio herencia; en fin, no sólo quitó nuestra culpa, sino que
nos capacitó, dándonos todos los recursos para que lleguemos a ser
vencedores, y compartamos su gloria para siempre. Esta es la gracia.
Todos cuantos participen del gozo de su Señor, los que hereden el
reino y las glorias eternas prometidas para los santos, reconocerán
que la gracia de Dios en Cristo Jesús les pudo conducir allí. ¡Gloria a
Dios para siempre!
¡Jesucristo es el Señor!
Gonzalo Sepúlveda H.
3
ÍNDICE
1. ¿Qué es la gracia?
2. El Dios de toda gracia
1. La Gracia viviente
2. La Gracia explicada
3. Lo que somos y tenemos por gracia
4. La operación de la gracia en los creyentes
5. Viviendo la gracia
4
1ª Parte
EL DIOS DE GRACIA
Uno
¿QUÉ ES LA GRACIA?
5
La gracia y la misericordia
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habla de una misericordia no condicionada, se refiere al Israel futuro,
no al presente (como en Miqueas 7:18-20).
7
Dos
9
El corazón de Dios y el corazón del hombre
Tal como este siervo, tal vez estemos tentados a pensar que
nosotros pudimos haber pagado nuestra deuda, o que habiendo
recibido de Dios un perdón en nuestra insolvencia, ahora que somos
solventes podemos pagar en forma retroactiva. Pero esto también es
presunción.
El hombre actúa sobre la base de la ley del talión, ojo por ojo y
diente por diente; o bien exigiendo mucho y dando poco. El hombre
siempre espera ser objeto de misericordia, pero trata a los demás sin
misericordia. El corazón del hombre es un corazón de ley, mas el
corazón de Dios es un corazón de gracia.
12
2ª Parte
Uno
(Job 37:22 b)
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La tierra cuelga en el vacío. ¿Qué hombre estaba ahí en ese
instante sublime para que le dijese cómo debía fundarla, cómo
ordenar sus medidas y cómo establecer su piedra angular? Isaías dice
–metafóricamente– que Dios midió las aguas con el hueco de su mano
y los cielos con su palmo, que con tres dedos juntó el polvo de la
tierra, y pesó los montes y collados con balanza. El hombre no estaba
ahí, pero Dios lo hizo todo; y los seres creados se regocijaron el día
aquél.
15
de sus caminos; ¡y cuán leve (aún) es el susurro que hemos oído de él!”
(Job 26:14).
16
Dos
17
Pero es el Señor mismo quien más nos sorprende, cuando dice
en Proverbios 8:31: “Me regocijo en la parte habitable de su tierra; y
mis delicias son con los hijos de los hombres.” ¿Cómo así? –nos
preguntamos.
18
Los tratos sobre la base de la gracia
19
Las dificultades de Dios en el trato con el hombre
20
3ª Parte
Uno
21
tierra”, Gén. 1:26) ¡Qué magnífica posición! ¡Pequeño ante el vasto
universo, pero señor sobre la tierra!
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arrebatado para Dios, tipo precioso de los santos arrebatados para la
Segunda Venida de Cristo, y manifestado más de cinco mil años antes
de su realización.
Su familia procedía del “otro lado del río”, donde servían a dioses
extraños (Jos. 24:2). Dios le dice a Abraham que salga de su tierra y
de su parentela (Hch. 7:3), pero no obedece del todo. Sale de su tierra,
pero no de su parentela, porque se la llevó consigo (Gén. 11:31), y
llegaron sólo hasta Harán, no hasta Canaán, su destino. ¿Qué pasó?
Algo andaba mal, y Dios no les dejó continuar. No hubiera hablado
bien un Abraham recorriendo la tierra prometida bajo la tutela de su
padre. ¿No era acaso un hombre de fe, como para ir bajo el cuidado
de otro?
Así que, no es por sus méritos que Abraham llega a ser el padre
de la fe. Abraham tenía muchas debilidades –igual que nosotros–, y
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justamente por eso, pudo brillar en él espléndidamente la gracia de
Dios. La personalidad de Abraham es una muestra más de la realidad
de todo creyente: la fragilidad del vaso, y la preciosidad del tesoro que
lleva adentro.
Cuando nacieron sus hijos, Dios había dicho: “El mayor servirá
al menor”; sin embargo, llegado el momento de la bendición por la
primogenitura, él lo olvidó completamente, y quiso bendecir a Esaú.
Sólo la treta de Rebeca, que estaba dispuesta a hacer prevalecer el
oráculo de Dios, evitó que Isaac lograra su propósito. Su imagen de
anciano forzado por su mujer y por su hijo menor, a entregar un bien
que Dios ya había señalado, no es la imagen de un hombre espiritual.
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y a Esaú aborrecí” (Mal. 1:2-3). Este amor le fue confirmado cuando
era muchacho (Os. 11:1), y Dios declara no avergonzarse de llamarse
Dios de Jacob (2 S. 23:1; Sal. 20:1).
28
Dos
29
¿Y no es emocionante aquella escena en Beer? El pueblo se
reúne. Mientras Moisés y los príncipes dan golpes en la tierra con sus
báculos, ellos cantan: “Sube, oh pozo” (Núm. 21:17-18). Entonces
comienza a manar por entre la arena y las piedras el agua de vida,
ante el regocijo de todos.
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quijada de un asno. En medio de todo esto, la gracia de Dios se hace
generosa para salvar a su pueblo apóstata e idólatra.
33
al pobre, y del muladar exalta al menesteroso, para hacerle sentarse
con príncipes y heredar un sitio de honor” (1 Sam.2:8).
34
Tres
35
delante de mí.” (Sal. 89:20,36). Estas palabras son asombrosas. ¡Dios
comprometiéndose así con un hombre de carne! Al final de ese pacto
y de esa descendencia ¡está el Señor Jesucristo y su trono
sempiterno!
Salomón
El Reino dividido:
Israel
Nadab, Baasa, Ela, Zimri, Omri fueron los primeros reyes. Tristes
nombres, que culminaron en el aún más triste de Acab, el peor de
todos (1 R. 16:30-31;21:25). Tomó por mujer a Jezabel, hija del rey
sidonio, y sirvió a Baal, construyéndole un templo en Samaria.
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El reino de Judá
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de Seir, las emboscadas de ellos mismos que venían contra Judá, y se
mataron los unos a los otros” (20:22).
El cautiverio y el retorno
Antes del cautiverio, El Señor había dicho: “He aquí que yo los
arrancaré de su tierra ... y después que los haya arrancado, volveré y
tendré misericordia de ellos, y los haré volver cada uno a su heredad y
cada uno a su tierra” (Jer. 12:14-15); ellos reedificarían la ciudad de
Jerusalén y el templo (Jer. 30:18), y tendrían días de alegría (Jer.
31:4). Y así fue: Durante los 70 años de cautividad, el Señor “hizo ...
que tuviesen de ellos misericordia todos los que los tenían cautivos”
(Sal. 106:46). En efecto, Ester llegó a ser reina de Persia. Nehemías
fue copero de Artajerjes. Daniel llegó a tener gran autoridad bajo el
reinado de todos los reyes en tiempos del cautiverio.
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todo el pueblo para que suban a Jerusalén, y reedifiquen la casa de
Dios.
Una vez llegados a Judá, ponen los cimientos del templo con
gran regocijo, y cantando: “Porque él es bueno, porque para siempre es
su misericordia sobre Israel ”. Después de perdida la gloria por tantos
años, parecía un sueño poder recuperarla. Por eso, “no podía
distinguir el pueblo el clamor de los gritos de alegría, de la voz del lloro;
porque clamaba el pueblo con gran júbilo, y se oía el ruido hasta de
lejos” (3:13).
44
4ª Parte
Uno
LA GRACIA VIVIENTE
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y saduceos habían ocupado con sus doctrinas acomodaticias los
espacios que debía ocupar una sana piedad.
Pero eso no es todo. Isaías había dicho también: “El Espíritu del
Señor ... me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; me ha
enviado a sanar a los quebrantados de corazón; a pregonar libertad a
los cautivos, y vista a los ciegos; a poner en libertad a los oprimidos
....” Como sabemos, un día el Señor va a Nazaret y lee en la sinagoga
este pasaje, diciendo: “Hoy se ha cumplido esta Escritura delante de
vosotros” (Lc. 4:18-21). Esto significaba que el Mesías había llegado,
cumpliendo así las profecías; pero no sólo eso, sino que también se
cumplía la contraparte, es decir, la condición del pueblo al cual el
Mesías venía: estaban ahí los pobres, los quebrantados de corazón,
los cautivos, los ciegos y los oprimidos. Y sabemos que esto no es
pobreza material, ni cautiverio político, ni opresión social. Estas
palabras retratan la condición espiritual de Israel.
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Era tanta la compasión que el Señor sintió por la gente, y tanta
urgencia por ayudarles, que Él preparó y envió a los apóstoles, y
después a otros setenta de sus discípulos con ese fin (Mt. 10:7-8). El
Señor dijo “El Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había
perdido” (Lc. 19:10). “Perdidos” es, exactamente, la condición en que
nos encontró el Señor.
Lleno de gracia
Juan dice del Señor Jesús: “Y aquel Verbo fue hecho carne, y
habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del
Padre), lleno de gracia y de verdad” (Jn. 1:14). La gracia y la verdad
vinieron por medio de Jesucristo (mejor, “fueron hechas” por
Jesucristo). Primero está la gracia, luego la verdad. Dios nos ama, y
en su amor, nos levanta, nos redime por la sangre de su Hijo.
Entonces, recibimos luz para ver a Aquel que es la Verdad. Y al ver la
Verdad vemos también nuestra verdad, es decir, nuestra destitución,
nuestra extrema precariedad, y nuestra necesidad de un Salvador.
Pero ahora, en Cristo, somos bendecidos de tal manera que la gracia
abunda sobre todas ellas.
Así fue con los judíos, y también con los gentiles. El Señor dijo:
“Al que a mí viene, no le echo fuera” (Jn. 6:37b). Pero aún más, el
mismo Señor fue al encuentro de las personas. Fue así con la mujer
encorvada (Lc. 13:12), el paralítico de Betesda (Jn. 5:6); con la mujer
samaritana (Jn. 4:6-42).
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Era tanta la gracia que desplegaba el Señor, que la gente era
sanada con sólo tocar el borde de su manto. Así ocurrió con la mujer
enferma de flujo de sangre (Mt. 9:20-22), y con una multitud en
Genesaret (Mt. 14:36). Basta que un pecador toque “el borde de su
manto” y es salvo. Basta entrar en contacto con Él, con su persona. No
importa no saber teología, ni la Biblia, ni saber orar. ¡Oh, sólo
importa tocarle a Él, y ya el pecador es salvo!. Por tocarle, cuantos
tenían plagas caían sobre él, para que se cumpliesen las palabras del
profeta: “Él mismo tomó nuestras enfermedades, y llevó nuestras
dolencias.”
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Dos
LA GRACIA EXPLICADA
Esta obra tiene relación tanto con lo ocurrido antes del tiempo
en los lugares celestiales, como con lo ocurrido en el tiempo, con la
encarnación del Hijo de Dios, el significado y alcances de su muerte,
el significado y alcances de su resurrección y el significado y alcances
de su entronización a la diestra del Padre, su venida y su reino; y,
finalmente, tiene relación con lo que ocurrirá después del tiempo, es
decir, los eventos referidos a la eternidad futura.
Para revelar este misterio que estaba aún oculto, Dios se escogió
a ciertos hombres –los apóstoles y profetas– y en especial a uno:
Pablo. De ello nos hablan el libro de los Hechos, las epístolas y el
Apocalipsis.
La elección y el llamamiento
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obras, sino según el propósito suyo y la gracia que nos fue dada en
Cristo Jesús” (2ª Tim. 1:9).
El Señor fue aborrecido sin motivo (¿O había acaso en él algo que
justificara su muerte ignominiosa?), así también nosotros somos
salvos sin un motivo en nosotros que explique tal salvación. El fue
aborrecido y murió sin motivo (sin que hubiera motivo en Él). Y
nosotros fuimos justificados sin que hubiera motivo (en nosotros).
Sabemos que fuimos justificados por lo que Él es en gracia, y que Él
murió por lo que nosotros éramos (en nuestra desgracia). El motivo de
ambas acciones es el amor de Dios que permitió que el justo muriera
por los injustos para que los injustos, hechos justos, pudieran
presentarse ante Dios.
Bien decían los hijos de Coré: “Los que confían en sus bienes, y
de la muchedumbre de sus riquezas se jactan, ninguno de ellos podrá
en manera alguna redimir al hermano, ni dar a Dios su rescate (porque
la redención de su vida es de gran precio, y no se logrará jamás) ...”
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(Sal. 49:6-8). Pero lo que los bienes ni las riquezas pueden, lo ha
podido hacer la sangre de Jesucristo.
Glorificación
El pacto de gracia
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Los griegos usaban la palabra “suntheke” para referirse a los
pactos que solían hacer en la vida ordinaria, ya sea en los negocios,
en el matrimonio, en las relaciones diplomáticas, etc. “Suntheke”
significa “un acuerdo hecho en igualdad de condiciones, que
cualquiera de las dos partes puede alterar”. Este es también el
significado que tiene la palabra “pacto” para nosotros hoy. Sin
embargo, en el Nuevo Testamento, nunca se utiliza la palabra
“suntheke” para referirse al Nuevo Pacto.
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a. “Pondré mis leyes en la mente de ellos”, es decir, Dios daría a su
pueblo un nuevo pensar.
b. “Y sobre su corazón las escribiré”, es decir, Dios escribirá sobre
“tablas” de carne, no de piedra, y les daría un nuevo sentir.
c. “Porque todos me conocerán”. Este conocimiento es el más alto,
es la gloria del hombre (Jer. 9:23-24). Es un hecho espiritual,
porque es conocimiento de Dios, e imposible de alcanzar por el
hombre.
d. “Porque seré propicio a sus injusticias, y nunca más me
acordaré de sus pecados.” Este es el perdón de los pecados por
al preciosa Sangre de Jesús.
Más atrás hemos dicho que el pensar y el sentir de Dios nos eran
desconocidos antes de que Él se nos revelara a través de Jesucristo.
Ahora, al revisar las características del Nuevo Pacto, encontramos que
Dios es conocido por nosotros, porque Él nos mudó la forma de
pensar y de sentir para que pudiésemos conocer cómo Él piensa y
siente. Todo ello se resume en la expresión: “Porque todos me
conocerán, desde el menor hasta el mayor de ellos.”
aki
Nosotros sabemos que nuestro Dios dio todas las cosas las dio en
herencia a su Unigénito, de lo cual es figura Abraham, quien dio todo
cuanto tenía a su hijo Isaac. (Gén.25:5). Sin embargo, la gracia de
Dios es aún más grande para con nosotros, porque el Señor Jesús ha
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querido compartir esa herencia con nosotros. Romanos 8:16-17a dice:
“El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos
de Dios. Y si hijos, también herederos, herederos de Dios y coherederos
con Cristo ...”. El ser coherederos con Cristo tiene profundas
implicancias, las cuales no estamos todavía en condiciones de
dimensionar.
Pablo en Efesios 1:15-23 ora por los creyentes para que el Padre les
dé espíritu de sabiduría y de revelación, y sepan acerca de la
esperanza, de la herencia y del poder que tienen en Cristo. Y dice que
esta herencia tiene “riquezas de gloria ... en los santos”. Se trata,
entonces, de riquezas que poseemos aquí y ahora. Riquezas que nos
han sido dadas y que no conocemos en su real dimensión, porque
para conocerlas se requiere de “espíritu de sabiduría y de revelación
en el conocimiento de Él”.
Tres
Lo que somos
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para luego pasar revista a las conductas deseables en conformidad a
esa realidad espiritual.
Pues bien, ¿qué somos de Dios y para Dios? Y ¿de qué manera eso
que somos compromete lo que hacemos?
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lo que es intrínsecamente malo, sino aún aquello que parece bueno.
Porque las cosas tomarán el color de la maldad, y ofrecerán, al fin, su
verdadero aspecto de muerte.
2. Luz. “Vosotros sois la luz del mundo; una ciudad asentada sobre un
monte no se puede esconder. Ni se enciende una luz y se pone debajo
de un almud, sino sobre el candelero, y alumbra a todos los que están
en casa. Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que
vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en
los cielos” (Mt.5:14-16).
4. Odres nuevos: “Ni echan vino nuevo en odres viejos; de otra manera
los odres se rompen, y el vino se derrama, y los odres se pierden, pero
echan el vino nuevo en odres nuevos, y lo uno y lo otro se conservan
juntamente” (Mt.9:17).
El Señor se compara aquí con una vid, y nos compara a nosotros con
los pámpanos, con sus pámpanos. La unidad de la vid y sus
pámpanos es perfecta, simple y efectiva. El hecho de ser pámpanos,
les permite participar de toda la riqueza de la vid. Toda la savia, el
vigor y la salud le vienen a los pámpanos por el hecho de serlo, no de
desearlo como si fuese una aspiración.
Sin embargo, al decir “el que permanece en mí ...” está señalando que
no todos los pámpanos permanecen en Él. La realidad del pámpano
es innegable, pero sólo se hace efectivo su fruto si permanece en la
vid. Dice: “el que permanece en mí (la vid), y yo en él (pámpano), éste
(y no otro) lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis
hacer.”
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Hace mucho tiempo el Señor le mostró a Jeremías que la casa de
Israel era, en sus manos, como una vasija en la mano del alfarero.
Luego le dijo que Él podía para hacer una vasija diferente de aquella
que se había echado a perder. Pablo en Romanos 9 dice que el
alfarero tiene potestad sobre el barro para hacer, de una misma
masa, vasos para honra y para deshonra, vasos de ira y vasos de
misericordia.
La casa de Israel fue una casa de deshonra, que, por su pecado, fue
objeto de juicio; pero he aquí que nosotros, los agraciados por Dios
para creer en su Hijo, hemos sido hechos vasos de misericordia, es
decir, vasos que reciben misericordia y que hacen misericordia.
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porque ya son una masa, sin levadura. Pablo, por la fe, ve la obra de
Cristo consumada en los creyentes. Sabiendo Pablo lo que ellos son,
puede demandarles que lo sean. Sabiendo ellos que son algo para
Dios, pueden actuar en consecuencia.
9. Grato olor. “Mas a Dios gracias, el cual nos lleva siempre en triunfo
en Cristo Jesús, y por medio de nosotros manifiesta en todo lugar el
olor de su conocimiento. Porque para Dios somos grato olor de Cristo en
los que se salvan, y en los que se pierden; a éstos ciertamente olor de
muerte para muerte, y a aquéllos olor de vida para vida” (2ª Cor.2:14-
16).
Una carta se escribe para ser leída. Es verdad que una carta
particular se echa en un sobre para resguardar así su privacidad,
pero una carta abierta se publica para que todos la lean.
Hebreos dice que el Señor ha puesto sus leyes en nuestra mente, y las
ha escrito sobre nuestro corazón (8:10). No como Moisés que lo hizo
en tablas de piedra, duras y frías, ajenas al calor del corazón del
hombre. El Nuevo Pacto nos convierte a nosotros en tablas de carne,
para que vayamos por todo lugar mostrando la ley escrita en nuestros
corazones.
Que el Dios de toda gracia, que nos ha hecho ser lo que antes no
éramos, permita que seamos en todo nuestro caminar consecuentes
con esta vocación celestial, para que en todo lugar su nombre sea
glorificado por causa de nosotros.
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Lo que tenemos
No sólo hemos llegado a ser algo para Dios, sino que, además, el
Señor nos ha dado dádivas, preciosas dádivas que adornan nuestra
vida. Si el ser algo es un regalo maravilloso, el tener cosas de Dios,
nos hace doblemente bienaventurados. Y he aquí que las cosas de
Dios que nos son dadas en gracia son más altas que las de los
hombres. He aquí algunas de ellas.
El Señor tenía esa fe, no sólo porque era el Hijo de Dios, sino porque,
en cuanto hombre, Él había hecho suya la palabra de Deuteronomio
8:3, que dice: “No sólo de pan vivirá el hombre, mas de todo lo que sale
de la boca de Jehová vivirá el hombre”. La oración del Salmo 119
seguramente la había dicho muchas veces en la intimidad de su
silencio. Sus largos retiros a los desiertos, en los días de su
ministerio, y aun en los años previos, fueron invertidos en el estudio
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diligente de la Palabra de Dios. Sus ágiles y agudas respuestas a sus
adversarios dan cuenta de un conocimiento profundo de las
Escrituras.
Otras de las cosas que nos han sido dadas en Cristo es el amor de
Dios, el cual ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu
Santo que nos fue dado (Rom.5:5). El amor es el que nos hace uno
con el Padre y el Hijo, y es el que hace uno a los diversos miembros
del cuerpo que es la iglesia.
Ahora bien, estas riquezas nos comprometen, así que hemos de darle
el mejor uso: “Porque a cualquiera que tiene, se le dará, y tendrá más;
pero al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado” (Mt.13:12). Y lo
que tenemos, hemos de retenerlo hasta que él venga, para que
ninguno tome nuestra corona (Ap.3:11).
Cuatro
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así, a la muerte, damos lugar a Dios para que nos resucite. Abraham
tuvo que bajar a la muerte de sus cien años para que pudiera nacer
Isaac. Sara tuvo que bajar a la muerte de sus noventa años de
esterilidad para que pudiera concebir según la promesa. Y luego,
Isaac mismo tuvo que bajar a la muerte en Moriah, para que pudiese
ser recibido en resurrección.
Toda vez que Dios quiere actuar en alguien y a través de alguien, debe
llevarlo a la muerte primero. Entonces, y sólo entonces, podrán
manifestarse las abundantes riquezas de su gracia. La muerte es el
máximo de la debilidad. Nosotros, vez tras vez, somos llevados a la
muerte en alguna área de nuestra vida, para que desde allí estemos
dispuestos a depender exclusivamente de la gracia de Dios. Una vez
será una cosa, y otra vez será otra, pero indefectiblemente
fracasaremos hasta el límite de nuestras fuerzas, para que estemos
dispuestos a decir: “Señor, si no me salvas, me muero”.
La gracia y la fe
Pablo dice a los corintios: “¿Qué tienes que no hayas recibido?” (1ª
Cor.7:7). El Bautista dijo: “No puede el hombre recibir nada, si no le
fuere dado del cielo” (Jn.3:27). Todas las cosas las hemos recibido, y
de gracia. En Romanos 5 dice que la gracia de Dios fue manifestada
por medio de Jesucristo, y que fue abundante (15); tanto, que hace
posible que los que la reciban reinen en vida (17). ¿Qué quiere decir
con esto?
Dios quiso que la batalla fuera ganada si Moisés sostenía sus manos
en alto. Pero Moisés no puso sostener sus manos en alto por mucho
tiempo. Fue necesario que otros se las sostuvieran, y que aun Moisés
mismo fuera sostenido. Así que Moisés tuvo que sentarse (sobre una
piedra), y sus manos fueron sostenidas por Aarón y Hur. Nada de
Moisés estaba en ejercicio entonces, todo su ser descansaba mientras
Israel vencía.
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Gracia más fe = triunfo y gloria
La gracia es necesaria cada día. Una nueva porción cada día. Hebreos
12:14-15, nos enseña que el seguir la paz con todos y la santidad (sin
la cual nadie verá al Señor), son necesarios para alcanzar la porción
de gracia que necesitamos cada día. Sin ellas, surgirá la amargura de
espíritu, que puede estorbarnos a nosotros, contaminar a otros, e
impedirnos a todos echar mano a la provisión de Dios.
Luego dice: “Mas a Dios gracias, el cual nos lleva siempre en triunfo en
Cristo Jesús, y por medio de nosotros manifiesta en todo lugar el olor
de su conocimiento” (2ª Cor.2:14). Así como la gracia sigue a la
gracia, la fe sigue a la fe. Y así como la fe sigue a la fe, el triunfo sigue
al triunfo. A la gracia, la fe; y a la fe, el triunfo, y esto, una y otra vez,
en este orden. Un hombre de fe es un hombre de triunfos. Pero todo
70
esto es por la gracia de Dios, que se renueva cada mañana, como la
misericordia (Lam.3:22-23).
Nuestro viejo hombre, que estuvo bajo la ley, fue crucificado, y sigue
estando en la cruz. Pero en nosotros ha nacido otro, que vive por la
gracia de Dios. Este hombre nuevo no puede ser tocado por el pecado,
ni por la muerte, porque no es alcanzado por la ley. La ley decreta la
muerte del pecador, y ya cumplió su fin en el hombre viejo. Pero el
nuevo no muere más, porque la muerte no se enseñorea de él. El
pecado va siempre antes de la muerte. De modo que si ya no muere,
es porque ya no peca más.
El que está bajo la ley, cumple los mandamientos (o, más bien, trata)
y luego se sienta a esperar su salario, como si fuese una deuda que
Dios tiene con él. El que está en la gracia ya tiene su salario como de
gracia, el cual es tenerle a Él como su Sostén y Gloria, y suficiente
Ayudador.
El fracaso del yo
El poder de la gracia
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En Romanos 7:7-24 el apóstol discurre acerca de la impotencia de la
carne para cumplir la ley y agradar a Dios. Entonces, luego de
exclamar: “¡Miserable de mí! ¿quién me librará de este cuerpo de
muerte!”, agrega: “Gracias (kháris) doy a Dios” por Jesucristo Señor
nuestro” (7:25).
¡De modo que debemos dar gracias a Dios por la abundante gracia
que nos ha sido dada en Cristo, esto es, el poder de Dios a nuestra
disposición!
74
“Bástate mi gracia”
75
El trono de la gracia
Lo primero que tenemos que ver aquí es que hay un rey. Si hay un
trono entonces hay un rey. Y este es, precisamente, el trono de Dios,
establecido en la cima del universo. Luego, tenemos un sumo
sacerdote, que es el mismo que está sentado en el trono, el Señor
Jesucristo. Es, por tanto, un sacerdote-rey, un sacerdote que, a
diferencia de los que eran establecidos en la ley de Moisés, tiene un
sacerdocio inmutable, porque venció la muerte. Es un sacerdote no
establecido según el orden de Leví (de la ley mosaica), sino según el
orden de Melquisedec, y por el poder de una vida indestructible, que
“puede salvar perpetuamente a los que por él se acercan a Dios,
viviendo siempre para interceder por ellos” (Heb.7:25).
Ahora bien, siendo tan alto este sumo sacerdote y rey, no está lejano
ni es insensible a nuestros problemas, porque Él fue hecho semejante
a nosotros, y fue tentado en todo según nuestra semejanza. Él estuvo
en un cuerpo de carne y sufrió nuestros dolores. Habiendo estado,
entonces, en nuestra condición, pero siendo eterno, Él es fiel sumo
sacerdote en lo que a Dios se refiere para salvarnos eternamente. Por
eso Él está allí “viviendo siempre para interceder por ellos”. Por tanto,
¡aleluya! podemos acercarnos confiadamente a su trono de gracia
para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro.
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Entonces necesitamos alcanzar misericordia. Por otro lado, nosotros
también solemos pecar, y nos embargan entonces sentimientos de
culpabilidad, y de impotencia para agradar a Dios. Entonces
necesitamos hallar gracia para el oportuno socorro. Y es aquí que el
Señor Jesucristo asume, además, el papel de un abogado.
Hoy nosotros precisamos orar unos por otros para que la gracia sea
con nosotros, y más aun, que nos sea multiplicada, y que nos guarde.
Vivimos tiempos peligrosos y en éstos se hace imprescindible echar
mano a la provisión de Dios, sin descuidarnos en ningún momento.
Cinco
VIVIENDO LA GRACIA
78
dar lugar para que Él lo haga. De hecho, Él lo quiere hacer, pero no lo
hará si no se lo permitimos.
Ágape
En el griego hay cuatro palabras para expresar amor. Ellas son: eros,
storge, philía y ágape. Para la comprensión de lo que es
verdaderamente el amor como virtud cristiana, haremos una breve
reseña del significado de cada una.
Eros denota principalmente el amor entre los sexos, más una pasión
que amor verdadero. Esta palabra no aparece en el Nuevo
Testamento. Storge tiene que ver especialmente con los afectos
familiares. Esta palabra tampoco se encuentra en el Nuevo
Testamento, excepto un adjetivo derivado: “philostorgos”, que se
traduce como “afecto sincero” (Rom. 12:10, VM). Philía encierra la
idea de afectuoso reconocimiento y puede usarse respecto del amor
entre amigos y esposos. La mejor traducción para esta palabra es
“aprecio”.
79
El ágape no es posible para el hombre natural; es necesariamente
fruto del Espíritu Santo (Gál.5:22). Es el amor que nos puede hacer
perfectos como Dios es perfecto (Mt.5:43-48). Este es el amor de Dios,
expresión de su gracia admirable, y que une al Padre y al Hijo, y a
nosotros con ellos. Es un amor que va hasta el sacrificio, que es
inmerecido, misericordioso, y que también nos disciplina.
Éleos
80
Dios arriba y nosotros somos hombres aquí abajo. Pero esto no es así
entre los hijos de Dios.
La misericordia posee otra cualidad que tiene que ver con el juicio:
“La misericordia triunfa sobre el juicio” (Stgo.2:13b). La misericordia
vence al juicio, porque se compadece de quien está siendo objeto de
juicio. Y cuando es necesario aplicar juicio (porque es necesario que lo
haya en la casa de Dios), la misericordia suaviza el juicio. Esta es una
misericordia con temor, porque no podemos contaminarnos con los
pecados ajenos, y porque nosotros también podemos llegar a ser
objeto de esa misma misericordia. “El que piensa estar firme, mire que
no caiga” (1ª Cor.10:12).
81
Epieikes
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Gracia para el servicio en la casa de Dios
Pablo fue objeto de la gracia de Dios y así lo reconoce una y otra vez.
Fue constituido apóstol por la gracia de Dios: “Por la gracia que de
Dios me es dada para ser ministro de Jesucristo a los gentiles”
(Rom.15:15-16), “Pero cuando agradó a Dios, que me apartó desde el
vientre de mi madre, y me llamó por su gracia ...” (Gál.1:15). Esta
gracia ha hecho de él un perito arquitecto para la obra de Dios (1ª
Cor.3:10). “Digo, pues, por la gracia que me es dada ...” (Rom.12:3),
Pablo, al resumir en una sola expresión cuál ha sido la clave de su
servicio, dijo: “Por la gracia de Dios soy lo que soy; y su gracia no ha
sido en vano para conmigo, antes he trabajado más que todos ellos (los
otros apóstoles); pero no yo, sino la gracia de Dios conmigo” (1ª
Cor.15:10). Los apóstoles, en Jerusalén, reconocieron la gracia que le
había sido dada a Pablo (Gál.2:9).
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La gracia de Dios se ha manifestado también en dones para el
servicio. En unos para profetizar, en otros para servir, en otros para
enseñar, en otros para exhortar, en otros para repartir, para presidir,
para hacer misericordia (Rom.12:6-8). Como la gracia de Dios se ha
expresado en dones, entonces es preciso ministrar esos dones a los
hermanos “como buenos administradores de la multiforme gracia de
Dios. Si alguna habla, hable conforme a las palabras de Dios; si alguno
ministra, ministre conforme al poder que Dios da; para que en todo sea
Dios glorificado por Jesucristo ...” (1ª Ped.4:10-11).
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La gracia para con los de afuera
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lo que es difícil para la carne es fácil para el creyente espiritual,
porque cuenta con los recursos de la gracia. “Esto es gracia”, dice el
apóstol, y ella debe regir nuestra conducta con los de afuera. En
Filipenses 1:29 dice: “Pues a vosotros se os ha concedido la gracia de
que por Cristo ... no sólo ... creáis en él, sino también que padezcáis
por él.” (BJ).
La fuerza de la gracia
Pablo dice a Timoteo: “Tú, pues, hijo mío, esfuérzate en la gracia que
es en Cristo Jesús” (2ª,2:1). Esta exhortación de Pablo pudiera
parecer un llamado a la acción del hombre en sus fuerzas, como
complementando la gracia de Dios. Sin embargo, y como para
aclararnos su sentido, aún resuenan en nosotros aquellas palabras
de Pablo: “He trabajado más que todos ellos; pero no yo, sino la gracia
de Dios conmigo”.
5ª Parte
Las ramas del buen olivo fueron desgajadas por la incredulidad; las
ramas del olivo silvestre fueron injertadas por la fe. Por fe recibieron
las riquezas de Dios y por fe permanecen en la bondad de Dios.
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La gracia nos limpia de la justicia propia ...
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Cayendo de la gracia
La gracia nos une a Cristo, en cambio la ley nos une a Moisés. “Pues
la ley por medio de Moisés fue dada, pero la gracia y la verdad vinieron
por medio de Jesucristo” (Jn.1:17). Los judíos rechazaron a Cristo, en
cambio, apreciaban a Moisés (Jn.9:28). Cuando nos volvemos a la ley,
caemos de la gracia y nos desligamos de Cristo: “De Cristo os
desligasteis, los que por la ley os justificáis; de la gracia habéis caído”
(Gál.5:4). La ley no abarca sólo los diez mandamientos. La ley es todo
un sistema de obras que se ampara en los esfuerzos del hombre para
intentar aparecer justo delante de Dios. La ley hace nula la gracia de
Dios. Si la ley fuese el camino perfecto, por demás habría muerto
Cristo en la cruz. Sabemos que la ley fue apenas nuestro ayo que nos
llevó a Cristo (Gál.3:24).
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mirar al pecado. Sin embargo, el método de Dios no considera para
nada los esfuerzos del hombre. Es, simplemente, un asunto de
revelación, de ver que Dios nos ha dado todas las cosas en Cristo –
también la liberación del pecado– en gracia y por fe.
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Ellos ignoran voluntariamente que la gracia de Dios tiene una
enseñanza para nosotros. ¿Cuál es esa enseñanza? No es que, puesto
que somos salvos, podemos hacer lo que queramos (lo que significaría
volver a las antiguas pasiones y concupiscencias); ni es que, por
cuanto la salvación está asegurada, somos libres respecto de Dios,
pudiendo tener los ojos llenos de adulterio y el corazón lleno de
inmundicia. ¿Cómo podría enseñarnos estas cosas la bendita gracia
de Dios? Pero tal parece que algunos la hubieran oído hablar así.
En Tito 2:11-12 dice que ella (la gracia) nos enseña a renunciar a la
impiedad y a los deseos mundanos, a vivir en este siglo sobria, justa y
piadosamente, y también a esperar la venida del Señor Jesucristo.
Quienes no aceptan esta enseñanza no han oído ni conocido “la
gracia de Dios en verdad” (Col.1:6).
Por lo demás, los que han conocido la gracia de Dios en verdad, ¿no
han muerto acaso juntamente con Cristo? (Rom. 6:6); y los que han
muerto juntamente con Cristo, ¿cómo vivirán aún en el pecado?
(Rom.6:1). ¿No han crucificado acaso con Él sus pasiones y deseos?
(Gál.5:24). ¿No han resucitado juntamente con Cristo para andar en
novedad de vida? (Rom.6:4). ¿No están sentados en lugares celestiales
con Cristo Jesús? (Ef.2:6). ¿No están escondidos con Cristo en Dios?
(Col.3:3). ¿No permanecen en Cristo, y por lo tanto, no pecan? (1ª
Jn.3:6). Oh, ¿de qué remedo de gracia hablan esos sensuales y
contumaces, la cual les conduce al libertinaje? No hay otra gracia
sino ésta que es santa y pura. Si la gracia les ha llevado a pecar,
definitivamente no es la gracia de Dios, ¡sino su propia desgracia!
Conforme al modelo
Consagración y Servicio
Matrimonio y Familia
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