Cristo Cósmico y Antropocentrismo en Leonardo Boff PDF
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Resumen
Se presenta el concepto del Cristo cósmico en el teólogo Leonardo Boff, como
realidad que trasciende a los seres humanos, sus adscripciones religiosas, incluso
la soteriología. Se aborda, particularmente, la consecuencia de esta idea en la su-
peración del antropocentrismo y en una espiritualidad que considera la impor-
tancia de la relación entre Cristo y el universo. El artículo es, además, una lectura
crítica desde la tradición reformacional como alternativa a las principales teolo-
gías evangélicas de los últimos siglos, que desde el escolasticismo protestante,
carecen de una reflexión cosmológica consistente.
Palabras claves: Cristología, Cosmología, creación, Leonardo Boff, reformacio-
nal.
Introducción
La cristología es más que soteriología. Todos los hombres tienen que ver
con el Cristo. Porque todas las cosas en él subsisten (Col 1:15-20). Aquí
percibimos la demanda universal de la religión bíblica (…). El orden de la
creación provee un punto de anclaje óntico para un estilo de vida
distintivamente bíblico (Spykman 1994: 197).
1. Repaso histórico
Pertenece a la fe cristológica afirmar que Jesucristo tiene que ver con el mis-
terio de la creación y no solamente con el misterio de la redención. Los tex-
tos de las epístolas de Efesios, Colosenses y Hebreos y el prólogo del evan-
gelio de Juan dejan claro que el universo tiene en Cristo su existencia y con-
sistencia. Esta perspectiva es importante porque introduce dos rupturas de
grandes consecuencias, ni siempre contempladas debidamente por la teolo-
gía. Ella supera el eclesiocentrismo, es decir, la realidad de Jesucristo no in-
teresa solamente a los creyentes que se constituyen en Iglesia; tiene que ver
también con todos los seres humanos, más allá de sus inscripciones religio-
sas y culturales. En segundo lugar, ultrapasa el antropocentrismo; Cristo no
interesa solamente a los seres humanos; él está vinculado con todos los seres
2. Cosmo-génesis
afirma: “Porque a los que Dios conoció de antemano, también los predes-
tinó a ser transformados según la imagen de su Hijo, para que él sea el
primogénito entre muchos hermanos” (Nueva Versión Internacional,
1999).
Según Pierre Teilhard de Chardin, místico estudiado por Boff, hay un
elemento crístico en el universo. Este elemento crístico, a medida que va
ocurriendo la evolución, brotaría en la conciencia de la persona creyente,
hasta que lo asume; por lo tanto, cada cristiano es portador consciente de
lo crístico. Desde el momento que el cristiano asume el elemento crístico,
este pasa a ser cristológico. Boff lo ve de forma similar, aunque con un
alcance mucho más amplio:
sólo como cabeza de la iglesia, sino también como cabeza del cosmos.
Esta idea está presente también en la epístola a los Efesios 1,10, aunque
exaltándolo principalmente como señor del universo: “para llevarlo a cabo
cuando se cumpliera el tiempo, esto es, reunir en él todas las cosas, tanto
las del cielo como las de la tierra” (Nueva Versión Internacional, 1999).
Sobre este matiz, que se hace aún más evidente en los versículos siguientes,
Donald Senior propone algo interesantísimo:
No tengo ni pan, ni vino, ni altar. Otra vez, Señor. Ya no en los bosques del
Aisne, sino en la estepas de Asia. Por cual trascenderé los símbolos para
sumergirme en la pura majestad de lo Real, y yo, tu sacerdote, te ofreceré el
trabajo y la aflicción del mundo sobre el altar de la Tierra entera. A lo lejos
el sol ha terminado de iluminar las fronteras del primer Oriente. Una vez
más, bajo el manto ondulante de sus fuegos, la superficie de la tierra se des-
pierta, se estremece, y reanuda su mágico trabajo. Colocaré sobre mi patena,
oh mi Dios, la cosecha anhelada de este nuevo esfuerzo. Derramaré en mi
cáliz el zumo de todos frutos que hoy habrán madurado (Chardin, 1996: 1).
Conclusiones
1 Uno de los textos más recomendables sobre el tema es la encíclica Laudato si’ del
Papa Francisco.
2 Posición similar a la de Rudolph Bultmann.
Cada ciencia tiene que mantener la conexión más estrecha con su sujeto y
obedecer estrictamente las exigencias de su propio método; y solamente
cuando esté estrictamente constreñida por este doble vínculo, la ciencia po-
drá moverse libremente. Porque la libertad de la ciencia [está] en ser libre de
todos los lazos innaturales – innaturales porque no están arraigados en su
principio vital (Kuyper, 2010: 156).
quehacer teológico; algo que tampoco es nuevo, y que domina varios es-
pacios académicos. Dooyeweerd ya lo advierte al señalar: