Leonetti, Ignacio S. (2013) - Fragmentacion y Decadencia Del Hombre Contemporaneo Dialogo de La Filosofia de T. W. Adorno Con El Dr. Faus (..)
Leonetti, Ignacio S. (2013) - Fragmentacion y Decadencia Del Hombre Contemporaneo Dialogo de La Filosofia de T. W. Adorno Con El Dr. Faus (..)
Leonetti, Ignacio S. (2013) - Fragmentacion y Decadencia Del Hombre Contemporaneo Dialogo de La Filosofia de T. W. Adorno Con El Dr. Faus (..)
Fragmentación y decadencia
del hombre contemporáneo :
Diálogo de la filosofía de T. W.
Adorno con el Dr. Faustus de
Thomas Mann.
Leonetti, Ignacio S.
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IX Jornadas de Investigación del Departamento de Filosofía
FaHCE-UNLP
PONENCIA
Fragmentación y decadencia del hombre contemporáneo
Diálogo de la filosofía de T. W. Adorno con el Dr. Faustus de Thomas Mann
La filosofía y la música como exponentes privilegiados del Ser pueden dar cuenta de la
fragmentación contemporánea del hombre. Ciertamente en nuestro tiempo, posterior a
las visiones totalizantes del Idealismo, el ser real –incluido por supuesto el hombre y la
consideración que él mismo tiene de sí- se ha visto menoscabado y reducido a
escombros por el martillo omnipotente del Espíritu Absoluto hegeliano y es esto
precisamente lo que han denunciado aquellos representantes del arte y el pensamiento.
Por ello, resulta fundamental valorar en este horizonte la apertura de caminos
ignorados o subyacentes a la superficialidad de una observación desprevenida y que nos
permitan descubrir donde se manifiesta verdaderamente la vida y más específicamente
la vida humana. Una vida que pugna por no morir, afirmándose en lugares inexplorados
ignorados o no expuestos a la totalidad.
En este horizonte encuadramos tanto la novela Dr. Faustus de T. Mann como el
pensamiento “del fragmento” de T. W. Adorno. El gran novelista de Lübeck tomó la
clásica leyenda fáustica para retratar –IIª Guerra Mundial mediante- el itinerario
espiritual de Alemania hacia su propia destrucción como metáfora de un mundo acabado
al cual el propio novelista pertenecía. Para ello enmarcó la historia en el discurrir
existencial de un artista dedicado a la música atonal –quien nos recuerda patentemente a
Nietzsche- junto a los éxitos y fracasos que esto le depara, siempre en el contexto de un
enrarecido pacto con el diablo que manifiesta su poder de perdición en la secularización
naturalista de sus fuerzas demoníacas. Creemos que en la figura de su músico
Leverkühn están representados todos los hombres que pactaron con el asentimiento del
fin de una cultura, hombres que se han sentido predestinados al abandono de la
esperanza por lo bueno.
1
La Plata, 28 al 30 de agosto de 2013
ISSN 2250-4494 - web http://jornadasfilo.fahce.unlp.edu.ar
Por otro lado el filósofo de Frankfurt, en un materialismo dialéctico no exento de
cierto espiritualismo proveniente tanto de la influencia benjaminiana como de su
erudición y su vocación por el arte, intentará recuperar los escombros de una realidad
jaqueada por la sospecha del pensamiento racionalista en aquello que esa misma
realidad pueda decirnos desde su desgarramiento a manos de la totalidad.
Quien hoy elija por oficio el trabajo filosófico, ha de renunciar desde el comienzo mismo a
la ilusión con que antes arrancaban los proyectos filosóficos: la de que sería posible aferrar la
totalidad de lo real por la fuerza del pensamiento. Ninguna Razón legitimadora sabría volver a
dar consigo misma en una realidad cuyo orden y configuración derrota cualquier pretensión
de la Razón (…) mientras únicamente en vestigios y escombros perdura la esperanza de que
alguna vez llegue a ser una realidad correcta y justa. 1
Aún se contempla con excesivo optimismo la liquidación total y definitiva del individuo (…)
En medio de las utilidades humanas estandarizadas y administradas, el individuo continúa
existiendo (…) Pero la verdad es que no tiene otra función que la de su propia singularidad,
no es más que una pieza de exposición, como las criaturas deformes que antaño suscitaban el
asombro o la risa de los niños.2
1
ADORNO, T. W. Actualidad de la Filosofía. Ed. Planeta-Agostini. Barcelona. 1994. Pág. 73.
2
ADORNO, T. W. Minima Moralia. Akal. Madrid. 2006. Prgfo. 88: Payaso Augusto. Pág. 140.
2
Nuestro autor se sabe testigo del final de una época, marcada por la crisis de los
idealismos y se preocupará por criticar radicalmente a esa totalidad inerme y estéril de
significación que se encarga de martirizar al hombre en su individualidad, haciendo que
posea una vida mutilada y falsa.
Para salvar al hombre (y todo lo particular) es necesario renunciar a la totalidad ya
muerta pero que todavía mantiene firmes sus estructuras de poder por medio de las
cuales busca disolver al hombre, encerrándolo cíclicamente en una necesidad social de
responder al sistema establecido, a priori malo. El camino será el reconocimiento de la
existencia y valor de pequeños elementos, los mencionados fragmentos materiales
carentes de sentido que arroja la realidad, para que sea posible una filosofía que devele
la cosa en sí en la luz de la materialidad. Sobre esto, Adorno finaliza su conferencia
diciendo: “(…) el espíritu no es capaz de producir o captar la totalidad de lo real; pero sí de
irrumpir en lo pequeño, de hacer saltar en lo pequeño las medidas de lo meramente existente.” 3
Ahora bien, en nuestra opinión, Adorno y Mann confluirán exquisitamente en Dr.
Faustus para referir tal ocaso antropológico cuya alarma era de preocupación común en
la cultura europea. Mann ya conocía la –también fragmentaria- teoría musical de
Adorno y lo convocará para que lo ayude en el desarrollo teórico de tales cuestiones. De
este modo queda justificada la aparición en escena del filósofo cuya Filosofía de la
Nueva Música desarrollaba el espíritu de ese fenómeno artístico especial del siglo XX
que fuera la música atonal y que, a su juicio, tan bien retrataba la presente situación. La
atonalidad compartió valores y espíritu con todo el ambiente artístico de su época
denunciando a un espíritu humano maltratado por el dolor de la aniquilación total de la
que podía ser víctima, y también desorientado frente a los nuevos códigos de una vida
cada vez más alienada al hombre mismo.
En este sentido podemos citar al diablo, quien le anuncia a Adrian Leverkühn en aquel
jugosísimo diálogo que promedia la obra:
Lo que el clásico podía obtener sin nuestro concurso sólo nosotros podemos procurarlo hoy.
Y en realidad ofrecemos algo mejor, ofrecemos lo genuino y verdadero; no lo clásico, sino lo
arcaico, lo primitivo lo que no ha sido puesto a prueba desde tiempo inmemorial. 4
3
ADORNO, T. W. Actualidad de la Filosofía. Op. Cit. Pág. 102.
4
MANN, T. Dr. Faustus. Edhasa. Barcelona. 2006. Cap. XXV. Pág. 334.
3
Tales palabras probablemente reflejen con certeza la visión que Adorno tiene sobre la
realidad, pudiendo decir que es “el diablo” que inspira y guía a Mann en su obra.5
Creemos que Adorno ofrece una filosofía de la vida en sentido negativo tal como lo
propone plásticamente “el tentador”, y confía en arrojar luz desde lo material del arte
expresionista a la vida del hombre que debería ser un canal de ese mismo expresionismo
como exigencia fundamental para que sea vida verdadera.
¿Pero qué puede significar “vida en sentido negativo”? Primeramente verdad negativa
probablemente sea sinónimo de nostalgia por lo perdido en la positividad que jamás será
recuperado, nótese eso en la referencia a la novela: en lo clásico está representada la
glorificación de la forma y el valor de su contenido realzado por ella. Pues bien, parece
ser que ahora la forma quedó vacía y jamás podrá recuperarse su sentido, entonces sólo
nos quedará buscar dónde late el sentido que anima a la forma pero fuera de ella porque
la misma mata al sentido; habrá que buscar el contenido -alienado en palabras de
Adorno- donde sea. Quizá no se sepa aun dónde está pero de lo que sí estamos seguros
es que nunca más lo encontraremos en la formalidad que otrora le dio la posibilidad de
la coherencia porque ella misma lo ha aniquilado. En idéntico sentido, el hombre jamás
podrá reencontrarse en la positividad de la afirmación de sí mismo sino que deberá
explorar su propio sentido así como también necesitará escuchar el llamado de la vida
allí dónde las formas vaciadas por las estructuras represivas (y regresivas) no ejerzan su
dominación.
Por esto mismo, Adorno parafrasea negativamente a Hegel con el claro propósito de
tomar distancia del pensamiento total de este último: al adagio hegeliano de Lo
verdadero es el todo6, nuestro autor antepone su contrario: El todo es lo no verdadero7.
Eso que “ofrecemos” en palabras del tentador ya no puede encontrarse en la claridad
de las cosas celestiales pero no porque los cielos no quieran sino porque éstos ya no
podrían darlo ante el quiebre de lo que imaginaron ser sus estructuras, o quizá también
porque “los cielos” sean otra cosa distinta a lo que la sociedad moderna forjó como
esperable de un paraíso final. Aflora justamente, entonces, la nostalgia del paraíso
perdido y aquello que el hombre busca –una vida, un sentido- sólo podrá encontrarse en
su forma negativa, arrojada en el infierno tomado aquí, para la filosofía crítica de
Adorno, en sentido metafórico; un infierno representado por el ocaso de la racionalidad
técnica llevada al paroxismo de la aniquilación planificada del hombre o a su disolución
5
Cf. ADORNO, T. W. – MANN, T. Correspondencia 1943-1955. FCE. Bs. As. 2006. carta 15. Pág. 53.
6
HEGEL, G. W. F. Fenomenología del Espíritu. FCE. México. 1966. Prólogo. Pág. 16.
7
ADORNO, T. W. Minima Moralia. Op. Cit. Pgrfo 29: Frutillas. Pág. 55.
4
orquestada a partir de formas blandas de dominación como ser la cultura industrializada
o la sociedad tecnificada. Sobre esto reflexionan juntos Adorno y Horkheimer:
La vida del hombre, al igual que la realidad, se encuentra dañada. La idea que Adorno
intenta elucidar por ejemplo en Minima Moralia9, para animar a un hombre
desorientado, está iluminada por aquellos fragmentos rescatables de las cosas y
precisamente por ello lleva el sugestivo subtítulo de Reflexiones desde la vida dañada.
Denuncian la opresión de la realidad a manos de la totalidad de poder apriorística e
intentan rescatar aquello por lo que la filosofía siempre se desveló y ahora quedó
apagado por la retracción del individuo a su esfera exclusivamente privada: la doctrina
de la vida recta.
Dicha vida recta estará necesariamente vinculada a l fragmento en la consideración
adorniana de la vida dañada, subyugada por los componentes de la totalidad por medio
de la castración de la percepción que anula la fantasía y coloca en su lugar los aparatos
yertos de la estructura “hiper-racional” dominante. Por ello el dolor es condición
esencial para que la individualidad se manifieste y perviva como tal. Citando a Hegel,
comenta Adorno que “(…) la vida del espíritu sólo conquista su verdad cuando éste se
encuentra a sí mismo en el absoluto desgarramiento.” 10 Una anécdota de su epistolario
recuerda que ante la muerte de su perro, escribió a su madre: “(…) fue atropellado por un
auto y murió por una hemorragia interna (…) Estaba dañado y eso había hecho del animal un
individuo.”11
La negatividad presente en el daño infligido al individuo nos permite rastrear las
huellas de la vida verdadera. Sentencia el autor: “Quien quiera conocer la verdad sobre
8
ADORNO, T. W.; HORKHEIMER, M. Dialéctica del Iluminismo. Ed. Nacional. Madrid. 2002. Pág.37.
9
Fragmentos de una “ciencia melancólica” de fuerte inspiración nietzscheana que justamente intentan
adoptar una postura crítica a la “ciencia jovial” de este autor. (Nota del autor.)
10
HEGEL, G. W. F. Fenomenología del Espíritu. FCE. México. Parte II. Pto. 3. Pág. 24. Citado en
Minima Moralia. Op. Cit. 2006. Dedicatoria. Pág. 19.
11
ADORNO, T. W. Cartas a los padres (1939-1951). Ed. Paidós. Bs. As. 2006.Carta 83. Pág. 130.
5
la vida inmediata tendrá que estudiar su forma alienada, los poderes objetivos que
determinan la existencia individual hasta en sus zonas más ocultas.”12
La batalla que libra nuestro autor, reside en rescatar –insistimos- el valor vital presente
en lugares escondidos o márgenes olvidados por la razón totalitaria. Afín sistemático a
las paradojas, Adorno felicitará a Thomas Mann por aquel pasaje de La engañada en el
que las protagonistas se sienten atraídas por un agradable perfume que se les ofrece en
un paseo, para luego constatar que tal aroma provenía de los restos de un animal del
bosque mezclado con moscas que revoloteaban en derredor.
Imagen románticamente densa de una vida que quiere dar su presente en el mundo
dominado por la frialdad de una razón hipertrofiada que traza quirúrgicamente,
asépticamente, el límite entre lo vivo y lo muerto. Se ha “higienizado” la muerte para
que la sociedad totalitaria no tenga que recordar que su propio poder planificador tiene
límites y perpetuar en las conciencias la idea falsa de una vida fácil de dominar.
La muerte sigue siendo vida. Esta cuestión representa una constante en el pensamiento
de Adorno. La vida no está dónde la sociedad totalitaria, tan contenta de sí misma, la
proclama a viva voz sino en lo pequeño o desagradable que con sus extrañas fuerzas nos
significaría la vida verdadera y real desde su ausencia.
Este pensamiento lleva a Adorno a concluir que la vida necesita abandonar el carril
prefijado porque no es capaz de serle fiel en su totalidad y a la vez no debe seguir el
modelo ideal de la línea trazada por la sociedad porque se pervertiría y dejaría de ser
ella misma. La vida ocuparía perfectamente el lugar del perfume que súbitamente
aparece en el ambiente, originado en los desperdicios que proclamarían la validez de lo
que está fuera de la regla. Por ello, en su condición esencial de dialéctico, Adorno hará
notar que la salvación de la vida reside en la insuficiencia de ser perfecta en sentido
formal: “Si la vida realizase de modo recto su destino, lo malograría.”13
6
reanimara las fuerzas que hipotéticamente podían permanecer vivas en el espíritu de su
pueblo natal. Para ello, se inspiró en Filosofía de la nueva música del pensador de
Frankfurt. En ella pueden leerse conceptos como el siguiente:
Aunque esta música [la de A. Schömberg] debe su origen a un impulso por así decir vegetal,
aunque precisamente su irregularidad se asimila a formas orgánicas, en ninguna parte es una
totalidad. Incluso Nietzsche, en una observación ocasional, definió la esencia de la gran obra
de arte por el hecho de que en todos sus momentos podría ser algo diferente. Esta
determinación de la obra de arte por su libertad presupone que las convenciones tienen una
validez perentoria.15
En el espíritu de lo meditado, Mann cristaliza en esta obra su talento bajo la forma del
“montaje” a la hora de referirse a la manera de aunar conceptos y escribir su desarrollo.
Y es así como la narración presenta indicios de la filosofía del fragmento que se va
nutriendo de retazos de pequeñas historias superpuestas, de modelos y anécdotas de
vida que el propio Mann vivió o recopiló de la reciente historia familiar y nacional a lo
cual hay que agregar la asesoría directa de Adorno en temas de música. Efectivamente
éste último refiere a su madre en una carta de 1948 uno de aquellos aportes medulares
de la obra de Mann: “(…) quisiera explicarte sobre la sonata Op. 111, (…) está ‘montado’, es
decir tomado de un artículo mío (…)” 16 17
El novelista busca salvar la integridad e identidad de sus fragmentos que empiezan a
montarse por medio del eje central convocante de la música y augura para ellos un
nuevo sentido que re-signifiquen la obra (y al hombre de su tiempo) desde dentro de sí
misma en lo que podríamos llamar –en un tono benjaminiano- un materialismo
iluminador.
Así es como Mann acude a Adorno para que éste lo ayude en la ilusión del pacto con el
diablo dónde la dialéctica musical se desenvuelva en un juego de desarreglos que le
tributen honor al infierno con su armonía disonante a través de la idea de liquidar los
límites entre las cosas y el hombre por medio de ciertos recursos artísticos que
constituyen el programa del expresionismo atonal de su época. Que la “armonía
15
ADORNO, T. W. Filosofía de la nueva música. Akal. Madrid. 2003. Pág. 44.
16
ADORNO, T. W. Cartas a los padres 1939-1951. Op. Cit. Carta 218. Pág. 270.
17
La sonata Opus 111 de Ludwig van Beethoven sirve en Dr. Faustus como tema de una de las charlas del
maestro Kretzchmar y que influyó de manera decisiva en la vocación musical rupturista de Leverkühn.
(Nota del autor.)
7
disonante” se ofrezca al espectador de esta manera parece ser mérito e idea exclusivos
del filósofo de Frankfurt.
Adorno ve en esa desaparición de límites la posibilidad del renacer tanto del hombre
como del arte a partir de una síntesis nueva en la cual lo formal haya dado paso a lo
material que es el portador más fiel y fidedigno del ser. Para la anulación formal de
límites, propone lo que estéticamente resultaría escandaloso para su época, lo cual en la
misma ficción tiene un alto costo social para el personaje Leverkühn.
No hablaremos aquí puntualmente de las obras ficticias que Mann “inventa” con ayuda
de su amigo filósofo. Simplemente marcaremos algunas de sus características que
ilustra el tema. Por ejemplo, el escándalo rupturista aparece con la propuesta de
brindarle centralidad en la composición a aquello que justamente contrasta de modo
formal y que jamás espera el público. De esta manera, el papel de una prostituta es
exigido para una intérprete de voz refinada y gran talento en coloraturas; también que
todo lo serio y espiritual sea expresado por la disonancia instrumental y en
contraposición, que todo lo referido al mundo del infierno esté representado por lo tonal
y armónico.
La novela puede ser pensada como una apología de la disonancia en orden a manifestar
el valor de la vida y el rescate de lo particular allí dónde la forma no lo espera, no lo
anuncia o no lo comprende: Leverkühn argumenta que “no se propuso escribir una sonata
sino una novela”18, lo cual referencia la misma vocación beethoveniana de componer
“descomponiendo”, jugando con los lenguajes humanos. También se menciona la
notable sucesión de motivos permanentemente nuevos y solamente conectados por
algún sonido similar, quedando -el tema como totalidad- cuidadosamente excluido para
priorizar el fragmento. O aparece una carcajada diabólica por la perdición de las almas
que se identifica musicalmente con un coro infantil de ángeles, destilando “(…) en el
alma, una nostalgia sin esperanza.”19
Nuevamente aparece la nostalgia asociada al paraíso perdido. La única verdad que nos
queda estaría presente en la disonancia de los fragmentos que concurren ante nuestra
presencia y que se corresponden admirablemente unos a otros en su propia diferencia
así como las voces de los niños –aunque musicalmente fuera de tono-, lo hacen con las
notas de la orquesta que los acompaña. Así se estaría logrando el objetivo final de
18
MANN, T. Doktor Faustus. Op. Cit. Cap. XLIV. Pág. 632.
19
Ibid. Cap. XXXV. Pág. 525.
8
obtener un macizo musical que supere la mera estructura disolviéndola desde la riqueza
de sus componentes.
Por ello Serenus dice de su amigo músico vanguardista en este punto: “¡Siempre fue
grande Adrian Leverkühn en la descomposición de la unidad, de lo idéntico!” 20 Pues bien, esta
exclamación repleta de admiración pero también no exenta de cierta inquietud y
angustia, es compatible con el pensamiento que transita Theodor W. Adorno pensando
en lo idéntico como la formalidad unívoca que aliena y mata. En contraposición, lo no
idéntico, es lo que no encaja en el estereotipo y que pareciera que fue lo que siempre
buscó nuestro autor.
En esta perspectiva, se buscaría romper las reglas clásicas para mostrar su verdadero
alimento subsumido bajo la forma tonal que lo ha domesticado desde tiempos
inmemoriales a través de la desnaturalización del sonido y el ajuste del canto. Parece
haber un deseo expreso de poner al descubierto lo más oculto que se haya presente en la
música y lo más instintivo y animal que hay en el hombre para absorber en una síntesis
magistral la complejidad actual de la vida y los rasgos más primitivos y simplemente
bárbaros de los orígenes que tienen que ser invocados para renovar lo dado actualmente.
Lo que se busca es poner a disposición de las fuerzas elementales del hombre que
subyacen ocultas y adormecidas, la inteligencia brillante con toda su potencialidad y así
sacarle sus mejores y más vitales notas a lo primitivo dormido en él. Se trata de buscar y
rescatar la vida de aquellos lugares donde se ha ocultado para sobrevivir. Se trata de
volver más humano aquello que se tilda de bárbaro lo cual sólo podrá lograrse si se lo
entiende en su situación y en su orden. En igual sentido y por este mismo movimiento la
inteligencia se ordenaría a la correcta función gnoseológica que le impide trasvasar su
poder de manipulación a todo lo dado.
De hecho, Adorno considera que el talento del artista es una sabia combinación de
estos elementos. Combinación del furor esencial –“furor felizmente sublimado”21 dice
nuestro autor- con la armonía de la forma que comporta para el hombre un concentrar
en la contemplación lo que antes se extralimitaba a la desmesura. En palabras que muy
bien podrían ser las del filósofo de Frankfurt, promover este tipo de arte quizá permita
valorar lo particular en la totalidad. Caer en lo contrario, profundizando el clasicismo, es
propender a la verdadera barbarie, hoy día disfrazada con los ropajes de la civilización,
constituida en barbarie planificada desde la racionalidad anónima del poder social.
20
Ibíd. Pág. 525.
21
ADORNO, T. W. Minima Moralia. Op. Cit. Prgfo 72: Renadío. Pág. 114.
9
Finalmente creemos que el corolario a todo lo dicho lo tenemos en la obra definitiva de
Leverkühn: la Lamentación de Dr. Faustus, dónde se pretende revocar el camino de la
Novena Sinfonía, argumentando que “no debe ser”22 dada la próxima muerte del
pequeño sobrino del músico, Nepomuk, quien fuera el último refugio de amor y de calor
humano en este mundo. La muerte que está por llegar para llevarse al niño está más viva
que lo triunfal de la sinfonía que representa formalmente lo más noble y añorado por los
hombres, siendo a la postre, vano y estando, muerto.
Conclusión
Quizá en este último ejemplo podamos hallar la más grande afirmación sobre el
contrapunto dialéctico entre lo que formalmente se espera y “debe ser” en la vida
humana frente a lo que en verdad es y pasa. Negar la Novena Sinfonía y al amor
entendido en su formato clásico cierra la novela para mostrarnos la discontinuidad de la
realidad y las grietas en las que puede encontrarse al hombre y a sus vivencias de un
modo verdaderamente genuino. Negar el amor clásicamente concebido cierra el círculo
del pacto contraído con el demonio, quien le había sentenciado la imposibilidad de amar
como alto precio a la genialidad de su música.23 24
Permitir la aproximación entre cosa y hombre quizá sirva al artista para entregarse a su
trabajo libremente dentro de la estructura formal sin que ésta le quite vigor a sus
esfuerzos ya que fue llevada al extremo de la eliminación de sus límites para
transformase en testigo y garante del desarrollo material interno. Por este camino la
expresión será reconstruida gracias a que, identificándose el artista con la materia que
trabaja en la pieza musical, ambos en conjunto podrán alcanzar la autenticidad de ser.
Creemos ver que la luz de una nueva esperanza posiblemente esté en la superación
transfiguradora de la forma social acontecida –promovida por los autores desde la
plasticidad que la música y la filosofía pueden darle a la humanidad- por parte del
hombre reconsiderado en sí mismo como individuo y materia fragmentada en esa misma
sociedad. Frente a la angustia del estado de infecundidad al que la música –el hombre-
desembocó por la oclusión espiritual de una civilización, se opondrá la esperanza por
reivindicar al arte –y al hombre- para redimirlos de la apariencia y la mentira.
22
Cf. MANN, T. Dr. Faustus. Op. Cit. Cap. XLVI. Pág. 662.
23
Cf. Ibid. Cap. XXV. Pág. 351: “(…) te estará vedado el amor”. (“…Du darfst nicht lieben.”)
24
Y ciertamente el precio que el genio artístico debe pagar por serlo es otro de los tópicos característicos
de la narrativa manniana. (Nota del autor.)
10
Bibliografía
11