Historia Social de La Musica Popular Chile
Historia Social de La Musica Popular Chile
Historia Social de La Musica Popular Chile
Cinco años atrás, Juan Pablo González y Claudio Rolle, al publicar el primer
volumen de su Historia Social de la Música Popular en Chile, indicaban que su trabajo
centraba la atención en la dimensión sonora del pasado y la posibilidad de escuchar la
historia a través de la dimensión social de sus producciones musicales. Ahora, y también
con los aportes de Oscar Ohlsen, han publicado el segundo volumen dedicado a las décadas
de 1950 y 1960.
casos, con materiales conservados por particulares, así como con una cantidad significativa
de recuerdos relacionados con determinadas atmósferas que se mantendrán mientras estén
vivos sus protagonistas.
Novedad y juventud resulta ser uno de los ejes por los que transitó la música de
estas dos décadas, y no es por casualidad que los autores les dediquen a este tema el primer
y el último capítulo del libro. Son jóvenes que empezaban a tener un espacio propio en
casas donde, de manera habitual, habían sido los adultos quienes ordenaban los espacios y
asignaban un comportamiento a sus habitantes. Junto a las primeras demandas y presiones
por la pieza individual, consolidada en las décadas siguientes, los avances tecnológicos
permitirán que los jóvenes disfruten de un pick up o tocadiscos propio donde escuchar la
música de su gusto. La difusión de la guitarra posibilitó que muchos contaran con un
instrumento propio para tocar „su‟ música y establecer espacios de sociabilidad con
miembros de su generación a partir de ella. Lo señalado hasta aquí es algo que se da en un
el extenso espacio de tiempo de veinte o más años y no fueron procesos que se alcanzaron
de golpe. Hacia finales de la década de los cincuenta y durante los sesenta todavía la pieza
propia no se había extendido y los hermanos, a veces de edades distintas, debían
compartirla, resultando difícil que alguno se apropiara de la totalidad del espacio. Los pick
up, independiente de la oferta creciente, eran caros y en muchas casas había uno solo que se
encontraba en el living o en lo que se denominaba „la salita‟. Allí se escuchaba la música y
se practicaban los bailes a una cierta hora que terminaba con la llegada del padre que tendía
a devolver las cosas a la normalidad. Pero el proceso estaba en desarrollo y llegarían a
consolidarse las condiciones solicitadas –conquistadas es el término de los autores- por los
jóvenes.
por cierto, no sucedía solo en el plano musical sino que en toda la esfera de la vida social,
tal como ha sido documentado de manera suficiente en los estudios dedicados a la política y
a los movimientos sociales. La psicología de la época y las teorías educacionales insistieron
bastante en la necesidad de percibir al joven como un actor social con características
específicas y determinadas.
El ascenso del joven como actor social es simultáneo y estuvo en estrecha relación
con el desarrollo tecnológico musical. La labor de las casas discográficas y su competencia
por introducir nuevos formatos, su búsqueda de cantantes y talentos con una activísima
capacidad para internacionalizarlos, su estrecha relación con la radio que todavía, al menos
en lugares como Chile, mantenía una supremacía indiscutida durante la mayor parte del
período estudiado, y la capacidad de estas por congregar públicos con los que generaban
estrechos lazos de fidelidad, constituye un aspecto logrado por los autores, especialmente al
abordar todos estos aspectos dentro de su interrelación y simultaneidad.
El primer destino de esta música fue América Latina, y en ese espacio el diálogo
con otras expresiones y experiencias de recopilación alcanzó niveles muy intensos. Durante
mediados de los años 50, pero especialmente en los 60, instrumentos y ritmos de
provenientes de experiencias diversas y sitios distantes aparecen incorporados en las
composiciones de los autores locales. Y luego Europa, más especialmente Paris que todavía
oficiaba de “república mundial del arte”, parafraseando la expresión de Casanova;
predominio que se consolidó en ese tiempo por la devoción que profesaron los escritores
del boom a dicha ciudad. . Ella, además de lugar de consagración, fue también un
laboratorio de experimentación, donde muchos consolidaron su condición de
latinoamericanos. En los mismos días y en las mismas calles los escritores
latinoamericanos, los pintores y los músicos estaban desarrollando una experiencia común.
El viaje musical americano, con sus idas y venidas, préstamos y adaptaciones, se dio
en todos los ámbitos. Los cantantes chilenos de la nueva ola viajaron más que nadie a
través de giras y largas estadías. Tomaron canciones de diversos lugares y las incorporaron
a sus repertorios de „estrellas musicales‟. Ginette Acevedo representa uno de los casos más
emblemáticos al respecto. Palmenia Pizarro, por su parte, pasó a ser una cuasi-embajadora
de la música peruana en varios países. La biografía de Violeta Parra, a partir de un
determinado momento, pasó a ser la de una viajera constante, tal como lo ilustran las
páginas de este libro y El Libro Mayor de Violeta Parra, Un Relato Biográfico y
Testimonial, editado por Isabel Parra.
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Si los chilenos viajaban poco por Chile, lo hacían menos más allá de las fronteras.
La llegada de la música internacional traía el mundo al rincón chileno, y aunque el se
acentuó en forma creciente el predominio norteamericano, tanto en la industria musical
como en los intérpretes y canciones, también las canciones españolas, italianas y francesas,
tuvieron siempre una enorme recepción que tendió a copar la audición musical en Chile,
generando un reclamo constante de los folkloristas que se sentían relegados.
¿En qué estábamos y donde quedamos a partir de esta publicación? Pienso que un
aporte, entre varios, es la relación de los aspectos más variados del tema, ofreciéndonos una
visión de conjunto que no teníamos. Se contaba, y los autores del libro a cada paso lo hacen
ver, una serie de registros y referencias sobre los variados aspectos, pero no una historia
completa y maciza sobre el argumento. Esto le da un claro valor a la obra y la convierte en
una referencia necesaria para la historia social de la música popular en Chile. Pero también
integra este registro de la música a la comprensión de la historia de Chile en términos
generales, y esto era algo que se venía construyendo lentamente en las últimas décadas,
permitiéndonos completar y enriquecer la visión del pasado.
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