Charlot, La Epistemología Implícita
Charlot, La Epistemología Implícita
Charlot, La Epistemología Implícita
Esta separación entre la actividad matemática y sus resultados, entre los problemas y
los conceptos, engendra un fracaso escolar importante, sobre todo entre los niños de
familias humildes, que no están familiarizados con ese lenguaje explícito, formalizado,
codificado. Explican este fracaso, diciendo que las matemáticas son difíciles porque son
abstractas y
resuelven que a los alumnos con dificultades escolares hay que enseñarles las
matemáticas partiendo de lo concreto. En resumen, para aquellos que no tienen o que no
tienen todavía suficiente poder de abstracción haría falta construir un andamiaje particular
que les permitiera alcanzar poco a poco el mundo matemático.
A tal efecto, se elaboran materiales, situaciones, estrategias que, en el análisis, se
muestran como seudo-concretas: bloques lógicos en el jardín de infantes, relaciones
familiares a representar por los diagramas en la primaria, estudio de boletas de pago más
adelante, etc.
Y es así que las dificultades son cada vez mayores.
Existe una confusión entre la pedagogía activa y la pedagogía concreta que provoca
bastante
daño en la enseñanza. Se confunde la actividad intelectual del alumno con la actividad
física del alumno sobre material manipulable o la actividad del alumno a partir de
situaciones familiares. Lo importante es la actividad intelectual del alumno, cuyas
características, tal como Piaget las ha descripto, son parecidas a aquellas que los
historiadores de las matemáticas encuentran en el matemático creador: el pensamiento
parte de un problema, plantea hipótesis, realiza rectificaciones, transferencias,
generalizaciones, rupturas, etc..., para construir poco a poco los conceptos y, a través de
esta construcción de conceptos, para edificar sus propias estructuras intelectuales. Para
un niño, esta actividad intelectual supone un soporte manipulable (hasta
alrededor de los 7 años), más tarde, al menos representable (como mínimo hasta los 12
años). Pero lo verdaderamente importante aquí es la actividad intelectual sobre este
soporte y no el carácter "concreto" del mismo.
Por otro lado, incluso cuando el niño ya puede prescindir de ese soporte para el
aprendizaje y abordar directamente las relaciones por sí mismas, no hay otra vía posible
que la actividad intelectual.
En síntesis, si el aprendizaje de las matemáticas es actualmente difícil no es porque las
matemáticas son abstractas, sino porque este aprendizaje no está basado en la actividad
intelectual del alumno sino en la memorización y aplicación de saberes de los que el
alumno
no ha comprendido realmente el sentido. La solución a las dificultades actuales de los
profesores y de los alumnos no es buscar del lado de la dupla abstracto/concreto, que no
es más que una coartada ideológica en la selección, sino del lado de un aprendizaje de
las matemáticas fundado en la actividad intelectual de aquel que aprende.
De acuerdo, se dirá, pero en la práctica pedagógica cotidiana, ¿qué significa esto?
Definición y problemas.
Si por juego se designa una actividad donde el alumno realiza con placer - que no
excluye el esfuerzo, pero lo sostiene-, una actividad que permite un funcionamiento del
pensamiento no condicionado por reglas exteriores vividas por el alumno como artificiales
y arbitrarias, no tengo ninguna objeción. Además el alumno tiene derecho a que su
actividad sea socialmente
reconocida como un trabajo serio y no como un juego y se engañe a ciertos alumnos con
la idea
de que ellos juegan en la escuela en vez de trabajar!
Pero si por juego matemático, se designa una actividad puntual no articulada alrededor de
un campo de problemas, no anclado en el programa, sin proyecto intelectual ni
institucional, ya no estoy de acuerdo. Estos momentos de aventura matemática no son
para excluir, pero no pueden
constituir la base de un aprendizaje de las matemáticas. Este supone la articulación entre
situaciones, que para el maestro al menos, sean ricas de progresión futura. El alumno
debe sentir que él progresa y el docente, por su lado, no puede librarse de toda
dependencia con los programas.
La idea de proponer a los alumnos en situación de rechazo escolar, las matemáticas
"útiles" se complementa con la idea de juego matemático. Hablar de juego, es centrar el
aprendizaje en la actividad misma, considerando finalmente insignificante el resultado de
esta actividad. Hablar de utilidad, es en cambio, ocultar de nuevo la actividad matemática
e insistir en el valor del resultado, pero en el ámbito de la vida cotidiana y no más en un
universo matemático abstracto. Es
interesante constatar que aquellos que enseñan matemáticos a los alumnos que a priori
son desconfiados oscilan a menudo entre la estrategia del juego y la de la utilidad. Estas
estrategias, en un cierto sentido inversas, desarticulan ambas la actividad matemática que
es actividad que conduce a resultados. Esta actividad no puede definirse como juego
porque su sentido
es generar resultados y no satisfacerse a sí misma. Estos resultados tampoco pueden
definirse por su utilidad en la vida cotidiana porque los mismos toman su sentido de la
actividad que los creó. Estas dos estrategias se resignan finalmente a un vínculo negativo
de los alumnos con el trabajo matemático, que las mismas intentan evitar con la idea de
juego o utilidad en lugar de reconstruir este vínculo haciendo vivir la actividad
matemática como trabajo creador. En el fondo estas estrategias ratifican, cada una a su
manera, la inaptitud de ciertos alumnos para hacer matemática. La una porque hace
matemáticas pero no plantea lo que hace como algo serio, la otra porque intenta proveer
a sus alumnos de herramientas matemáticas pero les hace creer que no es esencial que
esas herramientas hayan sido construidas por ellos mismos.
Efectivamente es muy difícil enseñar matemáticas "útiles". Pasemos rápidamente al
carácter, a menudo artificial de esta utilidad proclamada. Lo esencial no esta ahí, si no en
una contradicción de fondo. Apuntar a lo útil es apuntar al resultado y lo que interesa al
alumno, en este caso,
es tener la solución que el maestro bien podría y de manera más sencilla darle
directamente.
Pero a pesar de todo, lo que interesa al docente es el camino para llegar a este resultado
más que el resultado en si mismo. Ahora bien, cuanto más se insiste en la utilidad de las
matemáticas, más la urgencia por encontrar la solución oculta al alumno el interés de
hacerlo por si mismo. En verdad el argumento de la utilidad puede acercar al alumno,
motivarlo en la medida que
se garantice que el problema planteado por el maestro es un verdadero problema, un
problema que tiene un sentido y no un ejercicio escolar que no significa más nada afuera
de la escuela. Pero es bueno comprender que pedagógicamente lo que es interesante en
un problema útil, no es que sea útil, si no que sea un verdadero problema, con un sentido
para el alumno.
Hay, en mi opinión, una motivación más importante que la utilidad: el desafío que le
plantea al alumno el problema en tanto que es un problema. Lo que es importante para el
alumno no es conocer la solución, es ser capaz de encontrarla por sí mismo y de
construir así, a través de su actividad matemática, una imagen positiva de sí mismo,
valorizante frente a las matemáticas.
La recompensa al problema resuelto no es la solución del problema, es su éxito personal
al resolverlo por sus propios medios, es la imagen que puede tener de si mismo como
alguien capaz de resolver problemas de hacer matemáticas, de aprender.
La imagen de si mismo frente a las matemáticas es, en un sentido más amplio, su imagen
frente al saber escolar y a la escuela, frente al mundo adulto y al porvenir: se trata de una
postura sumamente seria que no debe tratarse hablando de un juego o de una
rentabilidad inmediata de las matemáticas. Esta postura es muy profundamente
psicológica y cultural porque, ¿qué es la cultura sino, la capacidad de situarse como
autónomo activo y creador en el mundo circundante? Esta postura es también social y
política. Frente a las estadísticas, a las encuestas, a los índices, a la utilización cada vez
más frecuente del argumento matemático en el discurso social y político, no es poco
importante que los alumnos consideren las matemáticas como un universo
muy particular accesible a pocos o como una actividad que produce resultados según
ciertas reglas verificables por todos.
¿Educación Cívica a partir de las matemáticas? Desde luego, desde el momento que el
aprendizaje de las matemáticas se basa en una epistemología implícita que define al
hombre frente al saber, a la cultura, a la historia y frente a los otros hombres.