El Haiku O El Arte de Guardar El Momento Sublime
El Haiku O El Arte de Guardar El Momento Sublime
El Haiku O El Arte de Guardar El Momento Sublime
HAIKU
Ediciones La Sílaba
Colección Ocarina
El Haikú
O el arte de guardar el momento sublime
Cali, Colombia 1993
Donald Keene
Donald Keene
I
DESCUBRIMIENTO DEL HAIKU JAPONES
Esta poesía es otra visión del mundo y, por sobre todo, una
sensibilidad. Pero este sentir, esta sensibilidad, no es solo la del
sentimiento o de la sensación. De ello nos previene Octavio Paz
(1981;10): “es algo que está entre el pensamiento y la idea”. Los
japoneses usan la palabra “Kokoro”: corazón. Pero ya en su tiempo
Juan José Tablada advertía que era una traducción engañosa:
“Kokoro es más, es el corazón y la mente, la sensación y el
pensamiento y las mimas entrañas, como si a los japoneses no les
bastara sentir con sólo el corazón”.
-Según Paz:
“La estructura dual del Tanka dio origen al “Renga”, sucesión de Tankas
escritas generalmente no por un poeta sino por varios: 3/2 3/2 3/2 3/2 3/2
3/2. A su vez el Renga adoptó a partir del siglo XVI, una modalidad
ingeniosa, satírica y coloquial. Este género se llamó Haikai no Renga. El
primer poema de la secuencia se llamaba Hokku y cuando el Renga Haikai
se dividió en unidades sueltas –siguiendo así la ley de separación, reunión,
separación que parece girar a la poesía japonesa- la nueva unidad poética
se llamó Haikú, compuesto de Haikai y Hokku”.
Las grandes diferencias de estilo que han tenido los cultores de este
género literario pasan desapercibidas para nosotros; pero existen
profundas rupturas a este respecto. El lenguaje convencionalmente
poético, tradicional y severo, es dejado de lado por privilegiar una
expresión popular y humorística.
Puesto que el haikú es más corto que otras formas poéticas, tiene
naturalmente que depender, aún más que ellas, del poder de la sugerencia.
Al estudiar el haikú, se verá que usualmente logra su efecto no sólo
sugiriendo un modo, sino además dando una imagen nítida que sirve como
punto de arranque para los caminos de la mente y de la emoción. Pero,
también por la brevedad, el haikú rara vez da esa imagen detallada. Sólo se
indica un esbozo o partes importantes, y el resto debe ser puesto por el
lector. En verdad el haikú tiene estrechas semejanzas con los dibujos a tinta
tan amados por los japoneses”.
Como este mismo autor señala, a propósito del haikú japonés, los
versos evocan asociaciones por referencias a creencias budistas, a
costumbres sociales y a episodios de la historia japonesa, que
cualquier japonés conocería, referencias que por desgracia, son
ininteligibles para el lector occidental. Este aspecto es igualmente
analizado por Donald Keene, en su citado libro sobre la literatura
japonesa, señalando las dificultades de traducción y comprensión de
los textos al perderse el significado referencial de la alusión cuyo valor
contextual no recupera el lector.
Lluvias de mayo...
Todo lo ocultan, menos
el Puente Seta.
Este haikú puede haber inspirado una anécdota tal vez apócrifa en la
que a Basho se le pide, en broma, que componga un haikú sobre la
Ocho Vistas. El caso es que hay una tanka muy conocida en la que a
través de juegos de palabras, se nombran todas las Ocho Vistas. Pero
lo que es posible en treinta y una sílabas es claramente imposible en
diecisiete. La historia cuenta que Basho salió del paso diciendo:
Nubladas, siete
vistas; y la campana
de Mii, la oigo.
Digamos algo más sobre sus reglas: ya hemos señalado que el haikú
tiene un ordenamiento versal tripartito de 17 sílabas (5/7/5), que
inicialmente estuvo ligado a la tanka de cinco líneas y 31 sílabas
(5/7/5/7 y 7), y al encadenamiento de tankas, llamado Renga.
“El hokku no deberá estar en desacuerdo con la topografía del lugar, sean
las montañas o el mar que lo domine, ni con las flores que vuelan o las
hojas que caen de las hierbas y árboles propios de la estación, ni con el
viento, las nubes, la bruma, la niebla, la lluvia, el rocío, la nieve, el calor, el
frío o el cuarto de la luna. Los objetos que suscitan una reacción pronta son
los más interesantes para que se les incluya en un hokku, así los pájaros
primaverales y los insectos otoñales. Pero el hokku no tiene mérito si
parece haber sido preparado de antemano”.
Los requisitos para la segunda estrofa eran un poco menos exigentes: tenía
que estar en estrecha relación con la primera y terminar con un sustantivo.
La tercer estrofa era más independiente y terminaba con un participio. La
cuarta tenía que ser “suave”. La luna había de aparecer en una
determinada estrofa; la flor del cerezo no se podía mencionar antes de
determinado punto; el otoño y la primavera habían de repetirse en no
menos de tres estrofas sucesivas, pero no en más de cinco, mientras que el
verano y el invierno se podía abandonarlos después de una sola mención,
etc. Las reglas se multiplicaron hasta un punto tal, que se hubiera podido
predecir sin temor a equivocarse que nada de valía podría escribirse con
semejantes limitaciones. Sin embargo, y aún cuando la estrofa encadenada
se fue convirtiendo cada día más en el juguete de los diletantes cuya
máxima habilidad consistía en el apego estricto a las reglas, de vez en
cuando se escribió una gran poesía, especialmente la del Sógi (1421-1502),
el maestro de la estrofa encadenada.
“El hecho de que lo que originalmente era una especie de juego de salón
hubiese alcanzado un nivel artístico tan alto trajo consigo la necesidad de
encontrar alguna forma de versificación más nueva y sencilla para el feroz
guerrero que buscaba solaz en los versos o para cualquier otro poeta de
afición. La nueva forma, que se desarrolló en los siglos XVI y XVII, fue el
haikai o estrofa encadenada tradicional, que había estado llena de flores de
cerezo, sauces y pálida luz lunar, la estrofa encadenada “libre” se gozó en
mencionar cosas tan humildes como los hierbajos, las narices que moquean
y hasta los cagajones. Por supuesto que con el tiempo el nuevo estilo
poético se volvió tan esteriotipado como el viejo, pero el primer resultado de
la falta de reglas formales en la estrofa encadenada “libre” fue que se
soltase un torrente de estrofas encadenas y haikú, una nueva forma que se
derivó al convertir en unidad independiente la estrofa inicial de una serie de
estrofas encadenadas”.
“En conversaciones con sus discípulos, Basho declaró que los dos
principios de su escuela poética eran el cambio y la permanencia. Esa
declaración resulta más inteligible cuando se conocen los dos peligros que
siempre amenazaron a la poesía japonesa. El primero y más grave de ellos
eran la rancidez y la esterilidad como resultado del estudio excesivo y la
imitación de las obras maestras anteriores. Basho insistió en que su estilo
poético tenía que “cambiar con cada año y refrescarse con cada mes”,
como él mismo decía. Y aún dijo más: “No pretendo seguir los pasos de los
hombres de antaño; busco lo mismo que ellos buscaron”. Quiere decir que
no quería copiar las soluciones que los poetas de otros tiempos habían
dado a los problemas eternos, sino que, en vez de eso, trataba de
resolverlos por sí mismo. Eso es lo que quiso decir con su segundo
principio, el de la permanencia. Cuando –como sucedió bajo la influencia de
los nuevos movimientos literarios del siglo XVII- se desecharon todas las
tradiciones y los poetas japoneses se refocilaron con su libertad, los
resultados fueron caso siempre caóticos. Para Basho, tanto el cambio como
la permanencia tenían que estar presentes en su haikú. En algunos de sus
mejores poemas encontramos presentes esos elementos, no sólo en el
sentido que acabamos de exponer, sin también, para decirlo en términos
geométricos, como expresión del punto de intersección de lo momentáneo
con lo constante y eterno. Esa intersección la encontramos, por ejemplo, en
el que fue quizá su haikú más famoso:
En el primer verso nos da Basho el elemento eterno del poema, las aguas
sin edad, quietas, del estanque. El siguiente nos da lo momentáneo ,
representado por el movimiento de la rana. La intersección de ambos
elementos es el chapoteo del agua. Interpretado formalmente, el elemento
eterno es la percepción de la verdad, tema de innumerables poemas
japoneses; lo nuevo que trae Basho consiste en utilizar el movimiento de la
rana en vez de su agradable canto, trillada idea poética de los poetas
anteriores.
De Ryokan:
Al ladrón
se le olvidó
la luna en la ventana.
______
2
Esta búsqueda de libertad me recuerda el alegato que hacía en 1492. Antonio de Nebrija en su
Gramática, según nos recuerda Fernando Lázaro Carrerter. (ABC, cultural, No. 41, 14 de agosto de
1992), contra la prepotencia de las rimas consonantes, las cuales limitan al creador obligándolo a
decir lo que no quiere decir y al oyente que no atiende lo que se le dice pues está como en
suspenso esperando la consonante. Dice Carrerter que Nebrija con esta actitud sensible a las
influencias de Petrarca, revela un ideal lírico diferente al vigente entonces en Castilla; sus
argumentos serían retomados a favor del verso libre cuatro siglos después.
Este anónimo:
Cerezo de mi huerto,
aunque yo no regresare,
florece tú.
De Basho:
Primer nevada.
Un copo es tan pesado
que inclina un gladiolo.
***
Un relámpago.
En la sombra
vibra el grito de la garza.
***
La luna llena
ha vagado toda la noche
en torno al estanque.
***
***
***
Nubes de flores.
¿La campana de Ueno?
¿La de Asakusa?
***
Torturas en mi alma.
Dejémoslas ir
al compás de los movimientos del sauce.
***
La cigarra
-nada revela en su canto
que pronto ha de morir.
***
Levántate, levántate.
Haré de ti mi amiga,
mariposa que duermes.
De Shiko Kagami:
Decía:
“Basho, el padre del género, se apartó incontables veces del patrón métrico.
Por otra parte, son muchos los poemas, exquisitos por cierto, que contienen
un hemistiquio en el verso central, convirtiéndose por ello en verdaderos
pareados.
En cuanto al fondo, se trata de una descripción brevísima de alguna
escena, vista o imaginada. No conozco mejor definición que la que dio el
propio Basho: “Jaiku es simplemente lo que está sucediendo en este lugar,
en este momento”.
Fenómenos del verano eran: el canto del cuclillo y la alondra; la peonía; las
chicharras, ranas y luciérnagas; las lluvias de mayo o estacionales
(samidare), los aguaceros repentinos (yúdachi), la plantación del arroz...
Cada uno de los cuatro grandes poetas de jaiku adopta sobre el particular
una posición distinta. Para Basho el jaiku era ciertamente una ascesis a lo
Zen. Para Buson, un arte cuyo fin era la belleza. Para Issa, una efusión
emotiva de su humanidad y franciscana ternura hacia personas, animales y
cosas. Para Shiki, admirador de Buson, una forma literaria y nada más”.
Los textos a los cuales tenemos acceso, son traducciones, algunas del
francés, otras del inglés y aún así conservan el alto valor de la versión
inicial. En algunos casos ha habido uniones afortunadas para realizar
estas traducciones, como la del japonés Eikichi Hayashiya y el poeta
mexicano Octavio Paz, quienes en 1956 tradujeron La Senda de Oku,
de Basho, el gran maestro japonés.
El humo
epitafio del bosque
moribundo.
En la noche ata
el verdugo sus manos
por miedo al sueño.
Somos fantasmas.
Aquí nadie es real.
¡Nadie ni nada!
De Carlos Alberto Castrillón (Col.):
La tinta en el papel.
El pensamiento
deja huella.
De grito en grito
no de piedra en piedra
cruzan las jovencitas por el vado.
Primer paso
¡Qué largo
se ve el camino!
El río sangra.
El pie descalzo
sobre la lata abandonada.
***
En su huella,
un peso de más: el fusil.
¡Triste verlos partir así!
***
***
Me gusta tu vestido;
el motivo que lo adorna
guarda bien tu luna que crece.
Reverentes
se inclinan los trigales
al paso del viento.
Puerta de golpe:
único pentagrama
de los potreros.
Después de la tempestad
entre los crisantemos
un pajarito muerto.
Para terminar:
Flor de cuatro
pétalos; se aman
dos mariposas.
Inventó el camino
la costurera del campo
con su hebra de hilo.
Hoy no me alegran
los almendros del huerto.
Son tus recuerdos.
III
EL HAIKU EN NORTE AMERICA
Esta mañana:
flotando boca abajo en el cubo de agua
un ratón ahogado.
Por su parte, Allen Ginsberg anotó en su diario la lectura del libro de Blyth
hacia 1955, y escribió sus primeros haikús. He aquí un ejemplo:
Tal vez fue Jack Kerouac el poeta “Beat” que tuvo más proyección con sus
haikús. En su novela “The Dharma Bums” (1958), que incluye varios
segmentos de poesía, muchos poetas jóvenes de la época descubrieron el
haikú y sus posibilidades expresivas.
El haikú en inglés no tiene una tradición tan larga como el haikú en español,
pero sí una vida muchísimo más intensa y coherente. Desde la década del
50 ha crecido la preocupación por los temas modernos, por el hombre en su
complejidad y por los experimentos técnicos y formales (como los de Alan
Pizzarelli y Marlene Mountain). La subjetividad de un gran poeta como
Alexis Rotella, convive con la poderosa fuerza expresiva de Nicholas
Virgilio, el humor de Arizona Zipper, la trascendencia de las vivencias de Ty
Hadman en la Guerra de Vietnam, y la capacidad de eternizar un instante,
tan propia de Penny Harter y Elizabeth Searle Lamb. En los años 70 el
haikú norteamericano llega a su plena madurez; es ya una poderosa
corriente literaria organizada alrededor de revistas tan importantes como
“Modern Haiku” (1969), dirigida por Robert Spiess, “Frogpond” (1978),
dirigida por Sylvia Forges-Ryan, “Haiku Magazine” (1967), de W.J.
Higginson, etc. Se han encontrado la forma y el tono deseados. Las dudas
desaparecen, y los experimentos formales dejan de ser simples escarceos
para convertirse en la vanguardia de una tradición formada. Como afirma
Marlene Mountain, es necesario profundizar en nosotros mismos para
encontrar la voz precisa en el haikú (4); el mundo de nuestros miedos, de
nuestra soledad, y las penas diarias que nos agobian, es mucho más vital y
cercano que cualquier otra cosa.
Todos los poetas incluidos en esta selección son prueba de la fuerza con
que ha arraigado el haikú en Norteamérica, y de lo mucho que podemos
aprender de la forma como el haikú encontró expresión en inglés.
Acercándome a la montaña...
ayer, y todavía hoy
y mañana.
***
La lluvia
borra
la cara del payaso.
***
***
Sobre la mesa,
junto al libro de Zen,
la cucaracha hace una pausa.
***
Compré un tazón
de crisantemos blancos
la mañana en que él se marchó
***
Una pausa
en mitad de la escalera...
Crisantemos blancos.
***
Paseando bajo
el vuelo de un cuervo
o sobre su sombra.
***
***
Toda mi vida;
el silencio
del sol.
***
***
Viento de invierno;
poco a poco el nido de la golondrina
se deshace en el establo.
***
Un caballo blanco
en la pradera
olfateando nubes.
***
Atrapo
la hoja de arce y luego
la dejo ir.
***
En mi botiquín
la mosca de invierno
murió de vieja.
***
***
En el templo vacío
por la noche, un cocuyo solitario
ahonda el silencio.
***
Tarde de invierno...
desviándome de las huellas de mi padre
me hundo en la nieve.
***
La calma de la madrugada:
entre las ramas se rompe
una hoja solitaria.
***
En lo profundo del río
el gran pez permanece quieto
contra la corriente.
***
Día lluvioso,
pluma, papel
y té;
llueve en todas las ventanas.
***
Una rama
ondea en la ventana
y desaparece.
***
Goteras
sobre el pantano...;
fin del verano.
***
Riendo a hurtadillas
bajo los árboles
del cementerio.
***
Lluvias de primavera...
hasta el ladrón
reniega de su oficio.
***
Luna de verano:
lo único blanco
en el cielo de la tarde.
***
O. Mabson Southard:
***
***
***
La centella se apaga,
y con ella la cara
del niño.
***
Penny Harter (1940):
Un plato roto...
Los pedazos
aún se balancean.
***
Deshelándose
el ratón muerto
abre la boca.
***
El Buda silencioso
sostiene en sus rodillas
un puñado de sombras.
***
Madrugada de invierno;
desde lo profundo del bosque
los cuervos llaman.
***
Enfermedad de Parkinson.
Las lentejuelas traquetean
en su sombrero.
***
Los nenúfares...
En un momento me preguntará
en qué estoy pensando.
***
***
Noche estrellada;
una mariposilla blanca cruza
la cara de la luna.
***
Arizona Zipper:
El arcoiris en primavera;
el cartero silba
de casa en casa.
***
Me detengo a escuchar;
el grillo
hace lo mismo.
***
Lee Gurga:
Un mago callejero...;
los turistas aparecen
y desaparecen.
***
El viejo estanque...;
en la boca de la serpiente
los ojos del sapo.
***
Ty Hadman:
***
De repente un trueno;
el perro que ladra
al fin se calla.
***
***
El gato muerto
con la boca abierta
hacia la intensa lluvia.
***
***
Antes de la tormenta
un balón desinflado
cae sobre su sombra.
***
Leo
la pluma
caída en la página.
***
En el templo
el latido
de un corazón.
***
***
Café
en un vaso de papel...
tan lejos de casa.
Notas:
(1) Henderson, Harold G.: “Haiku in English”, Charles E. Tuttle, Tokyo, 1992 (24ª.
Edición); p. 28.
(2) Ibid, p. 49.
(3) Higginson, William J.: “The Haiku Handbook”, McGraw-Hill, New York, 1985; pp. 135-
36.
Cf. Van Den Heuvel, Cor: “The Haiku Anthology”, Simon and Schuster, New York, 1986; pp. 346-
47.
EL HAIKÚ, LOS GAZALES, LOS PAJAROS PERDIDOS DE TAGORE,
LAS GREGUERIAS, LA POESÍA BREVE Y LOS PEQUEÑOS
POEMAS EN PROSA
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“Fina red de los sentimientos del poeta; aquí, entre estas flores granas del
corazón, puedes esperar, temblando de dicha y bien intencionada, como en
los acechos felices del amor, la llegada de tus pájaros.
Pero, a ver cómo repites la dulzura del latido que tiende, que, al prender tú
el pájaro en ti no sienta él que deja de su libertad ni la leve sombra tuya
echada en el alma por la luna.
¡Aquí, pájaros perdidos, en el libro puro, como en una mano dulce os lleve,
cansados vosotros de volar, por todos los aires de todas las tierras del
mundo!”.
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Si de noche lloras por el sol, no verás las estrellas.
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La gota de rocío dijo al lago: tú eres la gota más grande bajo la hoja del
loto; yo, la más pequeña, encima.
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Dios ama la luz de las lamparitas de los hombres más que sus grandes
estrellas.
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Ellos encienden las lámparas suyas, y cantan con sus palabras en sus
templos; pero los pájaros pían tu nombre en tu luz de la mañana, porque tu
nombre es alegría.
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Cuando estén afinadas, Maestro mío, todas las cuerdas de mi vida, cada
vez que tú las toques, cantarán amor.
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Una vez, soñamos los dos que no nos conocíamos. Y nos despertamos a
ver si era verdad que nos amábamos.
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Unid todas las estrellas con líneas de lápiz luminoso y resultará la silueta de
Dios.
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Las gotas de rocío son unas lágrimas anticipadas por el efímero que es el
día que nace.
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Las lágrimas son tan efímeras que ninguna llegó nunca a ser diamante.
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Las gaviotas nacieron de los pañuelos que dicen ¡adiós! En los puertos.
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Cuando en los alambres de púa salgan rosas, habrán acabado las guerras.
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Estamos mirando el abismo de la vejez y los niños vienen por detrás y nos
empujan.
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Basho sustituyó:
Una guindilla
ponedle alas
una libélula roja.
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Botero cita las observaciones de Octavio Paz cuando nos dice que
esta forma de poesía busca capturar el instante poético que el haikú
“...se convierte en la anotación rápida, verdadera recreación de una
momento privilegiado... Arte no intelectual, siempre concreto y
antiliterario, el haikú es una pequeña cápsula cargada de poesía
capaz de hacer saltar la realidad aparente”.