Exégesis Patrística
Exégesis Patrística
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EXÉGESIS PATRÍSTICA
B. EXÉGESIS PATRÍSTICA
Señor por medio del árbol, se ha hecho visible a todos por medio del árbol, mostrando
en sí mismo la altura, la longitud y anchura y -como dijo uno de los presbíteros-
reuniendo los dos pueblos en uno por medio de la extensión de los brazos" (Ireneo de
Lyon, Adversus Haereses V,17,4). Fue suficiente que Jesús despertase la inteligencia de
los discípulos en el cenáculo para que comprendieran las Escrituras (Lc 24,45). No
obstante su buena voluntad, el eunuco etíope no llegaba a comprender Is 53,7-8: era
incapaz de descubrir a quién se refería el profeta. Su fe, orientada en Cristo hacia la
pasión y muerte de Jesús, no tenía necesidad de repudiar las antiguas creencias (cf.
Hech 8,26-40), si no de perfeccionarlas en la "novedad" de su cumplimiento.
Pero no todos tienen la fe luminosa del etíope, el cual reúne en la persona de Jesús-
Cristo las dos perspectivas, la profética y la de cumplimiento.11
Una misma luminosa palabra de Jesús nutre la fe de los que creen y la ceguera de los
escribas y fariseos. Jesús había adoptado el lenguaje en parábolas para esconder la Verdad a
los que estaban mal dispuestos.12 Lo que entre los discípulos era una llamada a penetrar en
el misterio, para los hebreos constituía un nuevo obstáculo y una nueva ocasión de tropiezo.
No todos tenían oídos para oír. Los tenían únicamente aquellos que deseaban oír, y se abrían
con fe a la palabra del Señor. Lo mismo vale, en general, para la inteligencia de las
Escrituras. Es preciso "una mente sana, sin peligro, piadosa, amiga de la Verdad, para
ocuparse con prontitud en todo aquello que Dios puso a disposición de los hombres y
sometió al conocimiento de ellos" (Ireneo de Lyon, Adversus Haereses II,27,1).13
Hace falta leer las Escrituras en el modo justo, acoger de modo apropiado la
compleja revelación del Padre. También para los propios paganos, en particular para los
platónicos, era indispensable una buena disposición para acoger la verdadera doctrina
(cf. Salustio, De diis et mundo 1; cfr. A.D. Nock, Sallustius, Concerning the Gods and
the Universe..., Cambridge 1926, pp. XL-XLI). Pero, ¿quién tiene la posesión de ella?
¿El que ha sido formado en la paideia griega, o bien, el que lo fue en las tradiciones
rabínicas, o únicamente los cristianos? Y si la respuesta está en la enseñanza de Cristo,
¿cuál es la tradición que da la clave de lectura? Las respuestas, muy diversas, indican
otras tantas vías para descubrir a Cristo en las Escrituras.»14
B.1 ACLARACIÓN Y BREVES NOTAS ACERCA DE ALGUNOS TÉRMINOS
pie, junto a la cruz o clave de las Escrituras, para mañana estar sentado a la derecha del Padre con la
gloria de Cristo.
11
Las profecías sobre el Cristo se cumplen en Jesús de Nazaret. Decir "Jesucristo" (Jesús=Cristo) es un
acto de fe. Lo profético acerca del Cristo tiene su cumplimiento en Jesús. La profecía del AT queda
cumplida en el NT. No requiere la misma actitud un libro del AT que un libro del NT. En el AT he de leer
esperando que tome un día sustancialmente carne en Jesús lo figurado y prometido en la carne de los
profetas; en el NT he de leer reconociendo el cumplimiento de la promesa en Jesús y en su cuerpo (que
somos nosotros). Si aún vivimos los tiempos del NT es porque aún se están cumpliendo en nosotros las
promesas cumplidas ya en Jesús. (Los judíos esperaban al Cristo de los profetas, pero no lo reconocieron
en Jesús; los marcionitas reconocieron los tiempos de Jesús, pero no vieron en él al Cristo de los profetas.
Unos y otros terminaron por perder a Jesús y a Cristo.) El eunuco, modelo de exegeta, confiesa a Jesús-
Cristo.
12
Las parábolas no son una enseñanza para principiantes o simples. Tampoco son una enseñanza para
listos, perfectos. Son una enseñanza para creyentes. Son una enseñanza que delata el corazón. El de
corazón pronto las acepta; el de duro, se irrita. La parábola dice llanamente una historia, patente para el
creyente, oscura para el duro de corazón. No son proverbios chinos, ni cuentecitos morales. Son el relato
de una verdad dogmática en torno a Jesucristo, que se desvela al hombre de fe y se oculta al incrédulo.
13
El paso entero dice: "En cambio (a diferencia de los herejes) una mente sana, sin peligro, religiosa,
amante de la Verdad, investigará todo cuanto Dios dio y sometió al poder de los hombres, logrando, con
una aplicación diaria, un aprendizaje fácil de ello. Se trata de estas cosas que caen ante nuestros ojos y
cuanto abiertamente y sin ambigüedad ha sido puesto en las Escrituras" (Adversus Haereses II,27,1).
14
A. Orbe, Il Cristo, Milano 1990, pp. XII-XV.
PATROLOGÍA II, 2004-2005 4
EXÉGESIS PATRÍSTICA
"Escritura": texto que circula con el mayor rango de autoridad en una determinada
comunidad cristiana y que es retenido como inspirado por Dios, es decir como palabra
de Dios.
Se suele retener que 2Cle 2,4 (cita de Mt 9,13) y Ps Ber 4,14 (cita de Mt 22,14) son
las citas más antiguas de un texto neotestamentario como Escritura. La interpretación
de este dato está sujeta a mucha cautela. En primer lugar, la datación de estas obras
fluctúa.15 En segundo, no hay unanimidad -en lo que respecta al pseudo Bernabé- acerca
de si cita a Mateo o no.16
"Colección", "corpora": Serie de textos escritos que circulan con carácter más o
menos normativo, conteniendo unas tradiciones garantizadas sobre Jesús, pero no las
tradiciones fiables. Coexisten con otros textos, con otras tradiciones orales que circulan
independientemente de estos textos.
"Apócrifo": Acerca de los llamados apócrifos del NT o del AT. Sería mejor acuñar la
expresión antigua literatura cristiana apócrifa o literatura intertestamentaria. En
primer lugar, porque muchos de ellos surgieron antes de la canonización del NT, antes
de que existiera el libro del NT. Una buena parte de ellos no dependen en su contenido
del texto del NT, sino que han de ponerse en paralelo con el NT, dependiendo de
tradiciones que cristalizaron también en el NT, o a veces, sólo en los apócrifos
cristianos. Además, varios de estos textos apócrifos no imitan al NT ni en su estilo, ni en
sus formas ni en su contenido ni tratan de llenar los "huecos" dejados por el texto del
NT. El estudio de esta literatura interesa, pues, a todos los que se ocupan de los
primeros siglos cristianos (bíblicos, patrísticos) y no puede ser marginada.
Algunos de estos textos no fueron considerados apócrifos ni opuestos al canon
bíblico; algunos de estos textos merecieron ser leídos y citados por los Padres. Otros
tuvieron la "desgracia" de ser interpretados por comunidades a la postre marginales o
heréticas. Otros tal vez nacieron ya en el seno de comunidades al margen de la doctrina
que terminará imponiéndose como verdadera en la Iglesia. En cualquier caso,
pertenecen a un mundo que no puede ser comprendido sin su aportación, y viceversa,
tampoco la literatura cristiana apócrifa podrá ser entendida sin su contexto. Como
ejemplo paradigmático, de la difusión de estos textos, cf. Eusebio, HE 6,12,2-6, a
propósito del Evangelio de Pedro, o el Protoevangelio de Santiago (también conocido
como Historia de María o Nacimiento de María) que fue estimado como histórico y
utilizado litúrgicamente en la iglesia bizantina.
"Apócrifo" habrá que entenderlo entonces como "no canónico", en lugar de
"secreto". Y en cierto modo habría que decir que los "canónicos" fueron en su inicio
aquello que no han dejado de ser los "apócrifos".20
"Traducción", "versión": trabajo por medio del cual se vierte un texto de su lengua
original a otra distinta.
"Revisión": trabajo por medio del cual un texto traducido se revisa con recurso al
texto original del que fue traducido
"Recensión": trabajo por medio del cual un texto traducido se revisa sin recurso al
texto original.
"Tipo" - "tipología": el término tipo con valor exegético aparece en 1Cor 10,6; Rom
5,14. El término tipología es moderno.
"Alegoría": el término "alegoría" entra con la autoridad del pasaje paulino de Ga 4,24
(aquí aparece el verbo allegoroumena). Las teorías modernas distinguen entre "alegoría
expresiva" (presente en la intención del autor) y "alegoría interpretativa" (no presente en
la intención del autor).
"Exégesis": la ciencia que se dedica a la interpretación del texto (el primer caso de
exégesis directa es el Comentario de Heracleón al evangelio de san Juan).
"Hermenéutica": la ciencia que suministra los principios que informan la exégesis (el
primer caso de tratado hermenéutico es el Liber regularum de Ticonio).
21
Las razones de los escritos pseudoepigráficos se discuten. Cf. últimamente, Régis Burnet, Épîtres et
lettres. Ier-IIe siècle. De Paul de Tarse à Polycarpe de Smyrne, Paris 2003, pp. 196-209, quien mantiene
que la noción de autoría está reconocida en los primeros siglos cristianos. Lo que ocurre es que
predomina una dignidad de lo antiguo por encima de lo nuevo, como criterio de verdad. Se consiente que
pueda existir un "faux noble", que garantiza la herencia de un hombre tal cual era en sus orígenes o tal
cual resulta actualizada. En fin, parece que, en cierto sentido, interesa más el contenido que el autor.
22
Cf. G. Dorival, La formation du canon biblique de l'ancien testament, en Recueils normatifs et canons
dans l'Antiquité. Perspectives nouvelles sur la formation des canons juif et chrétien dans leur contexte
culturel, ed. E. Norelli [Actes du colloque organisé dans le cadre du programme plurifacultaire La Bible à
la croisée des savoirs. Universitè de Genève 11-12 avril 2002], Lausanne 2004, pp. 83-112.
PATROLOGÍA II, 2004-2005 7
EXÉGESIS PATRÍSTICA
Se podría resumir del modo siguiente: en los orígenes del cristianismo, los judíos de
la diáspora, de modo particular, los de Alejandría, poseían un canon de las
Escrituras más amplio que el uso en Jerusalén. Comprendería todos los libros hebreos
traducidos al griego además de los complementos en griego. Éste sería el canon que la
diáspora legó a los cristianos. Según algunos autores habría habido una proclamación
oficial del mismo, según otros, habría sido una canonización de hecho. Según algunos,
se encontraría dividido en Ley, libros históricos, libros poéticos, Profetas.
Critica radicalmente la primera hipótesis de Élias Levita, siendo compatible con una
versión determinada de la hipótesis del canon alejandrino, defiende la formación
progresiva en tres etapas que constituyeron sucesivamente la Ley, los Profetas y los
Escritos.
Los samaritanos no reconocían los profetas y los escritos, pero sí la ley. De modo que
como la ruptura entre éstos y los judíos tuvo lugar en el s. V a.C., se concluye que antes
del s. V había ya una canonización de la Torah. La lectura que hace Esdras de la ley
en Esd-Ne 18 (= Ne 8) sirve para aproximar la canonización de la Torah en torno al año
450 a.C.
Acerca de los profetas se conviene que su canonización pudo tener lugar en el s. III
a.C. o al final de este siglo. Apoya esta teoría Sir (Eclo) 44-50, donde Jesús Ben Sira
menciona las visiones de Isaías, Jeremías, Ezequiel y los doce profetas, así como 2Ma
15,9, donde Judas Macabeo recurre antes de la batalla a la ayuda de la ley y de los
profetas.
Por último, la canonización de los escritos se pone en relación con el conocido como
sínodo de Jamnia/Yabneh (villa costera de Judea, donde se reunieron los rabinos),
después de la destrucción del templo, en las últimas décadas del s. I, donde tendrían
cabida entre los escritos: Ct. Qoh, Est y Prov, descartando el Sirácida y los libros
exteriores, y llevando a cabo un doble cierre, el de la colección de escritos y el de la
división tripartita del canon hebreo.
23
TB= Talmud de Babilonia. El talmud es la reunión de la mishna (enseñanza oral comprendida en seis
órdenes del período de los tannaitas (desde Hillel y Shammai, s. I d.C., hasta comienzos del s. III) y
gemara (comentarios del período de los amoraítas a la mishna, desde el fin del período tannaíta hasta el s.
VI, aproximadamente). Cf. H. L. Strack - G. Stemberger, Introducción a la literatura talmúdica y
midrásica, Valencia 19962, pp. 267-305.
24
Formulada por primera vez a cargo de J.E. Grabe en 1715.
25
Nace a finales del s. XIX con H.E. Ryle (1892) o H. Graetz (1871).
PATROLOGÍA II, 2004-2005 8
EXÉGESIS PATRÍSTICA
Acerca de la canonización de los profetas, se cita 2Ma 2,13 que presenta a Nehemías
leyendo en la asamblea los libros sobre los reyes y los profetas y los de David. Pero este
dato refleja el tiempo del redactor de 2Ma no el tiempo de Esdras. Por otro lado, Judas
Macabeo apela a la ley y los profetas (año 160 a.C.): ante quem. Post quem: posterior al
cisma samaritano, o sea, en torno al s. III o al s. II. Otro problema: la lista de profetas,
¿estaría cerrada con la colección en torno al año 200? El libro de Daniel constituye un
problema, porque en Qumrán y en cristianos (Mt 24,15) aparece como profeta, mientras
que en una rama prefarisea parece que habría pertenecido a los Escritos. Pero, ¿no
podría ser que, perteneciendo en un primer momento a los profetas, después por
diversos motivos se haya encuadrado entre los escritos? (Hipótesis del triste final de la
revuelta de Bar Kochba, años 130-135, que habría hecho de las profecías de Daniel una
catástrofe, produciendo el paso de este libro al régimen de escritos).
Ahora bien, cabe pensar también el primer paso de la hipótesis clásica: la progresiva
canonización: empezando por la Ley y siguiendo por los Profetas. Argumentos a favor
de ella: (1)Jilquías en 2Re 22-23 habla del libro de la Ley, libro de la alianza, sin
mencionar a los profetas. (2) Igual a propósito de Es-Ne 18. (3) La traducción griega de
los LXX estuvo limitada al principio a la Torah. Pero según B. Chapman, The Law and
the Prophets. A Study in the Old Testament Canon Formation, Tübingen 2000, la
mención canónica más antigua que poseemos habla de "Ley y Profetas", hacia el año
500 a.C.. No goza en esta época la Ley de preeminencia sobre los Profetas. Encuentra
ahora en G. Dorival, L'apport des Pères de l'Église à la question de la clôture du canon
de l'Ancien Testament, en The Biblical Canons, ed. J.-M. Auwers, H. J. de Jonge [BETL
163], Leuven 2003, pp. 81-110, un apoyo la hipótesis de Chapman. G. Dorival ha
constatado cómo, por ejemplo, Melitón de Sardes en el s. II d.C. se pueda referir a la ley
y los profetas entendiendo en sentido genérico un todo canónico sin pretender una
subdivisión particular, donde el término profetas va delante de Isaías, Jeremías, los
XII, Daniel, Ezequiel y Esdras. Sin denominación: Pentateuco, Josué, Jueces, Rut, 1-4
Reyes (o sea, 1-2 Samuel y 1-2 Reyes), 1-2 Crónicas, que oscilan en el Texto
Masorético (o texto bíblico que los sabios judíos medievales puntuaron y fijaron) entre
las categorías de Profetas y Escritos. (Lo mismo sucede en Rufino de Aquileya,
Expositio Symboli 34-36) Ahora bien, la consecuencia es fuerte: la primera etapa de la
hipótesis clásica salta por el aire, debiendo concluir que los textos de 2Re y Es-Ne
serían el primer testigo de una tendencia de preeminencia de la ley que continuaría
en la Epístola de Aristea y que representarían los medios judíos alrededor del
Templo: los Samaritanos y los Saduceos. Se impone, pues, un silencio prudencial, de
momento.
traducción griega del Sirácida (datable entre el año 132 y el 117 a.C.) habla más de una
vez de la Ley, los Profetas y los otros libros. Ahora bien, da la impresión de que la
tercera parte no está cerrada, es susceptible de ampliación. Por otro lado, colección-
reunión no significa canonización (lectura oficial en lugar santo). De ambos datos, se
concluye que en torno al s. II a.C. la denominación Ley y Profetas se considera
insatisfactoria, de vez en cuando, para dar cuenta de todos los libros santos (porque
otras veces se sigue usando con normalidad). Surge una nueva generación de libros
bíblicos, que aún no existe tal cual será: la de los Escritos. Las discusiones rabínicas
a propósito de Qohelet entre Hillel y Shammaï en el s. I a.C., ¿se podrían explicar desde
esta perspectiva?
Ahora bien, si no es antes de Yamnia la canonización de los Escritos, ¿es en Yamnia?
Según TB Sanhedrin 90b sí. Pero, ¡cuidado! En la época de los tannaïm el canon es
bipartito; sólo al comienzo de los amoraïm tenemos el canon tripartito de 24 libros.
La clausura de la colección (¡atención, no es aún el canon!) de Escritos habría que
situarla más en los años 200 que en los años 100. El conjunto de datos judeohelenísticos
y patrísticos obliga más aún a la cautela y a concluir que acerca de la categoría de los
libros escritos tenemos: (1) una etapa de gestación al comienzo del s. II a.C.; que
conlleva a propósito de toda la Escritura de Israel una (2) primera tripartición en la
época de Flavio Josefo y Gamaliel II (ss. I-II d.C.), con 22 libros (5 de la ley, 13 de los
Profetas, 4 de "himnos y de preceptos"); una (3) segunda tripartición, hacia el año
200, fin de la época tanaítica, donde se distribuyen de modo nuevo los 22 libros: -5 de
la Ley, 8 de los Profetas (asociando Rut a Jueces y Lamentaciones a Jeremías), 9 de los
Escritos (la conoce Jerónimo en el s. IV); y una (4) tercera tripartición, hacia el año
250, que coincide con 4Es 14,44-48 y con la Biblia hebraica medieval y actual, donde
los 22 libros se convierten en 24 libros por el paso de Rut y de Lamentaciones a la
categoría de los Escritos, ahora 11, por tanto (esta nueva distribución también la conoce
Jerónimo). Las oscilaciones de los Padres a propósito de algunos libros se entienden
mejor si también sucedía entre judíos, como en el caso del libro de Esther (que no está
presente en Gregorio Nacianceno ni en Amphiloquio de Iconio). Mar Samuel, rabino,
muerto en el año 254 (como Orígenes), no lo considera canónico.
Por lo demás, se observa que hay unas categorías móviles que son Profetas y
Escritos, y de la que está excluida la Ley. Ahora bien, el paso es siempre de Profetas a
Escritos. Qumrán atestigua probablemente la presencia del libro de Salmos entre los
Profetas, así como el libro de Job. 4Ma también atestigua Daniel y Salmos entre los
Profetas. Los datos patrísticos favorecen la tesis de que 1-2Cro, 1-2 Es pertenecen a los
Profetas. De modo que se puede concluir que, en época poco anterior a Flavio Josefo,
probablemente Daniel, Job, 1-2 Cro, 1-2 Es y Salmos pertenecerían a la categoría de
los Profetas. El libro de los Salmos que ya no se encontraría en ella en Flavio Josefo
sería el primero en recorrer una trayectoria que terminaría en los Escritos.
Apuntes terminológicos. En rigor, habría que decir que el término kanon, a pesar de
ser de origen semitico, no está atestiguado entre hebreos. Los hebreos conocen la
construcción artificial del acrónimo Tanak = Torah Nebi'im Ketubim, empleado en TB.
Jerónimo y Rufino utilizan 'ordo' pero la fuente de información es judía. ¿Qué término
judío puede haber detrás del latino 'ordo'? Tal vez, sédèr, que está presente también en
las divisiones internas de la Mishna y del Talmud. Ahora bien, sédèr parece que se
corresponde con los griegos taxis o kanon. Conclusión: el concepto griego de kanon se
corresponde con el hebreo de sédèr, pero no desde siempre, sino sólo a partir de la
época rabínica. Antes del período rabínico cabría hablar de literatura normativa de
referencia -que son los casos ilustrados por 2Re y Es-Ne 18 (= Ne 8), en donde se
PATROLOGÍA II, 2004-2005 11
EXÉGESIS PATRÍSTICA
No salimos del mar de hipótesis cuando se trata de dilucidar el camino que condujo a
los cristianos a confeccionar su propio Antiguo Testamento. La denominación,
evidentemente, es en sí misma cristiana. De designar "antigua alianza" pasa a significar
"corpus de los libros de la antigua alianza" con Clemente alejandrino, Tertuliano,
Orígenes, etcétera.
Es lógico pensar que también los cristianos tuvieran que participar del movimiento
plural detectado en los diversos grupos judíos. De ahí que hubiera la misma falta de
uniformidad tanto entre cristianos como entre judíos. Concuerdan en lo fundamental, se
separan en detalles.
En general, se puede concluir que en la génesis del Antiguo Testamento cristiano
contribuyeron, en hipótesis de Pierre Vallin,29 tres procesos:
1) Uno de origen judío que condujo a la formación del canon actual judío. Es el que
hemos estudiado recientemente.
2) Uno de origen cristiano que condujo a determinados complementos de libros
judíos, que están ausentes en la biblia actual judía. (Se explicarían, por ejemplo, los
añadidos de Daniel).
3) Uno de origen judío, que afectó al corpus de los libros escritos y que conoció,
entre judíos y entre cristianos, una mayor inestabilidad. (Se explicaría, por ejemplo, el
libro de la Sabiduría, no aceptado entre judíos, y situado, entre cristianos del s. II, en el
Nuevo Testamento, hasta que, más tarde, le fue adjudicado el Antiguo Testamento).
Por otro lado, hemos visto que la Biblia hebrea actual es tripartita (TaNaK), y que esta
tripartición fue evolucionando. En su día, en los primeros siglos, también fue compartida
por algunos Padres, mientras que la que, hoy en día, está más generalizada, es decir, la
división cuatripartita, encuentra su primer testigo en Epifanio de Salamina (s. IV) 30, el cual
habla de cuatro pentateucos en el AT: los libros legislativos, los libros poéticos (Job,
Salmos, Proverbios, Qohelet, Cantar); los hagiógrafos (Josué, Jueces con Rut, 1-2
Crónicas, 1-2 Samuel, 1-2 Reyes); los proféticos (los XII, Isaías, Jeremías (con
Lamentaciones, Epístola de Jeremías y Baruc), Ezequiel, Daniel). La misma división queda
27
Es decir, unidad, pero a costa de sacrificar la pluralidad.
28
Es decir, pluralidad, pero a costa de sacrificar la idea canónica de corpus cerrado, completo. Es una
pluralidad abierta.
29
P. Vellin, La formation de la Bible chrétienne, en Le canon des Écritures [Lectio Divina 140], Paris
1990, pp. 189-236.
30
De mensuribus et ponderibus 4.
PATROLOGÍA II, 2004-2005 12
EXÉGESIS PATRÍSTICA
atestiguada por Juan Damasceno, De fide 4,17. Pero hay otros testimonios patrísticos que
abogan por otra división (por ejemplo, Eusebio de Cesarea, Églogas proféticas PG 22,
1021-1262 -con una división tripartita- o Gregorio de Nacianzo, Poemas 12, -también
tripartita-).
Después de varios siglos, los concilios de Florencia (1442) y Trento (1546) afirmarán la
canonicidad de una decena de libros ausente de la Biblia judía, por estar incluidos en las
listas patrísticas y en la Vulgata. El resultado es de todos conocido. En el cuadro siguiente
se aprecian las diferencias (en lo tocante al número de libros y a su distribución) entre
cristianos y judíos, y entre católicos y protestantes:
(esta sería la base del Evangelio de Mateo y de Lucas), con la inclusión de dichos acerca
del Hijo del hombre y del juicio, que señalarían un horizonte distinto al propugnado
por el levantamiento mesiánico; por otro, una rama que habría desembocado en una
colección de palabras secretas de sabiduría, cuyo conocimiento llevaría a la
inmortalidad (ésta sería la base del Evangelio de Tomás). La itinerancia propia de los
portadores de Q haría imposible el desarrollo de estructuras comunitarias sólidas, algo
que, en cambio, sí habría ocurrido en los dos centros de difusión del cristianismo en sus
orígenes: Jerusalén y Antioquía, reunidas en comunidad bajo la forma de la ekklesia,
donde la celebración eucarística era constitutiva. La celebración de la eucaristía suponía
la actualización del "evangelio", misterio pascual de Jesucristo, con el recurso y apoyo
de las Escrituras (esto constituiría el origen del Evangelio de Marcos y del Evangelio de
Juan y del Evangelio de Pedro, independientes entre sí; entre éstos, Marcos habría sido
el primero en "prologar" la Pasión con palabras de Jesús, no al estilo de Q -es decir,
como dichos sapienciale- sino como norma de vida para el nuevo pueblo [de Israel]
escatológico resultante de la eucaristía). Estamos propiamente en el ámbito de la
prehistoria del canon del NT, pero se advierte en la tradición sobre Jesús y en la
celebración eucarística en torno al misterio pascual dos factores decisivos que
conducen a una primera selección de escritos y palabras de cierto carácter normativo.31
2 Pe 3,16 sería el primer testimonio de un corpus paulino de epístolas, que nacen con
carácter parecido a las Escrituras. Casi todos los estudiosos convergen en que
necesariamente en Pablo mismo hubo un intento de corpus epistolar. En Pablo cada
epístola (escrito) presupone la previa predicación (oral) del Evangelio. Es decir, la
palabra escrita es inseparable de la predicación oral. No se trata de que la epístola
paulina suple la ausencia del apóstol con su presencia textual; no. Se trata más bien
de una estructura complementaria, entre lo oral y lo escrito. Según E. Norelli, Le statut,
p. 156, Pablo y sus primeros destinatarios eran ya conscientes de que las epístolas
escritas tenían un estatuto y unas funciones diferentes (contribución a la progresión de
la comunidad fundada) de la predicación oral (fundación de la comunidad).
En realidad, las primeras generaciones cristianas retienen fundamental conservar la
Palabra de Dios viva y actuante en cada comunidad cristiana, Palabra de Dios que viene
servida por medio de las tradiciones de los dichos y hechos del Señor, por medio de las
tradiciones de los apóstoles, testigos oculares del Señor, y que se refleja en las
respuestas inspiradas (en forma de himnos) de las primeras comunidades al anuncio de
la predicación apostólica.
Cuando hablamos entonces de predicación, carácter vivo y actuante de la Palabra de
Dios aludimos a un género sustancialmente oral (es decir, primera parte del binomio:
Evangelio), mientras que cuando aludimos al corpus epistolar paulino, así como a los
siguientes, o bien, a determinados modos de circulación de los dichos y hechos del
Señor, aludimos a un género sustancialmente escrito (es decir, segunda parte del
binomio: apóstol).
En resumen, desde el primer momento de su existencia (por tanto, mucho antes de la
crisis marcionita) la comunidad cristiana ha operado un primer movimiento
"precanónico" articulando su vida en dos polos: el evangelio y el apóstol, es decir, el
acontecimiento salvífico universal de la vida, muerte y resurrección de Jesucristo, como
cumplimiento de la Escritura de Israel (Evangelio), proclamado por las tradiciones de
los Doce y de Pablo acerca de Cristo resucitado (apóstol).
El primer polo presupone un elemento escrito (la Escritura de Israel), aunque sea
sustancialmente oral, se podría decir, vital (es la Palabra viva, resucitada, que no se
detiene, que va creciendo, cf. Hech 6,7) y genere paulatinamente los evangelios
escritos; el segundo polo, presupone uno oral (la proclamación de esta Palabra, por
medio de la tradición de los apóstoles) y va siendo paulatinamente de carácter
sustancialmente escrito (las epístolas paulinas y los himnos comunitarios contenidos en
ellas), aunque permanezca siempre irreductible en su oralidad. De la Escritura (del que
después será AT) a la Escritura (del que después será NT) en función de que permanezca
viva y actuante la Palabra de Dios, el Verbo encarnado y resucitado en medio de los
hombres. Este movimiento generará la Biblia, la cual no puede ser enteramente
comprendida hasta que este movimiento no cristalice en torno a la segunda mitad del s.
II. Con otras palabras: un cristiano de los ss. I y II, que vive dentro de la Tradición
apostólica, se puede entender sin Biblia. Pero la Biblia no se puede entender sin los
cristianos, sin los hombres de Iglesia, de los ss. I y II. Sin ellos, tal vez hoy tendríamos
una serie indefinida de escritos de un número mucho mayor que el de la Biblia actual,
33
2Cor 5,18: la salvación consiste en la reconciliación misma y en el ministerio de la reconciliación.
Parecida estructura se ve en Gal 1,15-16 o en 1Cor 11,1 (sed imitadores míos como yo lo soy de Cristo).
PATROLOGÍA II, 2004-2005 15
EXÉGESIS PATRÍSTICA
de desigual valor, agrupados en colecciones diversas según las zonas o las épocas, o
no.34 ¿Quién eligió a unos determinados y rechazó a otros, quién los reunió en un solo
libro, quién los transmitió hasta el día de hoy, qué razón hubo detrás de todos estos
fenómenos?
34
Quiero decir que a lo mejor tal vez tampoco tendríamos algunos escritos, de no haber sido por su
selección canónica. Sea lo que fuere, lo que tenemos (esta Biblia) nos la dio la Iglesia, fruto de una labor
realizada fundamentalmente en los dos primeros siglos a impulsos del Espíritu Santo.
35
De ahora en adelante, hasta el 3.8, se sigue de cerca la exposición del profesor de Ginebra, E. Norelli,
Le statut.
PATROLOGÍA II, 2004-2005 16
EXÉGESIS PATRÍSTICA
Los Presbíteros mencionados son los mismos que recuerda, de vez en cuando, Ireneo.
Son maestros cristianos del Asia menor que son transmisores autorizados de una
tradición acerca de Jesús y de sus primeros discípulos. Para Papías estos presbíteros son
la vía segura por medio de la cual poder acceder a "la verdad" (aparece por tres veces el
término), a la "fe de parte del Señor". Papías no piensa la tradición sobre Jesús
independientemente de las personas de los Presbíteros (E. Norelli, Le statut, p. 158).
Papías distingue dos eslabones en la cadena: el de los Doce, ya muertos, y el siguiente
donde incluye a Aristión y al presbítero Juan, aún vivos. Ahora bien, si, por un lado la
situación en el discurso distingue claramente un eslabón de otro, la denominación de
discípulos del Señor con que Papías los alude los identifica completamente. Parece
como si Papías quisiese subrayar no lo propio de los apóstoles y que es intransmisible,
sino, precisamente, aquello que comparten los Doce con los presbíteros Aristión y Juan,
o sea: el papel de referencia normativa asociado a las personas. O sea, él aplica un
modelo donde el vínculo con la referencia normativa, es decir, con la persona y la
palabra de Jesús, se hace por medio de la palabra oral de personajes cualificados por
un carisma transmisible, institucionalizado, y aún ligado a las personas (E. Norelli, Le
statut, p. 158).
Y el Presbítero decía esto: Marcos, intérprete de Pedro (eJrmhneuthV"
Pevtrou), puso cuidadosamente por escrito, aunque no con orden (ouj mevntoi
tavxei), cuanto ha registrado de lo que el Señor había dicho y hecho (taV uJpoV
tou= kurivou h] lecqevnta h] pracqevnta). Porque él no había oído al Señor
ni lo había seguido, sino, como dije, a Pedro más tarde, el cual impartía sus
enseñanzas según las necesidades y no como quien hace una composición
(suvntaxin) de los logia del Señor, pero de suerte que Marcos en nada se equivocó
al escribir algunas cosas tal como las ha registrado. Y es que puso toda su
preocupación en una sola cosa: no descuidar nada de cuanto había oído ni engañar
en ello lo más mínimo." Esto es lo que cuenta Papías acerca de Marcos. Referente a
Mateo, dice lo siguiente: "Mateo ordenó (sunetavxato) los logia en lengua hebrea
(&EbraÀdi dialevktw/), pero cada uno las traducía (hJrmhvneusen) como mejor
podía.
Aquí escribe Papías lo que dice el Presbítero (¿Juan el Presbítero?); tanto Papías
como el Presbítero van de acuerdo. Su intención es defender el escrito de Marcos de las
críticas recibidas aludiendo, por un lado, a la precisión, pero, por otro, a la falta de taxis
u orden. En el fragmento de Papías se observa muy bien cómo el escrito de Marcos
tiene una prehistoria con su fase de oralidad (con Pedro) que pasa a continuación a fase
de escritura (con Marcos). La memoria sobre Jesús pasa de una fase oral a otra escrita.
Marcos es el hermeneuta de Pedro. El término ha de entenderse como el que ha
transmitido los enunciados de otro, como el que ha expuesto con un cierto estilo, y no
como el que ha traducido.
Marcos expone cuidadosamente, pero no con orden. Pedro no ordenó. En Pedro es
lógico que no ordenara, dado que se trataba de una predicación oral según las
necesidades. En Marcos cabría un orden. Ahora, por orden, syntaxis, no ha de
entenderse una ordenación cronológica de los dichos y hechos de Jesús, sino más bien
"la capacidad de organizar la exposición de tal manera que el historiador pueda dar
cuenta de todos los acontecimientos" (E. Norelli, Le statut, p. 162). La taxis no excluye
lo cronológico, pero alude, en primer lugar, a la claridad y estructura de la exposición.
Si entonces no se le reprocha a Marcos su falta de orden cronológico y, por otro lado, él
da cuenta de todo lo que oyó, la crítica pueda tener su origen en que Marcos, con el
material recogido de Pedro, no era capaz de dar cuenta exhaustiva de todos los logia
del Señor. Ahora, esto concuerda con el prólogo de Papías, donde relata lo que ha
PATROLOGÍA II, 2004-2005 17
EXÉGESIS PATRÍSTICA
procurado hacer con detalle, recogiendo las tradiciones de los Presbíteros. Es decir,
Papías trata de llenar la laguna de taxis de Marcos y otros. Por lo mismo, la iniciativa de
Papías presupone dos cosas: al menos ya están en circulación los escritos de Marcos y
de Mateo (1) y Papías no está contento con lo reflejado en ellos (2). La obra a la que
Papías aludía en el primer fragmento debería estar compuesta por dichos y hechos de
Jesús -1-, interpretaciones o hermeniai de los mismos -2- y por tradiciones
concernientes a la primera generación cristiana -3-.
La defensa que Papías hace de Marcos descansa en la fiabilidad de la enseñanza oral
de Pedro. Recordando los tres criterios del primer fragmento, podríamos decir de
Marcos que no habló mucho, no reportó mandamientos ajenos, se atuvo a la fe del
Señor que le llega por Pedro. O sea, según Papías, el Evangelio de Marcos sería un
texto escrito, pero pensado según la lógica de la oralidad (de ahí su carácter
desordenado), lo cual, aparentemente, no tendría por qué desagradar a Papías (E.
Norelli, Le statut, p. 164), quien afirma claramente la superioridad de ésta por encima
de lo escrito.
A propósito de Mateo. Parece claro que no se trata del Evangelio de Mateo tal cual lo
conocemos, pues éste está en griego, que no es una lengua semítica. Lo que Papías
atribuye a Mateo es la composición de una serie de logia del Señor en lengua semítica.
Esta composición él la distingue de una serie de elaboraciones (en griego, parece) no
muy afortunadas (el hecho de que los textos que circulan no tienen relación directa con
Mateo, así como la imperfección de las elaboraciones). En cualquier caso, los
evangelios de Mateo que circulan no satisfacen a Papías por la falta igualmente de taxis.
La taxis original de la composición semítica se ha deshecho -parece- en las traducciones
posteriores, no fieles. Si en Marcos, por ser fiel al Pedro sin taxis, se encuentra un
escrito "desordenado", en los que circulan de Mateo a los ojos de Papías, por ser infieles
al Mateo semítico con taxis, se encuentran ahora igualmente escritos "desordenados".
El punto que quiere fortalecer en ambos casos Papías es la ligazón existente entre la
fe del Señor y el testigo ocular de los dichos y hechos del Señor. En Marcos queda
asegurado por su fidelidad a Pedro; en las versiones en circulación mateanas no siempre
es así; pues no todas respetaron la taxis del Mateo -testigo ocular- original. Nos cuesta
precisar más en torno a la opinión de Papías sobre los diversos Mateos. Está claro que
leemos truncado el fragmento de Papías. Tal vez viniera una pequeña crítica de los
distintos textos de la familia mateana. Ciertamente, la Antigüedad cristiana conoció más
de un evangelio con el nombre de Mateo (cf. Epifanio, Panarion 30,13,2, donde se
recuerda al Evangelio de los ebionitas como denominado Evangelio según Mateo).
Probablemente a continuación, Papías observaría la diferencia existente entre las
supuestas traducciones griegas del Mateo semítico original y, en hipótesis, habría de
privilegiar el que, posteriormente, llegaría a ser el canónico.36
De los dos fragmentos estudiados apenas podemos deducir que se imponen dos
criterios de selección en los días de Papías: (a) asegurar -en el caso del texto escrito-
el máximo posible el orden de la composición; (b) en todo caso -oral o escrito-
asegurar el vínculo de los enunciados de Jesús y sobre Jesús con sus discípulos
directos, testigos oculares. Una vez constatados estos dos criterios, se advierte, con
todo, que la primacía la mantiene la oralidad y no la escritura. Más bien, habría que
decir que los días de Papías conocen una primera crisis en el proceso que
36
Si seguimos leyendo la noticia de Eusebio, tal vez la escena de la mujer acusada de numerosos pecados
que, según Eusebio, citaba Papías, podría estar en una de las versiones mateanas (que ahora Eusebio
conoce como Evangelio de los hebreos), que, ciertamente, no habría de ser la canónica posterior. El
interés de Papías en Mateo sería, una vez explicada la situación de la divergencia de los varios escritos
mateanos, fomentar la versión que más tarde será canónica, argumentando su conformidad con el
testimonio directo del apóstol.
PATROLOGÍA II, 2004-2005 18
EXÉGESIS PATRÍSTICA
3.4 Marción
Marción, natural del Ponto, rico armador, nacido quizás en torno al año 85 en el
Ponto, llegó a Roma, alrededor del año 139, y parece haber sido condenado allí en el
año 144 por su doctrina acerca de los dos dioses y por su interpretación de Pablo.
Punto de fuerza de la doctrina marcionita es la oposición entre Ley y Evangelio,
entre el Dios de Israel y el Dios Padre de Cristo (Marción cree que hay dos dioses, el
creador que no puede negar y el salvador que no puede demostrar, Tertuliano,
Adversus Marcionem 1,2,1), entre la creación y la redención. El creador racional
incapaz de salvar lo suyo; el Salvador loco de amor, irracional (por encima de lo
lógico), deseoso de salvar lo ajeno.37
Sin ignorar que tanto Jesús como Pablo se referían al Dios de la ley, es decir, que la
tradición oral -que, entre otras cosas, transmitía los evangelios y las epístolas- tenía
continuamente referencias al Dios de la ley, Marción concluye que la tradición auténtica
enseguida se desvirtuó y fue contaminada, de modo que las tradiciones acerca de los
dichos y hechos del Señor se mancharon. Cristo, desde el cielo, se habría suscitado con
Pablo un instrumento que repristinara38 la tradición a su verdadero contenido. De Pablo
37
Sería un Dios "ilógico". ¿Y quién define lo lógico? ¿El logos humano al desnudo o el Logos divino
encarnado y glorificado?
38
Repristinar es conducir algo a su primer y original estado (con sentido positivo).
PATROLOGÍA II, 2004-2005 19
EXÉGESIS PATRÍSTICA
tendríamos las epístolas, pero también éstas habría que purificarlas de posteriores
retoques sufridos por mano de cristianos judaizantes. La operación, pues, es la
siguiente: seleccionar diez epístolas de Pablo (sin las pastorales -presentes en
Policarpo con autoridad universal, por ejemplo- y sin Hebreos) e identificar su
evangelio (el evangelio de Pablo) fundamentalmente con el que texto que circulaba de
Lucas. Esto lo llamo Instrumentum, que fue precedido por su obra llamada Antítesis.
El caso de Marción presupone la circulación de unos textos escritos a los que la
tradición oral adjudica carácter normativo,39 los cuales él rechaza, en su mayoría,
seleccionando diez epístolas de Pablo (Gálatas, Corintios I y II, Romanos,
Tesalonicenses I y II, Laodicenses -la nuestra a los Efesios-, Colosenses, Filipenses,
Filemón) y el evangelio de Lucas, en su Instrumentum al que hacía seguir las
Antítesis, donde incluía también interpretaciones suyas. La epístola a los Gálatas tenía
mucho peso en la exégesis marcionita (de ahí el lugar de honor en la serie), subrayando
el incidente de Antioquía, entre Pedro y Pablo (cf. Ga 2,11-14). Por primera vez
identificamos con Marción un esbozo de "canon" escriturístico muy limitado,
efectivamente, en comparación con el que será el de la Iglesia católica. Esbozo y no
canon verdaderamente, pues no tiene aún todas las notas del canon. Por ejemplo, sus
discípulos seguirán interviniendo en el mismo texto marcionita, de donde no parece
haber sido totalmente sacralizado.
Con Marción nos parece asistir al derrumbamiento de la tradición oral,
desplazándose el peso a la escritura. Para Marción la tradición auténtica habría
quedado inmediatamente desvirtuada e inutilizada por los apóstoles. Él reconoce su
evangelio en aquél aludido por Pablo, que no es otro sino el de Lucas, con sus debidos
retoques, los menos posibles. El cristianismo de Marción no tiene espacio para lo
carismático. Elimina la autoridad del carisma personal (que observábamos en Papías) y
la traslada por entero a la concedida al texto, que se convierte en autónomo con respecto
a su predicador y a su comunidad(es). Marción explota las potencialidades del texto
escrito. La salvación consiste en la verdadera comprensión de la página escrita. Ella es
posible, gracias a la página.
"En las iglesias de su tiempo, Marción no veía ningún individuo que, según él,
pudiera ser portador de una memoria fiable sobre la enseñanza de Jesús. Para encontrar
ésta, él tiene necesidad de la palabra fijada por escrito, aunque él sea consciente de que
Jesús no ha escrito nada y que Pablo mismo ha revelado oralmente su doctrina. Marción
es un hombre de la escritura, pero no habría soñado nunca con un libro celeste remitido
por Dios o por Cristo. Por lo demás, no habría tenido necesidad de ello, pues él tenía a
su disposición las epístolas de Pablo y el Evangelio que el reconducía hasta el Apóstol.
Una separación rigurosa de verdaderos y de falsos enunciados, palabra por palabra casi,
es impensable en régimen de oralidad" (E. Norelli, Le statut, p. 171).40
39
Así están las cosas para los distintos libros del Nuevo Testamento, poco antes de Marción, cf. A.-S. di
Marco, p. 757: «El resultado de la investigación parece favorecer el hecho de que los padres apostólicos,
en su conjunto, conocen las epístolas de Pablo, casi todas, comprendida Hebreos (cf. 1Cle), y las
pastorales (cf. Policarpo). La impresión es que tengan también una determinada colección de tales
epístolas, aunque no se sabe bien en qué consista exactamente el contenido de esa colección.
De los evangelios sinópticos parece que tenían conocimiento de los evangelios escritos actuales; al
menos, este resultado parece el más sólido.
De Juan parece que hay buen conocimiento en Ignacio. Quizás también las epístolas johanneas eran
conocidas en este período. Menos conocido parece, en cambio, el Apocalipsis.
Del resto de escritos, parece seguro el conocimiento de Santiago y de 1Pedro.
Muy a menudo, la investigación acerca de la recepción del Nuevo Testamento parece radicar toda ella en
este punto, en tratar de descubrir y señalar qué escritos del NT pueda conocer un determinado escritor.»
40
El caso de Marción se asemeja al intento moderno de acceder al texto original, al margen de la tradición
que ha contaminado y prejuzgado el significado prístino de la Sagrada Escritura. Nihil novum sub sole.
PATROLOGÍA II, 2004-2005 20
EXÉGESIS PATRÍSTICA
3.5 Justino
Con los montanistas nos encontramos ante un caso opuesto a Marción. En Marción
no hay margen para el carisma, se eliminaba la tradición oral, quedaba la página escrita
(como texto y como revelación); ahora, entre montanistas, la tradición oral no sólo
transmite sino que también revela, revela cosas nuevas, la revelación está abierta. El
texto ha adquirido ya un carácter fijo, tiene una autoridad apostólica, pero se convierte
en pretexto para la nueva profecía. La revelación permanecerá abierta mientras exista la
iglesia.43 Estas revelaciones, a su vez, se ponen por escrito, pero no con una autoridad
equiparable a las apostólicas, sino para ser evaluadas. Parece como que nuestro NT se
convierte en el AT de la nueva profecía. Aparece como anterior a la revelación
posterior. La revelación nueva necesita el apoyo de la tradición apostólica. Pero ésta no
es capaz de ofrecer una respuesta para toda situación nueva. Son imprescindibles a
priori los escritos apostólicos para legitimar las nuevas profecías, pero éstas pueden
caer fuera del contenido de aquéllos.
Da la impresión de que entre montanistas se perpetúa el estadio arcaico de Papías en
dos sentidos. Con Papías, en efecto, el carisma apostólico no estaba ligado
decididamente al ministerio apostólico transmitido por sucesión en las iglesias
apostólicas, sino más bien a determinadas personas portadoras del carisma magisterial
(los llamados discípulos del Señor). En Papías tampoco estaba cerrado el momento de
producción de escritos normativos (pues la pretensión de Papías era hacer su propia
colección ordenada de logia del Señor). La gran Iglesia, seleccionando progresivamente
determinados escritos vinculados con el origen apostólico, y confiando su interpretación
al carisma magisterial ejercido por los sucesores de los apóstoles habría dado
continuidad a la época de Papías. Los montanistas, por el contrario, reconociendo un
carisma profético, origen de nuevas revelaciones, presente en determinados miembros
de la comunidad escogidos por el Paráclito se negarían a cerrar el momento de
producción en torno a un número selecto de escritos así como a confiar su interpretación
al ministerio episcopal (que maduró precisamente en la época en que estalla el
fenómeno montanista).44
"Los estudiosos estiman que la influencia ejercida por la reacción al montanismo en
el proceso de fijación del canon cristiano ha sido escasa, pero a mí me parece
importante recordar que este proceso afirmaba instancias contrarias a la lógica del
montanismo; si es cierto que este último reconocía sin dificultad la autoridad de los
libros apostólicos, el hecho de admitir que Cristo glorificado continuaba expresándose
por medio de profetas inspirados significaba negar el valor exclusivo de testimonio
apostólico y, por tanto, de relativizar la importancia de estos libros" (E. Norelli, Le
statut, pp. 185-186). (Cf. el comienzo de la Pasión de Perpetua y Felicidad).
3.7 Ireneo
o regla de fe, de verdad, contenida en las Escrituras del Antiguo Testamento y del
Nuevo Testamento (ésas y no otras, selección y exclusión), leídas a la luz de la tradición
apostólica, actualizada permanentemente en la sucesión apostólica. La solución de
Ireneo es incomprensible sin tener en cuenta a sus principales adversarios: marcionitas y
gnósticos. Contra Marción, en línea con Justino, da valor a la tradición apostólica -la de
los testigos oculares-, denigrada por aquél. Contra gnósticos delimita ésta a la
transmitida públicamente en la sucesión apostólica.
En lo tocante a la tradición oral, tiene presente que los gnósticos apelaban a diversas
tradiciones orales, que sabían fundamentar con recursos a sus ingeniosas exégesis. Al
final, todo parecía reposar en el texto, o mejor, en la exégesis del texto (¡ellos, los
gnósticos, fueron los primeros exegetas!). Entonces, está claro que la conciencia textual
clara y definida, adquirida ya por los gnósticos y compartida por los eclesiásticos, no
libra por sí sola de la posibilidad de exégesis múltiples, cuando no contrarias. Un mismo
texto fijo da lugar a exégesis encontradas. Conclusión: la partida se ha jugado antes de la
fijación del texto. El texto debe ser el resultado de esa partida, y no al revés. Se juega
todo en los presupuestos teológicos y los criterios hermenéuticos (en lo no escrito). La
exégesis entonces ha de fundarse, sobre todo, sobre un principio firme que no es otro
sino la regla de fe, la regla de verdad (kanwVn th=" ajlhqeiva", kanwVn th="
pivstew"), que contiene el cuerpo de la verdad o la predicación apostólica. Y la regla
de fe procede del Dios que se ha revelado (cf. AH 2,25,1; 2,28,1).
La posición de Ireneo se decanta entonces con respecto a lo escrito del siguiente
modo: Lo escrito está ya en proceso de fijación (no estamos en tiempos de Papías), no
puede Ireneo hacer frente a la exégesis gnóstica rechazando conjuntamente exégesis y
texto. Debe salvar el texto, pero no salva cualesquiera, sino aquéllos transmitidos y
reconocidos públicamente en las iglesias (excluyendo otros evangelios gnósticos no
recibidos públicamente). Es la recepción eclesial pública entonces criterio válido y
necesario para determinar qué escritos.
Lo oral queda salvaguardado, en cambio, por el ministerio de la sucesión apostólica,
los obispos que se suceden en las iglesias fundadas, a su vez, por los apóstoles. La
tradición apostólica adquiere, de este modo, dos vertientes: la escrita (fijada en un
cuerpo de escrituras) y la oral confiada a la interpetación autorizada por la sucesión
apostólica. El número cuatro de los evangelios adquiere un enorme peso en Ireneo (cf.
AH III,11,7-8). Los cuatro evangelios, o mejor aún, el Evangelio cuadriforme responde
a la universal dispensación del Hijo de Dios, llamado a ser proclamado en todo rincón
de la tierra y en toda edad de la historia. 45 La Iglesia habría errado de haber obtenido
otra solución. Unos por ampliación, otros por exclusión, habrían dado al traste con la
misión universal de la Iglesia. No son más ni menos los evangelios. Ireneo testimonia la
solución de la grande Iglesia: Frente a marcionitas se amplía el número; frente a
gnósticos se eliminan otros evangelios; frente a montanistas se cierra el número.
Lo escrito que no tenía verdadera pertinencia en Papías, la adquiere con Ireneo, es
decisivo. En determinados textos (los evangelios) se transmite el testimonio autorizado
de Jesús y de los apóstoles. Mientras que en Papías lo escrito no era pertinente en
relación con el contenido de la Revelación, en Ireneo, sí. A su vez, mientras que en
Papías, el criterio de legitimación estaba confiado a un carisma personal y transmisible
de discípulo del Señor a otro discípulo del Señor, ahora el carisma aparece ligado no
con la persona, sino con la institución eclesial, se "sustrae a la cualidad personal del
45
Luego universal en dos sentidos, como el texto ireneano deja ver. Por ser cuadriforme y abarcar de este
modo la entera superficie de la tierra; por ser cuadriforme, al modo de las cuatro alianzas trazadas por
parte de Dios con los hombres y de esta manera abrazar a todos los hombres desde Adán, a todas las
edades del mundo.
PATROLOGÍA II, 2004-2005 25
EXÉGESIS PATRÍSTICA
individuo" (E. Norelli, Le statut, 188). Y desde ahí se salva a la arbitrariedad gnóstica, y,
de resultas, a la profecía descontrolada montanista.
Cabe reflexionar acerca de que estos dos aspectos se dan a un mismo tiempo. No
existe una pertinencia escrita canónica (selectiva y excluyente) que haya sido definida
antes de que la iglesia, haciendo uso de su función hermenéutica confiada a los
sucesores de los apóstoles, lo haya decidido. La gestación de nuestra biblia es
inseparable de la autoridad del ministerio episcopal. El costado oral que tenía su
importancia para el contenido pierde peso en Ireneo con beneficio para lo escrito; ahora
bien, en la interpretación de éste el papel decisivo recae en el ministerio apostólico
transmitido por sucesión en las iglesias (es decir, lo oral).
pueda obtener de ella (de la Iglesia) la bebida de la vida. Pues ella es la entrada para la
vida; los demás, en cambio, son furtivos y ladrones. A causa de ello, conviene evitarlos y,
al contrario, amar con suma diligencia lo que viene de la Iglesia y aprehender la tradición
de la verdad. (San Ireneo de Lyon, Adversus Haereses III,4,1)
La Iglesia se sirve de ellas -las Escrituras- para que a través de ellas, resuene
armónicamente (como en una única voz las muchas voces de los libros) la verdadera
voz del Hijo de Dios (cf. AH III,11,7-8). El testimonio de los apóstoles, reflejado en el
NT, previene además contra el error de los herejes que quieren indagar más cosas de las
necesarias para la salvación o presumen de conocer tradiciones secretas no transmitidas
por los escritos canónicos
En resumen, no se puede soslayar el hecho de que en Ireneo encontramos por
primera vez una pertinencia de lo escrito en lo que se refiere a la transmisión de la
Revelación, que encuentra su causa remota en el binomio original evangelio-apóstol con
el que la Iglesia comenzó a funcionar y que se fue desarrollando con sus diversas fases
de modo orgánico dentro de la Iglesia y en polémica con los principales peligros
heréticos, hasta constituir un corpus bien delimitado y fijado de aquello que, muy
pronto (antes del final del s. II), pasará a denominarse Nuevo Testamento. La Iglesia se
sirve de ellos para no adulterar el Evangelio y conservarlo siempre puro. Esta
conciencia canónica que se advierte por primera vez con madurez en Ireneo no impide
afirmar al mismo tiempo que el verdadero canon o regla hermenéutica de estos escritos
está puesto fuera de ellos y es la regla de fe transmitida públicamente en la iglesia en el
seno de la tradición apostólica y con la custodia del magisterio episcopal, de modo que,
si alguien ignorase lo escrito, pero conociese y guardase con su estilo de vida la regla
de fe, obtendría la verdadera Escritura, la que no pasa nunca, la que va grabando el dedo
del Espíritu en la carne dócil y creyente. A su vez, la regla de fe de la Tradición
apostólica queda asegurada también por la tutela conjunta del obispo, sucesor de los
apóstoles, y de las Escrituras canónicas, que sostienen, como columnas, la misión que la
Iglesia tiene de difundir el Evangelio de la Vida.
No hay circularidad en semejante conclusión, pues no ha de olvidarse que para
Ireneo, todo proviene con su debido orden y sabiduría del mismo y único Dios. No
depende la regla de fe de los números, sino los números de la regla de fe; no Dios de las
cosas creadas, sino las criaturas de Dios. Todo proviene de un único e idéntico Dios y
para bien del hombre (cf. AH II,25,1). En fin, Adversus Haereses III,11,9:
Y que sólo aquellos evangelios, ni más de los que fueron dichos ni menos, son los
verdaderos y fidedignos, lo hemos mostrado a lo largo y ancho. En efecto, una vez que
Dios hizo todas las cosas con composición y armonía, convenía que también la forma del
evangelio estuviese bien compuesta y compaginada.
Muy pronto se cambió el centro de interés. Y en lugar de observar el rudo latín del
copista, se prestó atención al contenido de la lista al tiempo que se discutía en torno a la
verdadera datación del escrito. Recientes discusiones parecen convenir casi
unánimemente que estamos ante un escrito de comienzos del s. III. El contenido de la
lista, de este modo, adquiere mucha importancia.
La lista (cf. texto del Fragmento muratoriano) menciona dos evangelios canónicos
(Lucas y Juan), aunque probablemente habría hecho mención antes de Mateo y de
Marcos, seguidos de una cita de 1Jn, trece cartas de Pablo -sin Hebreos-, algunas cartas
apócrifas asignadas a Pablo, tres de las epístolas católicas (Judas y dos cartas de Juan),
los apocalipsis de Juan y de Pedro, el Pastor de Hermas, y un número de obras de
herejes que han de ser rechazadas.
En ella se reconoce la diversidad de memorias de los orígenes cristianos que
transmiten los distintos evangelios; se resuelve la diversa situación de sus autores y
fuentes. A diferencia del discernimiento operado por Papías, ahora los evangelios son
tratados exclusivamente como textos escritos y, por lo demás, hay una mayor conciencia
aún acerca del testimonio apostólico y su puesta por escrito.
Se subraya a propósito de los evangelios la totalidad, la globalidad de la empresa. Es
decir, se sigue en la línea de la taxis perseguida por Papías; se destaca la calidad de
testimonio directo de los autores, en la línea propugnada por Justino.
Se distinguen, en fin, tres clases de obras: las recibidas públicamente en la Iglesia
católica; las recibidas con discusión, acerca de si deben ser leídas públicamente o no
(como es el caso del Apocalipsis de Pedro -hacia el cual el autor se muestra benévolo- o
El Pastor de Hermas -que el autor parece excluir de la recepción pública sin discusión);
y, finalmente, las que deben ser en absoluto rechazadas por heréticas (como las últimas
a las que hace referencia de Arsinoe, Valentín o Milcíades).
En este autor, es decir, ya en torno al año 200 d.C., aparece con claridad una escritura
neotestamentaria normativa, canónica, de referencia vinculada a la Revelación. No se
habla de tradiciones paralelas que sean portadoras del mensaje apostólico, sino que
aparecen bien delimitados el cuerpo de los evangelios y el de los apóstoles. Entre estos,
aparecen asimismo bien definidos el cuerpo paulino y el johanneo. Uno y otro
escribieron a siete Iglesias, de donde su carácter universal. En otros casos, es el
contenido (Tito y Timoteo) el que dota de universalidad a las epístolas. Algunos escritos
se caen de la recepción por su carácter más reciente, como El Pastor de Hermas,
describiendo de esta manera el autor del fragmento dos épocas, una constitutiva de los
orígenes (apostólica) y otra que él califica como nuestra (a la que pertenece ya Hermas).
El factor unificante de todas estas Escrituras recibidas públicamente es la fe de los
creyentes, por un lado, y el espíritu único y principal, por otro.
diferentes columnas o páginas, de igual medida, cuya extensión varía de uno a otro
volumen. El material era, por lo general, de papiro (el papiro estuvo en auge en Egipto
hasta el s. X, d.C., donde poco a poco es sustituido por el papel, de procedencia china,
que por medio de los árabes, entró en la península ibérica -Andalucía, Valencia, s. XII-
y de aquí paso posteriormente a Italia y a Francia). También hubo otros materiales:
cuero, pergamino, corteza de árbol, etcétera. Siempre, cuando se trata de rollos o
volúmenes, se escribe una única cara de la materia, la más noble, la interna. Los
primeros libros de la Escritura tuvieron, por consiguiente, este soporte.
Un invento revolucionario fue el del códice (en sustancia, la forma de libro de
cubiertas que abrazan por lo menos uno o más cuadernos de páginas, y que es habitual
aún hoy en día). El códice no es específicamente cristiano, aunque, gracias al
cristianismo, experimentará una difusión poderosa, entre otras cosas, por la facilidad
que permitía el cotejo de varios lugares dentro de una misma obra (lo cual convenía al
carácter de las Escrituras cristianas mucho más que las características del soporte del
rollo). El invento del códice data de la época imperial (el primer ejemplar para nosotros
es de finales del s. I, bajo la pluma de Marcial, el XIV libro de los Epigrammata:
Apophoreta), y primero designa tabletas de madera donde en un surco se imprime la
cera. Después al soporte de madera alguno añadiría hoja de pergamino; más tarde,
varias hojas, sin estar todas necesariamente unidas al soporte de madera, más tarde un
códice de varios cuadernos y poco a poco se iría perfeccionando el soporte librario.
Paralelamente, entonces, a la difusión del códice adquiere consistencia entre los
cristianos la necesidad de transmitir, tanto las Escrituras de Israel como las que, poco a
poco, van naciendo en el seno de la Iglesia. Tal vez, ambos factores el codicológico y el
que hemos constatado en el punto 3 estén mutua y positivamente interrelacionados; el
hecho es que, a finales del s. II, parece que comienzan a circular las primeras
colecciones de epístolas de Pablo reunidas en un único códice. Queda la vaguedad del
testimonio del mártir de Scili, Esperato (norte de África, en torno al año 180) cuando
responde al procónsul que lo que lleva en las capsulae son libri et epistulae pauli
(¿'libros y epístolas de Pablo' o 'libros, o sea, epístolas de Pablo'?). Por otro lado,
recientemente, J. Duff sostiene que el P46, datable en torno al año 200 d.C., represente
un papiro perteneciente a un códice portador de todas las epístulas canónicas de Pablo.
Otro tanto se puede afirmar a propósito de los evangelios, donde todo apunta a que
hacia finales del s. II (cf. G. N. Stanton), circulasen ya las primeras colecciones de
evangelios a cuatro. Los testimonios más antiguos que se conocen son: el códice
Chester Beatty P45, que tiene los cuatro evangelios y Hechos, datable en la primera
mitad del s. III; el papiro Bodmer P75, datable entre el 175 y el 225 AD, que consiste en
un fragmento que contiene Lucas y Juan, y que se piensa que, dado lo extraño de un
códice de dos evangelios, pertenezca a otro con cuatro; por último, se piensa que P 64 +
P67 + P4 sean parte de un mismo códice de lujo, ¿litúrgico?, continente de un evangelio a
cuatro.
Se puede establecer también una relación entre la codicología y la vida de la Iglesia.
También hasta este punto afecta la ley de la encarnación. Desde luego, el dato
constatable es que una biblia nunca habría podido transmitirse en un soporte, tipo rollo,
mientras que sí se adapta a las condiciones del soporte tipo códice.
47
¿No habrá detrás de tales hipótesis algunos presupuestos que no son tan firmes como (1) el afán de
retrotraer al máximo la datación de los escritos neotestamentarios y, en particular, los evangelios,
admitiendo implícitamente el axioma protestante de que más moderno, menos fiable y (2) el afán,
hermano del primero, de considerar lo escrito superior a lo oral, admitiendo, de nuevo, otro axioma de
cuño protestante que otorga la preponderancia a lo escrito por encima de lo oral? Concediendo incluso
que, ciertamente, hubieran existido ¡cuatro evangelios en arameo en el año 40!, la hipótesis resulta poco
relevante de cara al estudio de la Escritura y su relación con la Tradición, pues la Escritura sólo pudo
terminar de ser seleccionada con la mentalidad de la segunda mitad del s. II, cuando la regla de fe había
adquirido una cierta madurez y los textos hacía tiempo que circulaban sólo en griego (y seguramente ya
algunos en latín).
PATROLOGÍA II, 2004-2005 31
EXÉGESIS PATRÍSTICA
Por exégesis indirecta se entiende una obra que no tiene como objetivo el comentario
de un determinado texto de la Escritura, pero que, sin embargo, su discurso implica una
cierta exégesis de varios pasajes, pertenecientes a distintos lugares de la Escritura. Valga
como botón de muestra, el libro del Apocalipsis de Juan que no pretende comentar un
PATROLOGÍA II, 2004-2005 32
EXÉGESIS PATRÍSTICA
solo libro del AT y está, sin embargo, plagado de exégesis cristianas de los profetas y de
los otros libros de Israel. Se llama exégesis dogmática porque, casi siempre, persigue un
objetivo directamente dogmático o doctrinal (en el caso del Apocalipsis, la presentación
del misterio de Cristo, en particular, de los acontencimientos futuros como garantía y
consuelo para los primeros cristianos perseguidos a finales del s. I).
Es oportuno mencionar como ejemplo de exégesis indirecta a las primeras homilías,
calificadas como homilías festivas. Son una derivación de la práctica sinagogal. Se trata
de homilías, con frecuencia semanal (cada domingo -más adelante, también con la
celebración de la memoria de los mártires, pueden aumentar de frecuencia) que
discurrían por las Escrituras proclamadas en esa celebración y que tenían como objetivo
directo la presentación doctrinal de una faceta del misterio de Cristo. A veces, resulta
imposible a partir de la homilía deducir qué textos fueron proclamados en tal ocasión, lo
cual muestra hasta qué punto no interesa el texto en sí mismo, sino en razón de la
doctrina suscitada que se glosa con todo tipo de citas de los lugares de la Escritura que
más convengan.
En ámbito griego, la primera de estas homilías podría ser, o bien, la Epístola a los
Hebreos, o si no, la llamada Segunda Carta de Clemente romano a los Corintios,
datable en torno al año 150. En ámbito latino, tendríamos que esperar hasta el año 250,
aproximadamente, con la obrita anónima, transmitida bajo el nombre de Cipriano, pero
perteneciente probablemente a un obispo de una sede menor africana y que se conoce
como Los montes Sinaí y Sión (De montibus Sina et Sion).
Por exégesis directa se entiende la exégesis en que el trabajo tiene al texto bíblico
como primer objetivo formal. Es evidente que sólo a medida que en la Iglesia fue
creciendo la conciencia de manejar un texto bíblico (la "conciencia textual"), pudo éste
convertirse en objeto directo de exégesis.48
No es extraño que el primer ejemplo de exégesis directa sea el gnóstico Heracleón
(Roma, 160 aprox.) con su Comentario al evangelio según san Juan, que se adelanta en
algunas décadas a la obra del exegeta asiático Hipólito, ss. II-III, y poco más adelante,
Orígenes. En ámbito latino, es preciso esperar hasta la segunda mitad del s. III, con
Victorino de Petovio (Panonia) y su Comentario al Apocalipsis.
5.2.1. Cabe distinguir en este apartado, por un lado, las llamadas homilías seriales u
homilías lematizadas, donde el homileta discurre verso a verso (lema a lema)
comentando pasajes enteros o libros enteros de la Escritura. El propósito puede ser de
envergadura muy variable, alcanzando semanas de duración. Estas homilías no tienen
lugar en las fiestas o Eucaristías, no presuponen la celebración de ellas, sino más bien la
celebración de una liturgia de la Palabra, y tendrían una frecuencia infrasemanal, en
ocasiones, diaria.
En ámbito griego, los primeros ejemplos son las homilías de Orígenes sobre los
diversos libros de la Escritura (la mayoría de las cuales nos ha llegado por traducción de
Rufino). En ámbito latino, habría que esperar hasta Ambrosio (segunda mitad del s. IV)
donde, por influencia de los PP. Capadocios, a su vez, influidos por Orígenes,
introduciría este género entre los cristianos de lengua latina.
5.2.2. Por otro lado, merece mención especial el comentario origeniano. Si bien, es
cierto que con Heracleón e Hipólito asistimos al nacimiento de este género, es a
Orígenes a quien corresponde elevar con un gran salto esta forma exegética. Orígenes
48
Cf. D. W. Köhler, Die Rezeption, pp. 530-532, el cual afirma que cuanto más los evangelios se
convierten en "texto" más pueden ser "objeto" de exégesis.
PATROLOGÍA II, 2004-2005 33
EXÉGESIS PATRÍSTICA
donde nacen los libres (los cristianos). Gracias a este paso paulino, la alegoría tiene
también carta de ciudadanía entre cristianos a lo largo de los siglos.
Por otro lado, con el término "tipo" nos encontramos ante un fenómeno notable,
donde Pablo parece ser el primero que lo utiliza con un significado netamente exegético.
"Tipo" significaba comúnmente "sello". 1Cor 10,6 y Rom 5,14 son los primeros lugares
que consagran respectivamente el paso del mar Rojo como tipo del bautismo y a Adán
como tipo de Cristo, nuevo Adán. Serán los primeros de una larguísima serie que
progresivamente conocerá mayor extensión. Ahora bien, con "tipo" Pablo no hace sino
un determinado tipo de "alegoría", aquella en la que el significado encubierto vuelve a
recaer pasado el tiempo y como cumplimiento en la misma historia. Mientras que en
Filón, por ejemplo, Abraham (sentido histórico) era alegoría de inteligencia (sentido
moral o espiritual), aquí Adán (sentido histórico) es alegoría (tipo) de Cristo (sentido
histórico). En el contexto de las discusiones en torno a la historia de la exégesis y sus
métodos que tuvieron lugar en el s. XX, se acuñó en sentido apologético el término de
"tipología" para tratar de librar de la condena global que pretendían algunos, al menos,
parte de la exégesis patrística, aquella precisamente que se había servido de la
"tipología". El término "tipología", por consiguiente, es legítimo; pero no conviene
olvidar que en la mentalidad de los antiguos el "tipo" era un modo más de alegoría,
aquel, según el cual, determinados acontecimientos, personajes, gestos del AT se
convierten en figura, en modelo profético de otros acontecimientos, personajes, gestos
del NT y de la historia de la Iglesia. José vendido es tipo de Cristo traicionado. Isaac
camino del monte es tipo de Cristo cordero; el candelabro de los siete brazos es tipo de
Jesucristo bautizado en donde reposan los siete espíritus y, por ello, es el verdadero
candelabro, signo de la presencia continua de Dios en su templo, o sea, el hombre o la
creación... No hay autor cristiano que no se haya servido de la "tipología" que fundó
Pablo y que se alargó paso a paso a través de la tradición.
Ya se ha dicho antes que los gnósticos fueron los primeros exegetas. Utilizan todo
tipo de medios, como muestra en parte el texto 6 (cf. textos exegéticos). "Hueso" da a
entender alegóricamente "alma". A diferencia de Marción, que condenaba al AT en
bloque a una exégesis literal, donde el Dios del AT quedaba desprestigiado en contraste
con el Dios del NT marcionita (es decir, Lucas recortado y algunas epístolas también
retocadas de Pablo), a diferencia de Marción -digo- los gnósticos actuarán de modo
mucho más fino ante el texto del AT. En él cabe encontrar algún elemento espiritual que
debe ser llevado a perfección por el Salvador, algún elemento psíquico y algún elemento
totalmente despreciable. De ahí se deduce que cabía, en cualquier momento, todo tipo
de exégesis (literal o alegórica de cualquier clase) mientras se pudiese servir a la
exégesis gnóstica. He aquí este pasaje largo del gnóstico Ptolomeo, cuando se dirije a la
cristiana Flora con el fin de adoctrinarla:
14. Así, se muestra claramente aquel conjunto de la ley que se divide en tres partes: en ella
hemos encontrado la disposición del mismo Moisés, la de los presbíteros y la de Dios mismo. Esta
división de aquel conjunto de la ley, así dividida por nosotros, ha revelado lo verdadero de ella.
5.1. A su vez, la única parte que es la ley de Dios mismo se divide en otras tres: en la
disposición pura y no mezclada con el mal, que se llama propiamente ‘ley’, la cual no vino a abolir
el Salvador, sino a perfeccionar (pues no era extraño a él aquello que perfeccionó, sino que tenía
necesidad de perfeccionamiento, pues no tenía la perfección); [en la disposición] mezclada con el
mal y la injusticia, la cual el Salvador quitó como no conforme con su propia naturaleza; 2. y
también la típica y simbólica, dispuesta según la imagen de las cosas espirituales y superiores, la
cual el Salvador hizo pasar de lo sensible y aparente hacia lo espiritual e invisible. 3. Y la ley de
Dios, pura y no mezclada con el mal, es el decálogo mismo, aquellos diez preceptos divididos en
PATROLOGÍA II, 2004-2005 35
EXÉGESIS PATRÍSTICA
dos tablas: para prohibición de lo que debe ser evitado y ordenación de lo que debe ser realizado,
los cuales tenían pura la disposición, pero no tenían la perfección, les faltaba el cumplimiento que
trae el Salvador. 4. Y lo que está mezclado con la injusticia es esto puesto para castigo y respuesta
congrua para aquellos que han obrado injustamente, que manda que sea cortado un ojo a cambio
de otro, un diente por otro y que se castigue la muerte con la muerte (Lv 24,20; Mt 5,38). En
efecto, nada menor obra injustamente el que obra en un segundo momento la injusticia,
distinguiéndose tan sólo por el orden ya que la obra producida es la misma. 5. Con todo, este
precepto era y es justo, dispuesto a causa de la debilidad de las cosas establecidas por la ley en
transgresión de la ley pura, pero inapropiado a la naturaleza y a la bondad del Padre del universo.
6. Probablemente esto era apropiado, o más bien fruto de la necesidad; pues el que no quería ni
una muerte al decir: ‘no matarás’ (Lv 20,13), habiéndola prescrito en lugar del que ha matado,
disponiendo una segunda ley y decidiendo dos muertes, el que había prohibido la única, se engaño
a sí mismo burlado por la necesidad. 7. Por esto, el Hijo, viniendo de parte de Aquél, ha anulado
esta parte de la ley, habiendo confesado incluso que esto es de Dios, cuando ha alterado otros
pasajes de la antigua disposición o cuando dice: “Dios dijo: ‘el que maldiga a su padre o a su
madre, muera de muerte’” (Mt 15,4). 8. Finalmente está la parte tipológica de la ley, puesta según
la imagen de las cosas espirituales y superiores, me refiero a lo dispuesto por la ley en las
ofrendas, circuncisión, sábado, ayuno, pascua, ácimos, etcétera.
9. En efecto, todo esto, siendo imágenes y símbolos, una vez manifestada la verdad ha sido
modificado; según lo visible y lo que se realiza corporalmente ha sido eliminado, según lo
espiritual asumido, permaneciendo los mismos términos, pero cambiando las realidades.
10. Y, en efecto, el Salvador nos mandó presentar ofrendas, pero no aquellas por medio de
animales irracionales o estos perfumes, sino por medio de alabanzas, glorificaciones y acción de
gracias espirituales y por medio de la comunión y el buen hacer con nuestros prójimos.
11. Y quiere que nos circuncidemos, pero no con la circuncisión corporal del prepucio, sino
con la espiritual del corazón. 12. Y que guardemos el sábado, pues ordena y quiere que nos
mantengamos al margen de las obras malas. 13. Y que ayunemos, pero no quiere un ayuno
corporal, sino espiritual, en la suspensión de toda maldad. Sin embargo, también entre nosotros se
guarda el ayuno corporal, ya que, hecho con razón, algún beneficio puede obtener para el alma,
siempre que no se haga por imitación de alguno, o por costumbre, o por el día, como si hubiese un
día determinado para esto. 14. Al mismo tiempo también sirve para el recuerdo del ayuno
verdadero, para que los que aún no pueden hacerlo, tengan a partir de este visible el recuerdo del
otro. 15. Y la Pascua al igual que los ácimos, que eran imágenes, lo muestra también Pablo, el
apóstol diciendo: “nuestra Pascua es Cristo inmolado”, “para que seáis ácimos, no participando del
fermento (llama al fermento aquí como maldad), sino que seáis masa nueva” (1Co 5,7).
6.1. Así, claramente se divide en tres la ley misma de Dios: en la parte llevada a término por el
Salvador (en efecto, ‘no matarás’, ‘no cometerás adulterio’, ‘no jurarás en vano’, se comprenden
en el no airarse, no desear y no jurar [Mt 5,21]); 2. también en la parte que ha sido completamente
abolida, en efecto, ‘ojo por ojo y diente por diente’ se mezcla con la injusticia y conteniendo esto
mismo la obra de la injusticia ha sido abolido por el Salvador por medio de las cosas contrarias (cf.
Mt 5,38). 3. Pero las cosas contrarias entre sí se eliminan unas a otras: “pues yo os digo, no os
opongáis en absoluto al mal, mas si uno te golpea, ofrécele la otra mejilla” (Mt 5,39). 4. Y se
divide en lo que ha sido modificado y renovado desde lo corporal hasta lo espiritual, esto
simbólico que ha sido legislado según la imagen de las cosas superiores. 5. En efecto, las imágenes
y los símbolos que son representativas de otras realidades estuvieron bien hasta que no estaba
presente la verdad; pero estando presente la verdad, es necesario hacer lo de la verdad, y no lo de
la imagen. 6. Y estas cosas enseñaron sus discípulos y el apóstol Pablo, que ha mostrado lo de las
imágenes, como ya dijimos, por medio de la Pascua por nosotros y [por medio] de los ácimos; lo
de la ley mezclada con la injusticia, diciendo que “la ley de los mandamientos ha sido derogada
con sus doctrinas” (Ef 2,15); y lo que no está mezclado con el mal, diciendo “la ley es santa, y el
mandamiento santo, justo y bueno” (Rom 7,12). 7.1 En cuanto es posible decirlo resumidamente,
creo habértelo mostrado en grado suficiente, ya la disposición de la ley añadida de parte de los
hombres, ya la ley misma de Dios dividida en tres.
Ciertamente delata este largo paso la finura de los gnósticos. Incluso sobre la
superficie de las palabras podrían convenir más de una vez los Padres con Heracleón,
aunque probablemente al detallar el significado fuese muy distinto lo que unos y otros
podían entender, por ejemplo, por "comunión". Mientras que, para un Ireneo, la
"comunión" es la obrada gracias al cuerpo de Cristo y la prometida, ahora en prenda, y
PATROLOGÍA II, 2004-2005 36
EXÉGESIS PATRÍSTICA
Entre asiáticos, ya lo hemos visto, hay una selección canónica de los textos, y se da
también un uso cómodo de todos los procedimientos. Ahora bien, lo determinante se
obtiene por medio de la exégesis espiritual o tipológica. Donde "espiritual" (¡atención!)
quiere decir lo que a lo largo del AT, camina en sentido profético, en dirección
horizontal, señalando a los futuros misterios del Verbo encarnado y de los creyentes en
él. A lo largo del NT, también puede seguir caminando en sentido profético, pero en
dirección vertical, indicando que lo que se cumple en Cristo, ha de cumplirse en los
cristianos. Hay diferencia sensible entre la economía antes del Jordán y después de él.
No pide la misma actitud un texto del AT que uno del NT. El AT rigurosamente espera y
prepara; el NT cumple y promete cumplimiento. Lo decisivo es también el principio
hermenéutico, la regla de fe. Lo decisivo se libra en el reino de lo sensible, de lo carnal,
para que, progresivamente, vaya siendo asimilado al estilo de vida propio del Espíritu.
No importan los métodos que comparten paganos, judíos y cristianos. Lo crucial está
en el modo de entender la persona de Jesucristo, clave de todas las Escrituras.
Terminamos a modo de corolario con unas letras del entonces J. Ratzinger, hoy papa
Benedicto XVI:
«Por último, el exegeta debe reconocer que no se encuentra en una posición neutral,
por encima o fuera de la historia y de la Iglesia. Esta pretendida inmediatez en el acceso
a lo puramente histórico solo puede conducir a cortocircuitos. El primer presupuesto de
toda exégesis es tomar la Biblia como un libro. Al hacer esto, la exégesis ha elegido ya
una posición que no se sigue de lo puramente literario; ha reconocido el texto literario
como producto de una historia con una cohesión interna, y esta historia, como el lugar
propio de la comprensión. Pero, si la exégesis pretende ser teología, debe dar un paso
PATROLOGÍA II, 2004-2005 38
EXÉGESIS PATRÍSTICA
más: debe reconocer que la fe de la Iglesia es aquella forma de "simpatía" sin la cual el
texto no se abre. Debe reconocer esta fe como una hermenéutica, como lugar de la
comprensión; que no violenta dogmáticamente la Biblia, sino que le ofrece la única
posibilidad para permitirla ser ella misma.» (J. Ratzinger, La interpretación, p. 54).
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