La Magia Del Amor - Patricia Rice
La Magia Del Amor - Patricia Rice
La Magia Del Amor - Patricia Rice
MÁGICA, 01
-2-
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
Prólogo
-3-
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
Capítulo 1
Northumberland, 1750.
Sola, al borde del claro, Ninian Malcolm Siddons estaba sentada sobre una
piedra dada la vuelta que pertenecía al círculo que una vez había dominado esa
colina, y contemplaba la hoguera y las parejas que bailaban y reían abajo. Ser una
Malcolm era algo muy solitario. Esa noche, hubiese preferido bailar, cantar y gritar
de alegría a la luz de la lumbre, como todos los demás.
Deseaba gritar y chillar: «¡Estoy aquí! ¡Aquí! ¡Soy yo!». Pero era peligroso atraer
ese tipo de atención. No podía satisfacer su naturaleza volátil y tener una rabieta ante
la injusticia de la vida; solo acrecentaría el temor que el pueblo sentía por ella. Según
le había enseñado su abuela, debía recordar quién era, qué era, y sentirse orgullosa
de ello. Tenía un don y un talento como los que nunca se le habían concedido a nadie,
y debía utilizarlos con sabiduría. Hacer que los aldeanos le temieran no era acertado.
Suspiró y puso los ojos en blanco por la exasperación. Los «dones» y los
«talentos» no eran tan valiosos ni apasionantes como la magia en los cuentos de
hadas. Si tan solo poseyera magia verdadera, podría evocar a un enamorado para que
bailase con ella. Sonrió cuando la fantasía se representó en su mente. ¿Qué clase de
enamorado evocaría? ¿Moreno y apasionado? ¿Rubio y cariñoso? ¿Uno que le diera
bebés regordetes y alegres?
Uno que bailara con ella.
Nunca había ni siquiera pensado en compartir su vida con alguien hasta que su
abuela murió el invierno anterior. Dadas las circunstancias, no valía la pena pensarlo
ahora. Debía dedicar su vida a la gente de Wystan, al igual que lo había hecho su
abuela... o negar su herencia y perder todo, como lo había hecho su madre.
La fogata brincó más alto en la noche estrellada de mayo cuando alguien agregó
broza nueva a las llamas. Con la ayuda de la luna, el claro destellaba con el brillo
plateado de mil velas y colmaba la noche de encanto.
Beltane era una noche para celebrar la fertilidad de la tierra, para librarse de la
oscuridad del frío invierno. Debería regocijarse con la promesa de la primavera, no
preocuparse por lo que nunca podría tener. Era hora de superar el dolor por la
muerte de su abuela y seguir viviendo.
Ojalá supiera exactamente de qué se trataba. Ocuparse de sus hierbas, curar a
los enfermos y asistir partos no era exactamente la promesa que había esperado,
ahora que se enfrentaba sola a esas tareas.
Con impaciencia, se incorporó cuando un exceso de hilaridad y alegría la
sacudió con la proximidad de los bailarines.
-4-
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
—¿Has oído? ¡Lord Ives está arreglando el castillo! —cacareó Tom, el hijo del
ruedero, mientras él y varios más se reunían para recobrar el aliento.
—Todos seremos ricos —Alice, la hija de un granjero, expresó su entusiasmo
con regocijo.
—El año que viene, para esta época, tendremos cerdos gordos en nuestros
corrales y gansos en nuestras mesas. —El hijo de un ganadero de ovejas, Nate, le
pasó la jarra de cerveza a la persona siguiente.
El regreso de un Ives a Wystan después de todos esos años preocupaba a
Ninian. Había creído que la leyenda del libro de cuentos de su abuela era un poco
más que un cuento de hadas y nunca le había temido... hasta ahora, con el reciente
regreso del misterioso aristócrata.
Según la historia, hace mucho, mucho tiempo, los Ives y los Malcolm habían
sido la nobleza de aquella zona, habían construido castillos y protegido a su gente.
Pero según la leyenda, la catástrofe destruyó su tierra feliz debido al matrimonio de
un Ives y una Malcolm. La prosperidad había desaparecido, los señores Ives se
alejaron y solo permanecieron los Malcolm, que cuidaron del pueblo lo mejor que
pudieron. Cuando los demás se marcharon a otros sitios en busca de riquezas, el
pueblo se redujo y ya no fue necesario más que un Malcolm allí, por lo que hasta los
Malcolm se marcharon. Las tías de Ninian siguieron a sus esposos aristócratas y
continuaron en tusca de mejores horizontes. El don particular de Ninian funcionaba
mejor en la soledad del pueblo, por lo que había decidido quedarse atrás.
¿Por qué una leyenda salía de su libro de cuentos apenas hubo muerto su
abuela? Y si ese lord Ives podía hacer rico al pueblo, ¿necesitarían a Ninian para algo?
¿O traería la tragedia que predecía el libro de cuentos?
Poniendo freno a un repelús de miedo y borrando de su mente esa superstición
estúpida, Ninian observaba con curiosidad a los solteros sin compañía mientras los
músicos comenzaban a tocar una nueva pieza.
Nate asió la mano de su compañera, Gertrude rio y se largó con él para unirse a
los danzantes. Mientras los demás jóvenes elegían a sus compañeras y las parejas
risueñas se lanzaban a la juerga, dejando atrás a Ninian —una vez más—, sus
hoyuelos desaparecieron y sus hombros cayeron con el peso de la soledad.
No debería importarle que no la invitaran a bailar. Eran simples muchachos
incultos de pueblo, y ella era una Malcolm. Las Malcolm no solo eran brujas, sino que
también pertenecían a la nobleza, tenían una educación que iba mucho más allá de
los recursos de los simples granjeros. Lo comprendía. En verdad lo hacía. Pero la
música era muy alegre y la luna, más que hermosa.
Una anciana rio cuando Gertrude abofeteó el rostro de Nate y se marchó
haciendo aspavientos.
—Aquel no tiene nada más que una cosa en mente —le dijo la anciana a su
compañero.
Todas las muchachas del pueblo sabían de las manos calientes y las dulces
palabras de Nate. Sin embargo, incluso ebrio de cerveza, bailaba con buen paso y a
Ninian no le hubiera venido mal dar una vuelta alrededor del fuego. Solo una.
-5-
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
-6-
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
-7-
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
tierra? —susurró Nate con el tono amenazador de un hombre que relataba una
historia de fantasmas—. Se juntó con una bruja y todo el valle se inundó.
Todas las cabezas giraron en dirección a Ninian.
A Ninian se le agrió el estómago ante la atención. No importaba cuánto se
esforzara por ser una de ellos: la maldición de su herencia siempre levantaba
barreras. No sabía por qué se les había unido esa noche, excepto que a veces, en la
cabaña, resonaba la soledad.
Harry, el zapatero, volvió a atraer la atención hacia sí mismo.
—Ya que este Ives tiene tres esposas, es probable que no necesite más, ¿no es
verdad?
Los chavales se mofaban a carcajadas. Las mujeres reían con nerviosismo.
Agradecida por el foco de distracción de Harry, Ninian se aferró a su sonrisa
con hoyuelos y observó el baile, mientras la conversación continuaba sin ella.
Incluso Harry, quien la había defendido verbalmente desde que le había
soldado su dedo roto, nunca hacía más que saludarla con la cabeza. Se necesitaba un
hombre valiente de veras para cortejar a una bruja Malcolm. A esas alturas, debería
estar acostumbrada al rechazo.
Las supersticiones de los aldeanos sobre sus orígenes no hacían que se
preocupara en exceso. Inglaterra no había quemado una bruja en... eh... cien años o
más. Ni habían colgado a una en veinte o treinta años. Tenían métodos más
civilizados de destruir a las brujas en ese momento. Una palabra o una mirada
incorrecta, y no vería más que sus frías espaldas. Y tras las cosechas escasas de esos
últimos años y después del mal invierno, no podía culparlos. A diferencia de su
abuela, no podía convencer a las personas de hacer lo que era bueno para ellos con
amuletos y promesas. Solo podía sanar a los enfermos con sus conocimientos sobre
las hierbas. Su don para la empatía era excepcionalmente inútil, y más un fastidio
que una ayuda.
Deseaba que las cosas pudieran ser diferentes. Solo por una vez quisiera que
alguien la aceptara como era, que la abrazara fuerte y bailara con ella a la luz de la
lumbre, como las personas normales.
«Y en realidad soy normal», se decía a sí misma con firmeza. Solo sabía un poco
más sobre hierbas que la mayoría, tenía una habilidad impredecible para percibir lo
que sentían los demás, y la inteligencia para aplicar ambas. No era una bruja. Era una
Malcolm.
Sin embargo, en la mente de muchos, no había diferencia.
Con un suspiro lleno de ilusión, Ninian se alejó del claro y se adentró en el
bosque, lejos de las celebraciones, lejos de la vista de los demás que iban con
disimulo, pareja a pareja, hacia las sombras de la hierba y los árboles, allí, para crear
la cosecha excepcional de bebés a cuyos partos asistiría llegado el invierno. Bebés que
nunca tendría. La mejor manera de eliminar el dolor que le causaba ese pensamiento
era con el trabajo.
Ninian se paseó entre los árboles, dejó bien atrás la hoguera y la multitud
apasionada, y buscó el arroyo rumoroso en el que habitaba la hierba que necesitaba.
-8-
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
Bajo la plena luz de la luna, la agrimonia debería contener todo el poder que
necesitaba para el trabajo del día siguiente. Deseaba que el arroyo corriera a través de
la propiedad de su abuela para no tener que desviarse tanto para conseguirla. Sin
embargo, nadie se había quejado jamás de su intromisión en la tierra de los Ives.
Desde luego, hasta hacía poco, no había habido nadie para quejarse.
Lord Ives sin duda había despertado una controversia al regresar después de
generaciones de abandono, pero Ninian no disfrutaba del cotilleo. Claro que ningún
hombre podía tener legalmente tres esposas. Conocía lo suficiente del temperamento
humano como para dudar hasta de su habilidad para tener a tres señoras bajo un
solo techo, aunque pensar en la naturaleza de semejante hombre despertaba fantasías
peligrosas.
Regresó de manera deliberada a los pensamientos de las hierbas y a la mejor
manera de convencer al pequeño hijo de Mary para que bebiera una infusión de ellas
y así aliviar su dolor de garganta, y no advirtió la presencia que la seguía hasta que
fue demasiado tarde para esconderse.
Supo de inmediato quién era y por qué. Nate. Justo cuando captó la fuerza de
su arrogancia, junto con un enfado confuso y un olorcillo a miedo, él apareció
tambaleante desde una curva del camino.
La atrapó en campo abierto sin ningún lugar adonde correr y ella ejerció su
mejor defensa, la que utilizaba para hacer reír a los niños. Parpadeó con inocencia y
se enroscó un rizo en el dedo. Sus rasgos con hoyuelos, los bucles rubios y los ojos
azules podían lograr que un hombre dudara de las leyendas. ¿No eran todas las
brujas misteriosas y peligrosas?
—Vaya, Nate, ¿qué haces aquí? Gertrude se sentirá muy decepcionada sin tu
compañía.
—Gertrude se ha marchado con ese patán, Harry. Tú eres mucho más bonita
que ella. No debiste haberte marchado tan pronto. —Se acercó con sigilo, mientras le
miraba el busto.
Podía advertir que olía a cerveza y sintió su peligrosa determinación. A pesar
de su baja estatura, Ninian sabía que era fuerte, pero Nate no solo era más alto, sino
que también pesaba varios kilos más.
—Vaya, Nate, qué amable de tu parte acompañarme a casa —respondió a la
ligera—, pero de verdad, no es necesario. Regresa a divertirte.
—La tierra de Ives está muy lejos de tu cabaña —dijo Nate con desconfianza.
—¡Ah, pero necesito el berro del arroyo! —Ninian se escabulló cuando él alargó
la mano para cogerla. Si no era lo suficientemente buena para bailar delante de todos,
desde luego que no tenía intención de coquetear con él en privado. Podía estar sola,
pero no era tonta—. Estaré bien. Vete.
—Sabes que no hay otro hombre en el pueblo para ti excepto yo. —Probó un
tono de voz engatusador mientras se acercaba a ella—. Mi padre posee muchas
ovejas y mucha tierra. Soy fuerte. Puedo hacer el trabajo de tres hombres.
Ninian sabía la clase de «trabajo» que tenía en mente y reprimió una risa irónica
ante su vanidad.
-9-
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
—¡Vaya, Nate! Me halagas. —No podía correr con la rapidez suficiente como
para escapar de él, pero tenía cinco veces más ingenio del que él poseía, en especial
cuando estaba confundido por el alcohol.
—Te mostraré lo bueno que puedo ser. —Al parecer, alentado por la falta de
coquetería de ella y una buena cantidad de grog, Nate hizo a un lado sus temores y la
cogió.
Preparada, Ninian dio un paso a un lado y extendió un pie para que tropezara.
Inmerso en el aturdimiento inducido por el alcohol, resbaló en el lodo, alzó los
brazos para estabilizarse y cayó de lleno en el arroyo helado. Eso debió ahogar su
fogosidad excesivamente caliente.
Ninian supuso que con un comportamiento como ese, merecía los epítetos que
él le profería mientras se incorporaba, jadeante.
—¡Pagarás por esto, bruja! —gritaba, agitando el puño hacia ella mientras por
su frente corrían regueros de agua.
¡Vaya! No vale de nada evitar el rencor. También podía arrojar ramitas y piedras
si continuaba comportándose de esa forma.
—¡Si en verdad fuera una bruja, haría que se te pudrieran los cojones, imbécil!
—le respondió gritando. Su abuela no se hubiera sentido feliz. Después de todos esos
años de tomar el camino seguro y estrecho, lo tiraba todo en un ataque de rencor. Se
creía más lista.
Maldiciendo, Nate se incorporó sobre las piedras resbaladizas, salpicado hasta
los pies y atacado por la ribera y por Ninian. Vaya, quizás no había perdido por
completo su apariencia inofensiva. No le temía lo suficiente como para correr.
Cuando la cogió, una fría voz se entrometió desde la oscuridad de los árboles.
—¿Hay algún problema?
Sorprendido por oír una voz que no provenía de ningún sitio, Nate volvió a
resbalar en la orilla y se cayó en el agua una vez más. En medio de la retirada, Ninian
quedó helada.
No había sentido ninguna presencia. ¿Cómo era posible? Nunca nadie se había
acercado a ella de esa manera sin que su sentido superior le alertara. Con los ojos
bien abiertos, se volvió de manera brusca en la dirección desde la cual surgía la voz.
Nate se quitó el agua de los ojos de una sacudida y volvió a ponerse de pie de
un brinco, pero de manera inestable.
—¿Quién está ahí? —exigió saber.
Ninian sospechaba que temblaba de algo más que de frío. A pesar de sus
alardes, Nate tenía las mismas supersticiones ignorantes que la mayoría de los
vecinos. En ese mismo instante, ante el sonido de la voz espeluznante e incorpórea,
Ninian comprendió su temor ante lo desconocido.
—Discutíamos sobre mi capacidad de regresar sola a casa —respondió ella con
osadía, deseando que el extraño se dejara ver. La ausencia de cualquier emoción
humana desde donde provenía la voz la asustaba tanto como la ausencia de una
presencia física.
Para su alivio, una sombra sólida se separó de los árboles. Era un hombre, más
- 10 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
alto que Nate, con anchos hombros y un físico tan elegante que resultaba inquietante;
el intruso misterioso ocultaba sus rasgos al permanecer aún alejado de la luz de la
luna.
—Estáis invadiendo una propiedad ajena —afirmó con la misma falta de
inflexión que la primera vez que había hablado.
—¡Lord Ives! —Nate salió rápidamente del arroyo, subiendo con dificultad la
orilla del lado opuesto. Le lanzó a Ninian una mirada aterrada—. ¡Él es el demonio y
tú estás aliada con él!
Ninian suspiró ante la inevitable conclusión y alzó los brazos, agitó los volantes
fruncidos de sus largas mangas y lanzó un espeluznante «¡bu!» en dirección a Nate.
Rio cuando Nate huyó por el bosque dando alaridos.
—Me alegra que eso le divierta —dijo lord Ives desde atrás, con lo que pudo
haber sido un toque de mordacidad—. ¿Le importaría explicarme qué significaba
eso?
Desde luego, que el señor era nuevo en la zona. No conocía el folclore local
sobre las brujas Malcolm y los demonios Ives. Ella se volvió para juzgar su reacción y
debió alzar la mirada mucho más de lo que le agradaba. A través de los rayos de luz
de la luna, su silueta se veía asombrosamente imponente y demasiado cercana.
Su abuela le había enseñado sobre las tentaciones de las fuerzas oscuras hada
las cuales las brujas se sentían atraídas. Debería ser cautelosa.
—Bienvenido a Wystan, milord. —Hizo una reverencia como le habían enseñado
hacía mucho tiempo. Al enderezarse, agregó con picardía—: Soy Ninian Malcolm
Siddons, bruja residente. —Su abuela también había jurado que en su interior residía
un diablillo en lugar de brujería.
En vez de reír o alejarse por temor, como haría cualquier hombre normal, lord
Ives inclinó la cabeza con interés.
—¿Ninian? ¿El nombre de una santa?
No solo era audaz sino que también poseía conocimientos sobre historia
antigua. Interesante. Su abuela decía que a los hombres no les daba por aprender.
—Mi madre tenía un extraño sentido del humor —admitió. Era muy extraño
que inquiriera acerca de su nombre, y no sobre su reputación.
—Ya veo. —El toque de mordacidad desapareció en los tonos fríos otra vez—.
No creo que este bosque sea seguro para que una joven ande de noche. La
acompañaré hasta su casa.
—Por favor, disculpe la intromisión, milord —dijo ella con retraso—, pero hay
hierbas que necesito en este arroyo. ¿Le molesta?
—¿Le importaría si digo «sí»?
También era observador. Negó con la cabeza.
—Lamentaría mucho ir contra sus deseos, pero no dejaría al joven Matthew con
un dolor de garganta.
—¡De acuerdo! —pareció retraerse, o tal vez la luna se había desplazado detrás
de una nube—. Entonces, continuemos con eso. Entiendo que es una herborista y no
una bruja.
- 11 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
- 12 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
su casa.
Murmuró para sí misma, metió las hojas secas y las ramas que había recogido
en el bolsillo de su delantal y regresó a zancadas hacia el sendero. Según su abuela,
en el orden establecido, los hombres solo tenían un propósito: los mismos servicios
que el demonio le ofreció a Eva. No obstante el conde era el dueño de esa propiedad,
y ella al menos debía fingir que lo escuchaba.
Dando zancadas por el camino, analizaba todas las razones por las que las
plantas podrían haberse secado; se negaba a creer que todo estuviera perdido. Ninian
pegó un brinco cuando unos fuertes dedos la tomaron del codo.
—Se romperá una pierna si camina de manera tan descuidada.
Un hormigueo le recorrió la piel cuando sus dedos la presionaron a través de la
manga del vestido. La sensación la asustó. ¿Sus deseos ociosos por tener un
enamorado habían evocado a ese hombre? Debió haber prestado atención cuando su
abuela le advirtió sobre desear lo que no podía tener, en especial en una noche tan
poderosa como la de Beltane.
—Las brujas ven en la oscuridad —comentó con alegría, y le dio un tirón que no
fue muy delicado.
Los largos dedos solo se aferraron con más fuerza.
—A diferencia de aquel gamberro, yo no creo en las supersticiones, y no
significo un perjuicio para usted. La acompañaré a su casa para que llegue sana y
salva.
Con sabiduría, Ninian renunció a la pelea, para que no la cogiese aún con más
fuerza. El roce de él la inquietaba tanto como su falta de espíritu afectivo. Nunca
había concentrado su atención solo en lo físico. Y nunca había sentido lo físico con
tanta intensidad como con ese hombre. No podía sentir si le mentía o se reía de ella,
pero sin ninguna lógica, creía lo que le decía. Un aristócrata rico no tendría interés en
una joven del pueblo, y si lo hiciera, ya le habría ofrecido dinero a esas alturas.
—¿Ha estudiado filosofía natural, milord? —Le sacaría el mejor partido a ese
desvío forzado interrogándole. Quizás tenía una sugerencia para ahuyentar su miedo
acerca de la falta de vegetación junto al arroyo.
Vaciló antes de responder.
—En cierto modo —convino de mala gana.
—¿Sabe algo acerca de las características del agua?
—Que es húmeda.
Esta vez estaba segura de haber oído la mordacidad en su tono de voz. Creía
que era una estúpida. Que así fuera. Habló en voz alta para ocultar la incómoda
percepción que los rodeaba.
—Sé más de plantas que de agua —admitió ella—. Me pregunto si es posible
que el agua se vuelva perjudicial para las plantas, como lo hace la tierra cuando se
vuelve estéril.
Silencio. Ninian echaba humo ante esa falta de respuesta. En verdad, necesitaba
a alguien que pudiera discutir esas cosas con ella. Sin su abuela, no tenía a nadie que
tuviera su nivel de conocimiento.
- 13 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
—Nunca he visto ningún arroyo sin vida vegetal en esta época del año —dijo él,
de manera reflexiva.
Suspiró con alivio.
—¿Ni siquiera después de un duro invierno inusual?
Otra vez, el largo silencio reflexivo antes de que su voz grave quebrara la noche.
—No estoy demasiado familiarizado con este clima, pero incluso en las Tierras
Altas de Escocia he visto vida vegetal a la orilla de los arroyos en mayo.
—Es lo que pensé. —Satisfecha por confirmar parte de su teoría, meditaba sobre
la siguiente hipótesis.
—¿Su casa está muy lejos de aquí? —inquirió él, rompiendo el prolongado
silencio.
Sobresaltada una vez más porque de alguna manera la despertó de su ensueño,
Ninian parpadeó y echó una mirada alrededor. Sumergida en sus pensamientos,
habían dejado el bosque y ahora cruzaban el camino del pueblo.
—No, no está lejos.
Oía la noche a su alrededor, el suave ululato de un búho en un campo cercano,
los gritos alegres que traía el viento de aquellos que estaban alrededor de la fogata, y
se estremeció al sentir la ira de un ebrio que le resultaba muy conocido, en las
cercanías.
—Nate está escondido en los arbustos de mi puerta —dijo ella con tranquilidad
e hizo un gesto con la cabeza hacia la cerca cubierta de un matorral de rosales
descuidados—. Para cuando llegue la mañana estará convencido de haberlo visto con
cuernos y cola, surcando el cielo sobre el palo de mi escoba. Quizás desee hablar con
él.
Le lanzó una mirada penetrante y miró hacia los arbustos que susurraban del
lado de afuera de la cerca.
—Rara vez hablar surte efecto con los torpes —respondió.
Le soltó el codo, caminó a zancadas con determinación hacia la puerta y sacó a
Nate de su escondite de un tirón brusco.
Fascinada, Ninian observaba cómo lord Ives se alejaba, arrastrando sin mayor
esfuerzo a un Nate que forcejeaba y protestaba, sin más ni más.
Se le ocurrió que tenía todo el derecho a temerle a un hombre como ese.
- 14 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
Capítulo 2
- 15 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
requiera el calor que genera el carbón de tu mina. ¿No crees que sería útil?
Lo sería, si Ewen tuviera alguna posibilidad de llevar a cabo con éxito uno de
sus inciertos caprichos. Drogo no creía que eso fuera posible, puesto que Ewen
inevitablemente perdía el interés en las aplicaciones prácticas una vez que
solucionaba el problema teórico.
—Y supongo que tus acreedores están amenazando a Newgate.
—En realidad, acabo de vender mi condensador de capacidad y los planos para
un circuito eléctrico a un colono. —Ewen se encogió de hombros—. No me imagino
cómo hará funcionar la electricidad ni qué hará con ella si lo logra, pero es su
problema. Sin embargo, el acero maleable... es algo que podemos utilizar.
—Para espadas menos costosas. —Drogo comprendía el valor. Solo sabía que la
mente antojadiza de Ewen pasaría a otra actividad antes de que pudiera obtener una
ganancia. Drogo renunció a sus botas embarradas y subió los escalones que se
desmoronaban del frente del castillo—. Entonces, ¿qué es lo que deseas? ¿Mi dinero o
mi carbón?
—Ambos. Deseo montar una fundición. —Ewen dejó el artilugio en el patio y
continuó con ansia—. Nadie me dejaría entrar. ¿Qué escondes allí adentro?
—Las almas errantes de Sarah —dijo Drogo con brusquedad, sin explicar más
—. Entonces ven. Tengo miles de cosas que hacer hoy, y tú no estabas entre ellas.
—Necesitas una mujer, hermano mayor —comentó Ewen, divertido—. ¿Alguna
vez te tomas el tiempo para mirar a una muchacha bonita o abrazar el viento?
—Seguiros el ritmo a todos vosotros es casi tan inútil como abrazar el viento —
respondió Drogo.
Ni se molestó en contarle a su atolondrado hermano que pasaba las noches
mirando las estrellas y admirando a las doncellas de la luna. Alguien en la familia
debía tener una cabeza sana sobre los hombros y los pies sobre la tierra para ser
ejemplo de cómo vivía la gente cuerda y normal. Su padre, que Dios guardara su
alma perturbada, nunca lo había hecho. Dado que era el mayor, Drogo había sido
designado como la persona a cargo de la responsabilidad.
Observar las estrellas no encajaba con la imagen que deseaba que emularan sus
hermanos.
Ewen silbaba mientras cruzaban la inmensa sala.
—Este lugar se ve muchísimo mejor que tu casa de Londres. ¿Es el toque de
nuestra hermanastra?
—Es probable. —Drogo se encogió de hombros, indiferente a la cera que habían
pasado los sirvientes desde su llegada.
Al sonido de las voces, Sarah apareció al pie de las escaleras, con el cabello
empolvado e inmaculadamente rizado y un vestido de brocado que crujía mientras
bajaba.
—¡Ewen! Nos has encontrado. Había perdido las esperanzas de volver a ver
civilización.
Ewen sonrió y le hizo una exagerada reverencia.
—¿Drogo te ha secuestrado y enterrado aquí en vida?
- 16 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
- 17 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
formaron una pareja desdichada no significaba que ella tuviera que creer que todos
los Ives provocaban desastres. Ni siquiera tenía derecho a pensar en un hombre con
tres esposas.
Era una época de naturalismo. Lord Ives no creería en leyendas, ni en brujas.
Con un suspiro, Ninian salió de la cabaña hacia la exuberancia de plantas que
se extendían en su jardín. Dado que había plantado semillas de manera anticipada,
tenía hojas de laurel lo suficientemente grandes como para recolectar, menta tupida
alrededor de los tobillos, aguileñas y dedaleras que florecían en magnífica
abundancia en cada uno de los rincones y grietas. Sabía tratar a las plantas; en cuanto
a los hombres, era mejor que no pensara en ellos.
- 18 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
- 19 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
de investigar el misterio del arroyo estéril. Si lord Ives solamente caminaba por la
noche, no se daría cuenta si ella entraba sin autorización durante el día.
En la plaza del pueblo había dos mujeres con guardainfantes cubiertos de seda
que se agitaban en la brisa, se aferraban a sus sombreros de paja ridículamente
anchos y discutían con Harry, el zapatero. Ninian parpadeó asombrada ante las
apariciones con peluca. No podían haber estado más fuera de lugar en ese sencillo
pueblo, salvo que hubieran entrado montadas en elefantes.
Echó un vistazo a su alrededor. No estaba segura de si se sentía aliviada o
desilusionada de que no hubiera signos de lord Ives. Tal vez, realmente solo aparecía
por las noches.
Ninian imaginó la dificultad que tendrían las damas para explicarle lo que
deseaban al poco imaginativo de Harry, y sonrió ampliamente. No podía entender
por qué el taciturno lord Ives querría a dos urracas por esposas, mucho menos tres, y
sin duda, no cargaría con ese pensamiento al igual que lo hacían los demás. Los
acuerdos de cama de él no eran de su incumbencia. Recordó el calor que sintió ante
la proximidad del señor, y tampoco prosiguió por ese camino.
Dado que continuó por el sendero para adentrarse en el bosque, no se preocupó
por ensuciarse sus prácticos zapatos de cuero. Le atraía la moda campestre. El gran
bolsillo del delantal guardaba todas las hierbas y plantas que le agradaban sin
necesidad de sujetar bolsillos en el interior de su sencilla falda, y su enagua no la
llevaba en el viento como si fuera una cometa gigante, como sin duda lo hacían los
guardainfantes y toda esa seda que se arrastraba.
Mientras reflexionaba sobre los alambres, las sedas y las cometas, llegó al
arroyo antes de lo que esperaba, y se detuvo de golpe al ver a lord Ives a unos pocos
metros clavando el bastón en la rocalla muerta.
En medio de las sombras grises de las hojas nuevas y las nubes, parecía casi tan
imponente como la noche anterior. Alto, vestido de un color negro pasado de moda,
y serio. Frunció el ceño cuando Ninian se acercó.
—El suelo está cubierto de un cieno maloliente —le dijo.
Conmocionada pero sin inmutarse, Ninian descendió para observar el suelo
más de cerca. Frotó los dedos en este y los olió.
—¿Azufre?
—Es muy posible.
No sentía su sorpresa ante el descubrimiento tanto como la veía en sus cejas
oscuras apenas elevadas.
Lord Ives tenía ojos penetrantes y oscuros de un modo muy desconcertante, con
gruesas cejas que se curvaban hacia arriba en los extremos. No podía decir que fuera
un hombre apuesto, pero sí seductor. Se le retorcía el estómago de manera vacilante
ante la inteligencia que le devolvía su mirada, inteligencia que anhelaba en un
compañero.
Deprisa, volvió a realizar otra prueba del suelo.
—Azufre y algo más. —Se limpió los dedos en el delantal de manera pensativa
y miró consternada las hojas marrones y el follaje desmenuzado que una vez había
- 20 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
- 21 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
- 22 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
Capítulo 3
- 23 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
- 24 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
- 25 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
—No importa. Los planetas dicen que es el momento propicio para que Drogo
contraiga matrimonio y tenga un hijo, y haremos lo que podamos para verlo
consumado.
Mientras Sarah devolvía de modo triunfal el libro de cuero destrozado al
estante de la biblioteca, sus compañeras intercambiaban miradas cómplices.
—Si Drogo tiene una esposa y un heredero, estará tan ocupado que no tendrá
tiempo de ver lo que está tramando Sarah —tradujo lady Twane.
Lydie puso los ojos en blanco.
- 26 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
- 27 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
- 28 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
Capítulo 4
- 29 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
de lo que había imaginado. Nunca había atravesado el bosque más allá del castillo de
Wystan, pues en aquella dirección no vivía ningún vecino, y el bosque era demasiado
espeso para perder el tiempo explorándolo sin razón. Los castillos no le resultaban de
tanto interés como las plantas—. ¿Es muy lejos?
—No tan lejos como viaja un pájaro, pero las personas no pueden volar.
Ninian asimiló la verdad detrás de la obviedad un rato más tarde, cuando la
carreta por fin dejó sin prisa el camino principal picado y lleno de huellas de ruedas e
ingresó en la entrada estrecha que llevaba al castillo. Después de años en desuso, el
sendero casi había vuelto a su estado natural. El bosque y la maleza de abajo del
camino se veían impenetrables.
—¿El señor limpiará los terrenos? —preguntó ella de manera despreocupada,
mientras miraba un maravilloso grupo de abedules casi perdidos en las zarzas.
—El señor no tiene otro interés aparte de los libros —protestó el cochero—. No
es normal. —La miró por debajo del ala arrugada del sombrero—. Están los que
dicen...
—¡Vaya, mire las madreselvas! —exclamó Ninian ante la cascada de zarcillos
verdes que tenía por delante, interrumpiendo cualquier tendencia al cotilleo. No
deseaba saber lo que se decía sobre lord Ives más de lo que quería oír que se dijera de
ella.
El cochero guardó silencio y Ninian saboreó el trinar de los pájaros y los frescos
olores de los árboles. A la mayoría de los bosques de Inglaterra les habían talado o
diseñado en patios poco naturales de setos cortados con esmero, senderos rectos y
arriates de flores bien presentados. Prefería el método de lord Ives de dejar en
libertad la tierra.
Desde luego que preferiría cultivar los árboles y las plantas más beneficiosas
antes que dejar ese monte impenetrable, pero quizás, en un momento determinado...
El caballo aminoró el galope y Ninian echó una mirada hacia adelante. Los
imponentes muros de piedra del castillo de Wystan se alzaban al otro lado del
camino. Lo habían fortificado cuando las guerras fronterizas hicieron estragos en el
campo, pero nunca lo habían modernizado del todo. El bloque principal de la casa
aparecía, a través de los árboles, con altos muros de piedra y ventanas angostas que
permitían un escaso paso de luz al interior. En una ocasión quitaron los arbustos y
los árboles del suelo rocoso sobre el que había sido construido, pero tras años de
abandono, el bosque había crecido casi hasta sus puertas.
Las nubes se abrieron sobre sus cabezas y un rayo de luz iluminó el vidrio de la
parte más alta de la torre. «¡Qué extraño!», pensó Ninian al bajar con dificultad de la
carreta. Lord Ives había instalado ventanas en la fría torre de vigilancia.
Un ama de llaves la hizo pasar, y Ninian siguió su figura corpulenta y vestida
de negro por la gran sala y las escaleras hasta la planta privada.
Habían hecho muy poco por mejorar la antigua decoración. Al parecer, habían
limpiado y remendado los tapices en mal estado, pero nada podía devolverles la
grandiosidad medieval. Habían retirado las sábanas sobre los muebles, habían
quitado el polvo y lustrado la madera. Los dominantes nogales y robles tallados de
- 30 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
- 31 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
- 32 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
- 33 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
- 34 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
Capítulo 5
- 35 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
tiempo de vislumbrar caoba reluciente y una alfombra con magníficos diseños antes
de que su escolta abriera de un empujón una puerta y la introdujera en una
habitación iluminada plenamente por la luz del sol y en la que había mujeres
vestidas de manera exótica.
Para ser precisa, eran tres mujeres vestidas de manera exótica, Sarah incluida.
Con rapidez, Ninian redujo el bombardeo sensorial para contar a su escolta en seda
azul y peinado empolvado, a una dama con un embarazo en estado avanzado en
capas sueltas de esmeralda y un sombrero con volantes de delicado linón, y una
mujer delgada y tímida oculta en las sombras.
—Señoras, ella es Ninian Siddons. Señorita Siddons, lady Twane y lady Lydie
son buenas amigas mías. Y de Drogo, por supuesto.
La muchacha embarazada soltó una risita tonta. Ninian notó el destello de unos
vivaces ojos oscuros y supuso que lady Lydie tenía el cabello tan oscuro como el del
conde debajo de su sombrero. Era más joven que las demás, apenas lo
suficientemente mayor como para llevar un niño en el vientre. Ante la observación de
Ninian, sonrió.
—Creí que las comadronas eran criaturas ancianas y con manos nudosas —
aseguró con falsedad.
—Se refiere a mi abuela —Ninian sonrió para aliviar el efecto de su franqueza
—. Tenía las manos artríticas, por lo que yo actuaba como sus manos. He aprendido
todo lo que ella sabía, que es más de lo que saben la mayoría de los médicos de
Londres. —El sarcasmo fue instintivo. Había sido en manos de médicos de Londres
como su madre había perdido cinco niños.
—Hemos preguntado y has sido muy recomendada —respondió Sarah en tono
tranquilizador—. No tenemos duda de que eres la mejor persona para el parto de
Lydie. Pero es el... —Agitó las manos sin poder contenerse y miró a las demás—. Me
siento tan estúpida al decir esto...
—El fantasma —aseguró con firmeza lady Twane, aún mirando fijamente a
Ninian—. Queremos que espantes a los fantasmas. Es muy agobiante que unas
rabietas invisibles nos despierten en medio de la noche.
Ninian no creía que hubiera nada que pudiera hacer con respecto a los espíritus
que rondaban el castillo de Wystan, pero esas mujeres jamás lo creerían hasta no
verlo por sí mismas. Habían nacido en la riqueza y el privilegio y creían que todo lo
que deseaban se podía llevar a cabo con una orden. No comprenderían que algunas
cosas no eran de esta tierra y no se les podía ordenar.
—Como le dije a lord Ives, soy herborista, no cazadora de fantasmas. Para eso
necesitarán a un sacerdote. Pero si lo queréis, intentaré hablar con los espíritus. No
prometo nada.
—Los sacerdotes usan túnicas elegantes y chalinas de seda y llevan incienso y
velas —dijo lady Lydie con aire meditabundo, mientras miraba con interés el atuendo
sencillo de Ninian—. Tal vez los fantasmas se impresionen más con tu poder si te
vistes con algo más...
—Moderno —terminó lady Twane con mordacidad.
- 36 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
- 37 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
ajustaron el corsé armado con ballenas hasta que apenas pudo respirar, pero sus
quejas fueron desoídas hasta que declaró que el fantasma nunca le oiría si se
desmayaba por la falta de aire.
El hermoso brocado azul celeste se deslizó por sus hombros y su ropa interior
como una cascada, y ella, con disimulo, alisó la sensual tela mientras se la pellizcaban
y se la remetían en su lugar. Como era previsto, caía hasta pasarle la punta de los
dedos de los pies, pero le improvisaron una faja de seda color azul más oscuro,
tiraron del excedente de tela alrededor de la cintura y lo sujetaron en su lugar. Se
sentía como un cerdo embalsamado, pero las damas exclamaban con placer y
sorpresa y elogiaban tanto su propio trabajo que no podía ser tan grosera de decirlo.
Además, la seda se sentía hermosa, y decadente.
—Supongo que no tienes conocimientos de astrología —inquirió lady Lydie
mientras las demás arreglaban el vestido de Ninian—. Las estrellas nos cuentan cosas
completamente maravillosas. Sarah ha encontrado este astrólogo...
Sarah la interrumpió deprisa.
—La señorita Siddons sabe sobre hierbas, no planetas. Necesitamos que nos
enseñe a librar este lugar de los fantasmas.
Lydie se cubrió la boca con una risita tonta y no volvió a decir ni una palabra.
Ninian podía sentir la confusión de emociones que la rodeaba, pero era imposible
determinar qué venía de quién y por qué. Sabía que escondían algún secreto
conspirador, y no costaba mucho darse cuenta de que tenía que ver con ella.
Luego, atacaron el cabello de Ninian, cortaron un flequillo de rizos alrededor de
su rostro y cepillaron los gruesos bucles hasta que ondearon sobre sus hombros y
cayeron por su espalda. Lo sujetaron con un trozo de encaje y luego, retrocedieron
para admirar su obra.
—El toque de modestia no es muy modesto —advirtió Claudia, lady Twane,
justo cuando un gong tañía desde las entrañas del castillo.
Sobresaltada, Ninian brincó ante los estruendos. Las damas se veían
indiferentes ante el clamor.
—Pues bien, está un poco mejor dotada que Lydie —aceptó Sarah—. Pero no
tenemos tiempo. Drogo desaparecerá en el escondite si...
—¡Esperad! No puedo ir así. —Ninian miró el trozo de tela transparente que
apenas cubría el valle entre la curva que subía por el corsé, pero Sarah la cogió del
brazo y la arrastró hacia la puerta. Ninian había visto a su madre con menos, pero
nunca se había visto a sí misma como su madre.
—Claro que puedes, querida. Solo estamos nosotras, y te ves maravillosa.
Lydie, querida, ¿deseas que te suban la comida o puedes bajar las escaleras?
De manera instantánea, eso desvió los pensamientos de Ninian sobre sí misma.
—No, ¡no debería bajar esas escaleras en esta etapa! Iré a buscar una bandeja y
se la subiré.
Sarah rio.
—Tenemos criados, señorita Siddons. —Miró por encima del hombro a lady
Lydie, quien no parecía estar interesada en moverse de su posición reclinada—. Te
- 38 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
- 39 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
La mirada de sus ojos era irresistible. Tenía unos ojos muy cálidos y oscuros,
ojos que podían incitar a una travesura de diablillo.
—La sopa de pescado ha estado deliciosa, milord —comentó ella con coqueta
timidez.
—Sí, sí, es verdad. —Se lo vio algo perplejo. Luego, hizo una señal para que
trajeran el plato siguiente y pareció perderse en el pescado en cuanto llegó.
¡Vaya por Dios! Un conde poderoso y perfecto podría no interesarle, pero ese...
Ese de alguna manera estaba desorientado dentro de su cabeza. La sopa había sido
un caldo, no una sopa de pescado. Ninian levantó una ceja inquisidora hacia Sarah.
—Es completamente a propósito, estoy convencida —respondió con un
encogimiento de hombros—. Nos ignora a todos por contar estrellas o lo que sea que
hace en su cabeza mientras parloteamos. Ni siquiera ha notado que Lydie no está
aquí.
Ninian no pensaba que el conde estuviera tan inconsciente como les agradaba
creer a las damas, pero no expresó su opinión en voz alta. Toda una vida de guardar
sus pensamientos para sí misma le resultaba útil en ese momento. No creía que
hubiera imaginado su reacción ante ella. El conde no estaba solo ignorando el
parloteo. Por alguna razón, negaba la existencia de la compañía femenina. No le
agradaba que le negaran la atención masculina que había anhelado durante tanto
tiempo. A modo experimental, le rozó con la mano la manga de su abrigo.
El conde dio una sacudida ante la conciencia inmediata. Sus ojos brillaron con
algo oscuro y poderoso cuando se volvió hacia ella, quien sintió el calor de esa
mirada en lo profundo de su ser, en un lugar que nunca había despertado con
anterioridad.
Un grito agudo penetró el aire y retumbó desde los elevados muros de piedra.
En el silencio que siguió, se pudo oír a Lydie gritar.
—¡No he sido yo! ¡Debe ser el fantasma!
- 40 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
Capítulo 6
- 41 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
- 42 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
que parecía lo contrario, supuso que era una dama y, por consiguiente, protegió sus
oídos.
—Y su gato. —Ella se inclinó para levantar un bulto de piel en sus brazos.
Bajo la luz parpadeante, el gato gris pareció lanzarle una mirada malévola
desde el refugio del pecho de la dama.
—No tengo ningún gato —dijo con frialdad.
En respuesta, sus hoyuelos aparecieron en una sonrisa desconcertante e
indescifrable mientras acariciaba el gato hasta que ronroneó.
—Si usted lo dice, milord... Debe ser un gato fantasma.
Confundido por la sonrisa encantadora e irritado por su respuesta ilógica,
Drogo luchaba por responder de manera racional. Recurrió a la superioridad de su
posición, asintió con la cabeza de manera condescendiente y la condujo desde la suite
al pasillo.
—Es un gato vagabundo que quedó atrapado aquí mientras perseguía ratones.
Deben haber sido sus maullidos los que oímos.
—Desde luego, milord —respondió de manera sumisa. Sin embargo, no había
nada de sumiso en sus hoyuelos danzarines.
Hubiera deseado besar la picardía que mostraban sus labios sonrosados. No
debería mirarle los labios. Con rigidez, Drogo cerró la puerta de un golpe.
Dejó que las damas se divirtieran. Tenía cosas más importantes que hacer. Por
experiencia, sabía que acabaría en su cama tarde o temprano. Siempre lo hacían. No
creía que se debiera a que las mujeres lo encontraran abrumadoramente atractivo,
sino a que su riqueza y su título superaban cualquier objeción a su carácter o su
físico. Y debido a que Sarah había hecho correr el rumor acerca de que él deseaba
tener un niño. Debió haberle retorcido el pescuezo hacía tiempo.
Drogo hizo un gesto con la cabeza de manera brusca y le soltó el codo.
—Comunique mis disculpas, pero tengo trabajo que hacer. La veré más tarde.
Se marchó a zancadas hacia los escondrijos solitarios de su torre.
Ninian negó con la cabeza mientras lo observaba marcharse. La habitación que
acababan de dejar olía a angustia y enfado, pero no esperaba que un seguidor del
naturalismo lo advirtiera.
Mientras se preguntaba qué hacía lord Ives en su torre solitaria, Ninian
descendió las escaleras dándole palmaditas al precioso gato. Su abuela nunca le
había permitido tener mascotas. No había necesidad de inspirar más de lo necesario
las supersticiones de los aldeanos. Sin embargo, a ella le encantaban los animales.
El ronroneo sonoro del gato casi compensaba la descortesía del señor.
- 43 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
soltó el telescopio de antemano. ¿Tendría ella alguna historia triste sobre algún
pariente muerto o un amor perdido hace tiempo? ¿O solo se presentaría con osadía
para que le diera su aprobación? Para ese momento, era probable que Sarah le
hubiera contado a medio imperio británico lo de su confesión de que contraería
matrimonio con cualquier mujer que le diera un hijo. Debió haber arrojado a Sarah
por los pretiles hacía tiempo. La posibilidad de acostarse y contraer matrimonio con
un conde había significado una tentación irresistible para cada mujer sin pareja del
maldito reino, cuando todo lo que había querido decir era que se negaba a mantener
un tropel de bastardos como lo había hecho tradicionalmente su familia.
Era bueno que de vez en cuando no le importara intercambiar manipulaciones
femeninas por los placeres eróticos de sonrisas seductoras y pieles de satén. Su
hogar, que solía ser masculino, estaba gravemente necesitado de placeres femeninos,
pero no veía necesidad de sufrir grilletes de pierna cuando las mujeres llegaban a él
dispuestas, sin que tuviera que levantar un dedo. Y podía deshacerse de ellas con la
misma facilidad.
Ocultó su decepción cuando Sarah se asomó por el ángulo de la puerta.
—¿Los demonios ya están acechando tus sueños esta noche? —se mofó,
mientras regresaba a su telescopio y lo levantaba hacia la ventana que daba al norte.
—Estoy sola. —Hizo pucheros.
—Te lo advertí —respondió él sin compunción.
—No tuve elección. Mi madre amenazó con repudiarme. Además, Lydie
necesitaba un escondite.
Haciendo aspavientos con la falda, se sentó en la silla junto a la ventana debajo
del telescopio. Se inclinó hacia adelante para dejar ver las elevaciones tentadoras de
sus pechos.
—No somos familiares de sangre, Drogo —le susurró—. Podría ser la esposa
que deseas.
Drogo cerró los ojos y maldijo en voz baja. Sarah había hecho todo lo posible
por ser prudente desde su llegada. Parecía que la actuación finalmente resultaba ser
un fracaso.
—Conozco a la perfección nuestra relación —dijo él sin rencor. Ya había andado
por ese camino demasiadas veces como para tomar cualquier cosa de manera
personal—. Has nacido mucho antes de que mi padre llevara a tu madre a su casa.
Pero aun así, creciste como mi hermana menor. Puedo recordar tirarte del pelo e
insultarte cuando me pateabas. No hagas que me arrepienta de ofrecerte asilo.
Ella se reclinó contra las almohadas con el entrecejo fruncido. Una vez más, era
la hermana entrometida, y no la seductora.
—Podría funcionar, Drogo. ¿Por qué no intentarlo? Eso es mejor a que ambos
vivamos nuestras vidas en soledad.
—No estoy solo y tú no deberías estarlo. Puedes tener a cualquier hombre que
escojas.
—No deseo a otro hombre que administre el dinero. —Apoyó la cabeza contra
la pared y miró fijamente el cielo nocturno al otro lado de la ventana—. Sin embargo,
- 44 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
- 45 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
Y puesto que aún tenía que tener algún bastardo por los que su familia era
famosa, se había vuelto evidente que nunca podría engendrar un hijo. La única
buena razón para contraer matrimonio era fecundar un heredero legítimo.
Ergo, no necesitaba contraer matrimonio.
No podría evitarlo si la lógica no borraba el anhelo por el niño que no podía
tener, el niño que nunca había sido, el niño al que nunca abrazaría.
En todos los años que había mantenido a sus hermanos, no podía recordar ni
siquiera una vez haber tenido alguno en sus brazos.
—¿Qué hace? —exigió saber Drogo cuando entró a su alcoba en la torre y la luz
del día dejó ver con facilidad una silueta femenina reconocible cerca de las ventanas.
La había deseado la noche anterior, no ahora.
La joven bruja se volvió. Esa mañana, de vuelta con su habitual vestimenta de
color apagado y su delantal, parecía estar acariciando un gatito. Un gatito. Al mirar
por segunda vez, localizó al gato gris de la noche anterior sentado en su silla
mientras lo observaba con una mirada calculadora.
—Su gato inexistente al parecer ha tenido gatitos inexistentes. Estoy acariciando
a uno —le explicó con amable sinceridad, como si fuera un idiota que no podía ver lo
que estaba justo debajo de su nariz prominente.
No sabía si estaba más enfadado con ella por tratarlo como un idiota en lugar
de conde, o consigo mismo por desilusionarse debido a que no lo había buscado la
noche anterior.
—¿Ha venido aquí con algún propósito? —Con rapidez, se dirigió a zancadas
hacia el escritorio para buscar unos papeles para su administrador.
—Sarah me envió para buscar un chal que dice haber olvidado aquí anoche —
Ninian creyó haber evitado bastante bien que la acusación saliera de su voz, pero la
mirada de complicidad del conde descartaba esa teoría. Ella le dio la espalda y
observó las plantas en la ventana. Sin duda, no se veían saludables—. ¿Qué son?
—Hierba. —La brusca respuesta llegó justo por detrás de su hombro.
Intentó no dar un brinco por su proximidad, pero hizo una mueca ante su
respuesta típica.
—¿Ha estado experimentando cómo inundarla?
—No.
Creyó que acabaría allí, pero para su sorpresa, él levantó una regadera.
—He traído esta agua desde el arroyo y la estoy utilizando en estas macetas de
aquí. —Señaló la hierba moribunda de un lado de la ventana—. A las demás macetas
las riego con agua del pozo.
El entusiasmo encendió pequeñas chispas en la piel de Ninian cuando
reconoció la importancia de su experimento.
—¿Entonces puede ver si en verdad es el agua del arroyo la que causó la peste?
—Solo tenía las enseñanzas de su abuela para guiarse, pero ese hombre tenía mucha
más erudición y conocimientos que ella, y anhelaba adquirirlos.
—Sí, pero parecen estar igual de apestadas. —La indiferencia regresó a su voz.
—No, solo las ha regado por demás. No tienen aire ni sol aquí, por lo que no
- 46 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
pueden absorber tanto líquido. Les iría mejor en un invernadero, con más luz solar y
ventanas que se abran. —Introdujo un dedo en la hierba regada con el agua apestada
—. La tierra de estas macetas huele peor.
—Quizás debería llevar las macetas afuera.
Esta vez creyó oír un naciente interés en su voz. Era difícil interpretar los signos
que daban las personas en palabras y gestos cuando solo estaba acostumbrada a
sentir lo que sentían, pero con ese hombre estaba aprendiendo.
—Eso, o regarlas menos —convino ella.
—¿Desea ver lo que hice con su arroyo? —preguntó de manera abrupta,
mientras le extendía la mano.
Ella le miró la mano como si fuera la pata enguantada del mismo demonio, pero
con cautela, la aceptó.
—¿Ha encontrado la fuente del problema?
Su pulso latía debajo de los dedos de él, y Drogo se negó a dejarla cuando ella
lo soltó. Las mujeres rara vez le despertaban curiosidad. Esa lo hacía. La mantendría
cautiva hasta que hubiera analizado de manera minuciosa la razón.
—No, pero creí que si filtraba el agua, podríamos detener cualquier daño que
estuviera causando el ácido. —Sus dedos fríos se calentaron en los de él. De manera
ociosa, mientras la llevaba hacia abajo, Drogo se preguntaba cuánta intromisión le
causaría alojar a la joven bruja en el castillo y tomarla como amante mientras
estuviera allí. No se le había ofrecido aún, pero tal vez desconfiaba de su posición
social.
—Habrá una tormenta esta noche.
El comentario irrelevante volvió a atraer la atención de Drogo hacia el presente.
Habían atravesado la sala y estaban de pie en la puerta con la vista hacia los jardines
lamentablemente mustios. Su compañera observaba las densas nubes de arriba como
si fuera lo único que importaba a su alrededor. Quizás ella necesitaba que volviera a
asegurarle su interés. Él aún tenía que conocer una mujer libre que no se tentara con
la promesa de un título y riquezas.
—¿Le teme a las tormentas? —le preguntó con lo que esperaba que fuera
comprensible. Guardó la mano de ella en el doblez de su codo y la condujo hacia el
sendero que había hecho despejar hasta el arroyo. Con los árboles cubiertos de hojas,
nadie podía ver su marcha.
—Las tormentas tienen un propósito —aclaró ella de manera enigmática,
mientras pateaba las hojas del año anterior—. Aunque la atracción apasionada del
cielo hacia la tierra puede ser algo inquietante.
Drogo rio para sí mismo. La mente de ella podía tener un enfoque retorcido,
pero sabía que la seducía.
Una vez que estuvieron bajo la protección de los árboles, deslizó el brazo
alrededor de la espalda de ella y la acercó hacia él. Le resultó suave y dócil en todos
los lugares apropiados cuando él le rozó con delicadeza los labios con los suyos,
poniendo a prueba su aceptación. Se encendían chispas en cada lugar que se tocaban.
Suspiró de placer y se fundió en él. Le acariciaba la mandíbula con dedos
- 47 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
exploradores, pero antes de que él pudiera involucrarla más, ella presionó una mano
contra su pecho y se apartó.
—La tierra y la luna combaten su atracción con violencia, milord. Prefiero que
no hagamos lo mismo.
Ella se alejó y desapareció con tanta rapidez en el bosque que fue como si se
hubiera fusionado con los árboles.
Drogo maldijo en voz baja y luchó por recuperar el control. No dejaría que la
lujuria dominara su cabeza. Solo necesitaba encontrar un patrón de comportamiento
que atrajera a la maldita hechicera hasta su cama.
Solo era cuestión de resolver el problema, como una ecuación matemática.
- 48 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
Capítulo 7
- 49 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
vez en cuando, pero no he encontrado ninguna que sobreviviera a las sustancias que
hay en el arroyo.
—¿Ha investigado sobre filtros?
—No de manera meticulosa, no. No es un problema con el que me haya
enfrentado antes. Mi biblioteca no es adecuada. Pero hay ciertas conclusiones básicas
a las que uno puede llegar de acuerdo a la evidencia disponible.
Ninian se detuvo de golpe al sentir que en las cercanías había un caballo con su
jinete. El arroyo murmuraba justo al otro lado de la siguiente arboleda.
Lord Ives bajó la mirada hacia ella con curiosidad.
—¿Hay algún problema?
—Hay alguien que está observando su filtro. —Continuó caminando sin prisa.
No sentía ningún peligro por el recién llegado.
—¡Payton! —gritó lord Ives cuando atravesaron la arboleda y vieron al jinete—.
¿Qué noticias tienes?
Ninian holgazaneaba en el límite del bosque mientras lord Ives continuaba
caminando para conversar con el jinete. El extraño era un hombre algo fornido y no
mayor que el conde. Su abrigo era de gran calidad, pero no era costosamente
elegante. Su tranquila yegua arrancaba la hierba del arroyo con el hocico y Ninian se
dio cuenta de que el jinete no le permitía beber el agua. Concluyó que era un hombre
con sentido común, que hacía lo que le decían y lo hacía bien, pero sin ideas propias.
La saludó con un gesto de su cabeza cuando ella se acercó, y lord Ives le
presentó a su administrador.
Payton se tocó la gorra de manera educada.
—Señorita Siddons. He oído que la gente del pueblo habla de usted.
Ella mostró su hoyuelo e hizo una reverencia.
—¿Y no teme que lo hechice? —En verdad no debería decir esas cosas. Tentaba
a la suerte. Sin embargo, había resultado ser muy, muy buena en resistir la tentación;
debía hacer algo atrevido para mantener el equilibrio.
A Payton se lo vio un poco sorprendido, pero sonrió.
—Estoy seguro de que todos lo hombres pueden quedar atrapados con sus
encantos, señorita.
Lord Ives resopló.
—Hablas de la brujería de todas las mujeres. La señorita Siddons se especializa
en la sanación, no en la seducción. Cuéntame qué has encontrado aguas arriba.
No había pensado que el conde se hubiera preocupado o interesado por sus
preferencias. Los nobles solían tener cosas más importantes en sus mentes que las
supersticiones del lugar. Tal vez debería sentirse halagada, pero estaba más
interesada en lo que el señor Payton tenía para decir. Se agachó para observar el
extraño dique de piedras que cruzaba el arroyo mientras el recién llegado hablaba.
—La vida vegetal está deteriorada a lo largo de millas aguas arriba, pero se
recupera poco a poco cuando me alejo río abajo. Vuestro filtro es demasiado nuevo
como para que ya tengamos prueba de su éxito.
—¿Aún no has encontrado la causa? —preguntó el conde con brusquedad.
- 50 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
- 51 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
- 52 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
- 53 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
su hombro.
—¿Se encuentra bien?
El calor de su mano la tranquilizó de una manera que no podía explicar. Tal vez
comunicarse con un mundo más allá del mortal tenía consecuencias que requerían
del contacto humano. Fuera lo que fuera, se sacudió como si la hubiera despertado.
—Estoy bien. Nunca antes había estado en comunión con un fantasma.
—¿Le respondió el fantasma? —preguntó él con asomo de ironía, mientras la
guiaba hacia la puerta.
—¿Sabe algo de la historia de su familia? —Quizás la respuesta estaba allí. El
fantasma sin duda deseaba decirle algo.
—Muy poco. —Abrió la puerta para descubrir a las tres mujeres, que esperaban
con ansiedad del lado de afuera—. Hagan que los criados suban lámparas y limpien
los cristales —ordenó él—. Creo que los muros exteriores deben estar cediendo. Haré
que un mampostero los revise.
No solo no la creía, sino que tampoco la escuchaba. Ahora enfadada, y afectada
por la experiencia sobrenatural, Ninian se detuvo donde estaba de pie y se negó a
que le guiara su mano tranquilizadora.
—¡Ella sufre! —gritó—. Intenta advertirnos. Debemos oírla e intentar
comprenderla.
Lord Ives elevó sus cejas arqueadas.
Ella lo miró con furia.
—¿Este lugar perteneció alguna vez a los Malcolm?
Lord Ives se encogió de hombros. Ella pudo ver la arruga de preocupación que
fruncía sus cejas, pero a él no le interesaba la historia antigua.
—Las escrituras originales de las tierras lo llamaban el castillo Malcolm —
respondió Sarah. Levantó las manos sin poder contenerse cuando todos se volvieron
para mirarla—. No tengo nada mejor que hacer con mi tiempo que hurgar en viejos
papeles.
—Entonces investigaré los medios por los cuales los Malcolm fueron
despojados y los Ives adquirieron sus tierras —dijo Ninian con frialdad—. El
fantasma de la mujer está muy enfadado y triste. No puedo responsabilizarme si
vosotros no vais a escuchar.
Ninian pensó en volver con paso airado a su habitación, juntar sus pertenencias
y marcharse de sus vidas aristocráticas, pero un trueno y un chaparrón cacofónico
sobre las tejas del techo la detuvieron.
En el silencio que siguió al trueno, lord Ives habló:
—Si piensa recuperar lo que perdieron sus ancestros, está tratando con el
hombre equivocado.
El viento rugió, o quizás fuera el fantasma de la mujer que se lamentaba.
- 54 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
Capítulo 8
- 55 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
No obstante, de alguna manera, sabía que lord Ives era tan consciente de ella
como ella lo era de él.
—Hay diarios, libros mayores y un montón de otros libros y papeles
polvorientos en la biblioteca. —Sarah enganchaba los broches del corsé del vestido
con precisión mientras Claudia ajustaba los lazos de la espalda para que se ajustara a
la cintura más delgada de Ninian y a su pecho más pulposo.
—Tal vez, cuando hayáis descubierto la historia —sugirió Ninian de manera
tentativa, jadeando mientras le ajustaban los lazos y la estructura de ballenas se le
clavaba—, podéis volver a llamarme. Quizás entonces pueda comprender...
—Majaderías. —Sarah retrocedió un paso y, quitándose el polvo de las manos,
observaba su trabajo con aprobación—. Debes quedarte y aconsejarnos sobre dónde
mirar... —Agitó la mano—. Es probable que Drogo se marche en cualquier momento,
por lo que debemos resolver este misterio. —De manera abrupta, se volvió hacia
Lydie con una pequeña arruga en el entrecejo—. ¿Dejamos los bucles sueltos, o
intentamos un estilo más sofisticado?
Ninian no sabía por dónde comenzar a protestar. Alzó la mano de manera
protectora hacia su cabello y retrocedió.
—No puedo...
—Necesita joyas —decidió Lydie—. Sus claros encantos atraen la atención sin
ellas, pero un poco de adorno de más nunca viene mal.
La mirada de Ninian cayó sobre la exagerada carnosidad de sus pechos que
sobresalían del corte cuadrado y muy angosto de su corsé.
—Algo modesto será suficiente...
La risa de Lydie la interrumpió.
—No con ese vestido. Es francés. ¿No es deslumbrante? Date vuelta y déjame
ver cómo cae la cola.
Ninian estaba sumergida en tanta seda que era suficiente para vestir a un
pueblo. Sin embargo, se sentía medio desnuda. «Deslumbrante» no era ni la mitad.
«Obsceno» podría acercarse más. Negó con la cabeza e intentó encontrar la docena de
broches diminutos que la moldeaban en esa monstruosidad.
Sarah le cogió las manos.
—No seas tonta. Es perfecto, como si lo hubieran diseñado para ti. Lydie,
¿tienes un poco de bisutería...?
—Es todo lo que tengo —respondió la joven con amargura—. En el cajón de
arriba, Claudia. —Señaló su cofre macizo—. Creí que al menos tenía joyas para
vender.
—Pues bien, la tuya no sería la primera familia en vender la pedrería familiar.
—Sarah hablaba arrastrando las palabras—. Quizás, si te hubieran contado sobre su
precaria situación financiera, no hubieras sido tan estúpida de quedarte embarazada
de un hombre sin riquezas.
—¿Hubiera sido mejor contraer matrimonio con un hombre de riqueza y que un
bruto hubiera tomado su virginidad? —preguntó Claudia con sarcasmo—. Al menos
así ha sentido placer.
- 56 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
- 57 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
Mientras Ninian bebía a sorbos el sabroso vino, notó que la mirada del conde se
veía atraída por la exposición indecorosa de su busto. Un rubor acalorado le subió
por la piel, y olla le dio un gran trago al vino. Tosió cuando el fuego bajó por su
garganta.
—Con cuidado, señorita Siddons —la reprendió—. El vino debe beberse a
sorbos, no tragarlo. ¿Ha sacado alguna otra conclusión sobre nuestro fantasma?
Practicaba beber a sorbos, solo para demostrar que sabía hacerlo. Notaba que el
vino en verdad hacía efecto en su temperatura corporal. Ya no sentía el frío de la
habitación. O tal vez fuera el calor de la mirada de él en su escote mientras pasaba el
dedo por el borde de la copa.
—Dado que no cree en la existencia del fantasma de la mujer —respondió ella
de modo cortante—, no creo que le interese mi opinión.
—Vale ya, no juzgues a Drogo con tanta dureza. —Sarah se inclinó y le dio una
palmadita en la mano que estaba apoyada sobre el mantel—. Debe ver para creer, lo
reconozco, pero no creo que sea un caso perdido. Solo necesita a alguien que le haga
ver con una mirada diferente.
Ninian retiró la mano y asió el pie de cristal de su copa.
—Le deseo buena suerte con esa tarea, milady.
Drogo rio.
—Os ha pillado, Sarah. Creo que habéis subestimado la perspicacia de la
señorita Siddons.
Los lacayos volvieron a llenar su copa mientras una criada retiraba el plato de la
sopa y un tercer sirviente servía el plato de verduras. Ninian notó que el señor estaba
más interesado por la calidad del vino que por la comida que tenía en el plato. Había
que reconocer que las patatas a la crema tenían un poco de exceso de condimento,
pero ella prefirió comer a sumergirse en el vino.
Parecía extraño que no la callara como lo había hecho la noche anterior. ¿Por
qué la miraba de esa manera? Y, ¿eran gotas de sudor lo que se formaba en su frente
en ese aire húmedo? Su manera de asir la copa parecía extrañamente tensa.
—Las joyas parecen ser algo que usaría Lydie —observó lord Ives mientras
Claudia y Sarah conversaban—. Son tentadoras, pero la verdad es que no le sientan
bien.
El tono ronco de su voz y la extraña intensidad de su mirada se filtraban a
través de su cuerpo hasta latir con rapidez por su sangre. Sentía su propia piel tirante
y febril.
Dado que ella no creía que las joyas, ni el vestido, ni esa compañía le sentaran
bien, Ninian se abstuvo de responder. No podía hacerlo. Su cabeza giraba con
demasiada indecisión. Cada vez era más consciente de la atención de él, de la luz de
la vela parpadeante, de la constante caída de lluvia contra el tejado y las ventanas.
Un relámpago restalló, iluminando con ilusiones fantasmales la mesa adornada con
candelabros, y debió pestañear para no ver a otras personas y tiempos pasados en esa
sala.
Siempre había estado sensibilizada con el mundo y su esencia a su alrededor,
- 58 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
más que la mayoría de la gente. Por lo general, estaba del lado de afuera, observando
con melancolía como si ella fuera el público y todos los demás, actores en escena.
Esa noche, se sentía como si en verdad fuera parte de la función. Coincidía
plenamente con las corrientes de aire, y las velas parpadeantes, y los fantasmas que
reían y bebían al otro lado de la longitud de la mesa más allá de la luz de las velas.
Intentaba no incluir al hombre que estaba a su lado en el mundo que sentía,
pero él lo colmaba con cada respiración, cada movimiento, como si en algún
momento o lugar, hubieran sido hechos el uno para el otro. Una premura extraña de
probar esa teoría se acrecentaba en su interior, pero no sabía cómo comportarse con
respecto a eso.
Sin mirar, supo el momento en el que la toma de conciencia lo golpeó: el
momento en el que reconoció el flujo de energía entre ellos. De alguna manera, supo
que él sentía las mismas exigencias ardientes que corrían por su sangre cuando
apoyó la copa de vino vacía, y maldijo en voz baja. No tuvo que volverse para ver la
razón de sus insultos porque corría por sus propias venas: era el deseo que
despertaba como consecuencia. No sabía si era ella quien enviaba esas vibraciones o
lo hacía él, pero eran tan reales como si la hubiera tocado y hubiera hablado en voz
alta.
—Sarah, haré que pagues por esto —advirtió de manera amenazadora mientras
alejaba la silla de la mesa arrastrándola.
Ninian miraba fijamente la manera en que sus largos dedos apretaban el lino, y
los sedosos vellos oscuros casi escondidos bajo el almidonado encaje blanco que caía
sobre su mano. Tenía dedos fuertes y sensuales que apreciarían la textura de la piel
de una mujer, dedos que de manera instintiva buscarían los lugares eróticos.
Ella parpadeó con sorpresa ante el paso de sus pensamientos. Nunca en toda su
vida había...
—Venga, señorita Siddons. Escapemos antes de que nos intoxiquen más. —Sus
fuertes dedos morenos se cerraron sobre los suyos, blancos e indefensos.
Ajena a la compañía, ella observaba las manos unidas de ambos. Una vez más,
el calor de él calaba hasta su piel y ella miraba con fascinación, esperando ver el
milagro, como si los cuerpos de ambos pudieran volverse transparentes.
La diversión teñía la voz de él.
—Es evidente que no es una buena bruja, señorita Siddons. ¿No conoce
hechizos protectores contra otras brujas?
¿Otras brujas? A sabiendas de que se veía como una idiota al parpadear otra
vez, Ninian siguió el tirón de su mano y se levantó de la silla, se concentró en su
rostro a la espera de una explicación, ignorando las sonrisas satisfechas de su
compañía. La curva sardónica del labio del conde debió haberle indicado algo, pero
nunca podía descifrar a ese hombre como lo hacía con los demás.
—Sarah tiene una amiga que se dedica a las pociones mágicas. ¿No es eso lo
que hacen las brujas?
Ella negaba con la cabeza, pero no tenía las palabras para explicarlo. Él parecía
no necesitar una respuesta: su mirada acalorada decía todo mientras tenía su mano
- 59 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
- 60 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
- 61 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
Capítulo 9
- 62 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
rosa. Se encogió aún más, y él sonrió. Su cuerpo respondía con más claridad que sus
palabras, advirtió él con alivio, puesto que no creía poder detenerse. Según
recordaba, era la primera vez que actuaba solo por instinto, por instinto de
supervivencia. Si no la poseía, sin duda no sobreviviría. Ahuecó la mano en la pulpa
de su seno y volvió a acariciarlo, sentía una tensión en la entrepierna igual a la que
ella debía sentir en su útero.
—No es correcto... —protestó ella con debilidad. Sus pechos se enrojecían ante
su atención, y sus dedos se clavaron con más firmeza en los hombros de él,
desmintiendo su negativa.
Él encontró las cintas de la falda y las soltó. Sabía que había cosas que debía
decir, pero aún no podía formar las oraciones con lógica. Los aros de alambre en sus
caderas golpearon el suelo, llevando con ellos las extensiones de seda.
Quedó helada cuando le quitó el suave linón de su vestido camisero y ella
quedó de pie y desnuda delante de él. La luz jugaba en su piel más delicada que la
crema, inmaculada, salvo por una bella marca donde el muslo se juntaba con la
cadera. Allí no había huecos, ni planos, ni ángulos marcados, observaba con el gusto
de un experto; solo curvas redondeadas y una suavidad dúctil en la que un hombre
podía extraviarse. Deslizó el pulgar desde la curva de su pecho hasta la cintura, bajó
hasta su cadera y lo apoyó justo por encima de su monte. Con la mente confundida,
se concentró en la entrada acogedora entre sus piernas.
Ella intentaba cubrirse con las manos, pero él las asió y las separó para
observarla mejor.
—Exquisita —murmuró—. Ha nacido para algo mejor que los pastores.
—Mi abuela me mataría —susurró Ninian en una última protesta, aunque sintió
la fuerza de él que la atraía, y supo que las palabras eran inútiles. Miles de quejas se
amontonaban en su mente, pero no podía pronunciar ninguna de ellas. Solo podía
actuar como una criatura que se guiaba por el instinto.
—Su abuela no lo sabrá a menos que dé fruto, y entonces sería la abuela más
feliz del reino. —Le soltó las muñecas para quitarse el abrigo—. Todos saben que los
hombres Ives solo engendran varones, por lo que me vería moralmente obligado a
contraer matrimonio con usted.
El chaleco cayó para unirse al abrigo, y Ninian miró a lord Ives con asombro
cuando se aflojó la chorrera. En mangas de camisa, el conde era alto y de hombros
anchos, sus músculos se tensaban debajo del delgado lino. Cada centímetro
arrogante de él gritaba nobleza y privilegio. Solo un hombre acostumbrado a montar
los caballos más veloces, que honraba los salones más elegantes, que disfrutaba de
juegos de ocio de tiro con arco y pelea a puñetazos, podía desarrollar la gracia y la
fuerza que él poseía. Aquí no estaba el científico estudioso, sino el semental en la flor
de la vida, dispuesto y capaz de servir a cualquier yegua que acorralara.
Por otra parte, los comentarios burlescos con respecto a los hijos y el
matrimonio le resultaron más serios. Si debido a su unión engendraban un niño,
contraería matrimonio con ella, y una Malcolm volvería a ocupar el castillo Malcolm.
La aparición del fantasma parecía ser extrañamente profética. ¿El fantasma de la
- 63 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
mujer estaba advirtiéndole que no se uniera a un Ives? Su abuela le había dicho que
fuera fiel a sí misma y que evitara a todos los Ives. Pero en ese mismo momento, ser
fiel a sí misma significaba olvidarse de todo y de todos, menos de ese Ives.
—¿Está preparada para probar su suerte de convertirse en condesa? —se mofó,
mientras dejaba caer la camisa al suelo.
Ninian miraba boquiabierta y con asombro su pecho.
—No, no es eso lo que deseo —susurró. Sin poder resistirse, acarició sus suaves
rizos oscuros con los dedos, y cuando él respiró hondo, el placer se incrementó con
brusquedad en su interior.
—Bien, porque no es probable. —Sin advertencias, le cogió de la cintura y la
acostó sobre la ropa de cama abierta. Ella se hundió en las plumas y no tuvo tiempo
de levantarse antes de que él cayera a su lado, inmovilizándola con una pierna aún
cubierta por sus bombachos.
—¿Su piel sabe tan sustanciosa como se ve? —preguntó mientras le hacía
cosquillas en el lóbulo de la oreja con la lengua. Su cuerpo firme y moreno se inclinó
sobre ella, le atrapó hasta que sus pechos se tensaron y su piel se estremeció por la
cercanía. Sin embargo, en lugar de tocarle como ella deseaba, no, como necesitaba,
continuó sus besos exploradores desde la garganta hasta la nuca.
Justo cuando pensaba gritar una queja por la provocación, el conde reclamó su
boca otra vez, y su lengua hizo otra incursión embriagadora que la dejó sin aliento.
—Si no fuera por la tormenta, continuaría con esto en mi torre, bajo las estrellas
—murmuró mientras liberaba sus labios y presionaba un sendero de besos a lo largo
de su garganta. Su lengua lamió con delicadeza un pezón tan dolorosamente duro
por la necesidad desatendida que Ninian casi cae de la cama en una sorpresa
placentera—. Por otro lado, tal vez una tormenta sea apropiada para esta noche.
Su boca se cerró del todo sobre su pecho, y Ninian soltó un grito primario de
gozo y deseo profundo y poderoso. La humedad se reunía en su útero, y su cuerpo se
preparaba para ese acto que nunca había creído experimentar.
Como si comprendiera la fuerza del tirón entre el pecho y el útero, Drogo
deslizó la mano entre sus muslos y los separó hasta que ella gritó y se estremeció
debajo de él.
—Desea esto tanto como yo —dijo con satisfacción, mientras frotaba con
suavidad con la palma de la mano—. Es bueno saber que no es solo la promesa de la
riqueza y el título lo que desea. —El brillo febril en sus ojos se contradecían con sus
palabras, era como si luchara por separar mente y cuerpo... y su cuerpo era el que
ganaba.
—Nunca... he... deseado eso —le confesó con voz entrecortada, mientras ruedas
catalinas de luz giraban detrás de sus párpados y se daba cuenta de que no tenía
control sobre las propias extremidades. Sus muslos se separaban aún más ante la
urgencia de él y solo reconocían las exigencias de los dedos inquisidores del conde.
—Ah, pero puede tenerlo, todo por el precio de un bebé en su vientre. ¿Lo
imagina? Algo simple, algo que puede hacer cualquier mujer.
En algún lugar en lo más oculto de su mente, Ninian sabía de la falacia detrás
- 64 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
sus comentarios aparentemente casuales. Sin embargo, no tenía ningún interés en sus
tentaciones mundanas. Solo deseaba la unión que sellaría su destino y la pondría
para siempre bajo su supremacía. También sabía de la falacia sobre eso, pero ya no le
importaba.
Mientras el dedo pulgar de él aumentaba la presión y acariciaba más arriba, su
espalda se arqueó y sus caderas se elevaron y se torcieron en busca de lo que solo él
podía darle, hasta que gritó una queja por la demora y se hincó contra su mano. Solo
entonces él bajó la cabeza para succionarle un pecho y brindarle las caricias que
aliviaran la tensión que vibraba en su entrepierna, en su útero y en cada nervio de su
cuerpo.
Ella gritó cuando su mundo estalló. En medio de sollozos, Ninian oyó la risa de
satisfacción de él. No podía reaccionar. Flotaba en algún lugar fuera de sí misma,
imposibilitada de distinguir lo correcto de lo incorrecto, realidad de ilusión. Solo
sabía que no era suficiente.
Murmuró una objeción cuando retiró la mano, y él rozó su mejilla con un beso
en respuesta.
—Un momento, codiciosa hija de la luna.
La cama se movió, pero el letargo la mantenía sujeta con firmeza como para ver
adonde había ido él. Se sentía vacía, necesitada de alguna manera, pero demasiado
contenta como para cuestionar. Esa no era la forma en la que su abuela le había
advertido que los demonios reclamaban sus derechos.
—Es mi turno —anunció desde algún lugar por encima de ella.
Con dificultad, Ninian abrió los ojos y miró directamente hacia arriba, hacia los
rasgos oscuros de un lord Ives completamente desnudo. A través de las colgaduras
abiertas de la cama, los relámpagos aún destellaban en la ventana, enmarcándolo.
Los truenos rugían y la lluvia caía. La llama de la vela brillaba y ondeaba en las
corrientes frías que provenían de los muros. Las sombras jugaban en un cuerpo más
oscuro que el de ella, un cuerpo cubierto en una suave vellosidad negra, un cuerpo
musculoso que se tensó con tirantez cuando se arrodilló entre sus piernas abiertas. Se
veía enorme, sus cejas rizadas se fruncieron con concentración mientras la observaba
y ella lo observaba a él.
Tragó saliva, luchó contra un temblor de pánico ante la demanda irrevocable
que él haría luego, bajó la mirada hacia un mechón de cabello en su pecho cuando él
se inclinó, atrapándola entre sus brazos venosos. Bajo la luz tenue, pudo ver la
reluciente parte de su masculinidad que sobresalía, y aún cuando surgió el terror,
ella abrió más las piernas y elevó las caderas para recibirlo, comprendiendo la razón
del dolor por el vacío allí.
—Vaya, conoce bien su lugar, hija de la luna. —Le besó los labios y jugueteó con
su pecho hasta que estuvo preparada. Se ubicó en su posición—. ¿Desea pronunciar
algún hechizo de buena fortuna?
No le dio tiempo para responder. Con un fuerte impacto, penetró su pasaje
húmedo, rompió la barrera y se hincó profundo debajo de su vientre.
Un grito mezclado de éxtasis y dolor salió de la garganta de Ninian.
- 65 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
Drogo vaciló.
Luego, con un insulto, se retiró y volvió a empujar llevado por la necesidad
dominante entre ellos.
Ella era demasiado estrecha y él demasiado grande. Solo un demonio la partiría
en pedazos de esa manera. Ninian clavó los dedos en los fuertes brazos que la
atrapaban, pero no pudo apartarse más de lo que él pudo detenerse. En cambio, se
abrió aún más y acompañó el empujón.
Llevado por la necesidad de la locura en la que se habían sumergido, empujaba
más profundo, colmándola más, reclamándola a los ojos de Dios y de los hombres.
Ella deseaba gritar, pero no podía. Deseaba llorar, pero solo emergió un quejido
cuando él saqueó su cuerpo con una seguridad de la que nunca creyó que podría
escapar.
El viento de afuera se acrecentó, apagando las velas una a una. La presión y la
determinación en los rasgos tensos de su amante no vacilaban al hincarse sobre ella
con más fuerza, obligándola a volver a la gloriosa cumbre mediante una fuerza de
voluntad absoluta.
Sus caderas se elevaron, y él gruñó de aprobación en lo profundo de su
garganta mientras empujaba tan alto que la llevaba con él. Una vez que había
comenzado, ella no pudo detenerse. Se unió a él golpe a golpe, recibiéndolo más
profundo, aceptando su dominio, entregando parte de su alma a cambio de las
modificaciones que él prometía.
—¡Sí! —suspiró entre dientes—. ¡Ahora! —ordenó, mientras la acariciaba con
urgencia con el dedo pulgar, utilizando el truco que ya le había enseñado.
Ninian lo había aprendido bien, y estalló una vez más, por dentro, por fuera, en
cada partícula veloz de sangre, mientras él penetraba el hueco debajo de su vientre y
derramaba su fuerza de vida en el interior. Se estremeció y gruñó con la energía de
su propia liberación, y los músculos de Ninian se contrajeron para acogerlo con más
firmeza.
Por un breve instante, sus almas se tocaron, y el gozo brotó de ella con ese fugaz
indicio de percepción. Vio en su interior, lo sintió, como un atisbo de calidez y
entonces, se esfumó, dejándola despojada.
La humedad goteaba por su muslo mientras se alejaba de la plena consciencia.
Era consciente del hombre que se inclinaba y le succionaba un pecho —era el
demonio, si se podía creer en las leyendas—. Había sucumbido a la tentación, y
ahora él solo tenía que hacerle una seña y ella debería obedecer. Sus dientes le
rozaron el pezón y la conexión regresó, el tirón entre su pecho y el útero, punzante
recordatorio sobre la razón por la que había sido creado el cuerpo de una mujer. No
tenía dudas de que él lo había hecho. Se dio cuenta medio dormida cuando su boca la
liberó, no así su hechizo. La luna estaba en su fase propicio. Su cuerpo había estado
preparado y listo, y las mujeres Malcolm siempre eran fértiles. «Demasiado fértiles»,
le había dicho su abuela. Y siempre engendraban brujas.
¿Qué había hecho?
Lord Ives —Drogo— se colocó a su lado, mientras su mano jugaba sensualmente
- 66 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
- 67 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
- 68 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
Capítulo 10
- 69 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
- 70 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
—No soy un hombre supersticioso —le recordó—. Solo temía hacerle daño.
—No me lo ha hecho.
Para su asombro y profundo placer perdurable, ella dejó caer la manta y de un
paso se apartó de sus pliegues, bendiciéndolo con el paisaje de sus firmes curvas
cubiertas solo por la gasa.
—Aunque le advierto que no tendrá herederos de mi parte. Las mujeres
Malcolm solo engendramos niñas.
—Alguna vez debe haber habido un hombre Malcolm que le diera su nombre.
—El debate espurio sobre los hijos que aún no existían no tenía importancia para él.
Había asumido eso hacía mucho tiempo. No había tenido tiempo de asumir los
encantos de la bruja. Drogo alargó la mano para cogerla, la apartó del suelo frío para
que se pusieran de acuerdo, mientras disfrutaba de su sensibilidad—. No grite que la
violé cuando llegue la mañana —le advirtió.
Ella envolvió sus brazos alrededor de su cuello y presionó los labios con un
beso que él le había enseñado; luego, agregó una picara lamida propia.
—Siempre que usted no lo haga —afirmó ella.
Drogo rio por primera vez en meses y la llevó hasta abajo, a su alcoba, donde
pudiera plantarse entre suaves muslos, despreocupado por las consecuencias.
Como una alumna entusiasta, respondía con presteza a sus lecciones. Le enseñó
tan bien, que en verdad se olvidó de las estrellas y se durmió.
Ninian despertó con el sol que ardía en la ventana oeste de una alcoba extraña.
Aturdida por algo más que el fuerte vino de la noche anterior, hizo una mueca y se
cubrió los ojos. Otros dolores reemplazaban el de la cabeza. Sus mejillas y sus pechos
ardían con una erupción abrasadora. Le dolían los pezones. Nunca había notado sus
pezones. Miró a hurtadillas por debajo del brazo para observarlos, asombrada de
cómo se fruncían con el aire frío, preparados para que tiraran de ellos.
El dolor entre sus muslos la llevaba a tomar conciencia más completamente. Lo
había hecho. Había tenido intimidad con lord Ives. No había sido un sueño claro
después de todo.
Recordaba el luminoso fuego de pasión en los ojos del conde, las sombras de
una mandíbula áspera, la manera en la que su cabello negro caía hacia adelante
mientras empujaba en su interior... y no podía arrepentirse de lo que había hecho. Si
la había poseído un demonio, era más amable que la mayoría. La cubrió por
completo con sus gruesas mantas y encendió una lumbre que ardía en la chimenea.
Desde luego, los demonios eran expertos con el fuego, rio al darse cuenta de la
ridiculez de su superstición. Era tan mala como los aldeanos. Lord Ives no había
arruinado nada más que su virginidad, y esa no era una pérdida.
Prestó atención y ya no escuchó el ruido de la lluvia. Debía regresar al pueblo y
ver el daño que había causado la tormenta. Podrían necesitarla allí.
Su cabeza dio vueltas cuando se sentó, y se sostuvo contra el colchón. Supuso
que era el resultado de haber bebido demasiado vino, y el estúpido afrodisíaco que
- 71 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
Sarah había introducido tanto en el vino como en la comida. ¿Qué demonios tuvo la
estúpida mujer para obligarla a ir a la cama con el señor?
Pues bien, ahora no importaba. No era el fin del mundo si estaba embarazada
de él. El fondo de fideicomiso de los Malcolm aseguraba que ninguna dama Malcolm
jamás pasara hambre. Podía criar sin problemas una hija, de la misma manera que la
habían criado a ella.
Una hija. Sonrió con la idea. Nunca antes había pensado en un bebé propio. Era
mejor que comenzara a pensarlo ahora.
Ninian deseaba un buen té de corteza de abedul para aliviar los dolores y bajó
penosamente las escaleras de la torre para recoger sus cosas. Deseaba poder
entretenerse, pero sabía que la unión de los Ives y las Malcolm tendría un alto precio.
Pensaba despedirse del conde, pero decidió que era mejor no volver a
molestarlo en sus estudios. Las mujeres se lo contarían pronto.
Bajó las escaleras con su bolso, esperando por lo menos una discusión si alguien
la veía en la sala. Pero el día era bueno y ella tenía piernas fuertes. Podía caminar la
distancia que había hasta su hogar. No necesitaba la ayuda de nadie.
No había supuesto que las tres mujeres estuvieran sentadas alrededor de la
chimenea, esperándola. Tal vez ya era pasado el mediodía, pero no se consideraba
tan importante como para que esperaran su compañía. Todas levantaron la vista y la
observaron con interés cuando cruzó las losas.
—No estarás pensando en marcharte, ¿verdad? —inquirió Lydie con alegría
cuando Ninian se acercó—. Acabamos de comenzar la búsqueda en la biblioteca.
—No debería subir escaleras —le recordó Ninian con seriedad.
Rio y llevó una mano hasta su vientre abultado.
—Espero tenerlo algún día, y si subir escaleras lo trae más pronto, no me
quejaré.
—Puede no estar en la posición adecuada si lo tiene antes. Por el bien del niño
así como del suyo, permanezca arriba. —Ninian saludó con la cabeza a Sarah y a lady
Twane—. Deben asegurarse de que obedezca. No siempre estoy disponible cuando
un niño decide llegar.
—Vaya, pero desde luego que lo estará —dijo Claudia con consternación—.
Estará aquí mismo. Todavía no puede marcharse a ninguna parte.
Con paciencia, Ninian intentó disipar esa sandez.
—Hay una madre a punto de parir en el pueblo. Cuando llegue el momento de
Lydie, si envían la carreta, estaré aquí a tiempo.
—Ah, no te preocupes por eso —respondió Sarah sin darle importancia—. Se lo
hemos notificado al pueblo, por lo que saben dónde encontrarte.
Un pequeño temblor de miedo recorrió la espalda de Ninian. ¿Toda la nobleza
de Londres era tan egoísta? Si era así, ¿cómo los había tolerado su madre? Recordaba
las maldiciones de su abuela sobre su padre y sus amigos, y se preguntaba si debió
haberla escuchado con más atención.
—No es tan simple como eso —explicó con cautela—. Debo atender mi jardín,
secar hierbas... hay cosas que no puedo hacer aquí.
- 72 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
Claudia se alegraba.
—Le pediremos a Drogo que reconstruya aquel viejo invernadero en el que has
estado trabajando. Podrás sembrar toda clase de plantas maravillosas allí. Será
hermoso tener nuestra propia boticaria residente.
La idea de ese invernadero era tentadora. Podría sembrar plantas delicadas de
las cuales solo había oído, plantas que podrían ser muy útiles. Ninian negó con la
cabeza al reconocer la tentación cuando se dio cuenta.
—No, muchas gracias, pero debo marcharme.
Sarah se puso de pie y la abrazó.
—Lamento oír eso, querida, pero en verdad no puedes marcharte, lo sabes.
Después de que aquella mocosa se embarazó de otro hombre y declaró que era hijo
de Drogo, simplemente no podemos exponerlo a eso otra vez. Si estás embarazada de
él, como lo indican las estrellas, debemos demostrarle que este es suyo, ante
cualquier posible duda. No podemos hacerlo si te marchas al pueblo.
Aturdida, Ninian creyó no haberla oído bien. Se estrujaba el cerebro para
encontrar la respuesta correcta a algo que podía no haber escuchado.
—Él ya ha ido al pueblo a revisar los daños de la tormenta —comentó Claudia
con alegría—. Estoy segura de que traerá noticias.
Ninian no sabía cuál era la relación que tenía el señor con estas tres mujeres,
pero no tenía intención de que la incluyeran en su círculo. Sonrió con falsedad y
asintió con la cabeza.
—Entonces le esperaré.
Aceptó un bollo y un té, comió sin prisa; luego, regresó arriba con su bolso y
dejó a las damas conversando acerca de investigar la biblioteca. En lugar de dejar el
bulto en su habitación, entró a la sala, encontró la escalera de los criados y bajó hasta
la cocina, y desanduvo el camino hada el invernadero. En cuestión de minutos,
estaba en el bosque y de camino a su hogar.
La evidencia de los estragos de la tormenta le rodeaba mientras escogía el
camino entre los árboles caídos y caminaba con dificultad en medio del barro y los
charcos grandes como estanques. Tal vez, la fuerte lluvia habría limpiado el arroyo, y
la vegetación podría regresar. No quería creer en la superstición y pensar que lo que
había hecho la noche anterior había desencadenado un destino inevitable.
Apresurada por investigar el daño en el pueblo, Ninian se apartó del sendero
habitual y se adentró en el bosque invadido por la maleza. Conocía bien el camino, y
no le temía a las hadas como lo hacían los aldeanos. Si las hadas en verdad eran
espíritus que esperaban renacer, como decían los cuentos de su abuela, no podrían
hacerle daño a un ser vivo.
En ese mismo momento agradecería que la orientaran. Acababa de entregarse a
un hombre con el que nunca podría contraer matrimonio, un hombre cuya extraña
compañía de mujeres pensaba tenerla prisionera por su bien, o por el bien de su
heredero puramente imaginario. ¡Vaya! Sarah había leído demasiadas novelas
medievales en esa biblioteca. No estaba segura de cuál de ellas se había vuelto loca:
las damas por idear ese enredo, o ella misma por caer en él.
- 73 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
Se preguntaba qué historias había encontrado Sarah sobre las mujeres Malcolm
y si eran la razón por la que había buscado a Ninian. Sin duda, cualquier leyenda
relataba el desastre de la unión de los Ives con las Malcolm. Sarah no podía ser tan
miserable como para...
Ninian se detuvo de golpe bajo un serbal al borde de un claro que nunca antes
había cruzado. La luz del sol danzaba en un anillo de hadas en la hierba cargada de
rocío, y al sentir una presencia que no podía ver, vaciló y sus dedos se clavaron en la
corteza del serbal.
En el instante en que su mano tocó la corteza, algo se movió en su interior, igual
que lo había hecho lord Ives la noche anterior.
Con un grito entrecortado, soltó la corteza y con rapidez cubrió con la mano el
espacio entre sus caderas. Recordaba cómo lord Ives se había arrodillado sobre ella la
noche anterior, reclamándola como si fuera suya, y murmuró con rapidez un conjuro
de protección contra el mal. Sin duda, no habían podido engendrar un hijo en una
noche. Pero si lo habían hecho... Su abuela había tenido razón sobre las hadas. Un
espíritu acababa de renacer dentro de ella.
Bajó la mirada hasta el lugar que protegía su mano. ¿Un bebé? Madre de todos
los santos...
«Una Malcolm», susurró el viento. «Mientras haya una Malcolm en Wystan,
habrá brujas Malcolm».
Lord Ives diría que eso era una locura supersticiosa. Era probable que tuviera
razón. Eran tiempos modernos; las hadas no existían. Sin embargo, sintió lo que
había sentido, y muy consciente de ello, bordeó el claro fingiendo que el golpeteo en
su vientre no era más que las secuelas de la pasión de la noche anterior.
En verdad, había comido del fruto de la locura.
Su abuela le había dicho que negar sus instintos era negar su poder. Pero la
diferencia ente el instinto y el deseo era muy difícil de distinguir.
Quizás solo deseaba tanto tener un hijo que imaginó el toque del hada. No
obstante, el instinto también le indicaba que el desastre se avecinaba. ¿Qué
auguraba?
Preocupada, Ninian se apresuró a recorrer lo que quedaba. Los desvíos
alrededor de los restos desparramados por la tormenta le llevaron más tiempo de lo
que había previsto, incluso al tomar por el atajo. Era entrada la tarde cuando llegó a
la amada cerca de su jardín. Frunció el entrecejo al ver las varas de los rosales rotas y
el lugar en el que el viejo roble había perdido una rama y esta había destruido un
poste de la cerca. A salvo en el interior de los muros sólidos, no se había notado la
severidad de la tormenta. Un roble roto era un mal presagio.
Asustada por un aullido frenético del viento, Ninian traspasó con prisa la
puerta y entró a la cabaña. Todo parecía tranquilo.
Su mirada cayó en el libro de cuentos que estaba sobre la mesa de la sala. Sus
páginas se abrieron con lentitud con una corriente misteriosa. Cuando las miró, se
abrieron y quedaron quietas. Pudo haber jurado que había dejado el libro cerrado.
Con inquietud, leyó la página:
- 74 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
Sin negar más su instinto, Ninian de repente sintió miedo y corrió hacia el
pueblo.
- 75 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
Capítulo 11
- 76 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
llegar a tierra seca. Al ver a Ninian, la miró con tristeza y le dio la espalda. No la
llamó ni le pidió ayuda con la lastimadura de su madre. No deseaban su ayuda.
¿Cómo podían saber dónde había estado, lo que había hecho? ¿Cómo podían
creerse una estúpida leyenda en lugar de a ella, que nunca le había hecho daño a
nadie?
No importaba. El pueblo entero creció con las historias de la riqueza que había
acabado por la unión de las Malcolm y los Ives. Siempre le temían a las Malcolm. Y
aún más desde el regreso de un Ives. Ahora tenían una prueba palpable de sus
peores temores. Habían confiado en ella, y ante sus ojos, los había traicionado.
Mary. Mary no le daría la espalda. A Mary y a sus hijos les había enseñado las
letras. Ninian había asistido el parto de sus bebés, cuidó de ellos cuando estuvieron
enfermos, jugó con ellos cuando gozaban de salud. Sin duda, Mary no podría creer
que ella haría algo adrede para lastimarla.
Con cautela, Ninian se dirigió disimuladamente hacia la parte trasera. La vaca
de Mary mordisqueaba una parcela de hierba embarrada en medio de la rocalla que
había dejado el arroyo crecido. Un seto alto la escondía de los ojos fisgones. Sin duda,
si nadie les veía...
Cuando Ninian llamó, Mary se asomó con cautela a la puerta. Casi la cierra de
un golpe antes de que Ninian tuviera el instinto de poner su pesado zapato en la
rendija.
—¡Mary, por el amor de Dios! Dime qué sucede —suplicó Ninian.
Vacilante, Mary permaneció de pie en la rendija, obstruyéndoles el acceso a sus
niños.
—Has estado con lord Ives, ¿no? —exigió saber—. ¡Nos has traído este desastre!
—¿Cómo puedes creer eso? ¡He ido a atender a una mujer a punto de parir! —
Pero en lo profundo de su corazón, ya lo sabía.
Durante años, había jugado el papel de una simple sanadora, evitando tener
cualquier comportamiento por el que pudieran tildarla de «bruja», pero las personas
del pueblo no eran estúpidas. Mientras todo iba bien y ella ayudaba a los
necesitados, la aceptaban. Podía ver con sus propios ojos que ya no estaba todo bien
y que la temible noticia había corrido con el viento de la noche anterior.
—El arroyo se ha convertido en un río y arrasó con nuestro ganado y nuestros
hogares, y ha derribado todo lo que hemos construido —susurró Mary con dureza—.
¡No me digas que las leyendas no son ciertas!
—Mary, lo siento, lo siento mucho. —Ninian se frotaba los ojos, contenía
lágrimas de terror—. ¡Pero no lo he hecho yo! ¿No te das cuenta?—Nada de lo que le
decía podía alejar el dolor punzante de ese rechazo. De alguna manera, debía hacer
que tuvieran una visión diferente, pero, ¿cómo? No podía creer que lo que había
hecho estuviera mal, o que el conde y su familia tuvieran algún conocimiento de
brujería. No era posible. Ella no poseía magia—. No sé qué hacer —susurró aterrada,
suplicando la ayuda de Mary. ¿Adonde iría, qué haría si los aldeanos ya no confiaban
en ella? ¿A quién sanaría? ¿Cuál sería su razón de vivir? Las lágrimas corrían con
desenfreno por sus mejillas—. El conde no tiene nada que ver con todo esto —gritó
- 77 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
- 78 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
—El pueblo —se ahogó—, soy responsable. Debo ayudar. —La palabra se
quebró en un sollozo.
No la abrazó, era probable que no supiera dar abrazos de compasión. Solo bajó
la mirada hada su rostro manchado de lágrimas y la adentró aún más en las sombras,
hacia la cabaña.
—Yo me encargaré de ellos —dijo con total certeza, como si ella debiera haberlo
sabido.
Y para su asombro, Ninian finalmente miró a través de su velo de tristeza para
ver que era eso lo que estaba haciendo. Desde las sombras, aparecieron unos
hombres cargando palas, azadas y horcas. En el prado del pueblo, el administrador
del conde dirigía a los trabajadores hacia los animales muertos y las zanjas de
desagüe crecidas. Otros, que llevaban escaleras y paja, se doblegaban cuando el
conde pasaba, intercambiaban breves comentarios acerca de cuáles eran las
siguientes casas que necesitaban reparación.
No la necesitaban a ella. Tal vez nunca la habían necesitado. Su mente giraba en
blanco ante el golpe. El conde podía darles lo que ella no podía.
Drogo se detuvo para corregir la manera en la que desviaban la zanja; miraba
con aire pensativo hacia dónde verter el agua desde el bosque y hacia el pueblo por
un nuevo cauce del arroyo. Luego cogió a Ninian del brazo y la condujo hacia
adelante. Demasiado aturdida como para aceptar por completo su descenso de
categoría a inútil, no se negó a que la guiara. Era un Ives. Y los aldeanos seguían al
extraño, no a la Malcolm que había vivido tanto tiempo con ellos. No podía pensar
más allá de ese increíble obstáculo.
Para la extenuada sorpresa de Ninian, Sarah los esperaba en la cocina.
—He recogido sus cosas —le dijo a él—. Con la misma seguridad que creo que
este lugar es pintoresco y encantador, no deseo permanecer aquí. El fantasma lloraba
cuando me marché. Claudia está desesperada y Lydie jura que el bebé llegará en
cualquier momento.
—Vendrás con nosotros —le ordenó el conde a Ninian, dejando claro que
esperaba no discutir mientras la llevaba hacia la puerta.
Ninian sabía que debería resistirse. Su abuela hubiera deseado que
permaneciera allí, que atendiera el jardín y encontrara algún medio para ayudar al
pueblo. Según sabía, ese era su lugar en el mundo.
No obstante, su abuela la había dejado allí sola, y el pueblo no la quería.
Por el momento, no podía reunir el valor ni el espíritu para pelear. Siempre
había creído que la amistad funcionaba de ambas partes, pero al parecer, nadie la
quería excepto cuando les resultaba útil. Ahora no era útil. No para el pueblo. Tal
vez, nunca lo había sido. Quizás sus talentos solo eran producto de la imaginación de
su abuela y de su propio orgullo.
En silencio, Ninian siguió al conde y a Sarah al salir de la cabaña. En el castillo
la necesitaban. Tal vez en algunas semanas, las cosas volvieran a la normalidad y
pudiera regresar de nuevo a su hogar y a su jardín. Tal vez entonces vería las cosas
con más claridad.
- 79 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
Sin mirar las varas rotas de los rosales de su jardín, cerró la puerta de la cabaña,
cruzó la puerta de la cerca y se dirigió hacia el carruaje que esperaba para llevarla al
castillo de sus ancestros y al futuro destino que tenía algo preparado para ella.
- 80 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
hechizado con el poder que ninguna otra mujer había tenido. Siempre era cuidadoso.
Nunca perdía el control hasta el punto de actuar ciegamente.
Tan ciegamente, que incluso ahora se negaba a investigar más la cuestión. No
deseaba saber qué lo había motivado. Sabía que la respuesta no le agradaría.
No podía permitir que Sarah supiera lo bajo que había caído. Si lo hiciera,
nunca más lo dejaría en paz. Drogo revolvió un cajón y sacó una vela nueva; la
encendió con la llama agonizante de la primera.
—Tengo trabajo que terminar. Debo regresar a Londres por la mañana.
¿Deseabas algo?
Ella ladeó la boca, pero lo observaba con más curiosidad que desilusión.
—Tu huésped aún está despierta. La oí llorar al pasar.
—Sabe dónde encontrarme si me necesita —respondió con brusquedad, y
regresó la atención a la hoja con números que estaba sobre el escritorio.
—¿Y si no te necesita? —inquirió Sarah en voz baja—. No me parece que sea de
las que son dependientes, como el resto de nosotras.
Se marchó, pero sus palabras lo fastidiaban en su ausencia. Drogo miraba con
furia los números de la hoja, pero yo no podía encontrarles sentido. Todos
necesitaban de él por una cosa u otra. La joven bruja no era una excepción, solo era
más testaruda que la mayoría.
Y más tentadora.
Corrió la silla arrastrándola y, cogiendo la vela, deambuló desde la torre hasta
el ala en la que Sarah había ubicado convenientemente a Ninian. Las mujeres siempre
acudían a él, no al revés. Nunca había perseguido a una mujer en su vida. No iba a
perseguir a esa. No obstante, estaba en deuda con ella por sus acciones en estado de
ebriedad. Tuvo que haber sido el vino.
Solo deseaba ver si se encontraba bien. En verdad, no tenía tiempo para una
amante. Sin embargo, parecía no poder evitar detenerse delante de su puerta.
Allí, de pie, podía oír sus sollozos. No tenía experiencia en tratar con los
ataques de nervios femeninos, pero no podía soportar escucharle llorar. Había estado
tan llena de luz y picardía el día anterior que ahora odiaba oír su dolor.
La noche anterior, ella lo había invitado. No veía una razón por la que debería
guardar decoro esa noche. Probó el picaporte y abrió la puerta.
Ella jadeó, como casi siempre lo hacía cuando él aparecía. Se preguntaba si en
verdad aparentaba ser tan aterrador, y solo Ninian con su inocencia era lo
suficientemente franca como para demostrarlo. Aunque no parecía aterrada. Asió la
sábana y se cubrió al sentarse; se veía lo bastante furiosa como para escupir clavos.
Bajo la luz parpadeante de la vela, él podía ver las vetas de humedad en sus mejillas,
pero estaba más interesado en la maraña de rizos dorados que caían sobre sus pechos
redondos.
—¿Qué desea, milord?
—Te he oído llorar —admitió con simpleza, sin más palabras que ofrecer. No
era un hombre particularmente amable ni compasivo. Comprendía ligeramente su
desilusión, pero no conocía otra solución más que el tiempo. Sin embargo, sabía
- 81 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
- 82 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
Capítulo 12
Ninian despertó con la luz del día que entraba a raudales por las ventanas.
Durante un breve instante, abrigó la idea de que había soñado aquellos últimos días,
o quizá solo su extraño encuentro con lord Ives la noche anterior. Al tiempo que se
forzaba por salir de la cama en búsqueda de comida, a sabiendas de que ya no era en
su propio lecho donde dormía, aceptó a regañadientes que todo había sido muy real,
y ahora debía decidir qué hacer con el resto de su vida.
Podía regresar a su cabaña, criar gatos y plantar hierbas que nadie emplearía
nunca, y así convertirse en la anciana bruja que los aldeanos esperaban que se
volviera. Sola.
Incapaz de aceptar aquel futuro de abandono todavía, buscó a aquellas mujeres
en el mismo lugar que el día anterior, o al menos dos de ellas esperarían allí. Sarah
tenía un inmenso mamotreto atestado de polvo sobre la mesa frente a ella, en tanto
que Claudia se hallaba bordando el dobladillo de un camisón perteneciente a un
niño.
Sarah alzó la vista de la lectura e hizo un gesto en dirección a la silla que se
hallaba vacía.
—Drogo acaba de salir. Ha ido a rescatar a mi hermano Joseph de Newgate.
Sírvete un pastelillo. La mermelada es una delicia.
Sin estar segura de si sentir alivio o no por la noticia de la partida del conde,
Ninian tomó asiento en la silla que se le había indicado y aceptó una taza de té.
—¿Joseph? ¿Es un Ives? —Según la leyenda, debía tenerse cuidado con ellos.
¿Cuántos eran?
Sarah sonrió.
—Un Ives bastardo, pero todos crecimos juntos.
Ninian no tenía la certeza de hallarse preparada para tanta información relativa
a la inmoralidad de los estratos sociales más elevados. Untó un pastelillo con
mantequilla para evitar discurrir nada con demasiada profundidad. El dolor se
hallaba solo a un pensamiento de distancia.
—¿Puedo preguntar cuántos son? —Quizá pudiera hacerse de datos suficientes
como para mantenerse informada. En verdad, si supiera más acerca de aquella gente,
tal vez no les temería tanto. Ante el recuerdo de su diatriba contra el conde la noche
anterior, volvió a pensar. Quizá sí debería sentir miedo. No tenía la certeza de que
sacaran a la luz lo mejor de ella.
Sarah arrugó el entrecejo, pensativa.
—Bueno, Drogo es el mayor de los hijos legítimos, por supuesto, dado que ha
heredado los títulos de su padre. Dunstan es quien le sigue. Él se encarga de
- 83 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
administrar la finca Ives. Ewen es el tercero. Creo que debió ser en ese momento
cuando la pobre lady Ives decidió que no podía dar un cuarto niño a luz y le negó al
difunto conde el acceso a su lecho. No estoy del todo segura de la causa ni de sus
efectos, comprenderás, ya que Drogo y yo no tenemos el mismo padre y yo era
apenas una niña cuando el difunto conde y mi madre se conocieron.
Sarah empujó el plato de pastelillos hacia Ninian.
—Sírvete otro, querida. Debes mantenerte fuerte si has de convertirte en
condesa de Ives y dar a luz al próximo heredero.
Sarah ni siquiera tomó aire tras aquel extraño anuncio y continuó el camino de
sus propios pensamientos.
—Los hombres Ives gozan de mala reputación por ser prolíficos. No hay ni dos
años de diferencia entre Drogo y cada uno de sus hermanos, y mi madre le dio al
conde otros tres niños después de que pusieran la casa. Mis hermanos son todos
bastardos, por supuesto, pero Drogo los mantiene. No podría hacer menos
considerando que crecieron en el mismo hogar.
Aparentemente, Sarah sabía cómo terminar una oración cuando esta se refería a
la familia. Sacudida por el torrente de palabras de Sarah y por la tensión provocada
al reprimir sus histéricos pensamientos, Ninian bebió a sorbos su té y observó a su
anfitriona con cautela.
—Ya veo. Por supuesto, habrá caído en la cuenta de que mi apellido es
Malcolm. —Aquello tuvo para Ninian tanto sentido como, al parecer, el parloteo de
Sarah había tenido para sí misma.
—Oh, sí, Drogo lo mencionó. Tengo la certeza de que el fantasma Malcolm se
sentirá gratificado al saber que un miembro de su familia morará el Castillo Malcolm
nuevamente. Aunque... —Sarah arrugó levemente el entrecejo—. Drogo nunca será
capaz de permanecer aquí durante mucho tiempo. Estoy segura de que deseará
presentarte a la familia, y se toma su lugar en el Parlamento con mucha seriedad.
Ninian sonrió y mordisqueó su pastelillo, al tiempo que se preguntaba si
Claudia se uniría a aquella idiotez.
—Usted no parece comprender —contestó Ninian con recato, deseando enviar a
las dos al infierno—. Los Malcolm solo dan a luz a brujas. Mujeres —aclaró, puesto
que no quería que existiera duda alguna de que nunca traería al mundo a un
heredero Ives, lo quisieran o no.
Lady Twane emitió un suave chirrido ante aquel anuncio. Sarah solo se encogió
de hombros.
—Bueno, eso debería contribuir a procurarnos algo de instructivo
entretenimiento de aquí a nueve meses, aunque no interesa. Drogo contraerá
matrimonio contigo una vez que determine que estás embarazada. Cree que no
puede tener niños.
¿Y Sarah había pensado en proveerle uno? Qué considerado de su parte.
Entonces se oyó un grito de dolor desde las habitaciones superiores y en ese
mismo instante se hizo presente un sirviente para anunciar que lady Lydie parecía
hallarse de parto.
- 84 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
Tan pronto como se levantó de la mesa, Ninian aceptó que ahora que el conde
había partido, no tenía que irse aún. Necesitaban de su don allí, aun si quienes
habitaban aquel castillo estuvieran todos bastante locos.
- 85 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
- 86 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
- 87 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
—Casi con seguridad, el castillo era la dote de una mujer Malcolm —argumentó
Sarah pisando con cautela a un lado de Ninian—. No sé leer bien el lenguaje legal
antiguo, pero es lo que dicen los libros de cuentas, en mi opinión.
—Eso no quiere decir que el fantasma sea Malcolm, o que proteste por algún
imaginario mal que se haya perpetrado.
Sin mostrarse comprensiva, Ninian se inclinó para extraer una raíz que
necesitaba para su derruido jardín. No le había dicho nada a Sarah acerca del libro de
cuentos de su abuela. A pesar de los estragos que la tormenta había causado, se
negaba a creer que hubiese sido ella en persona quien había suscitado la leyenda de
acuerdo con la cual los Ives y las Malcolm habían destruido un lugar que obviamente
habían amado, y aparentemente perdido. Sin duda, la verdadera historia se había
extraviado en la noche de los tiempos.
—Los aldeanos así lo creen —expresó Sarah triunfal—. Creen que tú eres una
bruja y que has seguido el camino del Malcolm que expulsó a los Ives de Wystan.
—Ojalá fuera usted una Ives, y así pudiera hacer lo mismo —murmuró Ninian.
—No lo dices en serio. Soy quien les devolverá la paz y la felicidad a ambas
familias —declaró Sarah alegremente—. Sabía que las estrellas y los planetas tenían
algún propósito al dirigirme hacia aquí y lo he encontrado. Tu le darás a Drogo el
niño que desea y ambos le devolveréis la prosperidad a Wystan.
—¿Y Drogo le brindará libertad económica a cambio? —preguntó Ninian con
cinismo, que ya conocía cuál era su queja más frecuente.
—O tú lo harás —respondió con seguridad—. ¿Qué puede ofrecerte este lugar?
Nada. Pero como condesa de Ives... —Entonces se encogió de hombros de un modo
característico.
—Una Malcolm no puede contraer matrimonio con un Ives —expresó Ninian
de modo terminante—. Y yo pertenezco a este lugar. Soy una sanadora, no una
condesa. —Ninian percibió la desesperación oculta detrás de las animadas palabras
de Sarah, pero sus dones no se prestaban a sanar heridas de carácter emocional.
Posiblemente su don no curara tales heridas, pero había salvado a la bebé de
Lydie, tanto del parto como de los planes de Sarah de ofrecerla en adopción. A
cambio del alivio temporal de su soledad que le ofrecían los habitantes de aquel
castillo, Ninian dejó a Sarah tejer sus vanas fantasías acerca de las Malcolm y de los
Ives. Valiéndose de la niñita de Lydie como excusa para permanecer donde sentía
que la necesitaban, no tenía que enfrentarse al desprecio de los aldeanos aún.
Se dirigió camino al jardín del castillo que había estado cultivando. Las
secciones que había regado la lluvia estaban floreciendo. Las plantas que habían
recibido agua del arroyo habían muerto en su totalidad.
—A Lydie no le estás haciendo ningún favor —expresó Sarah a modo de
regañina al tiempo que Ninian se detenía a admirar un helecho.
—Y usted es una bruja más entrometida y manipuladora de lo que mi abuela
haya sido nunca. —Ninian aflojó con delicadeza la raíz del helecho del suelo y la
colocó en su canasta.
—Solo estoy intentando ayudar —protestó Sarah—. Lydie no se ha desposado y
- 88 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
solo tiene dieciséis años. Su familia no puede presentarla en sociedad con un niño en
brazos. Están diciéndole a todos que se encuentra en Escocia visitando amigos. En
unas semanas, podrá regresar a su hogar y hallar un buen marido.
—Un marido acaudalado, querrá decir. —Ninian levantó a un gatito del hueco
que acababa de cavar y frotó su peludo rostro contra el suyo. Los gatos la seguían
tanto como Sarah. Ninian adoraba la facilidad con la que demostraban aceptación.
Eran criaturas egoístas que solo necesitaban que las alimentaran—. Esa debería ser
decisión de Lydie, no suya.
—Lydie es joven y demasiado estúpida como para saber qué le conviene.
Ningún hombre la aceptará con un bastardo. Puede quedarse con la niña y padecer
hambre en las calles, o puede brindarle un buen hogar y comenzar una nueva vida
para ella, una vida segura, con un hombre que pueda llegar a amarla.
Ninian se sentó sobre sus talones y se limpió la suciedad de las manos.
—Los hombres no son la solución para todo. ¿Acaso lord Ives amenaza con
echarla del castillo?
Sarah se encogió de hombros.
—Drogo nunca amenaza a nadie. Pero sus padres pueden ocasionar un
escándalo si descubren que está protegiéndola.
Ninian levantó la cabeza para mirarla.
—¿Y usted hará lo que sea para proteger a Drogo?
Sarah pareció enfadada.
—Ves demasiado. Ahora date prisa. Puede que Claudia ya haya encontrado ese
volumen de la historia familiar.
Ninian nunca señaló que, si poseía algún don para ver, no le había ayudado con
el pueblo. Lord Ives había enviado el dinero y las herramientas para la
reconstrucción, pero los aldeanos continuaban dándole la espalda, el arroyo
continuaba haciendo daño y no se hallaba cerca de solucionar ninguno de sus
problemas. Era ciertamente un fracaso como bruja.
Sin embargo, en los últimos tiempos había tenido motivos para sospechar que
tenía mucho más éxito con algunas cosas que con otras. Habían transcurrido dos
meses desde su noche con lord Ives.
Su abuela había dicho siempre que las mujeres Malcolm eran fértiles.
- 89 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
Capítulo 13
Agosto, 1750
- 90 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
- 91 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
- 92 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
en la silla y se las arreglaba con otra oración. ¿Que habían hecho qué cosa?
¿Mantenían a Ninian capturada? Eso no tenía sentido. Drogó se estremeció al pensar
en ello. ¿Qué sonaba como «capturada»? O se parecía. ¿«Ca»? ¿«Capi»? «Tara».
«Tana». Capitana. ¿Era Ninian la capitana?
—Las mujeres no necesitan escribir —declaró David con desdén—. Nunca ha
recibido ninguna educación. Yo sabía escribir mejor cuando usaba andadores.
—Nunca has usado andadores —Joseph se desplomó en una silla tal como lo
había hecho Drogo—. Hacías lo que querías todo el tiempo.
—No más que Paul —objetó David—. A él había que castigarlo con la palmeta.
—Callaos los dos. —Drogo apoyó la carta con violencia y se puso de pie—.
Traeré a Sarah de regreso de Wystan. Posiblemente tengamos invitados. Decidle a
Jarvis que prepare habitaciones. Y decidle a vuestra condenada madre que pagaré su
viaje a Escocia si parte antes de pasado mañana. —Entonces se dirigió hacia la
puerta.
Debajo de sus rizos oscuros y casi idénticos, Joseph y David se miraron
sorprendidos. Hasta donde sabían, Drogo nunca antes había ofrecido enviar a su
entrometida madre fuera de la ciudad. Sarah siempre se quedaba con ella.
Una gran convulsión iba a tener lugar en el seno de la familia Ives.
- 93 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
monogamia, de que el amor no existía y de que los hijos se hallaban por demás
sobrestimados, o eso se había dicho a sí mismo.
No necesitaba una esposa. No necesitaba un heredero.
¿Pero qué sucedería si finalmente, después de todos aquellos años, había
engendrado uno?
—¡Eso es imposible! —estalló Drogo mientras las tres arpías hablaban excitadas
al mismo tiempo.
—¡Eso es imposible! —declaró tiempo más tarde mientras arrinconaba a Ninian
en la privacidad de su habitación y contemplaba su cintura todavía delgada. Una
proliferación de frondas en la ventana detrás de ella desdibujaba las líneas de su
silueta. ¿Frondas?
En lugar de estallar de ira tal como era su derecho —es más, Sarah la había
encerrado para evitar que escapara—, la bruja de cabellos dorados se golpeó
suavemente los labios con uno de sus dedos y contempló a Drogo como si se tratara
de un niño de escuela especialmente recalcitrante.
—Pues bien, como naturalista que eres, debes saber que no es imposible. Los
bebés son resultado de lo que hicimos.
Drogo alzó sus brazos exasperado y se movió como un huracán a través de las
sombras de la habitación. Ninian había descorrido las cortinas para permitir el
ingreso del exiguo sol a través de ventanas divididas con parteluz, pero no existía luz
suficiente en el mundo para iluminar aquel desastre.
—¡Lo que hicimos no es nada que no haya hecho diez mil veces antes y no he
concebido bebé alguno!
Curiosamente, Ninian ni siquiera se perturbó ante su beligerancia.
—Si dices que es imposible luego de una sola noche... ¿Diez mil? —lo inquirió,
divertida ante aquella declaración—. Pues bien, puede que tengas razón en que es
inusual luego de una sola noche, si la luna no se hallaba en la fase correcta, pero
lamentablemente, lo estaba. No es que espere que lo creas —agregó afable.
Drogo giró sobre sus talones.
—Qué conveniente. —Podía jurar que el helecho envolvía sus hombros con una
fronda para protegerla.
Ninian ignoró aquel ácido comentario y continuó con su lista.
—Supongo que podría haberme dirigido al pueblo y seducido allí a cualquier
hombre después de que te marcharas, lo que haría poco probable que el niño
fuera tu hijo, pero, aun así, no diría que un niño es imposible.
—No puedo tener hijos —dijo Drogo de manera terminante.
Ninian no mostró compasión alguna.
—En fin, como no he estado con ningún hombre que no seas tú y
definitivamente estoy experimentando todos los síntomas de embarazo que conoce
una mujer, o has sido mal informado, o engañado, o no te esforzaste lo suficiente.
¿Diez mil veces? —repitió maravillada. Al tiempo que sacudía su cabeza, continuó—:
- 94 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
- 95 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
- 96 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
ninguna otra razón lógica para una pregunta tan ilógica. De verdad no podía creer
que la mente detrás de aquella belleza se hallara resquebrajada.
—Eres una hermosa mujer y la madre de mi hijo —explicó.
—Soy mucho menos hermosa que las damas de Sarah, y cualquier mujer puede
ser madre. Envíame a tus mujeres y yo les daré consejo acerca de las fases lunares
adecuadas. O duerme con ellas cada noche sin falta y serás padre con tanta
frecuencia como quieras.
Al tiempo que se preguntaba si aquel áspid diminuto sabía cosas que él
desconocía, si posiblemente su ocupada vida con sus constantes interrupciones que
le impedían dormir con una amante en forma regular no podría ser la posible causa
de que nunca hubiera concebido un hijo, Drogo batallaba entre la pervertida lógica
de Ninian y su propia determinación. Su determinación ganó.
—No necesito ni una esposa ni un hijo —le aseguró, aunque estaba mintiendo
respecto de esto último. Quería aquel hijo con desesperación o nunca se habría
desnucado por llegar allí. Lo concerniente a la esposa le preocupaba bastante y haría
todo lo que fuera necesario para que funcionara—. Pero el niño necesita un padre y
yo lo mantendré. Por su bien, ven conmigo a Londres y deja que los médicos
verifiquen lo que llevas. Después puedes regresar aquí.
La promesa de mantenerlo sin la amenaza de matrimonio pareció apaciguar su
resistencia. Ninian buscó su rostro.
—Me gustaría ir a Londres y ver a mi familia nuevamente, pero no puedo
quedarme, y no contraeré matrimonio contigo —le advirtió—. Si deseas lo que sea
mejor para el niño, tráeme de regreso antes de que nieve.
Ya era agosto. Bien avanzado setiembre, tanto ella como el niño correrían riesgo
con las exigencias del viaje.
Pero no importaba. Si ella estaba embarazada, él no tenía ninguna intención de
enviarla de regreso a menos que pudiera volver con ella, lo que no ocurriría hasta
que pudiera hallar tiempo entre sus obligaciones. Y eso ocurría muy poco, si ocurría.
Pero Drogo había ganado esa batalla. A cambio, ofreció los halagos que toda
mujer disfrutaba.
—Ese será tiempo suficiente para conocer mejor todos tus estados de ánimo.
Creo que la mujer seductora es la que me gusta más. —Drogo acarició su blanca
mejilla con los dedos, al tiempo que disfrutaba del contacto con la suave calidez de
su piel. Podría tenerla nuevamente en su lecho.
Ante su descaro, Ninian tomó su mano con violencia.
—Pues entonces, contrae matrimonio con una actriz —dijo con dulzura—, no
con una bruja.
Definitivamente, no podía con su lógica.
- 97 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
Capítulo 14
—Realmente debemos vaciar y ordenar la habitación para los niños, que huele a
humedad, Drogo —dijo Sarah al tiempo que el carruaje se balanceaba a través de
otro surco.
Batallando con la revolución en su estómago, Ninian le echó un vistazo al
hombre que había engendrado a la criatura dentro de ella. Lord Ives estaba tumbado
con aparente indiferencia en el asiento forrado en cuero ubicado frente a ella. Se
hallaba inclinado contra la ventana con un brazo detrás de la cabeza y uno de sus
pies enfundados en botas sobre un almohadón sobrante que se hallaba junto a él.
Sarah los acompañaba, en tanto que Lydie y Claudia habían optado por permanecer
en la seguridad de Wystan.
El conde no parecía un hombre preocupado por su virilidad o que se hallara
considerando el matrimonio con una bruja. Ni siquiera se mostraba muy interesado
en la conversación de su hermanastra. Pero Ninian había percibido su tensión ante la
mención de la "habitación para los niños" y pensó que posiblemente desconocía
algún trasfondo. La habilidad de lord Ives para ocultarle sus emociones constituía un
severo impedimento para que algún día pudieran entenderse. Distraídamente,
Ninian acarició al gatito gris que se había escondido en la canasta de comida y
consideró el problema.
Si no tenía hijos, ¿por qué contaría con una habitación para niños? Sin la
percepción de sus dones, tenía que entender el trasfondo. ¿Había amueblado aquella
habitación en la espera y había sido decepcionado?
Era lo que para ella se desprendía de aquella conversación previa. Ningún
hombre preparaba una habitación para niños sin motivo alguno. Ninian sentiría
compasión por él, si pudiera. Pero en aquel momento, todo lo que podía sentir era un
terror que le revolvía el estómago.
Tenía que hacerlo: aventurarse al mundo exterior para buscar ayuda y el
consejo de su familia, para aprender más acerca de quién y qué era, de manera que
pudiera regresar con el conocimiento que le permitiera vivir entre los habitantes de
Wystan nuevamente. Esperaba que el hecho de que su hija fuera mantenida por el
conde de Ives constituyera a cambio un beneficio adicional. Pero a pesar de sus
razonamientos, la conciencia de lo que había hecho, y de lo que estaba haciendo, le
provocaba terror.
El conde controlaba con facilidad cada aspecto de su viaje. Conocía cada
camino, cada pueblo, cada posada, y cuándo y adonde llegarían, con lo que quedaba
descartada la posibilidad de algún accidente. Con preocupación, le había ordenado al
cochero parar cada vez que Ninian sintiera náuseas. Se había detenido temprano en
- 98 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
las mejores posadas para que pudiera descansar y no le había hecho exigencia alguna
—ni siquiera que compartiera con él el lecho—. Rara vez la había contemplado de ese
modo, aunque Ninian lo sorprendió observándola más de una vez. No creía que
hubiera evidencia alguna de su condición todavía, pero él parecía decidido a detectar
los signos... o la ausencia de ellos.
Las ocasionales miradas de soslayo de Drogo despertaban nostálgicos anhelos
que era mejor mantener enterrados. A Ninian verdaderamente le habría gustado
contar con una amiga, alguien con quien compartir su desesperación y sus
esperanzas. Las intrigas de Sarah hacían que Ninian no se fiara de su amistad. No
podía esperar que un hombre ocupado como lord Ives comprendiera, o se interesara
siquiera en otra cosa que no fuera la criatura que llevaba adentro.
—¿Hemos llegado ya? —murmuró Ninian en un silencio en la conversación. El
sol había descendido en el cielo del oeste, proyectando largas sombras sobre el
camino.
Con indolente gracia, Ives se incorporó y observó a través de las cortinas.
—Oscurecerá antes de que lleguemos a la casa, pero creo que estamos a salvo a
esta hora. ¿O te sientes cansada? Conozco una posada.
Ninian sacudió la cabeza.
—Yo trataría de llegar, si no te importa. Cuanto antes lleguemos, más pronto
podré irme.
El brusco modo en el que Sarah inspiró la hizo advertir que no había sido
informada de esa cláusula en el acuerdo. Ninian elevó una ceja de manera burlona.
Drogo sacudió la cabeza levemente dirigiéndose a ella a modo de advertencia.
—Londres no es tan malo —respondió alegremente—. La alta sociedad se
hallará de regreso de sus casas de campo y habrá una ronda de bailes. No nos metas
prisa hasta que hayas visto lo que tenemos para ofrecer.
La cómplice intimidad de su mirada hizo que temblara su interior, pero arrugó
el entrecejo y volvió a contemplar la ventana. No sabía por qué protegía a Sarah de
aquel acuerdo, pero ciertamente visitar Londres durante unas semanas sería lo
suficientemente seguro. Suponía que realmente debía ver a su familia, y a su padre.
Frunciendo la nariz ante la imagen de aquella confrontación, se sumergió en el
silencio.
- 99 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
glacial cuando se le informó que debería sujetarse a la indignidad que significaba que
un hombre la examinara. Drogo pensó que tendría que sujetarla a la cama, pero le
había prometido un paseo por los jardines de recreo y una visita a la costurera a fin
de ordenar el ajuar para el bebé. Por su parte, Sarah le había dicho garantías al oído
hasta que finalmente capituló. Era verdaderamente bueno que no prefiriera oro ni
joyas, puesto que estaría en bancarrota en pocas semanas. Drogo odiaba hallarse a
merced de esta o de cualquier otra hembra impredecible.
Entonces, percibió lo que casi con seguridad era la risita de Ninian desde detrás
de la puerta. Nunca la había oído reírse así. Demonios, de hecho nunca la había oído
reír, pero ya sabía que tenía más estados de ánimo que todos sus hermanos juntos.
Justo lo que no necesitaba como esposa: un arsenal emocional.
Como esposa. Si todo salía bien. Sin deseos de enfrentar aquel obstáculo todavía,
Drogo volvió a desgastar la alfombra. ¿Era acaso una buena señal que estuviera
riéndose y no arrojándole cosas al médico a la cabeza? Supuso que en realidad no
importaba. Podía manejar cualquier idiosincrasia femenina tanto como las
maquinaciones de sus hermanos. Las personas eran personas, se tranquilizó.
Encontraría aquello que la hiciera feliz, ella se ocuparía de sus quehaceres y él podría
retornar a los suyos. Se trataría de un trastorno menor considerando otros que había
tenido que afrontar en su vida.
En el caso de que estuviera embarazada.
Maldiciéndose por esperanzarse, sin comprender por qué tenía esperanzas,
Drogó se colocó frente a la puerta tan pronto como oyó los sonidos de una salida
inminente. Inclinado con un hombro contra la pared y con los brazos cruzados, buscó
adoptar una postura despreocupada cuando el médico salió, cerrando la puerta
detrás de él.
Este último sonrió satisfecho.
—Felicidades, milord. Está a punto de ser padre.
Los pulmones de Drogo se quedaron sin aire. Su corazón se detuvo. Sus rodillas
se desplomaron. La pared era todo lo que lo mantenía erguido. Se quedó con la
mirada fija en la mano extendida del médico durante un eterno instante antes de
recuperarse y estrechársela con fervor, al tiempo que aceptaba la por demás conocida
palmada en el brazo de aquel hombre mayor que él.
Mientras contemplaba con ansiedad la puerta cerrada, Drogo dejó que el
médico encontrara la salida por sí mismo. El corazón le latía con tanta fuerza que
pensó que se le desprendería del pecho. Se ajustó el pañuelo que llevaba al cuello, se
remangó los puños de la chaqueta y abrió la puerta con cuidado.
Al verlo, Ninian estalló en un vendaval de risas.
Sarah se le unió en su carácter de obvia partícipe de la conspiración.
Contrariado, Drogo les dirigió una mirada de odio a ambas. Ninian llevaba
puesto un ligero camisón que Sarah le había prestado para la ocasión. Sus rizos
dorados caían como una cascada sobre la ropa de cama, pero no había nada aniñado
en la muchacha que se reclinaba contra las almohadas. Representaba a cada mujer
seductora que hubiera sido retratada en una obra literaria o de arte. Era dueña de
- 100 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
una mirada cómplice con la que podía ver directamente en el alma de un hombre y
de una provocativa sonrisa enmarcada por gruesos labios que le decía que era capaz
de hacer realidad todos sus secretos deseos. Asimismo, poseía unos ojos tan azules e
inocentes que podía jurar que nunca lo había llevado a su cama o desplegado sus
piernas para él.
Tuvo una visión momentánea de aquellas piernas torneadas desplegadas sobre
su lecho y casi se desvanece a causa del torrente de sangre en su ingle.
—Parece que has logrado lo que otras no pudieron —dijo con sequedad
mientras se aproximaba a la cama con recelo.
Aquello produjo otro vendaval de carcajadas.
Drogo permaneció junto al borde del lecho, contemplando a la misteriosa mujer
que se transformaría en su esposa a pesar de todas sus protestas, y se preguntó qué
demonios había hecho.
—¿Puedo escuchar cuál es la broma?
Todavía riéndose, Ninian se mordió los labios y sacudió la cabeza en señal de
que todavía no podía hablar. Dominando su paciencia, Drogo se sentó en el borde de
la inmensa cama. Tendría que cruzar las mantas para estrangularla, conjeturó. Era
más sencillo esperar.
Sarah le ofreció a Ninian un sorbo de agua y esta lo aceptó agradecida. Hipó
una sola vez, y luego, recuperó la calma. Drogo pensó que casi cualquier otra mujer
en el mundo estaría observándolo dubitativa en aquel momento, sopesando las
ventajas de sus riquezas y título y su apariencia. Sabía que el suyo no era un
semblante bonito, de esos por los que las damas se desvanecían, a menos que fuera a
causa del miedo. Sus espantosas cejas y su oscura tez resultaban suficientes para
ubicarlo más cerca de un gitano que de un conde. El marcado perfil de su nariz y los
cuadrados ángulos de su mandíbula, sin mencionar su condenada altura, le
otorgaban una apariencia temible, que había empleado de manera bastante exitosa
para asustar a sus hermanos y así, lograr que se comportaran.
Su futura esposa —que no estaba asustada en lo más mínimo— le confirió una
enorme sonrisa.
—Eso ha sido bastante edificante.
Drogo le dirigió a Sarah una mirada feroz. Esta se puso de pie rápidamente y se
pasó las manos por el vestido para quitarle las arrugas.
—Les dejo solos ahora para... que discutan la boda. —Sarah salió de la
habitación enseguida, cerrando la puerta con firmeza.
Drogo volvió sus ojos hacia Ninian, intentando que estos preguntaran lo que él
no preguntaría.
Ninian suspiró.
—¿Alguna vez sonríes?
—Todavía no has conocido a mis hermanos —respondió gravemente—. Una
sonrisa no es la reacción general ante lo que sucede en esta casa. —Entonces esperó.
Ninian hizo una mueca.
—De verdad no querrás oír el motivo de nuestras risas —le advirtió—. No te
- 101 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
- 102 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
- 103 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
Capítulo 15
- 104 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
normalidad.
Drogo dejó caer la pluma en el soporte y corrió el pestillo de la puerta. Un
caballero florido y pulcro sacó a Jarvis del medio con un empujón, gritando algo
incomprensible acerca de «hijas» y «responsabilidad». Jarvis, imperturbable, hizo
una pequeña reverencia y cerró la puerta, dejando a Drogo atrapado con el demente
lunático. Los lunáticos parecían estar de moda esos días. Se preguntó si no sería una
epidemia.
Como no tenía hijas y no podía recordar haber tenido citas irresponsables
últimamente, Drogo tan solo tomó asiento y esperó a que el viejo acabara de
despotricar. Vestido a la moda de una década atrás, las prendas del visitante estaban
un poco estropeadas. Notaba ahora que le observaba con más atención. A pesar de
estar impecablemente planchada y limpia, los botones dorados de la levita se le
habían desprendido en el extremo superior, y el pañuelo de lino al cuello era lo
suficientemente fino como para poder ver a través de él. La anticuada peluca había
perdido un rizo de un lado, provocándole un decidido aspecto irregular. Un
caballero, pero uno con dificultades económicas.
—¡Si usted no se comporta como es debido con ella, le retaré a duelo, señor! —
gritó el caballero—. Ella es mi única hija, ¡y no permitiré que un inmoral sin
principios le lleve ala ruina!
«¿Un inmoral sin principios?», Drogo sopesó esa imagen inesperada y gallarda
de sí mismo. Quizás el hombre se refería a uno de sus hermanos más apuestos. Debía
admitirlo, él no era un monje, aunque esos últimos días había limitado sus atenciones
a cortesanas y viudas y otras supuestas condesas. No estaba muy interesado en
vírgenes... Ninian.
Con un desagradable gusto en la boca para agregar a las ya retorcidas entrañas,
Drogo se levantó de la silla.
—¿Podría tener el placer de saber su nombre, señor? —le preguntó con frialdad,
esperando a un loco, pero preparándose para lo peor.
El robusto caballero se irguió por completo, una cabeza más bajo que Drogo.
—Vizconde Siddons, señor, padre de la niña de la que ha abusado y a quien ha
escondido en su casa de los horrores. Exijo compensación, señor. ¡Lo exijo, he dicho!
Estupefacto tanto por la acusación como por saber que la comadrona tenía un
padre de la alta sociedad, Drogo buscó una respuesta conciliatoria. Después de todo,
había hecho exactamente lo que el vizconde decía, aunque llamar a su vieja morada
«casa de los horrores» era ir demasiado lejos.
Antes de que le viniera a la mente una respuesta adecuada, la puerta del
escritorio se abrió en silencio. Asombrado, Drogo observó cómo Ninian se escabullía
adentro, como si él le hubiese mandado llamar, o como si la ira del padre le atrajera
hasta la planta superior de algún modo.
—Hola, padre. —Con timidez, tiró de la falda abultada con la que
aparentemente Sarah le había vestido.
«El amarillo pálido no le queda bien», decidió Drogo, pero la amplitud del
guardainfante era muy efectiva para mantenerle alejada de cualquiera de los dos
- 105 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
- 106 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
- 107 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
inmediatamente.
Mascullando, el vizconde se guardó con violencia el pañuelo otra vez en el
bolsillo y echó una maldición cuando el extremo de la costura se rompió.
—Persephone, mi esposa, era la más joven, por lo que no les importaba si ella
contraía matrimonio con un simple vizconde —explicó, menospreciándose—. Sin
embargo, Stella y Hermione... —Puso los ojos en blanco—. Stella es la duquesa de
Mainwaring. Hermione es la marquesa de Hampton. Y, en caso de que se lo esté
preguntando, ambas astutamente contrajeron matrimonio con viudos que ya tenían
sus propios herederos. Tienen media docena de hijas o más entre las dos, la última
vez que conté. Todos los embarazos que mi esposa perdió eran niñas también. —Se
veía disgustado—. No podía ser menos que honesto con usted al respecto.
¡Una marquesa y una duquesa! Drogo se desplomó contra el respaldo de la silla
y gruñó mentalmente, todos las elucubraciones de mantener a Ninian como amante
explotando como el temperamento de David. Se había acostado con una simplona
vestida de campesina y había adquirido una familia más poderosa que la suya
propia. Los pequeños asuntos de la familia compuesta solo de mujeres, o de la
demencia, o incluso de la brujería, no se comparaban en lo más mínimo con la
importancia de una duquesa y una marquesa. Él podía cuidar de sí mismo, pero la
reputación de su familia era precaria, en el mejor de los casos. No destruiría ninguna
posibilidad que tuvieran los hermanos para hacerse de un lugar propio en el mundo
al crearse poderosos enemigos.
—¿Qué demonios hacía ella viviendo como una campesina en Wystan? —exigió
saber, ante la ausencia de algo más racional que decir mientras luchaba contra un
mundo patas arriba.
El vizconde se encogió de hombros.
—Ella es una mujer Maícolm y heredera de la vieja hombruna. Pregúnteles a
ellas.
Drogo se rindió ante la lucha. Había perdido toda posibilidad aunque en un
mes desposara a Ninian o no. Había arruinado una flor de la aristocracia y sabía cuál
era la pena, incluso si sus intenciones fueran contraer matrimonio con ella o no. Se
ocuparía de cómo decírselo luego, cuando la mente dejara de gritarle. Mordió con
fuerza un dulce de la gaveta del escritorio.
—Solicitaré la licencia en la mañana. —Drogo se obligó a hablar con calma—.
La desposaré en cuatro semanas, para que Ninian tenga tiempo de preparar el ajuar
de novia. Me agradará poder discutir las condiciones del acuerdo.
El vizconde Siddons se iluminó.
También podría hacer las paces con el posible suegro. El vizconde podría ser el
único aliado que encontraría en un matrimonio con una novia mal dispuesta que
provenía de un matriarcado que contenía una duquesa y una marquesa.
«Con razón Siddons nunca había tenido dinero», concluyó Drogo cuando
caminaba por los oscuros pasillos hacia su habitación más tarde esa noche. El hombre
no reconocía algo valuable cuando lo veía, y no podía llevar adelante un regateo para
salvarse la vida. El único interés del vizconde había sido obtener la cantidad de
- 108 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
- 109 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
—Si te bajas de ahí y corres las cortinas, encenderé esto, y no tendrás neblina
aquí adentro.
Ella se cruzó de brazos y no se movió.
—No necesito luz para saber qué hay aquí. ¿Mi padre te ha convencido ya de
que soy una mujer arruinada y debes contraer matrimonio conmigo y entregarle a él
todos mis fondos?
—Tu padre no puede convencer a un gato de beber leche —observó, con
sarcasmo, al tiempo que un gatito se bajó de una silla de un salto para enroscarse
alrededor de sus tobillos—. Hemos enviado a alguien en busca del abogado de tu
abuela para determinar la legalidad del fideicomiso. No tienes por qué preocuparte.
El dinero seguirá siendo tuyo, sin importar lo que decidamos. No lo necesito.
Con la mirada fija en las curvas voluptuosas dibujadas contra la ventana, Drogo
la deseó con una urgencia tan potente que estuvo a punto de atravesar la habitación
y arrastrarla de donde estaba. Si tenía que contraer matrimonio con ella de todos
modos, ¿qué diferencia había si llevaba su hijo o no?
Porque ella sabía tan bien como él mismo que nunca confiaría en Ninian fuera
del alcance de su vista hasta que supiese con seguridad que llevaba su semilla, y eso
podía significar mantenerle prisionera por siempre allí si se acostaba con ella ahora.
Ya le había perjudicado lo suficiente.
Ninian bajó de la silla por voluntad propia. Apenas podía discernir la figura de
la mujer contra la debilitada luz de la luna, pero estaba redonda en todas las partes
que deseaba, curvada en todos los lugares que quería sujetar. Como una diosa
pagana de la fertilidad, exudaba sensualidad, y él se sentía atraído por ella como un
hombre condenado por la libertad.
—¿Debo confiar en tu palabra como tú confías en la mía? —preguntó ella, con
dulzura.
Ella le tenía allí. No encendió la vela, pero admiraba el brillo trémulo de un rizo
dorado.
—Aprenderemos. Soy un hombre paciente.
Ella rio suavemente; una brisa de hada más que un sonido humano.
—Eres un hombre testarudo. Quizás no pueda leerte como leo a otros, pero eso
lo tengo claro.
Sería su esposa. No sabía qué debía esperar de una. Ciertamente no sabía qué
esperar de una tan tocada como esa. En un instante, brillaba con la seducción bañada
en luz de luna; al segundo siguiente, le molestaba como una niña. Había visto sus
lágrimas y había oído su risa. Con cautela, permaneció donde estaba.
—He notado que cumplo mejor mis objetivos cuando no cedo ni un centímetro
—admitió él.
—Parece que has continuado con testarudez con los intentos hasta que
encontraste a la mujer adecuada —admitió ella. Estaba de pie, al alcance de su mano,
tentándole—. Sí, serás padre el año próximo, lo prometo. Pero eso no cambia nada.
Sigo siendo bruja, y mi lugar está en Wystan. Debo regresar.
—Una cosa después de otra, hija de la luna —contestó con tono grave,
- 110 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
- 111 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
Capítulo 16
- 112 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
Supuso que sería más joven que ella, pero aun así, era un animal macho muy
vigoroso.
Extendió la mano con la maqueta a escala de una mansión palladiana.
—Es tan adorable...
Él tomó la maqueta y la llevó bajo la débil luz que entraba por la ventana.
—Son muy fáciles de hacer. La mayoría son copias. Quiero diseñar edificios
propios. —Como si se hubiera dado cuenta de su propia descortesía, bajó la mano
que sostenía el modelo—. Soy Joseph, el mayor de los hermanos bastardos.
Ninian parpadeó de sorpresa ante tan rotunda presentación. Comenzaba a creer
que el peligro de los hombres Ives era su poder para transformar a las mujeres
Malcolm en títeres atónitos. Asintió con indecisión en expresión de saludo.
—Soy Ninian Siddons. —No se atrevió a presentarse como una bruja, aunque el
valor de la sorpresa parecía relevante.
—Lo sé. Sarah nos lo ha dicho. —Colocó el modelo sobre una mesa—. Las
mujeres no duran mucho en esta familia. Mi madre se niega a vivir aquí. La madre
de Drogo se marchó hace mucho tiempo.
El expresivo gesto de Ninian asimiló la lúgubre habitación y una planta
moribunda en una maceta.
—No puedo imaginarme por qué. Creí que el arpa con las teclas de clavicordio
era muy ingenioso, y estoy segura de que el artilugio en la sala tiene un uso
excelente.
Joseph luchó contra una incipiente sonrisa al recorrer el lugar con la mirada y
ver el caos de modelos de juguete que transformaba a los sofás y a las sillas en algo
inútil.
—Ewen quería aumentar el sonido del arpa y William creyó que podía acelerar
el proceso de servir las comidas con el artefacto. Prefiero construir objetos que
destruirlos.
Ella asintió con un movimiento de cabeza, como si le comprendiera por
completo.
—Una excelente filosofía, estoy segura, dado el estado de los objetos por aquí.
—No recordaba que Sarah hubiera mencionado a ningún William, pero si todos los
hermanos eran así de imaginativos, quizás uno de ellos podría echar un poco de luz
al dilema del arroyo sucio—. ¿William? —preguntó.
Avergonzado, Joseph se encogió de hombros.
—Hum, nuestro hermanastro por el lado de la lechera.
Ninian pensó que esa información era más de lo que necesitaba saber y cambió
de tema.
—¿Hay sirvientes o alguien los está construyendo también?
—Drogo amenazó con repudiar al próximo de nosotros que intentara hacer un
sirviente mejor. En general, se mantienen alejados de nosotros. ¿Juegas a las cartas?
- 113 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
Levantó la vista de las cartas. Estaba intentando aprender a jugar al piquet bajo
las instrucciones de Joseph, quien tenía un método insólito para contar las cartas que
ella no creía muy justo. Ladeó la cabeza y escuchó la tormenta emocional que
bramaba su tía por el pasillo. Podría aprender a vivir con el rugir de las masas de
Londres en las calles, pero las tempestuosas individualidades como su tía aún
lograban destrozarle la serenidad.
—En fin, ¿siempre se oye como un hacha de batalla chorreando cariño, o se
reserva esa voz para sobrinas errantes? —preguntó Joseph, recogiendo las ganancias.
Estaban jugando con los dulces de Drogo, ya que ninguno de ellos tenía monedas.
—¿Cómo sabes quién es ella? —exigió saber Ninian. La perspicacia del
hermanastro de Drogo le hizo preguntarse si no sería él también un poco brujo o
hechicero.
Joseph rio burlonamente.
—Espío. —Le guiñó un ojo, y un grueso y negro rizo le cayó sobre la frente.
Ella le dio una patada en el tobillo por debajo de la mesa cuando la duquesa de
Mainwaring entró presurosa por las puertas abiertas del salón. En esos últimos tres
días, había conocido a tres de los hermanastros de Drogo, y comprendía bien la
necesidad que él tenía de permanecer en Londres para mantener a todos ellos bajo
siete llaves.
—¡Ahí estás, Ninian, querida!
Ninian se levantó de la mesa y se dejó engullir por la dulce seda empolvada que
hacía frufrú cuando la duquesa la abrazó y le besó en ambas mejillas.
—Qué agradable es verte, tía Stella. —Tosió cuando varios kilos de polvo
salieron disparados al aire entre las dos. Aparentemente, la tía había decidido tomar
por asalto los baluartes con todo el equipamiento de guerra completo: peluca
empolvada, mejillas empolvadas, y seda empolvada, todo apestaba a los caros
perfumes Malcolm—. ¿Cómo sabías que me encontrarías aquí?
—Me lo dijo un pajarito, por supuesto. —La tía trinó con una risotada falsa,
echó una mirada asesina a Joseph, quien estaba sentado observándolo todo con una
enorme sonrisa. Luego, dio un tironcito al codo de Ninian—. Ven conmigo, tengamos
una pequeña charla de mujeres. ¿Dónde está tu habitación?
Como si Ninian siempre hubiera tenido habitaciones propias. Suspiró y se
encogió de hombros en dirección a Joseph y salió llevando la delantera por el pasillo
hacia la habitación. Sarah estaba afuera, de visitas, y Drogo estaba donde el abogado
con el padre de ella, otra vez. Supuso que la tía Stella había utilizado sus "dones"
para planificar esa visita para un momento en que la sobrina no tuviera quien la
defendiera. Stella no leía mentes precisamente, sino que sabía qué estaba haciendo
todo el mundo y cuándo. Era una característica que eludía a Ninian.
Con la rigurosidad de un general en un campo de batalla, la tía recorrió toda la
habitación que le habían asignado a su sobrina. Asintió con un movimiento de
cabeza, aprobando el pequeño fuego que ardía en la chimenea, enarcó una ceja al ver
los tapices de satén dorados de la enorme cama, y revisó la puerta contigua que daba
al vestidor de Ninian, y la que llevaba a la siguiente alcoba.
- 114 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
- 115 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
- 116 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
- 117 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
Ninian no le temía al lecho matrimonial. ¿Era eso cimiento suficiente como para
basar un matrimonio? Ambos, Drogo y su tía, parecían creerlo.
—Soy una sanadora, no una condesa —dijo ella por encima de la presente
discusión, deteniendo a Drogo y a la tía a mitad de la palabra.
Drogo le vio esa expresión condescendiente que ella sabía que tendría que
quitarle del rostro tarde o temprano.
—El título es solo una palabra —le tranquilizó—. Lo más importante es que
serás mi esposa y la madre de mi bebé.
Ninian giró hacia la tía.
—Si contraigo matrimonio con él, será mi esposo y será un Ives. Tendrás que
aceptarle a él y a su familia como son, a pesar de la leyenda. ¿Crees que la familia
podrá hacerlo?
Stella apretó los labios.
—No durará. Ningún matrimonio Ives dura. Y ninguna Malcolm podría tolerar
a un Ives durante mucho tiempo. Es solo mérito de tu considerable talento que
vosotros dos os hayáis juntado sin matarse el uno al otro. Pero el bebé debe tener un
nombre.
La mano de Drogo se tensó sobre el hombro de ella. Ninian no podía leer las
emociones de él como lo hacía con otros, pero podía darse cuenta por la manera en
que la tocaba que estaba agitado por las palabras de la tía. Suponía que tenía derecho
a estarlo. Buscó en la impasible expresión del hombre.
—¿Estás seguro de que esto es lo que quieres hacer?
Por un momento advirtió que la mirada de Drogo se suavizó cuando la miró.
—Creo que nos llevaremos bien. Somos dos personas inteligentes, capaces de
discutir los problemas en lugar de que nos alteren.
Esas no eran las palabras más tranquilizadoras que había escuchado. Se había
pasado más de la mitad de la vida conteniendo su naturaleza volátil para no asustar
a los aldeanos. Creía que podría seguir haciéndolo, por el bien del bebé. Solo que no
estaba segura de que lo quisiera hacer por el bien de Drogo.
—Pues bien, está decidido —anunció Stella, como si esa admisión sellara el
asunto—. Recomiendo St. John. Han tenido experiencia con las ceremonias Malcolm.
Yo me encargaré de eso. Si planeáis tomar aquí el ágape, será mejor que contrate más
sirvientes. El vestidor de entrada es un escándalo y la sala no está mucho mejor.
Ninian ha sido criada para encargarse de asuntos más importantes que tratar con la
servidumbre.
Ninian comenzaba a reconocer el humor seco en la vocecita crispada de Drogo
al aceptar las órdenes de Stella.
—Veré que así sea, Su Majestad.
Ninian no se molestó en acompañar a su tía hasta la puerta. Con los dedos aún
entrelazados con fuerza, miró fijamente el fuego, esperando que Drogo se fuera de la
habitación. No lo hizo.
Después de cerrar la puerta tras la tía, se sentó en la silla que Stella había
abandonado. Estiró sus largas piernas cruzando el espacio entre ellos, moviendo la
- 118 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
- 119 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
Todo lo que tenía que hacer era ir en contra de todo lo que sabía, como ya lo
había hecho, con tales desastrosos resultados.
Quizás era para mejor. La gente en Wystan ya no la quería ni la necesitaba.
Tenía una obligación con el bebé que llevaba en el vientre, y no podía castigar al
hombre ante ella por lo que había sucedido en el pasado. Tal vez, lo peor ya había
quedado atrás, y era hora de mirar hacia adelante, de explorar el mundo más allá de
lo que su abuela había conocido. Sin mirarle, agachó la cabeza en señal de rendición.
—No parezco tener mucha opción, milord. Intentaré ser como dices.
Él le cogió de la mano y se la besó, y Ninian conoció la emoción de la excitación
física. Contraerían matrimonio, y ella volvería a compartir la cama con él.
De algún modo, tendría que aprender a ser honesta con ella misma en un
mundo que no reconocía sus talentos.
- 120 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
Capítulo 17
- 121 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
- 122 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
mirada vacía cuando este cayó al suelo. Estaba bastante seguro de que había habido
una mesa allí esa mañana.
Se encogió de hombros, dejó el sombrero donde había caído y caminó con
grandes pasos hacia el escritorio, donde guardaba un decantador de brandy. A un
hombre se le permitía una copa al caer la noche. Prácticamente, era un requisito
social. Solo que no se sentía muy sociable en ese momento.
Cuando entró en el escritorio, se detuvo sorprendido al ver a Dunstan mirando
fijamente una planta en una maceta que milagrosamente había comenzado a echar
hojas nuevas en las pasadas semanas. Drogo no estaba seguro siquiera de por qué la
planta estaba frente a su ventana ni quién la había colocado allí en primer lugar.
Había sido un depósito de cenizas de cigarro y sobras de brandy en un rincón oscuro
de la habitación desde que tenía uso de razón.
—Está creciendo —dijo Dunstan como saludo, sin girar para observar quién
había ingresado a la habitación. La evidencia de que ese hermano no pasaba el
tiempo detrás de un escritorio se veía en los ondulantes y gruesos músculos de la
amplia espalda y de los hombros que estiraban las costuras de una chaqueta pasada
de moda unas tres temporadas.
Drogo sacó el decantador del escondite, notó que el nivel estaba cinco
centímetros más bajo de lo que debería y se encogió de hombros.
—Acostúmbrate —le contestó con tono cortante—. Las cosas cambian cuando
llega una mujer. Tú estás casado. Dame alguna pista.
Dunstan resopló con descortesía al girar y servirse otra copa. Enmarañados y
sin estilo, los negros mechones lacios confirmaban la conexión con el lado legítimo de
la familia. Todos sus hermanastros menores poseían los rizos de su madre Ann.
—He vivido con nuestra madre toda mi vida. Y estoy mucho más
acostumbrado de lo que tú estarás jamás. Sin embargo, ni siquiera nuestra madre
podía hacer crecer las plantas en una mazmorra como esta.
Drogo se desplomó sobre la silla del escritorio y dio un sorbo apreciativo del
licor, mirando a su hermano al hacerlo. Dunstan nunca iba a Londres... si podía
evitarlo. El hermano había crecido con las costumbres del campo y detestaba la falsa
cortesía de la sociedad. Vivía para la propiedad, las ovejas, las vacas y otras molestias
animales.
—Pues bien, ¿has venido entonces a ver si has sido desheredado?
El amplio entrecejo de Dunstan se arrugó al pensar.
—Podría pelear por eso en la corte, supongo. Solo tienes la palabra de Sarah de
que ese bebé es tuyo, y todo el mundo sabe que Sarah está non compos mentis.
—Bueno, al menos uno de nosotros sacó algo de provecho de la educación. —
Drogo dio un trago más profundo y observó la próspera planta con sospecha—.
Sarah no es una lunática total. Se libró de las pesadas manos de la madre al acoger a
Ninian.
—Si quieres tomarle la palabra. —Dunstan se dejó caer sobre una pesada silla
de cuero y echó la cabeza hacia atrás al tragar el brandy—. Aun así, lucharé.
Sin verse perturbado, Drogo tomó un abrecartas y dio unos golpecitos sobre el
- 123 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
- 124 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
con tristeza—. No tienes idea de cómo las esposas pueden convertir tu paz en un
infierno. La tuya probablemente quiera la propiedad del campo, una casa nueva en la
ciudad y un guardarropa adecuado para una reina. No quedará nada para el resto de
nosotros.
Los labios de Drogo se retorcieron de mala gana ante tal observación.
—Ninian querrá que reconstruya Wystan, reencauce un río y vista a la mitad de
la campiña, pero no me pedirá nada para ella misma. —No había pensado mucho en
eso hasta ese momento, pero reconoció la verdad a medida que la iba diciendo. A
diferencia del resto de su demandante familia, Ninian no pedía nada frívolo. No
estaba completamente seguro de cómo lidiar con eso.
—Te estás engañando a ti mismo si crees que las cosas seguirán siempre así —le
advirtió Dunstan—. Son toda dulzura y luz antes de atraparte con sus garras. Una
vez que has picado el anzuelo, se convierten en viejas brujas.
Teniendo en cuenta lo que sabía acerca de los vigorosos poderes de las tías de
Ninian, Drogo podía anticipar que eso sucedería, pero no podía acabar de creerlo. Se
moría por ir a la planta superior, a la habitación de Ninian, en ese mismo instante,
escuchar la inocente descripción de las actividades diarias, y relajarse en el placer de
su voz tranquilizadora. Podía sanar con esa voz. No necesitaba hierbas y ni pociones
mágicas. En cierto modo, le agradaba esa singularidad de que no veía nada malo en
que él ingresara a su habitación cada vez que así lo desease. Y las observaciones
acerca de la vida en la ciudad no solo eran astutas, sino que representaban una
perspectiva completamente nueva para él.
—No creo que «vieja bruja» sea una descripción precisa de ella.
—Entonces probablemente sea una descerebrada como Sarah. Entre ambas, te
volverán loco.
Sin sorprenderse, Drogo notó que la puerta se abría y supo quién era incluso
antes de que entrara. Ninian tenía la extraña costumbre de aparecerse cada vez que
pensaba en ella. Pero, claro, se pasaba mucho tiempo pensando en ella últimamente.
Llevaba puesto un bonito vestido de lana color lavanda que era diferente a
todos los vestidos que había visto en las señoras, pero considerablemente más
seductor que el traje de campesina que había adoptado en Wystan. Podría él
cuestionar su salud mental y la de ella por continuar con esa relación, pero no podía
poner en duda su atracción por Ninian, en absoluto. Parecía un ángel que acababa de
caer del cielo, pero un ángel con un toque de lujuria que le hacía la boca agua al
pensar en la noche de bodas.
—Hola, querida. Ven a conocer a mi heredero, Dunstan. Cree que ambos
estamos locos.
—Todos los hombres Ives estáis locos —acordó ella solemnemente,
adentrándose en la habitación.
Drogo se mordió para no reírse de esa réplica, y un calor exquisito le recorrió el
cuerpo cuando ella le tocó el hombro, derritiéndole la sonrisa. ¿Cómo demonios hizo
eso?
Aparentemente ajena al efecto que provocaba, extendió la mano hacia Dunstan.
- 125 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
Drogo enarcó las cejas cuando su hermano de hecho se puso de pie y se inclinó hacia
ella. Dunstan podía ser grosero, ordinario y burdo cuando quería, pero al parecer, no
estaba lo suficientemente ebrio como para insultar a la próxima condesa de Ives.
—Tú no eres como Drogo —dijo ella, asombrada—. Irradias dolor e ira y... —
Arrugó la nariz y pensó—. ¿Amor no correspondido? ¿Es posible? Esta ciudad vibra
con tantas emociones que es difícil desenmarañarlo todo.
Dunstan enarcó una inquisitiva ceja hacia Drogo.
El hermano se encogió de hombros.
—Está intentando convencerme de que está trastornada para que le envíe de
regreso a su casa.
—Soy bruja, no lunática —contestó Ninian con tono gentil, dándole un
golpecito en el hombro sin dejar de mirar a Dunstan—. Drogo no cree nada de lo que
le digo, por lo que no creas que revelaré tus secretos. Me agradaría conocer a tu
esposa en algún momento. Tengo la sensación de que las pocas mujeres de esta
familia en verdad deben conocerse mejor entre ellas.
Dunstan permaneció de pie ya que Ninian no tomó asiento.
—Ama cualquier excusa para venir a la ciudad. La traeré para la boda.
—Bien. —En apariencia satisfecha, concentró la mirada en Drogo—. Ofrécele a
tu hermano una habitación para pasar la noche. Haré que le preparen un baño
caliente y comida.
Drogo se reclinó hacia atrás y le sostuvo la mirada. Le encantaba la manera en
que podía atraer toda su atención.
—¿Qué le ha pasado a la mesa del salón?
—La tía Stella dijo que debíamos poner este lugar presentable, así que Sarah ha
ordenado que se llevaran todas las piezas viejas. Pensé que sería más fácil limpiar
antes de que trajeran las nuevas. Joseph tiene buen ojo para el diseño, por lo que ha
elegido algunas cosas.
—La vieja mesa no tenía nada de malo —dijo él, con suavidad, más curioso que
perturbado por esa reorganización de su vivienda—. Y lo más probable es que
Joseph escoja algo con más arcos y frontispicios y estatuas que el palacio de
Westminster.
—De hecho, recomendó un ama de llaves. —Ninian dio unos golpecitos más en
el hombro de Drogo, hizo una reverencia hacia Dunstan y se deslizó fuera de la
habitación.
Volviendo a derrumbarse sobre la silla, Dunstan se veía como si hubiera sido
golpeado por un ladrillo en la cabeza.
—¿Una bruja? —dijo entre dientes—. Dios mío, se ve como Venus. Una pena
que tenga gusanos en la azotea. —Se detuvo y pensó en ello un minuto—. Supongo
que es la única forma de que una mujer pueda sobrevivir en esta familia.
Drogo juntó las yemas de los dedos y observó a su hermano con frialdad.
—Creo que será mejor que vayas a la habitación que ella te ha ofrecido. Yo te
habría echado a la calle.
Dunstan dejó que el comentario le resbalara.
- 126 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
- 127 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
Capítulo 18
Septiembre.
- 128 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
- 129 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
—No puedo rechazarte —le contestó, simplemente—. Los lazos son muy
fuertes.
Ella le confirmó lo que le había dicho el instinto, a pesar de que no comprendía
ni las palabras ni el sentimiento. En ese momento, solo sabía que tenía los brazos
llenos de una mujer deliciosa, con dulce aroma, suave y deseable, y a la que había
estado esperando durante cuatro meses. Tiró del vestido hacia abajo y le levantó en
brazos al tiempo que las prendas formaron un charco en el suelo, luego la llevó hasta
la cama.
—Ni esta noche, ni ninguna otra —juró él, a ella, a él mismo, a los poderes
existentes. No perdería a esa mujer como su padre había perdido la suya.
—Ninguna noche hasta que regrese a Wystan —le prometió con cautela.
Ignoró la corrección. A pesar de sus deseos anteriores, no tenía razones para
regresar al páramo infértil de Wystan en un futuro cercano, y no le permitiría ir sin
él. Le colocó en la mitad de la alta cama y le separó las piernas de manera que pudo
erguirse entre ellas.
Ninian levantó la vista y le miró como si él fuera todos los dioses del mundo.
Excitado hasta sentirse a punto de explotar por el poder que ella le otorgaba, Drogo
le ofreció placer antes de buscar el propio, lamiéndole los pechos hasta que se
retorció por la necesidad, masajeándole cuando se arqueó contra la mano,
penetrándole con los dedos hasta más allá de la primera cima, hasta que convulsionó
por la presión. Solo entonces se abrió la bata y reclamó el exquisito placer de
penetrarle.
Ninian gritó por la repentina presión. Los músculos se le estrecharon alrededor
de la invasión, luego se derritieron debajo el fuego líquido de la penetración. El
cuerpo ya no era suyo sino de él, contrayéndose ante sus órdenes, abriéndose con las
zambullidas, levantándose con espasmos a su ritmo hasta que ya no fue ella misma,
sino una parte de él. Durante un momento, esta pérdida de sí misma la asustó. Pero
luego, notó que no solo sentía la parte masculina de él que la poseía, sino todo él —la
esencia que le escondía, el corazón que le latía en la sangre, la pasión que le
impulsaba—; entonces, el alma le cantó de felicidad. Sin reparos, le siguió hasta la
cima más alta y más allá.
La sensación de caída libre al flotar de regreso fue aterradora, pero Drogo la
sostuvo cerca de sí, enroscándole las piernas alrededor de su cadera y luchando por
permanecer junto a ella hasta que hubo aterrizado, como si comprendiera que ella
necesitaba esa base. Solo que, al regresar los dos a la tierra, perdió la conexión que
momentáneamente les había unido. Ninian extrañó la ardiente pasión que él
escondía con fría reserva.
Físicamente, permaneció colocado en su interior, conmocionado una vez más
incluso al inclinarse hacia adelante para plantarle besos suaves en la mejilla y
juguetear con los pechos, lleno de deseo.
—Creo que te mantendré cerca, hija de la luna —le susurró con tanta suavidad
que ella casi ni le escuchó—. Te querré a cada hora del día.
La propuesta se oía extremadamente agradable. Sintiendo demasiada languidez
- 130 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
como para discutírsela, Ninian deslizó los brazos alrededor del cuello del hombre.
—Qué bien que solo podamos hacer un bebé a la vez —murmuró al tiempo que
las manos mágicas de Drogo creaban ondas de sensación que iban desde los pechos
hasta el vientre.
—Entonces supongo que debemos hacer el amor, en cambio.
Y así lo hizo, con una rapidez que la dejó jadeando.
Más tarde, estaba ella recostada entre sus brazos y se preguntaba una vez más
qué había hecho. Un tiempo atrás, había sido una mujer libre, sin conocer lo que era
sentirse dominada por otra persona. Luego, había experimentado con la tentación y
caído en los lazos de ese hombre, por muy sedosos que fuesen. Ahora llevaba su hijo
en el vientre y había acordado llevar su apellido; y de una manera que no podía
precisar, él le reclamaba. Era el orden natural de las cosas, suponía Ninian, pero no
comprendía el dominio que él ejercía. ¿Cómo era posible que con solo tocarle, ella ya
se rindiera ante sus deseos? Parecía más algo mágico que natural. No había
bromeado antes: no podía rechazarle. No eran buenas noticias para su escape en caso
de que él le prohibiese hacer lo que ella creyese mejor.
¿Cómo podía ser honesta consigo misma sí formaba parte de él? No quería ser
controlada como Drogo lo hacía con el resto de su indisciplinada familia.
—Te he comprado un regalo de bodas —le susurró al oído, despertándole del
ensueño al acariciar con la mano dulcemente sobre el lugar donde crecía el bebé.
—Ya veo —contestó ella con suavidad, acercándose a la creciente excitación de
Drogo. Él rio, un extraño sonido que no escuchaba muy a menudo. Le agradaba la
manera en que le retumbaba en el pecho y en la garganta.
—No me refería a eso, aunque eres bienvenida. —Se irguió sobre un codo y
estiró la mano hasta la mesilla de noche—. No es lo mismo que unas joyas, pero
pensé que te agradaría más.
Sorprendida, aceptó un gran libro forrado en cuero que olía a humedad.
Estornudó y se preguntó, al tiempo que ondulaba los bordes de las páginas en la
oscuridad, si su marido no sería tan raro como el resto de la familia.
—Es el diario íntimo de una señora Malcolm —explicó él—. Lo encontré en los
estantes de la biblioteca el otro día. Está escrito en latín y la letra es difícil de
entender, por lo que dudo que haya sido leído jamás.
Con respeto, acarició la cubierta ahora que sabía lo que era. El obsequio era aún
más dulce porque él había reconocido cuánto significaría para ella.
—Las mujeres Malcolm no se desprenden de sus libros con tanta facilidad.
¿Cómo acabó este aquí? He leído los pocos que tenemos. Siempre están en latín.
Drogo permaneció en silencio durante un momento y luego, le volvió a
sorprender.
—Eres mucho más inteligente de lo que le permites saber a la gente. ¿Por qué te
empeñas en creer en tonterías supersticiosas?
—¿Quién puede distinguir entre la superstición y la verdad? —Abrazó el libro
contra el pecho y luchó por encontrar las palabras para lograr que él pudiera
entenderlo. De repente, fue importante que ese hombre que tomaría como esposo
- 131 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
comprendiera quién y qué era ella—. Engendramos un bebé en una noche. ¿No es
eso una clase de magia?
Drogo se sentó apoyado sobre los cojines y le acunó contra el hombro,
acariciándole el cabello. Nunca contestaba sin pensar cuidadosamente la respuesta,
pero ella deseaba poder seguirle el hilo del pensamiento en ese momento.
—Como has dicho, lo que hicimos engendra bebés —dijo lentamente—, pero
supongo que, si quieres llamar magia al éxito de las manipulaciones de Sarah,
entonces fue mágico que nos descubriéramos el uno al otro.
Ninian debería haberse sentido satisfecha con aquello, pero no fue así. Sabía
que él no aceptaba por completo lo que significaba para ella ser una Malcolm.
—¿Es tan difícil de creer que tengo poderes que otros no tienen?
Le besó la frente y le acarició el lugar donde estaba tendido su bebé.
—Serás mi esposa, condesa de Ives, madre de mi hijo. ¿No es suficiente?
—No. Decir eso y decir que soy tu mesa o tu silla es lo mismo. Ser una posesión
no tiene sentido. Debo ser quien soy, y soy la sanadora Malcolm, lo primero de todo.
Si no puedes aceptar esto, entonces será mejor que reconsideres nuestro matrimonio
antes de que sea demasiado tarde.
—Ya es demasiado tarde. —Le quitó el libro y lo dejó a un lado—. Puedes
ponerte el nombre que quieras, pero la gente te llamará condesa. No es un puesto
fácil de cubrir. —La mano acarició más arriba, llenándola con la suave carne. —Haré
lo que pueda para ayudar, pero como he dicho, no estaba preparado para tener una
esposa. Aprenderemos juntos.
Cuando él la besó y la llevó a la rendición una vez más, Ninian recordó por qué
había caído en la esclavitud de ese hombre. No solo poseía las tentaciones del diablo,
sino que tenía una mente abierta que no la excluía como lo habían hecho tantos otros.
Ella podía aceptar eso, por ahora, como su cuerpo le aceptaba a él.
En el asiento del carruaje opuesto a Ninian, el futuro esposo miró con el ceño
fruncido a la incipiente muchedumbre que se acumulaba frente a la escalinata de la
iglesia. Drogo no era un hombre apuesto, ni siquiera era lo que uno podría decir
elegante. Ella pensaba en esas palabras demasiado cercanas a «bonito» para describir
al conde de Ives. Drogo era mucho más llamativo y sin duda más aristocrático que
bonito, y el ceño era lo suficientemente feroz como para espantar a los cuervos de la
Torre de Londres. Sin embargo, ya no tenía el poder de arrojarle a ningún estado de
terror.
—Están todos aquí —se quejó—. Nunca creí que les vería a todos ellos juntos
bajo el mismo techo.
—No están bajo ningún techo todavía, para ser más precisos. —Ninian se
inclinó hacia adelante para mirar por la ventanilla. La calle parecía estar alineada con
carruajes. Las bodas no estaban precisamente de moda. Eran simples procedimientos
legales para unir los enredos de familias y fortunas. Ellos habían enviado anuncios
de boda, pero no habían anticipado esa clase de concurrencia. Varios de los carruajes
- 132 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
tenían penachos pintados en las puertas. Sus tías—. ¿Te importaría posponer esto
para otro día? —le preguntó, nerviosa. Si las tías estaban allí también...
Le dedicó la infame arruga del entrecejo.
—Ni aunque me amenazaran con la pena de muerte. Acabaremos con esto de
una vez, y luego, nos dejarán en paz.
Ninian tenía serias dudas al respecto mientras el lacayo abría la puerta y Drogo
bajaba para ayudarle a salir. La neblina de la mañana apenas se había levantado
sobre el sol de setiembre, y una fresca brisa le tironeó de la capa. Seguramente, las
tías y las primas habían buscado refugio dentro de la iglesia.
—Quizás deba advertirte —comenzó a decir ella, antes de que una oleada de
emociones le cayera encima con tanta fuerza que casi se tropieza. Estaba aprendiendo
a manejar los efectos de su don en la ciudad, pero el tumulto que ahora sufría era
más potente que los esparcidos sentimientos de los transeúntes. Eso estaba dirigido a
ella como a cualquier otra persona.
Se aferró al brazo de Drogo y levantó la vista para encontrarse con los ojos
oscuros de un hombre más alto y más viejo que Drogo. No le había visto nunca. Él le
hizo una reverencia con un movimiento de cabeza cuando ella le miró. Desde el
fondo de la muchedumbre, simplemente entró en la iglesia y desapareció una vez
que la hubo visto. Como todos los hermanos estaban gritándole a la vez para captar
su atención, Drogo no parecía haberse dado cuenta de nada.
Ninian recorrió con la mirada la multitud de hombres Ives de ansiosos ojos y
cabello oscuros, preguntándose cómo lograría encajar en esa tumultuosa prole
alguna vez. Dunstan reclinó los hombros de labrador contra el muro de piedra de
lacatedral al inhalar una última calada del cigarro y observarla con cautela. Joseph
introdujo las manos en los bolsillos y le ofreció un tímido encogimiento de hombros.
Varios primos y críos diversos clamaban por la atención de Drogo, o simplemente
daban vueltas sin cesar.
—¡Al demonio con vosotros! —gritó Drogo, sacudiéndose manos de la manga
aplastada de la chaqueta—. ¿Tenéis miedo de enfrentaros a las mujeres, por eso
permanecéis aquí afuera? Para adentro, donde deben estar.
—¿Has visto a esas mujeres? —clamó uno de ellos—. Son todas rubias como tu
novia, con las narices elevadas medio camino al techo.
Ninian rio tontamente. Pensó que el que hablaba era el hermanastro más joven
de Drogo, Paul. No podía tener mucho más de dieciséis años y estar recién salido del
instituto. La cabeza comenzaba a girarle como una peonza al ver a las mujeres. Las
primas la habrían tenido girando en círculos.
—¿Has visto lo que le han hecho a la iglesia? —gritó Joseph por encima del
resto, con los ojos danzando de curiosidad y alegría—. ¡Tienen árboles!
Ninian se estremeció cuando todos los ojos oscuros giraron inquisidores hacia
ella. Se aclaró la garganta.
—Las Malcolm usualmente contraemos matrimonio en el bosque. Mis tías se
han adaptado a los tiempos que corren.
—¿Hay algo más que deba saber antes de que entremos? —preguntó Drogo con
- 133 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
- 134 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
rostros oscuros, chaquetones sombríos y cómplices ojos negros se giraron para mirar.
Tenía la horrible sensación de que estaban a punto de aventurarse donde los ángeles
temían poner un pie.
—Pues bien —dijo ella al examinar la multitud—, al menos mis tíos y sus críos
no están aquí. Parece que consideran que este es un evento puramente Malcolm, que
no es digno de su exaltada atención. —Arrugó la nariz—. Pero creo que ese es mi
padre hablando con la señora en el extremo del banco.
—Mi madre —Drogo clavó las garras con más fuerza en la mano al tiempo que
un cúmulo de mujeres que llevaban capas blancas se acercaba a ellos—. Tu padre y
mi madre. Ni siquiera quiero pensar en ello. Acabemos con esto antes que todo se
vaya al infierno.
Considerando las emociones desenfrenadas que le bombardeaban al esperar a
los encargados, Ninian pudo ver a qué se refería. Intentó concentrarse en sensaciones
felices, como le había enseñado su abuela, pero la familia Malcolm consideraba que
una multitud de hombres Ives era una amenaza seria, y la familia de Drogo...
Para decirlo de manera educada, rodeados de un mar de rubia feminidad, todos
esos oscuros hombres Ives estaban ahogándose de deseo.
Ninian hizo una nota mental de nunca invitar a ambas familias a Beltane.
- 135 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
Capítulo 19
Imperturbable, Drogo observó a las primas de Ninian —supuso que eran las
primas por el color rubio de las cabelleras— cubrirle con una capa de satén blanco y
colocarle sobre el cabello sin empolvar una corona de lo que parecían ser ramitas, las
cuales estaban rodeadas de flores púrpuras y blancas, aunque no podría haberlas
nombrado si lo hubiera intentado, cosa que no hizo. Tenía poca paciencia con
cualquier tipo de ceremonia. Quería que todo aquello acabase antes de que sus
hermanos descubrieran cómo balancearse de la enorme araña medieval que se erguía
sobre sus cabezas.
Arrugó el entrecejo cuando una de las mujeres mayores se le acercó cargando
una capa igual a la de Ninian, en todo menos en el color. Al levantar la vista de las
muchachas que le ajustaban una cadena dorada a la prenda, Ninian le vio la mirada
en los ojos.
—Son símbolos —susurró—. Todos son solo símbolos. No te preocupes. —A
pesar de sus propias palabras, arrugó el entrecejo al ver la banda dorada que le
rodeaba el cuello.
Por encima del hombro, Drogo observó el mar de oscuras cabezas girándose
para mirar y susurrar. Nunca se olvidarían de esa ridiculez. Intentó encontrar al
hombre que Ninian había mencionado, pero la araña no estaba encendida y la luz
neblinosa de la mañana no atravesaba la penumbra de la iglesia.
Los susurros hacían fuerte eco en la acústica gótica de la catedral, pero no se
distinguían palabras concretas. Estaba mucho mejor sin tener que escuchar las
opiniones de la familia. Estoicamente, Drogo aceptó la capa, ignorando a la mujer
que le sujetaba la banda dorada. Todos los miembros femeninos de la familia de
Ninian parecían tener el cabello rubio y ser hermosas. Con razón los hermanos
estaban todos conmocionados.
—Agradece que no nos hagan saltar sobre una escoba —susurró ella cuando
dos muchachitas emergieron de las sombras llevando sendas canastas con pétalos de
flores.
¿Escoba? ¿A qué clase de ceremonias paganas asistían esas mujeres, demonios?
Ya que las muchachas con las flores parecían indicar que habían comenzado los
procedimientos, Drogo no preguntó. Arrugó el entrecejo con perplejidad cuando les
indicaron el camino por el lado derecho de la iglesia en lugar del pasillo central, pero
Ninian le tomó del brazo y les siguió como si fuera perfectamente natural acercarse al
altar trazando un círculo en lugar de una línea recta.
Ninian. Drogo se permitió un sentimiento de bienestar cuando recordó la
amplia bienvenida que había encontrado en la cama la noche anterior. Bajó la vista
- 136 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
hasta la dorada cabellera con la corona de flores y se relajó aún más. Él la había
tomado con tanto placer como ella le había recibido.
Había tomado su semilla y la había nutrido de la misma manera que había
nutrido las plantas a su alrededor. Sería una buena madre, y una excitante
compañera de cama. ¿Qué más podía pedir un hombre?
A medida que se acercaban al altar por el lateral, las gráciles primas con las
largas y sueltas capas formaron un semicírculo en el centro del pasillo, y Drogo pudo
ver los árboles que los hermanos habían mencionado. Habían importado un roble en
una maceta y lo que parecía ser un serbal. Al clérigo no parecía importarle. Vestido
con las togas tradicionales de un buen obispo de la Iglesia de Londres, esperó con
calma hasta que terminase la procesión.
Si eso era todo lo que la ceremonia implicaba, Drogo podía manejarlo. La banda
dorada alrededor del cuello era una molestia, la toga, una afectación ridícula, pero
también lo era toda esa ceremonia eclesial. El matrimonio podía reducirse a unas
pocas líneas en una hoja de papel y él estaría satisfecho. Sin embargo, las mujeres, sea
por la razón que fuere, necesitaban la pompa apropiada.
Contando las cabezas, preguntándose si se había procurado de tener suficiente
champán para el banquete, y deseando poder llevar a Ninian de regreso a la
habitación inmediatamente después de los brindis, Drogo no prestó mucha atención
a los rezos. Se arrodilló cuando Ninian así lo hizo, se puso de pie cuando se lo
solicitaron, y admiró la translucidez inocente de la tez de su novia cuando la luz de la
roseta cayó sobre ella.
«No es una belleza clásica», admitió, pero había una pureza y una inocencia —y
una divinidad— en las mejillas redondeadas, la barbilla y los chispeantes ojos que le
atraía. Quizás debería haberse buscado antes una esposa entre las menos sofisticadas.
Esa no habría conspirado a sus espaldas, no le habría engañado con palabras bonitas
ni les habría hecho ojitos a otros hombres. Tenía la plena segundad de ello, incluso
sin tener una completa confianza en la extraña forma en que le funcionaba la cabeza.
Felicitándose a sí mismo por ser lo suficientemente lógico como para aceptar
que la mente de una mujer no funcionaba como la de él, Drogo no prestaba atención
a las entonaciones del obispo hasta que oyó los susurros que aumentaban detrás de
él. La mano de Ninian le apretujó la suya y él regresó al presente.
Ahora que tenía la atención de Drogo, el obispo repitió la pregunta:
—¿Juráis amar, honrar y tomar a esta mujer en igualdad, hasta que la muerte os
separe?
¿Igualdad? «Amar y honrar» eran conocidas frases sin sentido que había
escuchado toda la vida, pero ¿igualdad? La palabra parecía susurrar aún más fuerte
en la iglesia, yendo hacia adelante y hacia atrás por el eco y elevándose hasta las
altísimas vigas.
¿De qué demonios se trataba eso de la igualdad?
Una silenciada expectación cayó sobre el lado de Ninian en la iglesia. Un
creciente estruendo de protesta creció en el lado de él.
Una explosión de pólvora destrozó el silencio. Atacado por un extraño pedrisco,
- 137 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
pero sin sentir dolor, Drogo instintivamente atrapó a Ninian y, rodando hacia el
suelo, le protegió con el cuerpo cuando se desató el infierno.
—¡Idiotas! ¡Mirad lo que habéis hecho! —gritó Dunstan con el tono enfadado
que reservaba para castigar a los hermanos menores.
—¡Agachaos! —bramó Joseph a través de los gritos de alegría de los hombres.
Un frenesí de plumas batían sobre las cabezas, creando un crescendo de gritos
femeninos desconcertados.
¿Plumas? Cuando una de ellas descendió para hacerle cosquillas a Drogo en la
nariz, se atrevió a levantar la vista, mientras mantenía a Ninian a salvo acurrucada
bajo él, a pesar de que los temblores de ella eran sospechosamente parecidos a los
que provoca la risa.
—Que me lleve el diablo, ¿de dónde salieron esos malditos pájaros?
Tenía que ser William. Con precaución, Drogo espió por encima del hombro, y
esquivó un ala batiendo.
—Mis tías no deben haber podido encontrar palomas blancas —susurró Ninian.
Cuando lo comprendió, y con un bramido de furia, Drogo se puso de pie y
caminó a grandes pasos en busca de los culpables que corrían hacia la puerta.
Entre la resultante confusión al tiempo que los hermanos de Drogo se
aporreaban unos a otros, gritando y vociferando, Ninian se sentó y observó con
asombro el magnífico caos que hacía erupción en la catedral, otrora tan pacífica. El
obispo se dejó caer sobre las rodillas y rezó detrás de la protección del pulpito.
Esparcidos pedacitos de granos aún volaban por el polvoriento aire y cubrieron el
pasillo y la mitad de los bancos. Reconoció el ingenio de los fugitivos hermanos de
Drogo por el disparo de cañón de granos de perdigón. Era evidente que deseaban
bañar la procesión de boda con granos de una manera muy poco tradicional, pero las
aves que siempre eran parte de las ceremonias Malcolm habían sido demasiado
tentadoras. Los pájaros, ajenos al caos que habían provocado, descendieron para
picotear la barcia en el piso de mármol. Los humanos no estaban haciendo nada
pacífico. Las tías de Ninian habían ordenado a la prole en un círculo protector al
sonido del disparo. Ahora lanzaban miradas asesinas a los hombres y niños que
quedaban gritando, riendo y desbaratando las sagradas ceremonias. Aquel momento
no auguraba nada bueno para la primera unión de Malcolm e Ives en incontables
siglos, pero si eso era todo el desastre que traería el matrimonio, ella podría
sobrellevarlo.
La risita de Ninian se apagó tan pronto como notó que el novio había
desaparecido por las puertas de la iglesia en una acalorada carrera detrás de sus
hermanos menores. Una vez que lo hubiera comprendido, ese juramento de igualdad
le impulsaría a seguir adelante sin mirar atrás. Intentando no reconocer el dolor y el
miedo de esa posibilidad, se puso de pie y husmeó entre los bancos hasta que
encontró los trabucos que habían utilizado los muchachos para disparar los granos.
—No creo que algo tan bonito como tú deba estar jugando con las armas de los
hombres —le amonestó una profunda voz al tiempo que le tomó de la cintura y le
confiscó la escopeta.
- 138 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
- 139 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
- 140 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
firmemente en el hueco del brazo. La pelea con los hermanos le había arrancando a
medias la capa negra del hombro, pero la banda dorada aún permanecía alrededor
del cuello. Ella pensó que se veía más peligroso que un caballero medieval
regresando de las Cruzadas.
—Contraer matrimonio en la escalinata de la iglesia me agrada mucho más —
declaró él, arrastrándole junto a sí por el pasillo y pasando junto a la expectante
audiencia—. ¿Igualdad? —le susurró al oído cuando se apresuraban hacia adelante
—. ¿Qué demonios significa eso?
- 141 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
Capítulo 20
- 142 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
- 143 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
—No leo las mentes. Tengo el don de la empatía. La gente nos llama brujas
porque no encuentran una palabra mejor para describirnos. No lanzamos hechizos a
las personas. Simplemente tenemos... talentos especiales.
Se veía tan perfectamente cuerda y hermosa cuando decías cosas así... Los rizos
dorados eran una imagen de pureza angelical; los ojos azules reflejaban la
inmensidad del cielo; y entonces, le golpeaba con rayos de locura que aparecían de la
nada.
Drogo suspiró y se reclinó en el asiento, intentando saciar una caliente oleada
de pasión. Si había alguna brujería funcionando allí, era la manera en que ella le
hechizaba con lujuria. Ya llevaba a su hijo. Debería estar satisfecho con eso.
—Talentos —repitió él de plano, buscando con desesperación un hilo de
racionalidad—. ¿No el talento para la pintura o la música?
—Bueno, Lucinda tiene talento para pintar maravillosos retratos. —No parecía
creer que el tópico fuera irrelevante—. Lamentablemente, las pinturas tienden a
reflejar la personalidad del sujeto con demasiada claridad. Si tienes alguna
perversión oscura y profunda, no poses para ella.
Drogo se masajeó la sien y se preguntó si debería hacer posar a Ninian para su
prima artista, pero decidió que no quería conocer los secretos de su alma, ni el talento
de la prima, demasiado a fondo.
—Y tu talento, ¿es sanar?
Asintió con un movimiento tímido de cabeza, abriendo y cerrando los dedos.
—Solo que parece que he provocado un poco de embrollo con ello.
«Sanar» tenía sentido. Al vivir en una zona rural sin atención médica adecuada,
muchas mujeres aprendían el arte de sanar. No podía imaginarse que ninguna de
ellas fuera muy buena en eso, al no poseer métodos científicos; sin embargo, incluso
doctores entrenados a menudo contaban con la eficacia de la medicina natural.
—Sarah dijo que tú habías asistido el parto de Lydie satisfactoriamente, y le has
ayudado a que el niño creciera.
—Cualquier matrona decente puede hacer eso —se burló—. Debería haber
comprendido que la infelicidad de Lydie afectaba al bebé y tratarle en consecuencia.
Pero no lo hice. Estaba demasiado preocupada por mí misma.
Eso se desviaba demasiado del camino de la racionalidad. Drogo inspiró
profundamente y construyó un puente seguro por encima de la falta de lógica de su
nueva esposa.
—Sarah dice que te desempeñaste mejor que cualquier doctor en Londres. No
minimices tus talentos.
La mirada que le propinó debía de haberle escaldado.
—Los doctores de Londres son unos charlatanes.
La intención de él era darle un cumplido. Momentáneamente perplejo, se aferró
a un tópico más estable, uno que satisfaría las preguntas burlonas que la familia
haría.
—¿Qué significa exactamente el voto de igualdad que tomamos? —preguntó sin
rodeos—. ¿Dónde quedó el típico «amar, honrar y obedecer»?
- 144 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
Obviamente aún contrariada por haber sido comparada con un doctor, hizo un
gurruño con el blanco satén de la capa.
—La ceremonia Malcolm solía obligar al novio a prometer obediencia, pero el
duque rehusó continuar con eso. La abuela contó que él y la tía Stella lucharon
durante seis meses antes de llegar a un acuerdo. No es un concepto tan difícil de
comprender, ¿no es verdad?
—Las mujeres no son iguales a los hombres. —Ya maltratado por la idea de los
druidas y los talentos no naturales, Drogo se negó a permitir que continuase con esa
locura. El carruaje se detuvo frente a la casa, pero él ignoró la disciplinada fila de
sirvientes que les esperaban en la escalinata. Quería aclarar ese punto antes de que la
condesa desarrollara más delirios—. Las mujeres no pueden navegar barcos,
construir casas, estudiar derecho ni gobernar ciudades. Me sorprendería encontrar
una que pudiera explicarme cómo sus fondos generaron ingresos.
Los ojos de color azul celeste se entrecerraron en ranuras hostiles sobre mejillas
redondeadas como manzanas.
—¿Ha logrado mi padre acceder a mi fondo de fideicomiso?
—Por supuesto que no. Está más seguro que las joyas de la corona.
—Una mujer Malcolm estableció ese fondo —dijo en tono de advertencia—. Las
mujeres Malcolm lo controlan y las mujeres Malcolm lo financian para el uso de las
mujeres Malcolm. Y sé perfectamente cómo gana interés y dónde invertirlo. La tía
Stella será la jefa de nuestra familia, pero la abuela me señaló a mí como tesorera. —
Arrojó la gran cantidad de satén hacia el asiento opuesto, recobró la compostura, y le
ofreció una de sus inocentes sonrisas de hoyuelos—. ¿Entramos?
No solo apabullado, sino también sorprendido, Drogo cerró los ojos y negó con
un movimiento de cabeza. Ella sabía exactamente cuánto valía.
El abogado se había negado a revelar el alcance del fondo de fideicomiso, pero
le dejó entrever que había dinero suficiente como para mantener a un ejército entero
de mujeres Malcolm.
Ninian no solo era más adinerada que él, sino que sabía que lo era, y aun así,
había contraído matrimonio. No le necesitaba de ninguna manera que le resultara
sensato. ¡Con razón no había querido desposarse! Con esa riqueza, era a él a quien le
estaba haciendo un favor.
No tenía control sobre ella en absoluto.
- 145 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
- 146 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
- 147 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
- 148 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
Capítulo 21
- 149 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
- 150 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
A menos que Ninian hubiera huido —y pensó que ella tenía el suficiente coraje
como para hacerlo—, quedaba un solo lugar para encontrarla.
Tomando la puerta trasera hacia las cocinas, Drogo levantó la lámpara y buscó
en el oscurecido jardín. El corazón se le atascó en la garganta cuando vio la figura
solitaria sentada en el suelo húmedo, con la neblina revolviéndose alrededor de la
cascada de su cabellera. Nunca llevaba los rizos en alto como lo hacían otras mujeres,
y él estaba agradecido por ello. Le encantaba ese salvaje abandono.
Se acercó con pasos suaves, sin querer asustarla, pero ella debió haber visto la
luz de la lámpara. Giró y miró hacia arriba a través de la húmeda neblina. Se veía
casi embrujada, tenía las mejillas muy pálidas, y el corazón de Drogo latió con un
fuerte golpe de pánico.
—¿Te encuentras bien?
Le observó sin emitir sonido; luego, regresó la mirada al deteriorado jardín.
—El alma se ha ido de esta tierra.
Había partido en otro de sus viajes mentales. Algunos días, le daba razones
para temer que había desposado a una mujer loca; pero sea lo que fuere, era un alma
gentil, y hasta la fecha, le tocaba unas desconocidas fibras del corazón.
—Vas a pillar un resfriado.
—En general, no me sucede. —Sentada con las piernas cruzadas sobre el suelo
desnudo, y ataviada con uno de los viejos vestidos, tamizaba tierra entre los dedos—.
Hay ruedas de carruajes sobre las rosas, y una caldera quemada en el tomillo. Creo
que incluso los indios salvajes cuidan mejor la tierra que esto.
Drogo tomó asiento en el banco del jardín cercano a ella. A ella quizás no le
importaba la tierra húmeda, pero a él, sí.
—Los indios salvajes tienen que comer de la tierra. Nosotros, no. Mis hermanos
han utilizado este patio como lugar de juego durante años. No vi la importancia de
cuidarlo.
Ella giró la cabeza para observarle.
—Ahí es donde diferimos, milord. Yo soy de esta tierra. Debo cuidarla. A veces
me pregunto si tú no eres del cielo, y si alguna vez nos encontraremos. Creo en los
asuntos del espíritu, pero tú solo ves con la mente.
Quizás no es que estuviera loca, sino que habitaba otro lugar diferente a él.
—No pretenderé que te comprendo —admitió—. Pero hemos hecho un bebé
juntos y debemos aprender a vivir con lo que hemos hecho. ¿Qué sugieres?
Creyó verla sonreír. En la penumbra, era difícil distinguirlo. Quería tomarla
entre los brazos y acogerla, pero sospechaba que se desvanecería entre sus dedos
como la neblina si lo intentaba.
—Me agrada la manera en que funciona tu mente. —Se inclinó hacia adelante,
arrancó un trébol de la aporreada hierba y se lo entregó a él—. Tiene cuatro hojas —
le informó—. Eres un hombre muy afortunado. Hay una zona llena de ellos por aquí.
Drogo se mordió un suspiro de exasperación. Quería un consejo lógico. Ella le
dio un amuleto supersticioso de buena suerte.
—Deberíamos entrar.
- 151 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
- 152 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
durante mucho tiempo. Pero no podía dejarla partir. Tenía que explicarle. Odiaba dar
explicaciones, pero Sarah había dicho que debía trabajar en ello, y así lo haría.
—Ven aquí —le ordenó. Si iba a hacerlo, lo haría en sus términos.
Ella volvió a mirarle, y luego, sin cuestionamientos, se puso de pie y se colocó
junto a Drogo, enroscando los suaves dedos con los de él. El perfume a rosas que
manaba de ella había evolucionado hacia un trasfondo más sensual que la mezcla de
hojas perennes que había llevado anteriormente. El mero aroma a ella le excitaba,
pero tenía que ser lógico en ese momento. Colocó la mano sobre el apenas abultado
vientre y le acarició. Ella estaba redondeada y firme y él podía casi sentir la vida
floreciendo ahí. Inspiró profundamente.
—¿Sabes que mis padres vivían separados?
Asintió con un movimiento de cabeza.
—Sarah me lo explicó.
—Ella no sabe nada. —Sonó cortante, incluso a sus propios oídos. Volvió a
intentarlo—. Mi madre proviene de una familia modesta. El hermano es párroco. El
padre tiene una pequeña propiedad cerca de los terrenos Ives. Mi padre era un
hombre arrogante, criado para ser conde, el mayor y más malcriado de varios hijos
varones. Siempre hacía lo que quería.
Ella se movió apenas junto a él y Drogo se dio cuenta de que el banco era duro.
No era momento para tales revelaciones, pero él lo haría. Retiró la mano y tiró de ella
hasta su regazo, donde se ubicó con agrado. El aliento de Ninian le susurraba contra
la mejilla, y él respiró con mayor facilidad cuando le rodeó la abultada cintura con
los brazos. Podía hacerlo.
—Le agradaba seducir a mi madre. No le agradó cuando el padre de ella se
acercó al de él y le exigió que hiciera lo honorable; tampoco le agradó cuando mi
abuelo estuvo de acuerdo. Pero como le amenazó con desheredarle, hizo lo que era
correcto y nos tuvo a los tres en los primeros años de su matrimonio.
—Tú, Ewen y Dunstan —recitó ella, aparentemente confirmando su memoria.
—Sí. Sin embargo, mi abuelo estaba aún vivo en ese momento y se negó a ceder
las riendas del patrimonio. Mi padre estaba aburrido y buscó entretenimiento en otro
lado, en desafíos que le trajeron a Londres, dejando a mi madre sola con nosotros.
Permaneció lejos durante un año o más. Mi madre tomó represalias y se buscó un
hombre que la amara como él no lo hacía. Mi padre se vengó y se acostó con toda
mujer que estuviera de acuerdo. La historia se vuelve peor y peor. ¿Te agradaría
mejor ir adentro?
Ella se acurrucó contra él y se recostó sobre el hombro. Tenso por el dolor del
relato, Drogo inspiró el fresco aroma de ella, descansó la mejilla sobre la sedosa
calidez de los cabellos y la abrazó a ella y al bebé con más fuerza.
—Sé de, al menos, un bastardo que nació de su coqueteo por la campiña. Tengo
un hermanastro, William, con la lechera del pueblo. Mi padre le planteó una pequeña
competencia. Al mismo tiempo, emitió una petición de separación en la corte y exigió
que mi madre fuera retirada del hogar.
—¿Cuántos años tenías? —El aliento de Ninian calentó el frío que sentía en el
- 153 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
pecho.
—Seis. —Apretó los dientes y continuó—. Debes saber el resto. Con la evidencia
del adulterio de mi madre, la corte aceptó la petición, y también dispuso que Ewen y
Dunstan se quedasen con mi madre. Mi padre conoció a la viuda madre de Sarah,
Ann, y la convirtió en su amante. Después de dar a luz a Joseph, la mudó a la casa en
el lugar de mi madre ya que el acuerdo de separación no le permitía volver a contraer
matrimonio. No sé de qué manera Ann le atrapó, pero después de eso, mi padre
estuvo satisfecho de asentarse. Quizás la muerte de mi abuelo le dio el desafío que
necesitaba, pero vi poco de eso. Tenía catorce años cuando falleció, y la
responsabilidad del título de conde recayó en mí.
—Y, ¿por qué me cuentas esto? —preguntó ella suavemente.
Drogo refrenó la impaciencia.
—Para explicarte por qué nunca dejaré a mi esposa como lo hizo mi padre. Una
mujer y su marido deben vivir juntos, trabajar juntos, jugar juntos, convertirse en uno
solo como lo hicieron mi padre y Ann. Él nunca se descarrió después de llevarla a
vivir a su hogar, y quiero pensar que eran felices juntos. Eso es lo que quiero.
Se mordió la lengua a pesar de que ella no respondió de inmediato. Al parecer,
ninguno de los dos era un conversador nato. Él podría vivir con eso. Pero no podría
hacerlo si no la tenía a su lado. La necesitaba en su cama cada noche, para recordarle
por qué estaban juntos. Necesitaba a su hijo donde pudiera verle, observarle crecer,
ser parte de su vida; algo que su padre les había negado a Dunstan y a Ewen.
—Tu padre y Ann deben haberse amado como para poder llevar adelante una
vida juntos, incluso bajo tan terribles circunstancias. Tenían un lazo en común,
mientras que tu padre y tu madre, no.
—Tenían tres hijos juntos —dijo él con tono de gravedad.
—Los hombres Ives son muy... —rio entre dientes y agregó— viriles. Y con la
crianza que tuvo tu madre, ella tuvo que haber intentado complacerle. Los niños son
fáciles de hacer.
Él gruñó y Ninian levantó la mirada y le dio unas palmaditas en la mejilla.
Drogo imaginó que la barba crecida le quemaría la suave palma, pero se deleitó con
la caricia. Había llegado muy profundo hasta un lugar en la historia que no le
agradaba relatar. No quería tener que volver a pasar por ello nunca más. Quería
tenerla en la cama ahora mismo, y si no iban pronto, la tomaría allí sobre la hierba.
Necesitaba estar profundamente en ella, fuera de sí mismo.
—Los niños son, en verdad, fáciles de hacer, si las circunstancias son correctas
—le aseguró ella—. De otro modo, no habría tantos en el mundo. Criarles es otro
cantar. Y hacer una relación entre dos adultos es más difícil aún, supongo. En
verdad, hemos hecho las cosas al revés.
—Es culpa de Sarah.
—No, es nuestra. Jugamos con fuego y nos hemos quemado. No me arrepiento.
Deseo este bebé, pero si quieres decir lo que estás diciendo, si quieres mantenerme a
tu lado y ver crecer a este niño, entonces tenemos un camino difícil que recorrer por
delante.
- 154 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
- 155 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
Capítulo 22
¡Al diablo! No iba a permitir que se saliera con la suya. Esa era su noche de
bodas. Un esposo tenía derechos.
Con los perros aún aullando en la distancia, Drogo subió las escaleras
estruendosamente. Se retrasó un poco porque tuvo que hacer una parada para
tranquilizar a los sirvientes de que no serían asesinados mientras dormían por una
pandilla salvaje de ladrones arrojadores de regaderas. Había aprendido a ser firme
con los hermanos. No veía la razón por la cual una esposa debería ser diferente.
Preparado para aporrear la puerta cerrada con llave, casi se cae cuando esta se
abrió de par en par. Se enderezó y clavó la mirada en la cama, iluminada por la luz
de las velas.
Ninian se había quitado el viejo vestido y estaba sentada con un simple camisón
contra los cojines, leyendo el libro que él le había regalado. Cuando Drogo entró, ella
levantó la vista con curiosidad, pero sin miedo.
Se sintió como un ogro. Él no perdía los estribos, maldición. Nunca perdía los
estribos.
Suspiró y volvió a respirar profundamente antes de enterrar la mano en el
cabello. A diferencia del de sus hermanastros, el cabello de Drogo era grueso y lacio,
en lugar de rizado, y el lazo cayó con facilidad. Debía verse como un hombre salvaje.
—Es nuestra noche de bodas —le recordó.
—Ya hemos tenido nuestra noche de bodas —le corrigió ella—. Ese es el
problema. Lo hemos hecho al revés.
Ninian observó a su esposo allí de pie, con toda su masculina confusión, y casi
se echa para atrás. La luz del fuego parpadeaba sobre las tensas planicies de las
oscuras facciones, y ella recordó la noche que se conocieron, cuando creyó que era el
diablo. Aún lo pensaba algunas veces, pero para bien o para mal, era su diablo.
Admiraba la manera en que controlaba el temperamento antes de hablar. También le
agradaba la manera en que un grueso mechón de cabello se liberó para quedar
colgando junto a la oreja, un obvio signo de que le había perturbado la usual vida
ordenada.
Ella se moría por su atención y afecto, y el calor en los ojos de Drogo casi le
atraviesa abrasivamente la resolución. Quería arrojar el libro y abrir los brazos hacia
él.
No podía hacerlo. No se abriría al rechazo de nadie nunca más. Debía aprender
a valerse por sí misma y hacer el trabajo para el cual le dieron los dones.
—¿Al revés? —repitió él, obviamente desconcertado.
—Tuvimos nuestra noche de bodas primero, y ahora debemos atravesar el
- 156 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
- 157 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
- 158 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
qué responder—. No creo que sea capaz de mantener las manos lejos de ti si me
quedo aquí esta noche.
Luego, sin advertencia, se inclinó hacia adelante y le besó la frente, se enderezó
y se marchó.
La gatita maulló en protesta por haber sido perturbada. Ninian le rascó la
cabeza con comprensión. No habría manera de que pudiese dormir ahora. Los
pechos le dolían por la atención que él les habría prestado.
—Tu abogado parece preocupado acerca de los grandes gastos que has
ordenado. ¿Libros, químicos y bombas? —Drogo se arrojó sobre el sillón de orejas
tapizado de un cuerpo junto a la cama de Ninian; luego, miró hacia abajo para
descubrir dónde demonios se había sentado. No recordaba tener un asiento de su
tamaño en el delicado tocador que le había asignado a Ninian. Esos continuos
cambios de mobiliario en su entorno le mantenían permanentemente fuera de
equilibrio, pero ese sillón en particular le agradaba.
—Cómo gasto mi dinero no es ni de la incumbencia de mi abogado, ni tuya. Si
continúa dirigiéndose a ti, sin duda me buscaré a otro hombre de negocios.
Otra mujer podría haberse oído enfadada. Ninian simplemente enunció los
hechos. La idea de una mujer controlando su propio dinero le inquietaba, pero si, sea
lo que fuera lo que Ninian estaba haciendo, había pasado el escrutinio de la duquesa
- 159 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
- 160 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
primeras páginas, parece muy joven, pero está hablando de colocar las hierbas de
cocina en una maceta durante el invierno.
Drogo arrugó la nariz con desagrado.
—Si eso es todo lo que ella tiene que escribir, no aprenderás mucho de ahí. Creí
que te había entregado algo más interesante.
—Ella se llama Malcolm Ives, y el Ives fue agregado con una tinta diferente,
como si lo hubiera escrito en una fecha posterior. Creo que será interesante saber
cómo una Malcolm y un Ives llegaron a contraer matrimonio.
Drogo tenía la incómoda sensación de que sería mucho mejor si ella no se
enteraba de cómo les había ido, pero era demasiado tarde como para pensar en
aquello ahora. No conocía un solo matrimonio feliz en todo el árbol genealógico,
incluido el de Dunstan, por lo que se veía. La miró con cautela.
—No intentarás comparar de lo que te enteres ahí con nosotros, ¿verdad?
Puedo asegurarte que no me parezco en nada a mis ancestros.
Ella cerró el libro y cruzó los brazos prolijamente sobre la manta. Luego, le
quitó la respiración a Drogo al mirarle directo a los ojos. ¿Cómo había él creído que
era una simplona? Ahondó directo en su alma con esa mirada. Y agitó porciones más
bajas que el alma.
—Tus ancestros abandonaron Wystan. ¿En qué sentido eres diferente? —
preguntó ella.
Podría bien haberle golpeado con un trozo de ladrillo antes de acusarle de
abandono de servicio. Cada vez que comenzaba a relajarse en su compañía, ella le
golpeaba en una dirección diferente. Arrugando el entrecejo, se levantó de la silla.
—Estoy haciendo lo que puedo con ellos. Enviarte allí no ayudará a nadie.
Mascullando, Drogo salió de la alegre habitación dando un portazo en dirección
a su alcoba, fría y húmeda. ¿Por qué demonios las mujeres nunca podían dejarle en
paz?
¿Y por qué los hombres Ives siempre elegían a las mujeres imposibles?
- 161 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
Capítulo 23
—¿Joseph? ¿Qué estás haciendo aquí? Creí que habías tomado una habitación
en el bar. —Ninian dejó la palita de jardinería a un lado cuando Joseph se desplomó
junto a Sarah en el banco del jardín.
—Sí, lo hice. Tengo la habitación. —Hizo una mueca de dolor—. No fui hecho
para ser abogado.
Con mucho cuidado, Sarah ató semillas de aster en el pañuelo antes de esparcir
los pétalos secos en el suelo.
—Bien, ahí tienes una buena observación —dijo alegremente.
Paul, el hermano más joven de Joseph, salió de un salto del cobertizo pegado a
los establos.
—Podríamos coger esas viejas ruedas de carreta, pasar un poste por entre los
agujeros del eje y hacer una torre que puedas utilizar como soporte para los rosales.
Se suponía que los hermanos menores de Drogo estarían en el instituto, pero
habían sido expulsados, otra vez. En esa ocasión, fue por soltar un globo de
hidrógeno del campanario e incendiar el techo del decano en el consecuente
aterrizaje. La madre de los muchachos estaba aún en Escocia, por lo que acabaron
con Drogo, como era habitual.
Preocupada por Joseph, Ninian asintió con un movimiento de cabeza distraído
ante la sugerencia de Paul.
—Si tú crees que funcionará... pero debes acabarlo y no dejar cosas tiradas por
ahí —le advirtió. Mientras Paul daba un grito de alegría y arrastraba una rueda
abandonada hacia el cobertizo, ella volvió a dirigirse a Joseph—. ¿Qué sucedió?
Joseph se encogió de hombros e intentó mostrarse despreocupado.
—Supongo que soy un poco mejor para dibujar rostros que edificios.
—¿Has sido tú? —preguntó Sarah con un grito agudo—. ¿Tú has echado al
buzón de la imprenta esa caricatura del esposo de Claudia?
Ninian podía sentir la confusión rebotando de ida y vuelta entre el hermano y
la hermana, pero no entendía la causa de ello. Esperó una explicación mientras los
hermanos menores trabajaban en sus proyectos detrás de ella.
—En fin, era un buen dibujo cómico y no quería que se desperdiciara. Creí que
nadie sabría quién lo hizo. No lo firmé ni nada. El bastardo de Twane creyó que
podría demandar a Drogo con nada —dijo con indignación.
—¿Realmente tenía intenciones de alegar adulterio? —gritó Sarah.
Joseph se rastrilló el cabello con los dedos.
—Drogo tiene dinero y, aparentemente, Twane ha descubierto dónde se
esconde Claudia. Quizás espera que Drogo llegue a un acuerdo solo para evitar un
- 162 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
escándalo.
Eso fue suficiente. Ninian arrojó los guantes al suelo. Si alguien tenía
intenciones de demandar a Drogo, ella debía saber de qué se trataba.
—¿Qué significa adulterio? —exigió saber.
Los hermanos giraron para observarla, como si acabaran de salir de un agujero
en la tierra. Joseph contestó primero:
—Una demanda por adulterio. Jerga legal amable para decir cornudo.
—Pero Drogo apenas sabe que Claudia existe —interrumpió Sarah
apresuradamente—. El esposo de Claudia la pega, y ella vino a mí...
—Pero cuando Twane descubrió que Drogo le estaba ayudando, vio la
oportunidad de demandar a alguien adinerado. Él no sabía que yo había sido
aprendiz de Drogo para ser su abogado. No debió de verme, y lo escuché todo.
Enderecé la espalda y mi pluma simplemente voló mientras ellos conversaban.
Nunca antes en mi vida dibujé algo tan bueno.
Sarah rio entre dientes.
—He oído que el dibujo era exactamente igual a Twane. Muchacho travieso.
Ninian tenía poca paciencia para la intrincada red de la sociedad londinense.
Simplemente sabía que Joseph estaba perturbado y aún tenía que descubrir por qué.
—¿El señor Twane quiere demandar a Drogo por adulterio? ¿Y Joseph dibujó
una caricatura de él? Sigo sin comprenderlo.
Sarah se puso seria.
—Mostraba a Twane dándole azotes a Claudia. Es lo que él hacía, ¿sabes? —
Hizo una mueca de dolor y giró hada su hermanastro—. He oído que has dibujado
un globo sobre la cabeza de él que decía: «Y demandaré a lord I. para sacarle todo lo
que tiene por los problemas que me causó». Drogo estará...
—Más que furioso —Joseph acabó la frase con abatimiento—. Ni siquiera
tendrá que enterarse del dibujo. Twane vio la caricatura, sabía que solo se lo había
contado a una persona, corrió de regreso a donde el abogado, y me echaron. Ahí
acabó mi carrera de aprendiz.
¡Ah! Ahora lo comprendía. Más o menos. De pie, Ninian le dio unos golpecitos
a Joseph en el hombro.
—Debes tener mucho talento para que todos reconozcan la caricatura. Deberías
estar tomando lecciones de dibujo. Hablaré con Drogo.
—No servirá de nada —contestó Joseph, apesadumbrado—. Simplemente me
ofrecerá la milicia o la vicaría.
—Ya lo veremos. ¿Crees que puedas subirte allí y ayudar a Paul con esa
escalera? Tengo miedo de que se caiga y se rompa la cabeza.
—No has tenido mucha experiencia con los hombres, ¿verdad? —Sarah se
sacudió la falda y se puso de pie—. Hacen lo que quieren y nunca escuchan lo que
decimos.
—¡Qué injusta, Sarah! —gritó David al girar la esquina del cobertizo cargando
un brazado de escombros—. Al menos, estamos trabajando cuando vosotras no
hacéis nada más que sentaros y veros elegantes.
- 163 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
Ninian sonrió ante esa riña familiar. Nunca había tenido un hermano o
hermana con quien pelearse, ¡y pensar que se había preocupado por la constante
escaramuza de esa gente cuando llegó por primera vez! Ahora que había tenido
tiempo de explorar y analizar algunos de los sentimientos detrás de las palabras,
reconocía el amor, la protección y la preocupación combinados con la irritación de la
familiaridad. Disfrutaba un poco de la agradable acogida y quería ser parte de eso.
No requería de su talento para sanar, pero quizás, al ayudar a Joseph, se sentiría útil.
Intentó descartar la queja de Sarah de que los hombres hacían lo que querían y
nunca escuchaban, pero le tocó muy de cerca en el corazón de su problema. Drogo no
la necesitaba. Hacía lo que quería, sin preocuparse por ella. Quizás ella debería hacer
lo mismo.
El bebé en el vientre se agitó, y se sentó apresurada, lo que provocó que todos
en el patio giraran la cabeza hacia ella para mirarla con preocupación. Maldiciendo
por ser tan débil, se escondió en una vaga sonrisa y apuntó a las margaritas silvestres
que luchaban por sobrevivir en un oscuro rincón.
—Si tuviera una pala, podría desenterrarlas y plantarlas en un lugar más
soleado.
—¡A tu juego te llamaron, David! —gritó Paul, que estaba sentado en el techo
del cobertizo.
—Tengo pensado excavar ruinas romanas, no flores —gruñó David. Pero
echando una mirada a Ninian, el hermanastro militante de Drogo partió
obedientemente en busca de la pala.
—Será mejor que vuelvas adentro —le dijo Sarah a Ninian, preocupada—. Todo
este trabajo no puede ser bueno para ti.
Tampoco lo era el constante encierro entre cuatro paredes, pero Ninian no lo
mencionó. Toda la familia de Drogo la cuidaba con especial atención y ansiedad,
pero lo hacían por el bien de él, ella lo sabía. Sin importar cuánto protestaran por el
comportamiento protector de Drogo, todos adoraban al hermano mayor y, por el
bien del bebé que ella llevaba, se arrojarían al suelo para que ella caminara sobre sus
espaldas si así lo solicitaba.
Sin embargo, no era porque le quisieran o le amaran, o ni siquiera le
necesitaran. Todo era por Drogo. Se negó a rendirse a la autocompasión, lo reprimió
y mostró su mejor sonrisa.
—Solo me quedaré aquí sentada durante un rato y le diré a todo el mundo qué
hacer.
—¿No se supone que debías asistir a esa conferencia con Ewen? —preguntó
Sarah—. Los muchachos no necesitan que les supervises. Tendrán el jardín limpio
cuando regreses a casa.
Superflua. Era superflua.
Ignorando la punzada de dolor por tal rechazo a sus habilidades, Ninian optó
por ver el lado bueno de la situación. Nunca antes había sido receptora de tanta
preocupación en la vida. Que la consideraran frágil e indefensa era un poco molesto,
pero ser el centro de atención tenía méritos ocasionales. Su familia siempre había
- 164 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
dado por sentada su independencia. Los aldeanos consideraban que las Malcolm
estaban tan por encima de ellos que no veían razón para preocuparse por ella. Sin
embargo, la familia de Drogo la trataba como una porcelana extraña y preciosa que
se podría romper en mil pedazos si daban un paso con mucha fuerza. Ver a todos
esos hombres grandes caminar a su alrededor de puntillas era, al menos, entretenido.
Se puso de pie del banco frío de piedra para mostrarle a David dónde quería las
margaritas.
—Haz un hueco profundo en la tierra para ablandarla. Le pediré al cocinero
cáscaras de huevo y sobras para plantar. En verdad, necesitamos un buen cubo o
hueco para arrojar las sobras de la cocina en el jardín. Para cuando llegue la
primavera, será un suelo adorable.
David le miró como si ella estuviera demente; en cambio, Paul, el menor, de
hecho asintió con un movimiento de cabeza mientras se deslizaba hacia el suelo en
busca de otra rueda.
—He leído que la tierra puede mejorarse con más que abono. Capability Brown 1
dice...
—Capability Brown es un viejo granjero bobo —declaró Joseph—. Vi lo que ha
diseñado para Wakefield Lodge. Quiere arrancar árboles en perfecto estado solo para
plantarlos en otro sitio. Es estúpido, si me lo preguntas.
—Nadie te lo ha preguntado.
Ninian les dejó discutiendo. De acuerdo con lo mencionado en el diario de
Ceridwen, todos los hombres Ives eran propensos a ser luchadores, ingeniosos y
escandalosamente arrogantes. Nada había cambiado en los últimos cien años.
Se sujetó la falda en alto y se apresuró a volver a la casa. Drogo había pasado las
tres últimas semanas cortejándola con cautela, no con bailes ni veladas, sino con
clases y viajes a museos, cuando los otros asuntos apremiantes le dejaban tiempo
libre. A ella le agradaban mucho los libros, e intentaba con mucho ahínco aprender
acerca de los métodos naturistas para poder estudiar el arroyo, pero prefería mucho
más estar escarbando la tierra. Aun así, había sido la que sugirió esa lección en
particular. Deseaba que Drogo la llevase para poder hablar con él acerca de Joseph,
pero había dicho que tenía otros compromisos.
Ninian deslizó la mano a lo largo de la madera recién lustrada del pasamanos y
admiró el nuevo tapete de la escalera cuando se apresuró hacia la habitación. Bajo la
supervisión de Sarah, el desordenado hogar masculino de Drogo estaba obteniendo
un renovado aspecto. Al haber vivido durante la mayor parte de su vida en una casa
de campo deprimente y con corrientes de aire, Ninian solo sabía cómo mantener la
cocina limpia y las camas hechas. Podía notar la desorganización en la casa de Drogo,
pero nunca habría sabido qué hacer al respecto sin la ayuda de Sarah.
Rápidamente, Ninian se lavó las manos y se cambió el vestido de lana por uno
más a la moda, de seda. Dejó que la recientemente asignada sirvienta le recogiera el
1
Capability Brown (1715-1783), paisajista británico que glosó y popularizó las pautas del jardín
inglés. Él sostenía que los lugares tienen poderes (capabilities en inglés) que pueden manifestarse, y
por ello adquirió tal apodo.
- 165 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
- 166 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
- 167 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
- 168 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
- 169 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
Capítulo 24
- 170 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
El caballo, ya turbado por el dolor, hacía peligrosas cabriolas ahora que las
riendas caían laxas. Encerrado por un carromato de caña por delante y una sarta de
palanquines por detrás, el caballo no podía hacer nada más que encabritarse y
anunciar su miedo con bombos y platillos. El dueño ignoró el escándalo al sacudir el
látigo y apresurarse por entre la muchedumbre hacia Drogo y Ninian.
—¡Twane! —Soltando una maldición, Drogo empujó a Ninian hacia el carruaje
—. Adentro, rápido.
Ella no podía hacerlo. Si le dejaba ir, se desmayaría por la fuerza del odio y la
furia que bullían a su alrededor. Él era su único refugio. Como ella era el suyo.
Drogo podía protegerla de las armas emocionales que arrojaba Twane, y ella
podía proteger a Drogo físicamente. Ni siquiera un loco golpearía a una mujer
obviamente embarazada frente a la calle llena de testigos.
Desplegando su mejor sonrisita estúpida, aún aferrada al chaquetón de Drogo,
dio un paso delante del esposo y sonrió al hombre iracundo que enroscaba el arma.
Drogo bramó, la cogió de la cintura y prácticamente la arrojó hacia el carruaje.
La acción de Ninian le arruinó la coordinación, Twane dudó con el látigo en alto y
azotó con él un segundo demasiado tarde.
El latigazo golpeó lateralmente sobre el hombro de Drogo, rasgándole el
chaquetón; luego, de contragolpe, le dio a un curioso que se había aventurado a
acercarse demasiado. Aflojado por el azote y atrapado en el viento, el adornado
sombrero del hombre salió volando hacia la calle, asustando al ya ansioso caballo de
Twane.
El animal retrocedió, encabritado. Sin poder ver más allá del carruaje, Ninian
solo sintió el terror del niño, pero comprendió enseguida.
—¡El pequeñuelo! —Se liberó del agarre de Drogo y actuó por pura fuerza de
voluntad, empujando a la multitud que se acercaba al tiempo que el caballo batía sus
poderosas patas.
Con la mano extendida, Ninian llegó a través del gentío y tomó el chaquetón
del niño asustado. Le atrajo a rastras hacia sí a la vez que las flagelantes pezuñas del
caballo se zafaron de la parte trasera de la carreta y los barriles rodaron y se
estrellaron contra la calle, donde el niño había estado de pie.
La muchedumbre se agolpó alrededor de ella al tiempo que una mujer gritó y
los hombres bramaron. El caballo relinchó de miedo a pocos centímetros de sus
narices y Ninian tomó al niño en un abrazo protector. Con calma, Drogo apareció a
través de la masa humana para asir las riendas del animal.
Ninian suspiró, aliviada, y abrazó al muchachito mientras la multitud se movía
en oleadas, todos hablando y gesticulando a la vez.
La intensidad de la ira de Twane flaqueó, pero ella había perdido la
concentración y una descarga de otras pasiones saltaron sobre Ninian. El sentimiento
de gratitud de la madre sollozante del niño la inundó. La curiosidad y la furia
manaban de los transeúntes que habían visto todo o parte de la escena. Ninian sentía
que la cabeza le daba vueltas y tenía deseos de llorar junto al niño. Bamboleándose,
dejó al muchachito libre para que fuera a los brazos abiertos de su madre.
- 171 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
- 172 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
- 173 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
- 174 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
repetir la pesadilla de Ninian sufriendo un colapso frente a sus ojos. No creía que el
corazón volviera a latirle como correspondía otra vez.
La puso sobre su regazo mientras ella batía las pestañas, e ignorando todas las
ofertas de ayuda, ordenó que cerraran las puertas. No creía que Ninian apreciara
tener audiencia.
—Verás a un doctor —Drogo le informó cuando ella volvió en sí—. No debe ser
bueno para ti sufrir un colapso de ese modo. —O comportarse de esa manera, pero él
no creía que lo mencionara. Las mujeres no atacaban a los hombres con espadas. Si
ella hubiera estado enfadada, lo podría haber comprendido, pero parecía estar en
perfecta calma.
—Claro que no. No tengo nada malo. —Ninian se veía frágil y pálida y
enderezó los hombros con rebeldía. Los esfuerzos de la criada por controlar los
dorados tirabuzones se habían desperdiciado en la refriega y ahora se curvaban
tumultuosamente sobre los hombros.
Ella se contorneó y se zafó del agarre, pero Drogo se las ingenió para enredar
un rizo alrededor del dedo.
—No te has visto a ti misma al desmayarte. Fue una imagen de lo más
desalentadora, y no tengo deseos de repetirla.
Ninian se encogió de hombros y miró por la ventana mientras el carruaje
avanzaba a empujones en la concurrida calle.
—Solía hacerlo bastante a menudo, antes de ir a Wystan. He aprendido a
manejarlo mejor desde entonces, pero me alteré de más. No fue nada. En Londres
vive demasiada gente.
Él podía atribuirle esas palabras a la histeria de la mujer y olvidarse del asunto.
Las embarazadas eran propensas a los desmayos. Todo el mundo lo sabía. Y ella se
había alterado, definitivamente. No tenía ni idea de que poseyera tal temperamento,
si eso era lo que había sido. Ahora que se había recuperado del susto, se sentía en
cierta medida orgulloso de la habilidad de Ninian para blandir un estoque. Debería
preguntarle sobre ello, en vez de sobre el hecho de que demasiada gente viviese en
Londres. Pero la duquesa había dicho algo muy parecido, y lentamente iba cayendo
en la cuenta de que Ninian a menudo decía cosas sin explicar su importancia. Quizás,
para ella, no eran importantes. Eran lo mismo que decir que la hierba es verde y el
cielo azul.
Sin embargo, en su fascinación por su apabullante esposa, todo lo que ella decía
de repente adquiría sentido. La alternativa era desestimarla por estar confundida, y
él había notado en muchas ocasiones que Ninian sabía exactamente lo que estaba
haciendo.
—¿Estás diciendo que tu desmayo fue causado por la gran cantidad de gente, y
no por el bebé?
Ella giró la cabeza de repente y enarcó sus adorables cejas hacia él.
—Por supuesto.
—Comprendo que algunas personas se angustian por olores fuertes, que no
pueden tolerar la abundancia de perfumes y hedores de la calle y cosas por el estilo.
- 175 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
- 176 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
Capítulo 25
Octubre.
- 177 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
—Los informes que he recibido de Wystan son alarmantes —la reprendió la tía
Stella—. Me atrevo a decir que es algo que ha hecho el insensato de tu esposo Ives lo
que causó este desastre. Es nuestro deber corregirlo.
—Pero, tía Stella, no puedo simplemente alejarme de Drogo —protestó Ninian
—. No tienes ni idea de cuánto daño le haría.
—Has dejado pasar demasiado tiempo, Ninian. —Ignorando por completo las
protestas de su sobrina, Stella caminaba de un lado al otro sobre la recién instalada
alfombra color verde mar y marfil en la sala de Ninian—. El invierno ha llegado y tú
arriesgas mucho. Te daré mi carruaje y un ejército de escoltas para que te acompañen.
El estómago de Ninian se retorció al pensar en dejar a Drogo.
—Es un hombre bueno —rogó—. Seguramente, habrá algo que podamos hacer
para hacerle entender.
—Es un hombre. —Stella rechazó la moción con un ademán de la mano llena de
anillos—. Sobrevivirá. Siempre lo hacen. —Atravesó a la sobrina con una mirada
aguda—. Tú, en cambio, quizás no. Y el pueblo tampoco. Los niños están enfermos, y
ya hubo dos abortos. Son varias las muchachas más jóvenes primerizas y no es
momento de dejarlas sin tus talentos. Tú has estado angustiándote con tus inútiles
excursiones a la ciudad. Perderás a tu propio bebé si no tienes cuidado.
—Pero la familia de Drogo me necesita —susurró Ninian, buscando con
desesperación una solución diferente a la sugerida por la tía. Sabía que heriría a
Drogo si se marchaba. No era el hombre frío e insensible que pretendía ser.
Simplemente estaba muy... ciego.
Y también la tía, pero no había forma educada de decir eso.
—He hecho lo que me pediste —contestó Stella, con indignación—. Dispuse
clases de dibujo para el ilegítimo...
- 178 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
- 179 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
- 180 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
- 181 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
Un baile era lo último que ella quería. ¿Cómo era posible que no lo viera? Si la
comprendiera lo más mínimo, si hubiera escuchado una sola cosa de lo que había
dicho, entonces lo sabría.
La manera en que la observaba ahora, la intensidad en la mirada mientras
esperaba la respuesta, le dio una pequeña esperanza de que quizás, con el tiempo, la
escucharía.
—Lo que deseo es regresar a Wystan —comenzó con cuidado—. Si tu
administrador no puede encontrar la fuente de la peste, quizás podrías ayudarme...
No le dio tiempo a decir más. Le rozó la mejilla con un beso.
—Podrás visitar a tus amigos en la primavera, después de que nazca el bebé.
Payton estará haciendo todo lo que pueda hasta entonces. Quizás Sarah tenga razón.
Necesitas nuevos amigos aquí. Planea una pequeña cena y un baile y te ayudaré con
la lista de invitados.
Acomodó un rizo detrás de la oreja de su esposa y le dedicó una mirada
expectante.
—Hazlo rápido y la llamaremos nuestra fiesta de bodas y comenzaremos de
nuevo —dijo él, sugestivamente.
Aprobando, en apariencia, su propia generosidad, le besó los dedos y subió los
escalones de dos en dos hacia el escritorio, silbando alegremente.
Debajo, Ninian le observó consternada con el corazón roto. Simplemente no
entendía la importancia de Wystan ni la necesidad que sentía de ayudar. No entendía
que ayudar era su responsabilidad.
Como un jugador, apostaría todo en una mano. Le obligaría a verla y luego, él
tendría que decir, de una vez por todas, si quería a la persona que ella era.
El potencial desastre era enorme, aunque, claro, la leyenda ya se lo había
advertido todo el tiempo. Había sido una estúpida por no creerlo.
- 182 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
Capítulo 26
Noviembre.
- 183 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
hadan las mujeres elegantes, excepto que los rizos eran reales y no los falsos de la
sociedad. La luz de las velas titilaba sobre los blancos hombros de la mujer, que se
elevaban sobre un canesú de color azul plateado suave y adornado con un brillo de
malla plateada. El guardainfante y las pulposas faldas ocultaban el floreciente vientre
y Drogo pensó que la cintura espesada era la imagen más hermosa que había visto
jamás. Se vería mucho mejor sin prendas y sobre su cama esa noche.
—Estás más hermosa que cualquier novia —susurró él, sorprendido por la
aspereza de su propia voz cuando se acercó a ella.
—Y tú llegas tarde, milord —le reprendió, pero un brillo en sus ojos y el hoyuelo
en las mejillas le decían que no debía preocuparse por el resto. Ninian nunca
reprendía. Le encendía la vida con flores, sonrisas y alegría, aunque lo hacía con un
confuso despliegue. Él tendría que brindarle su aprecio, de algún modo.
—Lo lamento. ¿Dónde está mi sirviente? Estaré allí enseguida.
—Ya está todo bajo control. Solo necesitas presentarte cuando estés listo. He
encadenado a Sarah al muro para que no pueda despotricar contra ti.
—Si prometes mantenerla allí y darle de comer tres veces al día, me arrastraré a
tus pies eternamente —le prometió.
Ninian rio, una sonrisa plateada y brillante que le cubrió de felicidad. Ella tuvo
razón. Habían necesitado ese tiempo para conocerse el uno al otro. Lo que tenían
ahora era mucho mejor que el caos tenso y frenético del día de la boda. Esa noche, se
unirían con alegría, y nunca más se separarían. Con cuidado, se abrió a sí mismo ante
la esperanza aireada que le elevaba el espíritu.
—No valoras los talentos de Sarah como deberías —le reprendió con gentileza
—. Tiene demasiado tiempo entre manos y no es suficiente para mantener ocupada
su considerable energía. Quizás deberías confiarle a ella la crianza de tus hermanos
pequeños.
Puso los ojos en blanco mientras se quitaba la chaqueta y el chaleco.
—Les enviaría a navegar por el río Tick. No, gracias. —¿Fue frustración lo que
vio titilar en sus ojos ante esa respuesta? Seguro que no.
—Mis tías llegarán temprano. Debo ocuparme de ellas. Haré subir un vaso de
vino y una pequeña bandeja con pan y queso para que comas mientras esperas.
Las suaves sandalias golpetearon hacia la salida y Drogo quedó desamparado.
Necesitaba una semana a solas con su esposa en la torre. Eso curaría las hambrientas
ansias. Hasta entonces, tendría que aceptar las pocas migajas que ella le ofrecía.
Ninian llevaba la pesada carga del bebé. Por eso, él pagaría cualquier precio que ella
exigiese.
El sirviente estaba aún protestando cuando Drogo escuchó la llegada de los
primeros carruajes. Convenciéndose a sí mismo de que no tenía que estar allí para
recibir a las excéntricas tías, se mordió la lengua y no maldijo cuando el despreciable
sirviente se tomó años para ajustar las pequeñas hebillas plateadas en las rodillas de
los pantalones de terciopelo. Sin embargo, cuando el hombre comenzó a aturdirle
como una gallina desaprobando la falta de alfileres adecuados para ajustar el lazo de
la chorrera, Drogo le fulminó con la más diabólica mirada, se acomodó el chaquetón
- 184 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
de etiqueta color azul medianoche y se marchó indignado. El hombre iría hacia él con
el polvo para el cabello la próxima vez.
No podía acostumbrarse al espacio abierto al pie de las escaleras. Casi se podía
ver reflejado en las pulidas baldosas. Enormes ramilletes —volvió a mirar— enormes
plantas explotaban en cascadas color marfil contra la elegante seda dorada de los
muros que quedaban. A la luz de las velas, el área estaba tan brillante como de día.
Drogo admiró una rama elevada de flores con forma de trompeta que exudaban un
perfume poderoso, y encogiéndose de hombros, fue en busca de su esposa.
Entonces, Ninian prefería las plantas en macetas en lugar de flores cortadas.
Recordaría eso.
Enarcó las cejas al ver el bosque de árboles en tiestos dentro de lo que una vez
había sido la sala común, pero ya había descubierto la afinidad Malcolm por los
árboles. El follaje se veía dignificado y elegante bajo las llamas de las velas en la
araña de cristal.
La araña de cristal. Pensativo, la mirada se desvió hacia arriba. Suponía que
siempre había estado ahí, pero nunca se le había ocurrido a nadie limpiarla ni
encenderla desde que tenía uso de razón.
Frunció el ceño al notar que todo el nuevo mobiliario había sido empujado
contra los muros. Seguramente, ¿un pequeño baile o dos no requerirían que se
vaciara la habitación completa? ¿Dónde encontraría un rincón tranquilo donde
exprimir los cerebros de los invitados en busca de la información que necesitaba para
decidir sobre el próximo proyecto de ley?
Al escuchar una risa femenina, Drogo se encaminó hacia el salón comedor
principal. Los sirvientes habían estado desempacando y puliendo durante semanas
platería sin usar. La familia había optado por comer en las habitaciones en lugar de
molestar la febril actividad allí.
Cuando atravesó la puerta, la mirada cayó inmediatamente sobre Ninian. Todo
lo demás se desdibujó en el perímetro de su visión. Ella brillaba con más esplendor
que el candelabro. Animada, agitaba las manos mientras reía y hablaba, y el brazalete
que le había obsequiado brillaba con rayos de luz de los colores del arco iris. Deseaba
que todo Londres pudiese verla como él la veía. Solo entonces sabrían que poseía un
extraño e invaluable tesoro que nunca nadie podría tener ni tendría jamás. ¡Y pensar
que prácticamente la había encontrado debajo de una piedra!
Sonrió por tal presunción y amplió el campo de visión para observar a las tías
de Ninian, con el colorido despliegue de sedas, y a sus primas, que revoloteaban por
la habitación como ninfas blondas del bosque. Drogo arrugó el entrecejo al ver a los
hermanos, lobos oscuros siguiéndoles la pista.
Pues bien, no podía dejar de invitar a las primas de Ninian ni a su familia.
Quizás fueran los únicos invitados que se presentarían.
—Ahí está, Ives —dijo Stella, estruendosa—. Debemos formar una fila de
recepción. Lleve a Ninian al salón y encárguese de que se coloque una silla robusta
detrás de ella. No puedes andar cargando con ella cada vez que se desmaye.
¿Cada vez que se desmaye? Drogo giró hacia Ninian, pero ella no parecía
- 185 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
- 186 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
los pañuelos. Al parecer, el duque y el marqués tenían mejores cosas que hacer, pero
por el bien de Ninian, Drogo estaba agradecido por el apoyo de las tías.
Echó una mirada con reservas hacia el brillante y casi vacío salón. Obviamente
no había comprendido la grandeza de la ocasión.
Sarah apareció junto a él, con una sonrisa triunfante brillando sobre el
maquillado rostro. Arrugó el ceño al ver el fulgor de los diamantes en el cuello.
—Llevaste esto un pelín demasiado lejos, ¿no? —dijo entre dientes mientras
Ninian conversaba con las tías—. ¿Y si nadie se presenta?
—Lo harán. —Agitó un abanico frente a ella y un regocijo profano le iluminó la
mirada—. Me aseguré de eso. Y las estrellas prometen un gran éxito para esta velada.
Drogo puso los ojos en blanco y se esforzó por llevar una sonrisa a los labios
mientras los primeros invitados se quitaban los abrigos en el salón de entrada sin ser
vistos. Quería que Ninian estuviera feliz. Eso significaba que sería mejor que no se
enfadara y ahuyentara a los invitados con gritos ensordecedores por la puerta.
—Esos son los Throckwaite —predijo la duquesa en un suspiro que podría
haber pasado por una sirena de niebla—. Los Burnham están justo detrás.
—Acabo de estar con lord Burnham —le murmuró Drogo a Ninian—. No
mencionó nada acerca de asistir esta noche.
—La tía Stella sabe de estas cosas —dijo, distraída, sin quitar la vista de Ewen,
quien había acorralado a una de las primas. La muchacha no parecía darse cuenta de
las intenciones del hombre—. Hemos invitado a Dunstan y a su esposa, también.
—Esa no es una idea inteligente —se quejó Drogo—. Dunstan odia Londres, y
la esposa está tan fascinada con la sociedad que esto no será nada cómodo para
ninguno de los dos.
Hizo una mueca cuando la prima Malcolm abofeteó la mandíbula cuadrada de
Ewen y se marchó indignada. En fin, el maldito estúpido se lo merecía por merodear
alrededor de la hija de un adinerado marqués. Echó una mirada a las tías de Ninian
para ver cómo reaccionaban ante el contratiempo. Hermione se inquietó con
preocupación pero sonrió un poco ante la acción de su hija. Stella saludó a los
Throckwaite estruendosamente. Drogo descubrió que tenía un indudable tic nervioso
en el borde del ojo.
—Qué agradable es finalmente conocerla, milady —trinó el primer invitado al
llegar hasta Ninian—. Hemos oído hablar mucho de usted.
—Sarah ha hecho un trabajo particularmente espléndido transformando esta
habitación, ¿no es verdad? —contestó Ninian, al parecer, irrelevante—. Estoy segura
de que estará feliz de contarle dónde encontró las mejores gangas.
Sorprendida, la señora Throckwaite parpadeó y abrió la boca para decir algo. Al
parecer, notó la severa expresión de Drogo y, asintiendo con un movimiento de
cabeza, se apresuró a preguntarle a Sarah acerca de los cortinajes.
—Envidiosa —Ninian susurró mientras los siguientes invitados saludaban a
Stella—. Simplemente rebosa de envidia.
Antes de que Drogo pudiese digerir el completo significado del comentario, el
señor y la señora Burnham se presentaron, como se le había anticipado.
- 187 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
—Música y buena comida son siempre la mejor manera de aliviar las molestias
de una pequeña discusión —dijo Ninian alegremente mientras lord Burnham hacía
una reverencia con la cabeza—. Recomiendo el faisán en particular. Drogo siempre
está muerto de hambre después de una sesión acalorada.
Drogo nunca había dudado de la inteligencia de su esposa, pero en momentos
como ese, tenía que cuestionarse su sentido común. Ignorando la expresión de
sorpresa de Burnham, estrechó la mano del hombre con gravedad.
—Debe poder leer la mente, querida —estuvo de acuerdo la señora Burnham
con alegría—. Están muy hambrientos después de una sesión de disputa. Casi no
logro convencerle de asistir esta noche.
A Drogo le parecía que si la gente pudiera representar cifras, algunos de los
números estarían ausentes en esa ecuación. Mientras intentaba descifrar cómo
Ninian, las tías y los invitados rebotaban de dos en dos y llegaban a cinco, su esposa
giró hacia él, expectante.
—En verdad, no puedo leer la mente, ¿sabes? —susurró—. Pero estaban
bastante enfadados el uno con el otro y adiviné el resto. Espero que no te moleste el
chismorreo, pero si voy a vivir aquí, de verdad, debo ser yo misma.
Ella le estaba diciendo algo importante, pero Drogo no podía alcanzar a
comprender las consecuencias. No quería hacerlo. No encajaban en los confines del
mundo como él lo conocía. Antes de que pudiera encontrar una respuesta adecuada,
una oleada de invitados inundó el lugar.
Ninian saludó a muchos de ellos con los mismos comentarios, al parecer
igualmente irrelevantes, que producían respuestas sorprendentes. La señora Driscoll
la declaró una bruja por saber que esperaba a su primer hijo. Drogo se quedó tieso,
esperando por una maléfica mirada o risotada, pero la mujer bulló de felicidad y
Ninian rio.
Por el contrario, cuando lord Bolingbroke la llamó bruja por saber que había
perdido grandes sumas de dinero en las apuestas, Ninian quedó helada, asintió con
un rígido movimiento de cabeza y rodeó el brazo de Drogo con la mano, como
buscando protección. Excepto que él no veía nada de qué protegerle. Todo el mundo
sabía que Bolingbroke estaba demasiado ebrio como para tomar sus comentarios
como insultos, pero parecía que la idea de Sarah de llenar la sala de baile implicaba
decirle a todo Londres que Ninian era una bruja. El tic nervioso en el rabillo del ojo
de Drogo aceleró el ritmo, lo que lo obligó a hacer una mueca.
Drogo se sentía como si estuviera nadando en aguas cada vez más turbias y
notó, con alivio, la confrontación entre Joseph y otra dama Malcolm. Joseph no tenía
mucha inclinación de pelear con nadie, mucho menos con las mujeres, pero al menos
la distracción rayaba con lo normal.
—¿Crees que hemos recibido a invitados suficientes, querida? No me parece
que las diferentes ramas de nuestra familia estén destinadas a tolerarse unas a otras
con calma. —Indicó con un movimiento de cabeza en dirección a Joseph.
—Quizás tengas razón —susurró Ninian—. Stella y Dunstan intercambiaron
unas notas acres hace un rato. Y si no me equivoco, Christina se ofendió por algo en
- 188 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
el aura de William. Puede ser muy vengativa cuando la enfadan. Tal vez deberíamos
hacerles una señal a los músicos.
Haciendo la cuenta que no había oído la palabra «aura», Drogo indicó que
comenzara el primer baile, se inclinó sobre la mano de Ninian y la condujo hasta el
centro de la pista. Habría preferido mucho más una cena tranquila y unas partidas de
cartas, pero si las mujeres creían que la pompa era necesaria, él la aceptaría,
especialmente si acababa con Ninian en su cama.
—Nunca antes he bailado, Drogo —susurró Ninian—. Solo sé los pasos en
teoría.
—Entonces fingiremos que es la última variación y nuestros invitados nos
imitarán.
La cansada mueca de tristeza desapareció de los labios de Ninian y fue
reemplazada por una cegadora sonrisa de expectativa. Los latidos del corazón de
Drogo se aceleraron ante la promesa en sus ojos mientras la guiaba en los
majestuosos pasos del minué. Era la mujer más hermosa del lugar, y le pertenecía
total e inequívocamente. Esa noche, entonces. Tuvo que luchar para reprimir una
feroz oleada de excitación. La certeza en el resultado de esa velada borró parte de la
confusión anterior.
Ninian bailaba con la misma gracia con la que hacía todo, sonriendo con cada
movimiento, girando con deleite al ritmo de la música. Drogo pensó que ver su
felicidad era casi tan conmovedor como llevarla a la cama. Casi.
No se quejó cuando el baile llegó a su fin y Sarah se llevó a Ninian para
presentarle al cuadro de solteronas y viudas. No objetó cuando tuvo que evitar que
Joseph construyera una torre de alcachofas, croquetas y canapés para divertir a las
primas. Arrugaba el entrecejo al escuchar a las mujeres murmurar la palabra «bruja»
detrás de los abanicos cuando él pasaba por ahí, pero incluso esa tonta ilógica no
podía oscurecer la euforia que sentía. Esa noche, finalmente tendría una esposa en la
cama.
Lanzó una mirada fulminante cuando descubrió a Ninian y a Ewen inclinados,
inmersos en una intensa conversación cerca de los árboles en macetas, pero se detuvo
con amabilidad cuando lord Burnham le tomó del brazo.
—Bueno, Ives, ¿qué se siente al estar casado con una bruja?—preguntó
Burnham con jovialidad.
—Le preguntaría a Mainwaring y a Hampton, si fuera tú. —Irritado por la
continua repetición del chismorreo de la noche, Drogo se lo quitó del medio. Era
obvio que Burnham había probado demasiado oporto si se rebajaba ante tal absurdo.
Si había alguna bruja allí, serían Stella y Hermione, pero no Ninian. La esposa podría
ser un poco dispersa y extravagante, pero la madre de su criatura era perfectamente
normal en todos los aspectos. El asunto de leer las emociones era producto de una
imaginación hiperactiva. Las brujas pertenecían a los cuentos de hadas.
No permitiría ni loco que Ewen llevara a Ninian a la mesa, e ignorando los
susurros furtivos que dejaba a su paso, Drogo caminó indignado a través del
atiborrado salón. Los chismorreos tenían tanta importancia para él como los fuertes
- 189 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
- 190 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
Capítulo 27
No, no. Ella no iba a volver a utilizar ese truco. Él la había cortejado y hecho el
papel de estúpido durante demasiado tiempo ya. Quería que esa fuera su noche de
bodas y, maldición, dejarían esas tonterías de lado y lo harían de una vez.
Drogo salió a la carga detrás de la errante esposa, esquivó a Stella en completa
presentación de batalla, eludió a una ansiosa Hermione, solo para chocarse de frente
con Dunstan y su esposa, quienes habían elegido ese momento para entrar en el
salón de baile, viéndose como si hubieran discutido todo el camino desde la casa.
—Estamos aquí, a tu disposición —clamó Dunstan, rígido, bloqueando la
puerta.
—Yo no dispuse tal cosa, pero sois bienvenidos. Ahora, quitaos de mi camino.
El puchero de la señora Dunstan desapareció bajo la embelesada expresión al
observar el populoso salón.
—¡Ay, has convertido este sombrío y viejo salón en una habitación adorable! ¡Y
mira la multitud! Es tan perfecto... —Ladeó la cabeza en dirección al marido—.
Podríamos tener esto también, si no fueras tan tacaño. Solo piensa en la diversión que
podríamos tener.
—No es divertido; es un arduo trabajo —corrigió Drogo—, y ahora, si vosotros
dos me dejarais avanzar...
—William está ebrio y se está acoplando a los músicos —anunció Joseph,
apareciendo junto a Drogo—. Está aburrido de los minués y quiere un violín.
—Debo encontrar a Ninian. —Frenético, Drogo intentó sobrepasar la creciente
multitud de familiares.
—Sarah ha ido tras ella. —Ewen llegó, viéndose hostigado—. Pero si no llamas
a esas primas de ella, tendremos un caos entre manos. Y las tías están en pie de
guerra. No creo que hayas estado atinado al comportarte con tanta vehemencia
acerca de tu opinión sobre lo sobrenatural.
Drogo cerró las manos en puños y les miró con furia.
—Ninian no es una bruja —declaró con frialdad y energía—. Es una Malcolm.
Pueden ser excéntricas, pero no son brujas.
—Pues bien, otra de las no brujas dibujó una imagen de nuestro estimado
representante de Tetbury, y se ve convincentemente igual a él y a un cerdo adulto a
la vez —remarcó Ewen, echando miradas nerviosas sobre el hombro—. No está en
absoluto contento con todo el asunto.
—Aquí viene la tía Stella —susurró Joseph—. Creo que buscaré la ponchera.
Al tiempo que Ewen y Joseph se escapaban antes de que la duquesa llegara
hasta ellos, Dunstan sonreía con lúgubre diversión.
- 191 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
Girando como una veleta emocional, tal como su abuela tuvo por costumbre
llamarle, Ninian oscilaba de la pena a la furia mientras arrojaba prendas de bebé
recién adquiridas, panfletos sobre estudios del agua y paquetes de hierbas
prolijamente etiquetados dentro de un baúl. ¡Él no creía en brujas! ¿Cómo se atrevía a
decir semejante cosa después de todo lo que ella le había mostrado? ¿No creía una
sola palabra de lo que le decía? ¿Simplemente creía que estaba loca cuando atacaba a
hombres como Twane, o cuando le decía cómo se sentían sus hermanos, u organizaba
ese baile de etiqueta para mostrarle los talentos de las tías y las primas?
¿Exactamente cómo creía ese estúpido hombre que la tía Stella sabía quién llegaría y
cuándo? Y suponía que creía que las hierbas aromáticas de la tía Hermione no eran
otra cosa que un adorno y no una fragancia de tranquilidad para evitar que las
combatientes ramas de la familia crearan el caos mientras calmaba las sospechas de
la sociedad en cuanto a lo extraño y lo anormal.
Anormal. Él creía que las brujas eran anormales. Su esposo creía que ella era
anormal. Que pertenecía a los cuentos de hadas.
Si le hubiera arrancado el corazón del pecho, no podría dolerle más. Ella había
tenido la esperanza...
Ya no importaba lo estúpidamente que había estado esperanzada. Hizo lo que
fue a hacer. No podía hacer nada más. Era hora de regresar a Wystan, adonde
pertenecía.
Algún día, cuando las brujas verdaderamente volaran sobre escobas, podría
recuperarse del vacío dolor que le había abierto su centro en dos.
Una lágrima cayó sobre el diario escrito a mano que Drogo le había dado como
regalo de bodas mientras lo empacaba cuidadosamente con sus otros tesoros. Quizás
debería haber estudiado las advertencias de Ceridwen con más atención.
- 192 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
Ninguna lámpara iluminaba la intacta cama. Tenía el fuerte recuerdo de haber hecho
eso alguna vez con anterioridad, y un frío espasmo le recorrió las entrañas.
Bajó las escaleras traseras hacia el patio de la cocina. El frío de noviembre le
heló la sangre y le escarchó la respiración, pero ninguna figura danzante
transformaba el jardín. Miró hacia arriba. Solo la niebla y el humo de carbón
nublaban el cielo, como era habitual. Estaba peligrosamente de pie sobre el borde de
un precipicio, pero no sabía dónde estaba ni cuándo se derrumbaría. Solo sabía que,
sin Ninian, se deslizaría a un abismo y nunca volvería a ser visto. El oscuro frío de la
noche predecía el olvido de un futuro con ella.
Temblando, se apresuró a regresar a la casa. Quizás habría vuelto al salón de
baile.
Las tías y primas de Ninian ya se habían retirado, enfadadas. Un número de
otros invitados aún circulaban por ahí, disfrutando del chismorreo y liquidando la
comida y la bebida de las mesas de bufé dispuestas a lo largo del salón. Los músicos,
con poco entusiasmo, intentaban seguir a William en una ronda enérgica que era más
adecuada para una taberna. Distraídamente, Drogo pensó que el ilegítimo hermano
por parte de la lechera tenía talento, pero los violinistas podían obtenerse por medio
penique. Había albergado la esperanza de que un poco de educación ayudara a
William a encontrar su camino en el mundo, pero quizás se había equivocado en eso
también.
Ninian no estaba por ningún lado. Ewen le estaba enseñando a Jarvis una forma
mejor de arrancar la araña para reemplazar las velas casi acabadas y Drogo elevó una
plegaria para que no prendiera fuego el salón recientemente redecorado. Joseph
había desplegado los dibujos arquitectónicos sobre el suelo de la biblioteca y estaba
intentando convencer a varios señores embriagados que los arcos arbotantes le
darían prestigio a sus casas de campo. Ninian no estaba allí tampoco.
Quizás no lograra transformar a Ewen en un comerciante, a Joseph en un
abogado o a William en un académico, o a Dunstan en un hombre felizmente casado,
pero no perdería a su esposa.
—¿Dónde está? —exigió saber cuando descubrió a Sarah y las viejas charlatanas
riendo en una sala trasera.
Pensativa, Sarah levantó la vista hacia él.
—Nunca deberías haber dicho eso, Drogo.
—¿No debería exponer lo obvio? —preguntó, con desdén—. ¿Debo decirle al
mundo que creo en cuentos de hadas?
—En un poquito de magia —asintió ella, girando hacia él—. Hay cosas en este
mundo que no comprendemos. Tú observas las estrellas, pero no conoces su poder.
—Es más probable que sean gases en combustión que profetas. —Rechazó la
sandez—. Ninian hace que las plantas crezcan porque ha estudiado y experimentado,
no porque tenga una mano mágica para la jardinería.
Decepcionada, Sarah negó con un movimiento de cabeza.
—Ninian tiene mucha más comprensión en la mano que tú en tu completo,
enorme y pesado cuerpo. Estoy segura que quedan un duque o dos con quienes
- 193 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
Una lluvia helada azotaba las ventanillas del carruaje mientras Ninian se
acurrucaba más profundamente dentro de las cálidas pieles que le habían dado las
tías. Odiaba dejar al cochero a la intemperie con ese clima, pero si no se alejaban la
mayor distancia posible antes de que cayera la noche, la lluvia probablemente se
convertiría en nieve. El cochero había estado de acuerdo.
Hicieron un gran avance alejándose de Londres al atardecer. El clima había
estado agradable y el día, despejado, lo que le daba más confianza de la que se
merecía. En verdad, no tenía alternativa. Incluso las tías estuvieron de acuerdo en
que debía regresar a Wystan. Era evidente que nunca convencería a Drogo de creer
que los aldeanos necesitaran su ayuda o su responsabilidad por socorrerles.
Sabía que Drogo, con su mente práctica y lógica, nunca podría entender un
instinto que no podía ver ni analizar. Se burlaba de las leyendas, del don, del poder
de la familia. Si no podía creer en todo aquello, no podría creer en ella ni en sus
instintos.
Deseaba que las cosas fueran diferentes. Hizo todo lo posible para hacerle creer.
Había permanecido allí más tiempo de lo que debía con la esperanza de convencerle
a escuchar. Sin embargo, él no lo había hecho. Le extrañaría horrores. Él nunca la
perdonaría por haberle abandonado. Nunca. El dolor le carcomía el corazón, pero no
podía rendirse ante eso.
El carruaje dio un bandazo en un surco de lodo y ella pudo sentir la rueda
- 194 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
- 195 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
- 196 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
- 197 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
Capítulo 28
Ninian sonrió al ver los adornos de plumas helados brillando plateados contra
- 198 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
la oscuridad de la habitación ahora. Esa noche sería la noche de bodas que nunca
tuvo.
Echó una mirada sarcástica al pesado vientre difícil de manejar debajo de la
cálida franela del camisón. A diferencia de las más esbeltas primas, ella llevaba a la
criatura baja y plena. No había dudas de su condición.
Levantó la vista cuando Drogo regresó de la taberna con dos calientes y
humeantes toddies2.
—¿Deseas embriagarme antes de que nos retiremos a dormir? —preguntó,
divertida.
—Cálida y dispuesta —acordó él, enarcando una lasciva ceja rizada al tiempo
que apoyaba las tazas.
El corazón le latió un poco más errático. Nunca antes había visto ese lado de su
marido. Parecía casi alegre, a pesar del clima, a pesar de dejar todas las
responsabilidades atrás. Nunca había esperado que la siguiese. Una pequeña luz de
esperanza le aguijó el corazón al estudiarle el rostro, temerosa de que la alegría fuera
forzada, de que estuviera escondiendo el resentimiento como lo había hecho con la
furia, pero no vio nada más que un hombre ansioso de sexo.
Ninian presionó el camisón tenso contra el abultado vientre.
—Cálida y dispuesta, quizás, pero un poco desgarbada. Ni siquiera mis tías
estaban tan grandes en esta etapa.
—Eso es porque es un niño —le susurró malicioso al oído, mientras la tomaba
en sus brazos y acariciaba su redondez—. Te digo, los hombres Ives solo producen
varones.
—Justo lo que tu familia necesita, milord —le provocó con burla, envolviendo
los brazos alrededor de los de él donde descansaban en su cintura—, más hombres
viriles para endilgarle a un mundo desprevenido.
—Es más de lo que tu familia necesita, milady. —La cogió de las rodillas y la
alzó hasta la cama—. Un macho pendenciero que perturbe todas las tradiciones
familiares.
—Ay, Dios, no quiero ni pensarlo. —Un hombre Malcolm. La idea le provocó
un mareo.
Con gratitud, bebió un sorbito de la taza que él le tendió una vez que se
acomodó contra los cojines, y observó con interés mientras Drogo se quitaba las
prendas y las doblaba sobre una silla. Tenían una sola vela, y ella deseó tener más
cuando la camisa acabó junto a la chaqueta y el chaleco, y pudo admirar la completa
extensión de los hombros y la espalda musculosa.
—Oh, Dios —repitió por una razón completamente diferente al tiempo que esos
músculos se ondularon y se hincharon.
Drogo giró y enarcó una inquisitiva ceja en dirección a ella, otorgándole plena
visión de la flecha de oscuros rizos esculpiendo el esternón y el tenso abdomen. Ella
tragó en seco y no pudo desviar la mirada. En verdad, nunca le había visto sin la
2
Toddy (plural: toddies): Bebido hecha con whisky, brandy u otro licor mezclado con agua
caliente, azúcar y otros condimentos.
- 199 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
camisa.
Finalmente, calculando la dirección de los pensamientos de ella, Drogo extendió
el brazo sugestivamente hacia los botones de los pantalones.
—Si hemos tenido nuestra noche de bodas y el cortejo ha terminado, ¿cómo
debemos llamar a esto, señora? —provocó con burla, soltando lentamente el primer
botón.
Las sombras de luz de la vela jugaban contra la dura cresta que le empujaba la
solapa de los pantalones hacia afuera. Ninian se relamió los labios, repentinamente
secos.
—Grande —contestó sin pensar. Recordó otro momento y otro lugar en el que
había pensado lo mismo. Su marido no era definitivamente un hombre pequeño.
Ni tímido. Sonrió cuando entendió lo que ella había querido decir, y la belleza
de las facciones cinceladas casi distrae a Ninian de los pantalones. Casi. Cuando
empujó la tela sobre las delgadas caderas, ella se olvidó del blanco destello de los
labios contra su sensual voluptuosidad, o cualquier otra cosa que no fuese la
evidencia de la masculinidad Ives. La tía tenía razón, definitivamente. Los hombres
Ives eran muy... viriles.
Le quitó la taza de los dedos laxos antes de que ella pudiera volcar el contenido.
—Es bueno saber que aún quedan cosas que puedo enseñarle a mi omnisciente
esposa. —Apagó la vela.
—Solo sé de hierbas —murmuró mientras el calor y el peso de su marido se
deslizaron debajo de las sábanas junto a ella, y los ásperos vellos de la pierna le
capturaron el muslo.
—Entonces, déjame enseñarte acerca de los hombres, querida.
Una mano muy masculina le cubrió un pecho y una cálida boca con sabor a
whisky le separó los labios. Creyó que, sin duda, había muerto e ido al cielo cuando la
lengua le acarició y los dedos le otorgaron placer.
Así que estaba pero bien casada. Con un Ives. Hasta ahora, lo único que se
había destruido era su autocontrol.
Suspiró con satisfacción cuando él le guió la mano hacia abajo y le enseñó a
tocarle. Solo necesitaba el poder femenino para eso y él tenía la llave de acceso.
Drogo gruñó y enterró la mandíbula con barba crecida contra la cabellera de
ella mientras le acariciaba.
—No duraré mucho más —murmuró él, acariciándole el pecho nuevamente y
provocando una enorme confusión con el único control que ella había creído poseer
—. ¿Es eso seguro para el bebé?
—Durante unas semanas más. —gimió Ninian, al tiempo que Drogo le
recompensó al correr a un lado el canesú y afanar la lengua sobre un doliente pezón.
Salvajemente, pensó que los hombres no necesitaban perseguir los rayos si lo que
deseaban era electricidad. Drogo podía crearla simplemente con las manos y la boca,
y ella no podía resistirse a la atracción más que el mar podía escapar de la luna.
El calor de las palmas de las manos le moldeó los pechos y se los transformó en
dos pesados montes mientras dibujaba un camino de besos hacia arriba.
- 200 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
—Quizás sí eres una bruja —dijo cuando ella se arqueó hacia él, ofreciéndose.
Antes de que ella pudiese entender la confesión, él mordisqueó la plenitud que
las manos habían creado, luego calmó el pellizco con la lengua. Ninian enroscó los
dedos en el cabello, sosteniéndole la cabeza mientras él le dejaba marcas, más allá de
interpretar algo tan simple como las palabras.
—Solamente una bruja podría impulsarme a la distracción como lo haces tú.
En cualquier otro momento, esas palabras la habrían destruido, pero por ahora,
no les prestó atención.
—Tienes magia en la punta de los dedos —indicó ella mientras él le saciaba la
necesidad al acariciar ambos pezones a la vez.
Drogo rio y jugueteó con los labios de su esposa con besos y mordiscos.
—No solo en la punta de los dedos. —Rodó y, atrayéndola hacia él, le quitó el
camisón por encima de la cabeza.
Ninian contuvo el aliento cuando él descubrió el pesado cuerpo, pero las manos
simplemente acariciaron y admiraron los cambios que el bebé había provocado.
Floreciendo bajo el calor de la mirada de Drogo, ella finalmente le siguió la intención
y él ajustó las posiciones. Reclinando la espalda sobre la pila de cojines, le colocó a
horcajadas, hasta que la parte masculina rozó tentadoramente cerca de donde ella le
necesitaba.
La tocó entre las piernas, recordándole la primera noche juntos, provocándole el
doloroso vacío, mientras atrapaba su mirada con los ojos y la sostenía allí. Ninian
tembló ante la ardiente intensidad que la tenía cautiva, incapaz de negarse a nada.
—Embrújame —le exigió, con voz ronca.
Sin más instrucciones, ella elevó las caderas y lentamente bajó sobre él hasta
que Drogo gruñó, la cogió por la cintura, y se elevó, colmándole hasta el punto de
explotar.
Ya sin ser ella misma, sino una parte de él, Ninian rindió su voluntad a la de su
esposo, moldeó el cuerpo ante sus órdenes, y gritó de alegría mientras le utilizaba
como un placer en vuelo que ella no había conocido antes. Le acarició y succionó los
pechos hasta que estuvo débil por la necesidad, luego la penetró una vez más hasta
que galoparon al unísono.
Cuando planearon juntos por el acantilado del olvido, él la tomó y la sostuvo
mientras la inconsciencia les rebasaba y cayeron en picado, saciados e ilesos.
Juntos, hacían magia.
—No hay necesidad de que te veas tan engreída, esposa mía —se quejó Drogo
en broma cuando, al día siguiente, emergieron de la hostería hacia la clara luz de sol
—, solo porque ayer por la noche generamos suficiente calor como para evaporar las
nubes durante el resto del invierno.
Tímidamente, Ninian escondió la sonrisa en el manguito mientras él la guiaba
de la mano hasta el carruaje.
La sola sonrisa tenía el poder de empujarle el cerebro hacia una estrepitosa
- 201 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
- 202 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
—No me digas que has traído ese horroroso libro contigo, ¿o sí? —exclamó
Drogo cuando fue a la cama esa noche para descubrir a su esposa sentada contra los
cojines, leyendo.
Ella pasó una quebradiza página e inclinó el libro para obtener mejor luz de la
lámpara.
—Sigo albergando la esperanza de que resuelvan las diferencias y que todo
salga bien. El castillo era de ella —dijo Ninian, con indignación, sin levantar la
mirada.
—Era de ella —le corrigió—. El padre se lo dio al esposo como dote.
—Él no tenía ningún derecho. El castillo le pertenecía a la madre de ella.
Simplemente no es justo. Eran muy felices al principio. El incluso mejoró el cuarto
del bebé. La criatura nació allí. Pero no creer que era de él solo porque era una niña...
Drogo suspiró y se quitó la chaqueta y el chaleco. Era obvio que no tendría la
completa atención de su esposa esa noche.
- 203 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
—Ella contrajo matrimonio con un Ives, querida. No somos famosos por confiar
en las mujeres, ni por nuestra sabiduría en el matrimonio. Supongo que él ya había
engendrado un bastardo o dos a esas alturas.
—Dos —dijo ella, enfadada, con la vista clavada en las páginas—. Hombre
estúpido. Ambos niños, dando así su masculinidad, supongo, mientras la esposa
sufre la soledad y deja que el amor se marchite. En este punto, él ha regresado a
Londres en un coche, y el pueblo está sufriendo inundaciones, y nadie está haciendo
nada al respecto. —Finalmente, levantó la vista hacia él—. No había notado que la
estupidez fuese una característica Ives. ¿Por qué haría él tal cosa?
Drogo se deslizó hacia el colchón y le quitó el libro de las manos.
—Era un razonamiento lógico —explicó, con paciencia—. Todo el mundo sabe
que nosotros siempre engendramos hijos varones. Probablemente partió por
negocios y regresó a la casa para encontrar a su esposa embarazada. Eso habría
provocado la sospecha en casi cualquier hombre. La niña era toda la prueba que él
necesitaba.
—Los hombres Ives no permanecen junto a sus mujeres el tiempo suficiente
como para saber si procrean hijas. —Mulló el cojín a golpes y se deslizó bajo las
sábanas—. Y solo se necesita una noche para crear un hijo de cualquier sexo. Sabes
perfectamente bien que podría haberle llevado a la cama la noche antes partir en ese
extenso viaje.
Drogo se quitó las botas y las arrojó contra el muro.
—Si ella se parecía a ti en algo, amor, entonces él estaba loco de no haberla
llevado con él.
—¿Qué se supone que quieres decir? —exigió saber mientras él apagaba la luz.
Se deslizó dentro de las sábanas y la arropó segura bajo los brazos antes de
contestar.
—Significa que el único momento en que un hombre puede estar seguro de una
mujer es cuando la tiene debajo de él.
Drogo atrapó el grito de ira de su mujer con la boca e hizo su mejor esfuerzo
para enseñarle que estar debajo de un hombre Ives no era nada malo.
Y quizás, tener una mujer Malcolm debajo de él, no era malo tampoco.
- 204 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
Capítulo 29
- 205 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
de la casa.
Ninian eligió una de las tortas más frías y se marchó de la cocina, con la mente
trabajándole furiosamente a toda velocidad a pesar del paso lento del cuerpo.
La abuela le había dicho que ella era una sanadora Malcolm. Para ser una
sanadora, debía ser aceptada por aquellos que debía sanar. De otro modo, no era
nada más que una máquina de engendrar los hijos de un conde. Algunas mujeres
podrían aspirar a eso, pero ella era diferente.
Tenía que ser leal consigo misma, aunque a Drogo no le agradara.
- 206 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
- 207 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
- 208 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
hombre?
Se detuvo ante un palafrén gris con una pequeña silla de montar casi plana. Sin
más discusión, la sentó de costado sobre la silla, luego montó detrás de ella. Las
piernas tocaron el suelo cuando sujetó las riendas con una mano y la sostuvo a ella
con la otra.
—No como a un hombre. —Ninian observó, escéptica, la distancia al suelo y
reconoció la sabiduría del marido en elegir monturas—. Admitiré libremente que no
puedo montar caballos como tú; sin embargo, no me molestaría aprender sobre una
montura de este tamaño. No es una distancia de caída demasiado alta.
—Y esta camina como una cama colgante. —Drogo pateó a la yegua y esta
comenzó a caminar lentamente—. Lo que es mejor para ti que la carreta de granja, al
menos.
Ella observó el suelo hasta que estuvo segura de que no se resbalaría
inmediatamente. Luego, se relajó lo suficiente como para apreciar la fuerza de los
brazos del marido a su alrededor. Él la llevó más cerca cuando ella se reclinó sobre él.
—¿Me enseñarás a montar? Podría ser algo muy útil de saber.
—¡Estás embarazada de siete meses! —exclamó con exasperación—. La gente se
cae de los caballos cuando está aprendiendo. Acéptalo, Ninian. No puedes hacer
nada más que nutrir a ese bebé ahora. La aldea está muy lejos.
—No soy un melón maduro a punto de estallar. —Se concentró en balancearse
con el caballo—. Caminar me hace bien. Recuerda, yo soy la comadrona, no tú.
—¿Y me dirás que el frío y la humedad son buenos para ti también? ¿Y que
acabar tan cansada que casi no te puedes mantener en pie es saludable? Tengo seis
hermanos menores que han intentado todas las excusas conocidas por el hombre
conmigo, Ninian. Sé cuándo me están engañando.
—Soy una sanadora, Drogo. No puedo curar si no puedo visitar a los enfermos.
Estas personas son mi responsabilidad, como tus hermanos lo son para ti. ¿No
puedes aceptar eso?
Silencio. Ninian pensó que le arrancaría la camisa y le clavaría las uñas en la
gruesa piel para comprobar que fuera humano, pero sabía que era tan humano como
ella, y ese era el problema.
—He aceptado que lleves mi hijo, que eres una Malcolm, y que sabes algo de
hierbas. Acepto que eres mi responsabilidad ahora, y que debo protegerte tanto a ti
como al bebé de todo peligro. ¿Por qué no puedes aceptar esa protección?
Le dio unos golpecitos en el pecho en lugar de hacerlo jirones. En verdad, no lo
entendía.
—No soy tu responsabilidad, Drogo. No necesito tu protección. Puedo muy
bien ocuparme de mí misma. Acepta eso, y habremos encontrado un punto de
partida.
—Si no me necesitas en absoluto, entonces ¿para qué demonios me quieres? —
gritó él, finalmente perdiendo los estribos—. ¿Soy tu semental de cría y nada más?
Ninian rio con una alegría despreocupada que rebotó en los carámbanos que
cubrían los árboles.
- 209 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
- 210 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
Capítulo 30
- 211 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
Él había ordenado que le llevasen todas las plantas en macetas hasta allí, y
después de consultar con un par de varios notables botanistas de Londres, había
encargado algunas más. No entendía el propósito ni el encanto, pero el asombro
fascinado de Ninian fue satisfacción suficiente.
—No estaba seguro de si los sirvientes estaban manteniendo la habitación a la
temperatura adecuada —admitió mientras ella continuaba con su mudo examen
desde el sofá.
—Oh, Dios. —Ninian luchó por sentarse, aceptando la mano de Drogo al
tiempo que incorporaba las imágenes y los olores de la tierra húmeda y las hojas
verdes. Se aferró a esa mano fuerte al ponerse de pie y tocar un helecho. Estaba
echando hojas nuevas, en medio del invierno.
Apretó la mano con más fuerza, sin saber a ciencia cierta si estaba soñando o
no, y rozó los dedos contra las fragantes hojas de un arbusto de laurel. El aroma
llenaba el aire.
—Nunca me imaginé... —Ni siquiera pudo encontrar las palabras cuando la
mirada cayó sobre un arbusto de rosales con un único y perfecto capullo rosado—.
¡Mis rosas!
—Les ordené que trajeran las cosas que tenías en la casa de tu abuela. No estaba
seguro de qué suerte correrían sin ti.
Ninian creyó que lloraría. Todo ese tiempo, había pensado que él no se había
dado cuenta... Si él podía ver su amor por las plantas, sin duda, sin duda, podría lograr
que viera su amor por Wystan. Y luego... No debería esperar demasiado todo junto.
Parpadeó para evitar las lágrimas y miró hacia arriba a través de una acuosa
cortina al excepcional hombre que era su esposo. Los ojos negros tenían un tinte de
inseguridad, pero por lo demás, mantenía la estoica compostura habitual. Acarició
con dedos asombrados la mandíbula cuadrada y atisbo una pequeña sonrisa
curvándole la comisura de los labios.
—No creí que tuvieras intenciones de traerme de vuelta a Wystan. —No
comprendía nada en él. Buscó en el rostro del marido algo de entendimiento—. ¿Por
qué harías algo así?
—Pensé que volveríamos aquí en el verano, y estas cosas parecían importantes
para ti.
No sabía qué decir. Nunca nadie le había obsequiado algo tan maravilloso en su
vida. ¡Había reconstruido el invernadero! Observó los paneles de vidrio sobre sus
cabezas. Podía ver el cielo azul y algunas nubes. Era como estar a la intemperie, pero
más cálido. La mirada cayó y se dirigió al suelo de losa, encontrándose con las
baldosas secretas de la luna, el sol y las estrellas. Esas baldosas eran más antiguas
que Ceridwen. Se remontaban a varias generaciones de mujeres Malcolm. Allí era
donde estaban sus raíces.
—No puedo dejar de darte las gracias —susurró—. Ni siquiera sé cómo
comenzar.
Drogo la atrajo de regreso contra su pecho y apoyó las manos sobre el bebé que
cargaba.
- 212 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
La primera sospecha de Drogo de que los planes habían salido mal fue cuando
regresó al castillo después de pasar una semana en las minas. Hacía poco había
aprendido los placeres de una cama matrimonial compartida y ciertamente nunca
tuvo intención de permanecer afuera mucho tiempo, pero el clima se había vuelto
malo otra vez e incluso las colinas eran traicioneras, por lo que, con sensatez,
aprovechó la oportunidad de aprender más sobre el canal que los otros propietarios
deseaban construir. Quizás debería haberse preocupado más por haber dejado sola a
la nueva esposa, pero Ninian había causado estragos en todas las teorías acerca del
matrimonio. De hecho, confiaba en ella.
Quizás había sido un poco apresurado depositar esa confianza.
Que la nueva sirvienta le tomara el sombrero y los guantes en la puerta no le
- 213 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
- 214 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
que las reparaciones constantes eran una molestia, y sospechaba que los paneles
debían ser arrancados y no simplemente pintados.
Creyendo que encontraría a Ninian en el invernadero, comenzó a bajar las
escaleras, y se encontró con Lydie, que se apresuraba hacia arriba.
—¡Oh, aquí está! —exclamó sin aliento, sin coger la criatura que él le tendía en
su dirección—. El alguacil está en el escritorio y no puedo encontrar a la niñera.
Prometí llevar al pueblo algunas de las medicinas de Ninian para la artritis. ¿Le
molestaría cuidar de Henrietta hasta que la nana regrese? Y hay una carta de Ewen
en el salón. ¿Vendrá aquí para las fiestas navideñas?
Sin esperar una respuesta, se levantó la falda y voló escaleras abajo.
Drogo notó que ya no llevaba guardainfantes ni polvo. Ninian probablemente la
tenía demasiado ocupada para tanta frialdad. Al darse cuenta de que aún cargaba
con la chiquilla, se la puso debajo del brazo y caminó enfadado hacia el invernadero.
¡Al demonio con el alguacil! Quería a su esposa.
—¡Oh, milord, habéis regresado, sí! —exclamó la cocinera al salir presurosa de la
cocina—. No tengo a nadie para revolver el budín y la pava hierve. Venid conmigo, o
se echará a perder.
Ya sin sorprenderse por el caos que la esposa aparentemente había creado en su
ausencia, Drogo precedió el gesto de la cocinera incitándole a ingresar a la cocina. No
creía que hubiera estado nunca antes en una cocina. Recorrió el lugar con una mirada
curiosa pero no pudo discernir el propósito de los utensilios metálicos y de madera
que colgaban de los muros.
La cocinera le tendió una cuchara de madera, él colocó al bebé en el otro
hombro y tomó el mango. Revolvió el contenido de un recipiente con cuidado. Olía a
budín, sí señor.
¿Por qué estaban preparando budín? Había suficiente allí como para alimentar
a un pueblo entero.
La criada de la cocina regresó cargando leña, que dejó caer al suelo cuando vio
al maléfico conde en la cocina, revolviendo el budín y bamboleando un bebé sobre el
hombro.
Cuando Drogo vio que la muchacha parecía estar a punto del desmayo, decidió
que había tenido suficiente. Tendió con brusquedad el fajo de brazos y piernas que se
sacudían en las manos de la muchacha ahora vacías, agregando la cuchara como si
fuera poco, hizo una reverencia con la cabeza y se marchó a la carrera.
No sabía cómo las mujeres lidiaban con todo, y no quería averiguarlo. ¿Dónde
demonios estaba Ninian?
En el invernadero, no. Vio evidencias de su presencia en el delantal colgando
del sofá y las semillas en parte diseminadas sobre la mesa de jardinería. Y una fila de
hierbas prolijamente etiquetadas sobre los estantes que habían dado brotes. Había
estado verdaderamente ocupada.
Sintiéndose algo aliviado por eso, se dirigió a la torre. Quizás estaba
efectivamente echándose una siesta en medio de todo ese barullo. Se suponía que las
mujeres embarazadas dormían mucho, ¿no era así?
- 215 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
- 216 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
Capítulo 31
—Este es el final de la propiedad del conde, milady. Podéis ver que no hay
signos de la fuente del problema. —El señor Payton estaba de pie, rígido, junto a su
plácida yegua mientras Ninian observaba fijamente el infértil páramo que daba a
colinas distantes.
—El arroyo debe venir desde algún lado —insistió ella—. Ha tenido todo el
verano para explorar. Es imposible averiguar mucho en esta época del año.
—Podría venir de la tierra de Crown, por lo que sé. O de Escocia. No hay hada
que podamos hacer más allá de esta propiedad.
—Podríamos encontrar la fuente de la peste y detenerla —dijo ella enfadada,
pateando una rama seca sobre las hojas marrones a sus pies. Sabía que no podía
caminar más ese día, y la vista de las colinas distantes le desalentaba. Necesitaría un
caballo; solo que pasarían meses antes de que naciera el bebé y ella pudiera aprender
a cabalgar.
El señor Payton tenía un caballo. Y el señor Payton estaba mintiendo. Retorció
la marchita punta de una planta de hoja perenne y las agujas le cayeron en la mano.
—Puedo regresar sola. Quiero observar un poco más los alrededores. Puede
regresar a lo que sea que se dedique. —Furiosa, se dio cuenta de que no le costó
ningún esfuerzo convocar los tonos imperiosos de la abuela. Le llegó tan
naturalmente como respirar, con mucha más naturalidad que el agradable rostro que
había llevado durante tantos años. Quizás la abuela se había equivocado al insistir en
que Ninian fuese siempre amable y no asustara al pueblo con los dones. Si tenía que
ser ella misma, entonces bien podría comenzar a practicar con ese insecto molesto.
—No puedo dejaros sola aquí, milady —contestó el alguacil, tenso.
—Por supuesto que puede. He caminado por estos bosques sola toda mi vida.
Soy una bruja, ¿recuerda? Váyase y déjeme en paz. —Mascullando por lo bajo,
comenzó a caminar a lo largo de la orilla del arroyo, tomándose más tiempo para
examinar lo que se había perdido por el apuro de llegar a la fuente de la peste.
Ese estúpido debería haberle dicho que no traspasara los límites de Drogo.
Quizás ella podía convencer a su esposo de inventar otros filtros. Pasarían meses
antes de que el bebé naciera y ella pudiese aprender a montar. Podrían experimentar
pasando el agua a través de diferentes tipos y determinar cuál era el más eficiente.
Drogo sabría cómo llevar adelante la idea.
Sin duda, le encadenaría al muro por haberse atrevido a salir.
Oyó a Payton alejarse a caballo mientras bajaba con dificultad la ladera de la
colina que él no le había permitido atravesar antes. ¡Hombres! Deberían pensar que
era un frágil adorno de porcelana. ¿Cómo creían que había sobrevivido la raza
- 217 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
humana todos esos años? Ciertamente, no gracias a mujeres que levantaban los pies y
no hacían nada durante nueve meses al año.
En la base del muro de contención, se agachó en silencio, escuchando el
borboteo del arroyo y al viento soplar a través de las infértiles ramas de los árboles. A
veces, podía oír cosas en el viento, abriéndose sus sentidos a sus alrededores.
El crujido de hojas muertas, el deslizamiento de un tronco oculto y una
estruendosa maldición no eran exactamente los sonidos que tenía en mente escuchar.
El resultante estrépito la obligó a ponerse de pie.
—¿Quién anda ahí? —gritó. Ya sabía que quien estuviera allí se había herido y
no estaba muy contento al respecto.
—El hombre del saco —contestó una profunda e irritada voz masculina—. ¿Se
encuentra bien?
—Por supuesto que sí. —Sacudiéndose hojas secas de la falda de lana, se sujetó
de un árbol joven cercano, probó la fuerza y se empujó hacia arriba. El bebé en su
interior dio una alegre patada. A su hija le agradaba la aventura.
—Por supuesto que sí —se burló la áspera voz masculina—. Es una mujer
Malcolm. ¿Por qué habría de creer lo contrario?
—Las Malcolm pueden resultar heridas, como cualquier otra persona. —
Resoplando un poco por el esfuerzo de trepar el empinado terraplén en dirección de
la voz, Ninian se sujetó a un roble para no caer y miró a su alrededor—. ¡Usted!
El hombre que asistió a la boda sin invitación yacía tendido sobre hojas
marchitas y escombros en un descolorido barranco debajo de raíces de serbal. Con
macizos brazos cruzados sobre el amplio pecho, se las ingenió para tomar una pose
magnífica y despreocupada con una bota torcida en un ángulo incómodo, con los
pantalones rajados por las piedras desnudas, mientras le observaba desde debajo de
unas cejas más imponentes que las de Drogo.
—Mi nariz se recuperó —dijo él, con tono seco—. Mi orgullo está aún herido.
—Parece ser que está magullado algo más que su orgullo. —Encontró un lugar
elevado sobre las rocas donde arrodillarse junto a él y tironeó de la bota.
—Déjele en paz —gruñó—. Solo consígame una rama fuerte y regresaré a mi
caballo.
—Los hombres Ives son testarudos en ocasiones, pero en general, no son
estúpidos. —Ninian tiró de la bota tan gentilmente como pudo pero aun así, él hizo
una mueca de dolor. Notó que no negó la conexión familiar—. El pie se hinchará y
usted tendrá que cortar una bota en perfectas condiciones si se la deja puesta
demasiado tiempo.
—Robaré otra. —Retiró la pierna de la mano de ella y con un gesto de dolor,
arrastró el rígido cuero fuera del pie—. Ahí tiene, ¿satisfecha ahora? Consígame una
rama, y regrese a donde le corresponde.
—Ya que esta es la tierra de mi marido, estoy donde me corresponde —contestó
Ninian plácidamente, tanteando los huesos del robusto tobillo—. No están rotos,
pero los tendones están dañados. Lo vendaré por ahora. Podrá poner el pie en remojo
cuando lleguemos al castillo.
- 218 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
—No iré al castillo. —Con sequedad, quitó de un tirón la pierna del agarre de
Ninian—. Simplemente quería asegurarme de que no estuviera herida. Ahora,
continúe con sus asuntos, que yo continuaré con los míos.
Ninian ignoró las órdenes del hombre y trabajó con el dobladillo de las enaguas
y una roca hasta que logró hacer un tajo allí. Sin ningún sentido particular de la
delicadeza, levantó la pesada falda y ensanchó el agujero hasta que obtuvo una tira
de tela del largo adecuado. El hombre no podía siquiera ponerse de pie sin ayuda,
por lo que ella no le vio mucho sentido a continuar discutiendo con él.
—Sé de esto —le recordó cuando posó las manos sobre el inflamado tobillo y se
concentró. Él irradiaba dolor y ella se afanó para calmarlo—. Puedo darle corteza de
sauce cuando estemos en casa, y se sentirá mejor. No hay mucho que pueda hacer
aquí afuera.
—No iré al castillo —repitió él, apoyándose sobre los codos mientras ella le
masajeaba para quitarle el dolor—. En verdad, es bastante buena. Una Malcolm con
un talento útil es inusual.
Ninian comprendió que hablaba del dolor de la herida.
—La gente no suele apreciar nuestra perspicacia. Los hombres Ives en
particular parecen tener dificultad en entender las cosas que no pueden ver. ¿Tiene
usted un nombre?
—Simplemente llámeme Adonis y vende el maldito tobillo.
—¿Adonis? —Le sonrió y él arrugó el entrecejo como respuesta. El parecido a
Drogo era bastante impresionante. Ninian calculó que ese hombre sería varios años
mayor y un poco más pesado, puro músculo y probablemente todo entre las orejas.
No presintió ninguna malicia en él—. Los dioses griegos son una extraña raza en
estos bosques. ¿Por qué me está siguiendo?
—Por no tener otra cosa mejor para hacer. —gruñó mientras ella le ajustaba la
tela.
—¿Vive por aquí?
—No vivo en ningún lugar. ¡Acabe y desista, señora! —bramó cuando ella tiró
de la tela con todas sus fuerzas.
—Se sentirá mejor cuando haya acabado con esto. Si usted no vive en ningún
lugar, entonces no hay razón por la cual no pueda regresar al castillo. Tiene que
poner el tobillo en remojo.
—Hay miles de razones en el mundo por las que no puedo ir a su maldito
castillo. Ahora, búsqueme una rama, señora, y lárguese. Si yo estuviera en su lugar,
no le mencionaría este encuentro a su esposo. Por si no lo ha notado, los Ives tienden
a ser hombres celosos.
—Ahora, eso sí que sería realmente estúpido. —Hizo un nudo en la venda, se
puso de pie y miró a su alrededor—. Las mujeres Malcolm no podemos tolerar a los
hombres estúpidos. Con razón las leyendas nos advierten sobre vosotros.
—Si sabe eso, ¿por qué diablos contrajo matrimonio con el conde? —Maldijo
cuando se esforzó por incorporarse a una posición sentada sobre unas rocas e indicó
con el dedo el árbol marchito a la derecha—. Una de estas ramas me soportará.
- 219 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
- 220 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
mencionará nada de esto al noble señor. Las espadas no son lo mío. —Tomó las
bridas de la montura y se balanceó hacia arriba.
Ninian le tendió la bota.
—Drogo no es un hombre violento —le regañó—. Y no veo razón para la
violencia. Estoy bastante segura de que él escucharía su teoría acerca de las minas.
—Y estoy bastante seguro de que clavaría una estaca en mi corazón si nos
presentaran. Es tarde. Tendrá que apresurarse si quiere regresar al castillo antes del
anochecer.
Ella quería decirle que llegaría mucho más rápido si cabalgara, pero el caballo
del hombre era un semental grande e inquieto sobre el cual no tenía deseos de
sentarse. Antes de poder formular otro argumento, trotó adentrándose en el bosque,
dejándola sola en el camino vacío.
—¡Maldito hombre! —masculló ella, buscando el lugar por donde había
desaparecido, pero sin ver ni una pizca de él.
¿Quién era y por qué la estaba siguiendo? ¿Era coincidencia que nadie hubiera
sabido de su existencia hasta la boda?
Muy extraño. Considerando la advertencia acerca de las minas, abandonó la
revisión del arroyo y siguió un camino más directo de regreso a la casa.
Ocasionalmente, sentía la presencia del hombre, pero no representaba peligro, y
podía dejarle afuera con mucha facilidad. Debería haberle amarrado y amordazado
mientras aún estaba indefenso y haber ido en busca de ayuda.
Pateando terrones helados de tierra y bullendo con resentimiento y curiosidad,
Ninian no notó los golpeteos de cascos en la distancia hasta que sintió la alarma del
extraño. Poniéndose alerta, buscó alguna señal para identificar al jinete que se
acercaba. Cuando no encontró nada, sonrió. Drogo. Bueno, esa era la única manera
de identificarle.
Moisés podría haber esculpido los mandamientos en el monumento de granito
del rostro del marido cuando le vio y lentamente bajó de la montura. «No ha traído el
palafrén esta vez», notó ella. Aparentemente no había creído que la encontraría.
—Si cabalgas de regreso al bosque, encontrarás al perdido Ives de nuestra boda
—le informó ella—. Sin embargo, probablemente escape antes de que puedas
alcanzarle.
Al parecer, creía que el comentario era tan estúpido como todo lo demás que
ella hacía y se bajó del caballo.
—¿Qué demonios crees que estás haciendo, mujer?
Se oyó tan parecido al hosco extraño que Ninian no pudo evitar sonreír.
Siempre se veía muy desconcertado cuando ella lo hacía.
—Suenas como Adonis. Vosotros dos debisteis de ser separados al nacer. —
Levantó la vista con el ceño fruncido hacia el macizo caballo castrado—. No montaré
ese monstruo. Estoy mucho más segura aquí abajo.
Sin extender el brazo hacia ella, Drogo tiró y obligó al caballo a girar y caminó
hacia ella. No dijo nada, y Ninian calculó que estaba forcejeando con los estribos que
no tenía. Su marido era muy bueno para esconder cualquier cosa que se pareciera a
- 221 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
una emoción. Pensó que lo había hecho durante tanto tiempo que se había olvidado
de cómo expresar los sentimientos.
—Puedo hacerte perder los estribos, ¿sabes? —dijo ella, pateando terrones de
barro otra vez—. Pero tengo un poco de miedo de que el resultado sea tan explosivo
después de todo este tiempo que quizás nos hagas estallar a ambos.
—Lo que dices no tiene sentido, mujer —dijo él, rígido—. Yo no pierdo los
estribos. Sin embargo, me preocupo cuando no puedo encontrar a mi esposa
embarazada de siete meses.
Esas palabras fueron forzadas a través de unos dientes apretados. Ninian le
echó una mirada de soslayo, divertida.
—No puedes tenerme atada con una correa. Quizás estarías más cómodo de
regreso en Londres donde no sepas qué estoy haciendo.
—No creo que vuelva a sentirme cómodo nunca más. —La voz sonó vacía y
vagamente perpleja.
—Lo lamento —dijo ella, con honestidad—. Realmente, no quería molestarte.
No estabas en casa, se presentó la oportunidad y simplemente la aproveché. El
administrador no fue de mucha utilidad, pero Adonis... así es como se hizo llamar;
sin embargo, estoy segura que ese no es su nombre... Adonis dice que la peste
comienza mucho más allá de las colinas entrando en las minas, por lo que no hay
nada que pueda hacer al respecto.
Con una expresión resignada, Drogo finalmente la miró.
—En verdad no estás inventando todo esto, ¿no es así? —Se oía como si
necesitara que le tranquilizara—. ¿Esa persona Adonis realmente existe? ¿No es un
hada o algo así?
Ella rio ante su expresión desconcertada. La lógica era un camino muy estrecho
de la mente para transitar.
—Le mordí la nariz, ¿recuerdas? Es bastante real.
—¿Por qué será que eres la única que ha hablado con él jamás?
—Creo que me estaba siguiendo hoy, pero se cayó y se torció el tobillo. Me dijo
que no te lo contara, y se negó a regresar conmigo al castillo. ¿Crees que podrá ser
otro de los hijos ilegítimos de tu padre?
Drogo pensó en eso. Ninian esperó expectante.
—Sé muy poco acerca de la vida de mi padre antes de que desposase a mi
madre. Sin embargo, no me agrada la idea de que te siga. ¿Permanecerás en el castillo
de ahora en adelante?
No se oía muy esperanzado de recibir la respuesta que quería.
Ninian le cogió del brazo y le dio unos golpecitos de consuelo.
—No iré más allá del pueblo hasta que nazca el bebé, ¿está bien?
La expresión del marido se veía sombría cuando giró hacia ella.
—Tú, señora, ciertamente me volverás loco.
Ninian, sin más, sonrió.
- 222 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
Capítulo 32
- 223 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
- 224 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
- 225 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
engancharse el canesú sobre los pesados pechos. Tenía el bebé bajo ahora, pero el
canesú aún era un problema.
Drogo tiró del primer gancho y lo puso en su lugar por ella.
—No creo que te hayas visto antes más radiante que ahora —murmuró él,
tomándose su tiempo en el proceso.
—Y tú debes de estar bastante ciego, milord. —Pero se sonrojó ante el cumplido,
de todos modos. Estaba aprendiendo a lidiar con el hecho de que era un conde y un
Ives y no revelaba sus emociones. Aún tenía dificultad para absorber la intimidad
física de él como hombre. Se sentía tímida y torpe cuando estaba junto a su gracia
masculina.
—Me atrevo a decir que el ruido es simplemente uno de tus aldeanos con su
esposa a punto de dar a luz. Tendremos que ordenar que las festividades Beltane
estén desperdigadas a lo largo de todo el año en lugar de una sola noche.
Ella le abofeteó la mano cuando le invadió sobre un hinchado pecho.
—Los aldeanos van a la cocina, donde saben que pueden despertar a alguien.
Tiene que ser uno de tus hermanos.
Se encaminó hacia la puerta tan pronto como él la soltó, pero Drogo la tomó del
brazo y la frenó.
—Las escaleras no, ¿recuerdas? O te cargo en brazos, o esperas aquí.
Odiaba eso. Odiaba sentirse inútil, mimada, y dejada de lado. Estaba
acostumbrada a su independencia. Hizo un mohín mientras él se colocaba los
calcetines y los zapatos. No tenía que estar tan tranquilo, maldición, cuando alguien
estaba entrando por la puerta a la fuerza. Si los visitantes hubieran tenido un hacha,
ella estaba casi segura que la habrían utilizado a esas alturas; tan fuerte era su furia.
—Espera aquí —le ordenó mientras tomaba la chaqueta y salía.
Entonces, quizás, estaba más ansioso de lo que demostraba, o se habría tomado
el tiempo de cargarla. Estaba aprendiendo a leerle... si no se perdía por una tangente
emocional propia, por ejemplo, querer clavarle un cuchillo entre los hombros por
dejarla atrás.
Con los pies descalzos, caminó hasta el pasillo y permaneció de pie en lo alto de
las escaleras escuchando a Drogo mientras quitaba la barra de las puertas.
Ninian escuchó una discusión en cuanto la puerta se abrió de un golpe.
Dunstan. También Ewen. Quizás estaba mejor allí, fuera de la vista, hasta que Drogo
les hubiera calmado. No creía que el bebé necesitara esa clase de alteraciones. Quizás
acercarse demasiado a las personas era perjudicial para la salud de la niña. Tal vez,
las subidas y bajadas que se sentían por amar a una familia numerosa eran la razón
por la cual su abuela le había aconsejado permanecer en Wystan y llevar una vida
solitaria. Ninian nunca antes había experimentado algo tan bruscamente como esa
furia Ives.
Las iracundas voces masculinas escalaban, acompañadas por los tonos más
calmos del mozo que Drogo había enviado a la taberna, y finalmente se unió un
murmullo somnoliento del ama de llaves. Ninian suspiró con exasperación y ubicó
su gran volumen sobre el primer escalón.
- 226 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
- 227 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
- 228 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
Capítulo 33
- 229 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
cada taza. Él podía lidiar con las peleas, y los carruajes explotando, y las travesuras
juveniles que los hermanos dejaban en su puerta, pero no con la confusión
emocional. Todos los fantasmas del fallido matrimonio de su padre se elevaron frente
a él. Y Ninian creía que ella tenía fantasmas.
—¿Qué tiene que ver Sarah en todo esto?
—Ella golpeó a Dunstan en la cabeza con un florero antes de que él pudiera
asesinarme, luego exigió acompañarnos como recompensa. Aparentemente, su
madre ha regresado de Escocia, así que quería correr en dirección contraria. Me las
he visto difíciles intentando evitar que Dunstan nos asesine a ambos de camino aquí.
Drogo se masajeó la frente y se preguntó cuan pronto podría acudir a Ninian
con ese relato. Luego, se preguntó por qué debería molestarla con eso. El era
responsable de sus hermanos, no ella. ¿Desde cuándo se había convertido en una
parte tan indispensable de él?
—¿Dónde está Celia? —exigió saber, deseando poder poner las manos
alrededor del cuello de la estúpida imbécil en ese mismo momento.
—Con el actual amante —contestó Ewen con gravedad.
Oh, maldición. Oh, maldición triple para los Ives. Debería haber previsto los
peligros de unirse con cualquier mujer.
Entonces, ¿por qué diablos él se creía diferente?
—¿Quién? —preguntó Drogo con mortal calma.
Viendo al asesino en los ojos del hermano, Ewen negó con un movimiento de
cabeza.
—No importa. Dejó a Dunstan y eso lo está matando. A su manera, él amaba a
la maldita perra.
Con mucho cuidado, Drogo dejó la taza. Manteniendo los hombros atrás e
intentando no respirar muy profundamente, se obligó a ponerse de pie. Había creído
que podía confiar en que los dos hermanos mayores cuidasen de sí mismos, pero
parecía que sus obligaciones eran de nunca acabar. Le llevaría todo el poder de su
posición en la Cámara de los Lores para obtener el divorcio que Dunstan necesitaría.
—El ama de llaves tendrá una habitación lista para ti. Descansa.
Cada fibra del cuerpo de Drogo protestaba al tiempo que salía a grandes pasos
rígidos de la cocina. Confiaba en la estabilidad y la sensatez de Dunstan. El hermano
debería haber echado a la puta mentirosa de la casa, como su padre había hecho con
su madre. Gruñó al ver cómo el círculo se cerraba sin fallas.
¿Cómo podía Dunstan amar a Celia? ¿Cómo podía un hombre tan sensato como
su hermano amar a una estúpida mujer como esa? O a cualquier mujer, en realidad.
Las mujeres servían para calentar las camas y llevar hijos en el vientre. Los hombres
simplemente no les podían permitir que gobernaran la casa. Eran pura emoción y
nada de lógica.
Como Ninian.
Oh, Dios, nada de todo aquello tenía sentido. Necesitaba distancia. Eso
funcionaba mejor. Se encargaría del problema de Dunstan, luego regresaría a trabajar
como debería haber hecho, en lugar de ceder ante el capricho de su esposa. Que ella
- 230 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
cuidara de las plantas y se ocupara de ella misma, igual que lo haría él. Tenía
negocios y una familia de quienes ocuparse. Con la distancia apropiada, su vida no
sufriría más interrupciones irracionales.
Con la separación adecuada, podría lidiar lógicamente con Ninian y sus
debilidades, como Dunstan había fallado en lidiar con Celia. La relación emocional
era similar a la brujería: pervertía los procesos del pensamiento, cegaba a los
hombres sanos de los caminos correctos, les incitaba a hacer cosas que nunca antes
habrían considerado hacer si hubiesen estado bien de la cabeza. Si Dunstan no se
hubiese enamorado, nunca habría consentido a su esposa llevarle a Londres y guiarle
a la tentación.
Si Drogo no hubiera sucumbido a la desesperada necesidad de tener un hijo,
nunca habría llevado a Ninian a la cama, nunca habría abandonado a su familia, y
Dunstan no estaría ahora en ese problema. No podía permitir que sus deseos y
necesidades le cegasen sus responsabilidades otra vez.
- 231 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
esposa, regresa a tus plantas y pacientes y déjame a mí lidiar con los problemas de mi
familia.
—¡Divorcio! ¿Esa es la solución de tu familia para todo? —Indignada por la
negación del marido al dolor de Dunstan, sintió deseos de arrojarle algo, despertarle,
arrancarle el corazón del pecho y mostrarle que tenía uno.
Pero no tenía ese poder. La había reducido al rol de esposa otra vez. La había
escuchado y traído hasta allí, y se habían unido más que nunca en los pasados meses.
Y ahora, estaba negando que esa intimidad hubiese existido jamás.
—Milord, te estás comportando como un estúpido detestable otra vez, ¡y no lo
consentiré! —Con un amplio movimiento de la manga adornada con encaje, Ninian
mandó a volar por los aires todos los papeles del escritorio. El frío desprecio en la
expresión de Drogo al girar hacia ella fue peor que la furia—. ¡No soy una imbécil
indefensa para ser frecuentada y tratada cual yegua de cría! Dunstan es ahora mi
hermano tanto como el tuyo, y si tú no lo ayudas, ¡lo haré yo!
Drogo se puso de pie, y sujetándole los agitados brazos, la alzó del suelo y la
llevó hacia la puerta y escaleras abajo.
—Milady, me traes más problemas que todos mis hermanos juntos. Si no te
mantienes alejada de estas escaleras, te encerraré en tu habitación.
Los débiles intentos de patear y balancearse no produjeron ningún efecto, salvo
una mueca de dolor cuando le cogió de la trenza y tiró con todas sus fuerzas.
Aprovechando esa única ventaja, enroscó los gruesos rizos alrededor de la palma de
la mano y se sujetó de allí al tiempo que él la depositaba en la habitación del amo. No
le permitiría marcharse fácilmente.
Sin decir palabra, la tomó de la muñeca y la giró hasta que los dedos de Ninian
se aflojaron; luego, salió a paso firme de la habitación, con el rostro de granito tan
inamovible e inflexible como su mente.
¡Maldición! Si ella fuese una verdadera hechicera, le conjuraría un embrujo, le
convertiría a él en sapo y a la maldita torre en un nenúfar donde pudiese croarse a sí
mismo todo lo que quisiese. Estúpidos, estúpidos, estúpidos y ciegos hombres Ives.
Arrojó el diario íntimo de Ceridwen contra la puerta y se echó a llorar.
- 232 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
- 233 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
- 234 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
Capítulo 34
Ninian observó más con ira que con temor al tiempo que su marido descendía
las escaleras con las oscuras cejas enarcadas en forma de nubes de tormenta. Había
pensado que la temprana partida de Ewen de las fiestas navideñas no presagiaba
nada bueno, y el rostro de piedra de Drogo verificó su instinto.
Ella habría estado feliz de discutir el asunto con él si Drogo no la hubiera
ignorado durante toda la semana. Podría haber regresado a la casa de su abuela y
criar gatos, por todo lo bueno que traía aparejado estar casada con un hombre como
él.
Sí, debería haberse mudado a la casa de la abuela. Al menos allí no tendría
lacayos apostados en todas las escaleras, impidiéndole que las utilizara.
Pero, en rebeldía, decidió que no quería vivir sola. Aunque debía reconocer que
la última semana viviendo con Drogo la había dejado más solitaria de lo que se había
sentido jamás en toda la vida. Extrañaba el humor mordaz, la conversación atenta, la
presencia física en la cama. Vivir sin el Drogo que ella había llegado a conocer la
mataría, sin duda, si no encontraba una alternativa. Quizás, si él no podía darle el
amor y la aceptación que tanto ansiaba, podría obtener algo de satisfacción en su
familia, que era definitivamente más abierta.
Al observar a Drogo descender con la expresión de granito, se dio cuenta de
que ella nunca había exigido lo que deseaba hasta ese momento. Siempre había
aceptado lo que la abuela le decía, lo que los aldeanos pensaban de ella, lo que la
familia quería. Pues bien, era hora de que todo eso cambiase. Ciertamente no podía
continuar viviendo de esa manera por siempre.
Haciéndole cosquillas a la gata en la barriga, observó a Drogo inspeccionar la
silla que Ewen había enganchado al pasamanos con poleas. Si Drogo quería
desperdiciar sirvientes cuidando las escaleras, al menos ahora eran útiles al subirle y
bajarle en el artilugio de Ewen.
La risa explotó alrededor del muérdago cuando el panadero atrapó a Lydie con
las manos llenas de masa y le plantó un beso en la mejilla. Tartas y pastelitos salieron
volando por doquier y a continuación, se produjo un barullo caótico cuando los
niños del pueblo corrieron tras ellos.
El pueblo estaba de lo más inhóspito en esa época del año, con la munificencia
del verano muy lejos detrás de ellos y los peores meses del invierno aún por venir.
Ninian no le permitiría a Drogo arruinar la diversión de la fiesta. En lugar de mirarla,
echó una mirada a Sarah conversando con Mary. Al menos, Sarah no era una
verdadera Ives. No podía causar demasiados problemas. Aunque darles silbatos a
todos los niños ciertamente causaría algunos dolores de cabeza.
- 235 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
- 236 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
Enero, 1751
—Será mejor que te apresures y tengas ese bebé de una vez para que puedas
subirte entre las sábanas de tu esposo otra vez —dijo Lydie—. Está a punto de
arrancarles la cabeza a los sirvientes. Incluso Ewen se enojó con él y se marchó a la
mina en lugar de quedarse aquí un minuto más.
Lydie colocó con eficiencia y prontitud una sábana limpia en la cuna vacía de la
enfermería. Ninian acababa de regresar de despedir a su último paciente.
—Le pedí a Ewen que revisara el agua de las minas para ver si podía localizar la
fuente del daño —dijo ella—. Me temo que muchos de estos bebés están naciendo
demasiado temprano por el agua. Nunca antes ha sucedido así.
Cansada, Ninian se sentó en una silla y dejó que Lydie hiciese todo el trabajo
físico. Realmente necesitaban contratar más ayuda. Sarah no tenía mucha inclinación
por la partería.
—Ewen despidió a todas las criadas con un beso, pero ni siquiera intentó
besarme a mí —se quejó Lydie—. Debo haber perdido todos mis encantos. Me he
vuelto vieja y decrépita.
- 237 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
- 238 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
- 239 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
clima, sino que iría a su puerta como cualquier persona civilizada —le amonestó
Dunstan.
Ella echó una mirada de advertencia en dirección a Adonis mientras sostenía el
brazo de Dunstan con más fuerza.
—Os convertiré a ambos en sapos si no os comportáis. Bien, ¿qué es lo que
desea decirme?
—¿Además del hecho de que contrajo matrimonio con uno de una familia de
dementes autodestructivos? —Con las piernas abiertas, los brazos cruzados sobre el
macizo pecho, Adonis estudió el comportamiento desconfiado de Dunstan con
diversión.
—¿Supongo que el insulto se aplica a usted también? —replicó Dunstan.
—Claro que sí, de otro modo, no estaría aquí.
—¡Basta! ¡Los dos! Estoy agotada de esta postura. Podéis insultar vuestro linaje
una vez que me haya marchado. Por ahora, dígame qué es lo que necesita saber, y así
podré regresar a mi fuego.
Al ser recordados de la delicada condición de la mujer, en un santiamén se
replegaron de las posiciones de batalla, aunque ninguno de los dos se veía
particularmente avergonzado por el descuido.
—Lo lamento, pero creí que le agradaría saber que la mina de su marido es
directamente responsable de la contaminación del arroyo. Para localizar nuevas
vetas, están bombeando agua llena de sedimentos de carbón del suelo y arrojándola
por la colina que drena directamente al arroyo. Los Ives nunca han pensado en la
tierra que mutilan, ni en los efectos de tal mutilación.
—Eso es una maldita sarta de menti... —Dunstan levantó puños cerrados, pero
se detuvo de inmediato cuando Ninian le cogió del brazo y gimió. Un ceño fruncido
por el dolor le arrugaba la frente mientras intentaba mantenerse erguida.
—¿Ninian? —Lleno de terror, la cogió de la cintura para sujetarla.
Con el ceño arrugado por la preocupación, Adonis dio un paso adelante, pero
Ninian le alejó con un gesto. Jadeando, dejó que el dolor pasara y se irguió.
—Le agradezco su advertencia. Le he pedido a Ewen y a Drogo que
investigaran el asunto. Apreciaría su pudiese guiarles, ya que no me toman en serio.
—Al ver a Adonis tensarse y echarse atrás ante la petición, ella desestimó con un
ademán—. Lo entenderé si no puede. Yo estaré un poco... indispuesta... durante un
tiempo, pero haré lo que pueda.
—Mis disculpas, milady, no debí haberla molestado. —Echándole una mirada a
Dunstan con profunda preocupación, preguntó—: ¿Le ayudo a llevar a la condesa a
la casa?
Vacilante, estudiando al extraño, Dunstan negó con un movimiento de cabeza.
—Drogo está en el pueblo. Envíe a alguien por él. Creo que el bebé se ha
adelantado.
Ninian habría sonreído ya que el moreno extraño se veía petrificado; luego, se
recuperó lo suficiente como para asentir y marcharse a la carrera, pero la siguiente
contracción fue rápida y feroz, y ella casi no pudo contener un grito de dolor.
- 240 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
- 241 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
Capítulo 35
- 242 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
un hijo!
—Ahí está el temperamento que no tienes —le recordó, tomando un libro muy
viejo con cubierta de cuero de los estantes que había llenado con ejemplares de la
biblioteca de la abuela—. Nunca he hecho esto para mí misma. Lamento que suceda
tan pronto. Contaba con que mis tías llegaran a tiempo.
Abrió el libro en una página marcada.
—Tendrás que recitar la ceremonia de bienvenida. Quizás pueda decirla
contigo, si hablas lo suficientemente lento.
—¿Ceremonia de bienvenida? —gritó. En lugar de sujetar a la maníaca esposa,
Drogo se hundió ambas manos en la cabellera y tiró para asegurarse de que no estaba
soñando. O teniendo alucinaciones. ¿Estaba a punto de parir al bebé sí o no?
Si así era, ¿por qué demonios no estaba acostada en la cama, rodeada de
mujeres?
—Siempre le damos la bienvenida a las nuevas Malcolm —le contestó,
encogiendo los hombros con indiferencia—. Parece que facilita el trabajo de parto.
Me parece que no estoy lidiando muy bien con el dolor. No tenía ni idea... —Dio un
grito ahogado y se dobló por la mitad.
Esta vez, el rugido de él atrajo al resto de la casa corriendo.
Para cuando ellos llegaron, Drogo tenía a Ninian en la maldita cama. Estaba
aferrada al libro mientras jadeaba, cantaba y se retorcía en agonía. Él creía que el
dolor de su esposa le arrancaría el corazón y los pulmones del pecho si no cesaba
pronto. El sudor le humedecía los rizos dorados para cuando se enderezó y le volvió
a tender el libro.
—He marcado el lugar. Puedes comenzar cuando quieras. Tu hija tiene prisa.
—Mi hijo, señora, no necesita ninguna estúpida superstición cantada sobre su
cabeza. —Drogo giró y clavó la mirada en Lydie, quien estaba de pie en el umbral de
la puerta trayendo un recipiente con agua humeante—. ¡Ayúdale! —exigió.
—No hay nada que pueda hacer todavía —dijo Lydie simplemente, dejando el
recipiente.
El rostro de Ninian se veía pequeño y extremadamente frágil contra los cojines.
El enorme bulto del vientre pareció colmar la cama cuando Lydie le cubrió con una
sábana. Drogo tragó en seco. Ninian era demasiado pequeña. Incluso él podía
notarlo. Había creído que era una campesina saludable pero no, era más como un
espectro transparente que se luiría añicos al más mínimo sonido. El mero viento
aullando en la nefasta habitación podría romperla.
—Ninian —susurró cuando ella cerró los párpados de venitas azules sobre las
adorables lagunas de sus ojos. La piel parecio como el más fino vidrio cuando él la
rozó con los dedos, e igual de frío.
Abrió los ojos de repente y le regaló una vaga sonrisa.
—Me temo que no seré muy útil durante un tiempo. Dunstan debe encargarse
del filtro, si eres tan amable de asegurarte que se haga adecuadamente. Quizás, si
envías a buscar a Ewen... —Se mordió el labio y respiró profundamente, con la mano
cubriendo el bajo vientre a fuerza de instinto.
- 243 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
—¡A la mierda con el arroyo, y con Dunstan y todo lo demás! Solo diles a estas
desorientadas mujeres qué hacer para que ayuden a traer este hijo al mundo a salvo.
—Drogo podía percibir a varias de las mujeres del pueblo en las sombras a sus
espaldas. Dunstan estaba en algún lugar del fondo, también. No podía concentrarse
en ninguno de ellos.
Ella sonrió débilmente.
—No pueden hacer otra cosa que esperar, milord, como tú. Te iría mucho mejor
si me escucharas al menos esta vez.
—Pues bien, escucho. —Con firmeza, empujó una silla y gesticuló a alguien
para que le alcanzara el abandonado anotador. Eso era algo físico que él podía
manejar.
Con obediencia, tomó cuidadosas notas mientras Ninian divagaba. No tenía
idea de lo que estaba escribiendo o de lo que ella estaba diciendo, pero el mero
ejercicio de aplicar la pluma al papel era suficiente para calmarles a ambos, hasta que
ella gimió y, arqueándose, se aferró a la ropa de cama. Entonces, pluma, anotador y
tinta volaron por el aire cuando la sujetó.
Mientras una criada se apresuraba a limpiar el desorden, Drogo se transportó a
la cama y sostuvo a su esposa con torpeza, sin saber cómo consolarla pero dándole lo
que podía, mientras Ninian se mordía para no gritar y se aferraba a las mangas de la
chaqueta de él. La agonía de ella le quemaba, y no podía imaginar cuánto peor sería
para ella. El hijo la estaba partiendo en dos. Él estaba matándola.
Seguramente, moriría si ella moría. Eso dejaría a Dunstan como heredero.
Aferrándose a ese pensamiento con frenesí, Drogo buscó al hermano al tiempo
que la contracción mermaba y Sarah se apresuraba a secar la frente de Ninian. No era
nada bueno en ese asunto de dar consuelo. Necesitaba algo sólido donde hincar los
dientes. ¿Dónde estaba Dunstan?
Sin pronunciar palabra, Drogo se puso de pie de la cama y avanzó a codazos
entre la multitud de mujeres hasta que localizó a Dunstan caminando de un lado al
otro frente al fuego, en la sala.
—Si el niño muere, y Ninian muere con él, no tendré otro —le anunció cuando
Dunstan giró para mirarle. Contraer matrimonio con Ninian fue la primera cosa
egoísta que hizo en su vida y había creado un desastre. Debería haberlo sabido.
Con la mirada vacía, Dunstan no dijo nada.
Drogo tenía deseos de sacudirle.
—Alguien debe ocuparse de nuestras madres, de las propiedades, de los más
jóvenes. Cuento contigo. ¡No me decepciones! —le ordenó.
—Vivirás y seréis cientos —contestó Dunstan con amargura—. No me mires a
mí.
—¡Estoy seguro de que la estoy matando, más de lo que alguna vez has soñado
con matar a Celia! —No gritó. Estaba seguro de que no había gritado. Caminó de un
lado al otro, sin atreverse a enfrentar al hermano con su temor, sin atreverse a ver el
mismo dolor en los ojos de Dunstan. Toda la vida se las había ingeniado para
mantener el miedo y el dolor a raya concentrándose en lo que podía hacerse con
- 244 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
lógica. No sabía cómo lidiar con el miedo ni con el dolor cuando no había parámetros
lógicos para aferrarse. Si hubiera podido tirar del niño él mismo en ese momento, lo
habría hecho.
El viento sopló por la chimenea, lanzando brasas por el hogar. Drogo tomó el
atizador y empujó los carbones más hacia el fondo. Allí había algo que podía hacer.
—Maldición, creí que había ordenado arreglar esto.
—Las mujeres tienen hijos todo el tiempo. Ninian vivirá —dijo Dunstan, con
crueldad—. Tendrás tu heredero. No me necesitarás.
Drogo le ignoró, perdido en su propio descubrimiento.
—No nos importa un comino lo que le hacemos a las mujeres, siempre y cuando
plantemos nuestra semilla. Esa es la maldición Ives. Aramos, plantamos y nos
marchamos, satisfechos de haber cumplido con la tarea, cuando ellas son las que
trabajan duro y se esfuerzan, y producen obedientemente nuestra prole hasta que el
suelo se vuelve infértil y agotado por el esfuerzo. Nosotros las matamos —anunció
con vehemencia—, de una forma u otra.
—¿Deberíamos rotar el cultivo? —preguntó Dunstan—. ¿O los campos? Eso era
lo que hacía nuestro padre.
Un grito hizo eco a través de las habitaciones oscurecidas, rebotando en los
muros. Con creciente terror, Drogo giró sobre los talones y regresó a la habitación
principal.
Ninian estaba acostada serenamente, con los ojos cerrados.
Salvaje, Drogo miró a su alrededor. El grito le había hecho añicos el cerebro.
¿De dónde había provenido? Quizás el viento silbó por las grietas de la piedra detrás
de los paneles. La forma quieta sobre la cama atrajo la frenética mirada del marido;
aún respiraba.
Se relajó con cautela cuando Ninian abrió los ojos. Para su horror, ella dio un
repentino grito ahogado, levantó las piernas y se aferró al vientre en agonía. El grito
se unió al anterior, que aún resonaba en su mente.
O en los muros. La escena frente a él se alejó en la distancia. Observó a las
mujeres rodear la cama, vio la cascada dorada de rizos atravesando la pila de cojines,
supo que era su esposa dominada por la agonía de dar a luz a su hijo; sin embargo, él
ya no estaba con ellas. Estaba de pie, apartado, observando desde lejos, separado,
como había estado la noche que la había conocido, como siempre estuvo.
El viento aullaba, las cortinas se englobaban hacia adentro por la corriente de
aire y el fuego en la chimenea producía chispazos. Ninian se retorcía de dolor, y él
solo podía estar de pie allí, a una distancia impotente.
La ira ante su inutilidad le obligó a actuar. ¿Por qué nada de esa habitación era
confortable? Drogo caminó a grandes pasos junto a la cama y corrió las pesadas
cortinas por la varilla para buscar la fuente de los aullidos del viento. No vio nada
más que el negro vidrio de la noche y el reflejo de la llama de la vela.
La chimenea. Con determinación, cogió un atizador. Un golpe sólido a la piedra
soltó siglos de argamasa seca. Volvió a arremeter, esperando destrabar la obstrucción
que causaba el lamento del viento. Golpeó las piedras hasta que el atizador se dobló
- 245 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
- 246 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
—Las palabras, por favor —susurró entre jadeos, tendiéndole el libro cuando él
retornaba junto a la cama.
Las palabras no tenían poder. Eran simples... palabras. Drogo observó
inexpresivo la antigua página. De memoria, Ninian comenzó a recitar la primera
línea.
Viendo que la agonía le arrugaba la frente una vez más, Drogo se apresuró a
ofrecer el siguiente verso, leyendo lentamente, de manera que ella pudiese seguirle
entre respiración y respiración.
—Viento y lluvia, pena y calamidad, huid de este nacimiento. Traed la felicidad.
Ninian sonrió y pareció relajarse, incluso mientras se retorcía con la presión que
le contraía y le oprimía las entrañas. El aullido del viento desapareció, al tiempo que
Drogo se concentraba en Ninian.
Juntos, leyeron todo el tonto ritual de flores y árboles, nacimiento y vida. Drogo
ignoró cuando ella tomó una bols-ta de hierbas aromáticas del sostén y las
espolvoreó sobre las mantas. Él decía las palabras siempre y cuando le calmasen.
Sentado en la cama frente a su esposa, dándole la espalda a las mujeres, Drogo
leía bajo la titilante luz de la lámpara, bloqueando el lamento del viento y los aullidos
de la chimenea. Ninian extendió la mano y apretó los suaves dedos, él leyó más
fuerte.
—Gracias —murmuró, los ojos azules se abrieron y enfocaron directo al rostro
del marido, justo antes de ella levantar las rodillas y gruñir tan profundamente, que
él hubiese jurado que el sonido provenía de las entrañas de la tierra.
—Aquí viene —gritó Lydie con excitación—. Empuja con más fuerza, Ninian.
Con el cabello enredado y húmedo de sudor, luchando contra el dolor, Ninian
no quitó la vista de los ojos de Drogo.
Con el corazón en la boca, él se aferró de la mano de su esposa con ambas
manos y deseó poder darle su fuerza, vertiendo todo su poder en los delgados dedos.
Podía jurar que ella sonreía más ampliamente debajo de las lágrimas.
—Te amo, Drogo.
Las palabras le susurraron a través del cuerpo incluso cuando el rostro de
Ninian se estrujó de dolor y el grito partió el aire.
Ella lo había dicho una vez antes, pero él no le había escuchado. No lo había
creído. No podía creer que lo dijera de nuevo, no después de todo lo que él había
hecho para alejarla.
Se suponía que debía guardar la distancia. Él debía estar en la planta baja,
emborrachándose, esperando que las mujeres le trajesen el anuncio del nacimiento
del bebé. ¿Qué demonios estaba haciendo allí, escuchando palabras que nunca había
deseado? Se aferró a la mano de ella cuando el grito murió, pero los ecos acecharon el
aire.
El llanto débil de un infante llenó el silencio que siguió al desplomarse Ninian.
Yacía prácticamente inmóvil. Con preocupación, Drogo buscó el parpadeo de
- 247 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
- 248 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
Capítulo 36
- 249 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
Vio el pánico en los ojos del marido, la renuencia al bajar la vista al indefenso
infante retorciéndose en las sábanas. Otras mujeres podrían suponer que los hombres
tenían un solo rol que jugar en la creación y crianza de un hijo, pero ella no tenía esa
idea equivocada. Él quería un hijo, por tanto cuidaría de él tanto como ella. Y
aprendería a amarlo en el proceso.
—Simplemente extiende los brazos —ordenó ella—. Coloca una mano bajo la
cabeza.
Con Dunstan como divertido espectador, Drogo no tenía opción. Torpemente,
intentó rodear al bulto con las manos y lidiar con la floja cabeza a la vez. Sorprendido
por el cambio de posición, Alan gimió en protesta.
Frenético, Drogo intentó devolver el niño a los brazos de Ninian.
—Quiere estar contigo.
—No sabe lo que quiere. —Con impaciencia, ajustó las mantas, pero se negó a
cogerle de regreso—. Debemos enseñarle a quererte a ti también. Es un Ives,
¿recuerdas?
El niño pateó la sábana descubriéndose los pies y Drogo intentó ajustaría,
presuroso. En cambio, unos pequeñitos pies rosados emergieron de un largo camisón
de lino, agitando las piernas en libertad.
—No puedo hacer esto —dijo Drogo entre dientes, haciendo equilibrio con una
cabeza de oscuros rizos y tirando del camisón y la sábana mientras hacía malabares
con el incómodo bulto sin dejarle caer—. Tengo que ocuparme de...
—Tu hijo —interrumpió Dunstan, mirando por encima del hombro del
hermano con un deje de diversión—. Es grande. Estará trepando las murallas del
castillo en lo que canta un gallo. No puedes pedirle a Ninian que le siga. —Dunstan
giró hacia ella—. Has hecho un muy buen trabajo, condesa. Mis felicitaciones. Ahora,
debo partir.
—¡No! —dijo ella con brusquedad, cogiéndole por sorpresa—. No hasta que el
agua del pueblo esté a salvo. Una vez que la nieve comience a derretirse y lleguen las
lluvias de primavera, el arroyo volverá a crecer, y Drogo no puede hacerlo todo. Es
hora de que todos vosotros aceptéis vuestras responsabilidades y dejéis de actuar
como niños. Se lo debéis a Drogo.
Sorprendidos, ambos hermanos se quedaron mirándola fijamente. Ella les
sostuvo la mirada. Podía tener la mitad de su tamaño y no ser de ninguna manera
tan formidable como ellos, pero por el amor de Dios, se saldría con la suya en eso.
Drogo logró equilibrar la cabeza del hijo en el hueco del codo mientras tiraba de
la sábana para cubrirle los pequeños pies. Enarcó unas inquisidoras cejas en
dirección al hermano y a la esposa, pero optó por dejarles la discusión a ellos. Él ya
tenía las manos ocupadas.
—Y una vez que salvemos el agua, siempre que tal cosa sea posible, supongo
que habrá otra tarea que deba cumplir para pagar esta deuda de nunca acabar. ¿No
es verdad? —preguntó Dunstan con sequedad.
—Drogo se ha ocupado de esta familia toda la vida —contestó Ninian—. Os ha
provisto de todos vuestros bienes materiales. ¿Qué hicisteis a cambio? Vuestra deuda
- 250 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
- 251 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
- 252 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
- 253 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
- 254 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
Capítulo 37
—El agua ha rebosado las orillas —declaró Dunstan legañoso, en la sala del
desayuno donde Drogo y Ninian cenaban.
—Oh, querido. Temía que eso sucediera. —Ninian dejó caer la cuchara y se
puso de pie—. Y está lloviendo. Con toda la nieve derretida, pronto estaremos
sentados sobre una enorme ciénaga. Dunstan, ¿crees que puedes enganchar el
carromato? Debemos evacuar el pueblo.
Drogo se había puesto de pie de un salto a la par de ella.
—Tú no harás tal cosa.
Dunstan negó con un movimiento de cabeza.
—No puedo. Hay enfermedades. El bebé se contagiará.
—¿Enfermedades? ¿Cuáles son los síntomas? —Con ansiedad, Ninian hizo una
bola con la servilleta entre los dedos.
—¿De qué otro modo la gente sabe que está enferma? Hace grandes líos por
todos lados y miente y gime —contestó Dunstan, sin la debida atención.
—¿Fiebre? ¿Tiene fiebre? —Ninian exigió saber, ansiosa.
—No importa —interrumpió Drogo—. No puedes ponerte en peligro, ni a ti ni
a Alan, al ir al pueblo.
—Si no hay fiebre, entonces puedo ayudar. —Ninian arrojó la servilleta y se
dirigió hacia la puerta.
Drogo la cogió de la cintura y la llevó a rastras de regreso.
—Si todo el mundo lo tiene, debe ser contagioso. Tú eres la única fuente de
alimento de Alan. No podemos arriesgarnos.
Ella vaciló, alternativamente miró a un hombre imponente y al otro. Proteger al
pueblo era su trabajo. No podía abandonar a sus amigos, aunque tampoco podía
dañar a Alan.
La elección que había hecho cuando dejó Wystan por primera vez se elevaba
ante ella ahora. Había elegido un mundo más grande, y ese mundo contenía un hijo
y un marido. Ya no podía hacerlo todo, pero si el esposo la veía como una igual,
como una compañera, entonces no tendría que hacerlo todo. ¿Podía confiar en él?
—Si yo no puedo ir, debes ir tú —susurró ella. ¿Qué sucedería si no iban? ¿Qué
sucedería si esos Ives se reían de sus miedos, o ignoraban al pueblo como lo habían
hecho generaciones de Ives antes que ellos?
—Me encargaré del asunto —dijo Drogo, observándola como si no creyera que
ella le haría ningún caso—. Tú te quedarás aquí.
—Serás mis ojos y mis oídos —acordó ella, con vacilación—. Debes decirme los
síntomas, observarles cuidadosamente, escuchar.
- 255 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
- 256 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
- 257 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
histeria femenina.
- 258 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
—¿Dónde está Ninian? —gritó una voz joven desde la entrada principal del
castillo.
—¿Dónde está Alan? —otra voz, mayor, bramó sin menor ansiedad cuando su
dueña ingresó en el gran salón seguida de un surtido de faldas y pañuelos.
Un séquito de blondas y parlanchinas Malcolm pasaron por la puerta, seguidas
de una colección de sirvientes cargando baúles, bolsos de viaje y varios artículos
sueltos.
—¿Dónde están Drogo y esos hermanos fascinantes que tiene? —otra voz
femenina ronroneó cuando una encantadora y hermosa Malcolm, con una peluca
completamente empolvada, llegó a la habitación para admirar un tapiz.
—Habéis llegado en mal momento. Hay una enfermedad... —tartamudeó Sarah
mientras corría hacia el extremo de la escalera para sortear la invasión.
La pequeña señora de cabellos grises que arrastraba pañuelos se apresuró a
adelantarse.
—Sí, sí, lo sabemos. Hemos venido justo a tiempo. Pero primero, muéstranos,
querida, al adorado Alan. ¡Un Malcolm-Ives! Nunca hemos tenido un niño. ¿Crees
- 259 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
- 260 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
Capítulo 38
- 261 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
hombres no pueden ser inteligentes en todo. Los Ives son idiotas cuando tratan con
gente y genios cuando tratan con cosas. Adonis te lo explicará. Avísame en cuanto
llegue.
Ella se marchó rauda, sin escuchar la débil pregunta de Mary:
—¿Adonis?
- 262 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
por la última víctima de una lista entera de matrimonios fallidos Ives que databan de
generaciones.
Con una historia así en la que basarse, ¿por qué un Ives cuerdo habría de
confiar en una esposa?
Drogo arrugó el entrecejo al ver la mirada expectante de Adonis. Una pregunta
más que resolver: ¿quién demonios era ese maldito Adonis? Por lo que sabía, su
padre era el único hijo del conde que había sobrevivido la adolescencia. Suponía que
podría haber tíos y primos por algún otro lugar. Los Ives no eran precisamente una
familia muy unida, dada la tendencia a perder esposas e hijos como cosa de todos los
días. Y los condes se habían marchado de esos lares cincuenta años atrás, año arriba,
año abajo. Las características podrían haberse transmitido por varias generaciones.
La mente se le había desviado del quid de la cuestión. ¿Por qué un Ives
confiaría en su esposa?
El aplastante peso de esa pregunta casi le derriba. ¿Podía creer en la mirada con
hoyuelos de abstracción inocente? ¿O debería creer que la noche que había llegado a
la torre había sido una treta en una maquinación Malcolm para forzarle a sufrir el
tormento de los condenados en una oscura venganza que no podía discernir? Ella le
había dicho demasiadas veces que las Malcolm y los Ives no se mezclaban, y tenía el
diario íntimo para probarlo.
Sin embargo, Ninian le había dado un hijo.
Pensó en Ninian alzando de manera informal a un niño del pueblo y besándole
en la mejilla, en Ninian reprendiendo a los hermanos más jóvenes de él para que
regresaran al instituto, en la expresión sorprendida y contenta cuando le llevó un
mohoso libro viejo como regalo de bodas.
Si había sido engañado con esas actuaciones, entonces se merecía jugar el papel
de estúpido ahora. Confiar en Ninian y los instintos, la empatía, significaba arriesgar
el pueblo, los hermanos y todos a su alrededor, pero él no tenía opción. No confiar en
ella, significaría la muerte de todo en lo que había llegado a creer desde que la había
conocido. Significaba perder las esperanzas.
Clavó la mirada en el extraño en quien Ninian confiaba, el extraño que se veía
como una versión apenas más vieja de él mismo. Adonis le devolvió la mirada de
forma directa, desafiante. ¿Podía confiar en ese hombre con dinamita? Ninian
confiaría. Él confiaría en su esposa, pero mantendría al hombre vigilado. No tenía
mucha opción. Ninian nunca dejaría Wystan mientras que existiera la amenaza de la
inundación, y salvarle a ella y a la familia era su prioridad.
—Ewen, ordena a los hombres que comiencen a cavar pozos para plantar la
carga. Adonis, búsquese un nombre nuevo y llévese a Dunstan con usted para buscar
la pólvora.
Adonis bajó la silla al suelo y asintió con un movimiento de cabeza. Ewen y
Dunstan observaron a Drogo como si hubiera perdido la cabeza.
Drogo ignoró la preocupación de los hermanos. Había llegado la maldita hora
de que cargasen con algunas responsabilidades.
—Si la carga explota mal, podría mandar a volar a toda la ladera y enviar al río
- 263 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
—Hemos conducido a las ovejas a los refugios más elevados que pudimos
encontrar, pero se está levantando el viento. Y odian el viento. Y si empiezan los
truenos...
El padre de Nate no necesitó terminar la oración. Era una comunidad de
granjeros. Todos sabían del errático temperamento de las ovejas. Se arrojarían por el
acantilado más cercano si se asustaban lo suficiente.
Ninian espió por la ventana. El agua corría por el camino frente a la entrada de
rosas. El viento zarandeaba y giraba las ramas desnudas de los árboles. Eso era peor
que la noche en que ella y Drogo habían hecho el amor por primera vez. Pues bien,
no podía culparse a sí misma o a la leyenda esta vez. No habían hecho el amor en
meses.
—Veo que tu familia ha llegado, milady —comentó un empapado Adonis
cuando emergió de la cocina para cruzar la atiborrada sala de estar llena de
colchones ocupados. Por estar ubicada en el terreno más elevado, la casa se llenó
gradualmente de pueblerinos, estuvieran enfermos o no.
Todas las cabezas en la habitación giraron. Adonis ignoró la atención mientras
se quitaba el sombrero que goteaba. De repente, reinó el silencio, y Ninian supo que
todas las miradas se dirigían hacia ella.
El viento aullaba, la lluvia empeoraba, las aguas de la inundación se elevaban y
su familia había llegado. Los pueblerinos no necesitaron más que eso para creer que
había brujería en funcionamiento.
Sin importarle ya lo que ellos pensaran, Ninian descartó las sospechas, y en
cambio, se concentró en la cautela y la curiosidad que manaba del hombre que le
observaba como un halcón.
—¿Ha venido para encerrarme en la torre usted también?
Adonis gruñó cuando se acercó al lugar donde ella estaba de pie.
—Esa es probablemente la primera cosa inteligente que su marido ha hecho
jamás. He venido a advertirle al pueblo que acabo de entregarles pólvora a su marido
y los hermanos y están a punto de volar el arroyo. Quizás quiera estar con sus
buenas primas cuando lo hagan. El agua tiene tantas posibilidades de fluir hacia el
castillo como hacia el pueblo.
—¿Drogo sabe eso? —preguntó ella, horrorizada.
—Como todos los hombres Ives, él y los hermanos tienen absoluta confianza de
que saben lo que hacen. No toman en cuenta todas las cosas que pueden ir mal.
Tenía razón. Era realmente terrible, pero tenía razón. Drogo y sus hermanos
pensaban que eran invencibles. Experimentarían primero y luego, considerarían los
resultados.
- 264 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
Drogo apenas había logrado escapar entero del castillo y de la furia de las tías y
primas de Ninian. Como un nido de avispones, le habían encerrado en un círculo y le
habían zumbado y picado, y él no pudo hacer nada más que gritarles por ser tan
estúpidas de liberar a Ninian de la torre. Habían ignorado las admoniciones acerca
de la enfermedad, el temor de dejarla en un pueblo desprotegido, la necesidad
desesperada de verla a salvo. Habían desdeñado los miedos y le habían castigado
por la audacia, y él finalmente había escapado, frenético de alcanzar a Ninian antes
de que la pólvora explotara.
¿Cómo demonios podía ella ponerse en tal peligro, desobedecer
deliberadamente sus órdenes?
A medida que se acercaba a la casa, vio la figura de su esposa sobre un macizo
caballo con el extraño y el corazón dejó de latirle. Sin importar qué miedos le habían
colmado la mente, ni en mil años había esperado encontrarla en brazos de otro
hombre, como las esposas de todos los hombres Ives a lo largo de los años.
No Ninian. Ella no le haría algo así. Era de él, en todas las formas posibles. Le
había dado todo.
En cambio, se había rehusado a permitirle ir a Wystan, la había negado en la
cama y el afecto que ella deseaba, luego la había encerrado en la torre. ¿Qué
- 265 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
- 266 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
- 267 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
Capítulo 39
Un rayo cayó sobre el roble en el rincón del jardín, partiendo en dos el tronco
robusto, y estrellándolo contra la puerta del jardín, rompiendo a jirones las cañas de
los rosales. Los truenos volvieron a sonar, y a continuación se oyeron los gritos de
miedo de los niños junto con los de Mary.
—Suéltame, Drogo —ordenó Ninian, rauda—. No puedo encontrar a Matthew
si me estás sujetando. Bloqueas el miedo.
Impaciente por revisar los resultados de la explosión de pólvora, Drogo casi ni
la escuchó, pero un tono de advertencia en la voz de ella le detuvo, recomendándole
que si no prestaba atención esta vez, nunca habría otra ocasión para hacerlo.
A regañadientes, la soltó y observó poco convencido mientras ella se llevaba las
manos a las sienes. Los vientos de la tormenta se elevaron, y los lamentos de terror
escalaron cuando otra explosión hizo eco en las colinas. El sonido de agua corriendo
cambió.
—Oh, por el amor de la diosa, ¡está junto al arroyo! —Antes de que Drogo
pudiese reaccionar, Ninian se cogió las faldas y corrió a través de la única abertura en
el embrollo demolido de rosas y cercas directamente hacia el ahora río iracundo.
Drogo corrió tras ella, la levantó del suelo y la arrojó de espaldas contra la
sólida figura de Adonis.
—Llévela de regreso adentro. No sabemos en qué dirección fluirá el agua una
vez que el valle esté represado.
—¡No puedes encontrarle sin mí! —gritó ella cuando Drogo corrió en busca del
caballo.
—¡Hay solo un camino que no está cubierto por el agua! —gritó él en respuesta,
clavándole las espuelas al animal para que saltase sobre la cerca y volara colina abajo
más rápido de lo que ella podría haber corrido. Él estaba en una misión de locura,
pero no dudó de la veracidad de la esposa ni una vez. No tenía forma de comprender
cómo Ninian sabía dónde estaba el niño, pero confiaba en ella lo suficiente como para
actuar por sus creencias. Ella no le enviaría a esas aguas sin razón.
El terror se ciñó alrededor del corazón de Ninian cuando Drogo desapareció en
la colina. La había escuchado. Había aceptado que ella sabía lo que otros no. Perpleja,
ni siquiera notó que no estaba tocando el suelo hasta que su captor la bajó al lodo.
—¿Se va a quedar en su lugar? —preguntó Adonis, con recelo.
—Vaya tras él —susurró ella—. No sabe lo que significa el miedo.
—Yo lo sé, y me está asustando hasta la médula. —La liberó y se marchó a
zancadas en dirección a su montura.
- 268 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
- 269 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
- 270 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
La lluvia se detuvo no mucho tiempo después. Payton llevó las noticias de que
el arroyo estaba retrocediendo lentamente, ya que las aguas se habían desviado a un
- 271 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
- 272 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
pecho.
—Lo haré. Lo gritaré con toda la fuerza de mis pulmones y te avergonzaré a
diario. Cada vez que hagas algo estúpido, te gritaré mi amor.
—Eso debería curarme —admitió con tono seco—. Mis hermanos se reirán de
mí y moriré joven.
—Tus hermanos —susurró Ninian, deslizándose hacia arriba de manera que
ambos cuerpos se rozaron el uno con el otro mientras ella le besaba la mandíbula—
necesitan quedarse en el instituto, donde deben estar. Así no necesitarán visitar
Londres tan a menudo.
Meditabundo, tocó una devastadora melodía sobre el pecho de su mujer.
—Quizás tu sugerencia de que Sarah tenga la casa de Londres tenga mérito. Así
ellos podrán correr a ella. Tú y yo visitaremos las propiedades de la campiña de la
familia cuando debamos viajar. ¿Es eso lo suficientemente lejos de la ciudad para ti?
—Tú me proteges de la ciudad —murmuró ella, explorando el pecho del
marido como él exploraba el de ella—. Si puedes aceptar que tengo
responsabilidades aquí, puedo entrenar a Lydie...
Él le cubrió la boca con los labios y ella casi vuelve a ahogarse en el calor y amor
que él le ofreció. Por ello, ella haría cualquier cosa.
Drogo le liberó la boca y sus miradas se encontraron. Ella se tropezó y cayó
dentro del profundo pozo que él abrió en el alma.
—Nuestras responsabilidades son una y la misma, igual. Lo solucionaremos,
hija de la luna.
Y ella le creyó.
Él le besó la frente, luego le encendió un camino por el cuello, acercándose al
tentador mohín de los carnosos pezones.
—Dime que el momento es el adecuado, que la luna está en la fase correcta y
que tú quieres lo mismo que yo.
Ninian le cogió de la coleta y tiró hasta que él levantó la cabeza y le observó.
Cuando ella devolvió la mirada y le golpeó con su completa adoración, Drogo
casi se bambolea bajo la enormidad del sentimiento. La mujer respiraba amor, le
inundaba con él, y le aliviaba las molestas dudas que siempre hervían debajo de su
superficie. Si solo se permitiese sentir en lugar de preguntarse sobre la lógica del
asunto, nunca volvería a cuestionar el matrimonio. El veneno en las parejas Ives era
demasiado lógico y no la confianza suficiente.
—Para ti, la luna está siempre en la fase correcta. Quiero tus hijos, Drogo. Te
quiero a ti. Llévame a tus estrellas.
No necesitó que le animara más la confianza. Le llevó a la suave calidez de la
cama, le cubrió con su cuerpo y cubrió el de ambos con las mantas rellenas de
plumas.
—Ha dejado de llover —susurró ella cuando él le mordisqueó la oreja e intentó
absorber todos los matices de las provocativas curvas debajo de él.
Con un gemido de placer, le tomó los pechos con las manos y sintió la rápida
inspiración de ella al acariciarle los pezones. El mero roce del aliento de su esposa le
- 273 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
- 274 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
Epílogo
- 275 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
Cuando la luna se resbaló hacia abajo en el extremo más lejano del cielo, él
regresó a reclamarle, llevándola con un movimiento amplio hacia las sombras fuera
de la luz del fuego. Los murmullos de otras parejas se mezclaron con los gritos de los
pájaros de la noche y los susurros de otras criaturas nocturnas, mientras la latente
excitación de la sangre de ellos copiaba el ritmo del rasgueo de la tierra.
—Ahora —ordenó Drogo, lanzando la capa sobre un lecho de agujas de pino
detrás de una pared de arbustos y acercándola en un abrazo—. No esperaré otro
minuto.
—Es Beltane —le provocó ella, quitando los botones del chaleco de los ojales y
buscando el corazón de su pecho—. Una noche de poder. ¿No puedes sentirlo? —La
vibración le latía en la punta de los dedos al tiempo que las frotaba contra él—. Un
hijo concebido esta noche...
—No me digas —gruñó él, intentando quitarle los dedos de las prendas—. La
luna está en la fase adecuada, y a menos que quiera pasar el próximo invierno en
Wystan, será mejor que deje mis pantalones abrochados.
—Bueno, acordé pasar los inviernos en el sur contigo —murmuró ella, con
decoro, evitándole las manos con destreza y alcanzando los botones de los
pantalones que él acababa de difamar—. Y la luna está definitivamente en la fase
adecuada. Haremos un hermoso bebé esta noche.
—No. —Con firmeza, le asió las deambulantes manos y las retuvo—. Si insistes
en tener a nuestros bebés aquí, ínsito en que vengan en el verano para que pueda
mandar a llamar a doctores y parteras y a toda tu condenada familia. Tú y Alan sois
más importantes para mí que un momento de placer.
—Te adoro, Drogo. —Se puso de puntillas y le besó la mandíbula, luego se
movió para cubrirle la boca con los labios mientras quitaba las muñecas de su agarre
y volvía a arremeter contra los botones.
—Ninian —gimió él en protesta contra los labios de ella, intentando sostenerle
y cogerla de las manos sin soltarle los labios, luchando contra la impetuosa
irresponsabilidad que ella incitaba.
—Está bien —murmuró ella, finalmente abriendo las ataduras de la camisa y el
pañuelo del cuello y rozando la mota de rizos en el pecho con las manos—. Esta es
una campiña de ovejas. Tengo un obsequio para ti. Incluso le tejí un moño alrededor.
Si eres muy, muy bueno, no tendremos que preocuparnos por las fases de la luna
esta noche.
—Eres una bruja —dijo entre dientes cuando le abrió el corsé y deslizó las
manos por debajo—. Y será mejor que estés hablando de lo que creo que estás
hablando.
—Les he enseñado a todas las mujeres cómo hacerlos —contestó antes de
inhalar en busca de aliento después del beso. Ninian parpadeó sorprendida por el
cielo nocturno sobre ellos. ¿Cómo es que había acabado acostada ya?
—Excelente. Haré que Ewen instale una fábrica con el único propósito de
abastecer a todos mis hermanos —contestó Drogo con un tono adusto cuando se
arrodilló entre las piernas de ella y la mano se deslizó por un muslo—. ¿Por qué no
- 276 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
- 277 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
estaban hasta que oyó los ecos de los gritos en otro lugar. Decidió que ese no era un
acto respetable para que un conde lo hiciera dos veces, y a desgana, la echó hacia
atrás.
Ella le castigó al rodar hacia el costado y abotonarse el sostén.
—Esta parte no tiene nada que ver con las mentes —dijo ella, con firmeza,
aunque Drogo notó con interés que las manos le temblaban y los pezones
definitivamente parecían listos para la cosecha.
Él detuvo la acción al deslizar la mano por debajo de la tela y acariciarle.
—Es todo parte de la misma pieza. Esto —plantó un beso donde la mano
acariciaba— calma la mente para que pueda funcionar como corresponde.
Necesitaremos probar esa teoría.
Ella se rio y le abofeteó la mano para quitársela.
—Si tu mente funcionara mejor de lo que funciona ahora, nunca haríamos nada.
Encontré agrimonia cerca del arroyo hoy.
—¿Sí? —En algún otro momento, quizás le habría importado, pero ella se estaba
escapando de él ahora y, adecuado o no, él no había acabado. Raudo, se abrochó
unos pocos botones para poder ponerse de pie tras ella.
Dándole la espalda, ella se sacudió la falda.
—La vida está regresando a lo largo de toda la orilla. Adonis tenía razón. El
residuo de las minas estaba envenenando el arroyo. Pero por las dudas, recogeré
semillas a medida que aparezcan e intentaré plantarlas en el invernadero.
—Vamos a Londres, ¿recuerdas? —Tiró de ella hacia atrás, hacia él, y apoyó la
mandíbula en la cabellera de ella—. ¿Has visto a Adonis y has conseguido algunas
respuestas de él?
—Nos dirá su procedencia a su tiempo. Creo que se marchó con Dunstan. Me
parece que está solo y busca una familia.
Para Drogo, Adonis parecía capaz de cuidarse solo. No necesitaba que le
guiasen. No podía evitar preocuparse por Dunstan, pero Ninian le había enseñado a
relajarse. Él estaba aprendiendo. Además, tenía a Ninian y a Alan ocupándole los
pensamientos ahora. El pulgar encontró sin error la punta erecta del pecho debajo de
la lana del sostén.
—Le estoy enseñando a Lydie sobre hierbas —dijo ella con algo extraño en la
voz por la caricia—. Aprende rápido, y le está enseñando a la hermana de Mary. No
veo por qué solo las mujeres Malcolm deben aprender estas cosas. Todas las mujeres
pueden recibir educación.
Oh, oh, estaban deslizándose rápido hacia una de las más recientes nociones
insanas. Sabiendo que lo mejor era no discutir, Drogo le tomó y amasó un pecho.
—Sarah está aún buscando en la biblioteca con la esperanza de encontrar un
tesoro perdido.
Ninian rio, una campanilla clara que sonó en la noche cuando se acurrucó en los
brazos del marido.
—Nosotros hemos encontrado el tesoro —le informó cuando Drogo le rodeó la
cintura con los brazos y ella apoyó la cabeza sobre el hombro de él para sonreírle—.
- 278 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
Solo que no son el oro y las joyas que Sarah espera. No lo hallará leyendo las
estrellas, como tampoco tú lo encontrarás con tus cálculos.
Él enarcó las cejas y esperó.
Los labios de ella mostraron la enigmática sonrisa que él tanto amaba al tiempo
que ella contestaba:
—La única maldición sobre las mujeres Malcolm y los hombres Ives es nuestra
incapacidad de unir nuestras fortalezas y aprender de nuestras diferencias.
—Estoy aprendiendo —declaró él, clavando la mirada en la expresión inocente
de la esposa con asombro—. ¿Qué tiene eso que ver con tesoros?
—Todo. —La risa de Ninian encendió los cielos cuando giró y rodeó el cuello de
Drogo con los brazos, y eliminó todo pensamiento con un beso.
***
- 279 -
PATRICIA RICE LA MAGIA DEL AMOR
RESEÑA BIBLIOGRÁFICA
PATRICIA RICE.
Una firme creyente del "y vivieron felices para siempre", Patricia
Rice está casada con su amor de instituto y tiene dos niños. Natural de
Kentucky y Nueva York, vivió en Carolina del Norte y actualmente reside
en San Louis, Missouri. Ella es miembro de Romance Writers of America,
the Authors Guild, and Novelists, Inc.
Tanto sus novelas contemporáneas como las históricas han ganado numerosos premios,
incluyendo el Romantic Times y el Career Achievement Awards (Premio a la carrera) por sus
series, también ha sido nominada a dos Romantic Times Book Reviews en el 2008.
SERIE MÁGICA.
1. Merely Magic (2000) – La magia del amor (2009)
2. Must Be Magic (2002)
3. The Trouble with Magic (2003)
4. This Magic Moment (2004)
5. Much Ado About Magic (2005) – Un poco de magia (2008)
6. Magic Man (2006)
***
© Título original: Merely Magic.
© 2000 Patricia Rice.
ISBN: 978-84-92688-83-8
Depósito Legal: M-38921-2009
- 280 -