Orar Jueves Santo
Orar Jueves Santo
Orar Jueves Santo
en Getsemaní
Monición
Vamos a acompañar juntos a Jesús en esta noche de Jueves Santo.
No tengamos prisa. Junto a Jesús el tiempo tiene sabor de eterni-
dad. Aunque es de noche, sea ésta una hora de luz. Que Jesús nos
ilumine. Aunque haga frío, sea ésta una hora cálida de amor, prolonga-
ción del amor hasta el extremo que hemos celebrado esta tarde.
A esta noche del Jueves Santo se le llama con razón: «Día del
amor fraterno». Las palabras de Jesús, las cosas que realizó, los gestos
inolvidables durante la última Cena, proclaman su generosidad desbor-
dante y su amor incondicional. Antes de entregarse a la muerte por
amor, quiere darnos la prueba suprema del mismo y enseñarnos cómo
tenemos que amar a los demás, al prójimo, al hermano.
Cristo conoce bien el corazón del hombre. Sabe que muchas ve-
ces traicionamos las promesas; que no somos fieles a nuestros com-
promisos; que somos débiles a la hora de la entrega; que muchas veces
amamos solamente de palabra. Él mismo fue testigo y experimentó
esta amargura en uno de los suyos.
En la escuela de Jesús, próxima a la Cruz, podemos hoy aprender
la gran lección que Él nos brinda: cómo amar.
Abrámonos al Espíritu, ese fuego misterioso que arde en lo más
hondo de nuestro corazón. Escuchemos y miremos. Miremos a Cris-
to y permanezcamos cerca de Él.
Lector
Pongamos nuestros ojos en Jesús. Él tuvo una preocupación fun-
damental: el querer del Padre. De tal manera polarizó esto su existen-
cia que pudo llegar a afirmar: «Mi alimento es hacer la voluntad de mi
Padre». Él se nos ha entregado como comida de salvación.
Agradecidos, miramos nuestra vida.
* Nos preguntamos por nuestros deseos y hambres. Dónde los
tenemos puestos, cómo los alimentamos, cuáles son realmente nues-
tros deseos, en qué o quién tenemos puesto el corazón. (Silencio).
* Nos preguntamos con sinceridad si podríamos vivir sin Eucaris-
tía, o si es para nosotros una rutina, un complemento alimenticio que
no nos dejaría hambrientas si prescindiéramos de él. (Silencio).
* Ponemos nombre a nuestras tentaciones, a las que intentan ven-
dernos desde tantos mercados. Reconozcamos las tentaciones que nos
acechan para mantener despierto el deseo de otro Pan diferente, el
que se nos ofrece en Jesús. (Silencio).
Lector
Comulgar es llegar a ser lo que comemos. Es desear vivamente
«tener los mismos sentimientos» de Jesús. Es incorporar, hacer propia
su misma vida.
Ser cristiano no otra cosa que vivir con Jesús, vivir como Jesús,
vivir en Jesús. Como crecemos en edad, en conocimientos, en expe-
riencia, también hemos de crecer en identificación con Él.
Puestos los ojos en Jesús-Eucaristía pensamos en qué y cómo nos
vamos pareciendo a Él, y en las dificultades que tenemos para asimilar
vitalmente su vida de modo que se transparente a los demás.
Hagamos el gesto simbólico de «tragarnos» estas palabras, de de-
sear de todo corazón ir identificándonos con Jesús, creciendo en afini-
dad con Él. (Silencio)
Caigamos en la cuenta de lo que significa «comulgar con Jesús»,
con su mentalidad, sus preferencias, sus opciones, su estilo de vida, su
manera de vivir, de pensar y de actuar. (Silencio)
ORACIÓN
Cristo Señor, Cabeza del Cuerpo en constante crecimiento,
Señor de tu Iglesia y de todo el universo,
Tú nos has prometido estar con nosotros
todos los días hasta el fin de los tiempos,
al contemplar este signo del pan Eucarístico,
que tú mismo elegiste
para manifestarnos tu nueva presencia,
te adoramos en la plenitud de tu Misterio.
Cantamos: Oh, oh, oh, Adoramus te, Domine.
Te adoramos a ti, el Hijo eterno y bendito,
que hoy, como ayer,
te das por entero al Padre y te recibes de Él;
enséñanos a ser también nosotros hijos de Dios,
dichosos de recibirlo todo del Padre y de darnos a Él.
6 Orar una noche de Jueves Santo
Oh, oh, oh, Adoramus te, Domine.
Te adoramos a ti, que entregaste tu vida por los hombres
y a quien el Padre resucitó con el poder del Espíritu;
concédenos la gracia de acceder
al conocimiento de tu amor,
que excede todo conocimiento,
y de saber dar también la vida por nuestros hermanos.
Oh, oh, oh, Adoramus te, Domine.
Te adoramos a ti, que te haces presente
en el pan y el vino, frutos de la tierra;
nos reconocemos ante ti,
no como amos y señores del universo,
sino como servidores y sacerdotes de tu creación
de la que Tú harás que broten
la tierra nueva y los cielos nuevos.
Oh, oh, oh, Adoramus te, Domine.
Te adoramos a ti, Cristo eucarístico,
porque junto a ti se acrecienta nuestra conciencia
de que nos amas gratuita e incansablemente.
¡Te adoramos a ti rebosantes de agradecimiento,
Cristo presente en la humildad de este sacramento!
Oh, oh, oh, Adoramus te, Domine.
Silencio orante
- Dichosos los ricos, porque la ciencia y las leyes les darán la razón.
- Dichosos los agresivos, porque se comerán el mundo.
- Dichosos los que ríen, porque ellos serán envidiados.
- Dichosos los que están hartos y no tiene hambre ni sed, porque
serán admirados e imitados por todos.
- Dichosos los que sólo piensan en sí mismos, porque triunfarán
en la vida.
- Dichosos los turbios de corazón, porque sólo verán lo que les
conviene.
- Dichosos seréis cuando hablen bien de vosotros y os asignen
todas las virtudes tópicas, mientiendo porque sois mis amigos.
- Dichosos cuando censuren toda crítica contra vosotros. Ale-
graos aquel día, porque habréis conseguido la máxima recompensa en
la tierra. Pues así se ha hecho siempre con todos los que triunfan.
(Música de fondo)
Lectora
Aquella noche fue tremenda: soledad... incomprensión, miedo...
angustia... Fue la más larga y oscura de las noches de los hombres,
donde Jesús, Dios hecho hombre, se quedó a merced de un destino
misterioso y desgarrador en el que no faltó la traición del amigo.
Encima de la piedra
silenciosa y dolorida,
se quedaron los grumos de la sangre.
Poco a poco,
en el silencio del camino,
se perdieron los gritos y las luces.
«Amaos los unos a los otros
como yo os he amado».
Jesús estaba ya
en manos de los enemigos.
Silencio meditativo
Lector
Esta noche es diferente a todas. Ha llegado la hora. Uno de tus
amigos te ha vendido. Y te han apresado. Todos te han abandonado.
Te hemos abandonado. Ahora estás ante el Sanedrín. Más tarde te lle-
varán ante Pilatos.
(3. Contemplamos a Jesús condenado por el Sanedrín y por Pilatos)
Lectora
Esta noche estás llamado a aceptar la cruz. Has sido condenado a
muerte por haber vivido la justicia y la misericordia. Tu gran pecado es
ser el Justo de Dios, Señor, Rey de los Judíos. Mil y mil muertes están
sobre Ti. Tu sufrimiento es único: tiene talla de Dios.Tu amor es único:
tiene talla de Dios.
¿Podrás soportar todo esto?
Oración final
Señor Jesús, acompáñame en el nuevo camino que voy a em-
prender contigo esta noche. Quiero abrir los ojos del corazón y buscar
dentro de mí la entrega y el amor que tú has sembrado y yo guardo
escondido. Quiero vivir con fuerza y desde dentro. Quiero beber tu
cáliz y subir contigo a la cruz, y hacer mía tu Palabra y dar razón de tu
esperanza, y amar como tú me amas.
Señor, acompáñanos en el nuevo camino que, junto a ti, vamos a
emprender esta noche.