Clase 13 MIS
Clase 13 MIS
Clase 13 MIS
María Inés Sarraillet: quiero aprovechar esta oportunidad para retomar dos
cuestiones que se desprenden del recorrido de mi exposición anterior que
versaba sobre la noción de sujeto del inconsciente como impersonal en Lacan,
especialmente en el contexto del Seminario 16. Estas dos cuestiones
consisten en una aclaración y en el planteo de un problema que se me
presentó luego de la vez pasada, porque me parece que hay una grieta, una
falla, una cuestión pendiente en la argumentación que les presenté, y la quiero
compartir con ustedes y en todo caso escuchar algún comentario, pregunta o
interrogante, si es que les parece pertinente esta problematización sobre lo que
he trabajado.
En este sentido les había propuesto rescatar el uso del impersonal que hace
Lacan en el Seminario 16, cuando recorta este pronombre impersonal en
francés –que es “il”- que a la sazón también es el pronombre correspondiente a
la tercera persona del singular, pero que en el uso de verbos que hacen alusión
a fenómenos meteorológicos, que refieren al clima o al tiempo –llover o nevar-
igual que en castellano, se conjuga sin sujeto gramatical. Se dice “llueve”, sin
sujeto, salvo cuando se lo usa metafóricamente y se dice “llueven verdades”,
“llueven desgracias”, pero si no, no llueve nadie. En francés es “Il pleut”, y
Lacan exprime esta expresión para dar cuenta de un modo enunciativo que él
trabaja bajo el título de enunciación deseante, que sería aquel decir que se
produce en análisis en la medida en que el análisis consiste en un trabajo
estrictamente lógico. Es decir, Lacan dice que no es pensable el analista como
1
Yo pensaba dos cosas: una, que en términos estrictos esta enunciación que
trabaja bajo la forma del impersonal, en donde lo que se dice nadie lo dice, se
enmarca bajo el matema del discurso analítico formalizado como tal recién en
el seminario siguiente, en donde aparece en el lugar dominante el a como
causa del deseo, puesto el deseo en el lugar de $, como vino trabajando
Alfredo en las últimas clases.
“Que se diga queda olvidado tras lo que se dice en lo que se escucha (o entiende)”1.
Creo que en resumidas cuentas era hasta aquí donde había llegado la vez
pasada. Me parece importante marcar el problema que puede haber entre
“discurso de nadie” y “discurso de nadie como nada”, porque no solamente en
el Seminario 18 sino que más tempranamente, en el contexto del escrito
“Observación sobre el informe de Daniel Lagache”, al impersonal del ello, al
sujeto del inconsciente, lo nombra como nadie, “ya nadie” o “plus-personne”,
“más nadie”, es ambigua la expresión. Entonces, me importa ahora sí empezar
a problematizar la cuestión del sujeto como nadie, la impersonalización del
sujeto, y el problema que se puede suscitar si superponemos nadie a nada,
porque podemos caer en un trabajo analítico que suponga la impersonalización
del sujeto como nadificación, en un sentido que voy a aclarar ahora, si es que
puedo. Por ejemplo, una cuestión bastante obvia pero que no está demás
decirlo: que sea sujeto de nadie, no quiere decir que nadie lo diga, en el sentido
de que no se diga. Me corrijo: que sea discurso de nadie no significa que no se
diga. Por eso, lo que refuerza Lacan en L’Etourdit, “que se diga queda olvidado
en lo que se dice tras lo que se escucha…”, lo que refuerza es la necesariedad
de que eso “se diga” en análisis, porque si no se dice, en términos freudianos
no habría levantamiento de la represión. No basta con pensarlo, es necesario
que se diga “entre”. Y ahí nos es de gran utilidad la maquinaria del discurso
analítico: que se diga entre esas dos posiciones discursivas, las del nivel
superior: a y $.
que trae trabajar con discurso del amo y discurso de la histérica o de la histeria.
Porque yo trabajé con una cita de Lacan, quizás la recuerdan, que es de la
Clase 18 del Seminario 16, en donde él combina el “il” del impersonal en
francés –no la tercera persona del singular sino del “il” impersonal, del “il pleut”,
“llueve”- con “famillie” y arma uno de sus neologismos que es “famil”. Dice:
“… para terminar, sobre un nuevo juego de palabras que les he anunciado, y donde el
estado de la lengua permite los encuentros, si nos entretenemos con la palabra
hommell,…2
“…, si nos entretenemos con la palabra hommell, a transformarla en el piso más bajo
en famil, en la neurosis. Este famil, ¿no parece verdaderamente mostrarnos como un
claro entre dos puertas, lo que es de la función metafórica de la familia misma? Si para
el perverso hace falta que haya una mujer no castrada, o más exactamente, si él hace
tal hommell, ¿no es notable en el horizonte del campo de la neurosis ese algo que es un
“il” en alguna parte pero en donde el “je” es verdaderamente la apuesta de lo que se
trata en el drama familiar?3
2
Lacan, J. Le Séminaire, Livre XVI “D’un Autre á l’autre”. Clase XVIII. pp. 292/293.
3
Ibíd.
4
“como invitado de piedra que viene a turbar en los síntomas el banquete de sus
deseos…4
del paciente.
“… pues las uvas verdes de la palabra por las cuales el niño recibe demasiado pronto
de un padre la autentificación de la nada de la existencia…5
Recuerdan –si no me equivoco- que una de las expresiones del padre era casi
un insulto, cuando se enoja con él y le dice en el marco de una riña porque a su
vez de niño él se había enojado con el padre y lo había empezado a insultar, en
forma particular porque le decía “silla, lámpara”, usaba nombres comunes
como insulto; ahí el padre profiere esa frase semioracular que dice “este chico
va a ser un gran hombre o un criminal”. Me parece que ahí se puede ubicar lo
que Lacan entiende como una autentificación de la nada de su existencia. La
nada de su existencia, podríamos decir, que se encuadra en que pensamos al
sujeto mortificado y nadificado, la falta en ser del sujeto en función de que está
representado entre los significantes. Pero en la historia particular del sujeto,
dice Lacan, viene un padre a testificar esa nada, por eso yo lo pensaba en
términos del lugar denigratorio que termina teniendo el Hombre de las Ratas en
la medida en que él se piensa a sí mismo como un criminal, como un criminal y
un deudor. Recuerden que en sus fantasías estaba lo de ser un criminal, la
idea de ir a asesinar a una vieja, y además toda la vacilación en torno al pago
de esta deuda imposible. Ahí me parece que encontramos, en términos de
Lacan, la incidencia del superyó nadificando al sujeto en el sentido de
denigrarlo. Y en ese mismo contexto habla del sujeto, no voy a citar para no
extenderme pero vayan a ver en el apartado “La deuda simbólica” en “La cosa
freudiana…”, son dos páginas donde para mí habla sobre el Hombre de las
Ratas, no está hablando ni siquiera del neurótico en general ni del sujeto en
sus relaciones con el significante, para mí, está hablando del Hombre de las
Ratas como un acusado, como un reo. Y juega con la definición de la verdad
como adecuatio rei et intellectus y transforma el rei de cosa-causa, en reus,
reo. El sujeto es un reo, un acusado. Y es en el único lugar donde yo encontré
la expresión en Lacan de que el sujeto es responsable. En otros momentos, en
otros fragmentos de su seminario o en los Escritos, Lacan utiliza el término
responsable o responsabilidad, pero fuera de un contexto teórico-clínico. Dice
por ejemplo: “yo me hago responsable de lo que me adjudiquen tales
personas”, o “yo no me hago responsable de lo que mis alumnos repiten”, por
ejemplo. Después habla de la responsabilidad del analista, ahí sí, que el
analista es responsable, eso seguro. Pero del sujeto, si equiparáramos sujeto a
paciente, como responsable, me parece que solamente aquí habla en ese
sentido, pero me parece que es porque está hablando de un caso, un caso que
está impregnado de la culpabilización superyoica. Y dice:
4
Lacan, J.: “La cosa freudiana o el sentido del retorno a Freud en psicoanálisis" en Escritos 1. Buenos Aires: Siglo
XXI. (1988) pp. 416-417
5
Ibíd.
5
“…el enigma homónimo -entre rei y reo- que podemos hacer brotar del genitivo rei,
que sin cambiar siquiera de acento puede ser el de la palabra reus, que quiere decir
parte en un proceso, y más particularmente el acusado, y metafóricamente el que está
en deuda por algo,6
“…, nos sorprende dando finalmente su fórmula a la adecuación singular cuya cuestión
planteábamos para nuestro intelecto y que encuentra su respuesta en la deuda
simbólica de la que el sujeto es responsable como sujeto de la palabra.7
La deuda simbólica es del Hombre de las Ratas, no es que sea de todo sujeto.
En estos términos, algo estructural, extensible a la relación del sujeto a lo
simbólico, si lo pudiéramos plantear así.
Me parece entonces que en este caso, en el drama familiar del Hombre de las
Ratas, hay una apuesta. Una apuesta que se recorta en la medida en que el
sujeto asume su nadificación en términos de denigración, para el sostenimiento
del ideal, que sería el padre, que es verdadero deudor, cosa que está velada en
su maniobra neurótica. En ese sentido, me parece que puede pensarse, no sé
qué les parecerá a ustedes, con la maquinaria del discurso histérico en la
medida en que:
a S2
6
Ibíd.
7
Ibíd.
6
Les doy una argumentación más para seguir problematizándolo. Lacan juega
todo el tiempo con “apuesta”, que en francés es enjeu, y él lo corta y fabrica
una combinación entre juego y en (que indica lugar): en-jeu. Y entonces divide
apuesta en en-Je, que sería en-yo. Y dice, a partir de un trabajo muy peculiar
sobre la apuesta de Pascal, me parece, que hay una pregunta planteada en la
neurosis por el Je, y es: “¿existe el Je?”. Creo que uno de los usos que hace
Lacan de la apuesta de Pascal es exhaustivarla para trabajar la posición
neurótica. No sé qué les parece a ustedes, si han tenido la posibilidad de
estudiarla, si tienen algún desarrollo hecho, coméntenlo, que nos va a venir
muy bien. Él trabaja en distintos momentos con la noción de juego para pensar
la posición de partida de un análisis. Y por ejemplo, en función de lo que les
comentaba la vez pasada, en el Seminario 16 plantea de entrada el problema
del sujeto del inconsciente a partir de la institución del Je, pero en el inicio,
cuando dice que le pedimos como analistas al sujeto que deponga la autoría
sobre lo que dice, es decir, que no sostenga el “yo digo”, que lo deje caer, por
ejemplo, en la Clase 1 del Seminario 16, del 13-11-68:
“El sujeto es dispensado de sostener su discurso de un yo digo. Este discurso es tal que
el sujeto suspende algo allí. Es la regla del discurso. 8
Les comentaba la vez pasada que esta suspensión del “yo digo”, que también
la podemos tomar como un llamado a la impersonalización del sujeto, porque
estamos pensando en un punto de partida como condición necesaria que es la
búsqueda del saber; dice que el neurótico se define como un buscador de
saber, y nosotros lo incitaríamos en esta búsqueda de saber. Recuerden que
estamos en la posición de partida, lo dispensamos al sujeto de sostener el “Je”,
el yo, y ¿cuál es el riesgo? Que el lugar del sujeto como autor y responsable
del dicho lo asuma el analista, que el analista pase a encarnarse en un “yo sé”,
ahí estaría el analista como sabio, que Lacan rechaza, pero que es condición
necesaria. En el Seminario 13, que es el seminario sobre el objeto, esta misma
cuestión la trabaja en términos de juego, y dice que en la relación del sujeto
con el saber hay un juego que es el de la espera. La espera, en el sentido de la
espera del saber del Otro, la espera de la reunificación del Je. De entrada,
entonces, se le demanda al sujeto que deponga el “yo digo”, y uno de los
efectos puede ser la detención en la posición del discurso histérico. Porque la
espera de la reunificación del Je viene a jugarse justamente como apuesta. Les
leo una cita del Seminario 13, de la Clase 16, del 19-05-65 (inédito) dice:
“Lo que en todo juego busca el jugador, el jugador como persona, es siempre algo que
comporta esta conjunción como tal de dos sujetos, y la verdadera apuesta del asunto es
este jugador, sujeto dividido, en tanto que allí interviene él mismo como apuesta a título
de ese pequeño objeto, ese residuo,9
8
Lacan, J. Le Séminaire, Livre XVI “D’un Autre á l’autre”. Clase I. p. 19.
9
Lacan, J.: Seminario 13, Clase del 09-02-65 (inédito)
7
“…ese residuo que conocemos bien bajo la forma de ese objeto al cual le he dado el
nombre de una pequeña letra, que es el objeto a. Si él es algo que soporta toda
actividad de juego, es ese algo que se produce en el reencuentro del sujeto
dividido, en tanto sujeto, con ese ello por el cual el jugador se sabe él mismo
deyecto de algo que se ha jugado en otra parte…
“¿Está allí justamente el punto del cual se desvía, yendo a buscar en el opuesto esa
relación de un sujeto al saber?”11
Para concluir, me parece que para sacarle el jugo a este problema, Lacan
trabaja con la apuesta de Pascal –es una idea. Es muy árida la lectura que
hace Lacan de la apuesta de Pascal, por momentos parece que utiliza la
apuesta de Pascal para hablar de la relación del sujeto con el significante en
términos bien generales; por otro lado hay comentadores, autores, que
articulan el trabajo que hace Lacan sobre la apuesta de Pascal con la
problemática del masoquismo. Me parece que hay una vacilación en Lacan que
da pie a estas distintas lecturas. Yo estimo que una de las opciones más
fructíferas es tomar la lectura de Lacan de la apuesta de Pascal para pensar la
maniobra neurótica y el lugar del superyó. En la clase 6, “El amo castrado”, del
Seminario 17, después de pasarse 5 ó 6 clases del Seminario 16 dándole
vueltas a la apuesta de Pascal, fabricando matrices, matematizándola,
polemizando con Pascal; en dos párrafos, muy apresuradamente da una clave,
que hay que elegir si nos conviene tomarla o no, pero la comparto con ustedes
a ver qué les parece. Está haciendo una crítica fuertísima al Complejo de Edipo
freudiano en estos capítulos del Seminario 17, y dice:
10
Ibíd.
11
Ibíd.
8
“En efecto, ¿quién utiliza, qué lugar tiene en un análisis, la referencia a este famoso
complejo de Edipo? Les pido aquí a todos los que sean analistas que respondan. Los
del instituto, seguro que no lo utilizan nunca. Los de mi escuela se esfuerzan un poco.
Sin duda eso no tiene ningún efecto, el resultado es el mismo que para los otros. Es
algo estrictamente inservible, salvo porque recuerda de forma grosera el valor de
obstáculo de la madre para toda investidura de un objeto como causa de deseo.
De ahí las elucubraciones a las que llegan los analistas en lo que se refiere al padre
combinado, como ellos dicen. 12
“…Esto sólo significa una cosa –edificar un A que encierra un goce, generalmente
llamado Dios, con quien vale la pena jugarse a todo o nada el plus de goce, es decir,
ese funcionamiento que se llama superyó.”13
O sea, un Otro que encierra goce, frente al cual vale la pena jugarse a todo o
nada el plus-de-goce, eso es el superyó. Entonces, acto seguido dice:
“Hoy les estoy mimando. Todavía no había soltado esta palabra. (el superyó). Tenía
mis razones. Era preciso que llegara al menos al punto donde me encuentro, para que
aquello que enuncié el año pasado de la apuesta de Pascal pueda ser operativo.”14
O sea, que parece ser que todo el trabajo que se tomó por ser difícil el
entendimiento de la apuesta de Pascal, que de por sí es altamente
contradictoria, es para introducir una crítica al Edipo freudiano y para
establecer las coordenadas de lo que sería el superyó para Lacan.
discute es si esa nada es un 0 (cero). O sea, frente al infinito, una vida, sigue
siendo una (1). Incluso está todo el problema de que toda la serie infinita
avanza por el 0 como 1. 0 vale como 1, después 1, 2,… todo el trabajo de
Frege. Es una de las contradicciones que tiene la apuesta de Pascal, cuando
él afirma contundentemente la vida finita humana en comparación y agregada
al infinito, no cambia al infinito, entonces si no lo cambia, no vale nada. La
pregunta es: esta nada, ¿es 0 ó es 1?
Lo que hace Lacan es articular este valor de la vida –pero ahí sale del
argumento de Pascal y hace lo que le conviene- con el número de oro. El
número de oro, cuyo valor es 0,618… y sigue hacia el infinito, pero siempre es
calculable: está entre el 0 y el 1, es un número irracional. Eso es lo que hace
Lacan. Lo que me interesa traerles para pensar la maniobra neurótica y la
nadificación del sujeto como impersonalización es el argumento de Pascal.
Porque dice Pascal: la ganancia será una eternidad de vida y de felicidad, y no
perdemos nada –que no es nada más ni nada menos que nuestra vida. En otro
momento dice: una infinidad de vida, infinitamente feliz. Con lo cual ya no sería
una eternidad de vida sino una infinidad, y Lacan dice que ahí está el problema
de si estamos hablando de 1 vida o de varias vidas infinitamente felices, porque
no es lo mismo, una infinidad de vida infinitamente feliz que infinidad de vidas,
contable, y encima que en intensidad son infinitas también.
“Dejémonos detener un instante alrededor de este juego. Quizás un poco más armado
que otros para captar lo que aportará de irreductible diferencia, franqueamiento que
pudiéramos pensar así, porque es necesario que esas dos vidas estén cada una entre el
nacimiento y la muerte. Pero es necesario también que sea el mismo sujeto.16
Yo no había pensado esto. Claro, es una obviedad, pero hay que pensar
también que esa vida va a ser nuestra. ¿Se entiende? Yo apuesto a que tengo
dos vidas más, o apuesto mi vida a ganar una infinidad de vidas infinitamente
dichosas… pero ¿voy a ser yo? Hay que pensar que va a ser el mismo sujeto,
dice Lacan.
16
Lacan, J.: Seminario 13, Clase del 09-02-65 (inédito)
11
significante no será lo que represente en el infinito para otro significante, sino para el
otro sujeto que seremos también?17
“¿Cómo no entender que entonces estamos esperando que el otro sujeto (que sería
algo así como el del Juicio Final para el cristianismo) nos de la verdad (la verdad
como causa final) sobre el primero, sobre lo que desconocemos de ese objeto
escondido que somos…18
dice Lacan, velado. Claro, esto funciona en Pascal por la idea de la relación del
sujeto cristiano a la gracia. De entrada, Dios dispone quién es el réprobo y
quién va a ser salvado, y eso no lo sabemos, no lo podemos saber hasta el
momento de la muerte. Hay una verdad desconocida que solamente puede ser
revelada en el Juicio Final después de la muerte, pero justamente, es ahí
donde Lacan pone a trabajar este paralelo entre la gracia y el deseo del Otro
como enigmático.
17
Ibíd.
18
Ibíd.
12
Nº de Oro (0,618…∞)
en la cual apuesto a que Dios existe (A), o a que Dios no existe (A tachado).
Me olvidé de decirles que a esta apuesta nosotros la llamamos “apuesta de
Pascal”, pero el texto se llama Infinito-nada. Entonces, si apuesto a que Dios
existe, la ganancia es el infinito (∞), pero mi existencia se nadifica, o sea,
entonces, necesariamente, mi vida no vale nada si apuesto a que Dios existe.
Ahora, si apuesto a que no, a que Dios no existe –y aquí es donde Lacan
introduce lo suyo-, ya escribe a, y me parece que ahí va el número de oro, que
no es 0, sino 0,618… y sigue, que es un número irracional que es resultado de
una proporción que es la proporción áurea, o sea, introduce un número que
tiende al infinito, pero siempre el número que sigue es calculable, se puede
escribir, pero es infinito.
Ernesto Vetere: quizás ustedes ya vienen trabajando sobre esto, pero para mí
son concepciones bastante nuevas, me cuesta seguirla. Pero pensaba sobre la
13
M.I.S.: sí, ahí está hablando del analista. Para mí es muy difícil no caer en la
lógica superyoica si se habla de responsabilidad subjetiva. Acá sí está
hablando de responsabilidad subjetiva (en el Hombre de las Ratas) pero
porque se trata de un sujeto culpabilizado por su superyó, a partir de cómo se
arma la distribución de posiciones entre el padre y la madre, etc.
Ernesto V.: pero por ejemplo, para pensar la condición particular, y la posición
de alguien frente a esa condición particular, frente a una maniobra neurótica o
frente a un cambio de posición subjetiva. Ahí, ¿nos puede servir mantener la
noción de responsabilidad subjetiva? Donde ni la posición frente a la maniobra
neurótica ni la posición frente a un cambio, serían atribuibles al yo.
M.I.S.: no se me ocurre…
a → $
S2 S1
sujeto
Martín K.: pero eso no sería el saber, sería más bien estar “en causa”
M.I.S.: exacto. La verdad como causa. Entonces, lo que se dice ahí no lo diría
como “yo”. Es muy difícil de enunciarlo, lo estaríamos diciendo como Otro. No
sé para qué nos serviría hablar de responsabilidad, porque no habría otra
manera de decirlo que no fuera en análisis y diciéndolo –no pensándolo. ¿Se
entiende cuál es el alcance del problema? Me parece que no tiene ninguna
utilidad pensar a nadie como responsable de eso que se dice.
Haydee M.: es lo que dice en la frase del Seminario 17, creo que en la segunda
clase…
M.I.S.: sí, donde dice que el inconsciente es un saber articulado del cual nadie
es responsable.
15