César Vallejo
César Vallejo
César Vallejo
Se cumplen 80 años de la muerte del autor de "Los heraldos negros" y "Trilce". Su genio y
vanguardia se reflejaron en una obra que marcó generaciones.
Redacción
15 de abril del 2018 - 10:11 AM
Las formas de exclusión, de sufrimiento y su humanidad, eran puntos clave en la obra de César
Vallejo.
César Vallejo pronosticó su propia muerte. Lo hizo en "Piedra negra sobre piedra blanca",
poema en el que un aguacero en París eran telón para su último aliento. Pequeñas diferencias
no hacen menos grande la coincidencia: el escritor murió un Viernes Santo en Francia un 15 de
abril hace 80 años.
La muerte no fue la única idea alrededor de la cual giraban los escritos de Vallejo, quien se
desarrolló en terrenos poéticos tanto como en prosa y hasta en la dramaturgia. Su originalidad
radica en su enfoque en temas sustanciales del ser humano, así que también la vida y el dolor
fueron materia central de su exploración. "Hay golpes en la vida tan fuertes como el odio de
Dios", dice en "Los heraldos negros" y manifestó su convicción de que había nacido "un día
que Dios estuvo enfermo, grave" en "Espergesia". La vida y la muerte en su pluma.
Santiago de Chuco vio nacer a uno de los más grandes escritores peruanos en 1892. César
Vallejo fue hijo de Francisco de Paula Vallejo Benites y María de los Santos Mendoza
Gurrionero. Fue llamado el shulca, "último" en quechua, porque era el menor de 11 hermanos.
Entre 1900 y 1904 cursó estudios primarios en la Escuela Municipal y luego en el Centro
Escolar 271 de su tierra natal. Entre 1905 y 1907 estudia en el colegio San Nicolás de
Huamachuco, pero en ese último año lo hace como alumno libre, por carecer de recursos.
Tras pasar un par de años junto con sus padres, en 1910 se matricula en la Facultad de Letras
de la Universidad de Trujillo, pero abandona los estudios. En 1911 pasó un breve tiempo en
Lima como alumno de la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional Mayor de San
Marcos. Las dificultades económicas lo hacen volver atrás nuevamente, aunque esta etapa
influye claramente en su poesía, al utilizar términos anatómicos en su obra.
En 1913 inicia el primer año de Letras en
la Universidad de Trujillo y se dedica a la
docencia. Publica sus primeros poemas,
que más adelante formarían parte de
"Los heraldos negros". En 1915 la muerte
de su hermano Miguel lo afectaría
profundamente. Asimismo la partida de
María Rosa Sandoval, con quien mantuvo
un romance en 1916.
En agosto de 1920 César Vallejo regresa a Trujillo y más tarde se ve envuelto en un incidente
que termina llevándolo a la cárcel, donde permanece durante 112 días. Es liberado en febrero
de 1921 y regresa a Lima para corregir el libro que se llamaría "Trilce". Esta obra, emblemática
de la poesía universal, se publica finalmente en 1922 con un prólogo de Antenor Orrego. Como
sucede muchas veces, en su momento no recibió comentarios importantes, pero su
trascendencia se puede sentir hasta el día de hoy.
En 1925 su situación mejora pues comienza a traducir libros del francés al español. Por esas
épocas conoce a Georgette Philippart, quien se convierte en su interés amoroso y más tarde en
su esposa. Desde entonces viaja por muchos países de Europa, incluyendo Rusia -eran
conocidas sus convicciones revolucionarias marxistas-. Por esta época escribe varias piezas
de teatro. En 1931 pulbica "El Tungsteno" y "Rusia en 1931. Reflexiones al pien del Kremlin".
Se casa con Georgette en 1934 y dos años después el estallido de la Guerra Civil española
reaviva su militancia. A inicios de 1938 se siente enfermo y se somete a análisis clínicos. Sufre
de fiebres y escalofríos. No logran precisar qué enfermedad tiene.
Sus últimas palabras, dictadas a Georgette, son "Cualquiera que sea la causa que tenga que
defender ante Dios, más allá de la muerte, tengo un defensor: Dios".
La historia de amor entre el poeta peruano y la joven parisina surgió cuando ambos vivían
frente a frente. Ese amor llevó a Georgette hasta Lima, dónde luchó por el reconocimiento de la
obra de su esposo tras su muerte.
La poesía y el marxismo eran dos cosas que unían a la pareja. | Fuente: Archivo Georgette de
Vallejo
La historia de amor entre Georgette Philippart y César Vallejo nació en silencio, entre
miradas cómplices de una ventana a otra. Ella, una joven costurera de 18 años con estudios en
Londres y él, un poeta peruano que vivía en la Ciudad Luz desde 1923. El matrimonio estuvo
junto por diez años, pero su amor perduró hasta la muerte de Georgette en 1979 en Lima, a 10,
253 kilómetros de su París natal.
La joven escritora conoció a César Vallejo cuando tenía 18 años. En mayo de 1926, cuando
Vallejo mantenía una relación con Henriette Maisse, Georgette se entera de la existencia del
poeta.
“Nos conocimos de una manera muy curiosa, un poco ridícula si usted quiere. Usted sabe que
los sudamericanos hacen muchos gestos al hablar. Y yo veía en la casa de enfrente, contra la
luz tamizada de una pantalla roja de muy mal gusto, a unas personas discutiendo,
gesticulando. Era invierno y las ventanas estaban cerradas. Y yo, conmovida le dije a mi
madre: “ Pobres los vecinos de enfrente son sordomudos” . Llegó la primavera; un domingo, yo
estaba asomada a la ventana y los vi gesticulando como siempre, pero también oí su voz.
¡Mamá, el vecino de enfrente habla! Así, de esta manera, empezaron las cosas. Por eso puse
atención en él”, contó Georgette de Vallejo en una entrevista con la revista española “Triunfo”
en abril de 1976.
En 1927, Vallejo le hace una invitación para tomar café. Maria Travers, madre de Georgette, se
opone a la relación entre ambos. Un año después de la muerte de Marie, en noviembre de
1928, ella decide comenzar el romance con Vallejo.
“Nos tratamos tres meses y un día desapareció. Mi madre cae enferma, se muere y ese día
regresa Vallejo a la calle Molière. Me vino a presentar las condolencias y me dijo, así como si
me dijera: “ Por favor, alcánceme los fósforos” , que debíamos vivir juntos. Y yo no dije ni sí, ni
no, siguió la conversación, pero ni por un momento pensé decir que no. Sin estar enamorada,
hacía tiempo que sentía que tendría que ser así: era la predestinación”, contó.