El Espejo Magico
El Espejo Magico
El Espejo Magico
EL ESPEJO MÁGICO
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Índice
Las actividades de 1º
El jaguar se ve ....................................................... 38
Brilla la Luna .......................................................... 39
Todo ........................................................................ 40
Autocuidados ........................................................ 41
El camino de la gallinita ..................................... 42
Familia de retratos ............................................. 43
Nosotros ............................................................... 44
Las actividades de 2º
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Las actividades de 3º
Si yo fuera ............................................................ 72
Yo fui ..................................................................... 73
Yo soy .................................................................... 74
Yo seré ................................................................... 75
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EL ESPEJO MÁGICO
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Según como uno se sienta,
JOAQUÍN JAGUAR
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susto que corrió con todas sus fuerzas en busca de un estanque. A su paso, los
animalitos escapaban hacia sus escondites, creyendo que iban a ser atacados.
Los loros levantaban vuelo en bandadas a los gritos, los conejos saltaban a sus
madrigueras y las flores se tapaban la cara con sus manos de hoja. Joaquín Ja-
guar encontró un lago y frenó, acalorado por la corrida. Dio un fuerte gruñido
que quería decir “por fin agua”. Su gruñido retumbó hasta lo más profundo del
lago, y todos los peces que nadaban por allí huyeron velozmente a sus cuevas.
Esto hizo que la superficie del agua quedara pulida como un espejo.
El jaguar se abalanzó hasta el lago y estiró la cabeza sobre la superficie para
beber… cuando de pronto, sin previo aviso, otro jaguar lo miró desde el agua.
Primero, ambos se sorprendieron. Luego, Joaquín Jaguar dijo: —
GRRRRRRRRR —un gruñido que quería decir “dejáme beber, sólo un po-
quito”. Pero el otro felino también gruñó “GRRRRRRRRR”, y a Joaquín su cara
no le pareció nada amistosa.
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Entonces el jaguar se puso serio, muy serio, y gruñó con más fuerza:
—GRRRRRRRRRRR —dijo, “no sos el dueño del lago; si yo quiero tomo agua,
aunque no te guste”. El otro jaguar, en lugar de asustarse, ni siquiera lo escuchó
y, al mismo tiempo que él, lanzó un enojadísimo “GRRRRRRRRRRR”.
Esto sí que le dio miedo a Joaquín. Nunca antes lo había enfrentado otro ani-
mal. Reculó asustado dando un paso atrás y pensó: “Ese gato debe ser muy
bravo. ¿Cómo haré para beber con él dentro del lago?”.
Entonces, una señorita mariposa, que lo observaba desde un lirio blanco, sintió
compasión por aquel jaguar pintado. Con una pirueta revoloteó cerca de su
oreja y le sugirió suavemente: —Tal vez, si mirás el agua con amabilidad, lo
que encuentres sea distinto.
El jaguar no comprendió muy bien esas palabras, pero tenía tanta sed que de-
cidió intentarlo. Se acercó nuevamente al agua, esta vez más despacito y estiró
la cabeza con cierta timidez. Comprobó entonces que el otro jaguar ya no lo
miraba enojado, y que parecía tímido, igual que él. Esto lo calmó un poco y
con cautela trató de sonreírle lo mejor que pudo. Para su sorpresa, el otro jaguar
también sonrió. “Se ve que la mariposa tenía razón”, pensó Joaquín.
Respetuosamente, le pidió permiso para beber, y el otro jaguar pareció pedirle
permiso a él también. “Al fin y al cabo nadie es el dueño del agua, ¿no?” pare-
cían decirse los felinos, que ahora se miraban amistosamente. Ya más confiado,
hundió la cabeza en la superficie del lago… y, mientras bebía con ganas el agua
fresquita, el otro jaguar desapareció, porque como ya se habrán dado cuenta,
era solo su reflejo.
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Este es Pedro Malasartes,
que por su ingenio es famoso.
De vez en cuando despierto,
por momentos perezoso.
A veces piensa al derecho,
frecuentemente al revés,
no siempre ve lo que vemos,
sino lo que nadie ve…
Pedrito había salido a tomar aire después de un día de mucho calor. La noche
estaba linda y él caminaba tranquilo a la luz de la luna.
De pronto se topó con un pozo de agua en el camino y le dieron ganas de re-
frescarse. Pero cuando se asomó al pozo para arrojar el balde, se encontró con
la luna que se reflejaba en la superficie.
—¡Qué es esto! —exclamó Pedro mirando el reflejo en el agua—. ¡La luna se
está ahogando! —gritó espantado.
—¡Ay, ay, ay! Tengo que rescatarla o va quedar el cielo oscuro.
Pedrito se agarró la cabeza y dio vueltas alrededor del pozo hasta que se le ocu-
rrió una idea. Fue hasta su casa, buscó una cuerda y le ató un gancho de hierro
en la punta. Después regreso al pozo y, tirando el gancho adentro, dijo:
—No se preocupe, Doña luna, yo la salvaré. Agárrese bien fuerte del gancho.
Y comenzó a tirar de la cuerda con todas sus fuerzas, sin darse cuenta de que
el gancho se había quedado atorado en una piedra en el fondo del pozo.
—Ay, Doña luna, qué pesada es usted —decía Pedrito mientras tiraba.
De pronto, la cuerda se soltó del gancho y Pedro se cayó de espaldas al piso.
Tendido en la tierra, con la respiración agitada por el esfuerzo, miró hacia
arriba y descubrió a la luna que brillaba en el cielo como siempre. Entonces se
levantó y, dirigiéndose a ella, le dijo:
—Usted sí que es pesada, Doña; creí que no la iba a poder sacar—. Y mientras
se sacudía la ropa, agregó: —¡Suerte que pasé en el momento justo, un ratito
más y se nos ahogaba!
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Vengan todos a escuchar
esta historia sin igual,
si se pierden una parte
ya no se entiende el final.
UN ELEFANTE EN LA OSCURIDAD
Lejos, muy lejos, pero no tanto, había un pueblito donde nunca llegaban los
circos. Por aquellos tiempos todavía no se había inventado la televisión, ni la
internet, así que los chicos del pueblo nunca habían visto un elefante y no te-
nían la menor idea de cómo era ese animal.
Un día, aparecieron camiones, pintados de colores, con carteles que anunciaban
un circo. ¡Que revuelo se armó en el pueblo! Imagínense ustedes cuánta ex-
pectativa por ver el espectáculo. Por las calles desfilaron magos y payasos re-
partiendo papelitos para la función. Y lo más extraordinario era que prometían
la aparición en público de un elefante. Si, un auténtico elefante.
De la noche a la mañana, se armó una carpa gigante y otra al lado -no tan
grande-, donde decían que estaba el elefante.
—¿Cómo será?, ¿cómo será ese animal increíble? —se preguntaban los chicos.
—¿Tendrá alas? —arriesgaban algunos—, ¿tendrá ruedas? ¿Tendrá 25 patas?
Era tanta la curiosidad que no se aguantaban esperar al día de la función. Mien-
tras tanto, los artistas seguían marchando por las calles:
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“No se pierdan el espectáculo,
vengan a ver la función.
Ofrecemos alegría,
magia y mucha diversión,
si quieren ver un gigante
aquí hay un elefante”
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Los demás estaban algo indecisos, pero
igualmente decidieron tramar un plan para
investigar cómo era aquella extraña criatura.
—Todos no podemos ir; se van a dar cuenta —
alertó uno de ellos.
—Bueno, que entren algunos —propuso otro—.
Y después nos cuentan cómo es.
Así fue que cuatro de ellos se propusieron como in-
vestigadores para entrar en la carpa y develar el mis-
terio.
Amparados por la oscuridad, se metieron bajo la lona
donde estaba la extraña criatura… Como no se veía ab-
solutamente nada, tenían que valerse del sentido del tacto
para saber cómo era. Esparcidos por la carpa, cada uno aga-
rró a tientas la parte del animal que tenía más cerca. Uno de
ellos sujetó la trompa, la palpó rápidamente y le pareció que
era semejante a una manguera. Satisfecho con su descubri-
miento, salió corriendo fuera de la carpa.
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El segundo agarró una oreja y después de pasar sus manos por ella, llegó a la
conclusión que se trataba de un gran abanico.
El tercero se aferró a una pata y pensó: “es como una columna”. El cuarto, que
había quedado más atrás, tocó la cola y no le quedaron dudas de que era igual
a una cuerda.
Cuando los cuatro salieron de la carpa comenzaron a discutir frente a los otros
chicos, que estaban esperando, haciendo referencia a los objetos que conocían
para describir al elefante:
—Es como una manguera —dijo uno.
—Nada de eso, es un abanico —dijo otro.
—Ustedes están locos, es una columna.
—¡Jajaja! Me parece que agarraron cualquier cosa, no hay duda que es algún
tipo de cuerda —rió el cuarto.
Así fue que sin poder ponerse de acuerdo, nadie pudo saber lo que era un ele-
fante ya que cada uno había tocado una parte distinta del animal.
Recién al día siguiente, cuando se encendieron las luces dentro de la carpa del
circo, la gente de ese pueblo pudo conocerlo al fin, mientras el elefante, vestido
con brillos y lentejuelas, desfilaba entre los artistas.
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Cuántas sorpresas he visto
reflejadas en mi espejo,
no sabía que podía
verme de cerca y de lejos.
En la tribu del valle, vivía una pareja de viejitos que no habían tenido hijos. Toda la
tribu los conocía y apreciaba por su generosidad, y en verdad la gente sabía cuánto
deseaban tener un niño. Por eso, las personas ofrecían al cielo un poco de su comida,
pidiendo un hijo para los ancianos.
Así fue que, una mañana, junto con la luz rosada de los primeros rayos, escucharon
el llanto de un bebé. Se quedaron en silencio, conteniendo la respiración para escu-
char muy atentamente. Cuando el llanto se volvió a repetir, salieron en busca del
bebé: el viejito hacia al norte y la viejita hacia el sur. En un abrir y cerrar de ojos,
cada uno regresó con un hermoso bebé en los brazos, y se los mostraron el uno al
otro con enorme felicidad.
Fueron a ver al cacique para pedirle consejo y éste les dijo que deberían esperar cuatro
días. Si, pasado ese tiempo, nadie reclamaba por los niños, podrían hacerse cargo de
ellos, de su cuidado y educación, adoptándolos como hijos.
Los viejitos esperaron pacientemente y luego de cuatro días, con
gran alegría, presentaron en la aldea a los gemelos (ya que se trataba
de dos hermanitos). Todos en el pueblo celebraron felices, sabían
que el matrimonio tenía buen corazón y ahora, al fin, podían tener
hijos para cuidar, hijos que un día podrían cuidar de ellos también.
Los gemelos crecían y aprendían muy rápida-
mente. Primero a pararse, luego a caminar y
un poco después a bailar, hacer piruetas y
saltos. A medida que iban cre-
ciendo, sus tutores les
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fueron enseñando todo lo que ellos sabían: trabajar el barro para modelar cuencos
donde comer; cocinar con las raíces y verduras del lugar; tejer su ropa en el telar;
sembrar las semillas para que no falte alimento; construir y reparar la casa; en fin,
todo lo necesario. Los gemelos jugaban entre ellos y gustaban de disfrazarse y entre-
tener a los otros chicos del pueblo. Les encantaba soñar y en sus sueños continuaban
aprendiendo sobre aquellas cosas que despiertos no sabían. Si tenían que construir
un bote, soñaban con la madera del árbol que debían usar; si tenían algún dolor, so-
ñaban con la hierba que curaba ese mal. Los viejitos percibieron que eran niños ex-
traordinarios, así que decidieron enviarlos de viaje a cierto lugar especial. Allí, entre
muchas otras cosas, aprendieron a cuidarse a ellos mismos: respirando para tran-
quilizarse cada vez que se sintieran nerviosos, lavándose diariamente, comiendo
alimentos que los fortalecieran, bostezando y estirando el cuerpo para man-
tenerlo flexible, pensando cosas que les dieran ánimo… Y apreciando la be-
lleza a su alrededor, para lo cual estudiaron los colores y formas de las
flores y las mariposas.
Unos días después, cuando volvieron, los gemelos estaban crecidos, con
el rostro pintado a rayas blancas y negras, y barbas de choclo en el pelo,
como los payasos. Ha-
biendo aprendido
todo tipo de juegos,
encantamientos y
acrobacias, regresa-
ron transformados
en payasos mágicos.
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La gente del pueblo se acercó a verlos y los gemelos empezaron a divertirlos, a gastarles bro-
mas, a reírse y payasear. Todos festejaban sus ocurrencias... Era la primera vez que reían tan
divertidos, pues en esa tribu, hasta aquel momento, no se conocían las payasadas.
Un brujo poderoso que vivía en el lugar oyó las risas. Hasta entonces la gente siempre le había
temido, pues poseía el mal de ojo y según decían tenía el poder de estropear las cosechas y
enfermar a los niños cuando estaba furioso. La risa era peligrosa para él, le sacaba el poder
del miedo. Así que el brujo trató de parar a los gemelos con su magia, pero no pudo. Ellos te-
nían el poder de la alegría y la confianza en sí mismos. Además, habían aprendido a hacer
cantidad de cosas nuevas durante su viaje.
El brujo les propuso entonces un desafío, diciéndoles que el que perdiera tendría que aban-
donar el pueblo o renunciar a su vida. Los gemelos aceptaron tamaño reto.
Se prepararon durante cuatro días, respirando y recordando todo lo que habían aprendido
desde pequeños.
Al cuarto día, frente a una gran multitud, se reunieron en la plaza con el brujo, quien traía
consigo una gran jarra de cerámica. Lentamente, la colocó boca abajo, en el suelo. Los gemelos
contemplaron la escena... El brujo tomó la jarra, la dio vuelta y ordenó al agua del recipiente
que fluyera. El líquido desbordó la jarra corriendo como un río, casi llenando la plaza antes
de desaparecer instantáneamente. Por arte de magia, crecieron todo tipo de plantas y árboles
frutales, amontonándose delante de los propios ojos de la gente. Sin embargo, en unos segun-
dos desaparecieron. Los gemelos aplaudieron al brujo por sus trucos e ilusiones y éste se sintió
halagado.
Entonces, uno de los gemelos le dijo: —Qué lástima que tu magia dura solo un momento–. Y
el otro agregó: —Lo lindo es lograr que las cosas buenas permanezcan. Así como el que
aprende a bailar, puede bailar siempre que quiera–. Y diciendo esto, los gemelos bailotearon
con tanta gracia que toda la gente se puso a reír. El brujo, furioso, rugió con voz de trueno:
—¡Empiecen ustedes, ahora es su turno! Y así lo hicieron. Uno de los gemelos se volvió hacia
el otro y dijo:
—Hermanito mayor, ve a traerme un poco de ceniza, para que haga una nube.
—Voy, hermanito mayor —dijo el otro, porque, claro, ninguno de los dos podía saber cuál
había nacido primero.
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Cuando
el hermano
volvió y le al-
canzó la ceniza, el
gemelo la tomó y
sopló sobre ella. El
hermano estornudó y tosió y la gente se
rió. Pero no hubo nubes. Entonces el otro her-
mano tomó el resto de las cenizas y las esparció por el aire. Ba-
jaron, grises, sobre su cabello. La gente se rió pero aún no aparecían las
nubes. Los gemelos hacían reír al público aunque temían lo que podía ocurrir
si el brujo ganaba. El brujo estaba profundamente enojado, pero esperaba.
Finalmente, un gemelo empezó a hablar. Y luego el otro. Hablaban tranquilos,
muy tranquilos; todos estaban especialmente tranquilos escuchando.
Escuchaban con sumo cuidado. Los gemelos hablaban de las
nubes que habían visto. Y de
las tormentas. Las personas
del pueblo también trajeron a
su memoria las nubes que habían
visto durante su vida. Y las tormen-
tas. Ellos continuaron hablando y re-
cordando: hablaban del arco iris.
Hablaban de truenos y relámpagos.
Hablaban del fresco perfume de la
tierra húmeda y de las verdes ma-
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ravillas que crecen inmediatamente después
de la lluvia. Y, acto seguido, uno de los gemelos
sopló en sus manos recogidas en cuenco y de
ellas surgió una nube grande, muy grande. De
pronto comenzó a llover, y truenos y relámpagos
cubrieron el cielo. La lluvia fue tan intensa que todo
el mundo corrió a sus casas, en busca de abrigo y refugio,
aunque radiantes de felicidad. La lluvia regaría la tierra, y en ella brotarían las
semillas, y aunque demorasen en crecer, serían verdaderas y darían comida a la
gente.
A la mañana siguiente, cuando salieron, el brujo ya no estaba. La tormenta había
pasado y la plaza olía a perfume
de primavera. A partir de allí,
los gemelos se convirtieron
en los maestros de los chicos
y además de bailes, pirue-
tas y payasadas, les en-
señaron la magia que
dura, la magia verda-
dera de aprender.
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Del árbol viene la fruta,
de la fruta, la semilla.
En la semilla otro árbol
quizá crecerá algún día.
La tierra tiene sus reglas
y cada cosa su tiempo…
La gallinita sabía
LA GALLINITA COLORADA
esperar cada momento.
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También le preguntó al pato,
al gatito y al conejo,
ninguno quiso ayudarla
poniendo excusas de lejos.
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Las personas que nos quieren
nos muestran su propio espejo,
reflejan sus fortalezas
como si fuera un destello.
MONTAÑA GIGANTE
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Montaña dejó de resistirse y, cruzándose de brazos, se dejó llevar por ella a través de la
sierra. Al otro lado había un valle. En el medio del valle, una casa de adobe y techo de
paja.
—Allá esta mamá trayendo la vaca del campo —dijo la muchacha, señalando a una mujer
que cruzaba el valle cargando una vaca al hombro.
—¿Por qué carga la vaca? —preguntó Montaña.
—Para que no se lastime las pezuñas con las piedras del camino —respondió la joven. Y
llamando a la madre, le contó que Montaña era un luchador que necesitaba preparación
para competir en el torneo.
—Ve a despertar a la abuela, ella podrá ayudarlo y quien sabe, cuando esté más fuerte,
él podrá hacer algunos trabajos simples aquí en la casa —dijo la madre.
Marume entró a llamar a su abuela y una viejecita pequeña salió de la casa. Al salir, la
abuela tropezó con la raíz de un roble.
—¡Ay, este árbol es un peligro! —balbuceó con voz entrecortada. Y abrazando el tronco
con sus brazos delgados, lo arrancó de cuajo y lo arrojó por encima de la sierra. El pobre
luchador, perplejo ante lo que estaba viendo, se desmayó.
—Pobre muchacho, no consigue ni sostenerse en pie —observó la viejecita y le pidió a
su nieta que lo acostara en la cama. Marume alzó a Montaña Gigante y lo llevó dentro
de la casa.
Al día siguiente comenzó el entrenamiento. Lo alimentaron con comida suficiente para
cinco hombres. Durante el día lo hicieron trabajar cargando y descargando animales y a
la tarde entrenar lucha con la abuela (que era, de las tres, la que menos podía lastimarlo).
La comida abundante, el trabajo y el entrenamiento diario fueron transformando a Mon-
taña en un hombre cada vez más fuerte. Sus piernas se engrosaron y sus manos se pusie-
ron duras como la piedra. Sin embargo, la abuela todavía conseguía vencerlo con
facilidad.
Cierta tarde, llegando al final del plazo, Montaña consiguió inmovilizar a la abuela en el
piso durante medio minuto. Entonces Marume dio un grito de alegría y lo abrazó. Las
tres mujeres coincidieron en que estaba listo para la competencia. Ahora sí podría de-
mostrar en el torneo lo que era ser “un poco fuerte”.
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Le hicieron un atado con comida para el viaje y lo despidieron con bendiciones.
Montaña les agradeció con sinceridad y dijo:
—Volveré a pedir la mano de Marume, me enamoré de ella desde el momento en que
la vi. Además, sería un honor para mí formar parte de esta familia.
En pocos días llegó a la ciudad y se encaminó al palacio donde se realizaba el torneo.
Los otros competidores median sus fuerzas comparando su peso, en tanto comían
enormes platos de arroz. El torneo estaba por empezar.
Los primeros luchadores seleccionados fueron Montaña Gigante y uno conocido
como el abdomen más grande del país. Los dos competidores se enfrentaron en el cír-
culo. Montaña aguardaba inmóvil. El otro dio un golpe en el piso con el pie haciendo
un ruido asustador y luego miró con ferocidad. Ahora, era el turno de Montaña: dio
una pisada produciendo tal temblor en todo el palacio que los otros luchadores roda-
ron por el piso como pelotas.
Después de recuperarse de la caída, el contrincante de Montaña se retiró de la com-
petencia y uno a uno, los otros luchadores lo imitaron. Los pocos que se atrevieron a
enfrentarlo volaron fuera de la arena y quedaron descalificados.
Montaña ganó la competencia y recibió la medalla de oro de manos del propio Em-
perador de Japón. El luchador agradeció el premio y anunció, a todos los presentes,
que estaba enamorado y dejaría la lucha para formar una familia. Si bien su anuncio
fue un alivio para todos, los otros luchadores se emocionaron con el casamiento y fue-
ron a felicitarlo con lágrimas en los ojos. Montaña se despidió y emprendió de inme-
diato el camino a la casa de Marume, a quien extrañaba muchísimo.
Cuando la joven lo vio aparecer en la cima de la sierra, corrió hacia él para abrazarlo
con alegría, ya que ella también lo había extrañado mucho.
Y así termina la historia de Montaña Gigante, el luchador que, al convertirse en el más
fuerte, abandonó las competencias para casarse con Marume, con quien vivió feliz
por el resto de sus días.
Sin embargo, la gente de Japón cuenta que, a veces, cuando se escucha a la tierra tem-
blar, es señal de que Montaña y la abuela continúan el entrenamiento, pero solo para
divertirse un rato.
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LA GENTE DE MI LUGAR
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SOPA DE PIEDRA
Era una vez un pueblo, donde el invierno había sido muy duro y casi no quedaba nada
para comer. Un antiguo lugareño decidió que era el momento propicio para una sopa de
piedra. Así que mandó a su nieto casa por casa para invitar a la gente y se puso a preparar
el fuego. Los vecinos fueron llegando de a poco. Al ver la enorme olla colmada de agua
hirviendo, se preguntaron qué sería lo que estaba preparando el anfitrión. Cuando todos
estaban presentes, el anciano les mostró una piedra redonda del tamaño de su mano y, po-
niéndola en la olla, les dijo: —Esta es una piedra de sopa.
Después revolvió un poco, probó el líquido con la cuchara y añadió: —¡Mmmmm! ya verán
qué rica queda. Pero como todavía hay que esperar a que se cocine, quien quiera puede
agregarle algo para aumentar su sabor.
Entonces, una señora recordó que le quedaban unos choclos y los fue a buscar para echarlos
en la sopa. Un muchacho trajo carne y otro un zapallo de su huerto.
Así, todos los vecinos fueron trayendo algo y en poco tiempo, un aroma delicioso comenzó
a emanar de la olla. Algunos aprovecharon el encuentro para traer también las guitarras…
Y mientras la sopa se terminaba de cocinar, la gente fue improvisando una canción con el
nombre de todos los que estaban presentes:
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Estaba la carne, la sal, el maíz, el zapallo
y la piedra, en la olla, adentro del agua…
Cuando la carne se puso a bailar, quiso una abuela el choclo agregar.
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33
CUENTO DE CARACOL
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36
LAS ACTIVIDADES DE
1º
37
A R SE VE
EL JAGU
38
EL E S PIRAL BRILLA LA LUNA
ANDO
PINT
39
L A CA RPA ENTRA TODO EL ELEFANTE
EN
40
S EN EL LUGAR ESPECIAL …
AUTOCUIDADO
41
N I TA
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L A
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42
FAMILIA DE RETRATOS
43
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44
LAS ACTIVIDADES DE
2º
45
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46
¿LOS C S, SON DISTINTO
ÍRCULOS CENTRALE S?
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OBSERVAR LOS PASOS
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FLORECER CON FORTALEZAS
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LAS ACTIVIDADES DE
3º
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HUELLA DE HISTORIAS
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BUSCADOR DE CANCIONES
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60
LAS ACTIVIDADES
para todos
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E J O E N EL ESPEJO
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COMIENZO
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CONTINÚO YA ESTÁ
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LAS PERSONAS QUE QUIE
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CAR SI YO FUERA…
72
YO FUI …
Recuerdo de bebé
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....................................................................................................
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YO SOY …
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....................................................................................................
....................................................................................................
....................................................................................................
....................................................................................................
....................................................................................................
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YO SERÉ
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....................................................................................................
....................................................................................................
....................................................................................................
....................................................................................................
....................................................................................................
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aviso sedronar
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PIENSO QUE…
................................................................................................................................
................................................................................................................................
................................................................................................................................
................................................................................................................................
Mi nombre: .........................................................................................
Mi grado: .....................
Mi escuela: ..........................................................................................
Mi lugar: .............................................................................................
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Colofón
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